ISSN 2011 - 9798
-Disertaciones-
-La Ciudad-
P.08 // MODO DE PRODUCCIÓN: POTENCIA Y FUNDAMENTO DEL MATERIALISMO HISTÓRICO P.20 // CONFLICTOS EPISTEMOLÓGICOS SOBRE LA CONTRADICCIÓN LATENTE CAMPO VS. CIUDAD
P.32 // BOTE DE BASURA: UN MARCO PARA LA COMPRENSIÓN DE LA POLÍTICA PÚBLICA DE VIVIENDA PARA VÍCTIMAS EN BOGOTÁ P.46 // RENOVACIÓN DEL CENTRO DE LA CIUDAD PLAN CENTRO - CIUDAD SALUD REGIÓN
REVISTA SURMANÍA #9
P.52 // ACUMULACIÓN POR DESPOSESIÓN Y DERECHO A LA CIUDAD: EL CASO DEL HUMEDAL DE LA CONEJERA EN BOGOTÁ D. C. P.63 // SERIE DE POEMAS P.65 // DESPOJO
REVISTA SURMANÍA NÚMERO 9 // SEMESTRE I DE 2016 // ISSN 2011 - 9798 UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES
El colectivo Memoria y Acción es un grupo estudiantil de trabajo popular en el que buscamos desdibujar la frontera que separa en ocasiones la academia de la vida fuera de la Universidad. En esta dirección, nos acercamos a las comunidades con el fin de poner en práctica el conocimiento adquirido desde nuestras disciplinas, entender nuestra realidad más próxima desde otras perspectivas y confrontar las teorías sobre el mundo de lo social. Junto a esto, tenemos la esperanza de cambiar el mundo. No se trata únicamente de desbordar la academia y los límites del campus, sino también nos hemos propuesto acompañar y apoyar los procesos sociales y populares que resisten y crean nuevos espacios en los que se siembra la semilla de un mundo nuevo. Creemos firmemente en las posibilidades humanas y sus potencialidades transformadoras.
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VICERRECTOR
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DIRECTOR BIENESTAR SEDE BOGOTÁ COORDINADORA PROGRAMA GESTIÓN DE PROYECTOS // PGP DECANO FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES DIRECCIÓN BIENESTAR FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES
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DIRECCIÓN
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Gustavo Adolfo Puyo Tamayo
Danna Carolina Aguilar Gómez Daniela Esguerra Suárez John Alexander Forero Jaimes Ana María González Suárez Karen Julieth Méndez González Luna María Pinzón Palacios Diego Rojas Piraján Daniel Santiago Roldán Zarazo Grupo de Trabajo Presidencialismo y Participación – Prof. Miguel Ángel Herrera Zgaib
FOTOGRAFÍAS (Portada e internas) Karen Mendez CORRECCIÓN DE ESTILO (PGP) DIAGRAMACIÓN (PGP)
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La Revista Surmanía es una revista que refleja el trabajo del Colectivo Memoria y Acción de la Facutlad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia. Los textos presentados en la siguiente publicación expresan la opinión de sus respectivos autores y la Universidad Nacional no se compromete directamente con la opinión que estos pueden suscitar.
FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES DIRECCIÓN DE BIENESTAR DIRECCIÓN DE BIENESTAR UNIVERSITARIO ÁREA DE ACOMPAÑAMIENTO INTEGRAL PROGRAMA GESTIÓN DE PROYECTOS
revista
surmanĂa#9
ÍNDICE REVISTA SURMANÍA #9
P. 4 EDITORIAL CIUDAD, TERRITORIO Y CAPITAL
Comité Editorial Revista Surmanía Colectivo Memoria y Acción.
— DISERTACIONES —
P. 8 MODO DE PRODUCCIÓN: POTENCIA Y FUNDAMENTO DEL MATERIALISMO HISTÓRICO
Juan David Osorio Vargas
P. 20 CONFLICTOS EPISTEMOLÓGICOS SOBRE LA CONTRADICCIÓN LATENTE CAMPO VS. CIUDAD
Daniela Marcucci Guarnizo
— LA CIUDAD —
P. 34 BOTE DE BASURA: UN MARCO PARA LA COMPRENSIÓN DE LA POLÍTICA PÚBLICA DE VIVIENDA PARA VÍCTIMAS EN BOGOTÁ Sara Camila Arias Castañeda
P. 48 RENOVACIÓN DEL CENTRO DE LA CIUDAD PLAN CENTRO - CIUDAD SALUD REGIÓN
Ennue Nathalie Fajardo
P. 54 ACUMULACIÓN POR DESPOSESIÓN Y DERECHO A LA CIUDAD: EL CASO DEL HUMEDAL DE LA CONEJERA EN BOGOTÁ D. C. Ana María González Suárez Manuel Andrés Mosquera Ovallos
P. 65 SERIE DE POEMAS
Karen Méndez
P. 67 DESPOJO
Andrés Leonardo Castelblanco
2016 - i
EDITORIAL CIUDAD, TERRITORIO Y CAPITAL
E
l Colectivo Memoria y Acción se complace en presentar el número 9 de la Revista Surmanía. Con el tema Ciudad, territorio y capital, presentamos una serie de reflexiones y experiencias con respecto al complejo entendimiento de la Ciudad, como un espacio de contradicciones, luchas y apuestas. En ese sentido, en la primera parte, denominada Disertaciones, el artículo “Modo de producción: potencia y fundamento del materialismo histórico” abre la Revista con la indagación del concepto de modo de producción y su contribución al entendimiento de la concepción de la historia. Por su parte, en “Conflictos epistemológicos sobre la contradicción latente campo vs. ciudad”, se introduce el debate teórico entre las concepciones de la ciudad y el campo. Después de este abrebocas, se da paso a la segunda parte, La Ciudad. Allí se encontrarán trabajos como “Bote de basura: un marco para la comprensión de la política pública de vivienda para víctimas en Bogotá”, donde se analiza la acción del Estado frente a la solución de vivienda para las víctimas desplazadas a la ciudad capital; “Renovación del Centro de la Ciudad. Plan Centro – Ciudad Salud Región”, en el que
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se reflexiona acerca de los planes y proyectos de infraestructura del gobierno distrital y su impacto en las comunidades; y “Acumulación por desposesión y derecho a la ciudad: El caso del Humedal de la Conejera en Bogotá”, donde se ejemplifica la acción de privados en la apropiación y depredación del medio ambiente citadino. Por último, “La Serie de Poemas” y “Despojo” expresan, desde los versos, la visión de la ciudad como un lugar de contrastes y dificultades; así como un espacio de esperanzas y sueños. Los agradecimientos al profesor Miguel Ángel Herrera y al Grupo de Investigación Presidencialismo y Participación de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales por la confianza brindada; a la Dirección de Bienestar de la misma Facultad y al Programa de Gestión de Proyectos de la Sede Bogotá. Igualmente, a los y las estudiantes que contribuyeron con sus escritos, en el análisis y reflexión de la realidad, y a las comunidades que viven y sienten las dificultades, anhelos y esperanzas, en la construcción de una ciudad a la altura de sus sueños.
Comité Editorial Revista Surmanía Colectivo Memoria y Acción
(5) Surmanía # 9 2016-I
- DISERTACIONES -
MODO DE PRODUCCIÓN: POTENCIA Y FUNDAMENTO DEL MATERIALISMO HISTÓRICO Juan David Osorio Vargas1
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l concepto de modo de producción, entendido desde una noción general como la cristalización de las relaciones de producción y las fuerzas productivas en una determinada periodización histórica, ha tenido consecuencias teóricas y políticas en los abordajes marxistas, las orientaciones de los proyectos emancipatorios y el concebir de la historia. Tras las polémicas suscitadas por la comprensión de la sucesión de los modos de producción, en una contradicción interna de sus componentes más dinámicos, se hace preciso desarrollar, en su justo valor, el peso que poseen los modos de producción en los estudios de Marx, sobre la concepción de la historia y su posibilidad de entender el movimiento de las sociedades a partir del rompimiento de dichas contradicciones, y de su permanente recreación. De tal forma, el cambio social se explica no solo como la consecuencia de la transformación de un modo de producción a otro, sino de la producción y reproducción del mismo (internamente) en una regulación permanente, como síntesis de sus componentes, los cuales le dan vía a otras contradicciones junto con nuevas determinaciones. El intento tiene que ver con explorar los presupuestos que determinan la transformación y la recreación de ambas nociones, es decir, las ideas internas y externas del cambio en los modos de producción, desbordando la simple adherencia económica de su situación determinante.
1 Estudiante de Ciencia Política. Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: juadosoriovar@unal.edu.co
Modo de producción | Juan David Osorio Vargas
Se trata de desentramar uno de los fundamentos en los que descansa la extensión de la concepción de la historia en Marx, es decir, del materialismo histórico. Con este propósito a desarrollar, la pregunta que guía este estudio tiene que ver con ¿Cuáles han sido los aportes teóricos del concepto de modo de producción para una concepción de la historia desde el marxismo? Lo que pretende explorar el planteo general es la contribución que el estudio de los modos de producción, como concepto analítico y componente de un método de análisis, realiza en la ampliación teórica sobre el concebir de la historia. Por tales razones, las cuestiones referidas a la reconstrucción de una historiografía del concepto de modo de producción, desde las teorizaciones marxistas, o la indagación de un concepto de la historia en Marx, aparecen como elementos importantes de complementación para el curso de la investigación, sin ser, como se ha consignado, los propósitos centrales. Plantear una pregunta que tenga como núcleo los presupuestos teóricos de una conceptualización del marxismo y, más precisamente, de un rasgo central del materialismo histórico, no es, solamente, un ejercicio académico. Lo irreductible del marxismo a lo teórico significa su ampliación al campo de lo real, al hacer de los hombres y de la acción prácticos. Sin ahondar en este sentido, la motivación académica que orienta este trabajo tiene que ver con dilucidar uno de los conceptos centrales del materialismo histórico, el cual ha sido vaciado de su significado histórico y vulgarizado por sus elementos económicos. Se ha omitido su aporte, como comprensión de los rasgos relevantes de una formación socioeconómica específica, y se ha priorizado una función lineal y mecánica de la historia; cuestiones que han influido negativamente en los proyectos políticos que han propendido por la superación del modo de producción capitalista. Con la esquematización y linealidad del problema histórico, desarrollado por el marxismo ortodoxo, al señalar la ineluctabilidad de la sucesión de los modos de producción (por ejemplo, la irrupción de los
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análisis del modo de producción asiático), impuso nuevas complejidades en lo teórico; sin embargo, se implantaban más dificultades en la acción política. Como lo señala el profesor Josep Fontana (2002), al indagar respecto a qué política debía seguirse en China, las opiniones se dividían en interpretaciones alineadas bajo principios eurocéntricos: Los que pensaban que la sociedad China estaba en una fase feudal propugnaban la alianza de los comunistas con la burguesía nacional para hacer la revolución burguesa como etapa previa a la socialista; los que suponían, como Trotski, que ya estaba en pleno capitalismo, no veían otra salida que la hegemonía del proletariado. (P. 63).
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Es así, como los presupuestos teóricos y las investigaciones ulteriores influyeron en la acción práctica de los contingentes de hombres y mujeres que se inspiraban en los proyectos emancipatorios; infortunadamente, mecanizados y traspolados a realidades ajenas, distintas a las tendencias históricas de Europa. Más próximo, y con no menos problemas, los estudios sobre las formaciones socioeconómicas de la realidad latinoamericana y su acción política tampoco se han eximido de tales implicaciones. Aún hay caracterizaciones que indican la existencia de formaciones feudales en el pasado; otras, de modos de producción comunales, formaciones precapitalistas, etc.; por lo que no hay consenso. No obstante, estas cuestiones están fuera de los alcances de esta elaboración. Los esclarecimientos teóricos ayudan a comprender, con mayor precisión, algunos de los problemas posicionados en el campo de la teoría; sin embargo, no significa que haya que descuidar la evidencia empírica, las regularidades de lo social en lo concreto, las variaciones en el tiempo, de los procesos de larga y corta duración; es decir, casi implícito en el argumento, la relación y retroalimentación de teoría y evidencia.
Modo de producción | Juan David Osorio Vargas
El Prólogo a la contribución de la crítica de la economía política, publicado en 1859, ha sido uno de los textos más polémicos de Marx; no solo por su corto análisis del problema del interés material y de la enunciación de una periodización histórica en una sucesión de modos de producción, sino por la indefinición de tales términos. Sin hacer un tratamiento sistemático de los procesos por los cuales los modos de producción surgen, operan y dan paso a nuevas formaciones históricas, sí se esboza una tesis central del cambio social: las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción que propician un nuevo tipo de relación social. Además, la contribución de la producción de la vida material de los hombres es la que le da vida a la interpretación de la totalidad social y del proceso histórico, así no sea desarrollado rigurosamente, puesto que hace parte de un método de análisis. De esta manera, el prólogo instala una preocupación en el abordaje histórico posterior, que no se limitaría a analizar los procesos por medio de los cuales existen unas etapas de progreso; es decir, adoptando la lista de Marx, la sucesión entre: el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués; sino que, por el contrario, impone nuevas teorizaciones, nuevos retos de comprensión del pasado, nuevos campos analíticos de indagación, nuevos problemas que plantea la historia; esto es, cuáles han sido los mecanismos de cambio; cuáles son esas contradicciones que plantea Marx, y cuál es la vigencia de adentrarse en el pasado, con herramientas metodológicas como el concepto de modo de producción. Como se puede observar, este trabajo plantea algunos problemas teóricos, concernientes al modo de producción, es decir, su caracterización, componentes, reacciones, contradicciones, etc., y se separa de un intento por dar una descripción o brindar elementos de análisis de un modo de producción específico. Sea este capitalista, feudal, antiguo, o asiático.
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Las consideraciones de Marx sobre la historia trascienden de una noción meramente disciplinar. Fueron sus inquietudes, su método efectivo, sus aportes de indagación de la totalidad social, y el proceso de producción de la vida material de los hombres, los aspectos que llevaron a formular algunas de las tesis sobre la historia, las cuales han provocado sendas investigaciones, entre ellas, la lucha de clases y las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción; análisis que permiten captar el movimiento de las sociedades en el tiempo. En este sentido, y desde aspectos categoriales, Marx plantea el concepto de modo de producción para dar cuenta de las formas en las que los hombres entran en relaciones sociales, históricamente determinadas y compuestas por relaciones de producción de su existencia, las cuales dan cuenta de un grado de avance de las fuerzas productivas. Refiriéndose a las discusiones sobre fuerzas productivas y relaciones de producción, Renán Vega (1997) señala: “Lo que determina, en este sentido, cada período de la historia no es el grado de desarrollo técnico ni la evolución en las capacidades productivas sino el tipo de relaciones existentes” (p, 7). Esta articulación, entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, no aparece como una determinación unidireccional, ni como aspectos que aparezcan estáticos en las temporalidades históricas, más bien, son recíprocamente determinados y, en sus relaciones dinámicas, operan como tensiones sinérgicas e inerciales. No obstante lo anterior, la producción de la vida material implica ir más allá de las fuerzas productivas, como momento de apropiación de la naturaleza y de la tecnificación del proceso productivo; así como proponer, como lo ha indicado Hobsbawm (2004), una interdependencia entre la organización social, el trabajo y la naturaleza, además de las producciones mentales, ideológicas, culturales y políticas que se tejen a partir de esa comprensión material, por lo que no se escinde la superestructura de la estructura. En momentos históricos dados,
Modo de producción | Juan David Osorio Vargas
La superestructura elabora, codifica o transpone (ideológicamente) las relaciones humanas en un modo de producción dado; reacciona sobre las relaciones de producción, ya sea para hacerlas avanzar (por ejemplo, mediante el Estado político); ya sea, por el contrario, para conservarlas (política «reaccionaria») (Lefebvre, 1961, p. 61).
Como se ha visto, el modo de producción es la forma en la cual los hombres establecen sus relaciones sociales de producción en sentido amplio, e inciden sobre ellas. Las fuerzas productivas, de esta manera, corresponden a los procesos y relacionamientos que el hombre establece sobre la naturaleza y las relaciones de producción; las formas en las cuales organiza, controla, expande y apropia dichas interacciones. “En suma, el contenido del modo de producción es determinado por el trabajo, y la forma del modo de producción es determinada por la propiedad” (Chaui, 2006, p. 153). Aunque, en ocasiones, por cuestiones metodológicas sea importante hacer una escisión entre estos elementos constitutivos del modo de producción: relaciones sociales de producción, fuerzas productivas y superestructura, para dar cuenta de su significado y operación en el proceso histórico, se sabe que, por demás, se encuentran mutuamente influidas, sin determinación unicausal alguna. Al llegar al punto que aborda la composición teórica de los modos de producción como caracterizaciones abstractas de formaciones socioeconómicas concretas, es importante distinguir, en la explicación histórica, estos dos conceptos: modos de producción y formaciones socioeconómicas, e indicar sus diferencias en el proceso de pensamiento (método) para teorizar la realidad. Al respecto, Poulantzas agrega: […] el proceso de pensamiento, si tiene por objeto final y como razón de ser el conocimiento de los objetos reales-concretos, no siempre se refiere a esos objetos: puede referirse también a objetos que se designarán como abstracto-formales, que no existen en sentido estricto, pero que son la condición del conocimiento de los objetos reales-concretos. (2007, p, 3).
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Lo que se plantea, se refiere a cómo abordar, desde ese marco categorial y con el método proporcionado por el materialismo histórico, en su comprensión de la totalidad social, los rasgos que se pueden abstraer de las formaciones socioeconómicas concretas, y sintetizar, en los modos de producción, a manera de grandes tendencias y regularidades que perduran, las principales órdenes, determinaciones y niveles de interacción que predominan. Lo que distingue, pues, un modo de producción de otro, y que, por consiguiente, especifica un modo de producción, es esa forma particular de articulación que mantienen sus niveles: es lo que en adelante se designará con la palabra matriz de un modo de producción. (Poulantzas, 2007, p. 6).
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Los modos de producción, entonces, corresponden al nivel de los objetos estrictamente abstractos; los cuales indican las formas y los tipos específicos que tienen las determinaciones sociales, como se ha visto ya. La formación socioeconómica tiene una existencia concreta, que especifica una determinada existencia histórica. “Pero una formación social, objeto real-concreto, siempre original porque es singular, presenta, como lo demostró Lenin en el Desarrollo del capitalismo en Rusia, una combinación particular, una imbricación específica de varios modos de producción ‘puros’” (Poulantzas, 2007, p. 6). Como unidad total de determinaciones singulares, la formación socioeconómica está atravesada por la articulación de distintos modos de producción; sin embargo, históricamente compuesta y con predominio de un modo de producción sobre el resto. Al hablar de los encadenamientos entre los modos de producción y las discontinuidades que se producen al abordarlos con un tratamiento teórico, Daniel Bensaid y Alain Naïr (1972) indican que no puede haber crisis en un sistema estrictamente teórico, y la transición de una formación social a otra no puede desencadenar un momento revolucionario, sino que la actualidad de esas fuerzas reales, que posibilitan o no un cambio revolucionario, están determinadas por la formación socioeconómica concreta e históricamente determinada, tal y como lo pudo
Modo de producción | Juan David Osorio Vargas
observar Lenin en la distinción que realizó entre un nivel exclusivamente teórico y otro político de la formación socioeconómica rusa. Se ha llegado al punto donde, los modos de producción, tras caracterizar sus elementos constitutivos, muestran los signos de producción, reproducción y declive en sus presupuestos predominantes. En este sentido, Marylena Chaui (2006), al referirse a los modos de producción, como expresión de la escisión que hace Marx en el tratamiento histórico entre lo que ha denominado devenir y desarrollo, agrega: El devenir depende del desarrollo, o sea, de aquello que hace que la forma completa de un modo de producción pueda establecer los presupuestos del modo de producción siguiente: la forma completa termina su desarrollo cuando, al reponer completamente sus presupuestos, fija una nueva contradicción interna que ella no es capaz de resolver sin destruirse (p. 150).
Siguiendo la argumentación de Chaui, el devenir es aquella forma que signa la sucesión de un modo de producción a otro y fija la base de los presupuestos que engendran o no, la transformación (infinitud). El desarrollo, por tanto, es la forma interna, de reproducción y producción de los presupuestos que reponen, en un nuevo momento, nuevas contradicciones internas (movimiento dialéctico). Es el instante que lo exterior cobra sentido en la interiorización de esos presupuestos que se vuelven para sí en una finitud histórica de la formación social. Se muestran dos momentos estrechamente coligados. El devenir, momento sucesivo de los modos de producción que representan la infinitud del significado histórico; y, al unísono, el desarrollo, que es la recomposición plena de los presupuestos, cuya síntesis da lugar a nuevas contradicciones, que pueden ser o no, finitas, hasta llegar a aquella contradicción que no repone los presupuestos, que no puede interiorizar y que dan paso a la decadencia de la forma finita, y despliegan la forma plena del devenir. “El desarrollo completo revela la finitud de la forma histórica y la expone a la infinitud del devenir” (Chaui, 2006, p. 150).
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En lo que interesa destacar, tal como se ha señalado en la indeterminación unidireccional de la composición y magnitud del modo de producción, como larga duración de presupuestos conflictivos que predominan, se observa, al operar estos cambios internos y externos, a nivel de lo teórico y lo real, que no se trata de estructuras libres e independientes de la influencia humana: La fuerza de un modo de producción no deriva sólo de su capacidad económica para reponer sus presupuestos, sino también de su fuerza para mantener, entre los miembros de la formación social, el sentimiento de la naturalidad de esos presupuestos, hasta que las nuevas contradicciones destruyan tal sentimiento y exhiban la violencia histórica del sistema (Chaui, 2006, p. 150).
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Aquí, un ejemplo que muestra las contradicciones del modo de producción: el tránsito que sufre el comunismo primitivo se da tras el avance de las fuerzas productivas, cuya armonía anterior se manifestaba en el encuadramiento con las relaciones sociales de producción. Esta contradicción, desarrollo de fuerzas productivas (producción de excedentes), dio paso a los conflictos intersociales que se disputan la apropiación del excedente (relaciones de producción), mediante luchas que fracturan las relaciones de producción. A partir de ello, se rastrean dos significados históricos: la contradicción entre las fuerzas productivas y relaciones de producción, y el desenlace excepcional que resuelve la tensión, lucha de clases. Desarrollo: expansión de un excedente que no puede interiorizar, devenir, la gestación de esa contradicción que vehicula la transformación a otra relación productiva. Si bien, esta es tan solo una de las posibilidades que históricamente han condicionado el trascurso del desarrollo y devenir en la concreción de los modos de producción, existen múltiples caracterizaciones y tensiones que ofrecen otros modos de producción en la trayectoria histórica. Observar, por ejemplo, cuáles fueron los presupuestos que perfilaron el derrumbe del feudalismo y la emergencia del capitalismo
Modo de producción | Juan David Osorio Vargas
como un modo nuevo y revitalizado, capaz de engendrar nuevos momentos contradictorios, diferentes a los anteriores, e iluminados en nuevos significados históricos. Cuando Hobsbawm (1989) analiza las formaciones económicas precapitalistas aparecidas en los Grundrisse de Marx, añade: “La teoría general del materialismo histórico exige sólo que haya una sucesión de modos de producción, no necesariamente de cualquier modo en particular, y quizá no en un orden predeterminado en especial” (p.19). Por lo que, así fuese insuficiente la base de la evidencia empírica de los fundadores del materialismo histórico, o hayan errado en la periodización histórica, como expresión de la evolución social, la teoría del materialismo histórico resulta ser impenetrable por su fortaleza explicativa e interpretativa de la historia en general, y de una formación socioeconómica concreta, en particular. Lo que Marx señala, en las formaciones económicas precapitalistas, tiene que ver con la designación del contenido y el grado de división del trabajo que organiza la producción material. Es la apropiación de la naturaleza, su avance y sus relaciones, lo que asigna le asigna un papel, cada vez más histórico, al hombre. Se va separando de la naturaleza y determina los niveles de la propiedad en una constante evolución social e histórica. “Las diferentes formas de esta individualización gradual del hombre, que representan la ruptura de la unidad original, corresponden a los distintos estadios de la historia” (Hobsbawm, 1989, p. 35). Por ello, el modo de producción capitalista, distinto de las particularidades y tendencias del resto de formaciones precapitalistas, es un modo completamente histórico, que se aleja de las formaciones anteriores en sus principios, en su organización social y en sus contradicciones. En El Capital y en los Grundrisse, el capitalismo es la formación social que, por primera vez, totaliza el proceso histórico. No totaliza la historia entera sino que se totaliza y, al totalizarse, vuelve comprensible el resto de la historia (la estructura del hombre explica la del mono). (Chaui, 2006, p. 173).
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En consecuencia, el modo de producción capitalista es un momento excepcional de la historia, imprime y generaliza sus relaciones de expansión, rompiendo, para la superación de sus límites y contradicciones, los presupuestos externos y los interioriza en su formación.
Conclusiones
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En el campo del marxismo, se ha visto un desarrollo creciente en la explicación histórica tanto de ciertos modos de producción, como de ciertas formaciones socioeconómicas concretas. El encuentro de los presupuestos y los mecanismos, a través de los cuales, las contradicciones internas no pueden dar respuesta y entran en un determinado esplendor del devenir a otro modo de producción, soslaya en la reproducción (que no puede recomponer porque es finita) y engendra condiciones objetivas y subjetivas para su superación. Estos procesos; las ataduras que extienden la duración en el tiempo de los modos; y las complejas relaciones que se tejen hacen parte de las agendas y los programas de estudio que el marxismo se ha planteado. La multiplicación de tales investigaciones y controversias, también importantes para animar los estudios, como en el debate ya clásico, emprendido por los marxistas Maurice Dovv, Paul Sweezy, Kohachiro Takahashi, Rodney Hilton, Cristopher Hill, Georges Lefebvre, Guiliano Procacci, Eric Hobsbawm y John Merringt, donde se analizaron las transiciones del feudalismo al capitalismo, su principio motor y las caracterizaciones concretas de la escisión de ambos modos de producción, ha sido de gran ayuda para adentrarse en el campo histórico, junto con el método de análisis brindado por el materialismo histórico. Recobrar y volver a los estudios clásicos de Marx es una tarea que debe ser de actualidad, dado que ofrece grandes contribuciones para entender la realidad, sus contradicciones y el despliegue conexo del pasado, el presente y el futuro.
Modo de producción | Juan David Osorio Vargas
Lo que se ha querido plantear ha sido la caracterización y la extensión del modo de producción como concepto de análisis histórico y como fundamento vivo del materialismo histórico. Al tiempo, brindar una lectura integral, conectada con lo que ha significado la totalidad social, su movimiento y su permanencia en el tiempo histórico. Estas contribuciones del modo de producción, su utilidad y despliegue teórico son ampliamente enriquecedoras para el conocimiento de la historia. La trascendencia del concepto de historia que ofrece Marx y los marxismos no está acabada, no es prístina, no es especialmente una fuente de conocimiento iluminador; es, más bien, una entrada y un punto de partida, un método y una herramienta para dar cuenta del pasado, del presente y con un proyecto hacia el futuro.
bibliografía Bensaíd, D. y Naïr, A. (1972). El problema de la organización en Lenin y Rosa Luxemburgo. En: El desafío de Rosa Luxemburgo. Buenos Aires, Argentina: Progreso. Chaui, M. (2006). La historia en el pensamiento de Marx. En: Boron, A. A., Amadeo, J., y González, S. (Comps.). La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. Primera edición. Buenos aires, Argentina: Concejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Fontana, J. (2002). La historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona, España: Crítica. Hobsbawm, E. (1989). Formaciones económicas precapitalistas. Segunda edición. México: Siglo XXI Editores. Hobsbawm, E. (2004). Sobre la historia. Barcelona, España: Editorial Crítica. Lefebvre, H. (1961). Introducción al marxismo. Buenos Aires, Argentina: Eudeba. Poulantzas, N. (2007). Poder político y clases sociales en el Estado capitalista. Treceava edición. México: Siglo XXI Editores. Vega, R. (1997). Teoría marxista de la historia. En: Revista Herramienta, (4). Recuperado de: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-4/teoria-marxista-de-la-historia
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CONFLICTOS EPISTEMOLÓGICOS SOBRE LA CONTRADICCIÓN LATENTE CAMPO VS. CIUDAD Daniela Marcucci Guarnizo2
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l presente documento expone la tesis en torno a las nuevas dinámicas auspiciadas por el capital sobre los territorios, con el motivo de superar la contradicción campo-ciudad, a saber, engranando nuevos espacios que sirvan para el proceso de acumulación de capital y la reproducción del mismo. Dicha “superación” se encuentra estrechamente relacionada con el enfoque territorial oficial para el desarrollo rural, el cual trae consigo resultados anti rurales. La propuesta de este documento es desarrollar, desde una comparación analítica, cómo los procesos socio-territoriales se han reconfigurado según los ritmos y necesidades del capital, y cómo actividades, que se esperaría fuesen banderas de autonomía y alteridad, quedan supeditadas a una tarea funcional, al referencial hegemónico del capitalismo agrario. El sistema de dominación y acumulación capitalista recrea, permanentemente, contradicciones que son elementos centrales en su propio desarrollo; la crisis inherente del sistema se vale del mecanismo máxime: la producción de una nueva espacialidad, no solo incorporando nuevos espacios sino trasformando los existentes. Cabe señalar que la acumulación de capital construye una geografía a la medida de sus necesidades y en los momentos de crisis sistémica. El capital desplaza, nunca resuelve, sus contradicciones mediante el proceso de construcción del espacio. La
2 Estudiante de Ciencia Política, Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: dmarcuccig@unal.edu.co
Conflictos epistemológicos sobre... | Daniela Marcucci Guarnizo
trasformación política que se perfila deja el viejo discurso urbanista de la modernidad, en la que la industrialización estaba pensada para el escenario de las ciudades. Ahora, se impone un nuevo horizonte: urbanizar el campo, es decir, industrializar el campo mediante inyecciones de capital que permitan una nueva organización del espacio productivo, correspondiente a la nueva división internacional del trabajo, en la que los distintos territorios se especializan en el control de recursos diferenciales y jerarquizados. Siguiendo el carácter de la organización neoliberal, en donde se reducen los horizontes de sentido y experiencia simbólica, los territorios se despolitizan, se ignoran las disputas territoriales, y se desmontan y destruyen ámbitos de construcción social y colectiva para, con ello, articular las interpretaciones de la realidad en torno a principios de individualidad, competitividad y sostenibilidad. Esto ocurre como un proceso de desorganización, que sirve como estrategia de dominación y subordinación de sujetos subalternos en los diferentes ámbitos de la vida social. La hegemonía que impera con este modelo (re)crea un sentido común de un mundo plano, entendido solo desde la dinámica de producción, circulación y consumo en el mercado. En tal sentido, se identifican procesos políticos y económicos que siguen una matriz atomizadora, en la que se sigue una individualización de las relaciones y los hechos sociales, al tiempo que refuerza la implementación de un modelo de desarrollo que promueve una organización territorial bajo una racionalidad instrumental que, como se verá, vincula, a las políticas, el axioma “todo cambia para que todo siga igual”. Las brechas espaciales corresponderán a los resultados de las decisiones políticas que juegan en la correlación de fuerzas de competitividad vs. solidaridad. Las trasformaciones, que asisten al modelo de pensamiento y comprensión sobre la relación campo y ciudad, responden a las estrategias económicas que se superponen a las anteriores, y están en relación con ellas, pero funcionan a partir de la creación
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de entornos territoriales en los que se realiza el arreglo espacial, impulsando, actualmente, la agricultura industrial sobre el campo de las políticas agrarias. Sin embargo, es perentorio señalar que la dinámica espacial de la industrialización capitalista ha sufrido reconfiguraciones en función de la condición histórica y necesaria para el desarrollo del mundo capitalista. A medida que la sociedad se volvía más compleja, la contradicción histórica campo/ciudad expresaba un tránsito sobre la base de la división social del trabajo y el contraste de intereses, separación del trabajo agrícola, de un lado, y el trabajo industrial y comercial, de otro (Centro de Estudios de Opinión, 2015, p.5). Este tránsito consistía en la superación de la contradicción, mediante el avance del capital sobre el agro, el cual resultaba en la progresiva urbanización integral del territorio, extendiéndose, sometiendo y articulando, al espacio rural. Entonces, en la historia moderna, la ciudad se erigió como el territorio y soporte por excelencia de la producción industrial, en la medida en que creaba las condiciones materiales generales de producción (Centro de Estudios de Opinión, 2015, p. 5), puesto que acercaba factores de producción como la fuerza de trabajo y el capital. Al mismo tiempo, la ciudad creaba las condiciones materiales necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo, a saber, los medios de consumo, de circulación y servicios; y con ello, garantizaba la reproducción social y material del capital. En ese sentido, la ciudad moderna capitalista se constituyó como una forma de tipo histórico, acorde con el desarrollo general del capitalismo, en donde se concentraban los medios de consumo colectivos y el modo de aglomeración específico del conjunto de los medios de reproducción (Centro de Estudios de Opinión, 2015, p. 28). Ahora bien, las ciudades han sufrido un cambio diametral conforme el devenir de nuevos procesos industriales, comerciales y de servicios; el capital muestra nuevas necesidades y expectativas: un nuevo referente que apuntale a generar réditos que garanticen
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la (re)producción del sistema social. La industria abandona la ciudad y penetra en el campo, para tratar de evadir las des-economías de escala, generadas por la creciente concentración. En otras palabras, “el espacio regional se convierte en el ámbito espacial de la industria” (Castells, 1974, p. 279, en, Centro de Estudios de Opinión, 2015, p.29) Esto provoca, la disolución de los dos polos de la vieja contradicción campo-ciudad y los fusiona en un solo sistema. Sabiendo esto, puede formularse que la contradicción campo/ ciudad refiere a todo un complejo entramado de relaciones sociales, que se construyen en el marco del sistema social capitalista. De allí que solo pueda ser comprendida desde reflexiones históricas concretas que remitan a las necesidades específicas del proceso de acumulación y reproducción del capital. Al tratar la contradicción campo/ciudad, se denotan, como eje trasversal, los acondicionamientos espaciales que requiere el capital. El tránsito que aflora en el análisis actual permite, como se indicó, afirmar que el uso del espacio y la localización que en él se hace de las actividades productivas industriales privilegia el escenario regional. Dichas actividades industriales, relocalizadas en el campo, se implementan con mayor fuerza desde la inserción y la consolidación de una política agraria de carácter mono-agroexportador, basada en las grandes extensiones de monocultivo, y asociada a la inserción de productos transgénicos, afectando gravemente la autonomía de los trabajadores rurales y restringiéndolos a una posición pasiva con respecto a lo que ellos, quienes trabajan la tierra, quieren para sí mismos. Esto, como consecuencia de una crisis global en la tasa de ganancia del capital, que generó la necesidad de buscar nuevos espacios que tuviesen la potencialidad de producir y reproducir el capital. Esta condición es satisfecha por los países de América Latina debido a las especificidades de su población, institucionalidad y de sus recursos naturales. Ante este nuevo proceso, se da una serie de posiciones divergentes que cabe exponer. En primer lugar, se desarrolla una postura
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que encuentra, en la agricultura industrial, un camino hacia el crecimiento económico y hacia el desarrollo de los países de América Latina, los cuales deben asumir un papel en la división social del trabajo y aprovechar las ventajas naturales que implican sus recursos naturales, a través de una adaptación de la población y de las instituciones, a las necesidades y dinámicas del capital extranjero en medio de un mercado libre y globalizado que busca invertir sus recursos en la producción intensiva y extensiva de un producto agrícola, con la mayor tasa de ganancia posible y con la menor intervención o distorsión estatal. Dentro de esta corriente, se pueden encontrar exponentes que son identificados con la corriente neoliberal como Hayek (1944), Bustelo (1998), Bustamante (1999), Soros (2003), Naim (2004) y Williamson (1998). En la postura opuesta, hay un desarrollo crítico que se encuentra en la llegada del modelo mono-agroexportador, en el territorio de América Latina; un factor generador de mayores brechas en la distribución de la riqueza y un momento de desarraigo entre los habitantes y el territorio. Ello implica mayores vulnerabilidades, económica, social y políticamente, para la población. Por lo cual, el proyecto de agricultura industrial se encuentra como, claramente, perjudicial porque no conlleva beneficios para la mayoría de la población, sino que implica ganancias monetarias para un grupo reducido de inversores nacionales y extranjeros, mientras se generan consecuencias ambientales, sociales y económicas negativas para un grupo importante de la población. De acuerdo con esta forma de concebir el modelo agroexportador, se encuentran autores como Ceceña (2010), Bartra (2013), Composto (2010), González (2012), Composto y Lorena (2012), Merchan (2013), y Quijano (1995). En un punto intermedio, se presenta una postura que busca reconciliar el modelo mono-agroexportador con las particularidades de la sociedad de América Latina, es decir, permitir la entrada de los grandes capitales para el desarrollo y crecimiento
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económico de la región, pero regulados por el Estado, con el objetivo de no generar impactos tan importantes para la población en materia social, económica y ambiental, lo cual se produce a través del establecimiento de legislaciones claras y de impuestos sobre las actividades agroindustriales, con impactos negativos. En esta línea, se pueden identificar autores como Stiglitz (2002), Ghersi (2003), Atilly y Lora Cam (2010), Villas (1997), y Giddens (1998) Teniendo en la cuenta lo anterior, las nuevas dinámicas espaciales en las que se expresa el capital tienen diferentes lecturas, las cuales dependen del sentido intrínseco que las subjetividades logran posicionar en las esferas de poder. Los presupuestos epistemológicos que ahondan en la discusión se insertan en una potente correlación de fuerzas entre diferentes actores políticos que tienen propuestas. Sin embargo, esas propuestas tienen una serie de argumentos (económicos, políticos, culturales) que pasan por vincular el territorio y su ordenamiento, con una concepción particular de desarrollo. Sabiendo esto, es necesario contemplar que la hegemonía detentada por los agentes del gran capital (como el poder de las élites dirigentes de convencer a los grupos subalternos de que comparten sus mismos intereses, incluyéndolos mediante el consenso, pero en el papel de subordinados) impulsa un enfoque territorial oficial para el desarrollo rural que crea nuevos espacios de acumulación. La organización de dichos espacios no trae consigo la modificación de la tenencia de la tierra, sino, en específico, el cambio del uso de ella; las inequidades siguen fluctuando entre los menos favorecidos puesto que el control del uso del territorio permite imponer una lógica socio espacial y productiva en el terreno. Indicaciones hegemónicas como las del Banco Mundial (2008) proyectan la integración, bajo un <<rombo de políticas>> que fije prioridades en la agenda de agricultura para el desarrollo, de los campesinos en un mapa rural, con producción de bienes agroalimentarios y de materias primas para la generación de biocombustibles
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y fuente de servicios ambientales, de la mano del agronegocio, explotación, bajo criterios empresariales y ecológicos (Banco Mundial, 2008). La producción está principalmente en manos de los pequeños agricultores, pues son los productores más eficientes, en especial, cuando cuentan con el apoyo de sus organizaciones. No obstante, cuando estas organizaciones no logran economías de escala en la producción y la comercialización, […] la agricultura comercial con mano de obra intensiva se erige como la forma más adecuada de producción. El sector privado impulsa la organización de cadenas de valor que acercan el mercado a los pequeños agricultores y a los establecimientos agrícolas comerciales (Banco Mundial, 2008, p.6)
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La organización territorial, que se proyecta siguiendo el modelo, se erige como un proceso de privatización y, consecuentemente, de despolitización del territorio, apalancado en la articulación de las comunidades agrarias a los circuitos internacionales. La meta agenciada desde los inversionistas busca articular al campesino con el gran capital, mediante los procesos que tienen como norte proyectos de productos productivos permanentes. La cortina de humo tras la que esconden dicha iniciativa, supone que el campesinado podrá superar el atraso y el abandono en el que está inserto. Sin embargo, solo es una medida para garantizar y fomentar la producción del monocultivo para exportación (Guerrero, 2011). La incursión de empresarios e inversores con capital desplaza, así, formas de vida de los territorios, ya sea de forma “legítima” o “legal”, con el apoyo estatal, o a través de vías violentas, con el auspicio de algunas instituciones públicas, a fin de reemplazar las estructuras productivas tradicionales de los campesinos o habitantes rurales, por formas de producción intensivas.
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De ese modo, las comunidades quedan insertadas en la dinámica económica mediante alianzas estratégicas que <<apropian sin expropiar>> (Ruiz, 2008), en defensa de los intereses de los mercados y capitales extranjeros (Loingsigh, 2010). La inserción del capital, y su lógica de vaciamiento de la territorialidad abstrae al espacio y sus comunidades de las posibilidades de decidir sobre su territorio “y no hay objeto de gobierno, a más bien de eso se limita a la distribución del presupuesto pero no a la decisión sobre los recursos” (Ruiz, 2008, p. 13). Cabe precisar que los problemas relatados permiten dilucidar un problema innegable. El modelo vigente, que garantiza el acceso a multinacionales y a inversionistas privados, perpetúa la exclusión de parte de la población e instaura un modelo desigual e inequitativo. Además, implica una serie de constricciones para la utilización del territorio, dado que dicho modelo, genera un modelo intensivo de la producción agropecuaria gracias a la tecnología empleada, estableciendo una productividad mayor y menores costos, en detrimento de la subsistencia de los campesinos y sus modos de vida. Siguiendo el orden de ideas, la industria que se lleva al campo queda proyectada bajo la dinámica de la agroindustria que cristaliza, en función del capital, al monocultivo como principal mecanismo de (re)producción del sistema; no sin antes procurar des-localizar la gran empresa en una cadena de alianzas estratégicas, en donde se perfila el monocultivo en pequeñas parcelas de campesinos, o en otro termino: mano de obra barata que ahorra costos de producción.
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El panorama que se acaba de bosquejar mantiene vigente las advertencias que desarrolla Lenin, […] los agentes del capital tratan de inculcar al pequeño campesino la idea de que el capitalismo es compatible con el bienestar del pequeño propietario agrícola. Por eso ocultan el problema general de la economía mercantil, de la opresión del capital, de la decadencia y disminución de la pequeña hacienda campesina. (Lenin, 1973, p.70).
Es por ello que es urgente revelar el aparataje social, ideológico, político y económico que soporta las relaciones campo/ciudad. A su vez, es menester ahondar sobre las disputas territoriales del uso del territorio y los impactos socioterritoriales que afloran de ellos. La constitución de un modelo de desarrollo hegemónico neoliberal determina los tipos de usos de los territorios, eliminando los sujetos y las relaciones sociales que no logran ser funcionales al capital, a saber, ya no se refieren a los modos precapitalistas pues, como se vio, estos también logran servir de manera subsidiaria a las intencionalidades del capital.
Conclusiones Se cierran estas reflexiones afirmando que, al comprender el escenario contemporáneo, más allá de la intensificación de flujos de capitales, nos encontramos ante la oportunidad de dotar de sentido a la acción política de los movimientos sociales, en tanto la globalización como posibilidad se apoya en […] la enorme mezcla de pueblos, razas, culturas y gustos que se producen hoy, mezcla que se hace posible por el ascenso de otras
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filosofías que ponen en crisis la hegemonía del racionalismo occidental; una fuerte reconfiguración de la relación entre poblaciones y territorios; nuevas tecnologías que están siendo apropiadas por grupos de los sectores subalternos. (Santos, 2004, p. 11).
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Estas bases posibilitan el diálogo acerca de un desbordamiento escalar de estos factores y elementos de cambio que conducen a la apertura de posibilidades en territorios diferentes al de origen; en ese sentido, también se asiste a una intensa movilidad de relaciones y de subjetividades que se ubican en el centro de la discusión con reivindicaciones comunes. El neoliberalismo encuentra un límite en los sujetos políticos que se articulan y organizan en las escalas locales puesto que permiten ver el territorio como una unidad de análisis, no solo a partir de prácticas de dominación, sino también de resistencia.
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BOTE DE BASURA: UN MARCO PARA LA COMPRENSIÓN DE LA POLÍTICA PÚBLICA DE VIVIENDA PARA VÍCTIMAS EN BOGOTÁ Sara Camila Arias Castañeda3
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xisten dos conceptos importantes cuya relación proporciona la clave para el desarrollo argumental del presente texto, a saber: política y social, y bienestar. A continuación se detallará esta relación y se pondrá en interlocución con las medidas institucionales para la atención a víctimas, en concreto, a desplazados, en lo que respecta al derecho a la vivienda. La relación se puede tejer desde múltiples aristas. Por un lado, está la que mantiene al Estado, en su función de regulación y control social y por extensión, como lo menciona Lucero (2002), los agentes sociales son “objetos” de administración e intervención, que guardan intereses homogéneos. Y, por lo tanto, la política social se limita a acciones estatales en esta dirección. Por otro lado, hay quienes conciben la política social más allá de marco institucional y, por lo mismo, afirman que tanto la política como los agentes se ubican en un marco relacional, constantemente producidas y reproducidas por procesos sociales más amplios (Van Krieken, 1991). Es así como la definición del concepto de bienestar, por parte de las instituciones y agentes de política, marca diferencias en la formulación y ejecución de la política social. Este puede reducirse a los aspectos económicos: los ingresos y el consumo, utilizando,
3 Estudiante de séptima matrícula de Ciencia Política Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: scariasc@unal.edu.co
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para su medición, conceptos absolutos y/o relativos (Wagle, 2000). O bien, puede leerse, desde una óptica más amplia, al asociarlo con las posibilidades de realización del individuo y de las libertades, que este tiende a llevar la vida que considere digna vivir (Sen, 1991). Con esto en mente, se puede hacer un recorrido por las políticas nacionales y distritales para la atención de víctimas. Con énfasis en el proyecto Usme Metro 136, al ser el único que se ha entregado a la fecha. En lo que respecta a la atención de víctimas del conflicto armado en el país, se registra una serie de medidas que inician el 13 de septiembre de 1995, cuando se aprueba el primer Programa Nacional de Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia, consignado en el documento Conpes 2804, revalidado y reestructurado por el documento Conpes 2924 de 1997. En desarrollo de este Conpes, se crea la Consejería Presidencial para la Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia, mediante el Decreto 1165 del 28 de abril de 1997, el cual tenía como función el desarrollo y operación del Sistema Nacional de Información y Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia (SNAIPD). Aunado a ello, el Congreso de la Republica expidió la Ley 387 de 1997, por la cual se adoptan medidas para la prevención del desplazamiento forzado, la atención, protección, consolidación y estabilización socioeconómica de los desplazados internos por la violencia en la República de Colombia; y el 26 de enero de 1998 expidió el Decreto 173, por el cual se adopta el Plan Nacional para la Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia, dando cumplimiento a lo dispuesto por la Ley 387 de 1997. Por su parte la Corte Constitucional ha interpretado el fenómeno generando jurisprudencia, mediante las sentencias T-1635 del 2000 y la T-025 del 2004 (Ramírez, 2007, pp. 13-18.) Desde la Ley 1190 del año 2008 se declara como el año de la promoción de los derechos de las personas desplazadas por la violencia y se dictan otras disposiciones, que recaen directamente
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en las entidades territoriales. Desde este momento de cristalización, hasta la Ley 1448 de 2011, se dicta una serie de decretos que regulan y especifican la Ley 1190. Es, en el 2011, cuando se expiden decretos específicos para las que se consideran minorías étnicas y se expide la Ley 1448. Esta última, como lo se verá más adelante, define el concepto de víctima y dicta medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno. Finalmente, en el año 2012, a través del Decreto 0790 se puntualizan y clarifican las instituciones encargadas de la atención a víctimas, en tanto se trasladan las funciones del Sistema Nacional de Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia (SNAIPD), al Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Víctimas y del Consejo Nacional de Atención Integral a la Población Desplazada (CNAIPD), y al Comité Ejecutivo para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas. Ahora bien, gracias a los momentos de cristalización de la política de víctimas en Colombia, se encontró que el tema de vivienda es clave para la reparación a esta población; además de que, hasta el momento, se han hecho análisis que apuntan a que la interacción de estas dos políticas ha tenido más aciertos que desaciertos. La política de vivienda tiene fallas tanto en su concepción como en su fundamentación, lo que impide responder efectivamente a las necesidades y condiciones de la población desplazada. Teniendo en la cuenta que el modelo actual se plantea a partir de la vivienda de interés social (VIS), con el cual se pretende atender al grupo de interés socialmente relevantes, por medio del sistema financiero de vivienda (SFV); este modelo se limita únicamente a definir la inversión en materia de subsidios, entregándole la responsabilidad del diseño y construcción al sector privado, dejando sin resolver asuntos importantes, tales como la mitigación de los niveles de pobreza. La problemática de vivienda de los hogares en situación de desplazamiento es otro aspecto sensible de este grupo poblacional,
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el cual difícilmente se ha logrado restituir. De acuerdo con los datos presentados a nivel nacional, solo un 4,7% de hogares en esta situación ha logrado hacer efectivo su subsidio para adquisición de vivienda en todo el país (Alcaldía Mayor de Bogotá D. C., 2014). Entonces, con el propósito de analizar la atención a víctimas en materia de vivienda no basta con revisar la política de este sector, sino que se nos plantea la necesidad de hacer referencia a la política de vivienda en general, la cual abre un espacio para la atención a las personas en situación de desplazamiento. Por lo anterior, a continuación se hará una serie de precisiones, con el propósito de elucidar la trayectoria de la política de vivienda en los últimos años. El Conpes 2804 de 1995, con el que se abre la normatividad para atención a esta población en Colombia dictamina: El INURBE a través del procedimiento excepcional de asignación y entrega de subsidios para construcción de vivienda o mejoramiento, que contempla el decreto 706 de 1995, ampliará la cobertura de beneficiarios a las personas desplazadas por la violencia. Adicionalmente al procedimiento excepcional, se accederá al subsidio de vivienda a través del programa de subsidios para construcción de vivienda y mejoramiento del entorno de la Red de Solidaridad Social. (P. 8)
Lo cual marca una tendencia en la normatividad consecutiva, puesto que siempre se tiende a ordenar, a los entes territoriales y otras instituciones, la generación de estrategias para la atención a esta población. Sin embargo, no se habla de un paquete institucional y presupuestal que responda a estas demandas. En consecuencia, solo hasta la Ley 1448 de 2011, se deja entrever una apuesta por criterios más sólidos de ejecución. En la década de 1990, se identifican 3 rasgos nodales. El primero es el carácter mercantil de la vivienda, en el que el ciudadano
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sujeto de derecho, que pretende acceder a ella, es asumido como comprador y, por lo tanto, su bienestar está ligado a los ingresos y gastos objetivos que el ciudadano esté en posibilidades de asumir; así mismo, los constructores se equiparan a los vendedores, y la relación entre estos está mediado por el sistema financiero, resguardado y amparado en la normatividad estatal. Un segundo rasgo es el criterio de focalización que rige el ciclo de la política pública de vivienda. Por esta razón, la estrategia principal, adoptada por parte de los gobiernos hacia los beneficiarios, fue la del subsidio a la demanda, el cual pasa a ser la base para el acceso a la vivienda, por parte de los sectores más vulnerables. El subsidio a la demanda, en los gobiernos de Samper y Gaviria, fue dirigido al cubrimiento de la cuota inicial, el resto era financiado por una entidad bancaria a través de créditos hipotecarios. Con esta medida surgieron varias críticas, puesto que solo la mitad de los subsidios fueron efectivamente recibidos. Esto aunado a que la insuficiente regulación del mercado del suelo, por parte del Estado, repercutió en las deficiencias cualitativas y cuantitativas de la vivienda. Por último, un tercer rasgo es la función de los municipios en la implementación de la política, puesto que, estas entidades territoriales deberían destinar parte de su presupuesto a promover los terrenos que, posteriormente, serían urbanizados. El gobierno nacional, por su parte, se encargaría de la planeación, la financiación y el saneamiento básico. Es así como la política de vivienda durante esta década muestra tres características comunes en las demás políticas sociales, a saber: predominancia del mercado, focalización y descentralización. Esta última, con el rasgo de que resulta incompleta en dos sentidos: primero, las directrices y las maneras de otorgar los subsidios continúan en el nivel central; y segundo, los municipios se dejan con poca o nula capacidad para hacerle frente a la especulación del suelo. Al llegar la primera década del siglo XXI, durante el gobierno de Álvaro Uribe, se configuró un modelo de vivienda de interés social,
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que se podría denominar “centrado en los propietarios”. Para la ley 388 de 1997, la vivienda social, como concepto, se entiende como el desarrollo de proyectos que garanticen el derecho a la vivienda de los hogares que cuentan con menores ingresos. Es importante anotar que desde el Plan Nacional de Desarrollo, se genera la proyección para suplir esta necesidad. A su vez, se establecen montos, precios y demás criterios relacionados con el tema. En pocas palabras, se regula la función del Estado frente al derecho de vivienda, vía interés social. Independientemente del tipo de recurso que invierta el Estado, se considerará, prioritariamente, el factor socioeconómico para la destinación de las ayudas (Ley 99/93, modificada por la Ley 388/97). Si se hace referencia a la función social y ecológica de la propiedad, es preciso observar que la política que se refiere a la vivienda, en términos de un país de propietarios, es altamente regresiva. El afán de reactivar la economía o, al menos, el gremio de la construcción mediante la formulación e implementación de proyectos de vivienda de interés social conllevó a una desmejora en los estándares urbanísticos y, por extensión, a la garantía efectiva de un derecho digno a la vivienda. Esto se ve reflejado en el encarecimiento del suelo en los municipios que, por lo general, no regulan el precio del mismo. La consecuencia directa es que el costo del metro cuadrado alcanza costos elevados y, finalmente, los productos que se entregan, como viviendas de interés social, no suplen los criterios propios de una vivienda digna. Adicionalmente, la segregación social se materializa en la inexistencia de vías de acceso a las zonas que, generalmente, son periféricas y en la falta de equipamiento adecuado para las viviendas. La tendencia de este gobierno tuvo su expresión institucional en la disolución del INURBE y posterior creación de FONVIVIENDA, fusión del sector privado y público por medio de las cajas de compensación familiar y el gremio de los trabajadores.
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Por último, situados en la política de vivienda actual, entendida en el marco de los diálogos de paz con la insurgencia de las FARC-EP, lo cual pasó por la discusión sobre las víctimas del conflicto armado interno, y la implementación de la Ley 1448 de 2011. Este panorama aporta elementos de análisis en función de la comprensión del proyecto de las “100 mil viviendas gratis”, el cual ha generado dudas en todas las esferas del país, tanto académica como políticamente. Académicamente, se concibe como una opción para mejorar los índices de pobreza de una forma efectiva, al suplir muchos de los criterios de las necesidades básicas insatisfechas. Políticamente se concibe como una manera de engrosar el caudal electoral. Ahora bien, en Bogotá, la política de las 100 mil viviendas gratis aterriza con el objetivo de darle atención a la población víctima del distrito y, a su vez, se concibe dentro del plan de ordenamiento territorial que propone la administración. La política pública de vivienda en la ciudad de Bogotá D.C. ha sido insuficiente en términos cuantitativos y cualitativos. El modo en el que se ha ejecutado ha manifestado la reproducción de algunas lógicas que favorecen no solo el sostenimiento sino la ampliación de las brechas socioeconómicas entre los distintos grupos sociales de la ciudad. El diseño espacial subyacente al despliegue urbanístico de la ciudad y a la promoción de VIS, no ha reconocido el elemento de la segregación como un factor con respecto al cual hay que forjar respuestas directas. La administración del Alcalde Gustavo Petro, que ha pretendido superar este paradigma, con sus políticas de ordenamiento territorial y de intervención en los mercados de suelo, sumado al proyecto de construcción de VIS en el centro de la ciudad y el despliegue de la construcción de infraestructura en los sectores menos favorecidos, pareciera, en principio, romper con esa linealidad histórica referenciada. Es importante, en ese sentido, hacer un análisis de cómo, el enfoque de la administración Bogotá más humana, busca dar respuestas a los problemas relacionados con: 1) la efectiva construcción ampliada de
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VIS, 2) la dotación de infraestructura pública en las zonas de la periferia (medida por el índice de condiciones de entorno urbano –ICU–) y, 3) la superación de la segregación socioeconómica. En este contexto se enmarca el proyecto Usme Metro 136, único proyecto entregado a la fecha, y, en el cual, se encuentran y materializan las trayectorias de política pública de víctimas y vivienda, descritas anteriormente; y que viene acompañado por la Alta Consejería para las Víctimas, institución que hace parte de la implementación de la ley 1448 de 2011, con el propósito de atender a las víctimas que se encuentran radicadas en el distrito. De acuerdo con el recorrido histórico presentado, y puntualizando que toda la reglamentación de la atención a la población desplazada y/o víctima presupone una articulación efectiva con otras instituciones y una simple prioridad, para esta población, en los cupos de los programas de las otras instituciones, nos servimos del modelo de bote de basura como herramienta teórica para comprender la ejecución de la política pública de víctimas en Bogotá, en tanto permite un acercamiento a la lógica de racionalidad, que permanece en el proceso de ejecución y, a su vez, arroja elementos claves para el análisis de la capacidad institucional, la coherencia en la normatividad, y la influencia del contexto político en el cual se inscribe el proceso de política pública. Ahora bien, vale aclarar que se asumió esta perspectiva teórica no con pretensiones de deber ser, sino como un acercamiento que busca caracterizar y diagnosticar el estado institucional, y, en suma, el modelo racional que interviene en la ejecución de esta política. El modelo de bote de basura asume anarquías organizadas con tres características principales. La primera, preferencias problemáticas; la segunda, tecnología poco clara, y la tercera, una participación fluida. Las preferencias problemáticas hacen referencia a elecciones que no cumplen, en su totalidad, un modelo racional; son inconscientes y mal definidas. De modo que las preferencias son reveladas
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por las acciones y no inversamente, como se supone desde el modelo racional puro. La tecnología poco clara hace referencia a que los procedimientos de la organización no son entendidos por los miembros y, por tanto, tienden a ser procedimientos de ensayo y error. Por su parte, la participación fluida establece que la cantidad de esfuerzo y tiempo dentro de las problemáticas es diferenciada e inconstante. Como consecuencia, los límites de la organización son inciertos. Lo anterior indica que este modelo está caracterizado por hacer elecciones sin tener metas definidas y claras. En ese sentido, el proceso de elección es como un bote de basura, donde diferentes tipos de […] problemas y soluciones son arrojados por los participantes en cuanto son elaborados. La mezcla de la basura en un solo bote depende de la mezcla de botes disponibles, de las etiquetas pegadas a los botes alternativos y del tipo de basura que se esté produciendo en el momento, así como de la velocidad con la cual la basura es recogida y retirada de la escena. (Cohen y Michael, 2011, p. 249).
Por tanto, en este modelo se coloca de manifiesto que, aunque convencionalmente se cree que […] las oportunidades de elección conducen a la generación de alternativas de decisión, luego a un análisis de sus consecuencias, luego a una evaluación de las consecuencias en términos de objetivos y finalmente a una decisión, en el modelo del bote de basura, en contraste, una decisión es el resultado o la interpretación de varias posturas, relativamente independientes, dentro de una organización (Cohen y Michael, 2011, p. 252).
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Colocando, así, una lógica de decisión en la que, esta última, es producto de múltiples posturas de actores que se basan más en el ensayo y el error. Si bien, lo mencionado anteriormente permite explicar la implementación de la política de atención a víctimas en Bogotá, desde
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Cohen y Michael se afirma que este modelo permite un mayor desarrollo en el asunto concreto del proceso de las decisiones. Una de las frases que resumen el modelo afirma que estas “anarquías organizadas <son> una colección de decisiones buscando problemas […], soluciones buscando asuntos para los cuales sean una respuesta, y hacedores de decisiones buscando trabajo” (2011, p. 255) La organización que viabiliza esta toma de decisiones es asumida como diversas preferencias, que no son consistentes ni tampoco están definidas; es decir, son ideas dispersas en las que, a través de las acciones se dan a conocer las preferencias; y allí radica la organización, y, por esta misma razón, los límites de la organización son contingentes, y quienes efectúan las decisiones no se caracterizan por elecciones invariables. Lo anterior conduce a afirmar que los objetivos no son compartidos ni se efectúan conscientemente, en parte a razón del contexto ambiguo en el cual se han de tomar decisiones. Por lo tanto, afirman que estos procesos son más reiterados cuando no se dispone de un consenso a la base de la decisión. El hecho de que la decisión se asuma “imperfecta” se debe a las dificultades contextuales y del proceso en sí; por lo tanto, este modelo interroga los presupuestos de la teoría de la administración, en tanto esta surge de las metas bien definidas y de la intención de los agentes por su vinculación en las actividades de organización. Lo anterior, debido a que el modelo parte de unas metas cambiantes y una participación fluida de los participantes. Esto hace que haya un fuerte contraste entre los esquemas tradicionales de la organización y lo planteado por el modelo de bote de basura, el cual posee las siguientes características: I. Un flujo de elecciones, en la que, cada una, es activada por una decisión y por los participantes que a efectúan. II. Un flujo de problemas, en el que cada uno se hace evidente en un tiempo determinado, y viene acompañado de una cantidad
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de energía requerida para resolver la elección que es añadida al problema y que, a su vez, requiere de una estructura de acceso, es decir, una lista de elecciones a las cuales el problema tiene acceso, para saber a qué elecciones puede tener lugar el problema estudiado y descrito. III. Otro elemento importante es una tasa del flujo de las soluciones, puesto que este flujo se empareja con los problemas y las elecciones específicas, con el propósito de saber si estas elecciones continúan fluyendo o se adscriben al sistema. IV. El flujo de la energía de los participantes, el cual redunda en el tiempo destinado para la elección organizacional.
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Ahora bien, al interior de este modelo se estudian diversas maneras de abordar el problema. Lo primero depende del cómo se resuelven las elecciones, dado que obedece al número de problemas que estén registrados, pues “la decisión resuelve una situación de no problemas; éstos se añaden entonces, por sí mismos, a una nueva elección.” (Cohen y Michael, 2011, p. 256). Por ello, “En el proceso de bote de basura los problemas, las soluciones y los participantes se mueven de una oportunidad de elección a otra de tal manera que la naturaleza de la elección” (Cohen y Michael, 2011, p. 257), conduzca a tener una mezcla de las elecciones disponibles en cualquier momento. Esto repercute en “la mezcla de problemas que tiene acceso a la organización, la mezcla de soluciones que buscan problemas y las demandas externas sobre los tomadores de decisión” (Cohen y Michael, 2011, p. 257). La pertinencia teórica de este modelo de racionalidad, para el análisis de la ejecución de esta política pública, debe entenderse aparejado con otras herramientas teóricas. No obstante, resulta valiosa esta primera aproximación, en tanto aborda el proceso decisional, elemento clave para una política que se plantea integral en la atención.
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RENOVACIÓN DEL CENTRO DE LA CIUDAD PLAN CENTRO - CIUDAD SALUD REGIÓN Ennue Nathalie Fajardo4 La ciudad constituye un campo de acción donde se entretejen sentidos y significados de afecto y desafecto de esas relaciones modernas que el hábitat entraña en un colmo de lo cotidiano… (Alianza Francesa, 2015)
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a ciudad colombiana, como escenario de disputa, se configura alrededor del conflicto económico, social, político, cultural y armado, que ha desangrado nuestro país, aunándole las políticas globales de índole neoliberal, mediante el posicionamiento de la injerencia transnacional y la especulación financiera. Bogotá, como epicentro de la realidad nacional, se constituye como el principal espacio urbano para la implementación de las políticas de renovación urbana y reconfiguración del territorio, a través de los planes de ordenamiento territorial, de cada gobierno de turno, en función, precisamente, de generar mayor productividad y competitividad; promover tanto la exportación de bienes y servicios como la inversión extranjera, y centrar su actividad productiva en el sector de servicios, comercio, turismo, informática y la industria del entretenimiento. Atendiendo las exigencias del mercado, el Acuerdo 190 de 2004, Plan de Desarrollo Económico, Social y de Obras Públicas,
4 Estudiante de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, miembro de la organización Conciencia Crítica, Unidad de Procesos Populares de Bogotá, grupo de trabajo Praxis, Mesa Comunitaria Ciudad Salud Región. Correo electrónico: juadosoriovar@unal.edu.co
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Bogotá 2004-2008, en sus artículos 24, 26 y 63 instaura la Operación Estratégica Centro (centro histórico - centro internacional), con la que inicia el proceso de integración de la ciudad con la región, con el país y con otras naciones; cuya área de influencia será: al sur, por la calle 1; al norte con las calles 39 y 45; al oriente con la Avenida Circunvalar; y al occidente con la Avenida NQS. Al interior de la Operación Estratégica Centro-Bogotá, se desarrolla el componente territorial Plan Zonal Centro-Bogotá, que corresponde al Proyecto Ciudad Salud Región (PCSR), donde se propone un modelo de ordenamiento “orientado por tres conceptos básicos: 1. Ciudad incluyente, 2. Ciudad diversa y 3. Ciudad sustentable” (Nóbile, 2012, p. 20); proyecto sustentado en los lineamientos normativos de la Ley 388 de 1997 (Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial como instrumento para la integración de ordenamiento territorial y ambiental). En este marco, el concepto de “ciudad-región” se posiciona dentro de las relaciones comerciales necesarias, concebidas en las dinámicas globalizadoras; de ahí que “pareciera dejar de lado a poblaciones vulnerables al incluir dentro de sus bases teóricas como ciudades globales o ciudad-región solo a aquellas ciudades primarias en las que se centraliza toda la actividad comercial y económica” (Buchelli y Muñoz; 2010). Es preciso enmarcar el actual enclave de salud más importante del país, dada el área de influencia del proyecto presentado, territorio en el que se encuentra el Complejo Hospitalario de La Hortúa, el otrora insignia de la medicina a nivel latinoamericano, el Hospital San Juan de Dios (HSJD), Hospital La Samaritana, Instituto Cancerológico, Instituto Materno Infantil, Instituto de Inmunología, Instituto Dermatológico Federico Lleras Acosta, Hospital Santa Clara y el Hospital Pediátrico La Misericordia. Complejo construido, históricamente, con los principales centros educativos de nuestro país, en medio de una complejidad territorial, de barrios populares e históricos por su lucha en favor de una vivienda digna; cuna de la Escuela
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Médica de Investigación y Ciencia al Servicio de las Comunidades en Colombia. Hitos como la bolsa de “Bogotá” y el programa “bebé canguro”, dan cuenta del nivel de humanización y del desarrollo académico; así como del impacto, en términos de retroceso, que significó el cierre del HSJD y la desestructuración de esta red hospitalaria, mediante la Ley 100 de 1993 y sus posteriores reformas. Es, sobre este legado, que el PCSR busca la creación de un clúster5 de servicios de salud especializados, de alta complejidad; cuyo fin es mantener y mejorar la participación en el mercado interno y generar una oferta exportable del servicio de salud. Entonces, se proyecta la creación de un centro de excelencia, un centro científico investigativo, una Unidad de Servicios Hospitalarios Integrados y un proyecto de adecuación de la infraestructura en algunos hospitales, pues estos son de patrimonio cultural y no pueden ser modificados en su totalidad. Con respecto al enfoque inmobiliario, se construirán hoteles, centro de convenciones y centro comerciales de la salud, teniendo proyectado cubrir la demanda de los visitantes, empresarios, estudiantes, pacientes e investigadores que serán usuarios del PCSR. El “Parque del Saber y la Salud”, que estará localizado en el actual terreno de la Hortúa, es considerado, en el proyecto, como el corazón del clúster y de todo el complejo urbanístico. Sus edificaciones de patrimonio cultural y los extensos jardines que lo rodean pretenden proporcionar a los pacientes, a los círculos de investigación científica y a los grandes empresarios de la salud un ambiente agradable, sin “pobreza”, ni “delincuencia” y con seguridad individual. El proceso de apropiación de este territorio, por parte del sector privado, en correlación con el Estado, se ha llevado a cabo mediante el abandono, la degradación social y la criminalización, con la presencia y agudización, durante varias décadas, de problemáticas 5 El clúster hace referencia a un conjunto de empresas conexas, geográficamente localizadas en la misma frontera territorial local con actividades comunes, similares o complementarias. Empresa de Renovación Urbana – Consorcio PROEZA – HCT Ingenieros. Documento 1 – técnico científico del estudio de prefactibilidad del proyecto Ciudad Salud. Proyecto Ciudad Salud Bogotá D.C., 2006, Informe Final
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como la venta de drogas, la prostitución y la mendicidad. Este paulatino deterioro en su aspecto físico y social es evidente e incitado para su comercialización; con la disminución en el precio del suelo y de los inmuebles, se favorece el interés de los inversionistas. En cuanto al modelo de planeación urbana, se identifican fallas políticas, económicas y sociales en el proceso de toma de decisiones, derivadas de un enfoque de democracia, escasamente, participativo, y de un modo de producción orientado a la acumulación de capital, el cual produce y reproduce el territorio con exclusión de los sectores populares. En ese modelo de planeación, el poder político propicia alianzas público/privadas que facilitan la participación y reproducción de grandes capitales privados, en detrimento de las economías populares y de los intereses colectivos, especialmente, de las comunidades marginadas y excluidas. Con respecto a las fallas de carácter económico, éstas se dan porque la planeación urbana persigue, como fin, mejorar la competitividad en distintos aspectos de los procesos de producción de la ciudad, y de los bienes y servicios que en ella se generan. A primera vista, esto puede verse como positivo; sin embargo, las plusvalías generadas por dicha competitividad no son distribuidas entre las comunidades de los territorios en donde se producen, pues son apropiadas por quienes participan en la competencia (las corporaciones e inversionistas privados). Finalmente, en el aspecto social se encuentra que esa planeación urbana se piensa como construcciones arquitectónicas monumentales que propician el despojo en territorios densamente poblados, generando grandes desplazamientos intraurbanos y segregación socio-espacial. Ese modelo de ciudad que se planea no resuelve los verdaderos problemas socio- económicos de las poblaciones; por el contrario, los agrava y extiende, expandiéndolos por toda la ciudad (como ha ocurrido en Bogotá con el Parque Tercer Milenio), o sacándolos de ella y trasladándolos a los municipios vecinos.
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La transformación de territorios, sin incluir la participación de sus habitantes, genera destrucción del tejido social y mayor segregación socio-espacial. Mecanismos institucionales de participación democrática, como los establecidos en la Ley 388 de 1997, entre otros, solo resultan en un ejercicio legitimador del poder establecido, si no se crean las condiciones para que las comunidades puedan incidir en las decisiones de transformación del territorio que moldearán su destino. Algunos expertos y tomadores de decisiones justifican que se designen, en el saber técnico de planeación urbana, las propuestas de transformación, ya que, para ellos, las comunidades no tienen las herramientas técnico-científicas suficientes que les permita dialogar con ellos y participar en las decisiones sobre qué hacer y qué no hacer sobre su territorio. En estos procesos, el sentido de arraigo, la identidad con el espacio, las prácticas cotidianas y la construcción de la experiencia urbana son desestimadas o vistas como “obstáculos” para el desarrollo, llevando a que las comunidades queden, bajo esta lógica, destinadas a depender de racionalidades económicas, técnicas y políticas ajenas a su propia experiencia. De acuerdo con este panorama, se reconoce, entonces, la imperiosa necesidad de congeniar, desde perspectivas críticas y emancipadoras, a la sociedad con la ciencia, y al barrio con la investigación y la planeación. Dicha articulación se entiende sobre el principio claro de generar conocimiento, de las interpretaciones colectivas y la participación de las comunidades en las decisiones sobre su realidad, para que esta sea transformada por la práctica social (Fals Borda, 1979). Esa historia, necesidades y vida sociocultural, que a nosotros nos interesa, no resulta fácil de asir, pues, como dice el filósofo francés Michel Serres: […] una cultura se construye en su historia y a través de ella, en una
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intersección origial entre variedades, en un mundo de conexiones muy precisas y particulares. Dichas conexiones existen, persisten y resisten, gracias a la acción de anudar, de tejer en la cotidianidad los mimbres de la historia con los hilos del futuro. (1981, p.35)
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ACUMULACIÓN POR DESPOSESIÓN Y DERECHO A LA CIUDAD: EL CASO DEL HUMEDAL DE LA CONEJERA EN BOGOTÁ D.C. Ana María González Suárez6 Manuel Andrés Mosquera Ovallos7
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os aportes de la teoría social son interesantes en la medida en que puedan ser contrastados con la realidad. Esto quiere decir que su valor no depende únicamente de su solidez lógica sino de sus posibilidades explicativas. Teniendo esto en cuenta, este artículo busca presentar los aportes del inglés David Harvey, uno de los teóricos sociales más importantes de los últimos años, reflejándolos en una problemática que se sitúa lejos de Inglaterra, en Bogotá, más específicamente en el Humedal de La Conejera, espacio que en el último año ha sido centro de conflicto entre algunos actores sociales, entre los que se pueden distinguir fácilmente los movimientos sociales, los grupos empresariales (constructoras) y el gobierno de la ciudad. Serán dos los conceptos a los que se les atribuirá especial importancia en este trabajo: la acumulación por desposesión y el derecho a la ciudad; por ello el artículo se desarrollará en dos momentos. El primero pasa por la descripción del conflicto referente al Humedal de la Conejera, vista a través de las herramientas analíticas que nos brinda la idea de acumulación por desposesión.;
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6 Estudiante del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: anamgonzalezsua@unal.edu.co 7 Estudiante del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: mamosquerao@unal.edu.co
Acumulación por desposesión y derecho a la ciudad | Ana María González Suárez | Manuel Andrés Mosquera Ovallos
en esta primera parte se pretende dar cuenta de la pertinencia del concepto cuando se quiere mirar qué hay detrás de conflictos como el que se trata aquí. La segunda parte aborda el derecho a la ciudad y las posibilidades de los movimientos cívicos que abogan por la defensa del Humedal, de tener un papel importante en la construcción de una forma de vida en la ciudad que gire en torno a lógicas diferentes a la mera acumulación ampliada de capital. Aunque el objetivo central de este artículo no sea presentar al lector la problemática que vive el Humedal de La Conejera y sus comunidades aledañas en un esfuerzo puramente descriptivo, conviene hacer una contextualización que le permita a quien lee esto ubicarse en la especificidad de la problemática abordada. Esto en tanto que el ejercicio planteado aquí exige un conocimiento de la situación que se observa a través de las categorías analíticas que nos brinda un autor como David Harvey. El Humedal y su conflicto actual La importancia del Humedal de La Conejera ha sido innegable a través de su larga historia, incluso antes de que Bogotá se constituyera como una metrópolis altamente urbanizada. En un principio, lo correspondiente al humedal era utilizado por los indígenas muiscas para la siembra de maíz, papa, cubios, habas, chuguas, arracacha y otros alimentos esenciales en su dieta. Posteriormente este terreno sería apropiado bajo la figura de hacienda, dejando atrás su vocación agrícola y centrándose en la cría de algunas especies nativas, para que muy posteriormente, ya en el Siglo XX, la ganadería fuese la actividad principal. Más contemporáneamente, la importancia ambiental del humedal se reconoce por parte de sus vecinos alrededor del año 1993, con la creación de la Fundación Humedal de La Conejera, creada con el propósito de cuidar este bien natural de la ciudad, que hoy,
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ambientalmente, cumple al menos tres funciones: 1) retener grandes cantidades de agua, especialmente cuando hay desbordes en el río Bogotá, para evitar inundaciones, 2) Albergar una amplia diversidad de especies de fauna y flora de la Sabana de Bogotá, y 3) recibir temporalmente varias especies de aves que migran año tras año entre el norte y el sur de nuestro continente. Tras esta muestra de interés cívico por la conservación del Humedal, el Distrito y la institucionalidad pública empezarían a reconocer el valor de La Conejera. Así, a partir del año 2000 la Empresa Acueducto de Bogotá asumiría su cuidado. El caso particular, que desató el fuerte conflicto que se vive en La Conejera, consiste en el desarrollo de un proyecto inmobiliario que se hará sobre un terreno que incluye una parte suroccidental del Humedal; zona de reserva y conservación. Dicho proyecto, llamado Reserva Fontanar, a cargo de las constructoras Praga y Área Cuadrada S.A., consiste en 94 apartamentos distribuidos en 5 torres de 4 y 5 pisos, y cuenta con el aval del gobierno distrital. Desde el momento en el que se autoriza esta construcción, y, hasta el día de hoy, cuando ha pasado más de un año, empieza la labor de movimientos cívicos de corte ambientalista para proteger este ecosistema. El trabajo de estos movimientos hace frente a los intereses compartidos que tienen el Distrito y los privados en este proyecto. David Harvey desarrolla el concepto de acumulación por desposesión, como una adaptación de la acumulación originaria marxiana. Esta elaboración se encuentra en la explicación que este autor ofrece del nuevo imperialismo. Lo que se intenta hacer, en este trabajo, es, como ya se mencionó, presentar la problemática del Humedal de La Conejera, teniendo como base el concepto que provee el trabajo de Harvey. El argumento aquí trazado es que el conflicto alrededor del Humedal de La Conejera ilustra la lógica de que el capital acumula; esto es acumulación por desposesión y, específicamente en este caso, se avoca a “la conversión de diversas formas de derechos de propiedad –común, colectiva, estatal, etc.– en derechos de propiedad exclusivos
Acumulación por desposesión y derecho a la ciudad | Ana María González Suárez | Manuel Andrés Mosquera Ovallos
[y a] la supresión del derecho a los bienes comunes” (Harvey, 2004, p. 113), la cual no aparece únicamente en momentos de profunda crisis, sino que también es una lógica permanente que, además, no por estar relacionado al nuevo imperialismo es lejana a los conflictos más locales que aparecen desvinculados a la crisis del capital. Así pues, se sostiene que el conflicto por el Humedal de La Conejera es un ejemplo bastante ilustrativo de un modo de acumulación por desposesión; aun cuando no nos encontremos en un caso de profunda crisis económica, ya que esta acumulación […] puede ocurrir de diversos modos y su modus operandi tiene mucho de contingente y azaroso. Así y todo, es omnipresente, sin importar la etapa histórica, y se acelera cuando ocurren crisis de sobreacumulación en la reproducción ampliada, cuando parece no haber otra salida excepto la devaluación” (Harvey, 2004, p. 115).
Este proyecto urbanístico ilustra, de buena manera, la forma en que el capital busca, a partir de la acumulación por desposesión, en este caso, con la provisión de vivienda, brindar “las infraestructuras físicas necesarias para que la producción y el consumo se realicen en el espacio y el tiempo” (Harvey, 2004, p. 101). Esta hace parte de las estrategias utilizadas por el capital para garantizar las relaciones sociales que reproducen, una y otra vez, el capitalismo. La producción del espacio, la organización de nuevas divisiones territoriales de trabajo, la apertura de nuevos y más baratos complejos de recursos, de nuevos espacios dinámicos de acumulación de capital y de penetración de relaciones sociales y arreglos institucionales capitalistas (reglas contractuales y esquemas de propiedad privada) en formaciones sociales preexistentes brindan diversos modos de absorber los excedentes de capital y trabajo existentes (Harvey, 2004, p. 102).
El argumento central de la exposición es el siguiente: el capitalismo, en su constante necesidad de ocupar nuevos espacios, organiza
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procesos de destrucción creativa, en lugares donde la lógica que prima es otra, como el Humedal de La Conejera, el cual representa un bien común para todas las personas y especies que habitan allí, sin tener ningún tipo de participación directa en procesos de acumulación de capital; esto en tanto constituye una zona ambiental protegida. Entonces, se sigue que el conflicto que se da allí es una confrontación de dos formas de identidad con el espacio; dos formas de pensar “las modificaciones, creaciones y percepciones del entorno, incluyendo las dimensiones materiales, inmateriales, discursivas y emocionales que intervienen en su modelado” (Guerra y Skewes, 2010, p. 452), una capitalista y la otra no capitalista que subraya la importancia del ecosistema por encima de la propiedad privada. Harvey toma de Gottfried Leibniz, secularizando su pensamiento, la idea de la contingencia de la organización de los espacios, la cual es pertinente para este análisis en tanto se basa precisamente en la heterogeneidad de concepciones en torno a la apropiación de un mismo espacio. Para Harvey, la manera de entender “‘lo que es el espacio y el tiempo’ no solo es contingente, sino también altamente cuestionada en nuestra sociedad de diferentes formas, de manera que, aún cuando pueda haber una noción dominante acerca de lo que ellos son, una idea hegemónica otorgada por ejemplo, por el mercado (...), existen abundantes signos de otras concepciones opuestas y heterogéneas que se presentan permanentemente como amenazas a la noción dominante y a las relaciones sociales que ella encarnan” (Harvey, 1994, p. 7; cursivas propias). En ese sentido, se reconocen dos cosas: primero, la diversidad en las formas de identidad con el espacio, y segundo, la existencia de jerarquías entre ellas. Las que asumen un rol dominante son las que, al final, en la mayoría de los casos, resultan imperantes. Aquí parece importante tomar una posición con respecto al aporte de Harvey. En la explicación citada anteriormente, Harvey señala el papel que juegan las ideas en la producción del espacio,
Acumulación por desposesión y derecho a la ciudad | Ana María González Suárez | Manuel Andrés Mosquera Ovallos
mas no profundiza mucho en esto, incluso, cuando, a la hora de organizar estos procesos de reorganización espacial, sea imprescindible otorgar una significación a cada lugar. No quiere decir esto que las ideas organicen por sí solas el desenvolvimiento de la vida misma, sin embargo, sí es evidente que detrás de la disputa sobre qué hacer con estos espacios, con La Conejera concretamente, existe una disputa de imaginarios sobre lo que es un humedal: un botadero, un espacio subutilizado, un bien ambiental de la ciudad, etc. Los procesos de significación de los espacios, los recursos que contienen y las mismas relaciones sociales son fundamentales para definir los procesos sociales y ambientales que él mismo va a afrontar. Para continuar, la problemática que afronta el Humedal está atravesada por un proceso de acumulación por desposesión, en tanto que, el daño ambiental generado por la urbanización de estos predios (y que se ha generado progresivamente en toda la red de humedales de Bogotá) dificultaría, siguiendo una vez más a Harvey, cualquier forma de uso del espacio que difiera de la lógica de la acumulación ampliada. La existencia de los humedales en Bogotá (importante extensión de territorio), constituyen un obstáculo para la acumulación de capital, en tanto que limitan el alcance espacial del capitalismo, como principio orientador de las relaciones sociales. Hay que tener en la cuenta que la ciudad es un centro importante al interior del país, en términos de acumulación y, por esto mismo, tiene una alta densidad poblacional; razón por la cual las extensiones de tierra que ocupan los humedales, entre esos el de La Conejera, son espacios que, según la lógica acumulativa, se subutilizan al carecer de vocación económica, en una ciudad que alberga, a diario, a unos nueve millones de habitantes. El proyecto de Fontana Reservado, causante del conflicto, es un claro ejemplo de ello: el sector de la construcción es fuerte en la ciudad y la vivienda es sorprendentemente cara para un país como Colombia; sin embargo, no por eso deja de existir una demanda para este sector. Si hay un espacio de casi sesenta hectáreas en
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medio de la ciudad que no tienen ni vivienda ni zonas comerciales, es lógico que la acumulación se presente como una de las posibles maneras de apropiación de éste, por parte de los humanos que, socialmente, se organizan de forma capitalista. Se ve, por tanto, como el derecho a la propiedad, que tanto defiende el capitalismo (amparado por el Estado) es, en el fondo, la “apropiación de la propiedad ajena”. La expansión hacia espacios que son no-capitalistas pasa necesariamente por la re-configuración de estos, los cuales son rediseñados para adaptarlos a la lógica de la acumulación ampliada de capital, lo que implica un abandono de la vocación previa de este espacio. En palabras de Harvey: El capital, en su proceso de expansión geográfica y desplazamiento temporal que resuelve las crisis de sobreacumulación a la que es proclive, crea necesariamente un paisaje físico a su propia imagen y semejanza en un momento, para destruirlo luego. Esta es la historia de la destrucción creativa (con todas sus consecuencias sociales y ambientales negativas) inscripta en la evolución del paisaje físico y social del capitalismo (Harvey, 2004, p. 103).
Una lucha por el derecho a la ciudad
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A pesar de los vertiginosos procesos de acumulación propios del capital y de su capacidad de colmar la vida en su lógica privatizadora, permanecen y surgen grietas en el sistema; concepciones del espacio y del tiempo que entrañan formas radicalmente diferentes de concebir el mundo. La lucha por la defensa del Humedal de La Conejera constituye una de las múltiples concepciones de lo que puede ser Bogotá y se enmarca en una lucha por configurar el espacio de la ciudad, la defensa del derecho a la ciudad (Harvey, 2013). El derecho a la ciudad, aquí, surge como una necesidad de las personas que habitan la zona cercana al Humedal por decidir cómo debe ser la ciudad y cómo quieren habitarla; lo que implica la manera
Acumulación por desposesión y derecho a la ciudad | Ana María González Suárez | Manuel Andrés Mosquera Ovallos
en que quieren vivir y convivir con el ecosistema de La Conejera. La defensa de este hábitat se extiende a todos quienes pertenecen a la ciudad, más allá de la zona de Suba; de esta forma, es una lucha que no se restringe al escenario local, sino que convoca a los movimientos sociales entorno a una forma alternativa de vivir y de ser en la ciudad, la cual ya no es entendida como un espacio de expansión del capital. En este sentido, este es un derecho que se reclama colectivo, debido a que es pensado en entramados de relaciones sociales, incluyendo la naturaleza. Dicho de este modo, se abre paso a un ejercicio político de la lucha por la defensa de La Conejera, que es común y que, así, alimenta las posibilidades de reinventar la ciudad a partir de la resistencia y defensa de estos espacios, cuyo fin debería alejarse de a las lógicas del mercado. La lucha en el Humedal de La Conejera, no se ha reducido al enfrentamiento con la constructora del proyecto, la fuerza pública o las alcaldías; esta lucha ha ahondado sobre la reinvención de las relaciones sociales en torno al ecosistema y la ciudad, el rescate de prácticas de los cabildos indígenas que permanecen, aparentemente, diluidos en la cotidianidad de Bogotá. Los colectivos insisten en tejer relaciones alrededor de una huerta orgánica y en las cosmovisiones indígenas del territorio para su defensa, es decir, han construido un sentido y comprensión del territorio urbano, a partir de dichas cosmovisiones y de las relaciones que de ellas puedan desprenderse. Así, la preocupación por el equilibrio ambiental se piensa unida a la importancia de replantear las relaciones de producción y consumo. Aquí pues, esta lucha se vislumbra como una alternativa con posibilidades anticapitalistas y, como una apuesta de reorganización espacial y de las relaciones humanas alrededor de las grandes urbes; o sea, un lugar para que los movimientos sociales ejerzan su derecho a la ciudad, con las nuevas formas de comprenderla y habitarla, las cuales no están atadas ni a una lógica del mercado ni de la acumulación, y que, por el contrario, avanzan hacia rutas revolucionarias.
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No obstante, tales rutas revolucionarias, son apenas eso: posibilidades. Hace falta que este tipo de luchas locales hagan una apuesta radicalmente transformadora de la configuración espacial de la ciudad, la cual, como ha sido señalado, está inherentemente atada a la lógica del capital. Es imprescindible reconocer que existe un carácter clasista de este conflicto, el cual ha agredido, igualmente, al medio ambiente, puesto que, como afirma David Harvey: […] desde siempre, las ciudades han brotado de la concentración geográfica y social de un excedente en la producción. La urbanización ha sido siempre, por tanto, un fenómeno relacionado con la división en clases, ya que ese excedente se extraía de algún sitio y de alguien, mientras que el control sobre su uso solía corresponder a unos pocos. (2013, p. 21).
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Se trata ya no únicamente de reinventar la ciudad (Harvey, 2013), sino que hace falta plantearse la lucha hacia la transformación profunda de la sociedad, que erradique el sistema capitalista, cuya acumulación y relaciones producidas llevan, inevitablemente, a la explotación de unos sobre otros, la mercantilización de estas relaciones y de la vida misma. La reivindicación, por el derecho a la ciudad, puede y debe ser un paso hacia la derrota del capitalismo y de la transformación a espacios sociales diferentes, donde la vida en común prevalezca sobre la propiedad privada. De este modo, la espontaneidad que caracteriza este tipo de luchas resulta enriquecedor para mostrar los alcances y límites que tiene el movimiento social; sin embargo, estas no conllevan, necesariamente, a prácticas revolucionarias, lo que desafía a un gran movimiento social que trascienda del escenario local y que implica, a su vez, por supuesto, la articulación de dichas luchas encaminadas hacia un horizonte de transformación radical.
Acumulación por desposesión y derecho a la ciudad | Ana María González Suárez | Manuel Andrés Mosquera Ovallos
Conclusiones Para concluir, es pertinente llamar la atención sobre el hecho, deducible de todo el desarrollo argumentativo presentado, de que el conflicto que se da en torno al uso que la ciudad de Bogotá le da al Humedal de La Conejera no es un producto de la casualidad ni de una espontánea desarmonización del marco legal de la ciudad. Ocurre porque hay dos (o más) nociones sobre el deber ser de la apropiación de este espacio, los cuales compiten por ostentar una posición de dominio. Estas nociones, que se han denominado formas de identidad con el espacio, tampoco son enteramente casuales, sino que son producto de la localización de dinámicas mucho más grandes. El ejemplo más claro es la acumulación capitalista que, continuamente, precisa de la ocupación de nuevos espacios, confrontándose con las lógicas que, anteriormente, han determinado su devenir. Esta permanente apropiación de espacios implica la existencia de conflictos que van más allá de las meras diferencias en cuanto al deber ser del uso de un espacio determinado; de hecho, produce relaciones que se desarrollan a modo de conflictos de clase. La apropiación de La Conejera por parte de la lógica de acumulación ampliada, aunque no elimina definitivamente otras posibles formas de socialización, sí les niega, a estas, las posibilidades que pudieran tener para hacerse las imperantes en este espacio. Es un espacio que se construye para la acumulación, y para nada más. La ciudad que construyen los grandes grupos empresariales y las clases dominantes se empecina en obstaculizar los grupos subalternos, para que no tengan la oportunidad de construir espacios sociales diferentes, menos excluyentes y más solidarios. La urbanización capitalista es, en consecuencia y sin duda, un escenario en donde la formación de antagonismos sociales no es solo posible, sino necesaria.
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bibliografía Guerra, D., y Skewes, J. (2010). Acumulación por desposesión y respuestas locales en el remodelaje de los paisajes estuariales del sur de Chile. En: Chungara, revista de antropología chilena. Volumen No. 42. Arica, Chile: Universidad de Tarapacá. Harvey, D. (1994). La construcción social del espacio y el tiempo. Geographical Review of Japan. V (67) Recuperado de: https://geografiacriticaecuador.files.wordpress. com/2013/01/16-harvey.pdf Harvey, D. (2004). El nuevo imperialismo: Acumulación por desposesión. Red de bibliotecas virtuales CLACSO. URL: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20130702120830/ harvey.pdf Harvey, D. (2013). Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana. Madrid, España: Ediciones Akal.
Serie de poemas | Karen Méndez
SERIE DE POEMAS Karen Méndez8 #1 Vacaciones
#3 Un sueño
A un lado el cuaderno
Aquí las nubes descienden hasta el suelo
A un lado el lapicero
O el suelo algún día ascendió para alcanzarlas.
A un lado el uniforme
Se pasean como buscándote
A un lado ese absurdo colegio
Se mueven entre tus piernas
Me voy,
Se filtran por los poros de tu piel
A un lado
Se siente frió más acá de la piel
A ver si me encuentro.
Te ilusionan, Crees poder tocarlas. Juntar un montón,
#2 Vomitar
Guardarlo y llevártelo como un recuerdo;
Tengo una bolsa ahorcada en una mano,
(de esos recuerdos
Una ventana en la palma de la otra mano,
que venden en los pueblos)
Un mundo veloz gira en mis retinas,
Pero siempre se escapan,
El color del sol palidece en mi rostro,
Si pudiera contarles…
Un volcán crece en mi barriga,
… que las quiero.
De mi garganta sale un estruendo y
Pero, ¿adónde las llevo que sea más allá de este
Ahora tengo lava en todo el cuerpo.
suelo? Me imagino que de agua a vapor y todo eso Hasta el mundo entero Ya conocieron.
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8 Estudiante del Departamento de Ciencia Política universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: kjmendezgnal.edu.co
#4 Flashback Me gusta Cerca, Lejos, Cerquita, Una fila atrás o una adelante;
#5 Decepción
Un puesto al lado izquierdo O en la otra nave.
Iba a toda velocidad sobre mi caballo,
Me encanta
Veía el pelo de su cuello
Al frente a la derecha,
Y el suelo a gran velocidad.
En la otra mesa
Cuando miré a los lados,
O a mi lado,
Estaba sola
Con libros en las manos
Miré atrás y ellos se habían devuelto
A mí me gusta,
La realidad me acompañó,
Como es,
Dejé el palo en el pasto y
Donde esté,
Me quedé sentada a ver si les hacía falta,
Usted.
Nadie llegó. Veía monstruos en las matas Y huecos en las rocas, huecos de brujas. Cogí el palo ese y no me monté Me fui caminando, Y con todas las polillas en la bombilla, Me acosté.
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End
Despojo | Andrés Leonardo Castelblanco
DESPOJO Andrés Leonardo Castelblanco9 Me vi completamente despojado, con el alma a la intemperie, recibiendo toda la inclemencia,
El verde y el azul
toda la furia de la vida
para siempre robados,
directa de los abismos más profundos.
purgados de mi alma.
Me quitaron el cielo
Después de sollozar
cada montaña con sus cumbres.
y morir en cada lágrima vi lo que me dejaron, cielos grises y agua oscura, aire toxico y montañas de cemento; no corrían los animales, el frenetismo reinaba, charcos pútridos reflejaban la miseria en los ojos de aquellos despojados, dueños de cuerpos agónicos y almas ya muertas.
9 Estudiante de sexto semestre de Historia en la Universidad Nacional de Colombia. Diplomado en Derecho Internacional Humanitario Básico por parte de la Cruz Roja Internacional (2015). Jurado para la revista Artificios. Revista colombiana de estudiantes de historia (ISSN. 2422-118X) en el primer semestre del 2015. Organizador del VIII Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Historia a desarrollar del 5 al 9 de octubre del 2015. Correo electrónico: alcastelblancoj@unal.edu.co
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Rascacielos de dinero tapan con su sombra los sueños de miles de autómatas de piel gris que, con ojos vacíos, tratan de recordar el beso de la brisa. Mi cuerpo se fue pero mi alma permaneció en latente espera, quieta, camuflada entre piedras, esperándome para vivir, para vivir una vez más.
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La REVISTA SURMANÍA#9 Se terminó de diseñar en Diciembre de 2015. Para su elaboración, se utilizó la fuente DIN NEXT LT PRO en su variante Condensed y en sus pesos Light, Normal, Medium y Bold, en Regular e , junto con Lato en su variante Light. Se imprimió en los talleres de GRACOM Gráficas Comerciales, los cuales están ubicados en la Carrera 69K # 70-76. Se imprimieron 500 ejemplares. Bogotá, Colombia, 2015.
REVISTA SURMANÍA#9
FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES DIRECCIÓN DE BIENESTAR DIRECCIÓN DE BIENESTAR UNIVERSITARIO ÁREA DE ACOMPAÑAMIENTO INTEGRAL PROGRAMA GESTIÓN DE PROYECTOS