Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 06/01/2014, Hora = 02:21:55 p.m., Página= 15, Usuario = wNiampira
/ 15 EL ESPECTADOR / M A RT E S 7 DE ENERO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Prográmese hoy con el Festival » A las 11:00 a.m., en la capilla de Sofitel Legend Santa Clara, se realizará el conversatorio Una orquesta sin director: Orpheus, evento moderado por Fidel Cano, director de este diario. » De Pedro y el lobo de Prokófiev, Petrushka de Stravinski, y la Serenata para cuerdas de Tchaikovsky se compondrá la Noche Rusa del Festival en el Teatro Adolfo Mejía, a las 7:00 p.m. Una cita imperdible en la que podrá disfrutar de
música orquestal, piano solo y la narración a cargo de Ómar Porras.
» En la plaza San Pedro, a las 10:00 p.m.,
disfrute del concierto en que Francia e Italia se unen en un programa variado con lo más destacado de este encuentro cultural. Trasmisión en vivo por Señal Colombia y en diferido por Nuestra Tele Señal Internacional a las 10:30 p.m., y por NTN24 a las 12:00 p.m.
‘La oreja pasiva’, pieza artística deJim Amaral y símbolo del Festival Internacional de Música de Cartagena.
4 ElPentagrama ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Acerca de ‘Pedro y el lobo’
La inmortalidad en clave de fábula ¶ Compuesta por Serguéi Prokófiev, esta puede ser una de las piezas más reconocibles en la música clásica. Una obra hecha para niños que llega al alma de todo tipo de público. SANTIAGO LA ROTTA
slarotta@elespectador.com @troskiller
Algunos lo recuerdan como un personaje de pocas palabras, incluso hosco. Una persona altiva, con porte de hombre de mundo, vestido a la moda y un trato algo arrogante. Un compositor entregado a su música y al ajedrez. Más allá de sus modales distantes, Serguéi Prokófiev fue una fuerza creativa importante: un compositor que logró incrustarse en la inmortalidad de la música clásica y que, en un mundo lleno de erudición y seriedad, alcanzó su mayor reconocimiento (acaso su mayor éxito) con una fábula infantil. Detrás de Pedro y el lobo estaba un músico versado y creativo, claro, pero ante todo había un niño, un creador encantado con el universo que proponen las historias infantiles y que, a mediados de 1930, asistía con cierta religiosidad al teatro de Natalia Satz, en Moscú. Para 1936, Prokófiev se había convertido en amigo de Satz, quien le propuso que compusiera una pieza para su teatro infantil. La obra fue escrita completamente en unas pocas semanas, según recuerda Satz, y para finales de abril de ese año, Pedro y el lobo estaba lista para entrar en la historia. Claro, este es un tránsito que no suele hacerse con facilidad. Una verdad apenas obvia que, en este caso, significó un estreno exitoso, pero no glorioso. La gloria vino luego de la muerte del compositor, en 1953, según recordó la primera esposa del compositor, Lina Prokófiev (quien, por cierto, también narró la fábula para una función de beneficencia en Nueva
/ Ilustración - Stella Basile
York en 1985). ¿Qué es eso de la gloria? En números puede resultar difícil cuantificarla (¿cuántas presentaciones de la Novena sinfonía de Beethoven se han realizado, por ejemplo?), pero la medida del éxito de la pieza de Prokófiev puede calcularse en otros términos. David Bowie (leyenda del rock) y Eleanor Roosevelt (esposa del expresidente norteamericano Franklin D. Roosevelt) se encargaron de narrar la historia escrita por el mismo Prokófiev acerca de cómo Pedro logra capturar al lobo, ade-
más de salvarle el pellejo al convencer a los cazadores del bosque de llevar al animal al zoológico. Peter Ustinov, actor y ganador de dos premios Óscar, se hizo a un Grammy por su narración de Pedro y el lobo en una presentación bajo la conducción de Herbert von Karajan. Aunque resulta difícil explicar con absoluta certeza el por qué la composición de Prokófiev resulta tan entrañable, por qué su melodía se convirtió en un referente casi obligado para audiencias de todas las edades y ubicaciones
geográficas, una cosa es cierta: buena parte del genio del maestro ruso estuvo en la escogencia de los instrumentos y los tonos para cada personaje. Claro, es una hipótesis que se hace con las cartas jugadas, con 80 años de presentaciones de Pedro y el lobo detrás, pero aún así es complicado imaginar a Pedro sin las cuerdas que lo identifican (casi juguetonas, pero en una línea decidida, acaso valiente) o al lobo sin los vientos que convocan una sensación de peligro y angustia. La unión entre la emoción que invoca el personaje y el instrumento que lo representa es una de las claves más evidentes de esta obra. Evidente, pero no por eso menos importante de lograr. Sin ser efectista, aun guardando la sutileza, la partitura de Prokófiev se entrega plena, logra su objetivo con comodidad sin sacrificar altura: cumple, pero lo hace con belleza. “Lo más importante es encontrar un lenguaje común con los niños”, le dijo en su momento el compositor a Satz. Ese vínculo con su audiencia pasó por la redacción del texto, que en un principio fue comisionado a un poeta. Prokófiev no aprobó la rima ni las figuras del texto original y redactó uno más directo. “Una hermosa mañana, Pedro abrió la reja del jardín y salió a la ancha y verde pradera”. La primera línea de una aventura que, evadiendo la política en una de los peores momentos de Rusia bajo Stalin, establece una empatía inmediata y duradera mediante el carisma de unos personajes que, más que creaciones de ficción, terminan por ser compañeros de vida. La eternidad hecha fábula. Enero 7, 7:00 p.m. Teatro Adolfo Mejía. www.primerafila.com
FERNANDO GÓMEZ GARZÓN *
Stravinski en La Popa Tras el hermoso recital que ofrecieron Sara Mingardo y el Concerto Italiano en el Convento de La Popa el año pasado y un viaje a Venecia que incluyó el Stabat Mater de Vivaldi, las expectativas sobre lo que podría ocurrir en esta ocasión en la bucólica intimidad del claustro, la noche del 5 de enero, eran más bien altas. Claro, algo hay entre el encanto fácil y contagioso de Vivaldi, insigne representante del Barroco, y la expresividad difícil y a veces impredecible de Stravinski, referente obligado de la transformación musical del siglo XX. Sin embargo, no fue precisamente Stravinski (como ha sido su costumbre) el encargado de hacer sentir al público un tanto incómodo, cuando no francamente enfadado. La mezzosoprano Cristina Zavalloni, acompañada al piano por Andrea Rebaudengo, abrió el concierto con una serie de piezas breves compuestas por Stravinski durante su estadía en Suiza en 1914, con las que, llevado por la nostalgia, quiso evocar el folclor ruso y, en especial, la sonoridad y la musicalidad de las palabras más allá de su semántica. La gracia de Zavalloni para interpretar la serie Pribaoutki (Kornilo, Natashka, El coronel, El viejo y la liebre, El búho y el gatito y Tilim-Bom) fue apenas suficiente para introducir al público en las honduras de Stravinski. Pero acaso las cancioncillas hayan resultado demasiado breves para disfrutar con mayor concentración a la italiana. Las expectativas quedaron cargadas, entonces, en el tema de fondo, La historia del soldado, una pieza extraña de teatro que, como lo anunció Ómar Porras, quien hizo las veces de narrador, no es ni cantata, ni ballet, ni música para escena, pero que es, efectivamente, la narración de una historia, aunque con evidente economía de recursos, como lo obligaba la guerra: la de un soldado que, de regreso a su pueblo, decide venderle su alma (su violín) al diablo a cambio de fortuna. Independientemente de la interpretación de la Orquesta de Cámara Orpheus, lo que fue menguando poco a poco la paciencia de gran parte del público fue la decisión de Porras de narrar la historia no en español sino en francés. Apercibido del libreto, Porras recitó la obra con cierta simpatía, insuficiente para la paciencia de quienes no sabían francés y de quienes, además, esperaban mucho más música y menos teatro. Una lección más para el Festival. * Jefe de redacción revista Cromos.
Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 06/01/2014, Hora = 02:22:58 p.m., Página= 16-17, Usuario = wNiampira
16 EL ESPECTADOR / M A RT E S 7 DE ENERO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ An:2.6628cm Al:7.8288cm
An:2.9937cm Al:7.8288cm
An:2.9937cm Al:7.8288cm
An:2.7655cm Al:7.8288cm
/ 17 EL ESPECTADOR / M A RT E S 7 DE ENERO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ JUAN CARLOS En cifras GARAY*
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6
50
horas de música en línea escucha un colombiano promedio al día.
El pianista armenio Sergei Babayan.
10.000
por ciento de la industria de la música la aporta el formato digital en el mundo.
pesos mensuales cuesta una suscripción a una biblioteca musical digital.
ElPentagrama
ElPentagrama
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‘Petrushka’ fue compuesta en 1911
EDWIN BOHÓRQUEZ AYA
Una epifanía en
CLARENS
ebohorquez@elespectador.com @EdwinBohorquezA
¶ Esta obra hace parte de la primera etapa musical de Igor Stravinsky. El pianista Sergei Babayan la interpretará en este Festival.
JUAN DAVID TORRES DUARTE
jtorres@elespectador.com @acayaqui
“Nunca esperes la inspiración —solía decirle el maestro ruso Rimsky-Korsakov al joven Igor Stravinsky por los tiempos en que le enseñaba música—. Compón todas las mañanas, así lo quieras o no. Si no puedes alcanzar nada, no te descorazones: puedes estar seguro de que vendrán otras ideas”. Tres lustros después, Stravinsky recordaría ese consejo como parte de su aprendizaje inicial. Por ese entonces, en 1906, se había graduado de leyes en la Universidad de Petersburgo y había entrado a estudiar música con Rimsky-Korsakov por decisión propia. Lo suyo eran los signos sobre el pentagrama. Stravinsky deseaba recoger la tradición de Debussy y Strauss y superarla. Muerto Rimsky-Korsakov en 1908, Stravinsky se consagró a una tarea constante de composición al mismo tiempo que atendía a su esposa y sus dos hijos. Una de sus primeras obras, Fuegos artifi-
ciales, fue escuchada por un empresario y filántropo: Sergei Diaghilev. Sorprendido por el talento de esa primera obra, Diaghilev discutió ciertos términos con Stravinsky y patrocinó la composición de obras próximas. Antes de llegar a los treinta años, Stravinsky —fallecido en 1971— se convirtió en un compositor de peso gracias a tres trabajos: El pájaro de fuego (1910), Petrushka (1911) y La consagración de la primavera (1913). En esa primera etapa, las composiciones de Stravinsky someten a la orquesta a un juego constante combinado con una curiosidad por el folclor ruso. A ese primer estadio de su carrera —luego experimentaría con el dodecafonismo, forma moderna de la música clásica— pertenece Petrushka, presentada en 1911 en París y revisada para un nuevo formato en 1947. Cuando compuso este ballet, Stravinsky vivía en Clarens, Suiza, en un lugar cálido y alejado de las distracciones. Diaghilev, interesado por su trabajo, fue a visitarlo y lo encontró entusiasmado y dado a la composición. Y Stravinsky, que daba importancia a sus epifanías, dijo haber tenido una visión. En principio vio un rito pagano, una mujer sometida al
/ Ilustraciones - Stella Basile
baile hasta la muerte. Luego, la visión se complementó: vio a un hombre que daba golpes de martillo a los instrumentos. La visión final es casi la base general de Petrushka: “Mientras componía la música tenía en mi mente la imagen de un títere que tomaba vida y exasperaba a la orquesta con arpegios diabólicos —contaba—. En retaliación, la orquesta respondía con amenazantes explosiones de trompeta”. Petrushka es, quizá por ello, un juego de respuestas entre instrumentos. Parecen palabras: el fagot conversa con las trompetas y el piano replica, y de repente un redoble de timbales crea una nueva escena y los violines, lentos y algo tímidos, van levantándose en grupos. La multiplicidad de sonidos y de atmósferas que creó Stravinsky en esta pieza —que supera los treinta minutos y está dividida en cuatro escenas— permite reconocer una de sus ambiciones continuas: ampliar el juego de la orquesta y llevarla a puntos de ex-
plosión y enfrentamiento. Diaghilev, enterado de la visión de Stravinsky, supo que la obra tendría un alto potencial si se la combinaba con un espectáculo de baile. De modo que encargaron a Alexandre Benois —ruso, crítico de arte, fallecido en 1960— que creara un libreto, para redondear el diálogo de los instrumentos. Allí nació Petrushka —interpretada en el Cartagena Festival Internacional de Música por Sergei Babayan en su versión para piano—, una muñeca tradicional rusa que era utilizada como títere durante el carnaval en San Petersburgo en 1930. Petrushka es una muñeca viva que se abalanza sobre los espectadores del carnaval; ha tomado vida gracias a un conjuro y asusta a los presentes con sus movimientos, la inercia invadida de repente por la vida. La muñeca es capturada; ella se defiende, lucha, escapa. El Moro, otro de los personajes, la asesina; su fantasma recorre la escena. Petrushka, presen-
tada al público un año después de la controversia causada por El pájaro de fuego, tiene signos de esa primera gran obra: la extensión de las notas y la creación de escenas más que de armonías —en contraposición a la tradición más clásica— permitieron su éxito. Petrushka, más allá de su diálogo instrumental, crea un nuevo lenguaje en la música clásica, más allá de los elementos tradicionales. “La gente me pregunta —decía Stravinsky en 1934—: ‘Nos gustan más Petrushka y El pájaro de fuego que tus últimos trabajos. ¿Por qué no seguiste componiendo así?’. (…) No debe olvidarse que yo escribí esos trabajos hace 22 años. Era un hombre joven entonces, y como todos no puedo dejar de envejecer, y al envejecer encuentro nuevos problemas musicales y nuevas formas de solucionarlos”. ‘Petrushka’. Enero 7; 7:00 p.m. Teatro Adolfo Mejía. www.primerafila.com
En tiempos en que los elepés ya son una reliquia, los casetes una antigüedad y los cedés hacen parte de la colección del cajón del olvido, el sonido de un buen violín, de un afinado violonchelo, del clavijero del piano distribuido a la perfección o de los contrabajos precisos ya no se escucha en el tocadiscos, ni mucho menos en el mezclador del equipo o el reproductor de base. Ahora se accede al arte sonoro desde la lista de reproducción personal que se tiene en el computador, la tableta o el teléfono celular. Se llama, a grandes rasgos, la biblioteca clásica de música virtual. Ahí están Franz Schubert, Frédéric Chopin, Ludwig van Beethoven, Wolfgang Amadeus Mozart, Antonio Vivaldi y Richard Wagner, acompañados de una extensa y selecta oferta de composiciones que han hecho vibrar por décadas a varias generaciones. Ellos están en la nueva era en los formatos que este aterrizaje profundo de la tecnología no podía desconocer, teniendo en cuenta su importancia dentro de los segmentos del entretenimiento y la educación. “Tenemos un editor de música clásica que opera desde París, Francia, y 55 personas como él nos enfocamos desde mercados locales en los géneros populares del lugar en el que estamos. Por ejemplo, durante 2013 subimos a la plataforma todo el catálogo de Universal Music, que incluye el material de la Deutsche Welle. Y todo Warner
plataforma sea abierta: los programadores pueden desarrollar aplicativos y tenemos uno llamado Classify, exclusivamente para música clásica, que permite encontrar a los grandes compositores y sus obras. Los usuarios pueden hacer una clasificación por instrumentos o incluso por géneros (suites, ballets, sonatas, sinfonías) o por épocas. Es una curaduría completa”. “Una forma distinta de escuchar con cifras más sonoras que las Cuatro estaciones de Vivaldi, pues la música digital aporta el 50% del total de la industria mundial y en ella la que se transmite vía streaming registra el 15%. Colombia, por ejemplo, junto con México, Brasil, Inglaterra y Francia, son los mercados que más crecen”, cuenta Rafaela Furtado, desarrolladora de negocios de Deezer para Latinoamérica. El promedio de escucha global de un usuario de música en línea es de dos a tres horas al día, “pero quien escucha música clásica llega a las cinco o seis. Por esa misma medición está Colombia, sólo que en todos los géneros”, cuenta el líder de Deezer, que también tiene en su motor de búsqueda catálogos que permiten buscar por compositor, por obra, por director o por intérprete.
Classics. Los dos en total suman más de 1.000 años en música. Es una oferta muy robusta”, cuenta Carlos Ardila, editor musical de Deezer para la Región Andina. Lo dice un experto en música que hace parte de la biblioteca virtual con más de 30 millones de canciones, presente en 182 países y que tuvo un crecimiento del 400% este año, con Colombia como el quinto mercado más fuerte en el mundo. Después del mapeo de los editores, como llaman al análisis sonoro de la región, se podrán encontrar obras de Blas Emilio Atehortúa y Pedro Morales Pino, así como sinfonías dirigidas por Andrés Orozco-Estrada o piezas interpretadas tanto por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia como por la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Gustavo Diament, director general de Spotify para América Latina, la otra grande del negocio, también tiene una porción de la tocata: “Hay una demanda por todo tipo de música. Trabajamos bastante duro para tener un amplio catálogo de música clásica. Tenemos aplicaciones exclusivas para que la experiencia de los consumidores de este género sea gratificante. Para nosotros no es un género de nicho; es tan importante como cualquier otro estilo musical”. De ahí que “nuestra
LA MÚSICA
CLÁSICA SUENA EN LA ERA DIGITAL ¶ Aprovechamos el marco del Cartagena VIII Festival Internacional de Música para sacar cuentas y analizar el movimiento digital de este género que tiene más de mil años de historia disponibles en la web.
El amor aquí y allá “¿Qué hay en un nombre?”, le pregunta Julieta a Romeo en la inmortal obra de Shakespeare. “Si llamáramos a la rosa por otro nombre, seguiría teniendo su dulce fragancia”. Parece ser cierto: en los grandes amores los nombres no importan, las historias sí. Tal vez por eso el compositor Leonard Bernstein se tomó la libertad de rebautizar a los amantes como Tony y María. Reubicándolos en la Nueva York pandillera de los años 50, mostró al mundo una de sus creaciones más aclamadas, primero como obra de teatro y luego como película: la inmortal West Side Story. El pasado domingo en la plaza San Pedro tuvimos la oportunidad de revivir las melodías de West Side Story en el arreglo para dos pianos de las hermanas Katia y Marielle Labèque. Fueron desfilando los temas de amor, pero también los ritmos de una cultura que en su momento era considerada callejera y hoy es objeto de deleite consolidado. Fue grato corroborar el genio del estadounidense Leonard Bernstein expresado en su dominio de estilos como el blues, el mambo y el chachachá. A las hermanas Labèque las acompañaron los percusionistas Gonzalo Grau y Raphael Seguinier, acentuando ese toque latino con el que coqueteaba el compositor. Ese detalle desencadenó la ovación final. Y claro, las escenas de la película, los trazos de la historia de amor, quedaron en la mente durante el breve intermedio, justo lo suficiente para que el corazón se preparara a escuchar la siguiente obra. De una historia romántica, en el sentido amoroso, pasamos a una serenata del Romanticismo, es decir, del período histórico en que los sentimientos eran la materia prima de todas las artes. La Orquesta Orpheus apareció en el escenario para interpretar la muy sentimental Serenata en do mayor opus 48 de Tchaikovsky. El Cartagena Festival Internacional de Música siempre se ha distinguido por una curaduría impecable, pero me gusta pensar que en este caso la relación sutil entre las dos obras fue más un producto del azar. La Rusia de 1880 y la Nueva York de 1950 no tienen por qué parecerse, salvo en lo que es esencial a la especie humana. El amor, que se expresa de mil maneras. Y la noche del pasado domingo fue una corroboración del alcance de esas expresiones. * Escritor y periodista musical.
EL PENTAGRAMA Periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música.
PRESIDENTA: Julia Salvi. DIRECTOR GENERAL: Antonio Miscenà. DIRECTORA EJECUTIVA DEL FESTIVAL: Mónica Alzate Sierra. SOCIO FUNDADOR: RCN, Ennovva y Postobón. SOCIOS: Cine Colombia y El Espectador.
DIRECTORA DE EL PENTAGRAMA: Paula Ojeda. EDITOR GENERAL: Juan Carlos Piedrahíta. COLABORADORES EL PENTAGRAMA: Juan Carlos Garay, Santiago La Rotta, Fernando Gómez, Juan David Torres, Edwin Bohórquez, Adriana Marín, Alexánder Klein y Álvaro Tinjacá. DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN: Julio César Carrero Ladino - El Espectador.
http://www.cartagenamusicfestival.com
© Comunican S.A. 2014. Todos los derechos reservados. Calle 103 N°69B-43. Fax: 4237641. Apartado 3441. Bogotá, Colombia.
Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 06/01/2014, Hora = 02:22:58 p.m., Página= 16-17, Usuario = wNiampira
16 EL ESPECTADOR / M A RT E S 7 DE ENERO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ An:2.6628cm Al:7.8288cm
An:2.9937cm Al:7.8288cm
An:2.9937cm Al:7.8288cm
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/ 17 EL ESPECTADOR / M A RT E S 7 DE ENERO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ JUAN CARLOS En cifras GARAY*
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horas de música en línea escucha un colombiano promedio al día.
El pianista armenio Sergei Babayan.
10.000
por ciento de la industria de la música la aporta el formato digital en el mundo.
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ElPentagrama
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‘Petrushka’ fue compuesta en 1911
EDWIN BOHÓRQUEZ AYA
Una epifanía en
CLARENS
ebohorquez@elespectador.com @EdwinBohorquezA
¶ Esta obra hace parte de la primera etapa musical de Igor Stravinsky. El pianista Sergei Babayan la interpretará en este Festival.
JUAN DAVID TORRES DUARTE
jtorres@elespectador.com @acayaqui
“Nunca esperes la inspiración —solía decirle el maestro ruso Rimsky-Korsakov al joven Igor Stravinsky por los tiempos en que le enseñaba música—. Compón todas las mañanas, así lo quieras o no. Si no puedes alcanzar nada, no te descorazones: puedes estar seguro de que vendrán otras ideas”. Tres lustros después, Stravinsky recordaría ese consejo como parte de su aprendizaje inicial. Por ese entonces, en 1906, se había graduado de leyes en la Universidad de Petersburgo y había entrado a estudiar música con Rimsky-Korsakov por decisión propia. Lo suyo eran los signos sobre el pentagrama. Stravinsky deseaba recoger la tradición de Debussy y Strauss y superarla. Muerto Rimsky-Korsakov en 1908, Stravinsky se consagró a una tarea constante de composición al mismo tiempo que atendía a su esposa y sus dos hijos. Una de sus primeras obras, Fuegos artifi-
ciales, fue escuchada por un empresario y filántropo: Sergei Diaghilev. Sorprendido por el talento de esa primera obra, Diaghilev discutió ciertos términos con Stravinsky y patrocinó la composición de obras próximas. Antes de llegar a los treinta años, Stravinsky —fallecido en 1971— se convirtió en un compositor de peso gracias a tres trabajos: El pájaro de fuego (1910), Petrushka (1911) y La consagración de la primavera (1913). En esa primera etapa, las composiciones de Stravinsky someten a la orquesta a un juego constante combinado con una curiosidad por el folclor ruso. A ese primer estadio de su carrera —luego experimentaría con el dodecafonismo, forma moderna de la música clásica— pertenece Petrushka, presentada en 1911 en París y revisada para un nuevo formato en 1947. Cuando compuso este ballet, Stravinsky vivía en Clarens, Suiza, en un lugar cálido y alejado de las distracciones. Diaghilev, interesado por su trabajo, fue a visitarlo y lo encontró entusiasmado y dado a la composición. Y Stravinsky, que daba importancia a sus epifanías, dijo haber tenido una visión. En principio vio un rito pagano, una mujer sometida al
/ Ilustraciones - Stella Basile
baile hasta la muerte. Luego, la visión se complementó: vio a un hombre que daba golpes de martillo a los instrumentos. La visión final es casi la base general de Petrushka: “Mientras componía la música tenía en mi mente la imagen de un títere que tomaba vida y exasperaba a la orquesta con arpegios diabólicos —contaba—. En retaliación, la orquesta respondía con amenazantes explosiones de trompeta”. Petrushka es, quizá por ello, un juego de respuestas entre instrumentos. Parecen palabras: el fagot conversa con las trompetas y el piano replica, y de repente un redoble de timbales crea una nueva escena y los violines, lentos y algo tímidos, van levantándose en grupos. La multiplicidad de sonidos y de atmósferas que creó Stravinsky en esta pieza —que supera los treinta minutos y está dividida en cuatro escenas— permite reconocer una de sus ambiciones continuas: ampliar el juego de la orquesta y llevarla a puntos de ex-
plosión y enfrentamiento. Diaghilev, enterado de la visión de Stravinsky, supo que la obra tendría un alto potencial si se la combinaba con un espectáculo de baile. De modo que encargaron a Alexandre Benois —ruso, crítico de arte, fallecido en 1960— que creara un libreto, para redondear el diálogo de los instrumentos. Allí nació Petrushka —interpretada en el Cartagena Festival Internacional de Música por Sergei Babayan en su versión para piano—, una muñeca tradicional rusa que era utilizada como títere durante el carnaval en San Petersburgo en 1930. Petrushka es una muñeca viva que se abalanza sobre los espectadores del carnaval; ha tomado vida gracias a un conjuro y asusta a los presentes con sus movimientos, la inercia invadida de repente por la vida. La muñeca es capturada; ella se defiende, lucha, escapa. El Moro, otro de los personajes, la asesina; su fantasma recorre la escena. Petrushka, presen-
tada al público un año después de la controversia causada por El pájaro de fuego, tiene signos de esa primera gran obra: la extensión de las notas y la creación de escenas más que de armonías —en contraposición a la tradición más clásica— permitieron su éxito. Petrushka, más allá de su diálogo instrumental, crea un nuevo lenguaje en la música clásica, más allá de los elementos tradicionales. “La gente me pregunta —decía Stravinsky en 1934—: ‘Nos gustan más Petrushka y El pájaro de fuego que tus últimos trabajos. ¿Por qué no seguiste componiendo así?’. (…) No debe olvidarse que yo escribí esos trabajos hace 22 años. Era un hombre joven entonces, y como todos no puedo dejar de envejecer, y al envejecer encuentro nuevos problemas musicales y nuevas formas de solucionarlos”. ‘Petrushka’. Enero 7; 7:00 p.m. Teatro Adolfo Mejía. www.primerafila.com
En tiempos en que los elepés ya son una reliquia, los casetes una antigüedad y los cedés hacen parte de la colección del cajón del olvido, el sonido de un buen violín, de un afinado violonchelo, del clavijero del piano distribuido a la perfección o de los contrabajos precisos ya no se escucha en el tocadiscos, ni mucho menos en el mezclador del equipo o el reproductor de base. Ahora se accede al arte sonoro desde la lista de reproducción personal que se tiene en el computador, la tableta o el teléfono celular. Se llama, a grandes rasgos, la biblioteca clásica de música virtual. Ahí están Franz Schubert, Frédéric Chopin, Ludwig van Beethoven, Wolfgang Amadeus Mozart, Antonio Vivaldi y Richard Wagner, acompañados de una extensa y selecta oferta de composiciones que han hecho vibrar por décadas a varias generaciones. Ellos están en la nueva era en los formatos que este aterrizaje profundo de la tecnología no podía desconocer, teniendo en cuenta su importancia dentro de los segmentos del entretenimiento y la educación. “Tenemos un editor de música clásica que opera desde París, Francia, y 55 personas como él nos enfocamos desde mercados locales en los géneros populares del lugar en el que estamos. Por ejemplo, durante 2013 subimos a la plataforma todo el catálogo de Universal Music, que incluye el material de la Deutsche Welle. Y todo Warner
plataforma sea abierta: los programadores pueden desarrollar aplicativos y tenemos uno llamado Classify, exclusivamente para música clásica, que permite encontrar a los grandes compositores y sus obras. Los usuarios pueden hacer una clasificación por instrumentos o incluso por géneros (suites, ballets, sonatas, sinfonías) o por épocas. Es una curaduría completa”. “Una forma distinta de escuchar con cifras más sonoras que las Cuatro estaciones de Vivaldi, pues la música digital aporta el 50% del total de la industria mundial y en ella la que se transmite vía streaming registra el 15%. Colombia, por ejemplo, junto con México, Brasil, Inglaterra y Francia, son los mercados que más crecen”, cuenta Rafaela Furtado, desarrolladora de negocios de Deezer para Latinoamérica. El promedio de escucha global de un usuario de música en línea es de dos a tres horas al día, “pero quien escucha música clásica llega a las cinco o seis. Por esa misma medición está Colombia, sólo que en todos los géneros”, cuenta el líder de Deezer, que también tiene en su motor de búsqueda catálogos que permiten buscar por compositor, por obra, por director o por intérprete.
Classics. Los dos en total suman más de 1.000 años en música. Es una oferta muy robusta”, cuenta Carlos Ardila, editor musical de Deezer para la Región Andina. Lo dice un experto en música que hace parte de la biblioteca virtual con más de 30 millones de canciones, presente en 182 países y que tuvo un crecimiento del 400% este año, con Colombia como el quinto mercado más fuerte en el mundo. Después del mapeo de los editores, como llaman al análisis sonoro de la región, se podrán encontrar obras de Blas Emilio Atehortúa y Pedro Morales Pino, así como sinfonías dirigidas por Andrés Orozco-Estrada o piezas interpretadas tanto por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia como por la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Gustavo Diament, director general de Spotify para América Latina, la otra grande del negocio, también tiene una porción de la tocata: “Hay una demanda por todo tipo de música. Trabajamos bastante duro para tener un amplio catálogo de música clásica. Tenemos aplicaciones exclusivas para que la experiencia de los consumidores de este género sea gratificante. Para nosotros no es un género de nicho; es tan importante como cualquier otro estilo musical”. De ahí que “nuestra
LA MÚSICA
CLÁSICA SUENA EN LA ERA DIGITAL ¶ Aprovechamos el marco del Cartagena VIII Festival Internacional de Música para sacar cuentas y analizar el movimiento digital de este género que tiene más de mil años de historia disponibles en la web.
El amor aquí y allá “¿Qué hay en un nombre?”, le pregunta Julieta a Romeo en la inmortal obra de Shakespeare. “Si llamáramos a la rosa por otro nombre, seguiría teniendo su dulce fragancia”. Parece ser cierto: en los grandes amores los nombres no importan, las historias sí. Tal vez por eso el compositor Leonard Bernstein se tomó la libertad de rebautizar a los amantes como Tony y María. Reubicándolos en la Nueva York pandillera de los años 50, mostró al mundo una de sus creaciones más aclamadas, primero como obra de teatro y luego como película: la inmortal West Side Story. El pasado domingo en la plaza San Pedro tuvimos la oportunidad de revivir las melodías de West Side Story en el arreglo para dos pianos de las hermanas Katia y Marielle Labèque. Fueron desfilando los temas de amor, pero también los ritmos de una cultura que en su momento era considerada callejera y hoy es objeto de deleite consolidado. Fue grato corroborar el genio del estadounidense Leonard Bernstein expresado en su dominio de estilos como el blues, el mambo y el chachachá. A las hermanas Labèque las acompañaron los percusionistas Gonzalo Grau y Raphael Seguinier, acentuando ese toque latino con el que coqueteaba el compositor. Ese detalle desencadenó la ovación final. Y claro, las escenas de la película, los trazos de la historia de amor, quedaron en la mente durante el breve intermedio, justo lo suficiente para que el corazón se preparara a escuchar la siguiente obra. De una historia romántica, en el sentido amoroso, pasamos a una serenata del Romanticismo, es decir, del período histórico en que los sentimientos eran la materia prima de todas las artes. La Orquesta Orpheus apareció en el escenario para interpretar la muy sentimental Serenata en do mayor opus 48 de Tchaikovsky. El Cartagena Festival Internacional de Música siempre se ha distinguido por una curaduría impecable, pero me gusta pensar que en este caso la relación sutil entre las dos obras fue más un producto del azar. La Rusia de 1880 y la Nueva York de 1950 no tienen por qué parecerse, salvo en lo que es esencial a la especie humana. El amor, que se expresa de mil maneras. Y la noche del pasado domingo fue una corroboración del alcance de esas expresiones. * Escritor y periodista musical.
EL PENTAGRAMA Periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música.
PRESIDENTA: Julia Salvi. DIRECTOR GENERAL: Antonio Miscenà. DIRECTORA EJECUTIVA DEL FESTIVAL: Mónica Alzate Sierra. SOCIO FUNDADOR: RCN, Ennovva y Postobón. SOCIOS: Cine Colombia y El Espectador.
DIRECTORA DE EL PENTAGRAMA: Paula Ojeda. EDITOR GENERAL: Juan Carlos Piedrahíta. COLABORADORES EL PENTAGRAMA: Juan Carlos Garay, Santiago La Rotta, Fernando Gómez, Juan David Torres, Edwin Bohórquez, Adriana Marín, Alexánder Klein y Álvaro Tinjacá. DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN: Julio César Carrero Ladino - El Espectador.
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Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 06/01/2014, Hora = 02:48:57 p.m., Página= 18, Usuario = wNiampira
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La Orquesta de Cámara Orpheus en la plaza San Pedro, luego de interpretar ‘Serenata para cuerdas en do mayor Op. 48’, de Tchaikovsky. / Wilfredo Amaya
ElPentagrama Sergio Assad durante su presentación el domingo en el Centro de Convenciones Cartagena de Indias, en la Serie Música del Nuevo Mundo. / Joaquín Sarmiento - El Pentagrama
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Los hilos del Festival
MANZUR, el titiritero ¶ ‘El traje a través de la historia de la ópera, la zarzuela, el ballet clásico y folclórico’, es la exposición con la que Jaime Manzur mostrará su trabajo con marionetas. Perfil de un artista integral.
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ADRIANA MARÍN *
No sabemos con certeza cómo fue su infancia. Sabemos que tuvo una madre artista que lo acompañó y que lo vio crecer. La vio pintar y escuchó su música. Tuvo un hermano, David, y una hermana, Sara. Él se dedicó a la pintura y ella al canto y a la escritura. Él, Jaime, quiso ser titiritero. Su arte surgió en otra dirección. “El otro Manzur” fue el nombre que le dio la revista Semana en los ochenta. Pero no ha de ser observado como el otro. Él es él, no otro. Es el de las marionetas y el teatro, el de la zarzuela y la ópera, el de las pinceladas y los rostros, el de los cuerpos de madera. Él, detrás del telón; adelante, los niños y los grandes. Él escuchán-
dolos acomodarse, él escuchándolos reír, oyendo cómo los niños les gritan a los muñecos, convencidos de que están siendo escuchados. Él entre un mar de aplausos, con el corazón palpitante, y esa sensación de gloria en un teatro lleno. La primera vez que sintió esa emoción fue a los 15 años. A esa edad ya tenía conocimientos de música, de danza, de teatro, de escultura y de literatura. Tenía la capacidad de dirigir su propio espectáculo, de ópera, de zarzuela. Y lo hizo. Fueron algunos actos, solamente, en un teatro de Armenia, cuando esa ciudad todavía no era capital del departamento del Quindío, cuando éste todavía no existía, siquiera, separado del departamento de Caldas. Después vinieron muchas presentaciones más, en otros lugares, en otras ciudades. Jaime Manzur nació en Guinea
Ha recorrido escenarios de Colombia, de América y de Europa, con obras como ‘La traviata’, ‘La bohemia’, ‘María Fernanda’, ‘Carmen’ y ‘Norma’, con marionetas hechas y engalanadas por él, con los vestidos que corresponden a sus épocas.
Ecuatorial, en África, es de madre colombiana y tiene raíces libanesas. Fue en España donde se le entró el bichito. “Yo creo que fue el movimiento del mar el que me hizo moverme”, le contó a Andrés Hoyos en una entrevista para el diario El Tiempo. Estaba en el colegio y no quería, como sus amigos, quedarse en casa viendo muñequitos animados. Se iba entonces para los teatros a escuchar música clásica. Sus amigos, cuenta, tenían cuarenta, cuando él todavía era un niño de colegio. A ellos les gustaba Popeye; a él no. Prefería el teatro victoriano y moría de risa leyendo a Molière. Luego, más grande, ya viviendo en Colombia, entró a hacer parte del Ballet Nacional de Medellín y se interesó por el folclor. Sus amigos eran reconocidos. Delia Zapata Olivella, Plácido Domingo, el padre, y así. De ese porte. Con Zapata Olivella empezó a interesarse por el folclor y por la danza. Llegó a ser primer bailarín. Y eso, junto con su gusto por el teatro y por la música y las habilidades manuales que había aprendido de las clases de pintura que le daba su hermano David, dieron como resultado su quehacer en la ópera y la zarzuela. Con ello, también, fueron apareciendo sus marionetas. Se dedicó a ellas y entregó su vida a darles una categoría elevada y a romper los prejuicios que persisten alrededor de ellas. A mostrar que son arte y no sólo un medio de recreación infantil. Ha recorrido escenarios de Colombia, de América y de Europa, con obras como La traviata, La bohemia, María Fernanda, Carmen y Norma, con marionetas hechas y engalanadas por él, con los vestidos que corresponden a sus épocas. Todas las conocía a la perfección porque, dice él, nunca monta una obra sin sabérsela de memoria. Y en ellas participa en todo, desde la dirección hasta el vestuario y la escenografía. En él, el arte es uno solo. Y funciona mientras haya disciplina. Cada una de sus marionetas, cada una de sus zarzuelas, las hace con extremos cuidado, con extremo detalle, porque ama lo que hace y ama el sonido de los aplausos detrás del escenario, cuando la misión se cumplió y los grandes y los chicos del otro lado se emocionaron con sus historias. De enero 7 al 11, 9:00 a.m. - 5:00 p.m. Funciones de ópera en marionetas, 5:00 p.m. Museo de Arte Moderno de Cartagena. * Periodista de Revista Cromos