ISSN 2215 - 8294
semestre I | 2016
Apoyan: Facultad de Ciencias Humanas Direcciรณn de Bienestar Universitario Programa Gestiรณn de Proyectos
Sede Bogotรก
N ยบ3
PORTADA Y CONTRAPORTADA Título de la Ilustración: El verbo y acción Elaborada por: Natalia Cardona Duque Notas a la imagen: - La palabra crea. Todo aquello que decimos o afirmamos es la plataforma que define nuestra realidad. Así como sus posibilidades y sus límites. Esto, es pertinente en cuanto a que la revista busca reflexionar sobre lo que tradicionalmente se ha entendido por sexualidad, y los referentes e imaginarios que poseemos entorno a ello son producto de las afirmaciones o negaciones del pasado. - Corporalidad: El personaje que aparece allí sentado es un cuerpo diferente. A simple vista puede pasar desapercibido, pero sus características y su aspecto representan la diversidad y rompen con la imagen semántica tradicional de Cuerpo. - La sociedad es un entramado de piezas que encuentran su lugar en una pieza de escala mayor. Y en ese rompecabezas, la sexualidad es una de las formas de relacionarnos. Y la identidad se actualiza en la medida en que las piezas también cambian. Una identidad tolerante provee enlace y fortaleza al cuerpo social. - Nótese las variaciones en algunas de las piezas del rompecabezas.
Las maricas, las ratas, los ancianos y los demรกs devotos de Garavito Las maricas, las ratas, los ancianos y los demรกs devotos de Garavito
REVISTA TRANSFORMACIÓN NÚMERO 3 . SEM 01 2016 . ISSN 2215 - 8294 UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE CIENCIAS
GAEDS nace como el primer grupo universitario de Bogotá orientado a estudiar y apoyar la diversidad de la sexualidad. En este sentido, ha sido el modelo y punto de partida para el desarrollo de otras iniciativas estudiantiles, teniendo participación reconocida en espacios políticos, sociales y académicos del país en función del reconocimiento y reivindicación de derechos de las personas con identidades de género y orientaciones sexuales diversas.
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Los textos presentados en la siguiente publicación
Albalucía del Pilar Gutiérrez
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Diana Londoño Aguilera (PGP)
mente con la opinión que estos pueden suscitar.
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Estudio de la Diversidad de la Sexualidad (GAEDS). expresan la opinión de sus respectivos autores y la
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Las maricas, las ratas, los ancianos y los demás devotos de Garavito. Víctor Alfonso Ávila García
Prolegómenos de una confrontación múltiple. Cuerpos y contracorporalidades en los escenarios de guerra. Juan Ruiz Celis (Nómada Interplanetario)
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Tips para tener sexo con personas Transgénero.
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Camilo Andrés Rojas Tello
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El juego de las pistas.
................................ Tak Combative
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De los vellos públicos y otros problemas sociales
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Carlos Mican | Fernanda Torres
«Llegó la gorda, la gorda llegó. Llegó la gorda, la gorda soy yo»: hacia un análisis del cuidado feminista en la construcción de activismos gordos del sur. Diana Patricia Pulido Martínez
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Sin título (No se vaya)
........ Álvaro Corredor Bohórquez
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La «fatiga del sida» y un paneo del VIH/sida en Colombia. Andrés Gómez Yepes
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Aristas
........... Pedro Javier Villanueva Hernández
| CONTENIDO |
TRANSFORMACIÓN Nº3 Las maricas, las ratas, los ancianos y los demás devotos de Garavito
Víctor Alfonso Ávila García
as, las ncianos s devotos o
Psicólogo, Universidad Nacional de Colombia. Estudiante de la maestría en Estudios de Género de la misma Universidad.
vaavilag@unal.edu.co
s, las ncianos s devotos o
—¡Me van a tomar una foto! —dijo con arrogancia. Sí, lo dijo con arrogancia, con mezquindad, con prevención, sin tacto. Todos se apartaron para permitirle a su amiga capturar una pose de turista. Interrumpió rosarios, conversaciones invisibles, frotamientos de billetes y vigías sospechosas. Se bajó de la tumba y regresó con sus amigas, aprobó la imagen que vio en el aparato y dijo algo que causó gracia a sus acompañantes. Todas hablaban sin prudencia, como esperando que los demás se fueran para poder hacer lo propio. Miraban con impaciencia; se ponían de pie y verificaban que algunos de sus parámetros corporales permanecieran donde debían permanecer. Se rindieron cuando se agotó el contenido multimedia. Se unieron al grupo y entregaron las flores de múltiples colores al difunto. Sus rostros nunca dibujaron la solemnidad que sí se apoderaba del semblante de los demás visitantes, solo parecían seguir un itinerario. Se habrían ido tal vez a hablarle al oído a Leo Kopp.
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Yo pensaba, por algún material que hallé en la red, que todo lo que iba a ver era una azulada escena de maricas1 en el cilindro de concreto que corona la tumba de Julio Garavito. La administración del cementerio prohibió pintar la tumba, según comentó un hombre joven y hablador, así que el
espacio irrumpe grisáceo y desnudo. De acuerdo a la hora del día, pueden ser más abundantes los ancianos y las ancianas que estriegan billetes de mil o de dos mil, o los jóvenes que asfixian a Garavito con el humo de sus marlboros o de sus porros. Y las flores azules, aunque hermosas, no son las únicas que colorean el panorama, pues, dependiendo del visitante, el blanco, el rojo o el amarillo se disputan la ambientación sepulcral del hombre que aparece en el billete de veinte mil.
Foto: Billete de 20.000 pesos. Fuente: http://www.mundonets. com/images/billete-20000-pesos-colombia.jpg
Debo aclarar que no pretendo hacer un uso peyorativo del término. Es una categoría que utilizan ellas para referirse a sí mismas y además me parece, siguiendo a Judith Butler, que es desestabilizante, pues adhiere un nuevo eslabón a la cadena significante. 1
GAEDS UN Víctor Alfonso Ávila García
En frente de Garavito, una mujer que cada lunes realiza una procesión por varias tumbas del cementerio, sosteniendo entre sus manos un libro de oraciones y una camándula, atrapó una paloma que parecía entumida —tragarse la cera derretida de las veladoras pudo causarle algún malestar— y la frotó sobre su cabeza.
—Ya cambió, ¿cierto? Es que pa’ lo que están —dijo con resignación. Se posó sobre la tumba y le dio un beso fuerte a la parte más alta del cilindro. Sacó una pequeña tarjeta de su pecho y la leyó con devoción. Le susurró algo al oído a Garavito y se despidió diciendo—: Lo dejo todo en tus manos, papá.
—Dicen que si uno se pasa una paloma por las partes que le duelen, se le pasa —dijo, tratando de explicar la acción de frotar billetes de veinte mil pesos sobre la superficie de la tumba, que algunos observábamos con incredulidad. Le quedaron algunas plumas y trazas de excremento en el cabello.
Ella se marchó y, luego de pensarlo varias veces, decidí alcanzarla. La saludé con amabilidad y ella me respondió con un gesto caluroso. Le pregunté si podía contarme sobre su fe en Garavito.
Acababa de llegar una marica con las manos vacías y sin vacilaciones se dispuso a arreglar a Garavito, no sin antes saludarlo. —¿Qué hay, precioso? —retiró todas las flores, las frescas y las que empezaban a marchitarse sobre la tumba—. Vengo a visitar a Garavito —le dijo una mujer, como esperando que ella le revelara todos los detalles de un ritual en el que, por estar retirando las impurezas con un papel que acababa de recoger, parecía experta. —¿Garavito? ¿El del billete de veinte? —Sí, este es —contestó con rapidez. —¿Y sí funciona? —continuó la mujer. —¡Claro! ¿O por qué cree que me mato como loca limpiando? Pídale el millón que necesita que él se lo concede —respondió. La mujer parecía no saber qué hacer. —¿El billete tiene que ser de veinte mil? —preguntó a otra mujer que, con poca certeza, hizo un gesto de afirmación. Ella terminó de limpiar y recogió las flores del suelo, descartó las menos rozagantes y acomodó armoniosamente las más frescas.
—Claro, ¿qué quiere saber? —me dijo. —¿Cómo empezó? —articulé con dificultad. —Una amiga me trajo. Yo le pedí plata y le prometí nueve noches. Él me dio un millón de pesos en billetes de veinte mil, terminé la novena y seguí viniendo porque le tengo mucha fe —contestó con un acento caribeño. —¿Y por qué Garavito? —proferí, intuyendo la ambigüedad de mi pregunta, pues sabía lo que me iba a contestar, aunque esperaba también que me diera una pista de por qué no ocurre lo mismo en la tumba de Jorge Isaacs, el autor colombiano que aparece en el billete de cincuenta mil pesos, en el cementerio San Pedro de la ciudad de Medellín. —Pues porque es el del billete de veinte mil — afirmó sin misterios. —¿Y flores azules? —exclamé, anticipando nuevamente la respuesta. —Claro, porque es el color del billete —expresó con naturalidad. —Escuché que... hay algunas personas que vienen a visitar a Garavito —su silencio me indicó la importancia de ampliar mi comentario—. Las mujeres que habitan el barrio Santa Fe. —Sí, todas venimos. Somos creyentes, nos ha hecho el milagro.
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Ella parecía afanada, así que le agradecí por su tiempo y por sus palabras. Ella se despidió de forma cortés. Cuando regresé a la tumba se habían congregado más personas en torno a Garavito. Un tipo aburguesado tenía un ramo de flores en las manos y estaba enlazando un billete de veinte entre el cauchito que las mantiene juntas. Un hombre joven y hablador, que además tenía cara de pícaro, dijo: —¡Ah, el señor le está amarrando un billete de veinte mil! El aburguesado se arrepintió y ni siquiera dejó las flores; sin demoras se marchó con su esposa a la tumba de Leo Kopp. El hombre joven y hablador, que en ocasiones parecía menos amenazante, le comentó a un sujeto al que parecía conocer: —Aquí vienen hartas maricas, esas son las más devotas a este man. Un anciano que recién llegaba y aun inspeccionaba el lugar lo interrumpió. —¿Todavía vienen? —¡Claro! —le contestó—. La primera vez que traje a mi mujer, a los veinte minutos, ¡trín!, un fajo solo de veinte, medio palo —prosiguió—. El man en vida ayudó a la gente; si usted es creyente, él le colabora —concluyó.
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Muchos empezaron a irse, solo se quedó el hombre joven y hablador junto a un muchacho que parecía su sombra. Prendieron un cigarrillo de marihuana y empezaron a hablar sobre el precio al que podían vender algunos teléfonos celulares en no sé qué lugar de Bogotá. Supe que ese era el momento para retirarme.
Los intercambios no ocurren solo entre los vivos. Algunos construyen dichos vínculos con sus muertos o con los muertos de alguien más. Los visitan en el cementerio, les llevan flores y velas, les dan de beber, los limpian, los arreglan, les preguntan cómo están, les rezan y les prometen que pronto volverán; anhelan una reacción del más allá capaz de producir un buen devenir en ciertos hechos de la vida. Dependiendo del difunto y de la ocupación del mortal, se esperan momentos de regocijo y alegría en las situaciones laborales, amorosas y relativas a la salud y a la seguridad. Se espera que los muertos impregnen de suerte aquellos acontecimientos que pueden ser conjurados con un «al que le toca, le toca» y embolaten la inclinación de la balanza hacia el lado de la muerte. —¿Sí ha visto que les ponen la música y no se mueven? —pregunta con desinterés una mujer vestida con un overol morado, ajustado y de perneras cortas, a su acompañante. —Ve, pero ¿esto sí es verdad? ¿Quién le dijo a usted? —contesta ella mientras contemplaba la tumba. Las dos están fumando marihuana y llevan largo rato acompañando a Garavito; no hablan entre sí, exhalan grandes bocanadas de humo y esperan en silencio. Esperan, esperan y esperan; parecen comprometidas, una por convicción y la otra por inducción, a regalarle su finita presencia a alguien que yace inmutable e incorruptible a pesar de la lluvia, a pesar de las palomas y a pesar de las personas. Un hombre se acerca y, sin éxito, trata de hacer alguna insinuación al par de muchachas; ellas terminan su cigarro y se despiden de Garavito con unos golpes en la tumba y caricias al cilindro. Un señor, vestido como los hombres que abundan en la séptima con Jiménez, que utilizan boinas y abrigos de paño y que se reúnen como palomas
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sobre la acera, empieza a hablar con otro habitante del centro de Bogotá que, por lo que concluí de conversaciones anteriores, parece ser el portero de alguna whiskería del barrio Santa Fe. —Pedirle al almita para que hable con quien tiene que hablar, ese alguien habla con Jesús y Jesús con el padre, quien es finalmente el Todopoderoso — dijo el señor, mientras fumaba un poco de marihuana que le brindó el otro hombre; él no contestó nada y solo contemplaba en silencio—. Si no nos vemos, ¡Feliz Navidad! —dijo para despedirse de improvisto. El hombre se limitó a asentir con la cabeza. Hace algún tiempo leí en varios blogs que una mujer llamada Salomé Muñoz de Parra fue enterrada en el Cementerio Central durante la década del cincuenta. Peláez (2001) afirma que después de La Violencia, un hombre empezó a llevar flores a una tumba del cementerio porque, según él, le había hecho un milagro. Con el tiempo, la gran cantidad de flores que aquel hombre dejaba en la tumba atrajo a varios seguidores, quienes empezaron a hablar de los favores que hacía la difunta. Luego, apareció una persona que aseguraba ser la hija de la mujer ahí enterrada, a quien nombró Salomé viuda de Parra; posteriormente, llegó otra mujer, tal vez dueña de un prostíbulo, que alegaba tener algún parentesco con Salomé. Sus familiares afirman que Salomé era una mujer bondadosa y dedicada a actividades normativas, rechazando los relatos que la muestran como víctima de múltiples infortunios y como prostituta. Otras personas afirman que un hombre devoto a las almas había perdido mucho dinero y durante una visita al cementerio se fijó en la tumba de Salomé, su nombre le pareció especial y decidió llevarle velas; cuentan que cuando salió de allí se encontró cien pesos y compró un billete de lotería a un vendedor que le insistió con ahínco; se ganó una cantidad de dinero considerable y atribuyó su suerte a Salomé.
Se dice oficialmente que la administración del Cementerio Central ordenó el traslado de Salomé, en 1980, al Cementerio del Sur, debido a la gran cantidad de creyentes que cada lunes popularizaban los recintos sepulcrales de presidentes y de otros personajes notorios de la vida política del país. Sin embargo, algunos afirman que fue sepultada junto a Julio Garavito y que la familia del estudioso motivó el traslado del cadáver de Salomé, pues no podían permitir que al lado del ilustre personaje yaciera una mujer pobre y además prostituta. En la actualidad, al lado de Garavito se encuentra la tumba de las hermanas Copete, en donde alguien fijó hace algunos años una placa que agradece a Salomé por los favores recibidos. Para Calvo (1998), el culto a Salomé y a otros muertos representa una forma de equilibrar las duras condiciones de vida a las que se enfrentan los sectores populares en la ciudad, de acceder a ciertos espacios en los que se puedan integrar las creencias, los modos de vida, el trabajo, lo sagrado, lo profano, lo heroico y lo subalterno. ¿Qué relación tiene el culto a Salomé con el culto a Garavito? ¿Por qué muchas prostitutas visitan a Garavito? Intuyo que la situación no está relacionada con lo que fue Julio Garavito. No importa que haya sido ingeniero o matemático, o que exista un cráter en la Luna con su nombre. Pensé, por un momento, que haber sido miembro de una sociedad secreta lo haría un ídolo popular, alguien identificable con la marginación de la clase trabajadora, pero tal sociedad secreta era un esfuerzo burgués para resolver cuestiones científicas que poco tiene que ver con la posición abyecta que habitan las prostitutas, las maricas, las mujeres pobres y todos aquellos que no son como Julio Garavito: hombre blanco, heterosexual, ilustrado y respetable. La oración a Garavito, que es más una oración a Dios en donde se menciona a Julio Garavito y que venden a la entrada del cementerio, resalta la sabiduría de aquel
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hombre, pero eso definitivamente tiene poco que ver con lo que reivindican las personas. —Señora, ¿quién es Garavito? ¿El que viola los niños? —pregunta una muchacha que deja unas flores sobre la tumba atiborrada de claveles azules. Debo admitir que la primera vez que escuché sobre la tumba de Garavito también pensé que se hacía referencia a Luis Alfredo Garavito, el hombre que abusó y asesinó a más de un centenar de niños. —Ay marica, no sea tan bruta. El que viola los niños está en La Modelo, más violado. Este man ayudaba a la gente cuando vivía y ahora bota la energía, por eso las ratas vienen a visitarlo, ese fue el que me dio los trescientos —contestó una muchacha delgada y vivaracha. —¿Usted por qué viene a visitar a Garavito? —me animé a preguntarle. —Ah, porque yo robo y el man bota la energía para que a uno le vaya bien. ¿Usted por qué viene? —me preguntó. —Es que estoy investigando el culto a Garavito —contesté con nervios. Ella me ignoró y le gritó a Garavito mientras se marchaba: —Ya sabe, mándeme el millón que lo necesito y vuelvo con un ramo bien grande.
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A Garavito no solo lo visitan las maricas, las prostitutas, las encargadas de los moteles del Santa Fe, los ladrones y los ancianos, y estos no solo visitan a Garavito. Muchos tienen un itinerario al interior del cementerio. Pero sí es cierto que muchas maricas visitan solo a Garavito y le llevan flores exclusivamente azules, azules por el color del billete. Parece haber una fascinación puto-maricona por el billete de veinte mil pesos. En su libro Locas de felicidad, John Better afirma que, mientras ejercía la prostitución en el barrio
Santa Fe, una de sus compañeras manifestó su deseo de conseguir cierta cantidad de dinero solo en billetes de veinte mil. Nunca vi el nombre de Julio Garavito en su tumba. Por otro lado, tampoco logré ubicar la tumba de Salomé en el Cementerio del Sur y mi papá nunca había oído de ella. Él, al igual que las personas con las que hablé en el Cementerio Central, va cada lunes a visitar a las almas para que le vaya bien, para que le den suerte, para que esa semana que empieza sea productiva, para que no le vaya mal. No fui capaz de identificar la transacción simbólica que dio origen a la fe que tienen varias personas en Garavito, quienes además reconocen que ante todo y sobre todo está Dios; no sé cómo explicar qué tipo de fetichismo está detrás del frotamiento del billete; no sé por qué las personas prefieren creer que Garavito fue un hombre bondadoso al que ahora pueden atrapar en sus manos cada vez que tienen veinte mil pesitos. Pero puedo afirmar que detrás de este culto existe un proceso de organización que trasciende la consciencia de las personas, es una actividad racional que se apropia de ciertos símbolos y les otorga un significado dentro del universo de sentido que orienta la existencia de la gente, lo que hace posible la vida en mundos que, para los regímenes de verdad, resultan impensables y ridículos. Por último, debo reconocer que es apabullante el carácter reiterativo de los argumentos que utilizan las personas para explicar por qué visitan a Garavito y las disposiciones corporales que enmarcan el desarrollo de la práctica.
Peláez, G. I. (2001). Un encuentro con las ánimas; santos y héroes impugnadores de normas. Revista Colombiana de Antropología, 37, 24-41.
Calvo Isaza, O. J. (1998). El Cementerio Central: Bogotá, la vida urbana y la muerte. Bogotá: Observatorio de Cultura Urbana.
Bibliografía
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Juan Ruiz Celis (Nómada Interplanetario) Politólogo, Universidad Nacional de Colombia. Candidato a magister en Políticas Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Miembro del Grupo Colombiano de Análisis de Discurso Mediático (Colciencias), coordinador de la línea de investigación Discurso, Identidad, Memoria y Desposesión de la Red Latinoamericana de Analistas del Discurso sobre la Pobreza (REDLAD Colombia). Integrante del movimiento de Hijos e Hijas por la Memoria y Contra la Impunidad.
Cuando pienso en mis guerras pienso en mis devenires, en los lugares que he habitado, en las personas que he conocido, en la gente con la que he compartido afectos y con cuyos cuerpos he podido entender, que nadie sabe ni puede saber hasta dónde son capaces de resistir. Pienso también en mi ser, o más bien en el Ser, en el Ser que se ha intentado apoderar de mis pulsiones, en el Ser que ha desplegado sus más invasivas estrategias de captura y cooptación, en quien desde el lugar de la norma y de la identidad ha intentado penetrarme violentamente tantas veces como veces he respirado en el transcurso de mi vida. Es a ese Ser, para quien el mundo es un reducto de su propia ficción infame, al que vengo a saldarle la cuenta que tiene pendiente conmigo.
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A ese Ser cuyos contornos están definidos por la arbitrariedad; a ese puto reprimido sin conciencia del placer; a ese santurrón, inquisidor y torturador; a ese asqueroso que define los parámetros a partir de los cuales las infelices piensan su
desdichada belleza; a ese cuya falsa seguridad se apoya en la proyección de un futuro paraíso mientras actualiza y extiende el fuego ardiente de su infierno; a ese oscurantista, opresor, impostor y embaucador que esconde su debilidad bajo el ropaje de la fortaleza que solo la seguridad del género le garantiza; a ese que mientras ejercita su fisgona y vigilante mirada dice enceguecerse de amor; a ese que bajo la universalidad que solo logra a través de su naturalización no se cansa de pavonearse en su corrupción e hipocresía; a ese homofóbico y misógino que se regodea en el deseo que solo su propio falo le despierta; a ese parásito y zángano que afirma sus lugares de privilegio sobre la base del trabajo y el esfuerzo de las personas a quienes atribuye, como por arte de magia, un lugar de inferioridad; a ese opresor que solo se sostiene en su apariencia de unidad a través de su propia autocensura y represión; a ese ladrón de sueños y despojador de potencias; a ese hombre occidental, de clase media, blanco y heterosexual idealizado: al heteropatriarcado.
GAEDS UN Juan Ruiz Celis
Pensar en el horror de la dominación y en las categorías que construye para violentarme diariamente ubica mi atención en emociones como la rabia y la tristeza. Una infinita ira me captura, me incendia la cara y me hace pensar en el potencial disruptivo perdido; en el potencial que muere por causa de quienes en la desdicha de su repulsiva existencia añoran el ideal blanco occidental y heterocéntrico de la misma forma como el cerdo añora los desperdicios que lo enferman, o como quienes, a pesar de sus delicados estómagos, no ven un mejor manjar para su paladar que la carroña que les augura un colapso doloroso. Estos reductos, muchos de los cuales se agrupan miserablemente bajo las identidades gay y lésbica, son quienes definen la (im)potencia de sus afectos no en función de su devenir, sino de proyecciones futuras heterocentradas; esos quieren un nuevo paraíso, un nuevo cielo, un nuevo dios. Desean con ahínco un nuevo ser abstracto que les dé la seguridad que no pueden conseguir activando sus propias potencias; desean amores eternos, para toda la vida, inmutables y estáticos; desean en su vida afectiva la reterritorialización de la propiedad privada, invento patriarcal para justificar la colonización y el saqueo. Es por esta razón que el compartir afectos es desfigurado en el amo(r) romántico abstracto, tan abstracto como lo es el dios que les oprime y al cual oran noche y día. Estos reclaman para sí la exclusiva apropiación de sus objetos del amo(r) y hacen de la monogamia normativa la materialización de su miseria. ¿Quieres tener hijos? ¿Quieres parir un niño o una niña? ¿Con quién te gustaría casarte? ¿Cómo te imaginas a tu hombre/mujer ideal? Esas son sus preguntas frecuentes. Estos, así como muchos otros reductos, mendigan derechos. En lugar de ejercer sus potencias disruptivas, pregonan su infamia a los cuatro vientos sin
ninguna vergüenza, y para ello se ubican en los lugares genéricos, esos lugares que mientras más universalidad pretenden más refuerzan el amor por los privilegios de clase, étnico-raciales y de género de unos pocos. Estos seres le hacen demandas —al estilo de los rezos de los misterios dolorosos, gozosos y gloriosos católicos— a ese ser trascendente que construyó la modernidad —el Estado— y bajo el cual elaboran la justificación ética y psicológica de su desinterés por el cuidado de sí, por la autogestión. Esta plaga, virulenta y pandémica, sueña con la igualación de sus diferencias, con la unificación bajo la normalidad que el acceso a lo universal les garantiza, olvidando la base simbólica desde la cual las diferencias fueron jerarquizadas y los referentes que lograron las mejores condiciones de representación fueron constituidos como universales. La heterosexualidad y el patriarcado occidentalista que se inscribe en su núcleo son propuestos como la matriz de producción epistémica del capitalismo y como el único referente de inteligibilidad del ser y el hacer social y natural. La alegría y el potencial disruptivo del devenir marica, zorra, puta, arepera, torta, negra, india, obrera, sucia y demás devenires contranormativos son sustituidos por el enamoramiento enclasante, masculinizante y blanqueante que el régimen de las buenas costumbres ha instalado en la cotidianidad como referente de aprehensión y compresión. Me dan gran pena parte de las personas que el heteropatriarcado ha agrupado, cual objetos, en la categoría «mujer». Quieren ser todas iguales. Arreglarse para los ojos del macho cabrío. Desean ser tan asquerosamente aceptadas que no se percatan de que su mirada, la cual les permite autovalorarse como bellas o como feas, está condicionada por la norma que impone la visión de un otro universal. Asumen la función de reproducción biológica y social, así como de las más abe-
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rrantes triquiñuelas de las que luego se quejan mientras lloran. Su ropa no es más que el resultado de cierto tipo de desnudez a través de la cual los patriarcas disfrutan de sus pudorosas corporalidades fálicas, mientras estas pobres ilusas creen que son ellas el centro del placer masculino. El ropaje que el patriarcado les impone al mismo tiempo les estorba, pero para devenires libres les estorba más el falo que tienen inscrito en su propia identidad. Ser delgadas, tener uñas largas y de colores, cabellos largos, preocuparse por no exceder la edad reproductiva para conseguir novio o marido y el sueño de la estabilidad familiar, son algunas de las fronteras que delimitan su prisión. Ser «mujer» anula el devenir libre de las mujeres.
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Mi sensación de tristeza, por otra parte, surge cuando el Ser macabro al que hoy vengo a destruir intenta conminar mis sonrisas y alegrías al silencio. Cuando me dice qué tengo que hacer y cómo tengo que hacer con mi cuerpo; qué tengo que cubrir y con qué tengo que tapar el escenario de mis potenciales dichas. Pero a ese silencio dictatorial, a la desfiguración de mis memorias y la imposición de los referentes de ese Ser obsoleto que tiene pretensión de soberanía sobre mí, le antepongo mi alegría, mi afecto y la activación de mi potencia de libertad desde mi latinidad autocrítica. Lo destrozo toda vez que me rehúso a hablar con los dioses abstractos que él ha construido para preservar su soberana posición, cuando dejo de abandonarme en los brazos de la comodidad —y a la vez del sometimiento— de las identidades genéricas por las cuales operan sus mecanismos reguladores. Lo arraso cuando tomo consciencia de que mi devenir múltiple y disruptivo es la mayor afrenta al capitalismo en el marco del cual se explican los privilegios de clase, étnico-raciales y de género; es la discontinuidad en medio de la exigencia normativa de la continuidad lineal.
Mi cuerpo, escenario de guerra y confrontación permanente, es mi lugar de potencia, mi territorio de libertad. Este cuerpo, huella indeleble de la reiterativa destrucción de la bipolaridad inherente al esquema hegemónico de la triada sexo-género-deseo, es la instancia en la que concurren mis distintas y contradictorias personalidades, la mayor parte de las cuales están cargadas de abyecciones. Al macho y hembra, así como al hombre y la mujer que inventó el heteropatriarcado, les antepongo el devenir afectivo y corporal, la androginia desgenerizada y degenerada. A las categorías homosexual y heterosexual, cuyo punto de referencia es siempre la bipolaridad heterorreferencial macho/hembra–masculino/femenino, y aún a la bisexualidad cuyo prefijo «bi» supone el marco de la dicotomía heterosexual/homosexual, antepongo la «multisexualidad reaprensiva», que se basa en desaprender para liberar y en la «androginia de los afectos». Ante los intentos de regenerización (regeneración), auspiciados por el amor irruptivo de algunas formas de transito genérico, sugiero la destrucción del género. El lugar de la categoría de dominación es el lugar de la permanente insurrección. Destruir los mecanismos de bioasignación implica desestructurar el orden semiótico desde el cual se elabora sentido y se reproduce la matriz de inteligibilidad capitalista sustentada en el clasismo, racismo y heteropatriarcado. Devenir contrasemiótico, contradiscursivo, incorporar la molotov en la subjetividad y llevar la metralla en el cuerpo, construir del hacer cotidiano el escenario de pugnacidad con el régimen. No sugiero una revolución desde lo trascendente de las estructuras sociales, sino una permanente insurrección, inmanente a los micromundos en los que concurrimos. Apuesto por una constante acción insurreccional que nos permita mirarnos
GAEDS UN Juan Ruiz Celis
en un espejo construido colectiva y solidariamente, y cuyos destellos deconstructivos contribuyan a la activación de nuestras potencias. No sugiero la construcción de un nuevo Ser invadido por las más nobles y mesiánicas intenciones occidentales, sino una refundación del caminar bajo el devenir nómada. Devenir animal nómada, devenir manada errante, horda de forajidas anticapitalistas, clan de suricatos que deslizan sus devenires ofensivos y defensivos de manera grupal, horizontal y subterránea. Devenir cardumen de pirañas capaces de trozar las fibras con las que el capitalismo se sostiene en los microescenarios de la vida cotidiana. Sugiero, de la misma forma, un devenir constante, transitorio y que destruya constantemente las reterritorializaciones de los mecanismos de regulación biopolíticos, anclados en las identidades esencialistas. Propongo la construcción de identidades estratégicas politizadas, identidades políticas andróginas. Un nuevo canto a la vida; nuevas sonrisas que aturdan los impávidos oídos del capitalismo racista y heteropatriarcal; un devenir andrógino dinámico y en permanente disrupción, incluso contra sí mismo; una nueva conexión con la tierra y la naturaleza donde esta deje de ser generizada y, al tiempo, concebida como madre — como una Otra—, para ser reaprendida como una coextensión andrógina de la que hacemos parte.
Para esto es necesario dejar de querer ser buenos, y ser constructoras de destrucción y destructoras de las opresivas y obsoletas construcciones ya existentes. Propongo una disrupción en la que, al estilo de Nietzsche, dejemos de querer ser iguales y conservar lo que la norma considera los mejores rasgos de las instituidas identidades que nos han sido impuestas: “Cuando los oprimidos, los pisoteados, los violentados se dicen, movidos por la vengativa astucia propia de la impotencia: “¡seamos distintos de los malvados, es decir seamos buenos! Y bueno es todo el que no violenta, el que no ofende a nadie, el que no ataca, el que no salda cuentas, el que remite la venganza a Dios, el cual se mantiene en lo oculto igual que nosotros, y evita todo lo malvado, y exige poco de la vida, lo mismo que nosotros los pacientes, los humildes, los justos”, esto, escuchado con frialdad y sin ninguna prevención, no significa en realidad más que lo siguiente: “Nosotros los débiles somos desde luego débiles; conviene que no hagamos nada para lo cual no somos bastante fuertes”, pero esa amarga realidad de los hechos, esta inteligencia de ínfimo rango […], se ha vestido, gracias a ese arte de la falsificación y a esa automendicidad propias de la impotencia, con el esplendor de la virtud renunciadora, callada, expectante, como si la debilidad misma del débil […] fuese un logro voluntario, algo querido, elegido, una acción, un mérito” (Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza ed., 2012, pág. 68).
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TRANSFORMACIÓN Nº3 Tips para tener sexo con personas transgénero
Camilo Andrés Rojas Tello Estudiante de Creación Literaria de la Universidad Central. Fundador del Colectivo Entre-Tránsitos (2008-2013). Experiencia de trabajo en masculinidades, cuerpo y sexualidades metamorfoseadas en Bogotá y otros lugares recónditos del mundo.
Introducción En el 2010 descubrí un artículo en Internet que llamó mi libidinosa atención porque tenía el mismo título de esta ponencia. Apenas al iniciar su lectura entendí que nada tenía de erótica, más bien parecían los lamentos autotransfóbicos de quienes creen padecer la disforia de género. En el presente texto quiero resaltar algunos aspectos que llamaron mi atención del original, de esta manera ampliar los debates alrededor del género y las identidades trans, específicamente sobre los patrones genéricos que las personas con experiencias de vida trans adoptan y construyen para deconstruir y reconstruir su identidad, diferenciándolas de quienes se identifican desde la categoría transexual, la cual utilizaré en este ensayo desde la asimilación de roles de género hegemónicos, los que ofrece el sistema sexo/género imperante para aniquilar otras formas de ser. A continuación, enumeraré algunos tips dados en aquel artículo de Internet y enseguida argumentaré algunas ideas:
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1. «Si usted conoce a una persona transgénero y quiere saber cómo lograr llegar a ella, solo siga estos pequeños tips».
Las personas que transitan de alguna forma por los géneros evidentemente han sido estigmatizadas por la sociedad, lo que ha provocado la naturalización de autoidentificaciones que desde la heteronormatividad censuran la diferencia, al querer encajar en los estándares binarios de la masculinidad y la feminidad permitidos, para así darle un sentido, explicación y cura a la discordancia que hay entre su sexo y su género. Es razonable que suceda esta automarginación si se distingue lo que socioculturalmente se ha establecido de lo normal y lo anormal. Vemos, entonces, que en la actualidad —y cada vez menos, en buena hora— se sigue tratando a las personas trans con base en los conceptos que Harry Benjamin5 dio a la transexualidad, los que reiteran que se nace en el cuerpo equivocado y que la solución para ello es ajustar el sexo-cuerpo/biología al género-mental/emocional/espiritual del individuo, lo que resultaría el fin del transitar, porque ya se es corporal, social y culturalmente hombres y mujeres completos, heterosexuales y de bien.
Endocrinólogo y pionero de los estudios sobre transexualidad.
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Posteriormente, el psicólogo John Money instauraría la denominación «disforia de género» para tratar las experiencias de vida trans.
restituir la dignidad que históricamente la sociedad le ha manoseado a las personas que transitan por los géneros. Es una tarea sumamente delicada querer definir qué es ser una persona trans, además, dar unos tips para que aprendan a tratarlas, como si la única forma de aceptar la diferencia entre los seres humanos fuera, en primer lugar, genérica y sexual; y en segundo lugar, que el respeto a la identidad se conquistara mediante la consideración. Entonces, ¿no sería retórico buscar la libertad de los cuerpos a partir de la victimización? Para ser coherente con lo anterior, quisiera expresar la diferenciación que hago entre la transexualidad como categoría patológica y las posibilidades de ser de las experiencias de vida trans.
Foto: La conciencia sexual Autor: Simón Zamudio Espinel
Las palabras y la escritura son herramientas fundamentales para la transformación de realidades, con ellas se crean mundos posibles más allá de la simplicidad de lo táctil. Cuando se navega entre sus aguas, así sean caudalosas o tranquilas, se es libre, se puede ser. Cada sujeto es independiente de narrarse como su corazón le impulse; sin embargo, creo que desde un discurso victimizado no se podrá
Esta experiencias no hablan necesariamente de un antes y después, tampoco de disforias, mucho menos de cura o corrección. Se viven a partir de procesos críticos, personales y colectivos que disfrutan de la autonomía que su deseo les permite, desobedeciendo placenteramente las normas sexistas que la sociedad construye de la masculinidad y la feminidad tradicionales. Desafían, además, las imposiciones de transitar por los géneros que ya existen dentro de la sombrilla transgenerista, que pretende recoger a las personas transexuales, travestis y transformistas, aunque muchas veces ni ellas mismas se autoidentifiquen con alguna de esas escampadas categorías. La renovación de discursos, el placer y la reflexión son vitales para la construcción de praxis, devenires e ideas que son acordes a los cambios contemporáneos, mas no son estáticos. La categoría transexual se encarna en los cuerpos que buscan el aval psiquiátrico para sustentar la discordancia entre su sexo de nacimiento y el que
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desean tener, donde la solución se basa en reasignaciones sexuales y la sustitución de una identidad masculina o femenina, encarada a la impuesta de nacimiento a partir de la genitalidad con la que nació el individuo. Si nació con pene, será hombre; y si nació con vagina, será mujer. De esta forma, entender el tránsito desde la psiquiatría valida el binarismo de género, la heterosexualidad obligatoria y las desigualdades abismales que se han construido y naturalizado para quienes se adjuntan a las categorías hombre y mujer; forjando a las personas trans a encajar en cuerpos hegemónicos y orgasmos fingidos. 2. «Entierra para siempre la relación entre mi problema y el sexo, el vicio o la pornografía. Por ser transexual no tengo un apetito sexual diferente al de cualquiera ni soy más promiscuo de lo que puedas ser tú mismo. No olvides que tengo tanta dignidad como me otorga mi condición de ser humano y no me gusta que te tomes más confianzas conmigo en ese aspecto de las que tendrías con cualquier persona que no sea transgénero».
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Vivimos en una sociedad donde se busca ser aceptados, caber dentro de los estándares, incluso dejamos de hacer cosas que nos satisfacen por el deber ser, que es, sin duda alguna, tan acosador. El vicio, el sexo y la pornografía son tan lejanos o cercanos como cada persona los quiera tener. Años atrás se organizó un evento en Facebook llamado «Por una marcha digna y respetuosa», donde algunas personas dictaban que las mujeres trans no debían salir a la calle mostrando las tetas; que se prohibía el consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas; además requerían que los marchantes no botaran plumas, que —cito textualmente— «se portaran bien», porque «como te ven te tratan». De esta forma ellos pretendían que la gente normal —los heterosexuales— aceptaran
a las personas LGBT, demostrando que ellas no eran viciosas, ni promiscuas, que eran normales; también deseaban casarse, tener hijos y que el marido activo (masculino) fuera a trabajar mientras el esposo pasivo (femenino) se queda en casa cuidando del hogar. Además de todo lo que se debatió esa vez, concluí que la diversidad sexual no es necesariamente sinónimo de revolución sexual, que es la que me interesa en mi realismo mágico. Buscar la aceptación del «otro» bajo las lógicas hegemónicas y retrógradas que censuran la libertad de expresión no obedece a ninguna emancipación, más bien es la asimilación de lo normal, de lo bien visto... otra vez, del deber ser. Algunas personas con experiencias de vida trans han ejercido la prostitución, unas cuantas se arrepienten de ello, así como otras agradecen hasta el último cliente que tuvieron, porque gracias a esos pesos pudieron tener por fin una casa propia. Otros, como Beatriz Preciado, agitan la filosofía con el punk y unas líneas de cocaína para eyacular manifiestos contrasexuales dentro de una coctelera de academia que a cualquiera embriagaría, mientras dedica otras posibilidades de interactuar sexualmente a quienes viven con VIH, devolviéndoles el placer que se ha recriminado especialmente a putas y maricas, penetrando con dildos lubricados el único órgano sexual que no discrimina: el ano. Por otro lado profundo y no menos anal que el anterior, Buck Angel desarrollaría una jadeante visibilidad del sujeto transmasculino deseado y que desea, por medio de su protagonismo en distintas películas porno. Entonces, ¿cuál es el problema de ligar las drogas, la prostitución y la pornografía también a las experiencias de vida trans? Aunque no sean estas las únicas realidades y no siempre existan nexos, no podemos censurar otras prácticas que hacen parte de las múltiples realidades, haciendo hincapié en la multiplicidad de contextos que puedan presentarse.
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En ocasiones, podría parecer ilegítimo que se politice al ritmo de perreo reggaetonero en las calles del barrio Santa Fe (en pleno centro de Bogotá) mientras se bebe aguardiente entre coro y polvo. Para otros(as), es absurdo que se hable de una ley de identidad de género en Colombia, donde las instituciones y organizaciones LGBT, ni siquiera dentro de su paragua transgenerista, cubren de la tórrida transfobia a quienes tienen experiencias de vida trans masculinas, es decir, tránsitos que no han sido históricamente feminizados, tal y como ha sucedido con el activismo trans latinoamericano. Esto ha impedido la difusión de los aportes que académica y políticamente han realizado personas como Mauro Cabral, filósofo y activista trans e intersex argentino, que además de toda su trayectoria de trabajo, participó en la formulación de los principios de Yogyakarta. 3. «Una mujer transexual es mujer (MTF), un hombre transexual es hombre (FTM), nunca hagas puntualizaciones de mal gusto que puedan herirme, recuerda que para mí ya es bastante duro, y ayúdame». Nuevamente, definiciones arbitrarias, aunque no por eso malintencionadas. En este caso, la aceptación de categorías que vienen de países anglosajones (Male to Female y/o Female to Male), absolutamente ajenas a las que existen en nuestras calles, donde están las maricas, las trans, las pirobitas. Por otro lado, MTF o FTM limitan la experiencia de vida trans a un principio y un fin, pronosticando la funcionalidad heterosexual de quienes terminan su tránsito y así estar listos para reproducir el binarismo de la normalidad.
Para los hombres trans, vivir en un contexto colombiano, donde la violencia se respira al colarse en la fila del Transmilenio y la masculinidad es incuestionable, rígida e hipervigilada, es lógico que se quiera ocultar todo aquello que delatara (y como lo diría Benjamin) la existencia de un hombre encerrado en el cuerpo de una mujer. El machismo obliga a muchos hombres trans a permanecer silenciados, tanto para quienes han hecho física y cotidiana la aceptación de la masculinización estética y socialmente, como para quienes, por las razones que sean, no han podido ser reconocidos como desean. Una posible alternativa que puede prolongar y aterrizar los casi inexistentes proyectos de vida de hombres trans está justamente en la reflexión y empoderamiento de otras formas corpóreas que también puedan inscribirse dentro de la masculinidad, lo cual ampliaría la concepción de lo que es ser hombre. Esto enriquecería las discusiones sobre la libreta militar y el servicio militar obligatorio para quienes se asumen desde la masculinidad a partir de la vivencia trans y no desde el nacimiento, por ejemplo. La exploración del deseo, desde la encarnación de la identidad que el sujeto ha construido para sí, dilatará —en un sentido placentero— todo tipo de posibilidades, lo que ocasionará la innovación de subidentidades que algunos adoptarán al reconocerse como putos, raros, maricones o bisexuales. También pansexuales, heterosexuales, sopla nucas, muerde almohadas, asexuales, etcétera.
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4. «No hagas bromas de mal gusto sobre mi condición transgénero. Para mí, esta circunstancia ha sido traumática y la he llevado lo mejor que he podido. Mis mejoras físicas y psicológicas son fruto de una batalla que gano todos los días de mi vida. Tampoco menciones mi nombre anterior, ni preguntes cuál era. Escuchar ese nombre refiriéndose a mí me causa dolor pues es del género contrario al que mi cerebro pertenece». Muchas personas transexuales al adjuntarse al género deseado, queman fotos, dejan sus casas, abandonan amigos, borran cada recuerdo de su infancia y adolescencia, ocultan su nombre anterior, vuelven a nacer. La transfobia, una de las violencias más fuertes, lleva a que las personas quieran permanecer ocultas, silenciadas, marginadas. Es absolutamente entendible que se quiera borrar esa etapa que tanto dolor ha traído, especialmente emitida por personas externas, lo que no deja de ser injusto, muchas veces, con la misma historia. Ahora bien, el pasado es algo que también nosotros podemos reescribir. En palabras de Oshima, «[e]s todo una cuestión de imaginación. Nuestra responsabilidad comienza con el poder de imaginar. Como dijo Yeats: En los sueños comienzan nuestras responsabilidades. Dándole la vuelta, también se puede decir que ninguna responsabilidad puede surgir si no existe el poder de imaginar»6.
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Pasaje del libro Kafka en la orilla, de Haruki Murakami.
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El tiempo se puede convertir en ficción, o quizá el tiempo pueda ser el espejismo de distintos tiempos: un nacimiento, una muerte, un renacimiento: una reexistencia. Cada persona tiene el derecho a decidir sobre qué partes de su pasado desea llevar al presente, o también qué aspectos desea metamorfosear para crear el pasado que siempre soñó tener, o que tuvo, pero con el aspecto de un cuerpo difuso que no pertenecía a su visión presente-futuro. ¿Las personas trans necesariamente sueñan con ser opuestas a su asignación de género a raíz de su sexo de nacimiento? Al dejar morir este ser disfórico, el nacimiento trae consigo la felicidad que antes no tenían; construyen proyectos de vida afines a lo que siempre desearon, pues están en los pantalones y/o los tacones a los que pertenecían, con los pelos y/o las tetas que siempre quisieron. Sin la intención de ser dramático, también creo que el sueño de ser otros asesina la historia propia, la vida antes de ser quien se es hoy. Creer lo que dijo Benjamin sobre nacer en el cuerpo equivocado conlleva a ser radicales, a pensar que solo se puede ser si la persona que antes se fue, muere, para que el ser que se sometió a la transición pueda existir. La posibilidad de transitar se aniquila al plasmar un antes y después, un arbitrario binarismo que resulta atractivo y cómodo para muchos, los que se cansaron de ser tildados no por sus conocimientos ni trabajo, sino por su transgresión de género. Eso también es transfobia.
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Nadie tiene por qué opinar sobre la intimidad de los demás, no obstante, la presión por definirse entre lo masculino y lo femenino puede traer consecuencias nefastas para la salud mental, emocional y física de las personas con experiencias de vida trans. Atentar contra el propio cuerpo con el fin de extirparse las mamas con tijeras de punta roma no necesariamente debe catalogarse como disforia de género. Sin ir más lejos, la publicidad desde su sexismo vende y promociona modelos de cuerpos que con dificultad se pueden costear cuando se es pobre y hay hambre en los hogares, además cuando estas intervenciones endocrinológicas y quirúrgicas que apuntan al bienestar del individuo siguen siendo consideradas estéticas por el plan obligatorio de salud (POS). 5. «No me pidas que te enseñe mis genitales. Por ser transgénero no tengo nada raro o que pueda extrañarte». Desde estudios académicos y feministas se han propuesto opciones alejadas de esencialismos y normas biologicistas sobre la construcción de los cuerpos, donde se entiende la naturaleza y la experiencia como entes omnipresentes que van mutando a través de los tiempos por medio de prácticas, construcciones y enunciaciones. En ese sentido, los paquetes y las fajas en hombres trans y el silicón para las mujeres trans podrían ser esas extensiones tecnológicas de las que Donna Haraway habla en la construcción de cuerpos cyborg, donde elementos «no naturales» empiezan a ser funda-
mentales en la elaboración de figuras corpóreas masculinizadas, intersexualizadas y feminizadas. De esta forma, se complejiza y enriquece el espectro de figuras corpóreas y los modos de transgredir los cánones hegemónicos de la estética. Las hormonas, las cicatrices y los dildos evidencian la anarquía de algunos cuerpos transtecnológicos que desafían lo establecido, lo considerado natural. Las personas que se adecúan dentro de la categoría cisgénero7, con consciencia o no de ello, también tienen problemas para enseñar sus genitales, tener sexo con la luz apagada no es exclusivo de las personas trans. Los cuerpos son complejos, distintos y variables. La única diferencia en los cuerpos no es ser trans. El deseo es deseo, los cuerpos son cuerpos, la atracción es atracción. 6. «No te refieras delante mío a una persona que no es transgénero “un hombre o una mujer de verdad,” “un hombre completo,” o “una mujer real”. El hecho de que mi cuerpo físico y mi género no estén en armonía, no significa que sea una persona falsa o menos real, que mi apariencia física pueda ser más o menos extravagante no quiere decir que yo no me dé cuenta y no sufra por ello. Repito que tengo un problema y lo llevo lo mejor que puedo».
Sin discordias entre el sexo y el género con el que se le identificó a partir de su nacimiento.
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TRANSFORMACIÓN Nº3 Tips para tener sexo con personas transgénero
Este tip anula las perspectivas que Preciado y Haraway desde sus disciplinas han desarrollado, entre las tecnologías y plasticidades de las identidades, cuerpos y transgresiones del sistema sexo-género. Aunque los discursos pueden ser absolutamente emancipadores, la mayoría de personas con experiencias de vida trans permanecen alejadas de estos escenarios y teorías, los que trabajan en algo que les toca y que no les gusta para poder sobrevivir huyen de las redadas para que no los suban al camión de indocumentados por falsificadores de identidades, especialmente cuando son discriminados por no tener el nivel educativo suficiente a falta de recursos económicos. Las personas trans, desde su praxis, han vivido en carne propia lo que otros después escribirían y luego llenarían con pomposidad académica y citas bibliográficas, teorizando, sin saberlo, con cada inyección de testosterona o cada cápsula de estrógenos que en su cuerpo desintoxicaría el fantasma de la disforia. Por ende, lo que dice la Asociación Americana de Psiquiatría es lo que la categoría transexual aprueba: la normalización. Esto se expresa al querer controlar la revolución que las experiencia de vida trans constatan desde la innovación de otras formas de ser, las que se meten por el culo la corrección que la psiquiatría pretende realizar erróneamente sobre las identidades trans, donde la
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razón de hiperfeminizar o hipermasculinizar a las personas en tránsito va ligada al apaciguamiento de la diferencia, haciendo de la transexualidad la cura de lo anormal. Para la sociedad funcionan las desigualdades sociales atravesadas por políticas sexistas y capitalistas, de tal forma se resalta la otredad como algo feo y que debe extirparse, volviendo enfermos los pechos vendados en los hombres y el tono de voz grave de las mujeres trans. Existiría un símil entre la extravagancia y las estéticas queer. Querer apagar la existencia de los cuerpos trans desde la victimización y la búsqueda constante de normalizar las vivencias es funcional a las lógicas androcéntricas y patriarcales que el sistema promueve. Si el punto de arranque para la reivindicación de derechos es la voz victimizada, jamás será placentero reconocerse como trans, tanto en lo privado como en lo público, justamente por lo amplias que son las posibilidades de transitar en los géneros y de enunciarse, incluyendo las que reivindican de forma consciente, desde el binarismo de género, las razones por las cuales intervienen quirúrgicamente las personas trans sus cuerpos, que deben ser decididas y fieles a los sentimientos más intrínsecos, porque las inconformidades al realizar procedimientos que no se deseaban han sido letales. Estaría bien pensar las feminidades y masculinidades trans desde cuerpos que en sí transiten, no que repitan modelos.
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Para concluir, el análisis que propongo no va encaminado a cómo se deben autoidentificar las personas trans, mucho menos pretendo invalidar otras experiencias. A lo que invito es al desmenuzamiento íntimo sobre cómo las categorías que se adoptan en la vida personal pueden enfermar a las personas o también posibilitan la existencia desde la multiplicidad del ser, abriéndose a gamas de colores inexplorados y haciendo posiciones más placenteras que la del misionero. Considero de vital importancia el hecho de recrearse todas las veces que sean necesarias para la autosatisfacción. Ya sea esta producto de las imposiciones externas de seguir las tradiciones de género que, al ser un ejercicio decidido que lo desea el individuo, es bienvenido. Celebro, por último, la posibilidad de refugiarse en la teoría, la que también da un sentido y un lugar de enunciación en la praxis y en la subjetividad de cada ser humano que habita el mundo.
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TRANSFORMACIÓN Nº3 El juego de las pistas
Tak Combative Persona trans, Universidad Nacional de Colombia.
/ Instrucción 1 Siga atentamente las siguientes instrucciones. Esta primera fase del juego es peligrosa, tenga cuidado con las autoridades. 1. Suba las escaleras de piedra que están al costado derecho de la fuente. Atraviese la plazoleta de madera donde está el café de las sombrillas rojas. 2. Al fondo del pasillo encontrará unos baños públicos separados: mujeres y hombres. 3. Con mucha cautela para no ser descubierto, ingrese al baño de mujeres. 4. (lávese las manos). 5. Toque tres veces en la primera puerta de izquierda a derecha y diga “aquí están tus cosas”. Un regalo le será entregado y encontrará una nueva instrucción. El regalo estará de 11:30 am a 12:00 del día, después de este lapso de tiempo solo encontrará la siguiente pista.
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Escucho mi corazón como un solo de tambores en la orquesta-cuerpo. Siento la piel de gallina porque el frío roza mi cuerpo desnudo. Aquí las personas entran y salen, pero mi puerta lleva más de treinta minutos sin abrir. A veces bajo la cisterna para que todo parezca normal. Solo tengo puestos mis zapatos. Mis pies están estratégicamente posicionados para no levantar sospecha. Cuando pienso en esta idea que tuve y me doy cuenta de su ejecución en marcha no puedo contener la risa.
¿Cómo son posibles estos encuentros entre personas?, ¿estos encuentros que exacerban la disposición para la creatividad y la aventura? Cierro los ojos. Apoyo mis manos contra el hierro de la puerta. Imagino cada movimiento para que nada se me escape, aunque no sé bien qué cadena de acciones voy a seguir en realidad. Saco Sputnik, mi amor para distraer los ojos del reloj. Cuando alguien entra siento que las venas de mi cerebro se contraen, se aprietan y van a implotar.
GAEDS UN Tak Combative
Son las 11:50 a.m. Las manos de Andrés están temblando. Sube las escaleras de piedra y atraviesa el café de las sombrillas rojas. En sus manos tiene los chocolates y la billetera que le compró a Diana. Nunca antes tuvo estos gestos ridículos de celebrar los meses de relación, mucho menos de regalar cosas. Nunca antes, tampoco, había recibido unas instrucciones semejantes. Todo indica que esta relación sin precedentes será «cósmica», como él mismo diría. Seguramente, sus espíritus naturales contienen elementos complementarios y explosivos. Como un par de colibríes huitzitzilin mágicos, almas de guerreros que acompañan al Sol desde que sale hasta que se pone. Andrés piensa en sus relaciones anteriores, todas ellas muy cortas. Hace un par de meses estuvo con un artista. Era algo excéntrico y torpe, sus extremidades eran tan largas, que serpenteaban en el aire, haciéndolo ver como un muñeco danzarín. Pero, la verdad, él ya está pensando en otro cuerpo, en otras conquistas y en otras… ¡instrucciones! Ya es hora de entrar. La emoción pone sus músculos en marcha. Siente una energía inagotable (¿será la testosterona?) que lo impulsa a caminar con rapidez. Ya faltan pocos minutos para que se venza el plazo. Quizás él no fue capaz de llegar a la hora, porque se levantó tarde, se quedó charlando. Voy a preparar la otra pista y en ocho minutos me voy. ¿O me quedo un poco más? Será mejor pegar esta pista en la puerta para que la vea. ¿Y si alguien entra y la ve primero? Tantas cosas podría pasar… Quizás me vaya de aquí y él nunca llegue al próximo punto de encuentro. Quizás no debí… Toc, toc, toc.
En un baño público de esta ciudad, dos corazones se acaban de detener un segundo para renacer en una catarata de sangre que fluye desesperada. Diana abre la puerta, desnuda. Él emite un pequeño sonido de sorpresa, pero inmediatamente ella le pone su dedo índice derecho sobre la boca, para que todo pase en silencio. Se ve graciosa con sus zapatos, ambos lo notan. Diana le da un largo beso en la boca. Su legua exploradora recorre cada parte de esa caverna en la que está sumergida. Él acaricia sus pechos y se moja inmediatamente. Diana lo conduce hasta el inodoro, que tiene la tapa cerrada. Lo hace subir en él para hacerle un oral. Algunas personas entran al baño y ellos se quedan tiesos, estatuas excitadas que exudan granitos marmóreos de deseo. Diana desabrocha lentamente la correa del pantalón de Andrés. Desabotona sus blue jeans, baja la cremallera y aparece el bóxer ajustado rojo que Andrés adora ponerse. Adentro está su paquete portátil. Una vez retiradas las capas de ropa está la maravilla más preciada: el clítoris agrandado de Andrés que nunca ha dejado de admirarla. Si ella pensara como él, le atribuiría mágicos poderes a esta parte del cuerpo que para ella es, de lejos, lo más hermoso que ha visto en un ser humano. Pasa su lengua para tantear el terreno. Andrés se toma de ambas paredes metálicas del baño e inclina la cabeza hacia atrás. Diana succiona suavemente aquella parte que tanto le gusta. Tiene cuidado de no pasar más allá, a esos espacios donde se acaba el placer y comienza la incomodidad. Succiona una y otra vez, lentamente, de arriba abajo, hasta que escucha leves gemidos.
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TRANSFORMACIÓN Nº3 El juego de las pistas
En un momento de pánico ella baja la cisterna para descartar cualquier sospecha. Con su mano derecha se apoya de un muslo de Andrés y con la otra intenta acariciar su vientre y ascender a sus pechos deliciosos y ahora erguidos, animales alerta. Andrés intenta alcanzar con una de sus manos la vagina de Diana. Esa vagina húmeda, empapada, le produce estremecimientos. Sus cabezas están ahora unidas y Diana se menea de atrás hacia adelante. En esta danza armónica los pensamientos se arremolinan y las sensaciones no alcanzan a pasar por el lenguaje. Un gemido más, y descienden del inodoro. Ella comienza a vestirse y, cuando está lista para salir, señala con su dedo la puerta de metal en la que está la siguiente pista. Sale corriendo del baño sin decir una sola palabra. Corre hacia la calle y toma el primer bus que la lleva a su próximo destino. Su mano está impregnada de olor a sexo, la acerca a su nariz, respira profundamente y se ríe. Algunas lágrimas se escapan de sus ojos achinados.
Instrucción 2 Diríjase a la librería frente al café de las sombrillas rojas. Pregunte al cajero por un paquete a nombre de Andrés. Dentro del paquete encontrará la tercera instrucción.
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Andrés ve salir a Diana. Lee la nota pegada en la puerta de metal. Va a vestirse despacio, pero antes decide masturbarse pensando en lo que acaba de pasar. Sí, definitivamente esto sí que le ha encantado. Claro que él ha tenido sexo de
formas poco usuales, tampoco diremos que este es un terreno nuevo para él. Bueno, quizás hasta se le habría ocurrido lo mismo. Pero qué bueno ha estado. Andrés se toca hasta tener otro orgasmo. Se pone sus bóxeres rojos, su paquete portátil, se abotona los pantalones y sube la cremallera. Tiene miedo de salir, de ser visto. Abre la puerta y decide que nada malo puede pasarle. Se lava las manos, se mira al espejo, se acomoda un poco el pelo y sale caminando tranquilamente. Nadie se percata de su presencia ilícita. Quería regalarle un libro. Si de alguna forma lograra trasmitir lo que los libros me hacen sentir, esa dicha, desesperanza o risa... Pensé en el último libro que me cautivó. Pensé además en un libro sobre la adolescencia, sobre el cambio, sobre la rebeldía. Tengo ese problema de no poder recordar las cosas que leo. Unas cuantas semanas y ya... todo olvidado. Entonces Kafka en la orilla y de lejos recuerdo el viaje de Tamura (¿así se llama?) y el impulso de abandonarlo todo. Tal vez a él le guste. Y los gatos. El campo. Sí. Ése es el libro para él, la música. Compro el libro y me siento en las sillas de madera frente a las sombrillas rojas. Escribir una dedicatoria es un proceso incómodo. Todo suena trillado, ya se dijo en otro momento con palabras más bellas y con más música. «Cuando leí este libro me sorprendí mucho, quedé prendada de los personajes y los lugares. Si te hubiera conocido antes me recordaría a ti. Un joven que deja todo. Un viaje demente. Los gatos. Espero que marque tu vida como marcó la mía».
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Le escribiría «te amo», pero las reglas sociales indican que aún no es momento (apenas celebramos un mes de estar juntos) para decir esas cosas. Porque así el otro alcanza la certeza de que uno está completamente en sus manos. Qué lástima, se trata de un juego de poder. Siempre me he negado ese pensamiento. Pero es evidente que así lo creemos, en el fondo. Calcular es el mecanismo de defensa necesario. Aunque, creo, no he calculado demasiado con todas estas sorpresas. Quizás. Quizás sí, quizás hago esto para que él nunca se separe de mí, para que se enamore cada vez más y no me deje. Entonces, ¿será que no hay acciones sin calcular, no hay altruismo? Andrés se dirige a la librería y pregunta por el encargo a su nombre. El cajero le entrega un paquete con una sonrisa de sospecha en los labios. Toma la bolsa plástica y se sienta en las sillas de madera donde, hace un par de horas, Diana se sentó a escribir una dedicatoria. Si él supiera de esta coincidencia, jamás la consideraría como una simple cuestión del azar. Diría que su energía, el hálito que todavía emana su presencia en ese lugar, lo llamó a sentarse justo allí. Abre la bolsa y observa el libro de portada negra con verde. Un ojo de gato. Kafka en la orilla. El libro se ve demasiado largo. Era evidente que tarde o temprano recibiría un libro de ella. La lectura parece algo demasiado importante. A él también le gusta leer. Su favorito es Opio en las nubes. Ese libro sí que lo leyó con ganas. Tiene escenas eróticas, viajes psicotrópicos, marihuana… todo eso tan llamativo. Andrés abre el libro de Murakami y encuentra una nota.
Instrucción 3 1. Ubique las si
llas de madera fr ente al café de las so mbrillas rojas. 2. En la tercera
silla de norte a sur encontrará pega do un sobre. Áb ralo. 3. Ordene las pa
regadas allí. Es
labras que están
un mensaje para usted. Adentro en contrará, además , la siguiente inst rucción a seguir.
Andrés está sentado justo en la tercera silla de madera de norte a sur. La sorpresa de dicha «coincidencia» acelera de nuevo el palpitar de su corazón. Busca debajo de la silla con la mano derecha. Se topa con polvo, chicles pegados y, finalmente, un sobre. Abre el sobre. Hay unas palabras en papel, sueltas, y una hoja que dice «Instrucción 4».
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TRANSFORMACIÓN Nº3 El juego de las pistas
Antes de dormir, invoco tu presencia, a través del tacto, que llega a mí bajo las sábanas.
antes a dormir
en invoco nombre tu presencia
de
Antes de dormir, me sobrecoge una angustia de cierta ausencia, de tanta sed.
sobrecoge
tacto del recito de que (tuyas ). rito a g e
ll
radas
conju
antes bajo
angusti
mí
a
de
tu presenc
me
ias
dormir las través
cierta o una de profan sábanas de sed a ausenci a tanta mi de
Andrés riega las palabras sueltas sobre la mesa de madera. Las lee, las dispersa con los dedos y, pacientemente, comienza a ordenar el mensaje. Luego de largos minutos llega a una versión que le parece correcta.
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Recito tu nombre, en mi rito profano de presencias conjuradas (tuyas). Este intercambio de mensajes le parece divertido. Su escritura, muy diferente a la de Diana, es salvaje, apresurada, fluida, animal, grosera, sexual. Esa forma pausada, elevada, en la que ella escribe aún le parece misteriosa. Hace poco, Andrés solía escribir con su amante, Carlos, en los cafés del centro. La última vez, escribieron de incesto, de follarse a la familia. Y antes, escribieron de follarse a los gatos y a las frutas. Tomaban café y, mientras la cafeína alborotaba sus sistemas nerviosos, escribían escenas de sexo, una, otra, hasta llegar a la cama, a follar como locos, como a Andrés le gusta, a empujarse, a lamerse, a sudar y a gemir en silencio, para que nadie escuchara. Andrés saca de su maleta el cuaderno azul donde dibuja, toma apuntes y a veces escribe. Le apetece contestarle a Diana. Comienza a escribir un poema sobre follar como animales. Puede que en la noche lo pase al computador y se lo envíe a su correo, para sellar este día lleno de sorpresas y regalos.
GAEDS UN Tak Combative
Instrucción 4 Tome un bus hasta la plaza de la catedral. Yo estaré esperándolo entre la multitud.
El bus me lleva rápidamente a donde debo llegar. Demasiado rápido, diría yo. ¿Qué voy a hacer mientras él llega? Camino por la plaza. Hay un montón de personas aglomeradas. Me acerco a ver. Hay un hombre que se autodenomina «culebrero». Pide a los que observan un billete cualquiera. Él dice que va a rezar ese billete para que el dueño se llene de buena suerte. Yo nunca daría un billete, seguro me lo roban. Algunas personas se acercan y le dan dinero. Todos los billetes son de baja denominación menos uno. Qué hombre tan confiado. El culebrero dobla los billetes de forma extraña y los deja agrupados en el suelo. Llega un anciano, supuestamente, el padre del culebrero. Este señor sí que parece un hechicero. Tiene barba blanca y larga, en verdad, un poco amarillenta. Una túnica oscura y sandalias. Algo en su actitud infunde respeto y misterio. No entiendo cómo pasan estas cosas. Seguro hay alguna explicación que apele a la retórica, a cómo se desenvuelven los ritos y para que me sienta frente a un verdadero mago. El señor hace unos rezos sobre los billetes y sacude un manojo de hojas y semillas que tienen en la mano. Un escalofrío pasa por mi cuerpo, será que me asustan estas cosas… El culebrero llama a los dueños de los billetes, que se acercan afanados a tomar su dinero, ahora rezado. ¡Vaya!, finalmente no los ha robado. Me alejo de la
multitud y me quedo esperando a Andrés junto al señor de los globos. Un inmenso tanque de helio me hace compañía en la espera. Andrés ve desde lejos a Diana, parada junto a los globos. Ella no lo sabe, pero siempre hace caras graciosas cuando está sola. Se muerde los labios, los lame, tuerce la boca hacia un lado y habla en voz baja consigo misma. Andrés se acerca y sus ojos se encuentran, ellos sonríen. Se toman de la mano y Diana lo arrastra entre la multitud. Llegan a un restaurante de comida española. Después de todo ese ajetreo, una paella no estaría nada mal. Piden vino y pan. Se besan, demasiado para los demás asistentes. Qué les importa, ha sido su gran día. Andrés saca de la maleta una bolsa de regalo. Es la billetera y los dulces. Hay además una caja de «cigarrillos mágicos». Es una caja ordinaria de Marlboro rojo pero escrita por fuera con sharpie negro. Además, cada cigarrillo tiene escrito en él algo que recuerda su relación. Cosas divertidas, excitantes, cosas que les han pasado: «Tus zapatos al revés», «Nuestra primera vez», «La discusión sobre nuestros codos», «Las canciones de Frany Glass»… Por fuera la caja dice «Tú y yo», «Cigarrillos mágicos». Diana imagina a Andrés escribiendo cuidadosamente sobre cada cigarrillo. Nunca había recibido un regalo como ese. Le gusta tanto que se le antoja llorar. — ¿Te gustó la sorpresa? — Mucho. — ¿Te lo esperabas? — Había imaginado miles de cosas. — ¿Que en ese baño unos zombis se sorbían el cerebro mutuamente?
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La diferencia nos une.
TRANSFORMACIÓN Nº3 El juego de las pistas
— Porque así follan los zombis. — ¿Y se vuelven luego zombi de su zombi? — Unos superzombis. — ¿Que en ese baño había un hipopótamo con tenis rosados bailando tap? — Porque así se masturban los hipopótamos. — ¿Y qué sonido hacen cuando llegan? — ¡Uaaaaahhhhhh! — Se parece a tu gemido. — Soy un hipopótamo. — ¿Puedo fumar los cigarrillos mágicos? — Solo si conservas la caja. — ¿Y funcionarán sus poderes al hacer combustión? — Quizás, ¿por qué no? — ¿Por qué sí? Otras comidas y viajes están en el futuro de Diana y Andrés. También lágrimas, noches en vela y mundos separados. Adelante, en el futuro, la vida.
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GAEDS UN Carlos Mican / Fernanda Torres
Carlos Mican Estudiante de Psicología, Universidad Nacional de Colombia.
camicanc@unal.edu.co
Fernanda Torres Estudiante de Psicología, Universidad Nacional de Colombia.
diftorresva@unal.edu.co Fotografía: Eliana
Camargo
«Por diversos que sean los sexos, se confunden. No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo solo los trajes siguen siendo varones o mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario del que está a la vista». Virginia Wolf, 1928. Un día decidieron vestirse con lo que nunca habían usado, Fernanda uso los trajes de Fernando y Carlos lucio como Carla, buscando en la imagen lo que encontrarían en sí mismos. A continuación te contaremos su historia.
Del vestido, la peluca y el gorro Escoger el ajuar fue asunto de último minuto, el verdadero reto fue enfrentar la ansiedad, confundida con miedo, de ser sujetos expuestos a la opinión de quien se cruzara en su camino. Sin embargo, el interés político, académico e íntimo los llevó a asumir una posición empática con quienes a diario se sitúan en esta experiencia.
Foto por Eliana Camargo
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La diferencia nos une.
TRANSFORMACIÓN Nº3 De los vellos públicos y otros problemas sociales
Carlos, buscando mostrar a Carla, hizo un recorrido mental por todos los tipos de chica que podía vestir: «la bonita», «la puta», «la monja», «la rebelde» o «la fresa». Solo una cosa tenía clara: tendría que usar un vestido. Mientras tanto, Fernanda estaba preocupada por esconder sus tetas, buscar un gorro que tapara su cabello rojo y encontrar ropa de «niño» en su armario; para ella parecía que en el mundo, donde en realidad todo cambia y se transforma, no está muy permitido andar en tonos medios, ni jugar con la multiplicidad que nos puede brindar el armario y especialmente el gusto, quería hacer las cosas «bien».
De los vellos públicos y otros problemas sociales La opinión de los demás no se hizo esperar, todo era una cuestión de pelos: hubo dudas. ¿Por qué no te depilas? ¿No te vas a poner barba? ¿Cómo vas a salir con todos esos pelos en la cara? ¿Y ese pelo rojo? Propuestas. «¡Trae una cuchilla y yo te afeito!», y reclamos «Si no te ibas a depilar, ¿por qué no te tapaste las piernas?» Pero Fernanda no se esforzó, faltó el vello facial de la vez pasada. Además, parecía que cada movimiento debía estar fríamente calculado, dónde poner la mano, cómo agacharse y cómo sentarse eran acciones explicadas a Fernando y Carla con tal detalle que parecía que estuvieran siguiendo las instrucciones de un tutorial de Youtube, como si solo se pudiera habitar esos vestidos de una forma predeterminada y todo el mundo fuera experto en eso, menos ellos.
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Foto por Eliana Camargo
De la mujer maravilla y el hombre invisible El reconocimiento se volvió algo importante, nunca lo habían dicho pero la reacción de otros estaba implícita en su deseo de vestir de esa manera para nada particular. Pero, muchas reacciones no fueron escandalosas, el respaldo y el rechazo especialmente pretendieron ser sutiles. De hecho lo que los sorprendió fueron sus propias reacciones, Carla se sintió unas piernas largas (peludas), que causaban curiosidad. La gente le sonreía, criticaba, animaba y echaba pito. Hace poco contó que hablar de su experiencia no sería fácil, le generaba temor pensar que se replicara el espectáculo que vivió el día que salió con Fernando.
GAEDS UN Carlos Mican / Fernanda Torres
Por su parte, Fernando nunca sintió ser el «niño» que podía ser, evitó ser un estereotipo de man agresivo, vulgar y morboso. Todo esto lo ubico desde su perspectiva, en mariquita, pues al mantener sus reacciones espontáneas y delicadas estaba siendo poco viril. Al día de hoy reporta frustración por no haber encontrado ese anhelado punto medio, en donde sin caer en un arquetipo podía ser el que se le diera la gana. No sabía cómo actuar, no era un macho, era un invisible.
De la familia y el qué dirán A sus nombres los sigue un apellido, y a sus acciones una responsabilidad familiar. La cuestión va más allá del qué dirán, es una voz que grita a puerta cerrada que la vergüenza también se puede vivir en silencio. Para el padre de Fernanda, la niña de la casa nuevamente se preparaba para una de sus obras de teatro y, aunque sus ojos vieran que su hija se vestía como no era costumbre, eso no podía ser más que una fantasía que escondía en los permisos sociales del artista lo que se hacía evidente. Carlos evitó las redes sociales y otros espacios de interacción mientras tuvo la falda puesta, no quería que la onda de reacciones tocara los ojos, oídos y lenguas hirientes de quienes, en repetidas ocasiones, habían recriminado a sus familiares por estas acciones. Temía hacer daño, pero también cuestionaba su valor al no hacerlo.
De las explicaciones, interpretaciones y otras ausencias comunicativas Nuestra comunidad se considera académica, incluso les gusta jactarse de ser científicos, y encontrar por qué fue el mayor de sus retos; hicieron que, aunque en gran medida todo fuera cosa de mucho gusto, en la cabeza de los otros estas acciones poco comunes de Fernanda y Carlos debían ser cuestiones o ejercicios teatrales, restándole el carácter cotidiano a esa forma libertaria de vestir y permitiéndose de esa forma la sobreinterpretación de lo hecho y cohibido, lo pronunciado y callado. Una vez puestos en la cotidianidad de Carlos y Fernanda, Carla y Fernando eran la exteriorización de los múltiples sentires eróticos, afectivos, relacionales y disidentes de él y ella. Al final del día todo fue cuestión de ganas, el deseo de cambio y el sentir, sobrepaso la razón; y pensar en el qué dirán quedó resumido en los deseos inmensos de invitar a todos y todas a explorar con su cuerpo, con su ropa, con su sentir la multiplicidad que está en el interior. No somos unos seres estáticos y unidimensionales, somos seres que cambian, (r) evolucionan y se transforman. La invitación es a romper lo cotidiano, a indagar el deseo y entregarse fragmentados a lo que somos y creemos no nos dejan ser.
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La diferencia nos une.
TRANSFORMACIÓN Nº3 «Llegó la gorda, la gorda llegó. Llegó la gorda, la gorda soy yo»: hacia un análisis del cuidado feminista en la construcción de activismos gordos del sur
Diana Patricia Pulido Martínez Antropóloga. Pontificia Universidad Javeriana.
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El activismo gordo es una postura que ve de manera crítica la forma como se entienden el sobrepeso y la obesidad, especialmente en las mujeres. Las denuncias que se realizan desde este tipo de activismo están orientadas a visibilizar la discriminación de la que somos objeto las personas gordas, para generar una mirada crítica frente a los estereotipos negativos que se han construido sobre la gordura asociados a temas como la enfermedad, fealdad, irresponsabilidad, pereza, falta de control, carencias afectivas, entre otros. Estas propuestas argumentan que el afán por controlar el peso de las personas ha generado estigmas sobre los cuerpos gordos, principalmente relacionados con temas de salud. La apuesta es, entonces, erradicar estas ideas sobre la gordura y permitirnos pensar que elementos como la buena salud y la belleza hacen parte de los cuerpos, independientemente del tamaño de los mismos (Wanng, 2008). Los orígenes de este tipo de activismo no son tan claros, pero se asume que fue hacia 1960 que comenzaron a aparecer las propuestas de «fat positive» en los Estados Unidos. Fue durante esta década que, de la mano de otros movimientos sociales, se generaron acciones en forma de protesta respecto al tema en algunas ciudades esta-
dounidenses. Hacia finales del siglo XX, se vio un importante crecimiento de organizaciones de «fat activism» y comenzaron algunas publicaciones, desde las ciencias sociales, que buscaban quitar el estigma a la gordura (Kirland, 2008). Mi acercamiento a este tipo de activismo se ha construido, en especial, desde una práctica cotidiana donde la reparación de la relación que tenía con mi propio cuerpo jugó un papel fundamental. Este proceso ha implicado también múltiples dolores y rupturas, que han sido infinitamente reparadoras, con las personas de mi entorno social y familiar. Pensarse el papel de la gordura y cómo el cuerpo de una asignada como mujer es leído implica un acto de resistencia también al sistema sexo-género-deseo, un replanteamiento de los estándares de la normalidad corporal y un choque enorme con todos aquellos espacios que tratan de reforzar el discurso de la «delgadez» como gran atributo de la feminidad y que refuerza, además, la heterosexualidad obligatoria. He construido entonces, a lo largo de algunos años, una posición política respecto a mi cuerpo, donde ser gorda implica, en primera medida, una decisión y, en segunda medida, un acto de resistencia. Esto que
GAEDS UN Diana Patricia Pulido Martínez
he realizado se relaciona con prácticas de cuidado feminista, en las cuales existe un ejercicio de reparación en varios niveles: el personal, en el cual comienzo a transformar mi propia percepción personal; la de las personas que me rodean, en el cual entendemos mutuamente las necesidades que tenemos respecto a nuestras construcciones corporales; y la del mundo, permitiendo un ambiente en el cual es mucho más ameno habitar un cuerpo gordo, todo esto movilizado principalmente por los afectos (Precarias a la deriva, 2005). En este ejercicio de vida y en mis tiempos de habitación virtual en la red social Facebook, fui encontrándome con el trabajo de otras chicas latinoamericanas que tenían posiciones muy parecidas y que terminaron complementando mi perspectiva respecto a este tipo de activismo. La Bala, de México, Constanza, de Chile, Laura, de Argentina, y Lucrecia, de España, se convirtieron rápidamente en mis cómplices de publicaciones, comentarios, canciones, notas, imágenes y con el pasar del tiempo, posturas cada vez más moldeadas en mi vida. Mi primer acercamiento con ellas y sus trabajos me dejó con ganas de conspirar y armar un grupo de gordas rebeldes, pero debido a la distancia y a los rumbos que hemos venido tomando con el pasar del tiempo, eso no fue posible. En cambio, en mi contexto cercano me encontré con Paola, Ángela y Marcela, con quienes ahora nos juntamos para conspirar en el marco de algo que hemos denominado «Gordas sin chaqueta». En esta oportunidad hablaré de forma particular de lo que La Bala y Constanza han hecho. Por problemas de tiempo y espacio no hablaré de Laura y Lucrecia, aunque me parece importante mencionar que Laura ha trabado en la construcción de un fanzine llamado GordaZine, en el cual recoge distintas reflexiones hechas por ella, imágenes y algunos textos que ella traduce de inglés a español. Por su parte, Lucrecia ha trabajado apoyando la realización de la Mues-
tra Marrana, festival de posporno en España y escribiendo sobre la experiencia en el activismo de algunas de nosotras. Del mismo modo, tendré que dejar por fuera esta vez las apuestas que hemos construido con las «Gordas sin chaqueta», sin embargo, me interesa hacer mención a que el grupo busca ser, por un lado, un espacio de autosanación y reconciliación con nuestras experiencias gordas, pero también un lugar de conspiración lésbica y de resistencia a partir de los afectos, los cuerpos y las intervenciones sociales. Hasta el momento nos hemos hecho amigas, tejido historias dolorosas que contadas en el calor de nuestras reuniones se revisten de humor y resignifican nuestro lugar de «víctimas» y pensado proyectos visuales, gráficos y uno que otro taller con otras mujeres para poner sobre la mesa el tema que nos hace juntar con pasión el existir gordas. La Bala estudió sociología y trabaja en una red de activistas por los derechos sexuales y reproductivos en su país. Se posiciona desde el feminismo para realizar su trabajo y el activismo que practica está relacionado también con el cuestionamiento del binarismo de género, la sexualidad normativa y la gordura. Constanza es diseñadora de modas y trabaja con su cuerpo en propuestas artísticas de pospornografía. Sus posturas están relacionadas con el cuestionamiento de la sexualidad, del deseo, del género y de los estereotipos corporales, dentro de los cuales se encuentra la gordura. Metodológicamente hablando, este texto se construyó a partir observaciones de espacios en internet, dentro de los que se encuentran los perfiles de Facebook de La Bala y Constanza. El seguimiento a las redes se hizo sobre los años 2010, 2011 y 2012, en cada uno de los perfiles, tratando de identificar publicaciones, imágenes, videos, estados y demás elementos, que hicieran referencia al activismo gordo.
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TRANSFORMACIÓN Nº3 «Llegó la gorda, la gorda llegó. Llegó la gorda, la gorda soy yo»: hacia un análisis del cuidado feminista en la construcción de activismos gordos del sur
Parto de que el cuidado que emerge en estas formas de construcción corporal y resistencia es un elemento ético que media las relaciones que se construyen y que permite contactos en un espacio como Facebook. En esta medida, los afectos y la empatía juegan un papel fundamental, permitiendo así la creación y politización del cuidado. Lo afectivo, entonces, es el carácter reparador de este tipo de propuestas (Tronto, 1993). Así, al depender mutuamente de las personas que habitan el planeta, y en este caso particular la red social, contamos con la cooperación como herramienta para estar en él. En este sentido, damos sin saber qué, cómo o cuándo se recibirá algo a cambio. El cuidado se encarga entonces de sostener la vida, es decir, a partir de tareas cotidianas de ingeniería afectiva visibilizamos y revalorizamos el cuidado como materia prima de lo político, porque no podemos pensar la justicia social sin tener en cuenta cómo se construye en el día a día. Estos elementos se resumen básicamente en lo que las «Precarias a la deriva» han denominado virtuosismo afectivo, interdependencia, transversalidad y cotidianeidad (Precarias a la deriva, 2005).
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A partir de estos elementos, encuentro que en Facebook se generan redes y contactos que permiten transformar las ideas que tenemos sobre la gordura y, en esa misma medida, sostener la vida de unos cuerpos que bajo lógicas restrictivas y de disciplina han sido construidos en clave de adjetivos negativos. Entiendo las acciones que se enmarcan dentro del activismo gordo como prácticas de cuidado, porque son actividades que incluyen cosas que hacemos para reparar, construir y mantener nuestro mundo, para que podamos vivir de mejor manera. Estas prácticas de cuidado incluyen nuestros cuerpos, a nosotras mismas y a nuestro medio ambiente, y son las que nos permiten entretejer y sostener la vida (Tronto, 1993, p. 103). Como práctica y disposi-
ción, estas propuestas de activismo corporal tienen tres escalas de reparación: la individual, la de los otros y la del mundo (Tronto, 1993, p. 104). El argumento central de este texto está enfocado en pensar el activismo corporal como una práctica que requiere de la ética del cuidado para su realización, haciendo uso de importantes elementos afectivos que permiten reparar y transformar. Así mismo, que medios de comunicación como el internet y, en él, plataformas mediáticas como Facebook, funcionan como lugares donde es posible rastrear estos elementos, entender formas de relacionarse con otras personas, incluso si estas se encuentran trabajando desde otros países (De Moraes, 2006), y analizar fenómenos de gran impacto social como lo es el activismo corporal, en las distintas dimensiones que existe. En esta medida, en espacios como Facebook se producen contactos, formas de tocar[se] con otras (Haraway, 2008, p. 4), que transforman y nos permiten construir redes de resistencia, cariño y mucho cuidado. Tocar a otras personas implica una serie de conexiones emocionales entre las personas que habitamos el planeta, en este caso particular, quienes interactuamos en la red social Facebook, y que reconstruyen nuestra posición en el mundo (Blake, 2011), razón por la cual reparar constituye una acción de contactos (Pérez-Bustos et al., 2013). Así, estos contactos, que tienen efectos trasformadores, nos ponen en cercanía con otras personas, volviendo cada vez más difusas las fronteras entre nosotras y las otras (Puig de la Bellacasa, 2009). Así, he buscado explorar también esos contactos, aparentemente impersonales y fríos, que se producen en el ciberespacio. Explorar este lugar porque contiene un alto nivel de banalidad y cotidianidad, que hace que las manifestaciones
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sean pequeñas y efímeras, pero al mismo tiempo, irreemplazables e imprescindibles para la producción de sociedad (Mayans, 2006). Explorar los contactos en el ciberespacio porque, al fin y al cabo, es en esos sitios donde se expone y politiza el cuerpo, donde se muestran aquellos cuerpos indeseados, fofos, feos, malformados, asexuales, anormales. Explorar los contactos porque estar ahí, poner nuestro cuerpo en el espacio público, en el ciberespacio, implica romper, entre otras cosas, con una primera idea sobre la gordura, y es el que el cuerpo gordo no debe ser mostrado con orgullo y, en esa misma medida, tocado con cariño y deseo por quienes le rodean.
Rebeldías de cuerpos monstruosos: activismo corporal gordo en Facebook como práctica de cuidado feminista Las imágenes, en el espacio de Facebook, juegan un papel central en la construcción de ideas positivas sobre la gordura. Publicar imágenes de cuerpos gordos, especialmente de mujeres, que van desde la simple exposición del cuerpo desnudo hasta la apropiación de frases que desafían los estereotipos negativos asociados a la gordura, y que, por lo general, se encuentran relacionadas con posturas feministas y de la teoría queer, funciona como una forma de darle otros sentidos a los cuerpos. Las imágenes tienen contenidos sexuales explícitos, pero las prácticas sexuales que se ven en ellas no son únicamente heterosexuales. Esto está relacionado con las posturas de La Bala y Constanza, quienes hablan constantemente del travestismo de chica a chico y de posturas feministas relacionadas con el lesbianismo, resaltando que la causa primera de la opresión es la «marca» impuesta por el opresor (Wittig, 2006). Así, las categorías «mujer», «heterosexual» y «gorda» unidas generan opresiones
y efectos materiales sobre los cuerpos. Rechazar la heterosexualidad ha sido, de forma consciente o no, negarse a convertirse en una mujer o en un hombre (Wittig, 2006). En esa medida, también existe un rechazo por entrar en los modelos corporales, como la delgadez asociada a la belleza y la buena salud, que alimentan la construcción de los cuerpos de las mujeres y que convierten a cuerpos como los nuestros en aquello que se rechaza en el marco de la modernidad. Las estrías se hacen explícitas en las imágenes, la celulitis también, al igual que el vello corporal, y están acompañadas de expresiones relacionadas con la anarquía y la resistencia. La belleza también hace parte de aquello que se demanda en el marco de las imágenes, pero más allá que este elemento, la demanda fuerte es el derecho a la sexualidad, la sensualidad y al deseo, a ser un cuerpo deseado. Estas «marcas» corporales que acompañan a la gordura son dotadas de sentidos negativos en distintos espacios, especialmente en medios como la televisión, y contribuyen en la construcción de cuerpos abyectos (Butler, 2002), que se enmarcan en lo invisible, que los hacen inhabitables. El uso de estas imágenes, que desafían aquellas ideas negativas sobre la gordura y sobre el cuerpo, permite politizar el cuerpo, ponerlo en la esfera pública, pero esta vez la exposición pública no busca resaltar sus significados negativos, sino pensarlo como un cuerpo con valor, contribuyendo así a que ese espacio, Facebook, sea un lugar desde el cual los cuerpos gordos pueden resistir, ser, valer, hablar, vivir. Cuando hablo de politizar el cuerpo y del papel de las imágenes de cuerpos gordos en este proceso me refiero a que con la exposición de la gordura en el espacio público, en este caso particular en Facebook, como práctica de cuidado, le damos un sentido transformador a nuestras existencias. Se asume que la gordura debe ocultarse y erradi-
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carse ubicándola, al igual que el cuidado (Tronto, 1993), en lugares periféricos. Nuestra apuesta y activismo en este espacio, a partir del compartir imágenes de cuerpos «no deseados» con un mensaje explícito de cambio respecto a la perspectiva sobre el cuerpo, nos permite también ubicar nuestro cuerpo en el centro, como herramienta de lucha política y al cuidado, como concepto y elemento que mantiene la vida (Tronto, 1993).
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El uso de imágenes de cuerpos gordos, especialmente femeninos, no es exclusivo de nosotras. Tanto en el caso de Constanza como en el mío es recurrente que otras personas hagan uso de las imágenes y las compartan en nuestros perfiles. La Bala, por su parte, tiene su propio álbum llamado «Fat Queer Power» y es menor la cantidad de imágenes que les comparten sus amigos al respecto; lo que sí ocurre con ella es que sus fotografías son constantemente compartidas por distintas personas, especialmente feministas, dentro de las que se encuentran algunas reconocidas, como Sayak Valencia. Gracias a contactos como el de Sayak con La Bala y, al mismo tiempo, de Alias Angelita con Sayak, La Bala y yo llegamos a conocernos, del mismo modo, por una de las fotografías que La Bala tenía en su álbum. En este punto, el papel de las otras personas en nuestra lucha, la interdependencia, vuelve a jugar un papel importante en la construcción de la gordura y las prácticas de cuidado que se tejen alrededor de ella, como centro de nuestro mundo. Las relaciones afectivas, la amistad y la empatía con otras personas son los elementos que en últimas nos permiten ampliar nuestras propuestas y generar impactos que van más allá de nuestra propia experiencia corporal. En este sentido, como lo expresa Tronto (1993), requerimos de una serie de recursos de diversos tipos para nuestras prácticas de cuidado y las ayudas visuales, tal como las imágenes publicadas
en Facebook, que se encuentran dentro de esas herramientas que utilizamos para llevar a cabo nuestro activismo, para dar cuenta de nuestros vínculos, porque es una lucha en su mayoría afectiva, pero también para tocar a otras personas con mensajes que buscan generar cambios en la forma como entendemos el cuerpo. Así mismo, las redes que formamos de forma intencional operan fuera del mismo en el ciberespacio, en la cotidianidad física de las personas, trascienden fronteras espaciales y nos permiten crear territorios virtuales definidos por nuestras afinidades políticas e ideológicas. Estos espacios y las redes que allí operan se encuentran en una constante dialéctica entre lo local y lo global, lo presencial y lo virtual, entre el activismo cotidiano y el ciberactivismo, colaborando así en la formación de movimientos interconectados en distintos lugares del mundo (Scherer-Warren, 2005). Los contactos que generamos con las personas que se encuentran en nuestra vida y que de alguna manera hacen presencia en el ciberespacio tienen importantes frutos en las relaciones cotidianas. El amor hacia nuestro propio cuerpo se vuelve un amor compartido, un respeto mutuo por la diversidad de cuerpos e, incluso, en una lucha compartida, aunque quienes nos rodeen no se sientan altamente afectados por la discriminación que existe hacia la gordura (Ahmed, 2004). Las redes estimulan conexiones simbólicas y solidarias entre sujetos, pero también, entre actores colectivos, donde las identidades se van construyendo en un proceso de identificaciones éticas y culturales, de intercambios, negociaciones, resoluciones de conflictos y resistencia ante los mecanismos de exclusión sistemática propias del sistema (De Moraes, 2006). Y es precisamente esa palabra, compartir, la que le da sentido a los contactos virtuales que se generan en Facebook a partir de las imágenes de personas gordas.
GAEDS UN Diana Patricia Pulido Martínez
Compartimos con otras los «cuerpos del delito» contemporáneo y quienes nos aman y entienden nuestras posturas comparten también aquello que entienden como parte de la transformación que se debe generar. Al ser Internet un lugar de transmisión y circulación de información, permite también maneras particulares en las cuales se consumen los datos, las imágenes, los sonidos y en las cuales se dan relaciones entre los individuos y otros canales de comunicación. La dinámica misma de la red social deshace la idea de una relación entre un centro emisor activo y unos receptores pasivos, lo que amplía los tipos de contactos entre todas las personas que allí se encuentran (De Moraes, 2006). El «me gusta» es uno de los contactos más importantes y utilizados en este espacio porque implica aceptación y apoyo, porque esa sensación genera satisfacción en quien escribe e impulsa a continuar con lo que se dice o hace. La posibilidad de decir que algo gusta en Facebook permite dos aspectos que Tronto (1993) señala como importantes para «cuidar bien», el estar atentos y el ser sensibles hacia las necesidades de otras personas. Cuando compartimos en este espacio nuestras posturas en texto, plasmadas en los estados que ponemos, y nuestras amigas y amigos dan «me gusta» emergen esos dos elementos, el estar atentas y el ser sensibles hacia una postura política particular. Además, estos contactos por medio del «me gusta», funcionan también como care-receiving (Tronto, 1993), es decir, son una de las maneras por las cuales recibimos de otras personas de vuelta el cuidado producto de nuestras prácticas políticas en la red.
A modo de cierre… Me gustaría retomar las ideas de Tronto, quien afirma que el mundo se vería diferente si moviéramos al cuidado del lugar periférico en el que se encuentra al centro de la vida humana (1993). Cuando entiendo el activismo corporal gordo en Facebook como práctica de cuidado, parto de ubicar a este último en el centro de la misma. Parto de que el cuidado y las labores de cuidado han sido pensadas como elementos con poco valor, triviales, y que deben ser realizados por personas poco privilegiadas (Tronto, 1993). Y así mismo, la gordura no hace parte de los elementos que generan privilegio y valor respecto al cuerpo, mucho menos respecto a la feminidad, por lo tanto, poner la gordura como centro y el cuerpo gordo como un cuerpo que necesita/merece ser cuidado, amado, tocado, valorado y deseado implica un cambio de mirada, una transformación y un trabajo amplio para lograr sostener la vida, hacer justicia y generarnos espacios más amorosos para habitar. Por otra parte, es importante señalar que la lucha corporal no es una lucha individual, y no porque seamos muchas las personas alrededor del mundo tratando de darle significados positivos al cuerpo gordo, sino porque los afectos que nos unen con quienes se encuentran a nuestro alrededor generan empatía y, en muchos casos, la lucha se vuelva compartida, sin que esto implique que los demás sean gordas o gordos. Y así es como una ve de forma clara, tanto en los contactos que ya vimos evidentes en Facebook como también en la calle y de parte de quienes se encuentran en nuestras vidas, que esas prácticas de cuidado transforman modos de entender el cuerpo y permiten tener relaciones más sanas,
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con menos maltratos, con más respeto, pero sobre todo, con el apoyo de quienes entienden la labor que una hace con su cuerpo día a día. La esperanza y el deseo de cambio se mantienen, tratando de enfocar las energías en establecer relaciones de empatía y una buena recepción de nuestras propuestas. Finalmente, entender el activismo corporal gordo como una práctica de cuidado nos permite también entenderlo como una práctica poderosa. A pesar de que el cuidado aparece en nuestra sociedad como algo desvalorado y con poco poder, irónicamente, es el cuidado el motor de la vida, el generador de poder por excelencia (Tronto, 1993). En esta medida, mi activismo gordo, los de todas nosotras y las que aún no conozco, son poderosos y nos permiten empoderarnos, darle otros sentidos a los cuerpos, hacer revoluciones en distintas escalas, eliminar las violencias, incrementar afectos, mantener la vida y el mundo que habitamos.
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Pérez-Bustos, T., Olarte-Sierra, M. F., y Díaz del Castillo, A. (2013). Working with care: experiences of invisible women scientists practicing forensic genetics in Colombia. Beyond Imported Magic: Studying Science and Technology in Latin America. Cambridge: MIT press.
TRANSFORMACIÓN Nº3
«Llegó la gorda, la gorda llegó. Llegó la gorda, la gorda soy yo»: hacia un análisis del
cuidado feminista en la construcción de activismos gordos del sur
Mi dedo sumergiéndose en el sedoso mar que es su cabello. [No se vaya] Mi dedo, cual gusano, avanzando a través de la frondosa selva de su cabello. [No se vaya] Mi dedo, jugando con las finas y marrones hebras de su cabello. [No se vaya] Mi dedo… … [se fue]
Sin título (No se vaya) Álvaro Corredor Bohórquez
TRANSFORMACIÓN Nº3 La «fatiga del sida» y un paneo del VIH/sida en Colombia
Andrés Gómez Yepes Historia, Universidad Nacional de Colombia.
bagomezy@unal.edu.co
Abreviaturas PVVS: Persona viviendo con VIH/SIDA VIH: Virus de la inmunodeficiencia humana SIDA: Síndrome de la inmunodeficiencia adquirida HSH: Hombres que tienen sexo con hombres UDI: Usuarios de drogas intravenosas MTS: Mujeres trabajadoras sexuales SCH: Sexo casual heterosexual
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Las pandemias, además del carácter biológico y médico inherente, tienen un trasfondo social que transforma los discursos a medida que va evolucionando la epidemia misma y que el carácter de epidemia crece cada vez más la población afectada. La modificación del discurso y de las prácticas sociales son el fundamento del trasfondo social que se mencionó, ya que la sociedad misma en quien encauza el ulterior desarrollo de sus actuales problemáticas. La pandemia del VIH no es un caso diferente. La década de los 80 del siglo pasado tuvo ante sí el primer el surgimiento del virus de inmunodeficiencia humana —no reconocido como tal sino hasta meses después—, en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, que sería llamada en su introito como «la peste rosa»,
un título que discriminaría la enfermedad a los homosexuales y sus prácticas tildadas de ignominiosas. Montaigner y sus descubrimientos sobre la enfermedad, y más adelante la expansión del virus a otros grupos de la población, redujeron los sesgos sociales de la enfermedad, pero más aún dieron paso a discursos desde esas poblaciones que ahora se veían aquejadas por la propagación del virus: desde las transexuales y transgéneros, heterosexuales, primera infancia, mujeres, entre muchos otros empezaron a consolidar su panorama del VIH y disminución en las prácticas de riesgo conforme el paso de los años. Pero, aunque todo esto es un proceso, la construcción de discursos que implicó un cambio progresivo significativo en las prácticas no es solamente un proceso social racional, sino que también es un proceso de empoderamiento desde la identidad de cada población para eficazmente combatir el virus. Más ahora cuando se empieza a evidenciar un fenómeno al que se ha denominado «fatiga del SIDA» (Fauci, 2007), que alude a la insensibilización hacia la enfermedad por una presunción de inmunidad de transmisión —la falsa idea de que «eso solo le ocurre al otro»— sumado al aumento del conocimiento exiguo, pero considerado como verídico y suficiente, además de la efectividad de los tratamientos farmacéuticos para paliar el virus una vez diagnosticado, y que lamentablemente, a pesar de esa imagen de falsa enfermedad de otros, ha permitido su avance.
GAEDS UN Andrés Gómez Yepes
Con lo que respecta a Colombia, se ha visto un empoderamiento nacional enfrentado a grandes problemas que no son ignorados por la mayoría del país: accesos a la salud carentes de calidad en términos generales, porque frente a una materia específica se reduce aún más el espectro de cobertura y calidad, regionalismos fuertemente marcados que han dirigido esfuerzos de carácter centralista para el fortalecimiento al tratamiento de enfermedades, pero la problemática del poco alcance a sitios aislados es el forzoso desplazamiento a capitales del país bajo circunstancias y apoyos económicos desfavorables, una educación carente de bases en valores humanos; todos estos factores solo reafirman los factores de riesgo para la propagación del virus: ignorancia, desconocimiento del virus en sí mismo, pero lo que es aún más grave, un conformismo con la insuficiente información recibida, que, como se dijo, además de impedir que las prácticas de riesgo disminuyan no fomenta tampoco que el estigma y la discriminación de PVVS y el VIH/SIDA en sí mismo atenúen en absoluto, más aún cuando el estigma y la discriminación fomentan mecánicas sociales de segregación de círculos laborales, sociales e incluso familiares, perpetuación de rótulos que autoinculpan y excluyen, que pueden incurrir ocasionalmente en una descontinuación del tratamiento farmacéutico por presión social. En términos de cifras según Onusida (el programa conjunto de las Naciones Unidas para la lucha contra el VIH/SIDA), en el informe para Colombia del año 2013 podemos hacer una apreciación del impacto de la pandemia en nuestro país para así lograr concienciarnos de que realmente, como se mencionó, el futuro de la enfermedad solo depende de nuestras acciones. El primer caso de VIH en Colombia se presentó en Cartagena en el año de 1983, la creación de informes sobre la enfermedad inició dos años más tarde; así, desde 1985 hasta el 31 de diciembre del 2013 se notificaron 92.379 ca-
sos de VIH/SIDA en Colombia. Con un visible aumento constante año tras año, cuando se compara el año inmediatamente anterior al último informe hay un crecimiento equivalente al 7.66%. De esta forma , mientras que en 2012 el informe arrojó una cifra de 7.624 casos nuevos, en el año 2013 se registraron 8.208. Comparados estos dos años, la tasa de incidencia en hombre es del 72% de los nuevos casos de VIH/SIDA, para una relación de 2,6 hombres por cada mujer con VIH/SIDA. Por otro lado, la enfermedad ha evolucionado dramáticamente en el género femenino, ya que la tasa de incidencia pasó de 27,5 hombres por una mujer en 1987 a 2,5 hombres por una mujer en el año 2013. Sesgando los informes a propiamente los casos diagnosticados en estadio de SIDA, la razón de hombres por cada mujer pasó de 14,2 en el año 1987 a 3,7 hombres por cada mujer bajo un cuadro sintomático relacionado con el síndrome de inmunodeficiencia (Onusida, 2014). Los datos anteriores logran hacer un esbozo sobre la enfermedad en Colombia en términos de género e incidencia e incremento constante. Bajo otros parámetros que permitan establecer un esquema sobre las tasas de nuevos casos de VIH/SIDA, en Colombia se puede observar cuál es la incidencia según los grupos poblacionales, los cuales se prorratean de la siguiente manera: el grupo HSH es la población más afectada por la pandemia con el 61.46% de los casos notificados en el año 2013; en segundo lugar, las mujeres parejas de HSH (9,87%); seguidos por sexo heterosexual de bajo riesgo (9,65%), mujeres transgénero (9,61%), el sexo casual heterosexual (2,35%), UDI (2%), parejas de clientes de MTS (1,76%), parejas de SCH (1,27%), clientes de MTS (1,08%), mujeres trabajadoras sexuales (0,77%); y por último, inyecciones médicas (0,16%), parejas de UDI (0.01%). Podemos plantear un análisis a partir de los datos anteriores: (1) El informe de Onusida resalta el buen papel que
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La diferencia nos une.
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han tenido la MTS para la lucha contra el SIDA, ya que el empoderamiento como comunidad ha permitido acciones para la disminución exponencial de nuevos casos de VIH/SIDA, exigiendo el uso del condón y teniendo estrictas políticas higiene y protección, además del acceso voluntario a campañas de prevención para mejorar conocimientos y mitigar riesgos en su campo laboral. (2) La importancia porcentual de los casos de transmisión heterosexual que establece un vínculo directo con el desuso del condón y establece vías de escape a nuevos grupos poblacionales considerados de bajo riesgo (Onusida, 2014). Por último, (3) se debe realizar una acotación sobre la ínfima observación de estos informes que hacen perder su objetivo: concienciar, tener una visión panorámica de la pandemia para crear políticas de acción efectiva en la lucha contra el SIDA, pero los cambios potenciales empieza desde la comunidad misma.
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En el avance de la enfermedad, si bien ha sido observado desde diferentes perspectivas, es necesario incluir el concepto de «fatiga del SIDA», pues pese a los esfuerzos, el crecimiento estable sugiere un control insuficiente para la contención del virus que permita dar un fin pronto a la pandemia; además, es necesario establecer campañas de atención y prevención que analicen fuera de fines políticos las verdaderas causas de la expansión de la enfermedad durante los últimos años: el desuso del condón, la transmisión cada vez mayor a parejas féminas de poblaciones en alto riesgo, al igual que cambiar el discurso enfocado no solo a una población específica, sino a un público más general en busca de reducir los limitantes propios del PVVS y fomentar así un conocimiento menos pobre de la realidad que nos afecta.
Pese a que las acciones de atención y prevención resultan carentes en Colombia, para lograr un futuro visible del fin de la enfermedad en el país, en parte por el carácter centralistas de los esfuerzos políticos y además por la carente asimilación de identidad como población en riesgo, es necesario establecer los dos tipos de empoderamiento del VIH/SIDA en Colombia que pueden darnos incursión en una estabilización de la afección, a saber: de carácter particular en el que cada persona establezca un patrón de acciones que permitan un cambio en las prácticas de riesgo, pues como se puede observar según los datos presentados anteriormente, el riesgo es general; un empoderamiento nacional que termine con los señalamientos por razones de sexo, orientación sexual y prácticas sexuales propias o ajenas, una disminución hacia el estigma y discriminación que permita la construcción discursiva enfocada en sexo seguro, uso apropiado del condón y diversidad sexual que elimine tabúes para coincidir en un objetivo general y mundial de la lucha contra el VIH/SIDA; y finalmente, dar fin a la obviedad y falsos sofismas que predican una asimilación de una enfermedad ajena a nosotros, ya que, en todo caso, yo soy VIH positivo, usted, lector, es también VIH positivo, él, ella, ellos, nosotros, todos los somos, porque la lucha contra el VIH/SIDA es una lucha de todos.
Fauci, A. (Noviembre 2017) Entrevista. Disponible en: http://edition.cnn.com/2007/HEALTH/conditions/11/30/aids.day.fauci/index.html?_s=PM:HEALTH
Ministerio de Salud y Protección Social de la República de Colombia en el marco del Foro Mundial contra el VIH/SIDA de ONUSIDA, (Abril, 2014). Informe GARPR: Informe de Avances en la lucha contra el VIH/SIDA en Colombia, 2014. Disponible en: http://www.unaids.org/es/dataanalysis/ knowyourresponse/countryprogressreports/2014countries/file,94471,es.pdf
Bibliografía Andrés Gómez Yepes
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La diferencia nos une.
Aristas Pedro Javier Villanueva Hernández
Su ropa roída y débil desafiaba el frío y las miradas solitarias de los solitarios idiotas que pasaban indiferentes. Sus manos se aferraban a una miserable esquina tratando de recoger la mierda olorosa a hombres, ...a otros hombres.
Caminaba arrastrando sus pies despacio para no caer, despacio para no herir a la tierra, caminaba sin camino, sin huella... ni destino. Sus lágrimas se mezclaban con la tierra que cubría su cara, sus manos y todo su cuerpo, ¡pero no su tristeza! No era suficiente tierra para esconder su hermosa mirada, no era suficiente tierra para disimular su belleza. Maldita belleza que hombres compraban con monedas olorosas a mierda, en los rincones oscuros húmedos de tristezas. Rincones donde se esconde la vergüenza de aquellos que rezan y pecan...
TRANSFORMACIÓN se terminó de diseñar en las instalaciones de la Universidad NACIONAL de Colombia ubicada en la Ciudad de Bogotá, Colombia en la Calle 44 Nº 45-67 Unidad Camilo Torres Bloque B7 Oficina 101 en el mes de Abril de 2016. Para la versión digital de esta revista fueron utilizadas las siguientes fuentes: Gaspar, Cambria, Century Gothic y Dolly (OTF).
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