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23 .X.2010 #7

Granite & Rainbow

Editorial por Ainize Salaberri

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“Todo el mundo es un escenario” (All the world’s a stage) dijo Shakespeare en su obra “Como gustéis”. Es la misma frase que llevo tatuada en mi antebrazo, como si fuera una predicción para lo que venía en este número 7. En él se entremezclan tres artes que, pese a diferentes, comparten ilusión, y llegan al público; tres artes que con imágenes y palabras nos lo han dado todo a lo largo de los años, y que han sido, y son, parte fundamenta de lo que somos. Sin el cine, sin la literatura, sin el teatro, careceríamos de una parte importantísima de la vida. El cine y el teatro nos permiten llevar a una realidad más tangible lo que las palabras,

unas páginas de un libro, no consiguen por sí mismas más allá de nuestra mente, de nuestra imaginación. Grandes obras de la literatura han sido adaptadas, con mayor o menos acierto. Ahí reside el problema, supongo. De una gran obra puede conseguirse la mejor de las adaptaciones, o el mayor desastre de la historia. En este número hablamos de ello, y damos nuestra opinión. Porque las artes tienen ese riesgo: no llegar a transmitir, no llegar a cumplir, quedarse corto o pasarse de largo, inventar, malinterpretar, decepcionar. Cuando el mensaje no llega como debería, cuando el director teatral o de cine no ha

cumplido las expectativas o cuando han sido infieles a la obra original, el publico lo sabe y comienza la tragedia. En este número encontraréis, lectores, adaptaciones de todos los tipos: buenas, mediocres y malas, y para todos los estilos: española, americana, inglesa, de todo. No ha sido un mes fácil, pero después de librar las batallas y salir victoriosos, aquí tenéis el séptimo número: la vida es puro teatro (y literatura, me atrevo a añadir). Sed bienvenidos al número 7 de la revista Granite & Rainbow.


ÍNDICE

4 Los últimos días de... 6 La naranja mecánica 8 Una palabra tuya 10 El río Mystic 11 Dorian Gray 13 Entrevista: Manuel López

Azorín 17 La magia de O 19 La hermana pequeña 21 Mujercitas 22 El club de la calceta 23 La clase 27 Poema: diccionario de las caídas y los sueños 28 Matilda 29 Ficción real 30 Retorno a Brideshead 31 ¿Qué me quieres, amor? 33 El mundo según Albert Espinosa 35 Relato: Esa suerte, mi suerte

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36 Las edades de Lulú 38 La muerte es de mentira 40 Romeo y Julieta 42 Las amistades peligrosas 44 Amor en los tiempos del

cólera 45 300 47 Qué curioso, curiosísimo 49 La trastienda 51 Flores para Sally 53 La lista de Schindler 55 Trece campanadas 58 Coraline 60 Que mi nombre no se borre de la historia 62 Las nueve puertas de Lucifer 63 Ghost in the Shell


Los últimos días de... Tommy por Pedro Larrañaga

¡Elige la puta vida!

Trainspotting es una obra de referencia de finales del siglo XX, que sorprendió al mundo, tanto en su forma de novela, como en la versión cinematográfica de Danny Boyle. Irving Welsh amplió el concepto de enfant terrible para ponerlo justo al lado del de genio literario.

¡Sube la puta música! Así

Cualquier acercamiento a la obra del escocés Irving Welsh, nacido en Leith, el barrio del puerto de Edimburgo, debe plantearse como un torrente. Como una descarga, llena de fogonazos que permita, al final de todo, hacerse con un cuadro completo. Tommy es el gran damnificado. El único que sucumbe al agujero negro del SIDA, mientras que todos los yonkis de sus amigos salen limpios de sus años de heroína. Sick Boy, Rents, Spud, Tommy, Franco y los demás dibujan un sórdido de la capital europea de la droga y el VIH. Agujas, robos, esperas en la cola del paro, estafas a sus propios padres y monólogos desconcertados. Mientras, de fondo, suena una canción de The Velvet Underground. Danny Boyle consiguió, con su película, hacer de altavoz de todo lo que el libro suponía.

empieza una pelea, un torbellino que no apaga los gritos de tu cabeza. La película empieza con tres muchachos corriendo. Corren porque no quieren elegir, ni detenerse a mirar el futuro. Ni siquiera el presente. Así, mientras suena una voz en off que se convierte en el mejor corolario de la obra, la cinematográfica y la literaria. Elígenos a nosotros. Elige la vida. Elige pagar hipotecas; elige lavadoras; elige coches; elige sentarte en un sofá a ver concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu, atiborrándote la boca de puta comida basura. Elige pudrirte en vida, meándote y cagándote en una residencia, convertido en una puta vergüenza total para los niñatos egoístas y malcriados que has traído al mundo. ¿Qué?, ¿cómo dices?

Sube el volumen y deja la Velvet. Es hora de dejar gritar a Iggy Pop.

¡Elige la vida!

Lust for life.

Pero no es lo que quieren. Ellos eligen rechazar lo que tienes que ofrecerles.

Una vida sin pánico, que no se escape por el desagüe, como esas pastillas envueltas en papel de plata con las que pasar el mono. Sudores fríos, serpientes en el estómago y un vacío que te devora. Síndrome de abstinencia viendo a bebés muertos gatear por el techo. Porque en medio de los subidones, de los pinchazos y de ese orgasmo continuo recorriendo tus venas, la vida de un pequeño termina. Monólogos en un sofá, con un drogadicto intentando interpretar sus emociones.

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Suena Born Slippy de Underworld a todo volumen y miras a tu alrededor y sólo ves coños ambulantes, objetos sexuales en los que vaciar tus fluidos antes de salir de vuelta a casa.

¡¡¡Sube el volumen de la maldita música!!!

Sin embargo, todo se complica y te has quedado dormido. Es una casa extraña y no conoces las sábanas, mientras tu estómago amenaza con explotar de una forma poco limpia.

De pronto, en medio de todas las voces, vuela una jarra en medio del bar.

Luchas, pero la vida tiene un curioso sentido del humor.


Los últimos días de... Tommy por Pedro Larrañaga Más trágico aún cuando es Tommy el que termina compartiendo jeringuillas y condenado a una muerte lenta en un cuarto sin muebles.

Irving Welsh es un enfant terrible al que no le da miedo la excelencia literaria

Mientras, tú, desenganchado, compruebas que las horas no pasan, por mucho que juegues a Trainspotting en Leith Central Station. De eso habla Irving Welsh, maestro de la literatura fraccionada, de convertir sus novelas en conjuntos de fotografías, que se ensamblan unas otras para formar historias impactantes. Lo hizo con Trainspotting. Lo hizo con Acid House.

Sí, no me da miedo decirlo, la cultura popular es capaz de producir joyas de las que aprender. Lecciones duras, pero que alguien tiene que contar en voz alta. ¿Verdad, Lou, que se puede caminar por el lado oscuro? Sí, se puede. Lo importante es encontrar el camino de vuelta a la luz. Y no siempre es un camino fácil.

Lo volvió a hacer con Marabou Stork Nightmares y las clases bajas británicas ya tenían al más genial de sus cronistas.

Menos mal que podemos leer un libro mientras recorremos ese trayecto. Uno que no nos dejará en absoluto indiferente. Además, si tenemos tiempo en alguna sala de espera de una estación perdida, podemos poner la película de Danny Boyle. Tampoco nos dejará indiferentes. Al fin y al cabo, eso es lo que yo le pido a una obra, libro o film, que no me deje indiferente.

Corrosivo. Sin edulcorantes. Afilado.

La indiferencia es la muerte. Eso lo saben Rent, Sick Boy, Spud y los demás.

Un enfant terrible al que no le da miedo la excelencia literaria. El guionista perfecto a partir del que ensamblar una de las películas más impactantes de las últimas décadas.

Por desgracia, Tommy ya no puede saberlo. Porque Tommy ya está muerto. Vuelve a subir el volumen de la música, ¡POR FAVOR!

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Anthony Burgess — J. Álvaro Gómez

Anthony Burgess es un autor inglés que apenas aparece en las largas listas de autores famosos. Se encontró con el éxito cuando, a los 42 años de edad, le diagnosticaron un tumor cerebral. Él, viendo que podía dejar a su mujer en la indigencia, comenzó a escribir día y noche con la única finalidad de ofrecer a su mujer un sustento con los d e re c h o s d e a u t o r q u e crearía. Pasó el tiempo y, lo que había sido un tumor cerebral, se convirtió en un error médico. Burgess siguió escribiendo de la misma manera brutal y, de ese modo, llegó a publicar Noticias del fin del mundo, La sinfonía Napoleón y, en 1962, La naranja mecánica.

“Muerte y destrucción a los cuatro vientos celestiales”

insultos y palabras malsonantes sin que se caiga en lo vulgar? Muchos escritores se lo preguntan y, Anthony Burgess, lo resuelve de la forma más sencilla; creando un lenguaje especial, el nadsat. El autor de La naranja mecánica, se saca de la manga un idioma nuevo. Además, nos lo introduce como una nueva forma de hablar de los jóvenes. Por ello, antes de comenzar a Pero, ¿cómo escribir un libro leer este libro, recomiendo re p l e t o d e i m p ro p e r i o s , hacerse una fotocopia del 6

pequeño diccionario nadsatespañol que aparece al final, en el caso de mi edición, del libro. Esto nos resultará muy útil al principio. Más adelante, al irnos habituando al sonido de las nuevas palabras, nos iremos familiarizando con ellas y no será muy complicado seguir la lectura. La historia está narrada en primera persona y nos sitúa en un semi futuro, donde la gente bebe leche con alcohol en unos lugares llamados

Bares lácteos, donde los jóvenes tienen un idioma propio y, además, se visten con mallas, chalecos con hombreras y botas. Todo ello para diferenciarse de sus mayores y saltarse, desde el principio, las reglas o normas preestablecidas. Jóvenes que no se preocupan de trabajar o de estudiar, sólo de la fiesta y de la violencia extrema. Una violencia que el autor retrata espeluznantemente y que el narrador denomina “muerte y destrucción a los cuatro vientos celestiales”. Pero esta novela no se basa en la violencia simple y clara. No. El autor se “apoya” en la violencia para ver que, a la violencia, no se le combate con más violencia. Y eso lo deja claro en los últimos capítulos del libro.


El narrador -él mismo se llama Vuestro Humilde N a r r a d o r, a d e m á s d e tratar al lector como Hermano-, es capturado por la policía y llevado a un centro de rehabilitación después de una noche, vamos a decir que, algo movidita. Allí, el protagonista, tendrá una terapia de choque. Una terapia cruel, donde sólo verá películas de violencia hora tras hora hasta que, él mismo, odie la violencia hasta el extremo de vomitar al intentar defenderse. Al mismo tiempo que se produce toda la dureza, se pueden observar los rasgos de la belleza humana en forma de música clásica. Al n a r r a d o r l e c h i fl a l a música clásica hasta el punto que, en ciertos momentos de la obra, casi

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llega a parecernos un experto de ese arte. Al final del libro sólo me queda preguntarme una cosa, ¿quién puede tener la culpa de esa violencia, la persona o la sociedad? Lean este libro y juzguen a quién o hacia quién debemos encaminar las culpas. En ciertos momentos del libro, vemos cómo es esa sociedad la que discrimina al protagonista y da la vuelta a la historia para presentárnoslo como un conejo de indias al cual se le tiene como mero laboratorio de pruebas. Finalizo el libro pensando que, al igual que Peter Pan, nuestro Alex es un chaval incomprendido que no quiere crecer y entrar dentro de ese adiestramiento adulto que, queramos o no, estamos obligados a cumplir. Él mismo lo dice: “Y todo se

e x p l i c a b a p o rq u e e r a joven. Pero ahora, al final de esta historia, ya no soy joven, ya no.” Como primera curiosidad: todos los capítulos comienzan igual, “¿Y ahora qué pasa, eh?”. Y segunda: existen dos ediciones, la europea y la norteamericana, con final distinto. En la norteamericana, el final no aparece y se queda en el capítulo 6 de la tercera parte. La tercera parte de la europea tiene 7 capítulos. Ahora, vayamos a por la película. La primera vez que vi la película de Stanley Kubrick me resultó inclasificable. No entendí esa violencia gratuita, ni la estética de los personajes, ni la forma global que

tenía el film. Fue al verla más adelante cuando comprendí que, A Clockwork Orange, título original del libro, era algo más que una película. Al igual que sucede con El Padrino o con Blade Runner, la violencia es la base donde se apoya la historia para criticar, más tarde, la violencia en sí. La película es una rareza con una fuerza estética muy grande, donde la música e j e rc e u n p a p e l m u y importante en cada escena. La película, al estar basada en la edición yanqui, se queda en el capítulo 6 y nos deja sin el último capítulo, lo cual hace que la curiosidad nos llame a ver si, con ese último episodio, mejora o no el desenlace del libro. Yo creo que sí, pero, ¿y ustedes? Ya me lo dirán.


Una palabra tuya de Elvira Lindo por Iraide Talavera

La vida nos da la oportunidad de elegir. Pero a veces no podemos, o no sabemos cómo hacerlo. Rosario ha sufrido un conjunto de accidentes emocionales que la han vuelto incapaz de llevar una vida que la llene. Convive con una madre que siempre ha dado importancia a la opinión ajena, a la que siempre ha tenido que mentir sobre su trabajo para que no creyera que su hija, que llegó a empezar la universidad, ha terminado limpiando las calles; una madre que siempre la ha comparado con su hermana Palmira, que siempre le ha guardado un extraño rencor por ser una niña observadora, que ha interpretado sus miradas de curiosidad como una maldad congénita.

amargada y una egoísta, que nunca ha pensado en que ellas son las únicas personas que se ha preocupado por ella, la única que la quieren, porque Rosario está sola, sola, sola. Y lo que menos soporta Rosario es que le recuerden su soledad, esa víbora fría y cruda que la aprieta los días de invierno, cuando debe ir a barrer Madrid y el mundo es una congestión de malas voluntades, de compañeras que susurran que en realidad Milagros y ella son lesbianas, de conversaciones simplonas en la barra del bar, de insinuaciones machistas de su compañero Morsa, con quien empieza a establecer una relación parecida al amor. Es ese mismo sentimiento, esa sensación de abandono que quizá se gestó en la infancia, cuando su padre las dejó tiradas, a su madre, a ella y a su hermana, el que la impulsa a transigir, a aceptar, a quejarse y revolverse en la queja, a ser incapaz de escupir el anzuelo de una existencia a la que no le queda más remedio que rendirse día tras día.

Rosario ve cómo a esa mujer los años le van mermando la memoria, cómo los episodios de su vida se deshilachan y se confunden en una casa con olor a viejo, a encierro, a túnel sin salida. Porque nuestra protagonista no sabe cómo desviar el destino hacia el puerto que ella desea, o quizá se siente egoísta cada vez que coge el timón e intenta alejarse de su madre o de su amiga Milagros, que la sujetan con lágrimas La autora de esta novela, Elvira diciéndole que siempre ha sido una Lindo, sabe plasmar muy bien

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cuáles son las anécdotas simplonas y ruines que tambalean nuestra voluntad, dónde se ubican los prejuicios tontos que nos obligan, con calculadas dosis de pesimismo, a volver al redil arrastrando la culpa de habernos apartado de personas cuyo carácter nos desalienta, con las que no nos sentimos identificados excepto por el hecho de haber nacido en un entorno común. Y sin embargo Rosario acaba optando por expiar la culpa rindiéndose a la evidencia de que su sus circunstancias no cambiarán y de que su carácter negativo es el que provoca que le tenga ojeriza a la vida. En la película del mismo nombre, Ángeles González-Sinde dirige a un admirable elenco de actores del panorama español: Malena Alterio, Esperanza Pedreño y Antonio de la Torre interpretan a Rosario, Milagros y Morsa, respectivamente. La película transcurre en una alternancia de escenas que saltan del principio al final de la historia y que escapan de vez en cuando a un recuerdo en la infancia de Rosario, cuando unas Navidades su padre, el hombre que abandonó a su familia, la llevó a la zapatería donde trabajaba su amante con el absurdo pretexto de comprarle unos zapatos.

pero que quedan sin cerrar. Para un espectador que no ha leído previamente el libro, es difícil saber hasta qué punto Milagros ejerce una relación de dependencia sobre Rosario, qué es lo que hace que su madre se imponga una influencia tan dañina o si su amor por Morsa tiene más de necesidad que de sentimiento. El guión reproduce textualmente los diálogos del libro, pero las imágenes no consiguen atrapar la complejidad que rodea a éstos a pesar de la estupenda interpretación de sus actores. Además, el mensaje final de Ángeles González-Sinde difiere del de Elvira Lindo. En la película tenemos la sensación de que Rosario reflexiona y decide empezar una nueva vida junto a Morsa, una existencia que promete, si no felicidad, satisfacción y conformidad; en el libro, sin embargo, la decisión de la protagonista se percibe como una rendición, como la única elección de una persona que de otro modo estaría sola y que ve en la relación amorosa la compañía y la posibilidad de llenar su vacío con un futuro hijo.

En vosotros, lectores y espectadores, queda la posibilidad de decantaros por un final u otro, según el modo en que percibáis la historia. Lo que no puede negarse es Por desgracia, dichas escenas la asombrosa capacidad de Lindo de carecen de cohesión y de intensidad. hacer surgir una novela de lo A través de éstas nos cuesta mucho cotidiano, de los miles de detalles, intuir el drama de la vida de la relaciones y preocupaciones protagonista, y sólo nos quedamos mundanas que componen nuestra con momentos que parecen intensos rutina.

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El río Mystic o la tumba de nuestros pecados por Ignacio Ballestero Daría lo que fuera por poder caminar por el fondo del río Mystic. Las aguas que bañan las penas de Boston se han convertido en un depósito de pecados que nunca flotan, en un camposanto de verdades que se entierran bajo el agua para que nunca vuelvan a salir. “Enterramos nuestros pecados, lavamos nuestras conciencias”. En el lecho del río duermen cadáveres a destiempo, disparos a quemarropa, venganzas consumadas e historias envolventes que nunca se quedan en el pasado, porque el pasado es, precisamente, lo único que sobrevive al abrazo de sus aguas. Quizá el río Mystic, en realidad, sea simplemente un caudal junto al que merendar, un buen horizonte al que tender, un paisaje insigne para besar a la chica que te gusta. Pero el río Mystic tiene un antes y un después en la pluma de Dennis Lehane, uno de los mejores escritores de novela negra de nuestro tiempo. Y como la novela negra y el cine han sido siempre parte de un mismo abrazo, la historia esbozada por un maestro a lo largo de más de quinientas páginas se hizo realidad en la película del mismo nombre dirigida por otro grande de nuestro tiempo, Clint Eastwood. La historia es una trama circular conocida seguro por todos. Tres niños juegan en la calle cuando un coche se detiene ante ellos, pero sólo uno de ellos sube. El relato se suspende con la mirada asustada del niño dibujando un guiño de desesperanza a través del cristal de la luna trasera. Unos años después, esos niños se han hecho adultos, y sus historias, después de mucho tiempo, confluyen en un hecho trágico desde tres puntos de vista muy diferenciados: uno de ellos es policía, otro, un padre luctuoso; el tercero… el tercero, simplemente, subió a aquel coche. 9

En este caso, y como excepción, se podría decir que película y libro se complementan. Por separado, son formidables, obras maestras. Juntas son invencibles. Las páginas de Lehane le aportan a los personajes de Eastwood un montón de matices que apenas se intuyen en la película, por aquello de no extender el metraje hasta el infinito. Los actores traen a la vida las personales impresas de Lehane. Maravillosa e impactante, en versión original, la escena en la que un puñado de policías trata de sujetar a Sean Penn mientras éste desgarra el cielo con un grito a medio camino entre el llanto y el odio, el dolor y la desesperación. Se podría decir que Mystic River es una historia de venganza, pero es mucho más que eso. Se trata de saldar cuentas con el pasado, y eso no siempre es un plato frío. Por eso, a pesar de que el Mystic probablemente sea un rasgo distintivo más de Boston, un lugar de encuentro, un río que atraviesa y caracteriza la piel de una ciudad, reconforta pensar que en el fondo de ese cauce descansan cuentas pendientes, armas disparadas con nocturnidad y tantos y tantos secretos que van a parar al mar. “¿Te has parado a pensar alguna vez cómo una decisión sin importancia puede cambiar totalmente el rumbo de tu vida?” O, tal vez, cómo un río puede convertirse en la tumba en la que enterrar todos nuestros pecados… PD: De la pluma de Lehane nació también Desapareció una noche, un libro magistral que ha dado pie a la película Adiós pequeña, adiós, debut tras la cámara de Ben Affleck. El filme es más que aceptable, la novela es grandiosa. “De pequeño le pregunté al cura cómo se podía ir al cielo viviendo en este barrio sin morir en el intento”. Después de todo, matar es pecar… o no, “depende de a quién se mate”.


Vanidad

Belleza

Perversión

Deseo

El retrato de Dorian Gray: el precio de la juventud eterna por Ana Feito Vanidad Libertinaje Perversión Locura Deseo Tentación

Pecados…

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Pecados… …que se mantienen en secreto, ocultos en conversaciones cultas e irónicas y modales refinados, lo que no se ve no ocurre, lo que no se ve no importa, hipocresía… pecado. El retrato de Dorian Gray es la vanidad de la belleza y de la juventud que no se quieren perder. Es libertinaje, locura y deseos carnales enmarcados en la inmoralidad y la perversión que corroe los más severos dictados de la sociedad victoriana, pura, casta, intachable, de damas elegantemente ataviadas y caballeros educados que hacen peticiones formales de mano.

“La tragedia de la vejez no consiste en ser viejo, sino en …en las páginas de El retrato de Dorian Gray, en la haber sido joven”, reflexiona Lord Henry Wotton. ¿Y si Inglaterra Victoriana en la que transcurre la obra, en las pudiéramos ser jóvenes para siempre? Aunque tal don clases adineradas de la sociedad que la protagonizan. tiene sus consecuencias, dramáticas, terribles.


Dorian Gray es el narciso (bello, perverso y corrupto) que cambia su alma por mantener las únicas dos cosas que merecen la pena tener, los dones más preciados de su existencia y de la de Lord Henry, de la sociedad victoriana y de la sociedad actual: la belleza y la juventud. La belleza lo es todo, lo consigue todo y cualquier medio es válido si sirve para mantenerse bello y joven, no escatimamos esfuerzos. Pero si ese trato supone presenciar cómo se pervierte y destruye el alma, ¿merece la pena?

completa cuando conoce a lord Henry Wotton (Colin Firth) momento desde el cual asistimos a la transformación de Dorian al ser libertino, perverso, vanidoso, consciente del poder de su belleza que termina siendo. Vi los primeros trailers de la película esta primavera pasada y, como siempre que se estrena una película basada en un libro, me debatí entre la ilusión y el miedo a la decepción, porque generalmente los libros suelen ser mucho mejores que las películas, (permítanme esta opinión personal de lectora voraz) pero que Colin Firth estuviera en el reparto (es una pequeña debilidad) consiguió convencerme, y de paso a dos amigas, para ir a verla.

¿Cómo sería poder ver nuestra alma y que todo lo que hemos hecho, bueno o malo, nos mirara de vuelta? A Dorian su alma le mira desde la pared, desde el retrato que pinta Basil Hallward quien, impresionado e inspirado por la belleza física del joven, hace de la De la película me quedo sobretodo con las buenas obra su mejor trabajo. sensaciones y las reacciones de mis amigas, que no conocían la historia, durante la proyección. Y con el Dorian no envejece, sus pecados no dejan marca Londres victoriano, y el Dorian de Ben Barnes y el alguna en su cuerpo, por algún macabro trato con el momento en que la tela que tapa el cuadro cae y nos destino se quedan encerrados en el cuadro que cuelga deja la terrible visión del retrato de Dorian Gray en la pared. Cuadro que cuando revela su terrible consumido por sus pecados. naturaleza acaba oculto en el desván, lejos de miradas ajenas. Dorian se enfrenta a la imagen de su alma, a ¿Libro o película? Primero libro y después película, con sus pecados, en solitario. muy raras o ninguna excepción. Pocos momentos en el cine superan al placer de sentarte a leer en tu lugar Gracias a Oliver Parker, quien ha dirigido la última favorito y dejar que sea la imaginación la que ponga adaptación titulada Dorian Gray (2009) podemos cara a Dorian Gray y pinte su retrato… asomarnos al Londres en el que vive Dorian, compartir su historia y ser testigos desde la butaca de las …aunque, también podemos dejarnos seducir por las consecuencias de ser eternamente joven y bello. palabras de Lord Henry quien asegura que “El único medio de desembarazarse de una tentación, es ceder a Parker nos presenta a un Dorian Gray (Ben Barnes) ella” y ceder a la tentación de ver la película en vez de recién llegado a Londres como un tímido e inocente leer el libro, o simplemente hacer ambas cosas, en joven, criado en el campo, que se va introduciendo en cualquier orden. los círculos sociales de la mano del pintor Basil Hallward (Ben Chaplin). El trío protagonista se Que cada uno ceda a la tentación como quiera.

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Entrevista Manuel López Azorín, poeta por J. Álvaro Gómez Llego antes al bar donde hemos quedado. Quiero estar un tiempo a solas para revisar mis preguntas. Pido un café con leche y observo por los ventanales a la gente. El veranillo de San Miguel se aproxima y, la marea humana despistada, marcha ataviada con bolsas de la compra y diarios gratuitos bajo el brazo. Estoy nervioso, no lo oculto, aunque Manolo es amigo y hemos tenido algunas charlas, para mí esto es algo más. Creo que, aquellos que apreciamos la palabra, le debemos un tiempo, un pequeño reconocimiento de su trabajo por y para la poesía. Es una simple entrevista pero, en el fondo, es una forma de darle las gracias. Manuel López Azorín nació en 1946 en Moratalla, Murcia. Pasa a vivir en San Sebastián de los Reyes, Madrid, y es allí donde nos conocemos. Él, regentando un comercio en mi barrio. Yo, guerreando con juegos de niños. Ahora, el tiempo y el destino han querido unirnos por medio de la poesía. Ya le veo. Viene fumando, sus pasos van tranquilos, pisa despacio, como si no quisiera hacer daño a las baldosas. En su pasear observo que va pensando en algo. Su cabeza está despistada entre sus rimas y su familia. Nos abrazamos y comenzamos a hablar. Después de muchos minutos intentando solucionar el mundo, comenzamos la entrevista. PREGUNTA- Lo primero, darte las gracias por dejarte robar tu tiempo. Y pedirte disculpas pues es mi primera entrevista… RESPUESTA- Bueno, tú haz lo que te parezca oportuno. Mira Maruja Torres. Empezó de cero y ahí la tienes, con su forma particular de hacer periodismo. P- Bien, pues espero que termine como ella. R- Sí, con su forma particular de hacer las cosas. Eso está muy bien. P- Tus inicios son extraños en el mundo de la poesía. Comenzaste a estudiar derecho y, de repente, poeta, ¿cómo surge esto? R- Yo empecé tarde a estudiar Derecho, con veintinueve o treinta años. Algo mayor para comenzar una carrera y, un poco más, para torcerme. Tenía mi vida algo resuelta y tranquila y, desde siempre, me encantaba leer poesía. Fue al conocer a a Claudio Rodríguez cuando empecé a interesarme realmente por la poesía, (antes escribía, como digo yo, sólo canciones) conocer a los clásicos e imitar con poemas propios los suyos. Comencé a preocuparme por aprender el ritmo, la cadencia y la versificación. Pasando por San Juan de la Cruz o Quevedo o Manrique, yo practicaba y me ejercitaba en escribir octavas y sonetos así como el verso tradicional, romances, seguidillas, etc. P- Pero, ¿cómo uno deja todo y se lía con la poesía? R- Tampoco lo dejé todo de golpe. Empecé con un negocio propio, pintaba y escribía. Pero, repito, fue al conocer a Claudio cuando me dije, estoy haciendo el tonto (risas)…lo que me apasiona es la poesía. Por lo tanto, yo no tengo carrera, he sido autodidacta. (Como quién se toma su tiempo, saca otro cigarro y lo enciende. El humo, de momento, lo envuelve todo, pero es un instante. Enseguida se desprende de él y lo deja respirar en el cenicero. Creo que es un fumador pasota.) P- Después de tu corta experiencia como universitario, comienzas con el Centro de Estudios de la Poesía. R- No, no. Primero es el Colectivo Helicón y empezamos a movernos sin ningún tipo de ayudas durante cuatro años. P- Pues, explícanoslo Manuel. R- Formamos un grupo de poesía en San Sebastián de los Reyes. Éramos cinco personas, José María Causín, Manuel Rey, Maribel Orgaz, Francisco José Sevilla y yo. Trabajábamos por la zona por y para la poesía. Ese fue el inicio del Helicón. Nos juntábamos y charlábamos sobre ella. Más adelante se falla el Premio José Hierro de poesía, realizado por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes. Es, en ese momento, cuando se nos propone formalizar legalmente el grupo. Se nos unen nueve o diez personas más y se registra, oficialmente, el Colectivo Helicón de poesía y relato. 13


Entrevista P- ¿Y el Centro de Estudios de la Poesía? R- Al poco, llegamos a un acuerdo con la Universidad de Sanse, que nos cede un sitio en sus locales. Dentro del Colectivo nace la idea de crear ese centro de estudios. Mi amigo y poeta, Ángel García López, me comenta que ya se había intentado algo así en Granada y que, desgraciadamente, no ha salido adelante. (Manuel se pone algo serio, parece que recuerda algo y rescata al cigarro de su suicidio. Lo deja de nuevo para que se consuma solo y continua.) Nos cuesta algunos años conseguir que se ponga en marcha. Mientras tanto surgen las Tertulias de Autor de Helicón que trajo a los mejores poetas del panorama poético español. Mientras, me voy escribiendo con poetas españoles para presentarles el proyecto. Enseguida contestan ciento cincuenta poetas españoles que se quieren sumar a esta bella locura. Personas como Pepe Hierro, Claudio Rodríguez, Rafael Morales, Félix Grande, Joaquín Benito de Lucas, Carmina Casala o Pablo García Baena, por ejemplo. Y, así, en 1996 el Ayuntamiento aprueba el proyecto y nace el centro de estudios. Por cierto, funcionó. P- También has sido presentador de “Las tertulias de autor”, emitidas por el Canal Norte T.V. R- Sí. Fui director y presentador de ese programa, en el cuál, quería que tuviera cabida toda la diversidad de la poesía, desde el existencialismo al romanticismo o a la poesía social. La poesía es una y diversa. P- Suena a escudo universitario… (Hace un silencio y sonríe de forma pícara) R- Pero es que la poesía es así. Hay una, pero la componen diversas ramas. Es como un río con muchos afluentes. (Enciende otro cigarro. Se toca con su mano izquierda la barba de su mejilla. Hace un pequeño ovillo con ella y parece que le viene algo a la cabeza. Se le iluminan los ojos y sigue hablando. Es un excelente conversador, yo sigo disfrutando.) Como anécdota. En la primera tertulia de autor, que la inauguró el poeta Pablo García Baena, se presentó sin avisar Pepe Hierro. Este último, al terminar aquella tertulia, me comentó que el ciclo debía de tener un sello de identidad, y se ofreció a regalarme algunos dibujos para que eligiera uno como distintivo de Helicón. Se eligió una especie de musa de Hesiodo con el nombre de Helicón a la izquierda de su melena.

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P- Entonces, las tertulias de autor nacieron… R- Las tertulias de autor nacieron con la intención de tener cabida todos los poetas y todos los géneros de la poesía. Se quería acercar al oyente a la poesía, y luego, que él mismo decidiese si el autor le interesaba o no, o le había gustado o no. Se atraía a la gente a la poesía y se acercaba al público a la misma. Hubo veces que trajimos a poetas muy conocidos que, después, no contactaron o no gustaron al público. En cambio, hubo otros poetas

más desconocidos, que se hicieron con el oyente y les encantó. Pero, la intención en todo caso, era dar a conocer la poesía. P- Muchos amigos me comentan que les es difícil comprender la poesía. Pero esto es por falta de enseñanza o por falta de interés. (Se pone serio. Se sube las gafas y se inclina levemente a mí, como de un secreto se tratara.) R- Creo que es falta de hábito. En la escuela actual, creo que apenas se enseña poesía y, la poca que se da, no se hace con el tiempo que requiere. Por lo tanto, cuando se enfrenta uno a un poema, el alumno no comprende las metáforas, el simbolismo, el misterio o la métrica. Pienso que, en el colegio, se debería de enseñar a leer poesía. A mí fue un médico quien me enseñó a leer, o sea, a comprender lo que leía. Eso mismo habría que hacer con la poesía en la actualidad.

P- Entonces, por lo que dices, ¿crees que está viva la poesía? (Ahora, su cuerpo hace el camino opuesto. Descansa en la silla y continúa) R- Sí. Hay mucha gente joven que escribe poesía. Pero hay dos vertientes. Una, que utiliza muy bien la palabra. Palabras actuales, cercanas y con versos medidos o blancos o libres. Luego hay otra que, aunque utiliza bien la poesía, le falta el aprendizaje. Les falta ritmo y conocer las raíces de la poesía. Saber que otros, antes que ellos, ya hacían poesía. Es conveniente estudiarlos para conocerla y, sobre todo, el ritmo y la musicalidad en el poema. (Terminamos el café. El bar se llena de gente joven que, aunque Manuel no les vea, alguno pone el oído a nuestra conversación. Por un instante me pregunto si, esas personas, escribirán poesía. Quiero imaginarme que sí y seguimos.) P- Como bien dices, la poesía tiene que tener memoria. Incluso el poeta siempre le da mucha importancia a la memoria. Tú, en el “Libro del Desconcierto”, escribes lo siguiente: “Soy un fue que ya es sueño y que no existe/ si no es en la memoria involuntaria / disfrazado de tiempo”. ¿Tan importante es la memoria en el poeta? (Se sorprende de ver su poema y apoya la cabeza sobre su mano. Se ha quedado sorprendido por un momento.) R- Como antes hemos hablado, el tiempo es un tema importante para el poeta. La fugacidad del paso del tiempo, el conocimiento del pasado y, como también dice Rilke, la experiencia en ese pasado. Es muy importante la memoria y la palabra, no sólo para el poeta. Gabriel Celaya que decía que la poesía y la palabra podían cambiar el mundo.


Entrevista

P- ¿Y puede llegar a cambiar el mundo la palabra? R- Uf (se toma su tiempo). Es difícil, pero la palabra es hermosa y quizás pueda. Un amigo mío, crítico y poeta, suele decir que la poesía debe servir para hacernos mejores personas. P- La gente une poesía a amor, pero Rilke, en “Cartas a un joven poeta”, dice que hablar del amor es lo más complicado. ¿Es porque se ha escrito mucho de él, o es por ser complicado realmente? R- Rilke también dice que la poesía debe ser honesta con sus palabras. Los versos deben salir de uno mismo. Claudio Rodríguez me decía que lo que debía escribir, ya se había dicho antes, pero lo difícil era hacerlo y que pareciese distinto. Eso es lo complicado. El poeta escribe sobre tres elementos únicamente; la muerte, el tiempo y el amor. Esas son las bases, después, todo cuelga de ellas. P- Has conocido y tratado con muchos poetas, José Hierro, Celaya, Ángel González, Carmen Riera y un sin fin de nombres importantes de la poesía, ¿alguno te ha marcado en concreto? R- Me han marcado todos… P- ¿Y aprender? (Por primera vez interrumpo una de sus respuestas. Inmediatamente, se sube a la nueva pregunta y une ambas.) R- He aprendido y me han marcado todos, tanto los poetas que he conocido como los clásicos que he leído. Con algunos tengo o he tenido mucha amistad, a otros sólo les he tratado, pero de todos algo he podido aprender. De los de la generación de los 50, como por ejemplo Brines o José Ángel Valente o Ángel González o José Hierro y más. De ahí en adelante, (Pablo García Baena, Eugenio de Nora, Félix Grande, Gloria Fuertes, Antonio Hernández, etc…) he conocido a casi todos y, de todos ellos, he tenido aprendizaje. P- Vuestras reuniones o las tertulias donde coincidáis, deben de ser muy interesantes, ¿no? R- Bueno, nos escuchamos todos. Lo importante es que, lo que se enseñe, te valga para algo, eso que se dice, que te haga remover las tripas. Que toque ese interior de cada uno. Siempre y cuando sea coherente y consecuente, claro está.

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(Miro a mi alrededor. El bar se ha vaciado y apenas quedan dos parejas en un extremo. La mañana continúa creciendo, como nuestra conversación.) P- Volvamos a las citas. Montesquieu ahora. He leído que dijo lo siguiente: “de la discusión con los demás surge la retórica, y de la discusión con uno mismo nace la poesía”. ¿Estas de acuerdo? R- La discusión también incluye la poesía. Hay poesía en la discusión con uno mismo y con los demás. La poesía puede ser todo. El poeta Rafael Morales me decía que, en poesía, es igual un ladrillo que una rosa, lo importante es que las palabras se coloquen en el lugar preciso. P- ¿Y qué es a poesía? Tienes un poema en el libro “La ceniza y la espuma” que habla sobre ella, “Atrapar un instante del tiempo. / Perpetuar la vida con las palabras que cantan/ realidades y sueños” ¿Puede ser eso? R- No sé si será eso o no. La poesía es la luz del misterio. Alguien dijo que era esa mujer a la que buscas y, de repente, viene, te sonríe un momento y luego se marcha para que la sigas buscando. También dicen que el primer verso te lo dan los dioses, luego, tú decides si el poema es bueno o malo. Pero me quedo con lo que decía Pepe Hierro cuando le preguntaban qué era la poesía, él respondía, “Y yo que coño sé”. (Las risas afloran. Ambos nos dejamos caer hacia atrás y, nuestras miradas, dejan correr el aire. Por poco tiempo. Enseguida volvemos a meternos en la conversación como niños que se meten dentro de una ola.) P- Has escrito sobre el amor, la religión, la envidia, el tiempo, ¿crees que te falta algo a lo que cantar? R- Me falta escribir todo (risas)… P- ¿Qué hay que hacer para que a uno lo llamen poeta? R- Nada. Todos, interiormente, somos poetas. Todos tenemos sentimientos, dudas y preguntas. Algunos tienen ese punto de facilidad para sacar la palabra, tienen más arraigada la “profesión” de poeta. En cambio, otros no la sacan por no tener esa facilidad para con la palabra. Pero, poetas, somos todos.


Entrevista

P- Has escrito Marasmo (1986), Vértigo (1993), Amar es mi ejercicio (1997), Versos para después de una película (1998), Libro del desconcierto (2000), Azul de los afectos (2001), Crónica de Babel (2002), De la vida y otros ríos (2003) y La ceniza y la espuma (2008), ¿y ahora? R- Pues estoy terminando un libro. Bueno, ya está terminado, falta podarlo como decía Claudio (Rodríguez) y sacarlo a la luz. Es un libro que consta de tres partes, una primera que habla sobre poesía y la juventud. Sobre lo que antes hemos hablado, eso de conocer y saber la poesía. La juventud debe admitir que tiene dudas, debe aprender que, como la vida, el poema tiene su ritmo, y eso, ya viene de atrás. La segunda parte trata sobre el sentir de la poesía en mí. Y, una última parte, en la que intento hacer un diálogo entre algunos poetas y yo, todo por medio de poemas. Después, mi editor me ha pedido que prepare una antología que, por ahora, sigo preparando. P- Para finalizar, qué autores o qué libros nos recomiendas. R- Vaya… (de nuevo, sus dedos inquietos juguetean a hacer remolinos de su barba). Hay muchos, uno que recomiendo es el de Philip W. Silver que se titula “Rumoroso cauce, nuevas lecturas sobre Claudio Rodríguez”. Y, sobre escritores, tres poetas que son imprescindibles para mí. Machado, Lorca y Claudio Rodríguez. Es mi opinión ojo, luego están Miguel Hernández, que ahora es su centenario o Juan Ramón Jiménez, pero eso tres que he nombrado, son muy buenos.

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P- Pues ya hemos terminado. Te quiero dar las gracias en nombre de la revista Granite & Rainbow por concedernos esta entrevista y esperamos tu nuevo libro. R- Gracias a vosotros por esta entrevista. Salimos del bar y mi sonrisa sigue ahí. Nos despedimos y, ya en el coche, voy dándole vueltas a sus respuestas. La mañana ha pasado y, llegando a casa, un verso llena mi cabeza, uno de Manuel que dice así: “¿Por qué no abandonar ese destino /de ser polvo./ Misterio de ceniza./ Elevarse y soñar, y ser espuma?” Y pienso que él, es espuma. Gracias amigo. Para saber más de él, os dejo su blog: http:// manuellopezazorin.blogspot.com/


La magia de O Una mirada a Orlando, de Virginia Woolf, desde el film de Sally Potter por Sandra Escobar Ginés

El film de Potter, y que protagonizó la actriz Tilda Swinton, acerca la magia de O con asomarnos apenas. Una magia que permite la transformación y a la vez, la pervivencia temporal. Fusión de fenómenos. Transgresión inicial de Woolf a, tal vez, una de las entelequias, uno de los ideologemas más preciados y antiguos, justamente: el Tiempo. No sólo por lo extenso e imposible de abarcar que es el texto, sino porque además, la polifonía del mismo, lo hace inabarcable, Potter aprovechó las marcas, los emblemas de existencia atemporal que Woolf enseñó con orgullo en la novela. Esos emblemas son los que utilizaremos para afinar esta mirada de aproximación al texto de V. Woolf desde Potter. “…Ha pasado el tiempo sobre mí…” p. 265 op. cit Es lo que Woolf le hace decir a Orlando, a la mujer Orlando, casi al final del relato. Y fue así como decir ‘nada ha cambiado en estos cuatrocientos años’. “… ¡Qué raro! No hay cosa que ya sea una sola cosa Tomo una valija y pienso en una vendedora de manzanas congelada en el hielo. Alguien enciende una vela rosada y veo una muchacha con bombachas rusas. Cuando salgo veo Oxford Street… ¿Turquía, la India, Persia?.” Los ojos se le llenaron de lágrimas. ibídem Y así junto a Orlando, el Tiempo y Potter juntan emblemas, signos inequívocos que desandan en la imagen nada menos que el Devenir:  La Encina, presente en el texto y en el film como disparador constante de las reflexiones, literarias en particular, de Orlando. La encina, y Orlando, en su recitar y paso breve, a su sombra es la primer imagen del film. Y también será la última.   El segundo emblema de la atemporalidad que elegimos es la Reina, la realeza, el poder. La Reina poderosa del compromiso: …te quiero a mi lado, en Inglaterra eres el hijo de mi ancianidad… Potter,1993 La Reina Isabel de Inglaterra así le habla en el film, mientras le otorga los honores de ser su Tesorero, según Woolf. La reina, el poder real tolerará a Orlando, a Lord O, y a Lady O su devenir, su transformar aquello que lleve consigo. O La Reina Victoria que interrumpe el amor. Los poderes. Pero no el poder del tiempo.  Un tercer emblema que marca la atemporalidad son las campanas. Las campanas acompañan también el devenir transformador y transformado de Orlando a través de los siglos. …eran las diez de la mañana ¿Qué revelación más aterradora que la de comprender que este momento es el momento actual? p. 260, op. cit.

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 Un cuarto y último elemento es la Naturaleza. Las montañas que perviven bajo el hielo o la arena. Los bosques, los jardines espléndidos. La Luna, luminosa y perdurable dueña de las noches en que Orlando, desde el texto, sueña en Oriente con su Inglaterra, o el Cielo del final del film sobre el que se recorta una Orlando dueña de su tiempo, que conduce a su motocicleta y a su hija hacia el castillo familiar. El film cambia el aeroplano por una motocicleta. Pero hay un rugido contra el viento que de todas formas describe la modernidad. Una modernidad de 1928 según Woolf, una modernidad atemporal según Potter, pero que está contenida en el marco de un cielo, con sol o con Luna, pero que de todas formar enmarca en su espacio, el Tiempo. “ Oh, She!” grita Lady Orlando. Y los siglos se detienen.


Woolf reformuló la problemática literaria de la permanencia desde la polifonía de Orlando: he aquí parte de lo cambiante. El Tiempo de los hombres, el de las noches y los días, no pudo con sus emblemas de perdurabilidad. Orlando es la alegoría, el símbolo de lo perdurable. Amén. Involucra en forma y contenido la persistencia, su ficcionalización hace al abordaje de la problemática estética de Woolf: Arte/Vida. No, decidió, la gran época de la literatura ha pasado. Esa gran época había sido la griega. p.78, op.cit. Le enseñaron lo esencial del estilo, que es el tono corriente de la voz… modificó un poco su estilo y escribió algunos versos muy agradables… p.185, op. cit. Orlando instala su voz en una dimensión desconocida que transgrede la lógica causa- efecto, y el desarrollo secuencial. Se rompen los candados de la verosimilitud temporal en la transformación. En este momento de la obra, la textual y la visual, se produce el tránsito sin que exista una naturalización pero tampoco un quiebre. El film desnuda en simples y gloriosas imágenes lo que la arquitectura textual construye desde el enunciado, desde el perfil andrógino, desde la alegoría y el mito. Pero tanto el texto escrito como el visual permiten el goce estético, casi egocéntrico de mirar-se el Yo, el Ello. El Ella. Y respecto de ese egocentrismo estético, del ego que se proyecta sobre este mágico y transmutante Orlando, para nada furioso, sino emblemático y sólo febril, un pertinaz equilibrio ente la ambigüedad supina y la espléndida certeza. Un ego amoratado de sentido. Dice Bertrand Russell en El conocimiento humano (Orbis, BA,1983): …Llamo ‘particulares egocéntricos’ a las palabras cuyo significado varía con el hablante y su posición en el tiempo y el espacio… Si oímos decir a un hombre ‘esta es una época de progreso’, puede tratarse de Adán o de cualquier otro optimista posterior… Así para Russell, para Woolf, para Potter el Tiempo no fagocita ni a las palabras ni a las imágenes ni a quienes se apropian de ellas. La condición mutante de Orlando es el recurso ficcional que aporta esa dimensión atemporal. Cambian los conceptos, cambian las perceptivas, y aún, cambia el sexo pero Orlando perdura. Y con él sus emblemas de atemporalidad. Y la encina. Y las palabras. Porque parafraseando a Pizarnik, ‘una encina es lo que dice y además más, y otra cosa.’

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La hermana pequeña Fusa Díaz Hay mujeres que da igual dónde nazcan y crezcan, da igual de dónde sean, en qué familia se han criado: pertenecen a una ciudad, a un entorno, a una forma de entender la vida. No importa si de provincias o un país extranjero, quedan arraigadas, desde el momento de su nacimiento, a una tierra, a un acento y un deje al hablar. Consciente de que la premisa con la que empiezo es totalmente errónea, puesto que también los hombres entran en estos terrenos, pido disculpas y me declaro completamente romántica del mundo femenino y sus alrededores. Es cierto, también a los hombres les pasa, pero en La hermana pequeña son Laura e Inés las protagonistas y, dado que la obra es de Carmen Martín Gaite, experta en desentrañar las curvas más cerradas de la mujer, no puedo sino dar como válida la primera frase con la que empiezo. Coincido con los que leyeron esta obra de teatro (aunque en mi caso no existe la oportunidad de decidir si se llevará a cabo o no) en que lo importante no es lo que pasa sino lo que se dice. El teatro, bajo mi punto de vista, no es sólo un decorado que cambia, no es sólo una diapositiva humana que pasa y pasa con un cierto orden. Entiendo que antes ir al teatro era una vía de escape en muchas ocasiones, un lugar al que ir y reír y distraerse de la vida, como si uno pudiera dejarla en la puerta, esperando por nosotros; encontrarse con una historia costumbrista, identificable y palpable no era lo que cabía esperar de un espectáculo que pretende ser ameno, pura mentira. Sin embargo, los hay que buscamos en las diferentes formas de arte lo que ya tenemos en cualquier día de nuestro pequeño universo. Los hay que esperamos una revelación única que nosotros mismos podamos advertir. Los hay que todavía 19

buscamos algo que está tan al alcance de nuestra mano que se torna imposible, utópico. La hermana pequeña pasó por manos diversas y Carmen lo fue cambiando de un cajón a otro hasta que Ángel García Moreno se atrevió con una trama que tiene como argumento, según la propia Martín Gaite, ‘el desajuste entre los sueños y la realidad, el afán por emigrar de la provincia a las ciudades grandes, la odisea del crecimiento para los seres débiles y sedientos de amor, el equilibrio inestable entre claudicar o amntener la bandera del invorfosmismo. Y sobre todo el miedo a la libertad, a ir madurando a solas en una sociedad hostil, que sólo protege a los que se insertan en ella y obedecen sus leyes sin rechistar (texto para el programa, edición de Anagrama)’. Cómo no coincidir con la autora sobre la trama de una obra, cómo si nadie mejor que Calila sabría desentrañar eso erróneo con lo que yo, pura aprendiz de maga, intentaba empezar un artículo esclarecedor. Hablaba de lo que se espera de una obra de teatro porque, en ese mismo texto para el programa que he citado ahora, se habla de cuántos años pasaron hasta que alguien se atrevió con este texto. Siendo los diálogos como una luz doliente para los que huyen del vértigo que queda entre la soledad y la libertad, entiendo dolorosamente que no se encontrara al atrevido que señalara con el dedo a sus espectadores. Yo escribo a salvo, habiendo solamente leído La hermana pequeña y teniendo todavía intacta a Laura e Inés como yo las inventé en mi memoria, escribo a salvo sobre una historia que da miedo de tan verdadera, escribo a salvo de unos


ojos que citen lo que una vez las manos de Martín Gaite acariciaron con brujería hipnótica. En un número en el que se habla de obras literarias adaptadas al cine o al teatro, escribo desde una ignorancia a medias, faltándome una de las variables, pero, como nos deja claro Laura, la vida también es teatro y, en cualquier momento, hay un telón que cuelga de ahí mismo y acaba, en cualquier momento se le busca un final a las cosas, aunque no lo tengan, y a mí me bastó leer por segunda vez este teatro para confirmar que lo importante no es sentarse en un butacón, seguramente de color rojo, y esperar que ocurra algo maravilloso ante nosotros, con un decorado de cartón y unas lágrimas que añoran otras tristezas, confío en la obra que dibuja con mano de realismo, en el ojo crítico, en la parafernalia del humano fácilmente imitable en cualquiera de nuestras mejores obras representadas. La hermana pequeña también va de dos

hermanas que, sin compartir la madre, se añoran y escriben en la distancia. Laura vive en Madrid y es actriz y aprendiz de cualquier cosa, Inés vive todavía en Huesca y, habiendo enfermado su madre, espera ansiosa por poder ir al encuentro de su hermana, convertirse también en alguien exitoso que vive en la capital. Inés fracasa, enferma, aprende. Y Laura, fría y distante, no tiene tiempo para dejar de ensayar números que se nos irán repitiendo a lo largo del día tantas y tantas veces. Una representación que está dentro de otra representación y que habla de lo común en la realidad de representar no hace más que devolverle a uno las ganas de vestirse con lo que queda en el armario viejo y fingir ante un público demasiado exigente. Si me preguntan de qué va La hermana, no citaré a Martín Gaite, La hermana pequeña va de la vida.

INÉS: Con tanta piedad, el mundo se llena de personas que crecen sin quitarse los andadores de niño pequeño. INÉS: Los débiles sólo podemos cicatrizar al descubierto. BERTA: ¿Echas de menos a tu madre, Inés? INÉS: Es terrible, pero no. LAURA: Todo el mundo está solo, Inés. No somos una excepción tú y yo. INÉS: Pero no lo digas así. Hablas como si no tuviera remedio. LAURA: El único remedio de la soledad es aceptarla, bonita. Vamos, ¿qué te pasa? ¿Ya estás llorando otra vez? Anda, no llores... INÉS: Estoy muy triste. ¿Es que tú nunca estás triste? LAURA: Chuca, sí; pero ¡qué más da! Me voy a la calle y me monto en un tranvía y me pongo a pensar que toda la gente que se roza conmigo tendrá problemas igual que yo, y me doy cuenta de que ninguno va llorando. Fíjate si toda la gente fuera llorando por la calle, qué clamor de locos, ¿no? Pues cuando uno está solo en casa, Inés, lo mismo. Igual que en la calle hay que hacer: el mismo ejercicio de aguantar sin brío. ¿Entiendes? INÉS: Sí. Pero ¡qué difícil! LAURA: Mucho. Es un equilibrio inestable el de vivir. Como ir por una cuerda floja. No vale ni caerse ni agarrarse. Y a veces da vértigo. INÉS: Estabas enamorada de él, ¿verdad? LAURA: Creo que sí. Un día le dije «te quiero, te quiero, te quiero», así seguido..., muchas veces, y se puso muy serio, ni siquiera los ojos le reían. Me tapó la boca; decía que no me echara una piedra al cuello con aquellas palabras , que me iban a esclavizar. LAURA: Yo lloraba, ¡uf, no sabes cómo lloraba!, y me dijo: «Niña, solamente lloras porque estoy yo aquí mirándote y te sirvo de espejo. Nunca se llora sin espejo. Cuando me vaya, llorarás menos, pero entonces aprenderás a estar sola, que es como hay que estar.»

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L.M. Alcott

Mujercitas

por Iraide Talavera

Meg, Jo, Beth, Amy. Cuántas veces he recurrido a estas cuatro jóvenes imperecederas para sumirme en sus mundos de trabajo, música y camaradería. L.M. Alcott crea un universo dulce en estos personajes que se antojan reales, posibles. Con ellas cruzamos el Atlántico para presenciar una batalla más, la Guerra Civil en EEUU. Es 1861 y su padre ha decidido luchar en el frente a pesar de ser ya bastante mayor, mientras sus pacientes mujercitas, su mujer y sus cuatro hijas, lo esperan con el corazón encogido.

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Estas cuatro hermanas, a pesar de tener caracteres tan dispares, tienen en común su bondad y su preocupación por el prójimo. Desde el principio de la historia se nos

señala que las vicisitudes de la guerra han hecho mella en la situación económica de la familia, y que por ello se ven obligadas a reducir sus caprichos y a trabajar para salir adelante. Esto crea ocasionales conflictos en las muchachas, que han de dejar a un lado sus ilusiones y ambiciones. Sin embargo, su estricta conciencia sobre lo que está bien y lo que está mal hace que acaten las nuevas normas y que traten de sobrellevarlas, cada cual a su manera. Se trata de un libro de valores algo anticuados y, en ocasiones, cuestionables. Es fácil apreciar la rigurosa educación que recibió la escritora a través de las páginas del libro, sobre todo cuando hace hincapié en la modestia y el trabajo

duro y censura el mínimo alarde de vanidad. Aún así, el asignar una personalidad distinta a cada una de las hermanas suaviza la intencionalidad didáctica del relato y asume como natural que éstas no den siempre muestras de excelencia moral. Además, hace que se resalten otros valores más humanos, como las creatividad de Beth y Jo, la afable coquetería de Meg o el deseo de ser tenida en cuenta de la hermana pequeña, Amy. En conclusión, Mujercitas es una novela que no nos abandona, y que no podemos abandonar. Es la calidez, la inocencia, la alegría de unas jóvenes que se ayudan unas a las otras y que nos demuestran que en los momentos más duros no hay mayor alivio que una mano amiga.


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El club de la calceta Verónica Lorenzo Autodefinida como “traductora e intérprete de profesión y femenista por convicción”, la lucense María Reimóndez es la autora de O club da calceta (o El club de la calceta, en castellano), que publicó Xerais en el año 200. Finalista del Premio Xerais de Novela 2005 y ganadora del Premio de Novela San Clemente 2007, El club de la calceta, escrita originariamente en gallego, cuenta ya con su traducción al castellano (edición a cargo de la editorial Algeida) y al italiano (edición a cargo de Gran Vía Edizioni), con buenas críticas de la prensa especializada.

tía Davinia, las protagonistas van haciéndonos partícipes de su historia desde un multiperspectivismo que deshace los hilos de una sociedad machista.

La novela está compuesta de siete capítulos narrados en voz femenina, que cuenta cada uno la historia de una mujer, siendo el último el resultado final de la unión de todas las protagonistas: la victoria personal y profesional de las seis. El título de cada capítulo identifica a cada una de las mujeres como una parte de un todo, una parte del jersey que para ellas es la amistad y la nueva vida y el futuro prometedor que empiezan a labrarse a partir de conocerse. Todas ellas aportan algo metafóricamente: la manga, el elástico, los puños, la delantera, etc.

Aquí, un grupo de seis mujeres muy diferentes entre sí se unen de forma aparentemente casual en un ámbito tan tradicionalmente femenino como un club de calceta. Con la calceta como excusa, la novela cuenta las historias de estas seis mujeres: Matilde, Anxos, Rebeca, Elvira, Luz y Fernanda. Ellas aprenderán a conocerse, comprenderse y valorarse a sí mismas. Desde la intriga y la hilaridad, emerge una profunda reflexión sobre la condición femenina. Inspiradas en la figura liberadora de la 22

Lo que Reimóndez pretende destacar en esta novela es la existencia de la diversidad entre las mujeres “que tenemos vidas muy diferentes, condiciones sociales diversas, pero que al mismo tiempo sí estamos unidas por ciertas cosas o tareas que la sociedad nos ha ido imponiendo y que existe la posibilidad de subvertirlas y convertirlas en algo nuevo, como es el caso de la calceta que parece algo muy tradicional pero de lo que se puede extraer algo nuevo de ello”.

La compañía Teatro do Morcego fue la encargada de representar la adaptación de esta novela, realizada por la misma Reimóndez y bajo la dirección Celso Parada y Mabel Rivera. Las actrices que encarnaron a estas mujeres eran Estíbaliz Espinosa, Susana Dans, Laura Ponte, Maxo Barjas, Elina Luaces, Luisa Merelas e Inma Antonio.

Antón Dobao se encargó de dirigir la versión cinematográfica, adaptada por Dobao y Miguel Barros y producida por Ficción Producciones junto con la TVG, Diagonal Televisión y Televisió de Catalunya. Esta película entra dentro de la serie 'Un mundo de historias', un proyecto creado y dirigido por Dobao desde 1999 y centrado en la adaptación de textos literarios gallegos. Protagonizada por actrices reconocidas como María Vázquez, Sonia Castelo, Mela Casal, Susana Dans, Antela Cid y Camila Bossa. Fue ganador del premio del Festival Internacional de Cinema y Vídeo de Famalicao (norte de Portugal) en el 2009. En los Premios Maestre Mateo 2009, concedidos por la Academia Galega do Audiovisual, fue galardonado el film con los premios de mejor dirección de fotografía (Suso Bello) y mejor interpretación femenina protagonista (María Vázquez) en una edición marcada por la gran victoria de Celda 211, de Daniel Monzón.


La clase (Entre les murs) 22 Preguntas necesarias

por Alejandro Larrañaga

La fina línea que separa ficción y documental es la que guía este libro y su correspondiente adaptación cinematográfica. François Bégaudeau, profesor de secundaria en la vida real, nos lleva en su libro por un año escolar en un instituto de la periferia parisina. Laurent Cantet, en su adaptación cinematográfica, protagonizada por el propio Bégaudeau, nos introduce de lleno en una de esas clases. El escritor aprovecha su obra para plantearse 22 cuestiones importantes relacionadas con la educación en Francia.

1. ¿Cuáles son los valores de la escuela republicana y cómo se puede fomentar su reconocimiento por parte de la sociedad? Ambas obras plantean un retrato de la sociedad actual francesa a través de un centro de enseñanza. No con una intención universalizante. Esto es, no tratan de representar a todos los institutos franceses, pero sí que intentan que sea cualquiera de ellos. La clave es buscar constantes, situaciones o mecanismos aplicables a todo tipo de centros a partir de uno en concreto (uno ciertamente conflictivo, por otra parte).

2.¿Cuáles deberían ser las funciones de la escuela, en el contexto europeo de hoy en día, de cara a las próximas décadas? Es una cuestión que sugiere otra, inevitablemente: ¿Existe relación entre la realidad sociopolítica de la Europa actual y la educación que cada país proporciona en las aulas a sus ciudadanos?

3.¿Hacia que tipo de igualdad debería orientarse la escuela? Una sociedad como la francesa, donde el choque cultural es tan pronunciado, debe servirse de sus propios métodos de educación para conseguir una integración de la macedonia de culturas que conviven. A pesar de que el libro cuenta ya con más de 4 años y la película con más de 2, es un tema de total actualidad. La solución que se adopta es siempre a través de métodos políticos y legales, nunca desde una perspectiva educativa, siempre la imposición antes que la negociación. 23


4.¿Es preciso repartir de otro modo la educación entre la juventud y la edad adulta y que el mundo laboral esté más implicado? El replantearse el modelo no va sólo en la dirección de la educación, puesto que trasciende las propias páginas y la pantalla. No es una novela inventada por el autor, sus propias experiencias van a influir en sus palabras. No son actores representando un papel, son verdaderos alumnos y un verdadero profesor (orientados siempre por la labor del director) ejerciendo como tales, relacionándose entre los muros de una clase. El título original “Entre les murs” va en esta dirección. Todos los personajes se tienen que desenvolver en un espacio muy delimitado, donde lo que traen de fuera no puede dejar de influirles, pero será algo que tendrán que gestionar individualmente.

5.¿Qué base común de conocimientos, competencias y normas de comportamiento deberían dominar prioritariamente los alumnos al terminar cada etapa de escolaridad obligatoria? Resulta indudable que los conocimientos son importantes. La lucha entre profesor y alumno sobre la importancia de algo tan preciso como el pretérito imperfecto del indicativo y su utilidad refleja a las claras las posturas. Para el profesor es un camino siempre a largo plazo, buscando implantar las semillas, las armas, para que después los alumnos se desarrollen según sus intereses. Para los alumnos, más interesados en el aquí y ahora, todo lo que no sea útil para sus vidas de adolescente, queda en el territorio de lo intrascendente y, por tanto, de lo olvidable.

6.¿Cómo debe adaptarse la escuela a la diversidad del alumnado? Las clases están formadas por, aproximadamente, 20 alumnos. Ya no sólo sus capacidades son diferentes, también los son sus orígenes o su nivel de conocimiento respecto a lo aprendido en cursos anteriores. Se plantean cuestiones tan importantes como la de inmigrantes con desconocimiento del idioma, diferentes procedencias en las que subyacen problemas raciales o sociales y, por supuesto, las personalidades y ganas de cada alumno.

7.¿Cómo podría mejorarse el reconocimiento y la organización de la vida profesional? Uno de los problemas sugeridos ataca directamente a la línea de flotación del sistema educativo. La escuela no sólo sirve como un lugar donde tener controlados a los jóvenes, sino que debería servirles como trampolín para la vida que les espera. Ni dirigentes, ni profesores, ni padres, ni alumnos parecen, en muchos casos, interesados por el mañana.

8.¿Cómo se puede motivar a los alumnos y hacer que trabajen eficazmente? El hecho de que las historias están contadas desde la perspectiva del profesor nos ayuda a comprender un dato ciertamente relevante. El profesor es una persona, se enfrenta día a día a diferentes grupos de alumnos (en el libro hay diferentes clases, en la película sólo una), a sus propios compañeros, sus ilusiones, sus creencias, sus principios y todo ello debe conseguir obviarlo para poder ofrecer lo mejor de sí mismo ante la clase a la que se enfrenta. Si consigue superar todos estos obstáculos aún debe enfrentarse a la prueba final, la falta de interés que van a mostrar, con toda seguridad, un porcentaje muy elevado de sus alumnos.

9.¿Cuáles deberían ser las funciones y modalidades de evaluación de los alumnos, de la notación y de los exámenes? Los mecanismos de control son imprescindibles. El profesor debe disponer de herramientas para poder juzgar y valorar el trabajo de sus alumnos. Como siempre existen diferentes caminos que tendrán más que ver con el propio profesor que con cualquier otra variable. Su interés, su preparación, las ganas que tenga.

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10.¿Cómo se puede organizar y mejorar la orientación de los alumnos? Uno de los aspectos más interesantes de las obras de François Bégaudeau y Laurent Cantet es el retrato del alumnado. Es difícil –e injusto- generalizar pero para el profesor acostumbra a motivar a los alumnos para el día a día (pregunta 8) y el interés de la mayoría de ellos por el día de mañana no suele ser muy grande. Otro gran defecto de la adolescencia (que no se le cura a todo el mundo) es la de creer saber todo lo necesario para la vida. La inexperiencia y la ignorancia acostumbran a ser poderosos enemigos.

11.¿Cómo se prepara y se organiza la entrada en un ciclo superior? Por supuesto que existen multitud de alumnos interesados por continuar con su educación que se enfrentan a un problema bastante común. La enseñanza es, y debe serlo, general y esto conlleva grandes dificultades en el paso a estudios superiores. El objetivo para los estudiante debería ser conseguir herramientas con las que enfrentarse a cualquier tipo de conocimiento o reto que se le proponga, no una cantidad más ingente de datos. En realidad, es una dificultad que no es exclusiva de la enseñanza media con respecto a la superior, sino que los propios estudios universitarios también se enfrentan al desafío de la integración de sus titulados en la vida profesional.

12.¿Cómo pueden favorecer los padres y las figuras externas a la escuela el buen rendimiento escolar de los alumnos? A pesar del evidente interés que muestran Bégaudeau y Cantet por lo que ocurre dentro de los muros de esa clase, nunca pierden de vista los elementos externos. El profesor se relaciona con los padres a través de los hijos, en una especie de ejercicio paralelo de educación de los jóvenes alumnos.

13.¿Cómo hacerse cargo de los alumnos que tienen grandes dificultades? La implicación de los profesores con su trabajo es un apartado muy difícil de valorar. Es un ejercicio de dignidad que el propio implicado debe realizar con honestidad, puede engañar a los demás, pero no es ante ellos ante los que se examina.

14.¿Cómo se escolarizan los alumnos minusválidos o con enfermedades graves? La integración de minorías, por motivos raciales, físicos, psíquicos o de cualquier otro tipo, es un reto para la sociedad que no debe circunscribirse a los centros educativos, aunque éstos tienen la obligación primordial de favorecer estos procesos.

15.¿Cómo se puede luchar eficazmente contra la violencia y la falta de civismo? La respuesta a esto está en la cabeza de todos: educación. Que los propios alumnos se acostumbran a compartir de un modo natural su espacio, asumiéndolo como propio, es, claramente, el mejor camino.

16.¿Cómo y de qué tipo deberían ser las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa, concretamente entre padres y profesores y entre profesores y alumnos? Desde “La clase” en formato papel y en formato audiovisual se propone siempre una relación horizontal, basada en el respeto mutuo. Esto no quiere decir que el profesor no sea el responsable de los alumnos. Sí que tiene que ver (de hecho los alumnos no se cansan de repetirlo) con que los estándares de las relaciones adulto-joven han cambiado, la disciplina férrea porque sí ya no es aceptable por los alumnos, con el riesgo que esto conlleva. 25


17.¿Cómo podría mejorarse la calidad de vida de los alumnos en la escuela? Es obvio que si éstos no viesen el acudir a los centros de enseñanza como una obligación (incluso aquellos interesados en su formación) ya habrían adelantado mucho en su calidad de vida académica.

18.¿Cómo deberían, en materia de educación, definirse y repartirse las funciones y las competencias respectivas del Estado y de las instituciones o colectividades territoriales? El sistema educativo está planteado a escala nacional y organizado a escala regional. Está claro que el ideal sobre el que se basa el planteamiento es una formación equitativa para todos los alumnos pero adaptada a las realidades de cada región. A priori no parece un mal posicionamiento pero la duda surge cuando se tiene en cuenta que los padres, los alumnos e, incluso, los propios profesores tienen poco que decir más allá de lo que serían casos puntuales.

19.¿Sería conveniente otorgar más autonomía a los centros de enseñanza y acompañarla de una evaluación? Es una cuestión que enlaza claramente con la anterior. Cada centro tiene un conocimiento más profundo de la realidad más próxima a la que se enfrenta, las peculiaridades de la sociedad a la que se enfrenta. Sin embargo, un exceso de libertad en cuanto a la orientación de la educación generaría unas diferencias en el tipo de conocimientos del alumnado (dificultando la convergencia en cursos superiores) y abriría el campo a un absentismo por parte de los formadores, que se verían liberados de las exigencias de los gobiernos (ya sean centrales o regionales).

20.¿Cómo podría la escuela sacar el mayor provecho a los medios de que dispone? En medio de una sociedad eminentemente capitalista, la educación choca frontalmente. No es algo de lo que se pueda sacar un beneficio económico inmediato y la inversión debe correr siempre a cargo de organismos públicos.

21.¿Es preciso redefinir las profesiones de la escuela? Es una pregunta que genera otras preguntas, no sólo relacionadas con el profesorado sino también con el propio sistema educativo. ¿Va este por delante de la sociedad o a rebufo?

22.¿Cómo se debería formar, contratar, evaluar y organizar mejor la carrera del profesorado? No hay duda de que ambas obras descansan sobre las relaciones profesor-alumno (centradas en éste último mayormente), pero tampoco la hay de que el cuestionamiento a la figura del propio profesor está siempre latente. Quedan definidos como transmisores de conocimiento (un mal que ataca directamente a su motivación) sin una autoridad real sobre la mente de sus “clientes”.

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Poema Diccionario de las caídas y los sueños por Pedro Larrañaga

Descubrió el niño Un curioso diccionario: Hablaba de caídos y sueños, Sin decir palabra De los rasguños en las rodillas. Acarició su lomo suave Como el de un potro salvaje. Una página abierta al azar; Despertar: caerse de la cama cuando sueño contigo? sonrió la luna a lo lejos cuchicheando con el viento; Dormir: caer agotado en el sofá tras perseguir un sueño? Observó, curiosa, la lámpara, Arrimando sus ojos brillantes Desde la mesilla de noche; Tropezar: de caer estar cerca por caminar soñando? Gruñó el monstruo del armario, ¿Quién perturba su descanso?; Revelar: caer en la cuenta... ¡aun no te dicho con quién sueño!? Descubrió su madre El juego bajo las sábanas Y con los labios en sus mejillas; Susurrar: caer con las palabras soñadas en tus oídos?

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Literatura infantil y juvenil

Matilda (de Roald Dahl) por Iraide Talavera

Matilda es una criatura extraordinaria. Desde una edad muy temprana ha demostrado su precocidad: Con apenas cuatro años ha aprendido sola a leer, y cuando llega al colegio con casi seis años sus conocimientos igualan a los de un niño de sexto curso. Sin embargo, sus padres, embebidos en la basura que su televisor expulsa ruidoso, no aprecian las sobresalientes aptitudes de su hija e incluso la desprecian por ser tan distinta a ellos. Afortunadamente, la profesora de Matilda, la señorita Honey, descubre el talento que esta pequeña manifiesta sin ningún alarde, y decide comunicárselo a sus padres y a la directora del colegio, la temible señorita Trunchbull. Por desgracia, choca con la incomprensión de éstos, cuyo pensamiento mezquino no tolera que nadie se salga de su patrón establecido. Además, la Trunchbull supone un problema añadido, ya que su despiadado cerebro recela de la inteligente niña y la concibe como un mal que hay que extirpar. Por ello, alumna y profesora tendrán que luchar en un entorno hostil que tacha de anormal lo meritorio y exalta la mediocridad. Juntas 25

establecerán una amistad cómplice, y la pequeña descubrirá que sus altas capacidades servirán para salvar a la señorita Honey, víctima de un secreto que no ha revelado a nadie hasta entonces. Roald Dahl, autor de historias como Charlie y la Fábrica de Chocolate o Las Brujas, vuelve a hacer uso de su comicidad y de un humor esperpéntico y a veces macabro para honrar las cualidades de su protagonista. Desde el primer momento percibimos su simpatía hacia Matilda y la fascinación que despierta en él que una criatura de tan corta edad tenga unas dotes intelectuales tan sorprendentes. La historia adquiere un tinte fantástico cuando la niña descubre que es capaz de mover objetos con el pensamiento, pero este ingrediente ayuda a que la trama avance y a captar la atención de los lectores más jóvenes. Sin embargo, el uso de la fantasía no quiere decir que nos encontremos ante un libro para niños. Dahl se muestra muy crítico con los sistemas educativos que tratan de arrancar de cuajo cualquier señal de brillantez en los niños y que los obligan a ajustarse a un patrón homogéneo,

así como desprecia la actitud de ciertas familias incapaces de percatarse de las cualidades de sus hijos. Con su tajante estilo, el autor afirma que, din bien es preocupante que algunos adultos crean que sus vástagos son unos genios cuando más bien son unos inútiles, más grave es el caso de aquellos que no se percatan de que han traído una joya al mundo. No cabe duda de que Dahl nos da una importante lección en un libro que tiene ya más de veinte años, pero que sin embargo no ha perdido vigencia. Niños como Matilda deberían ser un regalo, y no un lastre para el equipo docente, y profesores como la señorita Honey demuestran que lo mejor que se les puede proporcionar a estas criaturas es un entorno en el que la motivación y de aprendizaje sean constantes, y no un nido de terrores y frustración. Para todos los que ya hayáis disfrutado de la lectura de Matilda, os recomiendo su entretenida versión cinematográfica, protagonizada por Mara Wilson, Danny DeVito, Rhea Perlman y Embeth Davidtz.


Ficción real por Yanina Rosenberg

A todos los escritores nos pasa lo mismo. Ni bien sale a la venta alguna novela ganadora de algún premio importante, corremos a la librería: a ver qué se le ocurrió al otro que no se me pudo ocurrir a mí. Así es como llegué a Las viudas de los jueves de Claudia Piñeiro, novela ganadora del Premio Clarín de Novela 2005, editada por Clarín Alfaguara. Lo primero que me atrajo fue la cita de Tennessee Williams: “La época en que transcurre la acción es el lejano período en que la enorme clase media de los Estados Unidos se matriculaba en una escuela para ciegos.” Y más adelante me llamó la atención: “Todos los personajes y situaciones narrados en esta novela son fruto de la imaginación, y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.” Pero bien podría haber escrito en su lugar: “La historia está basada en hechos reales. Cualquier semejanza con la ficción es pura coincidencia.” Y no habría equivocación alguna. Porque la realidad 29

infortunado accidente, encauzan la investigación hacia otra vertiente. Y, por supuesto, las certezas de aquel mundo disneylándico se desmoronan predicando la fragilidad de una fachada La novela empieza con Mavi, la insostenible. protagonista de la novela abriendo la De la constante e intencional nevera. Se queda así un instante: confusión entre ficción y realidad y de la esperando una señal, una revelación, necesidad de diversificar la mezcla a apenas una epifanía de tenedor una mayor audiencia, Las viudas de los desnudo. Pero no. En su vida, el tiempo jueves se convierte enseguida en no alcanza para reflexiones filosóficas. película de la mano del director Marcelo Ni siquiera la nevera, modelo bacán con Piñeiro. Y todo el lujo adivinado a través alarma de puerta abierta, se lo permite. del libro se materializa. Entonces se Entonces cierra la puerta. La cierra y se vislumbra y se entiende por qué los adentra en su vida de country privado. Vida que, al igual que el país, se personajes se empecinan en negar su encuentra a punto de derrumbarse. Y inminente decadencia socioeconómica ella, como sostén de su familia, debe y el vaticinio oscuro destinado a esa indefectiblemente enfrentar la realidad distintiva clase social de country de un marido desocupado que no hace privado. casi nada para revertir su situación. se diluye en una ficción (¿o la ficción en la realidad?) que evidencia fuertemente el contexto crítico de la Argentina del 2001.

Las cosas se complican una mañana cualquiera con un grito hitchcokiano. Un accidente (¿un accidente?) revela tres víctimas flotando en una piscina climatizada. La conmoción de la comunidad, su acelerada necesidad de catalogarlo de

Muchas sensaciones quedan al cerrar el libro. Pero la que sobresale es que lo que se le ocurrió a la autora se me pudo haber ocurrido a mí. Porque en sus palabras no se bosqueja más que la mímesis de una realidad obstruida por una acechante ficción.


Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh Un ejercicio de memoria por Begoña Martínez

Recuerdo sólo algunos vagos detalles, y la fascinación que me llevaba a sentarme, en cada nuevo capítulo, delante del televisor. Imagino que era en blanco y negro, y yo, con doce años, tomaría la leche mientras regresaba a Brideshead en el segundo piso del número dos de la calle Juan Flórez. El piso tenía moqueta, el mío; el de Brideshead era de mármol, eterno, fragante y bello, sin migas de pan ni piedrecitas en el suelo. El eco de las pisadas corría y se escondía entre las baldosas. En casa, todos los ruidos, se agotaban en un piso de hilos amarillos. Los ratones, si los había, sólo asomaban la nariz en las cocinas. Y las ventanas nos miraban. Intento hacer una composición del lugar. Cierro fuerte los ojos: era verano, viernes. Había que ser puntual. Si araño en la piel de la memoria, recuerdo un día de calor, casi corriendo, con mis hermanos, batir de coches, para llegar a tiempo de ver otra serie: Nils Holgersson... ¡Cómo nos gustaba verlo volar en su ganso! Aún hoy me siguen fascinando algunos de los nombres que se sentaban conmigo en aquel sofá los viernes: Aloysius, el osito de Sebastian, y Cordelia, su hermana pequeña. Quizá la mente, sudorosa por la carrera, rasga mi memoria y araña en un pozo, más oscuro de lo que siento, al recordar otro nombre: Algernon, que también me subyugó y sobre el que también, de pequeños, mis hermanos y yo, hacíamos ejercicios de memoria. Cada cierto tiempo, nos preguntábamos unos a otros: ¿Cómo se llamaba el ratón? y respondíamos dándole el valor y nombre propio que merecía el pobre ratón del experimento de Flores para Algernon. Pareciera que, orgullosos, cada vez que lo recordábamos, fuésemos nosotros quienes le llevábamos flores. Lirios y rosas blancas. Aloysius, el osito de Sebastian, Cordelia, la hermana de Sebastian, Charles, el amigo de Sebastian, Laurence Olivier (a quien adoro desde Manderley y su desdén por Rebeca y que, muchos años más tarde, siempre se lo agradeceré, en otra serie de TV, me presentó a Colin Firth, en Lost Empires). Cenaba con todos, y como a una Alicia en la madriguera, me mostraban lo visible y lo invisible de las relaciones que se tramaban entre ellos.

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Amores y odios, silencios y llantos ahogados. El peso del tiempo en los recuerdos de Charles, la pesadumbre de una guerra, la felicidad de la amistad, la diversión, la admiración, el recato, el qué dirán, la falsedad, la negación... No, Brideshead pese a que aparente por momentos ser un cascarón vacío, tiene un armazón fuerte, y el viento, amainará; y puede que volvamos a ver manar de sus fuentes el agua que desde mi sofá imaginaba de cristal, vibrante y cantarina; y el jardín, una vez cuidado de nuevo, verdeará de nuevo. Evelyn Waugh orquesta con maestría la luz y las sombras que se ciernen sobre Brideshead; mi memoria vislumbra mejor la luz, imagino que, como ahora, me enreda más la luz que la oscuridad, pero ese brillo que emana de Brideshead comienza siendo nítido y claro y, conforme pasa el tiempo, de puntillas, parece que se volviera opaco. Las relaciones entre los personajes se desdibujan con el tiempo; de hecho, casi todos los personajes son vistos a través de la pátina del tiempo, por Charles, que es nuestros ojos, y nos cuenta de cerca, y al mismo tiempo con la distancia y comedimiento que da el tiempo, la belleza de Sebastian, su tragedia, sus decisiones, sus debilidades y el aislamiento con el que ahoga su vida en una botella; nos duele también su amor perdido, con Julia, y la amistad que teniendo su origen en Sebastian, se amplía a la familia de éste y, al cerrarse de nuevo, deja a Sebastian fuera. Pero la casa se sostiene. De alguna forma, y pese a una guerra, la piedra gris y el eco en los pasillos inyectan sabia fresca para que la puerta de la casa se abra de nuevo. Sebastian no quiere crecer, se aferra a Aloysius e intenta manejar los vientos de su vida con energía, pero se le escapa el timón y no puede retomar el rumbo. Fracasó. A Charles le duele, y nosotros somos testigos de ese dolor que va destilando con tristeza, pero también con resignación, y con la esperanza puesta en que puede que mañana amanezca un día en el que los recovecos de Brideshead salgan a la luz, y los rayos del sol los arrullen, los besen, y los curen.


¿Qué me quieres, amor? Manuel Rivas por Fusa Díaz Yo había oído muchas veces a mi padre blasfemar contra Dios. Lo hacían todos los hombres. Cuando algo iba mal, escupían en el suelo y decían esa cosa tremenda contra Dios. Decían las dos cosas: me cago en Dios, me cago en el demonio. Me parecía que sólo las mujeres creían realmente en Dios.

sensibilidad; pero La lengua de las mariposas tiene algo que lo convierte inevitablemente en el elegido.

MANUEL RIVAS

La lengua de las mariposas es una trompa enroscada como un muelle de reloj. Así es precisamente este libro de relatos de Manuel Rivas: como una lengua diminuta que se enrosca y que, sin la ayuda del microscopio, no puede verse ni entender nada, sólo se puede quedar uno maravillado y con ganas de más, envidiando el secreto de lo que esconderán justo en el final de ese muelle (las mariposas y las palabras, que casi se cazan por igual). Aunque son dieciséis los cuentos que hacen ¿Qué me quieres, amor?, sólo hay uno que ya tiene rostros y voces además de los que uno les inventa a los personajes. Diría que, por poder, podría haberse llevado a la pantalla cualquiera de ellos, porque todos son como para dormir a los niños grandes, todos son, como dice la contraportada, un hechizo de 31

¿Es cierto que cualquiera de ellos habría valido para llevarse al cine? Puede ser que la voz del niño narrador esconda perfectamente los espacios donde el hombre pondría terror y miedo

y sea eso lo que nos cautiva de esta historia, precisamente el saber a qué da lugar la infancia y cómo todos supimos esquivar con valentía mágica todo lo que sospechábamos no nos iba a gustar. En La lengua de las mariposas queda algo de ternura e ingenuidad, queda palpable una mano que se aprieta fuerte a la de una madre o correr con miedo, como perseguido. El Pardal, que así llaman al niño que cuenta, queda fascinado por la manera de enseñar del nuevo maestro del pueblo: no les pega, no les riñe y el peor castigo es quedarse en silencio, porque es así como les priva de todas esas cosas maravillosas que esconde la vida y que, sin él, ninguno alcanzaría a saber (de pronto, los niños son portadores de datos y conocimientos que sus padres desconocen, de pronto, los niños son un manantial). La generosidad de un niño es inmensa y lo es más todavía cuando siente curiosidad. En un cuento de no más de ocho páginas, con infinita realidad Manuel Rivas nos transporta a un lugar encantador donde lo peor que puede ocurrir es que el profesor se calle porque sus alumnos no paran de hablar, lo peor es temerle a la escuela, lo peor es no saber qué significa ser ateo y comprobar que los hombres se cagan en Dios independientemente de si rezan o no: definitivamente, nos transporta a


un lugar donde la fe está hecha para las mujeres igual que el saber es a los que preguntan incansablemente. Es ahí donde triunfa, por encima de los quince restantes relatos, La lengua de las mariposas. De telón está la guerra, de telón, el miedo, la hipocresía, el hambre, la pena, la muerte. Pero el niño no nos habla de todo eso, aunque el ojo lector, ya maduro, puede interpretar todos esos espacios que Monchiño omite con naturalidad. ¿Es verdad que los dieciséis relatos de ¿Qué me quieres, amor? podrían haber sido una película?

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Queda la historia de un atraco a un banco que cambia la vida de un hombre, el padre que se marcha a trabajar sin saber dónde ha pasado la noche su hijo, queda un viaje a América, el recuerdo amoroso de una madre que se parece a la lechera de Vermeer, el encuentro de dos parejas y un hombre que puede prever el futuro de ambas, el miedo a la infelicidad, la mentira piadosa, Carmiña y el deseo... todos, absolutamente todos están escritos con una sensibilidad que nos embauca y nos hace disfrutar de este libro plácidamente, sin sobresaltos, sin grandes maniobras de escritor, sin alardes de nada, con

sencillez, arraigado a la ternura y el amor sin caer en el tópico. Sin embargo, sólo La lengua de las mariposas esconde con belleza lo feo del mundo. Sólo Monchiño es capaz de lanzarle una piedra a su profesor, el amado, el admirado, y no resultar terriblemente cruel, sólo en este retazo de historia sobrevivir es una excusa, un pretexto válido para todos, sólo una lengua puede enroscarse tanto y después desenroscarse con fiereza para saborear la flor, para resistir, como igual los padres del niño le muestran a su hijo la vida sin microscopio, tal como es, malvada, sucia, injusta.


El mundo según Albert Espinosa por Verónica Lorenzo

Albert Espinosa. Es un hombre particular con una obra particular. Persona entrañable y de gran sabiduría, siempre consigue sacarte una sonrisa. Pero sus obras logran mucho más. Lloras hasta quedarte seca, te tronchas de risa y después, al final, reflexionas. No lo haces porque te obligue la obra de teatro o la película, sino porque, sin querer, sin pretender, piensas en ello. Cada obra encierra una filosofía, una perspectiva diferente de lo cotidiano (o que debería ser cotidiano), desdramatizando temas como el cáncer o la muerte. Al entrar en la Universidad comenzó a hacer teatro. Entonces, un día, un jefe de guionistas de TV3 que pasaba por ahí lo fichó. Escribió programas de televisión de todos los géneros (documentales, concursos, infantiles, etc.). A partir de ahí, empezó a crear su mundo particular. Algunas de sus obras de teatro fueron adaptadas al cine por el mismo Espinosa. Tenemos un primer ejemplo en, casi un clásico de nuestro tiempo, Planta 4ª, p ro t a g o n i z a d a p o r J u a n J o s é Ballesta, el bola. Antonio Mercero dirigió un film con un guión de Espinosa escrito en colaboración con 33

Ignacio del Moral, adaptación de la obra de teatro Los Pelones (estrenada en el año 1995 y 2000). Es un guión autobiográfico sobre su vida en el hospital durante el tiempo que sufrió cáncer (desde los 14 hasta los 24 años). Con esta historia se puede ver cómo se sufre el cáncer desde el punto de vista del enfermo, con ese toque de comedia que ayuda a quitarle hierro al asunto.

Para hablar sobre la muerte y el miedo a la muerte, Espinosa adaptó la obra Tu vida en 65’. El guión gira en torno a la idea de la muerte, llegando a la conclusión de que el encontrar la felicidad plena equivale a dejar de buscar y a abandonar este mundo puesto que nada de lo que ocurre a continuación estará al mismo nivel. Protagonizada por Javier Pereira y Tamara Arias, cuenta la historia de tres amigos que van al tanatorio porque han leído una esquela del que creen que era su compañero de clase, al que habían perdido la pista. Sin embargo, una vez allí, se dan cuenta de que se han equivocado y comienza una historia de amistad, de amor y de muerte creada a partir de la confusión y el azar. “De pequeño, mi padre me advirtió que no mirara la lavadora; yo era muy pequeño y no le hice caso. Con el paso de los años, me he dado cuenta que tenía razón: no se puede mirar la lavadora de pequeño y pensar que eso no te va traer problemas el día de mañana” No me pidas que te bese porque te besaré es diferente e igual a las anteriores. Basado en dos obras de


teatro –No me pidas que te bese porque te besaré y El club de las pajas-, Espinosa firma el guión y dirige por primera vez a un elenco de actores de lujo, con Eloy Azorín al frente. Nos cuenta la historia de Albert, un chico que está a punto de casarse y a cinco días de la boda duda de si quiere a su novia. Los días van pasando y para evitar tener que hablar con ella, se apunta a un curso de guitarra con chicos especiales (chicos con retraso mental), que le acabarán explicando un truco para saber si quieres o no quieres a la persona que está a tu lado. En su debut, Espinosa habla de tres temas que le interesan y que son ilustrativos de su mundo particular: "la gente especial, llamados discapacitados mentales, término que se tendría que desterrar; el mundo de las pajas, que es algo que nunca se ve con ternura para analizar la frustración o la melancolía que se esconde detrás; y el tema de saber si quieres o no a la persona con la que estás" A través de sus guiones, Albert Espinosa configura un mundo donde el amor y la amistad es lo más importante, y vivir la vida sin miedos

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un mandamiento sagrado. No hay historia suya que no logre enternecer al espectador. Y no porque esté cargado de sensiblerías y cursilerías ñoñas, sino porque logra llegar hasta el corazón sin ningún (aparente) esfuerzo. Pero es que además, no son sólo sus obras las que despiertan la admiración por el autor, también él mismo, porque tiene esa capacidad especial de encantar en la primera impresión y siempre sorprenderte para bien; además de una manera de transmitir lo que piensa, su punto de vista de todo y sobre todo. Para un ejemplo, su explicación sobre cómo aman las personas: “Hay gente que amando es como el ajedrez. Hay gente que ama como si fuese una torre, muy rápido como si fuese un alfil. Luego hay gente que ama como un caballo, que es superestrambótica, te odio, te quiero y tal. Y luego hay gente, mucha gente, que ama como un peón, que ama muy poco. Hay gente que casi no ama, que no se muere por amor, está más enamorada la otra persona y difícilmente se comerán a la reina si van tan poco a poco. Pero yo creo que esta gente, al

final, pueden llegar al final del tablero y convertirse en otra ficha y amar de otra manera”.


Cuento Esa suerte, mi suerte Publicado en en el Especial de relatos El Fungible 2006 (Madrid, Punto de Lectura)

por Yanina Rosenberg Siete menos diez. En el cielo todavía reposaba la noche. Mis dedos hurgaban dentro de mi cartera de cuero marrón en busca de una moneda de un peso. El hombrecito del semáforo de Avellaneda me estaba guiñando en rojo y, no tan lejos, podía distinguir la carcaza verdosa del colectivo noventa y dos acercándose. Con pasos torpes y saltarines, producto de mi estrecha pollera, crucé la avenida que ya empezaban a cortar los autos. En la parada, un enjambre de personas se aglutinaba con desesperación. Manotazos, empujones y miradas al reloj: así empezaba mi día. Ese día, todos los días. Logré subirme al último noventa y dos de la seguidilla. Los dos primeros habían seguido de largo, taqueteparió. Encima, me costó embocar la moneda en la rendija de la máquina boleteadora porque tenía los dedos duros por el frío, y me tuve que aguantar al colectivero mirándome con cara de pocos amigos. A la mitad del colectivo llegué reptando a codazos limpios; todo por alcanzar un pedazo de caño libre. A las diez cuadras, tanto calor humano se había vuelto infeccioso y, como mi presión arterial ya pisaba el suelo, tuve que maniobrar para sacarme la campera como un Muppet escapando de las cadenas de Houdini. Pero lo importante era que ya estaba viajando. Todo ocurrió muy de repente durante la curva del Cid. Me encontraba esquivando un olor a chivo nauseabundo cuando el turro del colectivero clavó los frenos: Un cuerpo, bien macizo, se encastró contra mi espalda como una pieza de rompecabezas, empujándome contra una chica de unos treinta y pico que estaba sentada leyendo ¨El anatomista¨. Di media vuelta para descargar semejante puteada. Di media vuelta para ver los ojos azules más hermosos brillar. Parecían recortados de la cara del mismísimo Brad Pitt. Le sonreí tímidamente y volví a dirigirme hacia la ventana: afuera los edificios seguían corriendo. Al doblar en Corrientes, el tipo desenganchó su mano colgada del techo, quizás para descansar su brazo, quizás para rascarse un homóplato. Justo en ese momento el colectivo se comió una loma de burro, se tragó un bache o aplastó un gato. Y pegó tal salto que toda la gente se mezcló como un revuelto de gramajo en cocción. Él, que estaba aferrado al aire, me tacleó en seco y volé, literalmente, hasta golpear el techo. Una vez aterrizada, giré mi cabeza con la intención de mandarlo al infierno sin escalas. Giré mi cabeza y sus dientes, enfilados en una perfecta sonrisa, me obligaron a erguir la espalda y sacar pecho seductoramente. Esforcé la vista hasta el display de un reloj vecino: tarde otra vez, suspiré resignada. Como leyéndome el apuro de la mente, el coche empezó a correr furioso por Mario Bravo. Los vidrios de las ventanas temblaban. El conductor, apuesto a que pagó por su registro, aceleraba y frenaba, aceleraba y frenaba, zarandeando nuestros cuerpos al compás de tremendos sacudones. Aceleraba y frenaba otra vez, sólo para volver a acelerar. Hasta que de golpe, como un baldazo de agua helada, el chofer frenó y la pelvis del tipo, del modelito que todavía viajaba atrás mío, se imantó a mis nalgas, sin anestesia. El vaso rebalsó: Alcé mi palma abierta y afilada, torzando mi cuerpo hacia atrás. Esta vez ni el ángel de Brad Pitt lo salvaría. Con mi mano flameando como una bandera, noté que el colectivo se apuraba en recta por Bilinghurst y no tan lejos se vislumbraba el ajetreo de Santa Fé: ¡mi parada!. Relajé ambas manos: la que transpiraba en el barrote y la que estaba camino al sopapo. Sonó el timbre. No tuve tiempo de inspirar ni de tragar saliva. Corrí a la puerta trasera, que ya se había abierto y vuelto a cerrar, y apreté con fuerza el botón. Las hojas de la puerta se doblaron perezosas, deslizándose con un bufido protestón. Bajé agitada y con tal taquicardia que podía saborear mi propio corazón. Durante aquellos primeros pasos enfoqué el colectivo: una sonrisa amplia, casi como una carcajada, se reflejó en la ventana. Devolví el gesto peinándome el flequillo con los dedos, sonrojándome. El noventa y dos cortó ágil la avenida y avanzó hasta perderse. Olvidándolo, aceleré mis pasos hacia el trabajo. Aceleré sin darme cuenta que de ninguno de mis hombros colgaba mi cartera de cuero marrón. 35


Las edades de Lulú de Almudena Grandes por J. Álvaro Gómez

Con Las edades de Lulú siento, muy personalmente, un cierto conflicto de sentimientos. Por un lado, la historia de Pablo y Lulú es enfermiza, con el sexo como eje de todo, entre ellos surge la pasión en su vertiente más sadomaso. Pero por el otro lado, él, mucho mayor que ella, la inicia en las relaciones sexuales y la educa, como buen maestro que es, en el antiguo arte del sexo. Todo ello con cierto aire de consentimiento y respeto. Quién venga hasta este libro por el morbo de leer simples palabras relativas a la sexualidad, ya le aviso que se va a aburrir. El gusto que va a tener al encontrar palabras como coño, polla o culo se va a ir por el retrete cuando se dé cuenta que, lo que está leyendo, es un buen libro. ¿Que este texto se basa en el sexo para trazar la historia de dos amantes? Pues sí, pero igual que Pérez Reverte se basa en la historia para sus novelas o, como García Márquez se centra en Sudamérica para las suyas. Todo es mucho más sencillo. Lulú es una joven que se enamora del amigo de su hermano mayor, Pablo. Un inicio de argumento muy normal para adolescentes con las hormonas revolucionadas o, digan

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ustedes, ¿quién no se ha enamorado de su profesor o profesora? Casi todos. Lo realmente sorprendente de esta historia es cómo su autora, Almudena Grandes, la desarrolla. Pablo la instruye en el sexo y, entre ellos, nace un amor sin reglas basado en el placer. De ahí, a la boda. No sé, opino que, el amor sin sexo puede llegar a la desunión de muchas parejas, pero nunca, hasta que leí este libro, me planteé si una pareja estable podría sobrevivir con sexo y sin amor. Es complicado pero, en este libro, deja abiertas algunas salidas a esa pregunta. En ciertos parajes, Lulú se deja llevar hasta extremos vejatorios. En esos momentos, me he visto cerrar la encuadernación y releer el nombre del autor, en este caso autora. Almudena Grandes, mujer. Entonces he comprendido que, lo que yo intuyo, quizás me equivoque, es que la autora nos está avisando de lo delicado que es abordar este tema. De cómo, la mujer, se deja hacer para que su hombre llegue al placer. En una parte del libro, Lulú nos dice: “el Señor nos lo da, el Señor nos lo quita, Él me lo da, Él me lo quita, está bien, se cierra el ciclo, todo comienza y termina en el mismo sitio, a él le gusta y está bien así.”


En un momento de la historia, y a raíz de un suceso sexual en forma de trío, Lulú se da cuenta que, su relación con Pablo, se cimienta y gira alrededor del sexo. Incluso con una hija, todo se basa en el sexo. Lulú intenta reconducir su vida, salir y recuperar lo perdido con Pablo; pero no es oro todo lo que reluce. La noche puede ser una compañera de juegos muy divertida, puede llegar a ser un lugar muy agradable donde el conocer a gente resulte una distracción muy complaciente. Pero también es un lugar inhóspito. Una ciudad de noche puede ser también el encuentro de soledades. Soledades bien y malintencionadas. En este punto, el libro deja de ser el relato adolescente de una chica enamorada de un profesor, para ser el retrato de una treintañera nocturna. La historia de la noche de Madrid más amarga y viciosa. Con buenos amantes y llamativos placeres pero también, con raras compañías y extraños sentimientos.

afectan a la libertad de expresión de cada uno. Pero no he encontrado a ninguno que dijera que era un libro que no había removido algo dentro del lector. Almudena Grandes (1960) se dio a conocer por esta novela, a la que se le concedió el premio de novela erótica, La Sonrisa Vertical. Pero que este premio no le lleve a engaños. Como ya he dicho al principio, la historia es mucho más cruda que lo que aparentemente parece. Con un realismo que me encanta, es un libro que se puede leer, como se suele decir, de un tirón. Ya me dirán si, por un lado les ha gustado o, por el otro, les ha parecido soez o vulgar. Ahora, vamos a por la película.

Elegí este libro para demostrar a los lectores que, en esta revista, no son todo ensalzamientos a todo. El libro es estupendo pero no así la película. He intentado, mientras escribía esto, volver a verla. Pero he desistido. En una espiral de desenfreno, de Aquí queda demostrado cómo, una nuevo, aparece Pablo pero esta vez buena historia, un buen director y un para cambiar su papel. Si, en un acertado guión, puede quedar en principio, él llevó de la mano a nada al pasarlo a la gran pantalla. conocer el placer, ahora es él el que, Me resulta desafortunada la forma en también de la mano, intenta sacarla que se desarrolla, la interpretación de todo aquello. de los protagonistas y el tono que se da al final. Ni las escenas de sexo ¿El final? Cómo decirlo sin romper explícito llegan a estar a la altura. Me todo los sentimientos que van a parece que, el director, no quiso darse en el lector al ir leyendo, frase mojarse como así lo hizo Almudena a frase, las últimas quince páginas. Grandes en ese tema y, en Creo que lo mejor es descubrirlo. consecuencia, más se parecen a las Que vea, en este caso lea, cómo una desaparecidas películas de Pajares y persona puede tocar fondo con un Esteso que a la descripción de tema, el sexo, que la sociedad ha Almudena. Eso sí, como no soy un llegado a vulgarizar de un modo muy entendido en cine, propongo que enfermizo. lean primero el libro y después vean la película. Ojo, yo no la recomiendo, Al documentarme sobre la novela me simplemente opino que, para ser he encontrado con comentarios de objetivos, tendremos que tener las muchos tipos, algunos de corte dos versiones. machista, otros de corte feminista Como siempre digo; ya me dirán incluso, cómo no, comentarios que ustedes.

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La muerte es de mentira — Fusa Díaz

Hay muertes que parecen de mentira. No me refiero a que la muerte no parezca muerte una vez ha aparecido. Ni que quedemos totalmente incrédulos y como de otro planeta cuando la muerte aparece y nos arrebata -como recién en nuestras manos- a una persona querida. Me refiero a cuando no se conoce la vida y ya se le han adelantado. Me refiero a que nunca existiera Mario y, de pronto, ya empiece a hablar su viuda. Por eso la muerte en Cinco horas con Mario parece tan de mentira. La obra, un monólogo que se va sucediendo y que no acaba nunca de acabar, es la vida de Mario. Pero justo cuando ya está muerto. Se me ocurre que, si no hubiera muerto su marido, la viuda, Carmen, jamás hubiera sido ese río de palabras que es. Se me ocurre que, si nunca se hubiera adelantado para nosotros una muerte, la vida no habría sido. Entonces, como nunca antes se supo de Mario, la muerte es de mentira, nosotros sabemos de él precisamente porque ha muerto, ¿cobra sentido todo precisamente porque ya no está, notamos que estuvo porque se fue, se 38

ha ido en algún momento si nosotros nunca le tuvimos, tenemos acaso a alguien un segundo después de su ausencia? No conocimos a Mario y sabemos que ahora ya nos va a resultar imposible hacerlo, sin embargo, su viuda nos habla de su vida, le habla a él de la vida de ambos, y Mario la recobra en el recuerdo de su esposa, en la palabra que ferozmente se antepone al olvido (una palabra fácil, llama, salpicada por el pan de cada día, la luz de la mesita que se apaga sin mirar el interruptor, una palabra de costumbre, hilandera). Recuerdo que la primera vez que escuché el nombre de esta obra estaba sentada en un pupitre. La profesora de Lengua y Literatura nos habló de que había ido al teatro y, durante cinco horas, se había quedado consternada al ver a la viuda hablando sin cesar, recordando, vomitando palabras sobre el cadáver de su marido, lastimándose, lastimándolo, trastornando al espectador más duro. Yo entonces tot just despertava del son dels infants y pensé que en la obra el foco principal

sería el amor. Me lo podía imaginar: la viuda ante Mario, queriéndolo todavía a pesar de los años, añorando ya su olor a vida, queriendo que nunca se hubiera marchado, quedando como partido su nuevo mundo a solas, como a medias. Me imaginaba que aquello que había emocionado a mi maestra era precisamente el desgarro de una mujer que estaba enamorada y le habían quitado -porque se habla de la muerte así, como si entrara por la ventana y no se le pudiera ver el rostro- lo único que le importaba. Recreé en mi mente un discurso lento y amoroso donde lo que primaba era la tristeza por la pérdida de un gran amor. Nada en mí me hacía sospechar que la muerte pasa por algunas vidas como una hormiga y que la vida nos duele precisamente porque no es como la esperábamos, que la viuda no necesariamente, teniendo el cadáver sólo unas horas, tiene que recordar cuánto le amó, si alguna vez lo hizo, ni siquiera tiene que saber por qué. La vida es mucho más vulgar y costumbrista que un amor que se resquebraja por la llegada de la muerte, es más simple, más menos. Cuando ca-


yó en mis manos -o yo lo busqué como a tientas- el libro de Miguel Delibes, lo empecé a leer convencida de que las primeras páginas no le hacían justicia ni a lo que vendría después ni tampoco a mi recuerdo de aquella vez que escuché a mi maestra. Seguí, creyendo que pronto todo quedaría menos manchado por la injusticia de las vidas lentas y mediocres, que el amor en cualquier momento despuntaría y Carmen dejaría de hablar así como hablaba, que se pondría seria, que sería como una carta de amor, apasionada, dura, dejaría de preocuparse por los defectos tan perdonables de Mario,

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un muerto de mentira, y hablaría de lo que yo esperaba con ansiedad. Abandoné el libro. No decepcionada pero sí extrañada, no podía entender lo que decía Carmen, no podía seguir su discurso, verle la lógica. Años más tarde lo retomé. La vida tiene todavía sujeta a Carmen, es imposible que pueda dirigirse a Mario de otra manera que ésa. Habla de los hijos, de cuando eran jóvenes, de ese coche que tanto deseó, de cómo Mario no fue nunca el Mario que ella anheló y, sin embargo, fíjate quién estaba en sus últimas horas, o ni siquiera eso, sus horas más allá: cinco, para ser exactos. La vida no ha abandonado todavía a Carmen y no

puede evitar hablarle así como le habla, como si el muerto asomara la cara por la puerta de la cocina y ella empezara a contarle, sin que él preguntara qué tal el día, todo lo que había hecho hasta el momento. Releyendo en el tiempo y bajo el hechizo de los desencantos que tiene la vida de pan y vino sobre la mesa, la retahíla de Carmen sigue siendo igual de directa y andar por casa, no queda nada, no hubo nunca añoranza ni final feliz, pero detrás sí se puede teñir un amor de antaño, de los que no cuestionaban, de los que esperaban fieles y pacientes, de enhebrar la aguja y quejarse en un gruñido... pero un gruñido servicial.


Romeo y Julieta Franco Zeffilleri por Rosa Rodríguez Aibar Elogiar las maravillas que el séptimo arte –es decir, el Cine- permite que lleguen a nuestros sentidos visuales y auditivos quizá no viene al caso en esta ocasión. Sin embargo, una servidora, que se considera una entusiasta, apasionada y fervorosa amante del arte literario –sexto arte según los estudios realizados actualmente sobre la clasificación de las artes- no puede por menos que iniciar este artículo con una sutilísima referencia a la relación entre Cine y Literatura.

Bien es conocido por todos que estamos hablando de dos realidades harto diferentes: mientras la Literatura se basa en la palabra, fundamentalmente escrita –aunque no seamos injustos dejando en el olvido la Literatura de transmisión oral-, el Cine, sin excluir la palabra, utiliza otros elementos como la imagen y el sonido. A pesar de ello, es indiscutible que existe una correspondencia entre ambos artes, pues el Cine ha encontrado en la Literatura una fuente inagotable de inspiración. Y podemos ir más allá: Cine y Literatura cumplen una importantísima función cultural en nuestra sociedad actual. El Cine es no sólo un arte, sino también un espectáculo que influye en nuestro modo de pensar y de sentir, que afortunadamente ha podido llegar a un considerable número de personas, sin entender con ello que venga a sustituir la cultura de la letra impresa, que es la Literatura. Y dejando las generalidades aparte, es un placer hacer referencia a un magnífico ejemplo de esa inspiración literaria que ha aprovechado el Cine: Romeo y Julieta, símbolos ambos del amor trágico, pues el suyo fue un amor hecho tragedia, y una tragedia forjada de un amor que se resistía a las barreras. Son varias las versiones que sobre la historia de Romeo y Julieta se han llevado al cine. Sin menospreciar ninguna de ellas, es el film de Franco Zeffirelli, Romeo and Juliet, llevada a la pantalla el año 1968, el que ha conseguido deleitarme con total fascinación. Desde mi 40

punto de vista, Zeffirelli logra atraparte a través de sus diversas escenas, el lenguaje de los personajes, la caracterización de éstos, el colorido del vestuario y, cómo no, la música. No en vano ganó dos Oscars –a la mejor fotografía y al vestuario- además de conseguir cuatro nominaciones. Uno de los grandes aciertos de Zeffirelli con la adaptación de este clásico reside en su interés por mantenerse fiel al texto literario, no sólo en cuanto a contenido se refiere, sino también por lo que respecta a la edad de los actores elegidos para interpretar los papeles protagonistas: Leonard Whiting, en su papel de Romeo, y Olivia Hussey, representando a Julieta, diecisiete y quince años respectivamente. La “verosimilitud” de la que tanto hablamos en Literatura está llevada de una forma excepcional, magnífica, tan solo con este detalle. Son los púberes rostros de Romeo y Julieta –Leonard y Olivia– los que aparecen en la pantalla, y hacen que absolutamente todas sus miradas transmitan por sí mismas ese amor adolescente que la flecha de Cupido ha lacrado, y de una forma irremisible, en lo más profundo de su apasionado e ingenuo sentir.

Y es que resulta realmente precioso el mirar de Julieta hacia un Romeo enmascarado, en la fiesta que celebran los Capuleto, y en la que, sin ser un invitado, ha conseguido colarse éste, de una forma juvenil, desenfadada, divertida, sin demasiada malicia teniendo en cuenta la rivalidad que desde hace años existe entre su padre, el Sr. Montesco, y los Capuleto. Y es adorable la inocencia, aunque sea lindando la imprudencia, con que vemos encontrarse en el balcón de Julieta a los jóvenes y locos enamorados, cuyos ojos siempre soñadores parecen brillar junto a esa sonrisa que brota en sus labios como fruto de la ilusión, o de la ensoñación. Zeffirelli ha conseguido caracterizar con gran maestría estos dos personajes: Leonard y Olivia representan genialmente su papel, quizá gracias a que su juventud y lozanía les permite compenetrarse perfectamente con esos héroes -del amor y de la tragedia- que deben personificar.


La famosísima escena del balcón lo deja bien ilustrado. Los jóvenes hablando solos ante la contemplación mutua, en medio de esa frondosa vegetación que rodea la casa de los Capuleto, y después el encuentro y parlamento consentido de ambos declarándose su sincero amor, para terminar con los besos insaciables de Romeo a una parlanchina y quimérica Julieta. Es cierto que estamos hartos de ver esta escena en diferentes versiones, pero Zeffirelli ha acertado de manera formidable con unos rostros cándidos, lo cual magnifica el trabajo de los actores y el juego de lo verosímil.

después de la fiesta en la que ya ha tenido lugar el encuentro de los amantes, la joven Julieta encarga a la nodriza ir en busca de Romeo para darle un mensaje. La escena resulta de lo más divertida, pues la nodriza, que aparece como una alcahueta ante el grupo de los desenfadados Montesco – los cuales no parecen tener intención de poner fin a la juerga de la noche anterior– se va a convertir en la nota humorística de ese desenlace trágico bien conocido por todos . Asoma ataviada con un llamativo vestido, y hace que Pedro, su acompañante, le aguante el exagerado velo que cubre su cabeza. Esta visión, junto a su gesticular y diversos errores lingüísticos despierta las risas y guasas de los Montesco. Pero no se intimida ante las burlas léxicas de Mercucio y las consecuentes risas de los demás jóvenes; en algún momento sabe contestar y defenderse con su afilada lengua o a través de algún que otro manotazo.

Sin embargo, para serles sincera, a mí personalmente, me encanta la interpretación realizada por la nodriza de Julieta –Pat Heywood en el film–. ¡Magnífica la viveza expresiva que hay en ella! Habla su rostro, vemos baile en sus movimientos, es contagiosa su risa descarada, se llena de encanto su lenguaje coloquial y sus expresiones vulgares, que incluso van acompañadas Desde luego, la fidelidad que F. a veces de connotaciones sexuales. Zeffirelli mantiene con respecto al texto se observa también en la ambientación U n a d e e s t a s m a g n í fi c a s contextual. Dos escenas son dignas de intervenciones se produce cuando la mención: una es el inicio de la película, Sra. Capuleto le permite a la nodriza con la ciudad de Verona como fondo, estar presente mientras le comunica a en una fotografía con ciertos tonos Julieta su posible compromiso con el desvaídos, casi color sepia, que hace conde Paris; la nodriza, feliz y contenta, sumirnos en épocas antiguas –¿la de da rienda suelta a su cháchara rica en Shakespeare, tal vez?–, en brusco coloquialismos, haciendo intromisión contraste con el espectacular colorido constante entre madre e hija, e en que se representa el resto de la i r r u m p i e n d o e n i n c o n t e n i b l e s y película; y una voz en off narrando la escandalosas risas. El descaro y rivalidad entre las dos familias que dará atrevimiento de sus palabras, aun origen a un desdichado amor, la misma delante de sus amas, se acompañan de voz que pondrá fin a la película tras la movimientos y gestos que enriquecen trágica muerte de los amantes. notablemente los efectos auditivos y visuales, de por sí totalmente La segunda escena a la que me seductores en el cine. quiero referir, pues considero que no se puede pasar por alto por su relevancia en el film, es la música creada por Nino Rota y que, a mi parecer, consigue encandilarnos y transportarnos hacia la antigüedad renacentista y hacer nuestros los sentimientos de los amantes. Especial mención requiere el colorido musical que se imprime en la fiesta –que tristemente será el origen de un drama– celebrada en casa de los O t r a d e l a s i n t e r v e n c i o n e s Capuletto. mencionadas se produce cuando, 41

La madre de Julieta despierta la animación al baile repartiendo pulseras de cascabeles, al tiempo que alegremente exclama “¡la morisca!, ¡la morisca!”; todos, enmascarados o sin máscara, se dejan arrastrar por el frenesí, incluso el temerario Romeo y su primo Benvolio, y se lanzan a un típico y excitado baile al son de la música que ha empezado a sonar. Sin embargo, al final del film lo que tristemente suena es el tañido de las campanas ante los cuerpos sin vida de los amantes, y éstas dejan paso a las implacables palabras del Príncipe para intentar poner fin a las indignas y absurdas rivalidades de las dos familias. D e s p u é s , m i e n t r a s d e s fi l a n l o s Montesco y los Capuletto en el entierro de sus amados hijos, y en el que si bien no se dan la mano, sí se permiten cruzar unas miradas de tristeza y arrepentimiento, de nuevo se deja oír la música de fondo que Nino Rota ha creado para enamorarnos a lo largo de la película.


Las amistades peligrosas por María Zaragoza Esta vez, y sin que sirva quizá de precedente, dejaré el título original de la novela como título del artículo, porque me parece inmejorable para lo que nos ocupa, y si algo no se puede mejorar casi mejor copiarlo directamente. No creo que a Choderlos de Laclos le importe. E s t e a u t o r, q u e f u e considerado durante muchos años un causante de escándalos de la categoría del Marqués de Sade, alcanzó su máximo éxito con la obra que encabeza el artículo, convirtiéndola en una de las novelas más leídas de la historia. En su momento, por supuesto, fue un escándalo mayúsculo. Leída desde ahora resulta un tanto inocentona y es aquí donde yo lo separo del divino marqués, pues sus textos me siguen poniendo los pelos de punta a día de hoy. Para quien no sepa de qué estamos tratando, Las amistades peligrosas es una novela epistolar que narra las aventuras de dos libertinos pertenecientes a la nobleza del siglo XVIII francesa, dos libertinos que gustan de los juegos amorosos, los amantes y la crueldad. Eso es lo que tienen en común, pero hay algo que los separa: mientras que el vizconde de Valmont puede presumir abiertamente de su vida licenciosa, Mme. De Mertueil, siendo mujer, noble y viuda, debe mantener su verdadera naturaleza en la sombra, cuidando mucho que ninguno de sus pasos sea descubierto. En su especialidad, ambos son maestros y 42

lo que empieza como un juego, ambos gustan de entretenerse con las emociones ajenas, acaba en una verdadera batalla campal estratégica. Si en algo acertó para mi gusto el escritor fue en el papel que desempeña Mme. De Mertueil, que a su modo es una mujer muy moderna y que no ha envejecido nada mal. De hecho considero que es la que mejores condiciones ha conservado de todo el libro a través del tiempo. Muchos de los juegos, de las situaciones de Las amistades peligrosas, a estas alturas y en este mundo moderno en el que todo está visto, todo se vive deprisa, no hay reglas estrictas y todo está permitido, resultan un tanto incomprensibles e incluso tirando a naif. Sin embargo no ocurre eso con la marquesa. Por desgracia hoy en día muchas de las cosas que se le premian a un hombre siguen estando mal vistas en una mujer, lo que lleva a muchas a llevar una doble vida. Mi madre siempre decía que a veces no es tan importante el ser buena como el parecerlo. O lo que viene a ser lo mismo, es mejor caer en gracia que ser gracioso. Parte de mi educación sentimental está muy unida a este personaje, a esta mujer adelantada a su época, libre y rebelde, que no tiene la menor intención de doblegarse a los derechos de los hombres sólo por el mero hecho de que lo sean. Si bien es cierto que Mme. De Mertueil utiliza estas capacidades y toda su inteligencia para hacer daño, a mí me fascinó

desde siempre. La base era buena, los valores equivocados. Debía sentirse como un leopardo en un circo.

Sin embargo cuando hablo de mi educación sentimental y Mme. De Mertueil no hablo de la marquesa de Choderlos de Laclos, sino de la de Stephen Frears inmortalizada como nadie por Glenn Close. Creo que puedo afirmar que es una de las películas que más veces he visto a lo largo de mi vida, una película de la que memoricé los diálogos de aquella espléndida marquesa Glenn que tan sólo era incapaz de eclipsar a Valmont/Malkovich (Michelle P h e i ff e r, K e a n u R e e v e s , U m a Thurman, si hubiesen sido cactus no hubiera importado, la película hubiese sido maravillosa igual), esa maravilla que había aprendido a sonreír mientras se clavaba tenedores por debajo del mantel en las fiestas de la alta sociedad.


La reina de la mentira y del disimulo. Una mujer que siempre conseguía lo que quería, que no había vuelto a casarse para que ningún hombre, nunca, le dijese de nuevo qué debía o no debía hacer. He de decir que cuando leí la novela, muchos años después de aquellos primeros visionados, me decepcioné. Frears había conseguido lo que en muy raras ocasiones se logra, superar el original. Sé que esta es una declaración que me conseguirá algunos enemigos, pero no puedo evitar hacerla porque es lo que siento. Más tarde vi la flojísima Valmont intentando seguir el rastro de esa luminosa Mme. De Metueil que tanto me había impresionado. Pero Annette Bening no logró erizarme ni un cabello del cuerpo. Crueles intenciones fue un gracioso intento modernizado y adolescente y he de decir que Sarah Michelle Gellar me sorprendió bastante, quizá por estar acostumbrada a verla en su papel cazavampiros de Buffy, también parte activa en mi educación sentimental. Pero nada como Glenn, por supuesto. Creo que el espíritu de esa mujer moderna que no quiere atarse a nada ni a nadie, que es independiente, fuerte, que reclama su igualdad con el hombre, estaba en la novela de Laclos y fue su mayor logro, y sólo fue capaz de captarla Frears.

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La adaptación de Roger Vadim del mismo título realizada en el 59 es mi asignatura pendiente, porque no he logrado localizarla. Me gusta imaginar que también Jeanne Moreau, a la que admiro, captó en su mirada triste esa lucha interna y diaria de Mme. De Mertueil, a la que me gusta defender a pesar de su maldad porque, ¿qué hubiéramos hecho nosotras en su lugar? Y me refiero a nosotras las mujeres actuales, que luchamos día a día por mejorar nuestra posición de equidad con el eterno masculino singular, ¿qué hubiéramos hecho si nos colocasen en su posición, en ese momento? A veces pienso que yo misma he sido una amistad peligrosa para cuantos se me han acercado, me gusta pensarlo, porque eso significa que he sido capaz de abrir los ojos, de ver más allá, de intentar ser algo más que lo que la sociedad imponga. Y quizá es porque la admiro que no perdono a Laclos que la descubriera, que la expusiese en todo su esplendor para que los demás la pusieran en la picota. No puedo evitarlo. Quizá se me juzgue a mí también por eso. Las mujeres que quieren salir de la jaula en este circo, son todavía castigadas en muchas ocasiones. Quizá es sólo que Laclos lo sabía. No lo sé y no quiero saberlo. Me gusta que cada vez que veo de nuevo la película me sorprenda. Me gusta imaginarle algo mejor.


El amor en los tiempos del cólera — Iraide Talavera Nunca el dolor se ha vivido con tanto placer como con la prosa de Gabriel García Márquez. Los amores son mecidos al son de los mares del Caribe, y sus olores frutales son la vitamina de pasiones desmedidas y punzantes. El Amor en los Tiempos del Cólera es la bella historia que protagonizan Florentino Ariza y Fermina Daza, dos jóvenes atacados por la flecha de Cupido en los comienzos de su juventud. Sin embargo, la marea es desfavorable para ambos y, primero a causa de la oposición del padre de la joven a su unión y después debido al repentino desencanto que Fermina sufre al ver a su amado tras una larga ausencia, las energías de este amor quedan a la deriva. Sin embargo, Florentino sigue enamorado, aguardando el momento de conquistar a Fermina, aunque tengan que pasar décadas. Soporta estoicamente la boda de ésta con un reputado médico, don Juvenal Urbino, y no deja de 44

quererla nunca, hasta el punto de que, a la muerte de su marido, acude donde ella para reiterarle su amor. Ésta no consiente semejante declaración cuando el cadáver de su esposo acaba de ser enterrado, y le pide que no le vuelva a dirigir la palabra en todo lo que le queda de vida. Florentino, en cambio, no desiste y trata de conquistarla a base de cartas maduras que, en el ocaso de la vida, logran unir de nuevo un amor que los años no han marchitado. Uno de los aspectos más remarcables de la novela de García Márquez es la belleza de su prosa. Sólo un maestro puede despertar tanto los sentidos con las descripciones de un paisaje que nos es ajeno. Con él los barcos, las plantas, los coloridos animales y las frutas perfumadas del Caribe están a nuestro lado, contagiándonos su llanto enfermo de cólera, el olor de las barriadas más pobres y la mezquindad de las clases apoderadas.

Nos trasladamos a un escenario que sólo puede existir en la fantasía, un entorno en el que los amores desgarran y llegan a matar, en el que el sexo se vive desaforado, exaltado a la vez que oculto, cubierto por una educación rancia que lo rechaza y lo mancilla. En él los personajes se mueven a través de los años, y somos testigos de sus emociones a veces contradictorias. Esto es, sin embargo, lo que los hace humanos y nos aleja de la manida división entre buenos y perversos. Amamos la sensibilidad de Florentino Ariza, pero también nos conquista la elegancia de Juvenal Urbino, o nos compadecemos de la vejez algo senil que alcanza cuando tiene ya ochenta años. Nos desesperamos con la actitud altiva y recatada de Fermina Daza, pero al mismo tiempo admiramos su determinación cuando se rebela frente a su padre fiero. Se nos presentan años cargados de días, cuyo peso bien podría haber dinamitado el amor entre Florentino y Fermina,

pero que sin embargo lo revive demostrando que la vida también puede ofrecernos milagros. En la película del mismo nombre, dirigida por Mike Newell en 2007, vemos la historia resumida de ese amor. Hay fragmentos del libro que se pierden, y tal vez podamos criticar el tratamiento superficial del argumento, o la pérdida de la magia cuando la prosa de García Márquez se convierte en una sucesión de imágenes. Así todo, hay que recalcar que es una delicia ver los paisajes, las ropas y los colores del Caribe, pasearse por sus mercados y encontrarse con seres de una época anterior en la que las cartas y los telegramas traían y llevaban mensajes enamorados y las relaciones se gestaban poco a poco a través de miradas que contenían una emoción que hoy día se resuelve en pocos minutos.


300 de Frank Miller por J. Álvaro Gómez

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Ya hemos introducido en anteriores números otros cómics. Cómics llenos de literatura, cuidados y muy valorados por los amantes de las letras. Algunos redactores nos han enseñado y, de muy buena forma, presentado “V de Vendetta” o el increíble “Maus”. Cuando nuestra ocupada directora nos comentó el tema del nuevo número, comencé a mirar mi pequeña librería. Sin quererlo me topé con este 300 histórico. Un cómic que se sale de lo convencional pues intenta recrear una parte de la historia de la humanidad, la famosa Batalla de las Termópilas. Quien busque en este libro un fiel reflejo de lo que allí pasó, ya le aviso que contiene algunos detalles inventados por el autor. Pero, en su mayoría, se basa en el suceso histórico que aconteció en el 489 a.C. El cómic es narrado por un capitán espartano como arenga a sus militares. En él habla del rey Leónidas I. Explica cómo se formó desde niño como un rey y, a la vez, adiestrado como un guerrero. Todo niño con algún tipo de anomalía era asesinado, aquellos que sobrevivían, eran enviados a la montaña como prueba de supervivencia. Los

espartanos nacen para luchar y eso, en el libro, lo dejan muy claro. El rey Leónidas se enfrenta a Jerjes, ambos líderes totalmente distintos. Al espartano se le representa como la nobleza y la fidelidad hacia su pueblo, en cambio, al líder persa, Miller, nos lo ofrece ambicioso y pretencioso. Pero ambos, sanguinarios. Lo mejor de este cómic es el momento en que los dos reyes se ven cara a cara. Con un lenguaje algo vulgar para aquella época –un pequeño detalle que se toma el autor-, el diálogo entre los dos es una mezcla entre la educación política y la chulería altiva. Un ejemplo es la viñeta donde aparecen juntos y, Jerjes le ofrece que se rinda. Leónidas le dice que no y, el persa le replica de la siguiente manera: “Valientes palabras. Espartanas. Es fascinante, nuestras culturas podrían compartir muchas cosas”. A lo que el rey espartano, después de dos días de batallas, y de haber matado a los guerreros de Jerjes, le responde, “Pero si hemos compartido nuestra c u l t u r a c o n v o s o t ro s t o d a l a mañana”. No me digan que no es una fanfarronada divertida.


En 300 se ve la dureza de esos hombres que, en muchos momentos, aparecen desnudos entrenándose antes de entrar en b a t a l l a . H o m b re s q u e , a h o r a , muchas personas nos lo ofrecen como ejemplos de dureza y frialdad y que, lo siento por aquellos que piensan lo contrario, quedan muy bien en un libro o en una película. También me llama la atención cómo los griegos, quizás el pueblo más democratizado que ha habido, depende de los griegos menos democráticos para defender ese modo de soberanía. Los espartanos no es que fueran los más libres, muy jerarquizados y entrenados en conceptos totalitarios, son éstos los que tienen que salir en defensa de las libertades; curioso, ¿no? El final, aunque parezca que no es así, ofrece una versión humanizada del rey Leónidas con esa despedida hacia su mujer. Frank Miller, Olney, 1957, cuida cada detalle en el dibujo. El formato del libro está dibujado a doble hoja como si se tratara de una sola y las acuarelas comparten tonos cálidos y oscuros. Con este libro consiguió un gran reconocimiento y, en 1999 obtuvo los premios Harvey a la Mejor Serie y Mejor Color y los Eisner a la Mejor Serie Limitada y Mejor Color, así como el de Mejor Autor Completo (Best Writer/Artist) para su autor. Frank se basó en la película “El león de Esparta” de 1962. Entonces tenía cinco años y la historia le maravilló. Al visitar Grecia y el lugar de aquella batalla es cuando se pone a investigar para este libro. Un gran libro entretenido y que, grosso modo, nos enseña una parte de la historia de la humanidad.

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La película 300 es una película de acción, muy bien basada en el libro del mismo título y realizada como si fuese un cómic. Cada secuencia es tratada en ordenador y las tonalidades de colores son muy similares a los que vemos en el libro. En ese aspecto, realmente es una pasada. Los cielos, las imágenes detenidas o las secuencias ralentizadas, hacen que se asemeje mucho a lo original. Al ver esta película, me recordé a mí mismo cuando salía del cine de ver una de Bruce Lee. Daba patadas al aire y saltaba imitando sus gestos. Después, pasada la euforia inicial, recordaba que era un enclenque y que, el simple hecho de enfrentarme a alguien, hacía que me temblaran las piernas. Aquí me pasó lo mismo. Terminé de ver la película queriendo ser Leónidas. Emocionado infantilmente de los cascos corintios, las largas capas rojas y los sonidos de las flechas pero, al cabo de un tiempo, lo único que anhelo de la película son las tabletas de chocolate de los protagonistas. Creo que es mejor el libro que la película. El film, al intentar rellenar casi dos horas de película, introduce elementos que no están incluidos en el libro y que hacen abusar y comercializar esta historia. Momentos románticos que no concuerdan con la historia real, o ese discurso final tan poco creíble para un espartano de aquella época. Pienso que, como entretenimiento juvenil está muy bien, es original y muy bien realizada pero, como entretenimiento real, a aquellos que le gusten los cómics, el libro le gustará mucho más.


Relato Qué curioso, curiosísimo por Marta Gómez Garrido Alicia continuó su camino, todavía con la imagen de aquella extraña sonrisa de gato flotando en el aire, dando vueltas en su mente. En su corta existencia había visto ya gatos sin sonrisa, pero nunca una sonrisa sin gato. -

Qué curioso, curiosísimo, es este lugar – murmuró Alicia para sí misma mientras recorría confusa uno de los posibles senderos que el gato le había señalado. Unos segundos después divisó a lo lejos la casa de la liebre de marzo, aquella de la que el gato de Cheshire le había hablado, entre adivinanza y adivinanza. Se sintió más segura al saber que no se había extraviado del todo, así que caminó con mayor ímpetu, apartando de su mente las sonrisas en el aire, las carreras de animales y los pasteles reductores.

Llegó a la entrada del jardín de la liebre y abrió la pequeña puerta de la valla de madera, pintada de una caprichosa mezcla de colores rosas y blancos. Una vez que hubo atravesado el umbral de aquel extraño recinto, sintió que su cuerpo volvía a cambiar aunque, esta vez, sin mediar comida ni bebida en la transformación. Se miró las manos y se llevó un terrible susto al comprobar que su piel se había convertido en pintura de un matiz rosado y que su vestido ya no era de tela (o su textura no lo parecía), sino que su color brillaba como si lo hubieran pintado con un gigantesco pincel. Miró a su alrededor y comprendió que todo el escenario en el que se encontraba se había transformado en un dibujo de tonos pastel. -

Qué curioso, curiosísimo, es este lugar. Repitió Alicia una vez más sin dar todavía crédito a lo que veía. En ese momento unas voces la sacaron de sus pensamientos. Más allá de los setos, dentro del inmenso jardín en el que se encontraba la casa, unas voces discutían y reían acaloradamente. Se acercó curiosa al lugar, sorteando setos y plantas. Incluso llegó a esquivar restos de vajillas de porcelana, abandonados por el suelo del jardín, a poca distancia ya de la fuente de aquellos sonidos.

Cuando llegó a la altura del ruido se sorprendió una vez más, al ver sentados a una mesa a una liebre, un hombre con un gran sombrero y un lirón. Los tres sentados en el mismo lado de la mesa, apretujados como si ése margen del tablero fuera el único disponible. Los tres curiosos personajes no notaron la llegada de Alicia, sino que continuaron su animada conversación, por lo que Alicia, sin saber qué hacer en aquel lugar, se dirigió al hombre del sombrero. -

Disculpe, ¿podría hacerle una pregunta?

-

Ah, te estábamos esperando.

-

¿A mí?

-

¿Qué quieres decir?

-

Que si me estaban esperando.

-

Qué ególatra y grosera. Interrumpir la fiesta de no cumpleaños sin ser invitada.

-

Pero usted dijo…

-

Sí lo dijo, aunque después no me lo quería confesar, pero yo lo escuché con mis propios ojos –aseveró el sombrerero.

-

Ya no te puedes fiar de nadie, ¿verdad? –le apoyó la liebre de marzo indignada.

-

¿Quién es usted por cierto?, ¿quiere un poco de vino? –le ofreció el sombrero a Alicia, recayendo de nuevo en su presencia.

Alicia, confundida, miró la mesa, pero allí sólo había tazas de té y una enorme tetera. 47


Relato -

No hay vino en la mesa.

-

¿Y por qué no lo ha traído?, ¿acaso no le gusta?

-

No, no he querido decir eso, es que usted me dijo…

-

¿Es tu cumpleaños, pequeña? –la interrumpió de nuevo el sombrerero.

-

¿Mi cumpleaños? No, no lo es. Pero…

-

¡Oh! Entonces te puedes sumar a nuestra celebración.

El sombrero, del que Alicia comenzaba a sospechar que estaba loco, se levantó corriendo y le acercó a la niña una silla, sin darle siquiera oportunidad de rechistar, se vio sentada junto a aquellos tres personajes, en el mismo lado de la mesa. -

¿Por qué nos sentamos todos en el mismo lado de la mesa?

-

No, no, ésa no es la pregunta adecuada –le corrigió el sombrerero.

-

¿De dónde viene usted? –le preguntó la liebre a Alicia.

-

No, no, ésa tampoco es –volvió a corregir el sombrero.

-

¿Entonces? –le preguntó la liebre visiblemente molesta.

-

Después del té. Toma pequeña y mira en el fondo del té.

El sombrerero llenó deprisa una taza de té para Alicia, derramando parte del contenido sobre el sufrido mantel, después le pasó la taza de té. Ella, curiosa, miró en su interior y vio a una reina con una descomunal cabeza y una especie de peluca pelirroja que mandaba matar a los habitantes de un reino, después un hombre con un inmenso sombrero, pero la faz más pálida que el sombrero de la mesa y con el pelo rizado y rojizo, le subía a ella al ala de su sombrero para transportarla por el bosque. Por último, vio un enorme monstruo sobrevolando aquel país de fantasía. Asustada tras ver estas visiones, alejó la taza con tanta fuerza que la volcó también sobre el mantel. -

¿Lo has visto? –preguntó el sombrero con la voz seria.

-

Sí.

-

Esos piratas…

-

¿Piratas? –preguntó Alicia contrariada.

-

Sí, esos malditos piratas empuñando lenguados –le respondió el sombrerero.

-

Eso no puede ser, ¡los lenguados no vuelan! –le contestó la liebre de marzo.

-

En realidad ésos son los salmones –le corrigió el sombrero.

-

¡Nada más lejos de la verdad!

-

¡Yo he visto muerte y una lucha cruenta! –les interrumpió Alicia, sin poder contener el horror.

Los dos personajes la miraron asombrados. El sombrero se puso en pie, como dispuesto a sentenciar algo importante. -

¡Cambio de lugar! –gritó exasperado.

Entonces los tres invitados se levantaron, empujando a Alicia, para cambiar de lado de la mesa. Ella, cansada de tanto sin sentido, se alejó de allí aprovechando el desconcierto que había creado el lirón, medio dormido, al equivocarse de margen en la mesa. 48

Qué curioso, curiosísimo, es este lugar.


LA TRASTIENDA por Fusa Díaz

Podría haber sido que Quimet le cambiara el nombre a Natalia -y toda su identidad con ella- y que fuera para liberarla. El nombre no es más que un lastre que llevamos encima desde que nacemos: unos pesan más y otros pesan menos. Llamarse Natalia no es ninguna grandeza. Ni siquiera uno puede elegir. Pero si te lo cambian, que sea, como digo, para liberarte. Quimet, pues, le cambia el nombre a Natalia y ésta empieza a llamarse Colometa. Colometa, en catalán, es palomita: d e paloma. Y uno, al entrar en la historia, lo primero que piensa es en un pájaro que vuela, que se alza al cielo, que se olvida de tan lejos como está, que se añora p o r ello. Podría haber sido, pero no fue. Colometa venía a ser un montón de pájaros encerrados en una jaula enorme -pero jaula-, llena de cagadas, sin espacio suficiente para volar, en un rincón de un balcón. ¿Sirve de algo ser pájaro y estar en el piso más alto de un edificio, con una jaula grande, espaciosa, pero jaula, en un balcón, pudiendo volar, pudiendo ver el cielo, toda la ciudad? Tan arriba ya y, s i n embargo, sin poder hacer nada, sin poderse tirar al vacío y descubrir que se sabe volar y no se había intentado. Colometa resultó ser un nombre lleno de aleteos y plumas que se escapan del cuerpo y caen de esa manera tan literaria pero que t a n poco sirve. Así, balanceándose, despacio: inútil. Natalia es un personaje a simple vista sencillo: una mujer cualquiera que se mantiene fiel a su marido, que se convierte sólo en un muñeco, que no alza un poco la voz o el ala de su nuevo nombre, que basa el amor entre un hombre y una mujer en el respeto y en nada más que eso. Una mujer, una esposa, digamos, de las de antes. Si sales a la calle encontrarás tantas como Colometa, pero tan pocas como Natalia. Porque por dentro, la primera, la verdadera, es compleja y confusa, es que se entrega pero se queda, es que vive en una jaula sucia y con olor a pájaro rancio que es su cuerpo, pero no su alma. Cuando su marido muere y

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ella se deshace de toda esa vida en la que ha caído como sin darse cuenta, cuando su marido muere y sus dos hijos se vuelven monstruosamente en una carga para ella, empieza a vivir del recuerdo, del sueño, de una voz que es la suya pero que viene como de otro mundo. Y en ese momento aparece Antoni: un hombre igual de frustrado que ella, que no puede amarla en el sentido estricto de la palabra, que sólo puede ayudarla, compadecerla, ser ayudado, ser compadecido. Y así es como Natalia acaba escribiendo con un cuchillo en la pared exterior de su casa antigua: Colometa. Así es como la vida de una mujer sencilla y sin grandes pretensiones deja su marca en la eternidad, deja su huella de dolor y mutismo, deja todo lo suyo, que es tan poco y tan suficiente. La plaça del diamant tiene un color pardusco, como las palomas sucias de Barcelona. Tiene el color de una mujer que queda encerrada dentro de sí misma. Por detrás, como siempre, abriéndose a codazos entre los pequeños cuentos que puede tener la vida, la historia: república y guerra. Aunque en un principio a una mujer como Colometa, sumisa y extraña a todo lo que no pertenezca a su propio mundo de miedos y mentiras, puede permanecer perfectamente ajena a los hechos históricos, midiéndolos solamente por el efecto que causan en su más que cotidiana vida; pero en este caso tiene mucha más importancia. Natalia resurge y descubre como cuánto de dura puede ser la vida, ya no digamos en plena guerra, como cuánto de dura es siempre. Despunta una mujer que empieza, con la muerte de su marido, a saber quién es. Por eso las consecuencias del tiempo en el que está viviendo influyen de manera clara en la evolución de este personaje, probablemente porque Mercè Rodoreda así lo quiso. Vinculadas la historia y Colometa, van saliendo ambas de la oscuridad y el terror y se van acomodando en un futuro algo más desesperanzador. Para ello, deberán mirar atrás una última vez y rasgar (en una pared, un nombre, un disparo, una muerte, un grito) lo que quede de la confusión. Igual que Mercè Rodoreda explica en su primer prólogo, yo también estoy contenta de que quede constancia de que nuestra lengua, el catalán, era una lengua culta, civilizada e importante. Me gusta pensar que la plaza que hay en la vila de Gracia y que lleva el nombre de esta novela ha llegado un poco más lejos gracias a esta historia donde nada está hecho por casualidad, donde todos los hilos quedan perfectamente rematados con doble puntada, para que no se nos escape ningún vuelo.

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Flores para Sally La señora Dalloway, de Virginia Woolf por Ainize Salaberri

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“¡Está bajo este techo..., ¡está bajo este mismo techo!”. ver y admirar. Vanessa Redgrave, en el papel de Dalloway, está soberbia. Y tiene la difícil tarea de Eso es lo que podrían exclamar los cientos de representar a la introvertida señora Dalloway, cuyos invitados a la fiesta de Clarissa Dalloway. “¡Está bajo pensamientos conocemos gracias a la pluma de Woolf, este mismo techo!”, y mirarla con admiración, con un pero cuyos invitados desconocen. Y aunque pueda brillo perpetuo en los ojos, a la imponente mujer rubia parecer una ventaja, no lo es, porque tanto nosotros de tez clara que en lo alto de la escalera sonríe a su por mediación de Woolf, como sus invitados, sabemos público. O quizás sea esto lo que la propia Dalloway perfectamente cómo es Clarissa. Conocemos los desearía. Es, desde luego, lo que Vanessa Redgrave pensamientos que oculta, su temor al fracaso. Todo tuvo que representar en una adaptación majestuosa de aquello a lo que Clarissa le da importancia reside en la la novela de Virginia Woolf. Una película brillante. sociedad y en sus relaciones personales. Si miramos a su vida privada, a la Clarissa que no viste portentosos Nunca debería compararse una película con la novela vestidos ni lleva lujosas joyas para conservar su que adapta, pero es inevitable, supongo. Y creo que no imagen, descubrimos que su intimidad carece de deberían compararse porque a las imágenes de la felicidad. Y nos damos cuenta de que le falta algo. Le película siempre le van a faltar palabras, y porque la falta Peter, interpretado por Michael Kitchen, le falta su sucesión de escenas en nuestra mente es tan íntima y hija, Elizabeth, quien pese a vivir bajo el mismo techo personal que nunca va a llover a gusto de todos. Sin no mantiene una relación estrecha con su madre, y le embargo, muy de vez en cuando llega una directora, falta Sally, su amor perdido de la juventud, cuando las con un buen guión bajo el brazo, con un inmejorable fiestas y los actos sociales quedaban muy lejos, helenco de actores, que produce una película digna de imposibles, inadvertidos.


La mayor diferencia entre la novela, magistral, y la película, fantástica, es que ésta última es mucho más lenta que el libro. Mientras las escenas del film se suceden con cautela, como con miedo a romper el aura de paz exterior y guerra interior de Dalloway, la novela corre rápido, sin detenerse ni un segundo, a través de los pensamientos de los personajes, de Dalloway, de Richard, del desvarío de Septimus y la desazón de Rezia; corre rápido al paso de Clarissa por Bond Street ppara comprar flores, del sonido de las campanas del Big Ben, que rápidamente nos transportan a otra mente, a más pensamientos, a coger el aire necesario y seguir caminando por el Londres de los años 20, repleto de omnibuses, de coches que llevan a la reina a palacio, de personas que conocen a Dalloway y murmuran, “ahí está, es ella, y hoy da una fiesta, otra más, sí, ¿no te parece escandoloso?”. La pluma de Virginia Woolf nos lleva en volandas por un Londres que no nos importa volver a recorrer, con cientos de pensamientos distintos de banda sonora. La película de Marleen Gorris, de 1997, se sucede, parece, al ritmo de los miedos de Dalloway a quien se le mezclan todas las ganas y todos los temores de que llegue la noche y mostrarse una vez

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más al mundo. El tiempo, en la película, se toma sus minutos y contiene el aliento. No hay improvisación. Frente a Dalloway está su porvenir, su fiesta, la gente. Redgrave se mete hasta el fondo en el papel de una señora entrada en años, cuya única felicidad, cuya única vía de escape a su infelicidad reside en seguir siendo “alguien” en la sociedad, en seguir siendo un referente, en seguir al pie del cañón. Clarissa desea que su nombre se pronuncie con admiración y respeto. La palidez de Dalloway en el rostro de Redgrave son los miedos que le provoca a Clarissa enfrentarse al que ha querido que fuera su mundo. Lo que más ama Clarissa es lo que más la aterroriza. Os suena, ¿verdad? En lo alto de la escalera sus piernas tiemblan, sus manos sudan, sus ojos no ven, su mente no trabaja bien, su corazón parece que va a estallar. Pero cuando siente que los ojos de sus invitados descansan sobre su cuerpo, sobre su vestido, su elegancia y estilo, a Dalloway se le olvida todo, incluso quién es y por qué está allí. Y cuando baja, con una rosa blanca en la mano, busca a Sally con la mirada, se acerca a ella, y le regala la rosa, que acabará marchitándose, pero en esa fiesta, su fiesta, su vida, su Sally.


La lista de Schindler por Iraide Talavera La labor de Oskar Schindler fue reconocida por todos aquellos judíos que, gracias a él, consiguieron no perecer durante los años de exterminio con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo. Fueron pocas las personas salvadas en comparación con todas las que murieron en los campos de concentración bajo el dominio del partido nazi, pero quien salva la vida de un hombre salva al mundo entero. El libro de Thomas Keneally, en el que más tarde se inspiró Steven Spielberg para la realización de la película del mismo nombre, nos relata de forma documental el proceso de exclusión de los judíos, su marginación en guetos, su posterior traslado a los campos de exterminio y su horrendo final. Oskar Schindler aparece al principio de la relación de los hechos como un magnate, un empresario cuyo fin es aumentar su capital. Sus relaciones con los miembros del partido nacionalsocialista son buenas, o al menos sabe ganarse su amistad interesada, y de esta forma 53

puede proseguir con sus negocios sin que las vicisitudes de la guerra los interrumpan. Sin embargo, la situación de los judíos empeora semana a semana, y pronto Schindler es consciente de que la vejación inicial hacia esta raza está avanzando hacia una aniquilación inequívoca. Por ello, decide poner en marcha una fábrica de esmaltados que permitirá contratar a mil empleados y que los pondrá a salvo del genocidio. Los miembros del partido recelan de su actitud estrafalaria, pero su caudal económico calla sus bocas y silencia sus ansias de destrucción. En los dominios de Oskar Schindler, los judíos son fuerza de trabajo y por ello no han de ser maltratados y mucho menos asesinados. A medida que la guerra avanza y los trenes arrastran presos y presos hacia los campos, la labor de nuestro protagonista se complica. Su negocio ha dejado de ser rentable, y sus gastos para salvar a sus trabajadores han sido tan grandes que se procura la ruina


económica en unos pocos meses. Así todo, no ceja en su empeño de rescatar a todas las personas que están en su mano, y éstas se lo agradecen eternamente. Pese a ello, él nunca se perdona el no haber podido evitar la muerte de más inocentes, y cada pérdida le supone, al final de la guerra, un hoyo en la conciencia. Una de las principales virtudes del libro es exponernos los hechos sin caer en el sentimentalismo, pero dando cuenta de ellos con el máximo detalle. Conocemos con exactitud la apariencia de los guetos, las profesiones de la gente que habita en ellos y las relaciones que establecen entre sí. Disponemos de sus nombres propios para percibir la terrible verdad de que fueron personas reales las que padecieron ese sufrimiento hace no tantas décadas. Asimismo, tenemos conciencia de la hegemonía geográfica de Adolf Hitler, de los distintos rangos y funciones dentro del partido y de la distribución de los campos de concentración.

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Esta abundancia en detalles se aprecia también en la película, una magistral adaptación de Steven Spielberg. En ella, rodada por completo en blanco y negro, tenemos una representación gráfica muy fiable de lo que nos transmite el texto, y a pesar de no caer en demasiados detalles escabrosos palpamos la crudeza y la frialdad de lo sucedido en aquella época. Al finalizar la guerra, en 1945, fueron muy pocos los judíos que sobrevivieron a los crímenes, entre ellos los mil trabajadores que Schindler logró proteger gracias a su fábrica de esmaltados. Los nazis lograron diezmar a su población y también sembrar el horror en la vida de millones de personas, en un hecho histórico cuyos resultados deberían ser admonitorios en el presente. Hay que aprender de los viejos errores, aunque sólo sea por el sacrificio de tantos seres humanos a manos de verdugos que olvidaron que mataban a su propia especie: A sus hermanos, a sí mismos.


Las horas que no existen - Trece campanadas por Pedro Larrañaga A partir de un proyecto concebido para una serie televisiva, Suso de Toro desarrolló una novela y un guión cinematográfico. A pesar de compartir ejes cardinales, las formas adoptadas por el libro del escritor gallego y la película dirigida por Xavier Villaverde son muy distintas. ¡¡¡Gong!!! “Trece campanadas”, “Trece badaladas” en su título original en gallego (Ed. Xerais, 2002), nació de un proyecto fallido. Suso de Toro comenzó a trabajar con una idea para una serie de televisión de trece capítulos. Sin embargo, su intención no llegó a buen puerto, pero, por suerte para nosotros, sí que consiguió sacar de esa semilla un fruto, pero con dos pieles muy distintas, una de novela y otra de guión cinematográfico. ¡¡¡Gong!!! El escritor Suso de Toro, nacido en Santiago de Compostela, en 1956, donde aun reside, es una de las más importantes figuras de la literatura gallega. Con más de veinte obras publicadas, entre narrativa, ensayo y teatro, la repercusión de su trabajo, sólo es comparable a la de Manuel Rivas dentro de los literatos gallegos. La dimensión de su obra lo sitúa a la altura de los más grandes, vivos a muertos, que se hayan atrevido jamás a escribir en la lengua de Rosalía de Castro. ¡¡¡Gong!!! Xavier Villaverde, director, trabajó intensamente a partir del argumento creado por Suso de Toro, para dar forma a la película, que mantendría el título del libro. De ese modo, dio a luz una creación propia, que el propio escritor reconocía como ajena, pero que mantiene el mismo origen de aquel guión largo y denso, inviable en la existencia actual de la industria del cine. El director presentó su película tanto en el Festival de Sitges, como en el de Cine Independiente de Ourense, en el otoño del 2002. A las salas de todo el país llegaría más tarde, en enero del año siguiente. ¡¡¡Gong!!! Nacido en A Coruña, en 1958, Xavier Villaverde es uno de los pioneros entre los directores de cine gallegos. Hasta su inmersión en el proyecto “Trece campanadas”, había llamado la atención con otras dos cintas, principalmente, “Continental” (1989) y “Finisterre” (1998), con Nancho Novo y esa musa tremenda que es Elena Anaya. Su libre adaptación del texto de Suso de Toro le valió el reconocimiento de todo el sector audiovisual gallego, llevándose el premio “Mestre Mateo” a la mejor película. ¡¡¡Gong!!! La película, en palabras del propio director, se centra en el “ser humano y los miedos a los que se tienen que enfrentar. Como personas, nos cuesta asumir y combatir esos miedos. La lucha del protagonista para vencer esos miedos es el eje central”. Eso, el miedo, es lo que consigue mediatizar todas las relaciones del personaje principal, tanto con su madre y su madre, como con esa mujer por la que se siente atraído. También con la catedral y sus piedras, oscuras y amenazantes en todo momento. 55


¡¡¡Gong!!! La terna de actores que mantienen en pie la película son Juan Diego Botto, Marta Etura y Luis Tosar. El hispanoargentino, habitual en cintas de calidad, como “Historias del Kronen”, “Martín (Hache)” o “La Fiesta del Chivo”, da vida al protagonista. Botto, con una sólida carrera en el teatro, sufre en momentos de su actuación, sin llegar a transmitir esas emociones, tan cercanas a la locura, que vive el personaje. Cierto es que sus flaquezas resultan más evidentes por compartir secuencias con una tormenta como Luis Tosar. El gallego, con una presencia magnética, que llena por sí sola la pantalla, está a punto de devorar a sus compañeros de reparto. Muy desiguales resultan las escenas en las que Tosar (el fantasma del padre), atosiga, física y mentalmente, al hijo (Botto) para que termine su obra. El contrapunto femenino lo pone Marta Etura. Con sólo una película a sus espaldas, no desentona en medio de la atmósfera asfixiante de la película, confirmando lo gran actriz que lleva en su interior. ¡¡¡Gong!!! La versión cinematográfica de “Trece campanadas” transforma el argumento de la obra original de Suso de Toro. Xavier Villaverde centra el film en base a tríadas de elementos que se entrecruzan. Así el protagonista, su madre y su padre, forman uno de esos triunviratos. La madre, aun en vida, languidece en medio de la locura, mientras que su padre, ya muerto, se aparece a su hijo lleno de violencia, como una fuerza sólida y tangible, que amenaza con arrastrarlo al vacío. Otros ejes, también con tres polos, los forman el protagonista, la catedral y sus campanadas o el propio personaje principal, ella y esa sombra que todo lo amenaza. ¡¡¡Gong!!! La novela, sin embargo, sigue otro hilo argumental. Una escritora de guiones, amenazada por la desidia, ve su vida trastocada cuando acude a presentar su último trabajo a una productora. El guión guarda multitud de elementos en común con la propia vida del exitoso productor, mezclando antiguas leyendas compostelanas, con misterios y recuerdos enterrados. Esa inquietante sombra es la que unirá a los dos protagonistas en su búsqueda de respuestas que no siempre son agradables. ¡¡¡Gong!!! Suso de Toro consiguió, gracias a “Trece Campanadas”, el Premio Nacional de Narrativa en el 2003. Un premio que el autor recibió sorprendido, en especial en un momento en el que su posicionamiento político (había sido una de las voces más activas y críticas durante el desastre del Prestige) parecía alejarle de los círculos apropiados en los que se deciden en este tipo de galardones. Finalmente, pesó más el valor de la novela que los condicionantes externos, ajenos, al fin y al cabo, a lo que significa la literatura. ¡¡¡Gong!!! Un camino entre las penumbras y la oscuridad. Un avance, no siempre en línea recta, es el que plantea “Trece Campanadas”. Con elementos de lo que se ha dado en llamar literatura gótica y de ideas, la obra busca, en todo momento, transmitir la sensación de que hay presencias más allá del ser humano. Fuerzas y tensiones que pueden acercarnos o alejarnos a diversos puntos. Recorridos por lugares que, por mucho que hayamos pasado por ellos cada día, no dejan de resultarnos extraños e incómodos. ¡¡¡Gong!!! La ciudad de Santiago de Compostela, con toda la magia de su casco antiguo, y la catedral adquieren un peso muy importante dentro del desarrollo de la trama de la novela. Es cierto que hay elementos físicos que provocan una atracción, no siempre agradable, sobre las personas. Esa mezcla de misticismo, fe y oscurantismo, termina por dotar a las piedras, a los rincones sombríos, de un poder que no siempre somos capaces de comprender. Aun hoy, muchos siglos después de que el Maestro Mateo pusiera en pie esa obra monumental, su influjo permanece intacto.

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¡¡¡Gong!!! Con una prosa que salta de la densidad, cercana a la espesura en algún instante, a la fluidez en otros muchos, “Trece Campanadas” respeta los rasgos esenciales que le dieron origen. Moviéndose entre los espacios y los oscuros, al igual que a los personajes, el lector no tiene siempre claros los hilos que mueven la trama. Sin optar por soluciones simples, algunos personajes tangenciales entran en escena y salen de ellas, sin que su movimiento sea fluido. El conjunto se mantiene, pero en esos instantes en lo que más se acerca a la tradición gótica, buscando significados bajo cada piedra y tras cada sombra, es cuando se muestra más débil. Su mayor fuerza, en cambio, la tenemos en los diálogos y en todas aquellas secuencias en las que parece intuirse mucho más de lo que se dice. ¡¡¡Gong!!! Como queda claro en la novela, la campanada número trece sólo suena en momentos mágicos. Extraordinarios. Este es el decimotercer gong de este artículo, momento de poner el punto y final, no vaya a ser que despertemos fuerzas que no seamos capaces de llegar a comprender.

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“Coraline es una historia que pone la piel de gallina al niño que todos llevamos dentro.”

La adaptación a novela gráfica de la novela de Neil Gaiman por David García Ávila

El terror, el miedo son reacciones propias de las personas, y que compartimos con multitud de animales, en su mayoría mamíferos. Es una sensación instintiva, enraizada en las profundidades de nuestros genes, y llega incluso a las fosas abismales más escondidas de nuestras almas. El miedo, el terror en muchas ocasiones nos hace más cercanos al mundo que nos rodea. Nos ponen en previsión de darnos de bruces con un peligro, o nos activa la fabricación de encimas para que nuestros músculos salten y corran como nunca, o que el dolor nos sea algo más liviano.

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Pero el miedo, el terror, el pavor, el pánico, el espanto, el horror puede alojarse en los primeros planos de nuestra imaginación, de nuestras fantasías colectivas o individuales, de nuestra cultural popular. Y nos puede ayudar a tomar decisiones, a elegir senderos, a provocarnos salir del camino de baldosas amarillas y no mirar atrás.

Coraline es un ejemplo de las posibilidades que otorgan todas estas sensaciones para el estudio y desarrollo de la personalidad humana. El cómic al que me refiero es una adaptación a novela gráfica por P. Craig Russell en 2008, de la obra de uno de los magos de la fantasía de este milenio, Neil Gaiman. Curiosamente, Coraline es una historia de terror infantil que ha tenido un gran éxito. Pero no me entiendan mal. Los cuentos de fantasmas nos han atraído desde que aprendimos a hacer fuego y nos apretujábamos a su alrededor mientras nos contábamos historias bajo las estrellas. Nos atraen al mismo tiempo que nos repelen o nos animan a huir de ellos. Algo así ocurre con Coraline. La protagonista de la obra es una niña, entre la adolescencia y la niñez, recién llegada a una grande y vieja casa. Ella, su madre y su padre acaban de instalarse es un caserón con “desván bajo el techo, un sótano bajo el suelo, y un jardín lleno de maleza con unos árboles enormes”.


Sin embargo, no viven solos en la casa. El edificio está dividido en varias viviendas y en ellas residen personajes de lo más peculiares. Por un lado, en la planta baja, está la señorita Spink y la señorita Forcible, antiguas actrices y artistas ya retiradas que comparten su piso con tres perros terriers. Y un piso por encima de Coraline “había un hombre viejo y loco con un enorme mostacho. Le dijo a Coraline que estaba entrenando a un circo de ratones. No dejaba que nadie lo viera”.

distorsiona la realidad y la convierte en fantasía. Al otro lado del pasillo oscuro y húmedo por el que camina Coraline, ésta descubre su casa, sus padres, su juguetes... pero nada es igual más allá de lo aparente. Su “otra madre y su otro padre” son amorosos y atentos con ella en demasía. Le miran con ojos de amor desbordante, pero no son ojos humanos, sino botones. Y los vecinos ahora son divertidos y más excéntricos si cabe. Los perros hablan, los ratones bailan y hacen malabares, la comida es deliciosa y el jardín es tan hermoso como el de cualquier cuento de Coraline también ha sido llevada a la animación en tres hadas. dimensiones gracias al director Henry Selick en 2009. Una película realizada con la técnica de stop motion, La historia de fantasía y leyenda hecha realidad para que ha tenido buenas críticas. Pero que tiene algunas una niña aburrida en el día a día de los adultos se diferencias claras con la adaptación a novela gráfica convierte en una trampa. Y detrás de la belleza y el de la que hablamos en esta ocasión. Entre otras, para amor eternos se esconde el sacrificio y el miedo. “La la película se creó un nuevo personaje: un muchacho otra madre” de Coraline pretende impedir que la niña amigo de Coraline llamado Wybourne Lovat. Otra las vuelva al mundo real y disfrute para siempre jamas en diferencias importante entre la versión fílmica y la de el mágico mundo que ha construido para ella. Pero a viñetas y tinta es el miedo y la incertidumbre, junto a la cambio debe ceder sus ojos y permitir que le cosan curiosidad. La novela gráfica de P. Craig Russell nos unos botones en su lugar. sumerge en estas emociones desde la primera página. En ella descubrimos a una niña a la que vemos de Lo que era juego e ilusiones se convierte en terror y espaldas mientras entreabre, temerosa y curiosa, una pánico. Coraline se ve obligada a luchar para no puerta cualquiera, pero cargada de misterio. olvidar de dónde viene, por descubrir dónde ha Aparentemente nada más ocurre mientras nos es encerrado su “otra madre” a sus verdaderos presentado el mundo que Coraline observar como progenitores y a liberar el alma de otros niños que, exploradora “impertinente”. Todo parece aburrido y como ella, fueron atraídos a este mundo onírico lleno lento. Su madre y su padre no pueden hacerle mucho de sombras oscuras y profundas. Para lograr escapar caso entre el trabajo de acomodarse a la nueva casa y tendrá que valerse del verdadero amor que siente por sus quehaceres profesionales. Hasta que una noche sus padres desaparecidos, y de la ayuda de un gato Coraline es despertada entre sueños por las voces de negro y un amuleto de piedra. unas ratas “somos pequeñas, pero somos muchas, somos muchas, somos pequeñas. Estábamos aquí Coraline es una historia que pone la piel de gallina al antes de que aparecieras, estaremos aquí cuando niño que todos llevamos dentro, y nos hace desaparezcas”. A partir de aquí todo cambia. Los replantearnos hasta que punto nuestros deseos e encuentros con sus peculiares y enigmáticos vecinos ilusiones infantiles pueden alejarnos del mundo le llevan a volver a abrir aquella puerta tan enigmática mágico que debemos redescubrir cada día en el y que antes estaba tapiada y al día siguiente se continuo cotidiano que vivimos tanto niños como encuentra abierta hacia otro mundo parecido al suyo adultos. pero distinto. Una especie de espejo convexo que

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Que mi nombre no se borre de la historia por Fusa Díaz Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar… Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia. JULIA CONESA Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Avelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisa Manzanero Salas, Victoria Muñoz García, Luisa Rodríguez de la Fuente. Cuando a las Trece Rosas les conceden una última carta para despedirse de sus seres queridos, antes de ser fusiladas en la tapia del cementerio de la Almudena, una de estas hermosas flores escribe: Que mi nombre no se borre de la historia. No encuentro una manera mejor de empezar este artículo que citándolas, como llamándolas. Que no se borre el nombre de ninguna de ellas, que no se borre su dolor, su valentía, que no las borre el olvido ni el tiempo, que no las descuidemos ni se nos queden muy atrás. Recuperémoslas cada vez como si todavía se estuvieran despidiendo, como si aún no hubiera sonado el disparo que acabó con ellas. Esos trece nombres

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pertenecen a trece mujeres que, siendo algunas de las Juventudes Socialistas, fueron fusiladas, junto a otros cuarenta y tres hombres, por adhesión a la rebelión en la dictadura de Franco. Aquí la historia se quita el sombrero ante el conjunto femenino y nos ofrece un reconocimiento mayor que a los hombres. Será porque un muchacho con el puño levantado o sosteniendo un arma no era tan extraño; sea como fuere, este grupo de trece muchachas tienen nombre y apellidos, profesión, ilusiones, sueños y, sobre todo, una lucha… y en ningún caso pasan desapercibidas, como sí les ocurre a esos cuarenta y tres hombres que son, por desgracia, sólo eso, cuarenta y tres vidas más que se cobraron injustamente y que estuvieron al lado de ellas en el juicio simulado, donde se sentenció pena de muerte por organizaciones secretas para ayudar a la oposición. No son más importantes que otras mujeres ni que otros hombres y no se les debería reconocer más que a los demás que lucharon por lo mismo, sin embargo, no hay que despreciar esta oportunidad que se nos brinda de recordarlas individualmente, como hijas, madres, hermanas, niñas, mujeres, con dieciocho o veintinueve años; no tenemos que dejarnos llevar por la injusticia de los demás que sólo son un número más a la hora de contar las muertes que se adjudicaron los franquistas. Ellas son esas trece mujeres que tienen la suerte de llevar un bello nombre y les debemos el homenaje que tenemos la oportunidad de darles. Aunque se han escrito dos libros


sobre este colectivo (Las trece rosas, de Jesús Ferrero, y Trece Rosas Rojas, de Carlos Fonseca), además de investigaciones por parte del periodista Jacobo García, un documental de Verónica Vigil y José María Almela, el libro Martina, la rosa número trece, de Ángeles López, un poema de homenaje de Julián Fernández del Pozo, una danza de la compañía Arrieritos y la película Trece Rosas, de Emilio Martínez Lázaro, basada en la novela de Carlos Fonseca, a pesar de todo el eco social que ha tenido este grupo, es en su lado más real en el que yo me detengo. Resulta que podemos leer quiénes fueron esas trece mujeres, podemos saber que Carmen Barrero trabajaba para ayudar a su familia como modista después de la muerte de su padre, que Blanca Brisac era la mayor y tenía un hijo y, aunque de derechas y católica, su pecado fue estar relacionada, siendo pianista, con un músico del Partido Comunista, podemos saber que la hermana de Julia Conesa –detenida mientras cosía en su casa- murió de pena tras morir su novio en las guerrillas, que Avelina fue para un interrogatorio rutinario, siendo hija de un guardia civil viudo, y no volvió más a su casa… sabiendo, mejor dicho, pudiendo saber todo eso, ¿importaría si, al acabar todos esos libros, esas películas, esas expresiones de arte, todos estos datos resultaran ser

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de mentira? ¿Importaría si ahora apareciera alguien, o una carta, y explicara que todo fue un mito que no hizo más que ayudar a las mujeres de entonces a salir adelante, a tener una voz? ¿Eso sería suficiente, bastaría que todo quedara en un pequeño cuento de heroínas? ¿Debería impresionarnos más, deberíamos sentir más pena si sabemos que esos trece nombres responden a trece familias doloridas y, como dice Julia, honradas? ¿Duele el anonimato? Cuando disparan la primera vez, Ana López Gallego, modista de veintiún años, no muere. Pregunta, gritando, furiosa, siendo lo último que dijo: ¿Es que a mí no me matan? Voy a morir con la cabeza alta… Sólo te pido… que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor… Enrique, que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí… Hijo, hijo, hasta la eternidad… BLANCA BRISAC


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Las nueve puertas de Lucifer Iván Mourin ¿Qué tendrá el Diablo que, aun con la mala fama que le caracteriza, nos atrae tanto? Es su rebeldía, esa conducta canalla que le hace tan peculiar, y sus actos, el libre albedrío que tanto anhelamos para hacer lo que nos venga en gana. Porque lejos de las nuevas versiones que tratan de edulcorarlo, como en su momento se hicieron con vampiros y hombres lobo, su sello más poderoso es la maldad. Es un niño al que le gusta jugar con nosotros, moscas a las que acaba de arrancar las alas y que suelta en un laberinto retorcido. Se sienta a contemplar cómo perecemos, y si alguno se acerca a la salida, estira la pierna y le hace la zancadilla. Porque es ante todo un tramposo, así que si intentas firmar algún trato con él, piensa que te la jugará con la letra pequeña. Una muestra de todo esto se encuentra en la novela “El Club Dumas”, de Arturo Pérez-Reverte, y en su versión cinematográfica, “La Novena Puerta”, de Roman Polanski. La novela se divide en dos partes: la investigación sobre el capítulo cuarenta y dos de “Los tres mosqueteros”, “El vino de Anjou”, y la de un peculiar libro escrito en 1666 y que otorga favores del

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mismísimo Diablo, “Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras”. Pero lo que nos interesa es esta segunda parte. Varo Borja, un excéntrico millonario poseedor de la mayor colección de libros sobre el arte de invocar al demonio, contrata a Lucas Corso, mercenario de la bibliofilia, para que autentifique si su ejemplar de “Las Nueve Puertas” es el auténtico o una imitación de los únicos tres que existen.

suicidio de Enrique Taillefer, hasta los miembros del Club Dumas, quienes forman una sociedad satánica para bolsillos acaudalados, rindiendo un homenaje orgiástico anual en honor a la obra de Aristide y Lucifer. Sin embargo, hay otras partes que tratan de mantenerse fieles, desde la aparición de los hermanos Ceniza (hay que destacar que es lamentable que se muestre una única y breve escena de la magnífica ciudad de Toledo, que queda como si fuese un pueblucho abandonado de la mano de Dios) quienes indican que, tras años estudiando detalladamente “Las Nueve Puertas”, en los nueve grabados que sirven para la invocación, tres de éstos están firmados con las siglas L. F., a éstos mismos, aunque las siglas son L. C. F., para dejar más claro que el artista es el propio Lucifer, como si los espectadores tuviesen menor capacidad de deducción que los lectores. Pero el mensaje que deja claro es que el camino hacia El Maligno está destinado para unos pocos obstinados, y que, hagan lo que hagan éstos, el único ganador siempre es él.

Ya se sabe que es muy difícil que una película sea cien por cien fiel a una novela, bien por presupuesto, tiempo o porque el director o guionista han querido darle su toque personal. Eso último es lo que ha sucedido con esta versión, comenzando por americanizar los nombres en busca de una mayor comercialización, llamando al personaje, interpretado por Johnny Deep, Dean Corso, o utilizando el nombre de Boris Balkan para que tome el papel de aquel que encarga la ardua tarea de identificar el libro de las Nueve Puertas, cuando éste en la novela es el narrador, con una libertad demasiado omnisciente para mi gusto. Varias tramas de la novela que pertenecen a “El vino de Anjou” se han adaptado para la historia demoníaca, desde el gusta?

¿No será en sí eso lo que nos


Ghost in the shell La esquizofrenia de un manga distinto a los demás por Pedro Larrañaga

La obra de Shirow Masarume, todo un clásico del género, propone una mirada compleja al desconcierto del futuro que nos espera. Si es que llegamos a él. Mirar al futuro no es un ejercicio sencillo. Más bien todo lo contrario. El universo de los posibles, pero inciertos, crea desasosiego a una especie como la nuestra, tan deseosa de moverse entre certezas. Sin embargo, no siempre es posible pisar sobre suelo firme, y por eso tenemos miedo. Asusta moverse sobre arenas movedizas, dudando de cada paso que damos y esperando, casi rogando, haber acertado en nuestras decisiones. El autor japonés jugó a los dados con sus ideas, para escoger, de entre todos los mañanas posibles, uno en el que dar respuesta a una serie de preguntas. ¿Cómo será el ser humano? ¿Qué apariencia conservará el planeta? ¿Hacia dónde nos lleva el progreso? ¿Qué formas adoptarán las relaciones entre las personas? Cientos de libros, películas, obras, visionarios, locos o desdichados, han planteado sus propias propuestas a esas cuestiones. Al fin y al cabo, el futuro permite a todos especular, porque hablar es fácil. Lo que no es sencillo es sentarse frente a la mesa, llena de papeles en blanco, armado con lápices de colores y un argumento, para crear una historia sobre un futuro que todavía no es, pero que presenta los elementos para ser tan posible como cualquier otra. Masarume apuesta por un futuro marcado en el que las relaciones entre la tecnología y el ser humano lo mediaticen todo. Hoy en día ya tenemos un atisbo de lo que las telecomunicaciones y los dispositivos electrónicos pueden cambiar nuestra realidad. Pero eso no es nada comparado con que ese binomio hombre-máquina termine por absorberlo todo. Las sensaciones. Los recuerdos. La emoción. El sexo. El amor. Incluso la violencia, el dolor o la muerte. Así, transformando esos pilares que damos como inamovibles de nuestra existencia (la vida y la muerte), el mañana puede terminar por llevarse todas las certezas por delante. Porque, ¿qué puede haber más confuso que no saber si has llegado a nacer o morir?

El cómic como particular medio de expresión El arte del cómic ofrece unas herramientas muy concretas para la labor creadora. Con esa combinación de imagen y texto, de señal y símbolo, permite acentuar las expresiones duales de una idea, pero, al contrario que una película, ofreciendo la posibilidad de la pausa. Ahí radica, para mí al menos, que no soy un incondicional del cine, el lunar de las películas. El cómic, en cambio, permite detener el torrente del argumento, explorando, según nuestro deseo, la palabra o la imagen de forma independiente.

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Por supuesto, el efecto se potencia al combinar los elementos, pero esa alternativa nos da tiempo para la digestión. No lo olvidemos, las grandes ideas, los mensajes, no se tragan de una sola vez. Necesitan una pausa. La pausa, el instante congelado, que nos ofrece Shirow Masarume en “Ghost in the Shell”. Una de las carencias de la adaptación cinematográfica de la obra es esa diferencia de velocidad que no pudo superar Mamuro Oshii, director de la película en 1995. Su intento por permitir al espectador tiempo para asimilar lo que estaba viendo cae, en demasiadas ocasiones, en una excesiva lentitud.


Dos líneas dentro del manga de ciencia-ficción Los analistas y estudiosos del desarrollo y evolución del manga, hablan de dos líneas de trabajo. Muchas de las obras de ciencia-ficción de este género no son más que novelas de aventuras, pero con un trasfondo tecnológico. En ellas, el futuro, muchas veces en el espacio, no es más que un decorado para las tradicionales historias de aventuras, combates y amoríos. La otra senda, en cambio, lleva a un terreno más pantanoso. Enfocadas, habitualmente, a un público más adulto, esta tradición, más realista, buscan enfrentarse a las transformaciones (no siempre positivas) que el progreso provoca en nuestra especie y en el mundo que nos rodea. La tremenda “Akira”, de Katshuhiro Otomo, es la auténtica referencia del género. Masarume y Ghost in the Shell, por sus características, se encuadra, aunque con matices, dentro de este segundo grupo.

Un manga diferente, incómodo La diferencia siempre es un tema complejo, incluso en un campo tan sui generis como el del manga. Ghost in the Shell fue objeto de muchas críticas en su momento por no respetar ciertos ejes fundamentales de las obras tradicionales de este género. Shirow Masarume concibió una obra casi enciclopédica por su documentación, en la que se mueve entre la realidad y la fantasía como un equilibrista, sin ceder nunca a la tentación de caer en ninguna de ellas. Cyborgs, macrociudades, tecnología virtual, vehículos voladores y otros puntos comunes de la ciencia-ficción, comparten escenario con la venganza, la burocracia, el deseo y las dudas. Casi como si, de esa manera, el autor mostrara su confianza en que esas cualidades, tan humanas, se mantendrán a pesar del paso del tiempo. Puede que más que una confianza, fuera la expresión de una plegaria. No lo sabemos, es otra de las preguntas abiertas que nos deja. No será esa solamente la que quede en nuestra cabeza al llegar al final del cómic o de la película. Esa idea, casi concepto etéreo, del ghost, que da nombre a la obra, tampoco queda clara. Puede que sí, pero, para ello, habrá que aprovechar muy bien las pausas de la narración y estar atento a los detalles. Es lo que hace falta para salir con vida de un paso con arenas movedizas.

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Granite & Rainbow .................... 23.X.2010 ............................ #7


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