Historias de mi vida

Page 1

HISTORIAS DE MI VIDA R EL ATOS AUTOBIOGR ÁFICOS

BOLÍVAR ARTE AGA LOZ A



BOLÍVAR ARTEAGA LOZA

HISTORIAS DE MI VIDA RELATOS AUTOBIOGRÁFICOS

Wlank Producciones


Título original: HISTORIAS DE MI VIDA Escrito por Galo Valencia, en base a las entrevistas mantenidas con Bolívar Arteaga, sus hijos y otras personas cercanas. Portada: Galo Valencia © Del original y de la presente edición: GALO VALENCIA Lulumbamba N1-316 Quito 170311 Ecuador galobaron@gmail.com Editor: Wlank Producciones www.galovalencia.com Diseño y diagramación: Galo Valencia


A la compañera de toda mi vida Julieta Villaquirán Albarracín



Agradecimientos

Numerosas son las personas a las que en justicia debo agradecer al referirme a estos escritos. Inicialmente reconozco a todos mis hijos por el deseo de perpetuar el conocimiento de mi vida en la que obviamente se incluye la de ellos y principalmente la de su madre. Particular reconocimiento tengo para el amigo Galo Valencia, quien con su sapiencia en el arte fotográfico ilustra estas memorias, a la vez que con sus conocimientos de escritor contribuye en forma eficaz y serena a la composición de estos relatos. No puedo pasar por alto a Cecilia Valencia, por su constante y eficaz ayuda que por años prestó en la larga enfermedad de Julieta hasta su fallecimiento y en el cuidado que me prodiga en mi habitual residencia de Puerto Lacruz, suavizando mi dura soledad con frases sanas y su ayuda material en mi nutrición y la ocasional atención que dispensa a los amigos que me visitan. No quiero seguir con los agradecimientos que con honestidad debo dar a las numerosas personas que han tenido contacto en mi vida y de las que mantengo los mejores recuerdos. Si continúo con los reconocimientos, estimo que llenaría más páginas del contenido de mis memorias, corriendo el riesgo de omitir algún nombre importante.

Bolívar



Introducción ¿Qué debe ser una biografía? ¿Hasta dónde llega la palabra y la voz de quien escribe? Al cumplir con este encargo, conservé el propósito de mantenerme al margen, de ser el instrumento para que el protagonista se exprese, para que el lector reciba las impresiones directas del actor de estos relatos. Mi voz a lo largo de todo el texto central, se mantiene escondida. La que aparece es mi mano, que escoge, reúne pedazos y honra lo dicho. Los textos editados han sido trabajados conjuntamente con Bolívar, respetando su intención y su esencia. En estos relatos, él, por momentos toma distancia de sí mismo y habla en tercera persona. En nuestra vida y en ciertas acasiones, dejamos de ser nosotros mismos. ¿Somos una unidad permanente, siempre soy el mismo yo? Es evidente que Bolívar es auténtico cuando toma esa distancia. Ustedes apreciarán en la lectura, cuando él cambia el pronombre y comprenderán que no es un error de sintaxis. Esta publicación no es de carácter académico. Se ha establecido el uso de mayúsculas en ciertos títulos y palabras para realzar su importancia. Lo anterior puede ser discutible, pero sabrán comprender que el verdadero valor no está dentro del ámbito gramatical, está en el contenido profundo de lo que Bolívar nos transmite. 9


Al escribir estos recuerdos, tiene 98 años, goza de buena salud; coherente y lúcido recurre a su generosa memoria. Camina lento y siempre activo, constantemente en movimiento, aprovecha cada minuto de su vida. La férrea educación de su padre le templó el cuerpo y algunos músculos del alma, esa reciedumbre le volvió atractivo, de sonrisa cautivante, amplia, espléndida y alegre. Su madre y sus abuelas domaron su alma, con un cariño fértil, gracioso y pleno. Más tarde, fue acogido por el cálido espíritu caribe que fortaleció su corazón marinero, su alma de habitante de cada puerto. Estamos en Cumbayá, Quito y sus hijos lo visitan y están pendientes de él y él de ellos. Con los que están lejos, mantiene contacto por teléfono y Whatsapp, incluida su hermana Olga. Su hermana Aída ya falleció. Manabí: rodeado por los bellos árboles de nim, en San Vicente, Bolívar se siente más libre, más liviano, más desprendido en sus diálogos y más activo en sus movimientos, está en su ambiente, danza como una hoja en el otoño que lentamente engaña al viento y se posa con suavidad sobre sus recuerdos. Junto al mar, aspira el aroma de la inmensidad. Cuando nos pusimos de acuerdo para la redacción de estos textos, quedamos que sería un relato a dos voces. Siempre me pareció que la voz que debe sonar es la de él, la mía estuvo presente en las preguntas. Yo le escuché no solo con mi oído y estuve atento a lo dicho, a lo sugerido, a la voz calma de Bolívar. Todo el texto, trata de ajustarse a este propósito. Bolívar tuvo y tiene muchos sueños, construir puertos fue un 10


desafío y una ilusión. Aún hay un puerto en obra. He visto su vida como un arribar a diferentes muelles. Tuvo naufragios y atracó en embarcaderos aquende y allende. La construcción de Puerto Ayacucho, en Venezuela, fue la más emblemática. Esta obra siempre estuvo llena de sorpresas y dio lugar a historias inusitadas. Fue un territorio donde vibró el alma de este luchador, en el propio corazón de esta América. El Orinoco con su bravura y su clima representa el latir vibrante de este subcontinente. Siempre que hablábamos de Puerto Ayacucho, quedé atrapado por la sorpresa. Un hombre con sus 98 años a cuestas, dueño por momentos de un silencio profundo, de un silencio que suena a calma y a cadenciosa paciencia. Desde su mirada que viene de lejos, vivaz, muestra una ruta y se desliza la señal que indica su camino que está cargado de serenidad, de previsión, de cálculo, del buen cálculo, de aquel que en su trabajo de ingeniero, fue acumulando, como la corteza de un árbol añejo. Bolívar ama la vida, siente pasión por ella. Galo Valencia

11



A manera de Prólogo

Debo confesar que lo que he calificado como HISTORIAS DE MI VIDA, comprende una variedad de hechos que los he venido narrando y escribiendo sin cronología alguna y naturalmente muy lejos del estilo y sapiencia de un escritor profesional. Quien lea estas narraciones sabrá comprender y dispensar las deficiencias que encuentre. Mi deseo es, simplemente cumplir con las sanas aspiraciones de mis hijos, contando episodios salientes de mi vida y actuaciones dentro de mi profesión. Percibirán mis sinsabores, dificultades, éxitos y dubitaciones, mi cercanía a la muerte y ciertas reflexiones.

Bolívar



Historias de mi Vida Relato algo de mi vida con el anhelo de que algunos de estos recuerdos y experiencias puedan ser útiles a mis hijos, nietos, bisnietos y a quien lea estas narraciones.

Bolívar



Primeros años Mi nombre Empezaré por mi nacimiento acaecido en Quito el domingo 13 de mayo de 1923 en el sector conocido como La Recoleta, próximo al lugar donde siempre ha funcionado el Ministerio de Defensa Nacional. Sin embargo en el registro oficial de mi nacimiento consta el 12 de julio de 1923. Para mi bautizo, mis padres pidieron el nombre de Hernán Bolívar, pero el Sacerdote dijo: «Dos nombres ateos se ven muy mal: José Bolívar, yo te bautizo…» y así estoy registrado en mi partida de bautismo. En Venezuela viví y trabajé entre 1949 y 1960 y se me conocía como el Doctor Bolívar, ya que a todos los Ingenieros se nos otorgaba el título de Doctor y Bolívar es el apellido nada menos que del muy insigne Libertador Simón Bolívar. En Ecuador soy simplemente, el Ingeniero Arteaga. Pero hay algo más sobre mis nombres: años atrás, en un viaje a New York, de la Aduana me trasladaron al Departamento Especial de Investigaciones, en donde permanecí un buen tiempo desnudo, frente a detectives especializados y perros 17


policías. Buscaban a un homónimo de nacionalidad colombiana o mexicana: José Bolívar Arteaga Lozano o Legarda, persona conocida internacionalmente por tráfico de drogas. Ante esa circunstancia, en Quito seguí un proceso legal por el que simplemente soy, Bolívar Arteaga Loza. Paltahuco, recuerdos de mi niñez Hasta los seis años viví en Paltahuco, una de las pocas propiedades que quedó en manos de mis abuelos maternos. Hacía lo que todo niño hace en una hacienda, recorrer los huertos, ayudar a cosechar algunas frutas. Aprendí a sembrar rábanos y antes del almuerzo iba a las orillas del río Paltahuco donde tenía mis cultivos. Recuerdo que cosechaba fresas, a lo que mi estatura de niño me daba, después conseguí un palito con una horqueta y recogía los frutos para brindar a mi abuela. A ella la recuerdo muy cariñosamente: en las mañanas me sacaba de la cama y me llevaba a tomar leche caliente recién ordeñada, con miel de abeja y mote o con los ricos panes elaborados por ella. Aprendí a ordeñar. Lo de las fresas era cerca de la casa y por allí pasaba el río Paltahuco, un río pequeño, del que mi abuelo tomaba unos ramales para el riego de sus huertos. Junto a la rivera había unos vados que construyó mi abuelo, pequeñas lagunitas en las que a las horas de sol era muy agradable bañarse en esas aguas cristalinas y luego ponerse ropa limpia. Cuando venía a Quito me fastidiaba mucho el olor a gasolina quemada, el CO2 que tanto infecta a todas las ciudades del mundo en estos momentos.

18


Me gustaba percibir los olores de los frutales de todo tipo, aprendí a distinguir algunas plantas medicinales como las que me curaron de las mordeduras de Tíber. Mis ancestros Mis abuelos paternos fueron Luis Arteaga Valdivieso y Hortensia Molina, oriundos de Cuenca y Ambato respectivamente. Jorge Arteaga Molina hermano de mi padre, entendido en genealogía familiar, nos dio a conocer que en épocas coloniales vinieron de la región Vasca de España tres oficiales Arteaga, de la Armada de ese país, que se establecieron en México, Perú y Ecuador. La primera vez que visité México, establecí contacto con uno de los herederos, era un oficial retirado de la Armada Mexicana que había hecho mucha fortuna y tenía una propiedad magnífica, muy bonita, departí con él unas horas. Mis abuelos paternos fueron agricultores. Mi abuelo Arteaga Valdivieso, cuencano, lo vi pocas veces en mi vida, falleció muy pronto; tenía unas haciendas, unos páramos, en Píllaro, donde nació mi padre. Este abuelo se casó y tuvo un hijo, Luis, en su nacimiento falleció su madre; se casó entonces con su cuñada, doña Hortensia Almeida Paredes, padres de mi primo Alfredo Arteaga Almeida que fue el fundador de la aerolínea Tame. Mis abuelos maternos Guillermo Loza y Rosario Estévez nacieron en Perucho, provincia de Pichincha. También agricultores, iniciaban su trabajo a las tres de la mañana, regaban sus pequeños huertos frutales que fueron creciendo y creciendo hasta llegar a constituir un enorme territorio de varias haciendas ubicado entre el norte de la Provincia de Pichincha y el sur de la Provincia de Imbabura. En Quito, 19


los abuelos Loza-Estévez adquirieron dos casas: una en la calle Guayaquil y pasaje Miranda donde nació mi madre y una media manzana, en la Plaza de San Francisco. También fueron propietarios de un territorio comprendido en lo que hoy conocemos con el nombre de La Tola: entre la calle Valparaíso, que bordeaba parte del Itchimbía y llegaba al río Machángara, al sur. Además tuvieron la oportunidad de adquirir el primer automóvil Ford que circuló en Quito. Examino lo que aconteció con esa enorme fortuna. ¡Qué fácil es malgastar el dinero que se ha adquirido con una simple firma en una Notaría!, al recibir una propiedad, luego venderla y seguidamente derrochar ese dinero. Lo expuesto se refiere especialmente a mis dos tíos, los mayores de la familia Loza-Estévez. He aquí algunos relatos que ilustran aquellos indebidos derroches: esos tíos, contrataban un vagón de ferrocarril, para uso exclusivo, en el que viajaban a Guayaquil con sacos cargados de billetes y en compañía de sus amigos. Cuando se les acababa el dinero regresaban a la capital a brindar especiales serenatas, con el afamado Indio Lorenzo, con un piano de cola montado en una carroza especial, halada por seis caballos blancos… Cualquier cantidad de dinero mal gastado así, no podía durar mucho tiempo. La fortuna de mi abuelo Guillermo se redujo prácticamente a la de sus inicios, a tal punto, que mi madre que permanecía en Londres estudiando en un colegio de monjas, tuvo que regresar porque ya no había dinero para cubrir sus gastos.

20


Con el conocimiento de estos actos familiares, tuve la oportunidad de razonar y pensar en mi futuro, cuando iniciaba mi adolescencia. A grandes males, grandes remedios. Me sentí un ser humano que debía superarme y actuar mejor que esos tíos. Mis primeros estudios Yo ingresé a segundo grado de escuela, nunca fui a kindergarten, ni primero. Durante los viajes que hice por Ecuador con mis padres aprendí a leer y escribir. Cuando tenía nueve años mi padre sentenció: se quedan en Quito a estudiar. Di unas pruebas e ingresé a segundo grado en el Colegio La Salle.

Alumnos del segundo grado, Colegio La Salle, Quito, junio de 1932

21


Mi madre atendió a un llamado de la escuela: el niño está un poco deficiente en matemáticas, las cuatro operaciones, sería bueno que le ayude, le dijeron. Yo me impuse a realizar todas las tardes, una suma, una resta, una multiplicación, no sabía dividir. Con un librito de Bruño, aprendí a dividir. Eso me sirvió para que unos años después adquiera facilidad para las cuatro operaciones. Parte de mi vida. El Padre Chacón Bolívar, alumno del tercer curso del Colegio La Salle. El Rector interrumpió la clase de Biología que estaban recibiendo, ordenó que todo el curso suba a la capilla a confesarse porque al día siguiente era el primer viernes del mes. Esa orden implicaba la confesión y comunión obligatoria, lo cual no estaba en los sentimientos religiosos del adolescente Bolívar. En la capilla, siguiendo el orden alfabético, después de Arosemena se acercó Bolívar al confesor, el Padre Chacón, y le dijo —ustedes me han enseñado que la confesión es un sacramento, no estoy dispuesto a confesarme, no quiero cometer sacrilegio. El jesuita le increpó —¡qué pecados tan grandes tendrás que no quieres hacerlo!, a lo que Bolívar respondió —los normales, vulgares y corrientes y quiero aprovechar la oportunidad para que me dé una bendición , no estoy solicitando una absolución; además le pido que me conceda unos minutos para conversar de varios temas religiosos a fin de que me aclare conceptos, con sus vastos conocimientos e inteligencia. Chacón dijo —te espero el sábado en el Seminario Menor a las diez de la mañana, tendrás un cuarto de hora para presentar tus problemas. Esa reunión, terminó pasada la una de la tarde, cuando solicitaron la presencia del sacerdote jesuíta en el comedor. 22


Acontece que ese primer viernes del mes, todo el Tercer Curso no asiste a la misa, porque Bolívar que es el Presidente del curso, impide la entrada de sus compañeros al Colegio, y les conduce a la Basílica. En la puerta de la Iglesia pide a sus compañeros que quienes quieran confesarse, comulgar u oír misa pasen adentro y los que no, pueden permanecer afuera, eso sí a las 7 y 45 de la mañana, todos ingresarán al Colegio. Es el primer viernes de mayo, en la capilla del Colegio, el sitio del tercer curso permanece vacío. El Rector, Hermano Harteman León, en compañía de la Directiva, en términos enérgicos se expresa: “Deseo saber quiénes son los que cometieron este tremendo desacato, ¡faltar a la capilla y a la comunión!” Se levanta Bolívar y dice: soy el único responsable. El Rector sigue —¡no puede ser! el Presidente del curso, Premio de Excelencia en los años anteriores… ¡Queda expulsado del Colegio! Bolívar espiritualmente muy contento por haber actuado conforme a sus creencias y razonamientos personales, pero a la vez eminentemente preocupado por la expulsión que significa la pérdida del año lectivo, sale. Llega a su casa, su madre no está…siente una satisfacción enorme por lo que ha hecho…piensa para sí: eso es lo que se debe hacer, la religión no es imposición… Se abre la puerta, es su papá, se había olvidado los papeles que necesitaba para dictar una conferencia en el Instituto de Altos Estudios Militares… ¡por fortuna…! —Bolívar ¿Qué haces aquí?—… Papá, pasó esto... Lo escucha tranquilamente, se levanta: —acércate… -le da un fuerte abrazo- eres un verdadero valor, eres un hombre, yo arreglo esto—…

23


Cuando están entrando al Colegio La Salle, el portero le detiene: — ¿Usted es el alumno Bolívar Arteaga?— Sí. —No puede entrar más al Colegio. —Perdón… su padre dice: — no importa. Se demora unos 20 minutos, y sale acompañado de un miembro del Consejo Directivo….—Alumno Arteaga, Ud. puede regresar a clases, pero, tiene una condición:—si usted conversa, con uno solo de sus compañeros, con uno solo de los alumnos de cualquier curso del Colegio, con un padre de familia, con cualquier otra persona sobre lo acontecido en la Institución, será definitivamente expulsado… puede regresar al curso. En esta situación, se siente mal, se acerca el fin de año… son los primeros días de mayo y en junio ya se terminarán las clases… piensa: aquí no puedo continuar. Papá… ¿qué debo hacer?, su padre contesta: —¡mañana vamos al Colegio Mejía! Un amigo, el Inspector Luis Felipe Castro, estaba allí…—sí, mi Comandante, venga para acá, vamos a visitar al Rector—. Le matriculó en el Instituto Nacional Mejía. Allí cursó cuarto, quinto y sexto año, y se graduó de Bachiller. Mi relación con lo Divino ¡Hay diferencias! las religiones, las iglesias y el Ser Supremo, pero existe un único Dios… Tengo mis principios religiosos un poquito desviados de ese catolicismo acérrimo, convencional. He tenido varios amigos sacerdotes, con los que he hablado de problemas teológicos. Para mí, Dios es el Creador, el Hacedor, y cada vez que miro alguna plantita, veo como se desarrolló esa flor, ¡cuántos pro24


cesos!, los humanos no podemos hacer flores, podemos cultivarlas, no las hacemos, ¡no somos capaces…! En este último tiempo hemos adelantado muchísimo con máquinas, teléfonos celulares, con la electrónica, pero eso comparado con la creación de la naturaleza, del Universo, es algo insignificante. Hay un Ser Supremo, Creador, generador y mantenedor de todo esto. Cuando veo un grupito de hormigas, así somos nosotros para el Universo. Es mi punto de vista, mi razonamiento. Con los procesos religiosos tengo mis distancias…No con Dios. Dios creó el mundo y lo mantiene. Tengo una cosa específica: el sexto mandamiento. ¿Qué pasa? ¿Por qué hay tantos abusos sexuales conocidos y desconocidos? De muy joven ya era crítico, me formé una pésima impresión cuando conocí en Quito, al Cura de San Blas; tenía un “hogar” formado con seis hijos. Y así he conocido unos cuantos ejemplitos. Me pregunto ¿por qué, con ese falso sigilo, atacan los principios divinos? Dios creó el mundo y creó hombre y mujer para que se unan, para que convivan sexualmente; pero han creado un atajo diferente al principio divino. ¿Por qué? Deben establecer que los curas se casen como en otras religiones y mantengan una vida normal. Para mí el celibato de la religión católica no debe existir. De eso hablé con el jesuita Chacón. Escoger una profesión Voy a referir algunos antecedentes que me llevaron a decidir por mi carrera profesional de Ingeniero Civil. Había terminado el tercer curso de estudios secundarios y con un grupo de amigos del barrio de La Tola nos preparábamos 25


para ingresar al Colegio Militar Eloy Alfaro. En ese grupo se encontraban: Ernesto Iturralde que años después fue un eminente médico, el distinguido General Luis Jácome y también un futuro General y Presidente de la República, Guillermo Rodríguez Lara, cordiales amigos desde aquellos tiempos. Mi padre, conocedor de mi intención de seguir la instrucción secundaria en el Colegio Militar, viajó de Cuenca, donde ejercía la Jefatura de la Zona Militar, y llegó a Quito a las 4 de la mañana; razonó conmigo durante dos horas sobre la inconveniencia de seguir la carrera militar. Sin embargo, a las 9 de la mañana padre e hijo estábamos en el citado Colegio donde fui recomendado por él ante los jefes del establecimiento. Al salir me dijo: «Ya eres grandecito, la decisión es tuya, la próxima semana hazme conocer el camino que seguirás». Decidí no ingresar en el Colegio Militar Eloy Alfaro. Mis padres trataron de convencerme que estudiara Medicina y por esto, los sábados, domingos y días festivos, acudía al Hospital Militar, donde aprendí ciertos rudimentos de la Medicina, como hacer vendajes y masajes, colocar inyecciones, etc. Pero aconteció que asistí a la autopsia de un soldado con varios días de muerto; ese fue el final de mi asistencia al Hospital Militar. Entonces insistí ante mis padres con mi decisión de no ser médico. La forma de educar de mi padre fue enérgica pero cariñosa. ¿Qué pasó cuando ya decidí que no iba a ser médico? Una noche, mi madre le dijo: –la próxima semana salen los hijos de vacaciones, voy con ellos a Paltahuco -. Mi padre le contestó –Rosarito las niñas van, Bolívar se queda, tiene que seguir un curso de cocina. Esto le va a servir mucho, que no siga como 26


esos Ingenieros comiendo sentados en el suelo. Que aprenda a sentirse bien, sentado en una mesa y con toda educación. Fue así que hice un curso de cocina durante los tres meses de vacaciones con unos cocineros italianos que establecieron dos tipos de cocina: para los oficiales y para la tropa, gente entrenada en ese ámbito, sabía dirigir y enseñar. En esos tres meses no dormí en casa, sino con la tropa, con los que iban a ser cocineros en las unidades militares. Tuve sin embargo un alcance, una distinción, en medio tiempo de los estudios de cocina, me mudó a la cocina de oficiales, ahí aprendí a hacer cakes, dulces, pastas. Todas esas cosas le agradezco en el alma a mi padre. Un castigo que lo tomé como una enseñanza, porque dije: esto me va a servir y me ha servido. Recuerdo que mi primera lección fue lavar y pelar adecuadamente un quintal de papas. Deportes El año 1931, el ejército trasladó a mi padre de Guayaquil a Esmeraldas, donde conocí el Océano Pacífico. Me inicié jugando al fútbol con los vecinos del barrio y con una bonita pelota de trapo, hecho que inició mi afición por ese deporte, tanto, que en los años universitarios llegué a actuar como titular de LDU. Me gustó siempre hacer deporte, aparte de la equitación en la que me inicié a los cuatro años de edad, hice esgrima; tuve como profesor a mi padre Darío, con la particularidad que yo hacía sable con la derecha y florete con la izquierda. Realicé algunas demostraciones con alumnos de los colegios La Salle, Don Bosco y Mejía Fui seleccionado del equipo de básquet del Colegio Nacional Mejía durante los tres años que estuve, y mantuvimos el 27


campeonato intercolegial a nivel nacional en ese deporte. Mis entrenadores fueron el norteamericano Ban Butler y Julio César Hidalgo (eminente y destacado entrenador de baloncesto, por el cual el Coliseo de Quito lleva su nombre). Tengo una escena que recuerdo: jugábamos contra la Escuela Militar de Carabineros en la Plaza Belmonte, una noche, íbamos de aro en aro contando, Julio César Hidalgo pasó por el borde de la cancha indicándonos: ¡faltan tres minutos de juego!, mucho cuidado, y en eso nos clavaron un aro, estábamos perdiendo ochenta y uno a ochenta y dos. El capitán del equipo levantó sus manos y nos indicó que debíamos usar la fórmula diez, porque jugábamos con fórmulas establecidas, yo intervenía en la acción de esa fórmula, debía pasar la bola a Byron Custode para que enceste. Me salté la fórmula y cerca del aro tenía despejado el ambiente, apunté y clavé, ochenta y dos a ochenta y tres… Terminó el partido y ganamos, pero si no encestaba, la sanción tremenda: perdía el año por Gimnasia. Por indisciplinado me castigaron con cinco puntos menos en esa materia; así eran de estrictos. El campeón nacional de salto con garrocha perdió el año por Gimnasia: rebelde, no asistía a los entrenamientos establecidos, razón suficiente, explicaron sus profesores. Integré el equipo de Liga Deportiva Universitaria como jugador titular por once meses, mi posición era delantero izquierdo o guardameta. En el Estadio del Arbolito, un día sábado fue lesionado el guardameta titular y lo reemplacé. Atrapé el balón, pero un pie contrario me causó una ligerísima lesión, desde la pantorrilla derecha hasta la ingle… un rasguño sin importancia. Durante todo el día domingo permanecí bien, pero al des28


pertar en la madrugada del lunes tenía una enorme bola en la ingle, fui al Hospital Militar donde me extrajeron 12 cm³ de pus; en pocas semanas me restablecí completamente. Un jugador de fútbol en esa época no ganaba nada, debía sacar tiempo para los entrenamientos. Después de este evento, tomé cariñosamente mis botines de fútbol y los colgué para siempre en un clavo de mi dormitorio. El tiempo que dedicaba al fútbol lo utilicé en mi trabajo de dibujante técnico. Años después, cuando vivía en Venezuela practiqué esgrima con Rubén Angrisano, campeón sudamericano de esta disciplina, quien me presentó al Director Nacional de Deportes. Conversé con él y mandó un avión militar para que el equipo LDU de Quito, juegue tres partidos en Caracas, que los ganó. Yo les acompañé en todos los encuentros, como espectador. Conozco que fue la primera vez que la Liga salió del país a participar en un torneo internacional. Premonición (un ángulo desconocido de mi vida) Teníamos un examen de Física en el Colegio Mejía, a las ocho de la mañana, con el profesor conocido como el Negro Andrade Marín. Me despierto a las cuatro de la mañana; había soñado las cuatro preguntas del examen, me vuelvo a dormir y al despertarme a las seis había resuelto el cuestionario, ya sabía exactamente. En el curso, nos dicta los problemas del examen; me quedo aterrado, inmóvil, – ¿Qué le pasa?… –nada profesor. –Desarrolle, escriba sus tesis. Y en voz alta dice: –¡Los tres primeros que me entreguen, tienen un punto más y el que tenga diez, ese punto le conservo para el próximo examen. El que intente copiar, solo intente, pierde el año. Así que tranquilitos… sigan! –En mi mente tenía resueltas las cuatro preguntas, eran las mismas que había soñado. ¿Cómo 29


lo recibí? A algunos curitas les he preguntado, a los psicólogos también, nadie me da respuesta completa. Cuatro interrogantes resueltas. Escribí, entregué primerito. Quedó sorprendido, delante mío revisó… –¡excelente! ¡Felicitaciones!, un punto más, además está bien contestado. Un punto para el próximo examen. –Salí asustado, ¿cómo conseguí eso? ¿Qué cualidad especial tengo, o qué cualidades hay entre los seres humanos?, ¿transmisión del pensamiento?… Mis primeros trabajos Lo que me motivó a trabajar tan temprano, es la historia de la vida real, habida especialmente en la familia Loza Estévez, el gran poderío que tuvieron ... Supe que llegaron a tener hasta catorce haciendas en el norte de la Provincia de Pichincha y el sur de Imbabura. Dije: a mí no me va a pasar eso, no voy a seguir ese camino. Mi vida laboral la inicié cuando había cumplido recién los 14 años de edad. Dibujaba en la oficina del Arquitecto e Ingeniero Leonardo Arcos Córdoba. El día en que mi jefe se casó, me dijo que se iba una semanita de luna de miel a Colombia; se entusiasmó y se apareció a los dos meses… Dejó la oficina a mi cargo. Yo tenía que atender mis estudios, dibujar, mantener la oficina y las obras. La casa ubicada en la Seis de Diciembre entre Veintimilla y Baquedano, fue una de esas obras: hormigón armado y ladrillo. No sabía cómo hacer las mezclas, mi primer gran susto. Cuando empecé a trabajar, estudiaba en el Colegio La Salle, y a las cuatro de la tarde salía en carrera, físicamente, bajaba la calle Caldas a tomar el tranvía que me conducía hasta la esquina de San Agustín donde se ubicaba la oficina de Leonardo Arcos; dibujaba cuatro horas y a veces más. Los 30


deberes escolares los hacía a las once de la noche, era duro, pero yo estaba muy contento, tenía mucha satisfacción. Recuerdo que mis padres me daban diez sucres semanales para mis gastos, hasta cuando empecé a recibir mis emolumentos económicos. Me impuse guardar el 10% de todo lo que recibía. Con mis ahorros logré adquirir un terreno en la Avenida Seis de Diciembre, próximo al actual túnel Guayasamín. Por ser aún menor de edad, 17 años, la compra se hizo a nombre de mi tío Luis Loza. En el año 1946, que hice mi gira de 91 días por Sudamérica, tenía ahorrado el dinero suficiente para mis gastos. A veces no había trabajo en la oficina, entonces aprendí Contabilidad. Mi primer título antes que el de Bachiller, fue el de Contador, acreditación que me permitió hacer oficialmente balances en tiendas y almacenes de Quito, como ayudante del famoso Negro Ramos. Antes de los dieciséis Me gustaba hacer excursiones en los diferentes nevados andinos. Recuerdo que batí un record de velocidad, cuando una tarde, a las dos, inicié el recorrido hacia Cruz Loma desde el Colegio La Salle y a las seis llegué de regreso: en cuatro horas subida y bajada. Amor a primera vista que duró toda una vida A Julieta la conocí en la calle. Era alumna del Colegio 24 de Mayo, yo salía del Colegio Mejía y la vi: ¡amor a primera vista! Me acerqué, la saludé, me contestó muy educadamente y fuimos amigos. Después, con un grupo de músicos, le di la primera serenata e iniciamos nuestro compromiso de amor que duró 66 años, hasta su fallecimiento. 31


La relación con mi padre Hice el servicio militar en Latacunga, mi padre era el Segundo Jefe de ese batallón, pero con una compañía en Ambato. Los sábados y domingos me visitaba en Latacunga. Un sábado, habíamos salido muchos de los 400 conscriptos que coloreábamos de verde Latacunga, algunos estábamos en el Parque Flores… pasó el Capitán Cifuentes frente al grupo, con paso firme y acelerado, y una de las muchachitas que estaba con nosotros sentada en el borde de un andén le puso el pie, el capitán se tropezó. Se regresó y nos lanzó una mirada desafiante. En la noche en la revista de las ocho: conscriptos Fulano, Zutano, Egas, Arteaga… torso desnudo; en ese frío de Latacunga, –vuelta a la cancha carrera mar. A correr rodeando la cancha de fútbol. Dijo a los clases: –quiero ver a esos cinco sinvergüenzas rodando por el suelo–, yo era buen corredor no me dejé atropellar, salí bien. En la noche nos tenían en unos calabozos tan pequeños que no podíamos ni acostarnos, con la puerta abierta, el capote colgado en la puerta… era el castigo. Pedí permiso para ir al baño; fui a mi cuarto y me puse tres ternos interiores, una bufandita delgada que tenía y amanecí haciendo gimnasia. En la mañana, nos formaron a los cuatrocientos conscriptos en cuadro. –Primera compañía, torso desnudo… y sacó a cinco de los más grandes y fuertes; – segunda compañía, torso desnudo y así terminó con la compañía Comando. De entre los 20 eligió dos. –¡¡Cabo Salazar los guantes…!! Hubiera preferido que nos batiésemos a puño limpio: unos guantes rotos y cosidos, en cada puñetazo quedaba la costura impregnada en el rostro… terminaba la cara rota. Pobre conscripto Egas, sangrando, tirado por el suelo. A mí me tocó un recluta del Carchi, una enormidad, unos brazos largos. ¿Qué hago?, yo había aprendido box. 32


Nunca alcanzaría a darle un golpe en la cara; comencé a golpearle al estómago, al hígado, al plexo, unos golpecitos al pecho, alguno le alcancé al rostro; el carchense rendido, con los brazos caídos, cansado: aplausos de todos los conscriptos. Cuando llegó mi padre, felicitaciones, ya le contaron… Antes de que salude conmigo ya sabía de la hazaña… me defendí muy bien. Mi padre me enseñó a boxear, me preparó en muchísimas cosas, incluso intelectualmente; era un erudito en religiones, en historia y geografía, había viajado, estuvo en Italia y me enseñó esgrima en italiano. Una conexión fuerte con mi progenitor Esto es lo que llamo una transmisión: ocurrió una madrugada, a eso de las tres de la mañana vi que mi padre era atacado por un sujeto en Guayaquil… sentí tanta impresión, que falté al colegio, fui a la oficina del ferrocarril, donde había teléfonos y pedí comunicarme –Mi comandante le manda a decir que le llame a la una de la tarde, este momento no puede atenderlo, –pero, ¿cómo está él?, ¿está bien?…–sí, salió bien librado. –¿Qué pasó? –No puedo decirle nada más. A la una de la tarde le llamé, y le conté, le dije lo que me pasó. Lo que soñé. –¡¡Ay hijo, cómo nos comunicamos!! Exactamente lo que tú me dices, sucedió. Un tipo armado trató de robarme, yo me defendí, despedazó mi capa con el cuchillo que tenía, está preso, siento por mi capa. Yo vi… semidormido, en el mismo momento que ocurrió. Tuve eventos parecidos con mi padre, otras veces. Una madrugada se abrió la ventana de mi dormitorio y entró por 33


la ventana, con su paso característico recorrió la habitación... le sentí. No sucedió nada especial, simplemente me visitó. Mi padre fundó la Academia de Esgrima, en Guayaquil, allí estaban amigos tan importantes como Juan Valazza, italiano, dueño de la fábrica Roma, abuelo de uno de los personajes aupados de Guayaquil. Yo, como ya sabía esgrima, daba demostraciones.

Don Darío Arteaga, fundador de la Academia de Esgrima de Guayaquil, junto a algunos de sus miembros.

Mi violín Estudié en el Conservatorio Nacional de Música tres años, hice toda la teoría musical, aprendí a tocar el violín y me precio de haber dado dos presentaciones como solista en el 34


Teatro Nacional Sucre; dejé el violín porque me apasionaba mucho. Conseguí una sordina para no molestar en la casa, muchas veces me daban las dos de la mañana tocando el violín, helado y sin sueño me acostaba para estar a las seis en pie… entonces me dije: eres violinista o Ingeniero, decidí ser Ingeniero. Un domingo por la tarde, templé las cuatro cuerdas del violín al máximo y guardé el instrumento. A la semana siguiente abrí con miedo el estuche, dos cuerdas estaban reventadas... puse a la venta el violín. La docencia Corría el mes de abril de 1943, era un día sábado. A eso de las diez de la mañana llegué a la Biblioteca Nacional, ubicada en la plazoleta de San Blas, sentí unos acelerados pasos a mis espaldas, eran los del Secretario del Colegio Nacional Montúfar, quien me dijo: «Bolívar, ¿Cómo va tu francés, sigues estudiando Ingeniería en la Universidad? No puedo regresar al Colegio sin un profesor de Matemáticas y otro de Francés, tú reúnes las dos condiciones» y llamó un taxi. Con el fluido tránsito de esa época, en pocos minutos estuvimos en el Rectorado del Colegio. Rector, Vicerrector y Secretario me condujeron a un aula en la que me pidieron explicara el teorema de Varignon. Iniciada la presentación fui interrumpido por el Rector, el doctor Puertas, médico graduado en París, y sin permitirme terminar la explicación del teorema, me preguntó qué cuanto tiempo había permanecido en Marsella. Contesté que no conocía Europa. Todo esto en francés. Seguidamente presté el juramento de rigor, quedando investido como profesor de Matemáticas y Francés del Colegio Nacional Montúfar de la ciudad de Quito. Luego me añadieron la cátedra de Física, cumplí con el cur35


so de especialidad Físico Matemáticas: les dije –ustedes no harán preparatoria en la Universidad. Diecisiete de los 18 alumnos pasaron directamente al primer curso de Ingeniería. Uno de ellos no, porque siguió Medicina. Clase de Física, me acuerdo del primer contacto en el que les expliqué mi plan, estaban contentos: les voy a dar un problema a ver si lo pueden resolver, –el ferrocarril Quito - Guayaquil está circulando de Latacunga a Laso, hay una pendiente del 3%, el ferrocarril está yendo a 40 Km por hora, el conductor apaga la máquina, ¿en qué tiempo frena el ferrocarril?–. .. Todos se quedaron... –¡Profesor!... –Ese problema es para la próxima clase, para que lo resuelvan, los que me sigan bien van a aprender bien; además al final van a saber el nombre del maquinista. Pregunté ¿Quienes juegan básquet? Levanten la mano… Bueno, el sábado a las diez de la mañana estoy aquí con ustedes. Había sido miembro del equipo campeón intercolegial por tres años; Van Butler nos había enseñado a jugar con fórmulas, yo les transmití eso a ellos. Así hice amistad con mis alumnos. Gira por Suramérica En 1946 pertenecía ya, al Consejo Directivo del Colegio Montúfar y a fines del año lectivo tuve la oportunidad de organizar una gira que realizamos principalmente por tierra, visitamos: Perú, Bolivia, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile. Este periplo duró noventa y un días, fui en compañía de diez profesores del plantel, con los que pudimos examinar el estado de la educación en esos países, en colegios, universidades y centros académicos superiores. Me sirvió también 36


para conocer el grado de adelanto vial y el avance en los diferentes campos de la ingeniería y la arquitectura.

Foto Avilés, Lima, Perú

Profesores del Colegio Nacional Montúfar. Plaza San Martín, Lima, Perú, 13 de agosto de 1946. Viaje de Bolívar por Sudamérica.

Firmas en el revés de la fotografía

37


Cuasi encuentro con Hitler Los once profesores ecuatorianos de la gira recorríamos el Uruguay, estábamos en dos vehículos, yo iba delante con el primer vehículo recorriendo los contornos de Montevideo para ver cómo vivía la gente pobre, cómo se desenvolvía la gran masa de población que existía en todos los países, no solamente en Ecuador. Y entonces el chofer nos cuenta que por ahí está viviendo Hitler, era al año de haber capitulado el famoso Reich en Alemania, donde Hitler se inventó que se suicidó y Eva Brown tomó cianuro. Mentira… Hitler huyó en uno de sus submarinos y fue a la Argentina, ese es mi convencimiento después del recorrido por Sudamérica. ¿Qué aconteció entonces? Nos metimos por una callejuela pequeña. Una enorme residencia, posiblemente perteneció a una gran hacienda del lugar; la puerta que era grande estaba abierta y la caseta de guardia se hallaba vacía. Entramos y bromeando dije: -vamos a darle un saludo al famoso jefe. Pero salió un guardia con fusil en mano y nos disparó. No exactamente para matarnos sino para intimidarnos, nos pararon, nos hicieron salir de los dos vehículos, lo que llevábamos en los bolsillos afuera. Los dos guardias hablaban un buen español... ¿y los pasaportes?... Salieron otros dos guardias, nos investigaron todo lo que hacíamos y nos dijeron que nunca más fuéramos por allí. Le advirtieron al chofer y le preguntaron por qué y le dijeron –no podemos contestar, este es un recinto privado y no entra nadie. –¿Quién podía ser? ¿A qué personaje custodiaban con tanto sigilo? Por los libros que he leído sospecho que Hitler estaba allí, sobre todo Tras los pasos de Hitler, de un reportero argentino. Hay otras fotografías también de Hitler en Sudamérica, en 38


Colombia, posiblemente estuvo en el Ecuador. Por lo que yo sé, murió en Paraguay.

Profesores del Colegio Montúfar junto a docentes de la Facultad de Jurisprudencia, Universidad de Santiago,Chile, 1946

Firmas en el revés de la fotografía

39


Encuentro con un submarino alemán Veníamos de regreso para Ecuador; en la noche salimos de Valparaíso en el vapor Teno. A eso de las nueve de la mañana sonó la alarma y nos obligaron a entrar en los camarotes. Pregunté de qué se trataba… un oficial del barco me dijo que mirara hacia afuera y vi un submarino alemán que nos había atracado. Paró el barco y se acercó. A mis veintitrés años, tenía la agilidad suficiente para meterme bajo un sofá, a unos pocos metros de la entrada del barco pude observar a un marino elegantemente vestido, oficial de la marina alemana, que con dos ayudantes recogió toda la comida del barco y pedía especialmente agua. Los ayudantes abrieron un maletín y sacaron dólares, pagó la comida en dólares y entregó como gratificación otro paquete de dólares. Hablaban en perfecto español. Pidió además que permaneciera el barco inmóvil por una hora, sin comunicarse con nadie, de temer alguna sospecha o ataque, hundiría el barco. La mayor parte de submarinos alemanes estaban en el atlántico, pero algunos como el del ejemplo, en el Pacífico. Transcurrido un año de la capitulación alemana, en Argentina desembarcaron alrededor de ochocientos mil alemanes, otros fueron a los Estados Unidos y a toda Sudamérica en general. Muchos judíos huyeron a Ecuador, yo fui compañero del papá de uno de los más grandes constructores que existen ahora en el país, Schwarzkopf, era un alemán. Compañero, buen amigo, y alguna vez conversé con el hijo en el Quito Tenis y le hice partícipe de la amistad que mantuve con su padre. Me dijo que sí conocía.

40


Trascendencia de mi viaje Me inspiró para mentalizar mi tesis de grado de Ingeniero Civil que la titulé: Vialidad Urbana en la Ciudad de Quito. Diseño y Cálculo del Túnel bajo San Juan. Años después, esta tesis se materializó y la obra sirve eficazmente a nuestra capital. Ese viaje por Sudamérica me llevó a otra conclusión: al graduarme, saldría del país para conseguir mejores oportunidades de ejercer mi profesión. A mi llegada, mis padres invitaron a una reunión con parientes y amigos para que explique mi recorrido. Cuando los asistentes salieron de casa les dije, –hay una cosa importante que la reservé para ustedes dos, «han criado un hijo ambicioso y he decidido no ejercer mi profesión en Ecuador». Tuve la total convicción que debía probar e intentar triunfar en otras tierras. Mi novia Fue a vivir unos dos años en Cali con su familia, llegó a ser una alumna muy distinguida. Cuando resolvimos casarnos, en 1949 le dije: Julieta, se acabaron las visitas diarias, ahora serán solamente semanales, tengo sesiones largas del Directorio del Colegio Nacional Montúfar, me he prometido que los dieciocho alumnos de la especialización Físico-Matemática, no harán preparatoria de Ingeniería, cosa que cumplí, tengo que graduar a esos alumnos, debo seguir dando mis clases en el Colegio, además terminar el sexto año de Ingeniería y completar la tesis de grado; de otro modo no podemos cumplir con lo que nos 41


hemos propuesto, graduarnos, casarnos y salir rumbo a San Paulo, Brasil. Comenzaron las visitas más espaciadas. Pasadas unas semanas del convenio, Julieta me llama al teléfono y me dice: —Quiero hablar una cosa importante contigo. —Habla. —No, tiene que ser personalmente, es importante, ven. Le conté que tenía una responsabilidad más, había sido nombrado Representante Estudiantil de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. —¿Y qué es eso? —Defensor de vagos y esta tarde tengo la primera reunión. –Entonces: estaré a las cinco en punto, tenemos veinte minutos para hablar. Llegué y me dice: –He resuelto no graduarme porque quiero educar personalmente a mis hijos, si tengo un título me dará tentación de trabajar y no quiero entregar a ninguno de los hijos en manos de nadie, quiero educarles personalmente. Por lo que te conozco tú eres suficientemente capaz de mantener el hogar con tu trabajo. ¿Qué contestas? —Me quedé sin palabras y luego le dije. Pero… tú has sido la mejor alumna en la escuela, la mejor alumna en el colegio, los dos años que estuviste en Cali, la mejor alumna, reconocida oficialmente. —No, —me dijo—, la resolución está tomada y prepárate que el próximo viernes me dan la despedida en la Universidad. Le insistí: además, reina de la Universidad, es un absurdo lo que estás diciendo. —No, —me dijo— anhelo que me des muchos, muchos hijos y quiero educarlos personalmente. 42


Y eso lo consiguió, siete hijos educados personalmente, con mucho amor, todos tienen título universitario. Julieta decidió no graduarse, empleando su tiempo en la atención personal a cada uno de sus hijos. Cumplió a plenitud su propósito. ¿Qué me tocaba a mí?... Esforzarme en trabajar, en tener el dinero necesario para mantener bien el hogar. Considero que ese aliciente y ese esfuerzo han contribuido para mi éxito profesional. Logro universitario Egresé de mis estudios el 20 de julio de 1949. El 22 del mismo mes defendí mi tesis oral alcanzando en esa fecha, mi título profesional de Ingeniero Civil otorgado por la Universidad Central del Ecuador. Rumbo a San Paulo Cuando mi padre el Coronel Darío Arteaga Molina era el Jefe de Zona de Guayaquil, conocí al Cónsul cubano Justo Proenza quien venía de ejercer igual cargo en San Paulo, Brasil. Poco tiempo antes de graduarme, el Cónsul visitaba Quito y me trajo un documento que me permitía trabajar en una importante empresa constructora de San Paulo. En septiembre de 1949 salí de Quito rumbo a San Paulo, pero en vez de seguir la ruta lógica: Quito, Guayaquil, Lima, San Paulo, decidí investigar Colombia y Venezuela y luego seguiría por las Guayanas a Río de Janeiro. En Colombia visité Popayán, Cali, Bogotá y Medellín durante dos semanas, continué hacia Venezuela: hice escala en Maracaibo, de donde seguí a Caracas. 43


Me alojé donde me recomendó el Agregado Militar en Quito, José Teófilo Velasco el que años después fue Director de Seguridad Nacional de Venezuela. Salí a recorrer la ciudad; el taxista portugués me indicaba en su incipiente español los sitios por los cuales circulábamos y explicó: «estamus llegandu a plaza Carabubu”, —y seguidamente me señaló—: esta es la esquina Peligru, la siguiente se llama Boleru». Dentro del bolsillo del terno que estaba puesto, había permanecido desde hace semanas una tarjeta que decía: Oficina Técnica Gutiérrez, Carlos E. Daboin, Director Técnico. En el número 14-2 de la esquina Bolero toqué el timbre y pedí hablar con el Ingeniero Daboin, quien me refirió que acababa de separarse de la Dirección de Edificios del Ministerio de Obras Públicas e integraba la Oficina Técnica Gutiérrez S.A. (OTG). Telefónicamente me relacionó con el nuevo Director, el Ingeniero Chatain, quien al siguiente día me ofreció dos cargos en su departamento ministerial. En esos momentos había carencia de profesionales en toda Venezuela. Recomendado por el Director visité el inicio de la construcción de dos enormes edificios, las torres de la avenida Bolívar. Después del almuerzo que me ofrecieron los colegas venezolanos constructores de las torres, llegué al hotel y correspondí a una llamada del Doctor Daboin, quien me dijo: «¿Adónde te mando mi carro?, necesito hablar urgente contigo, anoche firmamos la construcción de un edificio». En su oficina Carlos Daboin me comentó: —se trata de la construcción del Edificio Lotería de Beneficencia Pública del Distrito Federal, quiero que seas el Residente de Obra, ¿cuánto quieres ganar?— Fijamos inicialmente el sueldo de los ingenieros que laboraban en el Ministerio de Obras Públicas. Añadí: tengo un inconveniente, mi visa es de Turismo, legalmente no me permite trabajar. Me dijo que 44


eso no era problema y así fue: en pocos días tenía cambiada la visa de Turista a Transeúnte.

Edificio de la Lotería de Beneficencia Pública del Distrito Federal, Caracas, Venezuela. 1949 -1950. Ing Residente: Bolívar Arteaga Loza

Comienzo por recordar y preguntarme, ¿cómo un tractorista ecuatoriano que trabajaba en la Técnica Gutiérrez en Venezuela, tenía la tarjeta del Director Técnico de la Empresa? Con motivo del terremoto de Ambato, el tractorista Gallardo vino a Quito en uno de los aviones militares de ayuda que dio Venezuela al Ecuador, y en la Plaza del Teatro Sucre examinaba los taxis que allí se estacionaban, justo ese momento salí a la ventana de mi oficina ubicada vecina al cine Variedades e hice contacto visual con Gallardo. 45


¿Se trata entonces, que se debe creer en la predestinación? El contacto, la tarjeta del Director, el recorrido del taxista en Caracas, la firma del contrato, todo convergió para que Bolívar trabaje en Venezuela desde finales de 1949 a diciembre de 1960 y jamás haya ingresado a Brasil, único país de las Américas que no conoce. Quienes influyeron en mi vida. A nivel familiar, mi abuelo Guillermo Loza influyó con sus sanos consejos y la descripción de lo que sucedió realmente, cuando perdió su fortuna. Era un hombre resignado, heredó unos huertitos y compró algunos más en Perucho. Tenía como costumbre, que la mantuvo durante toda su vida, salir a las tres de la mañana en un hermoso caballo blanco; llevaba su cucavi y regresaba en la tarde a rezar el Santísimo Rosario. Cuando perdió casi todas sus propiedades, por el mal manejo y despilfarro de sus dos hijos mayores, mi abuelo estaba tranquilo y daba gracias a Dios. Comenzó con el cultivo de unos pocos huertos y después siguió incrementando propiedades, llegando a tener la apreciable suma de catorce haciendas, los nombres de muchas de ellas nunca supe, de algunas sí, como Pilgarán, Piganta, nombres quichuas, Paltahuco es la de Perucho. Primero: el comportamiento hacia los demás, hacia la gente que estaba alrededor, la manera de tratar a sus subalternos. Él me decía, da a tus trabajadores la asistencia, la ayuda que ellos necesitan, sino les das eso, no puedes tener el derecho de exigir nada. Eso hice y me fue muy bien.

46


Cierto día vino la comadre Rosa con una escritura en la mano y le dijo –Don Guillermo, mi marido falleció, usted le prestó un dinerito, con mi marido muerto yo no puedo pagarle, aquí están las escrituras. La escritura era en aquel entonces el símbolo de la garantía del dinero que se había prestado. Mi abuelo rechazó rotundamente y le dijo, no se preocupe, la propiedad sigue siendo suya y este momento no me debe nada. Y ya no estaba en una posición boyante, había decaído, mis primeros tíos habían dispuesto toda su fortuna, ya la habían disfrutado en sus viajes a Guayaquil a gozar de las monas. Mi abuelo rememoraba sus tiempos y me decía –¡Dios me dio, Dios me quitó, bendito sea Dios, gracias a Dios! No sólo recibí una educación católica, sino también unas buenas maneras: mi abuelo, al que podemos llamar un campesino, se sentaba a la mesa con modales, rezaba sus oraciones, y no permitía ningún desliz de compostura: todo el mundo comía al mismo ritmo, bien sentado, en su lugar, educadamente, no podían conversar con la boca llena y mantenía las reglas de urbanidad más estrictas que se podían dar. Erró naturalmente y lo hizo de buena voluntad, cediendo las propiedades por escritura pública a sus hijos. Mediante ese documento, la hacienda se vendía pocos meses después, y con los fajos de billetes iban a Guayaquil mis queridos tíos. También influyó en mi vida, mi padre, destacado oficial de las Fuerzas Armadas del Ecuador, uno de los pocos que salió, en esos tiempos, a Europa; fue amigo personal de Galo Plaza Lasso. Mereció distinciones como Profesor de la Academia de Guerra, fue Jefe de Zona en Cuenca y Guayaquil. 47


De él recibí instrucciones, datos y ejemplo del comportamiento para hacer mi vida. Propugnaba que yo fuera médico pero rechacé rotundamente eso. Recuerdo que murió un soldado y el cadáver lo encontraron a los cuatro días de fallecido, debían realizar la autopsia. Yo tenía la obligación de asistir al Hospital Militar sábados y domingos, me vi obligado a participar de la autopsia. Regresé a mi casa, y para el almuerzo mi madre me tenía preparado un riquísimo bistec, el que físicamente, no fui capaz de comerlo; fue la oportunidad para decir definitivamente –no voy a ser médico, mi organismo no resiste, no tengo afición. Nunca creo a primera vista, siempre verifico y cuando estoy seguro de que es así, afirmo, es otra de las cosas que aprendí de mi padre. Mi madre se suma a quienes han influido en mi vida. Cariñosamente me daba consejos de como portarme con mis compañeros, con mis amigos, con las mujeres, fríamente me hablaba de sexo y me indicaba lo que debo hacer y lo que no, cómo debo comportarme. De carácter enérgico pero caritativa. Le encantaba brindar una buena comida, hacer unos ricos dulces, un buen café con golosinas para sus hijos, para su familia, para sus amigos. Cocinaba muy bien. A Julieta le dio algunas recetas de cocina, le enseñó, —mijita eso no se aprende con los libros —le dijo, —sino haciendo, ven a hacer. Mi madre hacía su pastel de crocante, su especialidad en dulces, mandaba a regalar a la casa, o enviaba un pastelito de crocante para cada uno. Era la actitud de mi madre. Ella falleció en enero de 1997 en casa de mi hermana Aída. Papá falleció antes. 48


Doña Rosario Loza Estévez Madre de Bolívar

49


Me recomendaba educación, cultura, buen trato y respeto para la mujer. Me decía mi hijito querido, todo tiene su tiempo, todo tiene su por qué. Mi abuela me mantenía amorosamente cuando estaba con ellos en Paltahuco. Mi abuela Hortensia, de parte de mi padre, las veces que la visitaba, me recibía con mucho cariño; también recuerdo con afecto a mi tía Rosa Matilde, hermana de mi padre. En el ámbito profesional he recibido influencia de: Silvio Gutiérrez Méndez, Carlos Daboin, Pérez Jiménez y de Sixto Durán-Ballén. De ellos recibí consejos y enseñanzas. Silvio Gutiérrez me refirió que estudió seis años de Medicina para dar gusto a su progenitor, le aconteció algo parecido a mi historia, y Carlos Daboin estudió Farmacia, pero los dos siguieron por su cuenta Ingeniería Civil. De Silvio Gutiérrez aprendí mucho: cuando yo estaba dirigiendo la construcción de la carretera Panamericana, en su primera visita me dijo: Mi querido Bolívar, quiero que al salir de aquí, al terminar esta obra, esté gozando de perfecta salud; lamentablemente usted es de temperamento nervioso y quiere cumplir todo y hacer todo. Al acostarse deje hecho su plan de trabajo. En la mañana tiene cinco cosas que hacer: dos importantes y tres sin importancia, ¿qué realiza primero?, ¿cómo desarrolla su plan de trabajo? Simplemente usted hace las cosas sin importancia y se reserva lo importante para después. Siendo importantes no va a dejar de hacerlas. Si usted hace las cosas importantes y se prolonga, tal vez de las tres cosas sin importancia solamente hace una. No cumple el programa. 50


Tanto Daboin como Silvio Gutiérrez me mandaban libros para que estudie, –haga el resumen y dicte la conferencia–, con día y hora. Me obligaban a estudiar, me mandaban a diferentes cursos. ¿Quién de los ingenieros nacionales, da ese impulso a sus colaboradores? Para ellos guardo mucha gratitud, llevo un excelente y permanente recuerdo. El Dictador Pérez Jiménez me hizo sentir que para él, valía. Eso fue una ayuda, un impulso en mi vida profesional.

Bolívar a la izquierda frente a su padre Darío, en un combate de esgrima deportiva.

51


Bolívar Arteaga, el Gral. Guillermo Rodríguez Lara y Ricardo Arteaga, durante el homenaje de reconocimiento al General por sus labores. ESPE, Junio 2018


Relación con personajes destacados Durante mi vida profesional, no solamente he tenido contacto con profesionales de la construcción, sino también con personajes relevantes como los que a continuación relato. Sixto Durán Ballén Un hombre con el que tuve entrañable amistad; cuando fue Alcalde fui uno de sus Concejales. En un libro que editó sobre su trabajo como arquitecto, en el que reconoce mi participación en sus obras; es interesante notar que en la dedicatoria aparecen dos fechas: una cuando decidió obsequiarme el ejemplar y otra en la que recibí el libro que lo tenía guardado. En el año 1974, por pedido de él, tuve la oportunidad de cristalizar mi tesis de grado: construí los túneles de San Juan y El Placer, que sirven a Quito. La amistad con Sixto se originó cuando éramos alumnos del Colegio La Salle. Fui compañero de su hermano César; pero con Sixto fue con quien realmente tenía mayor amistad. General Guillermo Rodríguez Lara Somos de la misma edad, nos conocimos en el año 1937, mientras nos preparábamos para entrar al Colegio Militar Eloy Alfaro. Parte de nuestro entrenamiento físico lo hacíamos en el barrio La Tola, recorríamos por la antigua 53


línea de ferrocarril al norte cruzando el río Machángara. Él ingresó al Colegio Militar, yo continué en el Colegio Mejía. Recuerdo muy bien cuando el Comisionado de los Scouts de Canadá, de visita por América Latina, me solicitó establecer contacto con nuestro Presidente. El ataché no sabía cómo anunciarme: doctor, arquitecto, economista… entonces Guillermo intervino y dijo: sigue adelante, tengo mucho gusto en recibir al Comisionado Scout del Canadá y al Ingeniero Bolívar Arteaga, Comisionado Scout del Ecuador. El 14 de enero de 2017, estuvimos con un grupo de oficiales cuando le hicieron un homenaje a Guillermo Rodríguez Lara, una ceremonia destacada, en la que pidió nos tomaran una fotografía. Conservamos una buena amistad, de prácticamente ochenta años. Oswaldo Muñoz Mariño Contemporáneo mío. Muy capaz e inteligente y de una habilidad extraordinaria con su mano derecha. Se sentaba en cualquier sitio que le agradaba y en pocos minutos tenía pintado lo que estaba mirando. Enormemente cordial, agradable en la conversación, tomador del pelo, siempre buscaba algo para reír, gran contador de cachos. Su esposa Cristina, una dama mejicana, conserva las reglas de urbanidad en forma extraordinaria, muy agradable al trato, directa en sus conversaciones… considera atentamente a sus amigos e invitados. Oswaldo, pintor de fama mundial, regaló la Casa de la Acuarela al Muy Ilustre Municipio de Quito, pero ¡oh sorpresa!, le embargan la casa por no pagar impuestos. Cristina, enojadísima preguntó: – ¿quién paga aquí, en el Ecuador, 54


impuestos por una casa que no le pertenece? Hemos regalado esa casa que fue nuestra.

Aída Arteaga de Novillo, Bolívar, Oswaldo Muñoz Mariño, Mauricio Novillo (sobrino de Bolívar)

Tuve una larga y gran amistad con Oswaldo, en 1943 iniciamos los estudios de Ingeniería Civil, porque la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central era tan mala, que dijimos aquí no vale la pena seguir estudiando y pedimos que nos convaliden la matrícula para seguir Ingeniería. En esta facultad fuimos compañeros por tres años, sentados en la misma banca. Una ocasión, él estaba al lado derecho y yo 55


estaba junto a la ventana; esto ocurrió mientras el profesor nos daba la clase de órdenes arquitectónicos y estudiábamos las ancestrales columnas: dóricas, jónicas y corintias. Dio la explicación y dijo: —Lección y tarea para la próxima clase, me van a indicar los órdenes a los que corresponden estas columnas que están aquí en la Universidad; estábamos frente a la Iglesia del Sagrario, junto al Palacio de Carondelet. Oswaldo dice: —Déjame sentar allá en la ventana, sacó su cuaderno y dibujaba mientras el profesor seguía dando su clase. Al terminar, salíamos junto al profesor y Oswaldo le dice: —¿Esto es lo que quiere? — ¿Y usted cuándo lo hizo? —En este momento. —¡Con mentirosos no trato ¡Demuéstreme!, ¡dibuje! Y Oswaldo terminó rápidamente. De ese suceso nos acordábamos varias veces. Fuimos compañeros hasta el segundo año de Ingeniería. Él se estableció en México, donde obtuvo su título de Arquitecto y después fue profesor en dos universidades. Para ser catedrático a ese nivel en el país azteca, se necesita mucha altura. Oswaldo me contó algo que sucedió cuando visitó Rusia, en tiempos de Stalin. Estuvo en la Plaza Roja, montó su caballete en una acera y comenzó a dibujar. Llegó un guardia y le dijo: — ¿Qué hace aquí? —Estoy pintando. —Se va detenido... ¿Usted puede pintar en el Kremlin? Y le llevaron, tomó por varios días contacto con Stalin y su esposa y les realizó algunas pinturas. 56


Oswaldo fue un notable dibujante y acuarelista reconocido internacionalmente, viajó por muchos años alrededor del mundo auspiciado por la ONU. General Luis Jácome Amigos del barrio La Tola desde adolescentes. En el golpe militar contra Velasco Ibarra en 1972, el General Luis Jácome, por estar revestido de la primera antigüedad, debía hacerse cargo de la Presidencia de la República. Lucho fue a casa por su uniforme de gala y Guillermo Rodríguez Lara, en uniforme de campaña, se adelantó y se posesionó del poder; seguidamente Luis fue nombrado Embajador en Venezuela y ejerció el mismo cargo en España. General Carlos Rodríguez Arrieta Muy joven, siempre, para alcanzar las posiciones a las que fue ascendiendo este singular amigo. Está casado con Rosario Cabezas con quien ha procreado tres hijos. En la Escuela Politécnica del Ejército obtuvo el título de Ingeniero Civil y en el 2006 era ya Comandante del Cuerpo de Ingenieros, institución en la que Bolívar tuvo la oportunidad de hacer amistad con él y mantener conversaciones de carácter técnico. Del 2010 al 2013 permaneció como Rector de la ESPE, y en el 2016 llegó a ser el Jefe del Estado Mayor del Ejército Ecuatoriano, cargo que mantuvo hasta el 2017, pero los avatares de nuestra mala política lo separaron. La estrecha amistad que sigue manteniendo Bolívar con el actual profesor de Posgrado de la Universidad de las Fuerzas Armadas ESPE, podrán generar agradables frutos. 57


Alejandro Segovia, Ingeniero Civil Destacadísimo calculista, la biblioteca de la ESPE lleva su nombre. Realizó los cálculos del edificio La Licuadora en Quito, proyecto del Arq. Diego Ponce Bueno y en el que yo fui el constructor. Cuando Alejandro era Rector de la Universidad Central, le hice una visita, me refirió que necesitaba un profesor de Estructuras. En unión del Decano, me llevó al aula donde los estudiantes esperaban al profesor, con ellos comenté algunas experiencias de mi vida profesional como la de fundir hormigón bajo agua. Compromisos de trabajo, me impedirían seguir en la cátedra en la que se me había introducido. Regresé al rectorado, le dije: –Alejandro perdóname, agradezco la designación, no puedo seguir, tengo responsabilidades fuera de Quito Y así es como fui profesor universitario por una hora. Mi casa en Caracas, tiene un barranco de unos 25 m donde hice una estructura. Cuando Alejandro la vio, manifestó su sorpresa: era una losa en volado que en la parte posterior la rellené con tierra, para hacer contrapeso. Alejandro me interrogó, – ¿qué luz tiene ese volado? –Cinco metros con 40, le dije–.¿Y si alguna vez bailan aquí?, dijo. –Lo inauguré con unos 120 bailarines, le respondí. Se devolvió y me abrazó. Labores similares hice en otras tres casas en Caracas y una en La Paz, Bolivia. Galo Plaza Mi padre cuando era subteniente le nombró Director del grupo de estudiantes del Colegio Mejía que recibían instrucción militar los sábados de cada semana. Allí trabaron amistad. 58


En la Casa Ecuatoriana en Caracas tuve contacto con él cuando fue a pedir apoyo para su segunda presidencia, a los numerosos residentes ecuatorianos que vivíamos en Venezuela; al momento de presentarme, escuchó mi apellido y me preguntó si conocía al Coronel Darío Arteaga, le dije que era mi padre, se mostró muy afectuoso conmigo. Pasamos horas conversando. La oficina Técnica Gutiérrez le brindó un coctel en el Hotel Tamanaco y para su regreso a Ecuador lo llevé en mi auto, de Caracas al aeropuerto. En Quito hice varios contactos con él, incluyendo visitas en el Hospital Metropolitano antes que fallezca. Rosalía Arteaga Serrano Tuve la oportunidad de hacer amistad con Rosalía Arteaga, yo venía de una reunión de trabajo en el Swiss Hotel, y acudí a un cóctel en el que, ese día, la todavía Presidente de la República, era homenajeada, me presenté y ella me dijo ¡ahh! usted conoce a Jorgito Arteaga, le dije –es mi tío. – ¡Ah usted es el sobrino!-; llamó a su secretaria y me pidió que fuera a visitarla en la presidencia, no lo hice pues estuvo muy pocos días en esa función. Me comentó que somos de los mismos Arteaga y de los que hay en Chone. Rodrigo Borja Conozco a este expresidente porque fue compañero de colegio de mi hermana Olga, que reside en Nueva York. Alguna vez nos encontramos atravesando desde Bahía de Caráquez a San Vicente. Viajamos juntos en la gabarra, le invité y permaneció muy poco tiempo en nuestro condominio de Puerto Lacruz, me dijo que lo que le gustaba era pisar la arena de la playa, cosa que especialmente agradaba a su esposa. 59


Nos reímos un poco la última vez que lo visité en su espléndida residencia en Quito, al ingresar le pregunté: ¿Saludo con Diego o con Rodrigo? Esto fue a propósito de algo que sucedió mucho antes. Estaba Rodrigo Borja con un amigo en la calle, frente a su oficina, en los tiempos del gobierno de Velasco Ibarra a quien él siempre estaba fustigando (Velasco Ibarra logró meterlo preso, lo tuvo en el panóptico). Esa ocasión fueron con la intención de llevarlo detenido, dos detectives que no le conocían le preguntaron: — ¿Doctor Rodrigo Borja? —No, yo soy Diego Borja, mi hermano Rodrigo está en la oficina, en el tercer piso al frente, vayan a buscarlo allá —y así fue como se escapó. Este recuerdo nos provocó risas. General Marcos Pérez Jiménez. Pérez Jiménez era un militar, aparentemente muy tranquilo, de una memoria extraordinaria, de un conocimiento práctico de la vida y una voluntad de hierro. Al parecer nunca se exasperaba en el mando, sus decisiones eran tremendas, ya se verá cuando ejecutaron a los 32 complotados que pretendieron secuestrarlo y según declaraciones, matarlo. Mi primer encuentro con este personaje fue en la Panamericana, en Venezuela. Hice una relación larga y beneficiosa, con el dictador Marcos Pérez Jiménez. Tuve numerosos encuentros profesionales con el citado Presidente: durante la construcción de la Panamericana en el sector Colón - La Fría - El Vigía; en la construcción de Puerto Ayacucho, Territorio Federal Amazonas; también cuando expresó su amplia apertura para la ejecución de las viviendas vacacionales para los empleados públicos del 60


Distrito Federal, Caracas, proyecto de Bolívar que se realizó con extensos y reconocidos agradecimientos para su autor..

v

Marcos Pérez Jiménez en su alocución al haber sido juramentado como «Presidente Constitucional» por el Congreso de Venezuela. 2 de diciembre de 1952

Por motivo de esas obras, Bolívar tuvo oportunidad de dialogar en muchas ocasiones y por largas horas con este dignatario que se mantuvo en el poder por diez años. En el transcurso de mis Memorias, este personaje aparecerá en varias ocasiones.

61


Fidel Castro Ruz El encuentro con Fidel Castro fue ocasional. Conocía que Fidel Castro había terminado sus combates en la Sierra Maestra. Se estableció en La Habana y en su primera salida al exterior fue a Caracas. Uno de los sábados que dedicaba a mi familia, salimos por las afueras de la ciudad; estábamos en una lonchería y coincide que apareció esta figura tan importante en esos momentos. Fidel Castro, caminaba en traje de campaña junto a unos pocos colaboradores, pasó cerca de nuestra mesa y se acercó muy atento; le invité que se sentara, agradeció por un helado de coco, todos sus camaradas pidieron igual, me dijo que lamentaba no poder quedarse más tiempo. Estuvimos juntos unos 15 minutos. Muy preguntón, quiso saber varias cosas de mí, le conté que era un ecuatoriano residente en Venezuela y dijo que iría por Ecuador. Promesa que cumplió el año 1971, atendiendo a una invitación del Presidente Velasco Ibarra. Rafael Caldera, Presidente venezolano Hice relación con Rafael Caldera cuando yo estaba construyendo carreteras vecinales en Venezuela. Los días lunes a las cinco de la mañana, tomábamos el mismo avión, conocido como La Lechera, en el aeropuerto de Maiquetía: yo me quedaba en una estación anterior a la que iba Rafael Caldera, que en aquel tiempo era profesor en la Universidad de Mérida. Los viernes regresábamos y como ya nos hicimos amigos me traía revistas, libros, publicaciones universitarias; yo le agra62


decía con cachapas, miel de abeja, frutas, que conseguía en el campo. Una relación muy agradable.

Rafael Caldera en 1956.

Después, su chofer me recogía de mi casa los lunes e íbamos al aeropuerto. Regresábamos a Caracas los días viernes. Un domingo en la noche me llamó y me dijo: –Bolívar, estoy sin carro, un automóvil tiene mi hijo fuera de la ciudad y el otro le chocaron ayer—. Le dije: Yo te recojo. Dejamos encargada nuestra casa a unas monjitas que vivían al lado y Julieta fue manejando y nos llevó al aeropuerto. 63


En 1968 ya vivía en Quito, era accionista fundador de la Mutualista Benalcázar y fui a un Congreso de Mutualistas en República Dominicana. Al regreso, al hacer escala en Caracas me informé que Rafael Caldera fue electo Presidente. Estaba en una casa de un barrio residencial, la que habían alquilado para conformar el gabinete entrante en los tiempos de la buena Venezuela. Rafael me recibió con grandes abrazos. Recordamos nuestros viajes de los lunes y viernes. Euclides Miranda Hourné Conocí a Euclides en 1949 cuando en nueve meses construimos, él como Director, yo como Residente de Obra, el Edificio Lotería de Beneficencia Pública del Distrito Federal: 1.800 metros cuadrados por planta, 11 plantas. Fue el primer jefe que tuve en Caracas. En el Ministerio de Obras Públicas, Euclides fue el Director de Mantenimiento Vial y luego ocupó la Dirección del Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS), ejecutando una de las más connotadas obras sanitarias de Caracas: el Río Guaire, que después de ser colector de aguas servidas regresó a ser un límpido río bordeado de jardines. Años después cuando ya residía en Ecuador, hacía frecuentes visitas a Caracas colaborando profesionalmente con mi cuñado Alfonso en sus contratos. En una de esas visitas tomé contacto telefónico con Euclides y recibí una invitación a almorzar para el día siguiente. En la mañana fui a Migración para obtener mi salida del país, ya que había perdido mi Visa de Residente y tenía Visa de 64


Negocios. Dos agentes de la renta instalaron un tribunal y establecieron un impuesto que superaba los 35.000 dólares. Entonces, pedí permiso para usar el teléfono que estaba muy cerca y hablé con Euclides Miranda en voz alta, le pregunté a qué hora debía ir al almuerzo con Carlos Andrés Pérez, Euclides me dijo: ven a mi oficina a la hora que quieras, te esperamos con el ex presidente y cerró el teléfono, pero yo seguí hablando. Los agentes me preguntaron que si se trataba del Presidente saliente y del conocido Euclides Miranda… si los señores eran mis amigos... Les dije que iba a almorzar con ellos y que luego regresaba a las 3 pm… hasta ahora no regreso. A Euclides le narré lo acontecido, me ofreció arreglar el asunto directamente. A la mañana siguiente, muy temprano, fue a la casa del Ministro del Interior y consiguió una tarjeta personal dirigida al Jefe de Extranjería donde le pedía que renovara la Visa de Residente a Bolívar Arteaga Loza, trámite que se cumplió en minutos, pues, quien tiene padrinos se bautiza. Guido Taborda Un personaje colombiano que me ha brindado su amistad. Es un notable abogado, Decano en dos diferentes universidades de Bogotá. Su mujer, Amelia Jaramillo de Taborda, prima de Julieta, tiene tres títulos universitarios y es una persona entrañablemente querida. Silvio Gutiérrez En la Oficina Técnica Gutiérrez, yo dependía directamente del Presidente; el mayor accionista era Silvio Gutiérrez Méndez, Ingeniero Civil. Cuando asumió el Ministerio de Fomento, Carlos E. Daboin recibió la Presidencia de la OTG. 65


Silvio lucía siempre la sonrisa en sus labios y era absolutamente firme en sus decisiones. Una de las dos únicas veces que fue a las obras, en los cuatro años que permanecí construyendo la Panamericana, me dio algunas lecciones importantes. Estábamos haciendo una inspección de la vía, y encontró que habíamos iniciado un nuevo método de peinar los taludes con un tractor: era económico, muchísimo más rápido y daba excelentes resultados; había que tener cuidado por los accidentes que podían ocurrir, solo se podía hacer en determinados ángulos del talud. Silvio Gutiérrez vio lo que se estaba ejecutando, en ese momento se acercó el jefe de máquinas, muy cordial y educado, excelente tractorista, Manuel González Ochoa; Silvio inició el reclamo –¿Manuel qué están haciendo?–… y se dio cuenta y me dijo: –el único que manda aquí es Bolívar Arteaga, yo soy un simple observador, explíqueme por favor que es lo que están haciendo. Le expliqué y me dijo. – ¡Excelente!, yo iba a meter la pata doblemente, primero porque iba a contradecir una cosa magnífica que están haciendo y segundo quería imponer órdenes, cuando el único jefe en este lugar es Bolívar. No solo que trabajé en la constructora del Ingeniero Silvio Gutiérrez Méndez, fui su amigo. En esos tiempos la OTG era la segunda constructora en Latinoamérica, cuando la primera era VICA, también venezolana. La última compra de maquinaria que hizo la Técnica Gutiérrez: 100 máquinas Caterpillar, como que si nada. Carlos Daboin Estudió Farmacia, también para dar gusto a su padre…Paralelamente se graduó de Ingeniero Civil. Era muy observador. A él me refiero varias veces en estos relatos. 66


Euclides Miranda, Raúl Henríquez y yo, fuimos los tres Directores de la OTG, a la caída del régimen de Pérez Jiménez. Raúl Henríquez Asprino Gerente General de Siderúrgica del Orinoco, algo más que ser Ministro, en una de las minas de hierro más grandes del mundo que existe en cerro Bolívar. Por eso construí bajo contrato personal, en Puerto la Cruz, el Nuevo Muelle Comercial de Guanta: para el ingreso de vagones de ferrocarril cargados de mineral de hierro destinado a exportar, a través de barcos acoderados allí. Cuando ya residía en Ecuador, las veces que viajaba a Caracas, tomaba contacto con Raúl Henríquez, quien en una ocasión me dijo –amigo, tienes a la orden un DC3… y con una veintena de amigos pasamos casi una semana en la Siderúrgica del Orinoco, sus minas, fábricas y fundiciones. Otras amistades Otro amigo: Justo Proenza, cónsul de Cuba en Guayaquil, me proporcionó el ingreso para trabajar en una importante constructora de San Paulo, Brasil, donde también fue cónsul.

67



Encuentros especiales Durante los años que permanecí en Venezuela tuve la oportunidad de tener una útil relación laboral con destacados profesionales del país y de muchos lugares del mundo. Esta relación se verá retratada a lo largo de estas Historias de Mi Vida. Exclusivas amistades El destino hizo que en Caracas, en la misma Calle Suapure de Colinas de Bellomonte, donde construí mi vivienda; el Ministro de Defensa alquilara la propiedad colindante con la mía, hicimos amistad y varias noches participamos con su grupo jugando partidas de dominó. El Director de Justicia Militar, al igual que el Canciller de la República, eran propietarios de sus quintas en la mencionada calle Suapure (río afluente del Orinoco); como buenos vecinos, hicimos amistad. En Perú mantuve una especial relación con los ingenieros peruanos Pedro Espejo y Rodolfo Banchero, destacados hombres de negocios y técnicos de primera línea. De ellos hablaré seguidamente. Sistema TRACOBA en San Carlos, Quito Rodolfo Banchero es uno de los más grandes constructores del Perú… Lo conocí en Lima en el VIII Congreso Mundial 69


de los Scouts, evento al que asistí en calidad de Comisionado Internacional de los Scouts del Ecuador. Rodolfo me visitó varias veces en Quito y en mi casa de Bahía, donde conocí al Ingeniero Pedro Espejo. Ellos compraron la patente de TRACOBA y con ese sistema construían viviendas en Lima y Huancayo, Perú. Hice amistad con el Presidente de la Junta Nacional de la Vivienda (JNV). Era un momento crucial para Ecuador pues se iniciaba la era petrolera. Invité al Presidente de la JNV a Lima a ver el método TRACOBA, le agradó y suscribimos el contrato para 180 viviendas en San Carlos, Quito. Tomé contacto con Rodolfo y Pedro, fabricaron los moldes en Lima y me mandaron un ingeniero experto en la técnica, hasta que adquiramos la experiencia suficiente. Pedro Espejo, tenía por cargo la asesoría técnica en construcciones de las FFAA peruanas. En Perú también había un gobierno militar. Llegó el momento de construir las viviendas y no tenía los moldes, viajé a Lima. La oficina de Banchero estaba cerca del aeropuerto y fui directamente a las oficinas de Rodolfo. Encontré a Banchero reunido con dos Ministros de Estado, cuando la reunión llegaba a su fin Rodolfo improvisó un coctel e invitó a estos caballeros, Pedro Espejo llegó al coctel bastante tarde. Me llevó aparte y me dijo: —acabo de separarme de mi cargo con los militares, tuve un fuerte altercado con el General en Jefe. No regresaré allá, quedamos disgustados. Pedro, muy inteligente, capaz, rápido en sus decisiones; cuando me llevó al hotel, conversamos y veía el panorama 70


ecuatoriano muy prometedor en el campo de la construcción. Decidió venir a Quito conmigo a trabajar. Al día siguiente en el aeropuerto de Lima con gran autoridad se refirió a mi como el alto Comisionado Internacional del Escultismo y que debía pasar el control aduanero sin revisión alguna, prácticamente él ordenó y pasé con el maletín que me encargó y cuyo contenido desconocía. Esa valija tenía dólares, que me pidió los depositara a mi nombre. Los consigné en La Previsora y el Banco Pichincha. Al extenderle el recibo por esa apreciable cantidad de dinero me increpó: —el momento en que Bolívar me traicione, el recibo no sirve para nada, sé con quién estoy tratando. Regresó a Lima, vendió su maravillosa residencia y trajo todo ese dinero; personalmente depositó en mis cuentas bancarias, el propósito era invertir en proyectos de vivienda y desarrollar el naciente Puerto Lacruz, en San Vicente, Manabí. Habían transcurrido dos semanas que Pedro vivía en Quito y recibió una llamada telefónica desde Lima: se transfiguró. Su esposa había sido encarcelada. Sin más, salimos al aeropuerto, él viajó y en la madrugada recibí una llamada en la que me decía que tenía orden de permanecer en el país. El Gobierno le obligó a recomprar su casa, y Bolívar perdió la oportunidad de esa gran inversión para construcciones en Ecuador. Demoré casi un año en regresar ese dinero al Perú. Me mandaba emisarios a recogerlo por partes. Establecimos claves para los envíos. A los seis meses, aparentaron que debían realizar una delicadísima operación a su mujer en Estados Unidos, salieron los dos del Perú después de entregar garantías. Me 71


contó que le costó mucho trabajo conseguir el certificado de la operación, que nuca se hizo. Ella se quedó en EEUU y a su regreso él pasó por Quito, le entregué el saldo de sus dólares. Años después recibí una visita que realizó junto a Rodolfo Banchero. Volviendo al sistema constructivo TRACOBA. Este método sirve para edificar un piso por día. Se fragua hormigón en un ambiente húmedo y caliente: en el ambiente de la construcción se instala una máquina que produce vapor de agua, se recubre con lona y se mantiene en este sector por unas doce horas. De este modo fragua y se obtiene por lo menos el 40% de la resistencia del hormigón. Esto acorta los tiempos de trabajo, se puede seguir laborando enseguida la estructura del edificio. El conjunto habitacional San Carlos fue un proyecto de la JNV, en el que aplicamos algunas técnicas diferentes a las conocidas, el sistema internacional TRACOBA, una de ellas. Los moldes del sistema TRACOBA, quedaron en la frontera por más de un mes porque en ese momento había tensiones diplomáticas y militares entre Ecuador y Perú. Recibí el airado reclamo del Presidente de la JNV, quien en términos poco agradables me enfatizó que iba a rescindir el contrato. Los otros constructores que formaban parte del grupo de contratistas de San Carlos estaban en el segundo y tercer piso, yo estaba en cimientos, no podía hacer más. Le dije en aquel momento que los moldes se encontraban en la frontera; fue y habló con el General Rodríguez Lara y ¡oh sorpresa!, me dijo que por qué no le dije antes, que el Presidente era mi amigo. Y en 24 horas estaban los moldes en la construcción. 72


Decidí iniciar la edificación frente al constructor más avanzado, quien estaba encofrando el tercer nivel de la estructura. Aconteció que en una semana construí los cinco pisos, ejecutábamos un piso por día; le invité entonces al Presidente de la JNV y le mostré que el método daba resultado: felicitaciones, agradecimientos y disculpas por el mal trato al constructor «atrasado». Intervine con otro método personal: las paredes las fabricaba en el piso, fundiendo hormigón alivianado con piedra pómez y malla metálica. Es más fácil elaborar horizontalmente la pared, en el piso, que en sentido vertical. A los pocos días de fundida se la levanta fácilmente. Los hierros salientes dejados en las columnas y la losa se soldaban y la unión entre columna y pared prefabricada se hacía con masilla. Esto coadyuvó a la velocidad del trabajo. La otra técnica aplicada que dio excelentes resultados fue el uso de ACEROS PRETENTOR, cuya base es el mejoramiento de la resistencia de los refuerzos metálicos de construcción, mediante la torsión de las varillas. Formamos una sociedad: Aceros Pretentor, una industria que se sustenta en la patente que adquirimos en Panamá. Con este principio se usa menos hierro en el hormigón armado, abaratando la construcción. Todos los apartamentos edificados por mi firma en San Carlos, fueron ejecutados con Aceros Pretentor. Arquitecto Gatto Sobral Vino a Quito desde Uruguay en compañía del Arquitecto Jones Odriozola para elaborar el primer Plan Regulador de la 73


capital. Bolívar siendo aún estudiante, consiguió trabajar en el Municipio llevado del propósito de aprender de primera mano de estos dos importantes profesionales uruguayos. Cumplida la misión, Odriozola regresó a su país y Gatto Sobral contrajo matrimonio y permaneció en Ecuador hasta su muerte. Constituida la empresa Aceros Pretentor, años después, Gatto era el Gerente y Bolívar su Presidente. Bolívar tuvo un trato muy cordial con este destacadísimo Arquitecto, una excelente relación empresarial, además de la amistad personal. Aceros Pretentor Había regresado de Venezuela. Con varios amigos y profesionales fundamos la empresa Aceros Pretentor. Se basa en una simple operación: torcer hierro mediante una máquina que da la vuelta a la izquierda y a la derecha, en un número determinado de vueltas teníamos un acero torcido con una resistencia de unas tres veces el original. Con ese acero están construidos los 180 departamentos de San Carlos, que no han sufrido daño alguno en los sismos que han habido en Quito. Cuando falleció Gatto Sobral, que era el Gerente, lo sustituí, hasta que el INEN que tenía normas que eran una simple copia y traducción de las normas norteamericanas, nos cuestionó el uso de esa calidad de varillas en el país; porque en esos patrones no había Aceros Pretentor, ¡Qué mentalidad! ¡Qué falta de interés por mejorar la patria, qué pobreza de espíritu! Es muy difícil establecer nuevos métodos, nuevos sistemas, nuevos productos. En otros países como España, Perú, Panamá y otros estados centroamericanos, usan este hierro configurado, denominado Aceros Pretentor. Sin darme razones nos obstaculizaron su uso. Eso es Ecuador, nos presionaron, cerré la fábrica. 74


Arquitecto Diego Ponce Bueno Se graduó en Brasil y trabajó allá un tiempo. Fue el diseñador de La Licuadora y de numerosísimos edificios en Quito. Tomé mi primer contacto con él cuando formamos Aceros Pretentor en donde Gatto Sobral era el Gerente, Bolívar Presidente y Diego Ponce uno de los accionistas. Años después junto a Diego, constituimos con profesionales chilenos la Constructora del Pacífico. Diego Ponce fue un personaje destacado: fue Ministro de la Vivienda por algunos años en Ecuador. El Alcalde Del Castillo Jaime del Castillo fue mi compañero en el Colegio Mejía, sus hijos son mis actuales buenos amigos. Aunque no tuve ningún cargo oficial, en casi todos los recorridos le acompañaba al Alcalde, asistía, por la amistad que tenía con Jaime; empecé a sugerirle los pasos a desnivel en la ciudad de Quito, se hicieron algunos, en San Blas, la Alameda, los primeros que se hicieron en La Ye. Algunos son deprimidos otros son elevados.

75



La buena Venezuela Churuguara En 1952, me llevaron a Churuguara para enseñarme a construir carreteras. Allí tuve una de mis mayores angustias cuando debíamos salir de vacaciones a Caracas. Tenía experiencia de dos meses en la construcción con maquinaria. Me hacían preguntas que casi no sabía contestar, tenía los estudios teóricos que se reciben en la universidad, pero experiencia de construcción, ¡en absoluto! Fui a dar un recorrido, a ver como andaban los estudios de una carretera que teníamos en proyecto; sufrí un cólico fantástico, pedí al chofer que parara el jeep, estuve revolcándome del dolor en un potrero, de donde salí engarrapatado, bueno… pasó el cólico; los ayudantes que salían al día siguiente conmigo a Caracas me pidieron ir a despedirnos del médico de la compañía, tiene unos exquisitos vinos, dijeron. Era un médico italiano, uno de los miles de inmigrantes que llegaban en esa época a Venezuela. Luego de saludar, conversamos y nos brindó unas copas de vino; cuando le iba a aceptar, me quedó viendo a la cara, me retiró la copa y me dijo: —Cosa ti sucede? —Le conté la historia de la mañana, me examinó en una camilla que tenía junto a la sala de recepción y dictaminó: —appendicite acuta, operazione inmediata, —me llevó luego al hospital y me mostró una serie de operaciones que había realizado, 77


quedé asustado con el problemita, iría al campamento y al día siguiente, a las ocho de la mañana me operaría, no permitió que viajara en jeep; fue con su automóvil e indicó al chofer que durmiera en la habitación contigua a la mía; llevó una campanilla para que yo tocara al primer dolor que tuviera y el chofer saldría con el jeep y el iría con su auto para trasladarme. No sucedió nada en la noche y me operaron a las ocho de la mañana; cuando me iban a poner la máscara para la anestesia, le pregunté si podía operarme sin anestesia, -¿quién le iba a asistir en el control de la anestesia?, –me dijo que él había operado en la guerra numerosos casos, inclusive en las trincheras, había estado en Abisinia. La madre Teresa, que asistía en el hospital, se desmayó; la gente que estaba afuera tuvo que socorrer a la monjita. El asistente del médico fue el portero de la “clínica”. Esa operación que normalmente dura unos veinte minutos, duró desde las ocho a las once de la mañana. Decidí hacerme sin anestesia, porque no había el anestesista. De las veces que había asistido al Hospital Militar en Quito, sabía que se necesitaba quien controle. En la noche anterior, me di tiempo para escribir una carta a mi mujer que estaba en Caracas, y otra a mi madre en Quito, confié esas dos cartas al Administrador, para que las enviara en caso de que falleciera. Suspendidas las largas colas en Caracas A los inicios de mi estadía en Venezuela, mi mujer necesitaba cambiar su pasaporte de Turista a Residente… pero la cola era de una manzana y daba la vuelta otra manzana... unas 800 personas, dormían allí. Yo dije: Julieta no duerme aquí. Pedí permiso para pasar donde el Jefe de Inmigración, me presenté y le dije quiero dar una ayuda a Venezuela. ¡Un extranjero que quiere dar una ayuda!. Le dije: Esta cola, debe llegar a las ochocientas personas, hay manera de cambiar. 78


–¿Tú sabes hacer eso? –Creo que sí… –¿Cuántos cedulados despachan por día? –Y para qué esa pregunta, –para dar la solución-… dijo –unos quinientos. –Muy bien en vez de que hagan la cola, siguen, anotándose, llegan a los 500 para el día martes, otros 500 para el día miércoles y así otros 500 para el día jueves. Y señalan aproximadamente a los primeros 250 en la mañana, los 250 en la tarde… cola de medio día, no de dos días durmiendo aquí, satisfecho Sr. director, ¿le parece bien?– … Se levantó del escritorio y me dio un abrazo; se implantó mi solución al problema.. Al día siguiente fui con Julieta , hicimos la cola y le dieron un turno para el viernes en la tarde y arreglado... La Fría - El Vigía Constituye un sector de la carretera Panamericana de Venezuela. Fui a reemplazar al Ingeniero Director de esa carreta, que salía de San Cristóbal los días miércoles y llegaba a almorzar, luego de lo cual trabajaba y el jueves en la tarde salía de regreso. ¿Cómo se puede dirigir una obra vial de esa forma? El cambio fue definitivo, porque el Ingeniero que estaba a cargo de esta parte importante de la Panamericana no cumplía con su labor, permanecía en el campamento solo unas 24 horas en la semana. En estos relatos, es necesario resaltar que paralelamente a la labor técnica que debía desarrollar, había situaciones malsanas que se debían manejar con mucha atención y extremo cuidado. Me llevaron por siete días a conocer, y ver si quería hacer ese trabajo. Les dije que sí y me dijeron: –tienes que quedarte una semana en Caracas para recibir instrucciones en la clínica Razetti; dos médicos me capacitaron en la manera de man79


tenerme en ese sector donde había paludismo terciario, fiebre amarilla, lepra, enfermedades venéreas, etc. Tomé decisiones: Primera, tener a mi familia a sesenta kilómetros de la obra, en la Grita. Segunda: en el campamento se apagaba la luz a las nueve de la noche, el que entraba después de esa hora tenía que dar su justificativo, la gente debe descansar, que eso suceda eventualmente, bien, pero eso no se puede repetir, a la tercera vez despedido. Se cumplió.

Construcción de la carretera Panamericana, sector Colón - La Fría - EL Vigía. Estado Táchira, Venezuela. Ing. Bolívar Arteaga, Director Técnico.

80


Revalidación de mi título profesional Ejercía como Director de la construcción de la Panamericana La Fría - El Vigía, aunque no había terminado de revalidar mi título, me faltaba el examen oral. Para este examen me citaron a la oficina de López y Valles Rodas1, porque la Universidad estaba clausurada. Me investigaron durante cuatro horas, hasta de mis abuelitos, pero salí con calificación diez, revalidé. Duelo en la penumbra Yo era un pollo de veintiocho años, jefe de construcción de la carretera Panamericana sector Colón - La Fría - El Vigía. Llego como a las cinco de la tarde a mi habitación. Un papel manuscrito sobre la cama: groserías de la primera a la última letra, e invitación, de que si me sentía hombre, fuera al puente Caquetrira a las nueve de la noche a conversar. El papelito, ¿por qué? La Oficina Técnica Gutiérrez, contrató un ingeniero de la zona de San Cristóbal, para que realice la construcción del tramo de la Panamericana en el sector Colón - La Fría - El Vigía. Le separaron a este Ingeniero, buena parte del personal antiguo estaba conmigo, otros estaban de parte de aquel Ingeniero, que les dejaba hacer lo que les daba la gana, porque se pasaba escasamente un día en la obra. Hubo rivalidad de parte de este ingeniero hasta llegar al punto que relato. Podía pasar lo peor en el puente Caquetrira. Si no iba, quedaría como un cobarde, pero por darme de valiente, exponía mi vida. 1 Oficina de los profesores. 81


Programé salir del campamento a las siete de la noche para llegar al puente antes de lo pedido. Oyendo que encendía el jeep, salió mi chofer, le dije que se quedara que iba a un asunto privado. En la puerta de salida, estaba Jorge Troncoso Loyo, un ex funcionario del Banco La Previsora en Quito, estaba trabajando conmigo en la administración de la obra, se embarcó junto a mí y por más que intenté bajarlo, no quiso, –y si nos matan, será a los dos–dijo. Apagué las luces en los dos últimos kilómetros, y llegué al sitio. Pité fuertemente mientras me daba la vuelta, gritando –¡Bolívar Arteaga ha estado en el puente Caquetrira, ha cumplido! Arranqué de regreso rápidamente. Todo por un papel Estaba iniciando mi carrera, tenía unos tres años de estar en Venezuela, había tomado ya la construcción de un tramo de la carretera La Fría - Colón. El día lunes me extrañó que el Fiscalizador Residente no esté en la obra. Martes tampoco. El día miércoles: en dos automóviles arribaron delegados del Colegio de Ingenieros y del Ministerio de Obras Públicas junto al Juez de San Cristóbal, saludaron muy atentos. En mi oficina el Juez dictaminó: —Queda instalado el Tribunal—. En la puerta dos policías armados. El Juez averiguó todos mis datos personales y dio la palabra al Fiscalizador. Este apareció imponente: —¡díganos! ¿con qué derecho ejerce la profesión de Ingeniero Civil en la República de Venezuela? —Con el derecho con que me asiste la Ley venezolana. –¡No, usted no es profesional venezolano! –¡Sí, lo soy! 82


Solo tres días antes había llegado a mis manos la revalidación de mi título de Ingeniero Civil, le tenía en el escritorio, saqué y les mostré: –estoy debidamente autorizado con los derechos que me da la ley. Me salvé de tener unos meses de prisión y la salida del país. Examinaron los documentos e increparon al Fiscalizador —¿Por qué nos haces esto? Con el Presidente de la República de Venezuela El General Marcos Pérez Jiménez, tenía la costumbre de visitar las principales obras de ingeniería que se ejecutaban en el país. Un lunes fui citado desde Carcas a la central de telecomunicaciones de La Fría donde recibí el anuncio y las instrucciones del Gerente de atender la visita del Presidente de Venezuela en el sector a mi cargo, el miércoles. A las 9 de la mañana, Pérez Jiménez llegó al aeropuerto de La Fría en su avión, conocido como la «vaca sagrada», luego fue al campamento situado a 17 km de distancia. Al ingresar saludó y preguntó: ¿quién es el jefe aquí? Bolívar Arteaga se presentó y el Presidente volvió a interrogar. –¿Usted conduce, cuál es su vehículo?– Bolívar indicó su jeep y el visitante ordenó ingresar a su guardaespaldas atrás, tomó asiento y Bolívar condujo el vehículo durante dos horas y media por la carretera en construcción. Sin pormenorizar lo hablado, el Gobernante conocía bien sobre maquinarias, los problemas de la construcción y todo aquello que había sucedido antes de que Bolívar tomara a su cargo la Dirección de esa obra. Unos cinco meses después, el Dictador Pérez Jiménez y una comitiva integrada por varios Ministros de Estado y fun83


cionarios del Gobierno visitaron la Panamericana, aterrizaron en El Vigía y se dirigieron por tierra hacia La Fría. Nuestra Empresa ofreció un almuerzo al Presidente y su comitiva, Bolívar preparó comida criolla venezolana para el Presidente que nació en el estado Táchira. El almuerzo se desarrolló en los patios del campamento cubiertos por lonas blancas. El Probador Oficial introducía su cuchara en la comida servida y tocaba el hombro del Presidente en señal de que podía continuar su almuerzo. Recuerdo con mucha claridad que al finalizar la comida, el Presidente me dirigió estas palabras: «Doctor Bolívar Arteaga, al terminar este exquisito almuerzo quiero hablar personalmente con Usted». Salimos de las carpas y separados del grupo, conversamos. Hizo un resumen rápido de los principales puntos que habíamos tratado en nuestra primera entrevista y me interrogó; —¿por qué han adquirido maquinaria Caterpillar y no por ejemplo International o Euclid?—. Luego de mi respuesta con la que quedó grandemente satisfecho, se dirigió en voz muy alta a sus Ministros y acompañantes con estas palabras que han quedado grabadas en mi mente: «Señores Ministros, queridos compatriotas: extranjeros como el ecuatoriano Bolívar Arteaga, aquí presente, necesita este país, siga ayudándonos, muchas gracias por su cooperación, Venezuela sabrá agradecerle». Surgieron aplausos inolvidables para mí y un escalofrío, que lo siento hasta ahora, inundó mi cuerpo. Con un fuerte apretón de manos se despidió el Presidente, para continuar su recorrido. Unos quince días después, el Doctor Bolívar, fue llamado a sesión de la Directiva de la Oficina Técnica Gutiérrez. La sesión se inició con agradecimientos y aplausos. Silvio 84


Gutiérrez Méndez fundador y mayor accionista de la Técnica Gutiérrez, quien también era Ministro de Fomento de Venezuela, obsequió a Bolívar un reloj Omega Master Centenario de oro macizo; el Presidente de la Empresa, Carlos Daboin participó que el sueldo había sido aumentado. El gerente Henry Rodner colocó sobre la mesa un contrato de seguro de vida por 150 mil dólares.

Marcos Pérez Jiménez inaugurando obras, Caracas. 1954

Conformación del equipo de trabajo En mi contrato se establecía que a más del sueldo, percibiría el 5% del valor de la obra ejecutada mensualmente. Analizado 85


el ambiente y especialmente la colaboración que debían proporcionar mis cinco inmediatos asistentes: Administrador, Jefe de Mecánicos, Jefe de Obras de Arte, Jefe de Operadores de Máquinas y Topógrafo; solicité a la oficina de Caracas, que el 40% de mi porcentaje contractual se repartiera entre los indicados colaboradores. La reacción inmediata: «Qué clase de santos hay en el Ecuador, de tu plata puedes hacer lo que quieras…». Y exigí cinco comunicaciones escritas, las que entregadas en manos de mi personal, causaron no solo alegría sino un enorme espíritu de colaboración, importante factor para el éxito de la obra que se me había confiado.

Personal directivo carretera Panamericana, sector La Fría - El Vigía. Bolívar al centro.

86


El valor total de las planillas en los once meses anteriores a que tomara la dirección de esta carretera, superaba con muy poco al millón de bolívares. La primera planilla que envié a Caracas, con la firma del Fiscalizador residente en obra, en un mes y medio de labores llegó al millón doscientos mil bolívares. Asombro en Caracas, al punto que solicitaron comunicación telefónica de larga distancia.... pero el valor de las planillas siguió aumentando mensualmente, a tal punto, que para el grupo que manejaba este tramo de la carretera Panamericana, el sueldo mensual resultaba inferior al de la comisión. Debo relatar otro suceso agradable, el que personalmente, considero derivado de la organización que establecí como Director de la carretera La Fría-El Vigía. El Presidente de la República en su deseo de investigar varios factores de desarrollo en Venezuela, contrató a la Empresa norteamericana Price Waterhouse para que, entre otras investigaciones, analizara la forma de trabajar de las numerosas empresas constructoras que laboraban en el país. Fue sorprendentemente grato recibir la puntuación, y recordar ahora que mi equipo de trabajo fue calificado como el mejor del país. Don Bolo cocinero El curso de cocina realizado en mi juventud ha sido muy útil. Un domingo cociné para mi mujer afectada de amigdalitis. Vivíamos en Caracas, llamé al seguro y una doctora recetó unas inyecciones. ¿Quién le va a colocar? …yo le coloqué, me sirvieron aquellos meses que por disposición de mi padre, pasé en el Hospital Militar de Quito. Julieta me dice: ¡Cómo vamos a hacer para tu comida!– no te preocupes aquí cerca hay un restaurante. 87


No era un restaurante, había un mercado, compré un pollo… he hice una sopa de sabor agradable. Horas después se levantó la enferma… –¿y esto? –La vecina me ayudó, pero no había vecina. Me sirvió el curso de cocina. En Venezuela, algo específico: controlar la comida en el campamento central. Las compras diarias para 20 personas: 40 kg de carne, factura y pago. Despedí al Administrador y al cocinero y participé a Caracas. Me mandaron a un chef francés acostumbrado a restaurantes de lujo. Le dije como debe atender al personal, no le gustó... cruce de palabras. Llamé al Administrador: –el chef francés se va a Caracas en el vuelo de hoy. Surgió la incertidumbre del Administrador: ¿cómo atender en adelante con la comida al personal? Fue la oportunidad de emplear adecuadamente los conocimientos adquiridos años atrás. –Bolívar ¿qué hacemos? Conseguí cuatro mujeres para ayudantes de cocina y empecé a dirigirlas, establecí el menú, indicándoles hasta como se pica cebollas y así salió adelante el cocinero ecuatoriano por la semana que duró el reto. Me sirvió lo que aprendí en mi curso de cocina. Un puente de la Panamericana en Venezuela Un puente ubicado en la vía Panamericana entre La Fría y Colón estaba a punto de colapsar, las lluvias torrenciales dejaron al descubierto los cimientos de la pila central. Saqué a varios obreros de la vía que estaba en construcción, las cuadrillas trabajaron por turnos las 24 horas del viernes, sábado y domingo. Obra concluida, problema resuelto. 88


El lunes, una cuadrilla del Municipio de San Cristóbal llega a iniciar el trabajo con el Gobernador y ve la obra terminada: – Dr. Bolívar usted sabe hacer milagros, –¡no! –le digo… –solo cooperar oportunamente. El puente invertido. Antonio Pérez Vivas sabía decir sus cosas. Me comunicó que se debía hacer un puente que otro ingeniero no supo terminar. –Mi querido Dr. Bolívar, este puente servirá para que el mes próximo pase el Presidente por arriba, no pasará por el agua, vendrá en su carro deportivo, usted sabe que le encanta conducir su Mercedes Benz; si no se cumple esto, usted y yo tenemos que renunciar, después tendremos cárcel, usted sale del país, yo me quedo aquí a buscar trabajo. El Dr. Pérez Vivas, primo del Presidente de la República, era el Gobernador del Estado Táchira. Era un puente diseñado con vigas de acero, cuando insistí que me manden los travesaños para el tramo central, no había esas vigas en toda Venezuela. Alguno de los trabajadores me dijo que había un puente en las inmediaciones. Efectivamente a seis km había una carretera secundaria con ese puentecito de una vía, medí el puente, casi coincidía. –Gobernador pasa esto… –Haga usted lo que le parezca–. Retiré ese puente de la carretera secundaria y sirvió de base para ejecutar el puente principal. Tuve que hacer un aditamento externo, un refuerzo de la viga inferior, fortalecí la viga superior, e invertí el puente, hice volados a cada lado. Hoy es un puente que sigue sirviendo en Venezuela. 89


Puente mixto en la carretera La Fría - El Vigía, Estado Táchira.

Cumplí, el Presidente pasó sobre el puente y al día siguiente fui cordialmente invitado al desayuno con él y sus Ministros. El nacimiento de uno de mis hijos Gustavo nació en Colón. Tenía la posibilidad de contar con un buen hospital en San Cristóbal, pero quedaba a más de una hora y tenía que dejar a los hijos solos. Decidí que Gustavo nacería en Colón. Había alquilado una de las casas más bonitas que tenía el poblado, frente al parque principal; tomé contacto con un médico, hacía los chequeos respectivos. Cuando llegaron los dolores de parto, llamé al médico y quedamos que si seguían ciertos síntomas, que él me explicó, vendría inmediatamente a atenderle; comenzaron esos síntomas y mandé al chofer a ver al médico y ni médico 90


ni chofer llegaban, entonces mandé a uno de los trabajadores que trajera al médico en mi auto,… pero llegó en un estado que no podía ni pararse, bastante pasado de tragos. Entré en un dilema: dos puntapiés al borracho y quedarme sin médico que atienda a mi mujer o aguantar. Sonreí muchísimo, preparé una bebida con medio frasco de café y le obligué a tomar. Organicé una toalla con trozos de hielo y le pasé por cuello, cabeza y espalda con el afán de que salga pronto de su estado de embriaguez, siempre muy atento, complacido, sonreído, cariñosísimo con el médico. Así nació Gustavo. Fue un parto normal, todo bien. Cuando había terminado la construcción del tramo Colón - La Fría - El Vigía, debía trasladarme a Barquisimeto a una casa que remodelamos frente al Hotel Nueva Segovia, salí a las cinco de la tarde de La Fría con el mobiliario y los enseres. En el automóvil, que manejaba yo, iba con mi mujer. Aproximadamente a las cuatro de la mañana, me dormí y me salí unos veinte metros fuera de la vía, con tan buena suerte que era un terreno que estaba preparado para la siembra, si eso ocurre unos segundos después, hubiera caído en un río caudaloso. Julieta encinta de Ricardo: habrían fallecido conmigo. Barquisimeto Ricardo nació en Barquisimeto, que como indiqué, por poco no nace. Terminé mi trabajo en el sector de la Panamericana y me dirigí a los tres frentes de construcción y dos de estudios, en el estado Falcón. Había elegido la ciudad de Barquisimeto para que viva mi familia, a 180 km de Churuguara, en cuyas inmediaciones estaba el campamento principal de la OTG. 91


Allí vivían dos familias enemigas: la de los Hernández y la de los Bravo, rivales en todo, se odiaban. Estuve cuando un muchachito de los Hernández, de nueve años de edad, se dirigió a la cárcel y pidió permiso a la policía para entrar con un portaviandas para su “abuelito”, el señor Bravo, dejaron pasar al chico —el preso había dado muerte al papá de este muchachito—. Cuando se presentó ahí, abrió el portaviandas, sacó el revólver y le pegó tres tiros. El muchachito mató al asesino de su padre. En ese medio viví y trabajé. Servicio al cliente en Venezuela Mi vehículo estaba quemando aceite, perjudicial para los túneles de la autopista Caracas - Puerto Azul. –Ya no puede circular por aquí, en la tarde le vamos a conceder el último permiso. Si reincide le confiscamos el vehículo–. ¿Cómo trabajaban los inmigrantes? Llegué a la casa, llamé por teléfono a la mecánica, fueron a mi casa y retiraron el vehículo. Les pregunté que para cuándo estará listo. ─ ¿A qué hora sale para su trabajo?, me preguntaron. Le dije: –A las siete de la mañana. –Muy bien, trabajaron toda la noche, me entregaron a la hora indicada en la mañana siguiente, en la casa. Bajaron el motor y arreglaron todos los demás detalles de la camioneta. La primera Miss Mundo latinoamericana En 1955 Venezuela estaba dichosa de que una de sus hijas, fuera elegida la primera Miss Mundo latinoamericana, Susana Duijm. 92


Esta bella chica nacida en Aragua tenía un grupo de artistas con los que realizaba programas en Radio Caracas Televisión. Con relativa frecuencia ellos iban a Puerto Azul, un sitio extremadamente agradable, de mucho interés turístico. Este gran complejo estaba en construcción bajo mi dirección. Era mi responsabilidad otorgar los respectivos permisos para acceder al complejo, autorizaciones que solo daba para ciertas zonas, porque existían sectores altamente peligrosos, donde no debía entrar ninguna persona. Pude codearme con varios amigos de Susana Duijm: Toña la Negra, Lucho Gatica y otros artistas. Varias veces almorzamos en el pequeño restaurant del Club. Con la confianza que tenía con mi mujer, le contaba: almorcé con Susana Duijm… Cierto día me llamaron por teléfono, y me dicen —Bolívar tenemos sesión de la junta directiva a las seis de la tarde—. Había llovido mucho, llegué con la camioneta llena de lodo a mi casa en Colinas de Bello Monte. Julieta me dice: —que bueno papito que vienes tan temprano—, le digo: tengo sesión en la oficina a las seis de la tarde.—Pero con esa camioneta así sucia… te voy a prestar mi carro y puso las llaves de su auto en mis manos. Cuando bajaba de mi casa, por la calle Suapure… un muchachito me hacía señas y me indicaba con su índice algo que tenía que ver. Era Susana Duijm que pedía que le llevara a la estación de taxis cercana. La embarqué, y pude percibir un perfume extraordinariamente fuerte, siguió arreglándose dentro del auto y le pregunto ¿a dónde vas? Era un sitio cerca de mi oficina. La llevé hasta su destino.

93


La sesión de la OTG, en la que ya era uno de los tres Directores, duró hasta después de las ocho de la noche, al entrar al auto, sentí el olor penetrante del perfume que quedó impreso en el carro, no guardé ninguna precaución al respecto porque no tenía nada que ocultar, ni se me ocurrió siquiera ventilar el carro o abrir las ventanas. Julieta me esperaba, le entregué las llaves, luego cenamos, bailamos unos tangos y a dormir. Al día siguiente, Julieta necesita hablar con su esposo, llama por teléfono a la obra, Bolívar no había llegado porque se dedicó a inspeccionar dos de las canteras que producían material pétreo para la construcción del puerto. Llama a la oficina y habla con la telefonista, ella responde: —por aquí no está, no ha venido—. Bolívar no está en la obra, Bolívar no está en la oficina ¿dónde está? Seguidamente toma el carro y sale con el pequeño Ricardo, el niño en su ingenuidad, recoge un kleenex con rouge distraídamente olvidado por Susana y le pasa a su madre. Entonces surgen pruebas contundentes para Julieta: amigo de Miss Mundo, faltó a la casa de las cinco y media hasta las nueve de la noche, pañuelo con rouge de labios en el auto, perfume concentrado de mujer y la secretaria imprudente que le dijo —Doña Julieta, dígale al Ingeniero que no ande solamente con Miss Mundo, que nos visite aquí a las pobres secretarias—. Estaban todas las pruebas. El día siguiente, tuvimos una inundación de camarones en la dársena; cuando regresé a mi casa, el chofer le dio un cooler lleno de camarones, agarró y lo botó por el suelo y dijo: — aquí no me entras sinvergüenza—. Le dije: Negrita ¿por qué, qué pasa? Solamente me dijo: —porque esas son las sesiones con Miss Mundo.

94


Habían transcurrido casi tres meses, vivíamos en la casa que construí con cinco dormitorios, y siempre estaba aparte, lejos. Ya no me recibía, ya no cenaba con ella, era un huésped mal habido en mi propia casa.

La venezolana Susana Duijm, Miss Mundo 1955.

Tuve que venir a Quito por unos días y en el antiguo sitio de los Correos me encontré casualmente con el doctor Villaquirán, tío de Julieta; y me dijo —¡sinvergüenza, te las vas a ver conmigo!— No me dio chance de decirle nada. 95


Hablé con mi cuñada Ligia y me enteré que Julieta le había confiado a su tío el trámite del divorcio. En Caracas teníamos un grupo de doce parejas de diversas nacionalidades que hicimos una agradable amistad. A mi regreso a Venezuela fui donde los Pazmiño, parte de ese grupo y les conté lo que me sucedía, ellos organizaron una reunión bailable. Julieta se negó a bailar, pararon la fiesta y a enfrentar el tema. Los amigos formularon varios razonamientos y peticiones e insistieron en la reconciliación y Julieta se expresó así: —aun cuando no te creo, te perdono—. Varias pruebas en mi contra. Con todos los aparentes agravantes, debo insistir que soy absolutamente inocente. Efectivamente, asistí a la Junta Directiva de la oficina. ¡Nada con Miss Mundo! El teleférico El Ávila, Caracas El teleférico fue mi idea, la expuse en el Colegio de Ingenieros y Arquitectos, tuvo acogida y se construyó. Trabajé en el metro y en el teleférico de Caracas. Fui invitado especial a su inauguración. Bajábamos del coctel en la noche y en el cambio de línea de conducción del teleférico aproximadamente a la mitad del recorrido, el conductor avisó que se apagaban las luces y que se iba a proceder al cambio. Con los traguitos ingeridos lancé estas palabras: Ajústense los cinturones para que no se dispersen los cadáveres… Protesta general, –eh, cállate–, y surgió una voz altisonante –conozco esa voz, ¿dónde estás querido Dr. Bolívar Arteaga?, quiero verte, salvador de mi vehículo y de toda mi familia–. Era uno de los 32 hijos reconocidos de Juan Vicente Gómez, el antiguo dictador de Venezuela; aquella noche fuimos al hotel que él gerenciaba, y a golpe de champán nos amanecimos con el grupo de amigos con los que acudí aquella vez a la inauguración del teleférico. 96


Me invitó a no utilizar el Hotel Tamanaco, que en su hotel me ofrecía un descuento especial. Ocupé el hotel de este querido amigo, fui a pagar la cuenta, ya estaba cancelada. ¿Por qué esa deferencia? Recuerdo del rescate Pasadas las 5 pm, venía de La Fría al campamento y en el río Carira vi a un carro que trataba de cruzar, le alerté, pero no me hizo caso, se le apagó el motor, regresé, me puse en la orilla – el carro se puede perder, salve a su familia–. Salió con sus dos hijos y la señora. –Voy a traer auxilio–, aceleré muchísimo y yendo en contra de mis propias normas que había establecido, llegué al campamento y dije –Voluntarios, para salvar un carro en el río Carira; inmediatamente salieron muchos obreros. Ordené que uno de los grandes camiones fuera con nosotros. Llegamos, amarramos al automóvil y lo sacamos. Les alojé en el apartamento para huéspedes. El carro fue revisado íntegramente en el taller mecánico que funcionaba en la noche, así estábamos organizados. En agradecimiento de esto… fui invitado al hotel de 400 habitaciones que mencioné anteriormente. Preparación para Puerto Ayacucho Llegué al edificio de Panamerican en el pent-house, donde estaban dedicados a tomar champaña, los dirigentes y el personal de la Técnica Gutiérrez, cuando llegué, aplausos y saludos, yo estaba en la luna no sabía de qué se trataba. Carlos Daboin, el Presidente de la Técnica Gutiérrez, me pone aparte y me dice de qué se trata: tú tienes que ayudarnos a construir Puerto Ayacucho –que es eso-, le contesté –pero Carlos yo nunca he hecho un puerto y él me dijo –Bolívar tú nunca habías hecho carreteras y lo hiciste muy bien, hiciste un buen trabajo– me dejó callado. 97


La obra más emblemática para mí, fue Puerto Ayacucho, por las dificultades, por la distancia; era una obra tan difícil, que las compañías no quisieron asegurar, trabajé sin seguro. Todas mis obras de ingeniería, con seguro, el seguro social obligatorio y un seguro particular, así primero me ayudan a guardar la integridad física de todo el personal que trabaja y en segundo lugar cubren el pago si hubiera algún accidente. A finales de diciembre, el General Pérez Jiménez, convocó a sus ministros a una sesión a las seis de la mañana. Silvio Gutiérrez Méndez era el mayor accionista de la Técnica Gutiérrez y cuando fue nombrado Ministro de Fomento, se llevó a su secretaria, Rosario Barreto, al Ministerio. Ella me contó la historia: El Presidente convocó a la sesión de gabinete indicada, todos sus ministros estuvieron puntualmente; repartió el orden del día de la sesión y dijo: –Señores estoy muy cansado, en la preparación de estos cinco puntos que vamos a tratar me he demorado toda la noche, voy a dormir, en una hora regreso–. Pero era una situación un poco burlona. A la salida le dijo a Silvio Gutiérrez: –Ministro acompáñeme a su ministerio–. Ingresa y le dice, yo acostumbro a realizar estos recorridos sólo, en una media hora regreso. Regresó y le dice:— Le felicito Ministro su ministerio funciona muy bien, pero tome nota en estos asuntos... A continuación Silvio Gutiérrez toma la palabra y le manifiesta que quiere pedirle un señalado favor: –desde enero, se construirán puertos en Venezuela y quiero pedirle que nuestra empresa la Técnica Gutiérrez, construya Puerto Ayacucho–, le interroga: –¿Quién va a dirigir la obra? –Silvio Gutiérrez saca de su bolsillo una lista de los que podían dirigir. Pérez Jiménez solicita un solo nombre, entonces Silvio Gutiérrez le dice: –en98


Muelle flotante de Puerto Ayacucho, previa a la instalación de la grúa y de los dos ascensores.

cabeza la lista el doctor Bolívar Arteaga; –¡Ah! el técnico que dirigió eficazmente la Panamericana en mi estado. Se dirige a Rosario y le dice: –comuníqueme con el Ministro de Obras Públicas… –Señor Ministro suspenda la licitación de Puerto Ayacucho, construirá la Técnica Gutiérrez. Mi familia fue hospedada en el Hotel Tamanaco de Caracas y yo establecí mi oficina en las dependencias de la Técnica 99


Gutiérrez, trabajando día y noche, viendo todos los insumos requeridos para construir Puerto Ayacucho. Mi mujer me mandaba ropa, yo tomaba un baño en la misma oficina, dormía en uno de los sillones unas horas y seguía trabajando. Puerto Ayacucho debíamos iniciar en el mes de enero, por dos razones: la baja del caudal del río y por el tiempo de entrega: once meses. Noventa y seis horas sin dormir A finales de la obra, para el montaje de los ascensores en Puerto Ayacucho teníamos muy poco tiempo, los técnicos ofrecieron hacerlo en tres semanas. Les exigí trabajar por turnos, cuando terminé de montar los ascensores yo había pasado 96 horas de pie, finalmente sentía que ya me desmayaba, mi cuerpo no resistía más. Tenía que viajar a Caracas, el avión salía a las dos de la tarde, tres horas y más de recorrido, llegaba alrededor de las 5:30 de la tarde a Caracas, compré dos pasajes que presenté en la puerta –¿y la otra persona que viene con usted?– preguntó la azafata. Es para mí, necesito ocupar dos asientos, me muero, tengo 96 horas sin dormir, estoy cansadísimo y quiero pedirle al capitán de la nave que en puerto Páez, por favor no me despierte. Entró con los dos pasajes, salió el capitán –Bolívar ¿y qué es esto?– Le expliqué. –Nooo– me dijo, bajó las escaleras, salió del avión, regresó con el dinero de un pasaje, –toma– y le dijo a la azafata: –el Dr. Bolívar va a ocupar esos dos asientos, que nadie le estorbe. Llegamos a Maiquetía golpe de cinco y media de la tarde, cuando me desperté después de haber dormido como unas tres horas, estaba solo en el avión, había un médico, dos enfermeras y una camilla, no habían 100


encontrado la manera de despertarme. Extremos del trabajo, ¡cumplí! Historias de mi vida, manera de proceder, manera de ser. Las licitaciones En Caracas estuve casi dos años como Jefe del Departamento de Licitaciones. Para analizar los posibles contratos de la Empresa Técnica Gutiérrez… ¿cómo procedíamos?... leíamos en la prensa las invitaciones correspondientes y estudiábamos si era conveniente o no, ejecutar esas obras. Por ejemplo, se abrió la convocatoria para construir la carretera de Ciudad Bolívar a Minas Nuevas, uno de los yacimientos de hierro más grandes del mundo, que está en Venezuela. Fui allá,… De la oficina se enviaban en cada oportunidad dos profesionales, en días diferentes…Cuando fui yo, lo hice primero por tierra, unos pocos kilómetros y luego alquilé un helicóptero, en el que embarqué muestras del material de la zona y regresé a Caracas. Luego de los análisis llegamos a la conclusión de que no debíamos presentarnos a esta licitación. ¿Por qué? Porque se requería maquinaria pesada extraordinaria, que no la íbamos a usar en otra obra. La Constructora Caminos ganó la licitación y tuve la oportunidad de ver en primera fila lo que sucedió, no cumplió, no pudo, le fue mal. Estaba yo tramitando una planilla en el Ministerio de Obras Públicas y pregunté; ¿Qué pasa aquí? —Estamos rescindiendo el contrato con la Constructora Caminos. ¿Qué significaba rescindir el contrato?... Pagar una multa cuantiosa y los rubros que faltaban por hacerse se distribuían entre cuatro, cinco o diez contratistas, con precios elevados a cargo de la 101


constructora… La obra debía cumplirse en el plazo establecido. Al salir, en la planta baja coincidí con el Presidente, Gerente y Director Técnico de la citada compañía, fueron rodeados de una guardia estatal. Un señor muy culto se acercó y dijo —aquí tienen sus pasaportes… y con los documentos en la mano les indicó que debían tomar un avión de la Armada venezolana que les sacaría fuera del país. Así actuaban con los que no cumplían. El Colegio de Ingenieros y Arquitectos de Venezuela pedía el retorno de los profesionales incumplidos que permanecían en el extranjero. Hablar de la Constructora Caminos, es solo un ejemplo de numerosos casos que se dieron de la expulsión del país de contratistas incumplidos. Políticamente hablando, puede considerarse que este fue un motivo de peso, que unido a las prisiones indefinidas de algunos aviadores, coadyuvó al derrocamiento del Dictador Pérez Jiménez. La autopista Caracas Valencia Cuando la Técnica Gutiérrez consiguió la licitación para construir tres tramos de la autopista Caracas - Valencia, el Presidente de la empresa Carlos Daboin me dijo que yo estaba destinado a ser el Director de esa obra. Le agradecí mucho pero que prefería seguir haciendo puertos y que estaba ansioso de hacer Puerto Azul. Después de conversar, quedamos en que yo sería Asistente Técnico de estos tramos de la Panamericana, con una responsabilidad de veinticuatro horas a la semana. Podía estar tres días de ocho horas o toda la semana, pero en total veinticuatro horas. En una grabadora registraba todo lo que se estaba haciendo, la secretaria Norma Egui, transcribía, luego yo corregía. Así se elaboraba 102


el informe, con el que toda la directiva y los ingenieros se mantenían al tanto de lo que ocurría en esa autopista. En varios puertos Esto ocurrió cuando intervenía simultáneamente como Director de Puerto Azul y como asistente y colaborador de la Junta Directiva en la construcción de la Autopista Caracas Valencia que tiene una longitud de 180 km. Simultáneamente, en Puerto Cabello realizaba la dársena para carenaje de los barcos de alto calado para todo el mundo, y construía mi casa en Caracas. Fueron tiempos de intenso trabajo, de mucha expectativa: a la vez que hacía trabajos, aprendía y me organizaba para ser eficiente. Todas esas obras se realizaron en tiempos record. Me referiré a la autopista Caracas – Valencia; voy a comparar con la carretera Quito Tulcán, que tiene la misma longitud; la carreta mencionada la hicimos en el Ecuador en once años, la autopista Valencia Caracas: simplemente, ocho meses, terminada; autopista de tres vías de ida, tres de regreso, con los respectivos ensanchamientos, parqueo de una vía más a la derecha de cada sector. El tramo que nos tocó construir fue uno de los más emblemáticos, tuvimos que hacer un puente de 2.560 metros de longitud, bordeando el lago de Valencia, hincando pilotes en todo ese ambiente y ejecutando los túneles de La Cabrera de 460 m de longitud. Otro record mundial. Recuerdos del Ingeniero Temebum Muchos años después, visitaba Bogotá, con motivo de atender de la vista a mi esposa Julieta, en la Clínica Barraquer. Su prima Amelita Jaramillo de Taborda nos atendió eficazmente, su marido el Dr. Taborda, Decano de Jurisprudencia en dos Universidades, me invitó a un coctel; uno de los asistentes muy atentamente me dijo: –Dr. Bolívar muy buenas noches, 103


que placer de verlo–, seguí con la presentación y después pregunté al Dr. Taborda ¿quién era? –Es el Ministro de Obras Públicas de Colombia–, este ministro fue uno de los constructores de la Autopista Caracas Valencia. En la toma de los coctelitos pude conversar con él, me calificó del Ingeniero Temebum de la construcción. Recordamos nuestro trabajo juntos en la autopista. Fundición de hormigón bajo agua, un puerto por hacer Dirigía la construcción del Centro Turístico Puerto Azul ubicado a 60 kilómetros de Caracas (30 kilómetros del Puerto La Guaira). A más de la dársena, la que posee un área superior a la del puerto de Manta, debía ejecutar trecientos cincuenta metros de muelle marginal (malecón) para atracar lanchas, con un calado de seis metros. Se trataba entonces, de fundir un muro de hormigón seis metros bajo las aguas del Caribe; las técnicas empleadas en puertos marítimos como el de Marsella constituían procedimientos eminentemente caros para ser aplicados en Puerto Azul. El Diagrama de Gantt de las diferentes obras que veníamos realizando, establecía que a la brevedad posible se debía ejecutar este muelle; pero, ¿cómo fundir hormigón en un muro seis metros bajo agua? Acudí a mi oficina en Caracas. El Presidente reunió a los catorce técnicos que esa memorable mañana se encontraban en las oficinas, consultados, ninguno conocía cómo superar este problema. Acudí entonces a las oficinas de los proyectistas: felicitaciones, alabanzas, agradecimientos por lo que se había construido, pero como respuesta a mi pregunta, recibí estas palabras: «Nosotros somos los proyectistas, ustedes son los constructores, sabrán cómo hacer». 104


Regresé contrariado a la Oficina, cuyo Presidente en forma muy cordial me dijo: «Tú eres un Ingeniero capaz, lo has demostrado muchas veces en los años que nos conocemos, realmente es un reto que está en tus manos» y así fui invitado a superarlo. La posición de Bolívar: renunciar, separándose de la Técnica Gutiérrez dejándoles el problema… o aceptar el reto. Bolívar permaneció en la Presidencia unos minutos, que se le hicieron años, sin saber que determinación tomar, pero poniéndose de pie, se dirigió al Presidente de la Empresa diciéndole: —Carlos, acepto el reto. Bolívar contrató dos laboratorios de suelos y materiales con los que trabajó durante tres semanas, de lunes a sábado entre 7 de la mañana y 4 de la tarde, ejecutando cientos de ensayos e ideando la forma de llevarlos a cabo. Describiré brevemente lo que conseguí realizar: el hormigón se fundiría dentro de un encofrado metálico de doce por seis metros en su cara vertical frente al mar, a un metro de distancia la cara posterior del encofrado, era inclinada. Las dos caras se mantendrían firmes con varillas torneadas en sus puntas las que servían para mantener el ancho del muro de contención fundido bajo agua. Los dos costados laterales se sujetaban a las armaduras. Contraté cuatro buzos para el trabajo que debía realizarse bajo agua y también hice el curso de buzos para poder verificar personalmente en sitio, como se realizaba la obra.

105


Tres embudos grandes realizados con pipotes (tanques metálicos) soldados hasta alcanzar los 6,50 metros de altura se colocaban dentro del encofrado metálico. La grúa llevaba en cada oportunidad una carga completa de cada una de las dos mezcladoras instaladas al efecto y vaciaba el hormigón en los pipotes que tenían perforaciones en su contorno, que permitían salir el agua cediendo el paso al hormigón. La grúa levantaba suavemente el pipote permitiendo que el hormigón se desplazara en la base del encofrado metálico. Y así seguía el trabajo hasta llenar todo el encofrado metálico. El hormigón especificado para este muro de contención fue de 180 kg/cm2, al que se le añadían dos componentes químicos –Plastiment y Pozzolith– que servían para densificar el hormigón y acelerar su fraguado; así, con dos de los moldes descritos se realizó el muro de hormigón para los 350 metros del malecón. Este procedimiento nos permitió fundir el malecón en unas seis semanas. Me ocupé personalmente, semana a semana, de verificar la calidad del hormigón de este muro de contención fundido bajo agua salada; y posteriormente constaté la bondad de este sencillo procedimiento con el que pude cumplir con el reto, son más de cincuenta años de este trabajo y la obra permanece en buen estado. En Ecuador tengo patentado el método. Sustos en el rompeolas Alfonso, mi cuñado era uno de los ayudantes cuando construía Puerto Azul, estábamos colocando la coraza, en el rompeolas, con piedras de granito de más de 22 toneladas cada una. 106


Llega el camión y deja caer la piedra, el tractorista la empuja y comienza a caer junto con el tractor al mar, Alfonso corre y se pone en el asiento del operador, se mete con la máquina un poco más al agua, da la vuelta y saca el tractor del talud aún cerca de las olas. —Hay que empujar la piedra, no meterse en la coraza del rompeolas, dice… Un día domingo por la mañana, estando en Caracas, me dicen telefónicamente que hay una fuerte marejada, que está rompiendo la coraza. Las olas golpeaban el rompeolas, me mojaban los pies… vino una ola muy grande que me transportó a la bahía interior… Tuve que nadar, tremendo susto, pero no caí sobre piedras. Gasolineras marítimas Con la confianza creada en lo descrito se planteó la factibilidad de construir una gasolinera que permitiera almacenar gasolinas y diésel para las lanchas y motoveleros. En términos generales se construyó un gran cajón de diez metros por lado sumergido cuatro metros bajo agua. En este cajón se introdujeron los tanques metálicos que contendrían gasolina y diésel. La obra se ejecutó con cuatro paredes de armadura doble de treinta cm de espesor hundidas cuatro metros. Cuando se excavaba y sacaba el material interior de estas cuatro paredes de hormigón, el cajón se hundía hasta la profundidad requerida. Los buzos ejecutaron la doble armadura de hierro en la que, con el método antes descrito, se fundió la base del cajón que le dimos un espesor de 60 cm en concreto ciclópeo. Luego del tiempo de fraguado, se achicó el agua y se ejecutó un enlucido impermeable adicionando productos químicos. Mangueras bastante más largas que las 107


de una gasolinera común y corriente para automóviles suministran los combustibles necesarios para las embarcaciones marítimas en Puerto Azul. Este tipo de gasolineras, se pueden perfectamente realizar en las Islas Galápagos.

Tanques para conformar una gasolinera en Puerto Azul, Venezuela.

Inmigrantes a babor Llegó el tiempo que empezaba a empujar la inmigración que llegaba a Venezuela. Cuando construía Puerto Azul, desde la autopista por la que circulaba todos los días, se veía el puerto de La Guaira con 108


una enorme cantidad de barcos fuera de la dársena, en alta mar, en una oportunidad pude contar 41 barcos. Estaban entrando por turno: cada barquito con dos, tres mil inmigrantes... Era el año 1958. Una buena apuesta

(Foto Fílmica VIMCA, 1958)

Cuando se construía Puerto Azul se proyectó incluir entre las mejoras, un elevador de yates, un sistema que se importó de EEUU; llegó el técnico norteamericano con todo el equipo, se reunió con Bolívar y le indicó todos los detalles de la instalación y su funcionamiento.

Elevador de Yates (capacidad 200 ton.) en plena labor. Pilotaje en agua, montura del elevador y maquinaria, integramente bajo la dirección del Ing. Bolívar Arteaga.

Bolívar comprendió perfectamente y le dijo al norteamericano que el elevador estaría listo en dos semanas. El gringuito 109


se rio y le dijo: ¡imposible! Y le apostó una botella de whisky. Discutieron la apuesta y finalmente quedaron en una caja de whisky. A las dos semanas el elevador estaba listo y funcionando… ¡ganó Bolívar! Y la caja quedó en manos de los obreros que ayudaron a instalar el elevador El Dictador Pérez Jiménez El Dictador tenía una idea con la que coincido: él decía que la construcción es el mayor factor de desarrollo de los pueblos, el mayor factor para proporcionar trabajo, —no solamente en Venezuela sino en cualquier país del mundo—. En aquella época, Venezuela era un país en el que había seguridad industrial y personal, los malhechores desaparecieron, fueron ajusticiados. Sí, mano dura del Dictador, durísima. Simplemente justificaba la muerte de un malhechor diciendo, –fue sorprendido in fraganti, como atacó, la guardia respondió y cualquier ciudadano puede ver el cadáver. El ambiente general en Venezuela era de paz, de trabajo, de orden. Había necesariamente gente contraria al Presidente… Atentado contra el Dictador Este hecho lo recuerdo muy bien y lo voy a narrar con detalle. Iba a mi residencia en el Paraíso, como a las nueve de la noche, había salido de una reunión de la Oficina Técnica Gutiérrez. El semáforo en luz roja, a mi derecha estaba una de las residencias en que acostumbraba dormir Pérez Jiménez, porque, según pude conocer, nunca dormía en el mismo sitio, cuidaba de su integridad personal. Esa vez lo vi, en un plan de exhibición: con las ventanas abiertas haciendo gimnasia, mostrándose al público. 110


¿Qué aconteció? A los dos días de aquella escena, mi chofer compró los periódicos que solía adquirir a la entrada de la autopista, pues tenía así la oportunidad de informarme de las noticias durante unos tres cuartos de hora mientras viajaba a mi trabajo, la ejecución del novedoso Puerto Azul. Había un cúmulo de gente arremolinada junto al Hospital Periférico de Catia. Mi chofer me dijo: –Doctor Bolívar, venga a ver qué pasa aquí, creo que debe mirar. El Periférico de Catia quedaba en un nivel inferior a la vía en que estábamos. Vimos numerosos cadáveres afuera de la zona, tapados con sábanas blancas cada uno. Averiguado el asunto, aconteció que en esa noche planificaron el secuestro y asesinato contra el Presidente. Pude contar una docena de cuerpos. Era una patrulla de treinta y dos individuos, en la mayor parte extranjeros, que se presentaron con el uniforme militar venezolano, intentando ingresar con anticipación al relevo de guardia para encontrar al Presidente y asesinarlo. Como sabía de esto, el excelente servicio de inteligencia se anticipó al atentado, un batallón completo de cuatrocientos hombres armados y equipados rodeó a estos treinta y dos mercenarios que se transformaron en treinta y dos muertos. En la madrugada fueron fusilados sin contemplación. El Presidente ya sabía del atentado y por eso estaba exhibiéndose, cuando yo pasé cerca de la casa que utilizó para propiciar el fallido atentado. Puerto Azul, un detalle agradable Estábamos terminando la construcción de Puerto Azul. Montamos un faro y cuando se inauguró, me encontré en la 111


mañana con dos embarcaciones de alto calado que no habían atracado en el puerto de la Guaira, sino en Puerto Azul. El faro era muy potente, me pidieron eliminar el uso del faro, no era indispensable para las lanchas turísticas. Allí se diseñó un lecho nupcial para recién casados en la cima y un bar comedor en la parte inferior. Un gran susto Vivía en Caracas y en busca del bienestar y futuro de mi familia, elegí comprar un lote de terreno en las playas de Puerto Cabello. Corrían los feriados 4 y 5 de julio, independencia de Estados Unidos y Venezuela, los que se unieron al sábado 6 y domingo 7 de julio. En la mañana del 4, en esas playas nadaron por una hora mis hijos. Luego, Julieta y yo ingresamos al mar, sin advertir que estaba bajando la marea, la que en pocos minutos nos llevó a un kilómetro de la playa. Se produjo un remolino que arrastró a Julieta en una vuelta completa. Afortunadamente, por mi trabajo en la construcción de puertos, estaba entrenado para nadar en el mar y pude alejar a mi compañera fuera del pie del remolino, indicándole que flotara de espaldas, manteniéndose simplemente a flote. Con mi pantalón de baño en la mano logré hacer señales de auxilio a la torre de vigilancia. Una pequeña canoa con motor llegó en pocos minutos y fuimos felizmente rescatados. El tiempo de esta corta descripción abarcó casi una hora, en la que Bolívar vivió una horrorosa e impresionante vacilación, la que casi no se atreve a describir: luchar salvando a Julieta, o la indescriptible alternativa de abandonarla cobardemente, para en el futuro servir de soporte a los niños que estaban en la playa.... Sin más comentarios, la decisión: luchar para salvar a Julieta, determinación que finalizó con felicidad. 112


Dejamos las playas de Puerto Cabello y abandoné definitivamente el terreno. El domingo en la mañana, en las últimas páginas de los dos periódicos matutinos de Caracas se podía leer la trágica noticia: «Nueve ahogados de una misma familia en Puerto Cabello», « Sólo se han rescatado a cuatro personas... ». La dársena de Puerto Cabello En Puerto Cabello hice la dársena para la reparación de trasatlánticos. Una dársena es un sitio grande en el que entra el buque, se cierran las compuertas, se achica el agua y queda el trasatlántico en seco. De ese modo se hacen las reparaciones de todo el buque. ¡Qué seguridad! José Teófilo Velasco, fue agregado militar de Venezuela en Ecuador, hice amistad con él y cuando regresó a Venezuela ocupó la Dirección Militar de la Seguridad Nacional, que estaba muy bien organizada. La OTG me dio el encargo de visitar unas seis obras en Venezuela, hice el recorrido en tres semanas, perdí el portafolio donde llevaba todos los gastos, ya casi al final del recorrido. ¿Cómo presento los gastos que realicé? tampoco puedo cargar con tres semanas de gastos a mi cuenta. Le conté al Gerente, no te preocupes, me dijo, revisa tu chequera nada más, cuanto tenías al principio y cuanto tienes ahora, una confianza absoluta… Salgo y me encuentro con el Subdirector de Seguridad Nacional. Le cuento lo que me pasó y me dice –Dr. Bolívar, eso le va a costar un moradito – cien bolívares- eso no es para mí sino para el que se va a ocupar todo el día en hacer esta diligencia–. Me presentó, preguntó: –¿Dónde va a estar usted pasadas las siete de la 113


noche? – yo termino mi trabajo a esas horas, –muy bien, yo estoy ahí a las seis y media–; cuando llegué, él estaba allí, esperándome y me entregó la lista de todos los hoteles en los que había estado, día por día, hora de entrada, hora de salida y lo que había pagado en cada uno. ¡Qué control! ¿Cómo lo hizo?, no sé. –Este control, lo tenemos para todos los extranjeros en el país–, me dijo que en tres días tendría la copia de los comprobantes de los valores pagados. No quedó en eso, al tercer día un sobrecito en la OTG un sobrecito con todas las copias de las facturas, yo quedé sorprendido, ese era el eficiente control que había en esos tiempos de la buena Venezuela. La casa que crece “Residencias Vacacionales Los Caracas” En Puerto Azul, todos los miércoles nos reuníamos los constructores, fiscalizadores, contratistas, subcontratistas y a veces los proyectistas, para un almuerzo de trabajo. Era un sistema establecido para relacionarnos, vincularnos y poder ejecutar las obras con conocimiento y apoyo mutuo, un miércoles de esos, mi ayudante, el ingeniero Carlos Payer Daboin, consiguió un muy buen sitio para el efecto. Cuando terminamos el almuerzo, el chofer se dirigía lógicamente a Puerto Azul. Le pedí que retrocediera y fuéramos a ver que había por la autopista en construcción. Encontré tres riachuelos hermosos que descendían del cerro del Ávila. Un sitio magnífico, sin dueño. Redacté unas ocho páginas con el proyecto de un centro vacacional para los empleados públicos del Distrito Federal. Silvio Gutiérrez, que recibió la nota, me dijo que era imposible que el Presidente leyera ocho páginas. Hice un resumen, el Presidente lo leyó y para no alargarme en comentarios, a los seis meses estaban construidas las primeras quinientas viviendas. Sucedió después, que algunos lotes de esa zona tan hermosa, fueron concedidos a los directivos de los diferentes sectores estatales, con la obligación de 114


construir en no más de un año. Generalmente, los empleados no disponían del capital suficiente para realizar estas viviendas, entonces sugerí hacer la “vivienda que crece”. Tomaron mi idea como positiva y dieron un premio de cincuenta mil bolívares, para el que ganara el proyecto “La casa que crece”. Comenzaba por una pequeña edificación, que no tenía sino unos treinta metros cuadrados, con dormitorio, sala-comedor, cocina, baño y después la vivienda iría creciendo: un dormitorio más, otro dormitorio, hasta los cuatro dormitorios. Tuve la buena suerte de ganar ese premio, “La casa que crece”. Es otra de las cosas que puedo contar de mi vida profesional en Venezuela. Puerto Lacruz El nombre de Puerto Lacruz, para el proyecto de San Vicente, fue una decisión de mis hijos. Puerto la Cruz es una población venezolana que está a unos 15 km del Nuevo Muelle Comercial de Guanta, que es donde realmente tuve éxito, hinqué 1.580 pilotes en 7 meses y construí toda la plataforma del ferrocarril, para la explotación de las famosas minas de hierro que tiene Venezuela. Todo el mundo pensó que iba a fracasar, que no podía entregar en el plazo que me dieron, once meses, yo me adelanté al plazo y entregué en siete. Ahí empleé nuevos métodos de hincar pilotes y una nueva técnica. En la forma común, de hincar pilotes en los puertos, se va de la parte seca a la húmeda, yo hice al revés, valiéndome de una gabarra. Empecé a hincar los últimos pilotes del exterior y fui hacia el interior, sin construir obra falsa, lo cual me trajo una gran ventaja económica y especialmente de tiempo. En el mundo se hacen muy pocos puertos, son contados y se desconocen estas técnicas. 115


Nuevo muelle comercial de Guanta, Estado Anzoategui, Venezuela. 1958

La necesidad me obligó a cambiar el método tradicional que me habían enseñado los europeos, Tengo que buscarme otra solución, pensé. Uno de los competidores con el que me encontré, ingeniero venezolano, me dijo: –anda pensando en vender tu linda casa, porque te van a quitar, no vas a poder cumplir el contrato, es absurdo que lo que tú propusiste. Dudo mucho que en once meses, puedas cumplir–. No me arriesgué, hice mis cálculos y podía cumplir en once meses, trabajando turnos en la noche, con esta nueva solución trabajaba doce horas al día, nada más y de lunes a viernes. Me daba el tiempo para cumplir con el estatuto moral que establecí con la familia, de atenderla sábados y domingos. 116


De Puerto la Cruz salía los viernes, en las últimas horas del día, en avión a Caracas y estaba llegando golpe de siete a ocho de la noche del mismo viernes, pasaba con mis hijos, con mi mujer, con mis familiares, que vivían allí, y no más. El lunes en la madrugada salía normalmente a Puerto la Cruz, donde me esperaba el chofer con la camioneta y seguía mi trabajo de cinco días. El último lustro en Venezuela Habían transcurrido diez años de un país ordenado, con eficiente desarrollo y en paz, por lo que se dio en llamarlo: “la época de oro” o “los años de la buena Venezuela”, la Aviación del Ejército y parte de sus Fuerzas Armadas sacaron del cargo y del país al Dictador Marcos Pérez Jiménez. Vino la desorganización. Titulares en los periódicos anunciaban la quiebra de 419 empresas y el Colegio de Ingenieros y Arquitectos acumulaba más de 1.500 hojas de profesionales que requerían trabajo. Sin embargo Bolívar construía el edificio para Agricultura y Cría en Aragua e invitado por la empresa Monolítica participó y ganó la licitación para la primera ampliación del aeropuerto de la Isla Margarita. Tiempos atrás se descubrieron los enormes yacimientos de hierro en Cerro Bolívar y surgió la necesidad de exportar este mineral por la Bahía de Guanta, cercana a los yacimientos, distante 15 km de Puerto la Cruz. Mis experiencias en la construcción de Puerto Ayacucho en el Orinoco y Puerto Azul en el Caribe propiciaron que emprendiera en la ejecución de este puerto marítimo que debía recibir vagones de ferrocarril cargados del mineral, que es otra de las grandes fortalezas económicas que tiene Venezuela. 117


El reto fundamental: hincar 1.580 pilotes de 42 m de longitud en un plazo de 11 meses. El contrato incluía las plataformas y rieles para ingreso de ferrocarril. El material a usar: pilotes metálicos tipo H de 14 m de longitud que requirieron 5.172 soldaduras completas entre pilotes, si hubiese seguido el método tradicional de soldadura en el sitio de la hinca, al escribir estas líneas estaría soldando pilotes. ¡Fracaso! Describiré escuetamente la labor realizada: contrariamente a lo acostumbrado, la hinca la hice de afuera de la bahía hacia la playa, con una gabarra. Ninguna obra falsa; las soldaduras con ocho máquinas de soldar a 500 m de la bahía. Los 42 m de los pilotes soldados eran arrastrados por un tractor, la gabarra colocada a la orilla las llevaba mar adentro al sitio de hinca de cada pilote. De este modo se laboraba simultáneamente en varios frentes de trabajo y no con el método tradicional. El procedimiento dio eficiente resultado, el Nuevo Muelle Comercial de Guanta, como fue bautizado, se concluyó en siete meses, cuatro meses antes de lo establecido en el contrato. La tarea se realizó con mi atención personal, se trabajó los cinco días de la semana en jornadas de doce horas diarias. Solo en contadas noches hubo sobretiempos. Inspirados en el éxito alcanzado en esta obra elegimos la denominación de Puerto Lacruz para el complejo turístico vacacional que estamos construyendo en San Vicente, Manabí, Ecuador, ya que el mencionado astillero está a solo 15 km de Puerto la Cruz, capital del Estado Anzoátegui.

118


Desembarco en Ecuador El Oro, Puerto Bolívar El 24 de diciembre de 1960 regresé definitivamente a vivir en el Ecuador. Gané dos licitaciones: una, la del Colegio Nueve de Octubre en Machala y la otra, las primeras obras portuarias de Puerto Bolívar. Valiéndome de la experiencia que tenía, me dieron esa obra solo mediante una oferta y realicé los primeros trabajos para habilitar ese puerto de gran importancia económica. Cada dos semanas me mudaba con mi primo el Ing. Gonzalo Arteaga Almeida, un ex capitán del ejército, que consiguió la primera antigüedad en un curso entre más de quinientos estudiantes de las diferentes armadas de América Latina, en Buenos Aires; tanta fama adquirió Gonzalo que en el tiempo de la guerra de las Malvinas, le llamaron, le pidieron ayuda los oficiales argentinos. En Machala construí el Colegio Nueve de Octubre. Fracasó el transporte de piedra pómez en un camión que no tenía cubierta, llovió, aumentó el peso y casi se desbarata, no llegó. Entonces usé serrín de madera. Son pequeñas variaciones, con la necesidad, uno se vuelve creativo. Utilicé cemento, arena y serrín. Yo comencé a dar vida a puerto Bolívar con las construc119


ciones que hice. Me mandaron hacer unas cosas raras, fui y hablé con el Ministro de Obras Públicas y le dije: el hacer puertos no es como usted está pensando, es de esta otra forma. –Bolívar querido, haz lo que te parezca en el puerto– me dijo. Es uno de los principales puertos del país, que da vida económica al Ecuador con la exportación de banano. Eso lo pude ver y reconocer: para mi es una obra más, la importancia que surgió con las reformas introducidas es lo que le da trascendencia a la obra. En esa provincia, lo más importante fue la realización de las primeras obras portuarias de Puerto Bolívar. Una tarea como especialista en puertos, con experiencia. Allí hice un drenaje frontal, los muelles de atraque y un canchón. Placa y Serenata Mi cuñado Alfonso Villaquirán Albarracín, no solo que fue un empresario muy bueno, sino extraordinario. Es uno de los ecuatorianos que triunfó en Venezuela, si se puede hablar de triunfos. Con frecuencia concurría a Venezuela a cooperar técnicamente con los trabajos que hacía Alfonso y me di cuenta que gozaba de una especial deferencia. En uno de los viajes que hice me alojé en su casa, en Mamo, cerca del Aeropuerto de Maiquetía. Eran las diez de la noche, golpea la puerta del dormitorio y me dice: –Bolívar, compadre, tienes que levantarte, te traen una serenata. Eran doce ex trabajadores míos, cada uno con su regalito en la mano. Yo dije: Nadie es profeta en su tierra, aquí estoy, feliz. Francamente, ese recuerdo me hace suspender por un momento las palabras y pienso que fui muy favorecido del Señor por intermedio de mis trabajadores, reconocían que me porté bien con ellos, se esforzaron muchísimo, me dieron el empuje y el 120


éxito en mi vida profesional, no solamente fui yo, fueron ellos también. “Bolívar Arteaga Loza, desde el pináculo de tu vida mira el camino recorrido, la obra realizada y tus aspiraciones cumplidas. Tus colaboradores de campo y gabinete. Trece de mayo de mil novecientos ochenta y tres” Es lo que reza una placa con la fecha de mi cumpleaños, que me entregó un grupo de colaboradores en Quito. Esto me lo dieron cuando realizaba los edificios de la Politécnica: el de Ingeniería Civil y el de Química y Eléctrica. Trabajo en medio de las aguas Una obra de importancia en Ecuador son los noventa y dos kilómetros de la carretera Santo Domingo - Flavio Alfaro

© Foto Speed Paco Pacheco. 1960

Firma del contrato de la carretera Sto. Domingo - Flavio Alfaro. Ing. Bolívar Arteaga, Ing. Valdano Raffo Ministro de OOPP, Notario Dr. Cristóbal Guarderas, Excmo. Embajador de Venezuela. Quito, 29 de diciembre de 1960.

121


Los años de labor como Jefe de Licitaciones de la Técnica Gutiérrez en Caracas, me sirvieron para ganar la licitación de dicha vía frente a cinco empresas competidoras. La licitación la elaboré solo. En la construcción me apoyó la empresa venezolana Monolítica. Cuando gané la licitación de la carretera Sto. Domingo - Flavio Alfaro, Traje y desembarqué la maquinaria en Esmeraldas cuando no había puerto, y por una pésima vía llegamos a Santo Domingo, allí estrené el Hotel Zaracay, lo ocupé íntegro. Comencé a construir, recuerdo que viniendo de Quito me detuve en Alluriquín a comer; escuché que hablaban sobre la carretera: —Ese muchachito, que dice ha ganado la licitación, te perjudicó a ti, — claro, me perjudicaron, yo tenía los mejores precios. — No sé cómo consiguió la licitación, no sabe construir. —Fíjate lo que está haciendo: –en plena estación lluviosa, en que nosotros hemos retirado la maquinaria de nuestras obras, él está trabajando, no sabe hacer, va a fracasar. Venía de estar metido cuatro años en la cordillera de los Andes, construyendo la carretera Colón - La Fría - El Vigía, sabía cómo manejarme con el agua. Saqué cuatro tractores, deforestando; mantenía un tractor encendido con un cable de una pulgada, parado, si se quedaba un tractor en el fango, enganche y afuera, se quedaba el otro tractor, enganche y afuera. De ese modo seguí trabajando tranquilo. Eso hice durante toda la estación lluviosa que era bien marcada. En esa zona de Santo Domingo llueve en cantidad. A las dos semanas que cesaron las lluvias tenía despejaditos, limpios, 26 km. En otra reunión informal hablé: — Algún constructor que no sabe trabajar en lluvia, se tomó mi nombre para decir que no sé construir; tengo 26 km de obra, ejecutada en un mes… ¿Quién sabe hacer eso? 122


El puente Jambelí Era un puente de una vía que lo construyó García Moreno. El policía encargado daba paso por grupos de vehículos mientras otros esperaban. Yo hice la ampliación de lado y lado, era prioritario. Allí fundí hormigón en el agua, es un puente con tres tramos. Túneles de San Juan La construcción de los túneles se encargó a la empresa argentina Techint. Fui a Buenos Aires a discutir con los técnicos. Primera reunión, me dejaron en el suelo: yo calladito, tranquilo, oyendo a los famosos técnicos argentinos. Segunda reunión opiné algo. Tercera reunión les dije: Señores, hasta ahora he aceptado hablar en términos bonaerenses, en términos argentinos, la sesión de ahora va a ser en términos ecuatorianos. Y el espesor es esto, no más, ellos intentaban poner más hormigón, que la obra cueste más, para ganar más. ¿Por qué me discutían los técnicos argentinos? La cangagua hay solamente en las Islas Canarias, Biafra y una parte del Ecuador. Hay de dos tipos: la cangagua lacustre y la cangagua eólica. Si desconocen que existe la cangagua, que no tiene empuje horizontal. Nuestros técnicos no son capaces de esgrimir esos conceptos, de defenderlos. A veces dicen sí a la cangagua, pero no la toman en cuenta para diseñar el ancho del muro. En nuestro caso que estudiábamos el espesor de la pared vertical. ¿Cuánto es? Para hacer el estudio hay que revisar cuánto pesa, qué área hay aquí, y la resistencia que tiene el suelo: dos kilos por centímetro cuadrado, muy bien diseñamos para los dos kilos por centímetro cuadrado; eso da el estudio del suelo. Entonces hay dos fuerzas para hacer 123


esto... el empuje horizontal, ¿cuánto empuja la tierra que está aquí encima? cero y ¿cuánto es la carga vertical?, es parte de la tierra sobre el túnel, no más. En Quito: nos vamos a Cumbayá y vemos en numerosos sitios: cerca de la calzada, sobre la cuneta, han dejado unos muritos inclinados y hay paredes verticales, si allí arriba construyen una casa de varios pisos, no importa, ¿qué han hecho? le han revestido a la pared con unos tristes 20 cm de piedra para que no se deslave con el viento, con las lluvias, y nada más... porque es cangagua y no tiene empuje en sentido horizontal, pero sí pesa el componente vertical... Como desconocen, proyectan un muro de 1,10 m lo que encarece, sin exagerar, por lo menos el 50% ¿Cuánto cuesta esto? Un montón de millones. Mi hijo mayor, Carlos, fue el mejor alumno en Buffalo de una promoción de unos 1.700 alumnos, en ingeniería civil, vino acá. Los argentinos pronosticaron que habría no menos de 12 muertos y contrataron el seguro en ese sentido. Hubo un muerto, porque no hicieron lo que les estaba ordenando hacer, ¡uno! Carlos vino graduado de especialista en mecánica de suelos y lo puse a trabajar, controlar los suelos y hacer pruebas de hormigón. Entro un día a las diez y media de la mañana a la obra –¿El ingeniero Carlos Arteaga, dónde está? –Está en el laboratorio. –Padre... –¿Cómo estás Carlos, que te pasa? –Absurdo, con el premio que me han dado, el mejor alumno y no puedo sacar índices. —¿En qué material estás trabajando? —En arcilla — Carlos, esto no es arcilla, es cangagua… —¿Cooómo? Esto no tiene límites, no tiene límites. —La cangagua no tiene empuje 124


horizontal-. Una hora explicándole y haciendo… Feliz, –eso voy a comunicarle a mi profesor el famoso Terzagi, mentor de una serie de cálculos, de asuntos estructurales y de mecánica de suelos-. Me tocó mandarle unos cuantos sacos, por avión, de cangagua eólica y lacustre a Buffalo. Nuestros queridos ingenieros no se valoran, no buscan la esencia de las cosas, y por eso nos cuestan las obras más… ¡millones! que nos cargan al bolsillo de los ecuatorianos, de los quiteños. En el túnel de San Juan inicialmente fui el fiscalizador, después por varias consideraciones, entre las que pesaron los estudios realizados para mi tesis de grado, fui nombrado Director de Construcción. Bolívar “comiunista” Asistí al VI Congreso Panamericano de Carreteras, celebrado en Caracas, en representación del Ecuador.

Ing. Bolívar Arteaga L. representa al Ecuador en el VI Congreso Panamericano de Carreteras, Caracas, Venezuela.

125


Realicé un reclamo, porque todos los empleados del Ministerio de OOPP ganaban menos que los dos funcionarios enviados de Estados Unidos de Norteamérica a supervisar el préstamo. Reclamé y el gringuito que estaba sentado junto mí, me dijo: ¡comiunista! Recibí el apoyo íntegro de todo el grupo de delegados sudamericanos que estaban presentes, especialmente de los venezolanos. Falsa modestia Este es un país demasiado fácil para vivir. Hay pobreza y nos contentamos con ganar un disparate. Los Ingenieros Civiles somos modestos, muy modestos, con cualquier cosa estamos felices. La experiencia y la vivencia de mis dos familias me hicieron un hombre ambicioso, así me criaron mis padres y mis abuelos. Por ambición salí del país, al verificar lo que sucedía en los otros países de Sudamérica después del recorrido del año 1946. Ambición es la necesidad de tener más, de superarse, de estar en la cima, de mejorar. Para los ingenieros tengo preparado algo para exponerles. Sí señores, tanto concepto bonito, tantas explicaciones, tantas carreteras en construcción, tantos métodos muy buenos, pero en el fondo qué, el Colegio de Ingenieros no constituye un verdadero peso. El setenta u ochenta por ciento de la construcción que se hace en la Provincia de Pichincha, está ejecutada ¡sin profesionales! Y algunos que se presentan como profesionales, son firma planos, no vigilan, no controlan los procesos constructivos. Eso sucede, porque tenemos una vida muy fácil y a veces nos creemos que sabemos más que los demás y que no necesitamos hacer… no sé, no llego a entenderles. Buscamos una vida fácil. Por ahí nos caen unos dolaritos, ¡ya! satisfechos, 126


felices. ¡No! Para qué hago el esfuerzo. Yo les digo, señores es importante acortar el tiempo de trabajo. —Pero ¿para qué?— dicen. — Porque no es lo mismo ganar mil dólares en una semana que ganarlos en seis meses. Tenemos que entender eso. Y al final, la relación costo beneficio: unas obras mal hechas; los túneles del Ciclista, nueve meses y pidieron prórroga. Nueve meses de trabajo y todavía en ese tiempo no acababan. Uno de los últimos pasos a desnivel que me tocó trabajar en Caracas: empezamos el viernes a las cinco de la tarde, cerrado el tránsito, no entraban ni peatones, clausurada la circulación vehicular para todas las casas del sector, pero no fueron nueve meses. Trabajamos viernes en la noche, sábado y domingo todo el día. Lunes a las siete de la mañana verifiqué las pruebas, tenía dudas y me demoré hasta las segundas pruebas. Dimos tránsito a las cinco de la tarde. ¿Cuántas horas, cuantos días? Sábado, domingo y lunes, tres días y no nueve meses. Una obra de similares características. La tecnología no ha cambiado mayormente, se han inventado otros aparatos más fáciles de manejar con los que se puede acelerar el tiempo de trabajo. Los conciudadanos alrededor de ese paso a desnivel que construí, felices: tres días que tenían que salir a pie, estar alejados de sus vehículos o con sus vehículos encargados donde un pariente o un amigo, no pasaba nada. Algunos se habían ido a la playa, regresaron y encontraron el paso a desnivel listo. El Colegio de Ingenieros El Colegio de Ingenieros debe estar a la altura que le corresponde. Hace más de medio siglo propuse en Quito, la unificación del Colegio de Ingenieros, el Colegio de Arquitectos y de profesiones afines, como se desarrolla en Perú, en Chile, en Argentina; instituciones fuertes que hacen sentir su peso, que valen, no un Colegio de Ingenieros... 127


Trataré de decir de la forma más suave, aquí presentan lindas cosas, pero después de eso ¿de qué sirve?, quiero que nos hagamos efectivos, 1.200 ingenieros inscritos, por qué no nos unimos ingenieros, arquitectos, ingenieros industriales, ingenieros mecánicos, ingenieros de sistemas, arquitectos de todas las especialidades, formar una sola institución. ¿Qué argumentaron, cuando presenté esta idea hace sesenta y pico de años? Que quería unir a los ingenieros con el Cuerpo de Ingenieros, porque estaba trabajando con un ingeniero del Cuerpo de Ingenieros, que era un interés personal, no miran, solo ven una cosita pequeña… Profesionales ecuatorianos En Ecuador se da un fenómeno por el que se menosprecia al talento de los profesionales, el estado a través de varios entes busca a profesionales fuera del país sin observar ni pedir la participación de los técnicos que hay aquí. Nosotros conocemos las características de nuestro medio y estamos en capacidad de resolver problemas que los extranjeros desconocen la solución, por estar alejados de nuestro entorno. En los últimos diez años se construyeron muchas obras con expertos internacionales y son obras que se pudieron construir con gente de aquí, eso se podía hacer. Un ejemplo muy concreto es el caso de la cangagua, esto le ha costado al país millones de dólares y eso significa un perjuicio a los ecuatorianos, a todos. El costo tan elevado que llegó a tener la carretera Collas, tiene su origen en el desconocimiento del fenómeno de la cangagua. No voy a entrar a pormenorizar ese caso. Si voy a detenerme en el caso del Metro de Quito y de la carretera a Guayllabamba. 128


Por pedido del querido Alcalde Sixto, me retiré de mi labor de Concejal del Municipio de Quito para pasar a ser el fiscalizador de la obra Los Túneles de San Juan. Para esas fechas ya decía que debíamos empezar con el Metro de Quito. Eso era en el año 1974. Ahora estamos construyendo en el 2021, son 47 años, estamos empleando casi el doble del costo aproximadamente. En el túnel de San Juan, hay 85 centímetros de espesor en la base del muro de concreto y 50 en la cúspide. Eso soporta toda la carga que tiene de la montaña y aún puede soportar más. Construcciones al costo Este sistema empleado por Bolívar, funciona de la siguiente manera: el propietario del proyecto pone el dinero que el constructor recibe por etapas y gana un 10% de lo que cuesta la obra, es un porcentaje bastante bajo frente a lo que normalmente ganamos. Para el comprador es más barato que adquirir algo hecho. Trabajar con el estado Con el Estado, he procurado trabajar muy poco, por los inconvenientes, los enredos que se presentan en la ejecución misma del proyecto, la demora en los pagos de las planillas. Aprendí a trabajar rápido... Además para el Estado y el dueño de la obra, es muy importante el axioma que conocemos: caro en construcción, barato en explotación. No solo por el tiempo, sino por la calidad de la obra. Una construcción bien hecha, duradera, que resiste sismos, es más eficaz que un edificio barato, que se cae y mata gente. Volviendo a los tiempos de la buena Venezuela teníamos algo maravilloso: Una planilla se aprobaba hasta en ocho 129


días de ser presentada, la planilla aprobada pasaba, en lo que llamaban, la identificación, decían: –¿ Aguanta el pago o quiere algo de anticipo? – Necesito 400.000 Entonces daban la orden para ir al Ministerio de Fomento, esperaba sentado una media hora y salía con el cheque, eso era organización. La cangagua Ordenanza Municipal: que una construcción tiene que estar 15 metros adentro del borde del barranco, pero hay un montón de construcciones que están al filo y que están bien. Aquí estamos luchando por el permiso para arreglar esta casa, ya vamos seis meses al Municipio, que el Arq. Fulano dijo que quiere esta cosa. Bueno ¿qué quiere? Las obras, le voy a dibujar. Me pasé hasta las doce de la noche, llegaron mis hijos... –pero papá, esto no es posible… Voy con el plano –Esto no es necesario, ya vamos a hablar con el Arquitecto. No se pueden hacer las obras al borde, mas hay cientos de casas construidas, desde el túnel Guayasamín hasta Pifo, al filo de taludes verticales, la cangagua permite. Los señores constructores de los túneles de San Juan y El Placer decían que por lo menos el espesor del muro debía tener un metro o 1,20 y sacaban sus cálculos. ¡Señores no hay empuje, el componente horizontal no existe! Calculemos solamente para el abovedamiento, no más. ¡Qué no! Invitación especial a Buenos Aires, allá voy. En esos días murió Perón, unas reuniones un poco irregulares; yo ahí sentado, ellos con sus expresiones en voz alta, los cálculos, señores todo eso está 130


bien… y seguían discutiendo y haciendo números en una computadora. En Buenos Aires ya tenían de las primeras, del tamaño de una refrigeradora. Demostrado… No está demostrado, eso es cangagua. –¿Qué es eso? –¡Qué venga el profesor de mecánica de suelos de la universidad!, el Ing. Eduardo Núñez. –Me permiten ahora expresarme, ustedes han hablado día y medio–. Les expliqué. Y gané la pelea. Eduardo Núñez vino a Quito a conocer la cangagua y se llevó muestras para hacer los análisis y enseñar en la Universidad de Buenos Aires los dos tipos de cangagua que hay en el planeta: eólica y lacustre Los pasos laterales en el país Cuando el Ing. Jorge Lanas era director de OOPP, un día le dije. –Jorge para comprar las ricas hallullas de tu tierra, no necesito entrar a Latacunga, por qué no haces un paso lateral, –¿Cómo es la cosa?, que interesante la idea–. Se hizo el primer paso lateral que se realizó en Ecuador. Antes se entraba a Latacunga para ir a Ambato, lo mismo sucedía en Santo Domingo para seguir a Quevedo, Chone, Bahía o Esmeraldas. Asumí, con Integral Ingenieros Consultores, los estudios del paso lateral de Santo Domingo, encargué esa tarea al Coronel Jorge García Negrete, el primer Director de la ESPE, pero cuando estaba ya por terminar su trabajo, los comerciantes de Santo Domino dijeron que esa obra les iba a quitar el negocio… y con revólveres, fusiles, escopetas y machetes, sacaron a Jorge García Negrete y su equipo. Asustadísimo me dice: –¿Cómo hago?, faltan menos de dos kilómetros para terminar y tenemos que entregar el estudio en dos semanas. ¿Cómo nos justificamos frente al Ministerio de Obras Públicas? –Bien fácil–, le dije–. Tú conoces la 131


zona, te inventas la topografía, –¿pero hacemos eso? –¿Qué quieres? que te maten, te dejen herido, cojo, ¿o sin brazo por toda tu vida? ¿Quieres tener unos cinco cadáveres ahí? Esos sinvergüenzas te disparan… –Voy a hacerlo –. Y entregamos los estudios con la topografía inventada, en ese tramo. En realidad se hizo una topografía tratando de ajustarse a lo que se conocía, era demasiado arriesgado reingresar a ese lugar. Historias de la vida. El puente San Vicente - Bahía …Recibí el sobre, firmé y le digo a mi mujer, estoy con un comunicado de la Alcaldía, muy agradable, por lo menos les voy a decir gracias; me fui a Bahía. Al entrar, me entregaron una carpeta con muchos planos. Ya había estudiado el problema del puente, se abre la puerta y entran tres ingenieros… –por aquí, pasen–, los proyectistas del puente… Inicia una presentación buscando una…exposición fabulosa, pasó… y me dice –ingeniero, ¿tiene alguna observación sobre los planos? –Si tengo observaciones, ¿por qué los señores ingenieros proyectan una estructura metálica en un ambiente corrosivo? considerando además que no sabemos mantener. Segunda cosa, el puente en los últimos trescientos metros es en curva, es muy difícil construir una estructura metálica en curva, ¿por qué no salimos recto y la curva la damos en el terreno?, no en el puente. –Oiga y usted, –me interrumpe uno de ellos – ¿ha construido algún puente en su vida? Me levanté y le dije: –Sí, noventa y ocho puentes. Aquí está la evidencia, mis observaciones: no estructura metálica y no en curva. –Ah, es que el Ingeniero de Suelos le va a indicar porqué –Es que la resistencia en estos últimos trescientos metros, es la mitad del resto–. Entonces ponemos el doble de pilotes, se acabó… es la solución más práctica. 132


El puente finalmente se hizo en hormigón y la parte metálica actualmente está corroída. Otro puente, uno audaz La carretera, al llegar al río Guayllabamba, desciende y el suelo cambia radicalmente; ya no es la famosa cangagua que nos facilita tanto las obras en el aspecto estructural, es un suelo no coherente; advertí de este hecho al Ministerio de Obras Públicas y les dije que eso se solucionaría muy fácilmente con un puente, que lo calculamos con mi compañero el Ingeniero Telmo Ponce. La estructura de 580 metros de longitud con unas pilas bastante altas, según los técnicos del Ministerio era un proyecto carísimo. En el transcurso del 2017, el 2018 y en los actuales momentos: los costos de estabilizar la vía y de los taludes difíciles de consolidar, ha totalizado muchísimo más dinero que el puente proyectado, que cruzando el río Guayllabamba encontraba cangagua al frente, material muy resistente. El puente cercano, para ir a Collas, salió carísimo por tanto talud a consolidar. Las curvas peligrosas Cuando había iniciado la construcción de la vía Santo Domingo - Pedernales, en los planos de obra encontré irregularidades que acarrearían grandes problemas de circulación. Entonces invité al Ministro Valdano Raffo y a sus colaboradores a un almuerzo en el inicio de la carretera. Con los planos de los primeros 5 km sobre la mesa, indiqué que en ese sector había una recta de 960 metros y luego una curva de 30 metros de diámetro sin ninguna curva de enlace. Cualquier conductor imprimirá en esa recta, fácilmente, en133


tre los 80 y 100 km/h; seguidamente al entrar en la curva se saldrá fuera de la vía. En adelante señores ingenieros, Bolívar Arteaga no construirá ninguna curva menor de 400 metros de radio. Estamos jugando con las vidas humanas. Ahora, en esa carretera ya construida, se circula muy bien. Lo que dicen los planos. Otro ejemplo de ese tipo. Construía el edificio para la Asociación de Municipalidades del Ecuador, en Quito y dice mi ayudante –Ingeniero, vamos a empezar a fundir. Pregunto: –¿ya revisó el Fiscalizador?… Ahora va a revisar Bolívar Arteaga, le dije, subí al cuarto piso y veo la losa en voladizo de dos metros cincuenta… y la armadura tenía solo tres varillas de 3/8” por metro. Dirigiéndome al Fiscalizador – ¿Ingeniero, usted autorizó la fundición? –Sí, todo muy bien… –Está muy mal y está procediendo incorrectamente, no ha revisado. Al desencofrar se cae esa losa. Subió… –¿qué es lo que pasa? –señor Fiscalizador, no ha revisado ¿Con esa armadura se va a fundir? —Eso es lo que consta en los planos —No me importa lo que está en planos. Un grito para la hormigonera que ya llegaba: –¡No hay fundición!Los cálculos se hicieron en Santiago de Chile. Yo he estado allá, ahí construyen bien… Llamé a los calculistas. Se formó un gran escándalo, las disculpas y la obra se paró dos semanas. Con los cálculos muy bien hechos, hay errores que no son de diseño, de cálculo, sino de construcción o de dibujo… Hablando con mis colegas les digo: –Las obras de construcción tienen 257 detalles que hay que cuidarlos. 134


Edificio Santa María Constructora Monolítica. Caracas, Venezuela, 1960.

En Caracas, el último edificio que construí, tiene una losa que cubre el ingreso con un volado de tres metros. El calculista: un alemán. A simple vista había una falta enorme de hierro. Llamé por teléfono al proyectista: contestó ¡bravísimo! que él hace los cálculos bien y que no se equivoca. Le dije que iba a presentar el asunto al Colegio de Ingenieros y que tendrá una sanción, –si quiere venga inmediatamente, y hacemos las cosas adecuadamente, como buenos profesionales. 135


Vino… revisamos. Él había calculado bien, le dibujaron mal y no chequeó. Los planos aprobados por el Municipio; pueden estar aprobados por el Espíritu Santo, pero al desencofrar se caía la estructura por su propio peso. A los cuatro días tenía una caja de champán en mi oficina, remitida por el alemán. La visión de las soluciones En Quito, muy temprano llegué al edificio El Triángulo, cerca del túnel Guayasamín… El Arquitecto ayudante estaba asustadísimo: no llevaron la bomba para el achique de agua y la que había se dañó; venía la hormigonera para fundir esa parte de la cimentación. Pregunto: ¿Qué profundidad tiene al agua? — un metro veinte. La armadura y más detalles, todo correcto. — ¿Cómo fundimos? En el agua no se puede fundir. —Yo si he fundido… y seguiré fundiendo. Fui a la ferretería y llegué con 5 láminas de zinc. Llegó la hormigonera, le añadí dos sacos más de cemento por seguridad y fundimos el cimiento. El edificio está allí, bien, no pasa nada. Son retos de la profesión; hay que aprender a ver el problema con serenidad y aplicar la solución con firmeza. Puerto Lacruz, San Vicente Vivía ya en Ecuador y una empresa japonesa me contrató, quería regalar un puerto a Ecuador, naturalmente con fines comerciales, Japón también está sobre la línea ecuatorial, el 136


puerto serviría a los dos países para sus propósitos económicos. Cuando presenté mi currículum, me dijeron: –No necesitamos su hoja de vida, sabemos quién es usted, gracias... Me contrataron con una muy buena remuneración. Recorrimos, desde la frontera en Esmeraldas, toda la costa ecuatoriana hasta Puerto Bolívar, en El Oro. Fue allí que me di cuenta, pensé y elegí: Bahía de Caráquez. Dije: ese será el sitio para vacaciones de mis hijos y descanso nuestro y ahí compré una propiedad de seiscientos m2, hice una vivienda circular. Años después, una mañana me eché en el bolsillo una libreta y Julieta me preguntó: —¿qué vas a hacer?—, le dije: una sorpresa, en la tarde te cuento y salí. Tomé una lancha y recorrí toda la costa desde la desembocadura del río Chone, por el lado derecho la subida, por el otro lado la bajada, anotaba las propiedades. Llegué a San Vicente y me topo con el señor Larco Vera, mi conocido... estaba en una ventanita, en la planta baja de su residencia con un plano en la mano, era un plano de la casa que le hice en Quito. Me relacionó con su hermano, el dueño de las 14 hectáreas, con trecientos metros colindantes con el mar, terreno que en pocos días adquirí. Con la experiencia de Venezuela, en ese terreno se levantaría un complejo turístico vacacional que serviría para nacionales y extranjeros. Para mejorar el empleo del terreno, está construida una vía interior asfaltada de un kilómetro. Inicialmente realizamos los bloques que los denominamos con nombres autóctonos: Jipijapa y Jaramijó, en los que es137


tán edificados treinta y siete apartamentos. La venta de esos apartamentos tuvo un sorprendente éxito y por este motivo iniciamos la construcción de la segunda etapa El Portal de Montecristi, edificación que fue suspendida por el delicado estado de salud de Julieta. Bolívar no podía atender a su esposa en Quito al mismo tiempo que seguir con la construcción en su propiedad de San Vicente, Manabí. Actualmente, cuando escribo estos relatos he reiniciado los estudios complementarios a la segunda etapa inconclusa, abarcando un total de unos setenta apartamentos que los iremos construyendo y terminando acorde con la situación económica del país. El sistema de abastecimiento de agua potable a todos los apartamentos que construimos en la primera etapa, se proyectó con un sistema hidroneumático, cuando encontré esa cosa dije: ¡no, hidroneumático aquí no! Si yo estoy enjabonado, se va la luz, me quedo enjabonado… entonces, ¿que tengo en Puerto Lacruz?: un tanque de reserva abajo, grande, y un tanquecito de 14 metros cúbicos arriba, con bombeo automático: cuando cae el flotador, se enciende el surtidor y bombea. Solamente 14 metros cúbicos para los 37 apartamentos … ¡éxito! Nunca ha fallado el agua… es importante… En el sector comprendido entre la carretera troncal de la costa y la playa, en una extensión de seis mil ochocientos m² , proyectamos edificar un complejo vacacional que comprenda fundamentalmente: un local para celebrar eventos sociales, un espacio en el que se encuentren permanentemente médicos, que a más de atender sus consultas para San Vicente y Bahía de Caráquez, puedan garantizar la ayuda a los turistas 138


que eventualmente ocuparán los pocos apartamentos que proyectamos ejecutar en ese sector.

© Galo Valencia 2018

Instalaciones de Puerto Lacruz en San Vicente, Manabí, Ecuador.

El lugar descrito tendrá una piscina de agua salada, baños turcos y sauna, cocina de la excelente comida manabita y menú internacional, servicio de lavado automático de vehículos, boutique y mini mercado, en el que se expenderán productos cultivados sin químicos. En las once hectáreas restantes de la carretera hacia el oriente, no se edificará toda el área, habrá territorio suficiente para agricultura, dejando una buena superficie para cultivos, parques y flores. 139


Retomando la propuesta japonesa de la donación de un puerto, debo decir que en ese entonces, los funcionarios ecuatorianos despreciaron el obsequio japonés. que habría dotado de un importante puerto marítimo sin costo alguno para el país. Estar preparado para las aguas Estaba construyendo en San Vicente, Manabí; había terminado los departamentos de los bloques Jipijapa y Jaramijó, María Raquel y Esteban administraban Puerto Lacruz. Estando en Quito, María Raquel se acerca a mi escritorio: –Padre, hay que disminuir la gente en Puerto Lacruz, no tenemos dinero suficiente. –Hay cosas importantes que hacer. –Nada es importante, no podemos quedar mal con nuestros obreros. –Tengo algún fondo de reserva personal al que acudiré. La representante para el Ecuador de Tiempo Compartido me invitó a ver el sistema en la siguiente semana, en la Isla Margarita. Por un tema relativo a la playa fui a Bahía, a la Marina Mercante, a hablar con el Capitán del Puerto, un Ingeniero Naval que acababa de venir de Europa donde había permanecido dos años, muy agradable. Pidió hacer una inspección, le invité que desayunara al día siguiente en Puerto Lacruz. La conversación fue tan larga e interesante que luego fuimos a almorzar en Bahía. Entre las cosas que hablamos me dijo esto: Se vienen unas lluvias torrenciales, prevéngase..Accedí a la invitación de Tiempo Compartido, fui con Julieta. Pero antes dejé todas las instrucciones: dupliqué el personal e hice el drenaje total del terreno de Puerto Lacruz, drenaje que subsiste. Le creí a pie 140


juntillas al Capitán del Puerto. Esas lluvias fueron las que se conocieron como el Fenómeno El Niño. Cuando vio la planilla María Raquel, puso las manos en el rostro y me dijo: –con qué plata pagamos esto! Le dije: con este cheque. Dejé pagos por una semana adelantada, por si acaso me demoraba en Venezuela. ¿Qué aconteció?, estando en Venezuela vi en la televisión lo que acontecía en Ecuador y Perú, llamé por teléfono a Franklin Vera: –aquí estoy empapado de la cabeza a los pies. –Cuídeme que no entre una gota de agua y peor barro a la piscina. No pasó absolutamente nada, y se mantuvo bien. Llamé a María Raquel y le dije: ¿sabes lo que ha pasado? no me dejaste hacer bien los drenajes, la piscina está llena de barro y prepárate a pagar todos los enseres del señor Fulano y de la señora Tal, que tienen sus apartamentos bajos, están inundados y hay que pagar. –Padre, hay que hablar con Franklin Vera –Yo ya hablé, prepara los cheques. Julieta me dice: –papi Boli, no le atormentes así a la pobre hija. –No sufras absolutamente nada, todo está en regla, la única que está inundada, es la carretera. A mi regreso, pidieron auxilio: una mujer estaba frente a Puerto Lacruz, dentro de su casa anegada y no podía abrir su puerta, –le hicimos salir por una ventana, y desalojamos el agua... fui con el personal necesario, rompimos la pared para sacar el agua. 141


Lo más importante: el drenaje. Sin descuidarse. Para construir bien una carretera: primero drenaje, segundo buen drenaje, tercero excelente drenaje. El agua es el mejor amigo del hombre y el peor enemigo. Generar energía eléctrica con la corriente de los ríos Tengo la patente de este método, que constituye la repetición de lo que todos los bomberos del mundo hacen. ¿Qué es lo que hacen? Introducen el agua en una manguera de cuatro a seis pulgadas y reducen –por lo general– a dos pulgadas, con lo que la salida del líquido adquiere potencia para llegar a unos 20 o 40 metros de distancia. Este principio Bolívar lo aplica a una máquina generadora de electricidad. Generando la energía que produce el conocido jet de bomberos con el agua de los ríos. Se elimina totalmente el uso de combustibles. En el gobierno anterior me aceptaron el método, pero el Presidente de la República prohibió que se continúe con esta idea, aduciendo que el Ecuador tiene electricidad suficiente para vender a Colombia y Perú, sin darse cuenta que la electricidad es necesaria conducirla por costosos cables de alta tensión. Técnicamente necesitamos potencia, la que se basa en esta fórmula: P = m.v² (Donde P =Potencia, m = masa y v = velocidad). Si en la manguera que se introduce agua, el diámetro es mucho mayor al de salida, simplemente en este extremo existe 142


una mayor velocidad, generando la potencia que se requiere para que funcione la máquina generadora de electricidad. Detalles del método patentado, me será grato ilustrar a quien interese. Debo señalar que los campesinos tienen situadas sus viviendas cerca de las corrientes de las vertientes y de los ríos.

143



Lo que valoro La gratitud Agradezco al Señor por haberme dado tantos años de feliz vida, porque realmente puedo considerarme un afortunado en vivir pacientemente y con bastante trabajo, que es lo que me agrada hacer, para cumplir con lo que ofrecí a Julieta para los hijos. Ella se dedicó a la educación y cumplió perfectamente con eso, Julieta cuidó de la educación de todos los siete hijos. Todos universitarios, todos con su profesión… yo necesariamente tenía que cumplir con lo mío: trabajar, conseguir el sustento económico necesario, lo cual agradezco al Señor que me permitió obtenerlo con apreciables cantidades de dinero. A todos mantuve con una buena economía, su buena ropita, nada de lujos. Hemos dado unos paseítos alrededor del mundo con todos y cada uno de ellos y los he educado en universidades del exterior. Hubo un tiempo que tenía educando a tres de los hijos en EEUU y uno en Europa, tenía el dinero suficiente para mantener ese estatus universitario. La ambición No es esa ansiedad de poseer, especialmente más dinero, o la codicia,…sino el anhelo de ser más productivo y así tener la oportunidad de estar fuera del ámbito general de la gente o de los colegas que participan en tal o cual situación sin destacarse. 145


Yo he ambicionado tener dinero para repartirlo, para ayudar a los parientes, a los amigos, y eso he hecho siempre. Mi mayor ambición es que todos mis hijos tengan la suficiente capacidad y el espíritu idóneo para realizarse, para vivir felices y tranquilos en la vida, ser capaces, pero honestamente capaces. Ser exitoso Para ser exitoso en la vida hay que pensar, razonar sobre el objetivo que se está planteando. Buscar la solución, en el caso de la Ingeniería Civil, investigar procedimientos y hacer. He conseguido soluciones prácticas, económicas y de ejecución; como los trescientos cincuenta metros del muelle de Puerto Azul que tiene seis metros de calado para que atraquen las lanchas de los condóminos de Puerto Azul. ¿El arrepentimiento, un puerto donde se debe arribar? Si he tenido algunos malos momentos en mi vida, no es para arrepentirse, he procedido con tranquilidad, con decencia, con educación; con todos mis trabajadores, mis correligionarios, contemporáneos, profesionales. Si alguna vez he tenido ocasión de pasarme, he sabido reconocer y disculparme, y especialmente aprender a no repetir las acciones malas. No me considero un hombre perfecto necesariamente… Los errores son una lección para no volverlos a cometer. Cuando de su aldea vino, doncellas cuidaban de él, princesas de su rocino… Don Quijote de la Mancha. Me leí varias veces este libro que me regaló mi padre, expresamente para que lea y analice algunos pasajes. 146


Siempre he tratado de instruirme, aprender, superarme y de mejorar mis conocimientos... Pero lo logrado, no llega al dedo meñique del pie derecho, en comparación a lo que se puede saber… Estimo que eso ha sucedido especialmente en los últimos veinte años. La tecnología, la técnica, avanzan a pasos agigantados. Lo más valioso que he recibido como enseñanza, ha sido el aprender a superarme diariamente y a contabilizar cada noche lo que he hecho de bueno y lo que he hecho de malo, cada día. Cuáles son los minutos que he aprovechado eficazmente y las horas que he desperdiciado. Por consejos de mi padre y de mi abuelo materno: al acostarme en las noches, pienso siempre, qué de bueno he hecho y qué horas he perdido y hago mi programa para el siguiente día; de modo que cuando me despierto, me levanto, no salto de la cama bruscamente sino con tranquilidad, pensando en lo que debo hacer y cómo seguir los consejos que aprendí. Esos son los parámetros de mi vida. Relaciones sentimentales y la familia Tuve amoríos de joven, de muchacho. Desde que conocí a Julieta dije: ella va a ser mi mujer y creo que no me equivoqué, tengo siete hijos, desde el punto de vista moral influí necesariamente en el comportamiento de ellos. Ella fue la más dedicada a la educación, dadas las circunstancias de mi trabajo (especialmente cuando vivía en Venezuela); yo podía atender a mi familia dos días a la semana, los otros cinco estaban a cargo de Julieta. Esos dos días trataba de ser lo más amigable, hacía muchas preguntas a mis hijos, a mi mujer, me contaban sus pequeñas aventuras, sus dificultades, sus trabajos, sus tareas escolares. Un tiempo inclusive, en las vacaciones, trabajaron en las 147


construcciones, en Quito el edificio en La Ye, el primer edificio en propiedad horizontal que se hizo en el país. Ellos trabajaron como obreros; unas cuantas semanas, exactamente como obreros. Quería que ellos conozcan cuál es el trabajo que realizaba su padre, no por las palabras, sino con los hechos, en la realidad, a qué hora entran, a qué hora salen, cómo comen, qué trabajo hace cada quien y ellos estuvieron carretilla en mano, empujando, llevando lastre, cemento, transportando arena, ripio. A mis hijos traté de transmitirles el conocimiento de mi profesión, el conocimiento de la vida terrenal, de la vida de los obreros. Necesariamente les hice practicar en la dirección de obras, especialmente los tres mayores estuvieron encargados del trabajo de algunas obras y nunca me oponía a las decisiones de ellos por equivocadas que fueran. Porque yo aprendí de mis profesores, los técnicos con los que trabajé por 12 años en Venezuela, como nos debemos comportar, que se debe hacer, nunca discutir ante los inferiores, no desechar una orden dada por el Director de Obra, no hacerle quedar mal ante los trabajadores; llamarle aparate y decirle, estás equivocado, debió hacerse en esta otra forma, corrige… yo no intervengo, tú eres el que va a corregir. Son principios fundamentales del mando y de la buena correlación, del buen trato que se debe dar en una obra, procedimientos básicos que hay que conocer. Los hijos se hicieron independientes por su cuenta. Traté de que se familiaricen, que formen la empresa, pero con la empresa Bolívar Arteaga e Hijos no he conseguido lo que hubiera deseado: que realmente culmine. Aprender de los errores Se portaron mal, desperdiciaron el dinero, botaron la fortuna que nunca la trabajaron y que les cayó del cielo, mejor que 148


una lotería. Es lo que hicieron mis tíos según referí anteriormente. Traté de evitar eso en mis hijos; buscando dar un buen ejemplo y dándoles una buena educación, especialmente implantada por Julieta. Y diré además, dedicándoles atención especialísima los días sábados y domingos. La excepción ocurrió únicamente cuando obtuve una de las obras más importantes en todo género en mi vida, el Muelle Flotante de Puerto Ayacucho, durante siete meses. Después me trasladé a Caracas para actuar como Jefe de Licitaciones de la Técnica Gutiérrez, retomé esa costumbre de estar con mi familia los fines de semana. Cosas del corazón y las relaciones del amor Amé siempre a la mujer que elegí por esposa, el verdadero amor de mi vida. Cuando cayó gravemente enferma, no podía atenderla y trabajar simultáneamente en la obra que he considerado importante, en especial para mis herederos: Puerto Lacruz. En la balanza del razonamiento sincero coloqué a Julieta y la obra. El platillo de mi esposa superó grandemente a Puerto Lacruz, que fue abandonado por nueve años. A mis hijos les recomendaría ser conscientes y no dejarse arrebatar por sentimientos no valederos, que cualquier ser humano puede tener. No me considero un hombre inmaculado, soy simplemente un ser humano, pude haber cometido deslices en mi vida, pero no son el eje, ni el centro de mis relaciones vitales, son relaciones humanas que las he vivido sin consecuencias para mi futuro, ni de mi familia. Es bueno tener relaciones humanas pacíficas, afectuosas, lo que en el catolicismo se dice: amarse los unos a los otros. Es importante no tener resentimientos, envidias, no dejar pasiones sueltas, ser tranquilos, equilibrados. 149


A los hombres: llevar sentimientos normales para los que hemos sido creados. No estoy de acuerdo con el celibato. Simplemente no se cumple y es ajeno a la voluntad de Dios. ¿Por qué tratamos de cortar ese sentimiento, esa voluntad suprema? Con el celibato, se prohíben las relaciones sexuales, pero no se cumple, estamos sufriendo en estos últimos tiempos con noticias que muestran abusos cometidos con menores de edad, que distorsionan las relaciones normales entre hombres y mujeres… Para las mujeres: el que los varones busquen a las mujeres, no es muy cierto, las mujeres indirectamente, muchas veces se insinúan, están buscando a su varón. No considero que los hombres estamos buscando siempre a las pobrecitas mujeres, que no tienen sentimientos, que no buscan sexo; las mujeres buscan sexo tanto como los varones, son sentimientos en el fondo, de igual nivel. Ese es mi punto de vista, puede que esté equivocado, pero es lo que pienso. A una pareja joven, le diría que conserve sus sentimientos y sus relaciones íntimas, buscándose y conociéndose espiritual y físicamente. Los seres humanos somos iguales, aunque hay algunos que salen de lo común, como un profeta de la antigüedad que tuvo sus hijos a los 95 años y hombres especiales como Juan Vicente Gómez, dictador venezolano, que tuvo 32 hijos reconocidos. Cecilia Valencia, pregunta: –¿A esta edad se volvería a casar? –Contraer matrimonio a esta edad causaría comentarios sinfín, desavenencias, disgustos entre familia y familia. No me es indispensable. Con entera satisfacción, muchas veces he sacrificado mi persona, por conveniencia de mi familia. La situación: trabajaba 150


de lunes a viernes y toda la familia metida en la casa... Salía a recorrer las afueras de la ciudad, buscar un balneario, manejar unas cuantas horas, a pesar de mi cansancio que me llevaba a quedarme quieto, tranquilo; sacrificaba mi parte humana, cambiaba mi fatiga en beneficio de su salud espiritual. Me sentía contento con haber hecho eso. Herencia La independencia de los hijos se da por lo económico y lo educativo. Nunca les dije, se van de la casa, como sucede en muchos hogares de los EEUUU, yo no. Con el ejemplo de la generosidad de mi abuelo, compré una propiedad al norte de Quito y a todos les di una casa en el Conjunto Residencial Arteaga, se construyeron siete casas amobladas que recibieron todos y cada uno de ellos, además les entregué un automóvil y algún dinerito, para que puedan empezar su trabajo. Todos son independientes. Ellos me deben lo que cualquier hijo debe a su padre, sobre todo, el ahínco por conservar limpio el nombre, en todos los aspectos; mucha gente que me conoce sabe –quien fue y como actuó Bolívar Arteaga–. He tenido una familia feliz, rodeado de buenos hijos. Viejas deudas Michel Sabá fue uno de los primeros amigos que tuve en Caracas, libanés, estábamos en la misma pensión que José Teófilo Velasco me había recomendado. En este hostal vivía Michel, trabamos una buena amistad, comíamos muchas veces juntos; él me recomendó otros amigos libaneses que fundaron la Coco Rico, una bebida parecida a la Coca Cola, hecha a base de coco. Construí la planta industrial. 151


Años después, cuando tenía mi casa de 462 metros cuadrados, un buen día me habló por teléfono, nos encontramos, comimos juntos, tenía recelo de hablar y lo animé, me dijo –tengo la necesidad pero no puedo decirte–, estaba bastante receloso, –Bolívar has hecho mucha fortuna, –sí, he trabajado duro. –Sí, recuerdo que tú hiciste los primeros trabajos para Coco Rico –seguimos conversando y me pidió un dinero, recuerdo que le di el equivalente a unos 37.000 dólares, podía hacerlo. Además de que su contacto con esa construcción y otras, significó mucho dinero para mí. Ya había decidido quedarme en el Ecuador y mantenía trabajos en Venezuela que ejecutaba mi cuñado Alfonso Villaquirán. En uno de esos viajes a Caracas, me fue a visitar Michel, tenía un lujoso automóvil. Me giró un cheque equivalente a sesenta y tres mil dólares; Michel, yo te presté menos, –y eso es muy poco, para lo que he ganado. Tengo el pollero más grande que hay en Venezuela, gracias a tu ayuda. Contentísimo Michel, feliz…y yo también. Mis sueños Soy un soñador y sigo soñando a los 98 años. Políticamente ninguna ilusión, pertenecí al Partido Socialista antes de cumplir los 20, durante un año, pero vi las barbaridades que se cometían dentro del Partido y decidí no pertenecer nunca más a partido alguno. El sueño que mantengo todavía, es conformar el mejor complejo turístico del país en Puerto Lacruz, San Vicente, Manabí. Tenemos ya, un buen inicio.

152


© Galo Valencia 2019

Proyecto turístico Puerto Lacruz en San Vicente, Manabí, Ecuador.

153


Julieta Villaquirán Albarracín.


Mi esposa Cuando vivimos en la población de la Grita, en Venezuela, yo llegaba los viernes tarde y dejábamos libres sábado y domingo para la familia. Cambié los horarios, trabajábamos de lunes a viernes unas horas más y dejábamos libre el fin de semana para la familia. En La Grita, ciudad universitaria, en donde vivíamos, supieron apreciar quien era la esposa del Director de la Panamericana de ese entonces. Julieta tuvo una invitación y el viernes que llegué me dice, —te voy a dar la sorpresa: esta semana estuve en la universidad, me llevaron mis amigas Balza, una de ellas es decana de unas de las facultades y quieren que trabaje, me ofrecen revalidar mi título con solamente presentar el curriculum que he estudiado, me dan el título y seré profesora universitaria. —Le dije, Julieta hazlo. —No —me dijo— Carlitos ya tiene unos cuantos meses, no, de ninguna manera. Fuimos a la universidad, dio una conferencia de los temas que ella dominaba y les anunció, —definitivamente podré ayudarles pero muy eventualmente, no como profesora. Muchas gracias. —Esa fue Julieta, mi mujer. Habíamos enviado a Diego, el último de los hijos que actualmente reside en los Estados Unidos, a Los Ángeles. Tenía la universidad, todo pagado, todo arreglado. Le despedimos a las seis de la mañana en el aeropuerto, y ese día no fui a al155


morzar a la casa. Julieta se me aparece con su carro, como a las cuatro de la tarde. Le digo, cómo así vienes mijita, dice —a contarte que hablé con Dieguito como a la una de la tarde, está muy bien, ya está acomodado. —Qué bueno, —y quiero decirte otra cosa, como ya solamente me queda Raquelita para educar y ayudar, no es ningún problema, quiero que me enseñes a construir, quiero ayudarte en tus obras. ¿Qué dices? Pero mijita…—No, ningún pero, —me dijo—, ayúdame, enséñame. —Le digo, pero ya tanto que hemos hablado. — Pero tú eras muy cortante, —me dice—, las cosas de construcción no querías hablar en la casa. —Sí, le dije, porque yo diferenciaba y seguiré diferenciando las construcciones, las obras del trabajo, del hogar. Cinco días de trabajo, dos días de hogar. Bueno… total se instaló a construir. Le dejé por un buen tiempo, me fui a hacer algunas obras por Riobamba y ella se quedó. Me corrigió la posición de las chimeneas en las seis últimas casas. Me dijo, —yo no sé dibujar pero ven te indico, qué te parece si hacemos esto —le dije idea brillante mija ya lo voy a dibujar. Tuve una mujer muy capaz, pero terminante. Los años finales de ella constituyeron los ocho o diez años más amenos. Ella comenzó con un poco de artritis que no progresó en los primeros años. Siguió con la sangre dulce, la diabetes. Esa enfermedad le condujo al Alzhéimer. Siempre he de recordar un hecho: estábamos con mi hija en Miami en un almacén bastante grande, a Julieta le gustaba mucho comerse una pastita, una milhoja por ejemplo. Raquel, es la dura entre los hermanos, la que gobierna, la que manda; pasamos por ahí y me dijo —cuidado papá, —señalándome las golosinas, no le dije ni media palabra y Julieta con sus ojitos ahí, desesperada porque sentía el deseo de comerse una pastita. Tenía diabetes. Entonces le dije: — 156


© Ricardo Arteaga 2005

María Raquel ¿te fijaste en esos zapatos rojos que hay donde estuvimos hace un rato?, Pero pruébate bien, me parece que son los mejores zapatos que hay aquí. Fuimos juntos y la dejamos probándose los zapatos. Le agarré de la mano a Julieta, dije —yo voy a ver con tu mamá las blusas que están a la entrada. —Mijita, una pastita, una milhoja. Puso una carita de susto, de alegría, casi se le van las lágrimas. Yo me dije, una pasta sí le hace daño… pero ¿se va a morir por comer la pasta?, no se muere. Se morirá un día antes, el Señor decidirá: —¡Cómase la pasta Negrita! Esa es una de las cosas que sentía de corazón.

En la banca, un mirador vigilante de Puerto Lacruz

157



Otras visiones Entrevistas realizadas por Galo Valencia Y al final de esta parte, una reflexión de Bolívar. Carlos Arteaga Villaquirán, primogénito de Bolívar. Relata las experiencias de vida con su padre. Carlos nació en Quito, el 27 de abril de 1950 y se casó con María Gabela en Quito, el 3 de agosto de 1974. Trabajé con mi padre desde 1987 hasta que se jubiló. El contacto con papá en mi niñez fue escaso; cuando vivimos en Venezuela siempre estuvo fuera. Eso sí, recuerdo una vez que fuimos por el Orinoco río arriba desde Puerto Bolívar hasta Puerto Ayacucho: un proyecto que estaba haciendo. Me encantaban las aventuras. Cuando hizo la carretera Santo Domingo - Flavio Alfaro, circulábamos por Chiriboga en un Jeep de la segunda guerra mundial, sin puertas, descapotado, ese tipo de cosas, esos episodios, me maravillaban. Lo que aprecio mucho de papá es que ha sido claro en numerosas formas; profesionalmente hablando: muy estricto. Cuando regresé de EEUU empecé a trabajar en la elaboración de propuestas para las licitaciones, eso fue muy interesante porque adquirí una experiencia muy importante en el manejo de presentaciones, ofertas, cotizaciones, y a lo largo de los años 159


aprendí un montón de cosas que me han servido en el campo profesional. Trabajé con empresas internacionales donde me fue muy bien, me sirvió la base en que me apoyé: todas las experiencias y lo que había aprendido con él. Papá siempre me impulsó a que haga cosas novedosas; por ejemplo, en esa época que comenzábamos no había encofrados, la gente hacia con pingos y la madera; yo hice mis propios encofrados para columnas, fui uno de los primeros en Ecuador en emplear grúas torre para hacer los edificios, siempre en la búsqueda de innovación y nuevas formas de trabajar. Papá me apoyó en muchos de esos aspectos, eso fue generando en mí una nueva forma de mirar, siempre investigando, buscando, haciendo las cosas desde un nuevo punto de vista. Mi padre ha sido muy estricto y rígido… de joven yo fui muy rebelde, con el tiempo me di cuenta y vi que él camina delante de mí y que tiene razón. Un tiempo le veía a papá un poco distante y después pasé a verle como lo que es. Estuve así por una serie de realidades familiares. Es un padre que hizo lo mejor, lo que podía dentro de su conocimiento, dentro de su realidad. Empecé a valorarlo de una manera diferente. No tuvimos una relación cercana, no tengo recuerdo de un contacto muy próximo. Cuando mamá enfermó… La vida fue mucho más potente… Si Dios tuvo que hablar, lo hizo a través de la enfermedad. Eso le permitió ver a papá todo lo que pasó. Si no hay amor por la persona, de qué te sirve lo que tengas, los edificios que se construyeron, no hay dinero que te ayude. Y si no te sirve eso… ¿De qué nos sirve la vida?… Papá empezó a entender que algo nuevo debía hacer, él sintió que debía reponer y hacer por ella lo que no hizo antes, decirle las cosas buenas que no le dijo; de demostrarle lo que sentía. El 160


Señor le concedió un tiempo, no fue un tiempo de sufrimiento, fue uno de purificación, tanto para ella como para él y para nosotros. Dios se encarga de hacerte ver lo que no entendiste. Lo importante es que ames, si no amas nada te sirve. “Tienes que amar hasta que te duela” dice la madre Teresa de Calcuta. Papá fue el pionero de la construcción de esa época, profesionalmente subió muchísimo; he estado en muchos de esos eventos donde le han felicitado. Para mí es un “orgullo” ser hijo de él, pero yo soy yo, soy su hijo. Papá ha sido muy reconocido por sus logros, fue un trabajador tenaz. Nos hacía levantar los domingos a las siete de la mañana para hacer no sé qué cosas, tengo recuerdos negativos de trabajar, trabajar, trabajar, trabajar. Uno debe vivir una vida equilibrada, no todo es trabajar. Eso a los 14 años uno no entiende. Hoy lo entiendo, luego de 50 años es solo un recuerdo. Hace unos meses me reuní con él, hicimos algo especial: llevé mi computador, le presentamos un video con una canción de Roberto Carlos, “Mi Querido, Mi Viejo”, y se la cantamos a él: papá queremos decirte que te queremos mucho, él lo vio, nos abrazamos, nos contentamos…Yo quería decir: Te perdono, lo importante es quererse, es amarse; hicimos una acto privado con él, de estar en paz, de reconciliarnos. Hoy tengo una relación más sencilla con él. Doy gracias a mis padres que me bautizaron, me dieron la confirmación, una educación católica; me dieron las bases para que luego pueda recibir y participar activamente en esta experiencia de aproximación más profunda con lo Divino, con lo Alto.

161


Carlos y su familia

Carlos Arteaga y María Gabela, su esposa


Esteban Arteaga y Cristina Caicedo junto a sus hijos Tomás e Isabel.

David Álvarez y Cristina Arteaga junto a sus hijos María, Sara, Matías, Julián, Inés y Pablo (en orden de edad).

José Arteaga y Gabriela Triviño junto a sus hijos Benjamín, Antonia, Paula y Joaquín

Ignacio Flor y Soledad Arteaga junto a sus hijos Juan Ignacio, Noemí, Rebeca y Daniel (Ignacio toma la foto.)



Eduardo es el segundo de los Arteaga Villaquirán, Arquitecto que vive en Miami junto a su familia. Pinta estos relatos con sus recuerdos, junto a Luz Neyda, su esposa. Eduardo nació en La Grita, Estado Táchira, Venezuela, el 24 de agosto de 1951 y se casó con Luz Neyda Pabón el 2 de junio de 1979 en Jayuya, Puerto Rico. Cuando éramos muy pequeños, vivíamos en Venezuela… un sábado nos reunió a todos los chiquitos y dijo: –Vamos al terreno del frente a hacer un poco de investigación geológica… ¿Qué será eso?... nos arrodillamos y nos empezó a mostrar piedras: describía la piedra A, la piedra B, la piedra C, empecé a entender que la naturaleza tiene otros significados. Lo que más me gustó, fue ese tiempo de estar juntos. Me impresionó, sinceramente, que nos ilustrara de un modo tan personal. Otra anécdota fue, cuando a los quince años, me enseñaba a manejar. La vía Quito - Santo Domingo era por la ruta Chiriboga, una vía tremenda, llena de curvas y precipicios; de regreso a Quito, él me entregó el vehículo, me iba dirigiendo; cierto momento, volteo a mirar y estaba totalmente dormido. Manejé desde Santo Domingo hasta Quito, yo solito… así aprendí a manejar bien. Papá era ingeniero y consultor, y yo, el hijo del ingeniero. Me dijo vamos a trabajar estas vacaciones. Toda la semana pasé 165


pensando ¿dónde me va a poner?, en la administración, ¿en dónde? A la final, me llevó a la obra, llamó al maestro Chicaiza y le dijo: –Aquí tienes un nuevo obrero, y eso fue... como obrero, paleando, pasando bloques, haciendo mezcla; esa fue la mejor lección de la vida que me puede haber dado, me dejó marcado: comenzar por el principio. Empecé a estudiar Ingeniería en los Estado Unidos y una noche me dije, no voy a estudiar Ingeniería. Me matriculé en Arquitectura en otro estado y dije, voy a hablar con mi padre, no sé lo que me responda, no puedo más, y le llamé, le dije que ya no quería seguir estudiando Ingeniería… hubo un largo silencio, en esa época no había celulares, una llamada telefónica era costosa y cada segundo contaba, escuché un respiro profundo y me dijo: –¡Me parece excelente, sigue adelante! Eso me ha quedado marcado: su tenacidad. A veces duro, él nos formó así. Luz Neyda habla: –Le conozco hace unos 40 años, cuando conocí a Eduardo, y no puedo mencionar toda esta historia sin recordar a Julietita, porque siempre han estado juntos, era un matrimonio que todo planificaba y lo vivía con el propósito, la ilusión y la visión de conservar la familia unida. Aunque Julietita está gozando de la Patria Celestial, Bolívar se mantiene siempre tratando de continuar en esa intención. Él ha sido un padre, un esposo, un abuelo, un bisabuelo, que ha demostrado tener un gran nivel: por su trayectoria, su perseverancia, su firmeza al conseguir los objetivos, siempre soñando alto. Eso ha transmitido a sus descendientes, es un ejemplo vivo para todos. Ellos hablan del Bolo…, el Boli es un gran referente para toda la familia. Le gusta bailar y es muy bueno, ha estado en todos los matrimonios que ha podido, ha ido a Filadelfia, allá bailó con su nieta el día de su boda; estuvo con José Gabriel, su nieto mayor, cuando se casó, fue la última vez que bailó con Julietita, antes de su enfermedad. Cuando fue a Bolivia, danzó 166


y tocó los tambores para todos. Siempre con su espíritu alegre y colaborador. En el Colegio de Ingenieros, hasta el día de hoy sigue dando conferencias, siendo muy crítico, con un vasto conocimiento basado en su formación y en su gran experiencia. Él es un pilar para la historia de la ingeniería en el Ecuador. Hasta hoy escribe y dibuja, ese es Bolívar. Eduardo continúa –Entro a su dormitorio a las once de la noche y le encuentro sentado, dibujando unos drenajes… ¡madre mía! este hombre no para... ¡es un ejemplo! Cuando fue al matrimonio de nuestra hija en Filadelfia. Unos días antes, tuvimos una reunión con todos los invitados que habían llegado de varios sitios, más los familiares del esposo de Sol. Él habló, mamá ya estaba bastante avanzada en su enfermedad; pidió la palabra y se dirigió a nuestra hija, sacó una servilleta en la que había llorado mamá, y le dijo: –Esto es para ti. –Bolívar aparenta una dureza –dice Luz Neyda–, pero tiene un corazón muy tierno, eso se le puede ver en la mirada, es un amor que viene de algo muy profundo. Quizá no es tan expresivo como él quisiera ser, en ocasiones no sabe cómo traducirlo, cómo manifestarlo, porque ha sido formado dentro de una educación tradicional, conservadora, militar… jajajaja. Es muy cariñoso. Hay que conocerle para entenderle, hay que amarle para que nos ame. Lo más valioso que él tiene son esos principios que conserva y que ha inculcado a los hijos; tiene una familia espectacular, fue compañero de Julietita, y pudo crear y mantener esa unidad con ella, –La fidelidad a su esposa, –acota Eduardo– un respeto hacia mamá, duro algunas veces, pero siempre muy respetuoso; eso logró transmitir a todos los hijos, el dar valor a una esposa, a una mujer. 167


–A pesar de los conflictos, porque nadie deja de tener dificultades en el matrimonio y más aún cuando se tiene tanta responsabilidad, como la de ellos con los hijos, ha habido la victoria en el amor y la fidelidad: un matrimonio de ejemplo. Principalmente Julietita, con su esencial fidelidad hacia Dios. Ellos tuvieron esa constancia, esa firmeza, ese don de perseverar.

José Eduardo Arteaga y su esposa Luz Neyda Pabón con toda su familia Hijos: José Gabriel Arteaga, su esposa Stephany Capelo y sus hijas Raphaella y Micaella. Maria Sol Arteaga y su esposo Ronnie Skotleski con sus hijos Mackenzie, Thomas y Maggie. Diego Andrés Arteaga, su esposa Macarena Gabela y Lucas

168


–Él mismo dice que ha dado la vida por la familia, entregó su dedicación y sabe que a veces la ha descuidado por mucho trabajar. El mayor valor de mi padre es su entereza moral, sumado a su gracia, a su certeza de hacer las cosas bien. Mamá era la que le hacía aterrizar, papá siempre estaba volando y diseñando cosas que pensábamos eran futuristas, raras, difíciles, pero al final tenía razón. Soñador, y eso le ha llevado a hacer cosas interesantes, me acuerdo del tema de su tesis de grado, “Los Túneles de San Juan y El Placer”, que en su momento le dijeron que no era práctico, que era un idealista, en una ciudad que tenía muy pocos carros hacer ese proyecto era fuera de lo normal. Y esos túneles están construidos y sirven a Quito. Soñador también, cuando quería que todos sus hijos fueran profesionales, que estudien en el extranjero. Se proyectaba bastante: un momento tuvo seis hijos estudiando en el extranjero; eso era fuerte, con mamá en la parte práctica, fue la combinación ideal. Porque si él hubiera sido muy práctico, no hubiéramos hecho lo que hicimos. El uno se iba demasiado y el otro le arrastraba para que aterrice, pero ya estaba dado el paso y por donde él metió la cabeza sacó los pies. De pequeño me llamaba la atención que él era miembro de un grupo, el “Movimiento Familiar Cristiano” Y me tocó mucho el valor que daba al matrimonio y el respeto que él infundía y hacía sentir hacia mamá. – Bolívar ha sido un soñador, pero muy aterrizado con su profesión. – Es Luz Neida que ayudada de sus manos, emocionada, habla– ¿Qué le ha vencido a Bolívar un momento dado? ¿Qué le ha doblegado? Primero, la pérdida de Julietita, ha sido un momento muy duro para él y creo que lo va superando. Ahora combate dos cosas: una es la edad, tiene 98 años y sigue luchando; la otra es la tecnología: los computadores, los 169


celulares, aun así le investiga al celular, busca, trata, pero no deja su lápiz y su papel haciendo sus diseños. – En Puerto Lacruz, va a seguir construyendo, en su mente quiere seguir adelante y dejar un legado en marcha. Ya no puede estar solo, y su mente va más allá de su cuerpo. Es un ejemplo a seguir. En Estados Unidos hablo con amigos y me preguntan por mi padre, les digo que tiene 98 años, –ah… ya ha de estar postrado!... –dicen–, ¡no! Les enseño fotos y me dicen –¡Qué! ¿98 años? a esa edad ya debería estar en un asilo, como muchas personas…, desafortunada y dolorosamente. Gracias a Dios él goza de la compañía y atención de sus hijos y nietos. Si no está diseñando casas para gallinas, es para conejos, o apartamentos de calidad o está vendiendo algo; eso le mantiene ágil y saludable, es un ejemplo para perseverar. Yo le decía “Pa” y después “Father”, le decimos “Bolo” entre los hermanos. Los nietos le dicen Bolo y Boli y para los sobrinos, el Tío Boli. En Venezuela los fines de semana nos reunía a los tres mayores y nos llevaba a aprender esgrima: ¡Un, dos adelante, clava, regresa, un dos tres para atrás, manito levantada atrás!, y con pechera y careta. Era muy capaz en la esgrima. Eso venía de mi abuelo. – Él fue ambicioso y tuvo mucha visión, se esforzó para no estancarse, él trabajó desde muchacho. Fue un hombre de prestigio. Juntos, con Julieta se levantaron. Bolívar veló por su madre y por sus hermanas, es un hombre pendiente de los demás. – La salida de Venezuela, le afectó mucho. 170


Me regalaron un carro cuando me gradué, y cuando me casé, nos regalaron una casa para comenzar nuestra unión matrimonial. Muy generosos. Estamos muy agradecidos con nuestros padres –Hablar de Bolívar, es hablar de Julietita, ella asumió la educación de sus hijos, entre los dos llevaron su proyecto de hogar hacia adelante. –Dice Neyda–. –Mamá siempre estaba atrás, cuidando, apoyando junto a él. –Replica Eduardo–. Casi a coro, dicen los dos: –A veces atrás, a veces junto y a veces adelante… – Así fue, hasta el fin de los días de ella.

171


Gustavo y su familia

1) Martín Illingworth Arteaga. 2) Xavier Illingworth Fourney. 3) Joaquín Arteaga Gutiérrez. 4) Miguel Arteaga Gutiérrez. 5) Alejandra Arteaga Pérez Anda de Illingworth 6) Andrea Arteaga Pérez Anda. 7) Valentina Illingworth Arteaga. 8) Stella Arteaga Gutiérrez. 9) David Arteaga Pérez Anda. 10) Delma Pérez Anda Villacampa 11) Gustavo Arteaga Villaquirán 12) Diana Gutiérrez Suárez. Falta Juan Ignacio Arteaga Gutierrez,


Gustavo Arteaga Villaquirán es el tercer hijo. Ingeniero Mecánico. Sus palabras sinceras perfilan rasgos de su papá. Gustavo nació en Colón, Estado Táchira, Venezuela, el 30 de diciembre de 1952 y se casó con Delma Pérez Anda en Graus, Huesca, España, el 9 de septiembre de 1978. Hacia 1955 o 1956 recuerdo con intensidad los viajes con mi padre en jeep por las montañas de Venezuela, íbamos a los sitios en los que estaba construyendo carreteras. Yo me mareaba mucho en las curvas y disfrutaba de los paisajes de la selva, me encantaba cruzar los ríos directamente por el agua, utilizando la doble transmisión del jeep. Recuerdo una anécdota divertida. Una noche, fuimos invitados a un festejo en casa de la familia Ordóñez en la Villaflora, al sur de Quito. Estuvo presente el famoso comediante Ernesto Albán, tío de los Ordóñez. Mi padre nunca ha bebido y esa noche le brindaban abundante whisky, yo veía como se las ingeniaba para vaciar su vaso de licor en una maceta que tenía cerca. Un momento dado, el “Omoto Albán” se dio cuenta de la acción evasiva y le dijo a papá: —Ingeniero, ¡con que haciendo trampa, no!, ahora va a tener que igualarse. Y le hizo beber unos cuantos tragos durante esa noche. Fue muy gracioso.

173


En mi adolescencia tuve un conflicto respecto a las decisiones que debía tomar en mi vida. En el año 1968, yo cursaba el tercer curso del colegio; le comenté a papá que no me entusiasmaba mucho seguir estudiando varios años más y que prefería dedicarme a otras actividades. Su respuesta fue tan enérgica, que me puso muy claro que yo no tenía otra posibilidad que continuar y terminar mis estudios. De mis padres, recibí la impresión de que siempre tomaban las decisiones importantes, después de ponerse de acuerdo en lo que querían hacer. Lo que más admiro de papá es que ha tenido siempre una capacidad extraordinaria para trabajar, ha sido muy metódico y organizado para proyectar y dirigir sus emprendimientos y siempre ha tenido una visión de futuro. Para papá fue muy importante la relación con su padre, mi Abuelo Darío, que se hacía llamar Papá Grande.

Diana Gutiérrez y David Arteaga con sus hijos Stella, Juan Ignacio, Miguel y Joaquín Arteaga Gutiérrez

174


Marcelo es el cuarto hijo, vive en Gainesville cerca de Atlanta, desde hace muchos años; tiene éxito como asesor educativo a nivel universitario. Los recuerdos a través de sus ojos llegan diáfanos. Marcelo nació en Quito, el 19 de abril de 1954 y se casó con Jenny Hamilton en Atlanta, Georgia, el primero de marzo de 1980. Marcelo junto a su esposa Jenny ha venido a visitar a su padre, desde Atlanta, EEUU. Papá era extremadamente formal, elegante, me gusta su forma de vestir, he heredado ese buen gusto. Al hablar, va al punto de lo que quiere decir. Siempre me impresionó e impactó por su tremenda rectitud, la sorprendente habilidad que tiene para encarar los problemas. Desde pequeño vi como papá resolvía las dificultades de su trabajo, paso a paso, eso generó en mí una actitud luchadora,... Son aspectos que heredé de él y que considero virtudes. Vivíamos ya en Ecuador y papá conformó una compañía de consultoría con otros nueve socios de importancia a nivel nacional, uno de ellos muy notorio políticamente, con una altísima posición a nivel estatal. Pero este socio trataba de hacer negociados incorrectos. Mi padre y los otros socios querían deshacerse de él. Recuerdo como día y noche papá pensaba en la solución… a tal punto fue la cosa, que ante las amenazas que incluían a la familia, nos puso seguridad, porque pensó que el hombre podía hacernos daño. Nosotros sin saber, teníamos 175


guardaespaldas: frente a la casa había una persona. No sé si fue prudente o exagerado, pero eso hizo. En la Academia, había un señor que nos cuidaba…allí sabían de él, parecía jardinero, nadie supo quién era, estaba armado. Examinaba las dificultades y consecuencias de esa situación. Analizaba, veía el problema y las acciones que debía desarrollar. Yo veía en sus ojos, como maquinaba lo que tenía que hacer. El asunto se resolvió: a aquel hombre le botaron de la empresa, recuerdo muy bien las palabras de mi padre: —¡A mí no me soborna nadie! Algunas noches venía a nuestros dormitorios y preguntaba: –¿Cómo van tus tareas? El hecho era que él estaba interesado por nosotros, aunque en realidad la que estaba siempre al frente del hogar, era mamá… Casi todos los domingos organizábamos una parrillada, algunas veces yo me iba con mamá hasta El Camal y traíamos una media vaca; el día anterior preparábamos todo. El se aparecía el domingo con el tenedor, a voltear la carne... ¡nada más! Y todo el mundo: —¡Bravo Bolívar, qué buena carne! También heredé: cocino bastante bien. Mi mamá, una mujer bastante fuerte, se casó con una persona enérgica; le admiro como mujer, por el carácter impresionante que tenía para saber controlar… Por un lado tuvo tantos hijos y por otro, supo balancear las relaciones; papá trabajaba bastante y proveía muy bien. Él muy respetuoso y respetable, ella supo mantener el nexo entre ellos a un buen nivel; tenían sus discusiones… Ella era bien comprensiva y muy graciosa, tenía un extraordinario sentido del humor. El equilibrio entre los dos era eso: un tipo súper serio y una mujer con chispa, con sal quiteña. 176


Jenny, esposa de Marcelo, dice: Siempre percibí que ellos tenían un matrimonio muy sólido, con respeto entre ellos. Nunca cosas por la espalda… y si habían discusiones, muy pocas, y las superaban, señala Marcelo. Competí en atletismo colegial, me iba muy bien; un día, a las cinco de la tarde, me llevó atrás al jardín, se aflojó la corbata, se arrodilló en posición de partida. Yo digo ¿y esto qué es? – Ah, es que tú no sabes que yo fui campeón nacional, pero ¿por dónde? Él tiene una marca nacional en los 800 m. Bueno… me instruyó un poco, le hice caso; me enseñó a poner los dedos de la mano para poder partir, –¿cuál es tu pierna más fuerte? esa la debes poner así, saca los hombros, levanta, golpea con el codo… esas cosas no sabe cualquiera sino una persona que hizo atletismo, a mí me impresionó, aunque más fue la emoción de saber que mi padre tomó su tiempo para enseñarme algo. Gané una medalla. Él me enseño el “guañuctazo”, que es un golpe a mano abierta en el cuello. Nos enseñaba que si puedes evitar un problema, sortéalo, sino, siempre preparado. En Venezuela don Bolo era el Director de Obras de Puerto Azul, un desarrollo turístico de importancia mundial. Recuerdo que era chévere, los viernes en que el chofer nos recogía de la casa de Caracas y nos llevaba al teleférico, ¡era emocionante! Nos subíamos y en poco tiempo llegábamos a la cumbre y luego descendíamos a la Guaira, donde nos esperaba papá. Teníamos un apartamento en Puerto Azul. ¡Qué buenas memorias tengo de allí…! En ocasiones nos sacaba, siempre con su visión de lo que estaba haciendo. Había rocas grandes que tenían que colocar en la coraza del rompeolas, pilotes para meter en el mar y además 177


la posibilidad de tiburones que podían aparecer. Recuerdo una vez que íbamos en un botecito, él quiso examinar por el mar algo de los trabajos. Recuerdo clarito: un tiburón inmenso apareció y se paseaba por alrededor del bote. Era dos o tres veces más grande que el barquito. Vimos en un lado el tiburón y al cruzar la mirada al otro lado, el tiburón. Una vez se cayó un camión al mar y había que rescatarlo, lo único que tenían que hacer era llevar un cable y amarrarlo para que el tractor le sacara, nadie se quería meter… — Ingeniero, aquí hay mucho tiburón— entonces, él se metió con su traje de buzo, agarró la punta del gancho conectado al cable, encontró el camión, le amarró y salió. Otro día: ¡Yo vi! había mucho tiburón, era muy emocionante; junto con mi hermano Ricardo, nos escapábamos a ese sitio, caminábamos por las rocas y tirábamos comida y venían los tiburones. Otro ejemplo que recibí de mi padre: el respeto hacia la pareja. Cuando yo salía con una chica, debía interesarme solamente en ella. Él constantemente impartía esta idea: “si te comprometes con algo: por donde entra la cabeza, sale el cuerpo, no necesitas estar de picaflor”. Otra cosa, perder el miedo al mundo, “sino entras con el pecho hacia adelante, dando la cara al viento, el mundo te come”. Decía papá La imagen que tengo de mi padre es la de un luchador que nunca se da por vencido. Califico a mi papá como un visionario que saca de casillas, él ve más allá de lo que estamos acostumbrados. Un visionario, que peca de una falta de visión del diario vivir, se descuida de esas cosas; cuando tiene una visión, es como una luz al final 178


del túnel, es ese espíritu guerrero de sobreponer los problemas día a día, para llegar a la luz. No se da por vencido. Admiro además su constancia, no se cansa. Él tiene 98 años y ahí sigue. El proyecto que tiene ha pasado por dos terremotos, varios malos gobiernos, la enfermedad de mi mamá que le quitó mucho tiempo, pero no le quitó visión, enfoque. Él está muy comprometido en dejar un legado, es su meta. Cuando hablo con las personas de San Vicente, todo el mundo dice ¡Ah don Bolívar, que hombre con visión! Le admiran por su capacidad. Su mente nunca para, buscando que hacer, proyectos, visiones.

De izquierda a derecha:

Ya Wen Ma Arteaga, su esposo Marcelo José Arteaga Hamilton, Jenny Hamilton Arteaga,

Marcelo F. Arteaga Villaquirán, George Fernando Arteaga Hamilton y su esposa Justine Revenaz Arteaga

179


Yo califico a mi padre como una persona dedicada, que ama a sus hijos. Con él tuvimos calidad en vez de cantidad. Tuvimos una madre completamente consagrada a nosotros. Papá es una persona íntegra que supo enseñar, a estar ahí. Es una persona que nos ha enseñado el valor de la integridad. Tuve un accidente muy fuerte en una motocicleta, estuvo en la sala de operaciones, me cogió la mano, permaneció conmigo todo el tiempo mientras me operaban. Sabe valorar a cada uno de sus hijos. Él decía, no me importa lo que tú seas, lo que importa es que te guste lo que haces. Estudié Ingeniería Civil, pero después dejé, porque me di cuenta que confundí la Ingeniería Civil con el éxito. El éxito de él, no viene por haber sido ingeniero, viene por ser la persona que es. Él pudo haber sido veterinario…y haber sacado cualquier proyecto adelante. Supo dar esa libertad, se sacrificó para que tengamos una buena educación. Él siempre nos respetó a todos, a cada uno de nosotros, sin importar lo que hagamos ni como seamos. Para mí es un orgullo ser hijo de Bolívar Arteaga, tengo un gran ejemplo de mi padre.

180


Ricardo Arteaga Villaquirán, quinto hijo. Arquitecto paisajista, rodeado de una familia inclinada a la educación y el arte. Una panorámica de su padre desde el corazón. Ricardo nació en Barquisimeto, Estado Lara, Venezuela, el 25 de agosto de 1955 y se casó con Susana Jácome en Quito, el 7 de noviembre de 1992. La imagen que tengo de él, es de una persona trabajadora siempre impulsando sus metas, sus ambiciones, que busca ser servicial con los demás, junto a su afán de proveer, de sentir que la familia vive bien. Es muy preparado en su área; aunque las cosas hayan cambiado y evolucionado, él se siente muy útil y valioso dentro de su especialidad: argumenta, da teorías… Eso originó mi interés de no dejar su vida en el olvido y trabajé para convencerle de que dejara un legado. Algo que recuerdo con mucha impresión. Papá tenía unos 55 años, me dijo: Hijo, estoy en los años más saludables de un ser humano, estoy muy orgulloso de tener esta familia, te lo digo a ti porque tú tienes que ser alguien mejor que yo, tienes que impulsarte siempre, no está por demás decir puedo algo más. Me dijo así: Estos son los años más bellos que estoy disfrutando, tengo una hermosa familia, completa. Sentía que todo era posible. Lo que más me llegó: siempre me hablaba que uno debe subir escalando peldaño a peldaño, es muy fácil una vez en la cima, 181


cometer un error y caer abruptamente, es posible equivocarse y hundirse, lo difícil es la caída y el levantarse. Esto es algo que me conmovió, hay gente en el mundo que te juega doble y se te aprovecha, no hay que dejarse. En mi vida con él, no había una conexión mayor, aunque siempre estaba presente, llegaba cansado a la casa, yo estaba haciendo deberes y me explicaba matemática, me explicaba el cálculo matemático, las fórmulas, me parecía extraordinario tener un profesor a la mano que con cariño me ayudaba. La herencia que recibo de papá, lo que cualquier familia puede llevar, si se siente orgullosa de sí misma, es el nombre. Una vez me contó la decisión que tomó para que su nombre no quede mancillado, recordó ese momento a su familia, optó por actuar correctamente: era un contrato. Me dio que pensar, yo no me doblegaré porque alguien me ofrece un poquito más de plata por acá. Eso de ser correcto: en momentos de debilidad, he pensado en él y he tenido la fortaleza para no doblegarme, no defraudar al nombre, aunque nadie me vea, no defraudarme a mí mismo y actuar conforme a mi conciencia, el de arriba es el que te ve… es el que te juzgará. Mi padre es una persona muy seria, ahora a su edad tengo y siento un completo agradecimiento a papá y a mamá, a los dos por lo que me formaron, a donde me llevaron, así no me hayan dado la palabra, me dieron el apoyo y la libertad para aprender mi profesión que ahora la gozo. En mi vida, en mi trabajo, siempre me acuerdo de él, me acuerdo de mi madre, siento esa catapulta que me dieron ellos para hacer ahora lo que me siento a hacer por mis hijos. Mis padres no tuvieron tiempo, no se dieron tiempo o no vieron necesario. No tengo ningún reproche, en base a lo que viví, hoy ofrezco a mis hijos y trato de ser mejor. No estoy defraudado, es algo que he aprendido. 182


Recibí de mi padre la honorabilidad, la rectitud, el andar con la frente en alto, mostrar la cara, no sentirme avergonzado por cualquier actividad que haga, no ser corrupto, a mí me han invitado tres veces con mucho dinero, me han tentado con medio millón de dólares y he dicho: ¡No! … En mis negocios se me presentan situaciones en las que recuerdo a mi papá y a mi mamá; me acerco a una calma frente a tanta situación agresiva que hay en la vida cotidiana, hay que poner eso atrás y dar la cara, el mejor ejemplo es lo que uno ha hecho.

Susana Jácome de Arteaga, Pamela y Mateo Arteaga Jácome y Ricardo Arteaga Villaquirán.

En el campo profesional, creo que recibí una influencia de mi padre, mi papá es así porque él sufrió, se formó y se forjó de esa manera, la vida le ayudó; con su esfuerzo y tenacidad él es 183


lo que es, no tengo por qué juzgarle ni criticarle, y eso trato de hacer con todo el mundo… Me hablan, me critican, me hablan mal, no debo responder del mismo modo, esa tranquilidad ha sido hereditaria, la recibí de alguien. Espiritualmente recibí de mi padre, la dualidad, creencia de que todo lo puedes, debes ser humilde para conquistar las metas, si le apartas a Dios, sea como le llames, es un poder interno que lo puedes lograr siendo humilde y cristiano, y sabes que eso viene de arriba, de alguien que te está alimentando y que no lo quieres aceptar, esa es la dualidad, o eres cristiano y crees por fe y de otro modo reniegas y te cuestionas, ¿por qué la vida me da esto? ¿por qué es así la vida? ¿por qué me da esas soluciones? Porque yo puedo, porque he tenido la capacidad de salir por mis propios medios, porque yo soy algo más que cuerpo y alma, soy un espíritu que es fuerte que puede generar mucha energía y potencialidad, entonces debo transmitirla y compartirla de manera positiva, de ese modo estás con Dios. Hay una competencia entre ser un dogmático, religioso, y ser tú; papá me ha demostrado eso en su manera de ser, hemos conversado mucho sobre estas cosas. Eso te lleva a otros planteamientos, ¿hay vida en otros planetas? ¿Hay un poder mental? Hay algo potente en nosotros que no está descubierto, somos ignorantes respecto a esto, ¿qué es lo astral? Debe haber un entendimiento… bueno, por eso está la Biblia y está Cristo. Es un ejemplo que recibí. ¿Cómo veo a mi padre ahora? Una persona que cree que él tiene la razón, que tiene la verdad, no con arrogancia; por lo que ha demostrado, lo que quiere dejar, lo que da, es una persona que cree completamente en sí mismo, el cree en su potencial, entonces hay que hacerle entender que tiene que ser humilde para estar feliz y tiene que comunicar sus debilidades, y debe ampliarse a contactarse con 184


la gente, es una falla que tiene, no se contacta con nadie. Yo me conecto con mis hijos todo el tiempo… hay que dar. Tengo mucha gratitud con mi padre, el me dio algo y ese algo soy yo ahora, he logrado triunfar. No participé de la Compañía Arteaga e Hijos, tuve mis razones. Creo que hay muchas cosas que papá calla, quizá por modestia, hablar de su esposa, cómo la consideraba, como la ensalzaba, como la cuidada, cómo cuidaba a sus hijos… ¿Qué pasó cuando estuvo muy ocupado? Siento que no hubo una apertura, para hablar de ciertas cosas que para mí fueron importantes. Hoy trato con mis hijos de ser un mejor padre, eso me pidió papá en su momento.

Michael Ricardo Arteaga McGarity Primer hijo de Ricardo.

185


Susi y Ricardo en Rothemburg ob der Tauber, Alemania.

Disfrutando de Bariloche después de la boda de Felipe Jácome


Michael con nosotros en Innsbruck, Austria. Los Alpes detrás.

Pamela y Mateo navegan por los Fjordos al Norte de Noruega.



María Raquel Arteaga, única mujer de entre siete hermanos y penúltima de todos. Se mantiene más cerca de Bolívar. Habla de él con fuerza, sensibilidad y sentimiento. María Raquel nació en Caracas, el 17 de noviembre de 1959 y se casó con Esteban Burneo el 30 de junio de 1984. Él fue un gran profesional, inició todo lo que se refiere a la propiedad horizontal en Ecuador, recuerdo de chiquita que mamá le acompañó mucho y siempre estuvo acolitándole en todo. Ella me llevaba cuando papá hacía fundiciones de los túneles o cosas así, en la noche llevaba todo el abastecimiento para los obreros; él se preocupó siempre del bienestar de sus trabajadores. Recuerdo que en la reconstrucción del Hotel Majestic, en la Plaza Grande, remodeló todo el interior y lo reconstruyó dejando la fachada original, trabajaban las 24 horas. Fue una obra impresionante. Yo tendría unos 8 a 10 años, le ayudaba a mamá a distribuir los alimentos, en la medida de lo que podía. En la construcción del edificio que llamaban La Licuadora, se actuó con mucho sigilo pues ahí iba a funcionar el Filanbanco, también trabajaban las 24 horas. Mamá preparaba toda la comida, con ayuda de una empleada, eran unos ollones que luego llevábamos para repartir. A mi papá le afectó muchísimo la muerte de Naím Isaías. 189


Él tenía mucha entrega a sus obras, la imagen que tengo de él, es de un trabajador insigne, totalmente ajustado a la verdad, muy honesto y muy cordial con su gente, además de que mantenía una exigencia; excesivamente puntual, quería que las cosas salgan en el momento que se debe. Siempre fue muy estricto. Luego, cuando conformamos la empresa familiar, la cosa fue difícil porque él quiso establecer ese mismo tipo de pedido en la familia y los asuntos no funcionaron, es difícil cuando son cosas de familia. Cuando se maneja una empresa familiar se tiene que laborar como gerente y empleados, no como sus hijos; habíamos personas que no estábamos preparados para tal o cual función, pero como éramos sus hijos se dejaba pasar. Mucho tiempo tomé la posta, la administración y el control. Al ser la hija menor que empezó a controlar a los mayores, comenzaron a aparecer muchas dificultades. Me quedó como escarmiento: no a las empresas familiares, se desgasta mucho la familia, porque mezclas mucho, mezclas trabajo y familia, no hay esa separación. No fue una grata experiencia. Él ha construido mucho en Quito, pero no manifiesta orgullo por esos trabajos como los que hizo en Venezuela, él no da la debida importancia a lo que hizo en Ecuador. Solo en Bellavista tiene unas 30 casas construidas. El carácter de él siempre fue muy fuerte y no llegó a consolidar una sociedad por mucho tiempo. Quería manejar las cosas como se hacían en Venezuela y aquí era otro medio, se topó con situaciones incorrectas y no siguió. Por ejemplo la carretera Santo Domingo - Flavio Alfaro, en la que papá hizo hasta el km 80, es una vía a la que le dieron mantenimiento a los 40 años porque fue muy bien hecha, una 190


gran calidad en esa construcción. En Puerto Lacruz, San Vicente; recuerdo cuando el 16 de abril de 2016, frente a los pocos daños de las paredes, en la asamblea, todos los copropietarios se levantaron y dijeron: –Comparen estos edificios con los otros de al frente, en Bahía, éstos están levantados y los otros cayeron, con pérdidas humanas. Mi recuerdo de papá es del padre trabajador. Él tenía esa idea de que tenía una familia grande y él tenía que trabajar; mi mamá fue la que atrás le dio todo ese respaldo, con los años fui la que le manejaba sus asuntos. El mayor recuerdo es de los últimos años, a raíz de la enfermedad de mamá. Fueron ocho años difíciles, al principio le llevábamos a mamá (a Puerto Lacruz) y era muy complicado, después se puso imposible, entonces vivió aquí todo el tiempo: chequeos médicos, las medicinas, acompañando a las citas y todo eso. Lo de Puerto Lacruz, se volvió muy arduo porque eso requiere mucha atención e inversión; hemos sufrido dos terremotos, lo que llevó las cosas para abajo. Para papá su vida es Puerto Lacruz. La tenacidad de él ha afectado mucho a la relación con sus hijos, es duro decirlo, pero es una realidad. No supo hacer un corte, los problemas seguían las 24 horas, se mezcló mucho la parte profesional con la parte familiar. Algunos de mis hermanos le tienen resistencia a Puerto Lacruz por eso que vivimos. Esa terquedad le llevó al éxito. Es difícil manejar una empresa familiar porque hay que parar y separar, decir me voy a la casa y disfruto de mis hijos. Pero él no. Recuerdo que mi hermano 191


mayor Carlos, el ingeniero, al que papá a las seis de la mañana le llamaba para recordarle de las reuniones o las tareas que se debían hacer, o los problemas que habían surgido. Llega un momento que dices: ¡No más! Asumí el tema de sacar todo lo que quedó a medias y esa tarea es bien fuerte. Puerto Lacruz ha sido una experiencia bien esforzada. A mí me ha tocado tratar de mantener la familia junta, que es lo que hizo mamá. Ella siempre fue el centro, acogió a toda la familia, a sus hermanas. No sé si eso me toca por ser la única mujer. A él le encantaba esa manera de ser de mi mamá. Papá nunca le dijo que no, jamás le importó que mis tías nos visitaran en Venezuela, por meses, por ejemplo. Me viene a la memoria: cuando cumplí quince años me fui de viaje con mis padres a Centroamérica y México, fue muy bonito y agradable compartir con ellos ese viaje. En otra ocasión fuimos a Egipto, entré con papá a las catacumbas, un túnel estrecho por donde se llega a la tumba de Tutankamón. Cuando estuvimos en Popayán en el año 1983, ocurrió el terremoto, un Jueves Santo a las 8:30 am. Fuimos a conocer a unos familiares de mi mamá, estuvimos con ella, con papá y mi hermano Diego en la casa de unos primos Jaramillo. Convinimos en ir a la iglesia y el sismo nos dejó atrapados en la casa, la puerta se trabó y no podíamos salir, todo el mundo encerrado allí adentro, movíamos y tratábamos de forzar esa puerta. Vino papá y lo logramos, salimos y al intentar cruzar la calle, se abrió la tierra y no podíamos pasar al otro lado. Horas más tarde salí con un primo a recorrer 192


la ciudad para observar lo que había pasado y vimos escenas horribles, gente atrapada que gritaba, era terrible. Ya tuvimos que salir, y para llegar a Cali dimos vueltas increíbles por unas haciendas, era un desastre total. Es el único terremoto en el que he estado presente, cuando sucedió el de Bahía estuve en Quito con papá. Papá es temperamental. Vino a la primera comunión de un nieto de mi hermano Carlos, quería regresarse enseguida porque él seguía pensando en sus proyectos. —Papá para qué se va el jueves, quédese hasta el lunes. Salí de mala gana a comprarle el pasaje y tuve un presentimiento y decidí que le iba a mentir, que no hubo cupo. Así fue mi razonamiento, entonces le compré para el día lunes y le llamé, le dije: – Papá no hay cupo, así que el viaje es para el lunes. Él, enojado, me respondió: —¡Tú siempre haces lo que te da la gana!— … y ya! Me las aguanté y se acabó, ¡no sé! fue un presentimiento y nada más. El día sábado estábamos en la misa de la Iglesia de la Primavera tipo siete de la noche, y empezó a moverse la enorme lámpara de la iglesia, terriblemente, enseguida nos enteramos que el sismo había sido en Manabí, no sabíamos la magnitud. Dije: algo tenemos que hacer por la provincia y empezamos a movernos con mi sobrina Alejandra y conseguimos dos tráileres. Con ayuda de papá conseguimos cupo en el avión militar y salimos desde Latacunga, la carga fue por tierra con resguardo militar. Papá tenía 93 años y él debía ir a ver su obra, a ver qué había pasado. Llegamos a su departamento. Yo entré y me salí de retro, fue tal la impresión. Me regresé y le dije a mi hermano Gustavo –acompáñeme, sola no puedo ver esto. Estaba caída la pared que suspendía la hamaca donde papá siempre se acostaba, esa pared se vino encima y aplastó toda la hamaca, rompió un televisor. Él debió haber estado a esa hora recostado, era 193


el momento en que veía las noticias echado en la hamaca; inclusive el mueble que estaba cerca tiene un pedazo mutilado del golpe que recibió. Fue terrible el susto. Por otro lado una experiencia bellísima porque ayudamos a varias comunidades afectadas. Papá estaba recorriendo toda su obra y revisando. Lo que nos ayudó fue la excelente relación que tiene con el general Carlos Rodríguez Arrieta, al que le tenemos mucha gratitud. Lo que más admiro en papá es la solidaridad que tiene, la honradez, la rectitud. Eso le ha llevado a que a veces no sepa expresar lo que siente, le cuesta. No aprendió a expresar lo que vive, muchas veces vimos un paredón en él. Él cambió muchísimo a raíz de la enfermedad de mamá y se volvió más afectuoso. Era imposible qué papá le pudiese cuidar a una señora parapléjica, al principio vivían ellos en su apartamento de la calle Portugal, después venían y se quedaban a dormir el fin de semana y posteriormente al derrame, ya se quedaron en nuestra casa. Fueron ocho años muy difíciles, yo estuve al frente con papá, aprendiendo a tratar a un enfermo, es durísimo, cada vez más atención, ambulancias, hospitalizaciones. Un hombre de carácter fuerte y muy sensible, que no expresa lo que siente; ama mucho a su familia, amó muchísimo a su esposa, la respetó, la honró. Un profesional de primera, necio en lo que ha querido hacer; con la bendición tan grande, de vivir 98 años. Ha cambiado bastante, ha hecho un esfuerzo muy grande, era muy impulsivo. Es lógico pensar que por su edad está en sus últimos días, pero los hijos hemos tenido situaciones de salud mucho más complicadas. Yo le acompaño a las citas médicas y los exámenes y los médicos ven los resultados y se quedan admirados, boquiabiertos: —Oiga señor usted tiene mejor salud que yo— dicen. Ahora le molesta 194


mucho lo del dolor de las piernas, el médico dice que si tuviera unos treinta años menos le operaría, pero ahora no. El último electrocardiograma da como resultado que tiene un corazón en perfecto estado, que nunca tuvo un infarto, el siempre piensa que tuvo un infarto. La obstinación de papá le llevó a hacer grandes cosas, obras y proyectos. Confió mucho en algunas personas, ha tenido problemas que se han presentado por confiado, sus socios le hicieron cosas que tuvimos que pagar piso, por desconocimiento. El creyó mucho en algunas personas. El sentido de su vida es trabajar.

Esteban Burneo Eguiguren y María Raquel ArteagaVillaquirán.

195


De pie: Esteban, Pablo Sebastián, María Raquel. Sentados: Esteban Felipe, Isabella, Antonia, Martina, Bernardo y Angie

Esteban con Antonia y Maria Raquel con Bernardo y Martina

196


Esteban Felipe, Isabella Amador y Antonia Burneo Amador

Pablo Sebastián, Andrea Santos, Martina y Bernardo Burneo Santos

197


Familia Arteaga Izurieta.

Diego junto a su esposa Francis

Annabelle, Francine, Francis, Diego


Entrevista a Diego Arteaga Villaquirán, el menor de todos; destacado hombre de negocios que vive y triunfa en Florida, EEUU. Se acuerda muy emocionado de los momentos junto a su padre. Diego nació en Quito el 27 de mayo de 1963 y se casó con Francis Izurieta el 11 de abril de 1992. Recuerdo los viajes que hacíamos a la playa cuando ya conocíamos Bahía de Caráquez; papá era uno de los pocos serranos que iba a poner algo allá. Nos hacía contar las curvas que había de Quito a Santo Domingo, se las sabía todas, sabía cómo venía cada curva, si era hacia la derecha o hacia la izquierda; mamá nos hacía cantar alguna canción de viaje. Hacíamos varias paradas y la que era obligada en el Miravalle, el restaurante famoso de aquella época. Con frecuencia manejaba él. Recuerdo mucho las vacaciones en Bahía, casi siempre con papá, mamá y María Raquel. Papá se quedaba con nosotros unos días y se regresaba a Quito; después las llamadas, y papá volvía y pasaba con nosotros. Mi padre pensaba siempre donde comprar algo para construir. Gracias a él, Sixto Durán fue a invertir por Bahía de Caráquez y luego fue otra gente recomendada por papá y mamá. Cuando iba a jugar fútbol en el Quito Tenis, papá casi siempre me iba a ver jugar. De todos los padres de los jugadores, puedo reconocer que junto a papá solo asistían dos más, el resto no 199


iban. Eso hace una relación diferente, interesante, más aun tomando en cuenta la diferencia de edad. Papá era más formal, siempre de punta en blanco, no es que él se revolcaba conmigo, como yo he hecho con mis hijas. Era un incentivo para mí, mamá no entendía de fútbol pero estaba allí, me queda un bonito recuerdo. Papá me contaba de sus anécdotas como jugador de fútbol en El Arbolito. Llegaba los viernes en la noche de viaje, saludaba con mamá, se sentaba y luego iba a verme en la habitación, estaba un ratito conmigo, me daba la bendición y se iba a dormir. Recuerdo esto porque una vez que él llegó de viaje, fui a saludarle mientras le contaba esta historia a mi mamá. Él era muy querido por la tía de mi madre. Había venido desde Machala por Guayaquil, manejaba él, estaba solo; encontrándose en la ruta de Santo Domingo a Alóag se quedó dormido y sintió que de pronto se chocaba con fuerza contra algo, se despertó y ahí estaba la tía, frente a él; ella había muerto varios años antes, fue quien le detuvo, la que frenó al auto. No llegó a chocarse, se despertó del impacto, quizá fue un frenazo. Fue una historia que se me grabó, la escuché completa. Dio marcha atrás… Le decía a mamá: –Tu tía me salvó. No dudo que fue verdad y me quedó grabado. Una vez tuve que decirle papá: –Por favor, no me vuelva a llamar más a esta hora. Me llamaba a las seis de la mañana y me decía veamos lo que debemos hacer hoy… Hubo un momento en que no pudo conciliar la parte de la familia y el trabajo. Hasta hoy, le llamo y le pregunto cómo está y me contesta con cosas del trabajo. 200


La herencia moral que recibo de mi padre es la honradez: muchas veces en negociaciones que yo hago, recuerdo claramente lo que él dijo a unos contratistas: “Mi palabra va por encima de lo que está en blanco y negro”. En ciertos negocios que he hecho, la gente confía en lo que digo. Una vez, unas personas se demoraron mucho tiempo en pagarle a papá. A él le debían, pero él nunca dejó de pagar a un trabajador por ningún motivo, recuerdo que una vez, mamá le prestó dinero para poder pagar a un trabajador suyo. Esto es algo muy bonito. Vivíamos en la calle Portugal, sonó el timbre de la puerta y salí a ver. Era un hombre de raza negra, impecablemente vestido, me pasaba con unos siete u ocho años. – Niño Diego. – ¿Cómo sabe mi nombre? – ¿Usted no se acuerda de mí? – ¡No, para qué le voy a mentir! –Yo trabajaba con su padre, haciendo esto y esto…– me dio su nombre, de apellido Mina. –le vengo a saludar a su papá. Era un hombre que empezó trabajando como albañil, iba a la casa, hacía reparaciones. Le hicimos pasar, tras de él un par de niñas rubias y una señora norteamericana: sus hijas y su esposa. Venía a agradecerle por todo lo que mi padre le había aportado, ¿qué le habrá dado? La escuela que le dio, fue más que el dinero. Se fue a Estados Unidos, se casó allá, tenía uno o dos buses en Quito. Un albañil que se superó y decía: –Gracias a su papá…niño Diego. 201


Otra cosa que recibí de papá: la honradez, el estar siempre encauzado, aunque yo soy un poco más disperso. Papá quiere sacar su proyecto y allí se mete de lleno. Por ejemplo, lo de San Vicente, después del terremoto los edificios de Puerto Lacruz están bien, papá lo hizo correctamente. También recibí de papá el ser humilde y trabajador enfocado, eso es un ejemplo para mí. Tendría unos quince años, mis padres me dijeron: –Quieres tus patines, te los compras tú, tienes que trabajar. Ok, Listo. Estábamos en un edificio en construcción tendría ya ocho o nueve pisos, le acompañaba a papá. Él llegaba a inspeccionar, aún no había ascensor; yo tenía quince años, deportista, atleta, jugaba fútbol, él subía las gradas de dos en dos. De repente se escuchaba – ¡ingenieeerooo! –tiene una llamada … –dígale que ya bajo… yo bajaba con él, hablaba al teléfono, hacía algo más y al ratito... – vamos…otra vez, de dos en dos, yo con una diferencia de cuarenta años, él me dejaba atrás y no paraba. No sé cuántas veces al día subía y bajaba. Daba sus órdenes pero tenía que ver si están haciendo bien, indicaba y revisaba. Fácil, en el lapso de una mañana subía y bajaba unas cinco veces, en ocasiones probaba a subir de tres en tres, –a ver si alcanzo, decía… Hace dos días, mi esposa le ha invitado a Miami, que vaya unas dos o tres semanas a visitarnos. –Tú eres la persona más inteligente que tengo como nuera. Francis es muy querendona. –Usted Bolito, va a ir y tiene que llevarle a Cecilia. No tiene problema en viajar, para mí eso también es un ejemplo. Nunca le vi haciendo deporte, ni jugando fútbol pero recibí su apoyo. Él, muy trabajador… ayer ya me criticaron: tú eres 202


igualito, me dijeron, estoy pasando aquí y ya estoy viendo como generar trabajo, viendo que está pasando en la oficina… Cuando uno es empresario no puede estar quieto. Si él no hubiera sido así, yo no habría tenido ese ejemplo. Trato de evitar y corregir errores que él cometió, a veces por circunstancias, uno no está en lo mismo. El ejemplo que hemos recibido con mis hijas de parte de él, es que es valiente, un lanzado, la edad no es límite para él. Una anécdota: hace cuatro años en EEUU, llegó a nuestra casa para irnos a Filadelfia al matrimonio de mi sobrina, hija de Eduardo. –¿Papá qué necesita? –Unos corbatines y una camisa. Le llevé a un sitio de ropa para hombres, se probó unos zapatos, el pantalón, la camisa, los corbatines, cinturón, corbatas. –¿Y tú Diego? En resumidas cuentas, me compró un par de zapatos y me regaló también una corbata. Salieron como unas nueve cosas, el rato de hacer las cuentas… los empleados del lugar –su padre muy bien… – ¿Qué edad cree que él tiene? –unos setenta… – nop …–setenta y cinco? – noo y así seguían subiendo y no llegaron a dar con la edad de papá, yo tuve que decirles que tenía noventa y dos. –No puede ser. Les dije: –y espere lo siguiente, mire el rato de pagar. Fuimos a la caja y conforme decían los precios en voz alta y el cajero iba sumando en la máquina, antes de que él diga el total papá dijo –por ahí unos $ 256. ¡No puede ser! se había equivocado por los picos de los centavos, falló por un par de dólares. Verídico… Yo estuve allí y lo ví.. ¿Cómo lo hizo? Pues mentalmente: –¡Increíble! El hombre se pasa pensando en números todo el día. Le terminaron regalando algo. Es una anécdota última de mi padre, me da alegría… Mamá me decía: los estudios o el fútbol. 203


© Galo Valencia 2019 © Galo Valencia 2019

Bolívar junto a sus hijos: Ricardo, María Raquel, Carlos y Gustavo. 11 de mayo del 2019.

Un par de días antes de su cumpleaños, en la celebración. Junto a su hermana Aida, sus hijos, nueras y yerno.


Lo que siente Franklin Vera Saltos, uno de sus colaboradores que le acompaña en Puerto Lacruz. Lo conozco desde noviembre de 1989, más de treinta años. Don Bolívar se enfoca en lo que hace, se concentra tanto en cristalizar sus deseos y sus anhelos, que Puerto Lacruz es un sueño hecho realidad. Cuando el Ingeniero venía, compartía los apuros con nosotros, soportaba la lluvia, el polvo y las dificultades, estaba ahí, junto a todos, veía que las cosas salgan bien, supervisando en el sitio. Revisaba todo, y solo se iba una vez terminado el trabajo. En la época de las inundaciones me llamaba y preguntaba: –¿Cómo está la cosa?... Todo estaba bien. Cuidamos mucho los drenajes, es algo que aprendí de don Bolívar; vigilamos atentamente para que el agua no entre en la obra. En 1992, Puerto Lacruz recibió una mención honorífica de la Municipalidad de Bahía, por su excelente diseño y construcción. Esta propiedad superó dos terremotos y se mantiene bien. La dirección técnica del Ingeniero es continua y positiva. Él es un hombre muy previsivo, en todo sentido, hasta en lo legal, siempre consulta y comparte sus decisiones, respeta los criterios de los demás, constantemente está innovando e interesándose en nuevas ejecuciones, va directo a las soluciones, 205


le gusta la perfección: “¡Las cosas hay que hacerlas bien!”… dice. De carácter tranquilo, sencillo, sin aires de grandeza. Un hombre correctísimo. Otra virtud de don Bolívar es que hace y conserva amigos, sabe crear amistades. Lo difícil para mí, es que quiere las cosas muy rápido, a veces de inmediato, todo es para ayer y eso a uno le presiona y le aloca… Le he visto desempeñarse como esposo y padre: íntegro y muy cabal. Después del sismo del 16 de abril de 2016, con ayuda de su hijo Marcelo, hemos auxiliado a mucha gente a reorganizar sus casitas y a levantar viviendas. Estoy encargado de coordinar y hacer el seguimiento de la realización de esas obras. Don Marcelo nos envía el dinero de los Estados Unidos, los beneficiarios ponen la mano de obra. En el primer terremoto, uno de sus hijos trajo ayuda. Para el segundo día después del terremoto su hija, María Raquel, participó activamente, con alimentos y vituallas y sigue ayudando. Por eso también le estiman bastante. He aprendido mucho de él, haberme relacionado con don Bolívar es una de las mejores cosas que ha pasado en mi vida. Encontré a un señor a carta cabal, muy legal, y uno aprende a ser correcto, sincero y honesto; no le gustan las cosas por la izquierda, no se casa con nadie, no acepta coimas. Por lo demás, un buen amigo, más que amigo, lo considero como un padre, estoy feliz con él; a veces… me pega unas habladas, pero en el fondo nos entendemos… 206


Siempre está dispuesto a ayudar a la gente de San Vicente, solidaria y profesionalmente.

© Galo Valencia 2019

Desde el punto de vista humano, él siente la necesidad de dar. A veces le han pagado mal y no ha dado importancia. Es muy humanitario, lo que le hace más grande como ser humano… ha ayudado a mucha gente, a la que realmente necesita.

Fotografía familiar en el festejo del cumpleaños 96 de Bolívar. San Vicente de Nayón, Quito. 11 de mayo del 2019.

207


Un bálsamo para mi espíritu Al revisar estas memorias, encontré una carencia que debo llenarla, se relaciona con el sacerdote católico de origen brasileño Bruno Roque Dos Santos, que ha venido llenando el vacío espiritual y material que me depara la existencia en estos postreros días de mi vida. ¡Qué diferencia! Cuando en mi adolescencia acolitaba una misa con el cura de espaldas a los feligreses y salíamos amargados hasta por los pecados que no habíamos cometido. El padre Bruno entra sonriente a la iglesia, se toma el trabajo de saludar con todos mientras camina alegremente. Oficia la misa y los devotos salimos animosos, felices, contentos. ¡Qué contraste! Me toma de los hombros y me dice: –El jueves voy a su casa a las once, conversaremos una hora de los temas que habíamos planteado. –Padre Bruno, almorzaremos seguidamente, ¿acepta? –Gracias, a las dos tengo un compromiso ya establecido. Tratamos sobre la predestinación, la transmigración de los espíritus, la transmisión del pensamiento, el celibato; tres horas que se hicieron solo tres agradables minutos llenos de conocimientos científicos profundos. Esta es una muestra de esa gran amistad que mitiga el sufrimiento por la soledad de Bolívar en su auto obligada residencia en Puerto Lacruz, Manabí.

208


Algo más personal Mi nombre y la Patria del Libertador Mi nombre tiene mucho que ver con Venezuela. A veces creo en la predestinación del hombre, que ya tiene su camino trazado, el hombre se desvía, se va por otro camino, se cruza, pero luego finalmente regresa a la ruta trazada. Se han dado varias circunstancias en mi vida que me llevan a pensar así. La finca vacacional Siempre he buscado un sitio de esparcimiento donde pasar los fines de semana con parientes y amigos. Compré un lote de ocho hectáreas en Otón. Construí una casa pequeñita y luego una más grande. Inicialmente no tenía servicios. La vendí con agua potable, mediante la potabilización del agua de regadío. Conseguí un ramal de electrificación; desarrollé un sistema con un serpentín metálico colocado en la chimenea que, además de calentar las habitaciones, nos permitía a todos bañarnos con agua caliente. Pequeños detalles que he ido implementando en el curso de mi vida para sentirme mejor, para aprovechar el pensamiento que Dios me ha dado. En relación a la educación de hijos y subordinados debo decir que se puede llevar con firmeza y obtener buenos resultados. Yo aprendí una norma: para exigir, primero hay que dar y saber ejecutar lo que se ordena. 209


Los hijos en EEUU El propósito de la educación de los hijos es la formación integral, moral, física e intelectual. En eso intervino, en un 90%, mi mujer. Ella decidió no graduarse para no tener la tentación de trabajar y abandonar el hogar, y ella quiso y cumplió con el deseo de educar a los hijos: estar pendiente de llevar los chicos al kindergarten, a la escuela, recibirles en la tarde, estar en contacto con los profesores, con los colegios, con las universidades, ver la formación y la carrera que ellos querían seguir, y así. Cuando los dos mayores pidieron ir a estudiar a EEUUU, ¡cómo no!, enseguida. Vamos a ver cómo, dónde y cuándo, y salieron, tuvimos contacto con gente de Buffalo, porque hicimos unos intercambios estudiantiles con los EEUUU; entonces los dos primeros se educaron en Bufallo, después Eduardo decidió no seguir Ingeniería sino Arquitectura y se fue a otra universidad, donde hizo dos carreras: la de Arquitecto y la de Diseñador Ambiental, fue el mejor alumno de su curso. Con la misma suerte corrió Carlos, acentuado por el hecho de que le convocaron a ser profesor de la misma universidad de la que salió, fue profesor en Bufallo tres años y después pasó a la Universidad de Illinois, unos dos años más, también como profesor. Unos viajecitos a otros puertos He visitado EEUU varias veces, un poco de Europa, algo del África, Egipto. Los suegros de mi hijo Gustavo, estuvieron de Cónsules en Barcelona, después en Bélgica y de allí pasaron de Embajadores a Egipto. Estando entonces, en Barcelona, recibimos la invitación de ellos, para ir a Egipto. 210


Augusto Pérez Anda (consuegro), Gustavo, María Raquel, Delma Pérez Anda, Julieta y Bolívar. Fotografía realizada en Barcelona cuando se casó Gustavo con Delma y Augusto Pérez Anda era Embajador del Ecuador en El Cairo

En El Cairo Mi primera impresión: Parado en un semáforo, los muchachitos y la gente saltando sobre los capós de los automóviles, saltando de carro en carro. En el cementerio viven unas doscientas mil personas: nacen y mueren; un cementerio enorme. Sarita, mi consuegra, se disfrazó de árabe, y con el chofer se metió en el cementerio, era muy curiosa… Lo que más me impresionó fueron las pirámides. Estuve unas tres horas en la Gran Pirámide de Keops, Julieta entró y le agarró claustrofobia, empezó a dar gritos, retrocedió. Teníamos amigos afuera, cuando salí estaba paseando en un camello.

211


Julieta en la visita a las pirámides de Egipto.

En Egipto, permanecimos unos buenos 15 días… Estuve en Turquía, un país de gente agradable y amable, había tenido muchos amigos turcos en Venezuela, uno de ellos, Michel Sabá. La experiencia de Bogotá Después del matrimonio de mi hijo Gustavo, en Barcelona, y del periplo por Egipto y Turquía, fuimos a EEUU; Julieta se quedó visitando a los hijos que estudiaban. Como habíamos llevado algún equipaje, resulté viajando solo y con seis maletas. Vuelo Nueva York - Miami – Caracas, y con cambio de avión al siguiente día, Caracas – Bogotá - Quito, a las cuatro de la 212


mañana. El avión repleto, había dos convenciones en Bogotá. Llegué al aeropuerto El Dorado en Bogotá: de las seis maletas tenía cinco, averiguaciones; un individuo se hizo pasar por empleado de la línea aérea. Yo no saldría sin la sexta maleta; más tarde, el señor me dio la maleta, no había nadie en el terminal… –Un taxi, –no se preocupe, dice aquel individuo, –yo tengo un taxi conocido. Salió con un silbato, vino un taxi, que en realidad era un carro del tiempo de la chispa, de los años de Henry Ford, iban las maletas en todo el asiento de atrás. Algo presentí que no me gustó… Salimos del aeropuerto y comenzó a meterse por las calles secundarias –¡Señor que le pasa, por qué no vamos por la avenida Centenario!, –ah, usted conoce la ciudad, –a propósito, ¿por qué ustedes permiten que los turistas, los extranjeros, tengan tanto miedo de venir a Bogotá? –¿Usted ha estado en Bogotá? –He venido un centenar de veces, tenga la bondad, salga y vamos por la avenida principal. Salió, llegamos al Hotel Tequendama, abren una mampara y entra el taxi, se bajan las maletas. Medio piso arriba, la recepción. El hombre presentó el voucher, en la recepción del Hotel, debía esperar por una habitación. –Hace mucho calor, ¿me aceptaría una cerveza? –Bueno, le digo, dejamos a resguardo las maletas y fuimos al bar, pidió dos cervezas, el mozo le quedó viendo y se fue; –estos sinvergüenzas me querían estafar. Enseguida llegaron las dos cervezas…Suena el teléfono en el sitio y el mozo contesta y dice: –¿El señor del voucher? –Sí, soy yo, –dígame, ¿dónde conoció a ese sujeto?, –en el aeropuerto, –tenga mucho cuidado, Jaramillo es uno de los más avezados delincuentes que tiene este país, revise sus bolsillos, sus pertenencias, estamos llamando a la policía para que lo capturen. El fulanito desapareció… Me dieron la suite presidencial, era lo único que tenían disponible en el hotel. 213


En el recorrido, cuando le dije que a uno le hacen tener tanto miedo, me di unos golpes en la cintura, tac, tac, tac, –uno debe andar armado. Lo que golpeaba era mi estuche de las gafas. –Ah, usted está armado, eso es prohibido. Le dije: –No se preocupe, trabajo para la Interpol de París y dije algo en francés… No para ahí la cosa, en el hotel me dicen, –tenga mucho cuidado, -dos asistentes pusieron una cama atrancando la puerta- este es un avezado, se puede meter aquí. Más tarde suena el teléfono de mi habitación, era Jaramillo, para invitarme a la inauguración de uno de los eventos que se daban en la ciudad esa noche; con todos estos sucesos, le respondí que apreciaba muchísimo su gentileza, pero que ya tenía un compromiso, entonces me propuso que tenía un boleto para un evento al día siguiente a las diez de la mañana, a lo cual le respondí que encantado, que le esperaba a las nueve para ir juntos. En realidad a las cuatro de la mañana ya estaba en el aeropuerto y a las siete en Quito. Mi sexto sentido me favorece, siento cuando una persona me cae bien o mal, es algo inmediato. Almirante por minutos En una visita a los Estados Unidos recorría unas tiendas de curiosidades. Mi esposa encontró un gorro de almirante que me colocó en la cabeza y me quedó a la medida, lo compré. En Miami me ofrecían en venta un yate, fuimos a probarlo; lucía mi gorro de almirante mientras conducía el bote, una lancha de patrullaje me divisó; se acercaron y mi sorpresa fue que me saludaron con gestos militares, a los que muy cortés214


mente respondí: elevé la mano derecha hasta la sien con un saludo marcial e indiqué que continúen con sus labores… Fue muy gracioso: almirante por minutos.

Miami, Estados Unidos.

La población Arteaga En el segundo recorrido por Europa que hacíamos con mi mujer: camino a Portugal hubo un alzamiento, no estábamos seguros de poder seguir, había peligro; entonces el guía turístico que nos acompañaba dijo: –Por aquí hay una población muy interesante, Arteaga… salté: –Yo soy Arteaga, vamos… se rieron. Había dos castillos, uno fabuloso que no lo vimos sino por afuera y otro en el que nos recibieron. Una 215


población muy limpia y ordenada que fue construida por los moros. Historias de mi vida. Por el Bronx En Nueva York hice contacto con mi primo Luis Loza, quien me dio la dirección y las indicaciones para ir a su casa. Miré el plano del metro, observé que podía caminar desde una parada a la casa de mi primo…Lo que no sabía, es que tenía que cruzar la zona del Bronx. Estaba a medio recorrido y un negro joven e inmenso nos paró, el negro jefe estaba sentado. Le pedí en inglés que nos ayudara, que la señora estaba enferma, que íbamos al médico… me sonrió el negro y con la vara que tenía en la mano ordenó que sigamos. Libres. A mi primo Luis Eduardo le conté lo sucedido, –Bolívar como haces estas cosas, te libraste, ¿no te sacaron plata?, –no, le respondí. –¡Te libraste!, repitió… Pistola en mano El Gobernador del Estado Táchira, Dr. Antonio Pérez Vivas, me regaló una pistola que la mantengo como recuerdo; me la dio junto al permiso de portar armas en el país; las veces que iba a Cúcuta, muy elegantemente dejaba la pistola y el revólver de mi chofer en el paso fronterizo. Usé esa arma cuando fui a rescatar el Cachipo II hundido frente a Mapire, en el Orinoco, Puerto Ayacucho. Otra vez le utilicé en Manabí. Venía de Manta, solo, manejando hacia Bahía: encontré unos palos echados en la vía, se me acercó un individuo: ¡Un atraco! Saqué la pistola de la guantera y con ella en la mano di la orden: – ¡Retire esos palos inmediatamente! El muchachito que le acompañaba tenía un machete y él, un cuchillo en el cinturón. Se cumplió la orden, sin necesidad de dar un tiro. 216


El gran puerto para Guayaquil en aguas profundas Cuando vivía en Venezuela hice un viaje para firmar una herencia de los páramos de Píllaro. Autoridades de Guayaquil supieron de mi presencia y me llamaron, por recomendación de Sixto Durán Ballén. Pagaron los pasajes aéreos de mi madre y mis dos hermanas a Guayaquil, la residencia por una semana en un hotel y me pidieron les dijera cuál sería el mejor sitio de ejecución de un puerto para Guayaquil. Realicé un recorrido en una avioneta y en un helicóptero de la Armada. Después de mi análisis dije que Posorja era el lugar. Me dijeron que era un desatinado, que como iban a hacer una autopista o una carretera de Guayaquil hasta Posorja, veinte kilómetros de vía, que era un absurdo, que no tenía sentido mi proposición. Esa fue la respuesta de los profesionales en esa ciudad. Esto sucedió, alrededor del año cincuenta y cinco, hace unos sesenta y cuatro años. Restamos importancia al puerto, ¿qué son veinte Km de autopista?, para la importancia de un puerto para todo el país. Simplemente hice un estudio: volar, ver, observar y analizar los planos del Instituto Geográfico Militar. No se necesita mucha ciencia, pero solamente después de unos sesenta años, han determinado que es Posorja: me hicieron caso. Ahora ya está hecho el puerto en ese sitio y atracan naves de alto calado. ¿Qué es lo que sucede en este momento? Acabé de oír que la Armada del Ecuador ha contratado el drenaje del río Guayas para el puerto de Guayaquil, setenta y ocho millones de dólares. Sí, es necesario drenar, pero cada vez hay que estar drenando, y los barcos, los enormes barcos de categoría 217


superior que han sido construidos en los últimos años, no pueden entrar, el río no tiene el calado suficiente. Entonces Posorja. Si me hubieran oído en aquella época.

Nota de prensa publicada en el diario El Comercio de Ecuador. Quito, 16 de diciembre del 2018.

La obra más representativa de mi carrera Ubicado en la margen derecha del Río Orinoco, sector que constituye la frontera con Colombia, está Puerto Ayacucho. 218


Inicialmente ya me referí a la adjudicación de la construcción de dicho puerto, la que me hizo conocer Rosario Barreto, secretaria del Ministro de Fomento, Silvio Gutiérrez. Narraré seguidamente la construcción de esta especial obra. Bolívar y su familia que residían en Barquisimeto, fueron trasladados al lujoso Hotel Tamanaco en Caracas, para que Bolívar en ocho días con sus noches analizara en la oficina los planos y organizara toda la logística para la construcción del puerto. Para Bolívar, aceptar la responsabilidad de construir Puerto Ayacucho produjo una numerosa cantidad de retos técnicos y humanos, los que tratará de describirlos de la mejor forma posible, con la esperanza de que las resoluciones que se tomaron puedan constituir en cada caso una enseñanza de lo que se debió hacer y de lo que no se debió hacer, hasta alcanzar el éxito perseguido. El muelle flotante de Puerto Ayacucho está a 4.000 km de la capital venezolana. El concepto para proyectar este muelle, se basa en la existencia de uranio en esa zona. Laceraciones y llagas en las piernas de los habitantes del sitio, fueron clínicamente analizadas hasta encontrar la causa: minerales de uranio. Cuando realicé la primera visita de inspección me indicaron que la población no superaba los 10 mil habitantes, tenían por Gobernador a un médico, amigo personal del General, cuyo lema se basaba fundamentalmente en cooperar con el Dictador de la época, para cumplir así el ideal de mejorar a Venezuela hasta en el último rincón de su territorio. Para servir a la zona se había construido ya un aeropuerto, que me 219


vi en la necesidad de ampliarlo para posteriormente recibir las cargas de materiales que me servirían para la construcción del Muelle Flotante. En Puerto Ayacucho no había un solo vehículo de alquiler. Los primeros trabajos de las pruebas de hormigón fueron ejecutados con cemento transportado por vía aérea. Un detalle más: el hormigón fue diseñado para cumplir una resistencia de 400 kg/cm2. Necesitaba enviar a Caracas muestras de arena y ripio con los que se fabricaría ese hormigón. Efectuando voladuras con dinamita en uno de los cerros vecinos, pudimos producir ripio con la excelente andesita de esas montañas. Informado que en el río Sanariapo, ubicado a unos seis km de la obra, había la arena necesaria, salí a pie acompañado de dos obreros. Efectivamente en el bellísimo lugar había arena, la que pedí fuera sacada por los obreros. Uno de ellos me dijo textualmente: ¡Guá patrón!… ¡aunque necesitamos el trabajito, no entraremos al río, hay piraña y culebra coral, no queremos morir! Al siguiente día llegaba el avión que hacía un solo vuelo semanal, allí debía enviar esa arena al laboratorio en Caracas... ¿Qué hacer? Única solución: Bolívar entró en ropa interior al río y pala en mano iba sacando la arena, ordenó extenderla en una de las piedras planas que bordeaban el río a fin de no transportar material mojado. Al finalizar la tarde, Bolívar llamó al médico quien constató que tenía fiebre alta que con pastillas e inyecciones fue superada a media noche; una insolación. Estas situaciones humanas no se aprenden en las universidades, es muy importante saber superarlas con el fin de poder cumplir con los retos que se presentan, como eran los cortísimos plazos de construcción que se imponían para las obras públicas en la Venezuela de ese dorado tiempo.

220


Hay otras circunstancias que impulsaron a Bolívar a la necesidad de superar los límites de una vida normal. Referiré en forma escueta, la manera que funciona el muelle flotante de Puerto Ayacucho: Está constituido por una torre de 12 m de altura, medidos desde el puente hasta la cima, allí reposa una grúa que saca los productos que traen las embarcaciones que atracan en el muelle flotante; con un giro de 180º los coloca en el exterior. En sentido inverso la grúa también puede transportar los productos de la zona, a la gabarra flotante o a las embarcaciones atracadas que suelen navegar en el Orinoco. La torre en su interior tiene dos ascensores enormes, que permiten hacer un trabajo complementario al de la grúa. Para elaborar la torre fue necesaria la construcción de una ataguía cuadrada de 20 metros por lado, en cuyos 400 m2 se hincaron los pilotes metálicos que constituyeron la estructura de la torre. Exteriormente la gabarra flotante trabaja anclada a dos duques de alba elaborados también con pilotes y que son los que permiten el deslizamiento vertical de la gabarra flotante, para seguir las subidas y bajadas del nivel del río, que en este sector varía en unos buenos 16 metros. Otros aspectos del puerto que venimos tratando: patios de maniobras, bodegas, administración, accesos y plataformas de carga, son elementos que los considero comunes y corrientes en cualquier puerto y por tanto omito su descripción.

221


© Coro fot, Rösler & Kratohvil

Puerto Ayacucho, torre de gabarra flotante, duques de alba, grúa y puente de acceso.

Debo narrar detalles, que siendo ajenos a la obra en sí misma, constituyeron acontecimientos importantes. Corría la tercera semana de trabajo, eran las seis de la mañana y escuché repetidos timbres en la puerta de mi habitación en el hotel que me alojaba; se presentó un empleado de telecomunicaciones para informarme que la gabarra llamada Cachipo II había naufragado en el río Orinoco frente a la población de Mapire. Acudí inmediatamente a la habitación del Administrador para informarme de la carga de la gabarra naufragada: una volqueta, una retroexcavadora y un 60% de 222


los pilotes requeridos para la construcción del puerto. Los pilotes se movieron y rompieron la manguera de achicamiento de agua de la embarcación y el capitán se vio obligado a acercarse a una orilla y dejar que se hunda el barco. Telefónicamente, a las 11 de la mañana, me enteré de que en nuestras oficinas de Caracas cundía el pánico: no había más pilotes en Venezuela y los importadores los ofrecían en un plazo de tres, cuatro y hasta seis meses. En ese período subiría el caudal del rio y ya no se podría hacer la obra. Definitivamente, tenía que llevar esos pilotes a Puerto Ayacucho, como sea. Tenía prácticamente contratadas todas las lanchas llevando cemento, los agregados de construcción y maquinaria para el puerto. Era mi obligación rescatar esos pilotes. De inicio habría fracasado la construcción de Puerto Ayacucho. Desde Mapire, vía telefónica fui informado, por el capitán de la gabarra, hasta del más mínimo detalle de la situación, la que participé a los obreros que me acompañaban, y les instruí de todo lo que debían realizar en los días de mi ausencia. Hice contacto con el aeropuerto de la vecina población de Puerto Páez y contraté una avioneta que me recogió en Puerto Ayacucho a las ocho de la mañana del día siguiente, rumbo a Caracas. Los directivos de nuestra empresa, sorprendidos por mi presencia, me preguntaron ¿qué se podía hacer para solucionar lo ocurrido? Contesté: –Rescatar el Cachipo II, para lo que necesito 60.000 Bolívares en efectivo, dos pasajes aéreos Maiquetía-Ciudad Bolívar para esta misma tarde y la cooperación del Administrador, Sergio Pogioli. Por la noche ya había tomado contacto con los buzos que participarían en la aventura del rescate.

223


En la mañana siguiente estábamos volando en una avioneta con el capitán boliviano Zoilo Flores en dirección a Mapire. En la avioneta embarqué botellas de whisky vacías con sus respectivos corchos y unos pequeños e improvisados paracaídas construidos con alambre, plástico y pañuelos. Durante el vuelo íbamos localizando en el río Orinoco las lanchas que habían sido contratadas y que conducían materiales hacia Puerto Ayacucho; entonces enviaba un mensaje en cada una de las botellas, para el capitán de la lancha que había sido avistada, ordenándole se dirigiera al Cachipo II que estaba hundido frente a Mapire, en cuyas orillas ondeaban dos sábanas blancas que orientaban y localizaban el sitio del naufragio. Mi intención era principalmente, sacar del agua los pilotes indispensables para la ejecución del puerto y transportarles luego en pequeñas cantidades en las lanchas, cometido que se cumplió a cargo económico del seguro de transportes que se había tomado. Ninguna aseguradora asumió riesgo en la construcción misma de Puerto Ayacucho, por lo que Bolívar se vio obligado a tomar otras medidas de seguridad adicionales. Por la noche del segundo día salieron de ciudad Bolívar los buzos contratados con sus respectivos equipos, navegando por el Orinoco. En la lancha también viajó Sergio Pogioli, y Bolívar se mantuvo en Ciudad Bolívar por requerimientos de la Compañía aseguradora de transportes. Cumplida esta diligencia Bolívar requería estar presente en el lugar del naufragio, para lo que contrató nuevamente los servicios del capitán Zoilo Flores con su avioneta. Buscaron un sitio donde aterrizar y acordaron bajo promesa, no contar a nadie haber aterrizado en un potrero próximo a un poblado de pescadores; Bolívar se quedó unos 15 km aguas arriba del 224


naufragio, desde donde caminó cargando su maleta, maletín y hamaca, a una de las casas de los pescadores del sitio, pero una mujer apuntando con una escopeta al desconocido le obligó a permanecer fuera, a la sombra de un árbol, hasta que llegara el jefe de los pescadores. El hombre luego de brindarle un almuerzo y obtenida la palabra de ser surtido de la gasolina que necesitaba para sus lanchas, le llevó por el río hasta el hundido Cachipo II. La de la escopeta, estuvo muy tranquila y atenta sirviendo a los comensales. Saludos, presentaciones y anuncios del Representante de los Seguros que había viajado con los buzos: «Desde mañana temprano podemos iniciar el rescate», dijo; Bolívar argumentó la urgente necesidad de que el salvamento se iniciara en ese momento. El asegurador con frases poco comedidas indicó que «la recuperación se haría desde el día siguiente». Sonaron dos disparos de la pistola de Bolívar y la orden a los buzos de que el rescate se iniciaría en ese preciso momento, lo cual hizo que el asegurador diga temeroso: «Convengo que así sea», y se recuperó seguidamente el primer pilote y un camión. Es importante aclarar que la pistola de los disparos, fue el obsequio que le hiciera años atrás a Bolívar, el Gobernador del Estado Táchira, Antonio Pérez Vivas, primo de Pérez Jiménez, que la entregó conjuntamente con el respectivo permiso de portar armas. Antes de una semana estaba en la superficie toda la carga hundida del Cachipo II, y vino la calma a la Empresa, ya que el castigo en aquellos tiempos en Venezuela, para las empresas que fallaban en la ejecución de los trabajos contratados era, a más de las multas de rigor, la expulsión del país a todos 225


los contratistas incumplidos. De lo dicho se dieron varios casos. Hay algunos aspectos sobresalientes que se dieron durante la ejecución de la obra en ese puerto. Partimos el nueve de enero a las seis de la mañana desde Maiquetía, Caracas, en un avión con 25 pasajeros a bordo y otro carguero con equipos, los primeros 20 sacos de cemento y otros materiales. Después del saludo de rigor al Gobernador y otras autoridades fuimos al sitio de la obra. Bolívar formó militarmente a los 23 trabajadores que le habían acompañado en el vuelo y les dijo: –Aquí vamos a trabajar las 24 horas del día y todos los días de la semana, deseo que me indiquen si quieren laborar dos turnos de 12 horas con el respectivo sobre tiempo o simplemente tres turnos de ocho horas. Den un paso adelante los que desean trabajar únicamente ocho horas diarias. El paso adelante dieron sólo tres trabajadores, los que recibieron varios epítetos: Vagos, inútiles, perezosos… Seguidamente indicó que se comenzarían las labores ese mismo día a las siete de la noche. Este tipo de obra, un puerto fluvial, era desconocido para Bolívar y para miles de ingenieros en el mundo, ya que a diferencia de las casas, edificios y carreteras, los puertos marítimos y fluviales son contados en el planeta… La Segunda Guerra Mundial había finalizado en mayo de 1945, toda Europa se encontraba pasando por una tremenda depresión económica, esto produjo la migración de sus trabajadores a América del Sur, especialmente a Venezuela y 226


Argentina. Por ello, avanzada ya la obra, pudimos constatar que trabajaban obreros de 17 nacionalidades diferentes, a los que se sumaron unos siete prófugos franceses evadidos de la prisión de Cayena que imploraban suplicantes algo de comer y se ofrecían a trabajar. Gran alternativa para Bolívar: desecharlos, inclusive con la policía, o acogerlos humanamente con el riesgo de lo que podría hacer ese tipo de gente. Con su conocimiento del francés, habló en forma firme y categórica sobre lo que esperaba de su comportamiento, ofreciéndoles trabajo, e indicándoles por otra parte que guardaría silencio ante las autoridades venezolanas, pero que ante la más mínima incorrección, regresarían a presidio. Ese singular grupo permaneció solamente por tres semanas y desapareció tan misteriosamente como llegó. El desarrollo de esta obra causó un gran impacto en mi vida profesional. Otro aspecto sobresaliente: el Orinoco, como cualquier río en el mundo, tiene sus crecientes y bajas de caudal; este río tiene su nivel más bajo en los meses de enero, febrero y marzo y luego crece elevándose 16 metros, factor que me llevó a acelerar la construcción de la torre en los días de sequía. Es el caso, de que el Río Negro vierte sus aguas unas veces en el Orinoco y otras las desagua hacia la Cuenca del Amazonas; caso único en el mundo. Tuve que lamentar que a pesar del tiempo seco (verano), el Orinoco venía recibiendo las aguas de su más importante afluente, el Río Negro. El clima seco y cálido del lugar mantenía oscilante la temperatura entre los 38 y 44 grados Celsius a la sombra. Para cooperar en la hinca de pilotes metálicos, teníamos una cuadrilla de obreros que antes de mover los pilotes a mano, introducían sus guantes de trabajo en el río; el agua de los guantes al hacer contacto con los pilotes se evaporaba. Por 227


las noches recibíamos una brisa que venía de las montañas de andesita del lugar. Esta brisa era cálida y seca. El rigor del clima descrito hizo que organizara el consumo, a discreción, de agua y refrescos que se mantenían en dos congeladoras adquiridas para el caso, puesto que en mi vida profesional he cuidado siempre del personal de trabajo, para tener el derecho de exigirles rendimiento. Bolívar instaló una hamaca bajo un cobertizo, lo que le permitía descansar con el ojo derecho y vigilar la obra día y noche con el izquierdo, también mantenía así, sus fatigadas piernas en alto. Construida la torre, estructura básica del puerto, llegó la grúa que se debía instalar sobre ella y cuyo catálogo indicaba un peso de 22 toneladas; había que subirla 12 metros sobre el puente que conectaba esta instalación con los patios del puerto. Lo descrito constituía un reto más para el Director de la obra. Dos obreros, en turnos sucesivos subieron a mano la grúa en tres días de labor, con un sistema de cables enganchados en la losa. En Puerto Ayacucho, ni un solo muerto. El plazo de ejecución de la obra, según el contrato, fue de 11 meses. Analizaré comparativamente con las 40 horas semanales, que es el tiempo normal de trabajo en el Ecuador, y que suman 160 horas en un mes. Las horas trabajadas por mes en Puerto Ayacucho: 24 horas diarias x 30 días = 720 horas en cada mes. Comparando 720: 160 = 4,5 veces 228


La medida de seguridad para otros trabajos, como la elaboración de ripio partiendo de perforaciones y voladuras en una de las montañas vecinas al Puerto; era trabajar solo un turno de 12 horas. Igual ocurría en la extracción de arena del río Sanariapo. Con la forma de trabajar antes descrita, pude terminar y entregar el muelle flotante de Puerto Ayacucho, en sólo siete meses calendario, a continuación hago una comparación con el trabajo normal en Ecuador: 7 meses x 4,5 veces= 31,5 meses (cerca de tres años) Como dato especial debo decir que al finalizar la obra, el Ministerio de Obras Públicas pidió construir un edificio adicional de dos plantas para las oficinas del puerto, con un área de 460 m2 y que debía estar separado del canchón general. Esta obra debidamente acabada y pintada, la ejecutamos en sólo 28 días calendario. No soy genio, solamente un individuo dedicado a cumplir con mi labor, como les digo en este relato. Terminada la construcción de este muelle flotante, organicé unas vacaciones de un mes con mi esposa Julieta; visitamos Panamá, Cuba (en los tiempos que Fidel Castro era combatiente) y Estados Unidos, donde pude conocer entre otras poblaciones: Miami, Washington, Filadelfia y New York; desde allí regresé a Venezuela en un barco turístico con un itinerario por México, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Panamá y Curazao.

229


Edificio de la capitanía del puerto de Puerto Ayacucho, Territorio federal Amazonas, Venezuela. Construcción total: 28 días.

230


Las Trece Vidas del Gato Relataré algunos acontecimientos acaecidos en la vida de Bolívar, los que, sobrepasan en número a lo que conocemos anecdóticamente como las siete vidas del gato. Entre perros, equinos y toros bravos Cuando yo tenía cinco años, mi abuelo Guillermo me regaló un lindo perrito, un pequeño bulldog de pelaje negro brillante y orejas largas que lo llamamos Tíber. Una tarde, acompañado de este animalito, escapándome de la casa de hacienda en que vivíamos, decidí ir a juntarme con mi abuela que vigilaba una cosecha de papas. En el sendero por el que caminaba, de repente, Tíber cortó mi marcha: una culebra estaba enroscada en actitud de atacar. Mi guardián ágilmente me impidió seguir adelante y con determinación agarró varias veces a la culebra lanzándola por el aire manoteándole al caer, hasta matarla, era una coral; entonces con ladridos de triunfo, siguió el camino hasta dejarme junto con mi abuelita, sin esa actitud de mi fiel compañero, pude haber sido mordido por la serpiente, con consecuencias fatales. 231


Recuerdo con nostalgia otra actitud de Tíber: corría el 30 de agosto de 1929 día de Santa Rosa, celebrábamos a mi tía Rosa Matilde. Invitados y amigos disfrutaban los atractivos aromas de un chancho horneándose, en la amplia cocina de la hacienda. Los perros guardianes, Tiber con ellos, se mostraban hambrientos en la puerta de la cocina; acercándome a él, con una pierna en alto, le ordené que se retire, mi perro me desconoció y con una gran dentellada en la rodilla me tiró al suelo, se me lanzó al cuello, me protegí con el brazo derecho, me mordió y un tercer ataque me alcanzó en el costado izquierdo del pecho. Todo sucedió en segundos, los invitados alejaron al animal furioso, quien reconociendo su mal, jamás regresó a casa. El animalito aprendió la lección: no debía atacar a su amo. Con las famosas hojas medicinales de matico, mis heridas sanaron en pocas semanas. A Tíber recuerdo haberlo visto, por una sola vez, totalmente desnutrido en uno de los huertos de la hacienda. En 1930, el subteniente Darío Arteaga, mi padre, fue trasladado de Quito a Guayaquil; unos días después viajé con mi madre para establecernos en un departamento de la Av. Nueve de Octubre frente al cuartel Vencedores de Pichincha. Recuerdo con claridad que ese 31 de diciembre, entré al cuartel en donde mi padre estaba de guardia; allí permanecí unas dos horas hasta que me despidió en la acera para que regresara a juntarme con mi madre. Al llegar a la acera de en frente, un automóvil que venía por la calle Quito ingresó velozmente en la Av. Nueve de Octubre, me atropelló, lastimándome el hombro y la oreja izquierda. Los enfermeros del cuartel curaron mis heridas que incluían también lacera232


ciones de las rodillas y las manos. En fin, salí con vida de un accidente que pudo haberme causado la muerte, otra historieta que se suma a las que seguiré incluyendo en las vidas del Gato Bolívar. Después vivimos en Esmeraldas, viajamos a Guayaquil y seguidamente a Loja. De Guayaquil navegamos en la noche a Puerto Bolívar y por vía empedrada seguimos a Santa Rosa de Machala, para después de ocho días, a lomo de mula, llegar a Loja. A mi corta edad, tenía ya, la suficiente experiencia en cabalgar solo: iba delante de la caravana de mulas, puesto que los caballos no eran adecuados para transitar en esos terrenos. Descendí por una pendiente pronunciada en donde había un puente de madera en el que ingresé, al momento que un ave de rapiña pasó rozando las narices del mulo. Asustado, me lanzó puente abajo, hacia el vacío, pero tuve la enorme suerte de que un cabestro se enredó en mi pierna izquierda, lo que me sostuvo unos metros hacia abajo y me evitó la caída al fondo del barranco de unos 60 metros de profundidad. El ayudante de los arrieros que tenía el encargo de cuidarme alcanzó a sostener la cuerda sólo en los últimos segundos, luego me elevó a la superficie. La escena: sobre el puente, un niño de siete años, un ayudante de dieciséis y una mula. El ayudante de rodillas frente al niño le suplicaba mantener en silencio el acontecimiento, pues con los sucres que ganaba, debía mantener a su madre. El niño cumplió su palabra de mantener el silencio y ahora, el viejo, sin ningún reparo relata: «Una más de las vidas del Gato». 233


En Loja adquirí fiebre tifoidea, la que con los conocimientos médicos de esa época, constituía una enfermedad fatal: sobreviví… En una de las visitas que tuve a Píllaro fui con los arrieros, los vaqueros, a la parte alta de los páramos, y bajamos recogiendo el ganado, sentí una necesidad biológica, me coloqué atrás de una cerca y me atrasé al arriado del ganado, me quedé solo. Ya montado en el caballo que tenía, apareció uno de los toros de la manada que se quedaron rezagados, el caballo esquivó muchas cornadas, por fortuna estaba al lado de una enorme roca inclinada a la que subí corriendo: mi caballo muerto al lado del camino, y el toro subía, alguna vez logré patearle en el hocico cuando estaba en el extremo alto de la piedra, así permanecí hasta cuando vi a lo lejos que venían dos hombres, cuando llegaron, los vaqueros enlazaron con enorme habilidad al toro, con dos cabestros lo mantenían a distancia, cabalgué al anca de uno de los dos trabajadores y llegué sano y salvo; tendría unos once años de edad. ¿Verdad que vale afirmar que Bolívar lleva consigo, algunas de las tantas vidas del gato? La Guerra de los Cuatro Días Regresando en el tiempo: Siendo estudiante de la escuela primaria vivía en Quito y aconteció “la Guerra de los Cuatro Días”. Habitaba en una casa en la calle Valparaíso, La Tola y en la mañana salí del comedor al hall que tenía vista a la calle. Dos silbidos, sonaron a pocos centímetros de mi cabeza por el lado derecho e izquierdo; eran dos proyectiles de ametralladora que se incrustaron en el muro situado a mis espaldas. 234


Desde el 28 de agosto de 1932,se dio una sangrienta confrontación bélica en Quito, llamada “La guerra de los cuatro días”.

Un porto con oro y peligros Había terminado mi primer año de estudios en la Facultad de Ingeniería Civil, conseguí un trabajo durante las vacaciones, en la empresa minera que explotaba los recursos auríferos en Portovelo. Mi enorme disgusto por laborar en túneles húmedos a cientos de metros bajo la superficie, cambió muy agradablemente, cuando me asignaron integrar el equipo para realizar estudios topográficos que con urgencia se necesitaban para la construcción de la carretera Portovelo - Minas Nuevas, con una extensión de 14 km; maravillosa oportunidad para aprender topografía y trazado de carreteras. 235


Vecino al poblado de Minas Nuevas estaba el campamento de la Empresa, de donde salí una mañana a trabajar. En el sendero ocupaba el tercer lugar del grupo. Una serpiente enroscada en la rama de un arbusto, estaba en disposición de morder en el cuello a mi antecesor; con la mano izquierda golpeé a la serpiente, en ese instante me mordió en el interior del puño. En el campamento había suero antiofídico, pero preferí cabalgar amarrado sobre mi mula, enrumbándome a Portovelo donde llegué desvanecido, allí disponía de médicos en un excelente hospital. Al despertar en la mañana del siguiente día, tuve la grata satisfacción de disfrutar de la sonrisa de una enfermera norteamericana que secaba mi frente con un paño azul como el cielo de esa zona. A la semana estuve ya, muy contento en mis labores, con las que me anticipaba a los cursos de topografía y vías de comunicación de mi Facultad de Ingeniería Civil. El muelle de la muerte Estuve en dos vacaciones trabajando en Portovelo. Fui de nuevo, porque buscaba adquirir experiencia para mi futura profesión. Tuve la oportunidad y gran suerte de hacer un estudio completo en esa vía de 14 km. Pasé por todas las fases del aprendizaje de vías de comunicación, ahí practiqué Topografía, de modo que en el tercer año de universidad en que nos daban esa materia, yo ya la conocía. En la segunda estadía en Portovelo, debía participar nuevamente en la construcción de la mencionada vía. El gerente en el Ecuador de la South American Development Company era el señor Mellick Tweedy, muy amigo de mi padre, ordenó que me den trabajo. En ese entonces, como ahora, había muy pocas oportunidades para los profesionales y peor aún para los estudiantes. 236


Estando allí, aconteció la invasión peruana. Sucedió un hecho que mi padre me pidió nunca relatara, porque a él le acusaron de haber mandado innecesariamente material de guerra a Puerto Bolívar. No mandaba, él era el Jefe del Parque Militar en Guayaquil y obedecía órdenes del General del Ejército. Le inculpaban que mandó dos vagones de ferrocarril, con fusiles, ametralladoras, proyectiles. –No soy loco para enviar lo que no me piden, tengo mis jefes– me dijo. Esta parte de la Historia del Ecuador creo que debe incluirse en mis Memorias. Como ya se venía la incursión peruana, abandoné mi trabajo. Las minas de Portovelo se cerraron en espera de la invasión. Llegué a Puerto Bolívar un día en la tarde. Conocido, como era, de todos los oficiales y los soldados, me dieron alojamiento… Como a las tres o cuatro de la madrugada, empezó el bombardeo enemigo, se daba el repliegue de las tropas ecuatorianas que no podían resistir el avance de un poderoso y bien armado ejército peruano. La tarde que yo llegué arribaron dos vagones a Puerto Bolívar por un ramal de la línea férrea Guayaquil – Machala. La idea era regresar esos dos vagones, pero la vía ya estaba cortada, había sido tomada desde atrás por los peruanos, era imposible. Solución para no dejar ese material en manos del ejército peruano: botarlo al mar. A eso de las seis de la mañana, el capitán gritó: –¡Voluntarios! Para quitar los clavos al final de la vía que daba al mar. Me presenté como voluntario. El capitán me agarró de la chompa, por el cuello y por los pelos, echó un buen ajo y me dejó sentado en la puerta. Se 237


presentaron otros dos voluntarios con sus combos, yo vi que había un combo más en la puerta, cogí el mazo …cuando se descuidó el capitán, salí en carrera y llegué a la punta; unas dos barcazas peruanas ametrallaban toda la zona. Mataron a los dos soldados voluntarios que avanzaron a sacar los clavos, yo estaba bien protegido en el otro lado; quité los dos clavos fácilmente, anuncié que podía entrar la locomotora, ingresó y botó los dos vagones al mar. Quedé entonces al descubierto, una lancha peruana venía disparando, no me quedó otra cosa que lanzarme al mar vestido, como estaba, las botas me pesaban demasiado y me las saqué; pasó la lancha sobre mi cabeza, yo me hundí y dejé de respirar. Salí por los manglares, descalzo. La línea férrea había sido intervenida por los peruanos, no así la carretera… Conseguí un camión que todavía tenía acceso libre y llegué a Guayaquil. Con la facha que tenía, ningún taxista me quería recoger, entonces saqué uno de los billetes que había mantenido en mi bolsillo izquierdo y que los iba secando de uno en uno mientras viajaba desde Puerto Bolívar a Guayaquil. Con el billetito seco y muy arrugado, me planté en media vía y atajé un taxi, expliqué a donde iba y que tenía el dinero para pagar. Yo era un pobre muchacho de muy mala facha, con ropa arrugada y descalzo; me llevó al parque militar, era el momento en que mi padre salía a su apartamento que quedaba próximo, había recibido ya la noticia de que el héroe Bolívar había ayudado a retirar los clavos del ferrocarril y que fue muerto junto a sus dos compañeros. En realidad había dos fallecidos, uno que cayó al agua y otro que quedó en el terminal del ferrocarril. Yo salí por los manglares. A las nueve de la mañana, el Jefe del Parque Militar, Darío Arteaga, consiguió que uno de los aviadores estadounidenses que visitaban el Ecuador como observadores de la invasión 238


peruana y que iba a Quito, me embarcara en un avión de combate; aterrizamos en los potreros de El Ejido, no había campo de aviación. Llegué a mi casa: un lazo negro en la puerta, lo quité e ingresé. A mi madre Rosario la encontré sentada en una mecedora con su vestido de luto, se balanceaba. La noticia había volado… gran sorpresa: abrazos, llanto… Bolívar vivía... este acontecimiento, puede sumarse a una más de las vidas del Gato... Mi padre, por la relación que tuvo con el envío de los dos vagones de ferrocarril que contenían armamento, me pidió que no mencionara. Como ya han transcurrido muchísimos años y él está muerto, tengo la oportunidad de incluir este acontecimiento en las Historias de mi Vida. Al borde de la tragedia Corría el año 1951, vivía en la Grita, Estado Táchira, Venezuela, ejercía la Dirección de construcción de un sector de la Panamericana y fui citado a una reunión de la Oficina Técnica Gutiérrez en Caracas. De la Grita salí a las dos de la mañana en una madrugada extremadamente lluviosa, seguí a San Cristóbal y luego al aeropuerto de San Antonio, colindante con Colombia. Eran las siete de la mañana cuando adquirí el boleto aéreo. El avión tomó cabecera de pista por tres veces, y regresó para esperar que cesaran los fortísimos vientos por los cuales la torre de control no autorizaba el despegue. Eran ya, pasadas las nueve de la mañana cuando alzamos vuelo y un colosal viento arrojó al avión contra una colina cercana, el ala izquierda cortó un arbusto que estimo tendría unos cuatro metros de altura, cuando la nave levantaba polvo 239


del suelo, el piloto logró elevarla y seguimos en apacible vuelo a nuestro destino, Maiquetía, Caracas. En el avión de Aeropostal Venezolana, en aquel vuelo, era pasajero único. La azafata, una joven inmigrante alemana, estaba desmayada y el copiloto se secaba la frente rota y sangrante. Nunca supe por qué se lastimó. En Maiquetía un grupo de periodistas me interrogó sobre el suceso y lo único que alcancé a afirmar es que estaba muy agradecido de la pericia del piloto y copiloto, y que gracias a Dios estábamos muy bien. Aeropostal Venezolana suprimió los vuelos a ese aeropuerto. Después de este acontecimiento, permanecí casi un año sin usar transportes aéreos. No era un simple miedo a volar, sentía inmensa depresión, pavor al mirar los aviones, pero me dije: tengo que volar, debo conocer otros países… Ayudado por psicólogos superé el miedo y luego volé de La Fría a Maracaibo, a comprar el cemento que requería para construir la carretera en el sector a mi cargo. Eran las tres de la tarde cuando la azafata anunció: «Señores pasajeros en pocos minutos estaremos aterrizando en el aeropuerto Grano de Oro, Maracaibo, recuerden no olvidar sus objetos de mano». Bolívar ocupaba el primer asiento izquierdo del avión junto a la cabina, miró y advirtió en voz alta que el motor de ese lado del aeroplano se estaba incendiando. Así permaneció la nave hasta las siete y media de la noche, quemando gasolina hasta que aterrizó en el campo de aviación, cubierto con es240


puma para apagar incendios. Policías, bomberos y Cruz Roja estaban junto a la pista. Otra vez en las alturas A mi regreso al Ecuador, trabajé en la Provincia de El Oro. Para regresar a Quito, por lo general hacíamos el siguiente recorrido: Machala - Guayaquil en avioneta, y Guayaquil Quito en avión. Tomé una tarde una avioneta en la que fui pasajero único, tuvimos tiempo nublado y estando en el aire se dañaron los aparatos radiotransmisores, perdió el control; seguíamos volando y volando… no encontrábamos donde estaba Guayaquil y tampoco podíamos comunicarnos. El piloto me dijo: Ing. Bolívar se nos está acabando la gasolina, voy a bajar de nivel, a riesgo. Y bajó de nivel, con tan buena suerte que estábamos muy cerca del aeropuerto, ¡lo veíamos! Dio una pequeña vuelta y aterrizó, pero no terminó el recorrido con gasolina, se apagó. El aterrizaje lo hicimos con el último centímetro cúbico de gasolina, nos sacaron con un vehículo. Otro acontecimiento de las vidas del Gato Bolívar. Sin control Un evento más donde estuve a punto de morir. Después de haber cumplido con la habilitación del puente, en la vía La Fría - Colón, me dirigía a San Cristóbal a la invitación para desayunar con el Presidente; había llovido muchísimo. Alrededor de las siete de la mañana iba por la carretera asfaltada, cubierta de barro, patinó el carro y di dos vueltas, cubrí los 360 grados dos veces, después el carro se deslizaba rápidamente al abismo. Decidí abandonar el automóvil, no podía hacerlo por el lado izquierdo, me crucé al asiento derecho resuelto a botarme a la vía y que el 241


vehículo se vaya. Con el pie izquierdo toqué accidentalmente el acelerador y estuve así unos 10 segundos acelerando con el pie izquierdo el automóvil automático. Con la mano izquierda dirigía el volante, sentado en el lado derecho ya con la puerta abierta… en unos pocos segundos había dominado el carro. Mi intención fue abandonar el coche que estaba al filo del barranco… Sonido de cascabeles por mi cumpleaños En Venezuela, dirigía la construcción de Puerto Ayacucho, era la madrugada del 13 de mayo de 1957, había luna llena, mi cumpleaños. Caminaba desde los hangares hacia la torre y decidí descansar unos minutos, recostado, levanté las piernas sobre un montón de ripio. Escuché el sonido vibratorio, rítmico y cantarín de una cascabel que se acercaba por mi costado derecho. La reacción normal: levantarme y correr, pero… demasiado tarde, la serpiente cruzaba ya sobre mis piernas, cerca de los pies. Contuve la respiración y con el miedo que sentí, el tiempo de recorrido sobre mis piernas fue de meses. Veía como el animal con sus decorados amarillos y romboides pasaba lentamente sobre mí. En la tarde los obreros mataron a la cascabel que ingresó en la construcción de la torre, medía 2.50 metros. Del pavor, sólo me queda agradecer a Dios que mandó a la serpiente a seguir adelante sin hacerme daño. Un fusil contra don Bolo Al día siguiente del hundimiento del Cachipo II estaba tomando un baño en la popa de la embarcación que había atracado; como resultaba un poco largo y difícil quitarme el jabón en la embarcación, decidí echarme al Orinoco. Mientras 242


estaba en el agua: bulla, gritos desesperados, sobresaltos y alcancé a ver que el capitán del barco me apuntaba con su rifle, me sumergí, nadé y con el talón derecho topé alguna cosa extraña. ¡Dos disparos de fusil!… y me acerqué presuroso a protestar por aquella intención de matarme. No era eso, sino que el capitán vio un caimán, que fue el qué tocó mi talón con el hocico. Salí airoso de esa situación y siguió el rescate. Otra escena más de las vidas del “Gato” Bolívar.

243



A modo de Epílogo Mi bello y productivo país Para mí, lo más importante es la familia, la familia donde uno nace, donde se cría y la familia que organiza. Necesariamente como complemento, como arreglo de la familia, el país. Describiré en esta oportunidad, algunos aspectos que he considerado primordiales para la vida del Ecuador y su desarrollo, lejos de promocionar situaciones hipotéticas las tomaré como reales. Para todos son conocidos los comentarios que se difunden en todo el mundo donde resaltan a nuestro país por su belleza natural, situación geográfica y sus maravillas, como las Islas Galápagos. Se pone a nuestro país como uno de los puntos más atractivos del planeta, lo que hace objetivamente factible el aprovechamiento económico de un turismo bien organizado. Otro aspecto importante es la agricultura: nuestras tierras son capaces de producir, durante los doce meses del año una infinita variedad de productos, tanto para el consumo interno como para la exportación. Es importante para el desarrollo agrícola dotar al agro de vías de comunicación adecuadas, para que no se repita lo que le sucedió a nuestro querido y excelente Presidente Isidro Ayora: trajo de Europa Occidental 245


un grupo de experimentados agricultores que fueron ubicados en el sector de Nanegal, Nanegalito y los Bancos; desarrollaron una producción agrícola extraordinaria, vinieron las lluvias seguidas de los derrumbes en la vía que conducía a Quito y se perdió toda la maravillosa producción. Al visionario plan le faltó su complemento: seguras vías de comunicación, que los ingenieros estamos obligados a realizarlas adecuadamente. Expongo otra idea: en todas las carreteras del país se debería sembrar, en los sectores que se conocen como “derecho de vía”: árboles frutales, maderables y ornamentales, los que serían mantenidos obligatoriamente por los propietarios de cada lado de la vía, corresponsables de su producción y beneficiarios directos. Imaginemos las hermosas carreteras que tendríamos: únicas en el mundo. Un pequeño ejemplo de esto se encuentra en la carretera que va de Santo Domingo hacia Flavio Alfaro, en donde encontramos aproximadamente un kilómetro sembrado de caña guadua a los dos lados de la vía. Por qué no esforzarnos para hacer esto en todo el país. Beneficio económico a la vez que atractivo turístico. Los bomberos ubicados en las poblaciones cercanas a esas vías deberían cooperar con sus tanques cisternas facilitando la siembra, crecimiento y mantenimiento de las plantaciones. Las ideas anteriormente expuestas, son factibles de implementarse en beneficio de todo el país, especialmente en relación al turismo y la agricultura. Podría explicar algunas cosas más, creo que he relatado lo que es más notorio y valioso.

246


Siento que es justo terminar con la muestra de mi sentimiento hacia la mujer que me dio mucha felicidad.

A Julieta La otra noche tuve un sueño, vino un ángel y me habló, me pidió que les comparta. Lo que debo confesar. El Señor quiere que sepas me lo dijo de verdad: que en Su Casa ella habita. Con sus brazos extendidos la acogió en la Eternidad. El dolor que ella tuvo, nunca más ya lo tendrá, con las manos de María bendiciones mandará. Y por eso hoy nos gozamos, al saber la realidad, que su hija tan querida en presencia Suya está. Una madre tan querida… Su memoria quedará, en espléndidos recuerdos de una vida sin igual.

247


Una vida sin reproches, hermosa vida pasó. Disfrutamos su presencia y el amor que no faltó. Y por eso hoy nos gozamos… El Señor quiere que sepas, pronto tú ya lo verás, sólo cree en Su Palabra, sólo cree y gozarás. La otra noche tuve un sueño, vino un ángel y me habló… De su hijo Marcelo, con profundo sentimiento de cariño.

248


Índice Introducción ................................................................. 9 A manera de Prólogo .................................................. 13 Historias de mi vida .................................................... 15 Primeros años .............................................................. 17 Relación con personajes destacados ......................... 53 Encuentros especiales ................................................. 69 La buena Venezuela ..................................................... 77 Desembarco en Ecuador ............................................ 119 Lo que valoro ................................................................. 145 Mi esposa ...................................................................... 155 Otras visiones .............................................................. 159 Algo más personal ....................................................... 209 Las Trece Vidas del Gato ............................................ 231 A modo de Epílogo ...................................................... 245

249


Bolívar Arteaga Loza, a la edad de 98 años decide publicar sus memorias. Relatos de gran utilidad para toda persona deseosa por conocer la manera de manejar las dificultades que se presentan en cualquier empresa o experiencia de vida. Comparte un compendio de experiencias especiales e instructivas para cualquier profesional que se inicie, no solo en carreras relacionadas a la Ingeniería Civil sino en cualquier emprendimiento. Nos cuenta sus experiencias de vida, nos entretiene con relatos anecdóticos y nos da datos de las condiciones en que enfrentó sus retos. Demuestra que la creatividad necesaria para dar soluciones no depende del genio o de una gran inteligencia y que está definida por el esfuerzo, la constancia y el estudio minucioso de cada caso. Nos permite intuir y acercarnos a entender la manera en que desarrolló su don y aptitud de visionario. Habitante de muchos puertos, hoy está enfrascado junto con su familia en continuar con su proyecto: Puerto Lacruz, en San Vicente, Manabí, Ecuador.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.