EL ESPECTADOR
EL ESPECTADOR / DOMINGO 14 DE ENERO 2018 / 27 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
/ Tico Angulo
ElPentagrama N° 10
Este lunes, a las 7:00 p.m., en el parque Sagrado Corazón
La ópera de Mozart también se escuchará en Barranquilla Voces nacionales y extranjeras, acompañadas por la Kölner Akademie, bajo la dirección de Michael Alexander Willens, tendrán la misión de presentar en la capital del Atlántico una selección de piezas operáticas de Wolfgang Amadeus Mozart. JOSÉ DANIEL RAMÍREZ COMBARIZA*
En la historia de la música de todos los tiempos encontramos grandes personajes que, de una u otra manera, nos han hecho cambiar la forma de mirar la vida. Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), en sus 35 años de existencia, regaló al mundo obras de distintos géneros, entre los que se destaca la ópera. Este lunes, a las 7:00 p.m., el público asistente a la concha acústica del parque Sagrado Corazón de Barranquilla podrá disfrutar momentos de tres de las grandes óperas que han dado fama eterna al genio de Salzburgo. La presentación cuenta con un elenco que combina el talento de cantantes italianos como Elena Belfiore, Sara Rossini y Gabriele Nani, y de algunas de las mejores voces de nuestro país, encabezadas por Julieth Lozano, Pablo Martínez y Juan David González, todos ellos bajo la dirección de Michael Alexander Willens en el podio de la Kölner Akademie. La asociación de Mozart con la ópera
viene casi desde la cuna. En Austria y Alemania, desde siempre, el canto lírico, y en general todo aquello relacionado con la voz humana, ha hecho parte muy importante de la vida cotidiana. En tiempos de la familia Mozart, en casa se cantaba y se interpretaban instrumentos. Leopold Mozart, padre del compositor, recreaba en su hogar, para la admiración de Wolfgang y su hermana, las melodías provenientes de las grandes obras para la escena que se montaban en los teatros principales. Como consecuencia, Mozart ya había compuesto y estrenado a los 11 años un drama en latín, con una duración de dos horas, llamado Apolo y Jacinto, y poco tiempo después sorprendería al público con una pequeña obra en alemán llamada Bastian y Bastiana. Mozart durante su vida musical siempre pensó en todos los públicos. Compuso, en un período de 24 años, 22 obras para la escena en diferentes estilos. En 1786 conoció al dramaturgo italiano Lorenzo da Ponte. Sus genios se unieron y nacieron entonces tres obras que se conocen como la trilogía Mozart-Da Ponte.
En ella, compositor y libretista inventaron el llamado drama giocoso, que en español quiere decir “drama jocoso”, en el que se unen la comedia y el drama. Estas obras fueron creadas para ser representadas en teatros de la aristocracia. Con el tiempo, la ópera comenzó a ser propiedad de todos, el público pudo identificarse con los personajes propuestos por Da Ponte y admiraron la caracterización que Mozart hizo de ellos a través de una música que supera las barreras del tiempo. La ópera Las bodas de fígaro cuenta la historia del conde Almaviva, quien ya no ama a su esposa, Rossina. Coquetea con las empleadas de la corte y al iniciar la obra su interés está en la bella Susana, prometida de Fígaro. La condesa debe renunciar a todo su orgullo para recurrir a su dama de compañía como ayuda para recuperar el amor de su esposo. El personaje central de Don Giovanni es un hombre que ha logrado conquistar en varios países a más de dos mil mujeres de características y edades diferentes. Mozart, en las diferentes páginas de
la ópera, describe la sensualidad, la capacidad de seducción y el poder del rol protagónico. Così fan tutte nos presenta la historia de dos amigos que desean probar a un cínico anciano la fidelidad eterna de sus respectivas mujeres y para ello cambian lugares e identidades, después de haber hecho una apuesta. Esta obra representa la unión perfecta entre la llamada “ópera seria” y el canto popular. Resulta curioso recordar que fue considerada inmoral en su tiempo. Para justificar una presentación ante la censura, se cambiaban o recortaban textos, y fue sólo en el siglo XX cuando se reconoció su verdadero valor. Estudiar la obra para la escena de Mozart resulta ser una experiencia enriquecedora desde diferentes puntos de vista. Musicalmente nos permite apreciar la evolución de la música para la escena y desde la arista humana otorga la posibilidad de ver entre sus líneas la condición del compositor. * Productor y programador emisora HJUT.
EL ESPECTADOR / DOMINGO 14 DE ENERO 2018 ElPentagrama 28 / ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Antje Weithaas (violín) y Thomas Hoppe (piano).
Martin Stadtfeld, pianista alemán.
Las postales del
El Schumman Quartett.
Festival Las sonatas para piano, los cuartetos de cuerdas, además de sinfonías y conciertos fueron los protagonistas en esta edición del Cartagena XII Festival Internacional de Música, que se dedicó a explorar “El gusto por la forma. El estilo clásico”. La plaza San Pedro Claver, el teatro Adolfo Mejía, las capillas y el Centro de Convenciones acogieron al público que respondió al llamado del arte sonoro. Estas son algunas de las imágenes emblemáticas del evento.
El director Clemens Schuldt acompañado por los músicos de la Orquesta de Cámara de Múnich.
La chelista Julia Hagen.
Talleres de lutería.
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La Kölner Akademie, dirigida por Michael Alexander Willens.
/ Fotos: Tico Angulo, Wifredo Amaya, Sebastian Delgado
El proyecto Orquesta Sinfónica de Cartagena.
La Münchener Kammerorchester en el teatro Adolfo Mejía.
La plaza de San Pedro Claver fue la sede de cuatro conciertos multitudinarios.
EL ESPECTADOR / DOMINGO 14 DE ENERO 2018 ElPentagrama 30 / ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
La edición XII está llegando al final
Un balance de cómo se le dio forma al estilo clásico en el Festival
/ Wilfredo Amaya
El Cartagena XII Festival Internacional de Música, que estuvo dedicado a “El gusto por la forma. El estilo clásico”, mostró aciertos como establecer durante la programación horarios fijos para cada género.
JUAN CARLOS GARAY
Parece increíble que un período relativamente corto, de menos de medio siglo (de 1780 a 1815), se establecieron las bases y las formas de lo que hoy conocemos como música clásica. Uno se imagina que la disciplina adquirió un valor muy grande para las artes: la sonata pasó a tener una estructura inamovible de tres movimientos; la sinfonía, que en principio era una especie de preludio instrumental para las obras de teatro, se convirtió de repente en la forma magna del lenguaje orquestal, con cuatro movimientos unidos por una misma tonalidad. Salirse de esas normas era impensable. La libertad expresiva seguía existiendo, pero sólo dentro de las estructuras prestablecidas. El Cartagena XII Festival Internacional de Música decidió, este año, profundizar en la obra de los tres pilares del estilo clásico. Dos austríacos y un alemán: Haydn, Mozart y Beethoven. Como un asomo, en algunas de las obras pudimos sentir rezagos del barroco (el período anterior) en Haydn y anticipos del romanticismo (el EL PENTAGRAMA Periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música
período posterior) en Beethoven. Todo sirvió para ubicar la música en un contexto histórico. Ayudaron también las charlas didácticas del musicólogo Giovanni Bietti, que se convirtieron en una de las sorpresas del festival: desafiando el prejuicio de que las conferencias no son atractivas, y menos a las 9:00 de la mañana, la gente llenó el recinto de la Casa 1537 para que todos los días le explicaran los secretos del lenguaje musical, los detalles de lo que iba a escucharse. Un acierto de la programación fue establecer horarios fijos para cada género. Así nos acostumbramos a que la mañana estaba destinada a las sonatas para piano, la tarde a los cuartetos de cuerdas y la noche a las sinfonías y conciertos. No sé si desembocar aquí en el argumento de que las artes contemporáneas necesitarían más de esa disciplina, pero lo cierto es que durante diez días fue fácil entender cómo las normas bien aplicadas otorgan una claridad al pensamiento. Y esa claridad ha sido la base de expresiones tan trascendentales como la música clásica. Los extremos expresivos son muy interesantes. En Joseph Haydn descubrimos el humor, en obras como Sonata No. 60 en Do mayor, que está llena de
pausas estrafalarias y juega con las expectativas del oyente. En Ludwig van Beethoven la seriedad, expresada por ejemplo en su Cuarteto Opus 59 No. 1, en el que elaboraba a través de pasajes arduos la necesidad de convivir con su sordera. En la mitad de estos dos, tanto desde la perspectiva cronológica como musical, está Wolfgang Amadeus Mozart. No es una mitad, digamos, tibia, ni mucho menos. Es más bien la capacidad de expresar ambas emociones e incluso de expresarlas simultáneamente. La Sinfonía No. 40 de Mozart, que se interpretó en el concierto inaugural, puede ser el gran ejemplo. Siempre me ha llamado la atención la Sinfonía No. 40. No sé si se deba a la tonalidad de sol menor en la que está escrita, pero me resulta una obra en la cual es difícil identificar la emoción. ¿Es alegre? ¿Es más bien solemne? ¿O es, directamente, nostálgica? Tal vez como en ningún otro caso en la música clásica, la obra va construyendo un enigma al mismo tiempo que avanza su fácil audición. Hace poco encontré una reflexión sobre el lenguaje de Mozart que va por esa misma senda. Está en el libro La música invisible, del musicólogo italiano Stefa-
no Russomanno, que habla de “la seriedad escondida en la alegría, la comicidad envuelta en la tragedia, la mezcla de luz y tinieblas … la alegría y la tristeza como una unidad”. Impregnado de misticismo oriental, Russomanno llama a este fenómeno “el Tao de Mozart”. Todas estas idas y vueltas de la emoción humana sucedieron dentro del marco rígido de la forma. Se llamaron sonatas, cuartetos, divertimentos, misas y sinfonías. Cuando algo en el orden se alteraba se llamaba “fantasía” (como la K 475 de Mozart que interpretó Martin Stadtfeld), pero no escapaba a la forma, simplemente ensayaba nuevos contornos. Luego apareció Beethoven con su Sonata No. 14. Claro de luna (que interpretó Rudolf Buchbinder) y anticipó la llegada del “nocturno” para piano, un estilo de pieza contemplativa y lánguida que se puso de moda durante el Romanticismo. Y así ha seguido avanzando la música, a base de modas, de tendencias que, bien entendidas, no son otra cosa que las formas que busca el ingenio. Por eso uno agradece la gran iniciativa de este festival que está llegando a su final: volver a poner el énfasis en el gusto por la forma.
PRESIDENTA: Julia Salvi DIRECTOR GENERAL: Antonio Miscenà EDITOR GENERAL: Juan Carlos Piedrahíta COLABORADORES EL PENTAGRAMA: SOCIOS PRINCIPALES: Postobón, RCN Radio, RCN Televisión Julián Mora Peña, José Daniel Ramírez SOCIOS: Cine Colombia, El Espectador Combariza, David Luciano Buelvas, María FUNDADORA DE EL PENTAGRAMA: Paula Ojeda Palacio Cecilia Rodríguez, Juan Carlos Garay DIRECTORA DE EL PENTAGRAMA: María Camila Castellanos
FOTOGRAFÍA: Wilfredo Amaya, Tico Angulo, Sebastián Delgado
DISEÑO: William BotÍa Suárez