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BASICS

Cuántas veces utilizamos esta expresión en el mundo fi nanciero después de algún susto o de algún exceso cuando volvemos a lo básico, a lo sencillo, y que en muchos casos es más por obligación o por falta de alternativas que por convicción.

s la expresión que meE jor de ne mi último verano. Un verano en el que una pandemia y distintas desescaladas no hacían aconsejable viajar, adentrarse en lugares desconocidos o lanzarse a aventuras llenas de adrenalina propiciaron la vuelta al origen, al pueblo que me vio crecer y donde disfruté los primeros veranos de mi vida y probablemente los más felices. Se trata de un pequeño pueblo en el occidente de Asturias, un hermoso valle que a la ribera de un riachuelo (río Esqueiro) mira al mar a través de una de las playas más acogedoras, y aún poco conocidas, del litoral cantábrico. Un puñado de poco más de 50 casas que en verano (también este último) lucen habitadas y que, en invierno sus habitantes cumplirían la más dura de las medidas sociales de grupo reducido aunque todos ellos se juntasen, puesto que estos meses no son más de ocho las personas que viven en San Pedro de la Ribera.

Esta aldea pertenece al término municipal de Cudillero, del que seguro que habéis oído hablar pues aparece en cualquier listado de los pueblos más bonitos de España. Se trata de un hermoso pueblo pesquero en el que sus pintorescas y coloridas casas cuelgan de la montaña a modo de an teatro sobre el mar. Las circunstancias, el teletrabajo, las vacaciones, y la necesidad de salir de Madrid en un año sin precedentes (¡cuántas veces hemos utilizado esta expresión en 2020!), me llevaron a pasar cinco semanas y media seguidas en este pueblo, sin moverme más que un puñado de kilómetros a la redonda. Vuelvo todos los años, pero solo días sueltos y siempre con prisas queriendo hacer muchas cosas, visitar amigos, conocer otras zonas del paraíso natural que es Asturias, probar el restaurante con estrella X, etcétera…

DÍAS SENCILLOS CON TODO No recordaba esa sensación de simplemente estar. Levantarse por la mañana, abrir la ventana, ver el verde húmedo (es Asturias, y por la noche orbaya más de una vez incluso en verano), los hórreos, los caminos con los primeros paseantes de la mañana, desayunar en familia, comenzar sin prisa, ir a la playa con el mínimo rayo de sol (es Asturias y no estamos para perder esos preciados momentos), comer en casa comida real, casera, acompañada de los tomates del huerto familiar (¡nada que ver!), una siesta antes de que se ponga la sombra, algo de deporte por el Valle de las Luiñas (momento de desconexión entre las lomas verdes divisando desde cualquier punto el campanario de la iglesia de San Martín), salir al mar con el kayak a pescar al  nal de la tarde, culminar el día paseando por el alto del valle para terminar al borde de los majestuosos acantilados del impresionante Faro Vidio. Lugar único y especial, desde dónde se puede contemplar la puesta de sol más bonita del norte de España, atardecer de atardeceres, mi rincón secreto. Solía ser secreto cuando funcionaba el boca a boca, ahora con las redes sociales es el rincón secreto de miles y miles de personas; aunque para mí, sigue siendo el mío.

A nivel gastronómico os voy a dar tres ideas sencillas, sin lujos, en mantel de papel, pero con sabor auténtico y local. En el pueblo de Oviñana tenéis que probar las patatas al cabrales y el salpicón de bogavante en El Café, donde su dueño, Adolfo, os escanciará como nadie la sidra (mano bien arriba, mirada al frente, rompiendo sobre el borde, en su punto). A escasos metros está el restaurante El Único, antiguo ultramarinos reconvertido en casa de comidas donde el cachopo, además de sabroso, es, por su tamaño, un auténtico desafío incluso para los más comilones. Y por supuesto el arroz con leche, que en esta zona es, bajo mi humilde opinión, el más rico y más cremoso de toda España, y aquí... aquí tengo que recomendaros el de mi madre. ¡Así que estáis invitados a casa!

Me gusta ser positivo y ver el lado bueno de las cosas. No ver solo el problema, sino la oportunidad que nos ofrece. Y a esta maldita pandemia yo le tengo que agradecer que me haya obligado a volver al origen y disfrutar de la belleza de lo sencillo; en de nitiva, mi particular back to basics.

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