VALORES
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Duración
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MÓDULO DE VALORES
4 Horas
Objetivos: § § § §
Reconocer la educación en valores en el Movimiento y su inserción en el Método. Identificar y/o Diseñar metodologías basadas en la educación y formación de valores. Reconocer el rol del adulto en el proceso de enseñanza – aprendizaje. Contrastar sus valores personales con los que el movimiento promueve.
Contenidos. 1. Educación en Valores; Ley y Promesa... 2. Educación para el desarrollo y proceso de Enseñanza por parte del Educador 3. Actividades y Valores en el Movimiento
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El propósito de este documento es dar una mirada al campo de los valores y conocer cómo éstos se desarrollan al interior del Movimiento, para así poder entregar herramientas que orienten a guiadoras y dirigentes sobre la educación en valores, buscando con esto identificar y clarificar los valores implícitos en el método educativo del Movimiento Guía y Scout y el rol del Adulto Educador en este proceso.
La educación en valores Siguiendo con el pensamiento de Palos Rodríguez, (2000), el objetivo fundamental de la educación en general es proporcionar a los ciudadanos una formación plena que les ayude a estructurar su identidad y a desarrollar sus capacidades para participar en la construcción de la sociedad. En este proceso el sistema educativo debería posibilitar que los niños(as) y jóvenes, como futuros ciudadanos, reflexionen, construyan y pongan en práctica valores que faciliten la convivencia en sociedades plurales y democráticas, tal como el respeto y la tolerancia, la participación y el diálogo. De acuerdo a González Lucini (1990), estos valores tienen los siguientes puntos de vista: • “… son proyectos ideales de comportarse y de existir que el ser humano aprecia, desea y busca. • … son opciones personales que se adquieren desde las posibilidades activas de la voluntad. • … son creencias que se integran en la estructura del conocimiento. • … son características de la acción humana de mueven la conducta, orientan la vida y marcan la personalidad”. A la educación, por los rasgos que la caracterizan y por sus componentes, se la puede considerar como un proceso de interacción social y esta interacción social es un proceso de comunicación. Lo que quiere decir que en algunas comunidades, los niños, y algunas veces los jóvenes y adultos, ya no hablan la lengua originaria, pero sus poblaciones deciden reintroducirla. VALORES Y DESVALORES Los valores constituyen experiencias humanas del diario vivir relacionadas con la capacidad de evaluar el mundo que nos rodea y de preferir jerárquicamente en él lo que consideramos más estimado dentro de una gama de posibilidades, guiándonos por un cierto “sentimiento” hacia lo más apreciable . Esta disposición de preferir dentro de una escala valorativa da sentido a la vida humana, matiza la cultura, los modos de ver nuestro derredor y nuestra vida y brinda, además, la posibilidad de construir mundos deseables y utopías. Como contrapartida de estas cualidades, los desvalores representan un quiebre convivencial y conducen, las mayoría de las veces, a problemas de otra índole (económicos, políticos, sociales) muchas veces sindicados como causa, cuando, en realidad, son consecuencia de desviaciones axiológicas. La autora mexicana Kepowics Malinowska plantea que, en un contexto de neoliberalismo político, de economía de mercado, de globalización y de otras tendencias homogeneizadoras, así como en las sociedades manipuladas por la producción y el consumo, el aprender a ser, representa uno de los propósitos no cumplidos por la educación.
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Clases de valores y cuestiones controvertidas Valores compartidos y valores no compartidos La discusión sobre la neutralidad y la beligerancia carece de sentido si no se clarifica el objeto de las mismas; es decir, si no se especifica en torno a qué el educador o la institución educativa deben ejercer de una u otra forma. En concreto, vamos a proponer una suerte de clasificación de valores que nos sea útil en la tarea educativa en la que estamos empeñados. Será una clasificación muy sencilla, que inevitablemente deberá pecar de un cierto formalismo y que, sin duda, plantea múltiples derivaciones filosóficas en las que no nos será posible entrar en profundidad.
La propuesta aludida consiste en distinguir tres clases de valores. En primer lugar, unos valores A, que convencionalmente llamaremos compartidos, y que comprenderían todos aquellos valores que, en el contexto social que se considere (sociedad, nación, comunidad...), son aceptados de forma generalizada como deseables. En segundo lugar, habría unos valores B, que serían valores no compartidos y contradictorios con los valores A; es decir, aquellos valores que no sólo no gozarían de una aceptación generalizada, sino que además serían ampliamente percibidos en el contexto social como antagónicos a los anteriores; en realidad, serían contravalores. Por último, habría unos valores C, que tampoco serían compartidos, pero que, en cambio, no serían percibidos de forma generalizada como contradictorios con los valores A; es decir, valores que, aunque no gozaran de una aceptación mayoritaria, se consideraría legítimo que individuos o grupos los pudieran tener como propios. Después intentaremos precisar más estos conceptos. No obstante, nos interesa explicitar que somos plenamente conscientes de que, en principio, esta propuesta se podría inscribir en el marco de un cierto relativismo axiológico. De un relativismo, en todo caso, no subjetivista o individualista, sino social. Sin embargo, se trataría de un relativismo social con ciertos límites importantes, límites que provienen del propio criterio apuntado que, en cierto modo, es un criterio consensual. Como más adelante ampliaremos, entendemos que la idea de consenso social presupone un marco político democrático. Es decir, los valores A no serían exactamente los valores dominantes en cualquier tipo de sociedad, sino los valores ante los cuales existe un consenso generalizado al que sólo es posible llegar en un marco social que reconozca y proteja las libertades básicas. Por tanto, el relativismo sociológico en el que en apariencia se sitúa la clasificación propuesta parte de un principio que no se afirma como relativo: el principio de que, ya que por definición el consenso no puede imponerse, éste sólo puede tener lugar en una sociedad realmente democrática.
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Aunque hemos dicho que la clasificación propuesta tiene un carácter básicamente formal, es conveniente precisar un poco más a qué nos queremos referir cuando hablamos de valores compartidos y no compartidos. Para ello, apuntaremos algunas posibilidades para llenar de contenido estas categorías. Para los valores compartidos se podría apelar, por ejemplo, a tres referencias posibles. En primer lugar, podríamos tomar como valores compartidos conceptos generales como justicia, libertad, verdad, felicidad, belleza, etc. Todo el mundo está de acuerdo en que la justicia es preferible a la injusticia, la verdad a la mentira, etc. Sin embargo, como es obvio, decir esto y nada es casi lo mismo, puesto que existen diferentes concepciones sobre lo que sea la justicia, la libertad, etc., y además existen también diferentes maneras de jerarquizar tales valores. En segundo lugar, para llenar de contenido lo que llamamos valores compartidos, se podrían tomar como referencia las grandes declaraciones de principios o de derechos sobre los que parece existir un acuerdo generalizado en el ámbito de su incidencia respectiva. La Declaración Universal de los Derechos Humanos (y otros textos derivados de la misma) y los grandes principios de las constituciones de los Estados democráticos, podrían ser ejemplos de fuentes posibles para definir el contenido de los valores que llamamos compartidos. Luego, podría considerarse que los valores compartidos en una sociedad democrática son sólo los propios de la democracia o, aun de forma más restringida, lo que podríamos llamar las reglas de juego del sistema democrático. O sea, la tolerancia, el respecto al pluralismo, la participación responsable, la renuncia al ejercicio de la violencia para extender las propias ideas, etc., etc. En cualquier caso, se llene como se llene esta categoría de los valores compartidos, parece que es perfectamente plausible y defendible la existencia o, al menos, la deseabilidad de unos valores que pueden ser aceptados con responsabilidad de forma amplia por una comunidad que, en muchos otros aspectos, es plural y diversa desde el punto de vista ideológico. Por lo que se refiere a los valores no compartidos, como hemos indicado más arriba, podrían ser de dos clases. En primer lugar, los que entran en contradicción con los compartidos y que, por tanto, serían percibidos no como valores sino como contravalores (valores B). Si vale un juego de palabras, se trata de valores no consensuados pero consensuadamente rechazados. En un sociedad democrática que afirma la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, son contravalores los que, por ejemplo, servirían de justificación del racismo. En segundo lugar, serían también valores no compartidos aquellos que, aun no participando de un consenso generalizado, se acepta de forma amplia la legitimidad de que puedan ser asumidos y defendidos por personas o grupos sociales (valores C). Estos valores no son antagónicos con los compartidos, pero pueden entrar en contradicción con otros valores que pertenezcan a su mismo grupo. Por decirlo así, existe consenso sobre su legitimidad pero no sobre su universalidad. Se incluirían en esta categoría, por ejemplo, aquellos valores que pertenecen al ámbito de lo privado; pongamos por caso, la castidad o el celibato. Se puede discutir si la castidad es o no una virtud, si la obligación del celibato para el clero es teológicamente justificable o si es psicológicamente conveniente, pero no se discute la legitimidad de que alguien pueda optar con libertad por esta forma de vida. En general pertenecen a la clase de valores controvertidos todos aquellos que están en la base de la especificidad diferencial de las distintas confesiones religiosas, de las concepciones éticas, de las corrientes estéticas, de las opciones políticas... que aceptan las reglas de juego democrático. Hay controversia sobre el partido al que es mejor votar, sobre la calidad de una
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obra de arte, sobre una orientación moral dictada por la iglesia... pero, en general, se admite que cada cual pueda sostener posiciones distintas ante estos temas. He aquí un punto importante para clasificar los valores que el movimiento propone, ya que si bien podemos clasificarlos como “Valores compartidos” de acuerdo a nuestra visión y misión institucional, varios de estos podrían ser incluidos en el grupos de “Valores C” al no representar el estilo de vida de nuestra sociedad actual, planteando contradicciones y una gran tarea en su promoción. POSIBILIDAD DE LA EDUCACIÓN EN VALORES Hablar de la posibilidad de la educación en valores implica, en el sentido más básico, reconocer la posibilidad de la educación en este ámbito, que corresponde a una especificación o parte, respecto del todo. Ahora bien, dado que pudiera haber posiciones controvertidas que defienden la posibilidad de la educación y niegan la posibilidad de la educación en valores, conviene mantener desde el punto de partida, como hemos dicho en el apartado anterior, que la educación es doblemente axiológica: la educación es un valor y desarrolla valores. Si esto es así, incurriríamos en contradicción al defender la posibilidad de la educación, negando al mismo tiempo la de la educación en valores. Para nosotros es posible la educación y es posible la educación en valores porque, de manera radical, no hay educación, si no se educa en valores. Siendo más precisos y tomando en consideración la explosión del tema de “La calidad de educación” en nuestro país, la educación en valores toma mayor relevancia aun, porque, al ser inacabado, el hombre tiene en su haber unas exigencias que no le marcan de forma incondicionalmente eficaz el modo de satisfacerlas. Para satisfacerlas tiene que marcarse fines y aprender a lograrlos, porque cualquier objeto no satisface igualmente cada exigencia, ya que cada objeto tiene unas propiedades y, según ellas son, así afectan a las propiedades de la exigencia que queremos satisfacer. El conocimiento de esas relaciones y la oportunidad real de lograrlas es la marca de la posibilidad real de calidad de educación y del carácter axiológico de la acción educativa. Posibilidad específica de la educación en valores Es un dato de la experiencia que el hombre, ni nace perfecto, ni nace determinado a una forma concreta de realizarse, ya que, a lo largo de su existencia y al tiempo que se va realizando en la forma elegida de entre todas las posibles, mejora sus disposiciones naturales. Pero, asimismo, también es otro dato de la experiencia que el hombre no se realiza de modo humano por el simple desarrollo espontáneo de sus disposiciones. La madurez del adulto no es un puro crecimiento físico; es una forma de perfección que exige la disposición intencional de los medios apropiados para realizarse del modo específicamente deseado. La educación transforma la animalidad en humanidad. Un animal es por su mismo instinto todo lo que puede ser; una razón que le es ajena ha tomado por él todas las medidas. Pero el hombre debe usar necesariamente su propia razón. No tiene el instinto del animal y es preciso que él se cree a sí mismo su plan de conducta. Mas, como no es inmediatamente capaz de hacerlo, sino que llega al mundo en estado inmaduro, tiene necesidad de la ayuda de los otros.
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Los dos principios que subyacen a estos datos de la experiencia -la ausencia de una determinación unívoca preestablecida en el hombre y la necesidad de intervención de un agente intencional para realizarnos de modo perfectivo- son los pilares lógicos del reconocimiento incuestionable de los valores como fundamento de la educación. La educación carece de toda justificación inteligible cuando se rechaza el carácter fundamentante de los valores: si el hombre no tiene una inserción preestablecida en una forma concreta de hacerse -hecho incontrovertible porque no todos tenemos que ser lo mismo en la vida necesariamente- se infiere que sólo decidirá realizarse de un modo concreto, cuando le sea posible desvelar el valor de esa forma específica de llevarse a cabo, con su capacidad y con la ayuda de los demás. En consecuencia, desde el punto de vista de la lógica, los valores son fundamento de la educación y puede decirse que es falsa toda proposición que pretenda negar la necesidad de presuponer un modelo de persona al cual se orienta y en el cual se realiza cada persona, si lo aprehende y estima como deseable y posible. Podemos decir, por tanto, que lo valioso en sí tiene en educación un sentido metafísico y epistemológico: es una cualidad de las cosas, aquello que las hace excelentes una vez que hemos hecho abstracción de las necesidades y conveniencias del momento. No en vano, cuando nosotros decirnos que algo es valioso, estamos afirmando que estimamos ese algo, porque hemos realizado un juicio sobre la naturaleza y cantidad de la excelencia de sus cualidades, aunque no pueda elegirlo en mis circunstancias actuales, teniendo en cuenta las oportunidades de obrar. Para que el valor alcance realmente carácter pedagógico, debe cumplir unas condiciones que le permitan adaptarse al modo humano de perfeccionarse; de tal manera que, si el hombre es movido a realizarse únicamente por aquello que conoce como valioso -caso de que ese conocimiento sea erróneo- pueda aprender de nuevo ese valor y decidir modos más lúcidos de realizarse. Así los valores tienen carácter pedagógico y la educación en valores, se adecua al modo humano de perfeccionarse, permitiendo que la educación se muestre siempre como esa ayuda que beneficia al hombre en cada conducta práctica. En definitiva, es posible la educación en valores, porque los valores son cognoscibles, son enseñables y son realizables. Veamos el fundamento de esta afirmación. POSIBILIDAD DE CONOCER EL VALOR La posibilidad de conocer el valor es algo que está fuera de toda duda, porque es posible conocer las cualidades concretas que hacen a un objeto estimable para un sujeto. Los valores son cognoscibles, porque hay un carácter axiológico en los hechos y hay una condición fáctica en el valor. Problemas Globales de la Contemporaneidad y Valores Humanos Los avances de la globalización explican la inevitable difusión de problemas, que, decenas de años atrás, podrían encontrarse constreñidos a los marcos nacionales. Esto se vincula estrechamente con las predominantes relaciones de explotación existentes en el mundo de hoy.
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Es así como podemos explicarnos el origen de los llamados Problemas Globales de la Contemporaneidad, o sea, aquellos que afectan de modo directo el presente y el futuro de la humanidad en su conjunto, de los sujetos individuales e inclusive del planeta en que vivimos: constituyen un peligro en tanto atentan contra el progreso de al civilización. En la medida en que el Hombre está en el centro de los Problemas Globales se explica el vínculo de estos con los valores humanos (Fabelo 1996). Son conocidas las distintas enumeraciones de Problemas Globales y sus diversos ordenamientos jerárquicos: el peligro de guerra nuclear; la amenaza a la paz en sus variadas manifestaciones; el desnivel en el desarrollo económico - social entre las regiones del planeta, que engendra injusticia social, pobreza, insalubridad e incultura; las agresiones al medio ambiente que amenazan la vida futura sobre la Tierra; el rápido aumento de la población en contraste con el insuficiente ritmo de la producción de alimentos; el agotamiento de los recursos naturales no renovables, y no faltan los que incluyen a la revolución científico - técnica, calificada por otros como causa principal o como única vía de solución de los Problemas Globales. Hasta hace pocos años había consenso acerca del Problema Global fundamental de la contemporaneidad y muchos autores coincidían en ubicar en el primer lugar la amenaza a la paz mundial vinculada al peligro de una guerra nuclear, que pondría en peligro la existencia misma del planeta. Desaparecida la Unión Soviética y los países socialistas europeos, ha ido ganado adeptos el criterio que entiende que el Problema Global fundamental en la actualidad, es el acentuado desbalance entre los niveles de desarrollo económico, social y cultural de regiones y países, o sea, la llamada confrontación Norte-Sur (Fabelo 1996). De un modo más agudo que nunca antes, esta polarización riqueza-pobreza afecta a todos y divide al mundo en países que padecen hambre, miseria, insalubridad, analfabetismo e incultura y países que siendo "ricos", padecen de consumismo irracional, apatía social y violencia. Aún más, todas estas afectaciones pueden manifestarse en mayor o menor grado en cualquier país, cada cual signado por las contradicciones clasistas características de sistemas basados en la explotación y la injusticia social. Aquí radican las causas esenciales que enferman de violencia al mundo contemporáneo. La búsqueda de soluciones a este problema ha engendrado diversas corrientes de pensamiento y de materializaciones prácticas. El concepto de Desarrollo Humano, enarbolado por el PNUD y acerca del cual ha realizado significativos aportes el econominista cubano Osvaldo Martínez, es un ejemplo de gran vigencia. Se trata de un concepto amplio en el cual, según Martínez (1998), el ser humano es motor y meta del desarrollo; donde se potencia su participación social en el proceso de ampliación de sus propias posibilidades, a fin de crear un ambiente apropiado para que hombres y mujeres puedan desplegar todo su potencial y tener oportunidades para llevar una vida productiva y creativa, de acuerdo con sus necesidades e intereses: en todos los países y sin ningún tipo de discriminación. Es, el desarrollo económico ligado a la cultura, sobre bases éticas. Cultura, educación y valores humanos Las ideas anteriores se enlazan con las tareas de la educación como proceso social. Si bien la solución perspectiva del Problema Global esencial del mundo contemporáneo supone una reestructuración de las relaciones internacionales sobre nuevas bases, lo cual deberá ser plasmado en medidas concretas que permitan la transformación de la situación económica, social y cultural que hoy afecta de modo diverso a los hombres y mujeres de todo el planeta, no se puede perder de vista que esas transformación tienen que ser obra de esos propios seres humanos. Como ha afirmado el filósofo cubano J.R. Fabelo (1996), hay que promover cambios
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en la subjetividad humana, en la esfera de los valores. Hay que elevar a planos superiores el papel de la cultura, en sus expresiones científica, tecnológica, artística y otras. Debemos perseguir un desarrollo económico y social a nivel mundial que se apoye en el vínculo culturaeducación-valores humanos. Es oportuno reflexionar brevemente acerca de este vínculo. Sin intentar la difícil tarea de definir la cultura, es pertinente recordar que la misma es proceso y resultado de la actividad humana en condiciones sociales de existencia. La cultura crea valores, que se expresan en objetos materiales, en conductas y concepciones que sirven de base a la cohesión de grupos y colectivos socales en diversos niveles y se apoya en la creatividad humana. Los problemas de la cultura, ha dicho Armando Hart (1990), se ventilan en el marco de la educación porque la cultura es el objetivo de la educación. Entender la cultura y los valores, como creaciones humanas y la educación como proceso de interiorización por el ser humano de la cultura y los valores acumulados a través de la historia, tiene honda significación para los educadores que se hallan ante el reto de contribuir a la formación de generaciones que deben movilizarse con urgencia para asimilar y difundir valores que permitan salvar al mundo de la crisis de inequidad que amenaza con destruirlo, reforzando así la importancia de la labor del Movimiento Guía – Scout en el mundo. Trabajar los Valores. El momento histórico y cultural está provocando una serie de cambios importantes en cuanto a los valores que rigen nuestra sociedad. Entre estos cambios podríamos destacar: la falta de vigencia de valores asentados antaños, la convivencia de valores antagónicos, la ausencia de definición de algunos valores que sirvan de orientación para el actuar humano, la existencia de ambivalencias, es decir, la presencia del individuo autónomo frente al intento de lograr individuos moldeables por los intereses o grupos más dominantes, etc. ¿Cómo trabajar entonces con los valores?, daremos a continuación unas pautas que pueden llevarse a la práctica. En primer lugar, es necesario que el educador reflexione y establezca la existencia de tres tipos de valores: El primero, los valores llamados universales o metas. Están basados en principios universales, y con ellos todas las personas están de acuerdo. Son la solidaridad, la igualdad, el respeto, etc. Tenemos después los valores medios, basados en reglas convencionales que marca la cultura y la posición social que se ocupa. Estos simbolizan los caminos para alcanzar los valores universales. Son estilos de vida, los modos de vivir, la sexualidad, las opciones de trabajo, etc. A continuación están los contravalores, que son los valores antagónic os de los universales o metas (racismo, terrorismo, etc. ). Además, por su utilidad distinguimos también otros dos tipos de valores. Los personales, que constituyen la base de la conducta de una persona, es decir la autonomía, independencia , etc. y los valores sociales, que son necesarios para la convivencia pacífica y respetuosa con los demás, siendo necesario situarlos por encima de los intereses personales. Una vez que el educador ha fijado la existencia de estos valores, ha de tener en cuenta en qué momento de su desarrollo se encuentra el muchacho(a); puesto que los niños(as) y jóvenes rechazarán un razonamiento moral planteado por debajo de su nivel de comprensión y no
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entenderán aquel que estuviese por encima de sus posibilidades. Atendiendo a esta situación podríamos distinguir dos estadios: A. Los niños(as) y jóvenes moralmente dependientes, que son menores de 11 o 12 años y que no tienen razones morales que justifiquen su comportamiento. A éstos se les enseñará a través de valores sociales básicos, necesarios para la vida y la convivencia y requieren una actuación acorde con ellos. B. Los niños(as) y jóvenes moralmente independientes, con edades superiores a los 11 o 12 años. En ellos, su autonomía moral, va reemplazando las normas de autoridad por otras nuevas, surgidas de la simpatía y la reciprocidad con otras personas. Con ellos habrá de potenciarse el conocimiento y la actitud crítica ante los valores sociales básicos, para que vayan construyendo los suyos propios. Los Dirigentes y Guiadoras, conscientes de esta situación, han de basar su labor en el desarrollo de la capacidad del muchacho(a), en la toma de decisiones, la comprensión del porqué se toman dichas decisiones y la toma de conciencia de cómo afectan éstas a su propia conducta, al entorno y a los demás. En tercer lugar, el Dirigente y Guiadora debería concretar qué valores quiere asumir, es decir, cuáles son sus prioridades y cuáles son los valores más idóneos para el niño(a) o joven, teniendo en este paso las claras orientaciones planteadas en la Ley y su aplicación a cada rango de edad. En cuarto lugar, el educador ha de reflexionar sobre los valores que está inspirando en niños(as) y jóvenes, con sus enseñanzas, con las relaciones y actitudes que mantiene con ellos y con sus compañeros, así como con la metodología que emplea. Y en quinto y último lugar, el educador ha de interiorizar dichos valores e integrarlos en su práctica diaria, mostrándolos y viviéndolos cotidianamente, sin convertirlos en algo excepcional y esporádico. Desde el nuestro ámbito se puede intervenir para lograr que los niños(as) y jóvenes lleguen a construir su personalidad moral y ética en el sentido indicado. Cada Unidad debería proporcionar una serie de experiencias para contribuir a formar la personalidad moral de sus muchachos(as). Entre ellas, podríamos citar la consideración de la Unidad como una comunidad democrática, que implica la participación democrática de Dirigentes, Guiadoras y niños(as) y jóvenes en la vida de la Unidad y del Grupo, creándose así foros de diálogo donde poder plantear problemas de convivencia y de trabajo, permitiendo a los niños(as) y jóvenes ponerse en lugar de sus compañeros o Dirigentes y Guiadoras, creando situaciones favorecedoras de hábitos de autogobierno o de responsabilidad en el cumplimiento de acuerdos adoptados libremente por los miembros de esta Comunidad, tomando un enorme valor cada uno de los OPJ, ya sea de Unidad o Patrulla . Otras experiencias vendrían propiciadas por el carácter transversal y sistemático de las actividades de la educación en valores. Dichas actividades deben ser el resultado de la concreción en todas las áreas de los planteamientos educativos que se recogen en el Proyecto Educativo. Esto hace de la Educación en Valores una educación compartida por todo la Institución, debiendo ser incluido explícitamente en sus Programas de Actividades, quedando definidos los objetivos, procedimientos, actitudes, valores y normas a alcanzar por los niños(as) y jóvenes.
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Otras experiencias son las de preparación para la participación social. Está claro que la Educación en Valores no se fomenta para ser puesta en práctica únicamente dentro del marco del Movimiento, sino que debe ser igualmente válida fuera de él, en la vida cotidianaza de los niños(as) y jóvenes. Nuestro rol es entonces, el de facilitar a los muchachos(as) la posibilidad de implicarse de forma personal en algún tipo de experiencias de participación que requerían un compromiso y una responsabilidad de actuación coherentes con los principios que defienden, aunque dicha participación debe ser siempre el resultado de una decisión voluntaria por parte de ellos, voluntad expresada, en la adhesión a estos valores contenidos en la Ley, a través de la Promesa.
LA PROMESA, LA LEY Y LOS VALORES
(extracto de “Valores Hoy”, AGSCH)
Cada guía o scout en el mundo tiene una promesa que hacer y una ley que cumplir, que en principio son las mismas para todo el mundo sólo que están formuladas de acuerdo con la cultura de cada Organización Guía o Scout. La Promesa y la Ley de la AGSCH describen los principios fundamentales del Movimiento sean cuales sean las diferencias de religión, cultura y sociedad de los miembros de la ésta. La Promesa y la Ley originales fueron redactadas por Lord Baden-Powell, el fundador del Movimiento y, aunque los textos originales pueden aparecer como anticuados, los principios fundamentales que en ellos se expresan siguen teniendo vigencia. La Asociación ha actualizado el texto de la Promesa y la Ley a fin de utilizar un lenguaje moderno, ya que de lo contrario, si se las presenta a los jóvenes de hoy en su lenguaje original los jóvenes podrían encontrarlo difícil de entender, reconocer el compromiso que implica adherirse a éstas y, consecuentemente, podrían no tomarlo con la seriedad debida. Los principios fundamentales o valores de la Asociación de Guías y Scouts de Chile (AGSCH) se componen de varios elementos. La Promesa describe la responsabilidad personal que conlleva el ser guía o scout, mientras que la ley es un código de vida positivo basado en las responsabilidades descritas en la Promesa. Cada persona, cuando hace la Promesa al unirse al Movimiento, se compromete a asumir tal responsabilidad personal y a vivir según el código positivo. Los valores expresados en la Promesa y en la Ley forman la base para la toma de decisiones por parte de la persona e influyen el la forma como la interacción con los demás debe realizarse. La guía y el scout deben estar conscientes de la promesa y de la Ley, no sólo de los textos adoptados por nuestra Institución, sino de las actitudes y los valores en ellos contenidos y de la interpretación de las actitudes y los principios de acuerdo con su cultura y sus antecedentes personales.
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INTERPRETACIÓN DE LOS ELEMENTOS DE LA PROMESA La Promesa original emplea las palabras “honor” y “deber”, las cuales pueden parecer anticuadas, pero que pueden interpretarse como “responsabilidad”. También usa la frase “hacer cuanto de mí dependa”, lo que no implica la promesa de hacerlo todo perfectamente, sino hacerlo de acuerdo con la capacidad de la persona que hace la Promesa. Los elementos de la Promesa pueden explicarse e interpretarse de la forma siguiente: Extracto del texto de Promesa
Interpretación
El deber hacia Dios
Reconocimiento y búsqueda de la espiritualidad.
Deber hacia la patria
Aceptación del concepto de responsabilidad hacia la comunidad en que se vive
Ayudar al prójimo en cualquier circunstancia
Aceptación de la práctica de ayudar a los demás
Vivir la ley Guía/Scout
Responsabilidad de las acciones propias
El deber hacia Dios es reconocer los principios espirituales y la responsabilidad personal de buscar una dimensión espiritual - y vivir de acuerdo a ella - superior al ser humano. Esta dimensión espiritual no se ata a religiones ni instituciones religiosas reconocidas sino más bien es la convicción de que existe algo más grande que el ser humano, una convicción que moldea el carácter e influye en las acciones de forma positiva. El deber hacia la patria y ayudar al prójimo en toda circunstancia tiene que ver con el respeto y con asumir responsabilidades en la comunidad en que vive. Esta comunidad puede ser tan pequeña como un vecindario o tan grande como La Tierra. La responsabilidad implica preocuparse por el bienestar de los demás, influenciar en la sociedad y proteger el medio ambiente. Se trata de respetar, aceptar y apoyar al prójimo sin consideración de nacionalidades, culturas, religiones, sexos, aptitudes físicas y mentales, etc. Las palabras claves son ayudar a los demás y practicar la amistad internacional. Los principios del Movimiento se oponen fundamentalmente al racismo, la discriminación y la intolerancia (valores contradictorios, clasificados anteriormente como “valores C”, en Pág. 3). Obedecer la Ley Guía/Scout implica responsabilidad hacia sí mismo con los demás - una norma de vida. Es aceptar la responsabilidad de sí mismo para asegurar la autodisciplina sobre sus propios actos y su desarrollo. Una persona tiene que aceptarse y comprenderse a sí misma para poder amar y comprender a los demás. Existen otros muchos valores que se expresan en la Promesa, valores que necesitan ser identificados en la medida en que éstos se relacionan con la sociedad y los antecedentes la guía o el scout. INTERPRETACIÓN DE LOS ELEMENTOS DE LA LEY Así como en el caso de la Promesa, la Ley ha pasado por cambios de redacción, persiguiendo el mismo fin, el ser más cercanas a los jóvenes de hoy, pero siempre expresa una norma común de vida.
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Podemos hacer grandes listados de los valores que se desprenden de la Ley. Sin embargo, éstos sólo son letra muerta si permanecen en tinta y papel. Los valores adquieren vida en la medida que los ponemos en práctica y los reflejamos en cada una de nuestras acciones. A continuación se presenta un cuadro que relaciona para cada artículo de la ley Guía y Scout una serie de valores. Este cuadro es completamente subjetivo, por lo que te invitamos a reflexionar sobre lo que presenta y compartir tus opiniones respecto a él. ¿Crees que falta señalar algún valor en un artículo? ¿Crees que sobra alguno en particular? Conversa con tu Consejo de Grupo, equipo de Unidad y con los jóvenes e intercambia tus apreciaciones sobre lo aquí expuesto. LEY
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1. son dignos de confianza
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2. son leales 3. sirven sin esperar recompensa 4. comparten con todos
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5. son alegres y cordiales
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6. aman la naturaleza porque en ella descubren a Dios 7. saben obedecer y nada hacen a medias 8. son optimistas 9. cuidan las cosas porque valoran el trabajo 10.son puros de pensamiento palabra y acción
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VALORES responsabilidad; honor; confianza; honestidad lealtad; sinceridad; justicia servicio; generosidad; sencillez; caridad fraternidad; solidaridad; tolerancia; respeto alegría; cordialidad; humor; optimismo; esperanza fe; contemplación; respeto; amor; templanza obediencia; responsabilidad; constancia; respeto; tolerancia; franqueza optimismo; sentido del humor; alegría; esperanza; positivismo creatividad
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respeto; responsabilidad; laboriosidad;
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sencillez; sobriedad; pudor; fe; coherencia; autenticidad; veracidad
Desde luego, lo anterior son sólo ejemplos. Cada persona necesita establecer su propia lista de valores que se relacionan con la Ley y que sean aplicables a su propia situación social. Compara los valores arriba mencionados con los valores que tu haz desprendido en algún momento para ver como se armonizan. Cualquier programa educativo debe reflejar éstos valores. Adicionalmente para cada persona será necesario añadir y adaptar la lista de valores señalados más arriba para que resulten apropiados a su cultura, medio, entorno y desarrollo. La guía y el scout deben ser estimulados a lograr una mejor calidad de vida de modo que pueda asumir mayores responsabilidades y adquirir conciencia de su propio desarrollo y sus propios principios. COMO PROMOVER Y TRANSMITIR VALORES Los valores se promueven a través del programa educativo de una Asociación, pero es la guiadora y el dirigente los que los transmiten a los demás a través de su actitud y forma de vida. Se debe alentar a los jóvenes a desarrollar conciencia de su propia norma de vida. La Promesa y la Ley siempre deben estar presentes en las actividades. Además de los valores que se fomentan a través del cúmulo de experiencias que los jóvenes viven a través del programa educativo, también es posible desarrollar actividades especiales para incrementar su conocimiento respecto a sus propios valores.
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VALORES EN LA PROMESA En nuestro Movimiento, podemos encontrar la Ley y los Principios dentro de la Promesa. Los Principios a los cuales hacemos referencia son la relación consigo mismo, la relación con los demás, la relación con el mundo natural y el reencuentro con la esperanza. Cada artículo de la Ley en sí reúnen a un determinado número de valores. Si nos detenemos a hacer el ejercicio, tendremos como probable resultado el siguiente cuadro: PROMESA Por mi honor prometo, hacer todo lo que de mi dependa para cumplir mis deberes con Dios y la patria, ayudar a los demás en toda circunstancia y vivir la Ley Guía y Scout
• • • • •
VALORES compromiso personal, hacia un ideal de vida el asumir responsabilidades la persona integral, la vida, aceptación de sí mismo, la capacidad y esfuerzo personal por el desarrollo (el esfuerzo, “todo cuanto de mí dependa”) la solidaridad, la participación, la existencia y aceptación del “otro yo” como dimensión propia de la persona, el bien común y fraternidad con toda las personas la dimensión espiritual, integradora y animadora de toda la persona en el proceso de su realización, el asumir su fe como opción de vida
Según lo expuesto, nuestros niños y jóvenes, al adherir voluntariamente a la Promesa, se comprometen a vivir de acuerdo a valores implícitos en la Ley. Algunos de aquellos valores son la confia nza, la responsabilidad, la amistad, la laboriosidad, el optimismo, la lealtad, la sociabilidad, la tolerancia, entre otros.
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