Invierno asesino (escena eliminada)

Page 1


Invierno asesino (escena eliminada), Kate A. Boorman

Hoy la suerte no está de mi parte. La hermana Ann me manda a ayudar a la madre de Macy en sus tareas, de modo que no tengo oportunidad de volver al bosque. Nos dirigimos al río a lavar la ropa de cama junto con otras dos chicas del barrio este. Tendremos que estar de pie en el agua para hacerlo. Aguardo en la orilla hasta que las chicas se quitan los mocasines, antes de hacer lo propio con los míos. Me apresuro para meter el pie bajo el agua antes de que ellas puedan clavar su mirada en él. Hoy hace otro día cálido, y permanecemos de pie con las brillantes aguas por encima de las rodillas, frotando y golpeando las sábanas. El sol se refleja en el río y calienta nuestros rostros. —Deberíamos meternos hasta el fondo —dice Macy—. Es nuestra última oportunidad antes de que llegue La Prise. No sé nadar, pero la idea de limpiar tantos días de suciedad acumulada es demasiado tentadora. Nos despojamos de nuestros vestidos, los dejamos en las rocas y nos internamos en la fría y nítida agua. Mientras el frío nos corta la respiración, lanzando manotazos de agua que salpican nuestros brazos y cuellos, Macy parlotea como si fuera un gorrión posado en los aleros del granero. Ella nos habla de nuevo sobre Henri Chavel. Las otras dos chicas escuchan con sus ojos totalmente abiertos y excitados, pero mis tripas se retuercen. Macy no sabe que está obligada a casarse con el viudo Jackson. No me corresponde a mí decírselo, y todo lo que cuenta sólo me recuerda mi propio lío, así que vadeo más al fondo, apartándome de ella. —¡Emmeline! ¡Ten cuidado! —Macy me llama con una risa.

1


No voy muy profundo, sólo lo suficiente como para sentir la corriente del río en mis muslos. Me armo de valor y me sumerjo para que mis hombros queden por debajo de la superficie. Respiro con fuerza, dejo que el agua corra a mi alrededor y tire de mi vestido. Cuando levanto mis rodillas, el río me envuelve en su perezoso torrente y me arrastra corriente abajo. —¡Emmeline! —Macy vuelve a gritar, ahora su voz suena con un dejo de alarma. Apoyo mi pie bueno en el suelo y me yergo para mostrarle que no estoy en peligro. El alivio cruza su rostro—. No te vayas demasiado lejos —dice ella—. Necesitan que estemos de vuelta pronto. La Fiesta de la Cosecha es esta noche —sus ojos brillan. Ella sigue pensando en Henri Chavel. Alzo mis rodillas otra vez y dejo que el río me lleve lejos de su mirada, lejos de su charla de amigas íntimas. Muevo mis manos hacia atrás y hacia adelante, dejando que el agua aterciopelada se arremoline entre mis dedos mientras sigo a la deriva. La charla de Macy desaparece en la distancia a medida que los altos acantilados van quedando lentamente atrás. Por un instante me pregunto qué pasaría si simplemente me dejara llevar por la deriva; si permitiera que el agua me llevara lejos de aquí. Tal vez pudiera flotar hasta alcanzar otro río mayor, y luego otro. Podría flotar hasta llegar al mar. Por supuesto, sé que sólo puedo seguir así un poco más. Aquí el río es poco profundo, pero más allá del meandro se estrecha y la corriente se vuelve feroz. Mortal. Y en la saliente de rocas, se convierte en las Aguas Purificadoras. No. No hay posibilidad de que me deje llevar por la corriente y escape de la Fiesta de la Cosecha o de cualquier otra cosa. Suspiro y sumerjo mis rodillas para ponerme de pie y caminar hacia la orilla. Y entonces me doy cuenta de que no toco el fondo.

2


Mis pies se revuelven de nuevo buscando agarre, pero no lo encuentran. El pánico se dispara a través de mí, caliente y brillante. Agito las piernas pero el movimiento me lleva hacia abajo, casi bajo la superficie, y tengo que luchar para regresar arriba. Respiro con dificultad, manteniendo la barbilla alta y echando mis brazos hacia adelante, tratando de impulsarme a la orilla. Pero ahora las ávidas corrientes me tienen en su poder. Me veo pasar por la orilla a una velocidad alarmante. Abro la boca para gritar y trago agua. Me atraganto y escupo, el miedo aprieta mi pecho. En este momento siento el poder del río y no estoy lo suficientemente fuerte como para luchar contra él. Me revuelvo otra vez, forzándome al máximo para ponerme a salvo... Mi pie encuentra una roca, mi pie malo encuentra la siguiente, y de repente puedo apoyarme. Una sensación de alivio me recorre mientras me aúpo para levantarme. Y ahora me da una sacudida cuando hallo el equilibrio. El río llega escasamente a la altura de la cintura. Me tropiezo hacia delante, mirando a mi alrededor desconcertada. Debo haber pisado un hoyo o algo parecido. Probablemente intenté ponerme de pie en la única parte profunda de este tramo del río. Braceo hacia la orilla, mi corazón golpetea en mi garganta como una liebre, y lanzo una mirada corriente arriba donde están las chicas. No se han percatado de mi aprieto; todavía siguen charlando. Una carcajada llega a mis oídos. Me dejo caer sobre una roca con la respiración entrecortada. El río sigue su curso nuevamente con total tranquilidad: suave como el cristal y perezoso como la pelusa del diente de león desperdigada por la brisa. Ahora que estoy a salvo en tierra, me siento un poco avergonzada de mí misma y aliviada de que las chicas no me hayan visto. Este río… es como las bayas agridulces: bello y brillante en la superficie, pero mortal en su interior. De hecho, hubo un momento allí en el que sentí que estaba lleno de vida.

3


Vivo y hambriento. Me estremezco. Cuando las chicas recogen la colada para regresar a la fortificación y Macy me hace señas para que me acerque, le devuelvo el saludo como si fuera a alcanzarlas más arriba. Pero espero unos minutos más hasta estar segura de que no hay posibilidad para que eso ocurra. Existe algo acerca de rozar el peligro que hace que una conversación común y corriente sea completamente insoportable. Una vez que estoy segura de que se han ido, regreso por mi ropa. Pienso en vestirme donde hay menos barro y sigo avanzando hacia la maleza, en dirección a un macizo de sauces. Ahora estoy casi seca, pero no consigo desprenderme de la sensación del río en mi piel. El momento que acabo de vivir todavía me recorre por completo, de alguna forma me aterra, pero también me excita. Como el otro día cuando estuve fuera en esa arboleda. Lo desconocido, lo que no se ve, me asustó. Pero también me sentí viva en mi interior. Mis pensamientos se interrumpen violentamente cuando choco contra alguien que aparece desde el lado opuesto de los sauces. Me atrapa con un brazo, abrazándome contra él para amortiguar el golpe en lugar de dejar que con el choque podamos caer. Pero no es alguien desconocido. Es Kane. Por un instante estamos tan cerca que puedo olerlo: humo de madera y menta. —¡Dios todopoderoso! —exclamo, desprendiéndome de sus brazos y dando un paso atrás. —Lo siento, Em. ¿Em?

4


Nos quedamos de pie a un brazo de distancia. Él cruza sus brazos y sonríe. Me mira como si estuviera contento de verme. O como si hubiera estado… ¿buscándome? Repentinamente, mi respiración vuelve a estar entrecortada. Quiero bajar mi mirada, pero no puedo. Mis ojos beben los vientos por él y absorben todo lo que es suyo: su postura plácida y sus antebrazos desnudos, sus ojos oscuros y su adusta cabeza rapada. Tan bello, tan tranquilo. Como el río. Pero, ¿hay algo peligroso bajo su superficie? ¿Y es algo que me aterraría o que me excitaría? —¿Tomando un último baño antes de que llegue La Prise? Dios mío. Es casi como si me diera un punto de sutura. Mis mejillas arden en llamas y me aprieto con fuerza al pecho mis polainas y la túnica. Trago saliva. Di algo. Cualquier cosa. ¡Pero me exige demasiada atención sentirme mortificada por los pensamientos que tengo!: ser estrechada fuertemente contra él, su pecho desnudo que casi puedo ver por debajo de los cordones abiertos de su camisa… —Qué belleza. Mis ojos se fijan a los suyos otra vez. Se refiere al agua. Me obligo a asentir. Cada poro de mi piel está vivo. El espacio que hay entre nosotros está caliente como una llama. Una brisa tira de mis brazos, se envuelve por mis piernas hasta llegar a mis pies, mis pies desnudos… El terror me arranca de mi estupor. Mis pies están desnudos. —Yo, yo, yo necesito… —gesticulo con las ropas que estoy agarrando, con la esperanza de apartar su mirada del suelo, lejos de mi pie malo. Sus ojos se abren de par en par, como si acabar de darse cuenta de que no estoy adecuadamente vestida.

5


—Me daré la vuelta. —¡No! Deberías marcharte. —¿Por qué? —Porque no es lo apropiado. Frunce el ceño y me sonríe como si no tuviera la menor idea de lo que quiero decir. Mis entrañas se congelan. Por supuesto que no sabe a qué me refiero. Sólo sería inapropiado si él sintiera algo parecido a lo que yo siento en este momento. Y la probabilidad de que sea así, después de hablar conmigo en una actitud de desafío y que luego me regañen por mi Desobediencia… ¿Qué estoy haciendo? ¿En qué estoy pensando? Es ese sobresalto en el río lo que aún me tiene totalmente desconcertada. Aprieto los dientes. La humillación sube ardiendo por mis dedos hasta llegar a mi cuello, enrojeciendo mi rostro. —Simplemente vete. Parece inseguro. Se queda. —Por favor, Kane. Vete.

Más información en http://www.grantravesia.es/invierno-asesino/

6


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.