Agosto 2023
ISSN0716-6782
Agosto 2023
ISSN0716-6782
* EL SIMCE, EL YUGO QUE EL SISTEMA ESCONDE
* DESAFÍOS DE LA EDUCACIÓN ANTE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
* A 50 AÑOS DEL GOLPE, UNA POESÍA QUE NO OLVIDA
* LA LITERATURA COMO TESTIMONIO DE VIDA. ANNIE ERNAUX, PREMIO NOBEL 2022
* WOODSTOCK.
UNA NUEVA ERA COMIENZA, UNA VIEJA ERA TERMINA
Los principios 10 Revolución Francesa y la Laicité
14 De la sociedad disciplinaria a la hipervigilancia: Sujetos de consumo y manipulación psicopolítica
18 Migraciones internacionales y tolerancia
26 El SIMCE
El yugo que el sistema esconde
30 Entrevista al académico Alexandre Gottreux: Desafíos de la educación ante la inteligencia artificial 34 Polis
El espacio público urbano
36 La poesía como un acto del habla (un decir que se instala en los bordes del lenguaje)
40 Una poesía que no olvida 50 años, sin cuenta poetas ¡Nunca más…!
46 Comentario de libros
Los Años, de Annie Ernaux Premio Nobel 2022
48 La ejecución musical en los campos de concentración nazi (Parte 2)
54 Letras Cuequeras: Una crónica fragmentaria
60 Música Woodstock. Una nueva era comienza, una vieja era termina (Parte 1)
64 La última palabra Evolución
Fundada en 1944 www.revistaoccidente.cl
Agosto 2023
Edición N° 541
ISSN 0716 – 2782
Director Rodrigo Reyes Sangermani director@revistaoccidente.cl
Comité Editorial
Ximena Muñoz Muñoz
Ruth Pinto Salgado
Roberto Rivera Vicencio
Alberto Texido Zlatar
Paulina Zamorano Varea
Editor
Antonio Rojas Gómez
Diseño
Alejandra Machuca Espinoza
Colaboran en este número: Guillo
Javier Ignacio Tobar
Eduardo Quiroz Salinas
César Gatica Muñoz
Felipe Quiroz Arriagada
Lorenzo Agar Corbinos
Álvaro Vogel Vallespir
Gabriela Paz Morales Urrutia
Colectivo Trazantes
Galo López Zúñiga
Cristian Montes Capó
Jorge Calvo Rojas
Yvaín Eltit Pérez
Edgard “Galo” Ugarte
Pablo Cabaña Vargas
Rogelio Rodríguez Muñoz
Fotografía Shutterstock
Fotografía Portada Lumiereist / Shutterstock.com
Publicación
Editorial Occidente S.A. Marcoleta 659, Santiago, Chile
Gerencia General
Gustavo Poblete Morales
Suscripciones y Publicidad
Nicolás Morales suscripciones@editorialoccidente.cl Fono +56 22476 1133
Los artículos firmados u opiniones de los entrevistados no representan necesariamente la línea editorial de la revista. Se autoriza la publicación total o parcial de los artículos con la única exigencia de la mención de Revista Occidente
Nos enredamos en asuntos accesorios. Pareciera que en forma intencional los temas centrales de nuestra convivencia los desplazáramos para dar espacio a las rencillas políticas de baja estofa; abundan las descalificaciones mutuas, las prepotencias morales, la búsqueda de empates frente a los errores del adversario, las frases grandilocuentes, populistas e insultantes; el despilfarro de oportunidades mediáticas para elaborar relatos constructivos. La política parece extraviarse en dimes y diretes, en pequeñas y provisorias ventajas partidistas, en atrincherarse tras sus propias ideologías sacrosantas a partir de lecturas falaces de sus circunstanciales resultados electorales, y así creer que los ciudadanos los eligen a ellos por un par de frases para el bronce, por un par de afiches de rostros de sonrisas tan falsas como la mayoría de las promesas de campaña.
Los partidos venderían a su madre, la memoria de sus líderes históricos por volver al poder, por seguir en el poder, por instalarse para siempre en el poder; pareciera que la política hoy es el ambicionar el poder por el poder mismo, como espejismo del deber ético de una corriente de ideas que aglutine, convoque con responsabilidad en la construcción de incuestionables mejoras para todos. Lo que denostamos antes lo abrazamos ahora, sin tapujos ni vergüenzas; el autoritarismo moral que se desvanece como una frágil niebla hacia el mediodía. Lo que antes hicieron los otros con desparpajo, hoy lo hacemos nosotros y no nos cambia ningún músculo de la cara.
Los desafíos hoy son mayores como para continuar en este festín. Necesitamos seriamente acordar una carta común para navegar en los próximos cuarenta o cincuenta años, ya no un mero texto que represente mayorías circunstanciales y efímeras, sino uno que invite a las grandes mayorías a instalar el país en los rieles de nuevos tiempos donde los factores que determinan el bienestar del ciudadano deben estar atravesando nuevos paradigmas culturales, referencias contextuales que irrumpen a diario en nuestro quehacer cotidiano, y de las cuales la política apenas se da cuenta, como son, por ejemplo, la verdadera revolución que suponen las tecnologías emergentes, que comienzan a determinar el modo en que debemos educar y aprender; el modo de enfrentar la vida más allá de la jubilación; la forma de convivir con la inminente automatización de todos los procesos; a reorientar millones de puestos laborales; a comprender mejor una sociedad cada vez más inclusiva con las minorías y las diferencias; a preservar el medio ambiente para las nuevas generaciones y relevar la tolerancia, consagrar la libertad de conciencia, haciendo del planeta un lugar más justo para vivir.
Sr. Director,
En primer lugar, quisiera felicitar al equipo de Occidente. Mes a mes nos entrega una excelente revista con temas de interés vistos y redactados desde una distancia de los hechos que permite comprender los temas que aborda sin atavismos ni prejuicios, lo que resulta muy positivo para una mejor reflexión personal. En segundo lugar, consultar, cuándo podremos volver a leer la revista en papel, la revista física facilita la lectura a quienes nos cuesta un poco lo tecnológico y se puede compartir de mejor manera con la familia y los amigos.
Reitero mi saludo
Jorge Bravo H. Iquique
AVANZAR EN JUSTICIA SOCIAL
Sr. Director,
Países como el nuestro, de joven historia y desprovistos de una estructura educativa y cultural
propia de Estados más antiguos, es natural que tenga un desarrollo sistémico pendiente. Nos faltan años de profundización democrática, generaciones completas que se eduquen, ya no solo los niños de hoy sino los que aún vendrán, es una falacia lo que se dijo respecto de que estábamos cerca de ser un país desarrollado, nos faltan muchos años para aquello. Lo importante sí es avanzar, aunque sea lento, pero avanzar, y no quedarnos enfrascados en la pelea chica, las generaciones pasan y el país pareciera detenido en rencillas del pasado. Gracias por los artículos y sigan aportando como lo hacen. Luis Muñoz Recabarren San Miguel
LAS DEUDAS DE NUESTRO PASADO RECIENTE
Sr. Director, Excelente el artículo de César Gatica, un buen recuento, con cifras y datos que explican en parte lo que ha sido nuestra historia
Envíe sus opiniones en una extensión máxima de 1100 caracteres con espacios a: director@occidente.cl
Occidente se reserva el derecho a editar los textos y ajustarlos a las normas editoriales. El lenguaje debe ser respetuoso y sin descalificaciones.
reciente desde el Golpe Militar y que vincula el estallido social con un largo proceso económico y social, con luces y sombras, que no se ha enfrentado seriamente o se ha subvalorado lo que significa, a pesar de muchas cifras positivas en el cambio estructural de Chile, sobre todo en los primeros años de Concertación con lo que han sido las enormes brechas de desigualdad, justicia social y un sistema educativo que no se ha adaptado a las necesidades de la gente.
Un gran aporte.
Roberto Contreras Vera Puerto Mont t
NO OLVIDAR
Sr. Director,
Oportuno y necesario es el artículo acerca de los horrores del nacismo en lo concerniente a la decisión del régimen nazi de establecer un mecanismo institucionalizado para eliminar a aquellos que, según su ideología, no eran hombres y mujeres puras, de la raza aria, única válida de acuerdo de la mirada enferma de un gobierno y una ideología que se asignaba un derecho divino de superioridad étnica dispuesta al odio y exterminio de los demás. Parecieran tan lejanos esos tiempos, pero aún encontramos gente, grupos, movimientos que mantienen esas ideas y que son un peligro latente si nuestras democracias no son sólidas para defenderse de estos grupos. Nuestra sociedad debe ser firme en no permitir que grupos con ideologías sectarias, que promueven el odio racial, social o religioso de cualquier índole, accedan a espacios institucionales de poder, porque ya sabemos qué pasa cuando no se les pone freno. Gracias por hacernos recordar lo nunca se debe olvidar.
María Teresa Aguirre Las Condes
POR JAVIER IGNACIO TOBAR Abogado. Académico y ensayista.
Al momento de terminar este artículo, las cifras oficiales arrojan un total de 1.069 enmiendas presentadas al texto elaborado por la Comisión de Expertos del “Proceso Constitucional 2.0”. Además, el 21 de julio se entregó, por parte de las Universidades de Chile y Católica de Santiago, el primer informe de “Participación Ciudadana” que contiene los datos de las preferencias de la sociedad chilena en materias constitucionales.
Seguramente, cuando el lector se enfrente a estas páginas las cifras ya estarán ordenadas por temas, capítulos y artículos del texto, por lo que en ese momento existirán nuevas y mejores herramientas para analizarlas en su mérito –aunque no hay mejor mecanismo de análisis que la realidad–. Por ahora, basta decir que ya el número aparece sorpresivo, considerando que el anteproyecto fue votado por 24 representantes de todos los sectores políticos y buena parte del mismo por la unanimidad de sus miembros. Las primeras 94 indicaciones recaen en el Capítulo que trata sobre los
principios (el 8,5% del total). Y los resultados del primer informe de participación contrastan con, al parecer, el mal ánimo frente al nuevo texto constitucional.
¿Pero qué pudo haber pesado tanto en la percepción de los consejeros electos para presentar tantas modificaciones de una propuesta que fue celebrada hasta por el propio Presidente de la República hace 45 días? ¿Es una muestra de fuerzas? ¿Una técnica de negociación? (El “tejo pasado” le llamamos por estas tierras).
Marcaremos como espacio temporal los momentos previos a octubre del año 2019, pasando por el fracaso de la Convención Constitucional y la fecha de hoy, 19 de julio de 2023.
El 4 de septiembre del año 2022 quedará marcado en la historia como la gran derrota de una propuesta compleja, árida, lejana y de muy bajo contenido de base ciudadana, la que fue defendida con dientes y uñas por el Gobierno de “Apruebo Dignidad” y sus “dos almas” (una de ellas más convencida de su viabilidad que la otra). Parecía un texto sacado de otra dimensión para implantarlo en un país que no se considera parte de un mundo que ve las cosas como un sueño eterno o
como una utopía sin destino. Chile, al parecer, quiere realidades y certezas que hasta ahora los dirigentes políticos no han sabido leer ni entender. Pero tampoco lo hace la Academia ni los sesudos análisis que han aparecido a la rápida durante este tiempo (mención aparte merecen los libros de Agustín Squella, Renato Garín y Alfredo Mayol). Más aún, Bruce Ackermann, en entrevista en el diario “La Segunda” también de hoy 19 de julio nos dice que “los momentos constitucionales duran una o dos décadas”.
Resulta complejo referirse a los “momentos constitucionales” como una cadena sucesiva de hechos que motivan el cambio de una Constitución por otra, puesto que estos, por lo general, se dan siempre producto de una revolución en contra de un sistema para reemplazarlo por otro, tal como ocurrió con el asalto a La Moneda en el año 1973. Ahora, menos mal, todo ha sido en democracia y la violencia ya puede ubicarse en un momento histórico determinado, que no es otro que el 18 de octubre de 2019.
Pero sigamos el orden propuesto.
Regularmente, cuando nos enfrentamos a una situación nueva, distinta, lo que hacemos es tratar de entenderla, asociarla con algo conocido y clasificarla. Es así como se nos ha instruido a enfrentar la realidad y a interpretarla; asumimos una posición
desde las bases de nuestro conocimiento previo y emitimos el propio juicio de valor, o sea, desde un (o unos) “principio” (s). Esta posición refleja los condicionamientos que ejercen las estructuras de poder en las dinámicas y prácticas socioculturales de las que somos parte; a través de nuestra participación social las aceptamos, transmitimos y reproducimos. Es por ello que la multitudinaria marcha del 21 de octubre del año 2019 y la posterior ola de protestas, asaltos, violencia pública por parte de las fuerzas de orden, abuso de los derechos humanos y movilizaciones en el país tomaron a todos por sorpresa. Nadie entendía bien lo que pasaba con un país serio, históricamente democrático, con una macroeconomía sólida y ejemplo para sus vecinos, aunque con niveles de desigualdad alarmantes y no solucionados. A nivel internacional se advertía antojadizamente que el alza del Metro era la causa, mientras que para el chileno “de a pie” el diagnóstico, la explicación y hasta la solución eran claros: el desgaste del sistema político era evidente y la gente ya no iba a seguir soportando más carga. El “pueblo” se hacía presente: “el pueblo despertó” repetían como mantra los medios y analistas. Incluso más, un movimiento con importante votación, la “Lista del Pueblo”, tuvo un lugar en la fallida Convención. Pero quemar de manera simultánea más de cien estaciones del Metro de Santiago (infraestructura crítica), saqueos a grandes, medianos y pequeños comercios, ciudades destrozadas y otras hundidas en su propia debacle como Valparaíso, eran algo más que el reclamo por el acceso a mejores garantías de vida. Fue un momento de furia colectiva en que cada cual levantó su bandera de lucha para confundirse en un colectivo móvil y sin líderes. Era el propio todo social endeble y excluido, ahora fortalecido en la masa informe, reclamando y destrozando, haciendo ver a los “chalecos amarillos de París” como aprendices. Precisamente bajo el lema y hashtag “Chiledespertó”, millones de personas en todo el país salieron a las calles a manifestar su inconformidad y desacuerdo con el trato que, durante décadas, el azuzado neoliberalismo de los gobiernos de la Concertación y la derecha, a través de sus políticas y programas, han vulnerado a las clases sociales más débiles económicamente hablando; es decir, la clase media, la asalariada. Esa es la base del discurso de los refundadores. No es un secreto, como se anticipó, el nivel de desigualdad existente en Chile, uno de los países con peor distribución del ingreso en el mundo, donde la brecha salarial es muy amplia: mientras un obrero gana cerca de 400 dólares al mes, un supervisor o jefe de área puede percibir hasta 10 o 15 veces ese sueldo, en una sociedad donde todo
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se paga y todo se debe al mismo tiempo: educación, salud, vivienda y transporte, lo que derivó en los llamados “derechos sociales”.
Para graficar esta realidad, debemos considerar y poner en perspectiva lo que significa para una familia asalariada de clase media vivir en Chile, conformada por cuatro personas (dos adultos profesionales y dos menores estudiantes), con un ingreso promedio mensual de 1300 dólares. Esta familia debe enfrentar el costo básico de su alimentación, vestimenta, servicios y transporte diario. Gastos escolares, de salud (aunque el 80% de la población está en FONASA), la cuota de la casa (hipoteca o arriendo), intereses que suben con la inflación sin que lo hagan los sueldos y otros gastos, como el celular e Internet, estas últimas, hoy, lamentablemente necesidades básicas. Esto es sin contar la posibilidad de ampliar o remodelar la casa para que los niños jueguen libremente, contar con horas de ocio, de mejorar calidad de vida o de comprar un automóvil usado por el pésimo transporte público. Ese sueldo promedio no alcanza para ahorrar, apenas alcanza para mantenerse, sin entregar la posibilidad
de mejorar o acceder a otro tipo de vida. La única forma de ampliar ese poder adquisitivo y mejorar un poco la calidad de la existencia y enfrentar su costo es a través de préstamos o tarjetas de crédito, que a la larga disminuyen todavía más el ingreso mensual y se convierten en una deuda larga y pesada. “Pago para ser de clase media” parece ser la consigna.
La crisis fue mal leída y, por lo tanto, pésimamente enfocada en su gestión. Una de las claves era observar cómo la gente no pedía otra cosa que mayor acceso y garantía de los derechos sociales, como asimismo igualdad institucional, enojo general gatillado por los casos “Penta” y “Soquimich”, en que los culpables fueron sancionados con las recordadas “clases de ética”. No fueron solamente los treinta pesos del Metro, sino un dolor subterráneo, una marea crispada. Las clases medias emergentes hicieron todo lo necesario para ser escuchadas en una sociedad de consumo y no fueron oídas. El país siguió su ruta y continuó entregando datos prístinos en materia fiscal a fin de año. Chile, a nivel macro, seguía siendo el “mejor país de Sudamérica”, o el mejor alumno del curso de una generación bastante desmejorada de las anteriores, por más que algunas autoridades se autocalifiquen como “moralmente superiores”.
El modelo había nacido en el año 1973 con un “Estado policial” procurando una economía neoliberal de mercado, y ahora, en el año 2019, parecía morir con una economía de mercado pidiendo el auxilio de un “Estado policial.” La carta de navegación fue otorgada en un comienzo por las corrientes más radicales del neoliberalismo encabezadas por Milton Friedman, quien afirmó muy seguro en su visita a Chile durante la dictadura que “no hay almuerzo gratis.”
El ingenio político del momento en que explotó la crisis del año 2019, sumado al volumen aumentado por académicos que querían ver sus tesis doctorales hechas realidad y que naufragaron en su ambición, derivó en constitucionalizar el levantamiento y encapsular todo en la ilegitimidad de la Constitución de 1980; esta era, ante la mera constatación de los hechos y su mala lectura, el origen de todos los males en Chile.
Luego vino el plebiscito, la Convención y el fracaso rotundo de su propuesta de nueva Constitución nacido en la comuna de Santiago. La “casa común” no había sido más que un eslogan de mentira. Ya en otras columnas en esta revista me he referido a ese período, por lo que me remito a las mismas para tener una perspectiva al respecto. Huelga decir, sin embargo, que una cosa es la legitimidad de una Constitución y otra, muy diferente, es su contenido, aunque ambas están paradójicamente unidas. No hay Carta Fundamental legítima por el mero hecho
de ser votada, sino que su contenido debe cumplir con los estándares mínimos de un documento de ese tipo, esto es libertad, limitación del Poder del Estado, organización del sistema político, Estado laico y democracia en su más amplio sentido.
Pero la propuesta no gustó y menos satisfizo los intereses de todas las personas que se movilizaron en el país ni de quienes apoyamos desde un principio la redacción de un nuevo texto constitucional legitimado en democracia. En mi caso lo consideré como un objetivo generacional. Pero los “derechos sociales” se transformaron mágicamente en políticas identitarias, plurinacionalidad y refundación del sistema político (supresión del Senado incluido).
Al día de hoy, luego de transcurridos cuatro meses y fracción de la instalación del nuevo Proceso Constitucional, el país, de acuerdo con las encuestas más acertadas en términos de percepción y predictibilidad, no está del todo preocupado de lo que sucede en el edificio del ex Congreso Nacional en Santiago, y lo que es peor, señala que rechazará en el plebiscito de salida. Ya no hay dinosaurios ni corpóreos japoneses de color amarillo, tampoco guitarristas que utilizan el podio del orador para cantar discursos ni menos gente que telemáticamente emite su voto desde la ducha. Simbólicamente ahora hay corbatas y gente que se preocupa por la seriedad de su trabajo, no por nada buena parte de los expertos son reconocidos académicos de las más prestigiosas universidades chilenas, particularmente de sus Escuelas de Derecho.
En un principio fue la Comisión Experta, cuyo producto de constitución “habilitante” -ver número anterior de esta revista- fue felicitado por todos los sectores políticos (no hay que olvidar que dicha instancia está compuesta por 24 expertos/as de todas las tendencias). Ahora el Consejo electo por votación popular es otra cosa, comenzó la política y sus juegos de intercambios, señales, luces y prensa, o sea una competencia por el poder.
En un proceso descafeinado y sin la fantasmagórica épica del anterior, la luz estuvo esperanzadoramente prendida mientras duró el “Mes de la Participación Ciudadana”, brillantemente encabezado por las Universidades de Chile y Católica de Santiago (a las que ya me referí), junto a todos los establecimientos educacionales a lo largo del país. La gente participó de manera bastante mayor a la que se esperaba por medio de los cuatro mecanismos considerados, excediendo hasta las expectativas más alegres. El viernes 21 se presentó el primero de los informes que permitirán saber cuan influyente fue la sociedad en el actual proceso. No hay que olvidar que el anterior tuvo nueve meses para que todos participaran (lo que
claramente significa un número mayor), en cambio ahora solo hubo 31 días: la razón estuvo en que el diseño consideró que para que esta fuera realmente incidente, los consejeros debían contar con la información previa a la votación y no durante la misma. (Todos los informes y números son públicos, disponibles en www.secretariadeparticipacion.cl) Podrá el votante y cualquier ciudadano verificar cuan cerca estuvo su representante de sus necesidades, deseos y principios. Además, será material útil para detectar dos problemas: 1) qué le preocupa al chileno hoy, 2) dónde están los mayores acuerdos. Esperemos que esta luz no sucumba.
Vaya, por ahora, el siguiente dato arrojado por ese primer informe de participación ciudadana: “los participantes, en promedio, están de acuerdo en un 87% con la propuesta de la Comisión de Expertos; de hecho, no hay ningún artículo que haya recibido una evaluación negativa”. (Flavio Quezada, académico de la UC, encargado del mecanismo “Consulta Ciudadana”, El Mercurio, C6, 22 de julio de 2023).
De las 1.069 indicaciones (sugerencias de modificación al texto propuesto por los expertos), parece ser que (a pesar de representar el 8,5% del total) la paridad y la vigencia de los tratados internacionales ratificados por Chile y valor infra o supraconstitucional, serán los temas más debatidos en el Capítulo I de la propuesta, que no es sino el que trata los “principios constitucionales”.
Comienza el artículo 1° del anteproyecto de los expertos declarando que “La dignidad humana es inviolable y la base del derecho y la justicia. Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Su respeto y garantía es el primer deber de la comunidad política y de su forma jurídica de organización. Chile se organiza en un Estado social y democrático de derechos”. Agrega el artículo 4° que “Chile adopta para su Gobierno la república democrática, y que la ley
asegurará el acceso igualitario de hombres y mujeres a los cargos electivos; sigue el artículo 5° declarando que “El ejercicio de la soberanía tiene como límite la dignidad de la persona humana y los Derechos Humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales ratificados por el Estado de Chile y que se encuentren vigentes; agrega el artículo 7° que “La Constitución reconoce a los pueblos indígenas como parte de la Nación chilena, que es una e indivisible; sigue el artículo 10° afirmando que “el ejercicio de las funciones públicas obliga a sus autoridades a dar estricto cumplimiento al principio de probidad; el artículo 11 trata sobre la seguridad; el 12 sobre el cuidado y preservación de la naturaleza; el 13 constitucionaliza como emblemas patrios a la bandera, el escudo de armas y el himno nacional, y el 15 condena el terrorismo en cualquiera de sus formas. Si bien el artículo 16 no está en el Capítulo I, señala en su número 1 que la Constitución asegura a todas las personas “el derecho a la vida. Se prohíbe la pena muerte”.
En síntesis, el anteproyecto de los expertos reconoce como principios constitucionales a la dignidad humana (en la que es enfático), la libertad y la igualdad en el ejercicio de los derechos, la paridad en los cargos de elección popular, que Chile es un Estado social y democrático de derechos, que es una República democrática –en cuanto sistema político–, que el ejercicio de la soberanía tiene como límite los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales vigentes sobre la materia, el reconocimiento de los pueblos indígenas dentro de la Nación chilena, el respeto del principio de probidad, los emblemas patrios y el derecho a la vida prohibiendo la pena de muerte.
Todas líneas rojas intrazables para cualquier demócrata.
Fueron aprobados de manera unánime o bien con
un voto en contra y una que otra abstención. Pero los acuerdos fueron absolutamente mayoritarios. El acuerdo está. (Votaciones disponibles en www. procesoconstitucional.cl)
En una mera formulación de hipotética –más bien un deseo-, me cuesta imaginar a una persona razonable que esté en esta dimensión que no reconozca en los anteriores principios comunes un acuerdo de vida social libre, democrática y tolerante. El solo hecho de que seamos un “Estado social y democrático de derechos” obliga al sistema a interpretar y aplicar normas y políticas públicas con ese enfoque y propender a una sociedad más justa e igual, lo que no es lo mismo que idéntica. Las diferencias siempre existirán, por lo que hay que propender a que los más desposeídos tengan una vida digna.
No hay que olvidar que desde los presocráticos la idea de “principio” significó aquello de lo cual derivan todas las demás cosas. En términos políticos no son sino las bases sobre la cual estamos parados para reafirmar nuestra democracia, pero ahora con enfoques nuevos y refrescantes para los próximos años. Las mismas encuestas referidas arrojan, de manera pareja, que más del 80% de los consultados quiere “acuerdos” de los dirigentes políticos, que no es otra cosa que buscar “lo común” para el normal desarrollo de los distintos proyectos de vida con visiones morales propias dentro de un marco flexible y abierto, fomentando conciencias libres para el futuro.
Cualquier retroceso en materia de los principios enunciados sería un error y otra mala lectura de lo que la “conciencia colectiva” nacional percibe como necesario. A Chile le gusta su historia, sus costumbres y sus símbolos. No es el momento de otra falla ni de llevar agua a molinos circunstanciales. El “momento constitucional” chileno puede terminar en diciembre, y ojalá no dure décadas como afirmó Ackermann. Quizás es la hora de cerrar el círculo y luego modificar lo que los ciclos demanden, pero para eso tenemos que estar de acuerdo en la estructura, en los principios, puesto que de otra forma lo que se derive de algo será una deformación de un principio no acordado, lo que seguro seguirá provocando y ahondando los nuevos y serios problemas de convivencia e intolerancia por la que hoy transitamos. Las imposiciones, por las mayorías con que se cuenten, no siempre tienen buenos resultados. Basta mirar lo que pasó el 4 de septiembre del año 2022. Por alguna razón el innegable resultado de un 87% de la población de acuerdo con el texto del anteproyecto no se puede obviar, menos aun cuando se tuvo conocimiento del mismo antes de votar. La participación ciudadana sí importa.
POR EDUARDO QUIROZ SALINAS
Ingeniero y escritor
La toma de la Bastilla en Francia, el 14 de julio de 1789, hace 234 años, marcó el inicio del triunfo de la Revolución Francesa contra la monarquía absoluta, que en ese entonces tenía a Luis XVI como rey. El efecto se fue sucediendo desde París a través de los pueblos, quemando títulos de esclavitud, de tierras, caducando los títulos hereditarios y, de paso, dando fin al feudalismo imperante. En síntesis, un pueblo derrotando la tiranía de una monarquía y obteniendo su libertad, seguridad y derechos de propiedad, los que serían luego consolidados en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el 26 de agosto de ese mismo año. No olvidar que su artículo N°10 marcó el inicio del fin de la persecución por las opiniones ligadas a las religiones y dio el pie a la separación formal de las creencias y el Estado en 1905 en dicho país, quitando además toda subvención que pudiera poner en peligro la neutralidad necesaria del Estado en ese campo.
Así, entre los tantos acontecimientos relevantes para la humanidad en términos de libertades y derechos que surgen en el ámbito administrativo de la nueva Francia, uno de los temas que adquiere más fuerza es la separación de la iglesia y el Estado, influenciado por la corriente intelectual de aquel entonces y, además, porque el rey era el representante
del dios local en la tierra. La laicité fue un concepto que nació en el siglo XIX pero su esencia fue algo sobre lo que siempre había insistido Voltaire y que de alguna manera había previsto: “Todo cuanto veo a mi alrededor está echando las simientes de una revolución que es inevitable, aunque yo no tendré el placer de verla. El relámpago está tan a la mano que puede surgir a la primera oportunidad y luego se oirá un trueno tremendo. Los jóvenes tienen suerte, pues han de ver cosas magníficas”.
Así, tras la Revolución que tan hondo calara en el sentir del pueblo europeo en general, en Francia se inició un proceso de descatolización después que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano diera validez a los principios de libertad de conciencia, de culto y de pensamiento, previamente enunciados por los filósofos de la Ilustración. En aquel entonces, la Iglesia Católica era propietaria de enormes
LA LIBERTAD GUÍA AL PUEBLO, 28 DE JULIO DE 1830. EUGÈNE DELACROIX. MUSEO DEL LOUVRE, PARÍS
extensiones de tierra en condiciones de exención de impuestos, cuyo privilegio solo compartía con la nobleza de aquel entonces. Cabe mencionar que dicho privilegio es una característica que se mantiene hasta el día de hoy en muchos países, incluido Chile.
Si bien la separación de la Iglesia y el incipiente Estado llevó más tiempo del deseado por los impulsores de la revolución, quienes veían en la Iglesia Católica un enemigo del pueblo por la estrecha relación que mantuvo con el poder absolutista del rey, ya en aquel entonces se plantó la semilla que nos permite hoy, tras casi dos siglos y medio, hablar en Occidente de Estado laico, no solo de manera natural y contemporánea, sino además como cualidad inherente al concepto moderno de nación y país.
Fueron la Ilustración con su ingente y también revolucionario aporte teórico y la revolución misma con la praxis, las que establecieron los pilares de
lo que hoy podemos disfrutar como ciudadanos, aunque, con ciertos bemoles en la práctica el día de hoy, incluida la misma Francia, que atraviesa crudos momentos sociales.
¿Qué tamaño tendría un árbol plantado hace 234 años? ¿No sería acaso lo suficientemente visible como para ser ignorado?
Retomemos la última frase: “con ciertos bemoles en la práctica”. ¿Por qué, incluso reconociendo un cierto tono de resignación temporal, señalé aquello?
La respuesta, con algo más de desidia que la pregunta autoformulada, es más o menos simple. Aun cuando para quienes promovemos el librepensamiento e intentamos hacer respetar el Estado laico, sea difícil de entender el motivo de su presencia casi tres siglos después. La ciudadanía no ha logrado poner cotos y límites, como sí lo hizo la revolución, aunque el método con que sueño es netamente político, social
y encauzado en los estrictos cánones de paz con que vivimos. Lejos de una revolución o manifestación violenta. Lo anterior para evitar cualquier suspicacia que pudiese haber emanado de alguna mente vehemente. Uno nunca sabe.
Es la misma sociedad actual que, enajenada en la espiral de consumismo que promueve el actual modelo económico, carece de tiempo en su agitada vida personal para alzar la voz a través de los canales a su alcance. El cogito ergo sum de Descartes está alejado de gran parte de nuestros conciudadanos, si no de la mayoría, puesto que la duda metódica requiere de un espacio de tiempo de reflexión y auto dedicación que el vértigo de la vida en sociedad actual no siempre permite. Sad but true. Nuestra actual forma de vida suele privarnos de disfrutar y compartir con la familia, de sembrar a lo largo del diario vivir la semilla del interés por conocer en nuestros hijos, de desarrollar la necesidad del librepensamiento en la juventud y adultez, de la misma manera que se abren pocos espacios para el crecimiento literario, para el estudio, para el arte de pensar. Es más fácil y apetecido para niños y adultos el acceso directo a la información corta, de rápido tránsito, tanto en la lectura como en la unidad de almacenamiento gris interna. Hoy se hace más necesario que nunca que la ciudadanía despierte también estos temas y los ponga en la agenda, más aún considerando la nueva propuesta constitucional, pues los medios de prensa tradicionales seguirán evitándolos, quizá por no ser comercialmente viables. De hecho, recuerdo un periódico que se negó a publicar una carta al director en la que hablaba junto con el laicista y librepensador Sebastián Jans de la importancia y el significado del laicismo, la cual podría ser hoy la punta de lanza para lograr objetivos concretos.
Hasta el día de hoy, como ocurriera en los siglos anteriores a la Revolución Francesa, el mundo ligado a la religión sigue alegando privilegios en razón a la mayoría circunstancial que declaran tener, pese a que la tendencia, acorde a la última Encuesta Bicentenario, es a la baja, sostenida por lo demás en los últimos veinte años. Volvamos a lo que nos convoca. El primer párrafo indicaba que ya hace 234 se había iniciado este proceso y, aún hoy, no lo vemos concluir ni se ven atisbos en el corto plazo para que ello ocurra. Si bien naciones como Uruguay o la misma Francia ya nos llevan muchos pasos adelantados, todavía existen países, lamentablemente como el nuestro, donde se siguen imponiendo sus términos a través de la vía legislativa, donde hacen nata los políticos que mezclan su popurrí de creencias personales con su labor pública propiamente tal, con los efec-
LEY DE SEPARACIÓN DE LA IGLESIA Y EL ESTADO, 1905
tos nefastos que continuamente nos proporcionan los medios audiovisuales y escritos. Así no es difícil recordar a candidatos a la presidencia de un país que aseguraban que “no se apartaría un ápice de la Biblia”, otros que llamaban a no respetar la ley y no entregar la píldora anticonceptiva de emergencia en hospitales públicos y la guinda de la torta, por lo reciente, las propuestas de incorporar textualmente al dios cristiano en el actual consejo constituyente, directa o indirectamente dando la razón a mi artículo anterior en esta misma tribuna donde expresé mis temores respecto a la composición, ideologías y tendencias de este nuevo órgano.
¿Qué tendríamos que esperar entonces? ¿Que sigan anclando a Chile en el anquilosado grupo de los cinco países que penaliza todo intento de interrupción del embarazo? ¿Para qué entonces está el poder legislativo? La última encuesta Bicentenario1
1 https://politicaspublicas.uc.cl/content/uploads/2023/04/ Encuesta-Bicentenario-2022-diseno-final-VOK-18abril. pdf
es categórica en las cifras de apoyo al proyecto y al aborto en sí mismo, pues solo un 23% lo rechaza, un 51% lo aprueba en ciertas causales y un 23% sin causal necesaria o bajo cualquier circunstancia. En total es un 74% el que apoya esa medida. Es decir, tres personas de cuatro en Chile están de acuerdo con la despenalización del aborto en las tres causales que hoy se plantean, e incluso otro alto porcentaje indica que en toda circunstancia también es posible que se pueda interrumpir el embarazo. Aun con esa elocuente voz de la ciudadanía, parte de los actuales consejeros no logran separar sus creencias de su labor. Extrapolando esta particular enmienda al resto del planeta, la agencia IPSOS entregó los resultados de su encuesta2 al respecto hecha en 27 países. El resultado es elocuente. 59% está de acuerdo con el aborto con o sin causales y un 26% en contra. Eso considerando el 16% que no sabe o no responde. Dejando ese porcentaje fuera, un 70% estaría de acuerdo y un 30% en contra, similar a lo que acontece en nuestro país. La humanidad da muestras una y otra vez de avances y retrocesos en su historia y casos los hay por doquier y del sabor que elijamos. Hoy pareciera que hasta podríamos tocar fondo en asuntos laicistas en la nueva propuesta constitucional y, habiendo rozado la perfección del ideal laicista en el borrador anterior, el escenario, sus actores y el curso del acto mismo no entregan un panorama positivo para el librepensamiento y las libertades. En este instante, podemos constatar que incluso tres siglos son pocos para esta rama de la filosofía y no hemos logrado los librepensadores poner en el conocimiento y sentir público la importancia de que el Estado sea neutral. No solo necesitamos la libertad de conciencia y culto. Ese es el mínimo.
2 https://www.ipsos.com/es-es/nivel-mundial-3-de-cada5-personas-apoyan-la-legalidad-del-aborto
El “desde”, si lo llevamos al lenguaje comercial. “Los dos principios relativos a la tolerancia que se han ido traduciendo progresivamente en derecho, la libertad de conciencia y de religión y su necesaria extensión en la igualdad, luego los dos principios de planificación política que favorecen su concreción, separación y neutralidad” (Bauberot y Milot, 2011).
A propósito he citado en el texto a autores contemporáneos, habiendo iniciado con las ideas del siglo XVIII, pudiendo incluso retroceder al siglo XVII sin problemas, porque es la muestra textual de este andar y desandar. “El hombre alcanza el más alto grado de autonomía cuando se ve al máximo guiado por la razón. De ahí hemos concluido que una sociedad es más poderosa y autónoma porque se funda y gobierna por la razón” (Baruch Spinoza, 1670). Cuando Spinoza se refería a la razón, excluía directa e indirectamente a los preceptos subjetivos derivados de la creencia o la religión, pues ya en aquel entonces se entendía la diversidad de pensamientos al respecto y la necesidad de la tolerancia y de no imponer los preceptos propios a otros.
A diferencia de Voltaire, en tiempos pretéritos, hoy todo cuanto veo a mi alrededor se aleja de las simientes del laicismo que como sociedad nos merecemos, por lo que, y ahora sí igual que este filósofo francés, yo no tendré el placer de verla. Aún cuando no pierdo la confianza en la humanidad y en mis coterráneos, creo que el relámpago no está tan a la mano. Aun así, quiero pensar que los jóvenes tienen suerte, y puedan ver lo magnífico de una sociedad tolerante, inclusiva, acogedora y respetuosa de cada pensamiento, sin barreras ni coerción alguna, con niños cuyas ideas de sociedad hayan sido fraguadas en sus mentes ilimitadas y limpias, donde ninguna persona vea que su creencia (o abstinencia de ella) sea pasada a llevar por otro y se encuentren bien acogidas en el seno individual de donde nunca debieron salir.
POR FELIPE QUIROZ ARRIAGADA
Magíster en psicología educacional, magíster en educación, profesor de filosofía y licenciado en educación
El discurso social de la modernidad, fundamentado en el Estado de Derecho, la separación de los poderes, la representatividad democrática, la legitimidad política, y todo ello en relación con la valoración de la soberanía popular, tuvo como trasfondo una dinámica disciplinaria que representaba el sentido completamente opuesto a los valores declarados a la luz del día de la vida pública.
De acuerdo con Michel Foucault “es preciso más bien ver en las disciplinas una especie de contraderecho”, junto con: “Las Luces, que han descubierto las libertades, inventaron también las disciplinas”.
Esto que se escondía en las sombras, discretamente, era una cultura del control de la mentalidad, mediante el adiestramiento analítico de los cuerpos, a través de la disciplina y el continuo examen. Respecto de ello, se advertía:
con los rituales majestuosos de la soberanía o con los grandes aparatos del Estado. Y son ellos precisamente los que van a invadir poco a poco esas formas mayores, a modificar sus mecanismos y a imponer sus procedimientos. El aparato judicial no escapará de esta invasión apenas secreta. El éxito del poder disciplinario se debe sin duda al uso de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y su combinación en un procedimiento que le es específico: el examen (159).
Lo cual se vincula con:
La disciplina “fabrica” individuos; es la técnica específica de un poder que se da a los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio. No es un poder triunfante que a partir de su propio exceso pueda fiarse en su superpotencia; es un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo de una economía calculada pero permanente. Humildes modalidades, procedimientos menores, si se comparan
Las instituciones disciplinarias han secretado una maquinaria de control que ha funcionado como un microscopio de la conducta; las divisiones tenues y analíticas que han realizado han llegado a formar, en torno de los hombres, un aparato de observación, de registro y de encauzamiento de la conducta. En estas máquinas de observar, ¿cómo subdividir las miradas?, ¿cómo establecer entre ellas relevos, comunicaciones? ¿Qué hacer para que, de su multiplicidad calculada, resulte un poder homogéneo y continuo? (162).
Para la instalación de esta cultura, los dispositivos utilizados fueron los ámbitos de la propia institucionalidad social moderna, pero dispuestos en la cultura; la educación, el sistema penal, la clínica, el cuartel. Con lo señalado, se crea, por siglos, una forma de entrenamiento de las mentalidades, las emociones, los comportamientos y los deseos, todo examinado y orientado analíticamente hacia una distribución de los movimientos corporales y las ocurrencias intelectuales, por entero supeditados ambos a lo que la
norma exigía, sin el suplicio al cuerpo del desobediente, como en la sociedad inquisidora, pero sí orientada a la subjetividad, así como a la intersubjetividad. Poder dispuesto a afectar a la psiquis del entramado social completo, pero desde lo más intimo, desde la articulación emocional y afectiva de las personalidades.
Tal instalación resulta, entonces, en una dinámica moralizante, mediante la cual la psiquis en su dimensión inconsciente se acostumbra a obedecer a la norma. Es aquello que Freud, con anterioridad, denominara el Súper Yo. La revista, el desfile, la disciplina en los colegios, la analítica del alma en los psiquiátricos, todo ello, representan maneras sutiles, microscópicas, de biopolítica, como las denominara Foucault, para el adiestramiento de perfiles de personalidades identificables, distinguibles, abordables, a las cuales imponer un poder silente, e invisible.
VIGILANCIA
Sin embargo, hoy las sociedades parecieran responder a dinámicas culturales muy distintas. En
efecto, Bauman señalaba que si a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX lo que enfermaba a la psiquis de sus contemporáneos era la represión ejercida por la disciplina desde el Súper Yo hacia el Ello, o sea, hacia el instinto -de acuerdo con categorías freudianas-, en estos tiempos de modernidad líquida lo que ahora se reprime con absoluta violencia psicológica es colocar límite al deseo de consumo, tanto como a la necesidad de aceptación. Lo primero relacionado con el Ello, y lo segundo con el deseo narcisista. Respecto de lo primero, se señala:
A partir de estas premisas, Freud llegó a la conclusión de que las aflicciones y los malestares psicológicos provienen en su mayoría de la renuncia a una considerable porción de libertad a cambio de un incremento en la seguridad. Esta libertad trunca es la víctima principal del «proceso civilizatorio», así como el mayor descontento, el más extendido, endémico a la vida civilizada. He ahí el veredicto que pronunció Freud, recordemos, en 1929. Me pregunto si esa conclusión habría salido
ilesa en el caso de que Freud la emitiera hoy, más de ochenta años después… y lo dudo ( Zigmunt Bauman, 2014).
A lo cual se añade:
Hace cien años, la historia humana solía representarse como un relato sobre el progreso de la libertad. Ello implicaba, en gran medida a la manera de otros relatos populares semejantes, que la historia se orienta de forma sistemática en la misma e inalterada dirección. Los recientes cambios del humor público sugieren otra cosa. El «progreso histórico» hace pensar más en un péndulo que en una línea recta. En los tiempos de Freud y sus escritos, la cuita más común era el déficit de libertad; sus contemporáneos estaban dispuestos a renunciar a una porción considerable de su seguridad a cambio de que se eliminaran las restricciones impuestas a sus libertades. Y finalmente lo lograron. Ahora, sin embargo, se multiplican los indicios de que cada vez más gente cedería de buen grado parte de su libertad a cambio de emanciparse del aterrador espectro de la inseguridad existencial… ¿Estamos en presencia de un retorno del péndulo? Y si en efecto es así, ¿cuáles podrían ser las consecuencias?
de consumo inmediato, sino que, principalmente, requiere ser él y ella, objetos de deseo para otros sujetos/perfiles, transformándose la personalidad misma en producto de consumo y exhibición. El actual fenómeno mundial de las redes sociales es una muestra innegable de ello. Por esto es que pensadores como Byung Chul Han señalan que la sociedad actual no responde a una cultura de la disciplina, sino que a una del rendimiento, el hiperconsumo, la exacerbación de los deseos y la hipervigilancia, que se da entre todos los usuarios del sistema, ya que todos están obsesionados con mirar para ser vistos. Respecto de ello, se declara:
La sociedad disciplinaria de Foucault, que consta de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. En su lugar se ha establecido desde hace tiempo otra completamente diferente, a saber: una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéricos. (2012)
Así como:
En efecto, hoy se impone a la personalidad satisfacer por completo sus deseos, lo cual potencia la herida narcisista en los sujetos, impidiendo, de manera prácticamente crónica, que esta misma madure y se regule, superando el estado patológico que adquiere la necesidad de ser el centro del universo, cuando en realidad nadie lo es (Teicher, 1989).
Respecto de ello, en la literatura especializada se señala:
Satisfacer la necesidad narcisista primordial (la necesidad de ser amado por otro) implica en última instancia que el otro que me ama a mí está pendiente de mis deseos para satisfacerlos. Es feliz si lo logra y sufre si no. Su amor hacia mí es un altruismo incondicional que llega a la desesperación cuando no puede adivinar mis caprichos. Es tan omnipotente que no solo logra adivinar todo esto, sino que llega a satisfacerlo, sea lo que fuere. El genio de la lámpara de Aladino. Un poderoso esclavo, feliz de servir a su amo. Este amor extremo es la absurda pretensión de la estructura narcisista sin control. En el fondo, todos deseamos esto y rechazamos lo opuesto: estar sometidos a los caprichos de otro. Nadie desea ser ese otro que todos deseamos tener (1018). Así, el ser humano de nuestros tiempos no solo se encuentra volcado por completo hacia la satisfacción
La sociedad disciplinaria es una sociedad de la negatividad. La define la negatividad de la prohibición. El verbo modal negativo que la caracteriza es el “no-poder” (nichtdürfen). Incluso al deber (sollen) le es inherente una negatividad: la de la obligación. La sociedad de rendimiento se desprende progresivamente de la negatividad. Justo la creciente desregularización acaba con ella. La sociedad de rendimiento se caracteriza por el verbo modal positivo poder (können) sin
límites. Su plural afirmativo y colectivo, yes, we can, expresa precisamente su carácter de positividad. Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. A la sociedad disciplinaria todavía la rige el no. Su negatividad genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados.
De esta manera, pareciera existir un quiebre, la aplicación de una visión epistemológica radicalmente distinta entre la modernidad desplegada hasta principios del siglo XX y la que nace justo desde la segunda mitad de ese siglo hasta nuestros días. Si bien en ambos casos se expresan mecanismos de control y poder sobre los individuos, serían manifestaciones opuestas de ello. En términos literarios, se podría hacer la metáfora de la distinción entre 1984 y Un mundo feliz.
Sin embargo, la oposición descrita no es tal, ya que la sociedad del rendimiento y el cansancio de hoy no solo es distinta de la anterior sociedad disciplinaria, sino que es su continuación, su paroxismo, su herencia, parecido a como la actual Hipermodernidad es la prolongación extrema del propio proyecto moderno de “sed de creación destructiva”, como la denominara Bauman; esa es su única distinción; ello explica la misma. En otras palabras, después de siglos de adoctrinamiento directo, de condicionamiento evidente, el mundo ya está lo suficientemente adoctrinado, ha adquirido lo suficientemente bien la disposición a mantener el sistema establecido, como para que no sea necesario más condicionamiento evidente, y se pueda instalar en su interioridad más honda un vínculo aún mas sutil y doble; entre sus deseos y productos, y entre su necesidad de reconocimiento y la exhibición de un perfil virtual de sí mismo. Con ello, si la sociedad de la disciplina generaba, inevitablemente, resistencias, la hipervigilante no genera ninguna, ya que nadie se resiste a satisfacer lo que cree necesitar, con la fuerza de un instinto.
plinario por el de rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer, pues a partir de un nivel determinado de producción, la negatividad de la prohibición tiene un efecto bloqueante e impide un crecimiento ulterior. La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. De este modo, el inconsciente social pasa del deber al poder. El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el de obediencia. Sin embargo, el poder no anula el deber. El sujeto de rendimiento sigue disciplinado. Ya ha pasado por la fase disciplinaria. El poder eleva el nivel de productividad obtenida por la técnica disciplinaria, esto es, por el imperativo del deber. En relación con el incremento de productividad no se da ninguna ruptura entre el deber y el poder, sino una continuidad.
Por ello, hoy estamos en un tipo de sociedad que, habiendo experimentado la biopolítica, hoy es presa de la psicopolítica, mediante la cual, habiendo sido moldeadas las personalidades, por décadas, siglos, han adquirido la necesidad imperiosa de avanzar en círculo en búsqueda de un deseo de consumo tras otro, y de la exhibición de un perfil de identidad siempre en actualización, por tanto, nunca completado, nunca, en verdad, satisfecho. Se genera, con esto, el continuo, en lo profundo de la psiquis, de insatisfacción real, existencial, un vacío que con cada nuevo deseo superfluo satisfecho aumenta; una ilusión que con cada nueva evasión consumista se vuelve más narcótica, invisible, y determinante.
Y esto lo señala el propio Byung Chul Han, cuando declaraba:
El cambio de paradigma de una sociedad disciplinaria a una sociedad de rendimiento denota una continuidad en un nivel determinado. Según parece, al inconsciente social le es inherente el afán de maximizar la producción. A partir de cierto punto de productividad, la técnica disciplinaria, es decir, el esquema negativo de la prohibición, alcanza de pronto su límite. Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disci-
De esta manera, se genera la ambivalencia entre lo que declaran las encuestas de satisfacción para con la calidad de vida en las sociedades de consumo y las cada vez más altas cifras de estrés, ansiedad y depresión en las mismas poblaciones, siendo lo primero la feliz fiesta de la alegría estadística que sale a la luz como la punta del iceberg de un mundo delirante que flota en el sin sentido, y lo segundo el fondo de lo mismo, donde habita la realidad humana que aún sufre.
Lo primero, de acuerdo con lo que nos indica la literatura descrita en este texto, es expresión de la evasión colectiva instalada desde la psicopolítica. Lo segundo, es un indicador oscuro pero necesario; mientras algo sufre, aún existe un alma humana en ese fondo.
Y, como señalara Nietzsche, solo desde las cenizas se renace.
POR LORENZO AGAR CORBINOS
Sociólogo, PhD U. Paris V, académico Universidad de Chile/ UDP
El texto que se presenta a continuación corresponde a una reflexión acerca del fenómeno migratorio internacional y su vínculo con uno de los principios filosóficos, como es la tolerancia.
Es necesario reconocer que el encuentro (o choque) cultural que se produce cuando grupos de personas emigran, con el fin de salvar sus vidas o aumentar su bienestar, lleva consigo una historia llena de recuerdos, prácticas, usos y costumbres. Este objetivo hecho puede colisionar, de una forma tenue o severa, con la cultura de la sociedad de llegada. Por esta razón, explorar con la seriedad debida el proceso de integración de los flujos migratorios en los lugares de destino, es una necesidad que tanto los políticos que adoptan leyes y normas, como las distintas organizaciones deben asumir como una tarea ineludible.
Las líneas que se presentan a continuación ilustran sintéticamente el estado actual de las migraciones internacionales, con una mirada en lo que hoy sucede en Chile.
Se acompañarán algunos datos, sin el propósito de hacer exhaustivo análisis estadístico, pues no es ese el sentido de este escrito, que den cuenta de la magnitud del fenómeno que se considera uno de los grandes temas poblacionales del siglo XXI.
Tres de cada cien personas viven en un país distinto del que nacieron. Estos son los migrantes internacionales. Así como el siglo XX nos ha mostrado un impresionante crecimiento demográfico -la población se triplicó desde mediados de siglo hasta nuestros días, hoy ya somos ocho mil millones de personas habitando el planeta- el siglo XXI será recordado como el del envejecimiento de la población y la movilidad humana entre las naciones.
Según la estimación actual (OIM, 2021), en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, equivalente al 3,6 % de la población mundial. Con todo, este número, en términos absolutos, no ha dejado de aumentar: 128 millones más que en 1990 y más de tres veces el valor estimado de 1970.
Esta es una ínfima porción de la población total, lo que significa que permanecer en el país natal sigue siendo la norma casi universal. A su vez, la gran mayoría de las personas que migran no cruzan fronteras, sino que permanecen dentro de sus países: por cada migrante internacional existen aproximadamente 2,6 migrantes internos.
EE. UU. sigue siendo el país de mayor atracción migratoria, seguido de Alemania. Por otra parte, la India y México son las naciones con más emigrantes en el mundo. Alrededor de ocho por cada diez migrantes internacionales son personas en edad de trabajar (15 - 64 años); los hombres predominan levemente.
En 2020 (OIM, 2021) se han verificado un total de 40,5 millones de desplazamientos internos, causados por conflictos y situaciones de violencia y por desastres naturales (principalmente tormentas e inundaciones).
El 76 % de estos nuevos desplazamientos han sido ocasionados por desastres naturales, y el 24 % por conflictos y situaciones de violencia.
La actual vorágine migratoria que se vive en el mundo se debe principalmente a los siguientes dos grandes factores: en primer lugar, la crisis humanitaria por desplazamientos masivos como consecuencia de crisis sociales, guerras y persecuciones étnicas y religiosas. En segundo lugar, la tensión entre la necesidad poblacional y de fuerza de trabajo laboral joven vis à vis los temores por la seguridad interna y la preservación de una cierta (o imaginaria) identidad nacional. Los ejemplos más patentes de esta situación los encontramos en la migración desde África hacia Europa Occidental y desde América Central hacia los EE. UU. de América. También Turquía se ha posicionado como país receptor preferente del
flujo migratorio sirio, hoy uno de los mayores del mundo. Asimismo, el éxodo venezolano que se ha ido asentando en toda Latinoamérica, con serias secuelas en los países de destino, entre ellos Chile. Esta situación ha ido creando un ambiente migratorio restrictivo y regulatorio en medio de una era globalizada y de alta comunicación humana y territorial. Por lo mismo crecen las políticas que apuntan a un control y regulación de los flujos migratorios.
Existe consenso mundial en que la migración internacional debe tomar un giro hacia su ordenamiento y regulación, abriendo rutas seguras de movilidad, así como evitando los ingresos irregulares, propicios al fomento del tráfico humano. En 2018 la mayoría de países del orbe firmó el Pacto Global Migratorio. Este Pacto contiene 23 objetivos que dan cuenta de un consenso internacional. Destacamos algunos de ellos que nos parecen relevantes. Estos son:
• Minimizar los factores adversos y estructurales que obligan a las personas a abandonar su país de origen.
• Empoderar a los migrantes y las sociedades para lograr la plena inclusión y la cohesión social.
• Crear las condiciones necesarias para que los migrantes y las diásporas puedan contribuir
al desarrollo sostenible en todos los países.
• Fortalecer la cooperación internacional y las alianzas mundiales para la migración segura, ordenada y regular.
Es inobjetable que diversos principios esenciales tocan la puerta de este fenómeno humano; entre ellos, sin duda, encontramos a la tolerancia, mas también la fraternidad, la solidaridad, la caridad y muchos otros. Sin embargo, hemos decidido en este caso concentrarnos en la tolerancia, toda vez que consideramos que esta es una de las aristas, que se requiere refinar para avanzar hacia un mundo donde reine mayor entendimiento entre los pueblos y culturas.
La tolerancia se concibe como el punto de partida mínimo para construir relaciones, para tomar conciencia del otro y reconocerlo, también nos permite reconocernos a nosotros mismos y las diferencias culturales y personales que emanan del contexto social, de la experiencia de vida y de nuestra biografía. Podemos suponer que en la medida que exista un mayor grado de tolerancia social, esto se reflejará en una mayor promoción de los derechos humanos, la democracia y la participación ciudadana.
La falta de comunicación, comprensión y recono-
cimiento del otro, debilita a la sociedad como espacio de participación, como comunidad, es decir, el otro, con su forma novedosa de observar y participar en la vida se convierte en un ser distinto que puede ser objeto de discriminación, como consecuencia de sentirlo distante, ausente, fuera de nuestro alcance. Por el contrario, el saber del otro, o al menos, la toma de conciencia que existe un otro, basado en el respeto y la aceptación de la diferencia, es el terreno fértil para generar confianzas, entendimientos y acuerdos; son aquellos mínimos para democratizar las distintas esferas de la sociedad y situar a ese otro como una referencia de nuevas formas de socialidad, de estar juntos en comunidades emocionales más que solo funcionales. Esta tolerancia sería el despliegue de la socialidad, esa palabra no existe, debe haber querido decir sociabilidad, es decir aquella interacción humana que responde a la expresión de emociones emanadas desde la propia comunidad.
La tolerancia implica una actitud que escapa a la estructura social y se radica en aquellos espacios íntimos de la convivencia cotidiana. La tolerancia, en sí, se puede entender en distintas dimensiones y momentos. En una primera instancia se entiende como el advertir sobre las diferencias y particularidades que surgen en el encuentro con el otro, en este momento se produce una primera categorización de las personas. Por medio de este ejercicio nos hacemos conscientes de nuestra pertenencia y de alteridad, e incluso de que existe vínculo humano. Al reconocer nuestra propia pertenencia y la diferencia con el otro, estamos reconociendo una relación.
La tolerancia puede en este sentido entenderse también como un entramado significativo de identificaciones múltiples. En el mundo posmoderno, más que buscar descubrir una identidad exclusiva nos encontramos en una vastedad de identificaciones diversas, las cuales no responden a un solo elemento de orden cultural central sino que, esta es la novedad, se despliegan de distintas maneras, incluso contradictorias, y van de esa forma des-atando al individuo de una adscripción rígida identitaria. En esta construcción de tolerancia se hace necesario distinguir entre tolerancia pasiva y activa. La primera reconoce la existencia del otro y supone una relación preliminar, intrínseca, que se define como relación solo por el hecho de la existencia de dos otros. La tolerancia activa en cambio, supone diálogo, encuentro, respeto, se trata de una relación más profunda. Esta es la tolerancia que nos interesa proponer cuando se trata de migraciones, una tolerancia que se entiende como una relación de identificaciones capaces de dialogar.
Entonces, pensamos una tolerancia como reconocimiento, como respeto, como relación, y un poco más allá como diálogo; esto significa que la sociedad debiese constituirse como un espacio en el que se articulen y se expresen los pluralismos y las culturas, de modo que la forma de relación en la sociedad no sea mediatizada por el consumismo, la competencia y la acumulación, sino que la relación social se despliegue como un acto de reciprocidad y solidaridad.
La tolerancia debe entenderse no solo como un reconocimiento abstracto, no solo se permite la existencia del otro, no solo se respeta y se dialoga con el otro, además estamos proponiendo que se comprende al otro al punto de ser capaces de sacrificar nuestra propia verdad por alguna otra que sea significativa para con aquel otro que respetamos; eso es la práctica real y efectiva de la tolerancia.
En un contexto de conflicto cultural – sin duda que el factor migratorio ha impulsado ese choque al colocar mundos distintos en espacios comunes - se puede producir una especie de tolerancia basada en el temor, en la inseguridad, en la desconfianza, en donde seremos tolerantes con lo que esté dentro de la normalidad social, una tolerancia rígida. En este tipo de tolerancia cabe la indiferencia, la aversión, el rechazo; se trata de un tipo de tolerancia que discrimina, que incluye a los mismos y a los que siguen la norma, una tolerancia que genera exclusión.
Este efecto de homogeneidad que produce esta tolerancia unidireccional, fría o rígida, se enquista en el sentido común, pues deviene en una institucionalización de este modo de ser; se establece un sentido común discriminador y excluyente, se infunde el temor de ser sospechoso o culpable de ser diferente.
En particular, en nuestra región latinoamericana, la identidad cultural expresa diversidades étnicas, religiosas, políticas y sociales y se configura a través de un mestizaje de culturas regionales y foráneas. También se ha construido en el reconocimiento de pluralismos y diferencias, y por su devenir histórico, se presenta como una diversidad flexible, cambiante, dinámica, viva. Un ejemplo de esto se demuestra en que la movilidad de personas es un rasgo estructural histórico de las sociedades en América Latina. Es así como consecuencia de estos grandes patrones migratorios, se ha forjado el sello de lo que hoy son gran parte de las sociedades en nuestra región. El fenómeno migratorio ha sido uno de los hechos históricos más significativos en el proceso de formación de las sociedades americanas, y más aún, ha sido un factor determinante en la conformación de nuestras naciones mestizas .
Por su parte, Michel Maffesoli hace notar que el migrante es un nómada por esencia. Por el solo hecho de cruzar fronteras ya hace parte de nuevas tribus comunitarias, además de seguir perteneciendo a la de origen: la de su propia comunidad en el lugar de destino; la comunidad de extranjeros por oposición a los nativos y la local. De golpe, dice, se encuentra adscrito a nuevas tribus y redes sociales. En la posmodernidad, según este autor, el acento se coloca en las identificaciones más que en la identidad y son los migrantes externos quienes pueden reflejar con mayor determinación este nuevo hecho social, o más bien, hecho de la sociabilidad. Esta se da a partir de la comunión simbólica interactiva de pequeñas cosas aparentemente sin importancia, pero que en su visión global dan significado al alma social. La metrópolis con sus paisajes recónditos y múltiples posibilidades se presenta seductora frente a las personas que la recorren en sus variadas posturas. En ella se producen encuentros fugaces y aparece este “azar objetivo”. Es en esta aventura en donde el migrante imagina una vida mejor, plena de nuevas oportunidades que en sus lugares de origen no las ha podido conseguir. Al mismo tiempo, los nativos
observan a estos “extraños” como seres que vienen a dar nuevos bríos cálidos a la sociedad un tanto petrificada por la rutina. Ven en ellos el mundo global, las diversidades y otras formas culturales, lo que de alguna forma los lleva a nuevas realidades y los saca del letargo de lo repetitivo. Los acerca, pues, al teatro del mundo con sus actores de distintos lenguajes y colores.
Es en estas metrópolis en donde confluye el “azar objetivo” con la “subjetividad interactiva” y son los migrantes quienes aportan una buena cuota de responsabilidad para que este encuentro se produzca y genere una nueva sociabilidad y esa energía subterránea que da cuerpo a la posmodernidad (Maffesoli, 2004).
La emigración —dejar lo conocido— y la inmigración —arribar a lo desconocido— no solamente suponen desplazamiento de individuos. Significan la interacción de modos de expresarse, costumbres, hábitos, obligaciones y derechos. No migran únicamente personas, también ideas, concepciones vitales, lenguajes. La migración plantea dilemas de diversa naturaleza. Psicológicos, por el efecto que el “extraño” suscita y la alienación del “extraño”
que llega. Económicos, por las modificaciones del escenario laboral. Políticos, por la necesidad de acomodar poblaciones provenientes de regímenes jurídicos distintos. (Agar y Lolas, 2018).
Platón ya nos advertía: el inmigrante o el viajero se convierten en riesgo moral para el mantenimiento de lo habitual; es portador de novedades y puede incomodar.
Para Maffesoli (2004) el viajero es el testigo de un “mundo paralelo” donde lo afectivo, en sus diversas expresiones, se permite errar; también predomina la ausencia de normas. El inmigrante se transforma en un provocador —lo cual puede no ser así en su medio de origen— que amenaza los valores de la sociedad de llegada.
Chile ha vivido a lo largo de su historia importantes procesos migratorios de distinta índole: durante el período colonial la movilidad desde Europa fue para conquistar y consolidar el reino español en tierras americanas. A partir de este proceso surge nuestro mestizaje con sangre indígena y europea. Durante el siglo XIX y hasta entrado el siglo XX llegan a Chile oleadas de inmigrantes europeos y asiáticos que van aportando al mestizaje esencial chileno. No hay duda que estos migrantes y su descendencia han sido actores positivos para el desarrollo económico de Chile y su diversidad cultural comunitaria. Vivimos también un doloroso proceso emigratorio a partir del golpe de Estado de 1973, que implicó la salida forzada o voluntaria de miles de chilenos hacia distintos destinos en el mundo. Hoy en día, en torno a un millón de compatriotas residen en otros países: la mayoría emigrantes y otra porción han nacido en el exterior, pero son chilenos por ius sanguis.
Desde el retorno a la vida democrática en 1990 vuelven a aparecer con renovados bríos flujos migratorios, ahora, desde Latinoamérica, principalmente desde Perú y Bolivia. Y desde 2010 se inicia una década migratoria de grandes proporciones y que están modificando nuestra estructura demográfica y cultural. Hoy en día viven en Chile cerca de 1,5 millones de extranjeros que representan el 8 % de la población nacional. El 16 % de los nacimientos cuentan con al menos un progenitor extranjero, reflejando, por un lado, la contribución decisiva al crecimiento poblacional natural, y la diversidad cultural comunitaria.
Hoy es la población venezolana la que predomina en nuestro país: uno de cada tres inmigrantes pertenece a esa nacionalidad. Luego vienen peruanos, colombianos, bolivianos y haitianos. Se concentran en la Región Metropolitana (un 62 %) y representan en algunas regiones una porción importante de su población: en la RM de Santiago, un 11 %, en Tarapacá un 19 % y en Antofagasta un 15 %.
Desde 2022 nos rige una nueva Ley de Migraciones. Podemos destacar en los principios fundamentales dos aspectos:
a) se asegura a los extranjeros la igualdad ante la ley y la no discriminación;
b) se valora la contribución de la migración para el desarrollo de la sociedad en todas sus dimensiones. A su vez, se hace notar que se promoverá la migración segura y las acciones tendientes a prevenir, reprimir y sancionar el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas, y velará por la persecución de quienes cometan esos delitos.
Más allá de la evidente complejidad que trae aparejado un fenómeno migratorio de crecimiento explosivo, como se ha evidenciado en Chile, es necesario que la tolerancia actúe como principio rector, sin que aquello signifique desproveerse de las herramientas que tiene el Estado para regular la migración y propender al bien común y la armonía entre las distintas comunidades (Agar, 2017).
Nuestra cultura, si acaso es posible hablar de una cultura latinoamericana, tiene como eje central el sincretismo cultural; un permanente conflicto que superpone a las grandes ciudades con la selva y la montaña, el verde profundo de la Amazonía con su inserción galopante en el mundo global.
Latinoamérica es una historia llena de puntos pendientes, que pide un reconocimiento y una reivindicación, una historia llena de conflictos, en donde fuimos “descubiertos” y, la lógica del descubrimiento, supone esta mirada ajena como la única posible, y ahí radica el tema, las identificaciones latinoamericanas reclaman su propia identidad múltiple.
Al existir muchas miradas posibles, surge la posibilidad de la tolerancia como un valor activo de nuestras relaciones sociales, de nuestra socialidad, la posibilidad de que las comunidades emocionales inmersas en la diversidad, puedan interactuar en forma mucho más profunda y libre, para así concebir una cultura participativa, en donde la realidad se construye sobre la base del diálogo y la tolerancia activa.
Se trata, pues, de un reconocimiento de la práctica
cotidiana, de una valorización de las comunidades que se agrupan en torno a las emociones y en las cuales surge una nueva energía, cuyo motor es el diálogo social e intercultural. La tolerancia no significa aceptar los errores del otro o las tensiones que una forma de vida pueden producir en otra. La sana crítica sirve para juzgar las ideas y las acciones del hombre, mientras que el respeto es un atributo axiológico del ser humano que permite mantener su mente libre y abierta. Muchas instituciones propugnan la tolerancia como uno de los principios fundantes. En esta línea, la postura frente al fenómeno migratorio debe ser comprensiva. El reconocimiento de que las sociedades y naciones viven en permanente transformación transcultural es un paso necesario para observar a las migraciones, y a las personas migrantes, como portadoras de cambios.
Esto no significa que no habrá tensiones y resistencias por parte de la sociedad de acogida; es natural que así ocurra, mas nosotros, los librepensadores, debemos mantener una equilibrada mirada al respecto: crítica frente a un Estado que no muestra capacidad de ordenar, dar seguridad, dar regularidad y dignidad a este flujo migrante y tolerancia para comprender que lo que estamos presenciando es una nueva criatura que nace con el dolor natural asociado.
La dialéctica de la migración reúne en tensa armonía las expectativas de los nuevos llegados y los temores de los que reciben. Es en este proceso
deberá ser acompañado por conceptos como el respeto a la diversidad, el diálogo, la fraternidad, la justicia, la igualdad, la tolerancia, la cooperación, entre otras.
La irrupción de un nuevo mestizaje, con su potencia emergente, significará sin duda un rico germen de riqueza cultural para la sociedad, la revitalizará y la rejuvenecerá. Es, eso sí, deber nuestro saber canalizar esas energías. Las aguas pueden correr libres por los surcos montañosos y los valles fecundos, mas para no inundar los asentamientos humanos, debemos saber conducir ese torrente por las vías adecuadas. Eso depende del hombre y su capacidad de organización y cooperación.
El desafío de Chile en esta nueva era de migraciones consiste en la apertura social y mental hacia una sociedad plural y dialogante, desde el ángulo cultural, basada en el nomadismo y las identificaciones múltiples. Se trata de transitar hacia una sociedad inclusiva que acoja, reconozca e integre con mucha fuerza a la gente que no pertenece al “topos” –lugar–para así construir la “u-topia”, aquello que trasciende el lugar, de una sociedad más diversa y tolerante.
El lazo dialéctico entre el necesario sedentarismo y la pulsión del “otro lugar”, polos que tensionan la sociedad posmoderna, puede y debe constituirse en potente motor de una sociedad renovada, marcada por influencias culturales variadas y por el empuje de nuevos grupos humanos (Agar, 2016).
Más allá de resquemores y temores de unos y
otros, el encuentro de culturas, a la larga, siempre enriquecerá, ya que contiene la fuerza de un renacer en los inmigrantes y, por parte de quienes acogen, la lucidez para reconocer la necesidad de nueva savia en las raíces forjadas.
En nuestra historia, encontramos un sinnúmero de experiencias vitales, tanto de comunidades extranjeras como de individuos, que han permeado las rigideces de lo social, actuando como una suerte de detonantes de encuentros culturales fructíferos que, lenta pero constante, han ido construyendo en el imaginario colectivo una sociabilidad que ha superado los límites de las relaciones formales.
En estos casos, tal energía subterránea de la diversidad ha superado, en fuerza y magnitud, a la tentación aún presente de uniformidad. Así, aparece la diversidad cultural comunitaria como un nítido aporte a la formación de una nación nueva y potente, aunque persistan dificultades para aceptar tal diversidad y permanezca latente la idea de que nuestro desarrollo se ha basado exclusivamente en la integración de diversas culturas –extranjeras y originarias– a lo largo de la historia independiente de Chile.
La cohesión social es un proceso de reconocimiento recíproco entre subjetividades, fundado en la referencia común a modelos socialmente aceptados. Existe una confluencia entre las metas culturales, las oportunidades existentes y la formación de capacidades para alcanzarlas (capital social). En tal sentido, el aporte cultural de los inmigrantes y sus descendientes ha significado un inmenso aporte al desarrollo del país, en su historia republicana.
Uno de los principales desafíos en materia migratoria y de pluralidad cultural consiste en generar condiciones de inclusión. Hay mucho por hacer, no solo con los inmigrantes, sino también con los descendientes hijos de inmigrantes o producto de uniones mixtas. Los descendientes serán parte de nuestra comunidad nacional, en la medida que mantengan sintonía con sus raíces y se cohesionen con los intereses de la nación receptora: cuando logran el justo equilibrio entre el vínculo emocional que los une a sus orígenes y la sociedad de acogida.
Para forjar un ethos en que la nacionalidad no sea criterio excluyente, sino elemento reconocedor de la adscripción a distintas culturas, el trabajo ha de ser perseverante, muchas veces silencioso. Este es el signo de los nuevos tiempos.
El enfoque comprensivo debiese buscar bajo el principio esencial de la tolerancia, la cohesión pluricultural, sin perder la visión de nación unitaria. La identidad nacional saldrá fortalecida con el reconocimiento de la diversidad comunitaria.
Ten en cuenta lo difícil que es ser niño; la fragilidad y vulnerabilidad que padecen en un mundo cuyas normas ignoran todavía, en un mundo donde se sienten inseguros, aunque no lo demuestren. Tú puedes ser guía en ese mundo.
KAREN KATAFIASZ, PROFESORA DE BACHILLERATO
POR ÁLVARO VOGEL VALLESPIR
Historiador y profesor de historia
Dado lo extenso que puede ser el tema y en vista de que las aristas abarcan muchos ámbitos, es que me atrevo a dar una opinión a modo de ensayo. Procuraremos evitar al máximo los juicios de valor, aunque no estarán ausentes y centrarnos en algunos estudios de especialistas. Sin embargo, dado que es un tema amplio, pueden existir puntos de vistas un tanto más subjetivos.
Esta prueba censal estandarizada tiene su origen en 1982 y antecedentes en la década del 60 bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Detrás de la idea estuvo el Historiador Gonzalo Vial y la Universidad Católica como agente administrador, en ocasiones la ministra de educación de turno, Mónica Madariaga propuso cerrar las escuelas con bajos resultados en un plazo de tres años (Alejandra Falabella 2019). Lo punitivo y traumático del resultado, sigue aún vigente y es un verdadero dolor de cabezas para directoras, directores, cuerpo docente, alumnos y apoderados del siglo XXI.
Sin embargo, esta opinión se centrará en los últimos resultados pospandemia, aunque será necesario recorrer algunas inflexiones del pasado. Finalmente, procuraré desde mi humilde experiencia docente plantear una suerte de solución al problema.
Luego de 35 años de aplicación, el “sistema nacional de evaluación de resultados de aprendizaje” (SIMCE), ha venido desnudando una serie de falencias y brechas de larga data en el sistema educativo de nuestro país, en ese sentido, con tanta información a disposición lo lógico sería buscar soluciones y no caer en discusiones estériles, no obstante, cada año que salen los resultados los debates están al orden del día.
Posterior al estallido social y al cierre de los colegios durante la pandemia (71 semanas en total), los resultados de la prueba aplicada en el 2022 eran absolutamente lógicos y
predecibles, en ese ámbito, no tiene sentido que nos asombremos ni que los especialistas en educación salten de sus oficinas y asientos. Evidentemente, aun cuando los resultados fueron bajos, no difieren mucho con los resultados de la última década y objetivamente lo que se acrecentó aún más es la brecha y distancia de puntaje entre el sector público y el privado. Al parecer el dinero volcado en educación, sigue siendo visto por los gobernantes de turno como un gasto y no como una inversión de capital humano. La distancia entre los colegios que tenían recursos para implementar un sistema híbrido -buena conexión a Internet, modernos computadores, proyector y sistema multimedia entre otros - y los que no tenían recursos fue brutal. Así mismo las familias que tenían los ingresos para comprar equipo, Tablet y celulares a sus hijos y las que no contaban con presupuesto fue igualmente una desgracia.
El tema más preocupante a mi juicio fue, que la primera lectura de los resultados dados hace pocas semanas fue un juicio político. Buscar culpabilidad en la política no soluciona el tema, es más esconde la realidad, en definitiva, una acusación constitucional centrada en el resultado de esta prueba contra el ministro no solo es infantil, es una ceguera de ver que los resultados vienen mal desde mucho tiempo atrás y tanta pelea y calculo mediático puede quitarnos tiempo, ganas y recursos para buscar una solución que no vendrá desde la arena política.
Otra lectura que se debe hacer es que no se mide lo que se aprende en 4 básico y 2 medio, se mide como fue el recorrido de las alumnas y alumnos en algunos aprendizajes hasta 4 básico y hasta 2 medio (Diario Universidad de Chile 2023). Por ende, si nos enfocamos en 4 básico y detectamos las falencias, podemos implementar una solución a esa generación y ver el vaso medio lleno y tener la oportunidad y el tiempo para darles herramientas precisamente en una edad donde la educación bien dirigida puede moldear aún al alumnado. El
caso de 2 medio es más complejo, ahí quizás debemos mejorar la habilidad de autonomía y autoestudio sobre todo en la era donde existe acceso más o menos amplio a portales, buscadores e inteligencia artificial. Otro punto es que los planes y programas son muy extensos y los contenidos evaluados en el SIMCE muy acotados, por ende, nunca tendremos una dimensión exacta y la prueba a mi juicio podría ser enfocada a muestreo más que censal. Un punto débil acá y un error garrafal es que los resultados llegan muy tarde con un desfase de más de un semestre, entonces ¿Cómo puede retroalimentar un profesor una materia mal enseñada si los resultados le llegan 6 o más meses después y el alumno ya avanzó al curso siguiente? Un instrumento de evaluación debe tener resultados ágiles pues así el profesorado puede tomar decisiones. Además, pienso que no se trabaja en el aula el tema socio afectivo y solo se buscan resultados. Por ende, la clave acá para los mejores resultados es mejorar el clima entre los pares, así, hay un grado de confianza para estudiar mejor, para generar opiniones, para que los más aventajados apoyen a los que les cueste más y en suma desarrollar entre los alumnos las “Zonas de Desarrollo Próximo” o sistemas de tutorías entre pares.
En matemáticas, los resultados fueron muy preocupantes y aún más trágica es la distancia entre los hombres y las mujeres. Los especialistas llaman a no estigmatizas las matemáticas. El prejuicio que se da en general, “el que sabe sacar un cálculo es inteligente y el que no es un tonto” es más común de lo que creemos y por consiguiente debemos erradicarlo. Así mismo hay que motivar en las mujeres que las ciencias exactas son alcanzables (según los especialistas). Hay que dejar en el baúl del recuerdo que la mujer es más sensible y por ende debe ser siempre humanista.
Finalmente, sobre la crítica dura de responsabilizar a mis colegas es bastante infundada. ¿Cómo podríamos cargar la culpa solamente a los profesores? El trabajo docente va más allá de la hora de clase, es de mañana a noche. Además, el profesor para poder enseñar debe tener seguridad y estabilidad. Mientras sigan pagando sueldo de mercado cada vez será más complejo el panorama. Un Doctor si opera mal puede perder la vida de su paciente, un profesor si enseña mal puede truncar la vida intelectual de un alumno. Hay que exigirles a los profesores, sin duda y mucho, pero se debe volver a valorar su estatus y ser bien retribuido. Hay colegios donde la rotación de profesores es casi como una carrera de fórmula uno y es justamente porque el clima es inseguro. (golpes, insultos, ataques con arma blanca y de fuego).
En un último suspiro los especialistas dicen sobre la baja del último SIMCE que influye mucho si la familia está detrás del estudiante apoyando. Por lo tanto, no es lo mismo ver si el alumno estudia y hace sus deberes a que si los padres tienen las herramientas para orientar a sus hijos.
Que tenemos hoy, que conclusiones podemos sacar ¿Cómo Avanzar?
Hoy, creo debemos estar abiertos y entender que la prueba ya cumplió una etapa y ver la posibilidad de cambiar el examen a otro instrumento que mida aprendizajes reales y más compactos, los planes y programas son bastante extensos y se pueden abarcar otros puntos de vistas y habilidades más útiles para aplicar en la vida cotidiana y en un futuro campo laboral.
Procuremos no ser derrotistas y no quedarnos con el resultado del 2022, pues a fin de cuentas los últimos 10 años han sido críticos. La baja actual era evidente y predecible y no hay que viajar a un oráculo para advertir que el cierre de los colegios iba a provocar una merma. Por lo mismo, no debemos centrarnos en buscar culpables: MINEDUC, profesores y alumnos entre otros. Hay que enfocar los esfuerzos en buscar soluciones y bridar a la actual generación una adecuación en sus aprendizajes para procurar encausar el mal resultado en uno bueno. Insisto en que acusar no es el camino, en no ver el tema como culpa exclusiva del gobierno porque es de derecha o porque es de izquierda. La educación no debe ser patrimonio del sector político, ya lo vivimos en el siglo XIX entre liberales y conservadores, debemos aprender del pasado. La educación es un patrimonio transversal y debe ser siempre una apuesta de inversión para salir del subdesarrollo, ejemplos hay en países exitosos gracias a una educación bien diseñada donde por supuesto se debió invertir dinero. Tampoco podemos ver la educación como un bien de mercado y menos aún lucrar.
Acá la filosofía educativa debe ser rápida, menos lamento y más acción. No podemos llegar tarde a las soluciones, en pandemia pecamos mucho de verla como un problema y por lo tanto hubo nulos avances. Los alumnos no son números de lista, son la piedra angular del país, son la siguiente generación de chilenos que puede dar un salto positivo o negativo, lo que hay en juego es mucho y resulta imperioso enfocar cambios desde los cursos pequeños para que paulatinamente al crecer vayan acumulando aprendizajes que sean significativos sin dejar de lado los valores. Quizás las reuniones de apoderados sean una quimera ¿Les vamos a dar una montaña de papeles siendo que esta información les puede
llegar por un correo electrónico? ¿No será mejor en una reunión enfocar el tiempo en desarrollar habilidades para trabajar con sus hijos o pupilos? ¿Vamos a seguir pensando que una reunión de apoderados es el momento para cobrar cuotas de curso en vez de tratar temas más importantes?
El profesorado debe ser lo suficientemente inteligente y trabajar colegiadamente en las soluciones, así también el MINEDUC debe ser menos obtuso y revisar la ecuación si se justifican o no tamaña carga de horas a la semana de clases sin lograr calidad, ¿Es necesario salir siempre a las 4 y media de la tarde? ¿Más horas en el aula aseguran aprender más? ¿Es sano que el profesor prepare clases fuera de horario ya sin ideas y cansado luego de estar todo el día frente a 45 alumnos distintos? ¿Es
sano enseñar al mismo tiempo a tantos alumnos? La pandemia no fue un paréntesis como muchos responden para zanjar el tema de un mal resultado transversal, los resultados vienen mal de antes, no nos podemos permitir jugar al país de los tuertos, menos en educación.
Por otro lado, hay un tema cultural en el cual debemos enfocar esfuerzos, que radica en la perdida de liderazgo de los padres o tutores y en la pérdida de autoridad del profesor o profesora. Si los alumnos en general se hacen la idea que sus padres y sus profesores no son líderes, entonces, el clima de enseñanza- aprendizaje que puede haber en una sala o en la casa pende de un hilo muy frágil y llegamos a un sinsentido. No se trata de autoridad colonial bruta, se trata de un respeto que logre dar un clima positivo en la sala, como diría Abraham Maslow, lograr la autorrealización.
Quizás puede sonar un poco radical e incluso mal intencionado, pero es sano que podamos preguntarnos: Si en 35 años el instrumento de medición está sobrepasado, es lento y abarca pocos saberes ¿A quién o quienes les sigue interesando su aplicación? ¿Qué fines tienen o hay detrás al sostener el SIMCE? Una solución sería velar por el bien común de los estudiantes o vamos a seguir enfocados en hacer un ranking para orientar donde matricular a nuestros hijos en el caso de poder pagar por algo tan elementar como educarnos, recordemos además que estudiar es un derecho humano. ¿No será mejor buscar una educación buena para todos?
Otra solución es evitar que los colegios caigan en el condicionamiento clásico (recompensa por logros). Si los resultados conllevan acciones punitivas: Eliminar bonos, castigar a los docentes entre otras medidas, se va a sostener el mismo panorama en él cuan caen algunos colegios: seleccionar el día del SIMCE a los mejores alumnos, dejar en la casa ese día a los menos aventajados, educar solamente sobre la base del resultado del SIMCE, quitar importancia a asignaturas que no son evaluadas. Al final del día caemos en un círculo vicioso y generamos una educación estrecha.
Repensar la evaluación desde un foco de muestra más que censal. Con una muestra más acotada podemos agilizar los resultados y tomar decisiones. No puede ser que esperemos más de medio año para saber los puntajes, pues sería como hacer una prueba y no corregirla y dar la nota cuando la memoria ya casi no retiene nada.
“Se hace urgente la necesidad de fortalecer la innovación en clave de comunidades de aprendizaje”
POR GABRIELA PAZ MORALES URRUTIA
Poeta, periodista, gestora cultural y crítica literaria
Las herramientas de inteligencia artificial (I.A.) colaboran con distintas labores humanas hace más de 60 años, sin embargo, recién este 2023 se instaló con fuerza en los medios de comunicación y la opinión pública un debate ético sobre su uso, al alero de la irrupción del Chatbot, Chat-GPT Bard, entre otras herramientas de accesibilidad liberada y fácil uso. Ante estos instrumentos digitales, uno de los principales campos de aprensión es el de la educación. La inteligencia artificial (IA) tiene el potencial de transformar la enseñanza de muchas maneras positivas, pero también plantea desafíos importantes respecto a su uso, implementación y regulación. Para aclarar el panorama entrevistamos a Alexandre Gottreux, académico en Innovación Educativa.
-¿Cuáles son los principales desafíos de la educación ante la Inteligencia Artificial?
-Lo esencial es comprender que la Inteligencia Artificial, a diferencia de las otras tecnologías emergentes, viene a provocar una revolución que tendrá un impacto universal y que modificará las formas del cómo se habita en este planeta y del cómo nos relacionaremos. Por tanto, el mundo de la educación
tiene la obligación de hacer eco de este proceso, puesto que el impacto que tendrá será enorme, especialmente en el mundo del trabajo.
Las nuevas competencias que se requieren en este nuevo escenario tendrán una fuerte vinculación con acciones que refuerzan las habilidades mentales superiores y que, en todos los informes internacionales, han demostrado estar muy disminuidos en las ejecuciones que se están llevando a efecto en los colegios y las universidades. El ejemplo más claro es que en aquellos trabajos donde se efectúan acciones repetitivas o que solo requieren de habilidades más básicas, están siendo hace un tiempo fuertemente reemplazadas por las tecnologías mediadas por Inteligencia Artificial.
Todo lo anterior lleva a la educación a enfrentar un conjunto de desafíos, que tienen distintos enfoques y que se pueden observar en la estructuración curricular de los cursos; los procesos metodológicos y didácticos que se disponen para ellos; la fuerte y necesaria vinculación con formas distintas de evaluar y el nuevo enfoque que se le debe dar al uso de los conocimientos factuales, que requieren de ser situados y con impactos sociales relevantes.
Esto implica un cambio paradigmático que debe repensar los planes de estudios, poniendo al centro de la articulación curricular, las habilidades y competencias que vayan con relación a la formación de
una ciudadanía activa, crítica y flexible, capaz de adaptarse a escenarios cambiantes y con demandas muy específicas, donde la capacidad de problematizar será esencial. Muy distinto al momento actual, donde en el mundo del trabajo se valora mucho más la resolución de los problemas. El mundo que se aproxima es uno donde ejercer un pensamiento divergente y creativo, será más valorado y necesario.
A lo anterior, se suma la necesidad de cambiar los enfoques didácticos y evaluativos, potenciando el trabajo transdisciplinar. Ello quiere decir que la educación del futuro debe ir de la mano en la búsqueda de nuevos diálogos epistemológicos entre distintas disciplinas, dejando de lado las visiones atomizadoras del conocimiento y para eso, se requiere fortalecer el trabajo evaluativo en una mirada de procesos con metas a la vista y con retroalimentaciones permanentes. Lo interesante de esta educación revolucionaria, es que tendremos el apoyo necesario para resolver problemas de este tipo, que antes implicaba mucho tiempo y que, gracias a la articulación de distintos algoritmos, es posible de ser resuelto en tiempos que antes eran impensados. Si bien tenemos hace un tiempo, con la llegada de la internet, un gran cúmulo de información que crece exponencialmente día a día, hoy tenemos la posibilidad de categorizarla, compararla, sintetizarla y evaluarla con la ayuda de la Inteligencia Artificial.
Con lo anterior, un desafío esencial de la educación será el posicionarse respecto de temas éticos que involucrará el uso de esta tecnología, puesto que la construcción de los algoritmos del futuro requiere de estar en sintonía con problemas socialmente relevantes. Las instituciones formadoras no pueden dejar de lado la necesaria alfabetización que implica este cambio, ya que se ha ido posicionando una forma de comprensión de este fenómeno en una mirada tecnocrática, dejando muchos cuestionamientos sobre los mal usos que se le pueden dar, o lo que la misma UNESCO ha advertido sobre el cómo la Inteligencia Artificial puede crear un abismo aún más grande entre los países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo. Por tanto, el principal desafío para la educación que emerge de toda esta reflexión, es que la Inteligencia Artificial debe estar al servicio del fortalecimiento de la inclusión y la equidad, para preparar a los seres humanos a un mundo que requiere de urgentes respuestas y nuevas problematizaciones, en un escenario de problemas ambientales urgentes, radicalización de discursos de odio, aceptación de la diversidad, conflictos bélicos, nuevas demandas laborales, entre otros.
-¿Qué medidas ministeriales se están tomando al respecto?
-La inteligencia Artificial lleva casi sesenta años
con nosotros, sin embargo, la irrupción del Chatbot, Chat-GPT en sus versiones más actuales, con una fácil accesibilidad y de forma gratuita, hizo que se posicionara en todos los medios de comunicación y redes sociales el concepto, pero también muchas preguntas y miedos. Esto ha llevado a que muchas instituciones educativas y Estados de todo el mundo estén preocupándose de los avances de esta tecnología emergente, colocando a algunos en posiciones de incluso prohibir y perseguir su uso. No obstante lo anterior, hay quienes han visto en estas tecnologías posibilidades de potenciar necesarios cambios en los procesos productivos y por supuesto en la educación que ha sido altamente resistente a cambios profundos por muchas décadas. Los ministerios de educación de muchos países han ido con distintos ritmos considerando el desafío que la Inteligencia Artificial propone, es así como algunos han estructurado profundos cambios en sus políticas públicas y en sus bases curriculares, como es el caso español o de China; otros recién están comprendiendo el problema en su globalidad.
Al señalar que es necesario comprender esta problemática en su globalidad, implica que no solo basta con conocer las implicancias conceptuales que posee esta tecnología o todo su entramado técnico que se ha ido desarrollando durante tantos años, sino que además implica que aparte de la alfabetización digital, se requiere un tinglado que permita cualquier cambio en lo curricular, didáctico y evaluativo. Por ello esta pregunta requiere una respuesta global que considere tanto lo relativo a la comprensión de su uso tecnológico como a sus posibilidades de ejecución en una dinámica pedagógica.
Al tener en cuenta esto, el ministerio lleva hace bastante tiempo ejecutando cambios muy potentes en las políticas públicas, potenciando procesos reflexivos pedagógicos a través del Marco para la Buena Enseñanza, resignificando la evaluación en todo el proceso educativo a través del decreto 67 o fortaleciendo la diversificación e inclusión en la educación a través del decreto 83, entre otras políticas que lo hacen sin duda un constructo robusto para ejercer los necesarios cambios.
Ahora, a la luz de la especificidad del trabajo técnico y comprensivo de la Inteligencia Artificial, el Centro de Innovación del Ministerio de Educación ha estado realizando capacitaciones permanentes, seminarios, webinars o entregando documentos rectores para comprender la Inteligencia Artificial en su uso ético u operativo, tal como es el caso reciente de la “Guía Docente para usar Chat GPT”, que promociona un uso didáctico de esta herramienta.
No obstante lo anterior, aún está al debe la in-
corporación de un debate que implique la ejecución curricular de un trabajo alfabetizador de la Inteligencia Artificial en todos los niveles de la educación básica y media y el levantamiento de un debate que lleve al cuestionamiento de los procesos formativos en la Educación Técnica y Superior.
-¿Cómo las tecnologías de IA podrían favorecer los procesos educativos?
-Las posibilidades que poseen las distintas aplicaciones que funcionan con Inteligencia Artificial son infinitas, ya que al trabajar como redes neuronales las posibilidades van a depender de las formas en que el usuario se interrelaciona con ellas. Esto quiere decir que las instrucciones entregadas o los famosos “prompts” son dados de una u otra forma, las respuestas serán diversas y distintas.
Por tanto, al pensar el cómo estas tecnologías pueden favorecer el aprendizaje, inmediatamente se puede deducir que son también innumerables las formas de fortalecer el aprendizaje y en el que tendrán una importancia relevante el proceso creativo y didáctico del o la docente.
El ejercicio consciente del uso de la Inteligencia Artificial por parte del o la docente, llevará a que el trabajo guiado por solo la comprensión memorística o factual de los contenidos quede fuera del aula e incluso, el trabajo sostenido en una mirada disciplinar, se cuestione por uno de carácter más holístico o inter o transdisciplinar. Lo que conocemos por la educación hoy, ya no tiene cabida ni sentido.
Esto es un cambio fundamental que será tensionado por las competencias necesarias que tendrán el campo laboral del futuro, en el que la ejecución de acciones estructuradas por cánones iterados, serán reemplazados por bots.
La demanda lleva a que los centros de Formación Inicial Docente, profundicen en planes de trabajo didácticos, en el que las habilidades de pensamiento
de orden superior vayan de la mano de comprensiones problematizadoras de cada ámbito de estudio y que tengan, además, una conexión permanente con la realidad próxima y con conocimiento de las problemáticas de la humanidad en su orden más general. Se hace urgente la necesidad de fortalecer la innovación en clave de comunidades de aprendizaje.
La Inteligencia Artificial ha avanzado a pasos agigantados en poco tiempo, lo que nos debe hacer conscientes que los potenciales uso en la educación tendrá muchos cambios en poco tiempo, y por tanto debemos ser capaces de generar nuevas formas de trabajo académico. Hoy estamos en un formato de Inteligencia Artificial de mandatos, el llamado “prompt engineering”, en el que la elaboración de respuestas está dado por inputs dados por el ser humano, sin embargo, las proyecciones de los algoritmos están demostrando capacidades de ir profundizando en la capacidad de identificar, analizar y delinear problemas, lo que permitirá la formulación del problema enfatizando su definición, delineando su enfoque, alcance y límites: lo que en una óptica pedagógica es altamente revolucionario.
-¿Cuáles son las principales reformas que debe implementar la educación chilena ante la IA?
-La educación en Chile ha ido en un proceso muy dinámico, profundizando aspectos esenciales para ejercer el cambio necesario a partir de una serie de políticas públicas que han ido colocando un marco muy potente en la forma de comprender el ejercicio docente y directivo en los distintos ámbitos educativos. Estas acciones han ido en frecuencia con un cambio necesario para fortalecer los procesos de profesionalización docente; la modernización de la gestión; el cambio epistemológico de la evaluación y su concepción; la necesaria atención a la diversidad y su inclusión y los diversos estándares profesionales para las distintas formaciones iniciales docentes, entre otras.
Por tanto, las reformas que se han ido dando son una base fundamental para ir enfocando los giros que dará la educación a futuro con la irrupción de la Inteligencia artificial y que le da una base legal a los cambios que se pueden generar en educación básica y media. A nivel universitario, tiene demandas muy específicas y que están situadas en las que el mundo laboral requiera en este nuevo escenario. Teniendo en cuenta lo anterior, considero que las reformas más necesarias serían:
- La urgente necesidad de alfabetizar en el origen, uso y funcionalidad de la inteligencia artificial, lo que permite que la población tenga la capa-
cidad de discernir respecto de sus proyecciones y usos, dejando de lado las interpretaciones que los medios informativos han hecho y que han promovido una sensación apocalíptica del arribo de estas tecnologías.
- Fortalecer un currículo que permita el trabajo en metodologías activas, donde la resolución de problemas sea el centro de la acción educativa. La Inteligencia Artificial permitiría actuar como un apoyo, un ayudante al trabajo de delinear caminos de resolución. Esto implica que el trabajo disciplinar o multidisciplinar, pasen a acciones más inter y transdisciplinares.
- Promover nuevos instrumentos de medición de la gestión, ya no basados en resultados, como lo han hecho el SIMCE u otros instrumentos estandarizados, puesto que este tipo de evidencias no mide procesos que son la esencia de una educación más modernizadora. Se debiera trabajar a partir de una red de habilidades y competencias que permita determinar los logros de estas mismas, en un formato parecido al que se hace hoy con las evaluaciones DIA.
- A nivel universitario se hace urgente los rediseños curriculares que transversalice el uso y comprensión de la Inteligencia Artificial, ya sea a través de una integración dirigida o de cursos específicos. Aparte, es necesario que desde la academia se fortalezcan los procesos investigativos, la ejecución de seminarios y congresos que permitan el registro y el intercambio de experiencias.
Alexandre Gottreux Sánchez es profesor EGB, UMCE, licenciado en Comunicación Social de la Universidad ARCIS, magíster en “Docencia e investigaciones universitarias” Universidad Central de Chile, se encuentra realizando un doctorado de “Didácticas Específicas: Historia, Geografía y Ciencias Sociales” en la Universidad de Valencia, España. Es asimismo, académico de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, profesor de la cátedra de innovación educativa y cátedra de tecnologías educativas de la Universidad de Chile. Es, además, asesor de instituciones educativas para temas de políticas públicas y desarrollo de procesos de innovación, miembro del equipo de investigación sobre metaverso y educación y profesor de la cátedra de TIC aplicada; Integrante de grupo de investigación latinoamericano EDU/IA; Integrante de la red Iberoamericana EDUTIC.
POR COLECTIVO TRAZANTES
(Alberto Texido, Hugo Pereira, Marcelo Carvallo y Rodrigo Martin, arquitectos)
El espacio público es un componente fundamental para el desarrollo de la vida urbana.
Entendido como el ámbito en el que ocurre el encuentro y la circulación de las personas, permite complementar las actividades que se manifiestan en el mundo de lo privado. Es entonces lo público el lugar en el que, bajo determinadas características físicas y ambientales, se produce la interacción entre ciudadanos. De ahí que el espacio público asume el rol del lugar preferente para el debate, el intercambio, para el comercio y la deliberación política, para la ocurrencia del encuentro así como de la disputa. Es el lugar en el que se juegan los asuntos del Estado y se pondera su efectividad. Es en la plaza pública, en la calle, en donde se celebra y se cuestiona. Por ello, definido como “spatium, aquello que separa dos puntos”, permite entender una separación que solo se puede vivenciar cuando los cuerpos situados en él adquieren la capacidad de comprenderlo en sus dimensiones, texturas, direcciones, proporciones y colores, cuestión posible en la medida que aquellos cuerpos estén en movimiento. Así, espacio público
es movimiento en lo público y de lo público. De ahí que vale preguntarnos, ¿Cómo se desarrolla el espacio público en tiempos de crisis sociales?
La falta de encuentro, de debate, de diálogo, anula el movimiento urbano. Un espacio público sin movimiento, oculta su naturaleza e incrementa su
PARQUE BICENTENARIO, COMUNA VITACURA / ARQUITECTO TEODORO FERNÁNDEZ
deterioro. Así, la disminución de la calidad del espacio público, comprendida en general como un desgaste de sus calles y fachadas, implica muchas veces una pérdida de la calidad de las relaciones interpersonales y ciudadanas que en él ocurren. Por el contrario, comunidades resilientes, adecuadamente conformadas, con capacidad de encausar sus diferencias en un espacio de conversación democrático y tolerante, van generando entornos urbanos más armoniosos. Esto además ocurre ante la disponibilidad de espacios públicos accesibles y seguros, siendo uno de los indicadores clave de la calidad de vida urbana, que se mide entre otros factores, por el tipo de secuencia espacial entre el ámbito privado y el público, y su capacidad de generar instancias intermedias semiprivadas adecuadamente resguardadas. Se mide además, por la calidad de la infraestructura urbana, que acompaña el uso de determinados espacios, expresada en iluminación, mobiliario urbano, pavimentaciones adecuadas y señalética pertinente. Se evalúa por una adecuada mixtura de usos, que permita la interacción social, económica y cultural que potencia y enriquece al ámbito público. Considera además el reconocimiento de las particularidades de cada habitante, permitiendo el desplazamiento libre de adultos mayores y personas con capacidades diferentes.
PLAZA DE ARMAS COMUNA SANTIAGO / ARQUITECTO RODRIGO PÉREZ DE ARCE A.
Finalmente, y sin que este listado quede agotado, el espacio público se mide en metros cuadrados de áreas verdes por habitante, considerando a veces su mantenimiento, es decir, lugares en que existe cuidado, limpieza o regadío, lo que por cierto no debe confundirse con áreas vegetadas naturales ni debe desconsiderar las plazas duras pavimentadas, paseos públicos o playas, acompañando el habitar residencial y el uso comercial e industrial, con espacios de desahogo urbano y con la presencia de vegetación, el que con mayor razón en ciudades contaminadas, densas y segregadas, aportan a la construcción de espacios sombreados que generan mejoras significativas en la calidad de vida.
En consecuencia, la existencia y valorización del espacio público, es señal evidente de sociedades que han logrado acuerdos de convivencia, donde el intercambio de ideas y bienes permiten el encuentro con lo diferente, dejando atrás ese debate entre lo que es “de todos y a la vez de nadie”, hacia una identidad colectiva donde el Estado surge como mediador de los intereses particulares y donde en nuestro caso, hemos de promover la recuperación de los centros, -urbanos e ideológicos-, tan deteriorados y en abandono, pero que son claves para distribuir oportunidades.
POR GALO LÓPEZ ZÚÑIGA
Académico, administrador público y cientista político
UNA BREVE EXPLICACIÓN
DE ESTE TEXTO
En la actualidad me encuentro escribiendo un texto sobre el valor y la profundidad de lo humano. Un libro en donde, entre sus múltiples dimensiones y aspectos de aquello que nos constituye y distingue, me adentro en las cualidades del lenguaje. Ahí, siguiendo la línea de pensamiento de Rafael Echeverría, se destaca el valor de la comunicación y el lenguaje, entendiendo su doble significación. Por una parte, la comunicación como un proceso que parte por cumplir como mínimo una función contable, por cuanto nos sirve para nominar la realidad, es decir, dar cuenta, contarla a otro o a uno mismo para comprenderla. Así, referirnos al lenguaje como una herramienta necesaria para dar cuenta de lo que la realidad observada es. En tal sentido, el lenguaje cumple una función mediática e instrumental, útil para nombrar las cosas que percibimos y comprendemos. Sin embargo, el lenguaje como característica de lo humano, en cuanto a su estructura y contenido simbólico, adquiere otra dimensión distinta y superior de esa cualidad contable o mediática de la realidad, ya señalada. Aquí, el lenguaje adquiere otra
potencialidad, en donde toda posibilidad y acción lo es primero en el lenguaje. En efecto, primero pensamos haciendo uso del lenguaje, es decir, de todas las palabras, estructuras y la sintaxis que el lenguaje nos proporciona. Por lo tanto, el lenguaje es posibilidad y acción, en cuanto el acto mismo se funda en su origen, se ejecuta y se desarrolla en el lenguaje, pues el lenguaje es el que le da forma, sentido y estructura a la acción.
En esta segunda acepción del lenguaje, ha surgido esta reflexión respecto de la poesía como acto creativo y fundacional que surge desde el lenguaje. Y aquí lo curioso, un acto que emerge desde las limitaciones de lo humano y de ese recurso narrativo de que se dispone. En efecto, un recurso limitado y sujeto a sus propias reglas (de la gramática y la sintaxis), para que lo humano se adentre hacia los misterios de la creación, irrumpa en la muerte y su vinculación con la vida, devele lo que se oculta y revista lo que se ha vestido para ocultar una verdad silenciada. En este sentido, vaya esta reflexión sobre el alto valor de la poesía como acto del habla.
En su caso, la poesía podría entenderse como una actividad solo expresiva, en tanto que el hablante (el poeta) podría no tener un interlocutor y tan solo valerse
de sus versos como vehículos de la comprensión y de la expresión de aquello que moviliza su decir. Sin embargo, aun en este caso, la poesía mantendría su impronta comunicacional; en tanto que el interlocutor pudiera ser el mismo poeta que requiere establecer una voz consigo mismo o con la imaginación creativa de hablar con algo o alguien que lo trasciende. En otros términos, comunicarse con un destinatario imaginario que está más allá -incluso- de su propio tiempo, de su propia existencia, de su propia finitud o de su propia comprensión. Simplemente, un destinatario a quien comunicar esa pulsión comprensiva, expansiva y expresiva que lo moviliza.
Por ello, quizás la poesía sea el acto comunicacional en su esencia, ya que expone e impone el drama de adentrarse hacia lo nuevo, pero evidenciando las limitaciones de la herramienta de que dispone el hablante para cumplir con su cometido comunicacional, es decir, las limitaciones del lenguaje. Una herramienta que muestra su modestia y sus restricciones, ante la infinitud multidimensional de los misterios, de lo invisible y de lo inconsciente que es la realidad y que son las emociones que simplemente nos exceden. Con ello, la paradoja del lenguaje, pues a pesar de la prisión de la gramática, de las estructuras lingüísticas y de las limitadas palabras encerradas en sus específicos idiomas, la poesía descubre en sus talantes oblicuos e indirectos,
nuevas formas interpretativas de aquello que estaba más allá de la comprensión, llevándonos de la mano de las emociones hacia un estado distinto -y por qué no también superior- al ver lo nuevo y lo renovado. Un avance en la dirección de aquello que está más allá de los bordes comprensivos de lo humano. De esta forma, el poeta es un peregrino que va en la avanzada de la historia y de las emociones, abriendo múltiples formas comprensivas de ese misterio que se oculta y que se devela a la fuerte fragilidad de sus metáforas, de sus analogías, de sus formas interpretativas.
a “Amo el amor de los marineros que besan y se van” (Pablo Neruda),
a “Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas” (Miguel Hernández),
a “Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada” (Jaime Sabines),
a “Toda naturaleza es un anhelo de servicio. Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco” (Gabriela Mistral).
Y así, tantas formas que traen hacia la vida nuevas formas de verla, de sentirla y de vivirla, a la luz de una nueva interpretación que devela lo que no estaba a la vista.
Aunque también, el poeta es el rebelde que desafía e incomoda al poder cuando éste quiere ocultar en su realidad interesada la verdad y el dolor de los otros.
a “Piececitos de niño, azulosos de frío, ¡cómo os ven y no os cubren, Dios mío!” (Gabriela Mistral), a “Ganaremos nosotros, los más sencillos, ganaremos, aunque tú no lo creas, ganaremos” (Pablo Neruda, a “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” (Antonio Machado), a “No te quedes inmóvil al borde del camino, no congeles el júbilo, no quieras con desgana, no te salves ahora, ni nunca, no te salves” (Mario Benedetti).
Y aquí también, nuevas voces que convulsionan a la consciencia adormecida en la pasividad cómoda en la que se está. Ahí, el poeta denuncia los pactos de silencio y los interpela evidenciando la injusticia cancelada por los que se tienen que someter. En todos estos casos, la poesía se adentra en lo desconocido y en lo incómodo, para traer con nuevas y con las viejas palabras, con nuevas interpretaciones o con nuevas relaciones lingüísticas, las metáforas que permitan despertar una nueva y superior consciencia para comprender de otra forma la misma realidad en la que se vive. En todo ello, la poesía va más allá de lo meramente causal y racional, es decir, de la lógica de los antecedentes que explican los consecuentes. A diferencia de esa secuencialidad, la poesía abre la imaginación hacia mundos que van desde lo explícito hasta lo supuesto; siendo así, un acto creativo de nuevas realidades por sentir y comprender, extrayéndolas desde el silencio para darles la sonoridad y el ritmo que las haga evidentes.
Sin embargo lo curioso de este acto creativo, en tanto que la poesía nos permite superar la contradicción limitativa del lenguaje como recurso explicativo. En efecto, ante la agonía del lenguaje que se agota frente a una realidad tan extensa, la poesía hace germinar a las palabras con una nueva potencia comprensiva. Así, reconociendo las limitaciones del lenguaje ante la inmensa, infinita e indescifrable realidad, la poesía vuelve al mismo lenguaje que renace desde sus bordes con nuevas interpretaciones de aquello que la comprensión necesita capturar.
De ahí, la potencia creativa de la poesía que vemos en los desafíos que esta asume, a saber: El primero, la pulsión expresiva que demanda la comprensión, como fuerza o pasión expansiva de la consciencia de querer referirse a algo que se necesita concebir de manera diferente y nueva, yendo a su esencia. Un ir hacia algo que es necesario desvestir, para revestirlo con nuevos significados que muestren esa misma realidad como algo inédito. Algo así como redescubrir al deshojar una realidad que es necesario develar, pero a la vez revistiéndola con nuevas hojas que le muestren su nueva o renovada identidad. El segundo, en tanto que ese anhelo comunicacional nos lleva hasta el borde de los recursos narrativos del habla. En efecto, la poesía, aunque se vale de los medios formales y lógicos del lenguaje y la comunicación, el objeto hablado es llevado hacia sus bordes o traído desde más allá de ellos, es decir, en donde ya no existen términos habituales o los adecuados para dar cuenta de esa voz inédita que reclama esa realidad que es necesario comprender. El tercero, que
nos adentra en el misterio de realidades infinitas que claman por ser asumidas por los recursos limitados del lenguaje y la comunicación, es decir, nos muestra las limitaciones de lo humano para comprender lo que nos excede. El cuarto, hacer de la voz, de la armonía y de los silencios, una narrativa que interpela a la conciencia. Y el quinto, el desafío que la poesía asume al buscar la alegría o la esperanza que necesita despertar, iniciando el amanecer de la vida con los nuevos significados que requiere el vivir.
En síntesis, quizás la poesía, que suele -curiosamente- volcarse hacia la vida, sea la actividad humana que más se aproxima a la muerte. Y ello, en tanto que la misma poesía pudiera hacernos comprenderla como la gran liberadora, al mostrarnos desde los límites del lenguaje aquello trascendente que nos excede. Así, hace visible y accesible al entendimiento lo que no era evidente desde la estrecha inmanencia de nuestra existencia finita. De esta forma, la muerte como aquello que está más allá de la vida y que, como tal, bien podría ser aquello que nos libera del cuerpo y sus vicisitudes, del tiempo y su linealidad y, por cierto, del lenguaje y sus limitadas estructuras y vocablos. En ello, la poesía nos lleva hacia aquello que nos excede, ampliando los límites de la vida al permitirnos ver esa dimensión superior a la comprensión.
En otros términos, la poesía nos amplía la vida desde los bordes del lenguaje, como si le rebatara los misterios a la muerte. A la muerte como aquel estado que ya no requiere siquiera de la consciencia, es decir, del desdoblamiento o separación de un sujeto que comprende, ante una realidad que lo interpela por su comprensión. Por ello, la poesía podría ser el desafío que urge al poeta por empujar desde el lenguaje los límites de ese mundo del cual se es parte y que, curiosamente, el mismo lenguaje le impone sus límites. Simplemente, un sujeto limitado que desafía esas limitaciones, teniéndose que valer de formas oblicuas, tangenciales y de borde que, haciendo uso de las mismas reglas que le impone la cárcel de la gramática, se adentra en lo desconocido para desvelar los misterios que han llevado a lo humano a ver lo que no está a la vista de su limitada existencia.
En resumen, la poesía es así la habilidad Interpersonal en esencia, en tanto que asume el desafío comunicacional desde los bordes, valiéndose aún de los limitados recursos lingüísticos de los que dispone. Abre mundos y nuevas formas para comprender la complejidad de lo humano y de los misterios que llevan a nuevas formas de comprensión, incluida por cierto, la rebelión ante las ataduras de su tiempo y lugar.
ANOCHE CUANDO DORMÍA
Antonio Machado
Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una fontana fluía dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida, agua, vienes hasta mí, manantial de nueva vida de donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una colmena tenía dentro de mi corazón; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que un ardiente sol lucía dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba calores de rojo hogar, y era sol porque alumbraba y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que era Dios lo que tenía dentro de mi corazón.
POR JORGE CALVO ROJAS Escritor
Al asumir la presidencia Patricio Aylwin, luego de la interminable dictadura, tuve la esperanza de que en algún momento dejaría de rechinar los dientes y al igual que muchas otras personas me asistía la certeza de que muy pronto llegaría un tiempo en que la experiencia traumática vivida en dictadura empezaba a finalizar. Estaba seguro que solo era cues tión de tiempo, no obstante, tres décadas más tarde compruebo que la sensación oprobiosa permanece. Nos encontramos en un pantano, una especie de inmovilidad no nos permite avanzar y algo huele muy mal en la sociedad chilena.
¿A qué llamamos realmente memoria? ¿Qué es lo que recor damos? Acaso la memoria se trata
de una especie de antiguo álbum de fotografías que hojeamos para mirar imágenes desteñidas como aquellos recuerdos que desfilan en el cerebro al oír una canción. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de memoria? Será acaso algo más esencial como una herida en el alma que se niega a cicatrizar, algo que involucra dolor. Algo que envejece con los años pero que no muere y permanece vivo, y nos observa y de vez en cuando nos golpea la puerta y por ende resulta imposible de olvidar. Hoy vemos resonar poderosamente en los medios de información las palabras “cincuenta años”, eso equivale a medio siglo: es demasiado tiempo y a juzgar por las reacciones airadas y nerviosas de los diversos actores involucrados queda claro que el tema todavía no se cierra.
Otros países luego dos guerras mundiales han conseguido recuperarse. Pero eso en Chile es aún tarea pendiente, las partes en conflicto permanecen encadenadas a sus respectivas percepciones y visiones y nadie acepta
ARISTÓTELES
sentarse a dialogar para reconocer errores, excesos, desinteligencias y permitir que los afluentes fluyan en un solo caudal que integre lo sucedido en una versión. Y de este modo existimos en un país esquizofrénico. Cada parte se niega empecinadamente a aceptar la versión de la otra y en tanto para algunos somos una nación de jaguares, para otros no hemos salido del patio del manicomio. Esto ocurre porque en Chile se practica con entusiasmo el arte de barrer bajo la alfombra, mentir y cambiar la información, postergar y no falta algún gurú que alza la voz para indicar que ha llegado la hora de olvidar…
Hace menos de un mes, en el programa radial Palabras Peligrosas, presentando un poemario relacionado con muchachos muy jóvenes asesinados en la población San Gregorio, la reacción entre los poetas presentes fue unánime: indignación ante la inaudita violencia desplegada y la ausencia total de razones. Se trataba simplemente de matar. Al tapete saltó una interrogante ¿Puede esto volver a suceder? Claro, si la indiferencia se convierte en normalidad. Deberíamos convocar una concentración multitudinaria en la Alameda y a coro exigir: ¡¡¡Nunca más…!!!
En el mismo lugar, sobre la marcha, decidimos crear un comité, impulsar un movimiento integrado por poetas y desde la poesía convocar a un enorme homenaje, con un sin número de poetas leyendo simultáneamente en diversos lugares: El comité coordinador quedó integrado por
Bernardo González Kopmann, profesor de historia y poeta de Talca, Margarita Bustos Castillo, profesora de lenguaje y poeta, Rodrigo Verdugo, poeta surrealista gótico, y los conductores del programa Palabras Peligrosas Gabriela Paz Morales periodista y poeta, y el narrador Jorge Calvo.
Desde la primera reunión las cuestiones centrales fueron: ¿Quién convoca? La poesía. ¿A quienes convocamos? A todos los poetas desde Arica a Punta Arenas. ¿A qué se les convoca? Integrar una lectura coral para que nunca más en Chile.
Hemos venido trabajando sin cesar desde hace un par de meses, solicitando apoyos y sumando gente: Elaboramos en conjunto un lema, hicimos un logo, confeccionamos un afiche y nos repartimos por el país en busca de instituciones que adhirieran: Conversando con el Museo de la Memoria surgió la idea de incorporar a los poetas del exilio y a los poetas fallecidos, que sus versos fueran leídos por familiares, hijos y nietos. Invitar a actores de teatro para que aportaran con lecturas: este es un coro de poesía que busca llegar a los oídos de todos los chilenos;
Se mencionó el nombre de Gonzalo Millán, y su Poema 48:
“La gente empieza a caminar retrocediendo. Los caballos caminan hacia atrás.
Los militares deshacen lo desfilado. Las balas salen de las carnes.
Las balas entran en los cañones. Los oficiales enfundan sus pistolas. La corriente penetra por los enchufes. Los torturados dejan de agitarse...”
Acordamos solicitar a los poetas en el exilio, que graben videos y nos envíen sus palabras. Los de provincia que no puedan asistir a Santiago que también envíen videos y lo ideal sería que leyeran al menos cuatro generaciones de poetas, debe ser paritario y transversal. Que lean niños y adolescentes, no poemas propios, pero sí obras de la sociedad de poetas muertos. Es una fecha para que todos estén presentes. Correr y avisar: todos deben concurrir. ¿Cuándo? el mismo día 11 de septiembre del año 2023. Lugar: El Museo de Memoria, vecino a la estación de Metro Quinta Normal, a las 18,00 horas. En relación con los poetas que ya no se encuentran presentes se torna imperioso recordar sus nombres y las palabras que legaron:
Efraín Barquero que con sus versos invoca los bandos militares; aquello fue lo primero que los habitantes del país se despertaron escuchando aquella fatídica mañana del 11 de septiembre.:
Bando 88
Y no eran perros Anoche al acostarme escuché ladridos en algún lugar del Campamento. Y NO ERAN PERROS.
Floridor Pérez, a la fecha joven profesor rural de Mortandad, es detenido y encerrado en el Estadio regional de Concepción, un día se encuentra jugando al ajedrez, él conduce el ejército negro, Danilo González, alcalde de Lota, lleva las blancas según escribe en su poema La partida inconclusa. Mientras reflexionaba su séptima jugada un cabo gritó su nombre desde la guardia. -¡Voy! -dijo, pasándome el pequeño ajedrez magnético. Como no regresara en un plazo prudente anoté, en broma: “Abandona”. A la semana siguiente el diario El Sur publicó la noticia de su fusilamiento en el Estadio Regional de Concepción. Años más tarde se lo cuenta a un poeta. Este responde; ¿y si te hubieran tocado las blancas?”
Comunicamos que pueden retornar a su patria todos los despojados por el gobierno de Allende: La Kennecott, la Anaconda, la ITT, la Petroquímica Dow los compatriotas a quienes robaron provincias enteras, la familia Edwards diezmada por el mundo, Viaux, Enrique Marshall, Pablo Rodríguez, la Empresa Zig-Zag, la Colonia Chilena de Colombia, los heroicos grupos de Patria y Libertad y los patriotas que eliminaron a Schneider. Bando 202
Se exagera el número de muertos en esta operación de limpieza de nuestro país. Son muy pocos. Los justos, los necesarios, cuando están en juego cosas tan importantes como Dios, la Patria y Libertad.
Uno de los primeros detenidos es un estudiante de enseñanza media de la ciudad de Punta Arenas, su nombre; Aristóteles España, se le transporta a la inhóspita isla de Dawson, en un poema nacido de esa experiencia, el Tote escribe:
En los primeros días, muchos otros poetas son detenidos, Raúl Zurita en la Región de Valparaíso, o el poeta Omar Lara, que desde el sur profundo escribe.
La tarde antes de su muerte
La tarde antes de su muerte / cantaron La Joven Guardia, La Internacional,/ La Morena, se despidieron así de nosotros./ Desde las casetas de incomunicados / cantaron vibrantes y temblorosos / esos versos que el pueblo atesora con fervor. / Y no serán estas líneas / las que hagan perdurar la memoria / de Fernando Krause, René Barrientos, el Pepe / y tantos otros / cuyos nombres desconozco. / Pero queden aquí, no importa que esta página / se disuelva en el viento./ No será este papel el que encienda sus voces.
Mientras en la zona central del país, en la capital, un también joven Jorge Montealegre es conducido al Estadio Nacional, sitio que albergara numerosos detenidos, algunos escriben poemas anónimos:
Otros ojos
Te ponen la venda./ Con ella / terminas / conversando / con otros ojos /que estuvieron antes / encerrados / en este paño.
O la trascendencia que alcanzan estos versos escritos por Rafael Eugenio Salas, detenido en el Estadio Nacional, septiembre, 1973.
“Pero piensa, hermano, / que más allá del estribillo metálico / inútil y siniestro, / más allá del terror planificado,/ del insulto y del vejamen,/ de la vergüenza y del hambre, / más allá de la tortura y del escarnio / está la risa de tu mujer y tus chiquillos…”
Son bastantes, algunos murieron en los sitios de cautiverio, recuperada la libertad otros debieron salir al exilio, pero la mayoría hoy a medio siglo de sucedidos estos hechos ya no están entre nosotros y en el intertanto han emergido al menos dos o tres nuevas generaciones en cuyo quehacer lírico también palpita esta dramática gesta. Y en cada lugar expresamos la intención con todas sus letras: Rendir homenaje a lo ocurrido desde la poesía: La poesía no olvida.
En el Museo de la Memoria este próximo 11 de septiembre están invitados a leer Raúl Zurita, Manuel Silva Acevedo, Gustavo Becerra y muchos otros. El miércoles 13 de septiembre, la cita es a las 16,00 horas en la Fundación Salvador Allende, cuando acudimos a la antigua y hermosa casa de Avenida España, donde también funciona un Museo, Marcela Ahumada Ochoa, Directora ejecutiva y Sergio Benavides Tala nos expresaron de inmediato la más amplia acogida y luego para decidir los puntos de lectura nos mostraron las dependencias: El archivo
donde se conserva el legado de Salvador Allende, otra habitación conservada intacta (en la misma casa otrora funcionó la CNI) con esqueletos metálicos de aparatos que sirvieron para intervenir teléfonos, se supone además que en ese lugar se torturaba o al menos se usó para enseñar a torturar, aún cuelga una cruz ante la cual los funcionarios rezaban y pedían perdón luego de terminar su infame tarea y finalmente la habitación donde se conserva intacto el mismo escritorio que Salvador Allende utilizaba en su condición de médico. Junto a otra infinidad de detalles. A este lugar están invitados a leer: Elvira Hernández, Hernán Miranda, Bernardo González K. entre otros.
La extraordinaria labor de todos los poetas en su conjunto le ha devuelto a la poesía una antigua y prestigiosa función: la de contar sucesos y conservar en la memoria colectiva, la historia de estos años siniestros. En la enorme variedad de discursos que se muestran hay dos rasgos importantes: primero, se cree en el valor de la palabra poética como expresividad comunicable, como posibilidad de modificar el mundo. Y, luego, los poetas buscan en forma consciente escribir una poesía para ser cantada, una poesía comunicable en esferas abiertas y masivas, alejadas de la mera página impresa. Y, curiosamente, no rechazan una cierta solemnidad del discurso poético, como si el coloquialismo de la generación anterior hubiera quedado enredado en la indiferencia de lo apolítico.
En este sentido rescatamos unos versos del abogado de derechos humanos y poeta Hernán Montealegre.
“Voy a hablar de la patria durante la dictadura con la voz más clara que yo pueda hablar / Fui detenido a las cinco de la mañana / Santiago estaba oscuro y silencioso bajo el toque de queda / me dije bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia / me incomunicaron y sin embargo no estuve solo en mi celda / los muros rayados con mensajes y dibujos eran paredes vivas.”
Este decir poético, esta forma de poetizar la realidad por tremenda que pueda parecer consigue algo que los otros discursos periodísticos, históricos o políticos no consiguen y eso es transmitir la vivencia, comunicar atmósferas y estados ánimos, comunicar a la conciencia lo vivido.
Durante el desarrollo de este evento, que se realiza bajo el lema: La poesía no olvida: 50 Años, sin cuenta poetas: Nunca Más, y que se prolongará durante los meses de agosto y septiembre, hemos confirmado
hasta el momento la presencia de doscientos poetas que durante el mes de agosto estarán leyendo sus poemas en una parcial cadena de radios donde ya tenemos las radios San Joaquín, SEK, Nuevo Mundo, Recoleta, Un programa en Radio U. de Chile, y para estos programas ya se cuenta con la presencia de poetas de Talca, Valparaíso, Chiloé, de otros puntos del país y también del exilio.
Y el día jueves 31 de agosto se inician las lecturas presenciales en Fundación Neruda -que contempla un especial homenaje a Pablo Neruda, fallecido también en la misma fecha- donde leerán entre otros Violeta Güiraldes, Francisco Véjar, Cecilia Atria, María Eugenia Meza…
Señalar aquí también que el día jueves 27 de septiembre culmina este evento en la Fundación Neruda con un coloquio de poetas para considerar las nociones de Olvido y Memoria. Se cierra en el mismo lugar donde se inicia la parte presencial de este Homenaje.
Recibe el nombre de un aspecto especial del homenaje que contempla una suerte de recorrido que parte el viernes 8 de septiembre a las 19,00 horas desde la puerta principal del Cementerio General por sitios emblemáticos para visitarlos y leer poemas: El mausoleo de Salvador Allende, Orlando Letelier, Volodia Teitelboim, Patio 29 o NN, la tumba de Víctor Jara para concluir en el Memorial. Nos acompaña en este recorrido la violinista Fernanda Prieto y el guitarrista Galo Ugarte puesto que también se con-
templan algunos momentos musicales junto con la lectura de poemas. Aquí invitamos a sumarse a todos los poetas que deseen leer en el bien entendido que cada uno dispondrá de unos pocos minutos, cinco o seis, para leer un texto.
En el sector de la Remodelación San Borja, en pleno centro de Santiago, entre las calles Lira y Portugal, según consta en videos que se pueden ver en YouTube, sector que alrededor de los días 18 y 19 de septiembre de 1973 la dictadura allanó, departamento por departamento, retiró libros que acumuló en la calzada y les prendió fuego a vista y presencia de los camarógrafos de agencias noticias europeas, que a su vez lo transmitieron al mundo, interrogado por un periodista el oficial a cargo mirando directo a la cámara responde: “Queremos dar una lección al mundo”. Quemar un libro es como quemar en parte a una persona, quemar aquello que nutre sus zonas emocionales, psicológicas e intelectuales es un daño irreparable que se prolonga en el tiempo. Quemar libros consideramos que es también un crimen de lesa humanidad.
La cita en esta actividad es el 23 de septiembre a las 16,00 horas. Se desarrollará una Feria de Libros, temática y diversas actividades de derechos humanos, cultura y literatura. Aquí se nos ha solicitado leer particularmente versos de Stela Díaz Varín, La Colorina… además por supuesto de otros insignes invitados. Y se anuncia más de una sorpresa.
Annie Ernaux
Editorial Cabaret Voltaire
336 páginas
POR PABLO CABAÑA VARGAS
Abogado, crítico literario
Referirse al último Premio Nobel de Literatura parece una tentación ineludible. Aún cuando el galardón evoca académicos anquilosados, discurso oficial y, recientemente, reivindicación multicultural o de género, existe en el lector un impulso destinado a conocer o reconocer a quién lo obtuvo y procurarse alguna de sus obras para entender u opinar acerca de la decisión de la academia sueca.
El año 2022, el premio lo consiguió la escritora francesa Annie Ernaux, catedrática de letras modernas nacida el año 1940, con una trayectoria literaria de casi 50 años, y cuya obra se encuentra dispersa en varias editoriales que, con ocasión del Nobel, comenzaron a divulgar nuevamente las obras que estaban traducidas al español. Su obra, en términos generales, es autobiográfica y trata acerca de la memoria y sus posibilidades expresivas, tendiendo puentes hacia la historia, la crónica y la sociología, siendo su novela “Los años”, de 2008, el libro que mejor representa aquellos asuntos que constituyen los motivos narrativos de la autora.
La particularidad virtuosa de este relato, consiste en contar la historia desde el nosotros, desde los avatares de una generación que conoció por los relatos de sus padres de los horrores y privaciones de la resistencia y la ocupación de la segunda guerra mundial, vivió los acontecimientos de mayo del 68 como protagonista, y se acomodó a partir de los años setenta a una vida burguesa y rutinaria con cierto desasosiego pero con un sentido de la realidad que, durante su juventud, habría reprochado con intensidad.
Sin embargo, ese “nosotros” no es absoluto, ya que con regularidad se incorporan en el relato descripciones de fotografías en que la protagonista -la misma autora, por lo demás-, aparece como bebé, niña, adolescente y madre, transitando por un siglo cambiante de la mano de su generación, pero sin dejar de entregarle al lector información acerca de su propia biografía de niña-de-provincia-intelectual que llega a la gran ciudad a estudiar pedagogía. Entre la visión macro de la sociedad, y la mirada íntima de la vida de la protagonista, se encuentra el punto de vista de la familia, retratada siempre desde el crisol del almuerzo o la cena familiar, y donde las conversaciones que se desarrollan van marcando los cambios de época. Así, en un comienzo, esas reuniones terminaban evocando con
nostalgia y dolor la resistencia, la ocupación y posterior liberación del país, luego devinieron en escenarios de debate acerca de las revoluciones de los años 60 y 70 y, finalmente, dieron paso a preocupaciones tales como el automóvil, los electrodomésticos, la estabilidad en el empleo y la TV, ese aparato que nos cambió la vida y que alcanzó estatus de integrante de la familia en cada hogar.
Así, la generación de la autora quedó atrapada entre la de sus padres y la de sus hijos, con un cargo público a cuestas, hijos que criar, una revolución frustrada y una vida familiar que no lograba satisfacer los anhelos de libertad y de realización que el siglo les prometía, imprimiéndole a la historia un matiz de desconsuelo que sólo se compensa con la constatación de que, pese a todo, cada período fue vivido con intensidad. Si bien la mayoría de las referencias del relato son propias de la cultura francesa -tour de France, políticos locales, estrellas de la TV y figuras culturales varias como Sartre, Malraux y De Beauvoir-, es posible reconocerse en cada uno de los episodios de la novela, por cuando dicho proceso de movilidad social y espacial -de la provincia a la gran ciudad-, de la mano del Estado docente y empleador, y esa modificación personal y cultural generada a partir de la llegada del libre mercado y la influencia norteamericana, fue experimentado por todo occidente con mayor o menor intensidad, incluyendo, por cierto, a Chile, país laboratorio y receptor de las políticas que cambiaron nuestras costumbres y valores.
Esa dialéctica entre el ámbito personal y el social, permeándose continuamente, y las lúcidas reflexiones que contiene el relato -las que, como se indicó, lo acercan a disciplinas como la historia y la sociología-, le confieren valor intelectual a esta obra, siendo tan relevantes para el lector la muerte del General De Gaulle, como la pérdida de la virginidad de la protagonista, o la aprobación del aborto en Francia, como su acceso como docente a un empleo público, ello, de la mano de una prosa vertiginosa, fluida y que conduce la narración con un ritmo que no decae en ningún momento.
De esa forma, la obra no deviene en un yoísmo cargado de culpa o nostalgia, y tampoco en un documentalismo acerca de Francia en el siglo XX y su lugar en occidente, tentaciones en las que muchas narraciones similares en cuanto a su estructura inevitablemente caen.
“Los años” constituye un interesante punto de partida para conocer la obra de esta autora francesa, que por la hábil y equilibrada construcción de un relato que mezcla lo social con lo íntimo, puede considerarse una digna heredera de una tradición literaria que ha destacado especialmente en el género novelístico, con nombres como Balzac, Víctor Hugo, Gustave Flaubert, Louis Ferdinand Céline y Marguerite Yourcenar, entre otros, reivindicando al desacreditado Premio Nobel de literatura como una fuente de descubrimiento de autores destinados a ampliar el universo estético y cultural del lector.
POR CRISTIAN MONTES CAPÓ
Doctor en Literatura y profesor del Área
Narrativa Chilena y Latinoamericana de la U. de Chile. Estudios de música en el Conservatorio
Adiferencia de lo que sucedía en los campos de concentración, donde la música se realizaba en condiciones de encarcelamiento extremas, en los guetos de Europa Oriental, la situación era más llevadera. Tal como plantea Guido Facklerl, en su artículo “La música en los campos y guetos nazis”, escrito para uno de los centros actuales de estudio dedicados al Holocausto nazi: The Holocaust Explained website, los guetos de Europa Oriental, en lugar de ser creados como campos de barracas, se construían en alojamientos judíos y estaban regulados internamente por la policía del gueto y los Consejos judíos (Judenräte). Si bien estaban subordinados a las SS, estos Consejos tenían relativamente más influencia que los autogobiernos de los prisioneros. Por otro lado, es importante recordar que como los guetos de Europa Oriental habían sido anteriormente im-
portantes centros de la cultura judía, sus escritores, pintores y músicos eran ampliamente conocidos y respetados. Diversas tradiciones artísticas, como las musicales, continuaron desarrollándose con el fin de no permitir que la identidad cultural se diluyera. Ello generó que muchas de las canciones escritas en tales lugares adquirieran rasgos identitarios de lo que después se entendería como la “canción judía”. Incluso algunas creaciones se transformaron en canciones de resistencia, cuya popularidad continúa vigente hasta el presente.
En cuanto al desarrollo de la actividad musical, los guetos ofrecían un entorno más “favorable” que lo que ocurría en los campos de concentración. Elocuente, al respecto, fue Theresienstadt, en la República Checa, donde se compuso e interpretó música de reconocida categoría:
De hecho, puesto que las SS usaban a Theresienstadt como un ‘campo modelo’ para el mundo, la situación de la música mejoró. Tanto cualitativa como cuantitativamente, la música en Theresienstadt ocupó un lugar especial dentro del sistema de campos nazis (…) De Theresienstadt llegó la ópera de Viktor Ullmann, Der Kaiser von
Atlantis oder der Tod dankt ab (El emperador de la Atlántida o la muerte abdica) y la ópera para niños Brundibár de Hans Krása, representada cincuenta y cinco veces en Theresienstadt. Estas obras viajaron por todo el mundo y se convirtieron en un estilo casi ideal de la música perseguida y odiada por los nazis. A raíz de su éxito, creció la demanda de otras composiciones y compositores de los campos. Todo esto le otorgó un gran misticismo a la música de Theresienstadt. Esto no solo amenaza con tapar las condiciones reales de composición de música en Theresienstadt, sino las condiciones en las cuales se producía música en otro tipo de campos nazis (https:// www.theholocaustexplained.org/life-in-nazi-occupied-europe/controlling3-everyday-life/ controlling-education/).
El texto de Fackler realiza una extensa descripción de cómo los prisioneros de otros campos de detención desarrollaron, aunque en condiciones muy distintas a las de Theresienstadt, una prolífica vida musical. Es el caso del campo de internamiento de Gurs, al sur de Francia, donde diversas agrupaciones de músicos daban conciertos de cámara y funciones de cabaret.
Una situación similar se produjo en el gueto de Varsovia, en Polonia -donde actuó más de una vez una orquesta sinfónica de ochenta músicos; se realizaron conciertos de música de cámara, de coro, espectáculos de variedades, comedias musicales judías y conciertos religiosos en sinagogas. En lo que respecta al gueto de Lodz, también en Polonia, se dieron con frecuencia conciertos sinfónicos y se pusieron en escena revistas musicales de reconocida factura artística.
Al referirse al gueto de Varsovia y su actividad musical, Paco Ignacio Taibo II, afirma en su libro: Sabemos cómo vamos a morir (2020) que a pesar de la incesante lucha por la sobrevivencia, las prohibiciones de todo tipo, las órdenes contradictorias y los peligros que sufrían los prisioneros, se produjo igualmente una intensa actividad musical. Y, como ocurría con las demás artes, la música y su interpretación se erigió como un acto de resistencia a las órdenes arbitrariamente impuestas:
La orquesta sinfónica de ochenta miembros recibió permiso para intentar obras de compositores germanos: Wagner, Beethoven, Bach, Mozart, Shubert; de músicos de origen judío como Félix
Mendelssohn y Gustav Mahler, no. El primer concierto se llevó a cabo el 25 de noviembre de 1940 en la biblioteca judaica. La orquesta desobedeció el mandato y se le prohibió actuar durante los siguientes dos meses. Tomemos nota, ante la imposibilidad de registrar a los violinistas, los alientos, el piano, las percusiones, al menos no hay que olvidar los nombres de sus cuatro directores; hay algo de profundamente honorable en esta historia y, por tanto, en su recuerdo: Marian Neutikh, Adam Furmanski, Szymon Pullman e Israel Hammerman. Todos ellos asesinados en los siguientes meses.
Como puede apreciarse al final de esta cita de Ignacio Taibo II, el hecho de que en los guetos haya sido más viable que en los campos de concentración la actividad musical, ello no significó que los músicos, tanto directores de orquesta como intérpretes, tuviesen aseguradas sus vidas. Muchos de ellos, incluso la mayoría, fueron enviados a campos de concentración, donde fueron finalmente asesinados, como fue el caso de Viktor Ullmann y Hans Krása, entre muchos otros.
Uno de los puntos más sensibles en el estudio de la música que se generaba en Auschwitz y otros campos de concentración es el que indaga en el tipo de vínculos que se generaban entre los músicos y
entre ellos y sus captores. Respecto a este punto, la historiadora y musicóloga Shirli Gilbert, en su libro La música en el Holocausto (2005) profundiza en los problemas y desencuentros que se producían en la convivencia entre los agentes nazis y algunos de los músicos prisioneros, producto del deseo de sobrevivir de las víctimas, y en las eventuales delaciones a los que se veían obligados. La autora realiza un estudio acabado y objetivo, que intenta superar los análisis condescendientes con las víctimas de la barbarie, focalizándose en develar la complejidad y el carácter de los vínculos sociales que en ese contexto se producían entre víctimas y victimarios, pero también entre las propias víctimas. Su trabajo se inscribe dentro de los estudios que complejizan las reconstrucciones sobre la vida en los guetos judíos y los campos de concentración que implementaron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, dando cuenta de las tensiones que se observaban entre las diferentes clases sociales, etnias e idiomas, al interior de estos ámbitos de confinamiento. Ni héroes ni mártires, los prisioneros eran seres humanos sometidos a una experiencia límite que es necesario visualizar, para entender, por ejemplo, que en una situación como esa, la humillación y los malos tratos no provenían únicamente de los soldados nazis, sino también -especialmente en los guetos- de quienes estaban padeciendo directamente las atrocidades que ahí se cometían.
CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE THERESIENSTADT
Para Gilbert, la práctica musical durante el Holocausto era una forma de resistencia espiritual que diluye la imagen de un judío débil y sumiso frente a la prepotencia nazi. La autora se pregunta por las razones de una determinada hermenéutica que insiste en pensar la música únicamente como expresión de la fuerza interior del ser humano: “¿Por qué se supone que la música fue inmune a las fuerzas sociales, o que permaneció ajena a los procesos de politización y corrupción que se infiltraron en tantos aspectos de la vida en esa época?” (Shirli Gilbert, en “La música en el Holocausto: una manera de confrontar la vida en los guetos”, 2010). Dicha postura, según Gilbert, supone la idea naturalizada de que la música es un arte que permite un estado de trascendencia del alma y que se erige, por ello, en un espacio donde se ponen en juego valores que se elevan sobre las miserias cotidianas. Por el contrario, la actividad musical y las obras musicales que resultan de dicha praxis artística, son prácticas sociales que nunca permanecen indemnes a la multiplicidad de emociones y relaciones contrapuestas y exacerbadas en el espacio del encierro. Desde el punto de vista de Shirli Gilbert, mucha de la música creada o interpretada en estos centros de detención y exterminio, no pueden ser vistas únicamente como una forma de resistencia espiritual, sino también como crónicas de la desazón y la desgracia, como actualizaciones e interpretaciones, en clave musical, de la tragedia vivida.
La autora se enfoca tanto en los testimonios de los sobrevivientes como en los cancioneros de piezas compuestas en los guetos y campos nazis.
En el caso de Auschwitz, por ejemplo, Gilbert considera que: “Estas orquestas desempeñaban un papel importante en el proceso de exterminio, contribuyendo a que la operación se realizase sin tropiezos
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y favoreciendo el mantenimiento de la disciplina y el orden”. Elocuente, en este sentido, fue también el campo de concentración de Sachsenhausen, donde hubo una orquesta oficial con 80 músicos que tocaban para las SS y sus invitados. Su variado repertorio incluía desde música docta, sinfónica, hasta marchas militares y música de arraigo popular.
Las mismas piezas musicales podían interpretarse ya fuera en un recital para la mera entretención de las autoridades o en momentos donde los detenidos enfrentaban la muerte: “Los músicos, a menudo, tenían que tocar alegres danzas alemanas y marchas para que sirvieran de fondo a flagelaciones y ejecuciones públicas”.
Esta situación es recogida por Primo Levi en su libro: Si esto es un hombre (1947). El escritor italiano de origen judío sefardí, recuerda que los soldados y las autoridades experimentaban un goce sádico al ver y escuchar a los músicos tocar lo que se les imponía, sin poder gozar estos de su interpretación ni del sentimiento de colectividad, que en situaciones normales, genera la música:
Había que oírla sin obedecerle, sin padecerla, para entender qué representaba, por qué motivos premeditados los alemanes habían implantado aquel ritmo monstruoso y por qué todavía hoy se nos hiela la sangre en las venas cuando una de aquellas inocentes canzonetas nos reingresa en la memoria. (Primo Levi “Si esto es un hombre”) Levi afirma que la música producía en los músicos un efecto desmoralizador, contradictorio, doloroso. Tocaban obligados una música en la que no podían involucrarse, destinada a quienes iban a morir asesinados, al igual que ellos, y que se veían obligados a escuchar melodías que experimentaban como una agresión a su dignidad: Una banda empieza a tocar junto a la puerta del campo: toca Rosamunda, la famosa canción sentimental, y nos parece tan extraño que nos miramos sonriendo burlonamente; surge en nosotros un amago de alivio, puede que todas estas ceremonias no sean más que una payasada colosal al gusto germánico. Pero la banda, al terminar Rosamunda, sigue tocando otras marchas, una tras otra, y he aquí que aparecen los pelotones de nuestros compañeros que vuelven del trabajo. Vienen en columnas de cinco: tienen un modo de andar extraño, inhumano, duro, como fantoches rígidos que solo tuviesen huesos: pero andan marcando escrupulosamente el tiempo de la música. (Levi) En este mismo sentido, Pascal Quignard, en su libro El odio a la música (1996), postula que: Entre todas las artes, solo la música colaboró
en el exterminio de judíos organizado por los alemanes entre mil novecientos treinta y tres y mil novecientos cuarenta y cinco. Es el único arte requisado como tal por la administración de los Konzentrationlager. Es preciso subrayar, en su perjuicio, que fue el único arte capaz de avenirse con la organización de los campos, del hambre, de la indigencia, del dolor, de la humillación y de la muerte” (Pascal Quignard, “El odio a la música”).
La expresión: “odio a la música”, con la que Quignard titula su libro, remite al hecho de que la música, en tales condiciones, podía llegar a ser algo abominable para quienes eran músicos y para quienes su vocación artística era un reflejo de su búsqueda espiritual. Es difícil imaginar, señala Quignard, qué habrán sentido los músicos cuando “los cuerpos desnudos ingresaban en las cámaras de gas inmersos en música”. El autor concluye que los soldados alemanes no organizaron la música en los campos de la muerte para apaciguar el dolor ni para conciliar a las víctimas, sino que:
Fue para aumentar la obediencia y soldarlos a todos en la fusión no personal, no privada, que toda música engendra. Fue por placer, placer estético y sádico experimentado gracias a la audición de sus melodías favoritas y a la visión de un ballet humillante danzado por la tropa de quienes cargaban con los pecados de aquellos que los humillaban. Fue una música ritual” (Quignard). Como ha podido apreciarse hasta aquí, gracias especialmente al artículo de Guido Fackler, al libro testimonial de Fania Fénelon y al texto crítico de Shirli Gilbert, la práctica musical que se desarrollaba en los campos de concentración nazi tenía polivalentes niveles de significación. Los énfasis puestos por los estudios aquí mencionados y la síntesis realizada de sus propuestas, permiten apreciar los matices que aparecen cuando se profundiza en el tema y se intenta alcanzar una visión de conjunto, no excluyente, evitando los maniqueísmos interpretativos y la mirada sesgada sobre un tema de suyo sensible. Por otro lado, el conocimiento que dichos trabajos aportan, más los enunciados críticos de Primo Levi y Pascal Quignard, remiten a la necesidad de pensar cómo el lugar y el contexto en el que se desarrolló la actividad musical en los campos de encierro y de exterminio, redunda en la problematización de lo que generalmente se entiende por interpretación musical. En lugares signados por la muerte, la denigración, el desprecio y la falta de libertad, donde los músicos/ as sabían que en cualquier momento podían ser asesinados, donde no tenían opción de elegir y eran obligados a tocar, como única forma de sobrevivir,
los parámetros de medición del fenómeno artístico musical y los significados a ellos asociados, se resignifican, dado la urgencia y el carácter de lo vivido.
El contexto y las condiciones en que la música se desarrollaba, vuelve legítimo el preguntarse acerca del compromiso vital que podían tener los intérpretes con las partituras que tocaban y con sus audiencias. Surgen interrogantes tales: ¿Cómo podían involucrase realmente, tanto en el plano intelectual como en el emocional, en la pieza musical que debían tocar por obligación? ¿Hasta qué punto puede un músico expresarse con la libertad interior que requiere una interpretación en tales condiciones? Desde la perspectiva de Igor Stravinsky, se debe distinguir entre lo que es un intérprete de lo que es un mero ejecutor: Todo intérprete es al mismo tiempo y necesariamente un ejecutante. La reciprocidad no es cierta (…) teóricamente, no se puede exigir al ejecutante más que la traducción material de su parte, que él se encargará de asegurar de buen o mal grado, mientras que del intérprete tenemos el derecho a exigir, además de la perfección de esta traducción material, una complacencia amorosa, lo cual no quiere decir una colaboración ni subrepticia ni deliberadamente afirmada” (Igor Stravinsky “Poética musical”)
Es esa complacencia amorosa, entendiendo por ello una conexión espiritual y el compromiso afectivo-emocional con lo que se está interpretando, la que cuesta imaginar activada en los músicos de Auschwitz y de otros centros de detención o exterminio. Es difícil suponer también que en dichas circunstancias la música no se limitara a ser una mera ejecución obligatoria y se erigiera, en cambio, en “un elemento de comunión con el prójimo y con el Ser” (Stravinsky).
Cuando la música funciona como vía de acceso al otro, deviene vía privilegiada de intercambio de experiencias artísticas entre seres humanos, más allá de las diferencias culturales, religiosas o políticas que eventualmente podrían dividirlos. La música se ha definido, por lo mismo, como un puente que diluye fronteras culturales. Por ejemplo, Edward Said, en su libro Música al límite (2011), cuenta que junto a Daniel Barenboin y Yo-Yo Ma, cumplieron con la aspiración de crear un grupo artístico en el que la música fuese expresión de una ligazón cultural y espiritual como la mencionada: Seleccionamos, en 1999, cuidadosamente a un grupo de setenta y ocho músicos árabes e israelíes de entre dieciocho y veinticinco años y los reunimos en Weimar, la capital cultural europea de ese año. Se presentaron incluso ocho jóvenes sirios, además de palestinos, egipcios, árabes y judíos israelíes, libaneses, etc. a los que se sumaron doce alemanes (…) Durante esas tres semanas se produjeron todo tipo de sorpresas un soldado violonchelista israelí y una elegante violinista siria al parecer se enamoraron. Las discusiones acaloradas sobre identidad y
política se disolvieron en increíbles ejecuciones de la orquesta (Edward Said “Música al límite”). Lo que narra Said contrasta radicalmente con lo que sucedía en los campos de detención y exterminio nazis. La música no podía generar en tal marco contextual, una aproximación real hacia el otro. Las diferencias, el pensar distinto, eran justamente un motivo de persecución y muerte para las víctimas. Por lo tanto, la música pierde, en tales condiciones, la posibilidad de humanizar al ser humano. En la ejecución musical el intérprete que toca su instrumento por sobrevivir, ya sea para impresionar bien a sus captores o para entregar un momento de calma a la gente que va a morir, no logra, es comprensible pensarlo, expresar en su interpretación, lo que podría expresar en situaciones normales. En definitiva, puede señalarse que en la actividad musical que se desarrollaba en tales condiciones, quedaba abortada una de las improntas más significativas de la música, esto es, una libre participación con el otro, el encuentro con la humanidad que cada ser humano porta en dicha convocatoria, y la posibilidad de experimentar la belleza de la música en el circuito virtuoso que va del intérprete al público receptor.
CHINGANA (S.XIX) CLAUDIO GAY: ATLAS DE LA HISTORIA FÍSICA Y POLÍTICA DE CHILE, PARIS, IMPRENTA DE E. THUNOT, VOL. I, 1854, LÁMINA 36.
POR YVAÍN ELTIT
Presidente Sociedad de Folclor Chileno
En la actualidad dos corrientes teóricas debaten y proponen el origen, evolución y proyección de la cueca. Por un lado encontramos el grupo que adscribe a la genealogía afroperuana, y la otra arista defiende y promueve una posible raíz e influencia ibérica, focalizados en la región de Andalucía, y con uno que otro matiz de Sevilla. En lo personal abordaré el presente artículo desde la primera perspectiva, la afroperuana, como punto de partida, siendo la escuela que me representa en su génesis, lo cual no deja fuera los aportes hispanos y aborígenes, así como su posterior resultado mestizo. En la remota Lima, capital del Virreinato peruano, las faenas agrícolas y de fuerza pesada eran realizadas por esclavos, los cuales provenían en gran parte desde Sudán (zona atlántica de la cuenca y Golfo de Guinea), y Área cultural Bantú (Angola, el Congo, Zambia, Rhodesia hasta Mozambique).
Muy distante de lo difundido por el ultraconservadurismo histórico, sobre la escasa presencia negra
en Chile, poseemos evidencia más que suficiente para demostrar lo contrario. Esos grupos que desembarcaron en Buenos Aires (Argentina), cruzaron la Cordillera de los Andes, convirtiendo al suelo chileno en el corredor perfecto para el intercambio con el Perú, teniendo un rol elemental San Antonio y Valparaíso como puentes para el arribo hasta el puerto de El Callao.
En 1632 la orden jesuita del Río de la Plata (Argentina) publicó “Artes y vocabulario de la lengua Angola”. Los clérigos estaban tan desesperados por establecer un canal de entendimiento con los siervos africanos que le pidieron en persona al papa Urbano VIII (1568-1644), la instalación de una imprenta para una mejor comunicación con los negros, cuyo sentido era para la impresión de folletines y libros que ayudaran a la traducción.
La presencia de esta colonia es reveladora, ellos hablaban bantú y kimbundu (entre otros dialectos), vinculándose con la etimología de la palabra zamacueca, el término “zamba” significa baile, y clueca (estado que manifiesta la gallina en su período de empollamiento), está más que comprobado que los angolanos introdujeron los choncholís y el cajón
peruano. Una evidencia concreta y que corrobora la ascendencia afro, es el legado del pintor peruano Francisco “Pancho” Fierro Palas (1807-1879), quien retrató a diversos personajes típicos limeños.
En Chile se cuenta que la zamacueca se practicó en chinganas (espacios de divertimento del pueblo amenizado con gastronomía y música), sin embargo, eran parte de un repertorio variado y mayor, compuesto por danzas como: refalosa, seguidilla, gato, cuando, tonada, cañaveral, entre otras. La evolución de la zamacueca es la chilena. No hay evidencia concreta de la cueca en el siglo XIX, sustentado en obras como “La cañadilla de Santiago: su historia y tradiciones” (1887) de Justo Abel Rosales (1855-1896), o “Historial de la cueca” (1979) de Pablo Garrido Vargas (1905-1982).
Es menester comentar que en el mundo docto la primera composición que la abordó fue “Zamacueca”, del compositor y pianista Federico Guzmán Frías (18271885) en 1856. Se trató de una pieza musical escrita en ¾, intentando igualar el toque del arpa folclórica chilena. A Guzmán se sumaron compositores tanto de música clásica como de salón, entre ellos los chilenos
Manuel Antonio Orrego, María Luisa Sepúlveda Maira (1883-1958), Carlos Riesco Grez (1925-2007), Roberto Puelma (1893-1974), Celestino Caracci, Eustaquio Guzmán, Javier Rengifo (1879-1958); el afrocubano José White (1836-1918); el francés Theódore Ritter (1840-1886); el peruano Claudio Rebagliati (18431909); y el español avecindado en Chile, Antonio Alba Ferré (1873-1949).
Como zamacueca se ramificó y dio origen a una
serie de bailes de chicoteo, de ellos la zamba que pasaría rápidamente hacia el otro lado de la cordillera de los Andes, ambientándose y cobrando popularidad que ha estado viva hasta la actualidad en Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja, las que conforman el noroeste argentino. Otras variantes del chicoteo fueron el bailecito, la chacarera y la resbalosa, está última inseparable compañera de la zamacueca peruana, pasó a Chile hacia el espectáculo chinganero donde se le aspiró la s y se reemplazó la b, asimilándose como refalosa. Confirmándose aún más el dinamismo de las danzas urbanas, sin una que fuera predominante. Después en el “Programa oficial de las Fiestas Patrias en Santiago” (1910), se describen banquetes, cantos y ceremonias, no hay rastro de danzas en el centenario. En 1940 con el surgimiento de las quintas de recreo (lugares de divertimento familiar del pueblo), los comensales al son de las vitrolas (equipos que tocaban música a través de discos) interpretaban boleros, tangos, ritmos norteamericanos como onestep y foxtrot, lo último era la cueca. Un antecedente crucial data de septiembre de 1965 cuando se fija el “Primer campeonato de Chile de bailarines de cuecas” en Arica (Región de Arica-Parinacota). Es el punto de partida para difundir y consolidar la imagen del huaso y la china como las figuras hegemónicas de la cueca, estereotipos muy lejos de la realidad, pues estas vestimentas elegantes, refinadas y de elevados costos obedecen a un modelo patronal, más que al roto chileno, donde en vez de promover la chilenidad, se masifica una teatralidad, o “Huasos de departamento” como les denominó el folclorólogo Oreste Plath (1907-1996).
El carácter “nacional”, sería impuesto mediante el decreto nº23 por la dictadura cívico-militar, el 18 de septiembre de 1979. Este hito la uniformó, enterrando otras variantes como nortina, porteña, chilota, por mencionar algunas.
La investigación sobre la cueca se inició concretamente en el siglo XX con tres nombres: el dramaturgo Antonio Acevedo Hernández (1886-1962), el historiador Eugenio Pereira Salas (1904-1979), y el compositor y pensador Pablo Garrido Vargas, quienes fueron miembros de la Asociación Folklórica Chilena, hoy Sociedad de Folclor Chileno. La mencionada organización, tuvo tres grupos fundantes: Tradición chilena, que abarcó costumbres, lengua y literatura; Ergología folclórica, conformado por artes plásticas y artesanías; y Música y coreografía populares; este último se dedicó a abordar, reflexionar, tensionar y repensar a la cueca como parte activa de sus reu-
esto es la presencia de miembros como el escritor y Premio Nacional de Literatura (1974), Sady Zañartu Bustos (1893-1983); los poetas Víctor Castro Barrios (1920-1986), y Andrés Sabella Gálvez (1912-1989); en el caso femenino con ejemplos como Raquel Barros Aldunate (1919-2014), Filomena Salas González (18951964); la propia María Luisa Sepúlveda; o la primera investigadora de la cueca chilena, Emilia Garnham, seudónimo de Emilia Trujillo Escobar (1890-1974), etc.
En nuestros días la continuidad en la Sociedad de Folclor Chileno, la marcan el poeta y abogado Enrique Winter Sepúlveda; la profesora de música Soledad Minio Pinochet; el músico popular Cuti Aste; la historiadora chillaneja Alicia Romero Silva; el cantor popular Lautaro Llancaqueo Frigerio; el compositor, músico y murguero, Héctor Jara Cortés, entre otros.
niones cada jueves a las 18:30 horas en el auditorio del Museo Histórico Nacional (MHN), por esa época se ubicaba en calle Moneda nº610, hoy Archivo Nacional Histórico.
Es indispensable subrayar que para todos los miembros de la Sociedad de Folclor Chileno, antes y ahora hemos procurado por la democratización del folclor chileno, integrando al pueblo como un igual, proponiéndonos masificar al folclor social, discrepando de la praxis del ultraconservadurismo histórico.
Ha sido un mandato la paridad de género y llevar la cueca en todo orden posible. Evidencias antaño de
RODRIGO MIRANDA VALLE
Rodrigo Miranda nació en Santiago el 16 de enero de 1971. Hijo de Álvaro Miranda y Aurora Valle. Se crió en la emblemática población La Legua, comuna de San Joaquín. Siendo autodidacta lleva nuestro folclor chileno en la sangre, desde la cuna, nieto de cesteros, cantores populares y matanceros. Su influencia directa en la investigación y creación es su maestro, el músico y poeta Hernán “Nano” Núñez Oyarce (1914-2005), uno de los fundadores del reconocido conjunto cuequero “Los Chileneros”. Miranda ha creado más de setenta obras. Su trabajo es
la combinación ideal entre investigación y creación; no solo hace música, es un artista en todo el sentido de la palabra, capaz de conjugar las letras del pueblo con el profundo sentimiento patrio que emana de sus creaciones, características que poco a poco lo han ido modelando como el principal liderazgo de la chilena, incluso superando y desplazando a muchos de sus antecesores y contemporáneos.
“La chilena o cueca es todo, es alegría, es entusiasmo, es poesía, es canto, es historia. Es un relato cantado en bús queda de la belleza. Es una forma de vida, se trata de pelear la amistad, de decirnos las cosas tal como son, sin aspavientos y compartir la verdadera fiesta chilena”, señala Miranda.
Empezó en la dirección artística como director de la agrupación “Kusimarka”, en voz aymara quiere decir “dicha del pueblo”. Su repertorio se basó en música andina y latinoamericana (1991-1996); participó como músico en las compañías de teatro “De feria” (1994-2002), dirigida por Andrés Pavez, y “El escaño” (2000-2001); integró musicalmente el proyecto “La canción del roble blanco” de Lincoyán Berríos (2001); creó el guión poético proyecto “De la Chimba al Puerto”, Compañía de Teatro Mendicantes, Carnavales Cultu-
rales de Valparaíso, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (2008).
Además, Miranda estuvo a cargo de la dirección artística de la grabación del proyecto “De la Chingana a la Picá”, agrupación “Las Peñascazo”, Fondo de la Música (2008) y fue director musical y coautor de la obra “El Valiente Chileno…Vida, Canto y Nación”, ganando un Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (FONDART) regional (2009), entre muchos otros proyectos vinculados con la difusión de la música y baile nacionales. En 1997 fundó la Agrupación Artística Los Trukeros, siendo su director hasta hoy.
En lo institucional, no solo es el mayor exponente de la cueca, sino que la investigación en esta subcategoría del folclor, eclosiona como nunca con él. Desde 2021 es parte del consejo de la Sociedad de Folclor Chileno, confidencia: “Por un lado es la tremenda admiración y resonancia por el trabajo y legado de Oreste Plath, a quien me acerca su detalla capacidad investigativa y pedagógica, complementado con la sólida relación con el pueblo que como Sociedad tenemos y no hay en otra organización, para nosotros lo popular es el eje de nuestras convicciones, pilar de lo contra canónico”.
Los demás consejeros son: la maestra Karen Plath Müller Turina (presidenta); el compositor Carlos Zamora Pérez (vicepresidente); el profesor y Premio Nacional de Historia (2006), Gabriel Salazar Vergara; la contralto y Premio Nacional de Artes Musicales (2010), Carmen Luisa Letelier Valdés; el antropólogo José Bengoa; el payador Manuel Sánchez; el músico popular Cuti Aste; la profesora de música Soledad Minio Pinochet; la académica Carmen Balart; el folclorista Mario Isidro Moreno; el organillero Héctor Lizana; el psiquiatra Luis Weinstein Crenovich; el genealogista e historiador naval Isidoro Vázquez de Acuña; el guitarrista clásico Luis Orlandini Robert; y el poeta huilliche Leonel Lienlaf.
Hace poco dio cuenta de su talante académico, presentó el nº3 de la Revista de Folclor Chileno en la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica; y fue panelista de la tercera sesión de la Cátedra Hispanoamericana Oreste Plath, gestionada por la Universidad de Talca y la Sociedad de Folclor Chileno en el foro “Pablo Garrido: El príncipe del jazz y la cueca”, junto al músico-jazzista Pedro Rodríguez, en mayo de 2023.
POR EDGARD “GALO” UGARTE
(PARTE
Licenciado en Teoría de la Música, Universidad de Chile, Cantautor, compositor y guitarrista
Este mes de agosto, específicamente el día 15, se celebran 54 años del Festival más importante en la historia de la música rock y pop: el mítico Festival de Woodstcok de 1969. Fue el cierre de una década y el comienzo de otra y, sin duda, dejó una huella imperecedera en todo lo que vendría después. En este número, les ofrecemos la primera parte de una crónica que busca atender a diversos aspectos involucrados en lo que fue este evento crucial para la música popular del siglo XX y que sigue ejerciendo una gran influencia hasta nuestros días.
UNA ÉPOCA “MOVIDA”
Los años 60 del siglo pasado fueron una época determinante. Además de la Guerra Fría y de la
carrera espacial, surgen una serie de movimientos sociales. En Estados Unidos, los afrodescendientes salen a la calle a exigir sus derechos en un país donde en varios estados se les segregaba. Especialmente después del año 1955, cuando Rosa Parks se negó a sentarse en el asiento reservado a los “negros” del bus. En ese momento, un joven pastor protestante llamado Martin Luther King tomaría ese legado y en los ’60s se transformaría en una de las figuras más señeras de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. Los ‘60s también sería la época donde surgirían los movimientos estudiantiles que buscarían una mayor democratización y cambios en las reglas de poder de las universidades. Adquiere más fuerza también el movimiento por la liberación de la mujer, donde ya no solo se buscaba una mayor inserción en el mundo laboral y la igualdad de oportunidades, sino que ya se hablaba de los derechos reproductivos. Y también los homosexuales, que aún eran criminalizados por la sociedad, llevan
a cabo su primera marcha del orgullo gay. En lo musical, el rock ha evolucionado a un sinnúmero de subgéneros, de estilos que ya van dejando aquel sonido colérico de Elvis y otros exponentes de fines de los ´50s y principios de los ´60s para mezclarse con otros géneros como el soul o el blues. Nacen discos conceptuales en un afán de dotar al rock de un nuevo contenido artístico e incluso en ocasiones en un intento de intelectualizarlo más. Todo esto en medio de una sociedad aún bastante conservadora, que todavía estaba convencida de que “América”, como ellos se llaman a sí mismos, era un país “elegido por Dios”. Y es que una parte de la población sí vivía tiempos dorados: ahora el ciudadano común “blanco” en su conjunto y no solo una minoría de ellos, como solía pasar en tiempos pretéritos, son beneficiados por la creciente bonanza económica. Muchos jóvenes ahora pueden empezar a cumplir sus sueños de conseguir una vida plena, sin mayores preocupaciones. El “sueño americano” para ellos no
era solo algo escrito en un papel, sino algo que se iba volviendo una realidad concreta. Sin embargo, todo ello cambiaría drásticamente cuando EE.UU. decide entrar en la Guerra de Vietnam. Miles de jóvenes que recién comenzaban a vislumbrar una vida prometedora fueron enviados a combatir. Cientos de ellos regresaron dentro de ataúdes. Otros miles, tullidos o con grandes traumas emocionales. La sociedad comenzó a cuestionar el hecho de que a esos jóvenes el mismo gobierno que les había prometido un futuro esplendor ahora los enviara a ser exterminados o gravemente traumatizados. Luego, se cuestionó también que EE.UU. entrase en una guerra que no le pertenecía, en un lugar tan lejano y con una cultura tan distinta. Surgieron entonces movimientos, sobre todo de jóvenes que se opusieron a la guerra. Las ideas pacifistas adquirieron una enorme relevancia. Estos jóvenes también se decidieron por una vida en comunidad y por practicar el “amor libre”. Eran los “hippies”.
Principios de 1969. El productor Michael Lang y el músico Artie Kornfeld se ponen en contacto con John Roberts y Joel Rosenman, dos empresarios de la ciudad de Nueva York que se proponen construir Media Sound, un gran complejo de estudios de grabación en Manhattan. Lang y Kornfeld querían iniciar un proyecto similar, pero mucho más modesto, en Woodstock (pueblo ubicado en el condado de Ulster en el estado estadounidense de Nueva York) al que llamarían Studio-in-the-Woods. Sin embargo, esto no convenció mucho a Roberts y Rosenman, quienes contrapropusieron un concierto de artistas conocidos por frecuentar el área de Woodstock (como Bob Dylan y The Band). Kornfeld y Lang aceptaron el nuevo plan, y Woodstock Ventures se formó en enero de 1969. Las oficinas de la empresa estaban ubicadas en un piso extrañamente decorado de 47 West 57th Street en Manhattan. Burt Cohen y su grupo de diseño, Curtain Call Productions, supervisaron la transformación psicodélica de la oficina. Por ese entonces, ya se habían celebrado importantes festivales de rock, como el año 1967, cuando se realiza el Festival Internacional de Música Pop de Monterrey, que logró reunir a una espectacular lista de grupos y artistas, entre ellos Simon & Garfunkel, The Who, Jimi Hendrix y Janis Joplin junto a su grupo Big Brother and the Holding Company. Entonces, la idea del concierto finalmente derivó en un festival. Su nombre: Feria de Arte y Música de Woodstock.
A pesar de su nombre, el festival no tuvo lugar en Woodstock. La intención de los organizadores era abrir un estudio de grabación en esta localidad del estado de Nueva York y por eso pusieron en marcha el festival, que inicialmente se iba a celebrar en la cercana Wallkill. Pero a última hora los vecinos se opusieron y solo la intervención de un granjero, de nombre Max Yagur, salvó a la organización del desastre ya que les alquiló por unos 75.000 dólares el campo de alfalfa ubicado en Bethel, a algo menos de 100 kilómetros al suroeste de Woodstock, donde finalmente se celebró el evento. En abril de 1969, Creedence Clearwater Revival se convirtió en el primer grupo en firmar un contrato para el evento. Una vez que Creedence firmó, todos los demás se “pusieron a la fila”. Por otra parte, muchos ilustres invitados fueron convocados a la cita, pero tuvieron que rechazarla por distintos motivos. Bob Dylan, prefirió acudir al festival de la Isla de Wight que se celebró en Reino Unido apenas unos días depués. Los Led Zeppelin prefirieron realizar una gira en solitario por Estados Unidos antes que participar en un festival en el que serían “otra banda en la lista”, según declaró su manager, Peter Grant. The Doors en un principio aceptaron al instante al saber que era un festival de rock en Nueva York, ya que Ray Manzarek, el tecladista, opinaba que Nueva York era uno de los mejores mercados para The Doors, pensando que el festival iba a ser en Central Park, pero la banda luego rechazó la invitación cuando se les hizo saber que iba a ser en una granja cerca
de Woodstock, ya que pensaban que solo sería un “Monterey Pop Festival” de “segunda clase”. Aparte de esto, Jim Morrison estaba con el proceso judicial, por el incidente del concierto en Miami, el 1 de marzo de 1969, motivo que también lo imposibilitaba de asistir. Pero quienes sin duda hubieran sido la gran atracción indiscutida del festival fueron los también convocados The Beatles, quienes rechazaron Woodstock porque se habían retirado de los escenarios en 1966. Hay otras versiones que apuntan a los problemas de Lennon para conseguir el visado para entrar en EE.UU. tras ser arrestado por consumo de drogas o a la imposición de este a que también se incluyera en el cartel a su recién creada Plastic Ono Band. Fuera como fuera, al final los asistentes se quedaron sin presenciar una actuación que hubiera sido histórica. The Byrds y Frank Zappa también estuvieron en negociaciones para actuar en el festival pero, por diferentes razones, al final quedaron fuera del cartel.
La venta de boletos se limitó a las tiendas de discos en el área metropolitana de la ciudad de Nueva York, o por correo a través de un apartado postal en la Oficina de Correos de Radio City Station ubicada en Midtown Manhattan y los organizadores proyectaron la asistencia de unas 50.000 personas al evento. Sin embargo, se vendieron alrededor de 186.000 entradas anticipadas. Pero el asunto fue aún más allá y la asistencia desbordó por completo a los organizadores. Muchos se empezaron a colar sin haber pagado boletos. A los organizadores no les quedó otra opción que aceptar los hechos y el evento, que un principio fue concebido como un asunto principalmente comercial, se transformó en un evento gratuito que simbolizó todo lo que se estaba viviendo socialmente en esos momentos. Se
calcula que finalmente en torno a 500.000 personas acudieron al festival (y algunas fuentes elevan la cifra a cerca de un millón). Todo esto provocó un gran caos, con escasez de comida y el bloqueo de los accesos al recinto. Tanto que algunos grupos tuvieron que llegar en helicóptero hasta las inmediaciones del escenario, donde se improvisó una zona de aterrizaje. La lista de convocados finalmente fue la siguiente: Richie Havens, Sweetwater, Bert Sommer, Tim Hardin, Ravi Shankar, Melanie, Arlo Guthrie, Joan Báez, Quill, Country Joe Mc Donald, Santana, John Sebastian, Keef Hartley Band, Incredible, String Band, Canned Heat, Mountain, Grateful Dead, Credence Clearwater Revival, Janis Joplin, Sly & the Family Stone, The WHO, Jefferson Airplane, The Grease Band (sin Joe Cocker), Joe Cocker & The Grease Band, Country Joe & The Fish, Ten Years After, The Band, Johnny Winter, Blood Sweat & Tears, Crosby, Stills, Nash & Young, Paul Butterfield Blues Band, Sha Na Na, Jimi Hendrix. El festival inicia el viernes 15 de agosto de ese 1969. El asignado para dar el puntapié inicial al festival fue el artista folk Tim Hardin. Sin embargo, finalmente la primera actuación fue la de Ritchie Havens. Lo que sucedió fue que nadie fue capaz de encontrar a Hardin, que estaba muy drogado para tocar. Además de este hecho, Havens tuvo que alargar su repertorio -que iba a ser de solo cuatro temas- ya que, a causa de los problemas de acceso al festival, tampoco aparecieron otros de los artistas programados antes de su actuación, que originalmente figuraba en el quinto lugar. Este hecho permitió que el nombre de Havens pasara a la posteridad como uno de los más importantes del festival. Tanto así, que tras su muerte en 2013, sus cenizas fueron lanzadas desde un avión sobre el lugar donde se celebró el festival.
Licenciado
La evolución es un hecho, nos enseña el biólogo Richard Dawkins en su libro EVOLUCIÓN. EL MAYOR ESPECTÁCULO SOBRE LA TIERRA (Espasa). Cada día aparecen nuevas pruebas a su favor y siempre más sólidas. Cuando la evidencia a favor de una teoría es abrumadoramente grande, seguir llamándola teoría puede confundir a las mentes ignorantes o dar armas a quienes se oponen a ella. Porque quienes niegan la evolución –los “negadores de la historia”, dice nuestro autor– se apoyan en que “es solamente una teoría”.
También es una teoría la que afirma que la Tierra gira alrededor del sol, pero ya nadie en su sano juicio la pone en duda; se acepta como un hecho científico establecido el movimiento heliocéntrico de nuestro planeta.
Negar la evolución es empresa semejante a negar el Imperio Romano o a dudar del Holocausto nazi. Si ocurriese lo primero, los profesores de Historia de Roma se verían forzados a emplear tiempo y esfuerzo en la defensa de los hechos ciertamente ocurridos en el mundo antiguo. Si ocurriese lo segundo (y esto ocurre a veces, efectiva y lamentablemente), los historiadores de
nuestra época se tendrían que enfrentar a poderosos prejuicios antisionistas.
La situación de muchos profesores de ciencia es hoy equivalente a lo señalado en el párrafo anterior: cuando exploran y explican la naturaleza de la vida en el contexto de la evolución, son acosados, amenazados y perseguidos, en muchos lugares del planeta, por quienes han adoptado creencias religiosas y tienen a Dios como creador de la existencia.
En libros anteriores de Dawkins, no aparecían pruebas de la evolución; se partía asumiéndola ya como algo real. En estas páginas, como detectives que llegamos a una escena del crimen después de cometido el delito, vamos rehaciendo el pasado a partir de las huellas con que contamos.
Las pruebas que nos presenta nuestro autor provienen de diferentes ámbitos: primero, la enorme cantidad disponible de fósiles animales y humanos nos permiten documentar plenamente la historia evolutiva (y nos facultan para dejar de hablar del “eslabón perdido”, ya que un suministro rico de fósiles intermedios enlaza al ser humano moderno con el antepasado común que comparte con otros primates); segundo, la teoría moderna de las placas tectónicas –sólidamente establecida– aporta numerosas evidencias explicativas de la distribución de los fósiles y las criaturas vivas y nos ofrece aún más pruebas de la extrema antigüedad de la Tierra (4.500 millones de años y no 6.000 como aseveran los creacionistas); tercero, aunque no se hubiera encontrado ni un solo fósil (lo que no es así), las pruebas que provienen de los animales que han sobrevivido son más que suficientes para demostrar que Darwin está en lo cierto: a la evidencia comparativa anatómica se agrega hoy la genética molecular. La historia evolutiva está escrita en los cuerpos vivos que pueblan la Tierra.
Prejuicios inveterados y obstinada incultura solamente pueden hacer dudar de que el origen de la vida, en general, y de la vida humana, en particular, puede ser clara y simplemente explicado por la idea darwiniana de la evolución por selección natural no aleatoria. La teoría de la evolución es ya, al igual que la teoría heliocéntrica, un hecho cierto.