El Mollete Literario www.noticiastransicion.mx Director: Carlos Ramírez
molleteliterario@noticiastransicion.mx Octubre 15, 2015, Número 26, Tercera Época
Periodismo y literatura:
Las fronteras imprecisas del Nobel Por Paul Martínez pág.14
2
El Mollete Literario
15.10.2015
Editorial
Índice 3 5 6
H
ay libros para todo y para todos; para aprender a bailar, cocinar; para aprender matemáticas y español; para hacer figuras de papel, muñecos de peluche o de estambre; para aprender a pintar y dibujar, a tocar un instrumento; hay libros para saber las reglas de los juegos, para saber ganar y perder. Hay libros con historias y de historia. De ficción y de periodismo narrativo. Bueno, hay libros hasta para aprender a leer. En los libros hay todo porque en ellos todo cabe. Los libros no discriminan. Ellos son pacientes. Siempre esperan a que tengas ánimo de abrirlos, de comenzarlos, de acabarlos. Soportan maltratos como el quedarte dormido mientras los lees y que los aplastes con tu cuerpo, que los subrayes o dobles sus hojas para que recuerdes en qué página te quedaste Los libros nunca fallan, porque siempre tienen algo que contarte o dejar que les cuentes algo en esas pequeñas notas que vas dejando, como un camino, cuando una frase, una palabra, mueve tu interior y te hace gritar para tus adentros, o afueras, un “¡ahhhh!”. Un libro puede ser el mejor aliado para ganar una discusión enunciando una frase que te hace victorioso en las contiendas a palabras. Un libro puede ser el mejor psicólogo, psicoanalista o psiquiatra; el mejor amigo. Así, se recomienda leer el siguiente mensaje a modo de consejo: A los incorregibles: no confundir el hábito de la lectura con el hábito de comprar libros. Amigos, no sufran. Los libros siempre los esperan y siempre tiene algo que contarles y enseñarles.
Amor literario Por Luy
Alina Por Iván Medina Letras Torcidas Por César Cañedo Cuento Por Marco Villavicencio, Samuel Enciso y P.I.G.
11
Memoria de un personaje que no existe Por Ulises Casal
12
Origen y evolución de la novela hasta el siglo XVIII Por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz
14
Periodismo y literatura: Las fronteras imprecisas del Nobel Por Paul Martínez
16 18 19 21
Vivir desde la piedra Por Luis Flores Romero LOS 42 Por Canuto Roldán La tumba de Medellín Por Luis Villalón Five Records Por Ximena Cobos
El Mollete Literario Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial joselrojasr@hotmail.com Monserrat Méndez Pérez Jefa de Edición aca.moonchis@gmail.com Consejo Editorial René Avilés Fabila Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Mathieu Domínguez Pérez Diseño Raúl Urbina Asistente de la Dirección General El Mollete Literario es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A. y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva 15670. Certificación en trámite por la Asociación Interactiva para el Desarrollo Productivo, A. C.
Fraseando
“La literatura es mentir bien la verdad”
Juan Carlos Onetti
El Mollete Literario
15.10.2015
Alina Por Iván Medina Castro imc_grozny@yahoo.com Sólo la confrontación con el espíritu, con la luz, conmueve. Ludwig Wittgenstein A Arvo Pärt
—¡
N
o me jodas hombre”, sé que todo este embrollo referente a la disposición nupcial es una total barbaridad, pero no puedo hacer más. Ya he hablado con el señor intendente, con varios potentados y hasta con los reacios del clero, y todos ellos, sin excepción, salen con la misma mierda: “No hay trato alguno sin el cumplimiento cabal del contrato”. Mira, aquí está la cláusula, léela por ti mismo y convéncete. El joven inexperto estiró su fina mano, tan delicada como la de un ángel y agarró tembloroso entre sus largos dedos el extraño documento y como no queriendo, leyó en voz alta el párrafo de su incumbencia: “…toda aquella persona dispuesta a ser el organista titular de nuestra primera Iglesia Mariana de Vanalinn, deberá casarse con la hija mayor de su predecesor”. —Por su puesto, en estas tierras de Europa del Norte, de costumbres tan arraigadas, los largos lazos de la tradición son ley. Dijo convincentemente el apoderado señor Cristian Schieferdecker. Arvo, el hacedor, dejó caer los papeles sobre la sucia loza sin prestar atención a las palabras de su representante de siempre y dirigió su rostro pensativo a través de la ventana biselada a la estupenda puerta de madera tallada del priorato con motivos del juicio final, al mismo tiempo, fijaba su mirada de asombro en el macizo muro de la espadaña donde un par de tiernas mozuelas hacían repiquetear con una fuerza estrepitosa las desgastadas y enormes campanas cobrizas. —Bueno, Schieferdecker, aún estoy desconcertado, por lo menos explícame un poco más sobre el surgimiento de esta locura antes de tomar una decisión definitiva. —Pues bien, aunque nadie en el pueblo tiene claro el origen del convenio, este se ha seguido con celoso respeto a través de muchas generaciones, al parecer desde la existencia del primer encargado, el respetado y afamado armonio Franz Tunder, quien compuso los motetes más célebres en honor al convento. A la muerte del designado Tunder, a mediados del siglo XVII, muchas personas se mostraron interesados en ocupar el puesto vacante, grandes interpretes de todos los rincones de Europa
viajaron hasta Tallin para debatirse el cargo, algunos de ellos se aventurarían a caminar cientos de kilómetros, no solamente por lo representativo del nombramiento y el exorbitante sueldo, sino por la excitante idea de desflorar en el lecho a la exuberante y hermosa hija. La maestría y refinamiento en la ejecución del armónium dio al danés Dietrich Buxtehude el triunfo, pues fue él quien sobresalió entre todos los compositores contrincantes. A los pocos meses, al mudarse definitivamente a la parroquia, la muerte le sorprendió asombrando a toda la colectividad de Revel. Buxtehude dejó tras su deceso huérfana a una pequeña y enfermiza niña quien a medida del paso de los años se convertiría en la antítesis de la inigualable madre. Alina Buxtehude era obesa, baja de estatura, calva y huraña, además era del conocimiento popular los excesos de flatulencias sufridos por la doncella. Enterada la comunidad europea de la ambicionada plaza disponible en Santa MarienKircher, varios de los ilustres músicos de la época, a principios de la nueva centuria, visitaron el conocido templo con la intención de obtener la sucesión. Entre todos aquellos contendientes puedo mencionarte a dos fabulosos maestros alemanes: Georg Friedrich Händel y Johann Mattheson, sin embargo, al conocer a la damisela, ambos caballeros desistieron de la oferta sin siquiera meditarlo. También se comenta que el mismísimo Juan Sebastián Bach fue tentado a tal aspiración, apartándola de su mente inmediatamente después de entablar una brevísima charla con la desgraciada mujer. El tiempo trascurrió y no hubo hombre alguno en la tierra tan atrevido para cumplir con el entendimiento. La chica murió repentinamente de una feroz pulmonía y ante esta lamentable circunstancia, como no existía forma de anular el contrato, la gente de la ciudad decidió celebrar una asamblea general donde se decidió por unanimidad embalsamar a la jovencita con la intención de cumplir con el arraigado mito. —Vaya cosa más tétrica—. Asintió Pärt. Finalmente, el burgo terminó con una lúgubre momia por desposar y una bella catedral sin intitular, abandonada por muchos años a la merced de Dios padre. Sin embargo, gracias a la buenaventura, hallé hace no mucho en los sótanos de la biblioteca parlamentaria, la existencia de un edicto supuestamente perdido anexo a la cláusula de coyunda en comentada sesión, la cual dice: “…aquella persona, al contraer matrimonio con la casta Alina, quien expresara una vida admirable y una conducta fiel en todo momento a su carácter, tendrá la posibilidad de divorciarse disolviendo los sagrados votos de unión, siempre y cuando logre crear una composición excelsa como tributo a nuestro señor Jesucristo”. Obviamente esta patraña fue consentida por toda la sociedad para permitirse continuar con el cuento, pues de otra manera se hacía añicos la casa del Mesías y los rasgos culturales de esta región. El intrigado doncel, en lo que escuchaba el desenlace del inusitado relato, no dejó de observar maravillado la estructura llamativa de la enorme rábida, asentada en la
3
4
El Mollete Literario
cima boscosa de la Colina de las Monjas, y sus grandes rocas de formas cambiantes con el fulgor del sol a diferentes horas. Una vez concluida la narración, sin separar la mirada del horizonte, simplemente externó, como si fuese convencido por un poder externo: —Haz llamar pronto al consejo de prefectos pues cumpliré con la condición de connubio. El zagal factor cruzó prudentemente el umbral, adentrándose con pasos dudosos en el frío y polvoriento abadiato, siguiendo dificultosamente al escurridizo capellán, quien le indicaría su lujoso aposentó donde Alina, vestida de gala, le esperaba con los brazos abiertos un tanto en el aire. Unos meses pasaron y aún la enorme puerta de roble rojo del cenobio se encontraba cerrada. Nadie en la comarca sabía de la situación de vacío y soledad experimentada por el mancebo artista, ni si quiera su inseparable compañero, quien, preocupado noche a noche, se dirigía a aporrear las puertas de la recoleta sin recibir respuesta alguna, sin embargo, él presentía en toda esa calma la entrega incondicional del amigo a la majestuosa creación pues él escuchaba de momento la profunda armonía musical ejecutada dentro del oscuro monasterio crepuscular. El mozo artífice estaba por desfallecer, habían pasado ya muchos meses y aún no tenía ninguna autoría, solamente algunos bocetos e ideas sin desarrollar, lo único capaz en poderlo liberar de su truculenta situación. Sin embargo, cosa de algunos días atrás, cada momento al finalizar sus labores, el talentoso efebo al pasar por el largo corredor principal, lugar donde ahora reposaba la esposa, contemplaba el pequeño rostro de Alina hundido por los años, tan gélido y desierto, capaz de hacer temblar a cualquiera. Pero esa expresión sin vida, poco a poco fue capaz de emanar una resplandeciente e intensa luminiscencia alba hasta convertirse en un halo totalmente multicolor que brilló sobre el entero cuerpo estático, revelando de un oscuro mundo una blanca sombra en la noche. El intrigado adolescente estaba asustado pero la sensación placentera era aún mayor pues creía percibir en aquella fuente
15.10.2015
luminosa un claro presagio de algún diablo chocarrero. Un ocaso borrascoso, entre sueños lúcidos el ingenioso púber veía el continuo fluir de trazos manifiestos en un pentagrama refulgente capaz de aclarar todo el azul del cielo, las horas corrían y de ese recuerdo de iluminación inagotable escuchaba las notas brotar. Al iniciar a componer, por cada tecla ejecutada en el viejo órgano tubular de la nave, las figuras divinas, alertas e inquisidoras parecían cobrar vida. Ensimismado y absorto, el autor sintió la claridad de la luz de muchos colores intensos irradiar su pecho cuando la resonancia del órgano había callado. Una paz sufrida desde el inicio al final, un himno órfico blanco e irresistible expulsado del Érebo. En la ansiada fecha del estreno del recital, frente a él estaba la sala atestada con cientos de personas expectantes y de aquel público impaciente que pretendía seguir entrando, la policía —miembros de la justicia señorial— impedía su acceso. Una vez iniciados los primeros acordes, mi corazón se alborozó casi ante aquel revivir de viejos recuerdos de melodías sacras, similar a un arcoíris luminoso. Arvo Pärt tocaba las teclas sobrepuestas con una evidente expresión surgida del alma como una antigua oración pagana conjurando a Dios y a Luzbel. Al terminar la ejecución del último movimiento, no fue sino después de abrirse paso entre el sólido muro de individuos, cuando pudo el atónito chavea advertir y medir la verdadera proporción del éxito. Indudablemente, en su soledad misteriosa, Arvo Pärt halló influjo de creación fervorosa hacia la perfecta virtud divina. Después de emitir ese comentario, el gentilhombre Schieferdecker ciñó con fuerza su escapulario y se santiguó. Y así, el genio compositor estonio abandonó la casa del Redentor de la pequeña villa antigua del condado de Harju, en donde con su máxima obra tintinnabuli hubo inmortalizado a Alina, libre de toda culpa y exento del deber de expiación.
El Mollete Literario
15.10.2015
Poesía
5
Autor: María Bazana
Letras Torcidas César Cañedo
@chocorrols chocorrol_x@hotmail.com
Lets have a Kiki a Franka Polari
Uno uno uno uno uno labro la noche con mis beat y manos bufecoreando, hermanas, la caída, chasco los dedos de afinar las líneas giro en mi misma la confianza pródiga de vomitar a toda inventadísima en el danzante Vogue Apocalista. Revelo el fin de todo lo fijado del odio y estereópito falínico, pasarelo gallarda y loca plena con mirada Chanel manocintúrica que vaivena un final risaperreante. Congratulo el sabor de arrasaposa con ritmo de las cuerpas abiertónicas torcierndo lacios pasos taconidos. Dos dos dos dos dos Deten tu pose manotea el sentido pelea tu suerte de mujer rabiosa retráete, perra, te conjuro al suelo y reza el piso de tu himno fémino, cae y vuelve a caer, no te levantes que desde abajo pega más el lodo, taconamística el andar de pato y abre las piernas torcidamenazas para batallas accionar con garras. Sorbe ese beat y vuélvete maestra de la frialdad escudo en una estatua
que elegantizas de segura Diosa. Pule tu rostro delicado y mísero en cada manoserpentear el aire víboramira a la rival en turno vuélvele polvo el coño con tu baile devoralísale el peinado insulso vúlvale el ritmo de bailar torcida hazla que pague caro el no ser perra dale perlas y cerdos, sé el chiquero donde se fundan de labial y rímel, pélale el cuerpo con piruetas bravas muérdele el rabo con siluetas mántricas cázala bruja con tu risa sáfica trenza sus sueños con tu instante pose coronallévate la noche negra. ¿A qué hora vas por las tortillas, perra? para cobrarte el aire que respiras. Taconiclávale la cruz de Crista para que gima de placer voguero y frena todos tus impulsos púbicos al sonar la trompeta de la bestia que reclama el final de un baile orgásmico que santifica esta batalla femme. Tres tres tres tres tres Congelarítmate de drama espejo para corona estrella de tus pechos de Virgen leche en el juntar las manos que condenó la esencia a no ser pulcra, “santificado tu rencor nos guarde de ser abyectas por los siglos poses”, frenar en seco y resetear la mancha pausar la rima y habitar la pausa y proclamar dignífica en la pista la triunfal posemística detente.
6
El Mollete Literario
15.10.2015
Cuento
Poema para YouTube Por Marco Villavicencio
Nadie hace poemas de los videos de YouTube a nadie le importa el perro que baila salsa en dos patas o el bebé que solo sabe decir “no” como Oliverio Girondo. No les importa lo ven millones de veces pero ni un poema, pequeñito o jodido siquiera un poemita que hable del hombre que le propuso matrimonio a su mujer en medio de un partido de los Lakers y ella lo rechaza de golpe. Un soneto que alguien haga para los niños japoneses que tocan la guitarra, el piano y pasan Mario Bros en cinco minutos al mismo tiempo. A la poesía le importa un carajo las nalgas de Kim Kardashian a la poesía le importa una mierda si se vacían una cubeta de agua helada en la cabeza o si detienen una lata de Coca-cola con las tetas.
No hay alguien que quiera hablar de la sonrisa de Muhamed Alí mientras esquiva treinta golpes consecutivos sobre las cuerdas. No hay un terceto que diga palabra alguna sobre la mujer que escucha a Ludwig Van como la primera cosa que escucha en toda su existencia al dejar de ser sorda. y sin embargo y a pesar de todo la poesía se resiste a hablar del elefantito que juega en las olas del niño que canta Let it be de un borracho que pierde su dinero de un bebé que le muerde el dedo a su hermanito Como si el universo no fuera también eso. como si las miles de horas que suma YouTube en su base monumental de datos no fuera nada. La poesía es injusta
no se mueve al ritmo en que se erigen y caen los héroes que genera Google La poesía no ocupa la cantidad de teras que ocupa YouTube la poesía no se viraliza como el niño que necesita diez mil me gusta para curarse del cáncer Una rata neoyorquina que carga una rebanada de pizza de pronto alcanza más fama que Benedetti. Diez segundos y tres escalones bastaron. El mundo se consume en dinero y en videos y no hay poema que los detenga o los adopte o se asimile o disfrace o se le dé play o se comparta o tenga algo parecido a un botón rojo que se pueda poner completo en la pantalla es por eso, quizá que nadie hace poemas de los videos de YouTube.
El Mollete Literario
15.10.2015
Cuento
#Viernes Por Samuel Enciso
E
s viernes, Alex. A la chinga. Eres un tipo trabajador, tienes 29 años, estás en pleno potencial para la vida. Tienes un auto. Y tu trabajo le da para vivir día a día. Pero es que la chinga está cabrona. No es una chinga natural, como la de un cazador, digamos. Naturaleza vs Man. El hombre utilizando todos sus sentidos y sus músculos concedidos por la evolución. Aquí te la rifas con los jefes y compañías de valores dudosos que no son los que muestran en el lobby en letras grandes. El hombre utilizando al hombre. Aquí el depredador es el de más marmaja. 6 a.m., después de haber medio dormido el estrés es otra chinga que no te deja y tienes pendientes y tu cuarto es un asco y… ¡Buenos días!, la alarma te despierta con su dulce beso. Estás cansado, bebes café, comes tus huevos, lees un par de encabezados que dicen que el mundo está hecho mierda y, ah… ¡mira qué cosa! Este gato en internet es tan estúpido. Y “Diez consejos para evitar que la chica que te gusta te diga que no”. “Multilatelar… mulitaler… multirale…”, ¿cómo era? Tráfico de las 8. Inmamable se diría. Y vas pensando pendejadas en el carro. Que si el look trukutrú, que si al rato la vas a “hacer de a peeeedo”. “A ver si no se me aparecen los súper cívicos porque me quiero pasar este alto”. Y en una de esas, cuando frenas porque se atravesó un pendejo microbús, se derrama en tu camisa el café que compraste en el Oxxo a toda prisa y te arde más el orgullo que la piel quemada porque tienes que regresar a cambiarte y tu jefe te va a poner una caguiza. “Como las que a él le ponen en su casa cuando llega pedo y besuqueado por la secretaria”, pero se siente peor porque él se la merece y lo tuyo fue circunstancial. Te llega un guats. “Holaaaa!!”
Es Pamela. ¡No mames es Pamela! Uy, ¡Pamela! Y tú: No pues que “hola”. Así bien cool. “Quiero ir al cine a ver la de…”, quién sabe qué pinche película. “Vamos”, le dices. Faltaba más. “Yo pago las palomitas”. Sí, sí lo que sea, que se considere afortunada si vemos la película. “Paso por ti a las ocho”. “Bueno. Oye, ¿pero sí te gusta?” “Sí, sí.” A huevo. Seguro. ¡Ya chingaste! Tu pinche café y tu pinche jefe te la pelan. Hoy vas a ver a Pamela. Ja. Qué cagado. ¡Hasta rimó! Te estacionas. Ah, pero ya está la chingada franelera pidiendo su varo. No fuera el gobierno cobrándoles 3 años de predio porque no lo pagan. Y te acuerdas que ya son las 9:20 y le das 15 varos a la de la franela. Saludas en chinga a ver si de pura pinche casualidad el jefe no se da cuenta. Pero sí se da cuenta y te ve y te sonríe a través de la persiana. Y encuentras la nota de Lily la secretaria. “Te llamó Ignacio —el jefe— antes de llegar. Le urge el reporte de las salidas de ayer”.
7
“Qué la chingada”, piensas. “¡Nancy!”, le gritas a la becaria cuando no encuentras el reporte que le dejaste haciendo el día anterior, sabiendo que era toda tu responsabilidad y la delegaste a la que no le pagan, pero no tiene mucho caso porque la muy cabrona anda coqueteando con el güero que organiza la tanda en toda la empresa en lugar de trabajar. “¡Ortega!”, te grita tu jefe. Rechinas los dientes, cierras los ojos y te preparas para la doble caguiza. El retardo y el reporte. Y el retardo del reporte, que. Triple caguiza. A ver si no se acumuló algo más sin que te hayas enterado y la doble se vuelva cuádruple, rompiendo así un récord, con vistas a ser despedido. Ni modo. La oficina del jefe, tan organizada, hay revistas de negocios apiladas en un lado de su escritorio, un poster justo detrás de su asiento con fajas de dólares que dice “Mi primer billón”, la alfombra sin una mancha que la arruine, carritos de colección en una repisa. La cafetera andando, otro poster, uno de esos con frases motivacionales. “Perseverancia”. Y todo aquella pulcritud tan en contraste con el rostro desfigurado del hom-
Autor: María Bazana
8
El Mollete Literario
15.10.2015
Cuento
bre que durante diez minutos te sermonea sobre tu capacidad y cómo la desperdicias, lo que esto representa para la empresa en pérdidas; te aconseja, usando su experiencia como ejemplo, te da un ultimátum que sabes no escucharás porque no te pueden despedir, no al menos sin llevarte una buena tajada de ese “primer billón”. Termina tu jefe su retórica autoritaria a la que has estado respondiendo con monosílabos aderezados con la palabra “jefe” al final de cada uno y: “Ve con Lidia de contabilidad. Que te dé el balance del mes, ándale”, hace un ademán que indica que ya le estorbas. Vas por el umbral y entonces te dice con una sonrisa maliciosa, “Pídele también una de tus camisas, no sea que mañana te pase lo mismo”. Te ríes, pero te imaginas cómo matarlo la próxima Navidad, frente a toda su familia. Sí, te has cogido a Lidia la contadora como tres veces, pero quién no se la ha cogido en la empresa. Además, cómo chingados se atreve, el muy adúltero. Vas con Lidia. En el camino te encuentras con Charlie, “el pacheco”, y su amigo, “el Lujurioso”, Ed. El que se cogió primero a Lidia y esparció la noticia de cuán puta era. Te dicen que a dónde se van a comer al rato y les dices que vas a comer justo ahorita que vas con Lidia y se cagan de risa y no quedan en nada, y Lidia te da el reporte y le dices que cuándo se ven y te dice que ésta semana no puede porque tiene visitas o una mamada así y terminas igual de encabronado. Y son las once. Y no has hecho nada. “Vamos por el desayuno, ¿no?, ¿o qué?”, propone alguien que no te cae tan mal. “Pues bueno”. En el camino esperas que puedan hablar de la situación política mundial, teoría cuántica, astronomía, la paradoja de Fermi, la (in)existencia de Dios. Pero hablan de trabajo y el chisme del día. Pones los ojos en blanco, aprietas los dientes y luego te das cuenta de que no puedes comer tu desayuno de esa manera. Así que ríes con ellos. Ya que. Regresas. Son las doce. A trabajar. Revisas tu correo. Diez correos basura. Cinco de tu jefe. El reporte de Nancy viene llegando. Se lo entregas a tu jefe. Te da las gracias sin mirarte porque está ocupado revisando fórmulas en Excel mientras hace una llamada por teléfono y checa en su celular su agenda. Sabes que te llamará después para
revisar lo que le acabas de entregar y decirte que está mal, pero te da igual. Regresas a tu escritorio. Alguien se robó tu pluma. La buscas, durante los próximos siete minutos y medio. Y de alguna manera has terminado dentro del retrete en el baño para hacer tiempo a la comida y trabajar lo menos posible. Total, la venta de bolsas de plástico puede esperar. ¡Momento! ¡Hoy tenías que hablarle a dos de los clientes! Les llamas. No están disponibles. Intentas de nuevo diez minutos más tarde. Nada. Decides dejarlo para después de la comida. En ese lapso ves un video en YouTube sobre la vida salvaje en el Amazonas y te preguntas cuánto faltará para que las corporaciones acaben con esa reserva natural. Tres de la tarde. Hora de comer. Lo mismo que el desayuno. Sonríes, pero estás vacío por dentro. Cuatro de la tarde. Empieza a llover. Le hablas al cliente. Su secretaria te dice que hoy salió temprano. ¡Fuck! Eso recaerá sobre ti. Al otro cliente sí lo localizas, pero te da largas para los pagos. Lo mismo. Lo bueno es que es viernes y en unas cuantas horas el trabajo se va al carajo. Las cinco. Ya pasaron unos cuantos madrugadores de chamba, con la excusa de que llegaron bien temprano los guaguarones, se van y uno aquí todavía en la chinga que desde hace rato no te deja concentrar en nada. “Ortega, Alicia, Fernando, Lily”, es un llamado al desastre. Hora de rendir cuentas. Nos miramos entre todos con el peso de la culpa y la irresolución en el rostro. Y pues entran. Aceptando que el próximo lunes van a chingarle de más. Lo bueno es que hoy es viernes. En unos veinte minutos que la caguiza termine: ¡vámonos a la pachanga con los otros millones que bailan y beben, y se embriagan y cogen, y se levantan el sábado por la mañana todavía intoxicados! Molestos con la vida, igual que ayer, pero más pobres, menos saludables. Para cuándo las vacaciones, Alex, ya te hacen falta. ¿Y luego qué? ¡Ah, no! ¡Pérate! Hoy ves a Pamela. ¡A huevo, papá! “Pues la culpa es de los clientes”, le dice Alicia al jefe y uno piensa, pues… como para qué, ¿no? ¿Qué está peda o qué? Nel, que dicen que así es de pendeja. Ah.
Y entonces, presintiendo la tormenta como una ardilla en el bosque, piensas en mandarle un mensaje a Pamela para decirle que estás con tu jefe y te está cajeteando. En pánico te das cuenta que el puto celular está tu puto escritorio. Y el Fernando, tratando de arreglar el pedo, la caga más. “No, Alicia, es tu actitud, si tienes buena actitud todo sale bien”. Y Alicia, la sin actitud, se le queda viendo al jefe con cara de babosa. Y mientras tú te preguntas por qué no te dio muerte de cuna o una onda así. Tres horas. Tres pinches horas en las que la lluvia congestionó la ciudad. Y en viernes. Y ya son las 8. Con suerte llegarás a las 10 a casa de Pamela. Y le hablas, pero no contesta. ¡Ah la pinche mamada! Y le das de putazos al volante con tu cabeza, arremetiendo con la perseverancia de Sísifo y la convicción de San Diego, que ni existió el güey, de seguro, pero ahí está la pinche manada rezándole a la Virgen porque ayer internaron al abuelo en el hospital porque se le paralizó el lado izquierdo y se le trabó la mandíbula derecha y quedó como vegetal. Bien raro el pedo, porque el señor fumaba un chingo. ¿Ah chinga? ¿En qué estábamos? Y el pinche volante del carro que todavía no pagas sufre las inevitables consecuencias de su silencio inerte, de su consejo callado y ausente. Cabezazo tras cabezazo, incólume a pesar del dolor que le causa tu penitencia, se deforma un poco más y la sangre comienza a escurrir así bien casual y aunque es viernes ni la haces de a pedo y se te arruina el look trukutrú. Y te mueres ahí en medio del tráfico de Insurgentes. Y mientras el aire se llena de una rabia desmedida y el alterado ambiente ionizado, frío y húmedo recibe las ondas sonoras informes que provienen del pito de la ¡puta que los parió a todos en el infierno de los mil chingados demonios! Y pues ya, equis. Le sacas foto al volante y a los cientos de luces rojas que tienes enfrente, avanzando medio metro cada que el semáforo, allá como a 300 metros de distancia, se pone en verde. La subes a Instagram y a Facebook y a Twitter. #loquecallamoslosgodínez, #badday, #cuántosmáspeña, “Perdóname @Pam_love001”.
El Mollete Literario
15.10.2015
Cuento El color del llanto Por P.I.G. @Espermatozombie
9
L
ucy no tuvo una vida tan diferente a la de los demás niños que sufren del aislamiento y alejamiento que provoca una madre ensimismada en esa falsa belleza que reintenta desprender de su arrugado rostro y del odio sin fundamento de un padre que no suele ver más allá de sus fronteras personales. Tal vez la única diferencia entre Lucy y los demás es que ella había sufrido la brutalidad de una vida entera en sus escasos cinco años de edad, todo resumido en cinco largos inviernos que jamás observaron la salida del sol. Lucy rara vez sonreía y si lo hacía era por plena inconsciencia, no porque tuviera razones para hacerlo. Vivía en la casa (si a esa pocilga se le podría llamar así) de sus padres, con una madre en el mejor de los casos prostituta y con un padre alcohólico que odiaba el trabajo y todo aquello que implicara obligaciones. Era un panorama ideal, entonces, para un ser absorto y distraído. Pese a ello, trataba de vivir lo mejor que podía, ya fuera en casa o en el exterior, daba lo mismo. El frío, el hambre y el desprecio se sentían igual adentro que afuera. Lucy nunca fue educada, no recibió nunca un regalo. Quizá no merecía nada de sus padres, pensaba a menudo, pues ellos se encargaron de perpetuar en su mente la terrible idea de que sus vidas habrían sido mejores sin ella, como si una vida mejor para todos fuera posible. Como hija única, pese a lo absurdo y contradictorio del asunto, tenía que cargar con los enojos, la ira y los maltratos, pero también con la indiferencia. Como hija única parecía en realidad no serlo, ya que ni su padre ni su madre reparaban en ella, a no ser que necesitaran desquitar el enojo con alguien y Lucy sin duda era ese alguien. No les importaba si ella estaba en casa o no; no se daban cuenta cuando, escondida detrás de las cajas de cartón o de la basura, les observaba teniendo sexo salvajemente en la cocina, o cómo él golpeaba a su madre en la habitación que solían compartir cuando extrañamente coincidían por las noches. Qué decir del alimento. El poco dinero que solía tener la familia, que desde luego no
Autor: María Bazana
10 El Mollete Literario
15.10.2015
Cuento
era procurado por el hombre de la casa sino por la madre de Lucy y que invariablemente provenía de “los clientes de mamá”, algunas veces servía para comprar botellas de alcohol y en raras ocasiones para obtener dos porciones de comida, no para Lucy, claro está. En su desesperación la niña añoraba el momento en que sus padres se fueran a dormir para hurgar entre los escombros de alimento; ahí, poseída por el absoluto deseo de supervivencia, peleaba, literalmente, por las migajas con las ratas que anidaban en la cocina. Lo extraño del caso es que, pese a sus escasos cinco años de vida, conocía a la perfección el odio en todas sus manifestaciones. Todo aquél que lo experimenta a diario no puede no conocerlo.
buscaba algún pedazo de pan para engañar al estómago. Su vida era definitivamente cruda y triste. Ese mísero caminar era rutinario y repetitivo en todos sus matices. Las horas transcurrían y sus cabellos caían, sus uñas se hacían más gruesas y sus huesos más débiles. El lunes empujaba al martes y éste al miércoles, lo mismo hacían las semanas con los meses y los meses con los años. Al cumplir los ocho de edad, las cosas parecían no mejorar: una enfermedad, provocada por la pésima alimentación, comenzaba a arrebatarle sus pocas energías para caminar, para fingir no sentir preocupaciones y para huir a esconderse a aquel árbol que envejecía con ella.
Por lo demás, Lucy solía perder su tiempo caminando por las praderas donde hace algunos ayeres hubo caminos de flores y arbustos, lo que ahora le daba un aspecto más agradable al paisaje. En aquellos días (y noches) que la niña desperdiciaba intentando encontrar toda clase de bichos que después aplastaría con sus pies descalzos, encontró un árbol viejo a cuyas ramas, ya secas por el largo asedio del tiempo, solía subir para mirar el mundo al que jamás podría palpar desde cerca. Este árbol tenía una abertura en el tronco lo suficientemente grande para que ella entrara y durmiera algunas noches, noches en las que soñaba con el vuelo de miles de mariposas que corrían en libertad y escapaban de ese lugar hacia una vida donde sí hubiera qué comer y qué vestir. El frío y el hambre le traían de vuelta al mundo material, al que se puede tocar y sentir y sufrir. Entonces corría a casa y
Los clientes visitaban con mayor frecuencia la casa, lo mismo que los amigos de su padre, por lo que no podía darse el lujo de pedirles ayuda para contrarrestar su enfermedad. Una noche, mientras su padre se encontraba absorto y ebrio frente al televisor blanco y negro que con trabajos habían podido comprar, Lucy corrió por la casa vomitando sangre, lo que enfadó a su padre quien le golpeó hasta dejarla inconsciente. La primera experiencia sexual de Lucy no fue con un hombre con el que pensara casarse, ni por el que sintiera cariño y amor verdadero. El primer contacto sexual lo tuvo con su padre y ese hecho jamás lo olvidaría, ya por el acto en sí, ya por el asco que le producía el aliento de ese hombre por el que no podía sentir odio a pesar de que quisiera. Su único escondite, su único y verdadero escape de la realidad era aquel árbol viejo y el vació en el tronco donde se guarecía del frío y del miedo, y de la realidad de la que ahora
estaba consciente y de la cual deseaba escapar volando como las mariposas de sus sueños. Ese árbol, el más detestable quizá del lugar, se había convertido en un amigo para la niña. Le había escuchado en muchas ocasiones y había sido testigo de sus sueños más profundos. Lo único que Lucy esperaba era poder sentir una respuesta a viva voz de él. La última vez que la niña sintió el dolor en carne propia fue la vez en la que su padre ofreció el cuerpo de su hija a unos desconocidos a cambio de unos cuantos tragos. Aquella ocasión, luego de la violencia de la cual había sido víctima, el vientre de Lucy estuvo a punto de explotar: había sufrido una enorme cortadura que se abría poco a poco con el ir y venir de los cuerpos ya sin forma y sin color. Lucy se arrastró hasta donde el árbol entre las risas sardónicas de su padre y los desconocidos. Cuando logró llegar ahí se postró en la concavidad del árbol y dejó salir el llanto que aún quedaba dentro de ella. Para cuando pudo fijar su mirada, la herida en su vientre ya era demasiado profunda. Cerró los ojos y comenzó a sentir cómo su respiración se atenuaba y cómo le costaba más trabajo centrar su pensamiento en alguna idea concreta. A los pocos minutos su cuerpo se encontraba inmóvil, varado en las entrañas de aquel árbol. De la herida de su vientre comenzaron a brotar burbujas que al reventar daban vida a pequeñas larvas que se multiplicaban rápidamente; la carne era carcomida y las pequeñas larvas fueron creciendo hasta convertirse en grandes orugas que en poco tiempo gestaban para convertirse en mariposas grises que se amontonaban cerca de los restos de Lucy. Al cerrarse el cielo en la oscuridad imperecedera de la luna, las mariposas alzaron el vuelo y se dirigieron hacia el horizonte, lejos, muy lejos de aquel lugar, de aquella tierra infértil en donde jamás debió haber estado. En ese momento, de las ramas secas del árbol comenzaron a brotar pequeñas flores que se abrían poco a poco con la llegada del alba. Lucy rara vez sonreía y si lo hacía era por plena inconsciencia, no porque tuviera razones para hacerlo. Las flores que del árbol emanaban representaban las sonrisas que Lucy había guardado para su otra vida, una vida en la que habría qué comer, qué vestir y qué sentir.
El Mollete Literario 11
15.10.2015
Poesía
Memoria de un personaje que no existe Por Ulises Casal @UlisesCasal ulises.castaneda.alvarez@gmail.com
La transgresión En sus dedos se ven pasear las caricias, los recuerdos de su trémulo paso por los parpados.
como una forma que se desvanece en la arena.
Ella desconoce el paradero de sus labios, del dibujo encerrado en una cárcel donde el frío hace temblar hasta el tiempo.
A veces siente el cuerpo como poseído por brutal escorbuto o cáncer o desesperanza, y se llega al desayuno cinco horas más tarde y se duerme en donde sea que el cuerpo se acomode para no despertar a la serpiente que se lleva entre las venas.
Hay noches en que él le saca filo a las pesadillas y con sus manos temblorosas saca su cerebro palpitante y lo traga, como sólo se puede tragar el orgullo, su cerebro que late como corazoncito de juguete, su corazón tan frágil que si se deja a la intemperie sale volando como hoja seca...
Sin saber, a la misma hora en el mismo momento y por la misma causa ambos se detienen a contemplar su sombra como un cuchillo a sonreír por nada y tragan saliva para deshacer el nudo de la garganta para deshacer el nudo del alma para desnudarse el corazón como cuerpos que tiemblan sin miedo.
La crueldad se siente en el esqueleto, no sólo en los huesos, sino en el esqueleto del alma, en el esqueleto de los versos y las palabras, en el esqueleto de la lágrima de ella, esa lagrima a la que no le sirve la pureza, y se enjuga sola sobre la mejilla, secándose poco a poco
Sin saber, se conmueven por cosas distintas, se desilusionan y birlan al destino lo que ya les pertenecía. Sin saber, se queman la boca con un beso al aire, un beso lleno de pasión y lleno de siempre, se besan lejos de sí, cada quien en su sitio, aún sin conocerse sin saber que se desean.
ESPACIO CULTURAL 6 CALLES | COLECTIVA POÉTICAS | QUEER POETRY SLAM | 100 thousand poets for change
Malinalco, Estado de México y Delhi, India invitan a:
Festejo de día de muertos y recorrido del Mictlán ¡Nuestros muertos siguen siendo diversos! Ofréndalos con nosotros. 31 de octubre 5:00 pm-2:00 am Malinalco, Estado de México Espacio Cultural 6 calles FB: Una ofrenda para las víctimas de homicidios por homofobia.
En el marco de: Festejo de día de muertos y recorrido del Mictlań te invitamos a ser parte de: •Comparsas •Cada quien sus muertos: altar colectivo viviente •Trueques •Ofrenda para las víctimas de homicidios por homofobia •Festejo •Poema colectivo
¿Sabías que..? Siendo el Distrito Federal una ciudad de vanguardia, es la entidad con mayor número de homicidios contra la población LGBTTTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Transgénero, Travestis e Intersexuales), ya que de 1995 al 2014 se registraron en el país mil 218 casos de los cuales 190 se perpetuaron en la Ciudad de México.
12 El Mollete Literario
15.10.2015
Origen y evolución de la novela hasta el siglo XVIII Por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz
L
as novelas, esos libros que tanto nos han hecho vibrar a lo largo de nuestra vida, han tenido un largo devenir. Se le considera el más tardío de todos los géneros literarios, puesto que no logró implantarse hasta la Edad Media.
En cuanto a su etimología, proviene de la palabra italiana novella (relato de ficción intermedio entre el cuento y el romanzo o narración extensa); ésta, a su vez, de la forma femenina latina novellus, cuyo significado sería “novedoso”. El término novela, que en tiempos de Cervantes mantuvo su acepción original de “relato breve”, posteriormente servirá para designar la narración extensa (en francés, roman), mientras que el relato breve será denominado novela corta. El origen de lo que luego denominaremos novela lo encontramos entre los siglos II a.C. y III d.C. en Grecia y Roma, aunque existen, con anterioridad, largos relatos narrativos en verso propios de tradiciones orales como la sumeria y la hindú. Las primeras manifestaciones de muchos de los géneros literarios que más tarde aparecerían en Occidente se dieron en la literatura oriental, en especial, en lengua sánscrita. El primer texto indio que cabe considerar como precursor de la novela es, quizá, Historia de diez príncipes, un romance en prosa de Dandin, escritor en sánscrito de finales del siglo VI d.C. La primera novela psicológica más antigua de la literatura universal y la más importante de la literatura japonesa clásica es el relato Genji Monogatari (siglo XI), de la escritora Murasaki Shikibu. En Grecia con Homero y en Roma con Virgilio —autor de la Eneida— se puede hablar de las primeras ficciones en prosa; la ficción, uno de los ingredientes de la fór-
mula mágica de la literariedad, ese elemento indispensable que convierte un texto en literatura. En la época del imperio romano aparecen las inaugurales manifestaciones escritas en latín y dignas de tal nombre son el Satiricón, la primera novela gay de la historia, atribuida a Petronio (siglo I d.C.) y el Asno de oro de Apuleyo (siglo II d.C.), considerada como una de las joyas de la literatura universal. Pero es en Grecia donde encontramos las primeras narraciones de verdaderas aventuras épicas, como las creadas por Homero (La Iliada y La Odisea) y que dan origen al género. Después de esto, la épica ha evolucionado en dos direcciones. Primero de una forma estructural, puesto que de ser un género narrativo escrito en verso pasó a ser un género escrito en prosa, la novela. Segundo, en cuanto al contenido, ya que deja de centrarse en los mitos y valores del mundo antiguo (el valor, la virtud, el heroísmo) para ser reemplazado por el mundo novelesco, cargado de otros valores (libertad, individualidad, subjetividad). En definitiva, la unión de la épica y la novela se manifiesta en la representación de un mundo repleto de elementos (ideas, personajes, valores, tipos de mundo, etc.), con una perspectiva temporal que favorece la narración en pasado y cuyo contenido se alimenta de los recuerdos contados y transmitidos por la tradición sobre los héroes legendarios y sus proezas. Ya desde los griegos nos viene la clasificación de la novela en cuatro tipos básicos: novelas de viajes (Vida y Hazañas de Alejandro de Macedonia de Pseudo-Calístenes), amorosas (Dafnis y Cloe de Longo), satíricas (Satiricón de Petronio o El Asno de oro de Apuleyo) y bizantinas (Historia de Apolonio, rey de Tiro). Llegamos pues a la Edad Media donde podemos encontrar, junto a relatos de no-
El Mollete Literario 13
15.10.2015
vela corta, nuevos modelos de narración extensa, como la novela sentimental y la caballeresca. Esta última surgió con afán de aventuras y como alternativa fantasiosa para aquellos que no podían recorrer la geografía descubriendo aventuras. Los libros de caballerías son las primeras obras puramente novelescas, escritas en prosa y ficcionales. La narrativa medieval fue poesía épica cantada por los juglares. A partir del siglo XIII se fue creando en Europa la narrativa en prosa. Quizás las tres primeras obras que se pueden llamar novelas aparecieron en España: el Libro de Buen Amor, La Celestina y El Conde de Lucanor, aunque la primera está escrita en verso y la segunda escrita en 1499, es de difícil catalogación: ¿obra dramática o novela dialogada? A comienzos del XVI, aparece uno de los libros más famosos de caballerías: Amadís de Gaula. También germinan otros géneros novelescos a mediados de este mismo siglo como la primera novela pastoril º, publicada en España hacia 1559 que fue continuación de la novela sentimental y la primera novela morisca: Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa (1551). Estas obras, típicamente españolas, narran las peripecias entre cristianos y moros durante la Reconquista. Pero el género más importante nacido en España, es el picaresco. Se dice que La vida de Lazarillo de Tormes (1554) es
el comienzo de una crítica de los valores dominantes y que contiene características de la novela moderna: narra una vida que va haciéndose contada por el propio personaje. Y finalmente, llegamos a la obra cumbre de la literatura universal. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1615) está considerada como la primera novela moderna, mezclando realismo y ficción para desmitificar la tradición caballeresca mediante un tratamiento burlesco. Y también como la primera novela polifónica, dando voz a distintos narradores que interpretan la realidad desde distintos puntos de vista. Hasta el siglo XVIII la novela constituye un género literario desprestigiado en todos los aspectos. Aunque el arte de narrar era conocido desde mucho antes, la novela se conceptuaba como frívola, se la consideraba un peligroso elemento de perturbación pasional y de corrupción de las buenas costumbres, cultivada por espíritus inferiores y apreciada por lectores poco exigentes en materia de cultura literaria. Comienza a afirmarse un nuevo público (nuevos gustos, nuevas exigencias espirituales) y la novela experimenta una metamorfosis y un desarrollo muy profundo. A partir del siglo XVIII se habla de una tradición novelística, se revestirá de nuevas formas, nuevos contenidos…
Obtenido de: http://serescritor.com/origen-y-evolucion-de-la-novela-hasta-el-siglo-xviii/?utm_ campaign=articulo-297&utm_medium=email&utm_source=acumbamail Publicado con la autorización de los autores
14 El Mollete Literario
15.10.2015
Periodismo y literatura: Las fronteras imprecisas del Nobel Por Paul Martínez @sparringloto sparring_loto@hotmail.com “La comprensión histórica implica un diálogo en el tiempo en donde cada texto es un reflejo de la vida” Hans G. Gadamer
E
n principio concebimos la literatura y el periodismo como disciplinas separadas, y en ocasiones no dudamos en oponerlas de manera tal que parecieran irreconciliables, sobre todo cuando pensamos que una de ellas se encarga de lo concreto de un acto y la otra de la ficción, o que el periodismo se encarga de la inmediatez mientras que la literatura aboga por lo permanente o incluso se puede llegar a asumir como verdad al periodismo y de mentira a la literatura. Se trata de distinciones que a menudo tendemos a utilizar como lugar común al referirnos a determinados textos para situarlos en uno u otro campo, o incluso para legitimar o desestimar alguna información que sale a la luz, valga pensar en el modo de promocionarse que tienen los medios transmisores de noticias, especialmente tv noticieros y diarios, en los que usualmente se encuentran las palabras verdad y objetividad, o el caso contrario, en el que asumimos por mentira todo aquello que puede venir en el formato de un cuento, llegando a tener la expresión “es puro cuento”, para denotar que algo es completamente falso. Sin embargo, el hecho de que ambas disciplinas tengan como origen común la escritura, debería hacernos preguntar ¿Hasta dónde podemos sostener las diferencias en que nos basamos para mantener al periodismo alejado de la literatura? Basta con pensar un poco en el proceso histórico de ambas disciplinas para encontrar puntos en común y por consiguiente la fragilidad de la barrera que pretende separarlas; ambas disciplinas han compartido y comparten actores, temáticas y a menudo han convivido en determinadas obras. Viene a mi memoria el caso del recientemente fallecido escritor Vicente Leñero, actor reconocido en ambos campos, o la novela El Libro de Manuel del escritor argentino Julio
Cortázar, en donde conviven los recortes periodísticos y la alta ficción. Todavía podríamos pensar que la diferencia entre ambas radica en la postura y el fin con que se ejercen ambas disciplinas. Es cierto que existe una diferencia al enfrentarnos a un texto de corte periodístico y a uno de tono literario. Al menos por principio, al primero nos acercaríamos para exponer un hecho y ayudarnos a comprenderlo en su modo concreto, mientras que al segundo habría que pensarlo desde la especulación sobre una situación determinada. El periodista entonces buscaría escribir desde la seguridad de los hechos, mientras que el escritor bien podría asumir el riesgo de la exploración suspicaz del indicio. Esta frontera que trazamos al comenzar la lectura o escritura de un texto, y que en principio parece ser sólida, tiende a la pulverización apenas dejamos al texto hablar por sí mismo, en cuanto lo liberamos de las exigencias que la época le impone para conseguir el carácter de verosímil. Me permito traer a recuerdo aquellos textos publicados por el grabador Posadas, en los que se versaba desde la aparición de seres misteriosos venidos de un más allá para cobrar venganza, hasta partos poco probables como el caso de La mujer que parió a cinco niños
“Sólo se llega al estilo por medio de un trabajo atroz, de una obstinación fanática y devota.” Gustave Flaubert. y un monstruo, estos textos aparecieron en publicaciones que asumían la misión de dar la nota sobre lo que acontecía en la región, para el caso la región centro-occidente de México, y que ahora a la luz de un tiempo distinto resultan más emparentados con el género del cuento fantástico, o el caso también extremo de Marguerite Yourcenar y su novela biográfica Memorias de Adriano, donde la misma Yourcenar en sus cuadernos de notas relata el tamaño de la investigación que le fue necesaria para poder realizar esa ficción, la exhaustiva búsqueda realizada por la escritora no puede ser menos que tomada por un compromiso con la verdad de aquello que se va a contar. Pensar en la actitud que se asume al escribir o leer un texto nos lleva inmediatamente a la polifonía de la interpretación. La escritura nos abre su abanico de posibilida-
El Mollete Literario 15
15.10.2015
des al pensamiento y al deleite estético. De ahí que a final de cuentas, todo se resuelva en el estilo que imprime el redactor. Así, aunque intentamos separarlas, ambas disciplinas tienden al encuentro en la escritura; el periodismo y la literatura tienen un origen común y ambos ejercicios pretenden develar una verdad que se oculta en las palabras. La reciente entrega del Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich a quien se reconoce más por su estilo periodístico, puede entenderse como uno más de estos encuentros. Celebrar la buena escritura “Sólo se llega al estilo por medio de un trabajo atroz, de una obstinación fanática y devota.” Gustave Flaubert. El Premio Nobel se otorga a los más altos representantes de determinadas disciplinas, en el caso de la literatura, se les otorga a aquellos escritores cuya obra ha conseguido una relevancia trascendente y que por consiguiente se considera que tienen una influencia importante en el proceso histórico de la humanidad; siguiendo a Flaubert el premio se otorga a aquellos que han conseguido establecer un estilo propio. Uno de los argumentos dados por la Real Academia de las Ciencias de Suecia, para otorgar el premio a Svetlana, fue la “polifonía de sus escritos” en los que se encumbra “el sufrimiento y coraje de nuestro tiempo”. Año con año, desde su institución, la entrega del Nobel despierta suspicacias sobre el galardonado. La idea de elegir a un único escritor que sea merecedor del premio resulta por sí misma chocante, pensar que sólo uno debería conseguirlo pues su obra se destaca de entre todas las demás en importancia es una argumento ridículo. De ahí que no nos sea posible pensar en la entrega del Nobel como un galardón ajeno a las discusiones.
Svetlana Alexievich
Este año la discusión ha quedado centrada en la posibilidad de entregar un premio de literatura para una obra periodística. Se sospecha como siempre, de una elección movida a intereses geopolíticos de gran escala, el hecho de que Alexiévich sea de origen bielorruso y que dentro de su obra se encuentre una crítica encarnizada contra el régimen soviético no ha escapado a las suspicacias. Aunque cualquiera de estos argumentos podrían llevarse a un nivel más profundo e intentar esclarecer el “verdadero” interés de que determinado escritor acceda al Nobel en lugar de otro de los candidatos, preferiría quedarme con la idea todavía defendible de que la credibilidad de la Academia Sueca nos da para seguir asumiendo que la galardonada ha conseguido a través de su obra, elaborar un estilo propio; que su obra es trascendente para el devenir de la propia literatura e influyente en el desarrollo de nuestra civilización.
De especial relevancia para el mundo occidental, resulta la premiación de Svetlana, en principio, porque nos revela, al menos así lo dicen quienes han tenido posibilidad de leerla, una cara todavía oculta del pueblo soviético. Resultará también interesante ver el recibimiento que se dará a su obra, que hasta la fecha ha sido poco difundida en la lengua española, existe apenas la traducción de una de sus novelas y se encuentra otra en espera de ser realizada. La entrega del Nobel seguramente acelerará los procesos y pronto tendremos a disposición la obra de esta escritora, hasta hace poco, casi invisible en español. Así, el Nobel de literatura de este año vuelve, como seguramente lo hará el próximo, a despertar sospechas sobre los intereses que se mueven detrás de la elección. Afortunadamente, para nosotros lectores, el Nobel sigue funcionando como una celebración de la buena escritura, más allá del género, la nacionalidad o el tono que el autor o autora imprima a su obra, queda su particular estilo, queda la celebración del buen ejercicio de la escritura.
16 El Mollete Literario
15.10.2015
Vivir
desde la
piedra
Por Luis Flores Romero
M
e manda un mensaje electrónico un compañero: Hola, ¿cómo estás? Fíjate que para el próximo número de la revista donde soy editor queremos publicar textos que hablen de las piedras; ¿tú tienes algún poema con esa temática o podrías escribir uno y mandármelo dentro de una semana, máximo? Disculpa que te lo pida con tanta precipitación, pero el tiempo se nos vino encima con el último número publicado. Ojalá me respondas lo más pronto posible. Saludos. Le digo a la piedra: Hola, ¿cómo estás? Fíjate que he pensado escribir algo sobre ustedes, me gustaría hacerte un par de peguntas, ¿podríamos vernos en cuanto antes?; de preferencia que sea el próximo sábado o domingo, porque entre semana estoy muy atareado, ¿qué dices? Saludos. No tengo tiempo para hablar con las piedras. No tengo tiempo para hablar de las piedras. Las ocupaciones impiden empedrarme. Tengo mucho pasado en el que debo reincidir y mucho futuro que debo proyectar falsamente. No tengo tiempo para detenerme y ver las piedras, ni siquiera para sentarme un momento y sacarme del zapato la piedra que todo el día me estorbó para caminar. Sin embargo, desde siempre las he visto con curiosidad. En ocasiones, he escapado de mis trabajos sólo para pasar un rato con ellas. Tengo una colección de piedras de río, y en mi memoria tengo un par de poemas donde son celebradas. Ahora que quisiera saber más, tomar nota y estudiarlas poéti-
camente, el tiempo no me alcanza para ningún análisis. Está bien, hoy no platicaré con ellas. Hoy es viernes; tal vez mañana o el domingo consiga entrevistar a alguna. Sólo que la piedra no ha respondido mi mensaje, me ha dejado en visto, lo que es peor: ni siquiera ha visto mi propuesta. ¿Qué puedo entonces responderle a mi compañero? La piedra no me habla, sé que no lo hará. Yo quisiera escribir unos versos para la revista, pero de dónde saco las palabras. A este achaque se le suma otro: no consigo escribir ningún poema, sin importar la temática. La solución sería enviar cualquier poema donde haya algunos motivos pétreos, pero no logro escribir; se me hace tarde para llegar al trabajo y en el poco tiempo libre que me queda debo adelantar mucho más trabajo. Deseo pedirle a la piedra que ella escriba los versos. Todo el día ha estado ahí, sin hacer nada, sin decir nada. La piedra no dice nada, no se descubre, no reacciona. Es inútil encontrar ahí respuestas. Es imposible pretender conversar con su pereza y aspereza. Es inevitable sentir que me ignora, que su meditación es perpetua e inmutable. Ni haciéndole cosquillas, ni insultándola podré despertarla y sacarla de su estado lumínico y oculto. La piedra es el escondite de la piedra. La piedra es un negocio que siempre estuvo cerrado. Le da lo mismo si la ocupan para construir una iglesia o una cárcel. No le importa que la arrojen para matar a alguien o si es tallada artísti-
camente. Para ella, es irrelevante si cubre la tumba de un héroe o de un traidor. Esa quietud la vuelve divina, parece que su forma es la manifestación física de la música del Universo. Si yo no respondo un mensaje, es porque mi agenda está muy saturada. La piedra no responde pero su razón es muy distinta: no tiene agenda, no tiene trabajos pendientes, no pretende ser reconocida ni ser amada. La piedra no me responde y con eso descubro la mentira en la que caigo cuando digo que no tengo tiempo. Claro que tengo tiempo, vivo en el tiempo, mi problema es aceptar que existe el tiempo. Es la piedra la que en realidad no tiene tiempo. La piedra no conoce los días, los meses, los años. La piedra sólo vive en el presente. No está ocupada en hacer, está ocupada en ser Siento que su silencio es una pedrada. Esta pedrada me ha hecho regresar al instante presente; el peligro acelera mi corazón y son las pulsaciones las que me repiten: estás vivo, estás vivo, estás vivo. Esta pedrada me transporta de nuevo a mi presente, me hace ver mi error: no es que no tenga tiempo para nada, sucede todo lo contrario, estoy enfermo de tiempo, vivo con la manía de desplazar mi mente hacia atrás o hacia adelante. Esta ilusión me trae de un lado para otro, me hace desear o tener nostalgia. De pronto, comprendo que la piedra no me habló porque ella no tiene pasado ni futuro, y por lo tanto sólo sabe mirar para
El Mollete Literario 17
15.10.2015
adentro. Siempre pensé que tener nostalgia o deseo era como cargar piedras; pensé que mis achaques y mi pesadez eran motivados por un costal de piedras con el que vivo. No es así. No cargo piedras sino tiempo, y lo que necesito es petrificarme para salirme de la ilusión del tiempo. El poema procura copiar este comportamiento de las piedras; busca realizarse en el no tiempo. Aun cuando exista un sustrato anecdótico o una sucesión de eventos cronológicos, eso sólo es un recurso, un camino; la finalidad es que el poema no caduque. Por eso los poetas han encontrado tanta fascinación en mirar las piedras. No las estudian geológicamente, sino que las toman por espejo; cuando al fin comprenden la quietud, ellos mismos se sienten contagiados por esa paz y de ahí comienza la escritura, es ahí donde el tiempo no hace ruido. Antes de comulgar con la piedra, la mente cree controlarlo todo, la mente cree saber todas las respuestas y asegura que todo es cuestión de picar piedra. Sin duda, el oficio del poeta es el de un picapedrero, necesita un rigor inquebrantable y una dis-
ciplina creciente. Sin embargo, eso sólo es una parte de su tarea, es la tarea mental; ello se complementa con el ejercicio de observar donde la mente ya no le alcanza para creer que lo controla todo. La pobre mente está obsesionada con la ilusión del tiempo y ahí no ocurre la poesía. Aunque se escriba por el anhelo o la frustración, las sensaciones siempre son presentes, se escribe desde el
presente. Más que picar piedra, es preciso entender el sistema pétreo del mundo real. Me interesaba saber qué hacía la piedra. Me hubiera gustado escribir un poema donde hablara de los quehaceres de una piedra; pero no tienen nada que hacer. Me han acostumbrado a pensar que todos siempre tenemos algo que hacer, que la vida es un hacer infinito. La piedra me desacostumbra, me enseña a no buscar, a no mirar, a no pensar en los relojes, a observar para adentro. Y todo eso me lo instruye con su quietud, con lo que mi mente había clasificado como desdén. Aprendo que para escribir poesía es necesario vivir desde la piedra; se puede hablar del anhelo o del pasado pero sin perderse en ambas ilusiones. Le acabo de responder a mi compañero. Ya no le enviaré ningún poema. Por lo menos, ahora ya no siento el malestar del principio. Comprendo que tengo tiempo y escribir poemas, por ahora, es imposible. Poco a poco dejo de tambalearme entre el pasado y el futuro, anclo en el presente, me quedo piedra.
“The Art of Stonebalancing”, Adrian Gray.
18 El Mollete Literario
15.10.2015
Los 42 Por Canuto Roldán
poetwithoutlanguage@gmail.com
Nos encontraron en el camino prendidos unos a otros en un baile de eufórica revelación, semidesnudos porque hacia el fuego íbamos y ahí nos habíamos criado. Nos encontraron besándonos de a Judas para la santa muerte, luego de inhalar, brindar, fumar placer y dolor. Porque aprendimos a resistir, aprendimos a abrazar lo horrendo y masticarlo digerirlo y hablarlo. Nos encueraron al descubrirnos y fue su violencia la que nos enmudeció. Ellos y ellas igual que nosotras inhalaban, bebían, fumaban para resistir y abrazar lo horrendo de sus actos, la brutalidad de sus manos. Sin importar qué cosa les colgaba o se les ahondaba entre las piernas, se encajaban en cualquier orificio de nuestro cuerpo para llenarnos con su dolor y su odio.
Éramos nosotros su droga, su forma de placer y dolor simultáneo. Nos arrojaron desnudas a las barrancas, nos sembraron en fosas para darle a esta tierra ardiente la sangre necesaria, el miedo requerido para volver a nacer. Nos arrojaron desnudas como si fuéramos los sucios trapos de su disfraz. Así fue como nos fotografiaron y esta vez no sonreímos ni gritamos consignas, ni nos abrazamos. Sabíamos que la fama nos había llegado, que en algún periódico nuestros cuerpos serían exhibidos junto a los de otras, junto a los de otros. Y así fue. Fuimos exhibidas en los periódicos como carne para envolver carne, la sangre otra que se iría derramando continuamente hasta volverse el pan de cada día, la carnada infeliz.
El Mollete Literario 19
15.10.2015
La tumba de Medellín Por Luis Villalón
C
onocí a esta persona. Un ser extraordinario. Aunque siendo meticuloso podría decir que lo extraordinario reside en las circunstancias que enmarcaron nuestros encuentros más que en él. ¿Alguna vez has sentido ternura por alguien que te recuerde a ti mismo? Un sentimiento que te llena de una efervescencia motivacional. Sería incorrecto designarlo como amor cuando se trata de egocentrismo, egocentrismo hacia el otro. Perdón si no me explico bien, es mi primera prosa y no he tenido la posibilidad de ejercitar mi conversación desde que falleció mi mujer hace unos años. Empezaré este relato desde lo que a mi parecer sería un práctico punto de partida, por no decir el comienzo, ya que sería arduo e inútil buscar un inicio concreto. He encontrado las delicias de la soledad en los cementerios, un lugar reconfortante donde poder llevar la existencia sin la abrumadora presencia de los otros. Los muertos son los mejores confidentes, la seguridad del interlocutor que sabe escuchar desde dos metros bajo tierra sin la necedad de decirte lo que debes pero no quieres saber. El trabajo de cuidador de tumbas es satisfactorio, trabajas poco y puedes estar en íntimo contacto contigo mismo todo el tiempo, además de tener las vicisitudes de la jardinería incluidas. Un lugar donde vida y muerte se mezclan
en un ambiente de supersticiones iterativas. Pero no hablemos de mí, pasemos a él, que para el caso vendría a ser lo mismo. En raras ocasiones entablo conversaciones trascendentes con los visitantes, sólo acordamos el precio de la mensualidad por conservar la tumba de su ser querido en perfecto estado y con flores frescas, cuando mucho uno que otro tópico sobre el clima o cualquier nueva disposición de la administración: cuestión de cortesía, respeto por su duelo. Este joven, de veintipocos años acudía con mucha frecuencia a mi sección, una frecuencia excesiva tomando en cuenta que contemplaba la tumba de Rosendo Medellín, 1908-1947, amado padre y esposo, talentoso escritor. , un hombre que murió unos 50 años antes de que él naciera. Se sentaba por horas a ver la tumba, ensimismado, bebía cervezas sacadas de su mochila y fumaba sin parar, a veces sacaba un cuaderno y tomaba notas. Yo lo trataba al igual que a otros visitantes, dejándolo a solas con sus penas, sin ocasionarle molestia alguna. ¿Quién soy yo para entender el dolor que pueda ocasionar la pérdida de un ser querido que murió antes del propio nacimiento? Estos años en el cementerio me han vuelto a la par de hipersensible al dolor ajeno, desinteresado, combinación que me resulta difícil explicar.
Durante la vejez hay que saber encontrarse pasatiempos, obsesionarse con las cosas más irrelevantes, e intentar magnificarlas o dotarlas de connotaciones místicas, es la alternativa a quedarse en cama a morir. El joven sentando frente a la tumba se convirtió en mi propio misterio, llegar temprano al cementerio con la intención de encontrarlo dotaba de sentido mi existencia, un vínculo me unía a él, no sabía explicármelo ni siquiera a mí mismo, pero había algo grande que nos relacionaba sin irme por la explicación floja de nuestro gusto por el cementerio. Tracé mi camino de investigación sobre la pista obvia de Rosendo Medellín, el escritor muerto hace medio siglo. Recorrí todas las bibliotecas de la ciudad sin encontrar dato alguno, la misma suerte tuve en mis paseos por las librerías de ediciones viejas en Donceles. Revisé la lápida con detenimiento, noté algo que me pareció nunca haber visto en todos estos años de rondar por el último lecho de Medellín. Justo arriba del año de nacimiento se encontraba casi totalmente deteriorado lo que supuse el mes del acontecimiento, un IV romano. En el año de su fallecimiento no quedaba vestigio alguno, o es lo que a mi vista le pareció, tras dar una lavada a la lápida, y pasar mi palma por donde supuse se encontraría el mes de
20 El Mollete Literario
fallecimiento de Medellín, pude sentir una X con un I. Noviembre de 1947. Entusiasmado por el acontecimiento tracé un nuevo plan de trabajo y fui esa misma tarde a una gran hemeroteca en la que me había detenido brevemente en mi anterior paseo. Revisé minuciosamente los diarios de noviembre del 47 en busca de alguna pista sobre el fallecimiento de Medellín. Tras una ardua investigación de tres horas ahí estaba: un obituario del 13 de noviembre que incluía el epitafio que Rosendo Medellín había escrito para sí mismo y que supongo por motivos de prudencia católica su familia decidió no usar. El epitafio. Esos cuatro versos me cambiaron profundamente, fue una sacudida a todo lo que había creído en mi vida, palabras tan exactas, una parte de mí estaba palpitando en ese viejo diario del 47. Me quedé helado, todo difería de lo que yo creía realidad, estaban escritas para mí. Por mí. Rosendo Medellín, el visionario. Prudentemente y sin despertar sospechas de la bibliotecaria recorté la página y la guardé procurando no maltratarla en mi abrigo, salí del edificio con pánico a lo que me esperaría a partir de ese momento.
15.10.2015
*** El cementerio es el mejor lugar para despabilarte, dejar que la pluma se conecte directamente al sistema nervioso central y haga su trabajo sin la interferencia de la blanda carne. Sólo es cuestión de llevar algo para mantener la garganta fresca y los sentidos en esa atrofia del ensueño. Caguamas frías. Todos evitarán acercarse a un muchacho acongojado, ahogando las penas en la fría botella retornable, que te piensen sufriendo y te rehúyan por compasión o incomodidad. Dejarte guiar, que el tormento se convierta en cantos inmaculados, pulidos por los infiernos internos, por un criticismo que resultará en tendones acuchillados para el lector. Que las imágenes acechen la mente como buitres hambrientos. Esta es mi tumba. Rosendo Medellín. Resultaría más complejo explicarme mi propia decisión que darlo por sentado sin reclamo. La poesía debe ser una forma de vida, diseccionar apasionadamente todos los campos de consciencia e inconsciencia de uno mismo en ese gesto que se asemeja a hacer el amor tiernamente a una puta sádica. Cada estado mental tiene cabida en un canto, una obra tan compleja que abarque
toda la vida del susodicho ángel tullido llamado poeta. Una especie de ADN espiritual. La vida de una persona, con sus altas y bajas engalanada en cantos”. Le explicaba al viejo, que parecía entender todo a la primera, incluso me atrevería a decir que adivinaba mis palabras sin importar que tan incoherentes resultaran incluso para mí. El viejo me resultó un compañero grato, es un hombre de aspecto fantasmal, de pocas palabras, de una seriedad que ronda lo tétrico. Un día, sin decir más, se acercó y me preguntó sobre la obra del poeta Rosendo Medellín. No creí que el cadáver que me servía de mesa de trabajo fuera un escritor reconocido y mucho menos por un cuidatumbas —una ocasión, antes de conocer al viejo, investigué en internet más por aburrimiento que por curiosidad sobre ese nombre, como lo esperaba se mostraron cero resultados para el escritor y unos tantos para personas que compartían el mismo nombre—. Me mostró una nota de un periódico viejo que guardaba en su billetera que incluía unos versos de Rosendo Medellín. Muy bueno para ser un poeta del siglo pasado: sus versos reflejaban odio, un grito desesperado, blasfemias disfrazadas de apologías a la humanidad, todo esto en cuatro líneas, maestro de la síntesis. Sin embargo no me resultaba tan espectacular como afirmaba el viejo. Más que amigos nos hicimos cómplices, bebía conmigo y yo le enseñaba a mis escritores favoritos, poetas locos, suicidas, desencantados, toda clase de neuróticos que no tiraban burdas alabanzas a lo establecido. Le enseñé mi obra, quedó fascinado. Le enseñé a escribir, me superó. *** Algo en los escritos del joven rememoraba mi pasado, esa rebeldía juvenil, el nihilismo obligado en esa etapa, las barreras poéticas que uno solamente es capaz de destrozar cuando está verdaderamente enfadado y con el futuro todo incierto, esos versos donde domina el fondo sobre la forma , inexperiencia. Una especie de prefacio a mi propia obra, como la mía a la de Medellín... O viceversa. Algo que yo hubiera escrito en mi juventud, algo que Medellín hubiera escrito en la suya. Hablar de diferentes épocas es lo que menos importa cuando se trata del poemario de una sola vida.
El Mollete Literario 21
15.10.2015
Five Records Por Ximena Cobos
L
a primera vez que escuché el Dark Side of the Moon probablemente tenía diez años; la canción que más se me grabó fue Money, gracias al efecto de la caja registradora y el caer de las monedas. El mundo se abría y el espacio reducido de mi casa se convertía en algo expansible cuando sonaban los discos de mi hermano. Crecí escuchando las «Power Ballads» y los comerciales de «Juguetes Radioactivos». Comencé a tomar prestados, pero sin permiso, los discos y cassettes; escuchaba a Janis Joplin, más de Pink Floyd, Led Zepellin, Real de Catorce sin saber que era Real de Catorce, Los Caifanes, Café Tacvba… Olvidando, invariablemente, colocar alguno en su lugar, lo cual siempre me mereció un regaño terminado con ese legendario «ya no toques mis cosas». Con el paso de los años, en la universidad todo fue más fácil; con mi propio dinero pude comprar discos en el pasillo de la facultad. Supe que Janis era esa «JANIS», conocí muchos grupos más entre los que figuran leyendas como Captain Beefheart y Ten Years After; me enteré que los de Creep se llamaban Radiohead y eran los mismos del video de dibujos animados en que un hombre se quedaba hecho un muñón y terminaba en la copa de un árbol. Escuché por primera vez, mirando una portada con un hombrecillo rosado de oído infinito, al gran King Crimson, me enamoré de La Barranca y saboreé en un solo día la discografía completa de Caifanes. Exploré en poco tiempo el pasado y el presente de un género que me llamaba desde niña, me hice de una vasta biblioteca en iTunes, resguardada celosamente, y la música terminó por ser parte central de mi vida. Un soundtrack especial para cada momentos: para ese en que conocí a mi no-
vio de la universidad, el de toda la carrera (terminada en seis años), uno para resumir nuestra vida juntos, otro para esas noches de azotea con humo de tabaco y líneas, las únicas rectas que en aquel entonces seguíamos; aquel para los viajes en autobús y de noche; este otro para caminar pachecos en donde fuera y este para decir adiós… Cinco canciones para un rompimiento It Ain’t Me Babe –Bob Dylan Every time i’m with yoy – Danger Mouse and Sparklehorse Things Ain’t Like They Used To Be – Black Keys Love is a losing game – Amy Winehouse Crimen – Gustavo Cerati Entre todo ese mundo de crecer y juntar de poco en poco mis aficiones, mis gustos, mis manías, perder y ganar amigos, en suma, hacerme de eso que llaman identidad, fue en el que vi High Fidelity. La primera vez tenía 16 años y la encontré una noche mientras cambiaba los canales de la televisión. La segunda, alguien me la presentó como una de las mejores películas que trataban ese amor por los discos y las bandas, que hablaba sobre la intrínseca relación entre cada canción y la vida personal. En aquella ocasión cuidé dejar bien aprendido el nombre en mi cerebro. Cinco bandas con un integrante que murió Pink Floyd The Rolling Stones Nirvana Joy Division Grateful Dead, Por qué recuerdo tanto aquella película, no sé. Quizá sea porque hay muchas cosas
que en ella se dicen consideradas por mí como ciertas, o tal vez por cómo me he relacionado con la música. De cualquier forma, algo que se me quedó en la cabeza desde la primera vez que la vi fue la sentencia que lanza Rob, personaje central interpretado por un todavía guapo John Cusack. Dueño de una tienda de vinilos, acreedor de una enorme y envidiable colección de ellos, ante un panorama que parece escupirle la realidad de todo lo que no hizo, aunque parecía que su vida era genial; a punto de hacerle una cinta a su novia que lo dejó por un hombre serio, maduro y responsable; en aquella escena, sentado en su sillón de piel negra, con un blog sobre las rodillas, sus audífonos gigantes conectados a su estéreo; de una forma muy severa, sentencia: hacer una cinta para otra persona es algo que debe pensarse cuidadosamente, porque estás usando la poesía de alguien más. Los cinco mejores covers a Bob Dylan The Animals - It’s All Over Now, Baby Blue Fleet Foxes - It Ain’t Me Babe Cat Power - Paths of Victory Echo & the Bunnymen - It’s All Over Now, Baby Blue The Secret Machines - Girl From The North Country Hay, entonces, que guardar respeto a los compositores, a los escritores, a los poetas. A lo largo de mi vida, de compartir y dedicar canciones, mi biblioteca musical se fue llenando de recuerdos con un único rostro, discos que representaban una noche, un momento de una tarde de hace años, un regreso a casa, una sonrisa, una persona. El devenir de mi consciencia hoy me hace verme sola, por fortuna, flotando en un In Rainbows. El misterio del Arpa de Fausto ha quedado sin respuesta y no me altera. Sé
22 El Mollete Literario
15.10.2015
que podría escribir una carta, un poema, un cuento que explicara cómo poco a poco me voy sintiendo. Reconozco la posibilidad de soltar un te amo que aún no tengo cierto. No obstante, prefiero revivir maneras de antaño y dar una cinta en papel; la invitación a descubrir cómo flotar entre las canciones que me hacen vivir y respirar libremente, que me devuelven a días frescos, que me hacen saltar y relajan mi cuerpo. Cinco canciones con relaciones literarias I Zimbra – Talking Heads Las Batallas – Café Tacvba Neon Bible – Arcade Fire Atroz – La Barranca La Vigüela.- Gotan Project Llevo ya unas cuantas semanas maquinando, mientras repaso discos y discos en formato digital, cuáles son las cinco canciones para hablarle a ese chico que conocí por casualidad oportuna y acierto accidental. Luego de años de escuchar tracks sueltos involuntariamente en los bares, los reproductores de amigos, las calles de la ciudad caos, la radio y lo recóndito de mi cabeza y de que muchas, todas, las que más recuerdo y no dejan de sonar en mi interior, estuvieron más que ligadas a una parte de mi vida, a una persona que ya está por demás acotar en un atributo adjetival, lograr reconocer en las notas tanto escuchadas un destello de una piel nueva, diferente hasta en medidas, sube la alegría a la garganta y la estaciona en una sonrisa de complicidad conmigo misma. Sé, o me he dado a creer, que las historias no son hasta que uno las hace y la poesía, quiero pensar, como acto irresuelto, queda abierta al tiempo, dejándome poner play en su cabeza, tal y como las canciones que me acompañan en el regreso a casa por la noche le dan inicio a su imagen: la nueva visión que me ronda, la pauta de inicio al despliegue de sus sonrisas que voy haciendo conocidas. Entonces, al estilo de los viejos programas de radio de aquellos años de preparatoria, desempolvo los discos y sobrescribo en uno solo, acariciando entre pista y pista cada parte de su cuerpo que traigo sujeta a mi memoria, circunscrita a mis sentidos
Cinco canciones para decir ahora Track number one: It’s summer time, The Flaming Lips… Traído del disco más conocido de este grupo que yo creí inglés, pero que se formó en Oklahoma por ahí de 1983, cuando ni tú ni yo estábamos planeados, llega hasta tus oídos un sonido suave y amigable que yo escuché por primera vez a mis cortos 19 años, abordo de un camión de regreso a casa, en una noche iluminada por las luces de los autos, envuelta en un sopor alucinante de verano. Llevaba unos jeans cualquiera, una blusa colorida, unos converse rojos que no quería dejar por más rotos que estuvieran, lentes pequeñitos sin armazón y quizá mi suéter anaranjado. Tú llevarás unos pantalones ajustados, la camisa del Napoli y tu cuerpo de calor abrazador. Escucha, de preferencia y aunque sólo sea imaginado, el sonido que hacían los botones cuando dabas play y siente: Una guitarra entrará luego de un eco sostenido… abre bien los ojos, reconócete liviano y despega los pies del suelo, deja entrar la voz en tu cabeza y baila mientras una sonrisa se dibuja en tu rostro serio (yo canto en una calle indeterminada que tiene luz por los charcos que dejan ver los focos grandes de los postes, hace un poco de frío y no hay edad sobre mis hombros, sólo la suavidad del tiempo transcurrido, mi voz se corresponde a la de Wayne Coyne saliendo de los audífonos que cubren mis orejas): It’s summertime, and I can understand if you still feel sad… it’s summertime and it’s hard to see its true… when you look inside, all you’ll see is a self-reflected inner sadness, look outside, I know that you’ll recognize it’s summertime Track number two Ambulance, TV On The Radio Ceso de bailar, el mundo deja de girar como si el disco hubiera parado y la aguja se levantara. Luego de un silencio desvanecido, debes afinar tus oídos. Un pandero arrastra el sonido primigenio de las percusiones al ritmo de un latido, un silbido asoma desde los labios de un negro apasionado, guitarra y bajo tiemblan en el fondo de un cimbrado momento de verdades:
El Mollete Literario 23
15.10.2015
Believe me when I say, I will be your accident if you will be my ambulance; I will be your screech and crash if you will be my crutch and cast; I will be your one more time if you will be my… El resto es historia andante Track number three Cast no shadow, Oasis Here’s a thought for every men who tries to understand, What is in his hands, He walks along the open road of love and life Surviving if he can. Bound with all the weight of all the words he tried to say, Chained to all the places that he never wished to stay, Bound with all the weight of all the words he tried to say, As he faced the sun, he cast no shadow. Si he llegado a conocerte un poco es como ese hombre tratando de entender qué es lo que tiene en sus manos y me agrada saber que puedo ayudar un poco a desentrañar el misterio del universo. Track number four
X&Y,Coldplay A veces las ecuaciones no son perfectas, quién es la X y quién la Y en todo esto no debiera ser un dilema. Pero evado esa parte, pues me son más fáciles los recuerdos, las palabras, las imágenes y los sonidos evaporándose en el tiempo en aquel espacio de tantos años que los números, las variables y las incógnitas apareciendo en un pizarrón blanco. Esta historia empieza así: Yo me sentaba tras la barra en un banco alto, a veces el café se convertía en un lugar vacío, pero en esos momentos también era un lugar bastante cómodo y feliz para mi, nada le pedía a aquellas horas cuando estaba rodeada de amigos. La luz era algo mala, sólo había un foco y el tono de la pared no ayudaba, pero la caída de la tarde se sentía bien, como si el sol se estuviera guardando en mi espalda y el calor se expandiera en mi interior. Entonces podía subir el volumen a los discos y tocar la batería con la pluma. Coldplay solía ponerme de lo más feliz pese a sus letras a veces deprimentes, el poder de su sonido me hacía sentir cómo me elevaba, era un espiral hacia
el cielo en una sonrisa, que a veces reventaba en colores justo en el punto más alto, y se sostenía ahí arriba para dejarme ver el mundo lleno de virtudes. A veces tú me haces sentir igual, como si el tiempo se volviera algo más que horas. Por eso esta canción, porque después de las notas del piano la intensidad sube y luego se sostiene tal como me siento a tu lado estos últimos días: You and me are floating on a tidal wave... together, You and me are drifting into outer space... and singing, You and me are floating on a tidal wave... together, You and me are drifting into outer space… ad infinitum Track number five Lago en el cielo, Gustavo Cerati Dicen que Cerati era un maestro, espero serlo yo algún día. En tanto, afino la guitarra de cuerdas rotas que es mi garganta, lanzo al viento unos cuantos sonidos sin sentido, algo que te hace reír. Coloco mi mirada en tu espalda, mi mano llena de ganas de rosarte describe cosas al tiempo con un solo dedo. El mundo se vuelve espeso y frío, los ojos se cierran y duermo contigo. Salto de la cama y uso un vestido, me miras como si no me conocieras, te beso y tienes un pequeño recuerdo: hay un jardín en medio de una calle, burbujas de jabón corriendo en todo el cielo, hubo mar y estrellas, vendrán lluvias nuevas, dijo Austin. La marea continúa en todas partes, me arrastra y te aleja, te acerca y me besas, el mundo se vuelve un desastre, no hay orden ni hecho perfecto. Existe un eco en todo esto, una canción que respira mi boca y mi espalda, un verso fijo en cada mano, un coro aullando en resolana: Quiero ser suave para evitar tu dureza, apago tu fuego, enciende mi agua, puede que no haya certezas. Vamos despacio para encontrarnos, el tiempo es arena en mis manos. Sé por tus marcas cuánto has amado, más de lo que prometiste. Hoy te apuré (estaba tan sensible) son espejismos que aumentan la sed, si adelanté no me hagas caso, a veces no puedo con la soledad… Bonus Track: All the time, we get by, trying figure out our lives Like a fade out…