Revista surmania no 8

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REVISTA

ISSN 2011 - 9798

SURMANÍA#8 TOMAS TERRITORIALES Y PROCESOS CONSTITUYENTES


SURMANÍA REVISTA SURMANÍA 8 | SEM 02 2015 | ISSN 2011 - 9798 UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES NÚMERO

El colectivo Memoria y Acción es un grupo estudiantil de trabajo popular en el que buscamos desdibujar la frontera que separa en muchas ocasiones la academia de la vida fuera de la universidad. En esta dirección, nos acercamos a las comunidades con el fin de poner en práctica el conocimiento adquirido desde nuestras disciplinas, entender nuestra realidad más próxima desde otras perspectivas y confrontar las teorías sobre el mundo de lo social. Junto a esto, tenemos la esperanza de cambiar el mundo, así no se trata únicamente de desbordar la academia y los límites del campus, también nos hemos propuesto acompañar y apoyar los procesos sociales y populares que resisten y crean nuevos espacios en lo que se siembra la semilla de un mundo nuevo. Creemos firmemente en las posibilidades humanas y sus potencialidades transformadoras.

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derechos de autor y atribución comercial Atribución - Comercial - Sin Derivar El material expuesto en esta publicación puede ser distribuído, copiado y exhibido por terceros si se muestra en los créditos. No se puede obtener ningún beneficio comercial. No se pueden realizar obras derivadas La revista Surmanía es una revista que refleja el trabajo del colectivo Memoria y Acción de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia. Los textos presentados en la siguiente publicación expresan la opinión de sus respectivos autores y la Universidad Nacional de Colombia no se compromete directamente con la opinión que éstos pueden suscitar.

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revista

surmanĂ­a#8


Tomas territoriales

y procesos constituyentes ÍNDICE REVISTA SURMANÍA #8

P. 4 EDITORIAL

Comité Editorial Colectivo Memoria y Acción

— nuestra américa —

P. 8 Enfoque de Estructura de Oportunidad Política —EOP— en el análisis de los movimientos sin tierra paraguayos durante la democratización 1989-2013

Laura Castañeda Sua

P. 20 Identidad y acción colectiva. Un acercamiento al Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Ana María González Suárez

P. 34 Brasil, un campo de disputa alrededor de la cuestión agraria y la transformación de la sociedad desde el MST

Daniela Marcucci Guarnizo


— colombia en movimiento —

P. 54 El Paro Cívico de Ciudad Bolívar. Lo subalterno y la acción colectiva

Andrés Lozano Reyes

P. 74 Hacia una reconceptualización de los movimientos sociales latinoamericanos. El caso de Marcha Patriótica

Daniel Santiago Roldán Zarazo

P. 90 Aproximaciones a las actuales tensiones políticas en torno al problema de la tierra en Colombia

Bryan Quiroga

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EDITORIAL

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a revista Surmanía se complace en presentar, en su nueva edición, un compendio de reflexiones teóricas acerca de los movimientos sociales en América Latina, entendiéndolos como actores protagonistas en la configuración de la vida social y política de nuestro continente. En ese sentido, la revista estará compuesta por dos secciones. La primera, denominada Nuestra América, contiene artículos que analizan movimientos sociales diversos, desde el Movimiento Sin Tierra paraguayo, el Ejército Zapatista mexicano, hasta el MST brasilero. La segunda sección, llamada Colombia en Movimiento, repasa el Movimiento Cívico de Ciudad Bolívar en perspectiva histórica; el caso de Marcha Patriótica como desafío a la teoría clásica de los movimientos sociales; y las posibilidades del Movimiento Campesino Nacional en la nueva coyuntura de los diálogos de paz.


Así, el Colectivo Memoria y Acción agradece la respuesta de la comunidad estudiantil al llamado a pensar la realidad nuestramericana como reto a la teoría política y social. De esta manera, entendemos lo aprendido en nuestra alma mater como una herramienta de interpretación de la vida cotidiana, que tiene límites y se renueva en la práctica, y no como una verdad revelada exenta de críticas. Igualmente, continuamos nuestra invitación a conocer las distintas prácticas de ruptura que en todos los rincones de América Latina se suceden diariamente. Para finalizar, agradecemos al Profesor Miguel Ángel Herrera Zgaib y al Grupo de Presidencialismo y Participación de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales por su confianza, a la Dirección de Bienestar de la misma Facultad, al Programa de Gestión de Proyectos, a los compañeros y compañeras estudiantes que nutrieron esta nueva edición y a los miles de anónimos que con su acción política, y a pesar de la distancia, nos permitieron acercarnos a sus prácticas, y que silenciosamente transforman el mundo.

Comité Editorial Revista Surmanía Colectivo Memoria y Acción

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Enfoque de Estructura de Oportunidad Política —EOP— en el análisis de los movimientos sin tierra paraguayos durante la democratización 1989-2013 Laura Carolina Castañeda Sua1

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a estructura de la tenencia y uso de la tierra en el Paraguay se ha configurado históricamente como un modelo excluyente para el pequeño productor. Sin embargo, durante el periodo de democratización, la movilización de los campesinos aumentó tanto en número como en organización, lo que constituyó un escenario político diferente donde se ha posibilitado la demanda de tierra mediante los movimientos y su acción. La emergencia de las movilizaciones por el acceso a la tierra en este nuevo contexto político puede ser explicada parcialmente mediante el enfoque de Estructura de Oportunidad Política (EOP), el cual muestra cómo a partir de cambios en el sistema político los movimientos sociales interpretan los hechos políticos para iniciar una acción colectiva. No obstante, cabe preguntarse si las estructuras de oportunidad, en el marco de las transformaciones del sistema político, son los únicos elementos que permiten comprender

1  Estudiante de Ciencia Política Universidad Nacional


la acción del movimiento en el caso propuesto. Por lo tanto, es importante cuestionarse acerca de ¿cuáles son los alcances y límites del enfoque EOP para comprender el movimiento sin tierra en el Paraguay durante el periodo de democratización 1989-2013? Frente a dicho cuestionamiento el presente artículo sostendrá que la EOP aporta elementos a la hora de comprender la movilización en el marco de la democratización paraguaya, empero, no aborda y ni explica la totalidad de acontecimientos que pueden promover la acción colectiva, pues la profundización del modelo agroexportador en el marco de la inserción del modelo neoliberal que acompaña el periodo de democratización en este país, también es relevante en el análisis de la acción emprendida por los movimientos sin tierra. Para explicar esta hipótesis, el presente trabajo empezará por establecer qué se entiende por democratización y cuáles son los momentos claves en el periodo 1989-2013 en Paraguay para entender dicha definición. En segunda instancia, estableceremos un análisis de la movilización en estos momentos claves mediante las variables centrales de la EOP (apertura, estabilidad de alianzas, disponibilidad de aliados, división de elites y represión), con el fin de hacer visibles los aportes de este enfoque en el entendimiento de la acción del movimiento sin tierra. Teniendo en cuenta lo anterior y en un tercer momento, realizaremos un esbozo del modelo neoliberal que se aplica a la par de la democratización, para establecer las implicaciones de dicho modelo en las acciones emprendidas por el movimiento social sin tierra en Paraguay en el periodo indicado.

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Paraguay: democratización como proceso y momentos clave

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A pesar de que el presente texto no se centra en las definiciones de democratización, es importante aclarar, para fines del desarrollo argumentativo, que dicho concepto se entenderá como un proceso que implica tanto la institución de un procedimiento electoral y el reconocimiento de derechos, como la constitución de garantías para el ejercicio o redefinición de los mismos (Uharte, 2012). De allí que la democratización en este trabajo no se limite a una fecha exacta y tome como periodo de estudio los años 1989-2013, lapso en el cual se recoge —en Paraguay— tanto la institución de un procedimiento electoral como las luchas para el avance del reconocimiento y la garantía de derechos. A partir de lo anterior y sabiendo que la EOP explica la movilización a partir de los cambios en el entorno político y cómo estos configuran oportunidades políticas entendidas como señales constantes percibidas por los agentes que en algunos casos animan a los movimientos a actuar (Tarrow, 1999, p. 95), podemos establecer que durante este periodo es posible situar diferentes «oportunidades» en el proceso de democratización que contribuyeron a que los movimientos sin tierra se movilizaran. En ese sentido, si bien la democratización es un proceso, para fines analíticos tomaremos como nodos el inicio de la democratización en 1989, el ascenso al poder y el mandato de Fernando Lugo y, por último, su derrocamiento en 2012. Nodos que muestran momentos específicos en los que el sistema político se trastoca emitiendo señales que pudieron fomentar la movilización del movimiento sin tierra.


Enfoque de Oportunidad Pólitica | Laura Castañeda

EOP momentos clave y democratización Antes de adentrarnos en el análisis de estos puntos nodales en el marco de la democratización, es necesario especificar que la EOP es un enfoque que permite establecer la serie de cambios en el contexto que inhiben o instan a la movilización. Esta acción se incentiva gracias a la reducción de los costos de movilización producida por cambios en el contexto político que traen consigo la apertura del sistema, la emergencia de posibles aliados, la división de élites, todo ello posibilita nuevas coaliciones y la estabilidad de alianzas (Tarrow, 1999, p. 90). En el caso de Paraguay este enfoque ayuda a entender la emergencia de los movimientos sin tierra en el marco del establecimiento de la democratización, pues este cambio de régimen político, y en específico en los tres casos suscritos, suscitó en el sistema una apertura, una disponibilidad de aliados y una división de élites. Dichas condiciones fomentaron la acción de los sin tierra. 1989 año de la democratización El primer nodo referente al cambio de régimen autoritario al democrático situado en 1989 en Paraguay fue el marco de la emergencia de múltiples y variadas movilizaciones por el acceso a la tierra (Riquelme, 2000). Este boom de acciones configuró una serie de ocupaciones ilegales producto de la alta expectativa de los movimientos sin tierra frente a la democratización (Riquelme, 2003, p. 102), dada la histórica exclusión y represión de las habían sido víctimas durante los gobiernos autoritarios.

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Con lo anterior, se denota que el movimiento entendió la democratización como un cambio en el sistema político capaz de permitir la expresión de sus demandas al relajar la represión, lo que redujo los costos de la movilización y fomentó la acción mediante ocupaciones. En pocas palabras, los sin tierra interpretaron la democratización como una oportunidad política y se movilizaron. Esta interpretación se generó gracias a que el sistema político democrático creó una apertura por lo menos formal para elecciones y la alternancia en el poder, pero además implicó una serie de alianzas momentáneas con sectores sociales y partidos políticos de la oposición (Riquelme, 2000, p. 12) que veían en el régimen un obstáculo común para sus intereses. Cabe anotar que los movimientos sociales, además, habrían logrado cierta reorganización años atrás, gracias a las ligas agrarias cristianas y en el contexto específico de 1989, por medio del apoyo de organizaciones no gubernamentales (Riquelme, 2003, p. 205). En resumen, el cambio de un régimen autoritario a uno democrático formal, la fricción entre las élites por el manejo económico social del Gobierno de turno, la disponibilidad de ligas agrarias cristianas (Fogel, 1988, p. 169) junto con ONG y el relajamiento del nivel de represión para resolver conflictos políticos fueron oportunidades que permitieron a los movimientos sin tierra interpretar la democratización como una oportunidad para movilizarse y ocupar tierras. Sin embargo, ya que la democratización es un proceso y no solo la institución de normas y procedimientos de alternancia en el poder y en las elecciones


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que conlleva una disputa por los derechos, su definición y las garantías para ejercerlos (Uharte, 2012, pág. 25), las demandas por el acceso a la tierra continuaron en los años subsiguientes y los conflictos no se hicieron esperar después de la institución del régimen democrático. Las ocupaciones dadas en 1989 gracias a las altas expectativas de la introducción del nuevo régimen fueron resueltas mediante la reubicación en el marco de un proyecto de recolonización que infortunadamente resultó en la entrega de colonias en tierras poco propicias para la agricultura, frente a amplios espacios utilizados para la ganadería (Riquelme, 2003). Asimismo, durante los noventa y tras la introducción de un régimen electoral, los aliados políticos de la oposición que en algún momento apoyaron la movilización fueron alejándose de esta (Arditti, 1987). La apertura del régimen se quedó en la formalidad, pues el bipartidismo que había configurado la escena política históricamente se situó en la democracia formal y excluyó los intereses diferentes a los de los partidos dominantes, tan solo quedó un apoyo organizacional de diferentes ONG. Aún así, la apertura y las garantías formales en el marco de la democracia permitieron a los movimientos interpretar oportunidades para movilizarse, lo que generó un resurgimiento de los sin tierra después de una época de amplia represión. Esto hizo posible reconstituir la organización del movimiento sin tierra (Riquelme, 2003) y posicionar las demandas y movilizaciones en los años noventa.

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Ascenso de Fernando Lugo

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Igualmente, esta serie de cambios democráticos fueron acompañados por la neoliberalización de la economía como tendencia imperante en la región durante los años ochenta y noventa (Arrighi, 1983). Lo cual generó en el escenario agrario paraguayo la inserción de las tierras a un modelo de mercado, a fin de impulsar la competitividad y la eficiencia ante la concentración improductiva de los predios (Rolon, 2010, p. 5). Por tanto, la problemática de exclusión de la tierra se solucionó insertando grandes compañías de agronegocios que harían productivas las tierras y generarían empleo. Así, la economía paraguaya, en gran parte, se movilizó a partir de los precios internacionales de la explotación de materias primas en este periodo. Sin embargo, durante el periodo de Nicanor Duarte los precios de las materias primas bajaron y el descontento tanto de los sin tierra como de otros sectores de la sociedad se exacerbaron ante la crisis económica. De manera más específica, la mala situación económica generó una profundización del descontento y la movilización de los sin tierra por la expulsión sistemática de sus tierras en el marco de un agresivo modelo agroexportador sojero. En el mismo sentido, emerge un descontento de la élites ante el intento reeleccionista de Duarte (Uharte, 2012, p. 25) quien quería mantenerse en el poder, a pesar de los bajos niveles de acumulación a causa de la crisis del modelo económico. Lo anterior, en términos de la EOP, indica una división de élites a causa de los intentos de reelección


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de Duarte aunada a una crisis económica que afectaba directamente a los sectores privilegiados. Esto permitió que el movimiento sin tierra buscara coaliciones nuevas dentro de estas fragmentadas élites y posicionara así sus demandas dentro del sistema político. Lo anterior en términos concretos dio como resultado la candidatura de Fernando Lugo a las elecciones presidenciales. Posicionamiento y caída de Lugo: devenires dentro del modelo agroexportador El mandato de Lugo en el marco de la crisis económica y de estabilidad de uniones entre élites suscitó una oportunidad para los movimientos sociales de posicionar sus demandas por el territorio y el mejoramiento de las condiciones de vida. Durante su periodo, Lugo no sólo trabajó por el mejoramiento de la trasparencia, garantías y recursos para los diferentes partidos durante las elecciones, a partir de la ampliación del sistema político y electoral, sino que creo y fortaleció los mecanismos de participación de la sociedad civil a nivel local (Uharte, 2012, p. 42), lo que profundizó la primera apertura del sistema en 1989. Además de esto se crearon políticas sociales con enfoque de derechos, para ampliar el nivel de cobertura en salud, educación y alfabetización (Blanch, 2011, p. 50). Junto con esto se abrieron programas de gestión económica con pequeños empresarios y pequeños productores agrícolas (Uharte, 2012). En síntesis, tras una crisis económica y política, se generó una apertura visible del sistema en el ascenso

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de Lugo al poder mediante el partido alianza patriótica, un partido ajeno a las estructuras tradicionales que ocupaban regularmente los cargos públicos. Este cambio trajo consigo una ampliación de recursos y garantías electorales, así como una ampliación de políticas sociales, que permitieron la acción y movilización de los movimientos por sus demandas. No obstante, y a pesar de los esfuerzos por abrir el sistema y la participación y por producir oportunidades para el pequeño productor, la gestión frente a la reforma agraria fue tímida y la presión por ampliar los terrenos para cultivos de soja, sobre todo en el norte del país, fue creciente e inagotable (Fogel, 1988, p. 25). Estas presiones por parte de grandes empresarios y políticos de los dos partidos tradicionales hicieron que las coaliciones entre colorados y liberales se reconstituyeran. Aquella coalición trajo consigo la destitución de Lugo debido a sus pretensiones de evitar el avance de grandes cultivos sojeros en el país. Directamente relacionado con lo anterior, Brasil movilizó tropas a la frontera en señal de advertencia para Lugo y sus intenciones de evitar el avance de cultivos sojeros, esto debido a que gran parte de los empresarios de cultivos y terrenos con soja son propiedad de brasileros radicados en Paraguay (Zibechi, 2003). Con este panorama, y con la caída de Lugo explícitamente, la movilización y la participación de los movimientos en la escena política institucional ha decaído y aún es incierto su devenir en el marco del actual mandato, pues son limitados y escasos los análisis de la relación de movimientos sociales para este periodo.


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Tenemos que las presiones por el modelo monoagroexportador de soja en cabeza de empresarios y políticos del legislativo relacionados con ellos, (Blanch, 2011) cierran la apertura del sistema alcanzada por la Alianza Patriótica para el Cambio (APC) y el Frente Social y Popular. Dichas presiones también generaron el derrocamiento de Lugo, quien había ampliado los canales de participación y había generado incentivos para la movilización y participación de los sin tierra. Por tanto, el cierre de la apertura del sistema alcanzada con los nuevos partidos como el APC y el Frente Social y Popular, así como la presión militar en la frontera y la recomposición de élites, generaron un cierre de oportunidades y un decrecimiento de la acción colectiva de los sin tierra paraguayos. A modo de conclusión A partir de lo expuesto, podemos establecer que la EOP permite comprender la acción colectiva dentro del periodo de democratización (1989-2012) en Paraguay, dado que dentro de los tres periodos mostrados —el inicio de la democratización en 1989, el ascenso y mandato de Fernando Lugo en el poder y su derrocamiento en 2012— el enfoque mencionado denota las aperturas, fragmentación entre élites, aliados disponibles y grados de represión que explican de alguna manera la emergencia de la acción colectiva dentro de los movimientos sin tierra. Asimismo, la cultura política clientelista que ha excluido a los movimientos sin tierra de la participación y la atención a demandas, y de la concepción

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étnica de la tierra que insta a la movilización por la protección de territorios ancestrales (Riquelme, 2000) son elementos que deben ser tenidos en cuenta, pues tienen importancia para la movilización política y complementan el análisis a la luz de la estructura de oportunidad. A su vez, es importante comentar que si bien en Paraguay la inserción del modelo agroexportador y su crisis durante el periodo de Duarte se tradujo en división de élites, conformación de nuevas coaliciones y apertura del sistema político con la presidencia de Lugo en cabeza de un partido alternativo, no siempre la inserción de un modelo económico y su posterior crisis genera oportunidades políticas que inciten a la movilización social. En ese sentido podemos afirmar que la EOP aporta importantes herramientas para analizar la movilización de los sin tierra en Paraguay durante el periodo referido; sin embargo, debe ser complementado con el análisis de marcos y el análisis de los modelos económicos que operan en el país y sus consecuencias para la movilización.

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bibliografía Arditti, B.(1987). Movimientos sociales y recuperación democratica en el Paraguay. En La sociedad an pesar del Estado . Asunción : CDE. Arrighi, G. (1983). Una crisis de hegemonía,. Mexico : Siglo XX. Blanch, J. (2011). El Gobierno de Lugo y los movimientos sociales. Documento Social, 41-53. Fogel, R. (1988). Tierra y democracia. La lucha de los campesinos parguayos. Nueva sociedad (96), 163-173. Meyer, L., & Reyna, L. (2005). Los sitemas políticos en América Latina. México: Siglo Ventiuno Editores. Riquelme, Q. (01 de Enero de 2000). Los conflictos sociales en el contexto de la democracia paraguaya. Disponible en: http://www.monografias.com/trabajos901/paraguay-democraciaconflictos-sociales/paraguay-democracia-conflictos-sociales.shtml Riquelme, Q. (2003). Los sin tierra en Paraguay. Conflictos agrarios y movimiento campesino . Buenos Aires: Clacso . Riz, L. (01 de Mayo de 2008). Biblioteca Historia política . Disponible en: http://www. historiapolitica.com/datos/biblioteca/deriz3.pdf Tarrow, S. (1999). Estado y oportunidades : La estructuración política de los movimientos sociales. En J. M. Doug McAdam, Movimientos sociales : perspectivas comparadas (pp. 71-99). Madrid: Itsmo. Uharte, L. (2012). El proceso de democratización paraguayo: avances y resistencias. América Latina Hoy , 17-42. Zibechi, R. (2003). Brasil potencia. Barcelona: Alfaguara.

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Identidad y acción colectiva. Un acercamiento al Ejército Zapatista de Liberación Nacional Ana María González Suárez1 Para nosotros, los más pequeños de estas tierras, los sin rostro y los sin historia, los armados de verdad y fuego, los que venimos de la noche y la montaña, los hombres y mujeres verdaderos, los muertos de ayer, hoy y siempre… Para nosotros nada, para todos, todo.

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os movimientos sociales en México aparecieron muy temprano en su historia, todo el siglo XX estuvo fuertemente marcado por momentos de gran movilización social, cada uno de estos momentos en la historia mexicana ha implicado una serie de demandas que no cambian en lo fundamental y que por el contrario coinciden en muchas de ellas. El primero de enero de 1994, es un punto importante para dichos movimientos, cuando se da el levantamiento armado de un grupo de indígenas en Chiapas y se da a conocer el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), cuyas bases ideológicas se hallaban en el marxismo, el zapatismo y el indianismo. El EZLN no sólo tuvo un largo e importante recorrido político militar capaz de desestabilizar el sistema

1  Estudiante de Ciencia Política. Universidad Nacional de Colombia.


político mexicano, sino que tuvo la capacidad de construir una gran base social, la cual se preocupara y confluyera en las demandas de este grupo guerrillero, como la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, un sistema político incluyente, democrático y justo, y la lucha en contra de los valores capitalistas, especialmente en su fase neoliberal. De este modo, el Ejército Zapatista se constituye como un importante referente de los movimientos sociales tanto en México como en América Latina, aun en la actualidad a pesar de su inactividad en los últimos años y la despedida del Subcomandante insurgente Marcos, en el 2014. En este sentido, cabe preguntarse ¿Por qué el EZLN logró articular con éxito a un gran sector social para la movilización y la acción colectiva alrededor de una serie de demandas? Una primera respuesta, es que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, logró un proceso de enmarcamiento en el que la articulación de marcos de acción colectiva (en respuesta a su múltiple inspiración en el marxismo, el zapatismo y el indianismo), tuvo gran importancia para la construcción de un marco propio con la capacidad de persuadir y lograr la acción colectiva de amplios sectores de la sociedad. De este modo, el EZLN encontró en la cultura mexicana los significados y sentidos que le ayudaron a explicar la realidad y promocionar dicha explicación, así el componente indígena es fundamental, pues este aspecto otorga una importante parte de los significados alrededor de la lucha contra los valores capitalistas, por cuanto permitió la conformación de una identidad bastante arraigada y facilitó la postulación de

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reivindicaciones, demandas y postulados marxistas a un lenguaje más cercano a la cotidianidad, que además logró llevar a los pueblos indígenas de todo el continente en el mismo tipo de luchas, principios y discursos. Estos elementos dieron la legitimidad necesaria al movimiento y orientaron la acción colectiva de manera relativamente permanente y, dado que el marco de acción colectiva está tan íntimamente ligado a la cultura de los pueblos nativos de América latina, el discurso del Ejército Zapatista todavía está presente en los repertorios de los movimientos sociales del continente. Así, con el propósito de defender esta respuesta, el trabajo abordará en primera instancia, el porqué de la teoría bajo la cual se da tratamiento al problema de la acción colectiva del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En segundo lugar, se abordará el contexto en el que se da el momento insurreccional de 1994, contexto en el que convergen tres fuentes ideológicas para el EZLN, la cuales se mostraran en un tercer momento, para llegar así a mostrar el marco construido para este movimiento social y guerrillero. Luego, se abordará cómo ese marco configura un referente para los movimientos sociales en México y en América Latina. Y finalmente se presentarán las conclusiones del presente trabajo. Bien, el análisis del EZLN se hará a partir del estudio de los marcos de acción colectiva, puesto que esto permite observar los procesos bajos los que se construyen significados y se la da sentido al mundo social, es decir, los procesos bajo los que se construyen la identidad que posibilita la acción colectiva, más allá de las condiciones estructurales. Como se


Identidad y acción colectiva | Ana González

verá, la acción colectiva del EZLN, está profundamente cimentada en la identidad de sus participantes y constituye un lugar central para justificar y legitimar su movimiento. En palabras de Rivas “mediando entre la oportunidad política, la organización y la acción están los significados y definiciones compartidas que las personas atribuyen a la situación, sin los que no se daría el paso a la movilización aunque se tengan oportunidades y recursos para ello” (Rivas, 1998. Pág. 205) Antes de acercarse al marco de acción colectiva que construye el movimiento zapatista, es necesario ver el contexto en el que nace y en el que hace su primera aparición en la vida pública mexicana. Para la década de los 90’s, México ya había entrado en un proceso de apertura económica y ajuste estructural. Tras la crisis financiera de 1982, el Fondo Monetario Internacional exigió a cambio de los préstamos, una serie de reformas dentro de la nueva fase neoliberal a la que entraba el mundo. Con esto, las protestas se hicieron cada vez más frecuentes, la economía campesina y nacional se vio afectada por la importación de productos agrícolas, especialmente el maíz transgénico. Así se produjo una pronta respuesta por parte de los indígenas, puesto que su territorio se vio afectado en este contexto: “la tierra del ejido, antes no enajenable (las compraventas estaban autorizadas solamente entre ejidatarios) fue parcialmente “abierta” a la inversión foránea permitiendo a cada ejidatario de asociarse libremente con sociedades para finalidades económicas (…) e introduciendo una mayoría calificada para autorizar cesiones de tierra a los no ejidatarios en la asamblea ejidal (…)” (D’Ascia, 2011. Pág. 40)

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Sin embargo, estas respuestas por parte de los indígenas y campesinos aunque coincidían en los reclamos (territorio y reformas constitucionales de acuerdo a la protección que se les daba como pueblo desde el derecho internacional público), no configuraban un único movimiento, al contrario, de acuerdo a las diversas influencias (cristianismo evangélico, teología de la liberación, distintas facciones de la izquierda), se iban construyendo diferentes organizaciones. Fue en medio de estos cambios y respuestas que nace el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (1983), el cual era un grupo reducido de procedencia urbana y de clase media. (D’Ascia, 2011. Pág. 40) Esta pequeña guerrilla comenzó a cobrar importancia luego que indígenas y campesinos vieran agotadas las vías pacíficas de movilización para hacer sus demandas y encontraran en la vía armada, mejores posibilidades. Hizo falta más que el reajuste estructural y que las condiciones mencionadas para que se configurara el Ejército Zapatista como movimiento de gran fuerza en el sistema político mexicano y como referente de la acción colectiva. De este modo, jugaron un papel muy importante las ideologías de las que se alimentaron los participantes de este movimiento y que hicieron posible su identidad, facilitando así la acción colectiva. Por un lado se alimentaron de manera especial por el zapatismo, herencia de la revolución mexicana, en la que Emiliano Zapata defendió la causa de los campesinos, y se opuso rotundamente a los grandes propietarios de tierra que la acaparaban “En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños


Identidad y acción colectiva | Ana González

que del terreno que pisan sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos, las tierras, montes y aguas; por esta causa, se expropiarán previa indemnización, de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios de ellos a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos.” (Plan de Ayala, 1911) De otro lado, sin duda, se encontraba el marxismo y la izquierda, en un contexto de crisis, decaimiento del socialismo real y una necesidad de repensarse las maneras de llevar una revolución. Y finalmente, había una fuerte presencia del indigenismo, que como se verá más adelante, va a sufrir un cambio para los movimientos sociales, en el proceso de enmarcamiento. Este, “impulsa la fusión del indígena y del blanco para que nazca a través del mestizaje una sociedad de síntesis, ni indígena ni criolla, que la indianidad volvería absolutamente original y singular. Si los indios están destinados a desaparecer como tales, la diferencia que ellos manifiestan tiene que ser asumida por la nación en su conjunto y llegar a ser el fundamento de su identidad (…) El movimiento indigenista es la manifestación de una corriente de pensamiento indígena, sino de una reflexión criolla y mestiza acerca de lo indio” (H. Favre 1996. Pág. 5-6, En: D’Ascia, 2011. Pág. 11). Estas fuentes de las que se alimenta el “neo-zapatismo” del EZLN, van a tener cambios, en la medida en que van traslapándose y también transformándose

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en cuanto la manera en que sus militantes ven y construyen la realidad. En este sentido, lo que se produce de la mezcla de las ideologías mencionadas es un proceso de enmarcamiento definidos como “los esfuerzos estratégicos conscientes realizados por grupos de personas para construir interpretaciones compartidas del mundo y de sí mismos que legitiman y motivan la acción colectiva” (Rivas, 1998. Pág. 206) El “esfuerzo estratégico” más importante que se realizó en este movimiento, fue el desplazamiento del indigenismo al indianismo. Al poner el problema de lo étnico en el escenario de lucha, la a reflexión sobre la situación que vivían en ese momento las comunidades indígenas, se hizo desde su propia identidad como indígenas y ya no desde un lugar externo y ajeno. Esto fue posible debido a la emergencia de una élite indígena que accedió a la educación, la vulnerabilidad de los pueblos indígenas en el contexto neoliberal y la crisis de los conceptos marxistas ortodoxos (D’Ascia, 2011. Pág. 18-19). Así, como se ve el esfuerzo por reconocerse como indígenas entra en discusión con el marxismo, aunque no una separación irreconciliable con este. “El factor indígena de su lucha está implicando el reconocimiento del “otro” como “otro”; en él se inscribe el debate de la autonomía indígena, el respeto a la diferencia y respeto en tanto iguales portadores de derecho. (…) Lo que el EZLN plantea, en el marco de las reivindicaciones étnicas, es una lucha por el derecho a la identidad, identidad que debería formarse en el marco de un debate abierto a la especificidad del otro” (Rojas, Sofía.1992.Pág.342).


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En este esfuerzo estratégico pues, se insiste en el carácter indígena de la organización y se proyecta una y otra vez la imagen del indio, desde sus propias concepciones. Ellos mismos eran voceros, ya no había intermediarios, por ejemplo en una grabación habla un jefe guerrillero indígena “voy a comunicar algunas decisiones que nuestro Comité Clandestino Revolucionario Indígena, dirección de nuestra revolución (…)” (Jefe guerrillero indígena, 1994. Pág. 43) Y por otro lado, van desmintiendo esos adjetivos que se le asignaron a los indios durante tanto tiempo, en un testimonio se dice “no se vayan con la finta y la leyenda de que el indígena es tonto, no. Son muy listos, muy valientes y muy cabrones (…) y todavía van a dar muchas lecciones al ejército federal entre otros, pero sobre todo a este país, muchas lecciones” (Testimonio, 1994. Pág. 43) Así entonces, ésta interpretación de sí mismos, la resignificación de lo que es ser indios, les va a servir a los “neo-zapatistas” a hacer legítima su lucha. Sin embargo, al tiempo que se identifican como un movimiento indígena, su interpretación del mundo, de su situación la comparten con otros sectores de la sociedad, que ellos ven como iguales, al ser oprimidos por el gobierno federal y por ser víctimas del modelo neoliberal. De esta manera, con las problemáticas que distinguen para los pueblos indígenas mexicanos y las demandas que de estas se desprenden, se reconoce en el “otro” mencionado con anterioridad ya no sólo al otro indígena, sino al otro pobre, campesino, desposeído: “se nos ha negado la preparación más elemental para así podernos utilizar como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que no

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tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos” (Declaraciones de la selva Lacandona. Pág. 5) Este momento del proceso de enmarcamiento, no sólo delinea una identidad sino que en ese delinear, va extendiéndose el movimiento porque recoge cada vez más personas que comparten dicha interpretación del mundo y los motiva a participar del movimiento zapatista. Ahora bien, otro esfuerzo estratégico que hace parte del proceso de enmarcamiento del EZLN, está relacionado, como se mencionó brevemente, con la distancia que se toma del marxismo y la izquierda. El movimiento “vio pasar el ascenso de la revolución nicaragüense y de las luchas guerrilleras centroamericanas, el posterior decaimiento de todas y la derrota electoral sandinista en 1990; la crisis terminal del llamado bloque socialista y el ulterior derrumbe, simbolizado en la caída del muro de Berlín; el abatimiento y el desconcierto de amplias franjas de la izquierda en el mundo y, a su lado la revitalización de la doctrina conservadora bajo la forma del neoliberalismo agresivo” (Díaz, Héctor. 2006. Pág. 135). Así, existían múltiples reservas ante el modelo del socialismo que hasta el momento el mundo había vivido y una profunda necesidad de buscar otras maneras de oponerse el capitalismo y al liberalismo, si se quiere, otras formas de hacer la revolución. En esta medida, es que el EZLN, toma distancia de algunos postulados del marxismo ortodoxo, lo que va a ampliar la posibilidad de vincular gente al


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movimiento, puesto que ya no es necesario una militancia al estilo ortodoxo para participar de las movilizaciones, campañas y demás, en el ejército, y se hacen más conciliables las distancias que pudiesen existir con el marxismo. Una de estas distancias con la ortodoxia, se expresa cuando caracterizan el cambio revolucionario para México: “Nosotros pensamos que el cambio revolucionario en México no será producto de la acción en un solo sentido. Es decir, no será, en sentido estricto, una revolución armada o una revolución pacífica. Será, primordialmente, una revolución que resulte de la lucha en variados frentes sociales, con muchos métodos, bajo diferentes formas sociales, con grados diversos de participación. Y su resultado será, no el de un partido, organización o alianza de organizaciones triunfante con una propuesta social específica, sino una suerte de espacio democrático de resolución de la confrontación entre diversas propuestas políticas. Este espacio democrático de resolución tendrá tres premisas fundamentales que son inseparables, ya, históricamente: la democracia para decidir la propuesta social dominante, la libertad para suscribir una u otra propuesta y la justicia a la que todas las propuestas deberán ceñirse” (Subcomandante Marcos, 1994. Pág. 115- 116). Así, entonces, el EZLN no se propone la toma del poder por medio de las armas, sino la construcción desde debajo de un espacio democrático, exigiéndole al gobierno que acceda a las demandas populares. Esto, le permite al movimiento zapatista extender su acción colectiva hacia personas y sujetos colectivos a

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la lucha que desean, puesto que por un lado, ya no se les ve con recelo como un actor ambicioso de poder, y por el otro, se construye un significado diferente de lo que es ser revolucionario. Con esto, el movimiento encuentra coherencia, logrando legitimar sus reclamos y demandas. Sumado a que el lenguaje ahora usado, para comunicarse entre ellos y con la sociedad en general, ya no es un lenguaje que parece tan ajeno, sino que por el contrario en el proceso de enmarcamiento se van apropiando de otra manera de decir las, diferente al de la ortodoxia, otra manera de dirigirse a los militantes, a los indígenas, a los campesinos, a los simpatizantes y a los opositores, que va a influir por tanto, en la apropiación de la movilización. De este modo, el proceso de enmarcamiento tiene al menos estos dos importantes elementos que van a construir significados sobre lo que sucede en el mundo, en México y en sus realidades cotidianas, conforme se arraiga una identidad en los sujetos que participan de la acción colectiva. Sujetos que se han resignificado como indígenas, como campesinos, como desposeídos y como revolucionarios. Total, este proceso va a lograr la construcción de un marco de acción colectiva, pues como se vio, se ha creado “un conjunto de creencias y significados orientados a la acción que inspiran y legitiman las actividades y campañas de los movimientos sociales, dan sentido al mundo social de los participantes en ellos y les ayudan a conformar sus propias identidades personales y colectivas” (Rivas, 1998. Pág. 207). Con todo, siguiendo a Rivas, se puede observar lo importante de los procesos de enmarcamiento, para que la acción colectiva sea posible. Sin embargo,


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hay que tener en cuenta que la identidad y los significados no surgen únicamente del lenguaje, de la interpretación en los discursos del mundo, sino que estos se alimentan en y desde la práctica, de este modo no es un detalle pequeño o desestimable el agitado contexto en el que se ven inmersos los actores del conflicto social mexicano. Es decir que las luchas que se adelantan para resignificarse frente al marxismo o al indigenismo, por ejemplo, no sólo se hacen en el terreno del lenguaje sino que expresan una forma de hacer la cosas, están íntimamente relacionadas con la práctica en este caso revolucionaria tal como lo asume el EZLN, así cabría preguntarse ¿se hubiera dado el proceso de enmarcamiento y la construcción de la identidad del EZLN sin contar con las condiciones a los que los había llevado la apertura económica? ¿habría sido posible que los pueblos indígenas y demás sectores de la sociedad confluyeran en el movimiento zapatista, a partir de esa interpretación del mundo si hubiera existido una capa media más amplia? A pesar de esto, el marco de acción colectiva del EZLN se arraigó en la identidad indígena, lo que le permitió crear significados y sentidos que vincularan a los pueblos indígenas y con ellos a los desposeídos que sufren situaciones similares, en lo local, y con ese fuerte indianismo, halló también un lugar en lo regional (entendiendo este escenario regional como el escenario al menos de Hispanoamérica), puesto que al subrayar el acento de lo indígena, articulado con el rechazo a tomarse el poder, encontró en este contexto también una forma si bien no de actuar como el movimiento zapatista mismo, sí de inspirar movimientos de

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este tipo en el subcontinente, y siendo al mismo tiempo un respaldo al estar posicionado como un movimiento social de gran envergadura, capaz de desestabilizar el sistema político de su país origen. A manera de conclusión entonces, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, logró un marco de acción colectiva propio, a partir de un proceso de enmarcamiento que surge de la discusión con otros marcos de acción a la vez que se van articulando. Esto, por tanto, va a llevar a una resignificación y reinterpretación del mundo, sumado a una auto-representación que ya no depende de lo externo o ajeno. La construcción de este marco, tuvo un gran impacto en quienes se comienzan a reconocer como víctimas del modelo neoliberal, dándole capacidad de persuadir y lograr la acción colectiva de amplios sectores de la sociedad. Puesto que el EZLN encontró en la cultura mexicana y en la crisis social económica tanto en el capitalismo como en el socialismo real, los significados y sentidos que le ayudaron a explicar la realidad y promocionar dicha explicación; para este propósito, el componente indígena es fundamental, pues este aspecto otorga una importante parte de los significados alrededor de la lucha contra los valores capitalistas, permitió confrontar la ortodoxia marxista y conformar una identidad bastante arraigada que facilitó el posicionamiento de reivindicaciones, demandas y postulados marxistas a un lenguaje más cercano, menos ajeno. Componente indianista que además logró llegar otros lugares del subcontinente, donde se desarrollaban el mismo tipo de luchas, principios y discursos.


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Así, Estos elementos dieron la legitimidad necesaria al movimiento y orientaron la acción colectiva de manera relativamente permanente y, dado que el marco de acción colectiva está tan íntimamente ligado a la cultura de los pueblos nativos de América latina, el discurso del Ejército Zapatista todavía está presente en los repertorios de los movimientos sociales del continente. Sin embargo, esta perspectiva del análisis, dejó de un lado las condiciones prácticas, de la formación de la identidad. Lo que lleva como una conclusión más, que es la insuficiencia del análisis de los marcos para explicar por sí mismos la acción colectiva y el éxito de ésta y que por el contrario, estos procesos de construcción de identidades están condicionadas también por factores objetivos y estructurales.

bibliografía D’ASCIA, Luca. Los Movimientos Indianistas y la revuelta zapatista. Barranquilla: Universidad del Atlántico (2011) DÍAZ POLANCO, Héctor. El laberinto de la identidad. Capítulo V: El EZLN y la política. México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México (2006) EZLN. La palabra de los armados de verdad y fuego. Chiapas (México). Entrevistas, cartas y comunicados del EZLN (hasta junio de 1994) Plan de Ayala (1911) Disponible En: http://www.worldpolicy.org/sites/default/files/uploaded/image/Zapata-1911-Plan%20de%20 Ayala.pdf RIVAS, Antonio. El Análisis de los marcos: una metodología para el estudio de los movimientos sociales. En IBARRA, Pedro y TEJERINA, Benjamín (eds.) Los movimientos sociales. Transformaciones políticas y cambio cultural, Madrid, Trotta. (1998) Pág. 181-215. ROJO ARIAS, Sofía. La historia, la memoria y la identidad en los comunicados del EZLN. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (1996) Disponible en: http://www. debatefeminista.com/PDF/Articulos/lahist715.pdf

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Brasil, un campo de disputa alrededor de la cuestión agraria y la trasformación de la sociedad, desde el MST Daniela Marcucci Guarnizo1

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pelando a la articulación de la modernización y modernidad, de la igualdad y la justicia, de la reestructuración económica y la democratización del Sistema político brasilero, se denota que las trayectorias y posibilidades del Movimiento de los Sin Tierra, sobre el terreno aún irresuelto de exclusión, pobreza, discriminación y desigualdad en el campo político y social, muestran que las variables de las formas de organización y los repertorios de acción se actualizan y modifican en función de sus banderas de lucha en correlación a las interpretaciones que construyen colectivamente. En ese telón de fondo, no es sino hasta el periodo de la democratización, en la década de 1980, que se instala como agenda permanente de lucha la reforma agraria como reacción a las tensiones acumuladas por décadas de injusticias agrarias y desigualdades rurales derivadas de la estructura agraria. Esta última se fue tejiendo alrededor de la figura del latifundio y la concentración de las tierras, lo que generó una exclusión sistemática de los trabajadores rurales del acceso 1  Estudiante de Ciencia Política Universidad Nacional de Colombia


a la tierra y a las posibilidades de formar su propio estilo de vida. Así pues, el acceso a la tierra, la reforma agraria y la transformación de la sociedad se constituyeron como principales consignas del movimiento. Fundamentalmente, los avances y retrocesos que se puede identificar para el movimiento, debe tomar en consideración las transformaciones en dos niveles. Por una parte, las transformaciones que se generan en el Sistema político dentro del marco del sistema social capitalista; así, se buscará identificar, definir y presentar los cambios relevantes que en la escala han representado pautas para la acción local. Por otra parte, se intenta evidenciar las relaciones existentes entre las mutaciones y virajes del modelo de desarrollo y las características del Sistema Político que dan pistas claves al movimiento social para que éste lea y determine las señales para su consecuente actuación, movilización y organización y, que con ello, también genere desafíos al sistema político y al mismo entorno. Por ello, la pregunta acerca de las trasformaciones que sufrió el MST en sus repertorios de acción a partir de la relación de mutua afectación de la estructura de oportunidad política con el EstadoSociedad-Mercado de Brasil en los diferentes periodos políticamente álgidos del movimiento social como lo son democratización, la entrada del modelo mono agroexportador, será objeto de la investigación para este trabajo. De allí que la re significación del contexto político, social y económico desarrollado por los agentes del MST, resalte que no hay un determinismo estructural sino que las variables participativas en el interior del

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MST son dinámicas y cambian en función no solo de la escena conflictiva en la que se detenta la acción sino que por el contrario, debe incluir una lógica de interacción de la estructura de oportunidad con los marcos de acción y de organización. En ese orden de ideas, la intensificación y radicalización de la acción política, o la institucionalización del movimiento que modifica el repertorio, sean un punto que escenifica dicha transformación. Por ultimo solo cabría decir que el trabajo se estructurará bajo tres apartados: primero, y a partir de una periodización lineal, respecto a la estructura de oportunidades políticas, que tiene en cuenta los principales hitos de la historia del movimiento, se intentará generar una matriz entre los demás conceptos ordenadores del enfoque de los procesos políticos, específicamente: los marcos de acción colectiva y las estructuras de movilización, lo que explicará el desarrollo de dicho movimiento social. En una segunda parte, se identificarán con respecto a lo anterior, las vicisitudes de los repertorios de acción a partir de los resultados que botan las tendencias, límites y posibilidades de su acción colectiva, para que así, se pueda establecer en términos concretos, cual relación se observa entre el sistema político y el movimiento social. El Movimiento de los trabajadores rurales Sin Tierra

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Ya se cumplen 30 años desde que germina en el campo popular y agrario de Brasil expresiones de rebeldía organizada desde actores colectivos que luchan contra el neoliberalismo y las injusticias del sistema social capitalista, dejando un sello intrínseco


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en los valores de la sociedad brasilera: la solidaridad y la cooperación sirven como instrumento de trasformaciones revolucionarias en oposición a el individualismo propio de la acción del capital. Todo ello, y con el objetivo de dar vuelco al sistema que relega y discrimina a los sectores excluidos y perjudicados de la dinámica de modernización, progreso y desarrollo capitalista, el Movimiento de los trabajadores rurales Sin Tierra promueve la articulación de “los sin tierra, los sin techo, los sin trabajo” (Harnecker, pág.11) con motivo de crear una potencia real y efectiva organizada para conquistar no solo la tierra, sino las riendas del horizonte de vida que se plantean integrando diferentes perspectivas sociales impulsando múltiples agendas temáticas. (Chaguaceda, pág.266) Para comprender el desarrollo del movimiento que representan, es menester ubicar e interrelacionar de manera íntegra los factores subjetivos y objetivos, posibilitando un análisis complejo y más sintético que si se optará por otro tipo de análisis pues, si se asumiera que el comportamiento del movimiento se produce por cálculos racionales e instrumentales siguiendo una lógica de incentivos, como asegura la elección racional, obstruiría la esencia y el alcance de la acción colectiva ya que la pertenencia al MST requiere de un compromiso con el otro que traspasa el racionalismo instrumental individualista pues, la autorrealización no se concibe si no es en correlación con el otro, así que los procesos sociales no se configuran a partir de decisiones individuales sino mediante deliberaciones colectivas en razón de potenciar al conjunto de la comunidad. Así mismo, entender el porqué de la

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acción colectiva desde un lente reactivo, como asumen la psicología de las masas, las conductas colectivas y la elección racional, anularía del análisis el componente fundamental de los sujetos que constituyen el MST que es la capacidad de agencia trasformadora autónoma. Sabiendo esto, y teniendo en cuenta que la acción colectiva del MST no se presenta como un mero vinculo espontáneo, sino que por el contrario se erige desde una dimensión organizativa en donde se piensan los medios desde los cuales se interpelarán las demandas, al igual que las formas más apropiadas para llevar a cabo su visión de vida alrededor del trabajo comunitario y la solidario, no solo preguntaría el porqué de la acción colectiva, sino el cómo y el cuándo, incluyendo los instrumentos de la acción colectiva que genera y permiten involucrarse al movimiento, y los procesos mediadores entre la estructura, la oportunidad y la acción como los esquemas que resignifica la realidad que posibilitan la interpelación de los sujetos. En suma, para el análisis del MST se prefiere un enfoque integro de los procesos políticos que asume la existencia de actores que interactúan en contexto y como un proceso, siendo sujetos de agencia y trasformación. En ese sentido, se ubica, y como primer punto, que anterior a la fundación del MST, hubo unos primeros movimientos campesinos organizados alrededor de Las Ligas Campesinas, Las Ultabas y el Master, que luchaban por la tierra y la reforma agraria, estas organizaciones fueron violentamente exterminadas en el gobierno militar de 1964 con el pretexto de la amenaza comunista. Además del carácter cerrado a la participación del régimen político, la dictadura militar, bajo


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el modelo económico que implantó la modernización económica capitalista en el campo, frustro los intentos de posicionar la reforma agraria en la agenda política pues los sectores que podían presionar al régimen para abonar las discusiones de la reforma agraria, como los sindicatos, se tornaron hacia una actividad asistencial, fuera de la represión sistemática a cualquier intento de protesta estableciendo así paz de cementerio. (Harnecker, pág. 19) Siguiendo con ello, a partir de la década de los años 70 se instaura un modelo económico que acelera la mecanización de la explotación agrícola exportadora en manos de poderosas trasnacionales, que introdujo tímidamente, en comparación a las cifras actuales, el cultivo de la soya. Esto mencionado, desencadeno un cuadro de expulsión masiva de campesinos carentes de tierras y de medios de producción (Harnecker, pág.20), que no podían migrar a las ciudades puesto que en estas se estaba presenciando un reflujo a lo que se llamó “el milagro brasileño” aumentando el desempleo, la pobreza y las desigualdades. Frente a este panorama, el huir a la ciudad o ampliar la frontera agrícola mediante colonización, no representaban una salida viable para la sobrevivencia de los campesinos aislados con formas de producción artesanales y disgregadas, por ello se encuentra en la lucha por la tierra, contra los grandes hacendados y las empresas trasnacionales, una vía efectiva para la resolución de sus demandas. Los campesinos que eligieron dicha opción pasaron a constituir la base social que genero el MST (Mazano, 2008, pág.338). Así pues, la resistencia fue generada por la expropiación, el desempleo y las desigualdades

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resultantes del desarrollo contradictorio del capitalismo (Manzano, 2004, pág.6). Siguiendo con lo anterior, en pleno auge anti-dictatorial, dicha base social funda el MST que espera dar respuesta a los diferentes métodos ejercidos por el Estado para romper las resistencias y desmovilizar a sus bases iniciando procesos de ocupación, acampamento y asentamiento en diferentes regiones. Como una victoria política, la dictadura terminar cae por el mismo descontento popular y empieza un proceso de democratización del régimen, lo cual no indica que el MST va a congraciarse y a disminuir el nivel de resistencia que tienen. En 1985 sube elegido Tancredo Neves, como primer gobierno civil después de la dictadura y se genera una apertura del régimen político a las demandas expresadas por el movimiento. Cabe señalar que pese a estar influido por corrientes religiosas progresistas y muchos integrantes simpatizar en partidos de izquierda como el PT, son autónomos y el MST intentaría permear e influir en el PT con el fin de lograr avanzar su agenda de reforma agraria. (Somuano, pág.16) Sumado a ello, el MST logra establecer alianzas políticas entre diferentes sectores, como por ejemplo con los obreros e indígenas, articular las luchas de la ciudad y del campo, y entablar un diálogo con los candidatos a elecciones, como se ve desde las elecciones para gobernador en 1983, para proponer soluciones a la cuestión agraria, a la que poco a poco, como se verá, incluirá no solo la dimensión de la tierra sino todo un orden de sentido y de sociedad puesto que dicha cuestión genera conflictualidad porque “es movimiento de destrucción y


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recreación de relaciones sociales, de territorialización, desterritorialización y reterritorialización del capital y del campesinado (Mazano, 2004, pág.6) Por otra parte, pero en concatenación con lo anterior, se logra identificar que en un principio se intentó distribuir la tierra en forma individual por el Incra lo que ciertamente dificultó la convivencia entre las familias por no comprender una dinámica colectiva y quedarse nada más en la conquista de la tierra como fin último, de allí que el movimiento buscó cambiar positivamente la correlación de fuerzas políticas por medio de la lucha de masas para una reforma agraria integral en donde no basta con conquistar la tierra pues se debe crear las condiciones para que estas se trabajen y obtengan de ellas un rendimiento que permita sobrevivir como son las máquinas, el sistema de crédito, conocimientos técnicos, canales de comercialización, entre otros. Por ello se requiere seguir estando organizados y articulados para conseguir los demás puntos. Ya para 1989 se presencia un clima álgido de la política y de la movilización pues la consigna de “ocupar, resistir, producir” sustituye la de “la tierra para el que la trabaja” y se establece en harás de trasformar el país, pese a ello, gana la presidencia Collor de Mello que recrudece la represión para el MST, el cual tuvo que poner acento en resistir. Esta medida es leída como una señal que le exige al MST un robustecimiento en términos organizativos y así mismo fortalecer los asentamientos, de aquí se empieza a fomentar las Cooperativas de Producción Agropecuarias como respuesta al desmantelamiento de las políticas públicas para la agricultura por Collor. (Harnecker,

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pág.36) Sin embargo, cuando sube al poder Itamar Franco en 1992, tras la destitución de Collor, éste empieza a negociar a través de la institucionalidad con el MST, estableciéndose así como un interlocutor político, lo cual favorece enormemente las capacidades de negociación en las ocupaciones. Esto último pierde fuerza con el gobierno de Fernando Henrique Cardoso puesto que el plantea una estrategia para desmantelar movimiento que cumple varias fases consecutivas: el intento de cooptación, el esfuerzo de dividir al movimiento, y la represión. En su segundo mandato aplica en el país el modelo agrícola norteamericano, que agudiza la crisis de la pequeña agricultura en la medida que deja al mercado nacional bajo el control de grandes empresas y precios internacionalizados y, al ser en su mayoría de empresas multinacionales, se inserta un proceso de oligopolización y desnacionalización de las agroindustrias, a la vez que reduce el papel del sector público en la agricultura (Harnecker, pág.37-42). Este modelo representa a sus anchas la tendencia que ha primado por sobre los intentos de desarrollar una reforma agraria: un modelo neoliberal agroexportador que concentra renta y propiedad de la tierra. No obstante, el MST no baja la guardia y continúa persistentemente con su lucha, y como es trasversal la violencia en el gobierno de Cardoso, denotan que es decisiva la formación activa de la militancia y la preparación de las familias pues la táctica de la desinformación y represión perjudica la movilización del MST. Con la victoria de Lula y del PT en el año 2002 se identifica un reverso en cuanto a la desapropiación


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de tierras perdiendo un poco la combatividad que se caracterizaba puesto que se produjo una domesticación en el campo popular al desarrollarse una simbiosis de la base social de los movimientos populares con la tecno estructura plutocrática financiera (Chaguaceda, pág.217). El MST en este periodo busca consolidar experiencias de producción y organización pues recibe una ayuda financiera y de asistencia técnica de parte del gobierno lo que no indica que dejan de lado su principal repertorio de acción pues aceptan que conviven proyectos contradictorios de desarrollo rural en el gobierno: la reforma agraria por un lado y el agronegocio por el otro, ambos proyectos considerados y puestos en un campo de disputa irresuelto. Pese a ello, el MST no rompe relaciones con el gobierno pues considera que es un gobierno internamente bajo disputa además de creer que “hoy estamos en un momento de redefinición que puede servir de oportunidad para renovar dirección y rumbos combativos del MST (Chaguaceda, pág.275). La familia, la ocupación, el campamento y el asentamiento Sabiendo esto, puede empezar a formularse que la organización que teje el MST es fundamental para convertir el descontento en acción colectiva y que esta pueda llegar a resultados favorables para la comunidad. Por ello, el principal canal colectivo que permite la vinculación al movimiento es la familia pues constituye la base social del MST (Manzano, pág.340). Teniendo en cuenta que al comienzo la organización se limitaba a grupos de ayuda mutua e intercambio de

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servicios en donde no había una articulación nacional, el MST nota que es fundamental esta para el fortalecimiento y consolidación de la lucha por la tierra pues la represión, variable necesaria que también expresa una oportunidad o la carencia de esta para el movimiento, facilita su fraccionamiento y aniquilamiento. Así que perfila su organización con un carácter nacional en el que se respetan las diferencias contextuales pues asumen que hay una serie de procesos diferentes que generan y permiten generar al movimiento múltiples oportunidades. En esa medida, tampoco opta por tomar decisiones bajo la fórmula de mayorías estrechas, sino que espera a que el conjunto de la comunidad madure para adoptar dichas decisiones colectivamente en es la asamblea general de las familias acampadas (Harnecker, pág.55). De allí que se entienda que el MST funciona mediante la dirección colectiva. Como su estructura opera en contexto, el MST ha ido adaptando sus consignas y sus formas de lucha en relación a sus demandas que el entorno va exigiendo, así puede finalmente comprenderse que, tras en un inicio abanderar “la tierra para el que la trabaja”, limitando la lucha a la conquista de la tierra, a la que le siguió “ocupación, única solución” , avanzan en sus demandas al incluir no solo la tierra sino la trasformación global de la sociedad por la que se lucha por una “sociedad justa, igualitaria y que acabe con el capitalismo” (Harnecker, pág.28). De allí que sea menester un contacto permanente con los ya asentados para que puedan financiar al movimiento, y mantener así su carácter autónomo, y liberar cuadros para las tareas


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organizativas que cualifiquen y consoliden a la organización por medio del estudio y del desarrollo de actividades prácticas. (Pizzeta, pág.74) Este argumento se fundamenta a partir de que es vital para el MST que los diferentes espacios organizativos logren renovar y vigorizar la lucha mediante el trabajo colectivo y articulación y permanencia de la movilización para no perder de vista el horizonte, es decir, que la ocupación, como punto de inicio del proceso organizativo del movimiento y espacio de convivencia colectiva logre sobrellevar un campamento en el que se haga presión a las autoridades para agilizar negociación, en el que se eduque y mantenga movilizados a los ocupantes, a la vez que sensibilice a la opinión pública, o en otras palabras es “un complejo proceso socio-espacial y político, en el cual las experiencias de resistencia de los sin tierra son creadas y recreada” (Mazano,2008, pág.337). Capacidad solidaria del hombre, cooperación y trasformación social Ahora bien, hace falta señalar el elemento que logra orientar mediante los significados y las creencias a la acción colectiva que inspira y legitima las actividades del MST, dando sentido al mundo social de los participantes que ayudan paralelamente a conformar la propia identidad. La capacidad de interpelación que posee el MST, se explica solo en la medida que el proceso de enmarcamiento no solo atrae por ser el principal protagonista de la lucha de la reforma agraria, sino por ser “el principal referente nacional de la lucha contra el neoliberalismo, promoviendo la articulación

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de los sectores excluidos por el sistema: los sin tierra, los sin techo, los sin trabajo” (Harnecker, pág.11). Los significados que van a defender el MST se pone en contraposición de los valores generados por el sistema capitalista: el lucro, el individualismo, el personalismo y clientelismo, por el contrario, el MST se apropia de las expresiones culturales que avivan el lado espiritual e impulsan la capacidad solidaria, fraterna, la necesidad de unidad y de cooperación del hombre, inspirado por la Comisión Pastoral de la Tierra que se rige bajo los principios de la teología de la liberación, ayuda a identificar y fortalecer el espíritu de resistencia y lucha (Mazano, 2008, pág.341). La re-significación de la lucha por la tierra toma un sentido nuevo refiriéndose a la lucha frontal contra el neoliberalismo con motivo de trasformar a la sociedad, por ello la reforma agraria se presentaba como la lucha de todos, y paralelamente en la medida que la lucha por la tierra se transforma la concepción de territorio bajo su ocupación y defensa (Seoane,pág.92) en el que la tierra debe estar subordinada a valores como la vida y el trabajo (Harnecker, pág.51). En ese orden de ideas, por medio de la ocupación crean y recrean su existencia (Mazano, pág.2) Acción política: Relación intrínseca entre identidad, organización y contexto

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Teniendo en cuenta el ejercicio anterior que dio cuenta de las variables integrales del MST, como la movilización, la identidad y las oportunidades políticas, puede establecerse que la acción política depende de las interrelaciones inevitables entre las tres variables, que se presentan en función del movimiento y de los


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diferentes actores que entran en escena. La interacción que incluye elementos objetivos y subjetivos de la acción colectiva, permite identificar que no hay un determinismo estructural, y que la lectura de un momento concreto por parte del MST está ligado a las re-significaciones específicas que en el interior del movimiento se gestan, en correlación con el devenir del sistema político, por ello se identifica que el cambio de las consignas y la inclusión de nuevas reivindicaciones, respondían a la cada vez más compleja sociedad excluyente y desigual que recogía a una masa cada vez más grande. Partiendo de lo anterior hay que subrayar que el MST siempre tiene en cuenta la correlación de fuerzas para elegir la forma más propia de resistir, y con eso se refiere a las estrategias de organización, movilización y formación en los escenarios de presión y concientización política y de socialización, que han permitido una consolidación del movimiento en la mayoría de sus ángulos. La ocupación, como forma de acceder a la tierra, y el campamento, como espacio de lucha y resistencia, han sido los repertorios típicos para la denuncia y la presión política desde el cual el MST se ha erigido como uno de los actores responsables del surgimiento de procesos de desapropiación, expropiación y desconcentración de la tierra y de la consecuente reglamentación de las relaciones de trabajo en el campo. El impacto local que logra cambiar las reglas del juego, o en su defecto, vislumbrar su lucha como un componente de conflicto y de resistencia frente a los actores antagónicos, se explica a través de cómo se desarrolla el proceso de la ocupación, pues allí se

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negocia con el Estado, es por ello que el MST busca una correlación de fuerzas favorable mediante aliados entre las figuras institucionales locales: diputados, sindicatos e iglesias. Cabe decir, que la lectura del momento es fundamental para la hora de seleccionar la mejor vía para la ocupación, puesto que dependiendo de sus capacidades organizativas puede llegar a disminuir la probabilidad de utilización de la fuerza pública o por el contrario, como se vio mientras las elecciones de Lula, frenar las ocupaciones, es decir la acción directa masiva, apostando a el triunfo y con ello expectativas de un real cambio (Somuano, pág.47) en tanto no sólo sería la profundización de la reforma agraria sino la derrota política y económica de la vieja oligarquía terrateniente (Somuano, pág.47). Pese a ello la arremetida de violencia y las ejecuciones extrajudiciales contra el MST no disminuyeron, siendo así necesarias una compartimentación y organización más fuerte de parte del movimiento. Entre las ocupaciones, negociaciones, campamentos en plazas y lugares públicos de la ciudad, ocupación de edificios del gobierno, audiencias públicas, caminatas y marchas, ayunos y huelgas de hambre (Harnecker, pág.43) como actitudes políticas colectivas, el MST ha desarrollado con anterioridad la lectura de la necesidad del momento y de la coyuntura política del país y prevalece la concientización y organización de los ocupantes de los asentamientos y campamentos.

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Brasil, un campo de disputa... | Daniela Marcucci

A modo de conclusión Teniendo en cuenta lo anterior, las EOP explican el origen y el devenir del MST en la medida que esté realizan una lectura e interpretación a los diferentes momentos de cambio estructural del régimen político en cuanto a la dictadura militar, la democratización del régimen y el carácter de los gobiernos civiles teniendo en cuenta una interrelación de los esquemas de enmarcamiento y su formación organizativa y de movilización. La apertura y cierre del régimen a la cuestión agraria, ha conllevado a la intensificación, o no respectivamente, haciendo una ponderación necesaria en cuanto a la facilidad de alianzas en espacios políticos influyentes para posicionar el tema en instancias de decisión política o en su defecto a correlación de fuerzas bajo la instancia de la presión y negociación en las ocupaciones. En ese mismo sentido, la diferencia entre las acciones colectivas del MST se explica por la forma de vinculación e interpelación al movimiento, es decir, depende en gran medida de las estructuras de movilización y los procesos de enmarcamiento. En el periodo estudiado se puede identificar tres consignas orientadoras de la lucha: tierra para el que la trabaja; ocupar, resistir y producir; reforma agraria para todos, desde las cuales se extrae la forma privilegiada en contextos y circunstancias específicas en las que ha madurado el movimiento. Así también, durante un cierre parcial del Estado, el movimiento tendió a ocupar y resistir con sus medios, pero en los momentos en que el estado abre el sistema el movimiento no deja a un lado su manera

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privilegiada de acción política, la ocupación, pero sí procura provee alianzas con sectores progresistas y de izquierda en el gobierno propendiendo por asumir un carácter crítico necesario que demanda no solo tierra sino una trasformación real y concreta de las relacione sociales de producción de vida y sociedad. Pese a que en diferentes épocas se identifica diferentes características del gobierno, y pese a que cambian las variables de la EOP, el movimiento opta por su repertorio tradicional, la ocupación como medio eficaz para la negociación y la conquista de las demandas. Esto último permitiría señalar que es entonces un componente determinante el proceso de enmarcamiento y las formas organizativas propias del movimiento que si bien no hacen una abstracción del contexto circunstancial en el que se está inscrito pues realizan una ponderación y una seria reflexión consiente y coherente, saben que aunque sea un gobierno militar o civil, la lucha por la reforma agraria, y por ende por una reforma total de la sociedad, requiere una persistencia en la lucha que no termina en la conquista de la tierra. Como último, es importante mencionar el MST está inmerso en una cantidad de tensiones y contradicciones explicados por un complejo cosmos basado en viejas y renovadas configuraciones del tejido social, de sociabilidad y de organización y movilización.

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Brasil, un campo de disputa... | Daniela Marcucci

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colombia movimiento en


El Paro Cívico de Ciudad Bolívar. Lo subalterno y la acción colectiva Andrés Lozano Reyes1

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n la larga historia de las movilizaciones sociales y las acciones colectivas en Colombia, los movimientos cívicos, y su mayor instrumento, el paro cívico, fueron protagonistas en la acción colectiva de los actores de la sociedad colombiana. Pasando por descensos y caídas, la construcción, articulación, reactivación, actividad y movilización de las llamadas luchas cívicas, constituyeron una forma de expresión recurrentemente utilizada por los sectores populares para hacerse oír y reclamar reivindicaciones frente a un Estado ausente, cooptado por el clientelismo y la corrupción. Las movilizaciones cívicas fueron respuesta en gran medida a las medidas económicas tomadas por los gobiernos; el alza de los precios, la caída de los ingresos, el encarecimiento de los servicios públicos o su inexistencia, fueron los pretextos que llevaron a que comunidades lograran encontrar en la protesta la fórmula de su solución. El contexto político nacional y regional influyó también en gran medida para que los movimientos cívicos pudieran aprovechar aquellos momentos de crisis o apertura, para hacerse notar y demandar de las élites en el poder un mejor trato. Las características culturales, territoriales, y

1  Estudiante de Ciencia Política Universidad Nacional.


las identidades comunes que impulsaron y luego se tejieron alrededor de dichos movimientos son especialmente particulares en los ejercicios de acción colectiva que fueron estas luchas cívicas. De esta manera, preguntarse por las identidades que se formaron en los movimientos cívicos se hace necesario, entendiendo que esta construcción estuvo atravesada por elementos económicos, políticos y sociales, como se dijo más arriba. Este trabajo intentará un acercamiento frente a este tema; las teorías y los estudios sobre los movimientos cívicos en Colombia se centraron más en el problema de clase, de marginalidad, o de la conducción obrera de estas luchas. Explicar la identidad más allá de plantear su carácter policlascista o multiclascista, de entender la complejidad de la movilización cívica como respuesta no sólo a elementos objetivos, sino también a fuertes identificaciones subjetivas comunitarias. Para esto, se tendrá en cuenta las aproximaciones teóricas a partir del concepto de subalternidad, entendida como “la condición subjetiva de subordinación en el contexto de la dominación capitalista”, que ejercen las clases dominantes en el poder, y que se expresa en el ejercicio de la hegemonía (Modonesi, 2012, pág. 2). La hipótesis que se plantea y se desarrolla es que los movimientos cívicos, como forma de acción colectiva conjunta de varios sectores populares, se pueden explicar en parte a partir de una identificación identitaria de sus actores como grupos y clases subalternas, en la medida en que se encuentran subordinadas y dominadas por un bloque dominante en el poder, y que comprenden y desarrollan la posibilidad de ejercicios autónomos para

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la administración de su vida en comunidad. En este sentido, se analizará el Paro Cívico de 1993 llevado a cabo por los habitantes de Ciudad Bolívar en Bogotá, como la máxima expresión de un movimiento cívico que se venía gestando, en una época que los estudios han calificado como de reflujo para este tipo de movilizaciones. Para esto, se tomarán los marcos analíticos propuestos por las teorías sociales en forma de diálogo. En primera medida, se precisarán conceptos que se usarán a lo largo del texto, de modo que la confusión entre ellos no lleve a malas interpretaciones. En segundo lugar, la descripción del Paro Cívico de 1993 permitirá un diálogo crítico con las teorías sobre la acción colectiva y los movimientos sociales, que ayude a la formulación del tercer momento en el que se introducirá el concepto de lo subalterno y otras disposiciones para el análisis. Por último, se darán una serie de conclusiones tendientes a recoger lo afirmado a lo largo del trabajo.

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La precisión de los conceptos. Movimientos cívicos, paros cívicos y luchas cívicas Para empezar el análisis, se deben aclarar ciertos conceptos. En primera medida, se tomará la definición de movimientos sociales que presenta M. Archila al presentarlos como “aquellas expresiones de resistencia colectiva (más o menos permanente) a las distintas formas de dominación y que exigen transformaciones sociales”. De esta manera, recoge los “principios” planteados por A. Touraine sobre los movimientos sociales: identidad, oposición y totalidad


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(Archila, 1995, pág. 256). Así, el accionar de lo que más adelante se precisará como grupos y clases subalternas se encuentra comprendido en esta definición. En segundo lugar, se halla necesario expresar qué se entiende por lo cívico. En ese sentido, L. Múnera identifica que se utilizó el término para referirse a una serie de “reivindicaciones comunes a amplios sectores de la población” y que ha servido para denotar prácticas que no pueden ser reducidas a las de algún sector en específico (obreros, campesinos, estudiantes, etc.). Así, el autor identifica dos aspectos para entender lo cívico. Un aspecto negativo, que busca la desvinculación tanto a los partidos tradicionales como a las representaciones políticas, así como pretende evitar la estigmatización. El aspecto positivo, se refiere a la reafirmación de los actores como ciudadanos, por medio de reivindicaciones frente al Estado. La construcción de visiones alternativas sobre la ciudadanía que hacen énfasis en la dimensión colectiva y comunitaria, busca legitimarse igualmente de forma positiva frente a otros sectores de la población (Múnera, 1998, 406 – 410). Frente a lo cívico, E. Novoa resalta su sentido histórico y conflictivo: mientras que para las élites significaba la asistencia paternalista y acepciones sobre instrucción en valores ciudadanos, para los sectores dominados supone alternativas en el sentido descrito anteriormente (Novoa, 2004, pág. 260). En tercer lugar, se hace necesario definir los conceptos de luchas cívicas, movimientos cívicos y paros cívicos para continuar la reflexión. Para Novoa, las primeras son “todo tipo de acción, movilización, organización, confrontación, negociación que

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se articula o expresa con sentido o carácter cívico” (Novoa, 2004, pág. 249). Así, los movimientos cívicos son expresiones estables de las luchas cívicas. Múnera encuentra que los movimientos cívicos cuentan con tres elementos determinantes: acciones colectivas permanentes, la coordinación entre diferentes actores, y el deseo de controlar u orientar espacios sociales tanto rurales como urbanos (Múnera, 1998, pág. 438). Para J. Carrillo, es “el producto de formas asociativas populares para intervenir en la organización y en la transformación de la vida urbana”, pero los delimita a lo respectivo a los servicios públicos y a los “bienes de consumo colectivo” (Carrillo, 1981, pág. 46). Por último el paro cívico se refiere a una forma de acción, la cual constituye el elemento “más desarrollado y representativo” del movimiento cívico, y que expresa todas las contradicciones centradas en lo urbano (Carrillo, 1981, pág. 47). Camargo y Giraldo hablan del carácter “espontáneo, local y coyuntural” del paro cívico que expresa reivindicaciones inmediatistas; el paso del paro cívico al movimiento cívico se da por la cualificación. Los primeros dan paso a los segundos, más estables y permanentes, y que “inciden en las condiciones de vida de las mayorías” (Giraldo & Camargo, 1986, pág. 13). De esta manera queda clara una tensión entre una concepción que considera al paro cívico como una expresión del movimiento, y otra que presenta al paro como previo al movimiento. Para este análisis, se tomará la primera concepción, teniendo en cuenta el paro como forma de afianzamiento y consolidación del movimiento cívico.


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El Paro Cívico de Ciudad Bolívar de 1993

Para analizar el caso del Paro cívico de 1993, se debe primero precisar ciertas consideraciones teóricas. Teniendo en cuenta los aportes hechos por Archila sobre los movimientos sociales, y siguiendo a Múnera, se puede afirmar que los movimientos sociales cuentan con tres “dimensiones fundamentales” recogidas por las tres corrientes clásicas de estudio (las conductas colectivas, la movilización de recursos y la sociología de la acción). Estas dimensiones son “los procesos de articulación entre actores individuales y colectivos, ámbito concreto de relaciones sociales, y acción colectiva en la que coexisten el sentido de acuerdo a valores, la racionalidad instrumental y lo simbólico-afectivo” (Múnera, 1998, pág. 61). Con esto en mente, el análisis puede servirse de distintas corrientes de interpretación. En primera medida y siguiendo al autor, la racionalidad instrumental está determinada por las dos otras dimensiones, “pues el cálculo de costos y beneficios depende del universo de sentido (simbólico-afectivo y de acuerdo a valores) en el que se coloquen los actores" (Múnera, 1998, pág. 64). Así mismo, se entiende que centrarse únicamente en el cálculo de costos y beneficios presentado por la escuela norteamericana sería dejar de lado diversos aspectos de la acción colectiva como lo son las identidades individuales y colectivas, la influencia de lo simbólico en la acción, la relación entre el sujeto y su condición (posición) en la estructura de las relaciones económicas, políticas y sociales; el enfoque de la acción racional presenta en sí mismo un análisis centrado en lo económico: el individuo como

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sujeto racional que se desenvuelve en la sociedad según la lógica de incentivos selectivos positivos o negativos (Olson, 1992, págs. 206 – 209). En segunda medida, el contexto en el que se desarrolla el Paro Cívico de Ciudad Bolívar influye, condiciona, posibilita y legitima el accionar de los actores involucrados en la acción. De manera que se tendrán en cuenta los elementos aportados por la teoría de las Estructuras de Oportunidad Política (EOP), entendiendo que la acción no se explica simplemente por el carácter amplio o excluyente del sistema político. Tercero, la identidad como forma de cohesión del movimiento, así como impulso para la acción y la participación se puede entender a partir de la teoría de los marcos y la propuesta sobre la “identidad práctica”. En última medida, el análisis del movimiento cívico que llega a su máxima expresión con el Paro requiere del acercamiento hacia sus actores y relaciones. El problema será tratarlo desde otra óptica más allá del simple calificativo de policlascista, introduciendo el concepto de subalternidad.

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El contexto político. La Estructura de Oportunidad Política Según M. Tarrow, la oportunidad política se refiere a “señales continuas percibidas por los agentes sociales o políticos que les animan o desaniman a utilizar los recursos con los que cuentan para crear movimientos sociales” (Tarrow, 1999, pág. 89). Se consideran no sólo instituciones formales, sino también las redes de alianzas que permiten la obtención de recursos. Así, el autor habla de cuatro tipos de indicadores para


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analizar el surgimiento de oportunidades políticas. El acceso político pleno hace referencia al nivel de participación de los agentes que permiten los sistemas políticos. Las alineaciones inestables hablan sobre los ciclos de la democracia liberal electoral y la posibilidad de las élites para buscar aliados. La disponibilidad de aliados influyentes se refiere a la oportunidad que tienen los movimientos de establecer con otros agentes relaciones que permitan mayor legitimidad. Por último, la posibilidad de élites divididas puede funcionar en favor de la movilización social, de manera que se establezcan como otro actor importante en la arena política (Tarrow, 1999, págs. 90 – 92). Con esto en mente, se puede describir los cambios políticos ocurridos en la década del noventa. El aspecto más importante es la promulgación de la Constitución de 1991, en la que se proclama un Estado Social de Derecho. El reconocimiento de varios derechos sociales y económicos quedarían consignados en la Carta; la vena garantista daría amplios espacios de participación de los sectores sociales. La participación permitió en cierta medida el desmonte de las redes clientelares del bipartidismo. Herrera ubica en la nueva carta política y la creación de la acción de tutela un impulso a las primeras acciones reivindicativas en 1993 de los habitantes de Ciudad Bolívar (Herrera, 2014). Los reclamos por parte de los habitantes de nuevos derechos garantizados a partir de 1991 se convertirían en una constante en los barrios. Sin embargo, se asiste al recrudecimiento del conflicto armado, propiciado entre otras cosas por los fallidos intentos de diálogo entre insurgencia y Gobierno

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nacional. Las expresiones políticas de los movimientos se vieron afectadas; en Ciudad Bolívar, la limpieza social azotaría con fuerza los barrios. Líderes de iniciativas cívicas caerían asesinados años antes del Paro Cívico (Zibechi, 2008). Si bien el EOP permite la evidencia del aprovechamiento de los habitantes de las nuevas garantías sociales y políticas que brindaba el establecimiento con una nueva Constitución, queda corto al momento de tratar el aspecto contradictorio de la Carta: la vena neoliberal. Como se verá a continuación, los cambios económicos posibilitados por la Constitución de 1991 afectaron de manera sensible el territorio y sus pobladores. Analizar el contexto económico se hace entonces pertinente.

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El contexto económico. El neoliberalismo y su impacto en el territorio A partir del Acuerdo 11 de 1983 del Concejo de Bogotá, se pretendió reglamentar el uso de suelos y la conformación de la localidad de Ciudad Bolívar, atendiendo a la gran cantidad de población que llegaba a esa parte de la ciudad desplazada por las dinámicas del conflicto. Hasta ese año llegaron las iniciativas gubernamentales. La población siguió llegando y creciendo de forma desordenada, creando nuevos barrios en las laderas de las montañas (Robayo, 2013). La Constitución de 1991 venía cargada de un paquete de reformas económicas aperturistas guiadas por el ideario neoliberal. Las reformas tendrán un fuerte impacto en el aparato productivo, de manera que se “quiebran o deshacen los capitales más débiles y se


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fortalecen los grandes grupos económicos”, ahora diversificado y centrados en la especulación financiera. Se introducen los conceptos de eficiencia y eficacia en la administración pública, así como el ideal descentralizador se afianza como forma de modernización y relegitimación del Estado. Las reformas llevarían a un aumento de los índices de pobreza, al crecimiento de la violencia, a la flexibilización laboral, todo esto aunado a la represión estatal y paraestatal (Novoa, 2004, pág. 277). Es así como la nueva localidad, abandonada históricamente por el Estado, se debe enfrentar a nuevas lógicas de exclusión y marginalización propiciadas por la apertura de la economía colombiana. Sin empleo, sin servicios públicos, sin apoyo ni presencia del Estado, los habitantes comienzan a organizarse.

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El Paro cívico y su desarrollo. Organización y dinámicas

Ya desde los años ochenta, los pobladores recién llegados a las laderas de Ciudad Bolívar, empiezan a gestionar sus problemas en comunidad. La inexistencia de servicios públicos obligaba a jornadas largas de recolección de agua, así como el uso de velas y cocinol, elementos inseguros en las pobres viviendas que se iban construyendo. Igualmente, las tierras se compraban a urbanizadores piratas, de manera que al ser ocupaciones ilegales, la policía azotaba con sus constantes desalojos violentos (Zibechi, 2008). Así, la necesidad de organizar la vida en los barrios lleva a los habitantes a organizarse en torno a problemáticas puntuales. De estos ejercicios surge el Instituto Cerros

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del Sur en el año 1984, en el barrio Potosí, como un espacio de encuentro de la comunidad y de educación de la juventud. Las madres trabajadoras fundan en el año 1986 las “madres comunitarias”, encargadas de cuidar los niños mientras sus vecinas salían a trabajar. Su lucha se extiende hasta tomas de edificios del Bienestar Familiar exigiendo ayudas estatales en el año 1987. Los habitantes se organizaron igualmente para construir sus propias redes de servicios públicos. Zibechi denota la actuación especial de los jóvenes en el año 1987, cuando se realizaron fiestas para el recaudo de recursos para la construcción de un parque. Los mismos habitantes se dedicaron a la planeación y construcción de una avenida principal que conectara la localidad con el resto de la ciudad. La organización permitió la resolución de conflictos por parte de los empresarios del transporte. Ya entrados los noventa, se levantaron centros de atención médica y emisoras comunitarias (Zibechi, 2008). Nuevamente los jóvenes realizan actividades conjuntas entre sus propias organizaciones en torno a la música y el arte, para resolver los conflictos violentos entre los denominados parches de distintos barrios de la localidad (Historia del movimiento juvenil de Ciudad Bolívar, 2007). Así, se puede asegurar que antes de 1993, en la localidad ya existía un movimiento cívico, que no solamente se manifestaba en reclamaciones, sino que construía sus dinámicas autónomamente. Sin embargo, la presencia estatal se requería; todavía existían barrios que no contaban con servicios públicos, escuelas o vías para el acceso. Como describe Robayo, las primeras reclamaciones se hicieron por vía de la


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tutela o de cartas dirigidas a los gobiernos distritales y departamentales. Igualmente, se apeló a los dirigentes políticos tradicionales que aparecían en épocas electorales. La comunidad terminó desechando a los “politiqueros” por su ineficiencia; los “aliados influyentes” de los que hablaba más arriba Tarrow prefirieron la comodidad de sus redes clientelares. Pero al mismo tiempo, la comunidad se movía de manera autónoma, a través de “reuniones de coordinación comunal, las asambleas barriales, los diagnósticos levantados en los territorios, los proyectos diseñados para superar las necesidades de las familias, etc.” (Robayo, 2013). De manera tal que 65 organizaciones confluyen en la Unidad Cívica (Zibechi, 2008), entre ellas: “ASOJUNTAS, unidad cívico comunal, sindicato de madres comunitarias, coordinación de grupos juveniles de ciudad Bolívar, grupos de la tercera edad, comité zonal pro paro, industriales y comerciantes, transportadores y grupos cooperativos” (Herrera, 2014), y se establece el 11 de octubre como la hora cero para el Paro Cívico de la localidad. El día comienza en algunos barrios con el himno nacional, o con pólvora. Los habitantes bajan desde sus barrios a las principales vías. Se bloquearon “la autopista sur –a la altura de Guadalupe hasta la zona del actual Olarte–, la avenida Villavicencio –entre los sectores del Cruce y sus alrededores–, la avenida Boyacá –a la altura de San Francisco y el sector de Meissen, donde funcionaba la alcaldía local”, con la consecuente respuesta represiva de la policía (Robayo, 2013). El día transcurre hasta que el gobierno distrital en cabeza de Jaime Castro accede a establecer una mesa de diálogo, que estuvo negociando durante

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ocho días. Se conformaron comisiones encargadas de revisar lo acordado. El gobierno de Castro se comprometió a resolver los reclamos de “estratificación, acueducto y alcantarillado, empresa comunitaria de recolección de basura, energía, teléfonos, madres comunitarias, casas vecinales, proyectos Inurbe, legalización de barrios, gas natural y cocinol, vías, educación, tránsito, salud, programa Conpes, juventud, lo comunal, tercera edad, derechos humanos, medio ambiente y presupuesto local” (Robayo, 2013).

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La identidad. Los marcos de acción y la identidad práctica El desarrollo del Paro Cívico hizo evidente la previa existencia de un movimiento cívico, su articulación en el Paro y el alto grado de identificación y cohesión logrado por los actores para la acción colectiva. Esto denota la existencia de una identidad construida que impulsó a los habitantes a manifestarse. Para explicarlo se usará la aproximación de los marcos de acción colectiva y los aportes de Múnera. En primer lugar, A. Rivas entiende los marcos de acción colectiva como “el conjunto de creencias y significados orientados a la acción que inspiran y legitiman las actividades y campañas de los mismos movimientos sociales, dan sentido al mundo social de los participantes en ellos y les ayudan a conformar sus propias identidades y colectivas” (Rivas, 1998, pág. 207). En el caso que aquí se estudia, las identidades colectivas e individuales se condensaron a partir de un marco de acción, representado por las denominadas “7 plagas que están matando a Ciudad Bolívar”, a saber: el apagón conocido


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popularmente como la Hora Gaviria producto de la crisis energética, la politiquería, la corrupción, el alto costo de las tarifas, la inexistencia de inversión pública, el abandono de las vías y el transporte, el desempleo y la pobreza (Herrera, 2014). Este pliego de reivindicaciones juntaron todas las luchas que se desarrollaban en las organizaciones barriales más pequeñas. El Paro permite la articulación a partir de este marco de objetivos que recogían las sentidas necesidades e interpelaban a la acción. Sin embargo, los marcos no explican totalmente la construcción de la identidad. Dejan de lado el accionar práctico, la vida misma de los actores sociales. En el caso de Ciudad Bolívar, la identidad individual y colectiva se fue construyendo a partir de lo que Múnera denomina “identidades prácticas”. Sus luchas previas y sus ejercicios de autonomía instauraron el “conflicto por la administración de la vida colectiva” entre habitantes y Estado. Así, siguiendo al autor, estas identidades se denominan prácticas en la medida en que se fueron construyendo en la protesta, en la apropiación de los espacios colectivos, en la gestión y construcción de bienes colectivos, etc. La praxis fue configurando un nuevo sentido de lo colectivo, de su construcción, de su defensa y de su legitimación que a la larga ayudó a la cohesión por medio de una fuerte identidad colectiva (Múnera, 1998, págs. 453 – 457). Lo dicho anteriormente remite necesariamente a la cuestión de los actores. Si bien la identidad practica y los marcos ayudan a la cohesión del movimiento y su accionar, hay algo que permite que jóvenes, ancianos, mujeres, obreros, desempleados, industriales, comerciantes y transportadores se unan para desarrollar una acción más allá de sus intereses y diferencias.

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Los actores. Más allá del policlascismo: lo subalterno Para Giraldo y Camargo, los paros cívicos se caracterizan por ser una lucha policlasista, ya que se presentan en pequeñas poblaciones donde la ambigüedad de la estratificación social impide que las relaciones de clase predominen. Igualmente, el tipo de reivindicaciones que se plantean están relacionadas con problemas que atraviesan a diversos sectores sociales (Giraldo & Camargo, 1986, págs. 10 – 11). En la misma línea de análisis, Carrillo reconoce que el “pluriclasismo” de los paros y movimientos cívicos impide la formulación de acuerdos permanentes y definitivos, ya que cada sector tiene sus propios intereses, que pueden entrar en lucha (Carrillo, 1981, pág. 162). Las dos aproximaciones señaladas analizan los movimientos y paros cívicos en términos de clase, según la clásica acepción de la clase como aquella posición determinada por el proceso de producción. Especialmente en Carrillo, se denota la importancia de lo económico en el análisis; la dominación de clase en términos económicos hace que no se le dé importancia a los aspectos políticos objetivos y subjetivos. El caso examinado pudo demostrar que los objetivos planteados por los actores también son políticos, en la medida en que son antagónicos. Si bien no se afirma que el proceso de su construcción fue armónico, las “7 plagas” demuestran un gran avance organizativo y político en términos que desbordan a las clases como simples determinaciones económicas. En ese sentido, la pregunta por la identificación del otro como igual, como aquel con el que puedo construir algo nuevo


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desde nuestros sufrimientos iguales o parecidos, se hace necesaria. Para contestar la pregunta, se hará uso del concepto de lo subalterno en la obra de A. Gramsci. Siguiendo a M. Modonesi, Gramsci plantea lo subalterno “como expresión de la experiencia y la condición subjetiva del subordinado, determinada por una relación de dominación –en términos gramscianos–, de hegemonía” (Modonesi, 2010, pág. 30). Lo subalterno se entenderá a partir de la hegemonía, como la “dirección moral e intelectual” de un bloque en el poder, por medio de la síntesis entre la coerción y el consenso (Anderson, 2002, págs. 172 – 175). Esto remite a dos características esenciales de lo subalterno. En términos objetivos, son los grupos y clases que sufren la subordinación en la dominación del contexto capitalista, pero que, en términos subjetivos, se encuentran sometidos por la “imposición no violenta” del bloque en el poder, de manera que se asimilan concepciones y se internalizan valores propios de las clases dominantes (Modonesi, 2010, pág. 34). La dominación y la subordinación no son sólo económicas, también se expresan en los ámbitos culturales, políticos, sociales, etc. Sin embargo, lo subalterno como “experiencia de la subordinación” se expresa también en resistencias y autonomías, a partir de la dialéctica entre la espontaneidad y la conciencia. La disputa por la hegemonía permite la dinámica constante entre aceptación de la subordinación, la resistencia y la negociación frente a esta. Este “campo subalterno” permite una mirada más amplia de los actores sociales; la dimensión de clase no sólo como simple condición, sino como relación y proceso. En suma, lo subalterno remite a los procesos

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de subjetivación política de los dominados, como las oscilaciones entre internalización y resistencia, entre aceptación y autonomía, en la conformación de un bloque capaz de disputar la hegemonía a las clases en el poder (Modonesi, 2010, págs. 37 – 39). Con esto en mente, la explicación sobre los actores y la identidad en los movimientos cívicos se clarifica. Los movimientos cívicos son procesos en los cuales los subalternos se reconocen como iguales, en la medida en que, si bien se pueden ocupar distintos lugares en la estructura social, se comparten condiciones materiales e inmateriales de dominación: desempleo, pobreza, carestía, así como la no presencia del Estado, la exclusión, la marginalización, la estigmatización, etc. Este proceso es conflictivo tanto en relación con los dominantes como entre los mismos dominados. Se internalizan los valores de las clases en el poder (institucionalización, respeto a las leyes), pero se encuentra que son insuficientes y no responden a las dinámicas. Por eso, se pasa a la práctica, a la satisfacción autónoma de las necesidades, reconociendo en el otro un igual, que sufre y que vive en el mismo barrio, localidad o región. El trabajo mancomunado permite la salida a los problemas. La identidad práctica se empieza a consolidar. Sin embargo, se pasa a un nuevo momento, en el que los recursos o los esfuerzos no son suficientes, de modo que la confrontación con el Estado se agudiza. Se crean organizaciones más grandes con más gente, y se pasa al reclamo más fuerte. La creación de objetivos y demandas permite recoger y crear intereses comunes, proceso que también puede ser conflictivo en la medida en que los distintos grupos y clases reconozcan


El Paro Cívico de Ciudad Bolívar | Andrés Lozano

la urgencia o no de ciertas reivindicaciones. Ese marco de acción, sumado a la identidad práctica ya existente, es lo que permite la articulación de un movimiento capaz de disputarle al Estado la administración, concepción y naturaleza de la vida social. La intención no es tratar de totalizar a los movimientos y paros cívicos en etapas. En algunos casos, las organizaciones son espontáneas y no responden a procesos previos; en otros, las organizaciones se mantienen en el tiempo y se tejen más lazos en la lucha. El objetivo es entender a los movimientos cívicos como formas de articulación de los subalternos, en las que la gente que padece las injusticias de una realidad adversa, encuentra en el otro un igual en el sometimiento, y en la acción colectiva la manera de revertir esa realidad.

3.

A lo largo del trabajo, se acercó a la acción colectiva y los movimientos sociales a través del fenómeno de los movimientos cívicos. Se presentó una precisión de conceptos, en la cual se entendió el paro cívico como una expresión del movimiento cívico, como una posibilidad o un punto de llegada, según el caso. Luego, se presentó al Paro Cívico de Ciudad Bolívar de 1993, como un caso para estudiar la dinámica de este tipo de luchas. Se observó que en su especificidad, respondió a un movimiento cívico previo, que llega a su máxima expresión con dicha acción. Una estructura de oportunidades políticas junto con un contexto económico lesivo, permitió el auge de dicho movimiento. Para responder a la pregunta central sobre la identidad y los

Conclusiones

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actores, se concluyó en observar al movimiento cívico y al Paro de Ciudad Bolívar, como expresiones de la lucha conjunta de los grupos y clases subalternas que, además de compartir una condición de subordinación, construyeron identidades en la práctica y un marco de acción colectiva para disputar sus reivindicaciones y demandas. El Paro Cívico de Ciudad Bolívar de 1993 es un caso especial en las luchas sociales en Colombia. No sólo por su grado de conflictividad frente al Estado, sino también frente a sus ejercicios de autonomía, de participación, de negociación y de construcción de realidades diferentes. El ejercicio de los grupos y clases subalternas en este caso, evidencia la posibilidad de la articulación de los “simples”, como los llamaba Gramsci, en la disputa por la dirección de la realidad social.

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HACIA UNA NUEVA RECONCEPTUALIZACIóN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES LATINOAMERICANOS: El caso de Marcha Patriótica Daniel Santiago Roldán Zarazo1

E

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l renacer de una nueva “ola” de movimientos sociales en Latinoamérica a principios del siglo XXI, deja dos problemas para los científicos sociales que pretenden investigar el fenómeno. Por un lado un nuevo “objeto” de estudio, con gran complejidad, diversidad y heterogeneidad que ha tenido además repercusiones bastante importantes en los sistemas políticos de la región. En segundo lugar, y complementariamente, deja la tarea de repensar la teoría social que se ha venido produciendo sobre todo desde y para Europa y Norteamérica, y que es imperante en los círculos académicos de la región. De no realizarse esta reflexión epistemológica en la teoría social de los movimientos sociales para America Latina, podría seguir reproduciéndose el colonialismo cultural y social, que como diría Antonio García, nos impide construir una imagen propia, condenándonos a ser el elenco de unas nacionalidades inconclusas (García, 1986).

1  Estudiante Ciencia Política Universidad Nacional


En el caso particular de Colombia, por una difícil y compleja situación política y social, vemos la emergencia aún embrionaria de movimientos sociales que se encuentran en proceso de consolidación, uniéndose a la tendencia latinoamericana de casos como Venezuela, Ecuador y Bolivia principalmente. Uno de los movimientos sociales que han entrado con fuerza en el país es el de la Marcha Patriótica. Este merece la atención de los estudiosos sociales, en el entendido de una construcción social diferente, y en particular, en el contexto de una coyuntura de unos diálogos de paz y su refrendación. En ese sentido sería pertinente preguntarse ¿Qué límites muestra a la teoría de los Procesos Políticos, la acción colectiva del movimiento social y político Marcha Patriótica en Colombia? Lo que se intentará demostrar es que la teoría de los Procesos Políticos, es insuficiente para explicar en su total dimensión la forma en como se está forjando el movimiento social, político y popular en Colombia. Esto debido a que la Estructura de Oportunidad Política (EOP) es un marco de análisis que se plantea con base en democracias liberales muy concretas. De allí que no explique a cabalidad momentos concretos del sistema político colombiano, como los procesos de paz y una “democracia fachada” que se ha caracterizado en el país, y que como veremos muestra una relación contrario de apertura-ambiente para la movilización. Posteriormente las oportunidades políticas objetivas que se dieron en el momento de su lanzamiento, no permiten dar un entendimiento a cabalidad del porqué del surgimiento de su acción colectiva y su movimiento

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social, en sus 4 dimensiones planteadas por Tarrow. Otro aspecto que no logra captar la totalidad, es el de la creación de contrapoderes o contrahegemonías, cosa que por ejemplo el movimiento de Marcha Patriótica disputa y enuncia permanentemente. Agregado a esto su descuido del elemento económico no permite ver ciertas configuraciones de la praxis social. Para tal fin, el trabajo consistirá en desarrollar los presupuestos y contenidos de la teoría de los Procesos Políticos con el caso de la Marcha Patriótica, y encontrar sus aportes pero también sus límites en el entendimiento de los Movimientos Sociales Latinoamericanos. Para tal fin se estudiará en primer lugar, el contexto en el que surge y se desenvuelve la Marcha Patriótica bajo el concepto de Estructura de Oportunidades Políticas, que plantea Sidney Tarrow; en segundo lugar la forma organizativa que se plantea para sus objetivos, bajo el concepto de estructuras de movilización; y en tercer lugar, los marcos de acción y de identidad que se trabajarán desde los autores Rivas y Melucci. Se estudiarán vía comunicados oficiales, declaraciones de sus voceros y actas, que como veremos más adelante sirven para darle un marco de sentido al movimiento. Finalmente a manera de conclusión se recogerán los aportes del trabajo y se construirá una crítica a la teoría desde el caso mismo, mostrar sus límites y vacíos desde donde se puedan pensar unas ideas generales hacia donde podría apuntar una epistemología propia para el estudio Latinoamericano.


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Marcha Patriótica, un nuevo actor político en la escena colombiana Se hablará de (EOP), así como lo refiere Tarrow que son las dimensiones que incentivan o inhiben la acción social. En ese sentido son las condiciones objetivas en las que se puede dar o no el accionar social, pero también recalca que estas oportunidades son una suerte de señales, que son “percibidas por los agentes sociales o políticos que les animan o desaniman a utilizar los recursos con los que cuentan para crear movimientos sociales” (Tarrow, 1997, pág. 72). Es decir, si bien es objetivista, tiene una parte anclada en la interpretación de los actores que se desenvuelven en este contexto. Estas relaciones refieren no solamente a lo institucional sino a las diversas relaciones sociales políticas. También es pertinente anotar que los movimientos, son quienes crean sus oportunidades, en la medida en que aprovechan las circunstancias de este contexto. De esta manera, el autor nos brinda 4 indicadores, que ayudan a comprender el surgimiento de los movimientos sociales, y que en el caso de Marcha Patriótica, si bien nos arrojan unos resultados importantes, no ayuda mucho a su comprensión. El primero, es el del acceso político pleno, donde se ven los sistemas y factores de apertura y de cierre, Tarrow afirma que generalmente es la apertura parcial de los sistemas la que más incita la protesta y de organización. Marcha Patriótica es el resultado de los procesos de resistencia que se han forjado tiempo atrás en el contexto de un país con una democracia sumamente restringida, que se caracterizó en el siglo XX por un bipartidismo muy hermético, con un régimen

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político de represión, una violencia social y política muy marcada que se llevó hasta el punto de la eliminación del otro y principalmente de los sectores sociales más oprimidos: las clases sociales bajas, trabajadores, indígenas, afrodescendientes, capas medias de la sociedad. Lo que se sostendrá es que contrariamente a la tesis de Tarrow, Marcha surge en un contexto histórico y actual de una estrecha y débil democracia, lo cual le ha traído aún hoy en día problemas de persecución, y aniquilamiento de sus militantes. Los tipos de democracia sui generis de A. Latina, típicas de las dictaduras, la represión, el desligue de la sociedad civil, no se comparan desde una perspectiva rigurosa a los ejemplos que cita Tarrow para el caso estadounidense. Y, que el caso colombiano, muestra unos indicadores contrarios. Por ejemplo, uno de los momentos de más “apertura democrática” en el país que fue el de la constitución del 91 en términos institucionales, cosa que en vez de mostrar unos índices más altos en el número de luchas y acciones colectivas muestra una suerte de U como lo muestra el profesor Archila en su investigación, y uno de los momentos de mayor represión para los movimientos de izquierda que es el 80, por el contrario muestra una mayor cantidad de luchas sociales, es decir, se muestra la tendencia contraria a la expuesta por Tarrow, cosa que se ve también en el contexto en el que nace Marcha Patriótica. En lo que concierne directamente a Marcha Patriótica, es importante para entender el marco de estrechez democrática en el que se inscribe, son los fallidos procesos de negociación de las FARC con el gobierno de Andrés Pastrana, donde se decide negociar la


número de acciones

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año C om portam iento an ual de las luch as socia l e s e n Col omb ia (1 9 7 5 - 2 0 0 0 ) Archila Mauricio, “Balance de 25 años de luchas en Colombia. Conclusión”, en Archila Mauricio et. al., 25 años de luchas sociales en Colombia 1975-2000, Bogotá, Cinep, 2002, pp. 241-253

paz en una zona de distención (San Vicente del Caguán). Este proceso fracasado, fue una decepción y frustración para el país entero que se había alcanzado a ilusionar en que la salida del conflicto seria la negociación. El proceso sucumbió según el gobierno, porque la insurgencia (con su gran capacidad militar que había adquirido en los años noventa), buscaba tener un control territorial de una gran parte del país, buscando además su fortaleza en términos de tráfico de drogas, armamento, secuestro y reclutamiento. Las FARC por el contrario, culparon al gobierno de tomar oxígeno en una guerra en la que estaba sufriendo serios reveses, muestra de ello y de su reagrupamiento fue la firma del Plan Colombia. Parte de esta decepción generalizada permitió abrirle paso a la llegada de un gobierno que, a diferencia de la tendencia de los antiguos gobiernos, buscaba terminar el conflicto por una salida principalmente militar, aprovechando los medios que el

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gobierno Pastrana había firmado para el refuerzo de las FFAA y su asocio con EEUU. En este contexto de guerra contrainsurgente, surge en el 2003 el Polo Democrático Alternativo (PDA), como una plataforma de los sectores de izquierda democrática, que planteaba un proyecto político alternativo. Más tarde el PDA, sufre problemas de corrupción en su interior y de la poca voluntad dentro que tenía para construir un proceso amplio, entra en una deslegitimación en la sociedad colombiana, cosa que se había manifestado en parte en los 2.613.157 (22 por ciento del total) votos que obtuvo Carlos Gaviria a las elecciones de la presidencia en el 2006 y a los 10 senadores obtenidos en las elecciones legislativas, 8 en cámara (Registraduría Civil. Resultados Elecciones Presidenciales 2006: http://www.registraduria.gov.co). Vemos entonces que hay dos grandes características del contexto en el que surge la Marcha Patriótica, por un lado un recrudecimiento de la guerra y la represión en Colombia, y unos procesos sociales y movimientos populares que estaban viviendo un aislamiento de la escena política, procesos que anteriormente se veían cobijados bajo el PDA. En este contexto, cientos de colectivos, grupos, organizaciones, sindicatos, de estudiantes, obreros, indígenas, afrodescendientes, docentes, campesinos, trabajan desde el 2009 en un movimiento que recoja sus demandas y los lleve a un accionar político de incidencia nacional y de amplias magnitudes. Las organizaciones que convergen principalmente son sectores que han sido golpeados por el conflicto armado; reúne además, a un actor que desde ese momento empieza


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a tomar más voz, el de las víctimas. Además posee principalmente un arraigo en zonas rurales, en sindicatos campesinos y un arraigo territorial de influencia guerrillera. Una de sus características así como lo señala el profesor De Zubiría, es que hay una: “centralidad del nexo entre lo social y lo político; el agotamiento de la 'democracia representativa'; las tensiones entre partidos y movimientos sociales; la emergencia de subjetividades plurales; las resistencias contra toda forma de colonialismo; la penetración de la política en territorios antes 'protegidos' y la necesaria refundación del Estado real hacia una voluntad colectiva nacional popular entre otras” (De Zubiría, 2012). Ya en el 2012 e inspirados por la celebración del Bicentenario, deciden conformar el movimiento social y político denominado Marcha Patriótica, que se constituirá en el gobierno de Juan Manuel Santos,. Se define a sí mismo como “el lugar de encuentro de múltiples procesos de organización, resistencia y lucha que han decidido hacer suyo el ejercicio de la política y aspira a ser una expresión organizada del movimiento real de las resistencias y luchas de las gentes del común” (Plataforma política Marcha Patriótica, 2012). Contó con “Cerca de cuatro mil delegados, mil setecientas organizaciones sociales y más de noventa mil marchantes el 21 y 23 de Abril. “ Su ideario se plasmó en cinco documentos que expresan importantes discusiones en las distintas regiones del país desde hace más de ocho meses. Se han tomado decisiones colectivas sobre la naturaleza, la plataforma política, la estructura organizativa, la caracterización del régimen colombiano y el plan de trabajo” (De Zubiría, 2012).

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Entonces, la plataforma busca vincular a esos sectores excluidos y sirve un esquema interpretativo para su accionar colectivo. El segundo indicador propuesto por Tarrow es el de alineaciones inestables que plantea la relación respecto de la oportunidad que guarda la inestabilidad de las alineaciones políticas, es decir, la fortuna variable de los partidos en el gobierno y la oposición. El PDA, en el momento de su fundación cuenta con una crisis de ilegitimidad en el espectro política, luego de una corrupción que se presenta adentro del partido. Luego de las fuertes pugnas y discusiones internas, y de empezar a depurarse, uno de los casos más representativos es la expulsión del Partido Comunista, acusado de doble militancia por hacer parte de la plataforma Marcha Patriótica. En este sentido muchas de las colectividades han pasado a ser parte de esta saliendo del PDA (Revista Semana, 2012). El tercer indicador es de Aliados Influyentes la presencia o ausencia de aliados. Esto es importante en la medida en que tengan cierta relación favorable en las instituciones. en el parlamento, amigos, negociantes aceptables por las élites, etc. En la medida en que la Marcha Patriótica tiene un programa ambicioso en las actuales condiciones del sistema político colombiano, ha sido señalada varias veces de ser un aparato y plataforma de las FARC cosa que le ha costado señalamientos, estigmatización, además de amenazas y asesinatos dentro de sus militantes (Caracol Radio, 2012), y por supuesto una negación de alianzas con partidos tradicionales. Ha tenido aliados, pero fuera de la institucionalidades, tales como el Congreso de los Pueblos,


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la MANE, la Minga Social e Indígena, pero estos están en una posición de resistencia. En el cuarto es unas Élites divididas, que permite un accionar de los grupos no representados por el conflicto en el seno de las élites. Este es un indicador que parece interesante en la medida en que cuando se da a conocer la Marcha Patriótica hay una división entre dos facciones de la clase dominante, una identificada con el ex presidente Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, pero se destaca también que esto en términos políticos no fue un punto determinante para la aparición de Marcha, pero si hubo una percepción, aunque sea simbólica en el hecho como se empieza a tratar la protesta social, que aunque sigue siento reprimida, no es igualmente percibida por los actores sociales populares. Estructura de movilización Las estructuras de movilización son “los canales colectivos tanto formales como informales, a través de los cuales la gente puede movilizarse e implicarse en la acción colectiva”. Comprende formas organizativas y “núcleos socioestructurales cotidianos de micromovilización”, grupos cuya función no es la movilización pero que pueden generarla (familias, redes de amigos, asociaciones, etc.) (McAdam, McCarthy y Zald, 1999, pág. 25). Al respecto, Marcha Patriótica intenta ser novedoso en su forma organizativa, pues se aleja tanto de las formas tradicionales de hacer y organizar política de la izquierda, como de los canales institucionales. Se enuncia a sí misma en su declaración como un movimiento político y social construido desde abajo, “en forma

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directa”. Le apostó, a “tomarse” Bogotá y “construir” su política desde la capital (Canizales y Sánchez, 2012). En ese sentido Canizales y Sanchez expresaban sobre Marcha Patriótica: “Sus formas de convocatoria fueron el grafiti, el mural, la hoja volante, el cartel y los anuncios en los medios. Su lugar de encuentro, la calle en marcha; su sitio de reunión y de discusión política, la Plaza de Bolívar. Todo: los gestos y decisiones fundacionales de dicho movimiento político tuvieron una formulación mediática y de masas ajena a los recintos cerrados y a los conciliábulos, maneras propias de hacer la política de otros sectores, en los cuales no se sienten reconocidos” (Canizales y Sánchez, 2012). Marcos de acción de la Marcha Patriótica La paz con justicia social, lo patriótico y el nexo entre lo social y lo político

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Los marcos de acción, vendrían siendo “significados compartidos que impulsan a las personas a la acción colectiva” (Tarrow, 1997). Marcha Patriótica trata de cuestionar la forma en que se ha dado la historicidad del estado en términos a los que se refiere Melucci, de que “los actores producen significados” (Melucci, 1999, Págs. 55 – 68), es totalmente cierto en cuanto Marcha Patriótica ha creado su propio significado de la guerra, de la paz (distinta a la concepción institucional de ella) y de política, más allá de lo institucional. Agregado a esto Marcha aboga por unas “profundas transformaciones en la economía”, cosa que se queda relegada en términos del contexto la EOP. Muchas de las raíces donde tiene el movimiento, como el Cauca, Barrancabermeja, el Tolima son lugares que


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actualmente se ven enfrentados grandes proyectos minero-energéticos, lo que les genera una identidad y una preocupación constante referente a la transformación de estas políticas económicas y al cuidado de los territorios. En este sentido se crea una identidad, un significado de paz, que escapa a la simple percepción simple de la EOP al no tener en cuenta el tema económico. Marcha Patriótica se ha definido como un movimiento alternativo al neoliberalismo identificándolo como el propulsor de nuevas formas de dominación colonial en países no desarrollados. Según su plataforma política : “La Marcha Patriótica manifiesta su vocación de poder y señala la necesidad de producir un cambio político conducente a superar la dominación imperialista y la hegemonía impuesta por las clases dominantes durante cerca de dos siglos de vida republicana. La Marcha aspira a construir un nuevo bloque histórico en el poder, entendido como el proceso de formación de un consenso de unificación histórica de las clases subalternas, oprimidas y explotadas, así como de todos aquellos sectores económicos, políticos y sociales interesados en las transformaciones estructurales tendientes a la organización democrática de la sociedad y la economía. Dicho consenso no descansa sobre una simple táctica de alianzas" (Plataforma Política Marcha Patriótica, 2012). Se puede afirmar entonces que la identidad colectiva de Marcha Patriótica se construye alrededor de la paz con justicia social, bajo un discurso antiimperialista, antineoliberal y por las reformas macroeconómicas necesarias desde su parecer el país, lo cual le facilita

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por un lado agrupar sectores campesinos y populares y posicionar unas banderas políticas a nivel nacional. Antonio Rivas define el Marco como “interpretación consciente que hace de la realidad el movimiento. Su objetivo es que la gente se movilice a través de frases o enemigos en común” (Rivas, 1998, págs. 181 – 215). De esta manera el movimiento crea unos símbolos y re-significa otros, dicho de otro modo el marco es la representación específica de ciertos tipos de creencias y valores políticos conocidos como ideología. Para el caso de Marcha Patriótica "se habla de segunda y definitiva independencia porque el proceso que lideró Simón Bolívar, junto a muchos patriotas criollos y al lado del pueblo neogranadino, fue frustrado por la élite bogotana que impuso a Santander en el poder. Es así que el proyecto de construir la patria grande latinoamericana independiente de la voluntad imperial fue desechado" (Revista Semana, 2012). El sentido que se le da a lo patriótico, no es simplemente un burdo nacionalismo, sino la necesidad de pensar en lo emancipatorio. Su sentido es el compromiso con la autodeterminación del pueblo colombiano frente a dominaciones extranjeras e imperialistas, al que los autores aluden a la exigencia “de desarrollar una “voluntad colectiva nacional-popular” (Gramsci). La participación masiva de campesinos, indígenas, afrodescendientes, jóvenes y trabajadores subraya la distancia entre el “Estado ilusorio y formal” y el “Estado real nacional y popular” (Canizales y Sánchez, 2012).


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Los Límites de los Procesos Políticos A lo largo del trabajo se han esbozado unas críticas al enfoque de los procesos políticos. La primera es que hay en Colombia, una tendencia contraria a la descrita en el proceso de EOP en términos de que en los momentos de apertura polìtica es cuando se incentiva la participación colectiva, sino que se muestra la tendencia histórica contraria con respecto a las luchas sociales de los 80’s y 90’s y con el caso de Marcha Patriótica. En ese sentido habría que estudiar más a profundidad las formas de racionalidad y de oportunidad políticas que ven los movimientos y clases en el país, con respecto a la democratización de la institucionalidad. Según lo visto, se ve que el movimiento, surge en un contexto socialmente precario para la izquierda, un recrudecimiento de la guerra tanto oficial como para-institucional, y un decaimiento de la izquierda y de su principal referente el PDA. Con pocos o ningún aliado influyente dentro de la institucionalidad, pero si por fuera de ella, y en un momento donde ya empieza a existir una división aún confusa de las élites, pero que no le permite de manera explícita unas nuevas posibilidades políticas para su accionar. Un elemento configurativo importante que deja ver, es que las alineaciones inestables de la política dentro de la izquierda le permiten un crecimiento y una mayor influencia a corto plazo. Referente a los marcos de acción, vemos que la Marcha Patriótica escapa mucha de las maneras tradicionales de hacer política, tanto en las formas en que permite su accionar, como en su organización, sale de su burocratismo y plantea una suerte de organización más

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amplia. También es explicado por las mismas formas en que se compone (integrada por colectivos, asociaciones, sindicatos, federaciones, etc.) aquí viene la riqueza, pero puede llegar en algún momento dado a ser problemático en la medida en que busque conciliar tantos intereses. Lo que respecta a la identidad, hay un vacío respecto a que en Marcha muchas de las identidades se construyen además de sus símbolos, significados y expresiones, en una identidad contra el despojo impulsado por un modelo económico extractivista, cosa que en un principio no nos deja muy clara la Estructura de Oportunidad Política. Otra cosa a analizar tanto para el caso de Marcha Patriótica como para muchos de los movimientos es el tema de la territorialidad, como estas confluyen también en acciones colectivas por su respeto y defensa, y en concordancia, identidad aintiimperialista y patriótico, no en el sentido nacionalista, sino en el sentido que le dan de emancipación. Es importante resaltar que en su discurso hay dos elementos importantes, tanto el de la paz con justicia social, que es un concepto que llena de contenidos con sus demandas, como su articulación entre lo social-político. Elementos que le han permitido por un lado ser un interlocutor de parte de los sectores sociales más excluidos y golpeados por la guerra, y por el otro, no estancarse en ser un movimiento reivindicativo, que presenta unas demandas al Estado, sino que pasa por la influencia que pueda tener en el elemento subjetivo de la sociedad, Hegemonía y construcción de un nuevo Bloque Histórico, en términos Gramscianos, que poca o nula relevancia tiene en el estudio desde los procesos políticos.


Hacia una reconceptualización de los movimientos... | Daniel Roldán

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APROXIMACIONES A LAS ACTUALES TENSIONES POLíTICAS EN TORNO AL PROBLEMA DE LA TIERRA EN COLOMBIA Bryan Quiroga1

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l pasado mes de octubre se cumplieron dos años de iniciadas las conversacionesquese adelantan en la ciudad de La Habana entre el grupo guerrillero de las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos. El acuerdo general para laterminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera busca ponerle fin al conflicto armado que durante más de 60 años ha afectado al país y ha venido avanzando sobre discusiones transversales a la vida política, económica y social de los colombianos. De los tres puntos que de manera preliminar ya se han acordado2, es el referido al desarrollo agrario integral el que más trascendencia reviste en el camino de la construcción dela paz. La tierra se constituye hoy por hoy en el eje temático sobre el cual distintos analistas y académicos coinciden que se ha desatado la mayoría de guerras y conflictos por los que ha atravesado la nación hasta el día de hoy. Dentro del denominado escenario del “posconflicto”, cabe la pena preguntarse si las expectativas de 1  Estudiante de Ciencia Política. Universidad Nacional de Colombia. 2  Participación política, política de desarrollo agrario integral y solución al problema de las drogas ilícitas.


los sectores sociales, directamente afectados por la violencia y el desplazamiento,están siendo realmente escuchadas, si se han recogido sus reivindicaciones históricas relacionadas con el accesoa la tierra y por el respeto a la construcción de sus territorios; o si por el contrario, tal y como lo demuestran los últimos acontecimientos protagonizados por el gobierno, lo que se dice públicamente y se negocia en La Habana no es coherente con una verdadera voluntad de solucionar a favor del campesinado este problema estructural. Los caminos que permitirían alcanzar la paz3 están tomando direcciones no solo distintas sino hasta opuestas, porque si bien todos los sectores coincidenen que la construcción de la paz pasa y debe empezar por los territorios4, la medida en que la visión de paz del gobierno Santos se aleja de este objetivo es evidente. La radicación ante el Congreso del Proyecto de Ley 133 por el cual se busca impulsar un supuesto nuevo modelo de desarrollo basado en "proyectos asociativos" entre empresarios y campesinos, permite dudar de cómo se va a materializar lo que ya se ha acordado en La Habana en materia de los incentivos a la pequeña economía campesina y a las Zonas de Reserva Campesina (en adelante ZRC), y deja claro que es a favor de las empresas nacionales y trasnacionales, las cuales van a poder obtener y acumular los baldíos de la nación, para quienes se está pensando el nuevo modelo desarrollo rural. Por lo dicho anteriormente, el propósito que anima la escritura de este documento, es el de aportar 3  En el marco del proceso de negociación, esta se conoce como la fase tres de “construcción de paz”. 4  El gobierno la llama “paz territorial”.

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y profundizar en los elementos principales de uno de los temas que atraviesa la agenda y el momento político actual en el país, y es el referido al problema de la tierra. Este ensayo no pretende ser un ejercicio exhaustivo que recoja todos los trabajos y mucho menos a todos los autores que han abordado esta discusión, sino más bien, pretende ser un ejercicio críticoque resalte los elementos novedosos que en el presente han venido a complejizar el dilema que representa la tierra en Colombia. En particular, se busca generar un conocimiento crítico y comprensivo de las tensiones que actualmente se generan entre el modelo de desarrollo económico y las concepciones alternativas de ordenamiento del territorio que tienen las comunidades. El trabajo tendrá como uno de sus ejes orientadores el proceso de negociación que se está llevando a cabo en la ciudad de La Habana, específicamente el punto acordado sobre desarrollo agrario integral. Pero así mismo, y para adentrarse en las tensiones evidenciadas anteriormente, se analizará la manera como se ha venido profundizando y desarrollando la política minero energética y los proyectos agroindustriales del gobierno Santos, así como los nuevos retos y desafíos que significan para el campo la radicación ante el congreso del proyecto de ley 133 de 2014. Parte de la visión que aquí se defiende, es la de los esfuerzos que están haciendo las comunidades para oponerse a la organización de los territorios que le propone el capital y el gobierno. Por esta razón, se explicará en qué aspectos y con qué fuerza, las ZRC representan una alternativa de organizar la vida en común para las comunidades campesinas. No se dejaran de incluir, las formas de organizar y construir


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el territorio de las comunidades étnicas, que también han demostrado ser sectores y grupos sociales importantes en la disputa por el territorio en Colombia. Metodológicamente se procederá a establecer algunos elementos históricos que el estudio de la cuestión agraria comporta, esto con el objetivo de poder construir una imagen clara de lo que estas tensiones significan en el estado actual de la problemática. En segundo lugar, se perfilará la discusión evidenciando las contradicciones que las políticas implementadas por el gobierno de Juan Manuel Santos en materia minero – energética y agroindustrial tienen con las formas alternativas de organizar el territorio de las ZRC entre otras. En el tercer momento, se complejizará la discusión introduciendo los avances logrados en el acuerdo del primer punto sobre desarrollo agrario integral y, finalmente, se concluirá con una síntesis de los peligros que comporta el hecho de que mientras en la ciudad de La Habana se negocia, en Colombia siga adelantándose la agenda económica y social neoliberal del gobierno. Aproximación critica a los intentos de Reforma Agraria en Colombia Frecuentemente se ha dicho que Colombia es uno de los pocos países en América Latina que no han podido resolver su problema de distribución de la tierra. Históricamente el acceso, tenencia y uso de la misma ha sido una de las principales fuentes de la mayoría de conflictos por los que ha atravesado el país5, incluido, al que actualmente se le intenta dar solución en La Habana. 5  El Incoder y el ILSA estiman que aproximadamente 25 guerras nacionales y 60 regionales estuvieron relacionadas con la confrontación de esquemas de acumulación y desarrollo económico diferentes, relacionados con la concentración de la tierra.

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Ya en la segunda mitad del siglo XX el profesor Antonio García Nossa, enfatizaba en la importancia que tenia la estructura latifundista sobre los factores productivos (mano de obra, capital y tecnología), sobre la dinámica de acumulación y generación de riqueza, y sobre el conjunto de la economía. Lo que denominó como la constelación social latifundista, hace referencia no solamente al peso que tiene este tipo de estructura, sino que también, debe ser entendida como la forma en la cual se estructuran relaciones de poder político y económico dando lugar no sólo a una apropiación violenta de grandes extensiones de tierra sino también, al despojo de pequeños y medianos propietarios y la sujeción de los campesinos y trabajadores pobres al campo. Los múltiples intentos de reforma agraria que se llevaron a cabo fracasaron o terminaron favoreciendo los intereses de los grupos de poder regionales. La razón sobre la cual esta sustentada está idea se expone a continuación: • La ley 200 de 19366, le otorgó una función social a la propiedad de la tierra en su intento de darle un mayor aprovechamiento, aumentar la productividad y redistribuirla. A pesar de los escasos logros que pudo alcanzar, fue derogada en 1944 por la ley 1007 que fue una ley a la que se llegó como resultado de la presión de los terratenientes de los dos partidos tradicionales.

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6  Ley impulsada por un sector de la burguesía asociada al liberalismo, que pretendía hacer extensivas en el campo, las relaciones sociales y de producción de tipo capitalista. 7  La llegada al poder de Eduardo Santos y la aprobación de la ley 100 de 1946, puede explicarse como la reacción de los sectores terratenientes de ambos partidos ante lo que vieron como una amenaza a sus intereses en el campo.


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• De igual manera, la ley 135 de 1961 continuo esta tendencia de no afectar los intereses asociados a la tierra de los grandes poseedores y privilegió como forma de acceso a la misma la colonización dirigida (Fajardo, 2014). Todas leyes que de una u otra forma han reproducido el circuito de despojo de pequeños y medianos propietarios que una vez habiéndole agregado valor a las tierras con su trabajo, eran nuevamente expulsados hacia zonas aún más alejadas de la frontera agrícola, sin ningún tipo de apoyo o mayores posibilidades de acceso a los mercados. Aunque no se han registrado todos los proyectos y leyes que regularon el tema, las mencionadas son las másrepresentativas en términos de lo ilustrativas que resultan para mostrar la tendencia general que ha seguido el curso de la reforma agraria en Colombia. Como lo estiman Darío Fajardo y otros autores, en el periodo comprendido entre 1980 y julio de 2010, el total de hectáreas despojadas correspondió a 6,6 millones, cifra equivalente al 12,9% de la superficie agropecuaria del país. Por esta vía, se ha asegurado que “más de la mitad de los hogares rurales no tengan tierra en propiedad” (Bejarano, 1989), y que solo “el 36% de los campesinos sean propietarios de la tierras que cultivan” (Suescún, 2014, pág. 7). Se entenderá que por esta tendencia histórica, temas como la provisión de alimentados y la seguridad alimentaria nunca hayan sido uno de los objetivos de la producción agrícola. Llegada la década de los 90´s la situación sigue esta misma tendencia, “En la misma constitución del 91 no se reconocen los derechos de los campesinos, en

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términos de la tenencia y propiedad de la misma, y en términos de construcción de territorio” (ICDR, ILSA, 2012). Y aunque el espíritu de la ley 160 de 1994 que impulso el bloque hegemónico en el poder guardó las mismas orientaciones que sus antecesoras, las luchas y movilizaciones sociales de los sectores sociales ligados con el campo fueron los que lograron abrir en este periodo el escenario de confrontación para disputarle la tierra a quienes durante generaciones se han valido de ella como factor de poder. Aunque los temas que involucraron cada uno de estos periodos fueron mucho más amplios y sus relaciones mucho más complejas que lo que aquí se ha descrito, se puede decir que las características esenciales del problema ya mencionadas, recogen de buena manera la disyuntiva que en el momento actual implica abordar el tema de la tierra en Colombia. Un modelo de desarrollo rural para que todo cambie sin que nada cambie

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Desde hace por lo menos dos décadas las dinámicas y flujos de acumulación del capital a nivel internacional, han determinado que el territorio colombiano, rico en recursos naturales, materias primas y grandes extensiones de tierra aptas para proyectos agroindustriales, reprimarice su economía y la dirija hacia nuevas lógicas en donde el modelo mono-agroexportador y minero - energético predomine conforme a requerimientos de grandes inversionistas y transnacionales. Esto es indicativo de la manera en que se ha venido integrando la agricultura al circuito de acumulación capitalista y la función económica que en términos


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de bienes, servicios y externalidades juega el sector rural bajo el neoliberalismo. Bajo estas lógicas se han dado configuraciones no campesinas de lo rural, que tienen como finalidad adecuar el campo a la nueva interrelación entre el latifundio especulativo y la inversión trasnacional. El tipo de transformaciones y reformas que han afectado al sector rural bajo el influjo de los requerimientos neoliberales-particularmente bajo esta fase de expansión y penetración del capital trasnacional en la extracción de hidrocarburos y materias primas han permitido que perviva el latifundio tradicional junto a las nuevas formas de concentración de la tierra que estos grandes proyectos mineros y agroindustriales requieren. La apertura económica agudizó el problema agrario, significo el aumento de la importación de alimentos (ICDR – ILSA, 2012), además de intensificar los problemas de soberanía, seguridad alimentaria y los problemas relacionadas al cobro de impuestos. Esto se debe a que muchos de los terrenos que se utilizan para estos grandes proyectos no cuentan con sus debidos registros legales8, muchos de ellos hacen parte de los que fueron arrebatados de manera ilegal. En la revisión que se hace de las nuevas características que se le otorgan al campo bajo este modelo, cabe la pena preguntarse qué papel y como es concebido el campesino. No resulta desacertada la afirmación que se hace de que en Colombia se quiere terminar de arrasar al campesino (Galindo, 2014). Durante los dos gobierno de Álvaro Uribe por ejemplo, los esfuerzos estuvieron orientados a 8  Estatuto de desarrollo rural. Ley 1152 de 2007

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eliminar la figura de las ZRC, y los ataques al campesinado se dieron no solo en términos administrativos o legales , sino que estuvieron acompañados de altos niveles de represión. En el momento actual, la política agraria del gobierno de Juan Manuel Santos está enmarcada en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) y otras iniciativas9. La conocida locomotora del sector agropecuario y el desarrollo rural, ha privilegiado una visión de solución a la cuestión agraria vía mercado de tierras y subsidio a la demanda, se sustenta en una imagen empresarial del campesino y busca posicionar la mirada sobre la nueva ruralidad, que no es otra cosa que la de una agricultura capitalista. No resulta nada extraño que sea el latifundio ganadero10, las grandes extensiones de tierras dedicadas al cultivo de bienes exportables, y en general, lo que el gobierno denomina como las Zonas de Desarrollo Empresarial, las que paulatinamente hayan venido ganando preponderancia como las actividades principales en la ruralidad colombiana. Otro de los ejemplos de la apuesta de ruralidad que tiene el gobierno, es la aprobación del decreto 2041 el 15 de octubre de este año por el cual se reglamenta todo lo concerniente a las licencias ambientales en el país y que representan un peligro en materia de la reproducción de los ecosistemas más frágiles del país. Marco legal que viene a ser una pieza clave en materia del andamiaje favorable que se le quiere crear al ingreso de la inversión extranjera. 9  Ley de Restitución de Tierras 1450 de 2011 10  Para esta actividad se destinan aproximadamente 41,1 millones de hectáreas, cuando para este fin solo son aptas 10,2. Por su parte, para la producción de alimentos se utilizan solo 4,2 millones de hectáreas, siendo aptas 10,4 millones


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En las últimas semanas, la iniciativa que se robó el protagonismo de la opinión pública y que vino a complementar el escenario de las trasformaciones que se han mostrado, fue el proyecto de ley 133 de 2014 "Por la cual se crean y se desarrollan las Zonas de Interés de Desarrollo Rural y Económico, y se adiciona el artículo 52 y se interpreta el artículo 72 de la Ley 160 de 1994". Este proyecto viene a complementar en muchos sentidos las tendencias que ha seguido el desarrollo de la política agraria en el país, por lo menos en términos de tenencia, vocación y uso de la tierra. Con ella se traslada, bajo la figura de las asociaciones productivas, todos los riesgos al campesino que implica la generación de proyectos productivos en zonas de frontera agrícola, es bien sabido que los costos de inversión en capital en estas zonas son tan elevados que una familia campesina por sí sola no podría generar y sostener este tipo de proyectos. Lo que más preocupa es la entrega de baldíos, bajo concesión o arrendamiento, a los que los grandes empresarios podrán acceder, legalmente estaba estipulado que la entrega de baldíos se haría a titulo de los campesinos, buscando favorecer los procesos de restitución de tierras y reparación de las víctimas del conflicto. Algunos analistas y políticos coinciden en afirmar que el proyecto de ley 133 constituye una verdadera contrarreforma agraria. Alfredo Molano lo ilustra de la siguiente manera: “La presente ley tiene como fines asegurar el registro de los baldíos a nombre de los empresarios privados y de las grandes multinacionales, establecer criterios para ordenar el territorio según sus intereses

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económicos de corto y largo plazo, identificar las tierras mejores para el desarrollo de sus proyectos productivos y dar absoluta seguridad jurídica a sus inversiones” (Molano, 2014).

Como se puede observar, detrás del intento de profundizar este modelo están implícitos varios supuestos, entre ellos, la creencia, afirmada por décadas de expoliación a la que ha sido sometido el campesino, de que a su condición le es inherente la ineficacia. La economía campesina es acusada de bloquear el crecimiento económico por sus limitaciones tecnológicas y en materia de inversión. El gobierno ha decidido, nuevamente, privilegiar la solución a la cuestión agraria que apoya los intereses de los empresarios y de los inversionistas extranjeros, que como se ha evidenciado, favorece el saqueo de nuestras riquezas naturales. Desafíos desde el movimiento social y popular al actual modelo de desarrollo neoliberal

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Ante la continuada estrategia del bloque hegemónico en el poder de imponer su concepción de lo que debiera ser el uso al que el territorio colombiano estuviera abocado, las comunidades campesinas, indígenas y negras también han alzado su voz y reclamado su importante aporte a la construcción de la historia del país.A través de sus luchas y resistencias, que como rayos de luz alumbran el horizonte de otros futuros posibles y de otras formas deorganizar la vida en común, nos recuerdan la vigencia de que en Colombia el movimiento social y popular se organice en torno a


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la lucha por una verdadera reforma agraria, así como en torno a la exigencia del apoyo y fortalecimiento de más ZRC. Estas demandas han sido importantes en el camino que han recorrido los campesinos y comunidades étnicas por reconstituirse como sujetos políticos importantes, lo cual es un paso fundamental para ganar a favor de los intereses de la sociedad, la disputa por el territorio que actualmente se libra. Las ZRC, que se remontan a las luchas agrarias por el derecho a la tierra que se dieron en 1985, se han convertido en el instrumento para garantizar los derechos a la tierra, el territorio y la diversidad étnica y cultural y han sido un importante paso para detener el avance de la concentración de tierras en las regiones y para la protección de sus riquezas naturales ante la amenaza que les plantea el capital. Y aunque nacen ligadas a la idea de desarrollo empresarial, también ocupa un lugar central en su conceptualización la idea de una ocupación y explotación sostenible del territorio y la lucha contra el latifundio.La discusión de los argumentos a favor de las ZRC se da en términos de que implementadas no solo en las zonas de estabilización de la frontera agrícola, sino también al interior de la misma,estas pueden llegar a significar un importante avance en lo que se ha buscado históricamente y es el defender y estabilizar la economía campesina y la pequeña propiedad, las ZRC como un ejercicio legítimo de construcción territorial alternativa (ICDR – ILSA, 2012).

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Perspectivas que ofrece la mesa de negociación de La Habana Con todo, debe reconocerse que desde la mesa de negociación de La Habana también se están planteando importantes discusiones y desafíos al modelo imperante, con la propuesta de creación de zonas agroalimentarias,interétnicas y biodiversas. Allí han cobrado mayor relevancia la discusión de la funcionalidad que debe tener el ordenamiento del territorio para la consecución de los objetivos de la soberanía y seguridad alimentaria. Este acuerdo avanza en el reconocimiento del campesinado como un sujeto social y político importante para la concertación y materialización de los acuerdos logrados en temas como la agricultura familiar y el respeto y fortalecimiento de formas organizativas propias. Para la materialización de estos acuerdos, que el gobierno siga adelantando su agenda legislativa en materia de producción agrícola, con medidas que como la 133 van en contravía de una verdadera solución a la cuestión agraria y lesionan profundamente las formas de vida del campesinado y las comunidades rurales y étnicas. Conclusiones

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A lo largo de estas páginas se ha evidenciado como la puesta en marcha de la agenda que en materia económica y social tiene el gobierno de Juan Manuel Santos, significa un gran riesgo para solucionar a favor del campesinado el histórico problema de la tierra. Es importante resaltar que desde las comunidades indígenas, negras y campesinas se ha venido haciendo el


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esfuerzo por construir de manera autónoma formas alternativas por ordenar el territorio, así como el tipo de cultivos y tecnologías que orientaran su uso. Los intentos de reforma agraria – abiertamente anticampesinos -que han adelantado los sucesivos gobiernos- significan que actualmente en el país se está dando una disputa por la mayoría de territorios estratégicos con los que cuenta el país. Los nodos de dicha conflictividad giran en torno a la imposición de grandes proyectos minero – energéticos y agroindustriales que entran en conflicto con las formas de vida tradicional de las comunidades asentadas en estos territorios. Temas como la seguridad y la soberanía alimentaria hoy componen el conjunto de reivindicaciones y luchas que están dando estas comunidades. En el fondo estas tensiones encierran la disputa entre una concepción del territorio favorable a la lógica de acumulación del capital y otra que lo defiende como “abrigo”.

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bibliografía Bejarano, Jesús Antonio. Algunas hipótesis sobre el desarrollo del sector agropecuario en Colombia. Bogotá, Departamento Nacional de Planeación - Ministerio de Agricultura, 1989. Fajardo, Darío. Las zonas de Reserva Campesina ¿estrategia de desarrollo regional y contra el desplazamiento? En:http://prensarural.org/spip/spip.php?article4066. Fecha de consulta: miércoles 3 de diciembre de 2014. Galindo, Camilo Andrés. “Continuidades y aspectos novedosos”, En: Palabras al margen, Bogotá,lunes 29 de septiembre de 2014. Instituto Colombiano de Desarrollo Rural, Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativos, sindicato de pequeños agricultores de Cundinamarca - Cabreara. “Zonas de Reserva Campesina elementos introductorios y de debate”, Ed. Gente Nueva editorial. Bogotá, 2012. Molano, Alfredo. Ley VIP. En: http://www.elespectador.com/opinion/ley-vip-columna-522853. Fecha de consulta: lunes 1 de diciembre de 2014. Suescún, Carlos Alberto, “una ley para legalizar la usurpación de tierras baldías”, en un periódico, Bogotá, noviembre de 2014, p. 7.

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La revista Surmanía #8 se terminó de diseñar en septiembre de 2015. Para su elaboración se utilizaron las familias tipográficas din text lt pro lato Se imprimió en los talleres de gracom Gráficas Comerciales, ubicados en la carrera 69k #70 - 76. Fueron impresos 500 ejemplares. Bogotá, Colombia. 2015


FACULTAD DE DERECHO CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES DIRECCIÓN DE BIENESTAR DIRECCIÓN DE BIENESTAR UNIVERSITARIO ÁREA DE ACOMPAÑAMIENTO INTEGRAL PROGRAMA GESTIÓN DE PROYECTOS


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