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Jauss, H. R. ‘La douceur du foyer’: La lírica del año 1857 como modelo de comunicación de normas sociales, en Experiencia estética y hermenéutica literaria. Madrid: Taurus ediciones, 1986. El trabajo que presenta Hans Robert Jauss es producto del seminario “Lírica como sistema de comunicación” que tuvo lugar en la Universidad de Constanza (Alemania) en 1972, en el cual hace una propuesta de análisis del lenguaje poético, según sus propias palabras, “de índole sociológico-literaria”. El estudio de los textos literarios como obras de arte autónomas, como meras estructuras sígnicas, o como representaciones fieles de la realidad histórico-social que las circunda, ha delimitado su respectivo campo de acción y sus investigaciones se han enfocado hacia diferentes puntos: las manifestaciones del lenguaje escrito como producto estético por un lado, y por el otro, aquellos que, durante años, se han centrado en el texto alejándose así de la posibilidad de entenderlo como el componente de una relación dialógica. Ahora bien, tradicionalmente la lírica se ha mantenido al margen de los estudios de la sociología de la literatura que considera la novela el corpus ideal para observar y decodificar la relación entre literatura y realidad social. Jauss expone en tres capítulos su reflexión sobre la lírica centrada en su función comunicativa y su función social y para tal efecto se remite a textos producidos en el año 1857 en Francia. El autor parte de su interés por los estudios que de la relación lírica-lector hace Michael Riffaterre para quien “le poème nést pas un aboutissement, mais un point de départ”, que entra en comunión con el enfoque pragmático de la teoría de la recepción. La cuestión es, según Jauss, elucidar cómo, a partir de la capacidad de representación del discurso poético, la lírica cumple con funciones comunicativas que legitiman patrones sociales y cuál es el aporte de la “actitud estética” como posibilitadora de un acto comunicativo (Riffatterre, citado en Jauss, 1986, p. 394). La relación entre realidad y poema se hace problemática cuando se presume que el “lector común” asigna un valor a la manifestación estética partiendo de su conocimiento de la realidad, puesto que dicha valoración reposa más bien en la idea que el lector tiene de lo que está representado en el poema, es decir, el punto de encuentro entre la lírica y su receptor se basa en las palabras que poéticamente representan la idea que éste último ha asimilado de su entorno, entendiendo éste como la realidad externa. Es la referencialidad
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del lenguaje, la relación entre palabras e ideas, lo que en últimas induce al lector a asignar sentido al poema. Para explicar la manera en que el discurso poético, en su capacidad representativa puede tener un mayor nivel de convencimiento, Jauss acude a la categoría de la “superdeterminación” que se entiende como una relación tripartita entre el código lingüístico, que puede precisar de actualizaciones semánticas dependiendo del tiempo de la enunciación y el tiempo de la recepción; la estructura temática, que es la organización discursiva y cuyo éxito radica en la habilidad del lector para decodificar la estructura dada por el autor; y el sistema descriptivo, que se centra en las asociaciones que el lector crea partiendo del código lingüístico provisto por el autor, en otras palabras, este último sistema, que corresponde a la pragmática, hace énfasis en la capacidad que el lector tiene de relacionar el código lingüístico, las palabras, con las ideas producto de sus experiencias vividas dentro de la estructura social que sirve de límite a su representación de la realidad. Esta relación tripartita se entiende como una secuencia de interferencias entre los tres elementos que incrementan la capacidad de convencimiento del discurso poético. Es interesante ver cómo, basados en esto, es posible analizar la lírica desde la lingüística estructural entendiendo que no necesariamente se parte de la realidad para interpretar el poema, sino que es el poema, sometido a un examen minucioso de su código lingüístico, el que dota de significado a la realidad; ésta se crea dentro de las imágenes de palabras que conforman su estructura temática. La pertinencia de la interferencia de los tres sistemas en el análisis del texto comenzaría entonces en el nivel pragmático en donde la interpretación del nivel sintagmático (o estructura temática) permite al lector develar las palabrasimágenes del poema, que corresponden al código lingüístico; y dado que el texto poético suscita su propio contexto, el lector puede hacer sus propias deducciones sin necesidad de recurrir a su conocimiento previo de factores históricos o preceptos de carácter estético. Ahora, aquello que el lector ha traducido con base en el proceso decodificador de los elementos superdeterminantes, más allá de su valor estético está erigido sobre una función comunicativa, es decir, conlleva un mensaje que, como dice Riffaterre, transmite modelos de comportamiento y por ende, de estructuración de pensamiento en determinadas circunstancias sociales. Se hace necesario, sin embargo, distinguir el poema como portador de mensaje (poético), de la mera información que es función de otro tipo de discursos. Debido a que es el lector el receptor de dicho mensaje, es en él en quien recae la tarea de
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desencriptar el significado, oculto o no, del texto poético y por esto, factores del pasado y del presente juegan un papel importante en dicha tarea. Estos factores se refieren al horizonte de experiencias del receptor, que configurarán la estructura temática del texto, y que incidirán en la idea que el lector construya a raíz de su recepción del poema en caso de que el lector tenga la evidencia necesaria que le permita reconocerla. En caso contrario, hará “surgir en el lector joven o inexperto esta idea por primera vez” y alimentará, de paso, su horizonte de experiencias para futuras interpretaciones; en otras palabras, la idea se introduce en la experiencia del lector que ha tenido acceso a ella en la recepción (397). Jauss afirma, con base en la propuesta de Riffaterre, que a partir de la carga semántica de los conceptos se pueden crear “sistemas descriptivos” a los que también se refiere como “áreas de imagen” que se circunscriben a patrones retóricos que pueden ir desde el epíteto hasta la utilización de palabras con una carga simbólica relevante. La transición del sistema descriptivo con función representativa, propio de la poesía, a la función comunicativa es posible cuando, sobre la base de los conceptos, se hace viable la inserción en modelos que detonan la memoria de tal o cual circunstancia, a esto lo llama, “modelo interactivo”. Sin embargo, para que la poesía desarrolle su función comunicativa, se debe nutrir del sistema lexical del que selecciona su código atendiendo el momento en que éste se produce para que, de tal manera, permita un grado de familiarización del lector con el sistema descriptivo. Los modelos interactivos responden a patrones de conducta que con el tiempo pueden convertirse en normas propias de la estructura social en que se generan y que fácilmente pueden pasar desapercibidos por quienes se encuentran dentro de ella. Estos modelos interactivos viabilizan la función comunicativa de la lírica en la medida en que subyacen el lenguaje poético, es decir, invitan al descubrimiento de su sentido dentro del texto, lo suyo es, por decirlo de otra forma, la inferencia a partir de los elementos léxicos y simbólicos que lo conforman y que sugieren la existencia de esquemas de conducta dentro de la sociedad en que estos “juegos lingüísticos” (como también llama Jauss a los modelos interactivos) germinan . Si se atiende a esto último, es posible, a partir de la investigación de la producción lírica de determinado período de tiempo, descubrir patrones de conducta dentro de una realidad social específica, que es lo que el autor se propone con este trabajo. A partir de la producción lírica de 1857 en Francia, Jauss propone al lector hacer un viaje en el tiempo y explorar el mundo de subsentido de La Douceur de Foyer que aúna tres
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temas fundamentales en aquella época: “el modelo social, el origen sagrado y la poesía de lo cotidiano” (401) Elige tres niveles de fuentes representativas: la primera, es el canon vigente de la época representado por Victor Hugo (nueve poemas); el segundo, es lo que él denomina “la provocación vanguardista” representada por Charles Baudelaire (cuatro poemas); y la última la constituyen textos líricos de “consumo inmediato”, representados por textos publicados en revistas de aquel año (siete poemas). Jauss analiza dichos textos con el fin de refrendar su propuesta sobre la manifestación de los mundos de subsentido implícitos en la lírica. A partir del análisis del poema “Le crépuscule du soir” de Baudelaire, el autor muestra cómo el tema del final de un día de trabajo es tomado por el poeta no desde el punto de vista de la familia burguesa, sino desde aquel de los individuos que componen el mundo de los marginados sociales. Por otra parte, la reproducción del paradigma religioso de la “sagrada familia” se ve de manera explícita en el poema “Stella maris” de André Lemoine, en el que en un diálogo romántico la madre expresa la calidad dual de su emotividad: su hijo que reposa en una cuna, y su marido, a quien guarda su corazón pero que permanece lejos y que debe sacrificarse heroicamente defendiendo su patria. Para el autor, el poema de Lemoine sugiere una delimitación simbólica de lugares, mujer-hogar-seguridad; y hombre-fuera-peligro. La dulzura del hogar encuentra su fuente en la mujer quien ejerce su poder allí, mientras que el hombre, para el que la felicidad está en el hogar junto a su mujer, ejerce su poder fuera de la comodidad de su casa, de hecho el papel del padre en el mundo de subsentido del foyer es extremadamente débil. La dualidad dentro-fuera se acompaña de varias más en la doceur de foyer; el mundo laboral por ejemplo se opone al del hogar; existen divisiones tanto espaciales, como cronológicas entre los dos. El hogar es el espacio de la felicidad, de la familia, del calor del fuego, como indica Jauss, “el tema lírico, con sus variaciones, proporciona también como paradigma social, experiencias, formas de conducta y normas del saber cotidiano” (406). Es interesante ver cómo se utiliza el sistema de opuestos, no como marcadores negativos o positivos dentro del poema, sino como coadyuvantes del modelo social que se pretende destacar. De esa manera, explica el autor, se muestra la parte negativa como el reverso de una misma situación para destacar lo implícito positivo de la misma, por ejemplo: placer – trabajo; compañía – soledad. Si bien cada mundo de subsentido está delimitado, pertenece o hace parte de un espacio más amplio: el mundo
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cotidiano, al que en ocasiones es difícil salir cuando se está inmerso en los límites del pequeño mundo del subsentido. Se hace necesario entonces hacer consciencia de aquello que lo rodea y que está conformado por elementos o situaciones que aunque habituales, se presentan ante nosotros extrañas, ajenas. Jauss recuerda Le Grillon (L.Damney) en el que un pequeño grillo transgrede las fronteras que separan su hogar de lo que hay fuera, y aunque en un principio la pasa bien, juega y conoce a otros grillos, la imposibilidad de retornar al hogar le genera un terrible arrepentimiento. “El análisis del paradigma muestra cómo, en el ámbito de la lírica, las fronteras en un mundo de subsentido están consolidadas, idealizadas y sancionadas por el pensamiento colectivo” (408). El grillo aprendió, un poco tarde, que traspasar los límites tenía una sanción, en El Grillon la moraleja es explícita y para nada casual. Los espacios abiertos se oponen a los espacios cerrados y a cada uno de ellos se atribuyen características que los dotan de sentido. En la lírica ocurre lo mismo y se constituye en una de sus características fundamentales. Sin embargo, lo más importante es que, como asegura Yuri Lotman, “el límite que divide el espacio en dos partes debe ser impenetrable, y la estructura de cada uno de los subespacios, distinta” atributo éste que regocija a Jauss ya que eleva la categoría de los mundos de subsentido a idea (citado en Jauss, 409). Este postulado de Lotman resulta muy atractivo a la hora de analizar los textos líricos. Volviendo a la doceau du foyer, es posible ver en lírica de 1857, que el mundo del hogar estaba cerrado ante el mundo exterior. De hecho, las experiencias de lugares lejanos son traídas de la voz de un visitante foráneo, de tal manera que se puede disfrutar de aquellos lugares inaccesibles sin someterse a los peligros de estar fuera, cuestión que revalida la seguridad, la felicidad que se encuentra en el calor del hogar. Es así como a través del lenguaje poético, se legitiman modelos sociales, patrones de comportamiento que se transmiten de generación en generación y que con el tiempo se funden en el mar de las costumbres cotidianas que delimitan nuestro mundo de subsentido. Según el autor, la legitimación tiene una “función ideológica”. De un fragmento del poema Chaperon-Rouge, de Blaze de Bury, se desprenden cuatro formas de legitimación: 1) la recreación de las tradiciones que han sido heredadas ancestralmente; 2) la imagen del Paraíso en la que se idealiza aquel espacio cristiano, sustraído de su contexto religioso y acogido por todas las instancias ideológicas y que, sin lugar a dudas, representa el pasado en el que todos fuimos felices; 3) la naturaleza como última posibilidad de tener una vida
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placentera y tranquila; 4) el peligro en el que se encontraba el foyer burgués ante la arremetida de la civilización en las ciudades. De estas legitimaciones se desprende la capacidad idealizadora de los juegos lingüísticos que contribuyen en su función comunicativa a crear y fortalecer la normatividad en determinados entornos. “La apariencia de validez supratemporal hace que estos modelos comunicativos sirvan, también, como medios de encubrimiento ideológico; es más, en este contexto, la ideología se manifiesta en que, tras el discurso lírico, se oculta un interés de poder” (415). Jauss hace una revisión de las circunstancias histórico-políticas de Francia en el siglo XIX (de cuya época se nutre el corpus de esta investigación). Basado en la lectura de los decretos proferidos poco después de la Revolución que regulaban la secularización de la sociedad marital, con las implicaciones que ello conllevaba en términos de cierta equidad en los derechos de hombres y mujeres; y un repaso del código civil de aquel entonces, se desprende que tanto los derechos como la equidad tenían limitaciones y que la supremacía de la autoridad paterna no había sido desbancada del todo. Se deduce de esto que no hay una correspondencia con la evocación lírica recogida, en la que el poder del foyer es ejercido por la mujer y el hombre, cuando aparece, es casi intangible. No ocurre lo mismo con la novela del siglo XIX, en la que el padre aparece ejerciendo su poder. La representación que se hace del hijo en la lírica de aquel siglo, contraria a la del padre, pareciera responder al cambio social en el que tanto las mujeres como los niños comenzaron a recibir un grado más alto de valoración social. Los cambios que experimentó Francia durante el siglo XIX trastornaron los cimientos de su sociedad comenzando por su base: la familia. Por lo anterior, el autor propone la idealización como explicación al modelo representado en la poesía analizada. Sobre la base de las teorías de A. Schütz y Th. Luckmann, Robert Jauss introduce una serie de clasificaciones que sirven para explicar la manera en que “el entorno de la cultura humana” está constituido. Existe un conjunto de dimensiones que demarca el entorno de las personas, a esto hay que agregarle que dichas dimensiones se organizan en “tres ejes de relevancia” a saber: a) el aquí-allí, que es nuestra relación con el mundo que nos rodea y abarca distancias que van desde lo más cercano hasta lo más lejano en el cosmos; b) el visá-vis, que es nuestra relación con el mundo compartido; y c) el curriculum, que
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corresponde directamente al individuo y se ubica entre los dos anteriores. Integra el entorno y el mundo compartido al mundo de la subjetividad y así posibilita la asignación de sentido, a este eje también lo denomina, relevancias biográficas. Enmarcando estos tres ejes, encontramos “un mundo de sentido simbólico, que puede manifestarse, cultural, estética o teoréticamente en las formas de la religión, el arte o la ciencia” (424). Con el fin de investigar cuál es la función de la lírica dentro del sistema comunicativo de determinado entorno histórico se hace necesario vislumbrar cuáles pueden ser las limitaciones que nos ofrece su horizonte. En el caso de la producción estética, comprendida en la poesía escogida para el estudio, es notable que el entorno inmediato (aquí-allí) está delimitado por la visión romántica que rodea todos los mundos de subsentido que se expresan en ella. En cuanto a la relación con el mundo compartido (vis-á-vis), aunque hay una manifestación que limita la relación al tu y al nosotros, se hace hincapié en que dicha limitación es superada en el momento en que Baudelaire irrumpe en la lírica con la foule (la masa) que alude a la ciudad, con lo que amplía las restricciones anteriores de aquel mundo compartido. La lírica, dentro del mundo de sentido simbólico de aquella época, pasaría a resolver todas las preguntas que con anterioridad eran dilucidadas por la épica, convirtiéndose así en una suerte de prédica de inspiración sublime en la que se encuentran las respuestas a las preguntas de la humanidad. Jauss concluye que los juegos lingüísticos o modelos interactivos que le permiten a la lírica ejercer una función comunicativa en el mundo de subsentido de la doceur de foyer, responden a la idealización de las conductas y normas que hacen que se sugiera como un espacio interior de felicidad que resulta, a todas luces, más poderoso que la idealización de una vida armónica en la esfera de la utopía o la ficción.
Gloria Cristina Torres Silva Maestría en Estudios Literarios Universidad Nacional de Colombia