Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 06/01/2014, Hora = 02:21:55 p.m., Página= 15, Usuario = wNiampira
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Prográmese hoy con el Festival » A las 11:00 a.m., en la capilla de Sofitel Legend Santa Clara, se realizará el conversatorio Una orquesta sin director: Orpheus, evento moderado por Fidel Cano, director de este diario. » De Pedro y el lobo de Prokófiev, Petrushka de Stravinski, y la Serenata para cuerdas de Tchaikovsky se compondrá la Noche Rusa del Festival en el Teatro Adolfo Mejía, a las 7:00 p.m. Una cita imperdible en la que podrá disfrutar de
música orquestal, piano solo y la narración a cargo de Ómar Porras.
» En la plaza San Pedro, a las 10:00 p.m.,
disfrute del concierto en que Francia e Italia se unen en un programa variado con lo más destacado de este encuentro cultural. Trasmisión en vivo por Señal Colombia y en diferido por Nuestra Tele Señal Internacional a las 10:30 p.m., y por NTN24 a las 12:00 p.m.
‘La oreja pasiva’, pieza artística deJim Amaral y símbolo del Festival Internacional de Música de Cartagena.
4 ElPentagrama ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Acerca de ‘Pedro y el lobo’
La inmortalidad en clave de fábula ¶ Compuesta por Serguéi Prokófiev, esta puede ser una de las piezas más reconocibles en la música clásica. Una obra hecha para niños que llega al alma de todo tipo de público. SANTIAGO LA ROTTA
slarotta@elespectador.com @troskiller
Algunos lo recuerdan como un personaje de pocas palabras, incluso hosco. Una persona altiva, con porte de hombre de mundo, vestido a la moda y un trato algo arrogante. Un compositor entregado a su música y al ajedrez. Más allá de sus modales distantes, Serguéi Prokófiev fue una fuerza creativa importante: un compositor que logró incrustarse en la inmortalidad de la música clásica y que, en un mundo lleno de erudición y seriedad, alcanzó su mayor reconocimiento (acaso su mayor éxito) con una fábula infantil. Detrás de Pedro y el lobo estaba un músico versado y creativo, claro, pero ante todo había un niño, un creador encantado con el universo que proponen las historias infantiles y que, a mediados de 1930, asistía con cierta religiosidad al teatro de Natalia Satz, en Moscú. Para 1936, Prokófiev se había convertido en amigo de Satz, quien le propuso que compusiera una pieza para su teatro infantil. La obra fue escrita completamente en unas pocas semanas, según recuerda Satz, y para finales de abril de ese año, Pedro y el lobo estaba lista para entrar en la historia. Claro, este es un tránsito que no suele hacerse con facilidad. Una verdad apenas obvia que, en este caso, significó un estreno exitoso, pero no glorioso. La gloria vino luego de la muerte del compositor, en 1953, según recordó la primera esposa del compositor, Lina Prokófiev (quien, por cierto, también narró la fábula para una función de beneficencia en Nueva
/ Ilustración - Stella Basile
York en 1985). ¿Qué es eso de la gloria? En números puede resultar difícil cuantificarla (¿cuántas presentaciones de la Novena sinfonía de Beethoven se han realizado, por ejemplo?), pero la medida del éxito de la pieza de Prokófiev puede calcularse en otros términos. David Bowie (leyenda del rock) y Eleanor Roosevelt (esposa del expresidente norteamericano Franklin D. Roosevelt) se encargaron de narrar la historia escrita por el mismo Prokófiev acerca de cómo Pedro logra capturar al lobo, ade-
más de salvarle el pellejo al convencer a los cazadores del bosque de llevar al animal al zoológico. Peter Ustinov, actor y ganador de dos premios Óscar, se hizo a un Grammy por su narración de Pedro y el lobo en una presentación bajo la conducción de Herbert von Karajan. Aunque resulta difícil explicar con absoluta certeza el por qué la composición de Prokófiev resulta tan entrañable, por qué su melodía se convirtió en un referente casi obligado para audiencias de todas las edades y ubicaciones
geográficas, una cosa es cierta: buena parte del genio del maestro ruso estuvo en la escogencia de los instrumentos y los tonos para cada personaje. Claro, es una hipótesis que se hace con las cartas jugadas, con 80 años de presentaciones de Pedro y el lobo detrás, pero aún así es complicado imaginar a Pedro sin las cuerdas que lo identifican (casi juguetonas, pero en una línea decidida, acaso valiente) o al lobo sin los vientos que convocan una sensación de peligro y angustia. La unión entre la emoción que invoca el personaje y el instrumento que lo representa es una de las claves más evidentes de esta obra. Evidente, pero no por eso menos importante de lograr. Sin ser efectista, aun guardando la sutileza, la partitura de Prokófiev se entrega plena, logra su objetivo con comodidad sin sacrificar altura: cumple, pero lo hace con belleza. “Lo más importante es encontrar un lenguaje común con los niños”, le dijo en su momento el compositor a Satz. Ese vínculo con su audiencia pasó por la redacción del texto, que en un principio fue comisionado a un poeta. Prokófiev no aprobó la rima ni las figuras del texto original y redactó uno más directo. “Una hermosa mañana, Pedro abrió la reja del jardín y salió a la ancha y verde pradera”. La primera línea de una aventura que, evadiendo la política en una de los peores momentos de Rusia bajo Stalin, establece una empatía inmediata y duradera mediante el carisma de unos personajes que, más que creaciones de ficción, terminan por ser compañeros de vida. La eternidad hecha fábula. Enero 7, 7:00 p.m. Teatro Adolfo Mejía. www.primerafila.com
FERNANDO GÓMEZ GARZÓN *
Stravinski en La Popa Tras el hermoso recital que ofrecieron Sara Mingardo y el Concerto Italiano en el Convento de La Popa el año pasado y un viaje a Venecia que incluyó el Stabat Mater de Vivaldi, las expectativas sobre lo que podría ocurrir en esta ocasión en la bucólica intimidad del claustro, la noche del 5 de enero, eran más bien altas. Claro, algo hay entre el encanto fácil y contagioso de Vivaldi, insigne representante del Barroco, y la expresividad difícil y a veces impredecible de Stravinski, referente obligado de la transformación musical del siglo XX. Sin embargo, no fue precisamente Stravinski (como ha sido su costumbre) el encargado de hacer sentir al público un tanto incómodo, cuando no francamente enfadado. La mezzosoprano Cristina Zavalloni, acompañada al piano por Andrea Rebaudengo, abrió el concierto con una serie de piezas breves compuestas por Stravinski durante su estadía en Suiza en 1914, con las que, llevado por la nostalgia, quiso evocar el folclor ruso y, en especial, la sonoridad y la musicalidad de las palabras más allá de su semántica. La gracia de Zavalloni para interpretar la serie Pribaoutki (Kornilo, Natashka, El coronel, El viejo y la liebre, El búho y el gatito y Tilim-Bom) fue apenas suficiente para introducir al público en las honduras de Stravinski. Pero acaso las cancioncillas hayan resultado demasiado breves para disfrutar con mayor concentración a la italiana. Las expectativas quedaron cargadas, entonces, en el tema de fondo, La historia del soldado, una pieza extraña de teatro que, como lo anunció Ómar Porras, quien hizo las veces de narrador, no es ni cantata, ni ballet, ni música para escena, pero que es, efectivamente, la narración de una historia, aunque con evidente economía de recursos, como lo obligaba la guerra: la de un soldado que, de regreso a su pueblo, decide venderle su alma (su violín) al diablo a cambio de fortuna. Independientemente de la interpretación de la Orquesta de Cámara Orpheus, lo que fue menguando poco a poco la paciencia de gran parte del público fue la decisión de Porras de narrar la historia no en español sino en francés. Apercibido del libreto, Porras recitó la obra con cierta simpatía, insuficiente para la paciencia de quienes no sabían francés y de quienes, además, esperaban mucho más música y menos teatro. Una lección más para el Festival. * Jefe de redacción revista Cromos.