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PINEA
LA ELEGANCIA DE LO SIMPLE
Hacer uno de los mejores vinos del mundo es el ambicioso objetivo con el que nació la bodega Pinea. La crítica y el prestigio internacional avalan el resultado. Vicente Pliego, un mexicano enamorado de la Ribera del Duero, es el responsable.
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Nació así, corría 2017, Pinea, con un objetivo que Pliego resume de forma contundente: “Hacer uno de los mejores vinos del mundo”. Apoyado en varios factores. Por un lado, las características de Ribera del Duero que enamoraron a los Pliego: la mejor expresión de la uva tempranillo, la herencia endémica de los cultivos de la zona, la climatología y, en su caso, la altitud de los suelos, a más de 900 metros. Y, por otro, en una filosofía de respeto y amor por la tierra, en la máxima atención al detalle en el viñedo y en un profundo conocimiento de las tradiciones centenarias, Los premios y la crítica avalan el resultado de este trabajo. Con solo tres referencias, han conquistado las mesas de algunos de los mejores restaurantes del mundo y las bodegas más exigentes. Pinea es un vino artesanal, robusto y sofisticado, del que solo se lanzan 13.000 botellas. 17 by Pinea, con 40.000 botellas, encierra una historia especial. Aficionados al golf, Pliego y del Pozzo tuvieron la oportunidad de presentar sus vinos a Sergio García, quien acabó eligiéndolos para su boda. Así que ese 17 hace referencia no solo al año en que Pinea lanzó sus primeros vinos, también al de la victoria de García en el Masters de Augusta. Y la tercera referencia es Korde, un rosado único, con crianza en roble. “Valoro mucho la elegancia de lo simple”, afirma Pliego al recomendar un menú: la añada 2019 del vino 17 by Pinea para acompañar chuletillas de cordero y una ensalada de tomate. pinea.wine
SU PADRE, MEXICANO COMO ÉL, TIENE UNA EDITORIAL en su país, pero también atesora una admirada afición por los vinos de Ribera del Duero. Vicente Pliego heredó ambas facetas. Así que, durante años, trabajó en proyectos editoriales y educativos mientras sentía crecer, cada vez más latente, su afición por el vino. Así que acabó viniéndose a España y durante varios años, desde 2013, se dedicó a hacer vino con las uvas de otros mientras buscaba el lugar idóneo para levantar su propia bodega. Lo encontró, cómo no, en Ribera del Duero, en unos viñedos entre las localidades burgalesas de Olmedillo de Roa y Villatuelda, y llamó a un amigo de la infancia y de universidad, Hugo del Pozzo, para compartir la aventura.