13 minute read

El Gobierno se retiró del acuerdo y así entró Berni con la Policía” Verde punto de encuentro

Eduardo Soares empezó como abogado de las familias de la toma de Guernica y terminó como mediador entre las partes. La Gremial de Abogados llegó a redactar el acta de acuerdo que de firmarse hubiera evitado la represión, pero explica que la Provincia se retiró de la mesa “por ceder a las presiones”.

Texto: Laura Vales

Advertisement

Eduardo Soares es integrante de La Gremial de Abogados y defensor de las familias que ocuparon las tierras de Guernica. En los debates que siguieron al desalojo de la toma, se dijo que la gobernación bonaerense y las 1300 familias que quedaban en el lugar, tras cuatro meses de negociaciones, estuvieron cerca de firmar un acuerdo. El gobierno del Frente de Todos tuvo, a contrarreloj, la posibilidad de una salida política, no represiva: un entendimiento con los delegados de los barrios y ocho partidos y organizaciones sociales de izquierda que los acompañaron en el reclamo. Demanda que excede, en mucho, al caso de Guernica. Entrevistado por El Grito del Sur, el abogado de La Gremial confirma que ese acuerdo estuvo muy cerca. Soares dice más: de los cuatro barrios que conformaban la ocupación, a último momento sólo quedaba uno que se oponía a desocupar. Las familias de los otros tres habían aceptado ser trasladados a un predio transitorio, donde el Estado se ocuparía de garantizar condiciones de mínima dignidad —comida, baños químicos, carpas— durante seis o siete meses, tiempo que la Provincia necesitaba a su vez para encontrarles tierras definitivas. De este preacuerdo se llegó a redactar un acta, pero hubo sectores que patearon la mesa. Sobre quiénes fueron, cómo y por qué Soares habla en esta charla.

¿Qué propuestas había en discusión en Guernica?

Las negociaciones fueron muy largas, muy ásperas también. Cuando empezamos la última, ya con la fecha de desalojo para entre el 15 y 30 de octubre, había dos propuestas, incompatibles. La gobernación decía “salgan todos de ahí, los censamos, les atendemos las necesidades básicas durante seis, siete meses, y vemos si les podemos dar tierras en otro lado”. Eso era rechazado de plano por los delegados y las organizaciones sociales, que decían que el acuerdo debía ser de tierra por tierra: “saco la pata de acá si la puedo poner en otro lado”. Antes, en las semanas previas, el fiscal Juan Cruz Condomí Alcorta venía rechazando todo. El fiscal… para dar una idea, cuando con La Gremial nos hicimos cargo, nos presentamos con la designación y en la fiscalía nos dijeron “para qué, si ya tenemos hasta las ambulancias para llevar a los heridos que se resistan al operativo”. Porque en esta causa ya habían actuado otros abogados, nosotros la tomamos como pasa siempre con estos casos: nos hicimos cargo un viernes y el desalojo estaba previsto para el lunes. Eso fue hace cuatro meses.

Hubo varias instancias de negociación desde entonces, ¿no?

Varias, pero sin avances. La más importante, la más simbólica, fue cuando nos sentamos con la intendenta del PJ, Blanca Cantero. Esa mesa se hizo con el Gobierno nacional. Nosotros tenemos buena relación con algunos funcionarios, que se acercaron para ver qué podían destrabar. Vinieron el segundo de la ministra de Seguridad Sabina Frederic, Gabriel Fucks, y Emilio Pérsico, del Ministerio de Desarrollo Social. En esa reunión lo primero que nos dijo Cantero fue: “el principal interés mío son los 18 countries que rodean el predio, la gente que está ahí que se embrome, si fueron es porque son delincuentes”. Dijimos “tienen chicos”; dijo “no los hubieran llevado”. Y además nos dijo: “yo cuando llegué saqué a los fiscales y a los jueces que eran de la administración anterior y puse a los míos”. Esto no lo planteó en una mesa de café, lo dijo delante de 40 personas. En esas condiciones empezamos a pelear.

Y en esta última negociación, entonces, estaban esas dos posturas. ¿Qué pasó después?

No había acuerdo. La Gremial llevó una última propuesta, que bautizamos el Plan Palestina o el Plan Refugiados. Lo que propusimos fue que la Provincia buscara un predio, un lugar provisorio. “Llevemos allí a la gente para que esté en condiciones habitables. Pongámosle carpas, de los Cascos Blancos o del Ejército, pongamos baños químicos, usemos los camiones cocina del Ejército y así podemos estar esos seis o siete meses de espera”. Esa propuesta le interesó al Gobierno y le interesó a las organizaciones sociales. Y empezó a limarse, a limarse, coma va, coma viene. Nosotros, en esta etapa, ya no teníamos una función de representantes sino de mediadores. Nos quisimos retirar pero tanto el Cuervo (Andrés Larroque) como los delegados y las organizaciones sociales y partidos de izquierda nos dijeron que no, nos pidieron que nos quedáramos. La gobernación ofreció 15 hectáreas, le pidieron 100, dijo que 40, finalmente se había acordado usar unas 60 hectáreas y así seguimos, hasta la última coma.

¿Cuándo se acordó?

El miércoles a la tarde. El jueves fue la represión, pero el miércoles estábamos listos para firmar.

¿Y por qué no se firmó?

Se necesitaban dos días para sacar a la gente. De los cuatro barrios, el primero que aprobó irse fue el barrio La Unión, el martes. El miércoles votaron los otros tres, y sólo uno votó quedarse. O sea, de cuatro barrios, tres habían aceptado salir. Claro que no pasó como lo estoy contando ahora, sino con altas asperezas, porque las ocho organizaciones que participaron son duras, y están peleadas entre ellas, enfrentadas en un montón de cuestiones. Pero un solo barrio votó quedarse. Sólo faltaba llevar al lugar a la gente que había votado irse. Arreglando cada coma, cada punto, se determinó que necesitamos dos días para el traslado.

¿Cuántas familias hubieran quedado fuera del preacuerdo?

Unas cien familias, tal vez ciento cincuenta.

¿Y cuántas dentro del acuerdo?

Las familias que habían quedado en total eran unas 1300. Unas 600 o 700 se habían ido, aceptando los ofrecimientos que les había hecho el gobierno de la provincia.

...............................

“Hubo altas asperezas porque las ocho organizaciones que participaron son duras, y están peleadas entre ellas, enfrentadas en un montón de cuestiones. Pero un solo barrio votó quedarse” ...............................

Entonces llegaron al punto de firmar un preacuerdo.

Sí, ahí (Sergio) Berni le pide formalmente al fiscal una postergación hasta el día 2, hasta el lunes. Y el fiscal lo rechaza. La Gremial habla con el fiscal, y el fiscal dice “yo mañana entro y reprimo. No les doy ningún día, no se los concedo”. Es más, le dijo a nuestra compañera Rosario Fernández, que es la que se puso al hombro todo el proceso, todas las conversaciones: “mire doctora, saque a los buenos porque yo mañana entro sí o sí”. En esas condiciones, el ministro (de Desarrollo de la Comunidad Andrés) Larroque nos dice “yo no firmo”. “Yo no firmo porque yo no garantizo que aún firmando venga la represión”. Conclusión: el miércoles a la noche, cuando todos en La Gremial esperábamos brindar por el acuerdo, tuvimos que armar las guardias para defender a los que cayeran en la represión. Así fue la historia. Es decir, el gobierno no quiso firmar, por las razones que tuviera, buenas, malas, valederas, pero no quiso firmar. Y al no firmar el gobierno, no pudimos presentar el acuerdo y a las 5 de la mañana entró Berni con las tropas.

¿Quién cree que tiró por la borda la negociación?

La fiscalía y el juez, que responden a la intendenta, Blanca Cantero. En realidad son esos 12 o 13 intendentes el PJ, de la ortodoxia peronista, que tienen un poder propio y no quieren moverse un centímetro de la caja que detentan. Son tipos que manejan por lo menos cuatro millones de votos en la provincia de Buenos Aires, que ungen un gobernador, un presidente y hacen valer ese poder. Blanca Cantero es parte de ese poder, su marido (Carlos Acuña) es uno de los capangas de la CGT, que ni bien entró la gente a la toma les mandó bandas a tirotearlos. Es decir la responsabilidad principal fue de la justicia que responde a la intendenta, como ella misma nos lo reconoció; en segundo lugar el gobierno: su indecisión, la falta de autoridad del gobierno de la Provincia, que podría haber dicho “firmo igual”. Porque estábamos pidiendo dos días, no estábamos pidiendo dos meses o dos semanas. Si nos hubieran concedido ese tiempo, el lunes se entregaba el predio vacío. O por lo menos con un solo barrio.

...............................

“El miércoles a la noche, cuando todos en La Gremial esperábamos brindar por el acuerdo, tuvimos que armar las guardias para defender a los que cayeran en la represión. Así fue la historia”. ...............................

¿Es cierto que se llegó a redactar un acta?

Se llegó a redactar el acta, punto por punto y coma por coma y todos estábamos de acuerdo.

¿Quién la redactó?

La Gremial de Abogados, a partir de los puntos que las partes iban proponiendo. Concretamente nuestra compañera Rosario Fernández.

¿Esa acta había sido vista por la gobernación?

No sé si por la gobernación. Por los ministros seguro. Porque hay que reconocerle tanto al ministerio de Desarrollo de la Comunidad, (Andrés) Larroque, como a los otros ministerios que nunca dejaron de sentarse a la mesa. Estuvieron en el campo siempre. Días y días, sábados y domingos, con sol y con lluvia.

¿Hasta qué hora negociaron el miércoles?

Hasta la tarde. Hasta las tres o las cinco de la tarde.

¿Por qué las familias que habían aceptado el acuerdo no podían dejar el predio el mismo miércoles? ¿Por qué pidieron dos días más?

Estábamos de acuerdo en que se necesitaban dos o tres días porque había que ir con camiones, trasladar a la gente… no se podía hacer en el momento. Al acuerdo se arribó el miércoles a la tarde. Había que usar el jueves, viernes y eventualmente el sábado. Además, cuando se aprobó, el ministerio ya no estaba dispuesto a firmarlo.

El feminismo como nutriente incómodo de la política Verde punto de encuentro

Que la noticia haya llegado en el Día de la Militancia es un guiño pero también una restitución simbólica por los siglos y siglos en los que las mujeres, lesbianas, travestis y trans fuimos excluidas, apartadas e invisibilizadas del espacio político. ¿Batalla ganada en los términos de una nueva política?

Texto: Dalia Cybel Foto: Virginia Robles

El Día del Militante 2020 fue tan surrealista como necesario en un año en el cual aprendimos a festejar cumpleaños por Zoom, besar por Whatsapp, hacer amigues por cámara web, vestirnos de la cintura para arriba y cocinar toda receta amable de no más de cinco pasos. Una plaza masiva demostró que después del 17 de octubre, donde la ansiedad rebalsó el aislamiento, no hay marcha atrás en la necesidad de ocupar las calles, un recurso del cual la derecha se apropió durante el único momento de la historia de la democracia en el cual estuvo prohibido. Con barbijos y alcohol en gel, desde el mediodía de ayer las banderas lidiaron contra el viento y sobre un camión-escenario se escucharon las canciones típicas de un ritual colectivo. Pero no fue solo el DISPO lo particular de este 17 de noviembre, hubo un componente que hizo de este martes un día verde, verde limón, verde salvia, verde pigmento, verde escama y verde caramelo dejando su rastro verde sobre una lengua verde: Alberto Fernández envió el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo al Congreso.

Desde hacía semanas se sabía -o al menos se esperaba, se deseaba, se intuía- que la noticia sería inminente. Sin embargo, recién cuando los rumores empezaron a filtrarse se conoció la fecha exacta. El video de siete minutos donde un presidente de corbata verde refuerza su postura a favor de la legalización del aborto y enumera uno a uno los fundamentos por los cuales es imprescindible sancionar la ley, llegó a la Plaza de los Dos Congresos por Twitter antes de que alcance a proyectarse en las pantallas. Ni bien se conoció la noticia, con las carpas aún a medio armar, una grupa de pibas cantó, saltó y agitó unos pañuelos -heredados, comprados o regalados- que llevaban años esperando la noticia.

La presentación del proyecto es un punto de llegada y de partida crucial para los feminismos. El tratamiento en sesiones extraordinarias, la articulación de les diputades a favor y la posibilidad de que se apruebe en los próximos meses, materializa una conquista merecida pero además da un respiro al cansancio que supuso, supone y supondrá el hermoso pero desgastante discurrir en las calles. Que la noticia haya llegado en el Día del Militante es un guiño pero también una restitución simbólica por los siglos y siglos en los que las mujeres, lesbianas, travestis y trans fuimos excluidas, apartadas e invisibilizadas del espacio político.

Aunque la lucha por el aborto lleva décadas en Argentina, la potencia que tuvo el movimiento feminista durante estos últimos años -impulsada por el quiebre de Ni Una Menos y entroncada en los paros nacionales de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries y desbordada en las calles durante el 2018- puso de relieve la necesidad de reivindicar otro tipo de política que fue históricamente marginada por aquellOs a quienes les resultaba inconveniente.

El feminismo trae consigo una micropolítica del deseo que conlleva otra forma de encuentro. Sin idealizar y entendiendo la heterogeneidad del movimiento, la capacidad de reunir experiencias totalmente disímiles con fines comunes resulta un fenómeno casi único. Que miles de personas, amigues, desconocides, compañeres de trabajo o familiares, se vean espejades en los relatos ajenos demuestra que hay un denominador común, que más allá de que pueda surgir desde la violencia, la opresión o el dolor, demuestra que esas herramientas por las cuales se nos consideró menos aptas para la política -la escucha, la empatía, la intimidad, entre otras- pueden ser reapropiadas para convertirlas en estrategias de lucha.

Este no es un escrito en contra de la militancia orgánica sino una apelación a hacer bandera de la mutación constante de y entre los cuerpos, de la incomodidad, del cuestionamiento incansable y también de la pelea interna. Hacer política mestiza, bastarda, de crisol, hurgando en el cruce, política-telaraña: radial, fina, resistente, flexible. El feminismo obligó sin duda a la militancia tradicional a raspar la superficie y enfrentarse a las manchas de humedad y los platos que no solo no se lavan en casa sino que se acumulan. El feminismo es el nutriente incómodo de la política, una gotera que abre grietas más por insistencia que por volumen.

La lucha por el aborto es la punta visible de una batalla por infiltrarse el sentido común, la viva prueba de que existen otras maneras de conspirar con objetivos comunes y crear sociedades superadoras. La enseñanza que dejó la jornada es que las batallas no por más belicosas son más eficientes, que si hay otra historia posible ésta se escribe desde el hacer y no desde los grandes relatos que a veces a fuerza de gritos acallan otras voces. El feminismo es opaco, es complicado, es difícil, es exigente, es confortativo. Para algunas es una casa y para otras no tiene muros. El feminismo no posee una definición exacta, por eso todo intento de cristalizarlo es en vano.

A pesar de lo previsto no hubo tormenta, hubo plaza con sol y hubo verde.

Verde limón, verde loro, verde hoja, verde risa, verde corbata verde.

Verde botón y fundamentalmente verde punto de encuentro.

SERÁ LEY

El proyecto de ley del Ejecutivo prevé que las personas gestantes accedan a la IVE hasta las 14 semanas del proceso de gestación. En el caso de que se quiera acceder pasado ese período de tiempo, se podrá hacer bajo las siguientes causales: si está en peligro la vida o la salud integral de la persona gestante o si el embarazo fuera producto de una violación, con la presentación de una declaración jurada mediante. En el caso de las menores de 13 años no se requiere una declaración jurada. Sin embargo, el texto apunta que aquella persona gestante que se practique un aborto después de la semana 14 y sin que se cumplan las excepciones anteriores, podrá recibir una pena de entre tres meses y un año.

This article is from: