El Prophet Profeta Der DieLaStimme Herzens, Voz deldes corazón, die Wahrheit, ewige Gesetz la ewige Verdad eterna, das la Ley eterna de Gottes, Dios, gegeben der Prophetin für unsere Zeit dada por von la profeta de DiosGottes para nuestro tiempo Das in unserer zum Lo Fundamentale fundamental en nuestroZeit tiempo Nachdenken und zur Selbsterkenntnis para la reflexión y el autorreconocimiento
ve Cristo, la lla la vida de tal por del Vida Universal
El Espíritu Universal Libre es la enseñanza del amor a Dios y al prójimo, a los seres humanos, la naturaleza y los animales Editorial Vida Universal Apartado 8458 - 28080 Madrid - España Tél. (+34) 689 886 056 www.EditorialVidaUniversal.es
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El Profeta
La Voz del corazón, la Verdad eterna, la Ley eterna de Dios,
dada por la profeta de Dios para nuestro tiempo
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Lo fundamental en nuestro tiempo para la reflexión y el autorreconocimiento El joven: Buenos días ... Hola ... Disculpa, pero cuando pienso que nuestra conversación va a ser grabada como base para un pequeño escrito, no se me ocurre absolutamente ninguna manera de cómo dirigirme a ti. Cuando nosotros los jóvenes hablamos de ti o contigo, te llamamos simplemente «Gabriele» o «Gabi». Tú nos dices a menudo que eres nuestra hermana y así hablas también con nosotros. Pero al fin y al cabo en cuanto a la edad podrías ser nuestra madre. Por Cristo y por ti sabemos que todos nosotros –visto desde el Espíritu– somos hermanos y hermanas. Esto ya lo hemos entendido. También en nuestra familia, o en las diversas reuniones, o en las empresas de los
Amigos de Cristo, nos tuteamos todos (algo no usual en Alemania –NdelT). Y si trabajamos juntos en algo o hablamos con alguien por teléfono, no importa en realidad cuántos años tiene el otro. Se trata de René, Walter, Uli o Gabi, del uno o el otro, de él o de ella, que de forma natural igualmente están aquí para nosotros, así como nosotros lo estamos para él o ella. ¿Pero cómo te he de tratar?, ¿de «querida profeta», de «Gabriele», o solo de «Gabi»? El profeta: ¿Por qué tanta complicación? Por nuestras muchas conversaciones sabes que el ser profeta no es ningún título, sino la expresión con la que se denomina a aquel que entre los seres humanos obra como exhorta-
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dor o amonestador. El profeta, que es un instrumento de Dios, tiene que expresar lo que Dios quiere decir, y esto no es siempre del agrado de muchas personas. Hasta ahora no he tenido la impresión de que vosotros los jóvenes me hayáis vivido como una exhortadora, y así como yo lo veo, siempre nos hemos encontrado como hermanos, a pesar, como has dicho, de la gran diferencia de edad. Si el corazón permanece joven, porque el alma se ha vuelto clara, es decir, está traspasada por la luz de Dios, la edad carece de importancia. La consciencia espiritual permanece activa y nos transmite una y otra vez que el cuerpo espiritual, el alma luminosa, no puede envejecer, porque el Espíritu de Dios es la vida eterna, y por consiguiente, la juventud eterna. Como Dios, el Padre celestial, es el Padre de todos los seres humanos, en Su Espíritu somos todos hermanos y hermanas. Así que no nos compliquemos, y obremos más bien como es el Espíritu de Dios: Tú y vosotros los jóvenes llamadme sencillamente «Gabriele» o «Gabi». El joven: Me parece bien. Gracias. Había pensado hacerte algunas preguntas muy especiales y tal vez
también algunas delicadas. ¿Puedo hacerlo? El profeta: ¡Adelante! Me parece bien. Pero sin timidez y sin cohibirse. Me preparo entonces para todo lo que pueda venir. El joven: Vivimos en un mundo con el que nosotros los jóvenes a menudo no nos las arreglamos. El que anda en busca de valores éticos y morales ha de reconocer que ya apenas se puede encontrarlos. ¿Dónde está aún lo auténtico y verdadero? Todo, absolutamente todo, está esquematizado y apenas uno se descuida, se está convirtiendo en un imitador –o ya se ha convertido en uno– que en muchos ámbitos de la vida ha dejado que se le amolde en su manera de pensar y actuar a una tendencia determinada y se acomoda a ella. Si una persona joven intenta vivir de forma individual, según la idea y medida de valoración que tiene, es etiquetado de individualista y solitario, y pronto ya no tendrá más amigos. Pero se necesitan amigos y también se quieren tener personas que sirvan de ejemplo. Bueno, yo tengo amigos, pero conozco a muchos que dicen que es difícil encontrar verdaderos amigos.
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Gabi, tú nos has dicho: «Procurad no orientaros a personas, sino que haced surgir una y otra vez ante vuestro interior la imagen de Jesús de Nazaret, lo que enseñó y cómo vivió. Traspasad Sus enseñanzas y Su vida al presente, pues esa es la medida de valoración para todas las épocas y para toda la eternidad». Gabriele, tú también eres un ser humano y sabes que a menudo no resulta fácil poner a Jesús de Nazaret como medida para el transcurso de nuestra vida actual. Yo me imagino a veces cómo sería la vida y el comportamiento de Jesús de Nazaret si Él viviera hoy entre nosotros, por ejemplo como un joven. Gabriele, quisiera hacerte ahora la siguiente pregunta: Si tuvieras nuestra edad, unos 20 años, ¿cómo sería tu vida? El Profeta: Para ello tengo que mirar un poco hacia atrás. Cuando tenía entre los 16 y los 20 años, nuestro país (Alemania) aún se encontraba en muchos aspectos bajo los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Muchas cosas estaban destrozadas por los bombardeos. En las ciudades reinaba aún el caos en muchos sentidos, y sin embargo aquí y allá comenzaba poco a poco la reconstrucción. La mayoría de las personas tenían poco dinero, y aquello que cada familia poseía lo
necesitaba para lo personal. También en aquel entonces los puestos de aprendizaje eran escasos. No todos los que habían terminado la escuela con buenas notas podían acudir a escuelas de estudios superiores, ya que por un lado faltaban las posibilidades de transporte y por otro el dinero. En la radio solo había unos pocos programas y no todas las familias tenían un receptor de radio. No existían ni los televisores ni los computadores. No habían ni discotecas ni conciertos al aire libre ni todo esto con lo que se divierten los jóvenes hoy en día. No se preguntaba por las tendencias de la moda, uno se vestía con lo que tenía o recibía. Pero también nosotros los jóvenes teníamos ideales y opiniones, que por cierto no eran tan inalcanzables y exigentes como en general es el caso en la actualidad. ¿Cómo era mi vida a los 18 o 20 años? Yo era un tipo de persona espontánea, divertida, alegre y deportista. A los 10 o 12 años no había árbol suficientemente alto para mí al que no tuviera que subirme, no había aguas demasiado profundas en las que no me tirase. Todo tipo de deporte que entonces había, lo incluía en mi vida. Tanto si se trataba de balonmano, de carreras de resistencia o contrarreloj, de gimnasia en la barra fija o en las anillas, todos los deportes típicos de entonces eran parte de mi vida.
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Mi viveza y alegría de vivir, así como también mi fuerza física y dinamismo encontraban en ello una forma adecuada de expresión. Siempre tuve muchos amigos, pero también muchos deseos, por ejemplo deseaba para cuando fuese mayor un hogar propio y una familia propia. Aunque te cueste creerlo, para una joven como yo, era impensable soñar con un automóvil o una moto como los que tenéis en la actualidad, sino que mi mayor deseo era una bicicleta nueva, pues maltrataba mucho la bicicleta tan bien conservada de mi padre. Esta, como todas las bicicletas de chico, tenía una barra central que para mí era demasiado alta y sobre la que yo no podía alzar tan deprisa mi pierna derecha. Así que «me bamboleaba», o sea iba medio torcida tendida sobre la bicicleta pasando la pierna derecha bajo la barra, para dar con el pie en el pedal. Hasta que logré mantener el equilibrio, no solo me caí al suelo muchas veces, sino que mis rodillas estuvieron más dañadas que la bicicleta, sobre la cual naturalmente estos accidentes dejaron huellas. Por cierto que mi padre no estaba en absoluto contento con esto y opinó que yo debía usar la bicicleta de mi madre. Pero esta era un armatoste viejo, un «cacharro muy alto», a cuyo sillín yo no podía llegar. Con el dinero que gané durante mi aprendizaje compré más adelante
mi propia bicicleta, de la cual estaba muy orgullosa. A los 17, 18 años llegó la edad en la que se iba a salas de baile. Entonces no existían cursos de baile; se miraban los pasos de baile de los más mayores. También los carnavales eran una ocasión esperada entre nosotros los jóvenes para conocer amigos con los que luego se iba a bailar, lo que significaba que se mandaba coser un «traje de cocktail», es decir, un traje de baile. Como sabes, yo crecí en una ciudad pequeña en la que aún todo tenía que ser recatado y decente. Las amistades con los muchachos se quedaban la mayoría de las veces en amistades. No degeneraban en sexo, al menos conmigo no, pues yo era una chica traviesa que se dejaba llevar poco por fantasías románticas ni por ningún tipo de sentimentalismos, y que estaba entregada mucho más a los deportes, incluida la natación. Pero también me gustaba la vida social. Si miro vuestra vida de hoy en día y la transfiero a aquella época en la que tenía 16 a 20 años, y la sopeso con mi mundo de sentimientos de aquel entonces, es más que probable que yo también hubiese ido a discotecas, a conciertos al aire libre y a lo que se hubiera presentado. Si por el contrario traspaso mi conocimiento espiritual actual a aquella
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época en la que tenía entre 18 y 20 años, se ve el tipo de joven que era Gabriele, que hubiera sopesado y medido todo y no se hubiera orientado a las masas. Mi afán innato por la libertad y mi amor por la verdad hubieran colaborado a alcanzar una autonomía interna y una verdadera consciencia de mí misma, y posiblemente me hubieran ayudado a lograr más temprano una cierta soberanía. También el matrimonio y la familia que vinieron con el tiempo los hubiera vivido de otro modo al que lo hizo Gabi, la católica, que no tenía ni idea de las legitimidades más finas de Dios, que precisamente hacen valiosos el matrimonio y la familia. Como no sabía nada respecto a la vida interna, es decir sobre los valores y leyes espirituales, cometí muchos errores, también con mis amigos y más tarde en el matrimonio y la familia. Si entonces hubiera sabido lo que hoy sé sobre las legitimidades divinas, de ningún modo me hubiera vuelto una imitadora, como lo fue en algunos aspectos Gabriele, la jovencita, porque no conocía otra cosa. Precisamente el imitar me sacaba a menudo de quicio y provocó algunas peleas, descontentos y desacuerdos. Como persona joven con conocimientos espirituales nunca me ataría, de ningún modo a una persona ni tampoco a la propia pareja. No la utilizaría para
mis propios fines. Mi empeño y mis esfuerzos serían ser una compañera con el mismo valor en la relación, que pudiera hablar de todo con su esposo. También a mis hijos les dejaría libres y no les ataría a mí, me esforzaría en guiarlos y no en educarlos como se hacía entonces. Yo soy del tipo de personas del signo Libra, que son muy sociables. Así que si yo fuera ahora joven, tendría amigos, pero no acostumbraría tener «amistades», que son aquellas «familiaridades» superficiales y la mayoría de las veces egoístas. En todas las situaciones, ya en aquel entonces era importante para mí la fidelidad. Fidelidad es lo contrario de la atadura. Mantener la fidelidad significa ser libre. Mantener la fidelidad es también hoy en día la libertad que me da la posibilidad de poder hablar sobre todas las cosas, si no es de forma directa, entonces indirecta, según con quién esté hablando y dependiendo de cuánto esta persona esté dispuesta a aceptar y de cuánto pueda soportar y elaborar. El joven: Gabriele, me he quedado muy serio escuchando la descripción de tu juventud. Me resulta difícil imaginar la época de tus años jóvenes después de la Segunda Guerra Mundial, pues yo no he vivido algo así. Me doy cuenta que quien no lo ha experi-
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mentado, no puede comprender las experiencias de una persona que, por ejemplo, ha vivido la guerra o la época de la posguerra. Ahora comprendo lo que nos enseña el Cristo de Dios, que el que no tenga experiencia o no tenga un mundo de programas para situaciones o cosas, no puede comprender a los otros en estos puntos. Me tuve que reír cuando contabas con tanta viveza cosas de tu juventud y de tus escapadas en bicicleta, del subirte a los árboles y de lo que contabas de tu vida deportiva como joven, hasta llegar al sincero reconocimiento de que también cometiste muchos errores por la ignorancia que te trajo el catolicismo en lo que respecta a las legitimidades espirituales divinas. Ahora veo claramente por qué puedes ponerte tan bien en el lugar de nosotros los jóvenes de la actualidad. En base a los conocimientos divinos actuales, a la Sabiduría divina, has contemplado tu juventud, para poder comprendernos mejor a nosotros los jóvenes de ahora. Así nos puedes ser de gran ayuda con estos conocimientos –mejor dicho, con sabiduría. Por eso te estamos muy agradecidos por tus consejos y ayudas. El profeta: Tengo mucho gusto en ayudar a mis hermanos más jóvenes. Claro que os puedo dar consejos y algunas ayudas, es decir, ofrecéroslas; pero
si las aceptáis o no es cosa de cada uno de vosotros. Sobre todo el actuar, el llevar las cosas a cabo, es decir el traspasarlas a la verdadera realidad, lo tiene que hacer cada uno por sí mismo. Esto es así para todos, tanto para los jóvenes como para los adultos, en base a la ley del libre albedrío. El joven: ¿Puedo hacerte otras preguntas de la larga lista que he traído? Si con la Sabiduría divina desarrollada en ti piensas y sientes en la época de tu juventud, ¿qué harías después del trabajo? ¿Qué cosas te interesarían? Como joven, ¿cómo intentarías cambiar el mundo? El profeta: Sobre vuestra primera pregunta: ¿Qué haría yo, siendo joven, después del trabajo? En mi época no había tanto tiempo libre en la vida laboral como en la actualidad. Siempre se trabajaba hasta las 6 o 6:30 de la tarde, los sábados normalmente hasta las 2 o las 3 del mediodía. Pero tú me preguntas qué haría yo si hoy fuera tan joven como tú y tuviera los conocimientos espirituales. Para mí sería importante hacer un balance de mi día después de mi jornada laboral, sopesándome en la balanza de mis sensaciones:
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¿Qué resultó hoy más o menos bien, qué menos bien y qué tal vez muy mal? A estos tres aspectos: lo bueno, lo menos bueno y lo que resultó muy mal, les pasaría revista ante mí. Sobre lo bueno me alegraría y lo fortalecería en mi consciente afirmándolo. Lo malo lo miraría más de cerca preguntando: ¿Qué hay en mi subconsciente que una y otra vez juega una mala pasada a mi consciente, es decir, a mí? Pues has de saber que el subconsciente se puede comparar con un asesino que está al acecho para «matar» una y otra vez los buenos propósitos que hay en el consciente, o sea para destruirlos y llevarnos al mal en el aspecto propuesto. Lo que resultó muy mal lo movería hasta el fondo con todas las fuerzas de que dispusiera, sobre todo con la fuerza del Cristo de Dios, es decir seguiría su rastro hasta llegar a la raíz, para erradicarlo con la ayuda del Espíritu de Cristo. Precisamente lo muy malo nos puede llevar a cometer actos que no queremos hacer en absoluto con nuestro consciente. Lo muy malo es por tanto un asesino gigante que constantemente está al acecho para matar nuestros buenos propósitos y dirigir nuestro desarrollo hacia lo negativo. O sea que con la ayuda del Cristo de Dios haría el balance de mi día y seguiría el camino que Jesús de Nazaret nos mostró:
Reconoce tus pecados, arrepiéntete de ellos, purifícalos y no los hagas más. El no hacerlos más es lo decisivo. Para ello necesitamos una dosis de fuerza con que mantener las legitimidades divinas en el subconsciente, pues el subconsciente asesino, en el que aún está anidado y vivo lo malo y lo muy malo, siempre intenta capturar al consciente, o sea llevarnos a repetir las viejas costumbres, las cosas malas, que pesan sobre nuestra alma, sobre nuestro verdadero ser. Tal y como lo hubiera hecho durante mi juventud con mi punto de vista actual es como lo hago ahora con más edad: a diario hago el balance de mi día. El joven: ¿A este subconsciente asesino se le podría llamar el «tentador»? El Profeta: Tienes mucha razón. Dicho con más exactitud es como sigue: Tanto nuestras introducciones en el interior contrarias a la ley divina no resueltas como nuestras introducciones positivas están grabadas en el subconsciente. En primer lugar el subconsciente da una y otra vez impulsos de lo que hemos grabado al consciente para que piense de igual manera o similar, porque lo negativo, que normalmente predomina en el
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subconsciente, tiene hambre de más energías negativas. Por tanto el «tentador», lo negativo en el subconsciente, tienta una y otra vez al consciente para incitarlo a pensar lo que es contrario a la ley divina que es de la misma índole. Si el ser humano, el consciente, actúa de tal modo, el consciente dará más potenciales energéticos negativos al subconsciente, además de aquello que ya había allí. Si el «tentador» consigue incitar una y otra vez al consciente para que actúe de modo contrario a la ley de Dios, el subconsciente se llenará cada vez más con dichas energías. Si estas no son disueltas, llegará un día en el que el subconsciente en este ámbito estará lleno de estas introducciones negativas. Si el ser humano sucumbe constantemente a «la tentación», a los impulsos contrarios a las leyes de Dios que vienen de su subconsciente, como quien dice si les obedeciera, estará alimentando dicho complejo de energía negativo, lo vivificará y edificará haciéndose este cada vez más fuerte. Si finalmente el subconsciente se llena en esta zona, se convertirá en el gobernante y por tanto también será el que actúe. Esto quiere decir que el subconsciente tendrá el poder sobre el consciente y determinará ahora a la persona para que haga esto o lo otro, esto
es, gobernará al hombre. A partir de entonces este será arrastrado y no será más dueño de sí mismo en lo que respecta a dichos caracteres pecaminosos. También podríamos decir que el subconsciente es ahora autónomo: la persona lleva a cabo aquello que durante mucho tiempo ha introducido en el subconsciente. Si el ser humano se propone algo bueno en lo que se refiere a una debilidad específica, respecto a una característica pecaminosa, el buen propósito se encontrará primeramente en el consciente. Debido a que este propósito está privado de poder, apenas puede conseguir nada frente a las grabaciones ya demasiado poderosas que hay en el subconsciente. Las reflexiones y reparos del consciente no tienen eficacia, la persona no puede mantener sus propósitos positivos, de hacer por todos los medios aquello que es bueno. El subconsciente «asesino» por tanto hace fracasar el paso hacia la dirección positiva, «asesina» lo bueno que la persona se había propuesto, y así esta no llevará más a cabo su buen propósito. El balance consciente del día sirve, entre otras cosas, para analizar lo que se ha reconocido de negativo, también aquello que está activo en el subconsciente, es decir, encontrar la raíz, eliminarla y no repetir más lo
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mismo, antes de que el subconsciente se haya llenado. Lo bueno, lo positivo, nos lo hemos de proponer una y otra vez hasta que nuestro programa positivo, por ejemplo una Ley de Dios, pueda «enraizar» en nosotros. Volviendo a tus preguntas: ¿Qué haría hoy en día si fuera joven? Llevaría a cabo todo lo que me interesase mucho, por ejemplo pintar, nadar, hacer deporte, como por ejemplo tenis u otros tipos de deportes que hay en la actualidad, y precisamente aquellos en los que no dependiese de otros, por ejemplo no haría deportes de competición para ganar dinero. Por un lado el deporte de competición exigiría demasiado a mi mundo de sentimientos, por otra parte dependería de un entrenador, también de personas que estarían pagando mis horas de entrenamiento y por último del público, que me tendría que animar para que cada vez consiguiese un mejor rendimiento. También cuidaría mi círculo de amigos, reuniéndome con ellos para que juntos hagamos algunas cosas y conversemos. Si entablase una amistad estrecha, me esforzaría en verlo todo desde el aspecto de la libertad que tanto aprecio, no me ataría jamás a los deseos –sean también los deseos sexuales–, ni a los míos ni a los deseos del otro. Mi
libertad sería para mí lo más elevado; de ello deriva también que dejaría la libertad a mi prójimo, ni le obligaría ni le convencería de nada, tampoco si los deseos sexuales me apremiasen. Para mí sería importante aclarar de dónde viene ese apremio, es decir, investigar qué hay detrás de mis deseos acuciantes. Además yo era y sigo siendo una persona a la que le gusta la música. Aprendería a tocar un instrumento que correspondiese a mis talentos. Durante los años de la guerra, en los que aún era una niña, aprendí a tocar un instrumento diatónico. Como fue una adquisición de segunda mano tenía que ser reparado y afinado una y otra vez. Con el tiempo ya no recibimos más piezas de repuesto y tuve que dejar de practicar. Más tarde, siendo ya una jovencita, comencé a practicar con el piano. Después llegó la llamada como profeta. Y nuevamente comencé a practicar. De mayor, con unos 50 años, no había dejado la música; y una vez más comencé a acompañarme con el canto y a practicar yo misma. También hoy en día toco de vez en cuando el piano, claro que solo en casa. Me gusta ir a conciertos de música armoniosa. Como ves para practicar música no hay límites de edad. Me preguntas si siendo joven con el conocimiento espiritual actual intentaría cambiar el mundo.
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¡Por qué no! Pero no saldría a las calles a protestar, organizándome especialmente para esto, para provocar miedo y asustar a mis semejantes. Mi deseo sería cambiarme primero a mí misma, tener claro qué es lo que quiero de verdad y si mi meta de vida puede contribuir a la formación de una sociedad mejor, más espiritual, soberana y franca. No me entregaría a ideas utópicas, sino que me pondría metas éticas y morales claras y cercanas, por las que intentaría luchar. ¿Sabes, querido Martín?, quien comienza a realizar en sí mismo las elevadas metas éticas, en las cosas pequeñas, es decir quien se cambia a sí mismo y no solo quiere cambiar a los demás, se convierte en un buen ejemplo y con el tiempo atraerá a aquellas personas que quieren las mismas cosas u otras similares. Si ellas después cumplen lo que se han propuesto, en esto no podrás intervenir. Pero entre ellas siempre habrá personas que lo hagan como tú y así encuentren los valores que hacen que una sociedad orientada éticamente sea estable y pueda sobrevivir. El joven: Gabi, ¿qué harías tú si alguien te fastidiara «tratando de flirtear» o cuando a menudo viene un cliente que te invita a tomar un café, pero tú notas que tiene otras intenciones? Yo no puedo contrariarlo siempre.
¿Cómo te comportarías? ¿Qué aconseja aquí la Sabiduría divina? El Profeta: Con tus palabras «tratando de flirtear» seguramente te refieres a cuando se te toma por tonto, que es como sufrir un asedio. Una persona que posee un poco de inteligencia y sabiduría pasaría por alto tales «intentos» o aclararía lo que piensa al respecto. Tenemos que aprender a reconocer que cada persona tiene un estado de consciencia diferente y que cada uno ha programado y programa su consciente y subconsciente, su cuerpo y también su alma de modo correspondiente a sus sensaciones, sentimientos, pensamientos, palabras y obras. Los programas que tiene cada persona son su estado de consciencia. De acuerdo a ellos siente, piensa y obra. Esto quiere decir que nadie puede comprender completamente al otro, porque cada uno de nosotros tiene precisamente un estado de consciencia diferente. Si nos hacemos conscientes de esto y tenemos presente este reconocimiento, nos alteraremos mucho menos cuando alguien, como tú dices, nos fastidie y «trate de flirtear». También conoces la ley de la analogía: aquello que me altera de otros, lo mismo o similar lo tengo en mí. Has dicho que un cliente te invita a menudo a un café, y que sientes
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que con ello él quiere otra cosa. Tienes razón al decir que «no puedes contrariarlo» siempre. No se puede rechazar una invitación sin motivos fundamentados. ¿Cómo sería si tú invitases al cliente a tomar un café y al mismo tiempo le anuncias que traerás algunos amigos? Cómo reaccione el cliente será cosa de él. De ello podrás sacar tus conclusiones. El joven: En mis notas tengo todavía una serie de preguntas. Leeré la siguiente: Entre nosotros los jóvenes existen tendencias de moda muy marcadas: el pelo teñido con algún color, piercing, ropas y marcas de los años setenta, que todos «tienen que» tener. ¿Qué harías tú? ¿Andarías también tú con el pelo verde, pantalón de campana y zapatos de plataforma?, o ¿llevarías una túnica blanca y ondeante? El Profeta: Puedo experimentar muy bien qué sentimientos tenía cuando era joven. Tampoco me es extraño vuestro mundo de sentimientos. Como en toda situación ha de respetarse el libre albedrío, quiero hablar de modo general de lo que predomina en la juventud actual, es decir, yo no os quiero cambiar. Eso ha de venir de cada uno mismo.
¿Cómo me hubiera comportado siendo joven si en aquel entonces hubieran existido las posibilidades y tendencias de moda actuales y me hubieran faltado los conocimientos de las legitimidades de Dios? Seguramente que también hubiera sido una imitadora que se habría comportado de un modo similar a como lo hacen muchos jóvenes en la actualidad, para no quedar al fin y al cabo excluida, sin amigos. Al piercing seguro que no me hubiera sometido, pues los pinchazos o las punzadas me fueron siempre muy desagradables, ya solo fuesen las más diferentes punzadas en la nariz o en las mejillas. Nunca tuve la intención de marcar definitivamente mi cuerpo de esa manera. Una túnica blanca y «ondeante» no me hubiera puesto ni tampoco me la pongo ahora, pues quien quiere destacar de la multitud llevando disfraces, está ocultando algunas cosas. Se quiere mostrar de un modo diferente al que es, y con todas sus posibilidades y artimañas quiere ocultar cómo es verdaderamente. Por eso se viste contrastando con la multitud. De ningún modo os quiero dar una lección a los jóvenes, pues cada persona ha de llegar por sí misma a la raíz de sus sentimientos, sensaciones y deseos que le determinan a cambiar externamente. Es decir, ¿qué quiere lograr la persona con
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ello? Si en mi juventud hubiese tenido el conocimiento de las legitimidades divinas, seguramente no me hubiera convertido en una imitadora, pues el conocimiento espiritual divino da, tanto a los jóvenes como a las personas de más edad, la posibilidad de analizar los trasfondos de su comportamiento, trabajarlos, superarlos y con ello volverse independientes y libres. Examinemos ahora juntos los trasfondos de llevar el pelo de muchos colores, del piercing, de la ropa y marcas de los años 70 que todos «tienen que tener». Comencemos con la naturaleza. El hombre es un cuerpo natural, compuesto de agua y tierra. Si observamos el cuerpo natural que es la Tierra, veremos que esta solo se transforma según las estaciones del año. En primavera la naturaleza despierta, florece. En verano vivimos los grados de maduración de los frutos y en otoño el retirarse de la savia de la vida. El invierno trae la fase de descanso y aquí y allá un vestido blanco, la nieve. Las transformaciones en la naturaleza tienen lugar sin la intervención del hombre, es decir, en ciclos. Aunque el ser humano intervenga en los procesos de la naturaleza con cruzamientos, manipulación genética y –como está saliendo a la luz en la actualidad– también en base
a clonar, si bien podrá transformar las formas externas de la naturaleza, los rasgos básicos característicos, las estructuras espirituales divinas permanecerán. ¿Qué motivos tiene una persona para transformar su disposición natural? ¿Por qué el individuo renuncia a su ser, adaptándose, ocultándose, adoptando programas ajenos, puntos de vista de otros, empleando mucha energía en aparentar lo que no es? Ya que el ser humano analiza rara vez sus esquemas y modos de comportamiento para reconocerse a sí mismo, se convierte en un imitador o en alguien que se opone a otros o a la sociedad. Muchos jóvenes dejan que se les encasille en estas categorías. A más de un joven no le gusta, por ejemplo, cómo se comportan sus padres, lo que ellos piensan y hablan. También la sociedad en la que vive, en cierto modo le «fastidia sobremanera». Como el joven con sus ideas, puntos de vista y opiniones no encuentra su lugar entre los padres, entre otras personas que le son de referencia o en la sociedad, ya que experimenta ser rechazado por incompetente, inexperto e incomprensible, protesta en primer lugar con palabras, gestos y comportamientos. Más adelante, cuando se da cuenta de que a pesar de ello no consigue llevar a cabo sus ideas y
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opiniones, comienza a rebelarse y se viste muchas veces como rebelde de la sociedad. Más de uno piensa: como no se me escucha y no puedo llevar mis cosas a cabo, es decir, como no se me «respeta» siendo el que soy, van a tener que ver «cómo soy» y a tenerme en consideración de este modo. Por eso se tiñe muchas veces el pelo de colores y, apoyándose en el principio de que la unidad hace la fuerza, se conecta por imitación con otros de más o menos la misma edad mediante las mencionadas ropas de los años 70, el calzado de plataforma, mediante comportamientos que están contra lo usual, y muchas cosas más. El joven: ¿Puedo decir algo al respecto? Nosotros, es decir los jóvenes que yo conozco más, tenemos la sensación de que así no está bien, Gabi. ¿Pero qué se debería hacer? ¿Cómo debería o podría ser de otro modo? Esta es la pregunta sobre la que no sabemos qué hacer. El Profeta: La naturaleza nos muestra el transcurso correcto y nada afectado de nuestra vida. Los seres humanos queremos determinar a menudo el transcurso de nuestra vida terrenal y nos comportamos en cierto sentido como
payasos que se muestran al público con vestidos relucientes de todos colores. Con esto no me dirijo solamente a los jóvenes, sino sobre todo a aquellos que quieren ser adultos y que dicen ser sociables. Observemos las estaciones del año. La primavera no quiere ser el verano ni el verano la primavera. El otoño no quiere ser el verano ni el invierno el otoño. Pero muchas personas creen tener que ser la primavera cuando llegan a la mitad de su vida, es decir al verano o al verano tardío y se atavían correspondientemente. Escogen para ellas un peinado o ropas que corresponden a la juventud, a la primavera, y no a la persona que ha llegado a la mitad de su vida, al verano. Quien llega al otoño de la vida a menudo quiere recuperar la mitad de su vida, el verano. Por ello tiñe sus cabellos y se pone precisamente la ropa que ha sido hecha para gente joven, con la intención de que le rejuvenezca. Para una persona así no tiene importancia si con ello está mostrando tal vez su inmadurez. Lo importante para ella es parecer lo que no es. Quien se encuentra en el invierno de su vida, siendo su cabello ya blanco como la nieve, muy a menudo tampoco quiere aceptarlo. Espera poder disimular los rasgos de la fase de la vida en la que se encuentra, para recuperar al menos el otoño. El enlucido consiste entonces en el
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cabello teñido de marrón o de rojo, varias capas de maquillaje, y ropas que aún quieren mostrar un poco lo que al fin y al cabo hace tiempo que no es: una pierna delgada en un zapato elegante. Lo que asoma es la pierna envejecida, muchas veces llena de varices, en zapatos que solo podrían adornar la pierna de una persona en el verano de la vida. Queridos jóvenes, así que no estáis solos con vuestras indumentarias socialmente inadecuadas. Hay un refrán que dice: «De tal palo, tal astilla». ¿Queréis subordinaros a este dicho, o queréis cambiarlo, poniéndoos en acción y tomando otro lema, por ejemplo: «De ese palo no somos astilla»? Para vosotros los jóvenes, por ejemplo podría ser digno de tener en cuenta lo siguiente: Si el ser humano tiene respeto de sí mismo, cuidará su cuerpo y se vestirá de acuerdo a ello. No hay nada en contra de los vaqueros y los jerseys, siempre que se utilicen en su debido tiempo. La ropa adecuada solo puede ser elegida por una persona orientada estéticamente, cuyo cuerpo está cuidado. Una persona así se vestirá adecuadamente, es decir bien. Si te respetas a ti mismo, viviendo conscientemente, prestarás atención a lo que piensas, observarás tu forma de hablar y serás siempre consciente de que con tu forma de
sentir, pensar, hablar y actuar, también con todos tus deseos y pasiones creas la imagen de tu persona, con la que actúas sobre tu prójimo. ¿Por qué en realidad cada edad se disfraza? Porque el ser humano vive raramente en el presente aprovechando sus días y sus horas. Quien en la primavera de su vida no aprovecha los días de la primavera, consiguiendo valores internos, es decir aspirando a una moral y ética más elevadas, y sometiéndose a unas buenas costumbres, se perderá a sí mismo y caerá en el autoengaño. Una persona así desperdicia de este modo el contenido de vida que ha traído a esta Tierra, reflexionando constantemente sobre lo que quiere, que justamente no tiene y que tal vez tampoco recibirá nunca. Entonces posiblemente se aferre al aparato de televisión para cambiar mentalmente su papel con determinados actores, porque quiere ser como el otro está también representando. O busca su «salvación» usando un computador, explorando en Internet todo lo que el mundo le ofrece y a lo que se podría enganchar para imitar lo que hay en su mundo de necesidades y deseos. Además, esta persona cambia su aspecto externo, posiblemente con disfraces y comportamientos exagerados. Puesto que muy pocos seres humanos viven conscientemente
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las etapas de su vida terrenal, dado que muy pocos superan y cumplen lo que la energía del día les trae, estas personas se esfuerzan constantemente en recuperar lo que ya hace tiempo pertenece al pasado. Como no quieren comprenderlo, son de la opinión de que si se disfrazan podrán recuperar algunas cosas. Queridos jóvenes, ¿queréis seguir siendo ‘de tal palo tal astilla’, como lo han hecho los mayores desde hace generaciones? ¿O queréis tomar las riendas de vuestra vida en las manos sometiéndoos a principios de buena educación y adoptando valores éticos y morales más elevados? Entonces ya no seréis ‘tal astilla de tal palo’. A través de vosotros, y al fin y al cabo con la ayuda del Espíritu de Dios, surgirá una sociedad cristiana valiosa, que estará a favor de la vida, que se muestra cada día de una nueva forma, y también a favor de la vida en los reinos de la naturaleza. De ello surge la unidad con todas las fuerzas positivas del infinito y la armonía entre los hombres. Entonces desaparecerán la riqueza desmesurada y la pobreza miserable. Si observamos nuestra sociedad actual –de la que también forman parte los padres–, considerando las legitimidades y los procesos legítimos de la naturaleza, encontramos una sociedad cerrada, constituida por una
comunidad aislada de creadores de opinión y conformistas, por los denominados adultos –aunque nunca se desarrollarán para serlo–, pues también son imitadores y payasos que mal que bien permanecen siendo «aptos para vivir en sociedad». Si el joven «se sobrepasa», si rompe con esta estructura rígida, la sociedad tan solo sacudirá la cabeza y algunos mirarán despectivamente a aquel que por ejemplo tiene un corte de pelo especial o lleva el cabello de colores, ropas de los años setenta, pantalones de campana, zapatos con plataforma y otras cosas más. Por aquello que se oculta detrás, apenas pregunta ninguno de los adictos a la sociedad, pues ellos –como se explicó en la imagen de la naturaleza–, no se encuentran en el ciclo de su propia fase de vida, en su realidad, sino que en el disfraz. Hablando con sinceridad, queridos jóvenes, aún no habéis terminado de madurar, tan poco como lo han hecho los adultos que se aferran de forma enfermiza a la sociedad. Por eso hay tantos roces entre los jóvenes y los mayores por las diversas opiniones e ideas. Así, más de un joven que fue un rebelde contra la sociedad y contra los adictos a la sociedad, se convierte con 30 años en un conformista y oportunista, se deja envolver por la sociedad con sus reglas de juego y
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su moral aparente y se convierte en uno de ellos, que entonces también persigue el prestigio, el éxito, el poder y el dinero. ¿Por qué es así? Si analizamos los deseos de la juventud, que la mayoría de las veces por la falta de experiencia no son equilibrados, sino más bien extravagancias, nos daremos cuenta de que si bien la juventud quiere cambiar algunas cosas, no tiene ninguna experiencia de cómo hacerlo. Tampoco muchos padres y muchos de los candidatos a la sociedad, con su tendencia arribista, pueden dirigir en la actualidad a los jóvenes porque no conocen en sí las cualidades de la vida, que hacen estable una sociedad y le dan calidad, que necesita del bien común en todos los ámbitos de la vida. Todos los adictos a la sociedad solo quiere todo para sí, según el principio: «Todo ha de ser solo para mí; en el fondo los demás no me importan». A pesar de que en nuestra sociedad se habla mucho sobre las actividades con jóvenes y de dar ayuda a la juventud, e incluso se llevan a cabo algunas acciones al respecto, falta la base sobre la que un joven podría seguir construyendo su vida. Lo que por ejemplo valdría es aprender a comprender al joven y sus rasgos de carácter. Lo que valdría es profundizar en las razones de por qué protesta, por qué se opone con comporta-
mientos externos. Sería necesario comprender por qué como joven se amolda a como actúan y piensan otros jóvenes, y por qué más tarde, a los 30 años aproximadamente, se deja incluir en una sociedad egocéntrica que aparentemente rige en todo, abandona sus ideales y valores que ya se empiezan a mostrar en él, como son la igualdad y la libertad, y participa de la «tendencia en la moda» vigente desde hace milenios, que dice: «¡Yo! ¡yo! ¡yo! ¡Todo solo para mí!». Muchas personas jóvenes creen en la reencarnación y son conscientes de que los diversos rasgos del ser humano son heredados, o son predisposiciones traídas de otras encarnaciones. Cada uno trae a esta vida terrenal diferentes atributos humanos pecaminosos. Los rasgos humanos pecaminosos que están activos en la persona determinan tanto al adulto como al joven. Tanto los jóvenes como los adultos se someten –unos más, otros menos– a la conexión uniformadora del modo de pensar y actuar, que viene de afuera. Cada uno es de la opinión de que su escala de valores sociales es la que serviría a la sociedad. Si miramos detrás de ese mecanismo de unificación coercitiva, sentiremos en qué dirección va. O bien se quiere, si es posible, conseguir una gran por-
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ción del pastel que es la sociedad, o se quiere llegar a ser algo importante o conservar la propia posición y, si se diera el caso, mejorarla. Raramente el adicto a la sociedad se cuestiona si aquello a lo que aspira es moral o inmoral. Y más de uno piensa: Sea lo que sea, unificado coercitivamente en el modo de pensar y actuar o no, «lo importante es que mi porción del pastel de la sociedad sea lo más grande posible». Si yo fuera aún joven y tuviera estas perspectivas y al mismo tiempo el conocimiento de los elevados valores espirituales éticos y morales, aspiraría con seguridad a aprender a comprender al prójimo, a aceptarlo, en lugar de despreciarlo, a no ponerme por encima de él, sino a estar a su lado, es decir, a ser benevolente y tolerante con él, o sea aplicar lo que ya dice el Sermón de la Montaña: «Lo que quieras que otros te hagan a ti, hazlo tú primero a ellos». Me apartaría con seguridad de la moda de imitar. Y me comportaría y vestiría como me lo dicen los valores éticos y morales más nobles. Por mis conocimientos espirituales actuales –«los iguales siempre se atraen»– también sería consciente de que encontraría amigos que aspirarían a metas y actividades iguales o similares. Solo con la consciencia y el cumplimiento de las legitimidades divinas
la juventud puede llevar a cabo una sociedad ética y moral más valiosa, que no solo tiene pensamientos elevados sobre el bien común y expresa palabras bonitas sobre él, sino que fomenta activamente el bien común para todos, lo que supone que no deberían existir las graves diferencias entre pobres y ricos. Un joven así, que trabaja sus valores internos –que se encuentran en cada persona– cuando tenga más de 30 años tampoco dejará que se le conecte obligatoriamente al modo de pensar y actuar de otros, es decir, no se dejará envolver por la sociedad egoísta con sus ansias de poder y su modo de pensar que tiene como meta el bienestar personal. Echemos brevemente otra mirada a la naturaleza. La primavera es la juventud. Ninguna hoja ni tampoco ninguna flor tomará otro color por impulso propio. Son bellas así como son. Ningún animal deja que se le tiña su pelaje o se le transforme de cualquier otro modo en su especie. Es como es, y así es bello. Si el joven se viste como corresponde a su tipo y también según los valores internos que está desarrollando, llegará a expresar sus virtudes y características juveniles. El verano, la madurez y también la ya incipiente época de la cosecha son después el símbolo de la persona que dispone de cualidades y capacidades, es decir, de valores profesionales ya marcados,
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que ha conseguido con esfuerzo y constancia, pero también mediante un sentido comunitario, así como mediante la aceptación y el respeto de las categorías éticas y morales. Estas personas participan activamente de la vida profesional y su actuación dará frutos, y no pensarán solamente en sí, sino que también en el bien de todos. Son ricas en experiencias internas y tienen buenos rasgos de carácter. Prefieren el verdadero bien común al bienestar sobresaturado. Estas personas no solo hablan del bien común, sino que actúan para que a todos les vaya bien, en la medida en la que también estos aspiren a servir al bien común y a favorecer la calidad de este. Cada uno de nosotros sabe que el que daña el bien común se daña a sí mismo; paulatinamente se excluye del desarrollo del bien común y edifica solo su bien personal. Así se comporta la sociedad actual. Y como se está viendo, esta no tiene consistencia. Si queremos una sociedad más elevada ética y moralmente, esta debería desarrollarse a partir de una juventud que no solo se rebele y se haga notar con el pelo de colores, piercing, ropas y marcas de los años setenta que todos «han de tener», con pantalones de campana y zapatos con plataforma, sino que desarrolle valores internos, es decir más elevados, que garanticen una
sociedad con características morales. Esto favorece el sentido por el bien común para todas las personas que desean pensar y actuar en el verdadero bien común y desarrollan capacidades de alta calidad en la familia y en la profesión. El joven: ¡Ahora se me aclaran muchas cosas! Por ejemplo, que con manifestar «lo queremos de otro modo» y con rebelarse no se puede crear un mundo mejor, y que al fin y al cabo depende de cada uno lo que haga de su vida. Nadie puede cambiarse a sí mismo por otro, nadie puede obligar a sus semejantes a tener un buen modo de pensar o valores éticos y morales elevados. Gabi, has hablado del enfrentamiento de los jóvenes que se rebelan contra la sociedad. Pero también con nuestros padres chocamos frecuentemente en el ámbito más personal. Pensamos que reaccionan muy a menudo simplemente de forma «pequeñoburguesa» y que ponen obstáculos. El Profeta: Ahora quiero apelar a vosotros, jóvenes, para que seáis más comprensivos con vuestros padres, quizás también con vuestros abuelos. Cuán a menudo se escucha de los jóvenes algo así como lo siguiente: «Mis
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padres me prohíben todo. Son muy raros. Son incompetentes en lo que se refiere a la juventud actual». He mirado en diccionarios lo que significa «raro». Raro significa: «Persona que se comporta de un modo inhabitual; poco común o frecuente; extravagante de genio o comportamiento; extraño, de carácter singular, etc.». Si pudierais comparar vuestra generación acomodada con las generaciones anteriores, tendríais más comprensión con vuestros padres y también con vuestros abuelos. No podéis generalizar calificando de «raros» a todos los padres o abuelos, pues en las generaciones pasadas, cuando vuestros abuelos y padres se encontraban en la pubertad, había costumbres de vida muy diferentes. Precisamente en la época de vuestros abuelos existía una etiqueta obligada y rígida; esto se debía hacer y lo otro no. Entonces no había para la juventud peros que valieran. Se decía: «esto se hace» y «esto no se hace», también en lo referente a las costumbres en la mesa, a menudo muy severas, o en el comportamiento en una sociedad que se había acostumbrado, o más bien impuesto, unos determinados modos de expresión. Había muchas prescripciones para los niños. El chico tenía que hacer una reverencia al saludar a los adultos, en algunos casos también a otros de su misma edad, la chica tenía que hacer una
inclinación del cuerpo doblando una rodilla. Para los domingos se tenían determinados trajes y zapatos que no se podían usar a diario. Los padres de entonces eran severos con sus hijos, respecto a con quién andaban y para que no mantuvieran relaciones prematrimoniales. Los niños e incluso los jóvenes en la mayoría de los casos disponían de poca libertad personal. Por lo general tenían que ser obedientes y formales, es decir, ceñirse y someterse a lo que se les decía. La vida desde la infancia hasta la edad adulta estaba marcada por la severidad, por prescripciones y prohibiciones, para que los niños fueran ejemplos clásicos y brillantes ante los parientes y amigos. Los padres de las generaciones de entonces no siempre eran ellos mismos tan intachables como educaban a sus hijos. Lo que ellos se permitían en secreto, se lo prohibían a menudo a sus hijos, que naturalmente tenían que obedecer y en gran medida lo hacían. De su propio comportamiento derivaban en gran parte la educación de sus hijos. Para vuestros padres, en la mayoría de los casos, no fue ya tan formal y estricto como para vuestros abuelos. Pero también ellos recibieron –como vosotros diríais– la pátina enmohecida de las tradiciones de las pasadas generaciones. Así que el comportamiento de vuestros abuelos
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o también de vuestros padres no podéis calificarlo de forma global de «raro»; este muestra las marcas de la educación de antaño, de la que seguramente también algún joven de entonces se escapó, para espanto de los familiares, para quienes era vergonzoso tener una «oveja negra» en su familia. Seguro que los abuelos o los padres también pueden contar de qué modo y por travesura hacían de vez en cuando lo que no debían, cómo inventaban picardías y muchas cosas más. Pero esto eran excepciones en la sociedad burguesa de aquel entonces. Vosotros jóvenes habéis nacido en el florecer del llamado milagro de la economía, en una sociedad en la que se han perdido en gran medida los principios éticos y morales básicos, ni qué hablar de la etiqueta y las buenas maneras. Es cierto que vuestros padres crecieron en este milagro de la economía, pero ellos recibieron todavía la educación de parte de sus padres, cuyas normas les marcaron decisivamente. Los programas de comportamiento adquiridos en la infancia y la juventud, permanecen a menudo activos en mayor o menor medida durante toda la vida terrenal. Muchos de los que pertenecen a las generaciones antiguas no pueden comprender el comportamiento actual de la juventud, que por el milagro de la economía ha dado un
salto generacional gigante, pues en ellos aún está viva la imagen de la educación de su infancia y juventud. Desde estas impresiones educan a menudo a sus hijos e influyen en vosotros los jóvenes con las medidas y normas de entonces. Si muchos de vosotros pensáis que los padres son unos incompetentes en lo que se refiere a la juventud actual, yo os animaría a reflexionar, pues puede que se trate sencillamente de falta de experiencia. Vuestros padres no conocen vuestro estilo de vida, porque «antes era todo diferente». No os pueden entender en algunos asuntos porque no tienen experiencia en muchas cosas que para vosotros se sobreentienden en esta generación floreciente. Como están inseguros en la educación de sus hijos por este salto generacional, reaccionan con demasiado rigor, demasiado a la antigua, precisamente desde el potencial de recuerdos y experiencias de la época de su infancia y juventud. ¿Cómo sería si vosotros los jóvenes hablaseis sobre esto, teniendo en cuenta que vuestros padres no han ido creciendo como vosotros en una sociedad bien acomodada? Hablad también, si queréis, de que vuestros abuelos y padres en sus años de infancia y juventud tuvieron que vivir una educación exageradamente
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severa y reglamentada, de la que de vez en cuando se escaparon, por cierto a escondidas, haciendo entonces cosas que en absoluto eran siempre inofensivas y sin peligro, cosas que hubieran preocupado seguramente a sus padres si hubieran sabido de ellas. También estos recuerdos y experiencias de escapar de la estrechez de una educación autoritaria en su juventud influyen en vuestra educación, con la preocupación secreta de que vosotros podríais hacer lo mismo que ellos entonces. El miedo y la preocupación de los padres es a menudo el resultado de querer protegeros de daños. También vuestra forma de conducir coches y motos, que en general es a gran velocidad, causa a vuestros padres motivos de preocupación. Ellos se preocupan de vuestro bien y de vuestra vida. Mirando retrospectivamente, algunos padres lamentan que su juventud haya sido ensombrecida por tutelas, obligación de obedecer, por limitaciones, prohibiciones, es decir, por presiones autoritarias. Se alegran de no tener que exigir algo semejante a sus hijos e hijas que están creciendo. Otros por el contrario envidian la libertad de la juventud y las libertades que esta se toma. Con estas palabras quiero despertar en vosotros comprensión por vuestros padres. Tal vez aprendáis a comprender a vuestros padres en
las conversaciones entre jóvenes, y también junto con vuestros padres. Entonces tal vez podáis entender y experimentar por qué ellos son así y reaccionan de ese modo. Un esfuerzo sincero por ambos lados, sobre todo también de vosotros los jóvenes con vuestro mundo de ideas, eliminaría algunos juicios como por ejemplo el tratarlos de «raros» e «incompetentes» y os ayudaría a veros a vosotros y a vuestros padres como lo que sois: hermanos más jóvenes y más mayores, que recorren juntos esta vida en la Tierra y que están unidos por algunos aspectos positivos. Si vuestros padres se encuentran ya en el otoño de la vida y vosotros sois ya adultos, estáis trabajando y tenéis quizás ya una familia, algunos de vuestros padres dirán: ¡Si no hubiera reaccionado tan duramente con mis hijos o con mis hijas cuando estaban en la pubertad; si no hubiera dicho esto o lo otro ni lo hubiera forzado! Aunque mirando hacia atrás, algunos adultos se dan cuenta de que apenas pudo ser de manera distinta a como fue. Entonces yo simplemente era así y los niños eran así. Quizás alguno de los padres piense en secreto para sí mismo: al fin y al cabo eran muy similares a como yo fui. El joven: Reflexionaremos y hablaremos sobre ello.
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Otra pregunta: Si uno se atañe a los medios de comunicación, la vida diaria de nosotros los jóvenes gira en torno a «sexo, drogas y rock and roll». Participamos más o menos de muchas de estas cosas sin pensarlo mucho, a veces somos también nosotros mismos quienes queremos divertirnos de verdad «montando una juerga». ¿Cómo podemos notar qué es lo correcto para nosotros? El Profeta: Ya hemos hablado de nuestra sociedad que, como he mencionado brevemente antes, se ha apartado de las normas éticas y morales. ¿Por qué es así? Quien piense un poco sobre nuestra sociedad actual, sobre los pros y contras de la humanidad, sobre el desarrollo extremo en la investigación científica y la tecnología, sobre las diversas actividades de los medios de comunicación, sobre todos los vicios como sexo, drogas y rock and roll, sobre cómo hacer dinero, sobre asesinatos y crímenes sexuales, etc., etc., etc., quien esclarezca todo esto según las enseñanzas de Jesús, el Cristo y vea cómo los jóvenes están expuestos y son arrastrados a todo ello, llegará a la conclusión de que la juventud de las generaciones anteriores no tenía modelos ejemplares que pudiera seguir. Cada cual se fue orientando, generación tras generación, a las masas populares, y las masas se
orientaron a los ricos. Muchos ricos han llevado y siguen llevando una vida lujuriosa, marcada por el dinero y el poder, de un modo similar a como sucedió cada vez antes de que muchas de las llamadas grandes civilizaciones desaparecieran. Quien ponga en sus labios palabras como «yo soy un cristiano» o incluso «soy una autoridad eclesiástica, un cardenal, obispo, cura o sacerdote», etc., debería también ser un modelo o al menos un buen ejemplo del cumplimiento de las enseñanzas cristianas, las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Pero como la mayoría de las autoridades eclesiásticas no siguen los valores éticos espirituales básicos que Jesús nos enseñó, sino que hicieron de su llamada Iglesia cristiana una estructura de poder y una aparatosidad que alberga muchas concesiones eclesiales a favor de los ricos, los denominados ‘pastores de almas’ han perdido la visión global de las normas cristianas que nos enseñó Jesús de Nazaret, con la consecuencia de que también su rebaño –sus seguidores, denomínense estos protestantes o católicos– hayan perdido la conexión con la enseñanza original. Nuestra sociedad actual ha llegado al nivel más bajo de las pasadas «grandes civilizaciones» en el momento de su decadencia, para al fin desintegrarse como sucedió antaño con Roma o Babilonia.
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Si el ser humano ya no tiene valores éticos y morales, sus necesidades básicas serán poder, apariencia, riqueza, satisfacción del cuerpo mediante el sexo, gula, alcoholismo llegando hasta la drogadicción. Entonces en muchos casos él pierde la sensibilidad para sentir qué es correcto y qué no lo es. A propósito de sentimientos, si a los hambrientos de vivir la sociedad les preguntas qué son los sentimientos, es posible que te contesten: los sentimientos no son modernos. Hay que eliminarlos para poder disfrutar de la vida sin ser molestado. Precisamente los sentimientos –que no hay que confundirlos con el sentimentalismo– son dones muy valiosos; son la balanza de nuestra conciencia, en la que podemos sopesar lo que es correcto y lo que no lo es. Para quien desconecte los sentimientos todo estará bien. Si cada semana tiene dos o tres parejas diferentes, si comete adulterio o no, si otros pasan necesidades o sufren por su culpa o incluso se hunden, lo importante es que él tenga la droga, tanto si esta se llama sexo, gula, alcoholismo, poder, violencia, avaricia, mentira y engaño o la dosis correcta de un narcótico. Si se observan desde una cierta distancia los medios de comunicación, las películas y la televisión,
uno se da cuenta de que la mayoría de las veces se trata de asesinatos, engaños, amor y sexo. ¿Por qué ha alcanzado nuestra sociedad un nivel tan bajo ética y moralmente? Porque en la sociedad cada uno piensa solo en sí mismo, o solo en los que tienen su misma fe, o en su partido político, en su capital, en su provecho y en sus bienes. O sea, todo para su bien personal. En la mayoría de los casos a una persona tal no le importa cómo se siente el prójimo o cómo le va, si se las arregla para vivir con unos bienes ínfimos; cómo se encuentran el hombre o la mujer que están solos con sus hijos porque su cónyuge ha iniciado otra relación amorosa; cómo les va a los jóvenes que sufren bajo la influencia de las drogas; cómo se encuentra la familia que tuvo que abandonar casa y bienes porque ya no podían pagar más los intereses; cómo se encuentran los desempleados y los necesitados de ayuda social... A cada cual el prójimo le da igual, lo más importante es que uno mismo esté en el lado «correcto», es decir al lado del hechor y no al lado de la víctima. Aunque los políticos digan palabras de contenido social, los necesitados de ayuda social sufren cada vez más bajo los que son «amigos de lo social». Jesús, el Cristo, nos enseñó –y esto lo deberían vivir y enseñar también
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los presuntos modelos ejemplares como cardenales, obispos, curas y sacerdotes–: Reconoce tu comportamiento erróneo, tus pecados, arrepiéntete y pide perdón. Perdona también a tu prójimo que pecó contra ti. Repara los errores cometidos en tanto te sea posible y no cometas más esos pecados. Quien cree en Jesús cumplirá esto poco a poco y como cristiano se hará consciente de que tiene que purificar su comportamiento erróneo, al cual pertenecen todos los vicios, incluido el vicio sexual. La sexualidad lujuriosa, el abuso de niños, la violencia, la drogadicción indican siempre que la persona no consigue superar sus problemas. Cada alma ha cultivado más o menos estos vicios o vicios semejantes –en pensamientos, en deseos o incluso con actos– en las encarnaciones anteriores, es decir como seres humanos en otra vida en la Tierra, y si no los ha purificado en los mundos del Más allá, los ha vuelto a traer a esta vida terrenal. En lugar de –en concordancia con las enseñanzas de Jesús– reconocer ahora de raíz estas degeneraciones, estos vicios egoístas, es decir de no hacerlos más, no solo se les sigue cultivando, sino que en muchos casos incluso viviéndolos hasta el exceso. Si a estas anormalidades se las cultiva por un lado en imágenes a nivel de pensamientos, y por otra parte
también de otros modos –incluso en el objeto mismo–, en ese caso surgen programas de vicios que convierten a la persona en un ser sin sentimientos y por tanto sin consciencia, que lleva cabo de diversas maneras sus inclinaciones y apetitos, sean estos codicia, ansias de poder, dependencia de la pornografía, deseos sexuales extremos, tendencias a maltratar a niños, es decir todas aquellas anomalías que llevan a una sociedad a la ruina. El joven: Aquí se me ocurre la siguiente pregunta: ¿a qué se le puede llamar normal y a qué vicio? ¿Dónde está aquí la frontera? ¿Cómo se puede uno dar cuenta de lo que hay en cada uno? ¿Por favor, podrías describirlo con más detalles? El Profeta: ¿Qué son programas de vicios? Comencemos por ejemplo con la sexualidad normal, con un simple vasito de vino, con uno, dos, tres, cuatro, cinco cigarrillos al día. Si en la empresa, con los amigos o en la familia nos surgen pequeñas o grandes dificultades y no las resolvemos, les daremos vuelta una y otra vez en pensamientos. Con ello se incrementa el volumen energético llamado "dificultad". Se convierte en un problema que no solo nos preocupa, sino que nos tiene
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atrapados en pensamientos durante días. Como no hablamos sobre ello para resolverlo, este va creciendo desde nuestro subconsciente, de lo que como consecuencia resulta una presión enorme sobre el consciente. Pensamos y pensamos. Y estos pensamientos giran una y otra vez alrededor del problema. La presión es cada vez más grande, llegando a chocar con nuestras costumbres de vida normales. De pronto en lugar de tres cigarrillos diarios ya son diez. Las necesidades físicas normales comienzan a acuciar y a buscar un objetivo sexual. La persona que se encuentra bajo esta presión solo se quiere relajar, es decir, descargar. Hasta ahora bebía a diario dos vasitos de vino o dos vasos de cerveza. Ahora toma la botella de vino o tal vez bebidas alcohólicas más fuertes, o han de ser varias botellas de cerveza cada día. Si el problema se incrementa y de él resultan otros problemas, por ejemplo, que, partiendo del trabajo se extienden a la familia, o partiendo de la familia a lo laboral, o partiendo del círculo de amigos al trabajo y a la familia, la presión se incrementará cada vez más. El afectado se querrá liberar de ello. En lugar de trabajar en la raíz del mal, que se encuentra en lo laboral, en lo familiar o en el círculo de amigos, se libera momentáneamente de este campo de energía relajándose y aturdiéndose con el incrementado
consumo de tabaco, mediante una sexualidad cada vez más frecuente o mediante el alcohol. De este modo surgen programas de deseos y vicios que, por habérseles dado vueltas durante tanto tiempo, han echado raíz en el subconsciente del afectado, pero también en su alma. Si el subconsciente se ha llenado hasta tal punto que domina al consciente, es decir que se ha vuelto autónomo, los programas de deseos y vicios se convierten en obsesiones. La persona se ve entonces empujada a potenciar cada vez más las adicciones. La mayoría de las veces esto llega tan lejos que apenas si puede poner ya fin a estos vicios. Y los excesos resultantes pueden ser robo, toxicomanía, brutalidad, violencia contra niños o sexualidad y muchas cosas más. Lo que comenzó en pequeño, con una dificultad que al principio podía haber sido resuelta con facilidad si la persona hubiera hablado sobre ello y hubiera clarificado cuál era su parte en el asunto, si hubiera encontrado y purificado la raíz, ahora se ha convertido en una avalancha que le arrolla y que le empuja a llevar a cabo actos obsesivos. Cuán a menudo se escucha decir: «Por una vez no pasa nada». Pero una vez puede ser ya demasiado cuando las pasiones se han mantenido durante mucho tiempo en pensamientos
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e imágenes de pensamientos, hasta que al final estallan con intensidad venciendo al hombre de manera que este pierde el control sobre sus actos. El mundo divino nos dio una ayuda para que nuestros deseos no se conviertan en ansias y vicios. Nos enseñó a no alimentar nuestros deseos, tampoco en pensamientos o imágenes de pensamientos, sino a analizarlos: ¿De dónde vienen la presión y el apremio? ¿Qué parte de los problemas familiares, sociales, laborales o escolares de cada uno, o qué debilidades personales son la base de los problemas? Deberíamos preguntarnos qué ganamos permitiendo que las pasiones se conviertan en vicios, por haberlas alimentado una y otra vez. El mundo divino no nos enseña a combatir la realización en imágenes o en la práctica de nuestros deseos, anhelos y apetitos, sino a encontrar y sacar las causas, la raíz de estos comportamientos en muchas ocasiones perversos. Nos indica que no hemos de considerar la sexualidad, la gula, el alcoholismo o la toxicomanía y otros vicios como algo causado por el destino y con los que tenemos que de vivir. Más bien nos indica que antes de que lo que nos empuja se lleve a cabo, es decir, antes de que el ansia se convierta en vicio, lo sopesemos con la cabeza –pues el mal
se encuentra primero en la cabeza, es decir en el consciente. O sea que debemos hacernos conscientes de hacia dónde nos empuja todo esto y de qué nos sirve. Por tanto no deberíamos ceder a estos deseos y pasiones acuciantes y permitir que se realicen, sino buscar la raíz para sacarla. Esto debería trascurrir en nuestros pensamientos, es decir en imágenes. Si hemos examinado y sopesado nuestra situación, si hemos reconocido algunos aspectos de las debilidades y comportamientos erróneos que hay en nuestras inclinaciones específicas, si incluso nos hemos dado cuenta de que nos hemos hecho culpables de algo o no hemos perdonado aún algo por nuestra parte y ahora lo purificamos, de esto resulta también el reconocimiento de cómo queremos actuar entonces en lugar de ello. De la decisión de no actuar más así o de no cumplirnos primero estos deseos extremos, surgen propósitos para actuar según valores éticos y morales, que, si los desarrollamos y reforzamos pensándolos y afirmándolos repetidamente, pasarán cada vez más a nuestro subconsciente. En consecuencia, el cuerpo aceptará cada vez más las fuerzas positivas y vivificantes; y de este modo desaparecerá la tendencia, posiblemente ya existente, resultante de lo pecaminoso. De esta
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manera la persona podrá liberarse de sus apasionamientos. Quien cede a sus programas de deseos y vicios, llevándolos a cabo una y otra vez, va introduciendo estos mecanismos en su subconsciente. Con el tiempo actuarán como el mando automático y autónomo del cuerpo. La persona apenas pensará más y permitirá que esto siga ocurriendo, pues los sentimientos, que sopesan y miden, han sido desconectados. Esta persona actuará entonces obligadamente. Por tanto deberíamos esforzarnos, es decir, estar atentos a no remover durante mucho tiempo esos pensamientos, deseos y vicios u otros parecidos pensando y pensando, deseando y deseando, imaginándonos muchas cosas. Sabemos que todos los pasos hasta la ejecución de un acto impulsivo comienzan en la cabeza, es decir, en el consciente. La persona también es estimulada –por ejemplo mediante programas de televisión o películas u otras impresiones de los sentidos– a pensar contenidos determinados, lo que indica que deben existir disposiciones iguales o parecidas de otras vidas. Si la persona le da vueltas en sí misma a estos sentimientos y pensamientos peligrosos y contrarios a la ley divina, permitiendo que vayan ganando terreno, el subconsciente acoge estas energías que después
controlan de un modo correspondiente las funciones del cuerpo. Si este complejo de energía, contrario a la ley divina, es decir, pecaminoso, es reforzado porque el ser humano se ocupa continuadamente con estos sentimientos, pensamientos, imágenes y deseos, el complejo va ganando cada vez más poder sobre él, lo que conduce a que el subconsciente lo maneje de forma autónoma. La persona se siente acuciada a llevar estas cosas a cabo sin que lo pueda controlar desde su consciente. Una y otra vez escuchamos que a personas que son dominadas por sus apetitos se las sentencia y encarcela durante años. Querido Martín, ¿crees que por esta razón su subconsciente se vaciará? ¿Crees que una persona semejante se sanará de esta manera, es decir, que construirá un modo de vida verdaderamente positivo, consiguiendo tener valores éticos y morales? Debido a que en la cárcel se sigue encontrando a través de la televisión con sus programas de vicios y deseos, que le continúan estimulando, cuando abandone la prisión, después de años o decenios, ¿habrá sanado o habrá que temer que vuelva a hacer cosas iguales o similares? La reclusión puede ser una medida necesaria, pero sin que se ejerza una influencia concreta en el consciente y en el subconsciente
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para disolver estos programas autónomos, una persona dominada por sus apetitos y vicios raramente encontrará sanación. El joven: Encuentro súper que nos hayas hablado de esto tan claramente, Gabi. Por lo menos yo voy a estar atento para darme cuenta inmediatamente de si algo me está impulsando en una u otra dirección. No quiero caer en qué sé yo qué vicios o actuaciones obsesivas. Yo me imagino para mí una vida de otra manera y me he propuesto algo totalmente diferente. El Profeta: Has dicho: «Yo me imagino para mí una vida de otra manera y me he propuesto algo totalmente diferente». Con ello te refieres a las metas de vida más elevadas que te has propuesto. Una meta clara con un contenido que corresponda a la misma es esencial si aspiramos a un desarrollo que lleve a una meta más elevada, a ser una persona con carácter, con valores internos. Solo será posible una evolución consciente, un desarrollo más elevado, si nos proponemos una meta clara a la que nos orientemos. Pero volviendo a nuestro tema. Hablabas de «drogas y rock and roll». Te quiero hacer una pregunta: ¿Por
qué no solo «rock and roll», sin drogas? ¿Por qué tantos jóvenes toman drogas? Porque no consiguen lograr muchos de sus deseos, de sus pensamientos, de sus pasiones, o porque se han desencantado sin medida de la sociedad, por no poder realizar sus ideas y deseos. Unos se atontan con las drogas, hasta volverse dependientes de ellas, otros se procuran objetos para golpear y atacan a palos por doquier a otros de forma arbitraria. Pero todo tiene una causa. La gente joven debería ser acogida correctamente en nuestra sociedad. Pero esta está tan ocupada consigo misma que solo da órdenes a los jóvenes y no se toma tiempo para aprender a comprenderlos. Las ideas y opiniones de la juventud –lo que seguramente reconocerás– son la mayoría de las veces irreales. Pero esto no quiere decir que la sociedad tenga que rechazar simplemente estas inquietudes aún no maduras. En todo hay un granito de verdad o un granito de dar sentido a la vida. O sea que se deberían reconocer los valores básicos de las ideas y opiniones de la gente joven, es decir, extraer lo que puede dar sentido a la vida y apoyarles en ello, para que puedan reforzar sus aspectos y valores positivos y edificar sobre ellos. Así, de aquello que son los deseos de los jóvenes, se desarrollaría lo bueno, constructivo y provechoso,
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y, de acuerdo con la calidad de sus ideas y opiniones, ellos poco a poco se incluirían en una buena sociedad con valores éticos y morales. Me preguntas cómo se puede reconocer qué es lo que fomenta los valores éticos y morales. Yo preguntaría, ¿qué es esencial para poder llevar a cabo una vida valiosa ética y moralmente? Primeramente sería importante preguntarse a uno mismo ¿qué es lo que quiero? ¿Quiero ser diferente a la masa del pueblo? O quiero ser como uno que depende de dicha masa, dejándose llevar por ella, sin hacerse consciente de a qué rebaño pertenece. Si quieres aspirar a valores éticos y morales más elevados, deberías reflexionar con la cabeza, es decir con el entendimiento, sobre aquello que te preocupa en este momento, observándolo en pensamientos y preguntándote: ¿Qué me trae esto? ¿Quiero hundirme bajo la masa flotante desorientada y que es arrastrada que se denomina «sociedad»? ¿Quiero nadar con la corriente del tiempo, la corriente del «mundo» y de lo mundano, para obtener beneficio de los despojos que el mar arroja a la playa? ¿O quiero ser o llegar a ser una persona independiente y de carácter firme, que mediante el desarrollo de sus valores internos, que no buscan el provecho propio –es decir, que son desinteresados– quiere convertirse
en una roca en el oscilante ir y venir de la sociedad de masas? O sea, ¿quiero proponerme ya hoy normas más elevadas para la sociedad y así ser o llegar a ser una persona que a conciencia pueda decir: lo que es normal en la sociedad actual ya no corresponde a las medidas de mis valores? Esto no quiere decir que tengas que reprimir lo que te acucia, sea sexo, drogas o «rock and roll», o las «mascaradas» uniformadoras por coerción, o las «modas» de los que has hablado. Eso sería erróneo. Lo que reprimimos no está resuelto, sino solo aplazado. En un momento de debilidad se hace presente y nos ataca por decirlo así como en una epidemia. En ese caso estaremos morbosamente apasionados y las riendas de nuestra vida terrenal se nos escaparán de las manos. Yo solo te puedo aconsejar que disuelvas lo que te acucia –la enseñanza cristiana lo llama los pecados; nosotros podríamos decir también lo humano pecaminoso, las debilidades, los errores, las posturas equivocadas, los comportamientos erróneos–, es decir, encontrar la raíz de la presión y del empuje de los deseos, para así eliminar su raíz. O sea que no sirve decir solamente que no a todas las pasiones que surgen, sino que has de proponerte un sí determinante a favor de valores
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éticos más elevados, de una verdadera vida cristiana que corresponda a las enseñanzas de Jesús, el Cristo. En ello, si lo deseas, te ayudará el Espíritu del Cristo de Dios que está en cada persona, pues para una vida cristiana está escrito: Pide y se te dará; busca y encontrarás; llama y se te abrirá. Entonces recibes ayuda para acabar poco a poco con lo humano pecaminoso y para conformar una vida cristiana con sus elevadas normas éticas y morales. Entonces ya no serás más un ser que es arrastrado por la corriente, sino que serás una persona a favor de la sociedad cristiana, que con seguridad vendrá, pues el ocaso de esta cultura egocéntrica ya se perfila en el horizonte. Difícilmente te puedes orientar a personas, tampoco a los «dignatarios» eclesiásticos, que en realidad deberían ser un ejemplo de cristianos. Si lo deseas, oriéntate a la vida de Jesús, que no fue fácil. También Jesús tuvo sus luchas. Cómo las superó una y otra vez, eso lo puedes leer seguramente en algún buen libro espiritual. El joven: Gabriele, estas son respuestas a nuestras preguntas de las que podemos sacar bastante provecho. Eso de los valores espirituales me interesa y me gustaría saber más al respecto. ¿Cómo son estos
concretamente? ¿Cómo los podemos formar y consolidar en detalle, etc.? Y, ¿cómo puedo como persona joven alcanzar valores propios, digamos nuevos, sin tener que orientarme a los adultos? El profeta: Preguntas por valores éticos y morales elevados. Comencemos con la dosis más pequeña, para luego ir aumentándola cada vez más. Esfuérzate en escuchar a tu prójimo e intenta darle una respuesta sincera. No te des tanta importancia en las conversaciones. No seas un sabelotodo, sino que piensa si realmente estás capacitado para responder y puedes ayudar y servir con lo que contestas. Mantén tu cuerpo aseado. Esfuérzate en llevar una ropa limpia y ordenada. Saluda a tu prójimo con palabras y pensamientos sinceros, y sé consciente de que tú también deseas que te saluden así: con un rostro claro y sincero. Si estás en la escuela o en el trabajo, no hagas chistes sobre tus profesores o tus profesoras o superiores, tampoco sobre tus compañeros y tus colegas de trabajo. ¿Quisieras que ellos a su vez se rieran de ti? Come y bebe moderadamente, y sé consciente de que lo que tomas en alimentos y bebidas es un don
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del Creador a Sus hijos humanos a través de la madre Tierra. Trata bien a los animales, plantas, es más, a toda la naturaleza, es decir, de una manera similar a como te gustaría que te trataran a ti, pues todas las formas de los reinos de la naturaleza perciben y sienten, porque llevan en sí la vida, la capacidad de percibir y sentir. Hazte consciente de que la madre Tierra es la donante para tu cuerpo físico. Quien se respeta a sí mismo mantiene su cuerpo limpio y valora y respeta también a la madre Tierra. Una persona así no causará sufrimiento conscientemente ni a los animales ni a las plantas. Valorará también a los minerales y no los explotará. Si te encuentras con tu prójimo, sea conocido o desconocido, no lo menosprecies, pues tal y como sea este momentáneamente, así es su estado de consciencia actual, su individualidad. Tal y como es cada persona, así piensa y así vive, así es su imagen personal, que ella dibuja con sus pensamientos y deseos; así se presenta ante ti y ante su prójimo; así se viste, así decora su vivienda, así vive y se comporta en ella. Cada persona es diferente a la otra. Al hecho de ser diferentes lo llamamos el estado de consciencia de cada uno. También tú eres diferente al otro, tu prójimo. Tú tienes tu estado de consciencia, él el suyo. ¿Cuál de
los dos es el «correcto»? Según las leyes divinas ninguno, pues cada uno expone en mayor o menor medida sus predisposiciones pecaminosas, es decir aquello que le «corresponde» o lo que está adherido a él. Por eso cada uno habla, opina y juzga solo a partir de sus propios comportamientos erróneos y por ello se convierte en su propio juez. Jesús dijo al respecto: «No juzguéis para que no seáis juzgados, pues con el juicio con el que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con la que midáis seréis medidos». No le envíes a tu prójimo pensamientos llenos de odio y envidia, pues tú tampoco quisieras que otros lo hagan contigo. Deja libre a tu prójimo. No le obligues a hacer lo que tú quieres y que podrías hacer tú mismo. Ayuda a tu prójimo cuando reconozcas que necesita ayuda y te pida ayuda. Pero no quieras llamar la atención con ello. Hazlo con la mayor humildad y no exijas del otro ni siquiera su agradecimiento. No entres en el templo, en el ámbito personal de tu prójimo, queriéndole cambiar tal y como tú crees que él tendría que ser. Cámbiate a ti mismo y logra respeto por tu propia vida y así también adquirirás respeto por tu prójimo. Si conoces a un amigo o a una amiga, pregúntate qué fin persigues.
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Y si la meta es la sexualidad para satisfacer tus deseos acuciantes, pregúntate entonces qué te parecería a ti si te utilizaran con igual motivo. Querido Martín, los nuevos valores, los valores espirituales, como tú los llamas, son una y otra vez los mismos antiquísimos valores que muestran todos los escritos divinos y que Jesús, el Cristo, nos enseñó ampliamente y vivió con su ejemplo. Son las legitimidades divinas eternas para esta Tierra. ¡Justamente en el Sermón de la Montaña, Jesús de Nazaret nos dio tanto! Si seguimos Sus sencillas enseñanzas, tendremos señalado el camino hacia una vida más elevada. Jesús nos enseñó por ejemplo: «No juzguéis para que nos seáis juzgados». Juzgar significa enjuiciar o menospreciar a otro en pensamientos o con palabras, sin que el que juzga reconozca su propia parte. Con cuánta frecuencia se dice: «Yo no tengo la culpa de esta o aquella situación», o «soy inocente». Sin embargo Jesús nos enseñó algo diferente con respecto a la viga y la paja. Él dijo: «¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga en el tuyo? O ¿cómo osas decir a tu hermano: quiero quitar la paja de tu ojo?; y he aquí que hay una viga en tu ojo. Hipócrita, quita primero la viga de tu propio ojo, y solo entonces verás con claridad para poder quitar la paja
del ojo de tu hermano». Con esto Él quería decir que en un conflicto no solamente uno es el culpable. Si se cree en la ley de Siembra y cosecha, de Causa y efecto, en el caso de una pelea entre dos o más tiene que haber una causa común de fondo en la cual ambos, o varios, tienen parte. Si se quiere solo echar la culpa a uno, es decir encontrar un culpable, ¿dónde queda entonces el que ha causado esa culpa? Según la enseñanza de Jesús, véase lo de la viga y la paja, siempre tienen que ser dos o varios los partícipes de un complejo de culpas; no puede haber solo un culpable. Si queremos evitar una parte de la culpa o hacer que en un proceso judicial se haga justicia, Jesús nos muestra la solución, el camino para nuestro comportamiento: «Todo lo que queráis que otros os hagan a vosotros, hacédselo también a ellos». O dicho de otra manera: Lo que no quieras que te hagan a ti, no se lo hagas tú tampoco a nadie. Seguramente que tú no quieres que otros te juzguen, te enjuicien, te ofendan, te excluyan, te rechacen, etc., etc. Si tú no lo quieres, tampoco lo hagas. De ello resultan valores nobles, es decir, los antiguos valores para una sociedad cristiana. A pesar de que la ley de Siembra y cosecha –llamada también ley de Causa y efecto– está en la Biblia, muchos cristianos la rechazan, pues
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¿a quién le gusta ser partícipe de una culpa? Uno busca siempre para sí la mejor tajada y rápidamente deja de lado la ley de Siembra y cosecha. También las Iglesia institucionales dan un gran rodeo en torno a esta legitimidad «lo que el hombre siembre, cosechará». ¿Por qué será? Si reconocieran esa verdad, los dignatarios estarían constantemente disculpándose ante sus semejantes por hechos del pasado y también del presente. En esto te puedes dar cuenta en qué fase cultural se encuentra nuestra sociedad. Esta cierra los ojos ante la ley cósmica de Causa y efecto, especialmente cuando se trata de lo personal. Sin embargo, las comprobaciones de la ciencia la reconocen, diciendo: No existe efecto sin causa. Se ve así que los adultos de la especie humana tendrán primero que madurar para alcanzar una sociedad plena de valores. El ser humano no debería orientarse a ninguna otra persona, sino una y otra vez a la enseñanza de Jesús. Para justificar la supuesta impotencia ante algunas bajezas se aduce la frase: Jesús era un hombre perfecto, nosotros, sin embargo, somos seres humanos imperfectos. Esta frase es correcta, pero Jesús nos encomendó: «Volveos perfectos, como perfecto es vuestro Padre en el Cielo». Esto significa que hemos de conducir a nuestra alma
hacia la perfección con la ayuda de nuestro Redentor, Cristo. Jesús también nos encomendó seguirle a Él; lo que significa que no debemos seguir a ninguna persona, sino dar los pasos que Él nos enseñó. Los pasos hacia una vida llena de valores –que también impregnarían una sociedad estable con normas éticas y morales elevadas– son el cumplimiento paulatino de los Mandamientos que Dios nos dio a través de Moisés y en el Sermón de la Montaña de Jesús. De ello resulta poco a poco aquello que nos enseñó Jesús: «Volveos perfectos, como perfecto es vuestro Padre en el Cielo». Esta frase suya la refiero yo principalmente a nuestra alma, que también puede volverse perfecta en toda persona. El ser humano tiene siempre sus programas de vida terrenales, que al fin y al cabo necesita para poder valerse en la existencia terrenal, por ejemplo programas para moverse en las tres dimensiones, para tomar decisiones en el trabajo, para sopesar y medir correctamente, para la geografía y la historia, también los programas de los números, los programas para la música y para la aplicación de más talentos; incluso, si quieres, para la actualidad, los programas de computador. Estos nuestros programas de vida para nuestra existencia terrenal podrían ser medidas valorativas para
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una sociedad cristiana, por ejemplo: ¿cómo le doy forma a mi vida con ellos? Si confronto estos programas con los Mandamientos de Dios y con las legitimidades del Sermón de la Montaña de Jesús, me iré haciendo consciente paulatinamente de lo que puedo hacer de mi vida, cómo la puedo conducir cada vez más por cauces más nobles y finos. El joven: Gabi, ¿no es esta una medida demasiado alta para nuestra vida terrenal? Pues no resulta siempre fácil llevar consecuentemente a la práctica las enseñanzas del Sermón de la Montaña. Y a pesar de los esfuerzos, no se avanza tan rápidamente. La perfección desgraciadamente está aún muy lejos de nuestra vista. ¿Qué nos puedes aconsejar? El profeta: Querido Martín, la perfección es la meta. Hacia allí lleva el camino. Camino significa un proceso, un desarrollo. Lo seguimos paso a paso. Tampoco se puede realizar de hoy a mañana la elevada ética de la que hablé. Pero solo la conseguiremos si también lo queremos realmente. Por ello se necesita una decisión básica clara y sincera. Es decir que primero hay que hacerse la pregunta: ¿Quiero realmente
afirmar esta ética? La siguiente pregunta es: ¿Quiero de verdad aspirar a ella? Si puedes contestar afirmativamente estas preguntas y estás decidido a luchar por alcanzarlas, también necesitas la meta. Si te has fijado la meta, también te puedes proponer los pasos diarios. En el camino hacia una vida más elevada estos son: Lo que hoy me altera notablemente quiere decirme algo, es el lenguaje de mi consciencia que me dice qué aspectos pecaminosos netamente humanos hay hoy en mí. ¿Cuál es y dónde está la raíz de mi alteración de estado de ánimo. Las sensaciones finas nos indican en la mayoría de los casos dónde se encuentra la raíz. Si se lo pedimos al Espíritu de Dios en nosotros, esa sensación se vuelve más clara y nos muestra entonces cómo se llama la raíz. Quizás nuestra alteración de ánimo se base en discordias con nuestros padres, nuestros amigos, o compañeros de trabajo. No se trata solo de poner en orden la pelea, la discordia, dándose unos golpecitos en la espalda mutuamente y pensando que ya todo está bien, sino que se trata de la raíz de ello, de lo que hay en el fondo Encontrar la raíz y quitarla es importante para poder dar los pasos a la elevada meta. Esto ocurre paso a paso. Siempre se dice: Antes de la
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victoria está la lucha, al fin y al cabo la lucha con nuestra naturaleza demasiado humana. Ten en cuenta esto: quien dé los pasos hacia esta elevada meta, tiene a un acompañante sin igual a su lado. Es el Espíritu del Cristo de Dios, que siendo Jesús nos dijo a todos y a ti –y como Cristo lo repite una y otra vez–: ¡Seguidme! De que es importante encontrar la raíz para sacarla del suelo de nuestra alma, para que de ella no vuelvan a surgir los mismos brotes, nos lo enseña también la naturaleza. Si solo cortamos las flores o las hierbas, volverá a salir de la raíz la misma planta. Lo mismo vale para nuestra vida: Quien solo deja a un lado sus programas de pasiones y deseos, sus pensamientos de corazón duro y su ego, su ánimo efervescente, aún no habrá sacado la raíz del suelo de su alma y de su subconsciente. Muy despacio, es más, a veces casi imperceptiblemente crece el brote de los pensamientos pecaminosos, del ego, del estado de ánimo efervescente, de las pasiones y los deseos masivos. Comparado con la naturaleza, se puede decir: lo que nuevamente surge de la raíz es mucho más exuberante y fuerte, porque ha sido alimentado durante largo tiempo. Bajo determinadas circunstancias nos avasalla y entonces será difícil controlarlo.
El joven: ¿No cuesta esto demasiado tiempo? Una persona así entonces apenas tiene tiempo libre; está ocupada constantemente de sí misma. El profeta: El camino del autodominio no trae consigo una limitación de la vida. Al comienzo podría parecer así. Pero puedes creerme, pues yo tengo experiencia en ello. Los primeros pasos de superación en relación a lo demasiado humano son difíciles, pues más de una costumbre antigua se hace dura de doblegar. Tienes que trabajar en ti, luchar y pelear contigo mismo. Sin embargo, cuando has dado los primeros pasos hacia la meta más elevada, te vuelves más claro y despierto, tienes una consciencia más amplia y una capacidad de comprensión más rápida y ligera. Esta te ayuda a tener un grado más elevado de atención sobre ti mismo, de manera que puedes reconocer muy rápidamente lo que te acucia, dónde se encuentra la raíz y cómo la puedes purificar. Esta purificación rápida te posibilita una vida consciente, pero también un tiempo libre lleno de sentido. Cuando tienes tiempo libre, sabes cómo aprovecharlo. Precisamente nuestra vida actual ofrece a los jóvenes muchas posibilidades, también para hacer algo productivo
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o creativo para fomentar los talentos, para realizar los hobbies, por ejemplo hacer deporte, dedicarse a la música, bailar –¿por qué no también rock’n roll?– estar junto con amigos, o ir de vez en cuando a la discoteca o a patinar con los patines en línea o montar en la bici de montaña u otras cosas más. Ten en cuenta: Todo esto, hecho con moderación y con una meta, no daña a una persona joven. Todo lo contrario: de ello puede adquirir experiencia y madurez para el transcurso de su vida, siempre que no se exceda, que sopese y mida todo. Cuando esa persona sea adulta no hablará de sus privaciones, sino de su juventud, de sus experiencias, de las que ha alcanzado la madurez, que le han dado la soberanía para las próximas etapas de su vida.
Las inseguridades en la vida profesional nos están diciendo siempre que tenemos que seguir aprendiendo, o –si somos ineptos para ese trabajo– hacer otro que corresponda más a nuestros talentos y capacidades, es decir que nos haga sentirnos más seguros y que podamos llevar a cabo con alegría. Si rechazamos una profesión, sea antes de elegirla o durante su realización, podemos decir con seguridad que el futuro no nos traerá alegría, tampoco aunque bajo determinadas circunstancias ganemos mucho dinero con ella. El trabajo debe estar traspasado por nuestra capacidad de saber hacerlo. Con ello ganamos seguridad y al fin y al cabo también independencia, que nos trae nuevamente la verdadera libertad.
El joven: Gabriele, un amigo mío ha hecho otra pregunta: ¡Noto que soy inseguro en el trabajo! ¿Cómo puedo afrontar esto?
El joven: Otro amigo plantea la siguiente pregunta: Me encuentro ante la elección de una profesión. Todos dicen algo diferente sobre lo que tengo que hacer. Yo mismo estoy aún inseguro. ¿Cómo me debo comportar correctamente?
El profeta: La respuesta para tu amigo es: Pregúntate a ti mismo: ¿Es solo inseguridad o se trata más bien de falta de ganas para hacer ese trabajo? ¿O lo rechazas quizás totalmente?
Respuesta del profeta: En muchas ocasiones es usual que otros nos aconsejen sobre qué profesión debemos elegir. No siempre el buen consejo es desinteresado; desinteresado quiere decir que es
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enteramente un buen consejo, una ayuda. Con frecuencia quien te da el consejo quiere ver realizada, por ejemplo en el hijo, en la hija, en el buen amigo, en la amiga, la profesión que él mismo no eligió, su profesión ideal. Justamente cuando se trata de la elección profesional los jóvenes mismos deberían desarrollar poco a poco el olfato para descubrir qué talentos y capacidades tienen. A la edad en la que los jóvenes tienen que elegir su profesión, también están activos determinados talentos, cualidades y capacidades. El ritmo de la vida de cada ser humano lo lleva consigo. No deberíamos permitir que nada ni nadie nos obligue a algo. Los buenos consejos los podemos aceptar, pero al mismo tiempo deberíamos sopesar qué cualidades o incluso capacidades y talentos tenemos. Para estar seguros de lo que pertenece a cada persona joven, los jóvenes cristianos originarios van por ejemplo a diferentes empresas y talleres de los amigos de Cristo, para colaborar allí o allá, es decir informarse en la práctica sobre qué profesión es la apropiada. De esto resulta una cierta seguridad para poder elegir la profesión correcta. Quizás algunos de vosotros que leéis este folleto conozcáis a un propietario de una empresa que pueda ayudaros en este sentido dejándoos realizar un trabajo de prueba en su empresa.
El joven: Es un buen consejo. Quien quiera tomar las riendas de su vida en sus manos, se ocupará seguramente de averiguar tales posibilidades. Todavía tengo más preguntas, incluso muchas. ¿Puedo leerte la siguiente? Hablar sobre Dios no está precisamente de moda entre los jóvenes. El dios de la Iglesia me parece anticuado, no me puedo imaginar que Él viva. ¿Es Dios solamente algo para gente mayor? El profeta: Tú dices que hablar sobre Dios no es común entre los jóvenes, y la segunda frase es: «El dios de la Iglesia me parece anticuado». Siendo el instrumento de Dios, he tenido muchas, muchas experiencias de Dios, por ello puedo asegurarte por mi propia experiencia que Dios no es el dios de las Iglesias, el institucionalizado, del que se ha hecho una antigualla. Puesto que DIOS, la vida, ya hace tiempo que se apartó de esa antigualla, del dios de las Iglesias, no es de extrañar que tengas la impresión de que Él realmente no viva. Pero Él, el verdadero Dios, el Eterno, ¡vive!, porque ¡Él es la vida! A pesar de que se habla mucho sobre Dios, apenas si alguna perso-
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na tiene experiencias claras y reales de Él. En el mundo occidental llamamos a DIOS la Vida, la Existencia eterna, la Fuerza omnipresente, la Corriente primaria. Dios es el Espíritu que traspasa el infinito, que se dio forma a Sí mismo, la forma Dios; Él es el Padre eterno, que también llamamos DiosPadre. De la corriente primaria, Dios, creó Dios-Padre los soles y mundos espirituales, los siete veces siete ámbitos celestiales y los reinos de la naturaleza espirituales. Él creó los seres divinos, los seres espirituales que viven y obran en el Reino eterno, Dios. La Corriente primaria es el hálito, la vida que mantiene y traspasa todo. Ya que Dios, la Vida, está en todo, es también la vida en la materia. En cada ser humano, en cada alma, en los cuatro elementos, fuego, agua, tierra y aire y en todas las fuerzas de la materia, en cada átomo, en cada molécula está contenida la esencia de la corriente primaria comprimida, es decir, DIOS. Dios es la Palabra a través de todos los grados de consciencia, como por ejemplo en la irradiación de los astros, en los reinos de la naturaleza, en las almas y en los hombres. Dios es por lo tanto la vida en ti, en mí, en cada uno de nosotros. Ya solo cuando observas la naturaleza en su variedad y en la primavera el aire de renovación, y cuando ex-
perimentas los elementos, la fuerza del canto de los pájaros, la evolución de las formas de la naturaleza en el transcurso de las estaciones del año y en última instancia también el cambio de aquellas personas que elevan sus almas a Dios, para que estas alcancen la juventud eterna y tengan su existencia en la corriente primaria divina, es entonces cuando sientes y reconoces algo de la sustancia primaria espiritual, que está en todo y tiene efecto en todo. Entonces sientes la frescura juvenil, el fino fluido espiritual en todo. Entonces notas a menudo que en más de una persona mayor, si bien lleva las huellas de los años, que a través de ella brilla la espontaneidad de la corriente primaria, Dios, la juventud eterna. Dios, que es tu Padre eterno, mi Padre eterno, el Padre de todos los seres divinos, almas y hombres, es la espontaneidad, la variedad, el dinamismo, el dar forma, la fuerza y la fuente de la fuerza; tú lo puedes experimentar en tu dinamismo joven. Eso es Dios, la corriente primaria en ti. Las Iglesias institucionales han profanado verdaderamente a Dios dando una imagen de Él con rasgos rudos y crueles y de carácter antiguo. Ellas no permiten que hable el Dios dinámico y omnipresente, que en cada uno es el fuego, la luz de la palabra. Los dignatarios de las
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Iglesias institucionales no solamente tienen en determinados días festivos el mismo ritual anual, sino que cada día está marcado por la Iglesia institucional. Los sermones tienen cada año con frecuencia las mismas palabras o similares, año tras año. Su misa no es siempre el servicio diario al prójimo, sino en muchas ocasiones el servicio a la Iglesia. Los dignatarios eclesiásticos hablan de Dios, pero no Le dejan hablar ni obrar a través de ellos. Él no puede manifestarse a través de ellos, porque tienen un concepto institucional de Dios que no está en concordancia con el Padre eterno, es decir con Dios-Padre. Dios, nuestro Padre, se inclina hacia todos sus hijos, hacia ti, hacia mí, hacia cada cual. Él desea tenernos de nuevo en el Reino eterno, en los Cielos eternos. Por ello nos envió a Su hijo, el Corregente de los Cielos, que se convirtió en nuestro Redentor. Jesús personificó al Padre eterno, pues Él dijo: Yo, Jesús de Nazaret, vivo tal como es la voluntad del Padre eterno en los Cielos. Observa la vida de Jesús, hazte presente al hombre joven, espontáneo, dinámico, que caminaba por las calles llenas de polvo con sus apóstoles y anunciaba la Buena Nueva del amor de Su Padre; que se sentía en casa bajo el cielo estrellado, que veía en cada animalito, en cada
planta la obra de Dios; que enseñaba a sus apóstoles, a sus discípulos y discípulas las leyes más finas del Universo; que sentado bajo un árbol les instruía; que estaba en los campos y anunciaba a miles de personas la Buena Nueva de la vida, el Sermón de la Montaña; que subió a una barca con algunos apóstoles y se adentró remando en el lago Genazaret; que les decía la verdad claramente a los escribas y fariseos, a los hipócritas. Jesús no era un administrador de palabras huecas. Él personificaba la espontaneidad de la vida interna. Si se observa hoy a los dignatarios eclesiásticos con sus títulos y «honores», con sus talares, hábitos y sus instalaciones eclesiales, toda persona debería decir al fin y al cabo: Aquí hay algo que no concuerda. Por un lado el sencillo Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, y por otro los «dignatarios oficiales», que representan con «dignidad» algo que Jesús no enseñó. Tal y como ellos son, no era Jesús. Tal y como ellos son, no lo quiere Jesús. Tal y como ellos enseñan, hablan, actúan y al fin y al cabo viven, no corresponde a la enseñanza de Jesús de Nazaret. En cierto modo yo también, independientemente de la edad, puedo sentir esa espontánea fuerza eterna de Dios, la juventud eterna, la frescura del Espíritu, la vida, que es única.
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Todo aquel que se desprende cada vez más de lo que es netamente humano, que lo sacrifica con la ayuda de Cristo y cumple cada vez más lo que Dios quiere, desarrolla en sí la fuente viva más elevada, que es eternamente fresca, clara y juvenil. Pues Jesús nos dijo: ¡Seguidme! Si Le seguimos, hacemos lo que Dios quiere, y experimentamos dentro de nosotros, en nosotros y a través de nosotros cosas similares a como nuestro ejemplo, Jesús, el Cristo. Por lo tanto, no necesitas hablar mucho de Dios. Haz lo que Jesús nos ha mandado, y afirma al joven espontáneo, Jesús de Nazaret, entonces alcanzarás la alegría de hacer lo que Dios quiere. Entonces no serás más un imitador de los demás, ningún seguidor de palabras huecas, sino el joven espontáneo que en sus pensamientos y en su comportamiento rinde siempre honor a Dios, preguntándose: ¿Cómo se habría comportado Jesús en esta o en aquella situación del día; qué me quiere decir Él a mí en mi comportamiento a través de mis pensamientos, de mis deseos? Querido hermano, no mires el Dios anticuado que enseñan las autoridades eclesiásticas, sino que ¡permite que Cristo resucite en ti! Él, Jesús, el hombre joven, quiere ser tu acompañante. Dios no es por tanto solo para gente mayor. Dios es para la juventud,
Dios es para los llamados adultos, Dios es para las personas mayores. Dios está siempre presente y se regala siempre por completo. Experiméntalo y vívelo, siguiendo a Jesús, y tendrás el mejor amigo conscientemente a tu lado. El joven: Lo que dices me gusta. Simplemente se siente que en ello hay algo, así como una amplitud, una perspectiva. Cuando escucho todo esto y permito que tenga efecto en mí, me viene el pensamiento: ¿Cómo puedo integrar en mi vida lo que Jesús quiere de mí, es decir, hacerlo concordar con lo que es externamente mi vida diaria? ¿No son estos dos mundos diferentes? ¿Es también Jesús mi acompañante cuando me ocupo de aquellas cosas que simplemente forman parte de la vida de nosotros, los jóvenes? Yo toco la guitarra, y varios juntos hacemos música, es decir que tenemos una banda. Gabi, después de todo lo dicho, ¿podemos seguir tocando música rock? ¿Podemos también seguir bailando rock’n roll? El profeta: Como ya dije antes: Todo en su medida y con una meta. Naturalmente puedes tocar música rock, naturalmente puedes bailar rock’n roll, si ello no se convierte en un vicio, es decir,
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si no desemboca en libertinaje, es decir excesos, ¿por qué no? El joven: Estoy muy contento de que me hayas explicado así cómo seguir a Jesús. Es decir que no se trata de una vida llena de privaciones. Ahora entiendo que se puede vivir más de una cosa, si esto permanece en el cauce correcto y si uno no se pierde en ello. En mi papel tengo una pregunta más de otro joven: Yo soy un joven y aprendo un oficio, estoy en el tercer año de formación profesional. ¿Cómo puedo evitar que me convierta en un especialista que resuelve todo solo a partir de sus conocimientos? El profeta: Ser un especialista, hombre o mujer, no es algo malo. Al contrario, es bueno tener cualificaciones especializadas en la profesión. Una buena sociedad necesita profesionales que dominen su especialización. En nuestra sociedad muchas cosas se resuelven en base a los «conocimientos». La cuestión es si el que sabe realmente lo «sabe», o si solo desea imponer sus conceptos e ideas personales, que no corresponden a la especialización profesional. Ya hemos hablado con frecuencia del Espíritu espontáneo, omnisapiente, que puede reflejarnos en todas las
preguntas de la vida, también en las técnicas, una solución legítima, es decir, consciente de Dios. Yo recuerdo lo que Liobaní, nuestra hermana de los Reinos espirituales, nos transmitió a todos nosotros, especialmente a vosotros los jóvenes, por ejemplo en el libro «Liobaní: Yo explico. Y tú, ¿participas?». Ella os enseña cómo podéis desarrollar en vosotros al Ayudante y Consejero interno y a encontrar con Su ayuda la solución y la respuesta a muchas preguntas, bien sea en la escuela, en el trabajo o en el tiempo libre. Con nuestra actividad profesional pasa como con todo lo que hacemos: Si lo hacemos con nuestro ego, que siempre quiere destacarse, inflarse y tener la razón, llegamos tarde o temprano a nuestras fronteras netamente humanas. Con nuestro intelecto no miramos por encima de nuestras fronteras, como quien dice por encima de los muros de nuestros horizontes de conocimientos. La consecuencia es que hacemos algo que creemos sería la solución. Más tarde tenemos que reconocer que nuestra solución ha conducido a la disolución. Esto lo vivimos actualmente en nuestra economía. Allí donde miremos muchas cosas están podridas, es el reflejo de los muros de nuestros conceptos o de programas de conocimientos, los reflejos de nuestro ego.
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Si Dios no es para nosotros ningún Dios anticuado, es decir ninguna antigüedad que está en la esquina, que no tiene nada más que decirnos para nuestra vida, nos haremos conscientes que el intelecto siempre tiene sus fronteras, pues es algo adquirido, enseñado. La inteligencia DIOS sabe de todas las cosas, nos ayuda en cada situación si nos entregamos al Espíritu espontáneo que ayuda, cumpliendo paso a paso Su voluntad, que reconocemos en los Diez Mandamientos de Dios y en el Sermón de la Montaña de Jesús. De esa manera se amplía nuestra consciencia y encontramos el acceso a nuestro Ayudante y Consejero interno, el Espíritu del Cristo de Dios en nosotros. Si por lo tanto das estos pasos, te convertirás en un especialista en tu profesión, que permite que a través de sí actúe la Inteligencia DIOS, que pone por tanto a disposición de la Inteligencia DIOS los conocimientos especializados, es decir el intelecto. Poco a poco el especialista mira entonces por encima de las fronteras, por encima de los muros del intelecto, y experimenta una solución tras otra, pasos que el intelectual que posee solo saber no conoce, porque este se basa solo en el conocimiento, en lo aprendido. El sentido de la vida es por tanto enseñar a nuestro entendimiento a desarrollar nuestras capacidades y cualidades, uniéndolas sin embargo
con la Inteligencia DIOS, de manera que el Espíritu espontáneo, eterno y omniabarcante, pueda utilizar nuestros conocimientos especializados como instrumentos para una sociedad buena y de una ética elevada. El joven: Ahora tengo aquí una pregunta para ti, que para algunos de nosotros es apremiante: ¿Qué piensas sobre una amistad entre un chico y una chica? El Profeta: Tener buenos amigos es en verdad un regalo que no solo se debería mantener sino que también se debería cuidar, estando para y con ellos. Los buenos amigos comparten alegrías y penas. Se ayudan mutuamente. Los buenos amigos son una comunidad abierta de amigos en la que puede entrar todo aquel que lo quiera sinceramente y esté dispuesto a cultivar una unión amistosa. En una buena amistad se forman fuerzas positivas. De las amistades pueden surgir buenos amigos que se ayuden recíprocamente. De ello puede resultar un crecimiento interno más rápido. También existen buenas amistades entre chicos y chicas, si el chico o la chica no anudan inmediatamente los lazos que atan a causa de los intensos deseos por cultivar la sexualidad. El orden divino de la Creación dice
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que hombre y mujer se unan corporalmente si ambos desean un niño. Esta es una meta de la elevada ética y moral para nosotros los seres humanos en una sociedad ética y moral que funcione bien. Cada vez más personas comprenden poco a poco que existe la reencarnación, que durante siglos fue negada injustamente por las Iglesias oficiales; estas personas creen por tanto en la reencarnación del alma, lo que naturalmente significa que a esta vida terrenal traemos programas pecaminosos de existencias anteriores, por ejemplo también el deseo de contacto corporal, o sea la sexualidad. El uno está más marcado por este deseo, el otro menos. En sus imágenes de pensamientos el uno tiene deseos de excesos sexuales, el otro tiene deseos de relajarse por medio de la sexualidad o justamente de atar al otro por medio de la vida sexual. Lazos de atadura hay muchos y de diferentes clases, pero cada vínculo que ata, también el de la sexualidad, quiere algo para sí, para el ego o para el propio cuerpo. Uno quiere vivir continuamente la sexualidad para relajar sus nervios o para disfrutar de placer por la excitación nerviosa, otro solo se satisface con los excesos corporales, es decir con la forma extrema de la corporalidad. Más de uno tiene después de la
relación sexual remordimientos de conciencia, cuando solo ha utilizado a la pareja para estos fines. Igual sea el grado de relación sexual que exista, deberíamos preguntarnos siempre: ¿dónde está la raíz que me empuja a ello? ¿Quiero volverme un fanfarrón del sexo o quiero desarrollar valores éticos y morales en los cuales aspiro a reconocer la causa de mi apremio para ir deshaciéndome de ella paulatinamente? En nuestro tiempo no se puede decir que solo puedes tener relaciones sexuales con un joven o una muchacha cuando estéis casados y deseéis un hijo. Si esto fuera posible sin mayores complicaciones, es decir, si partiendo de las condiciones de nosotros los seres humanos esto fuera fácil de cumplir, estaría bien, pues ambos estarían unidos por el amor que da y recibe y la felicidad en el matrimonio no se empañaría. Pero ya que cada persona trae consigo en mayor o menor medida a esta encarnación los deseos sexuales, para la mayoría de las personas resulta un gran esfuerzo de superación el cumplir con las exigencias que se acaban de mencionar. Algunos lo consiguen. Depende de la predisposición que se ha traído, así como de la meta que cada uno se ha propuesto en su vida. Otros no lo consiguen porque han traído programas activos correspondientes. Sin embargo, esto
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no debería servir de excusa diciendo: «Bueno yo he traído programas sexuales más fuertes, es decir que tengo que practicar la sexualidad. Al fin y al cabo no los puede reprimir sin más ni más». Tampoco deberían ser reprimidos, pues lo que se reprime no está disuelto. Una y otra vez hay que decir al respecto: Lo esencial es encontrar la raíz de la sexualidad exagerada para disolver esa causa básica, de la que emerge la correspondiente energía apremiante. No deberíamos condenar a ninguna persona ni su manera de pensar ni actuar. Pero cada cual tiene la posibilidad de irse refinando poco a poco, en tanto analiza el mundo de programas que trajo y trabaja en él, pero no lo aumenta y practica hasta haber perdido la sensación que sopesa y mide, la conciencia, y es absorbido por la sexualidad sin tener en consideración cómo le va al que está siendo utilizado, al que tal vez se le ha dejado de lado, sea en el matrimonio o en la amistad sexual. Quien tenga una buena conciencia, reflexionará sobre lo que con su sexualidad exagerada causa en sí mismo y en su prójimo, y si lo que hace está en consonancia con el respeto a sí mismo y a su prójimo. Los lazos que atan son anudados en muchos casos mediante la sexualidad. Si ese «amor» es suficiente para fundar una familia, si ese «amor» es
estable también en la educación de los niños, si ese «amor» es capaz de mantenerse hasta la tercera edad, lo podemos deducir del número de divorcios actuales. Quien desee fundar una familia debería preguntarse: ¿Cuál es el motivo? Para poder tener un buen matrimonio y cuidar una familia se necesita afecto interno; la atracción que solo se base en la sexualidad obligada, dicho en pocas palabras en el sexo, seguramente que no es una buena base. Una buena base necesita de un alto grado de tolerancia, de la comprensión mutua, de la benevolencia, que al fin y al cabo es el dar y el recibir, que también se expresa en la unión corporal. Es decir que existen muchas variantes de lo que llamamos amistad entre un chico y una chica. Si se trata de una verdadera amistad, se trata de una unión entre personas que no está marcada por la sexualidad. Si se trata de una amistad sexual, tendrá todas las diferentes características que ya he descrito. Si es un verdadero afecto interno, profundo, sin el deseo masivo del dejarse llevar por la sexualidad o del ampliar e intensificar la misma, podría resultar de este un buen matrimonio y una buena familia, si se sabe cómo cuidarla. Quien forma una pareja o un matrimonio y funda una familia, debería
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ser consciente de la responsabilidad que esto conlleva. ¡Muchos dolores de corazón, necesidades internas y externas, van a cargo de matrimonios que se llevaron a cabo a la ligera! Según la Constitución de la República Federal Alemana (y esto vale también para la Constitución española y muchas otra. N. d. t.), los matrimonios y las familias están bajo la protección especial del Estado. ¿Pero cómo es en realidad? ¿Protege realmente el Estado al matrimonio y a la familia –y qué matrimonio? Hoy en día es así que prácticamente uno de cada tres matrimonios se divorcia y vuelve a contraer un segundo, tercer o cuarto matrimonio. En poco tiempo se forma otra familia de la que nacen hijos. Poco después este matrimonio, esta familia, se disgrega. Conozco el siguiente caso: Una pareja joven deseaba desde hacía tiempo tener un hijo. El hijo que se deseó durante tanto tiempo llegó al mundo y tiene ahora un año y medio. De repente el marido se separa inesperadamente de la familia y se busca una amiga con la que se va a vivir. La madre con el niño de un año y medio está ahora sola y tiene que hacer uso de la ayuda social del Estado porque el marido no puede alimentar a su familia y a sí mismo viviendo separado. En este caso concreto se plantea la pregunta: ¿A qué familia o matrimo-
nio protege el Estado, a la primera, a la segunda o a la tercera? ¿En qué medida protege el Estado por ejemplo a la mujer que ahora está sola con su hijo de un año y medio? ¿Es la ayuda social estatal la solución para estas dos personas? Y si lo es, esto significa para mí simplemente ser dejada de lado. El hombre, sin embargo, con la parte legal de su sueldo vive con una amiga que bajo ciertas circunstancias comparte con él lo que este gana. ¿Quién comparte con las madres e hijos que se quedan solos? ¿Qué dice el Estado al respecto? ¿Puede decir siquiera algo? ¿Puede implantar derechos para la mujer y madre con hijos que ha sido abandonada? Los hombres de Estado, los políticos, apenas pueden decir algo al respecto, pues ellos, los que representan al Estado, es decir al pueblo, ¿son acaso mucho mejores? Si echamos una mirada a la vida privada de más de un político, veremos que muchos de ellos se han divorciado una o varias veces y se han vuelto a casar dos o tres veces, o viven con una amiga. En algunos la familia o el matrimonio solo se mantienen para guardar las apariencias, pero paralelamente se tiene otra pareja. Los hombres de Estado, los políticos, no necesitan preocuparse por su primer, segundo o tercer matrimonio divorciado, sus sueldos son tan altos que se pueden permitir con ellos
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un cuarto o quinto divorcio y quizás hasta incluso volver a contraer otros marimonios.* ¿Son por tanto los políticos buenos ejemplos para mantener la Constitución, que al fin y al cabo ellos representan? ¿Cómo puede un pueblo ser mejor, si los hombres de Estado, los políticos, son entre ellos mucho peores que el pueblo mismo? Seguro que las Iglesias institucionales han dado su bendición a esos matrimonios; ¿y no han rendido algunos de estos cónyuges tanto ante la Iglesia católica como de la protestante una promesa de fidelidad? Pero en vez de que los titulares de un cargo eclesiástico que bendijeron tales matrimonios y los sellaron con la promesa de fidelidad, llamen la atención a tales hombres de Estado en relación a su ética y moral, aclarándoles que según sus principios cristianos el sacramento
* Nota a pie de página: Pregunté a
un abogado cómo se podía justificar ante la Constitución este comportamiento de los políticos. El me respondió: Para la Constitución, la familia y el matrimonio son valores especialmente elevados. El Parlamento de la Confederación Alemana ha acordado que el matriminio debe ser considerado como una "comunidad de vida básica e indisoluble". En el Libro de
o la promesa que realizaron siguen teniendo validez, se sientan al lado de esos políticos en las primeras filas, «ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos» y al fin y al cabo permiten que aquellos que «gustan de los asientos de honor en los banquetes y de la presidencia en las sinagogas», incluidas las autoridades eclesiásticas, se comporten como hace 2000 años, cuando Jesús llamó «hipócritas» a los escribas y fariseos, diciendo: «Os parecéis a sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda clase de inmundicias». En el compromiso hecho en la Iglesia al contraer matrimonio se dice: Mantendréis la fidelidad «hasta que la muerte os separe». Y si esto ni siquiera lo siguen los mismos políticos que representan a la Constitución y al pueblo, ¿quién si no ha de atenerse
Leyes del Ciudadano consta incluso expre samente: "El matrimonio se lleva a cabo para toda la vida". El Parlamento constitu cional corrobora además: "Sin embargo, los matrimonios pueden fracasar en la tarea de realizar la comunidad de por vida, por motivo de desgracias, problemas u otras causas del destino. Los matrimonios pueden romperse, sin que las leyes estatales los puedan mantener o restablecer. La ley
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a ello? Es mucho mejor no tomar a ninguno de ellos como ejemplo, ni a las autoridades eclesiásticas ni a los hombres de Estado, que incluso llevan la «C» de «cristiano» en las iniciales de sus partidos políticos. ¿Se está convirtiendo así el matrimonio contraído en la Iglesia en una farsa? ¿Tiene validez la enseñanza eclesiástica sobre el matrimonio solo para el pueblo y no para los políticos? Pues las autoridades eclesiásticas se sientan en las primeras filas con todos los que han cometido adulterio. ¿Con cuánta frecuencia se habla de la ética que tiene como base el comportamiento moral de los seres humanos, es decir las reglas de educación moral? ¿Dónde ha quedado esta, si ni siquiera los políticos y los funcionarios de cargos eclesiásticos se atienen a ellas? Según el diccionario, ética significa: «Conjunto de normas morales que rigen la conducta humana; que
regulan el comportamiento y las relaciones humanas». La ética de un pueblo, como también la ética de una profesión estatal o la ética de comportamiento de cada uno, toda ética, debería estar guiada por la ética cristiana. Si tomamos esta definición según el sentido, o incluso literalmente, nos damos cuenta de que las reglas morales no solo están decayendo, sino que ya han decaído.
constitucional no garantiza la protección de un matrimonio de por vida de una manera abstracta, sino tal y como corresponde a las ideas vigentes. Con base en ello, la Constitución presenta después la imagen del matrimonio civil y de derecho, que prevee también que el matrimonio pueda divorciarse..." Las "ideas vigentes" son definidas en gran parte por los políticos responsables.
Si ellos toman cada vez menos en serio los principios básicos del matrimonio, debili tan cada vez más la Constitución que ellos representan. Los políticos son los represen tantes de los valores fundamentales que ellos mismos no respetan. Si la ética y la moral pública se hunde, tienen una gran parte de responsabilidad en ello.
Estimados jóvenes, cada uno tiene el libre albedrío de aceptar la elevada ética y moral, es decir el comportamiento básico de la educación moral. Quien hable de la ética cristiana y no la cumpla, es el peor ejemplo para los jóvenes. Si queréis contribuir a una sociedad mejor con valores éticos y morales más elevados, no os orientéis por el comportamiento de los hombres de Estado, de los políticos ni el de cualquier otra persona, sino, como ya he dicho, por Jesús de Nazaret.
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El joven: Gabi, ¿puedes decirme nuevamente los pasos para desarrollar los valores éticos y morales más elevados? Yo creo que son importantes para nosotros. El profeta: Con gusto, Martín. Hagámonos conscientes una vez más: ¿Cómo podemos conseguir valores éticos y morales más elevados dando pequeños pasos? Repito: Esfuérzate en escuchar a tu prójimo e intenta darle una respuesta sincera. No te des tanta importancia en las conversaciones. No seas un sabelotodo, sino que piensa si realmente estás capacitado para responder y puedes ayudar y servir con tu respuesta. Mantén tu cuerpo aseado. Esfuérzate en llevar una ropa limpia y ordenada. Saluda a tu prójimo con palabras y pensamientos sinceros, y sé consciente de que tú también deseas que te saluden así: con un rostro claro y sincero. Si estás en la escuela o en el trabajo, no hagas chistes sobre tu profesor, tu profesora o superiores, tampoco sobre tus compañeros y colegas de trabajo. ¿Querrías que ellos también se rieran de ti?
Come y bebe moderadamente, y sé consciente de que lo que tomas en los alimentos y bebidas es un don del Creador a Sus hijos humanos a través de la madre Tierra. Trata bien a los animales, plantas, es más, a toda la naturaleza, es decir de una manera similar a como te gustaría que te trataran a ti, pues todas las formas de los reinos de la naturaleza tienen sentimientos y sensaciones, porque llevan en sí la vida, la facultad de sentir y percibir. Hazte consciente de que la madre Tierra es la donante de tu cuerpo físico. Quien se respeta a sí mismo, mantiene limpio su cuerpo y valora y respeta también a la madre Tierra. Él no causará sufrimiento conscientemente ni a los animales ni a las plantas. Valorará también a los minerales y no los explotará. Si te encuentras con tu prójimo, sea conocido o desconocido, no lo menosprecies, pues tal y como sea este momentáneamente, así es su estado de consciencia actual, es su individualidad. Tal y como es cada persona, así piensa y así vive, así es su imagen personal que ella dibuja con sus pensamientos y deseos; así se presenta ante ti y ante su prójimo; así se viste, así decora su vivienda, así vive y se comporta en ella. Cada persona es diferente a la otra. Al hecho de ser diferente lo llamamos el estado de consciencia de cada uno. También tú eres diferente al
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otro, tu prójimo. Tú tienes tu estado de consciencia, él el suyo. ¿Cuál de los dos es el «correcto»? Según las leyes divinas ninguno, pues cada uno expone en mayor o menor medida sus predisposiciones pecaminosas, es decir aquello que él «dispone» o lo que está adherido a él. Por eso, cada uno habla, opina y juzga solo a partir de sus propios comportamientos erróneos y se convierte en su propio juez. Jesús dijo al respecto: No le envíes a tu prójimo pensamientos llenos de odio y envidia, pues tú tampoco quieres que otros lo hagan contigo. Deja libre a tu prójimo. No le obligues a hacer lo que tú quieres y que podrías hacer tú mismo. Ayuda a tu prójimo cuando reconozcas que necesita ayuda y te pida ayuda. Pero no quieras llamar la atención con ello. Hazlo con la mayor humildad y no exijas del otro ni siquiera su agradecimiento. No entres en el templo, en el ámbito personal, de tu prójimo, queriéndole cambiar tal y como tú crees que él tendría que ser. Cámbiate a ti mismo y logra respeto por tu propia vida y así también adquirirás respeto por tu prójimo. Si conoces a un amigo o a una amiga, pregúntate qué fin persigues. Y si la meta es la sexualidad para satisfacer tus deseos acuciantes, pregúntate
entonces qué te parecería a ti si te utilizaran con igual motivo. Un buen amigo, una buena amiga son aquellos que no exigen nada para sí mismos, sino que dan y no esperan nada a cambio. Esos son los amigos de los que puedes fiarte. Pero tú mismo deberías ser, de igual modo, un amigo así, una amiga así. Amistades creadas con base sexual, sin tener respeto mutuo, pueden dar origen a una pareja de breve duración, pero nunca a un buen matrimonio duradero. Para crear una buena pareja o un buen matrimonio se necesita más. Pregúntate una y otra vez: ¿En qué se basa tu amistad, en la sexualidad o en el valor ético del respeto mutuo? A una buena pareja o matrimonio pertenece la fidelidad. ¿Puedes realmente ser fiel a tu prójimo? Tú dirás: «Eso no lo sé, pues no puedo decir hoy lo que mañana me puede pasar». En base a muchas conversaciones con matrimonios puedo decirte: Si tú no pierdes nunca el respeto por ti mismo y tu pareja se comporta de igual modo, sabrás hoy como te comportarás mañana, no importa lo que te ocurra en la vida. Para una buena pareja o matrimonio es necesaria por tanto una verdadera fidelidad. En base a esa verdadera fidelidad debería surgir el amor más elevado, el amor mutuo, no el amor propio
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que se sirve del prójimo como de un objeto para auto valorarse, para hacerse destacar, para sentir placer, para la comodidad y muchas otras cosas más. El amor elevado es la alegría de ver la imagen del otro, de la pareja que con motivo del respeto a sí mismo, nunca se deja llevar ni por el aspecto físico ni por la ropa ni por las conversaciones entre ambos, ni por la sociedad. Hemos escuchado: Cada uno tiene su imagen, que corresponde a su estado de consciencia. Pero si la imagen se convierte en una imagen cuidada, ordenada, presentable, esta, si ambos cónyuges lo quieren, se puede convertir en una imagen amada, que tanto el uno como el otro ven con gusto, a la que se le tiene aprecio y con la que se quiere estar. De ello resultan la fidelidad y el amor. La base para un buen matrimonio está siempre en el cariño, el afecto del cual surge la unión y no la atadura. Una buena unión matrimonial se muestra en el hecho de que juntos se puede hablar de todo y en que se da forma conjuntamente a la vida en la familia y en el matrimonio. Entonces también se puede hablar a otros del propio matrimonio o familia, porque no existen los secretos, nada que separe o ate, nada que otros no puedan saber. En un buen matrimonio reina la libertad, y la libertad surge exclu-
sivamente por medio de la fidelidad, en base a la cual uno se puede fiar del otro; la fidelidad es constante, en tanto no es adquirida y mantenida con la sexualidad, sino que juntos se aspira a los valores éticos elevados que nos enseñó y vivió Jesús de Nazaret. De ello deriva, entre otras cosas, un intercambio positivo, por ejemplo en buenas conversaciones, en la cooperación y la atención mutua; ambos cónyuges aportan a la comunidad aquello que llevan en su interior, que siempre tiene el carácter desinteresado de no buscar el provecho propio. Es decir que colaboran activamente no solo en su familia, comunidad o en el círculo más cerrado, sino en la gran totalidad para el bien de todos. De esta manera llevan una vida que es fructífera, que les hace sentirse satisfechos y felices. Entonces la unión corporal, aunque sigue existiendo, no es preponderante, porque no se utiliza para mantener y atar a la pareja, para la relajación y otros fines. Un matrimonio así está abierto a la gran familia, en la que viven y actúan juntos personas afines, semejante también en la Tierra a como es en el Cielo. Vosotros, jóvenes, recordad: Ambos, mujer y hombre, tienen una consciencia diferente. Cada estado de consciencia, también los valores éticos y morales elevados, es decir los
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principios de nuestra vida, siempre se expresan en imágenes. En muchas conversaciones he hecho la experiencia de que no es bueno que un matrimonio conviva en un espacio muy estrecho. Sería mucho mejor, siempre que fuera posible, si cada cónyuge tuviera su «reino», es decir su habitación o sus cuartos, que pueden acondicionar individualmente. Si fuera posible, cada cónyuge también debería tener su cuarto de baño. Si vienen niños al mundo, estaría bien, si ellos de igual modo tuvieran su propio reino. Cada uno de nosotros, también los niños, tiene su imagen personal individual, que se compone del modo de sentir, pensar, hablar, actuar y querer. Esta, nuestra imagen personal, la llevamos también a nuestra vivienda, que marcamos de esta manera, o lo que es lo mismo, la delineamos o dibujamos. La mujer, el principio de creación femenino, según su naturaleza tiene un comportamiento diferente, una ropa y una imagen de la vivienda diferente a la del hombre. La mujer, la madre, que según sus cualidades es más la que decora y da forma al hogar, o la que está en la vivienda por ejemplo más tiempo que el hombre con su trabajo, dará forma a las habitaciones, a la vivienda, de acuerdo con su imagen de consciencia. Un matrimonio o una pareja pueden ser tan armoniosos como quera-
mos; si la mujer plasma su imagen en la decoración de la vivienda y el hombre llega al hogar e introduce su imagen en la de la mujer, dejando esto aquí o allá o cambiando de posición lo que no corresponde a la imagen que la mujer tiene de las cosas, esto produce una y otra vez un «pequeño pinchazo» en ella. Estos incidentes, que vistos por separado son sucesos insignificantes, con el transcurso del tiempo pueden llevar a discordias y más tarde a peleas graves. Entonces uno rechaza al otro, lo que en determinadas circunstancias tiene como consecuencia una separación. Esto puede se puede evitar cuando cada uno tiene su reino, en el que se puede expresar individualmente. Quien se respeta a sí mismo, también respetará el reino del otro. Si el hombre y la mujer desarrollan primero los valores éticos y morales más pequeños y a continuación los más elevados, como por ejemplo la fidelidad y un amor más elevado, y si tanto el hombre como la mujer aman la imagen del otro, ambos ganarán en alegría mutua, porque su comportamiento está impregnado por las normas éticas y morales del más alto nivel. De ello crece también la responsabilidad para con los hijos. Quien cuida esa consciencia de una ética y moral superiores, no solo lleva responsabilidad por la pequeña familia sino que también en su pro-
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fesión es un responsable en el que uno puede confiar. Tales personas no se aíslan ante la sociedad, sino que tienen verdaderos amigos y cuidan esas amistades. Son personas competentes y que llevan a la sociedad una consciencia que está basada en valores internos que la sociedad actual no conoce. Personas con valores e ideales elevados nunca dirán: «Mi mujer o mi marido es viejo, me busco una pareja más joven». Quien está marcado por normas éticas y morales más elevadas tiene su ganancia correspondiente en cada etapa de la vida. Solo depende de cómo se aprovechen las estaciones de la vida. En el otoño de nuestra vida podemos obtener tantas cosas positivas como en el verano de nuestra existencia. Depende de cómo aprovechemos los días, y de lo que hagamos de las estaciones de nuestra vida. Quien se tenga respeto a sí mismo, no se lamentará ni de la primavera ni del verano de la vida, porque ha llenado correspondientemente ambas fases de la vida. Las personas con estos valores internos mantienen una fidelidad recíproca. Si los hombres de Estado fueran verdaderos ejemplos a este respecto, la juventud podría ganar mucho con ello. El Estado no necesitaría entonces exigir la protección del matrimonio y de la familia, pues los hombres de Estado sabrían cómo
se consiguen matrimonios y familias estables y cómo se les podría proteger en todos los ámbitos de la vida. El joven: Gabi, lo que nos acabas de decir sobre las amistades, sobre las relaciones de pareja, los matrimonios, la familia y el sexo es súper importante, pienso yo, para que uno no se engañe. ¡Es una suerte que tengamos a alguien que nos pueda decir a los jóvenes lo que pasa y de qué depende realmente! Aquí viene muy bien una pregunta de un joven cristiano originario que me ha pedido que te la haga. Esta dice: Ser padre, ser madre, tener hijos... para toda la vida. ¿He de hacerme esto a mí mismo? El profeta: Una familia buena e intacta no es en verdad ninguna condena a cadena perpetua, como parece que estás pensando. El tipo de vida familiar que hoy en día se ha convertido en lo normal en nuestra sociedad, no es la familia a la que me refiero yo. Los lazos familiares deberían estar basados en la unidad, en tanto los padres mantienen la fidelidad entre ellos. Como ya se ha dicho, donde la unión está basada en la fidelidad, allí hay también libertad. Si cada uno tiene su libertad, porque cada uno está
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seguro del otro, también se pueden llevar a cabo buenas conversaciones abiertas y que unen, de las que surge la ayuda mutua. En tal caso, un miembro de la pareja no esperará y exigirá siempre algo del otro, tampoco una sexualidad exagerada para poder relajarse y satisfacerse con el cuerpo de su pareja. Los niños que nacen de un matrimonio así, serán educados con seguridad tal como son los padres. Si los hijos cumplen con las normas de los padres o no, es cosa de ellos, pues quién sabe qué predisposiciones tienen ellos. Ser libre no significa dejar al otro libre para que tenga otras relaciones de pareja o el permitirse uno mismo «escapadas» o cosas parecidas. Libertad significa respeto por el otro y por uno mismo. Si los hijos son educados en este espíritu, tendrán buenas condiciones para iniciar su vida. Si ellos aprovechan o no estas condiciones, de nuevo es cosa de ellos. Justamente los niños pequeños quieren padres que se comprendan entre sí, que estén por ellos, que les den acogida y un hogar en el que sientan que reciben atenciones y, lo que también es muy importante, tener de comer y de beber. También los hijos adultos –en tanto lo deseen– visitarán con gusto a sus padres, pues la casa de sus padres seguirá siendo para ellos un hogar, y no la casa en la que desde la juventud hasta a me-
nudo una edad más avanzada viven o se mueven como holgazanes. En la naturaleza es así como debería serlo en nuestras familias. Cuando las crías de los pájaros ya pueden volar, se construyen su propio nido. Si nuestros hijos ya pueden volar, deberían tomar responsablemente en las manos las riendas de su propia vida, aquello que han traído consigo para su existencia terrenal. Si disponen de un buen fundamento, por ejemplo, de la casa paterna y de unos buenos estudios, les gustará visitar a sus padres y conversar con ellos, pero no para serles una carga a su avanzada edad. O sea que depende mucho de en qué se basan dos personas para formar un matrimonio, en la verdadera fidelidad o en el llamado «amor», que en gran medida encuentra su expresión en la sexualidad. Si dos personas forman un matrimonio en base a la fidelidad, comprensión y libertad, lo de «para toda la vida» no será como una prisión, sino el estar el uno por el otro, y también por todos los demás, por una sociedad ética y moral y por un gran círculo de amigos o incluso por una gran unión familiar en la que varias familias actúan juntas por la comunidad y por una buena sociedad.
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El joven: Otra pregunta: ¿Qué metas me puedo proponer para tener una amistad, sin dejarme influenciar por cosas externas, como películas, publicidad, opiniones? El Profeta: El contenido de las metas para una buena amistad puede surgir solo de nuestro mundo de sentimientos y pensamientos preguntándonos: ¿Qué asocio yo a la palabra «amistad»? Las películas, la publicidad y las opiniones nos pueden incitar, y a menudo no precisamente en sentido positivo, pues allí donde una amistad derive en deseos de sexo, ya no existirá más la unión que hace tan valiosa la amistad, sino que será la atadura al objeto sexual. Cada cual tiene la libertad de «confeccionar» su propia vida: la aguja y el hilo es aquello que hacemos con nuestros sentimientos y pensamientos. Esto es entonces lo que somos nosotros. El joven: Sexo antes del matrimonio. ¿Qué piensas de ello? Respuesta: Esta es una pregunta delicada que no quiero contestar ni con un sí ni con un no, pues sé de la existencia de la reencarnación, es decir, que ya hemos pasado por varias vidas. En
una de esas vidas puede que hayamos adquirido los llamados programas de deseos, que también fueron acogidos por nuestro cuerpo anímico y que el alma, tras la muerte del cuerpo, se lleva consigo a los ámbitos de materia más fina, en el caso de que no haya purificado estos aspectos pecaminosos totalmente humanos. Lo que el alma no purifica en el Más allá, lo vuelve a traer a otra encarnación. Si en la constelación de los planetas que conducen al alma a encarnarse, está incrementadamente activo el programa de deseos de sexualidad, el joven, en el que todo está ebullendo y cociéndose, muy difícilmente podrá poner freno a las hormonas activas que le vienen empujando. De nuevo dependerá de cómo nos comportemos frente a este apremio, si lo dejamos afluir a través de nuestro sistema nervioso en las hormonas sexuales, llevando a cabo el acto sexual no importa con quién, o si el joven trabaja la sexualidad para transformarla. Este trabajo, como ya se dijo, tiene lugar en la cabeza, en el entendimiento, sopesando qué es lo que él obtendrá si se busca un objeto sexual, preguntándose si esta es su línea ética y moral para la vida, o si no querrá liberarse poco a poco de estos deseos sexuales acuciantes. A menudo sucede que en una amistad incipiente, uno pide al otro que le conceda satisfacción sexual, el joven
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de la joven y la joven del joven. Aquí cada uno debería preguntarse: ¿Qué obtenemos de ello? ¿Qué estamos buscando con ello? ¿Queremos solo satisfacernos mutuamente, o queremos formar una pareja o incluso un matrimonio? Además, ¿puede ser duradera esta amistad basada en la sexualidad, o no deberíamos hacernos juntos conscientes de que otro tipo de amistad, por ejemplo una buena amistad abierta, nos podría liberar del vicio sexual?, de lo que se puede desarrollar una unión constante, en la que cada uno gana respeto por sí mismo y por el otro. En general se puede decir que en todo lo que hacemos, lo que cuenta es el cómo lo hacemos. Esto es válido para todos los ámbitos de la vida, también en lo que se refiere a la corporalidad. Yo creo que quien lea atentamente esta edición de «El joven y el profeta», podrá extraer con seguridad otros puntos de vista por los que se podrá orientar, si así lo desea. El dinamismo de la juventud se expresa en diversas actividades, también en los deportes y en los más diversos hobbys. Justamente las personas jóvenes, que se encuentran en el periodo de agitación e impetuosidad de su vida, pueden fomentar con el deporte una amistad sincera y llena de confianza, también con el otro
sexo, pues los deportes y los hobbys dirigen en gran medida el interés a otras cosas y la «satisfacción» sexual pasa a un segundo plano. Pero el joven no debería reprimir de ningún modo los pensamientos y deseos sexuales con el deporte y los hobbys, sino que debería analizar cuál es la raíz de su empuje sexual. Es también importante que el joven reflexione sobre su vida futura, sobre la profesión, la familia, las amistades verdaderas y sobre nuestra sociedad. Si tiene un buen círculo de amigos para conversar y donde poder expresar lo que le preocupa, podrá con seguridad reducir también de tal modo algunos deseos de tipo sexual. El joven: Una mirada a mis anotaciones me indica que la siguiente pregunta va en otra dirección muy diferente. Después de haber llegado a la cúspide del vuelo de altura de la sociedad del bienestar, vivimos ahora un tiempo realmente difícil: desempleo, contaminación del medio ambiente, guerras, enfermedades, sida, manipulación genética, corrupción política, etc. Uno se siente impotente. ¿Cuál podría ser el camino de salida? El Profeta: Los seres humanos nos preguntamos siempre por el camino de salida de las situaciones difíciles. En general
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nos hemos acostumbrado a ver a otros como a los culpables, y a acusarlos de incompetentes, fracasados o cosas similares. Pero mientras señalemos a los otros con el dedo, todo seguirá siendo como es. Como en oleadas, subiendo y bajando, se continuará con el desempleo, la contaminación del medio ambiente, las guerras, las enfermedades, la manipulación genética, las clonaciones y la corrupción. Alguna vez se sentirá como una mejora y después continuará cuesta abajo. ¿Quién o qué ha de cambiar para que se mantenga una mejora constante? ¿Deberían cambiar solamente aquellos a los que atribuimos la responsabilidad por la miseria? ¿O no debería tomar cada uno la tarea de ser de modo distinto a como el otro es actualmente, adoptando normas éticas y morales más elevadas? La juventud podría aspirar a una buena instrucción y formación profesional, que cada cual pueda llenar con calidad y por tanto con su consciencia, para aportarla a la sociedad, no para ascender a codazos por la escalera del éxito, sino poniendo la propia capacidad al servicio del prójimo y del verdadero bien común, el bien de todos. Una persona con una ética y moral más elevada no entrará jamás en la esfera de la corrupción, sino que ganará su dinero con el ejercicio correcto de su trabajo. Estará también a favor de la naturaleza y respetará
la vida de los animales, las plantas y los minerales, en el reconocimiento de que precisamente los animales tienen sensaciones muy finas y que perciben a menudo mucho mejor que el grosero hombre. Quien tiene una ética más elevada sabe que las guerras no son una casualidad, sino que representan de hecho un problema de generaciones enteras, pues quien cree en la reencarnación sabe que las matanzas tienen lugar en los campos de batalla, que forman a su vez un imán para aquellos que no hayan transformado en paz su propia inclinación belicosa. Combatir la guerra con la guerra significa volver a comenzar en algún momento otra guerra. Esto no solo se refiere a un país, sino que vale también para cada cual. Las enfermedades no llegan por casualidad. Vienen de la «retorta» de los comportamientos erróneos, de las debilidades y errores, es decir de los aspectos pecaminosos traídos a esta vida, que la persona no eliminó en las encarnaciones anteriores ni en esta existencia, sino que por el contrario alimenta con pensamientos, deseos y actuaciones, provocando de este modo golpes del destino, enfermedades, necesidades, sufrimientos y muchas cosas más. Muchas personas no actúan como encantadores de serpientes, sino que alimentan la serpiente del destino.
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Damos de comer a nuestro destino una y otra vez con los mismos alimentos, que llegan de nuestra forma de sentir, pensar, hablar y actuar. Todas las malas costumbres, o sea todas las anomalías, como la contaminación del medio ambiente, la manipulación genética, la clonación, la corrupción y muchas cosas más, surgen del mundo de deseos introducido por nosotros mismos en nuestro interior. ¿O crees tú, Martín, que vienen de Dios? No existen las casualidades, tampoco el desempleo «fortuito». Siempre tenemos que preguntar: ¿Cuál ha podido ser la causa para cada uno? No se puede echar la culpa simplemente a los empresarios o a los políticos, que al fin y al cabo también recibieron el voto de muchos de los desempleados que desde hace tiempo venían viendo lo que estaba sucediendo en la economía y en la política y cómo se lleva la responsabilidad en estos ámbitos. De este conglomerado de ego puro solo puede encontrar la salida cada persona en particular, uniéndose a su vez con otros que piensen de igual forma, no para devolver el golpe con la misma arma o pagar con la misma moneda, sino para aplicar en sí mismos el Sermón de la Montaña, captando el sentido de estas enseñanzas. Precisamente en el Sermón de la Montaña se encuentra la posibilidad de construir un sistema económico duradero, que desde luego solo pue-
de ser llevado a la práctica por una sociedad con valores éticos y morales más elevados. Por eso, los seres humanos deberían comenzar a esforzarse en elaborar valores éticos más elevados. Y esto va dirigido precisamente a la juventud. El joven: ¡O sea que en la juventud está la oportunidad para conseguir un mundo mejor! Gabi, en principio esto no es nada complicado, pienso yo. Siempre se trata de no señalar con el dedo a los otros, sino de golpearse uno el propio pecho preguntándose: ¿Qué quiero yo y cómo quiero comportarme? Ahora me resulta verdaderamente claro cuán importante es el Sermón de la Montaña para un desarrollo más elevado de toda la humanidad, pues de las enseñanzas del Sermón de la Montaña derivan, como tú has dicho, normas éticas y morales para una sociedad mejor. Y allí donde se vive y trabaja según el Sermón de la Montaña se puede levantar un sistema económico que funcione bien. Ya existe un grupo de personas que está intentando esto. El Sermón de la Montaña no habla de los deportes de lucha, que enseñan la autodefensa. A pesar de ello
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quiero hacerte la siguiente pregunta por mí y por muchos de mis amigos: ¿Un deporte de lucha, en el que se aprende a auto defenderse, está en contra del Sermón de la Montaña? Y aspirando a normas éticas y morales más elevadas, surge la siguiente pregunta: ¿Se puede uno defender o hay que poner siempre la otra mejilla? El profeta: Los deportes de lucha en los que se aprende a auto defenderse, tienen lo suyo. ¿Crees que la fortaleza solo se encuentra en los músculos y en la lucha, es decir en las tácticas de movimientos? Quien se oriente cada vez más a los Mandamientos de Dios y al Sermón de la Montaña, sabe que nada nos llega por casualidad. Presentar ambas mejillas no significa decir simplemente sí a los golpes, pues también Jesús le dijo al siervo que le golpeó, palabras del siguiente sentido: Si no es cierto lo que he dicho, demuéstralo; y si es cierto, ¿por qué me pegas? Jesús no se defendió con armas ni con ningún estilo de lucha. Él aplicó la palabra. Podemos decir ahora que de nada sirvió, pues tuvo que ir a la cruz. Pero no sabemos si tal vez le hizo un servicio a aquel a quien se lo dijo. Su
muerte en la cruz no fue determinada por una sola persona, sino por la multitud agitada del pueblo. El vía crucis y la crucifixión de Jesús fueron y siguen siendo los pecados de aquellos que en aquel entonces no Le comprendieron y que siguen sin comprenderle en la actualidad. Jesús sufrió siendo inocente, para traer un destello de libertad, la llama redentora, a los culpables. Ninguno de nosotros seres humanos está libre de cometer un error. Por eso no deberíamos tirar piedras a nuestro prójimo, sino que deberíamos equiparnos con la fuerza del Espíritu eterno y entregarnos llenos de confianza únicamente a Aquel que sabe protegernos, Cristo en nosotros, pues Él sabe lo que es bueno para nuestra alma. Si vosotros jóvenes aprendéis un deporte de lucha y os encontráis en el camino hacia unos valores éticos y morales más elevados, intentad no utilizar dicho deporte para acabar con el «enemigo», sino que enfrentaos a él por un lado con la fuerza de la palabra y por otro con un cuerpo bien entrenado, no para causarle dolores, sino para mostrarle sus límites, y en tal caso con un movimiento que no dañe al otro, ni le produzca un sufrimiento físico. Sujetar las manos o retener el cuerpo del otro no significa cortarle al otro la oreja con la espada como hizo Pedro con el soldado.
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De esto vemos que en todas las leyes de Dios no existe el no, sino la ayuda para reconocer y deducir lo que nos traen los esfuerzos pecaminosos y las piruetas egoístas. O sea que no se trata de «no lo hagas», sino de «pregúntate qué quieres conseguir con ello y lo que al fin y al cabo sacarás de provecho para el resto de tu vida terrenal». El Espíritu de Dios nos dio Mandamientos y no prohibiciones. El joven: Gabi, los días serían tan bonitos si los seres humanos los aprovechásemos, es decir, viviendo según los Mandamientos de Dios y manteniendo la paz entre nosotros. Yo mismo me doy cuenta de que hay días que transcurren armoniosamente, pero entonces en mis pensamientos surge algo destructivo y malo. Si echo una mirada a lo bello de esta Tierra, a las plantas, los animales, los árboles, y también a lo agradable, el sol, el aire fresco, a menudo me pregunto: ¿De dónde viene todo esto? ¿Nos ha sido regalado para que superemos de algún modo la escuela de la vida, que resulta a veces tan dolorosa? La naturaleza es tan bella y pacífica de por sí. Es terrible que los seres humanos destruyamos tanto de ella. Y tanto más me asusta cuando descubro a veces en mí mismo carac-
terísticas destructivas y malvadas. ¿De dónde viene esto? El profeta: Eres muy sensitivo al describir que en nuestra vida hay días bonitos y después, de tanto en tanto, días no tan bonitos. Son los altibajos en nuestra vida, que transcurre como en forma de olas. La ola de la vida que en ciertos días hace que nos elevemos, nos permite reconocer que esta vida terrenal nuestra es bella y estable si luchamos contra nuestras inclinaciones bajas cuando nos encontramos en el punto bajo de la ola –como tú las llamabas, nuestras características destructivas–; y esto no en la lucha contra nuestro prójimo, sino contra nosotros mismos preguntándonos: ¿De dónde vienen estos niveles bajos de las olas? Superficialmente podríamos decir que se encuentran en los genes, en unas personas más y en otras menos. Si analizásemos más detenidamente esta frase, surgiría la pregunta: ¿Quién las ha puesto allí? Y si retrocediésemos a toda la historia de la humanidad, seguiríamos encontrándonos con la pregunta: ¿Quién ha colocado en los genes lo destructivo, lo malo? Con este análisis, al que no deberíamos poner final aduciendo a los «secretos» de Dios –pues Dios no tiene secretos, estos se los hemos
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atribuido nosotros a Él–, llegaríamos a la reencarnación, a aquello que hemos creado en existencias anteriores y que no hemos subsanado siendo hombres o como almas en los ámbitos de purificación. Lo que no está purificado, es decir las predisposiciones destructivas, ansiosas de poder, malas y dañinas que hemos traído y que marcan nuestro cuerpo a través de los genes, pueden surgir total o parcialmente en esta vida terrenal. Así que quien sea sensitivo se descubrirá a sí mismo. Precisamente la primavera, el crecer de las plantas, el florecer de los árboles, la viveza de los animales, los rayos de sol que calientan y el aire fresco, nos acercan la vida. Imagínate que la Tierra fuera solo estéril y pedregosa, como un desierto, sin los maravillosos arroyos y cascadas, sin los mares, ríos y lagos, sin plantas, animales y árboles, ¿qué clase de vida sería esa? Tan pobre y pedregoso como sería el planeta, lo serían también los seres humanos. Pero no es así, ¿o se debería decir mejor: aún no es así? Puesto que ¿no tienen acaso muchas personas una consciencia pobre y pedregosa, como un desierto árido? Muchos solo se dedican a la destrucción de lo bello, de aquello que Dios nos ha regalado a Sus hijos humanos: la maravillosa Tierra con todas sus formas de vida
es en verdad un zafiro en el cosmos material. La belleza de la Tierra es parte de nuestra vida. Si no podemos vivir, destruiremos todo lo que hay sobre la Tierra y en ella, y al fin y al cabo a nosotros mismos. En este camino se encuentra la humanidad. Se extermina a sí misma porque lo envenena y destruye todo, incluido el manto protector de la Tierra, la atmósfera. Si de verdad creyésemos en Dios y no solo hablásemos de que creemos, seríamos conscientes de que Dios nos regaló a Sus hijos humanos un maravilloso zafiro, la Tierra, para que reconozcamos en todos los detalles Su amor y Su regir sagrado, en la consciencia de que no solo somos herederos de esta maravillosa Tierra, con todo lo que vive sobre y dentro de ella, sino que también somos herederos del Hogar eterno, que es infinitamente más hermoso que el zafiro, la Tierra, con sus plantas, animales, árboles, el aire, los mares y los astros. Sin todo esto no sería posible la vida del ser humano. Si nos diéramos cuenta de que más allá de nuestra muerte física una luz mucho más grande nos guía hacia la luz eterna, hacia la fuente absoluta de la existencia eterna, Cristo en nuestra alma, no solo hablaríamos de que creemos en Dios, sino que también haríamos lo que Dios quiere.
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Quien por una vez se esfuerce en analizar lo que Dios quiere, aprenderá a reconocer la verdadera vida en la profundidad de las palabras del Sermón de la Montaña, pero también que en este se encuentra el «milagro económico», que no puede ser superado ni puede ser destruido, que no conoce el desempleo, sino que es la comunidad, la unidad y la evolución en la familia, en la vida con los demás, en la sociedad, en la economía. Lo que acabo de llamar «milagro económico» es un sistema económico según el cristianismo originario, que dicho brevemente se basa en el cumplimiento de los principios del Sermón de la Montaña de Jesús, en el que por tanto no se trabaja para sacar el provecho personal y con las fuerzas egoístas de cada uno. Todo esto se expone detalladamente en la edición nº 4 de «El Profeta». Tú Martín y vosotros jóvenes, como la misma palabra indica, sois jóvenes. Si queréis, tomaos el tiempo
para profundizar en las palabras del Sermón de la Montaña –y no leer tan solo las palabras–, y os daréis cuenta de que precisamente el Sermón de la Montaña es un manual práctico para una vida más elevada en la Tierra. Muchas personas, precisamente los altos cargos oficiales de las instituciones eclesiásticas, rechazan el Sermón de la Montaña diciendo que es una utopía, una forma de vida que no es para esta Tierra. Mirado más detalladamente, sí que es para esta Tierra, pero no para la sociedad actual, es decir, no para este mundo con su hambre de poder, con sus deseos de lucha, con su explotación, con sus ricos opulentos y con sus pobres más miserables. El Sermón de la Montaña nos enseña con todo detalle lo que nuestra nación, la República Federal de Alemania, postula en la Constitución. Si el Estado se rigiera por su propia Constitución, nuestra nación ya se habría acercado algunos pasos al Sermón de la Montaña.
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