Editorial
La igualdad: realidad en construcción
S
iempre es buen momento para recordar y hacer visible aquello que es fundamental y nos preocupa. Cada 8 de marzo solemos tener presente la realidad de las mujeres trabajadoras. Una realidad diversa, compleja y también condicionada por la identidad cultural, social y religiosa en países y sociedades diferentes. No obstante, el camino de la igualdad es un aspecto que nos hace coincidir. En pleno siglo XXI la igualdad real y de presencia de las mujeres en los espacios públicos es una realidad aún en construcción. Las estadísticas nos siguen indicando que la brecha entre la realidad de las mujeres y la de los hombres es relevante: diferencias salariales que reflejan menores ingresos para las mujeres realizando el mismo trabajo que los hombres; no respeto de los derechos laborales en actividades profesionales con mayoría de presencia femenina; mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual; ejercicio de la violencia sobre las mujeres de manera sistemática; dejación de los cuidados y trabajos del hogar, mayoritaria en manos de mujeres, y percepción de la conciliación laboral y familiar como algo destinado únicamente a las mujeres; menor posibilidad Rasgos presentes en nuestro entorno de acceso a espacios y posiciones de alta decisión laboral, social y política. confirman que la desigualdad entre Estos y otros rasgos presentes en nuestro entorno confirman que la desigualdad hombres y mujeres es todavía entre hombres y mujeres es todavía un un fenómeno estructural y sistémico. fenómeno estructural y sistémico. Y que, por tanto, los cambios que se necesitan requieren transformaciones de gran alcance que se concreten en, al menos, dos niveles: un nivel macro, donde se construyen las políticas, los sistemas sociales, económicos, normativos y culturales; y un nivel micro, en el que se vive lo cotidiano, las relaciones y entornos de convivencia. Solo es posible caminar hacia una igualdad más efectiva si estos dos niveles se encuentran y retroalimentan. Los cambios en los marcos normativos y jurídicos no tienen efecto significativo en la vida de las mujeres si no se producen, simultáneamente, modificaciones efectivas en nuestras calles, hogares, escuelas… De la misma manera, la transformación de nuestras vidas y vínculos diarios necesitan ir acompañadas por el reconocimiento formal y legal de estar construyendo un nuevo «pacto social» que articule las sociedades de una manera diferente, en el que las vidas de las mujeres sean vividas por ellas y valoradas por la sociedad entera. Tener presente el 8 de marzo como día internacional de la mujer desde la perspectiva de las transformaciones que aún están por llegar, nos hace reconocer con mirada agradecida los grandes pasos dados por tantas mujeres a lo largo de la historia. Muchas aportando desde el silencio y la invisibilidad en sus entornos cotidianos, otras logrando que sus nombres perduraran en el tiempo vinculados a actividades políticas, sociales o profesionales. Su legado es una herencia que inspira y compromete a seguir dando pasos: en la política, la economía, la Iglesia, la sociedad y, a la vez, en casa, la escuela, la calle, el trabajo… El 8 de marzo es una nueva oportunidad para renovar el compromiso por seguir transitando este largo y necesario camino en la búsqueda de una igualdad que está relacionada, en definitiva, con el reconocimiento de la dignidad.
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