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Vuela alto, Miguelón

POR: @rafaelcue

Sigo sin creerlo. En la bici te convertiste en inmortal. Tus hazañas en Europa a muchos nos convirtieron en aficionados al ciclismo, por la década de los 80. Esta pasión y estilo de vida me llevaron a editar la revista La Clásica, edición anual para la carrera de Officemax en los años 2013, 2014 y 2015; en el ´14 decidí editarla trimestralmente gracias al crecimiento de este deporte y a la necesidad de muchas marcas por contar con una herramienta editorial como ha sido La Clásica desde hace ya seis años.

En ese momento tuve claro que la primera entrevista se la quería hacer a Miguel Arroyo “El Halcón de Huamantla”, a quien no había tratado pero sí conocido, ya que en 1997 fui empresario durante la feria de Huamantla y ese año la ciudad le hizo un homenaje al “Halcón” por su brillante trayectoria.

Por medio de un amigo en común me puse en contacto con Miguel en el ya lejano 2014; amable, discreto y educado, me citó para hacer la entrevista en febrero y la idea fue subir La Malintzin con él e ir platicando acerca de su vida. Así lo hicimos, y con la enorme sencillez y buena actitud que le caracterizó, comenzamos a trepar esa gloriosa montaña; nos acompañó Fernando, su hijo, que estaba a semanas de irse a correr a Italia. Fueron amables conmigo en la subida en cuanto al ritmo, pero más amable aún Miguel al irme

32 narrando aquella Vuelta a México en la que los colombianos lo atacaron subiendo esa montaña y como él recuperó el tiempo en asombrosa escalada y vertiginoso descenso, que por momentos alcanzó más de 100 km/h.

Rodamos muy suave de regreso a Huamantla y la historia se tornó a Europa, cuando en el Giro de Italia, Lucho Herrera —el colombiano estrella— y Miguel se quedaron colgados en una etapa plana con temperaturas bajo cero, sin comida y con poca agua. Compartieron una barra de chocolate y fueron hablando de sus vidas, sus añorados países y de lo que fuera con tal de llegar a la meta en tiempo y no pensar en el tremendo frío al que estaban sometiendo sus cuerpos.

Ese día comenzó una bonita amistad, no sólo con él, sino con su familia. La forma en la que Miguel siempre se expresó de su esposa y sus hijos me dejó muy en claro su calidad humana, lo que me llevó a sumarme con un granito de arena a hacer todo lo posible por colaborar con él para tratar de impulsar la carrera tanto de Fernando como de Miguelito. Gracias a la CONADE, ambos fueron a correr a Europa; mil aventuras, mil obstáculos por parte de la Federación, y mil complicaciones. Fue tal la habilidad de Miguel, que hasta pudo con la FMC, logrando permisos y licencias que se negaban por chuecos, pero que con habilidad y carisma Miguel siempre sacó adelante.

Nunca olvidaré el gran gesto de Miguel al invitarme al coche del equipo durante la Vuelta a México del 2014, Fer vino a correr con el equipo italiano y pude gozar, vibrar y sufrir en el auto durante la etapa Cuautla–Tlaxcala, con meta en La Malintzin. Esta experiencia me permitió entender la dureza del ciclismo, la rudeza del pelotón y el sufrimiento total y continuo de los ciclistas profesionales. Miguel desde el volante pasaba bidones, daba instrucciones en italiano fluido y alentaba a Fer a no perder la rueda del grupo perseguidor. Toda una experiencia que habla de la generosidad de un hombre por mostrar la verdad de su deporte, de su vida.

En 2017 decidimos asociarnos y crear La Clásica Miguel Arroyo, una carrera de 103 km, con salida y meta en Huamantla, y uno de los recorridos más bellos de este país, con la dureza de la montaña, la altura sobre el nivel del mar y el orgullo de hacer algo por el ciclismo, de la mano de Miguel.

Has atacado al pelotón de la vida, Miguelón, te has fugado y tendrás —como era costumbre— que esperarnos. Vivimos muchas cosas, discutimos, reímos, sufrimos y gozamos con el ciclismo. Mucho he aprendido de ti sobre este deporte, pero más me has enseñado sobre la vida.

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