El pentagrama 8 ene -2016

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“El Pentagrama” es para leer mejor el Festival “El Pentagrama” es el periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música,

creado en alianza con El Espectador para informar sobre las novedades, los músicos, los conciertos y las

actividades que se programarán durante los nueve días de la décima edición del evento.

Adquiéralo del 8 al 16 de enero en los puntos de información del Festival o con el diario a nivel nacional.

EL ESPECElPentagrama TADORI

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Hespèrion XXI y La Capella Reial de Catalunya

JORDI SAVALL y sus huestes en Cartagena / Cortesía

“Cristóbal Colón, paraísos perdidos” es el nombre del concierto inaugural y la puerta de entrada al sonido que afianza los nexos entre América y Europa. MANUEL DREZNER ESPECIAL PARA EL PENTAGRAMA

Lo bueno de Jordi Savall es que es no solo un gran músico, sino una persona de gran imaginación para diseñar programas, que siempre se salen de lo común y lo rutinario. Prueba adicional de esto, por si faltaran, son sus conciertos en el Cartagena X Festival Internacional de Música, evento en el que, con la ayuda de la Acción Cultural España y el Instituto Ramón Llul, además del departamento de cultura catalán, hará la inauguración del encuentro. El concierto de apertura tiene el título “Cristóbal Colón, paraísos perdidos” y lo describe con la siguiente frase: “Las músicas árabe-andaluzas, judías, cristianas de la Antigua Hesperia hasta el descubrimiento

del Nuevo Mundo”. Los intérpretes son sus grupos La Capella Real de Catalunya y Hespèrion XXI, que incluyen un solista del instrumento árabe llamado Oud (un lejano predecesor, como el nombre lo indica, del laúd), un quinteto vocal, un fuerte grupo instrumental y el recitante Manuel Forcano, quien leerá textos en castellano, árabe, latín, arameo, náhuatl y hebreo. Esta enunciación de los participantes da idea de cómo esta será una presentación única y novedosa por su concepto. Es indispensable recordar cómo judíos y los llamados moros fueron una parte integral de la sociedad española, hasta que los denominados Reyes Católicos segaron de raíz la presencia de quienes eran en ese siglo XV quizá el elemento más productivo de la región. Su expulsión da inicio a un

largo proceso de decadencia española que las riquezas del descubrimiento de América apenas pudieron aplazar pero nunca evitar. Una emigración forzada Cuando uno visita la Catedral de Granada, donde yacen Fernando e Isabel, los Reyes Católicos, con sus ataúdes expuestos en una vitrina, lo primero que le llama la atención es que esos dos personajes debían tener una estatura mínima, por lo pequeño de cada ataúd. Sin embargo, ellos buscaron una presunta unificación española mediante la declaración de una religión única, con un brazo armado repugnante pero efectivo, que fue la mal llamada Santa (ya que su santidad es dudosa) Inquisición. Primero, los judíos en 1492 y después los moros o musulmanes en 1502 que no aceptaran esa conversión obliga-

da debían partir, sin sus bienes, de territorio español bajo pena de muerte. Una de las razones por la cuales Cristóbal Colón tuvo que zarpar con sus carabelas que descubrirían las Indias de Palos de Moguer y no de Cádiz, el puerto más importante de España, es que este último estaba tan congestionado de judíos expulsados que no había espacio para las embarcaciones del navegante. Estos grupos emigraron, pero dejaron una rica herencia detrás y la parte musical de este legado es lo que explora Savall en sus conciertos. Programas variados Como se ha dicho, los programas de Savall son imaginativos y esto se puede ver por su descripción y por la inclusión de las músicas de árabes en Andalucía; de los judíos, en su idioma de la época, el ladino; y de los cristianos. Hay recitados que van desde un fragmento de la Medea, no la griega tradicional sino la de Séneca, textos escritos por Colón, la na-

rración del geógrafo Toscanelli de sus mapas y el dramático edicto de expulsión de los judíos, escrito irónicamente por Joan Coloma, el mismo de ascendencia hebraica. Igualmente se aborda un poema náhuatl de la época cuando Moctezuma fue elegido emperador de los aztecas y para que no faltara representación de los reyes, se describe el testamento de la reina Isabel I de Castilla. En medio de todo esto figuran canciones árabes y sefardíes, amén de otras muestras de compositores importantes de la época, que muchas veces parecían ignorar lo que sucedía en España. El público que tenga la oportunidad de escuchar estas presentaciones de Savall podrá entonces asomarse a un momento importante de la historia española, presentado en forma auténtica con las sonoridades de ese entonces, y que muestra la riqueza de la civilización española cuando no había inquisiciones y el país era una sociedad abierta a todos.


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EL PENTAGRAMA Periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música

PRESIDENTA: Julia Salvi. DIRECTOR GENERAL: Antonio Miscenà. SOCIOS PRINCIPALES: RCN Radio, Postobón, RCN Televisión, Ennovva. SOCIOS: Cine Colombia, El Espectador y Profesionales de Bolsa. Fundadora de El Pentagrama: Paula Ojeda Palacio.

http://www.cartagenamusicfestival.com

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DIRECTORA DE EL PENTAGRAMA: María Camila Castellanos. EDITOR GENERAL: Juan Carlos Piedrahíta. REDACTORES: María Camila Sarmiento, María Victoria Arnedo y Vicky Cortes. COLABORADORES EL PENTAGRAMA: Manuel Drezner y Juan Carlos Garay. DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN: Julio César Carrero Ladino - El Espectador. FOTOGRAFÍA: Wilfredo Amaya, Joaquín Sarmiento y Andrés Londoño.


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Niños de Fómeque se toman el Festival

La Banda Sinfónica Infantil de Fómeque, proveniente de

ese municipio de Cundinamarca, se presentó ayer en concierto en Cartagena, en la Casa 1537, en el marco del Festival.

Su participación, un repertorio de compositores nacionales, contó con el respaldo de la Presidencia de la República, la Fundación Challenger y la Gobernación de Cundinamarca.

La banda ha obtenido numerosos reconocimientos, como el primer puesto como mejor agrupación en el Concurso Nacional de Bandas Sinfónicas de Paipa.

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Italianos, sacerdotes y músicos

Partituras paralelas Mientras Antonio Vivaldi se quedó en Venecia cosechando cada vez más éxitos, Domenico Zipoli llegó al territorio que hoy es Córdoba, en Argentina, para iniciar un trabajo con los indígenas guaraníes. JUAN CARLOS GARAY *

Las historias de Domenico Zipoli y Antonio Vivaldi tienen un mismo punto de partida y desenlaces disímiles. Desde luego, Vivaldi es el más conocido: sus Cuatro estaciones, sin ir más lejos, parecen tener el don de la ubicuidad (una votación entre oyentes de la emisora inglesa Classic FM la denominó “la música más popular del milenio”), en tanto que Zipoli sigue habitando un terreno para especialistas o amantes de las curiosidades. Y sin embargo, la decisión de programar sus obras juntas es una oportunidad magnífica de entender el fenómeno del destino, que también condiciona a la música. En 1703, Antonio Vivaldi se ordena sacerdote. Antes de eso, ya era conocido por tener un dominio importante del violín y unas bases muy sólidas de composición. Una de sus obras tempranas es sacra: Laetatus sum, que es la musicalización del Salmo 122. Al

poco tiempo entra a trabajar al Ospedale della Pietá, un orfanato de señoritas, a las que enseñó técnica instrumental y canto, y que terminaron convirtiéndose en las artistas que estrenaron muchas de sus obras. Once años después, Vivaldi publicaba su colección de partituras conocida como La Stravaganza: doce conciertos para violín que demuestran un gran conocimiento del instrumento y una imaginación bullente. Mientras todo esto sucedía en Venecia, otro músico llamado Domenico Zipoli buscaba también hacer de su vida una combinación entre la vocación religiosa y el amor a la música. Pero Zipoli andaba entre Nápoles y Roma, así que es improbable que se hayan cruzado. Eso sí, tal vez se enteraron de lo que hacía el otro, porque fue tan comentado el volumen de La Stravaganza como el oratorio Santa Caterina, que Zipoli estrenó en 1714, poco antes de ser nombrado organista de la Iglesia de Jesús en Roma. Para 1716, Zipoli se ha hecho sacerdote jesuita y viaja a Sevilla,

donde busca la oportunidad de unirse a las misiones evangelizadoras que zarpan cada cierto tiempo hacia América. Es allí donde las historias de estos dos músicos se bifurcan: Vivaldi se queda en Venecia cosechando cada vez más éxitos y Zipoli llega al territorio que hoy es Córdoba, en Argentina, para iniciar un trabajo con los indígenas guaraníes que incluía la conversión a la fe cristiana, pero también la educación musical. Aquella Suramérica debía de ser inhóspita y salvaje en comparación con la vida cultural rutilante de Italia. Sin duda, Zipoli trabajó en esas condiciones muchas de sus partituras y es probable que a algunas se las haya tragado la selva. Muchas de esas obras fueron encontradas, años después, en copias que llegaron hasta Bolivia y Perú, por lo que asumimos que fueron bastante interpretadas. Pero el público de sus misas, de sus salmos, de su brillante Te Deum, no habría de ensalzarlo y darle su lugar en la historia de la música. No. Era la muchedumbre indígena para la

Antonio Vivaldi y Domenico Zipoli. / Ilustración GOVA

que está música podía sonar bella, pero ajena. En 1725, Vivaldi publica en Ámsterdam el libro que contiene las partituras de esos cuatro conciertos mundialmente conocidos como Las cuatro estaciones. Fue su gran aporte a la música universal, con elementos novedosos para la época como la imitación de cantos de pájaros e indicaciones en la partitura (“perros ladrando” o “borrachines durmiendo”) que la convierten, probablemente, en la primera obra descriptiva de la historia. Pocos meses después, Zipoli fallecía en algún paraje húmedo de América y terminó siendo olvidado muy rápidamente. Hasta el día de hoy, no se sabe dónde está enterrado. Pero hay otras coincidencias que nos sirven como epílogo a esta historia. Cada uno trabajaba con la fuerza que tenía a la mano: Zipoli con sus coros guaraníes, Vivaldi con su orquesta de niñas huérfanas. Para esos equipos musicales idearon sendas óperas que, injustamente, no tuvieron resonancia. De Domenico Zipoli sabemos que escribió una llama-

da San Ignacio de Loyola, cuyo objetivo era trasladar a su público, gracias a la música, al viejo continente donde el fundador de los jesuitas anduvo primero luchando y luego predicando. Hoy sólo sobreviven tres fragmentos. Antonio Vivaldi, por su parte, quiso recrear la exótica América para su público europeo y estrenó la ópera Montezuma en el Teatro Sant’Angelo de Venecia en 1733. La trama se desarrolla en unas tierras mexicanas que el compositor jamás conoció, y la ópera salió de circulación muy pronto. De hecho, duró perdida 270 años. Hoy, es un anzuelo para la imaginación pensar de qué hubieran hablado, qué historias hubieran compartido estos dos sacerdotes músicos de haber llegado a encontrarse. De alguna manera se van a encontrar en Cartagena de Indias, tres siglos después, cuando dos de sus obras sacras (el Gloria de Vivaldi y la Misa a San Ignacio de Zipoli) suenen, la una tras la otra, gracias a la inventiva de los curadores. * Periodista y escritor.


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