Para nunca más vivirlo, nunca más negarlo Este texto se inscribe en el relato testimonial, de mujeres sobrevivientes de la tortura y vejámenes a las que fueron sometidas por los militares que en Chile tomaron el poder con las armas. Son mujeres de Valparaíso que pasaron por diferentes centros de detención hasta llegar a la cárcel del Buen Pastor. Son sus vivencias, escritas por ellas mismas, sin odio, sin rencor que disfrutaron con la llegada de dos niñas que nacieron en prisión: Paloma y Laura. Estos relatos reflejan el amor a la vida y la esperanza de construir un mundo mejor y es la manera de dar a conocer una parte de la historia reciente de nuestro país. Agradecimientos, a todos los que hicieron posible que este documento histórico viera la luz. Al Colectivo de Ex Presas y Presos Políticos, especialmente a: José Bonifaz, Eugenio Carramiñana, Flor Muñoz, Francisco Muñoz, Juan Muñoz, Juan Villablanca, Juan Villagrán, Hugo Silva y Guillermo Sotomayor. A Ximena Silva San Martín que aportó con el diseño gráfico y a Nelson Muñoz Mera por la fotografía de portada. A Javier Ruiz que hizo posible su impresión. Y a todas las mujeres que aportaron sus vivencias para no olvidar, para nunca más vivirlo y nunca más negarlo.
Para no olvidar Relatos de mujeres sobrevivientes de la tortura en Valparaíso Relatos del horror y la esperanza
Para no olvidar Relatos de mujeres sobrevivientes de la tortura en ValparaĂso Relatos del horror y la esperanza
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Diseño Gráfico y diagramación: Ximena Silva San Martín Fotografía portada: Nelson Muñoz Mera Impresión: Arte&Gráfica 2
“Uno no escoge el tiempo para venir al mundo; pero debe dejar huella de su tiempo” Giaconda Belli
Entre el horror y la esperanza: Relatos para no olvidar. Estos relatos vivenciales surgen de la emocionalidad más profunda, de las sensaciones y experiencias límites sufridas por las presas políticas de la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor de Valparaíso. Están hechos, sin otro propósito que sacar a la luz aquello que la historia oficial se niega a aceptar: las torturas practicadas por la siniestra dictadura en nuestro país como parte de una política de eliminación y neutralización de sus enemigos políticos, denominado enemigo interno. Este tenía rostro, nombre e identidad, y por cierto sexo. En el caso de las mujeres presas políticas, la violencia ejercida en su contra tuvo elementos distintivos de considerarlas botín y objeto de prácticas denigrantes y vejaciones múltiples, que recién hoy comienzan a develarse, en toda su magnitud. La negación del otro u otra, en este caso, se explica también por los patrones culturales dominantes propios de quienes se niegan a aceptar cambios en su status quo. La razón principal del golpe de estado y la implementación de su práctica de exterminio tiene relación con los intereses económicos amenazados y la ola de cambios culturales que se venían gestando. De allí, el odio presente en cada interrogatorio por los torturadores, que sin duda, eran tipos normales, que besaban a sus hijos y a sus mujeres antes de ir a trabajar aplicando sádicas torturas a personas, que para ellos carecían de esa condición, eran enemigos de la Patria y eso bastaba para obedecer a quienes les mandaban. Acabar con las personas incluía destruirlas física y moralmente. Esta historia tiene relación con los afectos y como ellos sostienen en momentos tan dramáticos. Es una historia con nombres de mujeres y con pequeñas criaturas que se convierten en el sol del encierro, marcando con su presencia a todas aquellas que venían de los bu3
ques cárceles, de la Academia de Guerra o del Cuartel Silva Palma, o tal vez de otros sectores de la Región. Las pequeñas, hijas de presas políticas, fueron el elemento aglutinador, en ellas se volcaba toda la ternura y preocupación de estas mujeres de distintas edades, militancia política diversa, profesionales, dueñas de casa o estudiantes que compartían el cautiverio y organizaban el tiempo con diferentes entretenimientos para “subir el ánimo”. Laura y Paloma están presentes en todos los relatos, demostrando que la vida es más fuerte que el horror. Ellas eran la prueba viviente que siempre hay por quien luchar y salir adelante. Que tras la noche oscura siempre sale el sol y que basta un rayo de luz para que se coloree una habitación gris. Es la historia del esfuerzo, de la resiliencia. Es constatar que los años no minan los sentimientos de amistad y compañerismo surgido al interior de una prisión. Es la historia que se suma a otras, de los cuerpos sometidos a un poder omnímodo que buscó aniquilar. Y es la historia de cómo se crean redes de apoyo entre todas que minimizan esos efectos. Conocer las vidas de estas mujeres es constatar la fuerza para sobreponerse, es constatar el compromiso con sus convicciones y la capacidad de enfrentar la adversidad en distintos momentos. En definitiva, es como la esperanza se yergue airosa y triunfadora ante el horror. Esta historia parte con café, el que se comparte hoy después de cuarenta años, tal como se compartió en prisión. Allí hubo llantos y risas, cantos y teatro, trabajo compartido y conversación. También hubo temor, incertidumbre, despedidas. El café de hoy es de recuerdos pero, también de proyección. Hay una deuda que saldar: la de emplazar a los culpables que no asumen. Esta historia aún no tiene final porque hay razones para seguir luchando y lo que sobra es pasión por la vida.. Como dijo el poeta uruguayo, Mario Benedetti:
“Cantamos porque llueve sobre el surco y somos militantes de la vida y porque no podemos ni queremos dejar que la canción se haga ceniza” Valparaíso, diciembre de 2014. 4
Indice de relatos
Ximena Cádiz Zamora
pag. 7
Milena Castro Neumann
pag. 9
Mercedes Córdova
pag. 11
María Cristina Fuentealba
pag. 13
Zulema Melivilú
pag. 16
Alicia Olea
pag. 22
Patricia Pulgar
pag. 25
Carmen Rafferneau
pag. 28
Elisa Serey
pag. 31
Fedora Vega
pag. 35
Alicia Zúñiga
pag. 42 5
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Ximena Cádiz Zamora
Hoy a las 12:49 P.M. La ciudad donde nacimos y que nos vio crecer y recorrerla de punta a cabo, nos dio la espalda en una oscura madrugada del martes 11 de Septiembre. Los mismos que admirábamos, viéndolos desfilar, siguiéndolos con nuestras banderitas, marcando el paso, volvieron sus armas y su violencia contra nosotras, las mujeres de Valparaíso. Otro mundo hasta ese momento desconocido, se nos abrió en la Cárcel Buen Pastor donde fuimos llevadas al mundo de la pobreza y de la delincuencia con que nos volvieron a castigar por pensar diferente. Aprendimos a adaptarnos para sobrevivir a ese universo hostil, donde los discursos políticos se hicieron verdad, palpable la realidad, de la condición humana. Recuerdo las iniciativas para hacer mas llevadero el encierro, formar el coro con la monja Methilde, donde la voz de oro de la Yoko deleitaba hasta a los dioses, y nosotras le seguíamos, elevándonos en un canto que nos liberaba, aunque no lo creyéramos. Recuerdo como se consiguió obtener el derecho de ir al Jardín de las monjas, con su gran limonero, alrededor del cual podíamos sentarnos con las dos bebitas, y ver el cielo azul y el sol, que en ese breve espacio, nos conectaba con la libertad perdida. Los Domingos “bailables” del comedor, donde se escuchaban boleros cebolleros, y cumbias estridentes, y donde nos mezclábamos con las presas comunes para bailar, con esa forma especial que La Pancha, la María tenían de bailar, o viéndolas tararear tristemente sus boleros nostálgicos . Laurita, la hija de Silvia era una bendición, como lo fue el nacimiento de Paloma la hija de Milena, después de un bailoteo de Fiestas Patrias, donde se permitió acompañar a Milena yendo y viniendo en el corredor de las celdas, ayudándola con la respiración de perrito en sus contracciones de parto. 7
Esas bebitas, nos conectaban a la vida, al cariño, viendo a Laurita, caminar balbuceante, en sus primeros pasitos. Me parece ver a Silvia paseándose en el patio de visitas con la monja que se paseaba con las manos en los bolsillos de su sotana, con su fuerte acento español, y sus discusiones leguleyas de Derecho. La celda dormitorio, todas juntas, durmiendo en esos camarotes, nuestros cuchicheos a la hora de dormir. La lectura de las cartas que nos llegaban de los compañeros de la Cárcel de hombres, convertidas casi, en lecturas colectivas, pues en ese hacinamiento, no habia plaza a la privacidad. Recuerdo cuando una nueva compañera llegaba, la recibíamos lo mejor que se podía, para integrarla al grupo, y como todas éramos una sola cuando llevaban a alguna al Silva Palma, donde sabíamos cómo éramos tratadas, y de donde no sabias jamás si volverías en el día, después de los interrogatorios, dejándonos terriblemente angustiadas la espera . Los días que éramos llevadas a Fiscalía, nos esmerábamos en vestirnos bien, impecables, para demostrarles a nuestros torturadores que, a pesar del encierro, conservábamos intacta nuestra dignidad, y nuestras convicciones, que no nos habían doblegado con su represión . Cada una de nosotras lleva hasta hoy en día esa marca indeleble de esa época de nuestras jóvenes vidas, pasajes imborrables, y que ante la impunidad de tantos años, nos recuerdan que aun no se nos hace Justicia, que aun para la ciudad, somos invisibles, y que hasta nuestro ultimo aliento lucharemos para que la verdad sea reconocida, y que el peso de lo vivido se haga mas ligero para todas. Recuerdo también, a todas aquellas compañeras que hoy no estan, con las cuales compartimos esta experiencia. Haber sido reprimidas y encerradas por tener un ideal de sociedad mas equitativa, mas justa para todos . Para que nunca mas, ni perdón, ni olvido. Hasta la victoria, siempre !!!
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Milena Castro Neumann
Dic 17 a las 3:47 P.M Para mi lo mas doloroso fue el hecho de pasar de ser una mujer libre a ser una mujer donde todos mis derechos fueron pisoteados y anulados. Porque, en el espacio de unos segundos fui violentada, manoseada, vejada, humillada, con golpes, y corriente en todas las partes de mi cuerpo y a pesar que yo gritaba que estaba embarazada, ELLOS se reían y chacoteaban de mi estado y mientras mas yo les suplicaba por mi estado más me mojaban y más me ponían electricidad (doloroso fue para mi el que entre los torturadores había una mujer). Pero lo mas doloroso fue cuando me llevaron donde mis padres (que no tenían idea de mi trabajo clandestino) y para ellos fue un quiebre conmigo que no se resolvió hasta la muerte de mi padre. El nacimiento de Paloma fue difícil porque pasé malos momentos en el parto y no tuve la ayuda necesaria en el hospital Deformes, pero tuve un apoyo inesperado en un medico de la CRUZ ROJA de BÉLGICA que a posteriori me envió una invitación a dicho país. Durante mi estadía en el Buen Pastor mi hija fue de una ayuda sicológica inigualable ya que ella me permitía aceptar mis tristezas, mis contradicciones, las injusticias que vivíamos y sobre todo el entorno hostil de las presas comunes con las cuales estábamos obligadas a compartir. Durante mi relegación en Iquique, Paloma fue un motor para poder salir adelante; No pudiendo finalizar mi carrera de Parvularia porque la Universidad del Norte se negó a aceptar mi memoria de fin de año, me acerque a la JUNJI y alguien solidario que no recuerdo su nombre me ofreció trabajo en el empleo mínimo como auxiliar de un Jardín Infantil. Durante mi exilio en Bélgica mi gran preocupación fue de darle una buena educación a Paloma y al mismo tiempo integrarme al 9
país que me acogía. Fueron días difíciles porque la soledad es un espectro cotidiano sobre todo si no se conoce el idioma y no se tiene a nadie conocido. Aprendí el idioma leyéndole cuentos y tratando de descifrar las comunicaciones de su profesora. Eso no me impidió estar al tanto de lo que pasaba en Chile y de participar a cuanto evento chileno se realizara. Me propuse que, aunque mi hija estaba creciendo en la sociedad europea, no olvidaría jamas sus orígenes Chilenos y Latinoamericanos. Ella, que tiene actualmente 40 años, es Psicóloga y trabaja con los refugiados sin papeles centro americanos, latinoamericanos y otros que llegan a Bélgica. Les consigue alojamiento, inscripción en las escuelas, reúne las familias dispersas, etc. Su centro de interés no es solo Chile, sino que toda persona que se encuentra en estado de urgencia precaria. Yo por mi parte estudie y trabaje durante 37 años con niños minusválidos. En fin, es esto lo que yo puedo testimoniar de mi trayectoria después que fui detenida y expulsada de Chile. Durante estos cuarenta años de vida alejada de Chile, mi vida en prisión ha estado siempre presente. Un gesto, un gusto (mermelada de tomate que la comí por primera vez en el Buen Pastor), un acontecimiento, un hecho, me vuelven a esos terribles momentos vividos ahí y en el Silva Palma. Para mí, lo más importante ha sido la amistad que se creó entre los muros del Buen Pastor, una amistad sin interés y de una solidaridad inquebrantable. El hecho de haber llegado embarazada y que Sylvia estuviera también en ese estado dio un sentido de humanidad y ternura a nuestra vidas de una dureza inimaginable (contacto con presas comunes) que por primera vez confrontábamos. Dentro de tanta tristeza, humillación, violencia, tortura, nunca bajaremos la cabeza ni nos arrodillaremos delante de esa dictadura infame que quiso destruirnos, rebajarnos, quebrarnos, todo lo contrario, creo firmemente que salimos fortalecidas. Bruselas, Bélgica. Diciembre 2014.-
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Mercedes Córdova
11 de Septiembre de 1973.
Mi vida se desarrolló en Valparaíso, desde que era estudiante en el Pedagógico de la Universidad de Chile de Valparaíso. Para el 11 de Septiembre vivía en Viña del Mar, mi marido trabajaba en el Pedagógico de la Universidad de Chile ubicada en Playa Ancha, yo trabajaba en la Intendencia de Valparaíso ubicada en Plaza Sotomayor, en los altos de la I Zona Naval. Nos levantamos como de costumbre para ir a nuestros trabajos y llevar a mi hija al jardín tenía 3 años. Tomamos la citroneta de un amigo nuestro, compañero de trabajo de mi marido, que se la había prestado, dado que el auto estaba en el garaje. No andaba nadie en las calles de Viña del Mar, se veían marinos patrullando las calles, al venirnos, a la altura de Caleta Abarca, nos hace dedo un marino y lo trajimos, venía a Valparaíso, nos dice que hay UN ALZAMIENTO DE LA ARMADA EN VALPARAISO. Llegamos a Valparaíso, nadie nos paró, porque llevábamos a un marino, se bajó a la altura de la Escuela Naval en Playa Ancha. Nosotros continuamos y vimos que la Universidad estaba cerrada y con marinos. Continuamos a casa de mi mamá, yo me bajé con mi hija y mi marido continuó a casa de nuestro amigo Rodrigo. Nos comunicamos y vimos que la cosa era seria. Era un GOLPE DE ESTADO, los bandos comienzan a darlos por radio. Desde nuestras casa veíamos como al Estadio Valparaíso, iban trayendo detenidos. Implantan el Toque de Queda. Llega la noche y mi marido decide quedarse donde nuestro amigo Rodrigo, mi hija y yo en casa de mi mamá. Alrededor de las 7 de la mañana del día 12 de Septiembre, llega mi amiga y vecina María y me dice que han allanado la casa 11
de mi amigo Rodrigo y se los llevaron a todos, quedando solo las niñas y la abuela. Me levanto y voy a ver qué pasó y me encuentro con que había una tanqueta en la calle, mi amiga me dice que no vaya dado que la casa quedó vigilada y era peligroso. Fui igual. Traje a las niñas a la casa y a la abuela y tratamos en el barrio de buscar a alguien que las trasladara a casa de familiares que tenían en Viña del Mar. Lo conseguimos con un compañero que era el Director de la casa de Menores y tenía salvo conducto. Enseguida fui al regimiento Maipo, para buscar a mi marido y el guardia me dice que allí no hay nadie, y se acerca y me dice que estaban en el barco. Comenzamos a juntarnos para ir viendo quienes estábamos o que novedades teníamos. Así pasaron los días, hasta que el Barco partió a Pisagua . Me tuve que ir de casa de mamá, porque seguían las detenciones en el barrio, eran compañeros de la Universidad. Al pasar casi un mes fui a ver a mi hija a casa de mi mamá. Nos encontrábamos las dos solas y allanan la casa y me llevan detenida, yo iba con mi hija de la mano, nos subieron a una camioneta, iban varios marinos, yo no supe cuántos, porque con la chaqueta que iba me la pusieron en la cabeza. A minutos de partir, vuelven a parar y me quitan a mi hija y la dejan en la calle, ella lloraba y yo me fui con ese dolor inmenso. Llegué a la Academia de Guerra y después pasé al Silva Palma.
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Maria Cristina Fuentealba Vivencias.
En diciembre de 2014, es la segunda vez en los dos últimos meses que leo con detención la sentencia del Consejo de Guerra al que fui sometida y surgen algunos recuerdos, pocos, la mayoría los tengo olvidados, pero esos pocos detalles se han hecho presente y han generado incógnitas, preguntas sin respuesta por el momento, no pierdo la esperanza de poder dilucidarlas o al menos estar muy cerca de lograrlo. Cuando por primera vez tuve en mis manos este dictamen, no tuve tiempo o no quise tomar conciencia de lo acontecido, había que seguir viviendo, enfrentar lo cotidiano, enfrentar la subsistencia, esto ocurría en 1974-1975. Desde esta lectura se han presentado recuerdos de los interrogatorios: billete de $ 100.-, plan zeta, listas negras, presencia de compañeros encapuchados, humillados, muchas personas detenidas. La noche que pasé en la Academia de Guerra, por el lugar donde me dejaron, escuché el interrogatorio a que era sometido un compañero, estos eran gritos, groserías, insultos, gritos de dolor, un horror, de allí empezó para mi vivencias de locura a que fuimos sometidos todos los chilenos y que hasta hoy día están vigentes. La estadía en la m/n Lebu, los primeros días sin comer, sin cambiarse ropa y luego comer porotos con gorgojos, para pasar el hambre hasta que llegaron pequeñas encomiendas de la casa, la primera que recibí fue un gran alivio y la enviaron amigos que un marinero que hacía guardia en el barco me la entregó, no recuerdo su contenido, pero sí el hecho de haberlo recibido era un indicador que sabían donde estaba y si bien no teníamos comunicación, para mí y para ellos, este hecho fue importante. Los recuerdos de la presencia militar en tenida de combate, con los rostros pintados, son imágenes que no me han abandonado, las calles ocupadas por vehículos militares, toque de queda, un cumulo de imágenes llegan a mi mente, al recordar el pasado. 13
Como se derrumbaron las esperanzas, como perdimos amigos, compañeros, vecinos, todo se transformó en dolor, angustia, incertidumbre, no saber que iba a acontecer al día siguiente y cuando estaba presa, la preocupación de no saber que estaba ocurriendo en casa, cuales serían las repercusiones de mi detención, eso fue una etapa muy terrible para mí y que demoró en superarse, hoy la recuerdo con dolor. Además los recuerdos se hicieron presente al revisar las fotos de la estadía en “El Buen Pastor”, cada foto, es una historia, no sólo son imágenes, son mucho más que eso y permite trasladarse a un antes y un después, que jóvenes éramos, tantas alegrías y esperanzas que me proporcionó el nacimiento de Laura, hija de Sylvia, recuerdo haber realizado largas caminatas al interior del presidio acompañando a Sylvia días antes de dar a luz. Estas vivencias, me hacen sentirme fuertemente ligada a esta niña, hoy una mujer adulta, con sus propias hijas. Cuando se presenta la posibilidad de verla, surge en mí una tremenda emoción, porque lo que me une a ella es algo muy profundo, difícil de traducir en palabras. Paloma, nació un mes después de que me dejaron en libertad, por lo tanto no tuve la experiencia anterior, pero siempre supe de ella, de ambas niñas tengo fotos ya más crecidas, hoy nos comunicamos por internet, tengo fotos de sus hijos, a veces hemos tenido la oportunidad de conversar por teléfono, esta experiencia tan dura y difícil ha creado lazos muy fuertes, de cariño, amistad y de preocupación por el otro, el estar siempre en contacto y pendientes de sus vidas, es lo que dejó la dictadura, sentimientos de solidaridad, que son de gran valor. La estadía en la cárcel, también me permitió conocer a los amigos, a los vecinos que me visitaron y que apoyaron a mi mamá, esto me parece importante de destacar la solidaridad que se gestó a partir de la detención, muchas personas estuvieron presentes. En la cárcel, los días domingos, era día de “fiesta”, en el comedor bailábamos todas las reclusas, las detenidas por delitos comunes y las políticas y hasta hoy, suenan en mis oídos la “vaca piedad” y “don Goyo” (que estaba muertecito en el arroyo) esas cumbias estaban de moda en esos años y nos acompañaron todos los domingos que permanecimos en prisión. Lo difícil, fue salir en libertad y enfrentar la realidad, sin tra14
bajo, tratando de subsistir, realizando actividades que no daban para parar la olla, que eran casi un juego para no quedarse en casa sin hacer nada, luego poco a poco fueron surgiendo otras posibilidades que permitieron ponerse de pie y salir adelante sobreponiéndose a la dura realidad que enfrentaba el país y para quienes fuimos exonerados y detenidos se hacía muy complejo y difícil encontrar un puesto de trabajo, estábamos marcados. Hoy, al mirar el pasado, la experiencia de toda la sociedad, ha sido de dolor y amargura por lo perdido y que aún, hoy, no logramos recuperar para beneficio de la gran mayoría de mis compatriotas tan castigados, por un Código Laboral, por una Constitución Política, por sistemas de salud y de educación que impiden a las grandes mayorías acceder a lo elemental que toda persona necesita para vivir, entonces el proyecto de una sociedad mejor está vigente y debemos trabajar para que NUNCA MAS otros vivan nuestra experiencia. Valparaíso, diciembre 2014.-
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Zulema Melivilú
Mi pesadilla comenzó el 8 de diciembre de 1973. Meses antes había asistido a un ampliado del partido y allí, nuestro secretario general nos había dicho con gran firmeza y fervor revolucionario que si algún grupo intentaba atacar al gobierno elegido por el pueblo, el partido sabría responder. Mi joven corazón latía tan fuerte que creía poder sentirlo, pensaba, nada nos puede parar, el partido lo dice y al ver a mis camaradas con los ojos brillantes de determinación salí de aquel ampliado con una serenidad pletórica de futuro. Ocurrieron tantas cosas en el intertanto, una de las que recuerdo era que el partido había dado orden de concentrarse en los lugares de trabajo o estudio, ahora pienso que habría sido una manera de aliviarle el trabajo a los milicos, esperando allí todos juntitos y cantando « no nos moverán ». Soy de Valparaíso y en ese tiempo vivía con mi familia en una casa al pie del cerro. La noche del 10 de Septiembre los marinos se habían tomado nuestra ciudad. Mi papa salió a trabajar, como siempre a las 6 de la mañana, iba en bicicleta, era muy deportista y sobre todo buen administrador de su salario. Esa mañana los marinos le impidieron el paso, a mi padre nadie le decía lo que debía hacer, pero debe haber captado de alguna manera que algo serio ocurría, nos extraño verlo llegar a los cinco minutos de haberse ido y contando que los marinos no lo habían dejado pasar. Esto me puso alerta y decidí, cueste lo que cueste, que llegaría a la Escuela de Derecho donde estudiaba. No me dejaron llegar al plan y me fui al cerro y me encontré con Patricia, una compañera del comité regional de Valparaíso. Le pregunte que estaba pasando, el comité regional se reunía los lunes y me explicó que se había hablado del «Compromiso con Recabarren» que consistía en una cantidad de horas de trabajo voluntario entre otras cosas, continuamos subiendo el cerro y se nos 16
fueron juntando muchos jóvenes tan desorientados como nosotras, al llegar a la cima éramos un enorme grupo. Decidimos dispersarnos y esperar ordenes, yo no quise regresar a mi casa por pura intuición, me fui a casa de mi amiga Fedora y comenzaron las noticias alarmantes, los bandos militares, las imágenes de la moneda bombardeada, el asesinato del Presidente Allende. Comenzamos a actuar de manera espontanea con el razonamiento siguiente: Nuestros dirigentes están en peligro y es normal que huyan del país, a nosotras nos toca levantar el partido e iniciar la resistencia.. ¡Que ingenuas éramos! Escuchábamos con ansias la radio Moscú y decidimos comenzar a hacer panfletos y dejarlos caer en sitios concurridos. Volviendo al 11, recuerdo que ese día nos habíamos citado con mi amigo y compañero de la facultad para ir a Viña y comenzar las gestiones para formar un sindicato de empleadas domesticas. Mi amigo Virgilio era venezolano y vivía en un pensionado universitario, fue detenido ese mismo día y torturado brutalmente, mas no habló. Debo aclarar que jamás he criticado a las personas que delataron bajo tortura, lo que no debiera existir es la tortura, ese acto vil y cobarde, en fin si Virgilio habla yo habría caído a la Esmeralda ese buque-escuela sanguinario y me hubiesen violado como lo hicieron con todas las compañeras que allí cayeron y creo que no hubiese podido vivir después de una atrocidad así y me habría suicidado. Gracias Virgilio Chávez héroe anónimo y querido amigo. El embajador de Venezuela hizo gestiones y el partió a su país. Comenzaron las clases y yo quede con matricula condicional. Muchos otros fueron expulsados de la universidad. Los que quedamos condicionales seguimos reuniéndonos y haciendo panfletos. Los estudiantes de partidos de derecha y los demócrata-cristianos, hicieron listas de todos nosotros y las entregaron a los marinos, mas tarde supe que muchos de ellos eran oficiales de reserva y actuaban de fiscales. Llegó el 8 de diciembre, era festivo, mi papa había ido a comprar el periódico, mi tía Nina estaba preparando el desayuno y mi mamita que era invidente acompañaba a mi tía, sonó la puerta y un señor amable, de ojos azules me dice que tengo que ir con el. Lo único que pensé fue salir lo mas rápido posible y que mi mama no se diera cuenta, el señor me dijo que llevara cepillo de dientes, baje por el pasaje donde vivía y ahí estaba esperando una camio17
neta, al subirme me pusieron una frazada en la cabeza y partimos. Anteriormente mi tía Zorka había sido detenida, y al salir me contó muchas cosas, por lo que supuse que me llevaban a la academia de guerra, así fue y de pronto me vi en una especie de gimnasio con muchísima gente sentada en el suelo y la vista vendada con telas que antes habían servido para nuestras manifestaciones y desfiles, unos decían PC, otros PS, a mi me toco uno que decía MAPU, me hicieron sentar junto al resto, un guardia joven nos vigilaba. De a poco mis ojos fueron acostumbrándose, había mucho sol que se filtraba por la ventana, el guardia nos dijo que podíamos sacarnos las vendas e incluso pude conversar con algunos compañeros sobre todo con uno que había caído el día anterior y que había sido torturado salvajemente, alcanzó a decirme lo que ellos sabían, tenían los nombres de toda nuestra base, el había dicho que Virgilio Chávez era el “cerebro” de nuestro grupo, ya que sabíamos que Virgilio estaba a salvo en su país. Ese día 8 de diciembre no paso nada especial, supongo que eran católicos, porque al día siguiente comenzaron los interrogatorios, los gritos desgarradores de los compañeros no se me borraron durante mucho tiempo, los insultos de la comisión de torturadores: ¡habla huevón!, ¡colabora! y el compañero: “no se nada” y mas gritos hasta que comenzaba a salir un nombre y otro. Me horrorizo ver hasta que punto podía llegar la crueldad de los hombres. Y llegó mi turno, comenzaron los insultos y una mujer gritando histéricamente me hizo saber que no saldría viva de ese lugar, sentí un golpe en el estomago que me doble en dos, al siguiente golpe caí al suelo, me sentí rodeada de gente si puede llamarse gente a esos seres , me llegaban mas golpes de distintos lugares y trataron de sacarme la ropa, me volví como loca y sin pensar en el peligro me debatí y en eso un hombre dice: yo me llevo a la mocosa y me encargo de ella, (la mocosa era yo). Me encontré en otra sala y el hombre me saco la venda y lo vi, era el mismo que había ido a detenerme a mi domicilio. Me dijo algunas cosas, tenemos los nombres de todo el grupo, sabemos también que hacen panfletos y eso es muy grave, yo no atinaba a contestar pero mi cerebro funcionaba a 1000 por hora, mi compañero de facultad ya me había advertido que sabían nuestros nombres Entonces los maltratos eran para saber si algún alto dirigente nos tenia bajo sus ordenes pero, como ya dije, nuestro grupo “co18
rrió con colores propios” y no teníamos contactos con los antiguos dirigentes. Luego me dijo que yo era tan joven para andar metida en estas cosas y comenzó a acariciarme el pelo, a besarme el cuello a tocarme el cuerpo y buscaba mi boca, me sentí tan desgraciada, hubiese querido estar en mi casa junto a mi madre, y no atiné a nada solo me puse a llorar, el hombre me estrechaba con fuerza y cuando yo esperaba lo peor alguien entró en esa sala que era grande y estaba vacía, mi acosador dijo que me llevaba a la sala con mis compañeros, llore tantísimo, me sentía humillada, sucia pero comenzaron los gritos de los torturados y lo mío paso a segundo plano. La situación que describo se repitió muchas veces durante el tiempo que estuve en la academia de guerra, luego fuimos trasladadas al Lebu. En el Lebu estábamos encerradas en el camarote de los oficiales, éramos 6 o 7 mujeres jóvenes, todos los días pasaba un enfermero y nos daba pastillas para dormir, nos sentíamos mejor porque al menos no escuchábamos los alaridos de los torturados y nuestro temor era ser llamadas a la Academia de Guerra, lo que efectivamente ocurrió una o dos veces. Entre todas tratamos de llevar una vida lo mas correcta posible, teníamos duchas, nos lavábamos el pelo casi todos los días, estábamos en pleno verano, nos llegaban los paquetes de nuestras familias por intermedio de la Cruz Roja y entre todas nos levantábamos el ánimo. Del Lebu nos llevaron al Silva Palma y de nuevo el horror, los interrogatorios los hacían cerca de nuestra celda, dormíamos en camarotes, había tres de tres pisos enfrente estaban los compañeros, casi todos nos conocíamos y cuando el guardia no se encontraba cerca, nos subíamos en la parte mas alta del camarote y “hablábamos con los chiquillos con el alfabeto de los sordos, nos pasábamos información. Un día un oficial, que se hacia el simpático con nosotras, llegó con un nuevo preso y lo entro a empujones a la celda de los compañeros Lo conocí porque era un estudiante de derecho de “patria y libertad”. Supusimos que lo habían infiltrado para obtener información, reflexionamos que hacer y apenas llegó el oficial hablamos lo mas fuerte que podíamos casi gritando: « Oficial díganos por que tienen preso a ese muchacho que luchaba por la libertad, el rubio bajito, con pullover celeste, nos interesaba que los compañe19
ros se dieran cuenta y no hablaran más de lo necesario, el oficial me preguntó si lo conocía y le dije que estudiaba derecho al igual que yo, diez minutos mas tarde lo fueron a buscar y lo sacaron de ahí, nosotras nos conocíamos casi todas pero habían algunas que nadie conocía y nos comenzó a entrar la desconfianza lo que fue fatal, el bálsamo para nuestros malogrados cuerpos y espíritus era la confianza, la camaradería, la ternura que nos prodigábamos unas a otras. Un día llegó la libertad, Fedo, Vivi y yo bajamos corriendo por Playa Ancha disfrutando el sol, el mar y el hecho de ser libres. Me detuvieron una vez mas, fueron a buscarme en la noche un grupo de seis marinos armados exageradamente de mi punto de vista, diríase que iban a buscar al Loco Pepe. Estuve una noche, me carearon con alguien, no se con quien porque no me sacaron la venda y al día siguiente me dejaron libre. Luego fueron a buscarme a la facultad pero un amigo me aviso y no fui mas a la escuela ni tampoco a mi casa. En abril del año siguiente llegue al Buen Pastor tras un interrogatorio en la Fiscalía, ahí vi a algunos estudiantes de derecho vestidos de oficiales y me di cuenta en que nido de víboras había estado viviendo en esa Escuela de Derecho. En el Buen Pastor a pesar de las condiciones materiales en que vivíamos, 35 mujeres en una gran pieza amueblada solo de camarotes, ducha fría invierno y verano (en los otros cuartos estaban las presas comunes con las que teníamos muy buenas relaciones), manteníamos el optimismo. Habían algunas compañeras de la universidad, estaba Ali, Silvia, quien vivia con su hija Lauri, que era una nenita preciosa, todas la queriamos mucho, yo la adoraba, era mi sol, tomarla en mis brazos era una delicia y ahora pienso que ese cariño enorme era premonitorio, nunca pude tener hijos y las dos sobrinas que tuve vivieron en otros países. Lo tierno, lo hermoso que un bebé puede dar a una mujer me lo dio Lauri, actualmente convertida en una psicóloga y madre de dos niñas. Con mis compañeras no nos dejamos abatir, leíamos, tejíamos, nos enseñábamos unas a otras lo que sabíamos, las estudiantes de enfermería Erika y Magaly ayudaban a la Madre Margarita con la higiene de las comunes. Con Milena nos paseábamos por el horrible corredor del Buen Pastor, ella estaba embarazada y le hacia bien caminar, yo no quería engordar pero lo que más nos gustaba era conversar. También 20
escuchábamos cantar a Yoko, con Eli manteníamos divertidas conversaciones. Con Anita María nos reíamos de todo, con Ximena Cádiz conversábamos de nuestros novios. Los domingos bailábamos cumbia y las comunes nos enseñaban a hacerlo. Esta convivencia con todas estas mujeres me hizo recuperar la fe en el ser humano, después de haber vivido tanto horror en ese mundo masculino de botas, armas y testosterona a flor de piel. Después de varios meses salí en libertad y me asilé en una embajada, no tenia pasaporte. En Irlanda me dieron un documento de viaje, luego tuve el pasaporte “L” con el cual podía viajar por todo el mundo menos a Chile, el único país al que quería regresar, después de 15 años pude llegar a Chile, mis padres y mi tía Nina estaban convertidos en unos ancianos. Desde ahí cada año viajo a Chile y aunque las cosas han cambiado me cuesta entender como, mis compañeras y yo, no perdimos el gusto de vivir.
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Alicia Olea
La vida sobre el horror.
Hola, soy la Alicia, nací con dolor, el cordón umbilical lo tenía enrollado en el cuello, la matrona que atendía a mi madre le decía si esta bebe no se desenrolla tendrás que ir a parir al hospital (mis hermanos y yo nacimos en casa). A lo largo de mi vida ha sido potente. Nací el 08 de junio de 1951, tengo 63 años, en mi familia soy la mayor, Jaime era del medio, fallecido el año 2006, Alejandro el menor, mis padres están fallecidos. Tuve una infancia maravillosa viví en la Patagonia en una estancia ganadera en Ñiriguao en la zona de Coyhaique, eso fue hasta la reforma agraria o sea hasta el año 1962 aproximadamente. Hice la educación primaria en el Liceo N° 1 de Valparaíso hasta el primero humanidades, luego me fui al Liceo N° 4 de Valparaíso y allí terminé mi enseñanza media en el año 1970. En el año 1971 entré a estudiar Pedagogía en Castellano en la facultad de humanidades de la Universidad de Chile en Playa Ancha, hasta el 10 de septiembre de 1973, al día siguiente se produce el golpe cívico militar con todas sus implicancias, lo que significa que los días siguientes fueron duros y violentos, ya que, empieza el secuestro y detención de todos los dirigentes sociales. El día 24 de enero 1974 fui detenida junto con Milena Castro. Desde el momento en que eres detenida, te ponen una venda en los ojos y te amarran, pierdes la condición de ser humano. Yo sentí que me estaba muriendo, que caía en un hoyo en el que no había presente, pasado y futuro; no había nada. Fue mi primera muerte, nunca dejé de luchar ni perdí la ilusión por la vida, fui llevada a un centro de detención y tortura “Cuartel Silva Palma” de las Fuerzas Armadas. La primera noche fue la peor, recuerdo todo el tiempo vendada sobre una colchoneta, pese a haber sufrido todo tipo de vejaciones aprendí que era una tortura más. 22
Durante mucho tiempo yo lo situé como, bueno, una tortura más. Pero la agresión sexual no es una tortura más. Porque…de alguna manera te marca, tus relaciones, tu sexualidad tu afectividad. Este es un tema del machismo, del ejercicio del poder sobre la mujer. Ahí no les importó si yo era marxista o no es tu fortaleza la que te hace sobrevivir. Luego nos enviaron a la cárcel de mujeres “Buen Pastor” allí estuvimos un largo tiempo, después tuvimos consejo de guerra el cual me daban extrañamiento y se conmutó la pena de relegación al norte del país Arica y Putre. Al regreso a la V Región, quise tomar mi vida en forma normal pero fue difícil ya que no tuve la posibilidad, se me cerraron todas las puertas sin poder estudiar ni trabajar porque en la dictadura no tienes la posibilidad de insertarte en el mundo laboral. Por esto me tomé en serio la resistencia e insertarme en organizaciones sociales como el Comité de Derechos del Pueblo (CODEPU), luego participé en los movimientos de mujeres de la V Región. Pero lo más importante de mi vida fue planificar a mi hija Carolina, preciosa que nació el 2 de julio de 1987, ella fue la que me salvó la vida, me dio la fuerza para seguir adelante y poder terminar los estudios de pedagogía en Castellano en la Universidad de Playa Ancha en el año 1992. Ante todo, trabajé de muchas cosas como secretaria, vendedora, cuidadora y luchadora etc. El otro momento importante de mi vida fue conocer a mi compañero el año 1996. Hasta ahora estamos juntos creo que una relación de dos personas que tienen como premisa el compromiso político y amoroso, él me da la fuerza suficiente para seguir adelante luchando y queriéndonos. El trabajo ha sido también importante, trabajar en la educación fue y es el proceso de desarrollo que en lo personal ha sido lo más importante. El año 1994 entré en el mundo de la educación, hago clases en Institutos, Universidades y lo que más quería era hacer clases en un Liceo Público como el emblemático Liceo Eduardo de la Barra, en un principio entré con un poco de miedo, ya que, nadie me conocía y no tenía la suficiente experiencia, pero con esto aprendí las distintas estrategias del aprendizaje para con los alumnos que me han servido hasta ahora, pero también hay prejuicios con respecto a mi persona por el hecho de ser ex presa23
política, cuando fue el pinguinazo del 2006 el director me dijo que yo había sido la promotora del paro de los alumnos, esto tiene que ver con el estigma que lleva una que es de izquierda y además ser diferente del resto; crítica, no sumisa todo lo contrario rupturista y respetar los derechos de uno y del otro y con esta reflexión quiero decir que soy honesta al manifestarme y denunciar las violaciones de los Derechos Humanos y poner fin a la dictadura.
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Patricia Pulgar Martínez Llegada al Buen Pastor, un tormento.
Tenía 18 aquel año de 1974, cuando estuve detenida en el Cuartel SILVA PALMA de la Armada de Chile durante varios días (no sé cuantos) y después de pasarlo ahí bastante mal, me comunicaron que preparara mis cosas (UN CHISTE) ya que mis cosas era la ropa que andaba trayendo desde que llegué y una frazada que me hicieron llegar de mi casa y me la entregaron (el resto de lo que enviaron nunca me llegó) me pareció que cualquier lugar debía ser mejor que ese. El destino era la cárcel (BUEN PASTOR), mi ingreso fue junto a otra compañera y a mi llegada me impactó primero un cuarto muy grande con monjas gendarmes y un montón de mujeres que no reconocía, no lograba entender el revuelo que se produjo porque una monja me mandaba a dejar mi frazada a una pieza a un costado de ese lugar y otras mujeres insistían que ahí no debía ir que tenía que ir a la pieza siguiente y me zarandeaban de un lado a otro, yo lo único que quería era ir al baño y no lograba moverme, mi compañera lloraba y tendía a desmayarse entonces estas mujeres la atendían a ella y la monja me metía a ese cuarto que se supone no debía ir, cuando se daban cuenta me sacaban, finalmente ganaron las mujeres y me llevaron a la pieza en que ellas estaban donde mi primera impresión fue ¿Dónde voy a dormir? Ya que había un montón de camarotes aparentemente todos ocupados y al final de la pieza cunas para guaguas, cada vez entendía menos y me entró una sensación de pánico ya que pensaba esta es la cárcel o es un psiquiátrico. Me dieron ganas de llorar, pero me había repetido tantas veces en el SILVA PALMA que no podía permitir que me quebraran y entre las ganas de llorar y las ganas de orinar lo único que pensaba es: debo estar en una pesadilla, era todo muy loco para mí, ya que por mi edad, la cárcel y todo lo que ella implica lo desconocía. 25
Bueno después que volvió un poco la calma le pregunto a mis compañeras, a estas alturas ya tenía claro quien era quien por el baño y me indican, pero dándome muchas recomendaciones. Nunca me había percatado que era tan difícil orinar, ya que haciendo caso a los consejos lo hice de pie y tratando incluso de ni siquiera tocar el piso del baño porque la única palabra que sonaba en mi cabeza era SARNA hasta ese momento sólo sabía de la SARNA que era un problema de higiene pero no tenía muy claro que significaba contagiarse con SARNA, pero si sabía que algo bueno no era. Cuando salí, mis compañeras, a las que estaba conociendo y tratando de aprender el nombre de cada una de ellas me explican como funciona esto y por qué no podían permitir que me hubiesen mandado a otro cuarto, ya que en ese dormían las comunes, dentro de ese funcionamiento lo primero que me dicen es que cuando se produzca la primera visita de mis familiares debía solicitarles producto de limpieza que más allá de lo normal debía incluir un desinfectante especial que ya no recuerdo el nombre. A estas alturas sentía que tenía piojos, sarna y todo lo que provoque picazón ya que me picaba todo el cuerpo y yo llevaba no sé cuantos días sin bañarme ni siquiera lavarme como corresponde, me sentía podrida. Por suerte para mí me asignaron un camarote abajo y la primera noche hasta me olvidé por un momento de todo lo malo, con las rutinas con las que llevaba tiempo, tales como gimnasia, lectura, meditación, masajes, etc. En un espacio tan reducido que era admirable. Me prestaron artículos de limpieza con la recomendación de que sí quería bañarme debía levantarme todos los días como a las 05 de la mañana, ya que después costaba que hubiera agua, por supuesto fría. No sé si al día siguiente o al subsiguiente era la visita de los familiares y alguna compañera me advirtió que la primera visita era complicada por el estado en que venían los familiares así que era bueno que aprendiera algunos chistes para contarles, lo intenté pero ni cuando estoy alegre soy buena para eso. Y llegó el gran día, mi angustia avanzaba a medida que se acercaba la hora, hasta pensé que en mi casa debían estar tan enojados conmigo que nadie iba a ir, lo que me provocaba pena pero también me tran26
quilizaba, mis compañeras me hacían arreglarme (de mi casa me habían hecho llegar ropa limpia) y finalmente salimos a ese patio que para tanta gente era re chico, había sol y me quedé aislada en un lugar mirando la puerta no sé si por el sol o qué pero me acuerdo que mi cuerpo se mojaba entero y me sentía incómoda lo único que quería es que esa hora pasara rápido. Se abre la puerta y lo primero que veo es a mi papá llorando a mares junto a mi mamá, mis hermanas y mi hermano, mi cuñada, etc. Se me olvidaron los chistes y traté de no llorar ante el abrazo y las lágrimas de cada uno de ellos lo que me produjo una sensación tan extraña que no podía hablar solo respondía con movimientos de cabeza, logré sacar la voz al aviso de que las visitas terminaban, para pedirles en forma desesperada que fueran urgentemente a comprar el desinfectante que necesitaba para que no me diera SARNA ahí los que se quedaron mudos fueron ellos. La Ove se acercó para decirles que no se preocuparan que ella iba a cuidar de mi y que no es que tuviera sarna sino que el desinfectante era para prevenir cualquier infección y que mi actitud hostil hacia ellos era normal dado que la presión de todo lo vivido era muy fuerte para cualquiera más siendo aún tan joven. Después de una terapia que me hice años después creí entender que en esa época mi enojo era con el mundo entero y por eso cada visita en la cárcel fue complicada, mi papá me tenía abrazada todo el tiempo pero también lloraba mucho, la más fuerte era mi mamá.
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Carmen Rafferneau
Con fecha 30 de Julio de 1974, a las 00 horas aproximadamente, llegaron 2 camionetas con infantes de marina irrumpiendo de forma violenta en mi casa, apuntaron a mi madre y mis sobrinos de 3, 6 y 10 años de edad. Una vez dentro de mi casa empezaron a preguntar por Carmen Raffernau, inmediatamente me identifiqué como tal. Luego, mientras me vestía para ser llevada detenida, los soldados empezaron a registrar mi casa buscando armas supuestamente escondidas, los niños y mi madre lloraban asustados, les pedí que por favor me llevaran luego para que mi familia se pudiera calmar. Me subieron a una de las camionetas y partimos. En el trayecto me di cuenta de que nos dirigíamos al Silva Palma. Cuando llegamos al lugar me vendaron los ojos antes de entrar y me pude dar cuenta que me llevaban a una sala de tránsito donde llegaban todos los detenidos y me mantuvieron despierta toda la noche dándome instrucciones de caminar, sentarme cada cierto tiempo. 31 de julio, no recuerdo la hora, me trasladaron a una celda del mismo recinto con cinco personas más. Ese mismo día me llevaron a interrogatorio donde me acusaban de estar en conocimiento del lugar donde se escondían armas que supuestamente teníamos, además me acusaban de estar a cargo de recolectar dineros para el partido. El primer día de interrogatorio fue a base de gritos e insultos nada de golpes hasta ese momento. El segundo día de interrogatorio a primera hora ya tenían los militares otra actitud hacia mí, las agresiones ya no eran solo verbales si no también físicas, entre ellos había una mujer que a cada negación mía a las preguntas que me hacían, ella me golpeaba la cara con la mano abierta. El tercer día hicieron que me sacara los zapatos y me pinchaban la planta de los pies con corriente hasta que llegó un punto en el que pierdo el conocimiento, me sacaron la capucha de la cabeza y me apuntaron con focos la cara los cuales me enceguecieron y pidieron que me 28
tomaran la presión, dijeron que estaba bien por lo tanto continuaron preguntándome por las armas que supuestamente escondía. Después de que me golpearon, uno de ellos les dijo “no le peguen más ella no sabe nada, estos malditos cobardes que te metieron en esto” el hizo que salieran de la habitación se quedó a solas conmigo y me decía “ya ahora cuéntame todo a mi yo te voy a ayudar y te voy a sacar de acá” pero después que insistía en que no sabía nada de las armas y les explicaba que mi función solo era recolectar alimentos para las familias de los detenidos empezaban nuevamente los golpes y los insultos. En una oportunidad aproximadamente unos 8 días después de mi detención, pedí por favor que me permitieran tomar una ducha ya que en las celdas había solo un balde con agua y éramos 6 personas y solo podíamos lavarnos las manos y la cara, además días atrás me había indispuesto y solo me habían pasado un confort para colocarme en esos días, por lo cual me sentía hedionda y sucia y les pedí ducharme ya que sentía que lo necesitaba. Cuando accedieron a mi petición me llevaron a las duchas encapuchada, nunca me dejaron a solas, no permitieron siquiera que cerrara la puerta, por lo tanto tuve que desvestirme y bañarme en frente de ellos, cuando estaba en esto comenzaron a tocar mis partes íntimas y burlarse de mi pero por lo menos logre ducharme, no sé si es un consuelo pero sentía que lo necesitaba tanto que opte por soportar las humillaciones. En uno de los tantos interrogatorios, para llegar al lugar había que subir una escala, cuando veníamos de vuelta de este interrogatorio me dijeron que bajara sola las escaleras, yo iba encapuchada y me dijeron que contara 15 peldaños pero habían más lo cual provocó que me cayera produciéndome una grave lesión en mi columna ya que tengo un injerto producto de una operación de mi infancia y este injerto se corrió, además termine con una lesión en el coxis una fractura. Recuerdo las risas y burlas ya que al parecer mi caída les produjo mucha gracia. Fueron 20 días de incertidumbre ya que me amenazaban constantemente de matarme pero pasando los días le iba perdiendo el miedo a morir llegué a pensar que sería lo mejor ya que de esa manera acabaría el sufrimiento. Entre la pena, la rabia y la incertidumbre de no entender que estaba pasando, siempre hay cosas que rescatar, recuerdo que me llevaban a la celda después de cada interrogatorio y como siempre con 29
violencia me lanzaban hacia adentro, pero en esta celda habían dos abuelas de entre las personas que compartían celda conmigo, de entre ellas recuerdo a la abuela Laura, ella me recibía con cariño y me ofrecía cosas para servirme decía “mijita quiere un cafecito, un tecito, tengo pancito amasado recién hecho” a lo cual yo respondía que más tarde y le daba las gracias, ella me hacía cariño. Cabe decir que en la celda solo había una mesa y una caja de zapatos sobre ella vacía, ella me consolaba haciéndome sentir como si todo estuviera bien y me hacía olvidar al menos por un momento todo el sufrimiento de esta estadía y me decía nos gustó ponernos a la fila ahora hay que aguantar no mas y me animaba. A los 20 días nos trasladaron a las 6 que estábamos en la celda, a la cárcel Del Buen Pastor y en ese lugar me di cuenta que debía ser fuerte y pararme ya que no les quería dar en el gusto a ellos, de verme derrotada. Cuando Salí de este lugar trate de vivir mi vida de manera normal y mi mente bloqueo todo el sufrimiento de esta experiencia para poder seguir, ya que no me podía dar el lujo de bajar los brazos, logre encontrar trabajo, lo cual no fue fácil porque estaba clasificada para las personas como una terrorista, sufrí mucho con el alejamiento de amigos y familia, ya que yo era un peligro para ellos porque se exponían a ser perseguidos. Quiero decir que lo primero que hice al salir de la cárcel fue ir a visitar a los compañeros que continuaban detenidos, les dije que no se sintieran culpables por delatarme y que yo no tenía rencor hacia ellos, al contrario los entendía porque había vivido lo mismo. Hoy en día, aún conservo secuelas físicas y sobre todo psicológicas de esta experiencia ya que aun no entiendo el porqué de tanta crueldad, pero entiendo que fue consecuencia de mi utopía, así lo asumí y lo acepte, pague caro el seguir mis ideales y querer cambiar una sociedad que consideraba injusta y siempre pensé que podría haber algo mejor, hoy solo me pregunto después de más de 40 años de haber tenido que pasar por tanto sufrimiento ¿habrá valido la pena? Ya que seguimos viviendo en una sociedad injusta, en donde el rico se hace más rico y el pobre más pobre. A mis 68 años puedo decir que tengo más que aquellos que me torturaron, vivo tranquila junto a mi familia, he visto crecer a mis hijos y a mis nietos, puedo caminar por la calle con la frente en alto y sobre todo gozo de una conciencia limpia ¿ qué más puedo pedir? 30
Elisa Serey
De luz y de sombra.
Era una joven optimista y sentía que formaba parte de una sociedad que estaba viviendo un maravilloso proceso, donde los trabajadores eran partícipes activos de los cambios que se estaban efectuando. Pero, de un día para otro, la vida cambió abruptamente con el Golpe de Estado. Se veía venir, recuerdo que mirábamos hacia el Molo para ver si estaba la Escuadra Naval o había desaparecido con algún siniestro objetivo. El trabajo en la Superintendencia de Aduanas comenzó a ser desagradable y muy intimidante con las diversas detenciones que se realizaban a diario. Desde mi trabajo, en la Superintendencia de Aduanas, pude ver el patio de la Gobernación Marítima cuando amontonaban a los compañeros del Departamento de Investigaciones Aduaneras (DIA), unos encima de otros en posición horizontal, arriba de una camioneta, para luego llevarlos a interrogatorio, y de allí a Pisagua. Era espeluznante la escena, me dió taquicardia, además de mucho miedo. En medio de este clima, comenzaron mis detenciones. La primera fue en la Superintendencia y me llevaron junto al colega de la Intendencia de Aduanas, lugar donde trabajábamos, a la Gobernación Marítima donde me mantuvieron toda la tarde con los brazos y pies muy separados, provocándome mucho cansancio y cuando ya no aguantaba más trataba de juntar las piernas, recibiendo un golpe en el lado interno del pie para separarlos nuevamente. Después de varias horas, no sé cuántas, y quedando en una situación bastante minimizada y muy cansada, me interrogaron por la pistola que estaba en el cajón del escritorio del Intendente de Aduanas Humberto Fuentealba, quién a su vez, era el Jefe del DIA. No podían entender que, dada su jerarquía, era normal la tenencia del arma. En todo caso, Fuentealba ya había renunciado por razones obvias, dejando el arma en su lugar. 31
Días después, nueva detención y volvieron a llevarme a la Gobernación Marítima con el mismo tratamiento anterior. En esta oportunidad, junto a otros compañeros del Servicio de Aduanas, con los cuales se intentó involucrarnos políticamente. Pasaron los días y me fueron a detener de madrugada a la casa en dos oportunidades más, apuntando metralleta en mano a mis padres que estaban acostados. Ahora el destino fue la Academia de Guerra. Allí, antes del interrogatorio, trataba de concentrarme al máximo y me repetía “que me crean, que me crean, que me crean” por un buen rato. Si me creían, no me torturarían. Era una obsesión de parte de ellos, no paraban de preguntar por las armas ¿dónde están las armas? y quiénes serían las víctimas dentro del Plan Zeta. No se imaginaban que la CIA, muchos años después, desclasificaría este Plan como un show inventado para justificar el Golpe. Me preguntaron además, por compañeros de trabajo Después de uno de los interrogatorios, al salir con lágrimas en los ojos, un compañero me pasó una pastilla y un vaso con agua. No dudé en tomarlo y me quedé dormida. No sé por cuanto rato. De repente Cristina me despertó y me dijo “Monstrui me llevan para algún lado, pero no sé para donde”. Era una forma cariñosa de tratarnos. Volvía la incertidumbre ¿qué pasaría con ella? ¿dónde la llevarían?. Algunos días después supe que al barco “Lebu” de la Cía. Sudamericana de Vapores. Luego de estas cuatro detenciones en que me tomaban, me soltaban, me tomaban, me soltaban quedé muy vulnerable, desamparada y con mucho temor y ansiedad. Sólo sabía de mi presente, mañana podía pasar cualquier cosa, era una tremenda interrogante. La tortura era mayor cuando llegaba el atardecer noche, con el toque de queda. Tenía que encerrarme en casa con la inquietud ¿y ahora…llegarán? Cuando sentía un motor de vehículo, tiritaba de pánico. A esa hora solamente los militares y navales eran dueños de la noche y pensaba que me venían a buscar de nuevo. Una de esas noches de motores, escuché a un vecino decir “al frente” y ahí llegaron los infantes de marina allanando y deteniendo a mi padre, quien había participado en la JAP. Fueron días de incertidumbre, sufrimiento, miedo y preocupación infinita junto a mi madre, ya no era la única a la que detenían. Al tercer día de mañana antes de ir a trabajar, llegó mi padre. Inolvidable ese apretado 32
y prolongado abrazo emocionado que nos dimos, como si así, nadie nos pudiese arrebatar. Luego de cuatro meses volvieron a la carga, y en esta oportunidad fueron funcionarios de Investigaciones que me detuvieron el 18 de febrero de 1974 y me llevaron a Fiscalía Naval y de allí a la Cárcel El Buen Pastor, donde permanecí durante seis meses. A diferencia de otras compañeras, en que llegar allí desde la Academia de Guerra o el Silva Palma fue como un bálsamo, para mí fue muy violento, ya que yo me encontraba en casa. Recuerdo que cuando llegué me cantaron….”y ya vamos catorce y espero más..” lo que me cayó muy mal y agresivo. Allí me reencontré con Cristina, quien por supuesto no participó del canto. Esa primera noche la pasé de largo sin dormir. Pensaba en mis padres, nuevamente lo estaban pasando muy mal y nada podía hacer por ellos Luego fui entendiendo mejor a mis compañeras, con las cuáles manteníamos buenas relaciones. No es fácil adaptarse a estar y vivir encerrada, además que estábamos junto a las mujeres de delito común por robo, homicidio, tráfico de drogas, prostitución, etc, etc. En todo caso, siempre tuve la fantasía y esperanza de que saldría luego, creo que eso me ayudó, y así pasaron seis meses. Trataba de hacerme la vida lo más liviana posible. No soportaba el polvo que volaba en el ambiente, cuando las reclusas armaban las cajas de galletas Morocha, ni que hubiese sabido que más tarde sería alérgica al polvo. Pero sí trabajé en llenar témperas en unos frasquitos, que más tarde vendería el comercio, además que lo hacíamos en el pasillo que daba al jardín, donde se podía respirar un poco de aire. Ese mismo pasillo lo cruzaba cuando tenía ensayo de cánticos religiosos que entonábamos en la misa dominical. Había dejado de ir a la iglesia a los 15 años, sin embargo el encierro era más fuerte y potente y entré al coro como una necesidad de hacer algo diferente y salir de ese espacio reducido donde siempre permanecíamos hacinadas. Cristina tenía mucha habilidad manual y generosamente me enseñó a tejer, lo que resultó ser bastante terapéutico En las mañanas, cuando nos despertaban a gritos, era una tremenda tortura partir a ducharme con agua helada. Me era tan insoportable que decidí bañarme en las noches, para luego pasar el frío 33
en cama. Y los sabañones me acompañaron por un buen tiempo. El lugar era inhóspito y frío y en invierno, peor. Laurita, hija de Sylvia que nació durante su permanencia en la cárcel fué algo mágico para nosotras, nos aliviaba de la rutina, de los momentos de comparecer ante la Fiscalía, de los allanamientos, en fin, pasaba de brazos en brazos y la rodeábamos de cariño y amor, sacando lo mejor de nosotras en los momentos de oscuridad. Con el tiempo ya en libertad, la sacaba a pasear. En el pasillo, que daba a los dormitorios sin luz natural, donde dormíamos en camarotes, acompañaba a Milena quien no paraba de caminar para ayudarse en su embarazo. En estas caminatas fue surgiendo la amistad, donde hablábamos de lo humano y lo divino Antes de caer detenida en el Buen Pastor estaba transcribiendo la tesis de Periodismo realizada con una compañera. Allí me aceptaron continuar escribiéndola a máquina en un horario determinado por las monjas. Al salir de la prisión, me sentía muy desorientada ¿y ahora que haré? Al día siguiente me llamó mi compañera de tesis invitándome a su casa en Costa Rica. Fueron días de mucha incertidumbre, hasta que decidí quedarme, lo que agradezco profundamente, ya que de lo contrario, no sería de aquí ni de allá. Otra cosa que me mantiene serena y con la conciencia tranquila, es que se dieron las condiciones favorables para que ningún compañero fuera detenido porque yo lo haya nombrado. Eso es impagable. Al cumplirse los cuarenta años del Golpe Militar, donde hubo una serie de programas alusivos y muchas entrevistas, viví pequeñas catarsis en cada una de ellas con harta emoción. Ya habían pasado cuatro décadas, sin embargo las sensaciones, ruidos, imágenes volvieron al presente. Hoy me encuentro en una etapa haciendo lo que me gusta, ayudando a otras personas a través de la Terapia Floral, lo que me ha sido muy enriquecedor, sin miedos, sin incertidumbres, con esperanza y optimismo.
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Fedora Vera García
Testimonio de torturas y represión por la Armada Chilena, desde el 21 de Diciembre de 1973 al 31 de enero de 1974, En la Academia de Guerra de la Marina chilena y el Cuartel Silva Palma. Fui detenida el 21 de diciembre de 1973 a las 11 de la mañana. Llegaron 3 hombres a la casa de mi hermana, en Viña del Mar, calle 15 norte, 1003, block b-4 Depto. 11, donde yo estaba en aquel momento. Leyeron un papel donde supuestamente venía la orden de detención, ellos dijeron que me tenían que llevar para hacerme unas preguntas. Entraron a la casa, uno de ellos estuvo a mi lado en todo momento, lo que significó tener que vestirme delante de él. Me dijeron que llevara una frazada y dinero para el autobús para cuando me soltaran, además de mi carnet de identidad. Según la citación -que no me enseñaron- decía que alguien me había nombrado en un interrogatorio, por lo que me tenía que presentar, y me llevarían a la Academia de Guerra. Salimos a la calle, yo con mi manta en la mano. Habían dejado la camioneta a la entrada de la población. Los hombres pertenecían al Cuerpo de Carabineros, el que conducía la camioneta era el mismo que había venido a buscarme en otras ocasiones. Recuerdo que se llamaba Lorca, había sido vecino de mis padres en la población EMPART del 5º sector Corvi de Playa Ancha. Nos sentamos todos en la cabina de la camioneta, yo en las rodillas del hombre que iba a la ventana, cruzamos todo Viña y llegamos a Valparaíso, entramos a la Academia de Guerra. Antes de bajarme de la camioneta me pusieron la manta en la cabeza, cruzamos por el puesto de control diciendo que traían a una detenida. Me entregaron a otra persona, otro hombre, este estaba con uniforme y a pesar de la manta podía ver sus zapatos y el color de los pantalones, eran botas, y un uniforme verde, como de campaña. Me subió tres o cuatro pisos muy rápidamente, cuando llegamos arriba, me puso de cara a la pared diciéndome que esperara ahí. Yo por debajo de la manta miraba el suelo, era un piso de madera muy brillante donde se reflejaba el sol que venía de una ventana al 35
fondo del hall, esperé un rato. Cuando el hombre volvió me quitó la manta de la cabeza y me puso una venda en los ojos que después comprobé que era el puño de una camisa roja que olía a tabaco y tenía manchas de sangre. Luego abriendo una puerta me arrastró hasta una habitación, entramos y me hizo sentar apoyada en una pared, con unos focos dándome en la cara. Era para fotografiarme, hacerme una ficha. Cuando me quitaron la venda, comprobé que estaba en una cuarto muy grande donde había sentados en el suelo y contra la pared muchos hombres, que después supe que los habían traído del barco Lebu. Después de las fotografías, me llevó el mismo hombre que antes de ponerme la venda pude ver que llevaba un trapo negro en la cara cubriéndole la nariz y la boca. Era gordo y colorado, me cogió de una manga y me llevó a empujones, vendada, hasta la habitación contigua. Al entrar, hizo que me sentara en el suelo, al lado de la puerta donde había otras mujeres, unas 4 o 5: Ana Maria Jopia, Viviana Poblete, Sara Martínez y alguna más que no recuerdo. Entre los hombres, sentados en el suelo -sobre colchonetas-, estaba un sobrino de Pinochet, George Monroe Pinochet, hijo de una hermana del dictador, lo acusaban de falsificar pasaportes, el era pintor o fotógrafo, no recuerdo. Me lo dijo él mismo cuando nos tocaba a las mujeres, (por supuesto) servir las comidas. Estaba enfermo, traía radiografías, y exámenes médicos, pero lo torturaron igual. A mi me interrogaron el lunes por la mañana, 24 de dic. A las 8 de la mañana, después del desayuno. Me vinieron a buscar llevándome a una sala pequeña, con una columna en el medio, sé que había una mesa detrás de la cual había un hombre sentado, a mi me hicieron sentar en una silla frente a él, a mi lado había una mujer, también sentada. Empezaron a interrogarme inmediatamente con brusquedad y malos modos, antes de diez minutos de interrogatorio empezaron a pegarme, primero en la espalda fuertes palmadas, me tiraron al suelo y entre los golpes me hacían preguntas, querían saber que cargos tenia yo en las JJCC, con qué compañeros militaba y quienes eran los encargados de defensa personal del partido. Además me inculpaban de actividades terroristas que según ellos, yo había organizado con otras personas, cosas como que había puesto dinamita en los trenes, y cosas así. También me amenazaban con 36
que si no “colaboraba” me enviarían a la Isla Dawson con mi padre. Yo había participado con otros compañeros de la Universidad repartiendo panfletos que nosotros mismos habíamos redactado e impreso. Incluso, mis compañeros fueron detenidos con la imprenta y el papel con que los habíamos hecho, recuerdo que el panfleto trataba sobre las denuncias que había ido a hacer el Cardenal Silva Henríquez al Vaticano, dejando claro que en Chile la dictadura militar estaba violando los derechos humanos de los chilenos. Mis compañeros eran: Ernesto Tricot, Mauricio Redolés, Viviana Poblete, Zulema Melivilú y mi hermana Raquel Vega. Mis compañeros, a su vez, habían sido denunciados por la gente de derecha de la facultad de Derecho de Valparaíso, en donde se habían infiltrado personas de la marina chilena, como el Teniente Guillermo Moreira o Morera, quien era uno de los cuidadores nuestros en el Silva Palma. Durante los tres días que estuve en la Academia de Guerra, fui testigo de cómo se torturaba a la gente ahí, día y noche. A toda hora sacaban a los hombres a interrogatorios, con lo cual escuchábamos sus gritos y golpes durante horas, y luego los traían a rastras y heridos. Al 2º día de estar ahí trajeron malherido a Ernesto Tricot, con las torturas le habían reventado el apéndice, y el pobre venia con los pantalones bajados, recuerdo que eran beige, una camisa verde clara y un jersey azul, lo echaron sobre una colchoneta, ahí comió, luego lo llevaron al interrogatorio, lo torturaron y lo llevaron de vuelta otra vez. Por lo visto habían empezado a trasladar a los detenidos de los barcos a la Academia de Guerra y al Cuartel Silva Palma. Estaban acondicionando las instalaciones porque sé que a Tito lo trajeron del barco y a los dos días lo encontré en el cuartel Silva Palma. Lo trajeron para carearlo con Viviana. Mi interrogatorio fue largo, extenso, violento. Había varias torturadores conmigo, no podría precisar, quizás 5 y por lo menos una de ellas era una mujer, ya que era la “norma” que hubiese una delante presenciando las torturas, y participando también de los golpes y puñetazos, porque recuerdo que mientras uno de los marinos me cogía por los brazos, por detrás de mi, y enredaba una de mis piernas entre las suyas, ella me pegó en el estómago 37 puñetazos, yo los contaba, porque era la técnica que tenía para no pensar ni pa37
sar miedo. Y gritar, lo mas fuerte posible. En la pierna aprisionada entre las botas del marino, me quedo un hematoma que cubría todo el pie, y casi hasta la rodilla, me duro casi todo el tiempo que estuve ahí y nadie me lo miró, ningún médico. En uno de esos gritos, me taparon la boca con fuerza y la nariz también, creo que estuve a segundos de morir asfixiada, sentí que mi cuerpo se relajaba. En el momento en que me quitaban la mano de la boca, se cayó mi venda pero cerré los ojos para no verles las caras, claro que pude ver la cara de uno de ellos y creo que no se me va a olvidar en la vida. A medida que pasaba el tiempo, aumentaban las torturas, eran mas continuadas, me quitaron la ropa, los pantalones y las bragas, me tiraron al suelo, me dieron de patadas y me ponían corriente en los dedos de los pies , yo sentía unos cables atados, cables pelados nada mas y alguien usaba un motor, pero no se exactamente como era el sistema. A las 2 de la tarde, aproximadamente me llevaron de vuelta al cuarto, recuerdo que tenía la boca seca, tan seca que dolía y no podía hablar, ellos se dieron cuenta de eso y me tiraron el agua por el pecho, sin llegar a la boca. Uno de los hombres, mientras yo estaba desnuda me cogió por los pelos del pubis y me los arrancó, yo sentía esos pelos enredados a mis pies, fue muy doloroso. Me obligaban a estar con los brazos extendidos hacia los lados y si los bajaba me daban con una regla. Tengo que decir, que a pesar de que tenía 23 años, no me sentí nunca ofendida ni insultada, ni siquiera amenazada, en realidad estaba horrorizada de ver eso que nos hacían otros chilenos, miedo sí tuve, pero al dolor, nada más. Y por supuesto que a la locura de aquellos hombres y mujeres, capaces de quien sabe que. Uno de los torturadores, que al parecer era el de mayor graduación aunque siempre dentro de la suboficialidad, se llamaba o se hacia llamar Polvareda aunque él decía povadera y otro se llamaba Remolino. Una de las mujeres que eran celadoras del Hogar de menores de playa ancha, se llamaba Vázquez, o Retamales, es que tenia los apellidos de una profesora mía, lo dijo una de las detenidas que la reconoció en el Silva Palma, desgraciadamente no recuerdo mas datos, nunca les vi la cara, eran dos mujeres, una rubia, teñida, bajita y la otra, mas alta de pelo negro, pero la vi de espaldas y caminaba ligeramente inclinada hacia el lado izquierdo. 38
Por la tarde de ese lunes 24, después de torturarme unas cuantas veces durante el día, me llevaron al Silva Palma, que está a continuación de la Academia de Guerra, me bajaron vendada, recorriendo las largas escaleras que unían los cuarteles. Llegamos al punto de vigilancia, o “recepción” donde estaba El Willy Moreira, lo primero que hizo fue ponerme la metralleta entre las costillas y amenazarme e insultarme como traidora a la patria y otras de esas lindeces, él mismo me llevó hasta la sala u oficina que estaba en la cancha de baloncesto del cuartel, ahí firmé no sé qué, no me acuerdo. Y me bajaron todavía vendada, hasta la celda de las mujeres. La celda estaba llena, con detenidas traídas del Lebu. Entre ellas estaban, María Teresa Lagunas, trabajadora del Sermena de Valparaíso, y del partido socialista, Ana María Jopia, comunista, Zulema Melivilú, Viviana Poblete y luego, con el tiempo, en el transcurso del mes, vi a muchas mujeres ir y venir, Sonia González, del MIR, a la directora de aquel entonces Doña María Quezada, mi hermana Mariana Vega, en una ocasión detuvieron a 30 o 40 trabajadoras de la fabrica de congelados Robinson Crusoe de Viña del Mar, por no asistir al funeral del padre del dueño de la fábrica. Y ahí estuvimos metidas mas de 50 mujeres donde solo cabían 11 camas, que eran literas de 3 y 4 camas, atracadas contra la pared, pasamos una noche ahí, todas juntas, a las 5 de la mañana como todos los días nos llevaron a las duchas que estaban en el patio, frías, por cierto. Recuerdo que durante la noche, sentíamos que encima de nosotros, por el patio, hacían que un hombre hiciera gimnasia, nosotros lo oíamos todas, y así estaba horas, un, dos, un dos. Y un día por la mañana, cuando nos sacaron como a las 12 a fumar un cigarrillo, sacaron a ese hombre de la celda para aislamiento, venia con ropa de invierno muy abrigado, y reconocí a Roberto Sapiains, abogado de la Intendencia, que trabajaba con mi padre y Emilio Contardo, además de Orellana, el intendente. De todas las personas que vi pasar por ahí, recuerdo a pocas, en realidad. Juan Méndez, Hans Knaak, Jaime Bergamini, El Dr. Neurocirujano Mario Contreras, un día por la mañana trajeron de vuelta de Pisagua o Chacabuco a un grupo de hombres y entre ellos venían Llorente, un profesor de castellano, el “negro” Labarra, estudiante de economía de la Universidad de Chile y además era 39
conocido entre los compañeros de la jota por ser de los grupos de Defensa Personal. Otro de mis compañeros detenidos fue Ernesto Bravo, compañero de mi misma facultad, Educación General Básica del Pedagógico. De los guardias recuerdo a uno que se llamaba Antonio Valdivia, y lo llamábamos el lolo de la rosa, era un teniente, muy joven, y muy amable con nosotras, y fue a mi hermana Mariana a la que le regaló la rosa, e incluso asistió a su interrogatorio y a ella no le pegaron, averiguó nuestra dirección y nos fue a ver alguna vez. No se si fue amabilidad solamente o nos vigilaba, en todo caso no nos importó. A los 25 o 30 días de estar ahí, me dijeron que podía marchar a casa, claro que después de otros interrogatorios con corriente, ejercicios de equilibrio, etc. Hacían que me pusiera en cuclillas con un palo en las pantorrillas y si me caía me levantaban a reglazos, también me tuvieron con las manos extendidas sin poder bajarlas, con un calor espantoso, en pleno enero y yo con jersey grueso, hasta recuerdo que me desmayé. Me volvían a sacar los pantalones, pegar en las piernas, amarrar cables a los dedos de los pies. Cada sesión de esas podía durar, como mínimo una hora. Después nos llevaban de vuelta a la celda siempre el mismo hombre que lo único que hacia era sobarnos y tocarnos, manoseando nuestros pechos y nosotras resistiéndonos, siempre. Cuando salí a la calle, de vuelta a mi casa, empecé a sentir miedo de verdad. El miedo a volver ahí. A los 15 días me fueron a buscar otra vez, alguien me había nombrado en una tortura, creo que fue un compañero de castellano, tampoco recuerdo su nombre. Ahí pase una semana otra vez, sufriendo lo mismo, golpes, puñetazos, agua fría, etc. Esta vez estuve con la hija de un fotógrafo conocido de Valparaíso, de apellido Fuentes. Cuando salí de allí, tenía que ir a firmar todos los domingos por la mañana a la comisaría de Viña del Mar, la que está en 4 norte. Firmé hasta que me fui de Chile, el 3 de junio de 1974, cuando cumplí los 24 años. Un día me fueron a buscar de Investigaciones de Viña del Mar, ya que yo vivía en Viña, en la calle Valparaíso 82-c con mi ex marido, aunque ya estábamos separados. Me fueron a buscar dos detectives, diciéndome que había estado involucrada en un accidente de 40
coches y querían tener mi declaración, cosa que no era cierta por supuesto, eso le dijeron a mi suegra para tranquilizarla. Me llevaron hasta la sede de Investigaciones en Viña, enfrente del antiguo cine Rialto, ahí me pidieron mis datos, nada más y me dijeron que estaba detenida por orden del Fiscal Naval Arce, intentamos localizarlo por teléfono pero se negó, por ser domingo, supongo. Esa noche dormí en el cuartel con los detectives, esposada a una cama, querían esposarme las dos manos pero uno de ellos se negó. En la habitación había 3 camas, un hombre se acostó en la cama contigua a la mía, y empezó a interrogarme, como yo no lo consideré un interrogatorio “formal” me hice la dormida, además me había tomado un valium 10 que tenía metidos en la bastilla de mis pantalones, y aún así conseguí dormir solo 3 horas. Por la mañana a las 9 me llevaron al Buen Pastor de Valparaíso, ahí pasé el día entero, y al siguiente me llevaron a declarar ante el fiscal junto a Zulema Melivilú, donde estaba Rafael Yusseff, quien fue muy grosero y prepotente con nosotras. Hicimos una declaración, el fiscal nos informó de estar siendo sometidas a juicio por violar la Ley de Seguridad Interior del Estado, causa A/192 o algo así. En la cárcel estaba Silvia Lillo, compañera de la Escuela de Derecho, del Partido Socialista. La fecha seria a finales de Mayo de 1974. Porque recuerdo que a los pocos días me fui de Chile. Esto es a grandes rasgos, lo que recuerdo.......
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Alicia Zúñiga Valencia Jirones de mi vida.
Era una noche fría en 1974, de esas típicas de Valparaíso en verano, estaba durmiendo y me despertó el fuerte golpe en la puerta. Mi madre abrió, entraron varios tipos, cuando le preguntó que querían, le dijeron que era a mí a quien buscaban. Escuchar mi nombre y el llanto de mi madre fue instantáneo. ¿Por qué se la llevan, si es una niña? Entraron al dormitorio y me dijeron que me vistiera, lo hice rápidamente, me saqué el pijama y sobre la ropa interior que tenía, me puse pantalones floreados , una polera y una chaqueta azul, era lo que tenía al alcance de mi mano, me puse zapatos y así, sin nada más, me llevaron. Cuando recuerdo ese momento no sé precisar que sentí, el llanto de mi madre, las caritas de susto de mis hermanos, el gesto de mi hermano mayor de no hablar, la violencia de la situación, que para mí no era nueva. Mi casa ya había sido allanada muchas veces, a mi padre ya lo habían detenido y llevado a Tejas Verdes. Esta vez era a mí, mil ideas rondaban mi cabeza, no escuché lo que me decían, de pronto todo fue oscuridad. Me pusieron una venda en los ojos y así me llevaron a un lugar que no conocía, me bajaron a empujones y me hicieron subir una escalera, sentí rechinar una puerta, en ese instante me sacan la venda y me encuentro en un calabozo con literas. La sensación de impotencia, de soledad, de vulnerabilidad era muy fuerte, recuerdo que me puse a pensar en mi tío, fallecido hacía apenas dos meses, el era una persona extraordinaria y me había hecho leer la historia de Julius Fucik, me acordé de Manolis Glezos, el héroe de la resistencia griega.. Todo eso lo hice para conjurar lo que sabía se venía. Tengo mucho miedo –me dije– pero no me arrebatarán los sueños, la esperanza y por sobre todo, la dignidad y mis convicciones. Siento voces, entre gritos e insultos me preguntan por mucha gente que no conocía, por cada uno que no conocía me daban golpes de corriente, sentía mis gritos de dolor unidos a otros gritos que no 42
podía identificar. Me sentía denigrada completamente. No sé cuánto tiempo estuve allí. Luego te llevaban de vuelta al calabozo, te daban una comida que apenas probé durante esos días. De hecho bajé tanto de peso que mis defensas bajaron mucho y eso unido a las constantes torturas de que era objeto, resultaron que estuve muy enferma y tuvo que acudir un enfermero a atenderme. Además yo estaba en mi período por lo que me sentía más sucia aún. Era una situación desquiciante. No contentos con sus sesiones de interrogatorio con corriente y golpes de puño, me hicieron simulacro de fusilamiento. Debo agregar que estuve sola la mayor parte del tiempo en la celda. Estuve un par de días con dos niñas que no conocía; la desconfianza que tenía era tan grande que apenas les contestaba con monosílabos y nunca les pregunté nada, el temor de que me sacaran información era muy grande. Había un momento del día que me sacaban al patio, allí divisé a los compañeros que los tenían en el patio de arriba. Vi a algunos que conocía, ellos también me vieron. Años después los encontré. Nunca supieron los captores que nos conocíamos. Estuve allí muchos días y mi madre me ubicó. Eso lo supe, porque un marino que hacía guardia, llega muy asustado y me pasa un paquete de toallas higiénicas que mi madre le había entregado, el cedió al llanto de ella que buscaba a su hija menor de edad. Yo no sé si los jefes se enteraron o no pero conocía a mi progenitora y ella era capaz de pelear como leona por sus cachorros y llegar al fin del mundo para encontrarlos, como lo hizo conmigo. Claro que me complicó más porque aparte de cuidarme debía esconder el famoso paquetito de los otros marinos, por suerte nunca hicieron revisión del calabozo. Después del estado febril que tuve y que narré anteriormente, estaba tan mal que no me podía sostener sin caerme, por la debilidad extrema producto de la falta de alimentación, el insomnio, las torturas, me vendan los ojos y me llevan a la calle. Allí me dejan, en Plaza Aduana, de ahí, como pude llegué a mi casa. Semanas después, vuelven a buscarme, esta vez eran funcionarios de Investigaciones, me llevan al Cuartel de Uruguay, me indican que estoy procesada por orden de la Fiscalía Naval por realizar propaganda contra la honorable Junta de Gobierno y que debo ser conducida a la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor, por ser un elemento peligroso para la seguridad pública. Cuando llego a la Cárcel, era de noche y me reciben compañeras 43
que no conocía, sólo había una conocida por mí. Fueron muy cálidas todas y protectoras. Los dormitorios se compartían con las comunes y dos de ellas dijeron- se va a nuestro dormitorio, nosotras la cuidamos. La vida en ese recinto no estaba exenta de dificultades, sin embargo, había muchas dotes organizativas en varias compañeras que hacían más llevadera esa rutina de encierro. Tener una bebé en quien volcar toda nuestra preocupación y ternura también fue un regalo de esperanza, La Lauri era nuestro chiche, acompañar a Milena en su espera fue otro hecho que coloreaba el gris de aquellos días. Recuerdo que nosotras teníamos muchas diferencias y que había discusiones pero, surgió un lazo muy fuerte al compartir experiencias límites. Haber pasado por situaciones parecidas, tener todas pasión por la vida y haber estado rozando la muerte. Todas conocimos a compañeros asesinados y/o desaparecidos, Todas tuvimos historias de dolor y superamos momentos de mucha amargura. Todas seguimos manteniendo el compromiso de luchar por un mundo mejor, desde nuestras particulares visiones. Ellas me maquillaron, era la primera vez que lo hacía, para asistir a mi Consejo de Guerra. Eso era un ritual en el Buen Pastor, que nos vieran lindas, radiantes. Ver las caras que pusieron mis compañeros al verme con chaqueta de piel fue muy gracioso, yo nunca fui, ni soy tan preocupada de la ropa. Ese detalle revela lo importante que era ese equipo de compañeras que buscaba hasta esos elementos externos para gritar la rebeldía frente a quienes nos torturaban y masacraban. Después de mi paso por la Cárcel del Buen Pastor, estuve varios años firmando semanalmente en la Fiscalía Naval, primero, y en el Patronato de Reos, después. No pude seguir estudiando y mis antecedentes eran un obstáculo para acceder a empleos. Tuve que trabajar en lo que fuera para ayudar a la familia. La vida no me trató con pétalos de rosa y seguí porfiadamente aportando a terminar con la dictadura y a mantener mis sueños y convicciones. Me casé y tuve cuatro hijos. Mi compañero falleció aquejado de un cáncer muy agresivo, el también estuvo preso y fue torturado. Quedé viuda con los niños pequeños hace 17 años. Los he ido sacando adelante. He vivido, llorado, amado y no he perdido la sonrisa, ni mis sueños, ese es mi orgullo. Valparaíso. Diciembre de 2014. 44
Para nunca más vivirlo, nunca más negarlo Este texto se inscribe en el relato testimonial, de mujeres sobrevivientes de la tortura y vejámenes a las que fueron sometidas por los militares que en Chile tomaron el poder con las armas. Son mujeres de Valparaíso que pasaron por diferentes centros de detención hasta llegar a la cárcel del Buen Pastor. Son sus vivencias, escritas por ellas mismas, sin odio, sin rencor que disfrutaron con la llegada de dos niñas que nacieron en prisión: Paloma y Laura. Estos relatos reflejan el amor a la vida y la esperanza de construir un mundo mejor y es la manera de dar a conocer una parte de la historia reciente de nuestro país. Agradecimientos, a todos los que hicieron posible que este documento histórico viera la luz. Al Colectivo de Ex Presas y Presos Políticos, especialmente a: José Bonifaz, Eugenio Carramiñana, Flor Muñoz, Francisco Muñoz, Juan Muñoz, Juan Villablanca, Juan Villagrán, Hugo Silva y Guillermo Sotomayor. A Ximena Silva San Martín que aportó con el diseño gráfico y a Nelson Muñoz Mera por la fotografía de portada. A Javier Ruiz que hizo posible su impresión. Y a todas las mujeres que aportaron sus vivencias para no olvidar, para nunca más vivirlo y nunca más negarlo.
Para no olvidar Relatos de mujeres sobrevivientes de la tortura en Valparaíso Relatos del horror y la esperanza