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Módulo III. La Educación Superior Unidad 4

UNIDAD 4 LA UTOPÍA EN LA UNIVERSIDAD

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Módulo III. La Educación Superior Unidad 4

Ubicación temática Las andanadas en contra del discurso utópico no han cesado de producirse en los últimos años, sobre todo a partir de la década del 80. El cruce no podía ser más propicio: de un lado la caída del muro, de otro el crecimiento del posmodernismo, de otro, en fin, la oleada neoliberal que nos sacudió hasta los cimientos en nuestra patria. El anuncio del fin de las utopías y la generalización en no pocos círculos intelectuales de la idea de que todo lo utópico encierra una suerte de monstruo, caló hondo en la forma de argumentar y de soñar sociedades o instituciones distintas. Por otra parte, el neoliberalismo también trajo sus promesas de mundos diferentes, claro que montadas sobre expresiones tan terribles como las de Margareth Thatcher: la sociedad no existe. Es decir, sólo hay individuos, grupos, empresas, pero nada de pensar en la sociedad en su conjunto, por lo tanto, a no preocuparse por necesidades y demandas de sectores de la población que se van quedando bajo la rueda de la competencia y del mercado. En pocos años los impulsos hacia formas utópicas de relación quedaron relegados a bolsones de resistencia. Sin embargo, eso no significa que hayan desaparecido y mucho menos que correspondan a una minoría de la ciudadanía. En esta Unidad nos detendremos en esa forma de pensar futuro que ha estado ligada a la universidad durante buena parte del siglo XX. Los temas previstos son: -Hacia otra universidad. -La pregunta por el futuro. -Para analizar proyectos utópicos.

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Hacia otra universidad No podemos dejar la cuestión de la institución universitaria sin preguntarnos

por

los

modos

de

imaginarla,

los

intentos

de

transformarla y la labor de generaciones enteras durante siglos de soñarla, tomando en consideración tanto sus formas internas de relación como la tarea de comunicar conocimientos a la sociedad, así como de recogerlos de ella. Estamos en pleno ámbito de la pregunta por el futuro, con todo lo que ello significa desde los esfuerzos de cambiar nuestras realidades institucionales. La pregunta por el futuro El futuro ha sido preocupación constante de sucesivas generaciones humanas, sea para controlarlo, para adivinarlo, para ampliarlo o reducirlo, para disminuir la incertidumbre. Uno de los caminos para hacerlo predecible ha sido el de la planificación. Un concepto como éste en general es analizado sobre la base de la experiencia del siglo XX, en especial a partir de la Revolución Rusa, con sus intentos de llegar a toda la sociedad a través de una planificación centralizada. Pero sucede que la planificación, aún cuando no se haya utilizado el término y no se haya teorizado sobre él, tiene unos cuantos siglos más, tanto en su intento de prever el porvenir de sociedades enteras como de instituciones en particular. Distinguimos dos formas de planificación: la orientada a cubrir la sociedad toda y la que se centra en instituciones. De la primera tenemos modelos que han pervivido a partir de experiencias, como la sociedad ateniense y la espartana, y de la producción de autores empecinados en pensar una sociedad distinta, como La república y Las leyes, de Platón, La ciudad de Dios, de San Agustín, la Utopía, de Tomás Moro, La ciudad del sol, de Campanella, el Proyecto de ley, de Simón Rodríguez, por mencionar sólo algunas.

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De la planificación institucional nos interesa destacar el modelo de organización monacal, a partir de la Regla de San Benito1, el modelo escolar, propuesto por Comenio en su Didáctica magna, el modelo de control social, el Panóptico, de Bentham, el falansterio, de Fourier, entre otros. Una de las constantes de muchas de esas propuestas es la desconfianza por el individuo, el empecinamiento en transformarlo y en lograr su obediencia y su continuidad en una determinada manera de ser a través del tiempo. Habrá pocas excepciones orientadas a dar lugar a una utopía abierta, como los casos de Fourier y de Simón Rodríguez. Sobre los modos de control podemos ejemplificar con una obra de Platón: "Pues hay, en efecto, muchas menudencias domésticas y privadas y no visibles para todos, producidas por las penas, los placeres o los deseos de cada uno, que al surgir como un obstáculo frente a los designios del legislador pueden convertir fácilmente en diversos y desemejantes entre sí los caracteres de los ciudadanos. (...) estas cosas son capaces de dañar incluso a las leyes escritas y vigentes, porque en lo menudo y cotidiano se acostumbran los hombres a transgredir". (Las leyes, 788 b).

En la Regla de San Benito (más de nueve siglos más tarde) los controles de la relación entre los monjes serán todavía más estrictos, con la total sumisión al abad, la imposibilidad de hablar en defensa de otro, la prohibición de la risa, cuestión ésta que dio pie a Umberto Eco para urdir su libro En nombre de la rosa. En los modelos utópicos campea también el intento de controlar el discurso mismo, tanto en sus contenidos como en su forma. Por ello 1 San Benito nació en Norcia en el año 480 y murió en el año 547. Su obra “La Regla de los Monjes” fue escrita en el 540.

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Platón en su República rechaza un discurso personalizado: no hablar involucrándose en lo dicho, no hacer sentir las propias emociones en determinada comunicación. Contenido del discurso y la forma que se da al discurso. Si nos detenemos en los antecedentes de la planificación expresados en propuestas utópicas, es porque éstas irrumpieron en el siglo XX a través de múltiples manifestaciones, tanto económicas como sociales y culturales. La revolución rusa en la era staliniana es una heredera directa de la desconfianza hacia la vida cotidiana de la gente, hacia el peso de su pasado y hacia la tendencia a repetir lo que se venía haciendo desde siglos. Por ello el salto hacia adelante a costa de la muerte de millones de seres. La planificación socialista (y el siempre postergado paso al estadio del comunismo en el cual la democracia se trasladaría hasta a los más pequeños grupos del país) se mantuvo durante décadas en un sistema de control no sólo de lo económico, sino también de no pocos detalles de la vida cotidiana. Camino curioso es el de las utopías institucionales. Centradas en las líneas generales de la administración científica, alcanzarán su máximo auge en los 60 con las propuestas del bienestar social, a través del estado benefactor y de fuertes gremios. El modelo social cristiano de algunos países de la Europa de posguerra tocó a unos pocos países latinoamericanos. Empresas en las cuales se podía uno eternizar, en medio de lazos afectivos y de una buena relación con el patrón. No olvidemos que la planificación, como concepto y como práctica, fue legitimada para nuestros países en la reunión de Montevideo de 1961, cuando se lanzó la Alianza para el Progreso, dos años después del triunfo de la Revolución Cubana. A partir de entonces cundieron los planes

nacionales,

los

planes

por

instituciones.

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temáticas,

los

planes

por


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Mientras tanto se incubaba el neoliberalismo que se enseñoreó en la escena luego de la caída del muro y de la disolución del bloque del Este. El neoliberalismo nos habla de una mano invisible que conduce la historia, de un mercado con leyes a las cuales no es posible oponerse, de la vuelta al verdadero individualismo, de un interés personal que, jugado hasta sus últimas consecuencias, arrojará beneficios sociales, de la inutilidad de intentar comprenderlo todo, de los límites de la razón y de la voluntad, de la necesidad de apostar a lo que el hombre ya es. Guerra a la planificación social, a la intervención del Estado y, como contrapeso, planificación de la acción institucional hasta en sus más íntimos detalles. De la sociedad no planificada a la empresa planificada. Y con una avalancha de materiales que han trasladado los viejos ideales sociales generales a la empresa, con apelaciones a la creatividad, la capacidad de invención, las relaciones solidarias, la constante transformación, la cooperación mutua, la labor en equipo... Todo ello en un plano ideal que suele quebrarse como un espejo a la hora de los ajustes de personal. Es como un paraíso interno asediado por un mercado que de improviso puede determinar el despido de centenares de seres.2 Para analizar proyectos utópicos El pensamiento utópico ha formado parte de la universidad a lo largo de una buena parte del siglo XX y no ha desaparecido para nada en la actualidad, a pesar de las prédicas de esa rara mezcla entre el neoliberalismo y el posmodernismo en torno al fin de las utopías. Imaginar una institución diferente, con transformaciones en sus funciones tradicionales, con alientos de democratización y de servicio a la sociedad, con alternativas pedagógicas, es parte permanente de la

2 Para ampliar la información sobre el pensamiento utópico ver el libro de Manuel, Frank E. Y Manuel Fritzie P. El pensamiento utópico en el mundo occidental, Madrid, Taurus, 1981, 3 volúmenes.

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tarea de una universidad, por lo tanto, de la tarea de quienes la integran. Digámoslo así: corresponde a nuestras casas de estudios no renunciar jamás a pensar la diferencia y a pensarse diferentes. El otro camino, no ausente sin duda, significa repetirse en viejos moldes, anclarse en la transmisión de información, en la repetición de lo que otros han dicho y soñado. No hay sociedad posible, no hay institución posible sin algún impulso a la transformación radical de sus estructuras, simplemente porque sociedades e instituciones son construcciones humanas que no se congelan en el tiempo. No asoman en el horizonte sociedades ni instituciones sin proyectos utópicos, por lo menos en lo que cabe a la universidad la labor en torno

a

salidas

fundamentales,

utópicas

aún

cuando

constituye sea

uno

preciso

de

sus

reconocer

sustentos

décadas

de

estancamiento, estructuras reacias a cualquier cambio, compromisos con modos de ser y de pensar que se pretenden para siempre. Siempre es una palabra demasiado vasta para la escala de un ser humano. No están los tiempos para insistir en tales formas de sostener la práctica. Vuelve aquí la necesidad de aventurar, como lo vimos en el módulo anterior, de inventar formas de relación y de búsqueda. Como decía don Simón Rodríguez: “O inventamos, o erramos.” Sin embargo, necesitamos asomarnos con espíritu crítico a los proyectos utópicos para comprenderlos, para aceptarlos o rechazarlos, para penetrar en lo que significa esta irresistible tendencia a imaginar futuro que caracteriza a nuestra especie. Sucede que en la universidad hay proyectos y proyectos. No toda propuesta de futuro viene nimbada de salidas milagrosas hacia una sociedad o una institución mejores. A nombre de sociedades y organizaciones diferentes, se han cometido no pocos atropellos contra

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la vida de la población. Y si no que lo digan los ensayos de comunidades ideales en los cuales se terminó por cerrar alternativas de comunicación y de libertad. Analizar las propuestas que ofrecen cambios más o menos radicales, es tarea también de la universidad, sobre todo si las mismas comprometen formas de educación y de comunicación. Sobre la base del estudio de distintas propuestas utópicas, he armado un esquema de análisis conformado por quince puntos que incluyo sólo de manera indicativa, para impulsar la reflexión. No pretendo de ningún modo que deberían darse de modo mecánico ante cualquier objeto de análisis. 1. Tratar de informarnos, de comprender lo más posible el contexto social en que aparece el discurso utópico. Un ejemplo, el contexto social histórico en que aparece el discurso de Simón Rodríguez: período independentista de América Latina. Nuestro pensador llega a Europa a comienzos del siglo XIX y vive allí más de 20 años, siempre en la pobreza, viajando de un lugar a otro, lo que le permite conocer los talleres de la naciente industria y los desastres sociales de esa civilización que se proponía como faro para nuestros países. Luego regresa a América y se pasa más de treinta años también de país en país, viendo los procesos de anarquía y la continuidad del poder en manos de los criollos. Todo esto le permitió armar una utopía radical, de ruptura con el orden establecido. Lo mismo vale para nuestro tiempo. Si nos situamos en los ideales de transformación de la estructura de la sociedad propuestos por el neoliberalismo, necesitamos volver la mirada a los últimos 30 años del siglo XX, en lo que significaron los gobiernos de Margareth Thatcher y de Ronald Reagan, la caída del muro, la polarización en una sola potencia del poder mundial, el avance irrefrenable del capitalismo financiero… Todo ese encuadre nos permite reconocer la base histórico-social de tanta información y propuestas de

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sociedades e instituciones distintas que han venido de la mano muy visible del neoliberalismo. 2. Comprender en qué fuente discursiva bebe tal pensamiento. Las de don Simón Rodríguez son clarísimas: había trabajado mucho a Rousseau ya hacia finales de siglo XVIII, y el pensamiento de la revolución francesa; había conocido directamente las propuestas de los socialistas utópicos franceses de comienzos del siglo XIX; había leído y había dialogado mucho con pensadores de su época. En el caso del neoliberalismo, podemos remontarnos a los textos de Adam Smith, con aquellas citas tan reiteradas sobre la mano invisible del mercado. Pero hay referencias más cercanas, como la obra de Federico Hayek, en sus textos de combate: Individualismo: verdadero/falso y Caminos de servidumbre3 Ese autor, premio nóbel de economía en el año 1974, desarrolla una propuesta centrada en el alcance de los individuos y los grupos en la sociedad, destinada a dejar de lado las planificaciones sociales generales para dar paso a lo que cada individuo puede hacer en un contexto, en el sentido de que su acción terminar por favorecer al conjunto. Se alza en sus escritos contra autores como Rousseau y contra los ideales de la Revolución Francesa, porque la clave de la sociedad está en la iniciativa particular de sus integrantes y no en lo que puede significar la comunidad en general. 3. El tercer punto es tratar de clarificar contra qué alza el discurso utópico. Por ejemplo, la propuesta utópica de don Simón Rodríguez ataca los privilegios que todavía se mantenían de la colonia española, la continuidad del poder en manos de los criollos que en realidad no cambiaba en nada la situación de antes de las

3 Hayek, Fridriech. Camino de servidumbre, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1950. pp.1 a 104. Hayek, Fridriech. Individualismo: verdadero y falso, Ed. Centro de Estudios sobre la Libertad, Buenos Aires, 1968.

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revoluciones.

En

nuestro

tiempo

no

cesan

de

arreciar

los

argumentos en torno a salir del subdesarrollo, a recuperar lo que se fue hace décadas, a hacerse cargo de los más débiles… 4. Tratar de recuperar la vida del autor del proyecto utópico. Simón Rodríguez fue un hombre que se consideró a sí mismo un ser sin patria, su patria era toda la América, la Hispanoamérica, porque él distinguía muy bien la Angloamérica. Fue un excéntrico para su época, y sus planteamientos van muy ligados a su manera de ser. Esto es muy importante para la comprensión, porque en muchas propuestas están la vida, las tensiones, los fracasos, los éxitos de quienes las lanzan a la sociedad. En el caso del neoliberalismo necesitamos más recorrer la vida de alguno de sus ideólogos, cargos ocupados, los decretos firmados, los círculos frecuentados… 5. Caracterizar (si existe) la institución que hace la propuesta utópica: un partido político, una línea religiosa, una universidad… Cuáles son sus objetivos, qué anuncia, cómo es su organización interna, cómo percibe a los destinatarios de su acción. Esto a veces permite descubrir

contradicciones:

todo

un

discurso

en

favor

de

la

participación del otro, y por dentro reinan el despotismo, el autoritarismo. Todo un discurso en favor del otro, pero apuntalado en un paternalismo atroz. Como dicen los mexicanos: “vegetariano hacia fuera y caníbal hacia dentro”. O bien, en la tradición española, “candil en la calle y oscuridad en la casa”. 6. Tratar de historiar las instituciones. Estás proponiendo esto, pero ¿qué proponías hace unos años?, ¿cambiaste de piel, no cambiaste de piel?, ¿te hiciste una mascarita?, ¿realmente has cambiado?, ¿qué has hecho?, ¿qué quieres hacer ahora? Nadie, en lo que a instituciones se refiere, salta mágicamente por encima de su propia sombra ni de su propia historia. 7. Reconocer cuál es el diagnóstico que en la propuesta utópica se hace de la situación a superar. Volvamos a don Simón Rodríguez.

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Su vida en Europa le permitió la experimentar el naciente proceso de industrialización la miseria en el crecimiento de esas ciudades. Todo ello le dio la base para desarrollar uno de los diagnósticos más penetrantes que se hayan hecho de la Europa y de la América Latina de entonces. Pero también hay propuestas utópicas fundadas en diagnósticos parciales,

en

el

manejo

de

algunas

pocas

variables

de

la

problemática social, para sacar conclusiones que se pretenden generales. Por ejemplo, el homo aeconomicus, la pretensión de que todo el ser humano puede explicarse desde la economía. 8. Reflexionar sobre la manera en que se presenta el diagnóstico: conceptual, más bien fría, a través de datos, o bien por medio de vivencias, de experiencias de determinados seres, o en el tono de una fuerte denuncia. 9. Aclarar

en

la

propuesta

utópica,

las

bases

conceptuales

o

doctrinales que la sostienen. La base conceptual doctrinal de don Simón Rodríguez es el ideal de solidaridad. “¿Para qué se reúnen los hombres?”, dice. Es una frase preciosa: “los hombres se reúnen para hacer menos penosa la vida”. 10.Identificar a los enemigos de la utopía. Por ejemplo, para don Simón Rodríguez los enemigos de la utopía eran los dueños del poder anteriores a la revolución que seguían con los mismos privilegios: los hacendados, los propietarios, los curas (nuestro querido autor no criticaba la religión, criticaba la manera en que se la enseñaba, y decía que había que reeducar a los curas). Enemigos de la utopía pueden ser las tradiciones y las costumbres de la propia gente, por lo tanto el enemigo es la gente misma que tiene que llegar a la utopía pero venciéndose a sí misma. 11.Revisar en el discurso utópico denuncias o ataques a formas discursivas consideradas antiutópicas. En el caso de Platón, las

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obras de teatro, la poesía. En el caso de don Simón Rodríguez el discurso antiutópico está dado en los refranes populares, porque dice que en su mayorías son reaccionarios. 12.¿Qué

propone

la

utopía?,

Algunos

ejemplos:

las

salidas

comunitarias; la satisfacción de necesidades inmediatas; la sociedad de corte heroico. Ésta es la propuesta hitleriana de la lucha continua, la única realidad es la guerra permanente. Los paraísos tecnológicos, donde todo está solucionado a partir de la tecnología. Los sueños de un retorno a la naturaleza. La vuelta a límites humanos de la sociedad. 13.¿Para cuándo se plantea la utopía? ¿Se la logrará con esta generación? ¿Habrá que sacrificarla para llegar por fin a la sociedad soñada? Hay casos en que la propuesta utópica posterga para siempre la utopía, Este tema es muy importante. Por ejemplo, un argumento permanente en el discurso político, “sacrifiquémonos para...”, y a cada generación se le pide lo mismo 14.¿Cómo

llegar

a

la

utopía?,

El

sacrificio,

la

conciencia,

la

concientización, la organización, la fe, la esperanza, la guerra, el trabajo, la imaginación, la destrucción generalizada, la educación, la solidaridad,… 15.En fin, dentro de la mirada de este posgrado, las cuestiones comunicacionales: estrategias discursivas utilizadas por el autor del proyecto utópico, por ejemplo, un discurso científico, muy lleno de datos, de cifras, etc., un discurso emotivo, un discurso fuertemente personalizado… Como anticipamos, ésta es sólo una propuesta de trabajo. Ninguna pretensión de dogma y mucho menos de técnica infalible de análisis. Los puntos pueden aplicarse en su conjunto, o bien algunos, según lo que pida el proyecto analizado.

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Y añadamos a esto lo que significan los juegos entre el discurso y las prácticas. El exceso de vociferación utópica frente a formas retrógradas de vida y de relación. Aquello, también de los mexicanos, “dime de qué alardeas y te diré de qué careces”. Como punto fundamental para nuestro trabajo educativo (¿hay otro ámbito donde la utopía ocupe un lugar como en éste?), me detendré en lo que se pide a los seres para ingresar a determinados ideales sociales o institucionales. En efecto, las preguntas son ¿de qué manera se accede a la utopía?, ¿cuáles son las condiciones para abrirse paso hacia la utopía? En la tradición occidental, el acceso a la utopía tiene una gran cantidad de condiciones, mencionaremos al menos dos líneas fundamentales: la obediencia

y

la

educación.

La

tradición

de

la

primera

es

importantísima, y aparece, si bien con cambios muy dramáticos en muchos casos, en propuestas de organización social que han tenido no poca presencia en el siglo XX. Sin duda se trata de una propuesta que funcionó a pleno en las instituciones, el caso del modelo inspirado en la Regla de San Benito, pero también se amplió a sociedades enteras, muchas veces con la pretensión de estar basadas en una fuerte racionalidad. La formulación más precisa de la posibilidad de la utopía por la educación, aparece en la República de Platón, y se continúa también hasta el presente a través de numerosas propuestas utópicas. Para acceder a la utopía, para consolidarla, es necesario reeducar a la gente, cambiar el estado de cosas actual a través de un nuevo tipo de ser que será el producto de una educación diferente. La cuestión vuelve siempre, de una manera u otra, con nuevos ropajes y nuevos senderos. Pienso en el ideal de la escuela sarmientina y en el portal Educ-ar inaugurado a fines de los 90. Allá, en el tiempo, el poder

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civilizatorio

de

la

educación,

acá,

en

nuestros

días,

el

poder

transformador de las tecnologías. Una utopía pedagógica En 1994 publicamos con Francisco Gutiérrez Pérez el libro Mediación pedagógica para la educación popular4 En un momento de nuestra reflexión argumentamos que la propuesta que hacíamos correspondía a una utopía pedagógica y que no nos movía el deseo de hacer una propuesta utópica para la sociedad en general. “Si fuera necesario poner un nombre a nuestras obsesiones y a nuestras utopías, hablaríamos sin titubear de pedagogía. Este libro nace del intento de ofrecer a quienes trabajan con las grandes mayorías de la población, recursos pedagógicos para su práctica cotidiana. Consideramos, con otros autores, que la pedagogía ha estado en muchos casos ausente de esa labor educativa; que se ha dado más importancia a las dinámicas y a la movilización que a la promoción del aprendizaje de los interlocutores. Y nace la obra de un compromiso: el de la claridad. No nos interesan ni el exhibicionismo conceptual ni el ideológico. Tratamos de hablar con los demás de manera de entendernos, para orientar los temas a la práctica diaria. ¡Que otros se encarguen de decirnos cómo será el mañana y cómo habrá que actuar para acceder a él! Nuestra utopía es pedagógica. Hemos aprendido, luego de años, a ser más humildes en nuestros sueños. Insistimos: en nuestros sueños. Cada quien tiene derecho a soñar como quiera y pueda.

4 Gutiérrez Pérez, Francisco; Prieto Castillo, Daniel. Mediación pedagógica para la educación popular, San José de Costa Rica, RNTC, 1994.

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Por eso la mediación pedagógica ancla su labor en la tarea cotidiana, en los modos de relación presencial, en la preparación de los materiales, en el diseño de las prácticas de aprendizaje por parte de los interlocutores, en la forma de los mensajes, en la validación y la evaluación. Por supuesto que todo enmarcado en un ideal de ser y de relaciones humanas. Pero si no resolvemos

nuestras

utopías

más

cercanas,

difícilmente

podremos avanzar a los grandes sueños.” Comenzamos este texto con una reflexión sobre la universidad, pasamos a considerar el mundo de las organizaciones y luego nos ocupamos

de

la

comunicación,

para

culminar

en

la

relación

universidad-utopía. Puesto que insistimos en lo cercano y lo lejano, la cuestión es siempre preguntarse por dónde comienza uno cuando decide lanzarse a algún tipo de búsqueda de formas de educación diferentes. Lo más cercano es nuestra institución, mal puedo tratar de cambiar el mundo si no sé qué hacer entre las paredes del aula. Pero el itinerario a lo largo de este tercer módulo nos ha permitido reconocer la complejidad de la trama de un establecimiento de educación superior. Cuando con Francisco planteamos una utopía pedagógica, no queremos decir con ello que estamos ante algo fácil de formular y de resolver. Por el contrario, aquella complejidad exige propuestas conformadas de manera de ir más allá de algunas aspiraciones. Una utopía pedagógica incluye las relaciones de enseñanza aprendizaje pero va más allá para convertirse en una búsqueda de transformación de la institución en su conjunto. Sin cambios en ésta última no es posible aspirar a cambios en lo que sucede en el aula. No descartamos para nada este último ámbito de libertad, pero no nos podemos quedar sólo en él. Por eso, por esta aspiración de totalidad, es que ofrecimos el esquema de análisis de una propuesta utópica, porque necesitamos también

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Módulo III. La Educación Superior Unidad 4

analizar en totalidad lo que nos llega expresado con intención de transformación.

FINAL ¿Qué les parece? Hemos llegado ya al final del tercer Módulo, luego de peregrinar largos meses por los variados paisajes de la pedagogía, del aprendizaje y de las instituciones. Con el cuarto cerraremos un ciclo de encuentros y de esfuerzos que nos ha enriquecido a todos. Cerraremos para abrir, porque nos queda mucho camino por construir, palmo a palmo, sueño a sueño. Cuando diseñamos la Especialización discutimos mucho sobre la ubicación de los temas. Parecía válido comenzar por la historia de la Universidad y por las instituciones, es decir por este texto. Pero no siempre el camino histórico, de lo general a lo particular es el mejor. Optamos por lo más cercano y nos lanzamos a aquel inicial módulo sobre la enseñanza. No nos equivocamos, creo. Al sacar adelante los dos primeros nos fuimos preparando para comprender mejor los alcances de una institución educativa como la nuestra. Hay una frase que acosa a los entusiastas; "de imprescindibles está lleno el cementerio". Y otra: "¡pobre, cree que va a cambiar algo!". Perfectas expresiones en la línea de aquel chiste sobre la burocracia: "el que se mueve pierde". No llamaré sanchopancescas a tales expresiones, porque la imagen de un Sancho sólo ocupado en comer y en pasarla bien es un estereotipo urdido por quienes no han leído la segunda parte del Quijote. Prefiero caracterizarlas de tristes. Porque si los imprescindibles pueblan los cementerios, seguramente los prescindibles son inmortales (¡Dios mío! ¡Qué horror!). Y algo más: no hay nada más triste que caracterizarse a uno mismo como prescindible. Fuerzo un sinónimo: descartable.

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Módulo III. La Educación Superior Unidad 4

Esta Especialización nació para transformar la educación en nuestras universidades y es imposible lograr esto sin transformar la institución misma. ¿Cómo vamos a hacer una mejor educación sin cambiar nuestras estructuras académicas y administrativas? ¿Cómo sin abrirnos más al contexto? ¿Cómo sin contar con recursos tecnológicos? ¿Cómo sin lograr una relación comunicacional más intensa hacia adentro y hacia afuera? ¿Cómo sin fortalecer los sistemas de ingreso, permanencia y egreso? ¿Seguimos

juntos?

¿Continuamos

entreayudándonos

en

estas

búsquedas y en estos encuentros? Las líneas precedentes de esta despedida fueron escritas para la primera edición del libro, en 1995, y las mantuvimos en la segunda, 1997, para insistir en ellas con motivo de la tercera edición. Seis años de tareas, decíamos entonces, nos han llevado a reconocer la importancia de una apropiación de los alcances de la institución por parte de sus educadores. Ahora le ofrecemos a usted la sexta edición, a más de 15 años del comienzo de nuestro posgrado. Este módulo ha sido para muchos el más fuerte en emociones, en el sentido de lo que se ha puesto en los textos paralelos, tanto por las experiencias personales como por las recogidas a través de las entrevistas y de la interacción grupal. La institución es el espacio que se ama y se resiente cuando no nos ofrece todo lo que de ella esperamos. La queremos mucho, pero a la vez le reclamamos sus abandonos, no pocas postergaciones y también su resistencia a ciertos cambios. Es que nos movemos siempre en el terreno de lo logrado y lo no logrado, de lo querido. De, en fin, las contradicciones humanas, inseparables de cualquier institución.

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M贸dulo III. La Educaci贸n Superior Unidad 4

Esta es nuestra realidad y a ella nos debemos para conservar lo mejor que

hemos

podido

crear

y

para

transformaciones.

18

impulsar

las

necesarias


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