¿Mamá? Era un día normal, Juan llegó de clase a casa: - Hola, hijo, ¿qué tal el día?, ¿cómo te ha ido todo? - Puff, mamá, he vuelto a suspender, y encima me han puesto un parte por una tontería que le he dicho a una chica con problemas... - Es que no te esfuerzas hijo, te tengo dicho que tienes que estudiar más, por lo menos hasta la ESO. Y encima, te ponen un parte por mal comportamiento. - Ojalá me hubieran expulsado. - Bueno, ponte a hacer los deberes, anda. Yo me voy a hablar con el psicólogo, después nos vemos. - Que sí, pesada. Adiós. María, la madre de Juan, llegó a la consulta del psicólogo: - Hola, María, ¿qué tal con el chico? - Bueno, doctor, Juan no para de suspender las asignaturas, no quiere estudiar y no quiere hacer nada, de pequeño era un chico adorable, era súper bueno, tenía un corazón que no le cabía en el pecho. Y, ahora, no sé lo que le ha pasado, se ha vuelto muy rebelde, se porta mal, me trata mal... Desde que lo dejamos su padre y yo está así. - No te preocupes, mujer, solo tiene catorce años, la adolescencia es la etapa más dura en la educación de un hijo. Estuvieron hablando bastante. Al final, María salió de la consulta llorando, ya que lo estaba pasando muy mal y se tenía que desahogar. El psicólogo la ayudó bastante y le dio muchos ánimos para seguir adelante. La madre de Juan llegó a casa, abrió la puerta de la habitación de su hijo y se lo encontró jugando a la consola: - Juan, ¿qué haces jugando a la consola? ¿no ibas a hacer los deberes? - Déjame ya, mamá, eres más pesada... - Hijo, solo me preocupo por tu educación... - Que sí, venga, cierra la puerta y vete.
Al siguiente día, por la mañana, mientras María descansaba, sonó el móvil, llamaban desde el colegio, era la tutora, Juan se había desplomado en mitad de clase, todos los alumnos se habían quedado paralizados y la maestra rápidamente llamó a la ambulancia. Inmediatamente, María se levantó, se vistió lo más rápido posible y se puso de camino al hospital. A María, al llegar, le comunicaron que Juan había sufrido un infarto repentino, nadie sabía por qué le había ocurrido. En unas horas, Juan había despertado, gracias a la rapidez de los médicos y de la ambulancia consiguieron salvar su vida. Juan reposó allí toda la noche, los médicos no pararon de hacerle pruebas para ver lo que le ocurría. Encontraron que el chico tenía un gran problema de corazón. El problema lo tenía de nacimiento, pero se empezaría a desarrollar en la adolescencia. Juan, a partir del primer ataque al corazón, tendría como mínimo un ataque cada seis meses, es como si su corazón en un período de tiempo se sobrecargase y dejara de funcionar. En cualquiera de estos ataques, Juan podría morir repentinamente, la única solución era hacerle un trasplante de corazón. Juan, desde ese día, estuvo totalmente controlado por los médicos, diariamente. Podía ir al colegio y hacer sus cosas, pero siempre tenía que estar controlado para prevenir los ataques. Pasó el tiempo, y los médicos no encontraban un corazón para el chico. Juan tenía el grupo sanguíneo cero negativo, el menos común. Este grupo solo podía recibir sangre de su mismo grupo sanguíneo. A punto de pasar los primeros seis meses, encontraron un corazón para el chico. Juan iba a ser operado en un par de semanas. Llegó el día de la operación, estaba todo listo, pero la madre de Juan no se encontraba en la sala de espera, era todo muy raro, así que Juan preguntó a los médicos. Ellos le respondieron que la dejaron descansar ya que había dormido mal y no querían ponerla nerviosa durante la operación. Juan entró en quirófano... Al despertar, estaba dolorido por la operación pero lo primero que dijo fue: - ¿Mamá? Llegó un médico con una cara muy decaída y le dijo al chico: - Juan... Esto es para ti. El médico se retiró sin decir nada, solo le dio una carta a Juan. Él, asombrado, abre la carta, que decía así: Hola, hijo, Te resultará raro leer esta carta y no verme al lado tuyo viendo cómo has sido capaz de superar tu gran problema. No fuimos capaces de encontrar una solución a este, ya sabes que tu grupo sanguíneo es el más delicado y era muy difícil encontrar un corazón que te correspondiera. Aunque no nos llevemos lo bien que me gustaría, aunque pienses que soy una pesada cuando te digo que estudies..., eres mi hijo y te quiero con locura, no soportaría verte morir en mis brazos. Espero que repongas tu vida, y salgas adelante como un campeón que eres. Te entrego mi corazón, y recuerda que siempre estaré ahí dentro para ayudarte. Adiós, hijo. Autor: Juan Sánchez Rico. 3º ESO A IES EL CHAPARIL (NERJA)