EL ESPACIO PUBLICO El ágora griega establece una tipología formal, el foro romano concreta el simbolismo de la plaza como punto central en los significados de una arquitectura y una sociedad esencialmente urbanas. Mientras el ágora griega contribuía a dar al ciudadano conciencia de sí mismo, el foro romano daba conciencia de sí mismo al Estado". Juan Carlos Pérgolis en su libro "La Plaza. El centro de la Ciudad"
Es ineludible establecer un paralelo entre el ágora, el espacio público desarrollado por los atenienses, y el foro romano. De hecho, es posible que el espacio romano haya tenido influencias de su equivalente griego, una teoría reforzada por el hecho de que en las ciudades etruscas (antecedentes de las romanas) no se han encontrado vestigios de un espacio público similar. Después de todo, el ágora era, como el foro, el espacio público más importante de la ciudad, donde los habitantes solían reunirse para debatir aspectos importantes de sus comunidad. En general, el antiguo foro romano compartía con el ágora griega el carácter comercial del espacio, añadiendo por actividades cívicas y religiosas, e incluso lúdicas, ya que eventualmente se celebraban aquí juegos durante la República, aunque posteriormente fueron sólo las procesiones de apertura o pompae. Sin embargo, particularmente en la etapa imperial, el foro romano evolucionó como un ámbito de celebración y conmemoración, tanto en términos funcionales como simbólicos, de allí el carácter monumental en el espacio de éste último. El foro se convirtió en un impresionante espacio propagandístico del poder imperial, y por este motivo que las funciones comerciales fueron relegadas a un sector de éste. De forma similar, en Atenas, los romanos prohibieron el mercado en el ágora original, creando la llamada "ágora romana" para fines comerciales. El espacio público en las ciudades nace a partir de la oposición con el concepto de espacio privado; aparecen unos límites o fronteras que delimitan la vida privada, en el interior de los cuales el acceso público está restringido. Habermas toma como punto de partida de la distinción entre público y privado en la Grecia clásica. En las ciudades-estado de la antigua Grecia la vida pública estuvo constituida en el Ágora y en las Asambleas, donde se reunían los ciudadanos para discutir las cuestiones del día. La esfera pública fue un ámbito abierto a debate donde se podía interactuar entre iguales[3]. En la Edad Media europea no existe la esfera pública diferenciada como tal: la publicidad[4] se pareció más a un status de reyes y señores, ya que las figuras públicas se exhibían como representantes o personificaciones de un poder superior, dando lugar al término de “publicidad representativa”. La sociedad feudal estaba totalmente jerarquizada, tanto desde el poder político que correspondía con la posesión de tierras y la servidumbre de vasallos a señores, como en el poder eclesiástico, de manera que no se producía una comunicación corporal entre iguales, todo estaba supeditado a satisfacer a los superiores. Por esta razón Habermas niega la existencia de una esfera pública en la Época Feuda La plaza como lugar común de la sociedad medieval, no tiene las mismas connotaciones de la plaza renacentista. En la ciudad Medieval normalmente hay mas de una plaza, se nombran diversas plazas y no tienen por que ser grandes espacios abiertos en medio de la ciudad, sino que son espacios pequeños abiertos en diversas partes de la ciudad cumpliendo cada una de ellas una función diferente.