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Salud & Mente x Psic. Rossana González
¿Cómo relacionarme de una manera sana con otras personas? RESPONSABILIDAD AFECTIVA
Vivimos una época de grandes cambios y revoluciones, nos cuestionamos todo lo que sucede a nuestro alrededor y al mismo tiempo nos atiborramos de información, la cual no sabemos con certeza si es correcta. Pareciera que la vida va más rápido entre tantas ocupaciones y pendientes. Olvidamos centrarnos en el presente y en el impacto que nuestra conducta y actitudes, así como en nuestras decisiones que pueden llegar a tener sobre las personas con las que nos relacionamos.
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Actualmente, el acceso inmediato que tenemos a las redes sociales, mensajes rápidos y las apps para conocer personas, ha provocado que las relaciones o los vínculos entre los individuos sean más efímeros, ya que con un click se puede aparecer y desaparecer de la vida de alguien. El “ghosting” es un término que define al acto de desaparecer de la vida de una persona sin dar ninguna explicación. Simplemente se deja de responder los mensajes, se elimina al otro de todas las redes sociales y se hace como si nada hubiese pasado. Pero, ¿por qué hemos llegado a esto? Pareciera que la falta de empatía, de comunicación y de preocupación por el prójimo va en aumento. Es por esto, que hoy abordaremos un tema que podría llevarnos a tener más consciencia para relacionarnos mejor con las personas, evitando dolores innecesarios en el camino.
Es importante empezar con la definición de respeto: es una forma de consideración y valoración que se puede tener hacia una persona, idea, creencia o institución. Es uno de los valores morales más importantes del ser humano, pues es fundamental para lograr una armoniosa interacción social. El respeto debe ser mutuo y nacer de un sentimiento de reciprocidad. Este valor se enseña desde la niñez en el núcleo familiar, respetando las reglas de la casa, respetando lo que hay en ella, respetando a mamá, papá y demás familiares, etc. Si esto no se enseña desde el inicio, el desarrollo del individuo puede verse afectado, involucrando sus relaciones sociales y manifestándose en la adultez de una manera inadecuada. Partiendo de esto, podemos ahondar sobre el tema principal: la responsabilidad afectiva. Esta se extiende a todas las relaciones humanas, familia, amigos, compañeros de trabajo, relación de pareja (sin importar la orientación sexual o tipo de relación en monogamia o bigamia). Nos invita a cuidar del otro todo lo que sea posible para evitar, no el sufrimiento, pero sí el dolor innecesario. Se trata de hacerse cargo, enfrentar las situaciones, de ser claros en los vínculos, de cuidar al otro, aunque cuidarlo signifique decirle que una relación ya no va más. La responsabilidad afectiva significa tener presente que todo acto tiene sus consecuencias y uno debe hacerse cargo de ellas. He visto en múltiples ocasiones en el consultorio, a la hora de dar terapia, esa capacidad que existe en algunas personas de deslindarse de todo lo que uno mismo ha provocado, con la simple oración: “Yo solo le dije la verdad, si él o ella entendió algo diferente, ese no es mi problema, yo fui muy clara (o)”, pero es que a veces no es como tal “la información” lo que está mal, si no, el modo y el sentido en el que se dicen las cosas, teniendo en cuenta no solo la comunicación verbal, si no la no verbal. Además de esto, es sumamente importante; que en una plática, discusión, toma de acuerdos o después de dar una indicación, te asegures de que el mensaje llegó como tenía que haber llegado, sin que se filtren interpretaciones, aquí radica la importancia de la comunicación. En este sentido, la responsabilidad afectiva implica que, si uno está en relación con una o más personas, todo acto que realice va a tener una consecuencia en esa o en esas personas. Tiene que ver con la empatía y la comunicación asertiva. No se trata de evitar a toda costa el dolor del otro, ni de poner las necesidades y deseos de la otra persona a costa de los nuestros, sino de saber que nuestras acciones tienen impacto en los otros, por lo que es necesario plantear acuerdos, evidenciar necesidades y deseos y asegurarnos de que el mensaje sea recibido como nosotros quisimos expresarlo. No debemos asumir que el otro sabe lo que queremos o que esté en el mismo canal que nosotros, no es como que tengamos acceso a una bola de cristal. Somos humanos con mundos diferentes en nuestras cabezas, mientras más claridad y transparencia, mejor.
La responsabilidad afectiva busca la construcción de relaciones más equitativas, más respetuosas y más empáticas. De ser conscientes de que tenemos la capacidad de influir en el otro y que ese otro también puede influir sobre nosotros, permitiendo plantear acciones basadas en la comunicación y en el establecimiento de acuerdos.
Y parte de nuestra responsabilidad es aceptar que, si por alguna razón nos hemos referido a alguien de una manera inadecuada, lastimándole, tenemos que contrarrestar nuestro acto. Muchas relaciones han sido afectadas o destruidas por la falta de responsabilidad afectiva. Tenemos que empezar a responsabilizarnos de lo que decimos, hacemos y sentimos en nuestras relaciones, una persona no se puede escudar del “yo soy así, y así tiene que aceptarme” si la conducta hace daño a la mayoría de las personas del entorno. Es momento de reflexionar si somos respetuosos afectivamente con las personas que están a nuestro alrededor, y en caso de que no, buscar soluciones. La máxima expresión de amor es el respeto hacia uno mismo y a los demás.