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23 .XII.2010 #9

Granite & Rainbow

Editorial por Ainize Salaberri Directora Ainize Salaberri Diseño y creación de portada Inge Conde Correo electrónico

graniteandrainbow@gmail.com

Buzón de sugerencias, ruegos y preguntas contacto@graniteandrainbow.com

Redactores J. Álvaro Gómez, Iraide Talavera, Fusa Díaz, Salvador J. Tamayo, Verónica Lorenzo, Ignacio Ballestero, Alejandro Larrañaga, Pedro Larrañaga, Rosa Rodríguez, Noemí Camblor, Begoña Martínez, Ana Feito, David García Ávila, Marisol González Nazábal, Marta Gómez Garrido, Yanina Rosenberg e Iván Mourin. 2

Los cromos de las colecciones de Panini, Barrio Sésamo, Julio Verne, Xuxa; las lecturas obligatorias del colegio, los moratones, quitarse las postillas de las heridas de guerra al caerse de la bici o salir despedido del columpio en un alarde de valentía extrema; los cómics de Zipi y Zape y de Mortadelo y Filemón que devorábamos en la cama cuando estábamos enfermos. La infancia, la preciosa y anhelada infancia. Lo mejor de ser niño es, sin duda, la infancia, el desconocimiento; la capacidad innata de entender sin comprender, de divertirse sin preocupaciones, de

sorprender nos. Los adultos hemos visto, oído y sentido demasiado. Hemos traicionado o nos han traicionado. Hemos ganado o perdido, sabemos lo que es el orgullo herido, y también el engreído. Nos hemos enamorado. Los niños, los más pequeños, están a salvo de eso hasta que crecen. La literatura infantil y juvenil n o s a y u d a a l o s c a rc a s a recuperar parte de lo que fuimos y a reconciliarnos con nosotros mismos. Porque de tanto crecer, a veces nos perdemos demasiado. Sed bienvenidos al número 9 de la revista Granite & Rainbow.


El futuro que viene Candela López Moreno 9 años, Barcelona

LLUVIA ¿Qué será, qué será lo que cae en mi ventana, lo que cae por la mañana? Gota tras gota, tanta gota nos agota. Una tormenta se provoca, si esa lluvia se equivoca. Y me pregunto sin cesar: ¿Qué será, qué será lo que cae en mi ventana, lo que cae por la mañana? Mancha la mañana, mancha mi ventana y a la población catalana. A mi ventana mancha sin parar, dile que tiene que frenar. Y yo, ya muy cansada, de nuevo vuelvo a preguntar: ¿Qué será, qué será lo que cae en mi ventana, lo que cae por la mañana?

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ÍNDICE Literatura INFANTIL (0-12)

8 El remoto decimal 12 Roald Dahl 28 La mirada de la infancia 29 La señorita Pepota 30 Gloria Fuertes 32 Joaquín tiene problemas 35 Kris y el verano del piano 38 La fantasía interminable 43 Desde Córdoba con risas 44 Gruñón y el mamut peludo 59 Momo 61 Vacaciones en la cocina 64 Peter Pan y Wendy 67 La trastienda 69 La sonámbula en la CiudadLaberinto 73 De ratones y brujas NAVIDAD

5 Los últimos días de... 83 Libros navideños

Literatura JUVENIL

9 Dame una G, dame... 10 Memorias de Laura Gallego 15 Zafón, ante el espejo 18 Sólo un pie descalzo 21 No me dejes nunca, Brígida 26 La liga de los hombres extraordinarios 33 El peso del estigma social

36 Rebeldes 37 La reina de las nieves 51 Caperucita en Manhattan 54 El escarabajo de oro 57 Harry Potter 66 Lealtad ante todo, hermano 70 El cazador del desierto 80 Agualuna 81 Gloria la poeta

CRÍTICA LITERARIA

85 Harry Potter 86 Beatrix Potter

CUENTOS/RELATOS/POEMAS/ TALENTOS DEL MES

3 Lluvia, de Candela López ENTREVISTA

62 Miguel y sus libros 74 La buena letra RECOMENDACIONES

89 Varios autores

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Moreno 17 Diccionario de las caídas y los sueños 23 Javier F. Noya

45 Las edades de los libros 48 Silvia Zappia 78 Los primeros rayos de sol del día


Los últimos días de... la navidad por Pedro Larrañaga

Jack Sellington contempla la ciudad desde lo alto del edificio de El Corte Inglés. Ha decidido establecer allí su cuartel general porque ¿qué otro lugar podría ser más apropiado para dirigir su obra maestra? La primera vez estuvo cerca, pero no lo consiguió. Esta vez va a ser distinto porque no ha dejado ningún cabo suelto. El señor de Halloween ha trazado un plan perfecto. Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, desde 1993, cuando su fracaso fue llevado a la gran pantalla, en “Pesadilla antes de Navidad”, de la mano de Henry Selick y Tim Burton, el señor Sellington no ha dejado de pensar en su próximo golpe. En este golpe. Por eso se ríe desde lo alto de El Corte Inglés, mientras la ciudad corretea de un lado a otro bajo las luces de colores y los neones. La velocidad les impide observar al caballero de la triste figura que va a cambiar para siempre su Navidad. El eco de las carcajadas de Jack llega amortiguado hasta la planta de juguetes del centro comercial. Allí, Sally, la muñeca de trapo creada por el Doctor Finklenstein, no puede disimular su mueca de tristeza. Algo le dice que esto no está bien, pero su amor le pide seguir a su lado, obedeciendo sus órdenes.

¡Estamos aquí para ser los testigos de las gran revolución!

-

¡No pierdas de vista a nuestros invitados!

Eso le dijo antes de subir al tejado del edificio. Eso le dijo antes de encerrar en una casa de muñecas enorme, fabricada en el lejano oriente, a Burton y el Principito. Sus invitados están atados para que no puedan huir y perderse la gran revolución. Porque ese es el nombre que Jack le ha puesto a su plan. La gran revolución que ha traído para regalarle a la humanidad. Rally no impide a los invitados que hablen. Jack no ha dicho nada sobre las preguntas y las respuestas, así que les deja hablar. Además, a ella, eternamente triste, les gusta escuchar sus voces. Sobre todo la del niño. -

Entonces, señor Burton, ¿por qué estamos aquí? Para ser los testigos de la gran revolución. ¿Revolución? ¿Qué es una revolución? Mi querido Principito, una revolución es un cambio, una transformación, ese punto en el que una cosa deja de serlo, para convertirse en otra distinta. ¿Lo entiendes?

El Principito piensa en su respuesta. Busca en su cabeza otros ejemplos de grandes revoluciones. Sí, sí que sabe lo que es una gran revolución. - Sí, sí, claro que lo entiendo. Es como cuando dibujas una boa que se ha comido un elefante y todos los adultos ven un sombrero. Ellos no podían ver la gran revolución, por eso era siempre un sombrero. - Ese es uno de los problemas de los adultos, piensan demasiado en los sombreros. - Sé lo que se siente. Yo pienso en mi rosa, debe estar asustada de los baobabs. Caminando entre los muñecos de Nenuco, los peluches de Bob Esponja, los piratas de Playmobil y cajas con videoconsolas, Sally no deja de prestar atención a la conversación, imaginando cómo sería un baobab. Las rosas tienen espinas y son delicadas, pero los baobabs tienen algo de misterioso. De atractivo. Como Jack. Como el señor de Halloween que contempla el mundo que va a poner patas arriba. Entre sus pies corretea su perro Zero persiguiendo olores extraños. Huele a dióxido de carbono, a vapores de aire acondicionado, a caucho quemado en el asfalto, a bandas magnéticas de tarjeta de crédito. Huele a un montón de cosas que él no conocía. - Entonces, ¿Jack va a conseguir que todos los hombres sean capaces de ver las boas que se han comido un elefante en vez de ver siempre sombreros? - Eso quiere, pero ya no es posible. - ¿Por qué no, señor Burton? - Porque no puedes obligar a alguien a creer. - Algo tendremos que hacer, ¿no le parece? - Es demasiado tarde. - Vosotros dos, ¡silencio! 5


Oogie Boogie no sabe de buenos modales, él tan solo desearía estar No sabe si los libros pueden en el lugar que ocupa Jack. Pero es el “gran Sellington” quien tiene los grandes planes y quien es capaz de llevar a cabo las grandes cambiar algo, si la literatura revoluciones. Por eso la factoría Disney le dio a Burton y Selick el infantil puede hacerlo. dinero para una película de animación, con los elementos de la mejor fantasía infantil, pero que tocaba los mismos puntos a los que aspira un film adulto y con una complejidad, tanto técnica, como argumental, digna de las más grandes obras. Todo eso, por supuesto, no lo pensaba Oogie Boggie, aunque su indignación crecería mucho más de ser capaz de llegar a entenderlo. - Aquí lo tienes, Jack. Está asomado al borde mismo del tejado del edificio de El Corte Inglés y le hace una seña a El Principito para que se acerque. - ¿Lo ves, pequeño? - Sí. - ¿Qué es lo que ves? - Veo serpientes de colores. - ¿Qué más? - Veo semillas y proyectos. - ¿Qué más? - Veo reyes, reinas y protagonistas de aventuras épicas. - Genial. - ¿Qué es genial? - Tú lo eres. Por eso es necesario hacerlo. - ¿Qué es lo que vas a hacer, Jack? - Llevar a cabo la gran revolución. La necesaria revolución. - ¿Qué revolución es esa? Jack tiene las manos en la espalda. Ya no tiene nada más que hacer, ahora son Santa Clavos y los demás quienes deben llevar a cabo su parte del plan. Por eso puede explicarle a El Principito que él es, en realidad, el protagonista de estas Navidades. Las últimas Navidades tal y como el mundo las conoce hasta el momento. - Disfrútalo, pequeño. - ¿Por qué? - Porque todo esto es gracias a ti. - ¿A mí? En medio de todas las sombras, entre esas que cruzan puertas de tiendas y centros comerciales, que compran corbatas, colonias y la versión 2011 del ProEvolution Soccer, hay varias que llaman la atención. Al menos de todos aquellos que aun pueden ver una boa haciendo la digestión tras haberse comido un elefante. Son las sombras del avión de Antoine de Saint-Exupéry y el carro de Santa Clavos que están cumpliendo con su misión. - Jack, ¿qué estás haciendo? - ¿Yo? No, no, te equivocas. ¿Qué estamos haciendo? Esto es una obra conjunta. Nuestra. Tuya, del piloto loco, de Santa Clavos, del Doctor Finklenstein, Oogie Boogie, la serpiente, hasta de ese hombre, el señor Tim Burton, aunque no quiera aceptarlo. - No te entiendo, Jack. - Será mejor que sea un amigo tuyo quien te lo explique. En la retaguardia, oculto, astuto, atento a todos los ruidos y señales, el zorro no ha dejado de observar al Principito ni por un segundo. Ese niño no lo sabe, pero él es el principio de todo. Es quien puede cambiar las cosas, haciendo que lo único que importe sea la fantasía. Ese debería ser el regalo universal en las Navidades. Fantasía. Imaginación. Sueños. - Por eso lo hacemos, Principito, por eso te hemos escogido a ti. Por eso han decidido secuestrar todos los regalos del planeta y cambiarlos por ejemplares de “El Principito”. Por eso Santa Clavos y Saint-Exupéry se cuelan en casas, con y sin chimenea, para encontrar el lugar donde los adultos esconden los paquetes y cambiarlos por libros del escritor francés. Un niño, un Principito. Ese es el plan. Principito, tal vez no sirva para cambiar el mundo, pero debemos intentar poner la semilla. Sí, sí, sí, ¡la semilla! El germen de todo porque esto es sólo el comienzo. Después vendrán más. Momo, Atreyu, Pulgarcito, el Príncipe Caspian, Pipi Calzaslargas y todos los demás.

-

El Principito está desconcertado. Para él el mundo es su pequeño planeta, con su rosa, su cordero y los baobabs. Este es demasiado grande, confuso y ruidoso. Observa a los niños en la calle, tan lejanos, allí abajo, a decenas de metros de distancia, pero mucho más lejos en realidad. No sabe si los libros pueden cambiar algo, si la literatura infantil puede cambiar algo. 6


- Sí que puede, Principito. Recuerda. “Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos” El pequeño príncipe recuerda esa frase, jamás la ha olvidado. Por eso sigue siendo un niño. - Ellos también tienen que entenderlo. Sólo de ese modo podrán seguir creando. Sólo de ese modo podrá haber otros cuentos, otras historias, otras novelas, otros libros. Sólo así podrá haber otro “El Principito”. Jack ha titubeado. Por primera vez en medio de su gran plan, ha titubeado. - Sólo así podrá haber otra “Pesadilla antes de Navidad” Al final, mientras contempla las sombras del avión de Saint-Exupéry y del trineo de Santa Clavos. Mientras contempla al Principito, al zorro, a Sally e, incluso, a Tim Burton, sabe que hacen falta más sueños plasmados en páginas para que otros no dejen de soñar. Y así, desde lo alto del edificio, con una luna llena en el cielo, Jack Sellington ríe, borracho de un nuevo sentimiento. ¿Esperanza quizás?

Lo esencial es invisible para los ojos

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El remoto decimal, de Gonzalo Moure

por Iraide Talavera

Hace unos pocos años, tuve la suerte de ver cómo se gestaba este libro, de observar cómo sus personajes cobraban forma, de opinar sobre su estructura final. Gonzalo me dejó conocer de cerca a Apolo, Magga y Luna, de palparlos para admirar el peso de su inteligencia y sentir el color de sus emociones. Apolo es un chico superdotado de doce años. Es un experto en matemáticas, y los números son amigos que restan, suman y se combinan en su cabeza. Sin embargo, a su alrededor hay silencio, porque le cuesta mucho comunicar lo que sucede en su interior, y nadie ha descubierto aún el fascinante mundo que alberga. Por eso, se llama a sí mismo “Bicho candado”, encerrado en sus propias divagaciones. Su madre, Luna, es una mujer tierna y soñadora que adora a su hijo, pero que se siente incapaz de comprender por qué éste no es capaz de sentir, por qué se cierra en sí mismo haciendo la comunicación inaccesible. En la misma clase que Apolo hay una muchacha llamada Magga. Llegó de la India hace un par de años con una discapacidad que le impedía andar, pero ahora se ha recuperado y deslumbra a todos con su ropa colorida, su desparpajo y su inteligencia. Magga es, junto con él, la más lista de la clase, pero al contrario que el chico es capaz de mostrar sus habilidades y de expresar las opiniones que él no se atreve a formular. Mientras que Apolo esconde su talento y trata de pasar desapercibido en clase, ella no siente ningún tipo de vergüenza al alzar la voz y cuestionar los conocimientos que sus profesores le imparten. Al muchacho le encantaría ser tan abierto como ella, acercarse a hablarle y ser su amigo, y no sabe que ella también desea que eso suceda, pero que espera a que sea él quien dé el primer paso. Magga es muy lista, y sospecha que, oculto entre sus gestos y sus movimientos, hay un secreto muy importante que el chico no quiere destapar. Está casi segura de que él también posee

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una inteligencia privilegiada pero, ¿por qué se esfuerza en esconderlo? Un día, Luna decide contarle una historia a su hijo. Tal vez con ella consiga que ambos hablen más, que Apolo rasgue parte de la crisálida que lo cubre. Se trata de la historia de su tío, que según le contaron a ella de pequeña no murió, sino que se quedó a vivir en el satélite que adorna nuestra Tierra por las noches. El joven, al oír la narración, sabe que vivir en la Luna es científicamente imposible, pero la insistencia de su madre le hace querer creer en ello, dejarse contagiar por la emoción que la embarga al recuperar ese recuerdo infantil. A Apolo le gustaría hablar sobre ello con Magga para saber qué opina sobre el cuento, pero las palabras se comportan de forma mucho más arbitraria que los números. Sólo el tiempo y los sentimientos que van calando en él como el agua que resquebraja las rocas le permitirán acercarse a la muchacha que le gusta. El remoto decimal permite que los jóvenes se conozcan la realidad de las personas superdotadas, gente con una elevada capacidad intelectual que en ocasiones les plantea dificultades a la hora de integrarse con el resto del chicos y chicas de su edad, y que a veces puede causarles inquietud, al no sentirse capaces de asimilar emocionalmente todos los estímulos que su inteligencia percibe. Magga y Apolo son sólo dos ejemplos de jóvenes de este tipo, cuyo carácter no tiene por qué representar al resto del colectivo. Sin embargo, resultan muy interesantes, porque muestran cómo estos chicos deben tener el derecho a ser respetados por sus compañeros y profesores sin por ello renunciar a sus capacidades. Una gran obra de Gonzalo Moure, al que desde aquí agradezco la creación de tres personajes tan entrañables como Apolo, Magga y Luna y de una historia tan bonita como ésta.


Dame una G, dame una R, dame una A... — Ainize Salaberri

De “El fabuloso mundo de las letras” podría decir que es un libro con encanto. No es sólo un mundo creado por Sierra i Fabra para que los niños crean en las letras y lean, sino que es también una historia para que los adultos sigamos creyendo que un mundo repleto de letras, libros y juegos de palabras es posible. Porque cuando crecemos, y ahí lo malo, perdemos esa inocencia que los niños mantienen intacta hasta que se dan de bruces con la realidad. Y si leen, ese encontronazo les será mucho más fácil de llevar, porque los libros enseñan, enseñan mucho más de lo que enseña la vida. Porque en un sólo libro hay cientos de vidas, miles de posibilidades, muchísimas alegrías, y un poco de tristeza.El mundo de las letras que ha creado Sierra i Fabra es un mundo maravilloso para el que yo compraría ya mismo un billete. Es una metáfora de lo que nos ocurre cuando leemos un libro: perdemos la noción de tiempo, visitamos ciudades que nunca hemos pisado, vemos monumentos que nunca hemos tocado, conocemos a gente maravillosa –y a personas que no lo son tanto–, crecemos interiormente y compartimos sentimientos. En el libro las letras bailan y cantan, y son acertijos y juegos de palabras, y son la respuesta a todas las preguntas de un Virgilio, un chaval de doce años que no lee, que nunca ha leído, y que comienza a necesitar palabras para llenar sus vacíos. Basta un libro, le basta a él, para introducirse en este mundo, un poco temeroso, un poco incrédulo. Y le basta un paseo, el primer barrio, el zoo y el museo para convencerse de que el mundo de las letras es lo que necesitaba en su vida, lo que todos, sin excepción, necesitamos. A Virgilio “El libro” – recomendado por el escritor que ha visitado su colegio esa misma mañana, un escritor cuyo libro tuvo que leer

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obligado– le cambia la vida. Porque siempre hay un libro que nos cambia la vida y que da, nos da, el pistoletazo de salida a un mundo maravilloso, mágico, único. En la biblioteca abre Virgilio las páginas de ese libro, sin mucha convicción, y se sumerge en El fabuloso mundo de las letras. Al principio estará despistado, buscando la salida, pero pronto lo que ve, lo que lee, lo que siente, le irá cautivando el alma y todo su ser, y no querrá marcharse jamás. A Virgilio le hubiese gustado que fuera La historia interminable o El cuento de nunca acabar. Porque ocurre con la literatura, como decía mi profesor de filosofía, es que un libro te lleva a otro, y es una cadena tan atractiva, tan provechosa, tan impresionante, que cuando empiezas no puedes parar y, lo que es mejor, tampoco quieres. Es lo que le ocurrirá a Virgilio quien, abrumado en algunos momentos de la historia, sentirá remordimientos por no haber leído antes nada, por haber leído sólo un libro en su vida, por haber malgastado tanto tiempo lejos de las letras, las mismas letras que bailan sobre sus pies y sobre sus hombros en el viaje por ese fascinante mundo acompañado del alcalde. Éste, además, le enseñará el valor de la cultura, del saber, demostrándole que ser un ignorante es equivalente a no ser nada. Por eso le enseña juegos de palabras, le enseña el barrio gótico, cuyas casas están formadas por letras que se arrejuntan para crear una imagen inolvidable, y le enseña, sobre todo, a pensar. Más que nunca, eso es lo importante. Que se enseñe a pensar. Este libro es un libro con magia, espléndido, magnífico. Tierno, dulce, sabio, muy sabio, e inolvidable. Exactamente igual que los libros que leamos, estén bien o mal escritos, como diría Wilde. Bravo, Jordi.


de...

Memorias

Laura Gallego

por Ana Feito

-Mamá, ¿Dónde están los libros de cuando era pequeña? -Arriba, en el trastero, en alguna de tus cajas. Hoy por primera vez en muchos años he echado de menos los libros que leía cuando era pequeña. Cuando fui a buscarlos, entre los más de cien que tengo en todos los rincones de mi cuarto en la casa de mis padres, me di cuenta de que los había relegado a un lugar que no les corresponde. Esos fueron los primeros libros que me acompañaron: los Siete Secretos, los Cinco, la serie de Torres de Malory (gracias Enid Blyton), los Gemelos, Puck, Las aventuras de Guillermo, Heidi, Mary Poppins, velaron mis sueños durante quince años o más, porque algunos son herencia de mi hermana. Ahora siento la necesidad de ir a buscarlos, será porque llevo varias semanas leyendo literatura juvenil y disfrutando como una niña de las historias que llenan esas páginas. Pero esos libros son parte de la literatura que leímos los niños de mi generación, y seguro que más de uno que comparte conmigo la treintena ha sonreído al recordar esos nombres. De la literatura infantil y juvenil de ahora, de lo que leen los niños hoy, sin contar las sagas de J.K. Rowling y Stephenie Meyer, conocería poco o nada si no fuera por mis sobrinos. La primera vez que vi el nombre de Laura Gallego estaba buscando algo que regalarle a uno de ellos para su comunión. -Tú que estás al día en libros, hazme una lista por favor, que no sabemos cuáles comprarle que no tenga y ya sabes que no quiere otra cosa– me pidió un día su madre. Y así dediqué varias horas a buscar por Internet novedades en literatura juvenil, autores, títulos, temas que sabía que le podían interesar (concretamente dragones y magia), pedí consejo a una librera amiga encargada de la sección infantil y juvenil de su librería y todos los caminos me llevaron a Laura Gallego. Al principio vi un listado de obras que copié a una libreta– sigo prefiriendo la letra escrita en papel– y me dirigí a ver por mí misma la obra de Laura Gallego. Sus sagas ocupan un lugar destacado en las estanterías de las librerías y me pudo la intriga. Después de leer las contraportadas y escoger aquellas que me parecieron más del gusto de Miguel, le recomendé varias obras a mi amiga: Memorias de Idhún, Alas de fuego, Alas negras, Crónicas de la torre, La emperatriz de los etéreos y parece que acertamos de pleno con la elección, porque el niño ha repetido su lectura varias veces. Sin embargo, mi interés por la autora y su obra no se quedó en ese día. Poco a poco pude ir dedicando tiempo a descubrir quién es esa escritora joven que está volviendo locos a los niños con sus historias llenas de imaginación. Con solo 21 años Laura Gallego ganó el Premio Barco de Vapor. Sus primeros éxitos fueron Finis Mundi y la Leyenda de rey errante, seguidas por Memorias de Idhún que se ha convertido en un superventas con numerosas reediciones y una versión en cómic. Así que cuando la revista propuso un número dedicado a literatura juvenil tuve la ocasión y la excusa perfecta para pedir prestados a Miguel la trilogía de Idhún que, en el fondo, me moría de ganas de leer.

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-Déjame las Memorias de Idhún– le pedí a un sonriente Miguel que minutos después volvía de su habitación cargado con los tres volúmenes. Menos mal que no vivo lejos, porque los tres libros pesan. En total suman más de dos mil páginas, pero como sarna con gusto no pica yo también llegué a casa sonriendo ante la perspectiva de su lectura. Perfectos para un largo puente. Las páginas de Memorias de Idhún te transportan a un mundo de héroes, armas legendarias forjadas por gigantes, dragones, unicornios y otros animales fantásticos, hadas, profecías, todo un mundo inventando por la asombrosa imaginación de Laura Gallego. Pero sobre todo, en sus páginas, hay magia. Esa magia es la causante de que el destino de dos jóvenes quede para siempre unido al del mundo de Idhún. Su vida en Europa transcurre de una manera normal entre el colegio y su casa hasta que un día son perseguidos por dos seres mágicos que quieren acabar con sus vidas. La Resistencia evita sus muertes y es en ese momento cuando oyen hablar por primera vez de la trágica historia de Idhún y se enteran de que está en sus manos ayudar a que la profecía, aquella que dice que un dragón y un unicornio serán los que acaben con la tiranía del nigromante que gobierna Idhún, se cumpla. Comienza entonces una carrera contra las fuerzas del nigromante para encontrar al unicornio y al dragón que están perdidos en la Tierra. Comienzan las Memorias de Idhún. A partir de ahí, y en el contexto de la lucha entre el bien y el mal, la historia se desarrolla mediante alianzas, juego de poderes, oráculos, magia, amor, lealtad, hasta culminar en una batalla en la que se decidirá la suerte de Idhún. El camino no es fácil y los protagonistas crecen y evolucionan, se ven sometidos a situaciones en las que tendrán que poner a prueba sus convicciones, sus lealtades, su fe, sus sentimientos. ¿Se cumplirá la profecía? ¿Triunfará el bien sobre el mal? No voy a desvelar nada más de la historia, mucho menos cuál de los bandos vence, la lectura de Memorias de Idhún merece la pena. Así pues quien tenga tiempo libre y curiosidad por saber el final puede buscar entre sus sobrinos, hermanos pequeños o amigos alguien que le deje la trilogía, y disfrutar como he hecho yo, volviendo a sentirse más joven por unas horas, libre por un rato de preocupaciones de “mayores”, viajando página tras página a todos los rincones del mundo de Idhún. Una advertencia (o no): Laura Gallego y sus obras enganchan, así que a disfrutar como niños.

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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Roald Dahl y los prejuicios contra la literatura infantil y juvenil Matilda, James y el melocotón gigante y El superzorro por Alejandro Larrañaga “-¿Qué ocurriría si mi barba fuera de espinaca verde? – gritó el señor Wonka ¡Estupideces y tonterías! Nunca llegarán a ninguna parte si empiezan a ponerle peros a todo.” (Charlie y el gran ascensor de cristal)

La literatura infantil y juvenil se enfrenta a un prejuicio evidente cuando se la tiene que analizar y criticar. Como se supone que está dirigida a un público determinado (en este caso los más pequeños) deja de ser considerada como obra en sí misma para ser vista con los ojos condescendientes del “lector adulto”. Grandes joyas pasan desapercibidas ante sus hermanas mayores, sin que muchos –o al menos demasiados- se den cuenta de lo que se están perdiendo. La realidad es que las ataduras procedentes de ese mundo de lectores adultos, con sus ideas, sus preferencias, sus (pre)juicios, sus condicionantes sociales o particulares, son limitaciones que no tiene el público joven. Su imaginación no está coartada y pueden adentrarse con más naturalidad en los mundos inventados por las mentes creadoras de sueños y de fantasía. Ritmo y estructura Analizados detenidamente nos encontramos que aspectos como la estructura, los personajes y las situaciones son planteados directamente. Ni el lector ni el escritor quieren detener la aventura que se ha puesto en marcha: las presentaciones son claras y los mecanismos para ubicar a los personajes están perfectamente delimitados. La acción se pone en marcha y el ritmo se convierte en clave para mantener la atención de un público, a día de hoy, demasiado vulnerable a otro tipo de distracciones. La estructura responde, por tanto, a un esquema totalmente clásico. Presentación de personajes, virtudes y vicisitudes, y el entorno en el que viven. Desarrollo de la trama, donde se produce la aventura en sí misma; un viaje (físico o personal) que implica un cambio, una transformación y trae consigo un aprendizaje. Por supuesto, el desenlace, los cuentos acaban como tienen que acabar, como el fin de ese camino al que llegamos siendo otras personas, ni mejores ni peores, pero sí probablemente más sabias.

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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Protagonistas, secundarios y malvados La división en categorías no es algo realizado a la ligera. Cada uno dispone de las características específicas de su rol. Para los protagonistas lo más importante resulta la inteligencia, la creatividad, la rebeldía como respuesta ante situaciones adversas, la valentía y la disposición total para llevar a cabo sus sueños. Los secundarios tienen como papel fundamental apoyar el desarrollo de las opciones del personaje central, la bondad y la confianza ciega son necesarias, aún así, su individualidad en medio del trabajo de equipo (decisivo) es otro aspecto a tener en cuenta. Por el lado de los “malos” se produce una exaltación y caricaturización de sus rasgos, tanto físicos como psicológicos. Se plantea una disputa en la que los equipos están claros. En Matilda, la pequeña, apoyada por la señorita Honey o su inseparable Lavender, se tiene que enfrentar a sus padres, el odioso matrimonio Wormwood, o a la imposible señorita Trunchbull. Para el pobre James, cuyo único deseo es ser, simplemente, un niño y huir de sus tías, Sponge y Spiker, en el melocotón gigante, acompañado de fantásticas criaturas, un viejo saltamontes verde, un gusano de seda, una araña, un ciempiés, una mariquita y un gusano de luz. El Superzorro, intrépido como el que más, debe proteger a su esposa y sus cuatro hijos de las ansias cazadoras de los granjeros Benito, Buñuelo y Bufón (Boggis, Bunce y Bean en el original), ayudado por otras familias como la Tejón, la Conejo o la Comadreja. Lo explícito como enemigo Resulta siempre una disputa entre libertad y represión, supervivencia y control, deseo y creatividad contra materialismo y egoísmo, llegando hasta a plantear la cuestión de la justicia frente a la legalidad. Roald Dahl no necesita ser explícito en ninguno de los casos. Va sembrando en medio de la aventura cuestiones que, a poco que escarbes, te pares o lo pienses, salen a la luz. Las obras son percibidas con esa etiqueta intrínseca de infantil o juvenil, lejos de la “seriedad” y de la “trascendencia” del resto de la producción literaria. El lector baja sus defensas porque no cree estar leyendo más que entretenimiento puro. La oportunidad es excelente. Las ideas, personajes, situaciones, denuncias, realidades, retratos –de personas en concreto o sociedades en general- o cualquier cosa que salga de la mente del escritor puede fluir tranquilamente. Los apriorismos acaban convertidos en una ventaja cuando arrancaban como inconveniente y el lector, quiera o no, esté listo o no, acaba recibiendo la información. En este aspecto, alguien como Roald Dahl es un genio y sus libros no se limitan a aventuras, personajes increíbles o las historias más locas.

Roald Dahl –13 de septiembre de 1916 23 de noviembre 1990

Fuente de la imagen: http://www.tvscoop.tv/2007/09/ roald_dahl_week.html

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Roald Dahl fue novelista y autor de títulos muy conocidos como Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Las brujas, y Relatos de lo inesperado, entre muchos otros. Era británico de ascendencia

noruega. Recientemente se encontró un libro para niños inédito (de hace treinta años) ylas dos primeras páginas se subastan en internet por 1400€. Podéis leer la noticia en el siguiente link: http://www.elpais.com/ articulo/cultura/inedito/Roald/ Dahl/sale/luz/decadas/ despues/elpepucul/ 20101215elpepucul_3/Tes


LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

El mensaje que se ve o el que se quiere ver La experiencia de la lectura, la relación del lector con la obra, es una de las más personales a las que se puede enfrentar un ser humano. Y va a estar muy condicionada, ya no solo con los prejuicios con los que se acerque, sino también con el interés que ponga, la atención o sus circunstancias particulares. Es obvio, y hasta sano, que un niño, un adolescente o un adulto que comiencen a leer cualquiera de los libros que estamos tratando aquí va a ver historia sin aristas, unos personajes buenos y justos enfrentados a otros malos y egoístas. No deja de resultar una herramienta que el autor tiene a su disposición y que utiliza para intentar transmitir el deseo de cumplir nuestros sueños, de hacernos valer por nosotros mismos, de no permitir que se coarte las posibilidades, las habilidades de cada uno. La caricaturización y la hipérbole en la descripción de los “malos” nos ayuda a no tomárnoslos demasiado en serio. La idea que debe trascender no es, evidentemente, que una niña debe vivir su vida al margen de su familia, o que un niño pueda escaparse de su casa para viajar alrededor del mundo, ni siquiera que un zorro asalte las granjas de tres malvados granjeros para dar un banquete a sus familia y amigos. Eso sería reducir la cuestión y volver a los prejuicios propios del género infantil y juvenil. La metáfora, los paralelismos, ese poner en marcha nuestra mente, dejarla volar, sí que es un activo de las obras aquí citadas y defendidas (ante cualquiera obra, adulta o no). La enseñanza que siempre debería quedar –y esto sí que debería ser obligatorio para cualquier libro del mundo- es vivir nuestros sueños, ser justos, valientes, inteligentes, defender aquello en lo que creemos y a los que queremos y no tener miedo a realizar aquello que nos propongamos.

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Zafón, ante el espejo — Ignacio Ballestero El nombre de Carlos Ruiz Zafón va a estar ligado siempre a otro nombre, Daniel Sempere, y a un lugar, el Cementerio de los Libros Olvidados. Casi nos pudimos meter en la piel de este personaje que maduraba en nuestras manos conforme pasábamos hojas y hojas de aquel La Sombra del Viento que nunca quisimos que acabara. Para muchos, entre los que me incluyo, aquello fue el despertar de un autor espectacular que confirmó su facilidad para escribir buenas historias con El Juego del Ángel, unos años después. Fue entonces cuando muchos acudimos a la sabiduría de internet para saber más sobre un autor que se nos escapaba. Y nos encontramos, mira por dónde, a un novelista consumado, prolijo en literatura juvenil pero que todavía no había dado el salto al mundo adulto. La Sombra del Viento fue su prueba de madurez, pero basta con repasar su biografía literaria para ver en éste último vestigios importantes ya esbozados en otras obras anteriores como El Palacio de Medianoche, El Príncipe de la Niebla, Las Luces de Septiembre y Marina, su experiencia literaria anterior. ¿De dónde venía Carlos Ruiz Zafón, entonces? Venía de historias sencillas, de ésas que pueden ser contadas a medianoche, junto a una fogata, a un grupo de niños que se encuentra de acampada y no tienen manera de conciliar el sueño. Todas sus historias tienen el común denominador de personajes juveniles, todos los libros anteriores a La Sombra del Viento son una mezcla de lo real y lo imaginario, todas sus experiencias literarias terminaron convergiendo en una historia única que, ambientada en la Barcelona de otra época, acabó por enamorarnos a todos. Empecemos a ver elementos comunes. En primer lugar, la época: salvo El Palacio de la Medianoche, que se desarrolla en Calcuta y es más difícil de situar en el tiempo cronológico, el resto de historias se remonta a un tiempo pasado. Así, Las Luces de Septiembre y El Príncipe de la Niebla se van a la década de los treinta, mientras que Marina nos sitúa en Barcelona (sí, ya en Barcelona) a finales 15

de los años setenta. ¿Por qué? Quizá porque era más fácil descubrir cómo era la mentalidad infantil de aquellos que no tenían de todo y que disfrutaban aprendiendo de la vida en vivo y en directo, no en diferido ni por internet. A partir de ahí, las tramas se desarrollan por caminos distintos, aunque algunos de esos libros comparten matices en el final que hace que, tiempo después de ser leídos, sean incluso indistinguibles. Juguetes que se convierten en muñecos diabólicos que cobran vida para tratar de separar al protagonista de sus deseos, un tren de fuego que atraviesa las vías muertas de una ciudad enigmática que aguarda tras los muros de un orfanato, un demonio que viene del más allá a cobrar promesas pasadas a cambio de anhelos hechos realidad. Todas las historias esconden ese componente fantástico que se encuentra también en sus dos libros para adultos. ¿No? ¿No están de acuerdo? ¿No ven el parecido?


¿Acaso no es la misma Barcelona en la que Óscar Drai trata de escapar de su mundo cuando descubre el mundo de Marina? ¿La misma Barcelona en la que Daniel Sempere, unos años atrás, se adentra en el Cementerio de los Libros Olvidados? ¿No camina Óscar Drai sobre las huellas de Daniel Sempere? Y luego están los demonios. Demonios en forma de juguetes de un fabricante alocado, demonios que vienen del más allá en forma de un tren en llamas que atraviesa Calcuta o demonios que, simplemente, adoptan la forma que les apetece o que más les conviene en cada momento para tratar de cobrar una deuda con el alma de algún chiquillo. ¿No ven el demonio en La Sombra del Viento? El demonio está en el pasado de Daniel Sempere, y el pasado de Daniel Sempere no es otro que El Juego del Ángel. Pero quizá lo más fascinante de Carlos Ruiz Zafón es la facilidad con la que cuenta las cosas extraordinarias, lo realmente único que sucede día a día en la vida cotidiana. El primer amor, el primer beso, la primera noche. “El hombre más sabio que jamás conocí me había explicado en una ocasión que no existía en la vida experiencia comparable a la de la primera vez en que uno

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desnuda a una mujer. (…) Nada me había dicho de aquel tembleque de manos que convertía cada botón, cada cremallera, en una tarea de titanes. Nada me había dicho de aquel embrujo de piel pálida y temblorosa, de aquel primer roce de labios ni de aquel espejismo que parecía arder en cada poro de la piel. Nada me contó de todo aquello porque sabía que el milagro sólo sucedía una vez y que, al hacerlo, hablaba un lenguaje de secretos que, apenas se desvelaban, huían para siempre”. Fascinante, ¿no? Ese mismo amor tan puro que se esboza en sus historias anteriores aparece por primera vez focalizado en Marina, y cristaliza luego en la historia de Daniel Sempere, que consigue descifrar el embrujo de la piel trémula en un cuarto de baño abandonado, con mantas en el suelo. La lista podría seguir hasta el infinito. Sería cuestión de coger todos los libros de Zafón y leerlos, capítulo por capítulo, alternativamente. Se encontrarían muchas más similitudes en unas historias tan distintas que son perfectamente diferenciables, tan semejantes en el fondo que son fácilmente comparables. Igual que un niño primero gatea antes de ponerse de pie, y antes de correr, anda, Carlos Ruiz Zafón aprendió a escribir para los adultos a fuerza de escribir para los más jóvenes. Zafón aprendió a escribir escribiendo.


Poema Diccionario de las caídas y los sueños por Pedro Larrañaga

Descubrió el niño Un curioso diccionario: Hablaba de caídos y sueños, Sin decir palabra De los rasguños en las rodillas. Acarició su lomo suave Como el de un potro salvaje. Una página abierta al azar; Despertar: caerse de la cama ¿cuando sueño contigo? Sonrió la luna a lo lejos cuchicheando con el viento; dormir: caer agotado en el sofá ¿tras perseguir un sueño? Observó, curiosa, la lámpara, Arrimando sus ojos brillantes Desde la mesilla de noche; Tropezar: de caer estar cerca ¿por caminar soñando? Gruñó el monstruo del armario, ¿Quién perturba su descanso?; Revelar: caer en la cuenta ¿¡aún no te dicho con quién sueño!? Descubrió su madre El juego bajo las sábanas Y con los labios en sus mejillas; susurrar: caer con las palabras ¿soñadas en tus oídos?

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SÓLO UN PIE DESCALZO - FUSA DÍAZ Gabriela se sentó en el suelo frente al Espejo, de la misma forma en que hoy se sientan los niños frente a la televisión. ANA MARÍA MATUTE Gabriela es la pequeña de tres hermanas y la pequeña de todos los primos. Podría ser sólo la pequeña, pero además es insegura, tímida, despistada y diferente, lo que la convierte en carne de cañón entre los niños de la casa. Tiene, además, una particularidad que no la ayuda a camuflarse entre ellos, que hace que los demás se sientan avergonzados de ella y no quieran integrarla en sus juegos y diversiones: siempre pierde un zapato, uno sólo, sin darse cuenta. Cuando los demás lo advierten, corren a su madre a contárselo y, después, siempre, queda castigada en el Cuarto de los Castigos. Al principio se sentía angustiada, pero poco a poco se va dando cuenta de que sola es como mejor está, puesto que nadie la juzga, nadie la señala con el dedo, no hay comparación posible ni perdedores; de modo que, en esa misma habitación, Gabriela empieza a construirse un refugio donde sólo hay lugar para una persona.

Encuentra en una caja de trastos viejos ropas olvidadas, juguetes rotos y todo lo que, como ella, ha quedado abandonado en el Cuarto de los Castigos. De entre todo, hay un muñeco, su futuro guía y querido Homolumbú, que no tiene una pierna, y Gabriela rápidamente se siente identificada con él. Así fue como empezó a fabricar sus propios cuentos: para leerlos con la imaginación y cerrando los ojos.

Escarmentada, Gabriela decidió no llorar nunca, al menos delante de los demás. Pensaba que, al dejar de llorar, dejaría de sufrir. Creyó que, una vez empezara el colegio y formara parte de las niñas grandes, todo cambiaría. Pero el trato recibido en su casa se repite en la escuela, y Gabriela empieza cada vez más a ser una niña triste y melancólica, sólo que su nostalgia no llega a ser nunca de nada, puesto que no puede recordar una vida que fuera agradable, y sus recuerdos siempre están tiznados de oscuridad y cierta soledad. Apartada de todos los privilegios y placeres de sus hermanas, Gabriela decide abrir una puerta en su corazón perdido y embarcarse en una aventura donde sólo se necesita a sí misma y un poco de fe e imaginación. 18

Lo hacía así. Primero, se arrebujaba en un rincón donde sabía que nadie podía encontrarla. A través de sus párpados cerrados, nacían lentamente paisajes y criaturas.

Pero la niña enferma un día y empieza a tener mucha fiebre. Postrada en la cama y quedando ajena a la vida de los demás, un día decide levantarse y salir de la habitación en busca de algún libro de los que su padre tiene en la biblioteca. Cuando entra, una niebla maravillosa


la rodea y, al fondo, ve asomarse un libro de cubiertas rojas que la llama sin voz. Se acerca y lo observa, lo acaricia, lo quiere ya: es el libro del País del Pie Descalzo. Segura de haber encontrado un tesoro valiosísimo, se lo lleva y lo esconde bajo la almohada.

de princesas tristes, la niña hace el último camino sin la ayuda de Homolumbú, sin creer por ello que ha sido, de nuevo, abandonada: todo lo contrario, comprende que debe ser así, que si su amigo se ha alejado es porque ha llegado el momento de despertar de todo ese mundo. Para cuando Gabriela vuelve a la vida sin el respaldo de todos sus amigos, hay un niño que resulta ser vecino de la Casa de las Vacaciones. Es una gran suerte que, entre toda la Gente de la Casa, seas tú, y no otro, quien ha subido aquí, porque tú puedes revivir las otras voces.

A partir de ese descubrimiento, Gabriela, acompañada del muñeco Homolumbú, que se hace grande, o ella pequeña, se adentra en un mundo de fantasía. Incluso después de recuperarse de sus fiebres y volver al colegio (al castigo, a perder un solo zapato, a la humillación, a sentir que no la quiere nadie en absoluto, a la soledad), Homolumbú aparece como una ensoñación cuando Gabriela, con todas sus fuerzas, desea volver a esos mundos que crea con la ayuda de su guía. En ellos encuentra el amor y el cariño que le falta en su vida de verdad. Se encuentra con las cosas viejas que ya nadie quiere, que todos olvidan, que se sienten, en cierta manera, como ella: habla con las vajillas rotas que han dejado en un cuartillo inútil, con los lápices de colores que quedan solos en el colegio cuando todas las niñas se van; incluso llega al País del Pie Descalzo. Ahora, cada vez tardaba menos en comprender las palabras que brotan ocultas de cada sonido: el agua, el chisporroteo del fuego, el viento en las rendijas, los goznes de las puertas... «Todas las voces hablan», pensó, «todas las voces explican algo, o piden algo». Y todos sus amigos de viajes, absolutamente todos, saben que Gabriela no es la niña tonta y absurda que todos creen en la vida real, y así se lo hacen saber, así empieza a verse Gabriela. A pesar de que Ana María Matute en ningún momento nos dice que Gabriela despierta de su sueño porque ha alcanzado la madurez suficiente como para no influenciarse por los demás, aunque es sutil el cambio evolutivo de la niña Gabriela y, evidentemente, el personaje no deja de ser infantil y la historia un cuento triste 19

No queda demasiado para que acabe el verano, pero sí el tiempo suficiente como para que Gabriel, que así resulta llamarse el niño, comprenda y apoye a Gabriela sin necesidad de proponérselo, simplemente por un hilo mágico que los ata, una conexión maravillosa que consigue que ninguno de los dos se sientan solos. En ese verano, Gabriela aprende muchas cosas, quizá aprende Las Cosas, las que seguro va a necesitar.

Ana María Matute es una maestra de la infancia, siendo niña todavía, anciana que trampea al tiempo. En Gabriela es posible que existan recuerdos y memoria de la escritora, puesto que también era una niña diferente, algo rara, según ella, que quedaba castigada en una habitación enorme llena de armarios y, en vez de sentirse mal, se disfrazaba y jugaba a tener otras vidas además de la suya propia. Sin tenerle miedo a la oscuridad, recreaba para sí misma el bosque y todas sus criaturas, acompañándose siempre de vidas que nadie, salvo ella y los que quieren o saben, puede ver.


Gabriela presentía, descubría, minuto a minuto, la existencia de innumerables vidas invisibles, percibía el rumor de sus secretos, de tallo en tallo, de gota en gota de rocío, conducidos, a través del bosque, por los minutos habitantes de la hierba.

En Sólo un pie descalzo no hay moraleja, hay final feliz, pero no hay exceso de nada, no se trata al niño-adolescente como si no pudiera entender nada, se le da a Gabriela la inteligencia y tristeza justa para que salga adelante, para que salga victoriosa por sus propios méritos, con la fuerza de la imaginación. El niño lector de este cuento no debe ser un niño pobre de mente, de lo contrario, encontrará que los viajes de Gabriela carecen de verosimilitud y sentirá que le están tomando el pelo. Eso sí, para pequeños soñadores que creen en lo invisible, en lo que está todavía por crear, en la pequeña magia de las cosas, Gabriela podrá convertirse, como Homolumbú para ella, en una especie de guía que los irá conduciendo por un mundo de fantasía extraordinario, donde un azucarero habla y la luna se apoya orgullosa a escuchar las historias de un espejo.

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Entonces, aquel feo insecto llamado Resentimiento, que un día -ya lejano- se posó en su corazón, emprendió el vuelo y se alejó para siempre. Ana María Matute construye un mundo único y que le pertenece. No hay apenas diferencia entre el cuento adulto y el cuento infantil, siendo sus p e r s o n a j e s t a n e n t r a ñ a b l e s y, a u n q u e perfectamente reconocibles y diferenciables, tan parecidos, tan ocupándose del mismo lugar de luz y desconsuelo. No hay diferencia entre la niña Matute y la vieja Matute, siempre se acaba descorazonando por las mismas cosas, el tema siempre acaba mezclándose con su propia voz, sea cual sea el contexto, venga de donde venga la historia. Por eso, siendo el público bien distinto de tantos libros como tiene, la Matute, como cariñosamente se llama a la recién premio Cervantes, tiene un lector tan fiel: es inconfundible.

Alguna vez, a lo largo de su vida, Gabriela perdió un solo zapato. Entonces acudían a su memoria ráfagas, retazos de un país y de unas criaturas que ella conoció, y a las que creyó pertenecer. Porque todo lo que se vive permanece de alguna manera en quienes lo vivieron y donde se vivió. En esos momentos, Gabriela sentía una rara añoranza, aunque sin saber de qué. Y enseguida lo olvidaba. Porque el corazón humano es un desconocido, del que sólo se sabe que siempre anduvo -y acaso siempre andará- con sólo un pie descalzo.


No me dejes nunca, Brígida por Ainize Salaberri

Jordi Sierra i Fabra, el se siempre, el de los libros infantiles y juveniles, el ganador de tantos premios, ha descrito a Kafka en “Kafka y la muñeca viajera” tal y como yo me lo imaginaba: un ser frágil, atormentado, de gran corazón. Un ser que es capaz de montar un historia tan tierna como irreal para una niña que en el parque de Stieglitz ha perdido a su muñeca del alma. Un escritor que había dejado de escribir porque al hacerlo se excitaba tanto que le sentaba mal a su corazón, y que le sumía en un estado de nervios y de estrés incapaz de describir, ni tan siquiera, con sus propias letras. Un hombre que en los últimos años de su vida guarda un poco de la dulzura reservada a Dora, su mujer, para dársela a una niña en forma de cartas y fantasía, para que ésta pueda crecer sin dolor en su corazón por la primera gran pérdida de su vida. Porque en los recuerdos de infancia de un niño nunca, jamás, debe existir dolor. Una mañana cualquiera de un día cualquiera, de un año sin número, de un mes sin sol, Kafka pasea por el parque como todos los días, y divisa a lo lejos a una niña que llora desamparadamente, sin consuelo alguno, la pérdida de su muñeca favorita, con la que 21

dormía, a la que cuidaba desde que había nacido. Kafka no sabe qué hacer. Los niños no se le dan bien, no sabe cómo se le habla a un niño, si apenas no sabe cómo hablar a los adultos. Quiere acercarse pero el miedo le clava los pies a la gravilla del parque, que tan bien conoce, que tanto bien le hace. Discute consigo mismo, ir o no ir, he ahí la cuestión, y recuerda las dudas, el tormento, de un Hamlet al que nunca le hubiera gustado parecerse. Se apoya en el bastón, casi hace un agujero en el suelo, como para buscar las raíces y encontrar las palabras adecuadas para una niña de cinco años y medio metro, y con un impulso que le viene de no se sabe dónde, se acerca a la niña y le habla. Nadie diría que Kafka es el mayor de los dos, pues está encorvado y tembloroso, totalmente entregado al miedo y a la incertidumbre, mientras una niña no deja de llorar. Nadie diría tampoco que ese hombre que vemos frente a una inocente criatura es el escritor fuerte e inteligente que se percibe al leer novelas como “El proceso” o “El castillo”. Es más bien imagen y semejanza del escarabajo en que convirtió a su personaje Samsa en “La metamorfosis”. Poco a poco


va haciéndose Kafka con la conversación, con preguntas suaves y tiernas acerca del origen de la pataleta. Y cuando la niña le habla, a Kafka parece se le enciende la bombilla literaria y crea, como por arte de magia, la historia de la muñeca viajera.

despacho a escribir y elige como primer destino Londres. Hasta tal punto cuida Kafka de todos los detalles que coge sellos de los lugares que Brígida visita de cartas que le han mandado para hacer de esta locura una realidad factible para la niña. Y de este modo Brígida visita Londres, París, Venecia, África, Brígida, la muñeca de Elsi, se ha ido de viaje a explorar Berlín, y otros muchos lugares, sin descanso. mundo y él, el escritor que ha pedido a su mejor amigo que a su muerte queme todos sus manuscritos, él, el Kafka, por descontado, consigue su propósito, que es que más tarde se convertiría en uno de los iconos de la hacerle olvidar a Elsi que su muñeca del alma se ha ido literatura del siglo XX, el vendedor de seguros, el sin decirle adiós, como tantas veces pasa en la vida. hombre a una enfermedad pegado, él mismo, Kafka, se Elsi descubre gracias a las cartas que Brígida es feliz, y convierte por obra y gracia de su imaginación en el eso a ella la hace feliz, y a la vez que ella aprende una cartero de muñecas, y le promete a la niña que su valiosa lección –que si quieres algo has de dejarlo muñeca, Brígida, le escribirá una carta por cada lugar libre–, nosotros también lo hacemos. Y es que la que visite, y que él, el tembloroso escritor que se felicidad de los que amamos ha de hacernos felices a esconde tras la máscara de un cartero, se las llevará nosotros también. Y Kafka, quien no sabía cómo todos los días a ese banco en el que se encuentran, si escribirle, ni hablarle, a una niña de cinco años que ella quiere. Ante la afirmación clamorosa de la niña, apenas sabe leer, es feliz escribiéndole y leyéndole la Kafka comienza una aventura literaria que nunca, ni en carta al día siguiente en el banco que ya es de los dos sus mejores sueños y peores pesadillas, podía haber a una niña que asiente hacia sus palabras y sonríe imaginado. cuando lo hace su muñeca. Sin quererlo se acostumbra a tener a la niña cerca, se acostumbra a la compañía Dora, su amor de entonces, lejos de tomarle por un de Elsi y a la distancia de Brígida, sin pensar por un loco y tierno chiflado le apoya no sin unas pocas segundo que algún día, como le dijo Dora, esas cartas reprimendas. Kafka está muy enfermo, no le conviene tendrían que terminar, porque todos, incluso una niña saltar en el vacío que las letras provocan en él, sea pequeña, necesitamos pasar página para poder volver para una historia ficticia como para escribir una carta a a empezar. un amigo. Pero él, Franz, el hombre que se esconde detrás del escritor Kafka, ha dado su palabra, y su No tiene un final triste, como “La metamorfosis” de palabra nunca la rompe –menos a una niña que no Kafka, sino el final que Brígida como muñeca entiende ni de maldad ni de abandono–, y se vuelca necesitaba, que Elsi como niña merecía, que sólo por completo en su tarea de escribirle a Elsi como si Kafka, como genio indiscutible de la literatura, podía fuera la mismísima Brígida. Se encierra en su escribir.

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Talentos del mes Javier F. Noya Buenos Aires, Argentina http://www.javierfnoya.blogspot.com

Cuestionario ¿Por qué la noche? El día es una cita obligada con la necesidad. ¿Por qué tu cuerpo? Un retazo de mí -no sé cómose mantuvo a salvo. ¿Por qué la poesía? Mi resto enfermo -de vez en cuandorecuerda brindar. ¿Por qué la vida? Dudo que sea elección, tal vez por erección; quizá por tozudez.

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Talentos del mes Los acostumbrados Ya son un contorno, una buena salud declamada que sobra del paisaje delineado por recuerdos que perdieron su firmeza. Se posan en carne viva sobre las asperezas de la costumbre y derramándose llevan la mirada hasta la línea de un horizonte que sus manos dejaron huir por temor a sufrir la ausencia noches que se olviden de olvidar la pasión fingida. Pulsiones que son un antes que nada, un aletear en vacíos de cópula desgastada que se esfuman con la fibra falaz de ese envoltorio de promesas fugaces que colorea la incertidumbre de abrir los ojos. Música que se hizo ruido, ritmo que ya no marca la ansiedad, palabra que revoca los contornos construidos por el gusto aletargado que reitera lo ya dicho y se esconde en las grillas de horarios donde la voluntad asesinó su impulso. La complacencia la sostiene, impune. El final ronda sigiloso pero no se dirige hacia su destino por temor a sí mismo. 24


Talentos del mes

De a diez palabras (¿primeros salmos ácratas?) Anoche sepulté el cementerio de dios. Nunca más bendecirá armas. Esta, nuestra mañana, despertó fatigada. ¡Aleluya! No almorzará mi libertad. Hoy El salario no encadenará ni su falta nos condenará. La tarde festejará el amor: de los púlpitos sangrará envidia. Desperté luego creyendo, exultante, que había llegado nuestro primer día.

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La liga de los hombres extraordinarios Alan Moore y Kevin O’neill

— J. Álvaro Gómez "El Imperio Británico siempre ha tenido problemas para distinguir entre sus héroes y sus monstruos" Así comienza esta historia repleta de guiños literarios. Efectivamente es un cómic, pero cargado de excelente literatura. Nos trasladamos a 1898. El mundo no es el que conocemos. Las máquinas a vapor lo llenan todo, es el futuro de un Imperio Británico que todavía cubre medio planeta. Un gran malvado (como no iba a faltar un gran malvado en una gran historia) acaba de robar una fórmula que hace perder la gravedad; la cavorita. Un gran problema que podría ocasionar desastres gigantescos si cae en manos de gente indeseable.

de personas que tienen habilidades excepcionales. Un grupo de individuos que harán frente a los mayores

no les sonará, pero si les digo que fue mujer de Jonathan Harper, amigo del doctor Van-Helsing, y que el

peligros y que se enfrentarán a los villanos más famosos de la literatura fantástica. Nace así “La liga de los hombres extraordinarios”. ¿Qué quienes son? Vamos a descubrirlos uno a uno y, seguro, les conocerán a todos.

mismísimo Drácula estuvo locamente enamorada de ella, la cosa cambia radicalmente. Efectivamente, Mina Murray es la protagonista femenina del Drácula de Bram Stoker. La historia se sitúa un año después de los acontecimientos del famoso vampiro. Mina deja a Jonathan y, como se puede ver a lo largo de esta historia por el pañuelo que luce en el

La primera es una dama. Los servicios secretos del Capitanea a este grupo de Imperio Británico, el MI5, hombres. Mina Murray es su deciden reclutar a una serie nombre. Así, a primera vista 26

cuello, el famoso conde le dejó una gran y profunda huella. El segundo es el Capitán Nemo. Personaje creado por Julio Verne que nos invita, nada más y nada menos, que a su famoso Nautilus. Yo, debo reconocer, que he disfrutado con las ilustraciones del interior de este famoso submarino. Es la joya dentro de este cómic, pasear por él, es recorrer de nuevo el famoso libro de 20.000 leguas de viaje submarino. Pero Nemo no es el que se nos describe en un principio en la novela de Verne. Nemo es, en este grupo, el tipo de los inventos. Dibujado con ropa y rasgos hindúes, se hace muy diferente al creado por Verne, una imagen muy opuesta a la que nos han intentado vender con las producciones de cine.


El tercero es un gran aventurero. Protagonista de Las minas del rey Salomón. En esta historia, Alan Quatermain, representa el lado más humano de todos los componentes del grupo. Enganchado al opio y al alcohol, nos lo descubren como un viejo con viejas historias. Nada del típico blanco joven y musculado que describía H. Rider Haggard en sus novelas de aventuras. El cuarto es Hawley Griffin. ¿Y quién es ese?, se preguntan. Pero si les digo El hombre Invisible, todos ya caen en la cuenta que es el personaje de H.G. Wells. Éste sigue siendo igual en esta historia que en la suya. Un tipo prepotente, desagradable, engreído y peligroso. Es descubierto cuando, utilizando su poder de invisibilidad, se dedica a violar a jovencitas de un selecto colegio privado (busquen el nombre del colegio y de

su directora, se llevarán una sorpresa literaria; una de tantas). Le reclutan pero nadie se fía de él. Es el único con poderes sobrenaturales, mejor dicho, es de los únicos pues, cerrando el quinteto aparece nuestro último integrante. El gran Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de la novela del mismo nombre de R.L. Stevenson. La diferencia entre el Hyde del cómic y el Hyde de Stevenson, es que, mientras el de Stevenson se trasformaba en un tipo chepudo y bajito, el de Moore y O ´Neill, es grande y feroz. Es entrañable ver al Doctor Jekyll, un tipo delgado y enjuto, intentando no cabrearse para, de ese modo, intentar no transformarse. Me resultó curioso la forma de dibujar a ese tranquilo y pacífico doctor. Una grata sorpresa. Una vez presentado a los personajes principales.

Nos disponemos a viajar por la época victoriana. Primero a El Cairo, donde rescataremos de las manos de violentos egipcios a nuestro Allan Quaterman. Después viajaremos en el maravilloso Nautilus hasta Paris y la famosísima Rue Morgue (¿les suena?). Allí conoceremos a Chevalier Dupin. Pasearemos por los ambientes de prostitución del viejo Paris y tendremos una lucha brutal con el señor Hyde. De regreso a Londres, veremos la transformación al pacífico doctor Jekyll. Y nos daremos de frente con un Londres oscuro, repleto de pobreza y delincuencia. Iremos al colegio de la señora Coote y nos adentraremos hasta las habitaciones de jovencitas ricas para, en una noche, tener cara a cara al hombre Invisible. Si todo esto no le parece extraordinario, esperen a tener una lucha brutal con

UN JUEGO Les propongo un juego a los lectores (con permiso de nuestra directora). Les reto a encontrar cada detalle literario. En este resumen ya les he dejado unas pistas, según vayan pasando las semanas, iremos publicando, en nuestra web, las respuestas. De este modo, para dentro de dos números, haremos un resumen sobre los hallazgos encontrados y el nombre de los descubridores. Yo, dejo apuntado a los cinco extraordinarios, la Rue Morgue, Madame Coote, Fu Manchú, el Nautilus y Dupin. Pronto veremos lo que saben nuestros lectores de literatura. ¿Aceptan el reto? 27

el poderoso jefe chino, Fu Manchú y el descubrimiento del gran enemigo del Imperio Británico y, yo creo que también, del mundo. No se pueden ni imaginar quién puede ser… Este cómic no tiene nada que ver con la película que se rodó con el mismo nombre. Aquella era muy poco, a ver cómo decirlo, impresionante. Cuando agarren este libro (su precio es de 11,95 euros, por lo que es bastante accesible dentro de los precios de los libros de cómics) se darán cuenta que están delante de un tratado extenso sobre literatura. Observen cada viñeta con mucho detalle. Miren y busquen cada nombre de los personajes secundarios, verán y, como yo he hecho, disfrutarán de una formidable y fantástica novela gráfica.


La mirada de la infancia por Yanina Rosenberg

Me acuerdo perfectamente de los autores que marcaron mi infancia: Ricardo Mariño, Laura Devetach, Elsa Bornemann. Cómo olvidar a la graciosa Cinthia Scotch, al sabio monigote en la arena o a los temibles Muyins. Pero, ¿quién dice cuándo termina la infancia? ¿Por qué? ¿Debe la infancia terminar? Claro que no. Porque de ser así nos perderíamos tantas lecturas interesantes. Me refiero a toda una joyita: El intrépido Medio-Pollo de Patricia Suárez. Lo admito, mi acercamiento a esta lectura estuvo mediado por la avidez de mis hijos. Sin embargo, no siempre los padres nos enganchamos en la lectura a la par de los críos. Es que la historia del intrépido Medio-Pollo tiene de todo. Tiene brujas, tiene un circo, tiene sapos que son reyes y un país de los deseos: todo lo que a los chicos les gusta. Pero también tiene límpido guiños contemporáneos que enriquecen la lectura y atraen a lectores de todas las edades. Hay brujas desempleadas que buscan venganza, brujas con alzheimer, brujas que hacen yoga, un limón sindicado 28

en la Asociación de Artistas Argentinos y otros tantos personajes descabellados que sólo deben conocerse a través de la lectura del libro. Pero el protagonista es Medio-Pollo. No un pollo, sino medio. Pues, el pobre animalito ha perdido (¿trágicamente?) a su mitad. Y así, entre la aventura de desencantar el maleficio de las hechiceras resentidas, Medio-Pollo nos ofrece un pantallazo de su desventura personal. Escritora de innumerables textos para adultos Perdida en el momento (Alfaguara, 2004) y el más reciente Lucy (Plaza y Janés, 2010)- y para chicos -La bella demente (Libros del náufrago, 2010)- la singularidad de Patricia Suárez parece residir en su capacidad de adentrarse en las situaciones más desopilantes e inimaginables. Dicen que cuando uno crece se pierde aquella mirada ingenua que maravilla. Por suerte, existen autoras como Patricia que aún pueden ver las cosas a través de los ojos de la infancia. Y nos devuelven los recuerdos de aquel mundo tan grande en donde todo es posible.


La señorita Pepota (Paloma Bordons) — Iraide Talavera

Cuando eres un niño las letras te hacen sentir bien. Cuando eres mayor también, porque te insuflan con su contenido el ánimo que necesitas para vivir, para conocer y para elegir, pero la fascinación infantil ha desaparecido: La “a” deja de ser una bailarina alocada y alegre que menea la cola de su vestido de sevillana; la “e” se pierde entre las consonantes y ya no es una exclamación elocuente; la “i”, irritable, intelecutal e impetuosa ya no nos lacera los oídos ni nos hace reír con su timbre resabiado. Y así estas letras de gran fuente y alto copete son sustituidas por otras más apagadas, pequeñas neuronas que transportan su información silenciosas. A pesar de todo, no olvidamos por completo los tiempos en que leíamos en voz alta, cuando nuestro paladar era blando para toda esa consistencia alfabética, y las sílabas petardos que estallaban contra él. “Pepota, Joaquinota, Micaelota…”, los nombres de aquella historia infantil abrieron nuestra boca y nuestras vocales, mientras sus protagonistas nos fascinaban con sus maneras exageradas y sus ropas de lunares.

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La señorita Pepota fue uno de los primeros libros que me compraron. Aún recuerdo la risa que me producía su protagonista, una mujer rechoncha y de ojos saltones que decidió confeccionar el mejor de los vestidos para conquistar al príncipe heredero. No era habitual que un personaje tan importante pasara por la aldea de Quintopimiento, y tanto Pepota como el resto de mujeres casaderas del pueblo habían decidido ataviarse con sus mejores galas para que las eligiera a ellas. ¡Un príncipe soltero necesitaba una esposa! Como Pepota era la mejor costurera, todas le pidieron ayuda. Sin embargo, ésta se resistió a coserle a nadie el vestido. Quería ser la más elegante, nadie podía robarle el puesto. Por eso, aquella misma tarde se puso manos a la obra: Compró la tela de lunares más cara, la llevó a casa y empezó a diseñar las partes que iba a llevar su obra de arte. Por desgracia, estaba tan nerviosa que el resultado no la convenció, por lo que decidió cambiar las partes del vestido y añadirle adornos. Después de mucho coser y cortar, la prenda era un extraño amasijo de lazos y cremalleras asimétricas, pero ella se acostó contenta.

Al día siguiente, todas las mujeres de Quintopimiento se reunieron para esperar la llegada del príncipe. Para la gran sorpresa de Pepota, el resto también había optado por un vestido de lunares, aunque no tan raro como el suyo, que con tanto adorno provocó las risas de todo el pueblo. A pesar del enfado general al ver que todas llevaban el mismo atuendo, esperaron pacientes la llegada del príncipe. Y llegó, pero tan rápido como llegó se fue. Vieron cómo el majestuoso coche pasaba como una exhalación por la aldea, dejando a su paso humo gris y un montón de caras sorprendidas. Así todo, mucho más se hubieran sorprendido de haber sabido que el príncipe era… ¡Un niño de siete años! La señorita Pepota es un libro plagado de personajes caricaturescos que nos despiertan un poco de compasión pero que, sobre todo, nos hacen reír mucho. Si el libro tiene alguna moraleja, ésta es que es mucho mejor ser fieles a nosotros mismos que ornamentar nuestro aspecto hasta dejarlo irreconocible, de tal modo que el príncipe o la princesa de nuestros sueños no puedan ver lo que hay bajo tanto oropel.


El hada acaramelada es Gloria Fuertes

por Noemí Camblor

«La gloria pertenece al que ha sido poderoso en palabras y obras, al que haciendo el bien no lo hace triunfar sellándose con su sangre.» Eurípedes. ¿Han sonreído? Cuando han leído el título, digo. Porque eso es lo que me ha ocurrido desde hace semanas. Durante estos días yo podía mencionar a alguien: —tengo que preparar el artículo —, y siempre se sucedía la misma conversación, preguntaban: —¿sobre quien? —, y yo: — Gloria Fuertes. Y entonces mi interlocutor, fuera quien fuese, irradiaba una sonrisa que envolvía todo el local acompañado de un timidísimo pero aún así perceptible suspiro: — Anda…Gloria Fuertes…—. Esto ha sucedido una, otra y otra vez. Me parecía muy curiosa y divertida la reacción de la gente al nombrar a Gloria Fuertes, hasta que finalmente me di cuenta de que también yo pronunciaba su nombre con los ojos achinados, e incluso ahora mismo, sonrío. Una enorme sonrisa: eso es Gloria Fuertes para todos los que crecimos con ella. ¿Se acuerdan? Pelo cano, cortado como un chico. Mujer robusta. Poco femenina, ¡a veces llevaba corbata! Y su voz, su inconfundible voz siempre vibrando con una peculiar ronquera que sólo podía ser provocada por la ternura. Sonaba a un ronroneo: Cucú, cantaba la rana Cucú, debajo del agua Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998) es el espejo en el que se reflejaron la paciencia, la tolerancia, el sincero interés por los demás, la modestia y, cómo no, el amor. Pero Gloria Fuertes no acaba aquí, la Gloria que conocemos empieza ahí. Me explico: ahora que he tenido la oportunidad de investigar un poco más sobre su vida y su obra, mis sentimientos de agradecimiento por dejarme tener en mi haber infantil su figura se engrandecen, ya que ahora sé que la Señora Gloria sufría, y sufría mucho, pero lejos de encerrarse en su poesía quebrada por la soledad de adulto, proponía miles de versos, cuentos y teatrillos para mi aprendizaje y jolgorio. Y es que por si no lo saben, Gloria Fuertes es una poetisa con decenas de reconocimientos literarios, no sólo por sus obras infantiles sino también por sus composiciones literarias mayores. Gozó de gran prestigio en los círculos literarios y, no se puede obviar, gran cariño de todos aquellos que la conocieron. Sin embargo su vida dura y solitaria, sin el amor de un hombre, ni un hijo inspirador de sus poemas, le dolió desde siempre y hasta su muerte; así lo rezan muchos de sus versos:

Soy como esa isla que ignorada, late acunada por árboles jugosos, en el centro de un mar, que no me entiende, rodeada de nada, —sola sólo—.1

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Desde que he podido comprobar su trabajo para adultos mi admiración por ella se multiplica, no como poetisa que de ese reconocimiento siempre ha gozado en mis recuerdos, sino como mujer y como persona. ¿Hay mayor lección de entereza que la de sobreponerse a sus sentimientos más íntimos para componer un bagaje literario divertido y jovial para los infantes? Pocas personas pueden decir que ante la adversidad personal, callan y sacan su fuerza para regalar el corazón por ahí. A los padres de esta escritora, el nombre se lo ha tenido que inspirar el mismísimo Universo, porque más que un nombre es una definición: ella era, es, Gloria y Fuerza. No debemos acabar hablando de ella sin volver a sentirnos alegres y tiernos, no creo que le gustara; y yo en concreto, sin recomendarles que estas Navidades, las próximas, las siguientes y en mitad del verano, lean a sus hijos, a sus sobrinos o a sus alumnos, cualquiera de los cientos de poesías que Gloria Fuertes escribió, inolvidables en fondo y forma. Ya que estamos en esta época, recordemos con esta estrofa un mensaje navideño que seguro está en los pensamientos de todos: Bruja Burbuja, Bruja blanca, De rana de anca Y pelos de ajo. Haz un brebajo Para que los pobres Tengan trabajo.2 Les tenía reservado para el apoteósico final de este artículo un pequeño pero espléndido regalo de Navidad. Para ustedes y para sus hijos: Todos al ordenador, escribid la dirección y escuchad a Gloria Fuertes con su ronca y viva voz aprendiendo y sonrientes http://bib.cervantesvirtual.com/bib_autor/fuertes/fonoteca.shtml

En esta Navidad, que la vida les sonría. Noemí Camblor :D

1 La

isla ignorada. Gloria Fuertes. Fuente: http://www.poesi.as/ gf50010.htm.Visitado,10 de diciembre de 2010. 2Versos fritos. Gloria Fuertes. Edit. Susaeta Ediciones. 2009. Pié de foto: Gloria Fuertes

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Joaquín no tiene ni uno, ni dos, ni tres problemas. Joaquín tiene muchos, muchísimos problemas. En la escuela, en casa, con su hermanito, con Clotario, con sus padres, con su abuelita y con tener que darle besitos constantemente... Parece que Joaquín está cansado de ser niño, sobre todo cuando las cosas le salen mal.

Joaquín, Joaquín... por Ainize Salaberri

“¡Eso nunca!”, oigo gritar al Joaquín que recuerdo de cuando tenía ocho años y me regalaron este libro por mi cumpleaños. “¡Ser adulto es un aburrimiento! Y sino mira a la profe de mates, a la señorita Hortensia, que es una aburrida de mucho cuidado, o a mi papá, siempre estresado por el trabajo, o a mamá, que tiene que aguantar al insoportable de mi hermanito. Y no, no son celos, es que es insoportable. Ha venido para hacerme la vida imposible, con sus lloriqueos y sus chantajes emocionales, como si no tuviera suficiente teniendo que ser Joaquín todos los días.” Joaquín, en realidad, es un niño adorable que está, simplemente, aprendiendo a serlo. Pero parece que el pobre siempre lo hace por la vía equivocada. Y es que siempre busca el camino más corto, sin saber que es siempre el más peligroso. De esta manera, Joaquín, a quien vemos ilustrado en el libro con más cabeza que cuerpo y con un gesto torcido y serio, cuando no travieso, se mete en los líos más impredecibles para sacarnos a los demás una sonrisa y sus padres un disgusto. Porque otra cosa no, pero Joaquín tiene presión en casa y él no sabe reaccionar, claro. “Siempre me dicen que saque buenas notas, que me porte bien con mi hermanito, que un día yo también fui pequeño y gritón y llorica y que también tuve la cara roja y rosa, y que por eso me tengo que comportar, porque ahora soy el hermano mayor y tengo que dar ejemplo, y están siempre con sus tonterías de mayores: que si recoge el cuarto, Joaquín, que es una leonera, que si cómete las verduras para crecer, que si dale un besito a la abuelita porque es mayor y a los mayores hay que tenerlos contentos, que si cruza bien la calle, que hagas los deberes y no te entretengas con linternas, que si... Me aburren, y ellos también se deben de aburrir conmigo porque mamá me lo dice todos los días. Es una pesada. Eso también me lo dice. Gritando.” A Joaquín lo que mejor se le da es sacar de quicio a los adultos y hacer trueques en la escuela. Si cuando éramos pequeños nos gustaba ir a cambiar cromos en el recreo en las plazas donde jugábamos, a Joaquín y su banda de los vengadores les gusta cambiarse juguetes. Por ejemplo, Joaquín se gastó un dinero en una linterna, y de tanto usarla se le acabó la pila, claro. La llevó al colegio y la cambió con Rufo por un silbato. Imaginad lo feliz que debía estar la madre ante tamaño trueque. Lo que os decía, que a Joaquín lo que más le gusta es ponernos los pelos de punta y sacarnos de nuestras casillas. Aún así, si algo conoce este muchachito travieso, es el valor de la amistad y de la familia. Si alguien se mete con un amigo suyo, lo defenderá. Si alguien se mete con la birria del ser chillón y cagón de su hermano Leoncio, también lo defenderá. “¡Eh! ¡Oiga! ¡Redactora! ¡Retire lo de cagón y chillón! ¡Y lo de birria! ¡Es mi hermano!”

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El peso del estigma social

Por Marisol González Nazábal En el mundo occidental femenino, bien se sabe, hay algo más importante que ser inteligente o tener buenas ideas. Más importante que ser buena persona y tratar bien al prójimo. Incluso más importante que ser honesta. ¿Lo adivinaron? Eso tan importante para las mujeres que vivimos en esta mitad del planeta es ser FLACA. ¿Y por qué es tan importante? Porque así nos lo han impuesto los medios de comunicación, la moda y, por qué no, nuestras propias parejas o gente cercana. Víctima de esta distorsión de la imagen y del mundillo anti-gordas en el que habitamos es Rafaela, la adolescente excedida de peso que protagoniza el libro homónimo escrito por la argentina Mariana Furiasse a principios de siglo. Este, hay que decirlo, no es ni de cerca una obra maestra de la literatura, pero sí se lleva las palmas (y algún que otro premio) por tratar una temática siempre vigente, que llegó desde hace tiempo para quedarse. 33

“Los kilos me pesan. No tanto como me pesan las miradas”. Con esta frase, dura como una roca, empieza la historia, narrada en primera persona por Rafaela a modo de diario íntimo. “Vos con unos kilos menos serías una diosa”, le comentan sus amigas, como si supieran a ciencia cierta que las diosas medían 90-60-90. La joven de 16 años es “tímida y callada”, lo que la ayuda a pasar desapercibida, y se compara con su madre y su hermana, dos “flacas zaracas”, según su propia descripción. Para darle vida a su personaje, Furiasse ha recurrido al estereotipo de la persona obesa cuya personalidad destila calidez y honestidad y que además tiene interés por los libros, el cine y el violín. Como si su exceso de peso la obligara a ser intelectual. Por supuesto, las características de nuestra (anti) heroína hacen que nos enternezcamos, que nos apiademos, que nos pongamos –por momentos- en sus zapatos.


Ella jamás ha tenido un novio, ni siquiera ha probado el sabor de otra boca. Sufre las burlas de sus compañeros, que la tratan de “vaca” y el hostigamiento de su mamá que le asegura que si sigue comiendo del modo en que lo hace va a “parecer un tanque”. Pero entendámonos: ni todas las gordas son brillantes y buenas ni todas las flacas son descerebradas y malas.

la rubia en mi cabeza. Flaca, alta, esbelta. Me llevaba como una cabeza. Piernas largas, ombligo al aire. Brazos trabajados, quemados. Nariz respingona. Y al lado, yo. Más petisa, ancha, gorda, sin gracia. Piernas gordas. Ombligo tapado porque al sentarse se pierde entre los rollos de la panza […] Ni a los talones le llegaba”.

A pesar de que todo parece salir mal para Rafaela, un día Simón le dice “Te quiero” y la besa. La alegría del lector se desvanece al descubrir junto a ella a través de un mail que él “está confundido” y que prefiere no verla más hasta estar seguro de lo que siente. Lo sorpresivo es sin duda que esto ocurre en la anteúltima página del libro. Cuando creíamos que Furiasse nos iba a dejar contentos con un final feliz al mejor estilo comedia romántica Hollywoodense, nos apuñala por la espalda con el visible arrepentimiento de un príncipe azul que destiñe y con una adolescente obesa a la que le hicieron un amague, a la que le dieron “una muestra gratis” de todo lo que se pierde Un día, el diario cae en manos de Simón, quien no en su cuerpo. “Quiero ser una más”, ruega. “Yo quiero resiste y lee la primera página, aquella que contiene la encajar”, afirma. “Estoy tan triste que lo único que frase dura como una roca. Esto hace que entre ellos se quiero es desaparecer”, sentencia. De este modo, el produzca un acercamiento aún mayor. Sin embargo, él mal sabor de boca al cerrar el libro permanece durante sigue bailando con otras chicas delante de Rafaela. Y largo tiempo y nos identificamos por momentos con para colmo, ella escucha en una conversación de baño sus pensamientos. Con Rafaela, Furiasse se ha de mujeres que la amiga de Simón “no sólo es gorda asegurado una larga permanencia entre los libros de sino también fea”. Lágrimas amargas empapan sus lectura obligatoria de los colegios secundarios rechonchas mejillas. Y vuelve a la comparación: “Me argentinos, lugares donde paradójicamente el rechazo miré en el espejo del baño. Había quedado el reflejo de hacia los gordos es moneda corriente. La vida de Rafaela da un giro inesperado cuando un compañero de su escuela tiene un gesto amable con ella. Por sus malas experiencias pasadas, la adolescente desconfía y cree que se trata de alguna broma pesada, dado que el joven es lindo y popular. Luego de varias idas y vueltas, ella y Simón se vuelven amigos. Y, cual Cenicienta de su Príncipe, se enamora de él. Durante numerosas páginas, no sabremos si él siente algo por ella o si su amistad es sincera. Mientras tanto, él sale a bailar con otras chicas y Rafaela ahoga sus penas entre tortas y helado.

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Kris y el verano del piano (Enriqueta Antolín) por Iraide Talavera Los veranos son siempre una promesa. Agosto se despliega en 31 días, mares, costas, sol y lo desconocido. Al menos así es para Cristina, a quien le gusta que la llamen Kris. Vive en Madrid, pero sus padres la han enviado un mes a Valencia, a casa de sus tíos abuelos, ya que la relación de ambos no marcha muy bien y desean arreglarla sin afectar a la niña. Kris tiene doce años, y se siente muy emocionada ante la perspectiva de viajar sola. ¡Es su primera aventura como chica independiente! Por eso, decide empezar a plasmar todas las anécdotas que le sucedan a lo largo de ese mes en un diario. Al llegar a la estación de trenes de Valencia se encuentra con su tía Flora y su tío Cosme, a los que ya no recuerda. Son mucho mayores de lo que pensaba, casi son unos abuelos, y sus pintas son un tanto estrafalarias. Por lo menos parecen simpáticos aunque, como Kris le relata a su diario esa noche, le aterra pasar todo el verano con gente tan mayor. ¡Qué aburrimiento!

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Al día siguiente se levanta un poco desanimada, pero el ánimo se le levanta en seguida al saborear el delicioso desayuno que le ha preparado su tía y comprobar lo marchosos y juveniles que son en el fondo sus parientes valencianos. Después de desayunar, su tío le dice que le enseñará el camino en bus hasta la playa para que pueda llegar por su cuenta los próximos días. Luego se despide de ella y le dice que pasará a recogerla a la hora de comer. Sola en mitad del paseo de la playa, Kris ve a un grupo de chavales jugando en la arena. Tendrán más o menos su edad, y todos la miran con curiosidad. De pronto, a nuestra protagonista le entra un enorme deseo de hacer una pirueta en la arena, acción que ejecuta con gran habilidad. Las chicas de la pandilla, al ver esto, se ponen en fila y la imitan con maestría. La exhibición continúa hasta que Kris, con muy mala fortuna, aterriza

sobre la barriga de un señor después de dar una voltereta. Esto provoca las carcajadas de todos los chicos, que desde ese momento la integran en su pandilla. Así conocerá a Vío, Clara, a los tronchantes gemelos o a Enric, un chico serio y formal que le produce mucha curiosidad. Los días de ese caluroso agosto pasan volando en su compañía, y Kris se da cuenta de que este primer verano en Valencia está operando varios cambios en ella. Ya no es una niña, se está haciendo mayor. Kris y el verano del piano marca el abandono de la niñez y la entrada en la adolescencia, época cuyos temas centrales son la amistad, la progresiva independencia de los padres y el descubrimiento del amor. Por eso, es una lectura muy adecuada para chavales de primero y segundo de secundaria, y también para que, a medida que vamos creciendo, nunca olvidemos la ilusión que la vida y los veranos nos hacían sentir cuando éramos jóvenes.


“Rebeldes” S.E. Hinton

por David G. Ávila

Hubo una época de mi vida en la que me sentí realmente perdido, solo, abandonado al azar de los acontecimientos en un mundo regido por normas, leyes y moral que no terminaba de entender. Tendría unos catorce años cuando me quedé sin amigos. Yo recordaba que alguna vez los tuve, pero quizá mi definición de la amistad no era la más acertada. Me sentía tan solo que en la fiestas más importantes de mi pueblo me escondía debajo de la cama para evitar escuchar el sonido eléctrico y descarado de los fuegos artificiales, para hacer oídos sordos a los ohhhh!!! y aahhhh!!!, del gentío en la calle. Y también me servía para esconderme de mí mismo, del sonido de mis rabiosas lágrimas. Con el tiempo llegué a recuperar el vínculo social. Lo más típico y tradicional en tierras vascas son las cuadrillas, y yo formé parte de una. Y así volví a sentirme respetado, querido, arropado, en comunidad y en sintonía con una pequeña manada. Ya nunca volví a perderme el estallido colorista de ningún cohete, y entré de lleno en el círculo vicioso de las borracheras de fin de semana, las insulsas charlas sobre marcas de coches, deportes, dinero, chicas, sexo, drogas, mucho ruido, poca música y menos libros. Al leer por primera vez “Rebeldes” de Susan E. Hinton, aunque los Estados Unidos de los años 60 y 70 parezcan tan lejanos, he vuelto a ponerme en la piel de un adolescente de un pueblo costero del Pais Vasco. Las similitudes de fondo son tantas que prefiero dejar hablar al libro primero para después mezclar mi memoria con la literatura: -“...aquí las bandas organizadas son una rareza; no hay más que grupilllos de amigos que se juntan, y la guerra tiene lugar entre clases sociales. Una riña, cuando se arma de veras, suele nacer de una pelea por rencor a la que los contendientes van con sus amigos.” -“Sacas la cara por los colegas, sin importar qué hagan. Cuando estás en una pandilla, defiendes a cualquier miembro. Si no sacas la cara por ellos, si no permaneces unido, si no actúas como hermanos, ya no es una pandilla. Es una manada. Una manada enmarañada, desconfiada, venga reñir, como los socs en sus clubs o las bandas callejeras en Nueva York o los lobos en el bosque.”

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Bien es cierto que en un pueblo como Bermeo apenas había peleas, y menos entre grupos sociales. Pero sí existía una gran diferencia de posición social a semejanza de los greaser y los socs, pero sin rasgos físicos o de estilos de vestir tan marcados. Por fortuna mi adolescencia no fue tan violenta ni tan llena de extremos irreconciliables. Sin embargo, el gran trabajo de S.E. Hinton, escrito cuando tan sólo contaba con diecisiete años, ha sido un referente para una gran cantidad de jóvenes que rondamos o pasamos levemente los treinta años de edad. Y lo he podido comprobar. Muchas personas se acuerdan de Ponyboy, el protagonista y autor en primera persona de las palabras que descubrimos en “Rebeldes”. Un joven grasiento más, como les llamaban despectivamente los socs o dandys, pero con una especial sensibilidad para narrarnos las enormes diferencias sociales de los barrios de los extrarradios de las grandes urbes, y el vacío de inquietudes y aspiraciones de los adolescentes que llenan con alcohol, cigarrillos, ligues, carreras de coches y peleas: “Greaser, los chicos del East Side. Son más pobres que los socs de clase media. Y tienen conciencia de serlo, como en la actualidad. Los Greasers son un poco como los quinquis; robamos cosas y conducimos viejos coches trucados y atracamos gasolineras y armamos una pelea entre pandillas de cuando en cuando.” “Estamos casi tan unidos como hermanos; cuando creces en un barrio tan cerrado como el nuestro, terminas por conocer a los otros verdaderamente bien.” “En el barrio es difícil encontrar un chaval que no empine de vez en cuando. Pero Soda no toca ni un gota; no le hace falta. Se emborracha nada más que con vivir. Y entiende a todo el mundo.” “Los socs están siempre tras un muro de reservas, muy al tanto de no mostrar su verdadera personalidad. -Por eso estamos alejados-dije-. No es cuestión de dinero, sino de sentimientos: vosotros no sentís nada y nosotros los sentimos todo con demasiada violencia.” Sin embargo, queda espacio para la ternura, el amor, el cariño, sentimientos que la violencia y la presión por ser un hombre rudo y guay a los diecisiete años impide compartir de forma natural con tu pandilla. Así es Ponyboy, un testigo sensible y cercano a todos, pero que sirve de catalizador para quitar las máscaras y redescubrir las soledades en las que vagan los chicos más duros del barrio: “Quiero a Soda más de lo que nunca he querido a nadie, papá y mamá incluidos. Siempre está encantado de la vida y no para de sonreír, mientras que Darry es seco y severo y casi nunca sonríe. Claro que Darry, a los veinte años, ya ha pasado por casi todo, ha crecido muy deprisa. Sodapop no crecerá nunca. No sé qué es mejor. Me enteraré un día de estos.” “Rebeldes” fue llevada al cine por Francis Ford Coppola en 1983. Tuvo un gran éxito y fue una maravillosa adaptación, a pesar de que, en mi humilde opinión, el libro vuelve a ser la mejor herramienta para desplegar con palabras y letras algunas de las incógnitas más recurrentes en la historia del ser humano. ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿Por qué utilizamos la violencia si no resuelve nada? ¿Qué hace que estemos tan separados los unos de los otros? ¿Por qué la muerte y el odio sigue venciendo al amor y a la solidaridad? 37


La fantasía interminable por Pedro Larrañaga Lo recuerdo. Por supuesto que lo recuerdo. ¿Cómo podría haberlo olvidado? Lo recuerdo perfectamente porque fue mi último caso. Después de aquello no pude volver a trabajar. Terminó conmigo, no volví a ser el mismo. Perdí todo el respeto que podía tener. En mi profesión no había espacio para la fantasía o la imaginación. Todo se reducía a la lógica. Por eso fracasamos. Por eso fracasé. Todo empezó con el aviso de una desaparición. Un niño no había vuelto a casa y, aunque aún no habían pasado las veinticuatro horas, decidí acercarme a ver qué sucedía. No había nada extraño en principio. Las mismas preocupaciones, los mismos problemas y las mismas discusiones que todas las familias. Pero el niño había desaparecido. Sí, su nombre era Bastian. No había pistas. Preguntamos en el colegio, a sus amigos, en el vecindario y en la biblioteca. Era un pequeño solitario que le gustaba pasar tiempo leyendo. Solo con su libro. Con aquel libro. Era la única pista que teníamos. Un libro con un extraño símbolo en la portada, escrito con tinta de dos colores distintos y que hablaba de un mundo imaginario. Un mundo llamado Fantasía. Pasaron los días y el niño seguía sin aparecer. Los padres se hundían cada vez más, pero no había nada que hacer. Se había esfumado. Todo se habría quedado en otro caso sin resolver, pero terminó complicándose. 33

Al día siguiente otro niño no volvió a casa. Después otro más. Y otro. Y otro. Así hasta que todo se nos fue de las manos. Nos apartaron del caso. Iban a hacerse cargo unos cuerpos especiales, con medios más modernos y tipos de trajes caros. Pura fachada, porque ellos tampoco encontraron más. Y los chavales seguían desapareciendo. Recuerdo que era de madrugada, pero no podía dormir. Hacía semanas que no podía. Veía niños fantasmas por todas partes. Todo cambió con la primera línea. Al primer párrafo me había olvidado de mi piso sucio y frío. Tras la primera página creí volverme loco. Estaba allí. Todo estaba allí. El reino de fantasía. Vetusta Morla. Fujur. Atreyu. La emperatriz infantil. Y Bastian. Sí, resultaba increíble, pero estaban allí. No pude decir nada porque sabía cómo sonaba. No pude decir nada y me sumergí en el libro por completo. Sabía que era la única forma de dar con el niño. Con él y con todos los demás. Seguí el rastro del guerrero en busca del Oráculo del Sur. Recorrí páginas y páginas mientras los límites de mi casa desaparecían para confundirse con los márgenes de aquel mundo que se me abría. Cada palabra era una nueva aventura, una nueva sorpresa y un correr para tratar de escapar de aquella Nada que crecía y crecía. Ya no pude cerrar el libro. Aquel tipo, Michael Ende, conocía a la perfección todos los pasos de

Bastian. El mismo niño que había desaparecido. Él lo había hecho adentrarse en aquel mundo, dejándole pedir deseo tras deseo, a pesar de que eso le hacía perder sus recuerdos. Mi conciencia me decía que debía llamar a alguien, salir tras ese Michael Ende y hacerle unas cuantas preguntas. Pero no podía. No podía dejar que Fantasía se viniera abajo. Bastian era el único que podía darle un nuevo nombre a la emperatriz. Aquella niña frágil era la pieza clave de toda la historia, era quien hacía correr a Atreyu y volar a Fujur. Mi pensamiento lógico me pedía que detuviera todo aquello, pero mi imaginación me decía que allí estaba la respuesta. Que sólo si fantasía seguía viviendo los niños podrían volver y seguir siendo niños. Hija de la luna. Ese fue el nombre que le puso Bastian. Ese fue el nombre que le devolvió la vitalidad, como antes que él habían hecho otros cientos de niños. Puede que usted, que está ahí enfrente o yo mismo, también le hubiéramos puesto una vez nombre a la emperatriz infantil. No lo recuerdo, pero me gusta imaginármelo de ese modo. Por cierto, no me lo ha preguntado, pero Bastian volvió a aparecer. Feliz, contento y lleno de vitalidad. No contó nada. No supo decir dónde había estado. Ni él ni ninguno de los otros niños desaparecidos. Estuvieron allí, en la Historia Interminable.


LA REINA DE LAS NIEVES - FUSA DÍAZ El niño estaba muy asustado y hubiera rezado un padrenuestro, pero sólo se acordaba de la tabla de multiplicar LA REINA DE LAS NIEVES El espejo y sus fragmentos De por sí un espejo debería ser un objeto mágico y aterrador: nos devuelve una imagen y nosotros, fieles y servidumbres, confiamos en lo que nos retorna y lo reconocemos como propio. En La Reina de las Nieves un duende construye uno que consigue que todos los que en él se miran vean algo horrible y espantoso. Cualquier criatura hermosa, al mirarse en el espejo del duende, se verá feísima. Sus aprendices llevan el espejo por todo el mundo para que nada bonito sea considerado como tal, de manera que los paisajes más bellos se convertían en campos llenos de espinacas hervidas y una peca cualquiera se hacía grande y horrenda. Una vez cumplido su objetivo, decidieron llevarlo al cielo para burlarse de los ángeles. Pero, cuanto más subían, más pesaba el espejo y más dificultades tenían los duendes para llevar a cabo su misión. Exhaustos, se les cayó de las manos y se estrelló contra la tierra, esparciéndose en mil partículas y cristales diminutos por el aire de todo el mundo. Esos pedazos se iban metiendo en los ojos de la gente y, en el peor de los casos, en el corazón, helándolo y haciendo que sus dueños vieran todo a su alrededor con las propiedades intactas del espejo. Dos amigos inseparables Kay y Gerda se querían tanto como se quieren los hermanos. Vivían tan cerca que se encontraban todos los días en el espacio que quedaba entre las dos buhardillas de las casas de sus padres. Dejándose llevar por la magia de las palabras de la abuela, continuamente escuchaban los cuentos que ésta quería contarles. Así fue como oyeron hablar por primera vez de la Reina de las Nieves, la reina del enjambre de las abejas blancas que es la nieve. Sin quedarse nunca en la tierra y yéndose a vivir a las nubes más negras, la Reina de las Nieves algunas noches se paseaba por la ciudad. Una de esas veces estaba más cerca de lo que creían, pues aquella misma noche un pájaro grandioso y blanco pasó solemne por la ventana de Kay. Al día siguiente, el niño notó un pinchazo en el corazón mientras estaba con su amiga Gerda y, para mala suerte de los dos, se trataba de una de las astillitas del espejo del duende maligno. A partir de aquel momento, por supuesto, su comportamiento cambió completamente. Ya no era cuidadoso, arrancaba las rosas sin piedad, dejaba sola a Gerda por irse con los muchachos y, por culpa de aquel cristal que le había congelado el corazón, todo a su alrededor era mucho más horroroso de lo que en realidad era. Una tarde, cogió su trineo y se fue a la plaza, donde estaban todos los demás chicos. Uno de los divertimentos era atar una cuerda a los carros que por allí pasaban y dejarse arrastrar. Sin timidez y con cierto descaro, Kay se ató a un carro bien blanco y se dejó llevar. Cuando estuvo aburrido, intentó desatarse, pero entonces ya era demasiado tarde: el carruaje era el de una dama blanca, señorial, y no iba a dejarle irse tan fácilmente. Kay no volvió al pueblo para tristeza de todos sus amigos y seres queridos.

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El jardín de las flores encantadas Todos creyeron que el chico había muerto y Gerda no podía soportar la idea, así que se negó a creerla y, en su corazón, su amigo todavía estaba vivo. Pero el sol, las golondrinas y el río le dieron señales que ella no pudo omitir. Gerda le ofreció al río sus zapatos rojos para que le devolvieran a su amigo. Las olas parecieron decir que sí y creció en Gerda una luz y una fe inquebrantables: lanzó sus zapatos, que tanto le gustaban, a la corriente... el río hizo devolver los zapatos a la orilla y, lejos de conformarme, la niña volvió a lanzarlos, esta vez con más fuerza. La barca desde la que los lanzaba no estaba bien amarrada y con el impulso se fue río abajo. Con cierto temor, Gerda sabía que el río la había aceptado, que Kay no estaba muerto y que acababa de empezar una aventura que estaba dispuesta a vivir si de ese modo volvía a ver a Kay. El río la llevó a las manos de una anciana que estaba deseosa por tener a una niña bonita como ella bien cerca, así que, después de escuchar su todavía corta historia en busca de su amigo, la mujer la agasajó haciendo que ésta se olvidara de su objetivo principal. La viejita usaba su magia porque quería que Gerda se quedara a vivir con ella, a cambio le ofrecía las flores más hermosas, un jardín de cuento y cerezas riquísimas. Por un momento, el tesón de la niña flaqueó. Pero las rosas le contaron que Kay no había muerto y el corazón de Gerda volvió a llenarse de tristeza por la causa que la había llevado hasta allí. Descalza como estaba después de haberle ofrecido al río sus zapatos rojos, emprendió de nuevo el camino. Un cuervo parlanchín y generoso Gracias a que la niña Gerda estaba atenta a las señales que la naturaleza le mandaba, era capaz de mantener conversaciones con, por ejemplo, un cuervo, que le confirmó que Kay no estaba muerto y que estaba viviendo con una princesa. El pájaro le contó que había una princesa que, para encontrar a su pretendiente -que no fuera solamente guapo, sino inteligente y simpático-, había ordenado que todos los que estuvieran interesados, se presentaran en el palacio y charlaran con ella un rato. Muchos fueron los que se atrevieron, pero, cuando estaban frente a ella, se quedaban sin habla, tímidos, sin saber qué decir. Hubo un muchacho que se acercó al palacio sin coche ni caballo y, al entrar, con una soltura y gracia que no habían tenido los anteriores, se puso a conversar con la princesa que, complacida por su desenvoltura, a pesar de que el chico no había ido a conquistar a la princesa, consiguió lo que los demás habían intentado sin éxito. Gerda, con la descripción del chico, estaba convencida de que era Kay, su Kay. El cuervo se las apañó para ayudarla a entrar al palacio y que pudiera ir al rescate de su amigo. Una vez dentro del palacio, Gerda se acercó al cuarto donde dormían los prometidos y, para decepción, no era Kay quien dormía al lado de la princesa. Después de contar su tierna historia, el príncipe y la princesa le ofrecieron quedarse con ellos, pero Gerda sólo tenía una meta: reencontrarse con su amigo que, cada vez estaba más segura, no había muerto. Pidió un carruaje y unos botines, que le fueron dados, y se marchó. Una bandolerita chocante Como el carruaje de los príncipes era tan brillante, al pasar por un bosque sombrío unos bandoleros quedaron deslumbrados por él. Cuando la detuvieron, al verla quisieron quedarse con ella para comérsela, pero la hija de la arpía, que la había conseguido asustar, quiso quedársela para jugar. La trataba como si fuera su muñeca y Gerda, aprovechando la simpatía que había despertado en la bandolerita, le contó toda su historia. En un principio no consiguió que la muchacha sintiera piedad por ella y la dejara escapar. Por la noche, mientras todos dormían, las palomas y el reno de la pequeña ladrona le contaron que habían visto a Kay siendo arrastrado en su trineo por un pájaro enorme y blanco, le dijeron 34


que seguramente iba camino de Laponia y que era la Reina de las Nieves. A esas alturas, a Gerda no le cabía la menor duda. Al día siguiente, Gerda le contó lo que había ocurrido por la noche y, sintiendo una compasión y una ternura que no le eran innatas, lo organizó todo para que la niña pudiera escaparse con la ayuda de su reno y fuera en busca de su amigo Kay. Fueran como fueran los obstáculos que se iba encontrando Gerda en su camino, los iba sorteando todos, consiguiendo lo único que pretendía: estar cada vez más cerca del pequeño Kay. La mujer de Laponia y la de Finlandia Se detuvieron frente a una cabaña muy pobre y allí encontraron a una vieja que escuchó la historia de la niña Gerda. La mujer de Laponia les dio instrucciones de cómo llegar a la Reina de las Nieves, les dio de comer, ropa y en un pedazo de bacalao, porque no tenía papel, escribió unas letras dirigidas a la vieja y sabia finesa, que les podría conducir mejor hasta Kay. Se marcharon de allí muy agradecidos hasta llegar a Finlandia. Allí encontraron la casa de la mujer finesa, que no tenía puerta, y pasaron. Le contaron, cada uno, el reno y Gerda, sus respectivas historias. La vieja era capaz de atar todas las tempestades del mundo con sólo un hilo de seda, y el reno le pidió que dotara a Gerda de la fuerza de doce hombres para poder vencer a la Reina de las Nieves, pero la mujer sabía que a la niña no le hacía falta nada, pues su fuerza de voluntad, su fe y su propio poder era mayor que todas las ayudas que pudiera ofrecerle la vieja. «No puedo darle un poder mayor del que ya tiene. ¿No ves lo poderosa que es? ¿No ves cómo la obedecen los hombres y las bestias y, descalza como va, ha podido atravesar medio mundo? Su poder es mayor que el nuestro porque proviene de su corazón, del hecho de ser una niña inocente y cariñosa. Si ella no puede acceder al palacio de la Reina de las Nieves y quitarle al pequeño Kay, nada podremos hacer nosotros para ayudarla.» Salieron de allí el reno y Gerda, que olvidó sus botas y mitones, camino del palacio de la Reina de las Nieves. El reno tenía órdenes de dejarla en un punto del camino y así hizo, de modo que Gerda, descalza y sin guantes, se encaminó hacia su objetivo. Cuando llegó, se encontró con todo un regimiento de copos de nieve, el ejército de la Reina de las Nieves. No le faltaba razón a la vieja finesa, pues Gerda fue capaz de llegar hasta el palacio. Rezó un padrenuestro, miedosa como estaba, y el vaho que salía de su boca fue formando un ejército de pequeños ángeles dorados y brillantes que lucharon, venciendo, contra los copos de nieve, el ejército temido de palacio.

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El palacio de la Reina de las Nieves Cuando Gerda entró, pudo ver a Kay jugando con unos pedazos de hielo, intentando formar una palabra: eternidad. Lo cierto era que Kay no se acordaba en absoluto de su amiga y estaba acostumbrado al frío que allí había. El cristalito no había desaparecido y la astillita que tenía en el corazón lo había helado por completo. La Reina de las Nieves en aquel momento se había marchado para ir a ver sus negros pucheros -los volcanes Etna y Vesubio- y blanquearlos con nieve, así que Gerda tenía el camino libre para llegar hasta, por fin, su amigo Kay. Cuando lo vio y lo abrazó con fuerza, su amigo seguía inmóvil, rígido; Gerda se puso a llorar, tan triste estaba, y sus lágrimas consiguieron penetrar el pecho de niño, haciendo desaparecer el cristal que tenía en su interior. En ese momento, Kay también rompió a llorar y así expulsó el cristalito que tenía en su ojo, el que hacía que viera todo lo hermoso deformado y feo. Cogidos de la mano, habiendo superado todas las pruebas que se habían encontrado en el camino y venciendo todos los obstáculos que debe vencer una buena amistad, se marcharon a casa. Por el camino se encontraron con el cuervo parlanchín y con la bandolerita, que les desearon mucha suerte tras quedar satisfechos con el final de aquella historia tierna e inocente. Por donde pasaban, Gerda y Kay hacían nacer la primavera y estallaban flores y verdor, ya ajenos a todo el frío interior de la Reina de las Nieves. A pesar de haber pasado mucho tiempo y haberse hecho mayores, seguían siendo, de corazón, niños, y eso era lo que les había ayudado a vencer, porque, sin duda, habían vencido, derritiendo las nieves y dando calor a las almas.


Colección Cucaña, Vicens Vives Esta colección, de la que he leído La Reina de las Nieves, está dirigida a niños de ocho a dieciséis años. El denominador común de todos los libros que en ella se encuentran es, sin duda, su valor literario. Se pueden encontrar obras y selecciones de cuentos de autores como Oscar Wilde, Victor Hugo, Juan Ramón Jiménez, Joanot Martorell, Horacio Quiroga o Isaac Asimov. Además de estar adaptados para los niños de las edades que antes he acotado, llevan notas explicativas y ejercicios de comprensión lectora. Las ediciones están bien cuidadas y sus ilustraciones quedan a cargo de artistas de muchísimo prestigio internacional; entre ellos, ganadores de los premios Andersen de ilustración o Premio Nacional de ilustración. En La Reina de las Nieves, la traducción es de Olivia Bertrán y las ilustraciones de P. J. Lynch

Hans Christian Andersen 1805-1875 Poeta y escritor danés, Andersen es sobre todo famoso por sus cuentos para niños, entre los que se encuentran grandes clásicos de la literatura infantil como El patito feo y La Sirenita. Muchos de los cuentos que Andersen escribió han ido de casa en casa, de libro en libro, de mano en boca y de boca en memorias de millones de niños que, a su vez, fueron padres, abuelos, recuerdo de infancia. Los cuentos de Andersen no se han conocido necesariamente en la lectura, en la versión primera, sino que han conseguido ir más allá y volar hasta todos nosotros. Han sido capaces de saltar animadamente de su formato escrito y viajar a través del viento y el tiempo hasta llegar a todos nosotros, al calor de la candela, al susurro del cuentacuentos de cada familia. Llenos de metáforas, imágenes hermosas y moralejas, los cuentos de hadas de Andersen no pasan nunca de moda ni quedan en el olvido, van, de generación en generación, conquistando a los más pequeños, sorprendiendo a los grandes que no tuvieron oportunidad de escucharlos en alguna ocasión y defendiendo la fe, la generosidad, el amor y el final feliz sin caer en el sentimentalismo absurdo.

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Hijo de zapatero y de familia pobre, hasta el punto de dormir bajo un puente y mendigar, desde muy pequeño demostró una gran imaginación que sus padres, bien por superstición o indulgencia, no dudaron en apoyar. Viajero por convicción, en sus aventuras escribía sus impresiones en periódicos; de sus viajes también sacó temas para algunas de sus novelas, porque Andersen no sólo escribió para niños pequeños, sino también para los grandes. El improvisador, La novia de Lammermoor o un libro de poemas titulado Los doce meses del año son algunos de sus títulos. Aun así, su figura es recordada por las historias que inventó para el público más bajito. Su pasión, no demasiado correspondida por las mujeres y su poca correspondencia con varios hombres, inspiró El ruiseñor. S u s c u e n t o s p a r a n i ñ o s s i g u i e ro n publicándose hasta -teniendo hoy todavía su sitio insustituible- su muerte, en 1875 sufrió una caída de su cama y, sin recuperarse del todo, murió cerca de Copenhague, donde está enterrado. En vida o no, Andersen ha recibido o ha suscitado varios premios y reconocimientos, como el premio Hans Christian Andersen de literatura infantil o el de ilustración.


Desde Córdoba, con risas por Verónica Lorenzo Érase una vez que se era, en un lugar llamado Córdoba, nació un caballero llamado Fernando Almena. En Madrid estudió para ser profesor de Arquitectura y también para ser teatrero –de los buenos, tanto como para ser director del TEU (Teatro Español Universitario).

Libro de Venezuela en la lista de los mejores libros publicados en lengua española del año 1988. Este libro en concreto ofrece a los escolares y a los educadores una serie de textos, cuyo montaje en la escuela da lugar a una actividad en grupo actuando, confeccionando el vestuario o el

Una treintena de obras teatro infantiles y juveniles han hecho de Fernando Almena uno de los dramaturgos estrella de este género. Obras desde Gran Guardabosque Gran hasta El rey del mundo lirundo han sido escritas para niñas y niños bajo la filosofía de que el teatro permite manifestar su capacidad imaginativa y creadora, a la vez que le ayuda a dominar la expresión y comunicarse con los demás. Partiendo de temas sencillos como la conservación de los bosques o el respeto a otras personas, Almena recrea un mundo paralelo lleno de imaginación al que traslada las preocupaciones y los problemas que sufre nuestra sociedad. El público infantil asimila este mundo que presenta con personaje como el gobernador Barry Gudo que pretende destruir el bosque que guarda Gran en la obra Gran Guardabosque Gran. Almena apuesta por la participación de las niñas y los niños cuando son público y cuando forman parte del elenco. Él defiende el teatro como un modo de alimentar su imaginación y de comunicarse con los demás, tal y como explica en su obra Teatro Para Escolares, incluido por el Banco del 43

decorado, ocupándose del atrezzo y de la iluminación, etc. Estos textos que él propone fueron concebidos para ser representadas por las niñas y los niños y no están clasificadas por edades ya que considera que la elección debería depender de las condiciones y del desarrollo psicológico de los escolares. Sin embargo establece un orden progresivo en correlación con las diferentes edades que comprende la etapa escolar. Todo lo que presentan los diferentes textos está abierto a

modificaciones, tanto el desarrollo de las historias, como el vestuario o el decorado, con el fin de facilitar la labor de los educadores. Las piezas teatrales que presenta esta obra son once: El gigante rascacielos, El león vegetariano, La vaca voladora, Agapito el náufrago solitario, La tormenta, El conejo, La piedra maravillosa, El burro que quería aprender, El arco iris, El atasco y, por último, Hasta las cejas. En las primeras obras está presente un personaje común q u e e s e l A n i m a d o r, interpretado por alguna persona mayor, que sirve de guía para la comprensión de la obra por el público infantil. Pero este personaje se va diluyendo en las obras posteriores hasta su total desaparición como indicación de que se destinan a una franja de edad mayor. Todas estas historias tratan de inculcar buenos valores y conocimientos a través de la participación, de la comedia más absurda, siempre con la imaginación como protagonista con la fórmula de hacer teatro para niños con niños. Esto hace que las obras de Fernando Almena sean totalmente intemporales y siempre actuales. Podéis saber más sobre Fernando Almena y sus obras en su página personal de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (http:// www.cervantesvirtual.com/portal/AAT/ Almena/), donde encontraréis una reseña bibliográfica y podréis acceder a las versiones digitales de algunas de sus obras.


Gruñón, ¡cuida bien de Jonás! por Ainize Salaberri

Gruñón es un cavernícola muy maleducado y muy poco considerado, que trata a patadas a un mamut que le cuida y le protege, principalmente, de sus tonterías. Gruñón cae mal a la gente, incluso cae mal al lector. Es un tipo desgarbado, flacucho, que parece poco inteligente y poco bondadoso, mientras que el mamut es un ser adorable, tranquilo, pacífico y muy, muy paciente. Enseguida cogemos cariño a la mole peluda que es el mamut, y pronto nos reímos de Gruñón, de las estupideces que comete, y nos enfadamos con él por cómo trata a su amigo. Sin embargo, rápidamente descubrimos que el comportamiento de Gruñón con el lanudo animal es una pose, porque en realidad no sabe vivir sin él. Gruñón disfruta haciéndole travesuras, como cuando una calurosa, muy calurosa tarde de verano Gruñón se encuentra con Jonás, el mamut, dormido en un charco donde daba la sombra. Viéndole tan cansado, y con el bochorno que hacía, decide hacerle un favor y cortarle 44

el pelo para que “se aireara”. Así, en la imagen de la portada, descubrimos a un mamut lleno de calvas. Lo cierto es que Gruñón, pese a todo lo tonto que parece, es un hombre bastante listo. Inventa cosas, muchas veces más por pura casualidad que por ingenio, que le eran muy útiles entonces en la prehistoria y que nos siguen siendo muy útiles a nosotros en nuestro día a día en pleno siglo XXI, como por ejemplo el cuchillo. Se las sabe apañar el cavernícola, y nunca mejor dicho, de Gruñón. Y así va sobreviviendo en una comunidad que, seamos sinceros, no le tiene mucho aprecio: las madres lo desprecian, igual que los hombres, que no cuentan con él ni para ir a cazar, por torpe y ruidoso; los niños se ríen de él y le meten en líos, y él, que es tan orgulloso, tan ingenuo, cae siempre en las trampas. Por suerte, a su lado siempre se encuentra Jonás, que vale su peso en oro. Gruñón estaría perdido sin él.


Cuentos Las edades de los libros por Begoña Martínez Sencillamente tú Yo Días de hijo Cuentos en verso para niños perversos Érase una vez… No, no, no. Hubo una vez… ¡Que no! Érase que se era... ¡Vaya! En una tierra muy lejana llamada infancia... Bien, prosiga. ¡Ajá! ¿Qué? Perdón. ¡Un lapsus! De tiempo. De letras. De historias. De cuentos. De damas y dragones. De estrellas y macarrones. De nubes y caracoles. ¡Al grano! Pero es que... ¿Qué? Que yo... Creo que para leer hay que saber parar el tiempo. Darle la vuelta al reloj, agarrar las agujas por las puntas y leer un libro... como si fuera ayer cuando comíamos piruletas, y como si fuera mañana, el día en el que nos tocase dormir un sueño y dejarlo todo aparte. ¿Perdón? Quiero decir que leer es intercambiar, como postalillas, entre las páginas de un libro, las letras imaginadas por la persona que lo ha escrito, con las ideas imaginarias de la persona que lo lee, y de esa relación surge siempre algo nuevo. No importa la edad del libro, ni la del lector. Por eso quiero hablar de libros sin edad, ni viejos ni nuevos. Ni para grandes ni pequeños. Todo está en el cruce de miradas y en la forma de mirar, habrá miradas grandes en ojos pequeños y miradas pequeñas en los ojos más grandes. Bien, es su punto de vista. Siga. ¿Sí? No haga que se lo repita. Todo lo anterior venía a cuento... porque hace unos meses hice un descubrimiento emocionante husmeando en una librería. Después de pasearme por la sección de novelas y ensayos me acerqué a la sección infantil (división aceptada en librerías y demás hogares de libros para mejorar la organización de las pilas de libros) para ver, mirar, curiosear… Y allí estaba: Sencillamente tú (Heinz Janish y Jutta Bauer; Ed. Lóguez). Dos mininos en un sofá. Un libro chiquito. De colores suaves. Rosas y verdes. Dulce y de agua. Un libro sobre tú y yo. Sobre todo, de ti, del otro, ese desconocido que tenemos cerca. Y de cómo te veo. Unas veces guapísimo, otras desconocido, algunas, invencible, las más: irascible (y no sigo, ¡porque destripo el librito!).

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Cuentos No son muchas sus páginas, pero en cada una de ellas, el tiempo se diluye como el helado en una boca de verano. Las letras se adhieren a las imágenes en una armonía tal que colorea tanto el corazón como la sonrisa, y la musicalidad del color nos hace ir subiendo como en una escala hasta la nota final, la más bella, la más sencilla. Si tuviese que elegir un libro para llevar siempre en los bolsillos, sería éste. Todo en él es belleza, arte, oxígeno, simpatía y magia. De la que nos gusta a todos, grandes y pequeños. Creo que lo leeré. ¡Se lo presto! Gracias. ¿Algún otro comentario? Sí. Un autor. Philip Waechter. Misma editorial: Lóguez. ¿Trabaja a comisión? Pardiez. No, no, no. De hecho, sólo conozco tres libros publicados por esta editorial, el anterior y los dos de este autor, que me parecen… fascinantes: Yo, y Días de hijo. ¿Y comienza por usted, o por el hijo? Parece la clásica pregunta del huevo o la gallina. Bien, comenzaré por mí, digo Yo. Es un clásico, del 2004, lleno de aventuras, descubrimientos y emociones. En la contraportada podemos leer: “Yo soy fantástico. Tengo un gran corazón. Pero, para ser feliz, también el oso necesita un amigo. Un delicioso libro, divertido y algo sabio”. El oso es marrón, y todo el libro está lleno de colores cálidos, de los que abrigan, como los abrazos de oso, igualito al que hay al final del libro. El autoconcepto, la autoestima, la autoimagen, los autos, los buses, gustarse, quererse, asustarse, sentirse solo entre la multitud, sentirse querido, ser valiente… y sentirse pequeño, tiene, todo, cabida dentro de nuestro yo marrón. No desvelaré todos los ingredientes del libro, sólo añado que con la receta final, narrada en cinco páginas trepidantes, la sonrisa crece y crece como un suflé. Cuéntame algo más. ¿Ha abandonado el usted? Es que, como ya nos tratamos de tú… ¡Ja ja ja! Está bien, te describiré una de las escenas que más me gustan, y que es, precisamente, la que acompaña a la frase que ya he comentado: “Yo tengo un gran corazón”. En la página de la izquierda: mamá patito, o papá patito (no logro distinguirlo bien) encabeza la fila compuesta por (imagino) cuatro de sus hijos patitos. En la página de la derecha: el oso marrón, nuestro protagonista, lleva en volandas y en brazos a un quinto patito para que se reúna con su familia. Me falta por añadir que el dibujo de mamá o papá patito está lleno de energía, y con sólo un par de trazos; los patitos caminan inseguros y con paso bastante menos firme que papá o mamá y el quinto patito no aparta la vista de su familia porque está deseando reunirse con ellos; y el oso, nuestro oso, tiene un corazón que bombea sangre sin parar para que sus patas salten cualquier obstáculo. Va al trote. Aún así, me quedo con las últimas cinco páginas. Soy como el quinto patito que quiere llegar rápido a leerlas cada vez que abro el libro por la primera página. Lo leeré. ¿Y el del hijo? Como se lee en la contraportada: “Con humor e ironía, Philip Waechter nos narra la casi increíble suerte de ser padre”. El protagonista es un padre y su hijo (la madre es, en este cuento, no sé bien si para grandes o pequeños, un personaje secundario). Ser padre es un valor en sí, o para sí, como decía Marx (Carlos, no Groucho) y es uno de los pocos libros en los que la ternura, la cotidianeidad, los cambios de pañales, las enfermedades, los juegos, las sonrisas, el fútbol, los cuidados, el amor y todo lo demás (que bajo su paraguas es secundario) son momentos compartidos entre padre e hijo. Está narrado como si fuese una road movie, algunas de sus páginas parecen estar compuestas por fotogramas que imprimen movimiento y le dan una frescura que combinada con la ternura de la historia hacen que sea una delicia leerlo. Antes de que me preguntes, te describo una de las escenas, aunque no hay como verla uno mismo. Se titula: “Por la mañana temprano”. Papá duerme, el dibujo es muy sencillo, sólo vemos una almohada, él, y una manta. Pareciera, in46


Cuentos cluso, estar en el suelo. Y a sus pies: el bebé, su hijo. En las seis imágenes siguientes vemos al bebé subido en medio de la manta (clic), de espaldas (clic), boca abajo (clic), sentado (clic), saltando (clic)… Y en la octava imagen (contenidas todas en las mismas dos páginas) el hijo duerme plácidamente bajo las mantas, con su cabecita apoyada en la almohada, mientras el padre, a cuatro patas, lo observa desde los pies, de la cama. Eso es ser papá. Yo no soy papá. ¡Pues debería probarlo! No sería la primera vez que un libro incita a cambiar el rumbo de nuestras vidas. Estoy de acuerdo contigo. Quería hablarte también de un libro de Roald Dahl: Cuentos en verso para niños perversos. Es… ¡Ah, ese lo he leído! ¿Sí? Yo se lo leía a mi hermano pequeño, y le hacía las voces de los personajes, aunque en realidad quien se lo contaba era un cerdito de peluche y marioneta llamado Fun. El cuento que más le gustaba era el de Juan y la habichuela mágica, sobre todo cuando el gigante decía: “Estoy oliendo a carne humana”, Fun exageraba mucho la acentuación y mi hermano se reía muchísimo. ¡Qué tiempos! A mí me gusta el libro porque le da una vuelta de tuerca a los clásicos; ¡hay que ver cómo era Caperu!, haciéndose una pelliza con la piel del señor lobo, y Ceni querida, toda una bailarina ¡bailando rocks miles! Sí. Aunque… ¿Quieres ver que a mi hermano los dibujos le asustaban? ¿Los de Quentin Blake? Sí, sí. Era muy pequeño, quizá hubiese sido mejor esperar un poco. Bueno, para eso está la relectura. A los diez años, a los veinte, cuarenta, u ochenta… Tienes razón, no hubo efectos secundarios graves. Me parece a mí, que esto puede ser el comienzo de una bonita amistad… Ambos salieron de la biblioteca caminando despacio, con sus libros bajo el brazo, para merendárselos junto a un buen bocadillo de chorizo, en el bar de la esquina, como cuando eran aún unos niños.

Fuente de la imagen: http://www.flickr.com/photos/little_drawing/ 2982190867/

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Talentos del mes Silvia Zappia Mar del Plata, Argentina http://en-zigurat.blogspot.com

Lila, en la mirada de otros I Hoy hacen seis meses que escuché ruidos en la casa de Lila. Por años miré desde el agujero en la pared cómo crecían los jazmines y se convertían en maleza. Mi madre y la suya eran amigas. Ambas eran hermosas en ese tiempo. Y yo miraba a Lila. Quieto al lado de mi madre, sentados en el patiopasillo. Lila era diferente de las otras niñas. Lila corría todo el tiempo, hablaba todo el tiempo, cantaba todo el tiempo. Un día trajo un gato a la casa, que fue creciendo tan extraño como ella. Babel, lo llamó. A medida que crecía, Lila mudaba en extrañeza. Se había vuelto más reposada, pero tenía un no sé qué que la despegaba del piso. Pasaba a mi lado sin verme. Su gato sí me veía. Y un día desaparecieron, ella y Babel. Hubo quien dijo que había enloquecido. Que de pronto se sintió llamada desde un pueblo que quedaba al otro lado del mar, y que ese pueblo se llamaba Mardelunas. La última vez que la vieron caminaba hacia el puerto, con su gato en brazos y un pañuelo azul turquesa besándole el cuello. Nunca supo cuánto la amaba. II Y como ya dije, hacen seis meses hubo ruidos en la casa de Lila. Mi ojo en la pared la vio por primera vez desde aquella última. Es decir, mi ojo en la pared vio a una mujer caminando sola por el pasillopatio de baldosas blancas y azules, hablando sola, pero como si lo hiciera con alguien. Cortando jazmines en el frescor de la mañana. Desde hace seis meses, sólo vivo para verla. III Hoy salió temprano, caminó decidida por la calle sombreada de tilos. Llevaba un vestido vaporoso de malvas y lavandas. Yo la seguí. Ya no me importó que me viera. A las pocas cuadras dobló hacia el mar. La sal le enroscó sus malvas y lavandas y la acompañó en el camino. Yo esperé las horas enteras sostenido por una taza de té. Por sobre mi taza de té la vi cruzar la calle hacia mí, y la reconocí en sus ojos. Era Lila. Pasó a mi lado sin verme. Amada Lila.

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Talentos del mes IV Hoy Lila vino con un gato a casa. Milton, lo llamó. Ella sigue hablando. Parece que alguien la acompaña. Milton vio mi ojo en la pared. Se acercó y maulló. Yo quedé inmóvil, para no hacer el mínimo ruido y delatarme. El gato insistió con sus maullidos. Lila se acercó a la pared y mi corazón de desbocó, galopó salvaje por prados azules y golpeó con fuerza contra su perfume de vainilla y de limón. Giré y pegué mi espalda a la pared, justo en el instante en que la miel del ojo, el de Lila, se escurría por el hueco en los ladrillos. ¡Basta, Milton! ¿No ves? ¡No hay nada ahí! ¡Ay, su voz! ¡Esa voz que siempre levantó olas en mi pecho! ¡Ya voy, amor! ¡Estoy yendo! Y su voz se alejó con el gato en brazos. No era a mí a quien hablaba. V Los vecinos hablaban. Algunos decían que Lila vivía con un hombre, que llegó con ella una noche de truenos marinos y cortinas flameantes. Aseguraban que se llamaba Baltasar. Al menos, era el nombre que la voz de Lila nombraba. Otros decían que no había hombre alguno, ni ser vivo ninguno, salvo ella y Milton. En lo que todos coincidían era en que Lila volvió de no se sabía dónde, y después de tantos años que sus padres habían muerto sin tener noticias de ella; y que sus hermanos se habían desparramado ya por el mundo. Sólo quedó la casa, esperándola. (Y yo, junto con la casa). VI Hoy Lila cantó la mañana entera. Luego cortó flores y vio acercarse rumorosa a la tormenta. No hubo más ruidos en la casa. El día se extendió bochornoso, para alcanzar la tarde sin canto de pájaros. Sólo la lluvia inminente. Al atardecer no aguanté más tanto silencio. El calor y la desdicha apretaban con fuerza mi cabeza. Me cambié de ropa y salí. El chillido de mi portal de rejas rompió el atardecer. Por la vereda pasé frente a su casa. Lila esperaba la lluvia acodada en la ventana. Crucé frente a ella. No me vio. VII Llovió toda la noche. Hubo gritos y llantos en la casa de Lila. Pero la lluvia no me permitió salir al jardín, ni escuchar con claridad lo ocurrido, aunque lo intenté, por cierto. Esta mañana todo fue silencio. Milton se paseaba por el techo. Por la noche no hubo luz en ninguna de las ventanas de la casa de Lila.

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Talentos del mes VIII Así pasaron días, cuántos, no recuerdo. Aunque tal vez hayan sido meses. No lo sé. Sólo sé del silencio rotundo, del gato maullando en el techo de chapas, vuelto casi salvaje. Y del calor crepitante, la atmósfera verde y alucinada, el trueno diario anunciando la tormenta que no llegaba. Yo casi no trabajaba, casi no dormía, apenas me alimentaba. Andaba por las calles sólo por necesidad, viendo en los vecinos el reflejo de mi mirada desvelada. Ellos ya no me hablaban. Tampoco hablaban de Lila. Ahora hablaban de mí. IX Hoy hace frío. El viento del mar se desliza por las calles y aplasta sus manos en puertas y ventanas. La maleza no es más que brazos secos trepando las paredes de la casa de Lila. Nunca más la vi, y Milton desapareció hace tiempo. Ella se fue otra vez, me dijeron. Al volver de la calle, al amanecer, todas las estrellas sacudieron mi cabeza. Había luz, una pequeña, mínima luz, en una de las ventanas de la casa vecina. X Esa noche no dormí. Primero, rondé la casa, bajo la llovizna. Luego, entre los pastos altos y húmedos de mi jardín, avancé hacia el agujero en la pared. Sólo fueron oscuridad y silencio. Entré a mi casa, los oídos al acecho, el pecho aleteante, los ojos ciegos me impidieron ver las mariposas que salieron de mi boca y volaron por la habitación. Encerrado en mi cuarto, sólo pensando en ella, ahora sordo, ciego, mudo, no sentí el aroma de vainilla y de limón que traspasó las paredes azules, no sentí el roce de los malvas y lavandas volando en la noche fría y tempestuosa. No reconocí los signos. XI Cuando la madrugada despertó en mi ventana y entró a mi cuarto desparramando hojas y enroscando vientos, salí del rincón en el que había pasado la noche. No estaba ya sordo, ni ciego, ni mudo. Pero no importaba. Estaba vacío de mí. Salí, no sé por qué, y caminé por las calles que llevaban al mar. En una esquina me adelantó una mujer. Iba arropada, caminaba rápido, por sobre el cuello de su abrigo asomaba una chispa de pañuelo azul turquesa. Llegando al centro, se perdió entre la gente, yo seguí avanzando sobre adoquines brillantes de sal, buscando el camino del mar. Llegué a una esquina y allí estaba, detenida. Giró sobre sus pies y me vio. Su pelo revoloteó y acarició su cara salpicada de miel. Me miró. Por primera vez Lila me miró. Sus ojos dieron en mis ojos. Y me sonrió.

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Sarah o la búsqueda de la libertad: la imaginación Caperucita en Manhattan, Carmen Martín Gaite por Rosa Rodríguez “Y aquel rey-librero de Morningside, del que apenas Sara vivía en Brooklyn, uno de los barrios de la sabía nada, había existido. Y había sido el primero en isla más famosa de Nueva York, “con forma de jamón inyectarle sus dos pasiones fundamentales: la de viajar con un pastel de espinacas en el centro”: Manhattan y y la de leer. Y las dos se fundían en otra, porque Central Park, respectivamente. leyendo se podía viajar con la imaginación, o sea, soñar Su padre, el señor Samuel Allen, era fontanero, que se viajaba”. y su madre, la señora Vivian Allen, cuidaba ancianos C. M. Gaite, Caperucita en Manhattan.) por las mañanas, y era una entusiasta de las tartas de fresa que ella misma preparaba, y cuya verdadera Érase una vez una niña de tan sólo diez años, receta se negaba dar a nadie. Pero, además, Sara se llamada Sara Allen, que poseía una desbordante sentía increíblemente fascinada por su abuela, la imaginación y unas increíbles ganas de aprender. madre de la señora Allen, Rebeca Little, que no sólo se Aunque, veamos, lo que en realidad caracterizaba a había casado varias veces, sino que también había Sara, como a la mayoría de niños de su edad, era sido cantante de music-hall bajo el nombre de Gloria sentir un fuerte interés por descubrir la LIBERTAD, así, Star. en mayúsculas y en negrita, para que destaque bien por lo bonito que suena cuando la pronunciamos, y lo La abuela vivía sola, acompañada de Cloud, su que alegra la vista cuando la leemos. gato, en un barrio pobre de Manhattan llamado Morningside. Pero durante un tiempo había vivido con 51


el señor Aurelio, quien tenía una tienda de libros y juguetes antiguos, y aunque no le llegó a conocer, Sara sintió verdadera fascinación por él, pues fue quien le regaló los tres primeros libros que tuvo, llenos de atractivos dibujos, las primeras lecturas que guiaron la sensibilidad de nuestra protagonista: Caperucita roja, Robinson Crusoe y Alicia en el país de las maravillas. Curiosamente, los protagonistas de estos tres relatos deben aprender a usar su libertad para sobrevivir, algo que también acabará aprendiendo Sara.

de su fortuna, se siente solo, entristecido, y obsesionado por conseguir la receta de la auténtica tarta de fresa. Gracias a Sara, este hombre solitario se reencuentra con Gloria Star, a quien Mr. Woolf conoció, siendo muy joven, como una gran artista. No sólo se siente feliz con este reencuentro sino que también consigue la receta tan buscada.

Bien, hasta aquí un poco de argumento de esta magnífica metáfora que nos regala C. M. Gaite, sobre la soledad y la deshumanización típicas de la Pero el señor Aurelio Roncali se fue un día a vida moderna en las grandes ciudades como Nueva Italia, su país, y ya no regresó más. Esto causó un York. fuerte disgusto a Sara. Sara, o la Caperucita que se deja encandilar Todos los sábados, Sara y su madre cruzaban por los misterios de un peligroso Manhattan, no es la ciudad para visitar a la abuela, a quien le llevaban más que una niña de nuestro tiempo. Y esto lo digo una de las riquísimas tartas de fresa, que tan aburridas porque son inevitables las comparaciones, aunque encontraba Sara por haberse convertido en algo estas sean “odiosas”, al popular cuento de la rutinario, y como a muchos niños y adolescentes, a “Caperucita Roja”. Sara, cuando iba a ver a su abuela, ella le gustaba experimentar siempre sensaciones vestía jersey y pantalón rojo. Lo siento, no puedo diferentes. evitarlo: me viene a la memoria -no desde la nostalgia, sino con una feliz sonrisa- la imagen de un abrigo, Uno de esos sábados, los señores Allen también de color rojo, que me compró mi madre tuvieron que ausentarse y, ante la imposibilidad de ir a cuando yo debía tener unos nueve años; la verdad es Morningside, Sara decidió, desobedeciendo los que recuerdo que me sentía como una caperucita, sólo constantes consejos maternales, claro que me faltaba la capucha, pues está, recorrer el trayecto ella sola hasta la a mi madre no se le ocurrió, por casa de su abuela para llevarle la tarta de suerte, ponerme un gorrito fresa que había preparado su madre. Fue también rojo. éste un viaje emocionante, lleno de aventuras y de personajes fantásticos con Voy a hacer un paréntesis para los que Sara aprende el camino de la aclarar estas concomitancias. La libertad tan ansiada: Miss Lunatic, que de primera versión del cuento de día vive en la estatura de la Libertad y, por Caperucita roja, de Perrault, s. la noche va por las calles de Manhattan XVIII, narra cómo Caperucita ayudando a todos los que se sienten debe llevar ella sola un bizcocho a desgraciados. A pesar de lo que siempre su abuela, que vive en el centro le había advertido su madre, Sara no del bosque, lugar lleno de siente miedo al hablar con una extraña, y peligros. La niña, inocente ella, enseguida entabla amistad con la desobedece las advertencias de simpática Miss Lunatic, aquella su madre y habla con extravagante mujer que le va a ayudar a desconocidos, el lobo feroz que, conquistar su personal libertad. engañando a Caperucita, consigue llegar primero a casa de Pero tampoco siente miedo, ni se acuerda de la abuela y se la come, primero a ella y después a la los constantes avisos de su madre con respecto a los tierna nieta. Moraleja: no hay que hacer caso de desconocidos, cuando se encuentra con Mister desconocidos, y menos si son tramposos, como el Woolf, o el Dulce Lobo, un rico pastelero que, a pesar lobo, ya que peligra nuestra vida. La segunda versión

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aparece en el s. XIX, de la mano de los hermanos Grimm, quienes, siguiendo inquietudes propiamente románticas, varían el desenlace del cuento de Perrault ofreciendo un final feliz, ya que el oportuno cazador será quien salve de la muerte a Caperucita y a su abuela. Sinceramente, a mí me tranquilizaba mucho más, cuando oía contar este cuento, saber que Caperucita resultaba ilesa y el lobo castigado por el leñador, o cazador, pues de esta forma, Caperucita, y yo, y los demás niños, teníamos la oportunidad de aprender nuestra lección: debíamos ser obedientes y no hablar con extraños, a diferencia de la Caperucita de Perrault cuyo escarmiento había sido decisivo.

de la figura de una increíble –por fantástica, por su grandeza, por su humanidad, por su cordialidad- Miss Lunatic, a quien C. M. Gaite introduce -y hay que hacer justicia a su excelente habilidad en este hechocon un gran sentimiento de libertad como fondo, con la finalidad de que éste ceda el paso a la imaginación del lector para que juegue con posibles interpretaciones acerca de la identidad del personaje.

Personajes femeninos, fundamentalmente, los de C. M. Gaite. ¿Quizá por tener la mujer mayor inclinación hacia el mundo de la imaginación? No sé. Tampoco pretendo entrar aquí y ahora en este terreno. Pero sí hacer mención del hecho, creo, de que la La moderna “versión” de C. M. Gaite, leída mayor parte de los protagonistas que por mí ya no siendo una niña, sino una adulta, aparecen en los cuentos tradicionales o la encontré, en mi primera lectura, realmente populares son femeninos. Y Caperucita en fantástica. Cómo me entusiasmaron, entonces Manhattan es, con todas sus referencias y ahora, las constantes e ingeniosas ocurrencias de contextuales de tono irónico, una recreación, en el Sara y su juego con el lenguaje -¡son tantas las siglo XX, de algunos de los personajes de estos posibilidades creativas que nos ofrece la Lengua!-. Las cuentos populares. famosas “farfanías”, es decir, aquellas palabras cuyo Y sirva como desenlace a esto que ha significado sólo conoce ella (como por ejemplo empezado pareciendo un cuento, que Sara Allen “miranfú”, que le anunciaba a Sara, desde su consiguió lo que más ansiaba: después de haber imaginación, “una posible sorpresa”), revelan, ni más pronunciado su palabra mágica, la preferida de sus ni menos, el deseo de libertad de esta vivaracha niña. farfanías -“miranfúse “arrojó al pasadizo, sorbida Y lo más bonito es que este deseo emerge en la inmediatamente por una corriente de aire templado novela exaltado por la presencia humanizada de la que la llevaba a la Libertad”, no sin antes haber leído Estatua de la Libertad, con toda su historia a cuestas: el papelito que le había dado Miss Lunatic, en el que la historia de madame Bartholdi, cuyo rostro utilizó su aparecían unos bonitos unos versos de Pico della hijo para esculpir la estatua regalada por Francia a la Mirándola: ciudad de Nueva York, y que asoma en la obra a través

“No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que fueras libre y soberano artífice de ti mismo, de acuerdo con tu designio.”

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EL ESCARABAJO DE ORO - FUSA DÍAZ No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Edgar Allan Poe

Will Legrand es hijo de una familia rica que se arruinó. A pesar de que la familia Legrand había liberado a su esclavo negro Júpiter, éste decidió quedarse al lado de Will sin cobrar nada. Ambos, tras perder toda la fortuna, se instalaron en la isla de Sullivan, una isla extraña, larga, donde sólo hay arena, separada de tierra firme por un brazo de mar. Fue ahí donde el narrador de esta historia conoció a Will y se hizo amigo suyo. Dice que Will era educado, culto y muy inteligente, con la cabaña llena de libros a pesar de que no leía y prefería la caza, la pesca o los paseos por la playa y el bosque, de donde recogía las conchas e insectos que coleccionaba. Una tarde muy fría en la que nuestro compañero de aventuras, el que nos la narra, fue a visitar a Will y Jup, se encontró con que no había nadie en la cabaña. Se sentó a esperar y, no muy tarde, aparecieron los anfitriones. Llegaron entusiasmados, exaltados con el descubrimiento de un escarabajo rarísimo, único, que parecía de oro. Ante la incredulidad del amigo, Will quiso hacerle un dibujo para explicarle cuánto de diferente era el insecto que aquella tarde, en el paseo, habían encontrado. Se metió la mano en el bolsillo y sacó un papel viejo y sucio y lo dibujó en él. Justo cuando iba a darle el papel a su amigo, entró el perro de la casa y con saludos de ladridos y lametones; una vez pudo apartárselo de encima, miró el esbozo del escarabajo: ¡era una calavera! Cuando Will preguntó qué le parecía y oyó el veredicto, se enfadó muchísimo, pues habían quedado manchadas sus habilidades como dibujante. Le quitó el dibujo de las manos y, haciendo una bola con el papel, se dispuso a tirarlo al fuego. En ese mismo instante, palideció y estudió durante unos cuantos segundos el dibujo que acababa de hacer. Examinó el papel con una vela y acabó, sin decir palabra, por guardar el papel. Durante un mes no supo nada de Will, hasta que un día apareció Jup en la ciudad donde vivía para entregarle una carta donde su amigo le pedía que fuera cuanto antes a verle. Jup no dejaba de decir que su amo estaba enfermo, que le ocurría algo, que escribía signos raros y números en la pizarra y que salía de casa a horas intempestivas. El esclavo aseguraba que aquella extraña enfermedad había empezado el mismo día que encontraron el dichoso escarabajo de oro, convencido de que le había mordido, teniendo la certeza de que el oro lo tenía Will en la cabeza.

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Preocupado por las alarmas del esclavo y por el tono de la carta de su amigo, acudió a su llamada de ayuda. Al llegar, Will estaba impaciente, nervioso y pálido, estaba ansioso por contar su plan: trajo el escarabajo muerto, que guardaba en una cajita de cristal, y el amigo empieza a intuir el porqué de la excitación, verdaderamente el escarabajo parece de oro y es único, imposible haberlo visto antes. Lo que Will quería pedirle era bien sencillo: una expedición en busca de lo que el escarabajo quería para él. Sólo acepta con la condición de que, si no encuentra lo que anda investigando, olvidará al escarabajo para siempre. Y también hay un motivo por el que su amigo quiere acompañarlo: la fe y seguridad con la que Will tiene todo previso y habla, aunque con misterios, de su plan. Llegaron a tierra firme y caminaron dos horas por una zona deshabitada, iban siguiendo unas marcas que probablemente había dejado él la anterior vez que había empezado, sin éxito por falta de ayuda, su expedición. Llegaron a una zona de bosque y Jup obedeció a las órdenes de Will: abriéndose paso con la guadaña, llegaron a un llano con un bosque de robles, donde en medio había un enorme tulipero. Jup, obediente, trepó por él hasta llegar a lo más alto. Siguiendo las instrucciones de su amo, dio con una calavera. Le pidió que buscara el ojo izquierdo del cráneo, pero Jup tenía serias dificultades para saber cuál era su mano derecha y cuál su mano izquierda. Sin certeza alguna, pasó el escarabajo, ligado a una cuerda, por el ojo izquierdo de la calabera y lo dejó caer. Desde el lugar donde éste aterrizó midió hasta quince metros más allá, en ese punto, Will hizo un círculo y les pidió que cavasen. Durante horas lo hicieron sin encontrar el tesoro que andaban buscando, pero Will no estaba dispuesto a vencerse. Preguntándole a Jup cuál era su mano izquierda, supo que habían estado buscando por error en el sitio equivocado. Cavaron otra vez largo rato hasta que el perro se puso nervioso y empezó a hacer con sus patas lo mismo que ellos pero a una gran velocidad: ¡encontraron dos esqueletos! También había una caja de madera reforzada con metal y protegida contra la humedad. Había seis asas para que fuera transportada por seis hombres, tanto era lo que pesaba. Levantaron la tapa allí mismo, en el hoyo cavado por el perro, y a la luz de las linternas aparecieron piedras preciosas y oro. No saciada la curiosidad ni desvelado el misterio, Will empieza a contar: cuando su amigo le dijo que el dibujo del escarabajo parecía una calavera, se ofendió. Pensó

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que se trataba de un broma, pero al coger de nuevo el trozo de papel se dio cuenta de que era un pergamino. Al verlo de nuevo, vio la misma calavera que su compañerp y se sorprendió, dejándole pensativo. Estaba convencido de que había dibujado un escarabajo. Ese pergamino lo había recogido Will cuando se disponía a coger el insecto y éste le mordió, para que no volviera a ocurrir, Jup cogió ese papel que resultó ser un mapa que provenía de un naufragio. Todo seguía a oscuras y Will siguió contando: cuando el perro entró y lamió y ladró a su amigo, éste acercó sin querer el pergamino al fuego, haciendo que apareciera lo que estaba dibujado bajo el escarabajo de Will: la calavera, el símbolo de un pirata. Cuando se quedó solo, acercó el papel a una vela y apareció dibujada una cabra. La relación todavía no tenía ninguna lógica, pero entonces Will limpió con agua caliente y aparecieron números y signos. Sustituyendo los números y los signos por letras y actuando como si aquel mapa fuera un puzzle, Will dio con la respuesta y, más tarde, con el tesoro, la recompensa al adivinar qué decía aquel mensaje cifrado. ¿Serías tú capaz de saber por qué el tesoro estaba en aquel lugar, por qué en el tulipanero había una calavera y era tan importante lanzar el escarabajo por el ojo izquierdo, qué importancia tenía el oro de aquel insecto? Lo que encontró Will fue esto: 53##+305))6*;4826)4#)4#);806*;48+8|60))85;1#(;:#*8 +83(88)5*+;46(;88*96*?;8)*#(;485);5*+2:*#(;4956*2(5*-4)8|8*;4069285);)6+8)4##;1(#9;48081;8:8#1;48+85; 4)485+528806*81(#9;48;(88;4 (#?34;48)4#;161;:188;#?; Edgar Allan Poe (1809-1849) Edgar Allan Poe fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense. Conocido sobre todo por el relato corto, renovó la novela gótico y es recordado por sus cuentos de terror. A la imagen de Edgar Allan Poe siempre va adjunta alguna imagen tétrica: un gato negro, un cuervo, la noche, oscuridad, cualquier cosa que suscite misterio y miedo. Moviéndose siempre en la ciencia ficción, Poe es considerado el inventor del género detectivesco, como bien se puede comprobar en El escarabajo de oro. Su afición a la bebida pudo más que el porvenir que tenía previsto para él su tío, que se hizo cargo de su formación cuando, a los dos años, Edgar Allan Poe quedó huérfano. Murió joven, pobre y solo en Baltimore. Colección Kalafate, Castellnou La colección Kalafate está destinada a alumnos de ESO, especialmente a aquellos que presentan problemas de comprensión lectora, y a todas las personas con dificultades lectoras tanto transitorias como permanentes. Títulos como Lazarillo de Tormes, La vuelta al mundo en 80 días, Robinson Crusoe, Moby Dick, Tristán e Iseo, El Dr. Jekyll y Mr. Hyde o El libro de la selva han sido adaptados bajo las directrices de Lectura Fácil y están homologados por la Asociación Lectura Fácil. De este modo, la editorial Castellnou acerca y da las mismas posibilidades a aquellos que no están en igualdad de condiciones. La edición de El escarabajo de oro está a cargo de Joan R. Berengueras y Rosa Bonafont en cuanto a traducción y adaptación, las ilustraciones son de Alberto Hernández. 56


“La felicidad puede hallarse hasta en los más oscuros momentos, si somos capaces de usar bien la luz.” HARRY POTTER Y EL PRISIONERO DE AZKABÁN

El niño de la cicatriz en la frente por Iván Mourin

¿Qué lleva a una persona que vive en el anonimato a convertirse en una de las mujeres más ricas del mundo? Miles, tal vez millones de veces, han sido las ocasiones en que han realizado esta misma pregunta a J.K. Rowling, autora de la afamada saga del joven mago Harry Potter. Será cosa de la suerte, pensarán algunos, o de la magia, dirán todos sus fans, aunque la propia autora reconoce no creer en ésta. Personalmente, hay una frase de Walt Disney que lo definiría mejor: “si lo puedes soñar, lo puedes lograr”. La historia comenzó a tomar forma un día del año 1990, cuando Joanne Kathleen Rowling (el empleo del nombre J.K. Rowling vendría después, a modo de marketing), una joven madre divorciada, esperaba un tren que se había averiado en el trayecto de Manchester a la estación de King´s Cross, en Inglaterra. Una idea brillante sobre un niño con poderes mágicos, castigado por la vida, que no pudo plasmar hasta llegar a casa, ya que le faltaba un bolígrafo con el que escribir. A partir de ahí, resguardada la gran mayoría del tiempo en la cafetería Nicolson´s, en Edimburgo, puesto que en su apartamento hacía demasiado frío (antes del éxito de Harry Potter, vivía rozando la pobreza; casualmente, a Stephen King le sucedió algo parecido), continuó enfrascada en la elaboración de la primera novela, utilizando a varios conocidos como inspiración de sus personajes (Hermione Granger es una copia de ella misma cuando tenía once años, Harry Potter debe su nombre a un vecino que tenía cuando era niña, y algunos villanos tienen toques de gente que le caía mal). La primera acogida editorial no fue satisfactoria: la respuesta que obtuvo era que no podía ser publicada porque ser demasiado infantil; a ningún lector le gustaría. Hoy en día, dicha editorial debe continuar golpeándose la cabeza contra un muro por desecharla. Sin embargo, Bloomsbury Publishing no lo vio así, y encontró el filón de oro. Con un adelanto de 4.000 dólares, un pequeño desasosiego, poco tiempo después la suma económica fue ascendiendo, pasando por los 105.000 que le pagaron por los derechos de publicación en los Estados Unidos por su primera novela. Y aún subió más, con las adaptaciones cinematográficas, merchandising (en esta época de frío, es raro el día en que no veo a alguien con bufanda de la casa Gryffindor o Slytherin, nunca de Hufflepuff ni Ravenclaw. Y yo mismo tengo una réplica en resina y madera de la varita de Lord Voldemort), traducciones…

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Una obra cuyo contenido principal es la amistad, la superación, la supervivencia, la fantasía, la aventura y, por qué no, especialmente en los últimos volúmenes, la muerte. Sin duda, se trata de un fenómeno cultural, auténtica magia, como la vida de J.K. Rowling, que podría ser otro cuento de hadas con final feliz. Aunque, claro, toda historia tiene su lado oscuro, y si está el Diablo detrás, aún más. Desde que el padre Gabriele Amorth, uno de los exorcistas más veteranos del Vaticano (hace poco se publicó sus “Memorias de un exorcista”), aseguró que las novelas estaban firmadas por Lucifer, son múltiples los bulos y los intentos por demonizar la obra. ¿Sabíais que el rayo simboliza la caída de Satán? ¿O que la saga de Harry Potter fomenta a que los niños se inicien en el sombrío arte de la brujería? No os preocupéis, a mí se me quedó la misma cara cuando me enteré. Otro dato curioso: la frase “Que la fuerza sea contigo”, que aparece en los libros como saludo entre brujos, en realidad es el modo en el que se despiden aquellos que actúan en nombre de Satanás. Entonces, ¿los jedi de “La guerra de las galaxias”, que dicen “Que la fuerza te acompañe”, son miembros del ejército infernal intergaláctico? A todo esto hay que sumarle la simbología de las portadas, la incitación a beber sangre… sin contar la repercusión ocasionada a partir del reconocimiento, por parte de Rowling, de que Albus Dumbledore, director de Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, es gay. Está claro que el 666 ha quedado obsoleto en el siglo XXI y que necesita cambiar de look, por un rayo, por ejemplo, aunque no sé muy bien por qué, con lo de moda que está lo “retro”. La próxima vez que quede para tomar un café con Lucifer, se lo preguntaré.

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MOMO Michael Ende

por J. Álvaro Gómez ¡Vayan a comprarlo! ¡Róbenlo o pídanselo a los Reyes Magos! Pero este libro debe descansar en sus librerías junto a El Principito o Juan Salvador Gaviota. Da igual que usted, lector, sea niño, joven, adolescente, adulto o un chaval de la tercera edad, igualmente agradecerá su lectura. Una vez leí que ningún libro merece ser leído con diez años si después, con cincuenta, no se puede leer. Éste es “Cada vez era más frecuente que los uno de los que merece ser leído con niños trajeran toda clase de juguetes diez, con treinta o con sesenta años. con los que no se podía jugar de A ú n re c u e rd o c u a n d o , e n m i verdad, como, por ejemplo, un cumpleaños, desenvolví el libro hace tanque de mando a distancia, que dos décadas. Me entró un cierto se podía hacer dar vueltas, pero que malestar de niño al descubrir que no servía para nada más. O un uno de los regalos era un libro. cohete espacial, que daba vueltas Cómo cambia el ser humano. Ahora alrededor de una torre, pero con el no hay más ilusión que me regalen que no se podía hacer nada más…. uno. A los pocos días me puse a Está claro que eran juguetes muy leerlo y me introduje en un mundo caros,… eran tan perfectos que uno fantástico. Ahora, leyéndolo con no se podía imaginar nada.” otros ojos, me ha parecido otro libro, ¡No me digan que nos les recuerda a otra historia. Michael Ende escribió la actualidad! Ahora, todos los niños este gran relato en 1973 y hoy, tienen unos juguetes repletos de finalizando el 2010 y en plenas luces, sonidos y movimientos pero navidades, es actual completamente. que apenas valen para utilizar la Es sorprendente cómo describe a los imaginación. Antes los juguetes no niños aburridos, cómo habla de ese tenían nada y siempre andábamos gran afán de consumismo que ahora entretenidos con ellos. Igual que mismo nos invade y cómo, de una hacen Momo y sus amigos. Hay un manera magnífica, nos presenta la momento en el relato que los niños avaricia actual por el tiempo y por su comienzan a imaginarse que están valor real. dentro de un barco. En un instante,

aquel que le visita, le cuenta sus problemas y, sin que Momo abra la boca, acaba yéndose con el conflicto solucionado. ¿Se imaginan que todos nosotros, antes de m e t e r n o s e n u n c o n fl i c t o , pensáramos en él y escucháramos al contrario? ¡Se acabaría la industria armamentística en unos pocos años!

En este cuento también aparecen dos personajes entrañables: Gigi y Beppo. Gigi es un buscavidas con un arte oculto: cuenta unas historias fantásticas. Tanto a Momo como a los niños le gustan escucharle, incluso llega a ganarse la vida como guía turístico ficticio. Entre las páginas de este libro hay un relato Quiero destacar por encima de todo la marea sube, las olas se enfurecen precioso entre un príncipe, una las primeras ochenta páginas. Son y todos sueñan con llegar vivos a la princesa y un espejo. fascinantes, no he dejado de apuntar orilla. La imaginación al poder. Sobre Beppo el barrendero, el otro notas y de subrayar en el margen. El libro se centra en Momo, una niña amigo de la niña, sólo les digo que ¡No paraba! Y es que este libro hace que aparece de repente y que toma me abrió los ojos con una parábola que cada página nos abra, sin aposento en un anfiteatro cercano a preciosa sobre las prisas y el disfrute darnos cuenta, los ojos adultos. Nos la ciudad. La niña comienza a ser en el trabajo. No me queda más que permite decir, estemos donde famosa entre los habitantes por transcribirla aquí: estemos, “sí, así éramos los niños solucionar problemas. Nadie sabe antes y así son los de ahora”, o sino que lo único que la hace tan especial “- Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez (no olvidemos que el miren: a esta niña es el magnifico don de personaje que habla es barrendero), saber escuchar. De este modo, todo ¿entiendes? Sólo hay que pensar en 59


entonces se hace bien la tarea… Y de repente, se da uno cuenta que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo ha sido, y no se está sin aliento.” Otras personas que aparecen en el libro y que no dejan indiferente a nadie son esos malvados “hombres grises”, unos extraños individuos que representan al Banco de Tiempo

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y promocionan la idea de ahorrar tiempo entre la población (tiempo que puede ser depositado en el Banco y devuelto al cliente después, con interés). En realidad, hacen que la gente lo olvide todo salvo su obsesión por ahorrar todo el tiempo posible para un hipotético uso p o s t e r i o r. E s t o s s e ñ o re s n o s descubren que el tiempo no se puede malgastar, y nos ofrecen ser más trabajadores, dejando a un lado el tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas. Aquí también se nos abre los ojos a este siglo XXI que estamos viviendo. La gente ve una pérdida de tiempo todo aquello que no le va a proporcionar algo tangible. Para ciertos seres humanos, el pararse a mirar un atardecer o sentarse tranquilamente en un prado y ver pasar las nubes sobre un azul intenso es una pérdida inútil de tiempo. Y es que, en una sociedad de usar, tirar y correr, a aquél que se para le pasan por encima. Eso sí, aquél que ha sido pisoteado siempre podrá decir que ha saboreado intensamente los placeres que nos ofrece la vida. Estos señores grises nos recuerdan que una vida de ochenta años equivalen a 2.522.880.000 segundos. ¿No les parecen que, con tantos segundos, se puede disfrutar de mucho? Pues, como nos dicen en el libro:

colores del arco iris para un ciego o el canto de un pájaro para un sordo.” Y es que, “todo hombre tiene su tiempo”, como dice el maestro Hora, otro magnífico personaje de este entrañable libro. No se me podía olvidar nombrar a ese lento animal que ayuda a nuestra protagonista y que, gracias a un maravilloso caparazón brillante, se comunica con Momo y la acompaña en la intrépida aventura contra lo hombre grises: la tortuga Casiopea. Un ser al que se le coge un cariño enorme al finalizar la obra. En resumen, al leer este libro se adentrarán en una crítica del modelo económico actual, en el que prima la rapidez, el economizar cada segundo para que sea productivo y, de ese modo, traspasarlo a un balance de resultados para poder ser cuantificado.

Como curiosidad, el escritor Michael Ende (Alemania 1929-1995) fue hijo del famoso pintor surrealista Edgar Ende. Padeció la Segunda Mundial y estudió Teatro en Munich. Quizás por ello pudo deducir que la vida puede perderse en un segundo y que, disfrutar del tiempo, tanto en la vida como en el teatro, es lo más importante. De las manos de este escritor, nacieron las palabras que dieron como fruto ese otro fantástico libro que es “La historia interminable”. Ante ustedes tienen “Todo tiempo que no se percibe con un libro muy destacable de uno de el corazón está tan perdido como los los mejores cuentistas de todos los tiempos, así que disfrútenlo.


¡Vacaciones Santillana, vacaciones Santillanaaa! por Ainize Salaberri Vacaciones en la cocina es un libro de cuentos divertidos para niños de a partir de cero a noventa y nueve años. Son cuentos muy cortitos, con muchas ilustraciones, y muy entretenidos. El autor, Miguel Ángel Mendo, reúne historias llenas de encanto y frescura, perfectas para una tarde de verano o una fría mañana de invierno, mientras fuera nieva. Cuando echas un rápido vistazo a sus páginas, sin embargo, te imaginas leyéndolo en una playa repleta de guiris y de niños haciendo castillos de arena. Lo que daríamos muchos de nosotros por volver atrás unos meses y sentarnos –o tumbarnos– de nuevo al sol, a la bartola, a disfrutar de un buen helado de chocolate, o un polo, con un libro como este en la otra mano.

bocatas de jamón York, aprende a deshinchar todo lo que no le gusta, incluyendo un coche que nos les dejaba volver a casa. ¡Cuidado con esa niña! Estas historias, deduzco, no tienen más objetivo que entretener a las fieras en cualquier momento del día y en cualquier época del año. Con ellas, los más pequeños se entretienen, se ríen y aprenden, con el hábito añadido– aunque éste no haga al monje es característica esencial de esta literatura–, de dar una lección. Porque no hay historia sin aprendizae.

Y, quizás lo más importante, es que crean, sin darse cuenta, la costumbre de leer, que tantos niños están perdiendo hoy en día por culpa de la televisión, los El primer cuento nos transporta, directamente, al videojuegos e, incluso me atrevería a decir, internet. comienzo de las vacaciones, y el segundo, en el que Los niños tienen que leer y divertirse, y si pueden ser Marisa, una niña a la que no le gustan nada los las dos cosas a la vez, como en este libro, mejor aún. 61


ENTREVISTA A MIGUEL ZVENYIKA ORDÓÑEZ

Miguel y sus libros por Ana Feito “… I've been to Persia a hundred times, along with St. Petersburg, Paris, the Middle Earth, distant planets and Shangri-la, and I never had to leave this room…”1 Dice Elinor Loredan en la película Inkheart (2008) cuando orgullosa le enseña a su sobrina su biblioteca, su tesoro. Yo no he tenido todavía el privilegio de enseñar a Miguel mi biblioteca, por falta de espacio tengo mis libros repartidos en dos casas y de todos modos es aún pequeño para leer muchos de ellos. Pero sí tengo la oportunidad de que él me enseñe los suyos. Emocionado me los muestra. Sus hojas están manoseadas, no porque no cuide de ellos sino porque han sido leídos incontables veces. Muchos tienen las tapas desgastadas de llevarlos al colegio en la mochila, de llevarlos a casa de sus abuelos, porque los libros de Miguel le acompañan donde quiera que él vaya. Sus libros son un ejemplo de lo que los más pequeños leen ahora, de Eragon a Harry Potter, La Historia Interminable, Memorias de Idhún, y algunos más. Le pregunto si se acuerda del primer libro que leyó y me mira con cara de sorpresa. -Creo que Black Beauty fue el primer libro “gordo” que leí, en inglés y trata de un caballo que cambia de dueño muchas veces hasta que al final termina quedándose con unas chicas. Hace tres años que leo, pero han sido tantos libros que es como si llevara leyendo desde los 6 años (ahora tiene 11) y me cuesta acordarme de los que leí primero. -¿Y la colección de Harry Potter? Porque recuerdo que eras muy pequeño cuando los estabas leyendo. -Ah, sí, Harry Potter lo leí hace mucho tiempo ¡es verdad! cuando volvimos de Inglaterra- se sonríe- Al principio no me gustó mucho pero poco a poco me enganchó, aunque luego tuve que esperar un poco que publicaran el 6 y el 7. Me acuerdo de que el 6 lo compré en un aeropuerto. Los tengo todos en inglés. Esa es la gran ventaja de Miguel, es bilingüe así que puede disfrutar de títulos que se publican en inglés y que no llegan a España, o leer mucho antes los que tardan en publicarse aquí. -¿Recuerdas cuál fue el primer libro que te regalaron o cuál nos pediste la primera vez? -Nunca tuve que pedir ninguno, siempre me los regalaron. -Claro, ya tenías a tu tita para que te hiciera la lista– le digo guiñando un ojo y Miguel se ríe conmigo–. ¿Y cuál es ese libro que te hizo especial ilusión cuando te lo regalaron? Se queda pensando un rato mientras yo sí que recuerdo cuál es ese libro por el que tantas veces preguntó. -¡Brisngr! -decimos a la vez y ambos lo pronunciamos de forma distinta-el tercero de la saga de Eragon de Christopher Paollini. -¿Cuántas veces me pudiste preguntar si ya lo habían publicado? -¿Diez?… ¿más o menos? O más…. Jajajajaja, ¡¡¡Y a ver cuándo sacan el cuarto!!! Que en dos años Paollini no ha publicado…. Porque la colección de Eragon es de lo que más me gusta… tanto que me leí Eldest 6 veces porque me gusta mucho la historia, sobre todo cuando viaja a Ellesmera, la ciudad elfa, me sorprendió que hubiese otro jinete de dragón… -Espero que no haya nadie que no haya leído Eldest, porque se lo acabamos de destripar. -¡¡Ups!!- Miguel se ríe.

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ENTREVISTA A MIGUEL ZVENYIKA ORDÓÑEZ

-¿Algún otro libro que te haya gustado mucho? -La historia interminable, ese me gustó mucho, sobre todo cuando va a visitar al Oráculo, Fujur el dragón de la suerte… ¡qué bueno es!, es una historia muy bonita, y también me han gustado los que tengo de Laura Gallego: Idhún, las Crónicas de la Torre… -¿Cuáles te faltan? -Creo que los de Alas negras y Alas de fuego… espera que te lo digo ahora-me dice y se va corriendo a la habitación a mirar. -¡¡Me faltan bastantes!! –grita desde la habitación. (Ya cogemos la indirecta para los siguientes reyes y cumpleaños.) Pasa un rato y no vuelve, cuando le voy a buscar está pegado a la pantalla del ordenador haciendo una lista en un post-it: • Finis mundi • Mandrágora • La hija de la noche • La leyenda del rey errante, aunque de éste me dice que cree que es demasiado pequeño para leerlo, porque es de miedo y para gente más mayor. -Y además de libros de fantasía ¿qué otros géneros te gustan? -Terror, de la colección Vampire dusk y Horror High también en inglés. Estos sí que molan. La primera colección trata de tres chicos que luchan contra un Dios maya que es un vampiro jefe, la segunda de una escuela en la que todos los estudiantes cambian cada año porque en la escuela pasan cosas raras y terminan por irse de allí a estudiar a otros sitos más “normales”. -¿Y qué libros te mueres de ganas por leer? -¡¡UFF!!¡¡El nuevo de Eragon!! -¿Me enseñas lo que estás leyendo ahora? -Saqué de la biblioteca del cole Spook’s que va de un adolescente que al ser el séptimo hijo de un séptimo hijo tiene habilidades para ver a los espectros. De su madre no se habla, no se dice quién es o lo que es… (Yo creo que es una bruja buena). La historia va sobre cómo el protagonista se entrena para ser el protector de su país. -Así que también vas a las bibliotecas, ¡bien hecho! -Sí, sobre todo a la del cole que tiene más libros dónde escoger, aunque la mayoría me los acaban comprando- me mira y se ríe. Lector incansable y también escritor, no hace mucho nos sorprendió a todos con sus primeros relatos cortos. -Háblame un poco de aquellos relatos que escribiste, ¿cómo se titulaban? -Uno era La esfinge, la espada y las brujas y en él un niño semidiós buscaba una espada para poder pelear contra su archienemigo. El otro era Yo y el elegido, que lo puse así a posta ¿eh?, para darle un punto gracioso jejeje, que ya sé que “yo” no va delante. Trataba de un vampiro y su amigo elfo que se conocieron en la escuela de magia. Espero que Miguel siga escribiendo, lo hizo muy bien. Cuando le dejo en el salón de su casa está rodeado de los libros que ha ido sacando para enseñármelos a medida que me hablaba de ellos. Ahora toca recogerlos pero, como le conozco, seguro que se entretiene abriendo alguna página y echando una ojeada a algún párrafo. Y , al igual que Elinor Loredan, volverá a viajar a Idhún, estudiará en Hogwarts, volará a lomos de Saphira o de Eldest (que sigue siendo su favorito), pasará miedo con el dios-vampiro maya pero sobre todo seguirá disfrutando leyendo. 1 He estado en Persia cientos de veces, junto con San Petesburgo, París, la Tierra Media, planetas lejanos, Shangri-la y nunca he tenido que salir de esta habitación… 63


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Peter Pan y Wendy, de J.M. Barrie por J. Álvaro Gómez Quién no conoce la aventura de Peter pan, ese niño que nunca crece. En la cabeza tenemos las imágenes que Disney nos regaló sobre sus luchas con el capitán Garfio y de sus andanzas con los niños perdidos. Pero, en este libro, se descubre a un Peter Pan mucho más salvaje, más aventurero y más emotivo. Peter Pan es un personaje creado por el escocés J. M. Barrie (1860-1937) para una obra de teatro. Mejor dicho, Peter Pan apareció en uno de los capítulos del libro de Barrie “El pajarito blanco” en 1902. Fue el 27 de diciembre de 1904 cuando se estrenó la representación teatral bajo el título de “Peter Pan o el niño que no quiere crecer”. Más adelante fue adaptada por el propio autor para ser lo que es hoy en día: un novela. Este libro nació una mañana en Londres, en uno de esos maravillosos jardines. Barrie paseaba con su perro San Bernardo cuando entabló amistad con unos niños y su niñera, la familia LlewellynDavies. Barrie se reunía con ellos y les entretenía inventando historias. Este libro está inspirado en esos niños . A la muerte de los padres de la familia, Barrie se convirtió en el tutor de los cinco huérfanos: George, John, Peter (¿les suena?), Michael y Nicholas.

Wendy se ocupa de todo y también, se ocupa de llevar a la memoria de la señora Gentil a un tal Peter Pan. La señora Gentil le recordaba de su infancia. En aquella época cualquier niño recuerda a ese personaje que vivía entre hadas. La entrada de Peter Pan en las vidas de esta familia llega una noche en la cual la señora Gentil, junto con el perro niñera Nana, logra atrapar la sombra de Peter. Un martes llega el niño a por su sombra y conoce a Wendy. En este primer encuentro se puede ver la madurez de la niña y la reacción infantil de él. Una preciosidad que queda retratada en la siguiente conversación:

Para mí, Peter Pan fue uno de los primeros superhéroes que conocí en mi infancia. Era audaz, temerario y valiente y, además, ¡era un niño! Era todo lo que podíamos soñar con once años. A todo esto hay que añadirle un toque de piratas, unas luchas intrépidas entre los buenos (niños) y los malos (adultos), y una joya llamada Wendy que acepta de buen grado ser la protagonista de la historia. Es todo lo que un joven quiere. Pero también, para el lector adulto, tiene sus dulces toques. El sonido del reloj, el amor pasional de Wendy por Peter o el final, uno de esos que deja marcado por su crudeza.

- Lo sabré cuando me lo des- replicó él con altanería.

“Todos los niños del mundo, menos uno, crecen. Y no sólo crecen, sino que en seguida saben que han de crecer.” Así comienza la historia. Wendy es la hija mayor de la familia Gentil. Después venía Juan y por último Miguel. 64

“- Pero, ¿es qué no sabes lo que es un beso?- le preguntó ella, estupefacta.

Y, para no herir sus sentimientos, la niña le dio un dedal.” Comprobamos que el niño es inocente, como la mayoría. Pero la niña, como ha estado ejerciendo de madre, tiene un toque de picardía y, en la entrega de dedal, se puede ver. Pero, en este caso, Peter Pan le devuelve el golpe con un toque infantil que es genial. Continuemos leyendo: “ Ahora- dijo él-, ¿quieres que te dé un beso? Y ella replicó cortésmente: - Como gustes. La niña inclinó la cabeza hacia él en seguida, pero el chico no hizo más que dejar caer un botón en sus manos.”


¡Toma ya! Como todos sabéis, lo de después todos lo conocemos: el malvado Jaime Garfio o, como él solía escribir, Jay Garfio, que “llevaba el famoso garfio de hierro con el que una y otra vez instigaba a avivar el paso”; o la bella y algo envidiosa hada; Campanilla en ese inolvidable capítulo en el que nos hace a todos dar palmas y gritar que sí, que creemos en las hadas. Reconozco que este episodio es uno de los que más me emocionan, pues conjuga la madurez adulta de la muerte, con la creencia inocente de la hadas. No creo descubrir mucho más. Todos conocemos la historia, que no el libro. Por eso, yo invito a leerlo. A ponernos nuestras mascaras de niños. Aquellas que un día, dejamos olvidada en el cajón, junto a las facturas de la luz y las últimas declaraciones de la renta, y abramos las

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ventanas. Dejemos que la sombra de Peter Pan llegue a nuestras casas. Batallemos junto a Encrespado, Agudo o Simplón contra los piratas. Perdámonos entre las bellas sirenas y las hadas. Es tiempo de ello, de volver a ser ese niño entusiasmado por un dedal. Vamos a hacerlo. Quizás, de ese modo, el final no nos resulte tan doloroso. Un final tremendo que apenas perciben los niños al leerlo pero que, a este adulto, le machaca cada vez que lo lee. Y, como le pasa a Jaime Garfio con el cocodrilo, le recuerda el inaceptable paso del tiempo. Pero, adéntrense en él. Lean con otros ojos y, por una vez en este año, déjense llevar por las manos diminutas de Peter Pan y verán cómo me lo agradecerán. Por cierto, les recomiendo que vean “Nunca jamás”, dirigida por P. J. Hogan. No es gran cosa pero relata la relación de Barrie con la familia Llewelyn- Davies.


Lealtad ante todo, hermano por Ainize Salaberri

Autores distintos, libros distintos, que sin embargo comparten muchas características en común. En ambas novelas, además, son dos hermanos y sus novias los protagonistas. En “Malos pasos”, Santiago y Adrián; en “Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas”, Isaac y Chema. En estos dos libros de Manuel L. Alonso y de Jordi Sierra i Fabra respectivamente, lo más importante es la lealtad y la verdad, así como la búsqueda de aquello que nos ha de hacer felices y no desgraciados.

Sentimientos Lealtad... a un hermano. Cuando Adríán en “Malos pasos” vuelve a casa de sus padres porque se ha metido en un buen lío, su hermano pequeño Santiago le defenderá hasta el punto de hacer peligrar su vida. Se encuentra con un matón que trabaja en la cárcel, el mismo que le perseguirá sin saciedad hasta que le devuelvan lo que es suyo. Y Santi, lejos de vender a su hermano, con valentía se enfrenta a lo que su hermano, quien anda en malos pasos, como decía su padre, le ha preparado sin comerlo ni beberlo. En la novela de Sierra i Fabra es Isaac quien es leal a Chema, su hermano, fotógrafo reconocido mundialmente que acaba de suicidarse sin motivo aparente. Ante el hecho de que la policía no investigará un suicidio y que todos los que le conocían decían que había cambiado mucho recientemente, nadie desea entender por qué un fotógrafo que está en la cúspide de su carrera y que lo tenía absolutamente todo decide terminar con su vida. Isaac buscará las respuestas, y las encontrará.

Miedo... a la vida, a las consecuencias, a la verdad. Santiago tiene miedo. Bruno, el matón, le persigue. Quiere el dinero que le correspondía de su parte por haber liberado a un preso de un furgón de la policía. Adrián, su hermano, dice que no lo tiene, pero Santi sabe que miente. Y tiene miedo de sufrir él las consecuencias, porque su hermano ha huido, de nuevo, como las ratas que son las primeras en abandonar un barco que se hunde. Por su parte, Isaac, tiene miedo de descubrir, entre otras cosas, qué hace un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, pregunta que le lanzó su hermano en la carta de despedida que le escribió para “que no le juzgase muy severamente”. Miedo a descubrir que la vida que él envidiaba de su hermano no era vida sino infierno.

Decepción...

porque tanto Santiago como Isaac descubren que sus hermanos no eran los ídolos que ellos

creían. (Y cómo no) Amor... a la familia, a sangre de tu sangre. Porque no importa que Adrián haya robado, trapicheado, asaltado un furgón de policía y huido dejándole el culo al aire, ni que Chema, el exitoso fotógrafo, se haya traicionado a sí mismo y haya acabado con su vida, cobarde y valiente como es un hecho así. No importa, da lo mismo, porque el amor prevalece, la sangre prevalece, igual que la lealtad, igual que el miedo. La familia lo es todo.

Valores La verdad, importantísimo, lo que más valoran Isaac y Santiago. Lo que más ocultan Adrián y Chema. Lo que el mundo, los padres, la sociedad, no quiere oír. La verdad, que se esconde siempre bajo la alfombra, como la suciedad. Estos dos hermanos la buscan sin cesar, y lucharán por ella hasta el final.

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LA TRASTIENDA por Fusa Díaz

KASHTANKA

La brevedad es la hermana del talento. ANTÓN CHÉJOV

Kashtanka, historia de un perrito Kashtanka, que en ruso significa castaña, es un perro de raza indefinida, no demasiado bonito, no demasiado bueno, no demasiado nada. Su amo, el ebanista Luká Alexándrich, a pesar de que lo lleva siempre con él, a menudo se enfada -unas veces con razón, otras sin ella- y le habla con un desprecio que Kashtanka reconoce porque alarga las palabras y tiene la expresión encolerizada. Saliendo en la camioneta por la mañana para ir a hacer algunos encargos de su amo, Kashtanka se había portado un poco mal por la excitación y su dueño, Luká, se había puesto muy nervioso. De pronto, sin que ninguno de los dos se lo pudiera explicar, estando Luká bastante ebrio, Kashtanka se había perdido. No sabía qué había ocurrido ni cuánto tiempo llevaba perdido ni, por supuesto, dónde era que se encontraba. De modo que, después de olisquear y no reconocer ninguno de los olores que allí se encontraban, excepto los de unos zapatos nuevos que dejaban en un segundo plano a todos los demás que podrían serle de gran ayuda, se tumbó en una puerta e intentó descansar. Pero la puerta y la suerte del perro se abrieron a un tiempo y de ella salió un misterioso desconocido que estaba dispuesto a ayudarle. Kashtanka, como podía reconocer en el tono del desconocido un matiz tierno, le lamió la mano y aulló, triste como estaba por su desdicha. Ven, dijo el tipo, y Kashtanka confió ciegamente y pasó dentro de la casa. Allí, le dio pan y una corteza verde de queso, un pedazo de carne, medio pastelillo y unos huesos de pollo; pero, cuanto más comía el perro, mayor era su hambre. Ni se acordaba del tiempo que hacía que no probaba bocado. Kashtanka se preguntaba dónde estaba mejor, si en casa de Luká o en compañía del desconocido amable, si en su casa, con sus comodidades, o en aquélla era pobre y fea. Pero la pequeña colchoneta que le ofreció y su acogida no hicieron más que recordarle que estaba perdido, que su dueño Luká y el hijo, Fiédiushka, ya no estaban con él, y sintió una pena muy grande... que fue vencida por el 67


cansancio y la fatiga y, finalmente, se quedó dormido en aquella casa. Cuando despertó la mañana siguiente, pudo comprobar que no era el único animal en aquella casa. Olisqueando y empujando algunas puertas, dio con una habitación donde había un ganso y un gato, compañeros que, más tarde lo sabría, se llamaban Iván Ivánich y Fiódor Timoféich. Aquella misma mañana, después del revuelo que se armó al encontrarse los tres, Kashtanka recibió su nuevo nombre, uno que algún tiempo después podría comprender: Tío. Formando ya parte de aquella extraña familia, Tío, el nuevo Kashtanka, pudo observar por primera vez un espectáculo que no había visto jamás: el desconocido daba órdenes al ganso, al gato y a un cerdo que hizo entrar momentos más tardes, llamado Javronia Ivánovna. Obedeciendo al mano, éstos podían simular una muerte, subirse uno encima de otro haciendo una torre o hacer reverencias en el saludo. Kashtanka no salía de su asombro y disfrutaba del circo, pero todavía no había llegado su momento de tomar parte. Todas las tarde, a punto de anochecer, salía su nueva familia a la calle y volvían cuando él ya estaba dormido. Lo que no sabía Kashtanka, y no tardaría en saber, era que todo aquello que él podía presenciar en la casa, después se llevaba a cabo en un circo de verdad, con personas que acudían a ver el teatro de sus compañeros. Los motivos que llevan a su nuevo amo a entrenarle son tristes: el ganso, una noche, después de tener un comportamiento de lo más extraño, muere. No le queda otra que improvisar al día siguiente e intentar enseñarle a Tío algunas peripecias. Para sorpresa de todos, Kashtanka lo hace estupendamente y, no sin nervios, esa noche debuta en el circo. En el camerino puede ver cómo su dueño se pinta la cara y se viste de una manera extraña, convirtiéndose en un payaso y en casi un extraño. Aun así, era capaz de reconocerlo gracias a su tono de voz. Después de los primeros momentos de nervios y algo de miedo, de desconcierto sobre todo, Kashtanka le da a su amo lo que él quiere. Presentaciones hechas (el payaso en el juego hace creer a los espectadores que su tía ha muerto y que le ha dejado de herencia una maleta bien grande, sospecha que hay mucho dinero, pero, cuando la abre, de ella salen sus tres animales, entre ellos, Tío, y les llama precisamente así para que todo encaje como un puzle), Kashtanka se entrega a la diversión. Lo que nadie podía imaginarse es que, en el público, están sus antiguos amos que, por supuesto, no tardan en reconocerle. Siempre se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, y aunque el payaso le había acogido y dado mucho cariño, Kashtanka no puede hacer otra cosa que volver con Luká y Fiédiushka, sintiendo que todo lo vivido sin ellos no era otra cosa que una pesadilla larga y confusa.

Antón Chéjov (1860-1904) Antón Pavlóvich Chéjov fue médico, escritor y dramaturgo ruso. A día de hoy es considerado el maestro del relato corto y uno de los escritores de cuento más importantes de la historia de la literatura. Consiguió compaginar su carrera literaria con la medicina, afirmando que esta última era su esposa y la literatura sólo su amante. Siendo sus primeras razones literarias puramente económicas, su ambición acabó por hacerle introducir innovaciones que han influido en la evolución de los relatos cortos.

Colección El Bosque Viejo, Gadir En esta colección se pueden encontrar títulos como La viuda y el loro, de Virginia Woolf, Cómo se salvó Wang-Fô, de Marguerite Yourcenar, El príncipe feliz, de Oscar Wilde, Lo mejor del mundo son los niños, de Fernando Pessoa, Divina Comedia, de Dante Alighieri, Las tres preguntas, de León Tolstói o La nariz, de Nikolái Gógol. Siendo ya libros infantiles o libros adaptados para niños, en El Bosque Viejo encontraremos libros de autores reconocidos, u otros que no lo son tanto, con ilustraciones dentro de sus páginas que amenizan la lectura y atraen al público al que va dirigido. En el caso de Kashtanka, el libro del que hemos hablado, corren a cargo de Raquel Marín, que nació en La Rioja en 1980 y en 2007 obtuvo el premio de ilustración Injuve que otorga el Instituto de la Juventud español; la traducción es de José Laín Entralgo. Gracias a editoriales como Gadir y otras, encontramos la manera de hacer llegar a los más pequeños algunas obras importantes y algunos nombres que, de otro modo, les serían totalmente ajenos. 68


por David G. Ávila Cuando me disponía a elegir las obras para esta edición de Granite & Rainbow dedicada a la literatura infantil y juvenil, me di cuenta de que todos mis libros que podían encajar en ese perfil están en casa de mi madre. En mi pequeña biblioteca no fui capaz de encontrar nada. Bueno, sí, algún pequeñísimo cuento, pero nada más. Así que aproveché la oportunidad para lanzarme a la calle en busca de nuevas historias que luego poder trasladaros a vosotros. Era domingo y tenía visita de una amiga. Así que me dispuse a matar dos pájaros de un tiro: llevarla a conocer el mercadillo de lo viejo de la Plaza Nueva de Bilbao, con sus puestecitos, su gentío dominguero que curiosea vestido de bonito o con la resaca del día anterior mientras traga sin masticar unas sabrosas rabas (calamares rebozados). Yo me lancé a curiosear entre cientos de libros de segunda mano, y así di con “Rebeldes” de S.E Hinton, y “Agualuna” y “La sonámbula en la Ciudad Laberinto” de Joan Manuel Gisbert. No era la primera vez que leía un cuento del escritor catalán. Entre mis manos habían surcado las historias de “El misterio de la isla de Tökland (1981) con el que Gisbert lorem“ipsum dolor met set consiguió el Premio Lazarillo de quam nunc parum creación literaria en su edición de 2007 1980 y figuró en la Lista de Honor del Premio Andersen, el Nobel de los cuentos. Y también pude 69

disfrutar de “La voz de madrugada”, y algún que otro libro más, gracias a mi amigo y hermano Javier Palao, quien me introdujo en los oníricos mundos de este autor, copiosamente galardonado en su extensa carrera. “La Sonámbula en la Ciudadlaberinto” ha sido una oportunidad más para recrearme en las leyendas y en la “nave” más veloz que disponemos los seres humanos para viajar de un lado al otro del confín del universo: la imaginación. En esta historia que mezcla aparente realismo y fantasía viajamos con una amazona que también escapa de algún peligro para adentrarse en una ciudad enigmática. En ella nada es lo que parece, las leyes universales se ven alteradas y hay que olvidarse de las señales que nos envían nuestros sentidos para dejarse guiar por los instintos más íntimos y profundos. “Ante el desorden espacial que allí imperaba, la Sonámbula decidió intentar un modo de aproximación aún más insólito: empezó a avanzar con los ojos cerrados y los brazos extendidos al frente para no darse de bruces con ningún obstáculo. De este modo sólo entraban en juego sus sentidos de orientación más profundos, sin posibilidad de que las engañosas perspectivas visuales la extraviaran.” Varios personajes se encontrará la “Sonambula” en su transitar a

través de la Ciudad-Laberinto, y todos ellos le ayudarán a conocerse mejor a través de sus increíbles historias cargadas de mitología, magia y fantasía. Historias sacadas de la cultura popular más lejana y cercana, que nos dan lecciones vitales o nos enseñan los huecos más oscuros de los sueños y deseos de los mortales humanos. Por ejemplo, la búsqueda de la eterna juventud o la vida eterna a través del misterio de la Fuente de la eterna Juventud. O el sueño de todo científico y estudioso de las estrellas: conocer los secretos de los astros, de las constelaciones, de los planetas y encontrar mensajes que nos ayuden a conocer mejor quiénes somos, o incluso el futuro, y así alterarlo en beneficio propio. Esta es literatura juvenil para todo los públicos, principalmente para todas las personas a las que les gusta leer, conocerse mejor, reconocer a los demás, nuestro pasado para entender mejor el presente. Porque leer un cuento no es un acto de puro ocio, de llenar el tiempo y que sirva para engordar nuestros egos. Leer las historias de Joan Manuel Gisbert es como ponerse delante de un espejo por el que podemos mirar a través de nuestros propios ojos y ver que estamos hechos de polvo de estrellas que viajan a miles de kilómetros hora a través de un lienzo oscuro plagado de más estrellas como nosotros.


Una aventura juvenil El cazador del desierto, de Lorenzo Silva

por Rosa Rodríguez

“La mayoría de las cosas que nos pasan, si se piensa, vienen y se van sin dejar rastro, como si en realidad no importaran mucho y esa predisposición para olvidarlas fuera nuestra manera de perdonar que nos hayan distraído de las cosas que sí merecían atención. Sin embargo, hay unos pocos momentos escogidos en la vida que según los estás viviendo ya sabes que los vas a recordar para siempre. Uno de esos momentos, al menos para Irene y para mí, fue la mañana de octubre en que conocimos al cazador.” (Lorenzo Silva, El cazador del desierto)

Así inicia Laura, nuestra narradora, en primera persona, la historia que Lorenzo Silva escribe con personajes adolescentes, temas relacionados con la adolescencia y apta para ser leída y comentada por adolescentes. De hecho, L. Silva compone una trilogía protagonizada por las tres jóvenes, Laura, Irene y Silvia que dan vida, junto a otros personajes, a la narración. La Trilogía de Getafe, formada por las novelas Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia, El cazador del desierto y La lluvia de París, está situada en el barrio madrileño de Getafe y centrada en el relato de tres muchachas que empiezan a despertar a la vida, tomando conciencia de todo lo que les rodea y descubriendo un mundo desconocido por ellas hasta entonces. La cita que encabeza este artículo corresponde precisamente al inicio de la novela. Desde mi punto de vista, en ella aparecen varios enunciados que van a ser el desencadenante argumental de esta historia protagonizada, como les decía, por adolescentes. En realidad, es cierto que “la mayoría de las cosas que nos pasan, si se piensa, vienen y se van sin dejar rastro”, pues es innegable que en nuestra vida pasan muchas cosas irrelevantes; se trata sin duda de lo cotidiano, lo rutinario que, aun sin desearlo, ocupa la mayor parte de nuestro tiempo vital; pero tampoco 51

es innegable que de la misma forma que viene, se va, y sin dejar huella la mayoría de las veces. Sin embargo, como afirma Laura, “hay momentos escogidos”. Desde luego, nuestra existencia es siempre susceptible de ver aparecer esos momentos que “sabes que los vas a recordar siempre”, pero todos sabemos que la adolescencia es quizá el período de nuestra vida expuesto con mayor sutileza a los hallazgos o sucesos fantásticos y maravillosos, sea por su extravagancia, o por lo sorprendentes, extraordinarios o estupendos que puedan llegar a parecer. Y es que todos estos adjetivos bien podrían resumirse en esa ruptura de lo cotidiano que esperamos en nuestras vidas. Tal como les va a suceder a estas jovencitas, sobre todo a Irene, que durante un tiempo dejará de ser la chica “excelente” para convertirse en una verdadera “rareza” después de conocer al “cazador”. Es indudable el acercamiento de L. Silva al mundo de los adolescentes. Y reconozco que para mí, El cazador del desierto tiene un encanto especial, pues no sólo se centra en este complejo grupo de muchachos en edad no menos compleja, sino que también nos sitúa en la realidad de los centros estudiantiles, en el Instituto de Secundaria, concretamente, de una forma real, verídica, con la que los jóvenes lectores se pueden sentir i d e n t i fi c a d o s – a d i f e r e n c i a , permítaseme la comparación, de series televisivas interesadas en reflejar este mundo estudiantil mediante un contexto tan equivocado como disparatado-. Si nos centramos en los elementos narrativos, por lo que respecta a los personajes son todos bastante reales –excepto Orens, claro, que ahí está la rareza o lo enigmático de la obra-; el espacio también aparece como verídico, un Instituto de Getafe; y en cuanto al tiempo, un trimestre escolar de BUP (un plan de estudios que queda en el fondo del pozo del Sistema Educativo) del curso 1997-98. Los adolescentes y


yo hemos estado conviviendo los nueve meses que abarca el curso escolar durante muchos, muchos años. Y en nuestra convivencia ha habido, claro está, de todo: momentos entusiastas y momentos no tan entusiastas, más bien duros. Pero si hay algo que yo, desde mi madurez, también he descubierto, es que realmente estos muchachos están siempre a la espera de que suceda algo nuevo, diferente, que pueda romper el aburrimiento de la cotidianidad. En verdad, si bien pueden entregar mucho más de lo que ellos y nosotros nos podamos imaginar, al mismo tiempo se muestran sedientos de novedades. Cuando cayó por primera vez en mis manos El cazador del desierto, después de quedar muy satisfecha con la trama, me sentí cautivada con las historias dentro del hilo argumental; me refiero al relato de las tres películas que fascinan a Orens y transportan a Irene; son relatos meticulosos, llenos de comentarios que me dejan realmente fascinada al leerlos, como aquel que pronuncia Irene sobre Robert de Niro y el final de su película, “El cazador”: “Cuando acaba la película y empiezan los créditos vuelve a arrancar la música, por última vez. Parece mentira que una película tan brutal tenga una música tan delicada, pero si lo piensas te das cuenta de que el verdadero sentido de la película no está en las escenas brutales, sino en otras cosas mucho más sutiles; por ejemplo, en cómo Robert de Niro sobrevive a la guerra y llega a descubrir que debe perdonar al ciervo. Yo me quedé pensando eso… (El cazador del desierto, Ed. Anaya, pág. 109). Simplemente genial. Esta lectura, pensé yo entonces, parecía atractiva para intentar “cazar” a mis alumnos en el hábito lector; con ella les ofrecía algo íntimamente relacionado con su propio mundo, con su problemática, con su propio lenguaje cargado de expresiones coloquiales a las que están más que habituados, con los inevitables apodos a los profesores -bastante ingeniosos-, entre otras cosas, pero con una buena dosis de “singularidad” que aún les pudiese enganchar más -el protagonista

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y su comportamiento, la relación con el cine, la conversión inesperada de la “empollona” de la clase, Irene …-. ¡Y acerté! Sigue siendo, para mí, una de las lecturas seleccionadas. La temática planteada por Silva en su novela es diversa. Por un lado nos presenta los atractivos temas del amor y de la amistad, tan traídos y llevados por los adolescentes de todos los tiempos –reconozcamos que hay temas en la vida y en la literatura que nunca mueren, sólo se transforma la manera de tratarlos-; por otro lado, nos aflora ese despertar a la vida que mencionaba al principio del artículo: el tránsito de la adolescencia a la madurez. Pero no menos importante es el tema que traza el autor en torno a la inadaptación social del protagonista masculino, un perfecto amante de la soledad del desierto que influye sobremanera en su forma de comportarse y de relacionarse con los demás. Sin embargo, a pesar de la presencia más que notable de estos argumentos, la novela podría considerarse un canto a la libertad a través de una magnífica metáfora: la liberación de una presa después de que su “cazador” decida disparar al aire, o a la vida. Se ha llegado a decir que en El cazador del desierto se narra el amor que surge entre dos adolescentes, ambos muy inteligentes y seguros de sí mismos -quizá en ello resida el atractivo inicial del uno por el otro-, aunque Irene más madura y con los pies en el suelo, mientras que Orens representa el mundo imaginario; y es ésta una relación en la que él, Orens, aparece como el “cazador” que seduce a su presa, Irene; pero en el momento en que está seguro de los sentimientos de ella, es decir, está a punto de lanzar el “disparo”, la deja escapar, decide no capturarla marchándose lejos. Éstas son claras referencias a la película mencionada anteriormente, protagonizada por Robert de Niro. Y es este punto otro de los temas esenciales de la novela: la estrecha relación entre cine y literatura, que además de fascinarnos con su relato, sirve para dejarnos conocer mejor la personalidad del protagonista.

NOVELAS LORENZO SILVA


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Hasta ahora sólo se ha mencionado el film de “El cazador”. Las otras dos películas -cuyas narraciones a rg u m e n t a l e s s u p o n e n , c o m o l a a n t e r i o r, interrupciones o digresiones temáticas- son “Lawrence de Arabia” y “Excalibur”. La magnífica versión del rey Arturo a través del film que lleva por título el nombre de su famosa espada, sirve para hacer reflexionar a Irene sobre la que parece una inminente partida de Orens. Y con respecto a “Lawrence de Arabia”, asistimos a un paisaje rememorado, elogiado y exaltado por el protagonista, un paisaje colmado de tal exotismo que no puede por menos que chocar con la vida rutinaria del Instituto, aludida en otros momentos. Tanto “el cazador” como “el desierto” de las películas relatadas contienen la clave de buena parte del argumento y del título de la obra.

Si la historia principia con un grupo de alumnos de un instituto de Getafe que emprenden el nuevo curso escolar con total normalidad, cuya única ilusión será la de reencontrarse después del verano con los compañeros -algo habitual-, esta regularidad enseguida se verá transgredida con la llegada del “nuevo”, el enigmático José María, Orens, el cazador del desierto, con su actitud desafiante y provocadora que generará multitud de eventos. La novela termina con la confidencia de las tres amigas respecto a lo sucedido desde que llegó “el nuevo” al Instituto; y es la reflexión de Laura, la principal narradora, la que colma de justicia a ese exótico personaje: “Yo creo más bien que con su renuncia quiso hacerle un obsequio a Irene. Prefirió que ella le recordara así, levantando el rifle y fallando el disparo […] tuviera presente que podía haber un rifle apuntándola, pero también que hay tiradores que sienten el dolor de los ciervos […] aquel último fue el más delicado de


De ratones y brujas por Salvador J. Tamayo Pocas son las veces que leo o que obedezco algún manual de instrucciones. Creo recordar que salvo casos puntuales en los que te dicen cómo matar hormigas en Roma o cómo llorar, o no llorar, jamás obedecí ninguno. Pero sin duda las instrucciones más útiles para los que son pequeños y los que no lo son tanto, son las que cuenta Roald Dahl en Las Brujas. Instrucciones sobre cómo identificar a las brujas: siempre llevan guantes para ocultar unas horribles garras de gata, sin uñas. Son calvas y usan pelucas sofisticadas, lo que les ocasiona el malestar conocido como “cosquillas de peluca”. No tienen dedos en los pies y sus orificios nasales son grandes, muy grandes; cómo si no podrían oler el dulce hedor que emiten los chicos limpios. Instrucciones donde lo fantástico convive con lo cotidiano haciendo que se vuelva terriblemente burlesco, donde surge una estética de la fealdad que me llama y gusta más que los pequeños héroes que quizás luchan por su particular idea de justicia. Roald Dahl retrata lo cruel de la s u p e r v i v e n c i a , j u s t i fi c a u n holocausto, la extinción, el olvido: nosotros por ellas. Las brujas al fin y al cabo sólo intentan sobrevivir. Quizás habría que reivindicar un planteamiento distópico en el que el objetivo fuera cazar a ese horripilante chiquillo y ratonizarlo. Roald Dahl ha marcado a varias generaciones con un estilo inteligente y ácido, creando un 22

imaginario muy personal e insertando sus relatos dentro de la cotidianidad. Con la complicidad y disposición adecuada del lector, hasta lo más descabellado es creíble. Así, tras leer Las Brujas resulta difícil que no se sienta desconfianza hacia cada mujer con guantes, o con la nariz algo más grande de lo común. Aparentemente, en este relato las funciones de Propp, tan admiradas por narratólogos y estructuralistas del siglo pasado, se cumplen casi por completo. Sigue el esquema clásico de cuento de hadas pero el final, por suerte para todos, no es del todo común. Dahl no se rebela contra el final feliz, sino que lo reinventa: deja la historia abierta y la misión del protagonista no termina. Más bien al contrario: se maximiza, se vuelve más difícil, peligrosa. No es un final feliz en el sentido clásico, pero lo que les sucede a los protagonistas es algo con lo que pueden convivir. El chico y su abuela, ambos sin nombre en el relato, pueden llegar a beneficiarse del daño sufrido. Cuando a algunos nos sobrepasaba el miedo a los pasillos en la noche, el protagonista no sólo tiene agallas para enfrentarse a las brujas de Inglaterra, sino que acepta de buen grado una peculiar cruzada contra todas las que existen. De Roald Dahl se agradece lo grotesco de algunas situaciones y personajes. Rozando lo felliniano, sus historias enmarcadas dentro de “lo común” son extremadamente crueles. En una de sus novelas más conocidas,

Matilda, una chica detestada por sus padres, sufre el maltrato de la directora de su escuela. Ante esa situación de injusticia se rebela de una forma agresivamente divertida, atendiendo a su particular código moral –herencia de todos los libros leídos. Existe una adaptación c i n e m a t o g r á fi c a , “ m a d e i n Hollywood”, dirigida en 1989 por Nicolas Roeg, que retrata con bastante fidelidad el libro hasta que llega el desenlace. El que yo considero uno de los mejores finales en la historia de la literatura infantil se convierte en el típico final feliz, sujeto a los cánones a los que nos ha habituado Norteamérica. Tal vez a consecuencia de esto, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón se planteen readaptar el libro. Y hacerle justicia a ese final, cuya brillantez reside en cómo un pequeño es capaz de asimilar su nueva condición y tomar conciencia de su muerte, de que el tiempo que les queda, a él y a su abuela, se agota. Y aún sabiendo todo esto, el pequeño tiene la frialdad y la madurez suficiente como para aceptar con estoicismo su destino y dar gracias por él. Lo encomiable de Dahl es que jamás infravaloró la inteligencia de los chicos ni planteó la literatura como una pantomima de la realidad; al contrario, no tuvo ningún reparo en mostrarla como es. Difícil, cómica, trágica a veces. Pero eso sí: oculta tras el halo de lo fantástico.


Entrevista LA BUENA LETRA FUSA DÍAZ

Rafa es un romántico de los libros. Una vez se preguntó cómo sería si su más y mejor pasión se convirtiera, también, en su oficio. Así se convirtió en librero, como por arte de magia, como por arte de cuentas y mudanzas, transportistas, pedidos y los temidos libros de texto. Así, como quien se disfraza en Carnaval, Rafa es librero, se pasea entre libros como en el mejor de sus sueños y se convierte en esa figura del librero -cada vez más ausente- que recomienda si le piden, que sabe de literatura, que disfruta si le preguntan por algún autor. En esta entrevista Rafa nos desvela algunos secretos de la literatura infantil y juvenil, hablando de las novedades y los más vendidos, contándonos qué opina sobre los cuentos de hadas y el e-book, dejándonos ser partícipes, gracias a las fotos, de esas sesiones de cuentacuentos que ofrece en la librería La Buena Letra (Gijón). Rafa es el librero que yo querría en mi librería de confianza, esa persona a la que uno le confía su siguiente viaje literario, el, por así decirlo, guía de lectura.

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FUSA: ¿Por qué La Buena Letra y no otro nombre? RAFA: A Rafael Chirbes, en mi humilde opinión el mejor escritor español de los últimos 20 años, me lo descubrió un antiguo profesor de literatura del Instituto, Julio Flórez. Él me dijo que leyera una pequeña novela de un autor que me sonaba vagamente. Aquella novela era La buena letra y, cuando la leí, pensé que, si tuviera talento, me gustaría escribir como ese escritor que se llama como yo. El talento no llegó, pero sí el amor por su obra. Esta librería se llama La buena letra en honor a Chirbes. Además, hay una frase en el libro que dice que La buena letra es el disfraz de las mentiras, y esa frase me parece que define también a la Literatura.

FUSA: ¿Qué actividades tienes reservadas para los más pequeños de la casa? ¿Qué nivel de participación hay? ¿Acude toda la familia? RAFA: Todos los sábados a las 17:30 hacemos un cuentacuentos infantil para niños a partir de 3 años. De igual modo, un viernes al mes organizamos un taller de cuentacuentos para bebés de 0 a 3 años. Los bebés tienen que estar acompañados por un adulto e intentamos que éstos aprecien las características especiales del cuento infantil, que traten de apreciar lo que está más allá del texto, que aprendan, en definitiva, a leer literatura infantil. El nivel de participación es alto. Los niños disfrutan con los cuentos y los padres disfrutan viendo que sus niños se lo pasan bien con un cuento entre las manos.


FUSA: Sé que hay uno que te gusta especialmente. ¿De qué trata La primera vez que nací?

FUSA: ¿Cuál es el libro que más se vende de literatura infantil y juvenil? RAFA: Por edades, la estrella indiscutible para los más pequeños (no lectores) es El pollo Pepe que edita SM. Entre los 6 y los 10, manda indiscutiblemente un ratón periodista que responde al nombre de Gerónimo Stilton. Todo un fenómeno editorial que tiene adeptos y detractores, y, a partir de los 10, la cosa ya no está tan clara porque empieza a mandar la edad lectora más que la edad física. Tenemos niños que siguen con Gerónimo a cuestas y otros que se empiezan a adentrar en el mundo de Crepúsculo o Ghost Girl. No obstante, autores españoles como Jordi Serra i Fabra o Laura Gallego, con sus Memorias de Idhun, también hacen furor. Después funcionan mucho las recomendaciones de los libreros, en mi caso, vendo mucho para los no lectores. ¿A qué sabe la luna?, que edita Kalandraka, y La pequeña oruga glotona, que edita Kókinos. A partir de siete, a mí me funcionan muy bien los libros protagonizados por una niña detective que se llama Clara Secret y que los edita Mc Millan, y en juvenil me quedo con Carta al Rey de Tonke Dragt editada por Siruela.

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RAFA: Lo primero que tengo que aclarar es que más que, un libro infantil, es una historia dirigida a todas las edades. Cuenta en viñetas y texto todas las primeras veces de una niña. Desde su nacimiento hasta la primera vez que ve a su hija. Los dibujos son muy sencillos, pero la fuerza está en el texto y en la ternura que destilan sus páginas.


FUSA: ¿A partir de qué edad el niño común (exceptuando maravillosos casos) empieza a pensar que leer es aburrido?

RAFA: Yo creo que los 12 años es la edad clave, y tampoco lo veo como algo traumático ni necesariamente perjudicial, son etapas de la vida en la que uno siente que quiere descubrir el mundo y no sólo lo que sucede en los libros que lee. A esta edad se les abre un abanico de posibilidades tremendo y el niño-adolescente-joven necesita estímulos continuos. Lo bueno de los libros es que son muy pacientes y siempre están ahí esperando al lector que quiera sumergirse en sus páginas. De todos modos, como aclaras ya en la pregunta, existen muchas maravillosas excepciones.

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FUSA: Los niños de ahora tienen ordenador, móvil y juegan a la PlayStation y a la Wii, ¿el libro ha pasado de moda?

RAFA: No, creo que no ha pasado de moda en absoluto. El libro convive perfectamente con otras formas de entretenimiento y tiene la inmensa ventaja de que no necesita actualizaciones. Yo tampoco soy un apóstol ni del libro ni de la obligatoriedad de leer. Como el amor para Lope, quien lo probó lo sabe. El libro, para los que disfrutamos de la lectura, es una fuente infinita de placer, pero creo que se pude ir por el mundo sin haber leído a Carmen Martín Gaite o a Chirbes. El mundo sería un poco más incompresible, un poco más ancho y un poco más ajeno, pero se podría vivir igual.


FUSA: En la nueva literatura infantil y juvenil las princesas ya no visten de rosa, el príncipe tira a gris y nadie come perdices. La figura femenina es valiente y casi heroica y ya no se conforma con tener una melena larga y rubia. Él es más torpe y ya no es el apuesto galán. ¿Qué crees de esta evolución, pronto estará todo lleno de modernidad, incluso los cuentos de hadas?

RAFA: El mundo ya es bastante gris como para que les obviemos a los niños los cuentos de hadas tan llenos de estereotipos. Hay determinadas edades en las que el niño necesita el blanco y negro, los buenos y los malos, los matices tienen que ir apareciendo a medida que van creciendo. No creo que el cuento tradicional con sus princesas dóciles y sus príncipes apuestos y valientes desaparezca. Mi experiencia con niños me ha enseñado que (independientemente de su educación y con excepciones) hay un momento en que las niñas quieren disfrazarse de princesas, vestir de rosa y llevar una diadema en el pelo. Después normalmente todo cambia. Volviendo al cuento La primera vez que nací, hay una página que dice: "La primera vez que me disfracé, fue de princesa. La segunda vez que me disfracé, fue de princesa. La tercera vez que me disfracé, fue de princesa. Por lo tanto, soy una princesa."

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FUSA: ¿Crees que las nuevas generaciones, ésas que pasan por La Buena Letra y escuchan vuestros cuentos, leerán en e-book? RAFA: No tengo ninguna duda, creo que el ebook, de una forma más paulatina que la música, va a terminar conviviendo con el libro tradicional. El mayor peligro de la literatura no está en el formato, sino en la calidad de las historias que se nos cuenten. Los lectores, y yo, antes que librero, soy lector, necesitamos nuestro suministro diario de buena literatura, el envase lo decidirá cada cual.

Desde Granite & Rainbow queremos agradecer de todo corazón la entrevista a Rafa, a La Buena Letra, una librería llena de encanto con un librero encantador.


Relato El primer rayo de sol del día por Marta Gómez Garrido El trinar de los pájaros se coló por la ventana, transportado por el suave susurro de la recién estrenada primavera. Los primeros rayos de sol atravesaron el pequeño ventanuco hendido en la madera y la luz se enredó con una mata de pelo azabache que descansaba sobre un montón de paja, amontonada a modo de cama. La pequeña a la que pertenecía el oscuro cabello se incorporó sobre el lecho, aún con la mirada perdida en algún sueño. Se encaramó hasta el ventanuco y miró hacia el horizonte con gesto concentrado. La brisa de la mañana le acarició el rostro adormilado y una sonrisa complacida broto de sus labios. -

¡Ya es de día! –gritó con alegría.

Saltó de la cama al frío suelo de madera con la vitalidad que le confería la edad. Alzó los brazos a modo de alas y corrió por la habitación semivacía riendo con fuerza. -

¡Es de día, es de día! –repetía con insistente felicidad.

La trampilla que daba acceso a la habitación se abrió en el suelo y un hombre mayor de rostro fuerte y severo se asomó por ella. La pequeña que con su juego no se había dado cuenta de la nueva presencia, estuvo a punto de tropezar con el cuerpo del anciano, que aún la observaba sorprendido desde la abertura. -

¡Hola abuelo! Hola Heidi –le respondió con una leve sonrisa- vístete rápido, tienes que desayunar y Pedro llegará enseguida. Sí abuelo –le respondió la niña con una súbita mirada de responsabilidad y concentración.

Aquel era el primer día del año en que podría subir a la montaña con su amigo. Pedro era cabrero y llevaba a las cabras de todos los habitantes de la aldea en la que vivían a pastar a los campos más elevados de aquella zona. Heidi siempre había admirado cómo todas aquellas cabritas le seguían casi sin rechistar, excepto cuando se despistaban o se encaprichaban de una planta y dejaban de obedecer, y aún en esos casos Pedro sabía recobrar el control. Aquel sería su primer día porque Heidi había vivido con su abuelo en el pueblo durante el año para poder ir diariamente a la escuela. Había sido su primer año de colegio y, aunque había aprendido muchas cosas, echaba de menos el cantar de las montañas y correr descalza por los prados, entre las ovejas y el murmullo de las aves. Por ese deseo de volver, se vistió a gran velocidad, para desayunar cuanto antes y encontrarse con Pedro en la puerta cuando llegase. Sin embargo, cuando estaba poniéndose sus pequeños zapatos de madera, algo atrajo su atención: era una pequeña mariposa de vivos colores cálidos, rojos y amarillos, que cruzó la estancia en un vuelo frenético, sabedora de su confinamiento en aquel cuarto desconocido.

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Relato Al ver sus lujuriosos colores, Heidi olvidó su propósito y corrió de nuevo por la habitación, esta vez detrás del desorientado insecto. Su risa volvió a brotar, descontrolada, sólo obstaculizada por el cansancio. Siguió persiguiendo a la mariposa durante largos minutos, sin ser consciente del pasar del tiempo, disfrutando cada carrera, sin querer realmente hacerse con ella, estableciendo un juego tácito entre ella y su nueva compañera de aventuras. -

Heidi, ¿estás bien? Pedro ya está aquí –la llamó de nuevo su abuelo desde el piso de abajo.

Heidi, sorprendida y apesadumbrada por haber olvidado sus planes, se giró en un gesto súbito y repentino en busca de la trampilla, con tal mala suerte que calló por el agujero abierto en el suelo. La pequeña no fue consciente de la situación hasta que se vio sentada en el suelo del salón, frente a su abuelo y Pedro que la miraban asustados. Ella les devolvió la mirada con gesto de sorpresa, mas pronto la risa volvió a aflorar a sus labios, en un ataque descontrolado y feliz. Su abuelo y Pedro, al ver su alegría, se contagiaron de la risa y acudieron a levantarla. -

¿Qué estarías haciendo ahí arriba? –le preguntó su abuelo sin esperar realmente una respuesta. Cualquier cosa… lo mismo perseguir hormigas –respondió Pedro con sorna. Jugaba con una mariposa –respondió ella satisfecha para después mirar a Pedro- ¿nos vamos ya? Sí, pero llévate el desayuno –le recordó el abuelo- te he preparado algo a ti también general –a lo que Pedro respondió con una sincera sonrisa-. ¡Gracias abuelo! Volveremos al atardecer –se despidió la pequeña tras darle un beso.

Los niños salieron de la casa y se dirigieron al monte seguidos por el numeroso rebaño de ovejas, que saludaron a Heidi con cariño, como a una vieja amiga. El abuelo los vio alejarse poco a poco y sintió también en el corazón el primer rayo de sol del día.

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Agualuna, por Joan Manuel Gisbert

—David G. Ávila

“A todos aquellos que ayudan a mantener vivos los cuentos antiguos”. Con esta dedicatoria comienza AGUALUNA. Una historia que comienza con la huida de Amelia, que escapa de la enfermedad que está eliminando del mapa a multitud de pueblo: la peste. Pero que recala en el hogar de una mujer que es mucho más que lo que parece e intenta sacar partido de la joven. Leyendo libros como éste, escrito por Joan Manuel Gisbert e ilustrado por Juan Ramón Alonso, me asaltan las preguntas relacionadas con el género “literatura juvenil e infantil”. Porque tras haber leído varios cuentos del autor catalán tengo serias dudas de qué es literatura para jóvenes y por qué, y qué no lo es. En este caso nos encontramos con un cuento que podría ser considerado un clásico, donde una jovencita que escapa de la muerte, pero a la que el destino tiene preparado un lugar especial. Y una bruja, que encarna el mal, la astucia y el lado oscuro, encuentra en la niña su oportunidad para medrar social y económicamente: “-No sé cómo ocurrirá, pero te aseguro que esa muchacha moverá para nosotras la rueda del destino. Sobre todo para ti. Por tanto, tendrás que aguantarla y ponerle buena cara. Y vigilarla. No podemos permitir que escape porque llegará un día, no muy lejano, en que ella dará la vida por nosotras. Y lo hará sin darse cuenta y sin saber que de su muerte vendrá nuestra riqueza.” 80

Pero Gisbert no es un cuentacuentos al uso. Y se vale de su gran imaginación para enriquecer la ya floreciente cultura oral de leyendas, mitos y fantasías con pinceladas literarias de profundidad metafórica.:

Y sin embargo, en ningún momento deja de contribuir y sugerir elementos de los cuentos de hadas más misteriosos (brujas, objetos mágicos, encantamientos, profecías y maldiciones, animales fantásticos...):

“-Los ríos son las venas de la tierra dijo de pronto la ronca voz de Bruna, sobresaltándola-. Suelen correr a cielo abierto, pero a veces tienen una parte invisible, subterránea. Amelia se volvió. La mujer estaba a dos pasos de ella. Lila contemplaba la escena ocultándose entre los árboles. -Lo que estás viendo -continuó la extraña mujer- es sólo medio río. La otras mitad corre bajo tierra, escondida, enterrada. Así son nuestras vidas -prosiguió, mirando a Amelia muy fijamente-: sólo conocemos de ellas la parte visible.”

“-Para saber qué estaba soñando una persona profundamente dormida, había que espiarla a través de aquel espejo que al parecer tenía más de mil años.”

Joan Manuel Gisbert otorga a este cuento indicada para “a partir de los 12 años” según dice la contraportada del libro, referencias y técnicas de la novela para adultos. De alguna forma engrandece las historias y hace al iniciado lector de cada vez menos inocente mirada, en cómplice de sutiles pistas que irán encajándose en las últimas páginas del libro. Digamos pues, que respeta a sus lectores más infantiles para compartir con ellos secretos de los adultos que antes sólo les llegaban codificados.

Palacios llenos de riquezas, un joven que busca deshacer un maleficio, una joven que verá cómo su vida estará en riesgo por la avaricia y la fuerza de la naturaleza, con sus misterios aún por resolver, entran en juego en este cuento. Algo más que una simple historia de príncipes y damiselas, hechiceras y caballeros que nos hará pasar momentos de tensión, ternura, incertidumbre... muy bien acompañado y complementado por la ilustraciones de Juan Ramón Alonso.

“-Al poco de nacer Julián, una mujer muy vieja, llegada de nadie supo dónde, lo vio en la cuna y predijo que sería desgraciado hasta que encontrara a una joven de pelo rojo que ocuparía un lugar de la mayor importancia en su vida, Poco después, la desconocida mujer murió. Al hacerse mayor, Julián se enteró de lo ocurrido y se obsesionó con la profecía de la anciana.”


GLORIA LA POETA - FUSA DÍAZ No quiero coger la piedra si me puedo defender con una flor GLORIA FUERTES

¿Quién es Gloria? Gloria Fuertes nació en Madrid, en una buhardilla de Lavapiés, sin luz de bombillas, ni calefacción, al calor de las velas. Gloria Fuertes, el libro de la editorial Hotel Papel, de Luisa Santolín (texto) y Juan Manuel Santomé (ilustraciones), empieza así. Gloria Fuertes, de pronto, no es sólo una poeta, también es nuestra amiga, es una niña, es un dibujo, es una valiente, es una mujer, una maestra, una que siempre andaba buscando palomas y mariposas, para cazarlas, para hacerlas letra escrita, para llamar a la belleza arrinconando en un lado del mundo, bien escondido, bajo la manta de los mares, toda la vergüenza y tristeza de la vida; o para acercarla también, pero vestida de hermosura. Como la niña Gloria no tenía ni muñecas, ni disfraces, ni coches, ni ningún juguete, decide jugar al escondite con el gato de la vecina o a las canicas con garbanzos duros. Donde el aburrimiento tiene su fin, Gloria abre una puerta y deja entrar la creatividad y la elasticidad imaginativa. Gloria leyó «pájaro» y lo oyó cantar sacudiendo sus plumas de colores, luego leyó «océano» y mojada de agua salada se encontró un pez en el bolsillo. Así iba creciendo la niña Gloria, llena de magia, llena de imágenes que la asaltaban continuamente sin llegar a asustarla, fuerte como era su poder de invocación para con la literatura más temprana.

Los cuentos de Gloria Gloria descubrió entonces que leer era como mirar por la ventana, irse de viaje, correr hacia el mar o acariciarse el corazón. Así que Gloria Fuertes, no tomando la decisión, sino dejándose llevar por ella sin remedio, decidió que, como no tenía dinero para poder comprar esos cuentos que, parecía, estaban esperando por ella, los iba a crear con todo lo que tenía: ella misma. A los cinco años, empezó a escribir sus propias historias, haciendo dibujos para ellas y cosiendo los pequeños libros después. No había límites en la niña Gloria, todo lo contrario, en sus cuentos no había normas, no había nada que estuviera sujeto a la realidad, podía ocurrir algo que ella quisiera que ocurriera, o no, sólo lo que de verdad ocurría, o lo que nunca, imposible, podría ocurrir. Los libros que conocía no hablaban de niñas como ella, sin pan y sin abrigo, ni de las niñas y los niños sin juguetes, ni de las heridas en las manos por el frío, ni de por qué a nadie aquello parecía preocuparle. Gloria quiso contarlo y cantarlo.

Gloria va al instituto y juega al baloncesto Nosotros ya sabemos que antes las niñas no podían aspirar a demasiado, debían conformarse con ser costureras, amas de casa, esposas encantadores, madres serviciales, cocineras expertas, curaheridas, lavaplatos, salvavidas. Eso nosotros lo sabemos, podemos saberlo. ¿Pero quién se lo cuenta al niño de hoy, lleno de todo lo que necesita, rodeado de juguetes, saciada su sed y su hambre, con zapatos nuevos con guantes para el frío, con una cama confortable y una nana que les mece hasta la rendición del sueño, el más dulce? Luisa Antolín quiere contarlo y cantarlo, como antes lo hizo Gloria Fuertes, con ternura y poesía. Por eso la niña Gloria, además de ir al colegio y aprender todo lo que querían que aprendiera, estudió también Literatura y Gramática. Además, luchando a contracorriente de todo lo que suponía ser niña y femenina, le gustaba mucho el deporte y jugaba a baloncesto y hockey. Gloria siempre fue

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diferente a las demás y muy valiente porque siempre se atrevió a decir y hacer lo que pensaba.

La guerra La guerra es un monstruo de mil cabezas con ojos de escopeta que en vez de llorar, escupe balas; en lugar de boca para la risa o el beso, tiene un pozo negro y profundo, y habla a gritos. El monstruo de la guerra partió el corazón de Gloria por la mitad, como las casas de su barrio. Vació las calles de pelotas de cartón y de canicas y las llenó de niños que jugaban a matar como soldados. El monstruo de la guerra enterró las bicicletas y convirtió la ciudad en una herida con ríos de lágrimas. Luisa Antolín, autora de las citas de este artículo y de la mayoría de libros de la colección Violeta Intantil Biografías (excepto el último, que es de Patricia Alonso de Agustín), es una experta en la dulcificación de los lados más amargos. La vida de Gloria Fuertes no fue fácil y, sin embargo, encuentra las palabras adecuadas, vistiéndolas y disfrazándolas de cuento y magia, de poesía y luz, para ofrecérselas a los más pequeños. La guerra no es algo que se pueda entender ni siquiera de grande, pero esta descripción de la guerra civil como un monstruo de mil cabezas se puede parecer bastante, suficiente como para que un niño que se acerca a este libro pueda comprender.

El viaje de las palabras La Gloria niña ya es la Gloria mujer; escribe y trabaja, escribe y trabaja. Es feliz con su modo de vida, buscando momentos para dedicarse a lo que de verdad ama, en lo que cree de veras -aunque no existiera, aunque sólo estuviera dentro de sí misma-, aun así, su sueño era alcanzar a la gente, volar por el mundo. Y lo consiguió. Gloria consiguió empujar sus palabras fuera de casa y, vestida con corbata, las llevo de viaje en moto por las calles de Madrid. Las letras de Gloria Fuertes llegaron a los periódicos, a los libros, a la gente, a la radio, a las librerías. De contar tanto y tan alto se quedó un poco ronca.

La maleta de Gloria Coleta, la poeta, haciendo payasadas en el Circo Coco Drilo con su trompeta; Pelines, con el pelo rubio y liso tirándole de la cola al Camello Cojito, con la pata escayolada, que iba a saltos detrás de las tres Reinas Magas: Melchora, Gaspara y Baltasara. Y la gata Chundarata, de la mano, de la pata, de su primo el gato Pirracas y sus gatitos que vivían calentitos en la chimenea de un tejado de Madrid. Allí aparecían todos: el Dragón Tragón, que se asustó al ver a tanta gente y empezó a echar fuego por la boca y casi le chamusca el pico a Doña Oca Loca. Luego salió también Kaperucito el chinito, y doña Pito Piturra, con el plumero en su sombrero, poniéndose esos guantes tan elegantes.

El paisaje del mundo

De 1961 a 1963 Gloria Fuertes reside en Estados Unidos gracias a la beca Fullbright de Literatura Española que obtuvo. Dio clases en las universidades de Bucknell, Mary Baldwin y Bryn Mawr. Dicho por ella misma, la primera vez que entró a una universidad fue para dar clases en ella. Recibiendo en aquella época premios como el Lazarillo o el Diploma de Honor del Premio Internacional Andersen para Literatura Infantil, Gloria ya está de lleno metida en el mundo de la literatura, pero esta vez de forma física y palpable. Con la beca March para Literatura Infantil, por fin consigue su sueño: dedicarse por entero a las letras. Gloria recogió con cuidado sus palabras y las cosió a una cometa blanca con una cola larga, larga, larga como un río, de la que colgaban todas las banderas, con sus estrellas, lunas y barras de colores.

¡Todo el mundo quiere a Gloria!

Gloria fue una poeta admirada y además mujer, en un tiempo en el que se pensaba que para ser poeta había que tener bigote o podérselo afeitar. No consiguió premios por sus poemas para mayores, pero, como dice Luisa Antolín, el mejor premio era que no le cerraran la boca, que no le vendaran las manos y así seguir cantando alto y escribiendo sus poemas, sus verdades, para los niños y las niñas y para quienes nunca quieren dejar de serlo. Después, Gloria llegó a la tele con programas como “Un globo, dos globos, tres globos” y “La cometa blanca”, que la convierten definitivamente en la poeta de los niños. 82


La poesía, el mejor regalo de Gloria Ya sabéis un poco quién fue mi amiga Gloria, maga y poeta. Por ahí sigue, dando volteretas de poema en poema, de cuento en cuento; en las librerías, en las bibliotecas. La podéis escuchar si leéis sus libros. Para Gloria la poesía fue un grito de alegría, de dolor, de tristeza y de amor a la vida y a las personas... Nací a muy temprana edad. Dejé de ser analfabeta a los tres años, virgen, a los dieciocho, mártir, a los cincuenta. Aprendí a montar en bicicleta, cuando no me llegaban los pies a los pedales, a besar, cuando no me llegaban los pechos a la boca. Muy pronto conseguí la madurez. En el colegio, la primera en Urbanidad, Historia Sagrada y Declamación. Ni Álgebra ni la sor Maripili me iban. Me echaron. Nací sin una peseta. Ahora, después de cincuenta años de trabajar, tengo dos.

Violeta Infantil Biografías, editorial Hotel Papel ¿Qué mejor manera que crecer siendo amiga de mujeres como Gloria Fuertes, Virginia Woolf, Carmen Martín Gaite, María Zambrano o Isadora Duncan? Son, como la misma editorial dice, libros para crecer en igualdad. Convirtiendo a grandes mujeres en pequeñas niñas, los lectores de estas historias, grandes o pequeños, se meten de lleno en la poesía y la magia de vidas especiales y difíciles, para acabar finalmente siendo cuentos llenos de hermosura y detalles preciosos. Nombres como los anteriormente dichos conviven con niños de siete a diez años sin ningún tipo de problema, quedan cerca la gran literatura con la infancia, estrechando fuerte un lazo que nunca debió de quedar holgado en ninguna casa.

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Otros libros de Violeta Infantil Biografías Virginia Woolf, la escritora de lo invisible Virginia era una niña de ojos verdes muy abiertos y cara redonda con coloretes. Hasta los tres años, apenas abrió la boca y en su casa andaban un poco preocupados, pero un día miró por la ventana y dijo: “Esa nube tiene forma de gaviota”. Desde entonces, Virginia no paró de hablar. Y lo hacía muy bien. Tan bien, tan bien lo hacía, que por las noches era ella la que contaba los cuentos antes de dormir. Virginia nunca dejó de tener un libro entre las manos y muy pronto decidió que quería ser escritora. Virginia quería escribir historias que hicieran hablar a las palabras mudas. “Para escribir, lo más importante es ser una misma”, dijo Virginia, y escribir desde la risa, desde las lágrimas, desde la tripa, haciendo una voltereta o cabeza abajo, pero siempre valiente para contar lo que tú quieres contar. ¿Quieres ser como Virginia? Pues aquí está su historia. Carmen Martín Gaite, a la ventura subida en una pluma Un día, me encontré con Carmen Martín Gaite, que iba cantando por las calles de Nueva York con Caperucita y la señora Miss Lunatic, la maga de la libertad. “Miranfú”, me susurró al oído. Era una palabra mágica que sólo ella conocía porque Carmiña –que así la llamaban quienes la querían– se inventaba palabras y también otras cosas, como la Isla de Bergai, un sitio donde puedes ir con sólo cerrar los ojos cuando sientas que no te quieren mucho o que no te entienden muy bien. Desde aquel día, voy de la mano de las palabras. Con ellas, el mundo es más grande y más divertido. Si quieres, puedes venir con nosotras a descubrir el Reino de la Libertad. Sólo hay una condición: que no tengas miedo a la aventura. Por cierto, ¿sabes qué significa “Miranfú”?

María Zambrano, la música de la luz A María le gustaban los gatos, fijarse en lo invisible y hacer preguntas difíciles. ¿Dónde estamos cuando dormimos? ¿Por qué nos duelen los recuerdos? Para encontrar respuestas, María estudió filosofía, que significa “amor a la sabiduría”, y se hizo profesora y escritora, para contar y escribir lo que iba encontrando por el camino. “La palabra saca a las cosas del silencio”, le gustaba decir, y se inventó “la razón poética”, que es algo así como una música lejana que nos explica lo que ocurre a nuestro alrededor. Y tú, ¿has escuchado la música que suena en tu corazón? Isadora Duncan, la bailarina del mar El mar me llamaba cada tarde y yo prefería jugar con él antes que con cualquier otra cosa. Fue así como empecé a bailar, empujada por el viento que deshacía mi peinado y que inflaba mi vestido, y descalza sobre un suelo blando de arena húmeda, un suelo interminable que a mí me parecía el mejor escenario. Adoraba bailar sin moños, con el pelo suelto, con vestidos de telas suaves que hacían ondas preciosas en sintonía con mis movimientos... Pero lo más curioso es que al público también le gustaba, ¡se entusiasmaba! En pocos años me convertí en un personaje de moda y recorrí medio mundo. Estaba convencida de que no se puede bailar con el cuerpo si no se baila con el alma. Y el tiempo me dio la razón. Hoy en día me consideran la "madre" de la danza moderna y las academias de baile basadas en mi método siguen abiertas por todo el mundo.

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CRÍTICA LITERARIA Colección Harry Potter por Iraide Talavera

Hace poco más de una semana compré dos entradas para ver en el cine la primera parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte. Mis manos las agarraban con ilusión mientras mi nariz aspiraba el olor de las palomitas que, inevitablemente, asociaba a dos horas de disfrute.

empezaran a sobrevolar las sillas y las mesas. Queríamos ser capaces de montar en una escoba, de ingresar en Hogwarts, la escuela de magia y hechicería, y de atravesar el andén 9¾ . Deseábamos tomar grageas con sabor a hamburguesa, ocultarnos bajo una capa de invisibilidad cuando nos regañaran y tener amigos tan tronchantes como los gemelos Weasley o tan inteligentes como Hermione Granger.

y nos hizo reír el ver cómo cambiaban algunos nombres y expresiones. Ya no teníamos doce años, y Harry tampoco. Los dieciséis eran mantos dulces sobre nuestras cabezas, tanto en el mundo de los muggles (el mundo real) como en el mundo mágico.

Hoy cojo aquel primer libro y miro al pequeño mago, inseguro sobre su escoba. Una franja amarillo limón rodea la portada, tal y como la recuerdo, y el precio de la novela, aún pegado en la Pasó el tiempo y, a medida que nos contraportada, me anuncia un tiempo hacíamos mayores, los protagonistas anterior al que ni siquiera había llegado de la saga de J.K. Rowling también iban la moneda europea. La colección de creciendo. Al mismo tiempo, la trama se Harry Potter no formará parte de la volvía más oscura y notábamos cómo colección de obras maestras de la Y sí, estaba muy bien. Tanto que, a los Voldemort, el mal que perseguía a literatura universal, pero su autora logró pocos días, me encontraba en el sofá nuestro protagonista desde su infancia, crear un universo que evolucionó de la sala devorando a la vez una se encontraba cada vez más cerca. paralelo a nuestros estudios, nuestras manzana y las últimas páginas del libro. Llegó un punto en que nuestra avidez ilusiones, nuestra historia. Yo también No pasó mucho tiempo hasta que en mi por conocer cómo continuaba la entré en Hogwarts y allí me he colegio palabras como historia nos llevó a comprarla en inglés quedado, alojada en uno de sus “encantamiento”, “snitch” o “quidditch” antes de que fuera traducida al español, torreones para que nadie me descubra. Hace ya diez años que mi madre llegó de la calle con un par de libros entre sus manos. Uno de ellos ya lo había leído, y el otro… “Pero ama, ¿qué es eso de Harry Potter y la piedra filosofal?”, le pregunté desconfiada. “Una nueva colección que han sacado, hija, dicen que está muy bien”.

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CRÍTICA LITERARIA Beatrix Potter por Ainize Salaberri

Ninguna infancia debería existir sin los cuentos y las ilustraciones de Beatrix Potter. Y, pese a todo, yo la conocí al ver la película que relata su vida y cómo llego a triunfar en un mundo editorial dominado por hombres y en una sociedad repleta de prejuicios.

que mejor, dios mío, que recordarlos gracias a Beatrix Potter y sus animales. Perico, el conejo travieso (The Tale of Peter Rabbit), la patita Jemima, el gato Tom, ratones, ardillas, erizos... Todos los animales tienen cabida en las historias que escribió, y en todos enseña algo, y no sólo a los niños, sino Beatrix Potter es, sin duda, una de las también a los que, en algún momento, mejores escritoras de libros infantiles de nos hemos creído por encima de ellos. la historia. Un mito, una leyenda, llámese como quiera. Junto con los Sin embargo, no todo el poder de hermanos Grimm y Andersen, Potter atracción en la obra de Potter se centra debería ser considerada el icono por en sus historias, sino más bien –me excelencia de la literatura para niños. atrevo a decir– que reside en sus Porque, ¿cómo olvidar esas ilustraciones. En la película que antes ilustraciones, esa ternura, esa he mencionado se muestra cómo imaginación y ese amor, esplendoroso, Beatrix veía a sus animales y creaba, en por los animales? Cómo rechazar, u cuestión de minutos, una imagen obviar, tanta ternura, tanto cuento inolvidable, llena de colores y de delicioso, tanto amor por la escritura, ternura. Porque creo que esa es la por los niños, y por darles una infancia característica más especial de Beatrix rebosante de buenos recuerdos, con Potter: el cariño y la devoción con la libros, historias, a los que volver una y que dibujaba y pintaba sus otra vez. La infancia son recuerdos, y ilustraciones, el mimo con el que tejía 86

hasta el mínimo detalle, la autoexigencia para darles a los niños lo mejor que pudiera ofrecerles. Consiguió ser publicada tras mucho esfuerzo, y el éxito fue rotundo. Cómo no iba a serlo, me digo a mí misma en un arranque de locura y admiración por esta autora inglesa, cómo podía escapársele el éxito con esas historias, con esas ilustraciones (todas las de arriba son suyas) que han marcado la infancia de tantos niños, y están marcando el crecimiento de tantos padres. Mirad las imágenes que ilustran esta crítica, que no es más que una adoración eterna a la obra de Beatrix Potter, y decidme, si osáis hacerlo, que no os dan ganas de pedir toda la colección (extensa, por otra parte) en la librería más cercana. Decidme que Beatrix Potter no es un genio.


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Las navidades son para los niños Y todo adulto tiene a un niño en su interior que lucha y lucha y sigue luchando por salir y divertirse. Todos hemos querido en algún momento volver a ser esos niños que éramos, sin problemas, sin deudas, sin paro; comiendo sin parar turrones y mazapanes porque nos importaba un bledo engordar. Cuando crecemos todo eso se

¡Los Grinch roban la navidad!

Érase una vez una criatura verde, parecida a un gato, que vivía en lo alto de una montaña nevada llamada Monte Crumpit, al norte del pueblo Whoville. El corazón de esta criatura era “dos veces más pequeño” y era envidioso, celoso y muy, muy infeliz. Era navidad, y el pueblo de Whoville estaba lleno de alegría, felicidad y diversión. Grinch, la criatura, solo como estaba, envidioso a más no poder, decide bajar al pueblo para robarles la sonrisa y los deseos a niños y a mayores. Grinch les roba sus regalos y sus adornos, sin saber que la navidad encontrará su camino, sin importar las trabas que se le pongan, porque la navidad es mucho más que los regalos. La navidad llegará igualmente. Grinch, la criatura verde y huraña, aprende la lección mientras se duele, y devuelve a los afectuosos y felices Whos sus regalos y adornos. Ellos, amables como son, lo aceptan en la comunidad. Y, como regalo a su buena acción, el corazón de Grinch crece “tres veces más”.

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pierde, y lo único que nos queda son los libros que hablan de navidad y que nos transportan de nuevo a ese tiempo tan feliz de luces de colores, de árboles artificiales, de espuma de nieve, en los que los protagonistas sortean obstáculos con sus nuevos coches de juguete o las muñecas que bailan y hablan. Y por eso, porque aún existen libros que hablen de la navidad, os dejamos aquí unas cuantas propuestas muy interesantes. ¡Feliz navidad a todos!

Babar

La mayoría de libros son para niños de entre tres y diez años. Incluso “Cuento de navidad”, de Dickens, es más una historia de fantasmas navideños para niños que para adultos. El libro de hoy no es una excepción. Los hijos del Rey Babar (Arthur, Pom, FLora y Alexander) escuchan hablar a alguien sobre Papá Noel. Deciden entonces escribirle una carta invitándole a que vaya a Celestesville, pero Papá Noel se olvida de responderles. El rey Babar, ante el silencio de Papá Noel, decide salir en busca de él al país de los hombres. Se da cuenta, mientras le busca, que Santa debería incluir en su ruta a su país, para que los bebés y niños elefantes tengan tantos regalos como los niños del resto del mundo. De esta manera, además, consigue hacer realidad los sueños y deseos de sus hijos y del resto de niños de su país. ¿Tiene esta historia un final feliz? Por supuesto. El rey encontrará a Santa en el polo norte y se harán amigos desde el principio. Lo mejor de todo es que Babar salva el día de navidad a sus hijos.

Granite & Rainbow

¡Corre!

El sastre de Gloucester (1903), es la historia de un sastre muy muy pobre y de su gato Simpkin. El sastre tiene que terminar una chaqueta que el alcalde le ha pedido para el día de su boda, la mañana de navidad. No le queda más hilo de seda de color cereza, por lo que manda a su gato a por comida y a por el hilo. Cuando su gato se ha marchado, el sastre descubre a unos ratoncitos debajo de tazas de té. Su gato los ha encerrado ahí para comérselos después. El sastre los libera y cuando su gato vuelve y descubre que los ratones han desaparecido por culpa de su dueño, se enfada tanto que esconde el hilo de seda cereza. Esa noche, sin embargo, el sastre cae enfermo. Los ratones, agradecidos como están al sastre por liberarlos, le ayudan a terminar la chaqueta. Sin embargo, ¡uno de los botones no puede ser terminado porque los ratones se han quedado sin hilo de seda! ¿Les dará Simpkin la bobina para que el sastre gane el dinero?


Recomendaciones Para disfrutar del invierno, y sobre todo de la navidad, entre los cientos de miles de páginas que nos ofrecen estos libros maravillosos que os recomendamos este mes. Tres cuentos, Truman Capote Se reúnen aquí por primera vez tres memorables incursiones en el territorio de la memoria, del pasado, de la infancia. Tres recuerdos de reuniones familiares propiciadas por celebraciones festivas -dos Navidades y un día de Acción de Gracias- convertidos en literatura de la más alta calidad gracias a la mano maestra de Truman Capote. Y Buddy, es decir, el pequeño Truman, es el protagonista de estos relatos. Un protagonismo compartido en dos de ellos -Un recuerdo navideño y El invitado del día de Acción de Gracias- por Miss Sook, una excéntrica pariente solterona a la que el niño se sintió muy unido en los años que pasó con los familiares de su madre en Alabama. En el tercero, Una Navidad, Buddy viaja a Nueva Orleans para encontrarse con su padre, al que apenas conoce. En estos relatos sobre la inocencia, el amor y la maldad se condensa todo el talento narrativo de Truman Capote (que no por casualidad admiraba a Isak Dinesen, otra gran contadora de historias). Este libro es, en definitiva, una concisa y magistral lección de literatura, de cómo la experiencia vivida se transforma en obra de arte.

La navidad para un niño en Gales, Dylan Thomas La Navidad para un niño en Gales es uno de los mejores relatos de Dylan Thomas y nos hará revivir nuestros recuerdos de la infancia. Dylan Thomas es algo más que un poeta: es toda una leyenda. Este relato nos lleva a un pueblo de la costa de Gales, lleno de gatos, carteros y niños ansiosos por jugar con la nieve, que cayó «durante seis días con sus noches cuando yo tenía doce años, o durante doce noches y doce días cuando tenía seis», según nos cuenta el autor al principio del libro. Las excelentes ilustraciones de Pep Montserrat recibieron el Premio Junceda 2008. Además, presentamos el libro en edición bilingüe, de manera que es una ocasión única para acercarse a este clásico para todas las edades disfrutando también del texto original en inglés.

Navidades trágicas, Agatha Christie Simeón Lee, un anciano riquísimo de extraño y despótico carácter, reúne en Navidades a toda su familia. Las aparentemente plácidas Navidades se convertirán en trágicas al ser brutalmente asesinado Simeón. Poirot hará de nuevo gala de su sagacidad.

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Más recomendaciones Una navidad diferente, John Grisham Una novela satírica sobre la tiranía de la Navidad. Imaginad un año sin Navidad. Sin centros comerciales abarrotados, sin cenas de empresa, sin pasteles de frutas, sin regalos ridículos. Eso es lo que Luther y Nora Krank tienen previsto cuando deciden, por una vez, saltarse las celebraciones. La suya será la única casa de la calle Hemlock que no tenga un Papá Noel en el tejado, tampoco organizarán ninguna reunión de Nochebuena, ni siquiera pondrán un árbol en el salón. Ni falta les hará, porque el 25 de diciembre se embarcarán en un crucero al Caribe. Sin embargo, esta atribulada pareja va a descubrir que saltarse la Navidad acarrea algunas consecuencias, más de las que jamás habrían imaginado.

El misterio de navidad, Jostein Gaarder El último día de noviembre el joven Joakim, de compras de navidad con su padre, ve en una librería un calendario de adviento con sus 24 ventanitas para abrir, una por una, cada día de diciembre hasta nochebuena. Pero éste resultará ser un calendario mágico... En lugar de las figuras que suelen contener estos calendarios, de él todos los días se caen unos papelitos escritos que cuentan la historia de Elisabet, una niña que se ha perdido. A partir de aquí la historia nos llevará de viaje por Europa en compañía de un grupo al que, cada día, se une un nuevo personaje. Es un viaje en el Tiempo, hacia atrás, hasta llegar al mismísimo portal de Belén. Como siempre sucede en los libros de Jostein Gaarder, éste encierra misterio e historias dentro de las historias, como pequeñas cajas que vamos abriendo. En este caso, cada ventana del calendario será... un precioso regalo prenavideño.

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Granite & Rainbow .................... 23.XII.2010 ............................ #9


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