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cultura
Más cultura para salir de la crisis 10/02/2014 07:23
Fernando Rueda. Politólogo. Director del Observatorio de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas Demostrar que el sector cultural tiene una gran capacidad de generación de riqueza, crecimiento y empleo ha sido una de las preocupaciones de no pocos analistas investigadores y otros agentes durante las últimas décadas. Desde distintos enfoques, partiendo de muy diferentes premisas sobre qué sectores productivos forman parte de eso que llamamos industrias culturales y creativas, la lista se amplía o se reduce en función de corrientes de opinión o intereses concretos.
Las opciones son amplias: desde aquellas que incluyen solo a las industrias clásicas (cine, música y libro), a otras que añaden las de contenidos y entretenimiento, de comunicación, o todas las relacionadas con la propiedad intelectual, u otros sectores anejos, culturales o creativos, como el turismo cultural, el diseño, la publicidad o la arquitectura. O incluso aquellas que no son puramente industrias en tanto que productoras de bienes de consumo en serie, como los museos, el patrimonio, las artes escénicas, o las artes visuales.
"Se han generado en los últimos años datos interesantes sobre el aporte de la cultura a la economía, como su peso relativo en el PIB"
Desde cualquiera de estos enfoques, se han generado en los últimos años datos interesantes sobre el aporte de la cultura a la economía, como su peso relativo en el PIB, el volumen y perfil del empleo cultural, el peso de las exportaciones o los niveles de consumo cultural, etc. Entre los factores que influyen positivamente, consideramos que las industrias culturales y creativas tienen generalmente altas tasas de retorno de inversión, altos niveles de competitividad en comparación con otros sectores y un capital humano más cualificado. El centro de las políticas culturales debe ser el ciudadano Además, para abordar las bondades de la cultura se añaden -y se mezclan- argumentos relativos a su capacidad para generar cohesión social, riqueza patrimonial, valores, símbolos e identidades, capacidad crítica o desarrollo de la libertad personal y colectiva. Y con todo ello, el debate genera algunas controversias en cuanto a las políticas que a partir de esos argumentos se deben poner en práctica.
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No debemos olvidar, en cualquier caso que el sujeto de las políticas relacionadas con la cultura, no es la industria cultural en sí, o los creadores, productores, editores u otros intermediarios, sino, como en el resto de políticas públicas, el centro de las mismas no es otro que el ciudadano. El apoyo al sector cultural y creativo en este sentido debe ser un medio instrumental. En la cultura hoy se está dando una crisis en tres dimensiones (económica, estructural, e ideológica): En medio de la actual crisis económica en España, que ha penalizado el consumo cultural y ha desmantelado el sistema de apoyos públicos a la cultura que venían funcionando hasta ahora, hay que sumar una crisis estructural más de fondo, debido a la revolución tecnológica y digital que está transformando los hábitos de consumo y ha puesto en cuestión no pocos modelos de negocio de la era analógica. Y en el fondo se trata también de una crisis de ideas y valores, en la que se cuestiona el papel del Estado y de la esfera pública en los asuntos culturales, en los que ganan terreno aquellas propuestas políticas que priman las leyes de mercado y la desaparición de los servicios públicos no esenciales, entre los que figuran muchos de los servicios culturales. El peso de los intereses de esta economía ha llegado a tener tanta influencia en decisiones de Gobierno que cada día nos encontramos con decisiones que sitúan a la cultura únicamente como parte del negocio del entretenimiento, tanto en su faceta pública (y en el castigo consiguiente a usuarios y empresas como subidas de impuestos y recortes en los apoyos), como en su defensa de los sectores tradicionales y más reacios a los cambios.
Es primordial cortoplacistas
revertir
las
medidas
Pero el sector cultural en tanto que sector productivo es, por muchos motivos, una interesante apuesta para un nuevo modelo que ayude a consolidar un sistema económico más fuerte y sostenible. Si bien no hay soluciones a corto plazo, si es primordial revertir las medidas cortoplacistas que se han tomado en los últimos tiempos.
"En cuanto a la financiación, dado que el sistema de subvenciones toca a su fin y no ha sido sustituido por un modelo alternativo"
Entre otras posibles soluciones, se puede apostar por el desarrollo de una verdadera política industrial para la cultura, por generar políticas culturales redistributivas, por invertir en innovación social y cultural y por impulsar lo más posible el acceso al entorno digital… En primer lugar se trataría de llevar a cabo una reforma fiscal para el sector: España es el país de la Eurozona con el IVA cultural más alto. Frente a una media del 8%, nuestros productos soportan un IVA del 21%. Los recortes en los presupuestos del Estado y de las administraciones autonómicas y locales han sufrido drásticos ajustes en los últimos años, en algunos casos hasta el 80% y muchas partidas prácticamente han desaparecido. En segundo lugar se debe llevar a cabo una actualización en toda regla del marco legislativo que tenga en cuenta la actual revolución digital. A causa de la irrupción de lo digital, los derechos de autor y de propiedad intelectual han sufrido un gran desajuste. Aparecen a la vez, nuevos modelos como la gestión colectiva de derechos de autoría que buscan mayores equilibrios entre el derecho de autor y la necesidad de la sociedad de acceder a la información, el conocimiento y la cultura; o cuestiones como el papel de los productores de contenidos y los proveedores de telecomunicaciones en el entorno digital o la distribución de ingresos por propiedad intelectual entre el creador, el productor, el consumidor y el distribuidor. Se hace imprescindible una adecuación y actualización de políticas y leyes de modo que nuestras industrias
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sean más competitivas y el capital humano en cultura sea una inversión fundamental. En cuanto a la financiación, dado que el sistema de subvenciones toca a su fin y no ha sido sustituido por un modelo alternativo, hace falta un nuevo marco político que ofrezca el debido reconocimiento social a creadores y empresas, un cambio en la cultura organizativa de las instituciones culturales públicas para una más eficaz búsqueda de financiación privada o el control, la transparencia y la responsabilidad de las entidades involucradas en el mecenazgo. También focalizar en el apoyo al acceso a la cultura por parte del ciudadano.
Habría que mejorar la competitividad de la cultura Por último, convendría apoyar mejor la competitividad de la cultura española en un mercado global. Los nuevos mercados que se mueven por este nuevo entorno digital, se ven afectados por diversos factores entre los que destacan las condiciones de acceso y la persistente brecha digital, la concentración de las redes de distribución de contenidos culturales, los desequilibrios regionales internos y la ausencia de políticas públicas claras. En el mercado mundial de las industrias culturales, la Unión Europea figura como primer exportador y primer importador de contenidos culturales. Sin embargo, el peso de España dentro de la UE, es muy inferior al de su potencial económico o el de su población. El español, lengua materna de uno de cada 15 habitantes del planeta y los crecientes niveles de formación y educación de su población, sobre todo en América Latina y en el mundo hispano de Estados Unidos, abren una gran oportunidad para el sector cultural de España. La cultura crece con el acertado apoyo público, con el impulso de la sociedad civil y el valor que realmente le otorga el ciudadano y el creador, con la conjugación de elementos y disciplinas que se dirigen hacia el emprendimiento social con base tecnológica y con la generación de espacios propios para la creatividad y la cultura en mercados globales que permitan realizar mejores inversiones. # Fernando Rueda es politólogo, consultor internacional, investigador y asesor en políticas públicas en los ámbitos de la educación, la cultura, la comunicación y la cooperación internacional para el desarrollo. Actualmente es Director del Observatorio de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas y subdirector de Estudios de Progreso. Ha dirigido proyectos de cooperación con diversos organismos internacionales, como la Comisión Europea, UNESCO, OEI, OIF, CPLP, ALECSO, CEPAL o BID. Ha sido coordinador del área de cultura de la OEI y de las Conferencias Iberoamericanas de Ministros de Cultura (2000 -2007). Ha diseñado y ejecutado decenas de proyectos y encuentros internacionales, seminarios y conferencias con la participación de universidades, ONGs, instituciones públicas y privadas y autoridades públicas nacionales y locales. Ha sido Director del Centro Cultural de España-AECID en República Dominicana. Ha coordinado los Campus Euroamericanos de Cooperación Cultural (2000-2007), y el Foro de Industrias Culturales (2010-2013). Fundador y miembro de redes profesionales en cultura, como Iberformat, Interlocal, o la Red Europea de Expertos de la Cultura
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