El cuerpo instrumento del alma, en la salud y en la enfermedad. Dr. Bühler. Editorial Pau de Damasc

Page 1



Dr. Walther B端hler

El cuerpo instrumento del alma en la salud y en la enfermedad


Título original: Der Leib als Instrument der Seele in Gesundheit und Krankheit. © Verlag Freies Geistesleben, Stuttgart 1981 Traducción: Miguel López-Manresa. © diseño de la portada: Miquel Fígols Cuevas. © de la versión española: Editorial Pau de Damasc. Reservados todos los derechos para España y los países de habla castellana.

Publicado en la colección Medicina antroposófica por: Editorial Pau de Damasc Apartado 95 - CP 08197 Valldoreix, España E-mail: editorial@paudedamasc.com www.paudedamasc.com


INDICE I. EL ORGANISMO HUMANO: TRIPLE Y UNO La sede del alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 El sistema metabólico-motor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 El sistema cefálico o neurosensorio . . . . . . . . . . . . . 15 El sistema rítmico: circulación y respiración . . . . . 25 El alma triple y una en un cuerpo triple y uno . . . . 31 II. EL CORAZÓN, ÓRGANO DE LA CORDIALIDAD La teoría de la bomba hidráulica . . . . . . . . . . . . . . . 37 El corazón, órgano sensorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 Las cuatro pausas en la circulación . . . . . . . . . . . . . 51 La fuerza anímica del corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Enfermedades del corazón y vida anímica . . . . . . 59 III. EL SISTEMA METABÓLICO-MOTOR Metabolismo y voluntad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 Alimentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 Eliminación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 El cólico, obsesión orgánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 La triple función del estómago . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 Causas de las enfermedades metabólicas. La diabetes como parálisis de la voluntad . . . . . . . 87


IV. EL SISTEMA NEURO-SENSORIO, ESPEJO DEL ALMA La vista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Colores y movimientos que crea el ojo . . . . . . . . . 103 La imagen "evocada" y la imagen imaginada . . . . 107 La esclerosis cerebral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 El "ojo" del espíritu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Biografía del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133


I EL ORGANISMO HUMANO: TRIPLE Y UNO La sede del alma El ser humano de distingue de los demás reinos de la naturaleza, más que por la perfección de su forma corpórea, por su constitución interna, que es anímicoespiritual, por su conciencia y por su razón. Gracias a estas facultades, evoluciona de una manera propia, privativa de su ser, aspirando al conocimiento de la naturaleza y de sí mismo para convertirse en artífice de su destino. Sin embargo, las facultades psíquicas y espirituales del ser humano, cuya culminación es la conciencia de sí mismo, se hallan tan íntimamente vinculadas con su organismo, que tal destino depende en sumo grado de su normal funcionamiento, o sea, de su salud o enfermedad. Aquí se insinúan las preguntas que, desde remotos tiempos, han preocupado a la humanidad como enigmas poderosos y acuciantes: ¿dónde se asienta el alma, en qué órgano? y también: ¿cómo se adapta o armoniza con el cuerpo?, ¿de qué manera vive en él? Vamos a tratar, desde el punto de vista médico, de 5


asentar algunas ideas sólidamente establecidas sobre esta pregunta. Tengamos presente que la imagen que tenemos de nosotros mismos determina decisivamente el modo como cuidamos la salud, como conducimos nuestra existencia y como actuamos dentro del ámbito de la familia, de los amigos y de la humanidad en general. Las teorías concernientes a las relaciones entre el cuerpo y el alma se han modificado mucho con el correr del tiempo. La anatomía, la fisiología, toda la ciencia médica, se inclinan cada vez más a considerar el cerebro como asiento del alma. Y es un hecho que la conciencia se eclipsa e incluso se ofusca completamente cuando fallan o se paralizan ciertas funciones cerebrales. Si a una insuficiente irrigación sanguínea del cerebro, por falta de presión, por ejemplo, se añade la permanencia en un recinto con aire viciado, puede producirse el desvanecimiento, aunque los demás órganos sigan funcionando normalmente. El asfixiado yace en un estado como de somnolencia o profundo sopor, invencible por medios ordinarios, quedando suspendida toda actividad psíquica: pensamiento, sentimiento y voluntad. Otro fenómeno patológico similar sucede hacia la vejez, cuando el cerebro, afectado de esclerosis, no se nutre bien de sangre y de oxígeno, de manera que la respiración interna se entorpece, provocándose el opacamiento de la conciencia y la disminución de la atención y de la memoria. El organismo puede sobre6


vivir una decena de años si se mantienen sanos los otros órganos, pero el cerebro calcificado impide al alma expresarse y conducir la vida de manera normal y razonable. Múltiples observaciones del mismo género y minuciosos exámenes del sistema nervioso central generaron la convicción de que la vida del alma depende del cerebro, llegándose incluso a pensar, bajo la influencia del materialismo, que los procesos cerebrales físicoquímicos constituyen en última instancia su único y auténtico origen y sostén. Así como la flor brinda su perfume al expandirse, el cerebro exhalaría de algún modo el alma y lo mismo que es efímera y accesoria la existencia del perfume, pues se desvanece cuando la flor se marchita, así también el alma seguiria el inexorable destino del cuerpo, es decir, el de su desmoronamiento o aniquilación. Cuanto más se reflexione sobre este problema, mejor se advertirá el enorme alcance que su solución en uno u otro sentido habrá de tener sobre la conducta humana, tomada en el más amplio sentido. ¿Cuál es el significado de la vida?, ¿trasciende la conciencia los límites de la muerte, aunque experimente alguna metamorfosis o termina absolutamente todo cuando morimos? Estos interrogantes y sus respuestas cobran singular vigor en el fuero íntimo de todo ser humano y no permanecen confinadas, como fácilmente podría creerse, dentro de la esfera individual, sino que reaccionan sobre la comunidad humana y la entera estructura social. 7


Vamos a tratar de enfocar el problema desde un ángulo completamente nuevo. Si nos concentramos en la observación del exterior, se nos presenta una diversidad de objetos, sucesos y seres susceptibles de distintos agrupamientos a causa de la heterogeneidad de su naturaleza y de su comportamiento intrínsecos. Análogamente, la observación del interior nos revela que la vida anímica se presta a muchas posibilidades y formas. Cuando evocamos imágenes de sucesos pretéritos, ponemos en juego la memoria y al relacionarlas entre sí, nos entregamos al pensamiento. Ahora bien, determinadas imágenes nos llenan de placer, alegría o simpatía; otras de antipatía, pavor o cualquier otro estado de ánimo. Estas vivencias nos indican que somos capaces de sentir. Si el sentimiento se acrecienta, si, por ejemplo, la antipatía se intensifica hasta convertirse en aversión u odio o la simpatía deviene vivo deseo de posesión, advertimos la presencia de una fuerza que nos empuja o arrastra a la acción; transformamos una de nuestras ideas en acto. Nos percibimos interiormente como seres de voluntad. En resumen, la vida anímica se desenvuelve dentro de tres clases de vivencias: pensar (crear imágenes, representar); sentir (oscilar entre el gusto y el disgusto, la alegría y la tristeza, etc.) y querer. Surge aquí la pregunta: ¿qué relación guarda esta vida anímica invisible e inespacial, con el cuerpo humano tangible, material y exteriormente perceptible?

8


El sistema metabólico-motor Dirijamos la atención primeramente a la voluntad humana; miremos a alguien entregado al trabajo, a uno mismo inclusive. Cuando en nuestra presencia el jardinero trabaja una parcela de tierra dura, arranca plantas secas o marchitas, remueve la tierra, siembra, empuja una carretilla, etc., observamos a una persona cuya voluntad está en acción: desplaza los materiales del mundo exterior, se los acerca, los aparta, los moldea, etc. Puede hacer todo eso moviéndose, porque posee cierta movilidad personal. No es una estatua de mármol con el mágico poder de mover los objetos, precisa de la movilidad de sus piernas, brazos y dedos para intervenir de manera activa en el mundo de la materia. Y si alguien no habituado a este tipo de trabajo -la acción voluntaria dotada de sentido es un trabajo- al salir de su escritorio se entrega a labores agrícolas, o, digamos, se pone a saltar o correr, le sorprenderá sentir, quizás dos días después, intensos dolores; las agujetas nos permiten percatarnos de la participación de los músculos en el ejercicio de la voluntad. ¿Qué haríamos sin el sistema muscular? En efecto, el médico habla de un sistema muscular, porque abarca con dicho término los diversos músculos en sus distintas formas y tamaños. Naturalmente, la facultad propia del 9


músculo de contraerse o endurecerse, relajarse o ablandarse, no sería posible si no pudiera ejercerse frente a la resistencia de los huesos en los que se fijan mediante los tendones, lo que les depara una sólida base para desplegar su fuerza hacia fuera. Vemos asimismo que las articulaciones y ligamentos confieren movilidad a la estructura ósea y así llegamos al "sistema de las extremidades" que abarca todos los huesos largos que dependen de las articulaciones y cuya movilidad se debe precisamente a los músculos. Como decía, con la contracción que provoca las agujetas, se adquiere conciencia de que la fuerza de voluntad necesita del músculo como instrumento de expresión. En el proceso de querer1, es decir, en la ejercitación de su voluntad, el alma vive en el sistema muscular. Ahora bien, el ser humano posee también músculos que se escapan a su voluntad consciente y que, sin embargo están activos. Podemos tomar el pan con la mano, partirlo y llevar un trozo a la boca. Pero la acción voluntaria continúa: masticamos, desmenuzamos y amasamos esa porción con la lengua y luego la tragamos. Hasta aquí llega la actividad muscular consciente. Desde el instante en que fue deglutido, otra actividad entra en juego. El bocado desciende a lo largo del esófago, el estómago lo reelabora, llega al intestino y, por

1.-

En esta obra, al referirnos al querer se está indicando la actividad puramente volitiva, excluyéndose las connotaciones emotivas de "desear", "apetecer", "amar",etc., que acostumbran a ir ligadas a este término en español (N.d.T.) 10


diversas vías y después de numerosas transformaciones, entra en la sangre y en el hígado. Estudiando el proceso de elaboración, agitación y trasformación de cualquier sustancia que ingerimos, se comprueba que ello sería imposible sin la intervención de los músculos. Ya el esófago es un tubo muscular y el estómago, que ofrece aspecto de saco, tiene sus paredes constituidas por mucosa gástrica y por fibras musculares muy finas y dispuestas en un cierto orden, de modo que son capaces de desplegar una fuerza considerable. Cuando los alimentos ya reducidos a estado líquido son desplazados y amasados a lo largo de los ductos intestinales, a la vez que son extendidos en grandes superficies según movimientos rítmicos, es que continúan las actividades esencialmente musculares. Vemos, pues, que en estos músculos se ejerce una energía de innegable naturaleza volitiva, aunque escape a la vida psíquica consciente. Podemos, en efecto, hablar de fuerzas volitivas inconscientes2 y descubrimos que nuestra vida psíquica arraiga profundamente en el cuerpo a través de estas energías de la voluntad. Su acción sobre la alimentación y sobre la digestión se manifiesta por el desplazamiento y transformación de las substancias materiales ingeridas 2.-

En lo sucesivo y para mantener un criterio unificado, en esta obra llamaremos volitivas a las fuerzas o actividades de la voluntad en sí mismas, reservando el término de voluntarias para las actividades volitivas cuando están siendo dirigidas por la conciencia deliberada y que podríamos llamar actividades volitivas conscientes. (N.d.T.) 11


y por los movimientos cada vez más sutiles del hígado y la circulación de la sangre . Es fundamental darse cuenta de que estos movimientos no son exclusivamente mecánicos, puesto que los dirigen energías volitivas, si bien inconscientes. Así, a la actividad voluntaria de los miembros se añade otra de idéntica naturaleza, aunque menos manifiesta y profundamente arraigada en el organismo que se expresa en los fenómenos del sistema metabólico, al margen de la conciencia. Considerando el ser humano en su totalidad, podemos decir que sus extremidades y el sistema metabólico constituyen el sostén y los instrumentos de su voluntad. Los principales órganos del sistema metabólico se hallan debajo del diafragma: estómago, intestino, hígado, etc. En esa cavidad todo se halla en movimiento, incluso los intestinos. La posición de sus pliegues se mantiene en continua modificación, según sea la etapa del proceso digestivo. El mismo bazo puede dilatarse y contraerse sin cesar: la clásica punzada del costado nos indica que el bazo está colaborando en la digestión, así como en la acción de los miembros cuando corremos o en cualquier ejercicio físico enérgico. En estos casos adquirimos cierta conciencia de la actividad volitiva de un órgano que normalmente está relegado a la inconsciencia. La vesícula biliar, que se dilata y se contrae, ejecuta "manipulaciones" que permanecen en el inconsciente y así es como secreta la bilis amarga, para transformar las substancias alimenticias. He querido mostrar que todo lo que ocurre de este 12


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.