Tres años 20
de octubre de 2011, 19 horas. ETA anuncia el «cese definitivo de su actividad armada» mediante un vídeo y un comunicado publicados en las ediciones digitales de los diarios Gara y Berria (aunque se habían adelantado también al New York Times y la BBC ). Con la escenografía habitual de los encapuchados, las banderas y las txapelas, risible y trágica al mismo tiempo y siempre anacrónica, y con sus también habituales y siniestros eufemismos, ETA proclamó su «compromiso claro, firme y definitivo» de «superar la confrontación armada». Tres días antes se había celebrado la famosa Conferencia Internacional de Paz de Aiete, considerada por muchos como la preparación escenográfica necesaria para la declaración posterior de la organización. Todo hace tan solo tres años y unos meses que, como dice TxemaUrkijo en su entrevista, parecen tres lustros, o más. Tempus fugit, que decía el clásico. Y de qué manera. En este relativamente breve periodo de tiempo la sociedad vasca se ha acomodado rápidamente a la nueva situación. Es algo natural y que ha ocurrido en otros lugares y contextos que han podido sufrir una tragedia más o menos similar. No hay que olvidar que la sociedad vasca ha podido convivir con el terrorismo de ETA, en particular a partir de los años ochenta del pasado siglo, sin que ello alterara demasiado nuestra vida cotidiana, salvo a quienes estuvieran directamente afectados por su acción. Pese a ello, resultado obligado recordar que han sido más de ochocientas personas las asesinadas, y varias decenas de miles lasheridas, secuestradas, extorsionadas o amenazadas. Pero, además, debemos pensar que ha habido otra consecuencia más grave que, ésta sí, ha afectado a buena parte de la sociedad vasca. Me refiero a esa capacidad que ha demostrado de convivir con el terrorismo (y en determinadas épocas también con el antiterrorismo criminal), mirando hacia otro lado o, incluso, «entendiendo» y justificando. Las heridas, por tanto, están ahí. Las más directas y evidentes, las de las víctimas; la más difusa e intangible, la de una sociedad que, en amplios sectores de la población, no ha sido, no hemos sido, suficientemente activos en la denuncia de la barbaridad que estábamos viviendo y la solidaridad con sus víctimas. Ahí hay importantes retos pendientes. El tema es lo suficientemente importante y complejo como para intentar aportar nuestro particular granito de arena desde las páginas de Galde. Como siempre, hemos intentando reunir un conjunto de voces y miradas diversas, para abordar algunos de los múltiples problemas del tema, desde las víctimas a las políticas públicas de memoria, las posibilidades de una convivencia integradora o los presos, entre otros aspectos. De nuevo, hemos de agradecer a quienes han respondido a nuestra invitación su disponibilidad y su tiempo. Pensamos que, dentro de sus limitaciones (las voces y las miradas siempre podrían ser más) el resultado ofrece un interés indudable. A.D.
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Antonio Duplá
Txema Urkijo
E
l pasado 10 de diciembre, como todos los años, el Gobierno Vasco entregó el premio René Cassin a personas o colectivos que se hubieran destacado en la defensa de los Derechos Humanos. Este año el galardón ha recaído, con toda justeza, en una serie de víctimas de ETA, GAL y de abusos policiales. Algunas de ellas han participado en el proyecto Glencree y han compartido su experiencia, todas han experimentado un sufrimiento injusto causado por quienes han recurrido a la violencia y el terror para imponer sus ideas. En el transcurso del acto, una de las personas que intervinieron como portavoces del grupo galardonado se refirió expresamente a la labor realizada desde la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo por el equipo que formaban Maixabel Lasa, Jaime Arrese y Txema Urkijo. Creo que todavía no somos conscientes de la trascendencia del trabajo llevado a cabo por ese trío y del enorme paso dado gracias a ellos hacia un reconocimiento pleno de las víctimas y del sufrimiento injusto sufrido por ellas y hacia una deslegitimación plena de la violencia terrorista. El hecho de haber podido trabajar en dos gobiernos de signo ideológico distinto es un reconocimiento a su rigor y profesionalidad, también a la amplitud de miras de los gobernantes políticos de quienes dependían. Por otro lado, el afecto, el cariño que les muestran las víctimas, víctimas de diferente signo, siempre que hay ocasión para ello es prueba dela sensibilidad, la honestidad y la imparcialidad mostradas por ellos durante los años que tuvieron a su cargo esa tarea tan difícil como era el acercamiento a y el reconocimiento de las víctimas tras décadas de desidia institucional. Un clima y un am-
biente que contrastan, lamentablemente, con la polémica que desde su nombramiento ha rodeado al actual equipo de Dirección de Atención a las Víctimas. Haría bien el Ejecutivo Vasco en reflexionar sobre ese contraste tan marcado. Para abrir el dossier, como es habitual, con una entrevista a algún
personaje significado en el tema elegido, nos parecía una opción difícilmente mejorable poder charlar con uno de los integrantes de aquel equipo. Y aquí estamos con Txema Urkijo, abogado, en su día miembro del desaparecido Gesto por la Paz, colaborador de Maixabel Lasa durante doce años y una pieza fundamental en esa labor callada de tantos años de dignificación de las víctimas. Su cese por el lehendakari Urkullu en abril de 2014 y el renunciar a su experiencia, su bagaje y su relación personal con las víctimas creo que es un lujo que no deberíamos permitirnos en un tema tan delicado como este. Pero, en fin...
"La vía Nanclares es antagónica con un final «ordenado», con cualquier tipo de contraprestación o acuerdo, por mínimo que sea. En ese final «ordenado» no hay salidas individuales, no hay manos libres para tomar las decisiones que implica la vía Nanclares." Tres años sin ETA. ¿Cómo lo vives, qué sensación tiene una persona como tú, tan ligada durante tantos años precisamente a uno de los aspectos más trágicos de la actuación de la banda como son las víctimas? TXEMA URKIJO. Realmente lo vivo como si hubieran pasado ya tres lustros, como algo muy lejano, es decir, creo que como el resto de la sociedad, acomodándonos muy rápidamente a una nueva situación. En ese sentido, veo también como algo fuera de la realidad, casi ridículas, las referencias que se hacen por algunos a un «proceso de 22
paz» pendiente. Claro que depende de lo que cada uno entienda por paz, pero pienso que la paz no es algo muy diferente de lo que tenemos ahora. Recuerdo un debate hace bastante años entre Kepa Aulestia y Jonan Fernández, que se puede seguir en Bake Hitzak (la revista de Gesto por la Paz), en el que frente a la idea del final «ordenado» de Jonan, Kepa Aulestia hablaba de un probable final raro, desordenado y creo que, visto desde hoy, tenía razón. Cuando veo la reciente declaración de apoyo al proceso de paz desde Argentina, me da la impresión de que están en un plano bastante alejado de la realidad. Galde 08 - udazkena/ 2015
"Claro que depende de lo que cada uno entienda por paz, pero pienso que la paz no es algo muy diferente de lo que tenemos ahora." Antes de enchufar la grabadora, habíamos hablado precisamente del premio recibido el pasado 10 de diciembre por ese grupo de víctimas que, en cierta medida, personifican a todo el colectivo de víctimas. ¿Qué opinión te merece ese premio? T. U. Debo reconocer que tengo una sensación ambivalente. Ese premio supone un reconocimiento a las víctimas y, en buena medida, un reconocimiento también al proyecto Glencree, y por lo tanto es un motivo de satisfacción enorme, porque nosotros habíamos impulsado y apoyado ese proyecto desde el primer momento. Pero no puedo olvidar que se trata de un proyecto cuestionado por el actual Secretario de Paz y Convivencia incluso desde su anterior etapa en Baketik. Recuerdo también, al calor de este premio, las dificultades habidas para la puesta en marcha de la experiencia de la presencia de las víctimas en las aulas, un proyecto visto siempre con recelo desde las filas nacionalistas, un proyecto del que el en su día Director de Derechos Humanos del Gobierno Vasco, dijo que era excesivamente «abrupto». Por lo tanto, es un motivo de alegría que ahora se reconozca la virtualidad integradora y reconciliadora de un proyecto como el de Glencree, pero habría que preguntarse por qué no se extiende esa experiencia a la sociedad. De hecho, en su momento se elaboró una herramienta pedagógica para llevar el tema a los ayuntamientos, y hoy ese proyecto está olvidado en un cajón, cuya llave posee el actual Secretario de Paz y Convivencia. Y las experiencias piloto que se organizaron en Irún, Balmaseda y Etxabarri tuvieron una acogida muy favorable por parte de las personas participantes, pero una propuesta de una entidad concreta para ampliar la iniciativa está paralizada. Es verdad que en muy poco tiempo se han dado algunos pasos que parecían impensables. Estoy pensando en la foto del último homenaje a Juan Mari Jaúregui, el pasado mes de julio, en el que aparecían su viuda Maixabel Lasa y un condenado por el asesinato, Ibon Etxezarreta. Una foto realmente impactante. Galde 08 - udazkena/ 2015
T. U. Es verdad que lo es, pero al mismo tiempo, lamenta-
blemente, es una excepción. Esa foto no responde al azar, o a una iniciativa exclusivamente individual. Responde a una línea de trabajo previa, muy meditada y elaborada. Me refiero al trabajo con los presos de la llamada vía Nanclares, que agrupa a una serie de presos que han dado el paso de desligarse totalmente ETA, condenar la violencia, reconocer el daño causado y acercarse de forma explícita a las víctimas. En todo caso, ése es un jardín que tenía una enorme proyección, pero que no se ha regado y se está agostando. No interesa a las fuerzas políticas, no interesa al PP, no interesa a la izquierda abertzale, no interesa al Gobierno Vasco. La vía Nanclares es antagónica con un final «ordenado», con cualquier tipo de contraprestación o acuerdo, por mínimo que sea. En ese final «ordenado» no hay salidas individuales, no hay manos libres para tomar las decisiones que implica la vía Nanclares. Está claro que la apuesta de ETA en relación con sus presos está en las antípodas y recientemente lo decía de forma muy clara Joseba Urrusolo Sistiaga en un artículo en el periódico que titulaba «A la abogada del colectivo de presos» (EL CORREO 08/12/14).En relación con los presos, cuando oigo la reivindicación de la amnistía creo que es un anacronismo planteado desde los sectores de la izquierda abertzale que no acaban de aceptar la evolución de la realidad. Pero, por otra parte, la propia sociedad vasca, que en principio sería la auténtica interesada en esta otra vía, que ha sido definida como la salida ética al problema de los presos, no tiene en estos momentos fuerza suficiente para imponerla, y mandan las estrategias políticas de los distintos partidos. El PP no parece muy dispuesto a promover la vía Nanclares ni tampoco a cambiar su política penitenciaria. T. U. La política penitenciaria, en este país, ofrece un margen de maniobra muy importante para una interpretación flexible en uno u otro sentido, es decir, que sería posible otrapolítica penitenciaria sin demasiados quebraderos legales. Pero el PP no está interesado en estos momentos en eso, porque su actual política no le supone coste alguno, 23
...
... mientras que un cambio hacia una actitud más flexible pre-
sumiblemente le supondría un coste político con ciertos sectores que hoy le apoyan. Por lo tanto, con Otegi y compañía se impone la línea más dura e intransigente. Por otra parte, el actual Secretario General de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste, quien ya fuera Director General de Instituciones Penitenciarias entre 1996 y 2004, no cree en la política de reinserción, y es partidario de la línea más dura. En la situación actual, es verdad que se echa en falta una autocrítica por parte de la izquierda abertzale. Pero también está pendiente, de alguna manera, una asunción de responsabilidad por parte del PSOE en el tema GAL. En otro orden de cosas, sigue habiendo aspectos que chirrían, como pueda ser que Arnaldo Otegi siga en la cárcel. T. U.Totalmente de acuerdo y, por ejemplo, que Otegi siga en la cárcel es una barbaridad legal. En cuanto a las responsabilidades de unos y otros, Maixabel Lasa ya lo dijo en la Universidad de Deusto en el 2007 y en el Kursaal. La reflexión autocrítica pendiente no es responsabilidad exclusiva de la IA, eso es evidente. Creo que por parte del PSOE también sería conveniente esa reflexión en el sentido de decir cómo fue posible que gobernando ellos surgiera algo como el GAL. ¡Y luego episodios como la foto de la cárcel de Guadalajara, solidarizándose con alguien que había sido condenado por delitos muy graves! Por otro lado, la política de indultos continuados en casos de denuncias de torturas ha sido nefasta, porque lanza un mensaje de impunidad. En la actualidad vives en Llodio, ¿cómo ves allí, en ese ámbito local, la evolución de la sociedad, esa adaptación a la nueva realidad a la que te referías antes? T. U. Pues realmente sin grandes cambios, con la gente fundamentalmente preocupada por el día a día, por la situación económica, sin demasiadas iniciativas para debatir sobre el pasado reciente, sobre lo sucedido durante todos estos años pasados, para crear espacios abiertos de reflexión, de encuentro entre sectores diversos. No parece haber demasiada preocupación al respecto y si esos temas no se estimulan desde algún lado, esas iniciativas no se van a plantear. Creo que es algo que merece absolutamente la pena, que es necesario, pero no veo voluntad política en el mundo institucional, salvo algunas iniciativas aisladas, ni fuerza suficiente en el entramado social. Ahí me encuentro con cierto pesimismo vital, lo reconozco.
En el terreno de posibles iniciativas para llevar adelante determinadas políticas públicas de memoria, ¿que opinión te merecen los proyectos del Instituto de la Memoria o el Memorial de las Victimas? T. U.Son importantes porque son elementos de esperanza. El problema es que el proceso de discusión parlamentaria ya ha mostrado una notable cortedad de miras. Ni el Instituto ni el Memorial son un fin en sí mismos, son una herramienta para unas posibles políticas públicas de memoria. Por lo tanto, lo fundamental será discutir qué programas, qué proyectos concretos se pretende poner en marcha, porque esos proyectos son imprescindibles ante una experiencia como la vivida en Euskadi. Y esa experiencia nos habla de unas violencias que han existido en la guerra civil, en la dictadura, con el terrorismo, el contraterrorismo y se hace necesario abordar todos esos fenómenos, eso sí, sin establecer continuidades ni justificaciones, sino distinguiendo circunstancias y contextos de los distintos casos. ¿Sientes alguna nostalgia por los tiempos en primera línea de la acción política? T. U.Sinceramente no siento ni siquiera nostalgia de futuro. Por otra parte, la experiencia vivida durante todos estos años ha sido tan intensa, no ya solo en el terreno político, sino humana y afectivamente, que se hace necesario un cierto periodo de tiempo para asumir mi propio cambio de situación. Al mismo tiempo, no soy capaz de desenchufarme de la realidad, de cambiar de chip sin más, y no puedo evitar hacer juicios de valor sobre diferentes aspectos del campo en el que he actuado de forma tan directa. Me acuerdo entonces de sus comentarios a propósito del reciente premio René Cassin al comienzo de nuestra entrevista...
Con Itziar Aspuru en febrero de 2000 y ante el lehendakari Urkullu, días antes de su destitución.
¿El hecho de haber desaparecido Gesto por la Paz, de que Lokarri lo haga el mes de abril, son factores que pueden incidir en esa falta de respuesta social, cívica? T. U. Pues sí, en el sentido de que cuando menos, independientemente de la fuerza y el alcance que pudiera tener su acción, podrían actuar a modo de pepitos grillos, para intentar contrarrestar esa especie de inercia vital que parece imponerse. 24
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, a i r o m e M t imas v íc elatos . y r óricos hist
José Antonio Pérez Pérez*
L
a declaración de octubre de 2011 donde ETA anunció el cese definitivo de su «actividad armada» constituyó una de las noticias más esperadas de las últimas décadas en el País Vasco. El balance final tras algo más de cincuenta años de terrorismo y sin haber conseguido ninguna de sus históricas exigencias, no puede ser más desastroso y sangriento. Más de ochocientas víctimas mortales, setenta y dos secuestrados (doce de ellos asesinados), cientos de heridos y miles de personas extorsionadas y perseguidas constituyen tan solo una parte, la más visible y cuantificable, de las terribles consecuencias que ha dejado su historia de destrucción. El dolor y el miedo que se han vivido en este país son imposibles de medir y forman ya parte de nuestro propio patrimonio inmaterial. Una pesada losa con la que cargamos, que cuestiona a toda una sociedad sobre su comportamiento durante aquellos años. Quienes pretenden justificar la trayectoria de ETA hablan de la existencia de un conflicto político, de «todas
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las violencias», y acumulan víctimas de diferente naturaleza para tratar de apuntalar esta teoría y equilibrar de algún modo la magnitud del horror. Necesitan, sencillamente, visibilizar la existencia de dos bandos para escenificar ese conflicto. Pero nunca hubo dos bandos. Nunca hubo un cuerpo social y político significativo detrás de los crímenes cometidos por la extrema derecha y el GAL que apoyase masivamente aquellos asesinatos. Nunca hubo miles de voces que diesen vivas a aquellas bandas en las calles, ni un proyecto de carácter totalitario que controlase los espacios de los pueblos y ciudades del País Vasco, que estigmatizase al enemigo político, que lo despojase de su condición humana para justificar su eliminación. Como es sobradamente conocido el final de la dictadura no llevó al abandono de las armas por parte de ETA, probablemente porque nunca fue específicamente una organización antifranquista. En la adopción de su estrategia 25
...
... violenta prevaleció siempre su radical oposición contra
España frente a cualquier otro tipo de planteamiento. Esta organización radicalizó su actividad terrorista precisamente a partir de 1977, tras la promulgación de la Amnistía que supuso la excarcelación de los últimos presos políticos. A lo largo de los siguientes tres años la organización terrorista asesinó a más de doscientas treinta personas, un número que se incrementaría hasta superar ampliamente las ochocientas víctimas mortales. No ha sido la violencia de ETA la única -aunque sí la más sangrienta con diferencia- que hemos vivido durante las últimas décadas. La «guerra sucia» contra esta organización y la actuación de las diferentes bandas de extrema derecha, en sus diferentes etapas y versiones, han provocado también decenas de muertos entre 1975 y 1987; y en ello el Estado, o para ser más concretos, determinado mecanismos y elementos de este Estado, tuvieron de un modo u otro, por acción u omisión, una importante responsabilidad. Paralelamente la intervención de las Fuerzas del Orden Público durante aquella época, especialmente durante el final de la dictadura y los primeros años de la transición, dejó también un importante reguero de heridos y víctimas mortales, la mayor parte de ellas producidas durante la represión de manifestaciones, tanto de orden político como laboral, o en controles de carretera desplegados por la Guardia Civil. Todos estos fenómenos han generado un elevado número de víctimas provocadas por la violencia política. Uno de los retos más importantes a los que se enfrenta esta sociedad es el reconocimiento de estas víctimas tras décadas de olvido y abandono. Como sabemos es un tema tremendamente delicado y por ello muy fácil de manipular. Si hacemos un poco de historia, el reto al que nos enfrentamos no es mayor, ni muy diferente, de aquel que han encarado otras muchas sociedades contemporáneas que han padecido diversos fenómenos de violencia política. La recuperación de la memoria de las víctimas, su rehabilitación y reconocimiento son, sin embargo, fenómenos relativamente tardíos. Hasta los años ochenta del siglo XX y sobre todo hasta la caída del Muro de Berlín no se produjo una revisión de la traumática historia de muchos de aquellos países que habían vivido experiencias devastadoras en forma de persecuciones, genocidios, represión, guerras o dictaduras.
En España, por ejemplo, un fenómeno tan complejo como el de la denominada Memoria Histórica ha quedado reducido en realidad a una reivindicación de la memoria de los republicanos represaliados por el franquismo. Esta corriente reivindicativa, que tomó una especial fuerza a partir del año 2000, un cuarto de siglo después de la muerte de Franco, se materializó en la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Y todo ello surgió en un contexto muy concreto, que se fue alimentando al calor de los rescoldos que dejó en la sociedad española el clamor de las víctimas del terrorismo tras los sucesos de julio de 1997. El asesinato del joven concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco, provocó una reacción de tal magnitud que sirvió para visibilizar el dolor y el abandono que habían sufrido hasta ese momento las víctimas de ETA. De hecho, resulta clamoroso que la Ley de solidaridad con Víctimas del Terrorismo en España date de una fecha tan tardía como octubre de 1999 y que la primera asociación de víctimas, la AVT, fundada en 1981, apenas tuviera apoyos ni presencia pública hasta muchos años más tarde, precisamente tras aquel asesinato. La exigencia de justicia, verdad y reparación de estas víctimas se situó en el corazón de la escena política, con las consecuencias bien conocidas que se derivaron de ello. Pero esta reacción tuvo también otros efectos, impulsando de un modo u otro un debate en torno al olvido de otras víctimas de la violencia política, como las del franquismo, contribuyendo a su organización en diversas asociaciones memorialistas. No es necesario rebuscar demasiado en las hemerotecas para encontrar la sentida y razonable queja de los familiares de las víctimas de la represión que desató la dictadura. En realidad todos los colectivos de víctimas piensan que los otros han merecido mayor reconocimiento y honores que los propios. Las víctimas del franquismo se quejan amargamente del trato discriminatorio que han sufrido frente a las del terrorismo de ETA , a quienes consideran beneficiados por una serie de reconocimientos que a ellos les han negado; y estas últimas lamentan que los miembros de aquella organización asesinados por grupos parapoliciales o fallecidos en enfrentamientos con la policía sean honrados como héroes en sus pueblos, mientras sus muertos han sido tratados como apestados. Es un fenómeno hasta cierto punto comprensible y surge de la
El perfil que va adoptando el (no) relato histórico del pasado que parece imponerse, cargado de eufemismos e imposturas, de reencuentros y familias políticas sobre las que se olvida o maquilla su pasado, no invitan, en nuestra opinión, al optimismo. Nunca un país tuvo tanta memoria –ni tan mala, pensarán muchos–, o al menos nunca fue tan anunciada, proclamada ni manoseada, ni resultó, por lo visto, tan difícil llamar a las cosas sencillamente por su nombre. 26
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"La derrota sufrida por el terrorismo ha llevado al entorno político y social que lo sostuvo durante décadas a reforzar los argumentos que justifiquen su historia. Ello implica apuntalar un relato que sitúa a Euskal Herria como víctima martirizada por un Estado español opresor, donde los miembros de ETA aparezcan como depositarios de una herencia que regaron con sangre los gudaris del 36." frustración que ha generado la respuesta cicatera y tardía de las instituciones, pero también y sobre todo, de la propia sociedad. Esta situación se ha visto, además, perjudicada por la enconada batalla que se ha abierto en torno al relato histórico de lo sucedido durante los últimos años. La derrota sufrida por el terrorismo ha llevado al entorno político y social que lo sostuvo durante décadas a reforzar los argumentos que justifiquen su historia. Ello implica apuntalar un relato que sitúa a Euskal Herria como víctima martirizada por un Estado español opresor, donde los miembros de ETA aparezcan como depositarios de una herencia que regaron con sangre los gudaris del 36. Y además, es necesario hacerlo de tal modo que permita «explicar» la historia de la banda hasta 2011. Frente a esta pretensión se encuentra la reivindicación de las asociaciones de víctimas que asumen la famosa triada de Verdad, Justicia y Reparación, pero también la labor de los historiadores por explicar lo ocurrido de una forma razonada y veraz, profundizando en los motivos de la violencia, en las implicaciones sociales y políticas que permitieron ejercerla con impunidad y en las tremendas consecuencias que ha dejado. Y en el centro de todo ello están las instituciones, sobre todo las vascas, encargadas de impulsar unas políticas públicas de la memoria que sean al mismo tiempo respetuosas con las víctimas y rigurosas con la verdad de lo sucedido. No es una tarea fácil. Nadie dijo que la paz lo fuera. Para ello se han impulsado diferentes iniciativas, desde el famoso Plan de Paz y Convivencia de la Secretaría del Gobierno VasGalde 08 - udazkena/ 2015
co, duramente criticado por diferentes asociaciones de víctimas y por un importante grupo de historiadores vascos, hasta la puesta en marcha de diversos memoriales, como el Instituto de la Memoria (ahora también llamado de la Convivencia) o el Memorial de Víctimas del Terrorismo, que depende del gobierno central. El primero de estos centros fue impulsado en su momento por el anterior gabinete de Ajuria Enea, dirigido por los socialistas, y pretendía ser un instrumento que situase cada fenómeno de violencia política de los sufridos en el País Vasco, desde la guerra civil hasta la actualidad, en su contexto histórico. Un reto complicado, sin duda y cuyo éxito dependerá en gran medida del cuidado –o la intención– que se ponga en establecer un relato riguroso de lo sucedido, sin caer en equidistancias ni establecer contrapesos, y sin concesiones hacia aquel sector de sociedad vasca que apoyó y justificó la violencia política hasta hace unos pocos años. El perfil que va adoptando el (no) relato histórico del pasado que parece imponerse, cargado de eufemismos e imposturas, de reencuentros y familias políticas sobre las que se olvida o maquilla su pasado, no invitan, en nuestra opinión, al optimismo. Nunca un país tuvo tanta memoria –ni tan mala, pensarán muchos–, o al menos nunca fue tan anunciada, proclamada ni manoseada, ni resultó, por lo visto, tan difícil llamar a las cosas sencillamente por su nombre. *Historiador, profesor de la UPV-EHU 27
Euskal bakearen bidaia
E
uskal Herrian garatzen ari den –ari garen- bake prozesuak ezaugarri berezi eta nabarmenak dauzka. A) Euskal dei genezake lehenik, bertan sortu eta bertakook burutu eta bertakoentzat egina delako. B) Bakearen bidaia esaten diogu; ez baita soilik bidea, baizik eta herritar bidaiariok egiten ari garen –ibiltzen ari garenjoanera. Euskal bakearen bidaia orain arte izan diren beste prozesuetatik ezberdina da, baina aldi berean beste bake prozesuetarako ekarpenak dauzka. Indarkeriaren bitartekoak gero eta sofistikatuagoak, gero eta konplexuagoak izango dira munduan eta haien kontrako borrokan soilik borroka ideologikoak balioko du hemendik Aurrera. Estaduen eta inperioen harrotasunak tokia utzi beharko dio ideien apalatasunari, besteak beste bakea eta elkarbizitza demokratikoa soilik giza eskubideen borondatezko onarpenean eraiki bailitezke iraunkorki. Euskal bakearen bidaiak dituen sena eta ezaugarriak bakantzea du xedetzat gogoeta apal honek: 1.-) Euskal bakearen bidaiak sena edo ezaugarri nagusia aldabakarrekotasuna du. ETA erakundeak bere aldetik ekin zion borroka armatu eta indarra erabiltzeko bideari, arrazoi politiko batzuk kontuan izanda. Soilik arrazoi politikoengatik eten behar zuen bere jarduna. Gernikako Akordioak espreski adierazten du ezaugarri honen oinarri izaera. Indarkeria aldebakarrekotasunez uzteak ondorio ideologiko eta praktiko sakonak ditu. Demokraziaren eta politikaren aginduz ez da inolako ordainik edo saririk eskuratu, baina ez zaio ere inolako helburu edo xederi uko egin. Erroerrotik apurtu da bakearen prezioa eta aberreko lelo eta eztabaida zaharkitua. ETA erakundeak arrazoi politikoengatik ekin zion bideari arrazoin politiko demokratikoengatik eten du bere jardun armatua eta horrek protagonismo osoa ematen dio herriari. Aldebakarrekotasunak bestalde, elkarrizketa askeari demokraziaren oinarria ipintzen dio. Ez da elkarrizketaren aurkakoa, baizik aldekoa.
2.-) Euskal bakearen bidaiaren bigarren ezaugarria etika berria da; batez ere, etorkizuneko elkarbizitzari begiratzen dion etika berria alegia. Etika zaharrak soilik edo batez ere atzera begiratzen du; errebisioak, damuak eta iraganaren balorazioak ditu gogoan; horregatik bere kezka eta ardura nagusia irabazle eta galtzaileen arteko bilakaera irudilatzea da. Etika berriak aldiz, etorkizunari egiten dio so eta giza eskubideen oinarritutako elkarbizitza du xedetzat; horregatik berdintasunean eraikitako elkarbizitza irudikatzen du, galtzailerik eta irabazlerik gabekoa alegia. Gertatutakoaren azterketa kritikoa giza eskubideetan oinarritutako elkarbizitza eraikiz soilik egin daiteke eta horregatik baztertzekoak dira soilik atzera begirako baldintzak ipintzeko joera antzuak. Tamalez ez zituztenek Gernikako Akordioa sinatzeko arriskurik hartu, oraindik aitzaki bila jokatzen dute aintzinako gertakizunetan baldintzak jarri nahirik eta hori bestetik ez da zolu etikoaren baldintza jarri nahi izatea. Zolu etikoa baldintza bezela ipinzen dutenek irabazle eta galtzaileen etika zaharrean kokatzen dira eta ez bada baldintzatzat ipintzen, jarrera pertsonalen irudikapena besterik ez da. Zentzu berean txarretsi behar da etika berriaren ikuspegitik salbuespenak jarri edo aintzat hartzeeko ahalegina. Salbuespenik gabe ez da bakarrik lelo bat, baizik eta oinarri-oinarrian bakearen sena ukitu eta eragiten duen ezaugarria. Salbuespenak daudenean edo egon daitezkeenean ez dago berdintasunik, irabazle eta galtzaile irudia bilatzen da, etika zaharrean kokatzen da. Gertatutakoaren azterketarik edo errebisiorik kritikoena borroka armatua bera aldebakarreko erabakiaren bitartez behin-betiko utzi izana da. Borroka armatua uztearen eta arma gabetzearen bermeak politikoak dira, ETAren hitza alegia, eta horregatik, besteak beste, ez daiteke hutsaldua izan ETAkideak diren preso politikoak diren bitartean.
Patxi Zabaleta Aralarren lehendakaria
"Etika zaharrak soilik edo batez ere atzera begiratzen du; errebisioak, damuak eta iraganaren balorazioak ditu gogoan; horregatik bere kezka eta ardura nagusia irabazle eta galtzaileen arteko bilakaera irudilatzea da. Etika berriak aldiz, etorkizunari egiten dio so eta giza eskubideen oinarritutako elkarbizitza du xedetzat; horregatik berdintasunean eraikitako elkarbizitza irudikatzen du, galtzailerik eta irabazlerik gabekoa alegia." 28
Galde 08 - udazkena/ 2015
A.I.
Bestalde historiako bake prozesu guztiak preso politikoen askapenarekin bukatu izan dira eta Euskal Herrian ere berdin gertatuko da, nahiz eta berandatu. Gernikako Akordioaren edukiak dira euskal bake bidaiaren norabide orria, Aieteko Konferentziaren onespenarekin eta euskal herritarren onespen eta babesarekin. Patxi Zabaleta
3.-) Euskal bake bidaiaren hirugarren ezaugarria gatazkaren ondorioen gainditzeko modu demokratikoa da. Indarkeria guztien biktima eta kaltetu guztiak berdintasunean aintzat hartuak izan behar dira eta preso edo iheslari politiko guztiak askatuak, behar den legedi aldaketaren bitartez. Indarkeria guztien biktima guztiak ez berdindu nahia gatazkaren sena ukatzeko asmotik jariotzen da eta nahiz EAEn gainditua dirudien, Nafarroan edo Espaiñiako beste herrialdeetan gai honen lehia dialektikoak darrai. Egia eta aitorpena, erreparazioa eta kitapena berdintasunean eta elkarbizitzaren ezkaratze antzera irudikatu behar dira. ETAkideak arrazoi politikoengatik jardun zuten borrokalariak ziren, nahiz eta egin eta eragin zituzten oinaze eta kalteak justifikabiderik gabeak izan. Galde 08 - udazkena/ 2015
Arnaldo Otegi, secretario general de Sortu, en la cárcel desde hace cinco años, condenado por el caso Bateragune. "A menudo, lo que se dice en la política pública ordinaria no es más que la máscara de lo que de verdad se quiere. Por ejemplo, ¿acaso no decían cada día que la izquierda abertzale debía apostar por las vías democráticas? Y, cuando lo hicimos, nos detuvieron y encarcelaron... Y lo mismo puede decirse de las peticiones de desarme que se hacen a ETA, ya que, cuando los observadores internacionales dieron el primer paso, los llevaron a la Audiencia Nacional." 29
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ras tres años sin violencia terrorista quiero compartir varias constataciones y reflexiones que paso a exponer: - Se equivocaron los agoreros (algunos de ellos muy destacados políticos) que pronosticaban que ésta era una tregua trampa más que,como las anteriores, se desmoronaría más pronto que tarde. - Igualmente se equivocan los que en un ejercicio de absurdo lógico –no quiero ir más allá y pensar mal- afirman que ETA ha ganado porque Bildu está gobernando en algunas instituciones. ETA ha sido derrotada sin paliativos, porque ninguno de sus supuestos objetivos políticos ha sido alcanzado (¿qué ha sido de la famosa alternativa KAS?) y porque el asesinato ya no lo apoya nadie, ni siquiera dentro de su mundo (¿quién grita hoy ¡¡ETA, mátalos!?). - Que Bildu gobierne algunas instituciones vascas es una expresión de la voluntad ciudadana expresada democráticamente en las urnas. Nos gustará más o menos, pero es así de simple y así de radical. - Las víctimas del terrorismo (sea cual sea el grupo terrorista que las causó) tienen derecho a la verdad, a la justicia, a la dignidad y a la memoria, y aún queda mucho camino por recorrer en este terreno. Pero ello no significa que estas víctimas deban condicionar la política del gobierno en materia antiterrorista o en asuntospenitenciarios, y mucho menos aún condicionar la aplicación de determinadas decisiones judiciales. - Las víctimas de abusos policiales tienen igualmente derecho a la verdad, a la justicia, a la dignidad y a la memo-
B
Tres años pasan rá ria. Su sufrimiento no se contrapone, a modo de balanza, al de las víctimas del terrorismo, sino que se suma: es sufrimiento humano que va en el mismo lado de la balanza. No reconocer a estas víctimas estos derechos supone un error y una injusticia mayúsculos, máxime si esa negación proviene de las propias víctimas del terrorismo. - Espero de cualquier preso que sale de la cárcel por colaborar con o ejecutar el asesinato que no eluda conscientemente la carga moral de sus actos y que no nos quiera presentar su auto-indulgencia como el precio a la renuncia a las armas. La decisión de tomar las armas no fue un recurso inevitable, como nos quieren presentar. Ha sido una decisión libre y soberana de cada uno de ellos, una decisión personal e intransferible en responsabilidades al conjunto de la sociedad o al contexto de la época. - La vía Nanclares está posibilitando que, a título individual, presos desvinculados de ETA reconozcan la injusticia del daño causado y hagan autocrítica de su pasado. No comprendo por qué esta vía está paralizada. Entre que un preso etarra que queda libre diga al salir que «él no asesinaba, sino que sólo ejecutaba órdenes» y las declaraciones de Joseba Urrosolo diciendo que todas las acciones de Eta han sido un sinsentido, ¿con qué nos quedamos? Las organizaciones de víctimas del terrorismo dicen que para admitir la vía Nanclares debe darse la colaboración con la justicia. Hinquemos, pues, el diente a este asunto y aclaremos qué significa realmente «colaborar con la justicia», porque hay visiones distintas de este concepto.
«Preso, errefuxiatu eta deportatu guztien giza-eskubideen alde lan egingo dugu»
adira 25 urte baino gehiago, jada. Milaka pertsonen giza eskubideak urratuak izaten ari dira, espetxe barruan zein kanpoan. Urraketa planifikatua da, erabaki politiko baten ondorio, minan eta mendekuan oinarritua dagoena. Preso eta senideei gehitutako zigorra da, besteren artean, Europako Giza Eskubideen Auzitegiaren ebazpen baten arabera legezkoa ez dena. Urteetan zehar, euskal jendartearen gehiengo zabalak ozen aldarrikatu du euskal presoak Euskal Herrian egon behar liratekeela, haien senide, lagun, zein inguru sozialetik gertu, gizalegeak agintzen duenez. Nahiz eta aldarri hauek gutxiesten dituzten botere judizial zein politikoak parez pare topatu, euskal jendarteak ez du etsi. Botere hauek, gainera, salbuespenezko legediak sortu dituzte espetxeetako egoera gogorrak are eta gogorrago bihurtuz.
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Iñaki García Arrizabalaga*
Baina senide zein lagunek bisitak egiten jarraitu dute, haien lepoetan zama ekonomikoa, fisikoa, psikologikoa, emozionala, pilatzen joan den arren. Espetxe barruan, presoek, isolamendu eta haien herrietatik baztertzeko neurri zorrotzei aurre egin diete. Jendea kaleetara atera da, elkartasuna garatuz, egunez egun, keinu txikien bitartez, baina baita manifestazio handietan ere. Dispertsioa ez da inoiz legala izan; ez du sekula inongo izateko arrazoirik eduki, ez bada pertsonak suntsitzea eta makurraraztea. Inoiz ez du zentzurik izan, eta are gutxiago gaur egun, Euskal Herrian bizi dugun egoera berri honetan, non gatazkak utzitako ondorio latz guztiei konponbide justu eta iraunkorra ematea den euskal jendartearen gehiengo zabalaren nahia. Konponbidea ez du soilik euskal jendartearen gehiengoak eskatzen. Epaileen artean ere sortu dira dispertsioa zalantzan jartzen duten ahotsak.
Galde 08 - udazkena/ 2015
an rápido, ¿o no? - Frente a quienes abogan por conocer «la» verdad, yo apuesto por conocer las múltiples verdades de las personas que han sufrido los efectos del terrorismo y de la violencia, las múltiples verdades que permitan que la realidad sobre el sufrimiento humano en esta sociedad vasca durante estos largos años pueda ser una verdad completa, no parcial (no omita aspectos esenciales de la verdad), ni sesgada (no distorsionelos hechos a su antojo).
- Dicen que no hay que remover el pasado, que eso nos divide. En la batalla por el relato yo abogo por mirar con detalle y sin complejos a nuestro pasado para aprender de él lo que hicimos bien y lo que hicimos mal. - Mi última reflexión va para la izquierda abertzale: ¿para cuándo una revisión valiente y autocrítica del pasado? ¿Tanto cuesta decir: «nos equivocamos apoyando el asesinato y pedimos perdón a las víctimas del terrorismo y a la sociedad en general por ello»? Amparados en la excusa de que «el Estado también debe hacer sus deberes», su estrategia parece ser dejar pasar el tiempo, que inevitablemente juega a su favor, porque la sociedad quiere pasar página cuanto antes, aunque sea que la página quede doblada o medio rota. Si de verdad los dirigentes de la izquierda abertzale quieren construir el futuro en sociedad, no pueden mirar para otro lado y actuar como si algunas cosas no hubieran ocurrido, o como si su existencia no hubiese tenido nada que ver con ellos. Para curar una fractura abierta no vale con poner una tirita, algo que, a lo sumo, está haciendo la izquierda abertzale acudiendo a homenajes a algunas víctimas del terrorismo. Se necesita un buen traumatólogo que alinee las partes fracturadas y las una para reconstruir el hueso. Ojalá me equivoque, pero entre los dirigentes políticos de la izquierda abertzale no veo ningún buen traumatólogo, ni entre los que están en la calle ni entre los que incomprensiblemente están en prisión. * Su padre, Juan Manuel García Cordero, delegado de Telefónica en Gipuzkoa, fue asesinado en 1980 por los Comandos Autónomos Anticapitalistas.
Dispertsioarekin, eta dispertsioaren ondorio larriekin, bukatzea ezinbestekoa da, premiazkoa da. Konponbide integral baterako bidean, urrats garrantzitsu bat da presoak Euskal Herrian egotea, gaur egungo sufrimenduarekin amaituz. Orain, now, ahora, maintenant… 2014 honetan, presoen eskubideen defentsan saretze berria garatzen ari da Euskal Herrian, berau osatzen dugun lagun ezberdinen artean bakoitzaren konpromezua oinarri. SAREk dispertsioaren eragin latzak agerian utzi nahi du, etxetik hasita. Kontzientziak astindu nahi ditu SAREk, ezberdinen arteko lana bultzatuz eta indarrak mugiaraziz, presoek eta haien senideek dagozkien eskubide guztien jabe izan daitezen. Baina jakin badakigu hemen egiten duguna funtsezkoa den arren, ez dela nahikoa. Horregatik jartzen da SARE kanpora begira, munduari eskubide urraketa larri hauen berri emateko. Dispertsioarekin bukatzeko arrazoiak emanez, dispertsioak sortzen dituen kalteak azalduz. Munduko eragile ezberdinak ere eskubide urraketa hauen aurka mugi daitezen. Dispertsioari buruz kaleratu ditugun 500.000 liburuxkak horretarako tresna dira, denon artean bultzada berri bat
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emateko lan honetan, datorren urtarrilaren 10ean Bilboko kaleak leporaino betetzeko deia egiten dugu. Arrazoi sendo asko dago, juridikoak, soziologikoak, politikoak, baina batez ere gizalegezkoak, dispertsioari berehalako bukaera ipintzeko. Arrazoi hauei sentimenduak gehitzera gonbidatzen zaituztegu, eta kaleetan adieraz ditzagun. Elkartasuna, maitasuna, babesa, preso eta senideei; haserrea eta aldarrikapen tinkoa dispertsioa mantentzean tematuta direnei; munduari, euskal jendartearen gehiengo zabalaren nahi sakona. Batu ditzagun arrazoiak, bihotzak eta eskuak mezu argi hau lau haizeetara zabaltzeko: Now, Euskal Herrira! Guk argi dugu: Dispertsioarekin bukatzea beharrezkoa da, posiblea da. Orain, maintenant, ahora, now! Sinets dezagun gure indarrean, sinets dezagun guztion ekarpena, txikia ala handia izan, ezinbestekoa dela sufrimendua ezabatzeko eta konfrontazioarekin amaitze bidean oinarri sendoak ezartzeko eta esperantzari, baita konponbideari ere beste leiho bat irekitzeko. Presoen aldeko SARE sarea
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La paz es esto que tenemos ahora Kepa Aulestia Urrutia
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a percepción social de lo que significa la palabra paz se describe siempre en negativo: la paz es la ausencia de violencia. Las definiciones de la filosofía política tampoco consiguen ir mucho más allá. Cada vez que se intenta definir la paz con exactitud se vuelve la mirada hacia la violencia, sus causas y orígenes, su naturaleza y efectos. Hasta el punto de que el esfuerzo por caracterizar con precisión la paz tiende a recrear el tiempo de la violencia, reescribiendo su historia y el cuadro de responsabilidades concurrentes. Por eso, cuando se trata de definir ‘qué es la paz’el interrogante se desliza hacia ‘qué debería ser la paz’, remitiendo la cuestión al ámbito político; al terreno de las mayorías, del consenso y del disenso. El argumentario de la violencia presenta la paz como algo más que su ausencia, porque reclama algo a cambio: paz por territorios, paz con justicia, paz con derechos, etc. La ‘ética de la violencia’ se niega a poner en cuestión el uso de la fuerza como un problema en sí mismo, por lo que tampoco está dispuesta a admitir que su ausencia se convierta en un fin en sí mismo para la sociedad. Cuando ETA y la izquierda abertzale han hablado de la «irreversibilidad del proceso» sugieren que éste no se basa únicamente en la renuncia a la violencia, sino que contempla también sus contraprestaciones. ETA pasó de presentar la violencia como justiciera a justificarla como necesaria y más tarde como inevitable, sin que a día de hoy –ni de mañana– sus activistas estén autorizados a tacharla como injusta. Hasta la fecha no se ha hecho público un pronunciamiento tan autocrítico como el que Sortu introdujo en sus estatutos de legalización, cuando a 31 de enero de 2011 se desentendía de quienes «fueron ilegalizados y disueltos por razón de su connivencia» con la violencia.
A medida que la sociedad vasca daba por amortizada la violencia de ETA, antes de que ésta procediera a hacer público su «cese definitivo de actividades armadas», afloraron otrasdos corrientes reacias a admitir que el silencio definitivo de las armas pudiera identificarse con la paz como concepto asimilado a la convivencia. Una estaría representada con especial fidelidad por la mayoría de las asociaciones de víctimas del terrorismo etarra, que cuentan conpoderosas razones para temer que una ausencia de violencia sin reconocimiento del daño causado y sin admitir su naturaleza injusta sería agraviante para la memoria de los asesinados. La otra aparece consignada en el Plan de Paz y Convivencia del Gobierno vasco, que desgrana un sinfín de iniciativas, que podrían multiplicarse por otras tantas, describiendo toda una ingeniería polemológica con pretensiones normativas no jurídicas. A primera vista la idea de paz está sujeta a la tensión entre 1) quienes insisten en justificar el uso pretérito de la violencia desde un discurso victimista –ligado a la suerte de los presos, etc.– insistiendo en que la paz no es tal cuando persiste la «violencia estructural», 2) quienes reclaman un resarcimiento moral expreso por parte de los victimarios de ETA, reconociendo su culpa y cumpliendo íntegramente las condenas dictadas o que dicten los tribunales y 3) la deconstrucción/reconstrucción del país de los vascos siguiendo pautas y protocolos que parecen moverse entre el exorcismo de la metodología infalible –por cuanto apela a un estándar universal en la resolución de conflictos– y la menudencia de ‘microacuerdos’ que se harían realidad con solo firmarse.
"Es necesario valorar la paz que tenemos ahora porque tampoco se puede descartar que de tanto ‘artificio polemológico’ pudiera empeorar por devaluación. No hasta el punto de que la violencia física se vuelva una amenaza cierta, pero sí dando lugar a una sucesión de equívocos que concedan a la paz protocolizada virtudes supuestas que resten valor a la ausencia de violencia. No puede haber una normativa de paz que dicte sus condiciones y las condiciones de la convivencia si no adquiere una forma jurídica positiva." 32
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La paz es un estado de cosas que pivota en torno a la ausencia de violencia física y de la coacción derivada de ella. Ese estado de cosas ha de ofrecer una razonable certeza de que la violencia física no volverá a darse, confirmando además que la eventualidad de que volviera en el futuro no sea utilizada como argumento de coerción en el presente. Junto a ello la paz es también una sensación, porque sería imposible certificar su existencia si las personas que forman parte de la comunidad de referencia no se ven en paz –es decir, en convivencia– o albergan –latente– alguna proclividad al uso de la fuerza. La paz aparece como la superación de un conflicto entre enemigos, de una pugna entre el ‘nosotros’ y el ‘los otros’. La convivencia sería el estadio subsiguiente a esa ‘paz física’. Sin embargo en Euskadi la violencia física se practicaba simultáneamente a la existencia de una convivencia más que apreciable. La inmensa mayoría de la población actuaba tan solo como espectadora de los actos de terror y de las manifestaciones que daban cobertura al mismo. Y ese terror se ejercía ante una población integrada confortablemente en muchas facetas de la vida social. Ni siquiera la persecución ideológica desatada a mediados de los 90 acabó con semejante vivencia dual. La ausencia de violencia no es suficiente para hablar de paz. La paz no es suficiente para hablar de convivencia. La convivencia no es suficiente para hablar de libertad. Podríamos continuar la secuencia –recordando que la libertad no es suficiente para hablar de justicia, etc– y acabaríamos perdiéndonos del todo. Cuando se devalúa la paz objetiva, entendida como ausencia de violencia, se reclama una paz trascendente, una paz que lo es todo o, en otro caso, una paz vencedora. La paz y la convivencia no pueden ni deben confundirse con cualesquiera otras aspiraciones que alberguen sus actores principales, incluso aunque éstas sean legítimas y formen parte de anhelos casi unánimes. Ni objetivos políticos partidarios, ni pretensiones de imbuir una determinada ética, ni intenciones de alcanzar una visión histórica irrefutable. Galde 08 - udazkena/ 2015
Para empezar es necesario distinguir la paz ‘realmente existente’ de eso que se ha dado en llamar «memoria compartida». Diferenciar el ‘momento’ de la paz del ‘momento’ de la memoria. Las cosas se han precipitado porque los adláteres del terror tienen prisa por preservar su pasado de todo juicio histórico o moral, y tratan de tomar la delantera convirtiendo el presente como resultado triunfal de «50 años de lucha». Pero es necesario que la sociedad vasca se dé una pausa para la memoria. Porque una peripecia tan reciente no puede relatarse en función de los intereses políticos de hoy o de mañana, sino que ha de ser narrada por historiadores o desde una revisión moral de cinco décadas de pasado. No es imaginable una memoria más falsa que la resultante de una pretendida transacción entre «las cuatro sensibilidades políticas», a las que el Plan de Paz y Convivencia confunde como causa y solución al problema de la violencia. Una cosa es que todo sea perfectible; otra muy distinta es que lo vaya a ser realmente. Es necesario valorar la paz que tenemos ahora porque tampoco se puede descartar que de tanto ‘artificio polemológico’ pudiera empeorar por devaluación. No hasta el punto de que la violencia física se vuelva una amenaza cierta, pero sí dando lugar a una sucesión de equívocos que concedan a la paz protocolizada virtudes supuestas que resten valor a la ausencia de violencia. Si de lo que se trata es de establecer un canon normativo de lo que han de ser la paz y la convivencia, es imprescindible que ello se ciña a la legalidad; a la legalidad vigente y a los cambios que se introduzcan en ella. No puede haber una normativa de paz que dicte sus condiciones y las condiciones de la convivencia si no adquiere una forma jurídica positiva. Antes de nada es necesario catalogar las carencias e imperfecciones que presenta la paz en sí, la paz entendida como ausencia de violencia, la paz que ahora tenemos. 1) ETA no acaba de desarmarse. Se trata de una patética obstinación por ritualizar la entrega de sus restos. Un asunto meramente simbólico que complicaría judicialmente a quien ose participar en la liturgia. 2) ETA existe y parece que no tiene intención alguna de disolverse formalmente. Sería inadmisible su pretensión de convertirse en un actor político fuera de la ley y de las urnas. Un problema al que sus residuales activistas deberán responder ante los tribunales y la izquierda abertzale tendrá que afrontar políticamente como lastre en su política de alianzas. 3) Hay 218 asesinatos sin esclarecer en cuanto a su autoría material, lo que resulta especialmente lacerante para las víctimas de la violencia reivindicada por ETA mientras las siglas subsistan sin detractarse. Aquí termina la historia de las imperfecciones que presenta la unilateralidad de ETA. Insuficientes para discutir que la paz es esto que tenemos ahora, aunque no sea plenamente satisfactoria. 33
Las memorias colectivas son plurales. Reflexiones en torno a la sociedad chilena y sus políticas de memoria.
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MEMORIA Y
Isabel Piper Shafir
os procesos de memoria colectiva constituyen una dimensión fundamental en la construcción de la democracia y de una cultura de respeto a los derechos humanos. Esto es así no sólo por la función normativa de la memoria, es decir, recordar la violencia del pasado para que ésta no vuelva a ocurrir, sino porque la memoria es un escenario de conflicto en el cual se negocian y construyen significados sobre nuestros pasados, presentes y futuros posibles. Las memorias colectivas constituyen uno de los procesos más complejos e interesantes de las sociedades que han sufrido en su pasado reciente conflictos políticos violentos. Aunque el ejercicio de dicha violencia acabe, las luchas por la memoria permanecen vivas y constituyen importantes espacios de acción política. Mientras los debates sobre el pasado se mantienen vigentes, construimos activamente interpretaciones diversas que tienen importantes afectos sobre el presente y el futuro. A través de estos debates nos pensamos como sociedad, nos constituimos como sujetos sociales complejos, dinámicos y cambiantes, abrimos futuros posibles y profundizamos nuestras democracias. Por el contrario, cuando las batallas de la memoria concluyen, cuando se conforma una memoria única, compartida por todos/as, y con pretensiones de ser un relato definitivo sobre pasado, entonces lo que se produce es un cierre, la clausurade un relato que pierde su carácter afectivo, que deja de conmover, que fija sentidos y construye sujetos atrapados en identidades inmóviles. Es precisamente lo que ocurre actualmente en Chile. Las memorias de las víctimas del terrorismo de Estado, que en un comienzo emergieron como versiones disidentes, se convirtieron en el relato hegemónico sobre el pasado reciente. Como muestra Peter Winn (2014) en su historia de los procesos de memoria colectiva de Cono Sur, la lucha contra el olvido fue ganada, consolidando como memoria hegemónica el terrorismo de Estado en una versión «reconciliada», factible de ser aceptada por sectores diversos – incluso opuestos– de la sociedad. La violencia política pasó a ser aceptada por todos y todas como una tragedia compartida que nunca debe repetirse. La figura central en este proceso es la víctima. Las comisiones de verdad las identificaron y calificaron como tales, posibilitando que fueran ser sujetos de las políticas de reparación. Además escribieron su historia y legitimaron
su sufrimiento.Las conmemoraciones las recuerdan colectivamente por medio de rituales que preservan las memorias de sus vidas y sobre todo de sus muertes, convirtiendo las fechas y lugares en las que estas ocurrieron como hitos de la memoria colectiva. Los lugares de memoria marcan estos sitios ofreciéndole a los y las ausentes un espacio en el cual seguir habitando la sociedad, a sus familiares un lugar donde recordarlos/as, e interpelando a la sociedad a no olvidar a las víctimas del terrorismo de Estado. Los archivos conservan los testimonios de lo que les ocurrió y –al igual que los lugares de memoria– son utilizados como parte de las estrategias educativas que buscan transmitirle a las nuevas generaciones aquello que nunca más tendría que volver a ocurrir: la violencia política. Todo esto ha supuesto importantes avances para la justicia transicional, ha contribuido a la reparación de las víctimas y a la elaboración de sus traumas, ha instalado en la sociedad chilena la convicción de que es necesaria una cultura del «nunca más». Pero ¿ha permitido profundizar y consolidar nuestra democracia?, ¿ha contribuido a construir una sociedad más justa, menos violenta, en la cual se respeten los derechos humanos? Lamentablemente debo decir que no. Aunque la memoria de las víctimas haya predominado, se sabe que no fueron solamente las víctimas directas de la represión los únicos protagonistas de la historia de violencia política de nuestro país. Sin embargo, el protagonismo que las asociaciones de víctimas y sus experiencias directas con la violencia tienen en las políticas de memoria, ha contribuido a opacar la importancia de las memorias de otros grupos que recuerdan desde otros lugares sociales. Se conocen y se han investigado muy poco de «otras memorias», elaboradas por grupos o sectores de la socie-
"La legitimación de las víctimas como las voces autorizadas para hablar de la experiencia del pasado ha posibilitado narrar una historia que había sido negada por las autoridades. Pero el considerarlas como un sujeto homogéneo nos hace difícil reconocer la existencia de distintos tipos de víctimas con su diversidad de vivencias y memorias. La existencia de una única voz autorizada para hablar del pasado tiene el efecto de silenciar otras voces,..." 34
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A Y OLVIDO
dad que, aunque experimentaron los procesos de cambio y las disputas del período, no tuvieron una participación directa en ellos o al menos no fueron sus víctimas directas. Me refiero por ejemplo a las amas de casa, a los y las empleados/as públicos que por haber manifestado alguna opinión política fueron sancionados por su grupo social o incluso despedidos; o a aquellas militantes que a pesar de no haber sido directamente violentadas sí sufrieron años de amenazas y miedo; o a los jóvenes que por ser muy pequeños en esa época o bien por haber nacido luego del fin de la dictadura no vivieron en carne propia su violencia. La otredad de esas memorias se define, al menos en parte, por referirse a sujetos sociales que no han sido activos en las luchas y disputas por la memoria en el espacio público. Sus memorias permanecen en el campo de lo privado, pero no por ello tienen menos importancia en la construcción de nuestras realidades sociales. Aunque el proceso de visibilización y hegemonización de las memorias de las víctimas ha implicado grandes beneficios para los procesos de democratización, su conformación en una memoria única tiene el efecto de excluir esas otras memorias. La legitimación de las víctimas como las voces autorizadas para hablar de la experiencia del pasado les ha permitido el reconocimiento social que ha posibilitado narrar una historia que había sido sistemáticamente negada por las autoridades y sectores dominantes de la sociedad. Pero el considerarlas como un sujeto homogéneo nos hace difícil reconocer la existencia de distintos tipos de víctimas con su diversidad de vivencias y memorias. Por otro lado, la existencia de una única voz autorizada para hablar del pasado tiene el efecto de silenciar otras voces, como las de quienes no fueron víctimas directas del terrorismo de estado. Es el caso de quienes, habiendo vivido las épocas de conflictos violentos no protagonizaron las experiencias legitimadas como memoria hegemónica. El sociólogo chileno NorbertLechner (2002) se refiere a estos sujetos como testigos de un naufragio ajeno, quienes construyen una memoria de dolores y miedos cotidianos, sin discursos legitimatorios, que asume lo acontecido como parte de lo ‘nor-
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mal y natural’. Una normalidad que, en ausencia de sangre visible, no deja reflexionar en relación a las causas y efectos de la violencia (Lechner, 2002). Esta misma sensación –la de ser testigos de la violencia de otros/as– es lo que le ocurre a las nuevas generaciones cuando se enfrentan a los relatos hegemónicos, ya sea a través de testimonios, de actos conmemorativos, de lugares de memoria u otros dispositivos. Dichos artefactos de memoria parecen tener tal autoridad sobre los hechos del pasado que deja a los jóvenes sin voz propia, obligados/as a aprenderse las memorias de otras personas que –con todas las buenas intenciones del mundo– tratan de trasmitirles. La situación no deja de ser paradojal: las víctimas esperan de las nuevas generaciones que no olviden la violencia del pasado, que se hagan cargo de su legado y que sostengan el «nunca más». Sin embargo a estas nuevas generaciones se les quita toda posibilidad de agencia en la construcción de memorias propias. Se les pide que sientan propias las memorias ajenas. Los relatos sobre el pasado son construidos por diversos sujetos colectivos, por lo tanto no podemos esperar que no sean también diversos e incluso contrapuestos. Dado que estos sujetos coexisten en un mismo contexto histórico y social, también lo hacen las memorias que construyen sobre una época o acontecimiento determinado. Vinyes (2009) sostiene que se trata de un pasado sin experiencia y que, por ende, no puede dejar de pasar. Un pasado que permanentemente es revivido, creando posibles opciones de resignificación y reapropiación para las generaciones más jóvenes que lo usan como una ayuda más para comprender su presente. Las memorias se construyen como narrativas diversas sobre el pasado a partir de las condiciones del presente. Las distintas memorias se ponen en diálogo y entran en conflicto al disputar el estatus de legitimidad y verdad sobre el pasado al que aluden. Una de las cosas que hemos aprendido en nuestras investigaciones sobre las memorias de la violencia política en Chile, es que es imprescindible considerar la existencia de múltiples y diversas memorias. También que es necesario analizar el tema con una mirada amplia asumiendo la multiplicidad y diversidad de las memorias colectivas, construyendo políticas de la memoria inclusivas, que garanticen el derecho de recordar de sujetos sociales diversos. Una y otra vez nos hemos encontrado con la necesidad de ampliar la mirada, de reconocer sus contradicciones y dejar de buscar una memoria única. * Departamento de Psicología, Universidad de Chile Bibliografía citada: Lechner, N. (2002). Las sombras del mañana. La dimensión subjetiva de la política. Ed. LOM; Vinyes, R. ed. (2009). El Estado y la memoria. Gobierno y ciudadanos frente a los traumas de la historia. Ed. RBA Llibres; Winn, P. (ed.) (2014). No hay mañana sin ayer. Ed. LOM. 35
MÁS ALLÁ DE ETA: la
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ace ya tres años que ETA dejó su actividad terrorista. Es un buen momento de hacer balance de la evolución de nuestra sociedad durante el tiempo transcurrido y de diseñar bocetos que adelanten su futuro inmediato. La aparición de diversos, interesantes y polémicos trabajos al respecto, junto con la evidente limitación de espacio de estas páginas, me empujan a aproximarme a la cuestión mediante breves catas sin más intención que enriquecer la reflexión y el debate social sobre algo que nos atañe de manera muy singular. UN SUJETO: LA MAYORÍA SILENCIOSA . Frente a acercamien-
tos que destacan otros sujetos como nucleares en la cuestión de la convivencia –la propia ETA o su soporte social, la autodenominada izquierda abertzale, pasando por los partidos políticos, las organizaciones pacifistas o los colectivos de víctimas– creo que es especialmente importante en este momento fijar la atención en la mayoría de la población que constituye la sociedad vasca. Soy consciente de que es un sujeto difícilmente identificable, incluso su calificación –«silenciosa»– está sometida a diversas y peligrosas manipulaciones. Sin embargo, creo que respecto a los logros de convivencia en nuestro contexto, es el sujeto determinante. Es esa misma mayoría silenciosa la que ha posibilitado que, aunque ETA era mínimamente apoyada y mayoritariamente rechazada por nuestra sociedad, perviviera (y aún lo hace) durante cinco décadas. Es la misma que sostiene y valida el tránsito entre la distinción demócrata/violento del Pacto de AjuriaEnea a la de nacionalista/ constitucionalista que tanto ha enturbiado nuestra convivencia al comienzo del presente siglo.No me cabe duda de que la imprescindible deslegitimación de la violencia vivida –y dentro de ella, el deseado y necesario manifiesto de ETA
de reconocimiento y rechazo de su injusta actividad y el correlativo de la izquierda abertzale que aborde críticamente su pasado de apoyo a la misma– solo se producirá si es asumida por nuestra mayoría silenciosa. Y es ella, en definitiva, y nadie más, quien establecerá los niveles de acuerdo a los que lleguemos en nuestro futuro inmediato. Desgraciadamente, ahora que tanto se habla de la batalla por el relato de lo ocurrido, sospecho que la gran confrontación no está entre quienes tenemos relatos diferentes sino entre todos nosotros, una minoría al fin y al cabo, y quienes son totalmente ajenos a la cuestión, no miran nada más que a su condición personal, han superado el pasado sin apenas pérdidas o con pequeñas molestias y se preparan a un futuro en el que lo acontecido, por molesto, es mejor olvidarlo o, como suele decirse, está dispuesto a «pasar página» cuanto antes.
Galo Bilbao Alberdi*
UN CONCEPTO: ¿UNA SOCIEDAD RECONCILIADA? Personal-
mente creo que es distinto hablar de coexistencia, de convivencia, de concordia o de reconciliación. Entre nosotros hemos coexistido y seguimos haciéndolo. De hecho, esa «sociedad dentro de la sociedad»como los sociólogos han identificado al mundo del MLNV, es un evidente ejemplo de la misma y un argumento permanente frente a las teorías de la fractura social en nuestro país. Los niveles de coexistencia han sido muy altos, como también, aunque menos, los de convivencia. Solamente en tiempos del asesinato de Miguel Ángel Blanco nos encontramos al borde de dicha fractura pero, por suerte,o bien no hicimos caso a las llamadas que la proponían o bien no era posible entre nosotros deshacer todos los lazos que nos unían mutuamente. Pensemos en al menos dos consecuencias de esto. En primer lugar, porque los niveles de convivencia han sido importantes, incluso en plena actividad de ETA, porque la mayoría silenciosa ha conseguido sobrevivir como si aquí no pasara apenas nada, ahora que no hay violencia, tampoco queda la sensación de que hay mucho más que hacer.
"La inmensa mayoría de nosotros no hemos sido ni víctimas ni perpetradores. Hemos sido más bien viajeros que nos hemos encontrado en el camino con los malheridos en la cuneta. Tenemos que superar miedos, prejuicios, seguridades y acercarnos a la víctima que sufre injustamente, sin preguntar qué ha hecho ella para encontrase así, ni que características tiene (¿es de los míos?) ni qué nos puede pasar si nos paramos a atenderla sino qué le puede pasar a ella si no lo hacemos." 36
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A: la tarea de la sociedad
“El Zulo”, escultura de Víctor Ochoa que homenajea en Cartagena a las víctimas del terrorismo.
En segundo lugar, sin conciencia de esta ausencia, de lo que todavía falta por conseguir, las apuestas por mejorar cualitativamente las relaciones sociales no gozan de gran predicamento en la mayoría y, consecuentemente, no fuerzan a la toma de decisiones que llevarían a más altas cotas la vida social: ni ETA ni el MLNV se van a sentir socialmente obligados a lo que moralmente deberían verse impelidos, como es la petición de perdón por el mal causado y la responsabilización por sus consecuencias. Más complicado que coexistir y convivir es llegar a niveles apreciables de concordia, de acuerdos significativos entre las distintas sensibilidades políticas de nuestro país. El pobre balance a mitad de legislatura de los «microacuerdos» transversales logrados nos indica que no hemos avanzado mucho. Y qué decir de la reconciliación. Si bien es cierto que los prejuicios hacia ella como categoría social han desaparecido al menos en la misma proporción que la acción violenta en la calle, sin embargo no se pueden presentar muchos indicadores sociales de su presencia entre nosotros. UNA TAREA AL ALCANCE DE LA CIUDADANÍA. Trataré de es-
pecificar unas pocas actitudes básicas queson asequibles para quienes conformamos esa gran mayoría de nuestro país en orden a colaborar activamente en la mejora de la calidad de nuestra convivencia: - Anteponer las comunes convicciones políticas prepartidarias a las diversas aspiraciones políticaspartidistas.Se trata de abordar la cuestión de la convivencia desde el Galde 08 - udazkena/ 2015
sincero y honesto esfuerzo de preguntarme primero por lo que la sociedad demanda, sin prejuicios ideológicos y de partido, dejando en segundo lugar las legítimas aspiraciones políticas propias. - Pasar de la crítica a la autocrítica. Habitualmente priorizamos mensajes de petición, interpelación y exigencia a otros. Ese no parece un buen camino. En estos momentos es imprescindible mirarnos a nosotros mismos y hacer un sincero ejercicio de autocrítica sobre nuestras actitudes y comportamientos todos estos años. Es evidente que no todos hemos actuado de la misma forma, ni tenemos la misma responsabilidad en lo ocurrido. Pero es necesario que cada uno nos preocupemos de nuestros propios errores y lo expresemos de una manera pública, en nuestro ámbito cercano. - Sustituir la indiferencia por la compasión. La inmensa mayoría de nosotros no hemos sido ni víctimas ni perpetradores. Hemos sido más bien viajeros que nos hemos encontrado en el camino con los malheridos en la cuneta. Tenemos que superar miedos, prejuicios, seguridades y acercarnos a la víctima que sufre injustamente, sin preguntar qué ha hecho ella para encontrase así, ni que características tiene (¿es de los míos?) ni qué nos puede pasar si nos paramos a atenderla sino qué le puede pasar a ella si no lo hacemos. - De la confrontación a la concordia. Durante todos estos años, quien más quien menos, se ha enfadado o enemistado con otros convecinos. El enfrentamiento ha dado lugar muchas veces a rupturas de relación, a distanciamientos, a indiferencias despectivas. Éste es un momento especialmente indicado para superar la confrontación y pasar de la mera coexistencia a una concordiaque reclama volver a recuperar conjuntamente espacios abandonados, proyectos rotos, amistades perdidas. CODA: LA REFERENCIA INELUDIBLE A LAS VÍCTIMAS. Aunque
en esta breve reflexión he querido centrarme en la mayoría, quiero terminar fijándome en las víctimas, para subrayar su carácter referencial en la cuestión de la convivencia, al menos en dos aspectos. En primer lugar, es de justicia reconocer que algunas de las iniciativas más significativas en relación a una sociedad justa y reconciliada han tenido a las víctimas como protagonistas principales (víctimas educadoras en las aulas, encuentros restaurativos entre víctimas y victimarios, encuentros entre víctimas de distinto perpetrador…). En segundo lugar, la reconciliación a la que podamos llegar entre nosotros nunca se podrá hacer contra las víctimas, será incompleta sin ellas, insuficiente simplemente con ellas y solamente adecuada si la diseñamos y realizamos entre todos ydesde ellas. *Profesor de Ética. Universidad de Deusto 37
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e ha convertido en un lugar común considerar que, tras décadas de terrorismo, en Euskadi se ha instalado la tentación de pasar página sin dedicarle medio minuto a reflexionar sobre qué (nos) ha ocurrido y por qué se ha producido. Y haciendo de la necesidad virtud, que, al fin y al cabo, por duro que sea para las víctimas, es lo que ha acontecido en situaciones semejantes en otros puntos del planeta. Contrastar ese fondo argumental exige disponer de algún tipo de evidencia empírica. Veamos si los resultados de las últimas encuestas nos arrojan luz en este asunto y a partir de ahí aportemos claves para la reflexión. Para la ciudadanía vasca hoyla violencia no es un problema, dato que consolida una tendencia advertida ya en los sondeos demoscópicos desde 2010 y la mitad de la población cree que la predisposición de ETA y su entorno de poner fin a la violencia es real. Tales percepciones resultan plausibles en un escenario en el que los atentados, los secuestros, la extorsión y la violencia callejera, salvo determinados conatos a cargo de grupos heterodoxos, han desaparecido. Mayoritariamente, la gente está preocupada por el paro, la situación económica y la corrupción. Pero aún no alcanza la barrera psicológica del 50% la proporción de personas que piensan que la izquierda abertzale está dispuesta a aceptar las reglas del juego democrático y, además, la discrepancia entre nacionalistas y no nacionalistas resulta decisiva. Si la libertad de expresión se erige en una condición de posibilidad del derecho a tener derechos, en la actualidad la población tiene una mayor sensación de libertad para hablar de política con todo el mundo y disminuye significativamente el miedo a participar en actividades relacionadas con ella: a comienzos del siglo XXI, la «espiral del silencio» era una realidad, ya que nada menos que un 45% de la sociedad pensaba que había que actuar con cautela (hablar solo con algunos) y una cuarta parte se sentía amordazada por completo (no hablar con nadie). En estos momentos, los porcentajes son del 33% y del 12%, respectivamente; tales actitudes de déficit de confianza siguen afectando preferentemente al electorado no nacionalista, blanco directo de las iras de ETA y del autodenominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) sobre todo durante la época de la socialización del sufrimiento. Ciudadanos y ciudadanas vascas desconocen el Plan de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco a pesar del riffi-
La sociedad vasca, ¿d raffe político y mediático que ha provocado no solo por las medidas en él contempladas, sino también por la continua alusión en el mismo a las víctimas de todas las violencias. Cuando se le concretan, la población comparte algunos de los principales objetivos del Plan ambiguamente formulados: investigar en profundidad las denuncias por tortura, potenciar y completar el proceso de reconocimiento y reparación de las víctimas del terrorismo -ampliándose dicho reconocimiento a quienes sufrieron violencia estatal y parapolicial- y establecer una interpretación del pasado reciente compartida por todos/as. Mientras, aquello que tiene que ver con el futuro de los presos de ETA provoca posturas muy encontradas. Casi la mitad de la población vasca aboga por el cumplimiento íntegro de las penas, pero privilegiando la fórmula del acercamiento a sus respectivos lugares de residencia, es decir, la ruptura con la dispersión como política penitenciaria. Entre las personas que defienden procesos de amnistía, adquiere una especial fuerza la opinión de quienes se la otorgarían a los presos arrepentidos que no tengan a sus espaldas delitos de sangre. El discurso firme en cuanto al cumplimiento de penas lo protagoniza el electorado de UPyD seguido ya a una cierta distancia del de PP, del de PSE y aún más del de PNV; entre los simpatizantes de la formación jeltzale el cumplimiento de condenas tiene bastante más peso que las diferentes versiones de la amnistía. Hay determinadas iniciativas políticas que en teoría se han puesto en marcha -casi siempre sin el suficiente consenso- para combatir la tentación de la amnesia. Es el caso de la introducción de testimonios de víctimas en las aulas, gestada al calor de informes como el del Ararteko (2009), en el que se insistía en la persistencia de actitudes legitimadoras de la violencia entre la juventud vasca. Tal iniciativa cuenta hoy con el apoyo de los votantes del PSE y del PP y, en menor medida, del PNV. Las bases de EHB y de UPyD la rechazan, pero por razones diametralmente opuestas: la autodenominada izquierda abertzale la invalida porque considera que no van a estar presentes «todo tipo de víctimas» para reflejar su falaz relato sobre lo ocurrido en Euskadi de acuerdo a la teoría de los dos bandos enfrentados en un conflicto bélico; UPyD denuncia la perversión que tales encuentros pueden alimentar si terminan equipa-
Izaskun Sáez de la Fuente Aldama1
"Renunciar al uso de la violencia ha supuesto la socialización en la autodenominada izquierda abertzale de una consigna puramente utilitarista e instrumental respecto del cese de las estrategias de acoso e intimidación. Semejante transformación estratégica resulta factible porque la izquierda abertzale dispone de una sociología tan integrada en el status socioeconómico vasco que no plantea problemas de inclusión como en cambio sí ha sucedido en el caso irlandés." 38
Galde 08 - udazkena/ 2015
ca, ¿demanda un pacto por el olvido?
rando víctimas y verdugos. Los centros escolares que han participado de la experiencia la han valorado positivamente en términos de obligación ética, alejada del odio y del revanchismo, para con las nuevas generaciones; lo cual no obsta para que haya que denunciar cualquier intento de adulterar los fundamentos éticos del programa o su uso partidista. Otra iniciativa relevante, siguiendo procesos como el irlandés, ha sido la de los encuentros entre víctimas y exmiembros de ETA. La mitad de la ciudadanía valora su contribución a la normalización de la vida política. Dichos encuentros de carácter restaurativo son mayoritariamente respaldados por las bases de EHB, PNV y PSE y defenestrados por UPyD; los votantes populares muestran una profunda división de opiniones. Por último, la creación de un centro de la memoria con sede en Euskadi desvela de nuevo una opinión pública fracturada, pero también indiferente en un porcentaje significativo: la fractura reproduce socialmente el debate político en torno a quién debe ser considerada víctima (víctimas del terrorismo/todo tipo de víctimas de intencionalidad política), el periodo que se pretende recordar (desde la primera víctima de ETA, desde la Galde 08 - udazkena/ 2015
guerra civil y el franquismo) y quién debe liderar el proyecto (Gobierno Vasco/Gobierno Central); la actitud indiferente, por su parte, puede ser fruto de cierto pasotismo individualista («a mí qué más me da»), pero también del desconocimiento sobre el tema. El espejo que los sondeos de opinión nos trasladan sobre la sociedad vasca invita poco a la complacencia. La tentación de pasar página está ahí y se puede convertir casi en una profecía autocumplida si una determinada manera de satisfacer el derecho de todas las víctimas a la verdad, a la justicia y a la reparación, de buscar una memoria compartida o de tratar el asunto de los presos hace creíble para el conjunto de los/as ciudadanos/as y sus generaciones más jóvenes un relato que, al confundir a las víctimas con los victimarios en un equívoco manto de responsabilidad colectiva, desvele profundas fallas éticas. No debe quedar margen para la socialización del discurso de algunos representantes políticos e institucionales sobre la necesidad de que todos reconozcamos haber cometido errores, haciendo uso de una cierta equidistancia que, consciente o inconscientemente, puede facilitar la exculpación de quienes han cometido crímenes. Ciudadanos y ciudadanas -y para ello queda aún mucho camino que recorrer- deben estar atentos y profundizar en la deslegitimación de cualquier discurso nihilista, exculpatorio, contextualizador, contemporizador con la violencia ejercida durante décadas o que considere al entramado radical agente determinante de una situación de no violencia. Por otro lado, el entorno del MLNV, que es una parte significativa de la sociedad, no parece de momento dispuesto a emitir un juicio ético autocrítico. El aval que están consiguiendo en las urnas -síntoma de su grado de penetración social- ha frenado la asunción de responsabilidad ética por el daño causado. Se han dado ciertos gestos de acercamiento a algunas víctimas de ETA, pero de forma individual, tibia y mediatizada por la posición ideológica de la persona asesinada o el posicionamiento de sus familiares y asociaciones frente a la situación actual. Renunciar al uso de la violencia ha supuesto la socialización en la autodenominada izquierda abertzale de una consigna puramente utilitarista e instrumental respecto del cese de las estrategias de acoso e intimidación. Semejante transformación estratégica resulta factible porque la izquierda abertzale dispone de una sociología tan integrada en el status socioeconómico vasco que no plantea problemas de inclusión como en cambio sí ha sucedido en el caso irlandés. Politóloga y socióloga. Miembro del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto.
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ETA
en el cine
Paisaje después de la batalla
E
n un artículo que publiqué en el ya lejano año 1998 sobre la representación de la violencia vasca en el cine señalaba que «la posible desaparición de ETA podría llevar en el futuro a un mayor distanciamiento del problema y por tanto facilitar la realización de películas que, sin renunciar lógicamente a los parámetros dramáticos y cinematográficos, muestren una mayor hondura en el análisis humano, político, histórico y social de la violencia en el País Vasco». En la actualidad, tres años después del final de la actividad de ETA, es aún pronto para determinar hasta qué punto se ha cumplido dicho vaticinio. Sin embargo, ese giro positivo en la calidad de la representación audiovisual de la violencia en Euskadi creo que empezó a ser una realidad ya en la década de 2000, coincidiendo con un cambio de rumbo en la actitud mayoritaria de la sociedad vasca con respecto a ETA. Si hablo de un giro en la calidad es porque la cantidad de filmes sobre el terrorismo vasco ha sido mucho mayor de lo que habitualmente se cree. Aunque aún es un lugar común afirmar que ETA ha sido un tema tabú, apenas tratado por el cine español, en realidad cerca de cincuenta largometrajes, documentales y de ficción, han llevado esta cuestión a las pantallas desde 1977 hasta hoy. Si a esta cifra añadimos un número aún mayor de cortometrajes cinematográficos, de telefilmes, miniseries y documentales para televisión y de producciones en vídeo y DVD, nos encontramos con un corpus audiovisual sobre ETA ciertamente notable. No obstante, es cierto que buena parte de estos filmes no se han caracterizado ni por su calidad ni por su hondura, lo que posiblemente ha influido en que tengan escaso éxito de público. Fue sobre todo en los años setenta y ochenta –en el contexto del politizado cine vasco de la Transición– cuando se multiplicaron las películas sobre la situación vasca, impensables durante la dictadura. Ello explica en parte la abundancia de filmes que daban una visión comprensiva o incluso proclive a ETA, que aparecía casi siempre como un inevitable producto del franquismo. Entre los cineastas que abordaron el tema destaca Imanol Uribe, que inauguró su larga carrera con El proceso de Burgos (1979). Junto a las producciones vascas, otras películas dieron también su particular visión de algunas acciones de ETA, como el asesinato de Carrero Blanco, llevado al cine por el reputado cineasta italiano Gillo Pontecorvo (Operación Ogro, 1979). En los años noventa, los cambios políticos, la búsqueda de temas más universales en el audiovisual vasco y el hartazgo de los es-
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"1980"
pectadores por el cine politizado de la etapa anterior produjeron una reducción en el número de filmes, aunque siguieron apareciendo películas notables, como Sombras en una batalla (1993), de Mario Camus. En la década de 2000 renació el interés cinematográfico sobre el terrorismo, sin duda a raíz del asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997 y de las sucesivas treguas de ETA, que parecían hacer posible una visión distinta de la que el cine había dado mayoritariamente hasta ese momento. Así, en 2000 se estrenaron Yoyes, de Helena Taberna y El viaje de Arián, de Eduard Bosch. Del mismo modo que sucedió en 2008 con Todos estamos invitados, de Manuel Gutiérrez Aragón, ambos filmes daban protagonismo por primera vez en el cine de ficción a las víctimas de ETA, que habían sido meros figurantes en las películas anteriores. La misma apertura temática tuvo lugar en el documental, con producciones estimables, como Asesinato en febrero (2001), de Eterio Ortega, o Trece entre mil (2005), de Iñaki Arteta. Al mismo tiempo, la aparición de las víctimas de ETA en el cine convencional hizo que producciones próximas a la izquierda abertzale reivindicaran el recuerdo de sus víctimas, con productos habitualmente distribuidos en DVD, como Haizea eta sustraiak (2007), de Iñaki Agirre. Puede hablarse así del inicio de una auténtica «guerra de memorias», que tiene en el audiovisual solo uno de sus campos de batalla y que seguramente continuará en los próximos años. En resumen, en estas décadas el cine ha ido evolucionando, al mismo ritmo que la sociedad, desde cierta benevolencia ante la violencia hasta posturas éticamente más comprometidas. Si las primeras producciones ponían el énfasis en las razones de los terroristas, las últimas, aun dentro de un panorama heterogéneo, han ido acercándose cada vez con más compromiso a la tragedia de las víctimas, du-
Santiago de Pablo1
"Todos estamos invitados"
Galde 08 - udazkena/ 2015
"Operación Ogro"
"Yoyes"
rante mucho tiempo olvidadas por la cinematografía. Sin embargo, esta evolución no ha sido exclusivamente vasca ni solo cinematográfica: en Euskadi, la literatura y otras artes han evolucionado de forma muy semejante a la del cine a la hora de mostrar el drama de la violencia y de sus víctimas; asimismo, la diferente percepción del terrorismo a nivel internacional desde la década de 1970 hasta nuestros días ha influido también en cómo ha cambiado en ese tiempo el cine sobre las Brigate Rosse italianas o la Baader Meinhof alemana, por poner solo dos ejemplos de otras organizaciones terroristas. Sin embargo, a pesar de esta evolución cronológica, la ambigüedad ha sido característica de muchos de los filmes sobre ETA, sin que haya una diferencia clara en el tratamiento del terrorismo entre las películas vascas y las producidas Galde 08 - udazkena/ 2015
en el resto de España. Este hecho se debe en parte a que el cine, como todo producto cultural, puede ser interpretado de formas diversas y tiene un carácter más abierto que una obra historiográfica, al contar la Historia por medio de historias y de personajes concretos. Además, esa mirada ambigua es inseparable de los condicionamientos de los géneros cinematográficos empleados por los cineastas al tratar este tema, que animan a filmar muchas zonas grises, con el fin de dar entidad dramática a la trama. Las tres películas sobre la violencia vasca estrenadas en 2014 son un buen ejemplo de la diversidad de acercamientos posibles a esta cuestión. Lasa eta Zabala, de Pablo Malo, cuenta una de las acciones más conocidas de los GAL. Se trata de un filme político, que acierta al denunciar un crimen execrable (más aún al partir de quien debía haber empleado su esfuerzo en hacer cumplir la ley), pero no tanto al hurtar al espectador el contexto en que se produjo, hasta el punto de que ETA solo se menciona, casi por casualidad, ya muy avanzada la película. Fuego, de Luis Marías, es más una película de género que un filme sobre ETA, su historia o sus motivaciones. Pese al interés de su planteamiento, este thriller sobre la venganza de una víctima de ETA no llega a ser convincente, debido en parte al guión, a la puesta en escena y a la interpretación de alguno de sus protagonistas. Por último, Iñaki Arteta rescata en el documental 1980 el testimonio de las víctimas olvidadas de los tiempos de plomo, al ser el año que da titulo al filme aquel en que más asesinatos cometió la organización terrorista. 1980 es un producto necesario y notable, que acierta más al mostrar el lado humano de las víctimas y la necesidad de resarcirlas que al explicar la ideología de ETA o las supuestas razones de su sinrazón. Con sus aciertos y errores, la cosecha cinematográfica de este año –a la que hay que sumar varios filmes más pendientes de estreno o en rodaje– indica que la historia de ETA, tras el «cese definitivo de su actividad armada», todavía seguirá llegando a las pantallas. Y es de esperar que llegue con películas que, desde la libertad creativa de sus autores, nos ayuden a recordar lo que de verdad ha ocurrido en el País Vasco en las últimas décadas2. 1 Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco 2 Para conocer con mayor profundidad esta cuestión puede consultarse Santiago de Pablo, The Basque Nation On-Screen. Cinema, Nationalism, and Political Violence, Reno, Center for Basque Studies-University of Nevada, 2012. Previsiblemente, la versión española de este texto llegará a las librerías en 2015.
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Tras la losa de ETA. Por una sociedad vasca justa y reconciliada.
Javier Elzo, Madrid, PPC Edit., 2014. «La prisa por escapar de este infierno tiene mucho de natural. Es la vida, que empuja, y la esperanza, que actúa como su gran turbo. Pero tiene también algo de patológico. Porque, aunque nos cueste reconocerlo, padecemos en secreto una enfermedad bastante seria, el estrago moral de varias décadas de brazos caídos -o casi- frente al crimen y el matonismo» (del «Prólogo» de Iñaki Gabilondo al libro de Javier Elzo).
Un gesto que hizo sonar el silencio.
Ana Rosa Gómez Moral, Bilbao, Gesto por la Paz, 2013. Una perspectiva histórica distinta de nuestro «conflicto» reciente, en este caso a través de la experiencia personal, directa y cotidiana, de la autora en Gesto por la Paz. Una lectura obligada, desde la solidaridad con las víctimas del terrorismo y la deslegitimación permanente de la violencia, para cualquiera que se sienta llamado a participar, de una u otra manera, en las tareas pendientes en nuestro pequeño país.
Los ojos del otro. Encuentros restaurativos entre víctimas y ex miembros de ETA.
Esther Pascual Rodríguez (coord.), Santander, SALTERRAE, 2013. Un ejemplo de «justicia restaurativa», que concede un nuevo protagonismo a las víctimas, frente a la llamada justicia retributiva o punitiva,más centrada en la pena que debe cumplir quien ha perpetrado un delito, como supuesto pago a la sociedad. Una lectura emocionante de una experiencia humana maravillosa y reconfortante, totalmente alejada del griterío del clima político actual.
Sangre, votos, manifestaciones: ETA y el nacionalismo vasco radical (1958-2011)
Gaizka Fernández Soldevilla y Raúl López Romo, Madrid, Tecnos, 2012. Una propuesta de análisis para entender por qué apareció y se consolidó con tanta fuerza en Euskadi la violencia política del nacionalismo radical. Y también cómo este nacionalismo radical fagocitó a todos los grupos de la extrema izquierda y a todos los movimientos y las luchas obreras, antinucleares y de mujeres. Una muestra del quehacer de una nueva generación de historiadores vascos abordando un tema particularmente complejo y discutido.
El tiempo de las luces
Arnaldo Otegi, GARA EGUNKARIA, 2012. Una extensa entrevista al ex-portavoz de Batasuna, todavía en prisión, firmada por el periodista Fermín Munarriz, donde el líder abertzale detalla el proceso del cambio de estrategia de la izquierda abertzale a partir de un análisis (¿autocrítico?) que llevó a este sector político a apostar por el fin de la violencia de ETA.
Como pudo pasarnos esto. Crónica de una chica de los 60
Idoia Estornés Zubizarreta, Donostia, EREIN, 2013. Una crónica generacional, pero explícitamente autobiográfica y personal, de las últimas décadas en Euskadi, escrita con honestidad, lucidez, cariño y sentido del humor. Un amplio recorrido desde los años sesenta del siglo pasado de la Euskadi del 68 a la de la actualidad, del deslumbramiento ante la épica etarra a la conciencia de la brutalidad y el crimen, desde una mirada yun pensamiento frescos y, sobre todo, libres. 42
Galde 08 - udazkena/ 2015