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En defensa de la vida?
Steven Goldberg, defendiendo "la inevitabilidad del patriarcado" continúa usando la teoría de la agresión masculina como una clave para entender la estructura social. Los sociobiólogos incluso llegan a justificar el racismo, el fascismo y todas las persecuciones, como biológicamente adaptativas. Según lo plantean, los humanos están predeterminados para ser agresivos en tiempos de escasez. Así, cuando baja el precio del algodón en la América del Sur, declara el Dr. David Barash, aumentan los linchamientos; en tiempos duros, el pueblo es impulsado a satisfacer su necesidad de agresión sobre víctimas propiciatorias, como los judíos en la Alemania Nazi y los negros en el Sur. Aunque no hay pruebas contundentes de la relación entre testosterona y agresividad, incluso en este siglo las sociedades occidentales han practicado la castración física o química de hombres delincuentes. Uno de los pocos estudios sobre su efecto en hombres o en monos rehsus, en el tratamiento de la agresión y la violencia, ha demostrado que ninguna de las dos resulta particularmente efectiva y por lo tanto no se consigue encontrar una relación directa entre castración y cesación de conducta agresiva. Pero incluso una correlación positiva no necesariamente significa que la testosterona causa agresión. La relación bien puede ser inversa: la conducta agresiva puede elevar los niveles de testosterona según parece corroborarse en un estudio comparativo de agresión en mujeres, realizado por la antropóloga Frances Purifoy y el estadístico Lamben Koopmans, publicado en 1980.13 Examinados los niveles de testosterona y de su precursor bioquímico llamado androstenediona en mujeres de diferentes ocupaciones, se encontraron superiores niveles de testosterona y androstenediona en las profesionales y gerentes, y más bajos en trabajadoras clericales, de servicios, amas de casa y estudiantes. Para Steven Goldberg, esto prueba que las hormonas masculinas son una positiva ayuda para alcanzar el éxito, y que las mujeres con más altos niveles naturales de testosterona son mas asertivas, más masculinas y mas probablemente exitosas; sin embargo, no es esta la conclusión a que llegan Purifoy y Koompans, quienes más bien encuentran que la tensión, la cual se presenta en más altos grados en mujeres que realizan actividad es tradicionalmente femeninas, rebaja los niveles de testosterona, de modo que es la situación social (el tipo de trabajo) más que otros factores. lo que altera la condición biológica. Pero habiéndose relacionado extensamente agresividad y virilidad, resultó fácil en las sociedades patriarcales relacionar también agresividad y mérito. o bien convenir en meritorias actividades que no lo son. Así, mezclando conceptos biológicos y sociales, a las hormonas masculinas se les han atribuido rasgos como -la ambición, el éxito, la agresividad, la guerra y el poder. Como señala Ane Fausto-Sterling, un problema en esta simplificación deriva del hecho de que nuestros cuerpos tienen un número de diferentes sistemas hormonales (neuroendocrinos) interactuantes, que pueden actuar bajo tensión, ira o lucha, provocando una conducta que etiquetamos como agresiva. Esto ha quedado claro con las observaciones de monos rehsus hechas por John Mason, quien encontró que, bajo la tensión inducida por evitar el shock eléctrico, aumentaban la cortisona, la adrenalina, la noradrenalina, la hormona tiroidea y la hormona del crecimiento, mientras que disminuían hormonas como la insulina, la testosterona, el estradiol y el estrone. Mason concluyó que los efectos son dependientes, no del nivel absoluto de una sola hormona, sino más bien del total balance relativa entre todas las hormonas participantes. Pero además se sabe que con los hechos biológicos interactúan también los condicionamientos culturales Otro mito que surgió sobre la relación de virilidad con, agresión, fue el del "síndrome XYY", padecido supuestamente por criminales natos con un cromosoma Y extra en su genotipo. La idea era la de que si un cromosoma Y en un macho normal provoca agresividad, dos Y tenían que hacer un criminal. Por lo que hoy se sabe, el síndrome XYY no hace a los hombres más violentos sino solo impide el desarrollo adecuado produciendo retardo mental. Los pocos estudios sobre testosterona y agresión adulta no son conclusivos, unos a causa de un mal diseño o definiciones de agresión cuestionables, o porque un pensamiento prejuiciado se ha añadido a la dificultad de decidir si una panicular concentración de testosterona causa agresión o si es la agresión la que produce más elevados niveles de testosterona. Algunos científicos sostienen la idea de que en los humanos, la testosterona presente durante el desarrollo embrionario, predispone a los chicas a mostrar mayor actividad psíquica, a comprometerse en 11