Este libro esta dedicado a todos los ni単os del mundo que son la inspiracion y el futuro del mundo.
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Cuentame un cuento
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Cuentame un cuento Geraldine Pino
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Cuentos infantiles Company 2000 Sobre la presente edicion: Editorial cuentos infantiles, 2000
Editorial cuentos infantiles SA Centro nacional de formacion infantil Calle 45b # 38 c 9/ Bogota Ciudad de bogota/10570 Correo electronico: Cuentameuncuento@gmail.com Fax:398675 Telefonos: 3875905-0180045367
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INDICE 10
Prólogo
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La gallina de los huevos de oro
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La gallinita roja
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La liebre y la tortuga
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El cumpleaños del señor leon
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El caballo y asno
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PROLOGO En esta recopilacion de cuentos se busca inculcar en gusto por la lectura a todos los ni単os y tambien llevarlos a aprender cosas nuevas cada vez que lean.
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LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO
Había una vez un granjero muy pobre llamado Eduardo, que se pasaba todo el día soñando con hacerse muy rico. Una mañana estaba en el establo -soñando que tenía un gran rebaño de vacascuando oyó que su mujer lo llamaba. -¡Eduardo, ven a ver lo que he encontrado! ¡Oh, éste es el día más maravilloso de nuestras vidas! 12
Al volverse a mirar a su mujer, Eduardo se frotó los ojos, sin creer lo que veía. Allí estaba su esposa, con una gallina bajo el brazo y un huevo de oro perfecto en la otra mano. La buena mujer reía contenta mientras le decía: -No, no estás soñando. Es verdad que tenemos una gallina que pone huevos de oro. ¡Piensa en lo ricos que seremos si pone un huevo como éste todos los días! Debemos tratarla muy bien. Durante las semanas siguientes, cumplieron estos propósitos al pie de la letra. La llevaban todos los días hasta la 13
hierba verde que crecía ¡unto al estanque del pueblo, y todas las noches la acostaban en una cama de paja, en un rincón caliente de la cocina. No pasaba mañana sin que apareciera un huevo de oro.Eduardo compró más tierras y más vacas.
Pero sabía que tenía que esperar mucho tiempo antes de llegar a ser muy rico. -Es demasiado tiempo -anunció una mañana-,Estoy cansado de esperar. Está claro que nuestra gallina tiene dentro muchos huevos de oro. ¡Creo que tendríamos que sacarlos ahora! 14
Su mujer estuvo de acuerdo. Ya no se acordaba de lo contenta que se había puesto el día en que había descubierto el primer huevo de oro. Le dio un cuchillo y en pocos segundos Eduardo mató a la gallina y la abrió. Se frotó otra vez los ojos, sin creer lo que estaba viendo. Pero esta vez, su mujer no se rió, porque la gallina muerta no tenía ni un solo huevo. -¡Oh, Eduardo! -gimió- ¿Por qué habremos sido tan avariciosos? Ahora nunca llegaremos a ser ricos, por mucho que esperemos. Y desde aquel día, Eduardo ya no volvió a soñar con hacerse rico. FIN
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LA GALLINITA ROJA
Había una vez una gallina roja llamada Marcelina, que vivía en una granja rodeada de muchos animales. Era una granja muy grande, en medio del campo. En el establo vivían las vacas y los caballos; los cerdos tenían su propia cochiquera. Había hasta un estanque con patos y un corral con muchas gallinas. 16
Había en la granja también una familia de granjeros que cuidaba de todos los animales. Un día la gallinita roja, escarbando en la tierra de la granja, encontró un grano de trigo. Pensó que si lo sembraba crecería y después podría hacer pan para ella y todos sus amigos. -¿Quién me ayudará a sembrar el trigo? les preguntó. – Yo no, dijo el pato. – Yo no, dijo el gato. – Yo no, dijo el perro. – Muy bien, pues lo sembraré yo, dijo la gallinita. Y así, Marcelina sembró sola su 17
su grano de trigo con mucho cuidado. Abrió un agujerito en la tierra y lo tapó. Pasó algún tiempo y al cabo el trigo creció y maduró, convirtiéndose en una bonita planta. -¿Quién me ayudará a segar el trigo? preguntó la gallinita roja. – Yo no, dijo el pato. – Yo no, dijo el gato. – Yo no, dijo el perro. – Muy bien, si no me queréis ayudar, lo segaré yo, exclamó Marcelina. Y la gallina, con mucho esfuerzo, segó ella sola el trigo. 18
Tuvo que cortar con su piquito uno a uno todos los tallos. Cuando acabó, habló muy cansada a sus compañeros: -¿Quién me ayudará a trillar el trigo? – Yo no, dijo el pato. – Yo no, dijo el gato. – Yo no, dijo el perro. – Muy bien, lo trillaré yo. Estaba muy enfadada con los otros animales, así que se puso ella sola a trillarlo. Lo trituró con paciencia hasta 19
que consiguió separar el grano de la paja. Cuando acabó, volvió a preguntar: -¿Quién me ayudará a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina? – Yo no, dijo el pato. – Yo no, dijo el gato. – Yo no, dijo el perro.
– Muy bien, lo llevaré y lo amasaré yo, contestó Marcelina. Y con la harina hizo una hermosa y jugosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada, muy tranquilamente preguntó: – Y ahora, ¿quién comerá la barra de pan? volvió a preguntar la gallinita roja. 20
-¡Yo, yo! dijo el pato. -¡Yo, yo! dijo el gato. -¡Yo, yo! dijo el perro. -¡Pues NO os la comeréis ninguno de vosotros! contestó Marcelina. Me la comeré yo, con todos mis hijos. Y así lo hizo. Llamó a sus pollitos y la compartió con ellos. FIN
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LA LIEBRE Y LA TORTUGA
La liebre siempre se reía de la tortuga, porque era muy lenta. —¡Je, ¡el En realidad, no sé por qué te molestas en moverte -le dijo. -Bueno -contestó la tortuga-, es verdad que soy lenta, pero siempre llego al final. Si quieres hacemos una carrera. -Debes estar bromeando -dijo la liebre, despreciativa- Pero si insistes, no tengo inconveniente en hacerte una demostración. Era un caluroso día de sol y todos los animales fueron a ver la gran carrera 22
El topo levantó la bandera y dijo: -Uno, dos, tres… ¡Ya! La liebre salió corriendo, y la tortuga se quedó atrás, tosiendo en una nube de polvo. Cuando echó a andar, la liebre ya se había perdido de vista. Pero cuál no fue su horror al ver desde lejos cómo la tortuga le había adelantado y se arrastraba sobre la línea de meta. ¡Había ganado la tortuga! Desde lo alto de la colina, la liebre podía oír las aclamaciones y los aplausos. -No es justo -gimió la liebre- Has hecho trampa. Todo el mundo sabe que corro más que tú. -¡Oh! -dijo la tortuga, volviéndose para mirarla- Pero ya te dije que yo siempre llego. Despacio pero seguro. 23
-No tiene nada que hacer -dijeron los saltamontesLa tortuga está perdida. “¡Je, je! ¡Esa estúpida tortuga!”, pensó la liebre, volviéndose . “¿Para qué voy a correr? Mejor descanso un rato.” Así pues, se tumbó al sol y se quedó dormida, soñando con los premios y medallas que iba a conseguir. La tortuga siguió toda la mañana avanzando muy despacio. La mayoría de los animales, aburridos, se fueron a casa. Pero la tortuga continuó avanzando. A mediodía pasó ¡unto a la liebre, que dormía al lado del camino. 24
Ella siguió pasito a paso. Finalmente, la liebre se despertó y estiró las piernas. El sol se estaba poniendo. Miró hacia atrás y se rió: —¡Je, ¡el ¡Ni rastro de esa tonta tortuga! Con un gran salto, salió corriendo en dirección a la meta para recoger su premio.
Pero cuál no fue su horror al ver desde lejos cómo la tortuga le había adelantado y se arrastraba sobre la línea de meta. ¡Había ganado la tortuga! Desde lo alto de la colina, la liebre podía oír las aclamaciones y los aplausos. 25
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-No es justo -gimió la liebre- Has hecho trampa. Todo el mundo sabe que corro más que tú. -¡Oh! -dijo la tortuga, volviéndose para mirarla- Pero ya te dije que yo siempre llego. Despacio pero seguro. FIN
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EL CABALLO Y EL ASNO
Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo: - Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida. El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo. 29
Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo: - ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima! Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo.
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