JURAMENTO DEL DENTISTA A SANTA APOLONIA DEL DOCTOR JAVIER GARCÍA FERNÁNDEZ

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Doctor Javier García Fernández, autor del decálogo Juramento a Santa Apolonia, a modo de juramento hipocrático

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El Juramento a Santa Apolonia tiene vocación de ser un referente para todos los dentistas

El doctor Javier García Fernández, director científico de MAXILLARIS, presentó a principios de año, en un acto del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región (COEM) dirigido a los nuevos profesionales, su propuesta de Juramento a Santa Apolonia, elaborado a modo del juramento hipocrático de los médicos. El manifiesto incorpora un decálogo de acciones éticas y morales que son el reflejo del compromiso que el doctor García Fernández ha demostrado, tanto con la profesión como con los pacientes, desde hace más de 35 años en su actividad como implantólogo, periodoncista y cirujano maxilofacial.

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En la profesión médica existe el juramento hipocrático para plasmar el compromiso personal del neófito con los valores nobles de su profesión; sin embargo, los dentistas españoles carecíamos de un juramento de este tipo ¿Cómo surge esta iniciativa de hacer un Juramento a Santa Apolonia a modo del juramento hipocrático de los médicos? Nace por una inquietud personal y por una reflexión sobre cómo ha evolucionado nuestra profesión. Vivimos momentos de crisis de valores éticos en la Odontología. En la profesión médica existe el juramento hipocrático para plasmar el compromiso personal del neófito con los valores nobles de su profesión; sin embargo, los dentistas españoles carecíamos de un juramento de este tipo. Por estas razones, y después de una reflexión, me propuse adaptar a nuestra profesión un decálogo de acciones que resumiera las distintas fórmulas que existen en otros países, principalmente del entorno iberoamericano. Por supuesto, también me he basado en el Código Ético de nuestro Consejo General de Dentistas. ¿Por qué es necesario en este momento realizar este juramento para los dentistas? Vivimos tiempos turbulentos y difíciles en nuestra profesión, con una profunda crisis de valores. Los que peinamos canas en el ejercicio de la Estomatología hemos visto cómo ha cambiado nuestra noble labor en el arte de curar. Hemos pasado de una medicina paternalista, donde el profesional desarrollaba sus conocimientos y experiencia para sanar a sus pacientes, a una práctica altamente especializada, dominada por un torbellino de nuevas tecnologías y la aparición de nuevos modelos asistenciales, en los que priman los aspectos económicos. Su decálogo fue presentado a primeros de año en un acto protocolario del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la Primera Región, en el que se daba la bienvenida a los nuevos colegiados. ¿A qué profesionales va destinado su juramento? El Juramento a Santa Apolonia tiene vocación de ser un referente para todos los dentistas y la intención es que lo tengan en cuenta todos los colegios profesionales y las facultades de Odontología.

Como indicaba, surgió de un compromiso personal, pero se presentó en el COEM tras aceptar la solicitud que me hizo su presidente, el doctor Antonio Montero, de leerlo en un acto dirigido a los nuevos colegiados. Aunque lo elaboré para que todos lo tengamos presente, tiene un indudable objetivo de transmitir los valores éticos de nuestro oficio a los profesionales nóveles. Usted inició su andadura profesional hace 35 años. ¿En qué ha cambiado el modelo asistencial? En mi exposición en el COEM recordé que hay una imagen que siempre ha marcado mi vida profesional: la estatua del portador de la antorcha que hay en el Campus de la Universidad Complutense de Madrid, con ella se representa cómo el maestro entrega el conocimiento –la antorcha– al discípulo. Hace 35 años me veía con mucha ilusión transportando la antorcha sobre un caballo lleno de fuerza y ambiciones. En este tiempo he visto un cambio tremendo en mi actividad profesional. Cuando terminé la especialidad de Estomatología, un profesor de universidad nos dio un consejo que nunca olvido. Él decía: «Para tener éxito como dentista se requieren tres cosas: primero, no hacer daño; segundo, parecer limpio y, tercero, si uno puede, hacerlo bien». Era el resumen de un modelo paternalista que hoy está ampliamente superado. Hemos pasado de una Odontología en la que el profesional ejercía en su propia clínica, muchas veces con un único gabinete y situada en su propio domicilio, a grandes clínicas regidas bajo un modelo mercantilista. El cambio ha supuesto, de manera general, la pérdida del prestigio de la profesión en el noble arte de curar. En estos momentos, nuestra actividad está muy condicionada por aspectos externos: intereses mercantilistas, marketing enfocado a crear falsas expectativas, demandas estéticas que priman sobre la salud, etcétera. Por otra parte, desarrollamos una Odontología altamente tecnificada y eso ha hecho que se pierda parte de la relación personal entre el paciente y el facultativo. Se ha perdido la esencia de nuestra labor.

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Asimismo, hoy los profesionales vemos que en los pacientes ha penetrado la cultura del low-cost. Muchas personas acuden a los centros buscando el precio más económico sin valorar la calidad. Los pacientes deberían saber que, cuando se opta por la vía más barata, frecuentemente se asume un riesgo, porque se sacrifica la calidad. Este riesgo también es para el profesional, puesto que con los precios muy ajustados es más complicado satisfacer las expectativas de los pacientes y eso puede tener consecuencias legales. Vivimos una época de alta competencia y, lógicamente, todos los profesionales quieren sobrevivir. ¿Hay sitio para todos? Uno de los grandes cambios de nuestra profesión es la aparición de la plétora profesional. Hemos pasado de aquella época en la que un ministro decía que éramos pocos y malos dentistas –con lo que, por supuesto, no estábamos de acuerdo, ya que la Estomatología había aumentado mucho su calidad–, a una plétora absoluta que está teniendo graves consecuencias en España y en Europa. Hace 35 años éramos unos 7.000 dentistas y hoy somos más de 36.000, con 26.000 clínicas abiertas, y cada año ingresan en las facultades 1.500 futuros odontólogos. Esta plétora ha dado pie a la entrada de agentes externos en el sector de la Odontología: grupos empresariales, compañías de capital-riesgo, aseguradoras ligadas a entidades financieras, etcétera. Bajo el paraguas de la libre competencia hemos llegado a una lucha salvaje. Hoy muchos compañeros, para intentar paliar de algún modo las acciones de marketing de las grandes empresas, se han unido y han formado grupos o marcas; se está entrando en el juego de competir por captar “clientes”.

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Nuestro objetivo es dar la oportunidad a nuestros pacientes de tener una buena salud bucal. En mi opinión, el tratamiento idóneo sería el preventivo, es decir, aquel en el que el paciente recurriera a nosotros porque desea mantener su salud. En España no estamos habituados, pero cuando empecé mi ejercicio me llamó la atención que en Estados Unidos había clínicas dedicadas en exclusiva a la prevención. Hoy día la profesión está invadida por los intereses comerciales. Vendemos nuestros tratamientos para satisfacer expectativas que van más allá de recobrar o mantener la salud. Las clínicas dentales se han convertido en un negocio más y ya podemos encontrarlas hasta en centros comerciales. Esto deteriora nuestra imagen y, por supuesto, la relación profesional-paciente. También destaca en su enunciado el respeto hacia los maestros. Para mí es una obligación profesional mantener un respeto y una gratitud de por vida hacia los maestros. Otros abrieron el camino y nos facilitaron nuestra trayectoria. En mi caso, siempre estaré agradecido a los doctores Alberto Berguer, Antonio Bascones, Mariano Sanz y José Carlos de la Macorra, ya que ellos me abrieron la puerta del conocimiento y me ayudaron en mis inicios, pudiendo incluso formarme en universidades extranjeras. Pero también destaco en este enunciado el deber de transmitir nuestro conocimiento y experiencia a los discípulos y compañeros. Todo profesional tiene el deber de atender a cualquier compañero que demande un consejo o una ayuda y, además, hay que hacerlo de manera desinteresada.

El doctor Javier García Fernández siempre ha ejercido la profesión poniendo al paciente en el centro de su actividad.

Volviendo a su propuesta de juramento, ¿cuáles son los valores éticos y morales que se intentan transmitir para el ejercicio de la Odontología en este momento? Este decálogo, a mí me gusta llamarlo Juramento a Santa Apolonia, lo tengo impreso a modo de pergamino antiguo y lo expongo en mi consulta junto a mis títulos, para que sirva de recordatorio de mi compromiso y renovarlo día a día. Los primeros enunciados se refieren a nuestras obligaciones, como la de velar por la vida y la salud de nuestros pacientes. No debemos olvidar que nuestra profesión tiene la vocación de servicio hacia nuestros semejantes, sin ningún género de discriminación.

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¿Cómo se puede encontrar el equilibrio entre lo que busca el paciente y lo que los dentistas deben ofrecer como profesionales sanitarios? Muchas veces el paciente acude con unas expectativas muy altas y esto no debe llevarnos a buscar el lucro injusto. Hay que evitar el sobretratamiento y ofrecer siempre lo mejor para él teniendo en cuenta sus circunstancias y condiciones. Con el corazón en la mano, debemos dar el tratamiento al paciente que nosotros mismos nos haríamos. Por supuesto, hay que respetar su última decisión, pero siempre procurando que ésta sea libre y se fundamente en una información completa. El paciente debe valorar las diferentes opciones sabiendo sus ventajas y desventajas. Asimismo, el profesional debe ser consciente de sus limitaciones y, cuando el caso lo exija, hay que delegar o referir el tratamiento. Tenemos que ser humildes y reconocer que no se puede conocer todo. La profesión es cada vez más compleja y está muy especializada; por lo tanto, debemos

comprometernos para ajustar nuestro trabajo al grado de preparación que tengamos, evitando siempre la impericia. En este sentido, también es muy importante comprometerse con seguir formándose y actualizándose, porque en la ciencia los avances van muy rápido. Si no ejercemos según la evidencia científica actual, también podríamos tener repercusiones legales por mala praxis. En su juramento no se pasa por alto el respeto al secreto profesional. ¿Cómo encaja hoy con el uso de las redes sociales? Guardar el secreto del ejercicio profesional exige estar muy atento para respetarlo en cualquier circunstancia. Además, está vigente la Ley de Protección de Datos y no sería raro que la Administración sanitaria incrementara las inspecciones en nuestras consultas. Pero el secreto va más allá. Muchas veces publicamos nuestros casos en medios científicos de la profesión y siempre debemos contar con la autorización del paciente. La aparición de las redes sociales ha supuesto una oportunidad para que todos los que lo desean publiquen sus casos, pero también hay que respetar la identidad de los pacientes. Sería malo que nos acostumbráramos a ver pacientes sin ojos tapados o radiografías en las que aparece el nombre. El respeto también se extiende a las relaciones entre compañeros. ¿Se han producido grandes cambios? Una de las cosas que más valoro de la profesión es haber conocido a grandes personas con las que he compartido mi profesión y he creado lazos de amistad. Debemos evitar por todos los medios el pecado de las críticas malintencionadas a otros compañeros —en las redes sociales son muy frecuentes—. Muchas veces juzgamos la actuación de otros compañeros basándonos en una radiografía y sin tener en consideración otros datos con los que poder valorar el trabajo. Estas críticas desprestigian mucho a la profesión, porque cuando se hacen en internet las puede ver cualquiera. También creo que hay que respetar a aquellos compañeros que de forma voluntaria y desinteresada dedican su tiempo a resolver los problemas de la profesión a través de los colegios. Siempre he pensado que hay que colaborar y trabajar por la profesión y, si no nos gusta el trabajo de un representante, hagamos nosotros una propuesta distinta.

En el campus de la Universidad Complutense de Madrid se encuentra la estatua del portador de la antorcha –el conocimiento– que se la cede a su discípulo.

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Juramento a Santa Apolonia Juro por Esculapio, Maimónides y Avicena, y por Santa Apolonia, patrona de los dentistas, a los que pongo por testigo de la observancia de este juramento o promesa que me obligo a cumplir:

Ser dentista...

• Para velar por la vida, la salud y la dignidad humana como derechos fundamentales y ofrecer mis conocimientos en beneficio de las personas y la sociedad. • Para prestar a todos los pacientes la mejor atención posible, sin diferencia de raza, condición social, religión o estado de salud. • Para ayudar a mis semejantes a disfrutar de una buena salud en su boca. • Para profesar a mis maestros el respeto, la gratitud y la consideración que merecen, y para transmitir el conocimiento heredado y adquirido, por mi estudio y experiencia, a mis discípulos. • Para ser humilde en reconocer que no puedo conocerlo todo, pero no desfalleceré en intentarlo. Seguiré estudiando y formándome en toda mi vida profesional, y actualizando mis conocimientos de acuerdo a los avances de la ciencia y la tecnología odontológica. • Para atender las necesidades de aquel que, por su situación o condición económica, no pueda ser tratado para recobrar su salud. Y evitaré el lucro injusto, buscando lo mejor para el paciente y respetando en todo momento su autonomía de decisión. • Para tratar con respeto y cordialidad a mis colegas, evitando críticas malintencionadas y procurando la unidad de la profesión. • Para guardar y respetar los secretos por mí conocidos en el ejercicio de la profesión, salvo en los casos exceptuados por la legislación. •Para ejercer mi profesión con dignidad y ética al servicio de la sociedad. • Para amar, disfrutar y trabajar mi profesión con entusiasmo,

buscando siempre el bien de mis pacientes.

Si observo con fidelidad mi juramento, séame concedido gozar felizmente de mi vida y profesión siendo honrado por los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria.

Doctor Javier García Fernández

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Todo profesional tiene el deber de atender a cualquier compañero que demande un consejo o una ayuda y, además, hay que hacerlo de manera desinteresada ¿Qué sentido tiene ejercer la profesión con dignidad? En el trabajo, como en otras muchas facetas de la vida, cada gesto, cada acto o cada símbolo tiene su importancia; en la profesión sanitaria también. Por ejemplo, considero necesario el cuidado de nuestra imagen y el saber estar es importante, porque es un ejemplo para la sociedad. En ocasiones observo que no se cuidan las formas y el vestuario y eso es perjudicial porque va contra la profesión. El paciente debe identificar fácilmente a quién le está tratando: un higienista, un dentista o un comercial. Ponerse la bata o el uniforme implica un mensaje para el paciente. Del mismo modo, considero que hay que evitar el excesivo compadreo con los pacientes. Laín Entralgo recordaba que para establecer una buena relación médico-paciente hacían falta tres cosas: primero, la fe, porque el paciente debe pensar que el profesional le va a solucionar su problema; en segundo lugar, la lealtad, es decir, el paciente debe obedecer al doctor y tomar la medicación que le prescriba o llevar a cabo los cuidados que le indique, y, por último,

hay que guardar distancia, que no quiere decir que seamos antipáticos o nos creamos superiores, sino evitar la excesiva familiaridad, porque con ella se deteriora la relación. Después de mucho tiempo tratando a los mismos pacientes es fácil que las relaciones impliquen una cierta amistad, pero hay que intentar que en la consulta todos asuman su papel, porque si no lo hacemos así empezaremos a tener problemas con el cumplimiento de las citas o será complicado cobrar un tratamiento. Tenemos muchos condicionantes externos que han contribuido al desprestigio de la profesión, pero debemos poner todos los medios para que, en lo que a nosotros respecta, no incurramos en graves errores. Vender tratamientos por internet, hacer publicidad engañosa, criticar a los compañeros en las redes sociales o participar en una puja de tratamientos a través de páginas web son actitudes denigrantes y tienen sus consecuencias.

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