Mollete literario 34

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Director: Carlos Ramírez

Junio 15, 2016, Número 34, Tercera Época

Por Paul Martínez / pág. 11


El que quiera ser escritor va a sentir dentro de él la necesidad de expresarse, de decir lo que siente o lo que piensa. Debe sentir que es una vocación, que es un llamado..., pero hay otra cosa también: no es sólo la vocación, la persona debe saber si tiene el talento, porque escribir es un arte.

Augusto Monterroso

Editorial 30 años sin Borges Era 14 de junio de 1986 cuando Jorge Luis Borges sucumbió al enfisema pulmonar y a la ceguera para volverse más inmortal de lo que ya era. Borges era un monumento a la inteligencia que en cada frase, cuento y poesía hacía presente un mundo que, a los que fuimos sus lectores, nos dejaba y aún nos deja anonadados y en vilo por comprender la forma en que se entregó al mundo mediante las letras, sin embargo siempre fue amable y él mismo aseveraba que era extremadamente sentimental y sensible.

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El argentino dedicó su vida a darle significado a todo cuando logró ver, escuchar, leer: todo lo que el escritor percibía lo cuestionaba y trasmutaba, pero él lo decía mejor: “La terea del arte es esa, transformar lo que nos ocurre continuamente en símbolos, en música, en algo que pueda perdurar en la memoria de los hombres”. Nuestros escritores nos invitan a significar el mundo, a escapar de la penumbra en que nos encontramos y nos recuerdan que las salidas pueden ser degustadas y satisfacer el hambre intelectual que gustosamente la sociedad mexicana no deja de tener. Pasen a probar y quédense por un excelente contenido.

Autobiografía Por Luy

Índice 3

México 20: El nuevo arte de hacer polémicas literarias Por Ene Riaño

4

Letras Torcidas Por César Cañedo

5

Hilos delgados Por P.I.G

7

La cámara pletórica Por José Camarena

11 13

George Steiner: Dos preguntas sobre el lenguaje Por Paul Martínez La novela romántica española Por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

15

Literatura y revolución en Haroldo Conti Por René Avilés Fabila

17

Metrea, Perrea Por Canuto Roldán

18

Mujeres infinitas Por Luis Villalón

20

Leitmotiv Por Ximena Cobos

El Mollete Literario Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial joselrojasr@hotmail.com Monserrat Méndez Pérez Jefa de Edición Consejo Editorial René Avilés Fabila Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Luis Alberto Rojas Diseño Raúl Urbina Asistente de la Dirección General

El Mollete Literario es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A. y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva 15670. Certificación en trámite por la Asociación Interactiva para el Desarrollo Productivo, A. C.


México 20: El nuevo arte de hacer polémicas literarias Por Ene Riaño

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espués de nueve jornadas de actividades, La marche de la Poésie llegó a su fin. El evento que en su más reciente edición tuvo a nuestro país como invitado especial, dio este 15 de junio por concluidas sus actividades, entre las que figuró, antecedida por la relectura del discurso que en 1991 Paz pronunció al recibir su Nobel, la presentación de México 20: La Nouvelle Poésie Mexicainne, antología que, al menos de este lado del Atlántico y entre un grupo de implicados y voyeristas, se ha convertido en últimos días en una especie de trending topic literario. Si bien en este mercado de poesía que se realiza desde 1983 en SaintSulpie, corazón del Barrio Latino parisino, también se presentó Avec du Soleil Sous la Semelle: Onze Poètes Mexicains d´Aujourd´hui (Editions Caractères); por su idiosincrasia diplomática México 20 —cual G-20— es la que ha provocado enfrentamientos virtuales, ya sea con 13 mil 206 o 406 seguidores. El volumen con un costo de veinte euros, uno por autor, que será puesto a la venta vía electrónica a partir del 27 de junio, muestra a lo largo de más de 200 páginas una selección de la obra de L. Vicente Aguinaga, Luigi Amara, L. Jorge Bonne, Hernán Bravo V., Claudia Domingo, Dolores Dorantes, Mónica Nepente, Ángel Ortuño, Maricela Guerrero, Christian Peña, León Plascencia Ñol, Karen Plata, Rodrigo Flores S., Xitlalitl Mendoza, Alejandro Tarrab, así como de L. Felipe Fabre, Julián Herbert, Óscar de Pablo, Paula Abramo y Karen Villeda. Al respecto, el hispanista Phillippe Ollé-Laprune ha advertido que en la obra confluyen la visión ancestral y el mundo actual, en la que la globalización, las redes sociales así como las crisis sociales, económicas e identitarias son los lineamientos. Aunque la coedición de Le Castor

Astral y la Secretaria de Cultura se pactó tiempo atrás, como una de los acuerdos de la visita de Estado que el Ejecutivo y una comitiva de cientos realizaron a tierras galas en 2015, fue hasta inicios del mes en curso que arrancaron los dimes y diretes en torno. La diatriba no consistió en quejarse del escaso número de poetas que en comparación a la referida visita de Estado se encuentran ahora en Francia ni tampoco en exigir que cada uno de los veinte antologados y no únicamente los últimos cincos enlistados anteriormente, además de Jorge Esquinca, Silvia E. Castillero y Coral Bracho, fueran requeridos; no, da la impresión que lo que se busca no es justicia ni igualdad. Producto de la selección de Tedi López Mili, Miriam Muscana y Esquinca, quienes en la parte superior de la sutil portada tricolor figuran visiblemente sin especificar si son los autores o antologadores, el título, traducido por J. L. Lacarrièrre y J. Hocquenghem, provocó la reacción de Heriberto Yépez, quien desde Twitter hizo pública su adversión e irrespeto (sic) a través de numerosos posts, los cuales fueron secundados, entre otros, por la poeta María Rivera, quien entre zacuazas y pums optó por Facebook para delinear su postura al respecto. La controversia tomó dos rumbos, según el propio Yépez, el de la oficialidad y la marginalidad, que en otro tiempo también pudo nombrarse como antirrealismo contra realismo crítico, o incluso literatura viril versus literatura afeminada. Aspectos como compadrazgos, o bien el hecho de que la inmensa mayoría de los elegidos sean de la CDMX o Guadalajara como indicó Ramiro Lomelí, fueron señalados en redes sociales para impugnar una antología que antes que ser vista como lo que es, poesía, es entendida como la más

alta infamia que ha dado la literatura mexicana en lo que va del sexenio, sin atender al hecho de que el año pasado la obra de una veintena de narradores mexicanos fue editada en condiciones similares en el Reino Unido. Tanto la beligerancia del tijuanense, quien se valió de vocablos como “señorito” para descalificar a los incluidos en este volumen, así como el tono encrespado con el que la ganadora del Elías Nandino edición 2000 tiñó sus declaraciones, distan en demasía de las polémicas generadas por antologías mexicanas de poesía previas, como la de Jorge Cuesta en 1928. No todo sigue igual. Tal pareciera que a Yépez, quien tachó de reduccionista “Vajillas diplomáticas”, texto de más de 140 caracteres en el que se refuerzan sus propios planteamientos, se le olvida que él también ha sido publicado por Conaculta. Asimismo, queda la impresión de que a Rivera, otrora beneficiara del erario y a quien Luis Felipe Fabre refiere en “El poema de mi amiga”, le hubiera encantado que “Los muertos” hubiese sido requerido en México 20, al menos para declinar la propuesta o para hacer un llamado de alerta desde Francia de la situación de se vive acá, y también allá en Tuxtla, Beirut, Marsella, el mundo entero. Pese a enunciarse por personalidades de instancias específicas de selección y consagración de la intelectualidad mexicana, la discusión no podría tildarse propiamente de polémica literaria, no al menos a la vieja usanza, se ajusta más bien a un nuevo modo de polemizar la poesía. Sí, es indudable que la naturaleza de esta querella ha de entenderse desde los estamentos del siglo XXI, en el cual incluso youtubers son ahora las figuras poéticas estelares. Algo sí ha cambiado.

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Por César Cañedo @chocorrols chocorrol_x@hotmail.com

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Olaf

Negro

Amá, caborcaloca, poetisanta, hoy mi dedo que es mi sostén de lápiz amaneció tirisio. Olaf, el tuyo, no reconoce filiación ni gusto entre nosotras. Ay, ese Olaf, viejucho reprimucho se olvida que el desprecio me condenó al olvido por un rato. El que destaza, aquél que él mismo me alabó cantar allá en mi perro triste, el que más hace daño es el rechazo joto de otro joto. El tiempo, Tito mijo, y las chaquetas llevan todo su punto a lo que ebulle, quizá ya no le sube agua al molino vena a la vena machaca al huevo y ya no entiende que el dibujo se ha ido y la palabra queda.

Desde la luz que negra siega el recto ciego horadar lengüetas del amante que contempla la nuca en la mordida y elige postración ante el templo cloaca traspasando entre sueños la frontera que el rostro apenas roza y que no cabe y por eso aproxima labio lengua nariz desesperado, abriendo un poco el paredón del gozo dejando entrar apenas humedades y oliendo lo que expele en frenética gana de recordar por siempre a lo que huele. Ábrese más la cueva gemebunda y de pronto recibe en la cara afectada de un portento invisible, en otro orden, acaso, asco daría ese gesto de amor que envuelve un pedo ese actuar inocente y su salir sin freno a hacerse muy presente en el olfato accidentado pacto que congrega a los cuerpos con todo y sus efluvios, y el amante frenético recibe el impacto que baila entre sus poros y se enchina y disfruta lo que en común apesta. Sincero ritualista en incensario, salvar antes la tripa que el amante, gozar todo el olor y sus excesos, relacionar mejor, porque bien dicen, que se conoce al otro en lo que emana y así del riesgo anal y sus misterios el pedo es ruta fiel y democrática caricia inesperada y ricorasco.


Hilos delgados

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U

n día me encontré con una muñeca, extraña toda ella. Desde entonces no he dejado de pensar en su rostro, en su figura, en sus manos y pies. Día y noche su recuerdo me asalta como un mal sueño o una pesadilla. Y es que en sus ojos brillaba una tenue llama que amenazaba con extinguirse, pero que, irónicamente, se aferraba a mantenerse viva. Desde entonces su figura se ha convertido en una divertida obsesión que, no obstante, me turba de manera extraña. Le encontré tirada en el suelo, colocada intencionalmente bajo la sombra

de un árbol, de tal forma que nadie pudiera percatarse de su presencia. Alguien se deshizo sin reparo de ella, pero de igual forma pretendía que nadie más le encontrara. Por razones que aún no logro explicar, mis pasos se dirigieron hacia donde se encontraba y como si se tratara de un grito de auxilio proveniente de cualquier lugar, me acerqué, le tomé y le miré fijamente en busca de una palabra, de un gesto, de una señal que me explicara la razón por la cual fui yo y no otra persona quien dio con ella. Se mostraba impasible ante el abrumador frío de una tarde que estaba punto de fundirse.

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta


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Su ropaje no estaba ni mucho menos sucio, aunque sí maltratado por el tiempo que permaneció varada en aquel lugar. Pese a su increíble belleza, algunas heridas en su rostro denotaban una vida anterior lastimera y desgarradora. El fino cabello color café oscuro cubría su rostro, como intentando esconder ese delicado semblante donde se podía apreciar claramente un dejo de melancolía. Su cuerpo estaba rodeado de hilos finos que quizás alguna vez le brindaron la virtud del movimiento, no así de la libertad. Ahora estaba completamente atada; imposible le era cambiar de posición, más aún respirar libremente. Se percató de mi presencia y de inmediato levantó la mirada; fijó su vista en la mía y no la apartó ni un segundo. Con sus ojos húmedos me reclamaba por algo que yo no había hecho, no al menos de forma consciente. La única idea en mi mente era que no quería dejarla ahí, fingir no haber visto nada, dar media vuelta y deshacerme con la niebla en la inmensa oscuridad de la noche. No era esa clase de persona. Me quedé contemplándola durante algunos momentos. Sus extremidades eran más que delicadas y parecían a punto de romperse; contrastando con esa delicadeza, una fuerza brotaba desde su interior, tal vez la única razón por la cual esta muñeca no había desfallecido. Un impulso extraño, el mismo que me llevó a recogerle y tomarle entre mis brazos, me hizo acariciar lentamente su fino rostro. ¿De dónde provenía tan primorosa creación? ¿Qué hacía ahí, agotada, olvidada, inmersa en cavilaciones sin principio ni fin? No le pedí que hablara, me limité a abrazarla con fuerza ofreciéndole el poco calor corporal que aún me quedaba y la llevé a un lugar más seguro, más íntimo. Como guiados por una luz que no existía nos perdimos en el espacio hasta llegar a una zona menos transitada. La noche nos ocultó lo suficiente para no ser hostigados por las presencias

incomodas. Poco a poco fui desprendiendo los hilos aferrados a su piel; de las heridas provocadas brotaba sangre tibia, no obstante ella se mantenía inexpresiva, parecía no importarle el dolor que le ocasionaba. Posiblemente le dañaba más el hecho de estar sometida a una prisión, que el de desangrar tras liberarse. “No tengas miedo, al menos puedes confiar en mí”, le dije, con palabras o con la mirada. Anteriormente sus movimientos eran conducidos, en todas partes, todo

“Pese a las visibles diferencias tenemos algo en común: ambos hemos optado por arrancarnos esos hilos que sólo estorban; ambos, cada quien con sus métodos, hemos sobrevivido a las penurias de un pasado que se niega a desaparecer en el olvido”. el tiempo, hasta que se cansó de ser una muñeca dirigible. Decidió romper con esa situación, aunque eso le provocase caer sin un sostén que disminuyera el golpe de la caída. Pero, ¿por qué hasta hora y no antes?, ¿por qué había optado por la costumbre y no por el deseo de ser nuevamente libre? Ahora lo era, por fin, aunque le era difícil moverse, pues no estaba acostumbrada a ello. Jamás se había percatado de lo interesante que era ser sólo uno y no dos, marioneta y marionetero. Jamás había prestado atención a la belleza de la luna, de las estrellas, a su belleza frente al reflejo de un charco. Le miré de reojo y me sorprendió la perfecta sinfonía que creaba ese rostro desconocido con la noche. ¿Qué ocurriría después? No pretendía restaurar los hilos para

ser ahora yo quien los dirigiera, no me aprovecharía de esa debilidad momentánea para tomar las riendas y convertirme en su nuevo rector. Sin pensarlo demasiado opté por arrancar de tajo las delgadas cuerdas prendidas a su cuerpo y de inmediato se desplomó súbitamente. Cayó con aplomo, como su primera lágrima, como su primera gota de sangre ocasionada por los embates de los cuerpos. La ayudé, a oscuras, con el aliento seco y el corazón olvidado por completo. Fue una noche como ninguna otra, tan larga, tan silenciosa, tan mística… De lo que estoy seguro es que jamás podré arrancarme esa mirada que penetró tan profundo, como intentando encontrar un lugar para guarecerse de aquel exterior que le mataba lentamente. Aún recuerdo cada una de sus palabras cuando, con lágrimas en los ojos, y ante mi sorpresa mal disimulada, se despidió con la esperanza de encontrarnos de nuevo, o la esperanza era mía y creía leerla en sus ojos aún sumidos en lucubraciones. Es necesario darle fin a un ciclo que debe terminar para contemplar el inicio de otro, todavía más extraño y delirante. Pese a las visibles diferencias tenemos algo en común: ambos hemos optado por arrancarnos esos hilos que sólo estorban; ambos, cada quien con sus métodos, hemos sobrevivido a las penurias de un pasado que se niega a desaparecer en el olvido, e inexplicablemente hemos caído en el mismo lugar, quizás para alejarnos lo más posible, tal vez para estar juntos intentando caminar de la mano sin tropezar, sin caer, confiando el uno en el otro, incondicionalmente. Después de todo ella es una muñeca que pese a tantos años aún conserva su estado original, puro. Y yo… yo soy una marioneta, que camina lenta pero con seguridad, ya sin tantas demoras ni preocupaciones. Ahora son otros los hilos que nos unen y dirigen, los transparentes, los invisibles, los que más duelen.


La cámara pletórica Un regreso a la magia fotográfica a través de algunas ecfrasis de Eduardo Galeano Por José Camarena camarenajp@gmail.com

S

iempre había creído, sin poder demostrarlo, que existía algo mágico detrás de la fotografía, detrás de cada fotografía. Antes de creer en la magia del cine, en la magia de la reproducción digital, creía con fervor en el encanto de la foto. Y así como ciertas cosas se devalúan por falta de complicidad —o de fe—, poco a poco se le fue quitando la pátina de ilusionismo a la fotografía, para terminar siendo otro tipo de mecanismo tecnológico. A mis ojos, pasó a ser un arte más, una ciencia más, una cosa más, entre todas. Ya sin ese sentimiento de atracción natural, seguí investigando sobre los orígenes de la cámara y la reproductibilidad

Si suponemos por un breve momento que el cuerno del unicornio era vital para el funcionamiento correcto de las primeras cámaras obscuras (esto si suponemos, claro, que existieron los unicornios) queda la pregunta en el aire: ¿Qué pasó después, con las cámaras subsecuentes, que ya no utilizaban la mecánica de esas cajas mágicas? Es más, ¿qué sucedió cuando los unicornios ya no estuvieron a la mano del mago, del químico, del fotógrafo? Esa magia debió quedar en algún lado, suplantada, tal vez, por un perforador industrial o por unas pinzas metálicas. Esto último no suena tan místico ni tan único ni tan especial. Por eso es posible que la magia haya transpuesto su lugar, mientras la fotografía seguía con su evolución. Si primero se encontraba en el aparato, luego estuvo en el operador, después en el espectro y posteriormente en el espectador, como les llama Barthes al fotógrafo, al objeto fotografiado y al

de las imágenes, y seguían llegando a mí historias —verídicas, verificables y apócrifas— sobre la fotografía. Fue así, sin preámbulos y sin anuncios, que leí un artículo donde se mencionaba, casi de soslayo, que Merlín (sí, el mago) había sido el primero en envolver a la famosa cámara obscura en un hálito de encantamiento y prestidigitación. Al parecer, Merlín decía en uno de sus tratados que la única manera de hacer funcionar a la cámara obscura era haciendo el orificio necesario con el cuerno de un unicornio. Tan increíble como parecía, volví a encontrar ese dato en un libro que Salvador Elizondo recomienda en su Camera Lucida, en donde se ratifica lo estableci-

receptor (público)3. En la actualidad nos enfrentamos al poder del conjunto, es decir, a la magia residida y representada por la fotografía en todos su productores, en esa relación simbiótica entre todos y cada uno de los “posibilitadores” de la fotografía. Así, la magia parece vivir escindida en sus diferentes hogares, y mientras unos estudian el punto de vista, los ángulos y el tecnicismo, otros analizan la composición, las implicaciones culturales y las marcas históricas, al tiempo que se trabaja, a su vez, la recepción social, el impacto y las consecuencias de la bestia taimada: la fotografía. Para poder regresar —en un intento complicado pero honesto— a ese estado inicial donde la magia se encontraba en un solo sitio, propongo tomar un camino alejado, a su manera, de la ruta de la fotografía y más guiado por los andares de la literatura. La mejor manera de hacerlo es a través de este fenómeno llamado ecfrasis4

1 Carlos Jurado, el arte de la aprehensión de las imágenes y el unicornio, p. 31. 2 Son notables los casos de Abd-el-kamir, Adojuhr y Tzung Ching Pung . 3 Roland Barthes, Camera Lucida, p. 9.

do por Merlín: “‘El ojo de la caja mágica deberá ser perforado con un cuerno de unicornio. De no ser así, la caja resultará por completo inefectiva’. El ojo de la caja mágica no era otra cosa que la fina perforación por donde la imagen penetraba al interior de la cámara oscura”1. Esos datos no sólo dotaron a la fotografía de un poder místico y una potencia alquímica, sino que me devolvieron a un estado primitivo e inocente frente a ella, pues para Merlín y algunos otros2 la cámara nunca fue una cámara, fue una caja mágica, tal y como yo lo pensaba, sin saber, desde hace tiempo.

que es descripción vívida, que es transposición semiótica, que es tropo. Para este objetivo, la definición de ecfrasis que más sentido cobra es la propuesta por Heffernan: “la representación verbal de una representación visual”5, ya que habla de una operación mimética doble, pues refiere a dos modos distintos de representación. Es evidente que se puede poner en el cuadrilátero de la discusión teórica lo dicho por Steiner acerca de la imposibilidad de una transferencia uno-a-uno entre dos modos o sistemas de representación distintos, lo que llevaría al fracaso a cualquier intento ecfrástico6; o incluso la postura más purista y reservada de Jean Hagstrum, cuando afirma que el proceso ecfrástico se trata simplemente de una traducción semiótica, de un cambio de sistema de signos y de códigos, por lo que prefiere situarse en el lado de lo “meramente icónico”7. Sin embargo, son muchas las implicaciones cuando se deja de lado la carga

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representacional de la ecfrasis. Aun en el nivel de la traducción semiótica hay una forma y una intención de re-presentar otro código con sus signos particulares. Ya sea como reescritura, reelaboración, reinterpretación o cualquier procedimiento de reciclaje intermedial, está en juego el tratamiento de la representación. Es más, vista como simple categoría intertextual, la ecfrasis funciona como eje, como el

filtro por el que circulan tipos de representación. Y es aquí donde la crítica antimimética ya no repercute y pierde su ingerencia, pues ya no se perfila algún tipo de imitación a lo real o lo natural, más bien se postula una manera de representar esa realidad, sea esta manera altamente mimética o no. Entonces, la ecfrasis se erige como la metáfora ideal del nuevo unicornio, que

penetra ya no a la cámara sino a la fotografía en sí, como arte, como ciencia. La ecfrasis es el pase que revierte ese hechizo al que se le había condenado a la foto de vivir sin magia. La ecfrasis le devuelve voz y vida en el campo de otro estilo, el literario, para demostrar que cada arte nos enseña las cosas (las representa) de diferente manera8.

4 Utilizo la palabra “fenómeno” en su sentido original de manifestación, casi de apariencia. La ecfrasis, en este sentido, más que un género, una modalidad o un recurso discursivo, se vuelve una revelación, un contacto producto de la experiencia, del aspecto que las cosas tienen. 5 James Heffernan, Museum of Words. The Poetics of Ekphrasis from Homer to Ashbery, p. 3. 6 Vid: Steiner, Wendy. The Colors of Rhetoric: Problem in the Relation between Modern Literature and Painting. (Chicago: University of Chicago Press, 1983). 7 Vid: Hagstrum, Jean. The Sister Arts. (Chicago: University of Chicago Press, 1958).

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En Rhetoric of the Image, Roland Barthes enfrenta al lenguaje con la fotografía y habla de una tríada de mensajes cuando la imagen y el lenguaje aparecen juntos: el mensaje lingüístico, el mensaje icónico codificado y el mensaje icónico no codificado9. Hay que pasar por encima de la división connotativa y denotativa que hace el teórico francés, pues para este unicornio lo interesante es la relación texto lingüístico–texto icónico. Además, toda imagen está codificada, por lo que un acercamiento fenomenológico puro es imposible, es decir que no

hay “primera vez” frente a la fotografía. Sería bueno comenzar con el primer ejemplo, tomado de una serie de ecfrasis que Eduardo Galeano hace en su libro Espejos, donde establece una poética de la invención, de la re-visitación histórica de supuestos dados y de la creación de una nueva perspectiva acerca del pasado. En el texto ya mencionado, Barthes explica que el mensaje lingüístico sirve de anclaje y de relevo a la fotografía, a la imagen11. De esta manera, se generan dos planos: el de la identificación y el de la interpretación. Es buen momento para

esclarecer que Barthes nunca habla de ecfrasis, ni menciona esta posibilidad en sus primeros acercamientos teóricos a la relación imagen-lenguaje. Sin embargo, la ecfrasis se presenta como un tipo excepcional de esta forma de relación. Aquí, la demarcación que hace Tamar Yacobi en su artículo Pictorial Models and Narrative Ekphrasis sobre la ecfrasis resulta útil: “la evocación literaria de(l) arte espacial”12. Luego parece pertinente disparar la aseveración de Barthes al terreno de la ecfrasis, cuando esta última además de identificar los elementos de la escena fotográfica,

Foto: Otra bandera de la victoria10 Berlín, Reichstag, mayo de 1945. Dos soldados plantan la bandera de la Unión Soviética en la cúpula del poder alemán. Esta foto, de Evgeni Jaldei, retrata el triunfo de la nación que más hijos perdió en la guerra. La agencia Tass difunde la foto. Pero antes, la corrige. El soldado ruso que tenía dos relojes pasa a tener uno solo. Los guerreros del proletariado no andan saqueando cadáveres.


también interpreta, describe, narra, explica y potencia la misma. En el microtexto de Galeano se produce el efecto mágico de la ecfrasis, pues identifica la fotografía (lugar, fecha, fotógrafo y breve descripción) y la interpreta (“Los guerreros del proletariado no andan saqueando cadáveres”). Pero además de eso, la ecfrasis de Galeano reescribe la

historia, representa la fotografía no sólo en un nuevo campo de signos, sino en un nuevo campo de transformación del pasado. Hay que recordar que en ese artículo de la Retórica de la imagen, Barthes habla de fotoperiodismo. En ese sentido, las fotos escogidas por Eduardo Galeano permanecen en el ámbito de la foto documental. Por el contrario, el mensaje lin-

güístico del que habla el escritor de Camera Lucida está vinculado a la imagen en el espacio, es decir, siempre aparecen juntos, compartiendo lugar. En el caso de las ecfrasis de Galeano hay un claro distanciamiento que es el que permite recrear la historia, narrándola desde otro punto de vista, utilizando, ahora, a la imagen como ancla y como relevo.

Foto: El trono13 Ciudad de México, Palacio Nacional, diciembre de 1914. El campo, alzado en revolución, invade el planeta urbano. El norte y el sur, Pancho Villa y Emiliano Zapata conquistan la ciudad de México. Mientras sus soldados, perdidos como ciego en tiroteo dan vueltas por las calles pidiendo comida y esquivando máquinas jamás vistas, Villa y Zapata entran al palacio de gobierno. Y Villa ofrece a Zapata la dorada silla presidencial. Zapata no la acepta. — Deberíamos quemarla —-dice. Está embrujada. Cuando un hombre bueno se sienta aquí, se vuelve malo. Villa se ríe, como si fuera chiste, desparrama sobre la silla su grande humanidad y posa ante la cámara de Agustín Víctor Casasola. A su lado, Zapata se ve ajeno, ausente, pero mira la cámara como si disparara balas, no flashes, y con los ojos dice: — Lindo lugar para irse. Y al rato nomás, el jefe del sur se vuelve al pueblo de Anenecuilco, su cuna, su santuario, para seguir rescatando, desde allá, las tierras robadas. Villa no demora en imitarlo: — Este rancho está muy grande para nosotros. Los que después se sientan en la codiciada silla, la de los dorados oropeles, presiden las matanzas que restablecen el orden. Zapata y Villa caen, asesinados a traición.

En este segundo ejemplo hay una dramatización de los personajes, se vuelven Tespis, con máscaras e indumentarias para representar el papel que les ha dado la historia, el papel que ha recuperado el escritor. Ya el mismo Barthes había dicho que la pose, que la fotografía volvía objetos a las personas, que era una especie de muerte intermitente, un paso inmediato al mundo de las cosas. Por esa razón prefería emparentar a la fotografía con el teatro

y no con la pintura, por esa relación con el culto a la muerte14. Y aquí está presente de nuevo esa relación mágica, pues de igual forma los creadores de las primeras cámaras obscuras creían que éstas eran féretros, donde todo lo que entraba ahí, moría. Por eso era necesario crearlas con las herramientas y sustancias necesarias para poder atrapar el alma de las cosas y regresarla después, inmutada, mediante impresión, proyec-

ción o con una ‘linterna mágica’15. Las herramientas del escritor son las palabras y, en el caso de Galeano, su sustancia la ecfrasis. Él es capaz de volver a proyectar la historia, de representarla a su gusto. Los papeles entre la imagen y el mensaje lingüístico se subvierten: ahora la imagen es identificación de la ecfrasis y se vuelve el puerto connotativo del texto ecfrástico.

8 Raúl Beceyro. Roland Barthes y la fotografía, p. 110. 9 Roland Barthes, Image, Music, Text, p. 33. 10 Eduardo Galeano, Espejos. Una historia casi universal, p. 284. 11 Roland Barthes, op. cit., p. 38. 12 Tamar Yacobi, Pictorial Models and Narrative Ekphrasis, p. 600. (La traducción del fragmento es mía). 13 Eduardo Galeano, op. cit., pp. 252-253.

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El lazo entre la imagen y el texto se distiende y se atiranta cuando la ecfrasis entra en juego. La proyección que de la fotografía hay en el texto descriptivo constata el factor de la temporalidad resguardada en un eterno “haber estado ahí”. La inmediatez espacial no parece aceptar la anterioridad de la realidad vista en la fotografía, aunque la protege, aunque no puede negarla. Si en estas imágenes documentales hay una evidente intención de “registro”, la ecfrasis de las mismas tienen un propósito de “transformación”, esa “transformación” que Barthes no deseaba imputar a la fotografía. Es así que en esta fricción representacional está la magia. Magia de transformación de las imágenes, magia de manipulación de la historia, magia de la reescritura de la narrativa de una fotografía, magia de una caja y una linterna que guardan, proyectan y modifican la realidad. La ecfrasis se ha vuelto ese unicornio que usaba Merlín para dotar de un arte de birlibirloque a las imágenes captadas. El viaje de la hipotiposis a la enargeia, pasando por la ecfrasis, es parte de esa fricción, de ese estira y afloja

entre texto visual y texto verbal. “Como quiera que sea, écfrasis e hipotiposis tienen un origen común en el ejercicio retórico de producir en el lector una ilusión visual. Ambas comparten la exigencia de vivacidad propia de la enargeia, cuya clave consiste en la dinamización de lo percibido”. Y Galeano hace justo eso, dinamiza lo percibido, lo modifica como las imágenes se modificaban sobre el nitrato de plata, como las capturas cambiaban de posición por obra de los espejos, como los objetos aprehendidos en la cámara desaparecían al contacto con la luz, como los negativos pasaban a positivos por efectos químicos. La magia ya no está en el cuerno del unicornio, ni en el proceso, ni en el fotógrafo. La magia está en la relación de esas representaciones de realidad que son las fotografías con otros medios de representación. La magia está en ese potencial narrativo de cada representación visual, leída como texto y en el producto de esa narratividad hecha representación verbal: la ecfrasis. Con esta magia es posible reescribir la Historia, como lo hace Galeano, y transformarla, al mismo tiempo que se transforma la imagen

y su interpretación. No cabe duda que el poder ecfrástico, en este sentido, es soberbio y casi dictatorial, imponiendo un nuevo significado, dotando de una apreciación personal y unívoca a la imagen que se “pasiviza” frente al ejercicio activo de la ecfrasis. Visto así, el mensaje lingüístico toma poder de la imagen, pero este poder nunca pretende ser único, ni revelador, pues la imagen explota de polisemia, por lo que puede ser referente y ancla de muchas ecfrasis. Por eso los textos de Galeano pueden funcionar de forma individual y como serie, como un museo casi cronofotográfico. Ahora creo que nunca perderé la magia que veía en la fotografía hace algunos años, pues he aprendido que ésta es inherente a sus avatares. Si antes había Merlines, ahora hay Galeanos. Aprehender imágenes es algo humano, es parte de nuestra naturaleza, y su reproducción es la muestra de esa necesidad de conservar, de perpetuar las efigies, las figuras, las representaciones. En eso ya hay mucha magia, la ecfrasis es la forma de entronizarla en la literatura.

Foto: Los ojos más habitados del mundo La Habana, Plaza de la Revolución, marzo de 1960. Un barco ha estallado en el puerto. Setenta y seis obreros muertos. El barco traía armas y municiones para la defensa de Cuba, y el gobierno de Eisenhower ha prohibido que Cuba se defienda. La multitud cubre las calles de la ciudad. Desde el podio, el Che Guevara contempla tanta furia reunida. Tiene la multitud en los ojos. Korda toma esta foto cuando los barbudos llevan poco más de un año en el poder. Su diario no la publica. El director no le ve nada especial. Pasarán los años. Esa foto será un símbolo de nuestro tiempo.

14 Roland Barthes, Camera Lucida, p. 31. 15 Carlos Jurado, op. cit., p. 77. 16 Graciela Tomassini, Naturalezas vivas: Retórica de la descripción en la ficción brevísima, p. 8. 17 Como lo proponen Tamar Yacobi, Mieke Bal y Claus Cluver. 18 Eduardo Galeano, op. cit., p. 308.


George Steiner: Dos preguntas sobre el lenguaje

Por Paul Martínez sparring_loto@hotmail.com @sparringloto

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as preguntas que aciertan en algún punto oscuro de lo humano mantienen su vigencia en tanto las respuestas que ofrezcamos no iluminen con la claridad suficiente el derrotero a seguir. Algunas vienen desde los comienzos del pensamiento organizado y atienden a cuestiones que podríamos llamar perenes, tal es el caso de las preguntas filosóficas, ¿qué es el Ser? ¿Cuál es la relación de lo humano con lo natural? Preguntas que incitan la búsqueda más que el destino. A muchas otras se dan respuestas que en determinado momento histórico producen como resultado la generación de paradigmas que se mantienen en tanto esperamos una nueva interrogante que le haga cimbrar las raíces, por ejemplo, las preguntas científicas en las que las respuestas se postulan como verdades en tanto aparece el nuevo paradigma, planteadas estas como trampolines temporales que impulsarán el conocimiento y desarrollo de ciertas habilidades de las sociedad. A menudo también se formulan pre-

guntas que apuntan a la búsqueda de respuestas determinadas en el tiempo en el que se realizan, ligadas a determinadas tecnologías y específicos campos del conocimiento ¿Cómo se modifica el quehacer literario con la posibilidad de la auto publicación? ¿Qué impactos tiene en la industria editorial el hecho de poder conseguir los libros directamente con el autor? ¿Cómo modifica el pensamiento la sobre exposición a las redes sociales? Preguntas que son inherentes a determinada época y que muchas ve-

“Puede afirmarse que preguntar es una actividad inherente a lo humano. Tan necesaria como la acción, la pregunta es un artilugio que provoca la humanización del Universo”.


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ces es el tiempo quien se encarga de responder o de mostrar las respuestas más adecuadas. Puede afirmarse que preguntar es una actividad inherente a lo humano. Tan necesaria como la acción, la pregunta es un artilugio que provoca la humanización del Universo. En el libro Lenguaje y silencio George Steiner plantea, entre otras, el siguiente par de preguntas ¿Cuáles son las relaciones del lenguaje con las criminales falsedades que se le ha hecho expresar y exaltar en ciertos regímenes autoritarios? ¿O con la enorme carga de vulgaridad, imprecisión y codicia que arrastra en la cultura de masas en las democracias? El carácter que reviste a estas dos preguntas es el de ser cuestiones inherentes a la época, pero que contienen constante mutación en tanto que se refieren al lenguaje y su relación con la Cultura. Si bien las preguntas sobre el lenguaje no son una problemática específica de nuestro tiempo, el tema se puede ver abordado ya desde los pensadores griegos, podemos decir que en la actualidad el uso del lenguaje cobra una relevancia superior en tanto lo relacionamos con las formas de evolución que la Sociedad ha tomado en el proceso de traslación hacia una mayor complejidad. En una sociedad que promueve la información como uno de sus pilares más fuertes, los mensajes que se transmiten cobran una valiosa relevancia, en tanto que se expiden como moneda de cambio para el avance o retroceso de dicha sociedad. Dado que son preguntas que aparecen ligadas al tiempo en que fueron formuladas, aunque todavía siguen siendo irresolutas, es preciso dar una mirada, si

“Aun así debemos aceptar que para sostener nuestra esencia humana, precisamos del lenguaje. O es que acaso ¿estamos utilizando ya un lenguaje post-humano?”.

bien no a detalle, sobre el tiempo histórico en el cual se formularon. La última edición del libro se realizó en el año del 2003, Steiner nos habla también sobre el origen de estas preguntas, formuladas más o menos a mitad del siglo pasado. Gestionadas en un ambiente posterior a la Segunda Guerra Mundial, es decir, por una generación que vio caer a pedazos la idea de “la racionalidad de la civilización occidental”. Las preguntas que ahora rescato me parece siguen teniendo una clara vigencia y las respuestas que a ellas se puedan dar, continúa representando una enorme trascendencia. Si bien no somos una generación que haya vivido la crueldad de una guerra formal y quizás como individuos no nos hemos visto directamente en la necesidad de migrar para preservar la vida, ni tampoco hemos vivido la tiranía de una dictadura militar, resulta innegable que conocemos la mentira de una “democracia” hecha a medida. Las preguntas planteadas por Steiner mantienen su vigencia y acaso podemos decir que es necesario hablar de pequeños matices en cuanto a la sociedad que las formuló y esta que ahora construimos. ¿Cuál es la relación del lenguaje con las criminales falsedades que se le hace expresar? No es necesario volver a los campos de concentración para darnos cuenta de que efectivamente el lenguaje utilizado en situaciones políticas expresa una falsedad que llega a tener tintes de crimen; tampoco es necesario mirar más allá de la pantalla del ordenador para darnos cuenta de que la opinión se ha tornado una moneda de cambio bastante cara. ¿Cuál es pues la relación del lenguaje con la mentira tiránica y con la mentira democrática? La función primordial de la Palabra es comunicar, transmitir lo que consideramos necesario para la especie. Asumimos que cuando alguno comunica la alerta, es porque la especie se encuentra en peligro, que cuando algún otro elabora un discurso poético es porque precisa de transmitirnos una nueva relación con el mundo. Sin embargo, nos encontramos con un lenguaje que no responde ya, a esa primordial función. Se nos comunica la mentira

para consolidar intereses ajenos a la especie, la opinión del individuo a menudo se equipara con la Verdad. El lenguaje en tanto organismo convencional, se nutre de las experiencias que nos narramos los unos a los otros, las palabras por sí mismas, no logran transferir del todo aquello que contienen, precisan en todo momento de que aquel que las escucha, interprete su significado a través de las propias experiencias. Si cada vez más se hace evidente que los discursos cotidianos germinan en el equívoco, y proponen la confusión como fin último, los expuestos a tales mensajes, a la manera de los campesinos de la fábula clásica de Pedro y el lobo, tenderíamos a la indiferencia, caminando hacia un silencio cómplice. ¿Cómo entonces podremos ofrecer una resistencia a la mentira sin caer en el silencio que nos hace cómplices? La respuesta no es simple, si el silencio nos está vedado, y sospechamos incluso de la palabra propia, ¿qué es lo que nos resta? Cuando el lenguaje mismo es puesto en evidencia, quedamos expuestos a la orfandad lingüística, desnudos ya, sólo parece restarnos el acto, la más tangible de las respuestas. Aun así debemos aceptar que para sostener nuestra esencia humana, precisamos del lenguaje. O es que acaso ¿estamos utilizando ya un lenguaje posthumano? ¿Hemos de elaborar nuevos códigos para descifrar los mensajes a los que estamos expuestos? Si pensamos en cualquiera de estas dos posibilidades, entonces tendríamos que aceptar que el lenguaje al que estamos acostumbrados nos resulta inútil, habría que re-crear al modo en que hacen los lingüistas, un sucedáneo de lenguaje, parecido al animal, que nos resulte útil para descifrar lo que los otros intentan comunicarnos, decodificar del mismo modo en que a veces hacemos con nuestras mascotas los signos que recibimos del exterior, y quizás esta es la parte más complicada, pensar a quienes nos envían estos mensajes como si fuesen seres ajenos de quienes necesitamos decodificar no sólo sus mensajes, sino los códigos en que son expresados, como hacemos con las maquinas, para lograr la convivencia, asumirnos pues, como seres solitarios, condenados a la nula comunicación.


La novela romántica española Por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

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stamos en Europa finales del XVIII y principios del XIX. Un sistema liberal defiende la soberanía popular y las libertades individuales de pensamiento y expresión. Aparece una sociedad de clases que aúpa a la burguesía al poder y se lo niega a la nobleza. Irrumpen las máquinas y los inventos con la revolución industrial y el capitalismo se consolida. El racionalismo entra en crisis y surge un nuevo concepto de cultura y de pensamiento, más idealista, siguiendo los pasos de Hegel y dejando de lado las enseñanzas de Kant. En este ambiente socio-político surge el Romanticismo literario. Un movimiento cuya característica principal es el exceso. En todo. Más que una tendencia literaria o artística, el Romanticismo fue un concepto de vida distinto. Se buscaba el idealismo extremo, exagerado, que en muchas ocasiones sufría un violento choque con la realidad miserable y materialista del momento. Esto causaba una gran decepción interna que llevaba a los escritores, con frecuencia, a acabar con su propia vida. De hecho, la mayoría de los románticos murieron jóvenes. Buscaban, en su forma de expresarse, un lenguaje que sorprendiera al lector. De ahí la utilización de un léxico sonoro, una rica adjetivación, abuso de exclamaciones interrogaciones e hipérboles. Es decir, todo aquello que sirviera para enfatizar las emociones. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino. Fueron hombres sensibles, poseedores de un ardiente y apasionado corazón que vibró con el amor. Guiados por esta forma de ser, se sintieron impulsados hacia las más nobles causas humanas, por ejemplo la libertad, la justicia, la independencia y también el patriotismo. Por donde quiera que fui, la razón atropellé, la vida escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí. (Don Juan Tenorio, José Zorrilla) España vive uno de los pasados más agitados de su historia. Se abre el siglo con la guerra de la Independencia y se termina con el desastre de 1898. Las tensiones políticas son enormes y en este ambiente de crispación entra el Romanticismo en 1835 por Andalucía y Cataluña.

Los géneros literarios que más se cultivaron fueron el lírico, el dramático, la novela sentimental e histórica, los relatos de viajes y las leyendas. Pero el que predominó fue, sin duda, el género lírico. Sin embargo hoy nos vamos a centrar en el género narrativo, en la novela. Encontraremos diferentes tipos: histórica, gótica o de terror, sentimental y folletinesca. A mediados del siglo XIX la novela histórica era el género literario de moda. Hubo muchos autores que siguieron los pasos de Víctor Hugo, Alejandro Dumas y sobre todo Walter Scott. Estos autores sentaron las bases, pero el género evolucionó y tendió a dar importancia a la ambientación. También, y siguiendo el modelo de Walter Scott, las narraciones comenzaron a estar protagonizadas por personajes imaginarios muy bien acompañados por otros secundarios que surgían de los documentos históricos a los que los escritores tenían acceso. En un primer grupo podemos reunir a cuatro autores, claros ejemplos de novela histórica al estilo de Scott: Rafael de Húmara y Salamanca, Telesforo de Trueba y Cossío, Ramón López Soler y Estanislao de Kotska Vayo y Lamarca En un siguiente grupo encontramos a Mariano José de Larra con El doncel don Enrique el Doliente (1834), muy conocido también por sus artículos periodísticos de claro carácter costumbrista, Juan Cortada y Sala y Enrique Gil y Carrasco con El señor de Bembibre (1844), una de las obras más apreciadas por la crítica, aunque sin llegar a la calidad literaria de los maestros del género que abundaron en Europa. No queremos esa literatura reducida a las galas del decir, al son de la rima, a entonar sonetos y odas de circunstancias, que conceden todo a la expresión y nada a las ideas, sino una literatura hija de la experiencia. (Mariano José de Larra)

En este otro grupo de autores, la lejanía de la influencia de Walter Scott es patente. La crítica destaca su derroche de erudición y las cuidadosas descripciones, producto de un gran trabajo de documentación: Manuel Fernández y González, Francisco Navarro Villoslada y Antonio Ribot y Fontseré. En cuanto a otras formas narrativas y dentro de la novela gótica o de terror encontramos a Smollett y Horace Walpole, autores muy imitados en toda Europa. Proponían unas historias llenas de escenas truculentas y descripciones minuciosas

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que llenaban la retina del lector con detalles macabros y sanPor último no vamos a olvidarnos del género del cuenguinolentos. Las tramas se desarrollaban en castillos, cemen- to, muy conectado con los cuadros de costumbres y con la terios e iglesias en ruinas donde los fantasmas pululaban a su literatura popular. En España se dio un florecimiento del antojo. La producción hispana de este tipo cuento genuinamente romántico entre 1825 y de novelas —marcadas por lo irracional, so1845. José de Espronceda, Juan Eugenio Hart“El Romanticismo brenatural y misterioso— fue escasa. zenbuch, Nicolás Castor de Caunedo y Miguel español fue un En cuanto a la novela sentimental destade los Santos Álvarez son los autores que descamos a Francisco Brotons, Vicenta Maturatacan. Estos cuentos, publicados por lo general movimiento literario na Rodríguez, Segunda Martínez de Robles en revistas, solían tener tres variantes: el reladonde, por primera vez, to fantástico y maravilloso, el histórico y el de y José López Escobar. En general hay que decir que este tipo de novelas iba dirigido, se reflejan los problemas costumbres. A la primera de ellas pertenece La generalmente, a un público femenino y se pata de palo (1835) de Espronceda, uno de los y contradicciones movía en terrenos muy cercanos al de la nomás reseñables. básicas de la sociedad vela moral. En conclusión, el Romanticismo español Dentro de la novela folletinesca, tenemos fue un movimiento literario donde, por primecontemporánea”. a Wenceslao Ayguals de Izco, Gregorio ra vez, se reflejan los problemas y contradicRomero Larrañaga, Manuel Fernández y ciones básicas de la sociedad contemporánea. González y Enrique Pérez Escrich. Esta se dirigía a un pú- Además, la función social del artista y la imagen que tiene blico muy amplio. Sus obras estaban construidas a partir de de sí mismo comienza a cambiar dependiendo del favor del un argumento cargado de intriga y tramas que empleaban público. numerosos recursos melodramáticos.

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(Texto publicado con autorización del autor, se puede consultar en: http:// serescritor.com/la-novela-romantica-espanola/?utm_campaign=articulo318&utm_medium=email&utm_source=acumbamail)


Literatura y revolución en Haroldo Conti La correspondencia cesó. Por los diarios supe que había sido atrapado por los fascistas, que sus amigos lo buscaban.

Por René Avilés Fabila

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on frecuencia pienso en Haroldo Conti, ejemplo en las letras latinoamericanas de talento literario y devoción política. Lo conocí a través de Alrededor de la jaula, premio de novela de la Universidad Veracruzana, 1966. Adelante leí Sudeste, galardonado por la Compañía General Fabril Editora en Buenos Aires. En 1972, llegué por vez primera a la Argentina a presentar mi novela El gran solitario de Palacio, editada por la empresa porteña citada. Recuerdo perfectamente a Conti. Estuvimos en una cena que la Sociedad Argentina de Escritores nos daba a un grupo de extranjeros: Carlos Droguett, Clara Silva, Alberto Zum Felde y yo, entre otros. Haroldo vestía de negro y llamaba la atención su fortaleza física y sus ojos penetrantes. Conversamos largo rato; la empatía fue tal que al concluir la reunión ya éramos amigos sinceros. Al día siguiente pasó con Dora, su esposa, por mí al hotel. Había veda de carne en Buenos Aires y era imposible conseguir un churrasco. Salimos de la ciudad.

Conti me habló de su novela en ciernes: Mascaró, el cazador americano, con la que habría de ganar el Premio Casa de las Américas en 1975 y en general conversamos de política, de la Revolución Cubana, poderosa en ese momento. Al regreso —vaya tiempos— había una intentona de golpe de Estado. Eran los últimos días deLanuse. A medio camino un tanque y un grupo de soldados nos detuvieron con violencia. Conti y su esposa se identificaron, yo había dejado mis papeles en el hotel. Cuando traté de explicar mi extranjería, un soldado burlón dijo, claro, es mexicano, habla como Cantinflas. Pasó el terror y nosotros cruzamos la barrera militar. Conti lo escribió así: “No olvidaré nunca aquella noche especial de oscuridades y cuartelazos”. Nos reunimos varias veces más, una con Bernardo Verbitsky, a quien también recuerdo con cariño. Ya distantes, comenzaron las cartas entre Conti y Avilés Fabila. Las del primero reflejaban sus estados de ánimo, sus luchas políticas cada vez más comprometidas, sus audaces avances


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literarios y su visión de la situación lati- combatientes, me formé un cuadro y lo noamericana. En una me explicaba (agos- publiqué en enero de 1977: “Un mal día to, 1, 1974): “Antes debiera haberte dicho llegaron por él, lo golpearon, le vendaron cómo me fue en Cuba. ¡Magnífico! Hasta los ojos, destruyeron sus libros y lo arrotuvimos una charla con Fidel Castro de jaron a las sombras de una cárcel lúgubre cuatro horas. Una experiencia única. Tal y siniestra. Ahí lo torturaron sin tregua. vez vuelva a la isla para este fin de año. Nadie supo más… Murió destrozado a Ahí conocí a un mexicano bastante ma- golpes. Fue un ser especial y amoroso que canudo, jurado de poesía, Juan Bañuelos. por sus semejantes ofrendó su cuerpo e Quedamos muy amigos y le escribí dos inteligencia. Nunca lo olvidaré”. Las cocartas desde aquí…”. pias de sus muchas cartas, años después, En esos días se vinculó a otra mu- se las di a la doliente Marta, en México, jer, Marta. Ambos luchaban contra la en una reunión en el Museo del Chopo, dictadura. “Aquí la situación es malísima incluida una dirigida al colombiano Gus—me escribió—. Aparte de la persecu- tavo Álvarez Gardeazábal, rechazando la ción política, el terror simplemente, esta- participación en un congreso que Harolmos todos sin dinero, al doconsideraba al servicio borde de la miseria. Ya, de la derecha latinoame“Haroldo Conti amó a la hacia el fin de mes, no ricana. Es un documenliteratura tanto como para to hermoso y sin duda se tiene para comer. No sé qué será de nosotros allí están los argumentos convertirse en un escritor de aquí a poco tiempo”. de su conversión en intenotable, quiso y admiró No era, pues, un avenlectual armado. Su ideaturero romántico, sabía rio revolucionario pera otros revolucionarios qué terrenos pisaba, soanal, en lenguaje llano como Ernesto Guevara y así era un revolucionario. y elegante. Tiene aires Su siguiente carta era llegó al camino de las luchas del optimismo que le copeor: “Hace tiempo nocí en nuestro primer sociales”. que Marta y yo estamos encuentro. Esta epístola juzgados. Y es verdad, también la puse en macorremos peligro cierto, encabezamos nos del periodista Eduardo Deschamps, listas de candidatos al tiro, debimos mu- quien la publicó en Excélsior. darnos y ocultarnos. Es el precio. Pero Haroldo Conti amó a la literatura tannuestra fe crece día con día, como nuestra to como para convertirse en un escritor lucha”. Conti termina diciéndome: “Es- notable, quiso y admiró a otros revoluciocríbeme pronto y ojalá puedas venir por narios como Ernesto Guevara y así llegó aquí. Mi casa está a tu disposición, y mi al camino de las luchas sociales. Vio en pan y mi fusil”. la revolución armada la posibilidad para La correspondencia cesó. Por los dia- eliminar las dictaduras y transformar al rios supe que Haroldo Conti había sido continente. Para mí siempre será un inatrapado por los fascistas, que sus amigos telectual sensible e intolerante con las inlo buscaban. Recibí entonces una angus- justicias sociales, políticas y económicas. tiosa misiva de Marta pidiendo auxilio y No fue sólo un artista, fue asimismo un la ayuda de la solidaridad de artistas e in- revolucionario valeroso y como tal murió, telectuales. ¿Qué hacer? Protestas a Vide- con dignidad plena de coraje. Sus obras la, artículos en Excélsior y en el Diario de literarias, debido a su grandeza, siguen México. La rabia y la impotencia estaban circulando. No importa que la dictadura unidas. Con la información de argentinos brutal de Videla lo haya asesinado físicaexiliados y documentos de organizaciones mente.

www.reneavilesfabila.com.mx


Metrea, Perrea Por Canuto Roldán poetwithoutlanguage@gmail.com

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lgo cambia en nosotros cuando comenzamos un viaje. Algo que nos hace conscientes de que si bien hay camino de vuelta, éste, por supuesto, no será el mismo que de ida. ¿Adónde vamos en transporte público por la ciudad sino al estancamiento de nuestras ideas, a la putrefacción de nuestras inquietudes, al rencoroso desinterés, o en el peor de los casos, al hastío, la desconfianza y la estupidez como vías cortas hacia nosotros mismos? La primera vez que hice algo así, no puedo decir que entendiera bien a bien lo que pasaba. Fue el principio de un viaje que, a veces, terminaba inesperadamente satisfactorio, pero otras tantas concluía en los límites de lo arriesgado y lo grotesco. Digamos que pese a ello, tuve algunas opciones para elegir. Pero ¿habría sido lo mismo de no ser hombre? Todos de alguna forma intuyeron que difícilmente me negaría al toqueteo. Si los caminos hablaran, muchos serían los límites transgredidos, las arterias citadinas infestadas de acosos; las carreteras hacia el encuentro furtivo, el acostón de motel y las violaciones por igual. ¿Cómo hemos logrado transitar de un lugar a otro en estas condiciones? Ensombrecidos por nuestros deberes laborales, buscamos el placer aunque sea entre una multitud agresiva, complaciente, acallada. Como grititos de mariachi, pornografía del claxon, afilado orgasmo del puñal (misógino también), efusivo abrazo con arrimón pambolero… así se da el roce esporádico de dedos, el manoseo desapercibido, miradas nerviosas que roban la palabra, hasta que la adrenalina termina impulsando cada embate, cada lengüetada en la oscuridad de la calle. Este discurrir del deseo entre la multitud, esta carne colectiva que se rebela, según sus medios, que opaca una supuesta definición de la identidad, que ofrenda una fuerza animal; este discurso que no nos ha sido permitido describir o pronunciar a flor de piel, jamás es ignorado, como no lo es el ladrar de

la jauría nocturna. Si estos caminos hablaran. Pienso. Todo adquiriría un sentido terrible, pero sentido, al fin. Me acuerdo. Estoy sonriendo, mis labios se arquean hacia arriba y mis párpados se cierran con tranquilidad. Suspiro discretamente. Ese hombre es guapo, muy guapo. La frase se ahonda en mi mirada, como un rayo de luz que esculpe el aire. Sonríe otra vez mientras se miran, me susurra una voz. Exhala mientras desvías tu atención de nuevo hacia este momento en que todo recobra sentido. Continúa el director omnisciente de la escena. Vaya, ha cerrado los ojos. Nos observamos como ladrones que acuerdan sus 100 años de perdón. Me siento junto a él, presiono su pierna con la mía… besos al pararse el vagón, como si los impacientes pitos de los carros fueran la batuta de nuestras lenguas. Si estos caminos tuvieran lengua, por supuesto que no sería para pronunciar palabra alguna, y es que lubricar el hastío se ha vuelto su vocación. Recuerdo. Hace frío, mi pantalón roto deja entrar el aire entre mis piernas. Ya no cabe más gente, yo voy volando, típico mocoso dejando CU atrás para regresar anochecido a casa. Sube un hombre, barba descuidada, panza dura y abultada, panza chelera. Empuja mi cuerpo para hacerse un huequito. Presiona mi cuerpo. Su mano encuentra las rasgaduras de mis pantalones. No tengo palabras. Me muevo, insiste. Me frota, no sé qué hacer. Se baja del camión, con los ojos señala un camino oscuro. Me da asco su mirada. Así se ha de sentir una mujer acosada. Pienso y me da lástima mi propio pensamiento, no por la comparación sino por la crudeza del acto. Cuándo yo lo hago ¿cómo estoy seguro de que el otro no está solamente asombrado, inmóvil, desprevenido? Si estos caminos hablaran… me acuerdo, no me quiero acordar. Y ¿si todos los caminos llevan a Roma? Entró al salón de clases, espero a mis alumnos una jornada más.

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Mujeres infinitas Por Luis Villalón

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n un tiempo sin armas, el sueño es la mejor medicina. ¿Qué significa eso?, mi mente jodiendo con ella misma; estoy harto de psicoanálisis y búsquedas en espacios muertos. Debería aceptar esas ideas sin mayor importancia, dadas fortuitamente, efímeras. Justo como lo hago con su estampa. Infame sombra en mis recuerdos, arraigada a mi convalecencia. Los vellos dorados en su mejilla que sólo son visibles con la iluminación adecuada; diminutos soles oblongos. Sus enormes pupilas negras, vacuidad, un alma en perpetua extinción, oscuridad que cimbra directo en la médula del espectador. Apetezco una muerte similar. Recuerdo la pasividad de mi mente antes de conocerla, las ideas se presentaban en un orden que oso llamar lógico, pude haber pensado en un lápiz y terminar en el tema ferroviario por la causalidad de la vía en una mina grafitera, pensamientos con un orden un tanto aristotélico. Conocerla fue una violación irreparable del sistema cognitivo, himen roto en el líquido cefalorraquídeo. Quizá sea paranoia, quizá la memoria a corto plazo fundiéndose de tanto en tanto; pero siento que los pensamientos se abalanzan sin previo aviso. No los imagino como felinos acechando a una presa, calculadores y precavidos. No los imagino juguetones, pasando de pata en pata su moribunda recompensa. No los imagino con el hocico ensangrentado, sonriente. Saltan aleatoriamente, una mala broma, fofa; el ochenta por ciento de estos pensamientos inesperados van sobre ella. Pero sobre cosas irrelevantes, a veces la imagino en el reclinable de un dentista leyendo un cómic de Archie. En una ocasión la pensé como una tenista profesional, me sentí lleno de paz, satisfecho. Disfruto, sobre

todas las cosas, imaginar sus pantaletas. Las imagino tan nítidas, casi fotográficas. Hay de varios colores: amarillo, púrpura, rojas, negras, azul cielo, marino, y ya ¡Ah! Lo olvidaba, también hay un bóxer blanco con estampado de Hello Kitty. Hay de diversos tipos y cortes: tangas, los llamados cacheteros, de encaje, seda, algodón, no recuerdo más. Me entretengo imaginándola después de una ducha, con el sujetador ya puesto y una toalla a modo de turbante, vaciando el cajón de la ropa interior sobre la cama para decidir qué calzón usar. Veo con claridad su pubis terso, con vellos dorados sólo perceptibles ante la iluminación adecuada, el sol tamizado por una cortina blanca, casi transparente, delineando su perfil en una pared descolorida, en la sombra la cabeza como de alien por la toalla; estas imágenes no me resultan eróticas pese a considerarme profundamente enamorado de ella, evocan en mí ternura. Desearía poder situarme sobre la cama, bebiendo una cerveza mientras ella se cambia, distraído en otra cosa. La intimidad sólo lograda tras algunos pares de años en una relación, esa intimidad casual y apacible. No me es posible imaginarme en ese cuadro, lo siento muy forzado, me veo quitando armonía a la imagen, violentándola, vulgarizándola, un pésimo fotomontaje. No pertenezco ahí, no sé por qué ni siquiera mi mente está dispuesta a brindarme la posibilidad de un panorama grato. ¡Culera! Dejando a un lado el aspecto intuitivo, debo aceptar que su presencia me es bastante incómoda, me vuelve un completo idiota, no es que me considere un hombre de altas aptitudes intelectuales, pero el simple hecho de contemplarla a unos metros de


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distancia me convierte en un retrasado mental, es vergonzoso. La primera vez que tuvimos una conversación —y me parece que la única— me convertí en un manojo de nervios —manojo de nervios, ¡vaya expresión!, un hermoso ramillete de terminaciones nerviosas convulsas lanzado a una jauría de solteras en síndrome premenstrual—. Me preguntó qué estaba leyendo, creo que sostenía una novela de Fadanelli, mi respuesta fue dictada cuando mi mente y mi lengua emprendieron un monólogo apresurado sobre el texto, oraciones automáticas sin contexto, los surrealistas estarían orgullosos. Las frases incoherentes se entrelazaban entre tartamudeos y jadeos, palabras vomitadas sin ningún filtro. Boca seca y frente empapada, probable mal aliento. Supongo que mis ojos fueron el único órgano funcional, se comportaron obsesivos, memorizando el rostro, dispersos en sus pupilas de vacío, dilatados para abstraer con mayor eficacia esa divinidad improbable en un ser terrenal. Apuesto a que por mi aspecto y comportamiento ella dedujo que recién había inhalado una línea de coca, por desgracia, erró. Tengo miedo, el cambio me da pavor, ya no estoy para abandonar mi gloriosa estabilidad, me gusta amarla desde una distancia segura. Tengo mucho miedo de perderla, iniciar una relación —como

todas— destinada al fracaso, a reclamos, peleas innecesarias y chantajes, odiándonos a muerte entre trámites burocráticos, pensiones y custodias; sintiendo dolor de hígado cada que escuche su nombre. Ella es demasiado buena como para condenarla a esa mierda, la mantendré inmaculada, amándola a mi manera, como un alma putrefacta en pena, una leyenda tergiversada, un ángel guardián leproso. Le escribo constantemente poemas de amor, algo cursis, lo admito; los firmo con semen como en algún lado leí que Kurt Cobain rubricaba sus pinturas, y después los guardo en un cajón con candado donde algún día sucumbirán ante lo empalagoso de una edición póstuma; cuando ambos estemos pinches muertos. Mantendré mi amor por ella vagando en el purgatorio del anonimato, desarrollándose como una saludable enfermedad mental. Después de todo estoy muy cansado como para iniciar trámites de divorcio, pensiones y custodias con mi actual esposa. Puedo hacerla otro tipo de mujer infinita, un ideal inalterable, independiente de mi estadía. No esa clásica mujer infinita que cambia de nombre y atributos y se encuentra subordinada a mi codependencia, miedo de verme aislado y enfrentado a mí mismo en las fauces de un espejo roto. Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta


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Por Ximena Cobos

… Tres gotas de lluvia rezagada caen en el borde de la ventana… la luz del día comienza a ser insuficiente, pero me gustaría que no hubiera electricidad para no ver prendidos los focos de toda la casa en el afán desesperante que tiene mi madre por hacerme sentir viva… tres gotas más, llevo contándolas casi media hora mientras pienso y recuento el día, mi día… sigo el camino disforme del riachuelo que dibuja el resbalar de una gota en el cristal opaco de vapores exhalados desde mi boca semiabierta… tres gotas más y digo, para mí que siempre soy otros que retumban en el fondo de un ser inequívocamente ubicado arriba de ese corazón insuficiente: —Hay, porque lo sabes, momentos en la vida y en la vida, en que te sientes tan desesperado, aburrido, abrumado

entre miles de cosas que son sólo conceptos abstractos del ser mismo. Y así, ensimismado, de locura en locura descubres que ya no quieres la vida que no pediste y tienes, que aceptaste sin saber porqué y decidiste tratar de usarla del mejor modo. Sin embargo, te estorba, te produce una pesadez ajena a cualquier otra sensación y no sabes ya qué hacer con ella. Es siempre tan difícil tenerla, agarrarle gusto ya después de todo y no poder dejarla a tu modo, descalificado por la gente. … tres gotas… ¿cuándo ya no habrá tres gotas?... Detestar es reducir y la vida es irreductible a pesar de los recuerdos, pero hoy, sentada a la mesa, me acuerdo que ya he repetido varias veces en el día esa palabra. Detesto cuando sólo me queda decir: es un día más, común, me levanté detestando todo y aún lo sigo ha-


ciendo; incluso detesto no pensar en otra cosa que no seas tú. Supongo que no se nota porque, inmutablemente colocada en la silla frente a un plato, mi madre está hablando y como siempre, que siempre es siempre, no se ha dado cuenta que no quiero escucharla; y es que su persistencia en comunicarse de un modo tan simple sólo para mantener la apariencia de la relación perfectamente sostenible en la familia me produce un asco intenso y más detesto lo sucesivo a mi vida. … tres gotas otra vez y no las he visto. Mientras aquí, en una mesa con apenas dos personas no ha quedado entendido que no siempre hay que conversar, no se quiere hablar toda la vida, me digo en voz muy baja. Pero, a pesar del zumbido constante de las calles, confío en el deseo escondido de la gente de por un momento callar y escucharse sólo a sí mismos, dejar de escudarse en la vibración del continuum inasible del sonido. Por lo pronto, no sé ya cuánto tiempo llevo luchando en vano, sentada como una pieza de mármol en proceso de esculpido, amorfa todavía; por no escuchar lo mismo de lo mismo que siempre es lo mismo de lo mismo del eco de lo mismo que no siempre es igual pero es lo mismo, invariablemente aburrido. Quiero salir de aquí y al mismo tiempo busco, escudri-

ño, rasco en mi cabeza entre ideas flojas para explicar mi pedazo de vida que late dentro, y tal vez esa sea la respuesta del por qué no entiendo nada. Usar la razón para la parte más siniestra del hombre no creo que funcione en mucho… tres gotas. Termino de comer sin saber con un goce de verdad qué fue lo que he ingerido, en busca de poder refugiarme en mi cuarto y no escucharla más, o fingir que lo hago si es que en realidad y después de todo, finjo. Me levanto en silencio, actitud tajante que tal vez le haga entender del peor modo irremediable ¡que no quiero escucharla! no hasta que pueda escucharme yo, al menos… En tanto las tres gotas cómodamente continúan resbalando en la ventana y yo busco refugio en el pequeño hálito de vida que me queda para poder llegar de la mesa a mi cuarto, antes de que todo haya acabado. Cuando entro a la recamara me despojo inmediatamente del pantalón que tanto me molesta, hace calor en toda la casa que aumenta por las luces desesperadas que alumbran al ser de afuera y de adentro del ser de afuera de mi cuarto. Pongo música para respirar ese aliento que me resistí en dejar ir para llegar viva hasta el fin del tazón de sopa y poder retirarme a mi guarida; pero las notas de un descomunal disco de mareas de verdades

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“Aunque en realidad hoy el insomnio no importa, porque te estoy pensando desde hace ya más de todo el tiempo que ha pasado y mi deseo se confunde entre pensarte y anhelar estar afuera”.

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en la oscuridad de la noche iluminada por la luna del conejo esquivo me hacen querer haber caído muerta con la cabeza hundida en el tazón, frente a mi madre que ni se habría dado cuenta y seguiría hablando. Tomo un cuaderno desojado y algo escuálido que sólo uso cuando no quiero sentir la luz radioactiva de la pantalla que brilla en la oscuridad de mis entrañas, rodeadas de tres paredes y un ventanal. Apago el celular, ya saben, por si alguien llama. Nunca sucede, pero me esfuerzo en guardar mi espacio de melancolía, de dolor bullente, de nostalgia y ansiedad. No quiero, cuando menos no hoy, no en este segundo ininterrumpible, escuchar al mundo. … Por mi mente han dado rondas de pasos largos en andadores fríos tus besos, caricias cortas, durante toda la tarde. Son recuerdos recorriéndome la cabeza, entrando por mis dendritas, llegando al soma primigenio de mi cerebro desquiciado, pero aún sin obtener resultado en el axón de mi última neurona que no está pensando en ti. Tampoco puedo dejar de repetir las palabras que encontré en la nota que me diste esta mañana, son ecos de dulzura que has guardado sin saber porqué: <<tus gritos-gemidos-mudos…>> palabras

que además de confundirme, me llevan a desearte todavía más. ¿Me deseas? Nunca me lo has dicho. La noche es por demás confusa, triste dirías tú, la lluvia ha comenzado nuevamente a estrellarse suave contra la ventana sin cortinas que da al patio tapizado de colores que juntos forman un verde sueño, reminiscencia de aquel que sólo tuvimos ayer. Árboles, plantas y demás habitantes del mundo de un jardín se humedecen lenta y extasiadamente con las gotas pausaditas que el cielo deja caer sin saber cómo; despidiendo cierta sensación de aroma, humo que se cuela por las rendijas, bajo la puerta, por la ventana; inundante, depredando mis fosas, mi alma. La mezcla de aquel aroma con la noche de verano, remansos de calor y brotes de humedades esparcidas, se presta a mi deseo de estar fuera de mi ser y no ser en estas paredes, mejor recostada en el pasto y fumándome un cigarrillo de sabor que extraño. Y aquellas tres gotas continúan su resbalar interminable… Mientras tanto, no pasa nada más allá de ti en mi imaginación que pide a gritos liberarse; en cambio el insomnio, como siempre, no deja que cierre mis ojos para soñar contigo y de menos poderte asir en ese espa-


cio. Aunque en realidad hoy el insomnio es mejor que intente dormir. Mañana no no importa, porque te estoy pensando voy a verte, quien sabe qué cosa suceda, desde hace ya más de todo el tiempo que talvez me lastimes y no lo sepa, creo que ha pasado y mi deseo se confunde entre ya me duele. pensarte y anhelar estar afuera, con la Así, a punto de vencer el insomnio, lluvia desatada golpeando con señuelos encuentro la respuesta que entre palabras mi rostro y así tal vez este calor incesante necias apretujándome la sien buscaba se apagaría. Pero no hay forma de salir a apelando a la razón. Lamentablemente mojarme a la mitad del patio, sigo pen- para mí y nuestra condición de seres que sando en ti y cada recuerdo es oxígeno existen por la sustancia que modificamos que aviva el fuego de mi deseo. —tú, yo o el otro— se trata de esas cuatro Tres gotas tres… y no desisten. Des- letras encadenadas en una sola línea de pués de mucho pensarte decido al fin pronunciación que me asusta imaginar, escribir algo que responda a tus gritos- pero sé nombrarlo, asustadamente nomgemidos-mudos… He brarlo, aunque me nierayado ya mucho la hoja gue. Desconcertada por “Así, a punto de vencer la aparición imprevista intentando corregir y ésta es la tercera de la el insomnio, encuentro de la respuesta no busco noche que tras tachamás pretextos y trato de duras arranqué de la dormir; aunque el calor la respuesta que libreta. Es difícil darse ha cesado un poco, no así entre palabras necias a la tarea de hablarte el que me rodea y sigo remientras rayo una hoja cordando <<tus gritosapretujándome la sien que no escucha y sólo se gemidos-mudos-tus gribuscaba apelando a la tos-gemidos-mudos-tus mancha de trazos secos y oscuros. El reloj suena, gritos-gemidos-mudos razón”. son las dos de la mañana escanda…>> y sigo sin poder dormir, Todavía se cuentan lo que es peor y más aburrido hasta des- tres gotas en la ventana, restos de la lluesperarme es que no he escrito nada. Sin via que no ha querido cesar. Por mi parduda el tiempo pasa muy rápido, no sé te, desperté pensando-te, aunque quizá qué sucede en mi interior, no siento el an- toda la noche lo haya estado haciendo; dar de los minutos ni el transcurrir de las caminé hacia el baño para darme una horas… mis párpados pesan como si la ducha y entre el agua que me acariciaba vida me hubiera caído de golpe en cada tibiamente descubrí el cuerpo que quieuno de ellos y aun así continúo sin poder ro darte… <<tus gritos-gemidos-mudos cerrarlos más allá de unos segundos… escandalizando mi sentido del oído y del tengo tantas cosas que decir y muy pocas tacto…>> siguen y siguen recorriéndopalabras que hoy no encuentro por nin- me el cerebro como un espiral mandágún lado, la nueva hoja sigue en blanco, lico. Continúo toda la mañana y toda la tú aún no sabes nada. tarde caminando en medio de un colum… Tres nuevas gotas se resbalan en piarse de frases sueltas, por la noche el inla ventana y puedo sentirlas en la piel… somnio me atrapará otra vez y entonces, No debo seguir así… grito en silencio de tendida en mi cama, a oscuras y en ropa afuera hacia dentro y recupero mi cordu- interior; talvez vuelva a pensarte… ra que salió botando mientras pienso que … Tres gotas, aún hay tres gotas…

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