Hacia una nueva fase del Euro

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EconomĂ­a Internacional

Hacia una nueva fase del Euro Santiago Calvo AI 003/2012 10 de marzo de 2012


Resumen La crisis del euro, y en particular la que atraviesan Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España, los llamados PIIGS (por el acrónimo de sus nombres en inglés), revela dos caras de una misma moneda. Por un lado, se presenta la disyuntiva entre seguir formando parte de este no tan selecto grupo o buscar soluciones por fuera de la unión monetaria. Por el otro lado, las debilidades intrínsecas al nacimiento de la moneda común -falta de movilidad de factores entre regiones e inexistencia de transferencias fiscales- tornan insostenible su continuidad tal cual fue concebido. Este artículo postulará que no sólo es prudente apoyar la supervivencia del euro, sino que es necesario redoblar la apuesta y pugnar por una mayor integración para fortalecer la divisa.

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Hacia una nueva fase del Euro Santiago Calvo1

“I am sure the euro will oblige us to introduce a new set of economic policy instruments. It is politically impossible to propose that now. But some day there will be a crisis and new instruments will be created” EU Commission President Prodi Financial Times, December 2001. La crisis que atraviesa la zona del euro, desde hace tiempo, dejó de convertirse en una mera amenaza al régimen monetario para materializarse en una posibilidad real. A comienzos de la crisis mundial, que tuvo como epicentro el sistema financiero estadounidense, y luego se desplazó a Europa, la continuidad de la divisa del viejo continente no se cuestionaba. No obstante, el progresivo aumento de las deudas públicas en un creciente número de Estados, en flagrante desobediencia de los criterios de Maastricht, indujo a cuestionar las bases que sustentan la moneda. Así, antes de que la divisa europea cumpliese una década de vida, su continuidad es un tema de debate en la agenda internacional. En este trabajo se planteará que, si bien los cuestionamientos al Euro son bien fundados por la inexistencia de un área monetaria óptima, la salida más adecuada se hallaría en una mayor profundización del proceso de integración regional. En este sentido, y partiendo de la convicción de que hoy la unión monetaria europea es un proceso irreversible, se utilizará como hipótesis medular que la misma no pudo ser un fin en sí misma, sino un medio para lograr una mayor integración. La falta de instrumentos económicos que hubiesen permitido enfrentar un shock económico asimétrico, en respuesta a las disparidades regionales, obliga a los miembros de la eurozona a avanzar hacia un estadio mayor en el proceso de integración. El presente trabajo sintetizará en un principio las posibles consecuencias de una ruptura del Euro, conduciendo a la conclusión preliminar de que los costos de abandonarlo superarían con creces los avatares que deberán atravesar los países para sostenerlo. Seguidamente, se analizará que los problemas inherentes que se derivan de la unión monetaria europea 1

El autor es Licenciado en Relaciones Internacionales y en Ciencia Política (UES21) y maestrando en Relaciones Económicas Internacionales (UBA). Director del Área de Economía Internacional de GEIC.

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conllevan necesariamente a profundizar la integración en aras de sostener la existencia del euro.

Matar al euro2 Antes de desarrollar las consecuencias que dificultan concebir la desaparición del euro, es importante conocer las razones por las que un país decidiría abandonarlo. El principal incentivo de dicha decisión sería la recuperación del control de la política monetaria y cambiaria, al mismo tiempo que la capacidad para determinar la tasa de interés. A partir de la recuperación de las funciones intrínsecas a un Banco Central Nacional, se derivan dos consecuencias no menores, que refuerzan la elección de esta opción. La primera de ellas radica en la capacidad de monetización que adquieren los gobiernos. Ello permitía cancelar sus deudas a partir de la creación de dinero, aunque dicha política esté indisolublemente atada a un aumento de la inflación. La segunda de ellas, es que la nueva moneda puede ser devaluada, obteniendo con ello mayor competitividad en sus economías a partir de una mejora en los términos de intercambio. En el caso de los PIIGS, una salida del euro se presenta como una buena opción económica a partir de una devaluación de sus nuevas monedas. No obstante, uno de los principales rasgos de la crisis de estos países es el elevado ratio de la deuda/PBI que presentan. Si bien es cierto que puede ocurrir un default siendo parte de la zona euro, una salida de esta garantizaría la cesación de pagos. En consecuencia, una devaluación establecería nuevas paridades frente al Euro, aumentando el valor de las deudas, conduciendo inexorablemente a un default. Además, es menester tener en cuenta que dicho problema se haría extensivo a la deuda de los privados de cada uno de estos países, lo que daría lugar a una espiral de quiebras y acentuaría aún más la recesión económica. Como se puede apreciar, la salida de la zona euro, a pesar de los potenciales beneficios, traería aparejada resultados negativos significativos como la cesación de pagos. En realidad, éste es sólo uno de los inconvenientes. Existen otros costos que permiten sostener que salir de la unión monetaria trae perjuicios que superan cualquier beneficio concebible. Una segunda consecuencia, impacta directamente sobre el sistema bancario nacional, el cual presentaría grandes probabilidades de colapsar. Si creciesen las expectativas reales de devaluación o, en este caso, se produjese una salida de la unión monetaria, los depositantes 2

Título extraído del la nota homónima del diario El País.

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acudirían a sus bancos a cerrar sus cuentas y hacerse del dinero en la divisa en que las realizaron tan pronto como sea posible, antes de salir de la zona del euro. Una vez producida la salida, los acreedores de los bancos que no pudieron extraer sus ahorros exigirían a los bancos la devolución en la moneda en que se inicio la transacción, obligando a las entidades financieras a asumir el costo de la devaluación y, con ello, fuertes problemas de liquidez. Es importante destacar que el derrumbe del sistema bancario de cualquier país tiene consecuencias adversas para toda su economía, afectando de lleno a la actividad crediticia, restringiendo la liquidez monetaria, paralizando el comercio y rompiendo las cadenas de pagos. En efecto, y dada la importancia del sistema bancario en las economías nacionales, el Banco Central Europeo ha realizado, en los últimos meses, fuertes inyecciones de dinero a la banca europea a fin de evitar su desplome.3 Al mismo tiempo, otra de las secuelas sería que, en caso de aprobarse una salida del euro, la Comisión Europea estableció que tendría como consecuencia legal inmediata el abandono de la Unión Europea. De este modo, las autoridades han encontrado sólo un mecanismo de salida en el artículo 50 del Tratado de Lisboa, donde se estipula que cada Estado miembro puede, en consonancia con las disposiciones constitucionales, decidir su salida de la UE. El problema radica en que no prevé una salida de la zona euro sin un abandono también de la Unión Europea. Cualquier Estado que haya renunciado el Euro y a la Unión Europea deberá enfrentarse entonces a las consecuencias de dejar de pertenecer al mercado único, acentuando la recesión a partir de la necesidad de readaptar su economía a la nueva realidad. Otra de las consecuencias lógicas, es que dejarán de acceder a los Fondos Estructurales y de Cohesión, que desempeñan un rol clave en la reducción de asimetrías económicas y representan una fuente importante de fondos para los países menos avanzados. Hasta aquí se han reseñado las ramificaciones económicas que generaría una salida de la unión monetaria, pero nada se ha dicho sobre las secuelas políticas y sociales que tendría esa decisión. En este momento, la historia brinda valiosas enseñanzas y muestra que las “rupturas monetarias […] han finalizado con alguna forma de gobierno autoritario o militar, o con una guerra civil. Casos pasados de rupturas de unión monetaria han tendido a producir uno de estos dos resultados. O bien hubo una respuesta hacia un gobierno más autoritario que 3

En diciembre de 2011, el BCE adjudicó 489.190,75 millones de euros en una subasta de liquidez con vencimiento a tres años y contó con la participación de 523 entidades bancarias. Para la próxima subasta del 29 de febrero de 2012, se incrementaría el número de instituciones y se duplicaría la petición de liquidez al BCE. (Diario ABC, 31/01/2012).

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contuviera o reprimiera el desorden social (un escenario que tiende a requerir un cambio de gobierno desde el democrático al autoritario o militar) o, alternativamente, el desorden social juntos con grietas sociales ya existentes dividían el país y provocaban una guerra civil.” (UBS Investment Research, 2010) En la actualidad, es difícil imaginar un escenario de estas características. No obstante, el descontento social se hace sentir en los países más afectados, motivados por las elevadas tasas de desempleo y por la recesión que atraviesan. Para no llegar a situaciones extremas, es necesaria una mirada retrospectiva que nos permita comprender las acciones de los hombres en el pasado, para en el presente estar a la altura de las circunstancias para evitarlas.

La Unión Económica y Monetaria, un camino inconcluso La integración europea se ha convertido, por diversas razones, en un faro que guía a los procesos de integración regionales en el mundo. En particular, el viejo continente ha logrado desarrollar una red institucional de coordinación autónoma que no atenta contra la soberanía de los Estados miembros (Ghymers, 2001); la creación de instituciones supranacionales se ha convertido en un hito difícil de replicar en otras partes del globo. A pesar de ello, como sostiene Ghymers (2001): “fuera del campo monetario, cuya autoridad es ahora en la zona euro enteramente supranacional, las decisiones de políticas económicas se quedaron enteramente en las manos de los Estados Miembros.” En efecto, “cada Estado miembro está bajo vigilancia de sus socios regionales para que no ponga en peligro el bien común de la UEM. En realidad, las modalidades operacionales reducen esta vigilancia a cuidar que cada gobierno haga lo que convenga mejor a su economía.” Es en este punto donde radica el problema que golpea de lleno a la UEM; este esquema de coordinación de políticas económicas difiere de las necesidades que imperan en una unión monetaria óptima. Mundell sostiene, en primer lugar, que el espacio óptimo para una unión monetaria son las regiones, no los países. Asimismo, argumenta que para que ella funcione eficientemente, debe existir un alto grado de movilidad de los factores de producción y un mecanismo de transferencias fiscales para favorecer a los miembros más débiles. El premio nobel de economía señala que la movilidad de los factores entre las regiones es el ingrediente esencial de una moneda común, dado que la libre circulación del capital y los trabajadores permite restablecer los desequilibrios que se generen entre las distintas regiones de la unión. De aquí se derivan dos grandes problemas, el primero de ellos tiene que ver con la

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necesidad de reducir las asimetrías regionales y, el segundo, con la libre movilidad de los factores. La concreción de la moneda única implicó necesariamente un aumento de los Fondos Estructurales Europeos, que tuvieron como finalidad “favorecer un mayor grado de cohesión económica y social en el espacio comunitario a través de la cofinanciación de las políticas de gasto público desarrolladas por los Estados miembros. […] El Tratado de la UE establece que dicha finalidad se persigue a través de políticas encaminadas a conseguir un mayor equilibrio entre los niveles de desarrollo de las distintas regiones y territorios que componen la Unión, por lo que su aplicación se inscribe en el ámbito de la política regional.”(Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, España) A pesar de los constantes aumentos que atravesaron estos fondos, al realizar un análisis de los mismos, se puede encontrar que su éxito ha sido relativo frente a las diferencias económicas estructurales. Bernardo de Miguel objeta que “los fondos se asignan prácticamente sin otro criterio que el nivel de renta per cápita de cada región y sin apenas seguimiento sobre su eficacia real” (01/02/2012). Además, se hace necesario aclarar que estos fondos no cumplen la función de transferencias fiscales planteadas por Mundell. El segundo problema se halla en la libre movilidad de los factores. El capital, en una unión monetaria presenta características que hacen que su circulación esté garantizada; la existencia de una sola moneda asegura la inexistencia de controles de capital. Por lo tanto, es necesario hacer hincapié en la movilidad y la flexibilidad del factor trabajo como mecanismo para asegurar la efectividad de un espacio monetario óptimo. La flexibilidad laboral implica que los costos laborales sean sensibles a las realidades económicas, persiguiendo mejorar la competitividad a través de una devaluación real. Por su parte, la movilidad involucra el traslado físico de los trabajadores de una zona de baja productividad hacia otra con mayor dinamismo. A diferencia del capital, la movilidad del trabajo se enfrenta a una realidad social que dificulta su libre circulación. Por un lado, la flexibilidad desafía una serie de actores y políticas nacionales que obstaculizan su implementación. En la mayoría de los casos, comprende una precarización laboral, lo que conlleva un fuerte rechazo por parte de la sociedad. La movilidad laboral, por su parte, exhibe importantes factores sociales y culturales que dificultan la movilidad geográfica. En efecto, en el año 2000, sólo el 0,1% de los trabajadores de la UE cambió su país de origen (UBS, 2010), mientras que en el 2010, el 2,3% de los ciudadanos

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europeos trabajaban en un país distinto al suyo (Eurobarómetro, 2010).4 El bajo desempeño de esta variable indica que la libre movilidad del trabajo representa un instrumento endeble para avalar la existencia de la UEM. Finalmente, según Mundell, para que perdure un espacio monetario óptimo es necesario un mecanismo de transferencias fiscales, un tema tabú en la Unión Europea. Éstas, permiten trasladar recursos entre las distintas regiones y neutralizar los shocks asimétricos. Las diferencias entre las regiones más productivas y las menos productivas dentro de un área monetaria óptima generan diferentes efectos, lo que dificulta la implementación de una política monetaria común adecuada que haga frente a presiones inflacionarias en una región y al desempleo en otra. “La ausencia de un mecanismo de transferencia fiscal dentro de la eurozona, nacida de la falta de voluntad de los Estados miembros de ceder el control de sus propias políticas fiscales a una autoridad central, siempre ha sido el talón de Aquiles del euro. La fijación de una estructura de gobernanza y la creación de un mecanismo de transferencia fiscal son las oportunidades perdidas de ayer y la necesidad de mañana.”5 (Frieda Gene, 2011)

Hacia una mayor integración La cesación de pagos, la quiebra generalizada de empresas, el colapso del sistema bancario, la salida de la Unión Europea y la pérdida de beneficios que ello implica, son razones suficientes para inducir a los Estados miembros no sólo a permanecer dentro de la zona euro, sino también a bregar por su subsistencia. A pesar de ello, la presencia de importantes asimetrías regionales, la nula movilidad de los trabajadores y la inexistencia de transferencias fiscales que actúen como contrapesos económicos, validan los actuales cuestionamientos hacia el euro. Al crearse la zona del euro, la disciplina fiscal se transformó en un sostén decisivo de la UEM. Sin embargo, ella quedó librada a la coordinación de los Estados miembros y a la vigilancia mutua para su real cumplimiento. La debilidad en el cumplimiento de los criterios de Maastricht sitúa a la moneda común en una situación muy difícil y obliga a los gobiernos a avanzar en el desarrollo de soluciones concretas.

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Eurobarómetro 2011. Comisión Europea. Traducción propia.

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“Europa necesita una política económica y fiscal común, que acompañe a la unión monetaria, para salir de la crisis. […] Sin esa política común no saldremos de la crisis” (Felipe González, 12/09/2011). Con estas palabras, el ex presidente del gobierno español no hizo más que verbalizar un pensamiento comunitario pero de difícil aplicación política. Las acciones que se tomen en este sentido implican una mayor cesión de soberanía, teniendo como meta una unión económica, dejando en manos de las autoridades de la Unión el control de la política económica. En la actualidad, el camino emprendido por los principales jugadores de la euro-zona se asienta en impulsar un pacto fiscal con el objeto de fijar un freno a la deuda. En este caso, será el Tribunal de Justicia quién se encargará de vigilar el cumplimiento de la disciplina fiscal de los miembros. Aunque este acuerdo debe ser ratificado aún, es el primer paso en aras de avanzar hacia un mayor control sobre las herramientas económicas que mantienen los miembros, otorgándoles a las autoridades comunitarias una mayor injerencia en ámbitos nacionales.

Conclusión “Una Unión Monetaria no funciona sin una Unión Económica y ésta es insostenible sin una Unión Política” (Roldán Monés, 10/02/2012) Con esta breve frase se puede sintetizar la esencia de este trabajo. A lo largo del mismo, se intentó explicar que la zona euro ha sido una política que, necesariamente, debía ser una etapa de transición dentro del proceso de integración y no un punto de llegada. Así como se establecieron diversas fases para la adopción de la moneda común, era ineludible establecer una fase que incluyera un mecanismo tendiente a subsanar las fallas existentes hoy en el euro. En concordancia con estos postulados, este trabajo buscó analizar las posibles consecuencias de abandonar el euro, lo que permitió identificar las razones que harían económicamente improbable que ello sucediese. Una vez comprendidos los altos costos que implicaba esta opción, se indagaron las razones que sostienen que la zona euro es un área monetaria sub-óptima y, por tanto, difícil de subsistir a largo plazo. Finalmente, a partir de la comprensión de estas variables, la necesidad de profundizar el proceso de integración se hizo manifiesta. En la actualidad, los europeos se enfrentan con el problema de haber dejado a medio camino el proceso de integración, confundiendo a la Unión Económica y Monetaria como una meta en sí misma y no como un paso más de ella. La UE no sólo nos ha dejado una importante

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enseñanza acerca de cómo avanzar hacia una moneda común, sino que nos ha mostrado que, una vez que el proceso de una moneda común está en marcha, sólo se puede avanzar en esa dirección. Por último, es necesario precisar que este artículo se basó en el análisis económico de la euro-zona, dejando en un segundo plano la variable social y política. Todos los argumentos esgrimidos precedentemente inducen a sustentar que una salida del euro es inviable “económicamente”. No obstante, las fuertes presiones que se ejercen sobre los PIIGS, en particular sobre Grecia, generan fuertes convulsiones sociales que pueden dejar a un lado todo tipo de razonamiento económico. En pocas palabras, en situaciones de crisis como la que atraviesa la nación helena, los análisis económicos pierden su lógica y se supeditan a la voluntad política.

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