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d. Declaraciones de Herbert Marcuse

1) una clase dominante -la burocracia-, raíz de los procedimientos y métodos que influyen y orientan las acciones de los hombres, garantizan que sus intereses se correspondan con los del autócrata; 2) un autócrata, cuyas decisiones están protegidas por la burocracia; y,

3) la estratocracia, la casta militar, procura el ejercicio efectivo de la

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vinculación de la burocracia con el autócrata y que las acciones de los hombres se

realicen de conformidad con ese vínculo, por medio de la fuerza bruta (coacción,

coerción, represión).

Así, la sociedad totalitaria como institución histórica-social está encarnada

en la burocracia como institución. Es impuesta a los hombres creándolos a su

medida, algunos cientos aceptarán este modelo y así lo transmitirán. Esta

institución se impone mediante la explotación económica del hombre por el

hombre sometiéndolos a faenas que traspasan los límites de su capacidad.

Nacionaliza los medios de producción. Expropia. Elimina la propiedad privada

adueñándose de las empresas, de la economía del Estado, crea un partido único.

Todo lo anterior, es cubierto con leve maquillaje de “nuevas” formas jurídicas

atribuyéndole así la ficción de legalidad y legitimidad. De este modo, subyugan a

los hombres determinando y dirigiendo su comportamiento en la vida social. Así

que, los hombres representan las significaciones imaginarias que la burocracia

desea. Los hombres pasan a ser asalariados, alienados por los procedimientos

burocráticos, sin derechos políticos, cívicos, sindicales. Controlados por un

cuerpo policial, se convierten, paradójicamente, en perseguidores y perseguidos

capaces de cometer delación entre sus iguales o con otro.

El totalitarismo como institución social hace individuos para ser

oprimidos, controlados arbitrariamente, física y mentalmente, para un rápido

ajuste al régimen garantizando así la continuidad del mismo: El hombre se

convierte en títere sin capacidad de cuestionar lo establecido o a sí mismo,

cercenando su potencialidad imaginativa para construir una forma social donde

impere la autonomía y la libertad.

Por otro lado, se instituye un orden social donde los ciudadanos

acostumbran a abandonar sus espacios dejándolos al mando del “grupo de turno”.

Se acaba con el Estado de Derecho y se rompe con el principio de la separación de

poderes. La tesis de la representación es inexistente porque el grupo de poder no

actúa en nombre de la colectividad sino que obedece las órdenes que le dicte el

líder (Presidente, Primer Ministro, etc.)

Esta situación la describe Castoriadis al presentar una encuesta de la

juventud estadounidense donde se evidenció la pérdida de interés, por parte de los

jóvenes, sobre el espacio público. Asimismo, se patentizó la irresponsabilidad y la

despreocupación por lo social como intersubjetividad humana.

De seguidas se transcribe parte de la encuesta:

“El señor John Karras, de 28 años, se encontraba el otro día en un negocio. La estación de radio más escuchada por la gente de su generación emitía un informe sobre los muertos y los desaparecidos de las dos últimas grandes inundaciones del suroeste del Estado de Ohio. El cajero, un poco más joven que el señor Karras, señalando la radio dice: <<Me repugna escuchar hablar de esas cosas>> Comentario del señor Karras, que prepara un doctorado en ciencias de la educación en el Ohio State University: <<Se trata de una actitud generalizada en relación con el mundo por parte de los jóvenes de su generación. No quieren escuchar hablar de lo que ocurre en él, salvo si golpean a su propia puerta>>”501 . Castoriadis señala que lo anterior es una de las causas del deterioro

político que ha contribuido a la distorsión del orden democrático. Menos interés,

501Castoriadis, Cornelius. “¿Qué Democracia?” En Figuras de lo Pensable. Ob. cit., p. 177.

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