STAFF 19 Dirección y edición Ainize Salaberri salaberri@graniteandrainbow.com Coordinadora sección tema central, columnas de opinión y reportajes Subdirección Fusa Díaz fusadiaz@graniteandrainbow.com Coordinadora secciones Literatura e Internet (blog y twitter del mes), talento del mes, recomendaciones y novedades Consejo editorial Ignacio Ballestero iballestero@graniteandrainbow.com Coordinador sección entrevistas Maquetador Jordi Puig Forcada jordip66@hotmail.es Diseño logo y portada Inge Conde inge_conde@hotmail.com
En la literatura siempre deberíamos querer más: siempre más palabras, unos cuantos párrafos más en nuestros libros favoritos, unas cuantas frases más que alarguen ese momento en la novela que no está haciendo vibrar. “La literatura es ese estremecimiento en la espina dorsal”, decía Nabokov, y ese estremecimiento es el que queremos siempre, el que buscamos siempre, insaciables, en las novelas que abrimos y cerramos, en las que volvemos a abrir para recuperar un “algo” que se nos escapó, siempre, demasiado pronto. La avaricia en la literatura es la mejor de las avaricias. Porque sin ella no se vive, sin ella no se tiene salvación. Y, en los tiempos que corren, qué mejor que huir de la avaricia del dinero, de la fama, del hic et nunc para perdurar en la avaricia de leer, de gastar la vista a la luz de la vela mientras trona la tormenta en el exterior, en las mentes vacías de las demás. Si debemos entregarnos a alguna avaricia esta ha de ser, la que hace posible la revista, la que nos llena día tras día, y la que nos salva del precipicio. Nadie nos ha enseñado nunca que los pecados no son tales si nos hacen mejores. La envidia nos sirve para mejorar, siempre que no dañemos a nadie en el proceso. Y la avaricia de leer, de saber, de aprender, de vivir, de revivir, de enseñar, sólo nos puede servir para ser dueños de nuestra vida, en su totalidad, para no caer y, quizás, para hacer de este mundo inhabitable un lugar mejor. Y qué mejor para ello que la literatura, que la necesidad insaciable de más personajes, de más vidas, de más sentimientos. La avaricia por la literatura nos hace personas, nos hace humanos. Los avaros de letras sabemos que la única salvación está entre las páginas de los libros. Es la única adicción posible. Fuente foto edito avaricia: James Gillray
Redactores Laura Alonso Juan Carlos Aguirre David G. Ávila Ignacio Ballestero José Braulio Roxana Contreras Fusa Díaz J. Álvaro Gómez Marta Gómez Garrido Francisco Jurado Chueca Alejandro Larrañaga Pedro Larrañaga Verónica Lorenzo Víctor Lorenzo Cinca Anabel Rodríguez Ainize Salaberri María Sevilla Iraide Talavera Elena Triana Salvador J. Tamayo
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Sumario #19
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Talento del mes Literatura en internet Columnas de opini贸n Entrevista: Pilar Ad贸n Reportaje: Los Donoso Editores: Donatella Iannuzzi Avaricia Libreros: Pequod Llibres Reportaje: Cementerio de locuras Recomendaciones Novedades narrativa Novedades poes铆a Tabl贸n de anuncios
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Talento del mes
Autovía del sur Ana Castro
Ana Castro dice, en uno de sus poemas, que aspira (únicamente) a ser una chica honesta, desde que sabe que el mundo es de mentira. Así, desde esa intimidad del que tiende la ropa más despacio, sale a correr una vez a la semana y no toma grandes decisiones; así, habitando el mundo de hoy pero encogiéndose en sus poemas y su Autovía del Sur -que no tiene principio ni fin, que se prolonga por su cuerpo -, esta poeta vive frente a un edifico abandonado y pertenece a la primerísima generación de los 90. Incluida en antologías poéticas, participante de ciclos de poesía y premiada en certámenes, podría decirse que aún está a tiempo de casi cualquier cosa.
Si el mundo de la poesía se pliega sobre sí mismo y se presenta como un compartimento estanco es porque los que escriben lo permiten. Creo que es el momento de reivindicar la poesía como algo tremendamente cotidiano y acercarla a la gente. Respecto a las editoriales, considero que hay demasiadas y no cuidan lo esencial: la calidad (no se trata solo de dar voz…). Por mi parte, soy defensora de los libros en papel, aunque sin perder de vista las posibilidades que ofrecen los medios digitales, y sostengo que deberíamos gastar más tiempo en escribir y menos en maquinar cómo o dónde publicar. Nos irían mejor las cosas entonces.
1. Parece que los que somos cercanos o directamente de los años 90 estamos en el punto de mira. Como si nadie hubiera sido joven, los veinte parecen la edad terrible. Cuando saben de qué año eres, ¿te facilitan o te complican las cosas?
3. En el #ebl12 al que asistimos desde G&R, se habló sobre todo de blogs de crítica. El blog personal, de creación literaria (como Autovía del Sur, el tuyo), parece que ha quedado para la permanencia de las letras en la red y un cajón de su autor. ¿Qué tipo de herramienta es para ti?
A menudo, se complican, paradójicamente, porque tener veinte años está de moda y la fecha de nacimiento suele ser un pretexto perfecto para calificar erróneamente a una persona recurriendo a clichés o falsos modelos. En el fondo, no importa mucho: pronto nos haremos mayores. Tan sólo importará entonces tener una voz propia. 2. El mundo de la poesía se engulle a sí solo: es minoritario, las editoriales no tienen medios, el lector prácticamente no compra en papel. ¿Qué salida le ves? ¿Cómo te afecta a ti?
Es una pequeña ventanita hacia dentro, pero cibernética. No aspiro a que resulte útil, pues las autovías no están sino para transitarlas. La mía reúne versos, perfila momentos, esboza edificios… Víctor Carrillo (http://www.flickr.com/photos/ dirtydream78) pone los ojos. Sus imágenes son la vista desde la ventanilla del coche. Es un blog de acelerones y atascos, para quien quiera unirse al viaje y recorrer kilómetros y silencios. Esta Autovía del Sur podría ser la de cualquiera, pero es la mía. 4
Selección
4º A
La chica del 4ºA se busca en el nº10, quinta ventana comenzando por la izquierda. En una ciudad sin frío, el abandono y yo compartimos parqué. Justo al otro lado, lo de adentro en un cristal sucio. El vacío de enfrente prendido en los ojos. COFFEE SHOP Saber que cuando pase el tiempo sólo recordarás que no le echaba azúcar al café. Es lo único que queda de nuestra vida juntos. POÉTICA I Para escribir tuve que llegar a conocerme. Al estirar el brazo, allí, justo allí, estaba yo. Pero estoy sin acabar. Necesito tiempo.
Twitter del mes
Los filólogos
Como ocurre en muchas ocasiones, Twitter se convierte en la herramienta matrimonial de un proyecto mayor que se esconde detrás, permitiéndonos a muchos, gracias a retweets, conocer más y mejor. En este caso, @losfilologos es la cuenta de un foro para hablar sobre filología: filólogos, traductores, escritores, periodistas, profesores o interesados en la filología. Con los apartados filólogos y filología, lingüística, literatura, punto de encuentro y más libros, más libres; el foro es una completa y online guía para compartir y consultar.
2. Ahora, además del foro, tenéis una revista de filología que se llama Esdrújula. Contadnos.
1. “Los filólogos somos necesarios. Que parece que no, pero sí”. Eso es lo que reza vuestra cabecera. Los filólogos son necesarios, sí. Para que se reconozca, ¿es necesario un foro como el vuestro?
3. Parece que el mundo de las letras queda colapsado por la literatura y nos olvidamos de las otras vertientes de filología. ¿Sentís que en ese aspecto estáis en desventaja frente a los literatos?
Pensamos que era necesario, al menos, decir en voz alta que tenemos un lugar dentro del mundo laboral y académico. Y, por supuesto, hacerlo sin perder el sentido del humor (de ahí nuestra cabecera). Nuestra intención era tener un punto de encuentro para hablar y debatir sobre cualquier aspecto relacionado con la filología; de ahí vino la creación del foro.
Cuando se inició el proyecto, nos sorprendió ver la cantidad de foros, blogs o webs sobre literatura que había en la red, pero no encontrábamos un espacio donde se integrasen todos los aspectos de la filología, sobre todo la lingüística. Nuestra voluntad era aunar todas las vertientes en un solo espacio y ofrecer a los participantes la oportunidad de hablar y debatir sobre ellas.
La idea de Esdrújula es que puedan compartir este proyecto profesores o profesionales de la filología con estudiantes; donde todos se sientan partícipes. Por supuesto, la revista cuenta con un comité editorial y se realiza una revisión de los trabajos antes de aceptarlos para su publicación. Su creación ha sido un proceso complejo, pero la respuesta de autores y lectores ha sido muy buena.
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Para encontrarles en su perfil, sólo tenéis que ir a @losfilogos. Desde allí podréis ir a la página web, y de la página web al blog y a Facebook. Hoy en día el que no corre, vuela.
Selección
Publicado en Esdrújula, “Dublineses, de James Joyce: un análisis sociocrítico (I)”: http://goo.gl/4Vlol. Nombres curiosos de comida: http://goo. gl/nPjmm. ¿Queréis aportar los vuestros? Diccionarios combinatorios: http://goo.gl/ V2ip2. Aprovechando que llueve: http://goo.gl/ gl8a2. “Los gallegos y sus 70 palabras para designar la lluvia”. Algunas pinceladas sobre la historia del insulto: http://goo.gl/Nej4l. El uso de mayúscula en disciplinas científicas: http://goo.gl/xjeyv. El chiste como fenómeno lingüístico: http://goo.gl/Fpq7h. Una experiencia laboral en nuestro foro: http://goo.gl/bwBgE. Ante todo, optimismo.
Blog del mes
Librero a mi pesar Javier Morote
Javier Morote, conocido como “Librero a mi pesar”, tiene un blog alojado en wordpress que se llama de la misma manera. En él recomienda libros y acerca la literatura independiente y más minoritaria al lector. Hoy en día el librero no sólo se muestra accesible y generoso en la librería, sino que busca otros espacios para satisfacer a sus lectores. En este caso, se dirige a sus iguales y no a la diversidad de la clientela. Pero el blog es diferente a otros. No es un blog cualquiera. De él ha crecido una pequeña rama autónoma pero unida por un punto en común: el amor por la literatura. Unai, el hijo de Javier, es un pequeño gran lector de trece años que ha decidido hacerle competencia al librero a su pesar. 1. Lo normal para un niño de trece años no es tener un blog de reseñas literarias, así que estamos ante alguien muy especial. ¿Te ves diferente a los chicos de tu edad por leer o tienes amigos que también lo hacen? En realidad no me siento diferente por leer, pero sí porque me gusta leer, ya que tengo muchos amigos que leen, pero muy pocos disfrutan leyendo como yo. Muchas veces intento animarlos a que disfruten con la lectura, pero nunca lo consigo. Tengo un amigo al que sí le gusta y con él sí puedo hablar sobre libros, recomendarle… pero en el colegio ni siquiera he dicho que recomiendo libros en un blog. 2. No hay muchos chicos de tu edad
con un blog como el tuyo. ¿Te gustaría que sí los hubiera y poder escribir y recibir comentarios? La verdad no me gustaría que hubiera más blogs como el mío porque entonces… ¿qué gracia tendría? Es verdad que no estaría mal que chicos como yo se interesaran más por los libros y poder hablar con ellos, pero me gusta ser “especial”. 3. Pregunta para “Papá a su pesar”: Unai lee libros juveniles de cierto nivel y criterio literario que están por encima de la media. ¿Qué tanto culpable eres tú? En realidad, tengo que confesar que casi me convierto en culpable de lo contrario: desde que era pequeño, yo le traía de la librería infinidad de libros, casi todos recomendados por especialistas, para que se aficionara a la lectura, pero de esa manera no conseguía el efecto que yo esperaba. Un día, decidí hacer caso al maestro Daniel Pennac: dejé que él escogiera su propia senda, sin limitaciones ni directrices, tan solo con el apoyo que él quisiera tener en cada momento (de ahí que sea tan ecléctico). Ser librero ayudó para que nunca le faltaran las lecturas que le apetecían, pero en realidad, Unai es el verdadero culpable. Unai dice que de tal palo, tal astilla. No vamos a ser nosotros quienes lo pongamos en duda. Adelante, pasad por www.libreroamipesar. wordpress.com y pinchad en la pestaña del Txoko. 6
Selección
Yo recomiendo este libro porque fáciles o difíciles todos te hacen pasar un buen rato, aunque algunos te lleva días resolverlo y otros los haces en dos minutos, pero también hay alguno que es casi imposible de resolver. Además, los acertijos me han gustado bastante desde que era pequeño. Recomiendo este libro porque me parece increíble que un solo hombre haya podido crear tanta vida y que un pastor solitario haya cambiado tantas cosas. Este libro nos enseña que los pequeños gestos pueden cambiar mucho las cosas y también lo importantes que son los árboles, ya que pueden transformar unas colinas y llanuras sin vida en un gran paraíso natural e incluso cambiar a sus habitantes. También nos enseña que todos somos importantes y que podemos hacer algo que deje huella. Una historia muy bonita y muy bien escrita que trata de la naturaleza y además, al estar en primera persona, me gusta porque así el protagonista expresa mejor sus sentimientos. Yo recomiendo este libro porque es una historia muy bonita, porque es una mezcla de magia, aventuras, amor e intriga. Y además, la perfección de las descripciones de las luchas, te ponen los pelos de punta. Una cosa que me ha gustado mucho es que cada capítulo está contado desde el punto de vista de cada uno de los dos protagonistas, lo que te hace ver las cosas de dos formas bien distintas.
Opinión
Los últimos días de... mi prosa
Pedro Larrañaga
No hubo ningún síntoma previo. Mis días eran tan parecidos a los anteriores como lo habían sido siempre. Sucesiones de lunes, martes, miércoles, jueves y viernes, con los sábados y domingos agrupados en el fin de semana. Las horas avanzaban uniformes desde el desayuno a la cena, pasando por el almuerzo, la comida y la merienda. Mis lecturas tampoco habían variado demasiado, alternando con los Cortázar, Kundera, Murakami, Suso de Toro y compañía. Letras, sílabas, palabras, frases y párrafos en secuencias lineales, siempre tan lúcidas, tan perfectamente enlazadas, siempre tan prosaicas, ocupando su lugar y no en otro. En aquellos últimos días de mi prosa leía a Bukowski (La ausencia del héroe, Relatos y ensayos inéditos (1946-1992), Ed. Anagrama), pero no es cuestión de culparle a él de semejante suceso. Cierto que el ver coincidir en el mismo texto, a veces incluso en la misma página, referencias a Homero, Shakespeare o a algún maldito de la poesía norteamericana con borrachos, desarrapados y penes a los que se llaman gusanos sólo para disimular (disimular mínimamente), hace que a uno se le caigan ciertos mitos. Eso era la poesía, un mito; uno defendido por un ejército de sonetos y de versos endecasílabos de rimas consonantes; una armadura de reglas de composición que conseguían que lo vieras como un áspero ejercicio de precisión. Al final, tenías la misma sensación que al ver uno de relojes suizos. Una apariencia hermosa, inalcanzable (por algo son carísimos), tras la que se esconde un mecanismo indescifrable, que sólo algunos seres de infinita paciencia, lupas enormes y pulso más que firme son capaces de hacer funcionar (algo que sólo está al alcance de los suizos). Yo no soy suizo y jamás pasaría por suizo, algo que imposibilita que pueda desentrañar el mecanismo de un reloj. No hablemos ya de ser capaz de articular uno de esos productos reconocidos como poesía. Sin embargo, mi prosa murió y después de eso ya sólo quedó el verso. Un día, mi camino al trabajo no fue un trayecto de casa a la parada del autobús, del autobús a la puerta de la oficina y de ahí a poner el culo en una silla durante ocho horas. Ese día caminé de la mano de la brisa matutina | con el olor a mar sobre el asfalto | veinte minutos que no eran un pérdida | veinte minutos para el encuentro | una vida serpenteando entre tantas otras | un final, más bien un punto y seguido. Arrugué el entrecejo (siempre lo hago al no entender algo), pero no hubo manera de desentrañar el por qué de todo aquello. Mi jefe ya no era mi jefe, si no un bufón que actúa en una corte de indiferencia, y 7
mi compañero ya no era mi compañero, si no un holograma, el reflejo de un intento que cayó en el olvido. Semejante cambio en mi lenguaje (porque sin lenguaje, sin ponerle palabras, no hay emociones, percepciones o pensamientos) me tuvo trastornado toda la jornada. Vigilaba cada gesto, cada palabra en el ordenador, preocupado de que mis pesados y aburridos informes se poblaran de metáforas, anáforas, sinécdoques y otras figuras literarias. ¿¡Cómo iba a explicarle a mi jefe (que ya no era un jefe si no un bufón) qué hacían allí esas figuras literarias!? Es más, ¿cómo iba a explicarle a mi bufón qué era una figura literaria? (los bufones creo que no saben demasiado de literatura). Saqué el libro de mi bolsa y le pregunté a Bukowski: Joder, Chinaski, ¿por qué me has hecho esto? No me respondió y se limitó a guiñarme un ojo mientras se acababa su cerveza (la sexta y estábamos a media mañana). Unos días más tarde se reprodujo el efecto. Iba a explicarle al holograma sentado a mi lado (mi compañero ya no era mi compañero, si no el holograma de su fracaso) el procedimiento de apertura y cierre de un expediente de reclamación (¿puede haber algo más prosaico?) y lo que me salió fue: Un exabrupto contra el universo Perdido en sumas y restas, en las cuentas de la vida. Un grito, en el más alto de los silencios, Pidiéndole a dios, a ese dios que ha muerto, Que vuelva Sodoma y Gomorra, Jericó y el Rey David, Que vuelva todo el pasado Porque si no lo recuerdo, si no lo tengo en la memoria, ¿puedo decir que lo he vivido? Por supuesto, el holograma no dijo palabra (¿hablan los hologramas?). Me disculpé, alegando dolor de cabeza y me mantuve en silencio hasta llegar a casa. Al abrir la puerta, recibido por mi mujer y mi hija, ya no eché de menos las frases y los párrafos, porque es más adecuado definirlas como: Dos perlas en un océano de idas y venidas Ese brillo que te guía en las tormentas Un rumor, una certeza que agita tus entrañas Esa seguridad de que Si no hay perlas, no hay brillo, no hay rumor o certeza No hay nada Ni prosa, ni poesía, ni palabras que valgan la pena. Entonces acepté que mi prosa había muerto. Ya sólo sólo quedaba enterrarla.
Opinión
Sin vistas
Verónica Lorenzo Sar
“Hoy, el pasado es para mí como un peso insoportable; advierto que se interfiere en mi vida presente y que debe ser la causa de mi alejamiento, de este cerrar las puertas.” Anaïs Nin. Se me hace extraño encontrarte aquí, una vez más. Te miro y no veo nada de interés. Esto puede ser una señal de que será la última vez. ¿Dónde dices que se fue todo tu atractivo? Mi cabeza se llena de dudas que duelen, porque hasta hoy tú eras el centro de mis pensamientos, protagonista de los “y si...” que torturaban a mi corazón. Y ahora te miro y no veo nada. Absolutamente nada. Lo mío contigo ha dejado de ser una historia al estilo de Ana Karenina alrededor de una taza de café. Te miraba y esos ojos despertaban, resucitaban algo en mí que había olvidado. Quería sentarme a tu lado y susurrarte cerca del oído, con tu cabeza en el hueco de mi cuello, palabras bonitas que extendían su poder hasta el centro de tu camino, humedeciendo tus labios. Y buscaba la lentitud del tiempo encontrando la mejor forma de hacerte reír, de que no te olvidaras de mí. Dejar huella era mi propósito por si alguna vez huías. Cuando nos despedíamos, nuestro abrazo era tan largo que se paraba la vida. Me angustiaba separarme de ti hasta el siguiente día pero tus ojos me daban la fuerza suficiente. Y esa promesa en el borde de nuestras bocas. Nos vemos pronto, decías, y me quedaba con esa sonrisa de idiota pensando en nuestro próximo encuentro, cómo sería, qué nos diríamos, cómo me mirarías y a qué ritmo se vaciaban nuestras tazas de café. Pero esa fiebre ha pasado y tus ojos fueron apagándose con tu (des)arte de decepcionar. En realidad, no es culpa tuya, cariño. Fueron las circunstancias, palabras desafortunadas, tus desubicaciones y este juego de tira-y-afloja. Me iba agotando y no lo veías, los encuentros duraban menos y nunca protestaste. No eran lo mismo que al principio, tampoco. Algo lógico si lo piensas, pues habías dejado de asumir el 8
papel del Sr. Darcy y te habías convertido en una versión burlona de protagonista de novelas chick lit. Sin ofender. Es en este último café cuando me devuelves la razón. Me encuentro de nuevo siendo como Emma Bovary. Nos veo tan claramente, en un encuentro lleno de reveses sentimentales: mi corazón se estrecha, se abraza a sí mismo tan fuerte que termina doliendo. Un golpe de realidad. Y todo se ha vuelto tan natural entre nosotros. Sin tensiones, sin segundas lecturas. El “nosotros” se ha caído por el desagüe y no tengo ninguna intención de recuperarlo. ¿Sabes por qué? Porque te miro y no veo nada. Creo que me voy a levantar, pagar la cuenta y despedirme de ti. Y no me digas que nos veremos pronto porque es un hecho que no va ocurrir. El que te vaya bonito me parece lo más acertado. Tengo la sospecha que tú esto ya lo sabías antes de que me hubiese dado cuenta. Alargabas nuestro próximo encuentro alimentando con promesas que no llegaban a cumplirse. Es difícil destruir un escenario que habíamos construido tan fácilmente y contado la misma historia cada primavera. Eres como aquel libro medio escondido en la estantería que ha luchado por ser leído. Que cuando ha captado la atención del lector y lo ha leído se ha quedado como estaba, en el punto inicial, preguntándose cuál era el argumento. Busco, como él, las razones que me habían llevado a ti y es algo tan superficial que me da hasta vergüenza admitirlo. Y es que nunca se debe juzgar un libro por su portada. Ni siquiera la sinopsis, ni las referencias de los demás. La decepción es mayor en proporción a su presunto atractivo. Tampoco tiene por qué ser el comienzo de una novela negra ni el último poema de una antología de desamores modernos. No hemos protagonizado más que una divagación del tiempo. Y fue al inicio. Pero este final es más nuestro estilo. Cada uno por su lado y que sea la casualidad nuestro único punto de encuentro porque, ¡maldita sea!, esta ciudad es demasiado pequeña como para jugar a evitarnos.
Opinión
Los tweets de Alfred Dreyfus.
Salvador J. Tamayo
“Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente. Así lo espero.” Así termina “J’acusse”, carta abierta publicada el 13 de enero de 1890 en L’Aurore. Émile Zola usaba su pluma en relación al caso Alfred Dreyfus; al bueno de Émile le costó un juicio, exilio y decenas de amenazas de muerte. Zola, con esa carta, puso sobre el tablero a un nuevo jugador que sería desde ese momento de vital importancia para políticos, politicuchos y el normal funcionamiento de la relación entre el estado y sus ciudadanos, una vez que llegaron a serlo: El intelectual como creador de opinión pública, desde una esfera distinta a la de “representante del pueblo”, desde su propia persona. Pese a que el concepto del intelectual comprometido viene de mucho antes -Kant tendría que decir algo al respecto- el “J’acusse” marcó el inicio de una tendencia: el intelectual político que busca crear opinión. El tópico de que en época de recesión económica aumenta el consumo de drogas opiáceas se relaciona con el hecho de que las columnas de opinión se endurecen más allá de lo acostumbrado, tanto en defensa como atacando al gobierno de turno, la inestabilidad social se refleja en las plumas de los escritores comprometidos con su tiempo. La ideología viene a ser lo de menos ya que los ciudadanos ávidos de un argumento al que seguir, hacen propias las tribulaciones de los columnistas que opinan sobre lo humano y lo divino desde su trinchera -cuando no son áticos en el Paseo de la Castellana-. La prensa diaria y ciertos blogs permiten a cualquiera hablar como experto de casi cualquier cosa. La doxa, esa opinión vulgar que tanto temían los griegos, en ocasiones queda disfrazada de argumentos racionales. Como si estuviésemos en un supermercado; el ciudadano inteligente decide coger cuarto y mitad de Íñigo Errejón, doscientos gramos de Alberto Arce y medio quilo de Isaac Rosa. Gran elección. Ni siquiera voy a plantear el supuesto en el que el incauto haga como suyos los argumentos de los rara avis de la derecha más rancia como César Vidal, Jimenez Losantos o Ricardo de la Cierva. Como sea, suscribo el planteamiento de Pierre Bourdieu, la opinión pública como tal, no existe -no existe una única opinión pública sobre la que legitimar acciones o argumentos- pese a que desde los medios se intente hacer lo posible por imponerla e 9
impostarla: “la estadística no es garantía de imparcialidad, pues al ser un análisis social no hay neutralidad valorativa en la formulación de los protocolos y cuestionarios. Los medios de comunicación, además de tomar postura, difunden las opiniones que desean”. La rapidez de la vida posmoderna hace de herramientas como Twitter, indispensables para que la información llegue al grueso de la ciudadanía de una forma rápida y directa, como si un compañero de trabajo te llamase por el móvil y te contase, in situ, algunos grandes momentos de una sociedad democrática como los que hemos visto en apenas unos meses y no, no me refiero al gol de Iniesta contra Holanda sino a la inhabilitación de un juez por investigar a corruptos y crímenes fascistas, cargas policiales contra estudiantes de institutos, el robo de millones de euros de dinero público por parte de un miembro de la Familia Real... Pero estas valoraciones no dejan de ser meras conjeturas irracionales del que escribe, que a su vez subscribe las palabras de sus referentes en cuanto a opinión y política. Aplicando una de las máximas de Roland Barthes -La muerte del autor,1968- se podría decir que mediante el acto de escritura el escritor pierde su voz, ya que es el destinatario quien recupera y da sentido al texto. La memoria deja de ser individual para convertirse en colectiva, el opinador lo hace atendiendo a experiencias personales y a un contexto vital, intelectual y social. Es evidente. No queda más remedio que hacerlo evidente. Volviendo a Barthes, reinterpretándolo, el autor pierde su voz en el momento en el que el lector lo toma como punto de referencia y extrae un argumento aislado del concepto total. Las opiniones individuales son, a su vez, un pastiche de cientos de axiomas de distinta procedencia, un totum revolutum que gira rabioso en espiral hacia una dirección determinada. No podría ser de otra forma. ¿Es legítimo apropiarse de lo que escribe u opina alguien sin tomar en cuenta las condiciones en las que éste lo hizo? Más que si es o no legítimo, ¿ayuda a explicar y a discutir, o más bien enturbia el espacio de la opinión pública? No es igual opinión pública que publicada. Hay tantas opiniones como canciones de los Beatles. Supongo que, al tener tanto que decir y tanto donde elegir, somos afortunados. Supongo.
Pilar Adón (Madrid, 1971) es escritora y traductora. También es poeta. También ha ganado premios: Nuevo Talento FNAC 2010 por “El mes más cruel” (Impedimenta), I Premio Ópera Prima de Nuevos Narradores por “El hombre de espaldas” y Premio Ojo Crítico de Narrativa 2005 por “Viajes inocentes”. Participa en antologías tanto de relatos como de poesía. Ha traducido, y traduce, a Penelope Fitzgerald, Edith Wharton, Henry James o Joan Lindsay, entre otros. Su último poemario es “La hija del cazador” (La Bella Varsovia)y está ultimando su próxima novela. Es la escritora que le faltaba al panorama español. Es fresca, es cruel, es brillante. Es la escritora que todo escritor desea ser.
Pilar Adón n Ainize Salaberri
¿Cómo empieza a escribir Pilar Adón? Siempre me gustó leer. De pequeña no hacía otra cosa, y es habitual que una actividad lleve a la otra. Se debió también a una sucesión de impresiones. Me impresionó “Primer amor”, de Turgeniev cuando lo leí por primera vez; me impresionaron ciertas fotografías de escritores, como las de Djuna Barnes, Katherine Mansfield, Virginia Woolf; me impresionó una biografía maravillosa de Paul Bowles… Creo que decidí muy pronto que quería hacer lo que esos escritores hacían. Expresarme de alguna manera, y en la casa de mis padres no había piano y jamás me apuntaron a clases de danza. En cambio, sí que había libros. Siempre tuve claro además que no quería trabajar en grupo, y la literatura se presta a la perfección a esa actitud solitaria. No quería depender de nadie para hacer lo que quisiera hacer ni que los demás pudieran arrogarse la facultad de dirigir mis esfuerzos o mi tiempo. Y así sigo. Me da la impresión de que en realidad cambiamos poco a lo largo de la vida. ¿Por qué escribes las historias que escribes? ¿Qué te lleva a poner a tus personajes siempre en algún tipo de encrucijada, encerrados sin los barrotes de
una prisión pero anclados a un suelo, a un recuerdo, a una imposibilidad? Es por culpa del miedo. Todos mis personajes tienen miedo, y todos se esconden, lo que no quiere decir que así dejen de estar asustados. El miedo pasa a estar latente, quizá, en lugar de mantenerse angustioso y paralizante a todas horas. Pero la existencia diaria sigue mediatizada, y los personajes de mis historias se ven obligados a hacer ciertas cosas, observar ciertos rituales, para continuar moviéndose, comiendo, existiendo. A eso es a lo que se entregan todos ellos. A intentar no dejarse arrastrar por el miedo, aunque sepan constantemente que sigue ahí, ya que llevan años conviviendo con él. Supongo que en el fondo es lo que hacemos todos. En cuanto comprendemos que vamos a morir nos cae encima la manta del miedo, y ahí se queda, más liviana en unas ocasiones, más gruesa en otras. En una entrevista en La Razón decías: “Somos más crueles con nosotros mismos que con los demás.” ¿De dónde te viene la crueldad con tus personajes? Julia y Drayton en “Las hijas de Sara” son tremendamente infelices, atornillados al mismo horizonte para siempre, y la
personajes, como si no pudieran existir los unos sin los otros. Y la dependencia, claro, provoca poder. ¿Es por esto que no existen, en ninguna de las dos novelas, personajes felices? Algunos personajes de “El mes más cruel” tienen breves momentos de tranquilidad, de entrega a la contemplación, y encuentran así algo muy parecido a la felicidad. Y en “Las hijas de Sara”, las dos protagonistas son felices cuando están con su madre. El problema aparece, como dices, cuando esa dependencia tiraniza, y florece una vez más el miedo. Además, el propio miedo los lleva a su vez a desear anclarse de nuevo a algo, de lo que vuelven a depender, por lo que entran así en un círculo vicioso. Pocas veces
hermana de Julia, Rose, entre silencios construye una bomba que pronto explotará delante de todos. ¿Por qué tanto dolor, por qué tantas heridas? La desgracia de los personajes de “Las hijas de Sara” consiste en tener que convivir en una casa cerrada de la que resulta muy difícil salir, y no sólo en un sentido figurado, sino también real. En un plano literario, tal situación ofrece multitud de posibilidades dramáticas, de giros argumentales, de planteamientos psicológicos interesantes. En un plano más auténtico, es algo que sucede todos los días: las servidumbres y limitaciones que nos imponen los demás, los seres cercanos, en nombre del cariño o de la protección absoluta, sin que muchas veces nos demos ni cuenta de ello. Por otro lado, por encima de estos personajes planea la identidad de un ser perfecto e inalcanzable, la madre de Julia y Rose, que ha desaparecido y no va a regresar, lo que hace de su existencia algo más doloroso aún. Todos los personajes de “Las hijas de Sara” son conscientes de que esa belleza, ese ideal, ha sido eliminado, en parte, por sus propios pecados y errores. Han perdido lo más valioso de sus vidas (que se ha hecho mucho más precioso al desvanecerse), y se culpabilizan entre sí. Alguien ha de cargar con la responsabilidad, y es entonces cuando su existencia cotidiana se convierte en un infierno. Tanto en “El mes más cruel” como en “Las hijas de Sara” los personajes dependen de otros
dependencia de los libros, y, como decíamos, estos personajes necesitan desesperadamente anclarse a algo. Los libros acompañan, están siempre ahí, no traicionan y provocan todo tipo de sensaciones duraderas. Los personajes de las novelas se quedan con nosotros, y también sus casas, los paisajes que ven, lo que experimentan y aprenden. Leer una novela lleva a vivir una novela, y esa vida es magnífica. ¿Las personas que leen tienen salvación? Los que leemos sabemos que los libros salvan a todas horas. Es algo físico. ¿Cómo escribe Pilar Adón? Intento rodearme de silencio en un país en el que el silencio es un lujo carísimo. En cuanto consigo cierto silencio, y tengo la certeza de que se va a mantener, puedo escribir durante horas, sin parar y sin cansarme. Lo que me paraliza es la interrupción de los demás con sus ruidos innecesarios y tan tolerados. Tu voz narrativa no es la voz narrativa común del panorama literario español. Tu estilo es muy británico, muy inglés, muy de luces y de sombras, de silencios y naturalezas. ¿Te han influenciado literaturas anglosajonas? ¿Qué lee Pilar Adón? Me dejo llevar por cadenas de vínculos literarios. Durante un tiempo leí todo lo que encontré de Marguerite Duras y todo lo que tuviera que ver con ella, y así llegué a Perec, a Queneau,
son capaces de descubrir que pueden hacer cualquier cosa por sí mismos, en parte porque, para ellos, comportarse así implicaría romper lazos con todo. Y no se atreven. Prefieren soportar la situación de aislamiento y esclavitud porque lo otro, desprenderse de las ataduras, les parecería cruel. Suelen pensar más en los demás que en sí mismos. Como decía Marta Sanz en el prólogo a “El mes más cruel”, todos o casi todos los personajes de los relatos leen. ¿Deben leer para poder sobrevivir por sí mismos? También existe una curiosa
normal es que intente tenerlo todo bien atado y controlado.
a Vila-Matas… Lo mismo me pasa con los autores ingleses, americanos, rusos… Establezco líneas de autores, y me apasiono durante un tiempo con ellos, hasta que llego a otra cadena. En cualquier caso, creo que esa tendencia a relacionar mi escritura con la tradición anglosajona se debe básicamente a la presencia constante de la naturaleza, que suele generar un universo desbordado, febril, propio del romanticismo. La literatura española puede estar más relacionada con el realismo, muchas veces social, y ese es un tema que no trato. ¿Cómo se te ocurren las historias? ¿Antes de ponerte a escribir rumias una idea, la organizas, la estructuras, o empiezas a escribir, simplemente, a partir de algo que necesites decir? Tengo que saber cómo empieza una historia y cómo va a terminar. Las frases exactas de inicio y fin. Si la primera frase no funciona, no sigo hasta tenerla cerrada. También es esencial conocer perfectamente al personaje principal. Qué piensa, qué le ha sucedido y qué le va a suceder. En el desarrollo de la historia puedo dejarme sorprender un poco más, pero tampoco mucho. Lo
“La huida de Virginia”, relato de “El mes más cruel”, es un relato que me recuerda al momento en el que la señora Dalloway, de Virginia Woolf, debe enfrentarse a sus invitados, bajar las escaleras, hacer las voces reales. ¿Cómo surgió este relato? ¿Tiene algo que ver con la fiesta de Dalloway? En “La huida de Virginia” hay un personaje que intenta no caer en un comportamiento asocial ahora que ha preparado una magnífica fiesta de bienvenida para el otro personaje del relato, que acaba de regresar después de mucho tiempo de separación y que, además, significa mucho para el primero. Es la historia de un ser débil que no quiere decepcionar a nadie, que no quiere manifestar su propia desolación ante los demás y que, a pesar de su empeño, no consigue salir de su habitación. Es lógico que te recuerde a la señora Dalloway, considerando, además, que el personaje principal se llama Virginia. Hay mucho de juego en este texto, pero lo principal, lo que quería mostrar básicamente, es el terror al enfrentamiento. La inquietud de tener un encuentro real incluso con lo que nosotros mismos hemos ideado y llevado a la práctica. ¿Qué historias te gusta leer? ¿Y que historias prefieres escribir? Cuando estoy a punto de terminar de leer una novela, suele sucederme que repaso las últimas páginas varias veces, muy despacio, supongo que para no terminarla de verdad. Repaso algunas páginas ya leídas, vuelvo a los párrafos que marqué en su día, y recuerdo que hace unos años, mientras estaba a punto de terminar una novela de Iris Murdoch, me di cuenta de que había leído el mismo párrafo unas diez veces. En esta ocasión lo hice básicamente porque estaba muy bien escrito, además de por esa costumbre mía de dilatar el final. Pero también porque en la primera lectura me había hecho sonreír. Y no porque lo que contara fuera especialmente gracioso sino porque, además de hacer gala de un ritmo envidiable y de un dominio absoluto del argumento, Murdoch le
había dado un giro sorprendente a la narración, y lo había hecho con una facilidad magnífica. Esta admiración total por su maestría me hizo sonreír. Y eso es lo que busco en las historias que leo: que me conmuevan por su inteligencia, por la manifestación del genio literario y el dominio del idioma. Lo que se me cuente me importa menos, y a la hora de escribir me planteo las mismas premisas. Trato de transmitir ese momento extraordinario que tiene que darse en toda historia, ese encantamiento que el escritor ha de hacerle sentir al lector. Lo contrario sería tan vano como la impresión que produce ver a una persona con auriculares que está bailando con toda la pasión del mundo sin que los demás puedan escuchar su música. ¿Es “La hija del cazador” una huida? ¿Acaso es un disfraz que nos quitamos mientras caminamos sin rumbo fijo? “Limitar los gestos sin manifestar llanto / y jamás retroceder.” “La hija del cazador” es una excursión por un bosque repleto de cepos emocionales, recuerdos de lo cotidiano ya pasado, que, al ser evocado, se convierte en algo excepcional, y de madrigueras que sirven de escondite. Sí, se puede decir que la hija huye por el bosque, cuesta arriba, para escapar de los disparos y de los animales muertos que caen a su alrededor. ¿Para cuándo la nueva dosis de Pilar Adón? Estoy escribiendo. Luego tocará corregir.
Test rápido Una escritora: Iris Murdoch Un escritor: Antón Chéjov Un libro que salvar de un incendio: “Franny y Zooey”, de J.D. Salinger Un libro para regalar siempre: “Orlando”, de Virginia Woolf - Un poema: «Me from Myself — to banish —», de Emily Dickinson Una ciudad literaria: Sintra Un estilo: Modernismo anglosajón / Fluir de conciencia La mejor literatura está en... ¿qué país? La Inglaterra de la primera mitad del s. XX
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Los Donoso,
historia de una muerte (no) anunciada n Fusa Díaz escrúpulos. Las compramos porque queremos saber. A menudo no nos basta con sus obras, y la muerte es la única que no nos impide revolver entre los cajones y la memoria de los que bajo la tierra nos merecen un respeto. Este pudor que siempre siento cuando leo diarios, correspondencias y confesiones (porque sí, los leo) es diferente en “Correr el tupido velo”. José Donoso dejó asignados sus biógrafos, planteó varias veces en sus propios cuadernos publicar un diario de escritor (ya que, como vemos a lo largo de la biografía, lleva al día a todos sus personajes como si fueran pacientes). Entonces me planteo algunas dudas. Cuando un escritor es tan consciente de un lector en sus diarios, ¿hasta qué punto es honesto en lo que escribe? Por suerte, son sesenta y cuatro los cuadernos intactos de José Donoso, y aunque muchas veces sí tiene presente a un futuro lector, la mayoría de sus textos son íntimos, sinceros y personales. En ocasiones escribiría lo que quería proyectar de sí mismo, pero no nos engañemos, ni siquiera un escritor puede serlo veinticuatro horas al día durante toda su vida. Quizá José Donoso lo era gran parte de su tiempo, pero se hacía concesiones a sí mismo. Pilar Donoso cree, sin embargo, a pesar de haber empezado (en los últimos años de vida de su padre) un proyecto conjunto como biógrafa y escritor en el que hablaban y dejaban grabaciones para la futura escritura, que «él nunca imaginó que yo sería capaz de emprender este proyecto como lo estoy abordando ahora». Abordarlo de este modo significa desobedecer, en parte, las charlas que mantenían en el despacho, donde José Donoso hablaba de sí mismo como quería ser y no como verdaderamente era. En muchas ocasiones, Pilar Donoso nos demuestra cómo Donoso era un fabulador de los pies a la cabeza, incluso en su vida cotidiana, confundiéndose a sí mismo y a los que tenía a su alrededor. Su hija, así, escribe este libro extenso e íntimo como un proyecto personal, una salvación. Pone de ejemplo la novela “Al faro”, de Virginia Woolf, que sirvió de cura y exorcismo tras la muerte de su madre. Confía, entonces, en que su libro “Correr el tupido velo” la alejará
Pilar Donoso, en las primeras páginas de “Correr el tupido velo”, dice que cree «en el olvido como parte de la supervivencia». Escribe sobre ello para justificar la sorpresa que puede haber sido una biografía a cargo de la hija de José Donoso, con todos los pormenores que ello conlleva. La primera sorprendida fue ella, que se armó de valor y cogió los sesenta y cuatro volúmenes de diarios, vendidos a la Universidad de Iowa, y buscó la luz, la coherencia, el orden y la máscara verdadera del escritor chileno. El primer capítulo de esta conmovedora y asfixiante biografía de José Donoso es probablemente el más personal. Pilar Donoso, hija del escritor, expone los motivos que le han llevado a escribir este libro. Se llega a preguntar si, después del dolor que le ha supuesto leer los pensamientos privados de su padre, no será una especie de venganza hacerlos públicos (previa selección). Aunque empieza algo dura, después el tono de Pilar se suaviza, porque, como en más de una ocasión asegura, ha amado y odiado a su padre cada instante de su vida, intercalándose sus sentimientos y dando como resultado una relación diferente, extraña, pero completa a muchos niveles. Uno de los temas que más pongo en duda es, siempre, la moralidad de la persona que recoge los diarios secretos y los expone al público que, no lo niego y asumo mi papel, está sediento de intimidad literaria. La hermana de Carmen Martín Gaite hizo una selección y publicó en “Cuadernos de todo” sólo lo que atañía a la vida literaria de su hermana, guardando para sí misma y los suyos los secretos de la salmantina. Pero tenemos correspondencias entre amantes, tenemos miserias expuestas en nuestras librerías que guardamos con orgullo. Tenemos los diarios de Virginia Woolf, y los tenemos porque buscamos su locura entre sus letras, y buscamos a Leonard Woolf para que no se nos escape nada, para que leyendo sus obras sepamos reconocer quién fue, y por qué. Tenemos las novelas póstumas de Roberto Bolaño; novelas que él guardó en un cajón, quizá avergonzado, quizá con el proyecto futuro de revisarlas y corregirlas. Las tenemos y las leemos sin 13
José Donoso en estas páginas no es José Donoso: es Pepe. Y en ese detalle tan minúsculo encontramos la diferencia entre su obra literaria y lo que en “Correr el tupido velo” van a contarnos. José Donoso no es la solapa con un listado de obras, premios y condecoraciones; no es un escritor chileno que perteneció -aunque más discretamente que algunos de sus compañeros- al Boom latinoamericano en Barcelona. No es nada de lo que hasta ahora habíamos creído que era: es Pepe. El marido de María Pilar Serrano (María Ester, en realidad), el padre adoptivo de Pilar Donoso (que tampoco es Pilar Donoso, sino, como ya había mencionado anteriormente, Pilarcita), el fiel y acomplejado autor de su agente, Carmen Balcells. Es un hombre fuerte mentalmente en la mayoría de sus años, débil y enfermizo, y muy contradictorio. Acostumbramos a ver en las biografías de los escritores cómo estaban ligados a sus obras y cómo ello afectaba a sus vidas. Dichas biografías suelen estar escritas por personas que no sufrieron las consecuencias, y por ello no hacen hincapié en pequeñeces que sólo podrían interesarle a alguien que estuvo en medio: una hija, una esposa. Por eso, algo tan sencillo como que José Donoso y María Pilar eran personas incapaces de hacerse cargo de las cosas más prácticas (la economía, las cuentas en el banco, la casa) forma parte de esta visión de Pepe. Entre los aspectos más literarios del escritor, destacan el verse constantemente condicionado por la economía (por eso acaba viajando una y otra vez a universidades para dar conferencias o clases, y eso le llevará a dos versiones de sí mismo que le forjaronn el carácter: por una parte, la importancia de viajar para conocer; por otra, el desarraigo y el autoexilio, el no sentirse de ninguna parte), la importancia de las casas y de los jardines, formar parte del Boom
de la ausencia de su padre (que le hizo creer en su inmortalidad), y ella será Pilarcita (como la llamaba) o Pilar, o sería quien quisiera ser, o no será nadie. Con esta premisa, en el primer capítulo, antes de ahondar en la vida de su padre -personal y literaria-, intenta hacer un poco de limpieza. Intenta arrancar las malas hierbas de los cuadernos: se justifica. Nos expone por qué y cuándo lo hace, en qué condiciones, qué busca. Lo que su padre había querido para ella, siempre, eran unas raíces, y le ofrecía las suyas como si pudieran valerle. Pero no fue así. Quizá -pensaría ella- la verdad podría ser una patria, un lugar al que volver o en el que quedarse. Así que empieza por el principio de su historia y no la de su padre. Expone las cartas y las contradicciones de su padre, en las que unas veces es vista por los ojos azules, tiernos y paternales, y otras por la tiranía de las paranoias que sufría José Donoso. Esta dualidad es el veneno y el precio que Pilar Donoso tuvo que asumir y pagar para llevar a cabo este asunto, y por eso se va cuestionando: «Uno no debiera conocer los pensamientos más íntimos de nadie». Quizá porque somos miserables en nuestra primera versión, y José Donoso tenía una gran habilidad para mostrar su propia oscuridad, sin recelo, a pesar de que muchas veces lo que lograba era maquillarla y hacer literatura de su propia mediocridad. Y tras todas las explicaciones, tras la justificación, tras ese velo tupido que José Donoso corría en su vida y Pilar Donoso intenta abrir en las 440 páginas que componen este volumen publicado en Alfaguara, empieza la historia de los Donoso. Una historia llena de sombras y secretos, de contradicciones, pero también de un amor incondicional, de paciencia y de palabras.
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para quedarse embarazada, después por establecer socialmente un primer puesto y un segundo, terminando por la poca vida íntima y sexual que ambos mantenían, la esposa de José Donoso se autodestruye a base de alcohol y váliums. Aunque parece que Pilarcita es mucho más crítica con su madre que con su padre, puesto que él encarna la figura de todopoderoso e importante, se va reconciliando con la figura materna, que es mucho más compleja -tras la lectura de sus memorias- y triste de lo que en un primer momento le pudo parecer. Así, en “Correr el tupido velo” no sólo hay lugar para José Donoso, sus dificultades para escribir, su autocrítica feroz y su miedo a la seca literaria: también hay lugar para una mujer como Pilar Donoso que no sabía cómo gestionar su yo, no sabía cómo formar parte de esa tribu que su padre le cede. El problema de que Pilar Donoso se desnude, a través de la biografía de su padre, y nos muestre sus debilidades, sus miedos y su condición de adoptada ( a c a b ó casándose con un primo suyo, creando la familia Donoso Donoso y formando parte, esta vez de veras, de la familia chilena -donde finalmente se instalan-); el problema de que Pilar Donoso corra el tupido velo de sus padres y queden filtrados sus problemas existenciales, es que, meses después de la publicación del libro, tomó la decisión de acabar con su vida. ¿Qué provoca este suceso? Si sumamos que José Donoso tenía la etiqueta de homosexual reprimido; si tenemos en cuenta que pretendía escribir una novela en la que una hija, tras descubrir la verdad en los diarios de su difunto padre, decide suicidarse; si nos hacemos cargo de que hay una cierta similitud (a la que ella misma alude en las primeras páginas: «Al parecer he logrado zafarme del fatal destino que él me asignó en su diario el 23 de abril de 1993»)... la prensa sensacionalista jugará, como jugaba José Donoso, a novelar las vidas y atar unos cabos que deberían quedar sueltos. Son muchos los que han optado por confirmar que Pilar Donoso se suicidó tras la lectura de los diarios de su padre, como si la verdad (convengamos que todos hablan de esa verdad como la homosexualidad del escritor) no la conociera anteriormente y hubiera sido definitiva. Somos muchos los que queremos jugar a ser donositos, como se denominaba a sus discípulos, y queremos entender que Pilar Donoso obedeció el destino que su padre le asignó en sus notas para que el ciclo de los Donoso quede perfectamente cerrado, literario. Para ello, para dar por válida esta versión, sería necesario no haber leído “Correr el tupido velo”, biografía en la que Pilar Donoso habla de la homosexualidad de su padre con conocimiento de causa (después de un comentario desafortunado en la mesa, María Pilar le dice: «¿Es que acaso no sabes que tu padre tuvo experiencias homosexuales cuando era joven?», zanjada así la posibilidad de que su hija desconociera esa faceta del escritor -aunque es tratada como una máscara más del chileno-), y también querer dejar, por encima del talento y las miserias de Pepe y los Donoso, el único tema que parece importar. ¿José Donoso era homosexual? ¿Se suicidó Pilar Donoso tras el dictado de su padre? Padre e hija consiguieron de veras correr el tupido velo, para desgracia de los que buscan el morbo y lo exponen obscenamente, y dejarnos con tantas incógnitas que, incluso si publican los diarios completos del escritor, pertenecerán solamente a ellos. De lo demás, de la verdad, sólo nos queda especular y jugar a las novelas. Los donositos huérfanos.a
por situación y época pero quedar un poco al margen, sentir unos celos extraños de Gabriel García Márquez, sentirse fracasado (al final de sus días) pese al éxito (el eterno clochard) por ser el menos rentable y elogiado (a pesar de que Carmen Balcells -figura querida y temida por igual, hasta el punto de tratar la gordura en uno de sus personajes con sumo cuidado, para no ofenderla ni a ella ni a las mujeres grandes que pudieran sentirse identificadas o retratadas- le otorgue el título de el más escritor de todos los novelistas), y también cómo las partes de realidad que habitan en sus novelas (y cómo “Conjeturas sobre la memoria de mi tribu” -una especie de regalo a su hija que, como adoptada y nómada, le ofrecía para que formara parte de algún lugar, de alguna familia- le enemistó con algunos parientes) o la otra cara de la moneda (sus invenciones dentro de su vida cotidiana) le pasaban factura. Todos estos perfiles de José Donoso, que es Pepe, se van dando a medida que avanzan los años, a medida que avanza su obra. Organizada la biografía cronológicamente, pero también por etapas de escritura y etapas de lugares en los que vivieron, vemos cómo evoluciona un José Donoso cada vez más perdido y confuso. “Correr el tupido velo” no es sólo un homenaje a la figura de un escritor que no disfrutó del reconocimiento que merecía, no es sólo un exorcismo de Pilar Donoso, es también -en menor medida y si estás atento- un perfecto homenaje para las mujeres (esposas) olvidadas del Boom. La biografía es exclusiva y única precisamente porque la perspectiva es la de una hija, y por tanto también aparece María Pilar. La diferencia entre escribir la biografía de un escritor desde fuera o dentro de la casa en la que vivió es vital. En este caso, las mujeres del Boom son meras espectadoras de la revolución literaria que provocaron sus maridos en la ciudad catalana. La Gaba (la mujer de Gabriel García Márquez), que aparece poco y en boca de María Pilar, es una mujer inteligente y brillante, y nos deja una frase irónica que define muy bien la condición de acompañante: «pobrecitos, cómo sufren». Gracias a que Pilar Donoso era hija y no una simple admiradora de la obra de José Donoso, gracias a que se convierten en Pilarcita y Pepe, podemos rendirle homenaje y mencionar a sus mujeres. La relación de sus padres como matrimonio fue complicada desde el primer momento. Primero por los problemas de María Pilar 15
Donatella Iannuzzi
(editora Gallo Nero)
Donatella Iannuzzi (1977), fundadora y editora de una de las mejores editoriales del panorama español actual: Gallo Nero. Italiana que, pasito a pasito, y con el mimo de los viejos artesanos, está creando un catálogo envidiable. Cuida cada novela como lo que es: una edición única que ha de perdurar en el tiempo y, sobre todo, en la memoria. No se olvida Donatella de que antes que editora es lectora y que al lector hay que conquistarle con buenos libros, con buenos diseños, que honren la literatura. Ella la honra y, sí, nos conquista.
n Ainize Salaberri ¿Cómo surgió Gallo Nero y cuál es su filosofía, su línea editorial? Gallo Nero es fruto de una férrea voluntad: construir un catálogo y que fuese todo mío. Llevaba en el mundo de la edición unos cuatro años y llegó un momento en el que pensé: “ahora o nunca” y aquí estoy dos años después cansada y feliz. Nuestra filosofía editorial: publicar los libros que nos enamoran, los libros que creemos necesarios, los libros con los que hemos mantenido una conversación secreta, todos son títulos meditados y muy mimados. La tendencia es principalmente europea pero con una mirada puesta en la literatura norteamericana, sobre todo en la primera mitad del siglo XX. ¿Cuándo supo que serías editora? ¿El editor nace o se hace? No recuerdo cuándo fue, no sabría decir en qué momento lo tuve tan claro como para intentarlo y no creo que el editor nazca, creo que ser un buen lector es el principio… ¿Hay muchas diferencias entre el mercado literario español y el italiano? Creo que la diferencia fundamental entre los dos mercados, y por consecuente entre los dos perfiles de lector, se debe principalmente al tiempo. En Italia se identifica la primera gran etapa de edición literaria y la difusión de autores extranjeros con la fundación de la editorial Einaudi hacia 1930. En España, por razones políticas, esa fecha se traslada a los años setenta cuando en Italia toda la gran literatura se traducía y leía desde hacía treinta años. Eso da una idea del diferente espesor y la distinta estratificación del
mercado literario italiano que podríamos decir que es más veterano. Como editora, ¿cree que existe el filtro suficiente en los libros publicados? Es decir, ¿cree que deberían publicarse menos obras, ser más estrictos? Creo que nadie tiene el derecho de afirmar que se debería publicar menos. Si todos los libros publicados son buenos en su género, ¿por qué habría que publicar menos? Es una cuestión totalmente relativa y tiene más que ver la calidad que la cantidad. Los editores literarios tendemos a pensar que se deberían publicar menos libros sobre todo si no son libros con un alto y comprobado valor literario. Hay que recordar que el libro que en su forma más sublime es literario no deja de ser un contenedor de textos y como tal se presta a cualquier tipo de género. Lo que sí quitaría del mercado son los libros de relleno, los libros mal editados, mal traducidos, mal corregidos, los libros de los no editores… Respecto al filtro, me gustaría que lo tuviese el lector también. ¿Qué necesita tener una obra, un autor, para ser publicada en Gallo Nero? Me baso en un criterio totalmente personal: me gustan los libros curiosos, me gusta la literatura del detalle y los libros que me sorprenden, pero sobre todo necesito que el libro me haga vibrar. ¿Cómo es el día a día de Donatella Iannuzzi? Mi día a día depende mucho de la fase de producción en la se encuentran mis libros.
Las semanas que preceden la publicación del libro suelen ser normalmente muy frenéticas. A eso se le añade el trabajo de prensa, la emisión de facturas varias, los pagos y contestar a los e-mails, actividad cuyo tiempo no contabilizo por no deprimirme… Pero cuando hay pequeños descansos entre un libro y otro (mi ritmo de publicación me lo permite) suelo dedicarme a la búsqueda de títulos que es la parte de mi trabajo que más me fascina o a la reflexión sobre los títulos que voy a publicar. Suelo dejar que los posibles títulos reposen un tiempo y cuando la decisión está tomada empiezo a buscar toda la información relacionada. Esa búsqueda es fascinante ya que me permite identificarme gradualmente con el autor o la obra, es una especie de comunión. ¿Cuál es la niña bonita literaria de Donatella en Gallo Nero y qué supuso para usted, amante de la literatura, publicar a Leonardo Sciascia, Adrienne Monnier, a Jean Paul o “Un jardín en Venecia? Mi niña bonita es sin duda uno de los libros más pequeños que he publicado: “Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel” de Leonardo Sciascia, un autor al que he amado mucho. Pedí los derechos de este título cuando todavía no había montado la editorial y sorprendentemente y a pesar de tener el autor su editorial en España me los cedieron. Ese día fue un día feliz. Todos los títulos que están en mi catálogo esconden una historia y muchos recuerdos, a cada uno de ellos he llegado por caminos distintos y de cada uno me he enamorado o mejor dicho encaprichado, ya que algunos como “Un jardín en Venecia” han sido auténticos caprichos. ¿Cuál ha sido su momento más feliz como editora y cuál el más triste desde que creó Gallo Nero? El momento más feliz fue recibir de la imprenta el primer título de Gallo Nero “El caso Pasolini”, en ese momento me sentí realizada. Momentos tristes ha habido algunos casi siempre ligados a la frustración de perder un título después de haber pujado por él. ¿Algún libro que le hubiese gustado publicar y no pudo? ¿Alguno actualmente que le sea imposible llevar bajo su firma? Sin duda “The Alice B. Toklas Cookbook”, el libro de cocina y anécdotas literarias de la famosa y al mismo tiempo desconocida
amante de Gertrude Stein. Me enamoré de este libro y de sus ilustraciones. Soñaba con él y lo veía ya en mi catálogo pero cuando pedí los derechos era demasiado tarde, ya se los habían vendido a otra editorial e imagino que pronto lo tendremos en las mesas de novedades. En ese momento sufriré más. Hay muchos libros que me gustaría publicar pero que reconozco que serían pequeños suicidios, todos estos títulos los guardo y siempre pienso que llegará un día en el que mi sello, que espero que se afiance más de lo que está ahora, pueda permitirme publicarlos. ¿Recibe manuscritos? ¿Publicaría algún día a un autor español o se escapa de su catálogo? Recibo muchos manuscritos. No sé si algún día publicaré algún autor español, de momento no tengo una estructura que me lo permita. Es un tipo de edición totalmente distinta que requiere una labor que ahora mismo no podría desarrollar. ¿Saltará Gallo Nero a los ebooks? ¿Qué opinión le merecen? Gallo Nero no se cierra ninguna puerta. Es cierto que ahora sería una inversión demasiado a largo plazo para una editorial pequeña. Y no es una inversión segura ya que nadie nos garantiza hacia dónde va ni si lo que se está haciendo ahora va a ser la forma definitiva de transformación del texto. ¿Mi opinión personal respecto a los ebooks? Consumo inducido. ¿Qué consejos le daría a alguien que desea ser editor, montar una editorial, dedicarse a esto? Lo primero es que hay que tener las ideas muy claras: es un trabajo que requiere sacrificio y es una carrera de fondo, hay que estar entrenado y preparado para sufrir. Sobre todo que se quiten de la cabeza la imagen “cool” del editor. Somos trabajadores como otros y estamos mucho tiempo sentados delante del ordenador y trabajamos los fines de semana. Ahora sí, si les gusta la edición eso le parecerá lo más bonito y lo más creativo que hayan hecho en su vida. ¿Qué le espera a Gallo Nero en los próximos meses? Nos espera una primavera feliz: “Testimonio en Chicago” de Allen Ginsberg, “Ubú en bicicleta” de Alfred Jarry y nuestra primera Feria del Libro de Madrid con un título de Boris Vian que hará las delicias de los amantes de París…
Como lectora Una escritora: Marguerite Yourcenar Un escritor: Thomas Bernhard Un libro que salvar de un incendio: “El desierto de los Tártaros” de Dino Buzzati Un libro para regalar siempre: “Antología de Spoon River” de Edgar Lee Masters Una ciudad literaria: Trieste Un estilo: ninguno La mejor literatura está en... ¿qué país? En los buenos escritores. Como editora Una escritora: Sylvia Plath Un escritor: Roberto Bolaño Un libro que salvar de un incendio: “Pedro Páramo” de Juan Rulfo Un libro para regalar siempre: “El proceso” de Kafka Una ciudad literaria: París Un estilo: ninguno La mejor literatura está en... ¿qué país? En los buenos escritores.
Pecados capitales: Envidia
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Alejandro Larrañaga PREGUNTAS SIN RESPUESTA
José Braulio ¿CUANTA TIERRA NECESITA UN HOMBRE?
Anabel Rodríguez “DIVINAS PALABRAS”, TRAGICOMEDIA DE ALDEA
José Braulio EL CABALLERO AVARO
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Marta Gómez Garrido LA AVARICIA VIAJA EN TREN
Roxana Contreras MI VIDA, DE ANTÓN CHEJOV
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Elena Triana Que arda Wall Street
Ignacio Ballestero JOHN SELF. TESTAMENTO
María Sevilla CRIMEN Y PLEGARIA
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Iraide Talavera LAS POSESIONES EFÍMERAS
Laura Alonso LAS DOS CARAS DE UNA MONEDA
David G. Ávila UNA HUMORÍSTICA INTRIGA PALACIEGA
J. Álvaro Gómez EL CAMINO DEL TABACO
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Pedro Larrañaga ¿Cómo no voy a querer más de ti, Haruki?
Pecados capitales: Envidia
Preguntas sin respuesta El negocio de los negocios de Denis Robert y Laurent Astier (Tomo 1- El dinero invisible y Tomo 2- La investigación) Es el mundo un lugar despreciable sin posibilidad de salvación o podemos, desde la lucha y la confianza en la especie humana, combatir a aquellos que se dejan dominar por la avaricia. Denis Robert lo está intentando, aunque eso le haya costado muchos problemas.
n Alejandro Larrañaga ¿Existe algo más humano que la avaricia? En sus primeros estadios podría confundirse con la ambición. El hecho de querer más, progresar, acaba pervirtiéndose con el anhelo de la acumulación de bienes mayormente materiales. En esta sociedad en la que nos ha tocado vivir, las posesiones son la base sobre la que cimentar toda nuestra existencia. Está montado así y nosotros disfrutamos de las comodidades. Nos acostumbramos a ellas y las convertimos en imprescindibles, pasando a ser cómplices de este juego ilógico, con tintes surrealistas, en el que ha devenido el
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mundo capitalista. Denis Robert, periodista y escritor francés, así lo comprendió y decidió salirse del camino establecido. Eso le ha granjeado no pocos problemas y enemigos. “¿Por qué haces esto? No sé, me ayuda a seguir viviendo.” Todos en algún momento de nuestra vida hemos tenido la ilusión de cambiar el mundo, de pelear contra los malos, conseguir cambiar las cosas equilibrando la balanza. Como una especie de superhéroes modernos sin tener que vestirse trajes estrafalarios ni repartir mamporros.
cualquier otro, ¡le han cogido nada más!” Los escándalos de corrupción son numerosos. Cada cierto tiempo algo se destapa. Hay implicados, condenados y todo el mundo se rasga las vestiduras ante hechos que siempre reciben la condena más dura por parte de la opinión pública. Todo el mundo se vanagloria de lo buenos y limpios que somos, de que los que han infringido la ley pagan por ello y que podemos seguir adelante como si nada. “El público está demasiado alejado de lo que pasa entre bastidores.” El peligro es una sensación que nunca desaparece. La impresión de que hay algo más allá. Que el/los verdadero/s responsables siguen ahí fuera, intocables. Resulta ciertamente increíble que alguien pueda tramar algo así, que los medios estén implicados y que las esferas de poder tejan una tela de araña tan enrevesada para, simple y llanamente, mantenernos anestesiados. Puede que sea verdad o puede que no, pero por eso obras como “El negocio de los negocios” son importantes, porque ofrecen hechos que nos hacen pensar. Las conclusiones corresponden a cada uno, lo importante es que tengamos acceso a los verdaderos datos para poder llegar a ellas. “En tiempos de crisis, las prácticas que se han estado tolerando hasta ahora, esas a las que nadie se ha enfrentado, se hacen todavía más insostenibles.” Es una verdad tan obvia como indiscutible. Y no hace falta ceñirla al ámbito de la macroeconomía o la política. Podemos comprobarlo en nuestra vida privada. Mientras todo va bien nadie se para a pensar en ciertas cosas. Nuestra capacidad para asumir según qué comportamientos es ilimitada. Ahora bien, cuando la necesidad aprieta, la susceptibilidad también es infinita y convierte la comprensión o permisividad en reproches e indignación. La avaricia convertida en obscenidad Es algo que vamos comprendiendo según conocemos más de nosotros mismos y de la humanidad. La avaricia nos convierte en seres despreciables. El sistema está basado en el principio de competitividad. Debemos pelear contra nuestros semejantes y el éxito de unos se consigue a costa del fracaso de otros. El ascenso, en los ambientes descritos en “El negocio de los negocios” se realiza, en muchos casos, moviéndose en un terreno oscuro. Hay que pedir favores y pagarlos, consolidando esas relaciones de las que todos hemos oído hablar en voz baja, a costa del bien común. Es una elección muy difícil, o no tanto, de afrontar. El implicado ve por un lado los beneficios instantáneos en
El paso del tiempo nos demuestra que los sueños son sólo eso y que cualquier progreso, por pequeño que sea, supone un esfuerzo monstruoso. Hace falta aprovechar esos momentos en los que parece que vamos a superar el límite de nuestra resistencia. Romper con muchas de las cosas que dábamos por supuestas y enfrentarse a quien se ponga por delante. Hace falta mucho valor y estar dispuesto a muchos sacrificios. Es duro porque el fracaso en la empresa es el resultado más obvio. La avaricia es un poderoso enemigo, que siempre sabe rodearse de las mejores compañías, sobornándolas, ofreciéndoles una existencia “superior”, aunque sea a costa de algunos semejantes, convertidos convenientemente en cifras, ya que así es más fácil deshumanizarlas. “¡Aprieta las teclas como si fueran notas! Una muletilla… ¡¡Cómo si fuera una marcha militar!! ¡Escribe palabras vacías! ¡Construye frases vacías con sujeto, verbo y predicado (uno solo)! ¡Puntúa! ¡Corrige tus faltas! Simplifica… ¡No te líes con grandes argumentos! Cuenta el mundo como es, no el que te imaginas… ¡Que puedan leerte! ¡Ponte en el lugar del lector! ¡¡Facilítale la tarea!! ¿Por qué pones esa cara? ¿¡¿Quieres un aumento, es eso?!?” “El negocio de los negocios” es la historia de un hombre que se decidió a cambiar el mundo. A desenmascarar a aquellos que, desde una posición de responsabilidad y poder, utilizaron esos medios en su propio y exclusivo beneficio. Es una disputa desigual en la que las posibilidades de triunfo de nuestro inesperado protagonista son siempre limitadas. Es posible que se le conceda alguna victoria parcial, porque el sistema sabe repartir cierto juego, pero el resultado final, de una partida que todavía está en proceso, parece decantado. ¿Sirve de algo luchar para mejorar el sistema? La sensación tras pararse a leer (disfrutar y sufrir) “El negocio de los negocios” es que el futuro pinta muy mal. El sistema capitalista sólo tiene un rival a su alcance. La avaricia de los seres humanos. Dos que parecían los mejores aliados posibles, pueden acabar condenándose el uno al otro. Las personas encargadas de gestionarlo son eso, personas. Con sus virtudes y sus defectos, las habituales debilidades y la intención principal de sacar ventaja de las diferentes situaciones. La ventaja de la sociedad actual es que ha desarrollado también los mecanismos para autocontrolarse o, al menos, que parezca que lo hace. “No es peor que
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su mano y por otra una nebulosa de injusticia (la conciencia es un bien escasamente desarrollado entre nosotros) futura sobre personas desconocidas. “Es una injusticia tan obvia, tan insoportable.” La clave para que el sistema funcione es establecer una clara separación entre el infractor y los que la acaban pagando. Tiene que ser un camino tortuoso para que nadie pueda ser acusado directamente. Y eso es lo obsceno. Convertir las consecuencias en números, cifras, que consiguen que olvidemos que detrás de todo hay personas de carne y hueso. ¿Cuál es nuestro papel en este juego? Si la avaricia es una cualidad habitual entre las personas (más o menos desarrollada y más o menos mezclada con la ambición, algo que disfrazaría la componente negativa), es más común la capacidad para absolvernos de las culpas. Un ciudadano común (como yo, por ejemplo) se considera absolutamente inocente de todo aquello que es achacable a la sociedad como conjunto. Las cosas ya eran así antes de que llegáramos y la capacidad de decisión sobre los grandes temas de la actualidad es bastante limitada. Los políticos, banqueros, economistas, periodistas y millonarios varios, señalados como responsables de casi todos los males de la actualidad, donde la crisis es el tema estrella en todas las tertulias, son, aunque parezca mentira, también personas. Siempre me he preguntado qué haría yo si estuviera en su situación, si me tocara decidir con tantas tentaciones al alcance de la mano. Es bonito, aunque un poco iluso, pensar que haríamos las cosas de un modo diferente, aunque no tenga que ser necesariamente verdad. “Un aumento de salario siempre se paga con un poco de libertad.” Tampoco hay que dramatizar, la capacidad de una persona en concreto de realizar cambios profundos es muy limitada. El problema está claro que reside en la acumulación y en una sociedad donde el individualismo está muy complicado que nadie vea más allá que sus propios (como mucho, ampliarlo a sus familiares y amigos) intereses. En estas circunstancias, preocuparnos de nuestros asuntos es lo más común. Cierto es que todavía hay esperanza, que sí existen los que ven más allá, pero como son minoría, su impacto siempre va a ser menor que la maquinaria perfectamente engrasada en la que vivimos. Puede que sea una visión un tanto pesimista, pero también que nos hemos acostumbrado a no esperar mucho de la gente. Denis Robert nos demuestra que todavía hay esperanza de un cambio que puede que no sea profundo, pero sí que ayudará a hacer más respirable el ambiente.
Pecados capitales: Envidia
¿Cuánta tierra necesita un hombre? n José Braulio Fernández Riesgo Con este sugerente título nos invita León Tolstói (Yásnaya Poliana 1828-Astápovo 1910) a reflexionar sobre los límites de la naturaleza humana. Aunque nos parezca sorprendente, el ser humano cada día supera obstáculos que hasta el presente nos parecían insuperables. Comprobamos a diario que el hombre es capaz de lo mejor y de lo peor, es capaz de arriesgar su vida por la de sus congéneres y a la vez es capaz de poner en riesgo sus vidas para salvar la suya. Es capaz de conquistar los confines del firmamento y es capaz de curar una grave enfermedad. Es capaz de inventar la palabra y es capaz de usar tan bello invento para zaherir a quien le dio la vida. El hombre es capaz de hacer añicos cualquier limitación para demostrar su grandeza, para demostrar que es el rey de los animales. El hombre, claro está, es un ser lleno de contradicciones, quizá éste es el motivo por el cual, a lo largo de los siglos, se ha erigido en el protagonista de la historia. Los animales son seres de costumbres, con su instinto, con su vida programada desde su nacimiento, sin una conciencia clara del papel que les ha tocado vivir. Desde que el hombre pisa la tierra es su deber escribir su destino, por eso no siempre aborda su existencia con el éxito deseado. Por eso es el protagonista de la historia con todos sus errores. Por eso podemos culparle de nuestra idiosincrasia, de nuestros males, de nuestras desdichas, de nuestra vida. Si el hombre no hubiese inventado la escritura, no podríamos disfrutar de Cervantes, o de Tolstói; pero tampoco podríamos culparle por haber dejado escritos todos sus errores, los errores que nos han traído hasta aquí. Somos imperfectos, es un axioma sobreentendido. El protagonista de este relato, Pahom, es un hombre, por lo tanto es imperfecto. Y es imperfecto porque su entorno está lleno de imperfecciones, su entorno son sus congéneres, son hombres, también imperfectos. Cuando intenta tomar la decisión más correcta, su mundo conspira para conducirlo hacia el matadero, no conspira conscientemente para que se precipite hacia el vacío, no; toma sus decisiones apoyándose en sus principios, principios que no congenian con los suyos. El mundo es un pasillo lleno de puertas a ambos lados, de una de ellas sobresalen brazos que te atraen, de otra sobresalen otros que te empujan, y así sucesivamente hasta que el pasillo toca a su fin. Puedes evitar que las huesudas manos de un período de tu destino te lleven hacia su laberinto; pero no podrás evitar 23
que las níveas manos del otro período dulce te empujen hacia su telaraña. Pahom camina por ese pasillo de la vida evitando dificultades, saltando los muros, gateando por las alcantarillas. Debe ceder a sus impulsos porque es imperfecto, y se deja atrapar en un momento de debilidad por una mano trémula que lo arrastra para continuar su periplo desconocido por otro cauce hasta entonces inexplorado. Cuando en el horizonte de Pahom se vislumbran grandes
ellas? ¡He perdido la vida, he perdido la vida! ¡Nunca llegaré a ese lugar!” Pahom miró el sol, que ya desaparecía, ya era devorado. Con el resto de sus fuerzas apuró el paso, encorvando el cuerpo de tal modo que sus piernas apenas podían sostenerlo. Cuando llegó a la loma, de pronto oscureció. Miró el cielo. ¡El sol se había puesto! Pahom dio un alarido. “Todo mi esfuerzo ha sido en vano”, pensó, y ya iba a detenerse, pero oyó que los bashkirs aún gritaban, y recordó que aunque para él, desde abajo, parecía que el sol se había puesto, desde la loma aún podían verlo. Aspiró una buena bocanada de aire y corrió cuesta arriba. Allí aún había luz. Llegó a la cima y vio la gorra. Delante de ella el jefe se reía a carcajadas. Pahom soltó un grito. Se le aflojaron las piernas, cayó de bruces y tomó la gorra con las manos.”
beneficios a cambio de un mínimo esfuerzo, no lo duda ni un segundo. Es su impulso muy humano. Maquilla el impulso con unos brochazos de raciocinio; pero en el fondo es imperfecto. Y se lanza a la aventura del beneficio. La avaricia, la ambición. Un futuro de abundancia, relajado y despreocupado es una golosina difícil de despreciar. Y Pahom reconoce el sabor del almíbar aun sin haberlo probado nunca antes. “Pahom siguió caminando, con mucha dificultad, pero cada vez más rápido. Apuró el paso, pero todavía estaba lejos del lugar. Echó a correr, arrojó la chaqueta, las botas, la botella y la gorra, y conservó sólo la azada que usaba como bastón. “Ay de mí. He deseado mucho, y lo eché todo a perder. Tengo que llegar antes de que se ponga el sol.” El temor le quitaba el aliento. Pahom siguió corriendo, y la camisa y los pantalones empapados se le pegaban a la piel, y tenía la boca reseca. Su pecho jadeaba como un fuelle, su corazón batía como un martillo, sus piernas cedían como si no le pertenecieran. Pahom estaba abrumado por el terror de morir de agotamiento. Aunque temía la muerte, no podía detenerse. “Después que he corrido tanto, me considerarán un tonto si me detengo ahora”, pensó. Y siguió corriendo, y al acercarse oyó que los bashkirs gritaban y aullaban, y esos gritos le inflamaron aún más el corazón. Juntó sus últimas fuerzas y siguió corriendo. El hinchado y brumoso sol casi rozaba el horizonte, rojo como la sangre. Estaba muy bajo, pero Pahom estaba muy cerca de su meta. Podía ver a la gente de la loma, agitando los brazos para que se diera prisa. Veía la gorra de piel de zorro en el suelo, y el dinero, y al jefe sentado en el suelo, riendo a carcajadas. “Hay tierras en abundancia -pensó-, ¿pero me dejará Dios vivir en
Pahom es un granjero humilde que intenta pasar por esta vida de la forma más digna posible: trabaja, realiza pequeños negocios, tiene una esposa a la que ama. Y se le presenta la ocasión de mejorar su situación. Nadie lo dejaría escapar. Al principio es un pequeño avance sobre su estado inicial, un incremento de las tierras para aumentar las cosechas. La evolución es progresiva. Los beneficios progresan de forma equivalente. ¿Qué hay de malo en ello? Cuando se le presenta otra ocasión pintiparada para incrementar su patrimonio tampoco lo duda. Es el modo de incrementar su peso en este mundo y de abandonarlo más dignamente cuando la parca lo llame. En el momento más crucial de su vida, cuando se juega toda su fortuna a una sola carta, comete el grave error de ser cegado por su ambición, término éste que esconde en su eufonía a la avaricia que será la que entierre su ascenso. Pero no podemos culpar a Pahom por sus actos, es su naturaleza porque es imperfecto, como ha sucedido a lo largo de toda la historia de la humanidad con tantos hombres que no supieron ejercer de seres racionales. Es sólo un ejemplo más, uno más de tantos, que teniendo mucho quiere abarcar lo siguiente cuando lo tiene al alcance de su mano; pero es incapaz de calcular las consecuencias que acarreará su decisión. Pahom desconoce que la avaricia se ha apoderado de su voluntad. Avanza un paso de forma cautelosa. Luego otro. Más tarde otro. Hasta que debe dar el definitivo, el que le proporcione todo lo que anhela. El paso es arriesgado; pero sin él se estancaría. Ya ha sentido arder en su interior ese impulso que le impele hacia el final, no hay marcha atrás. Toda su vida depende de la destreza con la que obre un solo día, el día señalado. Sus ahorros, su pasado, su futuro, sus seres queridos, dependen de ese día. Y nada sale bien. Nada sale bien porque Pahom es un ser humano y como tal es imperfecto. ¿Debemos condenar a Pahom por desear mejorar su destino? Algo nos ha quedado claro tras la lectura de este relato: la ambición desmedida es una compañera de viaje peligrosa. La avaricia cegó a Pahom como lo cegaba el sol que alumbraba su día fatídico, le impidió ver las amenazas de su ambición, trastocó su voluntad, manipuló sus certezas. En fin, la avaricia convirtió a Pahom en un títere idealista movido por suposiciones e imposturas disfrazadas de firmes logros que adquirían forma sólo en su mente. La avaricia fue un viaje sin retorno. Al final sólo necesitó la tierra que cubrió su cuerpo. ¿Cuánta tierra necesita un hombre? ¿Necesita un hombre tierra o sólo una vida con la que contemplarla? A veces es tan intenso el fulgor de nuestro anhelo que ni acertamos a formular las preguntas para las que necesitamos una respuesta. 24
Pecados capitales: Envidia
Que arda Wall Street “La hoguera de las vanidades” fue la primera novela de Tom Wolfe. En ella cuenta la historia de un asesor financiero, Sherman McCoy, que ve cómo su matrimonio y su idílica vida de yuppie peligran cuando tiene un estúpido accidente de tráfico en una carretera del Bronx.
n Elena Triana Martínez. Gracioso. Todo esto es muy gracioso, a falta de un calificativo mejor. Sí, divertido. Con la que nos está cayendo. No quiero hablar de política, pero, ¿qué no es política? Imagínate: ésta es la historia de un tipo guapo, de buena familia, rico, un intocable, eso es, que cree estar por encima de ciertas cosas. Que cree que la mierda de ciertos estratos de la sociedad, estratos, digamos, inferiores, no le puede salpicar. Que cree que merece lo mejor, y cada vez más. Y un día mete la pata. Y alguien le ve hacerlo. ¿Te suena de algo la historia, querido lector? ¿Te resulta cercano? ¿Es posible que algo así esté pasando en tu país? ¿Más de un caso, incluso? Vaya si es... gracioso, el asunto. Es tan divertido que apago el telediario con ardor estomacal -y neuronal- y abro “La hoguera de las vanidades”. En la contraportada está Tom Wolfe con pinta de profesional triunfador: camisa de rayas, corbata ancha de lunares, americana cruzada de doble botonadura. Es fácil imaginarle en el Nueva York de los setenta, como un brillante reportero -algo resacoso, ser popular te obliga a ir a ciertos eventos nocturnos-, como cronista del vertiginoso presente de la capital del mundo. “La hoguera de las vanidades” se publicó en 1986, y es una novela, sí, es ficción, pero una ficción extrañamente parecida a la realidad que contaban los periódicos de la época. Extrañamente parecida a la que cuentan ahora nuestros telediarios, en 2012. No hemos debido aprender nada en absoluto. Así que aquí estoy, admirando a Sherman McCoy, el hombre de Yale, residente en Park Avenue, que se refleja en los lustrosos suelos de mármol de su dúplex lujosamente decorado por su mujer. Es el Amo del Universo, así que supongo que debería hacerle una reverencia. O mejor quitar mis miserias, discretamente, de su camino. No, mejor no estorbarle: Sherman es un hombre muy ocupado. Trabaja en Pierce & Pierce -¿o era en Goldman Sachs? ¿O en Salomon Brothers? ¿Dónde habré oído yo éstos nombres?- , una importante firma de brokers, y él es el vendedor estrella. Vende bonos. Es decir:
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dinero ficticio. Enormes cantidades de dinero ficticio que va cambiando de manos y se convierte casi por arte de magia en dinero real, del que sirve para comprar yates y pisos en Park Avenue y coches de lujo que atropellan a negros del Bronx. Sí, McCoy es el mejor en lo suyo, y es aún joven, y atractivo, puede permitirse una amante. Qué demonios ¡debe tener una amante! ¡Un hombre como él, un espécimen perfecto, en la flor de la vida! Sería un absoluto desperdicio si no lo hiciera. Por qué iba él, el Amo del Universo, a tener remordimientos con respecto a Judy, su mujer. “Judy no entendía nada de todo eso, qué iba a entenderlo. En absoluto. Muchas veces había notado que los ojos de su esposa se tornaban vidriosos cuando él le contaba sus hazañas. Lo que él estaba haciendo en realidad era mover la palanca que hacía girar el mundo... y a ella, en cambio, sólo le interesaba saber por qué nunca lograba llegar a casa a tiempo para la cena. ¿Y de qué quería hablar ella las veces que él llegaba a tiempo para la cena? Del maravilloso asunto de la decoración de interiores que la tenía obsesionada, y de cómo se las había arreglado para conseguir que su casa saliera fotografiada en el Architectural Digest, lo cual, francamente, para un hombre de Wall Street era más bien embarazoso. ¿Acaso le había felicitado Judy alguna vez por haber ganado los cientos de miles de dólares necesarios para que fueran posibles sus excesos decorativos y sus cenas y todas las demás tonterías a las que ella se dedicaba? No, jamás. Lo daba por sentado... “ Él, Sherman, también da por sentado que un hombre de su clase, de su posición, debe vivir así, como él vive. La pobreza, la miseria, no le importan. No las ve. No aparecen en su vida, y, cuando lo hacen, le resultan tan ajenas que le aterrorizan profundamente. Quién será esa gente que vive en bloques de protección oficial y va a escuelas públicas y trabaja en supermercados y vive un año con lo que él gasta al mes en trajes ingleses hechos a medida. Mala gente, seguro. Vagos,
ladrones. El tipo de gente con el que tiene que vérselas día a día Larry Kramer en los juzgados del Bronx. Chavales que se llaman Lebron o Tyronne, calzados con deportivas blancas, con su característico andar de chuloputas. Se creen los reyes de la calle y sólo son unos estúpidos, piensa Kramer, pero lo cierto es que está harto de comprobar que no tienen prácticamente ninguna oportunidad para salir de la mierda. Y a Larry le encantaría -realmente le encantaría-, echare el guante, por una vez, a un criminal de esos que no pisan los juzgados. Un ladrón de guante blanco, un inquilino de Park Avenue. Eso le haría saltar a la fama, ganarse definitivamente el respeto de sus compañeros, la admiración de las mujeres, ah, las mujeres... Pero él está en los juzgados del Bronx, y casi nadie se preocupa por la gente del Bronx. Claro, que también hay extraños personajes, como el Reverendo Bacon. El Reverendo Bacon cuida de su gente. O eso dice él. Y tiene muy claro de dónde viene el viento que hace crecer el fuego. Y tiene grandes aspiraciones políticas. No, el Reverendo Bacon no es de los que se callan porque un par de asociaciones de blancos ricos den unas migajas de su dinero para construir una guardería en Harlem. “Si ustedes fueran de los que se preocupan por los niños, se hubiesen encargado ustedes mismos de construir la guardería, y hubiesen contratado a los mejores profesionales para llevarla, a la gente con más experiencia. No se les ocurriría ni siquiera pensar en la posibilidad de contratar a los ciudadanos de a pie. ¿Qué saben los ciudadanos de a pie sobre cómo se llevan las guarderías? No, amigo mío, ustedes hacen otra clase de inversión. Una inversión en el campo del control del vapor. Y es una inversión que les da a ustedes grandes beneficios”. Control del vapor. Curioso concepto. Voy a tratar de explicarlo sin hablar de política –que es como decir que voy a tratar de teclear éstas letras sólo con la nariz. Veamos: la cosa es que los pobres, los portorriqueños y negros del Bronx, los irlandeses de los escalafones bajos de la Policía y los judíos del sistema judicial, los empleados que las pasan canutas para llegar a fin de mes, los funcionarios chupatintas con nóminas con las que los de Wall Street se limpian el culo, son más. Son muchos más. Así que hay que tenerles tranquilitos. En eso consiste el control del vapor. Más vale que todos éstos desgraciados tengan sus donaciones para guarderías, centros cívicos y demás. Porque si no, si se cabrean de verdad, pueden provocar quemaduras. Eso es lo que les da miedo a los Amos del Universo: una masa cabreada de verdad, descontrolada, hirviente. Cabe preguntarse -sin hablar de política, faltaría más-, qué va a ocurrir ahora que se han dado cuenta de que pueden quitarnos un montón de nuestras cutres migajas, gracias a las cuales nuestros hijos van a la escuela y pueden curarse en los hospitales, y ni siquiera levantamos la cabeza. Puede que hayan dejado de temernos. Y eso, amigos, eso... es como para estar preocupado. Pero volvamos a Park Avenue, a Sherman McCoy. Conduce su flamante Mercedes para ir al aeropuerto a recoger a su amante, una morenaza, un trofeo para el mejor vendedor de bonos de Pierce & Pierce. Mete su desmesurado equipaje de marca en su coche de lujo, y trata de volver a la ciudad. Pero se equivoca de camino -mil veces mierda- se mete de lleno en el Bronx, y el miedo le ciega. Esa gente, toda esa gente, le odia, está claro, le quieren atacar, robar, matar, descuartizar. Nuestro Sherman se pone muy nervioso. Nuestro Sherman comprende que puede cometer un error fatal. ¿Qué ocurriría entonces? ¿Cómo manejar a la prensa, como perros de caza, ansiosos por despedazar a un intocable de Wall Street? ¿Cómo soportar los calabozos de los juzgados del Bronx? ¿Cómo lidiar con gente como Kramer, que ha estado esperando un caso así toda su carrera? El mundo de McCoy se cae a pedazos, y nosotros no sólo no nos regocijamos -qué extraño, si estábamos deseándolo, ¿no? Jódete, cabrón, ¿no era eso?-, sino que casi, casi le compadecemos. Pobre. Pobre Amo del Universo.
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Pecados capitales: Envidia
John Self. Testamento n Ignacio Ballestero No sé los años con los que he de morir, pero me marcharé sabiendo que he llevado una vida plena. No me entendáis mal, no una vida plena como escriben las novelas o muestran las películas con final feliz, no; más bien la vida plena que he escrito en mi novela, la vida plena que ha supuesto la película de mi vida, que por supuesto no acaba con un final feliz. Desde bien pronto descubrí mi vocación y encontré una forma de hacerla realidad. No conozco más religión que la del dinero, y cuanto más tengo, más quiero; porque cuanto más tengo más gasto. De los muchos pecados que existen, yo elegí quizá el más placentero, y por qué no, el que más te putea, porque es prácticamente insaciable. Pero qué queréis, es el único de los pecados que uno disfruta en soledad. Vale, está bien. El onanismo para las mentes puritanas también es un pecado. Para mí es una forma de conocerse. Pero también se practica en soledad. El problema es que cuando u n o se la menea la mente, quieras o no, viaja a otros mundos y se encuentra con otras personas. Las veas o no. Pero siempre buscas la compañía de alguien. Para la avaricia no hace falta nadie más. Sólo lo qaue tengo y quiero, lo que puedo conseguir y lo que me he propuesto. Durante mucho tiempo me he dedicado a vicios más terrenales. Bebo unas veinte cervezas al día, una botella de bourbon cada dos, un par de botellas de vodka cada semana. Me enjuago con tequila y apenas paso unos minutos al día sobrio, lo suficientemente espabilado como para compadecerme de mí mismo y ver que la bebida es una salida, una necesidad. Además, no necesito siquiera guardar las formas. Puedo ser yo mismo. Si tengo una reunión de trabajo y vomito delante de todos, la gente sonríe, se limpia lo que les ha caído y tratan de mantener la respiración mientras las mentes se acostumbran a ese hedor agrio del alcohol de ayer. Pero nada, no se atreven a despegar la boca. Soy John Self, y tengo mis cosas. El problema es que la gente me envidia. Yo soy avaricioso, quiero más, pero la gente quiere lo que yo tengo. La gente me envidia. No lo puedo evitar. Ése es el problema: he ahí otro 27
pecado desprovisto de soledad. Uno peca mejor cuando lo hace solo, sin necesitar a nadie. Ellos me necesitan a mí, ven lo que podrían ser y no son, y les corroe la envidia, no pueden evitar ponerse en mi lugar y soñar que ése que se limpia la comisura de los labios con la manga de la camisa de setecientos pavos, dejando un rastro amarillo de vómito, son ellos. Porque yo hago lo que hago con un montón de billetes colgando del bolsillo. Porque la comida de la que ellos disfrutan la pago yo. Los vicios, pocos y mal aprovechados, que ellos tienen también salen de mi dinero. El dinero. Quizá el dinero no lo sea todo. Pero cómo no va a serlo. Sólo el dinero podía convertir en respetable a alguien como yo. Ayer, justo antes de pensar que tenía que redactar un testamento por lo que pueda pasar en un futuro no muy lejano, se me ocurriómirarmeal espejo. No me afeito desde hace tres días, tampoco me lavo la boca desde hace dos. Cuando hablo conmigo mismo lo tengo que hacer de lado, porque el simple aliento podría volver a emborracharme en cualquier momento. Duermo a ratos, cuando la bebida me deja inconsciente, y lo primero que hago cuando me levanto es agarrar la botella que ha quedado tirado en la alfombra y beber. Bourbon, whisky, qué más dará. Mientras tenga a alguien en el hotel que me lo suministre, voy arreglado. No tengo ni que salir de la habitación. Podría acostumbrarme a vivir en Nueva York. Vengo aquí de trabajo pero lo cierto es que hace días que no sé nada de la película. Estoy esperando a que me llamen, a que la fuente de la que mana el dinero diga que ya es hora de salir de la habitación y ponerme a trabajar. Félix ya se ha acostumbrado a traerme botellas a escondidas, y no se sorprende cuando le abro la puerta de la habitación medio desnudo, con la camiseta de algodón casi amarillenta, y le pido que por favor no recoja las botellas que hay en el suelo. Casi todas están vacías. No me importa, prefiero que estén ahí. Más que nada por si un día despierto y no recuerdo lo que estaba soñando, seguro que ver ese panorama me ayuda. El problema es el hijo de puta que me llama por teléfono. Me
vigila, me sigue; a veces creo que vive incluso dentro de mí. Sabe todo lo que hago y casi conoce mis motivaciones. Al principio no hacía más que escuchar cuando llamaba, en el momento menos esperado. Ahora no sé por qué hay momentos en los que salto y no me puedo contener. Le he amenazado de muerte un par de veces, y sé que cuando lo vea la cosa se hablará con las manos. No me da miedo, peleo bien. Aprendí a pelear bien de la única forma de la que se puede aprender: peleando mucho. Ahora sé que al otro hay que atacarle sin que se lo espere, sin darle tregua, dar primero y con todas tus fuerzas. Con el tiempo he llegado a perfeccionar algunos golpes. Podría darte con la frente en la nariz y hundírtela sin hacerme el menor daño, por ejemplo. Eso es lo que le haré a él cuando lo tenga delante. Le daré un buen cabezazo. Aunque si este testamento sale a la luz antes que el suyo, será que se me ha adelantado. Él no me envidia. No es como los demás, no le veo cómo mira lo que tengo, no lo desea. Él no, a él le mueve otro pecado aún más sofisticado que ése: la ira. Estoy seguro de que si me pongo a pensar puedo identificar los siete pecados capitales a mi alrededor. Segurísimo. En estas líneas ya he mencionado algunos de ellos. Quizá el único que no encuentro es la lujuria. No me entiendan mal, sigo yendo a bares de putas y dejando de vez en cuando que algún coño extraño y de los baratos me suelte su cálido aliento en los labios. Pero eso no tiene misterio para mí. Son polvos fáciles, y llega un momento en el que sigues gastando el dinero en pieles quemadas por costumbre, no por necesidad. No necesito putas a mi alrededor. En Nueva York quizá me hagan falta, pero en Londres tengo a Selina. Selina Street. No tengo muy claro que lo que tenga sea amor, no sé si la quiero pero sí que la necesito. Y no soy tonto, ella está conmigo por mi dinero: sus curvas se negocian ya con menos dificultad que antes, no hay giros peligrosos en los que uno pueda perder el control, y se ha convertido en un problema buscando acomodo. No sé por qué me ha elegido a mí, pero me ha elegido. Bueno, sí lo sé. Por mi dinero. Ella también es una suerte de avariciosa que sólo busca acomodo. Y yo se lo doy. Dinero fácil. Tengo mucho y no me importa compartirlo con ella. Me lo agradece de vez en cuando con algunas sesiones de cama salvajes. Cuando no tengo bebida en la punta de la lengua casi la puedo saborear y sentir ese toque salado que tiene la piel que recorren muchas lenguas. Quizá no sea el único que se la tira. Pero soy el único que puede darle lo que le doy. Dinero. Cada vez más. Sin fin.
Dinero. A eso se reduce todo. Pero este testamento no os deja nada, no creáis. Para cuando muera ya habré gastado todo el dinero que posea. Si no, lo habré perdido. Por mucho que gane, lo gastaré. Así que, puestos a legar algo, a vosotros os dejo, en herencia, envidia por mi vida, que ninguno podréis vivir. Yo me quedo con la avaricia. Y con el dinero, mientras tanto. Al fin y al cabo, este testamento no es más que la nota de un suicida. Si la vida no me mata, lo haré yo mismo. Qué más da.
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Pecados capitales: Envidia 32
La avaricia viaja en tren
“Os diré mi condición. Os regalo mil millones, pero compro a cambio la justicia. […] Todo puede comprarse”
n Marta Gómez Garrido Cuando Friedrich Dürrenmatt escribió la obra de teatro “La visita de la vieja dama” consiguió plasmar de forma magistral la profundidad y la naturaleza de la avaricia humana. Decimos magistral porque su retrato de este pecado es muy acertado frente a la visión superficial que se da en multitud de textos y obras. El autor no se limitó a hacer un alegato moralizante sobre este pecado tan común en las sociedades capitalistas sino que lo muestra desde el punto de vista más objetivo posible, teniendo en cuenta que cualquiera podría dejarse llevar por ella, que es un rasgo humano. En las palabras del propio autor: “Yo describo seres humanos, no marionetas, utilizo una acción, no una alegoría, propongo un mundo, no una moral, como se me imputa a veces”. Es esta dimensión de la obra, la realista, la que se limita a reflejar una situación sin entrar a juzgarla, la que permite al final sacar a cada lector sus propias conclusiones tras el perverso desenlace de la obra. Antes de acudir al final de la visita de la vieja dama, Claire Zachanassian, al pueblo de su juventud, será mejor empezar por el punto de partida: el momento en el que llega a la estación de Güllen, su lugar natal, tras más de cuarenta de años de ausencia. La anciana regresa siendo un personaje público y multimillonario, por eso al principio los habitantes de Güllen quieren agasajarla para que done algo de dinero para la ciudad, ya que desde hace u n o s años su
porque no son importantes, se les identifica únicamente por su papel en la estructura social de Güllen: el alcalde, el maestro, el juez… dejando así claro que se trata de un pueblo normal y corriente, que, en realidad, podría tratarse de cualquier pueblo real. En un principio el pueblo se mueve por sus principios morales y religiosos: “Señora Zachanassian aún estamos en Europa, aún no somos paganos” le responde el alcalde a la vieja dama cuando escucha su monstruosa propuesta. Sin embargo, no todas las decisiones son tan sencillas a largo plazo y existe un momento en el que los habitantes de la ciudad comienzan a dejarse llevar por el aroma de esa gran suma de dinero que les ofrece la señora y por sus sueños de grandeza incumplidos por la ruina económica. Si el retrato del pueblo es real, el momento en el que se produce ese cambio en la determinación del pueblo y sus habitantes es metafórico, a través del símbolo de unos zapatos. En “El mago de Oz” fueron los zapatos los que llevaron a Dorothy de vuelta a casa e iniciaron su camino, en el cuento de la cenicienta fueron también los zapatos la llave a su nueva vida y, en esta historia, serán los zapatos los encargados de mostrar el cambio de actitud de estos ciudadanos normales, incluso antes de ser ellos mismos conscientes de que la avaricia comenzaba a dominarles desde sus sueños. Son los zapatos amarillos que todos adquieren antes de endeudarse en bienes y servicios más caros, los que muestran que algo ya no va bien. Todos se compran los zapatos de este mismo color: el amarillo, relacionado simbólicamente con la avaricia en el imaginario popular. El autor consigue mostrarnos a lo largo de la obra que la avaricia no es sólo un pecado, es también un rasgo humano del que no podemos escapar. Por eso, en el alegato final del pueblo, la decisión que han de tomar no se presenta como algo reprobable, sino que ellos mismos reelaboran la petición de la vieja dama, parahacerlamássatisfactoriamoralmente: “Esta es la pregunta que deseaba hacerles en mi condición de director del instituto de Güllen. Sólo si son capaces de tolerar el mal, sólo si no pueden ya, bajo ningún concepto, seguir viviendo en un mundo en el que impera la injusticia, sólo en ese caso podrán aceptar los mil millones de la señora Zachanassian y satisfacer la condición de la que depende su entrega”, así, el profesor da la vuelta a la situación para hacer más aceptable su decisión final. El desenlace de la obra resulta perturbador a la vez que esclarecedor, tanto por los hechos como por la cantidad de lecturas que se pueden hacer de él. Será el propio lector el que tenga que sacar sus propias conclusiones, tras esta experiencia ficticia tan insólita como posible, en la que la avaricia es la verdadera protagonista, una avaricia foránea, traída desde el extranjero en manos de la vieja dama y su sed de venganza. Es la avaricia la que poco a poco se adueña del relato, porque, en palabras del autor: “la tentación es demasiado grande, y la pobreza, demasiado amarga”.
industria se ha hundido y se encuentran en la ruina. Claire se deja querer, pero su intención no es apoyar desinteresadamente a Güllen, sino comprar a cada uno de sus habitantes, para lograr una venganza que lleva años urdiendo y se aferra a la justicia como argumento para convencer a sus antiguos conciudadanos. “Hace un momento quisiste abolir el tiempo en el bosque de nuestra juventud, donde todo era caducidad. Pues yo lo he abolido, y ahora quiero justicia, justicia por mil millones”. Ella lanza su reto al aire, y aunque los güllenses en un principio se muestran indignados con la proposición de la vieja dama, ella se sienta a esperar que la llama siga su curso de forma natural, con su mentalidad capitalista, en la que el dinero puede comprarlo absolutamente todo. Claire Zachanassian se transforma así en un personaje oscuro, aterrador, pero a la vez en una especie de heroína trágica, haciendo que sea fácil juzgar su actitud con la simpleza de las palabras “mal” o “bien”, y es que ésta es una obra que está muy por encima del blanco o el negro, que se mueve en los grises. Dürrenmatt comentó de su personaje principal que “como se mueve fuera del orden humano, acaba convertida en algo inmutable, rígido, incapaz ya de evolucionar y sin otra opción que la de petrificarse, de convertirse en ídolo. Es una aparición poética, como lo es también su séquito”. De hecho, es realmente curiosa la contraposición entre la figuración y la metáfora de este personaje, en contraposición a la cruda realidad del comportamiento humano que nos presenta el autor. Posiblemente ha realizado esa contraposición, entre la figura de la vieja dama y de Güllen para hacer soportable al entendimiento del lector la petición que le hace al pueblo: ella es el detonante de las dudas de esos ciudadanos tan reales como cualquier lector, pero ella no puede ser real por eso mismo, sino una metáfora, una fantasía oscura. Así, el retrato de la avaricia es el eje central de la obra, no sólo para los habitantes de Güllen, cuyas aspiraciones son económicas, pero muy intensas tras años viviendo en la miseria, sino que también aparece una avaricia emocional y de justicia, que es la que encarna la vieja dama. En el texto, el autor deja muy claro que utiliza a sus semejantes como objetos, como un medio y no como un fin, incluso por los nombres de las personajes que la rodean, que siempre son hombres llamados Roby, Toby, Boby y demás motes que riman, para quitarle valor a sus allegados y dejar patente la pertenencia a su colección particular de personas, porque Claire colecciona personas como trofeos y cuando se cansa los cambia sin mayor problemas –de hecho, a lo largo de la obra colecciona tres maridos. En las acotaciones de presentación de sus maridos, Friedrich Dürrenmatt aconseja que sea el mismo actor el que los interprete a todos, para dejar claro lo que significan para ella: el mismo papel interpretado por humanos diferentes, pero el mismo al fin y al cabo. El pueblo se muestra en la obra como un personaje, en todo su conjunto, si bien hay dentro personajes cuyos nombres desconocemos 30
Pecados capitales: Envidia
Crimen y plegaria n María Sevilla La avaricia se define formalmente como un deseo incontrolado -acaso también incontrolable- de almacenar bienes, de adquirir y atesorar riquezas. La figura del avaro, tan recurrente en el imaginario popular, es la del viejo de ropas raídas que guarda una fortuna siempre in crescendo, capaz de no comer por no gastar, que se regodea en soledad acariciando el dinero, lingotes de oro, collares de perlas. El avaro negará siempre tales circunstancias, se preocupará de extender adecuadamente la leyenda de su pobreza sin otra intención que la de evitar situaciones incómodas, que nadie le pida, que nadie le robe. El avaro viste una capa oscura y construye para la sociedad la imagen de un hombre sobrio, sin apenas posibles. Siempre se dijo que aquel que más alardea es quien menos tiene, el noble ejercicio del saber aparentar. Los engreídos sacan cubiertos de plata para cenar, los ricos aguardan tranquilos, el avaro lo esconde todo en armarios de doble cerradura y siempre quiere más. No hay una razón lógica. El resto de los pecados aportan, en uno u otro sentido, un placer inmediato, un bienestar de cristal, una sensación parecida al éxtasis. La avaricia es una carrera de fondo sin una meta final, no importa cuánto ni cómo, la clave es siempre obtener “más” hasta que “más” se convierte en algo totalmente deforme y difícil de cuantificar. Este es el tapiz, la base formal. Ahora cambiemos la figura del viejo avaro por la de un hombre normal, ni alto ni bajo, un poco calvo y con esa placidez que da la 31
vida a determinadas edades. Un médico, sí, un médico. Un doctor, una eminencia que trabaja para la OMS en asuntos de alto secreto, temas tan importantes que engloban la seguridad estatal, nacional, del mundo entero. Algo difícil de explicar por su estructura tan compleja y conveniente opacidad. Este hombre se levanta cada mañana, desayuna café y tostadas, escucha las primeras noticias que dan por televisión porque, a pesar de todo, no quiere perder el contacto con la realidad, con lo que pasa cada día, con las subidas y bajadas de la bolsa, con el terrorismo internacional, con las cosas más nimias que forman la vida cotidiana de ahí fuera. Después besa a sus hijos que brincan y pelean y lo llaman todo el rato “papá mira esto, Antoine me ha pellizcado, papá”. Siempre cariñoso y atento, besa a su mujer en los labios, deja a los niños en el colegio y se marcha a trabajar. Transformemos también el estado natural de las riquezas y los bienes materiales. Cambiemos dinero, propiedad, joyas y vestidos caros por una vida. Una vida. Su vida. El asunto de la avaricia se complica cuando lo que se ansía es acumular humo, mentira, un espejismo de dimensiones enormes, de veinte años de capacidad. Ahí dentro cabe todo un arsenal de complicados mecanismos para conseguir el engaño, para alimentar la codicia por lo inmaterial. No sé si el lector conocerá la historia, es posible, no ha
la atención del lector hacia las repercusiones que tiene la historia de Romand en él, en su manera de mirar a su propia familia, a él mismo. Carrère siente la necesidad de ponerse en contacto con el monstruo y lo que se encuentra es a un hombre sobrevolando las bases de lo moral, y es inteligente la manera en la que deja que sea el propio lector el que vaya analizando la barbarie. Es horrible que no haya un vicio, una segunda intención, algo oscuro y verdaderamente reprochable, algún tipo de negocio turbio que le de intención al asunto. Es como si uno diera un traspié en determinado momento y no pudiese dejar de rodar a lo largo de una veintena de años. En la parte del libro en la que ya se ha expuesto todo, cómo el hombre construyó su coloso, cómo engañó y estafó a todos para hacerlo, cómo les robó la apariencia y los hizo desaparecer
pasado tanto tiempo. Quizá le ocurra como a mí y le suene aunque sea de lejos, últimamente han salido a la luz tragedias tan grotescas que puede que todo se confunda y nos deje esa sensación de desapacible familiaridad. En el año 1993 Jean-Claude Romand mató a su mujer, a sus hijos y a sus padres. Prendió fuego a la casa de la que fue rescatado por los servicios de emergencia y trasladado al hospital. Romand había mentido a todos, había hecho de la mentira un arte confuso incluso para él hasta que se destapó al final toda la trama. Mentía desde los dieciocho años. Una mentira descomunal donde cabían toda clase de ingeniosas estrategias para desviar la atención y seguir atesorando momentos e hitos en una vida artificial. Todo un artesonado que, él lo sabía, no iba a durar eternamente y en el que la lucha era alargarlo un poco más, con todo el sufrimiento, hasta convertirlos en personajes de una escenografía tan deplorable y endeble, en la parte que arranca cuando Romand es apresado y está en proceso de juicio, encontramos a un hombre que se proclama como una víctima ante sí mismo y ante el mundo. Otro ejercicio de engaño, quizá, es difícil indagar en ello después de todo. Si es así lo vuelve a conseguir, es decir, vuelve a levantar toda una estructura por la que se convierte en un personaje casi mesiánico, otra compleja turbulencia en la que sumergirse de nuevo. La cuestión del asesinato múltiple pasa a ser un capítulo evitable, reza por ellos consciente de que ahora están a salvo de todo, de él. Probablemente ahora lo haga, o no. Emmanuele Carrère termina su libro diciendo que escribirlo sólo ha podido ser un crimen o una plegaria. Ahí os va, parece excusar entre líneas. Jean-Claude Romand sale de prisión en 2015 y lo mejor de esta historia es que no ha llegado el fin. La curiosidad por saber qué hará entonces, cuando se encuentre cara a cara con el agujero todavía humeante de su avaricia reventada, entonces puede que funde una religión y organice un suicidio colectivo, puede que se vuelva a casar y tenga un par de hijos preciosos. Cualquiera de las opciones es igualmente demencial.
continuar alimentando esa peculiar forma de avaricia inusual. Por qué, esa es la cuestión. Cómo se ve uno inmerso en todo esto y para qué. La respuesta es confusa y bastante simple a la vez: la necesidad inculcada de evitar dolor y daño a los que se quiere, por los que se lucha. Esta explicación, sin embargo, resulta contradictoria y bastante pobre dadas las circunstancias cotidianas según las cuales en muchas familias se hereda ese recurso de maquillar el error para evitar todo sufrimiento ajeno. No se explica semejante vorágine. Quizá por eso Emmanuel Carrère sintió la necesidad de escribir este libro y titularlo “El Adversario”, por lo inexplicable. Porque esta obra no es una novela, pero tampoco es un ensayo ni ningún tipo de documento biográfico. El autor sólo deja de hablar de los hechos pura y objetivamente para dirigir
Hay libros que son como una descarga, que producen una reacción tal que al cerrarlos sólo queda refugiarse en un silencio denso y aguardar. La sombra del adversario seguirá cruzando sus páginas y habremos aprendido que el horror no es siempre fácilmente reconocible. 32
Pecados capitales: Envidia
Las posesiones efímeras “El vino de la soledad”, de Irène Némirovsky) En un mundo que se derrumba, siempre hay quienes quieren disputarse los restos: muebles, cuadros, billetes que perderán su valor. Otros, con la misma avidez, van en pos de bienes aún más fugaces: la juventud y el amor.
n Iraide Talavera “El vino de la soledad” (Ediciones Salamandra, 2011) es una de las últimas obras publicadas de Irène Némirovsky. La autora, nacida en Kiev –actual capital de Ucrania- en 1903, comenzó su brillante carrera literaria con su novela “David Golder”, publicada en la editorial Grasset. Los libros que siguieron a esta obra la consagraron como una de las autoras más prestigiosas de Francia, pero, por desgracia, la Segunda Guerra Mundial marcaría su destino de forma muy trágica. Debido a sus orígenes judíos, fue deportada a Auschwitz, donde sería asesinada. Como legado, dejó a sus dos hijas una maleta que éstas conservaron durante decenios. En ella estaba el manuscrito de “Suite francesa”, que no llegó a publicarse hasta el año 2004. Fue tal el éxito de esta novela, traducida a treinta y nueve idiomas y ganadora de numerosos premios, que hoy por hoy podemos disfrutar de la traducción al español de obras como “El baile”, “Los perros y los lobos” y la que presentamos a continuación. La crítica define “El vino de la soledad” como el trabajo más personal y autobiográfico de Iréne Némirovsky. Publicada en 1935, trata del destino de una adinerada familia rusa que viaja desde la actual Ucrania hasta San Petersburgo, de allí a Finlandia y finalmente a París, donde se refugian tras el estallido de la revolución rusa. La protagonista es Elena Karol, una niña de 8 años a la que, junto con su familia, acompañamos en su crecimiento durante algo
más de una década. De esta forma, además de observar la evolución de sus relaciones familiares, asistimos a los convulsos comienzos del siglo XX. Al comienzo de la historia, Elena vive con su madre, su padre y sus abuelos. La madre es una mujer malcriada y déspota, que lamenta las circunstancias que le han tocado vivir. Mientras están en Ucrania, sueña con los viajes a París, con las ropas de moda y con los amores furtivos que podrían alejarla del su anodino estilo de vida. Desprecia a sus padres, ya no ama a su marido y aborrece su maternidad. No se siente madre, y para ella su hija es un compromiso cada vez más incómodo. Por esa razón, la niña pasa la mayor parte del tiempo con su institutriz francesa, mademoiselle Rose. Se trata de una mujer dulce que intenta alejarla de las acaloradas discusiones de sus padres, pero Elena es muy consciente de lo que sucede entre ambos, y ya comienza a germinar el odio que la hará intentar vengarse de su madre de la manera más dolorosa posible. Sabe que su padre, Boris Karol, ama el juego y que maneja grandes sumas de dinero; también conoce que con esa fortuna Bella –su madre- puede permitirse lujos que la sociedad ucraniana contempla con recelo. Además, está al corriente de que su abuelo materno, el viejo Safronov, arruinó a su familia, y que el judío Karol, al que los padres de Bella no aprobaban, es quien está sacándolos a flote. Pero lo que a ella más 33
soledad, el amor que de niña le ha sido negado. Cuando los blancos rodean el pueblo finlandés donde se encuentra y las familias alojadas en su casa temen por sus vidas y las de sus hijos, siente que estar sola en el mundo la embriaga, la dota de una valentía de la que de otro modo carecería: “De pronto experimentó una energía y un júbilo burlón que no volvería a sentir en toda su vida. Por una especie de premonición, se apresuraba a disfrutarlos, como si adivinara ya que en el futuro cada ser querido, cada amado hijo le robaría un poco de aquella fuerza, de aquella seguridad, de aquel frío coraje, y la haría parecida a los demás, al rebaño, donde cada cual se pegaba a los suyos, a los de su sangre, en la oscuridad”. Ese frío coraje, producto de la ausencia de cariño por parte de su madre, hace que decida vengarse de ella. Ahora que es hermosa, sabe que no tendrá problemas para enamorar a su primo Max, que cada vez se encuentra más hastiado de los celos de Bella. Elena sabe que ésta ya no puede hacerle daño, que han pasado los tiempos infantiles en los que la hacía llorar. La única persona que le inspira ternura es su padre, Boris, cuyo cuerpo se debilita mientras su fortuna se va eclipsando. “El vino de la soledad” es la historia de una familia rota que refleja el rostro de una sociedad corrompida en la que los hombres juegan con la guerra y las mujeres con sus amantes. Los avaros acumulan posesiones que el día de mañana no valdrán nada, y ellas tratan de amarrar con sus uñas una juventud que se evapora y, como el retrato de Dorian Gray, deja a la vista todas sus lacras. Elena crece prematuramente vieja en ese ambiente viciado, apartada de la inocencia propia de su edad. Ser consciente del mal que la rodea es el lastre que la acompaña durante su infancia y su adolescencia. Irène Némirovsky sabe dibujar esta historia como un cuadro en tonos granates y grises. A pesar de su complejidad, hace que la evolución de los acontecimientos fluya gracias a las minuciosas descripciones de los paisajes, las situaciones y las personas, que se ensamblan de tal modo que parecemos estar dentro de una pintura antigua, sintiendo el ardor de las mejillas de Elena, el temblor de sus manos y el horror de sus ojos ante aquello que la rodea. En “El vino de la soledad”, fondo y forma son inseparables. Sin grandes ornamentos pero con las palabras exactas, la autora consigue transportarnos un siglo atrás, con una protagonista que nos acompaña más allá de las páginas del libro.
le importa y más le duele es la certidumbre de que su madre anhela un amante, de que no quiere a su marido y de que, a pesar de todo, él la sigue adorando y no quiere enfrentarse a la verdad. La temprana percepción de los hilos desmembrados que unen a su familia hace que la pequeña Elena crezca cínica. Como ella misma piensa, “sólo soy una niña, pero he visto más cosas que ellos [que los otros niños] en toda su larga y aburrida vida”. Sin embargo, esa cantidad de experiencias rebasa su capacidad de asimilación emocional, y por lo tanto sufre al ver coquetear a su madre, al darse cuenta de que lo que su padre ama con mayor avidez es atesorar dinero y acciones y al sentir que, a medida que va creciendo, más cerca queda el momento de decir adiós a mademoiselle Rose, la única persona que se ocupa de ella. Al comienzo de su adolescencia, Elena y su familia se trasladan a San Petersburgo, y después a Finlandia. Es allí donde aprecia con mayor nitidez el ansia que va corroyendo a Bella Karol, que ha encontrado en su primo Max, veinte años más joven que ella, un amante con el que entretenerse. Así todo, esta pareja pronto se ve deformada por los mismos gritos y las mismas lágrimas que habían poseído al matrimonio Karol. La única diferencia es que Bella envejece y se siente cada vez más insegura. Los afeites ya no pueden ocultar sus arrugas, que emergen como dobladillos debajo del grumoso maquillaje, y la juventud se le escapa a la misma velocidad que el amor de Max. Éste ya no la quiere como antes, y teme que la abandone y nadie vuelva a quererla. Némirovsky combina la descripción de estos hechos con la de los cambios en la fisonomía de Elena, que ya se va haciendo mujer. Son cambios que también notan las personas que están a su alrededor. Es el caso de Chestov, uno de los especuladores que acompañan a su padre a todas partes: “Ella sabía que estaba bebido, peor aún, que era un hombre despreciable, que vendía su país al mejor postor. Pero se trataba del primer hombre que la miraba de una manera… No podía explicar cómo… Era la primera mirada de hombre que sentía pesar sobre ella, que había descendido de la cara al pecho y se había detenido allí, en sus incipientes senos, pudorosos bajo el vestido”. La llegada de la pubertad hace que Elena descubra el amor, y que entienda su poder de atracción sobre los hombres. Ella no quiere enamorarse, sino ser amada, que todos se enamoren de ella para después poder negarles su afecto. De esta manera, puede vengar su 34
Pecados capitales: Envidia
“Divinas Palabras”,
tragicomedia de aldea Ramón María del Valle Inclán En Galicia, a comienzos del siglo XX, dos hermanos, Pedro Gailo y Marica del Reino, se disputan la custodia del hijo de su hermana muerta, un enano hidrocéfalo y paralítico, que lleva exhibiéndose en ferias desde su nacimiento. Cuando el enano muere al ser emborrachado, estando bajo la custodia de la mujer adúltera de Pedro, se acaba el negocio para la familia.
n Anabel Rodríguez Sánchez Descarnada, cruel, negra, atrevida, agresiva, moderna y feroz, así calificaría esta obra de teatro, y seguro que me quedaría corta. “Divinas Palabras, Tragicomedia de Aldea” es una obra de teatro que relata cómo tras la muerte de Juana La Reina, los hermanos de la difunta, Pedro Gailo y Marica del Reino, se disputan la custodia de su hijo: un pobre enano hidrocéfalo paralizado, llamado Laureaniño, que ha sido el sustento de su madre desde que nació. Y es que la difunta Juana ya había paseado el carretón con el engendro de feria en feria, exhibiendo el fenómeno a cambio de unas monedas. Laureano, idiota y paralizado, es el monstruo del que todos buscan sacar apaño. En esa Galicia ficticia y real al tiempo, los pobres explotan a los indefensos, los exprimen hasta después de muertos. La disputa termina cuando los hermanos deciden dividirse el tiempo que disfrutarán de su herencia, aunque ninguno quiera reconocer al pobre engendro como un premio. ¿Nadie? Bueno, los hay que tienen las ideas claras y deciden vivir conforme sienten: la hermosa mujer de Pedro, María Gaila, toma el dornajo y recorre ferias y fiestas con el enano monstruoso, dando rienda suelta a sus ansias de bebida, compañía y 35
fiesta. No devuelve el carretón, se hace su dueña y abandona a su esposo por Séptimo Miau: un viva la virgen ateo, cruel, atractivo, misterioso y desmedido. Un buscavidas que le dará parte del placer que busca. En uno de sus encuentros sexuales deja a Laureaniño bajo la custodia de La Tatula, otra mujer oscura e interesada que lo lleva a un hostal. Entre unos y otros emborrachan al infeliz Laureano, que ya había sido acostumbrado a la bebida por sus familiares. El pobre muere a consecuencia de un ataque que le provoca la borrachera, pero ni entonces encuentra la paz; bueno, tal vez la encuentre, pero no porque su parentela decida dársela. Asustada por la muerte del enano, Mari Gaila regresa a su casa arrastrando la carreta con el fenómeno, ya difunto. En este retorno hipócrita y mezquino es acompañada por un macho cabrío (el diablo seguramente) que de forma mágica la deja ante las puertas de San Clemente, donde vivía con su marido y su hija Simoniña. Una vez allí ordena devolver a Laureano, ya muerto, a Marica del Reino, para que se haga cargo. Lo reintegran con nocturnidad y alevosía. Al no avisar a nadie, el rostro y las manos del enano son devorados por los cerdos
de los vecinos de Marica. Pero ni entonces ha de llegar el final del periplo del difunto, que todavía deberá ser exhibido, una vez más, para recaudar dinero con el que sufragar su entierro. No es María Gaila la única a quien dominan sus pasiones primarias, todos los personajes caen en ello de una u otra forma. Marica del Reino siente envidia de su cuñada, de los derroteros libertinos en que se ha introducido, e infunde en su hermano la idea del abandono, de los celos. Pedro Gailo,”viejo fúnebre, amarillo de cara y manos, barbas mal rapada, sotana y roquete”, borracho y ciego de resentimiento, no tiene ningún reparo en proponer a su hija Simoniña una relación incestuosa, como venganza hacia la madre que los abandonó. Pocos son los que, en este peregrinar, quedan libres de pecado. Valle-Inclán no deja títere con cabeza y la obra teatral da otra vuelta de tuerca más cuando María Gaila, tras su retorno a casa, es sorprendida por los aldeanos manteniendo relaciones sexuales con Séptimo Miau. Entonces es perseguida, desnudada y acosada por sus vecinos, que no dudan en llevarla en un carro de paja a San Clemente para que sea escarmentada por su esposo. Sin embargo, el sacristán cornudo decide perdonarla, en lugar de darle una buena tunda o matarla como exigían los cánones de la época ante tamaña afrenta. No, Pedro Gailo dice algo tan cristiano y bíblico como, “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, provocando aún más furor entre sus paisanos. Sin embargo, cuando repite la misma frase en latín, todos se calman como por arte de magia, permitiendo que la adúltera, desnuda y ensangrentada, retome su vida de mujer de orden al lado de su esposo e hija. “Qui sine peccatu est vestrum, primus in illam lapidem mittat”. Y es que, señores, el latín es el latín, se revela mágico y nos muestra otra cosa: que más vale una frase en un idioma desconocido, que la verdad comprensible ante nuestros ojos. Me recordó esa escena final a lo que sucede cuando en los anuncios de productos pseudomédicos o de productos de belleza, esos en los que nos presentan a un supuesto científico que habla en inglés y es doblado o subtitulado, dándonos a conocer los beneficios de su mercancía. Es entonces, cuando el tipo con bata blanca y gafas habla en inglés, cuando nos convencemos: sí, sí hay que utilizar esta crema, o debemos cepillarnos los dientes con tal marca de cepillos… como idiotizados por la fuerza del idioma que presumimos más científico, o, en el caso del latín, más cercano a Dios. Los publicistas lo saben, los humanos del siglo XXI sólo hemos cambiado nuestras supercherías, antes nos dejábamos guiar por el latín eclesiástico y ahora por el inglés pseudocientífico. Somos tan supersticiosos y crédulos antes como ahora. Seguiremos creyendo en la magia y los fetiches hasta el fin de nuestros días. La hipocresía, la crueldad, la miseria humana campan a sus anchas en esta obra, pero quedan subyugadas al deseo de poseer, de disfrutar de cualquier placer carnal que se nos pueda ofrecer: deseo beber y disfrutar de la vida, deseo yacer con quien me plazca, deseo tener un idiota a mi merced del que lucrarme cuanto sea posible, deseo, deseo, deseo… Parece que el autor hubiera empleado una lupa para buscar y encontrar lo peorcito de cada casa. Personajes nada amables que saltan a la retina del lector dañándola, pero aun así no puede uno dejar de prestarles atención, por la conmoción que causan. La avaricia de los personajes, su deseo desenfrenado de placeres que le lleva a someter a los indefensos a su merced, explotándolos. Una representación de Galicia que podría ser de cualquier parte del mundo, de lo más oscuro de nuestra alma, de lo más primitivo.
Tullidos, feriantes, aldeanos, justicieros, golfos de toda condición, sacristanes y mujerucas forman el universo humano de esta amarga obra. Los diálogos son vivos, claros, enérgicos, nos dan la medida de cada uno de los personajes que representan, retratan tanto por lo que se dice como por lo que se calla. Permiten vislumbrar la hipocresía, la envidia, avaricia, crueldad… Ahora me toca entonar el mea culpa, porque me he hecho la remolona a la hora de escribir sobre “Divinas Palabras”. Pues sí, me he retrasado, porque había algo que me rondaba la cabeza, una idea a la que no era capaz de dar salida. Sin embargo, hace un par de noches me encontraba en ese estado previo al sueño en que la cabeza bulle y hormiguea al mismo tiempo. Entonces lo vi claro: las escenas de muerte de Juana La Reina y Laureano me estaban obsesionando. La mezcla de tragedia que trae consigo el fin de la vida y como el resto de personajes afrontaban esos momentos atendiendo a su cotidianeidad, buscando eludir el bulto de sus responsabilidades, apostando, bromeando, discutiendo..., me pareció tan certera y real que me hizo un nudo en el estómago. Tal vez ésa sea la tragicomedia a la que se refiere el título de la obra, la contraposición entre un gran drama y la forma en que lo afrontamos. No puede extrañar que “Divinas Palabras” tardara trece años en verse sobre los escenarios, y es que resulta casi imposible concebir que una obra tan descarnada, moderna y brutal pudiera soñar siquiera con ser representada durante la dictadura primoriverista o en los estertores del reinado de Alfonso XIII. Fue en el año 1933, durante la Segunda República, cuando se realiza la primera representación de esta obra, la de Ramón María del Valle Inclán. Previamente había sido publicada primero por entregas en el diario el Sol, y más tarde, ya en 1920, en libro. Es hora de pasar página y buscar una nueva obra pecaminosa para Granite and Rainbow, no puedo decir que salga ilesa de las lecturas que propone esta dirección, pero desde luego sí escapo con un bagaje más interesante.
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Pecados capitales: Envidia
El caballero avaro
n José Braulio Fernández Riesgo ¿Es la avaricia un defecto o una virtud? A priori todos responderíamos que se trata de un defecto, es un pecado capital, y si es un pecado capital, no puede esconder aspectos positivos. Pero si reflexionamos un poco sobre ello, un avaro es una persona que ambiciona acumular posesiones, no necesariamente dinero, ¿produce algún mal si lo obtiene de forma lícita? El único perjuicio parece repercutir en sí mismo, puesto que se cierra las puertas al placer que se garantizaría disfrutando de los tesoros acumulados. “Los hombres sólo odian al que llaman avaro porque no les puede proporcionar ninguna ganancia”, decía Voltaire. Claro que, allí donde hay un avaro, encontramos a su antagonista, el derrochador, al que juzgamos con cierta indulgencia porque sabe disfrutar de los placeres que se obtienen a través del gasto. La figura del avaro frente a la del derrochador, la comparación es terriblemente injusta, la imagen que tenemos del avaro es la de un hombre que protege sus tesoros en un sótano, a la luz de un candelabro, acariciando sus baúles llenos de monedas de oro con mirada desconfiada; por el contrario, la imagen del derrochador que nos viene a la mente es la de un hombre elegante, con su traje impecablemente planchado, de modales exquisitos y palabra fácil. Así es como Aleksandr Pushkin (Moscú, 1799-San Petersburgo, 1837) intenta presentarnos en “El caballero avaro” a los dos principales protagonistas de su relato. Alberto, un joven de ascendencia linajuda con escasas preocupaciones más allá de sus divertimentos y con un alto concepto de sí mismo; y el barón, su padre, que vive cegado por su avaricia, una avaricia 37
tal que le impide satisfacer sus obligaciones como padre. En este breve relato escrito en verso nos encontramos encerrados en un dédalo para el que no encontramos salida: ¿hacia cuál de los dos protagonistas nos inclinamos? Siempre que leemos tendemos a identificarnos con uno, o varios, de los personajes, lo adoptamos como si se tratara de un hijo, creemos en él para que nos conduzca a través de la historia que nos están contando. Pero, ¿y ahora? ¿Qué personaje nos conquista para su causa, el viejo avaro o el joven derrochador? Es entonces cuando nos detenemos porque frente a nosotros se erige un muro casi infranqueable que nos dificulta el progreso hacia el final de la historia. Sólo podemos elaborar mentalmente una lista con las particularidades de cada personaje. ¿Acaso conseguí esto de regalo como un jugador lanzando dados y que luego amontona sus monedas? Pues nadie sabe cuántas privaciones, cuánta pasión frenada, pensamientos amargos, inquietudes diurnas, noches sin sueño me costaron. Dirá mi hijo que tengo el corazón lleno de herrumbre, y que no conocía los deseos, que no me inquietó nunca la conciencia, fiera con garras que me roe el pecho, huésped inesperada, charlatana insulsa, prestamista descompuesta, bruja que hace opacar la luna y turba los sepulcros que expulsan a sus muertos...
que despiertan sus pacientes entre los admiradores, la ilicitud que se practica para obtener la satisfacción que proporcionan tanto la acumulación como el dispendio.
No, sufre si deseas las riquezas y veremos si quieres derrochar, bribón, lo que costó abundante sangre. ¡Oh, si pudiera de las miradas ruines mi sótano ocultar! ¡Si de mi tumba volver pudiese, cual sombra guardiana, a sentarme en el cofre y, como ahora, proteger mis tesoros de los vivos!...
Pushkin juega magistralmente con nuestras conciencias en este breve relato. Juega porque en el juego es como los niños más fácilmente adquieren los conocimientos. ¿Habremos aprendido algo con su lectura? Quizá la lectura ha servido para vislumbrar un punto de equilibrio entre ambas formas de afrontar la vida: una que peca por exceso y la otra por defecto.
Pushkin nos presenta la avaricia más descarnada, la avaricia sin dobleces, transparente, para que la digiramos sobre la marcha durante la lectura, oponiéndole, para despojarla de todo condimento que pueda enturbiar su esencia, el derroche, el derroche también sin dobleces, transparente, para que nos resulte más fácil elaborar esa lista mental de matices que nos ayude a discernir en ese oscuro laberinto de intereses. Presenta ambos afanes encarnados en la figura de un padre y su hijo, con lo que dota de mayor dramatismo, si cabe, al hecho que nos cuenta. El barón personifica al avaro, un rey Midas que vale por lo que tiene. Así es este avaro, tan pobre que sólo posee riqueza. También decía Juvenal que “es una gran locura la de vivir pobre para morir rico”, el epítome de la avaricia. La avaricia y el derroche son términos opuestos que en el relato, individualmente, enmudecen. Para que exista una batalla entre ellos deben coincidir en la misma secuencia, de este modo el lector puede sacar sus propias conclusiones. El avaricioso es un personaje despojado de sentimientos que encuentra en el material que custodia la razón de su existencia. Erige en esas mazmorras la cárcel de su alma, el motivo de su dicha, la esperanza de futuro. Un alma de oro que pesa demasiado para escapar de su presidio. En cambio, el derrochador, su hijo, es la cruz de todas las monedas que su padre protege, es la vitalidad en persona, su alma necesita el peso de las monedas para no ascender al firmamento, para volar con equilibrio, para encontrar en el oro el reposo del que sin él carece. Ésta es la dicotomía que se presenta ante nuestros ojos. Ahora debemos esforzarnos para elegir a cuál de los dos le dedicamos nuestra mayor atención, a cuál de los dos protegemos desde el otro lado de los páginas. ¿Qué haríamos nosotros en su lugar? El barón, un padre riguroso que adolece de avaricia; su hijo, un joven que derrocha lo que no posee. No quisiéramos vernos en el pellejo del avaro, nuestro tiempo nos ha enseñado a disfrutar de lo que logramos con nuestro esfuerzo porque es así como podríamos ver realizados nuestros sueños. En cambio, el derrochador es un hombre atacado por las deudas, disfruta de su vida a costa de los demás, también hemos aprendido que esa forma de proceder no es la más aconsejable. Quizá no estemos preparados para congraciarnos con uno de los protagonistas porque desde nuestra óptica no comprendemos sus almas. Quizá sólo estemos preparados para juzgarlos con encendida severidad. Quizá esta lectura sólo ha servido para juzgarnos a través de sus actos. ¿Qué pretendía Pushkin al tendernos esta emboscada? Quizá sólo pretendía ofrecernos un espejo en el que mirarnos para corregir nuestros excesos. El riesgo que entraña la avaricia es el solapamiento de otros pecados, dislates y delitos, como la deslealtad, la traición o el robo. El afán desmedido por acumular riquezas puede producir en el paciente trastornos que le llevan a valorar positivamente actos censurables para la persona honesta que ante sus ojos obtiene la aprobación que la codicia le concede. La avaricia, como el derroche, no son en sí mismos procederes abominables, siempre y cuando se obre de forma que los actos no perjudiquen a seres inocentes. La avaricia, como el derroche, son hechos que suelen esconder, tras el velo de simpatía 38
Pecados capitales: Envidia
Las dos caras de una moneda n Laura Alonso Dice un típico refrán castellano que la avaricia rompe el saco. Son muchas las veces en las que todos habremos mencionado esa frase o, incluso, en más de alguna ocasión nos la habrán dicho a nosotros mismos porque, ¿quién es capaz de resistir la tentación de querer más y más cuando sabe que tenerlo está al alcance de su mano? Esta figura del avaro ha estado presente en la literatura universal a lo largo de toda la historia. Son muchos los protagonistas que como “El Avaro” de Molière o “La Celestina” de Fernando de Rojas han personificado el pecado de la avaricia. Pero si
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tuviéramos que elegir a uno que haya traspasado las páginas de los libros por su extrema codicia, en los primeros puestos de nuestra lista estaría, sin duda, Shylock, el viejo mercader judío que William Shakespeare retrató en “El mercader de Venecia”. Antonio es un humilde mercader veneciano capaz de sacrificar todo lo que tiene por ayudar a que su gran amigo Bassanio, igual de humilde que él, pueda casarse con Porcia, su joven y rica enamorada. Para ello el mercader hace un pacto con el diablo, o lo que es lo mismo, con un comerciante judío llamado
Shylock. El acuerdo consiste en que si los buques que contienen la mercancía de Antonio no llegan en la fecha establecida y éste no es capaz de pagar a tiempo al judío la deuda que ha contraído con él, Shylock se cobrará su dinero cortando una libra de carne del cuerpo del mercader. Y el tiempo y los infortunios no se lo ponen fácil al bueno de Antonio. “El mercader de Venecia” se ha convertido en una de las obras de teatro por excelencia de la producción de William Shakespare. En ella nos presenta como principales protagonistas a las dos caras de una misma moneda. Porque como todo pecado tiene una virtud que lo redime, si Shylock es el viejo avaro de la historia, Antonio es la generosidad personificada. Shylock es un viejo egoísta. Un personaje que encarna todo lo que nos podamos imaginar de una persona a la que solo le preocupa seguir haciéndose con más y más. Es déspota y huraño; ejemplo de ello es el trato que les da a sus propios sirvientes, ansiosos por caer a las órdenes de otro amo que no les trate como lo hace el judío. Una persona cuya única preocupación en la vida es conseguir y mantener intactos sus bienes. Tanto es así que cuando su hija Jessica huye con Lorenzo, el hombre del que está enamorada, lo que más le preocupa al comerciante no son los motivos de su fuga o dónde estará ella, sino que en esa huída la pareja se ha llevado varias joyas de un gran valor económico. Pero su codicia y sus ansias de querer más van más allá de lo que permite la riqueza y, en eso, es el mercader Antonio el que tiene todas las de perder. Según la Real Academia de la Lengua Española, la avaricia es el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Pero, ¿puede la avaricia de un hombre llegar tan lejos como para que el dinero y los bienes materiales se le queden cortos? El viejo Shylock es un comerciante rico que tiene suficiente dinero y riquezas. Sin embargo, él quiere más, pero ya no le es suficiente el dinero y para conseguir resarcir su ‘hambre’ sus necesidades van más allá. ¿Qué otro sentido tiene si no que una persona que se dedica a comprar y vender acceda a que alguien le pague con la carne de su propio cuerpo? El tener todo lo que es posible tener y aún así seguir queriendo conseguir más. Es decir, la avaricia en su sentido más amplio y cruel: querer hacerse con algo importante para otra persona que realmente no necesitamos y que para nosotros no tiene valor por el mero hecho de tenerlo. En este caso, la libra de carne del bueno del mercader.
personas que realmente le importan. Es la cara opuesta de la misma moneda que el judío. Porque si el uno es excesivamente avaro, el otro no es menos generoso. Encuadrada dentro de las denominadas comedias del escritor inglés, una de las características que tienen este tipo obras en Shakespeare es que, al final, la historia da un giro radical y, finalmente, el saco de Shylock se rompe. ‘El mercader de Venecia’ nos muestra una moraleja muy simple que han sido capaz de entender los hombres desde el siglo XVI hasta nuestros días. Que al avaro siempre se le termina pagando con su misma moneda y que el personaje más generoso recibe de sus amigos lo mismo que él les ha dado a ellos en otras ocasiones. Porque es mejor tener una virtud que ser un pecador, recibiremos más si somos generosos que siendo avariciosos.
En la otra cara de la moneda está Antonio. Como el agua y el vino, Shylock y él no podían ser más diferentes. El mercader veneciano es todo lo que el judío no es capaz ni de imaginar, una persona buena que no tiene mucho que dar pero que regala sin miramientos lo poco que tiene a los que considera sus amigos. Su altruismo y generosidad llegan a tal punto que incluso está dispuesto a dar su vida por las
Alejada de los dramas a los que nos tiene acostumbrados el trabajo de Shakespeare, “El mercader de Venecia” está a medio camino entre sus grandes tragedias y sus comedias. Si bien es cierto que tiene un buen final y que algunos de sus personajes (como el bufón Launcelot) y situaciones le dan un tono un tanto burlón, no hay que olvidar que el argumento sobre el que gira esta obra tiene un trasfondo gris que se sigue acercando un poco más a las tragedias del inglés. Todo ello acompañado, fiel a su estilo, con los intensos diálogos que plantea Shakespeare en muchas de sus producciones. Conversaciones complejas, llenas de comparaciones y de metáforas que hacen que la lectura se transforme en ocasiones en algo pesado y complicado que hace perder el hilo de los diálogos. “El mercader de Venecia” quizá no sea una de las grandes obras del escritor inglés, pero es, sin duda, una de las que ha permanecido en la retina de muchos lectores por la intensa caracterización de dos personajes que encarnan a las mil maravillas los dos lados más opuestos de una misma historia. Una de las obras de referencia en la literatura si lo que buscamos es un argumento sobre avaricia y generosidad. 40
Pecados capitales: Envidia
Una humorística intriga palaciega El floreciente capitalismo de la Inglaterra del siglo XIX tenía mucho más que mostrarnos que el crecimiento de los altos hornos, los suburbios y las minas. La sociedad aristocrática comenzaba a decaer en pos de los caprichos de los millonarias de una burguesía de cheques al portador.
n David García Ávila “Y así concluyó la compleja cadena de acontecimientos que se iniciaron cuando Theodore Racksole ordenó dos bistecs y una botella de cerveza en el comedor del Gran Hotel Babylon.” De esta forma tan sencilla, a modo de resumen y cierre de un cuento clásico, finaliza la novela “Gran Hotel Babylon” de Arnold Bennett. Podríamos pensar que es demasiado simple, escueto e incluso innecesario, pero dice mucho del carácter y estilo de esta obra que os presentamos en esta edición dedicada al pecado capital de la avaricia. Pero para las personas que hemos tenido la oportunidad de leer esta historia publicada en 1902, quizá no nos sorprenda tanto. Y es que la avaricia puede tener muchas caras, perfiles o formas. En su definición más sintética y abierta al mismo tiempo, la avaricia es el “afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. Y nos podría llevar a equívoco si nos quedamos con la idea de que se resume en un afán monetaria o pecuniaria al vil metal, los intereses, al oro o demás piedras preciosas... pero va mucho más allá. Porque una persona avariciosa puede sentir una especial e insoportable atracción por cualquier tipo de objetos, de sensaciones o hasta poseer en exclusiva la presencia o el control de la vida misma de una o más personas. Y esa es una de las cosas que más nos hacen pensar y meditar, hasta el punto de replantearnos muchas más cuestiones que las aparentemente sabidas hasta ahora. Por eso, la avaricia está tan relacionada con la codicia, más desarrollada ésta, aunque en algunas ocasiones de modo inconsciente, en sociedades y épocas muy dispares pero más aún si cabe desde que el capitalismo nos es inyectado en nuestras emociones a través de la publicidad y el anhelo por todo aquello que puede ser comprado. Incluso en ocasiones es visto como algo positivo en grados más livianos, ya que activa nuestros deseos para ser más competitivas, acumular bienes, trabajar más para lograr mayores sueldos o 42
proyección profesional. Con “Gran Hotel Babylon”, el británico Arnold Bennett nos sumerge en un mundo de lujo y despilfarro en la ya más que asentado Londres industrial de finales del siglo XIX. Es la obra literaria que le dio a conocer como autor de novelas, y con la que consiguió ser uno de los narradores con más ventas de su época. Fue ésta todo un éxito, junto a su otra obra más reconocida, “Ana de los cinco días” (escrita tras “Gran Hotel Babylon”), a pesar de ello nunca dejó de considerarse como periodista y deberle mucho a este gremio. Esta profesión le otorgó, además, las herramientas para desarrollar esta obra. Por este motivo, al leer “Gran Hotel Babylon”, nos topamos con un trabajo que nos recuerda a los folletines serializados que estaban en pleno auge a finales del siglo XIX, y que autores hispanos como Mariano José de Larra, también llevaron a las páginas de tabloides antes de dar el salto al formato libro. Se trataban de seriales que eran productos literarios considerados por la crítica como de escasa calidad. Sin embargo, en esta ocasión, Bennett supo compilar, adaptar y trasladar con buen tino a las tapas duras gracias a su capacidad como narrador y humorista. Y supo trazar un hilo conductor lo suficientemente atractivo, como para crear tensión y ganas de continuar pasando páginas gracias a una medida dosificación de los efectos dramáticos. Arnold Bennett nació un 27 de mayo de 1867 en la ciudad inglesa de Hanley (que hoy forma parte de Stoke-on-Trent). Estudió en la universidad de Londres y trabajó como administrativo en esta ciudad. Se incorporó al mundo laboral junto a su padre hasta que, con el sueño de ser escritor, volvió a Londres donde encontró sustento y espacio para sus letras en el periodismo. En 1893 logró el puesto como segundo editor de la revista
Woman, y en 1896 se alzó hasta el de editor jefe, además de colaborar en Academy, lo que demuestra su capacidad profesional y deseos de crecer con la pluma y el papel como herramienta de trabajo. En 1900 dejó el periodismo y se dedicó completamente a la literatura. Fue un esforzado escritor, lo que le llevó a probar fortuna con distintos y variopintos géneros literarios. Pero nunca perdió la perspectiva y el deseo de transmitir historias con un lengua llano y sencillo, con la intención de llegar o acabar el máximo número de lectores posibles, quizá influenciado por su trayectoria en los periódicos. Sin embargo, en favor de Bennett, debemos decir que la intención de llegar a una numerosa audiencia no resta en ningún caso su valía artística; un ejemplo claro de ello es “El Gran Hotel Babylon”.
Entre los ricos y aristócratas el dinero es necesario, pero también se convierte en algo por lo que pueden mostrar deslealtad, traición deliberada, especialmente para el beneficio personal, como en el caso de dejarse sobornar, aunque con estilo: “-¿Para qué necesita el millón?. -Deudas – respondió el Sr. Sampson Levi, lacónico. -¿Propias?. -En efecto. -Pero si tiene treinta años. -¿Y qué? No es el único príncipe europeo que en doce años ha acumulado deudas por valor de un millón. Para un príncipe eso es tan normal como comerse un bocadillo”.
Pongámonos pues en situación. Un lujoso hotel victoriano y una trama llena de intriga y humor llevada con mano creativa. Para empezar, nos damos de bruces con Theodore Racksole y su hija Nella. Este estadounidense, enriquecido gracias al negocio de los ferrocarriles, se hospeda en el hotel más caro y emblemático de Londres. En el Gran Babylon se reúnen, duermen, comen, entablan amistades, se dan acuerdos económicos, se emparejan las más laureadas personalidades de la época. Y no sólo inglesas, sino que de todo el mundo, aunque con preponderancia de la aristocracia europea y los magnates industriales del momento. Dos mundos que cada vez se mezclan más, pero del que vamos viendo cómo van tomando ventaja, los empresarios multimillonarios, con respecto a unas monarquías cada vez menos enriquecidas comparados a los anteriores. Un ejemplo de este mezcla de mundos que el devorador capitalismo va creando es la visión que tiene Theodore Racksole, para su vida pasada y futuro retiro de jubilación en la vieja Europa:
En esta atmósfera victoriana de embajadores, reyes, princesas, lámparas de araña, copa de licor y puro se desarrolla este folletín de treinta capítulos convertido en novela. Una experiencia narrativa que deja en buen lugar a un periodista que pudo llegar a ser un escritor de éxito para los lectores y la crítica. Literatura ligera y entretenida que al tiempo hace una acertada autopsia de una sociedad de altos vuelos que estaba en proceso de transformación pocos años antes de entrar en el siglo XX. Un transitar por personajes que va desde de la emocionante intriga (de gigantesco hotel de lujo hasta el desolado y complejo ámbito portuario londinense; desde la bolsa y su mar de complejas transacciones hasta los palacios del juego y la diversión). Un reencuentro con la Inglaterra de fin de siglo con diálogos que poseen el humor, encanto e ingenio del mejor Bennett. Un libro con el añejo aroma de una Europa irrepetible.
“Soy un auténtico americano pero mi padre, que empezó haciendo las camas en un colegio de Oxford y acabó ganando diez millones de dólares con una fundición en Pittsburg, tuvo la precaución de que me educara en Inglaterra. Estuve tres años en Oxford, como cualquier hijo de clase media alta. Y eso me hizo mucho bien. Me ha servido más que muchas afortunadas especulaciones. […] Y hablamos del siglo XVIII como si en él hubiese empezado el mundo. Si, transferiré todos mis efectos a Londres. Construiré una casa en Park Lane y compraré algún inmemorable lugar en el campo con una historia tan larga como el ferrocarril ATS, y me acomodaré allí tranquila y gradualmente. ¿Sabe?, para ser millonario soy muy benevolente y muy sociable y, sin embargo, apenas tengo seis verdaderos amigos en todo Nueva York. ¡Imagínese!”.
CITAS: “Y así concluyó la compleja cadena de acontecimientos que se iniciaron cuando Theodore Racksole ordenó dos bistecs y una botella de cerveza en el comedor del Gran Hotel Babylon.” “Una persona avariciosa puede sentir una especial e insoportable atracción por cualquier tipo de objetos, de sensaciones, o hasta poseer en exclusiva la presencia o el control de la vida misma de una o más personas.” “Con “Gran Hotel Babylon”, el británico Arnold Bennett nos sumerge en un mundo de lujo y despilfarro en la ya más que asentado Londres industrial de finales del siglo XIX.”
Estos destellos entre humorísticos y descriptivos se van produciendo a lo largo de la obra, lo que nos da la oportunidad de hacernos con una radiografía de los personajes que, entre avaricia y codicia, controlan y escriben la historia que nos enseñan en los colegios. Una avaricia que en “Gran Hotel Babylon” se muestra ridícula o caprichosa. Así, Theodore Racksole y su hija se ven inmersos en una intriga entre palaciega, detectivesca, con asesinatos, secuestros, viajes, sobornos y corruptelas desde que el ricachón norteamericano decide comprarse el Gran Hotel Babylon para que le puedan servir bistec y cerveza para cenar siempre que quiera, a pesar de ser un menú fuera de lugar en un hotel de tan alto copete.
“ Es un trabajo literario que consagró a su autor como uno de los escritores más vendidos de su tiempo” “Gran Hotel Babylon”, es un libro que no ha dejado de ser reeditados en Inglaterra, y fue la novela que más éxito económico le reportó en toda su carrera como novelista, aunque su trabajo cotidiano se desarrollaba, fundamentalmente, como periodista.” “ Se trataban de seriales que eran productos literarios considerados por la crítica como de escasa calidad. Sin embargo, en esta ocasión, Bennett supo trasladar con buen tino a las tapas duras gracias a su capacidad como narrador y humorista”.
“Estaba acostumbrada, (Nella, la hija del Sr. Racksole, sobre su padre) a verle alcanzar objetivos imposibles. Allí él era un -jefe-; los hombres temblaban ante su nombre; cuando quería que algo sucediera, pues bien: sucedía. Si deseaba saber algo, lo sabía. […] Dominaba Nueva York, pero Londres, en su mayor parte, parecía tener mucho interés por él; y había varias personas en Londres que eran capaces de chasquear los dedos ante él. Ni él ni su hija podían acostumbrarse a ello”.
Editorial: Erasmus. Colección: Clásicos en el presente Título original:The Grand Babylon Hotel.Traductor: Carlos Ezquerra PVP: 19 € ISBN: 978-84-92806-11-9 Páginas: 200
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Pecados capitales: Envidia
Mi vida
De Antón Chéjov “…Nada pasa sin dejar una huella tras nosotros, y cada acto nuestro, incluso el más insignificante, ejerce determinada influencia en nuestra vida presente y futura.”
n Roxana Contreras ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar por lograr hacer lo que realmente te gusta? ¿A cuántas cosas estarías dispuesto a renunciar por tener la absoluta libertad de elección en forjar tu propio destino? Estas son algunas de las cuestiones que se podría haber planteado de antemano Misail, pero no, sin siquiera meditarlo, se propuso directamente romper las cadenas que lo unían al poder paterno para alcanzar su libertad. Tan sólo eso, el primer paso. Entre las lejanas ciudades de Dubechnia y Kurilovka, situadas en Rusia, lugar que “según nos aseguran los libros de historia, comenzó a existir en ochocientos sesenta y dos”, y en un tiempo en el que la Rusia civilizada todavía no existía, digamos a finales del siglo XIX, de acuerdo con la opinión del autor, es allí, entre ese tiempo y esos lugares, que Misail emprende su conquista, sin dejar de experimentar amargas y dulces situaciones. Habiendo cambiado ocho veces de empleo, empleos que se parecían unos a otros como gotas de agua y yendo de discusión en discusión con el autor de sus días, “el origen constante de disgustos y de bochornos” no se quedaría atrás, él no sería menos, de todas formas se las ingeniaría para llegar a ser Alguien, desafiando todo límite.
Antón Chejóv (Taganrog, Rusia 1860- Badenweiler, Alemania 1904) en “Mi Vida”, nos relata e ilustra magníficamente “la vida cotidiana de hombres vulgares sujetos a un destino mediocre”, y en ello reside la grandeza de su obra. Amante de la amistad, del alcohol y de las mujeres, odiaba la “vulgaridad”, la mentira y todo lo que humilla al hombre. Y lo demuestra a lo largo de esta historia camuflándose detrás de sus personajes y en las acciones, pensamientos y opiniones de éstos, con la majestuosidad que sólo poseen los grandes maestros de la Literatura Universal. Antón Chejóv, a quien la malísima situación económica que atravesaba su familia lo obligó a dedicarse a las letras por pura necesidad monetaria, enviando sus escritos primero a revistas humorísticas para luego adentrarse en el mundo de las revistas literarias de la época. Chejóv a quién, más adelante en el tiempo, el hambre y el cólera lo obligaron a trabajar para lo que se había formado, desempeñándose como médico. Vivió muchos años en el campo, donde gozó de una gran popularidad y cariño de su gente para la cual hizo construir carreteras y escuelas. Criticado y atacado por la prensa, querido y admirado por la gente que lo rodeaba, ese es el mismo Chejóv que se refleja en el retrato o en los pensamientos y opiniones de sus personajes, es el mismo que vemos cuando los miramos a ellos. Si nos sumergimos de lleno en esta historia nos encontraremos 43
estúpidos, engañaban al prójimo, y sin embargo, se advertía que en la vida campestre había una base sólida, real, una base de que carecía la vida ciudadana. Viendo al campesino trabajar la tierra, olvidaba uno su estupidez, sus borracheras y descubría en él una gravedad, una importancia… aquél campesino sucio, bestia y borracho aspiraba a la justicia, tenía la convicción profunda de que sin justicia la vida es imposible.” María, luchadora incansable en contra de la ignorancia y a favor siempre de la cultura y el arte. “-Sí, el arte… Lo único es el arte. Sólo él dota al hombre de alas, le levanta sobre la tierra y le lleva muy lejos. Quien está cansado de ver en torno suyo la suciedad cotidiana y las preocupaciones mezquinas, quien se siente ofendido, indignado por la prosa de la vida, puede hallar el reposo y la satisfacción en el arte, en lo bello…” Encargada de la edificación de la escuela para la gente de su pueblo, gente a quienes solo les interesaba causar grandes inconvenientes, como invadir un terreno ajeno y usarlo para dejar tirados sus carros y herramientas y haciendo pastar allí a sus caballos; generar graves problemas y discusiones y pedir mucho dinero (a cambio de poco y nada de trabajo) que luego gastarían en alcohol, acrecentando la impaciencia, odio e indignación de María, desgastando poco a poco la buena fe que dentro de ella quedaba. Cleopatra, la sumisa e inocente hermana de Misail, interesada en demostrarle a su padre que ella es muy capaz de protestar contra la tiranía a la que él ha querido someterla, bajo la influencia de su adorado hermano experimentaba el dulce despertar de su mente y espíritu. Una sencilla ama de casa, encargada de vigilar a los sirvientes, supervisar los quehaceres domésticos y controlar que no se gaste demasiado azúcar, convertida en una amanerada y ridícula suerte de actriz sin talento en absoluto, una errante y sufrida madre soltera abandonada a la suerte, abandonada por su prometido arrepentido y egoísta, sediento de ambición, ambición por una carrera que forjara un futuro mejor para sí mismo, con alto estatus social y dinero con el que contar hasta para no saber en qué despilfarrar.
con Misail, un hijo implorando comprensión, pidiendo ser comprendido y respetado al igual que sus ideas y proyectos, tratando de decidir el mejor modo de ordenar la vida, y a un padre autoritario, reclamando por el respeto de sus gloriosas tradiciones familiares, velar por el honor relegado de sus gloriosos antepasados, imponiendo a su hijo un camino, el buen camino que un noble hijo de una honorable, rica y distinguida familia de decadentes y grises arquitectos debería continuar, respetando las tradiciones de generación en generación. Es éste quien decide romper las cadenas que lo atan a su pasado familiar y abrir una nueva línea a seguir, forjando su propio camino, su propio destino, contagiando de ideas a los otros, a los que lo rodean. Es él mismo quien decide convertirse en un simple obrero, un simple trabajador a pesar de su nobleza heredada, quien se había convertido para su amada en no más que un “cochero que la había transportado de una etapa a otra de su existencia.”
Porque según las costumbres de la vida, para los campesinos rusos de finales del siglo XIX, “cada hombre debe permanecer en la clase social donde ha nacido. Desgraciado de aquél que quiere rebasar los límites que le han sido designados al nacer.” Quizás sea por intentar desafiar los límites del prejuicio y la superstición, por desafiar lo establecido y buscar el cambio, abrir otras puertas, elegir esa otra opción que los llevara por el camino del bien, que Misail y Cleopatra decidieron cambiar el rumbo, siendo cada uno autor de su propio destino, acarreando el peso de las consecuencias y sus desgracias, porque no hay ninguna fuerza capaz de impedirnos decir francamente lo que pensamos y actuar con total libertad de elección. Rodeados de seres crueles y avariciosos que vivían en la misma oscuridad del alma que hace siglos, soportando la monotonía de sus vidas limitadas, dejándose llevar por sus instintos de bestias. Después de todo lo vivido en años, después de todo lo experimentado a través de la lectura de la vida de todos los personajes que desfilan por esta historia, cabe preguntarse: “¿Qué influencia había tenido en ellos todo lo que había producido la cultura? Seguramente ninguna. ¿Y qué influencia había tenido en Misail, Cleopatra y María todo el camino recorrido? Seguramente mucha. Y eso es lo que marca la diferencia.
Tanto Misail como su eterno amor, María Victorovna, unidos en la lucha por una causa común, en “un odioso rincón provinciano, poblado por seres mezquinos y vulgares”, luchando contra “el mal que reina en la aldea: la ignorancia, el hambre, el frío, la degeneración.” Una aldea en donde uno puede llegar a indignarse cada día un poco más con sus habitantes o llegar a odiar con toda el alma. Habitantes sumergidos en un pueblo en donde “la mayor parte eran hombres nerviosos, irritables, ignorantes, de imaginación estrecha, de horizontes muy limitados. Todos sus pensamientos giraban en torno a la tierra negra, al pan negro y a su vida gris. Con toda su astucia y su mala fe, no sabían hacer el más sencillo cálculo aritmético. Se negaban a trabajar por veinte rublos, por juzgar el precio demasiado exiguo, y consentían en trabajar por medio cántaro de vodka, aunque con los veinte rublos podían comprarse cuatro cántaros… Los campesinos vivían como cerdos, se emborrachaban, eran a menudo 44
Pecados capitales: Envidia
El camino del tabaco, de Erskine Caldwell
n J. Álvaro Gómez Justo cuando la dirección de la revista nos confirma el pecado capital del que hay que tratar o al que hay que “literaturizar” (me lanzo a la piscina de la creación de verbos bajo el sufijo -izar y que no aparecen en la RAE), siempre ocurre que en esos días los diarios se llenan de acciones que bien se podrían tratar bajo esa flaqueza del ser humano. En este caso tocaba hablar de la avaricia. Omitamos el ya repetitivo anuncio de unos grandes almacenes y vayamos a lo que nos hace desangrarnos de distinta forma a unos y a otros. Mientras unos buscan volver a tener un trabajo, otros se lo pasan en grande. En el mundo los artículos de lujo han aumentado, así como las empresas que comercializan con todo lo relacionado con esos productos “exclusivos”. Pero en el libro que trataremos a continuación hay unos toques que me han hecho parar su lectura. Parar y leer para reflexionar. ¿Qué pasa cuando son los pobres los que poseen esa avaricia? En este libro se describe con bastante acierto. En “El camino del tabaco”, Caldwell nos introduce en un mundo de pobreza. La historia se desarrolla en Georgia, en una casa semiderruida en un campo despoblado de
gente y en un lugar anclado en su propio tiempo. Allí, una familia intenta llevar las riendas de su propia vida. La propiedad está a orillas del camino del tabaco:“El camino se había empleado para el transporte de los grandes barriles en que se empacaban las hojas de tabaco después de haber sido curadas y maduradas.” La historia se centra en la vida de la familia Lester, más concretamente en Jeeter Lester, que es el padre. Un blanco pobre, heredero de una extensa tierra donde en su día se plantó algodón. Él empezó trabajando en esas tierras, pero ahora ya no se cultiva el algodón y es de los pocos de la zona que sigue con la intención de hacerlo. Todos los demás han abandonado el lugar para dedicarse a procesar materias primas más rentables en la ciudad cercana. Pero a Jeeter le confiere algo más que el simple hecho de querer plantar algodón. Es perezoso, egoísta, ladrón, mujeriego, machista y mal padre. Durante toda la obra se pasa diciendo lo siguiente: “Estoy pensando en conseguir una mula, un poco de semilla y de guano, y plantar algodón. Me parece que éste va a ser un gran año para el algodón…”. Pero en esta historia no hace nada 45
la atención la frialdad con que los sucesos ocurren, cómo son descritos bajo un halo de naturalidad. En la contraportada ya nos lo avisan: “El escritor alega que esta obra era sobre todo un rechazo a la literatura de claro de luna y magnolias que se hacía en el sur”. Y qué razón. Según vas pasando las hojas, la realidad te va golpeando. Otro punto a favor de esta novela es el ejercicio introductorio que tiene el narrador. No es un relator al uso, es una voz que nos adentra en la historia, sin entrometerse entre el lector y la historia. Apenas se introduce en la tragedia, no prejuzga ni adelanta la historia; es un mero observador que da la mano al lector y le sitúa en la escena. Esa narración es una sorpresa para nuestros sentidos, tan acostumbrados a que los autores mal utilicen ese recurso literario para ofrecernos su visión y/u opinión abusando del mismo. Una obra que no les va a dejar indiferente sobre todo cuando, en este momento, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Ya lo dice este libro en un momento dado: “-Entonces serán los ricos los que nos hayan llevado allí. Si tenemos que ir a vivir al asilo, será porque los ricos tienen todo el dinero que debería estar repartido entre todos nosotros y no lo quieren soltar y darme un poco de crédito para conseguir semilla y guano”. Querid@s lectores y lectoras, la historia se repite, y miren que esta novela es de 1932. En algo tendríamos que haber cambiado, o no.
para hacer realidad ese deseo. Bueno, sí, reza al mismo Dios para que le caiga del cielo comida y tabaco: “-Dios proveerá. Ahora mismo estoy preparado para recibir sus dotes,… Dios no nos va a dejar morir de hambre, y muy pronto nos mandará tabaco y comida”. Sobre la avaricia, el autor no deja que la novela avance mucho para, a modo de presentación, demostrarnos cómo las gasta nuestro personaje y, también hay que decirlo, parte de su familia. El libro comienza con Lov, el yerno de Jeeter. Este joven quiere charlar con él sobre unos problemas de convivencia con su jovencísima esposa de doce años. El problema es que Lov lleva un saco de nabos, y la familia Lester varias semanas malcomiendo: “También aquel día se había comido muy mal en la casa: algo de sopa salada… que se había hecho con unos trozos de pellejo de tocino y un poco de pan de maíz. Nada más que eso, y ni siquiera había alcanzado para todos”. En poco tiempo, el viejo Jeeter se hace con el preciado tesoro, y lejos de compartirlo con su propia familia, se pega el festín del siglo: “Jeeter se incorporó repentinamente, sujetando el saco de nabos contra el pecho, y cruzó a la carrera el camino del tabaco, rumbo al bosque situado más allá del antiguo algodonal”. “Abajo, en el bosque y entre los espesos juncales, Jeeter empezó a oír a su conciencia. Había satisfecho su hambre y tenía los bolsillos del mono llenos de nabos…”. Pero Jeeter no es el único que, en esa tierra de pobreza, se adentra en el farragoso mundo de la avaricia. Este pecado no es exclusivo de unos cuantos pobres hambrientos. En varios pasajes de la obra podemos comprobar cómo, aquellos que se llaman dignos, personas de bien y gentes de ciudad se aprovechan de esta familia y de los que los rodean. El autor nos describe el ansia por tener más, aunque sea despojado de todos sus ahorros a unos recién casados. El autor nos deja abiertas más puertas. Nos describe el ambiente y la vida sureña de Georgia. Nos habla de la religión y de cómo se vivía: “-No deberías hablar así del Señor, que sabe por qué lo ha hecho. Lo sabe todo, y no lo hubiera hecho si no hubiese tenido un buen propósito”. También sobre las supersticiones de esas zonas sobre los entierros: “Ada (mujer de Jeeter) también hablaba siempre de conseguir ropa para ser enterrada. Quería un vestido de seda, sin importarle que fuese negro o rojo, con tal de que su largo estuviera conforme al estilo de moda”. O sobre el ambiente machista y la discriminación brutal que sufría en aquella época la mujer: “Una mujer no debería ser así; las mujeres solamente sirven para casarse y trabajar para los hombres”. Lejos de seguir disgregando la novela, lo más impresionante de la misma es la realidad contada con destreza. Me ha llamado
El autor
Al indagar en la vida de Caldwell, he podido ver cómo todas las informaciones que he encontrado coincidían en compararle con otro gran escritor, William Faulkner. El mismo Faulkner le incluye entre los cinco escritores más importantes de la literatura norteamericana. Erskine Caldwell (Georgia, 1903-1987), en su juventud, trabaja en distintos oficios, lo que le confiere mucho más realismo a la hora de describir las situaciones cotidianas de sus personajes. Un dato interesante sobre el autor es que sus publicaciones, sobre todo las dos primeras, estuvieron envueltas en conflictos. La primera novela, “Bastardo”, fue prohibida y retirada. La segunda, “God’s Little Acre”, fue secuestrada y el autor arrestado mientras firmaba ejemplares en una librería. Más adelante se le exculpó a Caldwell, quien decidió demandar a sus acusadores por denuncia maliciosa. De esta última obra se vendieron 10 millones de ejemplares.
Anecdotario
Fue dramatizado para Broadway por Jack Kirkland en 1933, y funcionó por un entonces sorprendente tiempo de ocho años (3.182 actuaciones). Se realizó una versión cinematográfica en 1941 que fue dirigida por John Ford, aunque la historia se modificó considerablemente. 46
Pecados capitales: Envidia
¿Cómo no voy a querer más de ti, Haruki? Un lector avaricioso ante “1Q84” de Haruki Marukami
n Pedro Larrañaga No tengan miedo, en este texto no se va a desvelar el final de “1Q84”. No lo voy a hacer por una sencilla razón, porque no lo sé. El libro del escritor japonés está dividido en tres tomos y todavía no he leído el tercero de ellos. Entonces, ¿por qué me aventuro a escribir sobre él? Pues, la verdad, porque después de 923 páginas de lectura, me siento bastante seguro como para pedirle más a mi querido Haruki.
Sí, es cierto, como lector soy un avaricioso. Muy avaricioso, de hecho. Quiero más. Más y mejor. Más y mejor en cada página. Más y mejor en cada página y en cada capítulo. Más y mejor en todo. La verdad es que no entiendo otro modo de leer (¿es posible leer sin querer más emoción, más intensidad, mejor literatura, más momentos de inspiración?). No, no hay otra manera. Al menos no en este mundo. Nada más y nada menos que 923 páginas, dos tomos, 48 capítulos, perfectamente divididos en cada libro, saltando de Tengo a Aomame con un rigor imperturbable. Una porción de historia desde el punto de vista de Tengo, otra porción de historia desde el punto de vista de Aomame, de nuevo porción de 47
Tengo y otra vez más de Aomame. Así, 24 porciones de Tengo y 24 de Aomame. Una historia que avanza con ellos, entrelazada entre sus vidas, unas vidas que van perdiendo contacto con la realidad (la realidad del año 1984) para ir derramándose en la imaginación del año 1Q84 (la imaginación, sorprendente de eso no hay duda, del señor Marukami). Si eres un lector avaricioso, puedes estar seguro de que mi querido Haruki te va a dar mucho de lo que le pidas. Pero puedes estar todavía más seguro de que te va a dar cientos de cosas que no esperas. Tengo es un profesor recién entrado en la treintena, tan brillante como feliz en su irrelevancia (típico de un personaje de Marukami), tan capaz de cautivar a los adolescentes en sus clases de matemáticas (eso sí que suena a utópico), como de pasar días y días sin hablar con nadie, sin más contacto con el resto de los seres humanos que los encuentros con su editor o la tarde semanal en la que tiene sexo con una mujer casada. Todo ello, de entrada, casa perfectamente con lo que uno esperaría de un personaje de Marukami. Pero hay más. Tengo es un aspirante a escritor, escogido para reescribir una obra cautivadora, pero deficiente a nivel técnico para convertirla en algo más. Convertirla en una obra maestra y en un best-seller (éstos son los detalles que menos importan), pero también para convertirla en la puerta que abrirá el año 1Q84 al resto de protagonistas de la obra. Un año con dos lunas en el cielo, en el que la Little People no permanece oculta y en el que la Crisálida de Aire es un elemento capaz de transformar el mundo. Ese mundo transformado es en el que entra Aomame, una joven
unas letras concretas y no otras. Eso sucede en muchas ocasiones en 1Q84. Eso y otras cosas particulares de mi querido Haruki, como que de pronto todo se detenga para dedicar varias páginas al contenido de otro libro, uno que alguno de los protagonistas está leyendo. Evidentemente, todos esos son detalles que están ahí por un motivo concreto, pero, en ocasiones, no se puede negar que siguen ahí tras superar el proceso de edición porque Marukami es quien es. Me resulta imposible imaginar a un escritor novel llegar a una editorial con una costumbre similar y que no le dijeran “te paras demasiado en los detalles”, “eso no es relevante para la trama” o “necesitas ser más preciso en tu redacción”. Cierto que un escritor novel es muy poco probable que llegara a una editorial con una historia en la que coincidieran una asesina que no deja rastro, un profesor de matemáticas capaz de moldear
de la misma edad que Tengo, con la que coincidió en el colegio. Una mujer aparentemente intrascendente en medio de la multitud, con un rostro normal, vestida como una ejecutiva de cierto éxito, como tantas otras (todo ello muy típico de una obra de Marukami), pero con una habilidad especial. Un sentido del tacto tan desarrollado, tan preciso, tan perfectamente conectado con la yema de sus dedos, que puede encontrar un punto muy concreto en la nuca de las personas. Un punto muy particular, en el que se puede detener la vida de un ser humano. Eso lo sabe Aomame, porque Aomame es una asesina. Como era de esperar, Aomame es una asesina muy especial. Sólo mata a aquellas personas que se lo merecen. De hecho, sólo mata a hombres que se lo merecen. Hombres que han maltratado a sus esposas, que les han hecho tanto daño que algunas de ellas han terminado por quitarse la vida o están prácticamente destrozadas. Por eso Aomame no falla, ni duda. Aomame encuentra ese punto preciso en la nuca del maltratador y, antes de que éste pueda sospechar algo, le clava un punzón muy fino, con una punta muy larga y afilada, provocándole una parada cardíaca. No deja huellas ni rastro y, tras la vaga investigación policial, siempre termina por dictaminarse que todo ha sido producto de una muerte natural. Aomame y Tengo se conocieron cuando eran niños. Los dos vivían situaciones familiares particulares y eran bichos raros en su colegio, pero vivieron un instante que marcaría sus vidas para siempre. Aomame cogió de la mano a Tengo, con firmeza, y le miró a los ojos. No le dijo nada, pero le miró de un modo como sucede muy pocas veces en la vida (ya sea en la del año 1984 o en la del 1Q84). Ése fue su único encuentro, pero no pasará día en el que los dos no lo recuerden. Sin volver a verse desde la infancia, sin reencontrarse jamás físicamente, pero con la esperanza de volver a encontrarse, ambos son los protagonistas de una historia en la que desempeñan unos papeles fundamentales. ¿Qué historia es ésa? La verdad, en ocasiones, incluso tras más de 900 páginas de libro, no la tienes del todo claro. Uno le pide más a Marukami (¿cómo diablos podría no hacerlo?) y el escritor japonés, ni corto ni perezoso, te lo da. Te da toda una multitud de detalles cotidianos, un universo entero de gestos, movimientos y actos aparentemente irrelevantes (para la trama al menos, porque para la vida de los personajes siempre es importante comer, dormir y todas esas cosas). Algo así como a la hora de escribir este artículo, en vez de plantear ideas (acertadas o no), sensaciones (más precisas o más difusas) y razonamientos (claros o confusos), me pusiera a relatar cómo abro el ordenador (es un portátil), recupero un documento de Word y escribo una serie de palabras, eligiendo
el mundo con su redacción, una anciana millonaria protegida por un guardaespaldas gay que financia asesinatos “justos”, una joven disléxica que es clave para devolver el orden al mundo, una secta religiosa nacida de un profesor universitario de ideas socialistas, la Little People, unos seres que han encontrado su camino a esta realidad a través del cadáver de una cabra ciega, dos lunas en el cielo, un líder religioso que tiene relaciones sexuales con niñas que todavía no han menstruado y que busca su propia muerte, una sinfonía de Janacek capaz de hacer vibrar el interior de los protagonistas y un editor que quiere manipular el premio literario que él mismo organiza. Ya veis, cuando le pides más a Marukami, él te lo da. Pero tienes que pedírselo, a gritos si hace falta. Si no eres de esos lectores o lectoras, si sólo quieres entretenimiento, pasar el tiempo o evadirte del día a día, puede que “1Q84” no sea tu libro, ni Haruki Marukami tu escritor. Sin embargo, si eres uno de esos avariciosos que buscan sorpresas entre las palabras (cocodrilos sobre la cama, como decían en un libro sobre el arte de la escritura que leí una vez), aunque puedan llegar a sentarte mal, a empacharte (un avaricioso del dulce no se detiene ante los primeros síntomas de empacho, si no que se come otro pastel más, y otro), en estas 923 páginas (¿puede haber empacho mayor?) vas a tener de lo que te gusta. Y lo vas a tener a montones. A fin de cuentas, puesto a ser avaricioso, mejor serlo hasta el final.
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Aviso a navegantes:
En Pequod Llibres no cabemos todos. Con eso no hablo del espacio con el que cuentan ni tampoco como menosprecio. Efectivamente, no cabemos todos, sólo los que disfrutamos de la que podríamos llamar alta literatura. Con una selección muy cuidada a cargo de sus libreros, Pere y Consu, la pequeña librería del barrio de Gràcia (Barcelona) es el sitio perfecto para perderse cualquier tarde.
n Fusa Díaz 1.Tiempos de crisis, la llegada del libro digital, Barcelona y jóvenes. La unión de todas estas circunstancias da Pequod Llibres. ¿Es que no tienen miedo? En principio lo que da Pequod Llibres es el amor por la literatura en general y por la lectura en particular. Ambos somos lectores empedernidos, sobre todo de novela y narrativa, que es en lo que está especializada nuestra librería. Somos jóvenes (sí, aún lo somos ¡y por muchos años!) y nos sentimos muy a gusto en Barcelona, sobre todo en Gràcia, nuestro barrio y también el de Pequod. En cuanto a la llegada del libro digital, no lo queremos ver como una amenaza, y de hecho por ahora no lo está siendo. Nos parece que el formato digital en España está llegando poco a poco y sobre todo se usa para un tipo de lectura que no tiene mucho que ver con nosotros: manuales, libros de texto, y dentro de la literatura, libros de consumo rápido: best-sellers de temporada que no encontraréis en nuestras estanterías. Ojo, que si un cliente nos lo pide, se lo conseguimos, pero no tenemos en exposición porque el espacio es pequeño y somos más selectos. En un barrio barcelonés como Gràcia, la demanda cultural y sobre
todo alternativa es mucha y muy variada, y sin embargo parece el mejor sitio para abrir una librería independiente. ¿Les gustaría estar en otro lugar? Mientras trazábamos el plan de empresa (y el sueño), barajamos varios barrios de Barcelona que nos gustaban, y en los que pensamos que la librería tendría buena acogida. Pero de todos el que nos ganaba el corazón era Gràcia, que es donde vivimos y del que casi nunca salimos. Este barrio engancha, por su oferta cultural, nocturna, por los vecinos que aún pasean y charlan por las calles. Y lo decidimos rápido. Y de hecho, que tenga cada vez más oferta cultural no es algo contraproducente, todo lo contrario, la gente busca variedad a la hora de elegir su ocio, porque cada vez tenemos menos tiempo libre y le damos mucho más valor a lo que hacemos con él. Nos gusta pensar en Gràcia como en el Camden de los años 60, con actividades en cada tienda, bar, librería… Son todavía nuevos pero ya hay editores que se acercan para contar con su ayuda. Parece que por fin el editor y el librero están reconciliados del todo y pueden hacer frente común. ¿Cómo ha ido la evolución?
Pequod no ha cumplido aún su primer año de vida y podemos decir que tenemos trato personal con casi todos los editores que tenemos en la librería. Tal vez todo ha sido más fácil porque no llegamos a esto como libreros veteranos, con experiencia en otros sitios, trajimos la experiencia que teníamos como lectores y eso nos unió a los editores y sus apuestas personales, porque en el fondo ellos también lo son. Todos los que trabajamos en alguna cosa relacionada con los libros somos ante todo lectores, es decir: enamorados del libro. Después cada uno tiene su lugar, pero lo importante es buscar el nexo común y luego contarnos nuestras experiencias en cada bando. Entender mejor al otro en su trabajo y colaborar en todo aquello que sea posible no solo para que se vendan más libros, también para que se conozcan más, para que más gente lea, para que cada vez seamos más los enamorados de este maravilloso invento. Empezamos con los descuentos en la editorial del mes y el autor del mes para probar qué le parecía al cliente y ha sido una apuesta maravillosa. No sólo sirve para que durante 30 días la gente pueda conocer más el trabajo de cada una de las editoriales que elegimos, sino para recordar toda la obra de grandes clásicos a los que hay que volver siempre. Mucha gente lo agradece y a nosotros nos encanta. Empezaron llamando a las editoriales para acabar recibiendo visitas con las
que no contabais. ¿Cuáles han sido las editoriales que menos esperaban que se interesaran por una librería de sus características? Pues por ejemplo Lumen, que pertenece a una grande. Fue gracias a su editora Silvia Querini, a la que admiramos muchísimo. Pasó por la librería como clienta y lectora, a título personal, y gracias a ella Mondadori nos llamó para tratar directamente con nosotros la distribución de sus libros en Pequod. Para una mini librería como la nuestra, pequeñita y ubicada en una calle escondida, que te contacten de Mondadori es todo un logro. Y una suerte, porque nos encanta la colección más literaria del catálogo de Lumen y todas las apuestas de Silvia son un acierto seguro. Llega Sant Jordi. ¿Qué tienen pensado organizar? Bueno, en Sant Jordi hay que jugar un poco al circo del día, así que tendremos una parada enfrente del Mercat de l’Abaceria. Los comerciales nos insisten, como novatos que somos y con su mejor intención (supongo) en
quetengamos “un poco de todo”, jaja… pero no abandonaremos nuestro criterio, al contrario; nos parece un día excelente para recomendar cosas más allá del “gran consumo” que nadie con dos dedos de frente
se arrepentirá de leer o regalar. Además ya hemos confirmado encuentros y firmas con algunos autores que nos honran con su amistad, como Ainhoa Rebolledo, Juan Soto Ivars y Muriel Villanueva. Pequod Llibres no sólo ofrece buenos títulos, una previa selección y un criterio cuidado; también tiene mercado de viejo y venta online. No podemos, como compradores, nada más. ¿Qué es lo que más trabajo da? La web ha llegado casi con un año de retraso, no te decimos más, pero bueno, en los inicios está todo por hacer y es normal. Ahora mismo es el día a día lo que se nos lleva más tiempo, por eso no conseguimos aún dar forma a todas las ideas que tenemos. Imagino que iremos cogiendo rodaje. Pero, no contentos con eso, ofrecen, con el Pequod Daily, lecturas, presentaciones, coloquios y encuentros. Suponemos que, igual que con las editoriales, empezaron llamando y acabaron recibiendo peticiones. ¿Cuál ha sido la última? Alguna editorial nos ha preguntado ya
“qué hay que hacer para ser editorial del mes”, de lo que deducimos que por aquí y por allá habrá incentivos diversos para serlo… nosotros respondemos siempre lo mismo: hay que gustarnos, no hay otra condición ni trato posible. También hemos tenido que rechazar determinados actos, por muy atractivos que fuesen, porque los promotores tenían la necesidad (comprensible) de cobrar una entrada, y eso chocaba con nuestra política de hacer actividades gratuitas. De todos modos, los últimos que nos han llamado han sido TV3 para hacernos un pequeño reportaje, y como ha sido esta mañana y aún estamos hinchados como pavos, lo contamos aunque no tenga que ver con la pregunta. Podemos decir que estamos ante la librería perfecta para el submundo literario que queda por debajo de las grandes empresas. Tienen revistas que, aunque nada tienen que envidiarle a Qué Leer -todo lo contrario-, no gozan de la misma difusión. Tenemos una cuidada selección de revistas y fanzines literarios y culturales que nos encanta: Grund Magazine, Standdart,
Vacaciones en Polonia, La bolsa de Pipas, Capicua, Orsai, Mapache Press, La Aventura, 5000 Negros, esperamos pronto Granite&Rainbow… y queremos que vaya aumentando y ser un punto fijo en el que todos los interesados en estas publicaciones que a veces son difíciles de encontrar puedan conseguirlas sin problema. Y promocionarlas todo lo que podamos, porque se lo merecen. La mayoría de librerías tienen un orden establecido que es común a todas: literatura hispana, literatura extranjera, alfabéticamente. No es su caso. ¿Cómo están ordenadas sus estanterías? El fondo nuevo lo tenemos por editoriales. De este modo conseguimos dos cosas: primero que el buscador de libros vea de una vez todo lo que edita cada sello, o al menos la selección que tenemos, y descubra en muchos casos libros que no sabían que tenían editoriales que les gustan. Y segundo, hablar con ellos. Porque es cierto que si vienes buscando algo concreto no es demasiado fácil encontrarlo con esta disposición, pero así nos pregunta, nos conocemos y podemos hablar un ratito
sobre el libro en cuestión, el autor, la editorial o descubrirnos mutuamente otros. Y salimos ganando ambos con ese intercambio de información. La sección de segunda mano sí está por autor, menos una parte en la que hemos hecho pequeñas selecciones de teatro y poesía, de las que no tenemos mucho debido a nuestra especialización, y luego novela negra y policíaca, y novela histórica. Porque dentro del libro de segunda mano hay mucho lector de estos dos géneros. Cada mes tienen una editorial y un autor del mes, y ofrecen a los clientes un 5% de descuento en sus compras. ¿Qué autores y editoriales ha disfrutado de ese privilegio? ¿Funciona? En el caso de los autores nos hemos ido directamente a los clásicos: Herman Melville fue de los primeros, por supuesto, y también Poe, Wilde, Twain, Dickens, Conan Doyle, Virginia Woolf y alguno más… Con las editoriales sucede todo lo contrario, nos hemos volcado en las más jóvenes y prometedoras, como Capitán Swing, Sajalín o Gallo Nero, y en otras con más solera pero también “pequeñas” como Minúscula, Libros del Asteroide o Navona. Y sí, con el paso de los meses y teniendo ya algo parecido a una parroquia asidua, la gente se anima más a preguntar por la editorial de turno. A los autores ya los conoce todo el mundo, claro, pero también aprovechan
y hacen “este mes, cargamento de Woolfs”, jaja. Existe en casi todos el mito del librero, un librero romántico y privilegiado, amante de los libros, vocacional. ¿Cuáles fueron los primeros sustos de la realidad? Pues la verdad es que no hemos tenido demasiados. Nos asustaba a nosotros mismos no saber de todo y que nos preguntaran por libros o autores que no conociéramos. Pero una vez que tomas conciencia de que NADIE lo sabe todo te relajas y preguntas. Y dejas de sentirte mal al decir: “¡anda! Pues ese no lo conocía”. De hecho, a la gente también le gusta sentir que descubren cosas a los demás. Ahora nuestros libreros de cabecera son nuestros propios clientes ¡y les debemos grandes descubrimientos! Otro momento durillo fue darnos cuenta de que en realidad teníamos mucho menos tiempo para leer y muchos más libros por delante, pero el ejercicio es el mismo que el anterior: respirar hondo y no pensarlo mucho. En el fondo es una maravilla que no nos acabemos nunca la lista de pendientes. ¿Imaginas que acabara alguna vez? Para nosotros sería La Nada que destruye Fantasía. Por último. Si pudieran volver atrás, ¿se embarcarían de nuevo en el proyecto Pequod Llibres? Absolutamente SÍ.
TEST -Una escritora: Consu: Carson McCullers / Pere: George Sand -Un escritor: Consu: Julio Cortázar / Pere: Chesterton -Un libro que salvar de un incendio: Consu: ODIO esta pregunta pero creo que elegiría “Rayuela”. O “Moby Dick”. / Pere: Si sólo pudiera salvar un libro, preferiría no saber leer. ¡Qué frasezaca! -Un libro para regalar siempre: Consu: Cualquiera de Stefan Zweig / Pere: “La hora del diablo”, de Pessoa. -Una ciudad literaria: Consu: Londres / Pere: París, y eso que no he estado nunca. -Un estilo: Consu: El flujo de conciencia de Virginia Woolf (y el de Cortázar también) / Pere: Me gusta mucho la exasperante parsimonia descriptiva de Salinger. -El libro que más le ha hecho reír: Consu: “Sin noticias de Gurb” de Mendoza y “El difunto Matías Pascal” de Pirandello. / Pere: “El asombroso viaje de Pomponio Flato”, para mí el culmen de la narrativa humorística de Mendoza. -El libro que más le ha hecho llorar: Consu: Las memorias de Pablo Neruda “Confieso que he vivido”. / Pere: “Compañía K”, de William March -La mejor literatura está en... ¿qué país?: Consu: la mejor literatura es universal. / Pere: A lo largo de la historia, sin duda en Gran Bretaña, pero algo raro tenían que echarle en el desayuno a los rusos del siglo XIX...
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Cementerio de locuras: Anne Sexton (primera parte)
Quién es Anne Sexton y por qué era poeta. Por qué sus poemas están plagados de dolor, de biografía expuesta sin pudor, de palabras que encajan a golpe de martillo en la mente de quien la lee. Por (“Yo misma en 1958”, de Anne Sexton) qué tanta sin razón, desazón, sin perdón. Por qué tanta intensidad, avasallamiento, colonización. Por qué tanta Anne Sexton es sus poemas, por qué tanta Linda o Joy, tanta Nana, tanto de tantas cosas. Quién es Anne Sexton y por qué conquista. Quién es y por qué se suicidó. “Soy una muñeca de plástico / vivo en una casa de muñecas / alguien juega conmigo / alguien actúa conmigo / ¡Piensan que soy yo! / ¿Su calor? / ¡Su calor no es ningún aliado!”
n Ainize Salaberri Leer la biografía de Anne Sexton recuerda al personaje principal de la novela de Sue Kaufman, “Diario de un ama de casa desquiciada”. Los rasgos expuestos en esa novela se reconocen, con sus diferencias, por supuesto, en lo que Diane Wood Middlebrook describe en la biografía. Su vida, la de Anne, fue un continuo conflicto consigo misma: su ser, lo que ella era, el ser mujer, una mujer americana de la posguerra, una mujer frente a una familia, frente a un marido, una mujer como madre, como esposa; una mujer un poco loca en una sociedad que no la comprendía.
convertido, efectivamente, en una ama de casa desquiciada, pero se convirtió en poeta. Y, de no haber sido por la escritura, Anne Sexton no hubiese llegado a cumplir treinta años. Exactamente igual que les ocurrió a Virginia Woolf y a Sylvia Plath, Anne Sexton vivió más años gracias a la inquietud y a la necesidad de juntar letras, juntar palabras, y dejar ir sus lamentos, sus vergüenzas, con ellas. Su legado, que son sus poemas, son los surcos de un cuerpo que se dolía día tras día sin que nadie más que ella escuchase. Ella, la loca poeta, la incansable luchadora.
Anne Sexton experimentó la soledad desde muy pequeña; la última hija del matrimonio, la rara, la extraña, la que no encajaba en la unidad familiar, la que no se atenía a las normas establecidas, la que pensaba por sí misma. Una niña que dejaba volar su imaginación, que empezó a escribir por dolor, como todo genio, y a quien ese dolor, esa angustia, ese perderse en los inexplorados caminos de la locura convertirían a esa niña despeinada y rebelde en una de las mejores poetas americanas del siglo XX. Anne Sexton podía haberse
Adicta al alcohol, sí, adicta a los somníferos, sí, con varios intentos de suicidio a sus espaldas, sí, atormentada poeta a la que le gustaba llegar diez minutos tarde a sus recitales, y quien estuvo en varias instituciones psiquiátricas, sí. También era una mujer que, como dice Wood Middlebrook en la biografía, “trató en sus escritos el conflicto que supone para un ser humano crecer dentro de un cuerpo de mujer y lo que supuso vivir como mujer en la sociedad americana de posguerra.” Una mujer que, en realidad, no hizo otra cosa más 53
que intentar entenderse a través de sí misma, desgranándose en cada página, desnudándose en cada palabra, y mostrándose sin pudor a un mundo que, sospechaba, la rechazaría. Así, al menos, había sido en su niñez, en su adolescencia. Hubo quien la consideró una exhibicionista, una invasora “que rozaba lo inmoral y lo ofensivo”. Así se leía, pues, a Sexton: como a una transgresora. Una mujer que se crió con Nana, a quien menciona en muchos de sus poemas, que lo fue todo para ella, mucho más que su propia madre y su propio padre, mucho más que sus dos hermanas, mucho más, en realidad, que ella misma. Su muerte la afectó muchísimo, como a Virginia Woolf la muerte de su madre, Julia Stephen –y es que estos acontecimientos son claves para entender parte de las creaciones de ambas escritoras. Tanto es así que, una vez comenzó a escribir poemas como terapia, describía sus intentos de suicidio en ellos como si construyese un camino para volver al “sitio” donde estaba Nana. Y es que ella sólo quería “acurrucarme y decir entre suspiros ¡no me dejes!”. La infancia de Anne Sexton: un constante plan de fuga “A pesar de lo mucho que se esforzaban todos en que las niñas mantuviesen siempre el chi vive, Anne fue una disidente crónica por su desaliño, agitación y ganas de alborotar. Odiaba comer en familia, por lo que solía llevarse la comida a su habitación, donde dejaba que se echara a perder, costumbre que conservó hasta época muy tardía, según comentaron sus hijas. En cuanto a su aspecto personal, frustraba sistemáticamente las expectativas de su padre. Desde su más tierna edad, la familia enviaba a las tres niñas al salón de belleza para que les lavaran el cabello y las peinaran, si bien el peinado de Anne no tardaba en desbaratarse debido a su costumbre de enroscarse los cabellos con los dedos y enmarañárselos. Sus vestidos estaban al mismo nivel: llevaba los dobladillos colgando y hacía combinaciones imposibles de chales y cinturones con blusas y faldas que no casaban. Además, acostumbraba a hablar sin parar y en voz muy alta y se movía constantemente.” (Extracto de la biografía escrita por Diane Wood Middlebrook) La familia de Sexton fue clave en su formación, para bien y para mal. Los padres de Anne eran hijos de los famosos años veinte, los locos años veinte donde la vida era explotada, no se temía la muerte, no se contemplaban los problemas. Sus padres eran dignos personajes de Scott Fitzgerald, hermosos, sí, y malditos, como él mismo describiría. Anne Sexton, no cabe duda, heredó ambos aspectos: la extrema belleza y los abismos de la maldición en forma de locura. Su padre era un hombre recto, rectísimo, que se había hecho a sí mismo: consiguió, fruto de su trabajo, que su familia viviese en las mejores comodidades. La madre de Anne, mujer despreocupada, quien moriría de cáncer escribiendo también poemas, fue clave en la formación de Anne como mujer y en la huida de Anne como niña, y es que Mary Gray hacía inspecciones diarias a Anne, pidiéndole que se desnudase en el baño para hacerle inspecciones tan íntimas como impúdicas y humillantes. Ella misma lo explica en el poema “Aquellos tiempos”, perteneciente al poemario “Vive o muere”, publicado en 1966: 54 63
“A los seis vivía en un cementerio lleno de muñecas, evitándome a mí misma, a mi cuerpo, el sospechoso en su grotesca casa. Estaba encerrada en mi habitación todo el día tras las rejas, una celda. Yo era el exilio, sentada todo el día en un nudo. Hablaré de las pequeñas crueldades de la infancia, siendo como soy la tercera, la última en ser dada y la última en ser tomada– de las humillaciones nocturnas cuando mamá me desnudaba, de la vida diaria, encerrada en mi habitación– siendo la no querida, el error que mamá utilizó para alejar a papá del divorcio.
Pienso en las muñecas, tan bien hechas, tan perfectamente ensambladas que contra mí estrechaba besando sus boquitas imaginarias.
(…)
el armario fue el lugar donde ensayé mi vida
El yo que se negó a mamar de aquellos pechos que no podía complacer, mi yo, que pisaba las narices de las muñecas que no podía romper.
(…)
(…)
Me sentaba todo el día a remendar mi corazón en una caja de zapatos 55
Así es Anne Sexton, y así ha de leerse: directa, afilada, un tanto tétrica, sincera, una costurera. Sexton teje sus recuerdos y los puntea con la aguja para hacerlos desaparecer. Su padre, además, y quizás por el ritmo de vida que llevaban o el momento en el que vivieron, se convirtió en alcohólico. Su madre también, años más tarde. Esto, sin duda, condicionó a Anne de forma muy notable: no entendía por qué el humor de su padre cambiaba tan de repente y por qué era a ella, a ella y no a otra de sus hermanas, a quien dedicaba improperios muy poco dignos de un padre. Anne era el foco de atención en sus borracheras y a ella dirigía insultos y vejaciones. Años más tarde, en una de las terapias, Anne comentó que un día su padre subió a su habitación y empezó a toquetearla, incitándola a algo sexual. Nunca pudo comprobarse si este hecho ocurrió de verdad o era una creación de la mente de Anne, pero lo cierto es que su padre fue uno de los puntos claves, en lo negativo, en la formación de Anne como niña y como mujer. El gran referente de Anne fue su tía abuela Anna Ladd Dingley, Nana para Anne, que le brindó amor maternal e incondicional, algo a lo que Anne estaba muy poco acostumbrada. Nana, por tanto, se convirtió en el centro de atención de la pequeña. Nana fue un refugio para Anne; este estrecho vinculo tendría sus consecuencias antes de la muerte de Nana e inmediatamente después. Y es que cuando Nana perdió la audición, tras un dolor de muelas fortísimo, cambió por completo: hablaba sola, se recluyó en sí misma y no prestaba apenas atención a Anne ni a nada de lo que la rodeaba, y Anne se sintió dolida y ultrajada; Nana, incluso, tuvo que ser hospitalizada y recibió electrochoques que parecieron mejorar su estado. Anne misma decía: “no parecía una persona loca pero sí una persona que sufría”. Al mismo tiempo que le ocurría esto a Nana, su abuelo paterno sufría crisis nerviosas y su hermana Jane iba a tener un hijo. Anne vivió todo esto como un desmoronamiento familiar para el que no estaba preparada (muy parecido, a su vez, al desmoronamiento que sufrió Virginia Woolf en su adolescencia cuando su madre, su hermano, otra hermana y su padre fallecieron con pocos años de distancia). Y es que su familia parecía haber estado siempre pendiendo de un hilo en un abismo insondable, y Anne no podía soportarlo. La muerte de Nana la trastornó y la hizo creer que ella había sido la causante de su enfermedad, creyendo al mismo tiempo que su crisis nerviosa tras su muerte había sido la venganza de Nana por no haberla cuidado, acaso, lo suficiente y por haberla abandonado en su adolescencia. La muerte de Nana hizo sentirse a Anne “horrible y asquerosa”, como un día la mismísima Nana denominó a Anne en un momento de locura transitoria. La muerte de Nana, por tanto, y las ruinas de una familia que parecía haberse construido en el aire, entre huracanes y terremotos, fueron el pistoletazo de salida para el declive mental de una muchacha que no acababa de encontrar su lugar en el mundo. Anne estaba siempre entre dos aguas, su propio yo y el yo que los demás construían para ella. En su interior se estaba montando, pieza tras pieza, vivencia tras vivencia, una bomba que nadie podía imaginar fuese a ser tan grande, tan estruendosa, tan peligrosa. Anne Gray Harvey, nacida el 9 de noviembre de 1928 en Newton, Massachussets, estaba a punto de explotar.
evitando la preciosa ventana como si fuera un terrorífico ojo a través del cual los pájaros tosían encadenados a árboles erguidos; evitando el papel de mi habitación donde florecían lenguas una y otra vez saliendo de las bocas como capullos marinosasí es como pasaba el día esperando que mamá, mi gran mamá, llegara para desvestirme a la fuerza.” 56
Recomendaciones
LIBRO Amor del bueno AUTOR Víctor García Antón RECOMENDADO POR Víctor Lorenzo Cinca
Global Personajes Historia Estilo Ritmo
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RESEÑA BREVE La editorial Tres Rosas Amarillas ha reeditado este conjunto de relatos,
ganador del Premio Caja España en 2004, rescatándolo así del olvido en el que, injustamente, caen muchos libros. En sus páginas, Víctor García Antón nos ofrece una variada muestra de relaciones de pareja, repleta de fricciones entre amor y sexo, renuncias, dificultades, incomunicación, fracasos y esperanzas. Porque el amor del bueno, el real, es precisamente eso, y no el que nos venden en nuestra más tierna infancia. Y lo hace a través del presente, que actualiza lo narrado y a su vez lo eterniza, utilizando además unos personajes apenas definidos, casi arquetipos, sin nombre, para que el lector pueda identificarse con ellos fácilmente. Unas historias en las que no falta el distanciamiento y la ironía, y que más que afirmar, preguntan. Al lector, por supuesto, pero también a su autor. Un buen modo, en definitiva, de contemplar la absurdidad del amor, de observar las piedras en las que tropezamos una y otra vez, con la seguridad que nos da el hecho de no ser, por el momento, protagonistas de ellas.
Global Personajes Historia Estilo Ritmo
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LIBRO Los sinsabores del verdadero policía AUTOR Roberto Bolaño RECOMENDADO POR Francisco Jurado Chueca
RESEÑA BREVE Amalfitano es profesor de Filosofía. Antes y después Argentina, Brasil, Francia, España y México. Rosa su hija. Siempre la duda que recae sobre si el nombre se debe a Rosa Luxemburgo o a “La rosa ilimitada”, de Arcimboldi, escritor francés que el personaje ha traducido al español y lee. Mucho. A lo largo de su vida y de sus muertes. Y para entonces Roberto Bolaño en este libro ya ha volcado toda su naturalidad. Idas y venidas tantas veces posibles en el espacio y en el tiempo hasta el punto de crear un aparente caos de encuentros y desencuentros que deleita y fortifica y mortifica. En “Los sinsabores del verdadero policía” Bolaño nos descubre una vez más y convenciendo las uniones que matan y alejan, de cómo el instinto, con toda su idiosincrasia, puede prevalecer en situaciones límites y arropar un destino, si cabe, que estaba escrito desde el inicio. Si queremos u osamos trazar la vida de Amalfitano de manera cronológica, quizá nos topemos con lo que Bolaño ha querido demostrar: a la literatura le duele más lo mucho y lo poco que la distancia suele ayudar a unos y otros.
LIBRO Signatura 400 AUTOR Sophie Divry RECOMENDADO POR Verónica Lorenzo
Global Personajes Historia Estilo Ritmo
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RESEÑA BREVE Las bibliotecas son un lugar conocido por todos pero, ¿alguna vez
os habéis parado a pensar en las personas que trabajan en ellas? O, ¿por qué las bibliotecas son como son? Sophie Divry muestra en su primera novela este mundo tras el mostrador de préstamos a través de las páginas de Signatura 400 y la voz de la bibliotecaria encargada de la sección de geografía. No es un monólogo, sino la conversación de una mujer dedicada a los libros, que encuentra en la literatura, la buena, su refugio. Cuenta su vida a través de las estanterías de la biblioteca, de sus compañeras de trabajo, de los usuarios y de ella misma. Es una crítica al mundo de las letras, de las bibliotecas y de la sociedad en general. Es una novela con algo de mala leche, un poco de ternura y mucho, mucho humor.
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Recomendaciones LIBRO El aviso AUTOR Paul Pen RECOMENDADO POR Salvador J. Tamayo
Global Personajes Historia Estilo Ritmo
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RESEÑA BREVE Paul Pen irrumpe con su primera novela: “El
aviso”. El autor madrileño cuenta a modo de thriller cinematográfico una historia que son muchas historias. El eje principal de la novela es un crimen que se repite en la misma tienda 24 horas de un barrio residencial de la sierra madrileña. En cada caso los mismos actores y el mismo protagonista: un niño de nueve años que muere. Paul Pen hace una radiografía de la clase media-alta española, con personajes tipo aunque muy bien definidos. La infancia como excusa y un narrador cámara perfectamente controlado en todo momento. No es de extrañar dada la naturaleza y la construcción de la historia que en breve disfrutemos de una adaptación cinematográfica de la misma. Si la función del arte -como decía Bourdieu- es emocionar, esta novela es una auténtica delicia. Hasta el punto de que el final, sino duele, al menos escuece.
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LIBRO Luz de noviembre, por la tarde AUTOR Eduardo Laporte RECOMENDADO POR Juan Carlos Aguirre
Global Personajes Historia Estilo Ritmo
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RESEÑA BREVE Aunque en “Luz de noviembre, por la tarde” se narran hechos
que ocurrieron en realidad, podría ser perfectamente una ficción. Sus detalladas descripciones de los personajes y escenas le hacen a uno sumergirse rápidamente en la lectura. Philippe, María, sus hermanos, otros familiares, novias, amigos, conocidos e incluso el mismo protagonista parecen inventados. Pero no, existieron y existen. Con un lenguaje claro, preciso y fluido Laporte construye este relato armonioso de corte intimista de tal manera que lo hace muy cercano al lector. Asimismo en algunos episodios encontramos su percepción personal acerca de lo que le ocurre a él y a los demás personajes. Se trata de varios temas comunes a todos por sus tintes psicológicos y cotidianos. “Luz de noviembre, por la tarde” es una narración que navega como un barco surcando las olas del pasado y del presente. Es una historia de despedida; de homenaje a los padres; de planteamientos ante los cambios; un viaje necesario para atravesar un tiempo mortecino y llegar a tierra sano y salvo para poder contarlo.
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Novedades narrativa LIBRO: El zoo trágico AUTOR: Lidia Zinovieva-Annibal EDITORIAL: Nevsky Prospects PRECIO: 20 € Las memorias ficticias de Zinovieva-Annibal destilan la brutal belleza de la vida rural en la Rusia pre-revolucionaria, una infancia rica en imágenes, sensaciones, y con espacio para la crueldad y el dolor, la belleza y el descubrimiento de la vida sensorial y sensual. Con una prosa cargada de empatía por el munbdo que describe, pero encontrando sus resquicios más oscurecidos mediante una inaudita capacidad de concreción minimalista, Zinovieva-Annibal recuerda en su voluntad expresionista y su interés en la mujer a la prosa de la inglesa Virginia Woolf. Las zona más oscuras de la infancia son reveladas junto a una investigación de las dificultades encontradas durante sus años formativos por la mujer rusa del fin-de-siècle en una novela inolvidable.
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO: La pesquisa AUTOR: Juan José Saer EDITORIAL: Rayo Verde PRECIO: 16 € En esta obra laberíntica Juan José Saer nos conduce en dos investigaciones paralelas hacia la complejidad de la locura, la memoria y el crimen. Los casos, el famoso misterio de una serie de asesinatos en París y la búsqueda de la autoría de un manuscrito entre un grupo de amigos, son las excusas que provocarán nuestra reflexión. Con agudo ingenio y el acierto de encontrar la palabra exacta, Saer delata nuestra tendencia a anticipar juicios sobre lo que no podemos saber y nos descubre la dificultad de formarnos una opinión realista en un mundo no simplificable, ahondando en los rincones más oscuros de nosotros y llevando al límite nuestra capacidad de percepción y comprensión.
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO: El rompecabezas del cabo Holmes AUTOR: Carlos Laredo EDITORIAL: Sinerrata Editores PRECIO: (ePub, mobipocket): 7.99 € Una joven modelo aparece ahogada en la costa gallega, junto con algunos restos del yate en el que viajaba con el presidente de uno de los más importantes grupos empresariales del mundo de la moda, la publicidad y los negocios inmobiliarios, que se da por desaparecido. El cabo de la Guardia Civil José Souto, apodado Holmes por su minuciosidad y su afición a las novelas policíacas, es el encargado de investigar lo que se supone un desgraciado accidente. Cuando empiezan a surgir extrañas y oscuras coincidencias relacionadas con el supuesto naufragio, Holmes se encontrará buscando trabajosamente cada pieza y su lugar en un complicadísimo rompecabezas en el que se mezclan la moda, el lujo y la prostitución, mafiosos de medio pelo, matones barriobajeros y hasta un peculiar y refinado detective privado que contribuirá de forma eficaz y sorprendente a la resolución de un caso en el que nada ni nadie es lo que parece.
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO: La confesión de Guest AUTOR: Henry James EDITORIAL: Navona Editorial PRECIO: 8.30 € Edgar Musgrave se reúne en un balneario con su hermanastro David. Allí coinciden con John Guest, un corredor de bolsa al que Edgar acusa de haberle estafado veinte mil dólares. Por su parte, David se enamora de la hija de Guest, al tiempo que este es forzado por Edgar a confesar por escrito su culpabilidad, ante la pasividad de David. Esta humillante confesión acarreará conflictos morales en todos ellos y condicionará dramáticamente sus decisiones.
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO: La esposa diminuta AUTOR: Andrew Kaufman EDITORIAL: Capitán Swing PRECIO: 16.5 € Un ladrón irrumpe en un banco armado con una pistola, pero no pide dinero. En vez de eso, ordena a cada uno de los clientes que le entreguen el bien más preciado que tengan en ese momento. Los clientes salen indemnes del singular atraco, pero pronto comienzan a suceder cosas extrañas. Una ve cómo un tatuaje se le desprende del tobillo y comienza a perseguirla, otro se despierta y descubre que está hecho de caramelo, y Stacey Hinterland se percata de que está menguando día a día... “The Tiny Wife” es una fábula sobre cómo perderse por accidente y encontrarse a uno mismo en el amor de otro.
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Novedades poesía LIBRO: Culpa de Pavlov AUTOR: Sofía Castañón EDITORIAL: Comuniter PRECIO: 7 € Pavlov tiene la culpa. Con un sonido, salivamos. Repetimos como autómatas modelos aprendidos. Creyéndonos la fórmula del éxito, insistimos en equivocarnos. “Culpa Pavlov”, que recibió en 2008 el Premio de Poesía Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid, aparece ahora revisado y con nuevos poemas en una edición que cuenta con el trabajo del artista Antonio R. Montesinos. Un diálogo entre imágenes y versos que teje una red de teorías y procesos personales.
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO: Órbita cementerio AUTOR: Nuria Ruiz de Viñaspre EDITORIAL: Luces de Gálibo PRECIO: 12 € Estamos a punto de caer, amor. Estamos a un solo paso de la sima. A uno solo. Pero a un paso que no para-caídas, amor. Sin coronas de marfil a las que asirnos. Sin espuelas que nos frenen. Estamos a un paso del talud. Sin amor ni sima ni barranco, amor. Sin temblores oscilantes. Desbocados. Sin resumen ni red en la garganta. Sin sentencias de amor ni destellos. Con silencios consabidos. Ni siquiera somos sueño de panteras, amor. Ni tampoco dueños de los sueños. Ni siquiera carne alguna queda, ni sangre entre rendijas de esa carne de pantera. Estamos a tan solo una zancada del tornado, amor. A una ráfaga y tras esto su heredero precipicio. A un ridículo embate de viento, amor. Tan solos sin amor y sin aliento. En este giro de baldosas, amor. En este buque cósmico de cruzadas sin contrarios. Y todo, amor, para terminar a bocanadas donde empezamos esta revolución. Licuados. Diluidos. Desleídos. En aquel nebuloso vértice en el que nos juntamos, amor. Cobertizo y coronilla de nuestro universo. Ahora monótono y frío territorio geofísico donde, si yo te suelto, amor, me dis-paras y, si tú me sueltas, si tú me sueltas, amor, te sujeto el vértigo el furor y la bala. Porque matar cansa, amor, y además, mancha.
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO: Nadie se salva AUTOR: J. I. Pidal Montes EDITORIAL: Versos y reversosEdiciones PRECIO: 11.95 € Pidal Montes no escribe con tinta, lo hace con sangre y con carbón. A este genial poeta asturiano no se le atascan las metáforas, a veces esculpidas a golpe de martillo-realidad, otras, a soplos de incontables vientos de borrasca. Nadie se salva es indudablemente un título que arroja cierto escepticismo, pero que no se desoriente el lector, lectora, porque como comenta en el prólogo la poeta Sofía Castañón “Nadie se salva, pero hay absolución en estos poemas”. La hay, porque entre otras cosas Pidal Montes se detiene, escucha, cuestiona y dialoga con la realidad de su entorno social y de sus circunstancias personales. Nadie se salva es un canto al compromiso con la historia y la cultura asturiana y de sus gentes. Es una invitación a la lucha y a la dignidad. Es un descenso a los abismos del autor, pero también un trepar hasta la luz y la calidez del amor a los suyos y de los suyos. Nadie se salva, efectivamente, si llegado el momento uno no es capaz, como dice el poeta, de derribar la puerta a golpes cuando esta se cierra de par en par.
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO: Volver antes que ir AUTOR: Flavia Company EDITORIAL: Eugenio Cano Editor PRECIO: 13 € Y el texto trata el tema del viaje, de la emigración y de la forma en que esos traslados influyen en la identidad y en el alma. También de la infancia. También de la memoria. La autora confiesa en su prólogo/secreto la génesis de este libro “a las cosas y a los lugares no se puede volver ni siquiera volviendo”, para ella la emigración es algo hereditario, y “los lugares de los que se parte influyen tanto en la identidad como los lugares a los que se arriba” si bien la realidad demuestra que jamás se acaba de partir y nunca se termina de llegar. Este libro de Flavia Company como todos los que componen la colección Fuente del Abanico posee un diseño limpio y sin recargas ornamentales, con tintas bitonales siguiendo la idea de que los libros de la colección sean visuales al mismo tiempo que íntimos, que se lean para uno sólo y que se muestren a los otros.
HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LIBRO: Por donde pasa la poesía AUTOR: Varios autores EDITORIAL: Baile del Sol PRECIO: 25 € En el 2011 un libro emerge, “Por donde pasa la poesía”, que expone parte de esa marea incesante de creatividad y heterodoxia en el mundo de las letras y en el barrio de Valencia que abajo muestra la fachada de la librería. Algo que se repite en otras ciudades como Madrid, en Traficantes de sueños, o en Sevilla, en Librerías La Fuga, por citar dos sólo a vuela pluma. En este libro hay poemas en catalá, castellano(s) desde las tres orillas (Península Ibérica, Canarias y Latinoamérica) e inglés. Ojalá nos permita el futuro incorporar otras lenguas y culturas.
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Tablón de anuncios RAYO VERDE Nace Rayo Verde Editorial, una editorial que desea dar más espacio a obras inquisitivas, comprometidas, audaces, inconformistas y exigentes en las librerías y en las bibliotecas. Nos gustaría que nuestros libros colaborasen a que nuestra sociedad esté formada cada vez por más personas interesadas en ser actores y no solo espectadores de su tiempo. Publicaremos narrativa de todo el mundo, principalmente literatura contemporánea, centrándonos en la publicación de autores singulares que explican buenas historias con un estilo propio, intentaremos también dar a conocer obras y autores de gran calidad que por no considerarse comerciales no han tenido oportunidad de ser publicados o traducidos al español.
LOS LIBROS Los Libros pretende ser una plataforma de difusión gratuita. Si sos escritor y tenés un libro o un e-book de narrativa y/o poesía que haya sido publicado, podés formar parte de la siguiente manera: Escribí a loslibrosblog@gmail.com. Mandá la portada de tu libro -en una imagen de buena calidad en formato JPG que no supere los 500 KB- y contá de qué se trata en un texto de hasta 500 palabras. Incluí título del libro,
editorial, país y año de publicación. También enviá tu reseña biográfica escrita en primera persona, en otro texto de hasta 500 palabras. Si querés, agregá tu página web o tu correo electrónico (se publicarán junto con la reseña). Aclaración: no se aceptarán textos incomprensibles, mal redactados o con faltas ortográficas. Administran Los Libros: Giselle Aronson: http://about.me/GiselleAronson# Gilda Manso: http://about.me/GildaManso Sitio web: http://loslibrosblog.blogspot.com.ar/
Tu espacio en Granite & Rainbow Desde G&R queremos ofreceros, en cada uno de nuestros números, un tablón de anuncios (por supuesto, gratuito). Que no nos gusta hablar sólo de literatura, o que no nos gusta hablar sólo nosotros de la literatura y sus alrededores, así que hemos decidido contar con vosotros. Tenéis cabida todos: editoriales, agencias, correctores, traductores, libreros, lectores, escritores. También queremos que aparezcan las librerías de vuestras ciudades y los encuentros literarios que puedan haber: recitales, presentaciones de libros, cursos y talleres literarios, de escritura, de edición, de lectura, etc. Si quieres publicitar tu novela, una autoedición, tu revista literaria o simplemente te apetece salir en el tablón con alguna buena excusa literaria como un blog interactivo, ¡adelante!
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Granite & Rainbow .................... 23.IV.2012 ............................ #19
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ISSN: 2173-2019