Casa Alifonso. Historia de una familia de Graus

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HISTORIA DE LA CASA ALIFONSO GRAUS

Venancio Díaz Castán

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Casa Alifonso, entre las de Salamero y Falche. En la esquina, la posada de Ducay

La calle del Barranco y el portal de Benasque. FotografĂ­a hecha desde el segundo piso de casa Alifonso. Hacia 1900

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Graus. Puente de Capella. Ignacio Zuloaga

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sta es la historia de la casa de Graus en la que nací, que habría de llamarse casa Alifonso probablemente por ser ese el nombre del primer propietario que compró el terreno, allá por 1675. El pueblo saltaba los límites impuestos por el portal Benasque,

o de Linés, y se prolongaba a lo largo de la muralla árabe, en algunos casos para utilizarla como base de algunas construcciones. Pedro, hijo de Antonio Castán, habitante de Palo, descendía de una larga serie de castanes procedentes como infanzones de la próxima población de Torrobato. Esa condición, tenida por noble, habría dispensado en tiempos a sus antepasados de la molesta actividad de ganarse la vida trabajando, pero no fue su caso, pues aprendió el oficio de cerrajero de su tío Ylifonso y al propio tiempo tenía que hacerse cargo de tierras y huertas. La casa nació en la calle del Barranco de San Miguel, relativamente pequeña, embutida entre dos casas, como suele ocurrir en la mayoría de los pueblos de Aragón. Con el tiempo iría creciendo hasta ocupar toda la parte trasera que da a la calle de la Muralla, dejando englobada en la esquina de la calle una casita que sólo pudo crecer hacia lo alto, como un estrecho torreón de adobe, que en tiempos de mi bisabuelo Vicente Castán Gil pertenecía a Mariano Salamero y antes a Ramón Latorre. Esta misma casa, que hace esquina en la calle del Barranco, aparece en el libro de Centena de 1760 1 a nombre de Diego Cera, y en ella nació el célebre monje que construyó un órgano en Filipinas con cañas de bambú, y que tal vez por su afición al uso de estas plantas se le conocía en Graus con el sobrenombre de Fray Cañas2. Fruto de ese proyecto de casa grande, sería la erección de un soberbio pilar central de 1.-Justo Broto Salanova; La Villa de las Once Puertas 2.-Fco. Salamero Reymundo. Ensayo biográfico sobre Diego Cera, un grausino universal. Colección de Estudios Altoaragoneses.

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piedra campanil en el que se amparan gruesas vigas de abeto en el péndulo y a donde van a descargar los tres paños de tejados sujetos por vigas de carrasca que a las fechas actuales están cumpliendo más de doscientos años con absoluta dignidad y competencia. La obra de las paredes tiene desde un principio más de medio metro de espesor de adobe de Graus, salvo en la planta baja que es de piedra; y en el sótano se han criado, conservado y refrescado muchas cosechas de vino y aceite en la amplia bodega. La casa tuvo avatares de guerra de la independencia, de guerra carlista, de inundación y de guerra civil, y durante todo ese tiempo perteneció a la misma familia, por aquello de que en Aragón la costumbre obligaba a que el heredero se quedase siempre en casa al cuidado de sus padres, mientras que los otros hermanos, adecuadamente compensados o no, tenían que buscarse la vida con otros menesteres. En la actualidad, los tiempos han cambiado mucho. La economía no se basa en la agricultura. Los descendientes se ven forzados a emigrar para buscar soluciones a su vida, y hasta se ve con buenos ojos el alejarse en la medida de lo posible del solar de los abuelos. He de decir que creo que las casas toman mucho del espíritu de sus habitantes y se nutren de su presencia, como si ese convivir cotidiano formase parte de la estructura íntima de piedras, adobas y maderos. Se acepta de manera común la creencia del rápido deterioro que sufren cuando se quedan abandonadas. No puedo evitar ese sentimiento de estar traicionándola cuando pienso en ella desde Madrid, más cuando veo una serie dibujos a la acuarela que hice sobre casas abandonadas del entorno ribagorzano que vine en titular: “Las casas que lloran” Pero de los muchos trastornos y agresiones que sufrió, ninguno fue tan duro como el de la guerra civil y la interminable posguerra. Y no digo esto porque le cayera alguna bomba, sino por la enfermedad moral de sus habitantes, que les condujo al desánimo y al abandono. Era entonces mi abuelo José el propietario. Por los años cuarenta ya la quiso vender y, no pudiendo hacerlo por oposición obstinada de mi abuela Lola, abandonó la farmacia, alquiló los locales a una entidad bancaria, dividió toda la casa en apartamentos haciendo obra de mala calidad, abandonó Graus y sentó sus reales en Almudévar, a más de cien kilómetros de distancia. Allí fue cuando la casa comenzó a llorar de verdad, y así estuvo varios decenios, amenazando ruina por varios sitios, hasta que mi madre, Lucía Castán, sintiéndose tocada por la tradición, algo así como elegida para corregir el desmán y lamentando no haber nacido varón para ser la legítima valedora del fundo, derramó una pequeña fortuna consolidando tabiques y estructuras, renovando pisos, arreglando tejados, etc. Pero el daño ya estaba hecho. Los futuros descendientes no se habían rehecho de la muerte moral que les legaron sus padres en una infancia de silencio y distancia, de frío, de desconocimiento humano de la importancia del legado. La casa ya estaba fraccionada, vendida en parte a terceros. El hecho de haber sido Graus patria de hombres ilustres ha propiciado que se hayan escrito 4


muchas historias a las que remito al lector. Me limitaré en este trabajo a aportar algunos datos que hagan más comprensibles las dimensiones y las proporciones desde la distancia del tiempo. De acuerdo con ello, en cuanto a población diré que en 1495 la componían 143 vecinos , que pasaron a ser 94 en 1650 como consecuencia de la peste 3 Hacia 1861 había ya 493 vecinos que sumaban un total de 2.803 habitantes4. Y sigo con datos de López Novoa : Producía centeno, cebada , avena, aceite, vino abundante, pero flojo..; algo de seda, buenas legumbres, hortalizas de toda especie y frutas exquisitas; cría de ganado lanar, cabrío y algo de mular; caza de conejos, perdices y diversidad de aves de paso; pesca de truchas, anguilas y barbos. La industria se limita a dos fábricas de papel ordinario y dos de estraza, seis de aguardiente, una máquina de serrar madera, molinos harineros y de aceite, varios batanes, fábricas de curtidos, hiladores de seda y cáñamo en cuerdas de carga, alpargateros, sastres, tejedores, pelaires, herreros y toda suerte de artesanos. En cuanto a comercio, cuatro a seis tiendas de paños..., otras telas y artefactos de la villa, confiterías y de artículos de primera necesidad. Se celebran al año cuatro ferias muy concurridas...5

La feria. Desde el despacho de Vicente

3 Ignacio de Asso “Economía política de Aragón” , pag. 185 4 Saturnino López Novoa “Historia de Barbastro” Barcelona Imprenta Pablo Riera, Tomo 2, pag.252 5 Ibid. López Novoa , Tomo 2, pag. 259

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Firmas de los titulares de la casa en un antiguo diccionario de la Lengua Castellana.

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n agosto de 1672 contrajeron matrimonio en Graus Ylifonso Sesé y María La Maña. “Ylifonso”, cerrajero de profesión, era hijo de Viturián Sessé y Jerónima Marzal, ambos residentes en la vecina localidad de Besiáns. A su vez, la joven María era hija de

Francisco La Maña y de Francisca Zelaya, los dos vecinos y residentes en Graus. Tal como era costumbre, el proyecto matrimonial tenía una alta probabilidad de ser convenido entre los padres de los contrayentes, y por ello creyeron adecuado

establecer capitulaciones matrimoniales que

asegurasen los pactos económicos. María aportaba un legado de 100 sueldos jaqueses pagaderos por la clerecía de Benabarre. Actuó como notario en el acto protocolario el notario Jusepe Heredia, perteneciente a la ilustre familia del mismo nombre afincada en Graus desde principios del siglo XVI, y fueron testigos Jacinto Senti, blanquero de oficio6 y Viturián Riazuelo, cerrajero. Ya no tenemos más noticias de este matrimonio, hasta julio de 1684 con ocasión de ser nombrado Ylifonso heredero universal de los bienes de su hermano Jusepe Sessé, vecino de Santaliestra casado con María Rami, mediante testamento firmado por el notario de Graus Juan Benito Vinyales y actuando como testigos Jusepe Sangros y Juan Francisco La Maña. Esta aportación económica debió estimular a la joven pareja a comprar a Jusepe Deza y María Vidal, cónyuges, una viña situada en la llamada partida de Coscolla por el precio de 1.280 sueldos jaqueses. Nos dice el documento de venta, en esta ocasión protocolizado de nuevo por el notario Joan Benito Vinyales7, que dicha viña lindaba con las propiedades de don Joachim Bardaxí, Pedro Loriente y Diego Coronas. Ocho años más tarde -1694-, Ylifonso, al que comienzan ya a llamar “Alifonso”, decide incrementar sus propiedades mediante la compra de un olivar situado en la partida de las “Fuentes del Grado” a un señor llamado “Gerónimo de Villanueva y Poblet” vecino de Madrid, a través de su hermano Juan Francisco, presbítero de Graus, que actúa como procurador. Dicha propiedad, que le ha costado 540 sueldos jaqueses , tiene olivar, “caxigar” y yermos que lindan con los herederos de Bartolomé Puy, viña de Juachín Bardaxí y viña y yermos de Joseph de Heredia señor de La Penilla. Para completar los buenos vientos que empujan las velas de la casa, entre los documentos de 6 Blanqueador o enjalbegador. 7 Notario de larga trayectoria en Graus que aparece en muchos de los documentos de la época.

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este mismo año aparece uno que va precedido por el sello del Justicia de Aragón, don Pedro Valero Díaz, por el que se otorgan a nuestro cerrajero una compleja serie de privilegios civiles y eclesiásticos. En este documento de 1694 aparece como casado con Catalina Marzal, se supone que en segundas nupcias, y teniendo de ella un hijo que se llama Medardo, del que no se vuelve a tener noticia en el resto de los documentos. Junto con esta esposa compran un solar en la calle del Barranco en 1699, al parecer distinto del de la casa en la que vivirían ellos. ¿Cuándo murió María La Maña o Lamaña? ¿Por qué no vuelve a aparecer Medardo Sessé?

Y por último, aparece la compra del olivar de Puydevita 8 a Ramón Sobarros, procurador de Catalina Sobarros, en 1716. Da signo de fe pública Francisco Coronas, quien será durante muchos años uno de los notarios con mayor permanencia en la villa. No obstante el innegable progreso económico de la nueva pareja constituida, su hijo Medardo ha debido morir y han quedado sin descendencia, por lo que en el mes de diciembre de 1708 deciden intervenir en las capitulaciones matrimoniales del sobrino Pedro Castán Marzal y Vicenta Ceresuela. El mozo es hijo de Antonio Castán y Teresa Marzal, posiblemente hermana de Catalina, vecinos de Palo, y la moza es hija de Joseph Ceresuela y Phelipa Guarnart, de Graus. Los tíos

dotan a la pareja con doscientas libras jaquesas, así como los “admiten en su cassa y

compañía”. El padre de la novia a su vez aporta otras doscientas libras. El “vestir y enjoyar” ha de 8 Pueyo o tozal de Vita. Topónimos ribagorzanos...... pag.359

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ser a costa del contrayente y los vestidos habrán de correr por cuenta de la novia que, en caso de muerte del marido sólo podrá seguir disfrutando de los bienes legados mientras se mantenga “viuda honesta”. El cinco de abril de 1714, ambos tío y sobrino, compran la casa de la calle del Barranco. Desde 1710, el maestro cerrajero Ildefonso Sesé venía siendo titular y beneficiario del pontazgo de las palancas de Graus. Existe un documento según el cual el plazo del contrato con el Consejo de la Villa expiraba a los seis años. De modo que en 1716 se procedió a rescindir el anterior contrato y renovarlo por un periodo de otros seis años por un precio de 55 libras jaquesas anuales. Las autoridades locales estaban establecidas en “jurados”, y ocurría en aquellas fechas que el primero y segundo jurado –Juan Sancerni y Francisco Viñola-- estaban presos en la cárcel de Barbastro al parecer por deudas contraídas por la villa de Graus. La orden de arresto había sido dada por el señor barón de Huart, gobernador de la plaza de Monzón. Pero el otorgamiento del arriendo de las palancas 9 era un acto protocolario de suma importancia para el pueblo y no se podía demorar. De modo que se formó el Concejo bajo la presidencia del tercer jurado Blas de Lacambra, siendo el resto de los miembros: Ignacio de Soldevilla, Juachín Urbano de Bardaxí, Marco Capdevilla, Leoncio Andreo, Manuel Baldellou, Jusepe Vidal, Pedro Sierra, Pedro Sallán, Pedro Pano, Victorián Matheo, Pedro Sanloriente, Ignacio Lalueza y Pedro Juan Altemir, infanzón, domiciliado en Campo, notario del Reino de Aragón. Durante todos estos años, Pedro Castán ejerce el oficio de su tío y benefactor, con el que sigue viviendo en su misma casa. Habían tenido un hijo que para aquellas fechas debía tener unos diez años. Le pusieron el nombre de Ildefonso en honor de su tío. Pedro va conformando la heredad de la casa e incrementando el patrimonio en1729 con la compra de un olivar en Soláns a Domingo Delgado y con la adquisición de un huerto en la partida de Manzanares a Francisco del Más y su mujer Isabelana Torrente. En 1735, y también en los términos de Soláns compran otro olivar de tres yuntas de tierra a mosén Josep Brualla, heredero de Ignacio Bonet.

ILDEFONSO CASTÁN CERESUELA Ildefonso al hacerse mayor ya era un joven y rico propietario que muy probablemente no siguió el oficio de cerrajero de sus antecesores. Nada sabemos de su infancia y juventud, como no sea que se crió en ambiente de cerrajeros propietarios sin que pasase necesidad. No me consta que recibiese 9 Para más información sobre el impuesto del pontazgo de las palancas en Ribagorza remito al lector al trabajo de Cosme Castán, Llibré de las fiestas de Campo,2006.

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sus primeras letras en el colegio de la Compañía, pero existe esa posibilidad. Nos lo volvemos a encontrar en los documentos del año 1737. En el mes de julio, el alcalde y juez ordinario de Graus, Gaspar Pérez, había recibido una Real Probisión, del real Consejo de Castilla, el la que el S.M. El Rey Felipe V instaba a que se reintegrasen los bienes extraídos de los pósitos (possigos) 10el año anterior como consecuencia de la mala cosecha y la hambruna subsiguiente. De manera diligente, el alcalde transmitió la orden a los responsables (Patrones) del pósito o Monte de Piedad de Graus para que pasasen las cuentas oportunas a los que se habían beneficiado. Se comprobó que en poder de Francisco Oliván (administrador del pósito) quedaban quince libras, doce sueldos y ocho dineros jaqueses. Como deudores aparecían Josep Jan (80 libras, 3 sueldos y 2 dineros j.), Juan Baldellou (72 libras y 6 sueldos) y los “Conservadores de la concordia de la Villa de Graus” 11 13 libras. El día 19 de septiembre, el alcalde dio una orden apremiante según la que en el plazo de ocho días habían de poner los deudores las cantidades descritas en poder de Francisco Oliván. Puesto que este reintegro no se produjo y al alcalde no le parecieran suficientes las excusas que le exponían, mandó ejecutar sumariamente la orden de enajenar los bienes de Juan Baldellou y María Lanza, su esposa, el día 15 de octubre, así como a José Jan una viña situada en los términos de San Fertús, órdenes que se ejecutaron el día 17 del mismo mes mediante pregón en la plaza de los bienes para cederlos al mejor postor y reintegrar con el producto lo adeudado al monte de piedad de Graus. El pregonero, Jaime Iglesia Corredor, se vio en la necesidad volver a repetir el anuncio el día 20 al no haber postor alguno, y luego el día 22, etc. Y así hasta el día 10 de noviembre, en que el alcalde mandó al pregonero encender una candela y volviese a anunciar los bienes, no hubo nadie que quisiera pujar. En ese mismo día nuestro historiado Ildefonso pujó por las tierras de Manuel Baldellou, consistentes en una viña en la partida de Rezereza, que confrontaba con la heredad de Francisco Eulalia y con la de Pedro Herra por la suma de 140 libras jaquesas. Satisfechos los requisitos exigidos, entre ellos carta de ápoca12 , el alcalde procedió a introducir al comprador en la viña ante los testigos Antonio de Latas y Pedro Burrell cogiéndole de la mano derecha, y lo paseó por ella, situándole así en su posesión real . Para darle más sentido oficial al acto, arrancó hierbas, podó cepas e hizo otros actos ceremoniales, y todo ello “publicamente, pacífica, quieta y sin contradicción de persona alguna”, sumándose al momento los testigos Pedro Pozino y Valero Toda. 10 Sistema de crédito en forma de cereal que se otorgaba a los que tenían necesidad en tiempos de sequía. Ordinariamente habían de devolverlo siempre con intereses. 11 Institución existente en muchos municipios de la época que tenía por objetivo primordial mediar en los conflictos que aparecían con frecuencia entre los vecinos. Las “concordias” eran tratados o pactos establecidos entre pueblos, comarcas, parroquias o intereses de cualquier tipo. Los “conservadores de la concordia” tenían forma jurídica y como tal podía y debían participar en los conflictos. 12 Carta de reconocimiento de deuda saldada.

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Dio fe del acto el notario Francisco Coronas. Y siguen las adquisiciones: -1745 Blas Serena y Rosa Sin, cónyuges, venden a Ildefonso Castán por 65 libras, campo en la partida de Manzanares de unas cuatro yuntas que confronta con viña del comprador, faxas de Jacinto Fantón, viña de Josep Jan y heredad de Josep Vidal. -1747 Gracia Latorre y Mª Francisca Muñoz venden a Ildefonso Castán un quadrón de tierra blanca que será de algo menos de dos yuntas 13 en la partida del Isábena. Confronta con el sendero y con la viña de Martín Salinas. Notario: Bernardo Sarbissé. En 1768, reinando Carlos III y con ocasión de la expulsión de los jesuitas de España, Ildefonso, que ha sido nombrado depositario de sus temporalidades, se vio obligado a la realizar muchos gastos, como detalla en la nota14 y en escrito dirigido al Presidente del Real Consejo suplica que le sean reintegrados.-. La documentación nos sirve de nuevo para conocer algunos detalles de la época, como por ejemplo que en 1785 Ildefonso vendió al ayuntamiento el huerto de la partida de Manzanares que había heredado de sus padres, lugar ocupado actualmente por el Centro de Salud, y se detalla que es 13 Yunta: terreno que se puede arar en un día con una yunta de bueyes. 14 Excmo. Señor Presidente del Real y Supremo Consejo. Excelentísimo señor, Ildefonso Castán de la villa de Graus, con el respeto que debe, representa a Vuestra Excelencia (Vexª.) y Dize: que en el día mismo de la expulsión de los Regulares Jesuitas del colegio de esta villa fue nombrado en Depositario y Administrador de sus temporalidades por el Caballero Corregidor de Benavarre Dn. Pedro de Rivas, que ha entendido en la execución de las órdenes de Vexª. y del Real Consejo respectivas a ese colegio; en cuyo cargo se ha empleado el supte (suplicante). fomentando la cobranza de muchos débitos y cuydando de la casa y muebles de los otros Regulares y hacenderos de la agricultura mientras duró la Administración de ellos, y en este, y aun más tiempo, ayudó también a la formación del Indice de los libros de la Biblioteca y Aposentos en que también asistieron un Religioso Augustino y un sacerdote, ayudando en esta fatigable obra al Comissionado y Essno (escribano). Y sobre que al supte., ni se le ha satisfecho, ni señalado salario alguno, tiene impedido el gasto y hospedaxe diario del expresado Caballero Corregidor y Essnos. en todo el tiempo que ocuparon en evacuar la comisión, supuesto que ninguno de ellos tenía domicilio en esta villa, y igualmente practicó lo mismo con un Alguacil del Corregidor que en otro tiempo se ocupó en varios destinos respectivos a la otra comissión, y effectuando algunas cobranzas difíciles y casi abandonadas de los mismos Regulares por incobrables. Y al Religioso y otro sacerdote también ministró su gasto mientras se ocuparon en la formación del Indice y coordinación de la Biblioteca. De cuyos dispendios se haya el suplicante en descubierto; y aunque unos y otros se ofrezen prontos â tan debido pago, pero esperan los Essnos(escribanos) y demás, que asistieron en la dicha comission al Cavallero Corregidor, se providencie por el Real Consejo el pago de sus fatigas, con que podrán darlo de su gasto y hospedage; pues sin embargo de aver ya representado sobre ello el otro Corregidor, solo se han librado con orden de la superioridad trenta pesos al Essno. de su Juzgº y sesenta â Juan Pedro de Cambra, otro escribano que asistió desde el principio asta el fin y en la fatiga del expresado Indice le ocupó, sin valerse de otro escribano en el restante exercicio de la Comission; Y sobre lo que lleva dicho, debe acudir el supte. al pago de algunos débitos al Médico y conducidos del otro colegio y otros, que quedaron adeudados, y resultan de los Autos y testimonio de ellos remitido, y continuamente interpelan a su pago, que no se ha hecho por falta de facultades: En cuya consideración, y â fin de que el supte. logre el fruto de sus trabajos, sea reintegrado de los expresados gastos, y acuda â los pagos, recurre a Vexª. Suplicando, sea servido providenciar sobre todo ello conforme corresponda, como assí lo espera de la equidad de Vexª. Graus y Agosto â 11 de 1768. Ildefonso Castán, de la Villa de Graus

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un huerto de regano con morales que confronta con el de Francisco Lagordeta, con los de Antonio Solano y Pedro Lafarga y con el río Ésera. Al frente de dicho ayuntamiento estaban Lorenzo Rivas, Ignacio Molina, Josef Blanco, Mariano Domec, y Josef Serena, actuando respectivamente como Alcalde, Regidores, Síndico Procurador y Ayuntamiento. En la escritura, el vendedor se reservaba el derecho de redimir la propiedad si ello le convenía por el mismo precio: 36 libras jaquesas, cosa que sucedió en 1735, año en que su hijo y heredero Vicente lo recuperó entregando al Ayuntamiento esa cantidad.

VICENTE CASTÁN Y MIRANDA

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a inexistencia de documentos de este antepasado en el archivo familiar nos obliga a buscar noticia suya en las múltiples publicaciones existentes de este periodo. No deja de resultar curioso que, siendo tan abundantes los documentos de sus antepasados y

descendientes, en forma de contratos de compraventa, partidas de nacimiento o defunción y testamentos, en el caso de éste Castán aparece tan solo una referencia como hijo de Ildefonso Castán Ceresuela en la que se dice de él escuetamente que es escribano en Zaragoza. La sorpresa al descubrir la dimensión de sus actividades y sus características tan peculiares hizo que tomase la búsqueda de sus pasos un interés especial. He podido comprobar documentalmente que Ildefonso Castán , tuvo dos hijos, Vicente

y Catalina como fruto del matrimonio con una tatarabuela

apellidada Miranda, de cuya existencia no se ha encontrado documento alguno. Vicente sería el primogénito, y nació en Graus en 1749. Se deduce este año de nacimiento por figurar entre los fallecidos en 1809 en el Segundo Sitio de Zaragoza con una edad registrada de sesenta años. No sé cuántos años permanecería en Graus en la infancia ni a qué centro educativo lo llevarían sus padres, aunque es muy probable que fuese el colegio de San Francisco Javier de los jesuitas. Lo cierto es que tras los primeros estudios se licenció en Derecho y superó las pruebas para escribano (notario) instalándose como tal en Zaragoza. Su nombre no figura entre los alumnos de Graus que estudiaron leyes en la Universidad Sertoriana de Huesca, lo que me hace suponer que esta etapa universitaria la desarrollase en Zaragoza. Tuvo que ser muy aplicado o poseer fuertes influencias, o ambas cosas a la vez, porque en 1774, con 25 años, ostentaba el cargo de Teniente de Canceller Mayor de la Real Audiencia de Aragón. A este respecto es preciso recordar que con anterioridad, Ildefonso, su padre mantenía estrecha relación con los Heredia de Graus y en 1767 había sido nombrado responsable del proceso 12


de expulsión de los jesuitas de la localidad. En 1763 el conde de Aranda había tomado contacto en Madrid con el también grausino Ignacio de Heredia y Alamán, quien trabajaba como covachuelista (funcionario) en Madrid, en la secretaría de Gracia y Justicia a las órdenes del marqués del Campo del Villar. Aranda, que acababa de ser nombrado por el Rey Carlos III capitán general de Valencia, conoció a Heredia en Madrid y lo tomó como secretario particular 15 . En su decisión es de suponer que influiría el hecho de ser ambos de Huesca. Quiero destacar este detalle porque no es casual que, para los cargos de confianza y de mayor responsabilidad, el conde, nacido en Siétamo, prefiriese ampararse en hombres de su tierra como ahora veremos. En 1773, como consecuencia de desavenencias con la política Real, fue designado como embajador de España en París, hecho que en principio le iba a mantener alejado de sus múltiples posesiones e intereses, y es en este momento cuando es muy probable que eligiese al joven letrado Vicente Castán como Administrador General de la Casa y Estados del Exmo. Sr. conde de Aranda, como así mismo es también probable que influyese en esta decisión el criterio de su secretario particular. Al poco tiempo de haber recibido esta responsabilidad, a Vicente se le otorga el cargo de Teniente de Canceller Mayor de la Real Audiencia de Aragón. Con sus apenas 25 años recibe un gran poder en la administración de justicia. Este cargo solía recaer sobre un noble encargado de ser portador del sello real, con el que autorizaba los privilegios y las cartas reales16. Por aquellos años del reinado de Carlos III, la marcada influencia de la Ilustración cristalizaba en la fundación de las Reales Sociedades de Amigos del País, orientadas a incrementar el progreso y salir del atraso en que se encontraba España. Ya había sido fundada con notable éxito la vascongada y posteriormente lo fue la matritense. Todo ello debía conseguirse mediante la discusión de de ideas, su propagación, la enseñanza y la investigación. Para sus fines debía nutrirse fundamentalmente de las aportaciones de los socios. En el caso de la aragonesa, iniciaría sus pasos en marzo de 1776 y las principales preocupaciones giraban en torno a la agricultura, la industria y el comercio. El conde de Aranda, como ferviente aragonés, se había forjado dos objetivos: la construcción del Canal Imperial de Aragón, a cuyo frente se situaba su primo, el canónigo Ramón Pignatelli y la fundación de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País. Y el conde de Aranda aparece como socio fundador y benefactor, pero desde la lejanía de París. Para garantizar de algún modo su presencia en las juntas nombra como apoderado y representante suyo a todos los efectos a Vicente Castán y Miranda, quien formó parte de la Sociedad a partir de 1776, y de la junta directiva a partir de 1777 con el cargo de segundo contador. Los otros nueve miembros eran D. Ramón Pignatelli, D. Tomás Sebastián, D. Manuel Turmo, el Barón de Letosa, D. Manuel Sobrado, D. Juan 15 La Biblioteca de I. De Heredia. R. Olaechea. 16.-Diccionario de la RAE, año 1803

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A. Ramírez, D. Joaquín Villanova, D. Tadeo Lasarte y D. Tomás de Lezaún 17. Como hemos dicho,Vicente Castán representaba en las sesiones a Don Pedro Abarca de Bolea, Conde de Aranda18. Es muy posible que esta rápida progresión de Vicente en los estudios y en los cargos fuera de la mano de Ignacio de Heredia, secretario particular de don Pedro. Entre los socios se encuentran también Vicente Heredia, hermano de Ignacio, señor de La Penilla y residente en Graus, e Ignacio Jordán de Asso, autor de la Historia de la Economía Política de Aragón. Los trastornos que causaba el hecho de carecer Aragón de salidas al mar y los problemas de aduana con Cataluña, Navarra y Francia hicieron que uno de los primeros trabajos que se abordasen fuese el proyecto de navegación del Ebro hasta Tortosa, en junio de 1777, bajo la dirección de duque de Sástago. Existe una carta en la que el conde de Aranda pide a Castán informe sobre la navegabilidad del Ebro hasta Tortosa19. En la Real Sociedad figuraba como primer contador y socio fundador desde 1776 Ramón Amat y Monleón de Osorio, barón de Lalinde, hasta 1794, año en que dimitió por los cambios impuestos durante su ausencia por el segundo contador, que no era otro que Vicente Castán, quien pasó entonces a primer contador20, cargo en el que permanecería hasta su muerte en 1809.

17.-Tomás Fermín de Lezaún en la RSEA, Ernesto Viamonte 18.-Estatutos aprobados por S.M. Para el gobierno de la RSEA de Amigos del País. 19.-A. 6-VI- 1777, ff. 151-155.Fuentes para el estudio de la RSEA de A del País. Forniés Casals “Fuentes para el estudio de la sociedad y la economía aragonesas entre 1776 y 1808” 20.-“El Condado de Aranda y la nobleza española en el Antiguo Régimen” Pag.151 María José Casaus Ballester.

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Oficios en los que el conde de Sรกstago convoca a los responsables del estudio de navegabilidad del Ebro. (AHPZ)

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Fueron muchos los trabajos en los que participó Vicente en la Real Sociedad a partir de entonces , y de ellos existe profusa documentación en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, y es de suponer la cantidad de villas y pueblos en los que el conde tenía propiedades con todos los conflictos que se suscitaban y en los que Vicente se veía obligado a intervenir; pero la ocupación principal fue la de contador, cargo que le obligaba a repasar las cuentas del estado económico de la Sociedad, haciendo hincapié en la posible existencia de morosos, cuyos nombres le eran solicitados de cuando en cuando por la junta general. La ausencia del conde se prolongaría hasta 1897, y posteriormente, tras el desempeño del cargo de la Secretaría de Estado en Madrid y su destierro por el Rey en Jaén, la deseada vuelta a sus tierras no se produjo hasta 1795, en que se instaló en su casa palacio de Épila hasta su muerte en 1798. Podemos afirmar que Castán actuó como apoderado y administrador de Aranda unos 25 años. Es difícil seguir sus pasos por Zaragoza hasta 1809, año de su muerte, y tampoco es fácil encontrarlo en Graus. Debió ser en la década de 1790 cuando se casó con Pascuala Laforcada estableciendo su morada en la calle de Predicadores 191,según consta en el callejero de 1805 21. En el año 1793 les nació un niño al que pusieron por nombre Lorenzo. Siguen apareciendo en los archivos algunos documentos relacionados con su trabajo en la Sociedad Económica y con su cargo en la Real Audiencia, hasta que sobrevienen los rigores de la Guerra de la Independencia en 1808. Para entonces hacía años que Vicente era cofrade del Santo Sepulcro, cofradía que se distinguió por la férrea defensa de la ciudad y a la que pertenecieron personajes célebres de la contienda, y era vecino de la calle de San Pablo, número 43. El nombre de Vicente Castán, natural de Graos (error del transcriptor) del partido de Barbastro, aparece entre los de los fallecidos en el Segundo Asedio el 3 de marzo de 1809: Recibió los Santos Sacramentos por el Cuartel Sepulcro, fue sepultado a tres actos en la Iglesia Parroquial de San Pablo, en 4 de los dichos, hizo testamento ante D. Pablo Trimiño, notario, en 7 de febrero del corriente. Ejecutores a D. Josef Martínez, Penitencia de San Miguel de los Navarros, a D. Antonio Sazatornil y a Dª Pascuala Laforcada, deja en hijos a D. Lorenzo de 16 años, vivía en la calle de San Pablo número 45.22 Causa de la muerte, “enfermedad”, hecho que no impide que se cuente oficialmente entre los héroes de la defensa de los Sitios 23. Hay que tener en cuenta que en aquellos últimos días se podían 21 .-Castán Espiérrez 22 -FERNANDEZ NÚÑEZ, José María. Los cofrades des Santo Sepulcro en los Asedios de Zaragoza, 1808-1809, pag.579. Otros fallecidos de Graus que aparecen en el registro son: Dñª Benita Sanz, D. Agustín Solano y D. Benito Vidaller. 23 .

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contar a diario más de 700 fallecidos, siendo una epidemia de tifus el factor más importante de los decesos. Los cadáveres se amontonaban por las calles y apenas daba tiempo a darles sepultura en fosas comunes. Vicente fue sepultado en el fosal de la iglesia de san Pablo por los miembros de la cofradía. Apenas quedaban cincuenta de los más de ciento cincuenta que la componían entre hombres y mujeres. Lorenzo y su madre debieron quedarse unos años todavía en Zaragoza tras la muerte del padre. Lorenzo sabía que en Graus tenía una casa, una familia y un patrimonio que le había dejado su padre, y al llegar a la mayoría de edad marchó al pueblo de sus antepasados.

Bibliografía para Vicente Castán y Miranda -ARCARAZO GARCÍA, Luis A. La asistencia sanitaria en Zaragoza durante la Guerra de la Independencia española (1808-1814), Zaragoza 2007. -ARCHIVO DE PROTOCOLOS NOTARIALES. Ayuntamiento de Zaragoza. -ARCHIVO HISTORICO PROVINCIAL DE ZARAGOZA -CASAMAYOR Y ZEBALLOS, Faustino. Los sitios de Zaragoza. -ESTATUTOS APROBADOS POR S. MAG. PARA EL GOBIERNO DE LA R.S.E.A. DE A. DEL PAÍS -FERNÁNDEZ NÚÑEZ, José María. Los héroes sin nombre (Los cofrades del Santo Sepulcro en los Asedios de Zaragoza, 1808-1809) -FERRER BENIMELLI, José A. La Ilustración en Aragón. Universidad de Zaragoza. -FERRER BENIMELLI, José A. El X conde de Aranda y Aragón. -FORNIÉS CASALS, José Francisco . La otra nobleza titulada en la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País en tiempos del conde de Aranda (1776-1798) Univ. Alcalá de Henares. -FORNIÉS CASALS. Fuentes para el estudio de la sociedad y la economía aragonesas entre 1776 y 1808” -OLAECHEA ALBÍSTUR, Rafael. Ignacio de Heredia y su biblioteca.

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LORENZO CASTÁN LAFORCADA De Lorenzo sabemos que se casó con Vicenta Asta y Gay (Hasta), de Benabarre, y no hay documentación hasta 1820 en que, probablemente al poco tiempo de casados, cedieron a modo de treudo

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a Ignacio Turmo y Mariana Fantón el terreno de la partida de Manzanares a condición de

recibir todos los años a partir del 15 de agosto de 1821 ocho fanegas y media de trigo bueno. En 1824 nacería su hijo y heredero Ildefonso, quien con el tiempo iniciaría la dinastía de boticarios instalándose como tal en su casa de Graus en 1855. La primitiva casa Alifonso estaría situada en la calle del Barranco entre las de Raimunda Aguilar Santolaria ( madre de Virginio Falche) y la de Ramón Latorre (actualmente Jesús Salamero). Para completar los 380 metros cuadrados de planta que tiene actualmente, Lorenzo adquirió y adosó otras dos casas que daban a la calle de la Muralla. Viéndose necesitado de regar su propiedad de la partida del Isábena, decide pagar veinte duros plata a los propietarios de la acequia con que podría beneficiarse, a saber Félix Martínez, Josef Vilas, Pablo de Heredia y Joaquín Altemir, actuando como testigo del contrato Benito Costa. Esta acequia será en el futuro fuente de no pocos conflictos como se verá más adelante. No debía tener buena salud, pues en 1825 refiere en su testamento que se encuentra habitualmente enfermo y achacoso. Nombra heredero universal a su hijo Ildefonso, que acaba de nacer, quedando como heredera fideicomisaria su esposa Vicenta Hasta, haciendo saber que, en agradecimiento a su amor, puede casarse de nuevo y seguir en el uso de su vivienda (“casamiento en casa”) En efecto,Vicenta se volvió a casar al poco de fallecer su marido con uno de los tres hermanos de la casa de Molina, Pablo Gil, militar, con el que no tendría descendencia. Lorenzo ofreció la casa también a su madre Pascuala Laforcada, que vivía en Zaragoza casada en segundas nupcias con Francisco Escuer.

24 Treudo: contrato en función del cual los contratantes se comprometían a pagar con una parte de los frutos obtenidos.

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ILDEFONSO CASTÁN Y HASTA Ya tenemos aquí el que sería máximo representante de la casa en unión con la heredera de la casa de Molina, Salvadora Gil Baldellou. Corre el año 1838 y el rico heredero de tan sólo 14 años se ve instado por circunstancias familiares de conveniencia (fallecimiento del padre) a hacer testamento de sus bienes en el mismo registro de Benabarre. Después de los consabidos cinco sueldos para los que se consideran familiares, por si muriese antes, deja como heredera universal a su madre Vicenta Hasta y Gay. Nuevamente vuelven a ser albaceas de confianza los curas de Graus y Laluenga, Celaya y Tomás Gay respectivamente. El que ha de fundar una corta dinastía de farmacéuticos de Graus, tras los primeros estudios en Graus y Huesca se iniciaría en el arte del notario. Existe un escrito de D. Felipe López, escribano de número25 de la Villa de Graus en el que certifica la ... ...asistencia ininterrumpida a su despacho en calidad de practicante desde junio de 1840 hasta junio de 1844, habiendo observado una conducta intachable, tanto en lo moral como en lo político; ha guardado secreto en todos los casos y cosas que lo requieren y ha hecho adelantos en el conocimiento del oficio de escribano poco comunes...etc. Por razones que desconozco abandonó esta profesión e inició los estudios de Farmacia en Barcelona. No obstante existe buena cantidad de documentos posteriores con su letra en los que muestra amplios conocimientos en materia notarial. Terminados los estudios en la facultad de Farmacia, instala la botica en los bajos de la casa que dan a la calle del Barranco. Desde un principio da muestras de profundos conocimientos de botánica y escribe una notable clasificación de la flora del Sobrarbe y la Ribagorza26 . En Barcelona tuvo como compañero de estudios al famoso botánico turolense José Pardo Sastrón. En correspondencia de años posteriores se refiere Ildefonso a amigos comunes: Vicente Ramón, el comandante Ramón Herrero, Bruno y Serafín Casas27 y Gavín. Se quejaba de que al instalar la farmacia había tenido que habérselas con un poderoso rival que se había establecido simultáneamente y que al morir dejó como regente a su viuda. Esta, a su vez, vendió la farmacia a un joven farmacéutico que la mantuvo abierta hasta muchos años más tarde: Pedro Muzás Martínez. De modo que ambas farmacias, Castán y Muzás coexistieron en Graus con sus respectivos parroquianos. Creo haber llegado a ver el rótulo de la de 25 Escribano de número es aquel que sólo puede ejercer su oficio en el pueblo en que está asignado, y se llama “del número” por ser limitado el número de los que pueden estar en ese mismo pueblo. 26 Flora Montibérica. Documentos de José Pardo Sastrón en el Jardín Botánico de Velencia: textos científicos. José Mª Lorén. Depto de Historia de la Ciencia. Facultad de Medicina. Universidad de Valencia. 27 Serafín Casas, médico, profesor del instituto de Huesca de Vicente Castán y de Joaquín Costa. Amigo de Ildefonso y padre de Conchita Casas, la célebre novia en discordia entre Vicente y Joaquín.

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Muzás en la plaza durante mi infancia. Con 29 años, en 1853 se casa con Salvadora Gil, hija de Ignacio, a su vez hermano de Martina y Pablo Gil, y por tanto, sobrina de su madre. A partir de este momento se produce un auge importante de la casa, pues a los bienes heredados de la casa Alifonso se van a sumar buena parte de los de la casa de Molina. En el acto de nombramiento de heredero universal comparecieron : la madre, Vicenta Hasta con su marido Pablo Gil, de una parte, y de la otra Mariana Baldellou -madre de Salvadora- y Atanasio Romero, su segundo marido. De unos reciben treinta mil reales y de los otros doce mil en varias entregas. Pablo Gil ( Documento firmado en 1823 por el rey Fernando VII nombrándole teniente de infantería), sin descendencia, legará el grueso de sus bienes en favor de la pareja constituida. Y a las propiedades hay que sumar el poder y los beneficios de la botica. La casa se convierte en un hervidero diario de aparceros, empleados, servicio doméstico, clientes de la botica, etc. En la trasera, calle de la Muralla, que era por donde entraba el grano, el aceite y el vino para la bodega, se veían constantemente acémilas atadas a las argollas de la pared con albardas cargadas o por descargar. En 1855 nació su primer hijo, el heredero: Vicente Castán, quien a lo largo de su vida haría lo posible por mantener y aun aumentar el patrimonio familiar, pero imprimiendo a su entorno un colorido más humano y artístico que su padre. En 1864, con 40 años de edad, Ildefonso es un hombre con muchas propiedades que ha heredado de sus padres, pero carece de las escrituras necesarias para acreditarlas por razón de incendios y saqueos en el archivo. Recurre a los testigos que se exigen para realizar la inscripción en el registro quienes afirman ser ciertas las propiedades que enumera en un expediente posesorio: 1.- Una viña de diez fanegas

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de sembradura con 4.300 cepas y 20 almendros en la llamada

partida de Cosials que confronta... 2.- Otra viña en la misma partida de Cosials de dos fanegas de sembradura y 1.100 cepas con algunos olivos, que confronta... 3.- Otra viña y olivar en la partida de las Fuentes del Grado de una fanega de sembradura, con 1.500 cepas, 30 olivos y algunos robles, lindante con... 4.- Otra viña de tres fanegas de sembradura con 1700 cepas y 20 olivos en la partida de Puydevita que confronta con... 5.- Un yermo en la partida del Torrillón con algunos robles y el derecho de una tercera parte de una viña, es decir del fruto que en ella se cría contigua al mismo, y otro de tres yuntas de tierra que contiene 2.900 cepas y confronta con... 6.- Un huerto en la partida del Cequial de tres almudes de sembradura que confronta... 28 La fanega de sembradura equivalía a unos 715 metros cuadrados.

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7.-Una casa en la calle del Barranco designada con el número 13 que confronta a la derecha con otra de Raimunda Aguilar, a la izquierda con otra de Ramón Latorre, por delante con la calle del Barranco y a espalda con la calle del Muro valorada en 2.200r. (¿reales?) 8.- Otra casa en la calle del Muro, no marcada con número que confronta por la derecha con otra de Ramón Latorre, izquierda y espalda con la anterior designada y la fachada a la calle del Muro valorada en 4.000 r. 9.- Otra casa en la calle del Muro marcada con el número 8, confronta con derecha y espalda con la principal nº 7, a izquierda con la de Raimunda Aguilar y fachada a la calle del Muro valorada en 4.000 r. 10.- Una huerta de regano de catorce fanegas de sembradura y 55 morales sita en la partida del Isábena, que confronta con... 11.- Un olivar y viña en la partida de Tomenedo de cuatro fanegas de sementero y 55 olivos, con 1.300 cepas, que confronta a oriente con tierras de Mariano Molina, a poniente con otra de Pascual Molina, al mediodía con otra de Francisco Viu y al norte con otra de Antonio Costa, valorada en 4.900 r.... 12.-Una faja de tierra de regano de una fanega de sementero con un pajar contiguo sita en la partida del Isábena, que confronta con...valorada la faja en 2.500 r. y el pajar en 1.000 r. ….cuyos fundos adquirí de mi padre D. Lorenzo Castán Laforcada a su fallecimiento como hijo único y como tal heredero necesario de aquel, y como careciera de títulos escritos en razón a que mi casa fue bastante atropellada en la guerra última en la que las facciones en sus diferentes invasiones saquearon y destruyeron mi archivo quemando varias escrituras que existían en él, y deseando inscribir a mi nombre en el registro de la propiedad todos los expresados fundos... etc. Ante Vicente Dumas como secretario declaran y firman como testigos de ser cierto cuanto dice Ildefonso, Manuel Abad, Vicente Bistuer, Ramón Vidal, etc... En 1867 Salvadora recibe la mitad de la herencia de su padre, Ignacio Gil Molina, siendo la otra mitad para su hermano Ignacio. Ambos tienen otra hermana, Raimunda, discapacitada psíquica, a la que tienen obligación de cuidar y mantener. A partir de esta época Ildefonso y Salvadora forman matrimonio y sociedad limitada, que dirigen con mano de hierro en un redivivo “Tanto monta...” El administrador, que tiene su vivienda en las amplísimas falsas, da cuenta diaria de cuanto entra y sale de la casa. El dormitorio de la pareja se encuentra en el centro estratégico del edificio para así ejercer control de todos los movimientos del personal, y se dice que la dueña tiene un sistema de tubos que comunican con las habitaciones del servicio. Falta les hace el espacio porque la descendencia no tarda en llegar; después de Vicente vino Francisco, después Paula, luego Salvadora y por último Ángel. 21


Por nuevo testamento redactado en 1869 sabemos que las personas de confianza de la casa eran José Lasierra y Arnés, presbítero, su hermano Manuel Lasierra y Arnés, propietario y posterior cacique y diputado que tanto juego daría a la política local, don Julián Díaz y Fernández, maestro de la escuela local, y el labrador Ignacio Torrente Pallás. En ese mismo año murió Pablo Gil, esposo en segundas nupcias de la madre de Ildefonso como ya es sabido, de cuyo matrimonio no hubo descendencia. La pareja vio incrementados sus bienes en más huertos y más dinero, pues la viuda, Vicenta Hasta sólo se reservó para ella las 2.500 pesetas que aportó como dote a su matrimonio. Para su hermana Martina Gil lega 125 pesetas 29, 40 pesetas a la Conferencia de San Vicente de Paúl30y 700 pesetas para sus funerales y las cuatrocientas misas que han de rezarle. Esta Martina, casada con Vicente Martínez Solano, es la madre de María Martínez Gil, por tanto abuela de Joaquín Costa. El grueso de la herencia queda para Ildefonso y Salvadora, descendientes por doble vía, y llama la atención la mezquina escualidez del legado a su hermana Martina y la elevada cantidad que dedica a funerales y misas para asegurar el ascenso de su alma a los cielos. Hay un documento de enero de 1870 firmado por mosén Lucas Martínez y su hermana Cipriana en el que acusan recibo de las 125 pesetas por orden de su madre. En 1872 aparecen en escena otros tatarabuelos: los Falche. Pascual Falche Alejaldre se había casado con la propietaria de la casa contigua a la de Castán, Raimunda Aguilar Santolaria, calle del Barranco número 12. Raimunda era viuda sin descendencia de Pedro Prugente, uno de los socios que habían explotado con poco éxito la fábrica de papel

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. Para entonces, a la casa y

farmacia de Ildefonso ya le habían adjudicado el número 14. En aquella fecha traspasaron a nombre de Ildefonso y Salvadora una viña y olivar y árboles frutales de cuatro hectáreas en el término de Panillo, partida de Villero. Ya había nacido mi bisabuelo Virginio, brillante matemático que se orientó laboralmente hacia el cuerpo de telégrafos. En 1891 le destinaron a Naval 32 como auxiliar, y creo que fue en 1900 cuando era ya el jefe de la oficina de telégrafos de Graus, instalada en la planta baja del edificio de sus padres.

29 Martina Gil era abuela de Joaquín Costa. 30 Institución benéfica extendida por todo el territorio nacional. Se encargaba de asignar mensualidades a los pobres, alimentos y a hacerse cargo de los entierros de quienes no podían costeárselos. 31 “Noticia de una fábrica de papel en Ribagorza: Graus 1858”. Venancio Díaz Castán. Diario del Alto Aragón 10/08/2001. 32 “ El Telégrafo Español”. Año I,nº20. Madrid 1891

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Salvadora Gil Ildefonso Castán Sabemos por la existencia de un documento extendido en 1890 por el juez municipal Anselmo Salamero y Radigales que Ildefonso murió en su casa de Graus a las diez de la mañana del día 5 de febrero de 1888 . Fue testigo de ello un vecino y amigo de la casa, José Salamero, jornalero oriundo de Grustán que vivía en la calle del Muro. Los facultativos certificaron hemorragia cerebral. Tenía al morir 64 años, una edad respetable para la época. Dice el documento que tenía cuatro hijos:Vicente, Francisco, Paula y Salvadora. No menciona al menor de todos ellos, Ángel, por encontrarse ausente desde hacía algún tiempo en Filipinas.

En pie Ángel, Vicente y Francisco. Sentadas, Paula (monja adoratriz), Salvadora madre y Salvadora hija.

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VICENTE CASTÁN GIL

Estudiante de farmacia en Madrid

Farmacéutico en Comillas

Al morir su padre tenía 33 años. Por fortuna, este bisabuelo escribió una memorias que desde años intento ordenar y dar adecuada compostura. Vicente fue a la escuela de Graus, que estaba en el edificio de la Compañía, la misma a la que había asistido años antes su primo Joaquín Costa y bajo la batuta del mismo maestro don Julián Díaz y Fernández. En su más tierna infancia fue alimentado a los pechos de una ama de cría que se llamaba María. La conocían en el pueblo con el sobrenombre de María la Maja por su rara belleza. Existe hoy todavía en una pequeña plaza el Balcón de la Maja en recuerdo de aquella mujer. En Huesca, como ya queda descrito en sus memorias, estuvo hospedado en casa de Hilarión Rubio junto con su primo Ignacio Pedrol Gil, quien con el tiempo sería farmacéutico de Laguarres. Allí se presentaba a diario Joaquín Costa para hacer sus trabajos de delineante con Hilarión Rubio 33. Poco tiempo estuvieron juntos, pues Joaquín marchó a la Exposición Internacional de París en marzo de 1867 y a Madrid al año siguiente para hacer sus estudios universitarios. Según parece no era un alumno muy brillante y sus padres, por 33.-Memorias de Vicente Castán Gil.. Venancio Díaz Castán.

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desconfianza en el progreso de sus estudios, lo llevaron interno a los Escolapios de Barbastro para hacer el resto de los cursos34 Vicente, matriculado en primero de Farmacia, fue encomendado al pupilaje y cuidados de su tío mosén José Salamero en Madrid el año 1871. Debió ser con toda certeza en el Colegio de Santa Isabel de la calle Barquillo, hasta que en años posteriores se trasladara el clérigo con sus pupilos, entre ellos Costa, al número 13 de la calle de Belén y posteriormente al número dos de la misma calle 35. Las vacaciones las pasaba en Graus. Fue durante las fiestas, en el mes de septiembre de 1875 cuando conoció a Concepción Casas y se enamoró de ella. Estaba en su casa con sus padres, don Serafín y doña Leonisa, invitados por Ildefonso Castán. Los dos padres mantenían amistad desde sus estudios de carrera en Barcelona . Al término de la carrera en junio de 1876, Vicente se vio obligado en cierto modo a trabajar en la farmacia de su padre. Quedarse a vivir en Graus todo el año, después de haber disfrutado del ajetreo de la ciudad, se ofrecía ante los ojos de aquel boticario de 21 años como una negra perspectiva. Aun siendo respetuoso y educado no pudo evitarse que aparecieran los primeros roces con sus padres, de espíritu fuertemente conservador, por puntos de vista diferentes . En los últimos años había trabado conocimiento con varios miembros de la Institución Libre de Enseñanza a través de su primo Joaquín. De hecho, colaboraba con ellos en la medida de sus posibilidades aportando colecciones de minerales y fósiles de los entornos de Graus para el museo de la Institución. De hecho fue socio y accionista desde la fundación de la ILE 36. Esta amistad con don Francisco Giner y con Augusto González Linares, junto a la admiración que sentía por su primo Joaquín, debió influir no poco en el rechazo a una vida basada exclusivamente en la regencia de una botica y unos negocios familiares. Lo cierto fue que, tras explorar infructuosamente en las posibilidades de ser farmacéutico militar, salió de Graus un primero de marzo de 1877 para volver de nuevo a Madrid en busca de trabajo. El encontronazo con sus padres debió ser morrocotudo, pues los abuelos no debían ser gente acostumbrada a que nadie les llevase la contraria. En Madrid buscó refugio en Salamero y en pocos días logró una sólida recomendación de Linares para regentar una farmacia en Comillas, en donde lo encontramos trabajando en el mes de abril. Durante este tiempo mantiene una densa relación epistolar con Joaquín en la que le explica las razones de su fuga de Graus. Este último, que carece de medios para subsistir, o rechaza los que puede ganar con sus estudios a fin de conseguirse un provenir más brillante si es posible como catedrático en la Universidad, interpreta su postura como la de un muchacho rico y caprichoso. A su vez, no ha echado en saco roto la información que 34.-Joaquín Costa MEMORIAS. Edición de Juan Carlos Ara Torralba. Ed. Larumbe pag. XXIV 35.-Memorias de V. C.G 36.-BILE Año VII, 15 de agosto de 1883, nº156

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Vicente le ha dado de Conchita Casas. Habiendo logrado una oposición como Oficial Letrado de la Administración en Guadalajara, consigue un traslado a Huesca con el fin de enamorarla y sentar las bases de una familia, cosa que le fue negada como es sabido. Vicente aprovecha el tiempo que le queda libre en estudiar piano, en recibir lecciones de francés y en la elaboración de alguna especialidad propia que quiere ir anunciando en la prensa de Huesca . En verano se relaciona con los miembros de la ILE Giner, Cossío y González Linares, y hace amistad con el médico del pueblo, Eugenio Gutiérrez que asistió a don Francisco de una temible gastroenteritis. Este médico habría de ser con el tiempo el ginecólogo de la reina, ennoblecido con el título de conde de San Diego y precursor de la ginecología como tal especialidad en España. En julio del año siguiente, 1878, las relaciones con los de Graus ya se habían dulcificado. Salvadora, su madre, sufre un trastorno de escasa gravedad que le es comunicado por carta, y Vicente responde a su padre recomendando el tratamiento adecuado después de haber consultado con profesionales de allá. Cree que si los médicos de la localidad, Vidal y Guardia, están de acuerdo, lo que más le conviene es que pase unos días en el balneario de Caldas de Montbuy. Antes de terminar el año, ya ha vuelto a Graus. A su regreso descubre lo ocurrido entre Costa y su novia Conchita Casas, asunto amoroso que para entonces había finalizado ya. Costa estaba en retirada a Madrid buscando un nuevo destino. Este hecho, que Vicente interpretó como una deslealtad de su primo, supuso un enfrentamiento que duró algún tiempo. Las aguas volvieron a su cauce con la mediación de Ildefonso, el padre. Los años seguirán pasando tranquilos para Vicente en la casa de Graus. Será nombrado heredero de la casa, de la farmacia y de las propiedades, pero a su hermano menor, Francisco, tendrá que darle una cantidad estimada por sus padres. Francisco Castán se mantiene en su soltería y disfruta de ella con frecuentes viajes, en algunos de los cuales se le ve elegantemente vestido a bordo de un coche de punto por Barcelona. Asociado con Faustino Albar, de Benasque, regenta en Barbastro un próspero comercio de tejidos, “Almacenes Pirineos”. Faustino murió en Benasque en 1889, quedando Paco al frente del negocio por los diez años en que lo tenían escriturado. Francisco, Paco Castán, tiene buena amistad con el abogado Anselmo Salamero, pretendiente a la notaría de Graus, y con su primo Joaquín Costa, a quien trata en Barcelona y en Madrid con alguna frecuencia, recurriendo a él para mediar en el cobro de la herencia de sus padres. Por recientes informaciones 37, sé que Francisco se casó en Barcelona con una señora llamada Ana Costa, hija de Agustí Costa Massana y Rosa Camps Riba. De este matrimonio nació en 1892 Rosa Castán Costa. Según información de su biznieto, Francisco, Don Paco, como gustaba que le llamasen, se separó de su esposa poco después de la boda y volvió a Graus en donde vivió hasta su muerte en 1908. A su vez, 37.-Xavier Sust Fatjó (Memorias), biznieto de Francisco Castán.

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Pabla, o Paula, elige la vida monástica junto con otras chicas de Graus haciéndose monja adoratriz en Ávila y llevándose a tal destino un mordisco del patrimonio como dote. Creo que llegó a ser superiora del convento. Salvadora, “Salvadoreta”, bella muchacha entonces, también pretendida infructuosamente por Costa, se casaría en 1888 con Carlos Saura, un rico médico y propietario del Pont de Suert, a donde llevó otro buen bocado del patrimonio; y de Ángel, el benjamín, sólo sabemos escuetamente que murió en Filipinas el 22 de mayo de 1886. No creo que fuese de soldado porque sus padres hubieran pagado para eximirle da tal obligación como era costumbre en la época entre las clases acomodadas. Cabe pensar que fuese a buscar fortuna a aquella colonia española que tenía los días contados como tal y su muerte se debiese a causas naturales. Por una carta de Vicente a Joaquín Costa se deja entender que estaba desesperado y frustrado por ciertas desilusiones. Lo cierto es que no lo sabemos. En el invierno de aquel año de 1888, moría su padre Ildefonso como antes hemos visto, quedando Vicente al frente de todas las propiedades. En marzo de 1889, Vicente hizo un viaje estratégico a Madrid. Muerto su padre, le urgía tomar estado aportando a la casa una esposa que compartiese su vida y a su vez cuidase de su madre, debilitada por la edad, la enfermedad y el dolor por la muerte de su hijo pequeño en lugar tan lejano. Como de costumbre, en Madrid le esperaba Salamero, mosén José. Se acercó también a la ILE para saludar a sus amigos, pero no encontró a Giner. El objetivo del viaje era conocer a la que habría de ser su mujer: Cándida Zuloaga. Salamero, en sus viajes veraniegos por el Norte, había trabado conocimiento con la familia Zuloaga en Éibar. Plácido, el damasquinador, tenía una hija soltera en edad La abuela Cándida antes de casarse asentaba Salamero

de casarse. Como quiera que la familia pasase algunos días de verano en la playa de Saturrarán, lugar en el que también se

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, le pareció a éste que sería buena cosa presentársela a su sobrino Joaquín

(Costa) en aquel mismo lugar en la playa, el año anterior o dos años antes. Joaquín, escarmentado de intentos anteriores, estuvo de acuerdo en pretenderla 39, pero al parecer el mozo no fue del gusto de Cándida. Pero la amistad con Salamero se mantuvo, y éste se las arregló en plan casamentero para juntar a Vicente y a Cándida en Madrid, muy probablemente en su propia casa. Salamero tenía muy buena relación con la familia Castán, en especial con la abuela Salvadora, de la que en cierto 38.-En la época a la que nos referimos Saturrarán era un balneario de lujo en donde pasaba Salamero parte de sus vacaciones de verano. Con el tiempo fue reconvertido en seminario y luego cárcel de mujeres políticas del franquismo. Existe abundante literatura e imágenes de las atrocidades cometidas allí. 39 Memorias de VCG

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modo se sentía deudor por las cantidades que se dice le aportó para su proyecto de Escuela de Artes y Oficios en Graus. Esta vez sí hubo suerte: la petición de mano tuvo lugar aquel mismo año en el solar de los Zuloaga, la casa “Kontadorekua”, arrasada por las bombas en la Guerra Civil. Allí fue recibido Vicente como un verdadero nieto, hijo y hermano por Eusebio, el patriarca armero y “Arcabucero Real”

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, sus hijos, Plácido, el artista damasquinador y su esposa Lucía Zamora y

Zabaleta, y sus nietos Ignacio el pintor, Eusebio, Dolores, Daniel el ceramista, etc. La boda fue en la iglesia de san Andrés, de Eíbar, el 5 de agosto de 1889. Hubo fiesta por todo lo alto según se muestra en la foto. En ella, a Salamero se le ve en lugar central orgulloso de su poder eclesiástico y civil como hombre de gran influencia en la Villa y Corte. Vicente, con sus 34 años lucía ya una respetable barriga y una barbita recortada que no le abandonarían hasta su muerte.

Sentado al fondo,con pelo blanco, Eusebio Zuloaga; en segundo plano, Dolores, Cándida, Salamero, Vicente e Ignacio. En el suelo, Plácido Zuloaga. Una vez casados, la pareja se instala en Graus en donde permanecerá hasta 1891, año de la muerte de la abuela Salvadora. En aquel verano se encontraba el inquieto Joaquín Costa en Graus fundando la Liga de Contribuyentes de Ribagorza. Vicente lo recuerda en su despacho, con la mesa por medio contándole su proyecto e invitándole a formar parte de él. De hecho, en el acta fundacional queda nombrado como secretario general. Pero no vuelve a aparecer en ninguna de las actuaciones de la Liga, por lo que debo suponer que el natural rechazo de Vicente por la política le 40 Plácido Zuloaga fue el último armero que ostentó este título. Existen obras suyas en el museo del Palacio Real.

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haría dimitir de inmediato. Graus no debía ser del completo agrado de Cándida, mujer acostumbrada a acompañar a su padre en sus viajes a París, educada en el entorno artístico de Kontadorekua, amante de cierto refinamiento y fundamentalmente inquieta y viajera. La vida en Graus se le antojaba monótona y rústica, a pesar de que no le faltaba nada que le pudiera apetecer. Disponía de amplias habitaciones, servicio y de todas las comodidades de la época. Su hermano Ignacio iba de cuando en cuando a visitar a la pareja, y fruto de aquellos viajes son algunos óleos que están dispersos en colecciones particulares. Como pudo se las apañó para convencer a su marido para trasladarse a Éibar en donde, además de ser bien recibidos, la familia facilitó a Vicente parte Kontadorekua. Farmacia de Vicente en la calle Mari Ángela

de los bajos de la casa, en la calle Mari Ángela, para instalar una hermosa farmacia a todo lujo. Ignacio se encargaría de

pintar los frescos del techo y los padres de que no faltase el menor detalle. En cuanto a la farmacia de Graus, pasó a ser regentada por un joven farmacéutico, Agustín Rosell, farmacéutico de Salas, quien en frecuente correspondencia ponía a Vicente al día de las noticias de su querido pueblo. El traspaso de la farmacia se hizo en septiembre de 1892. Además Vicente arrendaba la planta principal de la casa a excepción de su despacho y la parte de granero y bodega que no usase para almacén de su cosecha de vino en 250 pesetas anuales. Otras partes de la casa fueron alquiladas para vivienda y oficinas de la Catalana de Gas y Electricidad, primera empresa en dotar de suministro eléctrico a Graus, contrato que resultaría problemático y engorroso para Vicente en años sucesivos. Hay pocas noticias del desarrollo de la actividad profesional de Vicente en Éibar. Se le ve en algunas fotos desayunando con la prensa en la terraza de un gran jardín "Mi padre y mi hermana Cándida en París", I. Zuloaga, 1891

posterior a la casa, pero él mismo no hace más que escribir memorias de Graus y cartas a Graus. De hecho sigue llevando desde allí asuntos de su tierra e incluso se

acerca de vez en cuando para dar una vuelta a sus propiedades. Nada dice de su estancia allá. Pronto 29


empieza a venir la descendencia: 1.-María Magdalena. N. el 26 de julio de 1891. Fallecida en Caspe por fusilamiento en 1938. 2.-Ildefonso. N. el 7 de febrero de 1893. Fallecido el 1 de diciembre de 1894. 3.-Alfonso Jerónimo. N. el 2 de octubre de 1895. Fallecido el mismo día del nacimiento. 4.-Antonia. N. el 13 de junio de 1902. Fallecida en Madrid a finales de los setenta. 5.-Josefa. Fallecida en Almudévar el 2 de enero de 1962 41 6.-José. N. el 15 de octubre de 1897. Fallecido en Almudévar el 6 de noviembre de 1970. 7.-Lucía. N. en 1899. Fallecida en Graus, víctima de la epidemia de gripe el 6 de octubre de 1918. 8.-Gloria. Vicente era un aragonés afable y bueno por naturaleza. Todos en la casa Zuloaga le querían mucho, en especial el anciano patriarca Eusebio, que se retiró a vivir a Pau, el otro lado de la frontera, desde donde le dirige una nutrida correspondencia dándole trato de nieto. Su cuñado Eusebio, Eusebín, es también amigo y confidente, y su suegra, Lucía, es una madre buena y cariñosa con todos. Las niñas, cuando tienen edad escolar van al colegio de las Religiosas de la Compañía de María en Vergara, mientras el pequeño José permanece en casa al cuidado de su madre y de las niñeras. Estando con una de ellas, hacia la edad de cuatro, fue cuando le sucedió el desagradable incidente que habría de dejarle señalado de por vida. Estando el niño junto a las verjas del mercado se le ocurrió la idea de introducir la cabeza entre dos barrotes no pudiéndola extraer después. La niñera, azorada, no se le ocurrió otra cosa que tirar fuertemente de su cuerpecillo ocasionándole unas gravísimas lesiones en la columna cervical. Se le ve de niño portando una especie de collarín rígido que le obligaba a mantener la cabeza como empotrada en el cuerpo, cosa que debió suceder años más tarde con el tratamiento quirúrgico del célebre doctor Manuel Bastos Ansart, fundador de la cirugía ortopédica española. La delicada intervención, que se repitió en dos ocasiones, consistiría en lograr una fijación rígida de las vértebras cervicales que no afectase a la médula espinal.

41.- Josefa Castán Zuloaga merece un estudio aparte por su trabajo pionero en la enseñanza junto a María de Maeztu y Jimena Menéndez Pidal en la Residencia de Señoritas, fundación de la Institución Libre de Enseñanza de D. Francisco Giner de los Ríos.

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Antonia, Gloria y José en Éibar

Pero Graus tiraba mucho. Es una constante histórica que afecta a todos los nacidos en Graus (y probablemente a todos los que tienen raíces en sus respectivos pueblos de España) En 1904 Vicente volvió a recuperar su vida en el solar de sus padres. Convenció a Cándida, tal vez con dificultades, y trasladó familia y farmacia a su lugar de nacimiento. Era de ver en el pueblo aquel viejo local con los nuevos anaqueles repletos de tarros y albarelos, la gran mesa de mármol sobre la que refulgían los brillantes dorados de la báscula de precisión dentro de una urna de cristal, los 31


lujosos quinqués de petróleo, los armarios de nogal con puertas de cristal repletos de frascos de específicos. En la gran rebotica se apuraba en las fórmulas el reciente practicante de farmacia, el señor Zuzaya, tocado con su sempiterna gorra y afinando siempre la punta de sus largos bigotes. Sin duda, todo era más bonito y moderno, al menos la propaganda de los específicos de Vicente así lo pregonaba a los cuatro vientos: “Pomada volcánica Castán”, “Esencia de zarzaparrilla” “Píldoras para la clorosis” “Pomada para las grietas de los pezones”... Parecía como si de un plumazo la ciencia viniese a resolver los problemas de salud de un pueblo aquejado de ignorancia, víctima de incompetentes y pícaros. Cándida, aunque de rasgos físicos no muy agraciados, era elegante y llamaba la atención al pasear por la calle del Barranco con sus modelos exclusivos de París ceñidos a una cintura de avispa casi imposible, y eso que había tenido cinco hijos. Vicente ardía en deseos de recorrer sus propiedades, de hacer rentables sus tierras con nuevas ideas sobre agricultura que a veces consultaba a su primo Joaquín. Éste último se hallaba ya en Graus retirado desde hacía casi diez años. Hacía cortos paseos al camino de las huertas o al platanar de la glorieta en compañía de sus amigos Carrera, Agustín Rosell y el joven periodista Marcelino Gambón. Cuando Vicente volvió a Graus, Joaquín prácticamente no salía de casa. Le llevaban una mecedora al lado para que se sentase de trecho en trecho. Pero volvieron a recuperar su amistad alejada por las circunstancias. Aún tuvieron ocasión de echar alguna parrafada en el platanar. En alguna ocasión hasta se habían acercado al cerrillo de San Fertús cuando andaba Costa maquinando cómo hacer útil al pueblo los restos de la biblioteca de los jesuitas. Pero entonces aún podía caminar. Ahora era distinto; tenía que verlo en su casa. Antonia y Pepita visitaban a Costa con frecuencia y éste, que solía rechazar ásperamente las visitas, disfrutaba en su compañía. Despacho biblioteca de Vicente en Graus

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A su vuelta a Graus acomete la reforma de la casa que habría de dejarla en el aspecto que tiene en la actualidad. Me refiero a la unión de las tres casas primitivas con el zócalo de piedra que puede observarse en la calle Cheyne y en la del Muro, así como el balcón de esquina copia del de la casa de Éibar. Datan estos planos, que incluyen algunas reformas interiores, de 1905. Vicente deseaba recuperar el tiempo perdido lejos de su patria chica. Es durante estos años cuando escribe de nuevo para la Revista de Aragón sus meritorias Excursiones Pirenaicas tras trabajosos viajes a lomos de caballerías. Visita a su hermana en el Pont de Suert y se interesa junto con su cuñado Saura por la penosa situación del balneario de Caldas de Bohí. Ama intensamente a su pueblo, a su comarca ribagorzana, sus tipos peculiares y sus montañas. A su vez, dotado de una fe inquebrantable, da muestras de una religiosidad asidua e intensa. Es frecuente encontrarlo en la basílica de la Virgen de la Peña en la misa de los domingos, o por las tardes de cualquier día paseando por las galerías para disfrutar del paisaje. Su solaz favorito es ir de paseo a “la Torre”, en la ya conocida partida de Manzanares. Allí tiene una caseta rodeada por escueto arbolado y un escaño de piedra en el que suele sentarse en verano a refrescarse con agua del botijo. Se siente visceralmente unido a esa tierra y a esa gente con la que le gusta alternar e incluso trabajar cuando llega el tiempo de la cosecha. En virtud de esta predilección le tiene allí retratado su cuñado Ignacio en un pequeño oleo. En estos ires y venires se cruza con los del lugar y conversa con ellos, y fruto de estas conversaciones son unos sabrosos artículos que forman buena parte de sus memorias. Apostado en su despacho, le llegan de la calle con toda su frescura los diálogos de los comarcanos que pueblan la calle del Barranco a través de un balcón que está solo a algo menos de tres metros. El sitio es estratégico, pues los autobuses de linea llegan a ese mismo punto, de donde antes salían las diligencias. Al lado de su casa está la posada de Ducay, que pocos años más tarde regentará Vicente López. Ha desaparecido la antigua cruz del pretil de la bóveda del barranco donde se celebraba la sonada “Feria de las Criadas”y éste se ha cubierto en su casi totalidad por gestiones del alcalde Sazatornil. El pueblo se ilumina con farolas de luz eléctrica, se comunica con el exterior con

Vicente en la Torre 33


tres lineas de autobuses, y parece que el progreso se abre camino en muchos aspectos. En casa, sin embargo, las cosas no iban tan bien como él quisiera. Cándida, su esposa, manifiesta ser inquieta, voluble y caprichosa. Necesita estar constantemente de viaje y gastar más de lo que su marido considera prudente. Sin faltar de manera grave a las normas de una casa tradicional aragonesa, pues acude con su marido a todos los compromisos y se comporta con corrección, su actitud ocasiona desconcierto. El pequeño, al que ella llama cariñosamente “Chinín” por los rasgos achinados, tal vez forzados por la prótesis, ha crecido, admira a su padre y le acompaña a todas partes. En alguna ocasión, a pesar de su corta edad, llega incluso a censurar la actitud de su madre. Cree que su padre no es adecuadamente respetado. Las chicas mayores, no obstante, disfrutan de su holgada situación. Reciben lecciones de francés, de dibujo y de música, y alguna de ellas destaca en las actividades de la recientemente fundada Escuela de Artes y Oficios. María mostrará facilidad para el piano, y alegrará la casa con multitud de melodías populares y zarzuelas. Su padre mantendrá lo aprendido en Comillas y en ocasiones desgranará con gusto las notas de “La mañana” de Grieg. Gloria, la pequeña, juega con una enorme casa de muñecas de madera a la que no falta un detalle. Las visitas de Ignacio serán siempre celebradas con alborozo. Vicente y él hacen buenas migas, e incluso piensan en trabajar como socios en la explotación de un color al óleo que llamarán “Rojo Sevilla”

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La casa se va llenando de cuadros, unos del propio

Ignacio y otros que va comprando Vicente por el gusto que le ha contagiado su cuñado por las antigüedades y las obras de arte en general. En el buen tiempo compartían ambos velador y charla con los vecinos en el contiguo café de López. Hacía poco que lo regentaba Vicente López, quien había iniciado taberna y negocio de hostelería en la plaza. Desde entonces disfrutamos de la amistad con esta familia, y varias generaciones hemos jugado en el famoso “jardincillo” posterior a lado de cuya verja aparece retratado Vicente Castán con dos de sus hijas. En febrero de 1911 Costa murió. Vicente lo sintió hondamente. Manifiesta dolor en las memorias con una sinceridad que no deja lugar a dudas 43. La prensa de Madrid le visita en su casa para tomar opiniones sobre los últimos días del sabio, pero no quiso saber nada de aquella gente que a su modo de ver estaba allí para explotar las cenizas del muerto. De hecho tuvo un roce dialéctico con don Tomás Romero, jefe del trust periodístico, por considerar que se ha tomado atribuciones que no le correspondían en las disposiciones sobre el difunto. Su religiosidad extrema choca con la actitud laica de su primo al que pretende hacer reflexionar para que muera en el seno de la Iglesia, 42 Existe en la documentación del archivo familiar un documento de contrato firmado por ambos. 43 Memorias de VCG

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fuera de la cual , en su creer, su alma no encontraría salvación. Durante la enfermedad elaboraba alguno de los medicamentos que Costa tiraba al corral desde la ventana de su habitación 44 A su muerte, con disgusto por saber contrariados los deseos de su primo, confeccionó en la farmacia la fórmula con que habían de embalsamarle para llevar el cadáver lejos de su pueblo. Los años transcurrieron con escasos cambios hasta que

un mes de septiembre de 1918, una disposición gubernativa desautorizó la feria de San Miguel. La gripe Lucía Castán, víctima de la gripe en Graus a los 19 años.

estaba haciendo estragos en todo el territorio nacional. En Graus hubo casas con tres y cuatro muertos por enterrar.

El mismo doctor Vidal, viejo ya, murió víctima de la gripe heroicamente en pleno acto de servicio. Debilitado por la fiebre no pudo controlar la caballería del coche que conducía mientras iba a visitar afectados de Torres de Ésera. La epidemia entró también en casa de Vicente e hizo presa en su hija más querida: Lucía, quien moría entre sus brazos el 6 de octubre con 19 años de edad. María, la hija mayor, hacía algunos años que se había casado con un abogado de Caspe; Mariano Riva. Por tanto, en casa sólo quedaban José y Gloria. José, que había estudiado el bachillerato en el internado del antiguo colegio de San Felipe, en Zaragoza, había comenzado estudios de Medicina en esa misma ciudad, pero en el segundo curso lo pensó mejor y marchó a estudiar Farmacia en Barcelona. Y Pepita, que había finalizado los estudios en la Escuela Normal de Maestras de Lérida, estaba en Madrid colaborando junto a María de Maeztu en la creación del Instituto Escuela, que nació bajo el patrocinio de la Junta de Ampliación de Estudios de la Institución Libre de Enseñanza. En este grupo pionero de la docencia femenina en España hizo grupo junto a maestras como María Goyri, Jimena Menéndez Pidal, Juana Moreno y Teresa Recas. La amistad de Vicente con don Francisco Giner y con otros miembros destacados de la ILE ejercería una influencia decisiva en la elección de 44 Manuel Ciges Aparicio “ J Costa el gran fracasado” Declaraciones de su hermana Martina.

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su hija como profesora de la sección de Primaria. María, la hija mayor, se casó en Caspe con el abogado Mariano Riva, y fijó allí su residencia hasta su trágica muerte en 193845. A su vez, Antonia se casó en Madrid con Francisco SuárezLlanos, creo que era ingeniero. La conocí en Almudévar a donde, siendo ya viuda, fue a visitar a su hermano José. Era una vieja delgada y elegante, con la frente abombada, igual que la de sus hermanos. Hablaba con voz serena y fina de manera muy culta, casi excesivamente culta para una reunión familiar, mientras se quejaba de las incomodidades del progreso, del susto que le daba ver en Madrid a la gente embutida en aquellas “latitas”, haciendo referencia al recién nacido “600”. En eso se parecía aún más a Pepita, que también era muy culta y relamida.

Vicente con sus hijas Gloria y María en el "jardincillo" de López

Vicente lucía para 1920 un pelo completamente blanco. La barba le caía, blanca también, desde el mentón sobre el lazo negro que ceñía en cuello de la camisa. Se había agudizado su obesidad habitual, y cuando iba a la torre tenía que pararse de vez en cuando. Casi con certeza podemos afirmar que tenía la tensión arterial alta. El día 25 de junio de 1922 era domingo. Tal como acostumbraba, Vicente acudió a la primera misa de la Virgen de la Peña. Luego bajó y entró en la farmacia. Eran las nueve de la mañana. Debió encontrarse mal, se sentó frente a la mesa, y acto seguido perdió el conocimiento quedando con la cabeza desplomada contra el mármol. Así lo 45.- Pertenecía a Falange Española y creo que era la jefa de la Sección Femenina. Fue fusilada.

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descubrió una vecina, la de Salamero, que entonces era niña y aún vivió para contármelo. Tenía 67 años recién cumplidos. El diagnóstico de la muerte realizado por el doctor José Pérez Bufill fue el mismo que el de su padre: hemorragia cerebral.

Junto al olmo de La Peña Al frente de casa y farmacia quedaba el joven José, mi abuelo, que entonces tenía 25 años y ya era también farmacéutico. En el testamento recibía de su padre en exclusiva la farmacia y el despacho-biblioteca, quedando el resto de casa y propiedades a repartir a partes iguales con las hijas, quedando como usufructuaria la madre. Todavía recuerdo aquel despacho antes de que lo desmantelase. Todas la paredes excepto la de detrás de la mesa estaban cubiertas desde el suelo al techo por un venerable mueble biblioteca de nogal repleto de libros protegidos con vitrina acristalada. En una antigua fotografía se ve tras la mesa un oleo antiguo grande de unos dos metros de ancho por uno y medio de alto en el que aparece una escena de la Sagrada Familia en la que el Niño Jesús lleva una pequeña cruz sobre su hombro al lado de su madre. Contemplando la escena, en segundo plano, San José, trabajando sobre un banco de carpintero, guarda una distancia prudencial. Según parece, este cuadro se atribuye a la escuela de Velázquez (Barbarroja o similar) Mi abuelo entendió que el papel de San José no pintaba nada y , ni corto ni perezoso lo eliminó de un tijeretazo. Así era mi abuelo.

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José Castán Zuloaga hacia 1927

Desde hacía tiempo las relaciones entre madre e hijo no eran del todo cordiales, y con la muerte del padre se complicaron aún más. La madre no le perdonaba los reproches que le hiciera en una ocasión por el trato que a veces daba a su padre, e hizo lo posible, dentro de lo que le facultaba la ley aragonesa para beneficiar al máximo a su hija Gloria, aún menor de edad entonces. De hecho, la madre no hace más que escribir órdenes con prohibiciones de que nadie entre ni salga, ni nadie saque de la casa cosas en su ausencia si no es con su permiso firmado de puño y letra. La abuela Cándida murió el 7 de septiembre de 1927 a los sesenta y dos años. En su testamento de 1925 en concepto de legítima materna deja a José tan solo el huerto del Cequial; sin embargo, mejora a Gloria con treinta mil pesetas de dinero en metálico y con muebles y alhajas, como así mismo lo hace con Antonia y Pepita con este tipo de bienes, que debían ser muy abundantes. En el remanente 38


de todos los bienes reparte todo a partes iguales entre las cuatro hijas, apartando de ello a José. Nombra como tutor de Gloria, por ser menor de edad, a su hermano Ignacio Zuloaga. Al mismo lo nombra albacea testamentario de su herencia, y en caso de su fallecimiento a sus yernos Mariano Riva y Francisco Suárez-Llanos. No puede quedar más clara la actitud hacia su hijo.

Ignacio Zuloaga Trasera de casa Alifonso. Balcón de esquina copia del de Éibar. Cine Salamero, jardín de López.

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LOS FALCHE Los vecinos, los Falche, entran en esta historia de la casa Alifonso porque a la postre se fusionaron ambas casas, y de esa fusión venimos nosotros.

Virginio y Josefina. Ella tenía tan sólo 16 años cuando se casó, cosas de la época. Se dice de ella que era pequeña, débil, dócil y sumisa. Él, por el contrario, era brillante, diestro en la pesca y en el billar, y sentía fuerte atracción por las faldas. Durante los años que duró el Orfeón de Graus, Virginio fue un destacado participante, como así lo demuestra la prensa de la época. Fue también el director del grupo teatral que se formó a partir de los miembros del Orfeón.

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Lola soltera, hacia 1925

Finita con mantilla española

El abuelo Virginio en la oficina

Cuando en 1911 murió Costa, tuvieron que mandarle a Virginio dos ayudantes para poder evacuar la ingente cantidad de telegramas que se emitían y se recibían de toda España. En casa Falche solía reinar el buen ambiente y la paz, por eso era habitual que los nietos de casa Castán se refugiasen allí de las destemplanzas del abuelo José Castán. Lola había heredado de sus padres un carácter pacífico y bondadoso que la distinguió toda la vida.

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JOSÉ CASTÁN ZULOAGA (1897-1970) José acarreaba desde la infancia el defecto físico referido anteriormente, y ello era motivo de que en Graus se le conociese en secreto con el sobrenombre de “El Chiboso de casa Alifonso”. Era un muchacho de inteligencia despierta, pero algo tocada por la fantasía artística de los Zuloaga. En mi infancia y juventud accedí en Almudévar a los libros de la biblioteca propia y los heredados de su padre con antelación a un loco auto sacramental en el que decidió darles fuego a la mayoría en el interior de un bidón impregnado de petróleo. Por fortuna logré salvar lo que entendí que eran los más valiosos cuando me permitió tomar parte en el indulto de los que yo quisiera. Otros, la mayoría, los había vendido al peso en Graus a Vicén, el de la imprenta Lacambra. Me llamó la atención el hecho de que entre ellos hubiese más de Medicina que de Farmacia. Me explicaron que había iniciado estudios de Medicina en la vieja facultad de Zaragoza, pero por su sordera le recomendaron su abandono. Tuve la rara ocasión de coincidir en mi primer destino profesional de Tardienta con un médico que fue compañero suyo, don José María Peleato, quien recordando el hecho con risa, me informó de que había abandonado por causarle irreprimible rechazo la vista de los cadáveres de la sala de disección.

El médico Pérez Bofill y José Castán presidiendo en entierro del farmacéutico Rosell a la salida de la parroquia de San Miguel

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Decía antes que José tenía una mente despierta que podía acomodarse ampliamente en su gran cabeza. Tenía habilidades para todo, pero carecía de la constancia necesaria para hacer frente a sus responsabilidades familiares. El trastorno sufrido en la infancia lo convirtió en el centro de atención y mimos de todos los de Éibar, y concretamente en el ojito derecho de su tío Ignacio. No había capricho o regalo que le fuese negado. Comentaba que su tío, cuando era un pintor desconocido, almacenaba oleos y oleos sin finalizar o finalizados en los desvanes de Kontadorekua, y que, sin que nadie lo impidiese, los ensartaba con una lanza de las que hacía el abuelo Plácido. Como quiera que todo le fuese permitido su carácter se hizo impositivo y caprichoso. Así creció en Graus, así hizo los estudios de Farmacia en Barcelona, y así se convirtió en el heredero de la farmacia de sus antepasados a la muerte de su padre. Su temperamento volátil e imaginativo hizo que dedicase más tiempo a otros menesteres que a la botica, a pesar de dar muestras de conocer muy bien el oficio. Por fortuna, además de la farmacia había heredado de su padre al practicante de farmacia, señor Zuzaya, que era el padre del que luego sería profesor de dibujo en la República y luego pintor afincado en Barcelona José Zuzaya Cambra. Pero hablaremos de eso más adelante. Vecina a la casa Alifonso, pared con pared, se adosaba otra casa muy importante en esta historia. Esta era la estrecha casa de Pascual Falche y Raimunda Aguilar, quienes tenían un hijo de la edad de Vicente que se llamaba Virginio. Este es un fenómeno muy frecuente en Graus. Muchas casas, con el fin de tener puertas a dos calles, se alargan mucho y quedan adelgazadas con bastantes habitaciones carentes de luz. El chico era listo y estudioso y había dado pruebas de gran capacidad para las matemáticas. Se preparó para telegrafista y tras unos o dos destinos en otros pueblos (Naval) fue nombrado jefe de la oficina de Graus, que se instaló en la planta baja de su propia casa. Se casó con Josefina Pueyo Salamero, la hermana de mosén Sebastián, catedrático de Moral en Barcelona. En aquella casa con escueta fachada a la calle del Barranco había ido creciendo una jovencita morena y agraciada que tenía el don de la bondad y la sonrisa alegre. Desde la ventana de su casa aquella niña de cinco años veía cómo llevaban a un hombre enfermo en silla de ruedas cubierto con una manta. Es Costa, decían con voz respetuosa. Sus padres le pusieron por nombre Dolores, pero desde pequeña todo el mundo la llamó Lolita. Dolores Falche Pueyo tenía dos hermanos mayores, Pascual y Mercedes, y una hermana menor, Josefina (Fina o Finita) Su hermano había mostrado gran destreza con el dibujo en la Escuela de Artes y Oficios y con el tiempo se convertiría en uno de los dibujantes de mapas más famosos de Aragón y Cataluña, Pascual Falche. Mercedes era menos agraciada y mostraba un defecto de arqueamiento raquítico en las piernas, que la había privado de estatura. Y Fina, Finita , por el contrario,era una hermosa rubia de buen tipo y largas piernas que causaba admiración en todo el pueblo. Cuando se casaron los padres, Josefina, la 43


madre, sólo tenía 16 años; hizo lo que le mandaron, como todas. Era una mujer de carácter extremadamente dulce que tenía inculcada a fondo la obligación de querer a su marido y al propio tiempo tolerarle cuantos desvaríos y aventuras quisiera tener, que para eso era hombre. Virginio era alto y apuesto, el mejor pescador de truchas de la comarca y el que ganaba a todos al billar en el “Lleida”. Tenía una rara habilidad en

el arte de la marquetería, merced a la cual realizaba

innumerables adminículos de madera y objetos decorativos de complejísima urdimbre de madera. En la oficina era asidua la ayuda entregada de su hija Mercedes, quien aprendió de inmediato el lenguaje de Morse y lo practicaba con frecuencia tamborileando con las uñas en el tablero de las mesas. Y Lola, Lolita, la morenita graciosa, era la que estaba destinada a ser mi abuela. Se fijó en ella el sobrino del periodista Marcelino Gambón y la estuvo rondando, y ella se hubiera casado con él, pero apareció en escena el consejo disuasorio, esta vez de la mano de su tío Sebastián, el cura. Creía saber, por informaciones de que disponía, que aquel mozo, que se llamaba Vicente Gambón Riazuelo, tenía ataques de epilepsia46. Abandonada la idea y habiendo de casar a la moza, el acuerdo se estableció con los vecinos de la casa Alifonso para que iniciase relaciones con el joven boticario, José. La idea no era del todo del agrado de Lolita, pues, además del defecto físico tan evidente, se sabía que el chico era caprichoso y daba muestras de tener muy mal genio. Pero Lola, en su bondad más complaciente, que la distinguió a lo largo de toda su vida, no opuso resistencia y la boda se llevó a cabo en Graus el 15 de noviembre de 1924. Los casó el tío Sebastián, quien en esta ocasión estuvo de acuerdo, y actuaron como testigos el médico José María Pérez Bofill y Manuel Pérez Iglesias. La casa Alifonso ya tenía de nuevo heredero y ama para mantenerla y darle descendencia. Poco tardó Lola en confirmar sus temores, pero sumisa, callaba y rezaba como le había enseñado su madre. Su marido quería que estuviese pendiente de la casa y de la farmacia. Él estaba obsesionado con negocios de otra índole, como antigüedades, joyas, cuadros, etc. Le apasionaba la pesca, los juegos de azar en el café, las faldas, la apicultura y la marcha del huerto del Cequial que le había dejado su madre. Para colmo tenía un paladar refinadísimo y era sumamente exigente en todo lo relacionado con la cocina. Todo lo quería en el acto, sin demora y sin protestas. Estoy seguro de que, hasta que quedaron las vértebras cervicales completamente consolidadas con el crecimiento, debía tener unos dolores insoportables, hecho que debía contribuir no poco a la intemperancia de su carácter. Cuando no lograba de inmediato lo que exigía, le solían dar ataques de nervios en los que amenazaba con ingerir un frasco de ácido prúsico o cualquier otro veneno poderoso de los que poblaban la farmacia si no lograba sus propósitos 46 Tuve ocasión de conocer a este industrioso grausino, propietario de la Imprenta Gambón de Zaragoza, quien nos invitaba a su casa los domingos a mi hermano Josemari y a mí cuando estábamos internos. Siempre nos consideró como familiares. Jamás tuvo un ataque epiléptico.

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LUCÍA CASTÁN FALCHE(1926-2011)

El 16 de septiembre de 1926 les nació su primer hijo; una hermosa niña a la que pusieron por nombre Lucía en recuerdo de la abuela de Éibar y de la hermana fallecida el año de la gripe. Lucía Castán Falche sería veintitrés años más tarde mi madre. Desde muy pequeña adquirió sentido de la responsabilidad y se consideró a sí misma indispensable para la buena marcha de la casa. Lucía era una niña muy seria y circunspecta, nunca se reía. Luego vino Vicente, después Lolita y por último José María. Desde muy niña, Lucía se consideraba en la obligación de ayudar a sus padres, Vicente con el dibujante y pintor José Zuzaya Cambra

casi por encima de disfrutar de los juegos infantiles. Sin embargo gustaba de ir a ver a su abuela Josefina, la de la casa Falche, que la

solía recibir siempre con cariño y trato muy dulce. Contaba que le llevaba animales en distintas situaciones de salud (pájaros, gatos, etc.) porque la abuela no se enfadaba nunca y le ayudaba a cuidarlos. A medida que ella crecía, la abuela se iba haciendo más flaquita y pequeña, muy poquita cosa, como decían los familiares. Sus tías, Mercedes y Fina también le dispensaban trato cariñoso, pero decía de la tía Mercedes que ejercía su cargo de tía con cierto rigor, cualidad que nos alcanzó a los sobrinos nietos pasados muchos años. Lucía pasaba todo el tiempo libre con ellas. Pero a medida que fue creciendo le comenzaron a salir obligaciones por todas partes. Ella hubiera querido dedicar más tiempo a leer y escribir, pero su padre comenzó muy pronto a obligarla a tareas y responsabilidades poco acordes con su edad. Recordaba mi madre cómo aprendía junto a su padre a restaurar antiguos retablos que él mercadeaba en sus andanzas por los pueblos de la comarca. Estaba casi siempre ausente, y en la farmacia despachaba la abuela, el señor Zuzaya y hacia los catorce años Lucía, que tomaba buenas lecciones del anterior en la confección de jarabes, píldoras, supositorios, calomelanos, etc. Cuando vino la República se desarrolló en Graus la colectividad anarquista, de recuerdo controvertido y sangriento, pero en cualquier caso técnicamente interesante desde el punto de vista de experiencia social. Lucía tenía 10 años, Vicente 8 y Lolita 7. La farmacia fue colectivizada 45


también. El comité, del que era secretario general el impresor Emilio Portella Caballé, dispuso mancebos de botica a trabajar bajo las órdenes de mi abuelo. Éste debía cobrar con vales o en especies los fármacos despachados. Sobre la familia no se estableció ningún tipo de purga, en parte por ser necesarios los servicios sanitarios y en parte por ser una familia del común aprecio. En la casa Falche la abuela Josefina estaba muy enferma; tal vez al verla tan desnutrida, el médico le había prescrito sobrealimentación y los del Comité decidieron que no le faltase de nada, hasta le dejaron los santos de su devoción para que rezase, cosa mal vista por aquellos días. Murió a los 61 años el 23 de enero de 1938. Los niños iban a la escuela laica republicana, en la que José Zuzaya sería el profesor de dibujo, daban clases en el campo y hacían mucha vida al aire libre. José, que había comprado la mitad de la casa a sus hermanas Pepita y Antonia, comenzó para entonces la división en pisos, uno de los cuales fue ocupado por un dentista. La experiencia colectivista duró hasta que al Gobierno Central le pareció que había de terminar con ella, para lo cual envió al general comunista Enrique Líster con la orden de terminar en 1937 con todas la comunidades establecidas en Aragón. Cuando llegó a Graus debió gustarle la hija del dentista e instaló su domicilio en el segundo de la casa Alifonso, con lo que quedó constituida en su cuartel general. Hay que decir, que cuando se marchó, en pago a la hospitalidad de mi abuelo, encargó a sus soldados que acicalasen por completo el piso dejándolo como nuevo. En la casa de Falche había movimiento. Finita había ido con otras chicas del pueblo a Tarragona para conocer el mar. Fruto de aquel viaje fue el novio que se trajo, Ulpiano, mi tío Ulpiano, un joven y apuesto abogado que para entonces militaba en las filas del partido socialista. Aquel mozo, que se llevaba a una de las más guapas de Graus, impresionaba a todo el mundo cuando venía a lomos de su potente moto Zundapp. Se conocieron en la playa del Milagro. El noviazgo se formalizó muy pronto y se casaron en pleno tiempo de guerra. Cuando ésta terminó Fina estaba embarazada. Se vieron ambos en la precisión de huir a Francia en donde les esperaba el campo de concentración de Argelés sur Mer y luego el exilio en América. El padre, Virginio, del que hay una foto de entonces vestido de falangista, estaba a punto de morir de muerte natural. En casa Alifonso iba a suceder una tragedia. María, la que se casó en Caspe con Mariano Riva, iba a ser brutalmente fusilada por los hombres de Ascaso. Hacía tiempo que ella manifestaba rechazo por aquellos modos tan contrarios a la educación que había recibido, hasta el punto de hacer públicas sus ideas haciendo ostentación de las mismas. Decían en casa que solía atacar con fuerza al piano las notas de la Marcha Real y que probablemente se había afiliado a Falange. A su vez, Gloria, la pequeña, se había hecho mayor y se había casado en Barcelona con un industrial de los electrodomésticos: Jaime Boya. Tuvo con él dos hijos, mis primos Jaime y Gloria, que tuvieron la desgracia de quedarse huérfanos al morir su madre electrocutada en la bañera. 46


María Castán Zuloaga

Viaje a Graus de la abuela María Herrero. Gloria Castán, Mercedes Falche, María Herrero, Carmelita Díaz. Niños: Jaime Boya, Josemari Castán y Gloria Boya, hacia 1947

Costaba trabajo obtener información de mi madre sobre lo ocurrido en años de la guerra, pero dada su corta edad era poco lo que recordaba. Hubo muertes violentas y fusilamientos cuyos detalles les ocultarían los padres a buen seguro. Sin embargo recordaba el caso truculento del padre de su amiga Valentina Trell. Dijo mi madre que en los años siguientes vio a muchos soldados y que en alguna ocasión había amenaza de bombardeo, para cuyos efectos estaba declarada de utilidad pública la bodega de la casa, aunque a mi abuelo no debía parecerle muy seguro el refugio porque les hacía correr hacia unas cuevas que había en la loma fronteriza, en el camino de las huertas, cargados con chorizos y jamones para sobrevivir. El asunto se repitió en algunas ocasiones , y lo máximo que hubo fueron algunos ametrallamientos desde aviones sobre los tejados del pueblo que no llegaron a causar bajas. Los críos, sobre todo Lolita, estaban cansados ya de tanto ir y venir con los jamones, y mi abuelo, con toda su fantasía a cuestas tuvo que admitir que se quedaran en casa pasase lo que pasase.

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LucĂ­a, Josemari, Vicente y Lolita hacia 1943

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Al finalizar la guerra, mi madre era una jovencita rubia de trece años que no temía hacer frente a las heridas que traían los soldados. Explicaba ella muy ufana cómo iban directamente a curarse muchas personas a la farmacia. Sin embargo, decía que le impresionaba un soldado que tenía un orificio de bala en un costado y que por él hacía salir el aire al comprimir las costillas, siendo capaz de apagar una vela. La calle del Barranco era lugar de paseo de gente uniformada en los días de fiesta. El pueblo estaba militarmente tomado por los soldados de Franco, que eran ferozmente disciplinados por los oficiales si se sobrepasaban con las mozas. No era extraño que fusilasen a alguno por este motivo. Mi madre, en su decir, y nunca fue enmendada por mi abuela, era muy respetada por sus habilidades como sanitaria desinfectando, poniendo vendajes, inyecciones, etc. Entre la población disfrutaba de cierto prestigio curativo, que se manifestaba en ocasiones cuando le llevaban a la farmacia niños con mucha fiebre que mejoraban cuando los colocaba sobre la fría losa de mármol de la mesa de mostrador. Buena parte de esos conocimientos los obtenía de la ayuda que prestaba voluntariamente en la clínica del doctor José Pérez Bufill. Este médico tendría para entonces unos 57 años, se había formado en Barcelona y tenía un sólido prestigio profesional, pero su genio era endiablado. Posiblemente colaboraba en ello su afición desmedida al éter sulfúrico, sustancia con la que se drogaba, tal vez desde hacía años para soportar trabajos y situaciones límites. En aquella época en la que el médico estaba disponible las veinticuatro horas, era raro el médico que no tenía una dependencia tóxica o farmacológica. En aquella época Pérez operaba de apendicitis, de hernia, realizaba amputaciones de miembros gangrenados, etc. Se trataba de una medicina prácticamente de guerra que hacía las delicias de mi madre. Mientras los críos del pueblo saltaban a la comba o jugaban a la pelota, ella se afanaba en estos quehaceres y despachando en la farmacia. Lola, su madre, decía que estaba continuamente atolondrada con las ocurrencias de su marido, que no dejaba en paz el cajón del dinero del mostrador. Tal vez para verse más libre de movimientos o por deseo sincero de que se tomasen un descanso, José enviaba a Lola y a sus tres hijos de vacaciones a Villanova, en el valle de Benasque, a tan sólo unos treinta kilómetros.

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Año 35-36 Vacaciones en Villanova Mi madre recordaba con entusiasmo aquellos días de rodar en libertad por las pendientes verdes de los prados, mezclándose con las ovejas, los caballos y las vacas. Lola estaba embarazada de su último hijo, que nacería en el año 1939. Prácticamente desde el principio lo crió ella, pues la abuela estaba perpetuamente atolondrada. Lucía se ocupaba del niño, de la farmacia, de ayudar a Pérez, de poner inyecciones a diestro y siniestro, de ayudar a su padre, etc. Lolita, sin embargo, era trotona y chicazo. Siempre andaba jugando a policías y ladrones, al aro o a subirse a los árboles. Vicente era serio y algo místico, callado y con atildamiento de niño que quiere ser mayor. En aquellas circunstancias mi madre dio pronto muestras de providencialidad; se había hecho necesaria para todo y para todos. No parecía que las cosas que entusiasmaban a las otras chicas hicieran sobre ella el menor efecto. A lo sumo iba los domingos a ver una película en el Cine Salamero, que estaba detrás de la casa, y se compraba un cucurucho de cacahuetes con una perra gorda. Indudablemente estaba bien dotada para la gestión y para cuanto tuviera que ver con lo sanitario. El destino de la herencia biológica erró en ella, pues hubiera debido ser el primogénito farmacéutico o médico, pues a pesar de que para entonces había ya mujeres en la universidad, no parecía que el abuelo estuviera dispuesto a facilitárselos a ella; antes al contrario hacía cuanto podía para evitar que adquiriese cualquier tipo de formación académica. Tampoco parecía estar por la labor de estimular a sus hijos varones en el estudio, pues Vicente, a pesar de tener una inteligencia poco común no recibió más que los estudios medios, siendo enviado después a aprender en los talleres de Éibar, en donde se estaba recuperando a duras penas de la guerra lo que quedaba de la industria siderúrgica. Aquella mala orientación paterna, unida a su carácter peculiar, propició que ingresase en el noviciado de jesuitas de Veruela, de donde salió al poco, inconformista y rebelde con una disciplina que no iba con él.

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La vuelta a la vida cotidiana tras la guerra fue vivida por mi abuelo de manera insensata. Estaba muy sordo, y esta condición, unida a su defecto físico, le hacía muy desconfiado, estando con mucha frecuencia de mal humor. Frente a la casa estaba la fonda Samblancat, de donde procedía el célebre escritor grausino Ángel Samblancat. Allí solía reunirse José con sus amigos para celebrar partidas de cartas, parchís o dominó en las que solían apostar hasta las pestañas. José perdía con más frecuencia de lo normal, llegando a quedarse sin algún huerto por este torpe mecanismo. Mi madre iba a buscarle para que se hiciese cargo de sus obligaciones. En su indignación llegó a amenazar a los jugadores con denunciarles a la Guardia Civil (el juego estaba prohibido) y por hacer trampas a su padre aprovechándose de su sordera. Era una niña que causaba respeto por su extrema madurez. Hubiera merecido recibir estudios, pero los únicos que hizo, además de la escuela básica, fueron los de solfeo y piano con una buena profesora de Graus que se llamaba Trini, Trini la de Melqui a la que llamaban así por estar casada con un Melquisedec. Acudía a su casa con su amiga Valentina, y allí daba pruebas de aprovechamiento dentro de la escasa libertad que le daba el abuelo. Pero José no tenía remedio; volvía a incurrir en la tiranía y en el juego cuando se daban la vuelta. A mi abuela, que en alguna ocasión lo sorprendió en flagrante delito, le daban ataques que parecían apopléticos. Ya no le bastaba con el rezo y la resignación que le había enseñado su madre y de vez en cuando recurría a darse un trago de láudano para aflojar las penas. Pocos años más tarde José había perdido dos casas en la plaza del pueblo y todas las tierras que le habían legado sus padres, y hubiera perdido la casa que estamos historiando si la abuela no lo hubiese impedido. Se vendió la casa de un pariente lejano que le había cedido su viuda Juana Merle Salvaign a cambio de cuidarla a ella en la suya propia. Todo lo compraba y todo lo vendía; de todo se cansaba a poco de haberlo adquirido. Para el año 1947 mi madre se había convertido en una joven de sorprendente belleza. La farmacia se poblaba de clientes masculinos que acudían a comprar aspirinas sólo por verla y requebrarla, pero ella parecía ser inmune a cualquier cántico. La figura del pretendiente estaba entonces muy extendida en las casa de las mozas casaderas, y a Lucía no le faltaban; entre ellos había algún que otro oficial del ejército, pero ella les manifestaba rechazo por haber visto el trato inhumano que prodigaban a los soldados. En aquel año fue a Graus María, la que iba a ser mi abuela María, la madre de Ulpiano, el abogado de Tarragona, para conocer a la familia de su hijo. Aquella mujer, tierna y sencilla, pasó unos días felices con sus consuegros y con Lola y Mercedes. La casa Falche se llenó de gente, porque los críos de la casa Castán andaban también por allí. Aparece la abuela María en las fotos con Lola y sus hijos, acompañados por Jaime Boya y su hermana Gloria, de meses, en un cochecito. María, a su vez, insistió para que conociesen Tarragona quienes quisiesen ir. La pobre estaba lejos 51


de saber que le quedaba tan solo un año de vida. En efecto, entre los que fueron iba mi madre. Ya se había hablado de que en Tarragona vivía el hermano pequeño de Ulpiano, quien por casualidades del destino, era farmacéutico. Era Venancio Díaz, farmacéutico sin farmacia. Y Lucía con farmacia, pero sin carrera. La cosa se iba perfilando. Se conocieron en la Rambla, recientemente bautizada como Rambla del Generalísimo. A partir de entonces comenzó el asedio y los viajes a Graus, los baños en el río y los paseos bajo la estrecha vigilancia de la tía Mercedes. En Tarragona, Franco había destrozado la familia Díaz. Ulpiano y Fina estaban en el exilio de la República Dominicana, el abuelo muerto tras los malos tratos sufridos en el penal de San Miguel de los Reyes, y la historia de otros hermanos, de la que se hablará en otro lugar, sufría avatares de menesteres y penurias. Perdida la amplia casa que disfrutaban por razón del cargo del abuelo en la Rambla, la abuela María estaba refugiada en la de su hija Carmela, una finca hermosa en las afueras de la ciudad que se llamaba Villa Julia, en la calle Hermanitas 105. Carmela estaba casada con Jaime Nin, campeón de España de pentatlón de 1938, a quien la bala de un soldado de Franco destrozó el brazo derecho cuando estaba preso en la cárcel de la torre de Pilatos con una multitud de presos políticos. El cinco de enero de 1948 moría allí mi abuela ahogada en una hemoptisis, víctima de la tuberculosis y de los mil sufrimientos padecidos. El romance entre mis padres continuó en Graus, siempre bajo la vigilancia de la tía Mercedes. Venancio no había caído bien el el pueblo. Es bien sabido la hostilidad que aparece cuando vienen los forasteros a llevarse a las mozas casaderas, y más si son guapas y con dinero. A mi padre le habían puesto el apodo de Cara de caballo, porque en efecto tenía la cara alargada y los dientes incisivos enormes, pero era porque se le estaban cayendo como consecuencia de una periodontitis y por estados carenciales sin cuento. Pero nadaba muy bien en el río y cantaba entonando muy bien canciones de moda con voz aflautada. De hecho, dieron un recital en casa de Trini, canto y piano, que tuvo aspiraciones de acontecimiento cultural. Y, especialmente, era farmacéutico. La relación fue bien vista por la familia, incluida

la tía Pepita, que era

archicomandrita , y lista, porque vivía en Madrid y era maestra. De aquel sencillo modo la farmacia volvía a tener herederos en la figura de Venancio y Lucía. En aquel verano del 48 se casaron en la parroquia de San Miguel, donde sería yo bautizado un año más tarde. Allí se casó la mayor parte de las familias Castán y Falche y allí estaban enterradas hasta que sacaron el cementerio del pueblo. Lucía estaba resplandeciente con su traje blanco y su velo cubriendo apenas sus rubios cabellos rizados. En su cuello brillaba el camafeo de la reina Isabel la Católica orlado de perlas, pero mucho menos que sus ojos, grandes y expresivos bajo sus bien perfiladas cejas. Mi padre, fino y con el tupé elevado que le daba un aire agitanado, miraba a la cámara enarcando la ceja izquierda, gesto muy en boga en la época, tal vez impuesto por 52


Hollywood. En teoría, la farmacia ya tenía boticario joven, y la casa Alifonso podía seguir manteniendo a una gran familia entre sus paredes de adobas. Pero las cosas iban a llevar otros derroteros. Tras un corto viaje de novios, que creo tuvo como escenario Barcelona, mi padre quiso tomar las riendas de la vieja farmacia. Su estricto sentido de la economía le impedía ver con sosiego los viajes que hacían unos y otros al cajón del dinero y la anarquía reinante en una botica regentada hasta entonces por un personaje caprichoso y bohemio, y ello propiciaría que apareciesen con prontitud los primeros roces. Los datos de aquella fechas son muy escasos. Sólo sé los resultados. El temperamento indómito del abuelo José no le permitía tolerar que aquel joven advenedizo, por muy marido que fuese de su hija, pretendiese marcarle pautas en su vida profesional, y de repente decidió vender la plaza de farmacia y emigrar a otro lado de la provincia. Así fue cómo solicitó la plaza de Almudévar y cómo mis padres se quedaron compuestos y si botica. Mi madre llevaba ya en su vientre el proyecto del hijo que ahora escribe esta historia. Para entonces era ya la Lucía Castán que muchos han conocido: terca, imperativa, trabajadora, etc. Mi padre tenía el título, pero ella marcaba el ritmo, y se decidió que buscarían una plaza de entre las que estuviesen vacantes en la zona, yendo a dar en Benasque, en donde comenzarían desde cero una peripecia de esfuerzo, miseria y superación, en pleno tiempo de posguerra, que les permitiría al cabo de los años vivir con holgura y formar una familia con cuatro hijos. Benasque era la pequeña capital de un valle en el que aún humeaban las ruinas de los incendios. Carecían allí de todo tipo de comodidades y el invierno de la alta montaña daba un frío siberiano, por lo que decidieron que mi madre se quedase en Graus hasta el parto en casa de los abuelos, que aún no habían hecho el traslado a su nuevo destino. Nací antes del verano, un domingo por la tarde, el cinco de junio del 49 tras un parto laborioso. Tenía yo al parecer un tamaño inusual para un recién nacido. La casa Alifonso, como yo la recuerdo en el año 54, estaba ya para 1950 en franco estado de desmembramiento. Mi abuelo hacía obras para alquilar los pisos. En la planta principal quedarían tres apartamentos: el que daba a la calle del Barranco, y dos que daban a la calle de la Muralla. Uno de ellos había tenido el cuarto de baño, comedor y cocina de invierno, y el otro, dormitorios y comedor de verano. Lo que fue hueco de la escalera principal había sido convertido en una habitación anexa al despacho en la que recuerdo centenares de relojes y aparatos que mi mente infantil no sabía identificar. En la planta segunda se distribuían otros tres de dimensiones similares, y en la tercera se dispuso un séptimo apartamento junto al gallinero y las falsas. Virginio, que estaba viudo desde el año 38, murió en marzo de 1942, por lo que la casa de Falche quedaba con un único habitante –tía Mercedes--tras la marcha de los hermanos Pascual y Fina, y se anexionó, pero poco tardó en ser vendida. En el trato, mi abuelo se comprometía a otorgar en usufructo de por vida un 53


apartamento a la tía Mercedes, que permanecería soltera hasta la edad de 102 años y cobrando una pensión de huérfana de Correos y Telégrafos. El piso que se le dio fue el quedaba haciendo esquina a la Travesía del Ésera y la calle de la Muralla, el que tiene el célebre balcón de esquina copiado del de Éibar que se le antojó a mi bisabuela. Allí trasladó los muebles del tío Sebastián ( + 15/02/1937) cuando era catedrático de moral en Barcelona: una soberbia mesa de comedor de nogal, pesada y con excelente talla ornamental, una sillería de tipo moscoviano y un mueble aparador con toda su cristalería. Para lograr luces ideó un patio al que daban casi todos los apartamentos, pero la construcción de la obra exterior era de una tabiquería fina muy precaria que no dio causa a desgracias de puro milagro. El albañil que le trabajaba, el señor Baró, tenía que ajustarse al exiguo presupuesto, y por todas partes había ladrillos sin enlucir y soluciones provisionales. En el patio de luces dispuso un lucernario de cristal común, reforzado con alambres, que iluminaría la zona de rebotica reconvertida en comedor. No nos caímos por allí mis hermanos y yo porque Dios no quiso. El piso principal se alquiló a un notario que tenía una hija con la que recuerdo haber jugado de pequeño por el pasillo. Los amplios locales de la farmacia, bodega incluida, serían alquilados por tiempo inmemorial por el Banco Central. Creo que nunca pagaron más de 150 pesetas, y en el precio iba incluido el piso en el que vivía el director de la sucursal, el más amplio y luminoso de la casa. En la trasera de la planta principal se aposentó la maestra soltera Pepita Borén, quien se hizo muy vieja allí pagando menos de 100 pesetas toda su vida, como así mismo lograron hacerse centenarios en la segunda planta los Jacobos, llamados así porque él se llamaba de ese nombre y trabajaba en la compañía de autobuses Altoaragonesa. En la planta tercera se mantuvieron como en formol la maestra doña María Cruz y su hermana, y todos juntos formaron esta sociedad geriátrica que logró que en el pueblo la casa gozase de prestigio de proporcionar longevidad a sus habitantes. Durante muchos años, el director de banca habitante del segundo piso fue Florencio Burrell. Él y su esposa Pepita Celaya formaron allí numerosísima prole que, de otro modo no hubiera sido posible por culpa del escuetísimo salario que entonces cobraban estos empleados. Con el tiempo desarrollaron estrecha amistad con la familia, que perdura en los días que corren en la actualidad. El notario se marchó y el piso principal quedó para estricto uso familiar, pero siempre destartalado y de uso precario. El único refugio familiar hábil de la casa era el piso de la tía Mercedes, en donde tintineaban las copas de cristal al paso por el anciano comedor de verano junto a la venerable mesa de nogal que una empleada de mi tía, Estrella, se esmeraba a diario en encerar y sacar lustre. De mis cinco años recuerdo que, antes del traslado a Almudévar, en aquel salón hubo una fiesta, reunión o cosa parecida, en la que yo recorría la estancia sorteando las piernas de las personas mayores. Recuerdo la chimenea de mármol y junto a ella a la tía Lolita y aquel militar, el 54


joven teniente Esparza Goñi que la pretendió sin éxito. Recuerdo que fumaba y que hizo broma de darme un cigarrillo cuyas briznas de tabaco se esparcieron en mi boca cuando lo introduje en ella provocando sus carcajadas ante mi gesto de asco. Luego bajaban las escaleras, y nada más, ya no hay más imágenes. Allí paraba mi madre en sus salidas del detestable Benasque. Allí nació mi hermana Luchy y allí estuvo a punto de nacer Josemari si las cosas no se hubiesen puesto mal y el caso no hubiese requerido el concurso de un obstetra de Barbastro. Graus era para mí, en gran parte, el piso de la tía Mercedes, con su cama turca en la habitación pequeña en que me acostaba bajo la mirada de los retratos de sus padres y el tictac de un despertador que parecía una pequeña caja de caudales. Otra tenebrosa habitación interior, con su cómoda ventruda sobre la que pendía un gran espejo en el que se reflejaba el crucifijo que la presidía como si fuese un altar, estaba débilmente iluminada por un elevado ventanuco que la comunicaba con la estancia contigua: el dormitorio de la tía Mercedes. La ocupaba en su mayor parte una gran cama de matrimonio con barrotes de madera en la que me condenaban largas horas a dormir la siesta y desde la que escuchaba el bisbiseo misterioso de las “personas mayores”, la misma habitación que usaba mi tío Vicente pocos años antes de su forzada marcha a América. Por eso lo llamábamos el cuarto de tío Vicente y también el cuarto de las maletas, porque había construido en su interior un torpe aditamento de ladrillo, igualmente oscuro, en el que se almacenaban cajas de cartón, baúles y maletas. Del pasado me llamaba mucho la atención la cantidad de cosas que llevaban en los viajes y los esfuerzos que habían de realizar para transportarlas. En aquel mismo comedor vi un verano cómo mi madre estaba embarazada de Ulpiano y entre ellas, madre, tía y hermana Lolita hacían comentarios de la marcha de aquel embarazo, cuando para mis inocentes catorce años aquello de embarazarse y parir constituía todavía un misterio que me ponía los pelos de punta sólo de pensarlo. Mi madre para entonces había cambiado mucho. Sin tener en cuenta su vientre gestante, era gruesa y se quejaba a menudo de dolores y contratiempos, hecho que suscitaba los comentarios compasivos de las otras mujeres de la familia y que confirmaba en su soltería a dos de ellas al comprobar los trastornos derivados del matrimonio. Mi madre había consolidado ya para entonces su condición de enferma oficial de la familia. La vida de mi padre transcurría en Benasque con su pequeña farmacia, a la que consideraba su cañón, al pie del que debía estar de modo permanente, ocurriese lo que ocurriese en el exterior. Lo que sucediese en Graus y en aquella casa, que siempre aborreció, era cosa de mi madre y de su familia. Pero eso ya cosa de otro trabajo.

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A la muerte de mi abuelo la propiedad volvió a quedar fraccionada entre los cuatro herederos. Mi madre compró lo que pudo a sus tres hermanos, pero el esfuerzo ya estaba condenado a ser baldío, salvo en lo tocante a su valiosa y millonaria restauración. Pero mi madre murió y el fraccionamiento fue micronización que recayó sobre

habitantes virtuales, ocasionales, que

probablemente jamás habitarán allí de manera permanente. La guerra había sembrado un manto de miseria física y moral que afectó duramente a aquellos seres tan entrañables convirtiéndolos en sombras de sí mismos, dando paso a mezquindad en unos casos, beatería en otros, represión y enfermedad en otros. Tan sólo las hermanas Falche parecieron inmunes: Fina mantuvo su frescura muchos años tras su exilio con su marido a Francia y luego a América, Mercedes amenazaba con ser una eterna huérfana de cuerpo de Correos y Telégrafos llegando a la edad respetable de 102 años, y Lola, nuestra abuela se refugió en su bondadosa inocencia dedicando su larga vida a procurar el afecto y la felicidad a hijos, nietos y biznietos. Vicente no llegó a hacerse cura. Su complejo psiquismo le indujo inicialmente por esos derroteros, pero amaba excesivamente la vida como para hacer renuncia de ella, y si su padre y España le negaban explorarla, buscó en América el modo de ensanchar sus horizontes. La casa había quedado sin heredero. Muerta.

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Plano de Graus trazado por Pascual Falche, alumno de la Escuela de Artes y Oficios de Graus

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