pobreza_resiliencia_1999

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1 Scalabrini Ortiz 2393 P1° B (1425) Tel/Fax: 4831-0287 Ciudad de Buenos Aires e-mail: info@fundses.org.ar

Anexo “Adolescentes en situación de diciendo cuándo decimos esto?”

pobreza,

¿qué

estamos

Prof. Alberto C. Croce. Desgrabación

Esta presentación es producto de una necesidad planteada en la Jornada de Diciembre de 1.999, acerca de qué hablábamos cuando hablamos de adolescentes en situación de pobreza Todos nos imaginamos algo, connotamos algo y lo sentimos diferente a “los chicos ricos que tienen tristeza”. ¿Recuerdan esa frase?. Nosotros hemos hablado desde el principio de “adolescentes en situación de pobreza” para no estigmatizar a nadie con un adjetivo, porque decir “adolescente pobre” es cargarle un cartel difícil de sacar. Cuando hablamos de una persona en situación de pobreza, ponemos el acento en la situación. Pero, de cualquier manera, es necesario definir el concepto de “pobreza.” En este tema nos va a pasar como en otras cuestiones: la experiencia, lo que cada uno vive, lo que uno sabe, hace que la visión que cada uno tenga sea muy distinta. Y esto puede ser una limitación o una riqueza. Algunos de los que están aquí se han acercado al tema de la pobreza desde marcos teóricos muy fuertes, han estudiado y han leído mucho. Pero otros han sufrido la pobreza tan fuerte como los primeros se acercaron a la teoría, o mucho más aún. Son dos aproximaciones. Las dos válidas y necesarias. Es lo que nos puede ayudar ahora a compartir estas distintas experiencias de la pobreza: Ya sea desde trabajar con chicos pobres, de ser pobre o de tratar de entender el fenómeno de la pobreza desde una perspectiva más teórica Esta presentación es la oportunidad de dedicarle un tiempo para acercarnos a algunos aspectos de esta búsqueda. No es un seminario sobre el tema, que podría demandarnos mucho mayor tiempo de dedicación. Cuando pensaba en el título me dije: “Adolescentes en situación de pobreza, ¿qué estamos diciendo cuándo decimos esto?”. Sería la pregunta disparadora de esta reflexión


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La presentación va a tener dos momentos, el primero, más extenso que el segundo y si se quiere más técnico, voy a tratar de hacerlo sencillamente para que todos entendamos y nos ayude a enriquecer nuestras propias perspectivas. Primer Momento: Cómo definir y medir la pobreza La primera situación que hay que advertir es que existen muchas definiciones de pobreza. Si yo les preguntara a Uds .cuál es la que tienen, cada uno diría algo diferente y, al final, podríamos construir una definición que sería la “nuestra” pero diferente de tantas otras. Como guía estructuradora de este primer momento voy a tomar un material muy valioso que elaboró la socióloga Lic. Cecilia Roggi, que está en los equipos técnicos del SIEMPRO y que, fue presentado en un taller organizado por el equipo de Educación y Pobreza del Centro Nueva Tierra. La CEPAL, uno de los Centros de Estudios Económicos de América Latina más importantes, presenta esta definición de pobreza que es interesante: La pobreza constituye “…un síndrome situacional en el que se asocian el infraconsumo, la desnutrición, las precarias condiciones habitacionales, bajos niveles educativos, inestable inserción laboral, actitudes de desaliento y anomia, poca participación en los mecanismos de integración social…” Denota “…la situación de aquellos hogares que no logran reunir, en forma relativamente estable, los recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas de sus miembros, los que por esa razón se ven expuestos a déficit en su desarrollo físico y psicológico y a insuficiencias en el aprendizaje de habilidades socioculturales, que pueden incidir en una reducción progresiva de sus capacidades de obtención de recursos, activándose de este modo los mecanismos reproductores de la pobreza…”1

Esta visión presenta la pobreza como un “conjunto de factores que interactúan”. No se trata de un solo factor. Son factores que se fortalecen unos a otros. O sea, la pobreza es una situación en la cual, cuánto más pobre uno es, más pobre uno se hace. Entra como en un circuito que se realimenta y se fortalece. Por eso se habla de “mecanismos reproductores de la pobreza”. Esta es una definición de tantas que hay, pero nos puede ir poniendo en clima del tema. La pobreza es un fenómeno complejo integrado por muchos factores y tiene mucho que ver con la carencia de lo que uno necesita.

_ CEPAL. Magnitud de la pobreza en América Latina en los años ochenta. Serie Estudios1991.


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Para poder estaboecer técnicamente las situaciones de pobreza hay que poder medir y para hacerlo, hace falta una “regla”, un “metro”. En las ciencias sociales a estos “metros” se los llama indicadores. Como la realidad es compleja y la situaciones se van renovando, hay que buscar indicadores nuevos que vayan mostrando con mayor precisión cuándo se debe o puede hablar de pobres. Ya no es tan sencillo ni tan fácil hablar de pobres como hace unos años. Veamos algunos de los nuevos indicadores con los que hoy se trabaja.

hogares con jefas mujer sin cónyuge y que poseen tres o más hijos madres con bajo nivel educativo. (diversos estudios subrayan que el nivel de instrucción de la madre se halla fuertemente correlacionado con la mortalidad infantil y la desnutrición)2. jóvenes que no estudian ni trabajan. Por un lado, los indicadores educativos descriptos dan cuenta de una insatisfactoria capacidad de retención del sistema educativo de los jóvenes. Por el otro, los indicadores de empleo señalan que uno de los grupos más fuertemente afectados por el desempleo son los jóvenes. jóvenes desocupados con bajo nivel de instrucción. Esta última condición sumaría dificultades a las que actualmente presenta el mercado de trabajo para los jóvenes. población u hogares cuyos ingresos están situados un 20% por encima de la línea de pobreza. Una caída en los ingresos de alguno de los miembros del hogar puede empujarlos por debajo de la línea. tasa de dependencia (cantidad de miembros del hogar por ocupado), porcentaje de trabajadores precarios, porcentaje de jefes de hogar desocupados con familia numerosa, porcentaje de hogares con bajo clima educativo (referido a la suma de años de escolaridad de todos los miembros del hogar mayores de 14 años dividido por el número de miembros), etc.

Todos estos son indicadores que, además, permiten medir con números, son hoy utilizados para aplicar diferentes programas sociales. Según el indicador que uno use, va a medir distintas formas de la pobreza. Pero los indicadores tienen valor estadístico en los grandes grupos. Porque en casos aislados pueden denotar situaciones erróneas. En el primer caso (hogares con jefas mujer sin cónyuge y que poseen tres o más hijos) podrían encontrarse Amalita Lacroze o Mirtha Legrand... por ejemplo. El problema de la medición de la pobreza es que, obviamente, hay una intencionalidad en la medición de la pobreza. Nadie lo hace sin intencionalidad, algo quiere medir. Se puede hacer con la mayor honestidad y con un interés bien direccionado o no. En principio, cuando le toca medir la pobreza a un funcionario público o a un técnico de un programa social que recién comienza, va a tratar de demostrar, de la manera más contundente que le resulte _ De acuerdo con estas comprobaciones se deriva que la educación de la población posee múltiples impactos. No sólo afecta la situación laboral y económica de los hogares, sino que contribuye fuertemente a mejorar las capacidades de las madres y, por ende, la calidad de vida de los niños. En otras palabras, un mejor nivel educativo de las madres se expresa en una mejor capacidad para cuidar la alimentación, la higiene, las vacunaciones, etc. de sus hijos.


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posible, lo mal que está todo lo que recibe... y cuando le toca medirse o evaluarse, al fin de su gestión, cómo se han superado esos indicadores en el transcurso de la misma. Por eso, todo esto se vuelve muy relativo y se hace muy difícil medir la pobreza con criterios objetivos. Pero además, no es fácil medir la pobreza cuando hablamos de jóvenes pobres. Estos indicadores que vimos son solamente algunos para mostrar como se va buscando la forma de medir pobreza con mayor precisión. Debemos conocer, además, los dos conceptos importantes que hay que tener en cuenta cuando se habla de estos temas y diferenciarlos ya que no son exactamente iguales: Exclusión Social y Vulnerabilidad Social. Como estamos en una época creciente de precarización, hay dos grandes tendencias en estas mediciones. Algunos privilegian los indicadores que van a medir exclusión social y otros los indicadores que van a medir vulnerabilidad social. La exclusión denota una situación ya consumada, la vulnerabilidad, en cambio, habla de una potencialidad y una tendencia casi irreversible. De acuerdo a como uno mida, pobreza será exclusión o vulnerabilidad social. Desde nuestras perspectivas que es la educativa, uno puede hablar, por ejemplo, de un joven que no está en la escuela o de un joven que está en la escuela pero “prendido” con alfileres, saliendo, cayéndose pasado mañana... Entonces, según el caso, se recurrirá a buscar indicadores de exclusión o de vulnerabilidad. Criterios para definir la pobreza Cuando se desea medir “situaciones de pobreza” hay como tres perspectivas que presentan como posibilidades alternativas. Las mismas se basan en distinto tipo de criterios:

a. Criterios objetivos o subjetivos.

El criterio subjetivo tiene que ver con la sensación que tiene cada persona de ser o no ser pobre. Se trata de la sensación subjetiva de una población. Lo que las personas sienten cuando se les pregunta sobre esto. El criterio objetivo es cuando alguien externo establece una medida para decir si el otro es o no es pobre. Por ejemplo, cuando digo: las personas que tienen una casa con título de propiedad no son pobres. b. Criterios absolutos o relativos


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El tema de lo absoluto y lo relativo, tiene que ver con establecer un valor universal que posibilita afirmar, por ejemplo, que una persona que vive con menos de un dólar por día, es pobre. Se establece así “un valor absoluto”. En cambio, si hago un promedio de una población determinada y digo: “los que están por debajo de ese promedio son los pobres” estoy asumiendo lo que se llama un criterio de medida relativo. La ventaja de una medida relativa es que puede dar cuenta de una sociedad que va progresando. Cuando uno establece valores absolutos, en una sociedad que puede progresar una persona que sigue siendo siendo pobre, para la estadística podría dejar de serlo. Esto pasa, en casos, como el del Banco Mundial que dice: Argentina ya dejó de ser pobre, porque la renta per capita es muy superior a la de otros países del planeta. c. Criterios directos o indirectos

Por último, están los criterios directos e indirectos que, más apropiadamente, surgen del método de medición (directo o indirecto) que se utilice. El método directo tiene que ver con establecer indicadores fijos los cuales, cuando están por debajo de ciertos niveles señalados con anterioridad, hablan de la pobreza de las personas o de las poblacione. El método indirecto surge de establecer un indicador de gastos básicos determinado (“Canastas”) y luego establecer si una persona o grupo está en condiciones de alcanzarlo de acuerdo con los ingresos que percibe. El método directo ha encontrado una difusión muy extendida entre nosotros ya que la categoría NBI surge de esta forma de medición. Las NBI (necesidades básicas insatisfechas) se establecen entre nosotros a partir de cinco indicadores específicos: 1. 2. 3. 4.

Vivienda precaria; Hacinamiento: hogares que tengan más de tres personas por cuarto; Condiciones sanitarias: hogares que no tengan ningún tipo de retrete; Asistencia Escolar: hogares que tengan algún niño en edad escolar que no asista a la escuela y 5. Capacidad de subsistencia: hogares que tengan 4 o más personas por miembro ocupado y donde el jefe de hogar nunca asistió a la escuela o lo hizo sólo hasta 2º grado del primario.

Cuando en una familia o grupo familiar hay más de un indicador que puede verificarse, se habla de un “grupo NBI”. En el caso del método indirecto el criterio es diferente y se viene utilizando con mayor frecuencia. La forma más comunmente utilizada es la que dio origen a la llamada “Línea de Pobreza” (LP) o “Línea de Indigencia” (LI).


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Para establecer si una persona o grupo está por debajo de la LP se establece lo que se llama una CNA (Canasta Básica de Alimentos más canasta de servicios básicos) y se calcula su costo de mercado. Si un individuo o grupo no supera en sus ingresos esta CNA, se dice que está por debajo de la LP. Pero si, además, no llega al nivel de la Canasta Básica de Alimentos (CBA) se dice que está por debajo de la LI. Este método es más dinámico porque puede combinar el costo de vida con el nivel de ingresos pero está claro que, por un lado, no siempre los ingresos de un grupo familiar se pueden destinar a estos rubros por diferentes motivos, lo que no garantiza que un grupo que supere alguna de estas canastas, efectivamente esté por encima de estas Líneas. Por otra parte, sólo mide ciertos ingresos que un individuo o grupo recibe y no otros. Y es muy dificultoso contar con una información verdaderamente fehaciente porque debe ser brindada por los involucrados. Además, en el mundo de la pobreza, los ingresos no regulares son la “regla” con lo cual se trata de situaciones absolutamente móviles. Por último, es interesante referirse a lo que hoy se conoce como Método Integrado y que ha permitido establecer nuevas categorías muy importantes para la configuración social de nuestro país. Transcribo a continuación el trabajo ya citado de la Lic. Cecilia Roggi. “ El método integrado consiste en la combinación de los métodos NBI y LP anteriormente desarrollados. Recordemos que el método de NBI mide más bien una situación estructural, de largo plazo; detecta a los llamados pobres estructurales. En cambio, la Línea de Pobreza da cuenta de una situación coyuntural de pobreza, variable en el corto plazo, de acuerdo a modificaciones en el ingreso. Detecta nuevas formas de pobreza. El método integrado al combinar ambos métodos permite identificar, cuantificar y caracterizar distintas formas de pobreza. Esta combinación permite identificar cuatro grupos poblacionales que ponen en evidencia el carácter heterogéneo de la pobreza absoluta. En la siguiente matriz se presentan los cuatro grupos poblacionales que resultan de aplicar el método integrado.

NBI

LP

Ingreso menor a LP

NBI (Presencia de, al Pobreza crónica menos, una carencia)

Ingreso mayor a LP

Pobreza inercial


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No NBI (Ausencia Nuevos pobres de carencias)

Hogares no pobres

La pobreza crónica conforma un grupo constituido por hogares con NBI que, además, tienen ingresos inferiores a la LP. Estos son los hogares en los que la pobreza reviste mayor intensidad. La pobreza inercial conforma un grupo constituido por hogares con NBI, pero con ingresos superiores a la LP. Estos hogares son los mejor situados para experimentar movilidad social ascendente. Los dos grupos, pobreza crónica y pobreza inercial, son considerados pobres estructurales. La pobreza reciente o nuevos pobres conforma un grupo constituido por hogares que satisfacen sus necesidades básicas, pero que tienen ingresos inferiores a la LP. Como ya se señaló, la pobreza por ingreso ha sido el grupo que explica el crecimiento de la pobreza en los ochenta. Finalmente, el cuarto grupo poblacional corresponde a los no pobres, definido como aquellos sectores cuyas necesidades básicas se encuentran satisfechas y cuyos ingresos son superiores a la línea de pobreza.”

Los adolescentes en situación de pobreza Hemos intentado acercarnos a la problemática de la medición de la pobreza y vimos que no es sencillo definir en una sola respuesta nuestros cuestionamientos sobre el tema. Pero es necesario volver a la pregunta que dio inicio a nuestro trabajo: “¿De quiénes hablamos cuando hablamos de Adolescentes en Situación de Pobreza (Adl-sp)?” Teniendo en cuenta que, finalmente se trata de una decisión metodológica que contempla algunos indicadores establecidos previamente, nosotros llamamos Adl-sp a los Adl de 13 a 19 años que no estudian. Además, es posible que no trabajen. Pero, también incluímos aquí a los Adl en alto riesgo de deserción del Sistema Educativo Formal. En este último caso, se pueden utilizar diferentes indicadores: ausentismo, rendimiento por debajo de la media general, involucramiento en situaciones conflictivas reiteradas y niveles altos de sanciones disciplinarias, etc Como puede verse, no estamos haciendo aquí un señalamiento socioeconómico. Creemos que un Adl que no estudia (salvo casos muy particulares), por esa misma causa, está en situación de pobreza. Pero, además, es necesario afirmar que hay otros Adl que, aún con buena pertenencia al sistema


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educativo, viven en situaciones de pobreza que son medibles a partir de otro tipo de indicadores. La nuestra, la categoría Adl-sp, es funcional a nuestros objetivos y tiene por finalidad encarar con mayor fuerza la problemática específica. Segundo Momento: La Resiliencia Como dijimos al comienzo, la segunda parte de nuestra exposición quiere ser sólo una “ventana” a una temática sobre la que trabajaremos mucho en nuestros próximos encuentros. “Resiliencia” es un término que viene de la física. Es la propiedad que los materiales de volver a su estado original luego de haber sufrido algún tipo de presión externa. Como cuando doblamos, por ejemplo, una regla de plástico y la “arqueamos” y , al dejar de hacer fuerza, la regla vuelve (o no) a su forma original. En algunos casos, si la presión es muy fuerte y supera la resiliencia del material, la regla puede romperse o quedar doblada para siempre... Pero si vuelve realmente a su forma original, decimos que es de un material resiliente. Observando la situación de algunos niños que provenían de familias con graves problemas psico-patológicos, investigadores de los EEUU se dieron cuenta que algunos de estos, a pesar de estar en contextos de alta conflictividad, podrían “salir adelante en la vida” superando situaciones que parecían conducir a la catástrofe de las historias personales. A esta condición, a esta posibilidad de superar las adversidades, se la empezó a llamar “resiliencia”. Este concepto que surgía de la física y se empezó a aplicar a cuestiones derivadas de la psicopatología fue transferido luego a la consideración de situaciones de pobreza. Era verificable –y nosotros lo hacemos a diario- que un número importante de niños o adolescentes que viven en contextos altamente difíciles para el desarrollo, logran superar la adversidad e integrarse con buenas perspectivas en la sociedad. (No es objetivo de esta pequeña presentación ahondar aquí en este tema. Sólo abrirnos al interés de comenzar a profundizar en el tema.) A esta perspectiva de “resiliencia” se puede combinar con interés otra perspectiva que nos puede ayudar a realizar interesante categorizaciones. Los holandeses, además de hablar de pobres, tienen otra palabra en su idioma que resulta mucho más dinámica: Hablan de “personas con pobres oportunidades”. Este concepto es interesante porque pone el problema en un punto, yo diría, mejor que el de la “situación de pobreza”. La noción de “oportunidades” vincula al medio con el individuo. Se pueden tener o no tener las


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oportunidades (y en esto se puede acercar a la noción de pobreza), pero también se pueden o no aprovechar las mismas, y en este sentido empieza a cobrar un protagonismo central la persona. Por otra parte, nosotros sabemos que, buena parte de lo que nosotros tratamos de hacer desde nuestras experiencias y proyectos es abrir a las oportunidades, aumentarlas, acercarlas. De alguna manera, lo que hacemos es “dar una oportunidad”. Si combinamos estos dos conceptos, “resiliencia” y “oportunidad” podemos armar un cuadro muy interesante.

Con Oportunidades

Sin Oportunidades

Adl resilientes

Salen adelante medio de adversidades

Adl potencialmente resilientes

Pueden desarrollar la Difícilmente la logren resiliencia y salir desarrollar y adelante probablemente fracasen

Adl no resilientes No

en Pueden salir con un las gran esfuerzo personal

aprovechan las Están oportunidades pero riesgo están cerca de redes de contención

en

altísimo

El cuadro nos permite ver la importancia decisiva de la posibilidad de ofrecer estas oportunidades. Sin ellas, la situación de los Adl es definitivamente mucho más complicada. Un debate que deseo dejar expresamente abierto es si hay o no personas –y en particular Adl- que sean “no resilientes”. Más allá de cómo lo profundicemos y de las conclusiones a las que arribemos, lo que sí sabemos es que muchos adolescentes al menos en apariencia no resilientes, pierden su vida por la violencia, las adicciones o las enfermedades sociales y que no tienen el tiempo necesario para desarrollar su propia resiliencia. El factor tiempo, la urgencia de su atención, debe ser nuestra prioridad.


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