El ingenioso hidalgo. Álvaro Bermejo. Algaida 2016

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Dossier de Prensa

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ÁLVARO BERMEJO

nacido en San Sebastián en 1959, es licenciado en Historia y Antropología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Como narrador ha sido galardonado en numerosos certámenes (Max Aub, Felipe Trigo, Salamanca…) y recibido en tres ediciones el premio Pío Baroja del Gobierno Vasco. Es autor de las novelas Las arenas y el templo, El descenso de Orfeo, La madona de la tempestad, Benarés, El juego de la mandrágora, El reino del año mil, La piedra Imán (XXXIII Premio Ateneo de Sevilla), El laberinto de la Atlántida ( XIX Premio Luis Berenguer), El clan de Atapuerca y El amante de Nefertiti. Sus artículos vienen apareciendo regularmente en El Diario Vasco desde 1987. Asimismo, participa como asesor en numerosos proyectos culturales, especialmente en la red internacional E-Biolab centrada en la simbiosis biológica, cognitiva, social y ambiental.

En un Toledo incendiado por los autos de fe, y mientras compone su último lienzo, La apertura del Quinto Sello del Apocalipsis, El Greco abre los laberintos de su memoria para contarnos de primera mano la aventura de su vida y algo más: su relación con una peligrosa fraternidad herética a la que pudo pertenecer Miguel de Cervantes. Se conocieron en Roma, emprendieron un mismo viaje al Parnaso, pintaron caballeros andantes que tenían mucho de librepensadores, amaron a Dulcineas imposibles y supieron conjugar como nadie esa doble verdad, el orgullo y el desencanto, lo real y lo visionario, que parece engendrar, a la vista el uno del otro, el alma de un mismo Caballero de la Triste Figura, Caballero de los Espejos a su hermética manera. Un tan insólito como Ingenioso Hidalgo surge entre las luces lívidas de sus lienzos. “Este soy yo”, parece decirnos Cervantes a través del que pinta y nos mira. Una dama de fuego vela el enigma que no se resolverá hasta la última pincelada.

ÁLVARO BERMEJO

EL INGENIOSO HIDALGO ALGAIDA NARRATIVA 15,40 x 23,00 cm 584 páginas | Rústica 978-84-9067-355-3 2963053

€ 18,00 EBOOK 978-84-9067-408-6

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«EL INGENIOSO HIDALGO» ÁLVARO BERMEJO «EL RETRATO DEL CABALLERO DE LA MANO EN EL PECHO PUDIERA SER EL DE CERVANTES… Y EL ENTIERRO DEL SEÑOR DE ORGAZ EL DE DON QUIJOTE» De la novela histórica a la fantástica, a Álvaro Bermejo (San Sebastián, 1959) le tienta jugar con los cambios de registro. Hoy vuelve a las librerías con una insólita biografía a dos, en torno a una posible relación entre El Greco y Cervantes. ¿Se conocieron realmente? ¿Comulgaron en las liturgias de una hermandad herética como la Familia Charitatis? Lienzos como El caballero de la mano en el pecho o El Entierro del Conde Orgaz parecen cifrar un secreto. Allá, en su taller de Toledo, El Greco se dispone a pintar su última obra: La apertura del quinto sello del Apocalipsis. Abrirlo supone adentrarnos en un relato fascinante, El Ingenioso Hidalgo (Algaida), cuyas claves no se resolverán hasta la última pincelada. Su última obra publicada nos llevó hasta las tierras altas de Escocia detrás del mito del primer conde Drácula, según Bram Stoker. ¿Por qué, ahora, la España del siglo XVI? Desde luego, aquel imperio donde no se ponía el sol sería la pesadilla de cualquier vampiro, como el conde Errol en quien se inspiró Stoker tras pasar una temporada en su castillo. Pero ya ve que no salgo de la aristocracia: el conde Orgaz también tenía lo suyo de inquietante. Eso por no mentar al marqués de Villena, en cuyas casas se alojó El Greco durante su etapa toledana. De él se decía que practicaba la alquimia y la magia negra, hasta que consiguió elaborar un elixir prodigioso que le depararía la inmortalidad. En El Ingenioso Hidalgo cruza las vidas de dos inmortales, como El Greco y Cervantes. ¿De dónde le surgió la idea? Comencé escribiendo un “biopic” sobre el Cretense hasta que, al llegar a Roma, todo cambió. No pude evitar que Cervantes se cruzara en su camino. Doménikos entra en la capital del mundo como invitado del cardenal Farnesio y Miguel como paje de camas del también cardenal Acquaviva. En la corte pontificia destacaba un bibliotecario, Fulvio Orsini, cuya relación con el también bibliotecario Arias Montano –lo era de Felipe II-, nadie discute. Había viajado a Roma para mediar en el proceso contra el arzobispo Carranza, encarcelado en Sant’Angelo bajo la acusación de herejía, y él mismo se vio imputado por su traducción de la Biblia Políglota de Amberes, cuyo impresor, Plantino, pertenecía a una hermandad herética conocida como la Familia Charitatis. Muchos de los protectores de El Greco en Toledo pertenecían a esta hermandad. El misterio estaba servido, no me quedaba otra que aplicarme a escribirlo. Pese a su condición ilustre, muchos de los presuntos familistas, como Sigüenza o el deán de la catedral de Toledo, eran de origen converso. ¿Cómo es posible que se libraran de la hoguera en aquella España ferozmente contrarreformista? Ayudaba mucho su condición noble, tanto como su astucia. Supieron esquivar los estatutos de Limpieza

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de Sangre igual que las hogueras del Santo Oficio, sin abdicar de su credo. En mi novela todo es ficción, pero resulta bien curioso que en medio de los autos de fe donde se desenterraban los huesos de los judíos muertos para quemarlos –les sucedió a los padres de Luis Vives-, El Greco pintara obras como la Alegoría de los Camaldulenses, rebosantes de claves hebraicas. No resulta menos sospechoso que nada más llegar a Toledo se instalase en su judería, cerca de la Sinagoga del Tránsito y del Palacio de Leví, en cuyas criptas la leyenda emplazaba un fabuloso tesoro. En mi novela sitúo precisamente allá otro encuentro con Cervantes –remedo del descensus ad ínferos de nuestro Ingenioso Hidalgo en la cueva de Montesinos-. Podría parecer demasiado imaginativo si no lo contrastásemos con otra evidencia histórica. No fue ningún nigromante, sino el ultracatólico Felipe II quien habilitó en El Escorial un cenáculo de cabalistas y alquimistas al que llamaba su “Círculo Espagírico”. ¿Con qué objeto? Le agobiaban sus bancarrotas y soñaba con que le procuraran la piedra filosofal, la que convierte el plomo en oro. Justo lo que consiguió El Greco con sus pinceles y Cervantes con su literatura. ¿Qué más tenían en común? Por la parte de El Greco una indudable matriz bizantina que Cervantes incorporará a su prosa, y también una cierta dualidad. Cervantes pinta novelas paralelas dentro de trama principal de El Quijote, y El Greco presenta lienzos que “se leen”, compuestos como una sucesión de escenas simultáneas, como en El Martirio de san Mauricio, que tanto desagradó al Rey Prudente. A Cervantes tampoco le complacía nada aquel Felipe. Llegó a llamarle ladrón y nunca le perdonó el desdén tras la proeza de Lepanto. Estamos a un paso de la España del Desencanto… …Pero tanto en El Greco como en Cervantes el encantamiento fue perpetuo. “Cervantes amaba lo

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¿Lo aprendió de El Greco, o tal vez fue su maestro? Nunca lo sabremos, pero lo cierto es que El entierro del conde Orgaz rebosa de claves esotéricas solo accesibles a iniciados, como los familistas de Montano. Creían en la reencarnación, y en el lienzo vemos la elevación del alma del conde a la manera de un embrión. El presunto entierro se nos aparece como su antítesis: un renacimiento iniciático, que bien pudiera ser el de Don Quijote. Quizá ese cuerpo yacente que identificamos con el del señor de Orgaz sea el del caballero de la Triste Figura, descabalgado de su andadura terrena y presto a renacer en el reino de los inmortales. Lienzos en clave para una novela en clave. Si el entierro es un renacimiento, ¿quién es el Caballero de la mano en el pecho? Los librepensadores se ocultan, y tanto Cervantes como el Greco lo fueron. Se cruzaron en Roma, coincidieron en Toledo, hasta estuvieron emparentados por medio de la familia de Jerónima de las Cuevas –la mujer de El Greco, aunque no se casaron jamás (otro escándalo en la España de entonces). Si además frecuentaron los capítulos de la Familia Charitatis, es muy posible que el Cretense le pintara un retrato al Manchego. Tanto como que este, tan dado a los juegos y a los misterios, le pidiera que no le pusiera nombre, de modo que su imagen fuera un enigma. Pero hay más.

En contra de su costumbre, El Greco no identificó al personaje al dorso del lienzo, como solía en todos sus retratos. ¿Sólo porque le complacía jugar a los enigmas? Es muy posible que lo hiciera al frente y a la vista de todos, pero sin palabras. Además de maltratado por sus contemporáneos, Cervantes padeció el deshonor de sus muchas prisiones. El caballero del retrato habla con el lenguaje de las manos al llevarse su diestra al pecho como diciendo: “Juro por mi honor que nada de lo que me acusáis es cierto”. Llevarse la mano al pecho, juntando los dedos centrales sobre el corazón, era el santo y seña de los familistas. Todo lo que nos cuenta parece muy convincente pero no deja de ser una conjetura literaria, bastante transgresora, por cierto. Absolutamente cierto, porque tampoco pretendo otra cosa: esto es sólo literatura. Sin embargo, a veces, estudiando ese retrato he tenido la sensación de que al tiempo que retrataba a Cervantes, El Greco se estaba pintando a sí mismo. Me venía a la mente una frase del Ingenioso Hidalgo, en el epílogo de su novela: “Para mí nació Don Quijote, y yo para él. Solo los dos somos para en uno”. Así, textual. No cabe mayor explicitación de la simultaneidad de conciencia entre estos dos creadores que compartieron un mismo viaje al Parnaso, como una vía de conocimiento a través de la belleza. La literatura es eso, eso y nada más: una conjetura abierta que nos ayude a replantearnos nuestro mundo desde otra mirada. Y, en esto, al menos para mí, la única novela histórica que puede mantener su vigencia en el mundo de hoy es aquella que nos lleva al límite de lo posible, no tanto para reinterpretar el pasado, sino para conocernos a nosotros mismos.

Diseño de cubierta: www.masgrafica.com

sobrenatural”, escribe Borges. Por más que su obra maestra parezca crudamente realista, supo entretejer en ella no solo sus lecturas erasmistas o el desafío a la Suprema –“Con la Iglesia hemos topado, Sancho”-, sino también la esencia de lo maravilloso.

novela.algaida.es

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