DON VASCO DE QUIROGA, ORADORES, TATA-OBISPO P. FIDEL GONZÁLEZ HERNÁN EJEMPLAR 1

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don vasco de quiroga

ORADORES TATA - OBISPO

(PADRE-OBISPO) DE LOS INDIOS P. FIDEL GONZÁLEZ HERNÁNDEZ


P. Fidel González Fernández El 14 de marzo de 2017, el P. Fidel González Fernández, fue el orador invitado por la Universidad Vasco de Quiroga al homenaje que anualmente rinde a Don Vasco de Quiroga. Recogemos aquí el discurso que pronunció. Fidel González Fernández, sacerdote y misionero comboniano, nació en Aller (Asturias, España) EL 15 abril de 1943. Estudió en el Seminario Metropolitano de Oviedo y en el Instituto de los Misioneros Combonianos, en España, Inglaterra e Italia. Sacerdote desde 1967, trabajó como misionero en África (Uganda), Europa y América Latina. Es doctor en Teología, en Historia, doctor honoris causa en Humanidades por la UPAEP de Puebla (México), y diplomado e archivística. Estudió también periodismo en Madrid. Trabajó en el campo del periodismo en África y como director de la revista misionera Mundo Negro (Madrid), moderador en las Semanas de Estudios de Misionología en España, miembro de varios organismos culturales, presidente del Instituto Histórico Misionero Studium Combonianum, director de la revista histórica Archivo Comboniano. Ha sido rector mayor del Pontificio Colegio Urbano de Propaganda Fide. Es también miembro fundador del Instituto de Estudios Históricos y Teológicos Guadalupanos, así como catedrático de Historia de la Iglesia en las Pontificias Universidades Urbaniana y Gregoriana de Roma; consultor de las


Congregaciones Vaticanas de las Causas de los Santos, de la Evangelización de los Pueblos y colaborador en varios organismos vaticanos (Educación Católica; Seminarium; P. C. para la Cultura: Proyecto de Historia Cultural de A. L., en simposios de carácter históricos; en el P. C. para los Laicos), y coordinador de los estudios históricos en los Archivos Vaticanos de Propaganda Fide. Como presidente de la Comisión Histórica Vaticana, participó en la canonización del indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Ha publicado varios libros sobre el tema: El Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego (en colaboración); Guadalupe: Pulso y Corazón de un Pueblo. El Acontecimiento Guadalupano, cimiento de la fe y de la cultura americana (Editorial Encuentro, Madrid, 2004). Es canónico honorario de la N. e I. Basílica de Guadalupe (México). Tiene en su haber una amplia bibliografía de libros de carácter histórico. Entre ellos se encuentra México, tierra de mártires (Ediciones San Pablo, Editorial Alba), Historia de la persecución católica en México (Tlaquepaque, Jalisco, 2002-2003) y Sangre y Corazón de un pueblo. Los mártires de Cristo (Arquidiócesis de Guadalajara-UVAQ, Morelia 2013).


DON VASCO DE QUIROGA “TATA-OBISPO” LOS INDIOS”

(“PADRE-OBISPO”)

DE

P. Fidel González Fernández Los indígenas lo llamaban “tata” (padre). Era jurista, abogado, oidor (juez) de la Segunda Audiencia de la Nueva España, reformador, primer obispo de Michoacán, apóstol de los tarascos y chichimecas, promotor de la justicia y del desarrollo de los pueblos indígenas. Con plena razón Don Vasco de Quiroga es considerado como uno de los padres-apóstoles fundadores de la Iglesia en la Nueva España (y por lo tanto en México). Los obispos latinoamericanos y Juan Pablo II lo recuerdan siempre en sus discursos. Es considerado una de las mayores figuras misioneras de los tiempos modernos. Don Vasco de Quiroga había nacido entre 1470 y 1478 en Madrigal de las Altas Torres, “madriguera de recios hombres”, como la llamó el poeta Miguel de Unamuno, la misma villa que había visto nacer a la reina Doña Isabel la Católica. El joven Vasco estudió jurisprudencia en Salamanca. Perteneció al cuerpo de Letrados que reemplazó a la nobleza en la Corte de los Reyes Católicos. Todos en la Cancillería de Valladolid, sede de los altos tribunales de justicia 4


españoles de la época: del Reino de Castilla-León, conocían su integridad y entereza de ánimo. Por ello el obispo de Badajoz, encargado por Carlos V para instituir la Segunda Audiencia de México pensó en el jurista castellano. De México llegaban numerosos informes, sobre todo por parte de su obispo Don Juan de Zumárraga, sobre los desmanes cometidos por los miembros de la Primera Audiencia (Nuño de Guzmán, Matienzo y Delgadillo) contra indios y españoles (habían incluso desposeído y encarcelado a Hernán Cortés). El obispo Zumárraga pedía al emperador nuevos jueces, “una persona, escribía, que fuese amigo de Dios y de toda virtud… y que saque de raíz las cizañas y procure hacer justicia”. Fue así como a propuesta del obispo de Badajoz fueron nombrados los nuevos oidores-jueces: el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal de Santo Domingo como presidente y a los licenciados Vasco de Quiroga, Alonso Maldonado, Francisco Ceynos y Juan Salmerón como oidores. Esta Segunda Audiencia novohispana (mexicana) pasará a la historia por su reforma de la justicia y de la vida ciudadana. Formaban parte de ella auténticos letrados y hombres justos.

Rumbo a México

Los nuevos Oidores zarparon de Sevilla rumbo a México el 16 de septiembre de 1530 y llegaron a 5


la ciudad de México a principios del año siguiente. La emperatriz Isabel en nombre de su marido, el emperador Carlos I-V, les había dado claras instrucciones: debían informar sobre la tierra mexicana, y sobre las cualidades y méritos de sus moradores, apoyar al obispo Fray Juan de Zumárraga en su oficio de protector de indios, luchar inexorablemente contra la esclavitud de los indios que ya prohibían las leyes del Reino, impedir el amancebamiento de los españoles, fuese con españolas o con indígenas, y favorecer el poblamiento, entre otras. Los nuevos oidores-jueces cuya misión era la de administrar la justicia y la de supervisar la gestión y el comportamiento de las autoridades civiles procesaron a sus predecesores. Todos los habitantes podían acudir al tribunal para quejarse de los agravios recibidos. Los tres oidores-jueces de la Primera Audiencia, auténticos tiranos, fueron condenados y mandados en cadenas a España donde expiarían sus culpas.

El “tata” de los indígenas

Don Vasco de Quiroga era ya un hombre maduro cuando trabajó en México. Ya en México tomó conciencia de las vejaciones que sufrían los indígenas y en carta a Carlos V del 14.VIII.1531 le expuso con 6


claridad lo que habrían de ser sus famosos puebloshospitales. El emperador aprobó su proyecto y el maduro oidor puso manos a la obra fundando el primer hospital, el de Santa Fe, a dos leguas de la ciudad de México, en 1532. Cuentan los testigos que desde el primer momento su presencia fue como una “cálida presencia de la humanidad de Jesucristo entre los más desvalidos”. El magistrado castellano ponía su mano curativa en las llagas sociales que encontraba y lograba crear alrededor de sí lugares humanos de encuentro no contaminados por la violencia y donde la gente comenzaba a gustar la experiencia cristiana. Nacieron así las famosas experiencias de los hospitales pueblos que se encuentran a la base de la evangelización del México centro septentrional. El amor a los indígenas fue el estilo de su vida. Escribe su fiel secretario y compañero, Cristóbal Cabrera: “Este varón, que despreciaba las riquezas y llevaba una vida frugal, que no tenía más ambiciones que la de convertir infieles por amor a Dios, empleó para ese fin en obras buenas y piadosas, con suma liberalidad y alegría, todo lo sobrante del salario que recibía del Rey por su oficio de oidor, y luego, siendo ya obispo, cuanto podía adquirir por razón de subvenciones y de réditos eclesiásticos. Efectivamente, de su propio 7


peculio compró y cultivó las tierras de dos pueblos, los cuales, situados cerca de las dos grandes ciudades de México y de Michoacán, fueron formados también a sus expensas. En ellos edificó y acondicionó edificios destinados a hospedar, alimentar e instruir en la fe a los infieles venidos de cualquier parte. A uno y otro conviene perfectamente el título, por lo demás insigne e ilustre, que él les puso de Santa Fe”.

En las tierras de Michoacán

En 1533 Don Vasco de Quiroga tuvo que enfrentarse con uno de los mayores desastres creados por la arrogancia de sus predecesores de la Primera Audiencia en las tierras de Michoacán, donde el rey de los tarascos había sido condenado a muerte. Sus habitantes se habían dispersado por los montes y rechazaban todo contacto con los recién llegados españoles. El trabajo de los misioneros franciscanos resultaba inútil. El nuevo oidor llegó a la antigua capital tarasca Tzintzuntzan en compañía de un escribano, un aguacil y un intérprete. Recorrió montes y cañadas; visitó poblados y campamentos indígenas. El oidor sin armas ni soldados despedía una atracción irresistible. Invitaba a los indígenas a reunirse en los pueblos-hospitales que él iba fundando garantizándoles defensa y seguridad. Quería que aquellos pueblos-hospitales fueron una visible y atractiva irradiación del Evangelio. 8


“Encarnaban un noble ideal de fraternidad humana y cristiana, un ideal de trabajo en común y reparto equitativo de los bienes, de educación humana y cristiana y de formación de hábitos de economía y trabajo”. (Paulino Castañeda). El oidor se había convertido en administrador de la justicia, defensa de los indígenas, promotor de su progreso, fundador de pueblos y sobre todo en apóstol laico. Pertenece a esta época su famosa Información en Derecho (1535) contra la esclavitud y en defensa de los derechos de los indígenas. Don Vasco nos testimonia cómo los indígenas sacrificaban a sus prisioneros de guerra, o los vendían como esclavos perpetuos y cómo existía entre ellos una especie de auto venta perpetua, desconocida en Europa. Sólo una verdadera experiencia cristiana podía cambiar aquella situación y cambiar también los desmanes de algunos conquistadores, sobre todo en la sangrienta y violenta conquista llevada a cabo bajo el mandato del oidor Nuño de Guzmán. Por ello la corona española y el obispo de México Zumárraga querían crear una nueva diócesis que se encargase de la evangelización de aquellas regiones del centro-norte de México (Michoacán y territorios aledaños, hasta entonces todavía no conquistados por los españoles). La nueva diócesis fue erigida por Paulo III en 1536. Pero no se encontraba un obispo 9


dispuesto a enfrentarse con tan ardua empresa. Los dos primeros elegidos no habían aceptado. ¿Quién podía entonces fundarla mejor que aquel reconocido apóstol seglar? Algunos altos funcionarios Zumárraga lo propuso al emperador como su primer obispo. Así escribe Zumárraga en 1537 al Consejo de Indias en España: “De la elección que su Majestad hizo en la persona del abogado Quiroga para Mechoacán tengo. Actualmente ésta Arquidiócesis está a la cabeza de cuatro diócesis ubicadas geográficamente en el Estado de Michoacán que conforman la Provincia Eclesiástica de Morelia. Anteriormente poseía un vasto territorio que incluía varias regiones en el centro del país. El día domingo 4 de enero de 2015, después del Ángelus, el papa Francisco anunció su creación como Cardenal de la Santa Iglesia Romana en el Consistorio del 14 de febrero del 2015, al entonces Arzobispo de Morelia, Don Alberto Suárez Inda, siendo el primer Arzobispo a cargo de esta Arquidiócesis en recibir esta distinción. Su actual Arzobispo es Carlos Garfias Merlos, 9º. Arzobispo de Morelia desde el 05 de noviembre del 2016. Algunos templos en la arquidiócesis que destacan por su magnitud y belleza: Catedral de Morelia.- El templo de estilo barroco más alto de América. 10


Basílica de Nuestra Señora de la Salud en Pátzcuaro, Michoacán. Templo de la comunidad de Tupátaro llamado popularmente la capilla sixtina michoacana, por su bello artesonado. La Santa patrona del Arzobispado (Arquidiócesis de Morelia) es la Virgen María Inmaculada de la Salud de Pátzcuaro. Don Vasco de Quiroga Tata Vasco fue el primer obispo de Michoacán, protector y promotor de los primeros habitantes de la región. San Bernabé de Jesús Méndez (Tarímbaro Michoacán. 1880 – Valtierrilla Guanajuato. 1928) es el primer Santo diocesano. La antigua Diócesis de Michoacán fundada en 1535, ahora Arquidiócesis de Morelia a partir del año 1924, ha sido gobernada por 35 Obispos y Arzobispos. 1526 Erección de la diócesis de Puebla. 1530 Erección de la diócesis de México. 1535 Erección de la diócesis de Oaxaca. 1534, el Emperador Carlos V expresa su intención de fundar nuevas diócesis en las provincias de Michoacán, Oaxaca y Coatzacoalcos. 1536 Erección de la Diócesis de Michoacán el 11


11 de agosto de 1536. El Papa Paulo III erigió la diócesis con la bula “IIIius fulciti praesidio”, convirtiéndose en la cuarta diócesis más antigua de México. La sede tendría por cabecera la “ciudad de Michoacán”, que en aquellos días se le daba tal título a Tzintzuntzan. 1554 Don Vasco trasladó la sede de Tzintzuntzan a Pátzcuaro, acto que fue aprobado por el Papa Julio III. 1580 El tercer obispo de Michoacán, Don Juan de Medina Rincón, O.S.A., trasladó la sede de la ciudad de Pátzcuaro a la ciudad de Valladolid (hoy Morelia) donde permanece hasta nuestros días. 1828 se cambia el nombre a la ciudad de Valladolid por el de Morelia en honor de José María Morelos y Pavón, originario de la misma ciudad. 1863 Es elevada a Arquidiócesis el 26 de enero del mismo año. El Papa Pío IX decreta con la bula Catholicae Romanae Ecclesiae la creación de la Provincia de Michoacán y elevó la antigua Diócesis de Michoacán a Arquidiócesis de Michoacán, dándole como diócesis sufragáneas la Diócesis de León, la Diócesis de Querétaro, la Diócesis de San Luis Potosí y la Diócesis de Zamora. 1924 Cambio de nombre, el 22 de noviembre del mismo año. Se cambia el nombre de Arquidiócesis de Michoacán por Arquidiócesis de Morelia. 2006 El Papa Benedicto XVI redujo el territorio 12


de la Arquidiócesis de Morelia el 25 de noviembre, al cederle parte del mismo a la Diócesis de León que es elevada al rango de Arquidiócesis (anteriormente pertenece a la Arquidiócesis de San Luis Potosí). Quedan encomendadas a su administración las diócesis de Celaya, Irapuato y Querétaro. Por cierto y siento con muchos que ha sido una de las acertadas que su Majestad ha hecho en estas partes”. Había sido nombrado en 1536 y será consagrado en 1538 por el mismo Zumárraga: diácono, sacerdote y obispo. El laico con corazón de apóstol llegaba a convertirse así en sucesor de los apóstoles. Contaba entre 64 y 67 años.

El “tata-obispo” de los indios michoacanos

Estableció su sede primero en la antigua capital tarasca de Tzintzuntzan y más tarde en la encantadora Pátzcuaro. El Señor le concedería todavía años de apostolado fecundo. Aquí fundó un colegioseminario en 1542 donde convivían españoles e indígenas que se enseñaban mutuamente la propia cultura y lengua. La enseñanza era gratuita: la vida comunitaria, los resultados excelentes. Hacia 1576 más de 200 sacerdotes y otros tantos religiosos, muchos ex colegiales de aquel centro predicaban el 13


Evangelio en las lenguas indígenas. Fundó también el colegio universitario (luego Universidad de San Nicolás de Hidalgo) de Tiripetio, dirigido por una de los más ilustres profesores de Salamanca, el agustino Alonso de la Vera Cruz, que nos ha legado numerosas obras escritas en México. El nuevo obispo tenía dos ideas fijas en su cabeza: crear poblaciones nuevas de indígenas como lugares tangibles de una nueva humanidad regenerada por Jesucristo, y “plantar un género de cristianos a las derechas (de pies a cabeza), como primitiva iglesia”, como él escribe. La fundación de los llamados por él puebloshospitales respondían a una necesidad inmediata de aquellas poblaciones. Los indígenas vivían en dispersión y abandono, debido también a la trágica experiencia de una conquista sangrienta y depredadora llevada a cabo bajo la tiranía de Núñez de Guzmán, el anterior oidor. Era necesario “reducirlos” en el sentido de concentrarlos en nuevas poblaciones (“repúblicas”) y congregarlos en pueblos-comunidades donde pudiesen vivir y crecer en “policía” (convocarlos a una comunión fundada en la pertenencia a Cristo y a su iglesia; de aquí el nombre ya en uso de “reducciones” y vivir en “policía”, orden civil, del concepto griego de polis). 14


Se facilitaría así su educación “en toda buena orden de policía (gobierno de la población) y con santas y buenas y católicas ordenanzas”. El obispo-apóstol se proponía así defender su humanidad frecuentemente ultrajada por costumbres ancestrales deprimentes y por la codicia de aquellos conquistadores que habían arrasado aquella tierra. Quería además así evitar la extinción de la estirpe, crear una cadena de comunidades solidarias y demostrar que el Evangelio no era un vieja utopía. La pertenencia a Jesucristo tenía que salvar su vida concreta y poder darles así “un tal orden y estado de vivir, escribe Don Vasco, en que los naturales para si y para los que han de mantener sean bastantes y suficientes (en estos nuevas puebloscomunidades), se conviertan bien como deben y vivan y no mueran ni perezcan como mueren y perecen”. Nació así una de las experiencias misioneras más duraderas de la historia. Se puede ver todavía hoy, los pueblos-hospitales de don Vasco se han convertido en ciudades y villas mexicanas. Esta región evangelizada por Don Vasco y las villas y ciudades nacidas de aquella experiencia son todavía hoy fruto de aquella experiencia. Se puede constatar con estupor que la obra del gran laico-obispo misionero perdura hasta hoy. Don Vasco puso las bases de un sujeto católico vivo constatable por cualquier visitador atento y que ha dado prueba de si a lo largo de estos siglos 15


con su profundo sentido de comunidad y con la fe sellada por muchos de sus mártires a lo largo de las persecuciones del siglo XX. Incluso desde el punto de vista social muchas de las “industrias”, artesanía y belleza de trabajos introducidos por Don Vasco constituyen hoy día el entramado de su vida social y de su desarrollo. Don Vasco quería demostrar que el cristianismo de los Hechos de los Apóstoles no era una simple utopía del pasado. Quería que los numerosos pueblos-comunidades-hospitales por él fundados fueran un remedo de la “primitiva Iglesia”. Escribe sobre aquellos indígenas páginas deliciosas llenas de estima y respeto. Basta leer su “Información en Derecho”(1535). Veía en ellos el terreno más apto para sembrar la semilla evangélica. Llega a decir que aquellas gentes se encontraban naturalmente en la mejor disposición y apertura y con las mejores cualidades humanas para “imprimir en ellos, dando buena diligencia, la doctrina cristiana” para vivir una auténtica experiencia apostólica. Lejos por lo tanto de Don Vasco la imposición forzada de la fe. Había que descubrir las “semillas del Verbo”, como dice la teología actual. Por ello la obra misionera de don Vasco entra en aquel orden de cosas del que hablan los obispos latinoamericanos al apuntar el nacimiento de la cultura mestiza latinoamericana cuyo sustrato 16


fundamental es la fe católica (Puebla,6-8).

Los pueblos-hospitales de “Tata Vasco”

La primera experiencia de los “pueblos-hospitales” creados por Don Vasco como centros de caridad cristiana y de desarrollo humano datan de 1532. Los dos primeros los fundó cuando todavía era oidor: el primero en la ciudad de México; el segundo en Pátzcuaro. Nombrado obispo promoverá su fundación en cada población. “Hospital” significaba un lugar humano y cristiano de acogida para sanos y enfermos, donde ninguno se sentía ni inútil ni extranjero. En el centro de un gran patio rectangular se levantaba una iglesia abierta por los lados. A esos lados se extendían las salas de los enfermos imposibilitados que podían seguir los oficios divinos. Cada pueblo-hospital contaba con huertos anexos para el cultivo con sus respectivas habitaciones. Se llamaban “familias” porque albergaban a las familias que acudían al hospital o prestaban en él sus servicios. Además tenía otros campos o “familias rústicas” más grandes para siembras y ganadería, como patrimonio del pueblohospital. Estas “repúblicas” de los pueblos-hospitales, como las bautizó Don Vasco, se regían por unas “Reglas y 17


Ordenanzas para el buen gobierno de los hospitales”, redactadas por él. Preveían el casamiento de los jóvenes, el modo de evitar la pereza juvenil, como sembrar, reparar los edificios, qué cosa sembrar y criar, “qué manera se tenga para que en años estériles no falte bastimiento”, de la fabricación de vestidos para que cuesten poco, sean buenos y sirvan a todos: “cómo se recreen y no se pierda tiempo sin provecho”, “cómo se averigüen las quejas y pleitos”, “que haya limpieza espiritual y corporal”, etc. etc… En estos pueblos-hospitales todo era común: trabajo y beneficios. Todos cooperaban al trabajo de construcción de las “familias” particulares y todos cooperaban a la construcción de los edificios comunes. El trabajo común era obligatorio y duraba 6 horas al día y los niños estaban obligados a acudir al campo al menos dos veces por semana para que, como rezan las Constituciones de Don Vasco “a manera de regocijo, juego y pasatiempo” aprendieran a manejar los instrumentos de labranza, mientras que las niñas debían ejercitarse en los “oficios mujeriles dado a ellas y adaptados y necesarios al pro y bien suyo y de la república del hospital”. En cada pueblo-hospital había dos escuelas de catecismo y dos bautisterios. Por ello como escribió el fiel compañero de Don Vasco, Cristóbal Cabrera, 18


les “conviene perfectamente el título, por demás insigne e ilustre, que él les puso de Santa Fe”. Estos pueblos-hospitales fueron el núcleo alrededor de los cuales fueron congregados los indios tarascos y tantos otros, sobre todo menesterosos, para encontrar en ellos no sólo abrigo, medicinas, cuidado y salud, sino también un lugar humanos libre y vivible que nacía de la experiencia de la pertenencia de Jesucristo y a su iglesia. El antiguo oidor, el “tata obispo” de los indios michoacanos, murió en la ciudad-hospital de Uruapan, durante una visita pastoral. Así escribe de él el historiador Paulino Castañeda, uno de los mejores historiadores del episcopado latinoamericano: “El pueblo mejicano aún sigue recordando a aquel hombre bueno, jurista y reformador, pastor y guía; empresario y místico, pacífico y luchador; castellano, indio y criollo; un hombre con corazón de pastor y no encomendero, que no tuvo otra pasión sino liberar a los indios de su ignorancia y miseria; un obispo, a quien nunca llamaron ilustrísimo señor, sino solo y sencillamente, “Tata Vasco”. P. Fidel González Fernández

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Homenaje a Don Vasco de Quiroga La Universidad Vasco de Quiroga, A. C., inspira su Misión en el Humanismo Católico de Don Vasco de Quiroga, quien como laico ejemplar, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén y finalmente primer Obispo de Michoacán, actuó como diplomático, juez, gobernante, defensor de los indios, civilizador, educador, promotor del desarrollo económico, la justicia social, el orden político y la evangelización. Con ello, generó un conjunto de condiciones que promovieron el desarrollo integral de los indígenas en la Nueva España y la armonía de relaciones con los españoles. Por ello, cada año, se le rinde homenaje en el aniversario de su muerte, el 14 de marzo, en el Jardín de las Rosas, de Morelia, Michoacán. Ahí han ocupado la tribuna ilustres personajes conocedores de la vida y obra de Don Vasco. Posteriormente se celebra una misa en su honor en la Catedral de Morelia. En ella se pide por su alma y su pronta canonización. A fin de contribuir al conocimiento y la difusión de su vida y obra, la Fundación Editorial Vasco de Quiroga publica este opúsculo. Con ello damos eco a lo expresado en dichas ocasiones para que esas palabras no se las lleve el viento, sino que conservadas se compartan de mano en mano y su ejemplo trascienda las barreras físicas y del tiempo.

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