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MARINA COLASANTI El Máster en Libros y Literatura para niños y jóvenes tiene el honor de contar con Marina Colasanti como primera autora invitada en esta edición.

Marina Colasanti nace en Asmara, Etiopía, en septiembre de 1937. Hija de padres italianos, pasa su primera infancia en África, pasando luego por Italia y finalmente residenciándose en Brasil, donde vive actualmente. Cursó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes y se especializó en grabado en metal. También estudió pintura con Catarona Baratalle, y en 1958 participó en varios salones de artes plásticas, como el III salón de Arte Moderna. Años después, trabajó como columnista, redactora e ilustradora en el periódico Jornal de Brasil. Y desde 1973 hasta 1993, fue la presentadora de los programas de televisión Olho por Olho, Primeira Mão, Os Mágicos, entre otros. De igual forma, participó como docente en anteriores ediciones del máster. Marina Colasanti se desempeñó como traductora de importantes libros de la literatura italiana, pero no es sino hasta 1968 cuando le editan su primer libro Eu Sonzinha (Yo solita), impulsando así una carrera en la que publicaría 33 obras hasta la fecha, en donde se mezclan la poesía, la literatura infantil, juvenil e incluso algunos libros para adultos. Merecedora de varios premios, resaltan el Premio Jabuti de Poesía en 1994, y el premio Jabuti infantil y juvenil por Ana Z, ¿a dónde va usted? Su libro de cuentos Una idea toda azul, ganó el premio O Melhor para o Jovem, que otorga la Fundación Nacional del libro infantil y juvenil. Este libro, junto a En el laberinto del viento, fue recopilado y traducido por la editorial Anaya, siendo merecedor del reconocimiento a uno de Los mejores libros para jóvenes otorgado por el Banco del libro en el 2010. La autora combina en sus obras temas como el amor, el arte, los cuentos de hadas desde una perspectiva femenina.


Texto de Marina Colasanti para GRETEL Hablar sobre nuestro oficio forma parte del trabajo del escritor, sobre todo cuando ya podemos hacer una pequeña pila con nuestros libros editados. Mi suerte está en que, como trabajo varios géneros, la conversación varía y ni yo me aburro, ni aburro a los demás -o al menos eso espero-. Hoy debo hablarles de la literatura para niños y jóvenes. Por lo que consideré olvidarme de mis libros de poesía, los cuentos para jóvenes adultos e incluso de mis historias para niños. Pensé en tratar exclusivamente los cuentos de hadas, que son para todas las edades, incluyendo a los adultos. De igual forma intentaré hacerlo de manera amena, fundiendo en la práctica eventuales aportes teóricos, y exponiendo cómo se van entrelazando estos caminos creativos. Para eso, usaré como ejemplo la concepción de mi libro 23 Historias de un viajero. Todo libro nace de una decisión, y 23 Historias de un viajero nace de mi decisión de escribir un libro en moldura –el libro en moldura es aquel en el que existe un cuento principal al inicio y que se concluye al final del libro, pero que a su vez engloba y justifica una serie de otros cuentos durante todo su desarrollo-. Esta decisión se da por tres razones: porque la idea me atraía; porque era difícil; y porque –no soy la primera ni seré la última- quise probar la importancia de este modelo con el que, en el primer siglo de nuestra era, las narraciones maravillosas se abrieron paso en una escritura que sigue vigente veinte siglos después. Expuesto estos primeros puntos, ahondaré un poco más en ellos a medida de que transcurra el texto. Tuve algunas ideas excelentes y otras sólo buenas, y ambas podrían dar buenísimos resultados como libros, pero sin embargo las descarté. Las ideas que se concretan son aquellas que más insisten, y se van imponiendo hasta hacerse impostergables. Y es que esa urgencia me da señas de que ya atravesaron el puente rumbo al inconsciente, estableciendo una alianza con mis profundos y pre existentes impulsos, alianza que necesito como primer material para la construcción de un libro. En cuanto a la dificultad, no suelo escogerla por una necesidad masoquista sino al contrario, como una defensa. Para alcanzar la magia necesito callar a la razón. Entonces uso la dificultad para distraerla y es como lanzarle carne a un perro guardián. Sé que, ocupada en resolver problemas técnicos de estructura y organización, la razón abandonará las riendas de la emoción. Además, probar el valor del libro en moldura me pareció la forma más sólida de defender los cuentos maravillosos. Vemos en las últimas décadas el creciente éxito de marketing -y consecuente multiplicación- de libros de cuentos de hadas o de “novelas de hadas” que, apropiándose de modelos y personajes del universo clásico maravilloso, terminan incurriendo en el pastiche más que en la innovación de estas creaciones. Pero a lo maravilloso tampoco se llega a través de la paráfrasis, y sino se logra alcanzar el justo valor de dicho género, esos libros de moda lo que hacen es empequeñecerse. Por lo que al contrario, el libro en moldura nos habla de algo más grande, nos habla de una intención. Es un cuento-envolvente que al final del libro nos dirá a qué vino, no funge tan sólo el papel de continente de los otros cuentos, sino que forma con


ellos un todo armonioso y denso, alcanzando incluso, la fuerza estructural de una novela. Y ahora, al escudriñar sobre esta cuestión, descubro un llamado personal que no había tenido antes: incluso también cuando pinto o dibujo, me gusta el rigor que el encuadramiento impone. Es como si la limitación del espacio me ayudase a perfeccionar el foco, y así valoro más lo que está en cuadro. Pero veamos, ¿qué más tenía para empezar el libro? Un dibujo y, antes de este, una foto. Una foto del muro de Cisjordania, que yo había recortado de un periódico cuando el muro comenzó a ser levantado. No lo hice por interés político sino por atracción estética. Aquel paredón alto y liso era para mí la imagen de otros tantos muros, murallas, defensas, obstáculos, y lo guardé durante mucho tiempo. Un día, estudiando las posibilidades de ilustración para otro libro, usé la foto como referencia. Cambié las proporciones, acrecenté al pie del muro un minúsculo jinete, y creé un árbol al fondo. Al final sentí pena de no haber usado ese dibujo, y lo guardé en la mapoteca. Sólo después de varios años de encontrarlo cada vez que abría el cajón, reconocí en él, el destino de 23 historias de un viajero llegando a caballo delante de la muralla del reino. Aún así, sólo usé la visión, el dibujo continúa hasta hoy en mi mapoteca. Al menos, ¡ya tenía un cuento! Muchos años antes, mi cuento La Muerte y el Rey había sido premiado en un concurso internacional, lo que me había impedido incluirlo en el libro Tan lejos como mi querer, que inscribiría en el concurso Norma Fundalectura. Quedó guardado, esperando su hora. Y la hora llegó cuando un hombre raro avanzó a caballo a lo largo de una altísima muralla, y el cuento me dijo que más adelante de aquella muralla vivía una monarca que intentaba evitar la muerte. No se trata aquí de hacer la exégesis de todos los cuentos. Tampoco sería posible. Muchos de ellos me llegan a través de caminos tan distantes e intrincados, que yo misma no sabría cómo volver a recorrerlos. Pero usaré algunos para mostrar como mi imaginario hace su recorrido en pasillos inicialmente desconocidos y en los que, paso a paso, se abren puertas. Cortar los cabellos de las mujeres para acabar con la lluvia es una antigua tradición, creo que de algún rincón de China. Leí eso, pero no sé donde ni cuándo. Pero sólo mucho después de haber escrito el cuento Son los cabellos de las mujeres, descubrí que la tradición sola no habría sido suficiente para sostenerlo. Esta tradición actuó como estímulo, porque adhirió las capas aparentemente inertes de los recuerdos infantiles y de otras emociones. Yo tenía 7 años cuando la Segunda Guerra acabó, vivíamos en el norte de Italia, y los días que siguieron al fusilamiento de Mussolini fueron de mujeres colaboradoras y jóvenes que tenían de novios a soldados alemanes, y eran arrastradas en la plaza pública con la cabeza rapada, embadurnadas de alquitrán y cubierta de plumas de gallina. No estábamos todavía en un mundo de imágenes, yo no vi esa escena, pero en la tensión de aquellos momentos oí el relato dramático, y nunca más lo olvidé. La escena yo la vería, ya de adulta y llorando, en la película Hiroshima mon amour. Si hubieran rapado el cabello de Lady Godiva, ella no hubiera salvado de los impuestos a


los habitantes de Coventry. Si le hubiesen rapado el cabello a Rapunzel, el príncipe no habría subido hasta ella en la torre. Por amor, por orgullo femenino, y sin darme cuenta –jamás usaría los cuentos de hadas para hacer proselitismo de género-, vengué a tantas mujeres que a lo largo de los siglos habían sido obligadas a bajar la cabeza para someterse a esta humillación. También alguna vez escribí una segunda variante de un mismo cuento. Se llamó La ciudad de los cinco cipreses, y lo publiqué en el libro Entre la Espada y Rosa. Yo estaba de viaje, sola en el hotel, y leí una de las muchas versiones de aquel cuento clásico en que un hombre, avisado por un sueño, parte para otra ciudad en búsqueda de un tesoro, y al llegar descubre que el tesoro estaba escondido en su propia casa. Yo ya llegaba casi al fin de la lectura cuando, como un vagón que sale de la vía, mi cabeza comenzó a disentir de la historia que se me proponía, ofreciéndome otra absolutamente original. Pude haber frenado mi lectura ahí, pero sin acallar esta creación, sino más bien estimulada por ella, mi cabeza continuó fabulando por cuenta propia, hasta que en unos minutos me entregó una nueva versión. Anoté las dos versiones para escribirlas después, pensando que luego, cuando escribiera el libro, elegiría la que me pareciera mejor. Sin embargo, llegada la hora de la elección, y por más que yo ejerciese mi sentido crítico, ninguna me pareció mejor que la otra. Descubrí entonces que lo que yo tenía que hacer era utilizar las dos, en una demostración de que ninguna historia está cerrada en sí misma, y de que toda narrativa puede desdoblarse, utilizando nuevos elementos para crear un sentido distinto. Así hice, intercalando entre los dos cuentos la frase: “Un cuento es sólo un cuento, que yo cuento, recuento, y transformo en otro cuento”. Trabajaba en 23 historias de un viajero cuando recordé eso que me había pasado con el cuento, y dudé en si realmente creía en lo que había dicho. Como ya tenía dos versiones, supe que podía confirmar mi tesis creando una tercera versión. Para que la propuesta quedara clara, utilicé el mismo titulo y el mismo inicio, llegando así a la tercera variante. Y queriendo dejar pistas evidentes dentro del relato, puse un comentario en la boca del príncipe que, en el libro, acababa de oír el cuento: “...un día, no sé cuando, oí una historia semejante... quizás los cinco cipreses fuesen diez, o entonces son dos ciudades de cinco cipreses que moran en mi memoria”. Esa mínima propuesta continuaría desplegándose después de terminar el libro. Consideré que, habiendo creado tres cuentos diferentes a partir de un mismo comienzo, sería un bello desafío llegar a los cinco. Los otros dos ya están escritos, y los cinco relatos juntos están reunidos en un pequeño manuscrito artesanal e ilustrado, que hice para regalárselo a mi marido. Luego también está el cuento Entre ellos agua y resentimiento, que fue inspirado gracias a una pintura medieval, quizás una iluminura o miniatura, que vi en un libro o en un registro de arte y después nunca más volví a ver. Pero tiene otro encuentro. De adolescente, alrededor de mis 14 años, leí el libro de uno poeta italiano surrealista, Aldo Palazzeschi, cuyo universo peculiar era muy cercano a lo maravilloso, aunado a un ritmo muy marcado en su escritura que me fascinó. Nunca más volví a él. Sin embargo, al escribir Entre ellos agua y resentimiento, descubrí que a partir de cierto punto yo


había entrado en aquel ritmo que nunca más había resonado en mis oídos -o aquel ritmo había entrado en mí-. Y lo acompañé hasta donde fue posible. Hallé así, confundidos en la prosa, trechos del cuento que son poesía y podrían ser recortados en versos. Y lo que es más curioso, poesía con un sonido que no es el mío, pero sí el de Palazzeschi. Mi vida está encharcada de pintura. Y la pintura desborda pistas para la escritura, que a su vez atraviesa toda mi poesía, y viaja a través de los cuentos de hadas. Por ejemplo, el cuento En la nieve los cazadores se lo debo a Bruegel, o mejor dicho, a uno de sus cuadros más importantes, el bellísimo Cazadores en la Nieve. La impresión que tengo al respecto de ese cuadro, y que obviamente no es cierta, es que lo conozco desde siempre. Con cuanta emoción estuve delante de él por largos minutos en el museo en Viena, abandonándolo, para siempre volver sin tener el valor para alejarme. Yo ya le amaba desde mis tiempos de estudiante. En el mismo museo compré una libreta de anotaciones, que durante unos dos años la tuve conmigo en el bolso. La capa con los tres bultos oscuros de los cazadores recortados contra el fondo blanco convivió con peine, llaves, cartera y celular, haciendo que mirara infinitas veces aquel universo de sólo frío y silencio. Aquella nieve me recordaba la nieve de la infancia. Y son ellos también los que están en la capa del libro de Walter Gibson sobre Bruegel, que con frecuencia vuelvo a hojear. Mi intimidad con esos tres hombres que doblegados bajo el peso de las ropas pesadas vuelven de la caza con sus perros es tanta, que fue natural inventarles una vida y un destino. En agradecimiento, y para dejar claro su origen, insistí en mantener el titulo del cuadro en el cuento, sólo invirtiendo el orden de las palabras. Y por las mismas razones, las ilustraciones que hice para las dos ediciones, son detalles sacados del cuadro. A Bruegel le debo también otro cuento, publicado en un libro anterior: Eran tres y un precipicio, que nace del su cuadro Parábola de los Invidentes. Podría extenderme hablando de otros cuentos más, pero prometí no hacerlo. Probablemente no aportaría más de lo ya dicho. ¿Y qué dije? Que nada nace de la nada, y que la inspiración no es un proceso adivinatorio, como románticamente se cree. Yo tengo que ir a buscar mi inspiración. Y si a veces me pierdo en el camino y no encuentro nada, es porque me faltó la confianza y, a manera de defensa, yo misma les cerré las puertas. Al menos sé cómo reaccionar. Alejo a la razón, y lanzo en el lago de mi alma una piedrita –la visión de un cuadro, una frase, un ritmo- e interrogo a los círculos que se forman y se abren en el agua. Mientras que otra parte de mí, acompaña el movimiento de la piedra en el agua cada vez más profunda y oscura. Finalmente, sólo dedico unas palabras más sobre mi elección en cuanto al lenguaje. El patrimonio clásico de los cuentos de hadas que fueron transcritos de las tradiciones orales, nos acostumbró a un lenguaje lineal, objetivo, sin metáforas, apegado más a lo cotidiano que a la literatura. Con el tiempo, ese lenguaje se adhirió al género, confundiéndose con él. Sin embargo, ya al escribir mis primeros cuentos de hadas, dos


cosas quedaron claras para mí. Una: yo no tenía ni la experiencia ni la especial adoración por las narraciones orales. Siempre fui lectora, la ficción me llegó desde temprano a través de lo escrito, y cuando estoy creando una historia pienso como si la escribiese. Dos: yo no deseaba hacer un pastiche de los clásicos, no quería atenerme a ningún canon, ni buscar una semejanza; yo quería un lenguaje de encantamiento así como el mismo encantamiento de las historias, es decir, un lenguaje de luz y sombras como las luces y sombras de mis grabados, un lenguaje económico en palabras, concebido para expandirse en el imaginario del lector. Hasta hoy lucho por alcanzarlo. Traducción al castellano por Freddy Gonçalves


LIBROS Y PUBLICACIONES: BIBLIOGRAFÍA de Marina Colasanti en el Centro de Documentación del Banco del libro. ENTRE LA ESPADA Y LA ROSA / Marina Colasanti; Ilust: Marina Colasanti; Trad: Beatriz Peña .-- 1ra. ed .-- Bogotá (Colombia) : Babel Libros, 2007.-- 95 p. 23 cm; il; Traducción; Español ISBN 978-958-97822-8-6 EN EL LABERINTO DEL VIENTO / Marina Colasanti; Ilust: Carmen Segovia; Trad: Mario Merlino .-- 1ra. ed .-- Madrid (España) : Anaya, 2008.-- 150 p. 23 cm; il; Traducción; Español ISBN 978-84-667-7842-8 LEJOS COMO MI QUERER Y OTROS CUENTOS / Marina Colasanti; Ilust: Marina Colasanti; Trad: Elkin Obregón S. .-- 1ra. reimpresión .-- Bogotá (Colombia) : Norma, 1997.-- 196 p. Il; Traducción; Español.-- (Torre de papel : Amarilla) ISBN 958-04-3651-7 EL HOMBRE QUE NO PARABA DE CRECER / Marina Colasanti; Ilust: Marina Colasanti; Trad: Irene Vasco .-- 1ra. ed .-- Bogotá (Colombia) : Norma, 2005.-- 64 p. 19 cm; il; Traducción; Español.-- (Torre de Papel : Torre Roja) ISBN 958-04-8491-0 A MENINA ARCO-IRIS / Marina Colasanti; Ilust: Marina Colasanti .-- Rio de Janeiro (Brasil) : Rocco, 1984 il; 23; Portugués UMA IDEIA TODA AZUL / Marina Colasanti .-- 8ta. ed .-- Rio de Janeiro (Brasil) : Nórdica, 1979.-- 62 p. il; 21 cm; Portugués.-- (Para ler com prazer) ISBN 85-7007-003-9 ANA Z., DONDE VAS? / Marina Colasanti; Ilust: John Israel Rojas H.; Trad: Juan Manuel Serna Urrea .-- Medellín (Colombia) : Edilux, 1995.-- 155 p. Il; Traducción; Español.-- (Juveniles latinoamericanos, 13) ISBN 958-07-0943-2 ANA Z, AONDE VAI VOCE? / Marina Colasanti; Ilust: Marina Colasanti .-- 1ra. ed .-- Sao Paulo (Brasil) : Atica, 1993.-- 88 p. il; Original; Portugues.-- (Sinal aberto e seus caminhos : Fantasia) ISBN 85-08-04335-X DOZE REIS E A MOCA NO LABIRINTO DO VENTO / Marina Colasanti; Ilust: Marina Colosanti .-- 3ra. ed .-- Rio de Janeiro (Brasil) : Nórdica, 1985.-- 92 p. il; Portugues


ISBN 85-7007-023-3 CUENTOS BREVES LATINOAMERICANOS / Enrique Anderson Imbert; Santiago Dabove; Marco Denevi; Gigliola Zecchin de Duhalde; Alfonso Gumucio Dragon; Joao Anzanello Carrascoza; Marina Colasanti; Moacyr Scliar; Alfonso Alcalde; Pía Barros; Daniel Pizarro; José Leandro Urbina; Triunfo Enciniegas; Fernando Ayala Poveda; Manuel Mejía Vallejo; José Ricardo Chaves; Fernando Contreras Castro; Rodrigo Soto; Eliseo Diego; Félix Sánchez Rodríguez; Vladimiro Rivas Iturralde; José María Méndez; Alvaro Menen Desleal; Otto Raúl González; José María López Baldizón; Augusto Monterroso; Oscar Acosta; Julio César Escoto; Juan José Arreola; Martha Cerda; Bárbara Jacobs; Guillermo Samperio; Lizandro Chavez Alfaro; Sergio Ramírez; Enrique Jaramillo Levi; Dimas Lidio Pitty; Mario Halley Mora; Jorge Díaz Herrera; Antonio Gálvez Ronceros; Luis Loayza; Celestino Cotto Medina; José Luis González; Ana Lydia Vega; Virgilio Díaz Grullón; Manuel Rueda; Marcio Veloz Maggiolo; Gley Eyherabide; Eduardo Galeano; Cristina Peri Rossi; Teresa Porzecanski; Gabriel Jiménez Emán; Wilfredo Machado; Ednodio Quintero; Armando José Sequera .-- 1ra. ed .-- [s.l.] (Argentina) : Coedición Latinoamericana; Ekaré, 1998.-- 159 p. Original 21 cm; Español.-- (Coedición Latinoamericana) ISBN 950-701-513-2 A MAO NA MASSA / Marina Colasanti; Ilust: Marina Colasanti .-- 1ra. ed .-- Rio de Janeiro (Brasil) : Salamandra, 1990.-- 31 p. Il; Color; O; Portugués ISBN s/n LONGE COMO O MEU QUERER / Marina Colasanti; Ilust: Marina Colasanti .-1ra. ed .-- Sao Paulo (Brasil) : Atica, 1997.-- 132 p. Il; O; Portugués.-- (Sinal Abert) ISBN 85-08-06277-X A MORADA DO SER / Marina Colasanti; Ilust: Manuela Bacelar .-- Río de Janeiro (Brasil) : Libraría Francisco Alves Editora, 1978.-- 80 p. Portugués


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