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HERRAMIENTAS PARA VALIDAR Carlos Eduardo Cortés San José de Costa Rica, 1993.

Un camino distinto es siempre más complicado. Somos conscientes de las dificultades que introduce una propuesta de validación en un proceso de producción de mensajes educativos. Pero, a la vez, la experiencia desarrollada en estos años, no sólo por el autor sino por el contacto con numerosos investigadores en diversos países, permite ver la importancia definitiva de cualquier esfuerzo en este sentido. 1 Se oyen voces en contra. Los argumentos rondan en torno de dos cuestiones: tiempo y dinero. Y no es sencillo salir de esta trampa. Siempre es comprensible el temor ante un esfuerzo en apariencia intangible. Validar exige capacitación, tiempo adicional y un costo que, por muy bajo que llegue a ser, no deja de cargar el presupuesto. Sin embargo, abundan los ejemplos de materiales que consumen todo el dinero en la sola producción y reproducción, y que no alcanzan siquiera a ser distribuidos, y mucho menos utilizados. Así como se ven casos de mensajes elaborados como si fueran dirigidos a colegas, aunque en verdad se esté pensando en otro tipo de destinatarios. Por tanto, se hace forzoso preguntar: ¿Para qué sirven nuestros materiales? ¿A quién le sirven nuestros materiales? Y en comunicación educativa no se puede andar con rodeos frente a la finalidad de lo que se hace. O los materiales cumplen sus propósitos o algo anda mal en la concepción, la planificación o el desarrollo de un proyecto. ¿Para qué validar entonces? Fundamentalmente, para asegurarse de que los mensajes que hacen parte de un proceso educativo responderá a sus objetivos. Así de simple y, a la vez, desafiante. Hace ya mucho tiempo se reconoce que la gente posee formas de percibir y de apropiar los mensajes, que no necesariamente coinciden con la intencionalidad de los emisores. Y esa constatación ha llevado a poner a prueba los materiales. Por supuesto, pruebas hay de muchos tipos. El llamado mercadeo social ha producido durante los últimos años algunas propuestas en esa dirección. Sin embargo, su origen en la publicidad comercial y política lo marca no sólo en términos conceptuales sino logísticos. Sus modelos tienden a manejar estructuras de alto costo, plazos sostenidos y grandes audiencias. Cuestiones que suelen desbordar las

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finanzas y complicar en exceso las necesidades de validación en el espacio de la comunicación educativa para sectores populares. A partir de esa constatación, desde 1990 nos propusimos investigar procedimientos efectivos, de costo más bajo y con una metodología participativa, para analizar la percepción de materiales educativos, primero entre grupos indígenas de Costa Rica y, más tarde, con comunidades rurales y urbanas de Centroamérica. Además, recurrimos a valiosas experiencias desarrolladas en otros países latinoamericanos, para llegar a una propuesta de investigación de expectativas de comunicación que se ha ido enriqueciendo de manera paulatina. Por investigación de expectativas de comunicación entendemos un reconocimiento de la manera en que la población destinataria percibe formatos y sus contenidos; por lo tanto, las preferencias, las críticas, los rechazos. Si recogemos esa información y contamos con puntos de referencia para la elaboración de los materiales; podremos justificar por qué preferimos un relato breve a un radiograma, por ejemplo, y por qué dosificamos la información de tal o cual manera. El resultado fueron seis pasos flexibles, de los cuales uno de ellos es la validación: -

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ampliar el espacio de interlocución, no sólo hacia los destinatarios sino también con instituciones y especialista que se encuentren trabajando en el tema para, a partir de allí identificar diversas versiones y percepciones sobre el tema, dentro de la idea de reconocer qué sabe y que ignora el destinatario, y qué le ofrecen otros mensajes al respecto. A continuación, elaborar borradores con los destinatarios, con la idea da hacer el proceso participativo desde su inicio. Analizar los mensajes de los borradores, como una manera de asegurar qué y cómo hablamos del tema. A continuación, procedemos a Validar los borradores y, por último, Elaborar el material final.

En ese sentido, queda claro que la idea de validar es una acción anticipada a la producción definitiva, puesto que validar nunca equivale a evaluar (Prieto, Cortés y Silva, 1990). Y seguimos oyendo voces en contra: ¿quién puede, en realidad, cubrir todos estos pasos cuando se vive metido hasta las narices en una lógica productivista? ¿Cuándo lo que se exige es entregar, mostrar lo que se hizo, sin interesar si servirá después a alguien? ¿Cuándo los presupuestos y los plazos son tan cortos…? Es verdad. Una propuesta de investigación previa requiere una lógica de producción que la mayoría de nuestras instituciones no ha alcanzado. Por eso, consideramos que el uso mínimo de la propuesta sería adelantar una fase de validación. Sin embargo, aún así no es fácil justificar algo cuyos resultados no son visibles por completo: Una vez validado un material, no siempre evidente su mejoría, a los ojos de quien no está convencido de sus ventajas. Por ejemplo, dibujos validados con destinatarios de baja alfabetización visual pueden resultar “pueriles”, “feos” o “desagradables” para un observador ajeno al proceso seguido. Un texto validado, del que se han eliminado tecnicismos y conceptos no explicados, podría ser leído como

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“simplista”, “carente de rigor” o “poco científico” por personas acostumbradas a consumir literatura científica especializada. La validación exige, como punto de partida, salirnos de nuestras propias expectativas y percepciones. Insistimos, reconocemos su exigencia, pero no renunciamos a sus beneficios. Por tanto, no se trata de decirle a alguien: siga todos estos pasos. Por el contrario, solo buscamos abrir un panorama amplio del cual se pueden tomar los elementos más útiles a cada circunstancia. Toda esta propuesta se inscribe, por supuesto, en el campo de la llamada investigación cualitativa, en la cual no es prioritario recoger datos cuantitativos que se acumulan y producen porcentajes, pero que no pueden dar razón de su existencia. Por el contrario, interesa tomar decisiones a partir de un reconocimiento sobre cómo la gente percibe los formatos y los contenidos de los mensajes. Y en ese caso los números no nos dicen mayor cosa. Tal como suele suceder cualquier aspecto de investigación cualitativa, el término validación describe, entonces, más una serie de procedimientos generales, que una técnica específica. Nuestra propuesta es, por tanto, abierta: puede ir desde los usos máximos hasta los mínimos. Si, dadas las limitaciones por todos conocidas, sólo fuese posible adelantar un proceso mínimo de validación, sugerimos considerar, por lo menos, los siguientes elementos, que intentan responder a tres preguntas básicas: con quién, qué y cómo validar. 1. ¿Con quién validar? Por lo general, es notable cómo entre las instituciones educativas tiende a concebirse la tarea de validar como una actividad informal que se hace desde la propia oficina, probando los materiales con los colegas más cercanos. Si bien cualquier validación debería cubrir una prueba de carácter técnico, no puede limitarse el proceso a este paso. Por tal razón, vamos a distinguir entre un momento inicial de validación técnica y uno posterior de validación de campo, con los destinatarios. 1.1La validación técnica Más allá de identificar diversas versiones y percepciones sobre el tema, lo que se busca en este caso es someter el borrador a la crítica de colegas y de especialistas en el tema, que puedan avalar su rigor y coherencia, tanto desde el punto de vista de la forma como del contenido desarrollado. Se trata de una parte que solicita criterios profesionales, no opiniones amistosas que suelen pasar por alto problemas que, más tarde, no se podrán explicar ni justificar, pues todo mensaje se independiza de sus productores y funciona solo. Por ejemplo, en un manual de consulta sobre lactancia materna, muy utilizado en países centroamericanos, se expone que, después del octavo día de nacido, un niño debería tomar cierta cantidad de mililitros de leche materna por kilo de peso, hasta llegar a pesar 1.800 gramos. Sin entrar a considerar si conviene pedir a una madre común que mida cantidades en mililitros, el problema más grave de este material radica en su

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carencia de validación técnica: un bebé normal ya suele pesar 2.500 gramos al nacer. Este es, pues, un momento fundamental de toda validación. Particularmente, en campos como la salud, la nutrición o la construcción de objetos, todos los datos, procedimientos y cantidades sugeridas exigen exactitud y adecuación adicionales. Pero la validación técnica no es el único momento. Por el contrario, una vez asegurado el rigor en este sentido, la prueba de los materiales se juega por completo frente a los destinatarios. 1.2La validación de campo (con destinatarios) Vale recordar aquí algo que venimos sosteniendo en nuestro trabajo educativo: son las personas quienes dan sentido a los mensajes y no al contrario. Por tanto, nuestra propuesta se sigue moviendo en el deseo de obtener la mayor participación posible de los destinatarios durante el proceso de producción de materiales. Pero, visto que no todas las instituciones reciben apoyo o comprensión para prolongar plazos de entrega, en función de momentos sucesivos de validación, el uso mínimo de la propuesta requiere validar los borradores, por lo menos una vez, con grupos representativos de los destinatarios. La representatividad, por supuesto, constituye un criterio que varía dependiendo de la metodología preferida para recolectar información. Nuestra propuesta se preocupa por procedimientos de validación que asuman a los destinatarios como interlocutores fundamentales en la construcción de los mensajes; no como instrumentos de prueba. Ello significa que, más allá de cuantificar respuestas, interesa cualificarlas. Por tanto, el objetivo de la validación de campo sería recolectar información cualitativa que pueda servir de base para una decisión sobre cómo mejorar los materiales en función de los destinatarios. En tal caso, la clave de representatividad pasa por la calidad en la selección de los participantes en la validación. Es decir, que coincidan exactamente con el perfil de los grupos a los que se destinan los mensajes (ya sean adultos, jóvenes, niños, hombre, mujeres, mixtos, provenientes de ciudades o de zonas rurales, de bajos o medios ingresos, de escolaridad alta, media o baja, con acceso deficiente o suficiente a servicios, y así sucesivamente). En términos estadísticos, supone desarrollar un tipo de muestra no probabilística (de preferencia basada en criterios o, mejor aún, en cuotas), mediante un procedimiento de entrevistas de 6 a 10 miembros ideal para las necesidades de una validación. 2. ¿Qué validar? En cualquier mensaje educativo, los propósitos de la validación podrían considerarse en dos sentidos: -

el material en sí mismo, y

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el uso previsto para dicho material.

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Veamos esto con más detenimiento: Por lo general, se entiende que validar implica poner a prueba sólo el contenido, la apariencia o el interés que posee un cierto material (impreso, audiovisual o de algún otro tipo). Sin embargo, en el campo de la comunicación educativa es común producir materiales destinados a apoyar, fortalecer o incluso generar procesos concretos de aprendizaje. Esto es, procesos en donde los materiales cumplen una función específica dentro de una estructura pedagógica. En consecuencia, habría que tener claro en qué casos basta validar el material en sí, y en que casos habría que validar también su uso dentro de la estructura pedagógica. 2.1El material en sí mismo Nos interesa, en particular, materiales impresos y radiofónicos, que suelen ser los más utilizados y producidos por instituciones. En suma, palabras escritas y habladas, e imágenes fijas, gráficas o fotográficas. El cine y el vídeo, por ser imágenes en movimiento, introducen elementos adicionales como el sonido y el tiempo. Esto modifica los criterios de validación. Sin embargo, se descarta aquí una necesaria profundización en este asunto, dado que desborda los alcances de este trabajo. 2.1.1 Los impresos Para los impresos, ya se trate de un texto de estudio, de una guía técnica, de un manual de consulta, o de géneros cuya base es el relato –como es el caso de historietas y fotonovelas-, tan comúnmente utilizados por instituciones educativas, es posible usar los siguientes criterios: -

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Claridad de los contenidos. El primer criterio para validar el impreso busca averiguar si es comprensible para los destinatarios. ¿Hay palabras difíciles de entender, o palabras que no correspondan al uso corriente de la zona o del país? ¿Todos los contenidos se relacionan bien? ¿Son comprensibles? ¿Se lee sin problemas desde el principio hasta el fin? ¿Hay unas partes más difíciles que otras? ¿Hay poca, suficiente o mucha información? Utilidad del material. Es posible que el contenido se entienda, pero no sea visto por los destinatarios como algo útil para su propia vida o su trabajo. En consecuencia, es muy importante validar el criterio de utilidad que le puedan atribuir. ¿El material les sirve a ellos? ¿Lo podrían utilizar sin necesidad de otros conocimientos? ¿Cualquier otra persona estaría en posibilidad de usarlo? Si no es así, ¿para qué tipo de persona sería más útil? Atractivo. No interesan sólo la claridad y la utilidad; un material puede tener esas cualidades y, sin embargo, ser feo, aburrido, pesado… Y no se puede pretender que un texto con esos defectos vaya a tener mucha acogida. ¿Les gusta el material a los destinatarios? ¿Lo preferirían en otro formato? ¿Le cambiarían la forma, los colores, el tamaño, el tipo de letra, las ilustraciones, la distribución de los párrafos? ¿Redactarían de otra manera algunas frases? ¿Cambiarían palabras?

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Una vez recogidas las observaciones sobre claridad, utilidad y atractivo del material, es muy importante solicitar a los participantes en la validación que expliquen al máximo sus sugerencias para mejorarlo. El verdadero logro de una buena prueba de materiales es obtener información sobre cómo mejorarlos y reelaborarlos, de acuerdo con las sugerencias de los destinatarios. Un segundo aspecto importante en la validación de impresos es la posibilidad de probar, de manera independiente, las figuras o ilustraciones que acompañan los textos. Esto es particularmente necesario en el caso de materiales destinados a neolectores, dado el peso superior que es preciso atribuir a la imagen en relación con las palabras escritas. Para validar imágenes fijas, ya se trate de dibujos o fotografías, se recomienda revisar problemas relacionados con: -

posibilidad de identificación (p. Ej., si las personas reconocen los ambientes y situaciones como propios, o si los ven ajenos o, incluso, ofensivos).

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la precisión en los detalles (p. Ej., si partes del cuerpo, movimientos u objetos no se ven naturales)

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los rasgos de los personajes (p. Ej., no se reconocen como si fueran de la zona o del país, si parecen extranjeros o poco realista o demasiado caricaturizado);

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los tamaños de los objetivos o de las partes del cuerpo (p. Ej., si se ven proporcionados);

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el exceso de adornos (p. Ej., si hay elementos que desvían la atención);

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el uso de la perspectiva (p. Ej., si la presencia simultánea de planos de imagen crea problemas para entender por qué se representan objetos y personas más pequeños cuando están distantes).

Para completar el sentido de la validación, si se encuentran problemas como los mencionados, se requiere solicitar a las personas sugerencias sobre cómo podría mejorarse la imagen, para evitar el problema señalado, cómo pintarla de otra manera, qué cambios hacerle, cómo mostrar el objeto o la lección de otra forma. 2.1.2 Los materiales radiofónicos La validación de material radiofónico introduce otros aspectos ligados al formato utilizado y su duración. Puede llegar a ser pesada para los participantes, pues exige atención permanente. De ahí que la tarea del entrevistador, dentro de una sesión de trabajo, sea definitiva para desarrollar una discusión enriquecedora. Una validación completa justificaría escuchar todos los programas de una serie, porque no sólo es conveniente probar cada formato sino los diferentes contenidos que van en cada programa. Por esta razón, se sugiere hacer, en lo posible, todas las sesiones necesarias para completar la audición de todo lo grabado, aunque no pueda probarse por completo con el mismo grupo.

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Por cierto, la radio y el vídeo introducen un inconveniente de validación en este sentido: mientras en impresos es, hasta cierto punto, sencillo trabajar con borradores y bocetos, en estos dos medios es equivalente, en términos de costos, producir un piloto o un programa definitivo. En consecuencia, para mantener en e criterio de los usos mínimos de la propuesta, sería necesario probar, por lo menos, un programa piloto de cada formato utilizado. Una vez escuchado cada programa y después de explicar a los participantes las diferencias entre los formatos, tanto en sus características como en su duración, así como el propósito de la validación, puede procederse a desarrollar una discusión en torno de aspectos como los siguientes: -

Capacidad de atracción. ¿Qué les parece? ¿Qué les gustó más y qué les gustó menos?

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Tema del programa. ¿De qué trata?

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Facilidad de comprensión, considerable a partir de la descripción que hagan de la pregunta anterior.

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Uso de expresiones o palabras difíciles. ¿Qué palabras o maneras de decir las cosas no se entienden con facilidad?

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Utilidad e importancia de los contenidos. ¿A quiénes les serviría más oír estos programas? ¿Qué opinan de que las emisoras de radio pasen estos programas u otros parecidos?

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Gusto por los personajes. ¿Cómo les parecen las personas que hablan? ¿Qué opinan de su manera de hablar?

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Gusto por los fondos musicales y los efectos sonoros. ¿Qué les parece la música que se usa? ¿Pondrían otro tipo de música? ¿Cuál?

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Sugerencias para cambiar expresiones, palabras, sinónimos o conceptos. ¿Hay alguna palabra que no les gusta? ¿Cambiarían alguna forma de decir algo? ¿Cambiarían alguna palabra? ¿Cómo quedaría mejor? ¿Cómo lo diría alguien de esta zona?

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Sugerencias para cambiar personajes. ¿Cambiarían a las personas que hablan? ¿Qué otras personas podrían hablar en estos programas?

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Sugerencias para cambiar la duración. ¿Qué les parece la duración del programa? ¿Lo dejarían como está o lo harían más largo o más corto?

Sugerencias para mejorar el material. ¿Qué cambios le harían al programa para mejorarlo? Además, una buena observación de la reunión, junto con una escucha atenta del material, por parte de los validadores, puede llevar a complementar lo obtenido en la discusión grupal, mediante la recolección de datos en relación con los siguientes aspectos: -

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Capacidad de atracción. ¿El programa es motivador? ¿Capta la atención y mantiene el interés?

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Aproximación a los destinatarios. ¿Se tiene presente a las personas a quienes se destina el programa? ¿Se parte de su experiencia? ¿Se relaciona con un problema importante para ellas?

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Desarrollo del tema. ¿Es claro, lógico? ¿Está bien documentado? ¿Representa bien la realidad a la que se refiere? ¿Es verosímil?

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Facilidad de comprensión. ¿Hay palabras o expresiones poco claras o inusuales en la región o país? ¿Es acertado el ritmo, con sus acentos, pausas, puntuaciones y tonos? ¿Los conceptos utilizados son claros?

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Uso de lenguaje radiofónico. ¿Es equilibrado? ¿El formato es adecuado para el contenido? ¿La presentación y la despedida son adecuadas? ¿Los fondos musicales y los efectos sonoros son adecuados? ¿La relación entre los segmentos es concatenada? ¿La duración es apropiada? ¿Estimula la imaginación?

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Desarrollo de los personajes. ¿Son ricos en detalles? ¿Permiten la identificación por parte de los destinatarios? ¿Son verosímiles? ¿Las capacidades que se les atribuyen son creíbles?

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Desarrollo de los ambientes. ¿Son reconocibles por los destinatarios? ¿Están bien descritos?

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Desarrollo del o los conflictos. ¿El conflicto es real? ¿Responde a una situación vivida por los destinatarios? ¿La solución planteada estimula a la acción o a la reflexión?

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Desempeño de locutores y actores. ¿Llevan a cabo las exigencias del guión? ¿Desarrollan satisfactoriamente su labor?

2.2.

El uso previsto para el material La tentación, en muchos procesos de producción de materiales que son parte de una estructura pedagógica mayor, es atribuirles casi toda la responsabilidad en el éxito o el fracaso, como si pudieran reemplazar a las personas. Por ejemplo, se dan casos de guías técnicas para trabajo de grupos, en donde todo el peso del éxito se le atribuye a la información contenida en el mensaje, sin tener en cuenta variables que sólo dependen de las personas o de la relación entre ellas. Así, una guía impresa para facilitar el trabajo de grupos; un radiograma para motivar discusiones grupales; un spot radiofónico para reforzar un plan de acciones institucionales directas; un juego para desarrollar conceptos. Todos ellos son mensajes validables en sí mismos, de acuerdo con los parámetros ya mencionados. Pero, a la vez, podrían validarse en la situación de su uso previsto, ya sea expresivo, documental, informativo, lúdico, reflexivo o algún otro. Por ejemplo: qué logra un facilitador cuando desarrolla la guía con un grupo; qué calidad tiene la discusión después de escuchar un formato motivador; cómo se escucha un spot dentro de una programación radiofónica, en vez de oírlo aislado en condición de laboratorio; qué se consigue con un juego, en términos de aprendizaje, más allá del disfrute mismo.

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Por supuesto, este es un terreno delicado. Las posibilidades son muchas y no siempre es claro hasta dónde se evalúa la presencia del mensaje y a partir de qué momento tiene más peso el desempeño de las personas. Por otra parte, validar un proceso pedagógico no supone probar las habilidades didácticas de los facilitadores, sino la capacidad del material para generar aquello que se proponía. Por ejemplo, reflexionemos sobre el uso de una guía que busca fortalecer en un facilitador la capacidad de promover una reunión participativa, para conducir a la comprensión y construcción grupal de nuevos conocimientos. El sentido del material, en este caso, sería apoyar un trabajo que el facilitador ya realiza; por lo tanto, su propia habilidad didáctica ya se ha puesto en juego y no podría ser sustituida por la guía. En otras palabras, una persona con baja capacidad para desarrollar un trabajo grupal no necesariamente transformaría su desempeño por el simple hecho de usar el material en cuestión, puesto que es un apoyo, no un sustituto de sus habilidades. Sin embargo, un facilitador con cierta experiencia y amor por su trabajo, sí podría encontrar no sólo utilidad sino una oferta real de posibilidades para enriquecer las actividades grupales, canalizar la participación de las personas y lograr un clima de intercambio que permitiera construir conocimientos ligado a las percepciones y las necesidades particulares de los destinatarios. De ahí, entonces, la importancia de validar el proceso: detectar cuáles son los límites reales de nuestro mensaje; asegurarse de que el material cumple sus propósitos, sin pretender que sustituya a las personas. Orto ejemplo. En educación a distancia es común producir un tipo de mensajes destinados al autoaprendizaje: ellos mismos ofrecen una estructura pedagógica que se pretende comprensible, útil y capaz de conducir el proceso sin intervención permanente de facilitadores. Por lo general, producir materiales de autoaprendizaje implica sugerir actividades, ejemplos, pruebas que pueden ser hechas por el usuario, y cosas por el estilo. Cuando se tiene claro el perfil de destinatarios en el momento mismo de la producción de materiales, es muy probable lograr que cada actividad de autoaprendizaje sea viable y adecuada a sus posibilidades, tiempos y capacidades. Pero sólo una validación del proceso propuesto nos daría todos los elementos para juzgar su utilidad. En este caso, la noción de validación como procedimientos generales, más que como metodología específica, aparece con mayor claridad: sólo los propios validadores estarían en condición de decidir qué tipo de proceso pedagógico se proponen validar. La observación, de nuevo, jugará un papel preponderante en este caso. A manera de ejemplo se incluye a continuación la guía de validación utilizada para observar el proceso desarrollado por un facilitador que utiliza un material de apoyo para educación en salud: - Desarrollo fluidos de los pasos. ¿El facilitador logró llevar la reunión mediante la combinación de actividades grupales con aclaraciones,

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reafirmaciones o complementaciones basadas en la información de cada paso? -

Aplicación y comprensión de ejemplos. ¿Se utilizaron ejemplos para explicar los conceptos? ¿Fueron comprendidos por los destinatarios?

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Uso de las figuras en relación con la explicación pertinente. ¿El grupo tuvo acceso a las figuras en cada actividad donde se utilizó este recurso? ¿Las figuras facilitaron la discusión y la comprensión? ¿En qué momentos fueron más útiles? ¿Algunas crearon dificultad o distracción?

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Síntesis y complementación de las observaciones de los participantes, por parte del facilitador. ¿El facilitador estuvo atento a lo que dijeron los participantes? ¿Recogió esas observaciones? ¿Las reafirmó, aclaró o completó?

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Aclaración de las ideas centrales en cada paso. ¿El facilitador logró dejar clara en el grupo la idea principal enunciada en las sugerencias de cada paso?

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Logro de un clima de intercambio manifestado en la amenidad, la presencia de la charla amistosa y el respeto mutuo. ¿La participación se consiguió en todos los casos? ¿En qué momentos o frente a qué temas se obtuvo mejor respuesta del grupo?

Una vez terminada la reunión, se discutirá en forma separada con el facilitador y con los participantes, a fin de que ellos evalúen su propia percepción del trabajo grupal. Con el facilitador, se indagará cómo se sintió trabajando con el material, que problemas encontró, qué cambios le haría a las sugerencias o a la información y que propondría para mejorar el material, en general. Con los participantes, cómo se sintieron en la reunión, si creen que aprendieron algo nuevo, si lo que aprendieron es útil, si cambiarían la manera como se desarrolló la reunión, si algún asunto no quedó claro, y qué propondrían para mejorar el trabajo de grupo. 3.

Cómo validar Ciertas validaciones, centradas en los efectos de los mensajes, utilizan a las personas como parte de los instrumentos de prueba, a fin de confirmar si los materiales logran resultados como cambios de actitud o comportamientos, opción de consumo, decisión de voto, etc. Estos procedimientos, aplicados al campo de la educación, constituyen un modelo llamado mercadeo social. No obstante, la comunicación educativa se preocupa por procedimientos de validación que asuman a los destinatarios como interlocutores fundamentales en la construcción de los mensajes, no como instrumentos de prueba. Al respecto, hemos propuesto una filosofía de relación con los destinatarios, sintetizada en los siguientes puntos:2 1. La comunicación con la comunidad, destinada a compartir experiencias y a avanzar en un aprendizaje en común, no puede ser equipada con el consumo de

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productos logrado a través de alguna campaña. Lo importante no son los mensajes sino la gente; es ésta la que da sentido a aquéllos. No se busca llegar a la comunidad, reunirla y preguntar, en unos pocos minutos, por preferencias acerca de tal o cual color, forma o contenido de algún material. Cuando se produce de esta manera las personas pasan a ser instrumentos y no el fin último de todo un proceso. De lo anterior se deriva el tratamiento del tiempo necesario para realizar las validaciones de materiales. Hay una percepción simplista de este trabajo que consiste en agotar todo en alguna experiencia de grupos focales o en alguna entrevista hecha contra reloj. Por el contrario, trabajar en reflexión individual, por parejas, grupal, dando a la gente el tiempo necesario para meditar y analizar. En pocas palabras, talleres de reflexión, laboratorios y no reuniones o entrevistas dirigidas por un especialista. Esto no quiere decir que no haya una guía mínima, pero la misma es utilizada solo como punto de partida. Los talleres no son un fin es sí mismo, sino que forman parte de un proceso más amplio en el cual se involucran los participantes. No estamos frente a una investigación o una validación a secas. El trabajo incluye otros eventos que podrían abrir el camino para elaborar mensajes posibles dentro de un grupo, como por ejemplo títeres, dramatizaciones y juegos, entre otros. Así, investigación y validación pasan a integrarse a una relación más amplia con la cultura y la vida cotidiana de la gente. Principio fundamental, en esta filosofía de no usar a la población, es el de explicar siempre el sentido de las reuniones y el de devolver a la comunidad el producto de su esfuerzo. Es necesario insistir siempre que la gente en las comunidades trabaja demasiado durante la semana y que le tiempo dedicado a estas experiencias es tomado del de descanso. Elegir con ellos, entonces, momentos comunicacionales en los que ese valioso tiempo no sea cedido sin más resultado que la misma reunión. El sentido final está por un horizonte de acción que dé valor al esfuerzo realizado. Si se ofrece información y nada sucede con ella vienen las decepciones y los justos rechazos. La investigación es importante como proceso, pero para la población involucrada cuentan también los productos, en nuestro caso comunicacionales. No se trata de materiales que lleguen a la población de manera sostenida. Muchas investigaciones en materia de comunicación terminan en una única experiencia, cuando lo importante es lograr continuidad. Este último punto nos remite a las relaciones con los miembros de la comunidad y con las instituciones que desempeñan actividades en la misma: promotores, la radio, la escuela, los comités, entre otros. La clave de la investigación ligada al contexto es la apropiación de los mensajes por parte de la población, tanto en sus aspectos formales como de contenido. Formales porque sucesivos talleres permiten corregir errores de percepción plasmados en los materiales producidos fuera de la comunidad; de contenido porque en definitiva está en juego una propuesta de revisión de hábitos de la vida ligados a la salud, la alimentación, la educación, las relaciones familiares, etc. Para esto es fundamental avanzar en una corresponsabilidad por parte de todos los sectores.

Una validación de este tipo podría calificarse como implacable. En otras palabras, exige que los mensajes se defiendan solos, y asume que cualquier problema identificado es importante, porque señala un punto débil que puede mejorarse. Por ello, conviene que la validación mantenga unos procedimientos coherentes con la filosofía de trabajo. Así, pues, a continuación se sugieren recursos

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y procedimientos mínimos para llevar a cabo el proceso. Ellos tienen que ver con el equipo validador, el tamaño de los grupos, la duración de las sesiones y algunos procedimientos de desarrollo y recolección de datos. 3.1 El equipo de validación Podría estar conformado, de preferencia, por dos personas: entrevistador y anotador; los cuales están capacitados para intercambiar sus papeles si se considera conveniente. Explicar la función y la presencia del anotador es importante, para evitar que sea visto el grupo como un intruso. Su función es muy importante, pues el entrevistador no tiene tiempo de recoger reacciones, respuestas y sugerencias que van surgiendo. 3.2 Tamaño de los grupos Grupos mayores de diez o quince participantes tienen dificultades para que se genere un ambiente de diálogo e intercambio. Por tanto, se recomienda evitarlos. Si bien no se descarta el uso de la sesión individual, para ciertos casos, es sabido que los grupos muestran mejores resultados en el momento de pedir sugerencias para evitar los problemas identificados o mejorar los materiales. Se sugiere validar en comunidades donde se faciliten la convocatoria y la centralización física para desarrollar las sesiones. Es posible convocar las reuniones a través de líderes o dirigentes locales, de forma tal que se pueda establecer, en lo posible, una cita, un lugar de reunión y un período de tiempo previsto para evitar el tener que llegar a una comunidad a reunir a las personas y a improvisar una sesión. 3.3.

Tiempo de las sesiones Cuanto más clara haya sido la explicación sobre el propósito de la reunión y el sentido de la validación, habrá mejores posibilidades de que las personas estén dispuestas a ceder su tiempo –que es escaso-, y a prestar atención y ofrecer desinteresadamente sus opiniones sobre los materiales. Sin embargo, no se puede perder de vista que los destinatarios podrían estar poco habituados a trabajar con grupos en las condiciones que necesita un proceso de validación (revisar materiales con atención y hacer observaciones). De hecho, entre personas con poca destreza o tradición de leer palabras e imágenes, los períodos de atención tienden a disminuir. Por tanto, se recomienda considerar límites y buscar el logro de un ritmo de trabajo exento de presiones, sin prisa, aunque sea necesario realizar más de una sesión. 3.3 Procedimientos para las sesiones Con el propósito de validar dentro de una relación de amistad y cooperación con los destinatarios, interesa sobretodo contar con la colaboración de dirigentes o líderes locales que legitimen la convocatoria para las reuniones y puedan preparar el lugar para realizar la validación. Desde luego, ellos tendrán pleno conocimiento del sentido y propósito de la validación, a fin de contar con su colaboración para organizar, pero no para desarrollar la reunión, puesto que su presencia podría inhibir a los participantes. A menudo, como señala Haaland3, los dirigentes tienden a hacerse cargo de la validación y a inducir respuestas que ellos consideran correctas.

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Por esta razón, es importante que tanto los dirigentes como los participantes tengan claro que la validación pone a prueba los materiales y no a las personas. Con tal fin, se sugiere siempre iniciar la sesión con una presentación de los validadores donde se informe en resumen para quién trabajan, en qué consiste el material que se va a aprobar y por qué sus sugerencias son muy importantes para mejorarlos y convertirlos en mejores instrumentos de enseñanza. La sesión podría desarrollarse en forma de charla. Los validadores no tienen por qué hacer un discurso ni aplicar un pesado cuestionario a los participantes; y mucho menos están allí para defender los materiales o justificar los posibles errores. Al contrario, su tarea debería limitarse a facilitar que los participantes pregunten, se expresen, expongan sus dudas, hagan comentarios y se sientan a gusto, incluso saliéndose del tema o haciendo chistes. Para adoptar elementos con ese propósito, a continuación se ofrecen algunos consejos basados en las experiencias de Haaland. Se trata, en suma de sugerencias sobre lo que se podría evitar durante la validación: -

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Los buenos resultados comienzan con el trato respetuoso. Es bueno intentar “ponerse en los zapatos” de aquellos a quienes uno entrevista. Lo que se podría interpretar como incomprensión o reticencia puede ser simplemente una duda frente a una nueva situación. Si se les hace sentir que no hay prisa, que es perfectamente normal tener algún problema con los materiales, seguramente se lograrán mejores resultados. Juzgar a las personas es una tentación; pero el validador está ahí para preguntarles cómo interpretar los materiales. Si uno se ríe de ellas, y sienten que han dicho algo malo, puede ser que no digan ni una palabra más, y se pierde la oportunidad de averiguar por qué hay algún problema con los materiales. Enseñar es otra tentación que puede evitarse. El validador está recogiendo información. Por tanto, es preferible ser neutral, animar a las personas para que hablen, para que se extiendan en sus respuestas; que expliquen cómo ven las cosas y por qué las ven así. No se trata de mostrar nuestros propios sentimientos no nuestras opiniones; son los sentimientos y las opiniones de ellos lo que se desea tener. Validar es un arte, y requiere sensibilidad y tacto. Hacer preguntas conducentes facilita, en apariencia, las cosas. Es decir, las preguntas que conducen hacia una respuesta que confirma nuestra propia opinión (¿Cree usted que este hombre está saludable?), las que se responden con SI o un NO, o las que crean opciones y limitan la contestación (¿Esta mujer está sana o enferma?). Sin embargo, esas respuestas no aportan gran cosa a la validación. Por el contrario, pueden llegar a sesgarla. Hacer preguntas de final abierto, para que las personas expresen lo que piensan sin que se les dé una guía o un indicio que conduzca a una respuesta, es una mejor alternativa. Como los participantes pueden no estar acostumbrados a ese tipo de discusión o entrevista, es posible que duden o tarden en responder. Es muy tentador hacer preguntas conducentes para llenar estos vacíos, en vez de esperar a que ellos respondan; pero es mejor evitarlo. También es posible que las personas no hayan entendido la pregunta, pero no quieren pedir que se la repitan. Entonces, es mejor refrasear la pregunta hasta que uno tenga certeza de que fue comprendida. Esto es

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especialmente importante en temas sensibles o delicados, puesto que los entrevistados suelen ponerse a la defensiva, al principio, y pueden escuchar algo distinto a lo que uno quiso decir. A veces es necesario hacer varias preguntas antes de poder obtener una interpretación satisfactoria. Son preguntas de seguimiento que se formulan dependiendo de las respuestas, hasta llegar al corazón del asunto. Al terminar la reunión, es muy conveniente hacer a los participantes que sus observaciones han sido de gran ayuda y agradecerles el tiempo dedicado. Decirles de nuevo para qué se va a utilizar la información recogida con ellos, y que sus respuestas nos ayudarán a mejorar los materiales, puede ser una manera muy respetuosa de cerrar la actividad. En cambio abusar del tiempo de la gente y de su desea de colaborar, no sólo desdice toda la filosofía de trabajo sino atenta contra futuras validaciones. Es conveniente pensar en los validadores o investigadores que podrían volver más adelante a ese lugar.

Los investigadores se están creando una pésima reputación en muchos países, porque llegan a una comunidad, le quitan tiempo a la gente y nunca les dan nada a cambio o les prometen cosas que no cumplen y les crean falsas expectativas. Las personas nunca se enteran ni ven los resultados de esas largas horas invertidas en responder preguntas. Después de unas cuantas experiencias así, no estarán muy deseosas de darle su tiempo a un nuevo validador. 3.4.

Procedimientos para registrar información La mejor estructura de desarrollo para una reunión con las características anotadas trata de evitar, en lo posible, el uso de cuestionarios con preguntas previamente elaboradas, dado que este tipo de instrumento limita la capacidad de recoger información cualitativa, que es la que interesa fundamentalmente en la validación. Los validadores, trabajando en pares, podrían hacer las veces de entrevistador y anotador. El papel del anotador es registrar tanto las preguntas como las respuestas, pues su análisis puede arrojar información valiosa para los fines de la validación. Es muy importante que el anotador sea presentado al grupo y que se explique y justifique su presencia, pues su función es permanecer atrás, escribiendo sin interferir con la charla, y eso puede llegar a crear nerviosismo entre los participantes. Sin embargo, para evitar que el entrevistador tenga que valerse de un papel con preguntas escritas, el anotador puede cumplir una importante función al recordarle, en alguna eventualidad, un punto que haya olvidado. De todas maneras, en ausencia de una segunda persona que actúe como anotador, se sugiere que el entrevistador no escriba mientras habla con los participantes, pues inhibiría la espontaneidad y reduciría la fluidez de una reunión que se pretende desarrollar como una charla. En cambio, podría tratar de escribir las respuestas, de la manera más fiel posible, apenas termine la reunión, para que tenga fresca la información. 4.

Por último…

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Hasta aquí llegamos. Nuestra propuesta no pretende alcanzar en ningún camino que todo el mundo debería seguir. Por el contrario, sólo hemos presentado en estas páginas nuestra experiencia, en el afán de ser útiles a quienes trabajan en el campo de la comunicación educativa. Pero sí vale la pena insistir en un punto: no es lo mismo validar un mensaje sobe un jabón o una marca de cigarrillos, que hacerlo en torno a un material educativo. Es una dirección a tomarse en serio el alcance de la comunicación educativa y, sobre todo, a asumir la responsabilidad de las instituciones dedicadas a ella, que se mueven nuestras reflexiones y nuestras prácticas.

NOTAS 1

El presente documento es el resultado de una serie de experiencias y reflexiones sobre validación de materiales educativos, desarrolladas a lo largo de un proceso de producción conjunta entre la oficina subregional de UNICEF para Centroamérica y RNTC –Latinoamérica, que se inició en 1990. Sus programas son el producto colectivo de un trabajo realizado con Daniel Prieto Castillo y Evelyn Silva, que se plasmó en el documento El interlocutor ausente. Notas y recomendaciones sobre investigación de expectativas de comunicación y validación de mensajes en torno a la infancia (San José: RNTC, 1990). A la vez, estos resultados se conjugaron con los de Ane Haaland, en su texto: Validación de Materiales de Comunicación. Con énfasis especial en la Salud Infantil y Educación sobre Nutrición (Ciudad de Guatemala: UNICEF, 1990), con el objetivo de llevar a cabo un proceso sistemático de validación en los siete países centroamericanos, para producir los módulos de la Enciclopedia Familiar de Salud, conformada por una combinación de materiales impresos y radiofónicos destinados a apoyar procesos grupales de educación en salud. 2

Daniel Prieto & Carlos Cortés. La infancia es el destino. Notas sobre la niñez y la comunicación. San José: RNTC, 1992, p. 118-119. 3

Ane Haaland, Validación de Materiales de Comunicación, p.38.

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