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Los heroes que cambiaron la historia

La historia de Godoy Cruz tiene un capítulo obligatorio en 1994. El presente es producto de muchas causalidades pero el quiebre fue el título en el Torneo del Interior para llegar al Nacional B. La vidriera es amplia. Hay de todo para elegir y poder recordar sobre leyendas tombinas, aunque ese año brilla con una luz especial. Quizás por el sacrificio que significó conseguir el ascenso. Quizás por el sentido de pertenencia, el olor a barrio, la continuación en el legado de las “Pandillas” de antaño. Un logro que abrió la puerta al fútbol profesional y que llevó al club a las grandes marquesinas.

El plantel estaba conformado en su mayoría por jugadores surgidos de inferiores. Un mix entre juventud y experiencia, calidad, garra y entrega. Ellos mismos decían en ese momento que “hasta la Libertadores no paramos”. Vaya guiño del destino lo que vino después. Disfrutaban lo que hacían y el que se descuidaba perdía con las bromas diarias.

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Se puede hablar de partidos y de goles pero invocaremos recuerdos y sentimientos. Inmortalizados como los “Héroes del Barro” por la cancha empantanada de Guaraní Antonio Franco en Misiones, donde se consumó el título (0 a 0, luego del 1 a 0 en Mendoza), así recordaron la epopeya:

Alberto Garro, DT: “Tenía una ventaja por el conocimiento sobre plantel y por el conocimiento entre ellos mismos. Había posibilidades de dar pelea. Íbamos escalón por escalón y nos fuimos consolidando. Tratábamos de que fueran felices de las cosas que hacían, que lo tomaran con naturalidad”.

Claudio Manchado: “Tenemos en nuestra memoria ese partido que fue tan difícil, que íbamos de punto y terminamos siendo banca. Teníamos todo en contra, era un barrial tremendo y no se podía jugar. Lo sacamos adelante poniendo el corazón y por eso quedó grabado. Es lo mejor que nos pudo pasar”.

Sandro De Luca: “El camino empezó en 1986 y la frutilla del postre fue el ascenso. Lo principal que tuvo ese plantel fue el sentido de pertenencia, el amor a la camiseta y el hambre de gloria. No había egoísmos, todos nos rompíamos el alma por jugar y apoyábamos desde cada lugar”.

Manuel Villalobos: “Teníamos mucha confianza en nosotros, afuera volvíamos locos a todo el mundo pero adentro éramos responsables y nadie nos podía sacar el objetivo de la mira. Me acuerdo cuando pitó el árbitro porque la habíamos pasado mal. Sabíamos que estábamos logrando la gloria. Fue muy emocionante”.

Gustavo Lillo: “Viví las dos finales en el túnel del vestuario. Lo sufrí muchísimo, hacía fuerza en cada jugada. Todo lo que se vivió fue algo muy lindo. Son sensaciones que nunca voy a olvidar porque lo compartí con excelentes personas. Éramos más amigos que compañeros”.

Daniel Oldrá: “Ese equipo fue único, memorable. Un montón de gente trabajaba para que lográramos el ascenso. El día que le ganamos a Cipolletti nos dimos cuenta que estábamos para otras cosas. El fútbol, los árbitros, las canchas eran difíciles. Todo muy duro. En Misiones era la última estación, no podíamos fallar y defendimos como nunca”.

Rafael Iglesias: “La cancha estaba impresentable porque llovió toda la noche. Nos decían que nos iban a meter cinco goles. Al club lo llevo en el alma, en la sangre. Me formó como persona, me dio un nombre y me enseñó a transitar por la vida. Somos un club que no tenemos techo”.

Pablo Cuello: “Cipolletti tenía un invicto larguísimo de local. Le pegué desde lejos. La cancha estaba mojada y rápida, salió un tiro rasante y fuerte al lado del palo y el arquero no llegó. Fue un gol hermoso que sirvió para traernos el triunfo, nos dio el empujón para la recta final y nos perfiló para el ascenso. El mejor recuerdo que tengo en el fútbol quedó en esa final en Misiones”.

Claudio Bengolea: “Había un buen plantel, buenos compañeros. Desde los 13 años estaba en el club, me formé con muchos chicos de ese grupo. Fue muy lindo estar en el plantel del ascenso, de tener esa experiencia. Si no lo lográbamos, quizás hoy Godoy Cruz no estaría en donde se encuentra”.

Diego Astudillo: “Fue algo especial estar en ese plantel, más para los chicos de las inferiores. Pasábamos momentos espectaculares que se quedan guardados en la memoria, cuando íbamos a los entrenamientos siempre pasaba. Fue glorioso llegar al ascenso”.

Osvaldo Almeida: “Hay un montón de recuerdos y haberlo compartido con mi hermano es impagable, no se me borra más. Era un plantel relajado, siempre de buen humor, siempre haciendo chistes para calmarnos. Los más grandes ayudaban para que el resto no sintiéramos presión”.

Rubén Almeida: “Me dio una parálisis facial y los médicos me dijeron que no podía pasar nervios ni frío. No les hice caso, el espíritu de ese equipo era ese. No queríamos llegar hasta las últimas instancias y quedarnos con las manos vacías. Nunca pensamos que íbamos a quedar en la historia, aunque siempre lo buscábamos”.

Javier Franco: “Godoy Cruz es la institución más grande de Cuyo. Es un ejemplo a nivel nacional. Le doy gracias porque me ha permitido ser una pequeñísima parte de la historia, lo llevo en mi corazón, nunca me voy a olvidar de lo vivido y de los amigos de 1994”.

Gerardo Daine: “Me crié en el club. Esa etapa fue hermosa, una experiencia increíble. Jugué de titular contra San Martín de San Juan, vi a mis viejos en la tribuna, pude hacer un gol. Son momentos que no se borran nunca más. El ascenso es inolvidable”.

Cristian Vargas: “Lo más importante en mi carrera fue ese ascenso. Fuimos un grupo con hambre de gloria, no nos importaban las horas de entrenamiento. Lo económico pasó a un segundo lugar en un momento difícil. Lo único que nos importaba era jugar a la pelota. Era un plantel de gran nivel y de mucha jerarquía”.

Martín Puppato: “El ascenso fue histórico, tuvimos momentos hermosos. Me crié en el club, qué mejor regalo que haber logrado eso. No fue fácil pero logramos el ascenso por el sentido de pertenencia. Fue lo más lindo que me pasó en mi carrera”.

Marcelo Marcucci: “Era el más grande del plantel, con un poco más de rodaje. Los pibes tenían muchas ganas. Se armó un grupo de jugadores con experiencia y juventud y esa fue la clave. La gente todavía nos recuerda y tenemos ese privilegio. Godoy Cruz es mi casa, es mi mundo”.

Alberto Núñez: “Empecé a sentir un latido en mi corazón cada vez que tenía que jugar, ese cosquilleo en la panza en cada partido. Me hice muy fanático, amo a Godoy Cruz. No tengo palabras de agradecimiento por haber jugado en el club, me enorgullece”.

Carlos Riquelme: “Llegué ese año y fue fantástico. Garro era muy capaz, un sabio, era un padre para el plantel. Había competencia sana. Jugábamos por la camiseta, por amor propio, por el barrio. Donde íbamos nos plantábamos y éramos respetados. Teníamos humildad y sacrificio”.

Alberto Naves: “Fue mi mejor experiencia deportiva y tuve la suerte de hacer el gol del ascenso, gol que llevaré en mi corazón para toda la vida. Formé parte de este plantel de grandes jugadores y amigos, con quienes seguimos en contacto y recordamos los momentos vividos”.

Alejandro Cuvertino: “Fuera de lo deportivo había muchas bromas. En una concentración en San Juan nos agarramos con matafuegos por el hotel, fue un desastre. Después fuimos a jugar y ganamos. Estábamos muy unidos y pechábamos para el mismo lado”.

Daniel Dierna: “Fue una alegría inmensa haber formado parte del plantel y saber que le pudimos dar una alegría a tanta gente tombina. Sabíamos que pasábamos a un fútbol profesional y que dábamos un paso muy grande”.

Juan Alejandro Abaurre: “Recuerdo el gol a Villa Cubas en Catamarca, desde cerca del banco de suplentes. Fue el 2 a 2 y aseguramos la clasificación a segunda fase. De Misiones no fuimos conscientes hasta llegar a Mendoza y ver a la gente que nos esperó en el aeropuerto”.

Ariel Pereyra: “Era un grupo valiente, atrevido, rebelde y con mucho hambre. Me guió en mi carrera porque era muy joven. Sólo nos importaba jugar y teníamos amor por la camiseta. Dejamos huellas”.

Humberto Fabián “Gato” Lentz, en una nota a Diario Uno, contó: “Fue una experiencia inolvidable porque desde chico jugué en el club y que la gente se acuerde hoy me hace sentir orgulloso. Ese Godoy Cruz fue uno de los mejores equipos que integré. Nos conocíamos de memoria”. 34

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