NUEVAS EXPERIENCIAS, NUEVAS DIMENSIONES Adriana Lucía Builes Gaitán albuiles@unal.edu.co Estudiante Enfermería Universidad Nacional de Colombia A mis compañeros. Nutro mis palabras de sus experiencias, solo soy la voz que le da vida a sus pensamientos y sentimientos. Gracias por las experiencias de cuidado compartidas. Cuando se empiezan los acercamientos con la enfermería a veces se idealiza el trabajo. Se cree que siempre se podrán tocar y cambiar vidas, pero cuando se llega a cuidar a pacientes en situaciones crónicas de salud, estos ideales se van transformando. A veces los cambios no se podrán evidenciar, y entonces se comprenden las miles de dimensiones que implica el cuidado. El semestre avanzaba y era hora de iniciar una nueva práctica. Después de conocer el cuidado al paciente con enfermedad renal crónica y de vivir la práctica en un hospital pediátrico, la nueva experiencia sería en un servicio de adultos con enfermedad crónica. No hay que negar que el primer día siempre genera ansiedad, no se conoce cómo funciona el servicio, ni dónde están los insumos y, lo más importante, la gente que está en aquel lugar no nos conoce. Después de algunas orientaciones generales, la práctica simplemente comenzó, no había mucho conocimiento respecto a cómo funcionaban las cosas, pero de inmediato había que empezar a trabajar. La primera labor estaba relacionada con tomar glucometrías y en la institución donde se realizaba la práctica el proceso es especial, pues es electrónico y, en consecuencia, los instrumentos son limitados. Realizando aquel procedimiento fue cuando conocí a A.D.A, ingresé sola a la habitación porque se encontraba en aislamiento, él estaba allí, pálido, con una mirada un tanto distante y vacía. Traté de hacer ameno el momento que compartía con él, pero parecía que no lograba conectarme y como si no fuera suficiente con aquella sensación, mi procedimiento no fue correcto, fallé y se perdió un insumo. Tuvo que entrar mi docente a ayudarme, yo no sabía cómo ver al paciente, me sentía angustiada, un poco fracasada y con miedo de arriesgarme a hacerle un procedimiento de nuevo. El día siguiente me negué a volver a ejecutar el procedimiento debido a que me sentía apenada, no quería que se sintiera incómodo y tal vez inseguro con mi presencia, así que mis compañeros lo realizaron. En un comienzo las relaciones que entablamos con él eran muy superficiales, ya que apenas se cruzaban un par de palabras. Durante el transcurso de la experiencia, se revisaron historias clínicas y se descubrió que aquel joven, A.D.A. padecía de fibrosis quística, para algunos de nosotros era sorprendente y un tanto admirable ver este caso, pues en Colombia la expectativa de vida de los pacientes diagnosticados con esta patología no es muy alta. Aquel joven misterioso nos llamaba la atención, su habitación se sentía fría, distante y sola, parecía imperceptible, a veces se sentía que era conscientemente ignorada. A diferencia del resto de pacientes él permanecía solo, se notaba aburrido, triste y era evidente 54