El Mollete Literario #6

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El Mollete Literario www.grupotransicion.com.mx

Director: Carlos Ramírez

molleteliterario@grupotransicion.com.mx

Abril 15, 2013 , Número 6, Segunda Época

$10.00 pesos

En busca de certeza. Gerardo de la Torre, 75 años Por Roberto Bravo

La bella voz Poesía

Freddy Secundino

Mijaíl Bulgákov, escritor universal Por Porfirio Romo


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La casa del escritor Por Luy

Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Oscar Dávalos Coordinador de Producción odavalos@grupotransicion.com.mx Lic. José Luis Rojas Supervisor Editorial Consejo Editorial: Roberto Bravo, René Avilés Fabila Abigail Angélica Correa Cisneros Redacción acorrea@grupotransicion.com.mx María Eugenia Briones J. Diseño Roberto Eduardo Aguilar Malvaez Formación Raúl Urbina Asistente de la dirección general El Mollete Literario es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A., el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. y el Grupo Editorial Transición. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 243, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Certificado de licitud en trámite.

Índice En busca de certeza. Gerardo de la Torre, 75 años

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Por Roberto Bravo

Espiral Los orígenes y evolución del piano

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Por Amadeo Estrada

A contracorrientes Salve Regina: Poemas para ser cantados

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Por Óscar Wong

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Por Mauricio Leyva

Pico de Gallo Caballo viejo

La bella voz Poesía Coordinador: Freddy Secundino

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Athena Ramírez Freddy Secundino S. Joana Medellín Andrés Cisneros de la Cruz María Fernanda Ceballos (Colombia) Arturo Alvar Por Citlali Ferrer

Diccionario Arroz

Cosecha Roja Serpico: la novela del hombre que cimbró el sistema policiaco de Nueva York

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6

Por Mauricio Carrera

El cuestionario Bravo Entrevista con René Avilés Fabila

De periodista a escritor sin pasar por el Boom Guillermo Zambrano (1946)

7

Por Raúl Urbina

Y las mujeres ¿qué? Vivir en el paraíso

Libros-Libros Mijaíl Bulgákov, escritor universal

8

Por Porfirio Romo

Teleras en serie Breaking bad

Arte ahora Fiebre de primavera

13

Por Roberto Bravo

14

Por Margarita Ruiz de V.

15

Por Mónica Contreras

Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, Oscar Wilde deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve.


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En busca de certeza Gerardo de la Torre, 75 años Por Roberto Bravo

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un grupo de escritores lo caracterizan las circunstancias literarias nacionales e internacionales, la edad, la experiencia generacional, las relaciones personales, las relaciones intergeneracionales.

El elemento cronológico es un agente aglutinante, la relación generacional no es sucesiva sino concurrente: las generaciones se influyen, se imbrican, sin que esto signifique que a los intelectuales de un grupo se les juzgue igual que al resto de sus compañeros, de hecho se encuentra mucha diversidad en tales generaciones, así como coincidencias dentro de ellas, e incluso en contradicción con ellos, tomando en cuenta que los ideales de cada uno de los escritores son influidos por el ambiente general y por la interpretación y ejecución de la escritura que cada uno realiza. Lo nuevo no constituye la continuidad o el complemento de lo anterior, sino que produce una situación original creando un tono especial que lo distingue de los demás períodos literarios y junto con ellos, forman en el tiempo, una estratificación compleja. Es un misterio como opera lo nuevo en cada uno de los artistas, el oficio, las tácticas, las nociones aprendidas con las que descifra, ordena, desentraña, el núcleo que sustenta su proceso creador; cómo el sentido de sus textos se ensancha en la medida que se relaciona con el conjunto de una literatura local, regional, nacional, en este caso mexicana. A mitad de 1965 surgió un grupo de escritores que habrían de dar un giro muy importante a la literatura en México, de entre los destacados están: José Agustín, Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz, René Avilés Favila y Gerardo de la Torre. Los tres primeros renovaron el lenguaje de lo publicado hasta entonces, y los dos últimos hicieron una literatura de filiación política. Avilés recurrió a la fantasía, y Gerardo de la Torre al realismo. Si José Agustín, reinventando todas las posibilidades técnicas de la novela de esa época escribe Se está haciendo tarde (final en laguna), una de las novelas más intensas de nuestra historia literaria, Gerardo de la Torre, recurre a la forma tradicional del relato, pero lo hace con un lenguaje libre de todo ornamento para contarnos lo que ocurre a la clase obrera de la que él se sentía parte. “Cinco seres casi exactamente iguales. Cuatro de ellos sentados en la banqueta; yo sumido en el vano de una puerta. Comíamos y bebíamos lo mismo, nos gustaban las mismas mujeres, vestíamos ropas parecidas, hablábamos el mismo lenguaje cargado de dobles

Gerardo de la Torre, escritor./ foto: Joaquín Cato / Archivo Proceso

sentidos y obscenidades sin disfraz, veíamos las mismas películas y cada uno de nosotros estaba dispuesto a dar un brazo por cualquiera de los demás. Nos queríamos como lo que éramos: amigos de la infancia, seres que en cualquier circunstancia, bajo condiciones favorables o desfavorables, confiarían absolutamente en cada uno de los otros, y cada uno, a su vez, respondería a la confianza depositada. Sí más que amigos y más que hermanos. Sin embargo, yo, con mi botella de cerveza en la mano, con medio cuerpo hundido en el vano de la puerta, pensaba que era uno de ellos y al mismo tiempo no lo era. Trabajaba como ellos, con las manos, pero no le veía sentido a mi trabajo.” Esta escueta escena nos muestra algo que la existencia nos hace percibir como cotidiano, y pasamos indiferente frente ello como mero acto repetitivo asociado a la realidad, pero que la conciencia del personaje del cuento El vengador de Gerardo de la Torre hace que reflexionemos en una clase social distinta con la que coexistimos. Y este planteamiento narrativo es importante porque hace verosímil una realidad subjetiva de la vida que el escritor instala en la existencia de un mundo real, objetivo. Cuando el personaje confiesa su insatisfacción, acentúa su idealización del grupo al que pertenece y encuentra en él valores de bondad, sinceridad, voluptuosidad, desafío… que le satisfacen, pero no se siente parte de ellos, aún cuando representan aquello que el busca en el mundo. En los libros de Gerardo de la Torre encontramos ese conflicto de ser parte, y no ser parte que en sus historias trasluce la tensión entre la clase intelectual, la dirigente y la trabajadora. De esa confrontación e idealización con lo que no se es nace el desgarramiento interior de sus personajes. Es sencillo querer cambiar el mundo para responder a los que crees de tu clase con las aspiraciones que tienes para ellos, sin darte cuenta que esos deseos son tuyos no suyos, por eso no es posible hacerlo. Cambiar al mundo es una pasión inútil que genera culpa en los actores de Gerardo, porque se reconocen parte de él, pero son conscientes de su

individualidad e impotencia incluso en sus relaciones sentimentales. A Gerardo de la Torre comencé a leerlo en 1972, en un cuadernillo de lectura editado por el INJUVE: El otro diluvio, y lo conocí en los ochentas, en las comidas que hacíamos un grupo de escritores en el restaurante “La Bodega”. Nervioso, agitado, se integraba con los de su generación primero. A esas reuniones a veces iban Vicente Leñero, Paco Ignacio Taibo, Rodrigo Moya, Rafael Ramírez Heredia y escritores de mi generación como Hernán Lara Zavala, Silvia Molina, Aline Peterson, Marco Aurelio Carballo, David Martín del Campo, Guillermo Samperio, Leo Mendoza, Andrés Ruiz… En ese tiempo pasaba Gerardo por una época económicamente difícil, se medía para comer y beber, pero siempre puso el dinero de lo que consumía. Desde entonces ha embarnecido, el pelo lo trae más corto, viste deportivo casual (muy al estilo estadounidense como usan en todo el planeta), y se conserva inquieto y sensible. Sigue siendo apasionado del Baseball, aunque ahora lo ve en T.V., y considera al libro como una reliquia; compra uno y otro lectores de libros electrónicos, los carga con cientos de “volúmenes” con los que renueva su biblioteca. Hace guiones de películas, programas de T.V. da clases en la escuela de escritores y corrige una y otra vez sus textos. Su escritura da testimonio de algo que no se cansa de pregonar: “Literatura es lenguaje”. Y en sus setenta y cinco años quiero decirle, desde estas líneas, que él no es un obrero, no es un beisbolista, es un escritor.

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A Contracorrientes

Salve Regina: Poemas para ser cantados Por Óscar Wong

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omo expresión humana, la poesía –que descansa en la voz, no en la palabra escrita– representa esa luminosa dimensión más propia de los seres comunes que de los lingüistas. Es la voz más entera del hombre, como indicaba León Felipe. Pero también se revela como un medio de expresión y de comunicación.

Diversas concepciones para un hecho humano, aunque a veces toque las esferas de lo divino. La historia recoge los modos expresivos, las diferentes maneras de poetizar. Desde su función mágica, ritualista, seguramente alrededor de un tótem, pasando por la manifestación catártica, hasta llegar al ámbito estético. Y en el presente, como un ejercicio escritural, como un artefacto semántico. En este orden de ideas, poetizar no es la más inocente de las ocupaciones, como señalaba Hölderlin (Apud, Martín Heidegger, Arte y poesía, 1973). Y aquí tendría que citar al filósofo estagirita (Aristóteles, Poética, 1972), quien alude a la emoción, que repercute en el ritmo y éste a su vez se fija en el verso, con una función y una medida determinadas. El número de sílabas manifiesta su destino, su propósito. Pero independientemente de la pericia técnica, de la experiencia vital y de la sabiduría adquirida a lo largo de los años, el verso es un sonido armónico con significado. Por eso el Logos es sonoro. Por eso la creación del mundo es lingüística, según nos recuerdan los mitos hebreos. Por eso cuando el poeta canta hay más ser en el mundo (Eduardo Nicol, Formas de hablar sublime. Poesía y filosofía, 1990). Salve Regina (Amarú Edic., Salamanca, España, 2001), de Juan Félix Díaz es más que un volumen de poesía. Insólita es su construcción; novedoso por su sonoridad basada en la voz humana, no en la expresión escrita. Dos estancias y una coda1 manifiestan sus intenciones musicales. Así, Salve Regina es un texto concebido para ser interpretado musicalmente con voces e instrumentos. Y aquí se advierte el espíritu medievalista, el tono característico de la Edad Media occidental (lo de Occidente lo preciso porque, como buen hijo de chino, el período medieval de mis ancestros abarca la etapa conocida como de Los Reinos combatientes). Por el manejo de innumerables referentes –literarios, religiosos, míticos, etc.– el poemario de Juan Félix Díaz puede considerarse como un trobar cobert, este trovar secreto de los siglos XI o XIII, participa del tono recitativo, de la escritura ritualista, oscurecida por los código cultos, aunque la expresión de los cantores ambulantes enaltecía a la mujer y cantaban los hechos heroicos de

La Virgen y el niño/ Bartolomé Esteban Murillo

los señores. El centro del poema, en Juan Félix Díaz es el amor, ese invento cultural de los poetas provenzales del siglo XII: Poesía trovadoresca, ciertamente, frenada con violencia por la cruzada contra los albigenses. Pero en Salve Regina hay un tono casi religioso. Y el sentido de oralidad jamás se pierde. El poeta canta una historia. Si en el medioevo doctrina y creencia, intelecto y expresión de fe, así como dogma e imaginación se contraponen2 en el cántico del autor que me ocupa estos elementos se fusionan para generar no un sistema cultural de dominio terreno (más que espiritual), como establecía la Iglesia cristiana; aquí hay imaginación, manejo de la forma antigua y conocimiento profundo de ritmos y acentos, incluso de la lírica inicial en lengua romance3. Lo novedoso es cómo concilia esos códigos, esos guiños culturales, míticos, bibliográficos, con la expresión sonora. Poesía para ser cantada, escenificada, como en la época medieval. Recordemos que los cantores ambulantes exteriorizaban su expresión narrando los pasajes heroicos y en la parte más emocionante utilizaban la rima, como recurso mnemotécnico. En España quedan, finalmente, como romances independientes. El amor, modelo de Occitania, es más profundo y revelador4. La mujer como eje del mundo. La figura femenina reivindicada. La Diosa Madre primigenia y que en todas las culturas asume diversidad de nombres. Advocaciones de la Musa5. No quiero quedarme al pan de muertos, no ver al huerto ensangrentarse cuando se de por muerto, Cenicienta, el capellán. Cenicienta, Cenicienta, ¿soltarás el ritmo de tus pies? llegará un gran toque de ira a fin de mes entre los humos de alquitrán; vendrá el aviso de marcharnos ¡que guarda el capellán!; que guarda en su huerto junto a un cesto de manzanas con redoble de campanas ¿soltarás el ritmo de tus pies? p. 22 La ecclesia del afecto, de la emoción creadora, sustentada en la voz, se recrea en Salve Regina. Incluso el título alude a la Virgen Madre, a la Musa y Creadora, pero también a la expresión musical, recitativa. Aquí priva, en momentos, el hálito del primer trovador Guillermo de Poitiers, el famoso duque de Aquitania, sin olvidar a Giraut de Requier. Las rimas internas, los sonidos aliterantes en las voces-poemas de Juan Félix Díaz tienen un sentido, desde luego: lograr la eufonía para establecer el orden sonoro, oral, de la imagen. Lo que

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importa no es la textualidad como atributo del poema, sino cierta manera de decir las cosas. Por eso no hay analogías, metáforas deslumbrantes, innovadoras. Aunque los silencios, encabalgamientos y unidades de sonido son contundentes. Es decir, la intención estética de este volumen de poemas no se basa en el simple uso artístico del lenguaje; no en la representación visual de la cosa sonora, determinada como palabra. Salve Regina se apoya en la sensibilidad del sentido auditivo. Sonido, representación y significados vinculados a la experiencia existencial. Pero no es lenguaje escritural, sino lenguaje oral porque asume el aspecto sensible, sensitivo, sensorial, de la percepción emotiva. La palabra no como representación del mundo, sino como expresión sonora. Aquí el poeta no es mago, un reparador del mundo, sino un cronista, un cantor que cumple una función social de primer orden: Déjame cantar del peregrino, de sus rodillas en la Tierra y sus palmas juntas como coronillas de los montes, los Nombres cuando aprieta los Nudos y tiemblan las costillas como cobre. Déjame cantar de la mujer que se ha tragado el corazón de Dios, y que lo anda de uno a otro valle y no se deja, Déjame cantar del peregrino tras sus faldas de las huellas en el agua y de las danzas entre pueblos altos... (p. 12) 1 Lo que los lingüísticas refieren como propiedades del texto: cohesión, coherencia, significado, significación, intencionalidad, etc. Josu Landa habla de la transignificación para expresar el sentido con significado del texto poético, Cf. Poética, FCE, México, 2002. 2 Es prudente revisar el volumen Amor y cultura en la Edad Media, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Méx., 1991, passim. 3 Conviene recordar el estudio de Margit Frenk sobre Las jarchas mozárabes y los comienzos de la lírica románica, El Colegio de México, Méx., 1973, 179 pp. 4 Cf. Juan Victorio, El amor y el erotismo en la literatura medieval, Edit. Nacional, Biblioteca de la Literatura y el Pensamiento Hispánicos, Madrid, 1983, 281 pp. Y en especial el volumen de Jean Markale, El amor cortés o la pareja infernal, José J. De Olañeta, Edit., Palma de Mallorca, 1987, 256 pp. 5 Es válido recordar el estudio de Robert Graves, La diosa blanca, Alianza Edit., Madrid, 1986

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Cosecha Roja

Serpico: la novela del hombre que cimbró el sistema policiaco de Nueva York Habitante del Greenwich Village, al protagonista Por Mauricio Leyva

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l nombre de Frank Serpico no en vano es conocido por varias generaciones. Su biografía, novelada por Peter Maas superó los más de tres millones de ejemplares en ventas.

Fue un policía honesto que tuvo el valor y el coraje para denunciar la corrupción policíaca a finales de los años sesenta y no dejarse doblegar: “me juré a mí mismo que haría cumplir la Ley. Y a quien primero tuve que enfrentarme fue los propios policías”, reveló Serpico a Mass. Debido a su impacto, Serpico, fue llevada al cine en 1973 por Sidney Lumet con Al Pacino como protagonista. Por su actuación Al Pacino ganó el Globo de Oro en 1974, el premio David di Donatello; y el guión, obtuvo el Writers Guild of América, esto por la contundencia de la obra literaria de Maas, el autor también del primer New York Times bestseller. Frank Serpico o Francesco Vincent Serpico, “el policía neoyorkino que comenzó su carrera creyendo en la existencia de una diferencia real entre policías y delincuentes, y tuvo el valor de llevar hasta el final sus convicciones”, según se lee en la portada de la edición en español editada por Grijalbo en 1979, aunque inicialmente se editó a principios de esa época; es descendiente de Vicenzo y María Giovanna Serpico, italianos emigrantes originarios de la Provincia de Nápoles, Campinia. Peter Maas lo describe con exactitud: “Serpico es un hombre bajo, musculoso, con pelo castaño, que le llega hasta los hombros y espesa barba. Lleva sandalias de piel, camisa blanca de áspero lino con amplias mangas, chaleco de cuero y pantalones acampanados de terciopelo oscuro. Sujeta sus pantalones con un amplio cinturón, que luce una enorme hebilla dorada que Serpico compró en un mercado de baratijas. Esmaltadas en la hebilla destacan las barbudas cabezas de dos famosos caballeros, Henry Wells y William Fargo. Entre ellos se cruzan las banderas norteamericanas con una inscripción al pie donde puede leerse Desde 1852. En la muñeca derecha lleva un brazalete de plata y en su izquierda una doble hilera de piedrecitas de cuarzo de variados colores”. Frank Serpico es un hombre honesto, extremadamente honesto, tanto que resultó inusual en el cuerpo de policías. A pesar de ser un barbón solitario, amante de las artes marciales, de los tejanos, del ballet y la ópera, así como un consagrado en el arte del disfraz, era también el prototipo espiritual del guardián de la justicia. Lo fue a grado tal que una de las principales amenazas para la policía, era el mismo Serpico. Esto lo colocaba en una situación de peligro y lo convertía en algo que se debía eliminar. Habitante del Greenwich Village, al protagonista de la novela estructurada en diecinueve capítulos, se le conoce tendido en una cama, con un tiro en el rostro a punto de morir: “Han transcurrido unos veinticinco minutos desde que Serpico fue herido en una redada que estaba realizando, relacionada con el tráfico de drogas. Cuando interpuso su

de la novela estructurada en diecinueve capítulos, se le conoce tendido en una cama, con un tiro en el rostro a punto de morir:… cuerpo para impedir que cerrasen la puerta del apartamento de un traficante de heroína de Williamsburg, sección de Brooklyn, se vio de pronto encañonado por un revólver, desde el interior de la oscura alcoba y desde una distancia de unas 18 pulgadas. Simultáneamente percibió la detonación y vio el fogonazo –un enorme destello de colores, mezcla de rojos anaranjados y amarillos- sintiendo en su cabeza un agobiante calor, como si le hubieran clavado un millón de ardientes agujas. La bala le alcanzó en pleno rostro”. Y de allí parte la historia de Serpico, en una vuelta de tiempo, conocemos al italoamericano cuando tenía la edad de 18 años y se enlistó en el Ejército. Por su incursión militar estuvo un par de años en Corea del Sur, regresó a New York y después hizo pequeños trabajos de detective mientras estudiaba, finalmente se dio de alta en la policía con la esperanza de convertirse en detective. El día que juró defender las leyes y proteger a los ciudadanos fue uno de los más felices de su vida. Sin premeditarlo, Frank Serpico, conoció poco a poco la disfunción de sus colaboradores, desde los que recibían comida gratis o hacían uso de su uniforme para comer u obtener cosas sin pagar, hasta quienes recibían sobornos. Con este universo contrario al que creía, a Serpico se le fue develando un panorama turbio y desde el inicio eligió con firmeza no formar parte de aquello. Aceptó trabajar en el cuerpo de policías secretas y allí, entró en contacto con una corrupción mayor aunque eso no frenaba sus deseos de cambiar las cosas: “Cuando se trataba de arrestos por prostitución que ordenaban hiciera, entonces se cortaba el pelo y llevaba sombrero de fieltro, reducía su barba a una elegante perilla, se vestía con traje y chaleco, a veces se ponía gafas sin montura y hacía una salida a altas horas de la noche como si fuera un nervioso hombre de negocios en busca de placer ilícito. Experimentó también un profundo cambio psicológico. Ya no sería en lo sucesivo el policía uniformado que se conocía a la legua. Cuando entraba en una cafetería a tomarse un café o en un bar para tomar algo, nadie lo miraba con prevención, nadie sabía que obraba en su poder una pistola y una placa. En lugar de ser objeto de atención era él quien miraba, caminando en las sombras, viviendo las fantasías de capa y espada, que sólo había podido imaginar hasta entonces, agazapado contra la pared de un edificio, agachado en un coche aparcado, encorvado en lo alto de un tejado para escudriñar las calles”. Empeñado en cumplir y hacer cumplir las leyes, Serpico se mantiene al margen de la suciedad, y la novela crece, crece de manera enorme a medida de que el policía secreto a través de la pluma de Peter Maas, parece caer en una arena movediza en la que, cada que se mueve se hunde más. De esta manera llega a la División 7, se introduce en los pad, conoce los pagos por sobornos y reconoce a las mafiosos de las apuestas ilegales; cada vez son menos lo compañeros que le saludan, su rechazo al dinero sucio y su inquebrantable voluntad de trabajar siempre de turno, le acarrean desconfianza por parte de los otros. Llega a un punto de asfixia en el que, asqueado intenta denunciar la corrupción prevaleciente, pero no le sirve de nada. Las au-

toridades que se dicen más limpias, pecan de omisión y en algunos casos graves, de encubrimiento. Así, por mucho que Frank investiga en sus rondines nocturnos, toca puertas y se entrevista con supuestos hombres de confianza, no llega a nada en concreto. A la par que esta historia de manera sensacional mantiene su tensión entre la agonía de Serpico y su combate a la corrupción, Peter Maas nos va revelando de manera completa y magistral, todos y cada uno de los casos del policía; sus persecuciones, sus riñas, sus arrestos, su capacidad camaleónica y su astucia para atrapar delincuentes. Uno de los puntos interesantes de la novela es cuando Frank Serpico, el honesto, queda frente a frente con Frank Serpico, un mafioso italiano. –Piénsalo bien. Me llamo como tú. Entonces Serpico supo de quién se trataba. Era Frank Serpico, alías Farbi, un jugador muy bien conocido en las fichas de la policía de Nueva York y en las listas de FBI, en donde figuraba como un teniente del más poderoso clan de la mafia por aquellos tiempos, la familia de Vito Genovese. Frank nunca se había encontrado cara a cara con un miembro tan importante de la mafia, y se preguntaba cómo éste se habría enterado del arresto en el club social. ¿Se extendían las noticias con tanta rapidez? Aún era más fascinante el hecho de que el otro Serpico supiera exactamente quién era él”. Cansado de encontrarse con farsantes de la justicia, Serpico, es arrinconado psicológicamente, se hace lejana la posibilidad de propiciar cambios sustanciales en el cuerpo policial y cuando cree que está sólo, conoce al Inspector Delise con quien queda bajo sus órdenes en el Manhattan North, luego de un juicio mediocre que lo exhibe y en el que sólo atrapan a víctimas del sistema, no a las cabezas o jefes responsables de la corrupción verdadera. Junto a Delise, Frank emprenderá arrestos importantes, si le hacía falta al italoamericano una mano derecha, el Inspector era perfecto. Trabajaron ambos durante mucho tiempo y cuando Frank Serpico, presintiendo una mala jugarreta del destino decide ir al The Times a revelar todo cuanto sabe, es Delise y Durk –un viejo amigo– quienes hacen fuerte a la denuncia de Frank. El artículo de The Times es por demás escandaloso, Frank Serpico es traído a declarar y su nombre ocupa las primeras planas. La lista de personajes inmiscuidos causa conmoción y el alcalde se ve en la necesidad de intervenir e instalar una comisión especial. Mientras estos acontecimientos se desarrollan, la trama del Serpico tendido en la cama también aumenta, le avisan que ha perdido la capacidad auditiva en el oído izquierdo; las amenazas crecen y al final, Peter Maas nos recrea de nuevo la escena del balazo a Serpico y en ese punto de su obra, une pasado y presente, quedan para el lector: Serpico en los tribunales y Serpico en la antesala del infierno. Pero ambos desenlaces, para un lector voraz, es una incógnita que solo ha de resolver al momento de leer esta obra basada en un hecho real, en un personaje de carne y hueso que tuvo el valor de enfrentar un sistema y una época de especial corrupción, y sobre todo, de adentrarse en una hermosa arquitectura literaria poseedora de un magnífico arco de tensión dramático.

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Diccionario

Arroz Por Mauricio Carrera

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a paella, dicen, es un monumento al arroz. Los españoles la comen con un solo ingrediente, y en México la aderezamos con salchichas, pollo, camarones, almejas, mejillones, trozos de carne y tiras de pimentón rojo. Es un arroz amarillo a fuerza del costoso y aromático azafrán. Pero igual puede decirse de los moros con cristianos, ese platillo de pobres, compuesto por una mezcla magnífica y deliciosa de frijoles negros con arroz. Es el congrí de los cubanos, el gallo pinto de los nicaragüenses, el pabellón criollo de los venezolanos y de alguna manera la feijoada brasileña. Guiso exquisito que contiene ingredientes baratos, para los días de pobreza, que son los más: el frijol nuestro de cada día y el arroz blanco o a la mexicana. ¿Y qué tal un arroz con mole, ya sea mole poblano o en pipián? ¿O un simple taco de arroz, con algo de salsita verde?

Aunque de origen oriental, hoy nuestra comida y nuestra cultura sería impensable sin el arroz. Ya se sabe: si se sabe hacer arroz, se está listo para casarse. Y a propósito de casamientos, a los recién casados, a la salida de la iglesia, se acostumbraba echarles arroz para augurar la felicidad en su matrimonio. El arroz es un símbolo de prosperidad y fertilidad. Dice un viejo proverbio chino: “Que tengan tanta prosperidad como para poder repartir arroz todos los días de su vida y que les sobre para poder dar a los que no tienen”. Era una costumbre bonita ésa de arrojar arroz a los novios, hoy por desgracia perdida, en la mayor parte de las iglesias, por algún precepto absurdo perdido entre razonamientos de hambre, pobreza y de no dejar sucia la escalinata a la próxima pareja de recién matrimoniados. Groucho Marx, por cierto, se burlaba de esa costumbre, al decir, en una de sus películas: “¡Oh, nunca podré olvidar el día que me casé con esa mujer! Me tiraron píldoras vitamínicas en lugar de arroz…” “Este arroz ya se coció”, decimos cuando se ha dado por bien finalizado algo. “Le gusta el arroz con popote”, para referirnos a un homosexual. “Otla vez

aloz”, dice el consabido chiste. Y “¡Arroz!”, era la exclamación arquetípica del galán de galanes, el inolvidable Mauricio Garcés, para coquetear con sus damas cinematográficas, todas ellas de suculentas formas y en bikinis, vestidos escotados o en ropa interior. Eso de “¡Arroz!”, tan característico de Mauricio Garcés, era un anagrama de zorra. Así que, al proferir a sus galanas su acostumbrada frase, les decía en realidad, con toda su divertida voluptuosidad, que eran unas soberanas putas, unas deliciosas zorras… El arroz también se convierte en delicioso postre cuando se le mezcla con leche. Hay un lindo cuento de la escritora argentina Valeria Badano, que es como una receta para hacer el arroz con leche y para ahondar en la psicología femenina. “Si hay algo que me gusta hacer es cocinar”, nos comparte la protagonista de este cuento. “Cocinó mi madre. Y cocinó la madre de ella también. Todas las mujeres de mi familia desde mí hasta vaya una a saber dónde, perdidas en el follaje de la genealogía, han cocinado. Cocinaron todas esas mujeres y madres. Y yo también cocino aunque yo no soy madre”. Poseen, en esa familia, el secreto para hacer un magnífico arroz con leche. Primero se revuelve lentamente la leche en una olla a fuego lento. “El arroz se echa entonces, como si lloviera, y se sigue revolviendo. Con cuchara de madera, claro, y de vez en cuando para que se haga liviano y esponjado. “Con cada vuelta, los granos que parecen lágrimas se despegan y suben, toman aire como peces neuróticos y se vuelven a hundir, atrapados por la tibieza burbujeante de la leche hervida”. Mientras se mezcla ese revoltijo de leche y arroz se canta. Canciones de cuna, de rondas infantiles o de amor, pero se canta. Y después se vierte el azúcar tan blanca como el arroz. Una “azúcar fina, suave, casi intangible, como el velo de los sueños. Azúcar como el tul, el tul de la novia, el tul del mosquitero de la cuna”. El arroz con leche es calor y aroma, como informa la protagonista de este cuento. Es un postre secreto con propiedades casi mágicas: “Mi padre amó a mi madre por ese arroz con leche magnífico”, continúa el relato. “El padre de mi madre amó a la madre de ella por ese sabor celestial y así hasta enredarse en el follaje tupido de mi genealogía, hasta llegar al Adán familiar que no se perdió por la pornográfica manzana roja, dura y jugosa, sino que ganó el cielo por el suave, esponjoso, blanco y amo-

roso arroz con leche. Más que una promesa de amor mundano, el arroz con leche es la certeza de una felicidad devorada a cucharadas. Amor seguro dentro del corral del matrimonio, orden asegurado tras las puertas de la cocina y el reloj puntualmente indicando las horas para el amor. Así lo cocinó mi madre. Y la otra y la otra. Así lo aprendí a hacer yo…” “Hay un negro en el arroz”, aseveramos, con lo racista a ratos de nuestro lenguaje, para advertir que hay un problema, un dilema, una duda o un pecado entre tanta blanca santidad. Una mosca en la leche. Se trata de un cereal gramíneo, y el segundo más utilizado en el mundo después del trigo. Su nombre proviene del árabe, algunos piensan que de ar-ruzz y otros como Corominas que simplemente de ruzz, de donde tienen su origen palabras como rice, arroz en inglés, el francés riz o el italiano riso, y por eso aquello de risotto. Hay arroz salvaje, arroz blanco, arroz marrón, el arroz bomba, el arroz negro y el arroz arborio, entre muchas otras variedades, como el jazmín con su aroma floral y característica pegajosa, o el basmati, de grano largo y muy aromático. Si nosotros tenemos el arroz a la mexicana, los japoneses presumen su yakimeshi. O su arroz simplemente al vapor, al que denominan gohan. Y si nosotros lo comemos con tenedor, ellos con palillos que llamamos chinos. Un arroz con plátanos fritos es delicioso, o con yuca, como lo comen en Sudamérica. Y como parte de un caldo de pollo, es sabroso y reconstituyente. Hay quien presume poder escribir un poema en un grano de arroz y hay quien le pinta un rostro o un paisaje. Es un grano frágil y diminuto pero capaz de alimentar a pueblos enteros. Un solo grano de arroz, como reza el dicho, puede hacer toda la diferencia en una balanza. Confucio, que era chino y también sabio, comía arroz. Una vez dijo: “¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por qué vivir”.

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De periodista a escritor sin pasar por el Boom

Guillermo Zambrano (1946) por Raúl Urbina

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uchas veces se ha reflexionado acerca del parentesco espiritual que existe entre los escritores. Y aquí es donde cabe hacer la comparación del periodista y novelista Guillermo Zambrano con Ernest Hemingway. Ambos utilizan indiscriminadamente el mundo real y el mundo fantástico; ambos combinan sus vivencias con precisión de palabras, que nos remiten al mismo centro de la vida mágica. Un mundo que cargan a cuestas con cierta culpa mágica de realidad.

Guillermo Zambrano nació el 10 de febrero de 1946 en la ciudad de Monterrey, N.L. Cursó estudios de periodismo en la Universidad Iberoamericana, de sociología en La Sorbona y literatura en el Colegio de México. La historia de la vida de Guillermo Zambrano es como los personajes de sus novelas: rebeldes y aventureros, conocerla de viva voz y luego leerla en sus libros es algo que jamás se puede olvidar y menos cuando se convive con “Willy”, así nombrado por los amigos que coincidimos en la fundación del UnomásUno en 1977, y aquellas tertulias en los restaurantes de avenida Insurgentes: La Rondalla y los Guajolotes, después del cierre de edición. Aquí parte de su historia que se encuentra en su biografía, en las solapas de sus libros, o en el Diccionario de Escritores Mexicanos o en la misma Web. Corrían los primeros días de la aparición del periódico UnomásUno dirigido por Manuel Becerra Acosta, cuando tuvimos un primer contacto verbal, ambos pertenecíamos al equipo de la sección de Internacionales, él como redactor y por mi parte como encargado del departamento de cables. En aquella ocasión, estando en la caja de Skinner, como le llamaba yo al departamento de cables –por estar construida de cristal, a semejanza de las mismas cajas de Skinner, que usaba para experimentar con ratas en la facultad de psicología en esa época de estudiante en la UNAM– compartiendo unos sándwiches de pan de centeno con jamón serrano y queso; se inicio una conversación, en la que él me aconsejaba que viajara y conociera el mundo. Mi respuesta a “Willy” fue que se necesitaba mucho dinero, a lo que él respondió: “mira cabrón, no se necesita dinero, solo saca tu carnet de marinero y te vas a Veracruz, ahí te contratas en un barco que vaya a Europa, así como le hice yo, me fui pintando el casco del barco, con mis bermudas y descamisado, toman-

do cerveza y pintando”, hoy su biografía lo confirma: ha sido pintor de brocha gorda en un barco mercante español. Contaba también que se había embarcado hacia Europa, no solo por conocer el mundo, sino porque quería escribir una novela – al igual que su personaje Diego, en la novela Los Crímenes de la Calle de Seminario–, decía que una vez que llegó a Francia se le terminó el dinero obtenido por su trabajo en el barco mercan- te, tuvo que empeñar lo último que le quedaba de valor, su máquina de escribir, con lo que sobrevivió algunos días para después trabajar en un restaurante, lo que en su biografía lo traduce como: “trabajó de mesero en los comedores de la Ciudad Universitaria de París”. Relataría años después en una reunión de cantina cómo empezó a viajar, decía que primero se fue a, Los Ángeles, a California, a Madrid, a las islas Baleares, a Costa Rica, y que uno de sus personajes es precisamente quien vive esos viajes en su primera novela. Como decía, Hemingway y Zambrano utilizan indiscriminadamente el mundo real y mundo fantástico ambos combinan sus vivencias con precisión de palabras que nos remiten al mismo centro de la vida mágica. Y así es con el personaje Santiago Morales de su primera novela Larva (Novaro 1973), que 16 años después corrigiera y ampliara a 26 pequeños capítulos cambiando el nombre del personaje por el de Diego Lapostre Timur. En esta novela a la que tituló posteriormente Los Crímenes de la calle de Seminario (Océano, 1987), en la que relata varios asesinatos entre ellos el de Rebeca, otro de los personajes de esta novela y último asesinato que cierra la historia. Diego al igual que Zambrano es reportero, corresponsal, viaja a Europa y quiere ser escritor e imitar a Hemingway. En fin, el retrato de la vida misma de Zambrano: reportero de la fuente policiaca, escritor de publicidad, vendedor ambulante de enciclopedias, empleado de mostrador, guionista cinematográfico, locutor de cabina en un canal de televisión de provincia, redactor suplente en una agencia internacional de noticias y corresponsal en el extranjero. Sin embargo, Zambrano no se inicia como escritor, queriendo imitar a Ernest Hemingway, sino que lo hace a partir de que en una de sus escapadas con unos cuates de la universidad a Puerto Vallarta, uno de ellos llevaba el libro La Tumba, de José Agustín, que luego de leerlo se lo dio diciéndole; “está a toda madre”. Zambrano relata que una vez con el libro en sus manos su primera expresión fue: “¿qué hago?… Y me quedé con La Tumba. Se me prendió el universo. Era un cuate como yo, contaba sus cosas y me dije yo pue-

do contar las mías. Publicarlas también.” A los 19 años Zambrano se dio cuenta que podía ser escritor, pero, finalmente lo hizo que se decidiera por la literatura fue otro libro prestado. Tres meses después de su viaje a Puerto Vallarta, visitando a un amigo enfermo internado en el Hospital Español y a quien su padre le había regalado Papá Hemingway de Philip Yong, su amigo le dijo “chíngatelo”, fue así que a los 21 años decidió ser escritor. De Zambrano como novelista se dice que: “Arriesgando todo a saltar de un empleo a otro –y de un país a otro–, sin más capital que su gran deseo de conocer y experimentar, ha conseguido vivir temporadas largas en Los Ángeles, Madrid, París, las Islas Baleares, San José de Costa Rica y Buenos Aires. Las experiencias de juventud, le han servido como materia prima de su mundo novelístico. En las novelas Larva y Los Crímenes de la calle de Seminario, ha desarrollando su personalidad de escritor al margen de cualquier contexto literario, en estas sus primeras novelas consigue retratar el drama del hombre y en el que se ciñe inevitablemente, a las imposiciones sociales. Sus dos primeras novelas como ya lo han señalado sus críticos literarios, Zambrano ha fijado la posición del individuo en el mundo organizado. Los protagonistas tratan incesantemente de dar un sentido a sus vidas. Sus criaturas más características son individuos segregados de la comunidad por alguna razón. Asimismo los personajes de Zambrano viven en tensión permanente entre el medio ambiente que los rodea y sus posibilidades individuales. Otro gran tema es la soledad y el aislamiento del hombre. A veces esa soledad es elegida voluntariamente y otras impuesta por las circunstancias. Guillermo Zambrano publicó a los 27 años su primera novela: Larva (Editorial Novaro ,1973). En 1974 viajó por Centro y Sudamérica escribiendo para El Universal. Fue fundador, en 1977, del periódico UnomásUno y en 1981 estuvo destacado en París como corresponsal del mismo diario. Es autor de de la novela negra Pasaporte al Infierno (2011), de la trilogía Lejos de todo, cuyos títulos están por salir: Más allá del rencor y Muerte en el arrabal. En 2008 dio a conocer su novela histórica Por asalto a México, en donde narra la guerra de agresión de Estados Unidos a México en el periodo de 18461848, en que México perdió la mitad de su territorio. Sus novelas de misterio: Larva (1973), Los Crímenes de la calle de Seminario(1987), Los amores de una mujer decente (1991), Los secretos de el Paraíso (1994). Y el libro sobre la guerra de Vietnam Goliat arrodillado, así como sus demás obras son ahora ofrecidas y distribuidas por Amazon y Kindle. Sus libros han sido reeditados en Estados Unidos. Guillermo Zambrano actualmente sigue escribiendo y reside desde 1996 en Miami.

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Libros-Libros

Mijaíl Bulgákov, escritor universal Por Porfirio Romo

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ocas obras de un escritor conocido tardan largo tiempo en ser editadas, luego de que su autor fallece. Este es el caso de una de las novelas más importantes del siglo XX, El maestro y Margarita, cuyo autor, Mijaíl Bulgákov, termina de escribirla hacia 1939 y muere apenas un año después; no obstante, la primera edición aparece en Moscú hasta 1967, veintisiete años después.

Bulgákov tiene una biografía parecida a Chéjov, pues ambos fueron médicos, profesión que ejercen unos cuantos años, para luego renunciar a ella y dedicarse por entero a la escritura. En sus primeros cuentos, Bulgákov narra intensas historias del joven médico que fue, enviado a atender las enfermedades de campesinos alejados de las metrópolis, en donde se encuentra de pronto ante la disyuntiva de hacer operaciones urgentes, abrir vientres, cercenar miembros, sin haber tenido ninguna experiencia previa como cirujano, pero sabe que de no hacerlo, la vida de sus pacientes corre un peligro extremo. Varios casos lo dejaron marcado y ese fue el origen de sus primeras obras escriturales, en las que termina encontrando su verdadera vocación. Entonces decide abandonar los lejanos lugares a donde envían a los médicos jóvenes para regresar a la gran ciudad, y no a su natal Kiev, sino a Moscú, en donde habrá de involucrarse al poco tiempo con el medio de los dramaturgos, pues además de gran narrador, Bulgákov fue un hombre de teatro. Por eso, su primera novela titulada La guardia blanca, que es la historia de la familia Turbín ubicada en los violentos e inestables meses posteriores al triunfo de la revolución de octubre, la adapta al teatro y la estrena bajo el nombre de Los días de los Turbín, una pieza teatral que le dio fama y con ella se ganó el respeto de los dramaturgos de su tiempo. Se dice que el camarada Stalin fue admirador de esta obra, a la que llegó a ver más de diez veces y, en su extraña forma de relacionarse con los demás seres humanos, admiró en secreto a Bulgákov. Tal vez esta fue la causa por la que nuestro autor no hubiera sido asesinado o remitido a un gulag en Siberia, como pasó con otros intelectuales contemporáneos, a los que el dictador temió y en consecuencia asedió hasta ordenar su fin, como fue el caso de Isaac Babel, autor pro bolchevique de la célebre Caballería roja, quien vino a encontrar la muerte en el helado destierro de un campo de concentración. Tampoco tuvo un episodio tan controvertido como el suicidio de Vladi-

Corazón de perro mir Maiakovski, poeta oficial que bastante se ocupó de señalar a Bulgákov como un ciudadano equívoco; lo que tampoco quiere decir que no hubiera sufrido la terrible represión que Koba ejerció sobre cualquier hombre que pudiera provocarle sombra. Por eso, aunque admirado por su obra teatral, Bulgákov empezó a ser sospechoso de contra revolucionario por su agudo humor, enfilado a la crítica de una sociedad que decía avanzar hacia el socialismo, bajo una organización totalitaria e intolerante. Esta posición se vio claramente reflejada en la novela Corazón de perro, en la que un científico moscovita hace un siniestro experimento al cambiar la hipófisis y los genitales de un noble y agradecido perro callejero, al que previamente salvó de las inclementes calles de Moscú, por los que extirpa de un obrero recientemente fallecido. El resultado es la lenta mutación del can en una especie de humano salvaje, que si bien es capaz de hablar y hasta de pensar en el derecho a la socialización de los bienes burgueses, nunca termina por declinar a sus más hondos instintos de perro, como el odio acendrado hacia los gatos que lo lleva a elegir la profesión de exterminador de plagas de la ciudad, especializándose en felinos. El científico había llamado Sharik al perro callejero, que significa “globito” o “bolita”, un nombre común en ruso para llamarle a los canes, pero en su transformación, el monstruo decide autonombrarse Sharik Sharikóvich, o sea hijo de alguien también llamado como él. Una vez que ha ganado identidad, en la que no deja que se note ningún aspecto bueno del antes agradecido animal, Sharik decide expropiar el amplio departamento de su protector, pues las leyes de la justa repartición de la riqueza son actos ineludibles en su humanizada cabeza. Son tales las tropelías que este ser comete, afectando tanto al doctor como a los vecinos del barrio que habitan, que el científico da marcha atrás a su experimento, sustituyendo los órganos humanos por los de otro perro. Así consigue que la paz regrese tanto a su casa como al círculo científico en donde Sharik había

De esa forma les dice que esa mañana ha desayunado con Dante, que los detalles de la crucifixión de Jesucristo no son como se piensa, pues él estuvo allí y lo sabe de cierto, o dice que la obsesión del hombre por el poder es absurda, pues la vida es tan corta que puede acabarse en el momento más inesperado. generado un ambiente de repulsión de la comunidad, tanto del experimento como de su creador. Los detractores de Bulgákov encontraron en esta historia los elementos para señalar a su autor como un renegado de los logros de la revolución, pues nunca dejaron de resaltar lo que, con evidente intención, Mijaíl hablaba de los órganos de un humano, pero no uno cualquiera, sino de un obrero, exactamente como uno de esos que decían que se encaminaban a la dirección de un mundo más justo. En estas circunstancias, Stalin conminó a Bulgákov a permanecer, obligatoriamente, desempeñando funciones menores dentro del teatro de Moscú, con la prohibición expresa de que continuara escribiendo, así como la de montar piezas teatrales. Encerrar a un genio en la mediocridad, ese era el castigo al que el guía del pueblo sentenciaba al autor de una novela fundamental de la primera mitad del siglo pasado. Se dice que Stalin nunca ignoró al escritor, que incluso sostuvo llamadas telefónicas con él y hasta le ofreció la posibilidad de abandonar Rusia, lo que, de manera inentendible, Bulgákov rechazó porque dijo que nunca podría volver a escribir fuera de su patria. La respuesta fue un mayor asedio, que llevó a la temida policía bolchevique a hacer una revisión exhaustiva de la casa del dramaturgo, en donde decomisó algunos de sus manuscritos. Como una reacción furibunda, Mijaíl decidió quemar su novela casi concluida y fue víctima de una cruel y misteriosa enfermedad que le fue quitando poco a poco las facultades de la visión. Esta novela la tuvo que reescribir, y su historia es, en


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El resultado es la lenta mutación del can en una especie de humano salvaje, que si bien es capaz de hablar y hasta de pensar en el derecho a la socialización de los bienes burgueses, nunca termina por declinar a sus más hondos instintos de perro, como el odio acendrado hacia los gatos que lo lleva a elegir la profesión de exterminador de plagas de la ciudad, especializándose en felinos.

su inicio, una verdadera provocación al status de los intelectuales comunistas, honestos y ateos, como tendrían que ser a finales de la década del 30. Sucede que dos intelectuales, un editor y un poeta, caminan por los jardines de los Estanques del Patriarca, parque céntrico de Moscú, bajo un calor insoportable de verano. Hablan y buscan algo para tomar, cerveza fría quizá, pero solo encuentran un refresco caliente en ese socialismo, caracterizado por el desabasto de casi todo. Se sientan a beberlo mientras siguen conversando sobre cierto poema que el editor le pide al otro que reescriba, pues se trata de la persona de Jesucristo, al que deben considerar como un mito y no como una persona, pues en realidad nunca existió, concluye. De pronto, de entre los pasillos del parque aparece un elegante personaje, con chaleco, leontina y guantes, al que el calor no parece incomodarlo, que se sienta en una banca adyacente para mirar con atención al par de intelectuales que siguen absortos en su disertación. Y así como llega, inopinadamente empieza a intervenir en la conversación poniendo en duda lo que ambos dicen, pues con una serie de afirmaciones, aparentemente incoherentes, ataja cualquier argumento. De esa forma les dice que esa mañana ha desayunado con Dante, que los detalles de la crucifixión de Jesucristo no son como se piensa, pues él estuvo allí y lo sabe de cierto, o dice que la obsesión del hombre por el poder es absurda, pues la vida es tan corta que puede acabarse en el momento más inesperado. Berlioz, así es nombrado el editor que conversa con el poeta, dice que no tiene más tiempo, pues más tarde habrá de tener una reunión importante con otros intelectuales y el misterioso personaje le pide que deje de preocuparse por ello, pues lo más probable es que no habrá de llegar, porque antes va a morir. ¿Ah sí? ¿Y cómo ha de ser esto? Le pregunta entre incrédulo y burlón el mismo Berlioz al que se ha presentado como el Maestro Voland, quien le responde con terrible frialdad que degollado por una mujer. Nervioso, el editor pregunta si no hay algo que hacer al respecto, a lo que Voland, con parsimonia, saca el reloj de su chaleco y le dice “imposible, Aneshka ya ha salido con el aceite”. Convencido de que es un loco de remate, simplemente un extranjero excéntrico que habla bien el ruso, Berlioz

se despide y encamina su paso a la estación del subterráneo para llegar a la reunión que antes anunció, solo que no sabe que, al bajar la escalera del metro, habrá de resbalar cuesta abajo e, irremediablemente, va a caer en medio de las vías del tren, justo cuando aparece llegando a la estación, conducido por una mujer, para arrollar al personaje, cortándole la cabeza. Lo del aceite y Aneshka más adelante cobrará sentido, pues nada de lo dicho por Voland tiene desperdicio. Con este inicio, en donde dos ciudadanos ejemplares del socialismo, intelectuales, ateos y honestos, se ven asediados por el mismo diablo para tratar de convencerlos de que Jesucristo no solo existió como persona, sino como la encarnación de Dios, se abre una paradoja exquisita que impide que el lector pueda soltar la novela. Tal es la intensidad de El maestro y Margarita, en donde el maestro no es Voland, sino un escritor que relata la terrible culpa que aqueja a Poncio

Pilatos por no haber salvado a Jesús de los judíos de que lo sacrificaran. Esa novela dentro de la novela, es quemada por el maestro tal y como Bulgákov hiciera con su primera versión luego, del cateo en su casa por la insidia estalinista. Y es Margarita, una bella mujer a la que ama el maestro, la que lo convence de rescatar y continuar la escritura del texto, mientras Voland y su corte de diablillos hace de las suyas en un Moscú convulsionado por sus extrañas acciones, como una función de magia que hace que todos los hombres se despedacen por los billetes de veinte rublos que arrojan desde el escenario. Luego estos hombres, comunistas todos, sentirán una horrible decepción cuando noten que sus bolsillos están llenos no de billetes, sino de etiquetas de botella de cerveza. Mijaíl Bulgákov muere en 1940, recién iniciada la segunda guerra mundial que habría de darle tanta gloria a su acosador, el terrible líder del Soviet. Pasarían todavía algunos años para que Elena Bulgákova, su esposa y émula de Margarita, consiguiera la publicación de esta novela en 1967. Pero pasarían muchos más para que fuera conocida y editada en tantos idiomas y países como lo es ahora, y para que se le considerara, con justicia, como una de las grandes novelas del siglo XX, con una vigencia tan actual en este ya avanzado siglo XXI, que permite afirmar que estamos ante una de las grandes obras de la literatura universal.

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Los orígenes y evolución del piano Por Amadeo Estrada

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a anterior entrega, dedicada al historicismo musical, terminaba con esta idea: “Escuchar una fantasía para fortepiano de Mozart con el historicista Bart van Oort, nos revela una música llena de vitalidad y de estrépito, algo que el piano moderno no puede imitar y, por el contrario, incluso mitiga, adormece, ralentiza con el cantabile propio de sus grandes resonancias”. Acaso vale la pena abundar sobre ello. El piano moderno es uno de los instrumentos más comunes en el mundo, tanto para intérpretes como para compositores que encuentran atractivo en sus posibilidades particulares: sonoridades cercanas a las de una orquesta, un rango dinámico y de alturas muy amplio. Si bien el instrumento nos es muy familiar, su propia evolución histórica es interesante para conocer y comprender la música que se ha producido para el mismo, e incluso para observar cómo los cambios en su estructura han llevado a la invención de diferentes formas de escritura musical pianística. En la música europea, el instrumento de teclado y cuerdas más antiguo es el clavicordio, cuya existencia se registra desde el siglo XIV hasta inicios del XIX; el siglo XX promueve su rescate y reanuda la producción de estos instrumentos mediante el historicismo musical. El pequeño clavicordio, de sólo 4 octavas hasta 6 octavas en los más grandes y tardíos, posee ya un principio de funcionamiento mecánico similar al del piano: una pieza metálica, llamada tangente –del verbo tangir, antigua forma del verbo tañer: hacer sonar por percusión un instrumento– golpea la cuerda. Sin embargo, a diferencia de éste, el clavicordio no posee un sistema de escape, es decir que la cuerda no se libera mientras se mantiene pulsada desde la tecla, el tangente permanece en contacto con la misma. Este hecho produce un fenómeno notable que responde a la precariedad y sencillez del instrumento, si se observa que la tecla tiene cierto juego mecánico al mantenerla pulsada, puede moverse un poco con el dedo para transmitir cualquier oscilación a la cuerda. El defecto se convierte en ventaja y hace que el clavicordio sea el único instrumento de teclado y cuerdas capaz de producir vibrato, un recurso relevante en lo que hace a la expresividad del sonido. La propia flexibilidad del sistema mecánico permite al instrumentista tocar fuerte o piano según la fuerza ejercida sobre el teclado –aunque en general el sonido del clavicordio es débil. Por su sonido dulce y por sus capacidades expresivas, el clavicordio fue un instrumento por el que tanto Haendel, como Carl Philipp Emanuel Bach, Haydn o Mozart, mostraron gran afecto. Además, su pequeño tamaño les ofrecía la ventaja de llevarlo fácilmente en viajes. Lo anterior compensaba en el ámbito privado el minúsculo volumen sonoro

del instrumento, solo audible en espacios muy reducidos y silenciosos. En contraste con el sistema de percusión, propio del clavicordio, el fortepiano y el piano, la mecánica del clavicémbalo funciona mediante la punción de la cuerda gracias a un plectro –estructura en forma de púa–. El clavicémbalo predominó en la música de cámara y orquestal del Barroco y hasta buena parte del clasicismo; sin embargo, el advenimiento del concierto público, la creación de orquestas más grandes y la homogeneización instrumental durante el período clásico tuvieron como consecuencia la necesidad de diseñar instrumentos más sonoros, como el fortepiano, con lo cual el clavicémbalo, junto con otros instrumentos de su época, fue desapareciendo de la escena musical. Fueron precisamente las cualidades expresivas del clavicordio y las limitaciones dinámicas del clavicémbalo las que llevaron al desarrollo del fortepiano, antecesor directo del piano moderno. El fortepiano nace en Venecia y su registro más antiguo data de 1700 (Pollens, 1995), indicando que el instrumento fue construido por Bartolomeo Cristofori, notable artesano que trabajó durante décadas para el príncipe Ferdinando de Medici. Se produce así un instrumento de teclado y cuerdas, con un sonido suficiente para el concierto público y con capacidades dinámicas importantes. Las nuevas y diversas posibilidades del instrumento, junto con su característica de orden expresivo –forte y piano– atrajeron desde sus inicios a Carl Philipp Emanuel Bach, del periodo galante. En 1747 el rey Federico II mostró a Johann Sebastian Bach, en el palacio de Sanssouci, los quince fortepianos que tenía, hechos por Gottfried Silbermann, constructor pionero y formador de varios grandes constructores de fortepianos del siglo XVIII. Bach había conocido previamente el precario fortepiano, pensaba que no era un instrumento logrado, adujo que tenía un sonido muy débil en los agudos y un teclado muy pesado. Su crítica tuvo importante repercusión en Silbermann, quien refinó sus instrumentos y un año más tarde, en 1748, ya tenía un fortepiano que podía satisfacer plenamente las exigencias del compositor. Aquella reunión en Sanssouci tiene mayor importancia: el rey Federico el Grande mostró un tema musical propio sobre el cual retó a Bach para que improvisara una fuga a 3 voces y posteriormente otra a 6 voces. Bach escribió a partir de ello la colección de obras contenida en la Ofrenda musical y, aunque no está indicado en la partitura, Charles Rosen aventura que es la primera obra musical conocida que involucra un fortepiano. Una vasta cantidad de conciertos, sonatas y fantasías de Carl Philipp Emanuel Bach –principal compositor de música para teclado de su tiempo– recurren al fortepiano, a partir de entonces surge un amplio repertorio con Haydn, Clementi, Mozart y Beethoven, entre otros. El movimiento historicista recupera ampliamente la música para el fortepiano, así como varios modelos de éste mediante un proceso refinado y fiel de reproducción de instrumentos precisos. Esta nueva experiencia es importante para permitir la comparación entre la música para fortepiano del clasicismo con sus versiones en el piano moderno. En Haydn y Mozart el descubrimiento es revelador porque su música cambia radicalmente en la escucha de uno u otro instrumento. Alfred Brendel recalca con humor las diferencias entre el fortepiano y el piano moderno a partir del parecido que tiene el antiguo con un “relojero” y el nuevo con un “cargador de mudanzas”. La comparación es útil aquí: el teclado del fortepiano es muy ligero y sensible; su sonido no es tan homogéneo como el del instrumento moderno, se agota

muy pronto y es punzante, sobre todo en los fortepianos vieneses; tiene un timbre diferente en los graves, en los agudos y en el rango medio. El teclado del piano moderno requiere de una fuerza notoriamente mayor; gracias a una caja de resonancia grande, metálica, a las gruesas y más numerosas cuerdas entorchadas, pesadas, y a una arquitectura muy distinta de la del fortepiano, proyecta un sonido muy resonante, pesado y largo, no se extingue pronto. El timbre es más homogéneo. Dichas diferencias repercuten en la música misma: Beethoven conoció el origen del piano moderno con los fortepianos ingleses construidos por Broadwood, cuyo sonido más grande, resonante, le permitía escribir conciertos muy distintos de los de Mozart y de Haydn, quienes estaban obligados a diferenciar el instrumento solista de la orquesta y no dejar que ésta lo ocultase sonoramente. El mayor volumen sonoro de los fortepianos Broadwood ofrece la posibilidad de compaginarse con la orquesta para interactuar más, sin espacios en donde ésta tenga que contener su volumen o crear secciones exclusivas para el instrumento solista. Las sonatas de Beethoven y las de Schubert –más las tardías que las tempranas– requieren también a menudo de mayores resonancias, lo cual hace que la música pueda acercarse a las cualidades del canto, si no en toda o en todas las obras, sí en secciones importantes. Los conciertos de Beethoven interpretados en fortepianos vieneses –y aún en los Broadwood– pueden tener un interés musicológico acaso más anecdótico que una experiencia de disfrute artístico debido a que la sonoridad del instrumento no se corresponde con la sonoridad de la escritura. En contraste, la interpretación de la música de Haydn y de Mozart en el fortepiano resulta en un descubrimiento relevante dado que las obras no están concebidas para el fortepiano inglés que conduce directamente al piano moderno sino para el tradicional instrumento vienés. Esta característica cambia de manera notable el resultado, donde las sucesiones de sonidos entrecortados son más cercanas al habla de buena dicción que al canto. Al igual, dada la corta duración del sonido del fortepiano, es necesario articularlo con mayores velocidades. Todo ello obliga a una interpretación mucho más enérgica y vital, no exenta de estrépito, con lo cual se nos devela una música radicalmente distinta y con mayor cercanía del oído de los compositores que la idearon y escucharon. La ejecución al piano de dicho repertorio por los intérpretes actuales más logrados tiende, por la suavidad de las sonoridades del instrumento moderno, a la sublimación –costumbre también frecuente en la intención interpretativa– de una música que al mismo tiempo se aletarga y entorpece al carecer del nervioso sonido original del instrumento para el que fue creada. 1 Siete octavas y una tercera menor, 88 teclas, aunque los Bösendorfer, agregan notas graves y llegan a 97 teclas. 2 Entre las grabaciones de interés dedicadas al clavicordio destacan las de Christopher Hogwood, The secret Bach, The secret Haendel y The secret Mozart, así como las de René Clemencic de música del Gótico y el Renacimiento: Late Gothic and Renaissance Masterworks for Clavichord, Vol. 1 y 2. 3 Aunque existen dudas sobre este punto, Sassoon muestra que podría haber sido de Haendel. 4 Y también por el fortepiano Graf, aunque vienés, se acerca al sonido de los fortepianos ingleses. Bibliografía: Meyer, Martin, Alfred Brendel. Le voile de l’ordre. Entretiens avec, Christian Bourgois éditeur. Francia. 2002. Charles Rosen, New York Times. 18 de abril de 1999. http:// www.nytimes.com/1999/04/18/magazine/best-piano-composition-six-parts-genius.html Revisado por última vez el día 4 de abril de 2013. Pollens, Stewart. The Early Pianoforte. Cambridge University Press. Cambridge. 1995. Humphrey F. Sassoon. JS Bach’s Musical Offering and the Source of Its Theme: Royal Peculiar. The Musical Times, Vol. 144, No. 1885, 2003. pp. 38-39


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Pico de Gallo

Caballo viejo por Citlali Ferrer

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esulta increíble que la desnudez siga levantando polémica. Aunque seamos muchos los que compartimos el gusto por dicho tema. No sé si disfrutar de las imágenes explícitas sea una manera de refrendar la vejez, muestra alguna incapacidad o simplemente obliga a aceptar que se es parte de los Hikikomoris, quienes en la soledad de sus habitaciones no pierden oportunidad de alimentar sus pupilas con tetas, vergas y coños. Los budistas plantean que lo importante es vivir el aquí y el ahora, desde ese planteamiento cualquier manifestación erótica es inasible, furtiva y siempre se escapa de las manos. En el Dhamapada, Buda dice: “No dejes que el placer te distraiga del camino, de la meditación. Libérate del placer y del dolor. Solo hay penas en el placer logrado y dolor en lo que no se quiere. Perder lo que uno quiere es causa de dolor, por eso, cuida bien los sentidos. Sólo es libre aquel que ve más allá de la ganancia y de la pérdida. Del apego y del cariño brota el dolor. Del deseo y del placer surge el miedo. No existe dolor para el que está libre del cariño y el apego. Menos aun existe el miedo para el que está libre del deseo y el placer. Aquel que deja de querer, gustar, desear, codiciar, envidiar, está libre del dolor y del miedo”. Todas esas recomendaciones nos lanzan a la idea de no sentir más que lo estrictamente esencial. Aquí y ahora y sin ningún apego. Para los griegos el erotismo era algo natural que surgía del deseo y no importaba mucho la retórica que se hiciera acerca del mismo. La vida estaba intrínsecamente ligada al erotismo y es palpable en sus manifestaciones artísticas. Meleagro sin recato describe el deseo perturbador en su poesía: “Apoyas tus espléndidas nalgas en el muro, Oh Cirus, ¿por qué tentar a la piedra? Ella no puede nada”. Caballo de la sabana porque está viejo y cansado, Pero no se dan ni cuenta de que es un corazón amarrao Cuando le sueltan las riendas es caballo desbocao. Los de nuestra generación crecimos bajo la clara influencia del peace and love, el cold turkey, los derrumbes de Sabina y el sexo fue un ingrediente muy importante en nuestras vidas. Dueños de nuestra sexualidad vimos cómo muchos de nuestros amigos murieron de Sida dejándonos como sobrevivientes. Aquí seguimos, en estos tiempos donde el más fuerte es el que no se ablanda ante nada, en donde podemos ser testigos de las peores atrocidades transmitidas vía Internet al mismo tiempo que nos empacamos un cereal para mantenernos delgados y sanos pero dejando que la vida siga con enorme indiferencia y sin tomar partido por nada, ni manifestar nuestros sentimientos. Donde todo se vende y el que no tiene para pagar mejor que ni entre a la tienda porque es irremediablemente un marginado. La mayoría de las mujeres siempre han relacionando sexo con amor, con esto quiero decir que después

Siendo el hombre un animal enfermizo, cualquiera de sus palabras o de sus gestos equivale a un síntoma. E.M. Cioran de una buena sesión de cama suelen decir: “¿Qué harás conmigo?” “Quiero ser la mujer de tu vida”. Y comienzan a desear hacer una vida en común; tener una familia, en fin, cumplir con una sarta de costumbres que se han preservado a través del tiempo. Y claro que los misóginos dirán: “Joder, pero qué les pasa, si todas son unas putas”: Estoy totalmente de acuerdo, aunque, quizá la diferencia entre nosotras estriba en que unas sí saben cobrar y la mayoría solo se deja llevar por el impulso ulterior que termina por arrastrarlos al más peligroso acantilado y a entregarse por mero gusto. El deseo es carencia, decía Platón en el Banquete. Sí, se desea lo que no se tiene porque lo que se tiene acaba por aburrirnos, ya no nos revela nada, sólo el tedio de los días repetidos, el cada cual, un lado en todo, un tiempo para cada cosa. Y querer establecer una relación entre sexo y amor no siempre es bueno; porque el fanatismo atroz consume cualquier llama. La cultura y la educación han frenado los sentimientos que podrían surgir de modo natural en cualquier individuo, no hay que sentir, no hay que involucrarse, lo mejor es no tener compromiso con nada, ni con nadie, no cargar con culpas, ni padecer un lastre. Tal parece que los que aún viven en las filas del conservadurismo, se niegan la oportunidad de participar en semejante acontecimiento, “gozo por gozo” porque podría venirle mal al planchado permanente de sus trajes italianos, pero los liberales si es que los hay, tampoco muestran interés en desatar su libido porque eso ha quedado atrás, en esos legendarios tiempos de campamentos en la playa, reunidos con los amigos alrededor de una fogata y cantando canciones de la trova cubana. Caballo le dan sabana pues tiene el tiempo contao y se va por la montaña con su pasito apurao a verse con su potranca que lo tiene embarbascao. 2. Puro exhibicionismo En la época actual, la posmodernidad, la exhibición es parte fundamental de su doctrina. La masa se rige con la violencia vertiginosa de imágenes que inundan el mundo. Para los siquiatras el exhibicionismo es síntoma de inmadurez y lo clasifica en los siguientes subgéneros: Streaking: que involucra el correr en eventos públicos cuando se está desnudo. Flashing: cuando una mujer muestra sus pechos. Anasyrma: levantarse la falda ante un público para la obtención de placer, como broma o como mal gesto. Mooning: mostrar los glúteos a un público como muestra de repudio o broma. Candaulismo: Es el impulso erótico en el que se involucra el mostrar a la pareja sexual desnuda, es decir se exhibe a la pareja sexual o imágenes de ella o él en completa desnudez a otras personas con el fin de obtener gratifi-

cación sexual. Cancaneo: También llamado dogging, se refiere a la realización de actividades sexuales en público, regularmente en parques y arboledas. Etimológicamente viene de la palabra inglesa dog (perro), que compara las relaciones sexuales naturales e instintivas de un perro en cualquier lugar con la actividad sexual humana. El exhibicionismo se califica como una conducta sexual perversa. Buscando incitar a los espectadores a desinhibirse para que muestren lo suyo. En 2007, Spencer Tunik rompió un récord en el zócalo de la Ciudad de México, se trató del triunfo de la desnudez, en una sociedad que se ha caracterizado por la religión y la doble moral. 18 mil personas se presentaron muy de mañana para quedar tal cual los trajo Dios al mundo, con la finalidad de mostrarse, por el placer que esto conlleva. ¿Pero quién no ha soñado con ser una estrella porno? ¿Quién no ha gozado cuando para el tráfico? Virtudes públicas, vicios privados. El gozo está unido a la condición humana. Y se presenta sobre todo en tiempo de ocio, por algo se dice que la ociosidad es la madre de todos los vicios, cuando llegamos a goces extremos solamente mirando, no hace falta nada más que mirar. Y gozamos aunque ya no se trate de estética retiniana, hasta con los calzoncitos que se secan al sol en el tendero de nuestra vecina. Mirar es gozar, mostrar es gozar, mojarse sin tocarse es cosa de gourmets, y al pan, pan, y al vino, vino. Sí, en pocas palabras: A lo que te traje Chencha, vamos a gozar. Así que abran sus ojos y sientan cómo les corre la sangre por dentro. El sexo es vida y hay que darle lo que pide, hay que darle vuelo a la hilacha, sin olvidar que cuando la fuerza mengua, hay que usar la lengua. Caballo de la sabana porque está viejo y cansado, Pero no se dan ni cuenta de que es un corazón amarrao Cuando le sueltan las riendas es caballo desbocao. Curiosidades No hace tantos años que le pusieron sostén a la Diana Cazadora, porque les parecía que su desnudez ofendía a las buenas consciencias, lo que me hace recordar la historia de dos pinturas de Gustave Courbet, llamada El origen del mundo, que es una pintura que muestra sin recato un pubis femenino de frente y en primer plano, pintura que mucho tiempo estuvo escondida en el taller del pintor hasta que Lacan se animó a adquirirla, mismo que también la tuvo oculta pero que quizá gozaba a solas admirando semejante ofrenda. La otra es: La siesta, donde se ve a dos mujeres y sus redondeces, retozando en una cama en la que se ve que hubo una buena sesión de sexo; los críticos especializados en dar explicaciones maniqueas, hacen toda una disertación inclinándose por mostrar un acercamiento femenino a la religiosidad. Algo parecido a lo que sucede con el Cantar de los cantares de la Biblia, que es un poema de largo aliento en donde se humedece lo humedecible y a veces hasta falta el aire para continuar con su lectura y los sacerdotes se empeñan en decirnos que se trata de la explicación del amor entre la iglesia y los seres humanos. No se puede tapar el sol con un dedo a leguas se nota que es una relación erótica entre un hombre y su mujer. Todas estas curiosidades me hacen pensar que lo privado suele ser eso, privado, como si no se pudiese compartir, cuando finalmente, siempre termina por compartirse aunque sea en el anonimato que ofrece un dark room.


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15.04.2013

Poesía

La bella voz Coordinador: Freddy Secundino S.

Te quiero - no te quiero

Me pedirás poesía

Athena Ramírez

Joana Medellín

No te quiero, poesía, para cantarte, hacer un performance ni rapear. No te quiero para usarte en cartas de amor. No te quiero para hacer dinero. No te quiero para ser merolico del metro. No te quiero para brillar. Te quiero porque sabes bien con el café. Porque me alteras y me arrullas. Te quiero hacer un collar de lunas, poesía. Te quiero para ser. Poesía, te quiero seguir haciendo porque no quiero que no seas poesía. Ven. No seas puta. Déjate querer. Poesía, ven, que te quiero - ver de cerca.

Habrás de sonreír al aullido de mis meteoros. Habrás de encontrar refugio sólo en el círculo tembloroso de mi eco. Habrás de guardar los pedazos de tus pies en mis alas para poder andar el cielo. Habrás de encontrar que la pupila de mis poros sólo refleja la tristeza de tu desazón, y gimiendo con el infrasonido del cobarde me pedirás poesía. Me pedirás que con mis lenguas de fuego te pinte poesía, que no te deje caer en el vértigo de encontrarte ya cayendo. Me pedirás un verso y te lo negaré. Habrás de descubrirme con la mano pegada al papel de mis desvelos, querrás separarme y en una carcajada de libro abierto yo misma seré el papel y tú... me pedirás poesía, como si la hoja de mi fina espada pudiera dar consuelo al hundirse en tu pensamiento y llenarte de letras las palabras, de significados las gotas del tiempo, de metáforas los canales torvos de mi lengua-incendio... Yo seré cuatro esquinas, yo seré pecho blanco, yo seré el ojo despierto en el silencio, la tiránica calma del río fluyendo y tú habrás de encontrarte en el estruendo de mi marcha, cosiendo tu boca con hilos de moral, se te gastarán los sueños, se te gastará la gema del latido y me pedirás poesía.

Rompecabezas resuelto Freddy Secundino S. Para Vianey Yo nací para buscar, pero la vida me engañó con lo que encontraba. Tú naciste para encontrar, pero nunca hallaste lo que esperabas. En ti, yo encontré lo que buscaba. Conmigo, tú no esperarás más nada.

Brotan hélices en las manos del Quijote Andrés Cisneros de la Cruz Es innegable, hermanos de la adversidad, que nosotros no somos quijotescos, nosotros no quedaremos enloquecidos cabalgando la Quimera. Si estamos aquí, es para cambiar la imagen que baila en el espejo. Así que muevan del camino esa enorme piedra de alumbre que les ha dormido los brazos. Ha llegado el momento, en verdad, que tanto esperan sus corazones, así que dejen florecer hélices en sus manos, y que no sean las aspas del Tiempo, otra vez las que destrocen el vuelo.

No sé amar, amor María Fernanda Ceballos (Colombia) Y te digo que no sé amar, amor, de otra forma que no sea esta: apretando los labios y mordiéndome la lengua; y si es preciso, hasta las vértebras, hasta que falte el oxígeno y se estrangulen las venas. Pues otras formas de amar se me hacen difíciles, me cuestan. Por eso esta forma de amar tiene su ciencia, se deposita en un espacio y se materializa como esencia. Se contrae y se expande, se dilata y se congela. Permanece diluida entre la sangre y las arterias. Por eso te repito que yo no sé amar, amor, sino hasta perder la cabeza, hasta sudar por los poros y reír, por la amnesia.

Atisbo en la herida Arturo Alvar Lo que no alcanzo a tocar se niebla en voz de recuerdos que el tacto dejó, bosque con luna sobre mis párpados. Lo que no alcanzo a escuchar se entibia, raíz de mis tambores desgarrados, sombra que se acuesta bajo mis labios. Lo que sabe amar está sangrando de mi costado herido como un barco que encallara en mis últimos latidos.


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15.04.2013

El cuestionario Bravo

Entrevista con René Avilés Fabila Por Roberto Bravo

foto: Eduardo Miranda / Procesofoto / DF

E

scritor, periodista, difusor de la cultura, editor, maestro, conferencista, todo eso y más es René Avilés Favila desde mucho antes que lo conociera. Demasiado inteligente para estarse quieto, va siempre adelante con sus proyectos. Sus libros se encuentran en la mayoría de las librerías y sus editoriales son múltiples; una de ellas está recopilando sus libros en una serie con el nombre de obras completas. A pesar de todo, sus declaraciones hacen de él un insatisfecho con lo que ha logrado.

1.- ¿Cuando has sido más feliz? Los tres años en los que acompañé a Rosario en París, mientras ella hacía el doctorado y yo me dedicaba a escribir literatura. 2.- ¿A qué sientes más miedo? A los políticos mexicanos, inspiran, como los policías y los militares, terror. 3.- ¿Cuál es tu primer recuerdo? Los recuerdos de la infancia son poco claros por lejanos. Pero me acuerdo de mi hermana mayor, Leonora, que murió a los doce años. Imagino que la recuerdo por su dulzura y sus maneras cariñosas de tratarme. 4.- ¿Quién es la persona viva que admiras más y por qué? Hace unas semanas te hubiera dicho el nombre de Rubén Bonifaz Nuño, desgraciadamente acaba de fallecer. Muerto él, no creo sentir particular admiración por alguna persona viva. 5.- ¿Qué rasgo de ti deploras más? Mi mal carácter y mi total incapacidad para pedir algo. Hace años los editores me buscaban para publicar libros míos. Hoy nadie lo hace y yo no puedo tocar las puertas de una editorial. Temo que no las abran y sería un golpe severo a la vanidad. Supongo que este carácter hizo que a diferencia de multitud de periodistas e intelectuales, las puertas de los premios y reconocimientos no me hayan sido tan favorables. Los reconocimientos en México vienen del Estado y con él no tengo mayor relación, soy distante. Mucho. Pero así lo prefiero, por mal que me vaya. 6.- ¿Cuál es el rasgo que más deploras en otras personas? El servilismo y la adulación. Me son intolerables. Pero a muchos les ha llevado muy lejos y cerca del éxito abrumador. 7.- ¿Cuál ha sido tu momento más embarazoso? Alguna vez en la Universidad de París, la famosa Sorbona, cuando al inscribirnos, un profesor francés

nos separó por regiones y dijo “Por acá los americanos” y yo muy discreto y seguro me formé entre un montón de gringos desabridos y pesados. “No, no, señor, usted no es americano, usted es latinoamericano”. Sentí hundirme, achicarme. Yo, lector de Simón Bolívar, pensaba en que México está en ese colosal continente llamado América. Para colmo, al ver los mapas, me sabía norteamericano, no suramericano ni centroamericano. Fue horrible. Entonces un alumno en otro extremo me gritó: “Ah, usted es americano, como yo, soy argentino. No hubo mayores reacciones. Y me pusieron en la fila de los latinoamericanos junto con el argentino”. Sentí que me habían despojado del continente y que en efecto los gringos son una especie rara que es dueña de América. 8.- ¿Cuál de tus cosas aprecias más poseer? Posiblemente lo más preciado sea mi biblioteca y una muy aceptable colección de arte. 9.- ¿Qué gran poder quisieras tener? El de la invisibilidad. Lo quise desde niño, de la época en que leí a Wells, sabía que con ese poder o don podría ver mujeres maravillosas desnudas sin que ellas se percataran y me corrieran a patadas. 10.- ¿Qué te hace infeliz? La pobreza y la ausencia de lectores. 11.- ¿Cuál es tu aroma favorito? El de las flores y, sé que es contradictorio, el que despide la carne al asarse. Como ves, soy carnívoro y poco tolero a los vegetarianos que también matan vegetales. 12.- ¿Cuál es tu libro favorito? No lo sé, ya estoy como peña Nieto. Realmente son muchos, pero me inclinaría por la obra de Kafka y Borges. Con su literatura me formé en tanto escritor de fantasías. 13.- ¿Qué disfraz elegirías en caso de necesitar uno? El de Batman.

14.- ¿Qué es lo peor que han dicho de ti? La lista es larga, lo que quieras, me lo han asignado a mí en tanto periodista y los peores insultos, los más ofensivos siempre han venido del PRD. 15.- ¿Perro, loro, gato, canario? Perro, como animal doméstico es una maravilla. Me gustan los gatos, pero no a mi esposa. 16.- ¿Es mejor dar que recibir? No lo creo, me he pasado la vida dando y casi nunca he recibido algo. Los premios me encantan. 17.- ¿A quién invitarías a la fiesta que has soñado hacer? En estos momento a Peña Nieto para ver si me da un empleo bien remunerado en alguna embajada distante de la patria. 18.- ¿Qué palabras, frases, muleta, usas frecuentemente? No soy creyente, pero suelo invocar a Dios, es una muletilla recurrente. Creo que me la pegó Bonifaz Nuño, pero él sí era creyente. 19.- ¿Que trabajo te ha resultado más pesado hacer? Vender libros de librería en librería para pagar los estudios míos y de Rosario cuando decidimos casarnos. Era incómodo, me sentía fuera de lugar. 20.- ¿Cuándo lloraste por última vez y por qué? Lloré literalmente cuando murió mi madre. Fue la última vez. No he vuelto a hacerlo. No soy de llanto fácil. Ello no significa que sea insensible. Manifiesto mi dolor de modo muy íntimo y sin exhibicionismo. 21.- ¿Cuál ha sido tu mayor logro? Realmente carezco de grandes logros. Cada que publico un nuevo libro ´pienso que será mi mayor logro o conquista. La falta de crítica y de ventas aparatosas me indica que tampoco lo fue. Aunque algunos libros míos llevan muchas ediciones como El gran solitario de palacio, Tantadel y La canción de Odette. 22.- ¿Qué te provoca insomnio? Todo. Desde hace muchos años, necesito pastillas para dormir. 23.- ¿Qué palabras te gustaría dijeran en tu funeral? Ninguna, no habrá funeral. Mis instrucciones son precisas: del hospital o sitio donde haya fallecido, voy directo al crematorio sin avisarle a nadie. Los funerales son hechos sociales donde unos cuentan chistes, otros cortejan a la amiga guapa del muerto y los más hacen amistades o encuentran a las antiguas. El único realmente solitario es el tipo o tipa que está en el ataúd. 24.- ¿Cómo te gustaría ser recordado? Como escritor. 25.- ¿Cuál ha sido la lección más grande que la vida te ha dado? El amor por la cultura. 26.- ¿Dónde te gustaría estar en este momento? En París.

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15.04.2013

Y las mujeres ¿qué?

Vivir en el paraíso Por Margarita Ruiz de Velasco

U

no no sabe realmente por qué pasan las cosas, nunca sabré, por más que le haga, cuál era el mecanismo de Marcela para hacer las cosas, querer a las personas que quiso, odiar como odió y acabar como acabó.

Nunca, pero nunca lo voy a saber, lo cierto es que hizo todo lo posible para tener una vida totalmente incomprensible. ¿Cómo le hizo esa muchacha simpática, guapa, con todo por delante para acabar así? Por qué se casó con quien no debía, se enamoró de quien no debía, se peleó con todo mundo y, lo peor, a todo el mundo le echó la culpa de lo que le pasaba. Muy pocas veces se hizo responsable de sus actos, por eso Roquet fue un desgraciado, no ella una pendeja que se metió con él. Su matrimonio fue un desastre porque nunca dejó de trabajar, no porque Miguel era un huevón y ella una idiota que se casó con él. Laura y yo fuimos unas arpías, malas y pendejas y no ella, a quien sus hermanos le vieron la cara, y nos dio la espalda y habló mal de nosotras hasta que se cansó. Cuando éramos muy jóvenes Lalo, el esposo de Gabriela, me dijo la mejor interpretación de mi hermana: Marcela es feliz lavando la ropa y leyendo a Dostoiesvsky, así se siente personaje de novela. Eso fue lo que le pasó a Marcela, siempre quiso ser personaje de novela, más bien, la víctima de la mejor novela de todos los victimarios, porque las víctimas son eso, ¿no? Nunca son responsables, siempre les cae todo encima sin que tengan que mover un dedo y, al final, lloras. Y sí, lloré hasta que me cansé. Marcela y yo estudiamos Literatura pero nunca vimos la misma escena, siempre los verbos estaban en tiempos distintos, o los personajes que yo veía como importantes no lo eran para ella o el tema era otro o simple y llanamente le chocaba lo que a mi me gustaba o empezó a amistarse con personas que, fíjate nada más! me habían hecho algo o nada más me parecían insoportables, como la tal Amparo a la que adoró, sirvió, consintió, se peleó y, al final de su vida, no se sí le pidió perdón pero si le habló y sí la vió y quedó tranquila. A mi también me habló, nunca me pidió perdón porque Marcela no conocía esa palabra, más bien ese deber para con aquella que había herido, pero me habló. Rubén me dijo que había hecho un gran esfuerzo y entonces pues yo la perdoné, aunque nunca entendí lo me lo me decía, esto es horrible, ni lo peor de Roquet. Nunca entendí que tenía que ver Roquet con eso. Una mañana entró la llamada de Lalo, me dijo que

en la madrugada habían hablado de Alemania, Paula y Marcela, y les habían dicho que se estaba muriendo, que el doctor le confirmó que estaba en la fase terminal, que faltaba poco. Pero ¿cómo? En mis años jóvenes hubo una canción que ganó premios y todo, decía algo así como que la vida es una tómbola, y sí, es una tómbola, te va bien o mal según le de la gana a la cabrona (me refiero a la vida) y así, como tómbola me ha ido. La verdad, me ha tocado ganar varias veces. De las malas ondas fueron las muertes de Beto, la de Juan, la de Maru, Jorge, Marcela, y, en últimas fechas la de Martita. Si pienso bien, es decir, sin obstáculos, tengo un panteón bastante grueso. En las grandes novelas, o grandes obras de la literatura cada vez que alguien se está muriendo tiene tiempo de decir cosas importantísimas, desde la Iliada hasta la más cercana posible siempre tienen chance de decir sus “últimas palabras” A los míos no les han dado chance y a mí me da mucha pena saber que se fueron sin decir nada, sin poder escucharlos. Les ganó el silencio y a mi me dejaron como idiota. Vivir en el Paraíso es una maravilla pero, tiene sus bemoles (nótese que no sé ni el fa menor) y sí, la verdad que sí, aunque no sepa música, aunque sea, que no soy, desafinada, esto está de la mismísima chingada.., gracias a la pinche Eva y al idiota de Adán que se comió la manzana! Cuando llegué a casa de Pau, mi sobrina amada, desde la entrada olía horrible, lo que se dice feo. Pero bueno, con aquello que soy una idiota porque la verdad, soy de no creerse, lo puse a un lado. Manfredo estaba jugando con Mateo en la sala. A mí me ganó la alegría pero Pau no me dejó, Ven, me dijo, y ahí voy. Mi hermana acaba de pasar una crisis, que, gracias a Dios no vi. Estaba una amiga de Pau, la enfermera, hicimos mucho ruido y Marce dijo, bueno es un decir, Marcela, mi hermana, puso su dedo en la boca y dijo, shiis! En ese momento todas mis defensas se cayeron. En ese momento supe que eso, ese cuerpo flaco, con ojos enormes, con un color, no quiero decir de qué color, eso que era mi hermana adorada se estaba muriendo. No sé sí pueda decir todo lo que pasó en esas horas, me pasa algo muy similar a cuando se murió mi mama. Me acuerdo y no quiero decirlo. Está tan dentro. Pero bueno, a lo mejor es lo mejor (aunque suene cacofónico) muy poco después Marcela empezó a morirse de veras. No podía expresarse, Paula me dijo que hacia días no hablaba, pero se quejaba, se quejaba mucho. Pau estaba desesperada, la abrazaba, la ponía sentada, la abrazaba. Todo para que no se quejara. Pau sabía que sufría pero, de pronto, me acordé de mi mamá, de esos sonidos que hacía cuando se estaba muriendo y lo supe. Esos quejidos no eran quejidos,

eran estertores. ¿Cómo decirle a esa niña que su mamá se estaba muriendo de veras? Hubo un momento que se murió, de veras se murió. Yo le acariciaba la cara, las manos. Estaba helada pero no, volvió a quejarse, a quejarse por horas. Había estado viajando 26 horas, horas que cargué el avión, que me peleé con todos y valió madres. Cuando llegué a Madrid, desesperada casi mato a todos los de la aerolínea porque había perdido el enlace a Frankfurt. Me vieron tan mal que me dieron el teléfono y me dijeron, Hable donde quiera! cuando hablé con Pau me dijo, esta muy mal, no se me ocurrió decirle más que Dile que me espere, que ahí voy! Y sí, me esperó. Cuando llegue y Pau le dijo, ya llegó mamá, ya llegó tu hermana Margarita! Marcela me vio y se le alegraron los ojos. ¡Carajo! ¡Qué dolor! Minu, la maravillosa Minu, llegó pocas horas después que yo. Nunca dejaré de dar gracias a Dios por Minú, de verdad es maravillosa. Llego, vio a Marcela, por supuesto Marcela no pudo ni verla, pero Pau tenía a su prima ahí, no estaba sola. Aunque Pau tiene un esposo increíble es importante en esos momentos tu gente y ahí estuvo Minu. Se fue poco a su hotel y yo me quedé. Me fui a descansar, mínimo ponerme en posición horizontal un rato. Había comprado una novela de la que no me acuerdo ni del título, y medio leía, medio cerraba los ojos. Baje dos veces a ver a Marcela. Pau dormía, o se hacía que dormía, la enfermera la abrazaba. Marcela se quejaba. A la tercera vez que bajé Pau estaba hincada al lado de la cama, Manfredo de pie a su lado, la enfermera sentada al fondo llore y llore. Pau me dijo, Ya! Me hinqué al lado de Pau, Marcela respiraba más calmada y le empecé a decir todo lo que me vino. ya mi Marce, no te preocupes, todos te queremos, no vas a estar sola. Te esperan mi papá, mi mamá, Beto y Juan. Le acariciaba y, así, tranquila, mientras le decía que no iba a estar sola, Marcela se murió. Yo no entiendo por qué no podemos hacer lo que los judíos, es decir, tapar los espejos, cerrar las ventanas, rasgárse las vestiduras y llorar a gritos. Eso es lo más sano. No entiendo por qué tenemos que hacer como que no pasa nada, por qué chingados tenemos que tragarnos todo. Tengo todo atorado, ese pedazo de piedra que me quema la garganta y me causa vómito ahí esta y se me juntó con la muerte de Martita. Total, se me juntaron las penas, pero penas de veras y aquí estoy, ahora tengo dos piedras atoradas en la garganta, junto con otras. Total, chico con grande, qué tanto es tantito.


El Mollete Literario 15

15.04.2013

Teleras en serie

Breaking Bad Por Elsie Méndez Baillet

L

a metanfetamina es una droga moderna de diseño que libera de manera vertiginosa altos niveles del neurotransmisor dopamina estimulando las células cerebrales, mejora el estado de ánimo y produce gratificación, motivación y una enorme sensación de placer intenso.

Sus efectos también incluyen un aumento revelador en el estado de vigilia, en la función corporal, disminuye el apetito, eleva la frecuencia respiratoria, la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la temperatura del cuerpo y produce una anomalía en los latidos del corazón. El uso crónico de la metanfetamina daña las células cerebrales que contienen los neurotransmisores dopamina y serotonina y modifica de forma significativa el funcionamiento del cerebro en una disminución del rendimiento corporal y en el menoscabo del aprendizaje verbal y de la memoria. De igual forma, entre las consecuencias de su uso, está la pérdida de juicio e inhibición, reducción extrema de peso, graves problemas dentales, angustia, desconcierto, confusión, desasosiego, desvelo, nerviosismo y un comportamiento violento. Se inhala, se inyecta, se bebe y se fuma. Hace

no tanto tiempo se vendía legalmente en las farmacias y aún se utiliza médicamente para algunas enfermedades. En México se llama cristal, polvo, anfetas, meta, gis. La metanfetamina es la droga que decide preparar Walter White, en la serie Breaking Bad, cuando se entera que tiene un cáncer terminal en los pulmones. White debe trabajar por las tardes de cajero en un sitio donde se lavan coches, pero muchas veces, su jefe le exige lavar los coches mientras sus alumnos ricos se mofan de él. Su sueldo de maestro no le alcanza a pesar de ser un aplicado profesor de química de secundaria y haber contribuido al trabajo de un colega quien obtuviera el premio Nobel. White también es padre de familia. Walter White Jr es su joven hijo con parálisis cerebral, Skyler White, su esposa embarazada quien escribe cuentos y hace figuras de barro para vender. Con un rating de 9,4 en la escala del Internet Movie Data Base, (IMDB), Breaking Bad es una serie en donde su creador se toma un riesgo considerable. Vince Gilligan ya había escrito The X Files, (Expedientes X), cuya historia también tiene un alto grado de dificultad en cuanto a verosimilitud, tensión dramática y construcción de personajes. Producida en 2008 y con cinco temporadas en su haber, Breaking Bad ha obtenido todos los AFI Award como el mejor programa de TV del año desde el 2009 hasta este el presente 2013. Walter es su antihéroe. Es un visitante del infierno lleno de piedad quien no se paraliza ante lo grave del sufrimiento humano, es el hombre común que siguió las reglas de la sociedad y que al final no tiene nada porque el sistema premia a los dueños del capital y no a los que producen la riqueza. La vida que ha llevado Walter como padre de familia, como amoroso esposo y como un maestro paciente parece lastimosa. El

espectador conoce la misma amargura del fracaso de Walter, de su desilusión, de su insatisfacción y aplaude su llegada a los infiernos, su valentía, su capacidad obtenida de, no se sabe qué recóndito lugar oscuro, para enfrentarse a los malosos, a los verdaderamente villanos traficantes de drogas. Breaking Bad, ¾sin traducción al español y tomado de la clasificación química por partes –breakin- que se realiza en cualquier cuerpo¾, cuenta la transformación y destrucción espiritual de Walter White y de Jesse Pinkman, su socio joven, un ex alumno mediocre, quien lo introduce a la distribución y mercado de la droga, y trata de la desesperación de un héroe de tragedia moderna. Nos habla del aspecto destructivo, colérico y enloquecedor de esta sociedad, de la falsedad de la familia feliz certeramente satirizada por Guilligan porque, Walter y Jesse visitarán ese mundo desconocido de traficantes de drogas, de corrupción, de los venenos, los chantajes, los asesinatos a sangre fría y la violencia que los conducirán nada más hacia un final: la muerte, la desintegración, el desmembramiento, la crucifixión de sus corazones por haber olvidado las formas que han amado. A través de sus experiencias, los héroes nos llevarán de la mano al verdadero horror. Desde la primera imagen, un pantalón volando por el desierto, un camper dando tumbos en un camino de terracería, un hombre con mascarilla que maneja el camión sin control donde lleva a su lado a otro hombre sin sentido y con una mascarilla también pero atrás dos cuerpos que ruedan junto con químicos y envases de vidrio rompiéndose al golpear las paredes, Breaking Bad atrapa al espectador. Su tono es estridente y sosegado como los efectos que la droga produce. Escrita con humor, suspenso y enorme violencia, Breaking Bad es una de las mejores series que se pueden ver. No se la pierda.

Arte ahora

Fiebre de primavera por Mónica Contreras Esta primavera veremos un amplio despliegue de exposiciones y ferias especialmente de arte contemporáneo, entre ellas la muestra de la X Bienal Monterrey FEMSA que se encuentra en exhibición en el Museo de San Ildefonso, en ella podemos apreciar lo complejo de un concurso que tiene muchas aristas, si bien la exposición de ganadores de bienales pasadas es altamente recomendable ya que es, en su mayor parte, una interesante muestra del desarrollo de la tridimensión en México en los últimos años, la selección del concurso en esta ocasión es muy cuestionable, al grado que nos lleva a pensar que las intenciones no justifican los discursos mediocres. El lugar común y el abuso de los clichés que se dan en gran parte de lo que se denomina hoy “arte contemporáneo” hacen gala en la muestra de la bienal Monterrey FEMSA, las estrategias son diversas como es de esperarse en una muestra de arte heterogénea y el resultado final es un índice incompleto del panorama general del arte en México, en el que sabemos que muchas propuestas no aparecen por diversos criterios que no tienen que ver con la calidad de las mismas, ya sea por las relaciones y contubernios con galerías, empresas, bancos,museos,amigos, discípulos, modas, etcétera. Si bien el mundo del arte es como es y el que produce arte debe conocer cuáles son sus reglas no escritas para decidir si entra ó no al juicio de un concurso, el espectador común no tiene porque saberlas y es por eso que no deja de esperarse que cuando menos la muestra fuera más inteligente, y cuando me refiero a esto hablo de que los jurados suponen ser expertos y lo único que encontramos como señal de apreciación intelectual por toda la muestra son las sosas explicaciones de los criterios de selección en frases pegadas en los muros por aquí y por allá, en general, hay mala pintura cuando la hay , algunas esculturas aceptables y una “instalación” gráfica mala y francamente deleznable (y esto no lo refiero solo al discurso

sino también a lo más básico como la ejecución técnica), fotografía de calidad mediana, video aficionado, la instalación está mal entendida y se confunde con acumulaciones de basura y varias ocurrencias imitadoras de la estética imperante en los últimos años, otras manifestaciones malversan y pervierten la tan ya sobada estética relacional que en algunas piezas carecen de calidad artística alguna y en realidad son mala sociología y mala antropología social, en general falla la calidad, impera la efímera moda, el gesto inconstante, la justificación vaga, la imitación. Los premios como Artist, de Marianna Dellekamp (Ciudad de México, 1968) pareciera que fuera más un premio a la trayectoria que a la pieza que estaba inscrita en la categoría de tridimensión, aunque en realidad era más una fotografía con objetos; si bien, en términos generales esta pieza es digna y responde a criterios de exposición bien logrados, es decir, técnicamente es limpia y tiene buen “look”, pero en la otra pieza ganadora Fin del camino de Miguel Ángel Fernández Castro (Sonora, 1986) las decisiones ignorantes se hacen evidentes, el arte sacado de las herramientas de Internet se ha convertido en el cliché más utilizado, es importante entender la obra que tiene que ver con las nuevas tecnologías, Internet y sus innumerables aplicaciones, especialmente cuando la estrategia de su utilización pretende ser entendida y presentada como manifestación artística por el sólo hecho de la intención de su creador, esto no es así, la mercadotecnia, el diseño, la geografía, la arquitectura y un sinfín de disciplinas utilizan estas herramientas con mucha más efectividad, calidad y sentido que el sólo hecho de hacer una demostración semipoética y denunciatoria al más puro estilo de lo que varios artistas han dado en llamar “el pinalazo” en referencia al estilo cursi y dramático de un conocido programa de televisión de épocas pasadas, el arte que utiliza cualquier medio debería tener un criterio mínimo de calidad para poder competir en un mundo en el que no se le vea por encima del hombro por la superficialidad con la que utiliza los medios y la pobreza de su discurso, el problema aquí es que las estrategias que responden a criterios que pueden ser evaluados desde otras

disciplinas son evidentes y no pasan el rasero de calidad, por lo menos no en este caso. Las adquisiciones son planas y cuestionables, empezando por comprar una pieza del lote del artista ganador Miguel Fernández que, bajo la luz de la museografía podemos ver que eran todas en realidad una sola pieza y que fue un ardid del artista en el momento de su inscripción ponerlas por separado para poder concursar, trampa en la que cayó la terna de jurados y que, en el lenguaje coloquial de podría decir “se la compraron” lo cuál además resultó ser literal, las piezas Similitud (MX-US) y Similitud en ejecución (MX-US) de Iván Abreu son un juego formalista de nuevas tecnologías que no aporta nada en realidad sobre los himnos que retoma a nivel conceptual, podrían ser cualquier par de himnos, cumbias, salsas, cualquier composición musical que comparte una forma muestra semejanzas , los himnos por su estructura per se comparten una organización similar, así que, es como descubrir el hilo negro, aunque, cuando menos se puede reconocer que es impecable en su ejecución y presentación; la pieza Estructura para un dilema II de Hugo Lugo es una muestra de pintura conceptual la cuál para poder alcanzar el nivel pretendido sobre su discurso dista mucho debido a la pobre ejecución, mientras que Desfase C de Jaime Ruiz Otis, es estéril, mala y aburrida, lo cuál es penoso para este artista que es generalmente mucho más interesante . En general la muestra no alcanza para entender cómo es que México se inscribe en calidad y propuestas en el mundo contemporáneo y menos aún cuando se le adosa un exposición absolutamente gratuita y prescindible como es la “Sextanisqatsi: desorden habitable”, bajo la curaduría de José Roca, que no tiene absolutamente nada que ver con la bienal, salvo por el hecho de ahorrase un coctel y aprovechar el numeroso público que por obvias razones asistimos a ver que sucede con la Bienal, un colega salió de la última sala y comentó: ¿será que esta miserable selección es incomprendida y será mejor apreciada bajo la luz de la historia?, francamente lo dudo, para la siguiente ocasión, si acaso,solo recordaremos a los ganadores y tal vez ni eso.



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