G&R #14

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STAFF Dirección y edición Ainize Salaberri salaberri@graniteandrainbow.com Coordinadora sección tema central, columnas de opinión Consejo editorial Fusa Díaz fusadiaz@graniteandrainbow.com Coordinadora secciones Literatura e Internet (blog y twitter del mes), talento del mes, recomendaciones y novedades Ignacio Ballestero iballestero@graniteandrainbow.com Coordinador sección entrevistas David G. Ávila david.v@graniteandrainbow.com Coordinador sección reportajes Maquetador Jordi Puig Forcada jordip66@hotmail.es Diseño logo y portada Inge Conde inge_conde@hotmail.com Redactores (orden alfabético): Laura Alonso David G. Ávila Ignacio Ballestero Fusa Díaz Ana Feito Álvaro Gómez Marta Gómez Garrido Alejandro Larrañaga Pedro Larrañaga Verónica Lorenzo Marga Martín Begoña Martínez Rosa Rodríguez Yanina Rosenberg Ainize Salaberri Iraide Talavera Salvador J. Tamayo Elena Triana

Existen muchos tipos de lujuria, como existen muchos tipos de literatura, como existen muchos tipos de revistas de literatura. En este nuevo número hablamos de la lujuria que nos deja helados, de la lujuria que nos quema por dentro y nos destroza por fuera, de la lujuria, esa lujuria, ese pecado, que nos lleva a descubrir lo que de nosotros no conocíamos, y que nos lleva al cielo o al infierno. Porque en la lujuria no existen tonalidades de gris; es blanco o negro. Wilde, como Sade, como Bukowski, probaron las mieles del placer y fueron por ello condenados. Nosotros, como ellos, huímos de la represión con la palabra, y es que en esta nueva era la palabra es más importante que nunca.

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La revista ha crecido, como crece el placer cuando se está enamorado, y ha cambiado. Gracias a los redactores y al maquetador, lo imposible se ha hecho realidad: sigue habiendo mucho talento, más que nunca, y mucho orgullo de lo que hacemos. No seremos los primeros, ni los más leídos, pero somos Granite & Rainbow. Y con eso nos basta. Espero que disfrutéis de esta nueva etapa tanto como nosotros, y que éste sólo sea un paso más hacia delante. Porque siempre ha de mirar adelante, en literatura más que en nada. Sed bienvenidos al segundo año de G&R, sed bienvenidos al número 14 de un sueño. Y gracias a todos los que seguís ahí.


Sumario #14

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Talento del mes Literatura en internet Columnas de opini贸n Reportaje: Barcelona Poesia Entrevista: Benjam铆n Prado Pecados capitales Reportaje: Feria del libro de Ciudad Real Entrevista: Juan de la Cruz Reportaje: Misoginia en la literatura Recomendaciones Novedades


Talento del mes LA VIDA DE LOS CARACOLES, de Alba Ceres Rodrigo

Alba Ceres Rodrigo (Nápoles, 1986) empezó una historia donde el tiempo resulta traicionero: sus protagonistas, caracoles-persona, llevan cada tic y cada tac de una manera especial, íntima y del todo subjetiva. Empieza esta historia de voces con una carta de caligrafía perfecta, con una muerte y con la presentación, a través de sus propios diálogos interiores, de algunos de los personajes. Así se va tejiendo la vida de estos caracoles que trepan y trepan por los brazos. Una vez en el corazón del lector, es inevitable usar su propio caparazón para el consuelo propio. Inacabada y en un blog abandonado (como quien tiene un cuarto para los trastos y, de pronto, necesita algo y se encuentra con tantas historias), La vida de los caracoles rebosa ternura y buen hacer. Esperemos que algún día encuentren estos personajes su propio destino, si es que las hermosas historias, incluso con un punto y final, se cierran alguna vez. -Empezaste La vida de los caracoles en el blog “La luna es de papel” (http://lalunaesdepapel. blogspot.com). En gran parte abandonaste, como digo, ese cuarto para los trastos porque los caracoles lo habían llenado todo y no había espacio para nada más, ¿es cierto? Sí. “La luna es de papel” para mí significa muchas cosas, muchísimas y muy importantes todas, pero, como bien dices, una vez iniciada la senda de los caracoles, todo el blog quedó impregnado de su baba pegajosa hasta tal punto que lo demás empezó a no tener mucho sentido, o por lo menos no allí. Y yo empecé a necesitar, precisamente, de esas otras cosas. Y ocurrió, además, que de repente no supe cómo seguir con la historia, me bloqueé. Y más allá de “La luna” me llegaron muchos cambios. Todo eso, bien revuelto, me hizo abandonar. Me dio mucha pena, eso es verdad, pero todavía ahora lo siento como algo necesario. -Cuando una novela se escribe a tantas voces, los personajes acaban conviviendo con el propio creador. Realidad o no, se le meten a uno en la vida. ¿Con cuál de todos ellos te has sentido más acompañada?

En el momento, sin lugar a dudas, con Rose. Las dos escribíamos por puro gusto, las dos jugábamos a inventarnos palabras con esa, a lo mejor alocada, intención de alcanzar algún día aquella otra todavía por definir y capaz de expresar lo que las demás no podían. Y, al final, las dos terminamos escribiendo por necesidad. Y nos entendíamos. Me divertía muchísimo dándole voz. Escribir a y con Rose me procuraba alegría. -Eres el talento del mes de la sección Literatura en internet: ¿crees que sin el blog habría sido posible escribir La vida de los caracoles? Imposible. De hecho, siempre he pensado que La vida de los caracoles no fue sólo una cosa mía. No, lo escribimos entre todos aquellos que me acompañabais, así lo siento en parte. Sin tu Bergai, por ejemplo, sin las muchísimas lecturas a las que llegué gracias a quienes las recordaban al leerme y entonces me recomendaban (Faulkner, Welty, McCullers, Rulfo…), sin las emociones, los pensamientos de cada uno de los blogueros que quedaban plasmados en forma de comentario, tampoco sin el ánimo constante, esa invitación a perseverar… No, en mi caso hubiese sido imposible. Gerry, uno de los personajes, dice ser casa y camino. Casa, estabilidad. Camino, incertezas. La vida de los caracoles acabó perdiéndose en el camino, pero fue un camino maravilloso y una suerte poder recorrerlo junto a vosotros. Si lo pienso mucho, me entra incluso cierta nostalgia. Para todo aquel que quiera adentrarse en esta vida pegajosa de lentitud y una extrema sensibilidad, no tiene que hacer otra cosa que entrar en “La luna es de papel” y pinchar en la etiqueta de La vida de los caracoles. Desde Granite and Rainbow os animamos a que lo hagáis: nadie se va a arrepentir. Os dejamos con el primer capítulo, seguros de que será todo cuanto necesitéis para adentraros en este mundo tan particular que ha creado Alba Ceres Rodrigo. 4

Capítulo uno La carta llegó cuando yo no estaba, también las llamadas telefónicas... ¡Maldita sea! Cada vez que lo recuerdo... ¡Oh, maldita sea otra vez! Maggie ya no sabe cómo consolarme cuando me pongo así de nervioso y me pueden los remordimientos. Suele abrazarme, suele darme besos en la sien, también suele decirme que yo no tuve la culpa de nada, que yo no podía saberlo, que yo y que yo y que yo... Pero nunca consigue quitarme esta angustia que se me ha pegado a las paredes del estómago y se da cuenta. Yo sé que lo sabe porque sus ojos nunca me han mentido. Sus ojos, cuando intenta animarme, son los más benévolos de este mundo, pero cuando no lo consigue se vuelven color miel: su último intento por endulzarme la vida. Ella tuvo la idea de emprender este viaje. Piensa que a lo mejor así, después de todo, encuentro un poco de calma. Lo que yo pienso es otra historia. No puedo dejar de imaginar qué caras pondrán cuando me vean y qué pensarán de mí. Que habré llegado tarde, eso seguro, pero, ¿qué más puedo hacer? Maggie tiene razón, en realidad yo no tengo la culpa de nada. Estábamos de vacaciones, ¡nos las merecíamos los dos! Cómo iba yo a saber que... Cuando regresamos a casa, reconocí enseguida la carta de Susie entre todas las demás. El tiempo nos ha hecho más viejos, pero su caligrafía sigue siendo tan correcta como la de una niña que en la escuela se sienta en la primera fila. La separé del resto y no la leí hasta la noche. Salí a sentarme al banco del jardín para hacerlo, cuando Maggie ya dormía. Me acuerdo del cielo, me acuerdo del incesante chirriar de las cigarras y hasta me acuerdo que el señor Evans pasó por delante sin percatarse de mi presencia. Cuando su perro ladró yo leí la fatídica noticia: La señora Franklin está muy enferma y dicen que va a morir muy pronto. Esta tarde he estado dando un paseo con la pequeña Rose, oh, bueno, que ya no es tan pequeña, pero, ¿cómo iba a dejar de llamarla así?, ya me entiendes. Me ha dicho, con lágrimas en los ojos, que su madre lleva días sin hablar y que hoy, de repente, y durante casi media hora, mientras deliraba, no ha hecho más que pronunciar tu nombre. Pero para entonces, la señora Franklin ya estaba bien muerta y hasta las flores del día de su entierro se habían marchitado. Cuando llamé a Susie apenas quiso hablar conmigo. Estaba enfadada porque yo no había llegado a tiempo, porque ella no había dejado de llamarme ni un sólo día... ¡Malditas vacaciones! Hace poco volví a llamarla para decirle que íbamos a ir. Acató mis palabras más amablemente, pero no demasiado. Temo nuestro encuentro, temo mi encuentro con cada uno de los que allí puedan estar esperándome para las reprimendas, temo mi visita al cementerio... Oh, ¡y es que la señora Franklin pronunciaba mi nombre en su lecho de muerte! Soy Gerry Wilson. La señora Franklin pronunciaba “Gerry, Gerry Wilson...”.


Blog del mes

Emma Gunst: http://emmagunst.blogspot.com/ Miriam Tessore (Buenos Aires, Argentina) mujer ¿cómo te llamas? -No sé ¿cúando naciste? ¿de dónde eres? -No sé ¿por qué cavaste esta madriguera? -No sé ¿desde cuándo te escondes? -No sé ¿por qué mordiste el dedo cordial? -No sé ¿sabes que no te vamos a hacer nada? -No sé ¿a favor de quién estás? -No sé estamos en guerra, tienes que elegir. -No sé ¿existe todavía tu aldea? -No sé ¿éstos son tus hijos? -Sí WISLAWA SZYMBORSKA

Durante mucho tiempo, nada más entrar en el blog de Miriam Tessore, leía: la mujer escribe y eso es lo que importa. No sólo importa eso, añado: la mujer lee y eso es lo que importa. Y en el blog Emma Gunst es eso lo que ocurre, nada más y nada menos: que la mujer escribe y lee, y nos importa. Lleno de imágenes hermosas y palabras de voz femenina, este blog se nutre de poemas, fragmentos y vidas de mujeres que se han atrevido a alzar la voz. Con un espacio menor para hombres, también hay cabida para Roberto Bolaño, Ernesto Sábato o Julio Cortázar, entre otros. Sin embargo, tiene un claro objetivo, y es el de dar a conocer el lado más femenino de la cultura y, en especial, de la literatura (actual o no). Con poetas conocidas y menos, Miriam Tessore compone un mapa sensible, erótico e íntimo que se complementa con las personas que se acercan: la mujer opina y eso es lo que cuenta. -Dices en tu blog que la literatura femenina te fascina. ¿Qué encontramos en Emma Gunst que no encontremos en otro espacio (sabemos que hay algo que lo diferencia, y por eso ha sido seleccionado para esta sección que acabamos de estrenar)? Antes que nada van a encontrar lo que a mí me gusta leer, y es la Mujer que admiro, la que grita, siente, llora, ríe, patalea, la que no se conforma con lo establecido, la que logra romper los moldes; van a encontrar a la Mujer que lucha por lo que quiere y por lo que no quiere más. (No sé explicar la diferencia con otros blogs del estilo, hay cientos, sin embargo siento que, sin querer, se formó una antología de mujeres “bravas” y “valientes”). También es un lugar

de encuentro de poetas. Siempre los busco y les acerco el blog para que puedan tener ese “mano a mano” con el lector. Ese contacto me interesa mucho, antes era impensado y hoy es increíble. -A pesar de que en él hay citas, fragmentos y poemas de otras mujeres, hay mucho de ti en cada selección. ¿Podríamos decir que además de un blog literariamente femenino es íntimo y personal? Sí, claramente sí. Subo poemas guiada por intuición diaria. Recopilo poemas, fotografías, ilustraciones y compagino en minutos ambas creaciones. Ellas dicen lo que yo soy incapaz de expresar escribiendo. Este blog me dio esa satisfacción, tengo voz a través de él y gracias a ellas. Y también me dio fieles amigos fieles. -Emma Gunst no es tu nombre, pero es un nombre especial. ¿De dónde viene? Este nombre me acompaña hace añares. Es la conjunción del nombre y apellido de mis abuelas. Dos mujeres que, siendo yo muy pequeña, me regalaron libros escritos por mujeres, uno de Eva Perón y otro de Betina Edelberg, ¡sin siquiera imaginar lo que podían provocar! Emma Gunst es un blog para perderse en él, y para mayor facilidad, bajando hasta el final del todo, encontrarás todas las etiquetas que ordenan este espacio con voz propia. La mujer elige y eso es lo que importa. Os dejamos con algunos de los poemas que Granite and Rainbow ha seleccionado y que aparecen en, no olvides la dirección, http://emmagunst.blogspot.com/. 5

Yo te hablo de poesía y vos me preguntás a qué hora comemos. Lo peor es que yo también tengo hambre ALICIA PARTNOY Yo digo si algo en la vida tuviera algún sentido tendría tu nombre nosotras mujeres de cierto orden con ideas precisas con ninguna idea que nos sirven para vivir para no gritar con amigos que dicen el amor por la gente con recuerdos de magnolias en la quinta el gran amor me digo señalo con un dedo los dibujitos en la pared la planta que en mi casa da flores de un día señalo mi juego, este último de aburrirme repito algunas cosas ingeniosas, el gran amor las cartas los poemas el olor del verano el gran amor que nadie se sonría todavía. JUANA BIGNOZZY Y de lo que me alegro, es de que esta labor tan empezada, este trajín humano de quererte no lo voy a acabar en esta vida; nunca terminaré de amarte. Guardo para el final las dos puntadas, te-quiero, he de coser cuando me muera, e iré donde me lleven tan tranquila, me sentaré a la sombra con tus manos, y seguiré bordándote lo mismo. El asombro de Dios seré, su orgullo, de verme tan constante en mi trabajo. GLORIA FUERTES


Twitter del mes Graciela Barrera: @evagraciela Soy una miscelánea sin venta El corazón debería usar zapatos. Soñé que tenías 46 años. Después, soñé que la edad no existe. Amanecer es una provocación. Escribo enloquecidamente para apaciguar mi dolor. Mis dedos se equivocan con frecuencia. Con el polvo de mis manos escribo el recuerdo. Parece, si se habla de redes sociales, que no puede haber belleza y sensibilidad, que todo queda manchado de sucias nuevas tecnologías, de impersonalidad, de gris, desaliñado, sin intimidad. Graciela Barrera nos demuestra en su Twitter que no importa el medio, sino lo que uno quiere contar. Gracias a la brevedad que exige este espacio, @ evagraciela explota y afila su lado más pistolero y no deja de disparar versos literarios. Y lo bueno, si breve, ya sabemos... -Sabemos que también tienes un blog y, además, que ambos lugares, Twitter y blog, son actualizados. ¿Qué te da uno que no te dé el otro? ¿Tienen para ti la misma importancia? El blog me produce la permanencia y lo que siempre voy a encontrar. Twitter me produce lo instantáneo y lo que no volverá. Es una combinación entre el todo y la nada. Y ambos son importantes para mí. En mi blog tengo seis años de escribir sin interrupción y publico dos veces por semana. Trato de ser selectiva y seria en lo que comparto. Ha valido la pena mantenerlo y he tenido grandes satisfacciones. Moriré con él. En Twitter, escribo con una exagerada frecuencia todos los instantes del mundo que recuerdo, miro y siento. Y de alguna manera, son como el aperitivo del menú que ofrezco en mi blog. Aunque muchas letras se quedan en el cajón. También, twitter me ha dado satisfacciones y gratas sorpresas. Además, lo más importante: me ha regalado unas manos desinhibidas y ha

barrido muchas telarañas de inseguridad que arrastraba. Aprendí a ser yo sin el agobio de estar gustándole a la gente. Para todo hay público. Y yo prefiero lectores que seguidores. Lo indudable es que entre el blog y twitter, mi esencia es la misma.

Las aves no usamos tacones. Usamos ruedas de bicicletas. El futuro lo llevas en tus pies. El presente, en tus manos. El pasado, en tu boca. Escribo para saberme viva.

-¿Crees que de una aplicación como es Twitter se pueden descubrir talentos? Gracias a esos mensajes cortos, ¿podríamos encontrar poetas en él? Por supuesto. Se encuentran muchos tesoros. Yo los he encontrado en personas de todas las edades. Es un deleite leerlos.

Él siempre se despide diciéndome: “Que Dios te perdone”.

-Creo que es general que, la primera vez que se usa Twitter, sorprenda el límite de 140 caracteres por mensaje. En tu caso parece no ser un problema, sino una ventaja. Te mueves por la brevedad con mucha poesía. ¿Estás acostumbrada a sintetizar o ha sido un ejercicio inconsciente? Contarme la vida con la brevedad de 140 caracteres es todo un gran reto. Es una delicia escribir telegramas y mis dedos disfrutan de la aventura llamada edición. Probablemente sea un ejercicio inconsciente. Ya alguna vez lo dije: “Me gusta la brevedad. Excepto cuando te beso”.

El hombre de mi vida no me lee. No es necesario. Me tiene en su memoria.

Nosotros sí creemos, nos lo ha demostrado @evagraciela, que en Twitter (y en casi todas partes) hay poetas escondidos que nos regalan su obra con sólo un click. Para que entendáis por qué Graciela Barrera es nuestra twittera literaria, os dejamos una selección que ha hecho Granite and Rainbow de sus mejores tweets. 6

La tristeza es un columpio lleno de pájaros. Descalzarme y caminarte para siempre. No hablo de nadar para no ahogarme.

Necesito letras. Es para un lápiz. El árbol es un niño grande. No te preocupes por la llave. Dejaré la ventana abierta. Tómate el tiempo que quieras. A tu regreso, encontrarás mi ausencia. Amanecer es creer en mí aunque a veces me sienta nada. Necesito una boca. Es para un beso.


Opinión

Los últimos días de… un libro

Pedro Larrañaga

El final siempre produce vértigo. No en vano, significa abandonar un terreno conocido para adentrarse en otro del que nada sabemos. Por eso, cuando ser acerca el final del libro, mis rodillas tiemblan y los dedos no quieren soltar todas esas hojas de papel manchadas de tinta. Empezar algo es aceptar de entrada que se puede terminar. Sí, es una mierda, pero así es. La secuencia está clara. Será triste, doloroso, puede que incluso trágico, pero no habrá forma de alterar ese orden dictatorial. Comenzar para acabar. Iniciar para finalizar. Simple. Sencillo. Irrefutable. Ése es el duro resumen de lo que puede ser la vida misma. Un comienzo, en un parto traumático, pasado por dolores, falta de oxígeno y músculos desgarrados. Un fin, metido en una caja, tras un camino lleno de altos y bajos, del que no nos detendremos a conocer los detalles de ese desagradable último aliento. La vida empieza con el dolor del nacimiento. Lo hace así para terminar con más dolor, el que acaricia la muerte (No me he muerto jamás, pero estoy convencido de que es imposible morirse sin que duela). Como dice una canción, el dolor, de hecho, no es más que un ensayo de la propia muerte. Sin embargo, esa muerte, ese fin, ese dolor, no hace que uno deje de vivir. No puede hacerlo de hecho. Empezar un libro es como vivir. Abrirlo, leer unas frases, unos párrafos, es iniciar una vida. Un nacimiento en las primeras líneas, una infancia en las primeras páginas, una adolescencia en la parte central, una madurez en el desenlace y una vejez en el epílogo No, no son sentimentalismos, ni mucho menos. Ésa es la vida que iniciamos al abrir un libro. El primer llanto llega con el título y los primeros balbuceos con el prólogo. No obstante, no es la vida del libro la que tenemos entre las manos. Esa ya estaba ahí mucho antes que nosotros. A un libro no le hacemos falta para vivir. Al fin y al cabo, los libros permanecerán igualmente sin nuestra presencia. (Un secreto: los libros pueden existir sin los seres humanos). También nosotros podemos vivir sin los libros. Al menos, he escuchado rumores que dicen que es posible, aunque como lo de la muerte, tampoco he llegado a probarlo. Pero abrir uno es empezar otra vida. Una que tiene que terminar. Así es. Dolerá, seguro, pero eso no va a evitar que lo iniciemos. No lo impidió cuando sentimos el primer roce de los labios, cuando una mano buscó (¿y encontró?) una parcela de piel desconocida entre las sombras. Saber que todo terminaría, más tarde o más temprano (¿en un segundo, con una bofetada? ¿a la mañana siguiente, con resaca? ¿cuarenta años después, esperando a que el doctor salga de la habitación?), no va a impedir que tras esos labios llegue una lengua. Que tras esa mano llegue la otra. Que tras la primera caricia se desate una avalancha. Que tras la primera prenda caigan todas las demás. Que tras el primer jadeo todos los demás acudan a su reclamo. Que… Bueno, todos sabemos cómo terminan esas cosas. Terminar, otra vez, terminar. Siempre terminar. Un círculo, iniciado con las primeras letras de la película, que se cierra cuando Luk Skywalker se despide de los espectros de su padre, de Obi Wan Kenobi y el propio Joda. Ese es el fin. No hay forma de saber qué vendrá después, si el joven Skywalker llega a ser emperador o acaba sucumbiendo al alcohol en un local de striptease interestelar. Eso no se sabe, no se puede saber (¿será por eso que suelen ser tan malas las secuelas?). Por eso odio bailar. El baile es un ejercicio matemático vestido de terciopelo, una secuencia lógica de pasos (un, dos, tres, adelante, atrás, media vuelta, un, dos, tres), pero realizadas sobre un suelo de helado (del sabor que más os guste). Un recorrido lleno de trampas (un pisotón, un mal giro, un esguince, un mareo), pero que siempre habremos de llevar hasta el final. Al final hay que separarse, lo sé, y eso hace que desaparezca el suelo de helado y el vestido de terciopelo, dejando sólo los números y el pisotón (la soledad, a fin de cuentas). Pero eso no evita que vuelvas a bailar (aunque lo odies, como yo). Siempre tengo miedo cuando se acerca el final de un libro. Son días difíciles, complicados, en los que crece una duda, porque continuar es morir. De todos modos, no hay otra alternativa, porque tampoco se puede parar. No se puede dejar de vivir. Sin embargo, cuando se termina el libros es como si hubieras muerto. Pero el miedo a la muerte no puede detenernos. Hay que ser valientes porque las trincheras están llenas de cadáveres que dudaron, que no quisieron salir con su fusil en la mano (el campo de batalla también está lleno de cadáveres, pero ellos eligieron llegar hasta el final del libro) y no me gustan los lugares húmedos, oscuros y llenos de barro. Así que salgo, corriendo, con mi fusil en una mano y el libro en la otra, intentando salvar esa vida (que no es la mía ni la del libro, no lo olvidemos), pero jamás soy capaz de conseguirlo. Siempre hay una bala que me alcanza. Una bala que lleva grabado su nombre. Final. 7


Opinión

Una vida de papel

Fusa Díaz

Mi abuela tenía el pelo blanco, en una ola encrespada sobre la frente, que le daba cierto aire colérico. Mi abuela tiene unos ojos que lo miran todo como es y lo que no es lo convierte en es. Las manos de mi abuela, huesudas y de nudillos salientes, no carentes de belleza estaban salpicadas de manchas de color café. Y cuando gesticula al hablar las manchas le vuelan despegadas de la piel porque no pueden seguirle la velocidad. Ana María Matute escribe en Primera memoria sobre una abuela. Y ahora ella se ha convertido en esa misma y para todos. Ana María Matute es mi abuela la que convierte lo que no es en lo que es y la que es capaz de ver lo que ya estaba siendo antes de sus ojos. Además de mi abuela, y la de muchos otros, es también mi hija pequeña, mi hermana gemela, mi madre adoptiva, mi tía segunda, mi prima lejana, mi sueño difunto. Es un gato que se cuela en las casas que están abiertas y pasa hasta el patio sin que nadie haya advertido su presencia, es el alimento de un recién nacido que está riéndose sin saber qué esconde la alegría, es la fiesta de los niños en medio de un velorio, allí, arrinconados, ajenos a la desgracia. Ana María Matute es lo que en este momento quiera estar siendo: una mujer, una mujer española, una mujer española premiada, una mujer española premiada y querida por todos. No voy a entrar en si es la tercera mujer con el Cervantes en su haber, si el premio tiene ya treinta y cinco ediciones y fíjate cuántos hombres y qué pocas mujeres, no quiero hablar de por qué nos sorprende si debería ser tan natural que lo ganara el género femenino... porque si durante las treinta y cinco ediciones que se han dado, treinta y cinco fueran las mujeres que lo han ganado, me seguiría asombrando lo mismo, me enorgullecería igual, la admiraría del mismo modo en su alegre y bonachona rebeldía de niña inquieta, brindaría por ella con la misma copa y la felicitaría desde este pequeño rincón aislado en las mismas condiciones. No voy a negar que yo también, cuando supe la noticia, hice hincapié en todos esos datos, pero al final qué nos queda, que una mujer de ochenta y cinco años que es fuerte y débil a la vez, que se niega todavía a entrar en el mundo de los adultos y que dice que su vida es de papel, nos queda que una mujer con un don para la literatura ha sido reconocida: no importa las que vendrán después y las que ya habían venido, no hay lugar para nada más que la alegría, porque Ana María no necesita de esos treinta y dos hombres para merecer este premio, ni tiene nada que ver con María Zambrano ni Dulce María Loynaz: son sólo tres mujeres brillantes y premiadas de entre todas las que son brillantes pero no premiadas. También a mí me gustaría que hubiera más mujeres reconocidas, pero no en la literatura, en todo, en la vida, pero eso no va a empañar mi alegría por Ana María Matute. Ha ganado el Cervantes y lo ha merecido, independientemente de su sexo. Ana María Matute es hermosa en su belleza con ecos de infancia, es dulce en su brusquedad, es auténtica en su mentira. Ya que ha recibido el Premio Cervantes por su obra y trayectoria, aquí, dentro de mí, se la premia por todo eso que ella representa: la abuela de todos, mi hija pequeña, mi hermana gemela, mi madre adoptiva, mi tía segunda, mi prima lejana, mi sueño difunto. La retahíla confusa de un niño que no sabe cómo contar lo que sabe, un calcetín subido y otro bajado en unas piernas roídas por el alboroto y desnudas al verano, un grito sin razón ni esperanza, la madre que se despereza al sol y le ofrece a su hijo una imagen que no podrá olvidar ya nunca. Premio al papel que tiene en mi vida su vida de papel.

Y llega a mi memoria algo que me contó hace años Isabel Blancafort, hija del compositor catalán Jordi Blancafort. Una de ellas, cuando eran niñas, le confesó a su hermanita: “La música de papá, no te la creas: se la inventa”. Con alivio, he comprobado que toda la música del mundo, la audible y la interna -esa que llevamos dentro como un secreto- nos la inventamos.

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Opinión

Los Áulerin son unos seres diminutos y pelirrojos que viven en las montañas, especialmente entre los matorrales y bajo las piedras de gran tamaño. A pesar de su pequeño tamaño y de su existencia casi desconocida para el resto de seres vivos, los Áulerin poseen una rica cultura donde priman los inventos inverosímiles –como la catapulta de cacao, usada para festejar los días importantes– y el arte, sobre todo este último, porque los Áulerin valoran por encima de todo la belleza de las emociones e ideas plasmadas en la realidad. Existen dos razas de Áulerin: los Aulen y los Aulon. Ambas razas conviven en armonía, son igual de inteligentes y, en general, poseen las mismas habilidades físicas, se conmueven con las mismas historias y se enamoran en primavera, porque los Áulerin sólo se enamoran en esta estación. Sin embargo, existe una diferencia notable entre ellos, los Aulen son conocidos por su capacidad artística, sus obras son respetadas y valoradas por toda la comunidad Áulerin y los nombres de algunos creadores se han mantenido imborrables a lo largo de su historia, llegando incluso a ser estudiados por los pequeños, y no tan pequeños, en la escuela. Por el contrario, los Aulon no son reconocidos en su mayoría como creadores. No es que no escriban, dibujen o compongan, lo hacen como todo Áulerin que se precie, sin embargo, sus obras no son reconocidas en absoluto por la comunidad, ya que se consideran “malas” y “sub-obras de arte”. No se han hallado críticas ni testimonios concretos contra las creaciones de los Aulon, por lo que parece que su poca fama se debe más a un prejuicio de su pequeña sociedad que a una realidad. Los humanos, a pesar de ser más grandes y más conocidos que los Áulerin, nos parecemos a ellos en gran medida. Como la suya, nuestra sociedad parece considerar inferior el arte de la mitad de la población: el femenino. La historia ha olvidado el nombre de aquellas creadoras que fueron reconocidas en su tiempo, a pesar de los prejuicios de cada época. Escritoras como Ernestina de Champourcin, Rosa Chacel o Carmen Conde –en el caso español– han sido sepultadas poco a poco en el olvido, ignoradas por la crítica y las editoriales. Incluso los nombres femeninos que suenan con más fuerza en la actualidad –como Ana María Matute, Carmen Martín Gaite o Esther Tusquets– tienen menos repercusión que los masculinos y se siguen publicando menos libros de mujeres. Aunque claro, existen las excepciones que confirman la regla, como Emilia Pardo Bazán y Rosalía de Castro, las dos únicas autoras que se estudian –deprisa y sin demora– en la educación obligatoria. Ellas tienen que demostrar en sus textos mucho más que los hombres y, aun así, no se libran de la eterna losa: el prejuicio.

Fuente de la imagen: http://loft965.files.wordpress.com/2008/10/u-of-tas-1.gif

Los Áulerin. Prejuicios literarios

Marta Gómez Garrido

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E P O R T A J E Granite and Rainbow en Barcelona Poesia 2011

La poesía debe ser también poesía n Por Fusa Díaz vomitado y gestado en las mismísimas entrañas- de tú a tú con la palabra. Un poco de espectáculo, como empezaba este artículo con la definición de poesía (que, también, eres tú), y un poco de intimidad. Después de ella, las diferencias quedaron más y mejor marcadas entre uno y otro. Kirmen Uribe (Ondarroa, Euskadi, 1970), conocido mundialmente por su poesía vasca, vino a reencontrarse con la poesía sencilla y emocional: nada de instrumentos, nada de experimentación, sólo el poema, un poco de luz y la voz. Con poemas recitados en euskera, castellano e incluso atreviéndose con uno corto en catalán, el de Ondarroa consiguió emocionar al público. Quizá porque se veía a Kirmen la persona y no a Kirmen el poeta, quizá porque antes de empezar un poema nos hablaba de él y uno se daba perfectamente cuenta de la gravedad de aquellas palabras. En este caso, nos alejamos del lado experimental de Núria Martínez Vernis y nos acercamos a la poesía de siempre. Para que el público del Palau de la Música no se adormeciera ni creyera que el abanico posible de poetricidad no tiene más margen, Vicenç Altaió (Santa Perpètua de Mogoda, 1954) nos ofreció una singular manera de entender la poesía: con una pizca de humor y un deje de monologuista y cómico, Vicenç Altaió recitó poemas que consiguieron arrancar la sonrisa y la carcajada de muchos de los que allí estábamos; incluso se atrevió a hablar de la dificultad de escribir poesía tirando, mientras leía, de Núria Martínez Vernis, que había subido al escenario para sentarse en la silla de la que iba a tirar el poeta de Santa Perpètua de

Si algo tiene la poesía es que es, entre otras muchas cosas, generosa. Por eso puede ser un acto íntimo y también un espectáculo, puede ser ritmo o sólo una lectura sencilla, un grito, un ruido, un rugido, un bostezo, un ladrido. Pero la poesía debe ser también poesía. Granite and Rainbow asistió, con todos los prejuicios de la que escribe, a la inauguración de la semana de BarcelonaPoesia2011. El acto que inauguraba tuvo lugar en nada menos que el Palau de la Música Catalana. Allí, poetas de diferentes puntos del mundo y también desde diferentes puntos de la poesía se reunieron y, sin previa presentación ni preámbulos, puesto que la poesía no necesita de bienvenida, sino que se acaba colando siempre en la vida, recitaron sus poemas. De ahí que la poesía sea contradictoria, y creo que uno de los objetivos de la selección de poetas iba vinculada a esta afirmación. El poeta, como el lector, tiene diferentes maneras de entender una misma cosa, y la diversidad que asistió, tanto en el escenario como en el público, a este evento no hizo otra cosa que remarcar todas las fronteras que tiene la visión poética actual. De modo que empezaron con Núria Martínez Vernis (Barcelona, 1976) que, de todos, quizá era la más neutral, la que estaba en un lugar poético, por así decirlo, entre un extremo y otro: acompañada de un instrumento original e independiente que cohabitó con todos ellos, recitó un poema extenso. Digo que está en un terreno neutral, literariamente hablando, porque había en su voz y en su entonación un punto de teatralidad; sin embargo, no dejaba de ser un ejercicio -puesto que el poema parecía

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Mogoda. Con un estilo cómico y un discurso desenfadado, BarcelonaPoesia2011, con sólo tres modelos de poetas, nos había dado una lección a los que íbamos con una idea fija y prejuiciosa de lo que es la poesía. Paloma Z (Buffalo, Nueva York, 1956) consiguió dejar atónito al público con su juego de palabras y con un lado tecnológico de la poesía: ordenador en mano, mezclas y su propia aportación en directo, recitó sus poemas en inglés, dando un paso más allá, alejándose por completo de Kirmen Uribe, acercándose y dándole una vuelta más a Núria Martínez Vernis y olvidando ya el teatro humorístico de Vicenç Altaió. La mezcla de su propia voz, repitiendo obsesivamente en diferentes tonos la palabra “you”, vino a demostrarnos que la presentación de un poema no tiene en su centro, en algunas ocasiones, a la palabra. Todavía con algunos prejuicios desde Granite and Rainbow, se pudo comprobar que hay tanta poesía como poetas y lectores, y los aplausos a la neoyorkina lo corroboraron. Lejos quedaba ya Kirmen Uribe y su sencillez poética, así que volvieron a dar un salto mortal los organizadores de BarcelonaPoesia2011 ofreciéndonos un recital, digamos, a la antigua usanza: Valentí Puig (Palma de Mallorca, 1949) recitó con muy poca luz, con mucha solemnidad, y la temática de sus poemas rozaban una época que nada tenía de comunión con el ordenador que había traído Pamela Z consigo. Con mucha seriedad y alejado por completo de la evolución poética que estábamos viviendo en directo en el Palau de la Música, el poeta mallorquín tam-bién se ganó al público, totalmente receptivo a todo lo que la poesía, que también debe ser poesía, quisiera darnos a entender. Cuando al principio de este texto he hablado de que la poesía también podía ser grito, estaba pensando en Kgafela oa Magogodi (Johannesburgo, 1968); más músico que poeta, más poeta que revolucionario, con una guitarra y su voz nos ofreció una garra y un corazón salvaje. No importaba que no le entendiéramos (después, con calma, podríamos leer la letra traducida en el libro que Labreu Edicions preparó para la ocasión), porque había algo en su manera de estar en el escenario que ya se comunicaba con todos nosotros. Un paso más para la poesía: lejos de la evolución tecnológica, lejos de la seriedad o la emotividad, lejos de todo, Kgafela oa Magogodi nos lanzó una bomba al público, una sacudida, y éste lo agradeció. Luis Alberto de

Cuenca (Madrid, 1952), con toda la clase del mundo y con muchas tablas, fue el encargado de sosegar toda la explosión del sudafricano, y recitó poemas en castellano que consiguieron emocionar a muchos de los asistentes. Probablemente con una poesía estándar, lo que todo el mundo entendería por poesía, fue la voz del galán de toda la vida, del caballero que sabe muy bien lo que dice y, además, lo dice. No le iba a dejar fácil ni bajo el listón al siguiente cuando recitó: De Shakespeare aprendí que todo son palabras./De mi primer amor, que todo vale nada. Por eso, y porque todavía nos quedaba una vertiente por explorar en el mundo poético, Jerome Rothenberg (Nueva York, 1031) vino con toda su energía y un teatro imaginario a cuestas. De nuevo la palabra no era tan importante como su propio envoltorio, y Jerome Rothenberg conquistó al Palau de la Música con un momento más performer que poético, más ritual que literario. Pero había una cosa que estaba clara, y era que el auditorio estaba ahí para ser sorprendido, y lejos de sentirse extraño ante tanta parafernalia, se entregaba complacido a todo lo que la poesía quisiera contarle. Arnaldo Antunes (São Paulo, 1960) fue el encargado de cerrar el acto (que tampoco iba a necesitar despedida ni discurso que enmarcara y explicara qué acabábamos de ver, porque la poesía no necesita adiós, que se queda para siempre) y volvió a acercarnos al lado más tecnológico de la poesía: con una mesa de mezclas y mucho juego, recitó sus poemas, que parecían más un coqueteo con la sonoridad de las palabras que con su significado. Por supuesto, los que allí estábamos atendimos con mucha precaución a una lengua que no era la nuestra y que sonaba, bajo puzles aéreos, tan bien. Pero la poesía, no me cansaré de decirlo, también debe ser poesía... y como es una y ninguna, muchas y todas a la vez, tantas como poetas, tantas como poemas, tantas como lectores, en la Nit de Poesia al Palau se ofreció todas las posibles, todas las nombrables, para que cada uno de nosotros se quedara con la que mejor se le ajustara al cuerpo. Yo, que defiendo la poesía como Benedetti hacía con la alegría, me quedo con la cercanía de Kirmen Uribe, con la sencillez; porque su poesía me pareció, nada más y nada menos, que eso, poesía y vida, y porque la poesía también debe alzar vuelos ajenos y a mí me parecía que sólo una existe, y era aquella que él levantaba con su voz. n 11


Benjamín Prado nace en Madrid en 1961. Como poeta ha publicado Ecuador (Hiperión), Iceberg (Visor, 2002) o Marea Humana (Visor, 2007, 2010). Como novelista destacamos las novelas Raro (Plaza & Janés, 1995), Nunca le de s la mano a un pistolero zurdo (Plaza & Janés, Alfaguara y Punto de Lectura) o Mala gente que camina (Alfaguara y Punto de Lectura). También es autor de ensayos como Siete maneras de decir manzana o A la sombra del ángel (13 años con Alberti). Es coautor de las canciones del último disco de Joaquín Sabina Vinagre y rosas (2010. Es columnista de El País y director de la revista Cuadernos hispanoamericanos.)Su última incursión literaria es Operación Gladio, una historia de espías donde se mezcla realidad y ficción sobre el pasado reciente de España. En esta novela da a conocer muchos sucesos, de la mano de la protagonista Alicia Durán, sobre la red creada por la CIA después de la II Guerra Mundial en Europa y cómo actuó esa red en España durante la Transición.

Benjamín Prado

Lo real es sólo la base n J. Álvaro Gómez ¿Qué le impulsó, o de dónde nació la idea de escribir sobre este episodio? Una buena razón para escribir un libro es no haberlo escrito nunca, y yo nunca había escrito, ni siquiera pensado en escribir, una novela de espías. A los dos minutos de pensar eso tuve la certeza de que no había mejor época para situar una historia de espionaje que la Transición. Me lo he pasado bien escribiéndola, espero que los lectores se diviertan el doble y descubran cosas que no sabían acerca de unos acontecimientos de los que creían saberlo todo. ¿Cuánto de ficción y cuánto de realidad hay en esta nueva novela? Se podría responder con una línea del poeta Wallace Stevens: “Lo real es sólo la base… pero es la base.” En una novela sólo importa la ficción, no importa que una cosa sea mentira o verdad, sino que sea verosímil. Ha tardado 5 años en concluir este libro, ¿Dónde ha buscado para tener toda esa base de datos? ¿Ha encontrado algún obstáculo? No, he trabajado mucho y me he divertido más. Uno busca en todas partes, libros, hemerotecas, conversaciones… Después de leer el libro, ¿se sabrá algún día la verdad sobre aquellos años de la transición? Espero que leyéndolo se sepa casi todo. ¿Por qué ahora se escriben más libros

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sobre ese periodo?, ¿han existido, en cierto momento, algunos temores a la hora de acercarse al mismo? Es una casualidad, imagino. Yo, desde luego, cuando empecé Operación Gladio no tenía ni idea de que otros escritores estuviesen pensando en localizar sus nuevas obras en ese periodo. No creo que existan temores, más bien es una cuestión de comodidad: aceptemos las verdades oficiales y miremos al futuro porque allí no hay cuentas pendientes. Pero la historia es lo contrario del atletismo: en ella, si no corres mirando hacia atrás no llegas a ninguna parte. Algo muy particular en sus libros es que introduce, de forma muy sencilla, datos muy interesantes sobre literatura. En este libro es el impresor el que nos ofrece esas reseñas, en Mala gente que camina es la madre de Juan Urbano la que nos ofrece muchas notas, ¿es un desnudo sobre sus referencias literarias? Supongo que todos los libros los escriben al menos dos personas, el escritor y el lector que ese escritor es, y por eso se ve al segundo al trasluz del primero. Y, en cualquier caso, lo mejor que le puede pasar a un libro es ser la puerta de atrás de otro libro, un puente de uno a otro. Además de novelista es poeta, ¿dónde se siente más a gusto, como poeta o como novelista?, ¿qué diferencias y/o similitudes hay entre esos dos oficios literarios? Para mí no hay diferencias, me encuentro


bien en la narrativa y en la poesía, a veces tengo que escribir en prosa y a veces en verso, se me ocurre una idea sobre la que me interesa trabajar y, por algún motivo, esa idea viene ya con el género puesto, nunca me ha pasado que me tenga que parar a pensar: vale, pero y qué hago con esto, ¿un poema, un relato, un ensayo…? No sé por qué es así, pero lo es. Fue compañero- discípulo de Rafael Alberti. Aparte de ese guiño de Juan Urbano al Juan Panadero de Alberti, ¿qué mantiene en su escritura del maestro Alberti? Poco, pero mi vida tiene mucho: Rafael te daba consejos como que siempre te tomases muy en serio tu obra y muy en broma a ti mismo, que me parecen dignos de ser escuchados y no ser olvidados. Era tan grande, que se hacía de tu tamaño, lo contrario de esos a los que Oscar Wilde define de manera genial: “Un tonto jamás se repone de un éxito.” Entremedias de este libro ha sacado una nueva edición de Marea Humana añadiendo nuevos poemas, nuevas descripciones de personas, ¿cree cerrado ese poemario o todavía caben algunas ‘gentes’ dentro de él? Seguro que en la tercera edición hay un par de poemas más. Absolutamente seguro. Además, también en este tiempo, se mete en el bendito lío de firmar canciones con Sabina en el disco Vinagre y rosas y saca en un libro (Romper una canción, Aguilar 2010), todo, o casi todo, del proceso de creación de ese disco, ¿es muy diferente la forma de crear un poema para ser cantado que para ser leído? Son cosas distintas que se parecen en casi todo, pero cada una tiene sus reglas y esas reglas por una parte te limitan y por otra te obligan a ir más lejos en algunos casos. Pero lo más notable de ese caso no es que uno pueda dejar de escribir un poema para escribir una canción, sino que la escriba con otro. No hubo muchas diferencias: en lugar de negociar conmigo mismo lo hacía con él, y los dos pusimos el corazón entero en el trabajo. En el libro de aforismos que publicaré a no mucho tardar hay uno que dice: “¿Cómo se escribe una canción? Bailando sobre tu tumba.”

¿Cree qué, en este momento tan complicado, es más necesaria la poesía ya que, como decía Celaya, “la poesía es un arma cargada de futuro”? La poesía es imprescindible. Es este mundo de las corrientes de opinión y los pensamientos únicos, más que nunca. ¿Cómo ve el panorama literario con la entrada de las nuevas tecnologías? Ningún ordenador te va a hacer ni mejor ni peor escritor de lo que eres. Antes de terminar, cinco preguntas breves para que responda con cinco respuestas cortas: Lugar preferido para la lectura. Cualquiera. Libro que está leyendo en la actualidad. Una antología de Henrik Nombrandt. La escritura, ¿mejor de día o de noche? Siempre. Papel y bolígrafo u ordenador. Para las novelas las dos cosas, para los poemas, sólo bolígrafo y siempre con tinta verde. Una nota literaria aunque muy mitológica de ambos, ¿cree que se merece Dylan el Nobel de literatura? Sí. Lo que no estoy muy seguro es de si el Nobel lo merece a él. n


Pecados capitales: Lujuria

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Elena Triana Martínez LA LETRA Y LA IMAGEN

Fusa Díaz SI LA LUJURIA EXISTIERA

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Fusa Díaz NO LO LLAMARÍAS AMOR

Rosa Rodríguez LA CELESTINA

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Begoña Martínez EL ANIMAL MORIBUNDO

Marta Gómez Garrido EL MISMO MAR DE TODOS LOS VERANOS

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Ainize Salaberri CAPRICE

Ana Feito CASA DE JUEGOS

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Salvador J. Tamayo PARÍS CON CÁNCER

Marga Martín EL PÁJARO ESPINO

Alejandro Larrañaga EL MUNDO NO HA CAMBIADO TANTO

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J. Álvaro Gómez ERECCIONES, EYACULACIONES, EXHIBICIONES

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Pedro Larrañaga LUJURIA ENTRE LAS LETRAS

Verónica Lorenzo RETRATANDO A ANAÏS NIN

Laura Alonso NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

Yanina Rosenberg EL CHOCOLATE DE HUMBERT HUMBERT


Pecados capitales: Lujuria

La letra y la imagen Charles Bukowski y Helen Levitt: Nueva York no es un sueño brillante

n Elena Triana Martínez Llevaba yo unos días muertecita en vida, literariamente hablando. Por circunstancias que no vienen al caso había tenido que escuchar unas cuantas sandeces acerca del oficio de escritor y lo duro que es escribir. Es horrible escribir, terrorífico, un trabajo más fatigoso que el de un obrero en un andamio. Sí. Ya. Súbete a un andamio un mediodía de agosto, querido Escritor con dedos de manicura, y luego me cuentas qué es realmente más duro. Por si fuera poco con el Discurso del Oficio, yo había sido tan estúpida que había puesto letras mías a su alcance, cosas que había escrito yo por la noche, de pronto, sin sudar y sin quejarme; es más, disfrutando. Y claro,

qué iban a opinar ellos de mi bazofia. Querida, me dijo uno de Ellos, ¿de verdad esperas que tus lectores lean todo el rato palabras malsonantes? Cielosanto, en fin... todo porque yo había escrito “puñetas” en cuatro líneas que debían ajustarse a lo que se llama microrrelato. “Puñetas”, mis lectores... Bueno. La cosa es que en determinado momento el cabreo me sobrepasó de manera casi idiota, así que tuve que entrar en la biblioteca pública para agarrar con las dos manos algún ejemplar de alguien que había puesto sobre papel más palabras malsonantes que yo: el amigo Buk. Se fue conmigo un roñoso volumen rosa de Anagrama, con una portada espantosa en la que

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un barbudo arrancaba el sujetador a una rubia de pezones terrorificamente rojos. En el recuadro negro de la parte superior se leía: Charles Bukowski. Escritos de un viejo indecente. Leía por la calle, tropezándome con señores que gruñían y niños que señalaban con el dedo, reconciliándome con el mundo y conmigo, riendo y asintiendo y comprendiendo las frases de Buk, pasando alegremente por alto la misoginia -tanto me da, ahora mismo, y yo no me pondría nunca a tiro de semejante elemento. O sí. Tener ganas conlleva eso, que a veces no aciertas qué con quién-, y me tropiezo con una rubia en blanco y negro, casi sacada del texto que voy engullendo. Leo: “...soy la señora que se sienta delante de ti en las películas toda la noche, y te ve dale que dale en el bolsillo del pantalón y lentamente me subo la falda, esperando que me mires los muslos cuando tú... te levantas para ir a lavarte las manos, yo lo llamo sexo a larga distancia. Pero me encanta.” La rubia en grises es un cartel enorme que anuncia la exposición de fotografía de Helen Levitt. El rótulo dice “Lírica urbana”, y esas palabras, juntas, tiran de mí hacia el interior de la sala. Aquí estoy. Nueva York, entre 1938 y 1976. Niños jugando en la calle, gente, graffiti. Helen usando su Leica con un visor lateral, para que tú, rubia con falda de satén frente a un restaurante de spaghetti, no te des cuenta de que ha inmortalizado tu pose, tu baile estático, tu eterna insinuación. Influencias de Cartier-Bresson, Evans, Shahn. Cultura popular norteamericana. Helen, su cámara y el East Harlem, y niños desnutridos y mal vestidos y con pistolas y levantando faldas de niñas con piernas de alambre. La niña, Sandy Jones por decir un nombre, intuyendo ya que le valdrá más aprender a utilizar


"...soy la señora que se sienta delante de ti en las películas toda la noche, y te ve dale que dale en el bolsillo del pantalón y lentamente me subo la falda, esperando que me mires los muslos cuando tú... te levantas para ir a lavarte las manos, yo lo llamo sexo a larga distancia. Pero me encanta." su trasero si quiere sobrevivir. Escribe Charles que “el público toma de un escritor, o de un escrito, lo que necesita y deja pasar lo demás. Pero normalmente suelen tomar lo que menos necesitan y dejan ir lo que más necesitan.” Y tiene razón: estoy buscando, entre tanta sordidez, un resquicio lúdico por el que colarme para no andar arrastrando el alma por toda la sala. Escapar por un pasadizo hacia otro universo paralelo: otros lo intentaron antes que yo: pintado con tiza en la pared, la Levitt descubre un botón mágico y lo retrata. Me he quedado atrapada en la imagen, y tengo que echar mano de Charles, porque me estoy ablandando, maldita sea, y aún no me apetece dejar la pose socarrona y ácida que me permite pasarme por el forro -con perdón- la débil circunstancia de si tengo razón o no. Rebusco entre las líneas algo que me permita recomponerme, algo de sexo bruto que no sea demasiado sórdido, por favor. Sexo sin importancia o con importancia infinita, quién sabe para qué sirve, al fin y al cabo. No consigo leer lo que buscaba, pero sí esto otro: “No escribo sobre sexo como instrumento de obsesión. Escribo sobre él como una representación cómica en la que tienes que llorar, un poco, entre acto y acto. Giovanni Boccaccio lo escribió mucho mejor: tenía la distancia y el estilo. Yo estoy demasiado cerca del objetivo para lograr la gracia total. La gente piensa que soy sólo un marrano. De todos modos, después de dos mil polvos, la mayoría de ellos no muy buenos, aún soy capaz de reírme de mí mismo y de mi trampa.” Trago saliva, descompuesta ya del todo la careta de Hank que tan alegremente me había colocado. Quizá sólo se trate de eso, al fin y al cabo. De reírse de uno mismo. Del sexo como pasadizo secreto. De escapar un rato. De disfrazarse. De convencerse de que el placer nos hará olvidar el dolor. Quién sabe. n 16


Pecados capitales: Lujuria

No lo llamarías

amor

De tantos como había encontrado mentalmente, buscaba el nexo común entre las protagonistas de Claribel Alegría (en El detén) y Joyce Carol Oates (en El primer amor) y la lujuria, y esa conexión vino de la mano de Josie, la voz que adopta Joyce Carol Oates en su cuento gótico: No lo llamarías amor si tuvieras otro nombre, otro nombre para ello. Pero ni Karen ni Josie tenían otra palabra para nombrarlo.

n Por Fusa Díaz EL DETÉN Claribel Alegría

EL PRIMER AMOR Joyce Carol Oates

El detén es un título -y un libro- que podría pasarse por alto sin problema: ¿qué es un detén, quién es esa niña de la portada, Claribel Alegría escribe novelas? Pero uno, con esa edición de Lumen, vieja, gastada, comprada en un mercado de viejo, sabe que está ante una pequeña obra maestra. Es una historia breve y sencilla dentro de toda esa compresión de sentimientos que la hace profunda y amplísima. Karen, un personaje que físicamente sólo me ha acompañado tres días y tres viajes, se ha grabado a fuego en mi mente: se esconde en mi cuerpo, huele como mi piel, se ríe en las bocas de la gente y se atreve con lo que no debe contarse, que es casi todo. Karen inventa y vive lo mismo que sufre y camufla: se encuentra en un colegio interno de monjas porque su madre, que se marchó con un tipo llamado Mark, no la llevaba a clase y la tenía totalmente dejada, obligándola a rozarse con el lado más oscuro de la vida, con historias que después Karen explota una y otra vez y ensancha para poder dormir por las noches. Se convierte en una niña envidiablemente descarada y precoz, una rebelde rodeada de niñas dispuestas a ser monjas de mayor y sacrificar todo lo que tengan para dárselo a Dios. Karen elige a una de las hermanas como consejera espiritual y la pervierte con la única arma que puede tener una adolescente: la imaginación, la palabra, su cuerpo. La lleva y la trae como hace con el lector, acercando su pasado como si fueran escenas sacadas de una película morbosa y dominguera. Claribel Alegría tiene una voz exquisita en esta novela y sabe cómo encoger el corazón de Karen que todos tenemos adentro, latiendo bajito, ensordecedor a veces. ¿Que qué es un detén? Un escapulario que silencioso dice: detente, Satanás, detente. 17

Josie sólo tiene once años, pero tiene una memoria salvaje y animal que le permite recordar incluso lo que no ha vivido. Su madre se acaba de divorciar y ella apenas logra decir la palabra papá: un poco por miedo, un poco por respeto a esa mujer desconocida que a veces es brusca y otras, tierna. Se han escapado juntas y viven en casa de unos familiares: Josie tiene problemas para adaptarse en el colegio y su madre desaparece para ir a la ciudad sin avisarla, sin contarle qué es eso importante que las separa. En la nueva casa apenas se puede respirar, y su tía sólo hace que censurarla, y su madre sólo hace que decirle que debe portarse bien, entendiendo ella que las de su condición (ratas de iglesia, Josie, y ésta es nuestra iglesia) deben esforzarse para comportarse como es debido. Sin embargo, Jared júnior, el primo lejano de su madre y de ella misma, pasa allí una temporada estudiando para entrar en el seminario, le produce una curiosidad, y es saciándola como Josie amplía esa memoria salvaje y animal, es así como Josie sigue sin saberse comportar, sin adaptarse nunca del todo a esa nueva vida a la que la ha empujado su madre, pero al menos la mantiene ocupada, en compañía y, sobre todo, la obliga a crecer una fuerza brutal ajena, a alejarse de los ojos inocentes y las trenzas largas y algo despeinadas. Con las ausencias de su madre, y pesar de que la tía se cree capaz de supervisarlo todo, nadie va a notar que Josie ya no tiene la misma edad interior. En una ocasión su madre dice que una niña de once años apenas si existe, y, a juzgar por cómo queda abandonada a la suerte de la vida y los caprichos de su primo Jared, así lo parece.


NO LO LLAMARÍAS AMOR si tuvieras otro nombre

En Granite and Rainbow tenemos ese nombre, y es nada más y nada menos que el encargado de dar unión a todo este número de junio: lujuria. Si Josie o Karen hubieran tenido otro nombre, no lo hubieran llamado amor. En el caso de Karen, Mark, que es el marido de su madre (que no es su padre), abusa de ella. Borracho y violento, provoca juegos donde el contacto físico con la niña roza las fronteras sexuales y permitidas de una manera asombrosa. Pero Claribel Alegría muestra estas escenas con maestría, provocando que el lector no sienta rechazo, sino tanta curiosidad como Karen (y también mucho miedo). La diferencia entre Karen y Josie es que la pequeña de El detén ha conseguido ponerse a salvo; vive con su padre y todos los recuerdos se le vienen tozudos por las noches, donde ella, con una imaginación privilegiada, les da voz, espacio y un lugar donde vivir. Josie, en cambio, habla en pasado, pero nada hace pensar, por la intensidad con que relata su propia historia, que queda ya atrás, sino que hace sentir al lector que todo está pasando en esos momentos, lo que provoca un sentimiento más terrorífico, porque la pequeña de once años todavía no ha sido puesta a salvo. El primo Jared júnior, además de estudiar para un seminario, tiene algo especial que llama mucho la atención de Josie. Quizá que se pase todo el día estudiando temas teológicos, o que apenas les hace caso a las dos nuevas inquilinas de la casa, o quizá que la tía ha insistido tanto en que no debe molestarle (y él se deja molestar, y molesta a su vez). En cualquier caso, desde el momento en que se encuentran en el río y empiezan a tener una relación extraña, la curiosidad sigue creciendo en Josie, que no es consciente de que está sufriendo abusos sexuales por parte del que ella considera, equivocada y dulcemente, su primer amor. Por eso ninguna de ellas debía conocer otra palabra que amor para organizar sus propias emociones, por eso si hubieran tenido lujuria o incluso curiosidad, se habrían sentido, con el tiempo, menos desamparadas.

Joyce Carol Oates Oates (Nueva York, 1938) se licenció en Lengua y Literatura Inglesa por la Universidad de Syracuse, se doctoró en la Universidad de Rice, y obtuvo un máster en la de Wisconsin-Madison. Publicó su primera novela en 1964, y fue profesora en la Universidad de Detroit. Marchó a Canadá, en donde también fue profesora, esta vez en la Universidad de Windsor, en Ontario, y allí fundó junto a su marido, también profesor universitario, una editorial. En 1978 regresó a Estados Unidos, ejerciendo como profesora de Escritura Creativa en la Universidad de Princeton. En 1970, obtuvo el Nacional Book Award, y es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras. Es autora de cuentos, relatos cortos, teatro, ensayos, poemas, libros juveniles e infantiles y especialmente novelas, algunas de las cuales las ha firmado con los seudónimos de Rosamond Smith y Lauren Kelly. Su nombre ha sido propuesto en varias ocasiones para el Nobel de literatura y también llegó a ser finalista del Pulitzer en 1992 por su obra Agua Negra.

Resulta extraño (o no tanto) cómo estas dos chiquillas son fascinantemente despiertas y rápidas, cómo desarrollan sus emociones, cómo las describen y cómo, en un olvido raro, se dejan caer, placenteramente se diría, sobre las manos del que será, cuando empiecen a adquirir esas palabras que sustituirán al amor, su enemigo. Escuchando (porque es como si las escucharas, a ambas) sus descripciones, cómo gestionan sus pequeñas vidas interiores, las creerías capaces de cualquier cosa... y ahí están, ante Mark y Jared, tan indefensas, tan que se entregan al juego desconociendo las reglas. Y eso ha sido lo que ha provocado que compare estas dos novelas cortas, eso, cómo se camufla la lujuria en la ingenuidad y candidez, es lo verdaderamente lujurioso de ambas historias: la incomprensión por parte del lector al ver que se está cometiendo un exceso y la tranquilidad con que la inocencia los cubre con tanta naturalidad. Existe la lujuria, que es el tema que nos ocupa, en estos personajes de Claribel Alegría y Joyce Carol Oates, pero no existe la lujuria en la forma como se narran ambas historias, precisamente porque Josie y Karen no conocen otras palabras, o no las identifican con lo que les

No lo llamarías amor si tuvieras otro nombre, otro nombre para ello. A veces cierro mis ojos hasta el aturdimiento, el vértigo, hasta el extremo de una excitación y un miedo insoportables. Y lo veo a él, a mi primo Jared júnior. Muchos años después. Lo veo como una llama vertical, una figura, no una persona. Si intento concitar el recuerdo de su cara, el sonido de su voz y la sensación que tuve en el estómago cuando él me tocó, como una llave que girara en la cerradura, se me desvanece todo. El primer amor, de Joyce Carol Oates 18


-¿Por qué nunca me dijiste? -Porque me gustaba, era una sensación de miedo y curiosidad que me atraía y no quería que me lo prohibieras, pero ahora soy una frígida, parezco un leño con todos, me doy asco y siento miedo.

está ocurriendo, y todo está teñido de normalidad y encanto. También de miedo, porque ambas temen la mano que les sugiere vida y es infierno, pero también mucha curiosidad, mucho querer saber.

NADA MÁS ERÓTICO que una preadolescente Ésas son las palabras de Mark, el padrastro de Karen, en El detén. Es muy probable que, hasta llegar a este punto en el que la niña, hablando en su mente con su madre y pronunciando estas palabras, el lector se lo haya tomado todo como un juego. Por eso le advierto de que, si busca una lujuria consciente y con un protagonismo, se va a llevar una desilusión. Karen juega con la realidad y la ficción, y ni las personas que la rodean en su vida (la hermana que le hace de consejera espiritual y su padre) ni nosotros mismos seremos capaces de diferenciar entre ficción y no ficción. Pero no puede resistirlo todo, tanta tensión, tanto recuerdo, y finalmente ella explica:

El detén, de Claribel Alegría Probablemente éste sea el único discurso claro de Karen en toda la novela. Josie, en cambio, sigue confusa y habla de miedo y de curiosidad, también, pero parece como si todavía no se hubiera podido desentender de la palabra amor y quisiera conservarla: quizá ésa sea su propia salvación, quizá ese escondite es mucho más fiable que el de sentir asco. Y ésa sería otra de las muchas palabras, junto con lujuria, que podrían describir a Jared, que utiliza todos sus conocimientos sobre Dios para los juegos obscenos, sucios y terribles a los que somete a su prima lejana. En ambos casos la iglesia queda como un ambiente donde la corrupción y el erotismo encuentran lugar entre secretos y falsas apariencias. Y es así como Josie y Karen, que confunden lujuria con amor, quedan atrapadas en un lugar oscuro y lleno de amenazas. n

«Nada más erótico que una preadolescente» decía Mark mientras me arreglaba el pelo y rozaba mis senos con su brazo.

Claribel Alegría Poeta centroamericana nacida en Estelí, Nicaragua, en 1924. Desde muy niña se trasladó y vivió con su familia en El Salvador y en 1943 viajó a EE.UU., donde obtuvo el título en Filosofía y Letras por la Universidad George Washington. Después de residir por varios años en EE.UU., contrajo matrimonio y viajó por diferentes países, regresando a Nicaragua en 1985 para servir de baluarte en la reconstrucción de su país. Ha publicado una veintena de libros de poesía y narrativa, así como muchos testimonios históricos. Es además traductora de algunos poetas norteamericanos y autora de la publicación Nuevas voces de Norteamérica. En 1978 obtuvo el premio Casa de las Américas por Sobrevivo, y en el año 2000, el Premio de Poesía de Autores Independientes. Su último libro de poemas ha sido publicado este mismo año en la Colección Visor de Poesía y lleva por título Otredad.

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Pecados capitales: Lujuria

El sexo versátil Atraparnos en algo más de cien páginas no es fácil y Philip Roth lo consigue. Un libro es ágil no sólo por cuestión de peso, sino cuando nos hace volar entre sus líneas, sin dormirnos, expectantes por descubrir más. ¡Ojo! Aterrizar sobre este libro puede tener contraindicaciones y también, ofrecernos tierra firme sobre la que posar la mirada y decidir, si seguimos por ahí, o buscamos un nuevo camino. Porque aunque es la misma tierra, hay muchas formas de caminar y hacer camino.

n Begoña Martínez Lo he leído ahora por un motivo concreto, para escribir estas letras. Si lo hubiese hecho antes, quizá mi lectura fuese distinta; si lo leyese en ocho meses, sus hojas se mezclarían con las nieves del invierno y necesitaría más abrigo que ahora, y la raíz, sería distinta. Hubiese sentido frío. Quizá me pelease con él, como ahora, o quisiera contestarle, como hace unos días, o puede que asintiese, y lo llevase de la mano al parque, envuelto en una larga bufanda roja. El animal moribundo está escrito en primera persona, sus letras están impresas en carácter, y te preguntas, a hurtadillas, entre la portada y la contraportada del libro, qué parte del autor se solapa en cada una de las palabras e ideas que discurren por la mente de David, el protagonista. Parece que removiéramos un plato de sopa insistentemente con una cuchara, y en cada giro, el plato se hiciese más hondo, a cada página, a cada letra. Y es que habla de vida, y de muerte, y las brechas que las distancia. O quizá, de lo que las une. Que bien podría ser la lujuria, el sexo convertido en pecado por la iglesia, motivo por el que he escuchado, casi corriendo, la voz del animal moribundo. Estamos solos el libro y yo. Ya se ha callado, ahora soy yo quien le digo que no entiendo su forma de entender. La respeto, pero mi mirada es distinta. Donde ve poder, yo veo por sus ojos también poder, pero por los míos, la escena estaría trastocada, y habría comunicación. Si ve miedo a perderse al amar, veo esa pérdida, entre la bruma, por sus ojos, entre sus letras, entre ceja y ceja, pero no son mis pestañas las que se pliegan sobre su pérdida. Sin embargo, la revolución es la misma, por sus ojos y los míos. Físicamente, es un librito, no más allá de 120 páginas, en el que sin embargo, Roth planea con fuerza por su pasado, por toda su vida, y nos muestra, desnuda, la fragilidad de su futuro, que a tientas, prevé corto. 20

El eco de su vida, el eco de una mujer, el de su mejor amigo, su hijo, el de sus amantes, el peso ahogado de quienes le han criticado por vivir según sus principios, lejanos de otros, todos, confluyen en inyectar inquietud al siguiente paso, que como él, desconocemos y que por el solo hecho de acercarnos al final, nos produce vértigo. Al escuchar a David, la voz del animal moribundo, he ido pescando palabras y más palabras para ensartarlas desde aquí, como las de vida, muerte, enfermedad, dependencia, dominación, belleza, sexo y, o, amor (entre otras). Cuando lees, añades a la raíz que crece en ti de cada palabra, un nuevo brote, en algunos casos ese brote crece de forma previsible, otras, se hace alto allí donde no pensarías jamás que hubiese más que tierra yerma. Aunque no sea tu lugar favorito, observas como crecen las semillas de letras plantadas por los libros, que se hacen pensamientos, conversaciones, roces o incluso, hechos. Y el animal moribundo, en mí, plantó en ese lugar árido, no sé si la flor con la que más me deleitaré, pero sí una que me ha hecho sentirme tallo, aunque a veces, aprovechase la fuerza del viento para negar con mis pétalos, de derecha a izquierda, si soplaba barlovento. ¿Qué buscas cuando buscas sexo?, ¿Qué amas, cuando amas?, ¿Qué vida llevas cuando no es tu propio deseo el que la mueve, sino la conveniencia de otros?, ¿Quién decide?, ¿Perdemos, o ganamos, cuando nos damos? Da que pensar, el listado de palabras sobre las que quería hacer girar mi plato de sopa sobre el animal moribundo tiene infinidad de letras y lecturas, pero quizá, si tuviese que quedarme solo con algunas, me quedaría con la idea de cómo hacer cuadrar el riesgo de perder la libertad al dejar de ser nosotros, si es que somos algo más que partes casi perfectamente ensambladas, que cambian en forma de vuelo a cada rato, con el de ganarle a la vida una partida que, sabemos en cierta forma, está ya


perdida. Para Roth, o más bien, para el protagonista, la vida es que gira parte de la trama. La vemos por los ojos de David, por sus tiempo y libertad, y sexo. ¿Sin complicaciones? He leído, hace interpretaciones, y sus vacíos, y vemos también como su mente la poco, una reflexión sobre la pareja sexo y amor. Dos palabras manipula, le da forma a su antojo, cuando la describe como una que se pueden mirar de frente, de lado, o darse la espalda. En diosa, en momentos determinados, aunque luego se da cuenta, y ella, se afirmaba que en los setenta y ochenta, enarbolada por los nos cuenta, que era vulgar. No es condescendiente, nos cuenta de movimientos de liberación, se consideraba la idea de que sexo y ella por su físico, más allá de eso, son todo prolegómenos para él, amor estaban distanciados, y se revalorizaba el hecho de practicar de muy poco interés. En cierta forma, la cosifica. Y según David, sexo sin amor. Esa misma reflexión aludía a que hoy en día esa ella a él, también. La enfermedad, añade dulzura a los personajes, bandera izada va cayendo por su propio peso, ya que la vida no se aunque hay, detrás de la oreja de cada página del libro, la sospecha basa en contactos, sino en de que ella quiere acabar relaciones, y los contactos con él. Con su forma Philip Roth habla, en esta novela, de vida, y de sexuales pueden llegar a muerte, y las brechas que las distancia. O quizá, de de vida, con su poder. ser una vana utilización David es una persona del otro, con lo que a lo lo que las une. Que bien podría ser la lujuria, el sexo celosa, pero no sólo por convertido en pecado por la iglesia, motivo por el máximo que aspiran es inseguridad o temor a a generar un vórtice de que he escuchado, casi corriendo, la voz del animal perder a Consuelo, sino vacío, al menos, en uno de celosa de sus ideas, que moribundo. los lados de la cama. no las quiere cambiar y Si el libro de Roth fuese una las defiende con todas las sopa, la pasta estaría cruda, porque es así como nos muestra las armas que tiene, su palabra, sus gestos, sus actos, barreras relaciones, las convenciones sociales, la amistad, el sexo, el gusto que, como almenas, defienden su castillo. por el cuerpo, el tacto, la belleza de unos labios, la dependencia, En el animal moribundo, dos personas buscándose, se encontraron, el rechazo al amor, los miedos, a la vida, y a la muerte, una huida se distanciaron y se reencuentran, aunque no pensaban que iban voraz hacia delante y un freno en seco, en el momento que te a entrar en juego otras variables y puede que, al final, ambos planteas que, si cedes, estás perdido y solo queda la muerte. busquen, consuelo, en el otro; lo que eso supone de pérdida, quizá Para el protagonista, el sexo es, sobre todo, una demostración de haya que estar tras la mirada de David, para entenderlo. poder, ante sí mismo, ante la otra persona, ante la vida y ante la Tus ojos, si leen el libro, lo verán de otra forma, y no muerte. Esto es, quizá para mí, el trozo más crudo de su sopa, por pienses que lo que he contado delimita el libro, porque lo que tendría que dejarla más tiempo al fuego. pese a sus dimensiones, es un libro abierto a infinidad de Consuelo es una de las mujeres objeto de deseo de David, y sobre la interpretaciones, una de ellas, la tuya. n

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Pecados capitales: Lujuria

Caprice n Ainize Salaberri El lustre de la perla envuelve, en un mismo manto, picaresca, erotismo, amor, traición, libertinaje, secretos, lucha de clases y socialismo. Un retrato perfecto de una época victoriana industrial e injusta, escrito por una escritora del siglo XXI que se distancia de la historia y nos atrae más hacia ella, como el canto de las sirenas, a través de las palabras. Sarah Waters dijo que había escrito esta novela porque no había ninguna igual y porque, como lectora, era una historia que le hubiese gustado leer. Sólo así pueden escribirse obras maestras, me digo, mientras repaso las páginas de una segunda parte (la novela se divide en tres) que es lujuriosa y erótica, dura y excitante a un tiempo. Waters ha conseguido encandilar a miles de lectores gracias a estas páginas en las que poso mis ojos ahora, gracias a una historia que, por fuerza, no deja indiferente a nadie. Ha conseguido, además, que un libro no sea criticado por ser una novela lésbica, porque es mucho más que eso. De hecho, si algo consiguió Waters con esta novela fue mostrarnos la parte oscura, escondida, de una sociedad que podía ser muy excitante, muy lujuriosa, increíblemente promiscua. Así, mientras la primera se debate entre el amor y la traición, y la tercera entre el amor, la confianza y el socialismo, la segunda parte se debate entre orgasmos, sexo, esclavitud sexual y libertinaje. Y es esta segunda parte la que nos muestra un Londres, y unos londinenses, dispuestos a cualquier cosa por un poco de placer.

exactamente de la misma manera. Sin embargo, no es hasta la segunda y tercera parte cuando se hace algún tipo de referencia a esta frase. En la primera parte, nuestra protagonista, Nan Astley, conoce a una male impersonator –una mujer que se disfrazaba y actuaba como hombre en el teatro, en los conocidos music halls londinenses–, se enamoran y viven su amor entre tinieblas. Todas las referencias sexuales de esta primera parte se reducen a escenas de amor, más enfocadas desde los sentimientos que desde la lujuria. Ésta, de hecho, no tiene presencia alguna, puesto que el acto sexual es consecuencia del amor que las dos protagonistas, Nan y Kitty, se profesan. Sin embargo, la segunda parte, tormentosa en su mayoría, muestra el jardín de las delicias al que se entregan las mujeres lujuriosas y ricas del Londres más victoriano posible. Porque, además, la lujuria sólo pueden disfrutarla las clases sociales más altas. Es en esta parte donde se muestran las bajezas del ser humano y donde este pecado que en este número nos atañe está presente como el diablo en el infierno. De hecho, nuestra protagonista, que al principio de la segunda parte ejerce la prostitución por las calles de la ciudad disfrazada de hombre, cambiará un escenario infernal por otro que también lo es – la casa de Diana, su ama a partir de que la recoge de las calles y que se ha encaprichado de ella– pero en silencio. Nan vivirá a partir de entonces con todos los lujos imaginables, sin saber que sobre ella se cierne una tormenta.

El nombre de la novela no es casualidad. Tipping the Velvet, el título original del libro, es una frase hecha que se utilizaba en la época victoriana y que significaba,w literalmente, sexo oral, y puede entenderse el título en castellano, lustrar la perla,

De donjuán de music-hall a chapero

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La vida no se le presenta fácil en esta segunda parte a una Nan Astley que, al final de la primera, ha recibido el batacazo más fuerte de su vida. Cambia su apartamento con Kitty por una


El nombre de la novela no es casualidad. Tipping the Velvet, el título original del libro, es una frase hecha que se utilizaba en la época victoriana y que significaba, literalmente, sexo oral, y puede entenderse el título en castellano, lustrar la perla, exactamente de la misma manera. Sin embargo, no es hasta la segunda y tercera parte cuando se hace algún tipo de referencia a esta frase. al que pertenecían mujeres y hombres de las clases sociales más altas, y donde los secretos eran la moneda de cambio más común. Nan presenciará la auténtica naturaleza del ser humano y ella, esa chica de Whitstable que abría ostras y las servía, será la verdadera protagonista. habitación en una casa de huéspedes; ha de salir a la calle disfrazada de hombre, recuerdo de mejores épocas de su vida, y cuando se le presenta la oportunidad de ganarse un soberano por una felación, no se lo piensa dos veces. El conocido dinero fácil, que la sumirá en el agujero de la prostitución y por el que terminará corriendo peligro. “ –¿Hacer qué? -dije. / - Poner a mi servicio tu agujero del culo; o tus lindos labios, quizás. O simplemente meter tu bonita mano blanca por la ranura entre mis tirantes. Lo que prefieras, soldado, pero no te hagas el tonto, por favor. La tengo más dura que el palo de una escoba, y ansiosa de vaciarse.” Sin embargo, aparece en escena, de improviso, una mujer, Diana, que tras haberla seguido en varias ocasiones, la rescata y la pone a salvo bajo su tutela. Desconoce Nan por completo que esta tutela estará basada en una esclavitud sexual y en un espectáculo lésbico sin precedentes, del que le será muy difícil huir. En esta segunda parte Nan lo tendrá todo: buena comida, buenas ropas, paseos, mucho y buen sexo, y será la nueva sensación en los círculos londinenses creados, parece, por el mismísimo Marqués de Sade. Sarah Waters nos muestra el Londres más desconocido, el más liberal, el más sexual, aquél

– ¿Qué elegirías? ¿El bienestar o el placer? Se puso una mano en la mejilla. – El placer, supongo. Ella asintió. (...) – Dime, entonces: ¿Te quedarás conmigo aquí?¿Recibiendo placer y dándolo a su vez? – ¿Quedarme con usted? -dije–. ¿Quedarme como qué? ¿Como invitada, sirvienta...? – Como mi puta. (...) Querida, te lo he dicho, ¡tu sueldo será el placer! La lujuria, sin embargo, encadena sin grilletes, manda y ordena pero no permite sacar un pie fuera del tiesto. Diana es la ama de Nan; de alguna manera Nan le pertenece. La lujuria hace prisioneros a los que se dejan llevar por el placer y el sexo, y Nan se convertirá en una víctima de sí misma: cuando desee libertad, no la tendrá, y todo lo que hallará serán bofetadas y humillaciones. La lujuria, se dará cuenta la protagonista, es verdugo, y una vez accedes a ella, no se puede salir. Y es que Nan pagará con lujuria lo que no se puede comprar con bondad. Se verá encerrada en una casa de cristal, en la que todo el mundo mira cómo hace todo, en la que Diana, su ama, hará y deshará con ella sus deseos más sádicos. Y sólo la rodeará la humillación que la lujuria provoca, que sólo un ser como Diana puede traer consigo. Nan Astley sólo podría salir de allí con amor, pero con amor propio. ¿Le quedará algo de ese viejo sentimiento y de respeto por sí misma? n 23


Pecados capitales: Lujuria

Casa de juegos Fantasías reales en mundos oníricos

-¿Por qué no me acompañas? (…) -¿Adónde? –preguntó con desconfianza-. A estas horas no debe de haber nada abierto. -Sí, una casa de juegos.

n Ana Feito Gaia es la Madre Tierra. En Casa de juegos Gaia es una estudiante cubana que vive en La Habana, una mujer con un nombre especial que hace de ella alguien especial. Gaia vive atada al recuerdo casi inamovible de su amante perdido hace tiempo. Un hombre con el que tuvo una relación “de aquella manera” en la que ambos saben o aprenden a sobrellevar que ninguno de los dos se enamorará. Es la historia de un enganche, no del amor romántico que nos venden las princesas Disney y las grandes historias de pasión en las que la protagonista se entrega a su amado y éste le corresponde con un amor puro y sincero que durará para siempre. En Casa de juegos Gaia se entrega a sus fantasías, representadas en figuras masculinas que le dejan muy claro la realidad de que su relación no va más allá del deseo, la satisfacción, el sexo. Pero los enganches también tienen su parte de sentimiento y la pérdida de su amante deja a Gaia vacía de emociones. En plena búsqueda por avivar el deseo y desinhibir los sentidos se pierde en la delgada línea que pone los límites entre realidad y fantasía. Conoce a un hombre, tal vez Eros, que la invita a una cena en la que todo el menú consiste en alimentos afrodisíacos, una auténtica orgía del gusto que despierta a Gaia a una nueva realidad de su ser. El hombre, su Eros, la invita a acudir a un lugar especial y de la mano de la Orisha Oshun (diosa del amor y la fertilidad) entra en la Casa de juegos. La casa bien podría ser una moderna villae romana trasladada en el tiempo y el espacio a Cuba. La villas de la Roma más impúdica de Nerón o Calígula, donde hombres y mujeres, recostados sobre triclinios, bebían vino 24

y se abandonaban a actos de lujuria y perversión que serían capaces de hacer enrojecer al más libertino de todos nosotros. En esta Babel moderna no se quedan atrás y la Gaia renacida y liberada participa en la bacanal. Una inmensa orgía en la que toda fantasía se convierte en realidad, sin justificaciones ni remordimientos, sólo placer. Este viaje a lo más profundo de la lujuria parece solo un sueño cuando Gaia despierta renovada, saciada y cansada, pero perdida en el tiempo. Para ella han pasado dos días desde que entrara en la casa un viernes al anochecer, pero su reloj y el calendario se empeñan en decirle que no, que es sábado y no domingo. ¿Qué parte de sus recuerdos es real? ¿Cuáles son fantasía? ¿Existe siquiera el hombre que la invitó a la cena y a la Casa de juegos? Después de mirar de frente al abismo, compartir pecados con los dioses, ¿quién no lo ha hecho alguna vez? y resurgir de las entrañas de su ser Gaia será la que decida el camino a seguir: continuar en esa realidad paralela plagada de lo que deben ser alucinaciones y volver a la Casa de juegos donde los días se confunden y dioses del amor comparten su lecho, o regresar a la realidad de La Habana en la que las fantasías se convierten en pecados y los pecados en culpas. En 1999 Daína Chaviano publica Casa de juegos. La escritora nació en La Habana pero vive en Estados Unidos. Desde que publicó su primer libro de cuentos en 1980 nos ha regalado novelas, además de otros cuentos y poemas con los que ha sido reconocida con varios premios internacionales. En su temática no falta el amor, el erotismo, la fantasía y la mitología. n


Pecados capitales: Lujuria

París con cáncer

En Trópico de Cáncer la lujuria no está en el sexo, sino en la violenta reafirmación del “yo”. El existencialismo treinta años antes del propio existencialismo. Pasear por bulevares podridos y lograr sacar a la luz, la cara más sucia y grotesca de París, que no es otra que el reflejo que se impronta en los ojos y las manos de Henry Miller.

n Salvador J. Tamayo Hay lugares en los que morirse de hambre aún está considerado una forma de arte, sin duda París es uno de ellos. La lujuria en Trópico de Cáncer, la lujuria en la bohemia parisina de los años treinta, la lujuria en el nihilismo, la lujuria en Henry Miller. Quien vea únicamente la lujuria de Miller en la sucesión de escenas con alto contenido sexual, me merece el mismo respeto que aquel que ve a Sartre tan sólo como a un estrábico misógino existencialista. El segundo -y más importante- significado de lujuria según el diccionario de la RAE: “2. f. Exceso o demasía en algunas cosas.” Esta definición se cumple a la perfección en Miller, ya que a pesar de momentos en el libro como: “Puede que no se la follara, pero a lo mejor ella le dejó que le metiera un dedito... con esas tías ricas nunca sabes lo que pueden querer que les hagas” o “Tengo una picha empalmada de quince centímetros. Voy a alisarte todos los pliegues del coño, Tania, colmado de semen”; la lujuria se aprecia cuando no quiere excitar ni con el lenguaje -no tan sucio como pudiera parecer en un primer momento- ni con las abundantes imágenes como en las que hace referencia directa a mujeres y prostitutas de forma sexualmente explícita. París era la única puta de Miller. La lujuria aparece cuando, a través de las casi cuatrocientas páginas que componen la novela, demuestra que ha personificado a una de las ciudades más bellas de Europa, en una prostituta sucia, por las que “en sus calles corren ríos se semen sobre el asfalto”. Hace que París no sólo no se termine nunca, sino que se convierta en el último hogar de los pseudoartistas -con más ganas que talento- y supervivientes malditos de las ruinas de la bohemia: “París es un escenario artificial”, “Notre Dame se alza como una tumba sobre el agua”. No queda bohemia, tan sólo anarquistas románticos, que se dinamitan contra la sociedad burguesa e industrializada, que como el propio Miller, hablan de la lujuria como una especie de onanismo exacerbado del que ni quiere ni puede huir. La lujuria en Trópico de Cáncer es el exceso de vida. La literatura como una parte del propio escritor que va 25

más allá de lo vivido, de lo peleado, de lo imaginado. Más allá de la propia experiencia que se confunde con la dulce estética del fracaso, con vagabundos aristócratas que viven en palacios en ruina, en bulevares rotos. Miller propone la exaltación del hedonismo, de la nada, y como buen escritor que juega -y lo consigue- a ser inmortal, lo hace con la mera excusa de la gloria y la creación literaria. A los artistas les está todo permitido y casi todo perdonado. Los que censuraban en su día a Miller por hablar abiertamente de sexo, estaban tan ciegos ante su propia estupidez moral, que no vieron que el peligro residía en la predicación de un individualismo que no comulgaba con nada que no fuera expandir los límites de la realidad, del arte, del sexo y de la propia vida, hasta un nuevo estado de la conciencia más allá de la lujuria y promiscuidad sexual. En Trópico de Cáncer vemos una novela autobiográfica en la que el personaje principal es el propio autor. No es una novela más sobre artistas, hambre y vagabundos que se acuestan con burguesitas a cambio de una camisa nueva, un paquete de Gaulois y un plato de sopa. Es la novela que complementa un imaginario ya creado por la literatura bohemia de finales del XIX y sitúa a una generación ante un nuevo paradigma que se abría paso con el nuevo siglo. Como presunción estética y moral, el texto es inmejorable. Sabe captar a la perfección la suciedad, la stasis, el caldo de cultivo europeo de


Fuente: http://www.kolyada.com/Gallery2.htm

entreguerras: “No, lo que el artista necesita es sentirse sólo”. “¡Duerme Napoleón! No eran tus ideas lo que querían ¡Sólo tu cadáver!” y sobre todo ésta máxima que aparece hacia el final del primer cuarto del libro: “ Toda una ciudad erigida sobre el vacío abismo de la nada”. Miller fue tan sólo la punta de lanza, la chispa que encendió el fuego de una generación desencantada, el padre del huracán “beat” que hizo que sus textos fueran tomados como sacados de una versión revisada y mejorada de la Biblia. De hecho sus obras fueron para muchos la Biblia del siglo XX. Es innegable que el estilo de Jack Kerouac o Bill Burroughs bebe directamente de la prosa de Miller. En sus propias palabras: “El cáncer del tiempo nos está devorando”. “He trasladado la máquina de escribir a la habitación contigua, donde puedo verte en el espejo mientras escribo”. “Lo malo de Irene es que en lugar de coño, tiene una maleta”. “Nos detenemos cinco minutos y devoramos siglos”. “Es el triunfo del individuo sobre el arte”. “Estamos viviendo un millón de vidas en el espacio de una generación”. “Vomito por todo el cuarto, en la cama, el lavabo, los trajes, los vestidos, los chanclos, los bastones, las libretas que nunca toqué y los manuscritos fríos y muertos”. “¡Detesto París!, gime. Todos esos estúpidos que se pasan el día jugando a las cartas... ¡míralos! ¡Y escribir! ¿De qué sirve poner una palabra tras otra? Puedo ser escritor sin escribir, ¿no? ¿Qué demuestra el hecho de que escriba un libro?, además, ya existen demasiados libros.” Henry Miller y París y New York y Capricornio y Cáncer y un sombrero desgastado del que nada se sabe, del que ya nadie se acuerda. París como nexo de unión de todos los inadaptados, los vagabundos, los parias, norteamericanos, latinoamericanos, españoles, africanos. La gran ciudad que nunca se cansa de amamantar con sus enormes tetas el arte y el hambre de cientos de artistas. Henry Miller, Julio Cortázar, Roberto Bolaño, Vilas-Mata, Joan Pons, Mutabe Corkwell, Gerardo Lizárraga, Mishio. La lista es tan numerosa como lo son los cientos de pasajes que componen la capital Francesa. Cuando la lujuría se convierte en arte, la exaltación del propio individuo se impone al sexo. La supervivencia ante la inminente expansión de la nada sólo se entiende aceptándola, adorándola y multiplicándola en cada una de las acciones de los que la veneran. Los Trópicos, tanto Trópico de Cáncer, como Trópico de Capricornio -del que ya hablaré en una futura ocasión- son manuales para entender cómo funcionaba la sociedad parisina y neoyorquina de los años veinte y treinta. Curiosamente el descontento social se parecía demasiado al que se siente hoy. ¿La historia como eterno retorno o quizás el contexto perfecto para un nuevo Trópico en la primera década del siglo XXI? La lujuria es la forma en la que la soledad es llevada al límite y el límite está en cada “cama sucia y húmeda como cañerías, de putas que no saben hablar francés”, o en el reflejo del asfalto mojado camino de Montmartre donde empezó todo, en los años treinta. n

“La literatura procedente del frío cadáver de una puta es lo último que se debe servir en la cama” Trópico de Cáncer. Henry Miller

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Pecados capitales: Lujuria

Lujuria entre las letras n Pedro Larrañaga La turbación que provoca el sexo siempre consigue mediatizarlo todo. Ni siquiera la literatura del más alto nivel, es capaz de dejar una huella más profunda en la memoria del lector que aquellas escenas con prácticas carnales explícitas. A fin de cuentas, el sexo importa más que las letras. ¿O no? El sexo es un reclamo. El sexo es una necesidad. El sexo es una búsqueda. El sexo es una pelea. El sexo son cuerpos desnudos amaneciendo en una playa. Muchas escenas pueden ser consideradas sexuales y en gran parte de ellas podemos sentir cómo se derrama la lujuria. Por supuesto, no toda la lujuria tiene que ver con el sexo. Puede haber lujuria sin sexo. Evidentemente, también puede haber sexo sin lujuria. Puede, seguro. Lo que sí hay, sin el más mínimo género de duda, es sexo con lujuria y lujuria en el sexo. Esa combinación de sexo y lujuria puede haberla hoy, mañana y dentro de un mes. Puede haberla en la infancia, en la adolescencia o en la madurez. Puede haberla en un libro, en dos o hasta en tres. Sí, hay tres libros en los que se puede mezclar el sexo, la lujuria y la buena literatura. No es algo tan extraño a fin de cuentas, no en vano, literatura de calidad es utilizar las palabras precisas, y no otras, en el momento preciso. El buen sexo también se trata de eso, de los gestos y palabras precisas, y no otros y otras, en el momento preciso.

La adolescencia: “Os comedores de patacas” de Manuel Rivas (“Los comedores de patatas” en castellano)

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Un grupo de chavales, compañeros de clase en el instituto. Tienen todos entre catorce y quince años y es la primera vez en la vida (probablemente también la última para muchos de ellos) en la que participan de un revuelo provocador por un libro. ¿Un libro? ¿Qué le pasa a ese libro? ¿Has leído la página 35? ¿La has leído? No, no, ¿qué pasa en la página 35? Ya lo verás, ya lo

verás. En la página 35 hay una polla, un coño y unos cojones. En la página 35, pero sólo en la página 35, hay sexo crudo, claro y abierto. En la página 35 el protagonista, Sam, lee una revista pornográfica. La única de todo el libro, porque después de eso no hay más pollas, coños o cojones. Ni una sola revista pornográfica más. Antes y después está la historia de Sam, un muchacho que camina por un filo peligroso, a veces cerca de engancharse a la heroína, a veces más lejos de ella. A veces cerca de la delincuencia, a veces algo más alejado. Antes y después hay una prosa con una música particular, de esa que dice que se puede hablar de las cosas feas de un modo muy bonito. Una lírica que envuelve palabras y frases, para que las conversaciones de hospital entre Sam y aquel abuelo entren por tu garganta como una crema suave. Antes y después hay un ensalzamiento de la familia y la vuelta a la naturaleza, hay críticas, con cierta perspectiva, que le ven un poso en exceso moralista o sentimental. Sin embargo, cuando los padres de los alumnos que acudieron a protestar ante el inspector de educación (hecho real, sucedido en Ribeira, A Coruña, en 1999) por la lectura obligada de “Os comedores de patacas” no hablaron de lo que hay antes o después. Hablaron, por supuesto, de la página 35. Es lo que tiene el sexo, que lo mediatiza todo.


La juventud: “Lolita” de Vladimir Nabokov

La madurez: “Las partículas elementales” de Michel Houellebecq Pasó la adolescencia entre su grupo de amigos (puede que leyendo aquella página 35) y se le fue la juventud de las manos entre conversaciones sobre música y libros (puede que incluso sobre uno escrito por Nabokov). Ahora ya se le puede considerar un hombre maduro y camina solo de vuelta a casa. Ha anochecido (otra vez ha salido tarde de trabajar) y, sin ganas de cocinar, volverá a recalentar algo de comida en un microondas que acumula olores de otras comidas recalentadas. La soledad no buscada es un compañero complicado. Puede llegar a convertirse en parte de uno mismo, como una rémora asida para siempre a nuestra piel y de la que ya no podremos librarnos. Esa soledad está con nosotros cuando nos levantamos por la mañana, cuando fingimos leer el periódico en ese autobús atestado de gente o cuando apuramos una cerveza en la barra (con todo el mundo bailando a nuestra espalda). Esa soledad se apodera de nuestra piel hasta follando (evidentemente, ella no deja espacio para hacer el amor) y el desconcierto termina por bañarlo todo. Esa es la madurez que nos dibuja “Las partículas elementales”, una en la que prima esa falta de dirección en nuestros movimientos. Nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestro tiempo, nuestra cultura, ha perdido el faro que ilumina el camino. Esa estampa es la que Houellebecq nos regala, la que abre ante nosotros para que nos reconozcamos en esos hombres y mujeres que pagan por el sexo, que no dejan de buscar mientras besan, lamen, penetran o eyaculan. Que buscan, pero no encuentran. Al fin y al cabo, el sexo, como la lujuria, es una respuesta, pero hay otras. La literatura es una respuesta, pero ¿hay otras? n

Dos jóvenes universitarios, estudiantes de último curso, uno de derecho y el otro de psicología, conversan con un par de copas antes de salir a buscar fortuna en la noche. Hablan de música, de grupos nuevos apenas conocidos que desaparecerán al día siguiente. Hablan de libros, de esos que merece la pena leer. Hablan de Lolita. ¿Has leído “Lolita”? Sí, lo he hecho. A mí encantó. Sí, a mí también. No, a mí me encantó. Sí, lo sé, a mí también. No, a mí se me puso dura. Silencio. Esa es la única respuesta aceptable. No está bien que a uno se le ponga dura mientras lee la historia de Humbert Humbert. Mientras lee su desgarradora (pero también hermosa), retorcida (pero también honesta) y sádica (pero también feliz) confesión. Humbert Humbert quiere a Lolita. La quiere completamente. La quiere con todo lo que ello implica, tanto a nivel mental como físico, y eso duele. Por eso está mal que a uno se le ponga dura con Lolita, porque eso no se debe hacer. No se debe uno empalmar cuando lee literatura de verdad. No se debe querer a ángeles con hiel en las venas como Lolita. Hay tantas cosas que no se deben hacer, pero, por suerte, ahí está la literatura para hablarnos de ellas. Es lo que tiene la literatura, que todo lo cuenta.

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Pecados capitales: Lujuria

Retratando a Anaïs Nin

A través de sus diarios descubrimos las diferentes vidas de Anaïs Nin como escritura, como exploradora del erotismo narrativo y bebedora de experiencias.

n Verónica Lorenzo Los diarios personales de Anaïs Nin son uno de los documentos literarios más importantes del siglo XX. Durante los años 30 se especuló mucho en torno a esta obra por el hecho de que Anaïs, gracias a una vida intensa en numerosos planos, ha sido gracias a una vida intensa en numerosos planos, ha sido capaz de desplazarse libre y a veces misteriosamente por el universo cosmopolita del arte y la sociedad internacional. Para ella el diario era un ejercicio de escritura, un cuaderno de notas lleno de ideas, experiencias, conversaciones, materia prima para sus obras literarias. Un relato de su día a día, un diario de un viaje por su propio ser, descubriéndose y definiéndose como mujer. El diario nació a bordo del barco que conducía a Anaïs Nin, a su madre y a sus hermanos, de España a los Estados Unidos. Con once años escribía el diario para su padre, el compositor y pianista español Joaquín Nin, que los había abandonado por una mujer más joven. Ella utiliza el diario como un refugio donde reunir su ser disperso, su vía de escape a las exigencias de la vida. Lo lleva con ella siempre y escribe en cualquier momento, en un café mientras espera un amigo, en el tren. Lo utiliza como búsqueda de la verdad sobre ella y el mundo que lo rodea. En sus diarios encontramos retratos de personalidades influyentes, conceptos desarrollados en torno a la escritura o a la psique, todo aquello que ha vivido Anaïs se refleja en esta obra maestra. Escrito con un estilo natural, Anaïs no es una mujer de las que callan nada, sino que muestra cada detalle de la realidad que ella vive. Los manuscritos originales de sus diarios, que constan de 35,000 páginas, se encuentran actualmente en el Departamento de Colecciones Especiales de la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles). Existen dos versiones, las que originalmente fueron publicadas, censuradas y con nombres cambiados o no incluidos, como el de su marido, y las inexpurgadas. Las primeras constan de siete volúmenes, y las segundas de cuatro volúmenes (Henry, su mujer y yo; Incesto; Fuego; y Más cerca de la luna). También se han publicado los diarios de su infancia, de 1914 a 1931. Junto con los diarios, es interesante su correspondencia con personalidades de la época de diferentes ámbitos de la cultura. Anaïs Nin se carteaba diariamente con sus amistades, largas cartas con una calidad de contenidos abrumadora. Se escribían sobre sus trabajos literarios, pidiéndose consejos, comentando 29

sus últimas lecturas y también sobre aspectos más personales. Destaca sobre todo su correspondencia con Henry Miller y June, un triángulo amoroso que fue llevado al cine en el año 1990 por Philip Kaufman y protagonizado por Fred Ward, Uma Thurman y Maria de Medeiros. Anaïs Nin se casa muy joven en La Habana con un banquero. Se van a vivir a París y una vida aburrida y la lectura de D. H. Lawrence, autor de El amante de Lady Chatterley es el detonante para su inicio de una vida como escritora. En 1930 publica un ensayo sobre este autor que le relaciona con personalidades importantes, como Henry Miller a quien describe como una persona “muy diferente de su escritura brutal y violenta, de sus caricaturas, sus farsas rebelsianas, sus exageraciones. La sonrisa del rabillo de sus ojos es casi de payaso; el tono meloso de su voz es casi un ronroneo de bienestar. Es un hombre a quien embriaga la vida, que no necesita vino, que flota en una euforia generada por él mismo”. Henry trajo consigo a June, su mujer, quien comenzó con Anaïs una relación amorosa. En su diario explica el amor entre mujeres como “un refugio y una evitación del conflicto mediante la armonía y el narcisismo. En el amor entre hombre y mujer hay resistencia y conflictos. Dos mujeres no se juzgan mutuamente. Forman una alianza. En cierto sentido, es un amor de sí mismo”. En 1933 se reencuentra con su padre y comienzan una relación incestuosa por un tiempo. En 1939 emigra a Estados Unidos, allí se convierte en la primera mujer que publica relatos eróticos. Lo hace por necesidades económicas para un coleccionista anónimo a un dólar por página. Ella consideraba los personajes en sus escritos eróticos como caricaturas extremas y no pretendía publicarlos, pero cambió de opinión a principios de los setenta y permitió su publicación a modo de compilaciones en Delta de Venus y Pajaritos. Anaïs Nin es considerada como una de las más notables escritoras de literatura erótica femenina, de las primeras en explorar este mundo. Representa el erotismo sano, poético y de gran placer estético. Con su particular visión de la vida, es la perfecta narradora del bohemio siglo XX. n


Pecados capitales: Lujuria

lujuria Si

existiera

Antonio Gamoneda

Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu / al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel, / tus pétalos vivientes. En función de las definiciones, que van del vicio a la honestidad, este poema no tiene cabida en ninguna parte.

Cristina Peri Rossi 30

la

n Por Fusa Díaz

A menudo las definiciones que nos ofrecen los diccionarios son escurridizas, y uno va de palabra en palabra asombrado, como saltando por tejados resbaladizos y nada seguros. Cuando se desconoce por completo el significado, se lee sin prejuicios, pero cuando uno tiene nociones o, peor todavía, cuando uno cree a la perfección qué quiere decir una palabra y, como para corroborar, la busca en un diccionario, todo queda desencajado. Por eso, cuando decidí hablar de la lujuria en la poesía, en el poema, en el poeta, me vi obligada, antes de empezar a sumergirme en los versos, a buscar la palabra. Y en la rae me dieron esta solución: vicio consistente en el uso ilícito o en el apetito de los deleites carnales. Me detengo un momento. Empezar con la palabra vicio me parecía justo, ¿pero quién determina cuál es el uso ilícito? Y de la segunda parte, si entendemos el o como separador, ¿quién nos dice cuándo el apetito de los deleites carnales es correcto? Entonces sigo el juego que me propone, con tanta solemnidad la Real Academia, y busco ilícito: no permitido legal o moralmente. Si se trata de los deleites carnales (si hablamos de vicio en el uso ilícito, después no podemos usar la palabra deleite, que es amable e incita al placer), entiendo por legal o moralmente que, por ejemplo, el acto sexual entre un hombre mayor de edad y una jovencita es lujurioso. ¿En todos los casos? Pero sigamos, sigamos porque no todo está perdido y la rae todavía puede aclararnos este laberinto etimológico. Si buscamos moral, nos encontramos con que es perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o la malicia; y si buscamos malicia, hablamos de maldad o de intención solapada, de originario maligna o picante, con que se dice o se hace algo. Curioso, cuanto menos, que usen la palabra picante, habiendo empezado buscando la palabra lujuria. Tengo la sensación de que el momento de enfrentarme al poema lujurioso todavía me queda lejos, porque necesito aclarar algunos conceptos con el diccionario, así que me hago una lista. Erótico: perteneciente o relativo al amor sensual o que excita el apetito sexual. Sexualidad: apetito sexual, propensión al placer carnal. Sensualidad: propensión excesiva a los placeres de los sentidos. Obsceno: impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Impúdico: sin pudor, sin recato. Recato: cautela, reserva, honestidad, modestia. Respiro. Respiro entre tanto desorden. La lujuria se roza de tan cerca con la sexualidad que asusta, y sin embargo la sensualidad, que yo entendía mucho más sutil y permisiva, es una propensión excesiva. Empezar con lujuria y acabar perdiéndose entre el recato y la honestidad me da una pista de lo difícil que se me presenta el enfoque de este artículo, que pretendía ser un paseo por la lujuria poética. Por otra parte, para mí es mucho más sencillo que todas estas definiciones, o mucho más complicado: depende. Buscando en los poemas ese vicio consistente en el uso ilícito, me doy cuenta de que, depende del lector, la lujuria puede no existir nunca. Habrá, también, quien incluso en la erótica encuentre lujuria, y habrá quien estire aquello ilícito hasta fronteras infranqueables y no acabe de encontrar nunca la lujuria y todo le parezca un juego


como el de las definiciones, como el de los placeres carnales. Organizas las palabras, las pones una encima de otra, una debajo de otra, una detrás de otra, como una desenfrenada orgía en la que por fin fornicas con quien quieres. Por un momento tienes al mundo por el cuello. Por un momento. Es maravilloso. Éste es el invento. El invento. Roger Wolfe Gioconda Belli

Gonzalo Rojas

Gonzalo Rojas se disfraza, precisamente, de observador, de voyeur, y nos ofrece algo que, según para quiénes, será impúdico y desagradablemente lujurioso. Incluso él mismo nos advierte en el final del poema que esta escena, diástole y sístole de un mismo espejo, hermosa, bella, no será así contemplada por nadie. Josefa Parra

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Abierta la puerta a la poesía, a las orgías y al maravilloso momento de tener el mundo cogido por el cuello, me atrevo a nombrar qué es lujuria, caso de existir, y qué no. El primer invitado es Antonio Gamoneda: Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu / al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel, / tus pétalos vivientes. En función de las definiciones, que van del vicio a la honestidad, este poema no tiene cabida en ninguna parte: no es del todo obsceno, porque decir bragas en un poema no es como para avergonzarse; sin embargo, ¿cuántos habría que catalogarían estos versos como ilícitos? Hablar de gemidos y de pétalos vivientes habrá a quien le sonroje, estoy convencida. La siguiente que deberá subirse al ring es Josefa Parra, que con unos preciosos versos nos deja el cuerpo temblando: Por detrás de la puerta, / guardado por cerrojos de silencio y de agua, / esperando, desnudo, tu cuerpo. Tibiamente, / mansamente desnudo, hermoso hasta el dolor. / No entraré a descubrirte. / No violaré el santuario de tu carne entreabierta. / Demasiado peligro para sólo una vida, / demasiado pecado para tan sólo un alma. Ella misma llama al pecado, en su propio poema, y aunque no hay ninguna referencia a si es un cuerpo masculino o femenino, la carne entreabierta nos da una pequeña guía de la sexualidad y la sensualidad de estos versos. Con tanta poesía, tanta imagen bella, parece imposible que la lujuria cohabite con estas palabras; aun así, confío en mi criterio cuando digo que habrá quien encuentre vicio aquí. Y ya no quizá explícito, sino que pasará a ser lujurioso el simple hecho de saber hablar de según qué temas sin ruborizarse, sin escándalo. Ahí está la verdadera lujuria: que no se esconde la poesía ante nada. Como tampoco se esconde, afortunadamente, José María Fonollosa, experto en andar descalzo sobre la lujuria: Yo sé que a ti te gusta aunque lo niegues. / Lo sabemos los dos. Tú te complaces / sumisa obedeciendo mi deseo. / Aparentas desgana, mas te agrada. // Quiere ser dominada la mujer. / Le gusta ser forzada. Opone siempre, / aun débil, resistencia a ser amada. / Le place ser tomada por la fuerza. A pesar de que aquí aparece la mujer como amada, no hay duda de que, hasta el momento, seguramente éste sea el poema más lujurioso. ¿Pero hasta qué punto es ilícito lo que aquí cuenta José María Fonollosa, por qué sería inmoral? Una vez más me doy cuenta de que se necesita un lector muy estricto para encontrar la lujuria poética. En mi caso, sigue sin existir. Gioconda Belli nos muestra sobradamente cómo de sexual puede ser una poeta, y esquiva la lujuria con maestría, ¿pero todos opinarían igual?: Déjame que esparza / manzanas en tu sexo / néctares de mando / carne de fresas; // Tu cuerpo son todas las frutas. // Te abrazo y corren las mandarinas; / te beso y todas las uvas sueltan / el vino oculto de su corazón / sobre mi boca. / Mi lengua siente en tus brazos / el zumo dulce de las naranjas / y en tus piernas el promegranate / esconde sus semillas incitantes. // Déjame que coseche los frutos de agua / que sudan en tus poros: // Mi hombre de limones y duraznos, / dame a beber fuentes de melocotones y bananos / racimos de cerezas. // Tu cuerpo es el paraísos perdido / del que nunca jamás ningún Dios / podrá expulsarme. Es explícita, como explícita es, en mi definición particular, la sexualidad, quizá la obscenidad, pero qué hay de inmoral en que una mujer ame el cuerpo amado y lo cubra de frutas todas. Habrá lectores que no entiendan la necesidad de escribir sobre según qué actos, y probablemente sean éstos los que consideren lujuriosos muchos


Jaime Sabines

José María Fonollosa María Rosal

Si existiera la lujuria

El poema de Jaime Sabines es el que mejor he encontrado para hablar de la moralidad de la lujuria, de lo que creo que podría ser fácilmente juzgado como intención maligna y picante.

de los poemas que desde Granite and Rainbow catalogamos, de querer hacerlo, como sensuales o eróticos, hermosos de todas formas. Sin duda, no será Cristina Peri Rossi, después de leer este poema, quien juzgue de inmorales los poemas mostrados hasta el momento: Tu placer es lento y duro / viene de lejos / retumba en las entrañas / como las sordas / sacudidas de un volcán / dormido hace siglos bajo la tierra / y sonámbulo todavía // Como las lentas evoluciones de una esfera / en perpetuo e imperceptible movimiento / Ruge al despertar / despide espuma / arranca a los animales de sus cuevas / arrastra un lodo antigua / y sacude las raíces. El siguiente poema, de Jaime Sabines, es el que mejor he encontrado para hablar de la moralidad de la lujuria, de lo que creo que podría ser fácilmente juzgado como intención maligna y picante: Codiciada, prohibida / cercana estás, a un paso, hechicera. / Te ofreces con los ojos al que pasa, / al que te mira, madura, derramante, / al que pide tu cuerpo como una tumba. / Joven maligna, virgen, / encendida, encerrada, / te estoy viendo y amando, / tu sangre alborotada, / tu cabeza girando ascendiendo, / tu cuerpo horizontal sobre las uvas y el humo. / Eres perfecta, deseada. / Te amo a ti y a tu madre cuando estáis juntas. / Ella es hermosa todavía y tiene / lo que tú no sabes. / No sé a quién prefiero / cuando te arregla el vestido / y te suelta para que busques el amor. Quizá éste sea, como decía, el que está más cerca de la lujuria, por ese amor carnal que despide hacia una madre y una hija, ¿pero es que no hay contradicciones en las vidas de los lectores, tampoco? A mí, si me ciño a la literatureidad de estos versos, me parece extremadamente provocador y también sexuado y prohibitivo, y además sólo busco, cuando leo, eso. Por lo tanto, no hay lugar para la lujuria, tampoco, en este acto obsceno e ilícito de Jaime Sabines. ¿Debería haberlo en el caso de que observáramos como individuos y no como lectores? Gonzalo Rojas se disfraza, precisamente, de observador, de voyeur, y nos ofrece algo que, según para quiénes, será impúdico y desagradablemente lujurioso: Bésense en la boca, lésbicas / baudelerianas, árdanse, aliméntense / o no por el tacto rubio de los pelos, largo / a largo el hueso gozoso, vívanse / la una a la otra en la sábana / perversa, / y / áureas y serpientes ríanse / del vicio en el / encantamiento flexible, total / está lloviendo peste por todas partes de una costa / a otra de la Especie, torrencial / del semen ciego en su granizo mortuorio / del Este lúgubre / al Oeste, a juzgar / por el sonido y la furia del / espectáculo. / Así, /Equívocas doncellas, húndanse, acéitense / locas de alto abajo, jueguen / a eso, ábranse al abismo, ciérrense / como dos grandes orquídeas, diástole y sístole / de un mismo espejo. / De ustedes / se dirá que amaron la trizadura. / Nadie va a hablar de belleza. Incluso él mismo nos advierte en el final del poema que esta escena, diástole y sístole de un mismo espejo, hermosa, bella, no será así contemplada por nadie, pues verán, y eso intentamos descubrir en este artículo con la selección de poemas supuestamente lujuriosos, si existiera la lujuria, verán que sólo le debemos el rechazo, sólo podemos recatarnos antes semejantes acciones, y salvarnos de ello. Pero María Rosal, la última en comparecer ante la lujuria, ni yo tampoco, no está dispuesta a refugiarse: Te ahogaré en mi cuerpo / una tarde de agosto, / mecido entre mis pechos / como árboles nocturnos. / Requisaré tu lengua para el perfil más duro / de mi carne. Hombre tú, / hombre siempre soñado. / Mas no ignoras la trampa y sabes / que te espero, cepo para tus huesos, / húmeda dentellada. / Y aunque caminas lento, llegas inexorable. / Te acercas y te vistes / sólo para el banquete. / Alacrán confiado, cabello desmedido. / Te acercas y te arranco la vida a dentelladas. / Sumisa cae la tarde de agosto / sobre tu piel de pájaro: / ángel asaeteado entre sábanas tibias / y un corazón latiendo / con las fauces abiertas. Si la lujuria existiera y no fuera considerada un vicio inútil y despreciable, estos poemas serían una buena representación. Si existiera la lujuria, si no fuera una palabra de mentira. n


Pecados capitales: Lujuria

La Celestina, pasión y desenfreno

Un puente hacia el equilibrio renacentista.

n Rosa Rodríguez “La Celestina”, título concluyente (tras dos ediciones anteriores que aparecían como “Comedia y “Tragicomedia” de Calisto y Melibea) para una de las magníficas creaciones de la literatura española. Fue escrita por Fernando de Rojas en el siglo XV, una época de importantes cambios en todos los niveles de la vida, y un período que sirve de puente entre el final definitivo de la Edad Media y la entrada, también definitiva, en el siglo XVI, del Renacimiento o la llamada Edad Moderna en España. Destaquemos, por cier- to, la protección de los Reyes Católicos a las Artes y a las Letras, junto a la reciente invención de la imprenta, como hechos fundamentales en el florecimiento de la cultura y, concretamente, de la Literatura de este período. Fernando de Rojas, consecuente con los cambios que se están generando en el momento histórico del siglo XV, se decanta por imprimir en “La Celestina” elementos fundamentalmente medievales, siempre a la luz de una Edad Media que está entrando en su ocaso, al mismo tiempo que va dejando que penetren, en diversas ocasiones, los primeros rayos del humanismo renacentista. Las referencias que se hacen a la obra parten de la cuarta edición de Clásicos Universales Planeta, de 1988, que contiene una introducción de Juan Alcina de1980. El título hace homenaje a la idiosincrasia de este personaje central de la obra, la vieja Celestina, y que cuenta con antecedentes en la literatura española. Incuestionable 33

la alusión a la figura de la Trotaconventos que, un siglo antes, crea Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, en su obra “Libro de Buen Amor”. Bajo el nombre de Trotaconventos se escondía un personaje de características si-milares al personaje creado por Fernando de Rojas. Y para una mejor introducción en el contexto psi-cológico de ambos ca-racteres, señalemos qué concepto de “celestina” remite a una “alcahueta”, es decir, a una “mujer que concierta, encubre o facilita una relación amorosa, generalmente ilícita” (DRAE). Definición que nos viene como anillo al dedo para iniciar un análisis de la obra, a partir del hechizo que ejerce en los personajes la lujuria, y la justicia que el autor decide aplicar sobre este pecado capital. La trama de “La Celestina” se inicia in medias res, en el jardín de Melibea, a quien Calisto, (que ha entrado persiguiendo un halcón) manifiesta un interés des-comedido por alcanzar su amor tras haber visto en ella “la grandeza de Dios”; a esto le sigue el rechazo de Melibea, lo que desencadenará la acción de la obra y la intervención del resto de personajes. Enloquecido nuestro galán por el repentino amor que siente hacia su dama, Melibea, muestra con duras quejas su dolor y desvarío a su criado Sempronio, quien se ofrece a ayudar a su señor, pues en ello ve suculentas ganancias; para ello, le propone acudir a la mediación de Celestina. Sin embargo, Pármeno, su


otro criado, le advierte de la verdadera condición de la vieja «INCIPIT O SÍGUESE» (a la que parece conocer bien), no sólo llena de falsedades y “La comedia o tragicomedia de Calisto y Melibea, compuesta astucias, sino que también se enorgullece de ser llamada por en reprehensión de los locos enamorados que, vencidos en su las gentes «¡puta vieja!». desordenado apetito, a sus amigas llaman y dizen ser su dios. Un breve e interesante paréntesis para hacer alusión a la Assimesmo fecha en aviso de los engaños de las alcahuetas y genial descripción que Pármeno hace de Celestina y en la que malos y lisonjeros sirvientes”. La Celestina hallamos gran riqueza por lo que respecta al uso del registro coloquial y vulgar. Un retrato lingüístico digno de mención. El designio de Rojas en “La Celestina” constituye un Hay que reconocer que el lenguaje es tratado por Rojas con tema bastante debatido. Queda reflejada en los enunciados verdadero lujo, teniendo en cuenta en todo momento el anteriores su intención moralizante; Y de hecho, todos los estatus social de cada uno de los personajes. Los registros personajes que han abusado de sus desmanes, que han pecado, culto, coloquial y vulgar se mezclan en la obra paralelamente son castigados por F. de Rojas con la muerte. En el desenlace, los a la miscelánea de dos pecadores mueren, y además mundos harto diferentes, sin confesión, por haber el de los señores con su excedido la satisfacción de riqueza (Calisto, Melibea, un amor irresponsable, ya no Alisa y Pleberio) y el sólo por haberse servido de de la servidumbre y la la lujuria, sino además, por prostitución, con su pobreza servirse para ello de medios (Celestina, Sempronio, vedados. Pármeno, Areúsa, Elicia…). Sin embargo, es indudable Volviendo a nuestro que una obra de la dimensión relato, Celestina vence de “La Celestina” no se queda la oposición de Pármeno aquí, porque en realidad va tentándole con dinero y mucho más allá de imponer amor. A partir de aquí se castigo a los placeres establecen y fortalecen las prohibidos. Recordemos relaciones entre Celestina y que también Juan Ruiz, en sus pupilas, Elicia y Areúsa, su mencionado “Libro de con Sempronio y Pármeno. Buen Amor”, nos declaraba Al mismo tiempo, Calisto sus sencillas intenciones de no solo es aceptado por que los amantes conocieran Melibea, sino que enseguida los peligros del loco amor se entregan ambos a su y también el buen amor, desenfrenada pasión gracias para que supieran elegir lo a la astuta conciliación de que mejor les convenía. Y Celestina; pero ésta, llevada asimismo, Cervantes, en por su codicia, no quiere “Don Quijote de la Mancha”, compartir con Sempronio pretendía censurar las y Pármeno las ganancias novelas de caballería a través obtenidas de su trato con de los desvaríos a los que Calisto. Y ellos, sintiéndose había llegado el protagonista engañados, dan cruel pretendiendo emular lo que, muerte a la vieja, hecho por durante días y noches, leía el cual serán detenidos y sin parar en la ficción. Y ajusticiados. A la par, se todos sabemos que tanto el oyen gritos en la calle y, contenido como la forma de Calisto, que se complace estas obras de arte exceden con Melibea en uno de los límites de una simple sus muchos encuentros lección moral, sin descartar La trama de “La Celestina” se inicia in ésta, nocturnos, se asusta y sale por supuesto. corriendo; pero alguien ha medias res, en el jardín de Melibea, a quien Además del propósito moral retirado la escalera y cae Calisto, (que ha entrado persiguiendo un de ejemplaridad, Rojas nos al vacío desde lo alto de la halcón) manifiesta un interés descomedido ofrece una visión pesimista torre de su amada. Melibea, del mundo y de la vida, muy al ver muerto a su amante, por alcanzar su amor tras haber visto en al estilo medieval: el mundo y su joven vida rota por la ella “la grandeza de Dios”; a esto le sigue el como un valle de lágrimas, desgracia, decide suicidarse, rechazo de Melibea, lo que desencadenará la al que se ha aludido más no sin antes referir a su padre al hablar del planto acción de la obra y la intervención del resto arriba, todo lo sucedido. Finaliza de Pleberio. Para que el lector Rojas su obra con el famoso de personajes. extraiga una lección moral, el “planto de Pleberio” en el autor alude a la muerte de los que domina, por un lado, el lujuriosos amantes, lo cual lamento de los desgraciados padres que permanecen en la vida reprueba por el mal y el daño que causan, quede claro, los amores mientras su amada hija ha muerto, y por otro, asistimos a las ilícitos; y justifica con ello, bajo esta moralidad, la presencia acusaciones al mundo y al amor por sus engaños y falsedades. de elementos obscenos y lascivos (de nuevo nos hallamos ante En boca del anciano padre, Rojas pone de manifiesto toda una reminiscencias del “Libro de Buen Amor”) en la obra, no vaya a serie de tópicos medievales sobre la vida y la muerte. ser que la censura (la Santa Inquisición) ponga alguna objeción. Al respecto del propósito o intencionalidad, dice el autor, Una indiscutible obra de transición entre la Edad Media y el justo antes de dar inicio al corpus de la obra: Renacimiento. Los tópicos medievales de carácter negativo 34


sobre la vida terrenal se entremezclan, contradictoriamente, con mucho en acabar cediendo al poder de la lujuria, al disfrute una visión más optimista de la vida, en algunos aspectos. No de las pasiones más desenfrenadas al que tan bien saben en todas las páginas prevalece el sentimiento final de Pleberio arrastrarla las artes de la alcahuetería. Asimismo, Lucrecia, (¿Por qué me dexaste triste y solo in hac lachrimarum valle?). la criada de Melibea, se muestra totalmente cautivada por el Otros personajes ven el mundo como un lugar de disfrute. ¿Un deseo sexual al ver y oír a su señora gozar con Calisto. anticipo del “Carpe diem” renacentista? Claro que sí. Sin ir más lejos, Calisto y Melibea, siendo ambos de la misma condición Y, por supuesto, no podemos restar importancia a la social, no desean un hogar, sino un “amor”. Ella pone de complicidad que en el desarrollo de los acontecimientos van a manifiesto un gran arrojo e hipocresía al encubrir y satisfacer ejercer las pupilas o prostitutas de Celestina: Elicia y Areúsa. su amor clandestino. Y, además, se lamenta, tras la muerte de su Hay que señalar que, aunque ambas dependen de Celestina y amante, de no haber gozado más del placer. En realidad, Melibea trabajan para ella por dinero, es seductor el personaje de Areúsa, se queja de que Calisto haya muerto, pero no se arrepiente ante por lo que respecta a esta proximidad a una nueva visión de la sus padres de haber disfrutado sus amores ilícitos. vida que se viene comentando. La joven pone de relieve su odio Por su parte, Calisto, hacia las “señoras”. A ella que en muchos momentos no le importa trabajar como se sirve de claros elementos prostituta si esto significa del amor cortés (idealización no estar subordinada a de la amada, ella es su dios, ninguna de éstas; ve en la usa un lenguaje artificioso y prostitución una forma de cortés…), en realidad, lejos adquirir la libertad que las de seguir el código cortés, se señoras, por su condición e deja llevar por el impulso de hipocresía, son incapaces de la desesperación recurriendo obtener. Prefiere vivir la vida a la mediación de Celestina, en su plenitud, sin depender aun conociendo su mala de nadie. profesión (Pármeno le ha prevenido de su verdadera A modo de conclusión, personalidad). Calisto, que podemos decir que “La representa un nuevo estilo Celestina” representa la de vida de la clase ociosa, eco condenación de los excesos de los cambios que se están del amor cortés, puesto produciendo en la sociedad, que los protagonistas han sólo aspira a disfrutar del quebrantado los códigos que amor en toda su plenitud; vienen marcados por éste es egoísta, pues su único y por la moral cristiana. La interés en la vida se limita obra invita a disfrutar del al juego del amor, al placer, “fruto prohibido”. Basta al gozo. Su pasión carnal, con ver que Calisto, bajo la junto a su inactividad, por complicidad de sus criados, encima de todo. Pero también acepta recursos fuera del sus criados son personajes amor cortés, tales como la que reflejan nuevos rumbos magia y la alcahuetería, a fin en la sociedad: Sempronio de satisfacer sus lujuriosos y Pármeno se alejan de deseos. Recursos, por otro las relaciones feudales lado, que no son más que medievales; la relación con señales de gravedad sobre su señor viene marcada por el el desenlace de la historia. lucro personal. Melibea termina cediendo a Sí, ¡Carpe diem! E ellos, a pesar de mostrarse incluso se ha apuntado un recatada en un principio; el cierto paganismo de Calisto, poder que la lujuria ejerce a quien su criado Sempronio en ella es determinante, pues trata de hereje cuando, al reconoce que prefiere ser una preguntarle éste si él no es En el desenlace, los pecadores mueren, y “buena amiga” a ser una “mala cristiano, Calisto responde: además sin confesión, por haber excedido la casada”, rechazando con ello ¿Yo? Melibeo soy, y a idea del matrimonio al oír satisfacción de un amor irresponsable, ya no la Melibea adoro, y en Melibea los planes que sus padres creo, y a Melibea amo (“La sólo por haberse servido de la lujuria, sino tienen para ella. Celestina”, pág. 24). Puede además, por servirse para ello de medios Los enamorados encarnan, haber aquí ciertos indicios de vedados. pues, el idealismo a través la llegada del Humanismo, de la exaltación de las con la intranquilidad emociones y de la pasión. individual (antropocentrismo Pero el suyo es un idealismo renacentista frente a teo-centrismo medieval). que, mezclado con el corrompido ambiente que les rodea, Por su parte, Celestina, a fin de enredar y convencer conduce su juventud a un trágico final, pues su vida acaba de a Melibea la invita a gozar de su juventud, ya que para la vieja forma violenta e indigna. La Fortuna medieval, a la que alude alcahueta, la vejez no es más que “mesón de enfermedades, Pleberio en su planto final, no es más que la casualidad, la acción congoja continua, llaga incurable…”; la vejez es mala para inquebrantable de un destino al que los mismos personajes todos, ricos y pobres, por ello, es bueno que la joven no pierda se han allegado al desear someterse a las desenfrenadas la oportunidad de hablar con Calisto. Si esto en un principio pasiones. Por ello, se ha considerado que la obra es una visión supone la rebelión de Melibea, ya sabemos que no tardará existencialista del caos que gobierna el mundo. n 35


Imagen: Gragori Civera

Pecados capitales: Lujuria

El mismo mar de todos los veranos

n Marta Gómez Garrido Esther Tusquets irrumpió en el panorama literario en 1978 con la novela El mismo mar de todos los veranos. Quizás era su mismo mar, junto al que habían crecido ella y su protagonista, pero desde luego no fue el mismo que había contemplado la literatura española hasta el momento. Sus páginas se llenaron de frases intimistas, de pensamientos repentinos y elaborados, de miedos y deseos inalcanzables; pero sobre todo de una voz femenina que se reconocía diferente a la de las obras masculinas, que creaba con cada párrafo una forma de expresión propia y única. Fiel a su visión única, también la sexualidad adquiere una nueva perspectiva en la novela de la autora catalana. La lujuria no es mero deseo físico, una urgencia fisológica superficial, sino que en este mar de palabras el deseo sexual se engarza con la juventud perdida y con el ansia de libertad. El contacto con el cuerpo de Clara, la joven amante de la protagonista, supone una escapatoria a la edad madura en la que se encuentra la protagonista, su último intento por vivir una historia diferente a la que su entorno, y quizás ella misma, siempre esperaron. Significa recuperar su infancia y reinterpretarla: “La estoy introduciendo sin advertencias previas en un rito iniciático, quizá con la esperanza de que no entienda, o quizá con la secreta esperanza, con el prohibido deseo, de que después de tanto tiempo alguien pueda entender algo por fin”.

de alivio –realmente todavía hoy con un suspiro de alivio– que todo sigue en orden y que el sexo campeo desnudo entre las largas piernas, entre las lisas piernas de bronce […] Y ahora mi madre, digo, desde cuarenta años atrás, surge entre las sombras, se acerca al joven de bronce, arranca decidida de entre sus piernas una hoja de parra también de bronce, pero inequívocamente superpuesta a la primitiva escultura” Así, la mención y el juego con lo prohibido suponen una vía de escape de la fría cárcel de la obligación. Esta libertad permitirá a la protagonista indagar en su pasado y buscar sentido a su presente y, quizás, sólo quizás, a su futuro. La mirada sexual traspasa la vida personal de la protagonista y se derrama sobre los objetos inanimados, como las flores, de las que brota también esa pasión sensual que destila el texto. Porque, en cierta medida, es su forma de afrontar la libertad personal, la única manera de romper las barreras impuestas. “Entre la colora grasienta –color a carne muerta– de los lirios, asomaban los penes amarillos envueltos en pelusa, y todavía más obscenas, más sucias, más putrefactas, unas florecillas blancas diminutas –sólo las he visto en los altares blancos de la Virgen durante el mes de mayo– rodeaban como una lluvia de semen las rosas y los lirios”

Intentar comunicarse en un grito mudo con el exterior, una llamada desesperada de carne y humores, de caricias silenciosas que borran las palabras ya gastadas:

La lujuria que transpira el texto no es únicamente verbal, sino, sobre todo, sensorial. Emana del texto a través de la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato, permitiendo al lector embriagarse con la sensación del deseo y no sólo con su mención.

“Clara florece y se expande entre las ruinas, veo nacer una Clara distinta en la vieja Casona de la abuela, por la que nos buscamos y nos acariciamos sin tregua, pero también sin impaciencias ni ansiedades, con suavidades nuevas recién aprendidas, impuesto todo sin duda por esta Clara risueña y expansiva que parece haber tomado –tras aniquilar los fantasmas de un pasado– segura el mando, porque no ha vuelto a repetirse la desolada violencia de las caricias de los primeros días”

“Me envuelve el graznido ronco –dime que tú también sientes lo que yo, dime que no has podido pensar en otra cosa desde que nos conocimos… ¡qué disparate en un ruiseñor de esmeraldas! –, y siento que me diluyo en el rosa y el nácar, en el brillo enfermizo de pedrerías locas, en el aroma pegajoso y demasiado denso de los dos perfumes que se mezclan, en el chirrido del disco equivocado que musita una canción imposible, mientras tengo la lengua de la mujer-pájaro, de la mujer-serpiente, enroscándose a la mía”.

Pero sobre todo, la lujuria es libertad: la aniquilación de las normas morales impuestas por una sociedad conservadora, religiosa y dictatorial, porque el contexto que circunda al verano desde el que se cuenta la historia está aún marcado por la Guerra Civil, una contienda en la que los padres de la protagonista salieron como vencedores. Por esa moral de catequesis y púlpito, todo lo relacionado con el sexo y el deseo era un tema tabú, pero que al ser susurrado representaba la libertad que quiebra las normas impuestas.

El objeto de tal deseo no puede ser una persona de carne y hueso, sino un ser idealizado, que represente todos los sueños perdidos de la infancia. Un recipiente donde verter las utopías acumuladas durante años, una “tiernísima sirena de senos adolescentes” que se deja mecer por los deseos de la protagonista a través de un mar que desconoce pero que le intriga. Se adentran juntas, así, en una pasión que quema, que anega y que empuja su vida como las olas de ese mismo mar que la narradora vislumbró todos los veranos, en esa masa de agua, más recuerdo que realidad, en la que la esperanza de la felicidad parece evaporarse por momentos, como la espuma de la marea, por eso la beben a mordiscos y con el ansia de una lujuria reinterpretada por la autora. n

“Sigo pues el viejo juego o el viejo rito, y le miro curiosa –realmente curiosa– entre las piernas, y compruebo con un suspiro 36


“Hay una leyenda sobre un pájaro que canta sólo una vez en su vida, y lo hace más dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la tierra. Desde el momento en que abandona el nido, busca un árbol espinoso y no descansa hasta encontrarlo. Entonces, cantando entre las crueles ramas, se clava él mismo en la espina más larga y afilada. Y, al morir, envuelve su agonía en un canto más bello que el de la alondra y el del ruiseñor. Un canto superlativo, al precio de la existencia. Pero todo el mundo enmudece para escuchar, y Dios sonríe en el cielo. Pues lo mejor sólo se compra con grandes dolores... Al menos, así lo dice la leyenda”.

Imagen: Steven Siewert

Pecados capitales: Lujuria

Entre líneas

n Marga Martín “El pájaro espino” son memorias de una infancia, recuerdos de un tiempo envuelto en la neblina del pasado. Son imágenes de un grupo de mujeres (madres, abuelas, vecinas...) reunidas en torno a un viejo televisor, absortas en una historia de amor prohibido, ensimismadas en pensamientos que las ruborizarían si fuesen pronunciados en voz alta, escandalizadas ante la presencia de un tal Richard Chamberlain... una cara de querubín que incitaba al pecado. Son las mujeres de aquel entonces, de una España que recién estrenaba democracia y que poco a poco iba retirando los rombos de la censura para dar paso a la visión del mundo libre. Mujeres a las que yo espiaba detrás de una puerta entreabierta con esa mezcla de curiosidad y clandestinidad que nos da la infancia y que ahora recuerdo con ternura. Corría el año 1985 y aquella serie llegó precedida del escándalo de la novela en la que se basaba, publicada ocho años atrás. Probablemente su autora, la australiana Colleen McCullough, no se esperaba la repercusión y la controversia que, aún a día de hoy, suscita esta historia en todo el mundo. A simple vista, éste podría ser otro folletín barato de amor más, algo más cercano a la literatura de Corín Tellado o Nora Roberts pero, sin embargo, una segunda lectura más minuciosa nos deja al descubierto todos los detalles sutiles que se encuentran ocultos entre líneas. Lo que a priori es la historia de un cura ambicioso que busca hacer carrera hacia el Vaticano ascendiendo a toda costa y a cualquier precio nos deja al descubierto la amargura de un hombre, incapaz de vencer sus miedos y que aprovecha la distancia impuesta por el alzacuellos y su propia belleza para mantener a raya sus sentimientos, ahogados muchos de ellos en pasiones que ni él mismo puede entender. Paralelamente, la historia de los Cleary, eje central de la historia, nos va descubriendo matices de la vida cotidiana en la Australia y Nueva Zelanda de comienzos de siglo XX, el sentimiento de los exiliados en las antiguas colonias y cómo los secretos de familia pueden terminar destruyendo a la misma. Y es que los personajes de “El pájaro espino” no son ajenos a la lujuria y al resto de bajas pasiones de una u otra forma, 37

soterrada siempre en la sutileza de las palabras escritas. Podemos pensar que solamente la apasionada historia entre Meggie Cleary y Ralph de Bricassart se centra en este aspecto, porque es la más visible en toda la novela y la que siempre viene a nuestra cabeza al recordar este título, pero si permanecemos atentos a todo lo que se nos muestra entre líneas, veremos que muchos otros personajes viven enfermos precisamente por eso, porque toda su vida deben contener entre líneas sus más oscuros pensamientos y deseos. Desde el primogénito Frank, atormentado por sus sentimientos de algo más que amor enfermizo hacia una madre que lo consumen poco a poco, hasta la ricachona tía Mary, a la que su pasión por el padre Ralph hace cometer más de un acto inconsciente... Todos y cada uno de los personajes de la novela guardan muchos más secretos de los que aparentemente en una primera lectura parecen tener. La lujuria controlada, los amores prohibidos, las secretas pasiones que se profesan (consentidas a veces, pero nunca explícitas) se ocultan entre las líneas de la vida o, en este caso, entre las líneas de un libro que nunca puede dejarnos indiferentes. Todo esto permanece encerrado en poco menos de ochocientas páginas que se nos hacen cortas, pues siempre nos parece que hay algún personaje deseoso de gritarnos silenciosamente lo que siente. Pero no debemos quedarnos simplemente con la imagen de unos personajes atados a sentimientos frustrados o pasiones incontroladas. Ésta es también una historia de sacrificio, ya que muchos de ellos sacrifican sus vidas, sus intereses o sus sentimientos por el bien propio, por el bien de su familia o, egoístamente algunos, por el bien de su ambición personal. Colleen McCullough no es una escritora al uso. Empezó una carrera en el mundo de las letras a la edad de 38 años. Previamente, su carrera como neurofisióloga y como profesora en la Universidad de Yale la mantenían al margen de su verdadera vocación. “El pájaro espino” fue su segunda novela. Publicada en 1977, sigue siendo a día de hoy un bestseller a nivel mundial, alcanzando el reconocimiento gracias a su adaptación a la pequeña pantalla. n


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El mundo no ha cambiado tanto Teleny o el reverso de la medalla de Oscar Wilde

n Alejandro Larrañaga Normalmente cuando alguien decide escribir un libro se expone a un volumen de críticas determinado. Éstas pueden ser benévolas o exigentes, pero lo que se juzga, al fin y al cabo, es una obra literaria. El juicio al escritor como persona no acostumbra a ir implícito aunque lo que se narre vaya en contra de la opinión mayoritaria. Esto no siempre ha sido así (bueno, alguna vez todavía es así y se juzga más al personaje que a su propia creación) y ha habido épocas en las que escribir según qué cosas conllevaba un riesgo grande. En este aspecto, es probable que los mayores avances se hayan producido en el ámbito legal (Wilde acabó en la cárcel, básicamente, por su orientación sexual), mientras que en el plano moral (prejuicios, apariencias) el tema funciona mejor en la forma que en el fondo. Oscar Wilde no tenía ningún tipo de problema con el primer tipo de juicio. Sus obras, y él era el primero consciente de ello, eran, y son, de un nivel extraordinario. Sabía de sobra que su arte iba a trascender, el éxito le había llegado en vida y nunca dudó que era necesario que produjese. De lo que sí tenía algún reparo era de la sociedad en la que le había tocado vivir. Una sociedad, la victoriana del siglo XIX, que no sea caracterizaba, precisamente, por la comprensión y aceptación de otro tipo de conductas fuera de la predominante. “Si la sociedad no nos pide ser intrínsecamente virtuosos, sí nos exige que mantengamos las apariencias de la moralidad, y por encima de todo que evitemos el escándalo.” En este sentido, Oscar Wilde se atrevió a desafiar a todo el mundo. Creyendo que su posición como artista destacado lo colocaba en una situación poco menos que intocable, que su arte prevalecería sobre una conducta, la suya, que era vista como un ejemplo de depravación y degeneración. Se le podría considerar casi como una de las primeras víctimas de 38

la prensa rosa, puesto que los devaneos propios de su vida privada, le granjearon no pocas enemistades y supusieron su encarcelamiento (desde donde escribió De Profundis, misiva destinada a su amante Bosie, que es, en sí misma, una obra de arte y el ejemplo del sufrimiento de una persona) y caída en desgracia. “Es el vicio lo que nos vuelve supersticiosos, y ¿qué es la superstición sino una forma envejecida y desnaturalizada de religión? Es el pecador y no el santo el que necesita un salvador, un mediador, un sacerdote. Si no hay nada que expiar, ¿para qué nos sirve la religión?” Teleny, obra de ficción, no fue reconocida por Oscar Wilde en vida y, de hecho, pasaron muchos años hasta que se le atribuyó al autor su paternidad. Sin embargo, ahora mismo ya casi nadie duda de que la historia que se cuenta, si bien es, insisto, una ficción, está basada en sus propias experiencias. Resulta en un ejercicio de literatura erótica, aunque más bien convendría situarla en el plano pornográfico, porque las referencias sexuales son mucho más que explícitas. El autor opta por la primera persona para enfatizar las descripciones aderezadas con sensaciones. El talento de Wilde, lleno de referencias clásicas y artísticas, nos traslada, sin pudor, a las situaciones más ardorosas, independientemente de que los protagonistas sean dos hombres, dos mujeres o un hombre y una mujer. A pesar de la variedad de opciones, se ofrece una versión del sexo claramente fálica, puesto que el órgano sexual masculino adquiere un protagonismo superlativo y las eyaculaciones a lo largo de la novela son múltiples. “Nos parecíamos al animal que por fin encuentra amplios pastos, y, mientras nos besábamos con una avidez cada vez mayor, mis dedos acariciaban los rizos de sus cabellos y la piel dulce de su cuello. Nuestras piernas se enlazaban, su falo


erecto se frotaba contra el mío no menos rígido ni menos duro. grandes sacrificios por conseguir aquello que anhela, pero, a pesar de Pegados el uno al otro de tal forma que poníamos nuestros cuerpos los titubeos, no va a parar hasta que lo tenga. en el contacto más estrecho…” “Me habían imbuido todo tipo de ideas falsas; por eso, cuando Una vez expuestos todos los condicionantes en los que se mueve la comprendí la verdadera naturaleza de mis sentimientos por Teleny, novela (sociales, personales, sexuales, intenciones) no cabe olvidarse me sentí dominado por el horror, y decidí ahogarlos.” de que estamos hablando de una historia de amor al modo de las Como en toda tragedia, también hay momento para la felicidad. tragedias clásicas. Una La esperanza brota cuando relación imposible, entre descubre que comparte dos personas que no pueden sufrimiento y anhelos. Toda pelear contra aquello que la voluntad de olvidarlo y de fluye de su interior. Pasan seguir con su vida alejado por distintas fases que de una complicación que desembocarán en un fatal, e podría ser fatal, se viene inevitable, desenlace donde abajo cuando ve renacer la se disfrutará tanto del placer llama del amor que los une. como del dolor. Los bandazos producidos Como toda historia de amor por los celos le llevan a nace del deslumbramiento cuestionarse su propia y la idealización. El existencia y la esclavitud protagonista, Camille Des que suponen las vicisitudes Grieux, comienza a contar de nuestros corazones. Los su historia y como acabó en estados de ánimo carecen de los brazos del músico René cualquier tipo de estabilidad Teleny. Para él, sentirse y puede llegar a considerar atraído por los hombres era el suicidio como una opción. una consecuencia natural a Por supuesto, todo el dolor se la que se había enfrentado convierte en alegría cuando, en su adolescencia, con un al fin, puede consumar estrepitoso fracaso como su relación. Cuando resultado. Las mujeres no desnuda su alma ante el ser conseguían despertar sus amado y este corresponde instintos ni sugerir un goce completamente. que la primera visión del El amor platónico pasa joven músico anunció a rápidamente al plano físico. bombo y platillo. La situación La atracción es muy fuerte resultaba complicada para el y los amantes no pueden protagonista, puesto que no esperar, para ello realizan veía la reciprocidad de sus un trayecto furtivo, con sentimientos. En un primer parada en un muelle y momento, la reacción acaba un cab para acabar en el siendo obvia para el espíritu domicilio del artista, donde dolido. Esquiva su presencia quedarán pocas dudas de y busca refugio en el punto las intenciones y deseos de másalejado,unadoncellaque los dos protagonistas de la desea entregarle su “virtud” historia. a cambio del amor más “Inmóviles y sin voz, puro. Es la desesperación la únicamente pensábamos en Oscar Wilde no tenía ningún tipo de problema que guía sus actos y acaba nuestro amor, inconscientes con el primer tipo de juicio. Sus obras, y él era el provocando aún más dolor. de todo salvo del placer primero consciente de ello, eran, y son, de un nivel No solo no mitiga el suyo de sentir uno contra extraordinario. Sabía de sobra que su arte iba a sino que provoca la desgracia otro nuestros cuerpos, de la desdichada. trascender, el éxito le había llegado en vida y nunca que habían perdido su La desesperación no individualidad por estar tan dudó que era necesario que produjese. desaparece y ver al joven mezclados y confundidos acompañado de amantes (…) ¿Por qué Jehová no nos (hombres o mujeres) ahonda más en su sufrimiento. Siente la hirvió de muerte en ese momento? ¿No le habíamos provocado conexión entre ellos como algo muy real aunque no lo pueda explicar, bastante?” y disfruta regodeándose en su dolor espiándolos. Este seguimiento La sensación de que no son merecedores del premio que acaban de no necesita ser algo físico pues el hilo que los une es tan fuerte que recibir incide en la componente trágica de la historia. Ambos saben los hechos ocurren tal y como se los imagina. La sensación de ser el que disfrutarán y que llevarán su relación más allá de los límites único que padece por su separación lo hace más desgraciado. que habían imaginado, pero también que se enfrentan a una fuerza “Aunque terriblemente atraído hacia él, empujado por una fuerza más grande que ellos y que no pueden escapar al inevitable final de misteriosa, seguí evitando cualquier encuentro; pero cuando su historia. él tocaba en público yo corría a oírle o, mejor dicho, a mirarle, y El temor a ser descubiertos se mezcla con unas prácticas que, si únicamente me sentía vivo en esos instantes.” trascendieran, supondrían la total desgracia de ambos. Pero no Está loco por él, pero no puede olvidar el entorno en el que vive. ¿Qué es este el final temido que les espera puesto que, juntos, podrían dirá su madre? ¿Qué consecuencias tendrían sus actos si fuesen enfrentarse a cualquier contratiempo. Porque, mientras estuviesen de dominio público? Es algo contra lo que, en realidad, no pude juntos, no habría nada que se sintiesen con fuerzas para superar. luchar, puesto que sus impulsos primarios son mucho más fuertes No, el problema debe venir de ellos mismos, para que sea tan que las ataduras que pudiera autoimponerse. El ejercicio de libertad devastador que no haya vuelta atrás. Y a buena fe que no la hay, y no de elección en este aspecto es grande. El protagonista debe hacer solo para el desolado narrador, sino también para Oscar Wilde. n 39


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Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones de Charles Bukowski

n J. Álvaro Gómez A Charles Bukowski (Andernach, 1920- Los Ángeles, 1994) le apodaron como “el último escritor maldito”, así le describen al autor en la contraportada del libro. Es difícil, por lo menos para mí, entender este apodo o buscarle un significado (reconozco que no soy muy bueno para sacar conclusiones sobre sobrenombres). Lo que sí entiendo es que he gozado leyendo estos relatos como hacía mucho que no lo hacía. Bukowski no es un escritor corriente, su poesía es brutal y directa, para mí demasiado. No es el típico que salta a la fama joven y lleno de estudios y premios; todo lo contrario. Harto de que le denegaran, una y otra vez, la publicación de sus escritos, se gana la vida con trabajos precarios y dando saltos de un lado a otro. Toda esta vida la utiliza, y de qué manera, para darnos historias maravillosas. Nos adentra en la noche, en su espacio y sus individuos. Nos acerca a hombres sucios y lujuriosos que “sólo piensan en echarte mano a las bragas”.

En otros momentos, Charles Bukowski nos acomoda en la butaca sucia y roída de la vida nocturna. Depravada y pervertida noche que nos ofrece visiones de violencia, felaciones y sangre. Todo ello con grandes dosis de realismo erótico: “Hay algo en sus formas, en cómo está hecha, en el vestido concreto que lleva, algo, a lo que no puedes sobreponerte. Tenía un cruce de piernas espectacular, y llevaba un vestido amarillo claro. Las piernas terminaban en unos finos y delicados tobillos, pero tenía… unas nalgas y unos muslos espléndidos”.

En este viaje podemos encontrarnos con historias en primera persona que nos dan la mano para ir a bares repletos de borrachos en busca de compañía y alcohol. Por ejemplo, nos podemos dar de bruces con un hombrecillo dando placer a una bruja, mientras nos descubre que se halla: “ante un bosque de pelos…Quede embutido en la oscuridad y hedor. Oí gemir a Sara.” En cada hoja podemos respirar sexo por todas partes, como así nos lo anuncia el propio Bukowski. A veces, el autor nos pone en una cómoda y elegante butaca para que asistamos a una maravilla de la lujuria, “una polla de veinticinco centímetros, sin empalmar”. O ante la imagen de la perversión más brutal explicándonos cómo, ante este primer pecado, algunos no tienen ninguna preocupación: “Todo, todo adornado con la delicadeza de ningún dolor, ninguna preocupación, ningún mundo fuera de allí. Por otra parte, todos sabían qué decir, y qué hacer y cómo actuar: dar por el culo, chuparla, meter el dedo y todo lo demás”.

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Charles Bukowski.

Pero no se ponga así lector, entre estas páginas también se va a encontrar con algunos relatos de un humor negro intenso color café. En algunos momentos, algún relato, me ha recordado a la deliciosa y brillante película de los Coen, “El gran Lebowski”. Cinta que homenajea al propio Bukowski, desde el título, cambie el Le-bowski, por el Bu, y ya lo tienen. En resumen, aquel o aquellos que se vayan a introducir en este libro de relatos deben, antes de iniciar su lectura, olvidar aquellas delicadas clases de religión o de ética de su juventud. Abran una botella de vino y abandonen la delicada estampa de una pareja haciendo el misionero, para abrir a su mente otras visiones. En esta obra se darán cara a cara con un lenguaje soez, con unos momentos de sexo explícito muy detallados y con lugares y personajes muy poco recomendables. Bienvenidos al maravilloso mundo del lenguaje directo; bienvenidos al maravilloso mundo de

Nota del redactor: Me veo en la obligación de hacer este comentario y que no puedo dejar pasar. No sé si hay otras ediciones de esta obra, pero aviso que la mía es penosa. Tiene constantes faltas de ortografía y faltas gramaticales. Mi edición es la decimoséptima edición: marzo 2010, de la editorial Anagrama “Colección Compactos”. Lo dejo para qué, en el caso de que les guste, busquen el título en otra editorial o en otra colección. n


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No es oro todo lo que reluce

n Por Laura Alonso Poder, joyas y dinero es una combinación explosiva no apta para todos los públicos. En ‘Lujo & Lujuria’ Clancy Martin nos muestra la otra cara del mundo del lujo en el que nada es lo que parece y en el que es mejor no fiarse de nadie. Bobby Culver es un chico problemático. Un hogar desestructurado, los problemas con su novia y su expulsión del instituto por robar le hacen aceptar la oferta de su hermano mayor de irse a vivir con él a Texas y dedicarse a la joyería. Con sólo 16 años, ganar miles de dólares de comisión por la venta de una sola joya es un caramelo al que es difícil resistirse. Intentar ser el mejor en ese negocio no es fácil, y para ello, se verá inmerso en una vorágine de drogas, sexo y estafas a la que se aclimata mejor de lo que cabía pensar. Clancy Martin (Toronto, 1967) sabe de lo que habla. Antes de ser profesor de filosofía de la Universidad de Missouri se dedicó a la alta joyería y eso le inspiró para escribir una crítica mordaz de un mundo que a él mismo le había obligado a mentir para vender un Rólex. Tanto le sirvió su experiencia que la vida del protagonista es la del propio Clancy: ambos, dos jóvenes canadienses que, al no haber terminado el instituto, se mudaron a Texas con sus hermanos mayores para dedicarse al negocio de la venta de joyas. El propio Martin ha confesado en alguna ocasión que se inspiró bastante en su biografía para escribir la vida del joven Culver, aunque “con un poco de exageración”. Hasta ‘Lujo & lujuria’, su primera novela de ficción, su labor literaria se había centrado en publicaciones filosóficas. Con su ópera prima, el canadiense consigue envolver al lector en un mundo de excesos del que es imposible salir desde la primera página hasta la última. Nada más ver el título quien lee se da cuenta de que no se va a encontrar algo convencional, sino que se va a enfrentar a un mundo que está mucho más lejos de lo que él jamás había imaginado porque ‘Lujo & lujuria’ es, justo, lo que uno se encuentra en las páginas del libro, sin rodeos. Sin embargo, a partir de este descubrimiento de que el lujo va de la mano del sexo, las drogas, las mentiras y la estafa, (lo que queda claro desde las primeras páginas) poco más es lo que le queda esperar al lector salvo ir descubriendo que entrar en una joyería puede convertirse en un deporte de riesgo. Un deporte de riesgo y lleno, como bien indica su título, de lujuria. Martin nos muestra este pecado capital de dos maneras. La primera de ellas es sencilla y fácil de detectar, el puro sexo. Los protagonistas, casi siempre, muestran ese deseo en su cabeza. A veces lo sacan a relucir de manera explícita y vulgar, pero otras, la mayoría de ellas, son sus acciones, sus pensamientos 41

y actitudes las que llevan al lector por esos derroteros sin que ellos digan nada. Parece que todos los movimientos que dan van en la misma dirección, podríamos decir, sexual. Pero, todo sea dicho, porque desde un principio ellos mismos han hecho que lo creamos con sus frases y acciones. La segunda manera como este escritor canadiense muestra la lujuria está un poco mas escondida. Es esa pasión y deseo casi sexual que se muestra por las joyas, el lujo y los diamantes. La propia joyería se muestra como un lugar en el que se puede dar rienda suelta a la pasión más vieja de los hombres. Pero ya no es sólo eso, sino que durante toda la novela se muestra una tensión más sensual que sexual, que no hace perder al lector la idea de que está metido en un mundo lleno de excesos de todo tipo pero, sobre todo, del lujo y la lujuria. Martin nos lleva por este mundo de desenfreno con un lenguaje sencillo, que en ocasiones llega a ser un poco vulgar, y con una naturalidad preocupante. Una redacción a veces demasiado telegráfica alivia en cierta medida la tensión de un argumento un tanto pesado y cargado de información sobre Rólex, diamantes y kilates. A pesar de su estilo un tanto ligero, el escritor canadiense logra meterse en el bolsillo al lector, quien se ve ante una dicotomía moral: entiende a Bobby, su manera de actuar en un mar lleno de tiburones y asume sus consecuencias; pero por otro lado, se muestra reticente a aprobar lo que hace para llevarse al cliente al agua y le echa en cara su modo de vivir. ‘Lujo & lujuria’ es como meterse en la piel de alguien que sabes que nunca vas a ser y te gusta porque te permite la libertad de hacer lo que quieras sin esperar consecuencias negativas. Sabes que la mayor parte de las cosas que se plantean en esta novela no están bien, pero sigues leyendo y descubriendo un mundo cada vez más oscuro porque quien va a pagar las consecuencias de sus excesos es Bobby y no tú. Pero si hay algo que consigue esta novela es que, desde su lectura, será difícil volver a ver el lujo como un mundo de glamour, sino más bien un universo en el que acechan los peligros de manera constante y en la que está continuamente presente la eterna pregunta de si el fin justifica los medios. Son pocos los privilegiados que pueden comprarse un Rólex de oro o una pulsera de diamantes, pero después de haber leído ‘Lujo & lujuria’ puede que muchos de ellos se lo piensen dos veces antes de volver a fiarse de un joyero y verse envueltos en un universo de desenfreno. n


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El chocolate de Humbert Humbert

¨Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-lita: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta¨

n Yanina Rosenberg Tengo en la mano una barra de chocolate tamaño familiar. Si decido abrirlo, acortar la distancia entre mi boca y la espumosidad de su textura, rozarlo con mi lengua, hincarle de una vez mis paletas, quebrarlo, masticarlo con ganas, aunque sea un mínimo bocado, no habrá vuelta atrás: hasta terminarlo, hasta quedarme con el deshauciado envoltorio entre mis dedos, no podré parar. Cierro los ojos para no verlo, pero todavía lo tengo en la mano y me llama, lo escucho regodearse de cuan grande es mi deseo . Y entonces, me doy cuenta de es apenas un diminuto cuadrado, macizo, de textura suave y sabor adicitvo lo que me separa del exceso (y de una gran indigestión).Pienso: a quién no le gusta el chocolate… Y, de repente, todos somos posibles pecadores. Pero el freno existe y está ahí: en la voluntad de cada uno. Para Humbert Humbert, el personaje de la novela Lolita de Nabokov, la voluntad es una niña consentida que de pronto se materializa ante sus ojos y no puede hacer otra cosa que darle todos los gustos, aún cuando se enfrente cara a cara con el peor de los pecados. No es que los otros pecados sean menos malos, pero en la lujuria el perjudicado es un tercero. Dice Savater: Si hay algo malo en la lujuria, será el daño que podamos hacer a otros para conseguir el goce, al abusar de ellos, aprovecharnos de la inocencia de menores o de gente que por su situación económica tiene que someterse. Humbert Humbert es amable, querible, un dandy con todas las letras, objeto de deseo para todas las damiselas, pero detrás

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de esa fachada se esconde el pecador. Ya en sus primeras palabras, el protagonista admite su proximidad al pecado y la dificultad de autorefrenarse: ¨Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta¨. La discusión, entonces, se enciende. Porque para algunos lectores, el protagonista es todo un pederasta, pero, para otros, es apenas un enamorado que no puede contener el dictado de su corazón. Habrá también quien sostenga que Humbert es tan víctima de Lolita como ella de él, ya que la nena acepta entregarse a su padrastro, y hasta lo utiliza para conseguir también sus propios deseos. De esta manera, algunos lectores pueden confundirse: el pecador pasa a ser víctima de manipulación, aún cuando está claro que es Humbert quien tiene a Lolita envuelta, como un chocolate, entre sus manos. El pensador francés Jean Jacques Rousseau afirmaba que los hombres nacen naturales y felices porque no tienen deseos, pero en el momento en que empiezan a reunirse aumenta la concupiscencia y, por lo tanto, crece la sociedad, que está hecha para satisfacer esos apetitos. Claro, pero habiendo tantas golosinas en el mercado, no es necesario comerse de un tirón ese de tamaño familiar. n


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R T A J E Granite and Rainbow en La Feria del libro de Ciudad Real

De ferias y de letras

A la sombra de la Feria del Libro de Madrid, un montón de municipios y ciudades en todo el país han celebrado durante estas semanas sus particulares ferias del libro. Una de ellas, Ciudad Real. n Por Ignacio Ballestero A finales del mes de abril, una gran carpa blanca ocupaba el centro de la plaza Mayor de Ciudad Real. Para todo aquel que no haya visitado nunca la ciudad, real para mayor gloria de Alfonso X el Sabio, debe saber que la estancia no dista mucho de una plaza de estas características en cualquier ciudad del país. Alrededor del gran patio, coronado por una fuente en la que descansa una figura del regio personaje que otorgó su título a la localidad, allá por el siglo XIII, discurren los pórticos entre los cuales se ocultan los diferentes comercios que llevan a cabo su actividad diaria en esa zona. En uno de los extremos de la misma, un reloj canta las horas en punto con tres figuras móviles que representan a Don Quijote, Sancho Panza y su creador, Miguel de Cervantes, en un pequeño teatrillo que reúne bajo el balcón, cada hora, a decenas de curiosos. En el otro extremo, la imponente fachada del Ayuntamiento. Y esos días de finales de abril, en el centro de la plaza, rompiendo por completo la estética, una gran carpa blanca donde se anuncia, con grandes carteles, la Feria del Libro de 2011. Por empezar a sentar las bases de estas líneas, cabe hacer una apreciación: la Feria del Libro de Ciudad Real es una feria mal pensada por los organizadores y mal concebida por los libreros. Más allá del accidente estético que supone la carpa, el reparto de espacio dentro de la misma invita a escapar rápidamente por uno de sus extremos y no, como debería ser, a detenerse en los stands de las librerías para repasar los títulos. Ciudad Real (una capital de provincia de apenas 75.000 habitantes) no cuenta con muchas librerías, pero aquellas que se acercaron a la carpa y decidieron exponer allí sus productos tuvieron que hacerlo con unas limitaciones de espacio poco edificantes. La organización deberá mejorar para lo sucesivo. Pero la poca luz que arrojó la cita literaria en Ciudad Real, más allá de los números referentes a las ventas que inviten o no a los libreros al regocijo, se encuentra la concepción equivocada de la cita que todos ellos realizan. No se trata ya del programa de actividades, prolijo a pesar de las circunstancias y coronado por la presencia del humorista gráfico Forges, que acudió en calidad de ilustrador del nuevo libro de Nieves Concostrina; sino en la oferta misma que los libreros trasladan al centro de la ciudad. Amparados en descuentos que apenas difieren de los que ofrecen habitualmente en sus establecimientos, los dueños de las librerías acuden a la Feria del Libro con la misma oferta que

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cualquiera puede encontrarse en las tiendas habituales. No existen novedades, nada de antiguas ediciones ni de libros rescatados del olvido para tratar de aprovechar el escaparate que ofrece una cita como ésta. Los pequeños stands que ocuparon los libreros durante la cita ciudadrealeña eran copias exactas de los escaparates de las librerías que regentan durante todo el año en la ciudad, con apenas una diferencia: muchos de ellos estaban sazonados, además, con un muestrario de libros de bolsillo.

escaparate, títulos y autores de gran carga política y escorada ideología, que podían hacer que alguien se pensara dos veces el hecho de entrar a dar una vuelta por los estantes. Ya no habrá que pensárselo más. En medio de la vorágine de descuentos y de los intentos por arreglar las ventas en la carpa, la pequeña librería que coronaba una de las salidas de la plaza cerró sus puertas. Los escaparates, vacíos; la puerta enrejada. Los libros, en algún lugar, esperando quizá su oportunidad de salir de visita durante la próxima feria. n

Desde luego, no hay nadie mejor que el propio librero para seleccionar los ejemplares con los que acude a una Feria del Libro. El problema de base es la concepción con la que esta Feria del Libro se lleva a cabo. En mitad de una crisis económica que no deja de lado ningún aspecto de la vida cotidiana, la cita literaria de Ciudad Real fue concebida no como un encuentro de las letras con los ciudadanos en un espacio propicio para ello, la plaza Mayor, epicentro de la actividad diaria de la localidad; sino como una oportunidad de revertir la tendencia negativa de las ventas que se arrastran durante todo el año, aprovechando la cercanía con el lector y los anuncios de descuentos que, a la hora de la verdad, aplican en la tienda. Federico Moccia se vende solo, no necesita una Feria del Libro para triunfar. Tampoco lo hace Don Winslow y su brutal El Poder del Perro, ni lo necesitan otros autores cuyos nombres y últimas obras son capaces de recitar de memoria todos aquellos que se acercan, poco o mucho, a las librerías con el objeto de surtir su biblioteca particular. “He visto lo mismo que veo cuando me acerco a los escaparates de las librerías un día cualquiera”, aseguraba, a través Twitter, uno de los asistentes. Su opinión fue rápidamente compartida por algunos de los miembros de esta red social que también habían visitado la feria. El contrapunto, también negativo, a la Feria del Libro se encontraba unos pasos más allá. La plaza Mayor se ha visto colonizada poco a poco por bares y tiendas de grandes marcas y franquicias que aprovechan la gran afluencia de gente para multiplicar sus ventas. En uno de los extremos de la plaza, en el opuesto al Ayuntamiento, había una pequeña librería en la que se podían encontrar algunas viejas ediciones de autores que mucha gente desconoce, pero que otros muchos buscan con avidez. También había, sobre todo en el 44


Juan de la Cruz es un hombre bueno y hermoso, un gran escultor cuyas herramientas son la pluma como cincel, y como piedra el papel. Y el fruto de sus esculturas son las palabras. Alejados del ruido de las calles bilbaínas, atiende a Granite and Rainbow en la cafetería de un céntrico hotel, con sus libros desplegados sobre la mesa. Aparte de las publicaciones profesionales y de la investigación académica, de diversos artículos y de colaboraciones en radio, es autor de los poemarios Ni es los vientos ni en los mapas, La misma agua, Sin material físico, Caras a mis cosas, Curso de Gramática y Sonetos despacio; del libro Lázaro Valbuena, Ensayo poético sobre la bondad y de la novela ...Según María.

Juan de la Cruz

Los libros, cuando están cerrados, mueren n David G. Ávila Antes de empezar a hablar de su libro, háblenos de usted. ¿De dónde viene su necesidad de leer y de escribir? Es algo inevitable. La palabra correcta es necesidad. Cuando uno siente que tiene ganas de decir cosas y las dice. Pero hay un paso previo. En un artículo que escribí que se llama Querer saber, comentaba que la persona lúcida es aquella que quiere saber. Y hay dos tipos de personas, los que quieren saber y los que no quieren saber. La persona lúcida es aquella que en primer lugar quiere saber, y en segundo lugar trata de descubrir la realidad -que normalmente es trágica- y que luego no se conforma sólo con saberla sino que necesita decirlo. ¿Se puede poner una fecha o etapa de su vida en la que comience a tener un compromiso con las palabras y la literatura? Cuando yo tenía nueve años, un profesor de lo que antes se llamaba EGB, me vio que escribía, me imagino, ripios malísimos. Él me los pasaba a máquina y les puso un título Caminos poéticos. Por eso creo que la inclinación a escribir me viene de

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siempre. Sin embargo, el compromiso -esa palabra tan importante para mí- llegó al terminar la carrera. ¿Cuándo se convierte en poeta? No sé escribir de otra manera que no sea poesía. Por ejemplo, ...Según María parece una novela, y yo quise escribir una novela, pero no sé escribir novelas, y es un gran poema en el fondo. Yo no descubrí la poesía, sino que ella me descubrió a mí, porque yo no sé escribir de otra manera que no sea poética. Pero, ¿un poeta es poeta sólo por su arte o...? No, porque ha leído mucho. A mi juicio, salvo excepciones, un escritor, antes de serlo es lector. Ana María Matute decía que ella había tenido una infancia de papel. Y que para ella era más importante escribir leer. Y yo me apuntaría a eso, pero hay un momento en el que ya no puedes remediarlo. Hemos hablado mínimamente de la estructura de ...Según María, pero es un libro en el que se da voz a María, haciendo


un juego con pasajes de la Biblia. ¿Cómo y por qué decide nutrirse de una historia que ya está escrita, hacerla suya y además, dar voz a otros personajes que no lo tienen en el original? Es por varias razones. Primero, el personaje de Cristo, que en ...Según María se llama Manolillo, es un tipo fascinante como hombre, porque es un hombre que en su vida lo que hizo básicamente fue hablar y que le mataron por hablar. En segundo lugar, con este libro lo que he conseguido es ser lo que todos los hombres han querido a lo largo de todos los tiempos, y es ser madres. Intentar darle mi voz a María, que en cierta forma era un reto, un desafío literario y un placer inmenso. Y en tercer lugar, en la novela es muy importante lo que se dice, pero yo tergiverso, juego con los textos bíblicos, pero lo más importante es el cómo se dice, el juego con la palabra.

“Lo esencial es invisible a los ojos” esa cita es de El Principito, Hay muchísimos juegos intertextuales en el libro, pero casi todo lo que es importante reúne dos cualidades: la de ser invisible y la de ser gratuito.

Sí que hay momentos fundamentales de la Biblia que son bien distintos y da la oportunidad al lector de encontrarse con un texto nuevo totalmente. Por ejemplo, un momento del libro en el que Manolillo va a buscar a su amigo Lázaro y se lo encuentra muerto, no es un Dios este Manolillo, es un hombre de carne y hueso y es incapaz de resucitarlo, de hacer milagros curativos. A Manolillo no le importan lo muertos, sino los hombres vivos, que son los verdaderamente importantes.

Hay dos tipos de personas, los que quieren saber y los que no quieren saber. La persona lúcida es aquella que en primer lugar quiere saber, y en segundo lugar trata de descubrir la realidad -que normalmente es trágica- y que luego no se conforma sólo con saberla sino que necesita decirlo.

Hay otro momento, sabiendo todos como acaba Cristo y a su vez Manolillo, muerto. En el sepulcro su carne no resucita, sino que resucita su espíritu hecho palabras. Lo que queda de Cristo es la palabra. Caen las catedrales, pero la palabra queda. Por supuesto, tergiversada, manipulada, prostituida por los que dicen que la defienden.

Es verdad, el dinero ensucia, y no sólo metafóricamente, sino que físicamente te mancha los dedos, por eso la bondad está siempre lejos del dinero.

La palabra es algo que se encuentra en un bucle de definiciones y metáforas, pero ¿por qué insiste Manolillo en la fuerza y necesidad de hablar, de encontrarnos con esa palabra? Porque si algo nos hace humanos, es la palabra. Es algo exclusivo del ser humano. Los animales tienen lenguajes, pero nadie en el universo (que conozcamos) excepto el hombre, tiene la palabra. No exactamente la capacidad de utilizarla y comunicarnos, que la tienen otros como las flores, sino la palabra que es nuestro lenguajes. Y eso es lo que nos hace grandes, y por eso nos matan, nos asesina, crucifican porque no soportan la fuerza de la palabra. En un momento de la novela se dice que lo esencial es invisible y la palabra también lo es.

Y la bondad. La bondad es algo que también está impregnado en casi todas las páginas. ¿Qué clase de bondad? Yo diría que una bondad transgresora. Esa bondad que pica como un sarpullido que hace rascarse a mucha gente. Un colega de la universidad decía que el libro era de filosofía de la moral y de la bondad. La otra cara de la moneda de la belleza es la bondad. No hay hermosura si no hay bondad. En el libro hay una cita en la que dice que “un rey que aparece en una moneda nunca puede ser bueno, porque se deshace de la bondad cuando queda grabado su rostro en el metal”.

Porque yo, en primer lugar, soy hombre (tratar de dar la perspectiva de una mujer) y en segundo lugar, yo soy padre (y María es madre). El reto era también conseguir mostrar cómo es una madre, algo que es maravilloso. ¿Esta novela es una oportunidad más, un latido más para que la poesía se mantenga en nuestra memoria y en las bibliotecas? Ojalá que también en la de algún lector. Porque los libros cuando están cerrados están muertos. Y en las bibliotecas también. Los libros hay que abrirlos, leerlos, prestarlos, divulgarlos, hablar sobre ellos, reflexionar... ¿Cómo fue la elaboración de este libro? Y, ¿cómo se enfrenta al papel? Fue lenta. Como un año tardé en realizar este libro de casi noventa páginas. Y escribo el libro siempre fragmentariamente. En este caso, elegía algún episodio evangélico y lo recreaba, lo rehacía, lo reinventaba. Y nunca más de uno al día. Porque cuando uno termina un fragmento de esa hondura está derrengado, hecho polvo. Es un esfuerzo enorme en mi caso. Y quizá al día siguiente no podía hacer otro... y de ahí que tardase un año. En cuanto a las referencias de otras obras, como antes aludía a la de El Principito… Por centenares. Está Juan Ramón Jiménez, está Renan, Miguel Hernández.. Creo que está buena parte de la literatura española, de la literatura europea. Es muy divertido jugar a eso. Si alguna vez, que no será nunca, se hace un estudio intertextual del libro, se toparán con un filón.

Con ...Según María otorga a los lectores la oportunidad de hacer de carne y hueso al Cristo endiosado, al que han alejado de la gente, tanto que solo los muertos pueden encontrarse con él. Y lo han prostituido, han hecho algo de él que nunca era. En una iglesia, el control de la palabra está en una sola palabra. Hay muy pocos casos en los que alguien hable y nadie pueda intervenir. Y eso es una misa católica. Eso es lo contrario de un acto de comunicación y comunión. Yo he jugado con la palabra de Cristo porque está ahí, para que la utilizáramos. No para que alguien la monopolizara y que la interpretase como quisiera.

Y nada más empezar hay una gran cantidad de citas. Esas cuatro o cinco páginas evidencian una gran humildad. ¿Por qué hace esto? Lo hago para sustituir a los prólogos. Porque yo creo, aunque sea una contradicción como esta entrevista, un escritor no debe hablar de sus libros. Lo ha escrito y ya está. Tú eres el que tiene que hablar del libro no yo. Yo ya lo he escrito y prefiero de otros hablen y cuando se empieza a leer ya te hagas una idea de lo que te vas a encontrar, de lo que puedo pensar y de lo que otros piensan sobre lo que yo escribo. Evito el prólogo.

Otro personaje fundamental es María, que fue apartada de la historia, una cuidadora, una muletilla, pero usted la hace protagonista. María fue deshumanizada, convertida en una especie de fetiche. Pero María era una madre. Ese era el gran reto para mí.

Dónde podemos encontrar este libro... Está editado por ARTE ACTIVO y se pueden encontrar desde las grandes librerías hasta vía Internet. No es difícil dar con él, pero tardan en mandarlo porque la distribución es pequeña y no se hace por dinero. n

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El victimismo masculino: una vuelta de tuerca a la misoginia en la literatura

n por Ainize Salaberri MISOGINIA (Del gr. μισογυνία). 1. f. Aversión u odio a las mujeres. LITERATURA (Del lat. litteratūra). 1. f. Arte que emplea como medio de expresión una lengua. 2. f. Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un género.

¿Qué es la mujer? Confundimiento del hombre, bestia que nunca se harta, cuidado que no tiene fin, guerra que nunca queda, peligro del hombre que no tiene en sí mesura. Alfonso X El Sabio

En la presente civilización no tienen nada que hacer las mujeres. Valle-Inclán. Entrevista publicada en El Sol, 20-11-1931 47


Si encerramos a Eva y el pecado original, Pandora, las sirenas, las arpías, la esfinge, Aristóteles, Venus, Maquiavelo, Schopenhauer, Francisco Umbral, Alfonso X El Sabio, Oscar Wilde, D.H. Lawrence, James Joyce, Joseph Conrad, Bret Easton Ellis, Nicolai Gogol, Freud, Azorín, Sostres, Charles David Ley, Quevedo, Gracián, la sociedad patriarcal y las novelas moralistas del medievo en una misma habitación, lo que tenemos es una bomba de tal calibre que nadie, ni el filósofo más condescendiente, sería capaz de detener. Todo ello, principio y final, causa y consecuencia, así, juntito, inseparable, se envuelve formando un caramelo agrio e incomible. Tan incomible como supone la aversión que durante muchos años ha existido, y sigue existiendo en otra forma y con otra cara, en la literatura hacia la figura de la mujer. Resulta difícil establecer el principio de tanta deshonra, de tanta mala baba por parte de unos seres –los hombres– que seguros de su supremacía moral y física arremetían, en sociedad y en literatura, contra la mujer. Los griegos eran, al parecer, unos expertos en misoginia, como demuestran las palabras de Sócrates, Platón o Aristóteles. Éste último dijo que “Las mujeres eran biológicamente inferiores a los hombres”, lo que es cierto, sin duda. Sin embargo, el discurso misógino va siempre un paso más lejos, estableciendo que la inferioridad de las mujeres no se restringe a la biología sino también al intelecto.

Pistoletazo de salida

Si nos ponemos bíblicos, Eva tiene la culpa de todo. Eva sería la culpable de nuestros dolores, la culpable de que la caja –que no era caja sino ánfora– de Pandora (Graves establecería que Pandora es la precursora griega de la Eva bíblica) expulsase todos los males dejando encerrada la esperanza en ella. Es Eva, por tanto, la culpable del complejo de inferioridad del hombre (¿no convenció acaso Eva a Adán de morder la manzana prohibida?), la culpable de llevar a la perdición a los hombres, la culpable de la lujuria y de todos los demás pecados capitales, la culpable de la sociedad patriarcal de los siglos XVIII y XIX, y la culpable de todos los males que ocurren en el mundo. Eva, como Pandora, como las arpías o la Esfinge o las sirenas o Venus, fue creada para destruir al hombre y, por consiguiente, al mundo. Así se ha mostrado desde el principio de los tiempos llegando, como quien no quiere la cosa, hasta la literatura más actual. Todas las figuras femeninas desde los griegos y la Biblia hasta cerca del siglo XIX son representaciones negativas, dejando ver, sin ningún pudor por parte de los escritores, esa aversión inexplicable hacia el género femenino. La forma más perversa de dominio, como explica Anna Caballé en su ensayo “Una breve historia de la misoginia”, es “silenciar al otro, ignorarlo, mantenerlo en la invisibilidad”. Así estuvieron las mujeres durante muchos años –tantos que, cuando quisieron escribir, tuvieron que adoptar nombres anónimos, normalmente masculinos–, además de vilipendiadas, maltratadas, injustamente descritas e insultadas en la literatura. Los ejemplos no se reducen a la Biblia o a ciertos escritores griegos, si no que encuentra representación también, y especialmente, en la literatura medieval española.

“Poco ofende encerrada en cueva oscura, / mas para mayor gloria del marido / es buena cuando está en la sepultura.” “¡Oh, qué plaga, qué aburrimiento, qué tedio es tener que tratarse con ellas mayor tiempo que los breves instantes en que son buenas para el placer!” Francisco de Quevedo (1580-1645). Inconvenientes de las mujeres [p. 167]

De que vieres a tu mujer andar muchas estaciones y darse devoterías y que presume de santa, ciérrale la puerta, y si esto no bastare, quiébrale la pierna, si es moza, que coja podrá ir al paraíso desde tu casa, sin andar buscando santidades sospechosas.

La misoginia fuera de la literatura

Quizás deberíamos tratar de entender qué se esconde detrás de las almas tan atormentadas de los escritores que a continuación van a mencionarse. Porque si existe un odio, una animadversión, existe un origen, una causa. Como existe el bien, existe el mal, como existe la belleza, existe la fealdad, como existe el amor, existe el odio. ¿No amaban estos hombres a ninguna mujer o es que no querían competencia? ¿Acaso sabían de antemano que detrás de un gran hombre se encuentra una mujer aún mejor? Tenemos que tener en cuenta que algunos de los argumentos más usados en las novelas por los hombres para reducir la autoestima y la imagen de la mujer eran la falta de educación –que ellos mismos les negaban, dejándolas sin opción de demostrar si era cierto que eran más tontas que un zapato, mucho más inferiores intelectualmente de lo que esperaban, o no– y que su vida debía restringirse, como bien decía la Biblia, como bien se les enseñó a ellos por otros ellos, a la maternidad y al 48

Francisco de Osuna, Norte de los estados, 1531

Yo la quiero muy tonta, que en todo tema mucho mejor es tonta que bachillera. Antonio Muñoz, Aventuras en verso y en prosa, 1739

La solterona He aquí lo que propiamente puede llamarse “un mal engendro”. Aborto de la naturaleza. Capricho de Lucifer. La polilla más grande de la sociedad. Adolfo Llanos Alcaraz, La mujer en el siglo diez y nueve: hojas de un libro, 1864 hogar. Sin embargo, creo que su aversión a las mujeres radica en que sabían perfectamente que éstas eran muchísimo más inteligentes que ellos, mucho más peligrosas –la inteligencia hay que saber usarla–, y una fuerte competencia. Y al enemigo, como suele decirse, ni agua. Y eso hacían. Existía, por consiguiente, una necesidad de dominio –nacidos como eran de una mujer, algo que sin duda debía de pesarles, y mucho– y de desprendimiento de su femineidad lo antes posible. No querían tener nada que ver con ellas a sabiendas de que sin ellas no existirían. Su labor, a partir de ese mismo instante, no podría ser otro que un ataque constante en la literatura, en las obras supuestamente “morales” que, aún a día de hoy, se enseñan en colegios. Obras como las de el Arcipreste de Hita, Quevedo, Gracián, Cela, Umbral, Baroja, Calderón de la Barca, Espronceda, Clarín o Azorín. La literatura, desde el medievo, ha sido usada por los hombres a su antojo. Vendían las obras como “morales”, escritas por “provechosos y buenos escritores”, que en realidad lo único que hacían era predicar


LUIS ¿Por qué no, si en ella veo virtud, hacienda y nobleza, gran beldad y gran ingenio?

odio y violencia hacia la mujer. Un odio que no encuentra razón de ser, al que no puede ni debe buscarse más explicación que el miedo a no dominar el mundo tal y como lo habían conocido. Porque, pongámoslo de esta manera, el hombre ha triunfado gracias a ser una víctima de la malvada Eva, ese ser, la primera mujer, al que nunca más deberían parecerse. Es decir, el hombre ha triunfado gracias a la mujer, gracias a un victimismo innato, que les fue dado, y aún no arrebatado, desde que el mundo es mundo. Y para desembarazarse de esa verdad, que les duele, que les pica, usaban el medio, el único medio, que a las mujeres les estaba prohibido: la palabra. Porque la mujer, curiosamente, sabía leer pero no escribir, y porque con los hijos, con esas familias numerosas con las que, parecía, se las castigaba, las encerraban, sin candado ni llave, en un modo de vida alejado completamente de las letras, la cultura y la literatura. Saciaban de esta manera ese odio, esa dependencia a la mujer, con maltrato intelectual en novelas, ensayos, citas y manifestaciones culturales varias. Y lo que entonces considerábanse héroes literarios, ahora, mirando atrás, no eran más que unos pobres incautos que decían más con un insulto que con un silencio a tiempo. La sociedad y estructura patriarcal inglesa, por ejemplo, anterior y posterior a la época victoriana, no era más que otra forma de dominación. Jane Austen, las hermanas Brontë o George Eliot lo demuestran perfectamente. Y sus novelas, claro está. Austen escribía entretiempos, en la sala donde se recibían las visitas, escondiéndose de su familia. George Eliot era en verdad una mujer, como George Sand, que debía escribir bajo el pseudónimo masculino correspondiente. Sus obras se alababan por creerse masculinas, lo que viene a demostrar algo que Esther Tusquets afirma en el prólogo del libro “Las mujeres que escriben también son peligrosas” de Stefan Bollman: “La obra del escritor se lee y se juzga sin tener en cuenta su sexo; la obra de una mujer se lee y se juzga teniendo presente su condición de mujer”, y añade, “Respecto al siglo XIX no cabe duda. Escribir era una profesión considerada impropia de la mujer, una transgresión a las normas, algo de lo cual, lejos de envanecerse, había que avergonzarse, y que hacía la vida más difícil y le añadía un suplemento de riesgo”.

DIEGO Porque el ingenio la sobra; que yo no quisiera, es cierto,

que supiera más que yo mi mujer, sino antes menos.

LUIS Pues, ¿cuándo el saber es malo? DIEGO Cuando fue el saber sin tiempo. Sepa una mujer hilar, coser y echar un remiendo, que no ha menester saber gramática, ni hacer versos. Calderón de la Barca, No hay burlas con el amor, acto I, 1637

Si se exceptúa un posible hijo, de la mujer no debe esperarse nada importante.

El feminismo como único recurso

Enrique Jardiel Poncela, Pensamientos sobre diversas materias, hasta..., en Obras Selectas, 1971

Cuando hablamos de “La misoginia en la literatura”, no hablamos únicamente de los improperios dedicados a las mujeres en las novelas, en la literatura en sí, sino también en todo lo referente a la literatura, dentro y fuera de la novela. Obviamente, el hecho de no permitir a una mujer escribir es, en sí mismo, un acto misógino, como lo es que la sociedad árabe obligue a las mujeres a cubrirse el pelo, las manos o el rostro. Que una mujer deba esconderse para escribir, cuando uno no es escritor por gusto sino porque lo es, porque se nace escritor, demuestra que algo fallaba en las sociedades aquí mencionadas, que algo olía a podrido en las familias, en los hombres. Algo chirriaba en ellos y gritaba desconsoladamente, “no permitáis a las mujeres escribir o nos relegarán al sitio al que no queremos volver”. Ese sitio, por supuesto, es el anonimato, el victimismo que nunca han abandonado y que siempre han rechazado. De algo muy importante se olvidaban, y aún se olvidan, los hombres de los siglos: literatura tiene nombre de mujer, es femenina. Si alguien debía estar excluido de ella son los hombres que atentaban, en su nombre, contra las mujeres. Si Aristóteles, o Azorín, o Umbral, o D.H. Lawrence, o Joseph Conrad o Joyce hubiesen tenido esto en cuenta, entre otras muchas cosas, ahora mismo no estarían siendo insultados, en silencio, eso sí, por una serie de mujeres escritoras, también un poco feministas, por obligación. Y es que esa misoginia, ese odio y rechazo al talento, obligó a mujeres como Virginia Woolf a defender un movimiento feminista dentro de la literatura y fuera de ella, porque por el hecho de que exista la misoginia existe, por consiguiente, el feminismo. Una habitación propia, decía Woolf, es todo lo que una mujer necesita para escribir. Y dinero, claro, y que la mentalidad de toda una sociedad arraigada en sus miedos más profundos cambie, lo que no sabemos si ocurrirá en algún momento.

El feminismo, por tanto, fue el único recurso para ellas, y lo sigue siendo para nosotras, para las escritoras actuales que no ganan apenas premios, que son mucho menos publicadas por las editoriales o que no ocupan tantos puestos en la RAE, por ejemplo, como lo hacen los hombres. Es muy significativo que el Premio Cervantes, con 36 ediciones a sus espaldas, haya galardonado, únicamente, a tres mujeres –la recientemente premiada Ana María Matute, Dulce María Loynaz y María Zambrano– frente a treinta y tres hombres. Curioso también es que el premio Nobel de Literatura lo hayan ganado once mujeres en toda su historia, teniendo en cuenta que se otorga desde 1901. Y sólo tenemos que echar un vistazo a cuántos autores se publican anualmente, y cuántos de esos autores resultan ser mujeres. Muchos se sorprenderían, no cabe duda, al descubrir que la misoginia aún existe, aunque de una manera más inteligente, más encubierta, porque se ha aprendido a enmascararla. Es hora, por tanto, de conseguir –que no demostrar, porque se ha demostrado suficiente– que la literatura, con nombre de mujer, domine la imaginación, los premios, las sillas, las editoriales, y todo lo que haga falta. Que no se diga que Eva fue vilipendiada en vano. n 49


Recomendaciones LIBRO Las palabras de la noche AUTOR Natalia Ginzburg RECOMENDADO POR Fusa Díaz

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RESEÑA BREVE: No se miente si se dice que es la conversación de una madre y una hija, o

se dice que, a propósito de eso, se explican muchas más cosas. Es una historia narrada en primera persona; sin embargo, esa voz que pertenece a una mujer, a la hija de ese diálogo, desaparece por completo y, si no se piensa mucho, hasta se puede olvidar por qué se está hablando de lo que se está hablando. La protagonista te deja en las manos, con naturalidad y ternura, a un montón de personajes sencillos e inocentes, te deja en las manos vidas inacabadas que se cruzan y se alejan y se vuelven a encontrar, una familia extensa y variada, llena de quieros y vacía de saber cómo: cómodos, confusos, trascendentes pero vitalistas, sutiles, únicos pero universales. Toda la novela es un extenso preámbulo que nos conduce a lo que de verdad se quiere contar... y cuando eso ocurre, se cierra la historia. Una novela estructural y emocionalmente perfecta.

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LIBRO Nocturna AUTOR Guillermo del Toro y Chuck Hogan RECOMENDADO POR Álvaro Gómez

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RESEÑA BREVE: ¡Por fin un libro de vampiro que se sale de lo común! Después de intentar leer sin ningún éxito, pues tuve que dejarlo a la décima página, esa pastelera historia de adolescentes vampiros, tenía mucho miedo a tirar mi dinero en un nuevo libro sobre los no muertos. Pero no me arrepiento. El comienzo es trepidante. Un avión que aterriza en el aeropuerto de Nueva York , unos minutos de rutina y una oscuridad total dentro de la aeronave. ¿Qué ocurre que nadie baja del mismo? ¿Por qué nadie contesta a las llamadas desde la torre de control? ¿Dónde está la gente? Con la gran imaginación de Guillermo del Toro y el buen hacer de Chuck Hogan, esta historia nos llevará al centro de una guerra ambiciosa entre vampiros y humanos. Déjese llevar de la mano del doctor Ephraim y el (pedazo de personaje) viejo Setrakian. Por cierto, olvídense del típico vampiro elegante con colmillos, éstos son más… brutales.

LIBRO Diario de un ama de casa desquiciada AUTOR Sue Kaufman RECOMENDADO POR Ainize Salaberri

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RESEÑA BREVE: Diario de un ama de casa desquiciada es una Sylvia Plath en potencia.

No sólo las descripciones de la mujer son cercanas a la poeta, sino que lo que Sue Kaufman cuenta es tal y como Plath debió sentirse cuando aparcó su carrera literaria para apoyar la de su marido. Algo así le ocurre a la protagonista, que, ocupada día y noche de sirvientas, niñas, perro y casa, se sumerge en la escritura de sus vivencias, a caballo entre el terror y el humor, el sadismo y la ironía, mientras es obligada a dejar de lado su pasión por la pintura, sus pensamientos, sus dolores. Tina Balser, una mujer encerrada sin candado ni llave en una casa forrada de oro, recurre a alcohol, a pastillas y a la lectura como único modo de sobrevivir a una vida que, cada vez más, parece que le fue impuesta. Como si se hubiese dejado llevar por el miedo de terminar sola. Y aunque lo tiene todo, dinero, un marido abogado exitoso, su vida parece una novela de terror. Como último recurso tiene el diario que escribe, sus cuadernos, en los cuales nos deja ver su verdadero yo. ¿Cuántas mujeres habría en los años cincuenta en Nueva York, o en Londres, o en donde sea, que se sintieran como la protagonista? Diario de un ama de casa desquiciada es un retrato agudo, certero y sarcástico de una época en la que las mujeres no eran más que adornos en la vida de los hombres. 50


Recomendaciones LIBRO: El cielo asusta AUTOR: Nieves Vázquez Recio RECOMENDADO POR: Salvador J. Tamayo

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RESEÑA BREVE: Pocos narradores saben adentrarse tan bien en el pasado, en

los recuerdos y en la propia madurez de sus personajes como Nieves Vázquez Recio lo hace en esta pequeña joya, editada hace un par de años. Seis relatos en los que cada personaje que aparece tiene voz propia y afrontan situaciones eternas: la soledad, la muerte, las relaciones entre dos, el pasado e incluso el propio miedo al pasado. Mi relato favorito, Políptico de San Silvestre, comienza: “El hombre decidió que moriría en Roma. No más allá de enero, le habían dicho”. Ningún escritor ha escrito sobre la propia concepción del momento de la muerte, con la sutilidad y esferidad con la que Nieves Vázquez lo hace. Seis historias narradas con prosa preciosista y con una plenitud admirable en cada relato. El gran valor de esta obra es la manera en la que la autora consigue unificar algunos fragmentos de recuerdos, recuerdos que todos hemos podido tener alguna vez, demonios a los que matar o tolerar. En algunos relatos, vemos: Un viaje a través de Italia con una fuerte transformación interior: Kyoto, el paseo por la propia conciencia a través de una ciudad gastada: Ángel caído. Y como relato final: El cielo asusta, como última frase “El cielo asusta”, como título “El cielo asusta”. Nieves Vázquez Recio acaba de publicar una novela: Experimentos con el vacío y un libro de relatos, Premio Tiflos, llamado: La velocidad literaria. Sin duda también muy recomendables.

LIBRO: Lágrimas en la lluvia AUTOR: Rosa Montero RECOMENDADO POR: Iraide Talavera

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RESEÑA BREVE: Rosa Montero ha vuelto con un libro que mira hacia el futuro.

Estamos en el año 2109, pero pocas cosas han cambiado: aunque las fronteras se hayan disipado, las guerras y el dolor se suceden por conquistar y dominar nuevos planetas y especies. Una de las representantes de estas especies es Bruna Husky, una replicante contratada para esclarecer qué hay detrás de la muerte de varios androides. Sus hallazgos nos mostrarán que los avances tecnológicos no han conseguido erradicar las miserias de nuestra especie y que la corrupción política, la manipulación mediática y la discriminación seguirán flotando sobre las cabezas de los habitantes del mañana. Por suerte, no hay nadie mejor para hablar de la vileza humana que Rosa Montero, una autora que de las lágrimas sabe sacar la lluvia de esperanza que impulsa a vivir a sus protagonistas y, de rebote, a sus lectores. 51


Novedades

LIBRO Un matrimonio feliz AUTOR Rafael Yglesias EDITORIAL Libros del Asteroide PRECIO 21,95 € Enrique Sabas, guionista de cine, y su mujer, Margaret, diseñadora gráfica, tienen dos hijos y llevan una vida acomodada en Nueva York. Tras treinta años de matrimonio y alcanzada una estabilidad que parecía imposible, la pareja lleva tres años luchando contra el cáncer que ella padece y que ha entrado en fase terminal. Margaret prepara su despedida de familiares y amigos ayudada por Enrique, quien durante estos últimos y extraños días va reconstruyendo la historia del matrimonio: la época en la que se conocieron, el desarrollo de sus vocaciones artísticas, el nacimiento de sus hijos, los altibajos de su relación… Los recuerdos de su vida en común y la intensidad de su despedida nos muestran la complejidad de una relación duradera. En esta novela parcialmente autobiográfica, una de las sorpresas de la literatura norteamericana reciente y Premio Los Angeles Times 2009 a la mejor novela, Yglesias nos habla con valentía y sinceridad de temas universales: del amor, del dolor ante la proximidad de la muerte y del misterio que supone compartir la vida con otra persona.

HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO El arte de llorar a coro AUTOR Erling Jepsen EDITORIAL Lengua de trapo PRECIO 19,50 € La vida no es fácil para Allan, el joven protagonista de esta novela. A sus once años debe hacer uso de toda su astucia para que su padre esté contento, ya que sólo así la familia permanecerá unida. Claro que lo que más feliz hace a su padre es recitar discursos en los funerales; sus emotivas intervenciones arrancan las lágrimas de todos los asistentes. Con la ayuda de sus dos protectores, Tarzán y san Gabriel, Allan asume la responsabilidad de conseguir que los famosos panegíricos vuelvan a escucharse: la pérdida de un hombre es la ganancia de otro. Y todo se complica aún más cuando su hermana mayor, Sanne, ya no quiere pasar las noches con su padre... Erling Jepsen se vale de la ingenua y al mismo tiempo perturbadora mirada de un niño para convertir una dramática historia familiar en una comedia negra. Ambientada a finales de la década de los setenta en un pequeño pueblo danés, El arte de llorar a coro conmueve, a la vez que desmonta con habilidad los tópicos del costumbrismo y la presunta inocencia de la infancia.

HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO Sinrazones del olvido AUTOR Isabel Núñez y Lydia Oliva EDITORIAL Icaria PRECIO 22 € El libro recoge diez retratos subjetivos de personajes singulares, cinco escritoras (Isabelle Eberhardt, Jean Rhys, Dorothy Parker, Maeve Brenna y Natalia Ginzburg) y cinco fotógrafas (Anna Atkins, Frances Benjamin Johnston, Berenice Abbott, Lee Miller y Gisèle Freund) que, por su condición de mujeres, no han recibido el conocimiento y la notoriedad que merecían, o han sucumbido a la dureza de las circunstancias, o bien no son lo bastante reconocidas en nuestro país. Son mujeres pioneras, que han abierto caminos no sólo a otras mujeres sino a otros artistas, escritores y fotógrafos. Un elemento importante en las escritoras es su contribución a la reflexión sobre la condición femenina en la sociedad occidental, tanto por sus planteamientos críticos, su libertad, como por su posición en la ciudad, su dificultad para superar el fracaso, o bien su ética. Las fotógrafas aportaron una visión nueva a ámbitos muy distintos de la cultura, al mundo de la botánica y al de la edición, al foto reportaje, la arquitectura y la transformación urbanística de las grandes ciudades en el período de entreguerras, a la faceta más humana de la guerra, y al retrato del siglo XX. La contraposición de ambos lenguajes, fotográfico y literario, produce un efecto muy sugestivo en la percepción del lector.

HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO Los milagros de la vida AUTOR Stefan Zweig EDITORIAL Acantilado PRECIO 12 €

LIBRO Una esposa de fiar AUTOR Robert Goolrick EDITORIAL Salamandra PRECIO 17 €

Un pintor recibe el encargo de realizar un cuadro de la Virgen con el Niño. El cuadro acompañará en un retablo a otro de increíble belleza, lo que enorgullece pero asusta al artista. Tras buscar y buscar sin éxito una modelo, un día, por casualidad, encuentra a una joven judía que representa toda la belleza, ternura e inocencia que él necesita. Tras convencerla para que pose, y una vez que ella vence sus miedos y recelos, se establece entre ellos una relación especial. Sin embargo, ambos malinterpretan los sentimientos del otro: él, maduro ya, ve en ella una misión que cumplir, mostrarle el camino hacia la conversión. Ella, joven e inexperta, quiere ver, en el hombre que se fija en ella, unas intenciones que expliquen los anhelos y cambios que está experimentando su cuerpo. Hasta que interviene el destino. 52

Una gélida tarde de otoño, en una remota población de Wisconsin a principios del siglo pasado, un hombre maduro aguarda en el andén la llegada de una mujer. Se trata de Ralph Truitt, el personaje más poderoso del lugar, alguien envidiado, temido y profundamente solitario, que en su deseo de disponer de una mujer sencilla y honrada que lo acompañe en su mansión, en medio de la nada, ha puesto un anuncio solicitando «una esposa de fiar». Sin embargo, la joven que se baja del tren, Catherine Land, no se ajusta exactamente a las expectativas del señor Truitt. Atractiva, esquiva y enigmática, su aceptación de casarse con una persona veinte años mayor sugiere algún plan oculto. Pero en caso de haberlo, lo que Catherine no ha calculado es que puede que el huraño Ralph también tenga su plan y, sobre todo, que esté dispuesto a hacer lo que sea para llevarlo hasta el final.


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Granite & Rainbow .................... 23.VI.2011 ............................ #14

ISSN: 2173-2019


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