La leyenda de los volcanes

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Xochiquetzal y Popoca La leyenda de los volcanes

Juan Carlos Melgar y Aleida Ocegueda



Xochiquetzal y Popoca La leyenda de los volcanes


E

l nieto y su abuelo viajaban en un autobús rumbo a la ciudad de Puebla. El nieto era un niño de 10 años, curioso, vivaz e inteligente, a quien le gustaba admirar por la ventana al majestuoso volcán Popocatépetl.


Su mirada se perdía en la fumarola que parecía juntarse con las nubes. Veía formas que se volvían figuras: un perro, un avión, un gato, una casa…

El abuelo, que era un hombre ingenioso, divertido, sabio y buen conversador, preguntó a su nieto si conocía la leyenda de cómo aparecieron el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl en México.

—No, abuelo, cuéntamela —contestó entusiasmado el nieto.


—Lo que voy a contarte pasó antes de que yo, mis padres o mis abuelos vinieran al mundo. Así que, ¡imagínate! En lo que ahora es la Ciudad de México, en donde está tu casa, tu escuela y todo lo que conoces, existió el Imperio de los aztecas, quienes en realidad se llamaban mexicas.

Era un imperio muy grande y muy rico, que tenía un ejército bien preparado con el que invadían a los pueblos vecinos.


—Eso ya me lo enseñaron en la escuela, abuelo. —¿Con que muy conocedor, eh? A ver si tanto. ¿Sabes qué significan en náhuatl las palabras Popocatépetl e Iztaccíhuatl?

—No, no lo sé, pero tú seguro sí. Dime, ¿qué quieren decir esas palabras que parecen trabalenguas?


—Mira, Popocatépetl es “Monte que humea” e Iztaccíhuatl es “Mujer blanca”, ahora que termine de contarte la leyenda entenderás el porqué de estos nombres y, si pones atención, chance y hasta aprendes a decirlos. Ojo, esta historia tiene muchos nombres difíciles, palabras nuevas que te van a gustar, a lo mejor y aprendiéndolas, ¡hasta novia consigues! —¡Guácala! —exclamó el nieto, un poco sonrojado. —Eso dices ahora... En fin...

El emperador mexica tenía una hija a la que quería mucho: era la princesa Xochiquetzal. —¿Xochi qué?


En aquellas épocas, a los que eran buenos para pelear los mandaban a una escuela especial que se llamaba calmecac, donde aprendían las artes de la guerra. Las clases se las daban sabios guerreros, quienes enseñaban estrategias secretas para las batallas. Justo después de que Xochiquetzal y Popoca se juraran amor eterno, a él lo mandaron a la conquista de los pueblos del sur, a poner en práctica lo aprendido en el calmecac.

—Xochiquetzal; es otra palabra náhuatl y quiere decir “Hermosa flor”, un nombre perfecto, porque era la más bonita del Imperio. Cuando busques novia, así te la consigues, por favor. Xochiquetzal le había prometido amor eterno a Popoca, su novio. Él era un guerrero valiente y fuerte.


—Abuelo —interrumpió el nieto—, ¿es cierto que los mexicas tenían un dios de la guerra? —Así es —respondió el abuelo—: se llamaba Huitzilopochtli. Este dios era de los más solicitados por los mexicas, con eso de que peleaban todo el tiempo… Como te contaba, para el ejército mexica la batalla fue muy complicada: los ejércitos del sur también tenían excelentes guerreros.

Junto a Popoca peleaban el Caballero Águila, el Caballero Tigre y el Capitán Coyote. En sus cabezas llevaban penachos enormes hechos de plumas de quetzal, unas aves que habitaban lugares lejanos. Tenían un escudo en una mano y en la otra, el macuahuitl, que era un palo de madera con navajas de obsidiana, ¡era un arma peligrosísima! ¡Imagínate que te dieran con uno de esos!


Había tráfico en la carretera, así que los coches apenas se movían. El relato del abuelo había interesado a los niños que viajaban en los asientos cercanos; ya no era su nieto el único que escuchaba la leyenda. —Sin Popoca cerca —continuó el abuelo—, a Xochiquetzal, la bella hija del emperador, el tiempo se le hacía eterno. Estaba ansiosa de volver a estar con su guerrero, con quien se había jurado amor eterno. “¿Cuándo regresará?”, se preguntaba constantemente.

Como los mejores guerreros se habían ido a la batalla, el Imperio estaba descuidado, y un mal día, se le acercó a Xochiquetzal un guerrero tlaxcalteca, un hombre que tenía malas intenciones y quien contó una horrible mentira a la princesa. Ya ven que las mentiras siempre son malas y llevan a cosas horrendas. —¿Cuál fue la mentira? —preguntaron los niños, intrigados.


—El tlaxcalteca mentiroso dijo que Popoca había muerto en la batalla, que no había tenido fuerza suficiente y que jamás regresaría. ¿Por qué piensan que mintió este guerrero? —¡Para casarse con ella! —respondieron todos los niños juntos.

—Así es, ¡qué listos! El hombre mintió para ser el esposo de la mujer más hermosa del Imperio. Ese hombre era más malo que el tzompetlacatl, que quiere decir “escorpión” en náhuatl. Así que Xochiquetzal se casó con el tlaxcalteca, y cuál fue su sorpresa al ver reaparecer, una semana después, a Popoca.


Venía cansado y herido, pero con la misma fortaleza de siempre. Traía su escudo sucio, su penacho destruido y heridas en los brazos y las piernas. Era una escena trágica y triste, porque los mexicas estaban acostumbrados a ganar.

—¿Qué le pasó a Xochiquetzal? —preguntó el nieto, intrigado.


El abuelo miró por la ventana: los volcanes se veían imponentes.


—Prácticamente todas las mujeres lloraban —continuó el abuelo—, pero Xochiquetzal no lo hacía. Estaba impresionada y no podía creer lo que sus ojos veían. El tlaxcalteca estaba a su lado, así que le dijo hasta de lo que se iba a morir. Se arrepintió de haber confiado en las palabras del malvado y mentiroso. Popoca, al ver al tlaxcalteca al lado de su amada, enfureció y encaró al hombre que se había entrometido entre ellos.

Xochiquetzal, confundida y triste, corrió por un camino y desapareció. La cabeza le daba mil vueltas, jamás había sentido algo así. Su corazón latía fuerte, como si quisiera salírsele; se detuvo al lado de un árbol y comenzó a llorar, desconsolada. Quería regresar el tiempo, volver al pasado, pero sabía que eso era imposible. Haber roto su promesa de amor eterno era ahora su desgracia.


A la pobre de Xochiquetzal se la acabó tanta tristeza. Se recostó en el pasto de un enorme valle y cerró los ojos, para siempre. Cuando Popoca la encontró, su alma ya estaba cerca de los dioses.

Finalmente, Popoca hirió gravemente a su rival. El tlaxcalteca, como pudo, se escapó de ahí, herido y humillado. Popoca buscó a su amada en todos los rincones, pero no la encontró. El tiempo transcurría lentamente, los minutos eran horas y las horas, días enteros.


Popoca soltó un grito tan fuerte que hizo esconderse al Sol. Tomó a su amada en sus brazos y, por última vez, la besó. La cubrió con flores y lloró por ella. Su alma y su corazón estaban destrozados; sus ilusiones, rotas para siempre.

La tierra se estremeció y ocurrió el temblor más fuerte del que se tenga noticia. ¡Peor, mucho peor, que los que ahora ocurren en la Ciudad de México! Y no sólo eso: el cielo se llenó de truenos y relámpagos. Dicen que hasta cayeron piedras de fuego sobre la tierra y los lagos.


—¿Y qué pasó? —preguntaron los niños, asombrados. —Cuenta la leyenda que donde había un valle, amanecieron dos montañas nevadas. Una de ellas tenía la forma de una mujer recostada. ¡Era Xochiquetzal! Mírenla —dijo el abuelo mientras señalaba por la ventana—, observen cómo la parte nevada tiene la forma de una mujer, por eso en náhuatl la llamaron Iztaccíhuatl.

—Abuelo, ¿y el Popo? —El Popocatépetl es Popoca, el noble y valiente guerrero que perdió a su amada por culpa de un hombre malo. Los dioses lo dejaron cerca de su enamorada, para cuidarla y estar siempre a su lado. Por eso el volcán tiene la forma de un guerrero mexica arrodillado.


—Y la fumarola, ¿esa por qué sale? —preguntó el nieto.

—La fumarola es para que recordemos la fuerza de ese guerrero. Es como si, del centro mismo de la Tierra, alguien nos mandara una señal para que reconozcamos fácilmente a la amada y al guerrero, que son símbolos de nuestra nacionalidad.

Los niños miraban por la ventana, pensativos. —¿Saben qué le pasó al tlaxcalteca mentiroso? —preguntó el abuelo después de un momento—. Pues él también se cubrió de nieve y se hizo montaña. Es el Pico de Orizaba, ese otro volcán que se ve más allá.


Así se hizo justicia: los dioses lo castigaron y ahora vigila desde lejos el sueño eterno de los dos amantes, Xochiquetzal y Popoca, a quienes jamás podrá volver a separar.


Xochiquetzal y Popoca La leyenda de los volcanes Tomo 1 de la colección Axolotl Primera edición: febrero de 2014 D.R. © 2013 Juan Carlos Melgar Fernández D.R. © 2013 Aleida Ocegueda Escamilla, por las ilustraciones D.R. © 2014 CACCIANI, S.A. de C.V. Prol. Calle 18 N° 254 Col. San Pedro de los Pinos 01180 México, D.F. contacto@fundacionarmella.org www.fundacionarmella.org Dirección editorial: Nathalie Armella Spitalier Asesoría editorial: Pablo De María Asistente de redacción: Natalia Ramos Garay Diseño editorial: Emmanuel Hernández López ISBN: 978-607-8187-57-7 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin la autorización de los titulares.


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ISBN: 978-607-8187-57-7 contacto@fundacionarmella.org www.fundacionarmella.org Año de publicación: 2014

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