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La Venezuela perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos Yuleida Artigas Dugarte Jean Carlos Brizuela Jos茅 Alberto Olivar (Coordinadores)

Vicerrectorado de Extensi贸n Caracas 2014


Título de la obra: La Venezuela perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos Coordinadores: Yuleida Artigas Dugarte Jean Carlos Brizuela José Alberto Olivar Editores: Universidad Pedagógica Experimental Libertador Vicerrectorado de Extensión. Hecho el Depósito de Ley Depósito Legal Diagramación: Deisy Goncalvez Goncalvez. Impreso en Caracas Printed in Venezuela. Portada Fechas magnas de la Universidad, año 1954. Tipo: mural, pintura al fresco. Autor: Pedro León Castro, dimensiones 392 x 532 cms. Ubicación: edificio del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela, salón de sesiones del Consejo Universitario. Selección de imágenes de los textos: Dpto. de Diseño del Museo de Arte Contemporáneo de Maracay, Mario Abreu. La edición de este libro fue posible gracias al financiamiento del Vicerrectorado de Extensión de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Publicación arbitrada por el Consejo de Árbitros del Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry” del Instituto Pedagógico de Caracas y del Grupo de Investigación sobre Historiografía de Venezuela de la Universidad de Los Andes 4

La Venezuela perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos


La Venezuela perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos Alexandra Mendoza Mariano Nava Contreras Jean Carlos Brizuela David Davi Da Davi vidd Ruiz Ruiz Chataing Cha hata ttaain ingg Háncer H nccer González Há Gon onzá záále lezz Sierralta S er Si erra raalt lta Rosmar R Ro sm mar a Brito Bri rito to o Márquez Már árqu quez quez qu María M Ma ría Susana Susa Su sana sa na Harringhton Harrri ring nght ng hton on Méndez IIldefonso Il defo de ons nso o Mé Ménd nddez SSalcedo alce al cedo ce ddo o Alílí Enrique Al A En E nri riqu quee López qu Lópe Ló pezz Bohórquez pe Bohó Bo hó órqqueez Jaime Jaim Ja imee Ybarra im Yb barrra Agustín Moreno A Ag gus ustí tín tí n Mo More reno re no o Molina Mol olin inaa in Jorge Jorg Jo rgee Bracho rg B ac Br acho ho o JJuan Ju an n A. A. Acuña Acuñ cuñ uñaa Andrés Gutiérrez Andr An d éss Eloy Eloy loy Burgos B rggos Bu o G utié ut iérr ié r ezz rr Ángel Omar Ánge Án g l Om ge marr García Gar arcí cíía González Gonz Go nzáál nz ález ález Om r Hurtado Omar Hur urta tado do Rayugsen Ray ayug uggseen Claudio Clau Cl auuddiio Alberto Allbe b rt rto o Briceño Brric i eñ eño o Monzón Monz Mo nzón z n Rafael Tomás Caldera R Ra f el T fa omás om ás C alde al dera de rraa Manuel Marcano Luis Lu is M a ue an uell Ma arc rcan an no S. S. Alberto José Jo séé A lber lb erto er t Olivar to Oliliva vaar Luis Alberto Buttó L Lu is A lber lb e to B er utttó Yuleida Artigas D. Antenor Viáfara Márquez

Vicerrectorado de Extensión Caracas 2014


Universidad Pedagógica Experimental Libertador Consejo Rectoral Dr. Raúl López Sayago Rector Dra. Doris Pérez Vicerrectora de Docencia Dra. Moraima Esteves Vicerrectora de Investigación y Postgrado Dra. María Teresa Centeno Vicerrectora de Extensión Dra. Liuval Moreno de Tovar Secretaria

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Índice Presentación ............................................................................................................ 11-12 Introito ..................................................................................................................... 13-14

Escritores y literatos: Ideas, letras y nación Alexandra Mendoza La pluma independiente de Juan Vicente González. Una apasionante vida política: entre ideas liberales y prácticas conservadoras ................................................... 17-32 Mariano Nava Contreras Gonzalo Picón Febres, primer historiador de la literatura venezolana ........... 33-44 Jean Carlos Brizuela Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación .............................. 45-62 David Ruiz Chataing Simón Planas Suárez y su visión de Venezuela .................................................. 63-74 Háncer González Sierralta Visiones sobre un memorialista. Tulio Febres Cordero ante la historiografía y la crítica ........................................................................................................................ 75-86 Rosmar Brito Márquez y María Susana Harringhton La mujer intelectual: escenarios para la reivindicación a principios del siglo XX (Aportes de Ada Pérez Guevara) ........................................................................ 87-100 Ildefonso Méndez Salcedo Ecos de la transformación de San Cristóbal en la obra de Rafael María Rosales ................................................................................................................................ 101-112

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Historiadores, geógrafos y pedagogos: Maestros de generaciones Alí Enrique López Bohórquez Caracciolo Parra y Olmedo: Rector de las reformas y de la autonomía en la Universidad de Los Andes ................................................................................. 115-136 Jaime Ybarra José Gil Fortoul: defensor de los derechos políticos de la mujer ................ 137-150 Agustín Moreno Molina La obra educativa de monseñor Jesús Manuel Jaúregui Moreno .................. 151-162 Jorge Bracho Mario Briceño Iragorry. Cultura y Nación. Una aproximación .................... 163-176 Juan A. Acuña Eduardo Arcila Farías: el innovador de los estudios históricos en Venezuela ................................................................................................................................ 177-190 Andrés Eloy Burgos Gutiérrez Augusto Mijares o el problema de ser intelectual en Venezuela ................... 191-204 Ángel Omar García González Juan Bautista Fuenmayor: historiador del movimiento comunista venezolano ................................................................................................................................ 205-216 Omar Hurtado Rayugsen Carlos Irazábal: iniciador de la historiografía marxista en Venezuela .......... 217-228

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Claudio Alberto Briceño Monzón Pablo Vila: impulsor de los estudios geohistóricos en Venezuela ................ 229-246

Políticos y estadistas: Forjadores del orden democrático Rafael Tomás Caldera Rafael Caldera: la justicia social, el desarrollo y la paz ................................... 249-268 Luis Manuel Marcano S. Lo internacional en el ideario político de Rómulo Betancourt .................... 269-276 José Alberto Olivar Jóvito Villalba: tribuno de la democracia ......................................................... 277-284 Luis Alberto Buttó El caballero del comunismo venezolano: ideario de Gustavo Machado ..... 285-300 Yuleida Artigas D. Alberto Carnevali Rangel: Convicción democrática ...................................... 301-316 Antenor Viáfara Márquez El maestro Prieto Figueroa. Hijo de la calle del diablo .................................. 317-324

Autores ................................................................................................................ 325-330

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Presentación El estudio de la Historia nos permite analizar los hechos pasados, lo que a su vez nos da la oportunidad de ver el por qué de nuestro presente y delinear las acciones en busca de un mejor futuro. El pasado deja su marca indeleble, pues los acontecimientos, las guerras, fenómenos naturales, fracasos y victorias conforman lo que somos como país. Por otra parte, el conocimiento de la Historia reviste especial importancia en lo social, cultural, político, entre muchos otros aspectos y contribuye a la formación de valores y la conciencia patria. Como decía el maestro Mario Briceño Iragorry la Historia nos da “la respuesta a nuestra propia existencia y nos explica el ritmo de nuestra vida presente” y también decía que era, antes que nada, una disciplina moral. Por ello cuando supe de la compilación realizada por Yuleida Artigas Dugarte, Jean Carlos Brizuela y José Alberto Olivar en el libro titulado La Venezuela perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos” no dudé en dar todo mi apoyo para la publicación de tan importante material. La rigurosidad y objetividad del libro quedan garantizadas, pues fue arbitrado por dos de las instituciones más prestigiosas del país, como son el Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry” del Instituto Pedagógico de Caracas y el Grupo de Investigación sobre Historiografía de Venezuela de la Universidad de Los Andes. Este libro se divide en tres capítulos, el primero titulado “Escritores y literatos: Ideas, letras y nación” es un homenaje a los hombres de letras que unieron lo literario y la historia. En esta primera parte encontramos la prolija vida y vasta producción intelectual de insignes venezolanos del siglo XIX hasta inicios del siglo XX. Se detallan así la vida y obra de: Juan Vicente González, Gonzalo Picón Febres, Eloy Guillermo González, Simón Planas Suárez, Tulio Febres Cordero, la poetiza Ada Pérez Guevara y Rafael María Rosales. El segundo capítulo de esta obra se resume con el título “Historiadores, geógrafos y pedagogos: Maestros de generaciones”. En este aparte se destaca la vida de ilustres intelectuales que dedicaron su vida a la docencia, especialmente en el área de la Historia y la Geografía, entre otras áreas del conocimiento humano. De esta manera, se analizan los diferentes trabajos y, en general, el legado de maestros como: Caracciolo Parra y Olmedo, José Gil Fortoul, Jesús Manuel Jaúregui

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Moreno, Mario Briceño Iragorry, Eduardo Arcila Farías, Augusto Mijares, Juan Bautista Fuenmayor, Carlos Irazábal y Claudio Alberto Briceño. El tercer y último capítulo “Políticos y estadistas: Forjadores del orden democrático”, es un homenaje a los hombre que en el siglo XX lograron la conformación de la democracia en Venezuela. Se presenta así una semblanza de sus vidas, sus obras y sus indiscutibles legados a la política nacional. Se rinde tributo de esta manera a quienes forjaron, entre otros, la historia política de Venezuela: Rafael Caldera, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Gustavo Machado, Carnevali Rangel y el maestro de los maestros de Venezuela, Luis Beltrán Prieto Figueroa. Finalmente, vale la pena destacar que este libro intercala los ensayos históricos con imágenes de frescos de pintores como Emilio Boggio, Armando Reverón, Arturo Michelena, Cristóbal Rojas, Federico Brant, Cesar Rengifo, Oswaldo Vigas, Rafael Monasterios y Tito Salas. Todo un regalo para nuestra vista.

Dra. María Teresa Centeno de Algomeda Vicerrectora de Extensión Universidad Pedagógica Experimental Libertador

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Introito La Venezuela de los siglos XIX y XX vio nacer de su seno a una pléyade de hombres de ideas que en distintos ámbitos de actuación aportaron, bajo diversas perspectivas, a la configuración de la nación. Estos hombres representativos de la esfera pública venezolana en el plano de las letras, la historiografía, las artes, la política, las ciencias y de la pedagogía fueron, en buena medida, constructores de la República con su pensamiento y acción, en medio de situaciones favorables o adversas, de aciertos y desatinos; dejando a las generaciones posteriores, a su existencia vital, un legado de enorme valía. La Venezuela perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos, producción que en esta ocasión colocamos en las manos del público lector, procura escrutar la contribución de una muestra que consideramos representativa de la Venezuela intelectual, tomando en préstamo el título de la célebre obra de Gonzalo Picón Febres. En ella establecemos como criterio de agrupación, tres ámbitos de actuación en los cuales encaja de manera pertinente, el perfil de cada uno de estos hombres de ideas estudiados: Escritores y literatos; Historiadores, geógrafos y pedagogos y Políticos y estadistas. En esos tres campos de desempeño, convertidos cada uno de ellos en capítulo de la compilación, se inscriben los aportes y el accionar de cimeros personajes de nuestra venezolanidad; revisados a partir de breves biografías intelectuales, elaboradas por la pluma de historiadores-investigadores de diversas afiliaciones institucionales, y que significa, a su vez, la continuación de un esfuerzo académico interuniversitario iniciado con los proyectos editoriales La opción republicana en el marco de las Independencias. Ideas, política e historiografía 1797-1830 (2012) y Levitas y sotanas en la edificación republicana. Proceso político e ideas en tiempos de emancipación (2012). Constituye la edición de este libro la más clara oportunidad para dar a conocer, en tiempos de tantas carencias y debilidades institucionales republicanas, la obra más representativa de veintidós venezolanos comprometidos desde sus distintos ámbitos de actuación intelectual y política, en la construcción de un país que procura y pretende alcanzar el progreso material, la estabilidad democrática y justicia social que tanto le ha costado a lo largo de su historia. Encontraremos en sus páginas distintas propuestas y visiones sobre Venezuela, pero todas con un solo objetivo: la conformación de un país en la que cada uno de sus conciudadanos

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Introito

contribuya con sus esfuerzos para el logro de la prosperidad, libertad, igualdad y progreso del país. Agradecemos el apoyo desinteresado recibido del Vicerrectorado de Extensión de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, a través de su Vicerrectora Dra. María Teresa Centeno, para el financiamiento de esta publicación, en tiempos en que los recursos económicos resultan tan difíciles de atraer para la ejecución de este tipo de proyectos.

Los coordinadores

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Escritores y literatos: Ideas, letras y naci贸n

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La pluma independiente de Juan Vicente González. Una apasionante vida política: entre ideas liberales y prácticas conservadoras

La pluma independiente de Juan Vicente González. Una apasionante vida política: entre ideas liberales y prácticas conservadoras Alexandra Mendoza 1. Introducción La historiografía tradicional venezolana tiene una deuda pendiente con Juan Vicente González. Las prolíficas ideas de este intelectual venezolano fueron constructo de identidad nacional. Dedica más de cuarenta años de su vida a una incesante actividad política, sin llegar a ocupar cargos de importancia. Su mayor legado se encuentra en sus escritos políticos, históricos, literarios, periodísticos, y en su desempeño docente. Este romántico visionario, gritó verdades de su época que para otros eran impensables, de allí la importancia de su influjo. Su ideario desentraña la rica dinámica estructural de la Venezuela decimonónica, durante las primeras siete décadas. Etiquetar a nuestro personaje bajo una corriente política específica ha sido temerario porque, por naturaleza era más consecuente a sus principios católicos de orden, libertad y progreso; concepciones que hasta entonces no estaban bien diferenciadas entre las facciones políticas. Esta independencia de ideas desata a su alrededor la crítica de su controversial pensamiento.

2. Rasgos ideológicos de la Venezuela decimonónica de Juan Vicente González El ideal político existente en el pensamiento de nuestros dirigentes desde el momento mismo de la declaración de la Independencia, es la construcción de un Estado nacional liberal cuyos principios sean los mismos del liberalismo político europeo y el liberalismo económico inglés; de tal manera que la teoría liberal se convierte en un atractivo y posible proyecto de país, sustentada en amplias libertades individuales, sociales, jurídicas, económicas y políticas. En este sentido Diego Bautista Urbaneja afirma: “...la historia de nuestro siglo XIX es la historia de los esfuerzos por organizar la sociedad venezolana bajo la forma de un

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Alexandra Mendoza

Estado Nacional Liberal...”1 Este proyecto liberal se ve cristalizado en teoría en la Constitución de 1830, cuyos principales postulados son de inspiración liberal. Lo interesante del proyecto de país que dibuja esta Constitución, es que inicialmente no se vislumbraban divergencias por los principios consagrados en ella; y las contrariedades aparecen cuando un sector de la sociedad no se identifica con la práctica política existente, dando origen en 1840 al Partido Liberal dirigido por ideólogos como Tomás Lander y Antonio Leocadio Guzmán a quienes se unirán un nutrido y heterogéneo sector de la sociedad, entre ellos Juan Vicente González, quienes harán causa común para defender los principios liberales que según ellos habían sido hollados por la oligarquía conservadora, liderizada por José Antonio Páez. La controversia no se hace esperar y a través de la prensa se refleja la disputa política, donde el Partido Conservador protege sus intereses, mientras el Partido Liberal defiende las verdades del liberalismo por medio de la pluma de Tomas Lander “...Se trata de un estado de derecho en donde están previstas la alterabilidad republicana, la libertad de cultos, la independencia del poder civil frente al de la iglesia y la libertad de imprenta y de opinión...”2. De esta manera el ideal liberal venezolano tiene pocas diferencias ideológicas entre conservadores y liberales, lo que realmente genera la contienda es la disparidad del beneficio político y lo sectario de la práctica. Pero, en teoría predominaba un hibrido ideológico saturado notables contradicciones. En este sentido José Antonio Páez afirma: Oligarcas y liberales con que se ha querido dividir a los venezolanos, sin que pueda descubrirse la propiedad y justicia de semejantes denominaciones, porque al fin llegó a negarse hasta la capacidad de optar al honroso título de liberal, en la verdadera acepción de la palabra a todo aquel que no opinase y sostuviera la anhelada elevación a la presidencia de la República de persona determinada.3

En consonancia con estas ideas, Pedro José Rojas asevera: Los partidos nunca han sido doctrinarios en tierra de Venezuela. Sus fuentes fueron los odios personales. El que se apellidó Liberal encontró hechas por el contrario cuantas reformas liberales se han consagrado 1

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Diego Bautista Urbaneja, “Introducción Histórica al Sistema Político Venezolano”. p, 15, en, Politeia. Nº 7, Caracas, UCV, 1980. Tomas Lander, “Petición de Tomas Lander”, en Colección Pensamiento Político Venezolano del siglo XIX, Vol. 4, p. 424. José Antonio Páez, “Manifiesto de Maracay 1846”, en Pensamiento Conservador (1815-1898), Biblioteca Ayacucho, 1986, p. 15.

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en códigos modernos. El que se llamó oligarca luchaba por la exclusión del otro. Cuando se sustituyeron, gobernaron con las mismas leyes y con las mismas instituciones. La diferencia consistió en los hombres. Por eso las leyes y las instituciones fueron buenas si los mandatarios eran honrados; malas sí los gobernantes eran corrompidos. A quitarse y a ponerse han propendido constantemente los bandos, el uno por horror al otro, el otro por odio al uno y por amor al mando a los empleos y a la riqueza…4

En este naciente, fogoso y contradictorio clima político participa González, simultáneamente como testigo, protagonista y juez de los principales acontecimientos políticos de las primeras décadas del siglo XIX. Es válido interrogarnos, en este clima de configuración, qué era más permanente en los hombres de esta época, si los principios morales y éticos o las pasiones y los intereses políticos?, o acaso era posible mantenerse sosegado e imperturbable ante los avatares y turbulencias revolucionarias que iban y venían arrastrando su orden, la paz y el progreso. Tal vez en otros espíritus reinaba esta quietud, pero no en el de nuestro personaje Juan Vicente González, analicemos, por qué?

3. Semblanza de Juan Vicente González 3.1 Origen incierto de un prolífico combatiente Hombre solitario, mezclado por acaso a las cosas de la vida, de nadie partidario, vivo independiente de todo, adoptando entre opiniones opuestas las que me parecen buenas, desdeñando las que creo malas, sin inquietarme de agradar o desagradar a los que las profesan. Juan Vicente González.

González nace en Caracas el 28 ó 29 de mayo de 1810?, no hay como comprobarlo, su origen es bastante oscuro, “ya que no se conocen quienes fueron sus padres, nace expósito”5, abandonado en casa del realista Francisco González Delgado, fue registrado con estos apellidos, y se encarga de su formación doña Josefa Palacios Obelmejias, su juventud transcurrió en medio del fragor de las luchas de independencia: 4

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Pedro José Rojas, “Frutos de la Dictadura”, 1863, en Pensamiento Conservador (1815-1898), Biblioteca Ayacucho, 1986, p. 52. Antonio Mieres: La historia de Juan Vicente González en sus fuentes, Caracas, UCV, 1977, p. 12.

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...nacido un año después que Venezuela dio su grito de independencia, criado en medio de los furores de la guerra a muerte y al ruido de sus combates y victorias crecido entre las tempestades civiles que precedieron a su organización definitiva y a su breve edad de oro, pertenezco a todas sus épocas por algún punto, conozco a sus hombres y a las pasiones o intereses que los motivaron, los acontecimientos, su enlace y causas...6

Según sus propias palabras todo parece indicar que nació en el año de 1811, no obstante, este dato seguirá siendo un misterio, así como su origen paterno. Referente a sus primeros años, escribe desde la prisión en 1862: Nunca del árbol de mi vida colgaron flores, y áloe y mirra destilaron solamente sus tallos heridos. Como el pájaro implume bajo el ala de la madre, yo no hallé otro regazo de tu providencia, en mi infancia sin madre, en mi adolescencia abandonada, en mi juventud sin amores. El dolor ha sido el pan de mis días y el sueño de mis noches! Y yo había nacido indolente, distraído, alegre, ligero como la hoja que arroja el viento, libre como el aire de la montaña…7

Para Juan Vicente González el haber crecido en medio de los acontecimientos de la independencia, representó una invalorable oportunidad para escribir años más tarde su propia versión de los hechos. ...sus primeros estudios los cursa en el convento de los padres neristas, guiados por el padre José Alberto Espinoza donde cursó estudios de bachillerato; en medio de las vicisitudes de una época turbulenta, convulsa e inestable políticamente, él no escapa a este ambiente, apasiono desde niño por los héroes de la independencia, de boca de ellos mismos recogió datos y anécdotas y de los que murieron en la contienda sabe cómo vivían.

Más tarde fue protegido por el padre José Cecilio Ávila8, mostrando en esos tiempos una posible atracción por el sacerdocio, que se desvaneció al entrar 6 7

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Juan Vicente González: Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela…, Col., cit., vol.2, p. 6. Juan Vicente González, “Eco de las Bóvedas”, Páginas Escogidas. (Selección y notas de Mariano Picón Salas), Caracas, Monte Ávila Editores, 1985, p. 45. El Dr. José Cecilio Ávila, se desempeñó como rector de la Universidad de Caracas, durante los años, 1825-1827.

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a la universidad9 de Caracas donde egresa en 1828 con el título de Bachiller en Artes: Filosofía10. Y de licenciado en Filosofía en 183011, Durante estos años la formación académica se caracterizaba por la alta carga de filosofía, teología, y el estudio de los grandes autores clásicos. El latín era para entonces el idioma universitario por excelencia12, González además, de este idioma aprendió francés, griego, entre otros, lo que le permitió leer y hacer traducciones para nutrir su espíritu y el de sus discípulos. Según algunos estudiosos de Juan Vicente González, estudió cánones, con la intención de dedicarse a la carrera eclesiástica, sin embargo, sobre este dato no se dispone de documentación. No obstante, su desviación de sus primeras inclinaciones clericales conservó intacta sus creencias católicas que desde sus primeros años fueron alimentadas por su entorno. En 1836 casó con Josefa Rodil de origen realista, de cuya unión nacieron: Juan Vicente, Jorge, Luis Eduardo e Isabel.

3.2 Hombres influyentes en la formación intelectual de González Sin duda, las circunstancias políticas imperantes dentro y fuera de Venezuela en la primera década del siglo XIX condicionaron la existencia de un hombre del cual sólo se desconocen sus padres, porque el resto de las vicisitudes de su vida quedaron registradas en la historia por su pluma y la de otros. De la misma manera, los primeros hombres en influir en la formación de su pensamiento han sido sus mentores el Padre José Alberto Espinosa y el padre José Cecilio de Ávila. Su erudición admirable es producto de toda una vida dedicada desde su juventud al conocimiento a los cuales se entrega con pasión y dedicación. “...adquirió una vasta cultura universal principalmente en el campo humanístico, la cual le permitió desenvolverse fácilmente con respecto a la historia, griego, latín, literatura y gramática castellana”13. Sobre sus lecturas y autores favoritos dice: 9

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Es importante advertir, que el ingreso a la universidad antes de 1827, (año en que Simón Bolívar reforma los antiguos Estatutos de la Universidad de Caracas), era restrictivo, permitiendo la entrada solo a los jóvenes blancos, de manera que Juan Vicente González, estudia bajo los viejos cañones coloniales de la Universidad y posiblemente tuvo que enfrentar algún señalamiento social por su incierto origen. Ildefonso Leal, Egresados de la Universidad Central de Venezuela, 1725-1995, Caracas, UCV, 1996, p. 271. Ildefonso Leal.., Ob. Cit., p. 273. Argenis José Gómez, Juan Vicente Gonzáles y los clásicos, Caracas, UCV, 1979, p. 9. Antonio Mieres, Ob. cit., p. 14.

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Entre los libros que escogí desde temprano para amigos de mi juventud, el cisne de Venosa, tanto quizá como Virgilio, fue el alimento delicioso de mi entendimiento e imaginación. Hallé en esos escritores con el buen gusto y la elegancia de estilo, una filosofía dulce que atraía a sí, o graciosas formas que enamoraban el alma o una delicadeza de sentimientos que hacía estremecer gratamente el corazón. Me prometí entonces desnudarlos un día, en obsequio a los jóvenes…14

En el claustro universitario se formó en el área de filosofía, dominando a la perfección el latín. “Para la época el estudio del latín se desarrollaba en tres años en tres cátedras: Latinidad de Mínimos, Latinidad de Mayores y Elocuencia”15. Entre sus autores más leídos destaca: Cicerón, Tito Livio, Tucídides, Tácito, El vizconde de Chateaubriand, Thierry, Lafuente, Lamartine, Cantú, Mirabeau entre otros. Su vasta formación lo hizo ver entre sus coetáneos como “ilustrado anticuario i bibliógrafo pluma apasionada y sangrienta a la par a la de Rafael Diego Mérida, pluma hábil, culta y esquiva mucho más que esta, exagerada, como i lo fue siempre para ensalzar como para detractar i sorpresivamente mas exagerada.16. En este orden de ideas Luis Level de Goda, afirma: “Juan Vicente González, hombre de pasiones exaltadas, de grande ilustración, famoso libelista, y uno de los más notables publicistas que ha producido Venezuela…”17 De esta manera reconocían sus múltiples virtudes, pero al mismo tiempo veían en el a un ser un tanto complejo y tornadizo en sus opiniones políticas. Finalmente más allá de la educación que recibió en la universidad, fue un autodidacta por naturaleza, un enamorado de los libros y apasionado por la buena lectura.

3.3 Religión Católica, Bolívar y Orden: “Triangulo de convicción” Juan Vicente González conoció tempranamente la formación católica, entre otras cosas, porque era el tipo de educación que imperaba, además su protector 14 15 16

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Juan Vicente González, “Arte poética de Horacio”, Col. cit. vol. 2, p. 486. Argenis José Gómez, Ob., cit, p. 9. Archivo General de la Nación. Documento para el estudio de los rasgos de Juan Vicente González. Arc. Bco y Azp. Tomo V folio 120, Caracas 1876 Luis Level de Goda. Historia Contemporánea de Venezuela Política y Militar (1853-1886), Tomo I, Caracas, Imprenta Nacional, 1954, p. 209.

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era el Padre José Alberto Espinosa y recibió su primera formación en el Convento de Neristas, lo más seguro, es que uno de sus primeros libros de consulta haya sido la Biblia. De tal manera, que su obra escrita, está repleta de providencialismo. González no desperdició ni un momento de su vida para defender la religión católica, de la cual decía: “La religión es la poesía del corazón”18 “....debe amarse a la religión como una especie de patria y de nodriza: es ella quien nutre las virtudes; nos muestra el cielo y nos enseña a andar por el camino de los deberes”.19 De igual forma, se manifestó contrario a la existencia del patronato eclesiástico, lo consideraba contrario, peligroso porque impedía la libertad de esta regia institución. Nunca desmayó en esta defensa, ni su pluma se prestó para maltratar a ninguno de sus miembros, por el contrario siempre expreso un profundo respeto por clérigos y todo lo que le rodeaba. Con la misma vehemencia con que protege su religión, defiende a Simón Bolívar, el héroe que representa el orden, el padre de la patria: “¡Hombre sublime! Mi pluma se siente sobrecogida de respeto al llegar a tus virtudes…Tu nombre pasará a través de los siglos, las generaciones venideras te bendecirán, y la posteridad, agradecida te consagrará el premio que tu siglo te ha negado.”20 Definitivamente, en el año de 1827 hubo un acontecimiento que marcó rumbo en su vida, es el momento en que Bolívar regresa por última vez a Venezuela con el objeto de impedir la separación de Venezuela de la Gran Colombia y pacificar el país, en los claustros de la universidad se le recibe con un solemne homenaje, Juan Vicente González es un adolescente de apenas 17 años de edad, cursa último año de bachillerato. En la antigua capilla del seminario Bolívar preside el acto, probablemente dirigió su mirada a González, quien seguramente no podía controlar la emoción que le causaba tal evento. Su admiración por la figura de Bolívar marcará incluso su inicio como escritor en 1831 y ésta, se mantendrá viva hasta el final de su obra, así dedica su primera meseniana, A Bolívar, llena de una bella poesía, pensamientos profundos y apasionados, cargados de melancolía y esperanza. Yo respetare tu espada recostada sobre tu ataúd; pido solo a tu corazón un rayo del patriotismo que lo animaba, una chispa de tu 18

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Juan Vicente González, “Pensamientos morales y literarios”, Páginas Escogidas. (Selección y notas de Mariano Picón Salas), Caracas, Monte Ávila Editores, 1985, p. 243. Ídem. Juan Vicente González, Napoleón y Bolívar, Selección Histórica (Selección y prólogo Germán Carrera Damas), Caracas, Monte Ávila Editores, 1990, p.151.

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genio a tu mirada relámpago. Voy a combatir porque tú me mandas. Alrededor de la patria como aves de rapiña, arrojan graznidos fúnebres y aullidos lastimeros, hambrientos de pillaje y sangre esos malvados...!21.

Es admirable que ante los virajes de su pensamiento, producto del turbulento entorno y de su controversial mundo interior, su pasión se mantuviera intacta, Bolívar representaba para él, a Ulises y Aquiles, un ente mitológico, un héroe, un genio que se encontraba por encima de los demás hombres, el único capaz de crear y mantener el orden. De igual forma, es importante acotar que González es uno de los venezolanos que tempranamente inicia el culto a la memoria de Bolívar, sin importarle que para la época se respirara un clima contrario a su héroe. Sostenía que: “El amor a Bolívar forma parte esencial del sentimiento de nacionalidad y no se concibe que pueda serlo hijo de Venezuela sin ser boliviano.”22 Por ello, dedicó gran parte de su obra al Padre de la Patria23. De la misma manera, como su pluma lo condujo a las cumbres más altas de la gloria y de la eternidad, también lo criticó severamente cuando Bolívar decretó la guerra a muerte en año de 181324 Sin duda, para González Bolívar era sinónimo de paz, estabilidad y orden sobre esta idea dice: “Un antiguo ha dicho en el sentido más extenso que la virtud es el orden”25 Sobre esta premisa, sustentó su vida nuestro personaje, concebía el orden social como una de las principales funciones de la nación y solo se lograba a través del sostenimiento de la Constitución, y combinación de los poderes políticos sin que uno entorpeciera la labor del otro. En ningún momento González se pronunció a favor del desorden, por el contrario lo aborrecía, la sola idea lo desestabilizaba, quizás por eso añoro tanto los tiempos coloniales, y la vida de la República durante la hegemonía civilista de José Antonio Páez, en 1830 hasta 1846. De las revueltas que se intensificaron a partir de 1947, asegura: “Las revoluciones son malos 21 22

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Juan Vicente González, Mesenianas, Caracas, Italgrafica, 1983, p. 21. Juan Vicente González, “Bolivarismo”, citado por Luis Correa, Terra Patrum, (Páginas de crítica y de historia literaria), Caracas, Editorial Cecilio Acosta, 1941, p. 31. El Libertador fue la pasión que dominó y orientó sus días, el tema de muchas de sus obras, siendo una de las primeras: Mis exequias a Bolívar, que es una selección de escritos, que desde 1831 comenzó a escribir y publica en 1842, entre estos están: El sueño, Washintong y Bolívar, Bolívar, Bolívar y Napoleón; también le dedicó sus mesenianas, Sonetos, y otros artículos, pero sobretodo jamás permitió que se deshonrara su memoria, ni se minimizará su epopeya. Sobre este aspecto véase Biografía de José Félix Rivas, en col.cit., Vol., 2, pp. 87-272, en esta obra se observa cierta objetividad en el juicio que sobre la actuación de Bolívar, realiza González, pues vence su admiración para cuestionar la Guerra a Muerte y sus consecuencias. Juan Vicente González, Orden Público. Política, Col., cit., Vol., 3, p. 138.

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tiempos en que el pobre no está seguro de su probidad, el rico de su fortuna, el inocente de su vida.”26

3.4 Una apasionante vida política: entre ideas liberales y prácticas conservadoras Definir políticamente a Juan Vicente González, no es fácil, entre otras cosa porque simpatizó alternativamente entre liberales y conservadores, siempre y cuando la práctica de éstos gobiernos respetaran los preceptos de orden, constitución y progreso. Nuestro personaje creía fervientemente en las evoluciones sociales. Y aunque su vida transcurrió en medio de revoluciones, éstas solo sirvieron para que brotara de su pluma una independencia de pensamiento que en muchas oportunidades le ocasionó dificultades, pues le cuestionaban sus posiciones inconstantes, y su carácter tornadizo. La actividad política de González se inicia en 1834, cuando apoya la candidatura de José María Vargas. A comienzos de la década de los 40 simpatiza con el recién fundado Partido Liberal y colabora con su principal órgano divulgativo, El Venezolano. Por esos años contribuirá con el diario El Liberal…en 1845 se aparta de Antonio Leocadio Guzmán y del liberalismo para convertirse en su más acérrimo detractor27…

Y aunque al final de sus días reconoció que habían “cambios necesarios, efecto de la naturaleza28” Estos cambios a los que refiere González estaban íntimamente relacionados con la inestabilidad política que intermitentemente interrumpía la vida tranquila de la República, circunstancias ante la cual decía: “Yo no varió de principios según el viento de mis intereses y pasiones…Haré la guerra a todo poder constituido que traspase las leyes y a toda especie de poder ilegal y tumultuario”29 Políticamente González atravesó diversas etapas, en sus primeros años cargados de fogosidad y juventud se declaró boliviano, afecto que mantendría por siempre, al extinguirse la llama del orden que encendió 26

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“Pensamientos morales y literarios” Páginas Escogidas. (Selección y notas de Mariano Picón Salas), Caracas, Monte Ávila Editores, 1985, p. 242. Carlos Pacheco, Juan Vicente González, Diccionario Enciclopédico de las letras de América latina, Caracas, Monte Ávila, 1995, p. 2010. Juan Vicente González, El Eco de los Estados, Nº 38, Caracas, 16 de julio de 1864, en Col. cit, vol., 3, p. 700. Juan Vicente González, “Cicerón a Catilina”, Carta III, col., cit, Vol., 2, p. 339.

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Bolívar, mantuvo vivo su admiración, no obstante, apegado a la ley y al orden constitucional que representaba José Antonio Páez, cayó en su partido, del cual se desencantó cuando éste regresó a Venezuela embestido de dictador, durante los últimos años de la Guerra Federal. González, sin duda era un combatiente de la demagogia, la tiranía, la anarquía y subversión, era un hombre controversial de espíritu conservador, de ideas liberales y de pluma independiente. De su tendencia política dice: “Desde el año de 1830 hasta 1836; desde 1836 hasta 1840 existió constantemente una porción de hombres empeñados en excluir a otros de los destinos públicos y en perseguirlo, oligarquía que de dieciocho comencé a atacar, que he aborrecido siempre…”30 Si bien, confiesa: “…yo, que soy liberal, que amo a la patria y el progreso del espíritu”31 fue un liberal de ideas, sin embargo, concebía los ideales liberales muy distintamente a como se practicaban. Por ello mostró su repudio a los ensayos de gobiernos de corte liberal, como el de los Monagas durante los años de 1847-1858, y las revoluciones que en nombre de los liberales alborotaron la República y desequilibraban el orden. Y amenazar su venerado orden era suficiente para despertar su pluma combativa y encender su ira. Es muy posible, que su desconcierto ante la forma de hacer política lo llevaron a desencantarse y a reconocer que los hombres con alto sentido de la moral desfallecían rápidamente en la turbulenta arena política, en la que prevalecían los intereses individuales, por encima de la prosperidad de la República; esta es una de las razones que lo llevaron a decir: A mi no me tienta el esplendor de honores ni riquezas;… la política es una diosa austera y sangrienta; su templo ahuyenta por el crúor de la sangre que lo ennegrece…32 Sin embargo, en 1846 fue electo diputado por la provincia de Caracas, y también fue nombrado por el Ministro de Interior y Justicia, Cobos Fuertes jefe político del cantón de Caracas33. Además, fue electo con 9 votos por la provincia de Caracas como miembro de la Gran Convención en junio de 185834 pero, estaba convencido que los hombres terminaban siendo víctimas de sus ambiciones y que pocos escapaban de las redes perversas de la 30 31 32 33 34

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Ídem, p. 338. Juan Vicente González, “Cicerón a Catilina”, Carta I,, col., cit, Vol., 2, p. 311. Juan Vicente González, “Mis libros”, col., cit, Vol., 2, p. 483. Lucía Raynero, Juan Vicente González, Caracas; C.A, Editora El Nacional, 2007, p. 51. El Foro, Nº 135, Caracas, 15 de junio de 1858, p, 1.En su condición de miembro de la Convención dio un discurso el 11 de septiembre de 1858 en el que calificó de gloriosa la revolución de marzo, porque en ella no hubo efusión de sangre, violencia, guerra civil, ni cadalsos. Su mayor anhelo descansaba en la unión de todos los buenos ciudadanos, léase el artículo completo en El Faro, Nº 163, Caracas, 14 de setiembre de 1858, p. 1.

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mala política. Y cada vez que tenía la oportunidad o la situación lo exigía aclaraba al respecto: Yo no acaricio ningún partido, a todos digo verdades duras. ¿Debería yo considera alguno? Sin ambición, con horror a empleos públicos, contento con vivir de mi trabajo diario y afanoso. ¿Iría a contemplar hombres que se reirían de mi credulidad, o traficarían con mi buena fe?...35

Parecía no preocuparle a González que sus adversarios políticos le señalaran como un hombre de principios variables, que transitaba sin dificultades entre liberales o conservadores, realmente estas opiniones no le perturbaban, pues como ya se ha mencionado, su independencia se lo permitía. Sus principios estaban por encima de cualquier color político, y vehementemente sostenía: “Tenemos doctrinas y principios fijos: si la administración obra contra ellos henos aquí naturalmente en la oposición”36 Y realmente denunciaba a los que creía desviados, y sin importarle las consecuencias, decía: Yo he seguido después a los magistrados en sus curules, a los guerreros en sus combates, a los muertos en sus sepulcros; diciendo la verdad a los unos…Para cumplir con mi conciencia…exponiéndome a su ira, arrostrando su cólera y sus ataques…Todo patriota perdonará los excesos de mi celo. No he defendido ninguna causa propia; no he atendido sino al bien público, sin mirar una sola vez hacia el de mis amigos o hacia el mío. Nunca he llevado al altar de la patria el fuego profano de mis intereses o de mis pasiones37.

La sinceridad de González es incuestionable, nadie pudo señalarlo como lisonjero u oportunista, en él prevalecía un hombre de principios patrióticos. Tal vez por ello, parecía utópica su concepción de establecer un gran partido en el que prevalecieran las leyes y que combatiera el germen de la anarquía. “El gran partido que proclamamos es, también, un partido ilustrado, lleno de buenos principios, liberal, que debe dirigir al país por el camino del progreso...38

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Juan Vicente González, “Paz, Libertad y Progreso”, col., cit., Vol. 3, p. 38. Juan Vicente González, “La oposición”, col. Cit., Vol., 3 p. 126. Juan Vicente González, “Hoy hace un año”, col., cit, Vol. 3, p. 552. Juan Vicente González, “Orden Público. Política”, col., cit., Vol. 3, p. 141.

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3.5 La prensa “arma” indiscutible del enemigo de la anarquía González ha sido uno de los periodistas de oficio más prolíficos, combatiente y atrevido que haya nacido en Venezuela, escribió para él, fiel a sus convicciones del momento. Colaboró en El Liberal (1842), El Venezolano (1842), Entre los años de 1845-1846 escribe de Cicerón a Catalina, en 1846 El Diario de la Tarde, y en 1846-1848 La Prensa, después de diez años de obligado silencio, retoma su labor periodística en El Foro en 1858, El Heraldo entre los años 1859-1861, escribe en El Nacional (1864) y finalmente La Revista Literaria en 1866. Todos estos periódicos recogen la combatividad de quien a través de la pluma elogiaba, a sus afectos escarnecía a sus enemigos y defendía la causa de la patria. Como González poseía un alma quijotesca sus escritos no podían ser menos atrevidos, visionarios y colmados de clamores para salvar la República de los malos ciudadanos, cuando creía que estaba en peligro. De verdad, creía que estaba llamado a combatir con su pluma a los enemigos públicos del orden. Por ello, Al sofocar la revolución Guzmancista39 en 1846, dijo: “si sucumbia yo, la sociedad entera iba a sucumbir también...”40 Detestó visceralmente a Guzmán por promover la insurrección y la anarquía, para él no era posible concebir la vida bajo la tutela del desorden, pues, afirmaba que “No hay libertad sino en el camino del orden41, porque el desorden engendra las revoluciones políticas, al respecto, afirmaba: ...soy amigo de la libertad, pero también del orden; enemigo de la servidumbre, pero también de la anarquía…y no llamo anarquía sino la impaciencia de todo freno, y el vivir soñando con nuevas revueltas, y el abandonar el trabajo por la liza política, y el relajar continúo de todo vínculo social…42 39

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Sobre la ruptura entre estos dos hombres, se ha dicho que fue la demagogia de Antonio Leocadio Guzmán la causante, Por su parte Juan Vicente González, no estimo esfuerzo, ni tinta para pintarlo con los más virulentos colores, en tal sentido, dice: “…para mí que es un charlatán ignorante y vocinglero, para quien el nombre de la patria no tiene significación alguna; que es un ciudadano depravado, sin mérito para la extravagante aspiración, conspirador y turbulento; que como municipal, es un defraudador de las rentas públicas”, para mayor detalle sobre este tema, léase: Juan Vicente González, La Constitución y el fusil, (artículos del Diario de la tarde) Caracas, Editorial Arte, 1963, p. 30. Juan Vicente González, “Diario de la Tarde”, col., cit., vol. 3, p. 110. Juan Vicente González, La Constitución y el fusil, (artículos del Diario de la tarde), Caracas, Editorial Arte, 1963, p. 31. Juan Vicente González, “Cicerón a Catilina”, carta I, col., cit., Vol., 2, p. 316.

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El patriotismo de Juan Vicente era excepcional. “¡Patria soy tu soldado y moriré junto a tu altar; tu nombre resuena en mi corazón como el de la joven que se ama después de luengos años de ausencia”…43 Además de su amor patrio, era un hombre apegado a la constitucionalidad y a las leyes porque, estos instrumentos sostenían el orden de la sociedad. Le temía profundamente a las revueltas porque despedazaban el pacto social, creía firmemente que las facciones eran las enfermedades de los pueblos y que uno de los remedio a tales padecimientos era la lucha y el triunfo de los buenos. Al mismo tiempo, advertía que la ausencia de la moral, era quien le abría la puerta a ese infernal mundo. Lo que habilita para las revoluciones es la falta de moral, y lo que hace perecer la moral en las naciones, y con la moral las naciones mismas, no es la violencia sino la seducción, y por seducción entendemos cuanto tiene de lisonjero la falsa doctrina. Frecuentemente los hombres reciben el error por la verdad…44

En 1847, llegó al poder José Tadeo Monagas, el presidente más oscuro, según González y el causante de su silencio periodístico hasta 1858, durante esta década se dedicó a la enseñanza, en su colegio El Salvador del Mundo45, depuesto Monagas, retoma sus antiguas labores y enciende su apasionada pluma, esta vez desde El Foro, El Heraldo, El Nacional y la Revista Literaria. De su aspecto personal se ha dicho, según las pinturas de la época y de testimonios de quienes lo conocieron, que era un hombre de gran tamaño corporal, de voz aguda y de hábitos un tanto descuidados: ...aquel hombre corpulento y desgarbado de piernas y abultado de espaldas, ancho de cuello y de cabeza, que parece una grulla, y que gesticula hablando con destemplada voz de tiple es Juan Vicente González. Anda por las empedradas aceras, y por las lodosas calles de la ciudad de Caracas, en una especie de soliloquio en voz alta, que anuda con los que va encontrando al azar de su caminata. El traje es viejo y descuidado, grandes lamparones lo manchan, la camisa no es limpia y 43 44 45

Juan Vicente González, “Mis libros”, col., cit, vol. 2, p. 485. Juan Vicente González, “Moral de los intereses: Moral de los deberes”, col., cit., vol. 3, p. 144. La enseñanza fue una de las pasiones de Juan Vicente, desde muy joven además de cultivarse en las letras también estableció la primera academia de lengua castellana en la Sociedad de Amigos del País, enseño la geografía y la historia en el colegio de las Guidos, también prestó sus servicios en el colegio de la Independencia, La Paz, en el de Roscio y en la Universidad, donde dio simultáneamente las clases de gramática castellana y literatura.

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por los desgarrados bolsillos asoman periódicos, papeles, cortaplumas y pedazos de pan a medio comer.46

Estas características físicas y aspecto personal, son una constante en la descripción hecha por sus críticos, que en algunas oportunidades obedecía a varias razones, entre ellas, la económica, hay que recordar que era un romántico de espíritu libre, que poco debía importarle la opinión de un mundo que no lo comprendía y que iba en dirección contraria a sus anhelos, además no era un hombre que le sobrara el dinero, sobre todo en los últimos años de su vida; en la que predominó la enfermedad, el desengaño y la pobreza, lástima que después de haber sido tan productivo, se viera en el trance de suplicar espacio en un periódico. Muy señor mío: el redactor del Federalista, rehúsa publicar el artículo que le incluyo, y que tiene por objeto mi defensa. No tengo con que pagar su impresión. ¿Tiene usted la bondad de darle un puesto en la columna de su periódico? Soy de usted atento y seguro servidor, Juan Vicente González.47

¡Ese fue el precio de su exacerbada sinceridad y su romántica rectitud! Finalmente, Juan Vicente González, ha sido uno de los más emblemáticos prosistas de este país, su mérito trasciende a otras épocas, porque fue incomprendido por la suya. Su independencia de ideas lo definía como un hombre de carácter institucional en una Venezuela, cuya realidad mostraba un fuerte forcejeo entre el caudillismo personalista e instituciones precarias. Era inexplicable para un hombre como González que las sociedades se alimentaran de las anárquicas y constantes revoluciones, nunca se pronunció a favor del aniquilamiento de los hombres, por el contrario era un fiel devoto del evolucionismo social. Aunque fue férreamente cuestionado por sus mudanzas políticas, esto no enfrió su fogoso tempranamente. Su naturaleza combativa y apasionada no ensombrecía su magnífica prosa. ¿Qué hace la obra de Juan Vicente González distinta la de sus coetáneos?, son varias las razones que lo distancian, de otros personajes, entre ellas: su incuestionable independencia política. Por ser romántico de pluma y corazón, sólo seguía sus principios y aunque las tempestades políticas en muchas oportunidades soplaron contrario a su idílico mundo, esto no impidió que lo combatiera incesantemente 46

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Arturo Uslar Pietri “Juan Vicente González el Atormentado” en Juan Vicente González ante la crítica, Caracas, Monte Ávila Editores, 1997, p. 133. Juan Vicente Gonzáles, El Eco de los Estados, Nº 38, Caracas, 16 de julio de 1864, en col., Cit, vol., 3, pp. 698-699.

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para creer y mantener su amado estado de cosas. Es innegable, que su personalidad le causó problemas, desde iracundo señalamientos, destitución de su cargo de catedrático de la Universidad de Caracas, juicios de imprenta, y encarcelamiento. Ni siquiera en las más grandes adversidades se mostró lisonjero ni servil, pues su acendrado patriotismo se lo impedía. A lo largo de su obra se observa una y otra vez, esa prosa cargada de nostalgias y si se quiere de pesimismo, en ella prefería revivir el pasado, especialmente los pasados tiempos coloniales, pues su realidad, a veces no era nada grata.

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Emilio Boggio: Bords de I’Oise a Chaponual, 1913.

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Gonzalo Picón Febres, primer historiador de la literatura venezolana

Gonzalo Picón Febres, primer historiador de la literatura venezolana1 Mariano Nava Contreras Los primeros intentos de sistematización para una historia de la literatura venezolana datan de la segunda mitad del siglo XIX, lo que no significa que no hubiera existido ya una consolidada tradición de crítica literaria en el país. Sin embargo, ésta consistía mayoritariamente en notas aparecidas en revistas, periódicos, hojas sueltas y prólogos de libros en circunstancias específicas, sobre autores nacionales o extranjeros, que comenzaron a aparecer con la introducción de la imprenta a comienzos de siglo y se publicaron en los años siguientes de una manera “prolífica pero asistemática” 2. Este panorama comenzará a cambiar en 1864, cuando el poeta y ensayista cumanés José Antonio Pérez Coronado publique su Literatura patria3, un folleto que no ocultaba sus “aspiraciones historiográficas”4, aunque carecía de organicidad alguna. Sin embargo, toda esta dispersión va a concluir en 1883 con la publicación de Literatura venezolana. Revistas bibliográficas expresamente escritas para La Opinión Nacional, aparecido bajo el seudónimo de Hortensio, que ocultaba al periodista español José Güell y Mercader5. Güell había colaborado durante años con este 1

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Este trabajo forma parte de Proyecto Alcyone. Grupo Interdisciplinario sobre la Literatura y el Pensamiento Antiguos (CDCHTA-ULA: ZG-LiP-HO1-11-06). Cf. MIRABAL, R., La literatura venezolana en el siglo diez y nueve de Gonzalo Picón Febres: un modelo en su momento de historia y crítica literarias para Venezuela, Trabajo de grado inédito, Universidad de Los Andes, Mérida, 1994, p. 17. Un estudio fundamental para conocer la crítica literaria de estos primeros años de la república lo constituye asimismo la antología de M. ALCIBÍADES, Ensayos y polémicas literarias venezolanas 1830-1869, Compilación, presentación y notas de Mirla Alcibíades, Caracas, 2007. Otra herramienta de gran utilidad lo constituye el estudio de ZAMBRANO, G., La literatura venezolana del siglo XIX: fuentes críticas para su estudio, Mérida, 2002. Literatura patria. Consideraciones generales. Poetas y escritores nacionales. Su apostolado. Necesidad del estudio, Imprenta de los Estados Unidos de Venezuela de Félix E. Bigotte, Caracas, 1864, 127 pp. José Antonio Pérez Coronado (1828-1867) fue poeta y ensayista, colaborador de la mayoría de los periódicos de la época. ALCIBÍADES, op. cit., p. 251, nota 65. Josep Güell i Mercader (1840-1905) fue un periodista catalán que colaboró con publicaciones sudamericanas. Fue redactor del diario La democracia y director del diario La discusión de Madrid, así como fundador de La redención del pueblo, en Reus, su pueblo natal. Entre sus publicaciones americanas se cuenta una Defensa de Bolívar (Bogotá, 1879) y el ensayo Guzmán Blanco y su tiempo (Caracas, 1883).

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diario vocero del guzmancismo por invitación de su director, el también español Fausto Teodoro de Aldrey6, para el que escribía reseñas de libros de autores venezolanos. En 1883, con motivo del Centenario del nacimiento del Libertador, estas reseñas fueron compiladas y publicadas en dos volúmenes. Si bien no puede decirse que en estos extensos volúmenes hay algún intento de sistematización, periodización o de cronología, se advierte aquí una intención de abarcar todo el proceso de la literatura venezolana escrita hasta entonces, a más de “un enorme cúmulo de informaciones críticas y bibliográficas”7. Sin embargo, sí puede decirse que el libro de Güell allana el camino para que aparezcan en estos últimos años del siglo trabajos notables que buscan dar, a la luz seguramente de las ideas positivistas, explicación sistemática y cronológica de la producción literaria venezolana. Estos estudios pueden clasificarse en antologías, como es el caso de la Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos de José María Rojas8; antologías específicas como el Parnaso venezolano de Julio Calcaño9, quien también había escrito una Reseña histórica de la literatura venezolana, donde intenta dar un panorama, no ya de la literatura sino de la cultura humanística del país durante los comienzos de la república y hasta el guzmanato10; o finalmente semblanzas biográficas de autores, como es el caso de los Perfiles venezolanos de Felipe Tejera 11. En 1895, la Asociación Nacional de Ciencias, Literatura y Bellas Artes publicó el Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes, bajo la coordinación de Rafael Fernando Seijas12. El libro, compuesto por veintidós capítulos acerca de 6

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Fausto Teodoro de Aldrey (1825-1886) fue un periodista, ensayista y biógrafo gallego nacido en La Coruña que se radicó desde muy joven en Caracas. Fundó los periódicos El porvenir (1864-1868) y La opinión nacional, del que fue director. Cf. MIRABAL, op. cit., p. 34. Jouby et Roger, Paris, 1875, 808 pp. Hay edición facsimilar a cargo del Consejo Municipal del Distrito Federal, Caracas, 1975. José María Rojas (1828-1907) fue ensayista, abogado y diplomático, miembro fundador de la Academia Venezolana de la Lengua. Parnaso venezolano: colección de poesías de autores venezolanos desde mediados del s. XVIII hasta nuestros días; precedida de una Introducción acerca del origen y progreso de la poesía en Venezuela, Tipografía de “El Cojo”, Caracas, 1892, 584 pp. En principio, la obra estaba proyectada en dos tomos, de los que solo pudo ser publicado el primero antes de que la muerte sorprendiera a Calcaño en 1918. Reseña histórica de la literatura venezolana escrita expresamente para la obra La América literaria, Tipografía “El Cojo”, Caracas, 1888, 29 pp. Perfiles venezolanos; o, galería de hombres célebres de Venezuela en las letras, ciencias y artes, Imprenta Sanz, Caracas, 1881, 478 pp. La obra conoció una segunda edición en 1907. Rafael Fernando Seijas (1845-1902) fue abogado, ensayista y diplomático. Fue secretario general del presidente Francisco Linares Alcántara, entre otros altos cargos públicos. Fue colaborador de El Cojo Ilustrado, presidió la Asociación Venezolana de Literatura, Ciencias y Bellas Artes, fue Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia y primer director de la Academia Venezolana de la Lengua

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las diferentes disciplinas cultivadas en el país, de inmediato se convirtió en una “verdadera suma del haber intelectual producido en el siglo diecinueve”13. Ocho años después, en 1903, la revista El Cojo Ilustrado llamaba a un concurso literario en los géneros de cuento, poesía y crítica literaria. Para este último se proponían tres preguntas: 1) ¿Cuáles escritores extranjeros han influido principalmente en el movimiento literario de Venezuela en la última década?, 2) ¿Ha sido beneficiosa esta influencia? y 3) ¿En qué concepto se tiene la literatura venezolana respecto de la literatura de los países hispanoamericanos?, ¿y qué desenvolvimiento probable tendrá en los diez años venideros?”. El ganador resultó ser el estudio titulado “Literatura venezolana”, de José Gil Fortoul, que fue publicado al año siguiente por la misma revista14. En él, el autor hace un balance de la literatura producida en el país desde 1810 hasta 1903, aplicando criterios más específicos y científicos, e intentando dar una vinculación cronológica a los grandes movimientos literarios, a los que relaciona con sus influencias foráneas, pero también nacionales. Al final de su trabajo, Gil Fortoul escribe las siguientes palabras, a propósito de la inexistencia de una verdadera historia de la literatura venezolana: La historia política, desde sus orígenes hasta nuestros días, está por escribir, y en un país tan dado a escribir y a hablar, no existe aún una sola historia literaria. Sin ambas, apenas es posible la literatura nacional.

1. Gonzalo Picón Febres y La literatura venezolana en el siglo diez y nueve Así pues, cuando Gonzalo Picón Febres asume el proyecto de escribir la primera historia de la literatura venezolana, ya en el país existe una tradición madura y afianzada de crítica literaria15. Una tradición casi centenaria a la que el mismo 13

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Cf. MIRABAL, op. cit., p. 48. Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes, ofrenda al Gran Mariscal de Ayacucho, Tipografía “El Cojo” / Tipografía Moderna, Caracas, 1895, 216 pp., publicado con ilustraciones y retratos. Hay edición facsímil del Consejo Municipal del Distrito Federal, Caracas, 1974. GIL FORTOUL, J., “Literatura venezolana”, El Cojo Ilustrado, nº 289, año XIII, Caracas, 1º de enero de 1904, pp. 17-25. Un texto imprescindible para reconocer la biografía intelectual de Gonzalo Picón Febres lo constituye el excelente prólogo de Domingo Miliani titulado “Gonzalo Picón Febres, historiador de Venezuela intelectual” en PICÓN FEBRES, G., Obras Completas. Nacimiento de Venezuela Intelectual, Mérida, 1968, pp. I 9-42 (el ensayo se reproduce en MILIANI, D., País de lotófagos, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1992, pp. 115-145). Otro acercamiento fundamental será el estudio de Gregory Zambrano “Gonzalo Picón Febres: El Sargento Felipe, testimonio y símbolo”, que apareció como prólogo a la segunda edición

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escritor merideño ha aportado sus propios estudios, reunidos fundamentalmente en tres libros: Páginas sueltas, Revoltillo y Notas y opiniones16. El primero de ellos, Páginas sueltas, fue publicado en 1889, de las prensas de A. Bethencourt e hijos en Curazao, con el subtítulo de “Semblanzas y estudios literarios”. En sus 370 páginas hay abundantes reseñas de escritores de Venezuela, España y Colombia, como lo son Miguel Sánchez Pesquera, Jacinto Gutiérrez Coll, Manuel Fombona Palacio, Eugenio Méndez y Mendoza, Maximiliano Iturbe, Salvador Llamozas, Juan Valera, José Velarde, Juan de Dios Peza y Diógenes Arrieta. Dos largas reflexiones acerca de la literatura venezolana cierran el volumen, en el que un Picón Febres que no ha cumplido los treinta años se muestra aún carente de herramientas científicas de análisis literario, cayendo por momentos en contradicciones, vaguedades y juicios subjetivos17. Sin embargo, ya se aprecia también una ambición totalizadora y una vastedad de miras en su horizonte estético, que lo lleva a abordar la creación literaria del país como un proceso único y general. Una interesante tesis se desprende del ensayo titulado “Literatura venezolana”, cuando afirma nuestro autor que es bajo el influjo del romanticismo, que llegó principalmente de Francia, pero después también de España, como surge la creación literaria hecha en nuestro país. La otra gran influencia, esta vez de origen interno, que impulsó la formación de una literatura propiamente venezolana fue la creación, en 1883, de la Academia Venezolana de la Lengua, que despertó la aspiración a un manejo apropiado del lenguaje por parte de los escritores. Al final de este ensayo, nuestro autor se ocupará de un tema que hoy mantiene vigente todo su interés: las relaciones entre política y literatura, o lo que es lo mismo, el escabroso tema de la libertad de expresión, y la represión y persecución que sufren escritores e intelectuales. En un segundo ensayo titulado también “Literatura venezolana”, Picón Febres hará por primera vez crítica de la crítica, cuando se ocupe de señalar los desaciertos en la obra de José María Rojas, en especial respecto de algunos conceptos acerca de la educación colonial en Venezuela emitidos en su ensayo “Literatura hispanoamericana”18 y en su ya

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de esta novela (Fondo Editorial Solar, Mérida, 1994) y que se reproduce en ZAMBRANO, G., La tradición infundada, Mérida, 1996, pp. 93-116. Un libro más de crítica literaria publicó Gonzalo Picón Febres en 1912, seis años después de La literatura venezolana en el siglo diez y nueve. En Teatro crítico venezolano recoge los juicios acumulados durante años acerca de su obra y su conducta pública, aparecidos en la prensa nacional como la extranjera. El libro, de 504 páginas, fue publicado en Curazao por A. Bethencourt e Hijos. Cf. MIRABAL, op. cit., p. 68. Que apareció como introducción a las Poesías selectas de Jacinto Gutiérrez Coll, Paris, 1870.

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Gonzalo Picón Febres, primer historiador de la literatura venezolana

citada Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos, pero también en otros como su Simón Bolívar (1882) y su Bosquejo histórico de Venezuela (1888)19. También de la imprenta de A. Bethencourt en Curazao saldrá, en 1890, el libro Revoltillo20, que, como su nombre lo indica, es un misceláneo de textos de las más distintas índoles: poesía en prosa, discursos, artículos costumbristas, impresiones de viajes y elegías. Sin embargo, tres estudios literarios y una nota necrológica sobre el poeta cumanés Jesús María Morales Marcano21 nos obligan a hablar de este libro. En un primer texto, titulado “Parnaso venezolano”, Picón Febres se ocupa de la colección antológica de poetas venezolanos que publicaran conjuntamente Víctor Zerpa y el editor curazoleño Alfonso Bethencourt, de la que hasta entonces llevaban publicados los volúmenes correspondientes a Andrés Bello y Rafael María Baralt. De ellos se ocupa nuestro autor, sin dejar de elogiar la iniciativa tan útil para la difusión de la poesía venezolana. Por su parte, la “Necrológica” de Morales Marcano aporta importantes datos de la vida y obra del sucrense. Un último texto de este volumen nos llama la atención, y es una carta enviada a Felipe Tejera, fechada el 10 de agosto de 1885. En esta “Carta literaria” Picón Febres remite una exhaustiva nómina de escritores venezolanos, acompañados de breves juicios de valor, buscando presentar la “brillante” generación de intelectuales que a su juicio exhibe la Venezuela de su tiempo. La lista nos sirve para apreciar el actualizado conocimiento que tiene nuestro autor de la literatura que por entonces se estaba escribiendo en el país. En 1898 se publicará en Caracas un tercer libro de crítica literaria, Notas y opiniones, de la tipografía de Herrera Irigoyen & Cía. El volumen, de 257 páginas, contiene diez estudios, de los que solo tres están consagrados a autores venezolanos: dos a Eduardo Calcaño y uno a Manuel Díaz Rodríguez. En el primero, “Eduardo Calcaño. Orador. Perfil”, sitúa a este autor en el género en el que más destacó, “en lo cual no le aventaja ni le iguala nadie en Venezuela”22. En el segundo, dedicado también a Calcaño, es toda una monografía acerca de 19

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Muchas de estas ideas serán retomadas por Picón Febres en su Literatura venezolana del siglo diez y nueve, y en especial en su Nacimiento de la Venezuela intelectual. Revoltillo, Librería de A. Bethencourt e Hijos, Curazao, 1890, 331 pp. Jesús María Morales Marcano (1830-1883) nació en Cumaná. Fue abogado, poeta, biógrafo y periodista. Rector del Colegio Nacional de Cumaná (1857), ejerció además importantes cargos públicos. Fue director de El independiente (1860-1863), redactor de La entrega literaria (1882) y de La tertulia (1875), y miembro fundador de la Academia Venezolana de la Lengua. p. 27.

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la obra más importante del caraqueño, Páginas literarias, publicada en 189123. El trabajo titulado “A Manuel Díaz Rodríguez” es un minucioso análisis en el que Picón Febres sitúa a este autor en el movimiento modernista. Destaca finalmente la presencia de dos ensayos teóricos, “Sobre el arte de la crítica”24 y “Aptitudes poéticas”25, los cuales habían sido publicados con anterioridad en El Cojo Ilustrado26. “Sobre el arte de la crítica” es un rechazo a la crítica objetiva, es decir, basada en preceptivas o métodos de análisis, en tanto que refuta las tesis expuestas por el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo en su libro Sensaciones de arte27. Las “Aptitudes poéticas” es un ensayo más breve y menos denso, en el que Picón Febres aborda el problema de las aptitudes espirituales que debe tener un poeta, a propósito de las críticas que hace el escritor mexicano Cecilio Santa Anna28 al también mexicano Salvador Díaz Mirón29. De modo que diez años después de que fuera precisamente30 José Gil Fortoul el que hubiera hablado de la perentoria necesidad de escribir la primera historia de la literatura venezolana, ya nuestro autor posee la madurez y la erudición 23 24 25 26

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Pp. 205-239. Pp. 5-23. Pp. 193-203. “Sobre el arte de la crítica” fue publicado en el nº 162 (Caracas, 15 de septiembre de 1898, p. 639) y “Aptitudes poéticas” en el nº 171 (Caracas, 1º de febrero de 1899, p. 95). Enrique Gómez Carrillo (1873-1927) nació en Ciudad de Guatemala y murió en París. Fue periodista que colaboró con numerosas publicaciones de España, Francia e Hispanoamérica. Narrador y ensayista, su libro Sensaciones de arte, el primero de los ocho que dedico a la crítica del arte y de la literatura, fue publicado en París en 1893, en la imprenta de G. Richard. Justo Cecilio Santa-Anna Jiménez (1861-1931) nació en San Juan Bautista, Tabasco (hoy Villahermosa) y murió en Ciudad de México. Fue abogado, periodista, historiador y poeta, colaboró con numerosas publicaciones hispanoamericanas, mexicanas y tabasqueñas. Publicó, entre otros, un libro de crítica literaria, Poetas mexicanos. Estudio crítico (México, 1890). Salvador Díaz Mirón (1853-1928) nació y murió en Veracruz. Fue periodista, profesor, político y poeta precursor del modernismo mexicano. Sus Poesías fueron publicadas primero en Nueva York (1895) y después en París (1900). Al año siguiente apareció Lascas (Xalapa, 1901), considerado su poemario más importante y por el que fue designado individuo de número de la Academia Mexicana. Dirigió asimismo El imparcial, primer periódico modernista de México. Al parecer, Gil Fortoul no gozó de las simpatías de Gonzalo Picón Febres. Así lo hace notar Domingo Miliani en su citado “Prólogo” (op. cit., p. 36, nota 12): “Por lo demás, es constante la opinión negativa y el ataque frontal de Picón Febres a Gil Fortoul, quién sabe por qué remotas diferencias, a más de las de carácter ideológico. Cuando escribe a Cejador, acerca de escritores venezolanos, sobre Gil Fortoul, dice lo siguiente: «De propósito deliberado, insisto sobre José Gil Fortoul. Este señor es, en política, en literatura, en ciencias, en filosofía constitucional, en todo, el tipo perfecto del espectaculoso (...) La tendencia de Gil Fortoul ha sido siempre llamar la atención y a singularizarse de cualquier manera que sea, por un espíritu revolucionario e innovador, salga por donde saliere»” (Carta a Julio Cejador, fechada el 18 de marzo de 1918).

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necesarias para acometer tamaña tarea31. Ha escrito tres libros de crítica literaria y es autor él mismo de reconocidas poesías y novelas, ha viajado por América y Europa y conoce profundamente, como pocos, la literatura escrita en Venezuela y en Hispanoamérica.32 Echemos un vistazo: en el año 1900 está Gonzalo Picón Febres de vuelta en Mérida. Viene de Caracas, a donde había marchado en 1895 llevando en la mano el título de Doctor en Ciencias Políticas que entonces acababa de obtener en la ilustre Universidad de Los Andes. En Caracas ocupa brevemente importantes cargos en el gobierno “Restaurador” de Cipriano Castro33: Ministro de Correos, Senador por el Gran Estado de Los Andes y Primer Vicepresidente de la Cámara del Senado en 1899. También en esta temporada caraqueña colabora activamente con El Cojo Ilustrado, y se publica la que será su más célebre novela: El sargento Felipe34. Sin embargo, con el despuntar del siglo lo tenemos nuevamente en Mérida35, ese año de 1900 en que es nombrado miembro correspondiente de la Real Academia española, y nada nos impide pensar que es durante esos primeros años del siglo cuando escribe, en la tranquilidad de la recoleta y grata ciudad 31

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Como apunta Domingo Miliani, “hasta entonces, la literatura venezolana sólo había sido historiada parcialmente en esbozos que el mismo Picón Febres apunta en el capítulo segundo de su obra. La mayoría de ellos, o no se habían editado en libros sino en periódicos, o estaban inéditos e incompletos. Lo demás, eran las notas sueltas, las biografías fragmentarias y controvertidas de Tejera; las reseñas de libros”. Cf. MILIANI, “Prólogo”, op. cit., p. 27. Sobre la estatura intelectual de nuestro autor ha dicho Lubio Cardozo: “Gonzalo Picón Febres fue un hombre extremadamente culto. Compartió su profunda erudición literaria con una permanente actividad de investigación y de creación. Perteneció a la primera hornada de alumnos de Ernst y Villavicencio, bebiendo de las primigenias aguas del hontanar positivista. Su condición intelectual y su natural inteligencia permitiéronle una racional evolución en el movimiento poético de su tiempo”. Cf. CARDOZO, L., Por la tendida loma, Mérida, 1979, p. 17. Para un balance general de Cipriano Castro y la Revolución Restauradora, cf. VELÁZQUEZ, R. J., “Cipriano Castro (1899-1908)” en AGUIAR, A. (director), De la Revolución Restauradora a la Revolución Bolivariana. La historia, los ejes dominantes, los personajes, Caracas, 2009, pp. 471-505. Acerca de la rendida admiración que Picón Febres profesaba por Castro, cf. entre otros la dedicatoria “Al Benemérito Señor General Cipriano Castro, Restaurador de Venezuela y Presidente Constitucional de la República”: “... No dudo, pues, que acogeréis con toda vuestra benevolencia la dedicatoria que á honra tengo haceros de mi obra intitulada: «La Literatura Venezolana en el siglo Diez y Nueve - Ensayo de historia crítica»; y que al mismo tiempo me permitiréis poner al frente de ella vuestro famoso nombre, singularmente caracterizado en nuestros patrios anales por los altos hechos que lo harán imperecedero” (sic). La novela, con ilustraciones originales de Arturo Michelena, fue publicándose por entregas en El Cojo Ilustrado en los números 182 al 186, entre el 15 de julio y el 15 de septiembre de 1899. En esta última entrega se anunciaba ya su impresión en los talleres de Herrera Irigoyen & Cía. Para una valoración de la novela en el contexto de la narrativa y de la cultura venezolana de finales del XIX, cf. ZAMBRANO, G., “Gonzalo Picón Febres: El Sargento Felipe, testimonio y símbolo”, Mérida, 1996. En efecto, Gonzalo Picón Febres aparece en la lista de examinadores “Supernumerarios” adscrito a la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Los Andes para el período 1903-1905. Cf. CHALBAUD CARDONA, E., Historia de la Universidad de Los Andes, Mérida, 1978, p. VIII 231.

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natal36, La literatura venezolana en el siglo diez y nueve (Ensayo de historia crítica), que será publicada en Caracas en 1906, salida de las prensas de El Cojo37. Un año antes, en 1905, había publicado su novela Flor, que sin embargo tenía escrita desde 1899. No obstante, pronto comenzará de nuevo el ajetreo. Ese mismo año de 1906 lo vuelve a llamar el presidente Castro a Caracas para que ocupe el cargo de Director en el Ministerio de Relaciones Interiores y en 1907 lo encargará brevemente del Ministerio, para tener que salir al año siguiente como cónsul a la ciudad de Nueva York. El plan de la obra, que el autor prudentemente quiso subtitular “Ensayo de historia crítica”, es sencillo. Nueve capítulos se dividen implícitamente en dos grandes bloques: en el primero, que va del primer capítulo al sexto, Picón Febres se dedica a establecer los parámetros de la historia política y el ambiente cultural desde la Ilustración del siglo XVIII hasta el Positivismo de finales del XIX, hitos ambos que marcan decisivamente la conformación de un primer humanismo venezolano. Algunas advertencias de índole teórica sobre los caracteres de la historia política y de la historia literaria, así como un oportuno estado de la cuestión abren los dos primeros capítulos, mientras que el tercero, cuarto, quinto y sexto se ocupan de la conformación y evolución de esta cultura nacional ya desde el período colonial, así como de la influencia de otras expresiones literarias como el periodismo o la filosofía en la conformación de esta cultura y de su constante y decisiva interacción con el ambiente político. En un segundo bloque, que comprende los capítulos séptimo, octavo y noveno, se aborda propiamente la historia de la poesía y de la narrativa venezolanas durante el siglo XIX, estableciendo un orden cronológico entre los diferentes movimientos, señalando los principales representantes y sus influencias externas, y haciendo un juicio crítico de ellos38. Es de notar que Picón Febres no se ocupa del teatro. 36

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“... Reproducimos con especial gusto, los siguientes bellos rasgos que le dedica (...) el afamado escritor colombiano D. Isidoro Laverde Amaya: «Pasa con Mérida lo que sucedía con Bogotá hasta hace algunos años. Secuestrada de la actividad y del mayor conocimiento y relaciones que procura a cualquiera ciudad su proximidad al mar, vive, como si dijéramos, aislada, independiente, recogida en el silencio y entregada a la poética soledad de sus hermosos campos; acariciada por las frescas y fecundas brisas de la Sierra Nevada, que, a modo de poderosa atalaya colocada allí por la naturaleza, parece resguardar con sus moles plateadas e inaccesibles aquel encantador rincón del mundo en donde se producen todos los frutos y se goza de un clima delicioso»”. Cf. FEBRES CORDERO, T., Clave histórica de Mérida, Mérida, 2005, pp. 88-89. Para este trabajo, hemos tenido a mano esta primera edición, de 429 pp. Una recensión publicada en el Nº 351 de El Cojo Ilustrado fechada el 1º de agosto de 1906 (a la que volveremos más adelante), comienza diciendo que el libro había comenzado a circular “en los últimos días de la pasada quincena”, con lo que colegimos que debió haber salido de las prensas hacia la segunda mitad del mes de julio (Cf. infra, nota 42). MIRABAL, op. cit., p. 98: “Esta estratificación en dos niveles es lo original y aportativo en cuanto a método en La literatura venezolana en el siglo diez y nueve: la fundamentación culturológica de carácter humanístico

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Dos características originales deben resaltarse en el enfoque de nuestro autor. Por un lado su concepción integral del hecho literario, que le hace entender la literatura venezolana como un todo orgánico integrado en una red de influencias e interacciones que trascienden las fronteras nacionales, e incluso lingüísticas. Para el momento en que se escribe la Literatura venezolana en el siglo diez y nueve, ya hace dos décadas autores como Güell y Mercader, Felipe Tejera, Julio Calcaño o Gil Fortoul han dejado de hacer crítica de individualidades, y han comenzado a concebir la literatura venezolana como un todo colectivo. Sin embargo, la originalidad de Picón Febres se basa en el hecho de dotar por primera vez a colectivo de una evolución y de una capacidad de interacción, reivindicando para sí el dinamismo que es esencia del hecho literario. En el ensayo de Picón Febres se descubre, pues, la más intrincada red de relaciones intertextuales, no solo entre los grandes nombres de la literatura europea y sus émulos (confesos y no) venezolanos, sino entre los mismos escritores venezolanos, y entre los escritores venezolanos y sus colegas de Hispanoamérica y Europa, superando así la infranqueable oposición entre nacionalismos y cosmopolitismos. Todo ello revela además una activa red de comunicaciones e intercambio de informaciones existente por entonces entre los intelectuales hispanoamericanos de una y otra punta del continente, de una y otra orilla del océano, cuya eficacia podría sorprendernos hoy en día. También revela la existencia de una sólida comunidad cultural que hoy podría servirnos de ejemplo. Y si los escritores y sus obras se influyen entre sí, la literatura dialoga también con las demás formas de la cultura, y ésta a su vez con la historia política, social y económica. En este sentido, historia y crítica literaria cobran una importancia exegética preponderante39. Esto nos lleva a la otra característica notable, que es el carácter evolutivo del planteamiento de Picón Febres, su concepción de la literatura como proceso dinámico. Así como apenas existen las fronteras espaciales, también así se diluyen las fronteras temporales. En su historia no hay periodizaciones rígidas, las diferentes épocas no son compartimentos estancos que se tratan con independencia los unos de los otros. Antes bien, en estas redes dinámicas de correlaciones e influencias mutuas los diferentes movimientos se definen en torno a ideas que evolucionan con el tiempo y que trascienden las fronteras. Así, los nombres, las 39

en un estrato básico, y luego en el nivel superior los géneros artísticos, calológicos, estéticos, todo lo cual define su carácter propiamente literario: la lírica y la narrativa”. MORÉ, B., “El soporte de la verdad y el saber sobre la literatura”, en PACHECO, C., BARRERA LINARES, L. y GONZÁLEZ STEPHAN, B. (Coordinadores), Nación y literatura. Itinerarios de la palabra escrita en la cultura venezolana, Caracas, 2006, p. 316.

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escuelas, las tendencias se suceden, “en disposición dialéctica”40, tal vez agrupadas en torno a un escritor, a un grupo, a una revista. Ni surgen de la nada ni se extinguen del todo. Esta concepción evolutiva es lo que lleva a nuestro autor a ideas que hoy nos sorprenden por su modernidad y vigencia: la cultura venezolana no nace con la declaración de la Independencia, sino antes, en el siglo XVIII con el surgimiento de una clase intelectual verdaderamente autóctona; es imposible acercarse a la cultura de un país sin comprender los avatares de su historia política y social, y viceversa.

2. Aproximación valorativa La literatura venezolana en el siglo diez y nueve fue la primera historia de la literatura venezolana41. La obra fue saludada de manera entusiasta en nota aparecida en El Cojo Ilustrado el 1º de agosto de 190642, donde se pondera “la solidez de la información y documentación que inspiran el libro”, así como “los amplios y seguros conocimientos literarios del autor”, que “ponen fuera de lo corriente el interés del libro”. En efecto, la obra de Picón Febres tuvo durante la primera parte del siglo XX un impacto y una fortuna que contrasta con el olvido al que ha sido relegada en nuestros días. Después de la edición caraqueña de El Cojo, el libro fue reeditado en Buenos Aires por la Editorial Ayacucho en 1947 y conoció después otra edición caraqueña en 1972, a cargo de la Presidencia de la República43. De él dijo Simón Alberto Consalvi que es “una inapreciable fuente de información y uno de los pocos libros que en Venezuela se han escrito sobre el proceso de nuestra Cultura en el siglo XIX”44. Domingo Miliani afirmaba en 1968 que el libro seguía siendo “la única historia literaria del país, escrita, no con el carácter restricto del manual para estudiantes, sino con el sentido abarcador de los panoramas hechos a conciencia”45. Luís Beltrán Guerrero por su parte auguró 40 41

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MIRABAL, op. cit., p. 114. ROJAS AJMAD, D., “Gonzalo Picón Febres y La literatura venezolana en el siglo diez y nueve”, Voz y escritura. revista de estudios literarios, nº 19, enero-diciembre 2011, p. 138: “La literatura venezolana en el siglo diez y nueve de Gonzalo Picón Febres es el texto que inaugura la historiografía literaria en Venezuela. Este libro es el primero que de manera orgánica y total da un orden y lógica al corpus literario y consolida y resume todo el proceso anterior de intentos de consolidación de corpus de literatura nacional llevados adelante por la necesidad de una idea de Estado-Nación”. El Cojo Ilustrado, nº 351, año XV, Caracas, 1º de agosto de 1906, en “Sueltos editoriales”, p. 499. Fuentes para el Estudio de la Literatura Venezolana, Nº 4, con prólogo de Domingo Miliani, 447 pp. CONSALVI, S. A., “Gonzalo Picón-Febres, los delitos de la imaginación” en 6 escritores de Mérida y el mundo, Mérida, 2008, pp. 95-111. MILIANI, “Prólogo”, op. cit., p. 28.

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que esta obra “todavía durante largo tiempo, será imprescindible consultarla, guiarse en la investigación por sus referencias, tomar como base de discusión y estudio sus asertos”46, y más recientemente Carlos Sandoval no duda en contar a nuestro autor, en primer lugar, entre “quienes se ocuparon inicialmente y de modo sistemático” de establecer los orígenes de nuestra narrativa47. Otros como Gil Fortoul, Lisandro Alvarado y Picón Salas48 supieron también valorar en su momento el esfuerzo de Picón Febres. 49 Pero no todo podía ser elogios y parabienes. Como recuerda Miliani, “muchos defectos se han apuntado y se apuntan” a esta obra50 y algunos llegaron a criticarla por “carecer de método y sistema”51. Jesús María Semprúm, uno de sus acérrimos detractores, habla de las “arbitrarias tendencias y de los sentimientos seudoliterarios del señor Picón Febres”, y refiriéndose concretamente a la obra nos dice: “señalaré dos inconvenientes capitales y notorios del voluminoso trabajo: la falta de plan razonable y lo difuso, pesado e ineficiente de la exposición”52. Luís Beltrán Guerrero apunta a blancos parecidos, si bien mucho más específicos, cuando nos dice que “adolece de falta de precisión en el aparato crítico, por lo cual nos obliga a buscar, las más veces, lugar y fecha de sus referencias biblio o hemerográficas”, y acusa así a su autor: “carácter de una sola pieza, polemiza y no contemporiza; ajeno a matices, arroja con ruda sinceridad, pero sin descortesía, sus ideas.”53 Llegados a este punto, y habida cuenta de las limitaciones comprensibles que pudieran haber influido en las deficiencias metodológicas que se le achacan, amén de ciertos juicios debidos a la “compleja personalidad” que muchos reconocen en nuestro autor54, habrá que convenir con justicia en los méritos indiscutibles de una 46 47 48

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GUERRERO, L. B., “Gonzalo Picón Febres”, en Candideces, Caracas, 1962, p. I 212. SANDOVAL, C., Servicio crítico. Despachos tentativos sobre la literatura venezolana, Caracas, 2013, p. 21. “Peregrino de otras disciplinas literarias, Picón Febres escribe obras como su Literatura venezolana en el siglo XIX, galería de retratos, discursos sobre la evolución de los géneros y apasionada crítica de nuestras letras”. Cf. PICÓN SALAS, M., Formación y proceso de la literatura venezolana, Caracas, 1984, p. 124. MILIANI, op. cit., p. 29. Ibid., p. 28. CONSALVI, op. cit., p. 113. SEMPRÚM, J. M., El libro que no se ha escrito, Caracas, 1990, pp. 193-204. La extensa y demoledora crítica de Semprúm apareció más o menos un mes después de la publicación del libro de Picón Febres en El Cojo Ilustrado, nº 352, año XV, Caracas, 15 de agosto de 1906, pp. 530-531. GUERRERO, op. cit., p. I 211. GIL OTAIZA, R., “La flamígera personalidad de Gonzalo Picón Febres”, El Universal, Caracas, 16 de septiembre de 2010: http://www.eluniversal.com/2010/09/16/opi_art_la-flamigera-

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obra precursora en los estudios literarios en Venezuela, que estableció “las bases de la historiografía y de la crítica”55. Es verdad que, al amanecer del nuevo siglo, las condiciones están dadas para la aparición de la que sería la primera historia de la literatura venezolana. Condiciones externas, que se deben a la evolución y solidez de la crítica literaria en el país, e internas, debido a la madurez y veteranía de nuestro autor, pero aún hoy continúa sorprendiéndonos el hecho de que este intento de comprensión integral y evolutivo que no puede ser entendido sin la influencia del positivismo, esta idea de summa, sistematicidad y coherencia inserto en un contexto general, haya surgido precisamente de un escritor salido de las provincias, que quiso entender y explicar al país todo. Comprensión global de la cultura venezolana, el estudio de Gonzalo Picón Febres inauguró una línea de análisis y reflexión nacional que él mismo continuará más tarde en obras como El nacimiento de Venezuela intelectual, y que después sabrán prolongar también pensadores como Mariano Picón Salas y Arturo Uslar Pietri.

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persona_16A44726 11. También autores como Miliani o Beltrán Guerrero se detienen en el carácter polémico de Picón Febres. INFANTE, A. G., “Los críticos finiseculares o el lento arranque de la modernidad”, en PACHECO, BARRERA LINARES y GONZÁLEZ STEPHAN (Coordinadores), Nación y literatura, op. cit., p. 338.

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Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación

Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación Jean Carlos Brizuela 1. Apuntes historiográficos sobre una vida y obra prolíficas No son abundantes los estudios sobre la vida y obra del personaje al que intentaremos acercarnos en este breve ensayo, no obstante, los que conocemos dan cuenta de la dilatada actividad periodística, literaria, pedagógica e historiográfica del cojedeño Eloy Guillermo González. Virgilio Tosta abordó biográficamente a Eloy G. González a propósito de la publicación, en 1955, de la primera edición de En la Tribuna y en la Cátedra, obra compilada y prologada por el mencionado pedagogo e historiador barinés, que reúne veintiún trabajos de González: artículos, conferencias, lecciones pedagógicas (cursos de folklore) y discursos, entre ellos, los pronunciados en su incorporación a la Academia Nacional de la Historia (16 de mayo de 1909) y a la Academia Venezolana de la Lengua correspondiente de la Real Española (16 de noviembre de 1932), así como en el marco de los Centenarios de la muerte del Libertador y del natalicio de Rafael María Baralt, y del cincuentenario de la fundación de la propia Academia Nacional de la Historia. Del mismo modo, Virgilio Tosta adjuntó un amplio inventario de los artículos que publicó desde 1894 hasta 1939, en distintos periódicos y revistas, con el subtítulo “Fichas de trabajos de Eloy G. González”, de utilidad para la orientación de investigaciones que, acerca del personaje y su obra, se aspiren desarrollar. En la segunda edición de En la tribuna y en la Cátedra, impresa para celebrar el Centenario del nacimiento de González, Tosta revisó y aumentó su Estudio preliminar, ofreciendo así una semblanza más completa, enriquecida con nuevos datos biográficos. En ella, Tosta resalta los primeros años de Eloy G. González, su llegada a Caracas en la década de 1890, su cercanía a Arístides Rojas y a Juan Antonio Pérez Bonalde por quienes profesó admiración, su vida universitaria, los recuerdos de la polémica pública con Julio Calcaño, la permanente colaboración con El Cojo Ilustrado y otras publicaciones periódicas caraqueñas, su apostolado magisterial y labor docente en la Escuela Politécnica en 1892, en la Universidad Central de Venezuela a partir de 1905 y en el Instituto Pedagógico

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Nacional donde figuró entre sus primeros profesores, su faceta de diplomático, su amistad con Cipriano Castro y participación en su gobierno como Secretario general del “Restaurador de la República”, sus actividades como Historiador, Literato y Académico; así como dedica un aparte a los recuerdos que conserva de su amistad con Eloy Guillermo González, de quien obtuvo valiosos testimonios que le permitieron nutrir su reseña y afirma que “vivió conforme a sus ideas”1. En los trazos biográficos escritos por Tosta, se leen las palabras del admirador que, tras su deseo expreso de “conocer al ilustre tinaquense”2, fue conducido a casa del Maestro por un condiscípulo que era amigo suyo. Corría entonces el año 1941. También dirá Tosta que, después de conocer a González, las “visitas a la casa del viejo Eloy cada vez eran más frecuentes y largas”3. Ramón J. Velásquez por su parte, es autor de Eloy G. González, ensayo que recoge de manera apretada su vida y obra, bajo los subtítulos “Un joven venezolano de 1890”, “Un destino incierto”, “El historiador”, “La enseñanza de la historia”, “La obra dispersa y la obra perdida” y “El hombre”. Este trabajo de Ramón J. Velásquez fue publicado primeramente como prólogo del libro Los Leones se muerden de Eloy G. González4, luego, en una segunda ocasión, aparece difundido en la revista Tinaco Tricentenaria (s/n) con el título “Una gran polémica 1923: Eloy G. González y la enseñanza de la historia en Venezuela”. Este artículo lo encontramos inserto, nuevamente, en Individuos de Número5, libro que compila varios ensayos sobre quienes Velásquez considera no sólo numerarios de la Academia Nacional de la Historia, sino que “en razón de sus vidas y obras”6, también son “individuos de número en la República, personalidades cimeras en la vida cultural del siglo XX venezolano”7. De manera que Eloy G. González junto con Caracciolo Parra Pérez, Pedro Manuel Arcaya, Enrique Bernardo Núñez, Ramón Díaz Sánchez, Laureano Vallenilla Lanz, Cristóbal L. Mendoza y José Antonio De Armas Chitty, aparecen entre los 1

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Virgilio Tosta: “Eloy G. González”. En: En la Tribuna y en la Cátedra. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1973, p. 49. Ibídem, p. 47. Ibídem, pp. 47-48. Publicación auspiciada por Ediciones de la Presidencia de la República, en la Colección Clásicos venezolanos, 1975. Ramón J. Velásquez: “Eloy G. González”. En: Individuos de Número. Caracas, Biblioteca de Autores y temas Tachirenses, 1981, pp. 97-118. Ramón J. Velásquez: “El recuerdo de los Individuos de Número”. En: Individuos de Número… Ob. Cit., p. 11. Ídem.

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Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación

realzados por Ramón J. Velásquez con tal distinción; siendo esta pléyade una muestra representativa de la nómina de prolijos historiadores venezolanos, de finales del siglo XIX y parte de la centuria pasada, que indudablemente es mucho más amplia. El ensayo que sobre Eloy G. González escribió Ramón J. Velásquez, mira al personaje en el contexto de aquella Venezuela que vio emerger a la segunda generación positivista, formada, buena parte, en las aulas universitarias en tiempos de Adolfo Ernst y Rafael Villavicencio. Para Velásquez, la llegada de Eloy G. González a la Universidad Central de Venezuela coincidió no sólo con el ocaso del personalismo guzmancista, fue también la transición de una generación a otra: “A la generación que tiene sus más altas cifras en Fermín Toro y Juan Vicente González va a reemplazar esta otra8, dotada de las armas científicas y filosóficas indispensables para liquidar la situación de atraso intelectual y político”9. Velásquez entiende, por ejemplo, la polémica periodística entre Eloy Guillermo González y Julio Calcaño, como la exposición de “los puntos de vista de dos generaciones”10, que definirían “las diferencias que los separaban”11. Velásquez sintetiza la relación de Eloy G. González con aquella atmósfera de ideas y disputas de la Venezuela finisecular, de la siguiente manera: Aquellos fueron años de intensa actividad literaria y científica, de duro combate político. En todos los episodios aparece la figura de Eloy Guillermo González, ya como delegado al primer Congreso Venezolano de la Educación…como miembro de la Sociedad de Amigos del Saber; como miembro muy distinguido de la Sociedad Científico-Literaria; como interesado en la realización del primer Congreso Obrero Venezolano o como miembro prominente de la Sociedad de Librepensadores de tan activa existencia y que congregaba en su seno figuras de la importancia futura de Rufino Blanco Fombona, Leopoldo Baptista y Leopoldo Torres Abandero, al lado del maestro Rafael Villavicencio.12 8

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Velásquez se refiere a la generación conformada por los jóvenes intelectuales José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado, Nicomedes Zuloaga, Luis Razetti, David Lobo, Luis López Méndez, César Zumeta, Manuel Vicente Romerogarcía, entre otros. Ramón J. Velásquez: “Eloy G. González”…Ob. Cit., p. 100. Ibídem, pp. 102-103. Ibídem, p. 103. Ibídem, p. 102.

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Al igual que Virgilio Tosta, Ramón J. Velásquez se permite apuntar expresiones que dan cuenta de su relación con González a quien vio y escuchó “por vez primera, en la sede de la Federación de Estudiantes de Venezuela, en los días agitados e inolvidables de 1936”13, ya en edad sexagenaria. “En su cátedra sin muros de la Plaza Bolívar y en los corredores de la vieja casa del Instituto Pedagógico Nacional, lejos del salón de clases, le oí extraordinarios capítulos de esa obra que no escribió”14, acota Velásquez, y agrega: “A nadie oí pintar mejor las personalidades y el mundo de Joaquín Crespo y de Cipriano Castro que a Eloy G. González”15. En el ensayo de Velásquez no sólo se lee al historiador de La caída del liberalismo amarillo -período en el cual actuó el joven literato y periodista veinteañeroy al numerario que rinde homenaje a un colega suyo de la Academia; también se advierte al contertulio que disfrutó de un testigo de dos siglos y de “sus memorias, que eran la historia de los años que comienzan con el destierro voluntario de Guzmán Blanco y concluyen con el viaje de Cipriano Castro a Berlín”16. Aun cuando el presente artículo no se plantea abordar la historiografía de Eloy Guillermo González y la ubicación de sus conceptos dentro de esta disciplina, ya que ello implica una investigación de mayor alcance y el objetivo de nuestra revisión está delimitado al acercamiento a su actividad intelectual de finales del siglo XIX, principalmente la inherente a sus labores periodísticas; creemos conveniente reseñar, a efectos de mostrar los trabajos más representativos alrededor de la vida y obra de González hasta ahora publicados, el estudio de Antonio Mieres editado en el año 1974 bajo el título La concepción historiográfica en Eloy G. González, con el auspicio del Instituto de Estudios Hispanoamericanos de la Universidad Central de Venezuela, al que perteneció. En la referida investigación, Mieres señala que González desarrolló su obra “en un ambiente predominantemente positivista, tanto en los comienzos de esta doctrina en Venezuela, como en su plenitud y decadencia”17. Al estudiar, entre otras obras, Al margen de la epopeya (1906), Dentro de la Cosiata (1907), La ración del boa (1908), Historia estadística de Cojedes (1911), Bolívar en la Argentina (1924), Historia de Venezuela (1930-1944), así como artículos, 13 14 15 16 17

48

Ramón J. Velásquez: “El recuerdo de los Individuos de Número”… Ob. Cit., p. 13. Ramón J. Velásquez: “Eloy G. González”… Ob. Cit., p. 104. Ibídem, p. 105. Ramón J. Velásquez: “El recuerdo de los Individuos de Número”… Ob. Cit., p. 14. Antonio Mieres: La concepción historiográfica en Eloy G. González. Caracas, Universidad Central de VenezuelaFacultad de Humanidades y Educación/Instituto de Estudios Hispanoamericanos, 1974, p. 11.

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Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación

discursos, conferencias y demás escritos (fundamentalmente aparecidos entre 1905 y 1938, en distintas revistas y periódicos), Mieres concluyó que “no hay una determinada y sistemática filosofía de la historia en Eloy G. González, aunque sí posee una orientación positivista, con todos los matices que arrastró esta corriente”18. Asimismo, destaca el carácter ecléctico de González, pues, pese a su identificación con la tendencia positivista, vista su preferencia “por lo social, por la naturaleza, por lo pragmático, su respeto por los hechos, por la objetividad, por la evolución, por las ciencias…”19, lo excluye, conceptualmente, del “purismo comtista.”20

2. Breve semblanza de un tribuno Eloy Guillermo González Padilla nació en Tinaco el 25 de junio de 1873, en el hogar conformado por el general Eugenio Mariano González Herrera, su padre, y Ramona Padilla, su madre. Conforme lo apunta Virgilio Tosta, sus primeras letras fueron cursadas en el Colegio Bolívar de Tinaco y luego, cumplidos los 10 años de edad, al trasladarse junto con su familia a Caracas donde permaneció poco tiempo, asistió a la Escuela Federal situada entonces en la esquina de Hoyo en la Parroquia Santa Teresa21. Sus estudios de bachillerato los cursó en Valencia, en el Colegio Carabobo. Refiere Tosta, que es en Valencia donde Eloy G. González se inició en dos actividades “que cultivó a lo largo de su existencia: el periodismo y la pedagogía”22, pues, en aquella ciudad dictó clases a alumnos del propio Colegio Carabobo y del Colegio Ramírez23, a la vez que fundó, junto con Rafael Tovar, El Estudiante, cuando apenas tenía dieciséis años de edad, constituyendo esta iniciativa una de sus primeras experiencias periodísticas. Ya en Caracas, adonde debió trasladarse para obtener matrícula en la Universidad Central de Venezuela, aparece escribiendo en El Republicano y en El Cojo Ilustrado. De esta última, considerada la “máxima revista de la época”24, fue 18 19 20 21 22

23 24

Ibídem, p. 139. Ídem. Ídem. Virgilio Tosta: “Eloy G. González”. En: En la Tribuna y en la Cátedra…Ob. Cit., pp. 11-12. Virgilio Tosta: “Eloy Guillermo González Padilla”. En: Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, 1988, p. 339. Tomo E-O. Ídem. Ramón J. Velásquez: “Eloy G. González”… Ob. Cit., p. 24.

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permanente colaborador desde 1894. El periodismo y la pedagogía en definitivas se adelantaron, como pasiones, a la que sería su carrera universitaria que escogió y coronó en el propio año 1894 en las aulas de la Universidad Central. Aun cuando no le ubicamos en la lista de ingenieros graduados aquel referido año, en Egresados de la Universidad Central de Venezuela 1725-1995 editada por la Secretaría de la UCV (1996), El Cojo Ilustrado número 65 del 1ero de septiembre de 1894 lo incluye entre los miembros de la promoción del “Curso de ingenieros de la Ilustre Universidad en el año 1894”, bajo la siguiente reseña: “En el mes de julio pasado terminaron sus estudios de ingeniería civil los jóvenes cursantes cuyos retratos publicamos hoy, junto con los de sus profesores los doctores Agustín Aveledo (de Matemáticas), Adolfo Ernst (de Historia natural) y Gerónimo Martínez (de Dibujo lineal)”25. Entre los nombres mencionados como nuevos ingenieros, figuran “Ramón Peña Andrade, Pedro Borrego Graterol, Jerónimo Maestre, Eloy G. González, Juan Vicente Camacho, Luis Felipe Calvany, Lorenzo González Villasmil…”26 Es indudable que su consecuencia periodística y sus dotes de pedagogo, historiador, literato y tribuno de prestigio capitalino, fueron suficientes para su escogencia primero, como individuo de número de la Academia Nacional de la Historia (sillón O) elegido el 11 de marzo de 190827 y, veinticuatro años más tarde, como miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Como numerario de la Academia Nacional de la Historia, continuó la carrera de sus coterráneos cojedeños, miembros fundadores de ésta: Laureano Villanueva (sillón F) y Ezequiel María González (sillón E). En la misma institución, Eloy G. González ocupó las responsabilidades de Bibliotecario en las gestiones 1913-1915, 19151917, 1917-1919 y 1919-192128, Secretario en los períodos 1927-1929 y 1929193129 y Primer Vice-director entre 1931-193330. Asimismo, fue considerado Decano de esta corporación entre diciembre de 1932 hasta su muerte, el 17 de julio de 195031. 25

26 27 28 29 30 31

50

“Curso de ingenieros de la Ilustre Universidad en el año 1894”. El Cojo Ilustrado, Nro. 65. Caracas, 1ero de septiembre de 1894. Ídem. Anuario Academia Nacional de la Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2011, p. 133. Ibídem, p. 155. Ibídem, p. 153. Ibídem, p. 145. Ibídem, p. 157.

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Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación

3. Eloy G. González y su actividad periodística finisecular 3.1 El periodismo como carta de presentación Cerca de cumplir los diecisiete años de edad, Eloy G. González funda, con Rafael R. Tovar, El Estudiante, periódico de literatura y anuncios, conforme lo caracterizan sus redactores, que aparece por vez primera el 26 de mayo de 1890 en la ciudad de Valencia. En el prospecto dirán los redactores: Venimos al palenque del periodismo á desempeñar una misión noble; venimos á buscar en las controversias científicas la luz que arrojan las opiniones encontradas ó acordes de los pensadores más aventajados de nuestros días; venimos al vasto campo de la literatura henchidos de esperanzas, á buscar expansión á las ideas que arden en nuestra mente y que han sido dadas en hora feliz á la juventud venezolana... Todas las opiniones de los que creen sinceramente en el progreso intelectual tendrán generosa acogida entre nosotros. Y los hombres de letras ocuparán lugar de honor en nuestras columnas, como son ellos los llamados á guiarnos en el laberinto de la vida social y moral32.

Eran claros los propósitos de los redactores de El Estudiante, en cuanto a ofrecer la tribuna recién creada al debate de las ideas, que desde entonces inquieta sus espíritus juveniles. En el caso de González, el prospecto de El Estudiante parece anunciar lo que espera, en el devenir intelectual, al cruce de la esquina, a quien se convertirá, precisamente, en uno de los hombres de letras que invoca. En aquel número 1 de El Estudiante, Eloy G. González escribe el artículo titulado “Nuestra misión”, el cual comienza con una sentencia que marca la ruta de su largo recorrido público: “Inspirados en santos propósitos hemos venido al campo del periodismo”33. En El Estudiante número 2, fechado 31 de mayo de 1890, se precisa una advertencia que habla de la ingenuidad de aquellos redactores, según la cual se expresa que Eloy G. González firmaría sus artículos bajo el seudónimo “Alfredo”34. Bajo este supuesto seudónimo, ya revelado, González suscribió 32

33 34

“Prospecto”. Sala Tulio Febres Cordero/Biblioteca Nacional, Mérida-Venezuela (en adelante STFC). El Estudiante, Nro. 1. Valencia, Mayo 26 de 1890. Ídem. STFC. El Estudiante, Nro. 2. Valencia, Mayo 31 de 1890.

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los artículos “Religión”, aparecido en el propio número 2, “Cartas á Octavio”, publicado en el número 3 del 4 de junio de 1890 y “Lucha!”, inserto en el número 4 correspondiente al 7 de junio de ese mismo año. Esta experiencia periodística valenciana culminaría pronto, pues El Estudiante número 5, del 17 de junio de 1890, informó la separación del joven González de la empresa, conforme lo expresa mediante carta pública que remitió a Rafael R. Tovar, suscrita en Valencia el 10 de junio de 1890. Asumimos que la razón conducente a esta separación, fue su traslado a la ciudad capital para proseguir estudios. Cuatro años más tarde, encontramos a Eloy Guillermo González estrenándose en el periodismo caraqueño, toda vez que colabora, desde 1894, con El Republicano dirigido por Luis R. Guzmán y con El Cojo Ilustrado editado por Jesús María Herrera Irigoyen y Manuel Revenga. Esta nueva etapa será de importancia fundamental para quien despunta, desde temprana edad, como letrado, cuya trayectoria intelectual, acorde con Virgilio Tosta, “va en ascenso”35 por aquellos años. Poco antes de su debut en El Cojo Ilustrado que comienza a impulsarlo, se habría producido, entre marzo y abril de 1894, la polémica pública con Julio Calcaño, que le abrió espacio, con nombre y apellido propios, en el círculo intelectual caraqueño. Transcurridos cinco meses de aquella desaprobación en ristra que hace González a Calcaño, el joven tinaquero se estrena como articulista de El Cojo Ilustrado con “Ataracea”, breve ensayo publicado en el número 63, del 1ero de agosto de 1894. Entre líneas, González apunta que “ya que el empeño es tan sincero y tan cortés la insinuación, acepte la escogida colaboración de El Cojo Ilustrado el codeo de quien trae todavía la rusticidad del nativo terruño”36 y, continuando la irreverencia intelectual con que meses atrás ripostó a don Julio Calcaño, destaca, al finalizar su escrito, que “ya no tienen el privilegio las eminencias consagradas por la ley ó la costumbre, ya no lo gozan los periodistas en nombre de las masas, de un partido ó de una fracción”37. En el mismo número, apareció no sólo el “Discurso pronunciado por Eloy G. González en el Acto de la distribución de Premios del Colegio San Agustín en esta ciudad”38, también, como parte de toda una presentación formal que hace El Cojo Ilustrado a la sociedad culta caraqueña, aparece, en la misma página, toda dedicada al joven González, la nota titulada 35 36 37 38

52

Virgilio Tosta: “Eloy G. González”. En: En la Tribuna y en la Cátedra…Ob. Cit., p. 26. Eloy G. González: “Ataracea”. El Cojo Ilustrado, Nro. 63. Caracas, 1ero de agosto de 1894. Ídem. Ídem.

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Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación

“Eloy G. González”, que resumimos a continuación: Asistimos á un florecimiento de las letras, reaccionario en los pronunciamientos y en el fondo de las aspiraciones que se agitan en el ánimo de la juventud venezolana. Armada de todos los recursos del estudio, de la meditación provechosa y científica, y en presencia de esta época de pruebas dificultosas y tremendas, la nueva generación no ha podido conformarse á los moldes…Hijo de estas dificultades y de este tiempo, el joven González no es una excepción sino un soldado de la columna voluntaria que marcha decidida al porvenir. No ha dado todavía á la patria todo lo que es capaz de producir, como que apenas ha llegado á mayor hace unos meses, aunque sus escritos denunciaban madurez de juicio y fortaleza de experimentado. De su amor al estudio y de su clara inteligencia, pueden prometerse mucho la República y las Letras.39

La anterior presentación que, evidentemente, realiza la línea editorial del quincenario, abría las puertas de su Redacción, completamente, a Eloy G. González, cuyo nombre sería, en adelante, referencia en aquellas páginas representativas de la cultura venezolana. Un mes después, se prolonga la formal presentación de González. Ahora, en el número 65 del 1ero de septiembre de 1894, es Luis R. Guzmán, redactor de El Republicano, quien encumbra en elogios a nuestro personaje. Dirá Guzmán: No era un desconocido de las letras el joven á quien ahora me ha tocado la satisfacción de presentar á los lectores de este importante quincenario… Desde 1888 comenzó á sonar en los periódicos… Eloy G. González pertenece á la legión rebelde que no toma del pasado sino las bellezas de la forma, la idealidad de las aspiraciones más humanas en lo posible desligadas de todo formalismo que esclavice á título de reglamentaciones de doctrina…hizo aparición en los diarios de Valencia. Diez y seis años tenía entonces… Designado por la Junta de literatos y escritores nacionales para colaborar en la Revista que ha de servir de rectificación y de respuesta á la publicada por el señor Calcaño… Ha sido y es colaborador de muchos periódicos. Aprendiz y maestro, alternativamente, en la agitada vida de Caracas, acaba de concluir sus estudios en la Ilustre Universidad Central. Si resulta tan buen ingeniero como apto se ha mostrado en materias literarias, trabajo 39

Ídem.

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habrá que darle, aunque sea de canalización ó de apertura de túneles, no vaya el desaliento á malograrle la única carrera productiva de las dos que ha abrazado con calor.40

En el mismo número 65, la línea editorial de El Cojo Ilustrado, nuevamente, con el título “Eloy G. González”, insiste en la presentación de quien consideran el vencedor de polémica periodística Calcaño-González. A la vez que se alude a Calcaño, al reseñar que “es natural que los viejos dioses se irriten. Monopolizadores del aplauso, no pueden ver indiferentes, sin dolor y sin cólera, sin histéricas protestas, cómo á los golpes del libre examen y la crítica se desmorona el pedestal de su grandeza”41, también se apunta: Los de la sombra van apareciendo por bandadas con su rayo de luz en los cerebros, recia la voluntad y armado el brazo con la pluma irresistible… El viejo concepto de las letras se puso de frente á la edad nueva y un joven universitario de veinte años ha sido el contendor en la defensa. Ese se llama Eloy G. González. No hay ejemplo reciente de un duelo semejante á ese duelo del que aún recoge este periódico las últimas palpitaciones más sonoras.42

La polémica periodística sostenida con Calcaño, a la cual nos referiremos en las siguientes líneas, habría impulsado a Eloy G. González al escenario público y relacionado, aun más, con un importante sector de la intelectualidad venezolana de finales del siglo XIX. Estando disponibles las páginas de El Cojo Ilustrado para González, se explayaría rápidamente su prolífica pluma43.

40 41 42 43

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Luis R. Guzmán: “Eloy G. González”. El Cojo Ilustrado, Nro. 65. Caracas, 1ero de septiembre de 1894. “Eloy G. González”. El Cojo Ilustrado, Nro. 65. Caracas, 1ero de septiembre de 1894. Ídem. Entre otras colaboraciones de González en El Cojo Ilustrado, destacan: Informe sobre el periodismo en Venezuela (número 65 del 1ero de septiembre de 1894 y número 67 del 1ero de octubre de 1894), La hora del sancocho (número 70, 15 de noviembre de 1894), El año (número 72, 15 de diciembre de 1894), De la tristeza (número 332, 15 de octubre de 1905), Letras nacionales (número 330, 15 de septiembre de 1905), Centenario de la Imprenta en Venezuela (número 330 del 15 de septiembre de 1905, número 331 del 1ero de octubre de 1905 y número 336 del 15 de diciembre de 1905), Diciembre antiguo (número 336, 15 de diciembre de 1905), El concepto varonil (número 349, 1ero de julio de 1906), Nuestros sentimientos (número 352, 15 de agosto de 1906), El abolengo indígena (número 357 del 1ero de noviembre de 1906 y número 358 del 15 de noviembre de 1906), El abolengo español (número 359 del 1ero de diciembre de 1906 y 360 del 15 de diciembre de 1906) y La Ración del Boa (aparecido en 28 entregas que van del número 362 fechado 15 de enero de 1907 al número 384 del 15 de diciembre de 1907).

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3.2 La polémica periodística con el Secretario perpetuo: contestación de González a Calcaño en defensa de una generación Julio Calcaño y Panizza fue uno de los principales mentores de la corporación fundada en 1883 bajo el nombre de Academia Venezolana -hoy Academia Venezolana de la Lengua- y quien motivó, con tales fines, al presidente Antonio Guzmán Blanco quien, a su vez, se dejó “entusiasmar por la propuesta -en realidad, una seducción-, del escritor Julio Calcaño, ya para entonces reconocido”44. Desde aquel momento, Julio Calcaño fungió como el Secretario perpetuo de la mencionada corporación. De acuerdo con lo señalado por Calcaño, el “editor del Repertorio de Literatura Hispano-Americana se ha dignado pedirme una reseña del movimiento literario venezolano en los presentes días, recomendándome al mismo tiempo no olvidar lo relativo á los escritores y poetas de la nueva generación”45. Corrían los días de febrero de 1894. En efecto, Calcaño atendió el encargo y escribió, en consecuencia, el Estado Actual de la Literatura en Venezuela, aparecido en el Diario de Caracas dirigido por P. Fortoult Hurtado y dedicado a política, literatura, artes, ciencias, noticias, variedades, remitidos y anuncios. El referido trabajo fue publicado en ocho entregas que van desde el número 136 del martes 20 de febrero de 1894, al 143 fechado miércoles 28 del mismo mes y año, los cuales hemos revisado. El “drástico artículo”46 de Calcaño, que completaría lo iniciado con su “polémica Reseña histórica de la literatura venezolana (1888)”47, incomodó a un importante segmento de cultivadores de las letras nacionales, en el cual se incluye a la novel generación conformada, principalmente, por discípulos de la escuela positivista egresados de las aulas universitarias. Entre las afirmaciones de Julio Calcaño que, en su Estado actual de la Literatura en Venezuela, generaron descontento en un importante sector de las letras criollas, resalta: 44

45

46 47

Francisco Javier Pérez: Oídos sordos. Julio Calcaño y la historia del purismo lingüístico en Venezuela. Caracas, Publicaciones UCAB, 2002, p. 53. Julio Calcaño: “Estado Actual de la Literatura”. STFC: Diario de Caracas, Nro. 136. Caracas, Martes 20 de febrero de 1894. Francisco Javier Pérez: Oídos sordos… Ob. Cit., p. 290. Ídem.

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...nada extraño tiene que talentos vayan haciéndose superficiales, y que, cuando desaparezcan de la escena los varones que aún mantienen el fuego sagrado, se presente una generación completamente decadente, vacía y frívola, y no se halle en ella un talento vigoroso y sabio, un Bello, un Toro, un González ó un Larrazábal, capaz de reformar las letras y guiarlas á más elevados destinos.48

La aseveración de Calcaño, que quizá manifestaba una preocupación propia, parecía suficiente para provocar la reacción que, desde distintas plumas, se produjo en forma de réplica prolongada, lo cual se tradujo en confrontación pública con la Academia Venezolana y, particularmente, en la desautorización académica de su Secretario perpetuo. La lectura que dieron los impugnadores de Calcaño a “la preocupación” de éste por el destino de las letras nacionales, partió no sólo por considerar un desconocimiento de la nueva generación que abrevaba, principalmente, de la filosofía positivista, a la cual no se reconocía justamente su valía literaria; también derivó de las insinuaciones que Calcaño sostuvo en contra de aquella nueva escuela, hacia uno de sus maestros (Adolfo Ernst) y en detrimento de la “literatura naturalista que [según el académico] está produciendo desastrosos resultados sociales”49. Los señalamientos de Calcaño fueron asumidos como postura mezquina y ataques a la generación que se erguía como sucesora de la tradición intelectual venezolana, ahora presentada con fortalezas científicas y filosóficas, procedente de la escuela de los catedráticos Ernst y Villavicencio. Según Calcaño, individuos como José Gil Fortoul, César Zumeta y Gonzalo Picón Febres, considerados representativos de aquella generación, “cuando ejercen de críticos aparecen como dominados por exclusivismos de escuela”50. De forma que se entienden los conceptos emitidos por el académico Calcaño, como subestimación a la novel intelligentzia y alusión al dogmatismo y sectarismo doctrinarios que dominaban a la escuela positivista. Iniciaba así una polémica intelectual que parecía marcar el deslinde, a finales de siglo, entre figuras que se ubicaban en diferentes generaciones. Un poco antes, entre los años 1887 y 1889, figuras como Luis López Méndez y Alejandro Urbaneja, por mencionar los principales, identificados igualmente con aquel pensamiento, 48

49 50

56

Julio Calcaño: “Estado Actual de la Literatura”. STFC. Diario de Caracas, Nro. 143. Caracas, miércoles 28 de febrero de 1894. Ídem. Ídem.

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predominante entonces en la atmósfera de las ideas, habrían iniciado, en el plano político, similar confrontación al orden de cosas que creen arcaico y proponen sea superado. De manera que la polémica pública que inicia Calcaño, ripostada por Eloy G. González, la entendemos en un contexto más amplio, el de mudanza de mentalidad, donde, por ejemplo, la propuesta liberal experimenta una mayor diversificación de sus matices y con ello, el distanciamiento de posiciones enfrentadas, toda vez que irrumpen posturas democratizadoras, en el seno del heterogéneo liberalismo, que luego serán asfixiadas por las dictaduras de comienzos del siglo XX. Ante la subestimación por parte de Julio Calcaño a la nueva generación de intelectuales, el veinteañero Eloy G. González afiló el lápiz y respondió, desde las páginas de El Republicano, con más de una docena de artículos51 dirigidos a esbozar La actual Literatura venezolana y a reivindicar a quienes llama Los recusados de Julio Calcaño (entiéndase Luis López Méndez, José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado y César Zumeta), todos escritos con una elevada carga crítica al proceder del académico de la lengua. Desde la propia segunda entrega de La actual Literatura venezolana, Eloy G. González defiende la escuela que representa y que ha sido aludida por Calcaño: al abanderarse de la escuela de Ernst, “nuestro distinguido profesor de Historia Natural”52 que “sólo ha hecho abrir horizontes á las ansias de la inteligencia nuevas, ávidas de luz y de verdad”53 y que, en su opinión, “pudiera convertirse en profesor de filosofía y letras de muchos de nuestros filósofos y literatos”54; confronta directamente al Secretario perpetuo a quien espeta que su escuela: ...pidió dogmas para la inteligencia, trabas para el pensamiento, el absolutismo en la política, la desigualdad ante la ley, silencio del derecho…la autoridad de un solo libro para las ciencias, el poder de un solo credo para las conciencias y el imperio de un solo hombre para todos los hombres…55 51

52

53 54 55

Los referidos escritos son: Crítica literaria. La actual Literatura venezolana, en tres entregas publicadas en los números 307, 308 y 309 de El Republicano fechados 12, 13 y 15 de marzo de 1894, respectivamente. Los recusados de Julio Calcaño, en seis entregas, correspondientes a los números 312, 314, 315, 316, 318 y 320, fechados 19, 21, 24, 26, 28 y 30 de marzo de 1894 respectivamente. Paréntesis, publicado en el número 322 del mismo periódico fechado 2 de abril de 1894 y, Habla Calcaño, en tres entregas correlativas a los números 325, 326 y 328 de fecha 5, 6 y 9 de abril de 1894, respectivamente. “Eloy G. González: “La actual Literatura venezolana II”. Hemeroteca de la Academia Nacional de la Historia (en adelante HANH). El Republicano, Nro. 308. Caracas, 13 de marzo de 1894. Ídem. Ídem. Ídem.

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Al contrario de lo que endosa al académico, a quien parece recordar su estrecha relación, en el pasado, con el entonces superado régimen guzmancista, González enaltece a la generación que defiende, a la cual nombra “legión de innovadores”, cuya escuela: ...dio el grito de la revolución universal: guerra á todos los poderes seculares, combate sin tregua á todas las ideas esclavizadoras del espíritu…la sanción del derecho, la libertad para todas las conciencias, la igualdad ante la ley, el homenaje á todos los merecimientos... libertad en política, libertad en religión, libertad en letras... Peligrosa doctrina porque venía impulsada por la fuerza de la Democracia...56

La respuesta de González, como se leyó, inicia con una contraposición de principios que de entrada parece un debate más político que literario, pero que luego retornará al escenario adonde quiere llevar la discusión el joven escritor. Queda clara, por supuesto, la carta de principios que políticamente asume González como hombre de ideas. Mientras Calcaño muestra un panorama sombrío, en tanto cree que la tradición intelectual criolla corre el riesgo de verse interrumpida, conforme a su advertencia, por una “generación completamente decadente, vacía y frívola”; Eloy G. González por su parte, considera lo contrario: al realzar “los nombres que hoy son orgullo de las letras: Gil Fortoul, López Méndez, César Zumeta, Lisandro Alvarado, Alejandro Urbaneja, Rafael Arráiz, Manuel Revenga, Picón Febres…Romero García, Andrés Mata”57, entre otros, reconoce a una generación con sobrados talentos, lo cual desmiente la situación “harto desgraciada [en que encuentra Julio Calcaño] á la actual literatura”58 criolla. Según lo expone González, Calcaño “lleva más allá sus ofensas á la actual generación [al colocar] en el mismo grupo en que aparece algún redactor nominal de papeluchos…, a Gil Fortoul, á César Zumeta y á Lisandro Alvarado”59. En Los recusados de Julio Calcaño, es más directa la denuncia de González, pues apunta: “No merecen, para el señor Calcaño, concepto de escritores siquiera, esos jóvenes formados fuera de la influencia académica y escolástica, que sacudieron la indiferencia del público é 56 57

58 59

58

Ídem. Eloy G. González: “La actual Literatura venezolana III”. HANH. El Republicano, Nro. 309. Caracas, 15 de marzo de 1894. Ídem. Ídem.

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Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación

hicieron oír rumor de reacciones tempestuosas en la prensa”60 y sentencia, con candidez y acritud, que: ...han sido hallados, por el señor Calcaño, indignos de figurar en la lista de escogidos, quizá porque la caduca aristocracia siente mezquino celo y rabia de vencido, al ver como se levanta, irradiante calor y luz, este mundo nuevo de ideas y aspiraciones, este campamento de nuevos luchadores…61

A lo largo de la respuesta de González, se lee al joven militante de las ideas que defiende una escuela y a sus condiscípulos de grado superior, con arrojo y argumentos. No vacila en contraponer la figura de Ernst a la de Calcaño y a la de otros académicos que pudieran, según él, recibir lecciones del sabio alemán y en señalar “como escritor y como crítico, López Méndez es superior al mismo señor Calcaño”62 o que Lisandro Alvarado, a diferencia del trato que se le da en el Estado actual de la Literatura venezolana, “pudiera enseñarles filología y retórica á algunos académicos”63. Contrapone la generación ofendida y a sus maestros Adolfo Ernst, Arístides Rojas, Juan Antonio Pérez Bonalde y a J.M. Núñez de Cáceres, a los llamados “pulcros aristócratas de las letras”64 quienes al igual que Calcaño, sostienen, en palabras de Eloy G. González, la “pretensión de dominar, por único fin…”65 La prolongada contestación en ristra de Eloy G. González se vio reforzada, además, por otras opiniones surgidas al calor de la disputa, como, por mencionar algunas, las publicadas por la línea editorial de El Republicano bajo el título La Academia de la Lengua y su secretario perpetuo, que reprochó a la nombrada corporación, no ser la primera “en censurar al empleado infiel”66 y Pequeñeces académicas, firmada por José Gil Fortoul desde París, en marzo de 1894. En esta última columna, Gil Fortoul responde a Calcaño en las páginas del Diario de Caracas, periódico 60

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Eloy G. González: “Los recusados de Julio Calcaño. Introducción”. HANH. El Republicano, Nro. 312. Caracas, 19 de marzo de 1894. Ídem. Eloy G. González: “Los recusados de Julio Calcaño. Luis López Méndez”. HANH. El Republicano, Nro. 314. Caracas, 21 de marzo de 1894. Eloy G. González: “La actual Literatura venezolana III”. HANH. El Republicano, Nro. 309. Caracas, 15 de marzo de 1894. Eloy G. González: “Paréntesis”. HANH. El Republicano, Nro. 322. Caracas, 2 de abril de 1894. Ídem. “La Academia de la Lengua y su Secretario Perpetuo”. HANH. El Republicano, Nro. 319. Caracas, 29 de marzo de 1894.

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que, precisamente, brindó el espacio al Secretario de la Academia a efectos de atender al encargo que le hiciera el Repertorio de Literatura Hispano-Americana. Gil Fortoul expresa, al comenzar su extensa contestación, que: “es lástima que el editor del Repertorio se haya equivocado en su elección. En el mismo medio académico del señor Calcaño no escasean los escritores distinguidos que habrían escrito la reseña con la imparcialidad, probidad y saber que el caso y el asunto requerían”67.

4. Notas de cierre Acorde con lo señalado por Mirla Alcibíades, la reacción iniciada por Eloy G. González, comenzó “a adquirir las características de un movimiento de proporciones mayores. Ello explica la significativa lista de interlocutores, probablemente no deseados por Calcaño, que se sintieron llamados a valorar lo que éste había escrito”68. Expresión de la intervención de distintas personalidades en aquella situación, es el respaldo, como se leyó durante el trabajo, que consiguió el joven tinaquero en una publicación prestigiosa de la época como El Cojo Ilustrado. Puede considerarse también que aquél movimiento referido por Mirla Alcibíades, aceleró la marcha para que pronto se constituyera la Asociación Nacional de Literatura, Ciencias y Bellas Artes toda vez que Eloy G. González propusiera, en oposición a la Academia Venezolana [hoy de la Lengua], la creación del Salón Literario “con los que ha recusado el señor Calcaño”69 y, posteriormente, la fundación de “la grande Academia Nacional, formada de notabilidades de las ciencias, de las letras y de las artes”70. La propia dirección de El Cojo Ilustrado en su número 64 del 15 de agosto de 1894, a la vez que se hace eco de la contestación al Estado actual de la Literatura en Venezuela, recoge la propuesta de González y de “otras personas de la más alta respetabilidad… amantes de las buenas letras”71 y, en consecuencia, anuncia la conformación de la Asociación Nacional de Literatura, Ciencias y Bellas Artes y el establecimiento de una 67

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José Gil Fortoul: “Pequeñeces académicas”. STFC. Diario de Caracas, Nro. 179. Caracas, sábado 14 de abril de 1894. Mirla Alcibíades: “En el centenario del Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes”. En: Montalbán, número 33 (Caracas, 2000), p. 160. Eloy G. González: “Los recusados de Julio Calcaño. Introducción”. HANH. El Republicano, Nro. 312. Caracas, 19 de marzo de 1894. Eloy G. González: “Habla Calcaño III”. HANH. El Republicano, Nro. 328. Caracas, 9 de abril de 1894. “Asociación Nacional de Literatura”. El Cojo Ilustrado, Nro. 64. Caracas, 15 de agosto de 1894.

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Eloy Guillermo González: voz y rostro de una generación

“Junta que se encargase de hacer la verdadera revista de nuestro estado literario”72, en contraste con lo reseñado por Julio Calcaño. En dicha Junta, figuran, entre otros, Lucio Pulido, Pedro Manrique, Domingo Santos Ramos, Rafael F. Seijas y José Núñez de Cáceres, quienes nombraron para escribir “la nueva reseña”73 a Pedro M. Arismendi Brito, Luis R. Guzmán, Eugenio Méndez Mendoza, José María Martel, Eloy G. González, Pedro Manrique, Manuel Landaeta Rosales y a los doctores Laureano Villanueva, Rafael Villavicencio, Pablo Acosta, Alejandro Urbaneja, Nicomedes Zuloaga, Adolfo Frydensberg, Ezequiel María González y a Domingo Santos Ramos, entre otros. Algunos de estos nombres formaban parte de la Academia Nacional de la Historia, desde su fundación74, lo que asoma la existencia, probablemente, de diferencias intelectuales entre algunos miembros de ambas academias75. Esta revista del estado literario de Venezuela, dio origen a la publicación en 1895, a propósito del Centenario del natalicio de Antonio José de Sucre, del Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes, en el cual aparece entre sus autores, el joven Eloy G. González con el Informe sobre el periodismo en Venezuela76, 72 73 74

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Ídem. Ídem. Ellos son Rafael Seijas, José María Núñez de Cáceres, Laureano Villanueva, Ezequiel María González y Pedro Arismendi Brito. Más aún, la Academia Nacional de la Historia en su sesión número 278 del 12 de diciembre de 1894, conoció formalmente de los planes de la referida Asociación Nacional de Literatura, Ciencias y Bellas Artes de “publicar un libro que ponga de relieve el estado de cultura alcanzado por Venezuela desde los albores de su independencia hasta los actuales días… y termina pidiendo que la Academia le suministre los datos referentes á la creación é instalación de ella, los miembros que la componen, los trabajos que haya publicado y los que tuviera preparados y en suma cuantos creyere dignos del libro”. En: Archivo de la Academia Nacional de la Historia: Segundo Libro de Actas Academia Nacional de la Historia (16 de marzo 1892-26 de mayo 1897), folio 280. La Academia Venezolana de la Lengua y la Academia Nacional de la Historia, fueron creadas en momentos políticos distintos. La primera, en el marco del Centenario del natalicio del Libertador, bajo la presidencia de Antonio Guzmán Blanco y la segunda, durante el gobierno de Juan Pablo Rojas Paúl, quien, precisamente, adoptó una política de distanciamiento con respecto a su antecesor. Buena parte de los vocales de número (como se les llamaba en un principio) designados para conformar la Academia Nacional de la Historia, en 1888, son personajes que disintieron de la autocracia guzmancista; mientras que a algunas de las figuras involucradas en la creación de la Academia Venezolana, como Julio Calcaño, su Secretario, se les ubica cercanos al ex presidente Guzmán Blanco. Esta última apreciación la expresa el propio Eloy G. González en par de ocasiones dentro de sus alegatos en contra del Estado actual de la Literatura en Venezuela. Otros personajes, que no perteneciendo entonces a las Academias, pero si insertos en aquella disputa intelectual, como Alejandro Urbaneja y Nicomedes Zuloaga, los encontramos dirigiendo, en 1889, el periódico El Partido Democrático, órgano de la Unión Democrática, de corte antiguzmancista. De modo que el ingrediente político de alguna forma salpica las orillas de toda esta disputa intelectual, que va más allá de la contestación del joven Eloy G. González. Véase Eloy G. González: “Informe sobre el Periodismo en Venezuela”. En: Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes, Ofrenda al Gran Mariscal de Ayacucho. Caracas, Tipografía El Cojo, I ParteTipografía Moderna, II Parte, 1895, pp. CXIII-CXXIII.

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que estudia la historia del periodismo criollo, nutrido de un minucioso inventario de los periódicos venezolanos hasta la fecha, de periodistas venezolanos para 1894 y de las imprentas establecidas en el país desde 1808. Aquel mismo año en que se editó el Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes, González aparece como uno de los delegados al Primer Congreso Pedagógico Venezolano, incomodando a una parte de su membrecía, con sus opiniones en favor de la laicidad de la instrucción pública77. Eran los albores de una actividad intelectual que Eloy G. González realizaría, durante casi sesenta años, en dos siglos.

Armando Reverón: Desnudo acostado.

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Sobre la participación de Eloy G. González en el Primer Congreso Pedagógico Venezolano, nos referiremos en otro trabajo, en preparación.

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Simón Planas Suárez y su visión de Venezuela

Simón Planas Suárez y su visión de Venezuela David Ruiz Chataing 1. Introducción Entre los autores que hemos venido trabajando, esos descuidados por nuestra historiografía, uno de los más prolíficos fue Simón Planas Suárez. Este caraqueño, abogado, profesor universitario y diplomático, nació el 14 de diciembre de 1879. Sus primeros escritos periodísticos y folletos vieron la luz hacia el 1900; es decir, rondando los veinte años de edad. Y siguió ejerciendo su oficio de escritor, de investigador y columnista periodístico, casi hasta su muerte, próximo a los noventa años, el 3 de marzo de 1967. No le faltó abolengo a su familia, pues era biznieto de Bernabé Planas, primer gobernador de la Provincia de Barquisimeto. Otro de sus ascendientes Simón Planas, fue liberal, seguidor del licenciado Antonio Leocadio Guzmán y del General Juan Crisóstomo Falcón. Simón Planas adelantó labores, como Ministro de José Gregorio Monagas, para alcanzar la abolición de la esclavitud. Planas Suárez egresó de la Universidad Central de Venezuela como Abogado en 1904. Representó a Venezuela como Ministro Plenipotenciario en Austria, Italia, Hungría, Portugal, Rumania y Yugoslavia, desde que recibió su título universitario hasta 1925. Este temprano recorrido por muchos países de Europa, le permitieron comprender y analizar los grandes avances del mundo, que tenían que ser incorporados a su atrasada patria. Planas Suárez fue reconocido como un conceptuoso internacionalista. Alcanzó a ser profesor de Derecho Internacional en La Haya. Intervino en diversas oportunidades como parte de la delegación venezolana para solventar asuntos limítrofes. Se recibió como Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, en 1938, y como académico de la Lengua, en 1953. Efraín Schaht Aristeguieta en la circunstancia de rendir un merecido homenaje a nuestro autor, enumera cronológicamente sus principales obras: El conflicto venezolano europeo. Estudios de Derecho Internacional (1903), Tratado de Derecho Internacional Público (1916), Los extranjeros en Venezuela. Su condición ante el Derecho Público y Privado (1917), La Sociedad de las Naciones y la Conferencia de Barcelona sobre

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Comunicaciones y Tránsito (1920), La Doctrina Monroe y la Doctrina Bolívar (1924), La Política europea y la Sociedad de las Naciones. Una advertencia a la América (1935), Rumbos Liberales (1939), La solidaridad americana. Historia y crítica de la época presente (1945), Una desastrosa negociación diplomática. El tratado sobre fronteras y libre navegación de los ríos venezolanos (1949), Páginas de preocupación y patriotismo (1950), El asilo diplomático. Estudio jurídico y político sobre este execrable uso latinoamericano, destructor de la soberanía nacional y de la cordialidad internacional (1953), Venezuela Soberana. Panamericanista, no regionalista (1954), Historia de la Orden del Libertador (1950), La reunión de Panamá… (1956), Páez, Restaurador de Venezuela en 1830 (1957), La Sociedad de las Naciones del Tratado de Versalles, una institución inútil y peligrosa para Iberoamérica (1958), Estudios de Derecho Internacional. Las intervenciones. Reclamaciones de extranjeros. Denegación de Justicia. El recurso diplomático. Nacionalidad y naturalización (1959), Política Internacional y Panamericanismo Ideal (1959), El Panteón Nacional. La última proclama de Bolívar a los colombianos y el escudo de la antigua Colombia en la tribuna (1959), Los principios americanos de la política internacional y la Doctrina Monroe (1959), Problemas Venezolanos. El Estado y la Iglesia. Necesidad de una Ley de Cultos (1960), Disertaciones y Escritos (1961), Notas Históricas y diplomáticas (1961), Cuestiones internacionales y políticas (1962) y La Doctrina Monroe (1967). Su solvencia económica le permitió, raro privilegio, reeditar al final de su vida sus principales escritos: artículos periodísticos, conferencias, libros y folletos1. Ante semejante producción intelectual, se impone la selección de algunos tópicos de reflexión en su vasta obra. Se nos ocurre que su óptica de esa Venezuela que va de 1900 hasta aproximadamente finales de los años cuarenta, es un tema interesante. Igual ventilaremos los fundamentos de sus ideas políticas, económicas y sociales.

2. Las guerras civiles Ya para noviembre de 1902 escribe en la prensa caraqueña sobre los horrores, la destrucción que generan las guerras civiles, y el peligro por lucir como un país ingobernable, de perder la independencia ante las potencias extranjeras2. 1

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Panegírico pronunciado por el Individuo de Número Dr. Efrain Schacht Aristeguieta en la sesión solemne celebrada por la Academia de Ciencias Políticas y Sociales el 2 de mayo de 1972 con motivo de desvelizarse el busto en mármol del Dr. Simón Planas Suárez. Caracas: Empresa El Cojo, 1972, pp. 14-15; Francisco Manuel Mármol. “Planas Suárez, Simón” Diccionario de Historia de Venezuela Caracas: Fundación Polar, 1997, v. 3, p. 657. Simón Planas Suárez “Salve ¡Oh Patria!” en: Problemas Venezolanos. Buenos Aires: Imprenta López, 1960, pp. 13-14.

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Simón Planas Suárez y su visión de Venezuela

Para ese entonces Venezuela se encontraba sumida en la Revolución Libertadora, liderizada por Manuel Antonio Matos, en contra del dictador General Cipriano Castro. Concomitantemente avanzaba el litigio diplomático que concluiría en el bloqueo anglo-alemán de 1902-1903. De esta agresión surgió el repudio contra la intervención extranjera, pretextando el reclamo de deudas y el pago de daños y perjuicios a ciudadanos extranjeros residentes en el país. En agosto de 1909, desde Bogotá, continúa su reflexión Planas Suárez desde el periódico Sur América. La clase dirigente se desgasta en la anarquía y en reformas legislativas estériles. Las leyes y las instituciones liberales son letra muerta. El país lo rigen autócratas. Esto los debilita y empobrece. Quienes lo han dirigido descuidan lo principal: fortalecer la educación, una opinión pública ilustrada, solidificar las instituciones, establecer el respeto a los principios, a las leyes y el valor de los derechos ciudadanos. La regeneración es por la vía de la moral y el patriotismo3.

3. Pedagogía política La educación es para asimilar los adelantos, el progreso, el sentido práctico que le falta a la raza latina, afirma desde el periódico centroamericano Diario del Salvador, el 30 de enero de 1908. Planas Suárez insiste hacia 1939, en que hay que establecer el orden basado en las leyes y un firme principio de autoridad. El país se encuentra en una lenta transición de la dictadura gomecista hacia la democracia representativa. Hay que hacer un ejercicio didascálico, sostiene Planas Suárez, hacia los ciudadanos para que defiendan sus derechos y cumplan sus deberes. Algunos consideran que democracia es que cada uno haga lo que le da la gana. Erróneas concepciones ponen en pugna la autoridad y la libertad. La primera sin la segunda es dictadura. La segunda sin la primera es demagogia y anarquía. En artículo inserto en la revista de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, se remonta a la Revolución Francesa para realizar la historia de los deberes y los derechos de los ciudadanos. Entre los primeros están la subordinación a las leyes, a las instituciones legítimamente constituidas, al derecho de propiedad. Entre los segundos la igualdad, la libertad de palabra, política, de conciencia y la tolerancia. Se apoya para estas reflexiones en los escritos del liberal colombiano Eduardo Santos (1888-1974)4. Se debe establecer una institución de 3 4

Simón Planas Suárez “Ideas sobre política y administración” en: Ob. Cit., p.16-19. Simón Planas Suárez “Deberes y derechos. Doctrinas e ideas que deben difundirse en una democracia” en: Boletín de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Caracas, Ene. /Mar. 1939, Tomo IV, nro. 1, pp. 7-15.

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alto nivel para formar a la clase dirigente en asuntos de administración, gerencia y planificación de la gestión pública. Las democracias deben divulgar intensamente sus valores fundamentales. Así cada ciudadano será garante de la libertad.

4. La inmigración Otro de los elementos afirmativos de una sana evolución patria, es el ingreso de población, preferiblemente europea, al territorio nacional. A propósito del Congreso de Inmigración reunido en Santiago de Compostela, en España, en 1909, realiza Planas Suárez diversas reflexiones al respecto. Se refiere al peligro del inmigrante que genera conflictos diplomáticos al solicitar apoyo a su país de origen en contra de la nación donde reside. Se debe estimular el ingreso a Venezuela de familias sin hijos o con niños pequeños que vengan a incorporarse al sector productivo, agrícola o manufacturero. Recomienda la elaboración de leyes bien pensadas y exigentes sobre inmigración. Tomando estas previsiones, los inmigrantes fomentaran nuestras industrias, comercio y cultura. Igualmente encontrarán los europeos óptimos rendimientos para sus capitales en estas tierras ricas en recursos naturales de diverso tipo. 5 Posteriormente, carreteras, ferrocarriles y aviones intensificaran ese tráfico humano nacional e hispanoamericano, que como una moderna cruzada hará de América Hispana la tierra de la fraternidad, la democracia y la libertad.

5. El Estado En su discurso de incorporación como Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, del 15 de julio de 1938, titulado La soberanía popular y el concepto de Estado, es palpable que su idea de la entidad estatal está alejada de la concepción clásica del Estado liberal. Por lo menos desde finales del siglo XIX se concibe a la suprema entidad pública, como involucrada en los asuntos económicos y sociales que afectan a los ciudadanos. Hay que cimentar el espíritu de asociación para resolver los graves problemas que nos aquejan. La soberanía popular debe acatarse sin exageraciones. La libertad es dentro del orden y de la justicia. Planas Suárez es contrario a las dictaduras, pero también a las demagogias oclocráticas que divulgan anarquistas y comunistas. El Estado es un 5

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Simón Planas Suárez “Algunas consideraciones sobre inmigración” en: Problemas venezolanos. Buenos Aires: Imprenta López, 1960, p. 26.

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ente moderador, garantía de los débiles contra el abuso de los poderosos. Pero también acoge las libertades, el orden, la justicia, la ley, el trabajo, el ahorro y el capital. El Estado protege los derechos y obliga al cumplimiento de los deberes. Auspicia los intereses materiales y los espirituales. En su concepción, el individuo no debe ser avasallado por el Estado influido por feroces colectivismos. Pero tampoco el ser humano puede abandonar el bienestar colectivo en aras del egoísmo individual. Cita al sacerdote francés, sociólogo Charles Antoine y al español, de orientación krausista, Eduardo Pérez-Pujol (1830-1894), para explicar que el Estado existe para construir el bien común. Permitir la iniciativa privada donde ella puede ensanchar la prosperidad. Adelantar la participación estatal en sectores donde el esfuerzo individual sea insuficiente. Un apoyo indispensable a la justicia social, es la estructuración de un régimen tributario. Los legisladores deben tomar en cuenta las realidades nacionales para hacer las leyes y solucionar los complejos problemas del país. Propone que la corporación donde es recibido, formule un proyecto de Constitución moderno, científico y adaptado a las circunstancias del país6.

6. La libertad de expresión: la madre de todas las libertades Con motivo de divulgarse la intención del gobierno del General Eleazar López Contreras de establecer una Ley de Imprenta, Simón Planas Suárez se aboca a reflexionar sobre la libertad de expresión en las democracias liberales. Es fundamental el derecho humano de cada persona a expresar honestamente lo que le dicta su conciencia sobre los problemas económicos, sociales, políticos y culturales que acontecen en su entorno. La libertad de palabra es la libertad esencial entre todas las garantías ciudadanas. Se pregunta Planas Suárez ¿Para qué se propone una Ley de Imprenta si las posibilidades y límites legales de la libertad de expresión ya están fijadas en la Constitución vigente de 1936?. Es de temer un instrumento legal de ese tipo, pues, en una democracia incipiente como la venezolana de esos años, los derechos constitucionales son percibidos como dádivas del Presidente de la República, en vez de como derechos irrenunciables. 6

Simón Planas Suárez. Disertaciones y Escritos. Buenos Aires: Imprenta López, 1962, pp. 20, 32, 37-38, 44-47 y 55.

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Planas Suárez comenta aquellos períodos de nuestra historia plenos de libertad de expresión: entre estos los gobiernos del general Juan Crisóstomo Falcón, Juan Pablo Rojas Paúl, Raimundo Andueza Palacio y Joaquín Crespo. En sentido contrario, han actuado otros gobiernos, tales como el del general López Contreras que hasta impuso multas contra los escritores para que se abstuvieran de expresar sus opiniones. La libertad de expresión debe mantenerse en el carril de la razón para fomentar el bien público. Así como critica a López Contreras, alaba al General Isaías Medina Angarita por su respeto irrestricto a la libertad de expresión. En la naciente democracia venezolana hay que respetar la libertad de expresión, pues es un baluarte de las libertades republicanas. La prensa libre e ilustrada, que se mantiene dentro de la normas de urbanidad y decencia, sabe criticar o aplaudir los actos del gobierno con imparcialidad y vela honradamente por la defensa de los intereses nacionales. Mientras quien se exprese lo haga con decoro y en beneficio de la tranquilidad nacional, no debe ser acosado por sus ideas. La prensa debe incluir todas las opiniones y no depender de un sector especial para sostenerse7. En junio de 1942, continúa disertando sobre el tema. Indica que se deben divulgar las ideas por todos los medios posibles. Así se generalizarán y las conocerán quienes deben velar por el bien colectivo. Nadie puede reservarse para sí la posibilidad de expresar su opinión, o considerar la suya la única idea válida. Las autoridades están para servir a la comunidad y la libertad de expresión garantiza el flujo de las distintas ópticas para alcanzar este cometido. La prensa es el vehículo de comunicación para plantear las necesidades ciudadanas a quienes desempeñan los altos cargos públicos. Los gobiernos que restringen la libertad de hablar y escribir van directo a la tiranía. Las críticas se rebaten con argumentos y con las obras ejecutadas. La libertad de prensa bien ejercida es hasta un complemento de la educación pública. En un país donde hasta el más insignificante y remoto funcionario se siente subordinado al Poder Ejecutivo, la libertad de criticar la acción de los gobernantes es esencial8. Basa sus reflexiones en un escrito de Rafael María Baralt La libertad de imprenta, de 1849, y en discursos del Presidente de la República, Isaías Medina Angarita. 7

8

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Simón Planas Suárez Páginas de preocupación y patriotismo (1936-1941) Buenos Aires: Año del Libertador General San Martín, 1950, pp. 309-318. Simón Planas Suárez. Ob. Cit., pp. 319-327.

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7. No reelección, reducción de constitucionales, sufragio directo

los

períodos

Realizando una suerte de vasta e incansable labor de pedagogía política, toca estos temas álgidos en tiempos de la transición lopecista. Se sustenta en Antonio Leocadio Guzmán quien desde las páginas del periódico El Venezolano, allá por 1840, reivindicó que los regímenes republicanos y liberales, basados en la soberanía popular, deben legitimarse periódicamente con las elecciones. Planas Suárez defiende el principio alternativo que en Venezuela ha sido una farsa. Pues, por un lado, quienes han tomado el poder han tratado siempre de conservarlo de manera indefinida. Eso sí, guardando las formalidades. A veces han entregado el poder a un sucesor que tiene el compromiso de devolverle, más adelante, al que la cede, la maquinaria del Estado. En Venezuela nunca han funcionado las instituciones. El Presidente de la República de turno suele creerse un predestinado. Ante este panorama reducir el período presidencial de siete a cinco años y establecer la no reelección sería un precedente significativo para establecer finalmente prácticas auténticamente republicanas. Incentivar la educación cívica, la alternabilidad en el poder, que el Presidente no nombre a su sucesor y un Poder Legislativo que no sea apéndice del primer mandatario nacional, fortalecerá las libertades en Venezuela. 9 Esta labor a de completarse con el voto directo, pero excluyendo a los analfabetas. Así opina en el periódico Ultimas Noticias, de Caracas, el 30 de noviembre de 1951. Mantiene así un viejo prejuicio liberal, según el cual, una persona inculta, sin ilustración, no puede deliberar ni participar en los asuntos públicos. Sorprende, por cierto, esta opinión si tomamos en cuenta que la Constitución de 1947 estableció el voto universal, directo y secreto, incluyendo a los que no supieran leer ni escribir. 10 Y la gente humilde y trabajadora demostró tanta sensatez como el más cultivado, si es que lo estaban, de los políticos de la época.

8. Refundar el Partido Liberal En ese contexto de efervescencia participativa y ciudadana, de amplias libertades de expresión y política que garantizó el medinismo, se propuso Simón Planas Suárez refundar el glorioso Partido Liberal bajo el nombre de “Unión 9 10

Simón Planas Suárez. Páginas de preocupación y patriotismo, pp. 345-386. Simón Planas Suárez Cuestiones Internacionales y políticas .Buenos Aires: Imprenta López, 1962, pp. 178181.

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Liberal”. A esa organización política decimonónica debe Venezuela –afirma Planas Suárez-la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte; la instrucción pública, gratuita y obligatoria. La lucha contra las rancias oligarquías y la necesidad de implantar partidos doctrinarias y el amplio y libre debate de ideas. El programa de la flamante estructura partidista era el siguiente: nueva Constitución, reformar la administración pública, voto directo para los venezolanos mayores de edad que sepan leer y escribir; lucha contra el analfabetismo; capacitación popular; establecimiento gradual del voto de la mujer; políticas sociales que permitan el abastecimiento popular; Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones”; Impuesto sobre la Renta; Creación de la Carrera Administrativa, entre otras reivindicaciones. Acompañan en el empeño evolutivo y reformista de Planas Suárez, entre otros, Ramón David León y Nerio A. Valarino. Lamentablemente, por razones “estrictamente personales”, Planas Suárez renuncia el 26 de septiembre de 1942 al naciente partido. 11 Estas afirmaciones sobre el significado histórico del Partido Liberal en Venezuela, obedecen a una mitificación diseñada por los más distinguidos escritores posteriores a la guerra federal del siglo XIX venezolano. Entre estos, Laureano Villanueva, Francisco Tosta García y Francisco González Guinan. Pero sus convicciones liberales, atemperadas por los reclamos democráticos, son muy firmes. Pero ¿Cómo debe ser el magistrado que rija los destinos de Venezuela? En sus campañas de prensa afirma que debe ser hombre previsor. Repudiar las ideologías exóticas que conducen a las masas a la anarquía. Enfrentar la idea de la lucha de clases con una óptica y una práctica que hagan converger a todos los grupos sociales hacia la convivencia y a la prosperidad en el trabajo. El presidente que oriente al país hacia la construcción de un Estado civilizado debe amparar el derecho de propiedad, el comercio, la industria y las actividades agrícolas y pecuarias. Debe estimular el trabajo, el espíritu de empresa y la asociación. Quien gobierna debe ser lealmente republicano, liberal, y hacerlo en función de las necesidades nacionales. Igualdad, derechos y justicia para todos en un régimen republicano ese es el lema de Planas Suárez. Educación cívica, republicana y técnica hará hombres prósperos y cultos que sabrán resistirse en contra de los despotismos12. En 1963, en presentación a una nueva edición del libro de H. PérezDupuy El Liberalismo económico y la economía dirigida, remacha nuevamente que es un hombre progresista y liberal. Hombre de evolución y no de revolución. Partidario 11 12

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Simón Planas Suárez Páginas de preocupación y patriotismo, pp. 495-516. Simón Planas Suárez Rumbos Liberales. Caracas. Lit. y Tip. Del Comercio, 1939, pp. 93-106 y 157-165.

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con Pérez-Dupuy de la libertad de empresa y de trabajo. Cree en la efectiva libertad del hombre culto que se resiste a las dictaduras, pónganle el nombre que le pongan. Esta suerte de acto de fe postrero, morirá en 1967, lo reafirma en su amor a la libertad, a la igualdad y a un sistema que lucha contra todo monopolio, político o económico, ya sea de entidades privadas o del Estado. Es firme en su lucha contra el comunismo al que ve como una espantosa forma de barbarie.13 No se acoge a individualismos ni a colectivismos extremos. Su pensamiento es liberal y cristiano.

9. Pensamiento cristiano En efecto, desde fecha muy temprana Planas Suárez muestra su fervor cristiano y el respeto y la adhesión a la máxima autoridad de la Iglesia Católica, El Papa. Sostiene en su estudio del Derecho Internacional, de 1916, que el Papado más que un poder material y temporal involucra una ascendencia moral, un poder espiritual. Esto tanto antes de la unificación de Italia como después. Su influencia se ejerce sobre los cristianos católicos de todo el mundo, es universal.14 Años después, pronuncia un discurso en Lisboa, el 6 de febrero de 1925, en la solemnidad organizada para conmemorar el tercer aniversario de la exaltación al papado de su Santidad Pío IX. Esa pieza de oratoria intitulada El Papado, su influencia en la civilización, en las relaciones internacionales y en la paz universal, indica cómo con la concordia y la misericordia cristiana el mundo antiguo suavizó, en cierta forma, sus rudas y violentas prácticas. La Iglesia aconsejó moderar el absolutismo con la prudencia y la justicia, y los Reyes accedieron a la sabia recomendación. En medio de las guerras y convulsiones la cristiandad ha ofrecido valores imperecederos de amor, fraternidad y paz. Mientras los imperios y otras instituciones han desaparecido el Papado se erige como una potestad milenaria. El Derecho, el orden, la justicia, aspectos fundamentales de la Cultura Occidental derivan, entre otras fuentes, de la antiquísima cosmovisión cristiana. Las más sanas doctrinas jurídicas internacionales que predican el arbitraje, la solución pacífica de los conflictos y el avenimiento de los pueblos por la paz y el tráfico comercial, son consecuencia directa de la prédica de amor y de humanización de la guerra que emana de la doctrina pontificia. La concepción de la humanidad regida 13

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Simón Planas Suárez. “Prefacio” a H. Pérez-Dupuy El liberalismo económico y la economía dirigida. Buenos Aires: Imprenta López, 1963, 322 p. Simón Planas Suárez. Tratado de Derecho Internacional Público, Madrid: Hijos de Reus, 1916, v. 1, Cap. III, pp. 364-372.

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por una sola fe, la idea de humanidad, está directamente relacionada con la noción de igualdad de todos los hombres por ser hijos de Dios y de la voz Cristiandad y de la de catolicidad. Todos regidos por unos mismos valores y un mismo Dios. La aspiración de una Sociedad de Naciones, inspirada en la idea del derecho y de la justicia, es la expresión secularizada de la fraternidad entre los hermanos, entre todos los hombres y todos los pueblos.15 En abril de 1938, considera que el derecho natural, las leyes, persiguen es el fin cristiano de elevar al hombre en su libertad y en su dignidad. El mejor complemento de una educación republicana es una formación cristiana, pues, el buen cristiano es buen patriota y buen ciudadano. Siempre con Planas Suárez, éste expone en 1939 que se ha divulgado, contrariamente a la realidad, que la Iglesia Católica ha estado de espaldas a los desamparados. Por el contrario, la más somera revisión de la historia y de las doctrinas cristianas, muestran la alta sensibilidad social y la necesidad de atemperar los excesos de la política con la prudente sabiduría cristiana. Las leyes de Indias, dictadas para proteger a los indígenas de América contra los abusos de los conquistadores, es evidencia de esa proximidad con los que sufren. El mandato cristiano de hacer el bien, el respeto a la persona humana también lo es. Señal de afecto y adhesión a los humildes. Sin la Religión de Cristo impera la violencia y la esclavitud del hombre ante el Estado. La tradición cultural y filosófica Occidental y la doctrina de los padres de la Iglesia dictan a los gobiernos que deben administrar con justicia y en función del bienestar de los súbditos y los ciudadanos. Los grandes juristas de la Iglesia han reflexionado en torno de que el poder reside en el pueblo, quien lo delega en un mandatario. Nada más alejado de sus enseñanzas que el apoyo de tiranías, dictaduras o regímenes totalitarios. Todo lo contrario, por eso los regímenes nazi-fascistas y comunistas atacan a la Iglesia: por su defensa de la libertad creadora y de la digna conciencia del hombre. Trae a colación a Luis de Molina, a Domingo de Soto, Diego de Covarrubias, Alfonso de Castro, Francisco de Vitoria y Francisco Suárez. Grandes juristas de la celebérrima Escuela de Salamanca. Apela al derecho a la desobediencia civil, a la resistencia contra los gobernantes opresores. Todo poder debe tener controles y subordinarse a las leyes. El objetivo de la sociedad, de la política y del Estado es el bien común, la libertad y la igualdad de los asociados en la comunidad. Planas Suárez se muestra enemigo de los abusos de autoridad, pero igualmente marca distancia de los excesos de las masas. También rezuma 15

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Simón Planas Suárez Disertaciones y Escritos. Buenos Aires: Imprenta López, 1961, pp. 147-161.

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Simón Planas Suárez y su visión de Venezuela

su republicanismo el más fervoroso bolivarismo16. Su aceptación del principio de caridad no fue sólo conceptual. Donó sus abundantes bienes a la Cruz Roja Venezolana. Dicha fortuna la administra la Universidad Católica Andrés Bello y con ella se han establecido espacios asistenciales, culturales y educativos para atender a los más desfavorecidos. Por supuesto, que esta exposición sobre el desempeño del Papado y el cristianismo católico en la Historia Universal, están sujetas a una valoración crítica menos fervorosa que la de Simón Planas Suárez.

10. El internacionalista Simón Planas Suárez defiende la tesis de la No intervención absoluta. De la solución pacífica de los conflictos, del arbitraje, de la organización internacional de los Estados respetándoseles su soberanía e independencia. Partidario a ultranza de la integración Hispanoamericana la cual confunde, a nuestro humilde parecer, con las doctrinas monroístas y panamericanistas preconizadas por Estados Unidos. Empero, afirma Planas Suárez que nuestros pueblos son una comunidad histórica debido a la experiencia común durante los procesos de descubrimiento, conquista, colonización, emancipación y la consolidación -luego de períodos de inestabilidad de sus proyectos nacionales republicanos, liberales y democráticos. Hispanoamérica tiene una tradición, una doctrina de Derecho Internacional Público que surge con los discursos de las intentonas mirandinas, con los proyectos y realizaciones bolivarianas, en especial el Congreso de Panamá. Varios esfuerzos integracionistas adelantados durante el siglo XIX, los escritos de juristas como Alejandro Álvarez, Rafael Seijas, Carlos Calvo, José María Torres Caicedo. Estos postulados se basan en la solidaridad, la cooperación, la justicia y la paz. De allí el repudio a alianzas como la “Sociedad de Naciones” que fue la organización de los vencedores contra los derrotados en la primera guerra mundial. También rechaza las injusticias como las cometidas contra Venezuela, por la vecina Colombia, en el Tratado de Límites de 1941. Muestra una inocultable animadversión hacia el vecino país y rechaza cualquier alianza distinta a la integración hispanoamericana con este Estado. Descalifica, por ejemplo, a la flota mercante Grancolombiana. Y festeja a José Antonio Páez por liberar a Venezuela, en 1830, del yugo de la antigua Nueva Granada. Pero continuemos. 16

Simón Planas Suárez. “La Iglesia, la soberanía popular y las clases trabajadoras” en: Boletín de la Academia de Ciencias Política y Sociales. Caracas: Abr./Jun. 1939, Tomo IV, número 2, pp. 84-105.

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La fuerza de los pequeños Estados reside en la solidez de sus alianzas con pueblos hermanos, en la firmeza de sus instituciones y en evitar conflictos entre ellos. Ya en tiempos más próximos, como los años sesenta del siglo XX, su espíritu de beligerante anticomunista se exacerba ante el peligro de una Cuba marxista-leninista. La existencia de este foco de revueltas y esclavitud escribía en El Universal, Caracas, del 8 de abril de 1961, obligaba a los países latinoamericanos a no esperar la intervención norteamericana, sino a planificar una acción militar contra la isla, organizada por los países hispanohablantes, conformada por contingentes hermanos desde México hasta Argentina.17 Esta sorprendente y discutible propuesta, muestra lo caliente del clima de la guerra fría durante aquella convulsionada década de los sesenta del siglo XX. En descargo de Planas Suárez, recordemos el apoyo de Cuba socialista a intentos de golpes de Estado izquierdistas y a grupos guerrilleros en Colombia, Venezuela y Bolivia, entre otros países de América Latina. Urgía defender los valores republicanos, liberales y democráticos prevalecientes en el continente, ante el régimen comunista cubano.

11. Palabras finales De manera, pues, que estamos frente a un héroe civil de Venezuela. Con una obra y una vida portentosa, puestas al servicio del país. En ella encontramos que se repudian las guerras civiles padecidas por los pueblos hispanoamericanos y se anhela la paz interior para nuestros pueblos. Planas Suárez ejerció de maestro de civismo a lo largo de unos sesenta años en los cuales escribió en la prensa y las revistas más prestigiosas del continente y Europa. Consideró la necesidad de la inmigración en países enormes y casi sin población. Entendió la urgencia de incorporar tecnología y capitales europeos para transformar nuestro agreste medio. Defendió un Estado árbitro, democrático, liberal, republicano, que disminuyera la confrontación agresiva entre los distintos grupos sociales. Argumentó en contra de la lucha de clases y del uso de la violencia en la política. Hizo la apología de la libertad de expresión como la madre de las demás libertades y garantías ciudadanas. Fue enemigo de la reelección y partidario de períodos presidenciales cortos y del sufragio directo. De cabales, profundas, convicciones liberales y cristianas. Como internacionalista, muestra una producción bibliográfica abundante y compleja, que tiene que ser evaluada, criticada y rescatada por las nuevas generaciones de profesionales en ese ámbito. 17

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Simón Planas Suárez. Cuestiones Internacionales y Políticas. Buenos Aires: Imprenta López, 1962, pp. 234-235.

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Visiones sobre un memorialista. Tulio Febres Cordero ante la historiografía y la crítica

Visiones sobre un memorialista. Tulio Febres Cordero ante la historiografía y la crítica Háncer González Sierralta A Belis Araque, directora sempiterna de la Biblioteca Febres Cordero, quien me abrió las puertas de la institución y enseñó a valorar a Don Tulio.

1. Introducción La personalidad cultural y la producción literaria, periodística e historiográfica de Tulio Febres Cordero1 han sido atendidas por los estudiosos del siglo pasado y, más recientemente por los del que comienza. Entre los numerosos autores podemos destacar a Gonzalo Picón Febres, Rafael Angarita Arvelo, Diego Carbonell, Lisímaco Carrillo, Pedro Díaz Seijas, Roberto Picón Lares, Mariano Picón Salas, Pedro Nicolás Tablante Garrido, Alfonzo Cuesta y Cuesta, Domingo Miliani, Constantino Maradei, Lubio Cardozo, Alberto Rodríguez Carucci, Gregory Zambrano, Ildefonso Méndez Salcedo, Lucía Marckovich, Luis Ricardo Dávila y Ricardo Gil Otaiza, quienes han realizado valiosos trabajos sobre el escritor merideño. 1

Escritor, historiador, profesor universitario y periodista, nacido en Mérida el 31 de mayo de 1860. Murió en la misma ciudad un 3 de junio de 1938. Latinidad y Filosofía son los cursos que sigue a partir de 1871, cuando ingresa a la Universidad de Los Andes, graduándose de bachiller en 1878. Cabe destacar que durante esta etapa de su vida toma lecciones de diversos oficios que le serán de gran utilidad en el futuro: zapatería, relojería, tipografía, encuadernación, caligrafía, dibujo y pintura. En la Universidad inicia sus estudios de Derecho, carrera que culmina en 1882, cumpliendo con todos los requisitos pero por decisión propia llega a doctorarse 18 años más tarde. Su relación con la institución fue larga y fructífera, principalmente como catedrático de Historia Universal (1892-1924), Vicerrector Interino (1912) y Rector Honorario (1936). Entre sus muchas publicaciones podemos destacar: Apoteosis de Colón: escritos relativos a la celebración del IV Centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo (1890), El Derecho de Mérida a la costa sur del Lago de Maracaibo (1891), Estudios sobre etnografía americana (1892), Colección de Cuentos (1902), Don Quijote en América: o sea la cuarta salida del ingenioso hidalgo de La Mancha (1905), La revolución de 1810 en la Provincia de Barinas (1908), Actas de Independencia de Mérida, Trujillo y Táchira en 1810 (1910), Documentos para la historia del Zulia en la época colonial (1911), La Hija del Cacique o la Conquista de Valencia (1911), Décadas de la historia de Mérida (1920), Historia de Los Andes. Procedencia y Lengua de los Aborígenes (1921), Memorias de un muchacho (1924), Archivo de Historia y Variedades (1930-1931), y Clave histórica de Mérida (1941).

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El historiador Ildefonso Méndez Salcedo, uno de sus biógrafos más autorizados, ha señalado que la obra escrita de Tulio Febres Cordero comprende varias facetas, se ocupó de temas propios de la historia, la literatura, la antropología, el derecho, la educación, y otras ramas del conocimiento, sirviéndose de varios géneros como la crónica, el ensayo, el cuento, la novela y la poesía. Además es polifacética en cuanto a temas y formas de expresión con un constante tratamiento de los acontecimientos históricos, preferentemente aquellos ubicados en el conglomerado geográfico e histórico: Mérida, Los Andes y sus áreas de influencia.2 La abundante producción intelectual de Febres Cordero, según el investigador Gregory Zambrano, ha hecho que se le considere como uno de los escritores venezolanos más fecundos de su tiempo, fue cronista, periodista, y narrador y, simultáneamente tipógrafo e impresor; pero con mayor asiduidad y persistencia, emprendió el estudio de la historia nacional, disciplina a la que le dedicó la mayor parte de su vida.3 Evaluar la actuación intelectual de Tulio Febres Cordero no es tarea fácil, siendo tan amplia y variada. Nos proponemos en este artículo tocar otros tópicos menos trabajados, haremos una evaluación crítica de la historiografía producida sobre él, con el propósito de conocer cómo ha sido estudiado por sus biógrafos, e intentaremos establecer las fuentes con las cuales han sustentado sus trabajos, apreciando principalmente aquellos publicados después de su fallecimiento. No analizaremos todos los artículos por cuestiones de espacio, pero al menos resaltaremos los libros más representativos. No pretende ser un trabajo acabado y perfecto, puesto que es nuestro primer acercamiento a tan importante personaje y amplia temática. Esperamos sea un humilde aporte a la revisión historiográfica sobre Don Tulio, que sin duda debe ser profundizada y valorada, pues esto permitiría a los investigadores que se interesen por el escritor merideño, conocer algunas de las indagaciones que se han publicado hasta hoy en día.

2. Acercamientos pioneros 1938 sería un año triste para las letras merideñas, moría Tulio Febres Cordero y se iniciaba una producción historiográfica sobre su actuación y 2 3

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Ildefonso Méndez Salcedo: Seis temas de Historia venezolana. Caracas, s.n. 1995. pp. 96 y 104 Gregory Zambrano: Tulio Febres Cordero y la tradición humanística venezolana. Mérida, Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, 2010. (Col. Sesquicentenario de Don Tulio Febres Cordero), p. 13.

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producción literaria. Cabe destacar que estando en vida al autor le dedicaron estudios biográficos, además fue valorada ampliamente su obra intelectual a través de artículos periodísticos.4 Entre los primeros trabajos dedicados al personaje encontramos el de Tulio Amado Jiménez, El viejo ha muerto. Homenaje a Tulio Febres Cordero (1938)5, folleto donde se presenta una semblanza anecdótica del personaje. In Memoriam, manifestación de gratitud de la familia del Dr. Tulio Febres Cordero por los homenajes tributados a su memoria, con motivo de su muerte, y por los pésames que los deudos han recibido en esta pena (1938)6, contiene tres trabajos, uno de ellos de su hijo José Rafael, en el cual hace algunos comentarios sobre la enfermedad de su padre, su muerte, los honores póstumos, la misa pontifical, el entierro, los acuerdos, decretos, las adhesiones de duelo, los discursos, páginas en la prensa, telegramas, cartas y tarjetas. Los otros dos son meras palabras de agradecimiento de Antonio y Miguel Febres Cordero por el apoyo de la colectividad merideña en la trágica hora. Por su parte José Humberto Quintero en su Don Tulio (1938)7 publicó la oración fúnebre pronunciada en la iglesia metropolitana de Mérida momentos antes del entierro, resaltando varias facetas del personaje, el católico, el historiador, el literato y el hombre. La conferencia de Roberto Picón Lares titulada Elogio de Don Tulio Febres Cordero. El escritor, el medio, el hombre (1938)8 sin duda será uno de los trabajos ampliamente 4

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Según una carta enviada por Gabriel Febres Cordero a Tulio Febres Cordero en 1895 se comenta que el escritor Rafael Bolívar había realizado una biografía sobre el escritor merideño. Véase: Biblioteca Febres Cordero. Correspondencia Gabriel Febres Cordero. 1895. Carta a Tulio Febres Cordero del 13 de agosto de 1895. En adelante BFC. Las valoraciones contemporáneas sobre la obra de Febres Cordero pueden ser consultadas en un libro de recortes de periódicos titulado: “Juicios varios sobre la obra literaria y artística del Dr. Tulio Febres Cordero. Libro de recortes de 1928” que él mismo organizó y empastó, identificado con el número 318 de su biblioteca personal, actualmente ubicado en la BFC. Asimismo el trabajo de Domingo Tejera: Tulio Febres Cordero, esbozo biográfico. Mérida, S.E. 1916; el artículo de Mariano Picón Salas “Para Don Tulio Febres Cordero” en: Buscando el Camino. Caracas, Editorial Cultura Venezolana, 1919. Y el “Homenaje a Don Tulio Febres Cordero” publicado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia número 69 de los meses correspondientes a enero-marzo de 1935, entre otros. Lo que nos hace ver que el escritor supo el influjo y prestancia que alcanzó su escritura ya en vida. Tulio Amado Jiménez: El viejo ha muerto. Homenaje a Tulio Febres Cordero. Caracas, Tipografía Americana, 1938. In Memoriam, manifestación de gratitud de la familia del Dr. Tulio Febres Cordero por los homenajes tributados a su memoria, con motivo de su muerte, y por los pésames que los deudos han recibido en esta pena. Mérida, Tipografía El Vigilante, 1938. José Humberto Quintero: Don Tulio. Mérida, Tipografía El Vigilante, 1938. También pueden valorarse el artículo de Pedro del Répide: “Elogio de Don Tulio Febres Cordero” del Boletín de la Academia Nacional de la Historia, número 82, correspondiente a los meses de abril-junio de 1938, entre las paginas 101-105. Y el folleto de Manuel Antonio Pulido Méndez: Don Tulio y la Universidad. Mérida, Imprenta del Estado, 1939. Roberto Picón Lares: Elogio de Don Tulio Febres Cordero. El escritor, el medio, el hombre. Caracas, Cooperativa de Artes Gráficas, 1938.

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citado por posteriores investigadores. Describe el medio ambiente en el cual vivió, se acerca a la obra literaria reseñando algunas de sus obras, Memorias de un Muchacho, La Hija del Cacique, Don Quijote en América, y cuenta algunas anécdotas de su relación personal con Tulio Febres Cordero. Valora su trabajo en la tipografía El Lápiz y sus estudios históricos que transitaron “terrenos vírgenes”, gracias a la mina inagotable de los archivos de Mérida. Llega a señalar que Don Tulio fue la perfección hecha carne y además crea el mito de que su vida fue de pobreza suma y de penosa escasez. Dentro de los trabajos iniciales se enmarcan los homenajes póstumos, como el realizado por la Sociedad San Rafael Arcángel en 1944, los ensayos de Luis José Silva Luongo y Víctor Manuel Giménez, y el folleto contentivo de los discursos pronunciados en la inauguración de la avenida y plaza Tulio Febres Cordero de Mérida en 1954, por Vicente Tálamo, gobernador del estado, Luis Spinetti Dini, en nombre de la junta pro-monumento, Daniel Roa Moreno, profesor del Instituto Nacional de Comercio Tulio Febres Cordero , y José Rafael Febres Cordero en nombre de la familia. En ellos se confunden las loas al gobierno de turno con la vida del ilustre merideño.9 “Don Tulio, rapsoda de Mérida” será el título que el escritor Mariano Picón Salas le pondrá al prólogo de la compilación del escritor merideño titulada Mitos y Tradiciones. En él se puede observar una semblanza anecdótica donde se entrelazan la cotidianidad de la ciudad con la vida de Febres Cordero, se informa sobre la genealogía de los Febres Cordero y valora su interés por el estudio de la Historia de Mérida. Le endosa epítetos como el mejor y más enamorado testigo de la ciudad, el rapsoda y depositario de todos los secretos de la ciudad, el insustituible resucitador de muertos, y el merideño que siempre se quedó por tantos otros que partimos. 10

3. El peso de las Obras completas En 1960 se cumplió el centenario del nacimiento del tipógrafo merideño y la forma más importante de exaltarlo fue publicando sus Obras Completas,11 9

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Homenaje que la Sociedad San Rafael Arcángel dedica al señor Dr. Tulio Febres Cordero al cumplirse seis años de su muerte. Mérida, S.E. 1944; Luis José Silva Luongo: Tulio Febres Cordero. Mérida, Editorial Salirrod, 1951; Víctor Manuel Gimenez: Tulio Febres Cordero. Caracas, Ediciones de la Fundación Eugenio Mendoza, 1954. (Colección Biografías, 16); Inauguración en la ciudad de Mérida de la avenida y plaza que llevan el nombre de Tulio Febres Cordero y del monumento erigido a su memoria. Mérida, Imprenta del Estado, 1954. Mariano Picón Salas: “Don Tulio, Rapsoda de Mérida” en: Tulio Febres Cordero: Mitos y Tradiciones. Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación, 1952. (Colección Biblioteca Popular Venezolana, 48) Tulio Febres Cordero: Obras Completas. Bogotá, Antares Limitada, 1960. Tomo I: Procedencia y Lengua de los Aborígenes de Los Andes Venezolanos, Décadas de la Historia de Mérida, El derecho de Mérida a la Costa Sur del Lago de Maracaibo, Tomos II y III Archivo de Historia y Variedades, Tomo IV Clave histórica de Mérida, Historia

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contentiva de 6 tomos. La comisión editora estuvo integrada por Ernesto Jerez Valero, presidente, Carlos César Rodríguez, vicepresidente, los secretarios Ramón Darío Suárez y Pedro Nicolás Tablante Garrido, y el asesor José Rafael Febres Cordero. El prólogo fue escrito por Rafael Caldera quien se encargaría de observar algunos aspectos biográficos, interesándose por la interpretación de Don Tulio sobre la Historia y su idea de Pancriollismo, valorando positivamente la labor de compilar sus trabajos, sin dejar de lado el recuerdo emotivo de la visita al personaje en 1936. A partir de entonces las Obras Completas se convertirían en la fuente fundamental para cualquier estudio que se acerque a la figura del intelectual merideño.12 Un estudio interesante fue el realizado por el escritor Pedro Nicolás Tablante Garrido que tituló Periodismo merideño. El Lápiz de Don Tulio. Canjes 18851896 (1985)13 en el cual destaca su labor periodística, valora el cambio como una forma de conservación de los periódicos publicados en épocas pasadas. No por

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del Zulia, Tomo V Don Quijote en América, La Hija del Cacique, Tomo VI Colección de Cuentos, Memorias de un Muchacho y Páginas Intimas como apéndice de ese tomo. La segunda edición de las obras es publicada en 1991, por el Banco Hipotecario de Occidente, ampliándose a 9 Tomos los mismos anteriores más los Tomos VII Paginas Intimas, Tomo VIII Páginas Sueltas y Tomo IX Memorias de Tulio Febres Cordero 1910 este último con cronología, prólogo y notas de Beatriz Martínez de Cartay. Cabe destacar que la segunda edición tienen el mismo prólogo del expresidente venezolano Rafael Caldera. Las diversas colecciones de materiales que atesoraron entre la familia Febres Cordero a lo largo de los años, y el propio Tulio Febres Cordero y su hijo José Rafael, fueron donadas al Estado venezolano en 1977, específicamente en especial a la Biblioteca Nacional. Un año más tarde se inauguró, el 4 de noviembre de 1978, la Sala Febres Cordero, institución que preserva unos fondos documentales y bibliográficos muy variados. Nombrémoslos rápidamente: la sección bibliográfica consta de libros, folletos y hojas sueltas publicados en los siglos XIX, XX y XXI. Asimismo, encontramos publicaciones oficiales venezolanas del siglo XIX hasta la actualidad. La sección hemerográfica está conformada por una de las más grandes colecciones de publicaciones periódicas venezolanas del siglo XIX y principios del siglo XX que existen en el país, los más de 3.000 títulos están disponibles en microfilms. También algunos títulos de prensa de los países caribeños, suramericanos, europeos y norteamericanos. La sección Manuscritos, constituida por más de 30.000 piezas, originales y copias, está compuesta esencialmente por el acervo documental producido, recibido, acumulado de procesos históricos y culturales de diversas épocas que abarcan desde el período de la Colonia hasta 1950, y desarrolladas en diferentes espacios de la geografía nacional. Son de destacar los manuscritos y correspondencias de Tulio Febres Cordero. La sección audiovisual está conformada por fotografías en físico de Mérida de finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. De igual forma, la colección de imagotipos realizados por Tulio Febres Cordero y su hijo José Rafael Febres Cordero, y los carteles, plegables, tarjetas. Aunque la Biblioteca ha funcionado regularmente desde su inauguración y las colecciones que señalamos anteriormente se han procesado técnicamente, consideramos que los biógrafos del personaje no la han consultado lo suficiente. Pedro Nicolás Tablante Garrido: Periodismo merideño. El Lápiz de Don Tulio. Canjes 1885-1896. Mérida, Gobernación del Estado Mérida, 1985. (Número 52). Posteriormente publicará otro trabajo titulado Don Tulio. Académico. Escritor. Mérida, Centro Cultural Tulio Febres Cordero, 1997.

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casualidad publica el autor su investigación ese año, pues se cumplía el centenario de haber salido de la imprenta el primer número del famoso periódico, lo cual también motivó que la gobernación del estado Mérida, la Biblioteca Nacional, la Sala Febres Cordero y el Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes coeditaran una edición facsimilar de aquella publicación, con introducción de la historiadora Belis Araque.14 Cuando al clérigo Constantino Maradei le propusieron escribir una breve biografía de Don Tulio señaló que sobre el personaje se había escrito mucho, pero no enfocado como un modelo de “orientación cristiana y hogareña”. En su Don Tulio Febres Cordero (El Caballero de la ciudad de los caballeros) (1987)15 exalta Maradei los valores cristianos del historiador merideño y de su familia. Es uno de los pocos trabajos que utiliza la correspondencia de Febres Cordero. Destaca resumidamente sus diversas facetas como literato, historiador, periodista, profesor universitario. El libro se publicó en honor a la conmemoración de las bodas de oro de la muerte de Tulio Febres Cordero, algo que nos llama la atención. Un año más tarde, en 1988 se publicó la primera edición del Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar, y le correspondió a Héctor Pérez Marchelli, redactar el artículo sobre el escritor merideño en el cual no aporta mayores datos de los presentados por sus antecesores.16 Una obra de referencia principal a la hora de ubicar los trabajos publicados sobre el periodista merideño fue la realizada por Licenciada en Letras Rosalba Mirabal, quien agrupó en su Bibliografía de Tulio Febres Cordero (1992)17 225 registros, divididos en dos grandes secciones, la bibliografía directa, en la cual se organizan las publicaciones del autor, primeras y posteriores ediciones, y en la bibliografía crítica, textos publicados sobre el autor. Aporta una lista de 84 investigaciones, entre estudios, artículos de prensa, reseñas, notas calificadas sobre la vida y obra 14

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Tulio Febres Cordero: El Lápiz. Mérida, Gobernación del estado Mérida, Biblioteca Nacional, Sala Febres Cordero, Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes. 1985. Constantino Maradei: Don Tulio Febres Cordero (El Caballero de la ciudad de los caballeros) Caracas, Ediciones Trípode, 1987. Héctor Pérez Marchelli: “Febres Cordero, Tulio” en: Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas, Fundación Polar, 1988, E-O, pp. 152.153. El artículo será ampliado y mejorado por Ildefonso Méndez Salcedo encargado de redactarlo para la segunda edición en 1997. Véase también: Gregory Zambrano: “Febres Cordero, Tulio” en: Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina. Caracas, Biblioteca Ayacucho, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995, Tomo II, F-N, p. 1733. Rosalba Mirabal: Bibliografía de Tulio Febres Cordero. Mérida, Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, 1992. Por esos mismos años se publica el artículo de Luis Bastidas: “La investigación etnográfica en Don Tulio” en la página literaria “Vértice”, en Frontera, mayo 30, 1993, p 2b.

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de Febres Cordero, de las cuales hemos incluido solo las que consideramos más representativas. La autora incluye algunos trabajos que no son de Tulio Febres Cordero. En sus Seis temas de Historia venezolana (1995)18 el historiador tachirense y dedicado investigador de temas de bibliografía venezolana Ildefonso Méndez Salcedo incluyó un capítulo titulado “Los aportes de Tulio Febres Cordero al estudio de la Historia de Venezuela”. Ensayo crítico donde señala que no todo en la obra de éste es acabado, perfecto y riguroso, puesto que sus trabajos contienen fallas, limitaciones y omisiones. Es una de las escasas miradas críticas a la obra de Febres Cordero, y compartimos plenamente sus planteamientos. Inicia el apartado con un acercamiento al personaje, se detiene en su producción historiográfica, estudia su concepción de la Historia y el oficio del historiador, valora su interés por la Historia de Mérida y Los Andes, y se interesa en las obras Procedencia y lengua de los aborígenes de Los Andes, Décadas de la Historia de Mérida, Clave histórica de Mérida, El Derecho de Mérida a la Costa Sur del Lago de Maracaibo, Documentos para la Historia del Zulia en la época colonial, Archivo de Historia y Variedades, y Páginas Sueltas, de ellas hace breves comentarios apreciativos.

4. Las publicaciones recientes Al cumplirse cien años de la primera edición de Don Quijote en América; o sea la cuarta salida del ingenioso hidalgo de La Mancha la investigadora literaria Lucía Marckovich publicó su trabajo Don Quijote de la Mancha, Don Quijote de América y Don Tulio de Mérida: Tres hombres y un destino (2005)19. Es un estudio pormenorizado de la obra que consta de cuatro capítulos, presenta algunos anexos que no están relacionados en la novela. No es la típica biografía, se interesa por la novelística del autor, es uno de los pocos trabajos que se centra en la valoración crítica sobre una sola publicación de Febres Cordero. Entre las fuentes utilizadas están la correspondencia enviada al impresor merideño y algunos libros personales ubicados en la Biblioteca Febres Cordero. Ese mismo año la Universidad de Los 18

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Ildefonso Méndez Salcedo: Seis temas de Historia venezolana. Caracas, s.n. 1995. Otro trabajo publicado por el autor sobre el personaje es: “Un intelectual al servicio de Venezuela”, en: Revista Nacional de Cultura, 314, Caracas, abril-junio, 2000, pp. 181-186. De ese mismo año es el artículo de Alberto Rodríguez Carucci: “Ecos de una polémica: Tulio Febres Cordero-Mariano Picón Salas” en: Academia de Mérida, 10 (Mérida enero-junio 2000), pp. 41-64. Lucía Markovich: Don Quijote de la Mancha, Don Quijote de América y Don Tulio de Mérida: Tres hombres y un destino. Mérida, Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, 2005.

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Andes reeditó la novela, con introducción del poeta e investigador Adelis León Guevara, e incluyó un tomo compilado por Belis Araque titulado Don Quijote en América recuento crítico de una novela centenaria, con introducción del investigador y poeta Gregory Zambrano, donde se puede leer la correspondencia enviada al autor en las cuales se observan comentarios, a favor y en contra, de la publicación20. El escritor y docente universitario Ricardo Gil Otaiza publicó lo que él mismo ha denominado como “la primera biografía completa que sobre Don Tulio Febres Cordero se haya escrito hasta el día de hoy”. Nos referimos a su ensayo Tulio Febres Cordero (2007)21 de la Biblioteca Biográfica Venezolana, editado por el diario El Nacional y la Fundación Bancaribe. Nos preguntamos ¿Es posible escribir una biografía completa del personaje sin revisar su archivo personal? Consideramos demasiado optimista tal afirmación, más cuando no consultó la biblioteca personal de Febres Cordero, sus manuscritos y correspondencia, ya que la fuente principal en la que sustenta su libro son las Obras Completas, por cierto cuando las cita no coloca el tomo específico del cual extrae la información, lo cual revela limitaciones en su formación metodológica. Señala el autor que sobre TFC se han escrito breves semblanzas intelectuales, aunque en el texto, no nombra ni un solo trabajo de los anteriores, ni en lo que él llama una bibliografía esencial, apartado con el cual culmina su trabajo, lo que consideramos le resta seriedad a su esfuerzo. El mayor peso del libro corresponde al apartado “En la intimidad de 20

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Tulio Febres Cordero: Don Quijote en América o sea la cuarta salida del ingenioso hidalgo de La Mancha. Sexta edición. Mérida, Universidad de Los Andes, Vicerrectorado Académico, 2005 (Colección clásicos del Pensamiento Andino); Belis Araque Compiladora: Don Quijote en América. Recuento crítico de una novela centenaria. Mérida, Universidad de Los Andes, Vicerrectorado Académico, 2005 (Colección clásicos del Pensamiento Andino). Ambos trabajos con presentación de Humberto Ruiz Calderón. Ese mismo año se publicó un pequeño folleto de José Esteban Ruiz Guevara titulado La estirpe barinesa de Don Tulio Febres Cordero. Barinas, Museo de Barinas Alberto Arvelo Torrealba, Instituto Autónomo Municipal del Patrimonio y Acervo Cultura, 2005. Conferencia leída en la Biblioteca Bolivariana con motivo del 125 aniversario del nacimiento de Don Tulio Febres Cordero, Mérida 21 de junio de 1985. También de 2005 el trabajo de José J. Contreras: Más allá de Santiago y Policarpo: Líneas incompletas para el recuento de la venezolanidad. Caracas, Ministerio para la Cultura / Concejo Nacional de la Cultura. Ricardo Gil Otaiza: Tulio Febres Cordero. Caracas, El Nacional-Bancaribe, 2007. (Biblioteca Biográfica Venezolana, 60). Planteamientos inéditos pueden observarse en los artículos publicados por Alberto Rodríguez Carucci: “Tulio Febres Cordero: Curiosidad, indagación y escritura del país” en: Comarca: Revista Cultural, 1(Mérida, octubre 2006) pp. 90-94; Suhaill Avendaño y Joel Morales: “América Latina y la lengua a finales del siglo XIX: Criterios de corrección idiomáticos de Don Tulio Febres Cordero” en: Presente y Pasado, 24 (Mérida, julio-diciembre 2007) pp. 293-320, y el de Niria Suárez y Ana Hilda Duque: “Legados y depositarios de la cultura de la Europa Segunda en la formación de pensamiento local: el caso de Tulio Febres Cordero” en: Presente y Pasado, 24 (Mérida, julio-diciembre 2007) pp. 283-292; José J. Contreras: “Atendiendo la problemática: Una aproximación al pensamiento sistémico desde Tulio Febres Cordero” en: SaberLibre.Wordpress.com. 6 de junio de 2008. Vía Internet.

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su tragedia personal” en el cual realiza una valoración inédita sobre la desventura personal que vivió Don Tulio pues le tocó superar la muerte de varios de sus seres más queridos. Se acerca al estudio de Don Quijote en América, las Memorias y la Clave Histórica de Mérida y culmina señalando su interés por conocer más a fondo a Febres Cordero porque vasta es su obra, como vasto es el horizonte, y nada – incluyendo este libro- agota el tema. Aproximación a la concepción historiográfica de Don Tulio Febres Cordero (2008)22 es el título del libro del Licenciado en Historia Rafael Lunar Leandro, publicación que es el resultado de su tesis de licenciatura en la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes.23 Valioso trabajo que comprende cuatro capítulos en los cuales se estudia la definición de Historia, su metodología, y la concepción historiográfica de Tulio Febres Cordero. Destacamos el último apartado en el cual estudia de la concepción positivista del escritor merideño, sus aportes a la historiografía venezolana, culmina con dos apéndices referidos uno a algunas opiniones de la obra del historiador merideño, mientras el otro aporta un pequeño repertorio bibliográfico. La fuente principal son las Obras Completas, aunque en el prólogo, escrito por Alexis Berríos, se habla de la utilización de referencias de primera mano, que no observamos en la obra. En el trabajo se encuentran algunos errores sobre fechas específicas de publicaciones del autor merideño.24 Don Tulio de Mérida (2010)25 de Jesús Rondón Nucete fue el discurso pronunciado por el político e investigador merideño en la Academia de Mérida el 2 de junio enmarcado en la conmemoración del sesquicentenario del nacimiento del escritor, que luego convertiría en un libro de 73 páginas con una muy completa bibliografía, donde se observan las varias ediciones de libros de Don Tulio, y artículos de revistas como El Cojo Ilustrado, Cultura Venezolana, y Fantoches, no consultadas por otros biógrafos. En la publicación se estudia la simbiosis 22

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Rafael Lunar Leandro: Aproximación a la concepción historiográfica de Don Tulio Febres Cordero. Caracas, Fondo Editorial Tropykos, 2008. Posteriormente publicará su artículo: “Una aproximación a la concepción historiográfica de Don Tulio Febres Cordero: definición y utilidad de la Historia” en: Procesos Históricos. Revista de Historia y Ciencias Sociales, 18 (Mérida, 2010) pp. 82-86. Véase: Alí Enrique López Bohórquez: “Notas de historiografía sobre Mérida: Las Memorias de Grado en la Escuela de Historia” en: En Búsqueda de la Historia, Mérida, Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, 1998, pp. 83-95. La tesis fue defendida en el año 1986 y publicada sin mayores variantes 26 años después. De ese mismo año 2008 es la tesis de Juan Diego García: “Cartas al Maestro. Estudio histórico de la correspondencia enviada desde el Táchira a Don Tulio Febres Cordero (1881-1927)” Mérida, Universidad de Los Andes, 2008. Trabajo presentado para optar al Título de Licenciado en Historia, Inédito. Jesús Rondón Nucete: Don Tulio de Mérida. Mérida, Academia de Mérida, 2010.

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entre la ciudad de Mérida y Don Tulio, la urbe y el hombre se confunden, pues casi es imposible separarlos, señala el autor. Son de primordial valor las notas al final porque presentan datos hasta ahora desconocidos de la vida de Febres Cordero, y aprecia la importancia que tiene la Biblioteca Febres Cordero para las investigaciones venideras referidas al importante personaje. Tal como lo había planteado en el trabajo biográfico antes citado Ricardo Gil Otaiza continuó estudiando al historiador merideño en su Tulio Febres Cordero. Genio y Figura (2010).26 Reunión de textos escritos, algunos inéditos, otros publicados con anterioridad, enfocados en la obra literaria. Aunque el autor señala que cada apartado fue pensado y escrito para terminar en libro lo que implica unidad temática y organicidad interna, pareciera que no fuera así. Los trabajos son meras interpretaciones de las publicaciones de Don Tulio, ya que usa como fuente principal las Obras Completas, aunque no se observa una bibliografía al final del texto. La Universidad de Los Andes en homenaje al sesquicentenario del nacimiento de Tulio Febres Cordero creó una colección de formato pequeño, pero muy llamativo, de tres publicaciones editadas, bajo la responsabilidad del Consejo de Publicaciones. La impronta intercultural como arquetipo en el mundo de Tulio Febres Cordero (2010)27 de Ricardo Gil Otaiza es una de esas obras. Ensayo en el cual estudia el contexto social e histórico de la Mérida que le tocó vivir a Febres Cordero, se refiere a la introducción de la imprenta en la urbe, resalta el trabajo tipográfico del personaje, nombra algunos periódicos de la época, y los intelectuales que trabajaron en esos proyectos editoriales. Valora la revista Génesis, su importancia, y vincula a la generación de la publicación con Don Tulio. En la investigación pareciera que Tulio Febres Cordero fuese una excusa para analizar otras temáticas de la vida cultural merideña de finales del siglo XIX y principios del XX. El investigador y politólogo Luis Ricardo Dávila es otro de los ensayistas de la colección. En su Extrañeza y asombro de lo americano. Tulio Febres Cordero y la cultura (2010)28 analiza la cultura americana, merideña y la culinaria en TFC. Critica que sus biógrafos no lo reconocen como “precoz y atildado americanista”, ya que su obra está toda hecha en función de lo americano. Este aspecto ya había sido 26

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Ricardo Gil Otaiza: Tulio Febres Cordero. Genio y Figura. Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones 2010. (Col. Creación Literaria, Serie Narrativa). Ricardo Gil Otaiza: La impronta intercultural como arquetipo en el mundo de Tulio Febres Cordero. Mérida, Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, 2010. (Col. Sesquicentenario de Don Tulio Febres Cordero). Luis Ricardo Dávila: Extrañeza y asombro de lo americano Tulio Febres Cordero y la cultura. Mérida, Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, 2010. (Col. Sesquicentenario de Don Tulio Febres Cordero).

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apuntado con anterioridad, es poco original plantearlo en el siglo XXI. Se preocupa por estudiar textos poco valorados de Don Tulio, como Apoteosis de Colón: escritos relativos a la celebración del IV Centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo, Estudios sobre etnografía americana, y La Legislación primitiva de América, donde se resaltan los componentes culturales de nuestros antepasados indígenas y españoles. Otro de los ensayos es el de Gregory Zambrano titulado Tulio Febres Cordero y la tradición humanística venezolana (2010)29. La obra consta de cuatro capítulos, en ellos se estudia la producción intelectual enmarcada en la corriente del tradicionalismo hispanoamericano y el costumbrismo. Es de destacar la valoración que hace el autor sobre la Biblioteca Febres Cordero en la historia intelectual de Venezuela. Culmina con una cronología necesaria de Febres Cordero. Cabe destacar que varios de los ensayos se habían publicado anteriormente.

5. Consideraciones finales En los trabajos iniciales o pioneros, como titulamos, se pueden observar varias características. Son valoraciones de sus contemporáneos, familiares y amigos, en los cuales pesa una fuerte carga anecdótica. La mayoría de ellos son folletos de escasas páginas, algunos llegan a los panegíricos sobre Tulio Febres Cordero, y muchos terminan siendo bastante repetitivos. La publicación de las Obras Completas de Tulio Febres Cordero tendrá a nuestro parecer una doble significación, por una parte difundir una parte de la amplia producción del escritor merideño, y por la otra convertirse en la fuente principal de los trabajos que se acercaron después al personaje. La gran mayoría de los trabajos biográficos presentados sobre Tulio Febres Cordero se encargan de valorar sus publicaciones, se concentran en el estudio de sus obras, en interpretar sus libros, salvo algunas excepciones. Asimismo, podemos señalar que las fechas conmemorativas han permitido y motivado su remembranza. Sin duda, la importancia que tiene la Biblioteca Febres Cordero no ha sido lo suficientemente valorada a la hora de investigar a Don Tulio. Teniendo Mérida 29

Gregory Zambrano: Tulio Febres Cordero y la tradición humanística venezolana. Mérida, Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, 2010. (Col. Sesquicentenario de Don Tulio Febres Cordero). Más recientemente se ha publicado el artículo de Laura Uzcáteguí Moncada: “La naturaleza del patriotismo en el discurso ensayístico y ficcional de Tulio Febres Cordero” en: Imaginarios y certezas. Juan José Barreto (Compilador). Trujillo, Universidad de Los Andes, Vicerrectorado Administrativo, Núcleo Rafael Rangel, 2011, pp. 171-174.

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tan importante institución donde se encuentra el legado intelectual del escritor, algunos biógrafos no la han consultado lo necesario, de allí una de las limitaciones de muchos de los trabajos elaborados hasta ahora, otros se han interesado sin mayor profundización en el rastreo, revisión e investigación sistemática sobre los valiosos materiales personales y familiares que allí se contienen. Aunque recientemente la historiografía sobre Tulio Febres Cordero ha valorado otros tópicos de su presencia y trayectoria, siguen existiendo temáticas no estudiadas anteriormente, como por ejemplo su trabajo como tipógrafo, su correspondencia y sus manuscritos, que son fuentes inéditas que esperan por los investigadores que las trabajen a fondo y den a conocer la figura de Tulio Febres Cordero en su cabal dimensión intelectual.

Armando Reverón: Los baños de Macuto, 1921.

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La mujer intelectual: escenarios para la reivindicación a principios del siglo XX (Aportes de Ada Pérez Guevara)

La mujer intelectual: escenarios para la reivindicación a principios del siglo XX (Aportes de Ada Pérez Guevara) Rosmar Brito Márquez María Susana Harringhton La ausencia de las mujeres en la historia significa más bien su evicción del poder que su falta de actividad. Françoise Collin.

El siglo XX venezolano se inicia con pervivencias decimonónicas, entre ellas, la necesidad de plantearse una sociedad en términos de equidad y justicia social, lo cual es constatable en las luchas reivindicativas de las mujeres, quienes todavía estaban secuestradas en el ámbito doméstico y, por lo tanto, reducidas a las labores que se consideraban propias de su sexo: la crianza de los hijos y el cuidado del hogar. No obstante, un grupo de mujeres emprendedoras se organizan para modificar dicha situación y, desde distintos escenarios, como la creación de revistas, el acceso paulatino a las universidades, la creación de espacios para la asunción de la escritura (periodismo, literatura), procuran el fomento de la conciencia de la ciudadanía y el ejercicio de los derechos civiles con el fin de alcanzar una participación cada vez mayor en la esfera pública que siempre les fue vedada, pero a la que, sabían, tenían mucho que aportar. Éste es el marco de pensamiento y acción de Ada Pérez Guevara (1905-1999), activista comprometida con todas estas labores y asume con claridad y coherencia lo que significa ser mujer e intelectual en una coyuntura de país adversa y excluyente; por consiguiente, promueve la manifestación de una conciencia que denuncia la situación del llamado “sexo débil”, pero también se desliga de las imposturas artístico-estéticas para convertirse en una de las precursoras de las escritoras actuales. De acuerdo con Antonio Boscán Leal1, el surgimiento de los feminismos ocurre durante el siglo XVIII, a partir de entonces todos los movimientos de liberación de la mujer tendrán un denominador común: la reivindicación de los 1

Antonio Boscán Leal: El feminismo como movimiento de liberación de mujeres y de varones. Maracaibo, Universidad del Zulia, Ediciones del Vice Rectorado Académico, 2007.

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derechos políticos y sociales, la exigencia de trascender el espacio doméstico (privado) para ocupar puestos en el escenario público. No obstante, las iniciativas no siempre tendrán la acogida esperada. La francesa Olympe de Gouges, dos años después de Rousseau, escribirá los Derechos de la mujer y la ciudadana, con un final muy distinto: la guillotina. Menos radical, más sutil, pero con la misma intención, durante el XIX se construirá la imagen de “ángel del hogar” (Silva Beauregard)2: la mujer no como ser en sí y para sí, sino desde y para los otros, destinada a preservar el orden doméstico bajo la representación del varón que la idealiza en los discursos y las prácticas sociales. Este constructo trascenderá a la nueva centuria y constituirá el marco de “pensamiento” y “acción” de las mujeres. En Venezuela, a pesar de la dictadura de Juan Vicente Gómez que ocupa las primeras décadas del siglo XX, surgen grupos y asociaciones femeninas cuya intención es el reconocimiento público, puesto que la precaria instrucción, el confinamiento al hogar y los limitados derechos civiles, impiden una mayor participación social que dé cuenta de las necesidades, tanto de mujeres como de niños, sobre todo, quienes pertenecen a las clases sociales bajas y no poseen, ni siquiera, una elemental asistencia médica. La preocupación de las mujeres de la época se refleja en su afán de manifestar sus puntos de vista y actuar conforme a una aspiración de país que trascendiese el caudillismo y se enrumbase, realmente, hacia la modernización. En este sentido, se apuntaba a exigir el cumplimiento de las promesas de bienestar y progreso, sólo que en igualdad de condiciones, lo cual, obviamente, pasaba por integrar a las mujeres en el proyecto de nación. En concordancia con lo anterior, se pretende valorar la participación de Ada Pérez Guevara (Cantaura, 1905- Caracas, 1999), como una mujer que encarna la expresión de la conciencia de la intelectual. Es hija de la poetisa Mercedes Guevara Rojas de Pérez Freites. A los doce años, la futura escritora se traslada a Caracas para recibir instrucción escolar en el colegio San José de Tarbes, lo cual indica, para la época, una esmerada formación en el campo de las Humanidades. Ella, desde muy joven, dirigió sus intereses a luchar por los derechos civiles para las de su mismo sexo. Al caer la dictadura gomecista, forma parte de un grupo de féminas quienes dirigen una correspondencia al general Eleazar López Contreras, donde presentan las transformaciones perentorias que requería este sector de la sociedad. Es una de las fundadoras de la Asociación Venezolana de Mujeres (AVM, 2

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Paulette Silva Beauregard: De médicos, idilios y otras historias. Relatos sentimentales y diagnósticos de fin de siglo (1880-1910). Santafé de Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2000.

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La mujer intelectual: escenarios para la reivindicación a principios del siglo XX (Aportes de Ada Pérez Guevara)

1936) y de la revista Correo Cívico Femenino (1945), de circulación mensual, publicada durante dos años, cuyo centro de interés radica en el sufragio pleno, la educación cívica, el mejoramiento legal y social de la mujer y del niño, tal como se aprecia en el encabezado de la publicación. También escribe la Cartilla Cívica Femenina (1946) y colabora con publicaciones periódicas como La Esfera, El Nacional y El Universal. Por ende, se reconoce su trabajo pionero en el campo del periodismo. En palabras de Milagros Socorro3, es una de las “señoras de la noticia nacional” dado que constantemente escribía en los medios impresos sobre la problemática del país. En La Cartilla Cívica Femenina4 se plantean interrogantes acerca de quién podrá votar, cómo hacerlo y por qué, atendiendo a la necesidad de cumplir cabalmente con el deber de ejercer una ciudadanía a la que se había aspirado durante mucho tiempo y debía ser refrendada con la participación activa de las nuevas votantes: “Cada mujer venezolana inscrita votará. Lo contrario significa cobardía e irresponsabilidad para con la patria”5. A partir de la obtención del derecho a sufragar, las mujeres intelectuales asumen con responsabilidad plena el abanderamiento de la formación de las actitudes cívicas en concordancia con sus expectativas: no ser percibidas como “menores de edad” y por tanto tuteladas por los hombres, cercenadas en su capacidad debido a su sexo, cuando lo que debe importar es el comportamiento acorde con el conocimiento y las aptitudes, según la igualdad de condiciones sociales y jurídicas6. Resulta oportuno mencionar que la idea de formar cívicamente a la mujer venezolana es una preocupación que se gesta desde Caracas, pero se extiende hacia el interior del país con la intención clara de unir fuerzas que impulsaran el movimiento femenino. Para ello fueron de gran valía las publicaciones periódicas como el Correo Cívico Femenino, revista que recibía aportes y comentarios provenientes de remotos lugares. A estas mujeres del interior, Pérez Guevara les reconoce su apoyo: [Ellas] “han rendido una labor magnífica. Ese ha sido el movimiento mejor organizado y firme que hayan hecho mis compañeras […] lo 3

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Milagros Socorro: “Señoras de la noticia” en Anuario Electrónico de Estudios en Comunicación Social “Disertaciones”, Vol. 2, Nº 2., (Mérida, Venezuela, 2009) [Revista en línea]. Tomado de: http://erevistas. saber.ula.ve index.php/Disertaciones/. Consultado el 25 de febrero de 2012. Ada Pérez Guevara: Cartilla Cívica Femenina. Caracas, Tipografía Vargas, 1946. Ada Pérez Guevara: “¿Qué defenderán las mujeres en la Constituyente?”, en Correo Cívico Femenino, N° 15 (Caracas, octubre de 1946). Tipografía Vargas, p. 11. Ada Pérez Guevara y Flor María Zambrano: “¡Al fin sufragio igual al hombre!”, en Revista Correo Cívico Femenino, N° 8, (Caracas, marzo de 1946), Tipografía Vargas, p. 1.

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que después de las 14.000 firmas de mayo mucho dice de la conciencia cívica y unificación de las mujeres de provincia”.7 Producto de sus inquietudes en pro de la obtención de derechos sociales para las mujeres, entre los que se contaba la exigencia de una atención médico hospitalaria para ellas y sus hijos, emprende acciones tendentes a crear conciencia acerca de la importancia de atender este sector de la población, bien desde el punto de vista legal al incluirlos expresamente en la Constitución; además, crea espacios de formación mediante la redacción de textos escolares de puericultura como: Lo que deben saber las futuras madres venezolanas (1936), Yo cuidé a mi hermanito (1942) y Estudiando al niño (1943). Ada Pérez Guevara se involucra activamente en la directiva del Primer Seminario para la evaluación de la condición de la mujer en Venezuela, realizado en 1968, cuyo lema, como lo refiere Esperanza Vera8, era: “Mujer hazte presente” e invitaba a la expresión de distintas posiciones acerca de la necesidad de cambios que debían suscitarse en el país para que se otorgara importancia a las voces femeninas, quienes a lo largo de las décadas precedentes, habían sostenido un trabajo continuo, cuyo significado no había sido valorado en toda su magnitud. Se trataba, entonces, de la búsqueda de vías para canalizar sus aspiraciones políticosociales y alcanzar la visibilidad e igualdad anheladas en un ámbito donde ya existía un régimen democrático. En la esfera literaria, la incursión de las escritoras responde a la necesidad de recuperar y proponer lecturas distintas del sujeto femenino que, hasta ese momento, habían estado condicionadas por la mirada hegemónica androcéntrica, erigida como la única válida debido a su ejercicio del poder. En consecuencia, quienes se salieran de los márgenes impuestos eran relegadas del canon, lo cual obviamente las confinaba al ostracismo, esto es, quedaban marginadas de la crítica oficial, por consiguiente, se dificultaba la publicación de sus obras, así como su difusión y re-conocimiento. Esta es la situación de muchas mujeres, lo cual explica que, en sus inicios, muchas se plegaran a los parámetros instaurados y siguiesen 7

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Ana Mercedes Pérez: “Con una mujer que piensa, siente y trabaja [Entrevista a Ada Pérez Guevara]”, en La Esfera., Caracas, 15 de marzo de 1945, p.7 y en Pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. Gobierno y época del gobierno del presidente Isaías Medina Angarita. Opinión política a través de la prensa, Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1987, pp. 487-488. Tomo IX, Vol. XXVI, N° 42. Esperanza Vera: “Encuentro unitario en tiempos difíciles. Primer seminario para la evaluación de la condición de la mujer en Venezuela”, en Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, Vol. 15, Nº 34 (Caracas enero-junio 2010), pp. 235-254.

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La mujer intelectual: escenarios para la reivindicación a principios del siglo XX (Aportes de Ada Pérez Guevara)

las líneas de creación temática y formal de los varones. Sin embargo, hoy es posible acceder a muchos documentos que dan cuenta de los posicionamientos femeninos a lo largo del tiempo, así como sus aportes para referirse al orden patriarcal imperante que les cercenaba su derecho de expresarse con libertad. En este aspecto, los textos ficcionales se han convertido en un espacio idóneo para la expresión de esa conciencia femenina que poco a poco se ha ido construyendo. Especialmente, si nos ubicamos en el contexto venezolano actual, es posible analizar esas manifestaciones artísticas que, en su momento, fueron ignoradas o, en todo caso, mal leídas por una crítica literaria interesada en servir de legitimadora de determinados proyectos sociales o bien, como apuntan Luongo y Salomone9, la percepción sobre muchas autoras está mediada por las relaciones de poder que, desde distintos emplazamientos teóricos, han sido ejercidos por hombres quienes leen, juzgan y emiten criterios valorativos sobre lo que consideran que debe ser el arquetipo de la feminidad, así la crítica pasa a ser: “un entramado simbólico heterogéneo que codifica identidades y mandatos para la palabra y el actuar femenino”. Contra dichas restricciones, en la medida en que acceden al espacio público y académico, reaccionan las mujeres, alejándose paulatinamente de modelos que resultan ajenos a sus necesidades y expectativas.

1. De la tradición a la subversión de los estereotipos La venezolana no fue cortesana, ni mística ni monja ilustrada, sino sobre todo mediadora de civilización. Márgara Russotto.

En toda la obra de Pérez Guevara, tanto la periodística como la de ficción, resalta el afán de mostrar la distancia existente entre las cualidades, capacidades y esfuerzos de las mujeres en su contribución a la conformación y concreción de la idea de país. No obstante, se sigue tratando como a una “eterna menor de edad”, en la medida en que se niega y/o posterga su acceso al ejercicio de derechos civiles, lo que la lleva a afirmar (citada por Huggins Castañeda): 9

Gilda Luongo y Alicia Salomone: “Crítica literaria y discurso social: feminidad y escritura de mujeres”, en Íconos. Revista de Ciencias Sociales, N° 28 (Quito, mayo de 2007), p. 60. [Revista en línea]. Tomado de: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/509/50902806.pdf. Consultado el 02 de marzo de 2012.

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No podrá en ningún caso alcanzarse la democracia verdadera e integral mientras no se decida la igualdad política entre hombres y mujeres venezolanos, diferentes por sexo, pero semejantes, porque todos somos humanos. Si ello no ocurre, la democracia será inestable, huidiza, intangible. 10

En tal sentido, no es de extrañar que las mujeres, hacia los años cuarenta, mantengan sus expectativas en relación con el derecho al sufragio, por lo que en mayo de 1943 y 1944 se dirijan al Congreso de la República para solicitar el nombramiento de una comisión que estudie la reforma del numeral 14 del artículo 32 de la Constitución, con la intención de permitir a las mujeres el sufragio en igualdad de condiciones que el hombre, citando éste como un acto de justicia. Resulta muy instructivo el conocimiento de las diversas posiciones planteadas en el seno de la Cámara Legislativa Nacional, recogidas en el volumen del debate parlamentario 1941-194511, donde se dedica un apartado a la transcripción de los documentos presentados por las damas, así como las intervenciones de diputados y senadores, quienes, a favor y en contra, según el caso, apelan a los hitos históricos, a las circunstancias de otros países, a la asignación tradicional a los roles de hombres y mujeres en los espacios público y privado, respectivamente y hasta a los mitos y leyendas para justificar sus planteamientos. Cabe destacar que la diatriba deja entrever los prejuicios de un sector en torno a la madurez política de las mujeres y su conciencia para la toma de decisiones, aun cuando en sus correspondencias se hace explícito el ejercicio de ambas. En 1943, en el numeral quinto del documento del 8 de mayo, esgrimen un argumento contundente: Queremos hacer ver lo difícil que resulta para la mujer-madre a quien está confiada la formación moral de las generaciones futuras, el que pueda educarlas debidamente, en lo cívico, cuando ella está impedida por la Ley para proporcionarles por medio del ejemplo vivo, que es la más eficaz norma educacional, el espíritu de civismo que urge fomentar en la ciudadanía12. 10

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Magally Huggins Castañeda: “Re-escribiendo la historia: las venezolanas y su lucha por los derechos políticos”, en Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, Nº 34 (Caracas, junio de 2010), p. 177. “Algunas formulaciones particulares atinentes a la consolidación de la democracia política: Sobre el derecho al voto para la mujer”: Pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. Gobierno y época del gobierno del presidente Isaías Medina Angarita. El debate parlamentario 1941-1945. Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1987, pp. 299-388, Tomo IX, Vol. XIX, N° 35. “Representación de damas ante la Cámara de Diputados, pidiendo se asuma el estudio del derecho al sufragio para la mujer venezolana. Sesión especial del día 8 de mayo de 1943”: Pensamiento político

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La mujer intelectual: escenarios para la reivindicación a principios del siglo XX (Aportes de Ada Pérez Guevara)

Este documento está firmado, entre otras, por Ada Pérez Guevara. Hay que recordar que el petitorio no es nuevo. Ya se ha dicho que a partir de 1936 se hacen constantes las vías transitadas en pos del afianzamiento de la identidad y la legitimidad de las mujeres. Las búsquedas y hallazgos, esto es, la expresión e invitaciones al diálogo, así como el cuestionamiento a un orden que las somete a la tutela del hombre: padre, hermano, tío, marido e, incluso, hijos, son frecuentes en los diarios, en cuyas páginas aparecen caricaturas, entrevistas y columnas, donde se aborda el tema sin ambages. Se aprecia cómo existe una diversidad de opiniones: no todas están convencidas (ni siquiera de acuerdo) en relación con la exigencia de los derechos y su repercusión, tanto individual como social. En El Heraldo aparecen perspectivas como las siguientes: La Señorita Cecilia Núñez Sucre (Directora de la Escuela Normal de Mujeres) dice: Me parece completamente prematuro. Si en países cultos como Francia y España está siendo motivo de grandes controversias, no veo por qué se deba establecer en Venezuela. Entiendo, por otra parte, que para votar, precisan ciertos requisitos: instrucción primaria, etc. De modo que un sufragio popular sería imposible aquí, donde el porcentaje de analfabetos es de un 75 por ciento13.

En cambio, la Señorita María Teresa Castillo (De “Orve”: Movimiento Organización Venezolana) afirma: “El voto femenino es algo muy importante, de suma trascendencia en nuestro país. Hay que empezar cuanto antes. Y aspirar no sólo a votar sino a que voten por nosotras”. En el primer caso, resulta paradójica la aseveración, si se toma en cuenta que procede de la directora de una institución educativa formadora de docentes, lo que significaría que, aun dentro de espacios que debiesen ser de avanzada, existe un apego a la tradición, quizás como expresión de la resistencia al cambio y las responsabilidades que éste trae consigo. No así resulta la segunda postura en la que se avizora no sólo ejercer el derecho a votar por otros sino a ser votada. En esta segunda línea de pensamiento y acción hallaremos a Ada Pérez Guevara. Si bien las autoras Yolanda Pantin y Ana Teresa Torres14, para aludir al devenir de la mujer a lo largo de una historia de exclusiones y marginación, silenciamiento

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venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. Gobierno y época del gobierno del presidente Isaías Medina Angarita. El debate parlamentario 1941-1945. Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1987, pp. 302-303, Tomo IX, Vol. XIX, N° 35. “¿Qué opina usted del voto femenino?”, en El Heraldo Nº 4.270, (Caracas, 28 de junio de 1936), p.1. Yolanda Pantin y Ana Teresa Torres: El hilo de la voz. Antología crítica de escritoras venezolanas del siglo XX. Caracas, Fundación Polar, 2003, p. 48.

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y sujeción, sostienen: “la historia, lo público y el poder han conformado un triángulo de exclusión universal”, también hemos venido apreciando los escenarios que las mujeres se van procurando en un gesto contundente de afirmación, de lucidez frente a las necesidades del país y del papel que ellas pueden, deben y tienen que desempeñar no sólo para elegir a quienes ocupen los cargos y ostenten la dirigencia del mismo, sino que se sienten preparadas para asumir el liderazgo mediante el cual presten un servicio desde los espacios públicos. Se confirma que es indispensable la decidida participación social, no accesoria sino protagónica, para tener la oportunidad de trazar las líneas de acción que las conduzcan a fortalecer la democracia y sus instituciones.

2. ¿Y después? Aportes de Ada Pérez Guevara a la construcción de la idea de nación Pero quizás lo más interesante del proceso de apropiación de la escritura provenga no sólo de la reproducción en sí, sino además y sobre todo, del carácter corrosivo que suponía este gesto. Mariana Libertad Suárez.

Como se ha visto, la intelectual en estudio vuelca sobre su producción escrita sus ideas progresistas de nación en las que sostiene, como aspecto fundamental, la preparación y participación de las mujeres en los escenarios públicos, lo cual da cuenta de la revisión del imaginario cultural a partir de una práctica congruente llevada a cabo en la fundación de grupos, colaboración en los periódicos y órganos divulgativos, así como la construcción de unos espacios discursivos (tanto cuento como novela) en los que otorga el rol central al personaje femenino. Se hace evidente la toma de conciencia por crear condiciones que las hicieran pensar por sí mismas y actuar en consecuencia. Vemos entonces cómo se resalta el papel de la formación intelectual como el mecanismo idóneo que le permite a la mujer empezar a apropiarse de sí misma. Leer es el camino para entrar en discusión y hasta contradicción con las ideas prescritas. En las primeras páginas de la novela Tierra talada, nos encontramos la siguiente expresión del padre de Aurora, la protagonista: “-Las mujeres son

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mujeres ―dice en su interior. Y la frase redundante le forma una onda espiritual profunda, de inquietudes y desengaños”15. Ese enunciado pareciera aludir a que lo entendido como “ser mujer” es un sino fatal del cual no podrá liberarse, a pesar de su modo diferente de pensar y actuar: Es en ese llano pobre de chaparros retorcidos donde vive Aurora. En su interior tiene desde siempre, una sola visión: el horizonte abierto al mundo. Pero este horizonte por intangible la encierra en un círculo. Y allí despierta la mente de Aurora a la vida. Dentro del círculo16.

Resulta paradójica la visión de una realidad amplia, por un lado, aparece su interior en el que bullen sueños y expectativas, deseos de aprender y conformar una perspectiva personal de todo a su alrededor y, por otro, se halla confinada, porque ese “horizonte abierto al mundo” inmediatamente pasa a ser un círculo que remite a una noción de continuidad de un encierro permanente que no le permite avanzar u ocupar otros espacios, esos que le han sido vedados, pues no puede tomar decisiones que la sustraigan de lo que se espera de ella de acuerdo con las convenciones de clase y sexo. Así, Aurora es criticada por su tendencia a desafiar regulaciones, para ella, absurdas. Ahora bien, para Amorós (citada en Comesaña Santalices)17: “La primera marca del cuerpo sexuado es la del género el cuerpo aparece configurado -en sus gestos, movimientos, vestidos y actuacionessegún las normativas de lo que una cultura determinada entiende por `femenino´ o `masculino´”. Al respecto, en la novela se puede leer: “ Ella es la única muchacha de los contornos que usa pantalón para montar. Las otras andan en monturas de mujer y usan amazona. Una de las ralladoras expresa el pensar de todas: -¡Guá! La niña Aurora parece mismamente un muchacho.18

Se aprecia cómo el comentario proviene de otras mujeres, acostumbradas a ser y seguir las tradiciones sin preguntarse su origen. El caso de Aurora es diferente: todo lo inquiere, lo racionaliza e, incluso, llega a tratar 15

16 17

18

Ada Pérez Guevara: Tierra talada. (1era edición 1937). Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1997, p. 16. Ibíd., p. 19. Gloria Comesaña Santalices: “La ineludible metodología de género”, en Revista Venezolana de Ciencias Sociales, Vol. 8, Nº 1 (Cabimas, enero-junio 2004). [Revista en línea]. Tomado de: http://redalyc.uaemex. mx/ src/inicio/ ArtPdfRed.jsp?iCve=30980103. Consultado el 2 de marzo de 2012. (s.p.). Ada Pérez Guevara: Tierra talada…, p. 49.

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a los hombres como pares, sin afán de conquista ni colocándose en situación inferior. Debido a esto, los caballeros la estimaban y respetaban, mas no la consideraban con las características idóneas de una esposa convencional, por lo tanto, no la veían como alguien para casarse, pero ella tampoco lo quería ni lo esperaba. Se vislumbra el origen de las actitudes de la protagonista en sus inquietudes intelectuales, que la hacen resistirse a seguir un camino ya trazado o a conformarse con un destino idéntico para todas las mujeres. Se puede valorar en la novela: Quita el forro a “Las mil y una noches”, toma un libro del mismo formato, y se lo pone. Rápidamente sale del cuarto con su hurto. Ya fuera de su casa, se tiende a leer entre la yerba reverdecida del patio, tras un tronco seco. ¿Qué libro se trajo? La muerte de los dioses, de Merejkowsky. Así, a escondidas lo devora con deleite, sin comprenderlo casi, y la frase final del libro: “¡Venciste Galileo!”, se le fija en la memoria como un estribillo absurdo. De este modo, bajo el aspecto cándido del forro de Las mil y una noches, empieza Aurora hambrienta, a leer sin tino. Confusamente frases, pensamientos e imágenes, demasiado vivas para su edad chocan en su mente, pero resbalan sin dañarla. El círculo se amplía difuso19.

En principio, el fragmento parece metáfora de los primeros pasos de las escritoras y, mujeres en general, en su acceso, muchas veces a tientas, en el desarrollo de su formación intelectual, sobre todo porque muchas de ellas eran autodidactas. Para un escenario como el de principios de siglo, tener contacto con la producción intelectual de manera abierta no era bien visto ni permitido, ello sólo será posible a través de la clandestinidad, de aquí el ocultamiento de lo que realmente le interesa. Especialmente, la referencia intertextual a la obra del ruso Merejkowsky completa este panorama por cuanto, tal y como lo plantea Perea Yébenes20, La muerte de los dioses, de 1896, toma como centro de interés los conflictos surgidos 19 20

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Ibíd., p 20. Sabino Perea Yébenes: “Un trasfondo mithraico en los conflictos religiosos en Alejandría en Tiempos del Emperador Juliano según La vida de Atanasio en la biblioteca de Focio”, en Studia historica. Historia antigua, 24 (Ejemplar dedicado a: Cristianismo y poder en la antigüedad), (Salamanca, 2006), pp. 83-107. [Revista en línea]. Tomado de: http://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/73783/1/Un_trasfondo_ mithraico_en _los_conflictos.pdf. Consultado el 2 de marzo de 2012.

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en tiempos del emperador Juliano (332-363) en su lucha titánica por restablecer el paganismo y la religiosidad greco-romana tradicional, en un enfrentamiento tenaz contra el establishment conformado por la casta de los poderosos obispos cristianos. No en vano, este emperador será adjetivado como el apóstata. Dentro de Tierra talada, puede ser ésta una imagen de la lucha entre poderes (el masculino y el femenino) en pugna por mantener la añeja tradición o afrontar la necesidad de operar de manera acorde con las exigencias de un grupo social deseoso de participar en la renovación del país. La ubicación de los hechos que se recrean en el texto resulta compleja para Aurora por cuanto no maneja los referentes históricos, pero pareciera que esa idea de una lucha que, finalmente se gana, se equipara de algún modo con su situación personal. Esta representación de una mujer francamente transgresora apuntala la imagen de una mujer-modelo de las luchas reivindicativas, esto es, reflexiva y cuestionadora de las imposturas sociales de la época. Para contribuir a la formación de las intelectuales se perseverará en la creación de instituciones dirigidas a promover la cultura en el país. Como lo refiere Segnini21, Ada Pérez Guevara formó parte de la primera Junta Directiva del Ateneo de Caracas, inaugurado en 1931, espacio que dio cabida a la expresión de las manifestaciones artístico literarias de manera más amplia, al trascender los encuentros familiares de tipo privado, que era lo común para esa época. Es precisamente en el Ateneo de Caracas donde se producirá el bautizo de su poemario Horizontes (1931). Como escritora de ficciones, Ada Pérez Guevara abarca la poesía y la narrativa. Sus cuentos y novelas muestran, como constante, la tematización de las situaciones vividas por las mujeres. En consecuencia, se privilegia su participación como protagonistas, así como la representación de distintos tipos o perfiles y no de un solo modelo. Ellas manifiestan inquietudes, desazón e inconformidad frente a imágenes percibidas como estereotipadas o falsas. Así, en Tierra Talada, se lee: Yo encuentro en algunas novelas escritas por hombres, que las mujeres de estas novelas no son reales, son mujeres raras, casi fantásticas. Puede ser que las haya así. Pero yo no las he visto; y pienso que como ellos son hombres por más inteligentes, y grandes escritores que sean, no pueden saber cómo somos las mujeres por dentro. Casi siempre somos dos. Una por dentro y otra por fuera. Por más que no queramos; no es culpa de nosotras. ¡Y ustedes ven la de afuera!22 21 22

Yolanda Segnini: Las luces del gomecismo (2 ed.). Caracas, Alfadil, 1997. Ada Pérez Guevara: Tierra talada…, pp. 96- 97.

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Armando Reverón: Paisaje, 1922.

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Es evidente que, desde la consideración del personaje principal, no existe el reconocimiento de las mujeres en las imágenes planas aparecidas en enunciados que no concuerdan con el mundo de intereses y expectativas femeninas, por lo que se critica la visión sesgada de los hombres que construyen ideales a su medida, sin considerar si éstos resultan, siquiera, verosímiles. Otros textos narrativos de Ada Pérez Guevara son: Flora Méndez (1934), Pelusa y otros relatos (1946), Luna Nueva (1970), Las otras antenas (1975) y Haz de cuentos (1994); en el marco del relato breve. En poesía: En ausencia tuya (1926), además del ya citado Horizontes. Todos éstos se unen a su obra ensayística y crítica para exhibir una intensa y constante actividad creativa que coadyuva a desarrollar y comunicar su ideario político sin menoscabo del estatus literario de sus obras, puesto que elude el tono panfletario, antes bien, desde la coherencia de la propuesta intratextual caracterizada por el uso de procedimientos que logran, en el ámbito artístico-estético, el efecto deseado; no se descuida el impacto que el discurso literario provoca en el imaginario cultural. De este modo, resultan revisadas las más plurales nociones: nación, país, sociedad y la articulación sociopolítica conducente al planteamiento y concreción de la justicia, la igualdad y la equidad como valores inalienables de sujetos capaces de ejercer una ciudadanía activa y productiva. Era éste el sueño de Ada Pérez Guevara. Aún se mantiene vigente. Para finalizar, veamos las palabras de Ana Mercedes Pérez (1943), quien en concordancia con todo lo señalado, reflexiona e invita a transitar vías de pensamiento y acción conducentes al logro de los objetivos planteados por los diversos movimientos y organizaciones de participación femenina: Lo que falta es la mujer. Esa mujer que los hombres no desdeñan en casa para el recuento íntimo y solución a sus problemas, esa mujer que tantas veces los ha salvado en un momento de tragedia, esa mujer que bien los aconseja en sus negocios, esa mujer que hoy apenas lo que pide es solucionar en público lo que tantas veces ha reconstruido en la obscuridad.23 23

Ana Mercedes Pérez: “Motivos de mujer”: La Esfera, Caracas, 11 de mayo de 1943, p.4, en Pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. Gobierno y época del gobierno del presidente Isaías Medina Angarita. Opinión política a través de la prensa. Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1987, p. 402, Tomo IX, Vol. XXVI, N° 42.

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Sin duda, es la reiteración del llamado al desarrollo de la conciencia no sólo de las mujeres, en su condición de ciudadanas, sino también de los hombres, para que exista congruencia entre el espacio público y el privado: ¿por qué si se emiten opiniones en la intimidad del hogar no pueden ser éstas reconocidas en la esfera colectiva? El aporte de las mujeres se vuelve decisivo en términos de organización social, apuntalamiento de valores que, para ser ejercitados políticamente, no pueden sino ser formados en el seno de las familias antes que en cualquier otro escenario institucional. Es más, el paulatino acceso a los ámbitos académicos transformará los comportamientos sociales y conducirá a la revisión de los patrones establecidos en una sociedad que, aún hoy, procura las alternativas más coherentes para ser realmente democrática.

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Ecos de la transformación de San Cristóbal en la obra de Rafael María Rosales

Ecos de la transformación de San Cristóbal en la obra de Rafael María Rosales Ildefonso Méndez Salcedo “La mayoría de mis libros tratan sobre el Táchira y en ellos está presente el interés que he tenido porque nuestra región sea conocida y al mismo tiempo mi preocupación por desmontar algunos prejuicios que se han generalizado sobre nuestra historia. Esa ha sido mi meta y aspiro dejarle a los tachirenses, especialmente a las nuevas generaciones, el conjunto de mi obra”. Rafael María Rosales1

1. Una breve semblanza Rafael María Rosales nació en Rubio el 13 de diciembre de 1910. Inició sus estudios primarios en la Escuela Federal Junín y en el Colegio María Inmaculada de Rubio, pero no los pudo concluir debido a la escasez de recursos y a la necesidad de ganarse el sustento. Comenzó a trabajar como empleado de comercio y aprendiz de tipografía. Desde muy joven se dedicó a la actividad intelectual, leyendo y escribiendo sobre diversos temas. Fundó y dirigió varios periódicos de interés general: La Estrella del Carapo (1931), El Carapo (1932) y El Pillete (1932), en Rubio; El Liberal (1940) y La Hora (1955), en San Cristóbal. Como funcionario público desempeñó numerosas responsabilidades: diputado a la Asamblea Legislativa del estado Táchira, secretario general de gobierno del estado Táchira, director de Hacienda (región Los Andes), diputado al Congreso Nacional y ministro consejero para asuntos culturales en las Embajadas de Venezuela en España y Argentina. En San Cristóbal formó parte de los grupos culturales Yunke, Signo y El Parnasillo, así como de las peñas literarias “Luis López Méndez” y “Manuel Felipe Rugeles”. Fue el primer cronista oficial de San Cristóbal (1951-1955), designado por el Concejo 1

Ildefonso Méndez Salcedo, “Rafael María Rosales: El Táchira siempre ha sido mi preocupación y a él he dedicado mi obra” (Entrevista), en Presente y Pasado, vol. 5, núm. 9, Mérida, enero-junio, 2000, p. 114.

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Municipal de dicha ciudad. Su producción intelectual comprende varios géneros: novela, cuento, poesía, crónica, ensayo y biografía. Mención especial merece su obra como estudioso de la historia, dedicada en lo fundamental al rescate y la difusión de los valores culturales del estado Táchira. Perteneció como individuo de número al Centro de Historia del Táchira y a la Academia de Historia del Táchira, y como miembro correspondiente a la Academia Nacional de la Historia, entre otras instituciones. Rosales estuvo casado, primero, con Margarita Acero, con quien procreó tres hijos, y luego, con Alba Contreras. Falleció en San Cristóbal, el 25 de julio de 2002.

2. Su obra como investigador Destaca la preocupación de Rafael María Rosales por estudiar y divulgar la trayectoria histórica del Táchira. La mayoría de sus publicaciones abordan temas relacionados con dicha entidad: origen de sus centros poblados, contribución del Táchira al proceso emancipador, hitos del progreso económico y social, actividades en el ámbito cultural, semblanza de sus hombres y mujeres más notables, entre otros. Veamos la relación de sus principales libros: La ciudad pontálida (1944), Crónica del Táchira (1949), Rubio, la ciudad del pueblo (1957), Estampas de la villa (1961), Bajo el alegre cielo (1961), Índice biográfico de músicos tachirenses (1962), El Táchira en la emancipación (1964), La ciudad iluminada (1966), Imagen cultural del Táchira (1973), El mensaje de La Petrolia (1975), Destino de un pueblo (1981), El Libertador en la frontera (1983), Bolívar en el estado Táchira (1983), Ojeada al desarrollo tachirense (1988), Imagen del Táchira (1990) y San Antonio del Táchira: la patriótica y valerosa villa (1997).

3. Acercamiento a cuatro libros Estampas de la villa (1961)2, es una obra que muestra el interés del autor hacia San Cristóbal. Fue escrita durante su gestión como cronista de la ciudad. Su propósito era “rescatar de la entraña histórica y del olvido parte de la fisonomía ciudadana”3. En la presentación que encabeza el libro, Horacio Cárdenas anota lo siguiente: 2 3

San Cristóbal: Sociedad Salón de Lectura, 1961. Rosales, Op. cit., p. 9.

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El libro de Rosales es, hasta el presente, la más completa y hermosa crónica dedicada a San Cristóbal. En anteriores libros nos probó Rosales sus cualidades de escritor y ahora nos demuestra cómo la crónica puede transformarse en la historia íntima de una ciudad. Narrar apaciblemente los hechos ocurridos, describir los personajes típicos o las calles y las casas añosas, son requerimientos que el cronista cumple con decoro y sin alardes. Pero si la crónica posee este noble aspecto de descripción no intencionada de los hechos y sucesos, sino un simple narrarlo todo con palabras sencillas y cordiales, sin embargo, la crónica es también historia y como tal teje la urdimbre que sustenta a los hechos de contornos históricos. Por eso el mérito relevante del libro Estampas de la villa consiste en esa aproximación consciente de la crónica a la historia, rasgo que el propio autor concilia en su personalidad. Rafael María Rosales ha logrado mostrarnos cómo la crónica es una historia verdadera narrada con estilo cordial y ameno4.

El material comprende 62 textos en los que se abordan los siguientes temas: sectores, espacios y edificios públicos, instituciones sanitarias, entes financieros, centros de recreación, medios de comunicación, fiestas y celebraciones, costumbres y tradiciones, tipos y personajes populares, entre otros. Son reveladoras las noticias que aporta sobre los siguientes puntos: plazas y parques (Mayor, Bolívar y 19 de Diciembre)5, barrios (La Ermita y Madre Juana)6, lugares (Llano de Luna, El Samán, El Descanso, Esquina del Destiladero y Ciudad Bolívar)7, labor del general Eustoquio Gómez (Palacio de los Leones)8, negocios (Mercado Cubierto)9, hospitales (San Juan de Dios y Vargas)10, quintas (Morales y Semidey)11, teatros (Garbiras)12, cines (Carabobo)13 y clubes (San Cristóbal Tennis Club)14. 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14

Ibídem, p. 8. Ibídem, pp. 13-17, 22-26 y 41-47. Ibídem, pp. 49-57 y 97-100. Ibídem, pp. 101-119. Ibídem, pp. 93-95. Ibídem, pp. 27-33. Ibídem, pp. 31-32 y 59-63. Ibídem, p. 103. Ibídem, pp. 35-40. Ibídem, pp. 37-39. Ibídem, pp. 306-307.

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Esta San Cristóbal (1971)15, es una recopilación de 20 escritos del autor, tanto en verso como en prosa, sobre la capital tachirense. En el prólogo Hugo Murzi M. escribe lo siguiente: “Cantarle a la tierra o hacer la crónica de sus gentes, de sus costumbres o de su música; dar a conocer con emoción lo que hemos vivido bajo el cobijo de su cielo; exaltar el valor de sus gentes; relatar sus gestas, es labor de buen hijo. Y eso es lo que ha hecho Don Rafael María Rosales a todo lo largo de su vida de escritor”16. A lo que agrega: “Quizá ninguno como él ha perseverado tanto en esta encomiable labor. Quizá nadie entre nuestros escritores ha tenido su constancia y ha puesto igual afecto para hacer el relato o el verso del terruño. Y toda su obra, escrita con amable estilo y con pasión de tachirense integral, forma un valioso contexto que enriquece la literatura regional”17. Veamos los temas que se abordan: fundación de la villa, nombre del valle, proclamación de la Independencia, celebración del cuatricentenario, feria de San Sebastián, espacios públicos, propuesta de nombres para avenidas y calles, orientación del desarrollo urbanístico, labor hospitalaria, actividad musical, proyecto de una colección de autores tachirenses, promoción de los grupos literarios, creación de una universidad técnica o un instituto politécnico, personalidades, entre otros. En concreto, interesa mencionar los siguientes puntos: proposición para modificar el nombre de la Plaza Miranda (hoy Juan Maldonado)18; propuestas de los arquitectos Fruto Vivas para la remodelación de la Plaza Miranda y de Luis Eduardo Chataing para la creación de un “centro ornamental”, ubicado entre las carreras 2 y 3 con calle 9 y la Plaza Miranda19; trayectoria del Hospital Vargas20; y razones que justifican la elaboración de una Ordenanza de Arquitectura Civil para San Cristóbal21. Ojeada al desarrollo tachirense (1988)22, es un libro de “sencilla y simple referencia”, cuya finalidad es “ojear y diseñar la semblanza del desarrollo económico tachirense al investigar brevemente y memorizar… lo que puede y debe ser materia para un trabajo a fondo de la realidad económica del desarrollo 15 16 17 18 19 20 21 22

San Cristóbal: Concejo Municipal del Distrito San Cristóbal, 1971. Rosales, Op. cit., p. 1. Ídem. Ibidem, pp. 25-28. Ídem. Ibidem, pp. 38-39. Ibídem, p. 40. San Cristóbal: Sofitasa, 1988. Se incluye la bibliografía consultada, p. 125.

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regional”23. La información comprende los siguientes aspectos entre la época colonial y el siglo XX: tenencia de la tierra, agricultura, ganadería, artesanía, comercio, almacenes y negocios, industrias y empresas, entes financieros, gremios, vías de comunicación, ferrocarriles, viajeros, vestido, inmigración, explotación petrolera, proyectos hidroeléctricos, turismo, desarrollo urbanístico, planificación agraria y agrícola, diagnósticos y planes de desarrollo, entre otros. En lo que respecta a San Cristóbal interesan los siguientes puntos: ejecución de la Casa de Gobierno y del Hospital Vargas bajo el mandato del general Eustoquio Gómez24; desarrollo urbanístico a partir de 1936 con la acción del Banco Obrero, el Concejo Municipal y los promotores particulares25; elaboración del Plano Regulador por la Comisión Nacional de Urbanismo26; labor de los alarifes y maestros de obra27; trabajo de los ingenieros y arquitectos28; y organismos públicos y empresas constructoras que impulsaron su transformación en el siglo XX29. Imagen del Táchira (1990)30, es una recopilación de escritos, en donde el autor muestra su “afición por rescatar y actualizar todo cuanto es valía del buen nombre tachirense y venezolano, sin otra aspiración que la de comprobar –una vez más– la resonancia histórica, vital y cultural de una región con las mejores reservas de temple, mérito y ejemplo”31. En el volumen figuran, “ampliados y actualizados”, varios textos incluidos en libros anteriores, así como algunos inéditos. En el prólogo de la obra, J. J. Villamizar Molina califica a Rosales como: Escritor de ponderada pluma desde sus años mozos, magnífico polígrafo y estilista, y versado historiador, Rafael María Rosales es uno de los autores más fecundos y leídos del Táchira. La obra de Rosales es profusa, variada y luce expuesta con galanura y belleza singulares. Varios géneros literarios abarcan la producción de este autor. Ora en el ensayo, ora en la novela, ya en líricas incursiones por la poesía, ya en el rescate exitoso del folklore, Rafael María Rosales es uno de los escritores que se han identificado en forma más amplia con su tierra y sus ámbitos 23 24 25 26 27 28 29 30 31

Rosales, Op. cit., p. 7. Ibídem, p. 88. Ibídem, pp. 86-87. Ibídem, p. 86. Ibídem, p. 88. Ibídem, pp. 88-89. Ibídem, pp. 89-90. Caracas: Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, 1990. Se incluye la bibliografía consultada, p. 671. Rosales, Op. cit., p. 629.

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socioculturales. Pero de estos géneros y disciplinas, es la historia el baluarte más firme de la producción literaria del autor. La historia es fuente inagotable para él de inspiración y vigorosa creatividad. El ha sido, indudablemente, uno de los grandes divulgadores de la historia regional32.

El contenido se distribuye en doce secciones que tratan los siguientes temas: primeros habitantes del territorio tachirense, evolución de San Cristóbal, fundadores de la villa, participación del Táchira en el proceso emancipador, gobernantes del Táchira, presidentes de Venezuela nativos del Táchira, identidad y cultura, maestros y primeros centros educativos, hitos de la cultura, el Táchira y la Guerra Federal, centros poblados, personalidades, folklore, entre otros. En relación con San Cristóbal interesan las siguientes noticias: territorio y población de la época prehispánica33; ocupación del valle de Santiago y fundación de la villa34; edificios y viviendas en la Colonia35; visión de los cronistas, funcionarios y viajeros36; economía y crecimiento demográfico37; transformación urbana en los siglos XIX y XX (barrios, urbanizaciones, vías, plazas y parques)38; centros de recreación (Teatro Garbiras)39; e instituciones sanitarias (Hospital Vargas)40.

4. Balance y significación Es admirable el trabajo desarrollado por Rafael María Rosales en el campo de la investigación histórica41. A pesar de no haber tenido una formación profesional, 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41

Ibídem, p. 9. Ibídem, pp. 39-43. Ibídem, pp. 43-63. Ibídem, pp. 64-66. Ibídem, pp. 68 y 70-84. Ibídem, pp. 66-69 y 87. Ibídem, pp. 84-91. Ibídem, p. 91. Ibídem, pp. 636-638. El aporte intelectual de Rosales ha sido estudiado por los siguientes autores: 1) J. J. Villamizar Molina, “Rafael María Rosales, primer cronista de la ciudad y emblema de oro 1990”, en Ciudad de San Cristóbal, viajera de los siglos. San Cristóbal: Alcaldía del Municipio San Cristóbal, 1992, pp. 411-413; 2) Gladys Niño Sánchez, “Rafael María Rosales: El Táchira en la historiografía regional venezolana”, en Autores Varios, Opciones de investigación historiográfica. Mérida: Universidad de Los Andes, 2010, pp. 116-126. (Trabajo publicado antes con el título de “Rafael María Rosales y el Táchira fronterizo: Apuntes para la historiografía regional venezolana”, en Geoenseñanza, vol. 8, núm. 2, San Cristóbal, 2003, pp. 53-65); y 3) Carmen Teresa Alcalde de Rosales, “Rafael María Rosales (Rubio, 1910 – San Cristóbal, 2002)”, en

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emprendió su labor con apego a las fuentes de información, ordenando los temas con amplitud y exponiendo sus juicios de manera coherente. Es notable su dedicación a la crónica y al ensayo, géneros en los que escribió la mayor parte de su obra. Al estado Táchira y a la ciudad de San Cristóbal le dedicó sus mejores páginas. El propio autor estuvo consciente de sus limitaciones y estimuló a otros para que continuaran sus estudios. En fin, no se puede desconocer el fruto de una labor intelectual realizada con vocación y perseverancia.

4. Testimonios de Rafael María Rosales 4.1.1Mercado Cubierto

Mercado Cubierto. Fotografía: Gavassa. San Cristóbal, s.f. Fuente: Archivo de la Alcaldía del Municipio San Cristóbal. Corresponde a la Municipalidad sancristobalense lanzar la idea para la construcción del Mercado Cubierto. Con fecha 30 de noviembre de 1872 dicta un Acuerdo autorizando la formación de una Compañía Escritos, escritores y grupos literarios en el Táchira, 1845-2009. San Cristóbal: Fondo Editorial UNET, 2010, pp. 82-85.

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Anónima para construir el edificio y sus anexos para asiento de las ventas de carne y todo cuanto concierne a un mercado público. Tal edificio ha de levantarse en el lugar denominado ‘El Pantano’, o sea, el terreno que para entonces abarcaba lo que es hoy la Plaza Bolívar y el Mercado Cubierto. Fue escogida la parte sur del expresado terreno, ya que en la del norte existía una como plazuela... Formalmente se constituyó esta empresa el 3 de enero de 1874, por don Arístides Garbiras, y al siguiente día contrató la edificación el doctor Carlos González Bona. El 9 de febrero del mismo año, por razones del desnivel del terreno, hubo necesidad de modificar el plano para subsanar inconvenientes surgidos. Existía el propósito de no demorar la obra y es por ello por lo que en octubre de 1875 ya están listas las primeras piezas para arrendar, aun cuando el terremoto acaecido en tal año causó perjuicio a la construcción. Con todo, para 1877 el edificio estaba concluido en sus tres cuartas partes. En enero de 1880, después de un receso, fue acordada la continuación de la obra “En 1883 fueron enlosados ―con ladrillo― los corredores y el cañón central. En 1889 había 29 piezas en servicio activo hacia las calles circundantes y el alquiler de las mismas producía anualmente Bs. 17.040. Para terminar nuestra incursión a la vida y desarrollo del Mercado Cubierto, diremos que la parte que da a la actual Plaza Bolívar, que para 1886 ya alcanzaba la categoría de plaza –pues antes era plazuela simplemente–, fue la última en ser edificada y que el festival organizado por la Directiva del Centenario del natalicio del Gran Mariscal de Ayacucho, en los días 2 y 3 de febrero de 1895, fue verificado en dicho mercado por ser el sitio más adecuado para entonces (Rosales, 1961, pp. 28, 29, 31 y 33).

4.1.2 Teatro Garbiras Al hacer un breve recorrido por la Ciudad de la Niebla, tropezamos con el recuerdo del primer teatro sancristobalense, desaparecido hoy por apurada disposición municipal, pues cuando la señorita Rita Elisa Semidey –una de sus condueñas– solicitó permiso para cambiar su maderamen, ya bastante deteriorado, por concreto, y así asegurar la tranquila presencia del público y mejorar su presentación, fue ordenada su clausura por no tener salidas laterales. Este simpático y pequeño teatro, copia del viejo municipal caraqueño, lo construyó José María

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Ecos de la transformación de San Cristóbal en la obra de Rafael María Rosales

Semidey en la esquina de la carrera 4 con la calle 6 y la ciudad presenció allí obras teatrales, buen cine y hasta bailes populares, pues fueron famosos los de la temporada de carnaval. Este Teatro Garbiras, era una reproducción de los tradicionales teatros del siglo pasado y en él tenía San Cristóbal una recomendación y una comodidad no repetida posteriormente, porque la ciudad sigue careciendo de un buen teatro. (Rosales, 1990, p. 91).

Teatro Garbiras. Fotografía: Rafael Vicente Dulcey. San Cristóbal, s.f. Fuente: Humberto Díaz Brantes, El estado Táchira: álbum gráfico, 1930. 2a. ed. San Cristóbal: Gobernación del Estado Táchira, 1997, p.s.n.

4.1.3 Hospital Vargas El año de 1904, el Presidente de la República de Venezuela, General Cipriano Castro, comprende la inaplazable necesidad de dotar a San Cristóbal de un instituto asistencial acorde con las necesidades de la época, y realiza las primeras gestiones encaminadas a solucionar

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el problema con un centro médico de mayores alcances que el de ‘San Juan de Dios’. El General Luis Varela, Presidente del Estado en aquella ocasión, dicta el decreto correspondiente a la creación del instituto referido y es su sucesor, el General Régulo L. Olivares, quien coloca la primera piedra frente a los terrenos de la Plaza ‘San Pedro’. Pero es el General Eustoquio Gómez el ejecutor del edificio y cuando es reemplazado en la Presidencia del Táchira, lo deja casi concluido. Lo termina su sucesor, General Juan Alberto Ramírez, hacia 1925. La inauguración del segundo y nuevo hospital sancristobalense, denominado ‘Vargas’, en honor del ilustre civilista venezolano y primer gran reformador de los estudios médicos, se efectuó el 19 de diciembre de 1927 y pronunció el discurso correspondiente el Dr. Manuel Toro Chimíes, Secretario General de Gobierno... (Rosales, 1971, p. 38).

Hospital Vargas. San Cristóbal, 19 de diciembre de 1927. Fuente: Archivo de la Alcaldía del Municipio San Cristóbal.

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Ecos de la transformación de San Cristóbal en la obra de Rafael María Rosales

4.1.5 Palacio Municipal, luego Palacio de los Leones

Palacio Municipal, luego Palacio de los Leones. Fotografía: Rafael Vicente Dulcey. San Cristóbal, s.f. Fuente: Archivo de la Alcaldía del Municipio San Cristóbal. Sabido es que el general Eustoquio Gómez fue quien construyó el Palacio de Gobierno frente a la antigua Plaza de San Sebastián, hoy bello Parque Sucre. Sobre basamentos singularmente proyectados que alguna vez se pensó serían para un Palacio Municipal, se levantó airosa y maciza la construcción vigilada y casi pudiera decirse que dirigida por el mandatario acucioso y malencarado que cerca vivía, pues le bastaba atravesar, al clarear el día, la calle 4, primitivamente llamada del Culto por estar enclavada casi en su punto de partida –en la carrera 3– la Catedral y en el cruce de la carrera 5 el convento de los Padres Agustinos, así como en el cruce de la carrera 10, o sea, en la esquina

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suroeste del expresado Palacio estuvo la golondrina fugaz de una ermita, según la tradición oral...: Don Eustoquio, como buen madrugador que era y preocupado como el que más por las obras que emprendía, desde tempranas horas estaba allí, en ejercicio de ver, ordenar y husmear cualquier cosa mal hecha, frente a aquellas estupendas paredes de piedra, como de un metro de espesor, cuya argamasa fue solidificada con el esfuerzo sobrehumano de los presos de la Cárcel Pública, de los vagos y rateros que de vez en cuando caían al cuartel de policía y de los alarifes que empeñosamente debían cumplir su tarea en el elegante edificio... Razones especiales ―aquel clamor callado de las gentes tachirenses― obligaron a don Juan Vicente a buscar otro lugar para la inquieta e inquietante acción de su temible primo, pues la férula ya no era aguantada ―ni aún en aquella época― por la virilidad de un pueblo que se iba a los páramos o cruzaba la frontera para protestar con la guerrilla o el panfleto el duro castigo del clan de don Eustoquio. De modo que el Palacio de Gobierno no pudo ser concluido por él y fue en 1931 cuando el entonces Presidente del Estado, general José Antonio González, lo inauguró. Sin embargo, fue tiempo después cuando pudo darse al servicio para asiento de las oficinas públicas estatales, pero ahí quedó, enhiesto y llamativo, como expresión de la jaquetonería civilizadora, el Palacio del Parque Sucre (Rosales, 1961, pp. 93-94).

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Historiadores, ge贸grafos y pedagogos: Maestros de generaciones

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Caracciolo Parra y Olmedo: Rector de las reformas y de la autonomía en la Universidad de Los Andes

Caracciolo Parra y Olmedo: Rector de las reformas y de la autonomía en la Universidad de Los Andes Alí Enrique López Bohórquez

1. Introducción En doscientos años de historia de la Universidad de Los Andes, pues esta fue fundada el 21 de septiembre de 1810 por la Junta Superior Gubernativa de Mérida, han existido varios universitarios que han destacado por las distintas funciones académicas y administrativas que cumplieron en la institución y la proyección de ésta en aquella ciudad. En la segunda mitad del siglo XIX y primeras dos décadas del XX destacan dos personajes que, por sus relevantes méritos a favor de la ULA y Mérida, merecen ser considerados para divulgar su desempeño no solamente en este instituto de educación superior, sino también como ciudadanos ejemplares que participaron en tareas culturales, sociales, profesionales y políticas, cuyas realizaciones fueron, entonces, reconocidas por los universitarios y distintos sectores de la sociedad merideña. Nos referimos a los doctores Caracciolo Parra (1819-1908) y Juan Nepomuceno Pagés Monsant (1852-1912). Entre ambos hubo una estrecha relación académica y profesional, complementándose en sus respectivas labores universitarias y en el ejercicio del derecho, siendo actores importantes de la vida de la Universidad de Los Andes y de Mérida en la segunda mitad de la centuria decimonónica. En esta oportunidad vamos a referirnos particularmente al rector Caracciolo Parra y Olmedo, a quien correspondió dirigir el Alma Mater andina en dos oportunidades, 1863-1866 y 1887-1900, prestando mayor atención a los últimos doce años en los que ejerció esa función. En ese segundo período, Parra y Olmedo realizó un conjunto de importantes reformas académicas y administrativas. Ello con la finalidad de cambiar el viejo enfoque escolásticoespeculativo, en lo jurídico, teológico, y filosófico, que había caracterizado a esta institución universitaria desde su fundación en 1810, por una orientación más

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relacionada con la ciencia natural, propia de la influencia positivista de moda entonces, ya practicada ampliamente en la Universidad Central de Venezuela. Algunas de las ideas de Parra y Olmedo sólo se ejecutaron a lo largo de los doce años de su rectorado, mientras que otras perduraron por más tiempo, modificadas cuando nuevas corrientes del pensamiento así lo determinaron. De allí que el propósito de este trabajo es exponer y analizar las significativas reformas que Caracciolo Parra introdujo en la Universidad de Los Andes y su visión sobre la autonomía universitaria, sin dejar de mencionar otras contribuciones hechas a la ciudad. Reformas orientadas a insertar a esta universidad en la modernidad científica. Autonomía expuesta sin temor alguno ante el gobierno nacional, señalamientos que anteceden, en algunos aspectos, a la promovida por la Universidad de Córdoba (Argentina) en 1918 y a cualquier otra propuesta hecha en Venezuela en el siglo XX. Estas dos premisas serán las esenciales de este trabajo, partiendo de aspectos familiares y educativos e insertando al personaje en el contexto de la Mérida de los años en que le correspondió estudiar y trabajar en la Universidad de Los Andes, así como ejercer funciones políticas y la profesión de abogado. Todo ello a partir de los estudios realizados sobre el personaje y el período objeto de la investigación,1 así como 1

A la memoria del Dr. Caracciolo Parra en el primer aniversario de su muerte, 1908. Mérida, Imprenta de la Universidad de Los Andes, 1909; Juan Nepomuceno Pagés Monsant: “El Doctor Caracciolo Parra Olmedo”, en Corona Fúnebre a la memoria del Doctor Caracciolo Parra. Mérida, Imprenta de la Universidad, 1909; Diego Carbonell: Mi ofrenda al centenario de Caracciolo Parra. Mérida, Tipografía El Lápiz, 1919; Tulio Febres Cordero: “Dr. Caracciolo Parra”, en Archivo de Historia y Variedades. Caracas, Parra León Hermanos, 1931, Tomo II, pp. 349-350; Roberto Picón Lares y Eduardo Picón Lares: “Doctor Caracciolo Parra. Notas Biográficas: Su actuación como Rector de la Universidad de Los AndesFragmentos de un Estudio”, Diario Patria. Nº 2.867. Mérida, 29 de marzo de 1935, pp. 1-6; “(Caracciolo Parra)”, en José Humberto Quintero: Bocetos Universitarios. (Discurso pronunciado en el Paraninfo de la Ilustre Universidad de Los Andes, el cinco de julio de mil novecientos cuarenta y cuatro). Mérida, Imprenta del Estado, 1944, pp. 18-21; Mario Briceño Iragorry: “Caracciolo Parra y Olmedo”, en Rafael Ángel Rivas (Compilador): Mérida La Hermética. Mérida, Gobernación del Estado Mérida/Instituto de Acción Cultural (IDAC), 1997, pp. 191-194; Gerhard Masur y otros: Mérida a Caracciolo Parra (Decretos y discursos). Mérida, Universidad de Los Andes/Ediciones del Rectorado, 1963; Eloi Chalbaud Cardona: “La lección no ha terminado”, en Mérida a Caracciolo Parra. Mérida, Ediciones del Rectorado, 1963; Marco Rubén Carrillo: El doctor Caracciolo Parra Olmedo. Trujillo, Centro de Historia del Estado Trujillo, 1969; Pedro Nicolás Tablante Garrido: Caracciolo Parra presidente fundador del Colegio de Abogados. Mérida, Universidad de Los Andes 1969; Caracciolo Parra. Estudiante ejemplar. Trujillo, Centro de Historia del Estado Trujillo, 1970; Carlos Chalbaud Zerpa: “Caracciolo Parra. El Rector de la angustia”, en Historia de Mérida. Mérida, Universidad de Los Andes, 1983, pp. 291-307 y “El Rector Heroico” en Compendio Histórico de la Universidad de Los Andes de Mérida de Venezuela. Mérida, Vicerrectorado Académico/ Universidad de Los Andes, 2000, pp. 157-169; Ramón Urdaneta: “Parra Olmedo, Caracciolo”, Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, 1997, Vol. 3, p. 506; Rigoberto Henríquez Vera: “Parra Olmedo, Caracciolo (1819-1908)”, en Cultores y Forjadores Merideños. Mérida, Publicaciones RIHEVE, 2001, pp. 174-177; Pedro María Molina Márquez: “Caracciolo Parra y Olmedo. El Rector

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Caracciolo Parra y Olmedo: Rector de las reformas y de la autonomía en la Universidad de Los Andes

documentos en archivos de la ciudad2 y los editados en libros y publicaciones periódicas.3

2. De Trujillo a Mérida en búsqueda de saberes La vida y obra de Caracciolo Parra y Olmedo ha sido abordada por diversos autores, siendo Eloi Chalbaud Cardona quien de manera más amplia y exhaustiva estudió desde sus orígenes familiares, estudios primarios y universitarios, actividades profesionales, académicas y políticas, hasta su muerte, a partir de una importante recopilación documental incluida en sus citados libros El Rector Heroico e Historia de la Universidad de Los Andes.4 Estos trabajos y documentos fueron posteriormente utilizados por otros biógrafos que se encargaron de resaltar los hechos más relevantes del actuar de Parra y Olmedo como ciudadano, jurisconsulto y universitario en la ciudad serrana, la cual le ha reconocido de distintas maneras los aportes que le hizo para su progreso académico y jurídico. Sin embargo, esta historiografía precedente no nos impide volver a tratar al personaje, sólo que esta vez vamos a referirnos a un aspecto fundamental de su actuación en la ULA durante su segundo rectorado: un programa reformista que consideró tanto la situación interna de la institución como las ideas positivistas que buscaban insertar ésta en la era científica de moda en Europa y América.5 Antes de exponer dicho programa, se hace necesario presentar aspectos particulares de su vida y de su quehacer universitario, a fin de contextualizar la década que vamos a estudiar. José del Espíritu Santo Caracciolo de la Parra y Olmedo nació en Trujillo el 4 de junio de 1819. Hijo de Miguel Parra Gómez y Ana Concepción Olmedo de Sanabria. Su padre nativo de esta ciudad, mientras que la madre era oriunda de

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heroico y autonomista”, Boletín del Archivo Histórico, 11 (Mérida, enero-junio de 2008), pp. 167-172; e Ildefonso Leal: “Caracciolo Parra y Olmedo (1819-1908), el rector heroico de la Universidad de Los Andes”, en Carmen García Guadilla (Editora): Pensadores y forjadores de la universidad latinoamericana. Caracas, CENDES-IESAL-UNESCO, 2008, pp. 544-547. Fundamentalmente los existentes en el Archivo Histórico de la Universidad de Los Andes. Sobre todo los incluidos en las obras de Eloi Chalbaud Cardona y en los 10 Tomos del Anuario de la Universidad de Los Andes (1891-1900). Eloi Chalbaud Cardona: Historia de la Universidad de Los Andes. Mérida, Ediciones de la Universidad de Los Andes, 1967’1982, Tomos V, VI y VII; El Rector Heroico. Mérida, Universidad de Los Andes/ Publicaciones del Rectorado, 1965 (Colección Ilustres Universitarios, 1). Una primera aproximación al tema que vamos a tratar es nuestro artículo “Los Orígenes de la Investigación en la Universidad de Los Andes”, en Investigación. Revista del Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico- CDCHT, 6 (Mérida, enero-abril de 2002), pp. 36-37.

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Valladolid, donde se casaron poco antes de regresar a Venezuela, después de seguir Miguel estudios en España. Estos no fueron culminados por la invasión de las tropas de Napoleón Bonaparte en 1808, participando como miliciano en acciones bélicas que entonces tuvieron lugar en aquella ciudad española. Los Parra Olmedo regresaron a Trujillo en 1816, donde se establecieron con su primer hijo, Miguel Nicolás, nacido en Valladolid, para después procrear a Antonio y Caracciolo. Antes de cumplir los 14, éste último marchó a Mérida con la finalidad de seguir estudios en el Colegio Seminario de San Buenaventura, en la condición de Colegial Porcionista. En nombre de su padre, su hermano Miguel fue el encargado de hacer los trámites correspondientes ante el Provisor del instituto eclesiástico,6 para lo cual remitió la petición respectiva, una copia del acta y la certificación de “buena conducta, virtuosidad, aplicación a los estudios y cumplimiento a los deberes eclesiásticos” emitida por el Cura Párroco de la Parroquia de Motatán, Pbro. José de la Cruz Mateo, en fecha 1 de febrero de 1833.7 Miguel indicó también en la petición de la beca de porcionista que si faltasen diligencias al respecto podía ser consultado el Presbítero y Doctor Antonio José Erazo, Vicerrector del Seminario, acerca de la aplicación, vida y costumbre de su hermano Caracciolo. Esa solicitud fue aceptada casi inmediatamente, pues el 8 de febrero, el Provisor Vicario Capitular Antonio María Romana concedió mediante decreto la licencia para la investidura de Caracciolo Parra como Colegial Porcionista del Colegio Seminario, previos los otros requisitos que se debían presentar ante el Vicerrector del instituto, a quien colocaba Miguel como informante de las cualidades de su hermano para el ingreso a los estudios eclesiásticos. Al efecto, fue citado para el 25 de abril de 1833, una vez cancelados los derechos de ocho reales que se estipulaban para el acto de investirle la Beca de Colegial Porcionista, para lo cual debía presentarse “confesado” para “comulgar” en ese momento.8 Sobre sus estudios en el Seminario nada se sabe hasta ahora. Sus biógrafos nada dicen al respecto. La información correspondiente debe existir en el Archivo Arquidiocesano, al cual por diversas razones no tenemos acceso. Suponemos que 6

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Petición de Miguel N. de la Parra ante el Provisor Vicario Capitular del Obispado de Mérida, Antonio María Romana, para que su hermano Caracciolo Parra ingrese como Porcionista al Colegio Seminario de San Buenaventura de Mérida [Febrero de 1832] en Eloi Chalbaud Cardona: El Rector Heroico, p. 84. Certificación de Buena Conducta emitida por el Pbro. José de la Cruz Mateos. Trujillo, 1 de febrero de 1833, en Ibid. Decreto que autoriza a Caracciolo Parra y Olmedo como Colegial y vestir la Beca Porcionista expedido por el Provisor Vicario Capitular del Obispado de Mérida Antonio María Romana. Mérida, 8 de febrero de 1833 en Ibid., pp. 84-85.

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si Eloi Chalbaud Cardona no registró su actuación como seminarista es porqué las consideró irrelevantes para ser incluida en su biografía sobre Caracciolo Parra. Concluidos sus estudios en el Seminario de San Buenaventura de Mérida, Parra y Olmedo continuó los universitarios en la misma ciudad, recibiendo en la Universidad de Mérida los grados de Bachiller en Filosofía el 31 de agosto de 1837 y el de Bachiller en Jurisprudencia Civil el 20 de julio de 1841. Luego continuaría estudios en Caracas para otorgarle la Universidad Central de Venezuela los títulos de Licenciado en Derecho Civil el 23 de de septiembre de 1843 y el de Doctor en la misma carrera el 1 de octubre siguiente, para recibirse de Abogado ante la Corte Suprema del Segundo Distrito el 5 de octubre de aquel año.

3. Regreso a Trujillo y Mérida para el ejercicio de la abogacía y en la Universidad como empleado, catedrático y autoridad ¿Qué razón motivó el traslado de Caracciolo Parra a Caracas a continuar la carrera de derecho, si en la universidad merideña se otorgaban los grados que le otorgará la Universidad Central de Venezuela? La única que encontramos es la referida a que entonces sólo en la ciudad capital se confería el título de Abogado, por lo que aprovechó es aspiración para continuar sus estudios de jurisprudencia, utilizando los cursados en Mérida, hasta lograr en 1843 los grados de Licenciado y Doctor en Derecho Civil, así como recibirse de Abogado, después de cumplida la pasantía en un bufete caraqueño. Para entonces contaba con la edad de 25 años. El llamado de la familia le hizo volver a Trujillo, aunque su deseo era retornar a Mérida, donde existían más posibilidades laborales. En su ciudad natal solicitó al Gobernador de la Provincia, General Cruz carrillo, se le hiciera el juramento que exigía la ley para poder ejercer la función de abogado y así “…obedecer, guardar y sostener la constitución y leyes de la República, de ejercer bien y fielmente la profesión de la abogacía y defender con eficacia y sin remuneración los derechos de los menesterosos y desvalidos…”9 A tal efecto, Parra y Olmedo fue convocado para el día 5 de junio de 1844, lo cual se cumplió como se había programado. Sin embargo, más pudo aquel deseo y, seguramente, la atracción de una fémina merideña, que el reclamo de sus padres para que ejerciera el derecho en Trujillo y se encargara de las propiedades 9

Ibid., pp. 87-88.

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familiares. Así, Caracciolo regresó a la Mérida en 1844 y al año siguiente contraería matrimonio, el 23 de marzo de 1845, con Julia Picón Febres, hija de Gabriel Picón González y Apolinaria Febres Cordero, ambos descendientes de dos de las más conspicuas familias de aquella ciudad. Al respecto dice Eloi Chalbaud Cardona: “Con este enlace se unían dos linajes cuyos personeros habían luchado en la conquista, la colonización y la independencia y habían contribuido eficazmente a civilizar la patria y se echaban las bases de un hogar que sería para la República venero de ciudadanos expectables.”10

4. Primeros derroteros universitarios: de archivero a rector La primera función que cumpliría Caracciolo Parra y Olmedo en la Universidad de Mérida sería la de Archivero. Ello debido al acuerdo de la Junta de Inspección y Gobierno, en su reunión del 26 de noviembre de 1844, para que se nombrara “…una persona inteligente que en asocio a dos universitarios que le acompañen alternando, y del Señor Secretario, arreglen el archivo de la universidad bajo el sistema de expedientes con sus índices, inventarios…; y que para los gastos de papel y sueldo del inteligente que será de 12 reales por un trabajo que no baje de tres horas…” El 10 de diciembre el Vicerrector José Francisco Mas y Rubí comunicó al Dr. Parra que dicha junta le había designado, junto con el Dr. Eloy Paredes, para que siguiendo instrucciones del profesor Ramón Almarza procediera al arreglo de los documentos de la Universidad. Esta función la cumpliría paralelamente con la enseñanza, pues el 22 de noviembre de 1845 sería designado catedrático interino de la clase de Derecho Canónico por un mes, en razón de que a su propietario, el Dr. Mas y Rubí, se le había concedido una licencia por aquel tiempo, lo cual le fue notificado por el Secretario de la Universidad, Lic. Gregorio Cegarra. Por motivo de grave enfermedad de éste, el 28 de abril de 1847 la Junta Gubernativa le participó a Caracciolo Parra que le había nombrado para el cargo que Cegarra ocupaba, así como para la cátedra de Derecho Público, hasta que recobrara su salud. Continuaban los nombramientos, ya que el 29 de febrero de 1848, el ahora rector José Francisco Mas y Rubí le manifestó mediante comunicación que se le seleccionaba para suplir en la clase de Derecho Civil al Dr. José E. González, ausente temporalmente por servicios a la nación y hasta que se decidiera lo contrario. 10

Ibid., p. 99.

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Los méritos que venía acumulando el jurisconsulto trujillano seguramente incidieron en que el 20 de diciembre de 1849 fue electo para integrar la Junta de Inspección y Gobierno de la Universidad. Esta le designó nuevamente catedrático interino de Derecho Civil, esta vez para sustituir a su propietario el Dr. Pedro Monsalve, desde el 23 de octubre hasta el 17 de noviembre de 1851, cuando este se reincorporara a la institución. Para las elecciones de autoridades universitarias del 20 de diciembre de 1855, correspondiente al trienio 1856-1858, encontramos a Parra y Olmedo ejerciendo la función de Presidente de la Facultad de Ciencias Políticas. En estos comicios resultó elegido por el claustro universitario para el cargo de Vicerrector, prestando el juramento de ley y tomando posesión del mismo el 30 de diciembre de aquel año. Aunque cumpliría esa función de autoridad para aquel período, el Dr. Parra no dejaba de colaborar con la institución supliendo a catedráticos por ausencias temporales, bien por razones personales, bien por prestar servicios públicos al gobierno local, regional o nacional. Así, el 27 de diciembre de 1856, el rector Ciriaco Piñeiro le notificó que, debiendo ausentarse el catedrático de Leyes Nacionales, Dr. Bartolomé Febres Cordero, la Junta de Inspección y Gobierno le encargaba interinamente en el dictado de esa asignatura, lo cual se extendió hasta el 18 de octubre de 1857, en razón de que el titular informó en esa fecha su reincorporación definitiva. El 3 de junio de 1858 el Ejecutivo Nacional dictó un decreto que declaró vacantes todas las cátedras de las universidades de Caracas y Mérida, quedando los catedráticos en calidad de interinos. Ello fue informado a Caracciolo Parra por la Junta de Inspección y Gobierno el 5 de agosto de aquel año, pata que permaneciera en las clases que dictaba hasta tanto se reglamentara dicho decreto en cuanto al conferimiento de las misas en propiedad. Esto ocurriría el 15 de marzo de 1859, fecha en la que el General Carlos Soublette se dirigió al doctor Parra notificándole que el 1 de febrero de ese año, en conformidad con el artículo 19 del Decreto sobre Catedráticos de las Universidades, el Presidente Juan Crisóstomo Falcón le había designado como profesor titular de la cátedra de Economía Política. Además de las funciones docentes, el 31 de diciembre de 1861, el rector José Merced Pineda comunicó a Parra que el Claustro Pleno de la Universidad de Mérida le había elegido como quinto miembro de la Junta de Inspección y Gobierno. La calidad académica del doctor Caracciolo Parra y Olmedo y la carencia en la ciudad de otro catedrático siguieron incidiendo en su nombramiento para suplir vacantes de profesores por cierto tiempo. Así, el 10 de mayo de 1862 el mismo rector le nombró para que se encargara de la clase de Derecho de Gentes, ante el

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permiso solicitado por el Licenciado Pío León, hasta tanto la Junta de Inspección y Gobierno decidera otra cosa. Situación semejante se presentó el 4 de mayo del año siguiente, encargándosele la cátedra de Derecho Público. Nuevamente el gobierno hizo el nombramiento anual de ley, pues el 10 de junio de 1862 se informó a Caracciolo Parra que por decreto del poder ejecutivo del 8 de marzo se le había designado catedrático de Legislación y Economía Política.11 Su trayectoria universitaria, iniciada en 1844 en la condición de bibliotecario, profesor interino o en propiedad y miembro de la Junta de Inspección y Gobierno, sería reconocida con su designación por el Claustro Pleno como Rector de la Universidad de Mérida por cuatro años para el período 1863-1866, lo cual le fue notificado por el rector saliente, Dr. José de la Merced Pineda, el 17 de mayo de 1863. Le acompañarían en esa función los doctores Mariano Uzcátegui y Rafael Antonio González, Vicerrector y Secretario, respectivamente. La otra autoridad universitaria sería la Junta de Inspección y Gobierno.12 Todos tomaron posesión de sus cargos el 24 de mayo de 1863, continuando Para como catedrático en propiedad de los cursos de Derecho Público y de Gentes, así como de Economía Política y Legislación Universal. Entre los hechos que debemos destacar en ese período rectoral debemos consignar los siguientes: Durante esos años sólo funcionaban efectivamente las Facultades de Ciencias Políticas, Ciencias Eclesiásticas, Ciencias Filosóficas o de Humanidades y Ciencias Médicas.13 El Código de Instrucción Pública de Venezuela había dispuesto que en Mérida también existiera la de Ciencias Físicas y Naturales, pero por las propias condiciones de su instituto universitario, esta no sería establecida hasta 1932. Los estudios médicos se iniciaron de manera formal como Escuela en 1854 con el dictado de algunas cátedras, que una vez conformados en Facultad daría origen a la Escuela de Farmacia en 1894. La situación económica durante la primera gestión rectoral de Parra y Olmedo fue muy crítica, debiendo éste sortear toda clase de problemas para el 11

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Los documentos referidos a los mencionados nombramientos en Eloi Chalbaud Cardona: El Rector Heroico, pp. 93-97. La Junta de Inspección y Gobierno para 1863-1864 estuvo integrada por los doctores Pedro Juan Rellano, José de la Merced Pineda, Manuel Salas, Ciriaco Piñeiro, Gabriel Picón Febres, Pedro de Jesús Godoy, Antonio J. Erazo, Pío León, José Francisco Mas y Rubí, Mariano Uzcátegui, Mariano Uzcátegui, y Rafael Antonio González; para el período 1865-1866 Gabriel Picón Febres, Rafael Antonio González, Domingo Hernández Bello, Juan José Cosme Jiménez, Cruz Dugarte, Foción Febres Cordero, Mariano Uzcátegui, Ciriaco Piñeiro y José Francisco Mas y Rubí . Para advertir algunos aspectos del primer rectorado de Caracciolo Parra véanse documentos en Eloi Chalbaud Cardona: Historia de la Universidad de Los Andes, Tomo V, pp. 38-59, 103-109, 148-155, 171181, y 287-319.

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pago de los catedráticos y funcionamiento de la institución, en razón de que las asignaciones presupuestarias no llegan con regularidad, siendo además los sueldos de los profesores más bajos que los asignados a Caraca, por lo que no era una atracción laboral para egresados de la Universidad Central de Venezuela. Ello determinaba que sólo los nacidos o residentes en la ciudad serrana fueran los aspirantes a ingresar como docentes, pues las carreras universitarias que existían tenían escaso campo de trabajo, siendo el derecho el de mayor consideración. Esa situación económica también incidió en que el número de cátedras de aquellas facultades fuera reducido y dictadas por los profesores que las venían enseñando desde hacía cierto tiempo, alternándose algunos en determinados momentos, como fue el caso de las mencionadas suplencias de Caracciolo Parra.14 De igual manera, el ingreso de estudiantes durante su rectorado fue limitado,15 lo cual también incidió en los grados que se confirieron.16

5. Un segundo rectorado de promisorias reformas y una propuesta para la autonomía El segundo período rectoral del doctor Caracciolo Parra y Olmedo se inició el 7 de diciembre de 1887 y culminó el 19 de abril de 1900, cuando entregó el cargo al nuevo rector Pedro de Jesús Godoy, quien había sido designado el 24 de marzo.17 Doce años y medio en el gobierno de la Universidad de Los Andes de notables diferencias con su primera gestión en materia académica, persistiendo la difícil situación presupuestaria de la institución, dando el rector solución a muchos de los problemas económicos con fondos de su propio peculio. La primera de esas 14

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José de Jesús Carrero (Latinidad), Foción Febres Cordero (Matemáticas), José de la Merced Pineda (Instituciones Teológicas), Antonio José Erazo (Sangrada Escritura), José Francisco Mas y Rubí (Cánones), Ciriaco Piñeyro (Dogma), Juan José Cosmes Jiménez (Anatomía), Gabriel Picón Febres (Derecho Civil Romano), Mariano Uzcátegui (Derecho Práctico y Leyes Nacionales), Caracciolo Parra (Derecho Público y de Gentes, Economía Política y Legislación Universal). 180 inscritos en 1863; 175 en 1864; 115 en 1865; y 109 en 1866; lo cual da un promedio de 171 durante los cuatro años. Bachilleres en Filosofía: Juan Antonio Suárez (1864); José maría Soto, Francisco Sánchez, Carlos María Zerpa, Juan Nepomuceno Pagés Monsant, y Jaime Briceño (1866). Bachilleres en Teología: Luis María Luzardo (1866). Este recibiría en ese mismo año los títulos de Licenciado y Doctor en Teología. Bachiller, Licenciado y Doctor en Derecho Canónico: José de Jesús Carrero, José María Pérez Limardo y Antonio María Uzcátegui (1864) José Ignacio Bereciartu y Antonio María Durán (1865) José de Jesús Dávila y Eduardo Briceño G. (1866). En la misma fecha fue nombrado como Vicerrector, Mariano de Jesús Contreras, para sustituir a Foción Febres Cordero.

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diferencias sería el nombramiento directo por parte del gobierno de Juan Vicente Gómez, ya que en 1863 fue electo por el Claustro de Doctores de la Universidad de Mérida, como todavía se denominaba a la institución. Esta autonomía eleccionaria se practicaba desde 1843, cuando el Código de Instrucción pública así lo garantizaba, siendo eliminada por el presidente Antonio Guzmán Blanco, para no ser restituida hasta 1958. Otros hechos que contrastan con su primer período rectoral fueron la colaboración que solicitó a diversos universitarios para llevar adelante el conjunto de reformas que se proponía llevar adelante y, particularmente, las medidas directas o indirectas tomadas para cambiar la estructura académica de la Universidad de Los Andes, para que esta se orientara más al estudio de las ciencias físicas y naturales, sin abandonar los referidos al derecho, la teología y la filosofía.18 La primera medida tomada por el Rector Caracciolo Parra y Olmedo, de mucha importancia para sus ideas de cambio en la institución, fue el decreto de reorganización de la Biblioteca de la Universidad, del 1 de agosto de 1888.19 Ello en razón del número considerable de títulos de las bibliotecas de las Órdenes de Agustinos y Dominicos que habían sido transferidos por el gobierno a la universidad, una vez extinguidos sus conventos. A esos libros se agregaron los del Seminario de San Buenaventura, cuya librería estaba constituida con las obras heredadas del Colegio de los Jesuitas y de las legadas por los Obispos Fray Juan Ramos de Lora, Fray Manuel Cándido de Torrijos y Santiago Hernández Milanés. Todos los cuales se encontraban en un grave estado de hacinamiento y deterioro, en un espacio poco apropiado del edificio universitario que prácticamente estaba en ruina. Advertía entonces que dichos libros en poco podían contribuir a la modernización de los estudios universitarios, pues aunque existían textos de mucha importancia histórica, en su mayoría los libros de aquella biblioteca estaban relacionados con la teología y la filosofía de la escolástica tardía española. Para 18

19

Sobre distintos aspectos de la ULA en el siglo XIX remitimos a Alí Enrique López Bohórquez: Un siglo de historia de la Universidad de Los Andes. Mérida, Vicerrectorado Administrativo/Cátedra Libre de Historia de la Universidad de Los Andes, 2011. Decreto de reorganización de la Biblioteca de la Universidad (Mérida, 1 de agosto de 1888) en Anuario de la Universidad de Los Andes, Tomo I (Mérida, 1891), pp. 109-11 [En adelante Anuario]. El Acta de Instalación en pp. 113-114; la relación de los libros que componían la Biblioteca para 1888 y los que se fueron recibiendo en pp. 114-124; la correspondencia de las solicitudes de libros en pp. 124-128; Tomo 2 (1892), pp. 45-48; “Biblioteca. Libros que han ingresado desde fines de 1892 a fin de 1893, Tomo 3 (1893), pp. 25-27; “Catálogo General de la Biblioteca de la Universidad de Los Andes”, Tomo 4 (1894), pp. 1-55; “Biblioteca. Obras que han ingresado en 1895”, Tomo 5 (1896), pp. 10-11; “Biblioteca. Obras que han ingresado en 1896”, pp. 18-21; “Libros regalados a la Biblioteca en 1899”, Tomo 9 (1900), pp. 10-11. Véase también al respecto Eloi Chalbaud Cardona: El Rector Heroico, pp. 118-120.

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cambiar esa situación, el rector tomó dos significativas decisiones: la primera, el nombramiento del Dr. Juan Nepomuceno Pagés Monsant como bibliotecario para hacer el inventario correspondiente, ordenar por materias los libros y ubicarlos en la sala que había dispuesto para tal fin, en cuya entrada colocó una placa para denominarla “Farmacia del Alma”; la segunda, el envío de comunicaciones a personalidades e instituciones académicas de la región, del país y de exterior solicitando libros actualizados para la enseñanza de las ciencias en general. La respuesta fue inmediata, pues de distintos lugares llegaron obras de la más variada naturaleza que incrementaron y dieron mayor calidad a la vieja biblioteca universitaria. Cuando Caracciolo Parra asumió el rectorado los libros de la biblioteca sumaban 197, cuando lo culminó contaba con 2.572, lo cual no se debe valorar sólo cuantitativamente sino también en la calidad de los textos de distintos contenidos científicos que fueron llegando de diferentes partes del mundo. Para complementar este decreto y dar inicio al propósito fundamental de dar a conocer la Universidad de Los Andes a nivel nacional e internacional, el doctor Caracciolo Parra dictó otro decreto de mucha importancia: la creación del Anuario de la Universidad de Los Andes. Publicación periódica que le serviría de instrumento para dar a conocer las reformas que progresivamente fue formulando, pues en la misma se editaron los documentos que dieron forma a su proyecto de transformación universitaria. En efecto, el 26 de julio de 1889, el rector Parra decretó la edición del Anuario con la finalidad de dar a conocer la historia de la institución registrada en papeles existentes en su archivo y en otros de la ciudad, los cuales debían divulgase para que se conociera su desarrollo y su marcha en determinados períodos, así como el adelanto de sus maestros y alumnos, tanto en el país como en el extranjero.20 Sobre todo, la máxima autoridad universitaria consideró que la publicación incluiría “la marcha del Establecimiento con todos los pormenores, publicación de actas de exámenes y premios y grados, nombres de los académicos existentes y de los que hayan fallecido, empleados, Biblioteca, edificio y regalos hechos al Instituto…”, además de los asuntos importantes que se fueran produciendo en la Universidad a partir de entonces y como medio de intercambio con las instituciones que remitieran libros que solicitaba el rector o el bibliotecario.21 20

21

Decreto de creación del Anuario de la Universidad de Los Andes (Mérida, 26 de julio de 1889) en Anuario, Tomo I, pp. 3-5 y Eloi Chalbaud Cardona: Ibid., pp. 294-296. Para ampliar el conocimiento de esta publicación remitimos a nuestro artículo “El Anuario de la Universidad de Los Andes” en Crónicas de historia universitaria. Rescate de una memoria histórica extraviada y desconocida de la Universidad de Los Andes. Mérida, Consejo de Publicaciones/CDCHT/Universidad de

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Otro aspecto importante derivado del anterior decreto fue el que se señalaba que en el artículo 5º del mismo, indicándose que en el tomo primero del Anuario se incluiría la historia de la Universidad de Los Andes desde su fundación hasta diciembre de 1888. Esa tarea se encomendó al catedrático y bibliotecario Juan Nepomuceno Pagés Monsant, quien con documentos del archivo universitario y la ayuda del Br. Tulio Febres Cordero escribiría, para los fines expresados, el “Resumen Histórico de la Universidad de Los Andes”.22 Se trató de una síntesis de hechos ocurridos desde la fundación del Seminario de Mérida hasta 1889, acompañada de algunos documentos, poniendo énfasis en la fecha de fundación, reconociendo que ello ocurrió el 21 de septiembre de 1810. En estas dos primeras medidas ya se puede advertir que Caracciolo Parra estaba siguiendo los lineamientos de la ciencia positivista que reconocía y exigía la necesidad de contar con documentos para el conocimiento, comprensión y divulgación de la historia, en este caso de la Universidad de Los Andes, al tiempo que valoraba la importancia de que una autoridad conociera el proceso histórico de la institución que le correspondía gobernar. Dentro de este mismo orden de ideas, y considerando la situación de los estudios que se realizaban y los que en adelante debían hacerse en la institución, Caracciolo Parra dio inicio a una serie de actividades tendentes, al menos, a mejorar la enseñanza de las ciencias naturales que, en cierto sentido, también se pueden considerar los orígenes de la investigación en la universidad andina. Estos están estrechamente vinculados a la organización funcional de los estudios de Medicina de la institución en 1854 23 y a los cambios introducidos en distintas

22

23

Los Andes, 2008, pp. 99-103; Pedro Nicolás Tablante Garrido: “Periodismo merideño. Anuario de la Universidad de Los Andes”, Boletín del Centro de Historia del Estado Trujillo, 3 (Trujillo, junio de 1964), pp. 54-77 y Eloi Chalbaud Cardona: “El Anuario de la Universidad” en Ibid., pp. 293-299. Sobre el envío del Anuario véase Tomo 9 (1900), pp. 21-25. Juan Nepomuceno Pagés Monsant: “Resumen Histórico de la Universidad de Los Andes”, Anuario, I pp. 6-57. Otras ediciones: Mérida, Editorial Salirrod, 1950; Mérida, Dirección de Cultura de la Universidad de Los Andes, 1951; Mérida, Concejo Municipal del Distrito Libertador, 1983. Una valoración de este artículo en Alí Enrique López Bohórquez: “El Resumen Histórico de la Universidad de Los Andes de Juan N. P. Monsant”, en Crónicas de historia universitaria... pp. 63-67. La Cátedra de Medicina Especulativa y Práctica se estableció inicialmente en 1805, como parte de las actividades de enseñanza teórica del Seminario de San Buenaventura, la cual tuvo como primer profesor al guanarense José María Unda, quien había obtenido el grado de doctor en la Real y Pontificia Universidad de Bogotá. Con dificultades funciona esta cátedra y en mayo de 1810 se encuentra al frente de la misma el doctor Manuel Palacio Fajardo, lo cual ocurre por poco tiempo pues, vinculado al movimiento independentista venezolano, abandona Mérida para representar a Mijagual en el Congreso Constituyente de 1811. Transformado el Seminario en la “Real Universidad de San Buenaventura de los Caballeros de Mérida”, por decisión de la Junta Superior Gubernativa de Mérida del 21 de septiembre

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áreas por el llamado Rector Heroico o Rector de la Angustia, como lo ha calificado su principal biógrafo.24 Antes de considerar los cambios ocurridos en los estudios de Medicina y otras áreas del conocimiento durante el segundo rectorado del Dr. Caracciolo Parra, en lo que a la investigación científica se refiere como parte de los planes de estudio, es necesario señalar que el funcionamiento de una cátedra de Medicina fue muy irregular. La enseñanza se circunscribía a planteamientos teóricos-especulativos hechos por el profesor y a través de la lectura de escasos textos venidos del extranjero con contenidos ajenos a la realidad médica y de salud del país, con insuficiente instrumental para realizar las prácticas requeridas. Ello evidencia un distanciamiento con lo que ocurría con dichos estudios en Caracas, en otros lugares de América y Europa y con lo que en la actualidad conocemos como investigación científica. Esta situación tendería a cambiar a partir de la intervención del Estado y de importantes medidas tomadas por el Rector Caracciolo Parra en el transcurso de su segunda gestión para fomentar el progreso de la universidad emeritense. Entre esas medidas destaca lo referente a la adquisición en Europa para la Cátedra de Anatomía de un Modelo de Auzoux por parte del Gobierno del Estado Los Andes en 1889, a instancia del rector Caracciolo Parra, quien consideró que “descubrirá y pondrá de manifiesto a los alumnos que se dediquen a las materias Médicas, ese mecanismo tan maravilloso, y que llena de asombro a los naturalistas, sin cuyos conocimientos la Medicina dejaría de ser Ciencia.” En noviembre de ese año el modelo se exhibió no sólo a los estudiantes y .profesores, sino también

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de 1810, los estudios médicos quedaron incorporados a la estructura académica de la nueva universidad para cuyo conferimiento de grado debía seguirse —como en las otras cátedras— lo establecido en las Constituciones de la de Caracas. Por efecto de la guerra de emancipación, la Universidad no inició sus actividades hasta 1832, cuando el Gobierno de José Antonio Páez designara al doctor Ignacio Fernández Peña como primer Rector de la institución y le confiara la redacción de sus Estatutos. En estos estatutos no se incluyó la Cátedra de Medicina (mas sí dos de Gramática Latina, una de Filosofía, una de Jurisprudencia Civil, una de Derecho Canónico y una de Teología) que se reanudaría en 1837 con el nombramiento del doctor Cleto Margallo, quien sólo la regentaría por un año, quedando sin actividad la cátedra hasta 1845, cuando la reestableciera el Rector Rafael Alvarado, aunque la reanudación fue en 1852 con las clases de Anatomía e Higiene a cargo de los doctores Juan José Cosmes Jiménez y Manuel Hernández Sosa, respectivamente. La primera de ellas fue eliminada en 1867 y para la segunda fue designado en 1853 al Dr. Domingo Hernández Bello, hasta que definitivamente durante el rectorado de Eloy Paredes (1852-1857) se organizaron funcionalmente los Estudios de medicina en la Universidad de Mérida. Las reformas continuaron entre los años 1854 y, 1888, reorganizándose las cátedras con la incorporación de las de Semiología, Terapéutica, Medicina Legal, Patología Interna, Cirugía y Obstetricia, junto a las viejas cátedras de Anatomía o Higiene. Eloi Chalbaud Cardona: El Rector Heroico, p. 122.

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a empleados públicos y a la comunidad merideña en acto público solemne.25 Antecedente de esta donación gubernamental fue la hecha el 1 de agosto de 1889 por el Presidente de la República, Cipriano Castro, de un ejemplar del Maniquí Fisiológico de White, remitido al instituto por el Ministro de Instrucción Pública, M. A. Silva Gandolphi, con el propósito de contribuir “al progreso de los estudios anatómicos” en la Universidad.26 Preocupado por la carencia de cadáveres para las prácticas de Anatomía, el 16 de abril de 1890, Caracciolo Parra solicitó al Gobernador del Estado Trujillo la donación de tres “momias y cuerpos humanos perfectamente conservados” que existían en una parroquia de ‘esa entidad federal, lo cual fue conferido por el gobernante trujillano.27 Fuera del campo de la medicina, el Rector Parra se preocupó también por lograr ambientes favorables para la investigación en otras áreas de las ciencias naturales y sociales. Así, el 15 de agosto de 1889 dictó el Decreto de creación de un Gabinete de Historia Natural un Jardín Botánico y un Acuario.28 Otro decreto del 8 de mayo de 1890 disponía la compra de animales, plantas y minerales, creándose “una clase para la disecación de flores, plantas, reptiles y toda variedad de animales”, todo ello con la intervención directa del Rector en cuanto a los aportes económicos de sus propios recursos y la reglamentación de las actividades a cumplirse en el Herbario y la clase de Taxidermia, en razón de no existir entonces un o especializado en la ciudad. Aunque estas dependencias confrontaron problemas para su funcionamiento, en abril de 1900 todavía existían y se habían convertido en un Museo.29 Otra propuesta interesante para estimular la investigación científica fue la creación de un Observatorio Astronómico, planteada a la Legislatura del Estado el 8 de diciembre de 1889. Diversos informes del Rector evidencian los problemas para la construcción del local requerido al efecto, que al parecer funcionaría en el último piso de la torre de la Capilla del viejo Seminario.30 25

26 27 28

29 30

“Adquisición de un Modelo de Auzoux y un Maniquí Fisiológico de White” en Anuario, Tomo I, pp. 143-146. Ibid., p. 146. La referida correspondencia en Ibid., pp. 141-143. Decreto de creación de un Gabinete de Historia Natural, un Jardín Botánico y un Acuario, así como la correspondencia al respecto en Ibid., pp. 150-157; también en Eloi Chalbaud Cardona: El Rector Heroico., pp. 129-137. En siguientes ediciones del Anuario se incluyó información sobre los trabajos del Jardín Botánico: Tomo 2 (1892), pp. 43, 93-99; Tomo 3 (1893), pp. 31-34; Tomo 6 (1897), pp. 22-23; Tomo 8 (1898), pp. 24-26;”Jardín Botánico. Árboles plantados en 1899”, Tomo 9 (1900), p. 12. Anuario, Tomo I, pp. 157-158; Tomo 2, p. 44. “Observatorio Astronómico” en Anuario, Tomo 1, pp. 160-161; Tomo 2 (1892), pp. 110-111 y Eloi Chalbaud Cardona: Ibid., 138-142.

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La Oficina Metereológica fue otra de las grandes ideas de Caracciolo Parra, establecida el 22 de diciembre de 1891, complementada con la colocación en el patio principal de la Universidad de un Cronómetro Solar y la adquisición de un Higrómetro, un Electrómetro y un Pluviómetro. Todo ello con la finalidad de hacer observaciones para estudios de los fenómenos de la atmósfera “por la influencia soberana y vital [señalaba el Rector] que esos fenómenos ejercen sobre la salud de la especie humana y de los animales, en las plantas y en la agricultura”.31 El Director de esa Oficina sería el encargado de hacer las observaciones y levantar las estadísticas correspondientes para ser publicadas en el Anuario de la Universidad, como en efecto se hizo por mucho tiempo también a partir de 1904 en la Gaceta Universitaria, cuando ésta sustituyó a aquella publicación. Esa función fue cumplida por el doctor Alfredo Carrillo (1891-1893) y luego por el Br. Emilio Maldonado (1893-1915). De igual manera, el Rector Parra acordó el 23 de diciembre de 1891 la formación de un Calendario Médico y in Calendario Agrícola, que complementarían el Calendario Rural, formado al crearse la Cátedra de Botánica. El primero de ellos estaría a cargo de la Facultad de Medicina, mientras que el segundo bajo la responsabilidad de individuos dedicados a la agricultura designados por el rector “que tengan amor a la ciencia y espíritu de progreso”. El papel de los tres calendarios era el registro de datos de sus respectivas áreas que pudieran posteriormente ser utilizados para investigaciones que permitieran dar solución a los problemas que se presentaban en materia de salud y de la agricultura.32 La preocupación de Caracciolo Parra por el estudio de la ciencia natural volvió a expresarse cuando el 30 de junio de 1894, a proposición suya, el Congreso Nacional creó la Escuela de Farmacia como una dependencia de la Facultad de Medicina. El acto de instalación tendría lugar el 30 de octubre siguiente, con la participación de los doctores farmaceutas graduados en la Universidad Central de Venezuela y de los médicos de la Universidad de Los Andes, quienes inmediatamente fueron incorporados como sus catedráticos titulares. Examinados sus respectivos títulos en esa fecha se procedió a la elección de sus autoridades. Ahora los estudios de la botánica y la química entrarían a formar parte de la estructura académica de 31

32

Eloi Chalbaud Cardona: Ibid., pp. 143-149. Decreto de creación de la Oficina Metereológica (Mérida 23 de diciembre de 1891) en Anuario, Tomo 2, pp. 17-19, 26-276; sobre sus informes pp. 49-80; Tomo 3, pp. 45-50; Tomo 5, p. 15; “Decreto que nombra Director de la Oficina Metereológica”, Tomo 8 (1900), pp. 17-18; Tomo 9 (1901), pp. 30-32; Tomo 10 (1900), pp. 9-10. Eloi Chalbaud Cardona: Ibid., pp. 149-151; Anuario, Ibid., pp. 19-21; 81-93; Tomo 3 (1893), pp. 35-44; “Enfermedades que han causado las defunciones de 1894”, Tomo 4 (1895), pp. 59-60; “Enfermedades que han producido la muerte”, Tomo 8 (1898), p. 27-28.

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la universidad andina de manera institucional, para lo cual el Gabinete de Historia Natural, el Jardín Botánico y el Acuario quedarían bajo la responsabilidad de la nueva dependencia universitaria. Las ciencias sociales no fueron excluidas de las preocupaciones científicas de Caracciolo Parra, ya que el 14 de octubre de 1892 creó el cargo de Cronista de la Universidad, cuya función era escribir los sucesos diarios de “todos los acontecimientos que se suceden de un carácter público o que afecten de algún modo, el orden social, la salubridad pública, los descubrimientos o invenciones, la introducción de nuevas industrias y demás hechos que tiendan a ilustrar la historia”. Esos aspectos serían registrados en un libro que llevaría por título Crónica del Estado de los Andes. Para este cargo se designó al Br. Tulio Febres Cordero, quien cumplió la tarea encomendada por el doctor Parra y Olmedo a través de la publicación en el Anuario de una primera crónica, actividad suspendida al finalizar la gestión de Caracciolo Parra.33 Si bien todavía no estamos en presencia de una actividad investigativa sistemática, sin embargo es posible apreciar que es en esta etapa de la historia de la institución cuando se sientan las bases para el abandono parcial de la vieja concepción escolástica de la enseñanza, para dar paso lenta y progresivamente a la idea del papel de la Universidad en materia de investigación científica. Mucho tiempo habría de transcurrir para que ello ocurriera, pero es justicia reconocer la labor que para ello desarrollara el rector Caracciolo Parra y Olmedo entre 1887 y 1900. Algunas de las reformas no tuvieron proyección en el tiempo; otras fueron la base de lo que más tarde sería el desarrollo de los estudios de Medicina, de Farmacia y de Ingeniería. Pero lo cierto es que, como en ningún momento anterior, como dice Eloi Chalbaud Cardona, “no tuvo un día de calma durante los trece años de su rectoría, pues a más de las cuestiones que lógicamente estaba obligado a resolver por ser inherentes a su cargo, había también las que él mismo hubo de crearse, en su incontenible anhelo de mejoramiento.”34 En verdad no existe una autoridad universitaria que antes se preocupara por cambios cualitativos en la institución y los introducidos por el rector Caracciolo Parra fueron en su momento bien recibidos, de allí el apoyo que tuvo de la mayoría de los catedráticos y demás autoridades universitarias que le acompañaron en su segunda gestión rectoral. No menos significativo fue la participación que hacía 33

34

Eloi Chalbaud Cardona: Ibid., pp. 151-153; Anuario, Ibid., pp. 27-29; “Estadística general de Mérida”, pp. 102-110; “Año de 1893. Crónica de la Universidad de Los Andes”, Tomo 3, pp. 57-59. Eloi Chalbaud Cardona: Ibid., p. 122.

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de cada una de sus acciones al Gobierno Nacional, a través de comunicaciones específicas en su debido momento o en las Memorias que anualmente rendía ante el Ministerio de Instrucción Pública, recibiendo siempre aprobación de las reformas y en algunos casos apoyo material para llevarlas adelante.35

6. La propuesta de autonomía universitaria del rector Caracciolo Parra y Olmedo al Gobierno y Asamblea Nacional El tema de la autonomía universitaria adquiere una consideración particular en Venezuela a partir del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958, cuando se dicta la ley que la garantizaba en el orden académico y elección de las autoridades de las Universidades públicas. Con ello se rescataba la facultad que había sido suprimida por Antonio Guzmán Blanco en 1884, la cual venía detentando la Universidad Central de Venezuela desde 1827 al conferirle el Libertador Simón Bolívar sus Estatutos Republicanos, que ratificaba dicha elección por el Claustro de Doctores. Estos estatutos fueron adaptados a la realidad de la Universidad de Mérida en 1832 incluyéndose la libertad eleccionaria. Pero sería el primer Código de Instrucción Pública de Venezuela de 1843 el que garantizara esa autonomía, no solamente en cuanto a la escogencia interna de rectores, vicerrectores y secretarios, sino también a los catedráticos que se encargarían de dictar las distintas asignaturas de sus respectivos planes de estudio, lo cual sería eliminado por Guzmán cuando en una elección de la UCV los que resultaron electos no eran afectos a su gobierno.36 Ambas situaciones no generaron, hasta donde sabemos, documento alguno que favoreciera o criticara las características de la limitada autonomía de las instituciones de educación superior venezolanas de entonces, antes y después de 1884, con excepción de las consideraciones que al respecto expusiera el rector Caracciolo Parra y Olmedo en la Memoria que rindiera al gobierno de Joaquín Crespo, el de octubre de 1893, así como en una circular dirigida a los Diputados del Estado Los Andes que concurrieron a la Asamblea Nacional de ese mismo año. 35

36

En esas Memorias se especifican cada una de las reformas introducidas por Caracciolo Parra y Olmedo, las cuales pueden ser consultadas en Eloi Chalbaud Cardona: Historia de la Universidad de Los Andes, Tomo VII, pp. 471-556. Sobre esos hechos históricos remitimos a Graciela Soriano de García Pelayo: Sobre la Autonomía Universitaria. Caracas, Universidad Central de Venezuela/Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, 2005.

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Cumpliendo con la exigencia que imponía el Código de Instrucción Pública, Parra y Olmedo presentó la Memoria correspondiente a 1892, el 1 de octubre de 1893.37 Además de dar cuenta de diversos aspectos académicos y administrativos de la Universidad de Los Andes, el rector se atrevió a formular una serie de consideraciones sobre la necesaria autonomía universitaria, no en el aspecto académico y eleccionario, sino en lo estrictamente económico y administrativo. Lo primero no fue considerado en razón de que Parra había sido partidario de los gobiernos liberales que sucedieron a la última gestión de Guzmán Blanco, los cuales le ratificaron para tres períodos consecutivos en el rectorado de la ULA; mientras que lo segundo era de vital importancia para el funcionamiento de esta institución universitaria, en razón de la situación económica durante los gobiernos guzmancistas, por el escaso presupuesto y la privación que hizo de viejas propiedades y rentas de la universidad andina. Por ello comenzó su Memoria señalando que ...al frente de sus destinos hace algún tiempo, y consagrado en absoluto a su conservación y fomento de los escasos recursos de que podido disponer, he venido presentando ante el Supremo Gobierno Nacional el cuadro de sus necesidades más urgentes, e indicando los medios de satisfacerlas, con tenaz empeño, como creo yo que cumple a todos aquellos a quienes se confía el servicio de los intereses públicos, y, especialmente, a los que con el ramo de la instrucción, que es el pan del espíritu, están llamados a vigilar sin descanso, y a mantener siempre vivo el fuego sagrado.

Después de exponer realizaciones y las más urgentes necesidades de la institución que dirigía desde hacía seis años, Caracciolo Parra pasó a considerar, de manera más extensa, lo que denominó “la independencia de las Universidades”. En que respecta a la Universidad de Los Andes planteó la conveniencia era todavía mayor en razón de la distancia en que se encontraba el asiento del Gobierno Nacional y la irregularidad de las comunicaciones postales y telegráficas, lo cual retrasaba el conocimiento en Caracas de las solicitudes del instituto y las respuestas oportunas a las necesidades formuladas. A ello agregaba la estrecha sujeción a la que estaban sometidas las universidades y el favoritismo que se 37

“Memoria que el Rector de la Universidad de Los Andes dirige al Supremo Gobierno” (Mérida, 1 de octubre de 1893) en Anuario, Tomo 3, pp. 1-5; y “Memoria dirigida por el Rector de la Universidad de Los Andes al Ministro de Instrucción Pública” (Mérida, 1 de octubre de 1893) en Eloi Chalbaud Cardona: Historia de la Universidad de Los Andes, Tomo VII, pp. 320-526.

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daba a las más cercanas al gobierno radicado en la ciudad capital. En tal sentido, Parra Olmedo hizo una propuesta de avanzada, ni siquiera considerada entonces por la Universidad Central de Venezuela, en cuanto a que se considerara que la autonomía de las Universidades no sólo consistía ...en que el Cuerpo Académico sea el que provea todos los destinos del Instituto; sino, lo que es más esencia, que tengan sus rentas propias, administradas por ellas mismas, sin la intervención de un poder extraño. Ya se ha visto en épicas no muy lejanas, que el Poder Ejecutivo ha negado a algún Estado su parte en la distribución de la Renta propia porque ese Estado se negaba a recibir un empleado creado por el mismo Poder Ejecutivo, y claro está que tanto los Estados que no han sabido crearse recursos propios y cuya vida es prestada, no pueden ser independientes; esto no sucede con las corporaciones.

En esto último se refería a las Universidades, y poniendo como ejemplo a un Estado, pasó a exponer el caso de la Universidad de Los Andes, que tenía fincas y rentas ...que aunque escasas, servían para la marcha del Instituto. En el Tomo 1° del Anuario que ha publicado este Plantel, aparecen detalladas esas fincas, y censos que le pertenecían, montante su valor, sin contar algunos otros ramos, a la suma de novecientos noventa y cuatro mil cuatrocientos noventa y siete bolívares. Todos esos capitales se los apropió el Gobierno Nacional, los mandó justipreciar y poner en subasta, rematándose por menos de su valor, valor que se le dio según las circunstancias de la época y tan bajo que al día siguiente de las adjudicaciones, los rematadores no querían ganar dos tantos más de la suma porque los habían adquirido. El importe de esos remates quedó reducido a su más mínima expresión por virtud de la ley de Crédito Público y eran los intereses de esa suma los que se pasaban a esta Universidad para sus gastos, que no cubrían. Más luego vino el Decreto Ejecutivo sobre Instrucción Pública, [que] retiró el pago de esos intereses, fijó los sueldos en lo absolutamente limitado para sueldos y premios; así se han estado pagando con algunas interrupciones, hasta que el actual Gobierno a tiempo que eleva el sueldo del Vice-Rector, rebaja el total del presupuesto...

El rector Parra continuó exponiendo los perjuicios que esa situación había causado al funcionamiento del instituto y pago de los sueldos de los catedráticos, para

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concluir en la necesidad de que se tomaran las medidas pertinentes para que las rentas destinadas a la Instrucción no cayeran bajo la acción de la Ley de Crédito Público, para que así la Universidad de Los Andes pudiera cumplir normalmente con sus obligaciones académicas y administrativas manejando directamente sus propias rentas y bienes. Con anterioridad, en su empeño por lograr la autonomía económica universitaria, Parra y Olmedo se había dirigido, el 12 de abril de 1893, a los Diputados del Estado Los Andes que habían concurrido en ese año a la Asamblea Nacional, para exponerles las penalidades por las que atravesaba la ULA, al tiempo que les describía toda las reformas realizadas con mucho sacrificio y reclamaba su intervención en el reconocimiento de la deuda que el Gobierno tenía contraída con este instituto. Concluía la comunicación señalando a los Representantes la necesidad de una autonomía universitaria, tanto académica como financiera, lo cual no expuso de manera directa en la referida Memoria al Ministerio de Instrucción Pública, por lo que les instaba a trabajar ...en el sentido de obtener la libertad de las Universidades, pues esa dependencia que hasta ahora ha tenido del Ejecutivo Nacional, es una rémora para su adelanto y prosperidad. La provisión de sus empleados debe hacerse por el Claustro y en concurso de opositores, pues en los planteles de enseñanza, más que en cualquier otro ramo, debe buscarse siempre la idoneidad de los empleados; y es necesario sustraerlos a la influencia perniciosa de la política. Debe autorizarse igualmente a todas las Universitarias para expedir títulos de Doctor, pues de este modo se redime a los graduados del abuso que se ha venido cometiendo con el cobro de derechos indebidos...38

Así, con ambas representaciones al Gobierno Nacional y a Diputados de la Asamblea Nacional, el rector Caracciolo Parra y Olmedo se adelantaba en el tiempo a algunos de los postulados en materia de autonomía universitaria que veinticinco años después se expondrán en las Reformas de Córdoba de 1918, las cuales no tuvieron ningún efecto en las universidades venezolanas, en razón de la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez, no existiendo tampoco interés sobre su discusión en los institutos de educación superior de Caracas y Mérida.39 Para abogar 38

39

“Fragmentos de la circular dirigida por el Rector Parra a los Diputados del Estado Los Andes que concurrieron a la Asamblea Nacional en 1893” en Eloi Chalbaud Cardona: El Rector Heroico, p. 274. Sobre esas consideraciones véase Alí Enrique López Bohórquez: “Ausencia de las Reformas de Córdoba en las Universidades de Venezuela (1918-1935)”, Educere. La Revista Venezolana de Educación, 41 (Mérida, abril-junio de 2008), pp. 337-350.

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Caracciolo Parra y Olmedo: Rector de las reformas y de la autonomía en la Universidad de Los Andes

por la libertad de las universidades, aquella autoridad con mucha perseverancia dio a conocer a distintas instancias del gobierno regional y nacional, a otras instituciones de educación de América y Europa, y a distinguidas personalidades nacionales e internacionales los cambios que durante más de una década había llevado adelante con los escasos recursos que le suministraba el Poder Ejecutivo y los que él mismo había invertido, como señalamos, de su propio patrimonio económico. Las reformas académicas introducidas por el doctor Parra, si bien no tuvieron efectos inmediatos, sentaron las bases para los futuros estudios de las ciencias naturales que tendrían lugar en las tres primeras décadas del siglo XX en las áreas de medicina, farmacia, agrimensura, física y dentistería. En cuanto a la anhelada libertad de las universidades, permítasenos concluir con lo que al respecto dijo su más destacado biógrafo Eloi Chalbaud Cardona: “Más de sesenta años hubieron de transcurrir para que la autonomía universitaria fuese lograda en Venezuela, aunque sin la amplitud con que lo deseó y con tanto ahínco trabajó el Rector Parra.”40 El rector heroico, el rector de la angustia, de la Universidad de Los Andes entre 1887 y 1900.

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Eloi Chalbaud Cardona: El Rector Heroico, p. 274.

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Arturo Michelena: El granizo de Reims, 1889.

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José Gil Fortoul: defensor de los derechos políticos de la mujer

José Gil Fortoul: defensor de los derechos políticos de la mujer Jaime Ybarra 1. A modo de introducción Las líneas que a continuación siguen, versan sobre un personaje relevante en la historia venezolana del siglo XIX. Se trata nada más y nada menos que de José Gil Fortoul, abogado, escritor, historiador, sociólogo y Doctor en Ciencias Políticas en 1885, egresado de la Universidad Central de Venezuela. Nacido en El Tocuyo, el 25 de noviembre de 1861, jurisdicción perteneciente al otrora estado Barquisimeto, hoy, estado Lara. Vivió casi la mitad de nuestro decimonono y la del XX. Faltando cinco meses aproximadamente para cumplir ochenta y dos años, ocurre su deceso el 15 de junio de 1943 en la ciudad de Caracas. De su amplia obra destacan las siguientes: La Infancia de mi Musa (1880), Recuerdos de París (1887), Filosofía Constitucional (1890), Filosofía Penal y el Humo de mi Pipa (1890-1892), La Esgrima Moderna y su primera novela Idilio (1891-1892), Pasiones (1895), la segunda de sus novelas; El Hombre y la Historia (1896), Historia Constitucional de Venezuela, su primer tomo, (1906), Historia Constitucional de Venezuela, su segundo tomo, (1909); preparaba su tercer ejemplar de Historia Constitucional, pero el muro infranqueable de la muerte no le permitió llevar a cabo esta aspiración. Sumado a ser un destacado ensayista, a Gil Fortoul debe considerarse como el principal vocero del positivismo en Venezuela; adherirse a esta doctrina lo condujo a percibir los fenómenos de la sociedad con más objetividad y rigurosidad científica. En ese sentido, nuestro personaje objeto de estudio estimó la historia como una ciencia, de la cual debía prescindirse de juicio de valor alguno a la hora de indagar sobre un proceso histórico determinado, a través del examen imparcial y crítico de las fuentes. En fin, esgrimió una nueva metodología para sus investigaciones históricas que constituyeron una novedad en relación a como se venía estudiando nuestro pasado histórico. Ahora bien, en el presente escrito analizaremos las ideas de este eximio venezolano en torno a los derechos civiles de la mujer, expuestos en su libro Filosofía Constitucional, editado en Francia, en 1890. Dicho texto da cuenta de su preparación intelectual y conocimiento sobre el transcurso histórico universal de

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los derechos políticos femeninos, y además, muestra que -en su momento- era un hombre a la vanguardia del tiempo, pues hizo una valiosa defensa sobre las féminas venezolanas de finales del siglo XIX, mediante la referencia histórica universal, por lo que lo catalogamos como un constitucionalista que se atrevió a esgrimir argumentos a favor de nuestras súbditas invisibilizadas, quienes en ese entonces sufrían una exclusión política, y fue precisamente Gil Fortoul, quien rompió el silencio en tiempos del guzmancismo, constituyéndose en una voz redentora del momento, que fue fraguándose lentamente durante casi ocho décadas, hasta cuando en la Carta Magna de 1945 se les reconoció el derecho al sufragio.

2. El momento oportuno En el marco de los procesos electorales de la Venezuela del siglo XIX, los legisladores que diseñaron las Constituciones de 1830 y 1857, omitieron la posibilidad de estatuir elecciones universales, secretas y directas. En el evento electoral de 18581 es cuando se pone en práctica la universalidad del sufragio, anhelo que se cumple, pero que pierde continuidad debido a la crisis que generó la Guerra Federal (1859-1863). Pasado el fragor de esta Guerra, se van ampliando los derechos políticos con ciertas restricciones, a fin de escoger a los gobernantes regionales y nacionales. Desde Páez (1830) hasta Guzmán Blanco (1870) se instaura en Venezuela una institucionalidad electoral en proceso de consolidación2 que regula el sufragio en pos de conformar los poderes públicos en sus diversas escalas, sin embargo, estas novedades comiciales no tomaban en cuenta a la mujer venezolana para que formara parte de los agentes electorales activos que tendrían derecho de elegir y ser elegidos. Pues, “(…) era impensable entonces que las mujeres podían adquirir tal derecho político, así como tampoco (…) (ellas) mostraron algún interés en adquirirlo.3” 1

2

3

“En 1858, 1859 y 1860 se llevaron a cabo en Venezuela las primeras elecciones bajo el sistema universal, directo, secreto exclusivo para varones, para elegir a los diputados a la Convención Nacional, a las autoridades provinciales y el Poder Ejecutivo Nacional”. Véase: Bernardino HERRERA. “Las primeras elecciones, universales, directas y secretas de varones en Venezuela, 1858-1860”, Ensayos Históricos, 1997, número 9, pp. 89-120. Para profundizar al respecto, léase: Jaime YBARRA, Legitimación del poder político a través del sistema electoral venezolano, 1870-1888. Tesis Doctoral (mimeografiada), para optar al Título de Doctor en Historia, UCAB, 2012. Bernardino HERRERA, ob.cit., p.95.

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Es en estas circunstancias de retrocesos y avances en materia electoral, en la que algunos intelectuales como José Gil Fortoul propone “(…) la extensión del derecho del sufragio a la mujer, la cual tiene interés en ser bien gobernada y contribuye a la constitución de la sociedad con su actividad y sus bienes (…)4”, evidentemente, este erudito, como estudioso del Derecho Constitucional de nuestro país, se había percatado de cómo se relegaba a la mujer a un segundo plano en lo que respecta al goce de los derechos ciudadanos; no se le otorgaba carta de ciudadanía; se le invisibilizaba y, le correspondería al escritor tocuyano, a través de su facultad escrituraria, ser uno de los principales reivindicadores del momento, al proponer un reconocimiento a los derechos políticos femeninos. Este personaje, perteneciente a esas generaciones de estudiosos ucevistas de su tiempo, será quien se contraponga a algunos de sus pares, tales como Felipe Larrazábal (fundador de los periódicos El Patriota y El Federalista), y al escritor Luis López Méndez5, quienes sostenían que la mujer venezolana debería estar apartada de las funciones electivas por su “(…) inferioridad biológica y su dificultad para la abstracción (…)6”. Esta posición de ambos escritores, de oponerse a las voces combativas de algunas precursoras del feminismo que en Europa se organizaban en torno a movimientos sufragistas instaurados en las postrimerías del siglo XIX, se gestaba a contracorriente del surgimiento de la primera ola o tendencia revolucionaria del viejo mundo que, en su mayoría, giró en torno al logro del derecho al sufragio; coyuntura que aprovechó Gil Fortoul para nutrirse de todo ese bagaje teórico y de la nueva literatura emancipadora, a fin de proponer su iniciativa progresista, constituyéndose en una rara avis que no estaba en concordancia con la sociedad patriarcal de la época, sociedad que en ningún momento se le ocurriría la excentricidad de plantear esa posibilidad de que la mujer votase. Claro está, cuando el escritor publica su obra: Filosofía Constitucional, en la cual ampara a la mujer venezolana, ya habían pasado dos años del inicio del proceso de desguzmanización de la política del Ilustre Americano, y calculaba que a lo mejor no se produciría cortapisa alguna para el logro de tal fin. Para hacer estas reflexiones tan innovadoras, influirían los dieciocho años (1870-1888) de 4

5

6

José GIL FORTOUL. Filosofía Constitucional, Caracas, Ministerio de Educación-Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1956, p.128. Para profundizar, léase: Luis LÓPEZ MÉNDEZ. El sufragio universal y otros temas (1863-1891), Caracas, Publicaciones del Consejo Supremo Electoral, 1982. Inés QUINTERO. “De la política contingente a la política militante”, Las mujeres de Venezuela, Caracas, Funtrapet, 2003, pp. 11-26.

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dominación directa de Guzmán Blanco en la política venezolana, por ser un período en el que los procedimientos electorales se cerraron a su máxima expresión, lo que denominamos como institucionalidad electoral restringida7, trayendo como resultado la degeneración de los eventos electorales. Además, la desocupación de la silla presidencial por parte del Ilustre Americano fue un indicio positivo para Gil Fortoul, lo cual indicaba que ya no correría peligro de ser nuevamente huésped de La Rotunda, dado a que el bienio presidencial de Juan Pablo Rojas Paúl (18881890), fue el momento propicio para desaparecer a Guzmán Blanco de la escena política, sin recurrir a las armas; su influencia indirecta en los actores políticos que gobernaron hasta 1899 (guzmancismo), no significaba que sus designios se cumplirían al pie de la letra. Esta circunstancia, le permitió hacer una serie de razonamientos que de seguidas pasamos a comentar.

3. Prolegómenos a la defensa de la mujer Este escritor, antes de entrar en materia jurídica, hace una breve disertación histórica sobre el papel que ha jugado la mujer desde la antigüedad hasta fines del siglo XIX. Destaca cómo el peso religioso de la época colonizadora hispánica en cierta forma predestinó la figura femenina, que todavía a finales del siglo XIX venezolano, soportaba toda una política de exclusión de los asuntos considerados masculinos, como el caso de elegir a los mandatarios. De este modo, refiere cómo ella había sido apartada de la vida política por su “(…) estado de inferioridad forzosa en que se le ha mantenido desde el origen de la vida social (…)8”. A través de una mirada retrospectiva distingue el rol que jugó en la formación de la familia primitiva y contribuyó con la transición de la barbarie a la civilización, momento en el que dichas sociedades mutan a familias más gregarias, se constituyen en linajes matriarcales y el poder o control político de la sociedad reside en la mujer. Era la época en que, según Engels, la descendencia se establecía por vía materna y solamente se reconocía la línea femenina9; además, a raíz del patrón materno se instaura la gens que viene a ser un (…) círculo cerrado de parientes consanguíneos (…) que no pueden casarse unos con otros (…)10. 7 8 9

10

Véase: Jaime YBARRA. ob.cit., p.161. José GIL FORTOUL, ob.cit., p. 128. Federico ENGELS. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Moscú, Editorial progreso, s/a, p.38. Ibídem, p. 39.

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La formación de Gil Fortoul le permite otear el panorama histórico mundial y, saber a ciencia cierta, que el sometimiento de la mujer a la vida doméstica se origina a raíz del establecimiento del patriarcado, momento en que se institucionaliza el dominio masculino sobre las mujeres y la sociedad. Igualmente, refiere que los periodos a favor de la emancipación política de la mujer, tanto del Imperio Romano como de la Revolución Francesa, se paralizaron por la influencia del cristianismo en Roma y la reacción monárquica en Francia11. En lo que respecta al dominio que ejerció el cristianismo en la humanidad, desde su difusión (63 a.C-451 d.C) este fenómeno coadyuvó a la invisibilización de la mujer a su máxima expresión, incluso a dudar de su racionalidad, a igual tenor como se hizo diez siglos después (XV y XVI), centurias en las cuales, la doctrina eurocéntrica del encuentro de dos mundos, catalogaba a los hombres milenarios de América como seres irracionales o carentes de alma. Hubo de sancionarse, incluso, una Bula Papal, Sublimis Deus, por parte del Papa Pablo III, a fin de declarar a los aborígenes como seres humanos racionales y espirituales. En este sentido, de manera recurrente, también se tildaba de irracional a la mujer universal, sobre todo en la antigüedad, en tiempos de Platón (427 a.C-347 A.C), cuyo filósofo aseveraba que la mujer también era una desalmada y que debía dedicarse a la mera lujuria, por supuesto, esta visión o ideas que se tenían sobre las féminas provenían del célebre mito del pecado original causante de la perdición del hombre, exceso el cual fue atribuido netamente a éstas. Gil Fortoul, retrotrae de ese pasado edénico todas esas experiencias vividas por la mujer, a la par de destacar de la Edad Media, la discusión puesta en práctica por los sacerdotes en el segundo Concilio de Macon en 585 d.C, convención en la que los clérigos consideraban a la mujer “(…) como a una especie intermedia entre el hombre y la bestia”12. Más allá de enfatizar en lo referente al desplazamiento que estaba viviendo la sociedad matricéntrica por parte del estamento patriarcal en pleno Medioevo, de igual forma, resalta cómo en el siglo XVI de la Edad Moderna, a raíz del Concilio de Trento (1545 d.C- 1563 d.C), dicha congregación ecuménica daba exclusiva preferencia al celibato que a la celebración del matrimonio; casarse debía ser objeto de anatemización. De este modo, en su libro en estudio, recordaba que el cristianismo suprimía a la mujer; pues, “(…) San Pablo había dicho a los Corintios: ‘el jefe de todo hombre es el Cristo, el jefe de la mujer es el hombre… El hombre no ha sido creado para la mujer, sino la mujer para el hombre’ (…)”13. 11 12 13

José GIL FORTOUL, ob.cit., p.128. Ibídem, p.129. Ídem.

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El recorrido por el transcurso histórico de la modernidad del mundo occidental, que hace Gil Fortoul, consiste en ir preparando el camino, con argumentos sólidos, históricos, a fin de enfrentarse, al menos desde su ideas, a una sociedad machista de fines del siglo XIX venezolano, que todavía mantenía visos de esa época colonial; apariencia que en cierta forma contradecía su perspectiva de la ciudadanía, que se había forjado fundamentada en la filosofía evolucionista y positivista. Toda esa visión de mundo que el escritor tocuyano se había procurado con respecto a las féminas y su rol político, moldeado desde la cultura patriarcal, aunado a su preparación intelectual, permiten en él justificar una defensa de la mujer venezolana, que por primera vez se hacía en el ámbito de los derechos políticos.

4. La mujer venezolana frente a las leyes civiles El constitucionalista, no solamente escudriña ese pasado remoto que nos da cuenta de la vida de la mujer en sociedad en diversas latitudes, sino que, también analiza cómo en la Venezuela del siglo XIX, las leyes civiles permiten la materialización del despotismo por parte del hombre hacia aquella. Del Código Civil Venezolano subraya que la mujer no puede ser testigo en los actos del estado civil: nacimiento, matrimonio y defunción; no obstante, “(…) su testimonio tiene el mismo valor que el del hombre en los asuntos criminales (…)”14, en este caso, sí podía ser testigo para la comprobación de un delito y la determinación del culpable, empero, su participación en asuntos de índole política constituía una quimera. Vemos pues, el estado de inferioridad a la cual es sometida por parte de algunos Códigos que en nuestro país regulaban lo social, referente a los actos aludidos. Asimismo, expresa que estos preceptos estatuían: (…) el marido es el jefe de familia. La mujer debe obedecer al marido y seguirle a donde quiera que fije su residencia. El marido es el representante legítimo de su mujer y el administrador de sus bienes. La mujer no puede, sin licencia de su marido, comparecer en juicio por sí o por medio de apoderado ni adquirir por título oneroso ni lucrativo, ni enajenar, sus bienes, contratar u obligarse (…)15 (Cursivas del autor). 14 15

Ibídem, p. 130. Ibídem, p.131.

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Más allá de las prohibiciones que la norma establecía en contra de la mujer, la ley se mostraba tan implacable, que la misma propendía a crear en ella, una suerte de inercia social, una inamovilidad que la subsumía a los dictámenes del marido, al vigor marital. Para ello existían mecanismos de sujeción al domicilio como el matrimonio, que en vez de constituir una asociación, venía a ser “(…) una absorción de la mujer; todo desaparece en ella: la fortuna, la libertad, la autoridad sobre los hijos, la posesión de sí misma y hasta la nacionalidad”16. En el contexto histórico de la Ilustración y la Revolución Industrial, siglos XVIII y XIX, sumado a la crítica que la mano de obra femenil hacía a la explotación de la fuerza de trabajo de la que fueron objeto, Alexandra Kollontai creía menester que también debía suscitarse una liberación del matrimonio17. Aún en el siglo XX, Simone de Beauvoir manifestaba que el matrimonio debía ser una alianza donde existiese autonomía entre dos seres (el hombre y la mujer), “(…) no un regreso; no una anexión; no una fuga; ningún medio de salvación (…)”18. Lo que sucedía en Venezuela también ocurría en Europa en las centurias aludidas. Podemos notar que había voces, al igual que nuestro autor objeto de reflexión, que objetaban la situación reinante, sin embargo, todavía faltaban muchos años para que en nuestro país se le concediera derechos políticos a dichas execradas políticas y cautivas de las faenas domésticas. Este panorama de injusticias que se acentúa a partir del maquinismo, persevera en el tiempo y se expande a otras latitudes poniéndose en práctica un modelo político en esencia masculino que desde las antiguas culturas mediterráneas había surgido. Así como el matrimonio monogámico instituyó el parentesco patrilineal en otros países, de igual forma, en la Venezuela decimonónica la familia patriarcal se había instaurado, desde hacía ya mucho tiempo, para permear todas las esferas sociales, y el ámbito político no escapaba de ello, dado que el Código Civil Venezolano sancionaba la absoluta autoridad del marido sobre la mujer como administrador de los bienes, sin tener que dar cuenta de sus actos administrativos19. En este sentido, la mujer no podía “(…) enajenar ni gravar bienes inmuebles, sin autorización judicial dada con conocimiento de la causa (…)”20. Este tipo de exclusión que sufrió la mujer venezolana le impedía gozar de sus derechos 16 17 18 19 20

Ídem. Fernando MIRES. La revolución que nadie soñó, Caracas, Editorial Nueva Sociedad, 1996, p. 57. Ibídem, p. 62. José GIL FORTOUL, ob.cit., p. 131. Ibídem, p. 132.

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políticos más elementales, y aún cuando en las Constituciones, desde 1811 hasta 1890, momento en que Gil Fortoul escribe su Filosofía Constitucional, no se había estatuido el derecho al sufragio femenino, tampoco esa imposibilidad se expresaba en los textos constitucionales. De igual forma, ella no votaba, ya se había hecho costumbre, entonces era tácito que si no tenía posibilidad de ejercer ciertos actos civiles como lo hemos referido, jamás tendría esa oportunidad de ocurrir a un evento electoral y convertirse en agente activa de determinado proceso consagratorio, lo que nos da cuenta de su dedicación casi exclusiva a los asuntos domésticos.

5. Una voz a favor del voto de la mujer venezolana Fue menester por parte de Gil Fortoul hacer este recorrido por el transcurso histórico universal para dar a conocer, en Venezuela, sobre la supresión histórica que había sufrido la mujer en otras partes del mundo. Con ello, también logra hacer una especie de denuncia de lo que estaba ocurriendo con las venezolanas. En este sentido, decía “bastan las citas anteriores para comprender cómo, hasta en los países donde el espíritu liberal tiende a implantar todos los derechos, subsiste aún con todas sus consecuencias, la potencia marital (…)”21. Por supuesto, hace estas advertencias debido a su estadía en Europa en 1886, donde funge como Diplomático en Francia, y en otros países del viejo continente en los que ejerció cargos consulares hasta 1910. Su alejamiento de Venezuela por veinticuatro años, amalgaman en él un vasto conocimiento sobre naciones como Francia, Inglaterra, España, Italia y otros territorios en los cuales tuvo acceso a diversas fuentes de datos estadísticos, archivos, revistas y libros, que le permitieron concretar sus obras22 y, a la vez, tener noción de una amplia gama de realidades, que trajo como consecuencia hacer comparaciones, con otras naciones del mundo, en lo que respecta a la situación política de la mujer venezolana a finales del siglo XIX. También tenía en cuenta que el Estado liberal constituía una nueva filosofía política que cobijaba, con su manto, a las nuevas naciones, y que de ella surgieron novedosas formas de representación política. A partir de 1830, el sistema electoral venezolano se enmarca en el ideario del Liberalismo. En aquel entonces, el país se adaptaba al sistema político del mundo occidental, tendía hacia el establecimiento de la democracia liberal moderna al estilo europeo. Este contexto electoral permitió 21 22

Ídem. Lucía RAYNERO. José Gil Fortoul, Caracas, Editora El Nacional-Fundación Bancaribe, 2009, p. 45.

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que en los nuevos Estados emancipados en América, en un sentido jurídico y político, se suscitase “(…) una notable tendencia hacia el establecimiento de un sistema electoral moderno, de carácter democrático y liberal, un sistema pensado en una perspectiva de ampliación participativa creciente (…)”23. Sin embargo, Gil Fortoul, escrutaba algunos sistemas electorales foráneos, así como el español de 1886, al que “criticaba [su] política restrictiva en materia de sufragio (…) y la práctica recurrente y perniciosa de no respetar el voto de los electores.”24 Situación que también ocurrió en Francia, noventa y cinco años antes, en tiempos de la Revolución Francesa, país en el que “(…) 99,8% de la población (…) no gozaba plenamente de la condición política de ciudadano en materia electoral”25. Todavía con los cambios graduales relativos al sufragio que se registraban en otros países del mundo, incluso el permitir el voto femenino, como en los Estados Unidos (1776), y en Oceanía (1838-1861), por mencionar unos casos; pese a ello, en Venezuela no había posibilidad alguna de concederle a la mujer sus derechos, y de esta manera, pudiera participar en la vida política, dado a lo anticuado de la doctrina del derecho civil por ser contradictorio con las leyes naturales26. Era imposible, pensaba el jurista, (...) convenir en que las diferencias sexuales marquen al hombre y a la mujer esferas de actividad absolutamente distintas. La cualidad esencial que se requiere en un individuo para ejercer cualquier función es la aptitud; a medida que la evolución social se acelera, las mujeres figuran en las artes, en las ciencias, en las industrias, en el comercio, sin que las particularidades del sexo sean motivo de leyes prohibitivas27. (Negritas nuestras).

Gil Fortoul hace un conjunto de reflexiones que pudieron ser acicate, en su momento, para quien hubiese anhelado romper con los atavismos históricos ―cosa que no sucedió― que mantenían enclaustrada a la mujer, a la cual no se le reconocía la capacidad de cumplir diversos roles en la sociedad. Su inclinación hacia el positivismo y el evolucionismo, ideas en boga a partir de 1860, lo conllevan a aceptar que “(…) las sociedades modernas debían organizarse sobre 23

24 25 26 27

Alberto NAVAS BLANCO. Las elecciones presidenciales en Venezuela 1830-1854, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1993, p. 37. Lucía RAYNERO, ob.cit., p. 47. Alberto NAVAS BLANCO, ob.cit., p. 57. José GIL FORTOUL, ob.cit., p. 132. Ídem.

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bases científicas, en que debían conciliar el orden y el progreso (…)”28. ¿Y si en otros lugares del mundo el sufragio femenino constituía una realidad, por qué no se llevaba a cabo en Venezuela? ¿Por qué la mujer si puede atestiguar para esclarecer un delito en calidad de testigo, no se le permitía ejercer sus derechos políticos? Nos imaginamos que estas interrogantes también rondaban la cabeza del connotado historiador. Un testigo presencial de aquilatada experiencia como el personaje objeto de estudio, por supuesto, conocía la sociedad de la época, sabía a ciencia cierta, que algunas damas de diferentes estratos sociales se desempeñaban en diversas artes u oficios, en varias áreas del sector industrial y comercial, en actividades como: (...) la mujer que monta una cocina en un zaguán para vender comida a los transeúntes (…) la vendedora de tiras bordadas, medias, alisados, escarpines, sistoyanes, extractos finos, peines, faldellines, pañuelos, cintas y calzoncillos (…) la turca quincallera (…) azafateras en los alrededores del teatro de Maderero, vestidas de paño, fustán y camisa, sentadas en butaques portátiles, vendiendo dulces y frutas, y más allá, los puestos de chicha y chicharrón (…) las cocineras, las nodrizas, las criadas, las cargadoras, las niñeras, las ayas (…) las lavanderas, las planchadoras, cocineras, sirvientas, jardineras29.

El pensamiento del tocuyano, en lo que respecta a los derechos políticos de la mujer, se puede catalogar de netamente innovador. Un personaje como el primogénito de los Gil Fortoul, educado en el mejor colegio de El Tocuyo como La Concordia, “(…) considerado (…) en la mitad del siglo XIX, como uno de los mejores del occidente del país (…)”30; un polifacético que en su niñez formó parte de ese 2.9 %31 de la población barquisimetana32, quien tuvo el privilegio de que su familia costeara su derecho a la educación; un integrante de esa “fuga de cerebros”33 28 29

30 31

32

33

Lucía RAYNERO, ob.cit., p. 29. Antonio GARCÍA PONCE. Los pobres de Caracas 1873-1907, Caracas, Empresa Editorial Doy Fe, 2005, p. 37, passim. Lucía RAYNERO, ob.cit., p. 20. Los datos censales poblacionales de la República de 1873 registraron en el estado Barquisimeto una población de 144.230 habitantes. Véase: “Diario de debates de la Cámara de Diputados”, mes I, Caracas, marzo 18 de 1881. En el año de 1872, tiempo en el que José Gil Fortoul fue inscrito en el Colegio de La Concordia, la Jurisdicción de Barquisimeto constituía una entidad federal, así se expresa en la Constitución federal de 1864. El término lo extrajimos de: Luigi FRASSATO. Bejuma en el siglo XIX, Bejuma, Universidad de Carabobo-Alcaldía de Bejuma, 2002, p. 81.

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que estudiaron en la Universidad Central de Venezuela, “ucevistas notables”, constituyentes de la sociedad letrada venezolana, y por ende, barquisimetana; un destacado intelectual integrante de esa generación de ucevistas, forjador de una nueva cosmovisión moderna del Barquisimeto de su tiempo, aunado a su relación en las aulas con destacadas figuras que fundaran la Sociedad de Amigos del Saber, a fin de discutir las corrientes filosóficas y científicas de moda, entre ellos: Luis López Méndez, Lisandro Alvarado, Carlos Villanueva, David Lobo, Alejandro Urbaneja y Nicomedes Zuloaga; tuvo la suficiente preparación intelectual y la autoridad moral para ser un vocero principal a favor del voto de la mujer venezolana. Podemos observar que Gil Fortoul no tenía una influencia decisiva en los círculos culturales de su época, por ello fue necesario, como lo asomamos en líneas precedentes, hacer referencia a todo un palimpsesto de injusticias sufridas por la mujer, venidas desde la antigüedad. Sin embargo, en los años finiseculares de la Venezuela decimonónica, se operaron cambios promotores de “(…) cierta feminización de la sociedad. El discurso heroico y varonil de las armas es sustituido por una mirada que pretende internarse en otros territorios más ligados a la paz, la armonía, el refinamiento social y las distintas formas de progreso.”34. Es un momento de exclaustración de la mujer, ésta se despoja de esos mecanismos de invisibilización social que la acordona, y se dedica al comercio, a la industria; por otro lado, también está la dama de la alta alcurnia que es partidaria de la moda, el teatro, el sport, los salones35, es (…) una república donde se combina la democracia y la igualdad con el discurso del lujo, el confort, la riqueza y la sociabilidad moderna y cosmopolita.”36. Son formas de expresividad que se difunden en el guzmancismo y denotan progreso y modernización, por tanto, era razonable que en medio de ciertos avances logrados por la mujer, se consideraran sus derechos políticos, a fin de participar en la escogencia de sus gobernantes. Finalmente, Gil Fortoul, en su reiterada protección de los derechos políticos de la mujer, en un sentido amplio, manifiesta sobre la imposibilidad de que ningún miembro de círculos político-electorales, específicamente el conservador, o en otro caso, algún miembro del prelado venezolano, pudiesen influir en la decisión de la mujer por determinada figura candidatural, contra estas 34

35 36

Cecilia RODRÍGUEZ. “La moda y el lujo durante el guzmancismo”, Los tiempos envolventes del guzmancismo, Caracas, Fundación John Boulton-Universidad Católica Andrés Bello, 2011, pp. 135-149. José GIL FORTOUL, ob.cit., p. 133. Cecilia RODRÍGUEZ, ob.cit., p. 138.

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Jaime Ybarra

pretensiones “(…) existe la influencia del libro, del periódico, del conferenciante, los cuales examinan día a día lo mismo las cuestiones de filosofía abstracta que las cuestiones de política militante.”37. Con ello quiere equiparar el nivel intelectual del hombre con el de la mujer, al considerar que ésta tiene la posibilidad de leer, de apreciar las cualidades de un candidato, de reflexionar sobre un proyecto de ley; la ilustración no puede ser un requisito sine qua non porque el sufragio es un derecho humano, un derecho individual. Lamentablemente, estas disertaciones de corte humanitario colisionaron con el muro infranqueable de la indiferencia y de los intereses de los círculos de poder político que se habían formado en los tiempos de la influencia directa de Guzmán Blanco en la política venezolana, no obstante, el no poder romper esos diques de contención culturales, no fue óbice para que esa voz redentora a favor de los derechos políticos de la mujer, cuatro décadas más tarde, solicitara, ante la Comisión revisora de los códigos nacionales, reformar liberalmente el estatuto jurídico de la mujer venezolana. Lastimosamente, para ella el proyecto naufragó en el Congreso Nacional38. La misma situación de la mujer persistía en tiempos de Eleazar López Contreras (1936-1941), dado que la Constitución de 1936, en su artículo 32, numeral 14, inhabilita y coacciona a la que injustamente sitúa entre las analfabetas, degenerados o castigados penalmente.

6. Consideraciones finales Debemos tener en cuenta que José Gil Fortoul, antes de redactar las líneas sobre los Derechos civiles y políticos de la mujer, en su obra Filosofía Constitucional, estaba haciendo los preparativos para la defensa de la misma. El escritor, ante la intelectualidad de la época, debía razonar históricamente sus argumentos para asomar en su historiografía tan espinoso tema, que a la par constituía una denuncia. Y era necesario hacerlo porque tal vez golpeaba algunos intereses de la clase política dirigente. Dicho escritor fue un vocero que trató de canalizar los cambios que se estaban dando en la sociedad venezolana de ese entonces, y había una deuda de casi ocho décadas que había de saldarse: conceder el sufragio a la mujer. Gil Fortoul, con esa postura liberadora, se constituye en una verdadera caja de resonancia de los cambios que se estaban operando en su época, al menos desde su pluma, debido a que tomó en cuenta los diversos estratos sociales de las féminas afectadas por tan injusta exclusión. Existen ciertas ramas historiográficas que no 37 38

José GIL FORTOUL, ob.cit., p. 133. Ibídem, p. 134.

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José Gil Fortoul: defensor de los derechos políticos de la mujer

nos permiten ver el bosque amplio de nuestra historia decimonónica venezolana, hacemos esta afirmación al ver que a Gil Fortoul lo sitúan como unos de los pensadores ideólogos del gomecismo que junto con César Zumeta, Pedro Manuel Arcaya y Laureano Vallenilla Lanz, materializaron todo un parapeto constitucional, a fin de que Juan Vicente Gómez se enquistara en el poder por tantos años, y esto tiene su verdad, no obstante, lo que se esgrime crea cierta confusión y se llega a pensar que dicho jurista fue un hombre netamente conservador, nada más alejado de la verdad. Interesante sería, abordar esa dualidad de pensamiento de nuestro personaje, objeto de estudio, para escrudiñar cómo es que una mentalidad tan renovadora de fines de siglo XIX, muta hacia una concepción de la política desde una óptica moderada.

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Crist贸bal Rojas: Estudio para el balc贸n, 1889.

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La obra educativa de monseñor Jesús Manuel Jaúregui Moreno

La obra educativa de monseñor Jesús Manuel Jaúregui Moreno Agustín Moreno Molina Nació el 28 de septiembre de 1848 en Niquitao (Estado Trujillo). Los primeros años de vida recibió la benéfica influencia del padre Pedro Pérez Moreno párroco de Mucuchíes, hermano de su madre doña Carmela de la Natividad Moreno de Jáuregui. Casi nada sabe de don José Mateo Jáuregui, su padre. Parece que fue agricultor y descendiente de vascos, ausente de la casa familiar a causa de su trabajo en el campo. En cambio a su madre se la recuerda como una mujer hermosa, de carácter admirable, aunque estricta en el cumplimiento de su propio deber.

1. Formación Hizo sus estudios primarios en Mucuchíes y su temprana inclinación religiosa cristalizó al ingresar al Seminario de San Buenaventura de Mérida en 1868 por recomendación de su tío. Durante la adolescencia y juventud fueron determinantes en su vida los obispos de la diócesis de Mérida Hilario Boset y Tomás Zerpa. El primero, con el ejemplo de su vida privada. Tenía el prelado sesenta y nueve años de edad cuando se conocieron y a pesar de la diferencia de casi cincuenta años que los separaba, entre ambos nació una amistad y empatía, acaso gracias a las similitudes de sus propias vidas. Como Jáuregui, Boset había tenido que compartir desde muy niño las responsabilidades de los deberes escolares junto con el trabajo para llevar el sustento al hogar. Monseñor Zerpa, hombre espiritual que añora la vida sencilla y humilde lejos de la dignidad episcopal, fue quien influyó en el edificio religioso de Jáuregui por estar más tiempo a su lado. Lo ordenó sacerdote el 19 de noviembre de 1871 y nombró párroco de Mucuchíes con apenas veintisiete años de edad. Fue quien puso los libros en las manos de su pupilo y quien le transmitió ese don tan especial que caracterizó al joven sacerdote, como fue el de la oratoria, así como el hábito del estudio y una robusta vida espiritual fundamentada en la oración. Consiguió esa aureola de educador insigne y forjador de juventudes, porque era un curioso observador de la realidad y gracias al empeño en formarse durante

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muchos años en filosofía, matemáticas, teología, derecho canónico, historia, literatura e idiomas. Al mismo tiempo, en Mucuchíes compartía su ministerio sacerdotal con las faenas de simple obrero, sin importarle ser presidente de la Junta de Vecinos elegido por el pueblo, abriendo picas y escalado cerros para construir el camino entre Mucuchíes y Bobures, y tendiendo puentes y banqueando tierras para colocar la piedra fundadora de Torondoy. En los primeros años de su vida como párroco, su fama de sacerdote progresista no pasó desapercibido. Fue elegido diputado de la Asamblea Legislativa del Estado Mérida y luego en 1876 ante el Congreso Nacional como diputado de la Asamblea Constituyente convocada por el Presidente Francisco Linares Alcántara, cuyo gobierno reaccionaba contra la autocracia guzmancista, cargos que le acarrearán problemas pues tuvo que vivir oculto cerca de un año durante la reacción antiguzmancista. A partir de entonces se alejaría de la política para atender más los asuntos religiosos como pastor y como jurista. Permaneció el padre Jáuregui en esa parroquia hasta que el nuevo obispo monseñor Ramón Lovera lo traslada a La Grita, en el Estado Táchira. Cinco meses después de llegar como párroco, en enero de 1884, funda el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús. Ese deseo por llevar la instrucción a sus feligreses le fue confirmada un día del mes de junio de 1885 por Su Santidad León XIII, cuando encontrándose en Roma acompañando al obispo Lovera a la visita ad limina, el Papa le exhortó a dedicarse enteramente a la juventud, para educarla, moldearla y orientarla, sin interferir en los asuntos del Estado, lo cual no se interpretaba como pasividad, puesto que el mismo Pontífice no se eximió de tomar una posición activa contra el liberalismo, el comunismo, el protestantismo y la francmasonería y respaldó la participación activa de los católicos en la política y exhortaba a los sacerdotes a salir de las sacristías. Unas de las cosas que el Papa consideraba prioritaria, a partir de los informes que recibía de Venezuela, era la formación a las nuevas generaciones, como una manera de empujar el catolicismo a tener una presencia activa en la sociedad. Jáuregui, por sus dotes intelectuales y preparación académica era uno de los contados sacerdotes con posibilidades de llevar a cabo ese empeño. En todo caso Jáuregui tomó para sí el mandato del Papa León XIII como una misión de por vida. Probablemente desde esa época se le comenzó a conocer como “Monseñor Jáuregui”, nombramiento del que no se tiene certeza de la fecha, pero en su carácter de “Vicario” de la Grita desde 1883, era usual que por el cargo se le llamara de ese modo.

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La obra educativa de monseñor Jesús Manuel Jaúregui Moreno

En aquél su primer viaje a Roma, tuvo como propósito aprender la organización y el todo de los establecimientos de enseñanza. Visitó todos los que encontró en su camino y se informó en lo posible de su funcionamiento. Fue expresamente a Turín y obtuvo los sabios consejos y la bendición de Don Bosco. Allí conoció el sistema preventivo aplicado al Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco; se inscribió como cooperador salesiano y vio la posibilidad de que los sacerdotes de Don Bosco vinieran a la Grita. El acervo de conocimientos pedagógicos que adquirió en esa peregrinación por el Viejo Mundo la utilizó de inmediato en bien y provecho del plantel.

2. Sus hábitos personales Se levantaba a las cinco de la mañana y permanecía activo hasta media noche, atendiendo a la feligresía de la parroquia, y caseríos circunvecinos, en su calidad de Vicario de La Grita; conducía el Colegio y ejercía sus labores docentes con varia asignaturas; además de rector y director espiritual de los jóvenes que se preparaban al sacerdocio. Atento a las necesidades de sus feligreses construyó obras para el beneficio colectivo; visitaba el Hospital de la Caridad, y le quedaba tiempo para escribe artículos periodísticos, poemas y libros; y mantener correspondencia con diversos persona e instituciones sin abandonar sus inquietudes científicas. Era un hombre de acción cuya fuerza interior brotaba de su cultivada espiritualidad.

2.1 El colegio Para el año 1884, existían en Venezuela catorce colegios particulares de varones habilitados por el Gobierno para la enseñanza superior1. El Colegio “Sagrado Corazón de Jesús” fue de los más prestigiosos por la calidad de su enseñanza, cuyo plan de estudios contemplaba los idiomas latino, griego, francés, inglés e italiano; gramática castellana, métrica y retórica; religión e historia sagrada; aritmética elemental y superior; contabilidad mercantil; filosofía intelectual; matemáticas, aritmética razonada, algebra, geometría, trigonometría y topografía; física; cosmografía; cronología; y todo lo concerniente a los estudios de geografía, historia universal, música, canto coral; ciencias eclesiásticas, civiles; farmacia e higiene y taquigrafía. La urbanidad era obligatoria para todos los colegiales 1

Rafael Fernández Heres, Memoria de cien años, Tomo III, Ministerio de Educación, Caracas 1982, p. 146.

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sin excepción y se daba todos los jueves. Lo cual constituía el acervo cultural de un bachillerato superior, amoldado a las leyes de la Instrucción Popular de la República. E incluso, llegó a tener prerrogativas universitarias como se puede colegir de la solicitud de un tal señor Ramón Vera para ser examinado por el claustro de la institución a fin de optar por el título de doctor en Ciencias Naturales2. Dicho colegio tuvo su antecedente en el Centro Literario, creado por el doctor Francisco Antonio Guerrero en 1882 con algunos antiguos alumnos suyos. Jáuregui tomó aquel pequeño núcleo para dar, a principios de 1884, los primeros pasos de su colegio. Al principio funcionó en una casa alquilada, pero como allí resultara incómodo el funcionamiento, se mudó a otra adquirida para tal fin por ocho mil bolívares3 Debido a que los seminarios estaban suprimidos en el país desde 1872 monseñor Jáuregui pensó que aquel colegio podía servir al mismo tiempo como centro de formación sacerdotal. Presentada la idea al Obispo, éste después de madurarla y constatar luego de la visita pastoral a La Grita la calidad de la obra, accedió a que se convirtiera en casa de formación para los futuros sacerdotes, concediéndole al mismo tiempo la facultad para instalar un oratorio donde se celebrara la misa para los alumnos y empleados. Según una lista de 1886 el cuerpo docente y empleado lo conformaban el Dr. Francisco A. Guerrero, profesor de filosofía, gramática castellana, retórica y poética; el Dr. Francisco Valenzuela, de matemática; el Sr. Ramón Vera, vicerrector y profesor de música y canto; el Pbro. Melquiades Morales, profesor de Menores; el Pbro. José de Jesús Villalobos, liturgia; Emilio Constantino Guerrero, Mínimos y el rector, Mons. Jáuregui, profesor de francés, latín e historia4. Solía becar a muchos estudiantes y niños de familias de escasos recursos y en alguna ocasión llegó a plantear la idea de educar gratuitamente en su plantel. Entre los mismos estudiantes se hacían los nombramientos de los responsables de la disciplina, método interesante y novedoso que ponía a cargo de los alumnos la responsabilidad del orden y atención de pequeños grupos de estudiantes. Se admitían alumnos externos e internos. Estos últimos debían llevar un catre de cuero o tabla con su vestido correspondiente de estera, sábanas, almohadas, un barril, mesa y silla de suela o baqueta, paños, aguamanil, vaso y servicio de mesa 2

3 4

Lucas Guillermo Castillo Lara, “La huella imperecedera de Mons. Jáuregui”, en Obras Completas, tomo 1, San Cristóbal 1999, p. 34. Ibidem, p. 35. Idem.

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constante de dos platos, cuchara, tenedor, cuchillo, y jarra o taza. Los internos abonaban dieciocho pesos mensuales y los externos, diez, por cada clase elemental y el doble por las superiores. Todos estaban sometidos al Reglamento del Colegio, cuya lectura se hacía en comunidad cada tres meses. El año escolar comenzaba el quince de septiembre y culminaba el último de julio. Durante el período lectivo no había vacaciones y se prevenía a los padres de familia o encargados de los niños, no exigir licencia sino en caso de extrema necesidad. El Colegio corría con la asistencia médica, más no con los gastos de enfermedad de los estudiantes, por lo tanto debía señalarse una personas a cuya casa pudiera trasladarse el joven que tuviera que guardar cama por más de tres días y en la cual sería visitado por el médico del Colegio5. El uniforme de todos los colegiales internos y externos, que no vistieran el hábito clerical ...era indispensablemente negro, distinguiéndose cada curso por un distintivo especial, a saber: los principiantes llevaban banda blanca, los latinos (clase elemental) la llevaban verde; los que cursan sintaxis latina y primer año de Griego; azul; los que estudian clásicos latinos y segundo año de Griego, rosada; los de Filosofía, tricolor y los que cursen además Historia Universal, agregarán a su banda respectiva una lista violeta. Los clérigos llevan también la banda respectiva según las clases a que pertenezcan6.

El Concejo Municipal de La Grita, en tiempos de la presidencia de Juan Pablo Rojas Paúl (1888) se prestó para brindarle apoyo a Jáuregui a fin de construir un edificio más amplio y apropiado para el colegio. A tal efecto donó la cantidad de 3.040 bolívares con el objeto de comprar el terreno para levantar la edificación. Siete años después de su fundación, el Colegio disfrutaba de un extenso y sólido edificio de dos plantas, con espaciosos salones para actos académicos, dormitorios y un espacioso oratorio donde se celebraba diariamente la Santa Misa para los alumnos. En 1886 recibe de parte del Congreso de la República la facultad de dictar cátedra de filosofía y conceder el grado de bachiller en dicha materia. 5

6

Reglamento del Colegio del Sagrado Corazón de Jesús de La Grita, en: Personajes y Sucesos Venezolanos en el Archivo Secreto Vaticano (Siglo XIX), tomo II. Recopilación, Selección y Estudio Preliminar de Lucas Guillermo Castillo Lara, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, N° 71. Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela, Caracas 1998, pp. 450-452. Ibidem, p. 451.

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Había solicitado sin éxito la facultad para dictar la cátedra de Ciencias Políticas y Eclesiásticas. El Colegio era tenido como el primero de la región occidental en disciplina y preparación intelectual. Por él pasó una parte significativa de la intelectualidad venezolana de fines del siglo XIX. Médicos, abogados, ingenieros, magistrados y hasta un presidente de la República recibieron una formación de calidad, en aquella institución. Los éxitos alcanzados por su régimen de estudios y disciplina lo destacaron por encima de otros centros de enseñanza similares del país o del extranjero. La fama de monseñor Jáuregui creció a tal punto que el arzobispo de Caracas Críspulo Uzcátegui, no obstante haber en la ciudad tantos centros de enseñanza, algunos de reconocida solvencia, lo invitó a que fundara otro establecimiento educativo en la Capital de la República ofreciéndole todo su apoyo7. Según los datos de la visita pastoral que el obispo de Mérida hiciera en 1890, el colegio se había desarrollado progresivamente y ya había dado seis sacerdotes y cerca de treinta jóvenes graduados en ciencias filosóficas. Contaba como más de cien alumnos de los cuales las dos terceras partes eran clérigos.

2.2 Otras obras sociales En 1885, monseñor Jáuregui había instalado la sociedad religiosa de las Hijas de María. Entre 1886 y 1887 echa a andar tres fundaciones: el Colegio de niñas del Espíritu Santo, y funda una congregación femenina con el nombre de Asociación de las Siervas de la Sagrada Familia, con la sede matriz en La Grita8, además de un hospital y un orfelinato llamado “Hospicio Cabañas”. En 1890 remodela la Iglesia Matriz de La Grita. En nombre del Obispo diocesano escribió en varias ocasiones a Don Bosco recordándole la propuesta de que los salesianos regentaran el Colegio y fundaran misiones en la región de los llanos de Barinas, la más desatendida pastoralmente. Las diligencias resultaron inútiles porque la congregación no contaba en ese momento con los seis sacerdotes que como mínimo exigían sus estatutos para dar inicio a la obra. 7 8

José Humberto Quintero, Figuras sacerdotales, Caracas 1976, p. 82. Archivo Arquidiocesano de Mérida, Cartas de Mons. Silva, legajo 1898, N° 159. Citado por Lucas Guillermo Castillo Lara, “La huella imperecedera de Mons. Jáuregui”, p. 47.

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3. El estudioso y escritor Fue un prolífico escritor aunque sin el tiempo necesario para madurar la belleza estilística de sus obras. Sin contar sus numerosos artículos periodísticos aparecidos en El Misionero, órgano informativo del Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, fundado en 1892, en La Religión (Caracas) y cartas; se contabilizan unas diecisiete obras entre poemas en verso y prosa, tesis, tratados, pensamientos, textos didácticos, históricos, científicos y sermones. Ejerció el periodismo como una manera de difundir y defender la religión católica. A partir de 1875 cultivó las ciencias naturales, dedicándose a explorar grutas y vestigios indígenas prehispánicos. Fue el primer naturalista venezolano en investigar los yacimientos minerales del Occidente de la República. Lamentablemente sus informes y muestrario se extraviaron. En 1877, como muestra del valor de su trabajo fue admitido como socio correspondiente en la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas9. Tuvo que ver en el estudio de los suelos cuando la construcción del camino de recuas entre Mucuchíes y Bobures, y se da a la tarea de realizar una serie de investigaciones que luego serían publicadas por el gobierno de Antonio Guzmán Blanco bajo el título de Apuntes Estadísticos del Estado Mérida”. Descubrió una gama de esmeraldas en Mucuchíes y cuando tuvo ocasión de viajar a Roma llevó consigo numerosas muestras. Allí montó una en un anillo que conservó hasta su muerte. Uno de sus cercanos colaboradores y amigos, Emilio Constantino Guerrero, aprecia algunas de las obras de monseñor Jáuregui con los siguientes términos: “Era un escritor de fácil vena, y cuyas formas literarias, galanas y bellas, tienen la delicadeza y la perfección de los relieves griegos. En sus escritos campea una imaginación rica y pomposa, al lado de un talante exquisito y regalado. La Sultana del Zulia es un modelo de descripción y una joya de estilo, su Tratado de Urbanidad para los Seminarios, adoptado como texto por el Arzobispo de Santo Domingo, es un trabajo de mérito lleno de erudición y buen sentido, y la Biografía del Ilustrísimo Sr. Dr. Tomás Zerpa, de la cual sólo se publicaron algunos capítulos, revela las dotes que le distinguieron como historiador elegante y elocuente de viveza y animación”10. Sin embargo hay que reconocer, continúa Emilio Constantino Guerrero, que no era con la pluma en la mano como Jáuregui se “exhibía en su cenit: su rostro era la tribuna, su arma poderosa, la palabra; su don más sublima, la elocuencia. 9 10

Ibidem, p. 26. El Táchira, Físico, Político e Ilustrado, Ediciones Centauro, Caracas 1976, p. 288.

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No necesitaba trazar siquiera un plan para un sermón; su facundia era inagotable, sus recursos, múltiples; su talante, siempre radioso; y su palabra, siempre fluida, sonora y bella. Erguido en la cátedra sagrada, sus ojos eran luz; su frente, majestad; sus brazos y su cuerpo, movimiento y vida; y su voz, un raudal de períodos que parecían música, de pensamientos que herían la mente, de erudición que causaba maravilla; y sobre todo ese quid divinum que va al fondo del alma, la sorprende, la cautiva y la deja atada, con hebras de diamantes, de la boca del orador”11 Pero más allá de sus estudios, de su participación en la política y de sus afanes por la educación estaba su vocación fundamental y con ella la entrega generosa a la comunidad por amor a Dios y a la Iglesia. Así lo expresa uno de sus biógrafos: Era ante todo un sacerdote que cumplía con celo su misión apostólica. Pero la entendía como un servicio al hombre en su totalidad en su alma y cuerpo, en sus necesidades espirituales y materiales. Y entre esas necesidades colocaba como prioridad fundamental la educación de la juventud, a la cual dedica los más caros desvelos e inquietudes12.

4. Algunos tropiezos en el camino El Delegado Apostólico, representante del Papa en los asuntos relativos a la Iglesia venezolana, L.A.M. Buhagiar, que residía en Santo Domingo, conociendo la actuación de Jáuregui por referencia de terceros, dudaba de su eficacia como formador de los jóvenes que aspiraban al sacerdocio. En una correspondencia al obispo Ramón Lovera, con quien el sacerdote había tenido algunas diferencias, el Delegado le comunicaba que le parecía muy difícil, “para no decir imposible” que pudiera al mismo tiempo ocuparse de la dirección de una parroquia y la de un colegio y dar una verdadera educación e instrucción a los que aspiraban al sacerdocio estando mezclados con el resto de los estudiantes. Las aprehensiones del representante del Vaticano, sin embargo, no cuestionaban la idoneidad moral del sacerdote, ni su capacidad, sino la disponibilidad del tiempo requerido para la difícil misión de acompañar en el proceso formativo de aquellos jóvenes. En esa misma ocasión el Delegado le escribió a Jáuregui lo siguiente: 11 12

Ibidem, p. 289. Lucas Guillermo Castillo Lara, “La huella imperecedera de Mons. Jáuregui”, p. 28.

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Tengo por Ud. las mejores impresiones y pido al Señor que le asista con su divina luz y santa gracia para que Ud. pueda trabajar en la divina viña con fruto, con mérito y con la bendición de su digno pastor. Todavía me parece imposible que pueda al mismo tiempo ocuparse con todo el provecho deseable, en la dirección de la Parroquia y de un Colegio como el del Sagrado Corazón. Por lo menos será difícil dar una completa instrucción y educación eclesiástica a los que aspiran al sacerdocio, viviendo mezclados con los seglares, sin agravar a unos o aflojar a otros. Deseo, por tanto mucho alguna aclaración a propósito, para informar exactamente a quien de hecho compete13.

Al tal respecto, comenta el historiador Lucas Guillermo Castillo Lara, que el Delegado Apostólico seguramente no sabía la situación angustiosa de la Iglesia venezolana, que obligaba a tomar “remedios heroicos”. No había seminarios en el país y estaban prohibidas nuevas fundaciones por un Gobierno que apenas toleraba unas subrepticias Escuelas episcopales que trataban de llenar el vacío de los seminarios14. Que los estudios del clero fueran bastante sumarios y rudimentarios lo imponían las circunstancias. Seguramente el Delegado Apostólico estaba bastante empapado acerca de las innumerables trabas del Gobierno en sus relaciones con la institución eclesiástica, pero cuidaba las formalidades canónicas respecto a la formación sacerdotal. Por su parte, el obispo Lovera durante la visita pastoral a La Grita en 1884 había advertido a monseñor Jáuregui que no aumentara el número de estudiantes clericales que para ese momento eran dieciséis jóvenes, y era imposible que teniendo que atender la Parroquia, Vicaría, Colegios y otras obra, pudiese mantener él sólo el Seminario, sin un piadoso Director Espiritual. Las limitaciones que sufría la Iglesia en la formación de los sacerdotes y las necesidades pastorales pudieron más que las prudentes observaciones del Obispo, pues varios años después, Jáuregui le presentó cuatro candidatos, y luego dos más, a quienes Lovera les confirió la ordenación. Pero las relaciones entre los dos eclesiásticos no fueron armoniosas, sino más bien incómodas. Jáuregui gozaba de inmenso prestigio en La Grita, que cualquier intento del Obispo de cambiarlo a otra parroquia y tomar las riendas del Colegio y de la formación de los futuros sacerdotes hubiera causado no pocos conflictos internos a la diócesis. 13

14

Archivo Secreto Vaticano, Nunziatura in Venezuela, Fasc 8 (1-2), f. 70vt, citado por Lucas Guillermo Castillo Lara, en “La huella imperecedera de Mons. Jáuregui”, p. 49. Ídem.

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Tal situación la describe el Delegado Apostólico Buhagiar, en uno de sus informes al Vaticano: “El Jáuregui en vez de someterse a un Obispo y recibir y seguir sus órdenes, busca de impedirle de dictar sus leyes. Si no fuese otro que este solo ejemplo bastaría para torcer la educación de los clérigos. Sin embargo, de todo este asunto el Obispo tiene necesidad de una gran prudencia, considerando que el Jáuregui goza de mucha popularidad, tiene el apoyo de la autoridad y es el alma y la vida de la parroquia de La Grita. Creo por otra parte que con un poco más de recíproco acuerdo se pueda regular toda cosa, de modo de conciliar las partes sin dejar nacer conflicto, y esto mucho más que el Jáuregui es de carácter fogoso, como parece de sus cartas, aunque no deja de tener buen fondo”15. En 1892 falleció monseñor Lovera y fue propuesto como sucesor el doctor Antonio Ramón Silva, párroco de San Juan en Caracas, un sacerdote que gozaba de gran estima y prestigio entre sus colegas y el Gobierno. En efecto, el Presidente Joaquín Crespo propuso su nombre al Congreso, quien aprobó la elección. Comunicada la decisión al Papa, fue preconizado por la Santa Sede el 21 de mayo de 189216. Con la llegada del nuevo Obispo la situación de Jáuregui en La Grita se estabilizó y pudo continuar con renovados bríos sus múltiples trabajos. Monseñor Silva, habiendo recibido elogiosas opiniones sobre el sacerdote y de su obra en la ciudad, le confirmó en la Vicaría de la ciudad y en la dirección del Colegio; y en su primera visita primera visita pastoral a La Grita en mayo de 1896, quedó entusiasmado por todo lo que pudo observar. Luego de la celebración de sus bodas de plata sacerdotales el 19 de noviembre de aquel año, acaso por solicitud del Obispo o quizás a propuesta de él mismo ante las inmensas necesidades espirituales de la ciudad de San Cristóbal; con la debida discreción para no perturbar a sus feligreses de La Grita, monseñor Jáuregui fue destinado a aquella Vicaría. Lo primero que hizo fue acometer la reedificación de la iglesia destruida por el terremoto de 1875 y fundar un asilo de huérfanos al frente del cual nombró a las Siervas de la Sagrada Familia. Entre tanto el padre Melquiades Rosales, se encargó de la dirección del Colegio de La Grita, por haber sido uno de los colaboradores más cercanos en las empresas educativas y pastorales de Jáuregui. Pero mientras San Cristóbal se ganaba un insigne bienhechor, La Grita comenzó a sentir su ausencia, al no llevarse bien con el nuevo vicario, y hasta el Colegio empezó a decaer. No le quedó más remedio al obispo Silva que nombrarlo nuevamente Vicario de La Grita, a pesar del disgusto 15 16

Personajes y Sucesos Venezolanos en el Archivo Vaticano (Siglo XIX), p. 449. Pbro. Lic. Néstor J. Fernández Pacheco, Perfiles sacerdotales de la Iglesia Merideña, Mérida 1995, p. 72.

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que la medida despertó en la gente de San Cristóbal, y la incomodidad para el mismo afectado, quien acató la decisión como una muestra de obediencia. Así se lo hace saber al Obispo en una carta, informándole al mismo tiempo de estar arreglando los asuntos para entregarle el curato al padre Felipe Rincón González, a quien había recibido personalmente y hospedado en su casa17.

5. Sus últimos años Aunque todo el mundo lo quería, y su lema era el servicio a Dios y a los hombres, no faltaron hostilidades gratuitas. En 1899 se ve envuelto en el conflicto político entre el general Cipriano Castro y el Gobierno. Jáuregui, en desacuerdo con la aventura revolucionaria de Castro trató de disuadirlo al ver las escasas posibilidades de éxito de los rebeldes frente a la superioridad de las fuerzas leales al Presidente. Sin embargo Castro, acompañado de un cúmulo de circunstancias favorables, sale triunfante y una vez en Caracas empieza a cobrarle a quienes él consideraba sus enemigos, entre ellos monseñor Jáuregui. Éste decide irse al exterior y conseguido el permiso episcopal, viaja a Maracaibo donde es hecho prisionero y conducido al castillo de San Carlos. La noticia causa consternación especialmente en los pueblos andinos, desde donde envían peticiones al general Castro pidiendo la libertad del sacerdote. El 4 de agosto de 1900, por orden del Presidente de la República es liberado a condición de abandonar el país. Viaja a Nueva York y después a Roma. Allí introdujo la causa de canonización de monseñor Zerpa, de quien en 1895 había publicado un opúsculo relatando los pormenores de su vida18. Por segunda vez se entrevista con el papa León XIII y éste le nombra Protonotario Apostólico. Con ese título honorífico viaja a Francia en 1901 representando al Papa con el propósito de ayudar a los sacerdotes indigentes, enfermos, retirados del ministerio eclesiástico o apartados de la Iglesia. Con la ayuda del padre Eugéne Presvost funda la Fraternidad Sacerdotal, congregación que a pesar de la persecución que se desató en Francia contra la Iglesia católica, todavía existe19. Le escribe al obispo de Mérida, monseñor Antonio Ramón Silva rogándole una ayuda económica extensible al clero y fieles de la diócesis para el mantenimiento de la obra benéfica; pero el gobierno anticatólico francés lo 17 18 19

Lucas Guillermo Castillo Lara, La huella imperecedera de Mons. Jáuregui” p. 80. Mons. Jesús Manuel Jáuregui, Obras Completas, tomo II, San Cristóbal 1999, pp. 23-45. Ramón Vinke, Evangelizadores de la Venezuela del siglo XX. Vol. II. Analectas de Historia Eclesiástica de Venezuela, Ediciones Trípode, Caracas 1992, p. 22.

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declara persona no grata y lo expulsa del país. Viaja a México y gracias a su dilatada experiencia y prestigio es nombrado rector del seminario y vicario general de la diócesis de Mixtecas en 1903. Como pasaban los años y el indulto del Presidente Castro, que le permitiera regresar a Venezuela no llegaba, resolvió entonces renunciar a los cargos y títulos e ingresar al Convento de los Carmelitas del Monte Carmelo en Roma. Se enferma y mientras se le practicaba una operación quirúrgica fallece el 6 de mayo de 190520. Sus restos fueron traídos después a Mucuchíes, porque su voluntad fue estar junto a los huesos de sus padres. La población de La Grita dispuso que la plaza situada frente al Colegio del Sagrado Corazón de Jesús y la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles llevara el nombre de Jáuregui. En ella el ilustre educador recibe el homenaje de un “monumento, una estatua que memoriza su nombre en el tiempo”21.

20 21

Lucas Guillermo Castillo, op. cit., p. 94. Arturo Croce, en Educadores Venezolanos, Coordinación e Introducción de Oscar Sambrano Urdaneta, Meneven, Caracas 1981, p. 87.

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Mario Briceño Iragorry. Cultura y Nación. Una aproximación

Mario Briceño Iragorry. Cultura y Nación. Una aproximación Jorge Bracho I En el ámbito académico occidental y sus espacios de influencia, se hizo prominente la tesis según la cual el territorio o patria serían el eje fundamental de definición nacional. Si bien, juntado con otros elementos, concatenados con la cultura, la geografía, la economía y lazos de dependencia políticos. La percepción dominante, en algunos casos, se acopló con la dimensión territorial y administrativa. Conjuntamente, bajo el influjo de lo que se ha denominado modernidad, la narrativa historiográfica vino a justificar su enlazamiento mediante una temporalidad basada en el pasado, el presente y el futuro. Lo que concita a pensar que todo inicio conlleva un propósito, un fin, no necesariamente una culminación. Es lo que Paul Ricoeur ha llamado el futuro del pasado, el cual es estructurado por la vía de la narrativa histórica. Gracias a esta disposición, el inicio adquiere sentido en la medida que el propósito o punto final lo determina1. Siendo así, la creencia de acuerdo con la cual las potencialidades son concomitantes a la posibilidad de alcanzar un tipo de realidad efectiva se explayó al interior de las ciencias sociales. Figuración que parece provenir del dogma historiográfico con el que se ha sustentado que el tiempo histórico podría ser controlado y calculado por la racionalidad científica. De lo que deriva la sentencia con la que se ha valorado la historia como maestra de la verdad y prolongación indefinida2. Por ello, no sólo se confinaría en el mero recuento de hechos, sino que la historia es el hecho mismo, “… cuanto más avancen en el tiempo los anales de un pueblo, mayor será su potencialidad cósmica y más enérgicos los rasgos 1

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La tesis del futuro del pasado narrado es desarrollada en: Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, Argentina, Fondo de Cultura Económica, 2004, 673 pp. La idea de punto final es explicada por el mismo autor en: Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato histórico, México, Siglo XXI editores, 1995, 371 pp. La idea de punto final remite a que la historia, como acontecimiento, no concluye, la sensación de culminación la ofrece, desarrolla y argumenta el historiador. Véase: Mario Briceño Iragorry, Tapices de historia patria. Ensayo de una morfología de la cultura colonial, 5° edición, Caracas, Impresos Urbina, 1982, pp. 33-38.

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de su vitalidad política. No se sustenta un Estado sobre un pueblo que, carente de historia, carezca también de centro de gravedad para el futuro…”3. Por ello la tradición fue pensada en tanto gozne del pasado creador y lo alcanzable por construir, o mejor, se trataba de una tradición como referente de comunidad nacional y de pueblo, especialmente, más allá de su consideración como mera rememoración de acontecimientos fastuosos. Igualmente, nos topamos con avenimientos en los que se ha subrayado la existencia de procesos a los que le son inherentes un principio y una finalidad. Para comprender como se configuró la noción de nacionalidad, su origen y despliegue, es preciso contextualizarlas bajo esta moldura temporal, a la que se fueron agregando elementos propios de la evolución y la intervención racional4. En consecuencia, no parece ser posible concebir la nación y sus inherencias si se dejan a un lado las disposiciones señaladas. A las que cabría agregar lo que el británico Anthony D. Smith ha denominado paradigmas de la nación y del nacionalismo, entre los que se encuentran el moderno, el perennialista, el primordialista y el etnosimbólico5. Modelos que, por demás, se han propuesto 3 4

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Ibíd., p. 37. La palabra nacionalidad presenta, al menos, dos connotaciones en el idioma español. Por una parte, remite a las particularidades de pueblos, localidades y personas que hacen vida en las naciones, es decir, lo que hoy se asocia con identidad cultural. Por otra, equivale a la condición jurídica de la ciudadanía, ya sea nacida o naturalizada en una nación. En lo que se refiere a las líneas acá esbozadas, es el primer sentido que he tomado en cuenta. En este orden, es necesario recordar que, tanto la palabra cultura como la propia de identidad tienen una orientación similar, pero, cada una de ellas connota situaciones diferenciadas. Mientras la cultura se genera constantemente entre los seres humanos mediante su actividad, material y simbólica, la identidad se asocia con estrategias de pertenencia, así como de su vinculación con la cultura, en la medida que se reconozca que los referentes de identificación son urdidos a partir de las realizaciones culturales. Mi conocimiento de la obra de Briceño I. me induce a pensar que su idea de nacionalidad se relaciona con cultura, en tanto, la tradición pudiera ser traducida con la noción de identidad, tal hoy la conocemos, y la que se comenzó a perfilar durante la década del setenta correspondiente al siglo XX. El modelo moderno del nacionalismo se desarrolló conjuntamente con la revolución francesa y cuya reduplicación, teórica, se explicitó luego de la Segunda Guerra Mundial. Se sustenta, principalmente, en la tesis de acuerdo con la cual las naciones son parte de lo que hoy se denomina como modernidad. El perennialismo, se basa en que las naciones tienen una existencia inmemorial, aunque esta tendencia haya encontrado soporte en el naturalismo, fue al interior del primordialismo que sirvió de punto axial de argumentación como una existencia que se remonta a los albores de la humanidad. En cuanto al etnosimbolismo sus elaboraciones son de hechura más reciente, incluso fronterizas con enfoques posmodernos, y cabalgan en la idea según la cual la nación y sus concomitancias se desarrollan amén de la memoria, los sentimientos, las valoraciones, los mitos y los símbolos. Véase: Anthony D. Smith, Nacionalismo. Teoría, ideología, historia, Madrid, Alianza editorial, 2004, Pp. 61-80. Una útil demostración de reduplicación y mimesis conceptual acerca de la nación, ahora de corte religioso, se precisa en la siguiente argumentación: “… La Biblia proporcionó, para el mundo cristiano al menos, el modelo original de nación. Sin ella y sin su interpretación y aplicación cristianas, es discutible que las naciones y

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como análisis unívoco de una realización moderna, el Estado-nación. Bajo este dintel es factible encuadrar las figuraciones alrededor del ser latinoamericano, durante la primera mitad del siglo pasado, en lo que se refiere a las respuestas que se urdieron narrativamente, con la intención de establecer los contornos de una nacionalidad pensada en términos modernos. Todavía hoy se discute acerca de cuáles fueron los baluartes de la nacionalidad en la América Latina a la luz del colonialismo ibérico, no son pocos los que difundieron la concepción en la que se salvaguardó la inclinación indigenista, al lado de concepciones que albergaron que los orígenes de esta porción territorial, ubicada entre el Atlántico y el Pacífico, debía su existencia al legado ibérico6. Según el modo cómo se ha pensado el continente, así como cada espacio territorial en él asentado, es pertinente convenir que la tradición filosófica occidental proporcionó los fundamentos esenciales con los que se ha nutrido la mirada cultural latinoamericana y mundial, orientación de la que se puede colegir un intercambio constante de valores, creencias, conceptos, teorías, en un mundo cada vez más integrado culturalmente, no así políticamente. Se debe insistir en que las organizaciones sociales, administrativas y territoriales modernas responden a intereses sociales. Intereses a partir de los cuales se han elaborado y elaboran las representaciones acerca de la nacionalidad, el nacionalismo y la identidad. Son disposiciones que no nacen de la nada, tienen que ver con grupos, elites,

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el nacionalismo, tal y como los conocemos, hubieran podido existir… El cristianismo bíblico sostiene el mundo cultural y político a partir del cual surgieron los fenómenos de nacionalidad y nacionalismo en su conjunto...” En: Adrian Hastings, La construcción de las nacionalidades. Etnicidad, religión y nacionalismo, Madrid, Cambridge University Press, 2000, P. 15. La mejor demostración de la versión perennialista de la nación, la nacionalidad y el nacionalismo la ofrecen fundamentalmente antropólogos y arqueólogos. Al respecto véase: Iraida Vargas Arenas y Mario Sanoja Obediente, Historia, identidad y poder, Caracas, Fondo editorial Tropykos, 1992, 253 pp. Mario Sanoja O. e Iraida Vargas, La revolución bolivariana. Historia, cultura y socialismo, Caracas, Monte Ávila editores latinoamericana, 2008, 198 pp. Vale decir que ambos textos más bien propenden hacia el fundamentalismo e integrismo político basado en el antihispanismo y la negación de Occidente, con lo que se desdibuja toda conformación social moderna de la que somos parte. En lo que se refiere al indio y las reflexiones basadas en su figuración, un estudioso de la narrativa latinoamericana rememoró cómo cada cierto tiempo las argumentaciones a su alrededor aparecían, según intereses sociales en juego. La referencia a continuación se circunscribe a la década del veinte del siglo XX. “El indio aparecía por cuarta vez en la historia de América conquistada como la pieza maestra de una reclamación: había sido primero la literatura misionera de la Conquista; luego la literatura crítica de la burguesía mercantil en el período precursor y revolucionario que manejó como instrumento el estilo neoclásico; por tercera vez en el período romántico como expresión de la larga lamentación con que se acompañaba su destrucción, retraduciendo para la sociedad blanca su autoctonismo; ahora, por cuarta vez, en pleno siglo XX, bajo la forma de una demanda que presentaba un nuevo sector social, procedente de los bajos estratos de la clase media, blanca o mestiza…” En: Ángel Rama, Transculturación narrativa en América Latina, 4° edición, México, Siglo XXI editores, 2004, p. 139.

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asociados de algún modo con el orden político establecido. De ahí que, las distintas formulaciones referidas a la nacionalidad, la nación, el nacionalismo, la tradición y las realizaciones modernas deban estar circunscritas en convencimientos personales, ya sean científicos como lo sean políticos.

II Un rasgo de importancia acerca del estudio de las representaciones y configuraciones culturales estriba en su asociación con la mundialización cultural, la que se ha venido extendiendo a partir del siglo XVI al interior del mundo moderno, fundado en esta misma centuria7. Por ello no debe causar ningún remilgo el que se asocie lo que un pensador o ensayista venezolano, contextualizado en la primera mitad del siglo XX, haya elucubrado alrededor de temas asociados con la nacionalidad, la tradición y la historia. El caso que nos atañe, en esta oportunidad, se refiere a Mario Briceño Iragorry (1897-1958) y algunas de sus ideas esbozadas al amparo de estas configuraciones culturales, junto con los argumentos por él esgrimidos a partir de las connotaciones históricas de estos vocablos. En este orden, se debe convenir que sus reflexiones formaron parte, ya sea como argumentación o lo sean como demostración de un dominio de asuntos propios en su época, de una tesitura común entre sus pares, caracterizada por la búsqueda de referentes con los cuales experimentar totalidades, síntesis, elaboraciones culturales específicas en concordancia con lo que hoy conocemos bajo la calificación comunidad nacional. Además de haberse propuesto el desentrañar, develar, los modos y formas sutiles, operantes, demarcadas, con las que se delineó la nacionalidad. De acuerdo con su percepción era en y con la historia que se podrían encontrar los elementos fundamentales con los cuales establecer los contornos culturales y, consecuentemente, una teoría de lo venezolano a partir de la tradición como referente de identificación. En consecuencia, es imprescindible reubicar sus elaboraciones historiográficas dentro del requerimiento narrativo o necesidad de historia propuesto por Ricoeur8. Interpretaciones con las que su autor intenta explicar 7

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“Una configuración cultural se encuentra conformada por innumerables elementos de diferente tipo que guardan entre sí relaciones de diferencia, oposición, complementariedad y jerarquía. Una identificación, como categoría asociada a sentimientos de pertenencia o bien a agrupamientos de intereses, es un elemento clave de una configuración cultural…” En: Alejandro Grimson, Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2011, p. 195. La tesis de necesidad de historia o requerimiento narrativo, desarrollada por este autor, contribuye a

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porqué temas, asuntos, situaciones, se presentan de manera hegemónica en ciertas circunstancias de la vida humana. Briceño I. desarrolló su obra entre el ensayo histórico, la biografía, la novela histórica y la historiografía9. Predominó en sus escritos el primero, lo que no resta méritos a sus argumentaciones alrededor de algunos asuntos relacionados con la historia de Venezuela, el ámbito al que prestó gran importancia frente, por ejemplo, las asociaciones que pudieran tener los mismos con la América hispana. Es factible congeniar que sus posturas fueron de fuerte talante nacionalista, especialmente. Por ello es importante reubicarlo entre, por ejemplo, otros ensayistas que coincidieron contemporáneamente con él, como los casos de Mariano Picón Salas, Augusto Mijares y Caracciolo Parra León, quienes extendieron sus reflexiones en contraste con el positivismo, representado en las figuras de Pedro Manuel Arcaya, Laureano Vallenilla Lanz y José Gil Fortoul. Contraste cuya mayor prominencia estribó en la reactualización, en términos fastuosos, de la colonización ibérica y sus inherencias políticas, sociales, religiosas y culturales. Sin embargo, Briceño I. había navegado por las procelosas vertientes del antihispanismo tal cual fue un texto leído, a propósito de la conmemoración del día de la raza, en Mérida para el año de 191910. Algo de coincidente hubo entre los mencionados, especialmente el relacionado con la América sajona y el encumbramiento de una parte de Europa, en tanto partera de la civilización y el ingreso latinoamericano al occidente civilizado. Además, el de ponderar los inicios de la nacionalidad en asociación con las realizaciones coloniales. Aunado a estas consideraciones es posible establecer los condicionantes de ella, la nacionalidad, por medio de la historia y la noción de cultura dominantes para el momento cuando desarrolló sus explicaciones.

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reconocer porqué algunos asuntos relacionados con la historia se convierten en dominantes en variados momentos de nuestra existencia. Por tanto, tiene que ver con necesidades de nutrir la memoria histórica, la que se encuentra supeditada a disputas e intereses de elites políticas. Estas, por distintos caminos, crean representaciones relacionadas con proyectos sociales y los que por medio de dispositivos creados al efecto procuran establecer nuevas identificaciones. Identificaciones convertidas en referentes únicos de cohesión, funcionalidad y vínculo social entre subgrupos, no necesariamente entre todos los grupos que hacen vida en las comunidades nacionales. La idea de identidad nacional moderna, junto con la memoria histórica que la nutre, no intenta la integración total de los subgrupos al interior de las comunidades nacionales. Su propósito fundamental estriba en representar a grupos que comparten intereses comunes, los que rearticulan valores culturales con el propósito de jalonar un proyecto en el que se sienten representados. Esta tesis es argumentada por Ricoeur en las obras mencionadas en la cita 1. El caballo de Ledesma (1942), Casa León y su tiempo (1946), El Regente Heredia o la piedad heroica (1947). La novela llevó por título Los Ribera (1957). Véase: “Americanismo, no hispanismo”. En: Obras completas, Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1990, Pp. 3-14, (Volumen: 7).

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De acuerdo con sus premisas la nacionalidad venezolana no se había logrado conformar, menos mostraba un carácter diferenciador porque la imitación y el calco guiaban la actuación de los venezolanos. Ejemplos que, hoy parecieran de escasa monta académica e intelectual, fueron de alta frecuencia no sólo en Briceño I., sino que los mismos parecieran más bien provenir de un tronco común, la inconformidad ante la impetuosidad de la modernidad representada en los Estados Unidos de Norteamérica. Lo que lleva a pensar en un redivivo del denominado modernismo latinoamericano11, cuya mayor característica fueron las disposiciones culturales mostradas desde el Coloso del Norte y que se asociaron con utilitarismo y tentaciones crematísticas. La impronta del ser así como su encuentro, en cuanto síntesis, totalidad, unicidad, homogeneidad, se asienta frente a lo ajeno, o lo así configurado históricamente12. Por ello el requerimiento de la comparación, por ejemplo, con colombianos, argentinos o mexicanos. En ciertas circunstancias, Briceño I. se muestra intolerante ante cambios inevitables del sistema mundo13. Lejos 11

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Al interior del mundo académico se ha denominado modernismo a una corriente literaria y cultural, cuyo escenario territorial fue América Latina. El mismo se contextualizó bajo el período denominado modernización latinoamericana (1870-1930). El modernismo abarcó distintos ámbitos del espacio público y en los que se destacó el interés por encontrar los orígenes iberoamericanos en el Occidente representado por Europa ante los Estados Unidos de Norteamérica. El modernismo, como expresión de la modernidad, se constituyó en una nueva estética basada en la realización del progreso y la fe en el pensamiento científico como su sustento fundamental. La estética a la que hago alusión no sólo tuvo que ver con el arte, el buen hacer, también lo tuvo respecto a la actuación humana circunscrita a la modernidad y lo a ella inherente. “...Una de las cuestiones más antiguas y persistentes en la filosofía occidental ―y tal como yo lo entiendo, también en el pensamiento occidental― ha sido el ‘problema’ de el (SIC) uno y de los muchos y/o de identidad y diferencia. Podríamos incluso llegar a argumentar que la filosofía occidental comienza con este ‘problema’… la tendencia dominante en la filosofía y la metafísica occidentales ha consistido en privilegiar y valorar la unidad, la armonía y la totalidad, a costa de denigrar, suprimir o marginar la multiplicidad, la contingencia, la particularidad y la singularidad…” Véase: Richard J. Bernstein, “Inconmensurabilidad y alteridad a revisión”, En: Eliot Deutsch (Editor), Cultura y modernidad. Perspectivas filosóficas de Oriente y Occidente, Barcelona-España, Editorial Kairós, 2001, p. 92. “… he abogado fervorosamente por la necesidad de defender las líneas determinantes de nuestra tradición, es decir, los valores sutiles, imponderables que dan fisonomía diferencial a la nación…” En: Mario Briceño I., La historia como elemento creador de la cultura, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1985, p. 175. Tal como lo he mencionado, cultura e identidad, o mejor nacionalidad y tradición, se yuxtaponen, no llegan a una síntesis o totalidad verificable tal cual narrativamente conocemos. Estas últimas son parte de una herencia propia de la modernidad decimonónica, las que, además, se convirtieron en una opción epistemológica y política. En otras palabras, no constituyen una realidad aprehensible o dada, tal cual la creyeron Briceño I. y sus coetáneos, más bien forman o han formado parte de configuraciones históricas. Es un hecho cierto la asimilación de cultura con identidad. Quizás se pueda pensar en desconocimiento porque este se enmarca en actuaciones políticas y asunciones epistemológicas, al lado

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de apreciar en él un justificador a ultranza de la conquista, colonización y evangelización ibéricas, sus aseveraciones deben precisarse en conjunción con el concepto de cultura que era dominante en el mundo académico y que, por tanto, era el aceptado entre sus pares. Ella tenía asociación, por un lado, con acumulación de un saber, técnicas y tecnología, elementos que, por otro lado, darían cuerpo a la jerarquización, clasificación y adjetivación de las comunidades humanas. “...El misionero representa toda la idealidad fecunda de la cultura que reclama nuevos horizontes: a él se deberá la vida de tantos pueblos, a él es acreedora la raza vencida de su anexión a los nuevos mandatos civilizadores”14. Habría que agregar, en su descargo, que históricamente tanto hábitos y costumbres, es decir la cultura, se traslapan con elementos de identificación urdidos desde esferas de poder. En consecuencia, es dable hablar de una suerte de fundamentalismo sustentado en lo que convirtió un hito histórico, la creación de la Capitanía General de Venezuela (1777), a partir de la que explicitó su tesis acerca de la nacionalidad.

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del no reconocimiento del otro o los otros al interior de lo que se reconoce como identidad y diferencia, su substancial sostén y a partir de los cuales se reafirman los referentes de identidad. Véase: Paul Ricoeur, Caminos de reconocimiento. Tres estudios, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, 330 pp. Respecto a la dimensión cultural y las formas que fue adquiriendo bajo el influjo de la mundialización cultural, así como la yuxtaposición entre cultura e identificaciones Briceño I. se muestra generoso, por supuesto en cuanto fuente de información. Así se puede corroborar en la siguiente cita: “… No considero el Pesebre navideño ni el enano de la Kalenda trujillano como factores de esencialidad para la construcción de un orden social: miro en su derrota por el arbolito de Navidad y por el barbudo San Nicolás, la expresión de un relajamiento de nuestro espíritu y el eco medroso de la conciencia bilingüe que pretende erigirse en signo de nuestros destinos”. Véase: “Mensaje sin destino (Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo)”, En: Ob.cit., 1990, p. 164, (Volumen: 7). Ob.cit., 1982, p. 83. Me parece importante rememorar que los términos cultura y civilización formaron parte de reduplicaciones, circunscritas ellas en disputas entre actores sociales afincados en espacios territoriales delineados. Al igual que ha sucedido con los conceptos de nacionalidad, tradición, nación, entre otros. Las argumentaciones originadas desde sus configuraciones provienen de disputas políticas y epistemológicas. Los términos de cultura y civilización fueron parte de las confrontaciones imperiales entre Francia y Alemania, similar a lo sucedido respecto al concepto de nación. Lo que refuerza la tesis de requerimiento narrativo o necesidad de historia señalado con antelación. En términos generales, la palabra cultura, a la luz de esta confrontación, se asociaría con autenticidad y enriquecimiento espiritual, mientras civilización sería requerida para mostrar superficialidad y carencia de profundidad. La palabra civilización evocó en un tiempo a Francia y sus ímpetus conquistadores. No obstante, ella quedó para hacer referencia a colectividades culturales con especificidades de definición, junto con el tiempo histórico asumido por los historiadores. Y con el que se buscó demostrar una situación de otra jerarquía cuantitativa y cualitativa en la vida de los seres humanos. Es bajo esta moldura que la estudió Briceño I. En cuanto a la polémica señalada véase: Norbert Elías, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, 2° edición, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, 581 pp. Denys Cuche, La noción de cultura en las ciencias sociales, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1999, 159 pp. Juan R. Goberna Falque, Civilización. Historia de una idea, Santiago de Compostela, Universidad Santiago de Compostela, 1999, 277 pp.

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Necesario es repetir su incansable insistencia en torno a este asunto. Su ensayo Tapices de historia patria tuvo substancialmente como motivación mostrar el que con los Borbones, aunque de modo muy parco se refiere a la política extendida por estos, se hizo la nación. Si convenimos que la palabra patria se refiere, primeramente, al territorio, se entiende el que Briceño I. afirmara “...la Venezuela de hoy, con sus fronteras geográficas, con sus ciudades y pueblos sometidos a una misma autoridad y a una dirección administrativa inmediata, no apareció sino en 8 de septiembre de 1777”15. Por lo tanto, sugerir que la patria venezolana constituía una continuidad de la “tribu indígena”, sería un error histórico. Además, de ser calibrado como un acontecimiento expansivo y penetrante perpetrado por Occidente, el “fenómeno histórico”, protagonizado por los españoles en esta porción territorial, “...no debe juzgarse desde los bohíos del aborigen, sino desde una posición universalista. Con las carabelas de la conquista venía un imperativo de cultura, más que un simple propósito de lucro...”16 Uno de los argumentos esgrimidos para dar fuerza a esta disposición fue que la expansión de algunos pueblos no sólo estuvo revestida por afanes bélicos. Ella históricamente mostraba ideales ocultos de voluntades, cuya característica se encontraba en la experimentación de etapas históricas superiores. Lo acontecido en estos espacios territoriales no constituyó únicamente la ampliación de nuevos feligreses y devotos de la religión cristiana. Al contrario, lo que necesariamente se dilató en quince siglos de cultura occidental tuvo su asiento en espacios territoriales que, por su nivel cultural y avance histórico “...reclamaban mayor radio para la vitalidad de sus símbolos...”17. No obstante, se debe asentir que junto con el ensayo, la biografía histórica y la historiografía su obra estuvo también supeditada a intereses políticos, representados en primer lugar en el Partido Democrático Venezolano, creado bajo el gobierno de Isaías Medina Angarita (1941-1945). De igual manera, tendría 15 16

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Ob.cit., 1982, p. 39 Ibíd., p. 45. Se puede aseverar que fue esta una disposición consistente en Briceño I.. Así para 1945 argumentó que: “… Nuestro proceso de pueblo arranca en el siglo XVI. El conquistador halló en lo que es hoy nuestra Patria una serie de familias aborígenes en condiciones incipientes de cultura, que muy poco aportaron a la formación de la nacionalidad. Más que otras regiones del Continente, puede y debe decirse que nuestra Patria nació como una prolongación de la Península”. En: “Formación de la nacionalidad venezolana”, Obras completas. Ideario político y social I (Pensamiento nacionalista y americanista I), Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1990, P.117, (Volumen: 7). Goberna Falque propone la visión de la civilización en tres vertientes concatenadas. Conquistadora, prosélita y encarnada son las versiones con las que se invistió la palabra civilización durante el siglo XIX. Ob.cit., pp. 51-73. Ob.cit., 1982, p. 45

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un acercamiento a Unión Republicana Democrática, organización a partir de la cual alcanzó a ser electo diputado el año de 195218. Aunque sufrió rigores de los gobiernos dictatoriales, como el de Pérez Jiménez, entre los que desenvolvió su vida pública mostró gran destreza para desarrollar una obra con los menores contratiempos. También, se debe tomar en consideración que su labor puede ser considerada como la de un pasaje entre la herencia polígrafa (propia de positivistas y románticos, según la cronología conocida) y los estudios especializados o por áreas desplegados luego de la Segunda Guerra Mundial. Estudios más centrados en lo disciplinario y, además, supeditados a modelos concentrados ya fuera en la concepción materialista de la historia, el funcionalismo o el existencialismo, extendidos paulatinamente, primero en universidades del occidente desarrollado y luego en sus espacios de influencia correspondientes a África, Asia, América y Oceanía. En este orden, prefirió ubicarse en el neo-revisionismo, representación a partir de la que enunciaría cómo la narrativa histórica había delineado los temas y tramas fundamentales hasta el año de 1947, en un ensayo publicado primeramente en México y titulado “Nuestros estudios históricos”19.

III En el mundo moderno es posible apreciar, al menos dos versiones, aceptadas mayoritariamente, acerca de la nación y los asuntos que le han sido asignados por parte de filósofos, antropólogos, sociólogos e historiadores. Una de ellas guarda relación con lo explicitado por el filósofo alemán Johann G. Herder, desde Alemania, en las postrimerías del siglo XVIII. La otra, fue desarrollada por el historiador y diplomático francés Ernest Renan, a finales del siglo XIX. Herder difundió que a las naciones les era implícito un conjunto de atributos que les confería un carácter único, distinguible y homogéneo, determinado por el clima y el medio ambiente, ante otras comunidades nacionales. Se trató de una concepción supeditada al modelo orgánico de funcionamiento social muy propia del período, y la que sirvió de pábulo para argumentar la existencia del genio 18

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Sin embargo, tuvo a bien advertir que: “… cuando la historia es arma al servicio de la política, adviene el gravísimo peligro de que muchos historiadores acomoden los hechos en una forma tardía a los intereses de partido, y entonces la historia deja de ser la expresión de la vida de los pueblos y se convierte en autocaricatura de los historiadores, o en un falso trazo, que es lo peor, de la mentalidad de sus contrarios”. En: Ob.cit, 1982, p. 79. En: La historia como elemento creador de la cultura, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1985, pp.5966.

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nacional, el espíritu de un pueblo y la de carácter nacional. Renan, en cambio fijó su mirada en organizaciones o comunidades humanas que debían su existencia a la voluntad de vivir juntos y llevar a cabo proyectos comunes, por lo que se conoce, esta propuesta, como el modelo voluntarista de la nación. De igual manera, la idea de voluntad la sustentó al asentir que las naciones no se definían ni por la lengua, la religión o atributos culturales20. Por lo expuesto, se pudiera hablar de dos modelos de estudio acerca de la nación y la nacionalidad, cuyo margen de acción ha sido la base para analizar estos conceptos. No obstante, con lo señalado no intento establecer una conexión unívoca entre lo esbozado por estos pensadores europeos y lo que luego expondría, en torno al mismo tema, Briceño I. Mi intención va por otra vía. Si bien es cierto que las distintas argumentaciones delineadas por algunos letrados y académicos pueden presentar una filiación lineal con configuraciones anteriores en el tiempo, no debe soslayarse que tesituras o ideas explicitadas en algún momento se avienen con teorías, creencias y representaciones existentes en la dimensión cultural, las cuales se hacen dominantes y pueden alcanzar a ser consideradas como modelos de organización humana. Es lo que se puede contrastar respecto a la idea, paradigma o temporalidad asociada con civilización, modernidad, cultura, ciudadanía y nación, entre otras. La relación que propongo no transita al amparo de la denominada historia de las ideas, porque estas no se circunscriben a una historicidad específica, 20

“...Todo grupo étnico homogéneo es ya un pueblo, tiene su cultura nacional lo mismo que su idioma, aunque la zona donde habita le imprime unas veces un carácter propio, otras sólo una ligera modalidad peculiar, sin que ni lo uno ni lo otro basten para destruir la conformación original y típica de una nación…” Johann G. von Herder, “Genio nacional y medio ambiente”, En: Álvaro Fernández Bravo (Compilador), La invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha, Buenos Aires, Manantial, p. 31. “Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas que, en verdad, tan sólo hacen una, constituyen esta alma o principio espiritual. Una está en el pasado, otra está en el presente. Una es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; otra es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, la voluntad de seguir haciendo valer la herencia que se ha recibido indivisa…” Ernest Renan, “¿Qué es una nación?”, En: Álvaro Fernández Bravo (Compilador), Ob.cit., p. 65. “… Con el paisaje se recibe la primera lección de historia. Entender nuestra Geografía y escuchar sus voces, es tanto como adentrarnos en el maravilloso secreto de nuestra vida social. La Geografía es de indispensable conocimiento para la comprensión de la problemática social. El suelo define en parte el destino de los pueblos. Los hace mineros, pastores, agricultores, pescadores o industriales (…) Escasos y dispersos, nuestros estudios geográficos han carecido del carácter funcional que persiga, por medio del examen del ambiente, las posibilidades de hacer mejor la vida del hombre. Ni siquiera se nos ha ofrecido una geografía alegre que incite nuestro esfuerzo hacia el arraigo de la tierra…” En: Mario Briceño I., Ob.cit., 1985, p. 68-69. Con lo que queda asentado la importancia del contexto geográfico y su papel en la construcción de una conciencia nacional, no como determinante, sino como ritmo, dinámica, condición.

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delineada o delimitada21. Más bien, lo necesario es ponderarlas bajo la moldura de alusiones, reduplicaciones y mimetizaciones según intereses en pugna y los propósitos que se persigan con su llamamiento. En este sentido, es preciso pensar el mundo del pensamiento, reflexiones y argumentaciones de acuerdo con: 1-. El lugar desde el que se enuncian ideas. 2-. Los intereses en juego relacionados con creencias específicas y, por último, 3-. Es necesario discernir las figuraciones y representaciones historiográficas a partir de las cuales un pensador, ensayista o analista evoca sus propuestas y trama sus narrativas. El caso que aquí compete se encuentra supeditado a la nación, el nacionalismo y la nacionalidad. Si bien ellos tuvieron un inicio discernible, según lo esbozado por Briceño I., el imperativo apareció a la luz de las consecuencias que la modernidad traía consigo de la mano de los Estados Unidos de Norteamérica. De lo que se pudieran derivar otras consideraciones relacionadas con la mirada benevolente hacia Francia y España, máxime por la utilización de términos especialmente franceses por parte de Briceño I. ante los anglicismos propios del siglo XX, frente a los cuales buscó alejamiento. Briceño I. más que mostrar la nacionalidad como una realización estructurada, desde el seno mismo de la sociedad colonial venezolana, tal como he intentado resumirlo, propuso su inicio por la vía de una acción administrativa ejecutada por la Corona en el siglo XVIII. Sin embargo, el ser venezolano no había logrado alcanzar un nivel tal de organización con el que se pudiera asentir que Venezuela representaba una integridad histórica. “El sentido de la tradición” fue redactado para ser leído en la Casa del Escritor, el 15 de septiembre de 1951, a instancias de la Asociación de Escritores Venezolanos, en el que nuevamente definiría la tradición como una moldura cultural y base de la nacionalidad, es decir, el sustento real y espiritual de la integridad nacional. Basado en el dieciochesco concepto de genio del pueblo, en conjunto con la valoración de la cultura como una norma y forma de ser, apeló al concepto de tradición como una estrategia discursiva para enfrentar los cambios experimentados a la luz de la Venezuela petrolera. Al argumentar las connotaciones de la idea de tradición, lo hizo con vistas a oponerse a la cada vez más fuerte presencia espiritual y material estadounidense en Venezuela. Pensó y reflexionó con el utillaje 21

Es preciso estudiar, con ojo crítico, la denominada historia de las ideas, porque por lo general quienes se adscriben a ella intentan mostrar intenciones deliberadas. Cuando, más bien, las representaciones o la historia de ellas inducen a pensar en alusiones, llamamientos, reduplicaciones, de acuerdo con intereses en pugna. Por ello es preciso ubicar a los analistas de lo social y de la historia bajo la moldura de intereses diversos, sólo que el término interés lleva a pensar, de manera inmediata, en conflictividad.

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conceptual y teórico que su capital cultural le permitió. Tal cual a cualquiera de nosotros le sucedería. Ello porque elucubramos, reflexionamos y pensamos, si bien desde una experiencia personal, pero con referentes históricos, los que nos sirven de guía o paradigmas de confrontación, diálogo o acuerdo a lo interno de nuestro mapa mental frente a los otros. Dos años antes de su muerte, exilado en España hacia 1956 redactó “La hora undécima”, en que intentó perfilar los contornos del ser venezolano anhelado y necesariamente a construir. Utilizando el ámbito universitario como referencia llegó a señalar que Venezuela carecía de un piso existencial que le proporcionara vida. Además de insistir que los inicios de la nacionalidad se encontraban en el acontecimiento dieciochesco de 1777, su intención cimera con este escrito fue el de construir una teoría del ser venezolano, basado en las concepciones historiográficas y filosóficas del momento. De ahí que asentara que ser venezolano no se restringía a cumplir el papel de alegre vendedor de petróleo y hierro. Al contrario, por medio de la historia vivida, experimentada, habría que comenzar a pensar el futuro a partir de la vida civil que comenzó a estructurarse durante el siglo XVIII y lo que, posteriormente, se elevó con la independencia. Por lo tanto, es de imperio comenzar a buscar en aquella realidad los elementos que ayuden a fijar los perfiles esquemáticos de una posible teoría de lo venezolano (…) En el campo de la historia de los pueblos es imposible futurizar sin juzgar el alcance y la dimensión de los futuros que ya fueron (…) me atrevería a llamar tiempo - eje de la Historia nacional el espacio corrido entre 1777 y 1830, con énfasis profundo en las ocurrencias de 1820…22

En rigor, es factible asegurar que Mario Briceño Iragorry apeló a la tradición como una forma de expresión cultural-política que requería ser reelaborada. Todo indica que su uso expresaba una referencia que, a la vez, sostendría la continuidad histórica tan necesaria para alcanzar un estatus de pueblo. Su defensa de la realidad colonial cabalgó sobre el requerimiento de reconocer esta continuidad y así romper lo que denominó el hiato de la historia venezolana. En concordancia, lo que llamó la presunción del venezolano la juzgó en los siguientes términos “… nuestra gran tragedia cultural de pueblo radica en haber llegado sin llegar…”23. El problema del ser pareció residir en la carencia de una continuidad en el hacer, en la actitud, en 22 23

“La hora undécima”, En: Ob.cit., 1985, pp. 336-337. Ob.cit., 1990, p. 104, (Volumen: 7).

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lo alcanzado, puesto que los hiatos extendidos por los mismos actores políticos y sociales impedían la constitución de un pueblo.24 Pueblo al que se hacía alusión como una conformación histórica consciente, además construido con los pilares a partir de los cuales surgió la nacionalidad. Los que, en términos narrativos, habrían urdido tramas nacionales con las que se intentaría establecer los inicios de la venezolanidad, en el hiato figurado entre la colonia y la independencia, tomaron como ruta la negación del aporte ibérico y con ello el desdibujamiento del proceso histórico de Venezuela. Anteriormente asocié sus ideas, alrededor de estos asuntos, con las propuestas desplegadas junto con el modernismo. Resulta ser que, en las postrimerías del decimonono se extendió una percepción otra de la experiencia iberoamericana. La misma se forjó a la luz de conflictos imperialistas, al interior de los cuales Estados Unidos de Norteamérica se asociaría con arrollamiento e intervencionismo. Mientras se abrió la posibilidad de una mirada a España como representación de las bases fundamentales de la nación, cuya figuración se dilató en conjunto con el temor de la presencia estadounidense. Briceño I. formó parte de una generación, la que no escapó a los vestigios románticos caracterizados por una suerte de ilustración encarnada y prosélita25. Demás está decir que aunque se opuso a las tesis positivistas, asumió fuertemente la idea de proceso, lo que lo ubica dentro de aquellas concepciones. Situación difícil de eludir al interior del mundo académico porque el alejamiento de concepciones, teorías, ideas, no resulta de un acto declarativo; es decir, se requiere de condiciones humanas, culturales y materiales 24

25

En uno de sus últimos escritos ponderó el concepto de nación divulgado por José Stalin, especialmente porque el mismo tenía como gozne principal de articulación el de la unidad y el de la continuidad, basado en la integración de símbolos antiguos y la tradición. “Stalin, teórico excelente de la nacionalidad, asienta en su ensayo El marxismo y el problema nacional, que una nación no es una comunidad racial o tribal, sino una comunidad de hombres, formada históricamente, que posee territorio, economía, idioma y psicología que le dan unidad. Por donde en sus planes para el robustecimiento de la unidad del pueblo ruso, entra este sistema, romántico y sentimental de evocar lo antiguo como medio idóneo de crear vivencias psicológicas que sirvan de pilares para el imperio soviético…” En: “Mensaje sin destino. Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo”, Mensaje sin destino y otros ensayos, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1988, p. 71, Itálicas en el original. Sin lugar a dudas, es dable aseverar que el ensayismo recurre a la experiencia personal para dar fuerza a los argumentos con los cuales se sustenta la idea axial de reflexión. “… si doy mayor estimación a la parte hispánica de mis ancestros que al torrente sanguíneo que me viene de los indios colonizados y de los negros esclavizados, ello obedece a que, además de ser aquélla de importancia superior en el volumen, tiene, como propulsora de cultura, la categoría histórica de que los otros carecen. Como el mío, es el caso individual de la mayoría venezolana”. En: Ob. cit., 1988, p. 77. Con lo que es dable reconocer que todo analista no se debe a su “especialidad”, sino a pliegues personales (gustos, fobias, ideales), asuntos que hoy parecen desdeñarse bajo el manto de la política.

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para llevarlo a efecto. Aunque en su descargo, asumió el mundo moderno como una posibilidad de despliegue estético, es decir, como una nueva forma de proceder, así como otra espiritualidad en la que el catolicismo cristiano serviría de guía espiritual. En fin, Briceño I. comulgó con las tesis basadas en el evolucionismo antropológico. Sólo así es posible comprender la ponderación que argumentó en torno a la conquista, colonización y evangelización ibéricas. Ello porque consideró que contribuyeron con la evolución del progreso de comunidades humanas ancladas en el pasado, como los grupos indígenas y los provenientes del África. Igualmente, dejó señalado que los habitantes primigenios, de los espacios territoriales hoy conocidos bajo el nombre de Venezuela, experimentaban una temporalidad que se vio trastocada por la vía del colonialismo ya que con este se emprendió el camino de la civilización. Lejos de ser esta una disposición propia del positivismo histórico, como podría ser asumido, revela más bien una mundividencia en la que la dinámica cultural estaba inserta y formaba parte de la expansión civilizatoria del mundo moderno, y con el que se sentaron las bases de la nacionalidad y cultura venezolanas.

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Eduardo Arcila Farías: el innovador de los estudios históricos en Venezuela

Eduardo Arcila Farías: el innovador de los estudios históricos en Venezuela Juan A. Acuña 1. Introducción Las páginas que siguen no apuestan, dentro de sus pretensiones, alcanzar una partitura exacta de la obra egregia del maestro e historiador Eduardo Arcila Farías. Tampoco pretenden erigirse como una señera semblanza. Más bien éstas buscan traducir con trazos sencillos, pero concretos, los principales aportes suministrados por el epónimo a la historiografía venezolana y a la historiografía continental. Visto así, abordaremos casi sinópticamente tres aspectos puntuales que podrían reconstruirnos una imagen, si no acabalada, por lo menos útil y que nos permita entender al historiador profesional Eduardo Arcila Farías como el iniciador de una nueva forma de escribir historia de oficio, la denominada historia económica soslayada en Venezuela hasta entonces. El primer aspecto que revisaremos tiene que ver con la formación profesional del maestro; el segundo con su legado y el tercero con sus aportes a la historiografía nacional y americana.

2. El maestro Arcila Farías en la República de las Letras Cuando prologaba la Segunda Edición de su Economía Colonial de Venezuela, en 1973, Eduardo Arcila Farías habría de recordar en los dos últimos párrafos del prólogo, a su primigenio Maestro del Colegio de México: Don Rafael Altamira y Crevea. Habría de recordarlo, claro está, como regresando otra vez a la eterna casa a la cual se retorna dialéctica e incesantemente porque los hombres que habitan en la República de las Letras1, siempre vuelven a dialogar aquellas divagaciones que quedaron inconclusas y que siempre tienen que ver con el tiempo, esa dimensión infinita que nos hace ver tan diminutos. 1

Con esta expresión introducía Don Rafael Altamira al novel historiador venezolano Arcila Farías al reconocimiento público de las Letras.

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“Yo quiero Arcila que usted sea mi discípulo americano”, le había expresado Don Rafael a Eduardo Arcila Farías, próximo aquél a abandonar la vida terrenal. Sintió tanto beneplácito y orgullo el maestro Altamira que expresó en su último comentario del prólogo de la referida obra de Arcila, redactada en 1946, el siguiente panegírico: “el motivo e intención del Prólogo que con tanto gusto acabo de escribir; no sin desear a mi joven discípulo el recibimiento público que, en su patria y en toda América, obtendrá seguramente su Economía Colonial de Venezuela”. Así lo obtuvo y con estas bautismales palabras ingresaría Arcila Farías a la República de las Letras. Había conocido Arcila Farías a su maestro Rafael Altamira en el Colegio de México entre 1945 y 1947. Lo conoció como discípulo suyo en el curso sobre la Formación Profesional del Historiador. En esa misma casa formadora de maestros historiadores, Eduardo Arcila Farías se formaría efectivamente como historiador profesional bajo la tutela de Altamira, y dice Brito Figueroa, que además bajo las enseñanzas de sabios y humanistas españoles como José Gaos, Pedro Boch Guimpera, Ramón Iglesias, José Miranda, Agustín Millares Carlo, y de intelectuales mexicanos como Alfonso Reyes, Alfonso Caso, Daniel Cossio Villegas, Wigberto Jiménez Moreno y de todo un grupo de especialistas que en ese período, en 1940-1947, dictaron cursos regulares en el Colegio de México2. Agrega, además, Brito Figueroa, que en el Colegio de México se formaría Eduardo Arcila Farías como historiador profesional, considerado como uno de los alumnos más brillantes, al lado de Pablo González Casanova, Julio Le Riverand, Carlos Boch García, Luis Felipe Muro Arias, Ernesto Chinchilla, Gonzalo Obregón y Luis González y González y que en ese país obtendría una beca y cursaría estudios regulares en el Colegio de México, institución que lo recomendó “como el alumno más destacado” e institución formada por la intelectualidad española sin patria, desarrollada sobre la base de las experiencias del Collége de France y orientada básicamente hacia la formación de historiadores. La referida beca, financiada por la John Simón Guggenheim Memorial Fundation, contó con el respaldo intelectual de Alfonso Reyes, Rafael Altamira, Silvio Zavala, Daniel Cossío Villegas y Earle J. Hamilton, famoso historiador norteamericano especializado en problemas económicos. Con esta ayuda, 2

Brito Figueroa, Federico. El Historiador Profesional Eduardo Arcila Farías. Caracas, Coordinación de Cursos de Post-Grado F.H.E., U.C.V., 1974.

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Eduardo Arcila Farías realizó estudios de alta especialización, bajo la dirección del profesor Hamilton, durante dos años en la Biblioteca del Congreso de Washington, recopilando materiales para una obra que más tarde se titularía La historia del pensamiento económico hispanoamericano en el siglo XVIII.

3. La Forja y el Legado: El Historiador Profesional Eduardo Arcila Farías Federico Brito Figueroa establece una línea de tiempo de las actividades socio-profesionales y políticas de Arcila. Entre ellas, señala Brito, están integrados al Curriculum Vitae de Eduardo Arcila Farías sus primeras actividades profesionales en calidad de obrero tipógrafo y su participación en la fundación de los sindicatos petroleros en el Estado Zulia en 1936; su participación en la Federación de Estudiantes de Venezuela y en la redacción de periódicos estudiantiles hasta 1933; su beligerancia, al lado de las fuerzas políticas más activas, en el período de la dictadura 1948-1958. Además de haber pasado cinco veces por las cárceles durante ese período de represión política. Sus maestros cardinales, el alfa y el omega de su formación intelectual, constituida por una parte por don Claudio Vivas , la más bisoña, pero también risueña, y por la otra, Rafael Altamira, el bastión que le aportaría la templanza intelectual. Al primero lo describía Arcila como un “humilde maestro de primaria de una aldea andina, cuya columna dorsal retorcida y rígida, no pudo jamás doblar su espíritu”. El otro, “un maestro universal, a quien ni el destierro, ni los ochenta años, ni la biblioteca perdida, ni el recuerdo de los amigos que dejó allá en la España desgarrada, le hicieron perder ni la fe ni la pasión por la República”3. Un punto de inflexión en la vida profesional de Arcila es cuando regresa a Venezuela en noviembre de 1943 y dicta el primer cursillo sobre historia económica colonial hispanoamericana en la Facultad de Economía. Esta fecha también constituiría un viraje en la historiografía por cuanto ya comenzaban a desarrollarse los estudios históricos con carácter profesional en el país. Pero serían los años cincuenta realmente fecundos tanto para el crecimiento intelectual de 3

Arcila Farías, Eduardo. El Compromiso del Historiador. Caracas, Coordinación de Cursos de Post-Grado F.H.E., U.C.V., 1974, p.21.

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Arcila Farías como para el empuje de la ciencia histórica en nuestro país. Durante esos años ingresa en la Facultad de Humanidades y Educación, con la categoría de Profesor Asistente, y en la condición de catedrático de historia colonial venezolana. Fue Director del Seminario de Técnicas de Investigación y Secretario del Instituto de Estudios Hispanoamericanos. Expirando la década asumió la Dirección del Instituto de Estudios Hispanoamericanos, la Cátedra de Historia de la Economía Venezolana y el Seminario de Historiografía Hispanoamericana. En 1964 fue invitado por el Comité Organizador del 36º Congreso Internacional de Americanistas para asumir la Dirección del Seminario de Historia Económica Moderna de América, celebrado en Barcelona, Madrid y Sevilla durante los meses de agosto y septiembre de ese año. La forja del Historiador no fue restrictiva al campo de la Historia solamente, sino que supo combinar con armonía, como pocos, ese binomio Investigación-Docencia y ambas tuvieron un peso proporcional y equitativo. Para él, la educación gravitó en todos los escenarios de su vida, así lo dio a entender en su emotiva respuesta del conferimiento del Doctorado Honoris Causa que le entregó la Universidad Central de Venezuela el 4 de febrero de 1966: Entiendo la función del educador como una actividad de tan inmensas responsabilidades, que ellas no caben dentro de las cuatro paredes del salón de clases. Nuestro alumnado no puede ser tan solo ese pequeño grupo de jóvenes que cada día comparece ante nosotros, para escuchar de nuestros labios la lección de rutina, ni nuestra obligación concluye cuando el reloj marca la hora de la salida4.

Abrigaba además su concepción educativa un relieve ostensiblemente político y comprometido como su profesión de Historiador. En ese respecto nos interpela: La responsabilidad del educador no puede quedar confinada ni a ésta ni a otras salas de más vastas proporciones, ni a los linderos que marcan los términos de la Ciudad Universitaria. Nuestro tiempo de enseñar no concluye ni a las seis, ni a las ocho ni a ninguna otra hora, porque es ésta una función perpetua que se extiende a toda la vida y aún más allá de la muerte, porque se detiene el pulso, pero la palabra del maestro seguirá vibrando, activa, firme, sin el temblor de la voz, cuando ya no hay voz; sin el temblor del miedo, cuando ya no hay corazón donde quepa el miedo5. 4 5

Ibíd., p. 22. Ibídem.

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La fuerza que imprime el maestro con su palabra benigna al discípulo que la escucha y la aprehende lo marcará para siempre porque “la palabra queda en la entraña intelectual del discípulo, y ahí germinará con mayor fuerza, y de ahí ya nadie podrá arrancarla, y trascenderá a otras vidas, cuando la palabra es buena”6. Aún con el claro compromiso de historiador-maestro, Arcila predicó con austeridad la separación del proselitismo político del Campus universitario: “Colegas que en la calle sostienen diversas doctrinas políticas y aún debaten y luchan con ardor entre sí, pero que aquí, en este Centro (es decir, la Universidad), no son sino una sola cosa: universitarios”7. La voz de Arcila no aspiraba únicamente el esfuerzo de crear escuela, sino que desde los entresijos del alma era también una voz que se levantaba, con atisbos de dolor para solicitar la paz desde el escenario sublime de su vida pedagógica y académica, en aquellos momentos cuando Venezuela se debatía en una suerte de guerra fría interna: Duéleme también registrar la ausencia de otros de esos colegas, privados de la libertad de concurrir a este homenaje que ellos habrían compartido alegremente conmigo, de la misma manera como yo comparto con ellos la pena de sus ausencia. Y comprometo mi voz junto con la de los muchos que piden clemencia y paz en Venezuela8.

Se valía en denunciar el olvido que la clase dirigente asumía desde el poder y que desde el poder estas clases por razones de ética no deberían olvidar jamás: Olvidan que nosotros no podemos segar vidas y menos aún cegar conciencias, y que nuestras armas no pueden ser otras sino las puramente pedagógicas. Olvidan también que si para otros los “supremos intereses de la patria” se confunden con las utilidades de fin de año, para nosotros no existe ningún otro interés superior al de una conciencia útil. Y formar esa conciencia es nuestra misión, no destruirla9.

El otro ápice de su inquieta voz la hallaremos en su telúrica defensa a la autonomía de la Universidad ante los desafueros de los pocos enemigos gratuitos 6 7 8 9

Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem.

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atrincherados en los bastiones de la ignominia, reeditadores de la violencia y la ignorancia: Nuestra autonomía que tiene tanto enemigos, es una experiencia necesaria a la que no se puede pedir en sólo seis años, una perfección que no han alcanzado otras instituciones nacionales en más de siglo y medio de ejercicio. La situación de nuestra Universidad no es tan terrible como sus enemigos la pintan, sólo que si cada libro que aquí se edita recibiera tanta publicidad como la que recibe cada grito, otra sería la imagen que de nosotros tendría la nación10.

Arcila termina sus palabras de respuesta al justo reconocimiento Honoris Causa, haciendo sentir que los pocos enemigos de una Universidad se convierten en muchos si éstos oscilan desde las esferas del poder político tanto nacional como internacional: Son muchos y muy diversos los enemigos de la autonomía universitaria. Los hay dentro de la propia Universidad y fuera de ella. Dentro del país y mucho más allá de nuestras fronteras. Contra la autonomía están quienes quisieran hacer de esta Universidad un cuerpo inmenso y silencioso. Contra ella están los enemigos de la libertad de pensamiento. Contra ella está el intervencionismo internacional. La unidad en torno de los principios docentes, la convivencia que muestra que todos podemos vivir en armonía sin hacer de las ideas un objeto de discordia, bastarían por si solas para acreditar este recinto como un ejemplo ante una nación dividida y anarquizada11.

Pero el principal legado pedagógico que podríamos discriminar del Magisterio Arcilano es su sublime posición en torno al problema de la juventud. Arcila nos enseñaba que: Cada época pasada tuvo su propio problema de la juventud. Cada una de nuestras generaciones fue un problema en su tiempo. Así ocurrió y así continuará por todos los años venideros hasta el fin de la humanidad. Y si algo realmente valiosos podemos hacer por la juventud de hoy, es ayudarla para que ella a su vez pueda atender los problemas de la juventud de mañana12. 10 11 12

Ibídem. Ibídem. Ibíd., p. 23.

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4. Las líneas de investigación históricohistoriográfico en la obra de Eduardo Arcila Farías Las líneas de trabajo histórico-historiográfico a lo largo de su vida profesional, podrían dividirse en renglones que se eslabonan y discurren sobre un mismo eje temporal -salvo algunas excepciones-, ese es el período colonial como tiempo de larga duración. Las aristas temáticas del período de estudio son también diversas y poliédricas, destacando el análisis en conjunto con criterios de totalidad de la estructura económica y las instituciones político-administrativas fundacionales o primarias con marcado acento metropolitano. Por razones de índole metodológica y temática me limitaré a resumir las más determinantes líneas de trabajo e investigación histórico-historiográfica a partir de la revisión de toda su obra escrita desde 1947 hasta 1990. Las mismas fueron definidas sin seguir una restrictiva especificidad cronológica, más bien se categorizaron con una configuración morfológica de contenido. Dichas líneas pudimos categorizarlas de la siguiente manera: 1) Estudios de la Economía Colonial Venezolana; 2) Estudios de la Economía Colonial Iberoamericana; 3) Estudio de las Instituciones Políticas y Económicas implantadas por la Metrópoli Española en Hispanoamérica; 4) Interpretación de las instituciones económicas y las relaciones de producción Metrópoli-Venezuela; 5) Estudio de las Relaciones Comerciales entre Venezuela y América Latina durante el siglo XVII y el siglo XVIII; 6) Agregado y compilación sistémica de documentos y datos para la interpretación del funcionamiento de las Instituciones Económicas Coloniales en Venezuela; 7) Reconstrucción histórica-biográfica de funcionarios ilustrados del pensamiento económico Americanista del siglo XVIII; 8) Historiografía Cuántica. Es acertado reconocer en Arcila Farías su franca entrega en la comprensión del pasado colonial iberoamericano con énfasis en Venezuela y con acentuación en los siglos menos estudiados por la historiografía: el siglo XVI y el siglo XVII, además del afianzamiento de conceptos desatendidos para el entendimiento cabal del siglo XVIII. Revisemos cada una de las líneas de trabajo e investigación histórico-historiográficas que fueron enumeradas para desentrañar los contenidos de peso teórico-metodológico que las atañen. No es fortuito que la primera línea de investigación desarrollada por Arcila Farías hubiera sido la que consagró en su magistral Trabajo de Grado en el Colegio de México, en 1946, con el título Economía Colonial de Venezuela. Allí el historiador

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traza los fuertes bocetos de lo que sería su estilo marcadamente cuánticoestructural como historiador de oficio. La obra mencionada podría considerarse como la renovadora de los estudios históricos en Venezuela, por el conjunto de los temas inéditos o superfluamente abordados por la historiografía tradicional para el momento. No en balde, Mario Briceño Iragorry, en relación con la obra de Arcila Farías, refiere su ubicación en el marco del Neo-Revisionismo Contemporáneo. En esta temprana línea de estudio, Arcila Farías revisará las concepciones que se habían tenido hasta entonces e introducirá otras acerca de la posición de España en el momento de la conquista, los inicios del comercio colonial, el régimen de la encomienda y el repartimiento (siguiendo los preceptos de su maestro Silvio Zavala), el comercio en los siglos XVI y XVII, el desarrollo de la Hacienda venezolana y la participación y etapas de actuación de la Güipuzcoana en el comercio del siglo XVIII. En la segunda línea, relacionada con los estudios de la Economía Colonial Iberoamericana, Arcila Farías fundamenta sus criterios con un enfoque aprendido de la Escuela de los Anales de corte Braudeliano para comprender con rasgos de totalidad y Larga Duración las bases institucionales del Imperio Español en América Colonial. El análisis de las Instituciones implantadas por la Metrópoli, unas, y diseñadas por las relaciones novohispánicas, otras, permitirá comprender que una Estructura puede bien estudiarse desde una Institución específica. La obra representativa de esta línea de trabajo fue concebida en el aula extranjera, en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en el semestre 1967-1968, y que él mismo reconoce como un esfuerzo de síntesis en los veinte años que estudió la Hacienda Pública Colonial Venezolana y que se titula: Fundamentos Económicos del Imperio Español en América, editada en 1985 por la Facultad de Humanidades y Educación de la U.C.V. En dicha obra el historiador hilvana los temas que serán una constante en sus demás líneas de trabajo. Temas como la encomienda, el régimen de navegación entre España y América, el trabajo indígena, la política comercial española en América, el comportamiento del comercio colonial, la industria, la minería y los gremios, se funden en un conjunto armónico que persiguen la develación del intrincado e inaccesible tramado de las relaciones económicas Metrópoli-Periferia a lo largo de tres siglos de colonización. El estudio de las Instituciones Políticas y Económicas implantadas por la Metrópoli Española en Hispanoamérica, constituye la tercera línea de trabajo

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histórico-historiográfico desarrollada por Arcila Farías. La obra representativa de este género fue su trabajo de tesis titulado: El Siglo Ilustrado en América (Ediciones del M.E., Caracas, 1955). Es un examen de las Reformas Borbónicas del Siglo XVIII en la Nueva España y que tuvo un gran éxito de publicación. A juicio del Dr. Elías Pino Iturrieta, la obra “se introduce en el conocimiento de fenómenos latinoamericanos, cuyo tratamiento aborda desde la óptica de la historia de las ideas”13. Efectivamente, en el libro se exponen las ideas económicas de funcionarios ilustrados de la Metrópoli como lo fueron Antonio de León Pinelo, José del Campillo y Cossío, el peruano Baquíjano y Carrillo, entre otros. Sin embargo, no concordamos con el citado autor de que hayan sido las ideas de estos preclaros funcionarios los que sostengan la tesis del planteamiento central del libro, sino que más bien fue producto de un proceso complejo de enarbolación institucional primaria - fundacional del régimen novohispano que por supuesto se valió del arsenal ideológico de funcionarios oficiosos en sus tareas de organizar el Nuevo Mundo. Un ejemplo lo ilustra el mismo Arcila al referir que El Real Consulado de Caracas era la Institución no solamente la más olvidada, ya que muy contados historiadores se ocuparon brevemente de ella, sino la peor conocida, pues las escasas noticias que se habían divulgado sobre su corta vida, la presentaban de tal manera deformada que su imagen no correspondía a la verdadera. En cuanto a su cuarta línea de trabajo, la interpretación de las instituciones económicas y las relaciones de producción Metrópoli-Venezuela constituirá uno de los ejes transversales del discurso historiográfico de Arcila Farías. Sus dos obras capitales que encierran las disquisiciones y preceptos sobre el análisis de las instituciones con marcado énfasis colonialista en Venezuela, fueron: El Régimen de la Encomienda en Venezuela (Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1957) y su Historia de un Monopolio. El Estanco del Tabaco en Venezuela, 1779-1833 (ediciones de la F.H.E, Instituto de Estudios Hispanoamericanos, U.C.V., Caracas, 1977). Ambas obras rezuman en un dechado de oficioso misticismo científico-archivístico sin precedente alguno. Tanto la una como la otra fueron diseñadas prácticamente con puras fuentes primarias obtenidas en archivos extranjeros y nacionales. Para ilustrar la idea, léase el último párrafo del prólogo de su libro Historia de un Monopolio. El Estanco 13

Pino Iturrieta, Elías. “Aproximación a la obra de Eduardo Arcila Farías. En obra conjunta: Ensayos de Historia. Libro Homenaje a Eduardo Arcila Farías. Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos y Academia Nacional de Ciencias Económicas, 1986, p. 13.

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del Tabaco en Venezuela, 1779-1833, donde afirma que para desarrollar el contenido del innovador texto: La bibliografía que me sirvió de apoyo fue escasa, pues muy poco se ha escrito sobre esta Institución; ni en España ni en las naciones que formaron con ella aquel gran Imperio existe libro alguno consagrado a ese monopolio del Estado, como fue el Estanco del Tabaco, o que le dedique al menos un capítulo. Apenas existen referencias vagas y no siempre atinadas; por lo contrario, muchas falsedades han sido divulgadas (p. 6).

En ese sentido, los planteamientos de Arcila Farías se adelantan a los esgrimidos por el historiador francés Michel de Certeau cuando decía que “la escritura historiográfica da lugar a la falta y la oculta”14. De hecho, en el prólogo del Real Consulado de Caracas y el Comercio Exterior de Venezuela (ediciones de la U.C.V., 1957, p.7) Arcila nos aclara que el olvido o la deformación como ha sido estudiado el Real Consulado de Caracas “es un ejemplo típico de cómo nuestra historia se ha hecho a base de repetir errores ya dichos”. Mucho más aguda es su apreciación en cuanto al asunto del olvido en la historia, como si sus palabras provinieran del mismo Certeau, afirmaba Arcila que “si los hechos son olvidados, no por eso dejaron de suceder” (E.A.F. Cuatro Ensayos de Historiografía. Ediciones del M.E., Caracas, 1957), porque “la historia del hombre se ha desarrollado sin solución de continuidad” (Ibid, p. 25). Dentro del marco de la quinta línea de investigación dirigida por Arcila y que versa sobre el estudio de las Relaciones Comerciales entre Venezuela y América Latina durante el siglo XVII y el siglo XVIII, la obra escrita que encuadraría mejor en ella se titula: Comercio entre Venezuela y México en los siglos XVI y XVII, editada por el Colegio de México en 1955 y elaborado bajo la tutoría del Dr. José Miranda. Fue presentada como credencial de mérito por sus estudios realizados en el Colegio de México y que morfológicamente, a modo de ver por el Dr. Elías Pino Iturrieta, “Perfila el modelo que permitía la Metrópoli para la distribución de los bienes y los productos, echando por tierra la antigua versión en torno a la incomunicación de las colonias españolas”15. 14 15

De Certeau, Michel. L´absent de l´ histoire. Waldhuter, Buenos Aires, 2010. Pino Iturrieta, Elías. “Aproximación a la obra de Eduardo Arcila Farías. En obra conjunta: Ensayos de Historia. Libro Homenaje a Eduardo Arcila Farías. Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos y Academia Nacional de Ciencias Económicas, 1986, p. 12.

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Eduardo Arcila Farías: el innovador de los estudios históricos en Venezuela

Su sexta línea de trabajo es concomitante de la cuarta que ya fue sostenida. Lo es por cuanto brinda a la comunidad de los historiadores un enorme agregado y compilación sistémica de documentos y datos para la interpretación del funcionamiento de las Instituciones Económicas Coloniales en Venezuela relacionadas directamente con la Metrópoli Española. Constituye un alivio para los historiadores que deseen trabajar el período colonial, pues los documentos acopiados por Arcila son determinantes para la reconstrucción económica del pasado lejano de Venezuela y que a inicios del siglo XX eran despojados de los archivos nacionales por no poseer “importancia histórica alguna”. Las dos compilaciones de documentos más importantes de esta línea son las tituladas: El Primer Libro de la Hacienda Colonial en Venezuela, 1529-1538 (ediciones de la F.H.E., U.C.V., Caracas, 1979) y los Documentos de Real Consulado de Caracas (ediciones de la F.H.E., U.C.V., Caracas, 1964), referido en anterior oportunidad. La séptima línea de investigación es una reconstrucción histórica-biográfica de algunos funcionarios ilustrados del pensamiento económico Americanista del siglo XVIII. Su obra más emblemática al respecto se llama El Pensamiento Económico Hispanoamericano en Baquíjano y Carrillo (ediciones del Consejo Nacional de la Cultura, Caracas, 1976). En ella convergen los planteamientos razonados del Liberalismo Hispanoamericano del siglo XVIII, delimitados en un espacio: el Virreinato del Perú y en un personaje prototípico de la época: Baquíjano y Carrillo. Es una biografía con fundamentación histórico-social Americanista y colonial. Los mismos razonamientos desarrollados en la obra El Pensamiento Económico Hispanoamericano en Baquíjano y Carrillo, se pondrán de manifiesto en el estudio introductorio que Arcila elabora para la edición del Nuevo Sistema de Gobierno Económico para la América (editada por la U.L.A., Mérida, 1971), redactada por Joseph del Campillo y Cosío, funcionario ilustrado del siglo XVIII, responsable de traer la idea de la Intendencia a América. En su estudio introductorio, Arcila analiza tres elementos de rigor que permean la obra de Campillo: 1º) La obra constituye el primer Plan para el Gobierno Económico de América. 2º) Representa el carácter de la Ilustración Española. 3º) La mayor parte de las Reformas Económicas aplicadas por Carlos III, se fundaron en las recomendaciones contenidas en los manuscritos de Campillo y que circuló en toda América. A propósito de la octava y última línea de investigación llevada a efecto por Arcila cabe destacar que no es propiamente una línea, sino un eje transversal que

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converge en todas. Es la denominada por influencia del historiador estadounidense Hamilton en los años cincuenta como Historiografía Cuántica16. Además del tratamiento de Historiografía cuántica que hace Arcila Farías a lo largo de su obra, la que es más significativa en esa línea se llama Las Estadísticas de Castro. Primera década del siglo XX. En esta obra Arcila se aparta del tema colonial y aborda uno más reciente, con el fin de mostrar el empleo del uso estadístico para ilustrar los fenómenos económicos y sociales. Atendiendo a los criterios historiográficos anteriormente expuestos y considerando los ejes transversales con los que fue compuesto el grueso de su obra histórica, nos dice la Profesora Adelina Mirabal que en Arcila convergen tres elementos fundamentales que giran constantemente en su discurso explicativo: 1. La Historia como Ciencia del Conocimiento. 2. La Estadística al servicio de la Historia. 3. La revisión crítica del pasado colonial a través de sus instituciones, hechos, ideas y fundamentalmente a través del proceso económico17. Sin caer en el vicio de los orígenes, pero destacando el modelo aprendido de los Anales, específicamente en Braudel, el Maestro Arcila estudia el período colonial en Venezuela y América como un tiempo de Larga Duración, además de describir procesos con carácter de totalidad a partir de la develación de las instituciones que marcaron la orientación política de los períodos subsiguientes. En ese sentido, la Profesora Mirabal aduce que “en contraposición con otros autores que sólo consideran hecho histórico el acontecer venezolano que sigue a la independencia, Arcila va a los orígenes para encontrar en ellos las raíces de nuestro acontecer histórico”. Visto de esa manera, los ciclos históricos abren, pero jamás cierran, así que debe revisarse “El estudio de los hechos históricos como integrantes de un conjunto en el que las partes están en íntima conexión”. Argumento desprendido de la premisa historiográfica arcilana de que “la historia del hombre se ha desarrollado sin solución de continuidad”. La historia no pretende ser literatura con artificios estéticos. La historia es una ciencia con un discurso propio; hilado, hilvanado y discurrido con una lógica que atiende interrogantes que desentrañan los sucesos ocultos de los procesos históricos aún sin reconstruir o parcialmente reconstruidos. En ese sentido, mirando la atención del espectador que degusta el tramado histórico, nos aclaraba el Maestro Arcila: 16 17

Hamilton, Earl J. American Tresure and the Price Revolution in Spain, 1501-1650. Cambridge, 1934. Rodríguez Mirabal, Adelina. Concepción Historiográfica en Eduardo Arcila Farías. Caracas, Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Santa María, 1987, pp. 3-4.

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En cuanto al tedio que pudiera hacer aburrida la consulta de estos documentos no puede ser esta una razón aceptable entre investigadores, pues no es común hallar escritos de lectura amena ni es condición de la historia ser grata para que se la pueda leer con gusto, como solía pedírsele antiguamente a los historiadores, por lo que la gracia del estilo sacrificaba muy a menudo la veracidad del relato18.

Puede que sea abúlico para algunos el tema colonial de nuestra historia, pero como señala Arcila, no debe soslayarse su estudio en aras de la amenidad o el esteticismo literario para confrontarla y reconstruirla. Lo fundamental será siempre reconstruirla para comprender mejor los períodos posteriores. Al respecto nos dice el Dr. Silvio Zavala que Arcila Farías “Supo escoger bien los temas de sus búsquedas que han enriquecido particularmente el siglo XVIII de la colonización española en América, pero sin dejar de mirar las centurias precedentes o las consecuencias de esa época fecunda”19. Quizás sea esta la razón que condujo a Silvio Zavala situar a Eduardo Arcila Farías entre los autores clásicos hispanoamericanos, especialistas en historia colonial. El Dr. Elías Pino Iturrieta expresa que uno de los aportes fundamentales de Arcila a la historiografía nacional fue “la introducción del moderno auxilio de las estadísticas como herramienta para la comprensión del fenómeno”20 La Revista Tierra Firme dedicó al Maestro Arcila Farías, en su Presentación inicial, unas palabras panegíricas en la que destaca que éste debe ser reconocido como el verdadero iniciador entre nosotros, de los estudios científicos de la historia de nueva estirpe, y entre ellos, los estudios de historia económica…”Como todos sabemos también, don Eduardo ha sido por excelencia el historiador de la colonia venezolana”.21 Igualmente, Brito Figueroa, el justo reconocimiento que debe dársele al historiador profesional Eduardo Arcila Farías radica en que él tuvo la facultad 18

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20

21

Refiriéndose a los documentos compilados por él y dirigidos en un original e innovador proyecto de historia económica y que fue titulado como El Primer Libro de la Hacienda Pública Colonial de Venezuela 1529-1538, Vol.I, editado en Caracas por el Instituto de Investigaciones Históricas de la F.H.E. de la U.C.V., 1979, pp. 11-12. Zavala, Silvio; Luis González y González; Elías Pino Iturrieta y otros. Ensayos de Historia. Libro Homenaje a Eduardo Arcila Farías. Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos y Academia Nacional de Ciencias Económicas, 1986, p. 7. Pino Iturrieta, Elías. “Aproximación a la obra de Eduardo Arcila Farías. En obra conjunta: Ensayos de Historia. Libro Homenaje a Eduardo Arcila Farías. Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos y Academia Nacional de Ciencias Económicas, 1986, p. 12. Tierra Firme. Edición Especial en Homenaje a Eduardo Arcila Farías. Vol. Nº 48, año 12, oct-dic, 1994, p. 401.

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de responderle al escenario académico las respuestas que se requerían para una transformación de los estudios históricos en el país a partir de la acuciosa investigación directa, desde los archivos, con el propósito de reconstruir el pasado colonial. En ese sentido nos dice Brito Figueroa: Arcila Farías es uno de los historiadores (...) que más cabalmente puede responder a la definición moderna de un historiador. Es un hombre de formación severa y completa. Se ha formado en el estudio de filosófico y práctico de la historia; no se ha conformado con glosar documentos de segunda mano, sino que ha estudiado en archivos, y a su labor de investigador se debe el rescate de uno de los capítulos más importantes de nuestra formación histórica, como es la economía de nuestro período colonial22.

Como colofón, para los que quieran encaminarse en esa noble, pero intrincada tarea de comprender al hombre en el tiempo, no hay que olvidar lo que nos enseñó el Maestro Eduardo Arcila Farías al respecto: “Para nosotros no es la historia un ejercicio para hacer alardes de erudición, que a veces no logran exhibir nada más que ignorancia. Ni oficio de ociosos afortunados que ya no pueden matar el tiempo en los campos del golf ”.

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Brito Figueroa, Federico. El Historiador Profesional Eduardo Arcila Farías. Caracas, Coordinación de Cursos de Post-Grado F.H.E., U.C.V., 1974, p. 13.

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Augusto Mijares o el problema de ser intelectual en Venezuela

Augusto Mijares o el problema de ser intelectual en Venezuela Andrés Eloy Burgos Gutiérrez Perseguidos, desdeñados o escarnecidos, siempre han existido esos venezolanos que de generación en generación, a través de la muerte, se han pasado la señal de lo que estaba por hacerse y han mantenido la continuidad de la conciencia nacional. Augusto Mijares

1. A modo de introducción Llevar a los hombres la llama ardiente del conocimiento condenó a Prometeo a infinitos martirios. Y es que ni entre dioses se perdona el hecho de libertar y empoderar a otros. Dar luces, vencer la ignorancia es el pecado de los prometeos de nuestro tiempo, que conscientes del peligro que acompaña la auténtica labor pedagógica de enseñar para la vida, se arrojaron al mundo para dar a borbotones lo que sólo les será retribuido póstumamente. Tenemos en Augusto Mijares uno de estos mártires, a los que se confinó a la marginalidad política en tiempos de la democracia (1958 en adelante), sólo por haber tenido una inagotable vocación de servicio1. Los que parecían ser sus iguales en estatura, lo excluyeron del ejercicio de funciones públicas y el maestro Mijares se refugió en sus textos, para vivir de lo poco o lo mucho que ellos podían darle. Pero su virtud fue grande y su espíritu inagotable; trabajó cual Prometeo encadenado, aunque la rapiña de la envidia2, del arribismo y 1

2

Fue Ministro de Educación en el gobierno del general Eleazar López Contreras, con una destacada labor en la modernización del país, la misma cartera la asumió en 1948 tras el derrocamiento de Rómulo Gallegos por la Junta Militar. El haber participado de ambos gobiernos, fueron actos que nunca les perdonó el grupo político que tomó el poder después del 23 de enero de 1958, muy a pesar de que Mijares conquistó como funcionario público cosas muy positivas para el país, entre las que se cuentan, la creación del Instituto de Previsión y Asistencia Social del Ministerio de Educación (IPASME), del Instituto Nacional de Deportes (IND), de la Revista Tricolor, entre otras. “La Envidia”. En: Augusto Mijares. Obras Completas. Tomo III. Educación y temas afines. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1998, p. 363.

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el facilismo, revolotearan cerca de él. Todo un cuadro épico recrea, lo que parece ser la suerte del verdadero intelectual venezolano. Augusto Mijares, figura descollante del siglo XX venezolano, tuvo ese destino, obligado a llevar una vida totalmente austera, por el hecho de ejercer oficios considerados de gran valía espiritual, pero de inmerecida retribución material; por no acomodarse interesadamente al poder a fin de lograr favores, u obtener prebendas. Esa y no otra, ha sido la realidad de los honrados intelectuales; el sacrificio para legar al final tantos bienes a la patria. El presente texto se propone mostrar parte de las reflexiones y las angustias que en este sentido manifestó en sus escritos ese ilustre villacurano Salvador Augusto Mijares Izquierdo (1898-1979). Se visualizará a través de ellas una fracción de las difíciles circunstancias que lidió para sobrevivir en el medio, manteniendo su integridad moral. Reconocemos la necesidad de este escrito, dado que no fueron superadas esas cuestiones que afligieron a nuestros creadores y creadoras durante los siglos XIX y XX, condiciones que en el presente continúan agobiando a los que escogen el camino de las letras, las artes y la docencia; oficios todos que en el momento han sido menospreciados y que luego hipócritamente han sido cubiertos de laureles cuando ya sus autores lo han perdido todo.

2. El arduo camino de la formación intelectual Quienes conocieron a Augusto Mijares no dudan en llamarlo educador, maestro, historiador, crítico, escritor; y es que fue excepcionalmente todas esas cosas porque educó, formó, historió, criticó y escribió. Ejerció oficios tenidos por nobles, meritorios del reconocimiento social, pero no de sustento, sino a costa de enormes sacrificios. Entre 1920 y 1925 hizo la carrera de abogado en la Universidad Central de Venezuela, viéndose obligado a abandonar sus estudios en el 5to año, porque vio que sin el consentimiento de Juan Vicente Gómez o de sus acólitos, no se podía llegar a ningún lado; Mijares dudaba que hubiera futuro con lo que estudiaba mientras permaneciera Gómez Único en el poder. Los años que siguieron a aquella decisión tan importante de dejar la carrera, fueron de ardua labor, esto lo evidencia varias decenas de publicaciones, entre las que se encuentran ensayos, poesía, artículos en revistas y periódicos. Desde 1921, fecha en que contaba los 24 años de edad, Mijares había comenzado a publicar artículos en las revistas: Cultura Venezolana y Actualidades, 3 ya para ese momento llevaba 7 3

Lionel Muñoz Paz. La Patria Adulta. La historiografía y la historia en el pensamiento de Augusto Mijares. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2001, p.12.

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años ejerciendo la docencia en escuelas primarias. Allí comenzó la labor edificante de su espíritu, recibiendo y dando luz, porque era estudiante y profesor, porque leía y escribía. Supo combinar la profesión docente con la producción intelectual, aprovechó las pocas rendijas que dejó la dictadura para hacer fluir sus ideas. En este tiempo conoció los rigores de la creación literaria y se forjó una visión que sería transversal en su obra: las penurias del trabajo intelectual en Venezuela. La prensa era una trinchera para él, por eso llegó a decir que: “...la producción periodística que es a menudo para las mejores ideas, es en nuestro continente, la única forma de supervivencia”4. El novel escritor, coló poesías a las revistas, que fueron evidenciando la calidad de su pluma, luego comenzó a producir textos de reflexión histórica, los cuales serían su verdadera pasión. Para el 14 de julio de 1927 debutó en la escena del ensayo histórico al publicar en el diario El Universal su ensayo titulado: “La patria de los venezolanos en 1750”, que representa el primer paso de un largo camino de elucubraciones acerca de la historia. Mijares fue buscando una continuidad en el carácter del venezolano, esa que cree lo conecta con lo mejor de la vida colonial y que ha sido una huella imperecedera y definitoria de una civilidad, que tras los miradores del positivismo había quedado desdibujada. Duda que los venezolanos sean “naturalmente bárbaros” inclinados a la anarquía. Confía en la existencia de otras cosas rescatables en nuestro pasado, que pueden servir de sustento para el engrandecimiento espiritual de la nación. Eso lo piensa el joven autodidacta de la historia. Desde ese año feliz en que vio la luz su primer escrito de corte histórico, alimenta un pensamiento acerca del país, contrastante con los planteamientos de los consagrados historiadores de principios de siglo. Se da el tiempo para crear, para reflexionar acerca de la educación, la humanidad y la literatura. Así soporta los últimos nubarrones del régimen gomecista. En 1935, muere el dictador y se abre un tiempo nuevo, donde Augusto Mijares va a poder participar, con su trabajo y talento. Para 1936 es designado como Director de Educación, Secundaria, Superior y Especial, un cargo muy importante dentro del Ministerio de Educación; el mismo año ejercerá también como ministro encargado. De esta manera inicia una carrera como funcionario público, pero sin dejar de lado la práctica intelectual. Para esta fecha ha logrado cincelar una obra que será la punta de lanza en la crítica a la historiografía dominante en Venezuela, nos referimos 4

La Luz y el Espejo. Caracas, Ministerio de Educación., 1955, p. 170

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a La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana, que será publicada por entregas en el diario El Universal5. En este ensayo, Augusto Mijares hace una consideración a la forma en que los pensadores positivistas habían deducido el devenir histórico en Nuestra América. Desplegó Mijares un ejercicio de mucha valía para la interpretación de nuestra historia, que golpeó la médula espinal del positivismo. Imaginamos tantas horas de trabajo, invertidas con el sólo objetivo de ofrecer un insumo alentador a las nuevas generaciones. No fue el lucro por la venta de un libro, menos la participación en algún concurso, sino el obsequio a pequeños trozos, de explicaciones esclarecedoras acerca del momento auroral de la república. Augusto Mijares busca una patria en el siglo XVIII, es porque intuye que hay algo más allá de la guerra de independencia que logró definirnos como nación. Su corazonada se transformó en una angustia, que sólo pudo calmar con la investigación; por ello emprendió la tarea de escarbar los restos de nuestro pasado. Para saciar su sed de comprender, sumará otros ensayos que dirigirá a la prensa. Su designación como director del Archivo Nacional en 1937, le abre miles de posibilidades de encontrar el sustento a sus ideas. La estadía en ese repositorio documental lo hará formarse una conciencia de lo que significa investigar historia en nuestro país; criticará por supuesto, lo que considera, son conceptos errados de los historiadores, pero reconociendo la realización de un duro trabajo que empezó en cada uno de ellos, por tratar de ordenar el torbellino de papeles tenido por archivo: En provechosa tarea se ha convertido hoy la de señalar deficiencias o defectos en la obra de nuestro historiadores. Se olvida que hasta la faena material de copiar y recopiar lo que escribían, ellos tenían que hacerla personalmente. Con un lápiz y un fajo de papeles por todo equipo de trabajo, iban aquellos investigadores a explorar archivos públicos. Que distaban mucho de estar organizados, pues esa fue también otra labor que ellos hicieron para darle a las generaciones venideras lo que ellos no habían tenido.6

Augusto Mijares irá probando los rigores de la creación intelectual, en un país donde la mayoría de la población es analfabeta y muchos de los que ejercen 5 6

Lionel Muñoz Paz. Ob. Cit., p. 13. “Proceso intelectual del siglo XIX”. En: Augusto Mijares. Obras Completas. Coordenadas para nuestra historia. Temas de historia de Venezuela. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000, p. 413. Tomo VI.

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poder dentro de la sociedad no ven con muy buenos ojos la aparición de los “sabelotodo”, por eso dirá años después que: ...nuestros intelectuales están colocados entre un pueblo que no sabe leer y unos privilegiados que no quieren oír. La verdad es que casi todos nuestros gobernantes le han tenido odio al talento. Casi tanto como a la honradez. O por lo menos lo han visto como una anormalidad poco comprensible, de la cual es preciso desconfiar. Acaso, también, confusamente lo sienten como una falta de respeto dirigida contra ellos especialmente.7

Por decenas se contarán los trabajos producidos por Mijares en esta etapa de su vida intelectual, que se puede suponer entra en otra fase a partir del año de 1950 cuando es designado como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Venezuela en España. En ese país permanecerá hasta 1952, fecha en que renuncia al cargo. Vuelve a la patria para encargarse de la dirección de la Escuela de Educación de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela, allí hace vida académica stricto sensu, e invierte mucho tiempo en pensar la educación venezolana. Una apreciable cantidad de escritos serán el resultado de las interminables reflexiones del maestro. En ellos serán muchos los temas tratados, y cada uno representará una muestra de agudeza en la búsqueda de los problemas y de las propuestas para su sabia resolución.

3. Un espejo frente a otro En la década de los cincuenta Mijares es un intelectual consagrado, que tiene presencia permanente en los diarios de circulación nacional, que ha publicado libros completos8, ha obtenido importantes premios nacionales9, se ha hecho merecedor de altos honores en las universidades10; es parte de las corporaciones académicas más reputadas del país11; ha ejercido como docente en las escuelas primarias; ha fundado institutos de educación, y ha promovido el cuidado y la 7 8

9 10 11

Augusto Mijares: “El Escritor y la vida pública”. El Nacional. (Caracas), 24 de febrero de 1967, p. 4. La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana (1938); Hombres e ideas en América (1940); La luz y el Espejo (1955); Los Adolescentes (1958); entre otros. Premio Nacional de Literatura (1956) Doctorado Honoris Causa, UCV (1955) Individuo de Número correspondiente a la Academia Nacional de la Historia (1947) y de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales (1960).

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preservación del patrimonio nacional; por lo tanto, para ese momento posee una visión global de lo que significa llegar ser intelectual en Venezuela. Intentar serlo, sin poseer una base económica lo suficientemente holgada y constituye para él un verdadero acto de fe en el porvenir; en el cual la perseverancia y la vocación juegan un papel fundamental. Es la manifestación de la esperanza: En todas las personalidades superiores ―sabios, apóstoles, artistas― es evidente esa escala de valores espirituales. Poseídos por una pasión, con el solo afán de fijarla objetivamente es para ellos finalidad de su vida. Pueden vivir en medio de una realidad mezquina u hostil, pero ellos, apenas la ven; su verdadera realidad es el propósito íntimo que los domina y cuentan la vida por la parte de él que realizan cada día. Con una frase corriente, podríamos decir que viven para dar y no para recibir; pero es preciso observar que esto, sólo incidentalmente puede estar unido a un sentimiento de altruismo o de imposición moral: ese dar y no recibir es consecuencia forzosa de la riqueza íntima que en ellos predomina.12

Querer hacerse intelectual, viniendo de la pobreza, era una aspiración a la victoria, equiparable a la que tuvo David al asumir la batalla contra Goliat. Sin embargo, en Venezuela muchos han sido los que han tomado esos rumbos, triunfando unos, desistiendo otros. El caso de Augusto Mijares es el de un campeón de la perseverancia, que trazó su camino y obtuvo los más codiciados galardones por el trabajo sostenido y el no dejarse vencer por las circunstancias. Aunque en el momento en que redactamos estas líneas, no se ha saldado la deuda histórica de organizar una completa biografía de don Augusto, podemos presentar un rasgo de su vida, que parece ser un ejercicio por expresar lo que él mismo vivió en su condición de intelectual venezolano y que proyectó en la vida de los personajes abordados en sus escritos. Al ver la forma que habló de Bolívar, Vargas, Acosta, Toro, Juan Vicente González y otros, que azotados por las más duras condiciones lograron llevar a la realidad los mejores frutos de su genio, llegamos a pensar que Mijares se dolía de no lograr más para el país, de no poder irradiar más luz a causa de los políticos y otros insensatos que empañaban el espejo de la patria. Él intentó (a nuestro juicio) ser un espejo también, que al detenerse frente a los otros espejos de lo afirmativo venezolano, reflejaran infinitamente la mejor imagen de la patria. Ver la posición que adoptó en sus textos con respecto a su condición de intelectual, es lo que a continuación ensayaremos. 12

La Luz y el Espejo. Caracas, Ministerio de Educación., 1955, p. 22.

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4. Un hombre con las manos manchadas de tinta El trabajo intelectual ha sido fundamental en la vida de la república, hecho que es verificable en la historia. Buscando la interminable huella de lo afirmativo venezolano, don Augusto se fascinó descubriendo personalidades luminosas, que consideraba eran buenos ejemplos para cimentar el alma de la nación, y para henchir el pecho de aquellos venezolanos y venezolanas que habían sido inoculados con el pesimismo durante tanto tiempo o que habían recibido desde niños su respectiva dosis de cenizas en el corazón13.Pudo darse cuenta al auscultar las fuentes que muchos fueron los que labraron la patria más allá de los campos de batalla, hombres y mujeres que hicieron lo más difícil: pensar una república y convertirla en realidad, levantar de la nada las instituciones, las escuelas, las universidades, los comercios, planificar eficientes cosechas, poblar el territorio, fundar colonias, imaginar y trazar los caminos, los puentes, etc. Decía de ellos que eran “Hombres de pensamiento serio y apegados a un trabajo muy concreto para la reconstrucción nacional, fueron los próceres civiles de nuestra independencia y los hombres de la generación que inmediatamente los siguió.”14. Es lo que él definió como “el heroísmo que no figura en Venezuela Heroica”15. En ellos se vio reflejado como en un espejo y como ya hemos dicho, él fue espejo también que proyectó la luz de estas vidas ejemplares y accidentadas al resto de sus compatriotas. Ahora bien, en los múltiples alter ego que construyó Mijares para proyectar el drama de su vida, encontramos a personajes de distintas épocas que le sirvieron como referentes para la defensa del trabajo intelectual. Tomó casos de intelectuales para demostrar, que con un enorme desprendimiento ellos pudieron levantar de la nada al país luego de la ruptura con la república de Colombia (1830). José María Vargas en su tiempo cargó en hombros la responsabilidad de edificar académicamente la Universidad de Caracas, con escasos recursos y ausencia de profesores, debió asumir varias cátedras a la vez y estudiar tesoneramente para completar la formación de los nuevos profesionales de la salud16. De Andrés Bello dirá que fue de uno de los más grandes estudiosos que hayamos tenido; un 13

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Ver artículo de Mijares “Sembradores de cenizas”. En: Obras Completas Educación y temas afines. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1998, pp. 241-244. Tomo III. “Las dos tradiciones”. En: Augusto Mijares. Obras Completas. Coordenadas para nuestra historia. Temas de historia de Venezuela. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000, p. 425 y 426. Tomo VI. “Lo Afirmativo venezolano”. En: Augusto Mijares. Obras Completas Lo Afirmativo venezolano. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1998, p. 28, Tomo IV. Augusto Mijares. Obras Completas. Coordenadas para nuestra historia. Temas de historia de Venezuela. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000, p. 409, Tomo VI.

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trabajador que amó esta patria, que a pesar de “Diez, veinte, cuarenta, cincuenta años de ausencia, de estudio y casi siempre de miseria, lo separaron de Venezuela; pero sigue pensando en los problemas de su universidad, en sus hombres más eminentes, en sus soleados campos, en el Anauco”…17. La larga tradición de trabajo intelectual de venezolanos y venezolanas es para Mijares una muestra de amor a una patria que vivía momentos difíciles en pleno nacimiento. Observa la necesidad de que se continúen haciendo cosas por Venezuela, así con la efigie de Juan Manuel Cajigal exclamará: Y el amor a la patria es lo que en Cagigal (sic) se transforma en el entusiasmo y en los proyectos creadores que lo acompañan hasta el linde de la locura: planes de estudio para universitarios, militares y artesanos; agricultura técnica, museos, archivos, investigaciones arqueológicas, periodismo, educación popular… ¡Tan pobre entonces la patria y, sin embargo, tantas cosas que aquellos hombres veían en ella!18

En Mijares es constante la evocación de personajes de la historia de Venezuela, pensadores, que han trabajado duramente y que han sido víctimas de la indiferencia y de la hostilidad política de su tiempo. En cuanto al desdén hacia los trabajos intelectuales que representan hoy por hoy importantes aportes para la vida nacional, cita de Rufino Blanco Fombona la anécdota de cuando llegó a nuestro país la primera edición de la Historia Constitucional de José Gil Fortoul, en la que asegura, la obra “cayó en medio de un silencio sepulcral”, es decir que poco o ningún impacto tuvo en el ambiente cultural de su tiempo; por supuesto que este hecho responde muchas otras variables y no es deseo del presente texto juzgar “lo ingrato” del pueblo venezolano de entonces, lo que sí vale la pena comentar es que ni siquiera en las academias se hubiera realizado debate alguno acerca de un trabajo de tal envergadura, es un detalle que puede decir mucho acerca de la dinámica cultural del momento. Con respecto a los pensadores y sus hechuras dirá: ...obras que tenían, o podían tener, extraordinaria influencia en la vida nacional, apenas encontraron tardío y remiso conocimiento; hombres que por su capacidad intelectual debían ascender a los primeros rangos, no salían jamás de la oscuridad o, más lamentable aún, obtenían por una 17

18

Augusto Mijares. Obras Completas. Lo Afirmativo venezolano. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1998, p. 80, Tomo VI. Ibídem, p. 81.

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muy discutible actitud política la consideración que se había negado a su talento.19

Para Mijares, los intelectuales no encuentran cómo sobrevivir a partir de su trabajo en la sociedad venezolana. Los martirios que sufren por esa realidad no pueden ser menos grises; unos quedaron en el camino, padeciendo la pobreza, realizando tareas diferentes a la de su especialidad, sobreviviendo con lo poco o que les daba su oficio, para finalmente apagarse lentamente como las estrellas. Es ese grupo que engrosa las filas de lo que Antonio Guzmán Blanco llamó “el cementerio de los vivos”, al que perteneció ese cándido pensador y maestro llamado Cecilio Acosta. Otros intelectuales, tendrán que convertirse en satélites de los mandones de turno, desempeñar el papel de esbirros y de justificadores de cosas inadmisibles ante la opinión pública. En este segundo tipo Augusto Mijares utiliza la figura de “Mujiquita”, arquetipo del intelectual venezolano diseñado por Rómulo Gallegos en Doña Bárbara, para explicar muchas de las circunstancias que condicionan la acción de los intelectuales y que los confina a una situación donde todos lo señalan, pero que ninguna persona es capaz de sopesar adecuadamente. En el ensayo titulado “El libro de Mujiquita”20, don Augusto va dibujar la figura del intelectual venezolano de principios del siglo XX, rebatiendo a Gallegos, que a través de Mujiquita, pinta a los pensadores como seres serviles de los que mandan21. Veamos las propias palabras que utiliza Mijares, para “hacer la defensa de los mujiquitas”22: Cuando Santos Luzardo le reclama a Mujiquita porque olvida su función de administrar justicia, el vencido responde: Yo estoy aquí para completarles la arepa a mis hijos. Si en lugar de ver en estas palabras una excusa cínica, las apreciáramos como un grito de cólera, cambiaría totalmente el significado de la 19

20 21

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Augusto Mijares. Obras Completas. Coordenadas para nuestra historia. Temas de historia de Venezuela. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000, p. 414, Tomo VI. Augusto Mijares. La Luz y el Espejo. Caracas, Ministerio de Educación, 1955, pp. 69-79 Los mandones en la obra de Rómulo Gallegos están representados por el jefe civil Ño Pernalete, mientras que la clase pudiente del país, los ricos y poderosos “civilizados” están representados por Santos Luzardo. Es necesario aclarar que don Augusto se vale de una situación presente en Doña Bárbara, en la cual Santos Luzardo increpa a Mujiquita a que haga justicia sobre la muerte de uno de sus peones, en ella interviene el mandón Ño Pernalete quien da muestras del ejercicio de poder discrecional con el que cuenta, pero al fin y al cabo los dos, Pernalete y Luzardo, poder político y poder económico respectivamente, se encargan de “aplastar” al indefenso Mujiquita.

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escena: Mujiquita se convierte en acusador: Santos Luzardo ―joven, rico, poderoso― representa la sociedad, la sociedad culta que pide justicia. ¿Por qué no se llegó hasta Mujiquita sino cuando necesitó de él? ¿Y antes? ¿Por qué no pensó nunca en libertarlo? ¡Quién sabe cuánto tiempo Mujiquita guardó intactos sus deseos de justicia! ¡Quién sabe durante cuántos años, aferrado a ese deseo de justicia y doblegándose con él, poco a poco, día a día, agonizó bajo la presión brutal! ¡El deseo de justicia de un hombre que tiene las manos manchadas de tinta! ¡Qué irrisión!23

El intelectual aparece acá como el Secretario del poderoso de un pueblo, pero que no tiene ninguna capacidad ni de decisión, ni de acción. Por una parte lo oprime su jefe, y por la otra lo hace la llamada sociedad culta que reclama justicia, pero que no se dirige al mandón, sino que acude e increpa al eslabón más débil de la cadena: Porque era jefe, el hombre, y tenía su Secretario, apunta en una de sus frases explicativas Ño Pernalete. Esta jerarquización bárbara, que la jactancia del Jefe Civil hace más brutal, podría explicar toda la historia de Venezuela durante el primer siglo de su vida independiente. No sólo significa la inversión de los valores en que se perdió lo mejor de nuestra tradición intelectual y moral; la violencia sobre la inteligencia y la “viveza” sobre el decoro, sino también el irremediable desamparo de Mujiquita.24

El intelectual para Augusto Mijares es un desamparado; por eso argumenta: “Y salir en defensa de Mujiquita es destacar la parte de su vida que el novelista no nos cuenta: la angustia, el desamparo y la buena fe con que él cargó durante largo tiempo, sólo, con las tropelías de los Pernalete y los infortunios de la Patria”25. Don Augusto arremete contra esa actitud hipócrita de la sociedad, en la cual se responsabiliza a 23 24 25

Augusto Mijares. La Luz y el…, p. 70. Ibídem, p. 71. Ibídem, p. 72.

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los intelectuales por los males de la Patria y se les reclaman soluciones, sin ver que sencillamente estos se encuentran maniatados, sufriendo hambre y atropellos de los Pernaletes de cada época. El intelectual para sobresalir en su medio ha tenido que acercarse al poder, ese parece ser su karma, porque su trabajo no representa un valor, sino en función de lo que pueda certificar el poder. Mijares, al alejarse del poder por sus convicciones democráticas, quedó relegado de los cargos públicos, su refugio serían los periódicos y los libros, las Academias a las que se incorporó hasta 1960. Un concepto negativo de los intelectuales ha imperado en Venezuela, que Mijares atribuye a que: El intelectual venezolano ha sido muy injusto consigo mismo, y a veces cruel. Es, en efecto, por obra de los propios escritores nuestros que el hombre de letras ha quedado caracterizado ―o caricaturizado― como un ser acobardado y servil, o bien intrigante y aprovechador, que solamente sirve para secretario de caudillos y políticos prepotentes.26

Es algo que podría sonar paradójico, sin embargo don Augusto lo aprecia también como una falta de comprensión acerca de las circunstancias y del verdadero papel del intelectual: En nuestros días el hecho de que Mujiquita haya sido aceptado como símbolo de “los plumarios”, y que esta palabra, “los plumarios”, fuera usada con igual menosprecio en el campo contrario - el de los atropelladores - corresponde a la misma tradición. Que por una parte presenta a los escritores como los individuos más desamparados en medio de los desmanes y la arrebatiña del ambiente social, y por otra parte, paradójicamente, los señala como culpables de esa situación. Es indudable que al hacerse los mismos escritores portavoces de esas recriminaciones demuestran una exacerbación del sentido moral y de la conciencia de responsabilidad, que los honra. La prueba es que ni entre los economistas ni entre los políticos puede soñarse con que aparezca una autocrítica semejante.27

En un país al que ha llegado la democracia, sorprende que las prácticas sectarias continuaran marcando el día a día. Augusto Mijares denunció abiertamente a ese cerco político, económico y profesional contra los que hacen trabajo 26 27

Augusto Mijares: “El Intelectual Venezolano”. El Nacional. (Caracas), 4 de marzo de 1977, p. A-4 Augusto Mijares: “El Escritor y la vida pública”. El Nacional. (Caracas), 24 de febrero de 1967, p. 4

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intelectual; fue agudo en la crítica contra el arribismo y la corrupción reinante en las instituciones públicas y privadas. Desde su columna del diario El Nacional, mostró la realidad pasada y presente de un país sumergido en la improvisación, donde el talento vale en cuanto a su relación con los gobiernos de turno; por ello el intelectual sufre miserias materiales y se condena junto con su familia; pero se regocija en sus creaciones, en sus lecturas y en sus fantasías. Creemos con Augusto Mijares que debe llegar para el país el momento en que este trabajo tenga la importancia que se merece, que la labor docente, la investigación, la creación artística pueden hacer lo que millones de barriles de petróleo no han logrado en casi un siglo: sacar a Venezuela de la postración moral y de la ignorancia.

5. El intelectual y el heroísmo que no figura en Venezuela Heroica ¿Qué fue del intelectual en el siglo XIX? Tuvo la oportunidad de contribuir con sus ideas a la edificación de lo más preciado para todas las venezolanas y venezolanos: la república. Esto pudo hacerlo gracias al genio de alguien como el Libertador Simón Bolívar, quien estuvo consciente de que una vez que las lanzas se decoloraran, sería necesario construir un país, sus instituciones, leyes, etc. También en ese mismo siglo los intelectuales fueron la conciencia de una sociedad que estaba inmersa en una guerra fraticida. José María Vargas estuvo siempre de pie sosteniendo que “el mundo es de los hombres justos”, Juan Vicente González mantuvo viva la memoria del pueblo al escribir la historia de los próceres de la independencia; Fermín Toro, el revolucionario, ante el asalto al Congreso en 1848 tuvo la firmeza de decir “díganle ustedes al general Monagas que mi cadáver lo llevarán, pero que Fermín Toro no se prostituye”; y Cecilio Acosta, murió en la miseria, en señal de resistencia a la autocracia guzmancista. Hubo otros sí, que se arrimaron al poder para sobrevivir, Jesús Muñoz Tébar, Francisco González Guinán nos vienen a la mente, pero haciendo la salvedad de que fueron trabajadores incansables, que se acercaron a Guzmán Blanco, no para acomodarse sino para tributar una excelente obra al país. ¿Qué fue del intelectual del siglo XX? Muchos siguieron resistiendo y tomaron el testigo para dar “continuidad espiritual a la patria”, nombres como los de José Gil Fortoul, Carracciolo Parra Pérez, Rufino Blanco Fombona, Juan Antonio Pérez Bonalde, José Rafael Pocaterra, Mariano Picón Salas, Aquiles

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Nazoa, Mario Briceño Iragorry, Teresa de la Parra, nos recuerdan la importancia de creer en el poder creador y liberador de las ideas. La superación de las dictaduras y de la pobreza del país se debió más a la capacidad de creación, a la imaginación de las mujeres y de los hombres, al estudio incansable. No se pueden perder de vista nombres como los de Luis Razetti, Humberto Fernández Morán, Vicente Lecuna, Amábilis Cordero y el mismo Augusto Mijares que se remontaron sobre la visión común y la crítica acomodaticia para lograr grandes cosas para Venezuela.

6. Consideraciones finales El siglo XXI apenas comienza, cargado de mucho del siglo XX. Felizmente contamos aún con esos imprescindibles de las letras y del pensamiento, cuya obra ha impedido que la nación sucumba por completo a los espectros de la corruptela, el arribismo, clientelismo y otras situaciones indeseables de las cuales uno prefiere mejor no acordarse. Dejamos para finalizar una especie de autorretrato de Mijares, en el cual nos expone el verdadero carácter del intelectual venezolano, ése que antes que morir por la patria, ha decidido vivir por ella y para ella, para verla florecer desde un pulcro tallo de luz: La humanidad ha dado siempre el título de heroísmo, no al combatir vulgar, sino a una íntima condición ética, que es lo que pone al hombre por encima de sus semejantes: héroe es el que resiste cuando los otros ceden; el que cree cuando los otros dudan; el que se rebela contra la rutina y el conformismo; el que se conserva puro cuando los otros se prostituyen. En la historia de nuestra cultura hay mucho de ese heroísmo que no figura en Venezuela Heroica: hombres que quisieron ser simplemente honestos, fueron por eso mismo grandes y valerosos; a veces el que sólo pensó en defender su decoro, adquiere por sus sacrificios señorío de héroe; un trabajador intelectual, que aisladamente parece una desdibujada figura, tiene sin embargo, dentro de aquella valorización moral, la categoría de un paladín; el anciano que después de haber sido zarandeado por desengaños y perfidias se aferra a sus convicciones, es un Áyax desafiante sobre el peñasco marino que siente abrirse bajo sus pies. La bondad también puede usar penacho, y la honradez es muy a menudo un reto a la mediocridad.28 28

Augusto Mijares. Obras Completas. Coordenadas para nuestra historia. Temas de historia de Venezuela. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2000, p. 416, Tomo VI.

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Federico Brandt: Torre de la Catedral, 1920.

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Juan Bautista Fuenmayor: historiador del movimiento comunista venezolano

Juan Bautista Fuenmayor: historiador del movimiento comunista venezolano Ángel Omar García González Sin duda alguna que un estudio sobre el movimiento comunista venezolano debe toparse, inevitablemente, con la figura del Juan Bautista Fuenmayor (19051998), destacado político e historiador quien dejó una interesante obra para el estudio y comprensión de la historia política venezolana del siglo XX. El título de este trabajo no resulta caprichoso, Juan Bautista Fuenmayor recibió el Premio Nacional de Historia, en 1991, como reconocimiento a su vasta obra historiográfica en la que destaca su Historia de la Venezuela Política Contemporánea (1899-1969), publicada en 20 tomos, en la cual se encuentra una detallada narración de aspectos trascendentales de nuestro siglo XX. Sin embargo, el propósito de este trabajo estará centrado en una obra anterior: 1928-1948: Veinte Años de Política1, publicada por primera vez en 1969. Se trata de una aproximación a la obra historiográfica de Fuenmayor en la que se busca destacar sus aportes e inconsistencia, en el esfuerzo que realizó el autor, por acercarse a una comprensión más cabal de nuestra Historia Contemporánea. En primer lugar, diremos que el título de la obra: Veinte años de Política, sugiere, de entrada, el estudio del acontecer político venezolano entre 1928 y 1948, entendiendo por política las relaciones y la lucha con y por el Poder. En este sentido, un primer valor de la obra, es que contiene alguno de los aspectos teóricos que investigadores han destacado como necesarios para el estudio de la historia política, pues busca explicaciones en el pasado de aspectos relacionados con:“[la] adquisición, conservación, expansión, objetivación, uso y distribución del poder en las sociedades, incluyendo en este orden de ideas, tanto los conocimientos acerca de la lucha por el poder y su ejercicio en dichas sociedades, como acerca de la reflexión de los hombres sobre el tema.2” Sin duda alguna, este es un elemento constante en la obra señalada, Fuenmayor se esforzó en presentarnos, desde su 1

2

Juan Bautista Fuenmayor, 1928 1948. Veinte años de política Caracas, Imprenta de Miguel García e Hijos, 1979. Elena Plaza, Teoría, método y fuentes en la historia de las ideas políticas venezolanas. En Visiones del Oficio. Historiadores venezolanos en el siglo XXI. Caracas, Edición conjunta de la Academia Nacional de la Historia, la U.C.V y la Comisión de estudios de Postgrado, 2000, p. 69.

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doble condición de protagonista e historiador, la reconstrucción de una etapa de nuestra historia en la que se gestaron propuestas, se establecieron programas y se libraron luchas por y para definir el modelo político establecido en Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. La etapa en la cual transcurre el texto es la del inicio del debate socialista, caracterizada por una sociedad en la que la economía ha sido transformada por la explotación petrolera y el Estado comienza a adquirir las características de un Estado rentista y, por consiguiente, artífice fundamental del proceso de modernización de la sociedad venezolana3. Al reconstruir esta etapa, el autor presenta los argumentos marxistas del pasado conjugándolos con los del presente. Pero si alguna duda quedara, o se infiere una sobrevaloración de la obra, el propio autor se encarga de aclarar el propósito del libro: Este libro se propone recoger las experiencias de las luchas políticas venezolanas realizadas desde 1928… hasta 1948 fecha del derrocamiento de Rómulo Gallegos… Las nuevas generaciones no vivieron el pasado inmediato, causa y razón del agitado presente; y, en lugar de una versión exacta de los hechos de esa época, han recibido interpretaciones reñidas muchas veces con la verdad histórica.4

El planteamiento de los Annales pareciera estar presente en el propósito de Fuenmayor: buscar explicaciones en el pasado para comprender el presente. Así, el autor anuncia el carácter historiográfico del texto, pues se propone narrar el acontecer político de la nación, destacando “el saldo positivo de las luchas de los marxistas en ese período”; asignándole a la obra un carácter esclarecedor que pretende mostrar “una versión exacta de los hechos de esa época”. De lo señalado se pueden decir dos cosas: la primera es que Veinte años de Política es un libro de historia escrito por un actor político, con lo cual se quiere precisar que la historia allí contada es una historia profundamente parcializada, como la ve y la entiende Fuenmayor y parte del sector político en el que militó. Esto, por lo demás, no le resta méritos al libro, todo trabajo intelectual tiene un sesgo de subjetividad. Lo segundo, es que allí se realiza una descripción de la posición de los comunistas respecto al proyecto de país que los diversos actores políticos bosquejaron a partir de la muerte de Juan Vicente Gómez. Esto resulta 3

4

Cf. Arturo Sosa Abascal, El comienzo del debate socialista En Pensamiento Político Venezolano del Siglo XX. Caracas, Ediciones del Congreso de la República, número 12, tomo VI, Vol I, 1983, p. 15. Juan Bautista Fuenmayor. Op Cit, P, 7.

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lo más importante a la luz del propósito de este escrito, pues el libro no sólo busca explicar el proceso político venezolano, sino, saldar cuentas con los adversarios, tanto los que terminaron conformando el sector socialdemócrata y fundando Acción Democrática, principalmente Rómulo Betancourt, como, los que dentro de la militancia comunista se disputaban el control del partido, fundamentalmente, la tendencia liderizada por Gustavo Machado.

1. La visión del país Las ideas que respecto al futuro del país se plantean los sectores del comunismo venezolano girarán en torno a una ambivalencia que estará supeditada, por una parte, a los criterios establecidos en la III Internacional, organización encargada de establecer los lineamientos generales de la política que debían adoptar los partidos comunistas en todo el mundo, en el entendido que se trataba de alcanzar el triunfo de la revolución mundial y la derrota del capitalismo5; y por la otra, a las propias características de la realidad política venezolana. Esta circunstancia marcó el tono del debate que Fuenmayor tendrá, por una parte, con los sectores que dentro de la izquierda representaban posiciones reformistas y, por la otra, los que dentro del comunismo venezolano esgrimirán argumentos defendidos por la Internacional Comunista, pero que en el fondo terminarán constituyendo disputas por el control del partido. En ese orden de ideas, entre los capítulos más interesantes de la obra están los referidos al año 1936, momento en el que los sectores políticos de izquierda se plantean la discusión del proyecto de país que aspiran alcanzar, una tarea cargada de dificultades pues debía darse, simultáneamente, en el terreno ideológico y en el de la agitación de masas. Los sectores que regresan al país se plantearon la elaboración de una Agenda Democrática6 en la cual se enarbolan las banderas de la democracia; de la libertad de expresión; de la justicia; del derecho a huelga y sindicalización; la defensa de los intereses nacionales frente a la explotación 5

6

Un estudio acerca de la influencia de la III Internacional en el continente está contenido en el trabajo de Manuel Caballero, La internacional comunista y la revolución latinoamericana. Caracas, Editorial Alfa, 2006. La expresión Agenda Democrática quiere significar el conjunto de propuestas, visiones, expectativas, aspiraciones, programas, que los diversos sectores políticos comienzan a formular a partir de 1936, en ellos están incluidos los sectores marxistas, los socialdemócratas e incluso los que terminarán formando el socialcristianismo. Se trata de la visión del país, del proyecto nacional que se aspira construir. Esa Agenda no es monopolio exclusivo de un sector, por el contrario, constituye una expresión amplia, colectiva, de la Nación.

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de las compañías petroleras; el derecho a formar partidos políticos y, principal y fundamentalmente, la elección directa del Presidente de la República. Un momento estelar en estas aspiraciones fue la solicitud de disolución del Congreso y la convocatoria a una Asamblea Constituyente que produjera la “ruptura de las barreras legislativas que la dictadura había creado durante veintisiete años, cosa que podría traducirse en una formidable transformación política, social y económica a favor de las clases populares”7. Frente al saldo negativo que esta aspiración registra, Fuenmayor no dudará en asignar responsabilidades; por una parte a Rómulo Betancourt por ser el autor de la frase: “aceptamos, con el pañuelo en la nariz, la reunión del Congreso gomecista”; sino también, al Partido Republicano Progresista (P.R.P), organización que agrupaba a una parte de los sectores de izquierda, “pues gracias a estas inaceptables concesiones a la reacción, el movimiento popular fue retrocediendo hasta llegar a la derrota”8. Para Fuenmayor uno de los errores claves durante este proceso fueron las “concesiones” que la izquierda hizo tanto al gobierno como a los sectores reaccionarios. Según su visión, los sectores revolucionarios sólo se conformaron con los ofrecimientos que hizo el gobierno de López Contreras luego de los sucesos del 14 de febrero (Programa de Febrero). Los lineamientos establecidos durante el VII Congreso de la Internacional Comunista estaban siendo malinterpretados, pues sólo se establecían alianzas con algunos sectores de la burguesía, dejándose de lado, los aliados naturales de la clase obrera. En palabras de Fuenmayor:“Los marxistas habían olvidado las enseñanzas de Lenin y Stalin, según las cuales la masa campesina es el aliado fundamental de la clase obrera, en la lucha por la revolución democrática, y que, gracias a ella, es posible paralizar las vacilaciones y cobardías propias de la clase burguesa”9. Para Fuenmayor, era necesario establecer puentes con quienes dentro de la burguesía nacional, representaban un sector progresista, tal cual, se desprendía de los lineamientos del VII Congreso: la etapa de los Frentes Populares. Impulsar ese proceso requería un partido bien organizado y claridad en la dirigencia política. La conclusión de Fuenmayor es clara: hubo improvisaciones y la dirigencia “no supo trazar una línea política única y previamente discutida”. La política de alianzas resultaba equivocada: 7 8 9

Juan Bautista Fuenmayor . Op Cit, p. 150. Idem. Ibíd, p. 159.

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...el movimiento de izquierda del 36 abarcaba solamente a la clase obrera y a la pequeña burguesía urbana. Nada concreto se hizo para atraer a la acción común, ni a la acción política y económica, a las grandes masas de trabajadores del campo, semiproletarios agrícolas o pequeños propietarios, arrendatarios o medianeros. La falta de esta incorporación de los trabajadores del campo… fue la debilidad fundamental del movimiento revolucionario de 1936, que permitió una fácil victoria de la reacción10.

Fuenmayor atribuyó esos errores y el fracaso en las aspiraciones del movimiento popular, por una parte, a la débil formación marxista de la dirigencia, y por la otra a las “prematuras aspiraciones presidenciales que abrigaban Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba”11. Como señalamos arriba, es aquí donde se conjugan el historiador y el actor político. Fuenmayor habla desde la distancia, pontifica, juzga los hechos, los analiza, señala los errores cometidos e incluso recoge las alertas que en su momento se hicieron, pero sólo endilga responsabilidades a otros, la suya está a salvo. Su narración ocurre como si él no hubiese sido un protagonista estelar de ese proceso. Esta es una característica que está presente a lo largo del texto, cuando esto ocurre, la prosa del historiador sucumbe y emerge la del político.

2. De los frentes populares a la división del Partido Como hemos señalado, la política defendida por los sectores comunistas es la de los Frentes Populares, Fuenmayor es un defensor de esta política en su expresión más ortodoxa. Sin embargo, la influencia del browderismo tuvo serias consecuencias para la unidad de los sectores comunistas, pues introdujo distorsiones que terminaron desvirtuando los postulados del marxismo-leninismo. En el texto que analizamos, Fuenmayor se mueve en dos direcciones: por una parte, acusa de liquidacionistas al sector que liderizado por Gustavo Machado propuso la creación de Unión Popular Venezolana (U.P.V. Decisión de la que él formó parte), por considerarla un paso firme que conduciría a la disolución del Partido Comunista. “Lo que en Venezuela se hizo en 1944, por virtud de las resoluciones transcritas y la creación de U.P.V, no fue un partido obrero y 10 11

Idem. Ibíd, p. 160.

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campesino con peligro de transformarse en un partido pequeño burgués, sino el famoso partido pequeño burgués que liquidara al Partido Comunista”12. Sin embargo, cuando alude a la críticas que le hicieran sus adversarios, en el sentido que fue él, el principal promotor de la política de respaldo al gobierno del general Medina Angarita, y haber apoyado la creación de los Partidarios de la Política del Gobierno (P.P.G), al cual convocó a incorporarse; Fuenmayor, nuevamente, en una dualidad entre el político y el historiador, dará el siguiente argumento: No se entendía que, con tal recomendación se perseguía el propósito de ganar para el movimiento democrático a numerosísimos burgueses liberales, e impedir que los atrajese y engañase la reacción antinacional. Como tampoco se comprendía que ésta fuera la manera de fortalecer a los aliados del Partido Comunista13.

La realidad es que Fuenmayor, promovió una política de respaldo al medinismo que iba más allá de una alianza electoral, ella se remontaba a fechas bastante tempranas del gobierno Medina y pareciera estar influida, además de la contingencia internacional, por las coincidencias que la propuesta programática del sector que representaba encontró en el accionar político del gobierno. Por ejemplo, hacia 1942, publicó en ¡Aquí Está! un artículo titulado: “Nuevos aportes democráticos y progresistas en la política del gobierno”; en el que criticaba algunas medidas adoptadas por el gobierno de Medina, las cuales catalogaba de concesiones que éste hacía a los sectores de derecha, pero que sin embargo, no le impedía reconocer los avances en cuanto a la democratización política que se estaba implementando, lo cual hizo en los siguientes términos: Nosotros condenamos sin vacilaciones todos estos hechos por el contenido antidemocrático que ellos tienen y por lo que ellos representan como reflejos negativos sobre la unidad nacional. Pero una cosa es indicar y condenar estos lados negativos y otras sacar conclusiones exageradas y sectarias sobre la marcha de la política gubernamental. Estos hechos no constituyen ni pueden constituir la médula de la política oficial, porque hay otros hechos de mayor significación política que nos están indicando que la orientación general del gobierno sigue siendo democrática con nuevos pasos progresivos14. 12 13 14

Ibíd, p. 253. Ibíd, p. 249. Semanario ¡aquí está! 7 de octubre de 1942, p. 3. Subrayado nuestro.

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Luego de hacer un inventario de los aciertos que avalaban la obra del gobierno, terminaba haciendo la siguiente reflexión: Dentro de este conjunto de hechos ¿cabe hacerse la pregunta que muchos se formulan de si el Presidente Medina estará dando pasos hacia atrás o si estaremos en los albores de una política reaccionaria? La respuesta tiene que ser rotundamente negativa. Porque lo que caracteriza la política gubernamental hoy no son esos lunares antidemocráticos que hemos criticado sino el conjunto de hechos positivos que acabamos de indicar.15

El respaldo de Fuenmayor al gobierno de Medina parecía incondicional. En enero de 1944, el semanario ¡Aquí Está! publicó un extracto del discurso que Juan Bautista Fuenmayor pronunció en Maracaibo bajo el título Qué somos, cómo actuamos y qué haremos, en el que señalaba: Seguiremos apoyando su política progresista... Más aún, la identidad de finalidades, lejos de disminuir aumentará… Porque el Presidente Medina y su partido prometen la Reforma Agraria y prometen la Reforma Constitucional, y por ese camino nos encontramos a cada paso persiguiendo el mismo objetivo, objetivo que no es del Presidente, ni del P.D.V, ni de ningún otro partido, porque ese es el camino de Venezuela, el camino de una patria grande, culta, prospera y fuerte16.

Para Juan Bautista Fuenmayor, la coincidencia entre la plataforma política defendida por este sector de los comunistas y las aspiraciones de reivindicación del pueblo en general, cada día encontraban mayor impulso en las propuestas anunciadas, defendidas e impulsadas por el gobierno. Más allá de los lineamientos emanados de la III Internacional se reconocía la manifiesta voluntad del régimen por avanzar en la supresión de aspectos que restringían la participación popular, así como, de los que contribuían a profundizar las desigualdades económicas y sociales. La defensa que Fuenmayor hacía del gobierno de Medina era directamente proporcional a la manifiesta voluntad del régimen de avanzar en el proceso de reforma constitucional. En marzo de 1944, el gobierno de Medina fue objeto de fuertes críticas por parte de sectores de oposición ligados al general López 15 16

Idem. Semanario ¡aquí está! 12 de enero de 1944, p. 15-16. Subrayado nuestro.

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Contreras, quienes amenazaban con la posibilidad de “golpes armados” y un eventual retorno al Poder del expresidente. Frente a esas amenazas, Juan Bautista Fuenmayor publicó en, ¡Aquí Está!, un artículo titulado “Ante la ofensiva de los enemigos de Venezuela, apoyamos la política democrática del Presidente Medina”; en el que señalaba que esos ataques estaban dirigidos, en primer lugar contra los comunistas, porque los “consideraban la parte más combativa y consciente de las fuerzas populares”, y en segundo lugar, contra el avance democratizador adelantado por el gobierno de Medina. En palabras de Fuenmayor: “La ofensiva de la reacción se dirige fundamentalmente contra las medidas progresistas y democráticas del Gobierno y contra los pasos ulteriores de avance que ya se han planteado, tales como la Reforma Agraria y la Reforma Constitucional; contra la ampliación de las libertades públicas y la defensa de los intereses populares”17. Fuenmayor sabía perfectamente que había sectores dentro del aparato del Estado y del estamento militar que pugnaban por un retroceso a etapas de menor agitación en el quehacer político de la Nación, por tanto, la defensa del régimen era asumida como la defensa de su propio proyecto político. El comunicado que Unión Popular Venezolana hace público el 14 de agosto de 1944 titulado Con el gobierno de Medina contra la reacción, indicaba el reconocimiento a la gestión de gobierno, al tiempo que se alertaba sobre los temas pendientes, allí señalaban: “Nuestro país ha venido enrumbándose decididamente por el camino de la democracia. Pero cuanto hemos alcanzado hasta la fecha no tiene aún la solidez requerida como garantía de un porvenir dichoso, ni resuelve cabalmente los grandes problemas nacionales. Perviven condiciones económicas que son el terreno donde crecen y se afianzan las fuerzas de regresión”18. Más adelante recordaba los aspectos concretos que constituían avances del gobierno, así como la identificación de esos avances con las propuestas programáticas del partido: A lo largo de su período, el gobierno de Medina ha impulsado efectivamente el desarrollo democrático de Venezuela. Ha mantenido y mantiene un régimen de libertades públicas y auspiciado la ampliación de nuestra democracia política, con la reforma progresista de la Constitución…Unión Popular Venezolana, en cuyo programa figuran muchas de las cosas que ha comenzado a realizar el actual gobierno, hace constar este saldo positivo de la administración de Medina19. 17 18 19

Semanario ¡aquí está! 15 de marzo de 1944, p. 1. Semanario ¡aquí está! 15 de agosto de 1944, p. 1. Idem.

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A la luz de estos argumentos pareciera estar claro que Fuenmayor se distanció de la crítica que señalamos arriba, pues su conducta lo llevó, más que a establecer alianzas políticas profundas con los obreros y campesinos, a respaldar un gobierno que ofrecía una apertura política sin precedentes en la historia venezolana. La afinidad de criterios entre el gobierno de Medina y el sector que representaba Fuenmayor parece ser absoluta, al punto que podría afirmarse que en la práctica, aunque él lo niegue, fue uno de los mayores y mejores exponentes del browderismo, pues, al asumir las posiciones que hemos señalado, el sector comunista que representaba, terminaba, en la práctica, arriando las banderas del comunismo, para asumir la de una política liberal burguesa. En otras palabras, asumir una alianza incondicional con el gobierno de Medina significaba concretar los postulados browderistas que descartaban la lucha de clases como motor de las transformaciones sociales y a la clase obrera como el actor principal de los cambios sociales. Como es sabido, al final, estas diferencias terminaron afectando la unidad de los sectores comunistas.

3. Balance de la obra En términos generales, se puede afirmar que la obra de Juan Bautista Fuenmayor, 1928-1948 Veinte Años de Política, constituye un aporte de la historiografía marxista, que se suma al iniciado en 1939 por Carlos Irazábal, cuando publicó por primera vez Hacia la Democracia; y a los trabajos publicados por Miguel Acosta Saignes y Federico Brito Figueroa; para lograr una comprensión más cabal de la historia venezolana. Pero lo más importante, como señalamos antes y tratamos de demostrar, es que en la obra de Fuenmayor conviven el historiador y el actor político, que no cesan en las angustias del pasado y del presente, y en el esfuerzo por ajustar cuentas y saldar viejas deudas. A lo largo del texto se expresa el enfrentamiento permanente con los adversarios políticos. Fuenmayor, discute, argumenta, critica y desenmascara a sus adversarios en situaciones polémicas. No da tregua. Sus críticas a Betancourt y al sector que cataloga de liquidacionista son contundentes. Pareciera que está presente la intención de reivindicar una posición, de demostrar que la historia le daba la razón. Que el fracaso en las metas del movimiento popular no se debió a la debilidad para enfrentar a sus adversarios, sino, en los errores que se cometieron y que él supo alertar a tiempo.

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Se mantuvo fiel a los criterios que expresó entonces en defensa del gobierno del general Medina Angarita. El balance que realiza el libro sobre ese gobierno recoge una fuerte polémica con Rómulo Betancourt. Cataloga sus argumentos de insinceros al señalar que la legalización de Acción Democrática, expresada por Betancourt en su libro Venezuela, Política y Petróleo20, fue sólo el resultado de las condiciones creadas por guerra antifascista, al igual que la ausencia de conflictos laborales. A esto, Fuenmayor replica con contundencia que la misma estuvo auspiciada por la política de no huelgas y de Unidad Nacional promovida por el Partido Comunista. Frente a la situación de crisis nacional que, según Betancourt, habría servido de fondo para alimentar las demandas que condujeron a los sucesos del 18 de octubre, en los que, entre otros aspectos, señala los desequilibrios en el presupuesto y la grave crisis económica que condujeron a la aplicación de medidas económicas que afectaron al “consumidor nacional”; el reajuste de los sueldos de la administración pública; el impuesto a la gasolina y los fósforos; la reducción de las partidas destinadas a estimular la producción industrial y agrícola; Fuenmayor no perderá la oportunidad para realizar una crítica contundente que cuestionaba a su adversario en el pasado y en el presente, señala Fuenmayor:

Cesar Reginfo: Los creadores de la nación. 20

Cf. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. Caracas. Monte Ávila Editores, 1985, pp. 161-243.

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Juan Bautista Fuenmayor: historiador del movimiento comunista venezolano

En efecto, leyendo el párrafo transcrito [el de Venezuela Política y Petróleo] no podría decirse con exactitud si se refiere al gobierno de Medina o al de Betancourt. ¿No recordamos acaso que ante el déficit presupuestario de 1960-1962, en vez de recurrirse a un “aumento de impuestos sobre hidrocarburos se prefirió aumentar los impuestos sobre sucesiones; cigarrillos; gasolina; fósforo; etc; crear otros nuevos, como el de ausentismo (aplicable a toda persona que sale del país); aumentar el impuesto sobre la renta a los venezolanos exclusivamente (para las petroleras no); rebajar en un 10 por 100 los sueldos de los empleados de la administración pública? ¿No se apeló al expediente del empréstito?... Es que el oportunismo critica con mucha facilidad cuando se está en la oposición; pero omite la política justa cuando está en el gobierno21.

Frente a los argumentos de Betancourt en los que señala el auge desmedido de la corrupción y el peculado durante el medinismo, el descontento de la población y los reclamos por el alto costo de la vida; que habrían alimentado el golpe contra Medina, Fuenmayor se pregunta: El descontento popular, por la ineptitud y la corrupción administrativas; “la generalizada pobreza”; “la insinceridad institucional” persisten todavía en Venezuela. ¿Cree acaso el expresidente Betancourt que se justifican grandes huelgas y motines sediciosos contra el gobierno actual de Venezuela?22.

En definitiva, la obra de Juan Bautista Fuenmayor representa un esfuerzo de comprensión y explicación de la historia de Venezuela, no exento de pasiones y de grandes polémicas, pero sin duda, un referente obligado para el estudio de la historia política del siglo XX venezolano.

21 22

Juan Bautista Fuenmayor . Op Cit, p. 287. Ibíd, p. 285.

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Manuel Cabrテゥ: El テ」ila visto desde el Country Club, 1948.

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Carlos Irazábal: iniciador de la historiografía marxista en Venezuela

Carlos Irazábal: iniciador de la historiografía marxista en Venezuela Omar Hurtado Rayugsen ...es el proceso histórico mismo el que plantea las revoluciones. Estas son movimientos de masas, multitudinarios y ello implica…la existencia real de condiciones objetivas que form[e]n [ese] clima.

Carlos Irazábal (1979)

1. Introducción Hace muy poco se cumplieron dos décadas del fallecimiento de Carlos Irazábal Tirado, (Zaraza 14/08/1907-Caracas 30/10/1991) aniversario que nos parece debe ser visto como una ocasión propicia para impulsar el debate sobre las cuestiones metodológicas que tan caras nos resultan a quienes discurrimos por los senderos de la investigación y, sobre todo, la enseñanza de la Historia y las Ciencias Sociales. En lo que a nosotros respecta, ratificamos que nos alinderamos con quienes no suscriben la maniquea diferenciación entre las llamadas ciencias naturales, fácticas y/o duras y las falsamente denostadas como humanas, sociales y /o blandas. Contra tales aseveraciones levantamos el célebre aserto marxista en cuanto a que la que cultivamos es la verdadera ciencia y las demás son historia de ella, (Marx, C., Engels, F. 1973)1. También nos oponemos a quienes han declinado la conceptualización, vocabulario y método de las disciplinas sociales para abdicar frente a los que son propios de otros campos. Esta diferenciación nos ubica frente a las distintas mimetizaciones que ha venido adquiriendo el positivismo, (Popper, 1998)2. Si se nos pidiera una premisa para abordar la presente elaboración diríamos que nos encontramos ante otro caso en el que las ideas de un calificado compatriota 1

2

C. Marx y F. Engels, “La Ideología alemana”, en Obras Escogidas. Moscú. Editorial Progreso. Tomo I., 1973. Karl R. Popper, Realismo y el objetivo de la ciencia (Post Scriptum a la lógica de la investigación científica). Madrid. Editorial Tecnos S. A. 1998.

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han sido silenciadas, manipuladas y/o negadas por la cultura oficial. Aquella que, según Denzil Romero, (1990)3, exalta o minimiza, consagra o destruye de acuerdo a sus conveniencias. Irazabal, como integrante de una generación brillante, se dedicó con pasión al cultivo de los más elevados ideales de la nacionalidad. Ello le permitió, en los distintos campos donde actuó, diseñar proposiciones que, no obstante el tiempo transcurrido y las modificaciones operadas, mantienen su vigencia cualitativa. Lo que se debe a que, en el fondo, las transmutaciones de la realidad han sido, básicamente, de apariencia; pero sin tocar, en lo fundamental la esencia de la misma. Queriendo dotar a estas palabras de un régimen, que nos permita presumir de una ilación que exhiba cierta superación de la emoción que lleva implícita la búsqueda de su reivindicación; diremos que en ellas nos referiremos a: (1º) al autor en su tiempo, (2º) sus obras esenciales, y (3º) la vigencia que les asignamos a ambos.

2. Los comienzos formativos La contribución del “Catire” en la definición que procuramos es clave; y, pese a que ha sido parcialmente resaltada por los estudiosos de la historiografía, la evolución de las ideas y la oposición de métodos; aún necesita ser valorizada en toda su real justipreciación. En efecto consideramos que su vida, realizaciones y obra escrita cubrieron distintos campos, a saber: derecho, periodismo, gestión empresarial, política y diplomacia, (Irazabal Arreaza, 1997)4. Por lo que merece ser estudiada con mayor atención para resaltar como en todos ellos dejó importantes contribuciones desde: (1) el estudio de la verdadera evolución de la nacionalidad, (2) la proyección de su desenvolvimiento, y (3) el establecimiento de instituciones con rescatable presencia. Como ya hemos dicho, nuestro biografiado nació en las márgenes del río Unare a mediados del segundo lustro del siglo pasado. Resaltaremos que estos datos nos resultan interesantes por la presencia que de ellos encontramos en la evolución de su ciclo vital. Su nacencia, repetimos, ocurre en las riberas de uno de los cursos fluviales más importantes de la depresión homónima y de los llanos orientales; en medio de los veinticinco mil kilómetros cuadrados que la integran. También destacaremos que vio la luz cuando en Venezuela se estaba consolidando 3 4

Denzil Romero, La Carujada. Barcelona. Editorial Planeta, 1990. Carlos Irazabal Arreaza, “Carlos Irazabal”. Ficha incorporada al Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas. Fundación Polar, 1997.

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lo que se conoce como la larga hegemonía andina. Para quienes pudieran pensar que esto sólo es una disgregación inútil, diremos que para ese año la población de la entidad se ubicaba en unos ciento cincuenta mil habitantes, de los cuales solo una ínfima proporción usufructuaba los beneficios de la propiedad en los casi sesenta y cinco mil kilómetros cuadrados del estado. No debe extrañarnos que su ánimo juvenil se fijara en estas desigualdades. Y, ¿porque no?, pivoteándose en ellas fuese conformando su conciencia para hacer de esa inmensidad una tierra de horizontes abiertos, como cierra la más famosa de nuestras novelas. Sus primeros doce años de existencia discurrieron en su lar natal, donde cursa los estudios primarios en el Colegio Municipal. Cuando se traslada a Caracas, Juan Vicente Gómez ya tenía acumulada su primera década en el gobierno y había impulsado dos de las siete constituciones que haría aprobar durante su mandato. Una vez en la capital iniciará el bachillerato en el Colegio Salesiano y lo concluirá en el Liceo Caracas, institución que pasaba por una de las interfases de la actuación directiva de Rómulo Gallegos y donde entrará en contacto con quienes conformarían la tan nombrada generación del 28.Ingresa a la Universidad Central de Venezuela, para estudiar derecho; carrera que concluirá en 1931, curiosamente el año en que fallece su padre: opositor, perseguido y prisionero de la cristalizante dictadura. Ausente el vínculo paterno se marcha a Barranquilla, luego a Trinidad y, más tarde, a España; espacios en los que reforzará sólidos vínculos con lo más granado del exilio y las luchas antigomecistas. Insistiremos en algunos momentos de sus luchas políticas, de las que ya hemos pergeñado algunos indicadores de su temprana inclinación. Participa en los sucesos de la Semana del Estudiante, con lo que se gana su ración de cárcel y grillos en el Castillo de Puerto Cabello, donde también permaneció su progenitor. Luego se involucra en el alzamiento del Cuartel del Cuño, en abril del mismo veintiocho, lo que lo convierte en acreedor a una temporada en las Tres Torres, de triste recordación para los larenses, y a un nuevo traslado al Castillo Libertador, (Torrealba Lossi, 2007)5. Fallecido el dictador regresa al país y se incorpora a los organizadores del Partido Revolucionario Progresista (PRP) y posteriormente a la naciente Organización Venezolana (ORVE). En este sugerido tránsito del marxismo a una difusa socialdemocracia creemos encontrar su aspiración de contribuir a los movimientos de avanzada que hacían oposición al derechizante gobierno de Eleazar López Contreras. Así creemos hallarlo en su El Bloque de 5

Mario Torrealba Lossi, “Los años de la ira”, en Antología. Caracas. Fondo Editorial IPASME, 2007.

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Abril: expresión de democracia, (Irazabal, A,), opúsculo poco conocido que edita en 1936. Como consecuencia de lo anterior es expulsado del territorio nacional en 1937. Este nuevo exilio lo lleva brevemente a México; reingresa clandestinamente y al ser capturado es llevado al Cuartel San Carlos y, posteriormente, vuelve a sus conocidas mazmorras de Puerto Cabello. Más adelante volverá a ser expulsado y retorna a la patria de Juárez. Será en esta oportunidad cuando producirá su Hacia la democracia. La cual define como “...una simple contribución al estudio de la historia de Venezuela”. Que, nos dice, escribió sin poder “...analizar toda la documentación histórica conocida sobre [los] diversos tópicos tratados en la obra...”. Es conveniente que destaquemos el hecho de que, para la segunda edición producida décadas después, enriquece la bibliografía en un 9 % pero mantiene intacta la obra en si. Esto, para nosotros, es la manifestación de su decisión de “ratificar y ampliar” los conceptos expuestos y “solo rectificar” lo indispensable; como nos dice, desde Ámsterdam cinco quinquenios después, con ocasión de presentarnos su Venezuela esclava y feudal.

3. Elaboración de una visión diferenciada Los trabajos anteriormente citados, constituyen su bibliografía fundamental y de ellos extraemos la afirmación de que entre las facetas de su obra que merecen resaltarse, por supuesto, destacamos su contribución al estudio de las condiciones reales de la evolución cubierta por Venezuela. No cabe duda en cuanto a que con sus Hacia la democracia, (1939)6* y Venezuela esclava y feudal, (1961)7*; que a nosotros nos parecen dos tomos de una misma elaboración; cualitativamente hablando, nos legó la primera y tal vez, para su tiempo, más sólida, interpretación marxista; la cual ha sido valorizada como un verdadero aporte a la historia económica, política y social del país, como sabiamente anuncia en el subtítulo de la primera de ellas. Esta tesis ha sido rebatida en los últimos años por quienes le dan la primacía en el uso del Método Dialéctico, como instrumento aplicado para la interpretación de nuestra evolución histórica, al Plan de Barranquilla, (Betancourt, 6

7 *

Carlos Irazábal, Hacia la democracia. Contribución al estudio de la historia económico-político-social de Venezuela. Caracas. Editorial Ateneo de Caracas, 1979. Carlos Irazábal, Venezuela esclava y feudal. Caracas. Editorial Ateneo de Caracas. Las fechas de las referencias aluden a las ediciones consultadas y las que aparecen al lado de las obras a los años de sus primeras ediciones, 1980.

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1990)8. Por ejemplo, se afirma que el mismo “no es un simple programa político, sino el primer ensayo venezolano de historiografía marxista que [éstos] repetirán desde entonces casi sin modificación”, (Caballero, 2008)9. Somos de la creencia de que esta aseveración, por lo menos, debe verse como algo exagerada. Más allá del simple hecho cronológico, llama la atención que se le adjudique más relevancia y dominancia a perpetuidad, metodológicamente hablando, a un documento de ocho páginas, a las que no les regateamos relevancia dentro de nuestra historia política, frente a una obra en la que aparecen suficientemente desarrollados todos los supuestos que se siluetean como preocupaciones para los autores del Plan. También es destacable, como quienes cultivan la comentada posición, le niegan importancia a la Bases Programáticas del PRV, organización fundada, en 1927 por exiliados venezolanos con los que Irazabal guardaba relaciones. Conocemos como él, apenas en la conclusión del gomezalato, ya estaba sentando las bases para una interpretación menos determinista del acontecer nacional, saliéndole al paso a la implementación de las llamadas tesis sociologizantes que propugnaban el predominio de lo político y militar y el desmedro de las que valorizan las condicionantes humanas. No consideramos que sea fútil el que indaguemos, en esta puerta del siglo XXI, cuanto hemos avanzado, o retrocedido, en la aplicación de las premisas que el objeto de estas líneas elaboró hace tres cuartos de siglo. En los actuales momentos nos parece que debe rescatarse su participación en las luchas estudiantiles que signaron el nacimiento de la nombrada generación del 28. No sólo porque estuvo en la primera línea, sino porque supo diferenciarse, ideológicamente, de quienes luego lograron acceder a los más elevados cargos de dirección nacional y se convirtió en uno de sus más acérrimos críticos, como se comprueba con su particular historial en la creación de los partidos políticos de orientación marxista, de cárceles y exilios. Retorna al suelo patrio a comienzos de los cuarenta y se dedica al ejercicio del derecho y a la práctica política. Dentro de esta última coincide con quienes le asignan gran importancia al periodismo. Onda en la que tenemos, igualmente, que profundizar en el uso que supo hacer entre los órganos impresos, específicamente de los humorísticos, como instrumentos de pelea. En este sentido resulta 8

9

R. Betancourt, V. Rodríguez et al, “Plan de Barranquilla”, en Betancourt Rómulo, Antología Política. Caracas. Editorial Fundación Rómulo Betancourt. Volumen Primero, 1990. Manuel Caballero, ‘El Betancourt histórico y el Betancourt historiador’. Caracas. “Dossier”. Quinto Día, febrero del 22 al 29, 2008.

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emblemática su contribución a la fundación de El Morrocoy Azul, (1941), así como a través de la huella que este semanario dejó en las confrontaciones políticas de la contemporaneidad nacional, al convertirse en uno de los más celebrados órganos satíricos entre nosotros. En representación de este órgano aparece, el 20 de agosto de 1941, entre los fundadores de la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP). Es muy notorio como sus luchas se van identificando, cada vez más, con las causas más populares y, en consecuencia, se va decantando progresivamente a favor de las ejecutorias del Presidente Isaías Medina Angarita. Eso nos explica que, el 7 de octubre de 1944, aparezca entre los ochenta más destacados escritores y artistas que suscriben un remitido intitulado “Con el Presidente Medina contra la reacción”. De cuyos párrafos destacaremos el siguiente: A pesar del evidente progreso de Venezuela, y contra la política de amplias libertades públicas y de evidentes realizaciones económico sociales se ha venido desencadenando en los últimos tiempos una campaña de los sectores más reaccionarios…[que] no solo quiere convertir a la vida venezolana en una lucha de facciones irreconciliables y feroces…sino también transmitir la desconfianza a los sectores de capitalistas y productores, hasta el extremo de hacerles olvidar que en ninguna época…han disfrutado…de mayor prosperidad y más amplio margen de seguridad…10

Quisiéramos insistir en un aspecto de su trayectoria que, probablemente, ha sido menos estudiado: la forma como trató de congeniar su preparación teórica, en distintas facetas, con la práctica. Esta visión que privilegiaba lo nacional la reflejó en el campo empresarial al involucrarse en la fundación de Pro – Venezuela, el 7 de julio de 1958. En esa dirección nos llama la atención su actuación en cargos públicos. Por ejemplo, su presencia en la Cámara de Diputados y en el Consejo Supremo Electoral, (1945); su dilatado desempeño en el campo diplomático, (1958 – 1982). Y sobre todo su incorporación a la Comisión Preparatoria de la Ley de Reforma Agraria, (1944); aprobada por las cámaras el 10 de septiembre de 1945 y promulgada, inmediatamente, por el Presidente Isaías Medina Angarita; y que, conocida como la Ley Biaggini, ha sido silenciada por la visión dominante pese a sus avances, muchas veces innegablemente superiores a los instrumentos que la sustituyeron, (Medina Angarita, 1963)11. 10

11

José Rivas Rivas, (Compilador), “Carta Pública de los Escritores y Artistas al Presidente de la República”, en Historia Gráfica de Venezuela. Caracas. Ediciones Torán, 1989. Isaías Medina Angarita, Cuatro años de Democracia. Caracas. Pensamiento Vivo, C. A. / Editores, 1963.

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El 20 de enero de 1945, el Concejo Municipal del Distrito Federal actuando de acuerdo a la vigente Constitución, lo eligió Diputado Principal por el Distrito Federal, en representación de Unión Popular Venezolana, partido de orientación comunista que respaldaba al gobierno medinista. Para que tengamos una idea de la significación de esta elección mencionaremos que con su unción derrotó las candidaturas de Rómulo Betancourt quien era el principal y de Rafael Caldera, quien era el suplente. Desde esta posición asumirá la defensa de la libertad de prensa y las luchas anti fascistas; pero, sobre todo pasará a impulsar, con más fuerza, la elaboración de la Ley de Reforma Agraria , instrumento que por primera vez se diseñaba en la historia del país y de cuya Comisión Preparatoria, como dijimos, formaba parte desde el año anterior. Aquí se hace necesario que rememoremos como durante una buena proporción de tiempo, la evolución histórica de Venezuela ha descansado, en la valorización del recurso suelo y de la fuerza de trabajo que lo moviliza. La cual primero se conoció como esclava y, más recientemente gracias a las investigaciones del Doctor Federico Brito Figueroa, (1996)12 como enfeudada. Esa relación estuvo muy presente en la actuación del Irazábal legislador. Como elemento demostrativo de lo que le confiere mayor valor a su apreciación citaremos que hasta los historiadores más conservadores, verbigracia José Gil Fortoul, convienen en que la Guerra Nacional de Independencia no logró mayores avances en materia de propiedad territorial; de allí que asuman a la Guerra Federal como la continuación de aquel proyecto político en el terreno social, (Gil Fortoul, 1961)13. Para 1940 esta correlación casi no había variado. Por eso uno de los aspectos más importantes que contiene la Constitución de 1944, está expresado en la redacción del ordinal 2º del artículo 32 que, aún “garantizando la inviolabilidad de la propiedad”, establece que “la misma está sujeta a las contribuciones, restricciones y obligaciones que pauta la ley por razones de interés público o social”. Esta posición de la Carta magna fue defendida, públicamente, por el Presidente de la República quien expreso, en su Mensaje a la Nación del mismo año, “La necesidad de estudiar e iniciar una Reforma Agraria, que significará justicia y prosperidad económica para todas las clases sociales vinculadas a la agricultura, ha sido comprendida y deseada por la nación entera”. Las palabras del general Medina Angarita buscaban sensibilizar al país frente a la grosera dicotomía 12

13

Federico Brito Figueroa, Historia Económica y Social de Venezuela. Caracas. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1996. José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela. Caracas. Editorial Las Novedades. Tomo III, 1961.

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de que las propiedades mayores de 10.000 hectáreas constituían el 66 % de las tierras dedicadas al uso agrícola, contraste que se profundizaba al constatar que solo 3.333 (apenas un 5,53 % del universo de 60.227 propietarios) monopolizaban el 89 % del total de tierras cultivables.. Dentro de este contexto Carlos Irazábal asume a ultranza la defensa de la mencionada proposición, saludando su articulado como “el proyecto de ley más importante que se ha introducido en el Congreso Nacional desde que Venezuela tiene vida republicana e independiente”. Para ello le asignó una importancia vertebral al artículo 2 del mismo, el cual reza: “Todo individuo o núcleo de población tiene derecho a que se le dote de tierra”. Esta redacción, para él, eliminaba los visos de ley de colonización que tenía el aludido proyecto y lo convertía en instrumento de debilitamiento profundo y hasta de ruptura fundamental con el latifundio ocioso que nos caracterizaba. El juego político condujo a que la redacción que él proponía fuese atenuada, lo que motivó que salvara su voto. Para insistir en la permanencia del proceso histórico que nos define destacaremos que, pese al ablandamiento que con respecto al texto original, significó el instrumento finalmente promulgado; los sectores conservadores no disminuyeron su ataque contra la política agraria del gobierno, (De la Plaza, 1968)14. Incluso hay quienes señalan que la adscripción del Ministro de Agricultura y Cría a dicha ley, fue una de las verdaderas causas del rechazo de su candidatura en los convulsos acontecimientos que desembocaron en el golpe de Estado del 18 de octubre La mejor muestra que hemos encontrado en esta polémica está representada por un artículo que, el 30 de abril de 1945, publicó Salvador de la Plaza, en el que afirma: “…mienten, a conciencia o por ignorancia, los que afirman que el proyecto contenía tendencias socialistas.[puesto que en] Ninguno de sus artículos se propone abolir la propiedad privada, ni organizar la sociedad sobre la base de la propiedad colectiva”. Esta fue, a grandes rasgos, la participación estelar de Irazábal en la política activa desde el plano parlamentario. Con el derrocamiento de Medina Angarita devino en factor de la empresa privada y en periodista. A partir del 23 de enero conjugará esfuerzos para integrar al empresariado en una asociación nacionalista; donde adelantó esfuerzos con figuras como: Mariano Picón Salas, Alejandro Hernández, Luis Hernández Solís, Raimundo Aristiguieta, Miguel Acosta Saignes 14

Salvador De la Plaza, “Concepciones sobre la Reforma Agraria”, en Reforma Agraria venezolana. Concepción, Evaluación y Perspectivas. Caracas. Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela, 1968.

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y Reinaldo Cervini. Con el lema central de “compre venezolano” esta institución ha jugado un significativo papel en distintas campañas de raigambre venezonalista; entre otras citaremos: la defensa de la producción nacional, del productor agropecuario, contra el contrabando y a favor de las tradiciones venezolanas. También se destacará, durante casi cinco lustros, en el campo diplomático; lapso en el que se desempeñó como Embajador Plenipotenciario en Holanda, desde cuya capital hilvanará su segundo libro; también ejercerá funciones similares en Trinidad y Tobago y en República Dominicana.

4. La aportación fundamental Procurando no perder de vista la línea central de estos párrafos, insistiremos en algunas de las notas acerca lo que entendemos son los aportes más relevantes de Carlos Irazábal en el campo de la investigación, la escritura y en algo que para nosotros es fundamental, la enseñanza de la Historia. Los historiógrafos más consecuentes le atribuyen el rompimiento con el molde iniciático en la elaboración de la Historia Patria. Esa que, arrancando con los cronistas, alcanza su mayor expresión organizativa con Baralt y Díaz y su exégesis ideológica con el positivismo. A ellos debemos, según nos han informado, la periodificación que, excluyendo el período aborigen por carecer, según ellos, de historia propiamente dicha, comienza con la Conquista, pasa a la Colonización, sigue con la Independencia, evoluciona hasta la República y desemboca, luego de enumerarlas, en el actual hito. Cuando Irazábal nos presenta su Hacia la democracia, aparentemente no se diferencia del modelo que lo precede. Pero; al establecer como pórtico los párrafos de “Revolución, fenómeno, natural e Histórico”, desde sus primeras líneas deja claramente establecido que “Las revoluciones son fenómenos históricos. Estallan de tiempo en tiempo en las sociedades, por encima, en contra de la voluntad de los hombres, cuando la evolución económica ha creado las condiciones objetivas necesarias a su aparición”. Con esta definición, al mismo tiempo se diferencia de quienes han querido reconstruir nuestro desenvolvimiento en el tiempo, exclusivamente a partir de las delimitaciones políticas y militares. Esta es una clara contribución en cuanto a la caracterización de las causas del proceso. Manteniendo el rumbo del análisis en lo que hemos delineado como una obra en dos tiempos. Señalaremos que las primeras palabras de Venezuela: esclava y feudal, son para decirnos: “El hombre es el agente activo y consciente de la

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Historia”. Los capítulos de Hacia la democracia, desarrollan su postulado central: la Historia es el resultado del condicionamiento que ejercen las categorías económicas y sociales entre las relaciones de los grupos humanos sobre el territorio nacional. Desde este ático es que nos propone una explicación de la colonia a partir de las luchas económicas y políticas que debió librar, lo que llama, la nobleza territorial venezolana. Mientras que la independencia es abordada como el resultado de una toma, increscendo, de conciencia por las masas populares, que conduce al perfeccionamiento de lo que empezó como una aventura revolucionaria socialmente limitada. El país que surge después de la independencia no logró, según su demostración, sustituir las relaciones de producción que caracterizaron a la colonia. Ese cuadro es lo que explica la explosión de la Federación; al que califica como el movimiento de mayor “amplitud y profundidad” en toda nuestra vida independiente y que, según él, no se limitó solamente al territorio nacional. La parte final la dedica a desmontar la tesis del Gendarme Necesario, tan en boga para esos años. Explicándonos que la situación del país “después de la Guerra Larga era sencillamente crítica y lamentable”, lo que fue “aprovechado por los triunfadores para consolidar su poder político sustituyendo a los antiguos detentadores”. Estas prerrogativas “se consolidaron con la penetración imperialista”, apoyada en la excepcionalidad que decretó el llamado conflicto mundial que las potencias imperialistas desarrollaron entre 1914 -1918”. Como ya hemos adelantado, vemos a Venezuela: esclava y feudal, como la segunda parte de una historia elaborada a partir de la justipreciación de las variables económicas y sociales que sobre nosotros han incidido. Comienza por demostrarnos como la nobleza criolla llega a fundamentar, lo que hoy llamaríamos su empoderamiento, en la superación de la burguesía comercial y en la liquidación del poder imperial español; previa asimilación de las masas. Trayendo a colación un caso en el que sus representantes deciden que “para atraerse aquella ralea de ‘linage (sic) vil y detestable’ tratarían en vano de borrar de un plumazo siglos de explotación y desprecio”. Luego desarrolla su visión de cómo la dura realidad supera, muchas veces, la sola utopía de las ideas. Para ello se vale de la inviabilidad de la federación, como sistema político, desde 1811; crisis que alcanza su máxima expresión en la disolución de la Gran Colombia, por la sencilla razón, nos dice, de que “aquella organización no encajaba en la realidad social de la época”. El tercer

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aparte está referido a la consolidación de la burguesía comercial señalada como la gran beneficiaria de la republica esclavista, a través de la recuperación del piso económico y la consolidación del sistema político. En el aparte siguiente explica como la prevalencia del capital comercial y usurario en detrimento del agrícola, condujo a la división entre la clase política. Esta escisión, insiste, condujo a la derrota de la, otrora floreciente, burguesía comercial y preparó el terreno para la desintegración feudal del territorio y con ella al fenecimiento del orden esclavista colonial.

5. Aproximación a una conclusión parcial Digamos que, con Irazábal nos encontramos con otro caso notable en el que la cultura prevaleciente ha pretendido silenciar, manipular e, incluso, desconocer sus importantes contribuciones al conocimiento del alma nacional, (Acosta Saignes, 2012)15. Sus libros: muy citados, poco leídos y mucho menos aplicados; son un buen ejemplo de cómo el país entró en los convulsos tiempos presentes no por falta de conciudadanos preocupados, ni por ausencia de tesis de avanzada; sino, más bien, por el interesado ocultamiento de las mismas. Los estudiosos de su producción le reconocen, en la mayoría de los casos, sus aportes en la proposición de un nueva periodificación y en la aplicación de la metodología del Materialismo Histórico. Pensamos que, además de esas contribuciones, hemos de hablar de la reinterpretación que propone para estudiar la evolución de nuestras instituciones fundamentales, incluyendo a las políticas, militares y jurisdiccionales. No menos importante es la incorporación que hace, al discurso historiográfico nacional, de categorías como: masa, pueblo, rebelión, democracia, coyuntura, democracia, burguesía, relaciones de producción, fuerzas productivas, feudalismo, esclavitud, revolución, absolutismo, latifundismo, luchas sociales y marxismo; entre otras. Probablemente la manera más expedita de demostrar la vigencia de su método y sus proposiciones, resida en apreciar como las nociones fundamentales que maneja aparecen desde los títulos de las obras que lo sucedieron, hasta en el tratamiento que sus autores dan a las materias que estudian. Aún aquellos que quisieran diferenciarse de sus tesis. En este sentido nos resultan emblemáticos 15

Miguel Acosta Saignes, El siglo que yo viví. Habla Miguel Acosta Saignes. Caracas. Universidad Central de Venezuela. Ediciones de la Cátedra “Pío Tamayo”, 2012.

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trabajos como los de Antonio Mieres y Ramón Losada Aldana, entre los que siguen sus postulados; así como las de Juan Uslar Pietri y Germán Carrera Damas, entre quienes dicen distanciarse de ellos. Concluiremos, lo que desde ya avanzamos que merece una elaboración más detenida, reafirmando que estamos convencidos en cuanto a que Carlos Irazábal estaba consciente de andar abriendo surcos en la fértil tierra de la historia nacional.. A ello nos conduce la manera como concluye, repetimos que en 1961, su Venezuela: esclava y feudal: No se puede jugar con la revolución porque no se hacen sino que se organizan. Pensar lo contrario e impacientarse es convertirse en aliado de los designios siempre alertas de las fuerzas domésticas y foráneas personeras del retroceso histórico. He allí la gran responsabilidad de los dirigentes de la Venezuela de hoy. Que acudan a la Historia. Ella dice que sólo la unidad popular es capaz de realizar una faena heroica. Y ante nosotros, en esta hora, tenemos planteada una de esa estirpe y de ese alcance.

La obra de Carlos Irazábal, en síntesis, contiene una reinterpretación, apoyada en el uso categorial del marxismo, de nuestra historia. Para, a través de ella, ilustrarnos acerca de los problemas que a lo largo de su devenir se han ido conformando. El reto consiste en acometer su solución de manera eficiente para todos. Asumámoslo.

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Pablo Vila: impulsor de los estudios geohistóricos en Venezuela

Pablo Vila: impulsor de los estudios geohistóricos en Venezuela Claudio Alberto Briceño Monzón La obra de Pau Vila motiva su continuación por las nuevas generaciones de geógrafos que se están formando en las universidades venezolanas. Su aporte abre senderos y consolida interpretaciones que guardan todo su interés para el conocimiento del patrimonio geohistórico de esta nación. Pedro Cunill Grau.

1. Introducción La explosión de la Guerra Civil Española y la eminente supresión de la República establecieron, como una de sus más importantes resultados, el asilo de un número demostrativo de personajes políticos comprometidos con el entonces derrocado gobierno republicano español. Desde el inicio del triunfo del franquismo en 1936 emigraron a Venezuela un grupo de intelectuales que contribuyó profundamente en diferentes áreas del conocimiento humanístico, lo cual dejó un legado invalorable en la vida cultural venezolana. Entre estos desterrados catalanes tenemos a don Pablo Vila, geógrafo y pedagogo que contribuyó a consolidar la sistematización de los estudios geográficos de Venezuela y su consecuente enseñanza desde la escuela hasta la universidad. En este trabajo nos plantemos sintetizar la visión geohistórica de Venezuela en los estudios de Pablo Vila, siendo uno de los precursores de las investigaciones de corte geográfico-histórico que logró unificar los criterios científicos para su estudio en Venezuela. Abordaremos la obra de Vila en base a sus principales publicaciones sobre la geografía nacional; para lo cual hemos estructurado el trabajo con el siguiente esquema: 1) Aspectos Biográficos. 2) Perspectiva de los estudios geográficos entre las décadas del cuarenta y cincuenta del siglo XX venezolano. 3) Las etapas históricas de los descubrimientos del Orinoco. 4) Iniciador de los Trabajo de Toponimia Geográfica de Venezuela. 5) Codazzi-Humboldt-Caldas: Precursores

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de la Geografía Moderna. 6) La Geografía de Venezuela. 7) Visiones Geohistóricas de Venezuela. 8) El Obispo Mariano Martí: Interpretación humana y geográfica de la larga marcha Pastoral en la Diócesis de Caracas. 9) Reflexiones Finales.

2. Aspectos biográficos Pablo Vila nació en Sabadell, municipio de la Provincia de BarcelonaCataluña-España, el 29 de junio de 1881, hace ya 121 años, y murió en BarcelonaEspaña el 15 de agosto de 1980 a los 99 años, este geógrafo y pedagogo: En su juventud de obrero tejedor y autodidacta, dado que sólo había hecho la primaria, se lanzó, movido por sus inquietudes de carácter social, a hacer de maestro. Fundó la Escola Horaciana (1905) como modelo de una pedagogía que tomaba como ejes la constante intervención del niño como actor en las actividades de clase y la enseñanza mixta; 2 innovaciones para la época. Diplomado del Instituto J.J. Rousseau de Ginebra (1913), fue llamado a Colombia (1914-1918) para dirigir el gimnasio moderno de Bogotá. De retorno a Barcelona (España), siguió practicando la docencia pero cada vez más inclinado a la geografía de la cual fue un renovador. Graduado en el Instituto de Grenoble (Francia, 1921), fue profesor de Geografía en los Estudis Normals de la Mancomunitat de Catalunya y más tarde, en la Normal de la Generalitat de Catalunya. La Guerra Civil Española lo obligó a exiliarse a Bogotá, donde fue profesor en la escuela normal superior.1

El gran bibliógrafo catalán-venezolano, Pedro Grases, señaló de don Pablo Vila: A los veintidós años, en 1903, impulsado por su vocación de maestro funda en Barcelona la Escuela Hóraciana y seguidamente, como pensionado de la Junta de Ampliación de Estudios, completa su preparación en el Institut Rousseau, de Ginebra. Establece sus primeros contactos con la Escuela de Geografía que había definido en Francia, Paul Vidal de la Blache (1845-1918), auténtico reformador en su tiempo de la ciencia geográfica.2 1

2

Marco Aurelio Vila. “Vila, Pablo”. En: Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, Compact Disc, 2000. Pedro Grases. Prologo. De: Pablo Vila. Visiones Geohistóricas de Venezuela. Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación, 1969, pp. VII-XI, p. VIII.

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Pablo Vila: impulsor de los estudios geohistóricos en Venezuela

La impronta de Pablo Vila en la geografía académica en Barcelona-España, a pesar de su emigración obligada primero a Colombia entre 1939 y 1946, y después a Venezuela, es señalada por don Pedro Cunill Grau en una de sus últimas obras: Historia de la Geografía de Venezuela: Siglos XV-XX, en el Tomo II capítulo 52, titulado El Fundamental Aporte en la Geografía Venezolana de Pablo Vila, la Labor Sostenida de Marco Aurelio Vila y sus Continuadores, expone al respecto: Coetáneamente Pau Vila se consagraba a su labor docente en sus motivadoras clases en la cátedra de la Escuela Normal de la Generalidad de Barcelona. Su labor misional se vio truncada por el desenlace de la Guerra Civil Española, debiendo recomenzar su vida intelectual junto con su hijo Marco Aurelio Vila en el exilio latinoamericano. Sin embargo, sus esfuerzos no se perdieron en su tierra natal, como se evidencia en el legado de su pensamiento tanto en la vital Escuela de Geografía de la Universidad de Barcelona, uno de los centros de mayor excelencia académica geográfica en España, como en las corrientes contemporáneas de la intelectualidad catalana que afianzan su identidad histórica y geográfica.3

Don Pablo Vila llega a Venezuela a los 65 años de edad, por invitación del Ministerio de Educación, para que instaurara y presidiera el Departamento de Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico Nacional, siendo el año 1946, cuando aún no existían estudios universitarios en Geografía histórica, contribuyendo desde entonces en la consolidación de la enseñanza de esta disciplina, entendiendo que la Historia no solamente se sitúa en el tiempo sino que se proyecta paralelamente en el espacio y entendiendo el binomio tiempo-espacio como los aspectos fundamentales para comprender el desarrollo del país. De esta forma marcó la impronta en la generación de geógrafos de mediados del siglo XX en Venezuela4, y como lo expone Francisco Escamilla Vera: 3

4

Pedro Cunill Grau. Historia de la Geografía de Venezuela: Siglos XV-XX. Tomo II. Caracas: Edición Especial del Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior, Consejo Nacional de UniversidadesOficina de Planificación del Sector Universitario, 2009, p. 562. “A través de la copiosa correspondencia de todo el período (1946-1960) durante el cual Pablo Vila dirigió el Departamento de Ciencias Sociales del IPN, se comprueba la permanente dedicación ―afanosa con frecuencia― del insigne geógrafo y educador, en pro de la modernización de la docencia y de la investigación, tanto en el área de la Geografía como en la de la Historia. Prueba de lo que afirmamos se encuentra en las numerosas solicitudes de adquisición o donación de publicaciones especializadas para dotar las bibliotecas del Instituto. En las reiteradas peticiones de material cartográfico para la mapoteca del Departamento, así como de equipos audiovisuales, enseres y máquinas de oficina, etc. En las solicitudes ante el Ministerio de Educación Nacional, de viáticos y transporte para las excursiones de estudio, a la vez que en las planificaciones e informes de los múltiples trabajos de campo realizados tanto en el área capitalina como a las diferentes regiones del país.” Sergio Foghin Pillin. Pablo Vila Dinarés, hito fundamental en el estudio de la geografía venezolana. En: Tiempo y Espacio, Caracas, revista del

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Pablo Vila constituye una de las figuras más destacadas del siglo XX en los campos de la geografía, historia, ciencias sociales y de la educación, tanto en Venezuela como en Cataluña. Fue el fundador del Departamento de Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico Nacional, hoy Universidad Pedagógica, en Caracas (Venezuela) y autor de una obra monumental en el campo de la investigación y de la enseñanza.5

Por lo relevante de su obra, en el área de Geografía-histórica, don Pablo Vila fue reconocido con los siguientes premios: Orden Andrés Bello en su Primera Clase, Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Barcelona-España, Profesor honorario de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, por ser miembro de la delegación venezolana en la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

3. Perspectiva de los estudios geográficos entre la década del cuarenta y cincuenta del siglo XX venezolano Para el año 1948, Pablo Vila, intenta realizar en su trabajo titulado: Ensayo sobre los estudios geográficos en Venezuela, un balance de la historiografía sobre los estudios geográficos en Venezuela desde 1830 hasta ese año, llegando a plantear: …en realidad la Geografía como materia de estudio escolar, no se especifica en la legislación de Venezuela hasta la Ley de junio de 1858, que aparece en Instrucción Secundaria, bajo el epígrafe de Elementos de Historia y Geografía… …la Diputación Provincial de Barinas en un reglamento de 1835, dispone la enseñanza de algunas nociones de Geografía, principalmente de toda América. Y aún antes, la Diputación de Mérida había dispuesto, en 1831, que se enseñara la Geografía de Venezuela y demás secciones de Colombia. 6

5

6

Centro de Investigaciones Históricas Mario Briceño Iragorry, Universidad Pedagógica Experimental Libartador, Instituto Pedagógico de Caracas, Departamento de Geografía e Historia, N° 15, enerojunio de 1991, pp. 75-89, p. 80. Francisco Escamilla Vera. Pablo Vila y el Exilio Español. Biblio 3W: Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona, Vol. VII, Nº 409 10 de noviembre de 2002. En: http://www.ub.edu/ geocrit/b3w-409.htm (Consultado el 13–03 –2012). Pablo Vila. “Ensayo sobre los estudios geográficos en Venezuela”. En: Educación: Revista para el magisterio. Caracas, Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, N° 56, agosto-septiembre de 1948, pp. 34-50, pp. 34-35.

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Reconoce como la primera Geografía sistemática nacional: El Resumen de la Geografía de Venezuela, de Agustín Codazzi, pero su Catecismo de Geografía de Venezuela para el uso de las escuelas primarias, lo crítica considerándolo como el promotor que procuró: …atomizar la geografía en la enseñanza, y a cultivar la memorización en vez de la comprensión y el razonamiento… Se trata… de un texto en forma de preguntas y respuestas. Las respuestas son escuetamente definidoras o enumeradoras; especialmente en las páginas destinadas a Geografía astronómica y física y a la universal. En el resto del contenido, que trata de Venezuela, a veces las respuestas son de estilo descriptivo, aunque siempre escueto. La ordenación, en algunas partes, es poco lógica, como cuando trata de las víctimas y de las guerras, de pestes y terremotos; de los idiomas y dialectos, y del descubrimiento y conquista de América. Sin duda Codazzi, no puede planear debidamente su obrita; puesto que en el corto tiempo que estuvo en París hubo de ocuparse preferentemente en las otras publicaciones geográficas e históricas cuyas publicaciones se le habían encargado… El procedimiento de preguntas y respuestas era corriente en los textos escolares de la época, pues estaba en boga la memorización como medio de enseñanza.7

Planteando que los estudios geográficos científicos desaparecen de los estudios universitarios en el país a inicios del siglo XX, lo que contribuye a que la enseñanza de esta disciplina en la primaria y secundaria no se desarrolle y modernice: Sin altos estudios no puede tener aporte nacional propio ninguna ciencia, dentro de lo universal que la caracteriza; no puede formar parte substancial de la cultura de un pueblo ningún conocimiento que no tenga su expresión universitaria en el país. Es poco menos que inútil que haya hombres que al margen de la Universidad cultiven una disciplina científica.8

La carencia de una adecuada producción cartográfica nacional, que fuera simultánea a la enseñanza de los estudios geográficos-históricos, hacían igualmente que las asignaturas de la correlación tiempo y espacio fuesen más difíciles para su didáctica y comprensión a mediados del siglo XX: 7 8

Ibídem, pp. 37-38. Ibídem, p. 40.

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La falta de buenos mapas murales, especialmente de Venezuela, fue uno de los factores que influyó mucho en que no se renovara la enseñanza. Cuando el maestro, el profesor, quería visualizar su exposición con la localización de poblaciones, de accidentes o con la indicación de unos límites o de un itinerario, había que recurrir a mapas sacados del de Codazzi, de nomenclatura minúscula y accidentes confusos, propios para consultas individuales, para oficinas, pero no para escuelas al servicio de una clase numerosa de alumnos.9

Pablo Vila tuvo una formación geográfica bajo la influencia de las tendencias paisajísticas asociadas a la geografía humana posibilista francesa, en contra posición de la visión determinista alemana y esto lo manifiesta al expresar: ...cuando Paul Vidal de la Blache publica su famosa Tableau Geographique de la France, a la vez que formaba una pléyade de jóvenes geógrafos que constituirán la escuela geográfica francesa, capaz de dar, entre las dos guerras mundiales, la Geographie Universelle, con sus 33 volúmenes de geografía regional, verdadera suma de geografía moderna. En esta obra de conjunto, los grandes principios científicos de la extensión, de la casualidad y de la generalización vivifican la exposición dentro de un estilo y un método que ponen la ciencia al alcance de toda persona culta y dan a la geografía el sentido humanista, en contraste con el determinismo de la escuela alemana.10

La mayor parte de los textos de Geografía de Venezuela que se realizaron a mediados del siglo XX, según Vila, no utilizaron los estudios geológicos, botánicos, etnográficos, demográficos, económicos, que se desarrollaban en las distintas regiones del país. Igualmente se advertía la ausencia de una metodología geográfica, que lograra estructurar los fenómenos orográficos entre sí y las poblaciones humanas con ellas; es decir, relacionar los paisajes geográficos con los humanos. Lo que Vila definió como una geografía sin una disposición ni un contenido adecuado, ejemplificando que: …debería anteponerse el estudio del clima al de la hidrografía, porque está en sus características de caudal y régimen es una consecuencia de las temperaturas y, sobre todo, de las lluvias; la fijación de las regiones naturales tendría que ir después de haber estudiado el aspecto físico y 9 10

Ibídem, p. 41. Ibídem, p. 42.

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el aspecto humano; el estudio de las comunicaciones sería mejor que precediera al de las actividades productoras y comerciales, puesto que ambas son favorecidas, o no, por aquellas según sea el estado en que se encuentren... la distinción de los distintos países entre sí y la comparación entre ellos con lo que se facilitaría una memorización inteligente.11

Bajos los auspicios del entonces Ministerio de Educación de Venezuela, se publicó en 1937, un Atlas elemental de Venezuela y el mundo, obra dirigida por Pablo Vila, la cual estaba constituida por un conjunto de mapas físicos y políticos con sus respectivos datos estadísticos demográficos. Para Pablo Vila, la geografía venezolana estaba detenida en HumboldtCodazzi, por lo que se hacía necesaria la invención de una nueva geografía, donde la producción de libros, tratara de vincular los temas teórico con los proyectos pedagógicos; que la Geografía no sea estudiada de forma descriptiva, de inventario sin reflexión; los mapas y atlas son necesarios para que acompañen en la práctica al estudio; al análisis del medio ambiente a través del trabajo de campo; y los paisajes no estudiados directamente debían abordarse con cartografías preparadas. Todo esto hace que la enseñanza de la geografía no fallezca en la memorización, en la información a lo sumo, que el estudiante, tenga la oportunidad de interactuar con una disciplina dinámica y formativa. Los trabajos de campo tenían que realizarse imprescindiblemente con el estudio previo y detallado de las regiones que se iban a observar, sino se realizaba se corría el riesgo de hacer una actividad excursionista de turismo y no geografía.12 El Pedagógico Nacional, entre 1946 y 1947, transformó el curso de Geografía e Historia en la designación imprecisa de Departamento de Ciencias Sociales.13 Esta unidad académica buscaba estimular los estudios geográficos de investigación de campo, por medio del dictado de Seminarios desde 1949, donde el primero que se dictó estuvo dedicado a la Isla de Margarita, del cual salió un estudio histórico del poblamiento de dicha isla, el cual Vila publica en la Revista Nacional de Cultura en 1950 con el título: “Margarita en la colonia (1498-1550). Los 11 12

13

Ibídem. pp. 47-48. Pablo Vila. “La Geografía en el Departamento de Ciencias Sociales”. En: Educación: Revista para el magisterio, Caracas, Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, Etapa II, N°68, septiembre de 1953b, pp. 96-127, pp. 102-108. “La nueva estructuración requería que la Geografía constituyera un cuerpo, se programara orgánicamente, como lo estaba la Historia y, a ser posible, dentro de una sola inspiración y en el campo de las corrientes modernas”, Ibidem, p. 104.

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comienzos del poblamiento”,14 en el cual esboza el proceso poblacional español de la isla de Margarita en las primeras 5 décadas del siglo XVI, fundamentado en los viajeros y cronistas de este período, donde expone el auge y decadencia de la Isla de Cubagua, y su influencia en la colonización de Margarita, afirmando que: Margarita se había convertido para los cubagüeses en lo que llamaríamos ahora una zona residencial pero con un propósito de previsión. Las vicisitudes del negocio de las perlas, los riesgos de las entradas en Tierra Firme, así como los problemáticos descubrimientos, aconsejaban la posesión de un asiento estable, por lo menos para los que tenían una familia constituida.15

En 1950 se da una reestructuración temática curricular en el área geográfica del Pedagógico Nacional, en tres años: en el primero se abordaban temas de Geografía general-humana-económica; en el segundo se cursaba materias de Geografía regional-continental-polar; y en el tercero se estudiaba Geografía regional comparada. Sobre este cambio curricular comentaba Vila: La finalidad de estos programas es abarcar el panorama del mundo a grandes rasgos, a fin de que el Profesor egresado se halle en capacidad de tratar cualquier tema de Geografía General y de Geografía Regional exigido por los programas de Secundaria.16

Vila proyecta el necesario abordaje metodológico en los estudios geográficos, los cuales deben partir desde la realidad nacional, en base a un entendimiento del territorio de las actividades venezolanas, valiéndose del estudio directo de las regiones del país, gracias a la formación geográfica adquirida: El momento es propicio para que la Geografía se imponga como ciencia, y la Geografía de Venezuela puede realizarse plenamente a través de un estudio detallado y prolijo, labor de muchos hombres, para llegar a la síntesis nacional de la misma que puede dar una imagen clara del país y orientarlo hacia el futuro.17 14

15

16 17

“Entre estos viajes de estudio destacan por su importancia los realizados entre los años 1948-1950, al Estado Nueva Esparta, durante los cuales Pablo Vila descubrió el antiguo emplazamiento de Nueva Cádiz, en la Isla de Cubagua, cuyas ruinas fueron posteriormente excavadas por el arqueólogo J.M. Cruxent.” Sergio Foghin Pillin. Pablo Vila Dinarés..., p. 80. Pablo Vila. “Margarita en la Colonia (1492-1550). Los comienzos del poblamiento”. En Revista Nacional de Cultura, N° 81, Caracas julio–agosto, 1950, pp. 59-85, p. 77. Pablo Vila. La Geografía en el Departamento… 1953, p. 113. Ibídem. p. 127.

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4. Las etapas históricas de los descubrimientos del Orinoco Así titula Pablo Vila un trabajo publicado en 1952, que trata de sintetizar un balance general sobre el proceso histórico de exploración y hallazgo del río Orinoco, la cuenca hidrográfica más extensa de Venezuela con aproximadamente 2140 kilómetros y entre los más caudalosos del mundo, con un cauce que fluye alrededor de 33.000 metros cúbicos de agua por segundo. En este estudio aborda los siguientes aspectos del majestuoso Orinoco: La intuición del gran río, las primeras entradas, la primera descripción, la ocupación del río desde Santa Fe, la alucinación dorada (la búsqueda del dorado con su abúndate oro, va a ser causa de sus primeras exploraciones), la penetración infecunda de su cuenca baja, las misiones que se desarrollaron en su área de influencia, las noticias sobre el río Casiquiare, el progreso en su conocimiento, sus supuestas cabeceras, el predominio de su cuenca baja, el valor y limitaciones del viaje de Humboldt, Codazzi y Schomburgk en el conocimiento del río, Michelena y Crevaux sus nuevos aportes, el pretendido descubrimiento de sus fuentes por Chaffanjon, más allá del raudal de los Guaharibos, los trabajos de frontera, los vuelos brasileños, otro intento por el curso del río, y los orígenes del Orinoco descubierto. Sobre la penetración del bajo Orinoco, Vila advierte que a finales del siglo XVI: “La Corona de España en pugna con Inglaterra se inquieta con las expediciones realizadas por los británicos y trata de fijar un poblamiento en el río; pero más para impedir la penetración extranjera que por colonizar propiamente.”18 El desconocimiento de la cuenca alta orinoqueña perduraba, a pesar de la aspiración de prolongar su poblamiento por las misiones, con la intención de establecerse para obstaculizar los avances de los portugueses. Al respecto señalaba Vila: La expedición de límites (1754-1760), con Iturriaga, Solano y Alvarado como jefes, movida por su finalidad de llegar al Brasil para la proyectada entrevista con los delegados portugueses —entrevista que no pudo realizarse— abrió en realidad la vía del Alto Orinoco tras un estudio cartográfico del mismo y el establecimiento de nuevas misiones en puntos escogidos como avanzadas colonizadoras, que materializaran los dominios españoles ante los avances portugueses a través de la anastomosis hidrográfica.19 18

19

Pablo Vila. “Las etapas históricas de los descubrimientos del Orinoco”. Revista Nacional de Cultura, N° 90-93, Caracas enero–agosto, 1952, pp. 115-154, p. 124. Ibídem, pp. 129-130.

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Vila condensa muy bien el eje poblacional del bajo Orinoco desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII: …el viejo núcleo del poblamiento guayanés, que se inició con Santo Thomé, asentado por Antonio de Berrío cinco kilómetros abajo de la desembocadura del Caroní en 1596, trasladado luego treinta kilómetros más abajo por Monsalbe, a orillas del Supamo, en los Castillitos, y fijado definitivamente, en 1764, por indicación de José Solano, aguas arriba, en la primera de las angosturas del río, de cuyo lugar la ciudad tomó el nombre, Angostura. Más tarde desligada la Guayana del Virreinato e integrada a la Capitanía General de Venezuela (1777), la nueva ciudad se convirtió en un pequeño centro de intercambio comercial de productos llaneros y piedemonteses con mercancías extranjeras.20

Alejandro Humboldt a los inicios del siglo XIX, fue uno de los primeros exploradores europeos, en registrar las ventajas de la comunicación, por el Atabapo y sus tributarios, por los que viajó cansándose del recorrido hasta llegar el afluente de los Guaharibos. Al respecto anota Vila: La obra de Humboldt, (…) proyectó desde sus primeros volúmenes una gran claridad sobre la geografía física y humana del río. A partir de entonces, el Orinoco ocupó un lugar entre los grandes ríos del mundo, pero sus orígenes [nacimiento] seguían siendo desconocidos.21

A inicios del siglo XX, las diversas comisiones de demarcaciones de límites entre Venezuela-Brasil, trataron de encontrar la fuentes del nacimiento del Río Orinoco ya que el límite entre ambos países según el Tratado de 1859, era en base a la divisoria de aguas entre los ríos Amazonas y Orinoco: “Las comisiones de límites intentaban descubrirlas, localizarlas, desde el aire. La cubierta forestal cubría más y más el río a medida que éste, hacia su origen, reduce su cauce. Y la nebulosidad dominante de marzo a octubre constituye un obstáculo para los vuelos”.22 En 1951 se organiza una delegación franco-venezolana de exploradores, que se plantean descubrir el nacimiento del Orinoco, encabezada por el hidrólogo y geógrafo Joseph Grelier, con el apoyo del gobierno venezolano, a través de los Ministerios de Defensa, Educación, Minas e Hidrocarburos y Obras Públicas; la expedición es 20 21 22

Ibídem, p. 135. Ídem. Ibídem, p. 147.

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encargada al Mayor Franz Rísquez, con la participación de una serie de profesionales entre los que destacaba el explorador y geodesta Félix Cardona. Esta comisión logró su objetivo el 27 de noviembre de 1951, a lo cual apunta muy acertadamente Vila: Mabaricuna uno de los peones que acompañó a la Expedición hasta el fin, se asombró de ver que el Orinoco en sus propias fuentes no proporciona agua en cantidad suficiente para la provisión de un hombre... Ingenua expresión que destaca sencillamente la poquedad del nacimiento ante la grandeza que alcanza el río a lo largo de su curso. La noticia se publicó en Caracas el 30 de noviembre y repercutió pronto en el extranjero. El descubrimiento constituía un progreso en la geografía del Mundo y una base firme para el conocimiento de la Geografía de Venezuela. El Orinoco totalmente conocido puede ser ahora bien estudiado.23

5. Iniciador de los Trabajos de Toponimia Geográfica de Venezuela La toponimia viene a ser el estudio de los nombres de los lugares, tiene una aplicación particular en los mapas al establecer los topónimos que contienen la cartografía en planos y cartas, por lo que la iniciativa de este trabajo ha sido de los organismos que construyen los mapas.24 Podemos decir que en Venezuela, Pablo Vila fue uno de los iniciadores de los estudios topónimos, afirmando: “La necesidad que tenemos de usar una toponimia… lo más acendradas posible en nuestros trabajos de Geografía de Venezuela, nos ha obligado a llamar la atención respecto al confusionismo de nombres y a la transposición de conceptos que hay en la denominación de [lugares geográficos]”25 En ese trabajo antes citado, publicado en la Revista Nacional de Cultura en 1953, titulado Toponimia y toponomástica margariteñas; Vila hace un estupendo abordaje en relación al origen toponímico de la denominada Laguna Arestinga, donde analiza y expone el origen de este topónimo en: Italia, España, Argentina, Brasil y Alemania; igualmente hace una aproximación de la utilización de este topónimo en la historiografía venezolana, 23 24

25

Ibídem, p. 154. Adolfo Salazar Quijada. Toponimia. En: Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, Compact Disc, 2000. Pablo Vila. “Toponimia y toponomástica margariteñas”. Revista Nacional de Cultura, N° 99, Caracas julioagosto, 1953a, pp. 67-72, p. 67.

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señalando las siguientes obras: Resumen de la Geografía de Venezuela, de Agustín Codazzi (1840); el folleto Apuntes de Viaje, de Manuel Díaz Rodríguez (1925) la novela Dámaso Velásquez, de Antonio Arráiz (1941). Fundamenta su estudio en entrevistas realizadas a pescadores margariteños, llegando a la siguiente conclusión: a) que no es apropiado el nombre de laguna aplicado a la masa acuosa y que la denominación toponímica apropiada es la de albufera: b) que el toponímico de restinga hay que dejarlo para indicar el istmo arenoso; c) que hay que llamar albufera de Arapano, a las aguas que separan los dos lóbulos insulares y restinga de Arapano al tombolo que los une. Es la manera correcta y tradicional de nombrar uno de los paisajes más bellos de Margarita.26

6. Codazzi-Humboldt-Caldas: Geografía Moderna

Precursores

de

la

Con este título público Pablo Vila un libro, el cual fue editado en 1959 con motivo del centenario de la muerte del Barón Alejandro de Humboldt y del General Agustín Codazzi. Este trabajo fue estructurado en tres partes: La primera dedicada a Agustín Codazzi (1792-1859), donde expone: aspectos de su vida y de su labor de geógrafo, el valor humano y científico de su obra, el geógrafo y la cuestión de límites, su biografía. La segunda está dedicada a Alejandro de Humboldt (1769-1859), en este capítulo cuenta con la colaboración del destacado geógrafo Rubén Carpio Castillo, donde esbozan a Humboldt en la Geografía de Venezuela. La tercera parte está dedicada a la obra de Francisco José de Caldas (1776-1816), donde expone lo que él denomina el encuentro inoperante de dos sabios Humboldt y Caldas, la labor científica y expresiva de Caldas, la ineficiencia de un contacto científico27, impugnación a las actividades de campo de Humboldt28, 26 27

28

Ibídem. p. 72. “Humboldt silenció los trabajos de Caldas sobre geografía de las plantas, cuyos papeles le había mostrado y no le atribuyó el descubrimiento del hipsómetro. Lino de Pombo, su primer biógrafo, a este respecto, señala que a pesar de haber admitido el Barón la originalidad del invento, luego al dar cuenta del uso que él mismo hizo del procedimiento para la fijación de las altitudes andinas, dice que de la misma manera las obtenía Caldas, sin hacer mención de que a éste se le debía la idea del aparato.” Pablo Vila. Codazzi Humboldt-Caldas: Precursores de la Geografía Moderna. (Con la colaboración de Rubén Carpio Castillo). Caracas: Instituto Pedagógico, Ediciones de la Dirección de Cultura, Publicaciones y Relaciones Publicas, 1960, pp. 203-204. “Caldas le critica a Humboldt su modo de trabajo… El criollo cuando lo hubo tratado, acompañado y trabajado con él, pudo emitir este juicio: El genio del Barón es muy vivo obra con velocidad y no se detiene… Y en cuanto al uso que a veces hacía el Barón de las informaciones recogidas, Caldas, señala el haber

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orígenes euro-criollo de la Geobotánica29. Este libro termina con un colofón final titulado paralelismo y contraste de dos vidas geográficas: Humboldt y Codazzi. En esta obra se puede resaltar el enfoque que presento, de Codazzi, como el geógrafo interesado en la controversia de límites y fronteras de Venezuela y Colombia; que actuó desconociendo documentos y cartografía histórica de los siglos XVI al XVIII, por lo que Vila llego a justificar la actuación del ingeniero italiano considerando que: Para opinar un geógrafo, por lo menos había de ver el territorio con sus propios ojos, interpretarlo, representarlo en la carta, hablar con las gentes caso de haberlas, y luego documentarse. Es lo que hizo Schomburgk con la ayuda británica para servir al imperialismo ingles en tierras de Guayana. En cambio, cuando Alejo Fortique desde Londres reclama precisiones territoriales para oponerse a las exigencias inglesas, Codazzi hubo de contestar que no conocía el terreno en litigio.30

7. La Geografía de Venezuela En el año 1961, se publica el primer tomo de un proyecto dirigido por Don Pablo Vila, la Geografía de Venezuela, la cual en sus inicios se había proyectado para publicarse en tres tomos: I el territorio nacional y su medio ambiente; II el paisaje natural y el pasaje humanizado; III las actividades humanas y sus posibilidades. Para el año 1954-195531, el primer tomo32 ya estaba finalizado-corregido y contó con la colaboración de: Aura Celina Casanova, Indalecio Cacique, Pedro M. Roa y Rubén Carpio Castillo. En la presentación de la misma se expresaba que se buscaba: …dar en ella una visión razonada del país. Se ha querido hacer una obra para los estudiosos, de información para el ciudadano y que,

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notado que en los trabajos geográficos, aquel mezclaba a veces lo cierto con lo dudoso.” Pablo Vila. Codazzi Humboldt-Caldas… p. 204. “…la Geobotánica surgió del encuentro de los dos sabios; ensalzado el uno y desconocido el otro.” Ibidem, p. 217. Ibidem, p. 52. “En 1954, cuatro años después de haber sido designado Vila jefe de la mencionada Comisión, quedaba concluida la redacción del primer tomo de su Geografía de Venezuela. El 21 de enero de mismo año Vila había adoptado oficialmente la nacionalidad venezolana.” Sergio Foghin Pillin. Pablo Vila Dinarés…, p. 84. El primer tomo fue dedicado a la memoria de Agustín Codazzi: “Caído ante la Sierra Nevada de Santa Marta el 7 de febrero de 1859, en cumplimiento de su misión geográfica, su labor científica aclaro el conocimiento de la tierra venezolana por más de un siglo.”

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a la vez, despierte en las juventudes venezolanas el afán por un conocimiento más profundo, más científico, que permita en un futuro próximo dar una Geografía Nacional, hondamente representativa de la realidad venezolana en su evolución constante y en sus posibilidades previsibles.33

Esta Geografía de Venezuela publicada en la década del sesenta del siglo XX, vino a llenar el vacío historiográfico que había tenido Venezuela desde la publicación en 1840 del Resumen de la Geografía de Venezuela, escrita por Agustín Codazzi. El primer tomo fue estructurado en dos partes: La primara estaba referida a la delimitación territorial nacional34. La segunda aborda el aspecto físico; las grandes estructuras del relieve nacional35; estructura y evolución de las costas-las islas36; las características climáticas y sus tipos37; hidrografía general y del Orinoco38. 33

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Pablo Vila y otros. Geografía de Venezuela: El territorio Nacional y su Ambiente Físico. Volumen I. Caracas: Ministerio de Educación, Comisión Redactora de una Geografía de Venezuela, Instituto Pedagógico, 1961, p. 2. Las fronteras consideradas geográficamente, las fronteras marítimas y el concepto geográfico de las mismas, las fronteras con Colombia en los aspectos históricos-geográficos de sus delimitaciones, las fronteras con Brasil en el aspecto histórico geográfico, y el problema fronterizo del Oriente y los orígenes históricos-geográficos de su planteamiento. La primigenia territorial del macizo guayanés, breve historia geológica del país, las sierras andinas de Motilones-Perijá, la cordillera andina venezolana, el sistema coriano y la doble orografía intermedia, el sistema orográfico central, el sistema montañoso oriental, la depresión central – los llanos, las tierras bajas periféricas, el relieve venezolano y su sismicidad. El litoral caribeño occidental, Las bocas del Lago de Maracaibo y sus variaciones, el tramo central caribeño, el tramo oriental del Caribe, hacia el litoral atlántico, las islas adyacentes. Los promedios términos anuales y el relieve, otros aspectos términos del país, vientos generales regionales locales, la pluviometría llanera, la lluviosidad del macizo guayanés con sus vertientes del Sur y del Este, la lluviosidad del llano a las cordilleras, inversión estacional de la lluviosidad en la zona del Caribe, los contrastes pluviométricos del occidente venezolano, áreas pluviométricas transicionales del noroeste, las precipitaciones pluviométricas andinas, las anomalías pluviométricas del país, zonas isoyéticas y áreas pluviométricas estacionales del territorio nacional, las regiones climáticas del Sur- Centro-Oriente del país, las regiones climáticas cordilleranas, las regiones climáticas lacustre- marabinas y las caribeñas. El gran río en su totalidad, el Alto Orinoco en su sector montañoso, el Alto Orinoco entre meandros y raudales, el corredor norteño del Alto Orinoco, el Alto Orinoco y la coloración de las aguas fluviales de la región, el Orinoco Medio en su sector meridiano, el Orinoco Medio en su sector nordeste, la versatilidad de los afluentes orinoqueños del Bajo Llano, La fisonomía hidrográfica meridional del Bajo Llano, la aportación apureña al Orinoco, las características del Bajo Orinoco con su hidrografía llanera, los afluentes de la vertiente meridional del Bajo Orinoco, el Caroní último de los afluentes del Orinoco, la hidrografía marginal déltico- orinoqueña, el delta del Orinoco, las características hidráulicas del Orinoco y sus consecuencias; la hidrografía marginal del Orinoco- el Río Negro, hidrografía complementaria de la vertiente atlántica, las pequeñas cuencas hidrográficas caribeñas, la hidrografía barloventeña del Caribe, la hidrografía caribeña mayor, la cuenca hidrográfica del Lago de Maracaibo y su banda oriental, la banda hidrográfica occidental de la cuenca marabina, la hidrografía lagunar dispersa, los lagos venezolanos.

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Pablo Vila: impulsor de los estudios geohistóricos en Venezuela

El segundo tomo, fue escrito para finales de 1959, posteriormente corregido y examinado por José Armas Chitty, y posteriormente publicado en 1965.39 Estaba referido al paisaje natural y el paisaje humanizado, este volumen contó con la colaboración de Antonio Luis Cárdenas, Federico Brito Figueroa y Rubén Carpio Castillo. En continuación al primer tomo, el segundo estaba estructurado en la tercera, cuarta y quinta parte. La tercera estaba referida a las rocas y los minerales útiles40, la geografía de los suelos41. La cuarta parte sobre la biogeografía42 fue escrita por el geógrafo Antonio Luís Cárdenas. La quinta trata sobre la geografía humana, donde hay dos sub-capítulos realizados por el historiador Federico Brito Figueroa, referentes a la estructura étnico-social en las últimas décadas coloniales; y los sub-capítulos sobre las agricultura-ganadería-actividades pesqueras, escritos por el geógrafo Rubén Carpio Castillo43. El tercer tomo, de esta geografía venezolana, que estaba en preparación, no fue publicado, y el mismo estaba referido a las actividades humanas y sus posibilidades. Según Vila: Lo lamentable de esta Geografía fue que cuando nos disponíamos a trabajar en el tercer y último volumen, se produjo un cambio de gobierno y en el nuevo presupuesto fue anulada la partida destinada a concluir la obra. Este es un hecho que ha pesado mucho sobre mi 39

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Pablo Vila y otros. Geografía de Venezuela: El Paisaje Natural y el Paisaje Humanizado. Volumen II. Caracas: Ministerio de Educación, Comisión Redactora de una Geografía de Venezuela, Instituto Pedagógico, 1965. Las formaciones petrolíferas de occidente–las grandes cuencas petroleras, las formaciones petrolíferas orientales–la depresión central y su cuenca, el escudo de Guayana y el contenido minero de sus rocas–visión de conjunto, los paisajes mineros de la orografía norteña no petrolera–comparaciones y generalidades. Los suelos en la cordillera andina, los suelos en las tierras intermedias y corianas, la depresión marabina y las tierras costeras próximas, los suelos de la orografía central, la edafología de la orografía oriental–las islas próximas, la edafología del llano–cuenca del Unare, los suelos délticos de llanos bajos, la edafología del escudo guayanés, las tierras bajas fluviátiles llaneras, las tierras bajas fluviátiles–costeras, las tierras Yaracuyanas–Turbio, las tierras bajas del Lago de Valencia–Valles de Aragua. Factores que influyen en la distribución de las formaciones vegetales, la flora del macizo Guayanés, la vegetación de orografía de las costas–las islas del Caribe, la vegetación de los Andes con Perijá y Motilones, la vegetación en el sistema coriano-depresión del Lago de Maracaibo, la vegetación en los Llanos–Delta, adaptabilidad de los animales-factores que influyen en su repartición, la fauna selvática de la Guayana–sabanas del sur de esta región, la fauna de las regiones semiáridas, la fauna de las regiones montañosas- marítima. Tierra de Gracia, pueblos precolombinos, poblamiento nativo, la conquista y poblamiento del Centro–Oriente, el poblamiento reinoso de la gran región andina, encomiendas–misiones en función pobladora, la población venezolana en la segunda mitad del siglo XVIII, la estructura étnico-social de la Venezuela colonial, la agricultura colonial, cultivos comerciales de plantación, las actividades ganaderas, las actividades pesqueras, manufacturas e industrias, orígenes y evolución de la vivienda.

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conciencia, porque yo siempre he querido acabar aquellas obras que comienzo.44

8. Visiones Geohistóricas de Venezuela El libro Visiones Geohistóricas de Venezuela está constituido por 23 trabajos, estructurados en 6 capítulos, donde se abordan sintéticamente aspectos de la geografía histórica de Venezuela, el primer capítulo introductorio presenta la denominada tierra de gracias y los paisajes pluvio-climáticos de Venezuela; el segundo aborda la historia geográfica del rio Orinoco; la tercera trata del poblamiento en Tierra Firme; el cuarto plantea las andanzas de Juan de Castellanos; el quinto habla de Margarita y las perlas, y el sexto se expone una visión de la ganadería llanera. De los 23 trabajos que integran este libro, podríamos señalar entre el más relevante el que presenta un esquema realizado con gran erudición, que resume el proceso de colonización español en lo que era Venezuela en el siglo XVI en los diversos paisajes por donde se desarrollaron los ejes de poblamiento: occidentecentro-oriente. Nuestro país con sus 916.445 km.² en sus múltiples perspectivasfachadas geopolíticas: caribeña, andina, amazónica y atlántica, es indispensable incrementar la enseñanza de nuestra realidad geográfica, revalorando la ocupación plena de los espacios, como muy bien lo exponía Vila: “La valorización nacional es obra del ciudadano; el venezolano con su acción, con su actividad, constituye el máximo valor de la Patria; y a su vez el promotor de todos los valores materiales, culturales y espirituales del país y el destacador de sus gracias.”45

9. El Obispo Mariano Martí: Interpretación humana y geográfica de la larga marcha Pastoral en la Diócesis de Caracas El estudio de Pablo Vila, sobre: El Obispo Mariano Martí, su contenido está constituido en base a la función pastoral del obispo caraqueño Mariano Martí, 44

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Citado por: Sergio Foghin Pillin. Pablo Vila Dinarés… p.86. En: Bru Rovira. Pau Vila: he viscut; converses amb Bru Rovira. Barcelona-España: La Campana, 1989, p. 159. Pablo Vila. Visiones Geohistóricas de Venezuela. Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación, 1969, p. 24.

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Pablo Vila: impulsor de los estudios geohistóricos en Venezuela

en su visita pastoral de la Diócesis de Caracas entre 1771 a 178446, como lo expresa Vila en la advertencia a esta obra: “Fue mi lectura de dicho libro, por sus toques geográficos y sociales, que me movió a interpretarlo en relación con el ambiente por el que iba discurriendo en su itinerario y que yo había conocido y estudiado.”47 Es decir, Vila hace una interpretación de Geografía histórica, proyectando una visión del territorio venezolano, su análisis demográfico, encadenamiento de centros poblados en sus diferentes jerarquías de ciudades-villas-pueblos-misiones. El estudio está acompañado de cartografía temática incluida en su contenido que va desde una biografía a manera de introducción, como la descripción geohistórica de todos los lugares visitados por el Obispo Martí, desde: Caracas, Cordillera Central, Puerto Cabello, Lago de Maracaibo, Región Tocuyana, hasta los Andes.

10. Reflexiones Finales Pablo Vila nos ha dejado un legajo abierto de los estudios geohistóricos en Venezuela, uniendo la perspectiva histórica que sobrepasó el enfoque simplista, aburrido, descriptivo que había predominado en el país hasta mediados del siglo XX. La influencia de la escuela de geografía posibilista francesa se puede evidenciar en la obra de don Pablo Vila, superando la visión descriptiva determinista por una mirada que busca mostrar la correlación entre el medio físico y la sociedad humana en el devenir histórico de las diversas regiones naturales de nuestra Venezuela tropical desde el siglo XV al XX. Vila logra explicarnos un panorama prospectivo, fundamentado en investigaciones geohistóricas, que buscaban divulgar las posibilidades de desarrollo para el país, en sus múltiples perspectivas geográficas, económicas, y sociales. En Venezuela los estudios geográficos comienzan a ser sistematizados desde que llega al país en 1946 Pablo Vila, que con su perseverante labor estudia la Geografía en Venezuela, como muy bien lo expresó Isabel Sequera Tamayo:“En el siglo XX, es a partir de los estudios y planteamientos hechos por Pablo Vila cuando 46

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Pablo Vila utilizo para la realización de este trabajo, los VII volúmenes, de documentos relativos a su visita pastoral, publicados por la Academia Nacional de la Historia, en su colección Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Pablo Vila. El Obispo Martí: Interpretación humana y geográfica de la larga marcha Pastoral del obispo Mariano Martí en la Diócesis de Caracas. Volumen I-II. Caracas: Universidad Central de Venezuela, Dirección de Cultura, 1980, p. 5.

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se sientan definitivamente las bases unitarias que a nivel nacional conforman el estudio de la geografía en Venezuela.”48 Es necesario reivindicar la obra de don Pablo Vila en Venezuela, a 121 años de su nacimiento y a 32 años de su desaparición física, creemos que el lugar desde donde podemos exigir una revaloración de sus trabajos es desde las Universidades. La obra geográfica de Vila en Venezuela, en el Pedagógico de Caracas de 1946 a 1961, fue de reconocer en nuestra geografía la evolución del proceso poblacional, social y económico, de las regiones históricas de la nación venezolana. Una de las grandes visiones de Vila, fue el haber sido el primer geógrafo en trasmitir pedagógicamente los conocimientos científicos de geografía e historia, a las nuevas generaciones, estimulando el cultivo y desarrollo de estos estudios en Venezuela. Don Pablo Vila logró hacer entender que la geografía histórica es un elemento constituyente de la identidad y nuestro sentir nacional no puede comprenderse sin tener en cuenta desde las particulares geográficas de cada localidad hasta el uso social de los recursos naturales.

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Isabel Sequera Tamayo. Geografía. En: Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, Compact Disc, 2000. Igualmente hay que destacar que Pablo Vila, dedicó: “…la mejor parte de su vida a la investigación de los territorios bolivarianos. Es también un europeo conquistado por América. Su devoción por la tierra, su amor por la naturaleza, su universalidad, su espíritu humanístico e integral de la Geografía, así como su honda vocación pedagógica hacen del profesor Pablo Vila un maestro cuyas enseñanzas se revelan… en todos los momentos de su vida en forma fecunda y duradera.” Gabriel Giraldo Jaramillo. Prologó. En: Codazzi Humboldt-Caldas…, p. XIV.

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PolĂ­ticos y estadistas: Forjadores del orden democrĂĄtico

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Rafael Caldera: la justicia social, el desarrollo y la paz Rafael Tomás Caldera Introducción Al estudiar el pensamiento político resulta necesario distinguir entre la doctrina de pensadores teóricos, inserta siempre en las circunstancias de su época, y la de aquellos dirigentes políticos activos cuya lucha ha estado fundamentada en principios y da lugar a la expresión de sus ideas y convicciones. Este es el caso de Rafael Caldera. Con temple intelectual y buena formación académica, su vida estuvo animada desde la juventud por una clara vocación política. La inconformidad ante las condiciones de vida en la nación, el ideal de la justicia social y ese sentido de responsabilidad que lleva a sentir como propio el deber de contribuir a la realización del bien común1, marcan su trayectoria desde los veinte años. A quien pidiera un resumen, breve pero suficiente, de las ideas políticas de Rafael Caldera podría recomendársele la lectura de su libro Especificidad de la Democracia Cristiana, editado muchas veces y traducido a varios idiomas. Pero para comprender las mismas ideas allí expresadas es importante acercarse a su actividad política. Se descubre entonces que, desde su comienzo, los principios que orientan la acción están ya presentes. Ello le dio, al mismo tiempo, una fuerte coherencia personal y una capacidad de innovar que lo mantuvo vigente a lo largo de más de sesenta años de vida pública. Desde su comprensión del ser humano; de la naturaleza de la política, así como de la sociología venezolana ―en la historia, la literatura y la experiencia directa―, podrá ir expresando posiciones congruentes con sus principios ante los nuevos retos. Su reflexión constante sobre los problemas lo llevó a hacer aportes doctrinarios universales ―como la idea de justicia social internacional― de primera importancia para su acertada solución. Cuando se examine, en forma desapasionada y con ánimo de comprender la historia venezolana, los años de la república civil, deberá sopesarse en todo 1

“No entendemos la política -dirá a los jóvenes demócrata cristianos- como el arte de acomodarse con las conveniencias sino como el deber de reconstruir el orden social para hacerlo mejor y más justo…” Revolución y juventud. Caracas, Editorial Arte, 1965, p. 5

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su alcance el aporte de Rafael Caldera. Su lucha constante por la democracia; su sentido del equilibrio en la elaboración del texto constitucional así como de leyes y reglamentos; su capacidad de diálogo ―desde el gobierno y en la oposición― con gran respeto hacia los adversarios políticos; su voluntad de paz. Al mismo tiempo, no deberán olvidarse sus realizaciones concretas para el logro de la justicia social y la promoción de los menos favorecidos.

I El año de 1936 fue clave en la vida venezolana. Acaso (pace Germán Carrera Damas) fue el año más importante del siglo: año en el que emerge el pueblo, tras la larga dictadura gomecista, y en el cual ―bajo la prudente conducción de Eleazar López Contreras― el país se abre a un proceso de transformación que ya será continuo. A finales de febrero, Rafael Caldera, estudiante de Derecho en la Universidad Central, de veinte años de edad, es designado Subdirector de la recién creada Oficina Nacional del Trabajo. Dentro del programa de modernización del país y sus instituciones ―conocido como Programa de Febrero―, el gobierno del General López solicitó de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con sede en Ginebra, apoyo técnico para organizar la legislación laboral del país. Fue la primera solicitud de esta naturaleza recibida por la OIT y su primera misión en algún país.2 Vino como enviado el señor David H. Blelloch, quien años más tarde evocaría su trabajo en Venezuela: Al tiempo de mi llegada a Caracas, el Director de la recién creada Oficina Nacional del Trabajo era un abogado de cierta edad, el Dr. Alonso Calatrava, y el Subdirector el bachiller Rafael Caldera. Como pude ver enseguida, el verdadero resorte de la Oficina ―por así decirlo― era Caldera, y quizás la mayor satisfacción que mi misión en Venezuela había de procurarme fue una amistad duradera con uno de los más eminentes estadistas e intelectuales del continente, dotado además de una personalidad cálida y humana: un promotor bien enterado y 2

David H. Blelloch. “La Legislación del Trabajo, el ‘Desarrollo’ y Venezuela”, Separata de la Revista del Instituto Venezolano de Derecho Social. Caracas, Talleres Gráficos del Congreso de la República, 1986, p. 12: “Mi colega ginebrino Manuel Arocha, que trabajaba en el Secretariado de la Sociedad de Naciones, cablegrafió de inmediato a su gobierno en Caracas, sugiriendo que la OIT fuera invitada a suministrar asistencia técnica, tanto en la preparación de los proyectos de legislación del trabajo como en su administración”.

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dinámico de aquella especie de legislación del trabajo efectiva que yo también deseaba promover3.

El hecho es singular y debe ser tomado en cuenta para entender el pensamiento y la trayectoria política de Rafael Caldera. A los veinte años, apenas terminada la dictadura de Juan Vicente Gómez, Caldera aparece en la vida pública venezolana animado por una profunda convicción de justicia social. Así, podrá decir más de sesenta años después, tras haber sido Presidente de la República por segunda vez: La Justicia Social ha sido la lucha de toda mi vida. Por la Justicia Social me lancé, cuando tenía veinte años, a luchar para que los trabajadores tuvieran una Ley del Trabajo. Por la Justicia Social hice del Derecho del Trabajo un objetivo fundamental de mi vida”.4 De esos ideales y esa coherencia en la lucha, había dado elocuente testimonio el entonces Director General de la Organización Internacional del Trabajo, señor Wilfred Jenks, el año de 1972. Decía entonces: “Ciertas cosas no han cambiado en el curso de estos treinta y cinco años [desde su primera visita a Venezuela]. Los principios morales que son fons et origo de toda labor política ejercida con altura, son como siempre universales y eternos. La magnanimidad y la tolerancia, la buena fe y la probidad, la buena vecindad y la asistencia mutua son hoy, como antes, el corazón de la madurez política. Quizás pueda añadir en un plano más personal y con profunda humildad, que entre aquello que no ha cambiado figura su fe en estos principios, señor Presidente, mi fe en estos principios, y la amistad de casi treinta y cinco años que nació y creció de nuestra fe común en estos principios, siendo yo joven y siendo usted increíblemente joven, y que ha sido sostenida por aquellos principios a lo largo de los años5.

Por su parte, el intelectual brasileño Alceu Amoroso Lima insistía en la misma realidad: A medida que nos vamos aproximando a la última etapa de nuestra existencia, tratamos de indagar cuáles son las conclusiones a las que nos 3 4

5

Ibíd., p. 15. En la presentación de una colección de folletos de Convergencia. Caracas, 30 de noviembre de 2000. Archivo del doctor Rafael Caldera. Los ideales de toda una vida. Caracas, Oficina Central de Información, 1972.

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llevó nuestra dilatada experiencia vital (…) La conclusión que al cabo de siete decenios se me impone con toda evidencia es que la medida de la grandeza de un ser humano estriba en la relación que se verifica en su vida entre las ideas y los hechos. Ella se manifiesta de manera decisiva en el paso de lo especulativo a lo práctico, de lo abstracto a lo concreto, hasta culminar en la conclusión del periplo existencial de su filosofía de la vida. No creo aventurado afirmar, a la luz de este principio, que Caldera es una de las pocas personalidades que resisten al dicho trivial de ser llamado un hombre eminente. Él lo es en toda la fuerza del término porque, a lo largo de su existencia, las ideas y los actos han estado siempre en estrecha correlación6.

No sería posible entender ―decía― la figura política de Rafael Caldera, su pensamiento y su trayectoria, sin atender a esta intuición suya acerca de la naturaleza de la vida social, la importancia de la justicia y el sentido de la política. Lejos de ser el caso de una evolución desde una temprana postura de derecha hasta el centro izquierda en su madurez (pace Manuel Caballero), la postura de Caldera fue esencialmente la misma desde el inicio, con el despliegue y diferenciación que corresponde a su desarrollo en el tiempo y ante circunstancias cambiantes. Así, escribía en 1936, diez años antes del nacimiento del partido COPEI, que sería fundado en enero de 1946: Todo partido que aspire hoy a conquistar el campo electoral debe adquirir un sentido popular. Indudablemente que es esencial en él la élite intelectual dirigente, la cual es base de la confianza del pueblo hacia el partido. Pero ella no basta; como no basta que su programa dé lugar destacado a las necesidades de la justicia social. Es necesario que el pueblo tenga cabida efectiva en el partido, se sienta en él como en su propia casa. Es necesario que el obrero y el campesino reciban la visita constante, la semilla constante, el cuidado constante, de quienes pretendan dirigir la marcha política. El pueblo tiene ansias de legítimas reivindicaciones; hay que apoyarlas decididamente; hay que demostrarle que ellas son sentidas por quienes pretenden dirigirlo; para que no sean explotadas inicuamente por los desvergonzados que pretenden hacer de sus anhelos de justicia instrumento de destrucción y medro personal. El mote “popular” en el lema del partido, quizá tendría más 6

En el prólogo al libro de Rafael Caldera. IDEARIO. La Democracia Cristiana en América Latina. Barcelona, Ariel, 1970, p. VII.

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significación que “social” o que cualquier otro: entendido que pueblo es justamente la coordinación y armonía de todos los factores humanos que integran la fisonomía nacional. Armonía por la justicia debe ser el ideal del Estado moderno; ideal que no puede lograrse sino por una adecuada comprensión de lo que es “el pueblo”7.

Años más tarde, en 1965, a los jóvenes demócrata cristianos del mundo, reunidos en congreso en Berlín, podía decirles con fuerza: Democracia es gobierno del pueblo, del pueblo verdad, del pueblo dignidad humana, del pueblo libertad. Sin el pueblo, toda reforma sería vana. Estaría condenada al fracaso. Los movimientos demócrata cristianos son esencialmente populares, y no es ocioso recordar a los jóvenes dirigentes llamados a conducir el movimiento en un mañana muy cercana, que jamás deben sucumbir a la tentación del aislamiento exclusivista, del bizantinismo doctrinario, sino abrir su corazón al pueblo, confrontar la ideología con la emoción despertada en el tugurio, marchar de brazo con los pobladores humildes para llegar confundidos con ellos al control de un nuevo ordenamiento social8.

¿De dónde estas intuiciones? ¿Cómo se había formado, en el atraso y encierro de la dictadura gomecista, una mentalidad como la de Rafael Caldera ya desde su primera juventud? No es posible, en ningún caso, reducir el misterio de la persona a fórmula alguna. Sin embargo, pueden señalarse aquí la confluencia de varios factores. Primero, una iniciación reflexiva a la doctrina social de la Iglesia9, a través del magisterio de los padres Aguirre e Iriarte de la Compañía de Jesús, en cuyo Colegio San Ignacio en Caracas completó sus estudios. En diciembre de 1933, Caldera va a Roma a un encuentro Ibero americano de estudiantes católicos y ese contacto con jóvenes de todo el continente ― Eduardo Frei Montalva, de Chile, entre ellos― sería decisivo para impulsarlo a la acción. Acción católica en el momento, promovida por el Papa Pío XI, de firme actitud ante el totalitarismo que ascendía en la vida europea; acción política luego por la comprensión de que su llamado iba más bien hacia el campo de lo político10. 7 8 9

10

Memorando del 5. VI. 36. Archivo personal de Rafael Caldera. Revolución y juventud, Op. cit., p. 15. En esos primeros años del Colegio, tendrá acceso a la famosa encíclica del Papa León XIII, Rerum novarum. Sobre los textos de la doctrina social de la Iglesia dirá cómo “para nosotros constituyen norma clara y segura”. Cf. IDEARIO, Op. cit., p. 189. Cf. Rafael Caldera. Especificidad de la Democracia Cristiana, “Realizar por la acción política las ideas social

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Al iniciar la carrera de Derecho en la Universidad Central encuentra un maestro en la persona de Caracciolo Parra León, de quien recibe lecciones de Filosofía y Derecho natural y quien lo estimula a estudiar la obra de Andrés Bello, con ocasión de un concurso promovido por la Academia Venezolana de la Lengua. De ese estudio acucioso saldrá su ensayo Andrés Bello, premiado en 1935. Saldrá, sobre todo, su profunda compenetración con la visión americanista del sabio caraqueño y la comprensión de las “formas vivientes del orden social”11, tanto en el campo del lenguaje como en el del derecho y, de manera general, en la vida de la sociedad. No se podría dar nueva forma a la sociedad ―instaurar un orden social más justo― sin un conocimiento cabal de la tradición y de nuestra idiosincrasia. Caldera se orienta entonces al estudio de la Sociología Venezolana, tema que expondrá en esbozo en su discurso de incorporación a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales en l953.

II Nacido en San Felipe (Yaracuy) el 24 de enero de 1916, Rafael Antonio fue el segundo de los hijos del matrimonio del doctor Rafael Caldera Izaguirre y Rosa Sofía Rodríguez Rivero. Tuvieron tres hijos -dos niñas y un varón-, en el breve tiempo de su unión familiar, truncada por la temprana muerte de Rosa Sofía. De Rosa Elena, la hermana mayor, y Lola, la pequeña, se hizo cargo el doctor Plácido Daniel Rodríguez Rivero, quien luego sería Rector de la Universidad Central. Rafael Antonio quedó con su padre hasta que, dos años después, viendo la dificultad de educar al niño él solo, asumieron su cuidado los esposos Liscano-Rodríguez Rivero. Tomás Liscano y María Eva, hermana de su madre Rosa Sofía, fueron así los padres (adoptivos, sin formalidad jurídica) de Rafael Caldera. Liscano era de Quibor (1885) y se había formado en el famoso colegio La Concordia de don Egidio Montesinos. Vino a Caracas para proseguir los estudios de Derecho (interrumpidos por el cierre de la universidad en 1912), por lo cual el niño Rafael fue inscrito en el Colegio de San Ignacio, inaugurado el 7 de enero de 1923. Le correspondió el número 150 de los inscritos en el Colegio. Lo pusieron en el segundo grado a pesar de que había estudiado el tercer grado en San Felipe en el Colegio Montesinos. 11

cristianas”. Caracas, Dimensiones, 1987, 10ª edición, pp. 114-118. Rafael Caldera. Andrés Bello, “El sociólogo”. Caracas, Biblioteca Popular Venezolana, Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, 1965, 4ª ed., p. 202.

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En 1925 están de nuevo en San Felipe, a donde Liscano, ya graduado, ha ido en busca de trabajo. El teniente Gabriel Reyes Zumeta, Director de la Escuela “Padre Delgado”, inscribe en cuarto grado al niño, que hizo cuarto, quinto y sexto grado en un solo año. Pudo comentar por eso, más de una vez, que cuando estaba en Caracas lo consideraban provinciano y cuando estaba en San Felipe, un caraqueño. Tuvo la posibilidad de probar las costumbres y modos de vida tanto en Caracas como en la provincia. Estuvieron allá hasta 1927, cuando perdió un año de estudios, porque en todo el Yaracuy no había en ese entonces un colegio de bachillerato. El año de 1931 se graduó de bachiller y, tras esperar un año porque la universidad se abría a los nuevos ingresos cada dos años, comenzó a estudiar Derecho. Ya hemos reseñado que en 1936 fue designado Subdirector de la Oficina Nacional del Trabajo, dedicando la mayor parte de su esfuerzo a la elaboración de la nueva Ley del Trabajo venezolana, promulgada ese mismo año. Divergencias en el seno de la Federación de Estudiantes Venezolanos, a propósito de la propuesta de exclusión del país de instituciones religiosas, como la Compañía de Jesús, lo lleva ―con un nutrido grupo de compañeros― a la creación de la Unión Nacional Estudiantil, “por los legítimos ideales del estudiantado venezolano”. El proceso de organización de la UNE, con viajes a diversas ciudades del país, y la edición del semanario, órgano de la agrupación, ocuparon mucho de su tiempo, sin que eso restara calidad a sus estudios universitarios, que culminó summa cum laude. En 1939 defiende su tesis doctoral, el Derecho del Trabajo, obra pionera que será referencia fundamental en la bibliografía jurídica del Continente. En 1941 contrae matrimonio con Alicia Pietri. Tendrán seis hijos: Rafael Tomás, Juan José, Andrés, Mireya, Alicia Helena y Cecilia. Para 1941 se estrena como diputado en el Congreso Nacional. Es también profesor en la universidad, en las cátedras de Derecho del Trabajo y de Sociología Jurídica. De esos años data su seminario sobre Elementos sociales en la novela venezolana ―evocado por Elio Gómez Grillo―: ...el cual no figuraba en su partida de honorarios como profesor y lo inauguraba cada año académico para la inscripción de alumnos voluntarios del primer año de la carrera de Derecho. Cada alumno debía elegir una novela venezolana publicada después de la aparición, en 1929, de Doña Bárbara, la magistral obra de don Rómulo Gallegos, y escribir un trabajo para la cátedra señalando y analizando las referencias sociológicas habidas en la novela elegida. Las reuniones del Seminario

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eran semanales y en ellas se discutían esos trabajos, con la presencia del profesor, naturalmente. He escrito y publicado alguna vez que “fui alumno de ese Seminario y guardo su recuerdo como una de las experiencias entrañables de mi vida estudiantil”12.

Caldera comparte los ideales de la Revolución de Octubre de 1945, porque apoya una mayor participación del pueblo en la vida política del país. Es partidario de la libertad democrática y del sufragio popular universal, secreto y directo. Ocupa por breve tiempo la Procuraduría General de la Nación, cargo al que se siente obligado a renunciar por la intransigencia del partido Acción Democrática ante la campaña de COPEI para participar en las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente. La Constituyente será ocasión de encendidos debates ―seguidos por la nación a través de las ondas de la radio―, en particular sobre la libertad de educación y el famoso derecho de Patronato Eclesiástico, ejercido por el Estado Venezolano como herencia de la Corona Española y que sería extinguido en 1964 al firmarse el modus vivendi de Venezuela con la Santa Sede. En 1947 presenta su candidatura a la Presidencia de la República frente a la invencible candidatura de don Rómulo Gallegos, con la intención de consolidar el movimiento político recién fundado. A partir de entonces, COPEI, pequeño en sus inicios, comienza a jugar un papel importante en el país. Sorprende leer, en esa temprana época de su vida, de la pluma de un lúcido joven periodista colombiano, esta apreciación: La política venezolana del futuro, al parecer, va a estar dirigida por dos figuras de singular preeminencia. Rómulo Betancourt y Rafael Caldera serán en adelante los opositores de siempre, con semejante reciedumbre personal, y semejante altura de la inteligencia. Más político Betancourt que Caldera, y más intelectual éste que aquél, su influencia en la vida de Venezuela marcará seguramente un clarísimo rumbo histórico13.

Los años de la dictadura, a partir de noviembre del 48 y luego de diciembre de 1952 ―consolidado en el poder el Coronel Marcos Pérez Jiménez―, serán años de lucha, de persecución, cárcel y exilio14. Enero de 1958 marcará el inicio de 12

13

14

Cf. Elio Gómez Grillo. Discurso de Orden en el acto de homenaje a la memoria del doctor Rafael Caldera, Caracas, Palacio de las Academias, 24 de enero de 2012. Ricardo Ortiz McCormick (1923 - 2000) en El Tiempo de Bogotá. Reproducido en El País, Nº 1419 del 22 de diciembre de 1949, p. 15. Documentado por José Agustín Catalá. Los archivos del terror (1948-1958 La década trágica. Presos, torturados, exiliados, muertos). Mérida/Caracas, Coedición IDAC / El Centauro, 1998. Ver “Rafael

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una nueva etapa, cuando el esfuerzo de los grandes dirigentes civiles hizo posible una era de democracia y libertad, inédita en la vida del país.

III La década militar (1948-1958), sobre todo la represiva dictadura de Pérez Jiménez, había planteado de nuevo la cuestión radical de la vida venezolana: ¿Sería posible en el país una república democrática?, ¿podríamos vivir en democracia y libertad o habrían de seguir siendo las Fuerzas Armadas las que ejercieran el mando? Precisamente, la historia parecía repetirse de manera inexorable. Porque “en 115 años, desde la consolidación de la República hasta 1945, sólo durante menos de 8 ejercieron el poder Presidentes civiles: 13 meses José María Vargas, 9 el Vicepresidente Andrés Narvarte, 13 Manuel Felipe de Tovar, menos de 4 el Vicepresidente Gual, 2 años Rojas Paúl y 2 años Andueza Palacio”15. A su regreso del exilio, en su discurso en la Plaza aérea Diego Ibarra, el 1° de febrero de 1958, afirmaba Caldera: ...el compromiso fundamental que tenemos es (…) que Pérez Jiménez sea definitivamente, para la historia de Venezuela, el último tirano. Pero para que sea Pérez Jiménez en la historia el último tirano, el deber de cada uno no está cumplido todavía; tenemos que destruir la tesis sociológica del gendarme necesario, tenemos que acabar con la idea de que este pueblo es incapaz de hacer su grandeza si no gime bajo la bota de un tirano; tenemos que ganarle a Vallenilla la pelea con nuestro ejemplo, creando un orden legítimo y noble, demostrando que la paz no es resultado de la imposición de la voluntad de los bárbaros, sino emanación espontánea de la voluntad libre y soberana de un pueblo16.

15

16

Caldera”, pp. 73-77. Tras reseñar las detenciones de que fuera objeto, el editor asienta el siguiente testimonio: “Desde el año 1953 y hasta su salida al exterior en 1958, RAFAEL CALDERA fue objeto de espionaje continuo, sistemático: Agentes de la S. N. en un automóvil o en una motocicleta le seguían todos sus movimientos; su casa de habitación y su Bufete de Abogado estuvieron día y noche bajo permanente vigilancia de la policía política secreta, tomándose nota de cuantas personas lo visitaban. Todo el inmenso registro de este procedimiento fue puesto en manos de la víctima a la caída de la dictadura. El editor-autor de estos apuntes, tuvo a su vista estos papeles, asombrado, por lo que da fe de su existencia. Rafael Caldera. Defensa de la democracia, Discurso de orden en el XXV aniversario de la promulgación de la Constitución, Caracas, 23 de enero de 1986, Ediciones del Congreso de la República, 1986, p. 7. Rafael Caldera. Lucha constante por la libertad. Caracas, Ediciones “HERCAMDI”, colección “Palabras y problemas”, Nº 1, 1958, pp. 11-12.

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Era preciso, por tanto, crear un orden nuevo que asegurara la libertad y realizara la democracia buscada, para lo cual las fuerzas políticas del país cooperaron en unidad. Por eso, podía decir en 1958: ...vamos a una reforma constitucional. Creemos que debemos elaborar un texto constitucional que sirva para todos los venezolanos, que no sea la expresión de los puntos de vista unilaterales de un partido, de modo que la salida de ese partido del poder no lleve consigo una nueva peripecia en la accidentada trayectoria de nuestra Carta Fundamental. Queremos un régimen democrático que nos ponga a cubierto de los golpes de fuerza17.

En 1986 pudo ratificarlo: La Constitución es la expresión más noble del sistema. Su entrada en vigencia marcó el inicio formal del Estado de Derecho. Ha cumplido un papel esencial en la fortaleza de nuestra democracia, en los mismos momentos en que se derrumbaban las libertades públicas en países hermanos, de más larga y sólida tradición que el nuestro. Analistas políticos admiten que el llamado Pacto de Puntofijo, celebrado entre los mayores partidos y mantenido hasta el final del quinquenio (lo que constituye por su duración un caso único de patriótico entendimiento entre adversarios, en toda nuestra historia) dio a la democracia naciente el indispensable apoyo para consolidarse y para proyectarse en el tiempo: pero la Constitución fue más allá del ámbito de Puntofijo. Concurrieron a su formación todas las fuerzas importantes, aun las no comprendidas dentro de aquel entendimiento de gobierno, y fue auspiciada ―excluidos únicamente los personeros de la dictadura― por la totalidad de las corrientes actuantes dentro de la vida nacional. El pluralismo que la caracteriza ha sido determinante en estos cinco lustros18.

Dos expresiones clave han de ser destacadas: ‘Estado de Derecho’ y ‘pluralismo’. Ambas ideas están en el núcleo del pensamiento de Rafael Caldera y puede decirse que constituyen no sólo aspiraciones para un futuro, sino convicciones que determinan una conducta firme. El año de 1962, ante las graves 17

18

Rafael Caldera. Caldera. Estabilidad democrática, Discurso en el Nuevo Circo de Caracas el día 7 de octubre de 1958 con motivo de su postulación como candidato a la Presidencia de la República, p. 19. Defensa de la democracia, Op. cit., pp. 8-9.

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circunstancias que vivía el país por la lucha armada contra el régimen constitucional, acudió el 12 de octubre a la televisión para definir la posición de su grupo político: ¿Con qué objeto se trata de auspiciar o de señalar como una necesidad inevitable la de que el Presidente de la República desconozca las vallas que establecen las leyes, las leyes que son su mejor defensa, su mejor soporte y su mejor garantía y le hagan ver la única posibilidad de eficacia en el abandono de aquellos principios y de aquellos postulados por los cuales luchamos antes del 23 de enero, después del 23 de enero, y por los cuales hemos estado dando nuestra cuota de sacrificio constante e irrestricto? (…) Yo debo decirlo aquí: nosotros no hemos vacilado ni vacilamos en la lucha hasta el sacrificio en la defensa del régimen constitucional, pero debemos expresar también que si se nos impusiera la condición de aceptar o respaldar una medida que nosotros consideráramos gravemente perjudicial para el ordenamiento constitucional, que quebrantara la vida constitucional del país, que entregara las banderas de la legitimidad democrática en manos de los adversarios y abriera camino para un golpe de fuerza, estaríamos dispuestos a dejar el Gobierno sin ninguna especie de vacilación19. Betancourt ―escribe Gehard Cartay―20 desistió entonces de oficializar la decisión que ya había asumido días antes.21 Se dio cuenta de la lógica y la inteligencia del argumento de Caldera. Y tres días después de la alocución del máximo líder de COPEI, anunció desde Miraflores que acudiría a la Corte Suprema de Justicia para solicitar la ilegalización del PCV y del MIR. Afirmó entonces, corroborando la posición de Caldera, que “sólo en los cauces de la democracia representativa, podremos encontrar solución a los problemas presentados a nosotros en términos de desafío. 19

20 21

Rafael Caldera. Defensa de la Constitucionalidad. Caracas, Publicaciones de la Fracción Parlamentaria de COPEI, Nº 4, 1962, pp. 103 y 111. Al comentar el crucial episodio, Gehard Cartay Ramírez (CALDERA Y BETANCOURT. Constructores de la democracia. Caracas, Centauro, 1987, pp. 272-278), trae en nota (p. 276, nota 209) un comentario de Moisés Moleiro sobre la actitud de Caldera: “A él se debe en parte que siga habiendo elecciones y las cosas no hayan ido al despeñadero, como lo indica el peligroso camino que Betancourt se muestra tentado a emprender”. Op. cit., pp. 276-277. Betancourt había tomado la decisión de dictar un decreto despojando de su inmunidad parlamentaria a los Senadores y Diputados del Partido Comunista y del MIR y a sus suplentes, que habían asumido la responsabilidad de la lucha armada.

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En el último discurso de su vida en el Palacio Legislativo, al presentar su mensaje final al Congreso el 28 de enero de 1999, ratificaba Rafael Caldera su convicción democrática: Hubo momentos en los cuales asomaba el peligro de que no se pudiera mantener la democracia. Recogí el desafío. Sin mayoría en el Congreso, me mantuve aferrado a las normas constitucionales. Enfrenté el reto para demostrar que si la democracia es el mejor sistema de gobierno en tiempos de normalidad, es indispensable en cualquier contingencia. Mi instrumento fue el diálogo, mi objetivo el consenso. Goberné democráticamente y pude cumplir, gracias a Dios, el compromiso de que en mis manos no se perdería la república22.

El Estado de Derecho exige el respeto de la norma constitucional, que consagra los derechos de los ciudadanos. Pero exige también un sentido claro del pluralismo, necesario en la vida democrática. Fuera de la dictadura, nada se opone tanto a una forma democrática de gobierno como la mentalidad de partido único y la consagración de un presunto derecho absoluto de la mayoría. Para su realización en la práctica, hacen falta sin embargo más que palabras. El pluralismo requiere un temple humano, nutrido del convencimiento de la dignidad de cada persona y del valor de la conciencia de quien se atreve a discrepar. Requiere firmeza en la expresión de las convicciones propias: Si algo nos ha servido en la lucha, para ganarnos, si no la adhesión total del pueblo de Venezuela, por lo menos su fe en nuestra palabra, ha sido la circunstancia de que el pueblo ha visto y comprobado que cuando hemos dicho no, ni la fuerza de Pérez Jiménez, ni las maniobras de los adversarios, ni las presiones de ninguna naturaleza pueden convertir este no en un sí claudicante23.

El año de 1969 será protagonista de un momento crucial en la vida venezolana. Por primera vez en nuestra historia republicana, un dirigente de la oposición, electo en comicios populares y democráticos (en diciembre de 1968), recibirá el gobierno de manos de sus adversarios políticos. Fue una transición 22

23

Compromiso solidario, tomo V, vol. II. Selección de discursos del quinto año de Gobierno. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1999, pp. 604-605. Caldera. Estabilidad democrática, cit., p. 13. En su obra Moldes para la fragua. Buenos Aires, El Ateneo, 1962, Caldera recoge su posición a propósito de “El voto salvado del Padre Maya”: “La mayoría hizo bien, votando sin demorar la Declaración de Independencia. Pero rubricó su conducta, respetando la disidencia expuesta con gran elevación por el diputado de La Grita” (p. 70).

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pacífica, pero no fácil. Las dificultades del proceso, que algunos aún malinterpretan, pueden atribuirse a esa mentalidad de partido único que tan negativa resulta para una verdadera institucionalidad democrática. Al tomar posesión del cargo, formuló en breves palabras la tarea por delante: El reto que enfrenta Venezuela en este instante podría sintetizarse en los objetivos fundamentales a lograr: La paz política y social, para superar la angustia y la zozobra y para encontrar convergencia fecunda a la pluralidad democrática. La promoción del hombre, a través de la libertad, para realizar la justicia. El desarrollo económico y social, para impulsar la marcha vigorosa del país y vencer la marginalidad24.

Por experiencia histórica del largo sufrimiento de un país que sólo había alcanzado paz bajo la dictadura y por convicción profunda de que la paz, tranquilidad en el orden según la definición clásica, es fruto de la justicia, el empeño en lograr y mantener la paz, citado en primer término, fue para él meta constante: Dentro de la acción del Gobierno ―dijo entonces al concluir su primer período― que es el encuentro de la experiencia y del ideal, dispuse desde el primer momento como objetivo prioritario la pacificación. Todas las medidas que se han estimado necesarias para orientar los pasos de quienes andaban por senderos de violencia hacia los cauces legales, han sido dictadas, con audacia y ―¿por qué no decirlo?― también con generosidad (…) La pacificación marchó adelante, contra viento y marea, con la aquiescencia de la opinión pública y la comprensión y respaldo de las Fuerzas Armadas (…) Yo estoy convencido de que Venezuela ama la paz y tiene derecho a conservarla y cimentarla25.

Y en el Mensaje de Año Nuevo de 1999, al término de su segundo mandato, pudo afirmar: Entregaremos el gobierno del país en paz. Una paz política, que permite que las diferencias, por agudas que sean, se solventen civilizadamente, sin alterar el orden público y social. Una paz laboral, que ha permitido que las diferencias entre los empresarios y los trabajadores se tramiten 24

25

Discurso al tomar posesión de la Presidencia de la República, 11 de marzo de 1969. Recogido en Metas de Venezuela, I. Caracas, Oficina Central de Información, 1970, pp. 83-99. Venezuela en 1973. Quinto mensaje del Presidente de la República, Dr. Rafael Caldera, al Congreso Nacional. Caracas, 6 de marzo de 1974, Oficina Central de Información, 1974, p. XLI.

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en ambiente de mutuo respeto, y se resuelvan a través de acuerdos tripartitos que son ejemplo para el mundo, los cuales han echado las bases estructurales de un ambicioso y moderno sistema de Seguridad Social. Una paz social, en la cual no se ha negado a nadie el derecho de manifestar, de reclamar lo que consideraba justo reclamar, sin que ello envolviera exponer la vida y la tranquilidad26.

IV La lucha por la libertad y la democracia tiene en sí misma el valor de una finalidad. En América Latina, sin embargo, y en Venezuela en particular, donde las grandes mayorías han estado en condiciones de vida menos humanas, ese ideal político necesitaba encontrar su justificación más plena en el cambio de las condiciones sociales.27 Se trataba, pues, de hacer una revolución, término muy usado en la década de los 60. Pero ―dirá―: ...la revolución que proclamamos es una revolución pacífica, constructiva y creadora. No buscamos el odio sino la solidaridad. No queremos poner el hombre al servicio de la imposición: el hombre es para nosotros el sujeto y el término de toda acción política. Estos no son términos vacíos. Corresponden a una diferencia de enfoque básico, tanto en los fundamentos como en los objetivos28.

Es claro el deslinde con una revolución de corte marxista como la iniciada entonces en Cuba por Fidel Castro. ¿En qué sentido se habla de “revolución”? Revolución, he dicho. Y esa palabra que muchas veces ha sido sinónimo de sangre y destrucción, ha de entenderse en el orden del aceleramiento de la historia (…) en la ruptura de aquellos antecedentes que no 26 27

28

Compromiso solidario, Op. cit., pp. 532-533. En el discurso de su postulación como candidato, el 7 de octubre de 1958, ya advertía Caldera al hablar de la situación económica del país: “Que si no somos capaces de resolver ese problema, dentro de uno o dos años las consecuencias serán muy graves para la economía venezolana y sabemos que los pueblos viven sus ideales, pero sufren también sus angustias económicas, y un fracaso económico si a tiempo no lo conjuramos, sería el mejor argumento que los fabricantes de tiranos tendrían para llegar a la angustia de los hogares que no tienen pan”. Caldera. Estabilidad democrática, cit., p. 15. El 4 de febrero de 1992 afirmaría la misma convicción: “Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y por la democracia, cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer y de impedir el alza exorbitante en los costos de la subsistencia; cuando no ha sido capaz de poner un coto definitivo al morbo terrible de la corrupción, que a los ojos de todo el mundo está consumiendo todos los días la institucionalidad”. Caldera. Dos discursos. Caracas, Editorial Arte, 1992, p. 37. Revolución y juventud, Op. cit., p. 10.

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favorecen el logro de los fines sociales y en la adopción de aquellas medidas y sistemas que sean capaces de realizar el concepto cristiano de la vida29. Pero nosotros repudiamos el sistemático recurso a la violencia”, escribe en Especificidad de la Democracia Cristiana30, explicando enseguida que si en ocasiones la violencia puede justificarse incluso por razones teológicas, la sociología aconseja el recurso a la persuasión, que evita el riesgo de mayores males. Sin embargo, añade, “cuando hablo de métodos democráticos y de renunciar a la violencia, no excluyo el empleo de recursos de presión, que tienen también carácter y naturaleza democrática, siempre que se hagan dentro del orden moral31.

Añadirá todavía una explicación, que completa el modo de comprender la revolución propuesta: Propiciamos ―dice― el cambio de estructuras, defendemos las instituciones32. Hemos sido y somos defensores de las instituciones [“formas sociales que constituyen el desarrollo normal del instinto natural de sociabilidad del hombre”33]. Defendemos la familia, célula básica de la sociedad y queremos renovarla para que la sociedad florezca. Defendemos el Estado tanto más cuanto queremos ponerlo al servicio de la Justicia. Defendemos la propiedad como un derecho de todos y no como un privilegio de unos pocos o atributo exclusivo del Estado; y queremos transformarla y democratizarla para que cumpla su función social. Defendemos la Iglesia Universal, y nos emocionamos cuando para llenar mejor su papel específico, busca valientemente caminos de renovación en el Concilio Ecuménico. Defendemos y respetamos las otras Iglesias, porque vemos en ellas factores de superación y sostenes de la vida moral. Defendemos el municipio, las instituciones 29

30 31 32

33

“Latinoamérica, prueba crucial para la civilización cristiana”, en: Rafael Caldera. IDEARIO, Op. cit., p. 21. Ver también Rafael Caldera. Reflexiones de La Rábida. Barcelona, Seix Barral, 1976, en particular el apartado “La revolución necesaria”, pp. 99-104. Op. cit. Ver pp. 122-126. Ibíd. Revolución y juventud, Op. cit., pp. 12-13. Ver también Especificidad de la Democracia Cristiana, cit., 66-69. “Las instituciones -se lee en la página 67- son una realidad permanente, durable, que responde a determinados principios, ideas y necesidades del cuerpo social. Se manifiestan en hechos concretos, en una disposición determinada de sus partes, es decir, en las estructuras, que plasman o traducen mediante determinadas normas, vivencias o relaciones, lo que cada institución quiere realizar”. Especificidad, Op. cit., p. 65.

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sindicales (no como apéndice del poder sino como expresión legítima de la voluntad de los trabajadores), las universidades autónomas, las instituciones culturales, las instituciones funcionales que representen auténticamente los diferentes intereses y los integren para el bien común; creemos en la necesidad de dar vida efectiva a las instituciones internacionales. Para obtenerlo reclamamos que todas las instituciones, expresión dinámica de la vida social, salgan del anquilosamiento en que se encuentran, modifiquen de plano el aparato que las asfixia, se llenen de un contenido vital cónsono con las angustias de la humanidad de nuestro tiempo. Queremos cambiar las estructuras y estamos dispuestos a hacerlo, para que las instituciones que defendemos correspondan a las finalidades por las cuales existen34.

En definitiva, podría decirse que se trata de una revolución para lograr el desarrollo de nuestros pueblos. Desarrollo que exige la libertad política como uno de sus elementos sustanciales,35 porque no se confunde con el mero crecimiento económico: Es un concepto que depende de la capacidad que se haya podido lograr para satisfacer las necesidades de la población. Podemos insistir por ello que la idea de desarrollo arranca de un término relativo, así como tenemos que afirmar también que es relativo, dinámico, el camino del desarrollo36.

Y explicará, un poco más adelante: “¿Cuál es el fin del desarrollo? El fin no puede ser sólo la riqueza, sino la satisfacción de las necesidades fundamentales, la realización de los derechos esenciales de la persona humana”.37 La realización del desarrollo, en cada país, depende sin duda del esfuerzo de su pueblo. Pero no bastaría ese esfuerzo, aun con riquezas naturales como las que Venezuela tiene en su subsuelo. Es necesario modificar las condiciones del comercio internacional. Es importante, señalará Caldera, que los países más desarrollados, más ricos, comprendan su obligación de ayudar al desarrollo 34 35

36 37

Revolución y juventud, Op. cit., pp. 13-14. “La libertad política, condición esencial del desarrollo”, en: Rafael Caldera. Democracia Cristiana y Desarrollo. Caracas, Ifedec, Colección Desarrollo y Libertad, Nº 2, 1964, pp. 75-99. Ibíd., p. 31. Ibíd., p. 33. Sobre el desarrollo, ver el texto de su discurso en Roma con ocasión del vigésimo aniversario de la Populorum progressio, el 24 de marzo de 1987. Recogido en Informe ODCA, año 14, Nº 152-153. Caracas, abril-mayo 1987, pp. 1-13.

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de los países menos favorecidos. En las relaciones internacionales, como en el plano interno de cada país, debe prevalecer la justicia social. Más allá de la justicia conmutativa, del do ut des y la igualdad matemática en el intercambio de prestaciones, está la Justicia Social Internacional que reclama lo necesario para lograr el Bien Común Universal.38 Justamente, es preciso ver que de ello depende la edificación de un orden internacional en paz y para el progreso de todos: ...ya lo dijo la Declaración de Filadelfia, en pleno conflicto mundial, en la Conferencia Internacional del Trabajo de 1944: así como la guerra en cualquier parte es una amenaza para la paz de todo el mundo; asimismo, la miseria en cualquier país de la tierra es una amenaza ineludible para la prosperidad y el bienestar en todos los países.39 Mientras no se reconozca la Justicia Social Internacional –insistirá-, puede asegurarse que no existe la comunidad internacional. Porque ésta, al organizarse aunque sea de manera imperfecta, supone como su fin el bien común universal y para que el bien común universal se realice, a lo menos en una medida similar a la que es posible aspirar dentro del ámbito de cada Estado, es necesario que sus actos se orienten y rijan por las normas de la justicia social”. Así, “no se trata solamente de que se establezca un nuevo orden económico internacional: se trata de que ese nuevo orden arranque de la convicción de que todos los pueblos deben contribuir al bien común internacional mediante el cumplimiento de los deberes que la justicia social exige.40

V Estas convicciones de toda una vida lo llevarán, en la década de los 80, a promover la reforma de la legislación laboral del país así como a elaborar un proyecto de reforma de la Constitución de 1961 que -de ser acogido- habría 38

39

40

Ha tratado el tema en múltiples oportunidades, ante foros muy distintos en el mundo entero. Puede verse una exposición sintética en: Rafael Caldera. El Bien Común Universal y la Justicia Social Internacional. Caracas, Ediciones Convergencia, 2000. Allí traza un poco el itinerario de su lucha por la aceptación de esta fecunda idea. Democracia Cristiana y Desarrollo, cit., p. 24. Ver la Declaración de Filadelfia en un libro reciente que aborda el problema de “la justicia social frente al mercado total”: Alain Supiot. El espíritu de Filadelfia. Barcelona, Península, 2011. El Bien Común Universal…, Op.cit., pp. 27 y 28.

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señalado un rumbo diferente a nuestra historia reciente. Se opone, por otra parte, a los planteamientos neoliberales del Consenso de Washington41 e insiste en la necesidad de lograr las reformas económicas planteadas sin sacrificar al pueblo. Algunos se sorprendieron por el vigor de sus planteamientos. Habían olvidado quizá la trayectoria de toda una vida de lucha por la justicia social, el desarrollo y la paz en Venezuela. El año de 1994 asume por segunda vez la Presidencia de la República. Será el gobernante civil que haya gobernado más tiempo en la Venezuela del siglo veinte. Una vez más, gobernará sin mayoría parlamentaria. Sin embargo, su gran experiencia, su autoridad personal, su capacidad de diálogo y su esfuerzo constante por atender las necesidades y reclamos del país, en medio de enormes dificultades económicas, hicieron posible que culminara con buen éxito su tarea: Ciudadanos senadores, ciudadanos diputados: Voy a hacer un acto de fe en la democracia -dijo en enero de 1999, al presentar su último mensaje al Congreso-. Creo en la democracia. No por ilusión, sino por convicción; no por simple idealismo, sino también por amarga experiencia. Confío en la vocación democrática del pueblo de Venezuela. Estoy convencido de que la Constitución de 1961, elaborada por un Congreso que fue elegido con más del 92% de concurrencia de los electores al acto comicial y suscrita por la unanimidad de los senadores y diputados de todas las corrientes políticas, es una excelente Constitución. Y si bien yo mismo he auspiciado la conveniencia de reformarla en algunos aspectos que mejoren el funcionamiento del Estado, aseguren la reforma de la Administración de Justicia, incorporen normas para hacer de la democracia representativa una democracia más participativa, su vigencia durante casi cuarenta años es motivo de orgullo para las generaciones que a través de una lucha esforzada y tenaz lograron darle vida para consagrarla como una excelente Carta Fundamental, la que ha tenido más larga existencia en Venezuela (…) Tengo en muy alto honor haber participado activamente en la construcción del Estado de Derecho y en la elaboración y sanción de la Carta Fundamental (…) Creo en Dios Todopoderoso, que ha dado al hombre el don sagrado de la libertad para que lo use al servicio del bien. Creo que los hijos de la patria de Bolívar sabemos por experiencia lo que vale la libertad, lo que significa perderla y lo que cuesta recuperarla. Y no es ocioso 41

Puede verse en: Mercedes Pulido. Rafael Caldera, Caracas, Biblioteca Biográfica Venezolana, 2011, p. 90.

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repetir que para curar los males de la democracia se necesita más y mejor democracia. Estas no son consignas huecas, sino una convicción cimentada en la historia42.

En 1999 dio a la luz su último libro: Los causahabientes. De Carabobo a Puntofijo.43 Dedicado a la juventud venezolana, para quien tuvo también esperanzadas palabras de aliento en el último mensaje que dirigió al país,44 dice en el prólogo: Invito a los venezolanos de buena voluntad, pero sobre todo a los jóvenes, incontaminados aún con las mezquindades y vicios de la vida política, a hacer un análisis sereno y justiciero, para que sepan valorar lo que significó sacar a Venezuela de la postración en que estuvo condenada durante más de un siglo y de la inestabilidad institucional en que todavía se encontraba, a pesar de los esfuerzos hechos desde cuando, según la muy repetida frase de Mariano Picón Salas, comenzó el siglo XX para ella, es decir a partir de 193645.

Para las nuevas generaciones resulta muy importante ese conocimiento de nuestra historia porque ...el propósito de negar todo lo anterior, reiterado en cada cambio de equipo, nos ha condenado a sufrir la maldición de Sísifo: aquel personaje de la mitología, forzado a llevar una pesada roca desde el abismo a la montaña y a repetir continuamente el esfuerzo porque la roca volvía al abismo cada vez que se aproximaba la culminación del trayecto46.

Por otra parte ―se lee en el prólogo de sus Moldes para la Fragua―47, “lo nuevo no tiene vigor de trascendencia si no se afinca en la realidad propia. Da impulso saberse renovador de un sostenido empeño, revalorizador de un perdido gesto, o motor de una empresa común”. Así, insiste en Los Causahabientes, ...mientras más conozcamos a Venezuela, más la amaremos; más nos enorgulleceremos de sus éxitos y realizaciones, más nos doleremos 42 43 44 45 46 47

Compromiso solidario, cit., pp. 633-634. Caracas, Panapo, Primera edición, 1999. Publicado con ocasión de su fallecimiento el 24 de diciembre de 2009. Los Causahabientes, Op. cit., p. 8. Ibíd., p. 7. Op. cit., “Dintel”, p. 9.

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de sus penalidades y fracasos. Más nos sentiremos comprometidos a trabajar para que viva como su pueblo anhela, ha anhelado y continuó anhelando aun en las etapas de amargura; para que viva en libertad, esforzándose en interpretarla y en servirla48.

Afirmará al cerrar el libro: No vacilamos en proclamar que la etapa democrática iniciada el 23 de enero de 1958, con sólido basamento en el Pacto de Puntofijo celebrado el 31 de octubre de aquel año, logró entre otras muchas cosas positivas, algo que será difícil destruir: el pueblo venezolano se acostumbró a vivir en libertad49.

Oswaldo Vigas: Personajes y Pájaros.

48 49

Los Causahabientes, Op. cit., p. 9. Ibíd., p. 175.

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Lo internacional en el ideario político de Rómulo Betancourt

Lo internacional en el ideario político de Rómulo Betancourt Luis Manuel Marcano S.

La transversalidad de la figura de Betancourt en materia de relaciones internacionales toca dos columnas fundamentales de la Ciencias Políticas: la democracia como sistema político y la política exterior como política pública de un estado nacional cuyo objetivo es generar las posibles alternativas de acción para la solución de problemas de contenido social, con el cumplimiento de fines, medios y acciones que generen resultados favorables para la sociedad. Ha sido de intenso debate entre los estudiosos de las relaciones internacionales identificar las necesarias diferencias entre una política exterior de Estado y otra de gobierno por las grandes consecuencias que se generan hacia la sociedad y la burocracia. La primera marcada por un hilo de conducción insoslayable entre una y otra administración y la segunda dibujada por la personalidad de un lider que deja en la toma de decisiones su sello indiscutible. El asunto que nos despierta interés es identificar cómo una política de gobierno, distinguida por esas cualidades particulares del líder de turno, se convierte no sólo en política de Estado, sino en una suerte de costumbre internacional1. Nos estamos refiriendo al sello particular impreso por Betancourt en la idea de Democracia y que luego fue recogida, años más tarde por la OEA como una imperativa manera de actuar de los Estados cuyo norte debía enfocar los ideales de libertad y Democracia, consagrados en la Carta Democrática Interamericana. Pero ¿de dónde vino esta idea de Democracia en la mentalidad política de Rómulo Betancourt? Es una pregunta que se inserta en las múltiples complejidades y contradicciones que hemos invocado y que responde a una palabra: observación. 1

Sobre estas consideraciones, los trabajos de académicos venezolanos como Carlos Guerón, Eva Josko de Guerón, Elsa Cardoso y María Teresa Romero, han discutido profundamente las diferencias entre una política exterior de Estado y otra de gobierno, siendo un lugar común la necesidad de institucionalizar la acción exterior sin que sea presa fácil de los cambios políticos que ocurren en atención a la alternabilidad democrática.

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Luis Manuel Marcano S.

Betancourt nace y desarrolla su pensamiento político en medio de la densa y primitiva oscuridad del gomecismo. Con tan sólo 20 años de edad será unos de los protagonistas más importantes de la semana del estudiante, cuyos objetivos congregacionales académicos pronto se convertirían en una protesta abierta contra el despotismo autocrático. Luego en el exilio, como un observador de la realidad de una Venezuela sumida en la pobreza, el ostracismo, y la prevaricación de los fundamentos más sagrados del hombre en el disfrute de su libertad, junto a doce ilustres venezolanos concebirá el Plan de Barranquilla: El documento se divide en dos partes; en la primera se hace un análisis de Venezuela, desde el inicio de la República «para lograr una comprensión materialista de la estructura socioeconómica del país»; en la segunda se habla del programa a seguir para organizar el gobierno, una vez logrado el objetivo de derrocar la tiranía de Gómez.2

Betancourt era un investigador social y político de gran agudeza, toda vez que frente a una realidad nacional que consideraba oprobiosa, supo concretar propuestas y acciones de cambio cuyo resultado tenía como receptor a la sociedad venezolana plena, atada por la ferocidad de la sagrada. La muerte del dictador y los cambios posteriores, primero de la transición del General López Contreras y luego del Gobierno Democrático del General Isaías Medina Angarita, facilitaría la concreción de una agrupación política a la medida de una sociedad hambrienta en todos los sentidos imaginables. Así nace en 1941 Acción Democrática, partido de izquierda socialista, que abogaba al nacionalismo, al policlasismo, el interclasismo, el progresismo y el antiimperialismo. Los años que transcurren entre 1941 y 1945, gracias al ejercicio amplio de libertades políticas, facilitan la siembra en cada rincón de Venezuela de una casa “ del partido del pueblo ”, así que cada venezolano podía contar con una casa de pueblo en donde se desarrollaba un apostolado político de captación de voluntades en torno a un cambio político que terminaría con las ultimas secuelas del gomecismo. Los acontecimientos desencadenados el 18 de octubre de 1945, cuando aún el humo de la guerra no se disipaba de los cielos de Europa, Asia y áfrica, fueron la consecuencia innegable de la ausencia de un consenso inserto en una dicotomía: el 2

Betancourt Rómulo, et alt. Plan de Barranquilla. Caracas. Fundación Rómulo Betancourt. 1998.

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Lo internacional en el ideario político de Rómulo Betancourt

interés de impulsar a un candidato sustituto del Embajador Diógenes Escalante y la divergencia sobre la idea de Democracia entre Los medinistas y la concertación de Betancourt3. Es imperativo indicar que no debe quedar duda sobre el contenido democrático de las políticas desarrolladas por el gobierno del Presidente Medina, a pesar de su origen, votado y electo en el congreso nacional. Opuestamente el pensamiento de Betancourt llevaba esa Democracia a las masas, al campesino, al pueblo en donde Acción Democrática había sembrado su semilla poli e interclasista. Las escaramuzas se inician en la Escuela Militar y un día después el 19 de octubre, el Presidente Medina Angarita se entrega. El comunicado a las Embajadas, horas después de los hechos indicó: Movimiento revolucionario de oficiales jóvenes del Ejército Nacional, en combinación con el partido Acción Democrática inspirado en el propósito de establecer el voto directo, secreto, y universal para la elección de Presidente de la República, derrocó el día 19 de octubre al Gobierno del General Isaías Medina Angarita y se constituyó la Junta Revolucionaria de Gobierno conforme acta levantada el mismo día en la sala presidencial del Palacio de Miraflores formada por las siguientes personas: Rómulo Betancourt, Mayor Carlos Delgado Chalbaud, Doctor Raúl Leoni, Capitán Mario Vargas, Doctor Gonzalo Barrios, Doctor Luis Beltrán Prieto F. y Doctor Edmundo Fernández.4

Este comunicado se orientó inicialmente a dar a conocer al cuerpo diplomático venezolano acreditado en el exterior lo ocurrido en Caracas, para determinar con cuantos funcionarios contaría el nuevo gobierno en miras de cumplir las funciones de gran importancia que seguirían. En efecto, como respuesta inmediata el cónsul en Bonaire aclaró en radiograma de fecha 22 de octubre su carácter independiente al indicar “…yo no pertenezco al P.D.V….”5 Casi de inmediato de instalada la Junta Revolucionaria de Gobierno, se pone en movimiento el aparato de política exterior, toda vez, que los mandos medios de su estructura funcionarial no fue suplantada de inmediato, constituyéndose 3 4

5

Marcano Salazar Luis Manuel. Estados Unidos y Venezuela 1908-1958. Caracas. Nuevas Letras. 2012. Marcano Salazar, Luis Manuel. Dinámica Internacional de la Junta Revolucionaria de Gobierno 19451947. Caracas. Boletín de la Academia Nacional de la Historia. 2010. Ídem.

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en obedientes cumplidores de las instrucciones emanadas desde Caracas. En el comunicado de fecha 23 de octubre de 1945, enviado a la embajada de Venezuela en Londres, se manifiestan dos características de una agresiva acción exterior: 1) la orden de solicitar el reconocimiento ante los gobiernos respectivos y 2) la expresa mención del riguroso cumplimiento por parte del nuevo gobierno de las obligaciones contraídas por la República antes y después de los hechos de octubre. Como se puede leer y así lo interpreto, las instrucciones estaban respaldadas por un poder moral que pretendía desdibujar el origen del gobierno, fundamentándose en el respaldo popular y la necesidad de establecer un sistema democrático. Es lógico pensar que las pretensiones de la Junta, dadas las condiciones internacionales que dieron la victoria a las democracias occidentales apoyada por la Unión Soviética contra los regímenes fascistas, buscaba alinear la acción exterior del gobierno, con las potencias democráticas occidentales, además de desarrollar con ese objetivo, una política contra los regímenes totalitarios militaristas surgidos de un golpe de Estado, como fueron Franco y Trujillo. Ya Betancourt como Presidente de la Junta Revolucionaria de gobierno en comunicado oficial al pueblo de Venezuela, hace clara mención de los casos de Franco y Trujillo, repudiándolos y planteando la necesidad de crear un cordón sanitario que facilitara el aislamiento de sus regímenes de la comunidad internacional: El único incidente diplomático confrontado hasta ahora ha sido el de la brusca salida del país del representante del gobierno dominicano, (…) este proceder del personero de la dictadura del señor Trujillo nos ha impedido tener la satisfacción de romper públicamente las relaciones con un régimen en torno del cual debe tender América un riguroso cerco profiláctico. Los gobiernos libres no pueden mantener relaciones diplomáticas con los victimarios de la libertad.6

Para ratificar la defensa de la democracia y el desarrollo de una postura internacional frente a los gobiernos que consideraba despóticos, no sólo se desestimó mantener relaciones con ellos, sino que se reconoció a la democracia española en el exilio presidida por José Giral . Así se expuso en la Memoria que da cuenta del año 1945: Entre los primeros actos de trascendencia realizados por el gobierno revolucionario en la esfera de los asuntos internacionales, merece 6

Ídem.

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Lo internacional en el ideario político de Rómulo Betancourt

destacarse el reconocimiento oficial del la República Española, al que se hizo la participación correspondiente en mensaje de fecha 10 de noviembre dirigido por el Ministerio de Relaciones Exteriores al Excelentísimo señor Fernando de los Ríos, Ministro de Estado del régimen constituido en la capital mexicana.7

La disputa política internacional entre los gobiernos de Venezuela y República Dominicana se inició casi de inmediato de instalada la Junta, cuando el gobierno del General Trujillo solicitó a las demás Repúblicas Latinoamericanas que gestionaran ante la Junta Revolucionaria la liberación de los Generales Isaías Medina Angarita y López Contreras, además de recomendarles “prudencia y demora” para reconocer al gobierno revolucionario. La cronología del proceso de reconocimiento da un indicio de cierta planificación política encaminada por el aparato burocrático de la Junta para alcanzar legalidad internacional. Dependía del pueblo venezolano y de la posterior conducta democrática, dentro y fuera de las fronteras, el margen amplio o estrecho de legitimidad popular internacional. Esta relación de interdependencia entre lo interno y lo externo, explica lo dicho por el canciller venezolano Carlos Morales al momento de la presentación de la memoria que dio cuenta de los actos de reconocimiento: ...La Cancillería se abstuvo de dirigirse a los regímenes que detentan el poder en España y en la República Dominicana, pues consideró improcedente que el Gobierno revolucionario recién constituido entrara en relaciones diplomáticas con gobiernos cuya autoridad no está respaldada por la opinión democrática de las mayorías…8

El problema radicaba, según la óptica de la Junta, y especialmente la de Betancourt y su partido, no en el origen del gobierno si no en su desarrollo, que debía atender a las necesidades políticas de la mayoría, entre las cuales, la libertad, era un logro aspirado por los venezolanos. La democracia y su defensa se convertiría en una política pública planificada y aplicada durante todo el trienio, incluyendo el corto gobierno del escritor Rómulo Gallegos, primer presidente venezolano electo por el voto secreto, directo y universal, bandera de los revolucionarios de octubre de 1945. 7 8

Ídem. Ídem.

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Los años que transcurren desde el derrocamiento del Escritor Rómulo Gallegos en 1948 y el fin de la Dictadura Militar del General Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958 a pesar de la densa penumbra sobre las libertades de la sociedad venezolana, traerán grandes enseñanzas y cambios de choque en el pensamiento político de Betancourt. El joven reformista de 1928 y el autoritario líder democrático de 1945 harán nacer al estadista democrático de pactos y consensos de 1959. El sistema internacional que recibe la presidente Betancourt en 1959 es una bipolaridad en grandes tensiones. En el Caribe pervivía el régimen de Trujillo de la mano de Estados Unidos y hacia pocos días el 1ero de Enero había triunfado la Revolución Cubana. Con el primero Betancourt continuaba su política de aislamiento denominada por la historiografía de la política exterior como “La Doctrina Betancourt”. Con Castro una aproximación cautelosa junto a José Figueres y Muñoz Marín para convencerlo de llevar la revolución por los rieles de la democracia. Los acontecimientos posteriores devenidos de las tensiones entre EEUU y la Unión Soviética y la negativa del gobierno norteamericano de aceptar las exigencias cubanas cambiarían el curso de la historia. La política exterior del gobierno constitucional de Rómulo Betancourt como política pública, se distinguió por formar parte de un diseño particular de política exterior, en cuya actuación internacional estaban insertados los intereses nacionales para alcanzar la propia estabilidad institucional del naciente sistema democrático. Muestra evidente de esta tendencia fue el que Venezuela se declarase abiertamente en contra de los regímenes dictatoriales de Cuba y República Dominicana. En materia de política internacional se pueden identificar las siguientes incidencias que caracterizaron el nivel de influencia en las relaciones internacionales: la condena de la intervención o amenaza de intervención de una potencia extra-continental. (San José de Costa Rica agosto de 1960); la declaración de incompatibilidad del Sistema Interamericano con toda forma de totalitarismo (San José de Costa Rica, agosto de 1960); la ruptura de relaciones diplomáticas y consulares con Cuba (octubre de 1961); la exclusión de Cuba de la Organización de los Estados Americanos (VII Reunión de Cancilleres, Punta del Este, 22 al 31 de enero de 1962); la denuncia de Venezuela contra Cuba ante la Organización de los Estados Americanos e imposición de sanciones al régimen de Castro, en la IX Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores el 15 de abril de 1964.

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El nivel de influencia no se limitó al contexto geográfico inmediato, con la exclusión del nuevo régimen revolucionario de Cuba, se extendió más allá de la región, con la especificación explícita de “potencia extra – continental”. Se consideró amenaza directa para la democracia en general, a todo Estado que estuviese regido por el totalitarismo y el autoritarismo, tanto de extrema derecha como de extrema izquierda. Se trataba de consolidar la democracia representativa y frente a este hecho, procedía cualquier tipo de medida que la fortaleciera. En la V Reunión de Consulta de Cancilleres, celebrada en Santiago de Chile, del 12 al 18 de agosto de 1959, se aprobó la declaración que llevó el nombre de Declaración de Santiago, la cual consagró en su quinto considerando, Que la existencia de regímenes antidemocráticos constituye una violación de los principios en que se funda la Organización de los Estados Americanos y un peligro para la convivencia solidaria y pacífica en el hemisferio. Esta posición se evidenció, inmediatamente después del golpe de Estado en Argentina, que depuso al presidente Constitucional Arturo Frondizi, así como también, frente a las rupturas constitucionales derivadas de golpes similares en el Perú, Guatemala y otras naciones de la región. El legado de Betancourt, a pesar de las múltiples contradicciones internas presente en un gobierno que persiguió a la izquierda Venezolana negándole los mismos Derechos que invocaba, se extendió hasta nuestra realidad contemporánea evidenciada en la Declaración inserta en la Carta Democrática Interamericana. La lucha entre los Derechos y la Política continúa. La historia se encargará de revisar aún más a este extraordinario Venezolano y su pensamiento político. Nació y creció en medio de la oscuridad del gomecismo, supo interpretar a una sociedad rural sumida en el primitivismo de la autocracia y nos dejó una esperanza de vida en democracia, como una estrella polar? como una apología del poder?, gobernó dos veces a Venezuela y la interconectó con un mundo en turbulencia pero con un pensamiento claro anti dictatorial. El pensamiento Democrático Betancourt fue la consecuencia de su maduración política como líder del pueblo y luego como estadista, apartándose del populismo pretoriano y desarrollando las consecuencias inmediatas de su pensamiento liberal, planteándose posicionar a Venezuela como una democracia respetable en el concierto de las naciones.

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Rafael Monasterios: Calle de Catia, 1931.

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Jóvito Villalba: tribuno de la democracia

Jóvito Villalba: tribuno de la democracia José Alberto Olivar … mi carrera política está llena de derrotas, que yo soy y seré un derrotado, que lo interesante para mí es, sobre todo, no perder la razón. Sesión de la Cámara de Diputados del 22 de mayo de 1948. Jóvito Villalba

1. Introducción Su verbo encendido y su carácter irritable, le hicieron ganar no pocas animadversiones. Aun así, nadie se atrevió a regatearle su pasión por la libertad y la democracia a lo largo de sus más de sesenta años de carrera política. Jóvito Rafael Villalba Gutiérrez formó parte de la generación de hombres y mujeres que echaron sobre sus hombros la dura tarea de hacer tangibles los principios de un Estado de derecho, en una Venezuela acostumbrada al dolo y la coacción.

2. Sus inicios Este célebre tribuno nació el 23 de marzo de 1908 en la isla de Margarita, tierra de aguerridos neoespartanos como los había calificado Bolívar. Hijo de Jóvito Villalba Roblis y Ángela Gutiérrez. Sus primeras letras las aprende en su terruño, para luego continuar la secundaria en el Colegio Federal de la Asunción.1 La familia lo hace trasladar a la capital de la república con el propósito de perfeccionar sus estudios, así lo veremos en 1925 graduándose de bachiller en el liceo de Caracas, regentado por don Rómulo Gallegos. Como muchos de su generación, Jóvito estuvo sumergido inicialmente en las veleidades literarias del cuento y la poesía, muy propias de la época. Pero a diferencia de otros, el joven Bachiller margariteño, estaba más allá de los cánones y convencionalismo rutinarios. 1

Omar Hurtado Rayugsen, “¿Jóvito fracasado, antinomia del Rómulo triunfador?”, en Tiempo y Espacio, Nº 49, volumen XVIII, Enero-Junio 2008, p. 108.

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Dado su temperamento “individualista y huraño”, Jóvito se sintió atraído por la búsqueda de la verdad de las cosas, tratando de encontrar una explicación convincente. La circunstancia de ser uno de esos “muchachos del interior”, que residían en pensiones baratas y trataban de sacar el mayor provecho al modesto estipendio remitido por sus parientes, fue templando su carácter. Era una realidad muy distinta a la que vivían otros compañeros, cuyo regazo familiar estaba a la vuelta de la esquina. Estudiar era sinónimo de vocación y de decidido espíritu de sacrificio. Por eso procuró destacarse en todo cuanto podía, no en balde llegó a ser uno de los primeros de su clase de Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Pronto estará entre los afiliados de la recién constituida Federación de Estudiantes de Venezuela y en tal carácter participará en los actos de la Semana del Estudiante, prevista para finales de febrero de 1928.

3. Atrapado por la política Jóvito es uno de los oradores que tendrán a su cargo la tarea de “amenizar” el festejo cultural. Para entonces ya comenzaba a despuntar por su elocuencia y cierta dosis de empatía. Le asignan dar unas palabras frente al Panteón Nacional, luego de colocar la ofrenda floral correspondiente y esta fue la oportunidad para presentarse, no como un simple declamador de frases hechas, sino como un agitador político en potencia. Para sorpresa de la muchachada y algunos curiosos reunidos al pie del monumento patrio, por primera vez en mucho tiempo no se hacía mención al general Juan Vicente Gómez quien, desde hacía casi veinte años fungía como dueño y señor de Venezuela. Por el contrario, el verbo juvenil del orador invocaba la pretérita acción del Libertador para insuflar el ánimo de los presentes a definir su destino. Se trataba de una audaz “proclama” vista por unos como un inofensivo desliz retórico y por otros, como un abierto desafío al régimen imperante. Con aquel discurso, Jóvito entraba a la arena, introduciendo un elemento distinto en su acción. No era el estallido de una clásica montonera, sino del empleo del poder de la palabra para impulsar la lucha política y social. Aquellos muchachos del 28, al decir del historiador Manuel Caballero, “inventaron la política”.2 Y en el caso 2

Manuel Caballero, Las crisis de la Venezuela contemporánea. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana-

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Jóvito Villalba: tribuno de la democracia

particular de Jóvito Villalba, éste será reconocido a posteriori como “El héroe del 28, el carismático orador de las jornadas del 36 [que] también organizó a partir de 1946 un partido…”3

4. Tribuno de la Democracia Una de las principales facetas de la actividad política de Villalba estuvo centrada en su labor como parlamentario. Luego de varios años de cárcel y de exilios, logra culminar sus estudios de Derecho en la UCV y gracias al grado de madurez intelectual que había alcanzado, mantiene sus nexos con la universidad, ahora en calidad de profesor de Derecho Constitucional. A la par “…dicta charlas y conferencias en diversos estados del país y escribe enjundiosos artículos de opinión en algunos periódicos de la capital”.4 En 1943 Villalba resulta electo Senador por el estado Nueva Esparta, superando las horcas caudinas del sistema electoral vigente para la época. Ya en 1937 había intentado infructuosamente ingresar al Congreso de la República en calidad de Diputado, pero su elección quedó invalidada por una sentencia de la Corte Federal y de Casación que anuló su credencial, alegando su supuesta filiación comunista, de acuerdo al inciso VI del artículo 32 de la Constitución de 1936. El ahora aplomado Senador Villalba, entraba al hemiciclo legislativo no para representar los intereses de una determinada parcialidad política, sino para ofrecer sus luces al proceso de institucionalización de la Democracia. Era el momento de llevar a la práctica lo predicado en la cátedra universitaria. Así veremos a Villalba detentando la condición de parlamentario durante los períodos (1943-1945), (1948), (1959-1964) y (1969-1974). A lo largo de su carrera como líder político, hizo hincapié en definirse como un demócrata convencido, en su opinión, las clasificaciones de izquierda y derecha no se correspondían con la realidad venezolana, pues estas incitaban a una división estéril de la sociedad.5 Durante su exilio en Bogotá entre 1937 y 1939, Villalba quedó prendado de la influencia política liberal colombiana. Allí tuvo la oportunidad de continuar 3 4

5

Contraloría General de la República de Venezuela, 1998, p. 46. Ibídem, pp. 50-51. Donato Villalba, “Introducción”, en Jóvito Villalba. Discursos parlamentarios. Caracas, Fondo Editorial Nacional-José Agustín Catalá, editor, Tomo I, 1999, p. IX. Alicia Freilich de Segal, “El maestro (Jóvito Villalba)”, en La Venedemocracia, Caracas, Monte Ávila Editores, 1978, p. 96.

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sus estudios universitarios, teniendo entre sus preceptores al abogado Jorge Eliecer Gaitán. Fue tal su identificación con el programa político de la Revolución en marcha, para entonces liderizada desde la Presidencia de Colombia por Alfonso López Pumarejo, que llegó a ocupar la jefatura de redacción de El Diario Nacional, periódico afiliado al gobierno. En no pocas ocasiones Villalba hizo mención a su paso por aquella suerte de escuela política, en la que se convirtió Colombia durante los años treinta. Dado el significado de las reformas económicas, sociales y políticas puestas en práctica desde 1934, estas despertaron el entusiasmo de los movimientos sociales progresistas del campo y la ciudad. Desde entonces el liberalismo fue visto como una ideología de cambio que propiciaba la democratización de las instituciones del Estado, con miras a atender las demandas de los más necesitados. En suma, fue uno de los primeros ensayos de corte reformista de la primera mitad del siglo XX en el continente.6 Villalba abrevó de esta fuente y se hizo de la idea de liderar en su país un proyecto político análogo, desligado de la ortodoxia marxista que por entonces influía en las mentes de sus contemporáneos. La concepción liberal de Villalba puede resumirse en tres aspectos fundamentales que él mismo se encargó de preconizar desde la tribuna parlamentaria: • Intervención económica del Estado en materia económica y social. La reorganización constitucional y administrativa del Estado venezolano debe perseguir (…) el objetivo de hacer de nuestro gobierno una estructura moderna, apta para desempeñar a cabalidad la nueva misión que las necesidades y la evolución del medio económico y social echan sobre sus hombros. Nuestro gobierno debe con este fin fortalecerse; pero el fortalecimiento del gobierno dentro de la forma constitucional democrática debe correr parejo con la institución de un sistema judicial que haga efectiva su responsabilidad ante la opinión pública…7 • Modificación del concepto tradicional de la propiedad privada para imprimirle una mayor utilidad social. … si nosotros somos los defensores de la propiedad de la tierra, no lo somos de ese tipo de propiedad al estilo del siglo XIX, propiedad egoísta, 6

7

Leonardo Bracamonte, “Un análisis comparativo de la Revolución en Marcha en Colombia (1934-1938) y de la Revolución de Octubre en Venezuela (1945-1948)”, en revista Tierra Firme, Nº 102, volumen 26, Junio 2008, p. “Sesión de la Cámara del Senado del 16 de junio de 1944”, en Jóvito Villalba. Discursos parlamentarios, Tomo I, p. 94.

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completamente sometida al dictado de los intereses del campesino, sino al contrario estamos pensando en una propiedad moderna o, como dice la Constitución, socialmente útil: en una propiedad integrada dentro del plan de producción que el Estado está en el deber de formular…8 • Respeto a las libertades políticas de todos los venezolanos. El progreso del país necesita que las minorías tengan también su representación, su equilibrada y justa representación en el seno del Congreso y en el seno de las asambleas legislativas y en el seno de los concejos municipales (…) La democracia, señores, la República democrática, es, fundamentalmente, la elección del gobierno por el pueblo.9

De manera que Jóvito Villalba, a nuestro modo de ver, devino en el último paladín liberal del siglo XX en Venezuela, representante genuino de las banderas de lucha enarboladas por las plumas de Tomás Lander, Antonio Leocadio Guzmán y otros que dieron vida al originario Partido Liberal decimonónico. A diferencia de otros que no tenían empacho en proclamarse herederos irresolutos del viejo liberalismo amarillo que gobernó a Venezuela hasta 1899, Villalba tuvo el tiento de retomar el programa inicial de 1840 y actualizarlo de acuerdo a los principales postulados de las más nuevas doctrinas políticas del mundo de la época. Antes de llegar a su propio convencimiento, sus ojos revisaron algunos textos sobre democracia, liberalismo, socialismo, fascismo y nazismo. Además fue partícipe de sendas discusiones donde se intercambiaban opiniones en torno al nacionalismo, la lucha contra el despotismo y contra toda clase de imperialismos. Varios años después Villalba resumiría su postura doctrinaria en los siguientes términos: ...Yo no organicé un partido en base a una doctrina internacional de ninguna índole, sino que traté que URD fuera un partido democrático muy ligado a la causa nacionalista de Venezuela, muy ligado a ideas de justicia social sin el sectarismo que presentan a veces adecos y copeyanos.10

Siempre fue partidario de la “concentración nacional”, es decir, del diálogo y entendimiento entre todas las fuerzas políticas como única forma de garantizar la paz pública y la eficacia del gobierno. 8 9 10

“Sesión de la Cámara de Diputados del 21 de agosto de 1948”, en Ibídem, Tomo II, p. 212. “Sesión de la Cámara del Senado del 29 de mayo de 1944”, en Ibídem, Tomo I, pp. 85 y 88. Alicia Freilich de Segal, Ob. Cit., p. 114.

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5. Tocar el cielo con las manos Uno de los momentos más estelares en la vida de Jóvito Villalba lo representó la campaña electoral de 1952. El país se encontraba una vez más sumido bajo el imperio de un régimen de fuerza que había cancelado las principales libertades públicas. La promesa de unas prontas elecciones y restituir el orden constitucional agraviado tras el golpe de estado contra el maestro Rómulo Gallegos en 1948, se mantuvo como un evasivo señuelo que no se terminaba de concretar. El exilio, la cárcel y la clandestinidad fueron el denominador común de una lucha que tomó por nombre la resistencia contra la dictadura. Los partidos Acción Democrática y el Partido Comunista de Venezuela habían sido disueltos y sus líderes perseguidos con saña. Sólo quedaban en funciones, pero sometidos a estricta vigilancia, COPEI y Unión Republicana Democrática, esté último se había constituido en la plataforma política de Villalba desde 1946. El “Maestro”, como entonces comenzaban a llamar a Villalba sus más dilectos simpatizantes, aguardaba el momento para hacer valer su palabra y exigir el retorno de la Democracia. Finalmente, el anuncio de la Junta que gobernaba el país de convocar a elecciones para una Asamblea Constituyente a finales de 1952, si bien no cubrió todas las expectativas creadas, al menos abrió una pequeña rendija para denunciar el estado de cosas reinantes, el cual había sido silenciado por la fuerza de las armas y el ruido de los tractores. Fue una campaña electoral memorable, la oratoria de Villalba se desplegó como nunca antes, rápidamente se convirtió en la voz de los silenciados por el oprobio, en los torturados en agonía y en la esperanza de no pocas madres, esposas e hijos desconsolados. Recorrió como pudo buena parte del territorio nacional, consciente de la incipiente capacidad organizativa de su partido frente a la corpulencia avasallante de un régimen que controlaba todos los resortes del Estado. Jóvito apostó todo su capital político acumulado tras veinte años de incansable lucha por la democracia. Sentía que había llegado su hora, pero las circunstancias le resultaban muy adversas. Sin mayores recursos económicos y con sus pasos tozudamente vigilados por los espías del régimen, sólo contaba con su vibrante elocuencia. Frente a los escépticos y los que buscaban otra vía para derrocar al triunvirato gobernante, Villalba respondía que no se trataba de cohonestar la farsa eleccionaria, sino de romper “los límites que la política dictatorial imponía (…)

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mediante una política de incontratable arrojo y dignidad revolucionaria”.11 Lo suyo fue más bien una labor pedagógica y por eso su mensaje caló hondo, sacudiendo conciencias, concitando el nerviosismo del tiranuelo agazapado. El punto de mayor frenesí de la heroica campaña civilista, lo constituyó la ovación que en el mitin de clausura en el Nuevo Circo de Caracas el 27 de noviembre de 1952, los asistentes manifestaron al relucir una bandada de pañuelos blancos en honor del mártir de la resistencia, Leonardo Ruiz Pineda, acribillado semanas antes por los esbirros de la dictadura. En ese instante, Villalba alcanzó lo que tal vez nunca más volvió a aglutinar: el cenit de su liderazgo nacional. Los primeros resultados electorales difundidos la tarde del 30 de noviembre comenzaban a materializar en cifras aquellas muestras de entusiasmo colectivo en torno los candidatos constituyentes urredistas, sobre todo cuando Villalba actuaba como principal orador. De pronto, el silencio se impuso desde las altas esferas del poder castrense y unos días después el fraude se consuma, desconociendo la voluntad popular. Villalba y otros connotados dirigentes de URD son detenidos y de inmediato enviados al destierro. La guerra sucia posterior pretendió enlodar la imagen del líder civil, pero más pudo la dignidad del hombre que la ponzoña del bellaco.

6. La historia le dio la razón Pese a la adversidad y los avatares de su larga carrera política, Jóvito no cejó de predicar su llamado a la unidad nacional y a defender el ideal de Democracia que siempre fue su faro señero. En los momentos más difíciles, en los que las definiciones políticas resultan ineludibles, Villalba apostó por el camino que más se ajustaba a su criterio. Llevado por esa firme creencia que algunos calificaron de “oportunista” o acaso “pragmática”, no dudó en refrendar con su rúbrica el Pacto de Punto Fijo en octubre de 1958 o llamar en 1963 a quienes habían tomado la senda de la insurrección armada, a repensar su postura bajo la consigna ¡Votos si, balas no! Por sobre todas las cosas, Jóvito conservó la claridad y franqueza de su discurso, que era la expresión más sublime de su pensamiento político. Fue un crítico acérrimo de las prácticas corruptoras de un sistema que comenzaba a torcer su rumbo inicial, los desbalances de poder no corregidos ocuparon sus reflexiones de político versado. 11

Jóvito Villalba, Una obra y un deber de todos, Caracas, URD, 1967, s/p.

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En 1977 lanzaba duras advertencias que en su momento fueron desoídas: Creo que hoy no tenemos propiamente un gobierno democrático (…) porque al Congreso lo controla el Poder Ejecutivo, porque el Poder Judicial no es independiente de la política, porque el Municipio no está funcionando. Hoy no tenemos instituciones democráticas, tenemos sí un ambiente de libertades, lo mismo que se consiguió el 23 de Enero de 1958. Pero nosotros hemos sido incapaces de organizar las instituciones y ésa es una gran falla de la presente situación.12

Más adelante afincaba en sus señalamientos: Somos la idea de una democracia popular al servicio de las masas populares y el desarrollo nacional. Y eso ha tropezado con una realidad que lo impide. Internamente, porque Venezuela no ha llegado a una organización capitalista de mentalidad democrática y moderna, sino que siguen imperando criterios usurarios que impiden medidas de justicia social. Exteriormente, la idea de una política verdaderamente nacionalista para lograr la independencia del país, también ha topado con fuerzas internacionales hostiles, por lo cual Venezuela sigue siendo un país muy intervenido, muy penetrado por esas grandes fuerzas.13

Y sin jactancia pitonisa, tajantemente sostuvo: Lo que digo es sencillo. A mí me parece que la democracia tiene que salirle al paso al problema de la galopante desigualdad social, acentuada hoy con la inflación. Si no le ponemos remedios o alivios eficaces, aquí vendrá un caos social o yo no sé qué.14

Ese fue Jóvito Villalba, un animal político en toda su expresión aristotélica. Orador vibrante que suscitaba polémica y no rehuía al debate. Un líder en solitario que no blandió sus convicciones al mejor postor. Ciudadano creyente hasta el final de sus días en la importancia del ejercicio del voto para transformar la realidad política.

12 13 14

Alicia Freilich de Segal, Ob. Cit., pp. 98,99. Ibídem, pp. 109,110. Ibídem, p. 111.

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El caballero del comunismo venezolano: ideario de Gustavo Machado

El caballero del comunismo venezolano: ideario de Gustavo Machado1 Luis Alberto Buttó Cuando me hacía yo mismo en el duermevela jinete de epopeya: 1928. Gustavo Machado.2

1. Introito Sin mayores cuestionamientos al respecto, puede afirmarse que Gustavo Machado fue el más ferviente impulsor de la fundación del Partido Comunista de Venezuela (PCV), hecho concretado en términos organizativos, finalizando el primer trimestre de 1931. La obstinada y arriesgada labor de zapa desarrollada en este sentido la cumplió con denuedo desde los albores de la segunda década del siglo XX, en algunos casos sorteando la persecución desatada en su contra por los aparatos represivos al servicio de la tiranía cleptómana de Juan Vicente Gómez y, en otros, sufriendo los rigores de la cárcel y el exilio. En consecuencia, no es de extrañar que en la práctica siempre fue el jefe máximo de ese partido, razón por la cual, una vez instituida formalmente la figura de presidente del PCV en 1974, sus camaradas agrupados en la instancia partidista con facultad para ello, lo designaron para ocupar tal cargo. En esa destacada trinchera de la política nacional e internacional se mantuvo incólume hasta el día de su muerte, acontecida el 17 de julio de 1983, dos días antes de arribar a su octogésimo quinto cumpleaños.3 Por supuesto, como fue en el principio, y dada la 1

2 3

Héctor Mujica llamó a Gustavo Machado: “…gran caballero de la revolución latinoamericana…” Al revisar fotografías de Machado y reparar en su figura atildada, siempre con la pajarita al cuello que lo caracterizó en el vestir, no puede uno menos que rememorar la imagen de los caballeros venezolanos de principios del siglo XX y coincidir con la definición endilgada por Mujica. Así pues, el título de este ensayo no es del todo original. Ver: Héctor Mujica: Creo en lo que creo, digo lo que digo. Caracas, Editorial Arte, 1990, p. 32. Eduardo Gallegos Mancera: “Cuando yo era sólo”, en Sol, solo Sol. Caracas, Ediciones Centauro, 1987, p. 15. Para una síntesis didáctica de la historia del PCV, consúltese: Eduardo Gallegos Mancera, Fernando Key Sánchez y Jesús Sanoja Hernández: “Historia del Partido Comunista de Venezuela. Esquema Cronológico”, en Ideología (Caracas, 1982, Partido Comunista de Venezuela). El trabajo referido fue presentado en cuatro entregas, aparecidas sucesivamente en los números 3, 4, 5 y 6 de dicha revista editados ese año. Para el cruce inexcusable de la trayectoria pública de Gustavo Machado con la historia del PCV, es recomendable ver como abreboca: Jesús Faría: Discurso pronunciado por Jesús Faría,

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conjunción de las posturas ideológicas y políticas por él asumidas con el particular derrotero de la sociedad venezolana a lo largo de la pasada centuria, Machado hubo de andar siempre a saltos arriesgados entre la legalidad, la clandestinidad, el destierro y la prisión. Una vida de lucha, sin más. En vista de lo anterior, estaría entonces justificado pergeñar algunas notas de investigación sobre este destacado personaje de la historia contemporánea de Venezuela, con las reservas metodológicas a ser tomadas en cuenta al momento de emprender un trabajo que de alguna manera pudiera considerarse con fines y características de biografía y su ubicación en el contexto particular signado por el siempre buscado fortalecimiento del acervo historiográfico.4 Por tal razón, al estudiar en este ensayo la actuación pública de Gustavo Machado, se pondrá el acento en el intento por desentrañar la relación existente entre su ideario político (hasta donde la documentación disponible permitió registrarlo) y la presencia en el corpus del pensamiento político nacional contemporáneo de lo que genéricamente podría llamarse marxismo venezolano, sin que la atribución del adjetivo de nacionalidad aspire a propiciar la idea de la condición vernácula de aquél, pues, a decir verdad, dicho “marxismo” evidenció escasa originalidad programática y filosófica durante el siglo XX y en lo transcurrido del siglo XXI se empeña en mantener ignaro anacronismo. En ese orden de ideas, dos elementos descuellan en el ideario y legado del personero aquí abordado: su contribución a la historiografía nacional construida con base en el materialismo histórico-dialéctico y su aportes (programáticos podría decirse, a falta de un vocablo más apropiado) a la organización y defensa del trabajo de masas como soporte del movimiento revolucionario venezolano inspirado en los ideales de lo globalmente conocido como marxismo-leninismo, más allá de todas las disquisiciones que puedan plantearse al respecto.5

4

5

Secretario General del Partido Comunista de Venezuela, con motivo del 86° Aniversario del Nacimiento de Gustavo Machado [Documento en línea], 1984. Disponible en: http://comunistasmiranda-documentos.blogspot. com/2009/01/el-camarada-gustavo-machado-discurso.html [Consulta: 2012, agosto 10]. Sobre la relación entre la biografía y el desarrollo de la ciencia histórica, Arnold J. Toynbee puntualizó: “…las vidas privadas no son los ejes sobre los que giran los asuntos públicos o los puntos de vista desde los cuales pueden verse en su justa proporción, por eminentes que sean quienes las han vivido. Hacer de la biografía un asidero para la Historia es un error de método tan grande como hacer del registro de los asuntos históricos una ocasión para ilustrar los puntos de interés humano en las vidas privadas. Ambas son falsas rutas, pero el reclamo de la biografía histórica extravía más a escritores que el de la historia biográfica..” Ver: Arnold J. Toynbee: Estudio de la Historia (volumen I). Buenos Aires, Emecé Editores, 1956, p. 486. La bibliografía sobre este tema es amplísima, razón por la cual me limito a recomendar apenas tres trabajos, el primero centrado en el caso venezolano y los dos siguientes con el fin de aportar la

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2. Gustavo Machado y el marxismo venezolano En círculos académicos e intelectuales venezolanos se considera verdad consagrada que el pionero en los esfuerzos de investigación científica por interpretar la historia venezolana con base en los postulados metodológicos y filosóficos del marxismo fue Carlos Irazábal, con su escrito Hacia la Democracia. De hecho, en el prólogo a la primera edición de este libro, escrito por Luis Chávez Orozco, se adelantó el juicio que a futuro terminó por dársele globalmente a dicho texto, al señalar que su contenido anunciaba, entre otras cosas, que “...el pensamiento revolucionario de Latinoamérica no solamente se ha adueñado ya de la disciplina dialéctica, sino que tiene ahora la capacidad suficiente para aplicarla a nuestra realidad social”,6 a la par que se equiparó su importancia con los escritos de José Carlos Mariátegui al decir que “...Esta obra será para la patria de Bolívar lo que han sido para el Perú los ‘Siete Ensayos’ de Mariátegui; es decir, una alquitara para comprender la realidad nacional actual y una bandera a seguir en el curso de la lucha revolucionaria”.7 Empero, la tradicional valoración otorgada a la importante obra de Irazábal debe ser matizada con base en la incontrovertible evidencia documental. Concretamente, la primera edición de Hacia la Democracia saltó de la imprenta en 1939, en México. Sin embargo, 14 años antes (1925), en La Habana, se editó el libro intitulado La verdadera situación de Venezuela, calzado con las firmas de Gustavo Machado y Salvador de la Plaza, a la sazón víctimas del destierro. El libro en cuestión fue reimpreso en México en 1929, momento para el cual todavía faltaría una década para que el ensayo de Irazábal viera la luz. El propósito fundamental de La verdadera situación de Venezuela fue interpretar la historia patria en el período comprendido entre la etapa independentista hasta la entronización de la era petrolera, en consonancia con los dictados y enseñanzas del materialismo histórico-dialéctico, de cuyos autores y obras de mayor trascendencia Machado y de la Plaza dieron pruebas de conocimiento en este escrito, en tanto y cuanto integrantes de cierta juventud ilustrada con acceso al conocimiento negado a la mayoría del pueblo de la época, brutalmente carcomido por las secuelas de la pobreza.

6 7

panorámica general del asunto: Iván Loscher: Todas son Izquierda (entrevistas a Carlos Blanco, Argelia Bravo y otros). Caracas, Libros Tepuy, 1978 / Jean Elleinstein: Historia del Comunismo. 1917-1945. España, Editorial Planeta, 1982 / Moisés Moleiro: El ocaso de una esperanza. La tragedia de los bolcheviques rusos. Venezuela, Vadell Hermanos Editores, 1999. Carlos Irazábal: Hacia la Democracia. Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, 1979, p. 5. Ibíd., p. 6.

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En tal sentido, ubicaron el desenvolvimiento histórico de la sociedad venezolana y la génesis de la dictadura encabezada por Gómez en el contexto de la lucha de clases consustancial a la formación socioeconómica capitalista, contradicción escenificada entre el proletariado y el campesinado agrupados en un bando y la burguesía y los terratenientes en el otro: Las tiranías y el atraso en nuestro desenvolvimiento económico, que son sus consecuencias, no son productos innatos de la raza y el clima como se ha querido demostrar más de una vez; son efectos de una causa única: la formación y el desarrollo de una burguesía que ha querido vivir del trabajo de una clase explotada mediante la existencia de una desigualdad económica entre los habitantes del territorio venezolano. Con los derrocamientos de tiranos, con los cuartelazos y revueltas armadas, dicha causa no se ha modificado, se ha fortalecido produciendo el tipo máximo de tiranía que puede originar el régimen (…) las persecuciones han llevado al extranjero a gran número de jóvenes, y la ideología nueva ha conquistado sus espíritus. Ya no se contentan con el puro romanticismo político de otras épocas, y han aprendido a ver más profundamente la vida, y las verdaderas causas que originan las tiranías.

Interpretando con el nuevo concepto la historia, han ido talando el bosque de héroes y libertadores que antes respetaran, acercándose de esta manera al pueblo, sintiendo sus dolores, solidarizándose con sus desgracias. Gómez, hoy, para la juventud, es una simple resultante del régimen capitalista, como lo han sido la serie de tiranos y sus sicarios que han gobernando a Venezuela desde la Independencia.8 Igualmente, conceptuaron la problemática experimentada por los campesinos venezolanos del momento, como resultado directo del desenvolvimiento sui géneris del capitalismo en estos lares y propusieron enfrentar el problema de la propiedad y/o tenencia de la tierra y del desarrollo del agro con la aplicación de políticas copiadas de la Revolución Bolchevique de 1917: El cultivo se llevó a cabo por medio de esclavos hasta 1848 y desde entonces por los libertos que continuaron siendo esclavos dadas las condiciones de trabajo. Abolida la esclavitud, las masas libres, sin 8

Gustavo Machado y Salvador de la Plaza: “La verdadera situación de Venezuela (1925)”, en Ramón J. Velásquez (director): El pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. El comienzo del debate socialista (Tomo 12) (documento número 8). Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1983, pp. 56-60.

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embargo, no pudieron gozar de su libertad pues para alimentarse tenían necesidad de trabajar. Solicitaron trabajo y como acontece siempre en el sistema de libre contratación del régimen capitalista quedaron a merced de quienes podían imponer condiciones, los capitalistas (…) Tanto el problema agrícola como el de la cría, creemos que pueda tener solución con la constitución de cooperativas de producción del Estado. Socializada la tierra y establecido el trabajo obligatorio, se podrían constituir esas cooperativas por clases de productos, obteniéndose las ventajas derivadas de la concentración y de la posibilidad de invertir el producto líquido de las exportaciones, luego de haber asegurado el consumo del país, en mejorar los métodos de producción y en el saneamiento de las regiones.9

Por otro lado, recurrieron a la experiencia soviética, concretamente a lo que Lenin denominó la nueva política económica (NEP),10 como propuesta de mecanismo para abordar la explotación de los hidrocarburos, actividad económica en la cual, en su opinión, se demostraba fehacientemente el sometimiento de la economía venezolana al marco imperialista liderado por los Estados Unidos y Gran Bretaña: El petróleo es explotado por compañías inglesas y yanquis mediante contratos de concesiones de explotación (…) El problema más difícil a resolver por la revolución es el referente a estas concesiones, pues ello involucra la actuación directa de los imperialismos yanqui e inglés en los asuntos de Venezuela. No obstante eso, y siguiendo las experiencias obtenidas con la NEP en Rusia, el Estado podría reconocer provisionalmente esas concesiones, siempre que las compañías se 9 10

Ibíd. pp. 43, 49-50. La NEP constituyó la más temprana y palmaria demostración de la inviabilidad histórica del socialismo al asumir que sólo el capitalismo permite la productividad y rentabilidad necesaria para el crecimiento económico de un país, hecho incontrovertible reconocido (con la retórica del caso dispuesta para disfrazar la realidad) por el padre fundador de la URSS, precisamente al implantar dicha política que revirtió la socialización de los medios de producción y, de paso, defenderla ardorosamente en algunos de sus más importantes escritos, en los cuales planteó argumentos como los siguientes: “...la nueva política económica (…) admite la emulación económica entre el socialismo en construcción y el capitalismo, que aspira a resurgir, a base de dar satisfacción, a través del mercado, a los muchos millones de campesinos (…) son admitidos hoy y se desarrollan el libre comercio y el capitalismo (…) y, por otra parte, las empresas estatales socializadas se reorganizan sobre la base de la llamada autogestión financiera, es decir, del principio comercial (…) circunstancia, debida a la apremiante necesidad de elevar la productividad del trabajo, de lograr que cada empresa del Estado trabaje sin pérdidas y sea rentable...” Ver: V.I. Lenin: “Acerca del papel y de las tareas de los sindicatos en las condiciones de la nueva política económica”, en Obras Escogidas (Tomo 3). Moscú, Editorial Progreso, 1979, pp. 676-677.

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obligaran a acatar y respetar las leyes que se fueran dictando, tanto las económicas, como las referentes a la protección del trabajador; lo que permitiría limitar las fabulosas ganancias de las compañías explotadoras por medio del impuesto intensivo.11

Con base en citas como las presentadas con anterioridad, cabe entender lo redactado a cuatro manos por Machado y De la Plaza como un texto de clara inspiración marxista, construido a partir de la aplicación del método de análisis formulado por los padres fundadores de lo que luego daría en llamarse socialismo científico. En tal sentido, y dado el caso que su objetivo estuvo encaminado a presentar una exégesis de la historia venezolana transcurrida hasta las primeras décadas del siglo XX, a partir del arsenal teórico desarrollado en los clásicos del marxismo, bien puede atribuirse a este libro carácter pionero en la historiografía venezolana adscrita a dicha corriente de pensamiento. Aún más, tomando como referencia para el análisis la fecha de la primera edición del más reputado ensayo de Mariátegui (1928), pensado por su autor como una investigación conforme al método materialista en aras de realizar “... una contribución a la crítica socialista de los problemas y la historia del Perú...”12, y que tanto ha sido reseñado como jalón liminar en la difusión del marxismo en América Latina, en nada resulta temerario apuntar que el opúsculo de Machado y de la Plaza debe ser considerado verdadero texto precursor por encima de la obra del “amauta”, o cuando menos uno de los más adelantados aportes en este sentido. Vale decir, la trascendencia en términos de contribución al proceso constructor de la historiografía marxista de La verdadera situación de Venezuela, no debe circunscribirse al limitado contexto venezolano, pues reclama sitial destacado en el concierto de la ciencia histórica latinoamericana. Empero, los aportes de Machado en la temática planteada no se limitaron a lo expuesto en la obra referida. En la narración que hizo de la organización y ejecución de la toma de instalaciones militares holandesas situadas en la isla de Curazao, con el objetivo de capturar armamento que permitiera la invasión de Venezuela, acción que terminó realizándose el 8 de junio de 1929 y prácticamente a las horas devino fracaso estrepitoso, insistió en la validez del marxismo como método de interpretación de la historia, recalcando que dicha escuela ideológica 11 12

Gustavo Machado y Salvador de la Plaza: Op. cit., p. 50. José Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima, Empresa Editora Amauta, 1959, p. 8.

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además aportó, por intermedio de Vladimir Lenin (a quien catalogó de “...genuina personificación de la conciencia y de los intereses de la clase trabajadora...”)13, la teoría del imperialismo, instrumental importante a ser utilizado en la comprensión de la realidad política y socioeconómica de los países latinoamericanos: El marxismo, instrumento científico de investigación de la clase trabajadora, sin negar la existencia de algunos de los factores mencionados, - como por ejemplo, las ideas y la influencia del medio ambiente- reduce su papel, situándolos ya sea como efecto de otras causas anteriores, en el caso de las ideas; o fijando la influencia solamente parcial que le corresponde, en el caso del medio ambiente (…) El hombre para vivir necesita arrancar a la naturaleza sus medios de subsistencia y en esta lucha crea y perfecciona la técnica, combate con otros grupos humanos, forma grandes agrupaciones dividas en clases de explotados y explotadores y condenados a una constante guerra civil, crea fuerzas de progreso, clases que sucumben y nuevas clases que se levantan y cada etapa de las fuerzas productivas, es decir, cada forma nueva de producción condiciona todas las manifestaciones de la vida social (moral, arte, religión, etc.) y transforma la superestructura política de la sociedad modulando la organización represiva del Estado a sus nuevos reclamos, de manera que corresponda a los intereses de las clases que controlan la dominación económica (…) Las fuerzas productivas en movimiento constante a través del proceso dialéctico explican el pasado, nos permiten ver objetivamente el presente y prever con el máximo de precisión posible las líneas generales del futuro. Al señalar los factores en permanente contradicción que determinan la evolución de la humanidad, la dialéctica materialista rechaza el fatalismo ciego e inexorable, explicando el papel que desempeña la voluntad del hombre como agente activo en los fenómenos sociales, pero sin dejar de ser, al mismo tiempo, expresión de la necesidad histórica (…) El imperialismo - “etapa superior del capitalismo”- despoja a los países industrialmente atrasados de sus riquezas naturales, concentra en las industrias que establece en ellos grandes masas de trabajadores mal remunerados, les impone el consumo de los artículos fabricados en la metrópoli, aumentando la dependencia hacia el extranjero de estos 13

Gustavo Machado: “El asalto a Curazao”, en Ramón J. Velásquez (director): El pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. El comienzo del debate socialista (Tomo 13) (documento número 87). Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1983, p. 63.

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países de régimen feudal o semi-feudal. La vida económica y política pasa a manos del capital extranjero impidiendo la construcción de una industria nacional propia; los países dependientes quedan reducidos política y económicamente a simples colonias o semi-colonias. Tal política del capital financiero no es un factor de progreso. El progreso aparente es una manifestación parasitaria y fugaz de su sistema usurero de explotación. El intenso desarrollo unilateral de una o muy pocas industrias y la monocultura, que son el resultado de esta política, obstaculizan y atrofian el desenvolvimiento de las demás fuentes de riqueza y hacen repercutir en forma más violenta y catastrófica las consecuencias de las crisis periódicas que roen los cimientos del sistema anárquico de producción capitalista [itálicas y comillas del autor].14

En audio grabado en Ciudad de México en 1932, insistió en la utilización de las coordenadas teóricas dispuestas por el marxismo para explicar el cuadro político y socioeconómico existente durante la dictadura de Gómez, en el entendido de que éste no era más que contundente expresión de la sociedad clasista imperante en Venezuela para el momento y de la sujeción de la economía y el Estado venezolano a los dictados de los imperialismos británico y estadounidense: La mayoría que pretenden ser revolucionarios como el general Arévalo Cedeño y otros caudillos sólo representan a los intereses de los hacendados y de la burguesía; es decir, de los ricos del país y no son otra cosa que nuevos tiranos que se disfrazan con la bandera revolucionaria para adueñarse del país y continuar por su propia cuenta la explotación de los trabajadores. Los trabajadores del mundo entero saben que existen dos clases de gentes: los que trabajan y los que los explotan, pero la verdad evidente y palpable de que nada hay en común entre estas dos clases, de que los intereses entre explotados y explotadores son irreconciliables no ha sido comprendida por muchos de los trabajadores venezolanos de la ciudad y del campo. En todos los países del mundo los obreros y los campesinos, que son los que con su labor producen todas las riquezas, están organizados en sus propios partidos de clase, en sus propios sindicatos y ligas campesinas que representan y defienden sus intereses. Los capitalistas y hacendados, esto es, los ricos dueños de las fábricas, empresas y tierras, también están organizados en sus propios partidos de clase, y bajo la protección militar de sus Estados, tratan de perpetuar la explotación de los que trabajan (…) 14

Ibíd. pp. 63-64, 80.

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Venezuela no está solamente explotada por los ricos venezolanos sino también por los ricos extranjeros: los americanos del norte, los ingleses, los franceses y otros. Esto es lo que se llama la explotación imperialista. Los grandes hacendados y capitalistas, tanto aquéllos como estos, están de acuerdo en explotar a los trabajadores de Venezuela y se apoyan unos a otros en contra de estos.15

Lo estimulante o entristecedor del caso, como prefiera verse, es que a lo largo de su vida nunca cejó en su acendrada convicción acerca de las potencialidades del marxismo como herramienta para analizar la historia y descubrir en ella “leyes” supuestamente irrefutables y vaticinadoras del devenir social, postura ésta que, precisamente, la historia se encargó de demostrar cuán perniciosa resultó ser, en vista de haber servido de justificación cuasi naturalista para la edificación del aberrante totalitarismo comunista: Profesamos una doctrina científica que guía nuestro espíritu en la investigación de los fenómenos económicos y políticos, y nos orienta en el campo de la Sociología, de la moral individual y colectiva y, también naturalmente, en el cabal enfoque de los complicados problemas de la filosofía. Pero además de cuanto se ha dicho, este cuerpo doctrinario permite elaborar una táctica de lucha con objetivos de consecución inmediata, y una estrategia capaz de contemplar y resolver un claro y cierto desenlace posterior. Táctica y estrategia animadas por un riguroso proceso dialéctico, que le fija un programa de conjunto, adecuado a la realidad circundante, de alcance gradual a través de etapas ineludibles impuestas por leyes objetivas de esencia científica similar a las que rigen en la naturaleza.16

Esta interpretación marxista de la historia y el resto de sus convicciones políticas, originadas y centradas, fundamentalmente, en los escritos de Marx, Engels y Lenin, lo llevaron a privilegiar la conformación de organizaciones partidistas destinadas a defender los intereses de una clase social en específico (concretamente la clase obrera, de lo cual el PCV fue el exponente por antonomasia para el caso venezolano) y el trabajo de masas como soporte, método y estrategia 15

16

Gustavo Machado: Posición del PCV frente al gobierno del general Juan Vicente Gómez [Audio en línea], 1932. Disponible en: http://corrientecomunistagm.blogspot.com/2008/02/la-voz-de-gustavo.html [Consulta: 2012, agosto 23]. Gustavo Machado: En el camino del honor. Los parlamentarios acusan desde el Cuartel San Carlos. Caracas, Edición del Autor, 1966, p. 70.

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del movimiento revolucionario nacional, a la par que le condujeron a rechazar de manera acérrima lo que calificó de meras aventuras políticas, las cuales, en la historia contemporánea nacional, estuvieron ejemplificadas con movimientos armados tipo guerrillas y, muy especialmente, con el golpismo; vale decir, la intervención militar en política como atajo para la conquista del poder gubernamental y estatal, constante ésta presente en el devenir nacional desde que se constituyó en tiempos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez lo que, en términos burocráticos modernos, puede considerarse una efectiva fuerza armada nacional.17 Así las cosas, en su oposición a las salidas de fuerza, destinadas simplemente a demostrar la audacia e impaciencia de quien asume el comando al momento de “tirar la parada” (para utilizar una expresión propia del hablar coloquial venezolano), se mostró implacable (incluso consigo mismo, pues su participación en los sucesos de Curazao fue objeto de dura autocrítica), razón por la cual dejó en claro lo siguiente: Un partido político, bloque de clases antagónicas, de programa indefinido, fascinado por la conquista militar de Venezuela y sin efectuar previamente un trabajo de organización y preparación ideológica de los obreros y campesinos dentro de Venezuela misma, no pudo ni podrá nunca formular un programa ni forjar una táctica revolucionarios que correspondan a los intereses y a las condiciones en que se encuentra la clase trabajadora del país. La Revolución Proletaria no se hace ni de arriba abajo, ni de afuera hacia adentro. La emancipación de la clase trabajadora sólo será obra de los trabajadores mismos, organizados en el país donde producen y son explotados, moviéndose en masa, dirigidos por el partido de su clase, en contra de la clase dominante (…) La Revolución Proletaria no es una aventura militar. La insurrección militar es necesaria e inevitable, pero solamente cuando “la mayoría de los obreros (o en todo caso la mayoría de los obreros conscientes, sensatos, políticamente activos) comprenden íntegramente la necesidad de la revolución y están dispuestos a arriesgar sus vidas por ella” (…) La revolución en Venezuela será una revolución agraria y antiimperialista realizada por la acción revolucionaria de las masas obreras y campesinas aliadas a ciertas capas de la pequeña burguesía, pero bajo 17

Sobre el proceso de conformación de la fuerza armada nacional; véase: Domingo Irwin e Ingrid Micett: Caudillos, Militares y Poder. Una historia del pretorianismo en Venezuela. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2008. También: Luis Alberto Buttó: “Octubre de 1945: las causales militares de la insurrección”, en Tiempo y Espacio, 41 (Caracas, enero-junio de 2004), pp. 155-192.

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la hegemonía de la clase obrera, o ella fracasará lamentablemente y no tendrá por resultado sino un cambio de pandilla gubernamental, engañando las masas con frases y gestos demagógicos pero llegando, como la revolución mexicana, a la capitulación frente al imperialismo y frente a los grandes latifundistas, y a la lucha contra-revolucionaria: colocándose en los puestos avanzados de la reacción contra la Unión Soviética y contra la vanguardia revolucionaria obrera y campesina (…) El proletariado venezolano necesita y debe conquistar el poder en una lucha autónoma de clase contra clase, batiéndose bajo la dirección de su partido: el Partido Comunista de Venezuela, bajo su bandera: la bandera de la Tercera Internacional [comillas del autor].18

En esta línea de pensamiento se mantuvo constante, como lo demuestran varios de los balances que adelantó sobre la denominada lucha armada, período correspondiente al primer lustro de la década de los sesenta del siglo pasado, durante el cual el PCV y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (organización partidista desprendida del partido entonces gobernante, Acción Democrática), actuando en comandita con sectores radicales de la fuerza armada nacional, intentaron, sin éxito en el Teatro de Operaciones, un conjunto de golpes de Estado, para posteriormente estructurar guerrillas urbanas y rurales, todo ello con el fin de derrumbar la democracia liberal representativa instaurada en el país una vez derrocada, en enero de 1958, la dictadura militar encabezada por Marcos Pérez Jiménez. Verbigracia, al recordar que en Venezuela “...no ha habido ningún movimiento que haya empezado por un golpe de cuartel...”,19 Machado catalogó la participación del PCV en la lucha armada como “...disparate total (…) gran error del partido (…) empujado por la impaciencia pequeño burguesa de quienes entonces predominaban en la dirección...”20 Todo ello motivado al abandono de la línea político-estratégica que siempre consideró correcta, dirigida a apuntalar el trabajo de masas y desdeñar las tácticas basadas en la violencia inmediatista: 18

19

20

Gustavo Machado: “El asalto a Curazao”, en Ramón J. Velásquez (director): El pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. El comienzo del debate socialista (Tomo 13) (documento número 87). Caracas, Ediciones del Congreso de la República, 1983, pp. 137, 140, 142-143. Gustavo Machado: La insurrección de octubre y noviembre de 1960 y la guerra de guerrillas en Venezuela [Audio en línea], s.f. Disponible en: http://corrientecomunistagm.blogspot.com/2008/02/la-voz-de-gustavo. html [Consulta: 2012, agosto 23]. Ibíd.

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La violencia no nos hace ningún beneficio. Abandonamos el movimiento obrero, abandonamos las organizaciones periféricas de jóvenes, intelectuales, dañamos las relaciones con los otros partidos y sólo nos quedamos los radicales: el MIR y nosotros. Y la violencia se enseñorea en el país (…) empezamos a enfrentar a todo el mundo y llegó el día en que incluso enfrentamos el Partido y la Revolución. Y entre el partido y la revolución, nos quedamos con la revolución, como si el partido fuera contrarrevolucionario. Hicimos todos los disparates posibles para aislarnos del propio pueblo que cada día nos entendía menos. El pueblo nos entendió bien en el 57-58, pero cuando empezamos con los disparates de la guerra permanente, la guerra prolongada, consignas absurdas, el pueblo se fue alejando de nosotros (…) Hoy volvemos nosotros al movimiento de masas y sabemos que no puede haber revolución sin apoyo y sin movimiento de masas, sin la mayoría del pueblo venezolano. Especialmente hay que conquistar la gente del sector obrero, y no se les conquista con aventuras. Las aventuras dejan un sabor amargo, a veces, sentimental. Pero esas acciones no tenían razón de ser, eran absurdas.21

En ese mismo orden de ideas, Machado fue contundente en la denuncia de la evidenciada tendencia golpista que predominó en la actuación de muchos dirigentes comunistas de la época, quienes sostuvieron que lo que debía hacerse era “...trabajar con los militares, descomponer el aparato y conquistarlo...”22 Contrario a quienes así pensaron y actuaron, el sempiterno presidente del PCV nunca ocultó su animadversión a considerar, sin mayores reservas al respecto y por razones coyunturales tendentes a acelerar la posible conquista del poder, al sector militar como aliado clave del movimiento revolucionario: Los obreros tienen que armarse para tomar el poder, de eso no hay duda, pero eso no significa que el partido debe volverse militarista (…) Siempre he sostenido la tesis de que todo militar cuando llega a la Academia es un hombre susceptible de convertirse en algún momento en miembro de la inteligencia militar. Es decir, para ellos no es ningún problema ser espía y en cualquier momento un militar sabe que puede ser destinado a ser parte del aparato de inteligencia. 21

22

Agustín Blanco Muñoz: La lucha armada: hablan cinco jefes. Caracas, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales-Universidad Central de Venezuela, 1980, pp. 14, 16-22. Ibíd. p. 26.

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Entonces, claro, si uno se ponía a hablar y decía todos los secretos se estaba exponiendo de verdad. ¿Por qué el gobierno sabía todas las cosas? Porque nosotros mismos se las comunicábamos, a través de los militares, cuando hacíamos “trabajo” con ánimo de conquistarlos. Pero no conquistábamos a nadie. Quizás el único que conquistamos fue a Moralito, el único. De los demás, a nadie (…) Lo que no se puede hacer con los militares es cometer tonterías, estar contando secretos. Eso sí está malo.23

Lo relevante del caso es que razonamientos como los traídos a colación ut supra, en modo alguno respondieron a apreciaciones subjetivas basadas en la experiencia personal, sino en el conocimiento evidenciado por Machado de los textos clásicos del marxismo: Es oportuno recordar y analizar una vez más la vieja divergencia entre los partidarios de la acción individualista y de los grupos de vanguardia, de un lado, y los sostenedores de la lucha de clases y de la acción multitudinaria organizada, del otro. Marx y Engels primero, Lenin después, esclarecieron el tema en forma tal que no dejaron recovecos en penumbra (...) ¿Por qué los comunistas han sostenido, y sostienen, que no son los actos individualistas -por heroicos que aparezcan-, ni las acciones intrépidas de grupos escogidos, los que pueden conducir al triunfo de las clases explotadas y oprimidas sobre las clases dominantes? Porque esas actividades, en lugar de incorporar nuevas capas pobres al movimiento revolucionario, las alejan; porque en vez de estimular la acción colectiva de masas, las desalienta; porque antes que crear conciencia de clase, confunde los intereses antagónicos del explotador y el explotado; porque la audacia individualista y la temeridad vanguardista de pequeños grupos, son movidos generalmente por la espontaneidad y la desesperación propias de burgueses románticos y de pequeñoburgueses decepcionados; porque las transformaciones estructurales no pueden ser logradas sino sobre la base de un movimiento revolucionario enraizado en el corazón de la clase obrera, de los campesinos y de los otros sectores antiimperialistas y patriotas de la sociedad.24 23 24

Ibíd. pp. 20-21, 26. Gustavo Machado: En el camino del honor. Los parlamentarios acusan desde el Cuartel San Carlos. Caracas, Ediciones del Autor, 1966, pp. 41-42.

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3. Conclusiones El ideario de Gustavo Machado está ligado de manera inextricable al desarrollo teórico del marxismo en Venezuela. Sus escritos y otros aportes documentales, varios de ellos bastante adelantados y oportunos si se les evalúa bajo parámetros temporales, constituyen fuentes primarias inexcusables de ser analizadas con detenimiento en cualesquiera trabajos de investigación encaminados a trazar las líneas maestras del desenvolvimiento de dicha corriente filosófica y política a lo largo del siglo XX en predios nacionales. Aun más, se puede compartir o rechazar (total o parcialmente) el pensamiento político de Machado, pero no se puede negar su importante papel en el macro conjunto del pensamiento político venezolano estructurado durante la era petrolera. Si se le compara con la obra de personeros situados en aceras ideológicas contrarias, caso de Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, por ejemplo, se evidencia el necesario y profundo contraste a partir del cual bien pueden analizarse los soportes conceptuales, filosóficos y programáticos que guiaron el desarrollo de la política en Venezuela durante la última centuria del pasado milenio. Digno es de destacar que el ideario de Gustavo Machado, más allá de la mucha o poca originalidad acumulada y del dogmatismo teórico evidenciado en su interpretación de la concreta realidad venezolana, se conformó pacientemente a partir de la lectura y exégesis de los escritos considerados bases tradicionales del marxismo. Cuando se observa la realidad nacional de las últimas décadas del siglo anterior y lo transcurrido del siglo actual, se echa de menos tan acucioso proceder. La sistemática y permanente repetición de un conjunto de consignas vacuas, ultrajadas por su uso irreflexivo cuando no crematístico, por parte de grupos políticos nacionales autoproclamados marxistas, alerta acerca del lamentable hecho de que buena parte de estos grupos en nada copiaron el modelo representado por la señera figura de Machado. Vale decir, actuaron y actúan irracionalmente, sin acometer el estudio y la reflexión requeridos. Del cuadro anterior no escapa la máxima creación de Gustavo Machado: el PCV. En términos organizativos y electorales, este partido nunca se recuperó de la derrota infligida por las fuerzas del Estado venezolano durante el período de la lucha armada. Una vez desaparecida físicamente su dirigencia histórica, los nuevos cuadros que heredaron las riendas parecieran no haber leído las advertencias proferidas por Machado sobre los errores estratégicos cometidos en

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El caballero del comunismo venezolano: ideario de Gustavo Machado

aquél momento (en función de la proyección nacional del partido, se entiende) y lo pernicioso de las alianzas tácticas establecidas (en función de la identidad programática del partido, se entiende) en aras de encontrar atajos en la conquista del poder político. Por esta razón, a decir de Rodolfo Izaguirre, el PCV resultó mal panadero, ya que nunca se le dieron las masas, y, entrado en el siglo XXI, pese a ser el decano de los partidos políticos contemporáneos venezolanos, degeneró “…en miserable cola de ratón de un autócrata militar”.25 Pero, esto es harina de otro costal.

25

Jolguer Rodríguez Costa: “Si la realidad supera la ficción las botas regresarán al cuartel [entrevista a Rodolfo Izaguirre]”. El Nacional (Caracas), 19 de agosto de 2012, p. 2 (cuerpo nación).

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Tito Salas: La San Genaro, 1907.

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Alberto Carnevali Rangel: Convicción democrática

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Como es lógico, hablamos de la Revolución de octubre, cuyo proceso liberador marca una nueva etapa, semejante a la vivida por los venezolanos cuando los criollos revolucionarios de los tiempos de la Colonia, se aprestaban a sorprender al mundo con la gesta de la realidad emancipadora. Alberto Carnevali, El Revolucionario, diciembre de 1945.

1. Introducción La frase anterior podría generar confusiones en torno al tiempo histórico cuando fue expresada, pero que no nos genere dudas, no se refiere al presente, fue pronunciada hace casi sesenta y dos años por Alberto Carnevali Rangel, uno de los hombres más preclaros del “partido del pueblo venezolano”: Acción Democrática, organización que liderizó con ideas y acciones, el proceso que se conoce en la historiografía venezolana como el trienio adeco o Revolución de octubre. Periodo que se inicia el 18 de octubre de 1945 hasta el 24 de noviembre de 1848, cuando es derrocado por un golpe militar el presidente constitucionalmente electo un año antes, Rómulo Gallegos, y que constituye una de las primeras experiencias políticas de carácter eminentemente democrática en nuestro país.1 “Revolución”, que como muchas otras, a lo largo del proceso histórico 1

Al respecto existe una extensa obra historiografíca, entre las que destacan las de A. Álvarez. (ed.): El sistema político venezolano: crisis y transformaciones. Caracas, UCV, 1996; Luís Castro Leiva: El dilema octubrista. Caracas, Cuadernos Lagoven 1988; Simón A. Consalvi: Auge y caída de Rómulo Gallegos. Caracas, Monte Ávila Editores, 1991; Luís Ricardo Dávila: El imaginario político venezolano: ensayo sobre el trienio octubrista, 1945-1948. Caracas, Alfadil, 1992; M. A. Pérez: La verdad inédita: Historia de la Revolución de octubre. Caracas, E. Armitano, 1975; E. Ramírez: El 18 de octubre de 1945 y la problemática venezolana actual. Caracas, Editarte, 1981; L. A. Ramírez Méndez: “El clientelismo en Trienio Adeco. 1945-1948”, en Boletín de la Academia

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venezolano, justificó su realización con el propósito de culminar la tarea inconclusa iniciada por los “padres libertadores” de la patria, pues sólo era comparable con aquella gesta independentista, y por tanto fundamental su advenimiento y fines, según lo señalaba aquel merideño que literalmente dio la vida por la causa democrática, en entrevista realizada por la periodista Clara Vivas Briceño para el periódico El Revolucionario. Órgano del partido Acción Democrática, el 11 de diciembre de aquel año 1945, apenas a dos meses del triunfo de su revolución. Desde la adolescencia escuchamos hablar a nuestros padres y abuelos maternos, referencias de los portadores de aquel apellido de origen italiano, que tuvieron actividad protagónica en la ciudad de Mérida y poblados cercanos como Ejido, hoy capital del Municipio Campo Elías del Estado Mérida. Víctor Olegario Carnevali, tío paterno de Alberto, miembro de su gabinete de gobierno como presidente del Estado Mérida, cumplía funciones de veterinario de las acémilas que llevaban las cargas en los conocidos trapiches de molienda de caña de azúcar de esa localidad, en los cuales trabajaba nuestro abuelo Juan como encargado, entablando entre ambos una relación de amistad y respeto. De igual manera, Luz, una de las hermanas del primer magistrado del Estado, sirvió como maestra de primeras letras de nuestra madre, reconocida por sus capacidades para la enseñanza de Castellano y Matemática entre la población ejidense. El interés previo por el conocimiento del devenir del trienio en la entidad merideña y claros intereses de carácter familiar, son motivos más que suficientes para reconstruir parte de las ideas y acción política de Alberto Carnevali, en lo que respecta a su actividad durante aquellos tres años de experiencia democrática que vivió nuestro país, y en la que éste pudo actuar pública y protagónicamente desde la Presidencia del Estado Mérida y como Diputado por el Zulia y jefe de la fracción parlamentaria de Acción Democrática ante el Congreso Nacional, antes de la clandestinidad, para alcanzar, sostener y defender las ideas de libertad que propugnaban los hombres de la Revolución de octubre.

Nacional de la Historia, 304 (Caracas, octubre-diciembre de 1995); pp. 89-101. En estudio publicado en 2006, señala el historiador Naudy Suárez F. (Est. Prel.): Rómulo Betancourt. Antología política. Caracas Fundación Rómulo Betancourt/UPEL, 2006; Vol. IV. (1945-1948), p. 19; que la Revolución de octubre de 1945 es la “primera experiencia política venezolana de signo esencialmente democrático”.

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Alberto Carnevali Rangel: Convicción democrática

2. Una vida entregada a la causa democrática2 Hombre de profunda convicción democrática, Alberto Carnevali Rangel nació en un pueblo del páramo merideño, Mucurubá, un 28 de septiembre de 1914, época de profundos cambios en Europa y el mundo. Hijo de Tomás Carnevali, de origen italiano y Rita de Carnevali, merideña de Mucurubá, estuvo desde su infancia vinculado al cultivo de la tierra, a los avatares del pueblo campesino; pues su padre era productor de trigo y propietario de molinos, experiencias que irían perfilando en su personalidad los valores de la solidaridad, la justicia y sensibilidad por los problemas sociales. Estudió primaria en la Escuela Federal “Picón” y bachillerato en el Liceo “Libertador,” ubicados en la ciudad de Mérida, recibiéndose como bachiller en 1935, cuando concursa en dicho liceo para regentar las cátedras de Historia de Venezuela, Inglés y Francés. Carnevali no sólo creció en tiempos de la férrea dictadura gomecista, sino que participó en su gobierno a los 14 años, cuando en 1928 el presidente del Estado, Rafael Paredes Urdaneta, lo designó Oficial mayor de la Secretaría de Gobierno. En aquel importante año para la historia del país, tiene contacto con una figura política relevante para los merideños y para sí mismo, el Dr. Pedro Guerra Fonseca, quien llegaba de Paris por esos días, luego de realizar estudios de Medicina, con profundos conocimientos sobre el socialismo europeo y sus reivindicaciones populares. De Guerra Fonseca aprendió Carnevali sensibilidad social e ideas políticas, pues lo puso en contacto con el socialismo y el marxismo, traduciéndole al castellano el Materialismo Histórico de Nicolás Bujarin. Sin duda, sería una influencia importante para el muchacho del páramo. Con la muerte de Juan Vicente Gómez en diciembre de 1935, se respiran ciertos aires de libertad en el país y el Estado Mérida, y a finales de ese año Alberto Carnevali hace su primera intervención pública en la plaza Bolívar de la ciudad, expresando las esperanzas de libertad y democracia que podrían abrirse en adelante. Desde entonces comienza su acción política, vinculándola con sus estudios de Derecho en la Universidad de Los Andes a partir de 1936. En esa Facultad fue electo Presidente de la Asociación General de Estudiantes en Mérida, adscrita a la Federación General de Estudiantes de Venezuela. Participó como articulista 2

Esta breve reseña de la vida de Alberto Carnevali ha sido elaborada con los planteamientos expuestos en las obras: Acción Democrática y Universidad Popular Alberto Carnevali. Alberto Carnevali: pasión de libertad. Mérida, 1989, 3 Tomos; Rigoberto Henríquez Vera. El preso de la celda 39. Mérida, Imprenta Oficial, 1975; y Simón Alberto Consalvi y otros. Alberto Carnevali. Vida y acción política. Caracas, Ediciones Centauro, 1980.

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en periódicos pro democráticos como: El Observador, De Frente, El País, Diario Panorama, Diario Occidente y Semanario Acción Democrática; así como creó el periódico La Democracia, difusor de las posturas de la izquierda democrática merideña. Fue miembro fundador en Mérida de dos organizaciones políticas importantes para la difusión de las ideas democráticas en el país: la Organización Venezolana (ORVE) en 1936, y el Partido Democrático Nacional (PDN) en 1938, este último embrión genésico de Acción Democrática (AD), en cuya fundación también participa Carnevali en 1941. Desde 1939, motivado por las constantes persecuciones y atropellos que recibía en Mérida por su actividad política, se traslada a Maracaibo, donde establece residencia y continúa sus estudios de Derecho en la Universidad del Zulia. Además, se convierte en locutor de la emisora Ondas del Lago y participa con una columna fija en el diario Panorama: “Cifras y Datos”. En su estancia marabina se enamora de la señorita Margarita Rangel Bourgein, con quien contrae nupcias en 1944. Allí culminó sus estudios con la tesis Aspectos económicos y sociales del cultivo de trigo en Los Andes, en la cual expone bajo la interpretación marxista, los aspectos socio-económicos fundamentales de la producción de ese rubro en tierras andinas. Esto le permitió obtener de título de Doctor en Ciencias Políticas y Sociales ese mismo año. Con el triunfo de la Revolución de Octubre el 18 de ese mes del año 1945, es designado por la Junta Superior Revolucionaria como Presidente del Estado Mérida, hasta el 31 de diciembre de 1946, gestión en la que procuró llevar a cabo sus máximas de solidaridad social y democracia. Dejó la primera magistratura merideña para pasar a ocupar la Secretaría General de Acción Democrática en enero de 1947, desde donde cumpliría un rol fundamental para el triunfo de su partido en las elecciones por la presidencia de la república de finales de ese año, ganadas con amplia ventaja por su candidato, Rómulo Gallegos. Además, participó como aspirante a la diputación por el Estado Zulia en la terna acción democratista, obteniendo el triunfo que le mereció la designación de Jefe de la fracción parlamentaria de AD en el nuevo Congreso Nacional, hasta el derrocamiento de Gallegos por un golpe militar el 24 de noviembre de 1948. Así se da inicio a una nueva etapa en la vida de Alberto Carnevali: la de la clandestinidad. Ese mes de noviembre es apresado por las fuerzas de facto y enviado a la cárcel modelo y luego al exilio, en Nueva York, desde donde seguía escribiendo y luchando por la libertad de los venezolanos. Hace grandes esfuerzos por retornar clandestinamente al país y continuar en el combate. En mayo de 1951 es nuevamente encarcelado, recinto donde sufre un accidente y en su traslado al hospital, logra fugarse.

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Tras la muerte de otro gran líder de Acción Democrática, Leonardo Ruiz Pineda, en 1952, Carnevali asume de inmediato la dirección del partido y escribe y difunde uno de sus folletos más preclaros y contundentes contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez: A la Rebelión civil llama Acción Democrática. El 18 de enero de 1953 es nuevamente apresado y enviado a la penitenciaria de San Juan de Los Morros, donde de inmediato le diagnostican cáncer y fallece en mayo de ese mismo año. Sus restos reposan en uno de los cementerios más populares de la ciudad de Mérida: El Espejo, entre gente humilde, a la que tanto quiso favorecer en vida.

3. Acción política sin persecuciones: Presidencia del Estado Mérida y Diputación ante el Congreso Nacional 3.1. Tiempos difíciles.: Presidente Mérida.1945-1946: Oposición y logros

del

Estado

El Dr. Alberto Carnevali Rangel asumió como Presidente del Estado Mérida, designado por la Junta Revolucionaria Nacional, desde el 23 de octubre de 1945 hasta el 31 de diciembre de 1946, gestión que sólo duró poco más de un año, debido al interés de su partido por designarlo Secretario General a partir de 1947, obligándolo a separarse de la primera magistratura de la entidad merideña, para dejarla a cargo del Dr. Ramón Parra León. Con motivo de la celebración del primer aniversario de la Revolución de octubre, Carnevali dirigió un mensaje a la colectividad merideña en el cual dio cuenta de parte de las actividades cumplidas durante el primer año de su gestión y manifestó algunas de sus ideas, que defendió a lo largo de su vida política. Intentemos a continuación analizar parte de sus planteamientos y logros. La atención social de los sectores menos privilegiados fue una de las banderas del partido Acción Democrática y por ende de Alberto Carnevali. Para ello su gobierno dedicó presupuesto y esfuerzos por mejorar la educación, la asistencia médica gratuita, la seguridad pública, las vías de comunicación, el subsidio a los trabajadores del campo para fomentar el desarrollo agropecuario, y un tema fundamental para los merideños de mejores ingresos económicos, la construcción de un “aeródromo” o aeropuerto, que por fin comunicara de manera

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más expedita a la población de esos lares con diversos lugares del país, poniendo fin, a los tortuosos cuatro días de viaje terrestre que, por ejemplo, se invertían para trasladarse a la capital de la Republica. Mérida en 1945 era una entidad fundamentalmente rural, y como en nuestros días, de excelente producción agrícola, por tanto, construir y mejorar sus vías de comunicación era vital para lograr buenas condiciones de vida para sus habitantes, con transporte seguro y rápido de los rubros que se producían, abaratando costos y generando ganancias para los productores, por la colocación oportuna de las cosechas en los destinos de comercialización. Aun cuando el primer magistrado del estado estaba claro de la importancia que tenía para los merideños la carretera de Mérida a Palmarito para ponerse en comunicación con el Lago de Maracaibo, y la que uniera a Torondoy-San Cristóbal y Santa Apolonia con Palmarito y con Mérida,3 pues permitiría su comunicación con una región histórica vital como la marabina. Sin embargo, en esta materia Carnevali sólo alcanzó la construcción de la carretera de Estánquez a Chiguará, la de Ejido a La Azulita, Ejido-El Salado, La Mesa-Jají, Mesa Bolívar-Bolero, el tramo comprendido entre Las Cruces y la Carbonera, de unos 14 kilómetros y las carreteras de penetración agrícola La Punta-Los Curos y Mérida-Chama-La Fría; así como 83 caminos reconstruidos y unos 234 en reconstrucción, para el momento de cumplirse el primer año de su gestión.4 Y sobre el aeródromo, cumplió su palabra, y como regalo para Mérida con motivo de las celebraciones del aniversario de la Revolución, el 16 de octubre de 1946 lo inauguró con el primer vuelo de prueba.5 En materia educativa, el principal obstáculo que enfrentaba el presidente de Estado para cumplir uno de los lemas fundamentales de su partido, “educar al pueblo,” era combatir el alto índice de analfabetismo de unos 80.000 mil merideños, casi un 42% de su población; creando una Campaña y Patronato de Alfabetización, enviando 50 alumnos a Caracas que realizaron cursos intensivos para maestros y regresaron a Mérida a contribuir con la enseñanza para leer y escribir a adultos; se dictaron 106 cursillos y organizaron 22 legiones y 5 Ligas 3

4

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Archivo General del Estado Mérida (en adelante AGEM), Fondo Gobernación. Mensajes Presidenciales. “Mensaje que el Presidente del Estado Mérida, Dr. Alberto Carnevali, dirige a los pueblos merideños con motivo del primer aniversario de la Revolución de Octubre”. Mérida, Imprenta Oficial, 1946. Ibíd. “Memoria y Cuenta que el Gobernador del Estado Mérida presenta a la Asamblea Legislativa en sus sesiones extraordinarias de 1948, de la gestión administrativa en el lapso comprendido entre el 18 de octubre de 1945 al 15 de diciembre de 1947”. Mérida, Imprenta Oficial, 1947; p. 309. Ibíd. Mensajes Presidenciales. “Mensaje que el Presidente del Estado Mérida, Dr. Alberto Carnevali, dirige a los pueblos merideños con motivo del primer aniversario de la Revolución de Octubre”. Mérida, Imprenta Oficial, 1946.

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de alfabetización. En materia de escuelas, en poco más de un año se crearon 117 escuelas diurnas, 20 nocturnas y cuatro escuelas de corte y costura.6 Además, como incentivo al mejoramiento de la calidad educativa, se incrementaron los sueldos de los maestros estadales de las escuelas diurnas en casi 100%, de 120 Bs. mensuales a 230 Bs.; y el de las escuelas nocturnas de 80 a 150 Bs. mensuales. De igual manera, duplicó el presupuesto del Colegio de Niñas del Estado de 1.467 Bs a 3.300 Bs mensuales, y el del Colegio Miranda de la localidad de Tovar de 2.100 Bs a 4.400 Bs mensuales, pasando ambos a la categoría de federales. La contribución o subsidio del gobierno estadal para la capacitación de los menos favorecidos también se materializó otorgando 13 becas para estudiantes normalistas que realizaban cursos en las ciudades de San Cristóbal y Caracas, 3 para estudiantes que se preparaban para ser profesores de educación secundaria en el Instituto Pedagógico Nacional, 1 para un estudiante de Agronomía, 2 para estudiantes de Radiotelegrafía y 2 para estudiantes de demostración del hogar campesino.7 La seguridad pública del Estado y el poder civil de los municipios fueron sustancialmente mejorados al incrementarse el número de agentes en la mayoría de los poblados y sus respectivos salarios, los cuales fueron aumentados en casi un 100%, de 5,50 a 10 Bs mensuales; y de incorporar 30 nuevos funcionarios policiales, para disponer los merideños de 108 al final de su gestión. El sueldo de los prefectos de los municipios de Mérida se elevó a 400 Bs., y el de las Secretarias de los mismos, a 200 Bs al mes. Debido a la pobreza de la mayoría de los merideños, la asistencia médica dependía fundamentalmente de la gestión del Estado. Salvo el Hospital Los Andes, construido por los gobiernos gomecistas en Mérida, no existía en la entidad un recinto asistencial de envergadura. Durante el gobierno de Alberto Carnevali se construyeron 10 medicaturas rurales para los poblados de Santa Apolonia, San Cristóbal, Mucutuy, Aricagua, Santo Domingo, El Morro, Zea, Mesa Bolívar, Tabay y El Vigia; y 15 dispensarios; y se dictaron cursos para preparar personal de enfermería. Para llegar directamente a la población de bajos recursos, el gobierno de Carnevali invirtió 112.000 Bs para la distribución gratuita de medicinas y desde noviembre de 1945 hasta septiembre de 1946, ordenó el despacho de consulta médica gratuita a 50.000 personas y la donación de 60.000 ampollas. Además, reforzando esa política de atención sin costos, estableció en el Dispensario de la ciudad de Mérida, servicio dental gratuito para adultos y escolares, dotándolo de 6 7

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las unidades y material necesario, así como la adquisición de unidades móviles para prestar servicios ambulantes en distintos planteles.8 Uno de los problemas que mayor preocupación generó en la Junta Revolucionaria de Gobierno y los hombres de Acción Democrática que se instaló en octubre de 1945, era solventar la situación de desabastecimiento que vivía el país, consecuencia de la poca producción de alimentos y la crisis que se produjo planetariamente en esta materia, una vez finalizada la segunda guerra mundial. Los productos de la dieta básica, o no se encontraban o se vendían a precios muy elevados. Para ello se creó la Comisión Nacional de Abastecimiento, y en Mérida la Gerencia de los Detales Controles, dependiente de aquella, con la finalidad de controlar la especulación y la escasez de alimentos en la entidad.9 Además, otras medidas implementadas para impulsar la agricultura y controlar los precios en beneficio de los más desposeídos, se otorgaron créditos agrícolas y se subsidió la producción agropecuaria. Para ello se crearon 463 Sociedades de Agricultores que agrupó a 20.003 miembros; Cooperativas de Consumo compuestas de unas 300 personas, quienes actuarían contra la especulación de los alimentos; se inició la conformación de cuatro Cooperativas agrícolas de producción y 2 Cooperativas de pequeños expendedores de carne, con un préstamo para los cooperativistas de 52.000 Bs; se otorgaron 280.470 Bs en créditos a unos 1.317 agricultores, a través de lo que se denominó el Servicio de créditos agropecuarios de suministro, dependiente de la Caja de Crédito del Estado, que implementó la modalidad de créditos condicionados, y que permitía retirar periódicamente cantidades hasta completar el total acordado, de acuerdo con las necesidades del productor agropecuario.10 Junto con el cooperativismo, el subsidió fue otra de las políticas de Carnevali, y que le dio excelentes frutos para auxiliar y estimular la producción del campo merideño y proteger a los consumidores. El Banco Agrícola y Pecuario y la Comisión Nacional de Abastecimiento fueron sus principales aliados; por ejemplo, la cosecha de trigo del año 1946 se compró a los cultivadores a 46 Bs, para venderse a los molineros a 34 Bs, absorbiendo el banco la diferencia de 12 Bs en cada 100 kilogramos.11 La confrontación política en la entidad merideña contra Carnevali constantemente intentó vincularlo con el comunismo y sus ideas anti-clericales y 8 9 10 11

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amenazas contra la propiedad privada, sin embargo, el único acto de su gobierno que pudo poner en duda su respeto por la propiedad privada, tuvo que ver con la expropiación por utilidad pública, de la Compañía Anónima Alumbrado Eléctrico del Mucujún, la cual fue comprada a sus dueños por intermedio del Ministerio de Fomento. La finalidad de esa compra era poner en manos del gobierno del Estado la explotación del ramo de la energía eléctrica, para abaratar los costos y garantizar un buen servicio a la colectividad. Además se proyectaba la construcción de tres o cuatro plantas más en diversos puntos del territorio del Estado, donde ya existían algunas de menor generación, en manos de particulares, pero que se estimaba desaparecerían, pues por su tamaño, de incrementar la oferta, sería a costos inaccesibles.12 No obstante, Carnevali pugnaba por estimular y atraer la inversión privada en Mérida, consciente de los escasos recursos que su Estado podía invertir en el fomento de obras públicas. Así lo manifestó en su Mensaje del 19 de octubre de 1946, cuando lamentaba: ...la escasísima colaboración del capital privado en el mejoramiento de las condiciones de vida de la ciudad. No hay ninguna industria de significación y las escasas pequeñas industrias existentes no podrán adquirir impulso si no interviene el Estado. Nuestros pocos capitalistas lugareños prefieren hacer sus inversiones en otras ciudades de mayor actividad económica, obrando así con gran inconsecuencia hacia la ciudad que les dio sus primeras fuerzas.13

Además, no solicitaba sino reclamaba del empresario privado ...a nombre de centenares de hogares humildes y honestos, cuyos brazos claman por una actividad honorable en qué ocuparse, que los hombres de capacidad económica de Mérida aprovechen las finalidades del Instituto de Fomento de la Producción y la resuelta producción crediticia que el Estado ofrece a las industrias, para que se inicie el establecimiento de algunos renglones industriales compatibles con los limitados ámbitos del consumo regional.14

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3.1.1 Férrea oposición a su gobierno La gestión de Alberto Carnevali tuvo una fuerte oposición en su estado natal, fundamentalmente de la Iglesia Católica, a través del principal diario de circulación de la época en su entidad, El Vigilante,15 en el cual el 25 de octubre, en primera página se señaló: “… la celeridad sorprendente como había sido derrocado el Presidente de la República, General Medina y todo su gobierno…”16 y en columna más pequeña que ...cuando entre nosotros se supo que el partido Acción Democrática colaboraba con la juventud del ejército en este desconcertante plan revolucionario, todos pensamos que si triunfaba la revolución, Alberto Carnevali sería el Presidente de los merideños. El es uno de los más fuertes pilares del partido y una de las figuras más valiosas de la juventud de Mérida...17

No obstante, con el correr de los meses, fue acusado de sectario y comunista. En un artículo del periódico capitalino La Religión, tomado por El Vigilante se intentó explicar cómo comunistas y acción democratistas criticaban fuertemente la participación activa de algunos sacerdotes católicos en actividades de organizaciones como COPEI y Unión Federal Republicana, partido regional, sin mencionar que en las planchas adecas existían dos o tres clérigos como candidatos a la Asamblea Constituyente. En una Carta Pastoral de febrero de 1946, se señalaba expresamente cómo debía ser la intención de voto de los católicos. Fue tomada por el partido Acción Democrática como una clara injerencia de la Iglesia en asuntos estrictamente políticos, en perjuicio de sus aspiraciones electorales en una región profundamente religiosa. En el capítulo VIII de dicho documento eclesiástico señalaban expresamente los Arzobispos y Obispos, a quienes no podían favorecer electoralmente sus fieles, por considerarse negadores de principios históricamente defendidos por la Iglesia: “No pueden votar los católicos por aquellos que predican las 15

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Este diario fue fundado por la Iglesia Católica merideña en 1924, en el devenir del régimen gomecista. Se subtituló como católico de intereses generales. Durante el periodo del Trienio democrático fue dirigido por los sacerdotes J. M. Magioranni, y quien lo sustituyera, Eccio Rojo Paredes. AGEM, Prensa Histórica. El Vigilante, “La Revolución venezolana”. Mérida, 25 de octubre de 1945, Año XXII, Nº 3.269, p. 1. Ibíd., “Notas efímeras: Alberto Carnevali”. Mérida, 25 de octubre de 1945, Año XXII, Nº 3.269, p. 1. Negritas nuestras.

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doctrinas del socialismo y comunismo ateos y las luchas de razas…”18 No podían votar los católicos, según esta Pastoral, ni por adecos ni comunistas, si por ueferristas y copeyanos. La Iglesia desarrolló frente al Comunismo una acérrima oposición, por considerarlo anti-clerical y peligroso para las libertades individuales y colectivas, pero fundamentalmente por ateo. El partido político más importante del Estado Mérida, tal como quedaría demostrado electoralmente en las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente de octubre de 1946, fue la “Unión Federal Republicana.” El Presidente del Estado Mérida, Alberto Carnevali, en defensa de su envestidura y partido político, días antes de las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente, y en virtud de que la principal bandera de la oposición política era el sectarismo de su organización, señaló en Mensaje que dirigió al pueblo merideño, con motivo del primer aniversario de la Revolución el 19 de octubre de 1946, que “… en Mérida como en toda la República, hay empleados administrativos de todos los partidos. En Mérida sólo un miembro del poder judicial superior pertenece a Acción Democrática, los demás pertenecen casi todos a partidos adversarios y algunos son candidatos.”19

3.1.2 UFR: Un fuerte partido político merideño en contra de Alberto Carnevali y Acción Democrática La participación decidida de la Iglesia Católica en apoyo al partido “Unión Federal Republicana”20 y en oposición a Acción Democrática, fue determinante para que aquella organización alcanzara el triunfo electoral en todas las contiendas que se desarrollaron en el país y el Estado Mérida durante el trienio democrático. Entre las planchas de la UFR se encontraban tres sacerdotes, los presbíteros Dr. José Rafael Pulido Méndez, Octavio Rincón Santos y José Manuel Maggiorani, éste último, Director del diario El Vigilante, medio impreso de mayor oposición 18 19

20

Ibíd., “El ejercicio del voto para los católicos”. Mérida, 20 de febrero de 1946, Año XXII, Nº 3.341, p. 1. Ibíd., Fondo Gobernación. Mensajes Presidenciales. “Mensaje que el Presidente del Estado Mérida, Doctor Alberto Carnevali, dirige a los pueblos merideños con motivo del primer aniversario de la Revolución de Octubre”. Mérida, Imprenta Oficial, 1946. La definición ideológica de la UFR como partido político era de derecha, y entre sus principios genésicos estaba la consecución del “engrandecimiento de la patria, de la familia y de la religión,” los cuales sin duda alguna le valieron el apoyo irrestricto de la Iglesia Católica, fundamental en una región fielmente devota a sus preceptos. Esta agrupación política nace en Mérida el 18 de mayo de 1946, cuando se legaliza por decreto del Ejecutivo del Estado, por solicitud de los ciudadanos: José R. Febres Cordero, Dr. Humberto Ruiz Fonseca, Dr. A. González Puccini, Dr. Homero Sánchez Berti, Dr. Carlos Quintero Delgado, Br. José R. Barrios Mora y Ramón Gómez Castro.

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al gobierno de la Junta Revolucionaria y de Acción Democrática. En Mérida, una vez instaurada la Junta Revolucionaria de Gobierno en Caracas, se legalizaron varios partidos políticos, emanaciones de organizaciones de carácter nacional y otros regionales; así como se disolvieron agrupaciones políticas que apoyaban las candidaturas de Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, es decir, “La agrupación pro-candidatura presidencial” y el “Partido Democrático Venezolano,”21 enemigos de la Revolución. Un total de siete agrupaciones políticas fueron legalizadas entre octubre de 1945 y diciembre de 1947: La Organización Democrática Electoral, ODE; el Partido Socialista Venezolano, PSV; la Unión Independiente Electoral, UIE; el Comité de Organización Política Electoral, COPEI; el Frente Independiente Democrático Electoral, FIDE; la Unión Republicana Democrática, URD; y la Unión Federal Republicana, UFR.22 El triunfo de la UFR en las elecciones de octubre de 1946 fue categórico, obtuvo la preferencia de la mayoría del electorado frente a su más cercano contendor, Acción Democrática. Los representantes electos por la UFR fueron: Pbro. Dr. José Rafael Pulido Méndez, Br. José Ramón Barrios Mora, Dr. José Desiderio Gómez Mora, y el Dr. Carlos Quintero Delgado y los de AD el Dr. Rigoberto Henríquez Vera, el Br. Domingo Alberto Rangel y el Lic. Antonio Pinto Salinas.23 El número de inscritos por Mérida para participar en dicho proceso fue de 80.902 y participaron 67.972 electores, con una abstención de 12.930; de esos votantes la UFR obtuvo 38.306 votos frente a 24.474 de AD, es decir; el 56,46%.24 Luego del triunfo de la UFR para elegir representantes a la Asamblea Nacional Constituyente, se les presentó otro reto, las elecciones de Presidente de la República, Senadores, Diputados y representantes a las Asambleas Legislativas, en diciembre de 1947. El éxito electoral los acompañó nuevamente, pues ocuparon 21

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Ibíd., Fondo Gobernación. “Memoria y Cuenta que el Gobernador del Estado Mérida presenta a la Asamblea Legislativa en sus sesiones extraordinarias de 1948, de la gestión administrativa en el lapso comprendido entre el 18 de octubre de 1945 al 15 de diciembre de 1947.” Mérida, Imprenta Oficial, 1947; pp.46 y 47. Para una mayor comprensión de la actuación de ésta agrupación política, véase los estudios de Alfredo Angulo Rivas sobre el devenir político y los procesos electorales durante ese periodo en Mérida y Táchira, pueden consultarse: “La Unión Federal Republicana: política, autonomía y religión en Mérida” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 310 (Caracas, abril-mayo-junio de 1995); pp. 95-110; y “El moderno Sistema de Partidos en Venezuela”, en Tierra Firme, 38 (Caracas, abril-junio de 1992). Ibíd., Fondo Gobernación. Publicaciones Oficiales. “Memoria y Cuenta del Ministerio de Relaciones Interiores, 1946”. Caracas, Imprenta Nacional, 1946; p. 121. Ídem.

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las dos senadurías del Estado, a través de los doctores José Desiderio Gómez Mora y José Rafael Febres Cordero; y también mayoría en la cámara de Diputados con tres representantes: Br. José Ramón Barrios Mora, Br. Edecio La Riva Araujo y Dr. Carlos Febres Pobeda; frente a los dos representantes por Acción Democrática, Br. Domingo Alberto Rangel y Dr. Rigoberto Henríquez Vera.25 La suerte de su candidato a la presidencia de la República, Dr. Rafael Caldera, postulado por COPEI, no fue la misma, pues salió derrotado por Rómulo Gallegos, de AD; algo lógico, tomando en cuenta que UFR era una agrupación regional. La próxima contienda electoral que afrontó la UFR en Mérida fue la convocada para elegir los representantes de los Concejos Municipales en mayo de 1948, cuando obtiene 24 concejales frente a 18 de Acción Democrática, triunfando en 5 de los 8 Distritos que se disputaban estos cargos en el Estado.26

3.2 Un diputado merideño en representación de los zulianos El 7 de diciembre de 1947 se realizaron elecciones directas, universales y secretas para elegir presidente de la república de Venezuela y representantes de las dos cámaras al Congreso Nacional. Alberto Carnevali salió electo como Diputado por el Estado Zulia y fue designado Jefe de la fracción parlamentaria de su partido Acción Democrática, que obtuvo mayoría en el hemiciclo. Allí continuaría su actuación pública en defensa de los valores democráticos, principio fundamental de los principios doctrinarios de su organización. De inmediato, analizaremos brevemente algunas de sus posturas frente a los diversas temáticas de interés nacional que debatieron los parlamentarios, en los que destaca su clara defensa de la Democracia. El 16 de febrero de 1948 se inauguraron las sesiones del Congreso Nacional. Carnevali formó parte de la Comisión que se encargó de participarlo a la Junta Revolucionaria de Gobierno, saliente y al Presidente electo, Rómulo Gallegos, la instalación. En su discurso dedica palabras a reiterar su convencimiento sobre la preferencia de la mayoría del pueblo venezolano por la democracia, y de que “…el único camino para su recuperación moral y política es el que ha instaurado 25

26

Ibíd., Fondo Gobernación. Publicaciones Oficiales. “Memoria y Cuenta del Ministerio de Relaciones Interiores, 1948”. Caracas, Imprenta Nacional, 1946; pp. 20-30. Alfredo Angulo Rivas. “La Unión Federal Republicana…”; p. 101.

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el régimen nacido con la revolución de octubre: el sistema democrático,”27 en el que para Carnevali “…todos los venezolanos podamos discutir libremente sobre el porvenir de la República y sobre la mejor manera de conducirla; el sistema de la libre discusión y el sistema de la libre manifestación de la personalidad humana.”28 Días antes se debatió la cuestión en torno a la radiodifusión de las sesiones de la Cámara de Diputados. En representación de la tolda blanca señalaba, aludiendo la condición de ventaja que tenían por ser mayoría, que los adecos no incurrirían “en el error de menospreciar la importancia política de ninguno de los grupos políticos aquí representados en la Cámara de Diputados. No vamos a incurrir en la jactancia de ignorar despreciativamente las intervenciones que haga cualquier miembro de la Cámara,”29 pues estaba consciente el diputado merideño del valor de las distintas organizaciones políticas en el fortalecimiento del sistema, pues señalaba. “Creemos que una democracia no puede ser completa, por lo menos en su aspecto funcional, si no pueden intervenir libre y eficazmente todos los grupos políticos y todos los parlamentarios.”30 Sobre el tema de los debates de ese día, la fracción parlamentaria adeca se oponía a la transmisión a cambio de la publicación de una reseña de los debates del Congreso, convencidos de que esa petición era un interés de los partidos políticos opositores y no del pueblo venezolano. En defensa de su postura argüía el diputado Carnevali que en Venezuela Hay una innovación definitiva, decisiva en el proceso de democratización…la concesión del voto para las mujeres y la concesión de votos para los analfabetas. Para la elección de la Asamblea Nacional Constituyente que se realizaron el 27 de octubre, como todos sabemos, de 1946…[y sin embargo] No necesitó la mayoría de analfabetas de Venezuela de que se les hubieran trasmitido por radio las sesiones para saber que en el voto estaba definitivamente consagrada la única arma de que puede hacer uso un pueblo libre.31

En sesión del 26 de abril de 1948 se debatió en torno a una supuesta campaña anticomunista que no sólo perseguía atacar a los comunistas venezolanos, sino vincular a Acción Democrática con las doctrinas comunistas. Ante semejante 27 28 29 30 31

Acción Democrática y Universidad Popular Alberto Carnevali. Alberto Carnevali: pasión… T. III, p. 12. Ídem. Ibíd., p. 13. Ídem. Ibíd.; pp. 20-21.

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acusación intervino Carnevali para defender no solamente a su tolda política, sino la libertad política constitucionalmente permitida en el país. Al respecto señaló que “…hay datos y hechos muy elocuentes que permiten comprobar a diario la posición diáfana en que ha estado colocada Acción Democrática desde que se fundó como partido político, que colocan a nuestra organización en una posición total y radicalmente adversa al Partido Comunista.”32 Pero la participación no sólo se dirigió a defenderse de los ataques contra su partido, sino a defender un claro principio democrático de libertad de ideas y pensamientos y de profesarlas libremente. Por ello refería que en Venezuela …todos los ciudadanos tienen libertad para actuar en defensa de determinadas ideas, o en contra de determinadas ideas. Acción Democrática como partido genuinamente democrático, no se apartará de esa línea de conducta; pero no estamos dispuestos a permitir que se envenene a la opinión pública, y que se trate de descomponer el ambiente político nacional, tratando de hacer confundir esa posición de Acción Democrática de respeto a los derechos políticos de todas las fuerzas y de todos los ciudadanos…33

Sin duda, Alberto Carnevali conocía las fuerzas opositoras en la Cámara, y que el partido socialcristiano COPEI confabulaba, como en años atrás en su Mérida natal, para vincular a los adecos con las doctrinas comunistas. Además, aquella campaña anti-comunista, a su vez ataca a una organización legalmente constituida y con representación en el Congreso, el Partido Comunista, el cual, si actuaba apegado a los preceptos constitucionales y legales vigentes para entonces, debía ser defendido de ataques infundados. A lo largo de sus intervenciones durante poco más de diez meses como Diputado por el Estado Zulia y Jefe de la fracción parlamentaria de Acción Democrática, Alberto Carnevali siempre demostró su profunda lealtad hacia las doctrinas de su organización política, que en nada reñían con lo que para él fue razón de vida: su absoluta convicción democrática. Su actuación como parlamentario fue la última oportunidad que tuvo para luchar y defender públicamente y sin cortapisas, las libertades ciudadanas en Venezuela, que prontamente se verían truncadas por el golpe militar a Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948. 32 33

Ibíd.; p. 27. Ibíd.; p. 28.

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4. Consideraciones finales La historia política de Venezuela reclama por el estudio de las ideas de hombres que bajo profundas convicciones de progreso y desarrollo institucional y material, pugnaron por la construcción de un país con grandes libertades y posibilidades para todos, en un marco de justicia e igualdad. Alberto Carnevali fue uno de esos políticos que, a pesar de su corta participación en la vida pública de Venezuela, con sus convicciones y acciones, contribuyó decisivamente, incluso a costa de su vida, por la instauración y defensa de las ideas democráticas en nuestro país. Antes de tener que actuar en la clandestinidad, el joven político merideño desde los 21 años comenzó una dilatada actividad que lo lleva a ocupar importantes cargos en el ejercicio gubernativo como Presidente del Estado Mérida, como miembro fundador de importantes organizaciones políticas pro democráticas (ORVE, PDN y AD), como Secretario General de Acción Democrática y como Diputado y Jefe de la fracción parlamentaria de este partido en 1948. Las fricciones por las diferencias de ideas son normales en el juego democrático, Carnevali lo sabía y las supo salvar. En el ejercicio de la primera magistratura del Estado Mérida fue la Iglesia Católica merideña el principal obstáculo, por ser la fuerza opositora a su gestión presidencia de la entidad andina, no sólo como defensora de principios y valores cristianos, que sintieron amenazados por algunas medidas del gobierno nacional y regional, sino como actor de la oposición política a esa gestión, y a Acción Democrática como partido mayoritario en la Junta Revolucionaria de Gobierno. No obstante, esos ataques no eran realmente contra valores y principios religiosos, sino sobre aspectos anacrónicos y antidemocráticos sostenidos por la Iglesia. Por ello, ésta institución apoyó a las organizaciones más ortodoxas en Mérida como la UFR, que se mostraron defensoras de los valores esenciales de la sociedad, desconociendo los avances importantes de los postulados adecos. Y luego, en el Congreso Nacional, frente a la fuerza opositora encabezada por el partido COPEI, que constantemente se oponía a las posturas adecas del gobierno de Rómulo Gallegos, las cuales fueron siempre contrarrestadas con la seguridad de quien defiende lo que más ama y respeta en su vida, para Carnevali, la libertad.

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El maestro Prieto Figueroa. Hijo de la calle del diablo

El maestro Prieto Figueroa. Hijo de la calle del diablo Antenor Viáfara Márquez

Dueño de su pasado pone a nadar el futuro, gigante de la noche duerme junto al día, tan sólo una burbuja, borona de la nada que gira, gira, gira poseso de su instinto. Luis Beltrán Prieto Figueroa

1. Introducción Escribir un bosquejo biográfico sobre el Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, no resulta tarea fácil. Dejó su impronta en la vida pública siendo educador, escritor, jurisconsulto, poeta, crítico literario y político. Como lo había dicho en uno de sus poemas, el pasado era su naturaleza, éste se hizo en un nadar de combate que corría en los oscuros tiempos de las autocracias andinas, para posteriormente mostrarse como un gigante de la palabra y la acción lejos, del verdor apacible y de ese azul celeste de su terruño, acompañado del sol que entraba por playa guacuco, para caer suavemente sobre las empedradas calles coloniales de la Asunción, su ciudad natal. Para él, simplemente todo aquello significaba un andar político, un presente por hacer, un estadio que comenzaba a prefigurarse en la escuela donde anidó su espíritu de libertad, allí se abrieron las perspectivas de líder político de alto vuelo que pensó en una sociedad justa, libre e igualitaria, capaz de aventurarse hacia un sistema político socialista democrático, como lo habían planteado en sus inicios la socialdemocracia y que suscribió en 1941 Acción Democrática, para luego plasmar, con espíritu renovado estos principios, en otra organización política como expresión de una unidad de pensamiento sin mancha continuo y sin dobleces, que aquí se abordará.

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2. El maestro de la calle del diablo En el apacible, fértil y azul celeste valle de Santa Lucía, lugar de asiento de la ciudad de la Asunción, Isla de Margarita, vio luz el hijo de Josefa Figueroa González y Loreto Prieto Higuerey, quién fue joyero y juez por muchos años. Nació Luis Beltrán el 14 de marzo de 1902, para luego compartir el hogar con tres hermanas: Lourdes, Luisa y María Secundina. Eran tiempos de montoneras y días pavorosos en el territorio continental de la Venezuela de los umbrales del siglo XX. Comenzaba entonces a vislumbrarse otros escenarios políticos en aquella patria convertida en un cuero seco, por obra y gracia de los caudillos regionales; hubo de venir las autocracias andinas para ponerle punto final a tal borrasca, imprimiendo otro sentido a la interioridad del poder unificado férreamente por el gomecismo y sus acólitos, para montar un círculo de control y supresión de las libertades políticas por toda la nación, sin que se librase de ello la distante, diferente y bucólica tierra neoespartana. Como pocos, captó en su esencia, tiempo después, las sutilezas inigualables de la ciudad de sus amores, como si la describiera en las pinceladas de su memoria, aprovechando el reposo del alma que avivaba el vuelo de su libre espíritu: En la mañana el sol brilla en Guacuco, por la tarde se queda en Muere sol, prendida sobre los flancos, cuando fenece el día, lentamente, hasta que todo queda entre la luz difusa de la celeste claridad, para darnos las noches restellantes, que en otras partes pueden ser tan claras, pero más claras nunca.1

Sensibilidad a flor de piel la de aquel hombre de niñez vivida entre un ambiente campestre de casas de bahareque, calles empedradas y pulcras, en contraste con la mar del terruño insular. Transcurrió entre azules inigualables la primera parte de su vida, entre las correrías de la calle del Diablo (hoy calle Virgen del Carmen), la sacristía, y las empinadas escaleras del campanario de la catedral de la Asunción y la escuela “Francisco Esteban Gómez”, en la cual habría sentido la voz del magisterio, para luego, hacerse maestro de segundo grado con apenas dieciocho años, experiencia sin duda que lo llevó a comprender como el que más la situación agónica de su pueblo y el sentir de la identidad con el suelo margariteño, sus calles y sus azules. El maestro repara en la añoranza de su calle, la del Diablo, en la áspera Margarita llegó éste con otra semblanza, no la del maligno porque fue 1

Prieto Figueroa Luís Beltrán. Las ideas no se degüellan. Caracas, Editorial Equinoccio. U.S.B., 1980, p. 327.

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domesticado, lo escribe como parte de una identidad que echa tradición es propia al margariteño, allí cavila en sus pensamientos y en la sensibilidad de su alma: “El Diablo libre fundó familia en su nueva tierra, que es la única tierra donde el Diablo tiene hijos. Todos allí somos hijos del Diablo, aunque nuestro padre se llame de otra manera”.2 En la Isla de Margarita echó raíces el Diablo, pues sus hijos no sólo eran pescadores, agricultores, artesanos, maestros y políticos, sino gente noble y de mujeres extraordinarias dedicadas a inculcarles a sus vástagos el respeto al prójimo, el amor a la tradición como una forma de vivir y sentir la propia vida; de allí la referencia y el orgullo del maestro por ser “hijoeldiablo”: “Parece que es preferible ser hijo del Diablo como todo margariteño, donde ese padre goza de prestigio hasta el punto de que le han consagrado una calle; donde está mi casa y estuvo la Iglesia de San Pedro”.3 El sentirse hijo de tan prestigioso padre, lo condujo incluso a decir “que el margariteño malo abandona la Isla a pie”, ciertamente la naturaleza de sus coterráneos no se hundía en la sulfurosa malignidad, sino en la bondad y en el espíritu libre, ético-moral en correspondencia con la virtud y con los principios que rinden los hombres en el vínculo social, pues ser “hijoeldiablo” encarnaba solidaridad, afectividad y pasión por lo existencial, por todo aquello que implicara aspiraciones colectivas e inquietudes que afloraban en el sufrimiento ocasionado por el desdén de los gobiernos y el Estado. El maestro Prieto lo había visto de cerca, la ignorancia, la miseria arrinconaban y goleaban su tierra como un patrimonio compartido, no sólo le tocaba al margariteño sino a todos los pobladores de un país que parecía detenerse en el siglo XIX sin otra salida que la del atraso, el analfabetismo opresor, el paludismo, la impotencia y el autoritarismo.

3. Llega la hora de la acción y el pensamiento político El hijo de la calle del Diablo emprende la búsqueda de la elevación del espíritu, aún joven parte en una goleta con destino al combate no el de las armas, sino con las ideas, con el compromiso de librarse de aquello que le aprisionaba su alma. Llegó a Caracas el 7 de agosto de 1925, cuando salía a borbotones el oro 2 3

Ibídem, p. 333. Ídem.

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negro de las entrañas de la tierra en el Zulia, Falcón y Monagas, extraído por los taladros del trust petrolero internacional. Dos años después se gradúa de bachiller en el hoy Liceo “Andrés Bello”, compartiendo y adoptando posturas doctrinarias diversas con aquella generación de incipiente clase media de 1928; continúa sus estudios y en 1934 recibe el título de Doctor en Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Central de Venezuela. Afirma Francisco Gotera que el muchacho de la calle del Diablo no dejó de ejercer el magisterio, sus preocupaciones intelectuales y políticas fueron más allá del simple sueño reivindicador de la juventud, fundó con otros compañeros la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaría, el 15 de enero de 1932, como aspecto fundamental que apuntaló sus dotes de líder político: Esta sociedad, a pesar de las persecuciones del régimen, se fijó como objetivos: luchar por los derechos del niño, por las reivindicaciones del magisterio, por el mejoramiento de la escuela y por la superación cultural de nuestro pueblo. La consigna “por el niño y el maestro, por la escuela y la cultura”, lo resumía todo.4

El asunto no sólo implicaba una postura reivindicativa circunscrita al mundo de la escuela, sino que abarcaba un apuntalamiento hacia el campo políticoideológico, que habría que forjarse a partir de una expresión cultural que fuese el norte para la transformación del hombre, a tono con los valores colectivos en la lucha por la emancipación de los condicionamientos de la explotación económica que imponía el desarrollo del capitalismo. En este orden de ideas, el maestro Prieto reconocía la importancia e independencia de un Estado democrático, que podría impulsar ese proceso de cambio cultural necesario para inclinar la balanza de la liberación del cuerpo social, tomó de los escritos de Herman Heller una de las premisas sobre la cual afincaba su pensamiento en torno a la idea del estado independiente: “Estado democrático no tiene sino una salvación el de emanciparse políticamente de las influencias económicas mediante una sólida base de poder económico propio”.5 La impronta del pensamiento de Heller lo acompañará a lo largo de su vida política, efectivamente el interés por la naturaleza social y la existencia humana como expresión cultural lo manifiesta en la acción y en el reconocimiento de aquello que lo conmovía, su pensamiento iba en ello, esencialmente comprende 4

5

Gotero Arce Francisco. El pensamiento vivo de Luis Beltrán Prieto. Maracaibo, Ediciones Astro Data, 2002, p. 23. Citado por Renato Treves. “La Doctrina del estado de Herman Heller”. www.juridicos.unam.mx/ publica/libre/facdermx/cont/25/dtr/dtr15/pdf. 3-09-2012, p. 356.

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al Estado en tanto construcción de la actividad humana, no separada de la organización social sino orientada por ella; encuentra allí otra vertiente del radical socialdemócrata alemán según la cual: El estado pertenece al mundo de la cultura, es decir, aquel mundo en el que los fenómenos de la naturaleza son transformados por la actividad humana, y son por esa misma actividad, encauzados hacia determinados ideales dirigidos a la realización de ciertos valores espirituales. Heller sostiene así la concepción sobre la cual, el estado sería esencialmente actividad humano social y más precisamente, unidad organizada de decisión y de acción, forma de vida social: vida de forma y forma que surge de la vida.6

En efecto, estos supuestos ideológico-políticos se funden con el pensamiento de Prieto, constituyendo la guía que impulsó desde la Unesco una nueva manera de percibir la educación y de otear en la realidad para establecer su teoría del estado docente que tanta controversia había generado en los tiempos del trienio adeco y en las décadas siguientes. Actuaba el maestro conforme a sus ideas, a una forma de vida que delineaba contornos claros y coherentes expresados en el ámbito político y en las organizaciones que fundó. Uno de los aspectos más claros por el significado social que le atribuía a las organizaciones colectivas y a sus características para apuntalar al estado y los liderazgos políticos, lo resume así: “En la organización de las colectividades políticas, sociales o de cualquier otra naturaleza, intervienen factores de índole personal y factores de orden cultural y económico, que determinan su estructura y orientación”.7 Prieto Figueroa comprendía en su exacta dimensión el sentido de lo político, de lo cultural y de los condicionamientos que operan en las organizaciones, todo tenía que ver con las inclinaciones ideológicas que la orientan, sobre los que se afincaría el accionar colectivo, en fusión con una unidad estructural que le daba forma, coherencia y sentido, pero que a su vez tenía que estar sujeta al tejido social donde adquiere corporiedad el discurso, el pensamiento, para convertirse en la expresión de la realidad. El sentido social y la independencia del estado abría perspectivas distintas a la versión personalista instaurado por el gomecismo, ante el ocaso de éste, emergía 6 7

Ibídem, p. 348. Prieto Figueroa Luis Beltrán. El concepto de líder. El maestro como líder. Caracas, Editorial Ariel, 1960, p. 97.

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entonces la versión de una estructura de poder enfilada hacia la concreción de un órgano, pensado en sentido colectivo con características amplias, como lo habían sugerido los políticos de la nueva generación, entre ellos nuestro personaje, quienes desde sus diversas posiciones ideológicas confluían en la visión de un estado de justicia social, antiimperialista, anti-feudal, democrático y nacionalista que suscribieron las primeras organizaciones políticas modernas. El maestro con su independencia de pensamiento y sin ocultar su tendencia social demócrata radical escribe: “El pensamiento deja de tener valor si no está condicionado por un medio social, por una época, si no tiene su raíz afincada en un mundo conmovido donde la pasión es el eje de la acción y la idea está teñida con la angustia que aprisiona la sociedad contemporánea”.8 Quién como el maestro para entender el significado de la dualidad pensamiento-realidad social, así lo interpreta, es la naturaleza de su espíritu que lo guía, es la intensidad de lo social que lo mueve, que lo lleva a encontrase con los sinsabores de la actividad política para encontrar otros derroteros, sin traicionar su pensamiento y sus principios ético morales, sin duda esto, marcó el trascurrir de su vida política, como bien lo afirma: “Las grandes virtudes no caben en el alma de los pequeños, porque aquellas están hechas para las grandes almas”.9

4. El deslinde sin manchas Prieto deja el partido de sus inicios políticos, pero no degüella sus ideales en el tiempo de separación, rompe con el pragmatismo más no con la esencia espiritual y programática que lo hizo convertirse en una organización de masas, los postulados ideológicos los afianza y los afina para darle un sentido más social, humano y terrenal. El maestro habla de aquello que estaba atorado en su garganta por mucho tiempo, definiendo en una entrevista con Alfredo Peña, lo que él entendía como democracia socialista: …la definimos como pluralista, donde tengan cabida todas las formas de opinión existentes sin perseguir a nadie. Somos partidarios de la libre discusión. Nuestro socialismo democrático es contrario al monopolio en términos del capitalismo interno y el capital imperialista.10 8

9 10

Prieto Figueroa Luis Beltrán. La política y los hombres. Caracas, Ediciones Fundación Prieto Figueroa/ Ministerio del Poder Popular para la Educación, 2011, p. 17. Ibídem, p. 20. Peña Alfredo. Conversaciones con Luis Beltrán Prieto Figueroa. Caracas, Editorial ateneo, 1978, p. 170.

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El maestro Prieto no claudicó ante los ideales más caros de la social democracia, los renovó conforme a las necesidades del pueblo, habló del socialismo democrático como una vertiente matizada de carácter abiertamente inclusivo en el campo político, se afincó en ellos para retomar el papel de la autonomía del estado ante las contradicciones del capitalismo y de los líderes políticos de la República, tesis por demás resumidas en los principios que habían traicionado sus compañeros acciondemocratistas, pero que con el nuevo partido tendría otra sintonía, proponía otro sentido de lo político, más abierto y plural inclinado a la preservación del interés nacional , así lo presenta en el programa del Movimiento Electoral del Pueblo (M.E.P.) el ocho de diciembre de 1967: El M.E.P. estima que bajo un gobierno nacionalista y popular debe ampliarse el ejercicio de la democracia de base. A través de los Concejos Municipales, cabildos abiertos, comités de barrio y de empresa, y los más variados mecanismos de consulta sobre problemas nacionales, el pueblo debe participar de manera constante y efectiva en la determinación de su destino político, económico y cultural.11

La idea de una democracia inclusiva y amplia abría los senderos de la democracia socialista, no la propugnada por la propaganda anticomunista que había calado en el pueblo, por el contrario, ésta entraba en el juego del sistema constitucional establecido, pues los métodos y procedimientos estaban institucionalizados, por lo tanto, habían operado en la conciencia colectiva como mecanismo de convivencia política. En efecto señala Manuel Vicente Magallanes: Para el logro de sus objetivos el M.E.P garantiza y utilizará los sistemas, métodos y procedimientos democráticos, tanto en su orientación como en su acción política y electoral; promoverá el desarrollo más elevado de la libertad del hombre; acatará las manifestaciones de la soberanía popular.12

En efecto, intuía el maestro la necesidad de elevar la libertad del ser humano a partir de caminos ya transitados, solo así con los mismos procedimientos preestablecidos se podría lograr la liberación nacional y una comunicación más real en la práctica con el pueblo, pero en el entendido de la unificación entre la mente de los 11

12

Prieto Figueroa Luis Beltrán. Del Tradicionalismo a la Modernidad. Caracas, Ediciones Fundación Luis Beltrán Prieto Figueroa, 2010, p. 91. Magallanes Manuel Vicente. Los partidos políticos en la evolución histórica venezolana. Caracas, Ediciones Centauro, 1983, p. 508.

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lideres, con las acciones y el pensamiento consciente de las masas. Así lo escribió en su columna de El Nacional “Pido la palabra”, con el título el “Discurso político del 25 de julio de 1989”: “Discurrir es la forma de comunicación con el pueblo. Es la manera clara de llevar hasta la mente popular las ideas, las preocupaciones, el deseo de servicio, y por qué no decirlo, en algunos casos también el modo de buscar el acomodo para el beneficio”.13 Así dejó el maestro Prieto Figueroa su andar y su experiencia política, abriendo las claves para la comunicación entre el pueblo y la condición moral del político: he allí su impronta. No hay duda, sigue vivo el pensamiento del maestro, las condiciones para la comunión entre las masas populares y el liderazgo político están allí, falta que los líderes políticos comprendan el significado de la democracia socialista, aceptando dicha tesis no como un dogma, sino como una práctica consciente vivificada en praxis colectiva en la que el pueblo asuma los contenidos, los materialice en la realidad concreta como una forma de vida, como un modelo político posible y progresista, así lo imaginaba simplemente el maestro Prieto.

13

“El Nacional. Caracas, 25 de julio de 1989. Cuerpo A”. En: Pido la Palabra. Selección de artículos. (19691990). Caracas, Fondo editorial IPASME, 1996, p. 206.

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AUTORES Alexandra Mendoza Profesora de Geografía e Historia egresada del Instituto Pedagógico de Miranda “J.M. Siso Martínez”. Magister en Historia de Venezuela Republicana (UCV), Candidata a Doctora en Historia por la Universidad Católica Andrés Bello. E-mail: alexandradeacosta@gmail.com

Mariano Nava Contreras Doctor en Filología Clásica por la Universidad de Granada (España) y doctorando en Historia por la Universidad Católica Andrés Bello; Profesor de Lengua y Literatura Griega en la Universidad de Los Andes, Venezuela. Ha sido Profesor e Investigador en las Universidades de Almería (España), Nacional de Colombia, Laval (Canadá), West Indies (Trinidad), y París-Sorbona. Autor de diversos estudios en los campos de Filología y tradición Clásica en América, así como de traducciones de textos clásicos.

Jean Carlos Brizuela Profesor de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, adscrito al Departamento de Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico Rural “El Mácaro” (Turmero-Aragua), Magíster en Enseñanza de la Historia (UPEL-Maracay), Candidato a Doctor en Historia (UCAB), Jefe de Redacción de la Revista Tiempo y Espacio (UPEL-IPC), PEII-ONCTI (Investigador B), Miembro del Grupo de Investigación sobre Historiografía de Venezuela (Universidad de Los Andes). Coautor de La opción republicana en el marco de las independencias (2012) y autor de artículos publicados en revistas arbitradas e indizadas. Coordina la línea de investigación Historia de las Ideas políticas y educativas venezolanas en la UPEL-IPREM. E-mail: jeancarlosbrizuela@gmail.com.

David Ruiz Chataing Historiador. Doctor en Historia, Magíster en Historia de Venezuela Republicana y Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela. Profesor Asociado en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador-Instituto Pedagógico de Caracas. Coordinador General de Postgrado del Instituto Pedagógico de Caracas.

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Autor de las biografías de Ignacio Andrade, Francisco Linares Alcántara y Miguel José Sanz, publicadas por la Biblioteca Biográfica Venezolana. Su más reciente título Historia Intelectual de Venezuela. Ensayos. (2011) ha recibido el aplauso de la crítica literaria. E-mail: davidruizchataing@hotmail.com.

Hancer González Sierralta Historiador. Licenciado en Historia (ULA). Magíster en Historia de Venezuela (UCAB). Premio Municipal de Historia (Mérida-2008). Investigador PEII nivel A y miembro del Grupo de Investigación de Historia de las Ideas en América Latina ULA. Empleado contratado de la Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero (Mérida). Autor de los libros: El Ayuntamiento en los orígenes y consolidación de la sociedad colonial merideña (1558-1622) y Mérida después de la guerra. Consideraciones sobre la gestión de gobierno del Cabildo republicano (1823-1826). E-mail: hancerjuantercero@hotmail.com.

Rosmar Brito Márquez Profesora Especialista en Lengua. Mención: Lingüística y Literatura. Magíster en Literatura Latinoamericana. UPEL, 2001. Doctorando en Humanidades, Universidad Central de Venezuela. Docente Agregado a Dedicación Exclusiva UPEL Maracay. Coordinadora de la Línea de Investigación Narrativa Latinoamericana adscrita al Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias “Hugo Obregón Muñoz” (CILLHOM).

María Susana Harringhton Profesora Especialista en Lengua y Literatura. Magíster en Literatura Latinoamericana. UPEL, 2008. Docente Asistente a Tiempo Completo en la UPEL IPR-El Mácaro, Turmero- Aragua. Coordinadora de la Línea de Investigación Narrativa Latinoamericana adscrita al Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias “Hugo Obregón Muñoz” (CILLHOM).

Ildefonso Méndez Salcedo Historiador. Licenciado en Historia (ULA). Doctor en Historia y Magister en Historia de Venezuela (UCAB). Profesor de la Universidad Nacional Experimental

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del Táchira (UNET). Individuo de Número de la Academia de Historia del estado Táchira, Coordinador de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. E-mail: ildefonsomendez@yahoo.com.

Alí Enrique López Bohórquez Historiador. Doctor en Historia por la Universidad Central de Venezuela. Master of Arts (History) por la University of New México USA. Profesor Titular jubilado de la Universidad de Los Andes. Ex Director de la Escuela de Historia ULA. Premio Nacional de Historia “Francisco González Guinán”, en su primera convocatoria (1989). Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia. Coordinador del Grupo de Investigación sobre Historiografía de Venezuela, ULA. Tiene en su haber una densa obra bibliográfica sobre diversos temas de Historia colonial y republicana de Venezuela y acerca de la historia universitaria venezolana.

Agustín Moreno Molina Profesor Titular de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), adscrito al Centro de Investigación y Formación Humanística. Profesor de Pregrado y Postgrado de la misma universidad. Doctor en Historia por la Universidad Central de Venezuela. Director de la Especialidad de Educación en Valores Ciudadanos de la UCAB. Autor de varios trabajos en el ámbito de la historia, la filosofía y la educación, publicados en revistas especializadas y en capítulos de libros colectivos. E-mail: agmoreno1@gmail.com.

Jorge Bracho Historiador. Doctor en Cultura y Arte: América Latina y El Caribe (UPEL-IPC). Profesor Asociado, Jefe del Departamento de Geografía e Historia del Instituto Pedagógico de Caracas-Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Miembro del Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry”. Autor de una larga lista de artículos en revistas arbitradas e indizadas nacionales y extranjeras. E-mail: jorbrac59@gmail.com.

Juan Alexis Acuña Magister Scientiarum en Historia de América (UCV). Profesor adscrito al Departamento de Geografía e Historia del Instituto Pedagógico de Miranda “J.M.

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Siso Martínez-UPEL. Coordinador del Núcleo de Investigaciones Geohistóricas “Lisandro Alvarado”. E-mail: ayantetelamonio@gmail.com.

Andrés Eloy Burgos Profesor de Geografía e Historia egresado del Instituto Pedagógico de CaracasUPEL. Cursante de la Maestría en Historia de Venezuela (UCAB). Investigador del Centro Nacional de Historia. Profesor adscrito a la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela. E-mail: andreseloyburgos84@gmail.com.

Omar Hurtado Rayugsen Doctor en Historia por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Magíster Scientiarum en Geografía, mención Análisis Espacial. Profesor Titular jubilado del Instituto Pedagógico de Caracas. Ex Secretario y Ex Vicerrector de Docencia de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Profesor invitado y jurado de tesis en varias universidades del país. Autor de artículos en revistas arbitradas e indizadas y de Francisco Tamayo. Estudio de su Vida y Aproximación a la vigencia de su Obra (2005). Coautor de Levitas y sotanas en la edificación republicana. Proceso político e ideas en tiempos de emancipación (2012). E-mail: omarrayugnsen@hotmail.com.

Jaime Ybarra Doctor en Historia (UCAB). Magíster en Historia de Venezuela por la Universidad de Carabobo. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Carabobo. Integrante del Consejo de Redacción de la revista de Historia y Ciencias Sociales Mañongo. Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del estado Carabobo.

Claudio Alberto Briceño Monzón Historiador. Licenciado en Historia por Universidad de Los Andes (ULA). Magíster en Historia de Venezuela (UCAB). Candidato a Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata- Argentina. Ex Director de la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Educación de la ULA. Miembro del

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Grupo de Investigación sobre Historiografía de Venezuela de la Universidad de Los Andes. Profesor Asociado de la Escuela de Historia/Facultad de Humanidades y Educación de la ULA. E-mail: cabm@hotmail.com.

Rafael Tomás Caldera Doctor en Filosofía por la Universidad de Friburgo (Suiza). Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Sociedad Venezolana de Filosofía. Profesor jubilado de la Universidad Simón Bolívar.

Luis Manuel Marcano Salazar Doctor en Historia Summa Cum Laude (UCAB). Doctor en Derecho y Relaciones Internacionales, mención honorífica de Preston University (USA). Abogado, Licenciado en Educación, Magíster en Ciencias Políticas (USB), Especialista en Relaciones Internacionales y Globales (UCV). Profesor en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela. Autor de una variada bibliografía en las áreas de Derecho, Historia y Literatura.

José Alberto Olivar Historiador. Doctor en Historia, Summa Cum Laude (UCAB). Profesor Agregado de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Jefe de la Cátedra de Historia de Venezuela en el Departamento de Geografía e Historia del Instituto Pedagógico de Caracas. Miembro del Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry”. Ganador del primer lugar en la III Bienal del Premio de Historia “Rafael María Baralt”. Autor de las biografías de Jesús Muñoz Tébar, Román Cárdenas y Pedro Gual, publicadas por la Biblioteca Biográfica Venezolana. Director de la Revista Tiempo y Espacio. Coordinador junto con Jorge Bracho y Jean Carlos Brizuela de La opción republicana en el marco de las independencias (2012) y de Levitas y sotanas en la edificación republicana. Proceso político e ideas en tiempos de emancipación (2012). E-mail: josealbertoolivar@gmail.com.

Luis Alberto Buttó Historiador. Doctor en Historia, Summa Cum Laude (UCAB). Magíster Scientiarum en Planificación del Desarrollo. Profesor Titular adscrito al Departamento de

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Ciencias Sociales y al Postgrado en Ciencias Políticas de la Universidad Simón Bolívar. Director del Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad (CLESUSB). Autor de diversas publicaciones científicas sobre el tema de las Relaciones Civiles y Militares en Venezuela. E-mail: lmontes@usb.ve.

Yuleida Artigas D. Historiadora. Licenciada en Historia y Abogada por la Universidad de Los Andes (ULA), Magíster en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello, Candidata a Doctora en Historia (UCAB), Profesora de la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes, PEII-ONCTI (Investigadora C) y PEIULA (2005-2014). Integrante del Grupo de Investigación sobre Historiografía de Venezuela. Directora de Presente y Pasado. Revista de Historia. Co-autora de Linajes de la elite colonial Merideña: los García de Gaviria y los Avendaño. (Siglos XVI y XVII), Los Estudios Históricos en la Universidad de Los Andes 1832-1955 y Tras la gracia del rey. Los Procuradores de Caracas ante la corte española en el siglo XVII, y autora de artículos de su especialidad, publicados en revistas arbitradas e indexadas. Ponente en eventos nacionales e internacionales. E-mail: yuleida2artigas@hotmail.com.

Ángel García Licenciado en Educación y Magister en Historia de Venezuela por la Universidad de Carabobo, Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación (UC). Candidato a Doctor en Historia (UCAB).

Antenor Viáfara Márquez Magíster Scientiarum en Historia de Venezuela Republicana (UCV). Profesor del Instituto Pedagógico de Caracas-UPEL. Coautor de La opción republicana en el marco de las independencias. Ideas, política e historiografía 1797-1830 (2012). .

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