ISSN: 2145 - 986 x
. Año 22 . Número XIX . 2015 .
Apoyan Facultad de Ciencias Humanas Dirección de Bienestar Programa Gestión de Proyectos Sede Bogotá
GOLIARDOS REVISTA ESTUDIANTIL DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS Numero XIX, Año 22, 2015 / ISSN 2145-986x Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Sede Bogotá
La Revista estudiantil de investigaciones históricas GOLIARDOS, publicación de los estudiantes del departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá, es de carácter académico con una frecuencia semestral. Busca visualizar el producto de los ejercicios prácticos y reflexivos de los estudiantes y la comunidad académica en general interesada en los estudios históricos, generando un espacio para la difusión y el debate académico.
Rector Ignacio Mantilla Prada Vicerrector Jaime Franky Rodríguez Director Bienestar Sede Bogotá Oscar Oliveros Coordinadora Programa Gestión de Proyectos Elizabeth Moreno Decana de la Facultad de Ciencias Humanas Luz Amparo Fajardo Uribe
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/RevistaGoliardosUN @GoliardosUN Editor Docente Mauricio Archila Neira Universidad Nacional de Colombia Cra 45 No 26-85 Edificio Uriel Gutiérrez Sede Bogotá www.unal.edu.co
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Los textos presentados en la siguiente publicación expresan la opinión de sus respectivos autores y la Universidad Nacional no se compromete directamente con la opinión que estos pueden suscitar.
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CONTENIDO
Goliardos
TEMA CENTRAL / Eric Hobsbawn
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Mauricio Archila Eric J. Hobsbawm, desde los lentes de un historiador social colombiano Felipe Caro Romero La situación revolucionaria en Colombia Eric Hobsbawm
MEJORES ENSAYOS DE CURSO / Eric Hobsbawn
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Felipe Caro Romero Pequeñas luchas, grandes historias el constante enfoque global de Eric Hobsbawm
5 Javier Ardila Gutierrez. La morfología de la historia social y la historia de abajo-arriba en la obra de Eric Hobsbawm J. Manuel Oyola Ballesteros Eric Hobsbawm: por una investigación histórica para el cambio y sobre las transformaciones Daniela Moná Ramírez Opiniones sobre la historia: una reflexión sobre el quehacer histórico desde los pensamientos de Eric Hobsbawm J. Sebastián Maldonado Vélez El aporte de Eric Hobsbawm a la historiografía del siglo XX
TEMA LIBRE
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Nicolás Arias Herrera / El mito de la universidad: revueltas estudiantiles Rodrigo Andrés León Daza de la Universidad de los Andes en 1971-1972 L. Julieth Vargas Sánchez “El nadaísmo es una flor con sensibilidad socialista”: Los nadaístas y su relación con la política
NOTA EDITORIAL “La injusticia social necesita ser denunciada y combatida… El mundo no se va a arreglar por si solo” Eric Hobsbawm
El número XIX de la revista Goliardos está propuesto como un homenaje al historiador Eric Hobsbawm. Este número representa la consolidación de una nueva generación de estudiantes de historia, quienes están interesados en participar en los grandes debates historiográficos que conciernen a nuestra profesión. En este caso, asumimos el reto de trabajar sobre la obra de uno de los más famosos historiadores marxistas británicos. Con este número queremos revisar y discutir la obra de un historiador que es referente indiscutible dentro de la disciplina. Como estudiantes de Historia, estamos familiarizados, desde los primeros semestres, con Hobsbawm, si bien no a través de su estudio, sí de su nombre e influencia. Esto quiere decir que conocemos el nombre del historiador antes de conocer de cerca su trabajo. Esta edición de la revista pretende hacer un aporte a esta falencia en nuestra formación, e incentivar a los estudiantes a que hagan un estudio sistemático de la obra de este importante historiador. La obra de Eric Hobsbawm hace parte de la historiografía básica que todo estudiante de historia debería conocer, y aunque nuestros docentes reconocen su valor bibliográfico, son pocos los espacios que tenemos para estudiarlo de manera rigurosa. Ahora, esto puede parecer una acusación injusta si pensamos en las limitaciones logísticas de tal tarea, empero, creemos que existe un problema en este sentido.
El problema consiste en sobrevalorar la obra de este autor, a tal punto que no es necesario criticarlo o estudiarlo. Con esto, queremos resaltar que, en el Departamento, muchas veces (aunque no siempre) se obvia el estudio de algunos autores, y esto lleva a que en los espacios de formación de los historiadores no se permita la crítica reflexiva a las diferentes posturas entorno a las ciencias sociales en general y a la historia en específico. Lo anterior dificulta que emerjan novedosos análisis históricos, y que surjan profesionales con fortaleza argumental. Por ello, en esta edición presentamos seis artículos sobre Hobsbawm. Cinco de ellos son artículos de estudiantes, quienes intentan abordar diferentes problemas que surgen en la experiencia que se tiene al leer a Hobsbawm a lo largo de la formación profesional del historiador. Los trabajos se presentan como un ejercicio historiográfico que viaja a través de la vida y la experiencia de Hobsbawm. El sexto artículo es un trabajo por parte del profesor Mauricio Archila, docente invitado para este número. Archila presenta los aportes de Hobsbawm bajo la experiencia de la historia en Colombia, específicamente, la historia social. En su trabajo, intenta dar luces de cómo se recibió el trabajo de Hobsbawm y cómo su obra marcó a los historiadores profesionales. Vale la pena resaltar que su seminario, Marxistas Británicos, es el único espacio, en el pregrado en Historia, donde se estudia y se reflexiona la obra de Hobsbawm (aunque en un contexto más amplio). A parte de estos artículos tenemos la traducción inédita de un artículo que escribió Hobsbawm sobre Colombia al terminar su visita al país en la década de los 60. Lo publicamos con el ánimo de que circule este estudio entre el público colombiano y que sea un insumo tanto para repensar la posición de Hobsbawm sobre Colombia, como para los estudios del contexto nacional; y que, de paso, traiga a Hobsbawm al lente crítico de la disciplina que tanto se necesita actualmente frente a la canonización de algunos autores. Para el cierre de este número compartimos dos artículos de tema libre; ambos de estudiantes externos a la Universidad Nacional. Estos artículos son sintomáticos del reclamo que hacen
los estudiantes de pregrado en Historia por la falta de medios en los cuales se puedan difundir sus investigaciones. Poco a poco, en las universidades del país, este reclamo está siendo escuchado. Nuestra intención, con este homenaje, es que se repiense a Hobsbawm bajo una luz crítica; que se pueda presentar el cuerpo de trabajo de un intelectual y se estudie tanto por historiadores en formación como por historiadores profesionales; que su obra no se obvie o se pase de largo, que más bien, sea un paso hacia la consolidación de nuevas interpretaciones sociales. Muchas veces resulta difícil cuestionar aspectos aparentemente sólidos e inamovibles tanto ética como científicamente; no obstante, esto hace parte de la crítica del proceso de formación y como grupo estudiantil la apoyamos e incitamos. Con esto en mente, esperamos que los lectores disfruten de esta edición y hagan parte del debate que aquí proponemos. Esta nota editorial es producto de las reuniones del comité editorial sobre el tema propuesto para el número XIX. Felipe Caro, director de este número, agradece inmensamente la labor del grupo estudiantil GOLIARDOS en los últimos cuatro años y se siente orgulloso de la generación de estudiantes que participa actualmente del proyecto. A su salida, les desea éxitos en la aventura del proceso editorial y espera que la revista mejore cada vez más a lo largo de los siguientes años.
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TEMA CENTRAL Eric Hobsbawn
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ERIC J. HOBSBAWM, DESDE LOS LENTES DE UN HISTORIADOR SOCIAL COLOMBIANO Keywords:
Mauricio Archila Ph. D. en Historia Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá marchilan@unal.edu.co
Abstract
Eric J. Hobsbawm, social history, social
Resumen
movements, working class, Colombia.
El siguiente artículo muestra y estudia la recepción de la obra del historiador británico Eric J. Hobsbawm y su impacto intelectual en Colombia. El texto aborda cuestiones generales sobre la vida y obra del historiador; posteriormente, analiza cómo estos impactaron la historiografía colombiana y, en general, el mundo intelectual del país.
This article shows and studies the reception of the work of the British historian Eric J. Hobsbawm and its intellectual impact in Colombia. Text addresses general issues about his life and work and then, analyzes how they impacted on the Colombian historiography and, in general in the Colombia's intellectual world.
Palabras clave Eric J. Hobsbawm, historia social, movimientos sociales, clase obrera, Colombia.
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o que pretendo en este artículo es mostrar la recepción de la obra de Eric J. Hobsbawm (19172012) y su impacto intelectual en Colombia, vistos –literalmente– desde los lentes de un historiador social. Para tal fin, el texto inicia con algunas consideraciones generales sobre la vida y obra del historiador británico; posteriormente, desmenuzar sus principales componentes y analizar cómo estos impactaron la historiografía colombiana y, en general, el mundo intelectual del país. De la rica y compleja biografía de Hobsbawm, reconstruida tanto por algunos historiadores –especialmente en los obituarios en torno a su muerte a principios de octubre de 2012– como por él mismo1, destaco cinco rasgos, los cuales marcaron su trayectoria vital e intelectual: a) su origen multicultural y, por esa vía, su cosmopolitismo, que lo hace el menos inglés y el más universal los Historiadores Marxistas Británicos2; b) la militancia desde la juventud, más que en el comunismo como tal, en el marxismo; c) su proclividad a la polémica, sin perder la cordialidad en el trato humano; d) la capacidad de captar rápidamente la situación de un país, aunque fuera por una breve visita3, y e) de ahí se deriva una per-
1 Traducida al castellano como Años interesantes, una vida en el siglo XX (Barcelona: Crítica, 2003). 2 Junto con George Rudé, también de origen no británico. Este fue un grupo que nació en la militancia comunista de mediados de los años 40, con la intención de entender el pasado peculiar de la Gran Bretaña. Creó la revista Past and Present y, aunque se disolvió como tal en 1956, a raíz de la salida de muchos de sus integrantes en protesta por la invasión soviética a Hungría, siguió siendo una tradición teórica e historiográfica, al menos, hasta los años 80. Ver Harvey Kaye, Los historiadores marxistas británicos (Zaragoza: Prensas Universitarias, 1989), Introducción. 3 En ese sentido, además de ser poliglota y, por ello, lograr comunicación con gentes de culturas distintas –como fue el caso de América Latina– aprovechaba muy bien los viajes, ya que le prestaba atención a lo que decían los medios de comunicación; se entrevistaba con dirigentes de izquierda; pero, también de derecha y, sobre todo, conversaba con la gente del común. Este rasgo de su personalidad me lo ratificó en comunicación personal Catherine Legrand, quien lo vio un par de veces en Colombia y de quien Hobsbawm escribió una recomendación para ingresar a la carrera académica en Canadá: “Mi percepción de
manente adecuación de sus obras a los cambiantes contextos que vivió. Esto significa una cierta capacidad autocrítica, no solo por hacer este ejercicio en sucesivas ediciones de sus textos, sino por llegar al extremo de ironizar sobre su propia trayectoria vital en su recuento autobiográfico. En síntesis podemos decir que Hobsbawm no solo fue el historiador marxista más cosmopolita y, en ese sentido, el que trascendió mayormente los límites británicos en su producción, sino uno de los mejores representantes de la Historia Social y un defensor de los valores del marxismo, así como de la modernidad occidental; defensor sí, mas no apologista, pues nunca sacrificó la crítica a unos y otros. Sobre la contribución de Eric J. Hobsbawm a la disciplina, siguiendo a Harvey Kaye,4 destacaría cuatro o cinco áreas de trabajo historiográfico: 1) los obreros o, más ampliamente, el mundo del trabajo; 2) los campesinos y las formas no modernas de rebelión; 3) la historia del capitalismo en sus famosas cuatro “eras”; y 4) que no menciona Kaye –y que se puede subdividir a su vez en dos–, las reflexiones teóricas y metodológicas sobre el oficio del historiador, y sus incursiones en la llamada Historia del Presente. Si bien este es el orden cronológico que se le suele dar a la obra de Hobsbawm, en América Latina, el acceso a ella fue distinto: primero, se leyeron los libros sobre el capitalismo, a veces, divulgados bajo títulos como “las revoluciones burguesas” o los “orígenes de la revolución industrial”; luego llegaron traducciones sobre los rebeldes “primitivos”, los campesinos, los artesanos y
él fue que era muy abierto, rápidamente captaba la situación política, económica, social y cultural de un país. En eso era un genio. Fue alguien intelectualmente muy vivo que, de alguna manera, entendía las realidades contemporáneas más allá de los libros” (comunicación personal del 3 de abril de 2013). 4 Kaye, 126-150.
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la clase obrera; finalmente, para la obra reciente, sí ya hubo más sincronía con sus publicaciones en inglés, gracias a la encomiable labor de Josep Fontana, desde la Editorial Crítica de Barcelona. En todo caso, se trata de toda una obra dedicada a la historia de la gente del común dentro de la llamada “historia desde abajo hacia arriba”.5 No obstante, Hobsbawm no solo intentó entender a la gente del común en su vida cotidiana y en sus protestas, primitivas o modernas; sino enmarcarlas en los procesos históricos del capitalismo, desde una perspectiva teórica ligada a Marx y al marxismo; más al primero que al segundo. En efecto, una profunda dimensión política atraviesa su producción historiográfica e intelectual. Esto, obviamente, impactaría a muchos jóvenes latinoamericanos y de otras partes del mundo, quienes, en el decir de Geoff Eley, buscaron en la historia un espíritu insurgente.6 Ahora, veamos las áreas del trabajo historiográfico de Hobsbawm para, así, analizar el impacto académico y político de su obra en los intelectuales colombianos. Cronológicamente, la primera área de estudio fue lo que felizmente llamará, en los años 80, “el mundo del trabajo”. Y fue la primera porque su tesis doctoral versó sobre los fabianos, el grupo intelectual inglés que alimentaría al posterior Partido Laborista. Desde mediados de los 40, Hobsbawm se vinculó con el grupo de historiadores del Partido Comunista Británico (PCB) y produjo sus primeros artículos históricos referidos al movimiento obrero. De hecho, en la edición inaugural de la revista Past
5 Según George Rudé –El rostro de la multitud (Valencia: Uned, 2000, 93)– “la historia desde abajo” fue una expresión original de Georges Lefebvre, la cual sería retomada por los historiadores marxistas británicos. 6 Geoff Eley, A Crooked Line (Ann Arbor: The University of Michigan Press, 2005), 203.
and Present, de la que fue fundador en 1952, publicó un texto suyo sobre los ludistas. En 1964, casi paralelo al conocido libro de E. P. Thompson, sobre la formación de la clase obrera en Inglaterra, y en debate con él, publicó Trabajadores,7 y años más tarde, en 1984, El mundo del trabajo.8 Ambos textos fueron compilaciones de artículos y tuvieron mucho impacto en los historiadores sociales latinoamericanos, aunque se conocieron tardíamente por estos lares.9 Estos textos, sobre todo el primero, reflejan un acercamiento más “ortodoxo” al marxismo que el de Thompson. Y esto se proyecta en los temas que Hobsbawm aborda: las condiciones de nacimiento de la clase obrera, el debate sobre 13 los estándares de vida, la ideología y la conciencia de clase, sus formas organizativas, la aristocracia obrera y la falsa conciencia. Ahora bien, este tratamiento del mundo laboral, hecho desde una historia socio-económica más clásica, rompía con los determinismos estructuralistas del funcionalismo y el marxismo, y, al mismo tiempo, con la épica tradicional de las izquierdas, pues planteaba el estudio del conjunto de la clase y no solo de sus sectores organizados gremial y políticamente. Tal apertura temática la desarrolla en El mundo del trabajo, que muestra un acercamiento más cultural a los trabajadores, sin perder la referencia a lo material. Allí, hay capítulos muy inspiradores para la nueva historia cultural, como el de los Zapateros políticos, escrito con Joan Scott10. Se trata de un bello
7 Eric Hobsbawm, Trabajadores (Barcelona: Crítica, 1979). 8 Eric Hobsbawm, El mundo del trabajo (Barcelona: Crítica, 1987). 9 Como se ve, fueron traducidos al castellano en 1979 y 1987 respectivamente. Conviene hacer una precisión sobre las fechas de las ediciones de los libros de Hobsbawm que citaré: por lo común en el texto me referiré al año de la edición original en inglés; sin embargo, en las notas a pie de página cito el año de la edición a la que tuve acceso. 10 Eric Hobsbawm, El mundo del trabajo, cap. 7.
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acercamiento al mundo artesanal y, en concreto, a las pequeñas zapaterías europeas en donde, durante los albores del capitalismo, circulaban ideas revolucionarias en medio del fatigante trabajo del taller11. No obstante, también hay sugestivos acercamientos a los rituales obreros europeos, las imágenes de las mujeres en el mundo del trabajo y los símbolos de las izquierdas. Como lo he reconocido en un balance historiográfico sobre los movimientos sociales en Colombia12, los estudios laborales en el país se nutrieron de la obra de Thompson y Hobsbawm, especialmente, en la valoración de la vida cotidiana en el hacerse de la clase obrera, así como en sus dimensiones culturales, éticas y regionales, y aún en los primeros estudios sobre las mujeres trabajadoras. Muy ligada a esta área historiográfica, encontramos la de los estudios sobre los campesinos o los “rebeldes primitivos”, así llamada por ser el título de su primera obra publicada en 195913. En esta misma área, podemos ubicar, también, textos como Bandoleros (1969),14 Revolucionarios (1973),15 Gente común (1998),16 y la obra conjunta con George Rudé, sobre el Capitán Swing (1969),17 entre otros.
11 Quienes vimos una serie costumbrista en la televisión colombiana llamada “Don Chinche”, encontramos en uno de sus personajes, el “maestro Taberita”, una encarnación del zapatero político del que hablaban Hobsbawm y Scott. 12 Mauricio Archila, “Historiografía de los movimientos sociales en Colombia, siglo XX”, en La historia al final del milenio. Vol. I. (compilador) Bernardo Tovar (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1994), 286. 13 Según uno de sus biógrafos, poco antes había salido a la luz pública un libro sobre el jazz, bajo el seudónimo de Francis Newton. Ver Gregory Elliott, Hobsbawm, History and Politics (Nueva York: Pluto Press, 2010), 43. 14 Eric Hobsbawm, Bandits (Nueva York: Pantheon Book, 1981). 15 Eric Hobsbawm, Revolucionarios, ensayos contemporáneos (Barcelona: Crítica, 2000). 16 Eric Hobsbawm, Uncommon People: Resistance, Rebellion, and Jazz (Nueva York: The New Press, 1998). 17 Eric Hobsbawm y George Rudé, Revolución industrial y revuelta agraria: el Capitán Swing (Madrid: Siglo XXI, 1978).
Interrogado en 1978 por un grupo de historiadores radicales, dijo que había construido Rebeldes Primitivos18 por tres razones: 1) sus viajes al Mediterráneo, especialmente a Italia y España, lugares que le intrigaban, por lo que observó y conversó con los camaradas italianos –por ejemplo, la relación entre comunistas y viejas sectas religiosas como los lazaretistas–; 2) sus contactos con un grupo de antropólogos de Cambridge, quienes estaban interesados en estudiar rebeliones como la de los Mau Mau en África de los años 50, y 3) los efectos del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1956 y la desestalinización –formal– del comunismo.19 En dicha entrevista concluía, sobre la elaboración del libro: «más que aceptar acríticamente lo que muchos militantes comunistas creían en el pasado, yo estaba repensando las bases de la actividad revolucionaria».20 En su opinión, el libro ratifica la necesidad de un partido fuerte y organizado; empero, también muestra que ese es uno de los posibles caminos de la revolución, mas no el único. Años después, en su autobiografía, explicaría que, en su viaje por Latinoamérica, a principios de los años 60, experiencias como las del movimiento campesino en Cuzco, Perú, y la Violencia en Colombia, lo marcaron tanto que incluyó dos capítulos sobre estos
18 Eric Hobsbawm, Rebeldes primitivos (Barcelona: Ariel, 1974). 19 Me atrevería a sugerir que, también, fue influido por el descubrimiento de Antonio Gramsci, del que fue pionero en el mundo anglosajón. En su autobiografía, recuerda que se sentía cómodo con los comunistas italianos porque encontró que su gurú, Antonio Gramsci, era “increíblemente interesante, y después de 1956 me adherí a su postura política” (Hobsbawm, Años interesantes, 321). De hecho, dos años después, colaboró en un congreso de estudios sobre el pensador italiano, siendo, además, el único británico presente en el evento. No sobra señalar que lo cita oportunamente en el prólogo de Rebeldes primitivos (pág.22), para señalar que lo que Gramsci decía de los campesinos italianos meridionales de los años 20 se podría aplicar a otras partes del mundo contemporáneo. 20 Marho, “Interview with Eric Hobsbawm” en Visions of History (Nueva York: Pantheon Books), 32-33. La traducción de los textos en inglés es de mi autoría.
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casos en la edición en español de Rebeldes Primitivos de 1968. En Colombia, fue testigo, de primera mano, de los estertores de la violencia de los años 50 y su conversión en lucha guerrillera. En los meses que estuvo en el país en 1963, fuera de revisar lo que hasta el momento se había escrito sobre dicho fenómeno, tuvo fructíferas conversaciones con sociólogos como Orlando Fals Borda y Camilo Torres. Produciría, luego, un breve texto muy conocido “Anatomía de la Violencia” en el que la consideraba como la «mayor movilización armada de campesinos (…) en la historia del hemisferio occidental, con la posible excepción de algunos periodos de la Revolución Mexicana».21 Describía, entonces, tres zonas donde hubo violencia: la ganadera –los llanos orientales, de los que poco habla–; la cafetera –que combina economía de subsistencia y comercial–; y la de colonización amazónica. Ubicaba algunos reductos comunistas en las dos últimas zonas y se mostraba alarmado por la barbarie de la Violencia en Colombia. Así, recogía, en forma sintética, la idea de Fals Borda, de que la Violencia fue una revolución social frustrada.22 Con todo sostenía que había un larvado descontento social que podía alterar la situación del país. Paralelamente, escribió otro artículo, que no fue traducido al castellano, sobre la «situación revolucionaria en Colombia»23. Como insinúa el título, en este texto, retoma la idea de que hay un fermento social que puede transformarse en nueva revolución social. Por lo tanto, habría una curiosa trayectoria histórica en Colombia, a la que dedica casi la
21 Hobsbawm, Rebeldes primitivos, 264-265. 22 Hobsbawm, Rebeldes primitivos, 273. 23 Eric Hobsbawm, “The Revolutionary Situation in Colombia”. The World Today, Vol. 19, No. 6 (Jun., 1963). Agradezco a Rodolfo Hernández por llamarme la atención sobre este texto y facilitarme una copia.
mitad del texto: de una creciente agitación social entre los años 20 y la muerte de Gaitán en 1948, se pasó a una confrontación caótica durante la violencia; una vez esta se apaciguó en 1958, se insinúa un nuevo ciclo revolucionario. Este se siente más en los campos que en las ciudades, en donde la clase obrera está dividida y hay un estudiantado pasivo y una intelectualidad pesimista. En los campos, señala las zonas con presencia comunista que, curiosamente, corresponden a las tres áreas de agitación que había analizado en el anterior texto. Alaba que, en esas zonas, haya un disciplinado control, el cual impide la llegada de elementos armados externos, pero critica su aislamiento local. La situación re- 15 volucionaria se presenta, a su vez, porque hay un quiebre del sistema político y, sobre todo, de la vieja sociedad rural, procesos que dejan al estado sin control central en un práctico federalismo. Sobre Colombia, Hobsbawm escribió otros artículos, muy en la línea de los ya citados, como señala Jesús Antonio Bejarano en un balance sobre estudios rurales.24 En estos textos, era consistente, con su acercamiento, a los llamados rebeldes primitivos, para señalar su potencial revolucionario, siempre y cuando fuera canalizado por formas modernas de organización política. Allí incluía, diferenciando por 24 Jesús Antonio Bejarano, “Campesinado, luchas agrarias e historia social: notas para un balance historiográfico”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 11 (1983). Este autor se refiere, también, a otros artículos de Hobsbawm sobre Colombia, como el de “Peasant Movements in Colombia” de 1969 que no nos fue posible consultarlo. Bejarano cita otro sobre las Guerrillas en América Latina (aparecido en 1970 y que se pudo revisar) en el que rebate la teoría del foco de Regis Debray y la experiencia del Che en Bolivia. Para eso, se apoya en el caso colombiano y, especialmente, en la experiencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), para mostrar la importancia de tener un vínculo fuerte con los campesinos, incluso hasta asumirse como autodefensa de esa población, cosa que rechazaba Debray. Claro que le concede la necesidad de buscar una proyección nacional, trascendiendo el localismo, especialmente, por medio de una organización política como el Partido Comunista de Colombia (PCC). Ver Eric Hobsbawm, “Guerillas in Latin America”, The Socialist Register (1970).
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grados de rebeldía, desde los bandoleros hasta las nacientes guerrillas de los años 60. Tiempo después su lectura sobre el bandolero social fue cuestionada por estudiosos de la violencia, tales como Gonzalo Sánchez y Donny Meertens.25 Para estos autores, se trataba de otro tipo de bandolero, más conectado con el mundo urbano y con los partidos políticos; por ello, propusieron la categoría de “bandolero político”; la que inmediatamente suscribió Hobsbawm en el prólogo que elaboró para el libro de estos autores.26 Nuestro historiador retornó a Colombia un par de veces después: estuvo en el simposio internacional sobre la Violencia en la Universidad Nacional, en junio de 1984, y en un simposio latinoamericano sobre campesinos y economía cafetera en septiembre de 1988.27 Siempre aprovechaba para entrevistar gente e incluso hacer viajes a apartadas regiones, como Chaparral en el epicentro de la violencia, con el politólogo y amigo personal, Pierre Gilhodes.28 Prefería ese contacto directo con la gente del común y sus amigos, que meterse en eventos académicos a puerta cerrada. Días después del simposio sobre la Violencia de 1984, un par de profesores de la Universidad Nacional, miembros, en ese entonces, del PCC, le hicieron una entrevista de la cual vale la pena extraer algunas
25 Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, Bandoleros, gamonales y campesinos (Bogotá: El Ancora, 1983). 26 Allí, llega a decir que el bandolerismo, “en cierto sentido, más que el preludio primitivo de la organización campesina, fue un fenómeno ‘pos-político’” (“Prólogo” en Sánchez y Meertens, 10). 27 En el prefacio a la edición inglesa del libro de Mario Samper, William Roseberry y Lowell Gudmundson, (eds.) – Café, sociedad y relaciones de poder en América Latina (San José: Ediciones Universidad Nacional de Costa Rica, 2001), 14– reconocen los aportes de Hobsbawm a la conferencia, que se llevó a cabo en Sasaima, una aldea en la zona cafetera, distante una hora de Bogotá. Según recuerdo, cuando subió a Bogotá dio una charla en la Facultad de Economía en la Universidad Nacional, invitado por Gonzalo Sánchez, y, ahí, fue la única vez en que lo conocí en persona. 28 Hobsbawm, Años interesantes, 342.
de sus reflexiones sobre el caso colombiano. Preguntado por sus opiniones sobre el evento responde agudamente: «lo más sobresaliente es que ha sido posible organizar un simposio que habla en términos serenos de estos acontecimientos tan traumáticos de la historia reciente del país». Sin embargo, le impresionó el silencio de la gran prensa y los medios de comunicación sobre el encuentro: «Este silencio me parece sintomático de que mucha gente no quiere todavía que este asunto sea discutido en público»29. Concluyó la entrevista diciendo: (…) cada vez que vengo a Colombia redescubro mi inquietud por este país, uno de los más interesantes no solo para quienes investigan en Colombia sino también para los que estudian la problemática de las grandes transformaciones sociales y políticas de este siglo. He aprendido bastante de los trabajos de los colombianos30. Sobre estos temas volvió un par de años después, en un artículo para el New York Times, el cual fue rápidamente traducido y publicado por la Universidad Nacional31. El título, tal vez, no fue el más acertado
29 Rocío Londoño y Medófilo Medina, “Entrevista con Eric Hobsbawm”, en Estudios Marxistas, No. 27 (1984), 68. En esa ocasión, no compartió la opinión de los entrevistadores de que en el evento los extranjeros aportaron análisis comparativos con teoría, mientras que los colombianos fueron muy localistas aunque aportaron nuevas fuentes y datos. Reconoció que fue un simposio sobre la violencia en Colombia y, por eso, los colombianos presentaron los trabajos más específicos. Consideraba que los que más aportaron fueron los estudios regionales y no creía que estos carecieran de dimensión teórica. Sobre temas a investigar sugería que se mirara más el papel de la Iglesia y algunos problemas generales: “¿Cómo ha sido posible que los dos grandes partidos tradicionales se hayan arraigado hasta tal punto en el campesinado que produzcan una identificación casi existencial de la gente de las veredas con uno u otro partido?” (Londoño y Medina, 68-69). 30 Londoño y Medina, 69. 31 Eric Hobsbawm, “Colombia Asesina”, en Revista Universidad Nacional, Vol. 2 No. 10 (1986-1987), 56-61. Agradezco a Rodolfo Hernández por llamarme la atención sobre
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–“Colombia asesina”–; empero, su contenido era un lúcido análisis de la coyuntura de 1986 en perspectiva histórica. Comienza señalando que más allá de lo que se conoce de Colombia en el mundo –la cocaina y los libros de García Márquez– a los colombianos les preocupan los altos índices de violencia y, sobre todo, que retorne el desangre de los años 50. Se remonta a los inicios de la violencia y vuelve a señalarla como una revolución social transformada por la oligarquía en violencia partidista. Habla del problema agrario como germen de las guerrillas modernas, especialmente las Farc, de las que habla más elogiosamente que de las otras, al considerarlas movimiento de campesinos colonos. Posteriormente, se refiere al gobierno de Belisario Betancur (1982-1984), quien trató de inaugurar una nueva era al reconocer que la situación colombiana, incluida la violencia, exigía cambios sustanciales. Algunos de esos cambios, pactados con la insurgencia con la que entabló negociaciones, fueron implementadas por su sucesor, Virgilio Barco (1986-1990). Tal fue el caso de la elección popular de alcaldes. Sin embargo, bastó ese reformismo para desatar un “terrorismo de derecha” que estaba aniquilando, con total impunidad, a la expresión política de las Farc, la Unión Patriótica (UP), así como a innumerables activistas sociales y dirigentes de izquierda. A la pregunta de por qué este terrorismo, él responde que, por un lado, se debe a la «desintegración del sistema partidista y del estado (con excepción del ejército)»32, y por otro lado, al impacto del narcotráfico y la corrupción. Concluye diciendo que, al contrario de los Estados Unidos, para los colombianos el problema no es la droga sino la violencia.
este texto y facilitarme una copia. 32 Hobsbawm, “Colombia Asesina”, 60.
Por supuesto, Hobsbawm estuvo en otras partes de América Latina y escribió sobre ellas, pero Colombia sería uno de los casos más referidos. También viajó a Cuba desde los tempranos años de la Revolución y, en una ocasión, hasta hizo de traductor al inglés del Che Guevara –a quien no le guardará mucho afecto–.33 Visitó, además de Perú, a México, Brasil, Chile, entre otros. América Latina será fuente para alimentar su permanente reflexión sobre la política de los campesinos34. Y, por ello, volvió a Perú a estudiar las ocupaciones de tierras de los años 70, las que comparó con el auge de invasiones que desplegó el movimiento campesino en Colombia a principios del mismo decenio35. 17 Si bien no fue especialista en Latinoamérica, confiesa que la región le cambió su perspectiva histórica, «aunque solo fuera porque eliminó la línea divisoria existente entre países ‘desarrollados’ y el ‘Tercer Mundo’, el presente y el pasado histórico«»36. Como en el realismo mágico de Gabo, Hobsbawm encuentra, en América Latina, lo que las especulaciones contra-factuales no logran y, a primera vista, perecen imposibles: caudillos derechistas que inspiran movimientos obreros radicales, ideólogos fascistas que coinciden con sindicatos izquierdistas para hacer la revolución y otras sorpresas por el estilo. Volviendo al texto Rebeldes primitivos, este puede ser visto como un intento de incorporar los movimientos tradicionales en los “modernos”, tema que será de permanente crítica hasta el presente. Pero 33 Hobsbawm, Años interesantes, 239-240. Antes dice: “fui tachado de escéptico respecto a la estrategia guerrillera guevarista, la cual, en cualquier caso, resultó un auténtico desastre.” (Hobsbawm, Años interesantes, 238). 34 Hobsbawm, Uncommon people, cap. 11, en el que se refiere también a Colombia. 35 Hobsbawm, Uncommon people, cap. 12. 36 Hobsbawm, Años interesantes, 343.
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que, igualmente, puede ser entendido como una propuesta para considerar que los movimientos modernos incluyen elementos tradicionales. Es decir, sería un intento de flexibilizar la ortodoxia marxista y la rigidez de las teorías de la modernización. En el fondo, Hobsbawm se hacía una pregunta importante y novedosa en los años 50, hoy, aparentemente, es desechada: ¿cómo se forma la mentalidad (o conciencia) revolucionaria?37 Encuentra que esa mentalidad, muchas veces, arranca desde movimientos comúnmente considerados tradicionales o primitivos. Para ilustrarla nos recuerda que el mismo Marx provino de la “Liga de los Justos”, organización que, a su vez, se derivaba de la secta cuasi-carbonaria, los “Fuera de la Ley”. No obstante, nuestro historiador aclara que la Liga de los Comunistas, para la que se escribió el famoso Manifiesto, ya no era una hermandad del viejo estilo, pues había llegado al “racionalismo” completo en la organización38. Y decimos que era una pregunta renovadora porque, en los años 50, los militantes de izquierda, socialistas y comunistas, y no pocos anarquistas,39 despreciaban las formas tradicionales de rebeldía. Obviamente, la respuesta que dio a la pregunta, como lo reconoce parcialmente en el Apéndice a una edición posterior de Rebeldes Primitivos, no solo estaba impregnada de eurocentrismo40, teleología del progreso y aún dualismo entre lo moderno y lo tradicional, sino que terminaba siendo una alaban-
37 Pregunta que orientó a muchos historiadores latinoamericanos, dentro de los que me incluyo, en los acercamientos iniciales a los actores sociales de carne y hueso. 38 Hobsbawm, Rebeldes primitivos, 254-255. 39 A los que, con pobreza empírica y un evidente sesgo político, incluye como rebeldes primitivos. 40 Se habla de eurocentrismo no tanto porque escriba sobre Europa, lo cual no es del todo cierto como se ha visto, sino porque construye sus categorías analíticas desde ese espacio físico y cultural.
za al partido leninista de vanguardia, el que, a su juicio en ese momento, era el verdadero conductor racional de las luchas sociales. Si bien Hobsbawm se autocriticaba por el uso de modelos dualistas, nunca dejaría de utilizarlos, porque siguió siendo un historiador ubicado en la modernidad occidental. Le dio estocadas a dicho dualismo, como la que formuló en el famoso libro, editado con Terence Ranger, La invención de la tradición en 198341. En el ensayo introductorio, nuestro historiador llama la atención sobre que la invención de tradiciones se acelera en la era industrial. Es decir, que la modernidad se asienta en una incesante búsqueda de legitimación en el pasado, lo que, de alguna forma, diluye la tajante distinción entre lo moderno y lo tradicional. Esto, para no mencionar que hoy, dicho libro es punto de referencia en las ciencias sociales para hablar de tradiciones inventadas, aunque no pocas veces se cita abusando de la propuesta original de Hobsbawm y Ranger. Algo similar ocurre con construcciones teóricas como la “economía moral” de E. P. Thompson, o las “comunidades imaginadas” de Benedict Anderson. Posteriormente, los historiadores subalternistas de la India, especialmente Ranajit Guha, tomarán a Hobsbawm como ejemplo de la mentalidad colonial que subyace en el marxismo occidental y del supuesto desprecio a la conciencia y acción política subalterna. Por eso, la primera tarea de los subalternistas será criticar –deconstruir, en su lenguaje– la categoría de “rebelde primitivo”. Sin embargo, a veces, por denunciar los discutibles enunciados de las obras de Hobsbawm, no se lee con cuidado la letra menuda, que si bien sigue siendo la escritura de un marxista imbuido de valores de la modernidad occidental, 41 Eric Hobsbawm y Terence Ranger (editores). La invención de la tradición (Barcelona: Crítica, 2002).
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atisba críticas a ella misma y alienta a revalorar a los subalternos. Para citar solo un ejemplo, en el artículo sobre los campesinos y la política, nuestro historiador dice: «los campesinos son enormemente conscientes de su distinción y casi siempre de su subalternidad con relación a las minorías no campesinas, de quienes desconfían».42 Tal vez, a esto se refiere Guha cuando dice que Hobsbawm, al igual que Rudé, si bien condenan los movimientos primitivos de prepolíticos y espontáneos, a veces, atribuyen alguna organización y conciencia a esta rebeldía43. Dejemos esta área de aporte historiográfico para tocar, brevemente, la tercera: los estudios sobre la historia del capitalismo. Muchos de mi generación nos formamos con estos textos, en los que aprendimos a considerar grandes procesos globales, identificados; eso sí, con la historia de los países centrales. Hobsbawm los desarrolló en sus cuatro “eras”, conocidas en castellano como: de la revolución (1789-1848), del capital (1848-1875), del imperio (1875-1914) y la de las contradicciones o el –corto– siglo XX (1914-1990). Perry Anderson dice que se debe considerar una quinta “era”, la de “Hobsbawm”, la cual correspondería a su citada autobiografía44. Pues bien, las “eras”, escritas entre 1962 y 1994 –o 2002, si incluimos su autobiografía–, son obras de síntesis histórica, escritas con gran calidad narrativa. A ellas se deben agregar textos que encaran polémicas sobre grandes procesos históricos como Naciones y nacionalismo desde 178045, donde debate, con
42 Hobsbawm, Uncommon people, 149. 43 Ranahit Guha, Las voces de la historia y otros estudios subalternos (Barcelona: Crítica, 2002), cap. 4. 44 Perry Anderson, Spectrum: de la derecha a la izquierda en el mundo de las ideas (Madrid: Akal, 2008), 298. Más allá de esta fugaz ironía de Anderson. Se recomienda leer en paralelo los dos últimos textos. 45 Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780 (Barcelona: Crítica, 1991).
Benedict Anderson, entre otros, sobre los orígenes de las naciones; y Los ecos de la Marsellesa46, donde polemiza con el revisionismo en torno a la Revolución Francesa y sus consecuencias dos siglos después. Ambos fueron publicados en inglés en 1990, año en el que, a su juicio, se acababa el corto siglo XX; entre otras cosas, por el derrumbe del socialismo realmente construido. Lo que hacía en estos libros, como en gran parte de su obra, era librar las luchas presentes desde el estudio del pasado, pues, como él mismo lo decía, los historiadores «formulamos por escrito la historia de nuestro tiempo cuando volvemos la vista hacia el pasado y, en cierta medida, luchamos en las batallas de hoy con trajes de la época».47 19 Por supuesto, ninguna reconstrucción del pasado es ingenua y la de Hobsbawm no es la excepción. Él plasma en esas “eras” su visión académica y política que, ya se ha señalado, está impregnada de eurocentrismo y sobrevaloración de la modernidad occidental. En ese sentido, la obra que más debate ha provocado, y por eso, tal vez, ha sido la más leída –salvo que hasta hace pocos años no había sido traducida al francés– es la historia del siglo XX48. En particular, ha sido objeto de polémica la valoración que hace del comunismo ruso y aún del estalinismo, la cual a algunos les parece muy tibia y hasta complaciente. Un crítico cercano, como Anderson, dice que el libro refleja cómo el socialismo derrotado –los vencidos–, trata de explicar la historia del siglo XX –su derrota–. Por eso, titula el perfil biográfico que hace de Hobsbawm, “la izquierda vencida”49.
46 Eric Hobsbawm, Los ecos de la Marsellesa (Barcelona: Crítica, 1992). 47 Hobsbawm, Los ecos de la Marsellesa, 15. 48 Eric Hobsbawm, The Age of Extremes (Nueva York: Pantheon Books, 1994). 49 Anderson, Spectrum, cap. 13.
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Lo anterior nos conduce a la cuarta área, que quiero considerar en la prolífica labor intelectual de Eric Hobsbawm: el aporte del marxismo a la historia. Aquí, tenemos obras claves como la Introducción que hace a la tardía publicación de Marx, sobre las Formaciones económicas precapitalistas (1964)50, y libros como Sobre la Historia (1997)51 y el reciente Cómo cambiar el mundo (2011)52, cuyo subtítulo en inglés es precisamente “reflexiones sobre Marx y el marxismo”. En ellos, se ve un Hobsbawm defensor de los aportes de Marx a la historia, como teoría general de la sociedad –el materialismo histórico– y la lectura del cambio histórico desde la lucha de clases. Para nuestro historiador, Marx debe ser tomado como punto de partida y no meta de llegada; además, llama a seguir su método más que hacer una exégesis dogmática de su obra53. Baste señalar que en el último libro, Hobsbawm reitera la vigencia de Marx en su lectura de la dinámica del capitalismo y sus crisis, cosa que, según afirma, está siendo reconsiderada, no propiamente por los izquierdistas desmoralizados por el fracaso del proyecto socialista, sino por los banqueros y empresarios globales54. Nunca negó su inspiración marxista y su filiación política, con mayor cercanía a la obra teórica de Marx que a las prácticas de sus discípulos. Claro que fue consciente de que muchos componentes de la concepción de Marx se volvieron obsoletos con el paso del tiempo y, por ello, decía que seguramente si él viviera hoy, modificaría algunas de sus ideas, pero nunca cejaría en el propósito de cambiar el
mundo55. Eso es algo que el mismo Hobsbawm cumplió en su vida, hasta el último minuto como intelectual crítico56. Muy cruzado con lo anterior, está su contribución a la Historia del Presente, la quinta área de aporte historiográfico de Hobsbawm. Ya hemos mencionado su acercamiento histórico y autobiográfico al siglo XX; incluso, que muchas de sus reflexiones sobre “rebeldes primitivos” las hacía al calor de los acontecimientos contemporáneos. Asimismo, se encuentran obras como la entrevista con el periodista italiano Antonio Polito al cambio de siglo57, Guerra y Paz en el siglo XXI (de 2006)58, y Sobre el Imperio (2008)59, con las que nuestro historiador salta de la esfera estrictamente académica a la de intelectual público, teniendo un impacto más allá de la disciplina histórica. En estas publicaciones, hace una lectura crítica del presente en cuanto a temas como el capitalismo y la globalización neoliberal, las nuevas dinámicas imperiales de Estados Unidos, el terrorismo –desde abajo y desde arriba–, la violencia contemporánea, el deterioro de los derechos humanos –motivo por el que se lanzan algunas de las recientes guerras– y lo que él considera la resurrección del “barbarismo” en tiempos actuales. No falta quien considere estas obras como poco históricas, mas siempre lee el presente desde una perspectiva de larga duración. Todo esto nos lleva a la dimensión política de su compromiso, algo que atraviesa la vida y obra de Eric J. Hobsbawm. En su texto autobiográfico, él reconoce, de entrada: “me vi atrapado desde muy joven y du-
50 Karl Marx, Precapitalist Economic Formations (Nueva York: International Publishers, 1965). 51 Eric Hobsbawm, On History (Nueva York: The New Press, 1997). 52 Eric Hobsbawm, Cómo cambiar el mundo (Buenos Aires: Crítica, 2011). 53 Hobsbawm, On History, caps. 10 y 11. 54 Hobsbawm. Cómo cambiar el mundo, cap. 1.
55 Eric Hobsbawm. Política para una izquierda racional (Barcelona: Crítica, 1993), 14. 56 Elliott, Hobsbawm. History and Politics, X. 57 Eric Hobsbawm y Antonio Polito. On the edge of the new century (Nueva York: The New Press, 1999). 58 Eric Hobsbawm. Guerra y paz en el siglo XXI (Barcelona: Crítica, 2007). 59 Eric Hobsbawm. On empire (Nueva York: The New Press, 2008).
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rante tanto tiempo por el compromiso político, esa pasión característica del siglo XX”60. Por ‘compromiso político’ se entiende, no solo su larga militancia en el movimiento comunista, iniciada desde muy joven y que se prolongaría como miembro del PCB –en el que permaneció aun cuando sus colegas historiadores se retiraron en 1956 a raíz de la invasión soviética a Hungría–, sino cuando este partido se disolvió en los años 90, como intelectual de izquierda. La militancia partidista cuenta, evidentemente; sin embargo, su compromiso político no se limita a ella, pues es bueno decirlo, Hobsbawm fue un comunista atípico. Militó, sin lugar a dudas, mas nunca fue “el intelectual” de partido al estilo de Roger Garuady o de Louis Althusser, en el Partido Comunista francés. Tony Judt, en una reseña de Años interesantes dice que Hobsbawm se consideraba un “comunista tory”, a lo que el autor agrega que fue un “mandarín”, con toda la confianza y prejuicios de esa casta61. Claro que el mismo Judt lo tachará de ser el “último romántico” – algo que Hobsbawm consideraría una ofensa–, tal vez para señalar que fue uno de los pocos intelectuales de izquierda que siguió ejerciendo como tal después de la caída del Muro de Berlín. Más ajustado para la definición de su militancia es el libro del propio Hobsbawm, Política para una izquierda racional62, en el que recoge una serie de artículos sobre la crisis de la izquierda inglesa, al igual que los llamados que hace a la unidad, a revivir el espíritu de los “frentes populares”, y su apelación al realismo político, muy cercano al eurocomunismo, en boga por ese entonces. Ante todo,
resalta su insistencia en una acción “racional” desde la izquierda. Por eso, reitera, en el Prefacio, el llamado que hacía en 1981:
Desde esta postura, es obvio que nunca se consideraría a sí mismo como un “romántico”. 21 No tengo dudas de que su visión “leninista” sobre la superioridad del partido proletario lo marcó hasta el punto de infravalorar las formas de conciencia y de lucha de quienes se apartaban en él o nunca llegaron a ese nivel de “racionalidad”. Por eso, los tachó de primitivos, arcaicos, espontáneos, milenaristas o prepolíticos; incluso, con sus antiguos compañeros de militancia tuvo frases fuertes, comenzando por aquella de que “los partidos comunistas no eran para románticos”64. De Raphael Samuel dijo “esta ansiosa figura vagabunda, <era la> absoluta negación de la eficacia administrativa y ejecutiva”65. Y a E. P. Thompson lo consideraba un despistado “carente de brújula interior”66. Aun más preocupante que estos ligeros juicios sobre sus excamaradas, fue su descalificación de las nuevas izquierdas surgidas en los años 50 y 60, en Europa y en América Latina. Por eso tachó, a las guerrillas foquistas que surgieron luego del triunfo de
60 Hobsbawm. Años interesantes, 22. 61 Tony Judt. “The Last Romantic”, en New York Times, Book Review (20 de noviembre de 2003), 44. 62 Hobsbawm, Política para una izquierda racional. Aunque fue publicado en inglés en 1989, su traducción española fue en 1993.
63 Hobsbawm. Política para una izquierda racional, 8. 64 Citado por Anderson. Spectrum, 303. 65 Citado por Anderson. Spectrum, 307. 66 Citado por Anderson. Spectrum, 308.
(…) hacer lo que sin duda Marx hubiese hecho, esto es, reconocer la nueva situación en la que nos encontrábamos; analizarla de manera realista y concreta; analizar las razones (…) de los fracasos y de los éxitos del movimiento obrero, y formular no solo lo que nos gustaría hacer sino lo que se puede hacer63.
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la Revolución Cubana, de suicidas y de tener sueños absurdos67. Aquí es cuando su militancia partidista muestra un matiz ortodoxo, algo distante del que predicaba en su labor como historiador. Empero no quisiera dejar la impresión de que Hobsbawm fue un estalinista a secas; no sería justo con él y con la historia de la izquierda global. Tampoco se trata de beatificarlo desconociendo sus sesgos y limitaciones. Como mencioné al principio de este artículo, hay un rasgo de él que rescato: su capacidad autocrítica o, al menos, su habilidad para entender los cambiantes contextos y, de acuerdo con ellos, revisar su obra. Así ocurrió, por ejemplo, con relación al movimiento feminista. En 1969, escribió el texto Revolución y sexo68, donde expresa que el feminismo –considerado por él como una de las expresiones de la nueva izquierda europea– al buscar la liberación sexual, no estaba produciendo ningún cambio importante, pues no era una lucha anticapitalista sino que, de pronto, la desviaba. En ese momento, para él, reivindicar la liberación sexual era algo compatible con el mantenimiento del orden burgués. Incluso, llegó a decir burlonamente que, en el pasado, a los esclavos los dejaban desahogarse sexualmente69. Años después, en su autobiografía, reconoció que no había entendido el sentido emancipador del movimiento feminista: “Al volver la vista atrás después de más de treinta años, es fácil observar que interpreté mal el significado histórico de los años sesenta”70. Esto último, si bien no oculta el inicial sesgo machista y ortodoxo, también es un
67 Hobsbawm. Años interesantes, 345. Pero siempre las diferenciaba, como hemos visto, de aquellas que tenían bases campesinas. 68 Reproducido en Hobsbawm. Revolucionarios, 304-309. 69 Hobsbawm. Revolucionarios, 305. 70 Hobsbawm. Años interesantes, 235.
valiente ejemplo de un continuo estar pensando históricamente y revaluar viejos preconceptos. A modo de conclusión, podemos decir que la vida y obra de Eric J. Hobsbawm fue profundamente política. Ha sido, tal vez, el historiador social contemporáneo más conocido en el mundo, ciertamente sí lo fue en América Latina, y el defensor más eximio de una forma moderna de hacer historia contra ataques de distintos flancos. Siempre fue crítico de los supuestos logros de la modernidad occidental, ligados al desarrollo y al progreso; mas nunca dejó de defender sus valores, especialmente, la apelación a la razón. En consecuencia, durante los últimos tiempos, llamaba a reconstruir un “Frente de la razón” contra quienes querían suprimirla de las ciencias sociales y del pensamiento contemporáneo por medio del relativismo y el anti-universalismo: (…) es tiempo de restablecer la coalición de quienes desean ver en la historia una investigación racional sobre el curso de las trasformaciones humanas, contra aquellos que la deforman sistemáticamente con fines políticos, y a la vez, de manera más general, contra los relativistas y los posmodernistas que se niegan a admitir que la historia ofrezca esa posibilidad.71 Aquí, además, se manifiesta su devoción por las alianzas en el espíritu de los frentes populares que conoció en su juventud y a las que continuamente apelará en su trayectoria académica y política. Las preguntas que atraviesan sus textos siempre
71 Eric Hobsbawm. “Reconstruir el frente de la razón”, discurso de cierre del coloquio de la Academia Británica sobre historiografía marxistas del 13 de noviembre de 2004 (consultado en Internet el 18 de diciembre de 2014).
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apuntan a denunciar los usos y abusos de la historia a favor de los poderes establecidos. Frases que están en el artículo La historia de nuevo amenazada lo expresan claramente: «la historia es la materia prima de las ideologías nacionalistas o fundamentalistas. (…). El pasado es un elemento esencial, quizás, el elemento esencial de esas ideologías»72. Haciendo eco, implícitamente a Orwell, para quien el “gran Hermano” adecuaba cada día la historia a su favor, Hobsbawm también denunciaba que: «Si no existe un pasado adecuado, siempre se puede inventar»73. Podría multiplicar las citas pero me detengo acá para precisar lo que, a su juicio, es el sentido último del oficio del historiador: contribuir a que el presente no sea una mera repetición del pasado y, por esa vía, a proyectar un futuro mejor. Era su forma de articular la tríada que, desde la escuela de los Annales, ya preocupaba a los historiadores: pasado-presente-futuro. Por eso, Hobsbawm decía continuamente que el mundo presente no era un mundo que merecía perdurar, había que contribuir a cambiarlo. Y ¿cómo hacerlo? La opción del historiador por el cambio social estaba ligada a un compromiso radical con la búsqueda de la verdad. De lo contrario, como le repitió hasta el cansancio en Sobre la Historia, tergiversamos el pasado y nos convertimos en creadores de mitos legitimadores de los poderes del presente, poderes destructivos no solo de la naturaleza sino de la misma humanidad. Por ello, rechazó a quienes que no diferenciaban la ficción de la realidad y llamaba a reconocer que los hechos existen más allá de los historiadores y que no se pueden inventar. Este era el fondo epistemológico de su propuesta historiográfica, muy debatida por suponer un cierto objetivismo que muy pocos comparten hoy. Pero siempre fue planteada 72 Hobsbawm. “La historia de nuevo amenazada”, en El Viejo Topo, No. 72, (febrero, 1994), 77. 73 Hobsbawm. “La historia de nuevo amenazada”, 77.
con solvencia teórica, rigor empírico y coherencia ética. El actual contexto colombiano hace vigente su perspectiva crítica y su compromiso político. Me refiero a la violación de los derechos humanos que se sigue presentando contra activistas sociales e intelectuales críticos del establecimiento, a pesar de estar, hoy, en diálogos para lograr la paz. Esta persistente violencia hubiera motivado una respuesta enérgica de su parte, muy similar a la que pronunció con relación a la barbarie que se desató en Yugoeslavia durante los años 9074. A ese propósito, dictó una conferencia en 1994, titulada irónicamente: “Barbarie, una guía para el usuario”. Allí concluía: 23 Bajo estas circunstancias de desintegración social y política, deberemos esperar el declive de la civilidad y el crecimiento de la barbarie –porque a su juicio se habían socavado las defensas contra ella–, por eso nos hemos acostumbrado a lo inhumano. Hemos aprendido a tolerar lo intolerable.75 Parafraseándolo, si este es el mundo presente, no es un mundo bueno y no debería durar76. Y esto es válido no solo para Colombia sino, en general, para América Latina y otras partes del planeta. Tal es la lección de fondo que nos lega Eric J. Hobsbawm como historiador e intelectual a quienes todavía creemos que Marx nos aporta a la lectura del pasado para ayudar a cambiar el presente y así proyectar un mejor futuro. 74 Como recordaba la socióloga Rocío Londoño –a quien nuestro historiador consideraba una de sus amigas colombianas (Hobsbawm, Años interesantes, 341-343)– en entrevista a la Radio de la Universidad Nacional de Colombia (el 3 de marzo de 2013), hasta sus últimos días él siguió con atención la situación colombiana. 75 Hobsbawm. On History, 264-265. 76 Hobsbawm. The age of extremes, 81.
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LA SITUACIÓN REVOLUCIONARIA EN COLOMBIA ERIC HOBSBAWM1
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a tesis de este artículo se define a partir de la concepción en la que la historia de Colombia, en los pasados cincuenta años, puede ser entendida únicamente en términos de fracaso, o mejor, de aborto, de la clásica revolución social. Desde, por lo menos, 1930 en adelante, por una coherente revolución histórica, una revolución social se estaba preparando en Colombia; esta debió haber producido algo análogo al Fidelismo, un régimen de izquierda, populista, que trabaja en conjunto con los comunistas. De hecho, esta revolución alcanzó su clímax, una clara situación insurreccional, en un momento en el que tomar el poder era factible. Más que esto: la insurrección inició espontáneamente en abril de 1948 y fue apoyada por la policía de Bogotá. Sin embargo, no había nadie que la dirigiera y organizara. El movimiento populista de Jorge Eliecer Gaitán, siendo enteramente desorganizado, fue decapitado tras el asesinato de su líder; los comunistas no reconocieron lo que pasó hasta que fue muy tarde. En consecuencia, el país sucumbió en un estado de desorganización, guerra civil y caos local que se ha mantenido en los últimos quince años. 1 Traducción realizada por Felipe Cesar Camilo Caro Romero para el No. XIX de la Revista Estudiantil de Investigaciones en Historia del artículo “The Revolutionary Situation in Colombia” publicado en julio de 1963 en la revista The World Today, vol 19, no. 6. Este, a su vez, es la adaptación del documento hecho para el Latin American Seminar en Chatham House.
Eric Hobsbawn Autor del artículo Felipe Caro Romero Traductor del artículo Historiador Universidad Nacional de Colombia fccaror@unal.edu.co
La situación en Colombia hoy es, por lo tanto, mucho más significativa de lo que la mayoría de estudiantes de América Latina han supuesto; no solo porque el continuo avance hacia la clásica revolución social es excepcional en el continente, sino porque el grado de movilizaciones espontáneas en masa logrado en Colombia, especialmente entre los años 1948 y 1953, es el mayor en toda la historia de América Latina, con la excepción de México. (El Bogotazo de 1948 fue, por todas partes, la insurrección espontánea más impresionante de la pobreza urbana y la movilización de guerrillas campesinas– prácticamente todas las guerrillas en Colombia eran y son campesinas– ha sido considerablemente más grande que en Cuba, por ejemplo1. La razón principal por la que la situación colombiana fue y continua siendo crucial es el hecho de que Colombia es un país que puede hacer una diferencia decisiva en el futuro de América Latina, ya que Cuba, probablemente, no lo hará. Colombia es un país grande; en términos de población, es el cuarto 1 No hay bases estadísticas sólidas para el estimado de Monseñor Guzmán en su libro La Violencia en Colombia (Bogotá, 1962) en las que en un tiempo hubo hasta 30,000 guerrilleros armados en acción en el país. Pero es un hecho que, durante solo cinco días, en 1953, al final de la guerra civil, 6,500 rebeldes dejaron las armas; esta es una cifra considerable para las fuerzas irregulares.
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más grande del continente, y con la actual taza de crecimiento, pronto pasará a Argentina, para convertirse en el tercero más grande. Es un país rico, con una economía potencialmente balanceada. Su situación hace del país un punto estratégico entre el Caribe, América Central y los Andes del Sur de América. Bordea con Venezuela, Ecuador, Perú y Brasil, es decir, con muchos países que están listos para la revuelta; sería mucho más difícil presionar a una revolución colombiana que a una cubana. Que Colombia, junto con la mayoría de países Latino Americanos, con la posible excepción de Argentina y Uruguay, contenga el material crudo para una revolución social tanto del campesinado como de la pobreza urbana es evidentemente obvio. Así como que en otros países Latino Americanos, el problema no es descubrir el material explosivo para explicar el por qué no ha explotado, o – como en el caso colombiano- el por qué, habiendo explotado espontáneamente, se ha calmado en una masa humeante que muestra un brillo ocasional.
Antecedentes de la situación actual La historia moderna de Colombia puede decirse que inició con la depresión de 1929; y 1930 marcó la apertura de una nueva era política, con el regreso de los liberales al poder. Colombia tiene una estructura política especial con una oligarquía estable bipartidista LiberalConservadora; esta estructura ha excluido las formas usuales de caudillismo y también –y esto es excepcional– se ha enraizado entre el campesinado rural. En términos colombianos, entonces, la evolución política ha tendido a proceder, no dejando a los partidos tradicionales como lejanas y secas islas de los ricos, sino infiltrándolos y transformándolos. Así,
entre 1930 y 1948 el partido Liberal se transformó en el partido de las masas, gracias, por un lado, a la adopción de la emergente, urbana, industrial, no compradora clase media, que, como es usual, fue impulsada por el colapso de la economía de grano; y, por otro lado, gracias al esfuerzo hecho por el ala New Deal (Nuevo trato) de los liberales tradicionales para capturar el despertar político entre la población urbana, y en menor medida, la población pobre rural. Alfonso López, quizás bajo una influencia roosveltiana, siguió este plan con gran éxito en sus presidencias de 1934 a 1938y, en menor medida, de 1942 a 1945. Más importante aún, el movimiento de masas popular, organizado por Gaitán, se movió de regreso a la órbita del liberalismo, de donde había salido Gaitán; de hecho, Gaitán, eventualmente, tomaría el control del partido Liberal en 1946. Tal vez, debe añadirse que el partido Comunista, también fundado en 1930, tendía a operar bajo el ala general de los Liberales del New Deal. No fue, sin embargo, particularmente influenciado por Gaitán y sus partidarios. Por varias razones, se trató al gaitanismo con una profunda suspicacia hasta muy tarde, y esto probó ser un error decisivo. Esta tendencia en las políticas colombianas socavó la base completa de la oligarquía bipartidista, pues amenazó con convertir a los partidos en movimientos sociales, es más, en transformar al partido Liberal, con su atractivo para la población pobre, en un partido de permanente y sobrecogedora mayoría2. Este desarrollo puede ser visto como la causa principal de las guerras civiles de 1949-1953. Enfrentados con un eclipse virtual de largo tiempo, los
2 La Iglesia y ciertas áreas, tradicionalmente conservadoras, como Boyacá, probablemente habrían conservado cierta popularidad, entre el campesinado, para los conservadores. Aunque no muchas ciudades.
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conservadores tenían que responder, y, después de que la insurrección de 1948 les mostrara el completo peligro de su posición, lo hicieron por medio de un ataque sistemático a las regiones liberales del país, en conjunto con una deliberada conversión del aparato estatal, especialmente la policía y el ejército, en un engendrado interés conservador. Casualmente, una gran parte del salvajismo de los años recientes puede deberse al mismo miedo. Se ha sugerido al autor, por informantes locales competentes, que los deliberados atentados pueden haber sido instigados para intensificar el odio partidista entre liberales y conservadores, y, así, poder evitar la emergencia de una división de clase.
Las guerras civiles y la dictadura de Pinilla En abril de 1948, Gaitán fue asesinado y una insurrección estalló de manera casi inmediata. Fue enfrentada por una coalición bipartidista, es decir, por un cambio de los liberales moderados a los conservadores; esto, opuesto a los liberales del ala izquierda y a los gaitanistas, produjo una salvaje división dentro del partido. La coalición desapareció poco después de las elecciones de 1949. Los conservadores intentaron tomar la oportunidad para dividir, profundamente, al partido Liberal y establecer su propio poder. Esto, no obstante, solo podía ser echo con métodos extra electorales, y solo para ganar las elecciones de 1949. El ejército fue purgado de liberales y todos los medios administrativos y militares fueron usados por los conservadores, bajo el ala de derecha del candidato presidencial Laureano Gómez, con el fin de hacer las políticas liberales imposibles y aplastar los reductos liberales en el campo. El campo ya había sido alterado, considerablemente,
desde la muerte de Gaitán, y el ataque conservador produjo, en efecto, un movimiento liberal de auto defensa, el cual iba desde la formación espontánea de guerrillas campesinas a la disidencia colectiva de regiones liberales enteras, como los Llanos Orientales. La guerra civil pronto se transformó en algo más que una simple lucha partidista. Hablando ampliamente, en su punto más álgido involucró todas las áreas habitadas del país, con la excepción de las zonas costeras del Pacífico y del Atlántico. El régimen conservador se movió firmemente hacia una dictadura semi-fascista. En 1953, empero, el ejército, bajo el mando de Rojas Pinilla, depuso al gobierno para poner fin a la 29 situación tan intolerable; pues, para entonces, estaba claro que el experimento de gobierno de derecha de Laureano Gómez había sido un total fracaso. La guerra civil terminó en amnistía y la vida política fue, por lo menos, formalmente restablecida en el centro, aunque solo como un anexo al gobierno militar. No obstante, la dictadura de Rojas también falló. La violencia rural continuó después de 1954, aunque en un limitado sector del país, y fue claro que, el intento de Rojas de introducir un régimen similar al peronismo, fracasó. Le faltaban las bases esenciales del gobierno militar populista, principalmente, el apoyo de las masas, cuando las masas colombianas no eran suelo virgen políticamente hablando, sino tradicionalmente conservadoras, liberales o, en una menor medida, comunistas. A Rojas, también, le faltaban otros aspectos claves de las dictaduras latinoamericanas de los años 50, tal como Perón y Odría, principalmente, amplias reservas de capital extranjero o el apoyo de un boom en el precio de un producto de exportación básico. Los precios del café–del cual dependía el 95% de las exportaciones colombianas– cayó de 80 centavos la libra en 1954 a 45 centavos en 1958. Además, la mala
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administración económica de Rojas no ayudaba. Para 1957, había una severa crisis de exportación y fue necesario disminuir las importaciones drásticamente. La iglesia abandonó a Rojas, los dos partidos formaron un sólido fuerte bipartidista en el exilio y, en 1957, la dictadura cayó y el régimen presente tomó el poder, aparentemente como una medida temporal. El final de la guerra civil puede ser explicado de manera similar a su inicio. El conflicto se había convertido en un peligro al tomar matices de guerra social. En los llanos Orientales, por ejemplo, inició como la autodefensa armada de una sólida región liberal contra el gobierno conservador y fue organizada por rancheros, liderada por hacendados, y peleada por peones y jornaleros. Pero, tiempo después, el componente social en la gente de los llanos comenzó a molestar a sus líderes: la guerra contra Bogotá mostró signos de convertirse en una guerra contra los ganaderos, la cual favorecía un cambio social. Los magnates prefirieron, entonces, hacer paz con la capital, una vez garantizada su no interferencia. Desde 1953, los Llanos han estado quietos, aunque ahora contienen una porción clandestina de comunistas. Vale la pena mencionar que, en el curso de la guerra, unas pocas áreas comunistas–especialmente la denominada “República del Tequendama”, importante y estratégicamente situada a unas cuantas docenas de millas de Bogotá– se hicieron prácticamente autónomas, aunque los más ortodoxos entre ellos no hicieron ningún esfuerzo más que el de prevenir la incursión de todo tipo de forasteros, del gobierno o de otra parte. La dictadura de Rojas Pinilla en 1953 puso fin a la guerra civil; pero, el malestar revivió de nuevo. En 1957, sin embargo, los dos partidos tradicionales pactaron una tregua de doce años bajo la cual Colombia aún es gobernada. Solo liberales y conservadores pueden, ahora, presentarse a elecciones
–aunque, en un acuerdo que recuerda a Uruguay, grupos políticos organizados dentro de cada partido pueden presentar candidatos, y el partido Comunista aunque sin derechos, es legalmente tolerado–. Se turnan los presidentes liberales y conservadores. Este arreglo de tregua ha reducido significativamente la violencia, aunque recientemente ha revivido una vez más; esta vez, enteramente libre de lealtades partidistas, aunque alentada por el mero hecho de elecciones. Es, sin embargo, muy seguro que los liberales aún sean el partido mayoritario –en 1960 ganaron 1 1/2 millones de votos contra 1 millón de los conservadores– ahora, el balance se hace con el conservadurismo de las fuerzas armadas3. El elemento revolucionario ha pasado al apoyo de los llamados Liberales Revolucionarios bajo la influencia de López Michelsen, el hijo del presidente del New Deal, y los miembros de la extrema izquierda, tal como el líder campesino Juan de la Cruz Valera de Sumapaz, los cuales son elegidos como diputados del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL).
La situación hoy ¿Cuál ha sido la consecuencia de la guerra civil y del malestar rural que ha persistido desde entonces? En efecto, ha sido destruir el intento de organizar 3 La superioridad de los liberales se manifiesta en las elecciones parlamentarias entre 1930 y 1946, donde el partido se dividió por un tiempo. Por ejemplo:
Liberales Conservadores
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1935 436 234 1937 424 209 1939 472 227 1941 504 286 1943 480 236 1945 482 283
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una administración central efectiva durante la era conservadora. Actualmente, la única organización completamente colombiana, con el poder de reforzar un orden central y recolectar recursos de todo el país es la Iglesia –que tiene, por supuesto, intereses conservadores–. Existe un ejercicio de administración central, el cual depende, mayoritariamente, de un retiro de facto del gobierno de ciertas funciones locales, las cuales son cedidas a la administración local–en algunos casos, comunistas, en la mayoría, liberales o conservadores–. Esta situación, que recuerda los estados feudales, quizás no es peor en Colombia como en otros países de América Latina, aunque la compleja geografía de Colombia lo hace parecer más obvio. ¿Cuál es la situación hoy, en términos de fuerzas que pudieron haber colaborado en una revolución social, quince años después del Bogotazo? En las ciudades, que han crecido de manera increíblemente rápida, – las cinco ciudades más grandes han duplicado la población en los últimos diez años– todo está tranquilo. Gaitán está muerto y ningún líder, capaz de movilizar a los pobres urbanos, ha surgido. El movimiento urbano y obrero se ha dividido, gracias a la desmoralización y la segmentación ideológica de la guerra fría, en tres grupos principales: la Federación Colombiana de Obreros, vinculada con la Confederación Internacional de Sindicatos de Obreros Libres; un cuerpo católica, y una alianza de sindicatos comunistas e independientes. En el campo, la situación es diferente; la violencia no ha sido eliminada, y es endémica en cinco o seis departamentos –Valle, Tolima, Caldas, las partes fronterizas de Huila, Cauca y Cundinamarca, como también secciones de Antioquia y Santander/Boyacá. Está dormida en otros lugares. Quince años de caos la han convertido en una institución–; algunas veces, como en áreas cafeteras de Caldas, actúa de manera muy similar a las mafias sicilianas, en tanto es una or-
ganización de clase media rural de trabajadores y en ascenso económico. No es una institución que apunte a la revolución social. Recientemente, sin embargo, abandonados por los dos grandes partidos, los grupos de brigadas sobrevivientes y los nuevos grupos formados constantemente de segunda generación de hombres violentos han descubierto el llamado de luchar por los pobres contra los ricos, y se dice que la influencia comunista ha aumentado en ellos. Esto es verdad solo de una manera muy específica. El Partido Comunista no tiene el entusiasmo para los brigadistas, incluso cuando no son claramente anti-rojos, y se muestra muy reacio a establecer contacto con ellos.
Las áreas comunistas Por otra parte, las cuasi autónomas áreas comunistas y los núcleos persisten. Los hay de tres tipos. Primero, la “República del Tequendama”, que es similar en estructura social a la vecina área de violencia que se encuentra entre ella y Bogotá. Su población consiste en pequeños propietarios y granjeros antiguos que obligaron a los propietarios a venderles los terrenos antes de la guerra. Se ha convertido en una especie de la Suiza Comunista de William Tell, formada por cantones independientes como Viotá, administrados por un admirable funcionario del partido y antiguo trabajador de cervecería, Victor Merchan y Sumapaz, administrada por el antiguo líder campesino Juan de la Cruz Valera, quien ha pasado de manera sucesiva por el partido liberal, el partido comunista, el gaitanismo, su propio movimiento agrario y los liberales revolucionarios, los cuales parecen ser, en este caso, un camuflaje para las perspectivas más avanzadas. Esta área colinda con el segundo tipo de fortín comunista, el cual consiste en los espacios vacíos que se extienden desde las montañas hasta las planicies y la
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cuenca del río Amazonas. Estos territorios, gradualmente, han sido ocupados por grupos independientes de colonos campesinos, que, como hombres sin amo, tienen mucha simpatía con el comunismo. En estos inaccesibles territorios del Meta y el Caquetá hay bases de entrenamiento de guerrillas y otros centros, como bases de entrenamiento para la gente del Sumapaz y el río Duda; en el área de El Pato de Meta y en Belén (sudeste de Florencia). Hay, también, algunos centros comunistas en el Tolima (Villarica, Icononzo, Chaparral) y algunos–menos activos que antes– en la zona indígena de Cauca. El tercer reducto comunista son los núcleos semi-clandestinos de los Llanos Orientales. Las áreas comunistas están armadas, organizadas y disciplinadas, en un sistema común de administración, educación y ley, que son claramente reconocibles porque en medio de áreas sangrientas están libres de violencia. Su mayor ventaja yace en su atracción por el campesinado vecino, gracias a su evidente eficiencia y justicia de acuerdos; el mayor experto en el tema, Monseñor German Guzmán, considera que serán aún más atractivas. Su mayor debilidad es el muy espontáneo campesino que le da su valor; pues, de hecho, su horizonte político es completamente local; si se dejan solos, se concentran en sus propias regiones y difícilmente pueden desafiar niveles superiores de administración y actividad económica. Viotá, por ejemplo, vive en un estado de coexistencia informal con el gobierno central
Tomas de tierra Sin embargo, recientemente se ha vivido una forma más directa de agitación agraria, llamada, la ocupación de tierra. Este hecho es contundentemente similar a lo que está sucediendo en toda Latinoamérica, y no tiene correlación directa con la violencia. El movimiento para
ocupar tierra, ya sea espontáneo u organizado por los comunistas, no ha sucedido en una gran medida en la zona cafetera de pequeños propietarios granjeros, que es el centro de la violencia, sino, principalmente, en las zonas latifundistas del sur, Nariño, Cauca, Huila, parte de Tolima y –un nuevo fenómeno, o mejor uno antiguo revivido– en la costa Atlántica de Bolívar, Atlántico y Magdalena. La toma es llevada a cabo, en menor medida, por trabajadores sin tierra, los cuales son, más bien, una clase pasiva en todo el continente, y, en mayor medida, por co-propietarios y arrendatarios. La característica principal de esta actividad es que se corta completamente a través de la política. Así, para el final de 1961, en el área de Cunday-parte de la vieja zona de influencia de Tequendama y Juan de la Cruz-conservadores, liberales, comunistas y sacerdotes se unieron para invadir los estados y los propietarios prefirieron (de una forma similar a la situación en Perú) retirar a la ciudad. Generalizando, las áreas con una activa ocupación son en las que el gobierno ha decidido implementar reformas agrarias. Con la excepción de Santander, los otros nueve proyectos de reforma agraria iniciados en 1962 –parte colonización (como en Nariño y Antioquia), parte división de estado (como en Cunday)– afectaron tales áreas. Esto, de hecho, resalta la debilidad, en toda América Latina, de planes de reforma agraria desde arriba; en general, la única forma de llevar acabo la implementación activa de dichos planes es a través del levantamiento agrario.
La situación entre los estudiantes Respecto a la última clase insurreccional, los estudiantes, la situación actual en Colombia es estática. A diferencia de otros países de América Latina, Colombia no ha visto un contundente movimiento de Goliardos
izquierda de los estudiantes en los últimos dos o tres años. La Izquierda (incluyendo al MRL) es una distintiva minoría en Bogotá, e incluso en la Universidad Libre, una institución secular orientada fuertemente al marxismo, los fidelistas forman menos que la mitad del cuerpo estudiantil, como lo hacen en las facultades más politizadas de la Universidad Nacional: Derecho y Economía4. El ambiente general de los intelectuales de izquierda parece ser pesimista y desorientado, aunque los paros estudiantiles, que se extienden de una universidad a otra, como en 1962, son populares e influyentes. Un dato importante debe ser resaltado, no obstante: Entre 1948 y 1958, el número de estudiantes universitarios y de secundaria aumentó en un 140% aproximadamente. En 1958, había más de 19,000 estudiantes universitarios. Es más, varias universidades nuevas habían sido fundadas en varias ciudades, constituyendo, así, nuevos centros diversos de actividad revolucionara potencial.
Los partidos políticos
frente legal de la izquierda huérfana. –Juan de la Cruz fue uno de sus primeros líderes y se sentó por él en el Senado–. El MRL logró un triunfo inesperado en 1960, ganando el 20% de los votos liberales, y un mayor logro con el 36% de los votos en 1962. Su fuerza yace en el campo y en los pueblos medianos con tradición liberal; quizá, también, en sus vínculos con guerrillas y ex-guerrillas que tienen un considerable poder político local. En las grandes ciudades, falló de manera lamentable en 1962. Su atractivo es mayoritariamente gaitanista, aunque la hija de Gaitán, quien ha intentado revivir el movimiento, usualmente, se opone a él. Logra cuidadosas maniobras entre la identificación con los 33 fidelistas y comunistas, y la oposición a ellos que podría causar la pérdida de su apoyo. Actualmente, la tendencia es hacia la derecha. Es, entonces, una coalición de revolucionarios y reformistas; su líder, López Michelsen, está quizás a la derecha de su padre y, ciertamente, no es un revolucionario. Hasta el momento, la expresión en masas de la izquierda, sin embargo, es a través del MRL.
¿Cuál es la situación actual de los partidos y otros grupos políticos existentes? Hay, en primer lugar, evidencia de que todos los partidos, de alguna manera, se han debilitado. Así, en las elecciones de 1960 solo 4,4 millones de votantes se registraron, de 7 millones, y solo la mitad votó. En 1962, el porcentaje total electoral de votantes fue también solo de la mitad. El partido Liberal está, generalizando, dividido entre los liberales oficialistas de Lleras Restrepo y el MRL de López Michelsen, que es, de algún modo, aunque con mucha resistencia interna, también el
a. En varias universidades Nacional Andes Javeriana Libre Para: Castro 28-6 15-8 24-5 48-3 López 27-4 12-8 30-0 41-1 Kennedy 71-3 86-8 75-5 44-1
4 Porcentaje de estudiantes que aprueban varias figuras políticas, Julio-Septiembre 1961.
(R. C. Williamson, El Estudiante Colombiano, Bogotá, 1962)
b. Facultades de la Nacional, Bogotá Ciencias Naturales Educación Derecho ingeniería Psicología Economía Medeicina Sociología Para: Castro 25-6 23-3 44-4 López 23-9 21-4 49-3 Kennedy 74-6 73-3 54-4 Betancourt 36-2 27-1 21-7 c. Porcentaje de estudiantes de clase alta y media alta Nacional Andes Javeriana Libre 14-3 50-0 56-6 1-7
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Los conservadores tienen un factor importante, el apoyo de la Iglesia, aunque su alianza actual a este o aquel partido político –o Conservador– no es oficial y es condicional. Más allá del hecho de que el partido está fragmentado, principalmente entre los seguidores bipartidistas de Ospina Pérez y el ala derecha de los laureanistas. El antiguo dictador Rojas es también un poder a considerar. Quizás es erróneo el leer mucho significado social delas luchas políticas del siglo XVIII entre clanes políticos y conexiones, ya que las relaciones personales, lealtades familiares y alianzas tácticas entre bloques, probablemente, ejercían mayor influencia en tales combinaciones. Recientemente se han vuelto a combinar. Es probable, empero, que fuera del marco electoral, una facción consiente socialmente se está formando en algún lugar dentro del conservatismo. Compuesta, quizás, en su mayoría, de jóvenes falangistas, intelectuales y oficiales. En las circunstancias de América Latina, una derecha cuasi fascista puede fácilmente tornarse en un fuerza social potencialmente revolucionaria, como sucedió en Bolivia, o como formó una fuerte corriente nasserista en Perú. Es verdad que el ejército colombiano no tiene tradición, al igual que muchos otros países de América Latina, en golpes de estado y caudillos oficiales, pero la destrucción del sistema bipartidista ya ha puesto a un general–aunque quizás uno reacio– en poder temporal: Rojas Pinilla en 19531957. Puede que suceda de nuevo. La persistencia de la violencia, más bien militante, va en contra de esta posibilidad, sin embargo, pues los intentos de controlarla mantienen al ejército ocupado. La fuerza aérea y la marina tienen poco que ver con la violencia, pero esta última no parece que fuera a desarrollar tendencias revolucionarias.
El partido Comunista, mucho más pequeño y localizado que los otros dos partidos, está débil gracias a las disidencias internas y a una falta de control central sobre los distritos. Su liderazgo, bajo Gilberto Vieira, es de estampa ortodoxa; pero el partido nunca ha llegado al punto de monolitismo, y continúa en la primera fase, donde los grupos se dividen y se rejuntan a medida quela situación política cambia. Actualmente, los mayores disidentes son intelectuales, quienes consideran la política partidista muy moderada; aunque, recientemente, el maoísmo parece tener poca influencia. Más allá de ellos, están los fidelistas, siendo este término un sinónimo general para la oposición de izquierda a los comunistas. Ellos han formado el Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR), una coalición de distintos grupos locales, con el revivido gaitanismo de la hija de Gaitán y su esposo, quienes se posicionan como su fuerza directiva. Es probable que unos pocos grupos fidelistas permanezcan afuera del grupo. Todo esto en un intento de intimar acción directa y vínculos con las guerrillas existentes. La FUAR está compuesta, mayoritariamente, de intelectuales y, hasta el momento, sus actividades no han sido grandes.
Mirada al futuro No puede decirse que algún partido político o movimiento podrá, actualmente, levantar a las masas o que algún líder individual ha ganado una reputación nacional similar a la de Gaitán –Los líderes existentes no comunistas pertenecen a las familias políticas tradicionales, como los Lleras, López u Ospina, con todas las ventajas y desventajas que ello conlleva–. El MRL es la cosa más cercana a un movimiento de izquierda de masas, pero su esfera de influencia está limitada.
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Es posible, de hecho probable, sin embargo, que la estructura rígida del gobierno bipartidista se rompa por una división conjunta de conservadores y liberales inconformes, y que la completa agitación partidista se retome después del fin oficial de la tregua. Otra posibilidad, en esta u otra situación diferente, es algún tipo de dictadura militar. Hay algunos miembros de la izquierda que ponen sus esperanzas en la reacción contra la dictadura; no obstante, esto es solo otra manera de expresar su pesimismo sobre la situación actual. Parece claro que el resultado de la abortada revolución social de 1948 ha sido producir caos desorganizado. Superficialmente, la situación parece estable, pero esto es solamente un fenómeno ilusorio, puesto que, debajo de la superficie, un cambio social está tomando lugar de manera rápida. La población, como se mencionó anteriormente, está creciendo rápido; en la década pasada, ha aumentado en un 27%. La población urbana crece aún más rápido. Para 1970, la población, en Colombia, será predominantemente urbana y, lo que es más inusual, dividida entre varias grandes ciudades: Incluso ahora Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, cuentan, cada una, con más de un millón de habitantes5. Las condiciones de vida de la clase obrera son pobres, como lo demuestra el hecho de que los trabajadores urbanos colombianos gastan una proporción mayor de su salario en comida que los trabajadores brasileños, y una mayor proporción en ropa que sus vecinos en Ecuador. Hay evidencia de que, en las grandes ciudades, y principalmente en Bogotá, el estándar de vida de la clase obrera se ha deteriorado. La capital tiene, por ejemplo, un 5 Bogotá tiene once universidades; Cali dos, ambas fundadas en los últimos diez años, Medellín dos, y Barranquilla una.
consumo per cápita más bajo de proteínas y calorías, en general, que todas las mayores ciudades del país –excepto una–, y después de Cali y Pasto –Nariño–, tiene el mayor nivel de desigualdad de consumo entre la clase media y la clase obrera. Es increíble que esta situación no lleve, tarde o temprano, a un renacer de la agitación de masas en la capital y en otras ciudades. La industrialización es modesta y relativamente lenta: del porcentaje de trabajadores industriales en Colombia, en comparación con el resto del continente suramericano, es mayor solo que Bolivia, Paraguay y Ecuador. La desintegración de la sociedad rural tradicional se lleva acabo de manera acelerada, como lo 35 demuestran las migraciones hacia las ciudades; y la estructura de la tenencia de tierras y el estándar de agricultura permanecen arcaicos. Es muy pronto para juzgar el posible efecto de la reforma agraria, la cual, por el momento, está planeada para afectar una o dos zonas particularmente críticas. Sobre todo, la convicción de que algo debe cambiar, radicalmente es universal. Aunque los estudiantes están relativamente pasivos, un 82% (91% después de su primer año) está convencido de la necesidad de cambio; y un 72% sería gaitnaista si Gaitán aun viviese. Incluso, aproximadamente, dos tercios aprobarían un paro universitario. Es difícil predecir la forma del cambio político y social que vendrá o sus consecuencias. Sin embargo, cualquier observador que no crea que Colombia está viviendo nada más que una pausa por el cansancio, está por llevarse una sorpresa bastante afilada.
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MEJORES ENSAYOS DE CURSO Eric Hobsbawn
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PEQUEÑAS LUCHAS, GRANDES HISTORIAS EL CONSTANTE ENFOQUE GLOBAL DE ERIC HOBSBAWM1 Keywords:
Felipe Caro Romero Historiador Universidad Nacional de Colombia fccaror@unal.edu.co
Abstract
Hosbsawm, world
Resumen
history, local history, historiography.
El presente ensayo busca mostrar un tipo específico de trabajos del historiador Eric Hosbsawm, los cuales, aunque populares, no se suelen tener en cuenta de una manera conjunta. Los textos a trabajar presentan una visión específica para acercarse a problemas particulares, incorporando una perspectiva global de la historia. A diferencia de los trabajos sobre el siglo XIX y XX, claramente identificados como historia mundial, los textos a trabajar se enfocan en espacios geográficos específicos (y reducidos); sin embargo, no pierden de vista su articulación mundial, la cual trasciende más allá de la mera contextualización. Con esto, se espera romper con la idea de que los trabajos locales no pueden pensarse como problemas globales y que la especificidad también es útil para entender las dinámicas mundiales.
The following essay aims to show a specific kind of work of the historian Eric Hobsbawm, that usually is not much studied, although is very popular. These books have a specific way to approach particular problems with a global perspective of history. Unlike other works about XIX or XX century, clearly themed as world history, the books studied here focus on specific geographic spaces, but don’t loose the global articulation beyond mere contextualization. With this, we hope to break the idea that local works can’t have a global perspective and that the specific problem is also useful in order to understand global dynamics.
Palabras clave Hosbsbawm, historia mundial, historia local, historiografía.
1 Este artículo fue construido a partir de un trabajo entregado en el seminario teórico Los Marxistas Británicos de ofrecido por el departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá), el II Semestre de 2014.
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Ilustración - Laura Angel García.
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Colectivamente estos hombres y mujeres (gente humilde) son actores importantes de la historia. Lo que hacen y piensan tiene importancia. Puede cambiar y ha cambiado la cultura y la forma de la historia, y nunca más que en el siglo XX -EricHobsbsawm2
Introducción
C
uando se habla de Eric Hobsbawm, se pueden evocar muchas cosas. Un historiador con una larga trayectoria –nació en 1917, murió en el 2012– dejó como legado un número abrumador de trabajos. Sus textos sobre el largo siglo XIX –La era de la revolución, La era del capitaly La era del imperio– mantienen una perspectiva global, la cual busca presentar una panorámica completa de las dinámicas del capitalismo. Trabajos como este, y como La era de los extremos–Historia del Siglo XX– o como Nación y Nacionalismo, son obras que se mantienen comoreferentes globales, y dan una gran perspectiva del desarrollo del mundo. No obstante, este ensayo no va a tratar sobre estos trabajos –a pesar de reconocerles como ejercicios muy valiosos de historia mundial–, esto debido a que Hobsbawm también produjo otro tipo de trabajos que, a nuestros ojos, merece una igual atención. Los textos mencionados anteriormente son trabajos que poseen una visión global. Los temas que tratan la merecen, en tanto ejercicio comparativo o simplemente porque es necesario evaluar un
2 Hobsbawm. Gente poco corriente (1998)
suceso que no obedezca a los límites consolidados por los estados-nación. Empero, Hobsbawm escribió sobre otros fenómenos, los cuales, a primera vista, no parecen evocar una visión global, fenómenos que se podrían denominar de pequeña escala. Este ensayo abordará esos trabajos, ya que consideramos que han sido poco estudiados a la hora de entender la obra completa de Hobsbawm, los cuales poseen características especiales que los hacen particularmente atractivos a la hora de pensar en historia global, al presentar otra forma de entender las relaciones humanas en una escala más cercana –la del barrio, la fábrica, la familia, el bar, etc.–. Primero, se presentarán algunos de estos trabajos3, de qué tratan y cómo se trabajan. Luego se relacionarán, identificando sus características comunes. Al final, se darán unas conclusiones referentes a los aportes de estos trabajos a la disciplina y las implicaciones de los mismos en los estudios históricos mundiales.
Gente rebelde El primer trabajo publicado de Hobsbawm fue Rebeldes Primitivos. Salió en 1959 como una recopilación de pequeños trabajos sobre lo que este historiador considera es un fenómeno universal, la rebeldía4. Para Hobsbawm, el fenómeno del bandolerismo social es propio de las sociedades donde se está consolidando el capitalismo. Su propósito es registrar el proceso
3 Se citarán estos trabajos con la fecha original de publicación y, en la bibliografía, se referencia junto con la fecha de la edición correspondiente. Esto con fines puramente pedagógicos a la hora de identificar la cronología de la producción intelectual de Hobsbawm. También vale la pena mencionar que, aunque muchos de los trabajos citados se publicaron en otros contextos anteriores al de su recopilación en libros, la citación correspondiente se hace a partir de la referencia del trabajo editorial que los agrupa. 4 Eric Hobsbawm. Rebeldes primitivos. (Barcelona: Crítica, 2001) 16.
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adaptación de las comunidades precapitalistas a las luchas sociales y a la modernidad5. Más allá de establecer las condiciones necesarias que debe tener una sociedad para que surja este fenómeno, el autor siente que puede suceder en diferentes partes del mundo. Por ello, los trabajos del libro contienen casos acaecidos en Italia, España, Francia y, luego, en ediciones posteriores, se agregarán regiones como Colombia y Perú –gracias a pequeños viajes que realizó Hosbsbawm a estos países–. En sus diferentes apartes, el autor identifica diversos patrones, señalados en la introducción sobre el bandolerismo. En el capítulo sobre el bandolero social, por ejemplo, la perspectiva comparativa constante del modelo “Robin Hood” en diferentes países –Polonia, Eslovaquia o España – acompaña el contexto italiano y le dan al fenómeno un sabor transnacional6. Aunque cuando se habla de mafias o de milenarismo se está enfocando en las particularidades de un contexto, que equivale a un trabajo de reducción enorme –apoyado en el uso de bibliografía especializada y prensa de la época–, el conjunto del libro pone de manifiesto una característica clave para este ensayo: la visión internacional de Hobsbawm. Esta visión está integrada en capítulos como el de la turba urbana, la cual integra fenómenos italianos, pero con puntos de referencia franceses e ingleses7o el del ritual en los movimientos sociales, donde se llega a exponer, de manera paralela, fenómenos ingleses, franceses y alemanes8. Para hablar de rebeldes primitivos, el autor procura estudiar casos distintos de diferentes contextos, labor
5 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 14. 6 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 27. 7 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 151-152; 166-167. 8 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 218-219.
que se enriquece con la incorporación de las experiencias de Colombia y Perú, las cuales, aunque focos de bastante crítica, representan el esfuerzo de este historiador por estar al tanto de diferentes contextos en los que se puede experimentar la apuesta teórica. Incluso, en textos sobre un contexto en particular, no se pierde la comparación con otros procesos, como en el estudio de las sectas obreras inglesas, donde se comparan con las sectas en Noruega u Holanda9. Se ve entonces que, aun cuando este primer trabajo se centra en fenómenos locales, mantiene una perspectiva comparativa, en algunos casos de orden regional (a nivel continental europeo), lo cual le da una dimensión diferente a investigaciones que pudieron 41 haberse quedado en sus límitesgeográficosnacionales. Esta característica es clave, pues funciona integrando diferentes espacios en una sola visión de un problema.
Gente trabajadora En el libro El Mundo del Trabajo, Hobsbawm se propone estudiar a la clase obrera. Sin embargo, un estudio de la clase obrera merece diferentes aproximaciones, las cuales den cuenta de las diferentes dimensiones culturales. Desde el estudio de los rituales y las imágenes de los obreros, hasta los debates sobre la consolidación de una clase y una conciencia de clase. Lo interesante de estos textos, claramente más allá de la reflexión sobre la consolidación del mundo obrero y sus dinámicas al ser objeto de estudio de historiadores10, es nuevamente la visión internacional del fenómeno que le da Hobsbawm.
9 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 182-183. 10 Eric Hobsbawm, El mundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera. (Barcelona: Crítica, 1987) 16 – 17.
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En esta colección de ensayos, Hobsbawm rastrea problemas que atañen a la clase obrera, pero no solo a la inglesa. El problema teórico de la clase obrera, entendido como un problema tanto ideológico como investigativo, enmarcado en una concepción política de la historia, donde se habla de “cambiar el mundo”, es lo que preocupa al autor11y, por ello, demanda una particular visión del mundo que pueda articularse con la apuesta política que, según el autor, mueve a muchos de los historiadores de los trabajadores. En este caso, el internacionalismo es un punto clave de dicha visión. Por ello, si se piensa en una apuesta política real, en tanto se reconoce el problema de la clase obrera, es necesario entender sus diferentes dinámicas en diferentes contextos –recordemos aquel famoso llamamiento de Marx en el Manifiesto Comunista a los trabajadores del mundo–. Aquí es donde Hobsbawm rescata la visión internacional del problema. Para el autor, entender a la clase obrera demanda tener en cuenta las dinámicas nacionales que condicionan su experiencia particular12. Esto no solo se observa en el texto sobre la conciencia de clase. Cuando se habla de las imágenes de la izquierda, o las diversas experiencias nacionales del rescate de una figura femenina luchadora –Juana de Arco, por ejemplo–, se muestra como la particularidad nacional nutrió la constitución de iconos de izquierda de ambos sexos, los cuales se fueron reafirmando en diferentes lugares13. También se ve cuando habla de los zapateros, donde se identifica un sin fin de ejemplos, tanto en Europa como en América, sobre el papel que juega este gremio en los movimientos
11 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 27 – 28. 12 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 38. 13 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 118.
sociales14. Para Hobsbawm, entender estas dinámicas nacionales implica sumergirse en las particularidades de cada momento. Lo interesante es que, aunque el determinante de las condiciones es impuesto por las fronteras nacionales –tanto geográficas como legales–, una perspectiva global lo lleva a comparar procesos. A pesar de que no todos los artículos de este libro contienen una perspectiva comparativa –e incluso una referencia internacional, como en el caso de Rebeldes Primitivos–, sí es verdad que la mayoría se preocupa por trascender el simple estudio regional. La clase obrera se articuló en diferentes lugares, en diferentes momentos y de diferentes formas. La perspectiva comparativa resulta fundamental para entender procesos que se reconocen como parte de una dinámica mayor a los límites del estado nación. Si bien se mantienen ciertos estudios nacionales, como el artículo en respuesta al trabajo de Thompson sobre la formación de la clase obrera en Inglaterra15, nuevamente, viendo el conjunto del libro, se puede apreciar la voluntad del autor por presentar diferentes contextos geográficos.
Gente artística En 1998, Hobsbawm realizó nuevamente una recopilación de ensayos en el trabajo Gente Poco Corriente, donde busca mostrar una historia de la gente común; entendiendo a este grupo como la mayoría de los individuos que componen la especie humana16. El libro se puede dividir en dos partes. La
14 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 146-147. 15 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 239-240. 16 Eric Hobsbawm, Gente poco corriente. Resistencia, rebelión y jazz. (Barcelona: Crítica, 1999) 8-9.
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primera, compuesta por los apartados “La Tradición Radical” e “Historia Contemporánea”, contiene ensayos que siguen el trabajo de Rebeldes primitivosy de El mundo del trabajo17. En este apartado, incluso, se encuentran textos como “Zapateros políticos”, “La formación de la clase obrera, 1870-1914”, y “El hombre y la mujer: imágenes a la izquierda”, los cuales hacen parte del texto del apartado anterior. Las líneas de estos trabajos siguen la idea de estudiar el comportamiento de gente corriente, ya sea como obreros, como mujeres o como revolucionarios. Aunque no se hará énfasis en estos trabajos –puesto que ameritan otro ensayo exclusivamente dedicado a dicha tarea–, sí se señalará que trabajos como el de “La revolución y el sexo”, donde se discute el papel de la llamada liberación sexual en los movimientos revolucionarios18, hacen parte de una visión particular sobre el contexto cultural de sujetos que no son tradicionalmente estudiados. Sobre este contexto cultural de lo corriente se volverá más adelante, con otro trabajo. Por ahora se destacará como en estos trabajos nuevamente surge una visión internacionalista comparativa, en los capítulos sobre geografías distintas –como “Vietnam y la dinámica de la guerra de guerrillas”– y los capítulos donde se compara constantemente –como “El nacimiento de una fiesta: el Primero de Mayo”–. La segunda parte, que es la que nos interesa en este momento, está conformada por trabajos sobre el jazz. Hobsbawm era un aficionado al jazz. Desde joven, se sintió atraído por este sonido y, en 17 Hobsbawm. Gente poco corriente, 9. 18 Tema que lastimosamente no se amplió en otro trabajo, pues el autor hace unas fuertes críticas a los movimientos de liberación sexual de la dedada de los 60, y lo que implica la relación entre puritanismo y revolución. Esta visión va a ser reevaluada al final de su carrera, como confesará en una entrevista, donde reconoce el papel de la sexualidad en la apuesta revolucionaria. (Hobsbawm, 1998,p. 202).
su madurez académica, le dedicó tiempo19. Desarrollando este gusto con los ojos de un historiador, Hobsbawm estudió el género musical. Su texto más famoso sobre el tema es The Jazz Scene de 1959, su segunda publicación profesional. Ese texto es uno de sus trabajos menos revisado por los historiadores, pues se considera tangencial al trabajo “duro”. Por esto mismo –se puede pensar que–, no se encuentran fácilmente copias del trabajo en Colombia. Sin embargo, una aproximación menor al jazz se da en Gente poco corriente. Al igual que los estudios referenciados en los anteriores trabajos, el jazz puede entenderse como un fenómeno social. A esto apunta Hobsbawm, cuando 43 intenta reconstruir la historia de diferentes artistas o momentos del jazz. La recopilación de ensayos que presenta es variada: desde reseñas de trabajos sobre la historia del género –como el capítulo “Duke”– y notas necrológicas –Como la de Billie Holiday–, a por artículos científico –“El jazz llega a Europa” y “El jazz desde 1960”–. Esta sección muestra la versatilidad del autor a la hora de tratar una de sus pasiones y cómo puede trabajar en diferentes planos académicos, sin desarticular sus postulados intelectuales. En un primer artículo sobre Sidney Bechet, Hobsbawm nos muestra cómo el revival jazz o pixieland– género del cual resulta ser exponente Bechet–, bajo la políticadel New Deal, logróimponerse como un ritmo de las masas20, escuchado tanto por las clases altas como las medias y las bajas. Esta propuesta continúa en un artículo sobre la difusión del jazz en Europa. En dicho artículo, Hobsbawm discute el ascenso de la
19 Ricardo Rivadeneira, “Eric Hobsbawm, el historiador que amaba el jazz.”. En: revistaarcadia.com. (2012) 20 Hobsbawm. Gente poco corriente, 215-216.
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escena jazz en tanto se asocia con la modernidad que representa Estados Unidos después de finalizada la Gran Guerra21. El jazz es acoplado por los círculos intelectuales de izquierda por ser un género de masas, autodidacta y de protesta22. De allí, para el británico, al estudiar el jazz se está estudiando un proceso de transferencia transatlántica cultural y social23.En un último artículo, que resulta ser parte de las notas introductorias al The Jazz Scene, Hobsbawm discute cómo el jazz fungió como mecanismo de ascenso social y de disolución –aunque sea parcial– de las barreras raciales que eran tan fuertes en el Estados Unidos de inicios del siglo XX24. Se piensa, entonces, en el jazz como objeto de estudio de un historiador social. Para Hobsbawm, el jazz tiene características especiales que lo posicionan como un género de música especial. Como fenómeno cultural es internacional y como fenómeno social es masivo. Resulta ser el ejemplo de cómo lo cotidiano puede ser estudiado de manera seria, en tanto está inmerso en dinámicas sociales más complejas. Para Hobsbawm, una historia del jazz es una historia de luchas, de resistencia, de estética y de rebeldía. Nos encontramos, nuevamente, frente a un trabajo que rescata lo particular enmarcado en un contexto mundial. Algo tan cotidiano como la música resulta ser objeto de debate en torno a las relaciones sociales. Hobsbawm no menosprecia esta dimensión cultural como inocente frente a las dinámicas económicas o políticas del momento. El jazz hace parte de dichas estructuras. Veamos un último trabajo de Hobsbawm para enlazar estos textos.
21 Hobsbawm. Gente poco corriente, 243. 22 Hobsbawm. Gente poco corriente, 248. 23 Hobsbawm. Gente poco corriente, 150. 24 Hobsbawm. Gente poco corriente, 259-260.
Gente con tradiciones El último texto que se señalará es The Invention of Tradition (1983) que Hobsbawm editó junto con Terence Ranger, un africanista inglés. La apuesta del trabajo es bastante interesante: Los autores quieren posicionar las tradiciones como objeto de estudio, en tanto la mayoría de estas se perciben como antiguas y resultan ser una invención de los procesos nacionalistas25. La idea de trabajar las tradiciones es desenmascarar lo inocente de aquello que tiene una clara apuesta política. De buscar en lo cotidiano, lo que se percibe como tradición, un entramado social más complejo que dé cuenta de las relaciones políticas específicas. En el libro, se estudian desde los kirt escoceses y la literatura galesa, hasta las presentaciones de la monarquía inglesa y las legitimidades performativas del imperio británico en la India. Los seis capítulos, de seis investigadores diferentes, plantean una tradición que se institucionaliza formal o informalmente en función de una voluntad. Si bien, a primera vista, los casos pueden parecer completamente disímiles, en la introducción –escrita por Hobsbawm– se plantean unos supuestos teóricos, que si bien son algo vagos en tanto la diferencia de tradición y costumbre26 proponen retomar el estudio del los folkloristas, con las herramientas del historiador social, para dilucidar los juegos de poder que se esconden detrás de lo popular: cohesión social, legitimar poder o modificar comportamiento. Estos son los tipos de tradiciones inventa-
25 Eric Hobsbawm, The invention of tradition. (Cambridge: Cambridge University Press, 2000.) 9 26 Esto lo resalta mucho Peter Burke en una reseña que realiza del texto. Siendo para él, el mayor defecto del texto. (Burke, 1986. P. 316).
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das, clasificadas según su uso político27. En ello, se puede ver que lo que le interesa a Hobsbawm es la relación de dichos fenómenos con los sistemas hegemónicos, con la ideología dominante –no con el zeitgeist de una comunidad–. La tradición se vuelve un artefacto por medio del cual se controla al pueblo. El capítulo que él trabaja, por ejemplo, sobre las tradiciones masificadas; por ello, estudia desde el 1 de mayo hasta el fútbol como fenómenos que buscan cohesionar y/o dominar. No hay inocencia en estos fenómenos, su propósito es claro ya sea a nivel micro o macro. Lo especial del texto es que, nuevamente, Hobsbawm se está preguntando por lo cotidiano, por lo pequeño, pero le da un carácter importante. Su acercamiento a lo sencillo se ve sumergido en una panorámica global, la cual saca del provincialismo cualquier estudio que estélimitado geográficao cuantitativamente. Lo aparentemente inocente se vuelve una herramienta de dominación. A continuación, se mostrará qué tienen que ver estos trabajos entre sí y con el trabajo, en general, de Hobsbawm.
Para Hobsbawm, la historia es la materia prima de toda ideología28, por ello existe una responsabilidad en el historiador de criticar todo abuso políticoideológicoque se hace de la misma. No obstante, la apuesta de la historia ha de ser por un cambio, como señala en El mundo del trabajo. Y, este cambio ha de estar referenciado por los estudios históricos, pues el pasado es la pauta que se construye del presente
y se proyecta hacia el futuro29. En este sentido, las investigaciones históricasresponden no sólo a un simple filantropismo académicode saber por saber; también reflejan unas necesidades de cambio que reclaman explicaciones y proyecciones de un estado del mundo que “puede ser mejor”. La construcción de modelos sociales que den cuenta de la organización de los individuos en tanto relaciones económicas y políticas permite construir un panorama general de la situacióna fin deplanificar un cambio real. De allí, por ejemplo, la necesidad de una historia desde abajo30.En este sentido, los trabajos de Hobsbawm revelan mucho de su apuesta política. Para este historiador, el proceso de conexión 45 global está presente en las vidas de los sujetos. No existe un hecho particular, aislado y único que se constituya en sí mismo de manera hermética. Todos los fenómenos sociales, desde un golpe de estado hasta una huelga, están relacionados de manera conjunta. Para entender las dinámicas de los grandes procesos políticos y económicos, es necesaria una aproximación a lo particular, donde las relaciones entre clases, entre dominados y dominadores, puedan verse claramente. Las especificidades de los trabajos mostrados no se pueden discernir en los textos del largo siglo XIX o del corto siglo XX, mas, están presentes en tanto representan aquellos grandes movimientos que allí se buscan describir. Los fenómenos de bandolerismo social o de radicalismo del gremio de los zapateros son las manifestaciones del proceso de capitalización de la sociedad. Dicho proceso afecta núcleos específicos que pueden entenderse de manera puntual. Son las vidas cotidianas en donde estas luchas se dan.
27 Hobsbawm. The invention of tradition, 13. 28 Eric Hobsbawm. Sobre la historia. (Barcelona: Crítica, 2010) 17.
29 Hobsbawm. Sobre la historia, 31-32. 30 Hobsbawm. Sobre la historia, 213-214.
Lo mundial y lo singular
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Hobsbawm no solo proclamaba una afiliación política de izquierda –fue miembro del Partido Comunista, permaneciendo incluso después de que muchos de sus compañeros historiadores se retiraron a causa de la invasión soviéticaa Hungría–, la plantea en sus trabajos. Se preocupaba por estudiar a la gente común, a la gran mayoría. Cuando en sus textos habla sobre el cambio o la revolución, no se refiere a una elite, etérea y distante; se refiere a las masas humanas, al conjunto de gente que compone dichas muchedumbres. Su apuesta política, en este tipo de trabajos, es rescatar el individuo, al sujeto común, hacerlo parte del proceso histórico, darle dignidad. De allí que se centre en fenómenos de pequeña escala, los cuales permitan identificar a los actores poco referenciados en estudios históricoclásicos –donde prima el proceso de masas o la identificación de grandes personajes.
Concluyendo: Pensar lo común globalmente La intención del texto no es hacer de Hobsbawm un santo. Como investigador no estaba exento de cometer errores, como cualquier otra persona. El trabajo que realizó sobre Colombia –en medio de todos los méritos que significó realizarlo– ha sido fuertemente criticado; así como, sus apuestas, por ejemplo, en lo referente a la revoluciónsexual. Sin embargo, se reconoce que su apuesta a la visión mundial de los procesos sociales es admirable. Hobsbawm da un ejemplo de que es posible acercarse, de manera global, a problemas locales. Este es el valor que se rescata para la historia mundial, acostumbrada a mirar los estudios locales con malos ojos, tachándolos de provinciales y herméticos. Aquí se espera haber mostrado que este autor no solo
tomó ejemplos locales de varias partes del mundo; también, los conectó a dinámicas que escapan las limitaciones nacionales en tanto se entienden como parte de una articulación teórica mayor, influencia del marxismo, que referencia procesos de gran envergadura a nivel mundial. Claramente la especialización del autor en occidente medio sobre las formas comparativas que desarrolló es mayora la de muchos otros historiadores sociales contemporáneos y pasados, incluso, cabe preguntarse si, en algúnmomento, se interesó por otros hemisferios, teniendo en cuenta que, en su libro Sobre la Historia, se hacen referencias constantes a Ibn Jaldún. Su versatilidad de temas y su prodigiosa curiosidad sobre diferentes procesos hacen de su obra todo un ejemplo para historiadores sociales y, en especial, para historiadores mundiales. Mantener siempre una perspectiva comparativa – independiente de la escala que se maneje: regional, nacional, continental, barrial, etc. – ha de ser una lección que todo historiador debe aprender. Como seres humanos estamos conectados de formas que ni siquiera podemos comprender y los fenómenos que se realizan en un punto tienen consecuencias a largo plazo, las cuales son difíciles de entender si no damos un paso atrás para ver el panorama mayor. Salir de nuestro propio ombligo y enfrentarnos al mundo al que pertenecemos, es esta una de las recomendacionesmemorables de Eric Hobsbawm.
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Bibliografía Fuentes Secundarias Libros Hobsbawm, Eric. Gente poco corriente. Resistencia, rebelión y jazz. Barcelona: Crítica, 1999. [1a ed.: 1998]. Hobsbawm, Eric; Ranger, Terence (Eds.). The invention of tradition. Cambridge: Cambridge University Press, 2000. [1a ed.:1983]. -----------. El mundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la claseobrera. Barcelona: Crítica, 1987. [1a ed.:1984]. -----------. Rebeldes primitivos. Barcelona: Crítica, 2001. [1a ed.:1959]. -----------. Sobre la Historia. Barcelona: Crítica, 2010. [1a ed.:1997]. Kaye, Harvey J. Los historiadores marxistas británicos: un análisis introductorio. Zaragoza: Universidad de Zaragoza, 1998.
Artículos Burke, Peter. “Review the invention of tradition”. En: The english historical review. Vol. 101. No. 398. (Jan 1989). Pp. 316-317. URL: www.jstor.org/stable/571469 [Consulta: 28/09/2014].
Recursos electrónicos Caro, Felipe. “Reseña The invention of tradition”.En:Artículos y reseñas de historia. URL: http://resenasunal. blogspot.com.co/2013/02/resena-eric-hobsbawm-invention-of.html [Consulta: 18/04/2015] Departamento de Historia. Coloquio: ¿Para quién es la historia? A propósito de Eric Hobsbawm (1917-2012) y el compromiso político. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá: 2013. Rivadeneira, Ricardo. “Eric Hobsbawm, el historiador que amaba el jazz”. En: revistaarcadia.com. (2012). URL: www.revistaarcadia.com/historia/articulo/eric-hobsbawn-historiador-amaba-jazz/29757 [Consulta: 28/09/2014].
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LA MORFOLOGÍA DE LA HISTORIA SOCIAL Y LA HISTORIA DE ABAJO-ARRIBA EN LA OBRA DE ERIC HOBSBAWM Keywords:
Javier Ricardo Ardila Gutiérrez Estudiante del pregrado en Historia Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá jrardilag@unal.edu.co
Abstract
Theory of history, social history, history from
Resumen
the bottom-up, British Marxists, historiography.
Este corto ensayo plantea un bosquejo de la composición morfológica del tipo de investigación histórica propuesta por el historiador Eric Hobsbawm. A partir de la lectura de algunas de sus obras, tanto de aquellas que se ocupaban de la reflexión de la teoría histórica como de la aplicación de dicho marco teórico y conceptual en la investigación de problemáticas de interés historiográfico, se pretende esclarecer tópicos metodológicos y reflexivos angulares. Estos tópicos otorgan un rasgo distintivo a la historia social e historia de abajo-arriba que propone Hobsbawm, presentada como novedad hacia los años 60 del siglo XX y consagrada dentro de la disciplina historiográfica como una de las tendencias de reflexión teórica con mayor fortaleza en nuestros días.
This short essay presents a sketch of the morphological composition of the historical research proposed by the historian Eric Hobsbawm. Reading some of his works, from those about the reflection and application of the theoretical and conceptual framework to the investigation of historiographical problems, it is intended to clarify methodological topics and reflective hallmark of Social History and History from the “bottom up”, both promoted by Hobsbawm as a newnessin the 60's decade of the twentieth century, but, currently consecrated in the historiographical discipline as one of the stronger trends in the theoretical reflection.
Palabras clave Teoría de la historia, historia social, historia de abajoarriba, marxistas británicos, historiografía
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Introducción
¿
Qué gana Hobsbawm con el rescate de los zapateros como sujetos políticos? Una cuestión que, a simple vista, parece banal e inclusive curiosa, desde el momento en que la mente se atiborra de prejuicios y se cuestiona acerca de la utilidad de tales planteamientos o de su pertinencia al estar inmersos en el estudio de los cambios “importantes”en la historia de la humanidad. Sin embargo, al estudiar el caso con amplio rigor y correlación erudita entre diversos autores y fuentes, Hobsbawm encuentra, con la descripción de un contexto social, económico, político e intelectual, la manera de fortalecer las premisas que inician su análisis bajo la concatenación de causas, para explicar cómo «La reputación del zapatero como filósofo y político popular es anterior al capitalismo industrial y llega mucho más allá (…)»1. Adentrándose en los interrogantes y las fuentes, además del uso de una parte de sentido común y lógica para atar cabos, Hobsbawm encuentra que la alfabetización e interés intelectual del zapatero derivaba de las características de su trabajo–sedentario y con poco uso de fuerza física–además de la independencia que le permitía el ejercicio de su oficio aumentando el carácter radical de sus pensamientos. La morfología de este caso no es un elemento excepcional y variados protagonistas, quienes desde un punto de vista formal y tradicional no habrían sido objeto de estudio de las grandes historias económicas y políticas, empiezan a tener voz y vida en la obra de Hobsbawm. Ahora que se comprende que esta perspectiva dista de otras formas de hacer historiografía, es importante plantearse dos
cuestiones que, en el trascurso de este ensayo, pretenden ser desarrolladas. Lo primero es entender de qué manera son estudiados esos nuevos sujetos y personajes históricos, tomando como referentes las categorías denominadas “historia social” e “historia de abajo-arriba” que, inmersas en el conjunto de la línea historiográfica de los Marxistas Británicos, iniciarían como paradigma de estudio histórico hacia los años 60 del siglo XX. La segunda cuestión versa sobre la utilidad que el análisis riguroso de los nuevos protagonistas de la historia puede otorgar desde la perspectiva de Hobsbawm. El presente ensayo se estructura en cuatro secciones, donde se busca entender la correlación entre la historia social, la historia de abajo y el pensamiento marxista en la metodología de investigación de Eric Hobsbawm. La primera sección busca entender las razones por las cuales las perspectivas de la historia de abajo-arriba y la historia social resultaron más pertinentes para dar respuesta a los planteamientos y problemáticas que se hace y le hace a la historia Hobsbawm. La segunda sección intenta hacer un esbozo acerca de la manera en que se hace efectiva esta correlación y de qué forma se puede entender articuladamente el procedimiento investigativo y sus propuestas. La tercera sección hace un repaso por los aportes e influencia del marxismo en el método de Eric Hobsbawm, vista como una necesidad para localizar y cimentar su creación historiográfica en comunión con el grupo de los marxistas británicos. Finalmente, la última sección lanza algunas conclusiones con las que se busca dar respuesta a la pregunta planteada en este ensayo frente a la utilidad de esta perspectiva y su importancia dentro de la historia como disciplina.
1 Eric Hobsbawm. El mundo del trabajo (Barcelona: Editorial Crtraba, 1987), 153.
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¿Por qué fundamentar su análisis en la historia social y la historia de abajo arriba? Si se tiene en cuenta que «No hay ningún pueblo sin historia, o que se le pueda comprender sin ella»2, podemos afirmar que las formas de protesta social son importantes para el historiador, porque, a partir de sus análisis, es posible entender la dinámica de elementos desestabilizadores de los sistemas, encarnados en la lucha de clases. Las movilizaciones sociales encuentran su razón de ser en el sistema que las produce y, a partir de ellas, se pueden comprender las bases estructurales de las sociedades. No obstante, en un principio, fueron estudiadas del mismo modo en el que se estudiaban los estados nacionales, con el objetivo único de legitimar la existencia de los partidos políticos. Esta perspectiva adoleció de dos grande males: por un lado, se creó una visión tradicional de la historia obrera, compuesta por mitos históricos, en algunos casos, incongruentes con la realidad; y, por otro lado, su amplio estudio de los partidos como unidad desdibujó la experiencia humana y al sujeto; por lo que, en esta historia «Muy poco se nos dice sobre quiénes eran estos miembros y simpatizantes (…)»3. Por ello, se hizo necesario que una nueva versión de la historia obrera se ocupara mucho más de los problemas y los devenires de clase más que de los de los partidos y que se apoyara en nuevos tipos de fuentes complementarias al análisis, para evitar, así, nuevamente, una historia propagandística. La historiografía demostró por mucho tiempo que, con la aplicación de métodos derivados de la economía política, se le podía dar respuesta a muchos de los cuestionamientos que se hacían los historiadores; 2 Eric Hobsbawm. Sobre la historia (Barcelona: Crítica). 3 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 16.
empero, la labor investigativa no puede limitarse a la aplicación de dichos métodos. La particularidad de las situaciones requiere del uso de modelos históricamente específicos, los cualeslogren dar cuenta de las unicidades dentro de los procesos históricos. La historia no puede desdeñar ningún ámbito de su totalidad sin crear falencias argumentativas. La cuantificación tiene un valor preponderante en el estudio de la experiencia humana, una de sus mayores virtudes deriva de su capacidad para lograr ver las generalidades procesuales en medio de la concatenación de los elementos particulares a través de sus similitudes o discrepancias, pero su aplicación ha de ser precisa, y el entender la pertinencia de la aplicación de metodologías del orden 51 de lo cuantitativo, en virtud de las características propias del fenómeno histórico particular, permite que su aplicación fluya y no entorpezca la investigación. Ante la visión parcial de la historia, ofrecida por una perspectiva netamente económica, emerge la historia social, entendida como una ramaque se nutre de la utilización de herramientas de las ciencias sociales para comprender ala sociedad en su conjunto, como un compendio de todas las esferas humanas. En la historia social, no es posible el detrimento de una parte para dar un mayor peso analítico a otra, pues es la comunión de factores la que permite armar el esquema de las sociedades donde los aconteceres históricos tienen lugar; de este modo, por ejemplo, aun cuando el papel de la mujer debe ser realzado y tenido en cuenta, para Hobsbawm esta reivindicación « (…) no es posible creando sencillamente una rama especializada de la historia que se ocupe sólo de las mujeres, puesto que en la sociedad humana los dos sexos son inseparables.»4. La historia social rescata al humano y lo libera de las ataduras en las que los enfoques es4 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 117.
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tructurales reducen su complejidad «La historia trata de los seres humanos y no podemos hacer abstracción de su humanidad»5. Junto a la historia social, aparece la necesidad de una historia desde abajo cuando los actores sociales masificados y la gente “corriente” empiezan a tomar protagonismo en el cambio histórico. Por esto, la historia de abajo-arriba no es una novedad de Hobsbawm o los marxistas británicos, ya que Michelet y la tradición historiográfica francesa emergen como los primeros historiadores que iniciarían esta metodología de análisis histórico; mas para que la historia desde abajo otorgue respuestas y no se quede únicamente en la particularidad, es necesaria una gran inversión de tiempo y erudición con capacidad de articular, en una red social, los acontecimientos y personas que se estudian. Un nuevo enfoque demanda nuevas fuentes, como la historia oral, que aun cuando novedosa, posee numerosas deficiencias. Como bien apunta Hobsbawm:
Por esta razón, la utilidad de la historia de abajoarriba radica en estudiar también los sucesos que ocurren en las esferas altas y no quedarse únicamente con un solo sector de la sociedad, con las que se pueda abordar el caso histórico desde el complejo y extenso
contexto que lo circunda; así, analizando la aparición de la gorra en los trabajadores, Hobsbawm muestra como «El súbito auge de la gorra tiene su paralelo en el auge igualmente rápido de la corbata de la escuela y en el todavía más rápido del club de golf»7, permitiendo ver la amplitud del fenómeno en un contexto histórico. Al centrar el foco de estudio en las personas como seres particulares articulados dentro de una colectividad y no como una masa homogénea, se pueden encontrar poderosos indicios de su relación con un entorno socioeconómico y un contexto histórico. Los movimientos que se generan en los estratos inferiores de las sociedades pueden catalogarse como telúricos, y su comprensión permite entender las repercusiones que se dan en relación con las capas superiores y más visibles. Entendiendo las particularidades de aquellos que han sido ignorados, a partir de sus mismos testimonios o legados, se puede comprender y completar una enorme parte de la historia; todo esto sin dejar de lado los factores sociopolíticos que afectan directamente los estudios y siempre han de ser tenidos en cuenta, ya que, «Como ocurre con tanta frecuencia en el caso de las costumbres obreras, la transformación se acelera a causa de las fluctuaciones políticas y económicas»8. De este modo, el objetivo de la historia no es únicamente describir, sino también interpretar para cambiar y, desde la perspectiva de Hobsbawm, esto se puede lograr con la comunió entre la historia social y la historia de abajo hacia arriba, explicando el pasado para otorgarle un vínculo con el presente. Con la primera, se puede entender qué aspectos de la sociedad cambiaron y mantuvieron vigencia, y, con la segunda, se crean explicaciones del presente, mostrando las falencias
5 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 26. 6 Hobsbawm. Sobre la historia, 210.
7 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 246. 8 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 105.
(…) la mayor parte de la historia oral hoy consiste en recuerdos personales, que son un medio muy poco fiable para preservar hechos. (…). Pero si descubrimos el equivalente de los sondeos retrospectivos de la opinión, lo que hacemos es investigar lo que la gente realmente pensaba o hacía6.
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que este presenta en aras de mejorarlas y plantear soluciones. Hobsbawm ve la historia social como una forma de “historia global”, puesto que, a diferencia de otras derivaciones de la historia, como la económica, su tema no puede aislarse. «El historiador intelectual puede (por cuenta y riesgo suyo) no prestar atención a la economía, y el historiador económico puede hacer lo propio con Shakespeare, pero el historiador social que descuida ambas cosas no puede llegar muy lejos»9.
¿Cómo hacer la historia social? La historia social se nutre y enriquece de su unión con otras ciencias humanas, como la sociología, pero no solo a través de la aplicación de sus metodologías y técnicas, sino también respondiendo a problemáticas que, desde aquellas, se plantean. El estudio de los fenómenos milenarios es un ejemplo que hace al caso, puesto que entre quienes escriben sobre estos temas encontramos personas que proceden de la antropología, de la sociología, la ciencia política, la historia, por no hablar de los estudiosos de la literatura y las religiones (…)10. Muchas de las cuestiones que los científicos sociales formulan a la historia no son contestadas, razón por la que se adentran en terrenos propios de la historiografía, algunos cuya formación no es histórica, asumiendo así el reto que sus colegas historiadores indolentemente desplazan. El auge que tuvo la historia económica desde los años 30 permitió muchos avances y, a la vez, descui9 Hobsbawm. Sobre la historia, 88. 10 Hobsbawm. Sobre la historia, 89.
dos en la historiografía. Al momento en que Hobsbawm empieza a ejercer su función como historiador, encuentra las múltiples debilidades y arguye que la teoría económica no ha de ser tomada al pie de la letra, aun cuando sus ideas no deban ser desechadas por los historiadores. La importancia de Marx, Schumpeter o Hicksen la comprensión de la dirección del desarrollo de la economía capitalista en el mundo, no es desdeñable para el estudio histórico. Incluso, aunque no deban ser tomadas como una verdad absoluta, debe comprendérseles como una base teórica para explicar particularidades, si bien debe siempre tenerse la cautela de no extender dichos planteamientos a todos los casos, so pena de arriesgarse a 53 desfigurar la realidad histórica. Por todo esto, alejándose un poco de las reflexiones económicas, una de las primeras cuestiones en las que se basa la historia social de Hobsbawm es en entender las clases como un sistema de relaciones horizontales y verticales, lo que obliga a concebirlas en su conjunto y no como unidades aisladas de la sociedad; su análisis es el análisis de la sociedad, pues no se puede estudiar a los oprimidos sin estudiar a los opresores, y viceversa. Esto no invita al otro extremo, el de desligar los lazos materiales que atan las ideas; al contrario, la mentalidad no puede verse únicamente como el rescate de un modo de ver el mundo durante un periodo. Es necesario ubicar estas formas de pensamiento dentro de un entorno social. Diría Hobsbawm: Lo que me gustaría hacer y pienso que deberíamos hacer es ver la mentalidad no como un problema de empatía histórica o de arqueología, o si quieren depsicología social, sino de descubrimiento de la cohesión lógica interna de sistemas de pensamiento y
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comportamiento que encajan en la manera en la que la gente vive en sociedad, en su clase en particular y en su particular situación de lucha de clases, contra los de arriba o, si quieren, los de abajo.11. Examinando el arquetipo ideal del bandolero, Hobsbawm analiza las ideas que, en las sociedades, permiten concebir y explicar los fenómenos sociales. El bandolero se explica a partir de las relaciones que sostiene con la sociedad, tanto de forma horizontal con las personas de vinculación territorial y de consanguinidad comunal, como vertical con el Estado y otras instituciones. A través de la comparación entre los bandoleros del siglo XIX –como con el contraste ideal que se hace de Robín de los Bosques–, Hobsbawm crea un modelo para entender las categorías principales de análisis tanto de los personajes como del entorno en que se desenvuelven sus actividades. Y es que el bandolerismo social, aunque protesta, es una protesta recatada y nada revolucionaria. No protesta contra el hecho de que los campesinos sean pobres y estén oprimidos, sino contra el hecho de que la pobreza y la opresión resultan a veces excesivas12 . Junto a esta compresión de relaciones, se analizan las condiciones materiales de los actores sociales para unirle a las construcciones ideales e intencionalidades. Por ejemplo, al referirse a los anarquistas andaluces muestra cómo
11 Hobsbawm, Sobre la Historia, 189. 12 Eric Hobsbawm, Rebeldes Primitivos (Barcelona; Editorial Crítica), 42.
Una estimación de su dieta mensual en los primeros años del siglo actual les hacía vivir casi exclusivamente de pan malo –de dos libras y media a tres libras diarias–, algo de aceite, vinagre, judías, garbanzos y lentejas, y un condimento de sal y de ajo.13. Sin llegar a un determinismo económico o geográfico, Hobsbawm hace un estudio del contexto físico, intelectual, demográfico y material en el cual los actores sociales se desarrollan y efectúan los tipos de movimientos que indaga. De este modo, la base material ayuda a entender parte de las ideas y las acciones que llegan a convulsionar algunas regiones o personas en determinados momentos y espacios, así como por qué en otros no. Mirando la región y sus factores ambientales, Hobsbawm consigue comprender en qué situaciones se desarrollan los conflictos y bajo quédeterminantes. «La ubicación geográfica de La Convención (…) ha contribuido desde luego a dar a sus movimientos mucha más resonancia de la corriente en agitaciones remotas en la frontera del Amazonas»14. En esto radica la importancia que da al entendimiento del contexto físico en el que se desarrollan los actos, porque sin este sería mucho más difícil encontrar las conexiones causales que conforman la heterogeneidad de factores que dan a los fenómenos sociales sus formas. En la obra de Hobsbawm, se toman personas anónimas, como el guerrillero “Chispas” o la campesina del Piana, lo que permite una mirada distinta de los hechos, vista por sus actores inmediatos. Estos testimonios no se utilizan, únicamente, para corroborar lo que se quiere decir, sino que ayudan a formular nuevas preguntas, a cuestionar los análisis y 13 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 107. 14 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 261
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planteamientos oficiales, permitiendo, así, iniciar un diálogo que lo enriquece. «(…) todos los fenómenos estudiados en el presente volumen pertenecen al universo de aquellos que ni escriben ni leen muchos libros –muchas veces por ser analfabetos–; que en muy pocas ocasiones son conocidos por sus nombres, excepto de sus amigos (…)»15. Para poner un caso del método que utiliza Hobsbawm en la investigación, se puede ver cómo la masonería, que fue tan importante durante el siglo XVIII y XIX en las esferas intelectuales europeas y americanas, «…) desempeñó un papel menos significativo en los primeros movimientos obreros (…)»16; sin embargo, los rituales primitivos en los movimientos sociales tendían a ser rodeados de un halo místico, casi sagrado, en los cuales, la voluntad del iniciado era puesta a prueba. La razón de este ritualismo es explicada por Hobsbawm como parte de una estrategia para estrechar los lazos entre el individuo y la comunidad, lo cual evitaría la deserción o traición. En estos rituales, se reducía el valor de la vida propia en favor del beneficio comunal, como se puede ver en los juramentos que se hacían: «Y pongo a Dios por testigo que esta mi solemnísima declaración de que ni las esperanzas ni los temores ni las recompensas ni los castigos ni la misma muerte habrán de inducirme directa o indirectamente a revelar información alguna (…)»17. Sin llegar a considerar que el ejercicio que hace Hobsbawm es netamente culturalista, al momento de estudiar los rituales, se adentra en las significaciones de los vínculos simbólicos que se arman entre los integrantes de la sociedad en un medio atravesado por las relaciones de poder que influyen en las características y significados que
15 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 13. 16 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 101. 17 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 312.
ellas tienen tanto en los miembros de las agrupaciones sociales como fuera de ellas. Gracias a este ejemplo, se puede rescatar el valor de lo cultural en el estudio de Hobsbawm, el cual se puede entender en la correlación entre la esfera material y la de las ideas sin decantase hacía ningún bando. Parte de estas formas rituales no son solo las prácticas, sino los instrumentos que se cargan con un valor semiótico a partir de la convención colectiva. Hobsbawm no analiza las formas rituales por vanidad. Su interés radica en la importancia de que tales organizaciones, en forma de hermandades, tuvieron como precursores movimientos revolucionarios en la primera mitad del siglo XIX, con gran influencia de las sociedades masónicas 55 derivadas de la Ilustración europea, y cuyo carácter de conexión mundial daría una antesala al interés internacionalista de socialismo. El declive de la ritualidad se mostró cuando lo que mantenía unidos a los integrantes era la causa y no el juramento, vinculándose, posteriormente, con organizaciones no rituales. «Las viejas asociaciones declinaron porque la política dejó de ser asunto de conspiraciones, salvo en (…) situaciones limitadas que todavía dejan campo, aquí y allá, para actividades parecidas (…)»18.
El marxismo en la metodología de Eric Hobsbawm En conjunción con los métodos de la historia social y la historia de abajo-arriba en la metodología historiográfica de Eric Hobsbawm, es de vital importancia la influencia del materialismo histórico en la comprensión del fenómeno de cambio histórico. Para Hobsbawm, cualquier análisis histórico ha de dialogar con
18 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 230.
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Marx o partir desde dónde él lo hace para tener seriedad y profesionalismo, pues fue el pensamiento de Marx el que atrajo a los científicos sociales al estudio de la historia desde sus disciplinas. (…) el marxismo es, con mucho, el mejor método para abordar la historia porque tiene una conciencia más clara que la de otros métodos de lo que pueden hacer los seres humanos como sujetos y forjadores de la historia y también de lo que no pueden hacer como objetos de la historia (…)19. Fue la sustitución de un marco idealista por uno materialista el que marcó el cambio en la disciplina histórica, declinando la historia política hacia la económica y social por la influencia del marxismo. El materialismo aparece como la contraposición al idealismo, el cual pregonaba la importancia de las ideas en la determinación del hombre y sus condiciones materiales. El marxismo aportó conceptos para redimensionar la compresión histórica por el aporte que hace a la teoría histórica. «(…) el principal valor de Marx para los historiadores de hoy reside en sus afirmaciones sobre la historia y no en sus afirmaciones sobre la sociedad en general»20. Estas afirmaciones buscaban la trasformación de la historia en una ciencia social, alejando sus métodos de las ciencias naturales y entendiendo las sociedades como sistemas de relación entre seres humanos. La estructura funcional del marxismo en Hobsbawm se consolida a partir de la jerarquización de los fenómenos sociales y en las tensiones internas de las sociedades, que explican la interac19 Hobsbawm. Sobre la historia, 78. 20 Hobsbawm. Sobre la historia, 154.
ción en el cambio social. «Es la existencia simultánea de elementos estabilizadores y perturbadores lo que debe reflejar tal modelo»21. Así, las contradicciones internas de las sociedades no son únicamente conflictos de clases, puesto que existen múltiples elementos desestabilizadores, los cuales, si el sistema no logra autorregular, generaran cambios que se edifican sobre unos cimientos ya dados por los modos de producción y donde los humanos hacen su historia dentro de las circunstancias que les transmite directamente el pasado. «(…) el planteamiento de Marx todavía es el único que nos permite explicar la historia de la humanidad en toda su extensión (…)»22. Además del aporte teórico, el marxismo invita, a la historia, a investigar los temas que Marx trató superficialmente, como la forma en la que se dan los cambios entre los distintos modos de producción, los cuales se convirtieron en los ámbitos sobre los que los historiadores marxistas iniciaron su incursión en la historia, la historia de una sociedad que es cronológica y real.
¿Cuál es la utilidad de esta perspectiva? La historia que escribe Hobsbawm está en contra de la construcción de mitos propagandísticos de la clase obrera que buscan legitimar, del mismo modo en el que lo hacían, en el siglo XIX, los historiadores de los Estados nacionales, los movimientos y partidos obreros. Por esta razón, la combinación entre la historia social, la historia de abajo-arriba y el marxismo generaron considerable fecundidad en sus estudios. Al examinar por sí mismas a las clases bajas y no por medio de los partidos que se reclamaban sus tutores, se logra destruir mitos históricos donde las pretensiones legiti21 Hobsbawm. Sobre la historia, 159. 22 Hobsbawm. Sobre la historia, 161.
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madoras utilizaron el anacronismo para interpretar el pasado a voluntad. El principal peligro de la historia no es la mentira, sino el aislar partes del contexto. «Porque todas las colectividades humanas son y han sido necesariamente parte de un mundo más amplio y más complejo»23.Por ello, la historia social estan pertinente, dado que no solo se trata del estudio de la clase obrera o de las clases bajas, sino de todas ellas inmersas en un contexto real y material. Gracias a estas búsquedas, por medio de la historia de abajo-arriba, y a la atención prestada alas voces que no se escuchan desde el estudio de las instituciones, se pueden romper los mitos ideales, los cuales buscan, en el pasado, cimientos de los acontecimientos actuales y entender a las personas como personas y no solo como números o masas sin voz; así «(…) sabemos que la mayoría de los trabajadores corrientes que militaban en estos movimientos eran, para poner algunos ejemplos, machistas declarados y xenófobos. (…) propagaban el antisemitismo y la inferioridad de las mujeres (…)»24, sin necesidad de idealizar a los obreros, sino entendiendo su humanidad en un contexto histórico. Además de esto, teniendo en cuenta la importancia del estudio del cambio, de la transformación entre las-
23 Hobsbawm. Sobre la historia, 276. 24 Hobsbawm. El Mundo del trabajo, 320.
formas, el pasado ha mostrado su cualidad, práctica y popular, como herramienta analítica del cambio. La comparación entre el pasado y el presente es la que nos permite entender cuál es el sentido de la experiencia en el transcurso del tiempo. «Los historiadores son el banco de memoria de la experiencia»25. La experiencia histórica no entiende la contemporaneidad como una calco del pasado sino como una explicación al por qué se dan los fenómenos que se viven; es una traductora de las circunstancias en el lenguaje de los hechos del pasado. «(...) si centramos nuestra atención en lo que es permanente, no podemos explicar lo que ha experimentado una evidente transformación (…)»26. A partir de sus reflexiones frente a lo que ya ocurrió, 57 se pueden entender las líneas de lo que nos puede acarrear un futuro, propuesto como un presente ampliado. No obstante, el poder identificar las tendencias generales de los procesos históricos no es una puerta abierta al planteamiento de teorías concretas sobre el futuro. El entender el pasado como un problema en donde se encuentran las claves para cambiar el presente toma forma en los estudios de Hobsbawm y permite que su experiencia historiográfica inspire investigaciones de otros fenómenos históricos siguiendo su metodología.
25 Hobsbawm. Sobre la historia, 39. 26 Hobsbawm. Sobre la historia, 45.
Bibliografía Fuentes Primarias Libros Hobsbawm, Eric. El mundo del trabajo. Barcelona: Editorial Crítica, 1987. -----------. Rebeldes primitivos. Barcelona: Editorial Crítica, 2001. -----------. Sobre la historia. Barcelona: Editorial Crítica, 1998.
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ERIC HOBSBAWM: POR UNA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA PARA EL CAMBIO Y SOBRE LAS TRANSFORMACIONES Keywords:
José Manuel Oyola Ballesteros Estudiante del pregrado de Historia Universidad Nacional de Colombia jmoyolab@unal.edu.co
Abstract
Eric Hobsbawm, social change, historical
Resumen
change, the world of work, primitive rebels.
Con el fin de hacer memoria sobre los aportes que Eric Hobsbawm (1917-2012) hizo al conocimiento histórico, el presente trabajo pretende hacer un llamado a los historiadores colombianos para que revisemos y revaloremos nuestra labor académica dentro de la sociedad colombiana a partir del ejemplo suyo. Partiendo de lo interdisciplinar y polifacético que fue la labor investigativa de Hobsbawm, la intención es revisar y poner en discusión los distintos comentarios que como historiadores podemos hacer acerca de la forma como investigamos y abordamos la historia, el papel de nuestras investigaciones en la sociedad, las concepciones que tenemos acerca del pasado y de la memoria como un elemento de disputa social. Es decir, haciendo un corto recorrido sobre algunas obras de Hobsbawm, y teniendo en cuenta que nuestra labor parte de comprender las transformaciones que han ocurrido en la historia de
In order to report on the contributions that Eric Hobsbawm (1917-2012) made to historical knowledge, this paper aims to make a call to the Colombian historians to review our academic work within Colombian society from our own example. Based in the interdisciplinary and multifaceted work carried through Hobsbawm's investigative labor, the intention is to revise and discussed the various comments that as historians can make about how we investigate and address the history, the role of our research in society, conceptions we have about past and memory as an element of social dispute. That is, doing a short tour of some works of Hobsbawm, and considering that our work of understanding the changes that have occurred in the human history, I consider important that we assess the ability of historians to discuss theoretical aspects regarding our discipline, but also to participate in political debates happening in our society and are part of the historical changes in which we concur.
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la humanidad, considero importante que evaluemos la capacidad de los historiadores para discutir sobre aspectos teóricos que atañen a nuestra disciplina, pero también para participar en los debates políticos que suceden en nuestra sociedad y que hacen parte de los cambios históricos en los que concurrimos.
Si no abordamos el problema básico de las transformaciones de la humanidad, o al menos, si no vemos esa parte de sus actividades que es en esta especialidad en el contexto de esta transformación, que aún no ha terminado, entonces como historiadores nos estamos ocupando de trivialidades o de juegos de salón intelectuales o de otra clase Eric Hobsbawm. “Sobre la Historia”
A modo de introducción: La obra de Hobsbawm
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n cada actividad humana o en cada disciplina, existen personas y autores que dejan una gran huella. Para el caso de la investigación histórica, aunque hay diferentes historiadores, quienes claramente innovaron y transformaron la manera en que se escribe historia; la corriente de los historiadores marxistas británicos y su concepción de la historia desde abajo ha dejado y seguirá dejando muchos seguidores a lo largo y ancho del mundo. Por ello, para el presente trabajo, la intención será profundizar en algunos aspectos de la obra de Eric Hobsbawm, uno de los máximos representantes de esta corriente historiográfica, aunque no siempre se esté de acuerdo en acotarlo con la Historia desde Abajo.
Palabras clave Eric Hobsbawm, transformación social, cambio histórico, el mundo del trabajo, rebeldes primitivos.
Hobsbawm (1917-2012), historiador judío que nació en Alejandría (Egipto) y quien murió en Londres (Inglaterra), fue uno de los motores del Grupo de Historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña (también se encuentran: E.P. Thompson, Christopher Hill, Raphael Samuel, Rodney Hilton, entre otros), el cual surgió en 1946. Este grupo consolidó una nueva corriente de pensamiento historiográfico, a pesar de las diferencias temáticas y teorías que, en algunos momentos, se pueda encontrar entre sus integrantes. De esta manera, no se puede homogenizar al grupo con epítetos que engloben a todos sus integrantes. Claro está, esto tampoco quiere decir que no haya elementos en común, ya que su base común es la intención de recuperar al materialismo histórico como corriente historiográfica y la pretensión de influir más en los debates que en el marxismo mundial se daban sobre los conceptos de clase, la lucha de clases, la experiencia y la diada base-superestructura. Hobsbawm, como historiador surgido del doctorado en Historia del King´s College de Cambridge, se vio ligado, en su vida, a las instituciones académicas. Claro está, esto no lo convirtió en un academicista, ya que logró analizar y hacer aportes intelectuales por medio de la investigación histórica a
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distintos movimientos obreros y sociales a lo largo y ancho del globo. Sus análisis derivan de una gran erudición, la cual le permitió comentar acerca de distintos procesos sociales contemporáneos y elaborar obras que concernían a la historia universal. Es por esto que, desde una concepción distinta a la propuesta por otras corrientes historiográficas, se considera que Hobsbawm logró trastocar los cánones de la labor del historiador, logrando una visión global de los procesos históricos, la cual le permitió entender y reproducir la globalización desde una perspectiva intelectual, es decir, en donde se lograran interrelacionar los distintos procesos sociales, los cuales se dieron en el mundo desde la Revolución Francesa de 1789 (ya que hay una larga aceptación frente a las influencias globales que tuvo esta transformación del orden del Antiguo Régimen en Francia) hasta la “Era de los Extremos”, como él mismo denomina al Siglo XX, en donde es más clara la diada entre lo local y lo global como ámbitos que interactúan y reproducen nuevas o tradicionales relaciones sociales. Como se ha mencionado anteriormente, el presente trabajo busca abordar la obra de Eric Hobsbawm desde dos elementos claves, los cuales, desde mi perspectiva, permiten entenderla. Estos son los conceptos de cambio y transformación entendidos de la siguiente manera: Primero, el objetivo de la investigación histórica debe ser el de comprender las transformaciones que han tenido las sociedades humanas a lo largo del tiempo; y, segundo, los historiadores, como intelectuales críticos, deben ser agentes de cambio de la estructura capitalista y desigual que se vive en el mundo contemporáneo. Claro está, en su obra se pueden observar objetivos y conceptos más explícitos (tales como lucha de clases, clase,
pasado, entre otros), sobre los que se podría decir que, en realidad, configuran y se convierten en todo el aparataje de lo que es la Historia (como ciencia y como transformación de las sociedades) para Hobsbawm. Sin embargo, la intención de observar estos dos conceptos va encaminada a interpretar tanto la obra de este autor como la concepción misma que tiene él sobre el análisis del pasado. Para poder cumplir este objetivo, se tomarán de base tres obras de Hobsbawm. La primera es Sobre la historia, con esta se va a analizar, de manera más concreta, la concepción que tiene él de la Historia, del pasado y de la labor del historiador. La segunda parte del artículo es una interpretación de la concep- 61 ción que tiene este historiador sobre la investigación de las relaciones sociales, las cuales se construyen de manera simbólica y material dentro del mundo de los trabajadores, por medio del texto El mundo del trabajo. Finalmente, con la obra Rebeldes Primitivos, seindagarápor la forma en la que Hobsbawm se acerca a procesos históricos, los cuales, claramente, buscaron transformar o transformaron las lógicas de poder legales y establecidas dentro de ámbitos locales (o incluso nacionales), en los cuales se consolidaron personajes y grupos que pusieron en práctica relaciones sociales nuevas o tradicionales en contra de lo que el capitalismo proponía, construyendo el bandolerismo social.
¿Qué preocupa al historiador? En esta primera parte del trabajo, la intención es caracterizar cuáles son las bases epistemológicas de la labor del historiador y de la investigación histórica por medio de varios elementos: primero, la pregunta de qué es el pasado permite establecer
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una relación con los debates contemporáneos que se dan acerca de la memoria (aunque Hobsbawm no haga referencia a este concepto) y del papel de pensar el pasado para la solución de los problemas de la sociedad; segundo, cuál es el papel de la transformación y del cambio dentro de la Historia; tercero, qué papel tiene la interdisciplinariedad en la interpretación de los diferentes procesos sociales que se dan en el tiempo dentro de las sociedades; y cuarto, qué han aportado el marxismo y Marx en el desarrollo de la Historia como campo de conocimiento social. En primer lugar, en cuanto a lo que es el pasado, se debe reconocer que se parte de una percepción del tiempo ordenada cronológicamente en pasadopresente-futuro. Es claro que «el pasado es, (…), una dimensión permanente de la conciencia humana, un componente obligado de las instituciones, valores y demás elementos constitutivos de la sociedad humana»1. Por ende, todo puede ser comprendido desde una visión histórica. Esta parte es muy interesante porque, de una u otra forma, Hobsbawm está dándole validez al conocimiento y a la concepción histórica como elementos que deben pertenecer a toda la humanidad, ya que todos debemos pensar en nuestro devenir en el tiempo para comprender lo que nos sucede en la actualidad (evidentemente, serían distintas formas de percibir ese pasado y de acercase a él). No obstante, según Hobsbawm, cuando un historiador se adentra en el pasado, debe tener precauciones subjetivas y objetivos “neutrales” (elemento que no comparto mucho con el autor, pues, a partir de lo anterior, se estánegando, a mi parecer, el hecho de que dentro de la práctica de escribir e interpretar
la historia también hay lucha de clases y conflictos de poderes sociales). Una de estas precauciones es saber que el acercamiento a lo que se ha vivido y transformado dentro de una sociedad específica se da desde diferentes percepciones de ese pasado, es decir, que cuando el historiador ahonda en un periodo histórico, está reviviendo y recuperando distintas percepciones que vienen de grupos que vivieron el proceso, pero que piensan, a veces, antagónicamente, acerca de lo que sucedió. De esta manera, según Hobsbawm, el pasado y lo que se recupera de él se entiende como un proceso consciente ejecutado de forma colectiva o individual, la cual tiene intenciones políticas para la realidad del presente. El problema está en que no siempre lo que se rememora del pasado lleva a querer establecer y recuperar formas tradicionales de relaciones sociales o construir procesos políticos colectivos y antagónicos a los poderes establecidos, sino que, también, como ejercicio individual y colectivo, a recordar y a ejercer la memoria, ya que ambas hacen parte del ámbito sentimental y trascendental de la vida personal. El segundo punto versa sobre la comprensión de la historia como la ciencia del cambio a lo largo del tiempo, para lo cual, se debe tener en cuenta que
1 Hobsbawm. Sobre la historia, 23.
2 Hobsbawm. Sobre la historia, 78.
(…) las transformaciones de la sociedad están sujetas a la mediación de varios fenómenos que son específicamente humanos (aquí se llamarán ‘cultura’ en el sentido más amplio de la palabra) y obran por medio de varias instituciones y costumbres que son, al menos en parte, construcciones conscientes2.
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De esta manera, cuando uno se acerca al pasado no lo hace con la intención de ver la manera de preservar o mantener relaciones establecidas, pues la consciencia de la existencia de transformaciones en la sociedad debe llevarnos a entender que la humanidad está cambiando las formas de relacionarse entre sí y frente a elementos externos a ella. Además, cuando se analizan los cambios que sufre una sociedad en un momento dado, no se debe pensar que las élites fueron las únicas que actuaron, tuvieron un papel decisivo en el proceso social y tienen precepciones sobre ese pasado; sino que se debe tener en cuenta que los grupos subalternos también tienen conciencia, cultura e intencionalidad (sea por objetivos individualistas o colectivistas) en su acción desde la percepción del cambio. Es decir, al abordar las fluctuaciones de la vida social, se debe reflexionar sobre los distintos actores que interactúan en ellas. En cuanto a la interdisciplinariedad que debe ejercer el historiador, y, en general, el científico social, se debe partir de que, aunque metodológicamente sea más conveniente dividir la historia como económica, política, social, cultural, ambiental, etc., la historia y las relaciones que se dan dentro de una sociedad se entretejen de una manera mucho más compleja a como se intenta dividir. Es decir, siempre debe tenerse presente que, como dice Hobsbawm, “sólo existe la historia a secas”. Por otro lado, el autor busca enaltecer el papel de la historia social y la historia de las sociedades3 para la comprensión 3 Según Hobsbawm en “De la historia social a la historia de la sociedad”, la historia social después de ser entendida como la historia de los pobres o de las actividades humanas difíciles de clasificar, logró fortalecerse como una corriente historiográfica que tiene como principal objetivo poner en diálogo a la Historia con otras ramas de las ciencias sociales, con el objetivo de interpretar de manera conjunta las transformaciones y el devenir de la humanidad. Por otro lado, la Historia de la Sociedad se caracteriza por:
de lo que un grupo o una sociedad ha vivido en un determinado proceso. Esta forma de hacer historia debe relacionarse con las demás disciplinas de la ciencia social (yo propongo la ciencia social, entendiendo que se debe romper con la lógica exclusivista y especializada de la unidisciplinariedad, y que, más bien, para hacer alguna ciencia sobre la sociedad, se deben tener en cuenta las diferentes disciplinas que hasta hoy se han consolidado en los ámbitos académicos y extraacadémicos). En este punto, vale concluir que, aunque Hobsbawm (para 1970, momento en que escribe el artículo de “Historia social e Historia de la Sociedad”), vela por el diálogo entre conceptos, teorías y metodologías de 63 las diferentes disciplinas sociales junto a las de la historia, también le otorga un papel preponderante a la labor de los historiadores y al enfoque histórico para estudiar a los seres humanos. Así, «en la actual situación se requiere de los historiadores, con toda su buena disposición a aprender de otras disciplinas, que enseñen en lugar de aprender»4. Por último, el tercer punto concierne a la interpretación de la posición (no solo teórica, sino también política) de lo que es la Historia, ya la comprensión de lo que es el pasado para Hobsbawm. Para lo anterior, se parte de la referencia al papel de Marx en la consolidación de la investigación histórica y del materialismo histórico (junto con Engels, quien quizá fue el que más aportó a este concepto fuera de Marx) como corriente historiográfica.
1) ser histórica, es decir, en la que interviene el tiempo cronológico como una de sus tantas dimensiones; 2) trabajar con unidades específicas de grupos humanos definibles sociológicamente hablando; y 3) necesitar de un modelo elaborado de las estructuras que reproducen las sociedades. 4 Hobsbawm. Sobre la historia, 89.
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A pesar de la visión progresiva de Marx sobre la historia de la humanidad, Hobsbawm distingue entre el marxismo vulgar y el marxismo ortodoxo en el análisis histórico. Del primero rescata varias cosas: 1) la interpretación económica de la historia, 2) el modelo ‘base y superestructura’; 3) el interés de clase y la lucha de clases; 4) el interés por la historia del capitalismo; y 5) las leyes históricas y la inevitabilidad de una última etapa del desarrollo de las sociedades. Sin embargo, para Hobsbawm, hay otros elementos más valiosos para el análisis del historiador; se considera que el principal es el que hace referencia al cambio dentro de las relaciones sociales: «La inmensa fuerza de Marx ha radicado siempre en su insistencia tanto en la existencia de la estructura social como en su historicidad o, dicho de otra manera, su dinámica interna de cambio»5. Así mismo, el rescate que Hobsbawm hace de la visión materialista de la historia hace referencia al vínculo entre la conciencia y el ser social dentro de las relaciones y la lucha de clases. Es decir, la comprensión de la historia debe partir de elementos materiales y simbólicos (junto con la asimilación de factores internos y externos) los cuales permiten reconocer el porqué de las acciones de un individuo o de un grupo. A continuación, las dos partes que siguen en este trabajo pretenden exponer la manera en la que el autor aplica sus distintas concepciones de la historia en dos temas específicos: el mundo del trabajo y el bandolerismo social.
5 Hobsbawm. Sobre la historia, 155.
El mundo del trabajo, un campo de investigación para los historiadores
Esta parte del texto tiene como foco principal validar la investigación histórica sobre el mundo del trabajo (y en general sobre cualquier proceso social) desde la interpretación de los fenómenos simbólicos y materiales (como procesos relacionados), que se dan a lo largo y ancho de la historia de alguna sociedad o de un grupo social. A su vez, vale destacar que los análisis que hace Hobsbawm se remontan a procesos de cambios dentro de las formas de producción (principalmente el caso inglés de finales del siglo XVIII y mediados del XIX, conocido como el periodo de Industrialización), transformaciones en la construcción de símbolos y referentes para los grupos de trabajadores (teniendo como referente a la cotidianidad y a las acciones de los trabajadores, más allá del análisis de las instituciones políticas o sociales) en diferentes partes del globo. Un problema principal era que la investigación histórica sobre el mundo del trabajo «se inclinaba a identificar la historia de la clase obrera con la historia del movimiento obrero, cuando no, de hecho, con la historia de la ideología del movimiento; y cuanto más fuerte y más unificado era el movimiento en un país o período, más tentada estaba de efectuar dicha identificación»6.
6 Eric Hobsbawm, El mundo del trabajo (Barcelona: Crítica, 1987), 13.
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Partiendo de la crítica a encerrarse en esta visión de la historia de los movimientos obreros, el autor propone nuevas metodologías y fuentes para hacer la investigación. Una de estas es la llegada de la Historia Oral, herramienta que ha posibilitado, desde sus orígenes, mayores aproximaciones a la vida de los trabajadores. En este mismo aspecto, es necesario entender que acercarse a este tipo de historia de la sociedad debe partir de una idea de tiempos y escalas en los que suceden los cambios. Es clásico el caso de la transformación de la producción textil, que no supuso un drástico paso del trabajo artesanalmanual al tecnificado y fabril, sino que englobó distintos procesos particulares y generales, los cuales cambiaron en distintos momentos y según la acción de los grupos de trabajadores. A la interpretación de la historia como un instrumento con el que se analizan las colectividades y sus transformaciones (tanto las que las afectan como las causadas por ellas), también puede agregarse el análisis del mundo del trabajo. La clase obrera, al igual que el campesinado, consiste casi por definición en personas que no pueden provocar acontecimientos a menos que actúen colectivamente, aunque, a diferencia de los campesinos, su experiencia laboral demuestra cada día que deben actuar colectivamente o no actuar en absoluto7. De esta manera, Hobsbawm da a entender que las transformaciones en una sociedad se dan a partir de decisiones y acciones colectivas. Claro está, la discrepancia frente a lo que dice está en que no
7 Hobsbawm, El mundo del trabajo, 42.
toda la sociedad estará dispuesta a actuar en favor del cambio o de la reproducción de prácticas sociales ya establecidas. En este punto, también es clave saber que las acciones revolucionarias o reformistas parten de una aceptación o rechazo del pasado colectivo (tanto de manera simbólica como material, debido a que cada época genera y configura diferentes actos y percepciones frente a cualquier fenómeno que se le presente al grupo), y es acá, en donde la conciencia de los individuos y de los grupos juega un papel importante, puesto que la acción de cambio debe ser precedida por el ser consciente. La historiografía que se hace sobre los movimientos obreros también va mostrando las transforma- 65 ciones que tiene la investigación histórica acerca de estos procesos. Es por eso que es interesante el análisis que hace el autor sobre la percepción y uso de la figura del hombre o de la mujer dentro de las prácticas organizativas de los trabajadores. Para este elemento, es importante tener en cuenta el auge de los movimientos feministas y de género (con el papel intelectual de Joan Scott), los cuales reevalúan las formas en que se tiene en cuenta el papel de la mujer dentro de la sociedad. Igualmente, en cuanto al proceso histórico, se debe tener en cuenta que, en la Inglaterra previa a la industrialización, la mujer tenía un papel clave, tanto como sustento de la familia como mano de obra, incluso, como sujeto revolucionario, y que es con el cambio en la forma de producción textil que se relega su acción en el cambio de las relaciones sociales. Se aprovechará este acápite para plantear una discusión que genera la siguiente cita del texto: «Lo único que puede hacer el historiador es observar el fenómeno. No tiene la obligación de investigar hasta qué punto estaba, o es probable que esté, justi-
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ficada esta creencia»8.En este pasaje, Hobsbawm plantea que el papel de los historiadores, alejados de cualquier filiación política al momento de investigar, es evitar los prejuicios y juicios de valor frente a lo que estudian. Eso sí, no quiere decir que se deban guardar las críticas que haya sobre lo sucedido, debido a que, como Hobsbawm dice en Sobre la historia: «En general, tenemos una responsabilidad con respecto a los hechos históricos y, en particular, somos los encargados de criticar todo abuso que se haga de la historia desde una perspectiva político-ideológica»9. Volviendo al tema de cómo se reconstruye el pasado, se debe ser crítico frente a los usos que se hacen de este, lo cual nos lleva directamente (a pesar del discurso de la veracidad y la objetividad) a criticar y juzgar desde nuestra percepción y análisis del pasado, el cual está influenciado por nuestras creencias e intereses políticos. A partir de esto, se considera que el debate sobre la objetividad y la subjetividad en la labor del historiador es clave; además, ambos elementos, al estar influenciados por la percepción de la lucha de clases como base de la historia humana, llevan al reconocimiento de que la escritura de la historia es también un campo de conflicto entre los intereses de diferentes sectores de la sociedad. Así, el conocimiento histórico es un terreno en disputa en el que los intereses colectivos consolidan formas de ver el pasado, en contraposición a lo que otros grupos recuerden.
8 Hobsbawm, El mundo del trabajo, 116. 9 Hobsbawm. Sobre la historia, 18.
El bandolerismo social, otros sujetos históricos con perspectivas de cambio
En esta última parte del artículo, el objetivo es observar cómo, para Hobsbawm, el bandolerismo social (que tiene su origen en el campesinado rebelde, pero que se desplaza también a los centros urbanos e industriales) plantea una crítica al sistema social, cuyo fin último es la recuperación de una concepción de justicia colectiva creada desde las comunidades. Vale destacar que como procesos del siglo XIX y XX, los bandoleros sociales son vistos, por el autor, como movimientos sociales primitivos que van transformándose con el tiempo y según la ubicación espacial en donde se desenvuelven. Citando al autor: (…) el bandolerismo social, fenómeno universal y que permanece virtualmente igual así mismo, es poco más que una protesta endémica del campesino contra la opresión y la pobreza: un grito de venganza contra el rico y los opresores, un sueño confuso de poner algún coto a sus arbitrariedades, un enderezar entuertos individuales10. Los rebeldes primitivos deben ser entendidos dentro del diálogo o ruptura con un poder estatal (sea nacional, regional o local). De esta manera, interpretar el bandolerismo social dentro de la concepción de lucha de clases conlleva a reconocer que las transformaciones que se dan dentro de una sociedad están mediadas por los conflictos entre poderes políticos, económicos, sociales, etc.
10 Eric Hobsbawm. Rebeldes primitivos (Barcelona: Ariel, 1974), 16.
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Así mismo, para Hobsbawm, sobre estas formas primitivas de resistencia social, «su problema es el de cómo adaptarse a la vida y luchas de la sociedad moderna, y el tema de este libro es el proceso de adaptación (o el fracaso en el empeño adaptador) tal cual queda expresado en sus movimientos sociales arcaicos»11. Entendiendo la adaptación a un sistema económico como un acto consciente o inconsciente que transformó prácticas de un grupo o individuales, se caracteriza al bandolerismo social como un fenómeno social de cambios y disputas entre sujetos y comunidades de la sociedad. Finalmente, un punto clave para interpretar la forma en que Hobsbawm analiza el mundo del trabajo y, en general cualquier proceso histórico, es el de la forma en que el autor utiliza dicotomías y diadas dentro de la investigación histórica que hace sobre procesos colectivos o individuales (prepolítico-político, tradicional-moderno, reformista-revolucionario). A partir de esto, aunque Hobsbawm comprende que en un mismo proceso histórico pueden imbricarse diferentes formas y concepciones del mundo (la realidad no es ni blanca ni negra, se mezcla y se contrapone); es necesario que dentro de la investigación histórica sea clara la manera en que se utilizan los conceptos antagónicos y las dicotomías, ya que, como historiadores, debemos ser enfáticos en que los procesos históricos están llenos de matices, de conflictos y de diálogos entre las concepciones y relaciones de los distintos sectores de la sociedad.
11 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 14.
A modo de conclusión La investigación histórica, entendida como la comprensión de los cambios y las transformaciones que vive una sociedad a lo largo del tiempo, permite entender el constante movimiento en el que se encuentra la realidad de la humanidad. De esta manera, la labor de Hobsbawm es clave dentro del campo historiográfico, puesto que consolida una historia de y para la acción en contra del sistema capitalista y las desigualdades sociales que este reproduce. La intención de este ensayo fue partir de la concepción del pasado, de la historia y del historiador que tiene el autor en Sobre la historia, para, poste- 67 riormente, ver cómo se refuerza en temas específicos de investigaciones (el mundo del trabajo y el bandolerismo social). Claro está, no se puede creer que la vida y el pensamiento de Hobsbawm hayan sido estáticos, sino que se observa que hay elementos distintos y metodologías diferentes para cada proceso histórico analizado. Volviendo al tema de la subjetividad y la objetividad del historiador, no se puede olvidar que Hobsbawm es un humano, y que los contextos en los que publica sus distintos textos reflejan concepciones y dilemas distintos dentro del desarrollo del pensamiento historiográfico. Así mismo, son interesantes los debates sobre la veracidad y neutralidad que deben tener los historiadores cuando estudian algún proceso específico, ya que dentro del discurso académico estos dos elementos se ven constantemente reforzados por los científicos sociales, a pesar de que haya conciencia sobre el hecho de que escribir historia está enfrascado en un conflicto sobre lo que se asimila y niega del pasado, como acto político dentro o fuera de los espacios de la academia.
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Los movimientos obreros y las revueltas de los siglos XIX y XX se muestran como objetos de estudio (en donde están presentes las frustraciones, rabias, anhelos y sueños de grupos e individuos), los cuales permiten entender que la humanidad sigue transformando las relaciones estructurales y cotidianas con las que se desenvuelve en su vida. Sin embargo, es claro que los historiadores debemos plantearnos otros problemas y analizar otros ámbitos de la vida humana, en donde las relaciones de poder existen y en donde los conflictos de clase se ven implícitos o explícitos. De esta manera, no se puede creer que las personas son plenamente conscientes de sus actos y, más bien, retomando la historia desde abajo, hay que poner en diálogo nuestras interpretaciones estructurales de la sociedad, con las percepciones que la gente tiene frente a su mundo.
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Bibliografía Fuentes primarias Hobsbawm, Eric. “De la historia social a la historia de la sociedad”. Historia Social 10 (1991): 5-39.
Fuentes Secundarias Hobsbawm, Eric. El mundo del trabajo. Barcelona: Crjoas la hist -----------. Rebeldes primitivos. Barcelona: Ariel, 1974. -----------. Sobre la historia. Barcelona: Crítica, 1974.
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OPINIONES SOBRE LA HISTORIA: UNA REFLEXIÓN SOBRE EL QUEHACER HISTÓRICO DESDE LOS PENSAMIENTOS DE ERIC HOBSBAWM Keywords:
Daniela Moná Ramírez Estudiante de pregrado en Historia Universidad Nacional de Colombia dmonar@unal.edu.co
Abstract
Eric Hobsbawm, History,
Resumen
politics, ideology, social process, methodology.
El presente ensayo busca enfatizar en la concepción que el historiador marxista británico tenía sobre la historia como disciplina que se ocupa del pasado. Lo que aquí se pretende abordar es la opinión de Hobsbawm sobre el quehacer del historiador y de lo que ha de ocuparse la historia, lo cual determina los principios y las formas que se consideran fundamentales en el estudio del pasado. En otras palabras, el objetivo de este texto consiste en reflexionar sobre la concepción que Eric Hobsbawm tenía sobre la historia como disciplina perteneciente a las ciencias humanas y sociales, por un lado, y sobre los principios metodológicos generales que permiten un estudio adecuado de los procesos históricos, por otro.
This essay emphasizes on the conceptions that the British Marxist historians had on history as a discipline that studies the past. It approaches Hobsbawm’s opinion on the historian’s work and what History should study, which determines the principles and forms considered fundamental to the study of the past. In other words, this essay reflects on Eric Hobsbawm’s conception of History as a discipline that belongs to human and social sciences, in one hand, and over the general methodological principles that allow an adequate study of historical processes, on the other.
Palabras clave Eric Hobsbawm, Historia, política, ideología, procesos sociales, metodología.
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Introducción
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esde que la historia se consolidó como una ciencia positiva en el siglo XIX, la disciplina se ha ido formando un espacio dentro de las llamadas ciencias humanas y sociales. Este espacio ha implicado la presencia constante del problema del método en la construcción de un conocimiento histórico. La preocupación por consolidar una disciplina que permita un acercamiento adecuado al pasado, ha llevado, a múltiples pensadores, a reflexionar, en el ejercicio mismo de la investigación histórica, sobre los límites y alcances de la historia como ciencia, y sobre los métodos pertinentes para lograr construir un conocimiento histórico. El historiador Eric Hobsbawm no escapó a estas reflexiones y, de hecho, puede decirse que su trabajo académico e intelectual ha marcado un precedente importante dentro de los estudios históricos. De padre inglés y madre austriaca, Eric Hobsbawm nació en el año de 1917. Se formó como historiador en la King’s College en Cambridge y se consideró marxista desde su formación académica más temprana. Luego de compartir con otros estudiantes marxistas, se hizo miembro del Partido Comunista Británico. Después de prestar servicio durante la Segunda Guerra Mundial en el área de educación, Hobsbawm llevó una vida inmersa en la academia, como profesor e investigador, gracias a la cual fue reconocido como uno de los principales historiadores marxistas británicos, activo hasta su muerte en el 20121. Eric Hobsbawm, como historiador, estuvo inmerso no solo en una tradición historiográfica concreta2, sino
1 La mayoría de los datos biográficos de Eric Hobsbawm fueron obtenidos del libro Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos (Zaragoza: Prensas Universitarias, 1989) 124-125. 2 Aquí se asume que el grupo de historiadores marxistas británicos constituye una
también en el devenir de la historia como disciplina perteneciente a las ciencias sociales y humanas; así, su aporte se ha dado tanto en niveles historiográficos, como metodológicos y teóricos. Ahora bien, en el presente ensayo se quiere enfatizar en la concepción que el historiador marxista británico tenía sobre la historia como disciplina que se ocupa del pasado. Lo que aquí se pretende abordar es la opinión de Hobsbawm sobre el quehacer del historiador y de lo que ha de ocuparse la historia, lo cual determina los principios y las formas que se consideran fundamentales en el estudio del pasado. En otras palabras, el objetivo de este texto consiste en reflexionar sobre la concepción que Eric Hobsbawm tenía sobre la historia como disciplina perteneciente a las ciencias humanas y sociales, por un lado, y sobre los principios metodológicos generales que permiten un estudio adecuado de los procesos históricos, por otro. Para lograr lo anterior, el texto se desarrollará en tres partes: en primer lugar se abordará la opinión de Hobsbawm sobre el quehacer del historiador, exponiendo la relación de la disciplina con la ideología, la política y las otras disciplinas que se ocupan del hombre en sociedad. En este apartado, se mencionarán aspectos sobre el uso y el abuso de la historia según Hobsbawm; en segundo lugar, se mostrarán algunos de los principios básicos que el historiador británico planteó sobre cómo ha de estudiarse al pasado. Aquí, se hará hincapié en el objeto de estudio de la historia, en los principios metodológicos generales de la misma y en los modelos más significativos con los que traba-
tradición historiográfica concreta, con base en los argumentos que Harvey J. Kaye da en su libro Los historiadores marxistas británicos en el que asume que: “los historiadores marxistas británicos que presento no sólo han hecho aportaciones individuales a los estudios históricos sino que, como grupo, han hecho una contribución colectiva tanto a la historia como a la teoría social.” Kaye XVII.
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jó Hobsbawm, reflexionando sobre la metodología del autor en Rebeldes primitivos y en El mundo del trabajo. Por último, en el tercer apartado, se concluirá con unas consideraciones personales sobre aquello que el trabajo de Eric Hobsbawm aporta a la historia, sobre la importancia de su perspectiva en el estudio del pasado.
I. El quehacer del historiador. Una mirada hacia afuera
En el ejercicio de la investigación histórica, puede decirse que Hobsbawm desarrolló cuatro líneas de trabajo principalmente: el mundo laboral; el mundo precapitalista (campesinado, artesanos y demás actores precapitalistas); el desarrollo del capitalismo y de la sociedad occidental, y las reflexiones historiográficas y teóricas. Es este último punto, del que se ocupará el ensayo. Hobsbawm ha hecho explicitas sus consideraciones sobre la historia como disciplina perteneciente a las ciencias sociales, su relación con la ideología y la política, así como su desarrollo en el tiempo, y son estos aspectos los que nos ocupan. En el primer capítulo del libro El mundo del trabajo, Hobsbawm expone unos elementos cruciales sobre cómo ha influenciado la política y la ideología en la historia que de la clase obrera se ha hecho, manifestando ciertas consideraciones respecto al trabajo investigativo del historiador que está directamente vinculado y comprometido con la práctica política. Es evidente que los historiadores de la clase obrera se han caracterizado por vivir en una tensión fuerte entre la práctica académica y la práctica teórica, entre la tarea de comprender e interpretar el mundo y el deseo de cambiarlo, en palabras del propio Hobsbawm: «el historiador se encuentra en un punto en que confluyen la política y los estudios académicos,
el compromiso práctico y la comprensión teórica, la interpretación del mundo y el deseo de cambiarlo»3. Esta condición característica de los historiadores “izquierdistas” que produjeron sus trabajos académicos durante la primera mitad del siglo XX, ha llamado la atención sobre qué tanto conviene a la historia, como disciplina, el contacto con fines políticos definidos y con ideologías concretas. En vista de que gran parte de las obras históricas hechas sobre los problemas obreros fueron producidas por académicos vinculados directamente con la práctica política y estaban “dentro del movimiento”, el autor expone las características de estos estudios, cuyo fin no era precisamente histórico. En este ejer- 73 cicio de revisión historiográfica, puede entreverse lo que Hobsbawm considera apropiado en el ejercicio de investigar el pasado, es decir, sobre el quehacer del historiador. Se ve, entonces, que la historia de la clase obrera (y esto puede extenderse a otros tipos de historia) no puede reducirse a la historia del movimiento obrero. En términos más generales, se plantea que la identificación de unos procesos sociales amplios, con el devenir de un grupo político e ideológico concreto, excluye y reduce la realidad pasada que pretende ser reconstruida. Esto nos lleva a una idea transversal en el trabajo de Hobsbawm, el cual consiste en la necesidad de construir una “historia total”, donde, la historia del movimiento obrero, por ejemplo, no debe estar aislada del resto de la historia. Surge, entonces, la pregunta ¿cuál es el papel que debe cumplir el historiador dentro de las llamadas ciencias sociales? Y ¿qué ha de tener en cuenta si se busca la construcción de una “historia total”? Pero antes, ¿a qué se refiere Hobsbawm con “historia total”?
3 Eric Hobsbawm. El mundo del trabajo (Barcelona: Crítica, 1987), 11.
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Ahora, antes de adentrarnos en estas cuestiones, es pertinente hacer evidente la noción que Hobsbawm tiene sobre la relación entre comprender el mundo y cambiarlo, relación que mora en los historiadores comprometidos con la práctica política. Básicamente, se reconocen dos principios que el historiador, como sujeto y objeto de estudio, debe tener en cuenta para una interpretación adecuada del pasado: en primer lugar, «la interpretación tiene que ser objetivamente válida, tanto si nos conviene como si no»4, es decir, debe poder ser identificada y entendida por cualquiera, de lo contrario, se está haciendo un uso del pasado que no es propio de la historia5.En segundo lugar, la intensión de “cambiar el mundo” acarrea peligros en las propias interpretaciones que del pasado se hacen, al estar mediadas por prejuicios personales y presentes, los cuales ocultan o suprimen las personas reales, los “trabajadores y trabajadoras reales” que vivieron en un tiempo real que no es el nuestro, los cuales son el tema y objeto de las investigaciones sociales. Expuestos los aspectos fundamentales de la relación que existe entre la historia y la práctica política, se intuye el deseo por construir una “historia total”. Así como «la historia de la clase obrera forma parte de la historia de la sociedad o, mejor dicho, de sociedades concretas que tienen en común cosas que pueden
4 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 26. 5 En el segundo capítulo de Sobre la historia Hobsbawm expone los cambios y las transformaciones que ha habido en la concepción del pasado, el presente y el futuro, siendo el pasado “una dimensión permanente de la conciencia humana, un componente obligado de las instituciones, valores y demás elementos constitutivos de la sociedad humana”. Eric J. Hobsbawm, Sobre la historia (Barcelona: Crítica, 1998) 23; en este sentido, el pasado del que se ocupa la historia, según Hobsbawm, se refiere a un tiempo real, así como a una herramienta analítica que permite el descubrimiento de un “cambio direccional, de desarrollo o evolución” (31), donde el historiador ha de fijarse en las diferencias entre las circunstancias pasadas y el presente, estudiando el pasado en términos de un tiempo real, de un movimiento.
identificarse»6, todo estudio que se haga del pasado debe apuntar al entendimiento, la explicación y el análisis de la evolución en el tiempo de las sociedades humanas en conjunto. No se niega que todo estudio histórico implica una selección de la totalidad compleja e inabarcable que es el pasado; lo que se pretende con la palabra “totalidad” es hacer hincapié en la necesidad de relacionar los diferentes aspectos de la existencia humana y no agotar la interpretación y el estudio de los fragmentos aislados, pues «los aspectos sociales del ser del hombre no pueden separarse de los otros aspectos de su ser, excepto incurriendo en una tautología o en una extrema trivialización»7. Así, el historiador debe fijarse en «las transformaciones del género humano»8y la historia se vuelve una más en la lista de las ciencia de las sociedades humanas. Ahora, respecto al papel que juega la historia dentro del conjunto de las ciencias sociales, Hobsbawm es reiterativo en varios puntos. En primer lugar, se mencionarán aquellos aspectos de los que ha de servirse la historia que provienen de la relación, el contacto y la correspondencia con otras disciplinas que se ocupan del hombre en sociedad, para luego mostrar la necesidad que otras disciplinas tienen del trabajo propiamente histórico: En el sexto capítulo del libro Sobre la historia, se busca mostrar la evolución de la historia social hasta los años setenta. Aquí, además de mostrar los elementos metodológicos que se mencionarán en el siguiente apartado, se revisan dos formas en las que la historia, como ciencia de la sociedad y sus transformaciones, se ha servido de otras disciplinas: primero, las técnicas, los métodos y las preguntas que otras ciencias
6 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 24. 7 Hobsbawm. Sobre la historia, 88. 8 Hobsbawm. Sobre la historia, 80.
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sociales han estimulado y determinado la historia, favoreciendo el desarrollo que ha venido experimentando desde la ruptura con el positivismo de Ranke y la evolución de una perspectiva analítica y explicativa del movimiento socioeconómico en su conjunto; segundo, aun cuando la reconciliación que hubo entre la historia y las ciencias sociales haya propiciado el desarrollo de la disciplina hacia una mejor comprensión del pasado, gracias al trabajo de la escuela de Annales y del marxismo europeo9, debe evitarse una conversión de la disciplina. El uso de teorías económicas o sociológicas, por ejemplo, no debe convertirse en una sociología o una economía en retrospectiva, pues se sacrificaría la comprensión “total” de las estructuras sociales y su transformación en pro de unos modelos estáticos y atemporales10. En suma, Hobsbawm no se opone a los historiadores que toman en préstamo técnicas e ideas de otras ciencias sociales e integran las últimas novedades de las mismas en su propio trabajo, «siempre y cuando sean útiles y pertinentes»11. Por último, en cuanto a lo que la historia aporta al conjunto de las ciencias sociales, las reflexiones hechas con respecto a la relación entre la historia y la ciencia económica pueden darnos luces al respecto. Partien9 Sobre cómo el marxismo influenció una integración de la historia a las ciencias sociales puede consultarse el décimo capítulo del libro Sobre la historia, aquí se afirma que “la influencia marxista (y marxista vulgar) que hasta ahora ha sido más eficaz, forma parte de una tendencia general para transformar la historia en una de las ciencias sociales, tendencia a la que algunos se resisten con mayor o menor sutileza pero que, indiscutiblemente, es la predominante en el siglo XX”. Hobsbawm, Sobre la historia, 154. 10 Para entender mejor este punto, en el que aquí no se hará una gran extensión, puede verse el capítulo octavo del libo Sobre la historia, en el que se argumenta que la economía no tiene el mismo valor para la historia como sí lo tiene la historia para la economía, ya que la “historia abarca un campo mucho más amplio”. Hobsbawm, Sobre la historia 119. El historiador no puede asumir a priori un único aspecto de la vida en sociedad (como la economía), pues excluiría aspectos fundamentales en la transformación socioeconómica de la humanidad (como las instituciones, las ideas, la cultura, etc.). Esta perspectiva está ligada a la concepción de la historia como una disciplina que debe apuntar a ser “total” y ocuparse de la relación entre diversas fuerzas, la cual explica las transformaciones ocurridas en las estructuras sociales a lo largo del tiempo. 11 Hobsbawm. Sobre la historia, 79.
do del carácter aplicado que tiene la economía y que no tiene la historia, al ocuparse de un pasado que no puede cambiarse, se argumenta la necesidad de una perspectiva histórica en la economía y, nos atrevemos a afirmar que también, en el conjunto de las ciencias sociales. En términos generales, Hobsbawm muestra, por medio de la revisión crítica de las perspectivas que, desde la economía, se han lanzado respecto al pasado y a la sociedad en su conjunto, que esta ciencia social carece de dirección sin una perspectiva histórica, lo cual deriva de la exclusión de aspectos “no económicos” en los análisis que buscan una aplicación presente. En esta reflexión hecha por el historiador marxista británico, se evidencia un aspecto fundamental para su 75 trabajo estrictamente histórico, a saber, que «el estudio de los mecanismos económicos estaba divorciado del estudio de los factores sociales y de otro tipo que condicionan el comportamiento de los agentes que constituyen tales mecanismos»12. Este último punto es fundamental para la comprensión de su metodología, pues se reconocen diversas fuerzas cuya relación dentro de las estructuras sociales pueden ayudar a explicar el cambio y el desarrollo de la humanidad desde que existen sociedades hasta nuestros días.
II. Cómo acercarse al pasado. Una mirada hacia adentro
Una vez expuestos unos elementos fundamentales de la opinión que Hobsbawm tiene sobre la historia como disciplina que pertenece a las ciencias sociales y humanas, y sobre la relación entre la historia con la práctica política e ideológica, se buscará exponer, de manera sintética, el acervo de principios
12 Hobsbawm. Sobre la historia, 116.
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metodológicos que estructuran la labor histórica del autor. En primer lugar, se abordará la metodología aplicada en Rebeldes primitivos, tocando ciertos planteamientos teóricos existentes en esta obra; luego, se abordará el libro El mundo del trabajo en el mismo sentido: su metodología y los principales planteamientos teóricos. El objetivo de esta reflexión es acercarnos un poco a aquello que Hobsbawm consideró importante para comprender los procesos históricos; aquella perspectiva desde la cual el historiador puede estudiar y explicar las transformaciones de las sociedades humanas, la naturaleza y la sucesión de las formaciones socioeconómicas. Rebeldes primitivos es un libro que recoge varios artículos en los que se estudian ciertas formas “arcaicas” o “primitivas” de agitación social13, con el fin de describir y de analizar el proceso de adaptación de aquellas personas que no nacieron en el mundo del capitalismo a la vida y la lucha modernas, a través de sus movimientos sociales arcaicos. El libro aborda dos tipos de movimientos arcaicos14: aquellos inscritos en el mundo rural y campesino, y aquellos de carácter urbano o industrial. Debido a que los fenómenos estudiados son considerados, por Hobsbawm, como pertenecientes (…) al universo de aquellos que ni escriben ni leen muchos libros; (...) hombres, en fin, que generalmente no saben expresarse y a los que pocas veces se entiende aun cuando son ellos quienes hablan15,
13 Eric Hobsbawm. Rebeldes primitivos (Barcelona: Crítica, 2001), 11. 14 Es pertinente anotar el carácter evolucionista del pensamiento en Hobsbawm, no solo en el estudio de movimientos sociales precapitalistas, sino también en su visión del conjunto de la historia. Cuando él habla de movimientos sociales arcaicos, se refiere a aquellos que, a pesar de tener o expresar una opinión sobre el orden social en su conjunto, no lo hacen “acerca de instituciones concretas dentro de él”, siendo movimientos “Prepolíticos” que carecen de filiaciones políticas o ideológicas firmes y concretas. Hobsbawm. Rebeldes primitivos 24. 15 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 13.
Puede considerarse que estos artículos y, en suma, este libro hacen parte de la “historia desde abajo” (history from below). Como historia desde abajo, al ocuparse de las clases explotadas, subalternas, en conexión con el resto de la sociedad desde sus propias manifestaciones, esfuerzos, aspiraciones y motivaciones, estos textos responden a unos principios metodológicos y teóricos que Hobsbawm hace explícitos en diferentes momentos de su carrera como historiador. Al abordar el bandolerismo social, por ejemplo, el autor se ve en la necesidad de construir un modelo en el que las fuentes y los “síntomas” fragmentados, tengan sentido, se relacionen unos con otros, creando un panorama coherente. Esto se ve en el estudio sobre los movimientos arcaicos de carácter rural: el bandolerismo, la mafia y los movimientos milenaristas. Todas sus expresiones, tanto de carácter reformista (como en el caso de los dos primeros), como revolucionario (en el caso de los milenaristas), tienen sentido en tanto están fuera de los movimientos sociales modernos, organizados, políticos e institucionalizados, con unas metas políticas e ideológicas claras. Las diversas expresiones de agitación o disidencia social son entendidas en un modelo progresista o evolucionista de la movilización social y de la transformación de la sociedad en su conjunto. Es así que aquel defensor de los pobres y criminal para el Estado, que era el bandolero; los códigos de conducta que se formaron en “sociedades carentes de un orden público eficaz”, que fueron las mafias16; el espíritu revolucionario, cargado de una esperanza de cambio completo y radical del mundo, propio de los milenaristas, o las agitaciones urbanas compuestas por el “bajo pueblo”, pueden entenderse en tanto
16 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 52.
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corresponden a formas arcaicas de protesta social. Dado que la historia desde abajo busca estudiar las relaciones sociales en su conjunto y la transformación de las sociedades a través del tiempo, en Hobsbawm, el estudio de agitaciones sociales arcaicas permite ver elementos sobre el conjunto de la movilización social. Ocuparse de aquellos que “estaban vinculados a un estilo de vida anterior al de su época”, cuya «tragedia radicaba en que un mundo nuevo, que no comprendían bien, les llevaba en torbellino a un futuro que ellos trataban de dominar con sueños y con violencia»17; implica la construcción de un modelo sobre “lo nuevo” y “lo viejo”, “lo arcaico” y “lo moderno”. Hablar de un “abajo” remite a un “arriba” y se puede ver un “todo” en movimiento si se los relaciona. En suma, el método que aplica Hobsbawm en estos estudios consiste en la construcción de un modelo «tanto para comprender lo que pensaban los que tenían dificultades para expresarse como para demostrar la veracidad o la falsedad de nuestras hipótesis»18. La construcción de un sistema coherente de pensamiento y comportamiento que explique los síntomas o fragmentos que del pasado se tienen y en donde pueda comprenderse el devenir histórico en su conjunto es, entonces, fundamental para los estudios históricos. En términos de Eric Hobsbawm: El historiador de los de abajo no puede ser un positivista de la vieja escuela. Debe saber en cierto modo, qué es lo que busca y, sólo si lo sabe puede reconocer si lo que encuentra encaja con su hipótesis o no; y si no encaja tiene que pensar en otro modelo.19
17 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 147. 18 Hobsbawm. Sobre la historia, 213. 19 Hobsbawm. Sobre la historia, 213.
En Rebeldes primitivos, el modelo es el que da coherencia y el que permite describir y analizar diversos movimientos protagonizados por las gentes de abajo, quienes no correspondían del todo con el revolucionario moderno y político de los sindicatos y los partidos. Así mismo, los modelos están totalmente sujetos a lo que “realmente pasó”, pues si no funcionan para explicar el pasado, entonces, se desechan y se construyen otros. El modelo no es un fin en sí mismo, sino un medio, una herramienta de estudio. El mundo del trabajo es un libro que recoge diferentes estudios históricos en los que se aborda la clase obrera: su formación y evolución, ocupándose no solo de aspectos socioeconómicos, sino 77 también culturales, de conciencia, mentalidad y prácticas. Así como con el libro anteriormente tratado se vio la importancia que el modelo tiene para Hobsbawm en la explicación histórica, aquí se intentará mostrar la importancia de dos cuestiones centrales en su trabajo: las clases y la conciencia de clase, por un lado; y «el reconocimiento de las sociedades como sistemas de relaciones entre seres humanos»20, en donde, las dinámicas internas de cambio y transformación no solo radican en la lucha de clases, sino también en otra gran cantidad de contradicciones. Partiendo de la existencia e importancia de las clases, las conciencia de clase y la lucha de clases en la historia, Hobsbawm plantea, siguiendo a György Lukács y al propio Marx, una diferencia entre dos concepciones de “clase”: por un lado, está la clase como categoría analítica, la cual hace referencia a «amplios conjuntos de personas a las que quepa clasificar colectivamente de acuerdo con un criterio objetivo»21, el cual 20 Hobsbawm. Sobre la historia, 155. 21 Eric Hobsbawm. El mundo del trabajo (Barcelona: Crítica, 1987), 30.
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no necesariamente corresponde con las lógicas de su tiempo; y, por otra parte, está la clase en un nivel subjetivo, es decir, clase como producto de una conciencia que la clase construye sobre sí misma como tal. Estos dos sentidos no necesariamente se contradicen para Hobsbawm y son un punto de partida crucial en el análisis que realiza sobre la transformación del ritual en los movimientos obreros, la construcción de imágenes en los movimientos mismos, las dinámicas políticas de los zapateros del siglo XIX, el conjunto de la transformación de la clase obrera y la formación de una “aristocracia obrera”, donde las ansias de respetabilidad y la formación de jerarquías son fenómenos que remiten a la clase más como conciencia que como criterio objetivo de análisis. En este sentido, cuando se busca reconstruir y explicar la formación de la clase obrera en términos subjetivos, de conciencia, Hobsbawm ve no solo pertinente sino necesario ocuparse de dinámicas internas a la estructura social, tal como el medio en el que los obreros vivían, su estilo de vida, el uso de sus tiempos libres, las prendas y demás elementos simbólicos que generaban una identificación con otros, la afinidad con un partido político y la pertenencia a los sindicatos. De acuerdo con esta perspectiva, la clase se forma en tanto se forma una conciencia de clase, cuyos fundamentos radican en una experiencia colectiva y concreta, siendo un fenómeno propio de la era “moderna era industrial”. Así, el reconocimiento de aspectos diferentes a los estrictamente socioeconómicos en el estudio de la transformación de los sistemas sociales humanos nos llevan al segundo aspecto mencionado anteriormente. En este punto, es necesario remitirnos a los textos que sobre la historia escribe Hobsbawm para comprender el sentido que tiene, en el quehacer his-
tórico, ocuparse de esos otros niveles de la existencia humana que salen de lo económico y lo estructural. No puede decirse que Eric Hobsbawm es un historiador de la cultura o de las mentalidades, pues para él la existencia de unos sistemas sociales y el deseo de construir una historia total no dan cabida a tales especializaciones o separaciones. De todas formas, el marxista británico es muy enfático en que la historia requiere que se aplique «un orden aproximado de prioridades de investigación y un supuesto de trabajo sobre lo que constituye el nexo central o complejo de conexiones de nuestro tema»22, lo cual no implica la exclusión de aspectos menos centrales, sino su relación y articulación dentro de un sistema. En este punto, es plausible la influencia que Marx tiene en el trabajo de Hobsbawm, tanto en términos metodológicos, como teóricos. Así como se estudian las clases en términos de su conciencia y la construcción de la misma, se reconocen y aplican métodos para edificar la existencia de grupos sociales humanos distintos, y para el análisis de la transformación de las sociedades. Esto se ve en el estudio que se hace sobre la clase obrera, donde la existencia de este grupo, en términos objetivos, bajo criterios materiales y sociales, se entiende en movimiento y cambio con el proceso de formación de la conciencia, en el que lo simbólico es fundamental. Puede verse cómo se asume la existencia de unas estructuras sociales de las que se estudia su dinámica interna de cambio. Por ejemplo, se observa la existencia de «un estrato superior de las clases formadas por trabajadores manuales»23y se estudian los elementos económicos, políticos y culturales que llevaron a su formación y que explican el cambio de las estructuras 22 Hobsbawm. Sobre la historia, 93. 23 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 264.
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socioeconómicas en el tiempo. En suma, Eric Hobsbawm rescata del pasado diversos elementos, los cuales relaciona en unas estructuras y modelos explicativos, apuntando, así, a una historia total. La historia de las clases es, entonces, la historia del conjunto de la sociedad. En este ejercicio académico, Hobsbawm rescata y aplica dos principios teóricos y metodológicos de Marx para estudiar el pasado humano: (…) el modelo de los niveles, de los cuales las relaciones sociales de producción es el principal, y la existencia de contradicciones internas dentro de los sistemas, de los cuales el conflicto de clases no es más que un caso especial24. Con base en los principios expuestos, Hobsbawm construye una historia de la clase obrera en la que existen, de forma simultánea, elementos “perturbadores y estabilizadores” en el modelo mismo que orientan la evolución histórica y se dan en diferentes niveles: materiales, políticos, institucionales, simbólicos. Así, la revisión de las imágenes que se produjeron desde el movimiento social obrero puede dar luces sobre la relación entre hombres y mujeres dentro de una misma clase y sobre cómo estas relaciones hacen parte de las contradicciones internas que generan el cambio y desarrollo en las estructuras sociales en que se enmarcan25. El cambio, entonces, es producto de la relación que existe entre diferentes fuerzas al interior de una estructura socioeconómica y lo que nos permite
24 Hobsbawm. Sobre la historia, 158. 25 El problema del imaginario que cada sexo tiene en el otro, dentro de los movimientos sociales obreros, es trabajado en el sexto capítulo de El mundo del trabajo. Aquí, se hace explicito el deseo por abordar los cambios en la relación entre hombre y mujer en la realidad social (total), por medio de la imagen que se crea el uno del otro.
explicar lo que pasó, por qué pasó y cómo pasó (no lo que hubiera podido pasar) es la dialéctica entre dichas fuerzas dentro de un modelo susceptible de cambio.
III. Eric Hobsbawm en la historia como disciplina
Una vez revisadas las opiniones principales que Hobsbawm tuvo sobre la historia hacia afuera, como ciencia social, y hacia adentro, como disciplina que se ocupa del pasado, se pasará a la reflexión sobre lo que este historiador marxista británico pudo haber aportado en el estudio que del pasado se ha hecho. En primer lugar, es importante hacer hincapié en la capacidad 79 que tuvo este autor en la construcción de trabajos de enfoques diversos sobre una misma disciplina. Esto permite comprender, desde diferentes ángulos, los métodos y las consideraciones que pueden ser útiles a quienes estén ingresando en el arduo camino de la investigación histórica. Ahora, hay que tener en cuenta que, desde Hobsbawm y el conjunto de los historiadores marxistas británicos hasta hoy, la disciplina ha sufrido ciertos cambios y desplazamientos en sus metodologías, temas de estudio y principios básicos, lo cual no quita que, hasta sus últimos años, Hobsbawm haya producido reflexiones sobre los cambios aquí mencionados, como por ejemplo, la influencia del posmodernismo en los estudios históricos, o el renacimiento de la narrativa, cuestiones que salieron a la luz de forma significativa después de los años setenta. Hechas estas salvedades, pueden identificarse varios aspectos valiosos en la forma que Hobsbawm plantea cómo un historiador debe acercarse al pasado. Más que juzgar qué es útil o inútil en la actualidad, se expondrán los aspectos que, dentro del curso que había llevado la disciplina hasta su momento, pudieron
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haber aportado en un cambio de perspectiva dentro del quehacer histórico. Como bien expone el mismo Hobsbawm en varios de sus artículos historiográficos, la escuela decimonónica encarnada por Ranke dominó la disciplina hasta principios del siglo XX, con el trabajo que, desde el marxismo y la escuela de Annales, se hizo, así como con las presiones impuestas por otras disciplinas, donde Weber y Durkheim fueron cruciales. Básicamente, la escuela ortodoxa positivista (…) rechazaba todo intento de establecer una relación sistemática de índole estructural o causal entre los diversos aspectos del pasado, en especial todo intento de entender la política a partir de factores económicos y sociales, y, sobre todo, cualquier modelo del desarrollo evolutivo de las sociedades humanas.26 Estos aspectos, rechazados por la escuela ortodoxa, fueron rescatados a lo largo de la primera mitad del siglo XX hasta volverse paradigmáticos. El dominio de la comprensión estructural del pasado era evidente para cuando Hobsbawm empezó su carrera como historiador. En este sentido, el rescate de actores subalternos en la construcción de conocimiento histórico es un aspecto fundamental en la obra de este y otros marxistas británicos. Dentro de la historia social, el replanteamiento del materialismo histórico, en aras de una compresión total del devenir humano que hizo Hobsbawm, sentó un precedente para los historiadores ulteriores. Así, el rescate de lo popular, lo simbólico y lo cultural, así como de la agencia que los sujetos tienen en la transformación de las estructuras que dominan sus relaciones sociales fueron cruciales en posteriores estudios, los cuales se hicieron de la sociedad humana en el tiempo.
26 Hobsbawm. Sobre la historia, 74.
Por ejemplo, Rebeldes primitivos se ocupa de diferentes manifestaciones de la resistencia popular, entendidas en sí mismas y en su contexto, bajo un modelo explicativo; además, en El mundo del trabajo se analizan ciertas fuerzas de cambio diferentes a la lucha de clases y se entienden en diferentes niveles, además del socioeconómico. En este sentido, se aporta en el rescate de los sujetos que vivieron en el pasado bajo unas estructuras socioeconómicas que están en permanente cambio. Se construye, así, una especie de síntesis entre dos tradiciones historiográficas totalmente diferentes: la historia popular que aquí se denominó historia desde abajo y el marxismo, en un momento en el que las estructuras dominaban el análisis y los sujetos, las relaciones sociales de dominación, las formaciones culturales y la dimensión simbólica se comprendían necesariamente dentro de unas estructuras socioeconómicas estáticas y en ocasiones, ahistóricas y atemporales, obstaculizando la comprensión de las transformaciones que ha sufrido el humano desde que vive en sociedad.
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Bibliografía Fuentes Secundarias Libros Hobsbawm, Eric. J. El mundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera. Barcelona: Crítica, 1987. -----------. Rebeldes primitivos. Barcelona: Crítica, 2001. -----------. Sobre la historia. Barcelona: Crítica, 1998. Kaye, Harvey J. Los historiadores marxistas británicos. Zaragoza: Prensas Universitarias, 1989.
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EL APORTE DE ERIC HOBSBAWM A LA HISTORIOGRAFÍA DEL SIGLO XX
Juan Sebastián Maldonado Vélez Estudiante de pregrado en Historia Miembro de la Línea de Investigación en Historia Política y Social Universidad Nacional de Colombia. jsmaldonadov@unal.edu.co
Para muchos de nosotros el objetivo final de nuestra labor es crear un mundo en el cual los trabajadores puedan forjar su propia vida y su propia historia, en vez de dejar que se la forjen otros, incluyendo los académicos. Eric Hobsbawm, 1974
Keywords:
Abstract
British Marxists, Eric
Resumen
Hobsbawm, historiography, historical method.
El presente texto pretende ilustrar algunos de los aportes del historiador marxista británico Eric Hobsbawm a la historiografía, a partir del estudio de tres de sus textos: Rebeldes primitivos (1959), El mundo del trabajo (1984) y Sobre la historia (1997). Para conseguir este objetivo, se utilizarán tres ejes temáticos, a saber: los aportes al estudio de los movimientos sociales, al estudio de los movimientos obreros, y a la escritura de la historia.
This paper aims to illustrate some of the contributions of the British Marxist historian Eric Hobsbawm to the historiography from the study of three of his books: Primitive Rebels (1959), Worlds of labour (1984), and On History (1997).To achieve this goal, we use three themes: contributions to the study of the social movements, to the study of the labor movements, and to the writing of history.
Palabras clave Marxistas británicos, Eric Hobsbawm, historiografía, método histórico.
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Ilustración - Laura Angel García.
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Introducción
E
ric Hobsbawm fue uno de los más prolíficos historiadores del siglo XX. Desde muy temprano, se preocupó por el devenir de los personajes menos favorecidos en la sociedad, pese al hecho de que su formación no tuvo ninguna carencia económica. Miembro activo del Partido Comunista Británico desde 1936, este académico se formó en la universidad de Cambridge. Fue miembro activo de las revistas New Left Review y Past & Present, y profesor en el Birbeck College de la Universidad de Londres desde 1947. En su haber se encuentra más de una docena de libros, los cuales siguen siendo material de obligatoria consulta para la formación de los historiadores, pese a haber sido escritos décadas atrás. Sin duda alguna, los aportes de este historiador han sido reconocidos por la historiografía del siglo XX y principios del XXI. ¿Cuáles fueron dichos aportes? ¿En qué cambió la de forma de escribir y de hacer historia tras la irrupciónde este Marxista Británico? Dar respuesta a estas preguntas es el objetivo del presente texto. Para conseguir este ambicioso objetivo, se dispondrá de tres ejes temáticos a saber: el aporte a la escritura de la historia, el aporte al estudio de los movimientos sociales, y, finalmente, el aporte a los movimientos obreros específicamente. A lo largo de estos ejes se utilizarán tres obras de referencia del autor, como son “Rebeldes primitivos” (1959), “El mundo del trabajo” (1984) y “Sobre la historia” (1997). Una salvedad necesaria antes de empezar este escrito consiste en aclarar que, debido a la naturaleza de las fuentes consultadas, es poco probable hacer afirmaciones de la totalidad de la obra de Eric Hobsbawm, de la misma forma que se hiciera
con más tiempo de estudio acerca de este personaje. El texto a presentar, por lo tanto, no será más que un esbozo para analizar el papel de Hobsbawm en la historiografía. Si bien somos conscientes de las carencias del presente escrito, esperamos que pueda ayudar al acercamiento del método histórico de este gran autor y que permita visibilizar sus aportes en la historia.
Eric Hobsbawm y el estudio de los movimientos sociales
El libro Rebeldes Primitivos es uno de los primeros textos publicados por este académico. El propósito que se le dio fue el de ubicar, en los estudios históricos, la categoría de ‘movimientos sociales arcaicos’, los cuales no debían considerarse como elementos aislados en la historia1. El autor estudió algunos casos de este tipo de movimientos, los cuales realizaban formas ‘primitivas’ de agitación social, especialmente en el ámbito europeooccidental desde 17892. Al estudiar estos movimientos ‘primitivos’, lo que se buscaba era diferenciarlos de los movimientos ‘modernos’, para, así, hallarle una tradición a este segundo tipo de movimientos. Dicho de otro modo, el libro pretende dar cuenta de los elementos necesarios para que existan los ‘movimientos sociales modernos’, en el sentido de organización, lucha y conciencia propias. Siendo historiador, Hobsbawm se propone ubicar geográfica y temporalmente el momento en que los vínculos de los movimientos sociales primitivos dejaron
1 Eric Hobsbawm. Rebeldes Primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX. (Barcelona: Crítica [1959]), 275-276. 2 Hobsbawm. Rebeldes Primitivos, 11.
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de ser la forma primordial de defensa del hombre contra las arbitrariedades del mundo que le rodea3. De esta manera, se analizan las causas del fracaso de estos movimientos clásicos para comprender por qué no se dio el paso a la modernidad de una manera adecuada. Es importante resaltar dos grandes grupos de movimientos: rurales y urbanos. Por un lado, se encuentra el grupo de los ‘bandoleros sociales’ y de la mafia, y, por otro lado, el de los movimientos milenaristas. La diferenciación de cada grupo se da de acuerdo con la amplitud de los anhelos que tengan y las formas de agitación social que utilicen. Así, existe el bandolerismo social, la forma más primitiva de agitación social, ya que, aunque lucha por unas reivindicaciones, lo hace de forma desorganizada; la mafia, que es más compleja pero no resulta revolucionaria sino reformista, y los movimientos milenaristas que sí tienen un carácter revolucionario, lo que les permite ser más proclives a la modernización propia o a su absorción dentro de los movimientos sociales modernos. El aporte que nos da Hobsbawm al estudiar movimientos como el bandolerismo social y la mafia tiene cierta importancia. A pesar de que resulta discutible el hecho de que se les acuse de no tener una conciencia revolucionaria, su estudio brinda los elementos primigenios para la comprensión de los movimientos modernos. Y es que estos grupos surgen en lugares de gran polarización socioeconómica, donde la presencia de un gobierno es nula o, por lo menos, no lo suficiente para sostener la calidad de vida de una población en su conjunto, y en donde la ley puede tomarse por cuenta propia.
Las causas del fracaso de estos movimientos, también, nos permiten entender parte de las razones por las que otros se mantuvieron. De esta manera, el bandolero social era incapaz de organizarse políticamente bajo unos programas puntuales, los cuales pudieran llevarse a cabo. Las mafias, por su parte, tenían metas muy limitadas y eran incapaces de construir un aparato coercitivo que no sirviera solo a sus propios intereses lucrativos. Hobsbawm nos muestra que, con un grado bajo de organización y con un grado bajo de un modelo programático, los movimientos sociales no pueden dar un salto a la modernidad. Los milenaristas representan, para el historiador, 85 la oportunidad de ver el momento de la transición al modernismo por parte de los movimientos sociales ‘primitivos’. En efecto, se muestra cómo los utopistas milenaristas pueden abandonar su primitivismo para conseguir, de algún modo, el cumplimiento de las aspiraciones que tienen4. Esto no implica que siempre ocurra o que ocurra de manera adecuada; sin embargo, es importante puesto que demuestra un grado más elevado de organización e ideologías, los cuales pueden entenderse como una conciencia de sí mismos. Aparecen, en este grupo, condiciones de segregación similares a las de los antiguos movimientos, lo que le permite, al investigador, trazar líneas comunicantes entre los casos estudiados e ir moldeando algo que, en un principio, parecía una serie de procesos sin conexión alguna. El mérito de Hobsbawm es, quizás, el lograr la abstracción de ítems necesarios para enlazar todos los casos históricos que estudia.
3 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 14.
4 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 93.
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El ritual en los movimientos sociales juega, para el investigador, un papel crucial ya que brinda una identidad y una historicidad de dichos movimientos. Por eso, el lector no deja de sorprenderse al descubrir que los movimientos primitivos tenían un desarrollo muy claro del ritual, aunque guardara ciertas diferencias con los movimientos modernos. El historiador nos muestra cómo no puede existir el contenido y la forma por separado, y cómo estos movimientos estaban unidos por el contenido más que por la forma. El ritual era un enfoque no muy común en los estudios históricos de la clase obrera; por elementos como este, la incidencia de la antropología es visible en la obra de Hobsbawm. Los casos de Colombia y Perú, que aparecen en el libro, son muy curiosos en tanto que el historiador busca, en ellos, los elementos de movimientos primitivos que ha visto en el continente europeo. Efectivamente, encuentra elementos comunes y demuestra que estos movimientos primitivos tuvieron desenlaces diferentes. El mérito de este caso, que es uno de los mayores aportes de Hobsbawm para los estudios latinoamericanos, reside en la aplicación del modelo marxista, previa adecuación del enfoque en el contexto propio de los países latinoamericanos. Para finalizar esta sección, se hará una última reflexión sobre la transición entre lo arcaico y lo moderno. Para Hobsbawm, estos movimientos primitivos son grupos que se adaptan a las circunstancias o que tienen un cierto grado de adaptabilidad. En el caso de la transición de lo primitivo a lo moderno, la adaptabilidad no depende de una fecha determinada sino de los sistemas de agitación social, utilizados por los movimientos sociales. Así, por ejemplo, una rebelión primitiva será aquella que intente resolver nuevos
problemas con métodos viejos5. El despertar de una conciencia propia y el desarrollo de una organización que busque un cambio estructural en las condiciones sociales es lo que brinda el paso a la modernidad.
Eric Hobsbawm y el estudio de los movimientos obreros
Uno de los primeros campos de estudio de nuestro historiador fue el mundo del trabajo, nombre que le dio al texto que se analizará a continuación. Inicialmente, el investigador realiza un balance historiográfico general sobre la forma como se abordó la historia de la clase obrera y su ideología, donde señala la politización presente hasta el momento, en los estudios sobre esta. Aquí, se ve una parte más teórico-práctica del autor ya que muestra su interés por el mejoramiento de la relación de la historia con las ciencias sociales para optimizar los estudios históricos6. Para él, es necesario el uso responsable y adecuado de las técnicas y métodos nuevos en la historia. Para el historiador, es necesario establecer un modelo que permita explicar el funcionamiento de las sociedades7. Esta es una consigna de Hobsbawm que proviene de su formación marxista y que resulta muy útil a la hora de abordar una sociedad o una parte grande de esta, como lo son los movimientos obreros. La abstracción lograda y ese juego entre lo micro y lo macro le brinda la capacidad de ver los problemas estructurales de una comunidad y sus repercusiones en la vida cotidiana de las personas que la componen. La conciencia de clase, en el sentido moderno de la categoría, es, para Hobsbawm, propia de la
5 Hobsbawm. Rebeldes primitivos, 278-279. 6 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 21. 7 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 24-25.
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economía capitalista. Para él, la conciencia juega un rol importante en la organización de cualquier movimiento sea este social u obrero; y, gracias a su labor de historiador, ubica geo-temporalmente la aparición de esta conciencia. Es claro que las clases y el conflicto de clases existían antes de la era capitalista; no obstante, este conflicto tiene otro sentido y otro valor totalmente distinto, cuando se tiene la conciencia activa en el movimiento8. El interés último de este marxista británico no es otro que dar las herramientas a las clases sociales menos favorecidas para que tengan conciencia propia de sí mismas y de su historicidad. Al igual que en el caso de los ‘movimientos primitivos’, el escritor analiza el papel de los rituales en la clase obrera. Como se mencionó con anterioridad, este análisis se torna crucial en el porvenir de los estudios históricos sobre la clase obrera pues le da características a un nombre; le da una forma al contenido. Si bien es cierto que los rituales no han jugado un papel primordial en la clase obrera, también lo es que han existido, en las organizaciones obreras, y que han estado allí dando una identidad propia a sus miembros. Los rituales que he tratado de bosquejar eran en esencia autoafirmaciones y autodefiniciones de una clase nueva a través de la organización de clase; y, dentro de ella, de un nutrido cuadro de militantes extraídos de dicha clase o identificados con ella, que afirmaban su propia capacidad para organizar, para hacer política tan bien como la antigua élite, para demostrar su propia ascensión por medio de la de su clase. […]9. 8 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 37-38. 9 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 114.
Otro de los aportes de Hobsbawm, aunque cabe decir que no es uno de los principales, es su llamado de atención sobre el papel de la mujer en las investigaciones históricas. Es un aporte en tanto que al ser marxista, sus enfoques iniciales no estuvieron dados a analizar las relaciones de género sino a las de clase. Reconocer el papel de la mujer en la historia es algo muy frecuente en la actualidad y quizás en el momento en que se escribió su texto, fuera algo que cobraba fuerza; empero, hacerla visible en un escrito histórico es algo que aún no se ha logrado de manera costumbrista. Al visualizar a la mujer en el movimiento obrero, Hobsbawm nos muestra la paradoja que resultaba del llamado a la 87 igualdad en las pláticas y las trabas de la participación laboral conjunta en la realidad10. El caso de los zapateros políticos es uno de los que más llama la atención entre las fuentes que se han consultado. Esta investigación muestra un aporte de Hobsbawm, característico de los denominados marxistas británicos: el ver a las masas como actores políticos de incidencia y no como simples entes dispuestos a ser gobernados. Y es que, mediante un análisis concienzudo de las condiciones en las que surgió el mito de los zapateros como filósofos y políticos, se logra ver que, aunque no pertenecieran a grupos de élite, estos representantes de las masas, sí tenían una intención política clara, aun cuando su auge fue en tiempos pre-capitalistas. Existía, por tanto, una conciencia incipiente en las masas del trabajo antes de la llegada del capitalismo. Hobsbawm participa del debate en torno a la formación de la clase obrera en Inglaterra en un momento en el que ya E. P. Thompson ha sacado a la luz
10 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 135-136.
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su gran éxito académico.Fechada en los principios del siglo XIX la aparición de la clase trabajadora se torna importante en los estudios históricos porque le permite ver a los historiadores cómo afectó la nueva economía industrial a la clase obrera, y cómo se fue dando una homogenización del proletariado hasta alcanzar un fenómeno nacional11. El resultado último de esta relación entre el sector obrero y la economía industrial fue, sin duda, la obtención de un papel clave en la políticacontemporánea y la consecución de una conciencia propia de la clase trabajadora. La reconsideración de la aristocracia obrera, por su parte, muestra cómo existían otras conciencias de clase durante el mismo periodo de tiempo en el que se forma la clase obrera. El mérito del autor es demostrar cómo la conciencia de clase puede cambiar de acuerdo con ciertas condiciones históricas específicas, las cuales pueden darse en el marco de una coyuntura. Así, la radicalización de la diferencia entre la aristocracia obrera y el cuerpo de las masas obedeció a unas condiciones específicas, las cuales demuestran que la clase no es una categoría inmóvil, sino que se encuentra en constante movimiento de acuerdo con las relaciones sociales. Para finalizar estos apuntes, aparece el tema de la reivindicación de los derechos de los trabajadores. El enfoque que le da Hobsbawm al tema se guía por la reivindicación de los derechos que son aceptados por la comunidad y que no siempre coinciden con la ley12. Al igual que las categorías de ‘clase’ y ‘conciencia de clase’, la categoría ‘derechos’ se posiciona históricamente en distintos marcos geotemporales. Así, los derechos de las sociedades preindustriales de Europa eran faltos de igualita11 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 244. 12 Hobsbawm. El mundo del trabajo, 299.
rismo, y poco claros en cuanto a su universalidad; mientras que, en las postrimerías del siglo XVIII, aparecen los ‘Derechos del hombre’, los cuales tienen cualidades diferentes, cuya aplicación será tardía, pero obedecerá a un contexto histórico propio. La reivindicación de los derechos es otro elemento constitutivo de los grupos sociales tanto primitivos como modernos, proletarios o no.
Eric Hobsbawm y la evolución de la historia Cuando escribió Sobre la historia, Eric Hobsbawm tenía ya 80 años de vida, de los cuales había dedicado más de la mitad al oficio de historiador. Sus reflexiones sobre el estado y los problemas contemporáneos de la historia fueron sencillas, profundas y directas; sin embargo, cada una de ellas fue manifiesta desde una posición de conocimiento y madurez que vale la pena analizar. El primero de los temas tratados en el libro versa sobre la responsabilidad social del historiador. Hobsbawm llama la atención a los académicos del mundo entero por la situación de manipulación y tergiversación que vive la historia, para obedecer intereses propios de gobiernos, agrupaciones o individuos. El mundo necesita a los historiadores en tanto que nuestra responsabilidad es la de criticar y denunciar todo abuso que se haga de la historia desde una perspectiva político-ideológica y que haga mal uso del pasado para legitimar algo del presente13. El segundo tema tratado habla sobre el acercamiento al pasado, el estudio del presente y la visión del futuro. El autor afirma que el pasado es asimilado a un ritmo muy lento por la sociedad hasta que se va
13 Hobsbawm. Sobre la historia. (Barcelona: Crítica), 18.
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convirtiendo en mito14. Esta absorción lenta del pasado no resulta equivalente a la inmovilidad social, mas resulta incompatible con la idea de un progreso ininterrumpido. Estas reflexiones apuntan a ubicar la delgada línea entre lo que en una sociedad puede ser considerado el pasado o el presente en un determinado contexto histórico. De igual forma, apuntan a señalar el momento en que en una sociedad, el presente, se convierte en antónimo del pasado al simbolizar progreso e innovación. Hobsbawm no es muy dado a las predicciones sobre el futuro, ya que considera que no es un ejercicio muy productivo si se realiza con falta de profesionalismo. Con lo que sí está de acuerdo es con extrapolar, de manera sofisticada, las tendencias del pasado y del presente hacia el futuro15. En ese sentido, más allá de pronosticar hechos sociales, lo que se puede hacer es señalar algunas de las problemáticas que seguramente tendrá la sociedad en un tiempo determinado de acuerdo con una tendencia que se evidencia desde el pasado. Un tercer tema tratado por Hobsbawm está relacionado con el presente y el futuro de la historia en tanto disciplina. La primera pregunta que se realiza el erudito es si ha progresado la historia. La respuesta que da después de analizar el cambio del positivismo decimonónico hasta la historia social es que sí, sin embargo, dicho progreso ha sido modesto porque la historia permanece muy aislada de otras disciplinas. Él destaca que ha habido una reconciliación entre la historia y las ciencias sociales, la cual ha sido aprovechada de parte y parte, pero afirma que falta camino por recorrer en la disciplina16. Es
14 Hobsbawm. Sobre la historia, 25. 15 Hobsbawm. Sobre la historia, 32. 16 Hobsbawm. Sobre la historia, 76.
necesario, por tanto, que la historia se relacione más con otras ciencias humanas, sin que se supedite a ellas. El investigador también señala que la historia es ahora crítica y analítica y que ha abandonado la simple descripción de los hechos. El historiador ve en su disciplina algo vivo, algo cambiante y, como tal, procura ver las transformaciones de la humanidad. Para Hobsbawm, la historia es una sola disciplina, no existe una historia económica o una historia social, sino simplemente la historia. Esto se explica porque, al tratar con seres vivos, la historia debe ocuparse de todos los ámbitos de la vida de estos personajes y no solo de unos. Sobre el futuro de la historia afirma que deben ser pensados muchos 89 aspectos, siendo algunos de ellos las transformaciones urbanas; la interacción entre política, economía y sociedad; y finalmente, la historia comparada. La especialidad de Hobsbawm era la historia social, campo en el que se encuentran sus mayores aportes. Para él, la historia social no puede ser supeditada a otras historias, el diálogo entre la historia social y las ciencias sociales ha de ser equitativo. Si bien es cierto que se deben explorar todos los aspectos de la vida de las personas, es necesario utilizar modelos que sean producto de la abstracción y que permitan tener un orden de prioridades en la investigación. Una de las disciplinas con las que más relaciona a la historia es la economía, de la cual espera una relación mutua en la que ambas disciplinas se vean beneficiadas. Siendo un marxista desde sus años de juventud, es menester señalar los aportes de Hobsbawm a la historia que, se cree, provienen de su doctrina ideológica. Para él, el marxismo es el mejor método para abordar la historia, puesto que al utilizar los modelos de análisis social, logra tener una conciencia más clara que
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otros métodos de estudio sobre la sociedad17. Para el investigador, la influencia marxista en la historia es muy grande, aunque diferencia el marxismo puro del marxismo vulgar, a quien le adjudica la mayor influencia en la historiografía18. El marxismo es, para Hobsbawm, la primera teoría estructural de la sociedad19. Sus méritos, y, por qué no, los de Hobsbawm también, son la crítica al positivismo y el acercamiento a una perspectiva histórica más cercana a las ciencias sociales. El marxismo promulga el análisis de los modos de producción de una sociedad, entendido como la forma en la que el hombre se adapta a la naturaleza y a las medidas por las cuales se moviliza, despliega y asigna el trabajo. Estos postulados del marxismo son, a nuestro juicio, muy bien aplicados en los escritos de Hobsbawm dado que lo primero que se estudia al analizar una sociedad es la forma como está organizada y cómo funciona su economía.
Conclusiones Se han visto puntos en común en los temas tratados por Eric Hobsbawm en sus textos. No es casual que aparezcan elementos como la conciencia, los rituales y las formas de organización propias de cada movimiento. El interés de este erudito está enfocado, como se mencionó en la cita de apertura de este texto, a crear una conciencia de clase propia, por parte de los grupos sociales. La historicidad que le da el autor a estos grupos responde a un deseo de brindarles un pasado, el cual, por su puesto, ya tienen, pero del que no se han apropiado adecuadamente.
17 Hobsbawm. Sobre la historia, 78. 18 Hobsbawm. Sobre la historia, 154. 19 Hobsbawm. Sobre la historia, 155.
La rigurosidad y las duras reflexiones que realiza el historiador son elementos que no pueden ser considerados secundarios, pues brindan, a su labor, gran parte del profesionalismo que le caracteriza. Es claro que la rigurosidad histórica no es un fin en sí misma, sino una herramienta, muy útil, además, para alcanzar el objetivo de llegar al público y causar, en él, una serie de reflexiones críticas sobre el pasado y el presente de los movimientos sociales y de las relaciones que estos han tenido con los demás actores de la sociedad. El papel político de la historia es un elemento del que el autor está consciente al escribir. Y uno de los mayores aportes a la historia es la responsabilidad que genera en quienes han dedicado sus vidas a escribirla. Metodológicamente se ven aportes muy fructíferos de Hobsbawm, destinados a demostrar que los grupos sociales, tanto capitalistas como pre-capitalistas, fueron agentes políticos activos y no simples cuerpos faltos de ideologías, deseos y necesidades. Los aportes de nuestro investigador a la historiografía del siglo XX provinieron de las diferentes fuentes de su formación, y enriquecieron la teoría y la práctica histórica en distintos ámbitos, siendo el social el que más resaltó.La historiográfia del siglo XX cambió sustancialmente tras la aparición de Hobsbawm; si bien, para él, los avances en la disciplina fueron modestos, al verlos desde una mirada de larga duración, se observa como la disciplina avanzó a pasos agigantados en el acercamiento con los movimientos sociales y la contribución a la formación de su conciencia propia. Es cierto que el abismo que existe entre la historia y los grupos sociales continúa siendo de grandes proporciones, no obstante, el papel de historiadores como Eric Hobsbawm ha contribuido a reducir las distancias con la sociedad.
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Bibliografía Fuentes / Secundarias Libros Hobsbawm, Eric. El mundo del trabajo. Estudios sobre la formación y evolución de la clase obrera. Barcelona: Crítica, 1987 [1984]. -----------. Rebeldes Primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX. Barcelona: Crítica, 1974 [1959]. -----------. Sobre la Historia. Barcelona: Crítica, 1998 [1997].
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TEMA LIBRE
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EL MITO DE LA UNIVERSIDAD: REVUELTAS ESTUDIANTILES DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES EN 1971-1972 Keywords:
Nicolás Arias Herrera Estudiante de pregrado en Historia y Filosofía Universidad de los Andes n.arias10@uniandes.edu.co Rodrigo Andrés León Daza Estudiante de pregrado en Historia Universidad de los Andes ra.leon10@uniandes.edu.co
Abstract
University, myth, social
Resumen
protest, student movement, educative model.
Este documento se presenta como una corta investigación sobre los movimientos y las protestas estudiantiles que se dieron en la Universidad de los Andes (Bogotá) entre 1971 y 1972. Se plantea que dentro de los conflictos sociales de estos años hubo una dimensión representativa, o mitológica según el concepto desarrollado por Roland Barthes. Se muestra cuáles eran las diferentes “mitologías” en torno al concepto de universidad que tenían tanto los altos directivos institucionales, como los estudiantes. Se plantea que se vivió un periodo que cuestionó abiertamente las relaciones de poder (internas y externas) del ente educativo, tomando en cuenta su carácter privado y su posición entre las universidades de Colombia. Se rastrean debates sobre la estructura de poder de la Universidad de Los Andes que se remontan a las medidas tomadas desde entonces, y que han tenido al estudiantado, e incluso al profesorado, atados de manos, hasta el día de hoy.
This paper is presented as a short investigation on the student movements and protest that happened in Los Andes University (Bogota) between 1971 and 1972. The document poses that underlying the social conflicts of these years exist a representative dimension, or mythological according to the concept developed by Roland Barthes. The different mythologies around the concept of university that the university’s managements and students had are shown. We suggest that the university lived a time that openly questioned the relations of power (internal and external) in the university, considering its private character and its position among Colombian universities. We followed debates about the structure of power in Los Andes University that go back to measures adopted since then, and which have tied the student and professor body's hands.
Palabras clave Universidad, mito, protesta social, movimiento estudiantil, modelo educativo.
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I. Introducción
ecía Salvador Allende «ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica»2. En los agitados principios de los años setenta, más que en ningún otro momento, esta consigna va a tomar gran relevancia, pues serán unos años caracterizados por la masiva participación de los jóvenes, especialmente de los universitarios, en diferentes manifestaciones en contra del sistema establecido. Las protestas en Colombia no solo tuvieron lugar en las universidades públicas. Aunque su participación sea un poco más discreta; las universidades privadas también vivieron un agitado periodo de protestas, marchas y debates. La Universidad de los Andes no fue ajena a su contexto. Siendo la universidad privada más importante del país, sus estudiantes estuvieron muy activos a la hora de exigir sus derechos, tanto al gobierno nacional como a los directivos de la misma3. Las protestas sociales han sido tratadas desde diferentes ángulos en los trabajos históricos; sin embargo, para este trabajo queremos discutir los significados, representaciones (o mitologías) que se ven enfrentadas tanto en el terreno del discurso como en práctico sobre qué cosa, en 1971-1972, debería ser una universidad.
Según Roland Barthes, el mito no es esa historia relacionada con religiones o moralidad, sino más bien son ideas que se dan a partir de constructos sociales4, preconcepciones que articulan el “deber ser” de las cosas. Preferimos trabajar con este concepto de mitología al de, por ejemplo, representación, porque no queremos hablar solamente de cómo los grupos en conflicto interpretaban la universidad en sí, sino también qué valoración moral le hacían al deber ser de la misma. ¿Cuál es el deber ser de universidad? Por un lado, Ramón de Zubiría habla del papel de la misma en el proceso de desarrollo de un país5, exponiendo que el progreso debe ser el resultado de un avance tecnológico que vaya de la mano con el progreso moral, con la estabilidad política y social, abogando por un desarrollo humanizado, que no deje de lado los valores del hombre. Por otro lado, Francisco Pizano de Brigard señala que el problema de la formación universitaria reside en el abandono del intento de educar, es decir, que ya no se propone producir un arquetipo humano, sino un hombre determinado por los conocimientos que posee, sumado a un cierto grado de eficiencia6. Con lo anterior, se puede inferir que para los dos autores la universidad es aquella que se propone formar integralmente a los estudiantes, tanto impartiendo conocimientos de sus respectivas carreras, como preocupándose porque su formación tenga un componente épsilon, es decir, moral y social. Aun así, la
1 “El comienzo del despertar uniandino”, Nicasio Moreno. S/A. 2 Salvador Allende, Discurso en la Universidad de Guadalajara, Diciembre de 1972. 3 “La agitación estudiantil sacudió a los Andes”. En: Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo Fuentes Primarias (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008).
4 Roland Barthes, “Mitologías”, Siglo XXI Editores, Bogotá, 1980. 5 Ramón de Zubiría, “Las universidades latinoamericanas y el proceso de desarrollo”, Universidad de los Andes 1948-1988 (Ediciones Uniandes, Bogotá, 1998, pp. 135-139). 6 Francisco Pizano de Brigard, “Visión de la Universidad”, en: Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008).
«(…) que cosas más extrañas están pasando en el mundo primero el viaje a la Luna y ahora el paro en los Andes»1.
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perspectiva de que es un desarrollo íntegro fue adoptada por cada grupo de forma diferente, y, en algunos casos, fueron posiciones tan antagónicas que se vieron envueltas en conflictos directos, cómo lo que se vivió en la Universidad de los Andes en esos años. Para exponer con claridad el conflicto de posturas en esa época, primero haremos una contextualización, donde se enmarca lo acontecido en la universidad en un sistema social; luego, una parte que evidencia, justamente, el choque de posturas frente a lo que es una ‘universidad’, y, finalmente, una coda que hace las veces de conclusión, pero que prefiere dejar abiertas interrogantes antes que dar generalizaciones o juicios finales. Para este trabajo, se usaron como fuentes los periódicos de El Tiempo y El Espectador, así como entrevistas a protagonistas de las protestas, y, de forma secundaria, los libros editados por la universidad de su propia historia, lo que nos atrevemos a llamar la “historia oficial” de la universidad.
II. ¿Qué pasó en los Andes entre 1971 y 1972? No podríamos hablar de las coyunturas míticas de la Universidad de los Andes si no las enmarcamos en un contexto y le diéramos unas condiciones de surgimiento. La participación política en Colombia, desde 1968, estaba en una situación delicada. El Frente Nacional (1958-1974), pacto entre el bipartidismo tradicional colombiano, trajo al país una época de grandes luchas internas causadas por muy diversas razones. El monopolio del poder en el país, llevó a excluir a la ANAPO –entre otros grupos políticos nacientes– de la participación política nacional y acarreó, asimismo, el
nacimiento y fortalecimiento de grupos de izquierda, los cuales vieron su ideal en los triunfos de sus homólogos en China y Cuba7. En el contexto de la guerra fría, los gobiernos del Frente Nacional –particularmente el de Misael Pastrana– vieron amenazadas las buenas relaciones y, por lo tanto, los subsidios de Estados Unidos y Colombia con el auge de movimientos comunistas, tanto de vertiente soviética como china. Por su lado, en Latinoamérica, las universidades se estaban llenando de dudas frente al sistema establecido. Algunas ideas de “izquierda” se empezaron a apoderar de las aulas de clase; estas iban desde la 97 crítica al proto-americanismo de los gobiernos y algunas universidades, hasta la suspicacia del modelo económico y político de finales de los años 60. La actitud contestataria de los universitarios hizo que, a partir de la reforma administrativa de 1968, el Estado tomara mayor control sobre los centros educativos, limitando la participación de la comunidad académica, tanto de profesores cómo de estudiantes8. Según los estudiantes cercanos a los proyectos de izquierda, para las élites políticas era un pecado pensar y sentir diferente, y ante la vehemencia con la cual ellos se pronunciaban a favor del comunismo, los gobiernos latinoamericanos iniciaron una política de represión para extirpar por la fuerza sus deseos juveniles de revolución.9
7 Diana Milena Espinal, “Ensambles de memoria: Comunidades estudiantiles en la Universidad de los Andes”, mecanografiado, trabajo de grado para optar por el título de Pregrado en Ciencia Política, Departamento de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes, Bogotá, 1999, 22-23. 8 Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo I (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008) 431. 9 Diana Milena Espinal, “Ensambles de memoria”, Universidad de los Andes, Bogotá, 1999, 24.
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Inspirados en el mayo francés y en las revueltas estudiantiles de California10, la mezcla de deseos juveniles de rebelión con las actitudes reaccionarias del gobierno colombiano llevó a un encarnizado conflicto entre los estudiantes de las universidades –tanto públicas como privadas– con la policía y el gobierno. Aunque la lucha más intensa se dio en la universidad pública, las universidades privadas vivieron sus propios conflictos, incluyendo a la Universidad de los Andes, que simplemente no podía extraerse del contexto conflictivo de inicios de los 70. En la Universidad de los Andes, organismo educativo y “apolítico”, los estudiantes perdieron (si alguna vez las tuvieron) sus facultades neutrales y alzaron su voz en forma de protesta, cansados de esa posición que aseguraba que «a las futuras clases dirigentes no les estaba permitido promover revoluciones»11; básicamente, de ser ciegos a las realidades del país12. No obstante, ¿bajo qué condiciones se desarrolló la protesta estudiantil de los Andes en 1971 y 1972? Quizá, para vislumbrar un poco mejor cuáles eran los puntos en discusión entre estudiantes y directivos, sea importante enfatizar en cuales eran los propósitos primarios que llevaron a la fundación de la universidad (1948)13. Los propósitos “oficiales” son expuestos por Daniel Arango, profesor de humanidades de la Universidad; quien afirma que la universidad se fundó cuando
[…] se abría paso en el mundo, después de la Segunda Guerra Mundial, una nueva confianza en la sociedad y en las potencialidades humanas y la convicción de que el desarrollo de la democracia, la economía y la educación, conducirían al advenimiento de un mundo mejor14. Según los más tradicionales, la Universidad se fundó con el propósito de modernizar a Colombia; acercarla un poco más a eso que llamaba “progreso”. Sin embargo, el presunto “progreso” de Arango cultivó muchos detractores en los inicios de los 70, pues acusaban que, detrás de ese modelo de desarrollo y progreso, vieron en el proyecto de la universidad fuerzas “opresoras” e imperialistas: «Necesitaban crear expertos nacionales para servir a la técnica yanqui»15. Aun así, ambas partes, cada una a su manera, afirmaban que la universidad fue un proyecto de la posguerra; mientras Estados Unidos estaba adquiriendo influencia en Latinoamérica, con la Alianza para el Progreso, y que, por lo tanto, es una constante que entre 1948 y 1970 la institución mantuvo cercanía con el país del norte. Ejemplificando esta relación, podemos afirmar que, durante toda la década del 60, los principales benefactores de la universidad fueron la Fundación Ford16 y la Fundación Rockefeller –a cargo de
10 Hecho paradójico, si tenemos en cuenta la crítica del estudiantado al imperialismo cultural de Estados Unidos y Europa 11 Enrique Santos Calderón, “Contraescape”, El Tiempo, Bogotá, 13 de marzo de 1971. 12 Diana Milena Espinal, “Ensambles de memoria”, Universidad de los Andes, Bogotá, 1999, pp. 22-24 13 Entenderlos más allá del mito romántico de la fundación de la Universidad, el que indica que Mario Laserna iba en bicicleta en París, cuando ve a un amigo suyo de toda la vida (un tal Einstein), y entre los dos se deciden crear una Universidad en Colombia.
14 Palabras pronunciadas por el Profesor Arango en la ceremonia de grados de 1983. En: Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008). 15 Juan Gossaín, “La cabra baja de los Andes”. En: Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo IV (Bogotá, Ediciones Uniandes, 2008). 165 16 Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo I (Bogotá, Ediciones Uniandes, 2008). 448.
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Nelson Rockefeller–. También, durante este período, a los estudiantes, en su programa de estudios, les aplicaban el 3/2 ya que 3 años de su carrera los pasaban en los Andes, y 2 en alguna universidad de Estados Unidos. Por otro lado, buena parte de la planta profesoral venía del extranjero, que si bien, en su mayoría era de origen europeo, todos tenían fuertes conexiones con universidades de Estados Unidos, por ejemplo Gerardo Reichel Dolmatoff con la Universidad de California. Finalmente, la influencia estadounidense se podía apreciar en elementos simbólicos muy fuertes, cómo es el caso de la mascota de la Universidad: Séneca. Recalcando el hecho de que adoptar a un animal como mascota de una universidad es una tradición de las universidades norteamericanas. Expuestos sucintamente los elementos contextuales y algunos de la estructura interna de la universidad, faltaría presentar coyunturas que exacerbaron la protesta estudiantil, y que fueron causa y efecto del conflicto ideológico sobre qué es la Universidad. El primer punto coyuntural tiene que ver con la relación que mantenía el micro-mundo de los Andes con el resto de universidades del país. Algunas de las primeras protestas en los Andes (1970) fueron más un gesto de apoyo a causas estudiantiles nacionales. En este año, la comunidad académica quedó consternada por la decisión del cierre temporal de la Universidad Nacional, el cierre absoluto del Departamento de Sociología en la Universidad Javeriana, y una serie de protestas en la Universidad del Valle, las cuales terminaron violentamente
con algunos estudiantes heridos y 7 muertos17-18. Aunque las primeras motivaciones de los estudiantes venían de solidarizarse con causas externas a ellos, pronto surgirían condiciones en la Universidad que acarrearían todo el esfuerzo de los movimientos estudiantiles. A finales de los años 60, la financiación internacional de los Andes se vería fuertemente coartada, la fundación Ford retiró gran parte de su apoyo e hizo que la Universidad entrara en crisis económica19. La única solución que vieron viable, en su momento, fue alzar las matrículas considerablemente, alza que se mantuvo constante desde 1966. El alza de las 99 matrículas no solo significó un malestar entre los estudiantes que tenían que pagar más, sino también representaba el ingreso de solo personas de alto status económico y, por lo tanto, un fortalecimiento del imaginario elitista de la Universidad20. Otros hechos coyunturales contribuyeron para tensionar, aún más, la relación de los estudiantes con su Universidad: expulsión de profesores y suspensiones de matrícula por parte de la Universidad, tomas violentas y poca disposición al diálogo por parte de algunos estudiantes fueron resultado directo del choque entre ambos estamentos. Empero, no queremos afirmar la idea simplista de que las protestas del 71 y 72 en los Andes respondieron solo al alza de las matrículas o a la represión confabulada de la Universidad con
17 Diana Milena Espinal, “Ensambles de memoria”, Universidad de los Andes, Bogotá, 1999, 31-32 18 Martha Patricia Perdomo. “La militarización de la justicia: una respuesta estatal a la protesta social (1949-1974),” Análisis Político Vol.25, Núm.76 (2012). 39. 19 Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo I (Bogotá, Ediciones Uniandes, 2008). 363. 20 Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo I (Bogotá, Ediciones Uniandes, 2008). 366.
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“el imperio”; debajo de todo eso, transcurrió un debate central, el cual en pleno 2013 (con la reforma a la Ley 30) vuelve a cobrar rigor. Nos referimos al choque de dos mitos contrapuestos, que más allá de toda coyuntura, es un debate de cómo debería ser un elemento estructural de la sociedad moderna: la educación y, entre ella, una de sus instituciones más importantes: la Universidad.
III. El mito de la universidad: describir las dos posturas
3.1 L a postura oficial Dados los sucesos que acontecieron en la Universidad de los Andes –como los “escalerazos”: la toma de las escaleras adyacentes al edificio B de la Universidad, o burlas teatrales hacia las directivas–21, Enrique Santos, como egresado, escribió, en su columna «Contraescape»22, sobre los conflictos en los Andes, argumentando que los jóvenes están cansados de un plantel que les tiene muy limitadas sus posibilidades de participación política interna y los cohíbe de expresarse como ciudadanos frente a los problemas que enfrenta la Nación. ¿Quiénes eran realmente los estudiantes uniandinos de la época? Según Santos, eran la futura clase dirigente colombiana y, según sus directivas, no tenían que meterse en revoluciones; eran sencillamente los «niños formales de una Universidad ‘bien’»23. Días después, El 16 de marzo, Mario Laserna escribió en El Tiempo una respuesta a la crítica 21 Diana Milena Espinal, “Ensambles de memoria”, 1999, 22-23. 22 Enrique Santos Calderón, “Contraescape”, 13 de marzo de 1971. 23 Enrique Santos Calderón, “Contraescape”, 13 de marzo de 1971.
que hace Santos sobre el modelo educativo de la Universidad de los Andes. Laserna argumenta, en réplica, que las actitudes de las directivas representan el ideal de Universidad: que está fundada en pro de bridar un conocimiento objetivo, y que no interfiera de forma política en los asuntos de la Nación. Mario Laserna acusó a Santos de estar mal informado sobre los acontecimientos dentro del plantel y, que nunca, según él, se han negado posibilidades de tratar el tema de la coyuntura social de la universidad de los años 70 –siempre que se haga de forma objetiva, no política–. Aun argumentando a favor de la neutralidad política, Laserna escribe, de forma despectiva, acerca del marxismo-leninismo presente en algunos grupos de la universidad, los cuales, según él, aislarían al país aún más y le negarían la posibilidad de desarrollo del conocimiento, entre otras cosas24. Sin embargo, la tesis central de Laserna es que los profesores y alumnos son tan solo ejecutores e intérpretes de la función de la universidad: servir a la comunidad. Para este, la vocación de la universidad parecería ser el desarrollo intelectual de la nación, propósito para el cual, según su perspectiva, los estudiantes se deberían alejar de las contiendas políticas –especialmente del marxismo–, y deberían servir a intereses mayores, que son los que salvaguarda la universidad como institución. ¿Cuáles son esos intereses “mayores” de la Universidad? En su artículo “Discusiones en torno a la Universidad de los Andes”25, Laserna indica
24 Mario Laserna, “Mario Laserna responde a los hechos de los Andes”, El Tiempo, Bogotá, 16 de marzo de 1971. 25 Mario Laserna, “Discusiones en torno a la Universidad de los Andes” (1973) En: Gustavo Bell Lemus et al. (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008).
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que los estudiantes están trabajando menos. Según él, la Universidad descuida los métodos de enseñanza que obligan al alumno a emplear al máximo sus energías y capacidades, esto y el hecho de que «las preocupaciones de contenido social, se traducen en movimientos activistas que obligan a la Universidad a restringir determinadas actividades»26, tergiversaron la visión de Universidad que quiere traer Laserna a Colombia. Si bien Mario Laserna fue, durante este período, el miembro más influyente de la junta directiva de la Universidad –principalmente por su condición de fundador–, no todos los altos cargos de la Universidad se mantenían en confrontación con los estudiantes. Posturas más dialogantes y no tan radicales aparecieron en personajes cómo Manuel Rodríguez Becerra27, secretario general de los Andes para 1972. En ese mismo año, escribió un comunicado titulado: “Reflexiones sobre la participación de los estudiantes en la Universidad de los Andes”. En este escrito, Rodríguez Becerra habló sobre la dicotomía entre “representación” y “participación”, entendiendo la participación como el derecho y el deber del estudiante de involucrarse en la vida universitaria y de contribuir en la toma de decisiones, y la representación como algo que vicia el ideal apolítico de la Universidad. El hecho de que Rodríguez Becerra reconociera que la participación, más no la representación, es vital en el funcionamiento de una Universidad, indica que, dados los sucesos de los últimos años en
la Universidad, algunas directivas han llegado a reconocer la necesidad imperiosa de formalizar, ampliar y fortalecer los canales de participación del estudiantado. Por lo tanto, Rodríguez Becerra niega la posibilidad de un cogobierno, argumentando que la Universidad de los Andes no puede entenderse como un “microcosmos” de la sociedad en general, porque, según él, esto indicaría que no existen propósitos, funciones, o ideales distintivos. Sustentándose en los estatutos de la Universidad28, los cuales hablan del profesionalismo que se quiere brindar a los estudiantes; Rodríguez Becerra 101 indica que son los profesores en conjunto con las directivas, quienes, por su experiencia, deben estar a la vanguardia de los procesos internos de la Universidad y, por lo tanto, el tipo de gobierno se debería aplicar en los Andes; debería ser una meritocracia más que una democracia: «la Universidad debe salvaguardar los valores democráticos, de ninguna manera debe constituirse a sí misma en una democracia política representativa. Como se ha dicho, la Universidad es un universo circular y no un universo electoral»29.
3.2 Estudiantes y profesores Independientemente de si uno está de acuerdo o no con la perspectiva de Mario Laserna y Manuel Rodríguez Becerra, el hecho de que el fundador de la Universidad de los Andes se tomara la molestia de exponer su opinión en la prensa nacional significó
26 Mario Laserna, “Discusiones en torno a la Universidad de los Andes”. 27 Manuel Rodríguez, “Reflexiones sobre la participación de los estudiantes en la Universidad de los Andes” (6 de noviembre de 1972) En: Gustavo Bell Lemus et al. (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008).
28 Manuel Rodríguez, “Reflexiones sobre la participación de los estudiantes en la Universidad de los Andes”. 29 Manuel Rodríguez, “Reflexiones sobre la participación de los estudiantes en la Universidad de los Andes”. 179.
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que los que defendían la postura contestataria ante la postura de las directivas estaban ganando mucha fuerza en la Universidad. También, que este debate se haya puesto en las primeras hojas del diario más importante de Colombia muestra lo relevante que era la Universidad de los Andes en ese momento. Pero ¿y los otros estamentos? ¿Cuáles eran los argumentos que hacían que Mario Laserna tuviera que defender su idea de Universidad? Continuando con la idea de que en las protestas estudiantiles de los años 1971 y 1972 uno de los elementos más importantes era el debate sobre el imaginario de lo que debería ser una Universidad, en diversos discursos, en su mayoría de estudiantes, se argumentó por qué la Universidad debería ser un espacio político y de enorme preocupación por su contexto. Los discursos contestatarios proliferaron tanto en forma como en contenido. Respecto a la forma de los discursos, se publicaron revistas cómo Séneca, un espacio –de cierta forma patrocinado por la Universidad– en donde los estudiantes podían exponer sus posturas frente a las coyunturas nacionales, estudiantiles e internas. A su vez, dada la visibilidad de la Universidad en el contexto colombiano y su importancia para las élites que conformaban su mesa directiva30, algunos estudiantes y profesores tuvieron la posibilidad de escribir en El Tiempo respondiéndole al comunicado emitido por Laserna. Sin embargo, los discursos que causaron
mayor impacto en la población estudiantil no se difundieron por fuentes escritas. En este caso, el área de artes de la Universidad tomó la bandera de la lucha estudiantil, enfáticamente el grupo de teatro de la Universidad, pues estos fueron el grupo contestatario más activo, incluso más que los que tenían denominación política. Lastimosamente, no tuvimos acceso a ninguna grabación o descripción detallada de ninguna obra, por lo que nos fue imposible hacer un análisis discursivo del contenido de las mismas. Séneca, quizá, fue el medio escrito más importante por donde se difundieron los puntos del movimiento estudiantil, aunque no el único. En su edición de mayo de 1970, salió un collage de movilizaciones estudiantiles de todo el mundo (especialmente de Francia) con la frase: “Unidos estudiantes del mundo”. Esta portada muestra cómo los intereses de los estudiantes de los Andes estaban estrechamente relacionados con toda una ola de protestas en la educación superior, y este número de la revista, aunque no tan radical como el de años posteriores, ya hacía énfasis en que la Universidad debería ser un espacio de reflexión (política) ampliamente politizada. También Igualmente, en las revistas estudiantiles, se abordaron problemas más concretos y representaciones ya no de la Universidad como genérico, sino de los Andes en particular:
30 Los nombres de los “dueños” de la Universidad han cambiado con el tiempo, pero en los años 70 del siglo pasado, los nombres que figuraban en la mesa directiva eran de políticos de renombre y de familias aristócratas: Andrés Holguín, Douglas Botero, Mario Laserna, Roberto Arenas, Virgilio Barco, Alberto Lleras Camargo, Jaime Michelsen, Hernán Echevarría Olózaga y Jorge Mejía Salazar.
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Sólo existe en nuestro concepto un rasgo de esta Universidad que nos desconcierta y nos asusta: nos educan para ser muy buenos técnicos, pero no más. El uniandino por lo general es un pequeño burgués y otra cosa aun peor, un gendarme de status quo31.
vas de la Universidad, con el discurso de ser “una actividad artística”; cualquier intromisión podría tomarse como una censura injustificada, aunque se intentó34. El teatro expresó algunas de las críticas de los estudiantes hacia la Universidad. Afirma Ricardo Camacho en una entrevista:
En Séneca, se puede apreciar la queja recurrente de algunos estudiantes sobre la “integralidad” del proyecto de la Universidad, estudiantes que, en principio, rechazaron la idea de convertirse en tecnócratas sumisos. Afirmó Patricia Ruánen en la revista estudiantil Hojalata: «No podemos dejar que nos utilicen como eslabones de la cadena, en reproducción mecánica de un orden social. Iniciemos por no seguir dándole la espalda al país, con la falsa premisa que eso no nos atañe»32. El compromiso político y social de algunos estudiantes de la Universidad también se expresó claramente en diversos grupos artísticos. La escuela de bellas artes, el coro de la Universidad y el teatro fueron grandes protagonistas en los mítines estudiantiles. Especialmente, en el grupo de teatro de la Universidad, el cual, desde el estreno de Canto del fantoche lusitano 33 en 1968, mostró un espíritu acusador de los excesos de ciertos grupos de poder; por ejemplo, la obra ofendió profundamente a la embajada de Portugal. El teatro, al ser una actividad extra-curricular, tenía condiciones especiales, las cuales hacían que este no pudiera ser limitado por las directi-
(…) nos volcamos hacia un teatro que escarbaba en los conflictos sociales y políticos, y la búsqueda estética y la dimensión propiamente artística del teatro se refundió en un escenario de agitación ideológica35.
31 Séneca, Bogotá, octubre de 1968 32 Patricia Ruán, “Uniandinos: de frente a Monserrate, de espaldas al país”. Hojalata, 2 de mayo de 1987 33 Obra que denunciaba las prácticas colonialistas de Alemania y Portugal durante el siglo XIX.
103 Las burlas recurrentes a profesores y directivos, los sketches crudos, y lo pública y atractiva que fue esta propuesta artística hizo que el teatro fuera una vía alternativa para presentar posturas argumentadas a los clásicos debates académicos, por el mismo hecho de utilizar una expresión artística, ya hay un discurso que pone en duda el carácter exclusivamente academicista que los directivos pretendían tener de la Universidad. Aun así, quizá la fuente que nos puede develar, con mayor claridad, el cómo entendían la Universidad es una respuesta a la carta previamente expuesta por Mario Laserna. Publicada el 18 de marzo de 1971 (dos semanas después de la de Laserna), esta respuesta fue escrita a cuatro manos, primero por Antonio Montaña, profesor de filosofía y letras de la Universidad, y segundo por Jacobo Méndez Campo, representante de la Facultad de Ingeniería. Ambos enfatizaban en que la Universi-
34 “Denuncian persecución del teatro en los Andes”, El Tiempo, Bogotá, 20 de diciembre de 1972 35 Entrevista a Ricardo Camacho en: Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo III (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008)
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dad es, ante todo, una institución de carácter social y, por lo tanto, debe promover la democracia tanto interna como externamente. El primer punto a favor de la Universidad Democrática tiene que ver con la estructura misma de la institución. Tanto Montaña como Méndez hablan de la participación estudiantil en la mesa directiva y en las decisiones importantes de la Universidad. Esto se contrapone a la perspectiva de los directivos que hablan de los estudiantes como simples ejecutores de los deseos de “la comunidad”. Ambos ponentes resaltan que los estudiantes, también, forman parte de la comunidad, y que estos serían los primeros interesados en el futuro de la institución. ¿Por qué Laserna cree que lo que desea la sociedad de la Universidad es sinónimo de lo que desean sus directivas?36 Tanto Montaña como Méndez critican que ese “servir a la comunidad” sea una forma de ocultar un “servir a los directivos”, pues Laserna los trata como si fueran la misma cosa. Los contradictores de Laserna enfatizan en que los directivos no son seres objetivo y a-políticos; que el hecho de no declarar apoyar a ningún partido los hace ya tener una aposición política. Más allá del cogobierno entre los diferentes estamentos, para Montaña y Méndez la Universidad debería ser un espacio de debate de las diferentes coyunturas sociales, por lo que estas deben ser tratadas en los temas de estudio de la misma. Nuevamente, para ellos, ser neutral no significa ser indiferente, al contrario, ellos quería «una Universidad libre para que cada uno pueda opinar»37.
Y esto se liga con otro debate igual de importante. ¿Cuál es la propuesta pedagógica de los Andes? ¿Es acaso solo una institución técnica? En el acta de fundación de la Universidad de los Andes, se declara que la universidad debe tener una vocación humanística e integral38; por ello, sería una contradicción a sus mismos principios que las coyunturas nacionales más importantes queden fuera de sus aulas, con la excusa de que no se quiere favorecer a ningún grupo. Aunque lo humanístico y lo integral también se usó en el discurso oficial de la Universidad, la forma como se entendían estas dos palabras, por parte de cada estamento, era diferente. Mientras que para profesores como Abelardo Forero y Ramón de Zubiría entendían la formación humanística como un compendio enciclopédico de datos y anécdotas, los estudiantes lo veían más bien como una relación compleja y activa con el conocimiento, una respuesta crítica al método de enseñanza tradicional, y con el que los estudiantes estaban dispuestos a romper.
36 “Exprofesor y alumno de los Andes responden a Laserna”, El Tiempo, Bogotá, 18 de marzo de 1971 37 “Exprofesor y alumno de los Andes responden a Laserna”, El Tiempo, Bogotá, 18 de
marzo de 1971. 38 Faltaría una cita directa a estos documentos de fundación de la Universidad; no obstante, en este periódico se mencionan dichos principios.
Y aún es tiempo en que pretenden seguir enseñándonos fabulas, majaderías fantásticas, irreales: Abelardo Forero […] nos decía que la Revolución Bolchevique fue causada por la mala imagen que Rasputín producía en el régimen zarista. […] ¿Usted cree que nosotros
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podríamos seguir estudiando este tipo de historia, plagada de aventuras, folclore, de mentiras piadosas para que no descubriéramos la verdad? 39
IV. Coda40 En marzo de 1971, Álvaro Salgado Farías, exdecano de la Facultad de Ingeniería, asume la rectoría con la política denominada “El Timonazo”41. A su llegada, la actitud de la Universidad fue dura con aquellos que impedían el normal funcionamiento de la institución; incluso, llegó a cancelar matrículas, con la idea de que, al tomar estas medidas tan drásticas y ejemplarizantes, se disuadiera a los estudiantes de tomar posiciones agresivas y altaneras frente a las directivas. El drástico remedio funcionó, finalizando el segundo semestre de 1972 y empezando el primero de 1973 una relativa calma vuelve al campus. Aunque sin haber solucionado los problemas de fondo en la segunda mitad de la década de los 70, la Universidad de los Andes entraría en una nueva toma estudiantil aún más reacia que la anterior. Sin embargo, nuestro propósito al indagar en estas protestas estudiantiles es reflexionar sobre cómo fue ser estudiante en los años 70; pero, tam-
39 Juan Gossaín, “La cabra baja de los Andes”. En: Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo Fuentes Primarias (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008). Pp. 166. 40 La “Coda” es una sección musical con que finalizan algunos movimientos. No nos interesa dar una conclusión analítica en este trabajo, puesto que creemos más importante cerrar con una invitación al debate de estas “mitologías” o representaciones en nuestro presente inmediato. 41 “La agitación estudiantil sacudió a los Andes”. En: Gustavo Bell Lemus et al. Historia de la Universidad de los Andes: Tomo Fuentes Primarias (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008).
bién, que las experiencias que ellos vivieron todavía están vigentes, tanto en el plano institucional como en el nacional. En primer lugar, hay que dudar del supuesto de que, con un consejo de estudiantes, hay participación y representación, y que los que no lo quieren son bestias autócratas que solo buscan el beneficio personal. Si bien en la Universidad existe, en este momento, un concejo de estudiantes, hay un debate interno con respecto a los alcances de este en materia de representatividad, pues, en ciertas decisiones, la voz de los estudiantes no es tenida en cuenta. Esta forma de representatividad se acerca a la figura de un Student Council usado 105 en las universidades de California en los 70, el cual fue utilizado, no como mecanismo de participación estudiantil, sino como un órgano de consulta, sin injerencia real, y que buscaba más bien calmar las revueltas estudiantiles. Así mismo, por medio de este trabajo, se pueden apreciar distintas ideas de lo que significa llevar una “vida universitaria”, ya que para algunos esta se limita a un estudio dedicado y a cierta pasividad ante las figuras casi patriarcales de los profesores y los directivos, una postura hipotéticamente a-política; mientras que para otros, la vida estudiantil pareciera ser una experiencia más completa, que entiende que, como parte del proceso de aprendizaje, está el cuestionar la autoridad y la palabra de los autodenominados expertos, y que sabe que el conocimiento puro cobra relevancia en el momento que se aplica en el mundo real. Para estos últimos estudiantes, el paso por la Universidad forma, también, parte de un ejercicio crítico que le permite cuestionar ciertas verdades naturalizadas.
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Finalmente, debemos enmarcar los conflictos de la Universidad de los Andes en un plano nacional, si bien, en los 70, la lucha del proyecto marxista atravesaba todas las luchas por la reivindicación social, en el siglo XXI, los gestos de inconformidad ante el modelo educativo imperante también son una crítica al modelo de desarrollo económico en el que se engloban. Siendo la Universidad de los Andes uno de los bastiones más importantes de la Colombia neoliberal, la resistencia a este modelo dentro de la institución se vuelve muy relevante. Expresados algunos puntos de conexión entre la lucha estudiantil de los 70 y los problemas de nuestra contemporaneidad, solo nos queda decir que mientras la cabra bajaba de los Andes en 1972, una fibra nerviosa de la cúpula de poder de la Universidad de los Andes fue tocada, pues fue cuestionado, por primera vez, el orden (idílico) de su idealizada institución filantrópica. Mientras tanto, un país convulsionado por cientos de protestas estudiantiles, ve con asombro cómo los Andes dejan de ver a Monserrate, y se convulsiona al ver, por primera vez, a su Nación.
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“EL NADAÍSMO ES UNA FLOR CON SENSIBILIDAD SOCIALISTA”: LOS NADAÍSTAS Y SU RELACIÓN CON LAPOLÍTICA Keywords:
Lina Julieth Vargas Sánchez Estudiante del pregrado en Historia Universidad de Antioquia linajuliethvargas@gmail.com
Abstract
Nadaism, cultural
Resumen
revolution, literary vanguards, Medellín.
La presente investigación tiene como objetivo estudiar las relaciones entre los nadaístas y la política del país durante la década de los 60, una época de fuertes cambios culturales en los que la vía armada o los partidos de izquierda fueron una opción viable para muchos intelectuales y movimientos literarios en América Latina. Para ello, se consultaron documentos del Archivo Nadaísta de la Biblioteca Pública Piloto en la ciudad de Medellín, prensa nacional y otros documentos de época. Contrario a lo que podría pensarse, los Nadaístas asumieron más bien una actitud apolítica y, en ningún caso, homogénea.
The goal of this research is to study the relationships between the Nadaists (Nadaistas) and the national politics of the 60s, an era of strong cultural changes during which taking up arms or leftist political ideals became a viable option for many intellectuals and literary movements in Latin America. To this end, we have consulted documents from the Piloto Public Library's Nadaist File in Medellin, from the national press, and from other sources of that period. Contrary to what one may think, the Nadaists assumed an apolitical attitude, and, by no means, a homogeneous one.
Palabras clave Nadaísmo, revolución cultural, vanguardias literarias, Medellín.
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Introducción
L
a década de los sesentas en América Latina fue, entre otras cosas, testigo del surgimiento de agrupaciones literarias de vanguardia, las cuales equiparaban su actividad intelectual con la militancia o adherencia a alguna de las organizaciones de izquierda o de carácter abiertamente subversivo. Estos escritores participaban activamente en la vida cultural y demostraban abiertamente su postura política. Muchos de ellos consideraron su pluma como un arma de transformación. Estas agrupaciones de vanguardia asumieron una actitud provocadora y contestataria con el ánimo de imponer nuevos valores sociales y literarios. Importantes acontecimientos internacionales, como el triunfo de la revolución cubana, la guerra de Vietnam y la ruptura chino-soviética (por mencionar solo algunos) suscitaron, en los sujetos pertenecientes a estos círculos, un compromiso con la lucha revolucionaria. Así, también, perfilaron la actividad literaria como transgresora del orden establecido. Ejemplo de lo anterior son los grupos El techo de la ballena, en Venezuela; los tzantzicos, en Ecuador; la espiga amotinada,en México, y los nadaístas, en Colombia. Todos coincidieron en denunciar la desigualdad en la que estaban insertos y en la manifestación de la voluntad transformadora mediante su actividad literaria. Los integrantes de El techo de la ballena demostraron solidaridad con los grupos y partidos políticos opositores al gobierno, en ocasiones, haciendo afrenta a las políticas de Rómulo Betancurt. De la misma manera, los tzantzicos expresaron su inconformidad ante la pesarosa situación mundial y mostraron solidaridad con la revolución cubana,
al tiempo que asumían su deber de guías de la población hacia el camino de la revolución. Por su parte, la espiga amotinada, aunque no publicó manifiestos y asumió una actitud poco contestataria, sí desarrolló una poesía que fungió como testimonio de una sociedad en crisis y, a su vez, mantuvo una postura aliada con los grupos marginados1. No obstante lo anterior, no es posible afirmar cuestiones similares para el caso colombiano. En este sentido, ¿Qué podríamos decir de la actitud rebelde y contestataria de los nadaístas, en consonancia con las condiciones sociopolíticas colombianas de mitad de siglo? ¿Respondía la prosa Nadaísta y su tono de denuncia a alguna posición política tradicionalista o a una tercera fuerza? ¿Cuáles fueron sus respuestas ante el contexto revolucionario que vivía América Latina? El objetivo de esta investigación es, por tanto, indagar acerca de las relaciones de los nadaístas con la política del momento y el panorama social del país dominado por el Frente Nacional. El Nadaísmo fue (con las dificultades que representa los límites de esta definición) un movimiento literario que emergió en Cali en 1958 y que rápidamente se expandió por otras ciudades de Colombia. Su fundador, Gonzalo Arango, lo presentó como una «revolución en la forma y en el contenido del orden espiritual imperante en Colombia»2. A partir de esta idea básica habría de surgir una serie de escenas contestarías que coparon el panorama de la opinión pública en Colombia. Gonzalo, El monje loco, X-504, Jaimito, Almicar, y los otros nadaístas; los muchachos, hijos de la violencia, le dejaron al
1 Carlos Fajardo. «El grupo Mito y el Nadaísmo: la poesía colombiana bajo la violencia partidista».Revista LogosN° 16 (2009): 59. 2 Gonzalo Arango. “Manifiesto Nadaísta”. En: Obra negra (Bogotá: Plaza &Janés, 1993)
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país una herencia compuesta por la vanguardia, la libertad de acción y los cambios en las concepciones del intelectual y del poeta. Diversas investigaciones han abordado el nadaísmo desde su surgimiento como: a) movimiento de vanguardia literaria, b) desde el escándalo y su actitud contestataria, y c) en relación con la Violencia y el periodo en el que surgen. De este modo, en primer lugar, está el artículo de Ramiro Lagos3, quien analiza el carácter literario del movimiento y las vanguardias en Colombia. En la misma línea literaria, se desarrolla el texto Nadaísmo 704, medio de expresión de la vanguardia literaria y política del país a finales de la década, en la cual se desarrollan las temáticas, representaciones e influencias de la revista. Carmen Virginia Carillo5 yuxtapone este grupo con otros de carácter similar en América Latina, con el objetivo de resaltar el carácter insurgente de estos, al que, como concluye la autora, el nadaísmo fue ajeno. En segundo lugar, el nadaísmo, como forma de protesta y escándalo social, ha sido, quizás, el tema con mayor resonancia en relación con otros aspectos de este. Sobresalen los trabajos de Enrique Yepes, Diego Alexander Duque y Armando Romero6, quienes coinciden en señalar las influencias de los beatniks estadounidenses, y en reconocer que el escándalo fue el mecanismo mediante el cual los nadaístas se dieron a conocer. La quema pública 3 Ramiro Lagos.“De la vanguardia al Nadaísmo”. En: Anales de literatura hispanoamericanaNº6 (1977): 97-109. 4 Álvaro Acevedo Tarazona. “Una lanza por un proyecto de nación: Nadaísmo 70”. En: Rhela Nº 12 (2009): 62-78. 5 Carmen Virginia Carrillo. “Grupos poéticos innovadores de la década de los sesenta en Latinoamérica” en Contribuciones desde Coatepec Nº 10 (2006): 63-87. 6 Enrique Yepes. “Goce y escándalo público: el Nadaísmo colombiano”, en Los oficios del goce. Poesía y debate cultural en Hispanoamérica (1960-2000). (Medellín: Fondo Editorial Universidad Eafit, 2000).
de libros, las lecturas de poemas escritos en papel higiénico y el consumo de sustancias alucinógenas fueron el salto a la fama de este controvertido grupo. Finalmente, en la relación de la Violencia con el nadaísmo, las investigaciones7 sugieren que este último es producto de las condiciones históricas propias de su contexto. Los jóvenes nadaístas fueron testigos directos de los enfrentamientos partidistas y muchos de ellos emigraron a la ciudad huyendo de estos conflictos. Si bien el nadaísmo tiene elementos confluentes exteriores, es producto de sus propias condiciones. Queda al descubierto el vacío historiográfico existente de este grupo en relación con la política del país, el Frente Nacional, 111 o los partidos de izquierda. En ese sentido, este trabajo pretende arrojar vestigios sobre la relación entre estos elementos, muy importantes para la década de la revolución. Para dicha labor se consultaron diversas fuentes, como prensa de la época y bibliografía sobre el tema. Olvídate, Nadaísmo70, La viga en el Ojo y Esquirla el suplemento literario de ElCrisol fueron algunos de los más representativos. También se consultaron los manifiestos y prensa como El Colombiano, El espectador y el Tiempo. No se pretende agotar las fuentes sobre el tema sino abrir una ventana hacia otras posibles investigaciones descuidadas por la historiografía, como el nadaísmo-zen, el nadaísmo y las expresiones no literarias, o las mujeres nadaístas. Se presenta, a continuación, en primer lugar,
Diego Alexander Herrera Duque. De Nadaístas a hippies: los jóvenes rebeldes en Medellín en el decenio de 1960 (Trabajo de grado para optar al título de historiador, Universidad de Antioquia, 2007).Armando Romero. El Nadaísmo colombiano o la búsqueda de una vanguardia perdida. (Bogotá: Tercer Mundo Editores: Pluma, 1988). 7 Galeano, Juan Carlos. “El Nadaísmo y la violencia en Colombia”. En: Revista iberoamericana. Vol.:59, N°165 (1993): 645-658. En el modelo de citación que manejamos, al citar en nota al pie, el orden es: Nombre Apellidos.
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una parte sobre la emergencia de los jóvenes como categoría social y las condiciones que posibilitaron su emergencia. En segundo lugar, una aproximación a la Medellín de la época, para, finalmente, mostrar la relación de los nadaístas con la política.
I. La juventud y el nadaísmo Protesta, idealismo y rebelión son quizáslos elementos más representativos de la década de los 60. Una época marcada por grandes cambios en las relaciones interpersonales, así como modificaciones en las concepciones familiares, el nacimiento del movimiento hippie, la emergencia de la cultura rock, el relajamiento de la censura en medios de comunicación, la liberación gay, la lucha por los derechos civiles de los negros, el consumo de sustancias psicoactivas, entre otros. Los años sesenta significan el surgimiento de la contracultura; son el escenario de una revolución cultural; una revolución caracterizada por desórdenes y violentas manifestaciones en todo el orbe contra la represión y con especial ahínco en contra del imperialismo norteamericano. 1960 es un periodo de revolución: una revolución cultural y en el accionar político. Ningúnpaísasimiló un cambio estructural fuerte en este nivel o en el económico. De los desórdenes sociales acaecidos tras las movilizaciones obreras y estudiantiles (Francia y México en el 68, para ejemplificar) emergieron expresiones culturales que derivaron en cambios comportamentales, hábitos y maneras del vestir. Fueron los jóvenes los protagonistas de esta revolución, los que con flores, piedras, guitarras y cantos hicieron frente a la violencia impresa por el estado.
La juventud como categoría es una construcción social y cultural que se sitúa en el medio de la niñez y la autonomía de la vida adulta. Corresponde, entre otras cosas, a condiciones culturales y contextuales, es decir, las diferenciaciones entre un joven rural, urbano, burgués, proletario, estudiante y trabajador son evidentes. En ello, influyen creencias ideológicas, religiosas y políticas así como los modos de subsistencia y el contexto en el que el sujeto está inserto. No obstante, se mantienen ciertas características como los cambios en los comportamientos sexuales, físicos y las facultades intelectuales. El rango etario comprendido por la categoría de juventud oscila entre los 15 y los 25 años8. Esta categoríaes, entre las que se divide la sociedad, la más cambiante e inestable y, por esta razón, no pueden adoptarse aspectos generalizantes hacia ella. Por tanto, si se reducen los jóvenes a una categoría homogénea, se estaría anulando su elemento diferenciador. La emergencia de esta categoría social no hubiese sido posible en una temporalidad anterior debido al reducido número de jóvenes. Así, el aspecto demográfico es decisivo en la emergencia de los jóvenes como categoría identitaria9. Según el censo de 1964, en la ciudad existía una proporción de habitantes menores de 15 años del 43.7%, cifra mayor al 36.2 % de 1951. Para el país en general la proporción en 1964 era del 42.5%. Si a esos porcentajes les sumamos los de personas entre los 15 y 25 años, el número de población joven
8 Arthur Marwick. The Sixties, Cultural Revolution in Britain, France, Italy and the United States, c.1958- c.1974. (Oxford, University Press, 2000) 42-43 9 Eric Hobsbawm. “La revolución cultural”. En: Historia del siglo XX, 1914-1991. (Barcelona: Crítica, 1996) 329.
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asciende al 60%. En números absolutos cerca de 400 mil de los 771 mil habitantes que tenía la ciudad en el año de 1964.10 En Colombia, la irrupción de los jóvenes en el escenario social trajo consigo confrontaciones ideológicas entre el tradicionalismo y la vanguardia. La reacción de la primera ante dicha emergencia fue la de absoluto rechazo, mientras que los jóvenes aplaudieron y celebraron la llegada del nuevo movimiento. Esta confrontación ideológica le ganó al nadaísmo un amplio espacio en la opinión pública nacional, lo cual, posteriormente, trajo la remoción de las representaciones tradicionales sobre los artistas, la libertad, el sexo, la muerte y la música.
II. El nadaísmo y su época Cuando después me gaitanicé, o sea, me hice revolucionario(…), comprendí que el drama de aquel viernes de dolores no era solo el de un líder sacrificado, sino el drama de millones de hombres, el drama de todo el continente suramericano11 La Violencia es, como comúnmente se denomina, el periodo de tiempo transcurrido entre 1948, el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, y 1960, años en los que se solidifica el establecimiento del Frente Nacional, un contrato en el que el Partido Liberal y el Partido Conservador alteraron voluntariamente la presidencia del país y repartieron, por igual número, la totalidad de los cargos públicos, dejando fuera del 10 Herrera Duque, 117. 11 Gonzalo Arango. “Gaitán”. En: Obra Negra (Bogotá: Plaza & Janés, 1993), 28.
escenario político a las terceras fuerzas y partidos alternativos, los cuales, sumados a los esfuerzos represivos del Estado, propiciaron el surgimiento de guerrillas y grupos insurgentes, los cuales dieron cierto un fuerte aire combativo a la década. Tras estos años de crudos enfrentamientos, ni la sociedad colombiana ni las expresiones artísticas pudieron mantener la visión anterior al conflicto. Juan Carlos Galeano sostiene que, de este periodo, la poesíaderivó en dos vertientes antagónicas: uno con una mirada positiva y consoladora, encarnada por la Revista Mito, y uno pesimista y de rechazo encabezado por Gonzalo Arango y el grupo de los nadaístas. Pese a sus diferencias, ambos grupos propusieron un 113 cambio en la actitud del intelectual, mediante la desacralización de las normas y los valores imperantes. En los últimos años de la Violencia, surgió el nadaísmo. El primer manifiesto nadaísta apareció en Medellín en 1958 y en él, su fundador proclamó las concepciones sobre el artista, la poesía, la prosa, la duda, la educación y otros aspectos12. Poco a poco, colapsaron los bares, cafés, teatros, parques, universidades y calles. Los jóvenes que se adhirieron al nadaísmo eran muchachos inmersos en la realidad de la violencia, la pobreza y la inmigración del campo, quienes encontraron en las locuras de Gonzalo Arango la más clara expresión de su inconformidad. De esta manera, el movimiento de vanguardia y protesta de los jóvenes colombianos de los sesentas, se perfiló como producto de las condiciones sociales del siglo. En una entrevista realizada al fundador de los nadaístas, se ve reflejada la confluencia de los dos elementos:
12 Gonzalo Arango. Primer manifiesto Nadaísta.(Medellín: Tipografía y papelería Amistad, 1958)
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Converse usted −si no teme perder media hora de su precisa inmortalidad− con jóvenes nadaístas de mi generación que oscilan entre los 20 y los 30 años, como Pablus Gallizo, Jota Mario, o William Agudelo y ellos le dirán horrores de lo que vivieron y padecieron sus aldeas en Santander, Antioquia y el Valle del Cauca. Le contarán señor cómo eran los tiroteos de la chusma, y cómo sonaba de insensible la sirena del verdugo13. La Medellín de los sesentas era un centro urbano, el cual había desbordado los límites de su planificación, debido a los altos niveles de inmigración campesina provocada por la violencia bipartidista que azotó el país durante esta veintena de añosy en la que los altos índices de desempleo eran considerablemente altos. Las grandes transformaciones trascendieron, también, el ámbito económico y demográfico. Fue una década álgida para la movilización estudiantil y sindical; en la ciudad, fue cuna de varios movimientos guerrilleros. Con todo, estas condiciones no fueron únicas de la tacita de plata, tampoco del país, sino que hicieron parte de un marco general en América Latina. De forma similar, aunque no con la misma fuerza que en años anteriores, existían en el país Bandoleros, guerrilleros, pájaros y otros bandidos legendarios que confluyeron en las repúblicas independientes. Para contrarrestarlos, Lleras Camargo puso en ejecución el plan cívico-militar que buscó el entrenamiento de las Fuerzas Armadas para la guerra de guerrillas. Años más adelante, el ejército
Galeano, Juan Carlos. El Nadaísmo y la violencia en Colombia. Revista iberoamericana. Vol.: 59, N°165 (1993): 15.
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puso en marcha el plan LASO14. Aunque este buscó la intervención del estado desde puntos de vista diferentes al militar (como la médica y alimenticia) su primera fuerza y objetivo fue la desintegración de las repúblicas independientes, que, a fin de cuentas, derivó en la organización de autodefensas campesinas apoyadas por el Partido Comunista. Este es, a grandes rasgos, el panorama nacional en el que surgieron los nadaístas: un país que no fue ajeno a la revolución, lleno de violencia y represión, profundamente católico y disonante de la vanguardia.
III. El nadaísmo y la política «(…) una revolución en la forma y el contenido del orden espiritual imperante en Colombia. (…). Su contenido es muy vasto, es un estado del espíritu revolucionario y excede toda clase de previsiones y posibilidades»15. Es la primera declaración de Gonzalo Arango en la definición del nadaísmo. El primer manifiesto fue redactado en Cali, poco después de que su autor tuviese que escapar de la capital de la montaña, tras el derrocamiento del general Rojas Pinilla, por parte de las mismas fuerzas que lo empujaron al gobierno. En 1953, se había unido al Movimiento de Acción Nacional (MAN), pero con la derrota, la cabeza del prolijo escritor peligró de rodar por las calles de Medellín. El MAN representó el camino lento hacia un encuentro con el pensamiento liberal y revolucionario en medio de un país ul-
14 La historiografía colombiana muestra esta operación desde dos perspectivas muy distintas. La sigla LASO hace alusión al trasfondo filosófico en el cual estaban apoyados los operativos y la acción integral de retoma del control, tal vez justificados en el empleo de la violencia, con el objetivo de mantener el orden del estado. Sin embargo, el Partido Comunista arguyó que LASO era la creación de un plan de seguridad del gobierno de los Estados Unidos en su política de intervención americana: Latin American Security Operation. LASO. 15 Gonzalo Arango, Primer manifiesto Nadaísta Falta número de página.
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traconservador, como asegura Armando Romero16, fue una alternativa al binomio Liberal-Conservador. Podría pensarse que, tras del fracaso del Movimiento de Acción Nacional, el Nadaísmoacogería la continuidad del proceso político de su fundador. No obstante, este primer periodo es la proyección de estado de misticismo que envolvía a Gonzalo Arango. En una entrevista sobre el surgimiento del Nadaísmo respondió: «Café Bemoca, Cali, una noche de enero de 1958, soledad abyecta, miraba a una mujer muy bella llamada Leonor. La vida me propuso tácitamente esta alternativa: el suicidio o… Estos puntos suspensivos fueron el nadaísmo»17. Con todo, no se puede desconocer que, en el primer manifiesto Nadaísta, hay inserta una propuesta política en relación con la cultura y la nueva literatura. Un año después, Gonzalo declaró la naturaleza del movimiento. Este no iba dirigido a las clases obreras, proletarias y campesinas. Señalaba, con especial ahínco, la carencia del mensaje socializante. La revolución Nadaísta no solucionaría nada, porque las revoluciones no se hacían, según él, con literatura piadosa o desesperada, sino con la sangre y el sacrificio de un pueblo que se hundió en el desprecio. La revoluciónnacería del dolor y la humillación de la clase obrera, cuando el poder económico y la ignominia le concedan el paso al cambio. «El proletario debe hundirse hasta lo más profundo
16 Romero, 35. 17 García, Nombre Nadaísmo, movimiento negativo de intelectuales surge en Medellín. En: El tiempo [Medellín] 8 de julio de 1958. En: Archivo Nadaísta, BPP., Medellín, S miscenada 0709.
de su martirio, hasta que sienta que ha tocado fondo y así llegará la hora de la acción, la hora en que pueda dar fin a su verdugo, el capitalismo»18. El nadaísmo propuso un cambio en los conceptos imperantes y el descrédito de los valores establecidos. Todo lo que fue consagrado por el orden social del momento fue examinado y solo se conservó lo orientado hacia la revolución. Su lucha es contra todo lo que representaba la edad media, en contraste con el espíritu nuevo: «destruir un orden es tan difícil como crearlo y solamente pueden conseguirlo fuerzas políticas organizadas»19.La estrategia combativa del nadaísmo se basó en el escándalo: el escándalo en su vestimenta, en sus escritos, en sus 115 apariciones en la prensa, en los temas adoptados por ellos y en esencia, en los escándalos públicos20: conferencias, sabotajes religiosos, sacrilegios en la vía pública y perversiones sexuales y morales inadmisibles. Su objetivo no era otro que alterar el orden en las conciencias, revolucionar las costumbres y legalizar la acción prohibida. En una declaración para la Revista Alternativa, los nadaístas afirmaron que su compromiso con la izquierda había oscilado entre la complicidad y la indiferencia. Pese a ello, en momentos críticos o coyunturales en términos políticos, definían su posición. Por ejemplo, cuando ciertos escritores del Boom se fueron contra Fidel por unas presuntas torturas a Heberto Padilla, los nadaístas apoyaron a Fidel, porque para «nosotros la revolución cubana siempre será más importante que sus posibles
18 Gonzalo Arango, ¿El nadaísmo es una revolución o no? En: El relator [Cali] 7 de jun 1959. En: Archivo Nadaísta, BPP., Medellín, S miscenada 0159. 19 Arango, Primer manifiesto Nadaísta…número de página 20 S.A. “Declaraciones nadaístas para la revista alternativa” SF, Archivo Nadaísta, BPP., Medellín, S miscenada 0619
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errores»21. Lo que no sabían los intelectuales latinoamericanos era que Padilla no recibíasanción por su poesía, sino por la auto-confesión de haber estado brindando informaciones peligrosas para la estabilidad revolucionaria. Con justicia, Padilla recibió su castigo22. Mientras que el Boom y la inteligencia de París rompieron amarras con Fidel, los nadaístas colombianos tomaron partida de la revolución y la lucha contra el imperio. En la poesía Nadaísta, parece evidente la simpatía del movimiento por Fidel y su revolución. Eduardo Escobar escribió, en nombre del comandante Guevara, un poemario titulado Oficios peligrosos: una loa al sentimiento revolucionario, las características físicas y el combate de Ernesto Guevara. Del mismo modo, el siguiente poema, de un nadaísta desconocido, manifiesta una actitud similar hacia los eventos revolucionarios: ¿Qué pasaría si muriera el che Guevara? Si muere che Guevara se muere Fidel Castro ¿Y si muere Fidel Castro? Muere Cuba ¿Y si muere Cuba? Mueren las hormigas ¿Las hormigas cubanas o las de los demás países? Las hormigas cubanas ¿Qué pasaría si Fidel Castro mandara a las hormigas cubanas a luchar contra otros países? Que las hormigas cubanas se comerían a las otras porque son más fuertes
21 Los nadaístas, “Manifiesto de emergencia: el nadaísmo con Fidel” Medellín, SF., Archivo Nadaísta, BPP., Medellín S manif 0009 22 Los nadaístas, “Manifiesto de emergencia: el nadaísmo con Fidel” Medellín, SF., Archivo Nadaísta, BPP., Medellín S manif 0009
¿Por qué son más fuertes las hormigas cubanas? Porque Fidel Castro tiene fuerza y entonces las hormigas tienen la fuerza de Fidel23. El nadaísmo no se puso al servicio de partido político alguno y ello le otorgó libertad de acción para asumir posturas diferentes a lo largo de la década. Al parecer, una actitud de compromiso hacia la política era motivo de rechazo por los nadaístas. Con todo, este grupo literario no debe concebirse como un todo homogéneo, sino con tantas vertientes como regiones. Más aún, no debe asumirse que sus actitudes hacia la política o la revolución fueran todas iguales. Cuando Gonzalo Arango quiso dar un giro del nadaísmo hacia el humanismo, los peludos vallecaucanos lo quemaron en un acto público (ver imagen 1). Indignados, Elmo Valencia, Jotamario y X-504 lo calificaron de traidor al virar hacia el positivismo. Cada uno ahora asumirá la jefatura de su nadaísmo que queda fragmentado como una botella que se rompe»24.
23 S. A. S.f., Archivo Nadaísta, BPP., Medellín, S miscenada 0217 24 S.A. “Los nadaístas de Cali quemaron anoche a su líder, Gonzalo Arango” Occidente [Cali] 6 de en. de 1963. En: Archivo Nadaísta, BPP., Medellín, S prensanada 0020
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No era la primera vez que se separaban. Casi que desde el mismo momento de su aparición en escena, los nadaístas antioqueños se mostraron divergentes ante los vallecaucanos en el tono de su prosa, de la cual, decían que seguía los parámetros tradicionalistas. Era inaceptable tal mediocridad y cursilería con la que vestían su pluma y sin remedio la hacían pública en Esquirla25. Con la misma actitud celosa se mostró Gonzalo Arango, cuando sus queridos nadaístas del Valle, sus anarquistas preferidos, mostraron inclinación hacia el Partido Comunista. Todo porque Pedro Alcántara Herrán, un conspicuo pintor que había ingresado al movimiento en 1963 parecía arrastrarlos hacía las redes de Moscú. Alcántara tenía una visión diferente del compromiso del intelectual con la política de su época. Con la incorporación de Pedro en el movimiento Nadaísta, los demás vallecaucanos se incorporaron, paulatinamente, en la protesta contra la guerra. De la mano de Alcántara y su arte revolucionario, los nadaístas organizaron un festival de vanguardia y junto a Norman Mejía, Marta Traba, Gonzalo Arango y Santiago Mejía dieron paso a exposiciones, conferencias y obras de teatro alrededor del tema. El éxito rotundo del evento garantizó la organización del segundo festival, esta vez, con proyecciones cinematográficas y las pinturas de Carlos Granada y Augusto Rendón, y la mirada paternalista del Partido Comunista de Colombia. Alcántara había visto, en esos muchachos desordenados, el medio de expresión del brazo de la subversión y fue así como viajaron a Cuba. Posteriormente, Alcántara se retiró del movimiento, al parecer, debido a inconvenientes generados por las 25 SA. “La división de los nadaístas” El relator [Cali] 9 de sep.1959 En: Archivo Nadaísta, BPP., Medellín, S miscenada 0119
relaciones de Gonzalo Arango con dos escritores rusos, disidentes del gobierno comunista. Finalmente, para 1985, Alcántara consiguió una curul para el senado; sin embargo, debido al exterminio político de la Unión Patriótica, se vio obligado a residir en Alemania y luego en Portugal. Confiados, los nadaístas se retiraron del panorama nacional después de que su mismo líder le diera muerte. «La generación que nos suceda o que ya trabaja en la revolución política encontrará un desgarramiento de confusión en las almas y este anarquismo crítico que hemos formulado dará origen a nuevos valores y a un renacimiento»26. El Nadaísmo fue, entonces, un movimiento continuamente reacio 117 a la política y sin una postura definida. Se concibió a sí mismo como una revolución, no política ni cultural, sino en las formas de expresión y literarias. El movimiento careció de fundamentos que posibilitaran, a sus integrantes, la participación en el panorama nacional. Esa fue, en suma, la forma como los nadaístas se relacionaron con la política y la revolución, una relación, por lo demás, conflictiva. Luego, el movimiento Nadaísta fue conducido hasta la soledad y los sueños, hasta que el advenimiento de la revolución hubiese de ponerlos nuevamente al servicio de la barbarie.
Consideraciones finales El nadaísmo fue la primera expresión contestataria de la juventud colombiana del siglo XX. Así, se propusieron contradecir los valores de la cultura y el establecimiento. No obstante, ello no se tradujo en un cambio de las estructuras, en una 26 Gonzalo Arango, “fuegos fatuos sobre la oscuridad de nuestro tiempo” Cali, SF., Archivo Nadaísta, BPP., Medellín S vida pública 0039
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revolución política. Los nadaístas ignoraron que el camino hacia la revolución precisa la construcción de algo más allá que el escándalo y de que, además, se necesitaban condiciones históricas mucho más complejas que fumar marihuana o dejarse crecer el pelo. Fue por esto que los fervientes seguidores del marxismo los calificaron de falsos revolucionarios, aunque ellos se proclamaron como lo contrario. La pregunta que ahora surge es ¿por qué los nadaístas asumieron una actitud apolítica y actuaron tan intransigentes en medio de un contexto en el que la revolución era una opción verdadera? Tal vez, se deba al ideario anti-racionalista adoptado por los movimientos juveniles de los sesenta y setentas. La reacción natural de la juventud del sesenta no podía ser otra que la de oponerse al establecimiento, no se trataba de establecer algo, sino de luchar en contra de todo tipo de gobernabilidad. En consonancia, los jóvenes nadaístas de Colombia tenían la revolución no como una empresa política sino como la libertad de su ser y la expresión del mismo. Desintegrado el movimiento y la representación de la contracultura, algunos de sus ex miembros rompieron su actividad iconoclasta para ponerse del lado del candidato liberal Alfonso López, después de que este prometiera la socialización del Partido Liberal y, por consiguiente, su gobierno, al que la prensa no reparó en hacer fuertes críticas. De forma similar, Jota Mario Arbeláez y el Monje Loco se trasladaron hasta la capital para escribir la biografía de Gustavo Rojas Pinilla, en una moción de denuncia tras el fraude electoral de 1970 en las que la Alianza Nacional Popular (ANAPO) había salido victoriosa27.
Es un hecho, por tanto, que el campo revolucionario del nadaísmo fue la cultura. Si bien este movimiento es hijo de su propia época, es menester comprender que también obedece a condiciones históricas mucho más generales. El nadaísmo es algo, nada o la simple vulgaridad del mensaje, producto natural de una época pervertida, dirigida por analfabetos28. El nadaísmo es una flor con sensibilidad socialista porque, pese a la vacuidad del movimiento y la inacción, sus integrantes concibieron múltiples escenarios de cambio de la realidad social colombiana.
27 Jota Mario Arbeláez, “El libro rojo de Rojas: crónica de una denuncia de fraude electoral” Medellín, 1995, Archivo Nadaísta, BPP., Medellín, S. miscenada 0008
28 Germán Arciniegas, “El nadaísmo es algo” El tiempo [Medellín] Julio 1958. En: Archivo Nadaísta, BPP., Medellín, S. vida pública 0002
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Fuentes secundarias Acevedo Tarazona, Álvaro y Restrepo, Rina Alexandra. Una lanza por un proyecto de nación: Nadaísmo 70. En: Rhela. N° 12 (2009): 62-78. -----------. Nadaísmo y revolución cultural 1958-1972. En: Revista politécnica.Vol.:8, N°14 (2012): 141-149. Gonzalo Arango. “Manifiesto Nadaísta”. En: Obra negra (Bogotá: Plaza & Janés, 1993) Carrillo, Carmen Virginia. Grupos poéticos innovadores de la década de los sesenta en Latinoamérica. En: Contribuciones desde Coatepec.N°10 (2006): 63-87. Cepeda Sánchez, Hernando. El eslabón perdido de la juventud colombiana. Rock, cultura y política en los años 60. En: Memoria y Sociedad,Vol.:12, N°25 (2008): 95-106. Fajardo Fajardo, Carlos. El grupo Mito y el Nadaísmo: la poesía colombiana bajo la violencia partidista. En:Revista Logos,N°16 (2009): 59-72. Galeano, Juan Carlos. El Nadaísmo y la violencia en Colombia. En:Revista iberoamericana.Vol.:59, N°165 (1993): 645-658. Herrera Duque, Diego Alexander. De nadaístas a hippies: los jóvenes rebeldes en Medellín en el decenio de 1960. Trabajo de grado para optar al título de historiador, Universidad de Antioquia, 2007. Lagos, Ramiro. De la vanguardia al Nadaísmo. En: Anales de literatura hispanoamericana.N°6 (1977): 97-109. Marwick, Arthur. New actors, new activities. En: The sixties, cultural revolution in Britain, France, Italy and the United States, 1958-1974. Oxford: University Press, 2000. Romero, Armando. El Nadaísmo colombiano o la búsqueda de una vanguardia perdida. Bogotá: Tercer Mundo Editores; Pluma, 1988. Wallerstein, Emmanuel. 1968: revolución en el sistema-mundo. Tesis e interrogantes. En: Estudios Sociológicos 8.20 (1989): 229-249. Yepes, Enrique. Goce y escándalo público: el Nadaísmo colombiano.En: Los oficios del goce. Poesía y debate cultural en Hispanoamérica (1960-2000). Medellín: Fondo editorial Universidad Eafit, 2000.
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La revista GOLIARDOS se terminó de imprimir en las instalaciones de GRACOM Gráficas Comerciales ubicada en la Ciudad de Bogotá, Colombia, en la carrera 69K nº 70-76 en el mes de Agosto de 2016. El tiraje es de 300 ejemplares en papel ivory de 90 gramos. Las familias tipográficas usadas fueron: DIN Next LT Pro y Pluto Sans
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GOLIARDOS Universidad Nacional de Colombia ISSN: 2145 - 986 x Número XIX, Año 22, 2015