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Mejor dos muertes que un asesinato

en aumento, de carácter económico, se origina en el creciente número de mujeres que actúan como cabezas de familia. El problema con los sociobiólogos, es el que ha señalado Anne Fausto-Sterling, en el sentido de que lo biológico constituye una sola variable, incapaz de explicar por si misma un fenómeno tan complejo como el de la conducta humana. Ong ve en el macha el signo de la oposición contra el ambiente (incluidos otros individuos), percibido como algo contrario, con lo que se ha de luchar y hay que alterar, por lo que, dice él, el signo biológico que lo representa ( ) es la lanza de Marte como símbolo de estrés, disección y división, mientras, que a la mujer, la representa el espejo de Venus, ( ) que significa-dice él"posesión de uno misma, mirarse a sí mismo como proyectado en el mundo exterior o medio ambiente y reflejado desde allí, completo, en el propio interior".10 Comprendemos que los seres orgánicas viven bajo el imperio de los determinismos; que esos determinismos en los animales aparecen genéticamente programados; y que los seres humanos entran en la categoría zoológica de los animales. Y hasta ahí. Porque la vanidad y la experiencia nos dicen que algunos ingredientes en nuestra constitución han significado un salta en la especie que hasta ahora sólo Homo (y Mulier) sapiens han podido dar; y el principal fundamento de ese salto parecen ser las necesidades propias de la supervivencia. Paul Chauchard lo explica así: El animal no tiene por qué pensar, se deja llevar pasivamente, y el buen funcionamiento de sus centros nerviosos le hace ejecutar, bajo la influencia de las modificaciones del medio, el ciclo de las reacciones necesarias"; esto es, en él predomina el automatismo de los instintos. Pero el ser humano esta escasamente dotado de ellos, y por esto compensa esa carencia con libertad, aprendizaje, tradición y conciencia. Y aquí se ubica, para Chauchard, el núcleo de nuestras ventajas, aunque también el de nuestros problemas. Porque hemos salido del automatismo del instinto para ingresar en el de los usos, de modo que nuestra posición, nuestros actos, nuestras posibilidades, obedecen a determinismos culturales. Claro que aquí también está el núcleo de nuestra liberación, porque lo cultural se puede cambiar. Como lo dice él, el dominio de la horda o de la hembra, la persecución social del débil, el desencadenamiento de la sexualidad o de la agresividad, el instinto de apropiación y de dominio, actos que justificamos racionalmente, no son en nosotros más que supervivencias del animal, pera al abandonarnos a nuestros viejos instintos no seguimos a la naturaleza, sino que la pervertimos y, voluntariamente o no, nos convenimos en bestias. No obstante, la menor tendencia delincuencial de las mujeres no les ha significado un mayor reconocimiento social. Nada de eso. El poder define lo que se entiende por superioridad, y el poder es masculino. Por eso, el siguiente paso fue conferirle un mayor puntaje a la violencia. Así, por ejemplo, reconociendo que "la adversatividad, en todo el reino animal, incluyendo al género humano, es un elemento mayor en la vida de los machos que en la de las hembras", Walter Ong afirma además que "es más marcada entre los vertebrados que entre los invertebrados, y alcanza su tono más elevado en la parte más alta de la escala evolutiva. Parece ser, por tanto -dice él- una forma de conducta avanzada, más que primitiva. Lo explica afirmando que cuando aparece la conciencia humana, ambos sexos contribuyen a su desarrollo, pero la contribución del macho se efectúa en gran parte mediante una especie de contestación ritual o ceremonial, típicamente masculina. Para algunos, como Steven Goldberg,12 la testosterona les da a los hombres un insuperable "estrellato". desde que no sólo explica la mayor agresividad del varón, sino el patriarcado, el dominio masculino, y el logro de papeles de mayor estatus. La relación que establecen es entonces, testosterona igual agresión; agresión igual mérito. Así, según Goldberg, los machos tienen un pequeño margen biológico, una pequeña extra agresión, que los hace querer sobresalir; la dominación y la jerarquía resultan naturalmente de nuestra naturaleza animal, y son producto de una larga historia evolutiva. Por lo tanto, si las mujeres buscan cambiar el sistema político de la dominación masculina, y entrar en competencia con los hombres en el mundo de los negocios, ellas llevan las de perder, puesto que su inferioridad natural las sacará de la competencia. De este modo, los patriarcas sostienen que nosotras no somos tratadas desigualmente, sino que no podemos competir en iguales términos por no tener hormonas masculinas.

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