Semestre I /2019
Nº7
Apoyan Facultad de Ciencias Humanas Programa Gestión de Proyectos División de Acompañamiento Integral Dirección de Bienestar Sede Bogotá
la múcura revista Número 7 / SEM 01 - 2019 / ISSN 2357-6464 Universidad Nacional de Colombia Facultad Ciencias Humanas Sede Bogotá
la múcura revista, es una publicación semestral en la que los estudiantes de antropología de pregrado y posgrado tienen la posibilidad de publicar sus artículos de investigación y todo su quehacer académico y cultural. Los objetivos de la revista son: crear un canal de comunicación entre todos los estudiantes del Departamento, promover las investigaciones y creaciones culturales de los grupos estudiantiles, y propiciar un espacio en el que se ponga en discusión la labor ética, académica y política del antropólogo. la múcura es una revista sobre el quehacer antropológico estudiantil de la Universidad Nacional de Colombia y de los estudiantes vinculados al Comité de Estudiantes de Antropología. Los textos presentados en la siguiente publicación expresan la opinión de sus respectivos autores y la Universidad Nacional no se compromete directamente con la opinión que estos pueden suscitar. contacto del grupo lamucurarevista@gmail.com /lamucurarevista lamucurarevista.wordpress.com issuu.com/gestiondeproyectos proyectoug_bog@unal.edu.co universidad nacional de colombia Sede Bogotá Edificio Uriel Gutiérrez Sede Bogotá www.unal.edu.co proyectoug_bog@unal.edu.co /gestiondeproyectosUN pgp.unal.edu.co issuu.com/bienestarbogotaun
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impresor / GRACOM Gráficas Comerciales
rectora / Dolly Montoya Castaño vicerrector de sede / Jaime Franky Rodríguez director bienestar sede bogotá / Oscar Oliveros jefe de acompañamiento integral / Zulma Edith Camargo Cantor coordinador programa de gestión de proyectos pgp / William Gutierréz Moreno decana facultad ciencias humanas / Luz Amparo Fajardo Uribe director bienestar facultad ciencias humanas / Eduardo Aguirre Dávila directora departamento de antropología / Carlos Guillermo Páramo comité editorial dirección / Prof. Carlos Guillermo Páramo coordinador / Jesús Sebastián Yepes Cárdenas comité editorial / David Andrés Beltrán Caraballo / Andrés Felipe Peña Moreno / Luis Eduardo Rojas Quito . autores y autoras / Germán David Rodríguez Allevaneda / Martha isabel Cortés Ocazionez / Jesús Sebastián Yepes Cárdenas / David Andrés Beltrán / Luis Eduardo Rojas Quito / Brenn Timoteo Romero Moreno . corrección de estilo pgp / Diana Luque Villegas. diseño y diagramación pgp / Oscar González fotografías de carátula / Portada: Lizard (2018)/ Manuela García /Contraportada: Serie Demencia 6 de 10 / Manuela García
SUMARIO
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EDITORIAL Comite editorial La Múcura Revista
MODA, ESTILO Y VESTIR Germán David Rodríguez
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RECONOCIMIENTO PATRIMONIAL AL ARCHIVO DOCUMENTAL DE ACCIÓN CULTURAL POPULAR: Memoria e identidad conservada Martha Isabel Cortés
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ÁMBITO DOMÉSTICO EN BOGOTÁ: Análisis de la patología y la construcción del espacio a inicios del siglo XX Jesús Sebastián Yepes Cárdenas
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INFORNOGRAFÍA David Andrés Beltrán Caraballo Luis Eduardo Rojas Quito Brenn Timoteo Romero Moreno
EDITORIAL Esta séptima entrega es, sobre todo, una exhumación; una colección dispar de restos, fragmentos perdidos de La Múcura; una revista en franca agonía. Podríamos hacer uso de una desafortunada metáfora para dejar en claro la naturaleza nigromante de este número: procedemos del mismo modo que un arqueólogo, al menos en el sentido más disciplinar del término –si es que alguna vez ha existido uno–; a partir de una colección de tiestos, de sus astillas, esquirlas y fracciones, les ofrecemos una imagen parcial, un simulacro de La Múcura, un paisaje sumido en la neblina del sueño. Por primera vez desde su fundación, nuestra publicación inicia un desmembramiento, una desfiguración intencionada; que puntualmente implica tomar una distancia, más que prudencial, de las expectativas que conlleva el sustantivo «revista de etnografía». Comité Editorial La Múcura Revista
Velitas (2018) Bogotรก. daniel matiz
MODA, ESTILO Y VESTIR
Germán David Rodríguez antropología universidad nacional de colombia gerdrodriguezave@unal.edu.co
Resumen
Palabras clave:
Moda, estilo, vestir, antropología de la moda.
La antropología y la moda son dos entornos que han permanecido por mucho tiempo interrelacionados; sin embargo, poco ha sido lo que se ha dicho sobre la conexión de estas. La intersección entre ellas pone de manifiesto cuestiones del cuerpo social, usualmente, pasadas por alto, atravesadas por nociones de poder y de clase, y condicionados por la cultura. La moda, el buen gusto, «estar» o no a la moda son, entonces, parte de un hecho social que se circunscribe en una temporalidad y lugar específico, la cual constantemente es reevaluada, siguiendo las dinámicas culturales e identitarias del momento. Por lo tanto, en el siguiente artículo, se busca mostrar la importancia de hacer estudios antropológicos de la moda y mostrar la relevancia de los mismos en el mundo contemporáneo.
< moda, estilo y vestir >
Introducción
Moda
Si uno se pone a buscar la moda, el estilo o la vestimenta, los encontrará en donde sea: están en los anuncios y pancartas, están en las propagandas y las telenovelas; recorren nuestras calles, caminan con nosotros, se sientan a nuestro lado en el bus y se acuestan en nuestra cama. Son protagonistas y clave argumental de películas como Tacones Lejanos, de Pedro Almodóvar (1991), son estelares en obras de arte como Filosofía en el budoir, de René Magritte (1947) y hay canciones en su honor como Fashion!, de Lady Gaga (2013). Incluso, estos hechos permean tantas y tan amplias esferas que, las últimas dos entregas del éxito de Nintendo, Pokémon X/Y (2013) y Pokémon Sun/Moon (2016) le permiten al jugador comprar ropa y accesorios para vestir a su personaje solo por el hecho de vestirlo, y no como una función relevante dentro del juego. Y si bien, como decía la modista francesa Coco Chanel (Orozco, 2005, p. 15): la moda es algo que está en las calles y el cielo, se ve afectada por las ideas, nuestro modo de vida y los sucesos de nuestro diario vivir: ¿por qué no es tan trabajado, relevante o extendido el estudio antropológico de la moda, el vestir y el estilo dentro de la academia?
Antes de caminar hacia una mínima reflexión teórica sobre el tema, es de suma importancia aclarar que la moda, el estilo y la vestimenta son tres fenómenos relacionados, pero con firmes y claras diferencias. La Real Academia Española define la moda como un “uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país [y también como un] gusto colectivo y cambiante en lo relativo a prendas de vestir y complementos” (2014). Sus inicios, como sistema extravagante y metamórfico, se pueden demarcar cronológicamente a finales de la Edad Media, teniendo en cuenta que, aunque se basa en raíces antropológicas universales (de Tarde, 1979 en Lipovestki, 1990), no es un principio universal y no aparece en todas las épocas, ni en todas las sociedades. Por tanto, “la moda es un hecho social” (Entwistle, 2002, p. 11) y una expresión cultural (Migliaccio, 2013), cuyas bases se encuentran desde los albores de la humanidad (Bossan, 2008), asentándose gracias a la ociosidad, ostentación y prestigio de las élites de la época feudal (Veblen, 2010). Esta no está representada exclusivamente por abrigos, pantalones o camisas; los accesorios, los peinados, los zapatos, el maquillaje, la desnudez, el mobiliario e incluso el lenguaje también hacen parte del mundo de la moda (Lipovestki, 1990; Entwistle, 2002). Para el sociólogo Georg Simmel, la moda apareció como una diferenciación de clases: la élite usó la vestimenta para separase de las
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< Germán David Rodríguez >
demás clases a partir de marcas o insignias observables. No obstante, los miembros de las clases subyacentes, con ansias de identificarse con un estatus superior, acoplaban estas insignias, fenómeno de copia que fluía hasta las clases más bajas. Esta situación, hizo que la élite tuviera que reinventar constantemente sus insignias, las cuales, invariablemente, serían copiadas por los escalones siguientes de la pirámide de clases (Simmel, 1957). El estar a la moda es, también, un concepto debatido, pues aquello que llamamos vestido de moda es una prenda o prendas que encarnan las últimas tendencias estéticas y que, además, hacen parte de una construcción textil considerada como bella, popular y deseable en cierto período de tiempo (Lipovestki, 1990; Entwistle, 2002). Siguiendo esa idea, cada prenda de vestir, al igual que los restos óseos o arqueológicos de una sociedad, deberían tener el potencial para develar, al ojo conocedor y curioso, los hechos, pensamientos y situaciones de una época, una sociedad o un periodo de tiempo. Sin embargo, criaturas excéntricas como la modista italiana Elsa Schiaparelli (1890-1937) y la diseñadora de interiores Iris Apfel1 o la mismísima Casa Moschino2 , han hecho temblar los preceptos de lo que está “a la moda” y han puesto sobre la mesa 1 Iris Apfel es una diseñadora de interiores estadounidense, de gran influencia en el mundo de la moda, aclamada por su creativa forma de vestir, poseedora de la segunda más grande colección de joyería del mundo y reconocida mundialmente como “El pájaro excéntrico de la moda” (Maysles, 2014). 2 Moschino es una casa de modas italiana, fundada en 1983 por Franco Moschino, reconocida por su excentricidad y sus críticas a la industria de la moda.
algunos nuevos, al combinar lo haute couture con baratijas o al transformar en moda lo que nunca pareciese serlo, y generar un cambio en el oleaje de la moda, una reinterpretación de las tendencias, fenómeno que se conoce como “estilo”.
Estilo El estilo es una manera en la que una persona, sin pronunciar palabra alguna, le cuenta al mundo quién es, según explica Rachel Zoe, una de las más famosas estilistas de Holly wood. Nicholas Ghesquiére, diseñador de modas francés y actual director creativo de la firma francesa Louis Vuitton, parece coincidir con Zoe, al afirmar que la moda es un parque de juegos en el que uno experimenta a medida que crece, pero el estilo es la marca propia que uno desarrolla luego del jugueteo. El estilo es el hecho en el que las personas acoplan la moda, la extraen de las pasarelas y los anaqueles, y la integran en su vida diaria (Entwistle, 2002), dejando una estampa propia de interpretación y creación estética –y hasta artística– a la hora de vestir, lo que convierte a la ropa en un medio para aprender a vivir en sus cuerpos, comunicarse con el mundo y sentirse cómodos en ellos (Entwistle, 2002). El “buen” y el “mal gusto” a la hora del vestir son conceptos que tienen un peso muy importante en el abordaje de los temas de estilo. Hace ya un tiempo, el “gusto” –ya sea bueno o malo– en la vestimenta era un hecho delator de la capa social (Parra, 2007). 13
< moda, estilo y vestir >
La mujer, quien parece ser siempre la más afectada por las modas y las vestimentas (Evans & Thorton, 1991), que no tenía un “buen gusto” a la hora de vestir comunicaba, de manera inmediata, su pertenencia a clases subordinadas y capas medias de la sociedad. Sin embargo,
con el andar del tiempo, la diversidad de gustos ha tenido un impacto sobre este tipo de conceptos y ha puesto al placer estético como motor y legitimador del gusto y el estilo (Parra, 2007).
Imagen 1. Ojos. Fuente: Fotografía de Manuela García, 2018, Bogotá. 14
< Germán David Rodríguez >
Vestir Como ya se ha discutido, todo tipo de traje y vestimenta está profundamente integrado en las relaciones sociales; al tiempo que encarna una actividad dentro de las mismas. Así, el vestido, el accesorio o el zapato se ven bombardeados de múltiples factores sociales y hechos de la época a medida que es diseñado y construido, por lo que terminan por impregnarse, literalmente, en cada fibra de su ser. Iris Apfel ilustra esta situación con una frase en el documental biográfico/ autobiográfico IRIS: “Todo está interrelacionado, la política y la ciencia y la economía y la moda son parte de todo eso. Si miras un vestido, éste es afectado por todas esas cosas, es decir, tu casi que puedes decir qué es lo que está pasando en ese período” (Maysles, 2014, min 45:36, traducción propia)3 . Desde los inicios de la ‘cultura’ y la ‘sociedad’, los humanos nunca hemos dejado el cuerpo tal y como lo encontramos. Lo llenamos de joyas, prendas, telas, pinturas, etc. que lo embellecen y lo decoran (Entwistle, 2002), y que comunican, al resto de la sociedad, quién o qué es el vestido. Hay múltiples ejemplos a lo largo de la historia: las alas en el casco y las zapatillas de Hermes (Mercurio para los romanos), estas no solo le daban la facultad del vuelo y su velocidad divina, sino que también 3 “Everything is interrelated and that politics and science and economics and fashion and all that, are part of the same. If you look at a dress it’s affected by all of those things, I mean you can almost tell what was going on at that period”.
representaban su papel de mensajero de los dioses (Bossan, 2008); el chamán viste pieles y porta plumajes, tocados y collares, al igual que máscaras y pecheras, ya que estos le dan poder, le permiten comunicarse con los otros mundos y le cuentan al resto de la comunidad sobre su estatus, su clase y sobre el espíritu que está encarnando (Bossan, 2008; Rodríguez, 2011). La vestimenta de Chanel, a comienzos del siglo XX, contaba la historia de una mujer digna, fuerte y empoderada (Orozco, 2005), mientras que, en oposición a esta, la italiana Elsa Schiaparelli combinaba, en sus diseños, el exceso, la ostentación y la locura de la mujer liberada (Evans & Thorton, 1991). Umberto Eco (1972), en su texto de Psicología del Vestir, resume brillantemente el vestir y su papel comunicativo: “Lleva la minifalda: es una muchacha ligera. En Catania. Lleva la minifalda: es una muchacha moderna. En Milán. Lleva la minifalda, en París: es una muchacha. Lleva la minifalda, en Hamburgo, en el Eros: puede que sea un muchacho” (p. 1). El vestir, no necesariamente la moda, es la forma directa por la que el cuerpo se vuelve social y adquiere un sentido y una identidad, tanto propia, como dotada por sus congéneres (Entwistle, 2002), generando una reciprocidad entre cuerpos, sociedad y vestimenta, impregnada en los textiles, adornos y demás componentes del vestir. Es, igualmente, un hecho social y evolutivo que circunscribe la moda y el estilo; ambos parten de él; pero la moda afecta, también, el estilo, permitiendo escribir una fórmula “matemática” para entender estos fenómenos: 15
< moda, estilo y vestir >
Identidad propia x (Vestir + Moda)= Estilo. No obstante, juntos, el estilo y la moda, gracias a sus procesos de reinvenciรณn y de
influencia en la identidad grupal y personal, tienen efecto en la vestimenta (ver Imagen 2).
Vestir
Moda
Estilo
Imagen 2. Conjunto. Fuente: Elaboraciรณn propia. 16
< Germán David Rodríguez >
Ya se ha discutido sobre los grandes diseñadores, los estilistas y las reconocidas estrellas; sobre sus opiniones y reflexiones frente a la moda; mas, la gente del común, las personas que no son súper modelos, profesionales en diseño o en las nuevas profesiones modernas, fashionistas o life style bloggers, también, se visten y son partícipes de la moda y el estilo. Para bien entrado el siglo XX, la moda tenía tal impacto social que la clase, especialmente la europea, era visible gracias a uniformes o estilos de vestir (Entwistle, 2002). Impacto socia l que poco ha ca mbiado, con la diferencia de que, no solo permite ver la clase, sino que también da pie a desarrollar más preceptos y estereotipos sobre quién o qué es el vestido: El reo va de rayas, el clérigo de sotana y la enfermera lleva una toga blanca. La empresaria va de vestido y tacones; el jefe lleva traje y corbata; el obrero lleva camiseta y un pantalón descolorido, y la mucama porta humildemente una blusa y una chaqueta gruesa para el frío. El estudiante de economía usa blazer y camisa, el de medicina porta orgullosamente su uniforme, y el de antropología usa un saco tejido estilo ecuatoriano y botas “de campo”.
¿Qué pasa entonces? Repasando todo lo anterior y observando, desde un panorama más amplio y objetivo, la situación de la antropología, y de la academia, frente a los tres fenómenos culturales enlistados en este texto: ¿qué pasa?, ¿por qué parece poco
relevante a los estudiosos?, ¿será que es un producto humano de “segunda categoría”, que merece menos estudio que los restos óseos, las lenguas, los símbolos o las cerámicas? El vestir, en sí mismo, permite y genera una clasificación en una categoría y un estereotipo; a su vez, es la expresión pública de nuestros cuerpos (Entwistle, 2002); es decir, este supuestamente le cuenta al mundo quiénes y cómo somos. Tal vez, y solo tal vez, las temáticas alrededor de la vestimenta se han visto como una problemática innecesaria y poco interesante a estudiar de manera antropológica, por ser considerada un hobbie para tontos y superficiales, situación que resume Anna Wintour cuando expresa, de su experiencia personal, que: “No porque te guste usar un hermoso vestido Carolina Herrera o un par de bluejeans J Brand en vez de algo básico de K-Mart, eso significa que seas una persona tonta” (Culter, 2009, min. 01:09:35, traducción propia)4 . En concordancia con la afirmación de Blumer (1969) frente al problema del abordaje sociológico de la moda, en la perspectiva antropológica, parecen existir situaciones similares a las que él plantea: la falsa creencia de la moda como algo trivial y de significado periférico; la idea errónea de la moda como algo maniático de la histeria colectiva; y más importante aún, el completo desconocimiento de su naturaleza (Blumer, 1969). 4 “Just because you like to put on a beautiful Carolina Herrera dress or a pair of J Brand blue jeans instead of something basic from Kmart, it does not mean you’re a dumb person”.
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< moda, estilo y vestir >
El debate frente a la moda y las cuestiones del vestir, relacionadas a ella, muy pocas veces tiene cabida en la esfera académica, no ocupa un lugar de importancia en las mentes de los grandes teóricos y cuando aparece dentro del discurso, se la usa para corroborar la estupidez humana y genera un reflejo crítico antes que un estudio objetivo (Lipovestki, 1990) y, por lo mismo, el abordaje antropológico y académico al respecto no ha sido tan abundante y profundo como podría (Hansen, 2004; Kopnina, 2007). Su frivolidad parece asustar al cálido estudio antropológico, su menosprecio de lo antiguo y lo pasado ataca lo tradicionalista de la profesión, y su ausencia de contenido propio corrompe los amplios y definidos campos de las ramas antropológicas clásicas. Además, parece existir, dentro la antropología actual, la necesidad de estudiar lo propio, la otredad más cercana, y, al vestir, a la moda se la ve como un hecho lejano y frío, sin mucha calidad humana y mucha cualidad capitalista; lo que sucede, es que la moda son siempre los demás (Lipovestki, 1990), los de allá. Debemos aceptar que, sin lugar a duda, estos tres hechos, dentro de nuestra sociedad capitalista, tocan todos los aspectos de nuestras vidas de una u otra manera. Todos vestimos de alguna manera y, especialmente en nuestra sociedad, esas prendas que estamos usando se vieron inf luenciadas por las tendencias e ideales estéticos de un tiempo o periodo específico en el momento de su confección: las blusas con volados, los flecos, los jeans ajustados, las prendas con 18
felpa, todos son una versión asequible de las grandes tendencias maquinadas en el mundo de la moda. La vestimenta y todo lo que ella circunscribe, aunque sea por periodos de breve temporalidad y constantes reinvenciones, es una evidencia de la identidad y la expresión estética de los humanos; es el reflejo de una época o un momento. Así que, el desmenuzarla puede otorgar al investigador interesado, un panorama amplio y detallado del modo de vida, de la opresión y de los cambios sociales por los que se transformó un grupo. Así como Herbert Blumer en su artículo para The Social Quaterli, este artículo pretende invitar a los antropólogos y antropólogas a abordar el tema de la moda, el estilo y el vestir con toda la rigurosidad académica que merece; no solo porque en nuestro deber ser es primordial ampliar nuestro campo investigativo y estar dispuestos a estudiar cualquier producto y fenómeno humano, sino porque estos tres fenómenos permean y tocan una infinita variedad de esferas de la vida y la cultura humana, que sería inadecuado limitarlos al área de los adornos, la superficialidad o lo mercantil (Blumer, 1969).
Referencias Almodóvar, P. (1991). Tacones Lejanos [cinta cinematográfica]. España: Canal+ y El Deseo. Blumer, H. (1969). Fashion: From class differentiation to collective selection. The Sociological Quaterly, 10(3), 257-291. Bossan, M. J. (2008). El arte del zapato. España: Edimat Libros S. A. Culter, R. J. (Dir.). (2009). The September Issue [Motion Picture]. Estados Unidos: A&E Indie Films. Eco, U. (1972). El hábito hace al monje. En: F. Alberoni, G. Dorfles, U. Eco, M. Livolsi, G. Lomazzi & S. Renato. Psicología del vestir. Barcelona: Editorial Lumen. Entwistle, J. (2002). El cuerpo y la moda. Una visión sociológica. Barcelona: Paidós. Evans, C. & Thorton, M. (1991). Fashion, representation, femininity. Feminist Review, (38), 48-66. Gaga, L. (2013). Fashion! En: Artpop [Disco compacto]. Estados Unidos: Varios productores Hansen, K. T. (2004). The world in dress: Anthropological perspectives on clothing, fashion, and culture. Annual Review of Anthropology, 33, 369-392. Kopnina, H. (2007). The world according to "Vogue": The role of culture(s) in international fashion magazines. Dialectical Anthropology, 31(4), 363-381. Lipovestki, G. (1990). El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas. Barcelona: Anagrama S. A. Magritte, R . (1947). Filosofía en el boudoir Maysles, A. (Dir.). (2014). IRIS [Motion Picture]. Estados Unidos: Maysles. Migliaccio, M. I. (2013). Fundamentos antropológicos de la moda: Magnanimidad y elegancia (tesis de doctorado). Instituto Empresa y Humanismo. Universidad de Navarra. Pamplona, España. Orozco, C. (2005). Coco Chanel: una mujer salida del molde. Bogotá: Panamericana Editorial Ltda. 19
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valentina huertas
Bogotรก campesina (2018) Bogotรก.
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RECONOCIMIENTO PATRIMONIAL AL ARCHIVO DOCUMENTAL DE ACCIÓN CULTURAL POPULAR: MEMORIA E IDENTIDAD CONSERVADA
Martha Isabel Cortés Ocazionez Sociología Universidad Nacional de Colombia micorteso@unal.edu.co
Resumen
Palabras clave:
Fundación Acción Cultural Popular, Escuelas Radiofónicas Radio Sutatenza, Unesco, patrimonio documental, industria cultural.
En el año 2008, la Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA) heredó todos los documentos del archivo documental de Acción Cultural Popular (ACPO), los cuales dan cuenta de la gran industria cultural que se gestó y que tuvo como objetivo fomentar el desarrollo del país, por medio de la educación. Gracias a la donación de la Fundación ACPO, hoy, todo el archivo reposa en la Biblioteca para consulta de todos los que quieran conocer la riqueza de la obra que se llevó a cabo en el país entre 1947 y 1994. Para el año 2013, la Unesco otorgó al archivo ACPO el reconocimiento que lo integra al Registro de Memoria del Mundo de América Latina y el Caribe. El reconocimiento plantea, en el presente estudio, algunas reflexiones sobre la importancia de conservar y dar a conocer estos archivos documentales, llenos de memoria, identidad y significados, tanto locales (Sutatenza), como globales (nación, mundo), dando a conocer lo que hizo y nos heredó la industria cultural de Acción Cultural Popular (ACPO).
< reconocimiento patrimonial al archivo documental de acción cultural popular: memoria e identidad conservada >
Introducción La fundación Acción Cultural Popular (ACPO) y Radio Sutatenza nacieron en el año 1947, como un proyecto de escuelas radiofónicas, lideradas por el sacerdote José Joaqu í n Sa lcedo Gu a r í n, en el municipio de Sutatenza, Boyacá. Estas escuelas funcionaron como una compleja industria cultural, que se valió de la radio, cartillas y libros para llevar a los hogares colombianos: la Educación Fundamental Integral (EFI) liderada por la iglesia católica. En sus cuarenta años de existencia la fundación ACPO efectuó emisiones por cerca de millón y medio de horas que se captaron en 1.015 municipios, produjo 690.000 discos, distribuyó 6.5 millones de cartillas que fueron aprovechadas en 995 municipios y cerca de 76 millones de ejemplares del semanario El Campesino en 1.635 ediciones que fueron leídas en un promedio de 5 personas por ejemplar en 900 municipios, 4.5 millones de libros distribuidos en 873 municipios, y 1.300.000 cartas de 1.010 municipios para absolver consultas específicas de los alumnos (Redacción El Tiempo, 1994).
En consecuencia, más de ocho millones de campesinos colombianos, no solo aprendieron a leer y a escribir por medio del modelo de Escuelas Radiofónicas de Radio Sutatenza, sino que también adquirieron conocimientos fundamentales en diferentes áreas; saberes que les permitieron mejorar sus condiciones de v id a . Por todo esto, la s Escuela s Radiofónicas Radio Sutatenza se convirtieron en una verdadera industria cultural, que llegó 24
a ser modelo y ejemplo educativo para quince países de Latinoamérica. En el 2008, la Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA) del Banco de la República de Colombia fue elegida, por la fundación ACPO, pa ra que se enca rga ra de la preservación, catalogación y clasificación de todo el archivo, de modo que, por un lado, se conservara y, por el otro lado, para que cualquier persona interesada en el tema pudiera tener acceso a los contenidos, y a la memoria e identidad allí consignada. Como resultado del trabajo desarrollado por la BLAA, para el 2013, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) señaló que los documentos y materiales relacionados con la Acción Cultural Popular (ACPO) constituían un patrimonio que debía ser preservado y difundido. Razón por la cual, el Comité Regional para América Latina y el Caribe, del Programa Memoria del Mundo de la Unesco, incluyó, como Registro Regional de Memoria del Mundo, los documentos y archivos de la ACPO por el valor patrimonial de la colección y su importancia para la concreción de una memoria mundial común. Adicionalmente, la Unesco recomendó que la Colección debiera postularse para hacer parte del Registro Internacional de Memoria, un paso crucial para que, en el futuro, sea reconocida como Patrimonio Documental de la Humanidad. De esta manera, no solo se resaltaría su valor documental, integridad y estado de conservación, sino el impacto
< Martha Isabel Cortés Ocazionez >
que este proyecto educativo tuvo en varias generaciones de colombianos y latinoamericanos (Banrep Cultural, 2017). El reconocimiento del valor documental de la colección de la ACPO encierra la experiencia educativa y el contenido patrimonial colombiana desde los años 50 hasta los 90, convirtiéndola en una piezas de aprendizaje, tanto de los contenidos académicos, como del pasado colombiano. Para lelo a lo anterior, es importante reflexionar acerca de este proyecto educativo, el cual revolucionó la vida de los colombianos y latinoamericanos que se beneficiaron de esta experiencia. Experiencia que dejó de existir e, incluso, ha sido olvidada por generaciones sucesoras que desconocen su existencia y el significado histórico que representa este proyecto en la identidad nacional colombiana. Sin duda alguna, la concentración de esfuerzos por parte de distintas entidades estatales y privadas, nacionales e internacionales, para conservar y proteger los archivos de ACPO –que sirvieron para motivar al campesino hacia el desarrollo, la promoción del bienestar físico, intelectual, espiritual, la integración del campesino dentro de la sociedad, la organización, desarrollo de la comunidad y la productividad– debe servir para que muchísimas más personas conozcan y valoren el legado histórico que representan todos los documentos que se preservan.
Importancia de ACPO en Colombia y Latinoamérica La experiencia educativa de las Escuela Radiofónicas de Radio Sutatenza, impulsadas por ACPO, han sido ampliamente exploradas en trabajos investigativos nacionales e internacionales. Entre las investigaciones encontradas aparece el trabajo de Iris Prieto, María Alejandra Ramos y Esther Durante (2008), el cual recoge la experiencia educativa de Sutatenza, haciendo hincapié en el significado que tuvo para América Latina, al ser copiado e implementado como modelo radiofónico en otro países como: Honduras, El Salvador, México, Guatemala, República Dominicana, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Chile y Brasil –emisoras que se afiliarían hacía 1972 a la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER), que en la actualidad funciona con 117 emisoras–. Igualmente, indican que Radio Sutatenza tuvo un apoyo inmenso, lo que le valió ser modelo de industria cultural, gracias al aporte de instituciones como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, los cuales proveyeron recursos económicos para su constitución y trabajo. Países como Holanda y Alemania donaron cientos de radiorreceptores portátiles para que más y más personas tuvieran su propio radio y el sueño de la educación popular a distancia se llevara a cabo. Más adelante, las autoras mencionan la importancia de estudiar la experiencia colombiana, puesto que fue la primera que 25
< reconocimiento patrimonial al archivo documental de acción cultural popular: memoria e identidad conservada >
se llevó a cabo y funcionó como agencia de desarrollo; en contraste, exponen el caso de Radio Occidente en Venezuela, una emisora que retomó materiales de ACPO para la enseñanza radial y fue la antesala para la creación del Instituto Radiofónico Fe y Alegría (IRFA), en 1975, el cual empezó a transmitir clases en varias ciudades de Venezuela y aun funciona como una red de varias emisoras. Otro estudio que destaca el significado de ACPO es el de Gabriel Gómez Mejía (2014), quien hace un recuento de algunos retos que tuvo que enfrentar la Fundación ACPO a lo largo de casi 50 años de funcionamiento. El estudio se enfoca mucho en el contexto histórico en el que se vio inmerso el proyecto educativo radial y proporciona elementos tales como la relación del Bogotazo, en 1948, con el surgimiento de varias cadenas radiales que, afiliadas a partidos políticos, buscaban tener acogida entre la población, mientras que radio Sutatenza puso distancia a intereses políticos y marcó la pauta en contenidos de interés general –temas sobre salud, alfabetización, agricultura, ética y religión–, los cuales, lejos, estaban de ser conferencias o charlas cultas al estilo europeo, donde las personas debían tener mucho más capital cultural para acceder o entender lo que se hablaba. Otro aspecto que toca Gómez (2012) es el impacto que ACPO tuvo para disminuir las brechas entre el campo y la ciudad, debido a que el permanente aislamiento geográfico que marginó al sector rural de las transformaciones y adelantos del mundo urbano fueron 26
neutralizados por los programas radiales que educaron y capacitaron a las familias campesinas, a fin de que disfrutaran de una vida más digna, cómoda y feliz, por medio de recursos como cartillas, materiales didácticos y libros para desarrollarse íntegramente; la radio, por lo tanto, se constituyó en un medio para educar y para difundir la cultura. El trabajo realizado por Miguel Mejía (2011) da cuenta del papel que tuvieron las escuelas rurales, especialmente la Fundación ACPO, con respecto a la educación rural y la agroecología. El estudio da elementos para comprender por qué Radio Sutatenza significó un cambio cultural que, más allá de los medios de producción que se empezaron a transformar, se dieron en torno al gran avance y desarrollo en materia de cuidados e higiene, la formación de valores, la construcción de un liderazgo con visión de comunidad, y la formación de personas ciudadanas que reconocían que eran sujetos con derechos y deberes. Mejía (2011) menciona que las escuelas rurales surgieron como espacio alternativo y construido a partir de un proceso basado en el conocimiento y el diálogo que se teje en la comunidad educativa, sin importar calificaciones académicas, enfocadas en el desarrollo colectivo de saberes y habilidades sobre agroalimentación y problemas ambientales de la región, proponiendo alternativas de organización, producción y mejora en el bienestar de las comunidades rurales, con miras a fortalecer la identidad cultural y la pertenencia territorial.
< Martha Isabel Cortés Ocazionez >
La importancia de las escuelas rurales fue trascendental para contrarrestar, por una parte, los obstáculos que impedían el adecuado desarrollo de las personas y, por otra, el acceso a la educación en zonas marginadas del país. Gracias a ello, el proyecto de ACPO fue financiado por agencias de desarrollo, como el Banco Mundial, BID, USAID y el Vaticano, en un momento en el que la inconformidad en el sector rural se incrementó a lo largo y ancho de América Latina. Por esta misma línea de investigación, se encuentra el estudio realizado por Hernando Vaca Gutiérrez (2011), donde se aborda los procesos interactivos mediáticos
entre Radio Sutatenza y los campesino, los cuales contribuyeron al cambio social y al desarrollo, desde el conocimiento de su realidad sociocultural, política y religiosa, de sus necesidades de aprendizaje, del dominio de la convergencia mediática, y de la interface comunicación y educación. El modelo implementado estaba constituido por un sistema combinado de medios, es decir, una compleja industria cultural conformada por: radio, cartillas, libros, periódico El Campesino, biblioteca El Campesino, ACPO móvil, disco-estudio y centros de formación de líderes campesinos.
Imagen 1. En manos de floro. Fuente: Fotografía de Juan José Sicard, 2018, Bogotá. 27
< reconocimiento patrimonial al archivo documental de acción cultural popular: memoria e identidad conservada >
Reconocimiento patrimonial al archivo documental ACPO En el 2015, la Unesco publicó la Lista del Patrimonio Mundial- Colombia y la Lista Memoria del Mundo-Colombia. En la primera, se consigna el patrimonio material mueble, correspondiente a los lugares emblemáticos en la historia del país, como el Parque Nacional Natural Los Katíos, el centro histórico de Santa Cruz de Mompox, el Parque Arqueológico de San Agustín, entre otros; mientras que, en la segunda, se consigna el patrimonio inmaterial de Colombia, donde aparecen, entre otros, los archivos de negros y esclavos, la música americana colonial, el libro ‘Tiberio vive hoy: testimonios de la vida de un mártir’ y la colección documental de Radio Sutatenza y Acción Cultural Popular (ACPO). Con respecto a este último, al revisar en diferentes espacios, noté no había ningún comentario con respecto al reconocimiento como patrimonio documental cultural regional que hizo la Unesco, en el 2013, a todos los archivos y materiales de la ACPO, heredado por la Biblioteca Luis Ángel Arango en el año 2008; ni la posibilidad que tiene este de ser reconocido como Patrimonio Documental de la Humanidad. Según el informe: La colección documental de este proyecto educativo está conformada por más de 100.000 documentos producidos por la Fundación Acción Cultural Popular (ACPO) entre 1947-1994 para la formación no escolarizada de adultos campesinos de Colombia a través de las escuelas radiofónicas de 28
Radio Sutatenza. Durante los 47 años de actividad se utilizó la radiodifusión, el periodismo y diferentes metodologías de comunicación interpersonal y masiva para capacitación participativa mediante un proyecto pedagógico titulado “Educación Fundamental Integral (Banrepcultural, s.f.).
Para la Unesco (“¿Qué es el patrimonio documental?”, 2016), la memoria del mundo se encuentra, en gran medida, en las bibliotecas, los archivos, los museos y los lugares de custodia existentes en todo el planeta; no obstante, un alto porcentaje de esta memoria corre peligro, no solo porque el desplazamiento accidental o deliberado de fondos y colección, los botines de guerra, entre otras circunstancias históricas han propiciado su dispersión, sino también por la amenaza de deterioro o destrucción, además de los obstáculos prácticos o políticos para acceder a estas. Esta lamentable situación sobre el estado de conservación del patrimonio documental, siempre, ha sido un tema crucial para la Unesco. Por ello, en 1992, creó el Programa Memoria del Mundo, el cual tiene, como uno de sus objetivos, mantener […] la memoria colectiva y documentada de los pueblos del mundo -su patrimonio documentalque representa buena parte del patrimonio cultural mundial. Traza la evolución del pensamiento, de los descubrimientos y de los logros de la sociedad humana. Es el legado del pasado a la comunidad mundial presente y futura (Edmondson & Unesco, 2002, p. 1).
Teniendo en cuenta lo anterior, la divulgación
< Martha Isabel Cortés Ocazionez >
de la colección de la ACPO se convirtió en un tema primordial para la BLAA. Ello devino en la creación del artículo Radio Sutatenza, puntos de partida para una historia para el Boletín Bibliográfico y Cultural (Bernal-Alarcón, 2012), donde se recogen varios estudios e investigaciones de expertos, quienes rescatan la memoria e identidad contenidas en el proyecto radiofónico. A su vez, la BLAA adelantó, durante el 2018, una gran exposición sobre las Escuelas Radiofónicas de Radio Sutatenza, desarrollada en varias de las bibliotecas del Banco de la República, con el propósito de que más y más personas conozcan la riqueza y el impacto de esta gran industria cultural colombiana.
Conclusión y reflexiones finales En un país como Colombia, con grandes problemas sociales y escazas oportunidades educativas, la idea de las Escuelas Radiofónicas tenía la sencillez de lo genial: Hacer uso de la radio para vencer los enormes obstáculos geográficos y llegar a los lugares más inhóspitos, con el fin único de educar al pueblo y proporcionar herramientas para superar la condición de atraso y renovar el mundo rural. Antes de la aparición y difusión nacional de la radio, el país era un rompecabezas de regiones altamente encerradas en sí mismas; por esto, Colombia, más que una nación, antes de 1940, podía llamarse país de países. El proyecto de alfabetización rural masiva, liderado por la Iglesia Católica, que tuvo
lugar en el país entre 1947 y 1994, fue una iniciativa pedagógica que se convirtió en una gran industria cultural, pionera en el uso de los medios de comunicación para llegar a todos los rincones del país y llevar la idea de cambio social y oportunidades por medio de la educación para la vida. Estudios como este, no solo reivindican y dan a conocer proyectos como el de monseñor José Joaquín Salcedo, sino que se convierten en espacios para despertar la curiosidad y el interés de los lectores. Para el caso concreto de la Colección ACPO, este estudio, por un lado, es una oportunidad perfecta para aunar esfuerzos y lograr que el Banco de la República de Colombia, puntualmente la BLAA, realice los trámites necesarios para que dicha colección obtenga el reconocimiento de Patrimonio Documental de la Humanidad; y, por el otro, convertirla en un objeto de investigación mayor, donde se considere, por ejemplo, cómo la radio, los mass media y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) pueden contribuir a la transformación social, o cómo, a pesar de las dificultades vividas, ACPO se mantuvo y llegó a otros países latinoamericanos, entre otros.
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Referencias “¿Qué es el patrimonio documental?”. (2016). En: Unesco. Recuperado de: https://bit.ly/1IITwz7 Banrepcultural. (2017, 24 de noviembre). La UNESCO incorporó la Colección Documental de Radio Sutatenza al “Registro Regional de Memoria del Mundo”. En: Red Cultural el Banco de la República en Colombia. Recuperado de: https://bit.ly/2As5JrG Banrepcultural. (s.f.). Acción Cultural Popular – Radio Sutatenza. En: Red Cultural el Banco de la República en Colombia. Recuperado de: https://bit.ly/2AD3Et4 Bernal-Alarcón, H. (2012) Radio Sutatenza: Un modelo colombiano de industria cultural y educativa. Boletín Cultural y Bibliográfico, 46(82). Recuperado de: https://bit.ly/2Asf6I0 Edmondson, R. (2002). Memoria del mundo. Directrices para la salvaguardia del patrimonio documental. París: Unesco. Gómez, G. (2012). Sutatenza: retos y sueños de un proyecto radial. Boletín Cultural y Bibliográfico, 46(82), 42-67. Disponible en: https://bit.ly/2Siv26G Mejía, M. F. (2011). Rural school in the Tenza Valley, rural education and agroecology reflections on rural “development”. Agronomía Colombiana, 29(2), 309-314. Recuperado de: https://bit.ly/2Shn65y Prieto, I., Durante, E. & Ramos, M. A. (2008). Experiencia educativa de la radio en América Latina. Revista de Ciencias Sociales (Ve), XIV(1), 63-72. Recuperado de: https://bit.ly/2PT90Wo Redacción El Tiempo. (1994, 30 de diciembre). Emprenden salvación de ACPO. En: El Tiempo. Recuperado de: https://bit.ly/2AtoICr Unesco. (2015). Lista de Patrimonio Mundial Colombia. Recuperado de: https://bit.ly/2JJW4Q6 Vaca-Gutiérrez, H. (2011). Procesos interactivos mediáticos de Radio Sutatenza con los campesinos de Colombia (1947-1989). Signo y Pensamiento, (58), 254-269.
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Déjà vu I (2018) Boyacá. sara cristancho
Déjà vu II (2018) Boyacá. sara cristancho
Déjà vu III (2018) Boyacá. sara cristancho
Cruz (2018) Caloto (Cauca). ángela maría jaramillo
Jesús Sebastián Yepes Cárdenas antropología universidad nacional de colombia jsyepesc@unal.edu.co
ÁMBITO DOMÉSTICO Y URBANO EN BOGOTÁ: ANÁLISIS DE LA PATOLOGÍA Y LA CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO A INICIOS DEL SIGLO XX
Resumen
Palabras Clave:
Paisaje, territorialidad, Bogotá, siglo XX, salubridad.
Este trabajo busca hacer un análisis, desde la arqueología del paisaje, a las percepciones territoriales en una escala menor, a saber, las tensiones entre el espacio doméstico –privado– y el espacio urbano –público– a comienzos del siglo XX en Bogotá. Ello, teniendo en cuenta la enfermedad y la salubridad de esta ciudad – factores que están atravesados por nociones de clase y visiones distintas, las cuales confluyen en la práctica espacial de las personas que la habitan–, como uno de los factores más influyentes en los cambios de infraestructura que se dan en el entramado urbano y sobretodo en los barrios obreros.
< ámbito doméstico y urbano en bogotá: análisis de la patología y la construcción del espacio a inicios del siglo xx >
donde no había ningún tipo de manejo y saneamiento de las aguas.
Bogotá como territorio Siguiendo las ideas de María Zedeño (2008) acerca del territorio, en este, se puede observar cómo un grupo en específico genera un vínculo con un lugar particular. El paisaje urbano de Bogotá, al igual que cualquier otro es, en efecto, acumulativo. A nivel político, las interacciones que han existido en la ciudad han pasado por distintas dinámicas en épocas prehispánicas, coloniales y republicanas, las cuales han involucrado a los grupos poblacionales que confluían en Bogotá, de diversas formas durante estos momentos históricos. Por ejemplo, Monika Therrien (2008) nos cuenta que, en el siglo XVI, el sector eclesiástico tenía una pugna por los lugares importantes de la ciudad, con los mercaderes y los indígenas que trabajaban para estos. No obstante, siglos después no está tan clara y la determinación de la sociedad nacional para entrar a la modernidad lleva inscritas otra serie de relaciones no basadas en comerciantes, iglesia y nativos, sino en el poder adquisitivo; por lo que la posición socioeconómica de las personas juega un papel fundamental en la experiencia de cada una de ellas en el espacio urbano. Teniendo en cuenta las tres dimensiones que Zedeño propone para el territorio, podemos hablar de: a.
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Las dimensiones materiales. Donde Bogotá estaba dividida, por un lado, en unidades domésticas lujosas, con servicios de alcantarillado y acueducto; por el otro, en cabañas hechas de adobe,
b.
Las dimensiones espaciales o relacionales. Las cuales estaban divididas entre la lógica moderna que quería implantar la parte burguesa de la sociedad sobre un mundo cada vez más integrado e higienizado en el que las relaciones biopolíticas se insertan, cada vez más, en las prácticas individuales, patologizando todo tipo de actitudes atávicas para el progreso y no solamente aquellas conductas que eran de cierta forma perjudiciales para la salud.
c.
Dimensión temporal o histórica. Inicios del siglo XX, cuando se ve a la industrialización de Europa como un norte hacia el cual dirigir el país. Para estos fines, se empieza a hacer imperante la integración del país, la configuración de un cuerpo nacional higienizado y operante –lo que incluye, entre otras cosas, la negación de la diferencia y la apropiación de territorios baldíos, con consecuencias terribles para muchos grupos indígenas, en lugares como la Amazonía colombiana y los llanos, afectados por la actividad cauchera y ganadera, respectivamente.
Bogotá, para este momento, era una ciudad pequeña, cuyos límites no habían cambiado demasiado con respecto al pueblo de Santafé, en el siglo XVI, cuando Therrien describe la ciudad construida entre los límites naturales del río San Agustín (Manzanero) y San Francisco (Viracacha). A la fecha, se ha urbanizado un poco más lejos hacia el sur, extendiendo los límites urbanos hasta el límite del río San Cristóbal, donde se fundó el barrio obrero de Las Cruces.
< Jesús Sebastián Yepes Cárdenas >
El agua en Bogotá siempre ha sido importante e, irónicamente, muy escasa, a pesar de que buena parte de la Sabana está constituida por suelos lacustres. Por ello, el uso de los recursos acuáticos es crítico, y actúa como uno de los ejes centrales de las inconformidades de los bogotanos y su estado de salud. Esto se aúna a las políticas de construcción y de exigencias en la infraestructura de manejo de aguas, las cuales se vuelven mucho más estrictas, tras años de mala planeación y de la concientización acerca de las graves consecuencias que esto tuvo, al generar el detrimento de la calidad de vida de todos los sectores de la capital, entre los cuales, lastimosamente, el más numeroso estaba constituido por personas de muy bajos recursos, quienes vivían en la pobreza. Todos estos focos de infecciones, que parecían condenar a la ciudad al aislamiento por causa de su propia inmundicia, en realidad, son un motor que permitió que tome más fuerza la transformación de las relaciones sociales y las concepciones del siglo XIX, pues cada vez se hace más necesario lograr que estos ciudadanos que viven en las periferias o alrededor de alcantarillas o afluentes de los ríos San Cristóbal y San Agustín adquieran hábitos higiénicos e integren el espacio público en esas dinámicas.
Agua, salud e infraestructura El sistema de acueducto con el que contaba la ciudad a principios del siglo XX era bastante precario. El agua era un servicio domiciliario para pocos ciudadanos privilegiados, mientras que la inmensa mayoría tenía que abastecerse por medio del uso de pilas, fuentes y chorros. El agua sucia, por su parte, era evacuada por canales descubiertos, sin un rumbo determinado; simplemente fluía debido a la inclinación de la ciudad. Con la explosión demográfica que se dio en Bogotá, estos sistemas coloniales colapsaron y la administración tuvo que tomar medidas (LoaizaRíos, 2015). Entre estas están el desarraigo de costumbres e ideas acerca del uso de suelo, el aseo personal y la higiene pública que pudieran ir en contra del espacio público y su papel como un escenario de interacción e intercambio cultural, siendo, a su vez, un referente de civilización. Para los años 70 del siglo XIX ya se ha empezado la construcción del alcantarillado subterráneo y las viviendas de la clase acomodada tienen inodoros. La administración distrital establece textos como el Manual de urbanidad y buenas maneras de Carreño para empezar a enseñar al pueblo la forma de comportarse en una ciudad moderna. Desde finales del siglo XIX se concibe al agua como parte integral de la imagen de nación civilizada, de modo que debe ser un recurso público administrado mediante un sistema de alcantarillado mejorado, sin las dificultades del sistema colonial. 37
< ámbito doméstico y urbano en bogotá: análisis de la patología y la construcción del espacio a inicios del siglo xx >
Desde su fundación, Bogotá ha crecido en razón del agua, ya que su delimitación, en principio, estaba claramente marcada entre los ríos San Agustín y San Francisco. Ante esto, es sencillo encontrar historias que hablen acerca del mal estado de las aguas de los ríos, ocasionado por el uso del cauce para lavar prendas de vestir, para aseo personal o, incluso, para el paso de animales de carga. Esto dificulta el acceso a un buen suministro, puesto que, para encontrar agua limpia, se necesitaba llegar a las zonas altas de los cerros1 (Loaiza-Ríos, 2015). Crumley (1999) nos habla de la multiplicidad del paisaje, en tanto este no es usado para un único propósito, sino que es, en sí mismo, una interacción de múltiples cargas simbólicas de orden, no solamente religioso o político, sino que también todo se entreteje de forma que el papel del paisaje termina siendo «contextual» y depende de cada caso considerado –podríamos decir, cada práctica diferenciada y socio temporalmente situada que se lleva a cabo en un espacio con condiciones topográficas–; esto debido a que termina siendo, por una parte, un lugar para la praxis, y, por otra, un medio 1 El Dr. Lleras Acosta consideraba que la leche era una de las principales causas relacionadas con la mortalidad en la capital y a su vez que las infecciones de las leches dependían de las aguas que a ellas se les suministraban. Mostraba cómo los hatos cercanos a la ciudad utilizaban las aguas de los ríos San Francisco y San Agustín. Es decir los desagües de las alcantarillas de Bogotá. […]. Mostraba cómo el lavado de cantinas y demás utensilios se hacía con estas aguas "cargadas de materias fecales" y cómo la leche también se contamina por el desaseo de los ordeñadores que podían transmitir la tuberculosis, la escarlatina. (Muñoz & Pachón, 1988, p. 105).
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a través del cual se expresan y materializan estrategias políticas y sociales, de forma que estas también lo impregnan. De ahí la importancia sobre el manejo del agua como concepto clave para explicar el cambio de infraestructura; especialmente al considerar que esta está presente en muchas de las discusiones que tienen que ver con política social –si es que se puede llamar a eso a las iniciativas desordenadas de aquel entones– e iniciativas de salud llevadas a cabo por la Junta de Higiene y otros organismos que prueban su incompetencia en distintas ocasiones. Lo anterior va de la mano con las reglas que se establecen mediante la mirada policiva de las autoridades, para asegurarse de que la socialización del concepto de “espacios comunes” moldeara, tal como lo hizo, nuevas mentalidades acerca de cómo se han de comportar las personas en un Estado moderno, fabricando la concepción de público a partir de la higiene como discurso hegemónico, difundido gracias a los deseos de la clase burguesa de imponer “un comportamiento fino, femenino y culto” (Loaiza, 2015, p. 36). Llevando esta idea de la responsabilidad del ciudadano de a pie con su entorno, la municipalidad, siempre, le atribuyó una serie de deberes que debían redundar en el bienestar de sí mismo, de su vecino y, finalmente, en el de la ciudad. Este cometido estaba trazado bajo la idea de que estos vecinos estarían en la capacidad de construir y mantener el caño y las alcantarillas que procedían de su vivienda y desembocaban en
< Jesús Sebastián Yepes Cárdenas >
las acequias de la calle sin destino aparente. El seguimiento de este esquema que planteaba el gobierno implicaba una reconfiguración de la espacialidad de los capitalinos y del paisaje en el que estos se movían, pues las ideas que los bogotanos asociaban a una vivienda ya no eran simplemente relacionadas a la noción de una propiedad privada aislada de un entorno urbano sino que este concepto se renueva teniendo a las casas como una de las partes del entramado urbano, de forma que no es independiente del espacio público sino que, al contrario, sus costumbres y su residencia eran los que debían integrarse al espíritu cosmopolita que se pretende crear para que la ciudad se beneficie de las acciones de la misma comunidad. Esto permite que los ciudadanos se vean en la obligación de pensar su vecindad con otros individuos como una suerte de empresa en la que ambos deben invertir tiempo y dinero para crear su red de alcantarillas, manejar sus desechos para que el espacio público aledaño a sus casas sea agradable para ellos y para las personas que transitan por allí y que tejen sus relaciones sociales e interactúan entre ellos. Hacer que los vecinos tuvieran responsabilidad con su sistema de alcantarillado es una idea que en su tiempo suena bastante, pero pasa por alto una pequeña variable: Las condiciones socioeconómicas de los grupos heterogéneos presentes en la sociedad. No todos los ciudadanos estaban en condiciones de solventar este tipo de gastos, cosa que supone una traba para la mejora de las
residencias de las personas de pocos recursos. La estrategia de usar el agua como elemento discursivo que permitiera la introducción de valores modernos y la represión de comportamientos «antihigiénicos» funciona en la medida en que logra establecer lazos de relación entre las viviendas y los espacios públicos, sin embargo los vínculos de similitud en ambos se da por las malas condiciones que tienen en términos de hacinamiento y manejo de restos, defecto que se traduce en las calles como verdaderos focos de infección donde se acumulaban desechos, cadáveres animales, etc. (Loaiza, 2015). El sentido de pertenencia que se ha buscado crear sobre las calles de Bogotá como sitio de interacción se ve evidenciado más tarde (a inicios del siglo XX con la fundación de periódicos como El Tiempo o la revista Cromos) en la prensa con las quejas que se envían denunciando la insalubridad, ya que son, en la mayoría de casos, dirigidas por personas del común que mediante el uso de diarios como El Tiempo buscan hacer pública su situación y que haya voluntad de cambio por parte de la administración distrital. Estas condiciones representan, para el habitante bogotano un choque idiosincrásico puesto que se ven forzados a crear la oportunidad de entrar a una era industrializada a partir de políticas con las que estaban ampliamente en desacuerdo debido a sus condiciones económicas. Esto causó que no pocas personas huyeran a las incomodidades de instalar servicios públicos. Ante ello, 39
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finalizando el siglo XIX, la situación sanitaria de Bogotá se hace cada vez más preocupante, pues la explosión demográfica ha causado un mayor volumen de escombros que no evacúan y siguen su camino, ni siquiera con lluvias torrenciales. Este descuido con la limpieza trae como consecuencia un conjunto de epidemias que se recrudecen a partir de 1880, menguando la población y creando la necesidad de tener un camposanto lo suficientemente extenso como para que las víctimas de todas estas infecciones puedan ser sepultadas. A pesar de los esfuerzos hechos por la municipalidad mediante la contratación y planeación –que por cierto no es nada lineal y no se continúa un proceso, sino que se preguntan únicamente por qué elemento construir en el momento2–de obras públicas, estos problemas del manejo de las aguas llega hasta el siglo XX cuando la situación se pone más álgida por la falta de recursos que permitan afrontar las urgencias causadas por el deteriorado entorno urbano. Las alarmas por posibles brotes de infección hacen que la atención se vuelque hacia barrios obreros como Las Cruces o el Paseo Bolívar, los cuales se consideran como insalubres y peligrosos 2 Gracias a la intervención del Estado en obras puntuales, la ausencia de planos y de estudios técnicos, junto a obras aisladas hechas por los vecinos que lograban costear las normas impuestas por la municipalidad, causaron que la capital de la República fuera el resultado de acciones desarticuladas entre sí, lo que implica que, para lograr uniformidad, las obras se deben someter a un nuevo proceso de corrección o incluso supone rehacerlas completamente (Loaiza, 2015); ambas alternativas resultan muy costosas para el distrito y los ciudadanos.
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en virtud de que tienen el mayor índice de mortalidad por enfermedades infecciosas; problemática que no se detiene hasta bien entrado este siglo, cuando se hace un proyecto de urbanización de zonas obreras en Bogotá. Lo que muestra la prensa durante la segunda década del siglo XX es que el manejo deficiente de alcantarillas, el consumo de agua contaminada y el desaseo generalizado, tanto en las fincas cercanas a los afluentes más altos de los ríos, como en las esquinas de la capital, donde las basuras se acumulaban, son factores clave para entender el ambiente propicio para la incubación y proliferación de las epidemias que aquí se sufrían. Por su parte, las instancias estatales no tenían pronunciamientos radicales ni muy precisos acerca del tema, si bien hay pequeños escritos en los que se habla de la Junta Central de Higiene y de la municipalidad, lo cierto es que los apartes tomados para este trabajo estaban en secciones pequeñas del diario, de forma que podían pasar desapercibidas fácilmente. Entonces, tenemos que, para la primera década del siglo XX, eran comunes las epidemias de tifo, fiebre tifoidea, escarlatina y sarampión, además de haber una alta y permanentemente incidencia de gastroenteritis por la condición de las aguas en la ciudad; así como distintas enfermedades pulmonares, como bronquitis y neumonías. La disentería era considerada «endemo-epidémica», favorecida por situaciones como el excesivo trabajo corporal, la mala alimentación y la miseria, aunque su contagio no discrimina
< Jesús Sebastián Yepes Cárdenas >
sectores burgueses ni deprimidos de la ciudad (Pulgarín-Reyes, 2007). En la segunda década del siglo XX, no hubo un solo año en el que la prensa no registrara algún tipo de evento viral que no fuera susceptible de ser clasificado como epidemia, ya sea de enfermedades endémicas e incluso estacionales, o de enfermedades más fuertes que llegaban y se propagaban sin previo aviso, aunque ya lo hubiesen hecho tiempo atrás. Hay artículos que informan que en este momento histórico ocurrían epidemias de neumonía, roséola y gripe para 1910, y fiebre tifoidea en 1911, mientras que la viruela era endémica (El Tiempo, 1912-1917). De esta forma, se siguen presentando cuadros virales y diversos brotes de enfermedades en cada año de esta década, sin excepción. A la fiebre tifoidea se le asigna como vector principal de transmisión las aguas contaminadas de letrinas infectadas y desaseadas. En 1918, en específico, se presentan dos epidemias: la difteria y la fiebre española. La difteria es una afección local que debió ser tratada antes de que se hiciera general y se tornara contagiosa. Esta se presenta en el primer semestre del año, afectando a la población vulnerable de barrios humildes, pero sin una gran incidencia en los índices de mortalidad. Esto varía en el semestre siguiente, cuando, si bien la primera epidemia estaba menguando, llega una enfermedad mucho más fuerte que habrá de aprovecharse de las condiciones de insalubridad de la capital de la República para propagarse a un gran número de personas: La gripe española
Cuando aún no se había recuperado Bogotá de la ola de difteria hizo su aparición una violenta epidemia de gripa, que en esta ocasión sí diezmó a la población capitalina y puso en evidencia la miseria, el abandono y el desaseo de grandes sectores de la capital. (Muñoz & Pachón, 1988, p. 108).
En 1918, se promulga la Ley 46 de 1918, en la que se dicta una medida que busca proveer habitaciones higiénicas para la clase proletaria, con la que se busca frenar la insalubridad del sector del Paseo Bolívar, adjudicando el 2 % de los impuestos para la construcción de vivienda obrera y la consolidación de los primeros barrios obreros de Bogotá, como el sector de la Perseverancia. Posterior a la epidemia de 1918 se reglamentan cambios consignadas en el acuerdo 40 de ese mismo año, donde se habla del número mínimo de excusados que debe tener una vivienda –al menos uno por cada doce residentes– lo que lleva a hacer espacios en casas y hostales que permitan un uso privado del inodoro. Esto lleva a la espacialización de las prácticas higiénicas y a la especialización de sitios sanitarios, lo que implica disponerse, no solo psicológica, sino espacialmente para la limpieza personal, además de que usar este tipo de artilugios necesita obligatoriamente de la instalación de tuberías subterráneas para comunicar las excreciones y desechos de todo tipo con la alcantarilla creada o bien gestionada por los fondos compartidos del individuo y su vecino, quien también pasa a ser parte de su entorno. A pesar de haber aprobado esta regulación, la aplicación de las baterías de baño en 41
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las construcciones de la ciudad no son suficientes para contener la amenaza de infecciones, puesto que las epidemias se siguen presentando frecuentemente en la década de los años 20: En la década del 20 las epidemias son también frecuentes. En sus comienzos aparece una epidemia de gripa y el pánico cunde. Todos temen que se repitan los eventos de 1918. Pero además de esta temible gripa, se presentó en el 20 una epidemia de tifo. En 1922 es la epidemia de sarampión, la que hace su aparición recurrente. […] Las epidemias de paperas y tosferina no faltan tampoco durante la década, a pesar de que ya existe la vacuna contra esta última. En 1926 aparece en Bogotá la epidemia de escarlatina En 1927y 1928 regresa la epidemia de gripa a Bogotá, aunque esta vez no presenta con tanta virulencia (Muñoz & Pachón, 1988, 112-113)
Esta situación se debe, probablemente, a que esta regulación olvida que hay otros problemas que solucionar de frente a las condiciones de salubridad, como el hacinamiento con animales y el grado de contaminación con el que las aguas llegan a Bogotá, producto de su uso en las zonas altas de los cerros antes de que fluya a la ciudad. Esto, junto a la reticencia de la población a hacer parte de las jornadas de vacunación para ellos y su progenie, causa que las enfermedades como la viruela prosperen más fácilmente; ello, a pesar de los ingentes esfuerzos hechos por la municipalidad para generalizar el procedimiento, sobre todo en los sectores del pueblo que se ubican en las periferias de la capital, donde los prejuicios arraigados en contra de la vacunación están mucho más arraigados. 42
No es, entonces, sino hasta mediados de 1930, cuando se materializan verdaderamente las intenciones de renovar la infraestructura de los barrios obreros; en este contexto, por la cantidad de muertos que aportó a la epidemia de 1918, el más urgente es el Paseo Bolivar, que se intenta reinventar junto al resto de la ciudad con el Acuerdo No. 34 de 1933, el cual se propone […no solo] modernizar las condiciones sanitarias y el aspecto estético de la ciudad en general, sino también solucionar algunos problemas endémicos como el hacinamiento de la población, la estrechez de la infraestructura vial, la insuficiencia de los servicios de agua y alcantarillado en algunas zonas de la ciudad, y la carencia de grandes zonas recreativas para el desarrollo de actividades al aire libre. (Colón, 2005, p. 112).
De igual forma, a partir de esto, se empezaron a repartir cartillas a los obreros. En ellas, se hablaba acerca del «Hogar modelo obrero» y se abordaban diversos temas 3 .
3 “[…] como el matrimonio, las industrias domésticas, la vivienda, los huertos y los jardines, la higiene, la alimentación, el vestido, las distracciones de la familia y el ahorro. Si bien estas cartillas no pueden considerarse como un conjunto de normas en sí mismas, si se puede decir que obedecen a una misma intención: la de contribuir a la transformación de los modos de vida de la clase obrera en función de un modelo social, el que se encuentra definido en sus páginas. (Colón, 2005, p. 113)
Época de oro. (2018) Bogotá.
< Jesús Sebastián Yepes Cárdenas >
valentina huertas
Discusión Los cambios que ocurren en la vivienda en la primera mitad del siglo XX se pueden resumir en la siguiente tabla (tabla 1) Tabla 1. Caracterización del espacio doméstico.
Fuente: Elaboración propia. 43
< ámbito doméstico y urbano en bogotá: análisis de la patología y la construcción del espacio a inicios del siglo xx >
Las diferencias consignadas en la anterior tabla muestran cómo se transforma la formva de vivir y el situarse socialmente de los habitantes de la ciudad, cuya salubridad se vuelve el elemento clave con el que se inserta el modelo moderno de vida a Bogotá, pues el cuerpo social (Díaz, 2008), tras más de medio siglo de incesantes enfermedades, es especialmente sensible a los discursos de saneamiento que vienen acompañados con posicionamientos políticos que buscan transformaciones culturales para fortalecer la identidad de Colombia y acercarla más a las naciones europeas, visión que tienen muy en cuenta personas como López de Mesa (1927), quien propone ciertas características de los colombianos con miras a la regeneración «moral» y médica de las poblaciones de bajos recursos. Junto a ello, se busca la integración de actividades domésticas al espacio urbano, entre las que se desatacan el establecimiento de baños públicos y albercas en la ciudad, lo que permite un mejor uso de las aguas, al evitar arrojar desechos a las calles y lavar directamente en el río. Estas condiciones representan, para el habitante bogotano, un choque idiosincrásico nada despreciable, debido a que aquel estaba acostumbrado a una vida más colonial, privada y de claustro; mientras que lo que la burguesía y la clase dirigente quieren para su gente, en ese momento, es crear la oportunidad de entrar a una «era industrializada» por medio de un saneamiento de costumbres y de cuerpos, el cual vaya de la mano con las formas de estar en el mundo más «cívicas». 44
Esto se vio ref lejado con la creación de instituciones como el Círculo de Obreros, en 1911, el cual soportaba el corpus de reglas que se querían implementar a nivel doméstico y urbano; mientras promulgaba, entre otras cosas, la difusión del Reglamento de Villa Javier4 , el cual busca “atender al perfeccionamiento de la clase obrera en el orden económico, intelectual, moral, y religioso”. (Ortiz-Lozano, en Colón, 2005, p. 114). Del mismo modo, se crean otros organismos, como la Caja de Ahorros del Círculo de Obreros para “fomentar el ahorro entre las clases obreras” (Colón, 2005, p. 114); se hace la Junta de Habitaciones Obreras de Bogotá, a partir de la Ley 46 de 1918, con miras a tratar la construcción de habitaciones obreras, y el Instituto de Acción Social que se crea en 1932, a fin de influir en las costumbres de la población en general, mediante iniciativas dirigidas a plantear un nuevo modo de vida en distintas esferas de la cotidianidad5 . 4 Libro creado por el jesuita José María Campoamor, con el fin de seguir las reglas que permitieran mejorar las condiciones de salud, más allá de las «características infraestructurales». Este libro es escrito, en principio, para «corregir» la conducta de las personas beneficiarias del barrio obrero Villa Javier, fundado por él en 1913. Allí, establece reglas precisas como ir a misa todos los domingos, además de la prohibición de animales en las habitaciones, del consumo de bebidas alcohólicas y el alojamiento de personas ajenas al barrio (Colón, 2005). 5 Se pretende solucionar con esta institución problemas relacionados con los medios de subsistencia, seguro social, instrucción popular, la «ecuación física», la recreación, entre otras. “Con ello, el Estado no sólo pretendía mejorar las condiciones de la vivienda obrera en sí misma, sino todo el conjunto de actividades que rodeaban la vida cotidiana del obrero, para ello fomentó la creación de industrias domésticas, el fortalecimiento de los institutos nocturnos y la creación de obras culturales” (Colon, 2005, p. 115).
< Jesús Sebastián Yepes Cárdenas >
A partir de todos los esquemas y juicios anteriormente expuestos, me he propuesto dar una noción muy general acerca de cómo las relaciones sociales en Bogotá, a inicios del siglo XX, estaban permeadas por la enfermedad, la cual era omnipresente en la construcción de relaciones sociales cotidianas y tuvo un papel preponderante en la construcción del espacio moderno y la transformación de las dinámicas del paisaje en Bogotá. Mediante la aproximación histórica a las condiciones de vida de las personas que presenciaron la epidemia de 1918, podemos afirmar que, aun siendo la capital del país, la vida en Bogotá era bastante hostil, ya que las fallas en infraestructura médica y sanitaria exacerbaban, sobremanera, la brecha sociocultural existente en aquel momento entre las clases privilegiadas y la clase trabajadora que, necesitando desesperadamente medidas de asistencia y colaboración para mejorar, son abandonadas a lo que depare para ellos la caridad. De igual forma, los episodios patológicos sufridos por los bogotanos son la fuente de inspiración de muchos proyectos y de obras públicas que, de no ser por su falta de organización y articulación con otros proyectos previos o, incluso, contemporáneos, hubieran podido tener un impacto más amplio en la conformación del paisaje urbano de la capital de la república. El modo de definir al ganador de lo que podríamos denominar un «conf licto de intereses e ideología», en la visión de los contextos domésticos, fue decidido al pulso
de los muertos que supuso hacer caso omiso a la necesidad efectiva de mejorar la infraestructura con ayuda del Estado y no dejando a su suerte a personas con bajos recursos. Puesto que es evidente que la situación de la ciudad no iba a mejorar, únicamente, con el mejoramiento de la infraestructura y la aplicación de hábitos más rigurosos de aseo al interior de las viviendas, se hace necesario que esta visión personal se extienda al resto de la ciudad, para que lo traten igual que su entorno privado y haya un saneamiento completo; esto, aunado a la posibilidad de que las calles sean un entorno de interacción más activo, al igual que en las metrópolis industrializadas. Para lograr lo anterior, se extienden las dinámicas de los hogares al espacio urbano, con la construcción de baños públicos y albercas que pueden ser usados por cualquier ciudadano de a pie. La penetración del discurso del hombre moderno, igualmente, se apoya en el frágil estado de salud del cuerpo social bogotano, asimilando las afecciones en su retórica y culpando a las costumbres, por ejemplo, la venta de licores tradicionales –chicha y guarapo– de ser responsables de los padecimientos constantes de la población, además de entrar en tensión con la concepción de lo público y lo privado, lo cual delimitaba a los hogares como un sitio independiente de las calles, para lograr que las personas interiorizaran el significado de la «higiene» europea moderna y la reprodujeran en las esferas de su vida.
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< ámbito doméstico y urbano en bogotá: análisis de la patología y la construcción del espacio a inicios del siglo xx >
Conclusión De todo lo dicho anteriormente, se colige que los discursos en disputa, en Bogotá, fueron tejidos alrededor de la salubridad y el manejo de las aguas, los cuales fueron claves en la preservación de uno y la superación del otro. No obstante, esto no significa olvido, sino que las relaciones sociales cambiaron y la forma de moverse en un espacio atravesado por variables geográficas, climatológicas y culturales sufre una transformación que está enmarcada en dinámicas globales relacionadas con la industrialización y la idealización de lo moderno, como la meta para el desarrollo de las naciones. La unidad doméstica es uno de los lugares donde es más evidente el cambio, a nivel del paisaje urbano, el cual contiene, en su análisis, elementos tan interesantes como la diferencia de clase entre los sectores poblacionales de la ciudad, y comporta transformaciones muy distintas a las que se vieron en los pueblos, con modos de subsistencia, mayormente basados en la agricultura, actividad que, desde épocas coloniales, no se hacía en los terrenos que estaban en la jurisdicción de Santafé de Bogotá hasta inicios del siglo pasado. Las costumbres de la amplia población proletaria que residía allí fueron objeto de grandes cambios, al tiempo que la creación de instituciones de diverso tipo, en las primeras cuatro décadas del siglo pasado, fueron vistas como inminentes para realizar esta transformación que muchos veían como necesaria para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía. 46
La perspectiva de la arqueología del paisaje usado a modo de un lente, a través del cual dirigir el análisis de las fuentes históricas, que dan cuenta de la problemática esbozada en este trabajo, permitió llevar a cabo un análisis diferente, en el que se pudiera comprobar la incidencia en la espacialidad de los discursos de la época, los cuales pretendían construir la sociedad colombiana, de acuerdo con intereses particulares, como los de la élite económica emergente. En otras palabras, el análisis de la construcción del paisaje – teniendo en cuenta que es un escenario que influye las relaciones sociales y, a su vez, es influido por estas últimas– sirve para aterrizar las disquisiciones acerca de un fenómeno6 sobre el cual sea posible hablar, en términos abstractos, y permite entender, en concreto, las expresiones espaciales, de la misma forma en la que se extienden convenciones sobre una cartografía tras el análisis de los datos que sus características arrojan. Así, mediante la consideración de los postulados de Crumley (1999), Zedeño (2008) y los antecedentes tomados de Therrien (2008) es posible ver –podríamos decir incluso en clave de cambio social– un panorama más amplio y concreto de estas transformaciones, las cuales bien podrían haber sido explicadas limitándome a hablar del problema de higiene de Santafé de Bogotá, sin tener en cuenta connotaciones más profundas acerca de las relaciones sociales, en términos de materia6 Las influencias del pensamiento moderno en este caso específico.
< Jesús Sebastián Yepes Cárdenas >
lización de discursos y de prácticas en un espacio determinado, lo que llevó al trato de lo doméstico y lo urbano que intenté exponer en el presente escrito.
Referencias Congreso de la República de Colombia. (1918). Ley 46 de 1918. Por la cual se dicta una medida de salubridad pública y se provee a la existencia de habitaciones higiénicas para la clase proletaria. Recuperado de: https://bit.ly/2OR6MWr Consejo Municipal de Bogotá. (1918). Acuerdo 40 1918. Por el cual se destina una suma para combatir la epidemia de gripa y se crea un empleo. Recuperado de: https://bit.ly/2qVEhNq Consejo Municipal de Bogotá. (1933). Acuerdo 34 de 1933. Por el cual se determina el plan de mejoras y de obras públicas que deberá desarrollarse en celebración del cuarto centenario de la fundación de Bogotá. Recuperado de: https://bit.ly/2ORSULA Colón, L. C. (2005). El saneamiento del Paseo Bolívar y la vivienda obrera en Bogotá. Urbanismos, 104-115. Crumley, C. L. (1999). Sacred landscapes: Constructed and conceptualized. En: W. Ashmore & A. B. Knapp (Ed.). Archaeologies of Landscape: Contemporary perspectives (pp. 269-285). Massachussets: Blackwell Publishers. Díaz, D. (2008). Raza, pueblo y pobres: las tres estrategias biopolíticas del siglo XX en Colombia (1873-1962). En: S. Castro-Gómez & E. Restrepo (Ed.). Genealogías de la Colombianidad. Formaciones discursivas de ectnologías de gobierno en los siglos XIX y XX (pp. 42-69). Bogotá D.C.: Editorial Pontificia Universidad Javeriana. El Tiempo. 01 de agosto de 1914 a 31 diciembre de 1914. En: Biblioteca Luis Ángel Arango, Shelf No. NP1152 Reel No. P1A Nos. 1037-1185. 47
El Tiempo. 01 de enero de 1918 a 30 de junio de 1918. En: Biblioteca Luis Ángel Arango, Shelf No. NP 1152. Reel No. P1A-M. El Tiempo. 01 de julio 1 de 1917 a 31 de diciembre de 1917. En: Biblioteca Luis Ángel Arango, Shelf No. Np 1152 Biblioteca Luis Ángel Arango. El Tiempo. 04 de enero de 1912 a 19 de diciembre de 1912. En: Biblioteca Luis Ángel Arango, Reel No. P1A. El Tiempo. 08 de enero de 1914 a 31 de julio de 1914. En: Biblioteca Luis Ángel Arango, Reel No. P1A. El Tiempo. P1A 02 de enero 2 de 1917 a 30 de junio de 1917. En: Biblioteca Luis Ángel Arango. Loaiza-Ríos, M. A. (2015). Alcantarillas y aguas para Bogotá 18701924. Del caos sanitario a la transformación de espacios públicos y privados (tesis de maestría). Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá D.C., Colombia. López-de-Mesa, L. (1927). El factor étnico. Bogotá D.C.: Imprenta Nacional. Muñoz, C. & Pachón, X. (1988). Mortalidad infantil, crecimiento demográfico y control de la natalidad: una lucha por la supervivencia de la infancia bogotana (1900-1989). Maguaré, (6-7), 101-152. Pulgarín-Reyes, M. (2007). Historia Institucional. Secretaría de Salud de Bogotá 1910 – 2007. Bogotá D.C: Alcaldía Mayor de Bogotá. Therrien, M. (2008). Indígenas y mercaderes: agentes en la consolidación de facciones en la ciudad de Santafe, siglo XVI. En: J. A. Gamboa M. (Comp.). Los muiscas en los siglos XVI y XVII: miradas desde la arqueología, la antropología y la historia. 4- Estudios interdisciplinarios sobre la conquista y la colonia de América (pp. 169-210). Bogotá D.C.: Ediciones Uniandes. Zedeño, M. N. (2008). The Archaeology of territory and territoriality. En: J. Thomas & B. David (Eds.). Handbook of Landscape Archaeology (pp. 210-217). California: Walnut Creek.
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ángela maría jaramillo
TRASH BIN-ARY III (2018) Bogotá.
INFORNOGRAFÍA1
David Andrés Beltrán Caraballo Antropología Universidad Nacional de Colombia daabeltranca@unal.edu.co
Luis Eduardo Rojas Quito Antropología Universidad Nacional de Colombia lerojasq@unal.edu.co
Brenn Timoteo Romero Moreno Antropología Universidad Nacional de Colombia btromerom@unal.edu.co 1. Agradecimientos especiales a Ángela María Jaramillo y a Camilo José Acevedo
Rabbit Hole La comunicación entre computadoras fue un proyecto gestado mientras Europa aún inventariaba a sus muertos, cuando el nocivo miasma de la Segunda Guerra Mundial todavía enrarecía el aire del mundo entero. El epílogo de este enfrentamiento bélico se tituló Guerra Fría, un desafortunado sustantivo para un momento histórico que encarna lo que Bruce Sterling, cofundador del movimiento cyberpunk, describiría como la ‘revolución tecnológica permanente’ (Sterling, 1999 en Person, 2013). Lejos de entrar en una nueva era glacial, el mundo bullía. No llegó el hielo, pero vino la polarización. Las espectaculares contracciones que Estados Unidos y la Unión Soviética sufrían culminaron en el nacimiento de ArpaNet, una red no centralizada de computadoras, desarrollada por la agencia norteamericana ARPA, en respuesta al misil ruso Sputnik (1957) (Trigo, 2004, p. 2). El alumbramiento de internet estuvo, entonces, mediado por el vals atómico que el socialismo real y el capitalismo salvaje bailaban al compás de las regulares emisiones del cesio (Cs). Internet es el hijo bastardo de Odín, Ares, Chī Yóu, Marte, Hachiman, Carnage,… *** Según el Ministerio de Tecnologías de la Información y la Comunicación (MinTIC), el proyecto estatal Vive digital ha tenido
importantes progresos. En el año 2010, el 41 % de la población encuestada declaró no contar con los conocimientos informáticos necesarios para desenvolverse en internet; cifra que descendió dramáticamente para el año 2012, cuando, tan solo, el 17 % identificó nuevamente este factor como principal limitante. Es importante considerar que solamente el 7,1 % manifestó no tener acceso a un computador con conexión a internet, y que el tiempo promedio de navegación del 54 % de los usuarios colombianos supera las dos horas y media diarias (“8 de cada 10 colombianos está usando Internet”, 2014). Este estudio, realizado en conjunto con la firma Ipsos Napoleón Franco, sugiere que el uso de internet está en aumento, y que, cada vez, se hace más evidente la gestación de nuevos hábitos de consumo; relaciones con el ámbito educativo, y acceso a contenidos multimedia (“8 de cada 10 colombianos están usando internet”, 2014). El análisis de las cifras expuestas por el MinTIC es, a todas luces, precario. Solo hasta el final del comunicado de prensa se aclaran las condiciones en las que fueron recabados los datos: “La encuesta de Consumo Digital fue realizada por Ipsos Napoleón Franco con una muestra de 1005 personas en ciudades de menos de 200 mil habitantes, en edades entre 15 y 55 años […]” (“8 de cada 10 colombianos están usando internet”, 2014). Esto excluye, automáticamente, la inmensa mayoría de ciudades capitales, a la vez que impide ponderar el impacto que ha tenido este
< infornografía >
segmento tecnológico sobre las poblaciones más jóvenes y los adultos de la tercera edad. Tampoco realiza una evaluación certera de las condiciones materiales de existencia de los encuestados, por lo que no es claro si son propietarios de los equipos electrónicos, cuáles son las entidades que se encargan de prestar el servicio de internet en sus respectivas localizaciones y mucho menos, cuál ha sido el nivel de injerencia efectivo que ha tenido el gobierno colombiano sobre la variación en los porcentajes. Los evidentes vacíos que opacan los resu ltados de este breve dia gnóstico gubernamental podrían ser el objeto de extensas cavilaciones, por el momento, nos concentramos en un fragmento insólito, atractivo por su ambigüedad y las potencias que insinúa: “[…] la encuesta pudo establecer “qué tan digitales son los colombianos” (“8 de cada 10 colombianos están usando internet”, 2014). Mientras el MinTIC se jacta de haber decantado la quinta esencia de los Estudios de ciencia, tecnología y sociedad, lastimosamente, su veredicto no es más que una escueta taxonomía, donde son vagamente caracterizados cinco tipos de encuestados: novatos interesados (33 %), avanzados digitales (31 %), desconocedores (19 %), curiosos exploradores (12 %) y apáticos a Internet (6 %) (MinTIC, s.f.). El periódico El Tiempo hace eco de una aproximación investigativa más reciente. El 26 de enero del 2016 publicó el artículo Los 'millennials', una población marcada 52
por la tecnología (García & Medina); allí, se consignan los resultados de una pesquisa cua ntitativa , emprend ida por Ta rget Group Index en 14 ciudades de Colombia, entre las que están incluidas Bogotá, Medellín y Bucaramanga. Los resultados son contundentes, los nacidos entre 1979 y 1999 están completamente imbuidos en la inmensa ‘datosfera’ que caracteriza nuestros tiempos; son adolescentes y adultos jóvenes que han establecido un estrecho vínculo con la informática. Para confirmar esto basta con contemplar que el 15 % total de esta capa poblacional posee e interactúa a diario, con tres o más dispositivos con acceso a internet, y que el 88,9 % utiliza internet para informarse, tomar cursos virtuales y consumir una variada oferta de entretenimiento multimedia. Según la investigadora estadounidense Donna Haraway, desde hace un par de décadas, la vida social está signada por una nueva metáfora. Se trata del cyborg, un ente donde lo ‘maquínico’, lo sintético, lo industrial y lo inorgánico se besa plácidamente con la carne, con lo animal. El cyborg ha dejado de ser un personaje recurrente del entretenimiento popular, para dramatizar la condición de ‘lo vivo’ en la era posmoderna, el cual emerge como un significante donde colapsan modos inéditos de experiencia, de interacción con el otro; con lo inmediato y lo posible. La experiencia cotidiana contemporánea se asemeja, con fidelidad profética, a lo que Lawrence Person (2013), tratando de definir en la literatura cyberpunk de su texto Notas para
< David Beltrán, Luis Rojas, Brenn Romero >
un Manifiesto Postcyberpunk (1999), describe como “[…] la extrapolación tecnológica al entramado de la vida cotidiana” (Chairman, en Person, 2013, web) De manera análoga, la ciencia ficción –que había sido tratada, hasta ahora, como mero género literario y fórmula infalible para hacer aún más colosal a las arcas de la “todopoderosa” industria del entretenimiento– ha colocado en entredicho los límites de lo real, ya no como simple catalizadora entre ‘lo que existe’ y ‘lo que podría llegar a existir’, sino como un corpus de relatos tan vívidos, como puede llegar a serlo la descripción etnográfica. Ahora más que nunca ‘ lo fantástico en la literatura de ciencia ficción’ hace parte de ‘lo real en lo cotidiano’. Aún, aquellos artilugios y hazañas interestelares que no han sido exitosamente reproducidas por la tecnología contemporánea han dejado de parecer francamente imposibles. No hay duda de que Neil Armstrong podría haber reposado un par de minutos en suelo lunar para ojear De la Tierra a la Luna (1865) de Julio Verne; tampoco de que cualquiera de estos días podríamos sostener una extensa video-llamada con el capitán James Tiberius Kirk, haciendo uso de nuestros teléfonos celulares inteligentes. Teniendo presente lo anterior, lo que haremos a continuación será explorar cómo la erosión de la tercera frontera, aquella que se propone distinguir el mundo físico del no-físico, advertida por Haraway en su Manifiesto Cyborg (1984), tiene un
correlato patente en nuestra experiencia vital, en nuestras formas de ‘ser’ y ‘estar’ en el mundo. Así, nuestro análisis será un ejercicio fundamentalmente masturbatorio. A solas, en nuestros cuartos, frente a pantallas luminosas, examinaremos de qué manera nuestra experiencia como sujetos confinados en el mundo ‘real ’, o más exactamente off-line; sufre diversas formas de disrupción, concatenación, disonancia, y deconstrucción, cada vez que la contrastamos con nuestros múltiples avatares, aquellas versiones on-line de nosotros mismos que nos permiten desenvolvernos en el ciberespacio (Gibson, 2002). Nos planteamos este ejercicio desde un enfoque tanto sincrónico, como diacrónico; forma s complement a ria s de abord a r nuestra experiencia a escala temporal, y, de cier ta ma nera , contrasta nte. El objetivo es comprender de qué manera han afectado estas versiones alternas de nuestra subjetividad, lo que somos hoy día. Habrán tres voces intencionalmente diferenciadas, correspondientes a cada uno de los autores del documento y relativas a subconjuntos de disposiciones (Bourdieu, 2007) relativas a un aspecto concreto, mas no por eso, aislado de nuestras vidas. Nos asalta una duda fundamental “¿Qué tan digitales somos?”
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< infornografía >
Masturbación: Anarquistas, chicas y maricas
Layer 01: <<Distortion>> by: Doblepensar (666) “Si puedes oír esto, entonces está dirigido a ti. Si puedes ver esto, entonces esto es tuyo” En 1997, un año después de mi nacimiento, mi papá trajo a casa nuestro primer computador personal. Se trataba de una torre, un monitor color crema y un mouse con scroll wheel. Según mi madre, cuando apenas contaba con dos años, ya me sentaba en sus piernas para jugar en alguna plataforma educativa almacenada en un disquete de 240 MB. En el año 2000, nos convertiríamos en usuarios de Tutopia, una corporación que ofrecía internet gratuito a través del cableado telefónico. Punto-com, punto-org, punto-edu, slash-backslash, y otra cantidad importante de los signos involucrados en el lenguaje http, los asimilé, al mismo tiempo que aprendía cómo traducir el nombre de los colores al inglés. Sin embargo, internet no era para mí más que una extraña sucesión de sonidos erráticos, y por lo demás, completamente indescifrables, los cuales se apoderaban de nuestro teléfono fijo cada vez que mis padres encendían el computador. A mi parecer, al igual que el zumbido del cableado 54
eléctrico en Serial Experiments Lain, este desconcertante sonido, lo invadía todo, insinuaba la existencia de algo más allá de la bocina y la pantalla, confirmaba la presencia de un espacio invisible que se encontraba vedado para mí. Aún no tenía edad para entrar a Cyberia. Para el año 2005, Internet era parte ineludible de mí día a día; rara vez ocupaba menos de dos horas diarias para descargar música y conversar con insanas cantidades de desconocidos y algunos compañeros de clase a través de Messenger. Este año mi madre adquirió su primer computador de escritorio y me heredó un computador portátil Hewlett Packard. Mi tiempo en la red se incrementó exponencialmente. Vale la pena recordar que, a pesar de que las redes sociales ya habían hecho su triunfal aparición, yo no era participe de ninguna, por lo que mi experiencia en la web se dividía en dos espacios fundamentales: La aplicación Messenger de Hotmail, y una ventana de Internet Explorer. Esta última era un lugar de infinita incertidumbre, nunca tuve un rumbo fijo. Mi actividad se resumía a una sucesión de clics que me llevaban a lugares inhóspitos, los cuales, a su vez, me redirigían a webs a las que difícilmente podría retornar algún día. Mis largas sesiones en internet se intercalaban con intensas jornadas de estudio de la mano de mi mejor amiga Sofía Libertad y su padre, un militante acérrimo del Partido Socialista de los Trabajadores (PST). En su apartamento, en el Centro Nariño, pasábamos horas minando
< David Beltrán, Luis Rojas, Brenn Romero >
la credibilidad del idealismo, afirmando el indiscutible poderío ontológico de la realidad material y sus determinaciones objetivas. Entonces, no me importaba lo que ocurriera en la red, la materia imponía su existencia y eliminaba cualquier atisbo de maquinación tipo Matrix que pudiera fermentarse en mi cabeza. Una muy afortunada madrugada, vagando como un f laneur cyborg, llegué al foro alasbarricadas.org, un muy conocido punto de encuentro para simpatizantes del/ (los) ideario(s) libertario(s). Allí, había un sin número de discusiones alrededor del «anarquismo», un espejismo político del que ya mis mentores marxistas me habían advertido. Pese a ello, fue inevitable entrar en sintonía con el sentir disidente de quienes allí se congregaban. Nos unía el descontento contra todas las formas de autoridad, la necesidad de desmantelar todo equipamiento coercitivo que atentara contra el influjo vital de la autodeterminación. Igual que Mika Iwakura, hermana de Lain, la posibilidad de pensar el mundo en función de un conjunto contingente de ficciones, convenciones y discontinuidades temporales/ espaciales, me sumió en un estado de intensa agitación mental. Dejó en claro que debía escrutar hasta el cansancio todo aquello que se presumiera ‘natural’ –como la teleología marxista, las contradicciones fundamentales, y la vocación revolucionaria del proletariado–. Siguiendo este sendero, me di cuenta de que mi experiencia en internet era –y es–, una prueba indubitable de la existencia de agencia-
mientos colectivos de enunciación que colocan en vilo los modos de temporalización y territorialización que el CMI nos impone (Guattari & Rolnik, 2005). Así como “Los ordenadores encarnan la teoría posmoderna y la llevan a la práctica” (Turkle, 1995, p. 24), para mí, Internet encarna(ba) muchos de los anhelos ácratas que mi corazón incuba(ba). El sueño criptoanarquista está lejos de ser mera teoría; por el contrario, es ‘experiencia vivida’, una realidad manifiesta, propia de la cultura de la simulación (Turkle, 1995). Para mi fortuna, a diferencia de Mika, el contacto con la tecnología, muy al contrario de anular por completo mi capacidad de agencia, la potenció de manera inusitada. El internet no solo fue un catalizador de mi divorcio definitivo con el marxismo ortodoxo, sino que también fue el comienzo de mi devenir minoritario animal, de mi entrada en el club de la vulgarización cyborg. hotoni, Tabetti-san wa naitsu kara no dayo...
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Layer 02: «Girls» by: “Nemo” Misteriosa, atractiva y un poco aterradora, así ha resultado, a lo largo de la historia, la noción de una presencia manifiesta que encarne un lado oculto de nuestro propio ser, un ente que no solo refleja una parte de nuestro ser, sino que su misma presencia se vuelva independiente de nosotros mismos. Esta idea se repite en la literatura, en mitos y relatos de diversas épocas, y ha intentado adueñarse de las experiencias personales de los receptores de dichas historias; más, siempre, había un elemento mágico que nos marcaba los límites entre lo real y lo meramente fantasioso. La presencia de fantásticos brebajes o demonios cazando nuestras almas nos lograba calmar, pues algo en nuestro interior nos dictaba que no seriamos ese improbable caso especial que se toparía con dichos componentes a lo largo de nuestra vida (aunque lo deseáramos). En las narraciones más recientes, el realismo ha sido un elemento que se ha intentado añadir mediante herramientas como los recursos audiovisuales, los cuales sumergen al espectador, más a fondo, en entornos considerados como familiares. A pesar de estos intentos por avanzar en cuestiones técnicas, es una corta semblanza sobre una joven llamada Lain, contada en un formato de animación poco convencional, aun para su época, la que logró capturar la atención de este acaparador de nombres (Nemo). Gracias 56
a su capacidad de compenetrarme con esta idea de la convivencia de “alter egos” y llevarlos a un plano de lo alcanzable, con ayuda de la nueva magia: la computación. A pesar del lento y cuidadoso acercamiento que tuve al computador de la casa, mucho más riguroso e inmerso en cierto tabú que el televisor, quien ya era un ente con voz y voto en el lugar, una vez se conectó esta máquina al amplio mundo de la web todos nos vimos envueltos en un remolino que nos atraía, con inmensa gravedad, hacia esa tentativa posibilidad de explorar más allá de fronteras cada vez más difusas. Mi primera experiencia, aparte de jugar en diversas plataformas; y aun antes de empezar a buscar información para realizar mis tareas escolares, fue la de crear un e-mail y, con ello, un reflejo de mi identidad en este nuevo mundo cibernético. Este proceso lo desarrollé, como muchas cosas a lo largo de mi aprendizaje en ese periodo de mi vida, solo y sin más ayuda que referencias vagas, adquiridas previamente. En un principio, no le hallé gran magia a este nuevo sistema que tenía a mi alcance, puesto que su eficacia y utilidad se limitaba a mis relaciones sociales en el mundo offline; por eso, las primeras relaciones efectivas que logré entablar obedecían meramente a lazos familiares. “Podrías ser más feliz si fueses un poco más sociable” (Nakamura, 1998, Ep. 2, 09:50) frase que retumba en mis oídos cada vez que escucho a Arisu conversando con Lain, en aquella ocasión donde, por primera vez, se ve mediante los ojos de la protagonista, la interacción de ambos mundos; la misma
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frase con la que algunas personas intentaban incentivar ese obstinadamente enclaustrado nicho social, el cual mantenía con personas a quienes podía contar con los dedos de mi mano. Mas fue en el mundo online donde, lent a mente , se f ue ma n i fe st a ndo la posibilidad de cumplir con esas ansiadas peticiones de ampliar este círculo social; no obstante, esto se dio mediante dinámicas que pocos esperaban debido a la precariedad de mis acercamientos, tanto en un inicio a la computadora, como a nivel cotidiano con los extraños de carne y hueso que se me iban presentando en el camino. En forma naturalizada, fui asumiendo la postura de que realmente los nombres eran, en cierta forma, algo prescindible y maleable, lo que me
llevó, en formas inciertas, a asumir, de manera cotidiana, una convivencia constante con el anonimato. Fui alejándome de los paradigmas que me rodeaban en mi mundo físico, a pesar de que no lo notaba porque no lo sentía parte de mí; era parte de lo que estos sirvientes a mi causa iban adquiriendo. Aunque simultáneamente con estas versiones fueron surgiendo los que serían mis “avatares oficiales” en lo que serían las redes sociales, estos permanecían en cierto anonimato respecto a mi vida por fuera de la red; empero, todo esto cambió cuando, en el 2013, una situación de fuerza mayor en este “mundo real” me llevó a conectar parcialmente estos dos mundos y, con esto, dos de mis identidades. Dicho evento fue el
Lapsus Clavis (2018) Bogotá. álvaro corredor
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paro agrario en el que, por primera vez, sentí que mi vida estuvo, a cierto nivel, en verdadero riesgo; fue por esto que, en pro de obtener –y aportar– cierta calma con mis compañeros de clase, decidí manifestarles la presencia de uno de los sujetos que me representaba en la red – este adquirió el rango de “perfil oficial”–. Allí estaba yo, “sediento” ante la presión social para “ingresar” a un mundo desconocido en el que, al entrar, descubrí que / me encontré con que aquellos amigos, quienes creían haberme guiado, estaban sorprendidos al verme encarar la adversidad y enfrentármele de manera contraria al ideal de personalidad que tenían sobre mí. Aquel loco que disparaba a voluntad en medio de Cyberia era el estado, reprimiéndonos indiscriminadamente en las calles de nuestra ciudad, y mi mascarada en Twitter se volvió esa figura totalmente desconcertante ante mis amigos, la cual no solo no se apartaba sino que, con curiosidad, se acercaba para recordar, no al loco, sino a todo el que pudiera o quisiera oír su voz, que “todos estamos conectados” (Nakamura, 1998, Ep. 2, 21:35). Ambas son manifestaciones de nuestras sombras [mía y de Lain] por culpa de una situación secular; sin embargo, estas se diferencian en punto clave: Lain exhibe un otro yo que incluso ella misma desconoce; en mi caso, es un individuo del cual creo tener cierta conciencia de su presencia. ¿Cuál de estas reflexiones es realmente menos independiente de su usufructuario?
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Layer o3: <<Rumors>> by Gendo Ikari Mi experiencia en internet no ha sido de gran profundidad en términos de tiempo, pues antes del 2012 no teníamos red en nuestra casa, así que pagábamos para conectarnos por tiempo limitado en locales donde se ofrecía el servicio. Nosotros los llamábamos “chuzos de internet”. Por esta razón, nuestro tiempo de navegación era bastante condicionado; sin embargo, hay que admitir que no por eso, tendría que ser menos significativo, ya que el año 2011, fue un periodo en el cual consumimos muchas horas de conexión, particularmente debido a la popularización del juego World of Warcarft. El juego fue determinante para establecer la necesidad de entrar en internet, no solamente haciendo mención a World of Warcraft, sino la búsqueda de entretenimiento en conexión con otras personas. El cómo llegué a Facebook un año antes, es una forma de ilustrarlo. Fue mi hermano y sus conversaciones con un amigo sobre el juego Pet Society de Facebook, lo que me condujo a crear una cuenta en la red social, pese a lo reacio e indiferente que era yo acerca de esta. El juego permitía personalizar una mascota y una casa, dándoles más posibilidades, a los usuarios, de relacionar más amigos con el juego. Esta última característica es muy común en la gran mayoría de juegos promocionados en Facebook. A razón de no tener suficientes contactos que tuvieran la voluntad para jugar Pet Society, consideramos crear, nosotros
< David Beltrán, Luis Rojas, Brenn Romero >
mismos, esos contactos, por medio de cuentas alternativas. Es así que los perfiles falsos aparecen en mi vida, pues fueron muchos, a nombre de personajes ficticios, inclusive, de mascotas de la familia. Claramente, mantuve una de esas cuentas más cercana que otras. Figuraba como Gendo Ikari, personaje del célebre anime-manga Evangelion, a cuyo nombre “hablaba” en inglés; o en japonés, cuando podía construir una oración con algo de sentido. El salto que tengo que dar es, empero, bastante largo, pues así como Lain parecía indiferente a los ‘navi’, yo me creía igual de indiferente a las redes sociales, a la comunicación vía e-mail o vía chat; hasta que comencé a interactuar con esas dinámicas. Tuvo que pasar un tiempo para caer en cuenta de lo sumergido que estaba, de lo poco anónimo que realmente se puede ser en Facebook; aún más, de mis rastros diseminados por la red social a través de mis contactos en común. Las personas del colegio, centro de mi vida social en la adolescencia, aún hoy tienen entre sus contactos a Gendo Ikari, y no mi cuenta “verdadera”, la que de verdad quería que me representara. En medio de todo, hay algunos elementos que pude relacionar más rápidamente con Gendo Ikari, que conmigo mismo. El primero, no recuerdo desde cuándo, es un seguidor de páginas, grupos y contenido por y para población LGBTI, particularmente en torno a Facatativá y la UN, aunque el de la Universidad solo fue un corto tiempo. Cabe mencionar que Brenn Romero
nunca fue capaz de admitir públicamente su homosexualidad en Facatativá; siempre se mantuvo lejos del contenido online que relacionara su cuenta de Facebook con ese mundo. En ese sentido, Gendo fue un paso adelante en esta materia. Atashi wa atashi desu (yo soy yo), yo me represento a mí mismo, no hay otro “yo”. Debido a una serie de decisiones, terminé cambiando el nombre Gendo Ikari, por Brenn Timoteo, lo que ocasionó la referenciación definitiva de esa cuenta conmigo. A pesar de que no puedo igualar a la par, las experiencias de Lain con las mías, la misma sensación de incomodidad, ante la pérdida del control de identificación en la red, me hacía enfatizar palabras semejantes a mí y a mi padre, con respecto a quién es el verdadero “yo” en internet. El problema de fondo, no es el mero filtro de contactos. Es que ese perfil “falso” era más marica de lo que pude haber sido en mi pueblo y, aunque en su tiempo no tuvo muchas repercusiones, lo abandoné por un tiempo, cuando no me pareció más necesario el seguir esforzándome por ocultar cualquier relación entre homosexualidad y yo. Acá, lo que la frase de Lain quiere expresar es que, el marica soy “yo” y no Brenn Timoteo/Gendo Ikari. Por lo que la forma de probarlo y hacerlo realidad, era procurar borrar esos datos que me relacionaban, cambiar el nombre, eliminar etiquetas, borrar el contenido de la biografía y eliminar los contactos más cercanos.
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< infornografía >
Unplugged
La atmósfera etérea que caracteriza a Serial Experiments Lain (1998) es el resultado de un intenso ejercicio deconstructivo, como ya lo había predicho Marx (en Verman, 1988): todo lo sólido se desvanece en el aire. Por ello, el problema que aquí nos convoca es explorar los matices de este cambio de estado, el cual convierte la realidad en un estado gaseoso de tan dudosa consistencia, como lo es internet o la idea de Dios en sí. Para explicar más holgadamente nuestro argumento, debemos remitirnos a Jacques Derrida –cuyos postulados son expuestos por las feministas Gibson y Graham (2002)–, cuando se afirma que la producción de significado en occidente está supeditada a tres axiomas fundamentales: “La ley de la identidad y la presencia del ser […]. La ley de la no-contradicción que establece la identidad en relCoación con su ‘otro’, […] y La ley de exclusión del medio […]” (Gibson & Graham, 2002, p. 265-266) Para Derrida este es el sustrato sobre el que se sustenta el logo-centrismo o la metafísica de la presencia, en la que se ven involucrados dos términos: El primero, dotado de un significado positivo y de presencia, a costa de la ausencia y carácter negativo de un segundo término, de un elemento otro. Cuando extrapolamos la deconstrucción como estrategia postestructuralista, a la relación antinómica existente entre la realidad material –off-line– e internet como 60
realidad inmaterial –on-line–, notamos de inmediato que el estatus ontológico de la existencia mundana, depende de la negación sistemática de la presencia tangible de su contraparte incorpórea. Esta tensión se hace evidente cuando los agentes del Laboratorio Tachibana, declaran categóricamente que “La Red no debe ser un mundo especial, sino que debe ser una ayuda para el mundo real” (Nakamura, 1998, Ep. 10, 16:10). Si nos apegáramos a esta fórmula significativa, podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la cadena causal sigue siempre un curso unidireccional, predecible e inmutable, en el que la realidad atómica determina, por completo, el devenir de la realidad virtual. Así, Nemo, Doblepensar e Ikari Gendo serían poco menos que autómatas, seres despojados de toda capacidad de agencia, cuya razón de ser y fin último, fuera obedecer la caprichosa voluntad de nuestros antecedentes adolescentes. Su existencia imaginaria, de ninguna manera, podría desbordar los márgenes de nuestros monitores y perturbar nuestra existencia positiva. Empero, nuestra existencia anfibia, o el resultado de un habitus francamente liminal, no pueden ser explicadas apelando a un ejercicio cartográfico hegemónico o del león. Nuestro propósito aquí no es develar la esencia que hace potables las cosas. Muy al contrario, de las garras de Paul B. Preciado (2008), nuestro ejercicio cartográfico nos remite a los lugares de la indeterminación y la trashumancia; aquél universo de la
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práctica que Bourdieu privilegiaba. “Somos lo que hacemos y hacemos lo que hicieron de nosotros”. Es por esto que creemos, absolutamente necesario, dotar de presencia a aquellas prácticas mediadas por el lenguaje binario [01111000 01000100]. Aquellas acciones que, hasta el día de hoy, han estado confinadas en cajones de texto, nicknames y foros de internet. Con esto, queremos decir que nuestros avatares, en una peripecia trascendental, violan el principio de identidad y se rehúsan a ser el fiel reflejo de los sujetos maquínicos de carne y hueso. Por hexagesimal vez, declinamos a dar solución a la quimérica diatriba entre la píldora azul y la píldora roja, al mismo tiempo que rechazamos el profiláctico ofrecido por Slavoj Zizek y su academicismo de vanguardia. Optamos, en consecuencia, por una existencia/presencia trans-realista, en la que la cortina de hierro, que por tanto tiempo ha separado la realidad del Este, y el internet del Oeste, se funda para volver a soldar microchips/micropolíticas que permitan hackear, de una vez por todas, la matriz navi de subjetivación capitalististica. Con estas líneas, fundamos nuestra propia economía subjetiva. Esta es nuestra política de la desviación. Nuestra estrategia será como siempre, allanar el terreno de los procesos maquínicos mutantes para hacer de internet, en tanto potencial vector de subjetivación singularizante; un puerto remoto el cual, al igual que Liverland, se apropie de las zonas grises que el CMI puede colonizar en la arena
de la abstracción, pero jamás en el campo de la experiencia empírica. Nuestra relación con nosotres mismes y el universo, no volverá a estar mediada por el maquiavélico juego de sombras, donde se juegan la vida las presencias y las ausencias. Nos determinamos a colocar, en un continuum horizontal, estos dos planos de nuestra experiencia vital y abrir paso, finalmente, a una auténtica revolución molecular, y una insurrección cuántica.
NOS DECLARAMOS TRANS-FICCIONALES Y ESTE ES NUESTRO MANIFIESTO TO BE CONTINUED... 61
Referencias “8 de cada 10 colombianos está usando Internet”. (2014, 05 de marzo). En: MinTIC. Recuperado de: https://bit.ly/2BgYYJP “yo soy yo”. Palabras de Lain ante su Alter Ego, y ante Eiri Masama. Cap. 08 Berman, M. (1988). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Madrid: Siglo XXI Editores. Bourdieu, P. (2007). El sentido práctico. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. García, J. C. & Medina É. L. (2016, 26 de enero). Los ‘millennials’, una población marcada por la tecnología. En: El Tiempo. Recuperado de: https://bit.ly/2DwhOhK Gibson, J. K. & Graham, G. (2002). Intervenciones posestructurales. Revista Colombiana de Antropología. 38, 261-286. Gibson, W. (2002). Neuromante. Barcelona: Minotaruro. Guattari, F. & Rolnik, S. (2005). Micropolitica. Cartografías del deseo. Río de Janeiro: Editorial Vozes. Haraway, D. J. (1984). Manifiesto cyborg. Haraway, D. J. (1991). Cap. 7. Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial. Ciencias, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza (pp. 313-346). Valencia: Ediciones Cátedra. Ministerio de Tecnologías de la información y las Comunicaciones (MinTIC). (s.f.). Perfiles digitales. Recuperado de: https://bit.ly/2QSSqqf Nakamura, R . (1998). Serial Experiments Lain [serie de televisión]. Tokio: Triangle Staff Person, L. (2013, 23 de mayo). Notas para un manifiesto Postcyberpunk (1999). Void Rizonma. Antropología, educación y cultura digital. Recuperado de: https://bit.ly/2DMtJZB
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Preciado, B. (2008). Cartografías queer: El flâneur perverso, la lesbiana topofóbica y la puta multicartográfica, o cómo hacer una cartografía “zorra” con Annie Sprinkle. En: J. M. Cortés. Cartografías disidentes (s.p.). Madrid: SEACEX. Trigo, V. (2004). Historia y evolución de internet. Acta, 33, 1-11 Turkle, S. (1995). Introducción. Identidad en la era de Internet. En: La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de Internet. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Recuperado de: https://bit.ly/2Fvjc6U
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bryan sting melo rojan
Colados (2018) Bogotรก.
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La revista La Múcura 7 se terminó de imprimir en las instalaciones de GRACOM Gráficas Comerciales ubicada en la Ciudad de Bogotá, Colombia en la carrera 69K nº 70-76 en el mes de Junio de 2019. El tiraje es de 300 ejemplares en papel bulky. Las familias tipográficas usadas fueron: Garamond Premier Pro ConduitITCStd